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El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes
infractores a la ley penal
Dr. Alfredo Sarmiento
Lic. Claudia De Simone
Introducción
El abordaje de jóvenes que han cometido una
actuación transgresora, es un ámbito absolutamente complejo. En este
se puede observar un entramado de dos discursos que conviven,
algunas veces solidariamente y otras tantas paradojalmente. Se
distinguen aquí, por supuesto el discurso jurídico, aquel que toma al
sujeto y lo interroga sobre los hechos que realizó para luego aplicar
sobre este un reproche de tinte sancionatorio, y el discurso
psicológico que intenta que el sujeto se interrogue acerca de las
motivaciones inconscientes que lo llevaron a involucrarse en ese acto
transgresor.
Recorreremos este ámbito de inserción del psicólogo
jurídico a través de las distintas miradas que confluyen y que de
acuerdo a la interacción de las mismas, podrá resultar beneficioso para
el niño o joven que esté detrás de ellas.
Una mirada desde lo jurídico
Partiremos definiendo la privación de la libertad tal
como aparece en las Reglas de las Naciones Unidas para la
Protección de los Jóvenes Privados de la Libertad, a saber:
“Toda forma de detención o encarcelamiento,
internamiento en un establecimiento público o
privado del que no se permita salir a la persona
menor de edad por su propia voluntad, por orden
de cualquier autoridad judicial, administrativa y
otra autoridad pública”.
Esta definición incluye la internación por motivos de
protección y no sólo por infracciones cometidas por adolescentes
contra la ley penal1. También se incluye la internación2 en una
institución clínica/médica ordenada por cualquier autoridad judicial,
administrativa u otra autoridad pública.
En este sentido, la privación de la libertad es entendida
como una severa restricción de derechos que, de no ser aplicada
adecuadamente, provoca deterioros irreversibles en el desarrollo y
1 Se refiere a todo niño, niña o adolescente al que se le ha imputado la comisión de un acto transgresor
que la ley califica como “delito” o se le ha considerado culpable de la comisión de este. 2 Por ejemplo: Institutos de Menores o de Régimen Cerrado, Hogares, Clínicas Psiquiátricas,
Comunidades Terapéuticas, Residencias Juveniles, etc..
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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evolución de los niños, niñas y adolescentes por el nivel de
padecimiento que conlleva.
La Convención Internacional sobre los Derechos del
Niño excluye a la privación de la libertad como medida de protección
y restringe claramente la posibilidad de su aplicación en el ámbito
penal, como medida excepcional y por el menor tiempo posible.
Resulta imprescindible mencionar cómo es el sistema
jurídico aplicable a la infancia, puesto que el mismo representa un
entramado sumamente complejo que ha posibilitado su subsistencia
durante casi un siglo.
Al respecto, en el año 1919 se sancionó la Ley 10.903,
también llamada Ley Agote o Ley de Patronato de Menores, que dio
comienzo a la construcción de un “sistema tutelar”. Esta ley disponía
que ante el hecho de que un menor de 18 años de edad se encontrara
en “abandono o peligro material o moral” se diera intervención al
Juez de la jurisdicción criminal y correccional, ya sea en la Capital de
la República o en las provincias o territorios nacionales.
Frente a estos menores de edad en tal situación, la ley
suponía que el Estado tenía la función de tutelar a través del Juez de
Menores (penal), quien cumpliría su rol no solamente desde un
aspecto estrictamente jurídico sino también desde un aspecto moral y
social. Esta intervención del Juez apuntaba a la “protección”, por lo
tanto requerirían de su “tutela” y tenía la facultad de “disponer” de
estos menores hasta que alcanzaran la mayoría de edad (21 años).
Este modelo de intervención es llamado por la doctrina
de “la situación irregular”, bajo el argumento de la protección, los
niños y adolescentes eran separados de su medio familiar y
comunitario e internados en establecimientos penales sin precisar el
período de tiempo que abarcaría esa medida, apelando a una
discrecionalidad ilimitada del juez que solo encontraba su límite en la
mayoría de edad, al tiempo que apelaba a la privación de la libertad
como una medida de primer recurso.
Quizás la crítica más importante a este sistema tutelar,
podría basarse en que no se hacía distinción entre aquella porción de
la infancia que era víctima de delito, aquella que era imputada de un
acto transgresor y aquella porción de la infancia que se hallaban en
situación de vulnerabilidad económica y social.
