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Farid Kahhat Farid Kahhat: politólogo peruano; profesor-investigador de la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económica - CIDE, México. Palabras clave: islamismo, política internacional. Mientras proliferan los llamados expertos en temas islámicos, una serie de equívocos y mitos interesados en relación con esta creencia y sus creyentes se adueña del sentido común. Por ejemplo, interpretar la política en las sociedades islámicas según supuestos mandatos derivados de la religión. Un análisis detenido permite ver cómo en muchas ocasiones se culpa a las verdaderas víctimas. ¿Quién teme al islam? D e un tiempo a esta parte la legión de «expertos» en «fundamentalismo islámico» parece haberse multiplicado hasta alcanzar las proporciones de una plaga bíblica. Individuos que por lo regular no podrían distinguir entre un árabe, un musulmán y un chimpancé, y cuya perspectiva sobre el Corán deriva del ángulo desde el cual observan la cubierta en el estante de una libre- ría, pontifican con iniciativa digna de mejor causa sobre la gravedad de la ame- naza que representa ese flagelo de la humanidad. A través del prisma de tan supina sabiduría el «fundamentalismo islámico» se convierte en un conjuro que invoca por igual nuestros más recónditos temores y nuestros más burdos estereotipos. Su sola mención suele evocar la imagen de un individuo barbado, con la cabeza enfundada en un turbante, la mirada nu- blada por un velo de sangre, y la cimitarra siempre en ristre. Sus atavismos seculares serían consecuencia de la naturaleza de sus creencias religiosas, po- bladas de invocaciones al martirio en nombre de una verdad irredenta en un mundo plagado de infieles. Parte del problema con esa representación es que nos induce a pensar que todo aquello que ocurre en la política de los países de mayoría musulmana se debe a

Qien Le Teme Al Islam

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Terrorismo religioso, violencia religiosa, terrorismo islámico

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  • NUEVA SOCIEDAD Farid Kahhat

    Farid Kahhat

    Farid Kahhat: politlogo peruano; profesor-investigador de la Divisin de Estudios Internacionalesdel Centro de Investigacin y Docencia Econmica - CIDE, Mxico.Palabras clave: islamismo, poltica internacional.

    Mientras proliferan los llamadosexpertos en temas islmicos,una serie de equvocos y mitosinteresados en relacin con estacreencia y sus creyentes se adueadel sentido comn. Por ejemplo,interpretar la poltica en lassociedades islmicas segnsupuestos mandatos derivadosde la religin. Un anlisisdetenido permite ver cmoen muchas ocasiones se culpaa las verdaderas vctimas.

    Quin temeal islam?

    De un tiempo a esta parte la legin de expertos en fundamentalismoislmico parece haberse multiplicado hasta alcanzar las proporcionesde una plaga bblica. Individuos que por lo regular no podran distinguir entreun rabe, un musulmn y un chimpanc, y cuya perspectiva sobre el Cornderiva del ngulo desde el cual observan la cubierta en el estante de una libre-ra, pontifican con iniciativa digna de mejor causa sobre la gravedad de la ame-naza que representa ese flagelo de la humanidad.

    A travs del prisma de tan supina sabidura el fundamentalismo islmico seconvierte en un conjuro que invoca por igual nuestros ms recnditos temoresy nuestros ms burdos estereotipos. Su sola mencin suele evocar la imagen deun individuo barbado, con la cabeza enfundada en un turbante, la mirada nu-blada por un velo de sangre, y la cimitarra siempre en ristre. Sus atavismosseculares seran consecuencia de la naturaleza de sus creencias religiosas, po-bladas de invocaciones al martirio en nombre de una verdad irredenta en unmundo plagado de infieles.

    Parte del problema con esa representacin es que nos induce a pensar que todoaquello que ocurre en la poltica de los pases de mayora musulmana se debe a

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    la religin. Si, por ejemplo, apli-csemos el mismo criteriopara juzgar al cristianis-mo, tendramos quejuzgar la expe-riencia del apar-theid en Sudfricaen funcin de la expli-cacin que brindaban losblancos sudafricanos: eraun rgimen amparado en sucondicin de pueblo elegido,concepto que tomaban del AntiguoTestamento. O podramos recordarque Timothy McVeigh simpatizaba congrupos supremacistas, para los cuales el ra-cismo es una consecuencia natural del hechode que Dios es blanco. Y ello para no recordar aDavid Koresh, quien, antes que un buen cristiano,crea ser Cristo reencarnado. El punto aqu es que, as como nadie en su sanojuicio culpa al cristianismo por esas aberraciones, tampoco debera juzgarse alislam por las aberraciones que en ocasiones se cometen en su nombre.

    Cabra recordar adems que el islam fue desde su origen una religin sincrtica,que incorpor elementos medulares de la tradicin judeo-cristiana como partede su propio acervo cultural. No es cierto, por ende, que el islam sea intrnseca-mente hostil a otras religiones monotestas. Por ejemplo, el imperio musulmnejerci la tolerancia hacia otras religiones en aquellos tiempos en que la Inqui-sicin se esmeraba por reducir a cenizas tanto a herejes como a infieles. Por lodems, fueron las universidades islmicas de la Espaa medieval las que pre-servaron el legado intelectual de la antigedad clsica durante la era del oscu-rantismo. Los pensadores de la Europa renacentista no tuvieron que redescu-brir la filosofa griega: Averroes y Avicena realizaron esa labor por ellos.

