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El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal 1 El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal Dr. Alfredo Sarmiento Lic. Claudia De Simone Introducción El abordaje de jóvenes que han cometido una actuación transgresora, es un ámbito absolutamente complejo. En este se puede observar un entramado de dos discursos que conviven, algunas veces solidariamente y otras tantas paradojalmente. Se distinguen aquí, por supuesto el discurso jurídico, aquel que toma al sujeto y lo interroga sobre los hechos que realizó para luego aplicar sobre este un reproche de tinte sancionatorio, y el discurso psicológico que intenta que el sujeto se interrogue acerca de las motivaciones inconscientes que lo llevaron a involucrarse en ese acto transgresor. Recorreremos este ámbito de inserción del psicólogo jurídico a través de las distintas miradas que confluyen y que de acuerdo a la interacción de las mismas, podrá resultar beneficioso para el niño o joven que esté detrás de ellas. Una mirada desde lo jurídico Partiremos definiendo la privación de la libertad tal como aparece en las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Jóvenes Privados de la Libertad, a saber: Toda forma de detención o encarcelamiento, internamiento en un establecimiento público o privado del que no se permita salir a la persona menor de edad por su propia voluntad, por orden de cualquier autoridad judicial, administrativa y otra autoridad pública”. Esta definición incluye la internación por motivos de protección y no sólo por infracciones cometidas por adolescentes contra la ley penal 1 . También se incluye la internación 2 en una institución clínica/médica ordenada por cualquier autoridad judicial, administrativa u otra autoridad pública. En este sentido, la privación de la libertad es entendida como una severa restricción de derechos que, de no ser aplicada adecuadamente, provoca deterioros irreversibles en el desarrollo y 1 Se refiere a todo niño, niña o adolescente al que se le ha imputado la comisión de un acto transgresor que la ley califica como “delito” o se le ha considerado culpable de la comisión de este. 2 Por ejemplo: Institutos de Menores o de Régimen Cerrado, Hogares, Clínicas Psiquiátricas, Comunidades Terapéuticas, Residencias Juveniles, etc..

Quehacer profesional del psicólogo en el abordaje de ... · infractores a la ley penal son sujetos de derecho, que deben ser oídos y su opinión debe ser tenida en cuenta, como

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El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

1

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes

infractores a la ley penal

Dr. Alfredo Sarmiento

Lic. Claudia De Simone

Introducción

El abordaje de jóvenes que han cometido una

actuación transgresora, es un ámbito absolutamente complejo. En este

se puede observar un entramado de dos discursos que conviven,

algunas veces solidariamente y otras tantas paradojalmente. Se

distinguen aquí, por supuesto el discurso jurídico, aquel que toma al

sujeto y lo interroga sobre los hechos que realizó para luego aplicar

sobre este un reproche de tinte sancionatorio, y el discurso

psicológico que intenta que el sujeto se interrogue acerca de las

motivaciones inconscientes que lo llevaron a involucrarse en ese acto

transgresor.

Recorreremos este ámbito de inserción del psicólogo

jurídico a través de las distintas miradas que confluyen y que de

acuerdo a la interacción de las mismas, podrá resultar beneficioso para

el niño o joven que esté detrás de ellas.

Una mirada desde lo jurídico

Partiremos definiendo la privación de la libertad tal

como aparece en las Reglas de las Naciones Unidas para la

Protección de los Jóvenes Privados de la Libertad, a saber:

“Toda forma de detención o encarcelamiento,

internamiento en un establecimiento público o

privado del que no se permita salir a la persona

menor de edad por su propia voluntad, por orden

de cualquier autoridad judicial, administrativa y

otra autoridad pública”.

Esta definición incluye la internación por motivos de

protección y no sólo por infracciones cometidas por adolescentes

contra la ley penal1. También se incluye la internación2 en una

institución clínica/médica ordenada por cualquier autoridad judicial,

administrativa u otra autoridad pública.

En este sentido, la privación de la libertad es entendida

como una severa restricción de derechos que, de no ser aplicada

adecuadamente, provoca deterioros irreversibles en el desarrollo y

1 Se refiere a todo niño, niña o adolescente al que se le ha imputado la comisión de un acto transgresor

que la ley califica como “delito” o se le ha considerado culpable de la comisión de este. 2 Por ejemplo: Institutos de Menores o de Régimen Cerrado, Hogares, Clínicas Psiquiátricas,

Comunidades Terapéuticas, Residencias Juveniles, etc..

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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evolución de los niños, niñas y adolescentes por el nivel de

padecimiento que conlleva.

La Convención Internacional sobre los Derechos del

Niño excluye a la privación de la libertad como medida de protección

y restringe claramente la posibilidad de su aplicación en el ámbito

penal, como medida excepcional y por el menor tiempo posible.

Resulta imprescindible mencionar cómo es el sistema

jurídico aplicable a la infancia, puesto que el mismo representa un

entramado sumamente complejo que ha posibilitado su subsistencia

durante casi un siglo.

