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1 ¿QUÉ ES EL APARATO PSÍQUICO? DR. MIGUEL KOLTENIUK. Difícilmente pudiera encontrarse en el campo de la medicina una noción más compleja y controvertida que la de aparato psíquico. Acostumbrados a una concepción organicista de los procesos vitales, a lidiar con el cerebro como estructura anatómica y sus múltiples funciones electrometabólicas y neuroquímicas, los médicos suelen resistirse a manejar un concepto tan abstracto y simbólico como el de ap arato ps íquico , mismo que ubican más en los terrenos de la psicología que en su propio campo. La enseñanza médica suele concentrarse en el aprendizaje cada vez más preciso de los procesos patológicos con el auxilio de los avances tecnológicos más sofisticados, así como de los procedimientos terapéuticos más eficaces. A la luz de resultados concretos cada vez más evidentes, las medicina en particular y las ciencias biológicas en general, han tendido a descuidar el estudio del aparato psíquico por considerarlo un concepto “vago”, “acientífico”, “metafisico” e insusceptible de medición y análisis cuantitativo. En el mejor de los casos lo consideran objeto de estudio de la psicología, el psicoanálisis o de la psiquiatría no científica, dado que para la enseñanza médica actual, sólo la psiquiatría biológica merecería el calificativo de científica. Así, todos los procesos involucrados en la vida mental, tanto normales como patológicos, que constituyen la base tanto del sufrimiento como del bienestar psíquico, tienden actualmente a ocupar un lugar muy periférico y secundario en dicha enseñanza. Lo que no pudiera ser explicado en términos de niveles de acumulación de neurotransmisores, ó de transtornos fisiometabólicos del sistema nervioso ó endocrino, quedaría fuera del interés médico. Por otra parte, llama la atención el reducido número de horas dedicado al estudio de la psicopatología dentro del programa de formación médica. Éstas y otras múltiples razones han contribuido al desarrollo de una concepción de la medicina cada vez más tecnológica y deshumanizada, más cercana a la ingeniería que a sus raíces hipocráticas. Por

Qué Es El Aparato Psíquico

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Metapsicología

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¿QUÉ ES EL APARATO PSÍQUICO?

DR. MIGUEL KOLTENIUK.

Difícilmente pudiera encontrarse en el campo de la medicina una noción más compleja y controvertida que la de aparato psíquico. Acostumbrados a una concepción organicista de los procesos vitales, a lidiar con el cerebro como estructura anatómica y sus múltiples funciones electrometabólicas y neuroquímicas, los médicos suelen resistirse a manejar un concepto tan abstracto y simbólico como el de aparato psíquico, mismo que ubican más en los terrenos de la psicología que en su propio campo.

La enseñanza médica suele concentrarse en el aprendizaje cada vez más preciso de los procesos patológicos con el auxilio de los avances tecnológicos más sofisticados, así como de los procedimientos terapéuticos más eficaces. A la luz de resultados concretos cada vez más evidentes, las medicina en particular y las ciencias biológicas en general, han tendido a descuidar el estudio del aparato psíquico por considerarlo un concepto “vago”, “acientífico”, “metafisico” e insusceptible de medición y análisis cuantitativo. En el mejor de los casos lo consideran objeto de estudio de la psicología, el psicoanálisis o de la psiquiatría no científica, dado que para la enseñanza médica actual, sólo la psiquiatría biológica merecería el calificativo de científica.

Así, todos los procesos involucrados en la vida mental, tanto normales como patológicos, que constituyen la base tanto del sufrimiento como del bienestar psíquico, tienden actualmente a ocupar un lugar muy periférico y secundario en dicha enseñanza. Lo que no pudiera ser explicado en términos de niveles de acumulación de neurotransmisores, ó de transtornos fisiometabólicos del sistema nervioso ó endocrino, quedaría fuera del interés médico.

Por otra parte, llama la atención el reducido número de horas dedicado al estudio de la psicopatología dentro del programa de formación médica. Éstas y otras múltiples razones han contribuido al desarrollo de una concepción de la medicina cada vez más tecnológica y deshumanizada, más cercana a la ingeniería que a sus raíces hipocráticas. Por ello, resulta fundamental una exposición general de la

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concepción psicoanalítica actual del aparato psíquico, que abarque desde sus fundamentos originados en la obra de Freud hasta las contribuciones más importantes aportadas por sus seguidores más reconocidos. Desde luego, un trabajo así excedería los límites de este capítulo, sin embargo, la presentación de un resumen esquemático y orientador de dicho desarrollo conceptual me parece indispensable para hacer ver la importancia de la noción de aparato psíquico no solo dentro del campo de la psicoterapia y el psicoanálisis, sino dentro de la psiquiatría y la medicina en general.

Por consiguiente, el capítulo se centrará en la exposición de la estructura y funcionamiento del aparato psíquico en sus lineamientos más generales. Recogerá la formulación hecha por Freud, que es, por así decirlo, “el padre” de la noción de aparato psíquico-y mencionará aquellas contribuciones que han enriquecido el concepto a lo largo del desarrollo del pensamiento psicoanalítico.

El aparato psíquico es tan antiguo como la civilización occidental. Ya los griegos habían descubierto el irreductible mundo de la experiencia subjetiva, esa entidad “animada” responsable de la percepción y la sensibilidad y la llamaron “alma”. Descubrieron además, que dentro de esa “alma” perceptual y sensible, existía una actividad superior que la constituía como esencialmente humana: el intelecto o razón.