Asimismo, este sistema no se agotaba con la Ley de
Patronato sino que funcionó y aún funciona conjuntamente con el
Régimen Penal de la Minoridad creado por el Decreto-Ley Nº
22.278 de 1980 (modificado por el Decreto-Ley Nº 22.803). Esta
norma distingue una actuación diferenciada según las diferentes
franjas etarias de que se trate:
a) Hasta los 16 años de edad: Los niños y adolescentes son
“no punibles”, esto es la imposibilidad jurídica de aplicar
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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pena, de recibir reproche jurídico, aunque se podía
disponer de estos hasta los 21 años de edad
b) Entre 16 años y hasta los 18 años de edad: para esta
franja se establece un régimen de punibilidad relativa, es
decir para los delitos de acción pública, con más de dos
años de prisión que se encuentran establecidas en el
Código Procesal Penal para Adultos, los jóvenes son
considerados punibles, por lo tanto no existe distinción
entre las penas aplicables a estos adolescentes y las
aplicables a los adultos. En cambio, para los delitos de
acción pública que tienen menos de dos años de prisión, se
los considera a los adolescentes como no son punibles.
c) Entre 18 años y 21 años de edad: son considerados
jóvenes adultos1 y son siempre punibles.
Ahora bien, desde la incorporación –1990- de la
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CDN) al
derecho positivo interno e incluso cuando se le otorgó jerarquía
constitucional –1994-, ha desatado discusiones basadas en la
necesariedad de adecuación legislativa a este documento. Como
consecuencia de estas surge la sanción de la Ley Nº 26.061/06 de
Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y
1 Articulo 126 del Código Civil, Articulo 15 de la Ley 10.903, Articulo 1 y 2 de la Ley 22.278 (modif,
22.803)
Adolescentes2, la cual deroga la Ley Nº 10.903 (esta todavía se
encuentra en vigencia pues hasta el momento de la presente no se ha
reglamentado la nueva ley).
La Ley de Protección Integral tiene como finalidad la
protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes cuyo
principio rector es el interés superior del niño. Se deberá entender
como interés superior del niño, a la máxima satisfacción integral y
simultánea de los derechos y garantías reconocidos.
Esta Ley apunta al fortalecimiento de los vínculos entre
padres e hijos, por lo tanto la separación de los padres debe ser una
medida de último recurso, solo aplicable excepcionalmente, limitada
en el tiempo, reservada para los casos de graves violaciones de sus
deberes parentales y dictada con absoluto respeto de los derechos y
garantías de los progenitores.
Por lo tanto, el rol del Estado es el de ser garante de los
derechos del niño y la sanción de esta Ley crea el Sistema de
Protección Integral de Derechos, este establece una organización
mediante la cual las instituciones administrativas y judiciales se
encuentran dotadas de dispositivos que se pondrán en marcha ante la
violación o amenaza de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes.
2 Esta Ley crea en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional, la Secretaria Nacional de Niñez, Adolescencia
y Familia y el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia. También en el ámbito del Poder Legislativo, crea la figura del Defensor de los Derechos de las Niños, Niñas y Adolescentes.
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Por último, se considera que los niños y adolescentes
infractores a la ley penal son sujetos de derecho, que deben ser oídos y
su opinión debe ser tenida en cuenta, como así respetar todos sus
derechos (a la identidad, a la salud, etc.), que la organización en la que
se encuentran debe garantizar la restitución y protección de estos y
que la privación de libertad debe ser una medida excepcional, limitada
en el tiempo por el más breve lapso posible.
Una mirada desde lo institucional
Los profesionales psicólogos que nos desempeñamos
en una institución de régimen cerrado que alberga jóvenes con causa
penal, hemos observado que la internación en privación de libertad es
una medida que los jueces de menores la utilizan sin precisar –con
antelación- tiempos de permanencia, a la que se apela –muchas veces-
en forma arbitraria y al sólo efecto del control social, sin prever un
objetivo ni abordaje adecuado para revertir la situación que motivó el
alojamiento de un joven en este tipo de establecimientos.
Teniendo en cuenta esto, es necesario considerar para
la elaboración de estrategias de abordaje, la imposibilidad de contar
con antelación el tiempo que un joven permanecerá internado, es por
ello que, para poder viabilizar lo anteriormente expuesto, deberemos
realizar intervenciones, señalamientos, minidevoluciones tendientes a
lograr la subjetivización, desde el primer instante que se toma
contacto con el sujeto a evaluar.
Es imprescindible aclarar que, la función principal de
este tipo de instituciones, es la realización de un diagnóstico integral
del joven y de su núcleo familiar y/o referentes afectivos que puedan
llegar a hacerse cargo de la tutela de este, o bien contar con
alternativas institucionales a la privación de libertad para poder
derivar, según la problemática que presenta el mismo.
Esta tarea diagnóstica deberá ser realizada en el menor
tiempo, remitiendo al juzgado interviniente un informe técnico
(psicológico y social) en el cual se consignará una sugerencia de
derivación. Esta sugerencia de derivación no es más que una
indicación de la modalidad de abordaje terapéutico más conveniente.
Es importante aclarar que el informe técnico se remite
a la Secretaría Tutelar perteneciente al Juzgado que interviene en
cada caso, siendo que esta se ocupa de:
a) la asistencia integral del niño o joven
b) el tipo de tratamiento que requiere
c) las medidas preventivas que se deben tomar.