Al respecto, en el año 1919 se sancionó la Ley 10.903,

también llamada Ley Agote o Ley de Patronato de Menores, que dio

comienzo a la construcción de un “sistema tutelar”. Esta ley disponía

que ante el hecho de que un menor de 18 años de edad se encontrara

en “abandono o peligro material o moral” se diera intervención al

Juez de la jurisdicción criminal y correccional, ya sea en la Capital de

la República o en las provincias o territorios nacionales.

Frente a estos menores de edad en tal situación, la ley

suponía que el Estado tenía la función de tutelar a través del Juez de

Menores (penal), quien cumpliría su rol no solamente desde un

aspecto estrictamente jurídico sino también desde un aspecto moral y

social. Esta intervención del Juez apuntaba a la “protección”, por lo

tanto requerirían de su “tutela” y tenía la facultad de “disponer” de

estos menores hasta que alcanzaran la mayoría de edad (21 años).

Este modelo de intervención es llamado por la doctrina

de “la situación irregular”, bajo el argumento de la protección, los

niños y adolescentes eran separados de su medio familiar y

comunitario e internados en establecimientos penales sin precisar el

período de tiempo que abarcaría esa medida, apelando a una

discrecionalidad ilimitada del juez que solo encontraba su límite en la

mayoría de edad, al tiempo que apelaba a la privación de la libertad

como una medida de primer recurso.

Quizás la crítica más importante a este sistema tutelar,

podría basarse en que no se hacía distinción entre aquella porción de

la infancia que era víctima de delito, aquella que era imputada de un

acto transgresor y aquella porción de la infancia que se hallaban en

situación de vulnerabilidad económica y social.

Asimismo, este sistema no se agotaba con la Ley de

Patronato sino que funcionó y aún funciona conjuntamente con el

Régimen Penal de la Minoridad creado por el Decreto-Ley Nº

22.278 de 1980 (modificado por el Decreto-Ley Nº 22.803). Esta

norma distingue una actuación diferenciada según las diferentes

franjas etarias de que se trate:

a) Hasta los 16 años de edad: Los niños y adolescentes son

“no punibles”, esto es la imposibilidad jurídica de aplicar

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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pena, de recibir reproche jurídico, aunque se podía

disponer de estos hasta los 21 años de edad

b) Entre 16 años y hasta los 18 años de edad: para esta

franja se establece un régimen de punibilidad relativa, es

decir para los delitos de acción pública, con más de dos

años de prisión que se encuentran establecidas en el

Código Procesal Penal para Adultos, los jóvenes son

considerados punibles, por lo tanto no existe distinción

entre las penas aplicables a estos adolescentes y las

aplicables a los adultos. En cambio, para los delitos de

acción pública que tienen menos de dos años de prisión, se

los considera a los adolescentes como no son punibles.

c) Entre 18 años y 21 años de edad: son considerados

jóvenes adultos1 y son siempre punibles.

Ahora bien, desde la incorporación –1990- de la

Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CDN) al

derecho positivo interno e incluso cuando se le otorgó jerarquía

constitucional –1994-, ha desatado discusiones basadas en la

necesariedad de adecuación legislativa a este documento. Como

consecuencia de estas surge la sanción de la Ley Nº 26.061/06 de

Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y

1 Articulo 126 del Código Civil, Articulo 15 de la Ley 10.903, Articulo 1 y 2 de la Ley 22.278 (modif,

22.803)

Adolescentes2, la cual deroga la Ley Nº 10.903 (esta todavía se

encuentra en vigencia pues hasta el momento de la presente no se ha

reglamentado la nueva ley).

La Ley de Protección Integral tiene como finalidad la

protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes cuyo

principio rector es el interés superior del niño. Se deberá entender

como interés superior del niño, a la máxima satisfacción integral y

simultánea de los derechos y garantías reconocidos.

Esta Ley apunta al fortalecimiento de los vínculos entre

padres e hijos, por lo tanto la separación de los padres debe ser una

medida de último recurso, solo aplicable excepcionalmente, limitada

en el tiempo, reservada para los casos de graves violaciones de sus

deberes parentales y dictada con absoluto respeto de los derechos y

garantías de los progenitores.

Por lo tanto, el rol del Estado es el de ser garante de los

derechos del niño y la sanción de esta Ley crea el Sistema de

Protección Integral de Derechos, este establece una organización

mediante la cual las instituciones administrativas y judiciales se

encuentran dotadas de dispositivos que se pondrán en marcha ante la

violación o amenaza de los derechos de los niños, niñas y

adolescentes.

2 Esta Ley crea en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional, la Secretaria Nacional de Niñez, Adolescencia

y Familia y el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia. También en el ámbito del Poder Legislativo, crea la figura del Defensor de los Derechos de las Niños, Niñas y Adolescentes.

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Por último, se considera que los niños y adolescentes

infractores a la ley penal son sujetos de derecho, que deben ser oídos y

su opinión debe ser tenida en cuenta, como así respetar todos sus

derechos (a la identidad, a la salud, etc.), que la organización en la que

se encuentran debe garantizar la restitución y protección de estos y

que la privación de libertad debe ser una medida excepcional, limitada

en el tiempo por el más breve lapso posible.

