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Mayo de 2007 • Rock, Cultura y Comunicación Escribió La Rochefoucauld: “nuestro amor propio sufre con más impaciencia la crítica de nuestros gustos que la de nues- tras opiniones”. (Bourdieu: 1990). Efectivamente, nuestro amor propio está depositado en nuestras afinidades, porque es- tas nos desnudan ante los otros. Y más aún si hablamos de músi- ca. Lejos de la ingenua creencia de que la música es un lenguaje universal que hace de los hom- bres una sola condición, los gus- tos musicales siempre han esta- do enfrentados en una sorda lu- cha de agrupamientos parciales. Ciertamente, no todas las dispu- tas derivan de la estratificación social. Podemos también aventu- rar que un oyente muy familiariza- do con el repertorio folklórico, por ejemplo, tiene al menos al- gún vínculo personal con las pro- vincias, y lo defenderá con fervor si se lo impugna o cuestiona. O que un oyente joven estará más próximo al rock y a la música pop que al tango o al jazz. En sínte- sis, tenemos aquí una verdad de perogrullo: el consumo cultural es un indicador importante de identidades sociales y culturales. A su vez, los géneros de música popular de América Latina han si- do, y hasta cierto punto siguen siendo, agentes de afirmación identitaria. Es decir, no son obje- tos pasivos dados al consumo; no son meros indicadores de con- dición social o de gustos y afini- dades estéticas. Por ejemplo, el tango irradia, con su historia y su mitología, una determinada idea del ser porteño. ¿Qué sería en- tonces el tango? Una especie po- pular convertida en género -con sus códigos de ejecución, su ma- nera de cantar, sus formas de componer, de bailar, etc.- que re- A N C L A J E S 14 Tram[p]as Sergio A. Pujol Sergio A. Pujol Profesor titular de “Historia del Siglo XX”, Facultad de Periodismo y Comuni- cación Social, UNLP. Investigador del CONICET. Autor de una decena de li- bros, entre los que figuran Historia del baile (De la milonga a la disco); Jazz al sur; Discépolo. Una biografía argentina; La década rebelde; Rock y Dictadura y Las ideas del rock. Colabora en Radio Universidad, Radio Provincia, diarios y revistas del país y del exterior. Identidad, divino tesoro La anunciación del rock TRAMPAS Mayo 07•52 19/6/07 12:36 PM Page 14

PUJOL-La Anunciación Del Rock

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Rock-Historia

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  • Mayo de 2007 Rock, Cultura y Comunicacin

    Escribi La Rochefoucauld:nuestro amor propio sufre conms impaciencia la crtica denuestros gustos que la de nues-tras opiniones. (Bourdieu:1990). Efectivamente, nuestroamor propio est depositado ennuestras afinidades, porque es-tas nos desnudan ante los otros.Y ms an si hablamos de msi-ca. Lejos de la ingenua creenciade que la msica es un lenguajeuniversal que hace de los hom-bres una sola condicin, los gus-tos musicales siempre han esta-do enfrentados en una sorda lu-cha de agrupamientos parciales.Ciertamente, no todas las dispu-tas derivan de la estratificacinsocial. Podemos tambin aventu-rar que un oyente muy familiariza-do con el repertorio folklrico,por ejemplo, tiene al menos al-gn vnculo personal con las pro-vincias, y lo defender con fervor

    si se lo impugna o cuestiona. Oque un oyente joven estar msprximo al rock y a la msica popque al tango o al jazz. En snte-sis, tenemos aqu una verdad deperogrullo: el consumo culturales un indicador importante deidentidades sociales y culturales. A su vez, los gneros de msicapopular de Amrica Latina han si-do, y hasta cierto punto siguensiendo, agentes de afirmacinidentitaria. Es decir, no son obje-tos pasivos dados al consumo;no son meros indicadores de con-dicin social o de gustos y afini-dades estticas. Por ejemplo, eltango irradia, con su historia y sumitologa, una determinada ideadel ser porteo. Qu sera en-tonces el tango? Una especie po-pular convertida en gnero -consus cdigos de ejecucin, su ma-nera de cantar, sus formas decomponer, de bailar, etc.- que re-

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    Sergio A. Pujol

    Profesor titular de Historia del Siglo

    XX, Facultad de Periodismo y Comuni-

    cacin Social, UNLP. Investigador del

    CONICET. Autor de una decena de li-

    bros, entre los que figuran Historia del

    baile (De la milonga a la disco); Jazz al

    sur; Discpolo. Una biografa argentina;

    La dcada rebelde; Rock y Dictadura y

    Las ideas del rock. Colabora en Radio

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    revistas del pas y del exterior.