Asimismo, existe en cada Juzgado –además de la
Secretaría Tutelar- una Secretaría Actuaria, la cual se ocupa de:
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a) tipificar los actos transgresores
b) reunir evidencias (Por ejemplo: si hay testigos, etc)
c) el grado de responsabilidad
d) realizar el procesamiento judicial
Ahora bien, en cuanto a la sugerencia de derivación,
debemos decir que existen limitadas alternativas de derivación, este
escaso abanico de posibilidades, se presenta como un obstáculo difícil
de sortear a la hora de sugerir al juez, qué tipo de modalidad de
abordaje requiere el joven que hemos evaluado, produciéndose –en la
mayoría de los casos- un desvío que no permite hacer coincidir
fielmente la problemática individual con las características de la
institución que finalmente lo albergará.
En cuanto a esto, nos resulta indispensable detallar las
distintas alternativas de derivación, como así también los indicadores
técnicos más relevantes que permitirían sugerir la modalidad de
abordaje más conveniente en cada joven evaluado, a saber:
a) Egreso con su familia, tutor o referentes afectivos: Es la
posibilidad de que el joven sea externado y reintegrado a
su núcleo familiar o bien con tutor o referentes afectivos.
Para ello, deberemos evaluar:
El grado de continencia familiar o de las figuras
que podrán hacerse cargo del joven
Qué el joven presente cierto grado de consciencia
de la situación en la que se encuentra involucrado
y que esta no halla devenido en una situación de
alta exposición a riesgos
Que cuente con recursos internos que le permitan
funcionar autónomamente
Posibilidad que pueda esbozar un proyecto de vida
distinto
Que se evidencie implicancia subjetiva y
posibilidad de utilizar la palabra para expresar lo
que le sucede.
b) Institución de régimen cerrado de acuerdo a la franja
etarea: Es un abordaje integral dentro de una institución
de límites precisos que posee un régimen institucional de
internación, con un equipo integrado por profesionales de
distintas disciplinas (psicólogos, trabajadores sociales,
médicos, nutricionistas, etc) con acompañamiento de
personal de seguridad y operadores socio-educativos. Para
poder sugerir esta modalidad de tratamiento, el joven
deberá:
Presentar escasa consciencia de la situación en la
que se involucró
Dificultad para expresar con palabras su
conflictiva
Tendencia a la actuación,
Escasa posibilidad de manejar sus impulsos
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Dificultad para resolver sus conflictos a través de
la violencia
Haberse involucrado en situaciones de alto riesgo
no sólo para sí sino para terceros
Por lo tanto el abordaje más indicado en estos casos
tenderá a que el joven pueda comenzar a poner palabras a
su conflictiva, que pueda conectarse con las motivaciones
inconscientes que lo llevaron a involucrarse en este tipo de
actos, que mitigue sus impulsos agresivos y sobre todo
que pueda reflexionar acerca de las consecuencias que su
accionar le puede traer aparejado.
c) Institución de régimen abierto (Por ejemplo: Hogares o
Residencias Educativas de libertad restringida). Se
trata de un dispositivo que integra profesionales y
Operadores Socio-educativos, cuya permanencia se estima
aproximadamente de un año, tendiente a reinsertarlo en su
núcleo familiar, en el cual se han detectado una conflictiva
familiar que impida la inclusión (transitoria) del joven en
estos momentos. Se le ofrece al joven, un espacio
contenedor de residencia que le permita continuar sus
estudios en escuelas extramuros, como así también
posibilidad de insertarse laboralmente. Para ello, el joven
deberá presentar:
Cierta consciencia de su conflictiva y de las
consecuencias que puede traer aparejado su
accionar
Haberse involucrado en situaciones de mínimo
exposición al riesgo
Que pueda resolver los problemas que se le
presentan sin tener que apelar –necesariamente- a
la violencia/agresión
Que pueda implicarse subjetivamente en lo que le
sucede
Que presente disposición para elaborar un proyecto
de vida futuro que contemple sus posibilidades
reales y potencialidades internas.
d) Comunidades Terapéuticas: Es un dispositivo de
internación que realiza tratamiento específico a aquellos
sujetos que presentan un compromiso significativo con las
sustancias tóxicas y/o alcohol. Por lo tanto, el indicador
técnico más relevante es determinar el grado de
dependencia, si hay presencia de cierta consciencia de su
situación y de las consecuencias que esta pueda traer.