Una mirada desde lo institucional

Los profesionales psicólogos que nos desempeñamos

en una institución de régimen cerrado que alberga jóvenes con causa

penal, hemos observado que la internación en privación de libertad es

una medida que los jueces de menores la utilizan sin precisar –con

antelación- tiempos de permanencia, a la que se apela –muchas veces-

en forma arbitraria y al sólo efecto del control social, sin prever un

objetivo ni abordaje adecuado para revertir la situación que motivó el

alojamiento de un joven en este tipo de establecimientos.

Teniendo en cuenta esto, es necesario considerar para

la elaboración de estrategias de abordaje, la imposibilidad de contar

con antelación el tiempo que un joven permanecerá internado, es por

ello que, para poder viabilizar lo anteriormente expuesto, deberemos

realizar intervenciones, señalamientos, minidevoluciones tendientes a

lograr la subjetivización, desde el primer instante que se toma

contacto con el sujeto a evaluar.

Es imprescindible aclarar que, la función principal de

este tipo de instituciones, es la realización de un diagnóstico integral

del joven y de su núcleo familiar y/o referentes afectivos que puedan

llegar a hacerse cargo de la tutela de este, o bien contar con

alternativas institucionales a la privación de libertad para poder

derivar, según la problemática que presenta el mismo.

Esta tarea diagnóstica deberá ser realizada en el menor

tiempo, remitiendo al juzgado interviniente un informe técnico

(psicológico y social) en el cual se consignará una sugerencia de

derivación. Esta sugerencia de derivación no es más que una

indicación de la modalidad de abordaje terapéutico más conveniente.

Es importante aclarar que el informe técnico se remite

a la Secretaría Tutelar perteneciente al Juzgado que interviene en

cada caso, siendo que esta se ocupa de:

a) la asistencia integral del niño o joven

b) el tipo de tratamiento que requiere

c) las medidas preventivas que se deben tomar.

Asimismo, existe en cada Juzgado –además de la

Secretaría Tutelar- una Secretaría Actuaria, la cual se ocupa de:

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a) tipificar los actos transgresores

b) reunir evidencias (Por ejemplo: si hay testigos, etc)

c) el grado de responsabilidad

d) realizar el procesamiento judicial

Ahora bien, en cuanto a la sugerencia de derivación,

debemos decir que existen limitadas alternativas de derivación, este

escaso abanico de posibilidades, se presenta como un obstáculo difícil

de sortear a la hora de sugerir al juez, qué tipo de modalidad de

abordaje requiere el joven que hemos evaluado, produciéndose –en la

mayoría de los casos- un desvío que no permite hacer coincidir

fielmente la problemática individual con las características de la

institución que finalmente lo albergará.

En cuanto a esto, nos resulta indispensable detallar las

distintas alternativas de derivación, como así también los indicadores

técnicos más relevantes que permitirían sugerir la modalidad de

abordaje más conveniente en cada joven evaluado, a saber:

a) Egreso con su familia, tutor o referentes afectivos: Es la

posibilidad de que el joven sea externado y reintegrado a

su núcleo familiar o bien con tutor o referentes afectivos.

Para ello, deberemos evaluar:

El grado de continencia familiar o de las figuras

que podrán hacerse cargo del joven

Qué el joven presente cierto grado de consciencia

de la situación en la que se encuentra involucrado

y que esta no halla devenido en una situación de

alta exposición a riesgos

Que cuente con recursos internos que le permitan

funcionar autónomamente

Posibilidad que pueda esbozar un proyecto de vida

distinto

Que se evidencie implicancia subjetiva y

posibilidad de utilizar la palabra para expresar lo

que le sucede.

b) Institución de régimen cerrado de acuerdo a la franja

etarea: Es un abordaje integral dentro de una institución

de límites precisos que posee un régimen institucional de

internación, con un equipo integrado por profesionales de

distintas disciplinas (psicólogos, trabajadores sociales,

médicos, nutricionistas, etc) con acompañamiento de

personal de seguridad y operadores socio-educativos. Para

poder sugerir esta modalidad de tratamiento, el joven

deberá:

Presentar escasa consciencia de la situación en la

que se involucró

Dificultad para expresar con palabras su

conflictiva

Tendencia a la actuación,

Escasa posibilidad de manejar sus impulsos

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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Dificultad para resolver sus conflictos a través de

la violencia

Haberse involucrado en situaciones de alto riesgo

no sólo para sí sino para terceros

Por lo tanto el abordaje más indicado en estos casos

tenderá a que el joven pueda comenzar a poner palabras a

su conflictiva, que pueda conectarse con las motivaciones

inconscientes que lo llevaron a involucrarse en este tipo de

actos, que mitigue sus impulsos agresivos y sobre todo

que pueda reflexionar acerca de las consecuencias que su

accionar le puede traer aparejado.

c) Institución de régimen abierto (Por ejemplo: Hogares o

Residencias Educativas de libertad restringida). Se

trata de un dispositivo que integra profesionales y

Operadores Socio-educativos, cuya permanencia se estima

aproximadamente de un año, tendiente a reinsertarlo en su

núcleo familiar, en el cual se han detectado una conflictiva

familiar que impida la inclusión (transitoria) del joven en

estos momentos. Se le ofrece al joven, un espacio

contenedor de residencia que le permita continuar sus

estudios en escuelas extramuros, como así también

posibilidad de insertarse laboralmente. Para ello, el joven

deberá presentar:

