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PUBLIO TERENCIO AFRICANO Comedias La Andriana, El Eunuco, El Atormentador de Sí Mismo, Los Hermanos, La Suegra, Formión

Publius Terentius Afer - Comoediae Quae Supersunt

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  • PUBLIO TERENCIO AFRICANO

    Comedias La Andriana, El Eunuco, El Atormentador de S Mismo,

    Los Hermanos, La Suegra, Formin

  • Prlogo Vctor Fernndez Llera

    I

    Pocas noticias, y stas incompletas, cuando no contradictorias, tenemos de la vida de Terencio. Que naci en Cartago al fin de la segunda guerra pnica, y fue en Roma siervo del senador Terencio Lucano, quien, prendado de su ingenio, le educ en las artes liberales y le manumiti por fin, dndole a par el nombre con que le conocemos; que le distinguieron con su amistad y trato familiar varones tan ilustres como Cayo Lelio y Escipin; que despus de haber hecho representar en Roma algunas comedias, partiose a Grecia, con objeto de dominar ms fcilmente las disciplinas y artes griegas, y al volver a Roma, antes de comenzada la tercera guerra pnica, fue vctima de un naufragio en que pereci juntamente con un centenar de comedias que haba traducido de Menandro: tales son, en sustancia, los datos de ms bulto que registran las biografas de Terencio, a partir de la que escribiera Suetonio, errneamente atribuida a Elio Donato. Y sobre ser escasas las noticias, todava son motivo de controversia. As, el pretendido, cautiverio nigalo Fenestela1, y con buenas razones, pues si, como observa este escritor, Terencio naci terminada la segunda guerra pnica y muri antes de comenzarse la tercera, quin pudo hacerle prisionero? Slo cabe pensar en los Nmidas o en los Getas. Y entonces, cmo vino Terencio a poder de un general romano, si es sabido que entre Romanos y Africanos ningn trato exista antes de la destruccin de Cartago? No falta quien ha credo salvar esta dificultad imaginando que cay en manos de los piratas y que stos le vendieron a algn mercader de esclavos, de quien le recibi el senador Terencio. Pero los reparos de Fenestela tienen eco en la crtica, y un escritor moderno, Salvator Betti, en su disertacin In C. Suetonii Tranquilli vitam Terentii sostiene que este poeta ni fue de frica ni siervo. Afer, dice Betii, es un cognomen (sobrenombre), y no un derivativo de patria, y puede venir del color, como Albus, Rufus, Flavus, etc. Muchos se llamaron Afri en Roma, sin ser de frica, como el cnsul Senecio Memmius Afer, que se menciona en una inscripcin de Tvoli, el orador Domitius Afer, de quien nos habla Tcito, Elius Adrianus Afer y otros. Adems, el praenomen Publius del poeta no pertenece al senador Terencio Lucano, pues no hay ningn senador que le llevara. Fuera de esto, ningn escritor antiguo llama esclavo a Terencio, antes del siglo IV. Que no era siervo infirese tambin de su familiaridad con Lelio y Escipin, los cuales le trataban como a hombre ingenuo o libre. Y a ser cierto que el poeta tena una hija y la despos con un caballero romano, como afirma Suetonio, esta es la prueba concluyente de que Terencio fue ingenuo y no siervo de origen, porque el matrimonio entre ingenuos y libertos estaba a la sazn severamente prohibido. Ni cmo se concibe que un africano llegase a dominar tan pronto (a los dieciocho aos) la lengua griega y a escribir en latn con elegancia tal, que fue en su tiempo y despus la admiracin de los escritores de ms nombre en Roma y fuera de ella? La amistad de Terencio con Cayo Lelio y Escipin tambin ha sido objeto de largas disputas en el campo de la crtica. Y, en fin (para dar de mano a puntos de menos importancia), las circunstancias que acompaaron a la muerte de Terencio y el lugar en que esta acaeci, refirense de muy diverso modo. Ausonio le libra del naufragio, diciendo que slo perecieron en l las traducciones de Menandro, y que Terencio muri a consecuencia del dolor que le produjera la prdida de aquellos manuscritos.

    Tenemos, pues, dos versiones. La que nos habla del naufragio apyase en el testimonio de este verso de Ovidio:

  • Comicus ut periit, liquidis dum natat in undis2

    Pero quin era este poeta cmico? Ovidio no lo dice. As, mientras Domicio ve en este verso una alusin a Menandro tanto como a Terencio, Bautista Egnacio la refiere a Eupolis, y Turnebo resueltamente a Menandro. Para colmo de confusin, aun los mismos que estn de acuerdo en rechazar el naufragio como causa de la muerte, discrepan entre s cuando sealan el lugar y la fecha del suceso. Ausonio pone la muerte de Terencio en la Arcadia; otros, testigo Escoto, en la Acaya; unos fijan el ao del fallecimiento en el 595 de la fundacin de Roma, siendo cnsules Cornelio Dolabela y Marco Fulvio Nobilior; otros, cuatro aos despus, en el segundo consulado de Publio Cornelio Escipin Nasica y Marco Claudio Marcelo.

    II

    Seis son las comedias de Terencio que van en este volumen, nicas que han llegado hasta nosotros.

    1. Andria (La Andriana), representada en las fiestas Megalenses, siendo ediles curules Marco Fulvio y Marco Glabrin, y cnsules Marco Marcelo y Cayo Sulpicio, por la compaa de Lucio Ambivio Turpin y Lucio Atilio Prenestino, con msica de Flaco y flautas iguales, derechas e izquierdas3. El original es de Menandro.

    2. Eunuchus (El Eunuco), representada en las fiestas Megalenses, siendo ediles curules Lucio Postumio Albino y Lucio Cornelio Mrula, en el consulado de Marco Valerio Mesala y Cneo Fannio Estrabn, por la compaa antes citada, con dos flautas derechas. Tambin es de Menandro. Gust mucho y obtuvo los honores de la repeticin.

    3. Heautontimorumenos (El Atormentador de s mismo). Representose en las fiestas Megalenses, siendo ediles curules Lucio Cornelio Lntulo y Lucio Valerio Flaco. Las dos primeras veces no agrad; la tercera representacin se efectu en el consulado de Marco Juvencio y Tito Sempronio. Gust poco.

    4. Adelphi (Los Hermanos), representada en los funerales de Lucio Emilio Paulo, siendo ediles curules Quinto Fabio Mximo y Publio Cornelio Africano, por la compaa de Prenestino y Minucio Prtimo, y con flautas iguales, en el consulado de Lucio Anicio Galo y Marco Cornelio Cetego.

    5. Hecyra (La Suegra), que se represent tres veces: la primera en las fiestas Megalenses, siendo ediles curules Sexto Julio Csar y Cneo Cornelio Dolabela; la segunda en el consulado de Cneo Octavio y Tito Manlio, con motivo de los funerales de L. Emilio Paulo; la tercera siendo ediles curules Quinto Fulvio y Lucio Marcio; hzola Ambivio Turpin, y fue aplaudida, no obstante haber sido antes rechazada.

    6. Phormio (Formin), representada por Turpin y Prenestino, y con flautas desiguales (msica de Flaco), en las fiestas Romanas, siendo ediles curules Lucio Postumio Albino y Lucio Cornelio Mrula, y cnsules Cayo Fannio Estrabn y Marco Valerio Mesala. El original es el Epidicazomenos de Apolodoro.

  • La cronologa no est exenta de contradicciones: vara segn las didascalias. Los consulados y las fechas de nacimiento y muerte del poeta vienen a aumentar la confusin. Teuffel presenta los siguientes datos:

    Nacimiento del poeta, en 569 de Roma; su muerte, en 595.

    Fecha en que se representaron las comedias:

    En.588 de Roma (166 antes de Jesucristo), el Andria.

    En 589 (165), la Hecyra (primera representacin).

    En 591 (163), el Heautontimorumenos.

    En 593 (161), el Eunuchus y el Phormio.

    En 594 (160), la Hecyra (segundo intento de representacin) y los Adelphi; tercera representacin (completa) de la Hecyra.

    III

    Imit Terencio en las comedias tituladas Andria, Eunuchus y Heautontimorumenos a Menandro, prncipe de la llamada Comedia. Nueva (por oposicin a la Comedia Antigua o Aristofnica) entre los Griegos; en los Adelphi, a Dfilo Sinopense, autor de cien comedias cuyas sentencias alabaron Clemente Alejandrino y Eusebio de Cesarea, y en el Phormio y la Hecyra, a Apolodoro, segn Elio Donato.

    Griegos son los ttulos de las comedias; griegos los nombres de los personajes, y la accin de todas ellas pasa en Atenas.

    Son, pues, traducciones del griego? Son ms bien refundiciones, en las que el poeta latino ha puesto algo, quiz mucho, de su propio ingenio? Punto es ste de la mayor importancia para la crtica; por eso voy a tratarle, siquiera sea brevemente. Cabe afirmar, desde luego, que Terencio hace algo ms que traducir; Terencio imita con cierta originalidad a los poetas griegos. Si toma una comedia de Menandro, es para hacerla pasar por un trabajo de refundicin que est vedado al mero traductor. Curioso por dems sera, y sobre curioso til en extremo, un cotejo entre el poeta latino y Menandro. Por desgracia es punto menos que imposible, dado que del teatro de Menandro slo quedan los ttulos de las comedias y algunos fragmentos piadosamente recogidos por la diligencia de ilustres eruditos. Hay, sin embargo, algunas huellas por donde rastrear lo que tienen de personal y propio de Terencio estas comedias. El prlogo de los Adelphi (Los Hermanos) dice textualmente que una parte de la pieza estaba literalmente traducida de Dfilo:

    Verbum de verbo expressum extulit4.

    El escoliasta del Andria (La Andriana) nota tambin al verso dcimo del prlogo que la primera escena de la Perinthia de Menandro est escrita casi con las mismas palabras que la de la Andriana de Terencio. Cuanto a la Hecyra (La Suegra), no debi de separarse mucho del

  • original griego, si damos crdito a Sidonio Apolinar, quien para hacer ms clara a su hijo la interpretacin del texto latino, servase, segn l mismo nos dice, del Epitrepontes de Menandro, cotejndole con la Hecyra5. Si el procedimiento de Terencio era traducir literalmente en ocasiones, en otras, al contrario, consista en un trabajo de verdadera composicin. A esta segunda manera se refieren:

    1) La llamada contaminacin. En latn contaminare es propiamente enlodar, echar a perder. Esto le reprochaban sus mulos, de ellos un poeta cmico, por nombre Lavinio o Lanuvio, que de ambas maneras se le llama, y a quien Terencio en sus prlogos alude con las palabras vetus poeta (el poeta viejo). Era la contaminacin (contaminatio) un procedimiento de composicin que consista en refundir dos piezas griegas en una sola latina. Procedimiento favorito de Terencio, servale en gran manera para latinizar el teatro griego, adaptndole al gusto del pblico de Roma, el cual no comprenda aquella sencillez, o mejor, simplicidad, que en la disposicin de sus fbulas observaba Menandro, antes bien buscaba el relieve, el contraste y el enredo de una accin ms complicada. A esta labor deben su origen el Andria (la Andriana), compuesta del Andria y la Perinthia de Menandro; el Eunuchus (El Eunuco), en la cual Terencio aprovecha otras dos comedias de Menandro, una de ellas con el mismo ttulo, la otra llamada Colax, de la cual tom dos personajes, un truhn, as llamado, y un soldado fanfarrn.

    2) La invencin de personajes, tales como Carino y Birria en La Andriana, los cuales, segn Elio Donato6, no se encuentran en Menandro, y Terencio no los haba tomado de la Perinthia, pues como l mismo nos advierte, eran esas dos piezas semejantes en el argumento, y slo discrepaban por el discurso y el estilo. Citemos an la persona de Antifn, en El Eunuco, en cuya invencin Donato hallaba mucho que alabar, ya que merced a ella resultaba abreviado el largo monlogo de Querea en la comedia de Menandro.

    3) Los monlogos convertidos en dilogos, de que son ejemplos la escena de Antifn y Querea, y la de Gnatn y Parmenn en El Eunuco. Otras veces, al decir de Donato, Terencio, atento a conseguir la brevedad, haba preferido la narracin a la representacin, medio que utilizaba el original griego

    Tales son los procedimientos tcnicos empleados por Terencio, los cuales dan a su teatro un carcter, como ya va dicho, distinto del que tuvo su modelo. As pudo exclamar con gran verdad Quintiliano, al comparar el teatro griego, y sus imitaciones latinas:

    Vix levem consequimur umbram.