El cristianismo emparentó el “alma” con- la divinidad, confiriéndole esa cualidad metafísica que "suele acompañar al concepto. Sin embargo, Descartes vuelve a dotarla de nuevo de una sustancialidad propia, al concebirla como la “sustancia pensante” ó “mente”, una sustancia tan real como el cuerpo ó la materia. Además, Descartes introdujo e1 problema filosófico que, hasta la fecha, sigue atravesando a la psicología y a la medicina, a saber, la todavía misteriosa relación existente entre la mente y el cuerpo. Para la concepción médica sólo existiría una sola sustancia: el cuerpo. La mente sería el resultado del funcionamiento complejo del sistema nervioso central. Sin embargo, desde los griegos, y desde luego, después de Descartes, resulta imposible negar la existencia de ese universo que no es material y que constituye el mundo de la experiencia subjetiva.

Más allá de la correlación que pudiera establecerse entre

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el mundo de la experiencia subjetiva y el funcionamiento del sistema nervioso, es necesario reconocer que los contenidos de dicho mundo, como son, las percepciones, las representaciones, los afectos, los recuerdos, el pensamiento, las motivaciones y las pulsiones, son de un orden distinto a los diversos componentes del sistema nervioso, como por ejemplo: las neuronas, los neurotransmisores, etc. Mientras que los primeros pertenecen al universo intrasubjetivo, los segundos pertenecen al mundo extrasubjetivo ó mundo de la realidad externa.

Así pues, es necesario establecer que el aparato psíquico será el concepto que propondrá Freud para dar razón de este universo complejo que constituye la experiencia subjetiva y para construir una teoría general de su funcionamiento normal y patológico.Sin embargo, la teoría freudiana del funcionamiento psíquico rebasa los límites de una teoría psicológica más, ya que fue diseñada para abordar el estudio de esa región del psiquismo habitualmente ignorada por la psicología académica y la medicina y que constituye la parte esencial de la vida psíquica: el inconsciente. Si bien ese territorio inexplorado había sido intuido, e incluso abordado por filósofos y poetas, corresponde a Freud el mérito de haber sido el primero en haberlo convertido en objeto de estudio sistemático y en haber fundado una nueva disciplina consagrada a su estudio: el psicoanálisis.

La dimensión inconsciente del aparato psíquico es la que va a explicar la psicopatología a través del surgimiento de los síntomas a partir del retomo de lo reprimido, y es la que va a permitir vincular el funcionamiento normal con el anormal. Por tratarse del estudio de una región del psiquismo que va más allá del dominio de la conciencia acotado habitualmente por la psicología, Freud propuso denominar metapsicología a su teoría general del funcionamiento del aparato psíquico a la luz de sus procesos inconscientes. Así, frente a la psicología académica y frente al “organicismo médico”, Freud creó una “metapsicología” del aparato psíquico, es decir, introdujo el eslabón intermedio que hacía falta para unir la conciencia con el cuerpo (Descartes). De hecho. Freud realiza una verdadera aportación a la medicina psicosomática al iluminar ese territorio obscuro e impreciso de la relación entre lo psíquico y lo somático, con su descubrimiento del inconsciente, y tal como él mismo lo afirma, también creó el puente que permite vincular la psiquiatría con la psicología para el estudio de las enfermedades mentales.

A grandes rasgos, podría afirmarse que toda la obra de Freud

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es realmente un estudio cada vez más profundo y minucioso del aparato psíquico. Sin embargo, para nuestro propósito, vamos a centramos en una síntesis de su teoría metapsicológica. Por razones didácticas vamos dividir la investigación freudiana en dos fases separadas por un periodo de transición:

a) La primera tópica, ó primera subdivisión del aparato psíquico, que comprende la distinción intersistémica: conciente - preconciente - inconsciente, y

b) La segunda tópica ó segunda subdivisión del aparato psíquico, que comprende la introducción de las tres instancias psíquicas: el yo, el ello y el super yo.

La primera fase abarca todos sus trabajos publicados hasta 1915, en especial, los Trabajos de Metapsicología. Después de un período de transición, la segunda fase queda establecida por la publicación de El yo y el ello, en 1923 y continúa hasta su muerte, en 1939. No podemos delinear en este capítulo los detalles conceptuales de esta compleja evolución, que abre más caminos de los que resuelve. Sin embargo, para nuestros fines expositivos, privilegiaremos los aspectos más sintéticos y organizados del tema, aclarando que nada sustituye la incursión minuciosa en el texto freudiano.

Freud concibe el aparato psíquico como un complejo funcional ubicado en un espacio virtual localizado en el “interior” del sujeto que denomina “el espacio psíquico”. No se trata de un espacio real, exterior, medible, en el que se encuentran los objetos materiales. Más bien se trata de un espacio virtual, interno, sin extensión, que, desde dentro del sujeto, es sede de los procesos de simbolización, pensamiento y trabajo energético - pulsional que constituye el vasto universo de la vida mental tanto consciente como inconsciente.

