14
CILNIANA 5 uperadas las interpretaciones, que justifica- ban la escasez y el hambre padecida por dos generaciones de españoles como consecuencia de la guerra civil, destrucciones bélicas y del ais- lamiento impuesto por el enemigo exterior, hoy se asume que fue la política económica de signo autárquico inspirada en la Italia fascista y en la Alemania nazi la que con sus agobiantes siste- mas de intervención impidió la recuperación del nivel de vida anterior a la guerra hasta bien avan- zados los años cincuenta. Los efectos de la guerra sobre la agricul- tura han sido matizados por los historiadores agrarios. Para Barciela fueron menores que los anunciados por la propaganda oficial –la falta de maquinaria y abonos no eran elementos estruc- turales y por tanto recuperables– el objetivo de la autarquía fue formulado antes de que España fuera sometida al aislamiento internacional; la prohibición de importar fertilizantes y bienes de equipo y la intervención de la producción, de la distribución y del consumo y el respeto y protec- ción de la propiedad privada de la tierra fueron los elementos básicos constitutivos de la políti- ca autárquica 1 . Igualmente, Naredo ha podido demostrar la ausencia de una caída de los rendi- mientos en los latifundios andaluces, especial- mente en los sevillanos, que apenas padecieron la guerra y cuyos propietarios serían los prime- ros beneficiarios de las concesiones de fertilizan- tes y maquinaria. Fue el acaparamiento de la pro- ducción y su canalización hacia el mercado ne- gro lo que provocó el desabastecimiento, la es- casez y la aparición de una economía paralela 2 . En palabras de Antonio Miguel Bernal, a los gran- des propietarios de trigo y aceite, dos de los pro- ductos que más escasearon durante la posgue- rra, el gobierno de Franco los hizo ricos 3 . Desde otra perspectiva, la autarquía se ha interpretado como producto ideológico y cultural, no sólo político o económico, que tuvo que ver con el objetivo de mantener ais- lada a España de las influencias exteriores; la autosuficiencia encarnaba la esencia de la his- panidad y de la identidad nacional; la autar- quía fue la expresión de un nacionalismo ultraconservador, que identificaba raza y pa- tria, que permitió la justificación de un ostra- RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO. Marbella: Los Años del Hambre Lucía Prieto Borrego Antigua Comandancia de Marina. A la derecha “El Barrio”. Al fondo el cementerio (Foto cedida por Bar Altamirano. Colección A. Serrano Lima). S

RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

  • Upload
    others

  • View
    0

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

CILNIANA 5

uperadas las interpretaciones, que justifica-ban la escasez y el hambre padecida por dos

generaciones de españoles como consecuenciade la guerra civil, destrucciones bélicas y del ais-lamiento impuesto por el enemigo exterior, hoyse asume que fue la política económica de signoautárquico inspirada en la Italia fascista y en laAlemania nazi la que con sus agobiantes siste-mas de intervención impidió la recuperación delnivel de vida anterior a la guerra hasta bien avan-zados los años cincuenta.

Los efectos de la guerra sobre la agricul-tura han sido matizados por los historiadoresagrarios. Para Barciela fueron menores que losanunciados por la propaganda oficial –la falta demaquinaria y abonos no eran elementos estruc-turales y por tanto recuperables– el objetivo dela autarquía fue formulado antes de que Españafuera sometida al aislamiento internacional; laprohibición de importar fertilizantes y bienes deequipo y la intervención de la producción, de ladistribución y del consumo y el respeto y protec-ción de la propiedad privada de la tierra fueronlos elementos básicos constitutivos de la políti-

ca autárquica1 . Igualmente, Naredo ha podidodemostrar la ausencia de una caída de los rendi-mientos en los latifundios andaluces, especial-mente en los sevillanos, que apenas padecieronla guerra y cuyos propietarios serían los prime-ros beneficiarios de las concesiones de fertilizan-tes y maquinaria. Fue el acaparamiento de la pro-ducción y su canalización hacia el mercado ne-gro lo que provocó el desabastecimiento, la es-casez y la aparición de una economía paralela2 .En palabras de Antonio Miguel Bernal, a los gran-des propietarios de trigo y aceite, dos de los pro-ductos que más escasearon durante la posgue-rra, el gobierno de Franco los hizo ricos3 .

Desde otra perspectiva, la autarquía seha interpretado como producto ideológico ycultural, no sólo político o económico, quetuvo que ver con el objetivo de mantener ais-lada a España de las influencias exteriores; laautosuficiencia encarnaba la esencia de la his-panidad y de la identidad nacional; la autar-quía fue la expresión de un nacionalismoultraconservador, que identificaba raza y pa-tria, que permitió la justificación de un ostra-

RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO.Marbella: Los Años del Hambre

Lucía Prieto Borrego

Antigua Comandancia de Marina. A la derecha “El Barrio”. Al fondo el cementerio(Foto cedida por Bar Altamirano. Colección A. Serrano Lima).

S

Page 2: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

6 CILNIANA

cismo desde el que se negaba la herencia delpensamiento liberal4 .

Pero la penuria y la miseria tan dilatada-mente consentida por el poder y padecida poruna gran mayoría de los españoles fue tambiénotra forma de represión, que explica la inhibi-ción y la pasividad de una población empeñadaen sobrevivir y “olvidar”. El hambre y el miedofueron instrumentos para la desmovilización, loque compromete seriamente la supuesta acepta-ción generalizada del Nuevo Régimen por las cla-ses populares, sometidas a un exhaustivo con-trol de su ámbito privado y familiar.

La percepción que del ejercicio del podertuvieron los individuos o la incidencia que losefectos de la guerra tuvo sobre la vida privadason hoy objetos de estudio preferente, aborda-dos desde la Historia Oral5 . Pero es precisamen-te la profundidad de la vigilancia ejercida sobrela sociedad española la que nos permite tambiéna través de la documentación generada por la ad-ministración municipal y provincial –expresadaen forma de bandos6 , disposiciones, ordenes dela Alcaldía y de los informes particulares elabora-dos por los múltiples agentes del poder: alcal-des, directores de prisiones, párrocos, jueces oguardias civiles, custodiados en los archivos lo-cales– abarcar las dimensiones alcanzadas por elcontrol social sobre un amplio sector de una po-blación hambrienta y amordazada.

RACIONAMIENTO, ESTRAPERLOY BENEFICENCIA

El racionamiento surgido como una másde las múltiples formas del intervencionismo erala respuesta oficial a la escasez de alimentos yartículos de primera necesidad. Su implantaciónen mayo de 19397 pretendía la regulación delconsumo. La distorsión entre la oferta y la de-manda de los alimentos intervenidos tuvo comoprimera consecuencia la aparición de un merca-do clandestino, que jamás fue controlado a pe-sar de la amplitud de las medidas sancionadorasni de los controles que sobre el abastecimientode la población ejercía la Comisaría General deAbastecimiento y Transporte, creada en marzode 1939.

En los pueblos eran los alcaldes los res-ponsables de los censos de consumidores a par-tir de las declaraciones juradas de los cabeza defamilia, a quienes se les facilitaba la correspon-diente cartilla, una para carne y otra para el restode los comestibles. Los alimentos racionados: le-gumbres, patatas, arroz, aceite, carnes, tocino,leche condensada, bacalao... necesitaban las lla-madas “Guías” para la comercialización

interprovincial. La distribución y el consumo eranentorpecidos por una maraña de disposicionesque impedían la fluidez entre los centros de pro-ducción y consumo, el abastecimiento a las po-blaciones se demoraba y la población aguardabaen pacientes colas la posibilidad, a veces remota,de acceder a los artículos. Las raciones, estable-cidas en un primer momento en 400 gramos parael pan, 250 para las patatas, 100 gramos para laslegumbres y 125 para las carnes8 , jamás fueronsuministradas en estas cantidades, que se ajus-taban a los aportes calóricos y proteínicos nece-sarios, pero a los que los españoles no accedíanmediante la cartilla de racionamiento. Unas ra-ciones que en el caso del pan se fueron restrin-giendo hasta tal punto que han sido considera-das inferiores a las facilitadas a los prisionerosen los campos de concentración nazis9 . En 1945,uno de los años de mayor agudización del ham-bre, el mismo gobernador de Valencia reconocíaque el racionamiento organizado por sus propiosservicios no alcanzaba más de 953 calorías, lamitad de lo necesario para vivir10 .