    IV

    Pedro Simn Abril, humanista del siglo XVI, contemporneo del Brocense, y como l doctsimo fillogo, tradujo, para auxiliar a sus discpulos en el aprendizaje de la lengua latina, las seis comedias de Terencio, imprimindolas en Zaragoza, 1577, 8, en la oficina de Juan Soler. En 1585 sali la segunda edicin, impresa en Alcal por Juan Gracin, corregida en presencia del texto de Gabriel Faerno, que public en Venecia el ao 1565 Pedro Victorio, y que ofreca la ventaja de estar cotejado con los mejores manuscritos. En esta edicin Pedro Simn Abril hizo desaparecer no pocos lugares obscuros, e interpret otros mejor con ayuda del maestro Francisco Snchez de las Brozas. La edicin de Alcal mereci, por su elegancia, los elogios de los eruditos; en 1599, Jaime Cendrat la reprodujo en Barcelona, y, por fin,

  • Benito Monfort en Valencia, 1762. El trabajo de Simn Abril es, sin duda alguna, de mrito muy subido; en general traslada la sencillez y la elegancia terencianas. Tiene, sin embargo, defectos de interpretacin, los ms de ellos nacidos, del texto que sigui nuestro humanista, hoy ms depurado, merced a la labor de algunos eruditos. En ocasiones es obscuro por excesivo apego a la letra original; a veces por lo contrario, es decir, por introducir perfrasis que deslen adems la frase latina, quitndole la concisin que lan menester no pocas situaciones dramticas. Fuera de esto, los arcasmos (de palabra y de construccin) abundan, y no menos daan a la claridad la mala divisin de las escenas, la psima puntuacin y otras tachas que fuera largo enumerar. A corregirlas va encaminada la presente edicin. Manchas lleva, sin duda; pero en ella ver el lector que quiera cotejarla con la de Valencia no pocas variantes, las cuales servirn quiz de atenuacin a los descuidos.

    V. Fernndez Llera.

    Santander, septiembre 1890

    PERSONAJES

    SIMN, viejo, padre de PNFILO. PNFILO, mancebo, hijo de SIMN. DAVO, esclavo de SIMN. DROMN, esclavo encargado de castigar a los otros. SOSIA, liberto de SIMN. CARINO, mancebo, amante de FILOMENA. BIRRIA, esclavo de CARINO. CRITN, vecino de ANDROS. CREMES, viejo, padre de FILOMENA. GLICERA, llamada tambin PASBULA, hija de CREMES MISIS, criada de GLICERA. LESBIA, partera.

    PERSONAJES QUE NO HABLAN

    ARQUILIS, criada de GLICERA. CRISIS, cortesana, que pasa por hermana de GLICERA.

    Prlogo Cuando el poeta se decidi a escribir comedias, slo esta empresa crey echar sobre s: la

    de componer sus fbulas de suerte que diesen gusto al pueblo. Mas ahora advierte que las cosas van muy al revs, pues se ve obligado a forjar prlogos, no para declarar el argumento, sino en respuesta a las malvolas censuras de un poeta rancio. Suplcoos, pues, que oigis con atencin de qu le reprenden.

  • Menandro compuso La Andriana y La Perintia. Quien la una de ellas conociere bien, conocer las dos, segn ambas son de argumento semejante, aunque por el dilogo y el estilo diferentes. Todo lo que de La Perintia cuadraba para La Andriana, Terencio confiesa haberlo trasladado, sirvindose de ello cual si fuese de su propia invencin. Y esto es lo que sus enemigos le censuran. Porque dicen que no es bien hacer de varias una sola fbula. Presumiendo de muy sabios, muestran saber poco; pues al acusarle de esto, acusan por igual a Nevio, a Plauto, a Ennio, a quienes nuestro poeta tiene por maestros, y cuya libertad ms precia l imitar que no la obscura exactitud de esos censores. Les aconsejo que, de hoy ms, cierren el pico y dejen de murmurar, si no quieren or sus defectos.

    Prestadle vuestro favor, asistid de buena voluntad y od la comedia, para que sepis lo que promete, y si las que har de nuevo sern dignas o no de ser representadas.

    Acto I Escena I

    SIMN, SOSIA, esclavos cargados de provisiones.

    SIMN.- Llevad vosotros esas viandas all dentro, caminad. T, Sosia, llgate ac; que te quiero decir dos palabras.

    SOSIA.- Dalas por dichas: que se aderece bien todo esto.

    SIMN.- Muy diferente cosa es.

    SOSIA.- En qu ms puedo yo serte til con mi arte?

    SIMN.- No hay necesidad de ese arte para lo que yo pretendo, sino de aquellas virtudes que yo en ti siempre he conocido, que son fidelidad y silencio.

    SOSIA.- Suspenso estoy aguardando qu me quieres.

    SIMN.- Ya sabes cmo despus que te compr has tenido en mi casa desde pequeo una moderada y benigna servidumbre. Hcete de esclavo mi liberto, porque me servas hidalgamente: te di la mayor recompensa que pude.

    FOBIA.- -No lo he olvidado yo.

    SIMN.- Ni yo tampoco estoy de ello arrepentido.

  • SOSIA.- Hulgome, Simn, de haber hecho o hacer en tu servicio algo que te agrade: y en haberte dado gusto recibo gran merced. Pero ese recuerdo me da pena; porque traerlo a mi memoria, es como reprenderme de olvidado de las mercedes recibidas. Di, pues, en pocas palabras, qu me quieres.

    SIMN.- As lo har. En primer lugar, te advierto que estas que t crees verdaderas bodas no son tales bodas.

    SOSIA.- Por qu, pues, las finges?

    SIMN.- Yo te lo contar todo desde su principio, y as conocers la vida de mi hijo y mi intento, y tambin qu es lo que yo quiero en este caso que t hagas. Porque despus que mi hijo sali de la niez, amigo Sosia, tuvo ocasin para vivir ms libremente; que basta entonces quin pudiera saber ni entender su condicin, mientras la edad, el miedo y el maestro lo estorbaban?

    SOSIA.- As es.

    SIMN.- Al revs de lo que hacen casi todos los mancebos, que es inclinar su voluntad a alguna manera de ejercicios, como a criar caballos o perros para caza, o darse a los estudios, l en nada se ejercitaba por extremo, aunque en todo ello moderadamente se empleaba. Yo gustaba de ello.

    SOSIA.- Y con razn, porque me parece muy til en la vida no hacer cosa ninguna con exceso.

    SIMN.- Su manera de vivir era sufrir y comportar fcilmente a todos aquellos con quien comunicaba, hacerse a su condicin, complacerles en sus deseos, no porfiar con nadie, nunca preferirse a otro; de tal suerte, que sin pesadumbre ni enojo ganase honra y granjease amigos.

    SOSIA.- Discretamente orden su vida; porque hoy da el complacer gana amigos, y el decir las verdades enemigos.

    SIMN.- En esto, habr tres aos que arrib aqu, a nuestro barrio una mujer de Andros, forzada de necesidad y abandonada de sus deudos; mujer de muy buen rostro y moza.

    SOSIA.- Ay!, recelo tengo no nos traiga esta Andriana algn dao.

    SIMN.- Al principio viva castamente, con regla y aspereza, ganando la vida con telas e hilazas; pero como se le allegaron, uno tras otro, galanes prometindole dinero, y como la naturaleza humana desvara tan fcilmente del trabajo al deleite, acept el partido, y de all adelante comenz a granjear con su hermosura. Sus amantes entonces llevaron por casualidad, como suele acaecer, a mi hijo a comer con ellos en casa de la moza. Yo luego dije entre m: No hay duda que me le han cazado; herido est. Aguardaba por las maanas a sus criados cuando iban o venan, y preguntbales: Di, mozo, por tu vida, quin tuvo ayer a Crisis? Porque as se llamaba la Andriana.

    SOSIA.- Entiendo.

    SIMN.- Fedro, decan, o Clinia o Nicerato. Porque estos tres la tenan entonces a la vez. -Y Pnfilo qu hace?- Qu? Pag su escote y cen. Holgaba yo de ello. Preguntbales otro da lo mismo, y hallaba por verdad no tocarle nada a Pnfilo, y realmente

  • me pareca sta una grande y clara muestra de virtud. Porque quien anda revuelto con semejantes condiciones, y en ello no se le altera la voluntad, sbete que puede ya tener manera y asiento de vivir. Alegrbame yo de esto, y todos por una boca me daban parabienes y alababan mi ventura, pues tena un hijo de tan buena inclinacin. Qu es menester palabras? Cremes, inducido de esta fama, vino a m voluntariamente a ofrecerme para l la mano de su hija nica, y muy bien dotada. Pareciome bien, acept el partido y concert las bodas para hoy.

    SOSIA.- Qu impedimento, pues, hay para que de veras no se hagan?

    SIMN.- Yo te lo dir. Pocos das despus, muere nuestra vecina Crisis.

    SOSIA.- Oh, qu bien! La vida me has dado! Llegu a temer que la tal Crisis...

    SIMN.- En aquel trance mi hijo no sala de la casa, y juntamente con los amantes de Crisis, se ocupaba en disponer el funeral, mostrndose a las veces triste, y aun llorando a veces. Yo aplauda esta conducta, pues pensaba para m: S este muchacho, por un poquillo de trato que con ella tuvo, siente con tan tierno corazn su muerte, qu hiciera si l fuera su amante? Qu no har por m que soy su padre? Todos estos me parecan cumplimientos de condicin afable y nimo benigno, Qu es menester razones? Yo mismo, por amor de Pnfilo, fui tambin al entierro, no sospechando mal ninguno.

    SOSIA.- Qu mal hay, pues?

    SIMN.- Ya lo sabrs. Scanla: echamos a andar. En esto, entre las mujeres del cortejo veo por casualidad una mozuela de una estampa!...

    SOSIA.- Buena, eh?

    SIMN.- Y de un aire, Sosia, tan modesto y gracioso, que no haba ms all. Y porque me pareci que lloraba ms que las otras, y tambin porque era, de rostro muy honesto y ms ahidalgado que las otras, llgome a las criadas y pregntoles quin era: dcenme que era una hermana de Crisis. Luego al punto me enclav el alma. Ta!, ta! -dije- ste es el caso: de aqu nacen las lgrimas; sta es aquella compasin!.

    SOSIA.- Qu temeroso estoy en qu has de parar!

    SIMN.- Entre tanto, sigue avanzando el fnebre cortejo, y andando, andando llegamos a la sepultura; pnenla en la hoguera, llranla. En esto, aquella hermana, que te he dicho, llgase al fuego indiscretamente con harto peligro. Pnfilo, alterado, descubre entonces sus amores bien disimulados y secretos; corre, abraza por la cintura a la mujer, dicindole: Glicera ma, qu haces? Por qu vas a perderte? Y ella echsele llorando en los brazos con familiar abandono, de manera que quien quiso pudo fcilmente ver que sus amores eran viejos.

    SOSIA.- Qu me dices?

    SIMN.- Vuelvo de all enojado y muy picado, y con todo eso no haba bastante razn para reirle. Porque dijera: Qu he yo hecho? O qu he merecido, padre? O en qu he pecado? Detuve a la que se quiso echar en el fuego, librela: palabras son honestas.

    SOSIA.- Cierto. Porque si al que dio socorro a la vida, reprendes, qu dejars para el que hiciere mal o dao?

  • SIMN.- Viene Cremes el da siguiente a mi casa, diciendo a voces, que haba sabido un caso vergonzoso; que Pnfilo tena por mujer aquella forastera. Niego yo el hecho; l porfa que es verdad. Finalmente se despide de m, jurando que no dara su hija.

    SOSIA.- Y t entonces a tu hijo no le...?

    SIMN.- Ni aun esta me pareci bastante razn para reir con l.

    SOSIA.- Cmo no?

    SIMN.- Dijrame: Ya t, padre, has puesto trmino a mi libertad; ya se acerca el tiempo en que he de vivir a sabor de ajeno arbitrio; djame ahora, entretanto, vivir a mi gusto.

    SOSIA.- Qu motivo, pues, te queda para reprenderle?

    SIMN.- Si por esa mujer rechazase el casamiento, este es el primer agravio que yo en l he de castigar. Y en esto entiendo ahora: en procurar por medio de casamiento fingido verdadera ocasin para reir con l, si me dijere que no, y tambin para que el bellaco de Davo, si algn consejo tiene, lo gaste ahora que sus enredos no pueden perjudicarme. Yo creo que Davo de pies y de cabeza buscar todos los medios, ms por hacerme a m pesar, que por complacer a mi hijo.

    SOSIA.- Por qu?