Inspirado en las “imágenes virtuales” de la óptica, así como en el concepto kantiano del “espacio”, quien lo ubica como una forma pura a priori de la sensibilidad dentro del sujeto, Freud decide, acuñar el concepto del “espacio psíquico” para poder ubicar el “sitio imaginario” en el que ocurrirán los diferentes procesos de simbolización energética característicos del trabajo psíquico. No hay que olvidar que Freud había abandonado la posición localizacionista de la neurología de su tiempo que pretendía ubicar las áreas cerebrales específicas responsables de las

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diversas funciones perceptuales y motoras. A diferencia de los localizacionistas, Freud consideró que ni el aparato psíquico ni el inconsciente, podían ser ubicados en alguna región específica del cerebro. Por ello, decidió ubicarlo en el “espacio-psíquico”, en vez hacerlo en el espacio neuronal, y es esta “ubicación psíquica” la que lo divorció de la neurología para convertirlo en el fundador del psicoanálisis. Por consiguiente, para Freud, el aparato psíquico se encuentra ubicado en el espacio psíquico y consiste en una compleja organización funcional de vivencias y experiencias subjetivas, tales como percepciones, recuerdos, emociones, fantasías, afectos e impulsos cuyas vicisitudes van a configurar los múltiples estados de la vida mental.

La primera gran aportación de Freud en su primera fase fue el haber descubierto la existencia simultánea y paralela de un registro de la vida psíquica que ocurría fuera de la conciencia y que incluso determinaba en forma inexplicable muchos de sus contenidos. Llamó inconsciente a esta actividad mental, y para estudiaría subdividió el espacio psíquico en tres regiones ó localidades:

1) El inconsciente.2) El preconsciente.3) El consciente.

Para Freud, el aparato psíquico procesa sólo tres elementos:

1) Las percepciones externas e internas.

2) Las representaciones ó huellas mnémicas

3) Las pulsionales y sus derivados: los afectos.

La vida psíquica es concebida como el resultado del complejo interjuego que ocurre entre estos tres componentes fundamentales.

Las percepciones son conjuntos integrados de impresiones sensoriales que se producen por el estímulo de la presencia del objeto. Cesan cuando desaparece éste, y constituyen un flujo ininterrumpido de información. Su procesamiento está a cargo del sistema percepción - conciencia. Las representaciones son conjuntos también integrados de impresiones sensoriales que se constituyen como huellas mnémicas una vez que el objeto de la percepción ha desaparecido de ella. Las representaciones constituyen el registro de la memoria del aparato psíquico, y son las responsables del trabajo de simbolización. Mientras que las percepciones sólo pueden ocurrir por la presencia del objeto, las representaciones se inscriben y reactivan

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sólo bajo su ausencia.

Freud va a distinguir sólo dos clases de representaciones:

a) Las representaciones - cosa: representaciones predominantemente visuales, imágenes.

b) Representaciones - palabra-, las palabras como unidades del lenguaje.

El sistema preconsciente contiene los conjuntos de representaciones - cosa ligados a sus respectivas representaciones - palabra, mientras que el sistema inconsciente trabaja únicamente con las representaciones - cosa.

Las energías pulsionales provienen de las fuerzas llamadas pulsiones. La fuente de esta energía proviene de los procesos biológicos y su estudio no pertenece al psicoanálisis, sino a la biología. En un principio Freud definió dos clases de pulsiones: las pulsiones sexuales y las pulsiones del yo o de autoconservación. Sin embargo, más tarde, las sustituyó por las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte al percatarse del carácter parcial e insatisfactorio de su primera clasificación. Según el autor, las pulsiones tienen una magnitud de fuerza variable que “empuja” hacia la descarga, tienen un fin que es la descarga de la tensión acumulada y utilizan un “medio” que es el objeto de la pulsión. Freud considera que el objeto es lo más variable de la pulsión, casi cualquier persona, animal ó cosa puede funcionar como tal, díganlo ó no, la gran variedad de perversiones que se encuentran en la clínica.

La tendencia a la descarga de la tensión psíquica, la llamó principio del placer y constituye uno de los tres principios de funcionamiento del aparato psíquico. El segundo principio será el principio de realidad que se encarga de la utilización de la energía no descargada para la creación de los proceso de pensamiento conducentes al conocimiento de la realidad y a la acción planificada. El principio de realidad se desarrolla a partir de la demora, de la inhibición de la descarga pulsional gobernada por el principio del placer. El principio de Nirvana, introducido tardíamente por Freud, es el que gobernará el funcionamiento de la pulsión de muerte, y el que se encargará de reducir la tensión psíquica hasta su nivel “cero”, es decir, el que se ocupará de la desintegración del aparato psíquico.

Las pulsiones son, entonces, las responsables de los procesos de descarga energética por medio del vínculo del yo con sus

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objetos. Son la fuente de la vida emocional porque contribuyen en la constitución de los afectos. Para Freud, los afectos son derivados representativos de las pulsiones y son organizadores de las relaciones objetales.

Por último, a nivel intrapsíquico, las energías pulsionales son las encargadas de realizar el trabajo de simbolización de la experiencia que ocurre simultáneamente en los sistemas consciente, preconsciente e inconsciente. Dicho trabajo consiste en la creación de nuevos enlaces asociativos entre las representaciones inscritas en la memoria de acuerdo a dos mecanismos de asociación diferentes; el proceso primario (fabricación imaginaria) y el proceso secundario (pensamiento racional). Ambos procesos serán explicados más adelante.