En 1940, uno de los años de mayor esca-sez, se estableció una clasificación de las carti-llas según el nivel de ingresos familiares y el ni-vel de vida de las poblaciones españolas11 . Sepretendía garantizar un mínimo consumo de pana las familias que no podían acceder a la alimen-tación fuera de los cauces oficiales, ciertamenteen la España de entonces, la mayoría. Como enel resto del país, prácticamente todas las familiasde Marbella se inscribieron como pobres. De las2.113 cartillas censadas, más del 97% eran de ter-cera categoría12 . Si tomamos como referencia elgrupo familiar predominante, el compuesto porcuatro miembros, los ingresos máximos queda-ban establecidos en 410 pesetas. A medida queel grupo familiar aumentaba los ingresos exigi-dos eran mayores. En Marbella sólo nueve per-sonas tenían derecho a cartilla de primera y portanto a menor ración de pan: el médico don FélixZea, el farero, don Francisco Pendón, y los here-deros del Mayorazgo. Igualmente, muy pocaspersonas tenían la cartilla de segunda: algunospropietarios e industriales o profesionales aco-modados como el médico don Antonio Maíz y elmaestro don José Maldonado. Las personas máshumildes a las que según el decreto se queríabeneficiar –“para las que el pan no es sólo un artícu-lo de primera necesidad, sino básico para la vida, porconstituir su principal alimento”13– mediante la car-tilla de tercera categoría presentaban, sin embar-go, niveles de renta muy dispares. Los responsa-bles de los censos debieron escasamente com-probar las declaraciones juradas de quienes te-nían huertas y tierras; así se explica que junto aun grupo más numeroso que nunca de indigentes,alineados también con los pescadores y jornale-

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Page 3: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

CILNIANA 7

ros, aparezcan propietarios agrícolas con posibi-lidades más que suficientes de producir y consu-mir: un miembro de la familia de los Chinchilladeclaraba no contar ingreso alguno, y otros ilus-tres apellidos como algunos Domínguez yGutiérrez de Quijada también poseían las carti-llas de la gente humilde.

Uno de los grupos más empobrecidos esel formado por las mujeres a quienes la guerraconvirtió en cabeza de familia. Su situación apa-rece claramente definida a partir unos ingresosque, como las 250 pesetas que declaraba la due-ña de una pequeña tienda a cargo de diez miem-bros, eran tres veces menores que el mínimo exi-gido, y aun así muy por debajo, en el límite de lamendicidad, quedaban algunas como las que te-nían a los maridos huidos o en la sierra. La muer-te de tantos hombres, bien en los fusilamientosdel treinta y siete, en los frentes republicanos,en las cárceles, o su desaparición en la zona re-publicana, privaba a sus mujeres de la protecciónque el Régimen concedía a las “víctimas del mar-xismo”. En Marbella, no es arriesgado afirmar quealrededor de un centenar de familias quedaronen esta situación14 . Muchas de ellas eran ademásgrupos familiares amplios, de hasta ocho y diezmiembros como los que aparecen a cargo de Nie-ves Sánchez, Mariana Cuevas o las viudas del re-publicano Vicente Pérez Montenegro y de FelipeLara, dirigente socialista de San Pedro.

El derecho, establecido por decreto, de losmás pobres a una mayor ración de pan era unafalacia. Durante aquellos años, el pan blanco seconvirtió en un en un artículo tan deseado comoinalcanzable. Es conocido cómo el sector trigue-ro fue tempranamente intervenido y regulada laproducción, distribución, elaboración y consu-

mo15 , pero, independientemente de la ineficaciade una política que se reveló incapaz de garanti-zar minímamente el consumo básico, en torno alpan habría un conjunto de prácticas ilegales quealcanzaban desde los grandes productores concapacidad de almacenar y desviar la producciónal mercado negro hasta al más modesto de los

molineros y panaderos locales. Los con-troles no podían de forma alguna impe-dir que el cupo de trigo al que los pro-ductores tenían derecho se canalizarafuera del consumo estrictamente fami-liar. Fue un fenómeno generalizado quese daba cotidianamente ante unas ve-ces la complicidad y otras la impotenciade la autoridad responsable de la políti-ca de abastos. La población, pese a laimposibilidad de arbitrar queja alguna,sabía que la falta de pan no se debía sóloa la escasez de harina. A don EnriqueBelón, el alcalde, las denuncias le llega-ban en forma de rumores y se vio obli-gado a desmentir cualquier complicidadcon las ventas clandestinas de pan, a lavez que admitía la imposibilidad de con-trolar el consumo de pan al margen delracionamiento:

“(...) habiendo poseedores de harina,por resultas de sus trigos declarados alS.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógicoque amasen pan en cualquier tahona, nosiendo posible preveer, ni evitar que estosposeedores cedan o regalen, por conveniosamistosos o familiares, parte de sus exis-tencias a otros vecinos, aunque desgracia-damente no pueda ser eso todo lo generalque deseáramos para el abastecimiento dela población (...)”16 .

Olvidaba tal vez el alcalde su obligaciónde comprobar las cantidades de trigo de losreservistas y controlar el consumo, teórica-mente reservado para los familiares del pro-ductor. Era práctica común la modificación delos porcentajes de harina, las moliendas clan-destinas y el tráfico de pan blanco en el mer-cado negro.

Para la memoria oral de aquella genera-ción, la cartilla de racionamiento fue la repre-sentación material del hambre y de la escasezde todo tipo de artículos; pero la ausencia enla gran mayoría de los hogares de los dos ali-mentos que constituían tradicionalmente elsoporte de la dieta alimenticia de las clasespopulares, el pan y el aceite, y el rechazo ha-cia el consumo de pan integral son evocacio-nes recurrentes cuya dimensión simbólica y

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Cartilla de racionamiento. Fuente: Colección particular.

Page 4: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

8 CILNIANA

cultural es percibida en los testimonios oralessobre la posguerra:

“(...) Yo tenía 16 años en el año cua-renta y apenas había para comer. El panque daban con el racionamiento era de

maíz, negro, y te daban un bollito de unos100 gramos por persona. El pan blancono llegaba (...). Mi madre amasaba hari-na de cebada y maíz y en una hoja depalma lo metía en el horno, estaba malo,pero peor era ninguno (...)”17.

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Calle Virgen de los Dolores. Años 50.

Page 5: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

CILNIANA 9

“(...) Pan blanco tenía el que tenía tri-go y amasaba (...), pero la mayor partede la gente carecía de todo (...). Nosotrosen mi casa teníamos más posibilidadesporque mi padre iba de viaje; cuando al-guna vez podía traer una hogaza de pan,aquello era una fiesta (...)”18.

“Con el racionamiento daban unbollito diario y nada más, 150 gramos.Yo me lo comía antes de cogerlo, le ibaquitando los picos y cuando llegaba a micasa no tenía (...)”19.

La cartilla como único instrumento paraacceder a los alimentos fue objeto de una regla-mentación tan exhaustiva como ineficaz, a la vis-ta de los frecuentes fraudes de tenderos y consu-midores; pero la responsabilidad que las autori-dades locales tenían sobre los Padrones de Ra-cionamiento, que estaban obligados a manteneractualizados, convertían a las cartillas en uno delos muchos instrumentos de control que el po-der ejercía sobre los individuos, un control quefue intensificado cuando en 1943 se establecióla cartilla individual. Se pretendía evitar que lasambigüedades o medias verdades sobre el nú-mero de miembros del grupo familiar impidierana las autoridades el control de las raciones. Laidentificación de cada consumidor para obtenerla cartilla individual excluía por tanto de la ali-mentación oficial a quienes huyendo de su pasa-do político se cobijaban con parientes en otraslocalidades, a los huidos en la sierra o a tantoscomo en silencio pretendieron salvar la vida pa-sando desapercibidos.