    SIMN.- Eso me preguntas? Es bellaco de malas intenciones y de mala entraa. Mas, como yo le pille... y no digo ms! Si, por el contrario, sucediere lo que yo deseo, que en Pnfilo no haya resistencia, qudame el recabar el s de Cremes; lo cual confo que se lograr. Ahora lo que t has de hacer es fingir muy bien estas bodas, atemorizar a Davo, ver qu determina mi hijo, y qu consultas hace con l.

    SOSIA.- Basta. Yo lo har. Entrmonos ya.

    SIMN.- Anda delante, que ya voy.

    Escena II

    SIMN, solo.

    SIMN.- Averiguada cosa es que mi hijo no quiere casarse, segn entend que Davo se alter cuando oy decir que pasaba adelante el casamiento. Pero aqu viene Davo.

    Escena III

  • DAVO, SIMN.

    DAVO.- (Aparte.) Ya me maravillaba yo que esto se pasase as por alto; y aquella perpetua mansedumbre de mi amo tema en qu haba de parar. Pues aunque entendi que no le haban de dar a su hijo la mujer, nunca a ninguno de nosotros nos dijo palabra ni se le dio nada por ello.

    SIMN.- (Aparte.) Ahora la dir, y aun muy a tu costa, segn pienso.

    DAVO.- (Aparte.) l quiso realmente entretenernos con este falso gozo, y asegurarnos, quitndonos el miedo, para despus saltearnos descuidados, de manera que no tuvisemos lugar de buscar traza con que estorbar el casamiento. Astuto!

    SIMN.- (Aparte.) Qu dice el verdugo?

    DAVO.- (Aparte.) Mi amo es: y yo que no le haba visto!...

    SIMN.- (Alto.) Davo.

    DAVO.- Qu mandas?

    SIMN.- Llgate ac.

    DAVO.- (Aparte.) Qu me querr ste?

    SIMN.- Qu dices t?...

    DAVO.- Sobre qu?

    SIMN.- Eso me preguntas? Mira que se corre por ah que mi hijo tiene amiga.

    DAVO.- Esos cuidados, por cierto, tiene el pueblo!

    SIMN.- Ests conmigo o no?

    DAVO.- Ya te entiendo.

    SIMN.- Pero de fuerte padre sera ponerme yo ahora a hacer en eso inquisicin. Porque lo que hasta aqu l ha hecho no me toca nada. Mientras su edad para ello dio lugar, yo ya le he permitido que satisficiese sus caprichos; pero este tiempo ya trae otra vida, ya requiere otras costumbres. De hoy ms te pido, Davo, y, si es justo, te lo suplico, que hagas por que vuelva al buen camino.

    DAVO.- Qu quieres decir?

    SIMN.- Todos los que tienen amiga sienten mucho que los casen.

    DAVO.- As lo dicen.

  • SIMN.- Y si alguno toma para esto un mal maestro, las ms veces tuerce a la peor parte la flaca voluntad.

    DAVO.- En verdad que no te entiendo.

    SIMN.- Que no, eh?

    DAVO.- No; que soy Davo y no Edipo.

    SIMN.- En ese caso holgars que te diga rasamente lo que me queda por decir.

    DAVO.- S holgar.

    SIMN.- Si yo entendiere hoy que t me urdes algn enredo por donde no se hagan estas bodas, o que quieres que se vea en esto cun astuto eres, te juro, Davo, que, despus de bien azotado, he de dar contigo en la tahona hasta que mueras, con pleito homenaje que si yo de all te sacare, quede yo a moler en tu lugar. Y, pues, haslo entendido ahora, o ni aun esto tampoco?...

    DAVO.- A maravilla, porque ahora me has dicho el negocio muy a la rasa, sin rodeos.

    SIMN.- En cualquier otro caso sentir menos que me engaes que no en este.

    DAVO.- (Irnico.) Vaya, no hay que enojarse!

    SIMN.- Brlaste? Pues no me engaars. Mira, te digo que no seas loco, ni me vengas despus con que no te lo avisaron. Ojo! (Vase.)

    Escena IV

    DAVO, solo.

    DAVO.- A buena fe, Davo, que no cumple aqu emperezar ni descuidar, a lo que tengo entendido, del propsito del viejo acerca de este casamiento; el cual, si con maa no se lleva, dar al travs conmigo o con mi amo. Ni s qu me haga, si complazca a Pnfilo o si crea al viejo. Si a Pnfilo dejo, temo que se pierda; si le ayudo, las amenazas de ste, el cual es malo de burlar. Cuanto a lo primero, ya tiene l noticia de estos amores: a m me tiene sobre ojos, no desbarate el casamiento con algn engao; si lo siente, soy perdido, o si le parece tomar achaque para con razn o sin razn dar conmigo en la tahona. A estos males allgaseme este otro tambin: que esta Andriana, ora sea su mujer, ora su amiga, esta de Pnfilo preada. Y es cosa de ver su atrevimiento! Porque es ms empresa de locos que de enamorados. Estn determinados a criar lo que pariere, y all entre ellos urden no s qu maraa: que sta es ciudadana de Atenas; que hubo un tiempo un viejo mercader, el cual naufrag junto a la isla de Andros, y que muri; y que el padre de Crisis la recogi escapada, hurfana, pequea... Todo mentiras! Lo que es a m no me parece conforme a verdad. Y ellos estn contentos con

  • la maraa. Pero Misis sale de su casa. Yo me voy de aqu a la plaza para verme con Pnfilo, porque no le coja su padre desapercibido en este caso.

    Escena V

    MISIS.

    MISIS.- Ya te he entendido, Arquilis, rato ha: mandas llamar a Lesbia. Por mi vida, que es una mujer borracha y arriscada, y nada diestra para encomendarle primerizas! Pero, en fin, la traer. (A los espectadores.) Notad bien la porfa de esta vejezuela, porque es su comadre de jarro. Oh dioses, suplcoos le deis a sta (aludiendo a GLICERA) esfuerzo en este parto, y a Lesbia ligar de que con otras parturientas desatine! Pero qu ocurre, que veo venir a Pnfilo alterado? Temo no sea algo. Aguardar por saber qu tristeza nos trae esta revuelta.

    Escena VI

    PNFILO, MISIS.

    PNFILO.- Es sta accin ni empresa de hombro? Este es oficio de padre?

    MISIS.- (Aparte.) Qu es aquello?

    PNFILO.- Fe de dioses y de hombres! Y cul es afrenta, si sta no lo es? Si tena determinado casarme hoy, no fuera justo que lo supiera yo primero? No fuera bien que lo tratara antes conmigo?

    MISIS.- (Aparte.) Desdichada de m! Qu escucho?

    PNFILO Y Cremes, que haba dicho que no me dara su hija por mujer, ha mudado de propsito porque me ve a m estar firme en el mo? Con tanta porfa procura apartarme de Glicera? Msero de m! Si esto sucede, perdido soy sin remedio! Es posible que haya hombre tan desgraciado ni tan infeliz como yo? Fe de dioses y de hombres! Y que de ninguna manera, he de poder yo librarme del parentesco de Cremes? De cuntos modos no fui yo despreciado, desechado, despus de todo hecho y concertado? Otra vez, despus de repudiado, me tornan a pedir? A qu fin, si no es lo que sospecho, que ellos cran algn culebrn, y como no le pueden encajar a nadie acuden a m?

    MISIS.- (Aparte.) Esas palabras, ay de m!, me llenan de terror.

  • PNFILO.- Porque, qu dir yo ahora de mi padre? Ah!, un negocio tan grave haba l de tratar con tanto descuido? Dceme ahora, al pasar por la plaza: Mira, Pnfilo, que te has de casar hoy. Preprate: vete a casa. Pareciome que me haba dicho: Ve de presto y ahrcate. Pasmado qued. Pensis que yo le pude responder, o darle alguna excusa, siquiera necia, o falsa, o injusta? La palabra se me hel. Porque si yo lo hubiera sabido antes... si me preguntase ahora alguno qu hiciera, algo hiciera por donde esto no hiciera. Pero ahora, a qu mano me volver primero? Tantos cuidados me cercan, que me tiran la voluntad a muchas partes: el amor, la lstima que tengo de Glicera, la congoja de este casamiento; adems el empacho que tengo de desobedecer a mi padre, el cual, hasta ahora, con tanta mansedumbre me ha sufrido hacer todo lo que me ha dado gusto. Y que le contradiga yo?... Ay de m! No s qu me haga!

    MISIS.- (Aparte.) Ay, msera de m! Cunto me temo que se incline a mala parte aquel no s qu me haga!... Pero ahora conviene mucho que, o ste hable con ella, o yo le diga alguna cosa de ella; que cuando la voluntad vacila, un pelillo la arrastra a uno u otro lado.

    PNFILO.- Quin habla aqu?... Salud, Misis!

    MISIS.- Oh, Pnfilo, salud!

    PNFILO.- Qu hace tu seora?

    MISIS.- Eso me preguntas? Est fatigada de sus dolores, y afligida la cuitada de ver que para hoy est concertado das ha tu casamiento. Teme que la desampares.

    PNFILO.- Cmo! Podra yo intentar tal cosa? He yo de consentir que la infeliz quede por mi engaada, habiendo ella confiado de m su corazn y vida, y habindola yo tenido en mi corazn en cuenta de mujer propia? He de permitir que su buena inclinacin, enseada y criada bien y castamente, se tuerza ahora constreida de necesidad? No har tal cosa.

    MISIS.- Bien cierta estoy, si estuviese en sola tu mano; pero temo que no podrs resistir.

    PNFILO.- Por tan folln me tienes, o por tan desagradecido o cruel o brutal, que ni la conversacin, ni el amor, ni la vergenza me mueva ni exhorte a que le guarde la fe?

    MISIS.- Esto, a lo menos, s que ha merecido: que te acuerdes de ella.

    PNFILO.- Que me acuerde? Oh Misis, Misis, an tengo escritas en el alma aquellas palabras que Crisis me dijo de Glicera estando ya casi murindose! Llamome, acerqueme; os salisteis vosotras, quedmonos solos; cominzame a decir: Amigo Pnfilo, bien ves el rostro y pocos aos de sta, y tambin entiendes cun contrarias le son ambas cosas para conservar su honestidad y su hacienda. Suplcote, pues, por esta tu mano derecha y por tu noble condicin; por tu fe y por la soledad de sta te encargo que no la apartes de ti ni la desampares, pues ves que siempre te he amado como a mi hermano propio, y que sta a ti solo siempre te ha tenido en mucho y en todas las cosas te ha sido obediente. Yo te le doy por marido, por amigo, por tutor, por padre; estos nuestros bienes a ti te los entrego y a tu fidelidad los encomiendo. Dmela entonces por la mano y tmale luego la muerte. Yo me encargu de ella; y pues me encargu, yo la conservar.

    MISIS.- As lo espero, ciertamente.

  • PNFILO.- Pero por qu la dejas sola?

    MISIS- Voy a llamar a la partera.

    PNFILO.- Corre; y, mira, del casamiento, ni palabra: no sea que su mal...

    MISIS.- Entiendo.

    Acto II Escena I

    CARINO, BIRRIA.

    CARINO.- Qu me dices, Birria? Es posible que Pnfilo se case hoy con Filomena?

    BIRRIA.- S.

    CARINO.- Cmo lo sabes?

    BIRRIA.- Davo me lo dijo poco ha en la plaza.

    CARINO.- Oh, desdichado de m! Que as como mi alma ha estado hasta aqu suspensa entre el temor y la esperanza, as despus de perdida la esperanza, tras el cansancio y la congoja, est como pasmada.

    BIRRIA.- Suplcote, Carino, por los dioses, que pues no es posible lo que t quieres, quieras t lo que es posible.

    CARINO.- Yo no quiero ms que a Filomena.

    BIRRIA.- Oh, cunto mejor te sera procurar cmo despidieses ese amor de tu corazn, que hablar de cosas con que ms atices en vano tu deseo!

    CARINO.- Todos, cuando estamos sanos, damos fcilmente buen consejo a los enfermos. Si t en mi lugar estuvieses, de otro modo sentiras.

    BIRRIA.- Bueno, bueno; como quieras.

    CARINO.- Pero all veo a Pnfilo.

    Escena II

  • CARINO, BIRRIA, PNFILO.

    CARINO.- Resuelto estoy a tentarlo todo, antes de perderme.

    BIRRIA.- (Aparte.) Qu intenta?

    CARINO.- Yo le suplicar, yo me echar a sus pies; le contar mi pasin; recabar siquiera, yo lo espero, que aplace por algunos das este casamiento. Entretanto, quin sabe lo que puede suceder?

    BIRRIA.- (Aparte.) Lo que puede suceder es nada entre dos platos.

    CARINO.- Birria, qu te parece? Le hablar?

