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LA IGLESIA CAT~LICA Y LA CUESTION RACIAL el Rvdo. P. Yves M.-J. CONGAR, O.P. UNESCO PARIS

Racismo Catolico

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Racismo

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  • LA IGLESIA CAT~LICA Y LA CUESTION RACIAL

    el Rvdo. P. Yves M.-J. CONGAR, O.P.

    U N E S C O P A R I S

  • LA CUESTION RACIAL Y EL PENSAMIENTO MODERNO

    i

  • Acabse de imprimir el 22 de junio de 1953 en la im renta Union Ty ographique

    de f)illeneuve-Saint-6eorges por la Orgmiizuci8n de las Naciones Unidas

    para la Edacaci6n, la Ciencia y la Cultiira, Paris

    ss. 53. IX. 1 s.

  • N O T A P R E L T M I N A R

    Los opsculos publicados por la Unesco en la coleccin La cuestin racial ante la ciencia moderna tenlan por objeto presentar, en forma breve, un resumen del estado de la cuestin racial frente a la antropologia, la gentica y la sociologici, en los tiempos actuales.

    Mas los problemas creados por los prejuicios y la discriminacin racial no ataen solamente a la ciencia. Seria dar pruebas de un optimismo cndido creer que basta llevar al concocimiento del pblico 10s resultados obtenidos por los hombres de ciencia de nuestra poca, para resolver los conflictos raciales y poner fin a los dramas que suscitan. La cuestin racial interesa tam4 bin fundamentalmente a la conciencia humana y , desde hace tiempo, las religiones y las filosofias han tratado de ella y han adoptado una actitud frente a tan impor- tante problema.

    Ha llegado el momento de conocer esa actitud de las grandes religiones y de los sistemas filosficos frente a la diversidad de tipos humanos.

    Iniciamos nuestra nueva coleccin La cuestin racial y el pensamiento moderno con el presente opsculo del Rudo. Padre Congar, de la Orden de los Dominicos, cuyo manuscrito ha recibido la aprobacin eclesistica.

  • I N D I C E

    Introduccin . . . . . . . + . . La Iglesia contra el racismo en el terreno de los principios . , . . . . . . . . .

    Afirmaciones cristianas sobre la unidad de la naturaleza humana . . . , . . . . Afirmaciones cristianas sobre la dignidad de la naturaleza humana . . . . . . . . El racismo niega el espiritualismo cristiano . . El racismo es una pseudorreligin . . . . El racismo tiene consecuencias desastrosas para el cristianismo . . . . . . . . .

    Racismo y eugenesia. . , . . . . . La negacin del amor al prjimo . . . El antisemitismo . . . . . . . .

    La Biblia es acaso racista? . . . . . Actitudes concretas de la Iglesia ante los hechos raciales . . . . . . . . . . .

    El punto de vista racial se opone a la tradicin catlica . . . . . . . . . . . La Iglesia frente al racismo actual . . . .

    La Iglesia y las razas desde el punto de vista de la misin evangelizadora de la Iglesia. . La Iglesia y los problemas de convivencia entre

    La Iglesia frente al racismo nazi y al antise- mitismo moderno. . . . . . I . blancos y hombres de color . . .

    Conclusin. . . . . . . . . . . Bibliografia , , , . - . . . . .

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  • INTRODUCCION

    LOS lectores de nuestros anteriores opsculos sobre La cuestin racial ante la ciencia moderna se vern quiz sorprendidos por el tono y el mtodo del presente estudio. Les debemos, por tanto, algunas palabras de explicacin.

    Las afirmaciones de la ciencia o de la filosofia pueden reducirse, en ltimo trmino, a hechos demostrables o a datos y razonamientos de evidencia universal: se basan en mtodos de comprobacin o de verificacin racional. La teologa, expresin orgnica y sistematizada de la doctrina de la Iglesia, se sirve tambin de razonamientos y puede utilizar datos concretos, pero la verdad de sus afirmaciones es comprobada por otras que le sirven de base : las de la Revelacin y de la tradicin, interpretadas por la Iglesia. La teologia es una ciencia, con un objeto y un mtodo propios; formula razonamientos y, en cas0 necesario, demuestra; pero todo eso lo hace basndose en premisas establecidas por una autoridad y admitidas nicamente por los creyentes como punto de partida absoluto.