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    fuerza una cierta idea de lo quees ser porteo, o ms amplia-mente argentino. Hay entoncesuna normativa del gnero que po-demos llamar la cultura del tangoy que, a travs de distintas ope-raciones, se ha convertido en al-go propio de la Argentina. Es cierto que, siguiendo con elejemplo, el significado del tangono ha sido idntico a travs delos aos (ya conocemos el la-mento de los nostlgicos), perola identidad sonora de un pas,en tanto construccin social, setransmite y fomenta mediantediscos, partituras, filmes, ciertosrituales caractersticos y, sobretodo, un discurso ms o menosoficializado. Todo esto conformala identidad del tango, eso que,con fruicin, buscan los turistasen las marquesinas de calle Co-rrientes.

    La irrupcin del rock

    Qu sucede cuando un gneromusical nuevo viene a cuestionarla vigencia de aquellos que afir-man identidades nacionales? Yaestamos en el tema del rock, esoque los turistas jams buscanporque, segn suponen, podrnencontrar en cualquier sitio delplaneta, siempre que haya jve-nes en el medio. Podr decirseque antes del rock nacional estu-vo el jazz, que no es argentino yque sin embargo despert bas-tante inters en nuestro pas,prcticamente desde sus inicios.Efectivamente, el jazz tiene un lu-gar importante en el mapa de lasmsicas practicadas en la Argen-tina, pero su existencia nuncafue considerada extraa o ame-nazadora. No disputaba ningunarepresentacin nacional, no aspi-raba a la hegemona. Ocupaba un

    lugar parecido al de la msicaclsica y tuvo una relacin cor-dial, casi de cooperacin, con eltango. Slo en estos ltimosaos, al interior del gnero, lapregunta por un jazz argentino haempezado a tener alguna impor-tancia (Corti: 2006). De todosmodos, no parece ser una pre-gunta urgente ni demasiado con-flictiva.En cambio, la irrupcin del rockfue alguna vez percibida como in-vasora. Por quines? Cundo?Bueno, principalmente por la ins-titucin tanguera, entendiendopor esto al ncleo histrico delos msicos, tericos y difusoresdel otrora llamada dos por cua-tro. En realidad, no ser el rockand roll de los 50 el enemigo deltango -ambas especies comparten pis-tas de baile, y algunos milongue-ros jvenes se animan a rocanro-lear-, sino la msica beat (pop)de los 60, y de ah en ms el rocknacional argentino. Que el de-sarrollo de una cultura musicaljoven se manifieste en un mo-mento de eclipse del gnero por-teo inducir a muchos a vincularuna cosa con la otra. He aqu unanarrativa fuerte en la historia dela msica popular argentina: laque dice que el tango ser vcti-ma de una conspiracin de inte-reses forneos y su lugar queda-r ocupado entonces por la msi-ca pop, luego convertida en rocka secas. La ancdota de la des-truccin de las matrices de laRCA para hacer con ellas los dis-cos del Club del Clan sera laprueba del delito.Esta hiptesis de la decadenciadel tango en los aos 60 y 70 tie-ne algunos puntos dbiles -esteno es el lugar para analizarlos-,pero digamos que lo que verda-