    BIRRIA.- Si a fe; porque ya que no recabes nada, entender que le has de poner los cuernos si con ella se casare.

    CARINO.- En la horca te veas, ladrn, con tus sospechas!

    PNFILO.- A Carino veo... Ests enhorabuena.

    CARINO.- Oh, Pnfilo! Seas bien venido. Aqu vengo a pedirte esperanza, salud, socorro y consejo.

    PNFILO.- Bueno estoy yo para dar consejos ni socorro. Pero, en fin, qu es ello?

    CARINO.- Conque te casas hoy?

    PNFILO.- Eso dicen.

    CARINO.- Pnfilo, si tal haces, hoy vers el fin de mis das.

    PNFILO.- Cmo as?

    CARINO.- Ay de m! No me atrevo a decrtelo! Dselo tu, Birria, por tu vida.

    BIRRIA.- Yo lo dir.

    PNFILO.- Qu es ello?

    BIRRIA.- Este est enamorado de tu esposa.

    PNFILO.- No tenemos, pues, el mismo gusto. Pero dime, por tu vida, Carino, Has tenido algo ms que eso con ella?

    CARINO Ah, Pnfilo! Nada!

    PNFILO.- Cunto lo quisiera!

  • CARINO.- Yo ahora, por nuestra amistad y por mi amor, primeramente te suplico que no te cases con ella.

    PNFILO.- Yo te prometo procurarlo.

    CARINO.- Y ya que eso no fuere posible, o si este casamiento, a ti te da gusto...

    PNFILO.- A m gusto?

    CARINO.- ...que a lo menos lo demores por algunos das, mientras yo me voy a alguna parte do mis ojos tal no vean.

    PNFILO.- yeme ya, Carino: yo no tengo por hecho de hidalgo pedir uno que le agradezcan aquello en que l no merece nada. Ms deseo yo librarme de este casamiento, que t alcanzarlo.

    CARINO-. La vida me has dado.

    PNFILO.- As, pues, si t y tu criado Birria podis hacer algo, hacedlo; inventad, rebuscad, procurad los medios para que te la den; que yo, de mi parte, har por que a m no me la den.

    CARINO.- Esto me basta.

    PNFILO.- A Davo veo a buen tiempo, en cuyo consejo estoy muy confiado.

    CARINO.- (A BIRRIA.) Por cierto que t a m nunca me dices nada, sino lo que no me importa saber. Huyes de aqu? (Amenazndole.)

    BIRRIA.- Yo? S, en verdad, y de buena gana.

    Escena III

    DAVO, CARINO, PNFILO.

    DAVO.- Oh, dioses buenos, y qu nuevas traigo! Pero dnde hallara yo a Pnfilo, para quitarle el miedo que tiene y henchirle el alma de contentos?

    CARINO.- (A PNFILO). Alegre viene, no s de qu.

    PNFILO.- No es nada. No debe haber tenido noticia de estos males.

    DAVO.- (Aparte.) El cual creo yo que, si ha entendido que est a punto su casamiento...

    CARINO.- (A PNFILO.) Oyes lo que dice?

  • DAVO.- ...andar desalentado buscndome por toda la ciudad. Pero dnde le podr encontrar? Qu rumbo tomar?

    CARINO.- (A PNFILO.) Por qu no le hablas?

    DAVO.- Voyme.

    PNFILO.- Davo, ven ac, detente.

    DAVO.- Quin es el que me...? Oh, Pnfilo, en tu busca vengo! Oh, Carino, a buen tiempo ambos; que a los dos os busco!

    PNFILO.- Davo, perdido soy!

    DAVO.- Oye lo que digo.

    PNFILO.- Muerto soy!

    DAVO.- Ya s lo que temes.

    CARINO.- Mi vida realmente est en peligro.

    DAVO.- Tambin s lo que t...

    PNFILO.- Mis bodas...

    DAVO.- Ya, ya lo s!

    PNFILO.- Hoy...

    DAVO.- Dale! Si lo s todo!... T temes que te casarn con ella, y t (a CARINO) que no te casarn.

    CARINO.- En el caso ests.

    PNFILO.- Eso mismo es.

    DAVO.- Pues en eso mismo no hay peligro ninguno: mrame al rostro.

    PNFILO.- Davo, por favor, lbrame ya de estos temores.

    DAVO.- Yo te libro, ea! Ya Cremes no te da su hija por mujer.

    PNFILO.- Cmo lo sabes?

    DAVO.- Yo lo s. Tu padre habl conmigo a solas poco ha, y me dijo que te haba de casar hoy, con otras muchas cosas que ahora no hay tiempo de contarte. Yo me fui corriendo en seguida hacia la plaza, para llevarte esta noticia. Como no te hall, sbome luego en un lugar alto; miro a la redonda; no parecas. Por casualidad topeme all con Birria; pregntole por ti; dceme que no te haba visto. Por vida...! Pngome a pensar qu hara. En esto, al volver, cruza por mi magn una sospecha. Cmo! -me digo- tan poco gasto!... el padre triste... las bodas tan de presto... Esto no pega!

  • PNFILO.- Y a qu viene todo eso?

    DAVO.- Voyme luego a casa de Cremes; cuando llego no veo a nadie a la puerta. Holgueme de ello.

    CARINO.- Bien dices.

    PNFILO.- Prosigue.

    DAVO.- Prome all, y no veo entrar a nadie ni salir a nadie, ni a ninguna mujer. En la casa, nada de preparativos ni bullicio. Allegueme, mir adentro...

    PNFILO.- Buenas seales son esas.

    DAVO.- Te parece a ti que estas son seales de boda?

    PNFILO.- Pienso que no.

    DAVO.- Pienso que, me dices? Bah!, no lo entiendes. La cosa est bien clara. Adems: viniendo de all top al criado de Cremes, que llevaba seis maraveds de verdura y pescadillos menudos para cena del viejo.

    CARINO.- Davo, t eres hoy mi salvador!

    DAVO.- No hay nada de eso.

    CARINO.- Cmo no, pues es cosa cierta que no se la da a ste?

    DAVO.- Donosa necedad! Como si se siguiese de necesidad que no dndola a ste te la han de dar a ti, si no lo procuras; si con ruegos y ddivas no pones por terceros los amigos del viejo!

    CARINO.- Bien me aconsejas. Ir; aunque esta esperanza ya me ha burlado muchas veces. Adis.

    Escena IV

    PNFILO, DAVO.

    PNFILO.- Qu pretende, pues, mi padre? A qu propsito finge...?

    DAVO.- Yo te lo dir. Si l te riese ahora porque Cremes no te da la hija, parecerale que a s mismo se hace agravio, y con razn, hasta entender cmo sea tu voluntad en este casamiento; pero si t le dices que no quieres casarte, toda la culpa te cargar entonces a ti, y all sern las rias.

  • PNFILO.- A todo me pondr.

    DAVO.- Mira, Pnfilo, que es tu padre, y es fuerte cosa eso. Adems, esa mujer est sola. En sus dichos o en sus hechos hallar tu padre algn pretexto por donde la haga desterrar de la ciudad.

    PNFILO.- Desterrar?

    DAVO.- Y pronto.

    PNFILO.- Dime, pues, Davo, qu tengo de hacer?

    DAVO.- Dile que te casars.

    PNFILO.- Cmo?

    DAVO.- Qu es?

    PNFILO.- Que yo le diga...?

    DAVO.- Por qu no?

    PNFILO.- Eso, jams!

    DAVO.- Haz lo que te digo.

    PNFILO.- No me des tal consejo.

    DAVO.- Mira lo que de ello redundar.

    PNFILO.- Apartarme de aqulla y encerrarme con esta otra.

    DAVO.- Nada de eso. Yo creo que tu padre te dir de esta manera: Hijo, yo quiero que hoy te cases. T le responders: Me casar, padre. Dime, cmo podr reir contigo? Todos los consejos que l tiene por muy ciertos, sin peligro ninguno se los tornars inciertos, pues es cosa llana que Cremes no te da su hija. Y t no dejes por eso de ir a casa de Glicera, porque no mude Cremes de propsito. Y a tu padre dile que huelgas de casarte, para que, aunque quiera, no pueda enojarse contigo con razn. Porque eso en que t fundas tu esperanza, fcil es de refutar: No habr -dices- quien quiera casar su hija con hombre de tales costumbres. Y yo te digo que tu padre ms querr casarte con una mujer pobre, que dejarte perder de esa manera. Pero si l entiende que tomas estas bodas con paciencia, se descuidar, se pondr muy despacio a buscarte otra; entretanto, Dios har merced.

    PNFILO.- Eso te parece?

    DAVO.- No hay que dudar en ello.

    PNFILO.- Mira en lo que me pones.

    DAVO.- Quieres callar?

    PNFILO.- Bueno: le dir que s. Pero mira no sepa mi padre que he tenido un hijo de ella, porque he prometido criarle.

  • DAVO.- Qu locura!

    PNFILO:- Rogome Glicera que le diese esta palabra como prenda de que no la dejara.

    DAVO.- Se procurar. Pero... cata que viene tu padre. Mira que no conozca que ests triste.

    Escena V

    SIMN, DAVO, PNFILO.

    SIMN.- (Aparte.) A ver vuelvo en qu entienden o qu consejo toman.

    DAVO.- (A PNFILO.) Este por cosa llana tiene que has de decir que no quieres casarte. Viene muy apercibido de algn lugar solitario; piensa que trae ya trazado algn razonamiento con que te confunda. Por tanto, t mira que ests muy en ti.

    PNFILO.- Todo cuanto pueda, Davo.

    DAVO.- Fa de m, te digo, Pnfilo, que tu padre no atravesar hoy contigo una palabra, si le dices que te casars.

    Escena VI

    BIRRIA, SIMN, DAVO, PNFILO.

    SIMN.- (Aparte.) Mi amo me mand que, dejando otros negocios, siguiese hoy de cerca a Pnfilo, para ver qu determinaba de este casamiento. Por eso vengo aqu tras l. All le veo con Davo: manos a la obra.

    SIMN.- (Aparte.) Aqu estn los dos.

    DAVO.- (A PNFILO.) Ea, ten cuenta!

    SIMN.- Pnfilo!

    DAVO- (A PNFILO.) Vulvete hacia l como sorprendido.

    PNFILO- Ah, padre mo!

  • DAVO.- (A PNFILO.) Muy bien!

    SIMN.- Como ya te he dicho, quiero que hoy te cases.

    BIRRA.- (Aparte.) Nuestro bien o nuestro mal est ahora en lo que ste respondiere.

    PNFILO.- Ni en eso ni en nada hallars en m resistencia, padre mo.

    BIRRIA.- (Aparte.) Ah!...

    DAVO.- (A PNFILO.) Mudo qued.

    BIRRIA.- (Aparte.) Qu dijo?

    SIMN.- Haces lo que debes, pues me otorgas con amor lo que te pido.

    DAVO.- (A PNFILO.) No te deca yo...?

    BIRRIA.- (Aparte.) Mi amo, a lo que entiendo, se ha quedado sin mujer.

    SIMN.- Ve, pues, a casa ya, porque no nos hagas detener cuando fueres necesario.

    PNFILO.- Voyme.

    BIRRIA.- (Aparte.) Que no haya un hombre de quien fiar en cosa alguna! Verdadero es aquel refrn que dice; Todos quieren ms para sus dientes, que no para sus parientes. Yo vi a esa moza, y me acuerdo que la vi doncella de buen rostro; y as no me maravilla que Pnfilo haya querido ms abrazarse con ella entre sueos, que no que Carino la abrazase. Vamos con estas buenas nuevas a mi amo; que en pago no me dar malas albricias.

    Escena VII

    DAVO, SIMN.

    DAVO.- (Aparte y sealando a SIMN.) Este piensa ahora que, yo le traigo algn engao y que por esto me he quedado aqu.

    SIMN.- Qu cuenta Davo?

    DAVO.- Nada por ahora.

    SIMN.- Con que nada, eh?

    DAVO.- Ninguna cosa.

    SIMN.- Pues yo esperaba que s.

  • DAVO.- (Aparte.) Hale burlado su esperanza, ya lo veo: esto le da pena al hombre.

    SIMN.- Podras decirme, Davo, la verdad?

    DAVO.- Nada ms fcil.

    SIMN.- Siente por ventura mucho mi hijo este casamiento, por los amores que tiene con esta forastera?

    DAVO.- No en verdad, o cuando mucho ser pena de dos o de tres das, entindesete? Que despus l la dejar. Porque l mismo ha considerado ya entre s este caso con buen uso de razn.

    SIMN.- Bien est.