Asimismo, es importante evaluar el nivel de
acompañamiento familiar durante el periodo que demande
la internación en este tipo de abordaje terapéutico.
e) Casas de Medio Camino: Este tipo de instituciones
funcionan de manera similar que los Hogares o
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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Residencias, al ser establecimiento de puertas abiertas y
albergar pequeños grupos entre 10 y 20 jóvenes. Su
función principal es realizar tratamiento psicoterapéutico y
psiquiátrico para aquellos jóvenes que presenten alguna
patología psiquiátrica que no sea psicosis y que requieran
un tratamiento medicamentoso.
f) Clínica Psiquiátrica: Realizan tratamiento psiquiátrico a
sujetos que presenten una patología psiquiátrica,
especialmente psicosis, que se encuentren descompensados
psíquicamente y que por ello requiera un tratamiento
medicamentoso y en la modalidad de internación.
g) Instituciones Especializadas: Este tipo de instituciones
tienen la particularidad de especializarse en algunas de las
distintas problemáticas que puedan presentar algunos
jóvenes, como por ejemplo si presentare debilidad mental..
Si bien sabemos que el informe psicológico es no
vinculante, esto es no determinante para que el juez tome una
resolución, podemos decir que influye de alguna manera en la
resolución judicial, encontrándonos en la práctica cotidiana con un
porcentaje absolutamente mayoritario en el cual la resolución judicial
coincide con la sugerencia de derivación remitida por el Equipo
Técnico Institucional.
En relación a esto, nuestra práctica nos ha permitido
observar que si la sugerencia técnica es que permanezca internado en
un establecimiento de régimen cerrado, muy difícilmente la Justicia
falle en contra de esto, aunque sí lo hace cuando se sugiere el egreso o
el traslado a una Residencia o Comunidad, siempre que la causa sea
considerada grave o halla tenido reiterancia en el delito. Por lo que
podemos concluir que, generalmente, si se trata de internar hay
acuerdo rápidamente, no así cuando se solicita el egreso o traslado a
un establecimiento de régimen abierto.
Siguiendo esta línea de pensamiento, se podría
desprender fácilmente, que la tarea del psicólogo/a quedaría
restringida a la realización de un diagnóstico, el cual posibilitaría al
Juez resolver sobre la situación tutelar de un joven infractor.
En cuanto a esto, se puede plantear que como
profesionales no debemos permitir que la función del psicólogo quede
homologada a la función diagnóstica, por el contrario nuestro desafío
tenderá a poder encontrar un nuevo sentido a la situación de
internación impuesta por un juzgado. Es por ello que consideramos
que la internación (tanto en privación de libertad como en otro
régimen) sólo tiene sentido si adquiere estatuto de intervención,
siguiendo esta línea de pensamiento la evaluación diagnóstica debe
ser considerada como tal.
Por lo tanto el diagnóstico, además de ser una
herramienta que permite indagar y obtener cierta información acerca
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del sujeto que estamos evaluando, puede llegar a constituirse en un
espacio que permita que el joven comience a utilizar la palabra,
desplegar su historia personal, interrogarse acerca de cuales fueron las
motivaciones inconscientes que lo llevaron a involucrarse en
situaciones de riesgo, no sólo para sí sino para terceros, reflexionar
acerca de aquellas cuestiones que no pudieron ser procesadas por una
vía simbólica, sino a través de un acto transgresor.
Destacamos este momento diagnóstico, sobre todo
porque en la mayoría de los casos, puede llegar a ser un momento
único, y en otros puede ser la última posibilidad que tengamos para
poder intentar conmover el posicionamiento subjetivo que motivó su
internación.
Esta posibilidad, tenderá a que el joven pueda
implicarse subjetivamente del acto transgresor, que pueda
responsabilizarse en el sentido de apropiarse de ello.
Una de las dificultades más frecuentes con las que se
encuentra el psicólogo es poder situarse en un lugar distinto al que
tiende a ubicarlo el joven. Al respecto, el joven no está por fuera de la
dimensión que tiene en el imaginario social el formar parte de una
institución que si bien lo aloja mientras se encuentra internado,
también se encuentra absolutamente vinculada al ámbito jurídico.
Es por ello, que como profesionales deberemos intentar
dejar en claro la diferencia existente entre nuestra función (la de
realizar una evaluación diagnóstica) y la resolución judicial. Lograr
esto último implica para el psicólogo apelar constantemente a la
disociación instrumental, la cual permitirá que su tarea se lleve a cabo
según los preceptos de la ética profesional.
Es importante que el espacio de la evaluación
diagnóstica sea propiciador de la palabra, a través de la escucha,
utilizando todas las estrategias que se consideren necesarias para
establecer un vínculo de confianza, que permita reflexionar y que
facilite la historización. En cuanto a esto, se puede afirmar que sin el
establecimiento de un vínculo no hay intervención posible.
Si bien los jóvenes con los cuales trabajamos no tienen
una demanda explicita, entendida esta demanda como algo a priori,
nosotros consideramos que este espacio de escucha debe ser utilizado
como generador de esta demanda, por lo tanto entendemos la
demanda, como algo a-posteriori, algo a construir. Un desafío
interesante que posibilitará al sujeto mitigar su tendencia a la acción.