    Tampoco es verdad que los musulmanes compartan una comn hostilidad ha-cia todo vestigio de cultura occidental, y que estn unidos en una ofensiva po-ltica contra toda tradicin cultural distinta a la suya. De hecho, en la mayorade casos en que el integrismo islmico se ha convertido en una fuente de vio-lencia poltica, esta ha sido esencialmente de carcter fratricida, es decir, entremusulmanes (p. ej. en Pakistn, Argelia, Irn o el propio Afganistn). Ello tiene

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    dos explicaciones: de un lado, porque el hecho de compartir una religin nogarantiza que conflictos sociales de otra ndole (econmica, poltica, tnica), seresuelvan satisfactoriamente. De otro lado, porque suelen existir entre los ban-dos en pugna interpretaciones encontradas de lo que significa ser musulmn.Aqu cabra recordar que, a diferencia del catolicismo, la religin musulmanano cuenta con una jerarqua eclesistica reconocida por todos los fieles, dotadaa su vez de una autoridad incuestionada para dirimir disputas en materia doc-trinaria.

    Quienes pretenden azuzar el viejo espectro medieval de las hordas islmicas alas orillas de las costas europeas, deberan recordar adems que en aquelloscasos en que pueblos o Estados tradicionalmente identificados con el islam seencuentran en conflicto con pueblos o Estados de diferente raigambre cultural,

    son usualmente los primeros los que se encuen-tran en la condicin de vctimas o, cuando menos,en una clara posicin defensiva. Ese es, por ejem-plo, el caso de los palestinos bajo ocupacin israe-l, el de los rebeldes chechenos enfrentados al ejr-cito ruso, o el de los kosovares de origen albansbajo el rgimen de Milosevic. Ello sin mencionarel caso de Bosnia, en donde muchos se enteraronde que su condicin de musulmanes deba regir

    sus destinos y lealtades polticas solo cuando empezaron a ser masacrados porcausa de ella. En otras palabras, no fue la presencia de identidades primordia-les e irreductibles lo que desencaden el conflicto, fue ms bien la violenciaetnocida la que forj una identidad defensiva entre sus principales vctimas,los musulmanes.

    El ejemplo de Bosnia, a su vez, nos revela una dimensin medular del proble-ma: la evolucin reciente de la cultura islmica obedece esencialmente a razonespolticas, y no al hecho de que perdure en ella desde tiempos inmemoriales unaesencia inmutable que la hace ser lo que es. El radicalismo islmico, aunqueminoritario, cobra relevancia poltica solo despus del fracaso de las alternativasde modernizacin secular (el nacionalismo en el mundo rabe, el comunismoen las repblicas soviticas del Asia central, etc.). De hecho, los movimientosintegristas islmicos son esencialmente pacficos en su origen, y suelen perma-necer as mientras se les permita participar legalmente en el proceso poltico (p.ej., en Jordania y Turqua). Solo se tornan violentos en respuesta a la represindel Estado (como en Argelia o Uzbekistn), o a la intervencin de una fuerzamilitar extranjera (como en el Lbano o Afganistn).

    los movimientosintegristasislmicos

    son esencialmentepacficos en su

    origen

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    Ahora bien, la represin estatal y la intervencin extranjera suelen ir de la manoen esta regin del mundo. Desde la perspectiva del radicalismo islmico, reg-menes autocrticos, ineptos y corruptos hasta la mdula como el de ArabiaSaudita o el de Irn en tiempos del Sha no se sostendran en el poder de nomediar el respaldo de Estados Unidos. Y en eso probablemente no se equivo-can. De otro lado, el radicalismo islmico siempre encontr deleznables la se-cularizacin de la poltica y la emancipacin de la mujer que prevalecen en elmundo occidental, pero no siempre tuvo el arraigo social con que cuenta hoyen da. Y es que ese cambio obedece a razones polticas antes que religiosas. Porejemplo, el doble rasero en la poltica de EEUU hacia el Medio Oriente no esuna invencin de la mente febril de Bin Laden. As, podramos pensar en elcaso de Irak, que se encuentra bajo un rgimen de sanciones que ha condenadoa la desnutricin crnica a uno de cada tres nios (en un pas en el que la des-nutricin infantil ya haba sido erradicada durante los aos 80). Ese rgimen desanciones se explica por la presunta negativa del gobierno de Irak a cumplir enforma total e incondicional las resoluciones de Naciones Unidas. Existen sinembargo resoluciones de la ONU que Israel se niega a cumplir desde 1948,pero a diferencia de Irak, Israel no solo no ha sido vctima de sancin algu-na, sino que adems recibe un apoyo virtualmente incondicional deEEUU.

    Los palestinos, por ejemplo, no pueden dejar de recordarque la confiscacin y colonizacin de sus tierras por Is-rael se financia en parte con el generoso aporte delos contribuyentes norteamericanos. O que cuan-do protestan contra esas acciones son repri-midos con armas que EEUU obsequia aIsrael para que se proteja de sus ene-migos externos, pero que a faltade agresores potencialeseste ltimo emplea con-tra los palestinosque viven bajo suocupacin.