    DAVO.- Mientras le fue lcito, y mientras dieron lugar sus aos para ello, tuvo amiga, y esto con mucho secreto, procurando siempre no le fuese afrenta, como lo han de hacer los hombres de su pro. Ahora que es menester que tome esposa, slo piensa en casarse.

    SIMN.- Algo triste me pareci que estaba.

    DAVO.- No por eso; sino que tiene de ti no s qu queja.

    SIMN.- De qu?

    DAVO.- De una niera.

    SIMN.- Qu es ello?

    DAVO.- Si no es nada!

    SIMN.- Acaba ya de decir lo que es.

    DAVO.- Dice que haces muy corto gasto.

    SIMN.- Yo?

    DAVO.- T. Apenas ha hecho, dice, de gasto diez reales. Esto le parece que es casar un hijo? A quin de mis amigos, dice, osar ahora traer a mis bodas convidado? Y a la verdad, aqu, inter nos, me parece que has estado muy tacao. Yo no lo apruebo.

    SIMN.- Cllate.

    DAVO.- (Aparte.) Picole.

    SIMN.- Yo ver de que todo se haga como cumple. (Aparte.) Qu enredo ser ste? Qu pretender el bellaco? Porque, si aqu hay alguna trampa, ste es en ella el tramoyista.

    Acto III Escena I

  • MISIS, SIMN, DAVO, LESBIA.

    MISIS.- (A LESBIA.) Por mi vida, que tienes razn, Lesbia, en lo que has dicho; apenas hallars un hombre fiel a una mujer.

    SIMN.- (A DAVO.) De casa de la Andriana es esta moza, eh, Davo?

    DAVO.- S.

    MISIS.- (A LESBIA.) Pero nuestro Pnfilo...

    SIMN.- Qu dice?

    MISIS.- ...dio una prenda de su fidelidad...;

    SIMN.- (Sobresaltado.) Eh?

    DAVO.- (Aparte.) Que no se tornase ste sordo o ella muda!

    MISIS.- ...porque ha mandado criar lo que naciere.

    SIMN.- Oh, Jpiter! Qu escucho? Perdido soy, si sta dice verdad.

    LESBIA.- Por lo que me cuentas, de buena condicin es el mancebo.

    MISIS.- Excelente. Pero entremos, no sea que lleguemos tarde.

    LESBIA.- Ya te sigo.

    Escena II

    DAVO, SIMN, GLICERA.

    DAVO.- (Aparte.) Qu remedio encontrar yo ahora en semejante aprieto?

    SIMN.- Qu es esto, Cielos! Tan loco est...? De una forastera...? Ah, ya entiendo! Necio de m, que apenas haba dado en la cuenta!

    DAVO.- (Aparte.) Qu cuenta ser esa que dice?

    SIMN.- Primer enredo que ste me urde: fingen un parto, para espantar a Cremes.

  • GLICERA.- (Dentro de su casa.) Juno Lucina, acdeme, amprame, por favor!

    SIMN.- Hola, hola! Y cun presto! Donosa invencin! Despus que le han dicho que yo estaba a la puerta, se da prisa. Mal repartidas tienes las escenas, Davo amigo!

    DAVO.- Yoo?

    SIMN- Olvidaron, por ventura, tus actores el papel?

    DAVO.- Yo no s lo que te dices.

    SIMN.- Si ste me hubiera cogido en bodas verdaderas desapercibido, qu burla me hubiera hecho! Ahora a su riesgo lo hace; que yo en puerto navego.

    Escena III

    LESBIA, SIMN, DAVO.

    LESBIA.- Hasta ahora, Arquilis, todas las seales que suele haber, y convienen para la salud, todas veo que las tiene esta parida. Ahora, cuanto a lo primero, haced que se lave; despus dadle de beber lo que mand, y cuanto he ordenado: que luego yo dar una vuelta por ac. (Aparte.) En buena fe que le ha nacido a Pnfilo un hijo muy hermoso. Los dioses lo dejen lograr, pues Pnfilo es de tan buena entraa, y no ha querido hacerle agravio a esta honrada moza.

    Escena IV

    SIMN, DAVO.

    SIMN.- Esto a lo menos, quin que te conozca, no creer que nace de ti?

    DAVO.- Pues qu es ello?

    SIMN.- No les mandaba all dentro lo que se le haba de hacer a la parida, sino que, despus de salir afuera, les grita desde la calle a los que estn dentro. Oh Davo! Y en tan poco me tienes, o tan aparejado te parezco, para que tan a la descubierta emprendas de engaarme? Hiciraslo a lo menos con tal recato, que pareciera que tenas temor de que yo lo supiese.

  • DAVO.- (Aparte.) Realmente que ahora ste se engaa a s mismo, que no le engao yo.

    SIMN.- No te lo previne? No te amenac, si lo hacas? Hasme temido? Qu me aprovech el mandarlo? Cmo he de creer yo de ti que sta ha parido de Pnfilo?

    DAVO.- (Aparte.) Ya s por dnde yerra, y lo que tengo de hacer.

    SIMN.- Por qu callas?

    DAVO.- Qu has de creer? Como si ya no te hubiesen avisado que esto haba de suceder de esta manera!

    SIMN.- A m? Quin?

    DAVO.- Bah! Si querrs hacerme creer que t solo has descubierto esta farsa!

    SIMN.- Burlndose est de m.

    DAVO.- A ti alguno te lo ha dicho, porque si no, cmo hubieras t tenido esta sospecha?

    SIMN.- Cmo? Porque s quin eres t.

    DAVO.- Eso es como decirme que yo soy el tramoyista.

    SIMN.- Y lo s de cierto.

    DAVO.- An no conoces bien quin soy, Simn.

    SIMN.- Qu yo no te...?

    DAVO.- Sino que, si comienzo a contarte algo, al punto crees que te estoy engaando...

    SIMN.- (Irnico.) Y no hay tal.

    DAVO.- Y as realmente que no oso ya chistar.

    SIMN.- Esto slo s: que aqu nadie ha parido.

    DAVO.- Acertaste. Pues vers, con todo esto, cmo antes de mucho rato te traen el muchacho aqu delante de la puerta. Yo, seor, desde luego te aviso que lo han de hacer as; para que lo sepas, y no me digas despus que son consejos ni trazas de Davo. Yo tengo empeo en que deseches esa mala opinin que de m tienes.

    SIMN.- Cmo lo sabes t eso?

    DAVO.- Helo odo y lo creo. Ofrcenseme a una muchas cosas de que hago yo esta conjetura. Cuanto a lo primero, sta ha dicho que estaba de Pnfilo preada: ha salido mentira. Hoy, al ver que se aparejan ya las bodas en casa, ha enviado a toda prisa la criada con encargo de llamar a la partera y de traerse juntamente un nio. Porque, si no te dan con el nio en las narices, el casamiento no se estorba.

  • SIMN.- Qu me dices? Cuando entendiste que tomaban ese medio, por qu no se lo dijiste luego a Pnfilo?

    DAVO.- Pues quin le ha apartado de ella, sino yo? Porque bien sabemos todos cun grande aficin le haya tenido. Ahora ya desea casarse. Finalmente, esto djamelo t a mi cargo. Y pasa adelante, como lo haces, en tratar del casamiento; que yo confo que los dioses nos favorecern.

    SIMN.- Vete, pues, t all dentro, y esprame all, y prepara todo lo necesario.

    Escena V

    SIMN, solo.

    SIMN.- Este no me ha inducido an a darle entero crdito; as que no s si ser verdad todo lo que me ha dicho... Pero me importa poco. Lo que yo ms precio es la palabra que me dio mi mismo hijo. Ahora, yo me ver con Cremes, y le pedir la mano de su hija para Pnfilo. Si lo recabo, qu ms quisiera yo que hacer hoy este casamiento? Porque en lo que mi hijo me ha ofrecido, llana cosa es que le podr obligar con razn, si se me volviere atrs. Y a propsito, aqu viene Cremes.

    Escena VI

    SIMN, CREMES.

    SIMN.- Salud, Cremes!

    CREMES.- Hola! Precisamente te buscaba.

    SIMN.- Y yo a ti.

    CREMES.- A muy buen punto te he topado. Ciertas gentes me han dicho que han entendido de ti que mi hija se casa hoy con tu hijo, y as vengo a ver si ests t loco, o si lo estn ellos.

    SIMN.- yeme, y en breves razones sabrs lo que yo te quiero y lo que t preguntas.

    CREMES.- Ya te oigo: di lo que quisieres.

  • SIMN.- Suplcote, Cremes, por los dioses y por nuestra amistad, la cual comenzando desde la niez, ha crecido siempre con los aos, y por una sola hija que tienes, y por mi hijo, cuyo total remedio est en tu mano, que me favorezcas en esta ocasin, y que el casamiento se haga, como estaba tratado.

    CREMES.- No uses conmigo de ruegos, pues para recabar eso de m, no son menester. Piensas que soy otro del que era los das pasados cuando te la daba? Si cosa es que a los dos conviene, manda por la moza; pero si en ello hay para los dos ms dao que provecho, te ruego que lo mires bien por ambos, como si ella fuese tu hija y yo padre de Pnfilo.

    SIMN.- Eso es precisamente lo que quiero, Cremes, y eso te suplico que se haga. Ni yo te lo pedira si el caso mismo no lo aconsejase.

    CREMES.- Y qu es ello?

    SIMN.- Entre mi hijo y Glicera hay muchos enojos.

    CREMES.- igolo.

    SIMN.- Tan grandes, que confo que se le podremos arrancar.

    CREMES.- Bah, cuentos!

    SIMN.- Realmente pasa as.

    CREMES.- Lo que pasa en realidad es lo que te voy a decir: que las rias de los enamorados son nuevo refresco del amor.

    SIMN.- Oh!, yo te ruego que lo prevengamos todo ahora que es sazn, mientras su apetito est con las palabras injuriosas embotado, antes que las maldades de stas y sus lgrimas fingidas con engaos muevan a compasin la enferma voluntad. Casmosle: que yo confo que l, enamorado del buen trato y ahidalgada compaa de tu hija, se desligar desde hoy muy fcilmente de estos males.

    CREMES.- Eso te parece a ti; pero yo creo que ni l podr unirse para siempre con mi hija, ni menos yo sufrirlo.

    SIMN.- Y cmo lo sabes t, sin hacer la prueba?

    CREMES.- Fuerte cosa es hacer en la hija propia semejante experiencias.

    SIMN.- Todo el inconveniente se reduce, en fin, a esto: a que venga. Lo que los dioses no permitan! El divorcio. Pero si Pnfilo se enmienda, mira qu de bienes: primeramente restituirs un hijo a tu amigo; para ti hallars un yerno seguro y para tu hija marido.

    CREMES.- No gastes razones: si te parece que eso es cosa que conviene, no quiero yo que por m se estorbe tu provecho.

    SIMN.- Con razn te he querido siempre mucho, Cremes!

    CREMES.- Pero, qu me dices...?

  • SIMN.- De qu?

    CREMES.- Cmo sabes que ellos estn ahora discordes entre s?

    SIMN.- Davo, que es su secretario, me lo ha dicho; y l me incita a apresurar cuanto pueda el casamiento. Piensas t que lo hara l, si no supiese que es del gusto de mi hijo? T mismo lo oirs de su boca. (A sus esclavos.) Hola!, que venga Davo. Pero hele aqu; ya le veo salir.

    Escena VII

    DAVO, SIMN, CREMES.

    DAVO.- A buscarte iba.

    SIMN.- Qu hay de nuevo?

    DAVO.- Por qu no haces traer la mujer? Cata que se hace tarde.

    SIMN.- (A CREMES.) Oyes lo que dice? Yo, Davo, he andado rato ha con recelo de ti, no hicieses lo que suelen los criados de ordinario y me urdieses algn engao por los amores de mi hijo.

    DAVO.- Yo haba de hacer eso?

    SIMN.- Crelo; y as, recelndome de esto, os encubr lo que ahora te dir.

    DAVO.- Qu?

    SIMN.- Vas a saberlo; porque ya, casi, casi, me fo de ti.

    DAVO.- Al fin me has conocido!

    SIMN.- Este casamiento no era de veras.

    DAVO.- Qu...? Que no...?

    SIMN.- Sino que lo haba fingido por probaros.

    DAVO.- Es posible?

    SIMN.- Como lo oyes.

    DAVO.- Mira, mira! Nunca yo he podido dar en esa cuenta! Oh, qu consejo tan sagaz!

  • SIMN.- Escucha. Despus que te mand entrar en casa, topeme aqu a muy buen punto con Cremes...

    DAVO.- (Aparte.) Ah!, estamos, por acaso, perdidos?

    SIMN.- Y hele contado lo que t me dijiste rato ha.