El sistema consciente, el más conocido por la psicología académica, es el encargado del registro de las percepciones provenientes tanto del mundo externo, como del mundo interno. Este sistema se nutre de la información proveniente de nuestros órganos sensoriales, a través de la estimulación de nuestros receptores exteroceptivos, propioceptivos e interoceptivos. Es también el responsable de la percepción de nuestros estados de conciencia, así como de las cualidades psíquicas placer y dolor asociadas a nuestras experiencias. En suma, es el receptor de la información perceptual e introspectiva, por ellos Freud lo llamó sistema percepción - conciencia.

El sistema preconsciente es el portador de los recuerdos reversibles, es decir; almacena todos aquellos recuerdos susceptibles de conciencia. Contiene información almacenada en huellas mnémicas recuperables y funciona como un banco de información disponible para auxiliar al sistema consciente en sus funciones. También el sistema preconsciente ha sido estudiado por la psicología académica. En cambio, en el sistema inconsciente los recuerdos no son susceptibles de conciencia porque se opone a ello la barrera de la “represión”. Freud llamó así a una barrera permeable y dinámica que funciona como frontera divisoria ubicada entre los sistemas preconsciente e inconsciente.

El sistema inconsciente contiene recuerdos de experiencias traumáticas de la más diversa índole. Dentro de él, la información no se procesa de acuerdo a las leyes de la lógica, el tiempo y la causalidad. Los recuerdos más antiguos pueden ser procesados y recombinados con los más recientes sin tomar en

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consideración el orden temporal. Las representaciones más disímbolas y heterogéneas pueden ser conectadas sin tomar en cuenta la lógica, la coherencia y la causalidad. Una planta, un animal, un objeto o una fantasía pueden ser agrupados asociativamente sin considerar racionalidad alguna.

A este tipo de procesamiento de la información que construye enlaces asociativos entre las representaciones inscritas como huellas mnémicas y que origina sin cesar nuevas imágenes al margen de las leyes de la lógica, lo denominó Freud proceso primario, para distinguirlo del proceso secundario, el sistema de ordenación lógica, causal y temporal de la información que impera en el proceso de pensamiento racional.

Para distinguir específicamente el modo de funcionamiento primario (fabricación imaginaria) dentro del aparato psíquico de su modo de funcionamiento secundario, más familiar para nosotros, Freud postuló la distinción intersistémica de su primera tópica: El sistema inconsciente será la sede del funcionamiento en proceso primario, mientras que los sistemas preconsciente y consciente, funcionarán en proceso secundario, Ambos procesos se separan e intercomunican a través de la barrera de la represión.

Los enlaces asociativos realizados por el proceso primario (fabricación imaginaria) obedecen a tres leyes de funcionamiento distintas a la lógica:

a) La condensación (aglutinación de representaciones).

b) El desplazamiento (creación de cadenas asociativas secundarias).

c) La figuración por imagen (uso de imágenes predominantemente visuales).

Es decir, dos representaciones cualesquiera pueden entrar en relación ya sea por semejanza, por contigüidad, por simultaneidad, por continuidad y hasta por oposición, al grado en que será posible “condensar” un cúmulo de representaciones diversas para formar una sola imagen, ó “desplazar” el centro de la importancia de una representación creando ramas colaterales derivadas. Tal es el caso del paciente que puede soñar con una imagen femenina compuesta por el cabello de la abuela, el vestido de una maestra y los zapatos de una vecina o de otro paciente que desarrolla una inexplicable fobia a las escaleras eléctricas. Sólo a través

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de la explicitación de las cadenas asociativas efectuadas por el proceso primario del aparato psíquico del paciente, será posible dilucidar el sentido de ambas imágenes. Aquí radica la grandeza del descubrimiento de Freud. Al ubicar dentro del aparato psíquico el sistema inconsciente que funciona el proceso primario “por debajo” del sistema consciente y preconsciente, crea la posibilidad de explicar coherentemente aquéllos productos derivados de aquél que habían aparecido hasta entonces como fenómenos inconexos e irracionales, esto es, los sueños, los actos fallidos, los chistes, los síntomas neuróticos y psicóticos, los mitos, junto con las diversas manifestaciones de la creatividad, el arte, la filosofía, la ciencia y la cultura.

El proceso primario del funcionamiento inconsciente será el pivote, la piedra angular en la búsqueda del sentido de los actos fallidos, los sueños y los síntomas. Gracias a este descubrimiento resulta posible ahora encontrar el sentido del discurso psicótico, entender un delirio, comprender una alucinación. Gracias a Freud, la enfermedad mental nos resulta más comprensible, más verosímil y menos demoníaca. El descubrimiento del inconsciente constituye, pues, el hallazgo crucial que nos permite ahora elaborar un conocimiento más lógico y racional de las enfermedades mentales y las actividades creativas, así como del enigmático mundo de la irracionalidad humana.

E1 segundo gran descubrimiento realizado por Freud durante el período de la primera tópica es el de la sexualidad infantil y sus vicisitudes en la vida adulta normal y patológica. Contrariamente a lo que se suele pensar vulgarmente, la sexualidad no es un instinto biológico que aparece en la pubertad cuya única función específica es la reproducción de la especie. Más bien se trata de un “haz ramificado” de pulsiones sexuales parciales, vinculadas a zonas erógenas específicas (piel, mucosa de los orificios corporales, genitales, etc) cuya finalidad es la excitación y la descarga placentera, antes que la reproducción. Freud llamó libido a la energía de las pulsiones sexuales. Este haz ramificado de pulsiones parciales que constituye la sexualidad no aparece como cree la opinión corriente, en la pubertad, sino más bien, surge desde el momento mismo del nacimiento, hecho que puede ser constatado en las actividades autoeróticas buscadoras de placer.