Cierta consciencia de su conflictiva y de las

consecuencias que puede traer aparejado su

accionar

Haberse involucrado en situaciones de mínimo

exposición al riesgo

Que pueda resolver los problemas que se le

presentan sin tener que apelar –necesariamente- a

la violencia/agresión

Que pueda implicarse subjetivamente en lo que le

sucede

Que presente disposición para elaborar un proyecto

de vida futuro que contemple sus posibilidades

reales y potencialidades internas.

d) Comunidades Terapéuticas: Es un dispositivo de

internación que realiza tratamiento específico a aquellos

sujetos que presentan un compromiso significativo con las

sustancias tóxicas y/o alcohol. Por lo tanto, el indicador

técnico más relevante es determinar el grado de

dependencia, si hay presencia de cierta consciencia de su

situación y de las consecuencias que esta pueda traer.

Asimismo, es importante evaluar el nivel de

acompañamiento familiar durante el periodo que demande

la internación en este tipo de abordaje terapéutico.

e) Casas de Medio Camino: Este tipo de instituciones

funcionan de manera similar que los Hogares o

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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Residencias, al ser establecimiento de puertas abiertas y

albergar pequeños grupos entre 10 y 20 jóvenes. Su

función principal es realizar tratamiento psicoterapéutico y

psiquiátrico para aquellos jóvenes que presenten alguna

patología psiquiátrica que no sea psicosis y que requieran

un tratamiento medicamentoso.

f) Clínica Psiquiátrica: Realizan tratamiento psiquiátrico a

sujetos que presenten una patología psiquiátrica,

especialmente psicosis, que se encuentren descompensados

psíquicamente y que por ello requiera un tratamiento

medicamentoso y en la modalidad de internación.

g) Instituciones Especializadas: Este tipo de instituciones

tienen la particularidad de especializarse en algunas de las

distintas problemáticas que puedan presentar algunos

jóvenes, como por ejemplo si presentare debilidad mental..

Si bien sabemos que el informe psicológico es no

vinculante, esto es no determinante para que el juez tome una

resolución, podemos decir que influye de alguna manera en la

resolución judicial, encontrándonos en la práctica cotidiana con un

porcentaje absolutamente mayoritario en el cual la resolución judicial

coincide con la sugerencia de derivación remitida por el Equipo

Técnico Institucional.

En relación a esto, nuestra práctica nos ha permitido

observar que si la sugerencia técnica es que permanezca internado en

un establecimiento de régimen cerrado, muy difícilmente la Justicia

falle en contra de esto, aunque sí lo hace cuando se sugiere el egreso o

el traslado a una Residencia o Comunidad, siempre que la causa sea

considerada grave o halla tenido reiterancia en el delito. Por lo que

podemos concluir que, generalmente, si se trata de internar hay

acuerdo rápidamente, no así cuando se solicita el egreso o traslado a

un establecimiento de régimen abierto.

Siguiendo esta línea de pensamiento, se podría

desprender fácilmente, que la tarea del psicólogo/a quedaría

restringida a la realización de un diagnóstico, el cual posibilitaría al

Juez resolver sobre la situación tutelar de un joven infractor.

En cuanto a esto, se puede plantear que como

profesionales no debemos permitir que la función del psicólogo quede

homologada a la función diagnóstica, por el contrario nuestro desafío

tenderá a poder encontrar un nuevo sentido a la situación de

internación impuesta por un juzgado. Es por ello que consideramos

que la internación (tanto en privación de libertad como en otro

régimen) sólo tiene sentido si adquiere estatuto de intervención,

siguiendo esta línea de pensamiento la evaluación diagnóstica debe

ser considerada como tal.

Por lo tanto el diagnóstico, además de ser una

herramienta que permite indagar y obtener cierta información acerca

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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del sujeto que estamos evaluando, puede llegar a constituirse en un

espacio que permita que el joven comience a utilizar la palabra,

desplegar su historia personal, interrogarse acerca de cuales fueron las

motivaciones inconscientes que lo llevaron a involucrarse en

situaciones de riesgo, no sólo para sí sino para terceros, reflexionar

acerca de aquellas cuestiones que no pudieron ser procesadas por una

vía simbólica, sino a través de un acto transgresor.

Destacamos este momento diagnóstico, sobre todo

porque en la mayoría de los casos, puede llegar a ser un momento

único, y en otros puede ser la última posibilidad que tengamos para

poder intentar conmover el posicionamiento subjetivo que motivó su

internación.

Esta posibilidad, tenderá a que el joven pueda

implicarse subjetivamente del acto transgresor, que pueda

responsabilizarse en el sentido de apropiarse de ello.

Una de las dificultades más frecuentes con las que se

encuentra el psicólogo es poder situarse en un lugar distinto al que

tiende a ubicarlo el joven. Al respecto, el joven no está por fuera de la

dimensión que tiene en el imaginario social el formar parte de una

institución que si bien lo aloja mientras se encuentra internado,

también se encuentra absolutamente vinculada al ámbito jurídico.