    deramente sucede es la confor-macin de un nuevo actor social:el joven. Ciertamente, no todoslos jvenes son iguales y no to-dos escuchan la misma msica.Pero es claro que surgen pautasde produccin y consumo musi-cales atentas a la poblacin jo-ven recortada de la poblacin ge-neral. En suma, a esta nuevaidentidad etaria se le suma unamsica especfica. Como seala Rossana ReguilloCruz, los jvenes han adquiridovisibilidad social como actores di-ferenciados por tres factores: lasinstituciones de socializacin; unconjunto de normas y polticas ju-rdicas que los protegen y casti-gan; y el acceso a un cierto tipode bienes simblicos y productosculturales especficos (ReguilloCruz: 2000) Estos bienes y pro-ductos no son de inters general:estn concebidos y comercializa-dos para un sujeto joven. Natural-mente, aqu aparece el rock co-mo oferta privilegiada de la in-dustria cultural. Por lo tanto, habr una historiadel rock en la Argentina y, articu-lada a esta, una historia del rockde la Argentina. Es decir, por unlado una recepcin continuada yfecunda, como ha podido com-probarse cada vez que Los Ro-lling Stones, U2, Los Ramones,Iggy Pop o Roger Waters han he-cho temblar estadios porteos. Asu vez, msicos argentinos vie-nen expresando desde hace mu-chos aos la necesidad de com-poner y ejecutar un rock de saborlocal; esto es, la necesidad deestablecer una suerte de subg-nero: el rock argentino. Y vaya silo han logrado. Escribimos estasnotas mientras el estadio de Ri-ver se colma tres noches segui-das para el Quilmes Rock, el ma-

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  • yor muestreo anual del gnero.Con una abundante oferta de ho-menajes a msicos cannicosdel subgnero y dems actosfuertemente mediatizados, elpresente nos sorprende en me-dio de una fiebre de autocelebra-cin, de la que bien podramos in-ferir que la historicidad del rockargentino es la clave de su iden-tidad. Parece un sofisma, perono lo es: a ms historia, mayorcalidad identitaria, por decirlo dealgn modo. En el fondo, todosreconocen que el rock argentinoha ganado por cansancio, aun-que ese triunfo lo haya obligado arenunciar a ciertos incisos de supacto original. Finalmente, hastalos tangueros ms intransigentesparecen decir: Bueno, est bien,que exista un rock nacional. Ydevolviendo cordialidades, elrock hoy mira al tango y al folklo-re con ms inters que antes.

    Avatares de una identidad

    Al principio, el rock argentino erauniversalista y nacionalista a lavez. No quera ser parte de lasidentidades oficializadas, pero sepreocupaba porque se lo consi-derara argentino a partir del idio-ma; y, de ser posible, tan argenti-no como los gneros tradiciona-les. De cualquier modo, la bs-queda de una identidad local nun-ca estuvo por encima del deseode consolidar una cultura jovendisidente: el rock articula identi-dades horizontales, y por lo tantose postula para ser la voz de unageneracin, no de un pas unaregin. Digamos que el rock nun-ca se propuso expresar al argen-

    tino promedio ni ser banderanacional. Cuando fue manipuladoen ese sentido -en tiempo deMalvinas- quedaron expuestassus peores contradicciones. Tampoco hubo, creemos, una ex-ploracin crtica del pasado popu-lar nacional, como s sucedi conel tropicalismo en Brasil, quemezcl el samba con la psicode-lia. En ese sentido, decimos queel rock fue, al menos en sus pri-meras dos dcadas de vida, ex-cluyente: su identidad se definims y mejor por todo aquello queno era, por aquello que rechaza-ba o contrapona, al menos en unnivel consciente: la poltica delrock.Al hablar de los comienzos delrock en la Argentina, enseguidarepetimos el itinerario urbanoque va de la Cueva a la Perla delOnce y que transitan Tanguito,Moris, Pipo Lernoud y Litto Neb-bia, entre otros (Kreimer-Polime-ni: 2006) Todo gnero de msicapopular tiene un mito de origende coordenadas urbanas. El mis-mo est pautado por una serie deancdotas que slo adquieren al-gn espesor histrico si se lascontextualiza y pone en perspec-

    tiva. Digamos, sin abundar en de-talles, que la msica pop o beatde aquel tiempo se hizo un lugaren la cultura argentina a los co-dazos y venciendo toda clase deresistencia. La recompensa portanto tesn fue la emergencia deuna zona de rock. Zona acotada yun poco luntica -a la vez, defuerte proyeccin cultural- que seasent sobre una serie de impug-naciones : contra la escuela co-mo extensin de la educacin pa-tritica (Ayer noms); contra elmundo dado e impermeable alcambio (La balsa); contra lamoral sexual burguesa (Mucha-cha ojos de papel y ms tarde,tentando lmites, Catalina Ba-ha Me gusta ese tajo); con-tra la metodologa del accionarpolicial (Blues de la amenazanocturna, Apremios ilegales yBotas locas), y as sucesiva-mente. Todas estas canciones compar-tieron un mismo espritu rebelde.No es casual que el primer temaescrito en castellano se llameRebelde. Lo compuso Moris en1966 y fue, no obstante sus muymodestas cifra de venta, la ex-presin generacional ms defini-