El intervencionismo sobre los mecanismosde distribución retrasaba enormemente la llega-da de los alimentos a los pueblos y el acapara-miento subía artificialmente los precios. Basta unamirada a la prensa diaria para observar como notodos los productos se distribuían diariamente,igual se facilitaba el mismo alimento durante va-rias semanas que desaparecía de la oferta; ali-mentos como el chocolate o la leche condensadararamente llegaban a los comercios20. Determi-nados productos eran retenidos por losalmacenistas negándoselos a los pequeños ten-deros. En el otoño de 1940, el alcalde de Marbellase dirigía de forma desesperada al delegado pro-vincial de abastos “por si es humanamente posibleconseguir que nos surtan en la medida que permitanlas existencias de que dispongan en la Delegación deAbastos, (...)”21. Escaseaban productos de prime-ra necesidad, como el jabón, y alimentos comoel azúcar, sin embargo los comerciantes localeslos compraban en Málaga a “precios extratosféricos[sic] (...)”22, negándose además a facilitar a las au-toridades locales el nombre de los acaparadores,ante el temor de que éstos nos les volvieran a

vender. “¿Porqué se permite esto en detrimento denuestro Movimiento?”23, clamaba el alcalde. No erala única queja; la corrupción del sistema y el es-cándalo del enriquecimiento ilícito a costa de lasnecesidades más básicas fueron frecuentementedenunciados por los responsables falangistas quepor otra parte temían que tales prácticas impi-dieran el acercamiento de las clases populares alRégimen24.

Pero el acaparamiento de productos ali-menticios no se detenía en los almacenes de lacapital. Una mujer de La Línea de la Concepción,a quien se había sorprendido con 12 kilos de ja-bón, declaró ante la policía municipal que la mer-cancía se la facilitó un comerciante de la locali-dad. El precio de compra declarado estaba pordebajo del permitido en la ciudad. Pero el avis-pado comerciante al que se acusa de ocultar a lapoblación los artículos racionados los vendía ocambiaba a las matuteras, mujeres que se dedi-caban al pequeño comercio clandestino por mer-cancías procedente de Gibraltar25, que en laMarbella de 1940 era simplemente un lujo. Queen algunas tiendas se reservaran los productos,incluso los racionados, para quien podía pagar-los mejor y más rápidamente eran prácticas co-nocidas y habituales, una de tantas manifesta-ciones de la fenomenología de lo que fue el mer-cado negro. Si el racionamiento quiso ser unmecanismo de respuesta oficial a la escasez, elmercado negro evidencia de forma clara el fun-cionamiento real de la economía española, mar-cada por una práctica real al margen de la rigidezdel intervencionismo impuesto por la políticaautárquica.

El estraperlo, como el fenómeno fue cono-cido popularmente, formó parte de lacotidianidad de los españoles. En sus múltiplesmodalidades de subversión de las leyes vigentes,tuvo varios niveles, que abarcaban desde los gran-des negocios, origen de la aparición de una clasede nuevos ricos que Abella26 ha descrito gráfica-mente, hasta la generalización de un mercadeoclandestino de pequeño nivel que no permitiósino la supervivencia de quienes se dedicaron acomerciar con artículos básicos y alimentos almargen de los cauces legales. Las proporcionesreales de la economía paralela fueron asumidaspor la propia administración franquista, que ha-bría de generar una amplísima legislación para lapenalización de delitos que no existían antes de193627.

La incorporación de las mujeres al contra-bando y su presencia en las tradicionales rutasdel tráfico de tabaco de Gibraltar es un fenóme-no totalmente nuevo que no puede desligarse delos efectos de la guerra y de la represión y que

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Page 6: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

10 CILNIANA

por otra parte tiene una clara connotación degénero28. La creciente presencia de mujeres en laPrisión Provincial de Málaga por infracción de laLey de Tasas a partir de 1941 es indicativa de suparticipación en la economía clandestina, peroel control del contrabando en el ámbito munici-pal permite también a partir de los expedientesde decomiso29, aproximarnos a la naturaleza delmercado negro local. A lo largo de 1940, uno delos años de peor cosecha, toneladas de patatasfueron intervenidas por la Guardia Civil. Los pro-ductos decomisados eran vendidos a precio detasa y su importe ingresado en el Banco deEspaña.

Era infrecuente que los alimentos deco-misados llegaran a los consumidores. En el vera-no de 1940 miles de kilos de patatas, destina-das a los comedores de Auxilio Social, se pu-drieron en los almacenes municipales y cientosde kilos de tocino fueron quemados después dehaber sido requisados en algunas tiendas de lalocalidad30. Ambos artículos eran esenciales enunas dietas en las que habían desaparecido casipor completo los aportes de azúcares y de pro-teínas animales. De hecho, el tocino, el únicoproducto del cerdo –cuya matanza, por cierto,estaba también estrechamente vigilada– sustituíaa la carne en una gran “variedad” de platos delegumbres, y en muchas familias jornaleras cons-tituía la comida principal y única de los hom-bres que lo tomaban simplemente untado en elpan. Garbanzos y judías eran facilitados con lacartilla, pero de forma tan irregular y escasa queno cubría la demanda como demuestra las fre-cuentes intervenciones de legumbres en el mer-cado local, efectuadas a pequeños tenderos y co-merciantes, en un volumen mucho menor quelas que afectaban a los dueños y conductores decamiones y carros con posibilidad de transpor-tar grandes cantidades de mercancías. Es en estenivel, elemental del mercadeo clandestino de ali-mentos, donde intervienen con mayor frecuen-cia las mujeres. Ellas introducirán a lo largo detoda la década artículos procedentes de Gibral-tar y como recoveras o pequeñas corsarias cons-tituyen una red alternativa pero imprescindiblepara la supervivencia familiar a partir del true-que de alimentos producidos en los cortijos ycasas de campo por los artículos que los comer-ciantes locales “atesoraban” en sus trastiendas.Con frecuencia, en la misma parada de los auto-buses con destino a La Línea, el omnipresentepolicía municipal sorprendía a las mujeres congallinas, aceite o jabón, a las que rápidamentequitaba la mercancía y expulsaba del municipio,tras ser convenientemente “interrogadas”. Ensentido contrario, se introducían café, sacarinao el llamado “pan inglés”, también en pequeñascantidades, cuando los traían las mujeres. El es-

pectáculo de las “estraperlistas”, escoltadas porla pareja, era familiar. Más de una vez, las quepodían, dejaban caer los bultos en las mismasescaleras del castillo, antes de ser registradas enel cuartel.