    DAVO.- (Aparte.) Qu oigo?

    SIMN.- Hele rogado que me d su hija, y, aunque con dificultad, hmela otorgado.

    DAVO.- (Aparte.) Muerto soy!

    SIMN.- Qu has dicho?

    DAVO.- Que est muy bien hecho.

    SIMN.- Ya, por lo que toca a Cremes, no hay que detenernos.

    CREMES.- Ahora voy a casa; les dir que se aderecen, y luego soy aqu con la respuesta.

    Escena VIII

    SIMN, DAVO.

    SIMN.- Ahora, Davo, yo te suplico que, pues t solo me has concertado este casamiento...

    DAVO.- (Increpndose.) S a fe, yo solo!

    SIMN.- ...procures que mi hijo vuelva al buen camino.

    DAVO.- Lo har, yo te lo juro, con mucha diligencia.

    SIMN.- Puedes aprovechar estos momentos en que tiene el nimo irritado.

    DAVO.- Descuida.

    SIMN.- Dime, pues, dnde est l ahora?

    DAVO.- Milagro ser que no est en casa!

    SIMN.- Yo me voy a buscarle y a decirle lo mismo que te he dicho.

  • Escena IX

    DAVO, solo.

    DAVO.- Perdido soy!... Qu excusa tengo para no ir de vuelo a la tahona? No hay lugar de ruegos. Ya lo he revuelto todo: a mi amo he engaado; he enredado en bodas al hijo de mi amo; he hecho que se hiciesen hoy, sin esperarlo el viejo y a pesar de Pnfilo. Oh, astucias! Que si yo me hubiera estado quedo, no hubiera mal ninguno! Pero aqu viene. Muerto soy! Oh!, si hubiera aqu una sima donde despearme!...

    Escena X

    PNFILO, DAVO.

    PNFILO.- Qu es de aquel malvado que me ha echado a perder?

    DAVO.- (Aparte.) Muerto soy!

    PNFILO.- Yo confieso que con razn me ha sucedido este mal, pues soy tan folln y de tan poco consejo. Yo haba de confiar todo mi bien de un vil esclavo? Yo tengo, pues, el pago de mi necedad; pero l no se me ir con ella!

    DAVO.- (Aparte.) Bien s que despus estar libre, si de este primer encuentro me escapo.

    PNFILO.- Qu le dir, pues, ahora yo a mi padre? Le dir que no quiero casarme, habindole prometido antes que s? Qu osada tendr para hacerlo? No s realmente qu me haga de m mismo!

    DAVO.- (Aparte.) Ni menos yo de m, aunque lo procuro mucho. Decirle he que buscar algn medio, por poner siquiera alguna dilacin en este mal.

    PNFILO.- (Con enojo.) Hola!...

    DAVO.- (Bajo.) Me ha visto!

    PNFILO.- Ven ac, hombre de bien!... Qu te parece...? Ves en qu lo estoy pobre de m!, con tus buenos consejos?

    DAVO.- Yo te desliar.

  • PNFILO.- Que t me desliars?

    DAVO.- S, Pnfilo.

    PNFILO.- Como antes!

    DAVO.- No; sino mucho mejor, segn confo.

    PNFILO.- Ah, ladrn! Y de ti he de confiar yo ya cosa ninguna? T bastars a volver en su estarlo un negocio tan revuelto y tan perdido? Mira de quin me fo yo! De quien de un negocio muy pacfico y quieto me ha enlazado hoy en casamiento! No te dije yo lo que sucedera?

    DAVO.- S.

    PNFILO.- Qu merecas t aflora?

    DAVO.- La horca. Pero djame volver un poco en m; que yo mirar algn remedio.

    PNFILO.- Ay de m! Por qu no tengo lugar para darte el castigo que deseo? Que esta coyuntura ms me obliga a que mire por m, que no a que me vengue de ti.

    Acto IV Escena I

    CARINO, PNFILO, DAVO.

    CARINO.- (Aparte.) Es esto cosa de creer, ni de decir? Que haya gentes de tan malas entraas, que hallen gusto en hacer mal y en procurar el dao ajeno por buscar provechos para s? Ah!, es esto posible? Pues existe realmente una casta de hombres que para decir un no, tienen un poco de empacho; pero cuando viene el tiempo de cumplir lo prometido, entonces forzosamente se descubren y temen, y la necesidad les fuerza a volverse atrs de su palabra. Entonces les oiris decir sin pizca de pudor: Quin eres t? Qu tengo yo que ver contigo? Que yo te ceda a ti mi...? Bah!, mi pariente ms prximo soy yo mismo. Y si les preguntis qu fue de su palabra, como si no!... no tienen ni asomo de vergenza! Aqu, donde era menester, no tienen reparo, y tinenlo acull, donde no es menester. Pero qu har? Ir a buscarle, para pedirle cuenta de este agravio y acabarle a pesadumbres? Pero dirame alguno: De qu te servir? De mucho. Porque a lo menos le dar pena, y yo quebrar mi enojo.

    PNFILO.- Carino, ambos estamos perdidos por mi imprudencia, si los dioses no nos dan algn remedio.

    CARINO.- Conque por tu imprudencia? Presto has hallado la excusa. Bien me has tenido la palabra!

  • PNFILO.- Pues qu...?

    CARINO.- An piensas engaarme con esas disculpas?

    PNFILO.- Qu es ello?

    CARINO - Despus que yo te dije que la quera mucho, te ha cado en gusto. Ah, desdichado de m, que juzgu tu corazn por el mo!

    PNFILO.- Muy equivocado ests.

    CARINO.- Te pareci que no sera colmada tu ventura sin cebar al pobre enamorado y entretenerle con falsas esperanzas? (En tono de amarga concesin.) Csate!

    PNFILO.- Que me case? Ah, no sabes bien en cun grandes males estoy puesto, cuitado de m, y cun grandes congojas me ha causado con sus consejos ste mi verdugo! (Sealando a DAVO.)

    CARINO.- Qu maravilla, pues toma de ti ejemplo?

    PNFILO.- No diras eso si conocieses bien mi corazn y mi voluntad.

    CARINO.- (Con irona.) Ya s que no ha mucho que altercaste con tu padre, y que por eso est enojado contigo y no te ha podido obligar hoy a que con ella te casases!

    PNFILO.- Antes te hago saber, para que mejor entiendas mis trabajos, que estas bodas no se aparejaban para m, ni pensaba nadie ahora en darme a mi mujer.

    CARINO.- Ya s que te dejaste obligar... de tu propia voluntad. (Quiere irse y PNFILO le detiene.)

    PNFILO.- Espera; que an no sabes...

    CARINO.- Ya s que te has de casar con ella.

    PNFILO.- Por qu me matas? Escucha esto. No par de instarme; no ces de aconsejarme y de rogarme que le dijese a mi padre que me casara, hasta tanto que me indujo.

    CARINO.- Quin hizo eso?

    PNFILO.- Davo.

    CARINO.- Davo?

    PNFILO.- l lo revuelve todo.

    CARINO.- Por qu?

    PNFILO.- No lo s: sino que s que los dioses estaban airados contra m, pues le di odos.

    CARINO.- Es verdad esto, Davo?

  • DAVO.- Verdad.

    CARINO.- Ah!, qu dices, malvado? Los dioses te den el castigo que merecen tales hechos. Dime: si todos sus enemigos le quisieran ver a ste enredado en casamiento, qu otro consejo le dieran, sino ese?

    DAVO.- Errela: pero an no me doy por vencido.

    CARINO.- Harto lo s.

    DAVO.- No nos ha ido bien por aqu? Emprendermosla por otra va. Si ya no es que pienses que por habernos al principio sucedido mal, no se nos puede ya trocar el mal en bien.

    PNFILO.- Al contrario: Yo creo que si te desvelas, de un casamiento harasme dos.

    DAVO.- Yo, Pnfilo, esto te debo por razn de ser tu siervo: procurar, de pies y manos, de da y de noche, tu provecho con riesgo de mi vida. Lo que a ti te toca, es perdonarme, si algo sucede al revs de mi esperanza. No sale bien lo que hago? A lo menos hgolo con diligencia: si no, busca t mejor remedio y no hagas caso de m.

    PNFILO.- Eso quiero: trname al punto en que me tomaste.

    DAVO.- S har.

    PNFILO.- Pero de presto!

    DAVO.- Chist!... quieto; que ha sonado la puerta de Glicera!

    Escena II

    MISIS, PNFILO, CARINO, DAVO.

    MISIS.- (Saliendo de casa de GLICERA, y hablando con sta.) Doquiera que estuviere, yo procurar hallarle en seguida, y trarmele conmigo a tu querido Pnfilo. Slo t, alma ma, no te me fatigues.

    PNFILO.- Qu es eso, Misis?

    MISIS.- Ah, Pnfilo! A buen tiempo te topo.

    PNFILO.- Qu hay?

    MISIS.- Mi seora me ha mandado que te suplique te llegues a verla, si la quieres bien; porque dice que est con gran deseo de verte.

  • PNFILO.- Perdido soy; este mal se refresca. (A DAVO.) Y que por tu causa ella y yo, cuitados; hayamos de estar en tal congoja! Porque ella me enva a llamar por haber entendido que se aparejan ya mis bodas.

    CARINO.- Las cuales bien quedas se estallan, si ste. (Sealando a DAVO.) Lo estuviera.

    DAVO.- As, as! Por si l de suyo no se est harto loco, atzale t ms.

    MISIS.- (A PNFILO.) Esa es, en verdad, la causa; y eso es lo que tiene afligida a la cuitada.

    PNFILO.- Misis, yo te hago juramento, por todos los dioses, de jams desampararla, aunque sepa romper por esa razn con todo el mundo. Esta he deseado; hela alcanzado; cudranme sus costumbres; vayan con Dios los que quieren hacer divorcio entre nosotros. Porque otra que la muerte no me ha de apartar de ella.

    CAMINO.- Respiro!

    PNFILO.- Esto es tan cierto como el Orculo de Apolo. Si ello se pudiere hacer de manera que mi padre no entienda que por m ha dejado de celebrarse el casamiento, bien est. Pero si no fuere posible, correr hasta el riesgo de que entienda haber quedado por m. (A CARINO.) Qu tal te parezco?

    CARINO.- Tan desdichado como yo.

    DAVO.- Yo trazo un buen medio.

    CARINO.- Hombre eres de valor.

    PNFILO.- (A DAVO con desdn.) Ya proyectos...!

    DAVO.- Yo te lo dar en verdad puesto por obra.

    PNFILO.- Pues eso es menester.

    DAVO.- Pues ya lo tengo.

    CARINO.- Qu es ello?

    DAVO.- (A CARINO.) Para ste lo tengo, no para ti. No vale equivocarse.

    CARINO.- Bstame eso.

    PNFILO.- Qu vas a hacer, dime?

    DAVO.- Todo el da temo que no me bastar para ponerlo por obra. Por eso no pienses que estoy tan despacio ahora, para haberlo de contar. Por tanto, idos vosotros de aqu; que me estis estorbando.

    PNFILO.- Yo voy a ver a Glicera.

    DAVO.- Y t? Adnde te vas t?

  • CARINO.- Quieres que te diga la verdad?

    DAVO.- Vaya si lo quiero! (Aparte.) Cuentecito tenemos!

    CARINO.- Qu ser de m?

    DAVO.- Dime, desvergonzado: no te basta con ese poquillo de respiro que te doy, entretenindole a este otro el casamiento?

    CARINO.- Empero, Davo...

    DAVO.- Qu empero?

    CARINO.- Que la goce yo.

    DAVO.- Donosa ocurrencia!

    CARINO.- Procura venir a mi casa, si pudieres hacer algo.

    DAVO.- A qu he de ir, si contigo nada tengo que...

    CARINO.- -Pero, si algo...

    DAVO.- Hala, que ya ir!

    CARINO.- Si algo hubiere, en casa estar.

    Escena III

    DAVO, MISIS.

    DAVO.- T, Misis, agurdame aqu un poco, mientras salgo.

    MISIS.- A qu fin?

    DAVO.- Porque as cumple.

    MISIS.- Pues ven presto.

    DAVO.- Luego soy aqu. (Entra en casa de GLICERA.)

    Escena IV

  • MISIS, sola.

    MISIS.- Oh, soberanos dioses! Y que sea verdad que no hay bien que dure a nadie! Parecame a m que este Pnfilo era el supremo bien de mi seora, amigo, enamorado, marido aparejado para todo tiempo; y ahora, mira qu disgustos tiene por l! Realmente que hay en esto ms mal, que bien en lo otro. Pero Davo sale. Qu es esto, amigo, por tu vida! D vas con la criatura?