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    da: Rebelde me llama la gente/rebelde es mi corazn/ soy librey quieren hacerme/ esclavo deuna tradicin....Ese verso final -quieren hacermeesclavo de una tradicin- es sin-tomtico de la nueva identidaden construccin. Esa tradicin ala que hace referencia la cancines la de los adultos. Con ellos -yen ellos- estn los valores delayer que se resisten a morir, co-mo bien lo expres Charly Garcaen A los jvenes de ayer, lacancin de Ser Girn. El rock su-po ser iconoclasta porque arre-meti contra el ttem de la tradi-cin, ese remanente de pas pa-sado, ese lastre de la historia.Hoy nadie dira algo as. Hoy latradicin es percibida como ali-mento cultural, nunca como re-manente, menos an como pri-sin. Desde que Andrs Calama-ro colabor con Mariano Mores,Charly produjo un disco de la Ne-gra Sosa y Fito Pez compartiescenarios con Liliana Herrero,hay una buena parte del gnero -y podramos arriesgar, a riesgode ser tachados de elitistas, sumejor parte- que busca renovarsemediante el dilogo con diversastradiciones. En sntesis, hoy sehabla con el pasado nacional; entiempos de Billy Bond y la Pesada-por dar un ejemplo bien irreve-rente, bien rockero- no haba mu-cho margen para el dilogo. Enaquellos aos, y ms all de ca-sos aislados de apertura y con-ciliacin, la tradicin slo podasubir a escena con los atuendosde la parodia (Recordemos la ver-sin de La marcha de San Lo-renzo, bastante antes de queCharly revise el Himno NacionalArgentino). Rebelde y luego La balsa soncanciones de msica pop en cas-

    tellano. Por qu se pens unrock en castellano? Qu razo-nes impulsaron a un grupo deadolescentes a escribir cancio-nes en su idioma, pero mante-niendo las referencias extranje-ras en el plano de la msica, msall de algn bombo leguero, al-gn aerfono del noroeste o unespordico par de bandoneones?Prosper la idea de que slo me-diante una letra en la lenguapropia se lograra una identi-dad cultural diferenciada, sin quepor ello debiera desertarse de lajuventud como categora global.Si observamos el panorama in-ternacional de la msica joven noencontraremos muchos casos denacionalizacin potica del rock.An se dice por ah: al rock hayque interpretarlo en ingls, comosi hubiera un nexo necesario en-tre el fraseo del rock y la proso-dia de la lengua inglesa. Una vezms, la Argentina aparece comoexcepcin a toda regla.En el plano de la msica, las es-trategias de diferenciacin pues-tas en prcticas fueron tambinclaras. La msica joven de los 60y 70 fue bien distinta al tango y alfolklore -pero tambin al rock androll de los 50-, ya que recibi lapoderosa influencia de los Bea-tles y su legado expandido. Perolo musical siempre refiri a lacancin como forma primera, alldonde la letra era signo conflicti-vo, referente en disputa, gritoque se sala de toda norma, hi-riendo los odos meldicos deloyente de tango y transgrediendolas reglas el buen rimar. Final-mente, el rock descubri otrosusos musicales de la lengua, otrapoesa de cancin: otra lrica.Con todo esto, y a partir de unanecesidad de marcar territoriopropio dentro del campo simbli-