Es por ello, que como profesionales deberemos intentar

dejar en claro la diferencia existente entre nuestra función (la de

realizar una evaluación diagnóstica) y la resolución judicial. Lograr

esto último implica para el psicólogo apelar constantemente a la

disociación instrumental, la cual permitirá que su tarea se lleve a cabo

según los preceptos de la ética profesional.

Es importante que el espacio de la evaluación

diagnóstica sea propiciador de la palabra, a través de la escucha,

utilizando todas las estrategias que se consideren necesarias para

establecer un vínculo de confianza, que permita reflexionar y que

facilite la historización. En cuanto a esto, se puede afirmar que sin el

establecimiento de un vínculo no hay intervención posible.

Si bien los jóvenes con los cuales trabajamos no tienen

una demanda explicita, entendida esta demanda como algo a priori,

nosotros consideramos que este espacio de escucha debe ser utilizado

como generador de esta demanda, por lo tanto entendemos la

demanda, como algo a-posteriori, algo a construir. Un desafío

interesante que posibilitará al sujeto mitigar su tendencia a la acción.

En la mayoría de los casos, y analizando cómo se fue

gestando el accionar transgresor en la historia de un sujeto, hemos

observado que, en los primeros momentos aparece como un intento de

decir con actos lo que no puede con palabras, un intento fallido que

lejos de brindarle un lugar para que el malestar se despliegue y tenga

un impacto eficaz: ser escuchado; el sujeto queda entrampado en su

acto y no obtiene lo que –inconscientemente- buscaba.

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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Es muy común, observar esta modalidad, durante la

permanencia institucional, ya que el joven, apela a actuaciones (hetero

y autoagresiones) con el sólo objetivo de contar con un lugar donde

pueda hablar de lo que le sucede.

Cuando la institución instrumenta los mecanismos

adecuados para que la palabra circule y el joven encuentra que esta

tiene un estatuto distinto, permitirá que pueda disminuir esta

modalidad de resolución de los conflictos a través de los actos que

venía realizando. Con el simple hecho de poder nombrar su conflicto

dejando de lado el accionar transgresor que lo sustituía, sus acciones

comenzarán a perder esta eficacia fallida, la cual resulta (en algunos

casos) sumamente costosa para el sujeto.

Teniendo en cuenta la etapa adolescente por la cual

transitan los jóvenes que atendemos, sabemos que las intervenciones

que se realizan pueden permitir un viraje en el posicionamiento

subjetivo del joven que posibilite el surgimiento de la angustia y que

pueda comenzar a poner en palabras su conflicto, con el objetivo que

pueda encontrar la significación de sus actos.

No podemos considerar al joven entrevistado como un

objeto de estudio, por ende difícilmente tenderemos a realizar

diagnósticos que apunten a estigmatizarlo. Al respecto, entendemos al

diagnóstico como dinámico, algo que puede ir variando de acuerdo a

la etapa en la que se encuentre transitando o bien modificándose

atento a los sucesos que puedan ir apareciendo en la vida de un sujeto.

Es por ello, que la tarea del psicólogo, además de evaluar estas

fluctuaciones, es acompañar el impacto que puede generar en un

sujeto tomar conocimiento de algún hecho trascendental en su vida.

Un ejemplo de esto, es que durante su internación se devela la

verdadera identidad de su progenitor, o aspectos de su historia que se

hallaban ocultas (su nacimiento fue producto de una violación) y que

su accionar transgresor se constituía como un anuncio de esto.

Si bien podemos acordar que el acto transgresor que

motivo la internación en privación de libertad, es un hecho antisocial

pasible –en muchos casos- de un reproche jurídico, es también la

expresión de una historia estructurante.

Del mismo modo, es dable destacar el efecto que

genera en un sujeto la situación de internación en una institución

cerrada (pérdida de identidad, masificación, pérdida de los lazos

sociales, etc.), sobre todo cuando se trata de niños y adolescentes, que

por la etapa evolutiva que se encuentran atravesando, se reactivan

cuestiones de su historia personal, su relación con las figuras

parentales, con sus pares y con su entorno social.

Estas problemáticas requerirán de un abordaje

personalizado tendiente a que se le brinde no sólo contención afectiva

sino también que le ofrezca figuras que puedan constituirse en un

soporte adecuado que contribuyan a favorecer su desarrollo y le

posibiliten realizar un pasaje por esta etapa tan particular, lo menos

traumático posible.

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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Asimismo, es importante aclarar que todas las

estrategias de intervención se dirigirán a la creación de un proyecto de

vida diferente, que contemple no sólo las potencialidades que posee el

joven en cuestión, sino también las posibilidades reales para su

viabilización, a los efectos que la transgresión no se constituya en una

modalidad de funcionamiento instalada.