La sexualidad experimenta un desarrollo en “dos tiempos”: un primer período que comprende aproximadamente los cinco

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primeros años de vida en el que es posible distinguir tres fases subsecuentes y coexistentes: la fase oral, la anal y la fálica y un segundo período de integración de las fases bajo la primacía genital, que se inicia en la pubertad y culmina en la adolescencia. Entre ambos períodos Freud ubica un período de “latencia” comprendido aproximadamente entre los seis y los once años.

El tercer gran descubrimiento que realizó Freud en esta época es la vinculación, de la energía proveniente de la sexualidad infantil con la actividad de la fantasía. Ya en La interpretación de los sueños Freud había descubierto la existencia dentro del aparato psíquico de un mecanismo de gratificación sustitutiva de las tensiones generadas por la acumulación de energía pulsional no descargada durante la vigilia. Lo denominó “la realización alucinatoria del deseo” y constituye el mecanismo central de la formación del sueño. Este mecanismo se encarga de descargar de manera simbólica, por medio de la imagen onírica, la energía proveniente de los deseos inconscientes insatisfechos, y constituye también el mecanismo de la formación de alucinaciones psicóticas. Así pues, las fantasías son el primer producto del proceso de fabricación imaginaria y sirven para la gratificación simbólica de las necesidades pulsionales. La realización alucinatoria del deseo es el mecanismo básico de su formación.

Según se ubiquen en el aparato psíquico, las fantasías pueden ser conscientes, preconscientes e inconscientes. Las fantasías inconscientes proporcionan la materia fundamental para la elaboración de sus derivados preconscientes y conscientes. Freud llamó “ensoñación diurna” a la actividad fantaseador consciente. Lo distintivo de la actividad fantaseadora es que obedece al principio del placer antes que al de realidad, es decir, sirve para la descarga de las tensiones acumuladas. Su finalidad es proporciona placer inmediato, a diferencia del pensamiento racional que sirve para la acción planificada que implica la capacidad de demora de descarga pulsional. El pensamiento implica la tolerancia a la frustración y su actividad exploradora y planificadora está gobernada por el principio de realidad, y por el proceso secundario. En cambio, la fantasía se halla gobernada por el principio de placer, por ello es la actividad psíquica que más se presta para la gratificación alucinatoria de las pulsiones sexuales tanto adultas como infantiles.

De esta manera, al articular la energía sexual no descargada con la actividad de la fantasía que le proporciona al sujeto una gratificación alucinatoria, Freud desembocó en su descubrimiento fundamental: El complejo de Edipo, piedra angular del desarrollo tanto

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del individuo como de la especie, eje alrededor del cual gira la neurosis, la perversión y la psicosis y centro organizador del psiquismo y la cultura. “El Complejo de Edipo, es la roca viva del inconsciente” dirá Freud en su Análisis Terminable e Interminable escrito en 1938. Exponer las implicaciones teóricas y clínicas del complejo de Edipo rebasaría los límites de este trabajo. Bástenos decir que el concepto fundamental que encierra es el de que la vida sexual del ser humano está orientada y dirigida desde el nacimiento hacia las figuras que lo criaron y de las cuales dependió para su supervivencia, principalmente sus progenitores o sustitutos. Esto le confiere en su origen el carácter de “incestuosa” a toda la sexualidad.

Para Freud la cultura existe gracias a la prohibición del incesto. Esta prohibición se implementa desde temprano por la educación y es la base del proceso de socialización que todo individuo debe atravesar para convertirse en un miembro adaptado a la sociedad en que vive. En otras palabras, la civilización descansa en el tabú del incesto. Sin embargo, la sexualidad reglamentada por la educación jamás pierde su conexión primaria con los deseos incestuosos desde los cuales se origina. Estos deseos que siempre coexisten con la hostilidad derivada de la rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo, permanecen reprimidos en el inconsciente, ejerciendo desde ahí su influencia patógena. Por ello, el complejo de Edipo jamás de supera del todo, por el contrario, continúa ejerciendo su poder en la vida psíquica desde “la roca viva del inconsciente”. Tal es la razón por la que Freud considera que la salud mental no es un estado que se logre de una vez para siempre, más bien es el resultado de un equilibrio dinámico reversible en el que el control sobre el inconsciente puede perderse en más de una ocasión. En suma, el descubrimiento del inconsciente, de la sexualidad infantil y del complejo de Edipo constituyen las aportaciones fundamentales de Freud para la comprensión del aparato psíquico en su primera tópica.

No menos importante resulta el período de transición que condujo a Freud a la formulación de su segunda tópica. En este periodo, comprendido entre 1914 y 1923 Freud enriqueció su concepción del aparato psíquico con tres contribuciones fundamentales:

a) La teoría del narcisismo.

b) El descubrimiento del objeto interno

c) Las pulsiones de vida y de muerte

Estas contribuciones resultaron ser tan fecundas que dieron lugar a algunos de los desarrollos más importantes del psicoanálisis contemporáneo.