Pero no sólo la circulación de productosfuera del abastecimiento oficial era delito, tam-bién lo era la venta de artículos a precios supe-riores a los de tasa, y el ocultamiento de mercan-cías. Los informes de la policía municipal –másrigurosos sobre los sospechosos de desafección–son indicativos del control ejercido sobre algu-nos comerciantes31. Los tenderos se espiabanentre sí controlando los precios de venta, peroraramente se atrevían a denunciar a sus vecinos.Una pequeña tendera fue acusada ante el alcaldede vender judías a 3,50 pesetas, casi el doble delo permitido A esta mujer que tuvo la osadía dedecirle al temible agente local que vendía al mis-mo precio que un conocido falangista, le fueronincautadas más de 100 kilos de legumbres y abier-to expediente ante la Fiscalía de Tasas. Este or-ganismo era auxiliado en los pueblos por unapluralidad de agentes implicados en la represióndel contrabando: alcaldes, guardias municipales,mandos falangistas... Pero aunque la ley estable-cía que al denunciante le correspondía el 40% delo incautado, al menos entre la población, lasdenuncias no eran frecuentes, la necesidad desobrevivir unía en una complicada red de com-plicidades a tenderos, distribuidores, almace-nistas y consumidores. Para la mayoría de la po-blación, el silencio constituía la garantía paraconseguir comida, aun así poco escapaba al con-trol de los agentes del alcalde, que a veces me-diaba para suavizar las transgresiones de las per-sonas más afectas, no hay que olvidar que el con-senso en torno al Régimen dependía del gradode satisfacción de los intereses de los grupos quelo apoyaban. El alcalde, como delegado local deabastos, podía o no tramitar un expediente antelos delegados provinciales si las partidas no eranlo suficientemente significativas. Así, certifican-do que eran para consumo personal, solicita a lafiscalía la retirada de la multa impuesta a un co-merciante al que se le encontraron siete quilosde azúcar y de tres de bacalao, un caso notoriode “estraperlo legal”, puesto que la máxima ra-ción personal de azúcar permitida era de 30 gra-mos.

Si en la España de la posguerra se pudosobrevivir fue gracias a la alimentación extraofi-cial, vedada para amplios sectores de la pobla-ción, que durante dos décadas no pudieron sinosubsistir. A partir de los alimentos racionados,era imposible articular una dieta coherente. Lairregularidad en el suministro obligaba a combi-naciones imposibles y lo que se podía adquirir

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Page 7: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

CILNIANA 11

no aportaba los nutrientes necesarios. Las legum-bres se cocinaban sin grasa, la carne desaparecióde la dieta, los huevos eran artículos de lujo, quese vendían a escondidas y como mucho se dabana los enfermos; el café se sustituyó por todo tipo

de sucedáneos, como cebada y algarrobas, y elazúcar por unos edulcorantes en forma de cris-tales que amargaban. De la información extraídade nuestros archivos orales32, se deduce una die-ta monótona y desesperante a base de gazpacho

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Plaza del Generalísimo, hoy de los Naranjos. Postal años 50 (Edic. J. Belón Lima. Foto: O. Cortés).

Page 8: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

12 CILNIANA

en verano, gazpachuelo en invierno, legumbrescocidas y sopa hervida o pescados que antes dela guerra eran despreciados o que hubieron deser consumidos a falta de aceite o de harina deforma muy diferente a la cultura culinaria local.

La desnutrición y la falta de higiene inci-dieron en la aparición de enfer-medades infecciosas33, como laepidemia de tifus que asoló Má-laga en los años cuarenta. Losdatos aportados por el doctorMaíz Viñal señalan una escasaincidencia de las fiebrestifoideas en la ciudad, durantela década de los cuarenta. Lafalta de estudios sobre los ni-veles de densificación urbananos impide de momento acer-carnos a las condiciones dehabitabilidad y por tanto a ex-plicar las causas de la ausenciaen nuestra ciudad de una de lasenfermedades de mayor inci-dencia de la posguerra, si bien no hay que des-cartar la posibilidad de que muertes por tifus nose hayan inscrito como tales, debido al rechazode la población a las medidas de aislamiento ycontrol impuestas por las autoridades. Sí es sinembargo significativo el rebrote de fiebres palú-dicas en el municipio que el citado doctor Maízrelaciona con la pobreza, y el mantenimiento en1941 de una de las más altas tasas de mortalidadinfantil desde 193034.

En la actualidad, la incorporación a losestudios históricos de indicadores biomédicos (elpeso, la estatura o la masa corporal) permitendesde las aportaciones de la investigaciónantropométrica establecer la relación entre la bajaestatura y las situaciones carenciales o una adap-tación a las condiciones de vida desfavorables. Elnivel de vida biológico de los españoles quedareflejado en los reemplazos del primerfranquismo; los niños y adolescentes de aque-llos años llegaron a la edad adulta con menor es-tatura que los de los años treinta35 en una coyun-tura histórica que se manifiesta como una de lasmás críticas de la historia de España.

El retroceso de los niveles de renta36 es-tuvo acompañado de un total deterioro de lavida material. El racionamiento alcanzó a prác-ticamente todos los bienes de consumo y alos equipamientos que hacían posible la vidacotidiana. Las restricciones en el suministroeléctrico limitaban enormemente las horas deluz en los hogares. Junto a la falta de alimen-tos, la oscuridad –la luz de una única bombillaque llegaba a últimas horas de la tarde y se

retiraba al amanecer– y el frío son recuerdosaún obsesivos.

El control sobre los tejidos convirtió, asi-mismo, a la ropa en un artículo de lujo, alcanza-ble sólo en el mercado negro. Ni siquiera los ar-tículos más baratos llegaban a Marbella a precio

oficial; los comerciantes de te-jidos denunciaban ante la Fis-calía de Tasas la negativa de losalmacenistas a suministrar teji-dos de lana o algodón con losdescuentos correspondientes37.Mientras, en la calle de la Cari-dad podían encontrarse todotipo de artículos procedentesde un comercio de La Línea, lla-mado “La Africana”, e igualmen-te se vendía clandestinamenteen una casa de la calle del Vien-to. En ambos casos, el negocioestaba en manos de mujeresque ofertaban artículos cuyoprecio y naturaleza quedaba le-

jos de las posibilidades de la mayoría de la po-blación: mantas, camisetas acolchadas, sedas ocalcetines, medias de señora, aunque tambiénopal, lanilla de cuadritos y tela de Vichy. No falta-ban las corbatas, tan desprestigiadas durante “larevolución”, que distinguían a sus usuarios delos hombres del campo y la mar, ni grandes pie-zas de satén morado, casi con toda certeza des-tinadas a túnicas de penitencia, muy demanda-das en unos momentos en los que la exterioriza-ción de los sentimientos religiosos en ceremo-nias y procesiones constituían certificados de ad-hesión. Más de una vez fueron decomisadas par-tidas de mercancías lo suficientemente importan-tes como para que las intermediarias fueran de-nunciadas ante la Fiscalía. Los registros efectua-dos por la Guardia Civil terminaban sacando pa-quetes de cualquier sitio, el correspondiente in-terrogatorio en el cuartel y el traslado de los ar-tículos a la tienda que un comerciante de “or-den” tenía en la calle Gloria38. La represión delpequeño estraperlo entraña otra dimensión: lasdenuncias ante la Fiscalía de Tasas se acompaña-ban de los correspondientes informes sobre laconducta moral y social, de forma que un delitoeconómico se convertía automáticamente en undelito político cuando el denunciado era de du-dosa fidelidad al Régimen. En Marbella, el que-hacer cotidiano del jefe de la policía municipalconvertía en desafectos a quienes en el momen-to de ser sorprendido con cualquier tipo de mer-cancía se resistiera pronunciando “palabras inju-riosas contra la autoridad”. La población en gene-ral y los implicados sabían que las mercancíasincautadas volvían, las más de las veces, al mer-cado negro o que se “perdían” en los depósitos

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Page 9: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

CILNIANA 13

oficiales. El estraperlo era en definitiva, el princi-pal método utilizado por el gobierno para recau-dar un tributo a beneficio de una jerarquía para-sitaria, “los controladores de la comida”39.

Pero no sólo los altos precios del merca-do negro impedían el acceso a la comida, mu-chas familias ni siquiera podía comprar los ali-mentos racionados. No faltaron casos de ventade cartillas por parte de quienes no podían utili-zarlas; otras familias las reservaban para compraralimentos destinados a los enfermos y los mayo-res. Para los niños quedaba el recurso extremode alimentarse en los comedores del Auxilio So-cial, una organización asistencial que desde laapertura del primer comedor en Valladolid poriniciativa de Mercedes Sanz40 se convirtió en lamayor obra benéfico-social del Régimen. Surgi-da de la necesidad de atender a los cientos deniños que la represión y la guerra dejaron des-amparados supuso tanto una cobertura de ayu-da humanitaria, atendida por mujeres, como uninstrumento de propaganda del Régimen.