Sin embargo, debemos advertir, que –muchas veces- no

se tiene en cuenta el efecto que a-posteriori esto ocasiona, sobre todo

al momento de su reintegración al medio familiar-social, puesto que

se produce una doble marginación que le obstaculiza, al joven, llevar

a cabo el proyecto de vida que pudo esbozar mientras estuvo

internado, y –en la mayoría de los casos- es causa de reiterancia en el

delito y de reingreso a este circuito.

Básicamente, planteamos el proceso diagnóstico como

una tarea tendiente a la promoción de sentido –absolutamente

singular- en cada sujeto que evaluamos, esto es favorecer que el

cuestionamiento, la pregunta emerja, que se constituya en un

disparador para que el joven pueda saber acerca de su accionar, pueda

encontrarse con las motivaciones inconscientes que lo llevaron a

exponerse a riesgos, pueda conectarse afectivamente con esto y

apropiarse de su acto.

Claro esta, que para ello será necesario brindar un

espacio propiciador del surgimiento de la palabra, justo allí donde

hubo un acto, la palabra debe emerger. Este acto del que hablamos, no

es un acto cualquiera, tiene el atributo –aberrante en muchos casos- de

ser transgresor, de romper, de quebrar, de poner en cuestionamiento la

ley.

Dentro de un establecimiento de privación de

libertad, el consultorio puede y debe transformarse en un lugar

favorable y posibilitador. Favorable para el sujeto, pues podrá tener la

oportunidad de experimentar cómo la palabra puede aliviar su

malestar y posibilitador del sujeto, pues gracias a que existe un otro

que se ofrezca para escucharlo, puede reconocerse como tal.

Por todo lo expuesto, es que proponemos tender a

una institución resultante de una adecuada planificación, en cuanto a

la metodología de abordaje, unificación de criterios técnicos y

estrategias de intervención complementarias, en miras de una

convergencia de los esfuerzos hacia el objetivo común: el interés

superior del niño.

Consideramos que deberá apuntar a:

- Que se corresponda con los lineamientos de la protección

integral y restitución de derechos.

- Que favorezca la reintegración del joven a su núcleo

familiar y/o referentes posibles.

- Que la comunidad esté presente con sus recursos desde el

inicio.

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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- Que le brinde atención personalizada.

- Que reciba abordaje integral (psicológico, social, médico,

jurídico, etc.)

- Que cuente con actividades educativas y recreativas que se

correspondan con la curricula vigente.

- Que le brinde contención afectiva.

- Que le ofrezca figuras que puedan constituirse en un

soporte adecuado.

- Que permita el despliegue de sus potencialidades.

- Que favorezca la creación de un proyecto de vida futuro.

- Que la permanencia en la institución sea el menor tiempo

posible.

Una mirada desde lo psicológico

Partiremos intentando conceptualizar el proceso

adolescente rescatando algunas de sus características distintivas con el

objetivo de analizar la modalidad particular de procesamiento

psíquico que presentan los jóvenes infractores. Para ello, se ha

seleccionado las siguientes:

- Su carácter marginal.

- Las distintas crisis que evocan a la muerte.

- Su tendencia transgresora.

- Su carácter contradictorio.

- La búsqueda de la identidad.

- La salida exogámica.

En general, se suele caracterizar a la adolescencia

como el período intermedio entre la niñez y la edad adulta, pero

caracterizarla de esta forma es restarle identidad a si misma.

Consideramos a la adolescencia como un período de transición, este

carácter de transición le otorga un carácter marginal, es decir el de no

pertenecer ni al mundo de la infancia ni al de los adultos. Sin

embargo, es fácilmente observable que en este periodo adolescente,

sus protagonistas construyan su propio lenguaje y su propio sistema

de valores, intentando establecer de alguna manera algo distintivo,

algo que le otorgue cierta identidad, aunque más no sea de forma

transitoria, ya que no es posible permanecer en la adolescencia

eternamente.

Siguiendo esta línea de pensamiento, la particularidad

–por lo menos en su mayoría- de los adolescentes que se encuentran

internados en una institución cerrada en privación de libertad, es que

no sólo por su condición se los podría denominar “marginales” sino

también que por la etapa propia que están atravesando, podríamos

considerar que se genera una marginación doble.

Es así que la adolescencia se nos presenta como un

proceso que tiene como característica esencial la de desplegarse a

través de varias crisis que evocan a la muerte. Al respecto, una

primera crisis es aquella que alude a la destrucción de ese niño que

fue. Se produce una lucha tendiente a buscar un lugar de identificación

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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desde el cual sostenerse, esto es en miras de establecer un ideal

propio.

Como segunda crisis, podríamos mencionar aquella

que implica la muerte simbólica del padre. Para que esta operación se

logre, tiene que haber un padre que se deje “matar”, un padre vivo en

el deseo que pueda sostenerse como deseante/deseable.

No podemos dejar de mencionar las identificaciones

familiares herederas del Complejo de Edipo, las cuales también

entran en crisis, puesto que el adolescente tendrá que como tarea

ardua y conflictiva, buscar identificaciones fuera de su núcleo

familiar.