    co de msica argentina, el rockse convirti en forma alternativade cancin, un desvo rebelde delos mandatos nacionales. Excep-tuando algn tema de Sumo -Lu-ca Prodn estudi en Londres- oalgn cover de pop ingls a cargode Charly Garca, no hubo rock ar-gentino por fuera del idioma es-paol -idioma primero argentini-zado y luego rockerizado-.Entre fines de los 60 y hasta1975, con la separacin de SuiGeneris, tenemos el prolfico pe-rodo contracultural del rock ar-gentino, al que Miguel Grinbergllama el Ciclo II de la msica ur-bana (Grinberg: 1977). De esosaos fue el manifiesto de Spinet-ta, un texto que fij posicin, unasuerte de base ideolgica delrock. All Spinetta defini al rockcomo instinto de poder transfor-mador, adjunto a la condicin devida que debemos modificar. Yano haba una msica joven indis-tinta. Ya no haba mezclas al esti-lo Los Gatos, y la divisoria entregrupos comerciales y artsti-cos resultaba, al menos paralos segundos, decisiva. Cuandoen 1971 se reunieron 50.000personas en el Veldromo -B.A-.Rock II- nadie pudo dudar de queel efecto Woodstock haba llega-do, modestamente, al Ro de laPlata. (Fernndez Bitar: 1997).Sin ser el primer festival del g-nero -en 1969 se haba organiza-do el Festival PinAp de MsicaBeat y Pop en el anfiteatro Muni-cipal-, Barrock constituy el acon-tecimiento de recepcin, el impul-so de pblico a partir del cual eltrmino rock devino categora cul-tural. Cuatro aos despus, Sui Gne-ris se despeda en el Luna Parkcon dos funciones repletas. Enesos aos, el rock argentino pu-

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    li sus formas, adopt la ambi-cin instrumental del rock progre-sivo -haba que tocar bien; ya noalcanzaba con tocar sinceramen-te- y desarroll lo que podramosllamar una red de contencin,una verdadera trama social, for-mada por audiciones de radio,prcticas aledaas o emparenta-das con los recitales (fueron losaos intensos de las artesanasy una mayor osada en el vestir) yalgunas revistas del palo. Estas ltimas -Pelo, Mordisco,Algn da- apuntalaron una legti-ma cultura rock en la Argentina,estableciendo eso que Ana MaraOchoa llam marco valorativodel gnero (Ochoa: 2003). Enese sentido, Pelo fue fundamen-tal, ya que, a diferencia de supredecesora PinAp, juzg con du-reza todo aquello que pretendapasar por rock sin serlo. Su ceda-zo fue implacable. Esta preocupa-cin ontolgica sobre la msica -un ser o no ser que curiosamen-te se dio en el rock con tanto fer-vor como supo darse una genera-cin antes en el tango- se exten-dera, con Mordisco primero y Ex-preso Imaginario ms tarde, a untemario ms amplio, un mapacultural poblado por poetas sim-bolistas y surrealistas, novelasde vanguardia, cine de autor po-co difundido, ismos del arte mo-derno, religiones alternativas,notas de ecologa, etc. La discografa del perodo no fueextensa, pero tuvo su peso espe-cfico, producindose en sellosde alcance nacional, como MusicHall, Microfn y RCA. Queremosadvertir con esto que el rock nocreci slo a partir de sellos in-dependientes, como el pionero

    Mandioca de Jorge lvarez, sibien el acceso a la grabacin yedicin seguan siendo bastanterestringido y los sellos grandesno hacan muchas apuestas a fa-vor de lo nuevo. Como sea, alpromediar los 70 tuvimos unadiscogrfica destinada a ser ca-nnica. Pensemos en Artaud dePescado Rabioso (recientementevotado por la edicin argentinade Rolling Stone como el mejordisco de la historia del rock lo-cal), Pappos blues vol.3 de Pap-po, Cristo Rock de Ral Porchet-to, Pequeas ancdotas de lasinstituciones de Sui Gneris,Len Gieco de Len Gieco, Muer-te en la catedral y Melopea deLitto Nebbia, Color Humano deColor Humano, Siesta de Aquela-rre y Durazno sangrando de Invi-sible, entre lo ms destacado. En sntesis, al promediar los 70el rock argentino ya tena un per-fil muy definido-digamos: una identidad como g-nero y una significacin dentro dela cultura argentina-, aunque susdimensiones siguieran siendomuy comedidas. Era musicalmen-te combativo, como si trasladaraal campo esttico las tensionespolticas de aquellos aos. Perocomo las voces rock o pop po-dan prestarse a confusin en untiempo en el que se buscabancertidumbres, termin por impo-nerse la expresin msica pro-gresiva, una adaptacin verncu-la de la categora progressiverock.Cuando en marzo del 76 la JuntaMilitar golpe el orden institucio-nal, el rock sigui su curso sinmermar demasiado su caudal,aunque algunos grupos sufrieron