Como en la generalidad de la zona nacio-nal, los servicios de Auxilio Social establecidosen Marbella desde 1937 fueron proporcionales alos efectos de la represión. El comedor situadofrente a la Alameda acogía diariamente, en losprimeros años cuarenta, entre 25 y 30 niños huér-fanos o abandonados41; eran hijos de fusilados ode encarcelados. Aunque la implantación de Auxi-lio Social en el medio rural fue muy limitada, lainstalación de un comedor en San Pedro, queantes de la guerra no llegaba a los 2.000 habitan-tes, revela que proporcionalmente la incidenciade la represión sobre la población infantil fuemayor. En la antigua Colonia 25 niños habíanquedado huérfanos como consecuencia de laguerra, hijos de fusilados o desapareci-dos en la carretera de la costa. Su núme-ro aumentaría con el reintegro al munici-pio de muchas mujeres y niños que ha-bían pasado a Francia.

La beneficencia del Régimen fuetambién el único recurso de decenas depersonas mayores y enfermas, inclusoaquellos que por su edad no podían acu-dir eran alimentados en su domicilio conla comida que se servía en el comedorde la institución, bajo control de los de-legados locales y comarcales de Falange,una vez que Auxilio Social quedó subor-dinada a la Sección Femenina, haciendorealidad un objetivo largamente persegui-do por Pilar Primo de Rivera en su enco-nada lucha contra Mercedes Sanz. En lospueblos, las autoridades municipales ges-tionaban los suministros y elaboraban los

registros de los beneficiarios de la caridad delrégimen. Pese a la ínfima calidad que las fuentesorales atribuyen a la comida, la escasez llevó aalgunas familias, consideradas de mediana posi-ción, a utilizar los servicios del comedor. MateoÁlvarez, delegado comarcal de Auxilio Social, sevio obligado a prohibir que se sirvieran comidasa un conocido vecino42 porque perjudicaban alracionamiento de las personas más necesitadas;éstas compartían con los huérfanos unas racio-nes escasas, pero en muchos casos las únicas alas que tenían acceso los hijos de las familias máspobres, entre los que se encontraban los de lospescadores. En los niños de entonces perdura elrecuerdo del comedor como la representación delhambre: el haber ido o no al Auxilio Social impli-ca la jerarquización de una pobreza que afectabaa amplias capas de la población.

“Yo he ido a comer al comedor quele decía ‘El Falange’, iba porque mi ma-dre no tenía, lo que recogía era para mipadre que estaba en una cama, mi ma-dre habló para que nos dejaran ir a co-mer ¡yo no sé con quién hablaría! A mí ya mis hermanos nos dijo: tenéis que ir acomer a Falange. El comedor estaba enel centro, como llegaras dos minutos tar-de ya no comías, te tenías que lavar lasmanos en la pila de los peces ¡con el fríoque hacía entonces! Allí se comía unasveces sopa, otras arroz y un bollito deracionamiento para tres. Yo tenía tantahambre que me ponía en los cristales an-tes de que abriera por ver en qué mesaestaba el bollo más grande y cuandoabría entraba la primera. Por la nocheya abrían, se comía sólo una vez y yahasta el otro día (...)”43.

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Sede del Auxilio Social de la Sección Femenina en Marbella(Fuente: Colección particular).

Page 10: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

14 CILNIANA

DELINCUENCIA Y CONTROL SOCIAL

La delincuencia común en forma de pe-queños robos y la mendicidad constituyen la ma-nifestación más evidente del deterioro social,siendo prácticas que afectaron a los sectores másmarginados socialmente, ampliados ahora por losefectos de la represión y por el aislamiento im-puesto por los vencedores a los grupos más ale-jados de su cultura y más indiferentes a los valo-res y normas hegemónicos.

En una población donde más de una terce-ra parte de la población masculina adulta habíasido represaliada con la muerte o la cárcel, el ejer-cicio de la violencia política se mantuvo durantela posguerra en cualquiera de sus modalidades.La ignorancia intencionada del carácter social dela mayoría de las transgresiones y el tratamientode la mendicidad como problemas de orden pú-blico sirvieron de pretexto a los agentes del po-der, desde policías municipales hasta falangistas,para mantener bajo control a un amplio sector dela comunidad cercado por el hambre y el miedo.

A partir de 1940 se incrementan las de-tenciones por delitos comunes. Se trataba depequeños robos de higos, pasas o algarrobas quese castigaban con penas que podían llegar a al-canzar hasta un año de reclusión. Regularmenteeran conducidos al arresto niños y adolescentes,simplemente por coger frutos en huertas ajenas.Sólo entre los últimos meses de 1940 y 1941, 23jóvenes fueron detenidos y encarcelados por eldelito de “hurto en el cam-po”44. Nadie escapaba a la vi-gilancia del jefe de los muni-cipales, un agente tan odia-do como temido, omnipre-sente en todos los rinconesde la ciudad, los arrabales yel campo. De la operatividadde su gestión dan cuenta losexhaustivos informes pre-sentados al alcalde: “En lamadrugada de hoy he sorpren-dido (...)”, redactados de talforma que no queda duda desu eficacia en la labor de atra-par a muchachos hambrien-tos; por pequeño que fuerael hurto ninguno se librabade pasar 3 o 4 días en elarresto municipal. Mayorpena, hasta 6 años, corres-pondía al delito de robo yasalto del que sería acusadauna pequeña banda de ado-lescentes. La desaparición devarios kilos de algarrobas de

un almacén particular dio lugar a una investiga-ción en la que parte del fruto fue hallado en ma-nos de personas que no dudaron en declararhaberlas comprado a varios muchachos, proce-dentes de las calles San Francisco, Bermeja yLobatas. El hallazgo de lo que en aquellos díasconstituían productos básicos de consumo, al-garrobas que los hombres disputaban a los cer-dos y varios ceretes de higos secos, condujo a lacárcel de Málaga a varios de los muchachos acu-sados, en octubre de 1940. Uno de tan sólo 17años estaba presente cuando tres años antes, vo-luntarios falangistas sacaron a sus padres del do-micilio familiar de “El Fuerte” para matarlos; elpadre de otro había sido igualmente fusilado, losdemás tenían también familiares encarcelados yhuidos45. No fueron los únicos “delincuentes” delBarrio Alto. El caso anterior es sólo un ejemplode la situación de desamparo que afectó a loshijos de los vencidos, para quienes llegada la ado-lescencia el comedor de Auxilio Social, presididopor los retratos de Franco y de José Antonio,dejaba de ser una solución. De las calles San Fran-cisco, Santo Cristo, Aduar, Bermeja y sobre todoLobatas habían desaparecido decenas de hom-bres, algunos permanecían escondidos en la sie-rra tan cercana que en sus incursiones se llega-ban a la Huerta del Leganitos a recoger ropa ycomida. El Barrio vivía bajo sospecha: a menudose efectuaban registros y detenciones. La ausen-cia en muchas casas del cabeza de familia no de-jaba más recurso para subsistir que el trabajo delos menores y las mil estrategias de superviven-cia que las mujeres desplegaban, desde la reco-

gida del esparto al pequeñoestraperlo, pues muchasmadres, hijas y hermanas de“rojos” no eran de confian-za para servir en las casas delas “personas de orden”.

Las detenciones demujeres por el delito de“hurto en el campo” aumen-tan desde 1940. Entre 1940y 1945 el 30% de las mujeresencarceladas procedentesdel partido de Marbella loson por delitos comunes. Enel año 1941 se produce elmayor número de ingresos.Como en el caso de la “de-lincuencia juvenil”, la vincu-lación entre algunas de lasdetenidas y los efectos de larepresión parecen clara. Sóloen el mes de febrero de 1941nueve mujeres fueron arres-tadas por robar frutos delcampo, algunas también hi-

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Subida al castillo. Propaganda del régimen.Posguerra (Fuente: Fondo Temboury).