    Con un mtodo distinto del que gobierna las disciplinas de la razn, la teologa se distingue igualmente de ellas por su objeto o su contenido. Las ciencias se ocupan de las cosas en s mismas, en su estructura interna, y buscan una explicacin de todo lo que comprende la experiencia del hombre. La filosofa, en cuanto sabidura, sin renunciar a la bsqueda de explicaciones ms gene- rales (la definicin del conocimiento, la definicin de la vida..,) inquiere sobre la significacin de las cosas para el hombre. Las consideraciones de este orden han adqui- rido particular amplitud en lo que se ha llamado la filosofia de los valores, que no tiene por objeto los hechos en s, sino la apreciacin acerca de stos. La teologia no aporta nada de positivo sobre los aspectos tcnicos de la cuestin racial; con excepcin de lo que pudiera decirnos la Biblia-ya hablaremos de ello ms adelante-no puede explicarnos lo que es una raza,

  • cuhntas razas existen, ni cules son las relaciones pasadas o presentes entre ellas, cuestiones a las que procuran contestar las ciencias. En cambio, basndose en la palabra de Dios enseada por la Iglesia, la teologa puede decirnos cul es la significacin de las razas y qu es el racismo para el hombre del cual nos habla la Revelacin, es decir, para el hombre creado a la imagen de Dios y llamado a la comunin del Padre en Jesu- cristo. No debe buscarse otra cosa en el presente

    La cuestin no es tan sencilla como parece. Hay el racismo y hay los hechos raciales. El racismo es en ltimo trmino una posicin doctrinal, una sistematiza- cin y una justificacin tericas de los prejuicios de raza; en la prctica se traduce por ciertas discrimina- ciones de mayor o menor violencia. Pero, por debajo de esa doctrina existen verdaderos hechos raciales confun- didos en un proceso histrico de extrema complejidad. En ciertos casos es casi imposible percibir grados y matices entre esos factores concretos y las medidas de discriminacin de menor gravedad. Con toda evidencia, un juicio sobre las formas extremas del racismo es fcil y axiomtico, mientras que la actitud que ha de adop- tarse ante tal o cual hecho racial es mucho menos definida. Entramos aqu en el dominio de lo que se ha llamado con frecuencia -usando una expresin justa y equvoca a la vez- la doctrina social de la Iglesia). Esta doctrina presupone en su infraestructura un con- junto de principios inmutables, expresin que traducen las afirmaciones explcitas o las consecuencias necesarias e inmediatas de la Revelacin. Pero supone tambin aplicaciones que slo pueden manifestarse en el curso de los hechos histricos, sociolgicos, econmicos y cultu- rales. Muchos son en este terreno los factores variables que determinan las declaraciones o las actitudes en las cuales se manifiesta la inspiracin de los principios y en las que de hecho adquieren stos carcter explcito. Incluso la misma sensibilidad de los hombres est sometida a variaciones y, en consecuencia, vara la de los cristianos, que no se hallan fuera de la historia, como entre cieIo y tierra, sino que se esfuerzan por dar vida, dentro del terreno histrico, a su fidelidad a Jesu- cristo. Es innegable, por ejemplo, que la libertad del acto de fe, la del consentimiento necesario para el

    opsculo.

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  • matrimonio o la de la profesin religiosa no se sienten ni se conciben en nuestros das como en tiempos de San Benito o de Carlomagno, ni an.como en la poca de Luis XIV. Tenemos sobre la libertad de los actos personales y sobre la influencia social opiniones que no existan en esas pocas. El mismo derecho cannico excluye en la actualidad procedimientos que antigua- mente admita. La doctrina no ha cambiado en sus prin- cipios, pero han variado sus aplicaciones; incluso puede decirse que se ha producido una evolucih, porque ciertas exigencias o aplicaciones contenidas ya inicial- mente en los principios del Evangelio han encontrado con la ayuda del tiempo y de las circunstancias la posibilidad de manifestarse con carcter explcito. An- logamente, la psicologa de un individuo se afirma segn las ocasiones y posibilidades de la existencia.

    No es de extraar, por ello, que nuestro estudio tenga dos partes: la primera se desarrolla en el terreno de los principios, para formular una condenacin absoluta del racismo; y la segunda en el dominio de los hechos raciales y de la historia, para examinar la conducta del cristianismo y sus actitudes concretas frente a esos hechos.

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  • LA IGLESIA CONTRA EL RACISMO F:N EL TERRENO DE LOS PRINCIPIOS

    El racismo consiste en establecer distinciones y jerar- quias entre grupos humanos y en practicar una discri- minacin contra algunos de ellos, alegando que SUS cualidades o caracteristicas se encuentran determinadas por la herencia biolgica. El racismo se niega a considerar al hombre fuera de un sistema de categorias fundado en la aceptacin de factores genticos (reales o supuestos).

    Estos factores, en electo, segn la doctrina racista, diferencian, unen o separan a los hombres de modo radical y definitivo.

    Esta actitud es incompatible con las afirmaciones de la fe cristiana sobre 1." la unidad y 2." la dignidad de la naturaleza humana, asi como con el espiritualismo cristiano. El racismo es una pseudorreligin y tiene consecuencias desastrosas por la esencia misma del cristianismo.