    directamente la represin y la cul-tura rock en su conjunto fue obje-to de hostigamiento. En realidad,las condiciones difciles -proble-mas para alquilar salas, poca lle-gada al disco, restricciones enlos medios, razzias policiales,etc.- lejos de desanimar al movi-miento terminaron por darle unainslita templanza, a la vez quecierta capacidad de adaptacinpara la supervivencia, en mediode lo que se dio en llamar unacultura del miedo. Aquellos as-pectos que tal vez resultaban untanto excntricos para los secto-res ms politizados de la juven-tud de los 70, ahora eran vistosde otro modo. Como dice PabloAlabarces, si cada sector o gru-po arma sus estrategias de su-pervivencia, la juventud se da lasuya: transfiere hacia el rock larepresentatividad que haba sidoderrotada, o que nunca haba si-do conferida (Alabarces: 1993). En los largos aos de la dictadu-ra, la msica joven devino refu-gio de la disidencia, gran alma-cn secreto de todo aquello que,desde una actitud ms defensivaque ofensiva, se opona a los valo-res que buscaba restaurar la dic-tadura. Podra decirse que el rockmadur polticamente de modo untanto repentino, por rigor de la si-tuacin, en la afirmacin de un no-sotros capaz de repeler el influjodel discurso dictatorial (Vila:1985). De msica progresiva a rock nacio-nal, la cultura joven ya no fue sloel territorio de los hippies que que-ran cambiar el mundo con cancio-nes. Entre la represin cotidianade los tiempos de Ongana y la re-presin poltica del Proceso Militar

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  • se produjo un crescendo autorita-rio en el pas -apenas suspendidopor la primavera poltica del 73-que en realidad no frustr la expe-riencia del rock, sino ms bien lareafirm, dndole una razn identi-taria de mayor significacin histri-co-social.De todos modos, el rock mantuvoa lo largo de esos aos cierta dis-tancia con los movimientos polti-cos. Distancia que antes del 76fue objetada, y que a partir de eseao sera plenamente comprendi-da, ya que cualquier identidad so-cial y poltica que cuestionaraabiertamente el estado de cosasestaba prohibida o replegada. Qui-z la msica no creci mucho entrminos cuantitativos -slo a par-tir de 1981 se observ un aumen-to de la actividad-, pero el signifi-cado contracultural de los recita-les, los discos y las publicacionesespecficas se potenci notable-mente.Como gnero musical, el rock sediversific, pero sin llegar an a ladispersin de estilos o tendenciasde los aos venideros. Bajo laidentidad del rock argentino, enplena mudanza hacia el epteto na-cional, convivieron Len Gieco,Spinetta-Jade, los grupos deCharly Garca -primero La Mquinade Hacer pjaros y luego, con msrepercusin, Ser Girn-, Riff, NitoMestre y Los Desconocidos deSiempre y Ral Porchetto. En laprimera mitad de los 80 nacieronVirus, Los Abuelos de la Nada yPunch -estos dos ltimos con Mi-guel Abuelo y Miguel Cantilo queacababan de volver del exilio-, re-gres al ruedo Litto Nebbia des-pus de su perodo mexicano, seafirm Patricio Rey y los Redondi-tos de Ricota -un grupo under-ground platense que tendra unaproyeccin extraordinaria hacia fi-nales de los 80-, despunt la ten-

    dencia pardica de Los Twist y Viu-das e Hijas de Roque Enroll y la lla-mada Trova rosarina renov el len-guaje de la cancin.Pero este crecimiento exponencialno estuvo totalmente desvincula-do de los aos de la dictadura. En1982 estall la guerra de Malvi-nas y, a partir de su resolucin, elProceso militar se repleg. Enton-ces algo muy extrao sucedi conel rock: no asalt los cielos sino laradio, y poco despus la televi-sin. De pronto, prohibida la difu-sin de msica en ingls, huborock nacional a toda hora y en to-do el dial. La msica progresivadej de existir, dejando su lugar alrock nacional. EMI produjo los pri-meros y muy exitosos discos deJuan Carlos Baglietto -conocido enBuenos Aires desde 1981 comopunta de lanza de la Trova Rosari-na- y se organizaron las agenciasde msicos. El nombre de DanielGrinbank empez a sonar tan fuer-te como los de los msicos que re-presentaba. La produccin disco-grfica creci geomtricamente: apocos meses del regreso de la de-mocracia se editaron ms de 80LPs (Fernandez Bitar: 1997), ypronto vinieron las exportacionesde msicos y msicas a Mxico,

    Chile y otros destinos latinoameri-canos.