Page 11: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

CILNIANA 15

jas y hermanas de fusilados. La supervivencia almargen de la legalidad impuesta por los vence-dores era la única salida para decenas de familiasque volvieron –sobre todo a la Colonia de SanPedro Alcántara, de donde prácticamente toda lapoblación había huido y la gran mayoría de loshombres adultos tenían informes negativos–46 de-jando a sus familiares en Francia o en la cárcel.Muchas personas, conscientes de que pasar laguerra en la España republicana era motivo másque suficiente para ser investigado, vagaban porlos alrededores de la población sin atreverse ahacerse visibles, sin solicitar la cartilla de racio-namiento, alimentándose sólo de los frutos querobaban en las fincas que antes habían trabaja-do. Cuando eran detenidos, su conducta perso-nal era minuciosamente informada, llegando has-ta la jurisdicción militar ante la más mínima sos-pecha de responsabilidad política. Fue el caso deun vecino de San Pedro, a quien los celosos in-formes del alcalde acusaron de encontrar roban-do, después de haberse evadido de un campo deconcentración. Una acusación de la que no se te-nía noticia en el Gobierno Militar, donde al indi-viduo no se le atribuía responsabilidad políticaalguna47. Pero la total hegemonía de la justiciamilitar no excluyó la instrumentalización de lajusticia ordinaria para el control de los vencidos48.La incriminación fue una amenaza permanenteque perseguía la sumisión y el silencio para laeficaz imposición de la dictadura. Al margen dela represión institucional y económica, elimina-da toda disidencia y soterrado cualquier resqui-cio de cultura política, se dieron múltiples for-mas de coacción sobre una población sin másresponsabilidad que la ignorancia o la indiferen-cia. Un simple agente municipal, empeñado enhacerse perdonar su pasado político, hizo de ladelación un instrumento de dominio. El ejerci-cio de las formas más elementales de la violenciaen forma de tortura y palizas, fue percibido comola manifestación más inmediata del poder, quedelegaba en sus agentes los métodos másexpeditivos de intimidación.

Fue una sociedad estrechamente vigilada.La obligatoriedad de la identificación personalpara acceder a las cartillas, los permisos para cam-biar de residencia, las certificaciones de buenaconducta para trabajar o examinarse implicabansometerse al control de las autoridades. Si al fi-nalizar la guerra la ley de Responsabilidades Polí-ticas implicó a los alcaldes en la elaboración deinformes de conducta, convirtiendo a los pode-res locales en los agentes más cercanos de la re-presión. Después, cuando se hizo necesario des-congestionar las cárceles, los beneficiarios de lalibertad condicional siguieron dependiendo delas opiniones que los alcaldes y sus agentes tu-vieran de su comportamiento público y privado.

Los reclusos mayores de 60 años a los que la leypermitió la excarcelación49 necesitaban, ademásdel patrocinio y de la solvencia moral y materialde algún vecino, los informes municipales que lespermitieran residir en sus pueblos. Comenzaba

de nuevo la peregrinación de las mujeres al Ayun-tamiento, solicitando la declaración del alcalde“de no tener inconveniente”. En efecto, alcanzada lalibertad algunos reclusos, entre tanto se gestio-naba su vuelta a sus lugares de origen, habían depermanecer en otras ciudades. Varias vecinas deSan Pedro solicitan el permiso para la vuelta a laantigua Colonia sobre la base de la precariedadde una situación material que ni les permitía visi-tar a los liberados en otras ciudades ni a éstos,en general ya casi ancianos, subsistir sin el poyode sus familiares. Igualmente, las familias de lospresos que “redimían” su pasado rojo en batallo-nes de trabajo cobraban los beneficios de la asig-nación familiar a través del ayuntamiento. Ni alos que ya habían cumplido condena ni a los fa-miliares y vecinos a quienes la paz había exigidola vida se les permitió olvidar quiénes eran.

El mantenimiento de la vigilancia sobre unamplio sector de la población mantuvo a la co-

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Bajada del castillo. Capilla. Años 40 (Fuente: Fondo Temboury).

Page 12: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

16 CILNIANA

munidad profundamente escindida. La guerra –que arrasó la cultura política de los grupos quedesde principios de siglo habían sido la base dela militancia republicana y obrera y quedaron con-finados en los espacios urbanos que les eran pro-pios– levantó fronteras psicológicas y simbóli-cas. Al norte de la antigua muralla, “El BarrioAlto”, al oeste del río, “El Barrio” de pescadoresy San Pedro... El imaginario colectivo de cualquie-ra de los grupos sociales así lo percibió; las com-plicidades que los unieron y los miedos que lossepararon se nos transmiten a través de los re-cuerdos de dos mujeres que vivían en los dosextremos de la misma calle.

“Nosotros vivíamos en la calle deSan Francisco, cerca del Santo Cristo, Mimadre era lavandera y se levantaba a las2 de la mañana a lavar a ‘La Fabriquilla’,en el camino de la sierra y cuando habíaluna me llevaba (...). Los rojos pasaban ysaludaban a mi madre(...,) no le hacíandaño, porque ellos sabían de más que mimadre no hablaba (...)”50.

“En la sierra había más de uno,los que estaban aquí los sabían y, con suspropios compañeros, los mandaban a lla-mar para que se entregaran, diciéndolesque no iba a pasarle nada. Vino uno y lomataron y entonces les mandaban a decirque ‘ya estaba cara al sol’. Los de la sierravenían y dejaban preñadas a sus mujeres,porque ellos bajaban y ellas también su-bían adonde ellos estaban. Nosotras lesteníamos pánico, no nos atrevíamos ni asalir al campo, ni a ir de paseo. Yo vivíaen el Puente Ronda y ni por la calle Anchasubía, y eso que detrás de mi casa hubouno encerrado un montón de años (...)”51.

Sobre los grupos sociales más apartadosde la cultura de los vencedores se desplegaronuna serie de mecanismos de coacción tendentesal mantenimiento del orden y el silencio. Aun así,estos grupos mostraban su rechazo en el aleja-miento consciente de los procesos socializadoresvehiculados por la escuela, la Falange y la Iglesia,que implicaban la exclusión de unos espacios desociabilidad en los que se protegían yperpetuaban los valores e intereses de los gru-pos más cercanos al poder.

“Cuando era joven, yo no teníaconciencia de lo que eran las clases socia-les, pero me daba perfecta cuenta de otrascosas, que entonces no me parecían raras.Cuando había baile en el casino nosotrosentrábamos para adentro como si nada ymucha gente se quedaba mirando desde

la Alameda por encima de la barandilla(....). Cuando los del Frente de Juventudesmontaron un hogar que estaba en la Pla-za de los Naranjos, pusieron cosas muynovedosas en Marbella como mesas deping-pong y ajedrez. Allí íbamos muchos,pero yo sabía que también había jóvenesque no querían entrar y a otros que suspadres no los dejaban (...)”52.

La reacción colectiva de rechazo erapercibida por el poder y sus agentes con recelo ydesconfianza. Las respuestas eran expeditivasante la más insignificante manifestación no yade rebeldía sino de simple autodefensa. Con todo,fueron frecuentes las denuncias por insultos a laautoridad, las detenciones por escándalo públi-co, las amenazas verbales al jefe de la policía quele lanzaban las mujeres cuando se llevaba a sushijos por una simple pelea callejera.