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Después de haber subdividido el aparato psíquico, Freud comenzó a preocuparse por la constitución del yo, por la formación de esa instancia responsable de la vinculación con los objetos. El primer abordaje del estudio de la formación del yo lo realizó a través de su teoría del narcisismo. Aunque el yo siempre formó parte de su conceptualización del aparato psíquico, no es sino hasta su Introducción del Narcisismo donde le dedica un capítulo fundamental.

Para Freud el yo se constituye a partir de un estadio primitivo omnipotente que denomina el “yo ideal. Se trata de una fase inicial en la formación del yo en el que se da una experiencia oceánica de perfección, completud, totalidad y ausencia de límites. Aún no existe diferencia alguna con el no - yo. Por ende, tampoco existe la diferencia entre el yo y su objeto primario. A este estado de perfección sin fronteras lo denominó narcisismo primario. Por él influjo de las experiencias de dolor y frustración producidas por las demoras y ausencias de los objetos, el yo comienza a perder su perfección omnipotente dando inicio a la constitución de un yo fragmentado y desamparado, un yo no integrado en estado de dispersión.

Sin embargo, el recuerdo de esa experiencia de perfección y completud que se vivió en el estadio del narcisismo primario va a ser incorporado en el aparato psíquico como una huella mnémica privilegiada que convertirá la perfección perdida en esperanza futura de logro, es decir, en una posibilidad a ser alcanzada. La transformación de recuerdo en promesa futura es la maniobra restauradora más importante que realiza el yo para recuperarse de su herida narcisista fundamental. El “yo ideal” perdido va a cristalizarse en un “ideal del yo” proyectado al futuro. El ideal del yo es la cicatriz que deja la herida causada por la pérdida de la perfección y completud (El yo ideal perdido).

Por otra parte, va a ser necesario un proceso de unificación e integración de los fragmentos producidos por esta ruptura narcisista. La unificación cohesiva de estos fragmentos perceptuales y representacionales dispersos en el espacio psíquico se realiza por medio de la libido. Esta libido derivada de las pulsiones sexuales va a ser transformada en libido narcisista para convertirse en la energía cohesionadora de los fragmentos del yo. Para ello, se necesita la presencia del objeto primario, que debe de funcionar como un espejo, un continente reflejante que le devuelva una imagen de unidad al yo en formación. El estudio del proceso de integración del yo a partir de sus precursores por medio del objeto cohesionador, constituye el tema central de la teoría

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del narcisismo. En 1914 Freud definió el narcisismo como la “investidura libidinal del yo”. El estudio de la formación del yo condujo a Freud a investigar su contraparte constitutiva: el objeto. Una vez que quedó establecido su papel primordial en la cohesión del yo, fue necesario dilucidar su función en la estructuración del psiquismo.

El concepto de objeto en psicoanálisis se ha convertido en una de las nociones más complejas y fecundas en la investigación contemporánea. Además de haber originado varias corrientes de pensamiento, su estatuto metapsicológico continúa aun siendo motivo de debate. Aunque es posible diferenciar siete acepciones del concepto de objeto en la obra de Freud, nos vamos a conformar con exponer sólo dos de ellas: el objeto externo y el objeto interno.

El objeto externo es habitualmente una persona real, significativa, que se ubica en el mundo exterior, es decir; no pertenece al mundo interno del sujeto, existe fuera de él y de manera independiente. En cambio, el objeto interno es una representación que construye el sujeto a partir de ese objeto externo, es la imagen representada de ese objeto que se inscribe como huella mnémica.

Como su nombre lo indica, el objeto interno no existe en el mundo externo, sin embargo; sí existe en el mundo interno y tiene tal trascendencia que es el que determina la relación del yo con el objeto externo. De hecho, no es posible tener relaciones significativas con los objetos externos si no es a través de las relaciones con los objetos internos. Cualquier relación del yo con un objeto nuevo va a reactivar las huellas mnémicas y los afectos asociados al objeto interno, por eso Freud afirmó que “todo encuentro con el objeto es, en realidad, un reencuentro.

El objeto interno es un conjunto organizado de representaciones del objeto externo que posee una carga libidinal elevada, estable y duradera. Por eso podemos mantener el vínculo con él a pesar de sus cambios, sus ausencias y su intermitencia. El objeto externo es variable, en cambio, el objeto interno es constante. Además, admite un proceso de enriquecimiento representacional consecutivo a las experiencias vividas con el objeto externo.

El estudio de la función del objeto ha dado lugar a la teoría de las relaciones objetales y ha originado diversas ramificaciones que han llegado a constituirse en verdaderas

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“escuelas” de pensamiento, véase por ejemplo la obra de Melanie Klein, la de Fairbairn, la de Bion ó la de Winnicott.

La presencia del objeto interno dentro del aparato psíquico alcanzó tal relevancia, que se convirtió en la base del proceso de formación de estructura psíquica. La descripción de este proceso se hará en la segunda tópica. Sin embargo, vamos a examinar primero la última contribución del período intermedio: la teoría de las pulsiones de vida y de muerte.

En 1905 Freud había puesto en tela de juicio el concepto socialmente aceptado de la sexualidad (instinto reproductor) al haber descubierto la sexualidad infantil y su carácter polimorfo. Sus Tres ensayos de una teoría sexual continúan siendo motivo de discusión y extrañeza, sobre todo en el terreno de la moralidad.