Para ello, el adolescente debería realizar una serie de

trabajos simbólicos que le posibilitarían efectivizar el pasaje de lo

familiar a lo extra-familiar, de lo fálico a lo genital, del jugar al

trabajar, del desplazamiento a la sustitución (particularmente en

términos de elecciones de objeto o en términos edípicos) y la

repetición transformada de los tiempos del narcisismo como nuevo

trabajo.

La adolescencia como momento de crisis va a ser

elaborada y desplegada de diversa manera en los jóvenes en conflicto

con la ley penal. Al respecto, se suele plantear que la adolescencia es

típicamente transgresora, pero debemos hacer la salvedad, que los

adolescentes con los cuales trabajamos no cometen transgresiones

propias de la etapa vital por la cual están atravesando, sino justamente

aquellas que desorganizan el orden establecido.

Por otra parte, la característica más llamativa del

comportamiento adolescente es su carácter contradictorio. Esa

polarización extrema y paradojal expresa las vacilaciones en la

búsqueda de la identidad. Es notable en el comportamiento

adolescente encontrar que está dominado por una inestabilidad

psíquica, que por cierto, la asemeja a una patología.

La búsqueda de la identidad es la que define la crisis

de la adolescencia, una búsqueda necesariamente conflictiva. Es el

momento en el cual se actualizan las inscripciones psíquicas de la

infancia. También es el momento en que se está en condiciones de

poder realizar lo que se desea.

La identidad implica filiación, esto es el pertenecer a

una familia, la cual deberá otorgar al sujeto la característica de

necesariedad y reconocimiento, dando el carácter de único a ese ser.

Generalmente, cuando se indaga la historia personal de

los niños o jóvenes en conflicto con la ley penal, aparece como dato

significativo que provienen de familias desintegradas por la

separación de sus padres a temprana edad, un porcentaje menor

continúa vinculándose, aunque esporádicamente, con su padre,

mientras que en la mayoría, el progenitor, se desvincula

definitivamente. En estos últimos casos, se desconoce la identidad del

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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mismo, apareciendo en las entrevistas psicológicas, desconocimiento

de sus orígenes, dudas o confusión acerca de su historia.

En aquellos casos, que provienen de familias

integradas, la figura paterna presenta dificultades para impartir

normas y pautas, siendo vivenciada por el hijo como debilitada,

desdibujada. Asimismo, cabe destacar que son familias numerosas, y

en su mayoría los hijos son de distintos padres. También como dato

llamativo, aparece lo que podríamos denominar como contigencia del

nacimiento (podrían o no haber nacido) lo que le dificulta la búsqueda

de su identidad, motivo por el cual el grupo de pares aparece como un

sustituto familiar y la calle, como la casa que los alberga.

Una franja importante de jóvenes entre 16 a 18 años

tienen hijos, siendo sus parejas de la misma o menor edad que ellos.

Generalmente, toman conocimiento de su paternidad unos días antes

de su internación o durante su internación. La fantasía que surge de la

mayoría se podría resumir como un intento fallido de resolver su

problemática de drogas y/o transgresión, albergando la esperanza que

la MUJER los “ayudaría” a modificar su estilo de vida, y dejar de

drogarse, robar y exponerse a riesgos. Por el contrario, esta fantasía

lejos de posibilitar lo detallado, genera una ambivalencia importante

por la cual se comienza a desplegar la problemática de base y

comienzan a hacer activo lo vivido pasivamente, es decir si hubo

abandono paterno, el hecho de estar internado los ubica en el mismo

lugar. Por otra parte, también aparece el intento de sostener una

posición pseudo-adulta, que se les vuelve en contra.

Asimismo, fácilmente se desprende la presencia de un

denominador común en todos aquellos sujetos que han cometido un

hecho que la ley califica como delito: la agresividad. Es innegable que

la agresividad existe en todos los seres humanos y que no puede ser

eliminada, requiere un trabajo psíquico con su correspondiente gasto

de energía para que sea de alguna manera procesada psíquicamente.

En cuanto al procesamiento psíquico de la agresividad

podemos decir que se puede manifestar a través de la sublimación (la

agresividad ha sido desplazada y su energía es utilizada en otros fines

socialmente aceptados) que supone un mayor trabajo psíquico o bien

por la descarga directa (se trata de acciones efectivamente realizadas

tendientes a producir daño a otros seres o al propio sujeto de la

acción), que requiere un menor trabajo psíquico.

Suele decirse que una característica principal en las

llamadas personalidades de acción es la ausencia de angustia, al

respecto podemos decir que en realidad esta ausencia de angustia no

es tal, sino que está transformada en agresividad. Sin lugar a dudas la

intervención profesional deberá apuntar al surgimiento de la angustia,

considerándola a esta como el motor que impulsa el cambio. Debemos

advertir que sin angustia, no hay terapéutica posible pero con el

desborde de angustia tampoco hay terapéutica. De lo que se trata es de

ir acompañando –casi artesanalmente- el recorrido de la angustia que

emerge, intentando que la misma no exceda los límites del sujeto,

dando lugar a posibles acting aut o en los peores casos pasajes al acto.

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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Tanto el acting-out como el pasaje al acto son considerados

fenómenos, estos son respuestas que da el sujeto a la angustia, es decir

a lo imposible de decir.