El obsesivo empeño por controlar la mo-ral pública y privada supuso la reglamentaciónde los comportamientos colectivos. El mismorégimen que toleró y reguló la prostitución pro-hibía y penalizaba la más mínima expresión quepudieran prodigarse las parejas en la vía pública.Desde el Gobierno Civil se instaba a los alcaldesa mantener bajo estrecha vigilancia los usos ycostumbres de la población:

“En la calle, en paseos y en luga-res de esparcimiento y recreo, tales comoteatros, cines, cafés, bares y otros simila-res, se advierte un relajamiento censura-ble en nuestras costumbres, oyéndose fra-ses obscenas, groseras y viéndose parejasjóvenes, que, sin recato alguno, mantie-nen actitudes más que incorrectas, desver-gonzadas, acusando todo ello una faltade pudor y poco respeto, que más bienparece un insulto a las personas honestasy educadas que las observan (...). Importatambién considerablemente el mejoramien-to de las costumbres en la vida ciudada-na, ser inexorables en el cumplimiento delhorario de cierre de los establecimientosque cultivan el género frívolo y de ‘caba-rets’, ‘dancings’, ‘boites’ y demás centrosde vida nocturna, sobre todo los situadosen las afueras de las ciudades (...)”53.

En efecto, tras la guerra aumentarían deforma considerable los locales y casas de “malvivir”. La prostitución fue una de las manifesta-ciones más evidentes de la doble moral de la épo-ca, permitida y tolerada. El Régimen crearía elPatronato de Protección a la Mujer, un organis-mo en el que Iglesia y el Estado compartían elproyecto de regeneración de las prostitutas. Por

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Page 13: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

CILNIANA 17

supuesto, los informes sobre la moralidad públi-ca elaborados por el Patronato achacaban el de-terioro de la moral pública en la provincia deMálaga, no al empeoramiento de la situación delos miles de mujeres que quedaron viudas y huér-fanas como consecuencia de la guerra y la repre-sión, sino al descenso en la capital del nivel mo-ral durante “el período marxista”, en el que “lasautoridades rojas se entregaron al libertinaje, desapa-reciendo los matrimonios legales, efectuándose úni-camente la unión carnal de hombres y mujeres a sulibre albedrío (...)”54.

La moral femenina habría de ser especial-mente controlada por el Estado y la Iglesia, em-peñada esta, en mantener su hegemonía sobre lavida y la conciencia de las mujeres. Es conocida laintencionada atribución de “una conducta moral per-vertida” a las mujeres que habían sido represaliadaspor su ideología o su pasado republicano55.

La imposición de los principios religiososcomo normas reguladoras de la vida familiar yprivada se manifestó en la derogación de la le-gislación republicana que permitió el divorcio yel matrimonio civil y en el restablecimiento deldelito de adulterio, considerado mucho más gra-ve para el honor y la moral cuando era cometidopor la mujer56. La trasgresión de estos principiosimplicaba que comportamientos que pertenecíanexclusivamente a la vida privada de los individuoseran tenidos en cuenta a la hora de enjuiciar suconducta política, como ponen de manifiesto in-formes elaborados por las autoridades locales,todavía en la década de los cincuenta; en éstosse hacen constar aspectos de la vida familiar delos individuos, de sus prácticas religiosas de susamistades o de sus hábitos de ocio y sociabili-dad. Así, de uno de los directivos de una socie-dad recreativa se decía: “su conducta dejó que de-sear llegando al extremo de separarse judicialmentede su esposa, en cuya situación vive actualmente”.Mientras que de otro de los miembros de la mis-ma junta directiva, conceptuado como “buenapersona”, no se evitaba hacer constar: “no asistejamás a los cultos religiosos”57.

En efecto, la Iglesia desarrollaría unacombativa actividad en la condenación de todasaquellas actitudes contrarias a la moral cristianahaciendo a la mujer blanco de un mensaje que laconsideraba mitad demonio, mitad inconscientey por tanto necesitada de una permanente tutelamaterial ejercida por padres y maridos y espiri-tual por los sacerdotes. Estos no tenían reparosen decir a las mujeres, desde el púlpito, cómotenían que vestirse y comportarse.

En Marbella, como en el resto de las zo-nas turísticas, la llegada del turismo supuso una

amenaza para las buenas costumbres que no dejóde preocupar a las autoridades civiles y religio-sas. Las conclusiones del I Congreso Nacional deMoralidad en Playas y Piscinas, celebrado en Va-lencia en 1951, instaban a los poderes públicos afrenar la invasión nudista extranjera y a mante-ner la prohibición de tomar el sol conjuntamen-te a las personas de ambos sexos, y a la separa-ción de sexos en playas y baños58. Los círculosfemeninos más cercanos a los procesossocializadores del poder político y de la parro-quia secundarían esta peculiar cruzada solicitan-do al alcalde de Marbella una playa donde lasmujeres no pudieran ser observadas:

“(...) dándose cuenta de las ofen-sas que las playas mixtas causan al Señor,han prometido a la Santísima Virgen comorecuerdo de la Santa Misión solicitar unaplaya para el sexo femenino (...)”59.

No es arriesgado pensar que la iniciativacontará con el conocimiento del párroco, donRodrigo Bocanegra, que en aquellos días, segúnsus propios hagiógrafos, tenía el control absolu-to sobre la vida en Marbella –“Toda la calle es suya,incluso Marbella es suya”60–, y a quien se ha atri-buido la liberalización de las modas y costum-bres en la Costa del Sol61, sin que ello excluya laprolongación de las formas de control que desdeotras iniciativas seguiría desarrollando el poderreligioso en paralelo al imparable proceso de se-cularización de la sociedad española.

Notas

1 BARCIELA LÓPEZ, C., “Los costes del franquismo en elsector agrario: la ruptura del proceso de transformación. In-troducción”, en GARRABOU, R; BARCIELA, C. y JIMÉNEZ BLAN-CO, J. I. (eds.)., Historia agraria de la España contemporánea. 3. Elfin de la agricultura tradicional (1900–1960), 3 vols., Barcelona,1986, pp. 383-454. Del mismo autor: “El mercado negro deproductos agrarios en la posguerra, 1939–1953”, en FONTA-NA, J. (ed.), España bajo el franquismo. Barcelona, 1986, pp. 192-205 y “La España del estraperlo”, en GARCÍA DELGADO, J. L, Elprimer franquismo. España, durante la Segunda Guerra Mundial.Madrid, 1989.

2 NAREDO, J. M., “La incidencia del estraperlo en la econo-mía de las grandes fincas del sur”, Agricultura y Sociedad, 19,abril–junio 1981, pp. 82-127.

3 BERNAL, A. M., Economía e historia de los latifundios, Ma-drid, 1988.

4 RICHARDS, M., Un tiempo de silencio. La guerra civil y lacultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945, Barce-lona, 1999.

5 Son varias los proyectos de investigación centrados en elestudio del franquismo a través de la oralidad, como el quecoordina en la Universidad de Murcia Encarna Nicolás, vincula-do al Seminario de Fuentes Orales de la UniversidadComplutense, que organiza a su vez Las Jornadas de FuentesOrales de Ávila. En Cataluña, bajo el impulso de MercedesVilanova, se creó en 1983 el primer Archivo de Historia Oral deEspaña.

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

Page 14: RACIONAMIENTO, CONTROL SOCIAL Y ESTRAPERLO ...S.N.T que tienen autorización para con-sumir, es perfectamente natural y lógico que amasen pan en cualquier tahona, no siendo posible

18 CILNIANA

MARBELLA: LOS AÑOS DEL HAMBRE

6 A este respecto, se refiere Encarna Nicolás a la necesidadde estudiar la legislación contenida en los Boletines Oficialesde la Provincia y a la documentación de los Gobiernos Civiles.NICOLÁS MARÍN, M.ª E., “Los gobiernos civiles en el franquismo,la vuelta a la tradición conservadora en Murcia (1939-1945)”,en TUSELL, J. (coord.), El régimen de Franco (1936–1945), Ma-drid, 1993, pp. 135-149.

7 O. 14 mayo 1939. (Ministerio de Industria y Comercio).RACIONAMIENTO. Normas, BOE de 17 de mayo, en ARANZADI,E., Repertorio Cronológico de Legislación, Pamplona, pp. 371-372, Hemeroteca de la Diputación Provincial de Málaga(AMMA).