En la época de su primera tópica intentó una primera clasificación de las pulsiones que resultó ser provisional. En un principio distinguió las pulsiones sexuales (el haz ramificado de pulsiones ligadas a zonas erógenas) de las pulsiones del yo ó de autoconservación e intentó crear una oposición entre ambas. Desde esta concepción debía haber un conflicto de intereses entre la búsqueda de placer y las necesidades de supervivencia del yo, “el hambre” y el “amor” se oponían. Sin embargo, Freud nunca quedó satisfecho con su primer dualismo pulsional. El descubrimiento de los estados expansivos de yo en el enamoramiento y la psicosis lo llevaron a explorar la relación del yo con la sexualidad y así creó su teoría del narcisismo. La oposición inicialmente propuesta entre las pulsiones del yo y las pulsiones sexuales comenzó a perder sentido después de haber descubierto que existía una relación estrecha entre ambas. La libido era capaz de investir el yo y no sólo a los objetos y lo hacía en forma alternante a la manera de los seudópodos de la amiba.

Sin embargo, la aceptación de una libido capaz de investir alternativamente a los objetos; y al yo se alejaba cada vez más del pensamiento dualista al que Freud siempre se había adherido. De este modo, para evitar el pensamiento monista (como el de Jung), Freud postuló en su controvertido artículo Más allá del Principio del placer su segundo y definitivo dualismo pulsional: las pulsiones de vida y las de muerte. En esta obra, escrita en 1919. Freud identificó el propósito común que compartían las pulsiones de autoconservación, la libido objetal y la libido narcisista: la preservación de la vida. Por ello, concibió una sola pulsión que integraba estos tres componentes v la denominó pulsión de vida o Eros,

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su energía continuó siendo la libido. De este modo Freud disolvió el problema de la oposición ficticia que había creado entre el yo y las pulsiones sexuales.

La pulsión de vida ó Eros se constituyó como la responsable de la función de autoconservación, de la preservación del yo y de la vinculación con los objetos. Es también la creadora de lazos cohesivos entre la familia, el grupo, las instituciones y la sociedad en general. La pulsión de vida es la encargada de generar unidades múltiples cada vez más complejas. Es La que crea la cultura y es la que hace posible la organización del aparato psíquico y sus procesos de simbolización.

En cambio, la pulsión de muerte es una fuerza disolvente y corrosiva. Es la encargada de la desestructuración psíquica y de la disolución de los vínculos del yo con sus objetos. Actúa de acuerdo al principio de Nirvana, esto es, la tendencia a reducir la tensión psíquica a su nivel “cero”, a conducir a la materia orgánica al estado simple de lo inanimado. La pulsión de muerte es el componente autodestructivo por antonomasia y se encuentra alojado en lo más profundo del sujeto. Opera dentro de él desde sus mismos intracelulares. Es además, la generadora de la agresividad y la responsable de la compulsión de la repetición de los procesos patológicos. Así, mientras la pulsión de vida es creadora de vida y amor, la pulsión de muerte es la responsable del odio y la destrucción. A través de esta concepción dualista de las pulsiones, Freud se ubica como un sucesor de Empédocles de Agrigento, el gran filósofo presocrático que explicó el mundo por medio de la interacción de estas dos fuerzas primigenias. En resumen, el estudio del narcisismo, el descubrimiento del objeto interno y la teoría de las pulsiones de vida y muerte, constituyen las tres grandes aportaciones de Freud elaboradas en este período intermedio comprendido entre la primera y la segunda tópica.

El período de la segunda tópica se inicia, como dijimos, en 1923 con la publicación de El yo y el ello. En esta obra, Freud propone otra subdivisión del aparato psíquico que complementa la anterior. El descubrimiento de las estructuras narcisistas, el yo y el ideal del yo, el análisis de las funciones estructurantes de los objetos internos y el descubrimiento de las pulsiones de vida y muerte prepararon la nueva división del aparato psíquico en tres instancias:

a) El ello: es la región más primitiva. Se conecta con lo biológico, es la sede de las pulsiones de vida y de muerte.

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b) El yo: constituye la imagen integrada del sí mismo y va a configurar una estructura funcional encargada de la supervivencia y de la regulación de los estímulos provenientes tanto del mundo interno como del mundo externo. Se organiza por la percepción, su núcleo central es el cuerpo y se nutre de identificaciones con los objetos.

c) El super yo: Es una estructura derivada de la integración del ideal del yo y de las funciones de censura derivadas de los objetos primarios. Sede de una herencia primitiva, el super yo se va a encargar de la regulación de la autoestima y del sentimiento de culpa, en función de la transgresión de la ley.

El ello, el yo y el super yo se van a superponer a la primera división intersistémica mediante las siguientes correlaciones:

a) El ello tiene únicamente la cualidad de ser inconsciente.

b) El yo, comparte las tres cualidades psíquicas. Tiene una parte consciente, encargada de la percepción; su mayor parte es preconsciente y posee una región inconsciente, que es la encargada de las funciones defensivas: los mecanismos de defensa del yo.

c) El super yo también comparte las tres cualidades psíquicas, pero es en su mayor parte inconsciente, y en su región más antigua y profunda, se conecta con el ello.

Quizá el dato más relevante que nos gustaría destacar de la segunda tópica es que para Freud, las instancias psíquicas, sobre todo el yo y el super yo son derivados estructurales de las relaciones de objeto. “El yo es un precipitado de las cargas de objeto abandonadas, y contiene la historia de estas mismas relaciones” nos dirá textualmente en El yo y el ello.