El acting-out lo entendemos como una mostración en

escena de algo que acontece al sujeto en sus memorias, en esta mostración el sujeto queda resguardado por la escena, no fuera de ella

como en el pasaje al acto. En este sentido, el pasaje al acto es una salida de la red simbólica, una disolución del lazo social.

A través de nuestra experiencia clínica institucional

hemos podido sistematizar las siguientes recurrencias que

desencadenan una agresividad sistemática:

- Falta de permanencia y continuidad de las figuras

familiares, sea esto por muerte, separación o abandono.

- Vínculos familiares marcados por la violencia efectiva y

concreta entre algunos o todos lo miembros de la misma.

- Situaciones infantiles relacionadas con vivencias agresivas:

la agresión como forma de resolución de los conflictos.

- Arbitrariedad en la fijación de las normas en la dinámica

familiar: la familia no tiene una modalidad de

funcionamiento en la cual se respetan las reglas

consensuadas socialmente, por el contrario se observa que

uno de sus miembros es el que dicta las reglas, no

incluyéndose éste en el cumplimiento de las mismas.

- Dificultad para mediatizar simbólicamente: El proceso de

internalización de las normas supone la mediatización

simbólica a través de la palabra, esto es que los actos se

desplazan o se demoran mediante el pensamiento en lugar

de la acción efectiva. Lo que aparece como dificultad o

como déficit en la simbolización, no debe considerarse

como un déficit intelectual sino que alude al procesamiento

de los conflictos psíquicos mediante acciones y no por

representaciones.

- Falta de claridad en relación a los orígenes (dudas,

confusión, etc.)

- Contingencia del nacimiento (podrían o no haber nacido)

Todo lo anteriormente expuesto sobredetermina una

estructuración psíquica particular caracterizada por una tendencia a la

acción. La estructuración del accionar transgresor de los jóvenes con

los cuales trabajamos es considerada como la conformación psíquica

resultante del intento de procesar un déficit en la identidad, puesto que

en la mayoría de los casos, se observa dificultades en el proceso de

búsqueda de la identidad, que se manifiesta en la búsqueda de grupos

sustitutos de pertenencia de similares características.

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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Consideramos que el acto transgresor que motivó la

internación en privación de libertad funciona como un lenguaje que

expresa (simbólicamente) lo que no se puede decir. Se nos presenta

como una defensa frente a la angustia que generan las situaciones

infantiles traumáticas inscriptas en su historia.

Es por ello que todas las intervenciones deberán lograr

un pasaje de la causa judicial (que es lo que motivó su internación) a

la causalidad psíquica. De lo que se trata es de encontrar un sentido,

particular en cada caso, a la transgresión, ya que esta es la expresión

de una historia estructurante y como tal debe ser correctamente

evaluada en cada situación.

Las estrategias técnicas deberán ser elegidas caso por

caso, teniendo en cuenta –obviamente- dos cuestiones fundamentales:

la etapa evolutiva que atraviesan nuestros jóvenes asistidos y el

contexto institucional que encuadra nuestra intervención.

Nuestra propuesta es una tarea donde el joven pueda

comenzar a construir sentido: preguntarse acerca de su accionar y de

las motivaciones inconscientes que lo llevaron a involucrarse en

situaciones de riesgos, comenzar a conectarse afectivamente con esto,

historizar, apropiarse, de modo tal que paradojalmente la actuación

transgresora deje de tener sentido y pueda viabilizar otra posibilidad

de procesamiento psíquico.

Una mirada integradora

Luego de haber transitado por las distintas miradas a un

mismo sujeto, a saber: la mirada jurídica que toma al sujeto y lo

ubica como objeto del derecho, la mirada institucional que intenta

realizar una intervención que no quede restringida al asesoramiento

judicial y la mirada psicológica tendiente a que el sujeto pueda

implicarse subjetivamente y la palabra tome un estatuto distinto en

detrimento de la acción, podemos decir que de lo que se trata es lograr

rescatar la singularidad del caso por caso, poder realizar un pasaje de

la causa judicial a la causalidad psíquica, que esta es absolutamente

única y que es absolutamente necesario que estas miradas se

complementen para que el sujeto emerja.

Creemos que las distintas áreas que interactúan con el

joven internado deben hacerlo desde su rol específico, pero

entendiendo que debe primar la unificación de criterios en cuanto a la

intervención que se realizará con cada joven en especial.

Esto, sin lugar a dudas, produce en el joven que recibe

las distintas intervenciones, un discurso unificado que apunta a

otorgar un sentido individual distinto, y que a su vez le otorgaría la

posibilidad de mitigar, disminuir y desestimar la modalidad de

resolución de los conflictos a través de los actos, dando lugar a la

palabra (lo simbólico).

El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal

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La unificación de la intervención entre las distintas

áreas que componen una institución, le permitirá al joven transitar por

ella como un sujeto de derechos y no como objeto del Derecho,

intentando sentar las bases para que pueda realizar un viraje en el

posicionamiento subjetivo desde aquel que lo expone a riesgos

permanentemente a encontrar la significación de sus actos, poder

nombrarlos y darle una nueva semantización.