8 Son raciones fijadas para un hombre adulto por el decre-to de 28 de junio de 1939, que asignaba el 80 % de las racionesdel hombre adulto a las mujeres y a los ancianos y el 60% a losniños.

9 SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Francisco Franco y su Tiempo,Madrid, 1984. .........................

10 LLERA, L. de y ANDRÉS–GALLEGO, J., La España de la pos-guerra: un testimonio, Madrid, 1992, p. 43.

11 O. 15 NOVIEMBRE 1940 (PRESIDENCIA). PAN. RESTRICCIONES EN SU

CONSUMO. BOE de 19 de noviembre, en ARANZADI, E., RepertorioCronológico de Legislación, Pamplona, pp. 1.216-1.220, ArchivoMunicipal de Marbella (AMMA).

12 Clasificaciones con expresión del cabeza de familia, n.º depersonas a su cargo, domicilio, total de ingresos declarados y catego-ría, 1940, C. 515-H, Pieza (P.) 8, AMMA.

13 O. 15 NOVIEMBRE 1940 (PRESIDENCIA). PAN. RESTRICCIONES EN SU

CONSUMO. BOE de 19 de noviembre, en ARANZADI, E., RepertorioCronológico de Legislación, Pamplona, pp. 1.216-1.220, AMMA.

14 PRIETO BORREGO, L., La Guerra civil En Marbella. Revolu-ción y represión en un pueblo de la Costa, Málaga, 1998, pp. 194-195.

15 BARCIELA LÓPEZ, C., “Los costes del franquismo...”, op. cit.

16 AMMA: “Correspondencia Oficial”, 1941, C. 184-H.17 Testimonio personal de A. M. Z., Marbella, 1916.18 Testimonio personal de A. S. L., Marbella, 1932.19 Testimonio personal de M. C. L., Fuengirola, 1937.20 En el periódico Sur aparece a lo largo de la década de los

40 los productos facilitados a la población, las cantidades y losprecios. AMM ( Hemeroteca).

21 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1940, C. 184-H.22 Ibídem.23 Ibídem.24 RICHARDS, M., Un tiempo de silencio..., op. cit.25 AMMA, “Correspondencia Oficial”, C. 184-H26 Son varios los trabajos que describen a través de un rico

anecdotario los comportamientos y actitudes de la nueva cla-se social surgida en la posguerra de la práctica del contraban-do. Entre ellos, ABELLA, R., Por el Imperio hacia Dios. Crónica deuna posguerra, Barcelona, 1978; y MARTÍ GÓMEZ, J., La Españadel estraperlo (1936-1952), Barcelona, 1995.

27 El delito de acaparamiento fue creado por la Ley de 26de octubre de 1939. La legislación sobre represión del contra-bando en CLARET, P., Las Leyes de Tasas y el Delito vulgarmentellamado “de Estraperlo”, Talleres Penitenciarios Alcalá, 1941.

28 BARRANQUERO TEXEIRA, E. y PRIETO BORREGO, L., Asísobrevivimos al hambre: estrategias de supervivencia de las mujeresen la posguerra española, Biblioteca de Estudios sobre la Mujer,CEDMA, Málaga, 2003.

29 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1941-1942, C. 184-H.30 Ibídem.31 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1940-1942, C. 184-H.32 BARRANQUERO TEXEIRA, E. y PRIETO BORREGO, L., Así

sobrevivimos al hambre... op. cit.33 JIMÉNEZ LUCENA, I., El tifus en la Málaga de la posguerra.

Un estudio históricomedico en torno a una enfermedad colectiva,Málaga, 1990.

34 MAÍZ VIÑAL, A., Geografía médica de Marbella, Marbella,1976. La tasa de mortalidad infantil es superada sólo en 1932,1939 y 1936. El extraordinario aumento de la tasa en 1936 sedebe a la incidencia de la mortalidad entre los niños de las

familias refugiadas en Marbella.35 MARTÍNEZ CARRIÓN, J. M., “Biología, historia y medio

ambiente. La estatura como espejo del nivel de vida de la so-ciedad española”, Naturaleza y conflicto social. Ayer, 46, 2002, p.116.

36 CATALÁN, J., La economía española y la segunda guerra mun-dial, Madrid, 1995.

37 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1941, C. 184-H.38 Ibídem.39 RICHARD, M., Un tiempo de silencio... op. cit.40 La figura de Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo

Redondo, ha sido tratada por PAUL PRESTON en su libro, Palo-mas de Guerra, Barcelona, 2001.

41 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1940, C. 184-H.42 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1940, C. 184-H.43 Testimonio personal de M. S. S., Marbella, 1933.44 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1940-1941, C. 184-H.45 Los datos contenidos en los informes de la Guar-

dia Civil que se conservan en las Cajas de la Correspon-dencia Oficial correspondientes a 1940 y 1941 permi-ten establecer los vínculos familiares de los detenidoscon los represaliados en 1937. Las circunstancias delasesinato de José Ramos, fusilado junto a su mujer Ma-ría Machuca en marzo de 1937 son evocadas de formarecurrente en la casi totalidad de los testimonios reco-gidos en nuestra investigación de la guerra y elfranquismo, minuciosamente narrada por uno de sushijos en entrevista personal realizada el 26 de junio de1989.

46 AMMA, “Expedientes de Conducta”, 1937-1942, CC.8.553-8.556.

47 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1940, C. 184-H.48 El estudio de la actividad de los tribunales civiles ha

sido abordado entre otros por MIR, C., “Justicia civil y con-trol moral de la población marginal en el franquismo deposguerra”, Historia Social, 37, 53-72. También MIR, C., “Elsino de los vencidos: la represión franquista en la Cataluñarural de posguerra”, en CASANOVA, J. (coord.), Morir, ma-tar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelo-na, 2002, 123-193.

49 Boletín Oficial del Estado (BOE), Libertad Condicional,14 de abril de 1940.

50 Testimonio personal de E. U. L., Marbella, 1939.51 Testimonio personal de C. J. L., Marbella, 1911.52 Testimonio personal de A. S. L., Marbella, 1932.53 AMMA, “Correspondencia Oficial”, 1941, C. 184-H.54 PATRONATO DE PROTECCIÓN A LA MUJER, Informe so-

bre la moralidad pública en España. Memoria correspondiente al año1942, Madrid, 1943, p. 151.

55 Sobre el tema de la moralidad femenina en la posgue-rra, además de la conocida obra de Carmen Martín Gaite, Usosamorosos en la posguerra española, Barcelona, 1987. Véase ROCA,G., De la pureza a la maternidad. La construcción del género femeni-no en la posguerra española, Madrid, 1996.

56 SCANLON, G., La polémica feminista en la España contem-poránea 1868-1974, Madrid, 1986.

57 Archivo Histórico Provincial (AHP), Sección: GobiernoCivil, Serie: Asociaciones, C. 928.

58 Las conclusiones de este congreso y en general la reac-ción de la Iglesia Católica con respecto al fenómeno turísticohan sido abordadas en el trabajo de segundo año de doctora-do, realizado por Rafael Lozano Yudeco, que he codirigido conla profesora Marion Reder Gadow, El turismo en la Costa del Soly la Iglesia de Málaga.

59 AMMA: “Correspondencia Oficial”, 1952, C. 208-H .60 TORRES, A. A., S. J., Biografía de don Rodrigo Bocanegra,

Marbella, 1974, p. 25.61 El citado trabajo de Rafael Lozano reproduce el conteni-

do de un artículo de Antonio Burgos, publicado en Diario 16 el11 de agosto de 1993 en el que atribuye a monseñor Bocane-gra, el merito de permitir el bikini “para que las turistas suecasestuvieran a sus anchas y entrara mucho dinero en las arcas munici-pales”.