    Escena V

    DAVO, MISIS.

    DAVO.- Misis, para lo que ahora emprendo, necesito que me tengas a punto tu memoria y astucia.

    MISIS Qu pretendes?

    DAVO.- Toma de presto este muchacho de mis manos y ponle delante de nuestra puerta.

    MISIS.- As, en el suelo? Dime.

    DAVO.- Toma de ese altar unas verbenas, y pnselas debajo.

    MISIS.- Por qu no lo haces t mismo?

    DAVO.- Porque si fuere menester jurar a mi amo que no le he puesto, pueda jurarlo con verdad.

    MISIS.- Ya entiendo: esos son escrpulos de conciencia que te han nacido ahora. Dmele ac.

    DAVO.- Date prisa: que yo te dir luego lo que voy a hacer. (Viendo a CREMES.) Oh, Jpiter!

    MISIS.- Qu es?

    DAVO.- El padre de la desposada viene. Dejo el intento que tena primero.

    MISIS.- No s qu te dices.

    DAVO.- Yo tambin fingir que vengo de hacia la mano derecha. T procura corresponderme con tus palabras a las mas donde fuere menester.

  • MISIS.- Yo no te entiendo lo que haces; pero si algo hay en que tengis necesidad de mi ayuda, o si t ms ves que yo, aguardar, por no estorbar vuestro provecho.

    Escena VI

    CREMES, MISIS, DAVO.

    CREMES.- (Aparte.) Vuelvo, pues he ya apercibido todo lo que era menester para las bodas de mi hija, a decirles que la traigan. Pero qu es esto? (Viendo al nio.) Una criatura, en verdad! Hasla puesto t, mujer?

    MISIS.- (Aparte.) Dnde est aqul?

    CREMES.- No me respondes nada?

    MISIS.- (Aparte.) No parece... Ay, cuitada de m, que el hombre me dej y se fue!

    DAVO.- (Entrando.) Oh, soberanos dioses, y qu de bullicio hay en la plaza! Qu de gente litiga all!... y qu caro est el pan! (Aparte.) No s qu ms me diga!

    MISIS.- Por qu, di, me has dejado aqu sola?

    DAVO.- (Viendo al nio.) Qu tramoya es sta? Di, Misis, de dnde es este nio, y quin le ha trado aqu?

    MISIS.- T no debes estar bueno, pues eso me preguntas.

    DAVO.- A quin lo he de preguntar, pues no veo aqu a otro?

    CREMES.- (Aparte.) Maravillado estoy! De dnde ser?

    DAVO.- No me responders a lo que te pregunto?

    MISIS.- (Asustada.) Ah!

    DAVO.- (En voz baja.) Pasa a la derecha.

    MISIS.- Desvaras? T mismo no le...?

    DAVO.- (En voz baja.) Si palabra me dices fuera de lo que te pregunto... pobre de ti!

    MISIS.- Amenazas?

    DAVO.- De dnde es? (Bajo.) Responde en alta voz, habla claro.

    MISIS.- De nuestra casa.

  • DAVO.- Ja!, ja!, ja! Qu maravilla que una ramera haga estas desenvolturas?

    CREMES.- (Aparte.) Criada de la Andriana debe ser sta, a lo que entiendo.

    DAVO.- (A MISIS.) Tan aparejados os parece que somos, para que as os burlis de nosotros?

    CREMES.- (Aparte.) A buen tiempo he venido.

    DAVO.- Qutame de presto ese nio de la puerta! (Bajo.) Quieta ah, no te muevas!

    MISIS.- Los dioses te destruyan; que as me haces temblar cuitada.

    DAVO.- (Alto a MISIS.) Hablo contigo, o con quin?

    MISIS.- Qu quieres?

    DAVO.- Eso me preguntas? Dime: cyo es este muchacho que aqu has puesto? Acaba.

    MISIS.- No lo sabes t cyo es?

    DAVO.- Deja estar lo que yo s, y respndeme a lo que te pregunto.

    MISIS.- Vuestro.

    DAVO.- Cmo nuestro?

    MISIS.- De Pnfilo.

    DAVO.- Cmo es eso? De Pnfilo?

    MISIS.- Qu! No lo es?

    CREMES.- (Aparte.) Con razn he rehusado siempre yo este casamiento.

    DAVO.- Oh infamia!

    MISIS.- Por qu gritas?

    DAVO.- No es este el nio que yo vi traer ayer tarde a vuestra casa?

    MISIS.- Hombre ms atrevido!...

    DAVO.- S; que yo vi venir a Cantara con un bulto.

    MISIS.- Gracias a los dioses, pues se hallaron algunas matronas honradas en el parto.

    DAVO.- Pues no conoce ella bien a aquel, por quien urde todo esto. Sin duda que dira: Si Cremes viere el nio puesto delante de la puerta, no dar su hija. Pues en verdad que la dar de mejor gana!

    CREMES.- (Aparte.) En verdad que tal no har.

  • DAVO.- Pues porque lo sepas, si no quitas de aqu este nio, yo le echar en mitad de la calle, y a ti con l te revolver en el lodo.

    MISIS.- Bah!, t no ests bueno!

    DAVO.- Un embuste de otro tira. Ya oigo susurrar que esta mujer (Aludiendo a GLICERA.) es ciudadana de Atenas.

    CREMES.- (Aparte.) Eh?

    DAVO.- Y que las leyes le obligarn a casarse con ella.

    MISIS.- pues no lo es?

    CREMES.- (Aparte.) En un caso de rer he dado sin pensar.

    DAVO.- Quin habla aqu? Oh, Cremes: a tiempo llegas! Escucha.

    CREMES.- Todo lo he ya odo.

    DAVO- Todo, todo?

    CREMES.- Dgote que todo lo he odo desde el principio.

    DAVO.- Qu lo has odo, por tu vida? Ah, cunta maldad! Esta mujer merece un gran castigo. (A MISIS y sealando a CREMES.) Aqu tienes el seor que yo te deca. No pienses que has de jugar con Davo.

    MISIS.- Ay de m, pobre! Te juro, buen anciano, que en todo dije la verdad.

    CREMES.- Ya s todo el caso. Est en casa Simn?

    DAVO.- S.

    Escena VII

    DAVO, MISIS.

    MISIS.- (A DAVO, que quiere cogerla de la mano.) No me toques, malvado. Si no le digo todo esto a Glicera!...

    DAVO.- Ah, necia! No sabes lo que hemos hecho?

    MISIS.- Qu he de saber?

  • DAVO.- Este es el suegro. De otra manera no era posible que l supiese lo que desebamos.

    MISIS.- Por qu no me avisabas?

    DAVO.- Piensas que hay poca diferencia de hacer una cosa como de suyo y como la naturaleza la dicta, a hacerla sobre pensado?

    Escena VIII

    CRITN, MISIS, DAVO.

    CRITN.- (Aparte.) En esta plaza me dijeron que moraba Crisis: la que quiso ms ganar aqu hacienda con infamia, que vivir en su tierra honradamente con pobreza. Sus bienes me pertenecen a m por ley de parentesco. -Pero all veo unos de quien podr informarme-. Estis en buena hora.

    MISIS.- Cielos, qu veo! No este Critn, el primo de Crisis? l es.

    CRITN.- Hola, Misis! Salud!

    MISIS.- Bien venido, Critn!

    CRITN.- Conque la pobre Crisis...? Ah!

    MISIS.- Ms cuitadas nosotras, que la hemos perdido!

    CRITN.- Y vosotras? Cmo lo pasis por ac? Os va bien?

    MISIS.- Nosotras? Segn suele decirse, lo pasamos como podemos, ya que no podemos como queremos.

    CRITN.- Y Glicera? Encontr al fin a sus padres?

    MISIS.- Ojal.

    CRITN.- Qu! No an? No he venido yo ac con buena estrella. Por mi vida, que si tal supiese no pusiera jams los pies en esta tierra. Porque siempre esa muchacha ha sido tenida y reputada por hermana de Crisis; los bienes de Crisis ella los posee: y que yo, forastero, me ponga ahora a pleitear, cun fcil y cun provechoso me sea, por ejemplo de otros puedo verlo. Fuera de que entiendo que ella tendr ya algn amigo y valedor; porque ya era grandecilla cuando de all vino. Darnme la vaya, diciendo que soy un picapleitos, y que voy buscando Herencias con aire de mendigo. Adems, yo no querra despojarla...

    MISIS.- Oh, qu hermoso corazn el tuyo! El mismo eres de siempre!

  • CRITN.- Llvame a su casa: ya que estoy aqu, quiero verla.

    MISIS.- De muy buena voluntad.

    DAVO.- Seguirelos. No quiero que en esta sazn me vea el viejo.

    Acto V Escena I

    CREMES, SIMN.

    CREMES.- Basta, basta ya, Simn: harta experiencia has hecho ya de mi amistad; en harto peligro me he puesto; djate de ms rogarme. Por desear complacerte, casi he comprometido la felicidad de mi hija.

    SIMN.- Antes ahora ms que nunca te suplico y pido muy encarecidamente, Cremes, que la merced que poco ha me prometiste de palabra, me la cumplas ya por obra.

    CREMES.- Mira cun terrible eres con tu deseo de salir con lo que quieres, que ni adviertes el modo de la benignidad, ni qu es lo que me ruegas: porque si lo advirtieses, dejaraste ya de fatigarme con tus injustas pretensiones.

    SIMN.- Con cules?

    CREMES.- Eso me preguntas? Forzsteme que a un chicuelo empleado en otros amores, muy ajeno de la voluntad de casarse, le diese mi hija, para discordias y tal vez para un divorcio, y que a costa de su fatiga y pena sanase yo a tu hijo. Recabstelo; emprendilo, mientras el caso lo sufri. Ahora que no lo sufre, sfrete t. Dicen que la moza es ciudadana y ha tenido ya un muchacho; djanos en paz.

    SIMN.- Por los dioses te suplico no quieras dar crdito a aquellos cuyo provecho es que mi hijo sea un perdido. Todo esto lo han fingido y emprendido por estorbar el casamiento: quitada la causa por que lo hacen, desistirn de tal empresa.

    CREMES.- Engaado vives. Yo mismo vi altercar con Davo a la criada.

    SIMN.- Ya lo s.

    CREMES.- Y con la sinceridad pintada en su rostro y antes de haber sentido ninguno de ellos mi presencia.

    SIMN.- Yo lo creo! Cmo que Davo me haba ya anunciado que iban a hacer esa comedia! Quise decrtelo hoy, y no s cmo se me fue de la memoria.

  • Escena II

    DAVO, CREMES, SIMN, DROMN.

    DAVO.- (Saliendo de casa de GLICERA, sin ver a SIMN ni a CREMES.) Ya podis estar tranquilas...

    CREMES.- (A SIMN.) Ctate all a Davo.

    SIMN.- De d sale?

    DAVO.- (Continuando.) ...con mi favor y con el del forastero.

    SIMN.- (Aparte.) Qu nueva calamidad es ella?

    DAVO.- (Continuando.) Yo no he visto hombre, ni venida, ni sazn ms a propsito.

    SIMN.- A quin alaba aquel bellaco?

    DAVO.- Todo el negocio est ya en salvo.

    SIMN.- Hablarle quiero.

    DAVO.- (Aparte.) Mi amo! Qu har?

    SIMN.- Oh, bien venido, buena pieza!

    DAVO.- Hola, Simn! Oh, amado Cremes! Todo est ya all dentro aparejado.

    SIMN.- (Con irona.) Diligente has sido!

    DAVO.- Cuando quieras, manda traer la desposada.

    SIMN.- Est bien: eso es, cierto, lo nico que falta aqu. Pero no me dirs qu tienes t que hacer en esa casa?

    DAVO.- Yo?

    SIMN.- S.

    DAVO.- Yo?

    SIMN.- S, t.

    DAVO.- En este punto haba entrado...

    SIMN.- Como si yo te preguntase cunto ha!

  • DAVO.- (Terminando la frase.) ... a una con tu hijo.

    SIMN.- Y all dentro est Pnfilo? Oh, pobre de m! Pues no me dijiste t que estaban reidos, perro?

    DAVO.- Y lo estn.

    SIMN.- Qu hace, pues, aqu?

    CREMES.- Qu piensas que ha de hacer? Reir con ella.

    DAVO.- Antes, Cremes, quiero que entiendas de m un caso extrao. No s qu viejo se ha venido ahora en este punto... (Indicando la casa de GLICERA.) All est, firme, resuelto. Si le miras al rostro, te parecer hombre de mucha cuenta, hombre severo y grave, y muy sincero en todo lo que dice.

    SIMN.- Qu historias nos traes t?