En la mayoría de los casos, y analizando cómo se fue
gestando el accionar transgresor en la historia de un sujeto, hemos
observado que, en los primeros momentos aparece como un intento de
decir con actos lo que no puede con palabras, un intento fallido que
lejos de brindarle un lugar para que el malestar se despliegue y tenga
un impacto eficaz: ser escuchado; el sujeto queda entrampado en su
acto y no obtiene lo que –inconscientemente- buscaba.
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Es muy común, observar esta modalidad, durante la
permanencia institucional, ya que el joven, apela a actuaciones (hetero
y autoagresiones) con el sólo objetivo de contar con un lugar donde
pueda hablar de lo que le sucede.
Cuando la institución instrumenta los mecanismos
adecuados para que la palabra circule y el joven encuentra que esta
tiene un estatuto distinto, permitirá que pueda disminuir esta
modalidad de resolución de los conflictos a través de los actos que
venía realizando. Con el simple hecho de poder nombrar su conflicto
dejando de lado el accionar transgresor que lo sustituía, sus acciones
comenzarán a perder esta eficacia fallida, la cual resulta (en algunos
casos) sumamente costosa para el sujeto.
Teniendo en cuenta la etapa adolescente por la cual
transitan los jóvenes que atendemos, sabemos que las intervenciones
que se realizan pueden permitir un viraje en el posicionamiento
subjetivo del joven que posibilite el surgimiento de la angustia y que
pueda comenzar a poner en palabras su conflicto, con el objetivo que
pueda encontrar la significación de sus actos.
No podemos considerar al joven entrevistado como un
objeto de estudio, por ende difícilmente tenderemos a realizar
diagnósticos que apunten a estigmatizarlo. Al respecto, entendemos al
diagnóstico como dinámico, algo que puede ir variando de acuerdo a
la etapa en la que se encuentre transitando o bien modificándose
atento a los sucesos que puedan ir apareciendo en la vida de un sujeto.
Es por ello, que la tarea del psicólogo, además de evaluar estas
fluctuaciones, es acompañar el impacto que puede generar en un
sujeto tomar conocimiento de algún hecho trascendental en su vida.
Un ejemplo de esto, es que durante su internación se devela la
verdadera identidad de su progenitor, o aspectos de su historia que se
hallaban ocultas (su nacimiento fue producto de una violación) y que
su accionar transgresor se constituía como un anuncio de esto.
Si bien podemos acordar que el acto transgresor que
motivo la internación en privación de libertad, es un hecho antisocial
pasible –en muchos casos- de un reproche jurídico, es también la
expresión de una historia estructurante.
Del mismo modo, es dable destacar el efecto que
genera en un sujeto la situación de internación en una institución
cerrada (pérdida de identidad, masificación, pérdida de los lazos
sociales, etc.), sobre todo cuando se trata de niños y adolescentes, que
por la etapa evolutiva que se encuentran atravesando, se reactivan
cuestiones de su historia personal, su relación con las figuras
parentales, con sus pares y con su entorno social.
Estas problemáticas requerirán de un abordaje
personalizado tendiente a que se le brinde no sólo contención afectiva
sino también que le ofrezca figuras que puedan constituirse en un
soporte adecuado que contribuyan a favorecer su desarrollo y le
posibiliten realizar un pasaje por esta etapa tan particular, lo menos
traumático posible.
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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Asimismo, es importante aclarar que todas las
estrategias de intervención se dirigirán a la creación de un proyecto de
vida diferente, que contemple no sólo las potencialidades que posee el
joven en cuestión, sino también las posibilidades reales para su
viabilización, a los efectos que la transgresión no se constituya en una
modalidad de funcionamiento instalada.
Sin embargo, debemos advertir, que –muchas veces- no
se tiene en cuenta el efecto que a-posteriori esto ocasiona, sobre todo
al momento de su reintegración al medio familiar-social, puesto que
se produce una doble marginación que le obstaculiza, al joven, llevar
a cabo el proyecto de vida que pudo esbozar mientras estuvo
internado, y –en la mayoría de los casos- es causa de reiterancia en el
delito y de reingreso a este circuito.
Básicamente, planteamos el proceso diagnóstico como
una tarea tendiente a la promoción de sentido –absolutamente
singular- en cada sujeto que evaluamos, esto es favorecer que el
cuestionamiento, la pregunta emerja, que se constituya en un
disparador para que el joven pueda saber acerca de su accionar, pueda
encontrarse con las motivaciones inconscientes que lo llevaron a
exponerse a riesgos, pueda conectarse afectivamente con esto y
apropiarse de su acto.