    Despus de la contracultura

    El escenario post-Malvinas, tancatico y a la vez esperanzado pa-ra la poltica, result econmica-mente productivo para el rock, quedej de ser el idiota de la familiapara convertirse en el hijo prdigo.Exceptuando el fenmeno de losRedondos -un fenmeno en granmedida sostenido en la vieja ticade la contracultura- , nuevos y vie-jos msicos argentinos se convir-tieron en estrellas pop, y se com-portaron en consecuencia. Seamoldaron a los tiempos, queeran los tiempos impartidos en elmundo por la irnica new wave, yaque el corte punk en la Argentinahaba sido poco profundo: Los Vio-ladores estuvieron casi solos en elestilo, hasta la aparicin de Ata-que 77 en 1987. La naciente newwave prolifer en clave argentina,adoptando rpidamente los nue-vos cdigos de la irona, la burla yla parodia. A grandes rasgos, lapopizacin -feo neologismo, perode dificultoso reemplazo- volvi alrock nacional divertido y, en mu-chos casos, bailable. Esto supuso

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    un cambio brusco en el marco devaloracin del gnero, como antici-padamente lo expuso Charly Gar-ca en Clics modernos, un discoseminal que despus de un fro re-cibimiento se convertira en piezacannica en la modernizacindel rock argentino.Es evidente que lo que en los 80se consideraba bueno no lo hubie-ra sido en tiempos del hoy canoni-zado Artaud. Es atendible que seaas; lo que sorprende es la fugaci-dad del marco de validacin. Sibien hay trayectorias personalesmenos atentas a las fluctuacionesdel gusto masivo -la del propio Spi-netta, sin ir ms lejos, que nuncalleg al grado popular de la disco,ni an de una msica que se pu-diera tararear sencillamente-, nopuede negarse que el paradigmaesttico del rock cambi de un mo-do ms veloz de lo que los propiosactores estuvieron dispuestos areconocer. Esta aceleracin delcambio, que para los ms optimis-

    tas actualiz definitivamente alrock argentino respecto a sus pa-dres putativos internacionales,volvi a plantear el dilema identita-rio. Este dilema se pudo resumiren una pregunta: Poda seguirsiendo smbolo de rebelda unamsica que ahora funcionaba demanera tan aceitada con la indus-tria cultural?La verdad es que poco queda deaquellas fogatas rebeldes de prin-cipio de los 70. Curiosamente, elrock de los 80 y parte de los 90se asemej bastante a la msicapop de principios de los 60, cuan-do la contracultura an no era elplano de referencia del rock y pro-liferaba la imagen de una juventuddespreocupada y hedonista. Inte-grado a la nomenclatura de la m-sica que se produce y vende, elrock se volvi masivo en el mo-mento ms crtico de su identidadideolgica. Es posible que una respuesta ne-gativa a la pregunta por el carcter

    rebelde del rock pase por alto lacapacidad de diferenciacin que elgnero ha sabido desarrollar ymantener a lo largo de los aos.En tiempo de tribus urbanas y de-ms desavenencias, an puedenreconocerse rasgos de una identi-dad rockera. En todo caso, el pro-blema es que ese reconocimiento,a partir de la diferencia sonora, yano perturba. En realidad, el mundose ha vuelto imperturbable, y anteeso poco y nada puede hacer elrock, una msica que la sociedaddej hace mucho de percibir entrminos antagnicos. Digmoslo con la imagen favoritade los viejos crticos del palo:Mam y Pap ya no se asustancon el rock. Y hasta es probableque dejen escapar algunas lgri-mas de emocin cada vez que laomnipresente tradicin, aquel vie-jo tab de la contracultura, salga ainvestir a lo rebeldes de ayer y dehoy con los ttulos de una gloria re-paradora.

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    pespoResaltado