    DAVO.- Yo? Ningunas ms de lo que le he odo decir.

    SIMN.- Qu dice, pues?

    DAVO.- Que sabe que Glicera es natural de esta ciudad.

    SIMN.- (Llamando a un siervo.) Hola! Dromn, Dromn!

    DAVO.- Qu vas...?

    SIMN.- Dromn!

    DAVO.- yeme.

    SIMN.- Si aades una sola palabra...! Dromn!

    DAVO.- yeme, por merced!

    DROMN.- Qu mandas?

    SIMN.- Arrebtame a se en un vuelo all dentro, cuan ligero puedas.

    DROMN.- A quin?

    SIMN.- A Davo.

    DAVO.- Por qu?

    SIMN.- Porque quiero. -Arrebtale digo.

    DAVO.- Qu he yo hecho?

    SIMN.- Arrebtale.

    DAVO.- Si en cosa alguna hallares que he mentido, mtame.

  • SIMN.- No escucho razones. Yo te har sudar.

    DAVO.- Aunque esto sea verdad?

    SIMN.- Aunque sea. T procura tenerle bien atado: y yesme?, tamele de pies y de manos. Hala!, que yo te mostrar a ti, si no me muero, cun peligroso es engaar al amo, y a l el engaar a su padre.

    CREMES.- Ah, no ests tan colrico!

    SIMN.- Qu te parece, Cremes, del respeto de mi hijo? No tienes compasin de m? Que por un tal hijo pase yo tanto trabajo! Ea, Pnfilo! Sal, Pnfilo! De qu tienes empacho?

    Escena III

    PNFILO, SIMN, CREMES.

    PNFILO.- (Saliendo de casa de GLICERA.) Quin me llama? (Viendo a SIMN.) Perdido soy! Mi padre!

    SIMN.- Qu dices t, el ms...?

    CREMES.- Ah!, dile lo que hace al caso y deja aparte pesadumbres.

    SIMN.- Qu se le puede a ste decir que sea pesadumbre? En fin, qu dices?, que Glicera es ciudadana?

    PNFILO.- As lo dicen.

    SIMN.- As lo dicen? Oh atrevimiento! Mira si se para a pensar qu responder! Mira si se corre del caso! Mira si en su rostro hay siquiera un leve signo de vergenza! Y que sea de tan abatidos pensamientos, que contra la costumbre y ley de la ciudad, y contra la voluntad de su padre, con todo eso desee tenerla a sta (Alude a GLICERA.) con tan gran infamia!

    PNFILO.- Pobre de m!

    SIMN.- Ahora, tan tarde, das en la cuenta de eso, Pnfilo? Entonces, entonces lo habas t de mirar, cuando inclinaste tu voluntad a hacer de cualquier modo lo que te diese gusto: aquel da te cuadr verdaderamente ese vocablo. Pero qu hago yo? Por qu me atormento? Por qu me aflijo? Por qu fatigo mis canas por este loco? Para qu lloro yo los daos de sus yerros? Pero, en fin, que la tenga y se huelgue y viva con ella.

    PNFILO.- Padre mo!

  • SIMN.- Qu padre mo? Cmo si t tuvieses necesidad de este padre! Ya t te has hallado casa, mujer e hijos, a pesar de tu padre, y has trado quien diga que es hija de esta ciudad: buen provecho te haga.

    PNFILO.- Padre, me dars licencia para decir dos palabras?

    SIMN.- Qu me has de decir t a m?

    CREMES.- yele con todo eso, Simn.

    SIMN.- Que yo le oiga? Qu le tengo yo de or, Cremes?

    CREMES.- Djale, en fin, que hable.

    SIMN.- Hable, yo le dejo.

    PNFILO.- Yo, padre mo, confieso que amo a esta mujer; y si esto es errar, tambin confieso mi yerro. En tus manos, padre, me entrego; chame cualquier carga, mndame. Quieres que me case? Quieres que deje a esa mujer? Sufrirelo como pueda. Slo esto te pido de merced: que no creas que yo he trado aqu este viejo: djame disculparme y traerle aqu delante.

    SIMN.- Traerle?

    PNFILO.- Dame licencia, padre!

    CREMES.- Lo justo pide: dsela.

    PNFILO.- Hazme esta merced.

    SIMN.- Concedida. Por todo paso, Cremes; slo yo no entienda que ste me engaa.

    CREMES.- A un padre, por un grave delito, bstale un castigo moderado.

    Escena IV

    CRITN, CREMES, SIMN, PNFILO.

    CRITN.- (Saliendo de casa de GLICERA.) No me lo ruegues que cualquiera causa de estas me obliga a que lo haga: el rogrmelo t, el ser ello verdad y el bien que deseo a Glicera.

    CREMES.- No es Critn, el Andriano, ste que veo? Realmente que es l.

    CRITN.- Salud, Cremes.

  • CREMES.- Qu novedad es sta de venir t a Atenas?

    CRITN.- Hseme ofrecido causa. Pero... es ste Simn?

    CREMES.- Este es.

    SIMN.- Por m preguntas? Eres t el que dices que Glicera es natural de esta ciudad?

    CRITN.- Y t lo niegas?

    SIMN.- Tan apercibido vienes a esta tierra...?

    CRITN.- Yo? Para qu?

    SIMN.- Para qu? T te has de atrever a hacer cosas semejantes? T has de engaar aqu a mozuelos sin experiencia del mundo, criados como hidalgos, y cebarles sus apetitos con estmulos y promesas...?

    CRITN.- Ests en tu juicio?

    SIMN.- ... y enredar con casamientos los amores de las rameras?

    PNFILO.- (Aparte.) Perdido soy! Temo que el forastero desmaye.

    CREMES.- Si conocieses bien, Simn, quin es ste, no le tendras en tan mala opinin; porque es muy hombre de bien.

    SIMN.- Este hombre de bien? Tan al punto hubo de venir hoy en las bodas, sin haber estado por ac en toda su vida? A ste le has de dar crdito, Cremes?

    PNFILO.- (Aparte.) Si yo no temiese a mi padre, bien podra advertirle de su error.

    SIMN.- Picapleitos!

    CRITN.- (Enojado.) Cmo!

    CREMES.- Este siempre fue as, Critn; no le hagas caso.

    CRITN.- Sase quien se quisiere: que si l prosigue a decirme lo que quiere, l oir de m lo que no quiera. Yo trato de eso, ni tengo cuenta con ello? Por qu no tomars t tu dao con paciencia? Porque si lo que yo digo es verdad o mentira, presto se puede saber. Habr aos que un vecino de esta ciudad naufrag junto de Andros, y a par de l esa tierna doncella. Entonces el nufrago recogiose por casualidad en casa del padre de Crisis.

    SIMN.- El cuento comienza.

    CREMES.- Calla.

    CRITN.- De esa manera se atraviesa?

    CREMES.- Prosigue.

  • CRITN.- El que entonces le recogi en su casa era deudo mo, y all o yo decir al nufrago, que era ciudadano de Atenas. El cual muri en Andros.

    CREMES.- Su nombre?

    CRITN.- Tan presto su nombre? Fania.

    CREMES.- Ay de m!

    CRITN.- Fania se llamaba, si no estoy equivocado. Lo que s de cierto es que deca ser del barrio Ramnusio.

    CREMES.- Oh, Jpiter!

    CRITN.- Esto mismo, Cremes, oyeron entonces otros muchos en Andros.

    CREMES.- Ojal sea lo que yo confo. Dime por tu vida, Critn, deca l entonces si era hija suya la doncella?

    CRITN.- No era suya.

    CREMES.- Cya, pues?

    CRITN.- De un hermano suyo.

    CREMES.- No hay duda; es mi hija!

    CRITN.- Qu me dices?

    SIMN.- Es posible...?

    PNFILO.- (Aparte.) Aplica el odo, Pnfilo!

    SIMN.- Por dnde lo crees?

    CREMES.- Aquel Fania fue hermano mo.

    SIMN.- Muy bien le conoc, y lo s.

    CREMES.- El cual, huyendo de aqu por miedo de la guerra, fueme a buscar al Asia. Entonces no se atrevi a dejar la nia aqu. Despus ac, stas son las primeras nuevas que tengo. Qu se hizo de l?

    PNFILO.- Apenas estoy en mi, segn fue grande la alteracin que me caus en el alma temor, esperanza, gozo, por una maravilla tan grande, por un bien tan repentino.

    SIMN.- Por muchas razones me huelgo ciertamente de que sta moza resulte ser tu hija.

    PNFILO.- Bien lo creo, padre.

    CREMES.- Pero an me queda una duda, que me da harta pena.

  • PNFILO.- Digno eres de ser aborrecido con tantos escrpulos: en el junco buscas nudo?

    CRITN.- Y qu es la duda?

    CREMES.- Que el nombre de la moza no concuerda.

    CRITN.- Otro tuvo, siendo nia.

    CREMES.- Cual, Critn? No te acuerdas?

    CRITN.- Pensndolo estoy.

    PNFILO.- (Aparte.) Por qu he yo de permitir que la poca memoria de este hombre estorbe mi contento, pues que yo puedo en esto dar remedio? No lo permitir. (Alto.) Cremes, el nombre que t pides es Pasbula.

    CRITN.- Esa, sa es!

    CREMES.- Esa es!

    PNFILO.- Mil veces se lo he odo decir a ella misma.

    SIMN.- Debes creer, Cremes, que todos nos holgamos de esto.

    CREMES.- As los dioses me sean propicios, como yo lo creo.

    PNFILO.- Pues qu falta ya, padre?

    SIMN.- Rato ha que el caso mismo me ha reconciliado.

    PNFILO.- Oh, padre excelente! Cuanto a la mujer, Cremes gusta que yo la tenga, como la he tenido.

    CREMES.- Harta razn hay, si tu padre no dice otra cosa.

    PNFILO.- Lo mismo.

    SIMN.- S, por cierto.

    CREMES.- En dote, Pnfilo, te prometo diez talentos.

    PNFILO.- Acepto.

    CREMES.- Yo corro a abrazar a mi hija. Eh, Critn! Ven conmigo, porque entiendo que ella no me debe conocer.

    SIMN.- Por qu no la mandas pasar a nuestra casa?

    PNFILO.- Bien dices; a Davo le dar ese cargo.

    SIMN.- No puede.

  • PNFILO.- Cmo no?

    SIMN.- Porque tiene otra cosa que hacer que ms le toca, y pesa ms.

    PNFILO.- Y qu es ella?

    SIMN.- Que est atado.

    PNFILO.- (En tono suplicante.) Padre, no est bien atado!

    SIMN.- Pues no es eso lo que yo mand.

    PNFILO.- Hazme merced de mandarle soltar.

    SIMN.- Sea.

    PNFILO.- Ve de presto.

    SIMN.- Voy all.

    PNFILO.- Oh da prspero y alegre!

    Escena V

    CARINO, PNFILO.

    CARINO.- (Aparte.) A ver vengo qu hace Pnfilo. Hele aqu.

    PNFILO.- (Aparte.) Alguno, por ventura, pensar que esto que aflora voy a decir yo no lo creo: pero digan lo que quieran, yo tengo para m, que la vida de los dioses es inmortal, porque les son propios los contentos. Porque si a m con este gozo ninguna pesadumbre se me mezcla, inmortal quedo. Pero con quin holgara yo ms ahora de toparme, para contarle todo esto?

    CARINO.- (Aparte.) Qu gozo ser ese?

    PNFILO.- All veo a Davo: ninguno mejor que l: porque s que es el nico que de veras se holgar de mi ventura.

    Escena VI

  • DAVO, PNFILO, CARINO.

    DAVO.- Dnde estar ese Pnfilo?

    PNFILO.- Davo!

    DAVO.- Quin me llama?

    PNFILO.- Yo soy.

    DAVO.- Oh, Pnfilo!

    PNFILO.- No sabes lo que me ha pasado?

    DAVO.- No: pero lo que a m me ha sucedido, harto lo s.

    PNFILO.- Y yo tambin.

    DAVO.- Como suele acaecer de ordinario, primero supiste t mi mal que yo el bien que a ti te ha sucedido.

    PNFILO.- Mi Glicera ha encontrado ya sus padres.

    DAVO.- Oh, qu bien!

    CARINO.- (Aparte.) Eh?

    PNFILO.- Su padre es muy grande amigo nuestro.

    DAVO.- Quin?

    PNFILO.- Cremes.

    DAVO.- Oh, qu bien te explicas!

    PNFILO.- Y presto, en la hora, heme de casar con ella.

    CARINO.- (Aparte.) Es que suea lo que dese despierto?

    PNFILO.- Y el nio, Davo?

    DAVO.- No piense