Claro esta, que para ello será necesario brindar un
espacio propiciador del surgimiento de la palabra, justo allí donde
hubo un acto, la palabra debe emerger. Este acto del que hablamos, no
es un acto cualquiera, tiene el atributo –aberrante en muchos casos- de
ser transgresor, de romper, de quebrar, de poner en cuestionamiento la
ley.
Dentro de un establecimiento de privación de
libertad, el consultorio puede y debe transformarse en un lugar
favorable y posibilitador. Favorable para el sujeto, pues podrá tener la
oportunidad de experimentar cómo la palabra puede aliviar su
malestar y posibilitador del sujeto, pues gracias a que existe un otro
que se ofrezca para escucharlo, puede reconocerse como tal.
Por todo lo expuesto, es que proponemos tender a
una institución resultante de una adecuada planificación, en cuanto a
la metodología de abordaje, unificación de criterios técnicos y
estrategias de intervención complementarias, en miras de una
convergencia de los esfuerzos hacia el objetivo común: el interés
superior del niño.
Consideramos que deberá apuntar a:
- Que se corresponda con los lineamientos de la protección
integral y restitución de derechos.
- Que favorezca la reintegración del joven a su núcleo
familiar y/o referentes posibles.
- Que la comunidad esté presente con sus recursos desde el
inicio.
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- Que le brinde atención personalizada.
- Que reciba abordaje integral (psicológico, social, médico,
jurídico, etc.)
- Que cuente con actividades educativas y recreativas que se
correspondan con la curricula vigente.
- Que le brinde contención afectiva.
- Que le ofrezca figuras que puedan constituirse en un
soporte adecuado.
- Que permita el despliegue de sus potencialidades.
- Que favorezca la creación de un proyecto de vida futuro.
- Que la permanencia en la institución sea el menor tiempo
posible.
Una mirada desde lo psicológico
Partiremos intentando conceptualizar el proceso
adolescente rescatando algunas de sus características distintivas con el
objetivo de analizar la modalidad particular de procesamiento
psíquico que presentan los jóvenes infractores. Para ello, se ha
seleccionado las siguientes:
- Su carácter marginal.
- Las distintas crisis que evocan a la muerte.
- Su tendencia transgresora.
- Su carácter contradictorio.
- La búsqueda de la identidad.
- La salida exogámica.
En general, se suele caracterizar a la adolescencia
como el período intermedio entre la niñez y la edad adulta, pero
caracterizarla de esta forma es restarle identidad a si misma.
Consideramos a la adolescencia como un período de transición, este
carácter de transición le otorga un carácter marginal, es decir el de no
pertenecer ni al mundo de la infancia ni al de los adultos. Sin
embargo, es fácilmente observable que en este periodo adolescente,
sus protagonistas construyan su propio lenguaje y su propio sistema
de valores, intentando establecer de alguna manera algo distintivo,
algo que le otorgue cierta identidad, aunque más no sea de forma
transitoria, ya que no es posible permanecer en la adolescencia
eternamente.
Siguiendo esta línea de pensamiento, la particularidad
–por lo menos en su mayoría- de los adolescentes que se encuentran
internados en una institución cerrada en privación de libertad, es que
no sólo por su condición se los podría denominar “marginales” sino
también que por la etapa propia que están atravesando, podríamos
considerar que se genera una marginación doble.
Es así que la adolescencia se nos presenta como un
proceso que tiene como característica esencial la de desplegarse a
través de varias crisis que evocan a la muerte. Al respecto, una
primera crisis es aquella que alude a la destrucción de ese niño que
fue. Se produce una lucha tendiente a buscar un lugar de identificación
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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desde el cual sostenerse, esto es en miras de establecer un ideal
propio.
Como segunda crisis, podríamos mencionar aquella
que implica la muerte simbólica del padre. Para que esta operación se
logre, tiene que haber un padre que se deje “matar”, un padre vivo en
el deseo que pueda sostenerse como deseante/deseable.
No podemos dejar de mencionar las identificaciones
familiares herederas del Complejo de Edipo, las cuales también
entran en crisis, puesto que el adolescente tendrá que como tarea
ardua y conflictiva, buscar identificaciones fuera de su núcleo
familiar.
Para ello, el adolescente debería realizar una serie de
trabajos simbólicos que le posibilitarían efectivizar el pasaje de lo
familiar a lo extra-familiar, de lo fálico a lo genital, del jugar al
trabajar, del desplazamiento a la sustitución (particularmente en
términos de elecciones de objeto o en términos edípicos) y la
repetición transformada de los tiempos del narcisismo como nuevo
trabajo.
La adolescencia como momento de crisis va a ser
elaborada y desplegada de diversa manera en los jóvenes en conflicto
con la ley penal. Al respecto, se suele plantear que la adolescencia es
típicamente transgresora, pero debemos hacer la salvedad, que los
adolescentes con los cuales trabajamos no cometen transgresiones
propias de la etapa vital por la cual están atravesando, sino justamente
aquellas que desorganizan el orden establecido.