Por medio de la identificación se va a realizar un proceso de internalización dentro del yo y del super yo, de diversos aspectos de las relaciones objetales que permitirán su estructuración diferenciada y su precipitación en las instancias psíquicas. En la actualidad., los trabajos de Kernberg se inscriben en esta línea de pensamiento.

El desarrollo de los postulados de la segunda tópica ha dado lugar a una de las corrientes más importantes del psicoanálisis contemporáneo: la psicología del yo, cultivada

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principalmente en los Estados Unidos. Sin embargo, combinada con la teoría de las relaciones objetales de origen británico, constituye uno de los enfoques más fecundos y actuales del pensamiento analítico.

Volviendo a nuestro objetivo, podemos definir integralmente el aparato psíquico a partir de las contribuciones sintetizadas en este trabajo, de la siguiente manera:

1) E1 aparato psíquico es una compleja organización funcional diseñada para explicar con cierta coherencia el intrincado mundo de la experiencia subjetiva y la vida mental del ser humano.

2) Esta organización se encuentra ubicada en el espacio psíquico, aunque esté estrechamente vinculada con el funcionamiento neuronal.

3) E1 aparato psíquico está subdivido en tres localidades: consciente, preconsciente e inconsciente. Posee una dimensión simbólica (las representaciones) y una dimensión energética (las pulsiones).

4) Además, está constituido por las instancias {ello, yo y supero yo) encargadas de realizar funciones específicas (motivacionales, perceptuales, defensivas y de censura).

5) E1 aparato psíquico funciona de dos maneras simultáneas y complementarias: en proceso primario (fabricación imaginaria) y en proceso secundario (pensamiento racional).

6) E1 aparato psíquico está gobernado por tres principios: el principio del placer, el principio de realidad y el principio de Nirvana.

7) Además de sus localidades e instancias, el aparato psíquico contiene los objetos internos, que determinan los vínculos con los objetos externos y posee estructuras narcisistas responsables de la constitución de la autoimagen y de la regulación de la autoestima.

8) E1 aparato psíquico pasa por distintas fases de desarrollo que son el resultado de la interacción de los distintos factores medioambientales, sobre las características innatas del individuo. Estas fases resultan ser decisivas para el desarrollo de patologías específicas y

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han sido descritas por numerosos autores después de Freud (Spitz, Mahler, Jacobson, Winnicott).

El conocimiento de la estructura y funcionamiento normal del aparato psíquico es condición necesaria para la comprensión de su funcionamiento alterado. El estudio del origen y modalidades de este funcionamiento anormal va más allá de los límites de este trabajo y constituye por sí mismo el capítulo de la psicopatología

El mecanismo básico de la psicopatogénesis puede ser resumida en la siguiente serie causal de fenómenos:

Factores innatos + factores adquiridos -» experiencias

traumáticas -» fijación de las experiencias traumáticas -»

primera respuesta defensiva del yo (represión) -» actividad

inconsciente del trauma -» retorno de lo reprimido +

compulsión de la repetición -» segunda respuesta defensiva

del yo (otros mecanismos de defensa) -» formaciones de

compromiso (síntomas) -» los diferentes cuadros clínicos

que estudia la psicopatología.

La diferencia entre salud y enfermedad, va a depender únicamente de factores cuantitativos, es decir, estará en función del equilibrio dinámico interestructural, resultante de la interacción del yo, el ello, el super yo y la realidad exterior. Cuando éste equilibrio se rompe, surge la enfermedad.

Desde esta concepción dinámica, la salud se concibe como un estado de homeostasis relativa capaz de ser alterada por el incremento de cualquiera de sus fuerzas componentes, mientras que la enfermedad se entiende como la alteración no autoregulada de dicha homeostasis.

A la luz de estas concepciones de salud y enfermedad, podemos ubicar por fin el papel de la psicoterapia dentro del abordaje terapéutico de las enfermedades mentales. Se trata de un conjunto de procedimientos técnicos orientados al restablecimiento del equilibro dinámico alterado por los

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procesos patógenos. La psicoterapia intenta así, corregir la falla homeostática provocada por la enfermedad.

En suma, la concepción dinámica del aparato psíquico es la base teórica indispensable para el estudio del campo de la salud mental, hace posible la comprensión del funcionamiento normal de la vida psíquica y proporciona los elementos teóricos que permiten explicar la enfermedad mental. Además, ofrece el fundamento para sustentar los procedimientos técnicos orientados a combatirla. Uno de estos procedimientos es la psicoterapia.

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BIBLIOGRAFIA.

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2) Freud S. (1915 ) Lo Inconsciente. Ed. Paidós.

3) (1900). La Interpretación de los Sueños. Ed.. Paidós.

4) (1905). Tres Ensayos sobre una Teoría Sexual. Ed.Paidós.

5) (1914). Introducción al Narcisismo. Ed.. Paidós.

6) (1917). Duelo y Melancolía. Ed. Paidós.

7) (1923) El Yo y el Ello. Ed. Paidós.

8) (1911) Los Dos Principios sobre el Acaecer Psíquico. Ed. Paidós.

9) (1927) El Malestar en la Cultura. Ed Paidós.

10) Kernberg O. (1976) La Teoría de las Relaciones Objetales y el Psicoanálisis Clínico. Ed. Paidós.

11) Klein M. Obras Completas.

12) Winnicott W. D. Obras Completas.