Por otra parte, la característica más llamativa del
comportamiento adolescente es su carácter contradictorio. Esa
polarización extrema y paradojal expresa las vacilaciones en la
búsqueda de la identidad. Es notable en el comportamiento
adolescente encontrar que está dominado por una inestabilidad
psíquica, que por cierto, la asemeja a una patología.
La búsqueda de la identidad es la que define la crisis
de la adolescencia, una búsqueda necesariamente conflictiva. Es el
momento en el cual se actualizan las inscripciones psíquicas de la
infancia. También es el momento en que se está en condiciones de
poder realizar lo que se desea.
La identidad implica filiación, esto es el pertenecer a
una familia, la cual deberá otorgar al sujeto la característica de
necesariedad y reconocimiento, dando el carácter de único a ese ser.
Generalmente, cuando se indaga la historia personal de
los niños o jóvenes en conflicto con la ley penal, aparece como dato
significativo que provienen de familias desintegradas por la
separación de sus padres a temprana edad, un porcentaje menor
continúa vinculándose, aunque esporádicamente, con su padre,
mientras que en la mayoría, el progenitor, se desvincula
definitivamente. En estos últimos casos, se desconoce la identidad del
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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mismo, apareciendo en las entrevistas psicológicas, desconocimiento
de sus orígenes, dudas o confusión acerca de su historia.
En aquellos casos, que provienen de familias
integradas, la figura paterna presenta dificultades para impartir
normas y pautas, siendo vivenciada por el hijo como debilitada,
desdibujada. Asimismo, cabe destacar que son familias numerosas, y
en su mayoría los hijos son de distintos padres. También como dato
llamativo, aparece lo que podríamos denominar como contigencia del
nacimiento (podrían o no haber nacido) lo que le dificulta la búsqueda
de su identidad, motivo por el cual el grupo de pares aparece como un
sustituto familiar y la calle, como la casa que los alberga.
Una franja importante de jóvenes entre 16 a 18 años
tienen hijos, siendo sus parejas de la misma o menor edad que ellos.
Generalmente, toman conocimiento de su paternidad unos días antes
de su internación o durante su internación. La fantasía que surge de la
mayoría se podría resumir como un intento fallido de resolver su
problemática de drogas y/o transgresión, albergando la esperanza que
la MUJER los “ayudaría” a modificar su estilo de vida, y dejar de
drogarse, robar y exponerse a riesgos. Por el contrario, esta fantasía
lejos de posibilitar lo detallado, genera una ambivalencia importante
por la cual se comienza a desplegar la problemática de base y
comienzan a hacer activo lo vivido pasivamente, es decir si hubo
abandono paterno, el hecho de estar internado los ubica en el mismo
lugar. Por otra parte, también aparece el intento de sostener una
posición pseudo-adulta, que se les vuelve en contra.
Asimismo, fácilmente se desprende la presencia de un
denominador común en todos aquellos sujetos que han cometido un
hecho que la ley califica como delito: la agresividad. Es innegable que
la agresividad existe en todos los seres humanos y que no puede ser
eliminada, requiere un trabajo psíquico con su correspondiente gasto
de energía para que sea de alguna manera procesada psíquicamente.
En cuanto al procesamiento psíquico de la agresividad
podemos decir que se puede manifestar a través de la sublimación (la
agresividad ha sido desplazada y su energía es utilizada en otros fines
socialmente aceptados) que supone un mayor trabajo psíquico o bien
por la descarga directa (se trata de acciones efectivamente realizadas
tendientes a producir daño a otros seres o al propio sujeto de la
acción), que requiere un menor trabajo psíquico.
Suele decirse que una característica principal en las
llamadas personalidades de acción es la ausencia de angustia, al
respecto podemos decir que en realidad esta ausencia de angustia no
es tal, sino que está transformada en agresividad. Sin lugar a dudas la
intervención profesional deberá apuntar al surgimiento de la angustia,
considerándola a esta como el motor que impulsa el cambio. Debemos
advertir que sin angustia, no hay terapéutica posible pero con el
desborde de angustia tampoco hay terapéutica. De lo que se trata es de
ir acompañando –casi artesanalmente- el recorrido de la angustia que
emerge, intentando que la misma no exceda los límites del sujeto,
dando lugar a posibles acting aut o en los peores casos pasajes al acto.
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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Tanto el acting-out como el pasaje al acto son considerados
fenómenos, estos son respuestas que da el sujeto a la angustia, es decir
a lo imposible de decir.
El acting-out lo entendemos como una mostración en
escena de algo que acontece al sujeto en sus memorias, en esta mostración el sujeto queda resguardado por la escena, no fuera de ella
como en el pasaje al acto. En este sentido, el pasaje al acto es una salida de la red simbólica, una disolución del lazo social.
A través de nuestra experiencia clínica institucional
hemos podido sistematizar las siguientes recurrencias que
desencadenan una agresividad sistemática:
- Falta de permanencia y continuidad de las figuras
familiares, sea esto por muerte, separación o abandono.
- Vínculos familiares marcados por la violencia efectiva y
concreta entre algunos o todos lo miembros de la misma.
- Situaciones infantiles relacionadas con vivencias agresivas:
la agresión como forma de resolución de los conflictos.
- Arbitrariedad en la fijación de las normas en la dinámica
familiar: la familia no tiene una modalidad de
funcionamiento en la cual se respetan las reglas
consensuadas socialmente, por el contrario se observa que
uno de sus miembros es el que dicta las reglas, no
incluyéndose éste en el cumplimiento de las mismas.
- Dificultad para mediatizar simbólicamente: El proceso de
internalización de las normas supone la mediatización
simbólica a través de la palabra, esto es que los actos se
desplazan o se demoran mediante el pensamiento en lugar
de la acción efectiva. Lo que aparece como dificultad o
como déficit en la simbolización, no debe considerarse
como un déficit intelectual sino que alude al procesamiento
de los conflictos psíquicos mediante acciones y no por
representaciones.
- Falta de claridad en relación a los orígenes (dudas,
confusión, etc.)
- Contingencia del nacimiento (podrían o no haber nacido)
Todo lo anteriormente expuesto sobredetermina una
estructuración psíquica particular caracterizada por una tendencia a la
acción. La estructuración del accionar transgresor de los jóvenes con
los cuales trabajamos es considerada como la conformación psíquica
resultante del intento de procesar un déficit en la identidad, puesto que
en la mayoría de los casos, se observa dificultades en el proceso de
búsqueda de la identidad, que se manifiesta en la búsqueda de grupos
sustitutos de pertenencia de similares características.
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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Consideramos que el acto transgresor que motivó la
internación en privación de libertad funciona como un lenguaje que
expresa (simbólicamente) lo que no se puede decir. Se nos presenta
como una defensa frente a la angustia que generan las situaciones
infantiles traumáticas inscriptas en su historia.
Es por ello que todas las intervenciones deberán lograr
un pasaje de la causa judicial (que es lo que motivó su internación) a
la causalidad psíquica. De lo que se trata es de encontrar un sentido,
particular en cada caso, a la transgresión, ya que esta es la expresión
de una historia estructurante y como tal debe ser correctamente
evaluada en cada situación.
Las estrategias técnicas deberán ser elegidas caso por
caso, teniendo en cuenta –obviamente- dos cuestiones fundamentales:
la etapa evolutiva que atraviesan nuestros jóvenes asistidos y el
contexto institucional que encuadra nuestra intervención.
Nuestra propuesta es una tarea donde el joven pueda
comenzar a construir sentido: preguntarse acerca de su accionar y de
las motivaciones inconscientes que lo llevaron a involucrarse en
situaciones de riesgos, comenzar a conectarse afectivamente con esto,
historizar, apropiarse, de modo tal que paradojalmente la actuación
transgresora deje de tener sentido y pueda viabilizar otra posibilidad
de procesamiento psíquico.
Una mirada integradora
Luego de haber transitado por las distintas miradas a un
mismo sujeto, a saber: la mirada jurídica que toma al sujeto y lo
ubica como objeto del derecho, la mirada institucional que intenta
realizar una intervención que no quede restringida al asesoramiento
judicial y la mirada psicológica tendiente a que el sujeto pueda
implicarse subjetivamente y la palabra tome un estatuto distinto en
detrimento de la acción, podemos decir que de lo que se trata es lograr
rescatar la singularidad del caso por caso, poder realizar un pasaje de
la causa judicial a la causalidad psíquica, que esta es absolutamente
única y que es absolutamente necesario que estas miradas se
complementen para que el sujeto emerja.
Creemos que las distintas áreas que interactúan con el
joven internado deben hacerlo desde su rol específico, pero
entendiendo que debe primar la unificación de criterios en cuanto a la
intervención que se realizará con cada joven en especial.
Esto, sin lugar a dudas, produce en el joven que recibe
las distintas intervenciones, un discurso unificado que apunta a
otorgar un sentido individual distinto, y que a su vez le otorgaría la
posibilidad de mitigar, disminuir y desestimar la modalidad de
resolución de los conflictos a través de los actos, dando lugar a la
palabra (lo simbólico).
El rol del psicólogo en el abordaje de jóvenes infractores a la ley penal
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La unificación de la intervención entre las distintas
áreas que componen una institución, le permitirá al joven transitar por
ella como un sujeto de derechos y no como objeto del Derecho,
intentando sentar las bases para que pueda realizar un viraje en el
posicionamiento subjetivo desde aquel que lo expone a riesgos
permanentemente a encontrar la significación de sus actos, poder
nombrarlos y darle una nueva semantización.