    AFIRMACIONES CRISTIANAS SOBRE LA UNIDAD DE LA NATU- RALEZA HUMANA

    El cristianismo -podriamos decir, el judeo-cristianismo, porque la Revelaci6n es judeo-cristiana- afirma la unidad total como principio y trmino de la naturaleza humana. Porque ese principio y trmino residen en Dios, que es uno. Siempre que San Pablo habla de la unidad y de la universalidad de la salvacin, alude a la unidad de Dios 1. Un racismo consecuente entraaria la negacin prctica de Dios y de su omnipotencia y significaria retroceder a una poca anterior a los profetas de Israel que afirmaron la supremacia universal y absoluta de Dios, o sea, hasta los tiempos de las religiones tnicas con su pluralidad de dioses, de los cuales cada uno estaba vinculado a un lugar. Los Padres de la Iglesia se han

    1. Hechos de los Apstoles, XVII, 34 y s . ; Epstolas Ef., IV, 4-6; 1 Tim., II, 1-5; Rom., III, 29-30 y X, 12.

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  • complacido en comentar en repetidas ocasiones el relato de los orgenes, en el Gnesis, dando a entender la unidad de todos los hombres. Efrn, Ambrosio, Teodo- reto observan incluso que se es el verdadero sentido del relato que muestra a Eva formada de una costilla de Adn y que no debe buscarse en ello necesariamente una afirmacin de orden anatmico, sino ms bien una afirmacin religiosapara ilustrar y confirmar el prin- cipio de la unidad de origen y de la homogeneidad absoluta de la naturaleza en el hombre, en la mujer y en toda su descendencia. Esto es tambin lo que Dios ha querido dar a entender al decir: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Sabemos que hay en Dios tres personas distintas, pero una sola divinidad: las tres personas poseen en comn la misma naturaleza divina, la misma bondad, la misma omnipotencia, etc. As, el hombre es a la vez uno y varios: varios si se consideran las personas, pero uno solamente si se atiende a la naturaleza, o sea al conjunto de determinaciones congnitas en virtud de las cuales todos y cada uno pueden denominarse hombres.

    El cristianismo no muestra la unidad tan slo en el origen, sino tambin al final, como trmino al que tiende el mundo. Un filsofo cristiano como Vladimir Soloviev ha expresado esta idea en una frmula profunda, perfec- tamente ajustada al espritu de los Padres de la Iglesia, al hablar de la unitotalidad como intencin del plan de Dios. El hombre fu creado como unidad originaria- mente, pero como unidad de soledad. El plan de Dios, cuyo medio de realizacin se llama Jesucristo, consiste en pasar de esa unidad de soledad a la unidad de ple- nitud atravesando por etapas de desarrollo plural y multiforme de las virtualidades casi infinitas que encierra la criatura humana. Es, por consiguiente, nor- mal y bueno que la humanidad exista y se desarrolle en multitud de razas, pueblos, culturas y creaciones de toda suerte. As lo quiere el programa del cristianismo, que es un proprama de catolicidad y de unidad al mismo tiempo. Pero, sin arraigarse de ninguna manera en el neoplatonismo, y para interpretar meramente el plan de Dios como nos lo ha dado a conocer la Revelacin, pode- mos decir que ese plan consiste en ir de la unidad a la unidad por el camino de la multiplicidad: de la unidad de soledad a la unidad de plenitud, pasando por un

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  • amplio despliegue de variedades. El hombre f u creado, en un principio, conio ser unico; pero s610 cuando, al final, despus de transcurrido el proceso completo de la historia, todos los pueblos y todas las razas hayan llegado a unificarse en Cristo, podr decirse en verdad: ha sido creado el hombre. sta es la idea que, despus de San Gregorio de Nicea (y, en el fondo, despus del mismo San Pablo con sus nociones de recapitulacin, pleroma, cuerpo de Cristo) expresaba el poeta ingls Tennyson cuando deca:

    Man as yet being made, and ere the crowning Age of ages, Shall not aeon after aeon pass and touch him into shape ? All about him shadow still, but, while the races flower and

    [fade, Prophet-eyes may catch a glory slowly gaining on the shade, Till the peoples all are one, and all their voices blend in

    [ choric Hallelujah to the Maker '' It is finish'd. Man is made ''1.

    Como vemos, el cristianismo puede compaginar la afir- macin ms radical de la unidad de la naturaleza humana con el reconocimiento explcito del hecho de la diversidad de razas y de pueblos (hecho que acepta la ciencia). Es ms : el cristianismo atribuye un verdadero valor, no slo humano o terrenal, sino cristiano y pro- videncialmente establecido, a la existencia de pueblos distintos, y eventualmente de razas diversas. As lo exige la evolucin que va de la soledad a la plenitud de la unidad, que es el sentido de la historia. Infortunada- mente, el egosmo y el orgullo humanos -de los que nadie queda indemne, porque todos los hombres reciben desde su origen una naturaleza inclinada al mal-, trans- forma sin cesar las diferencias en oposiciones y las diver- sidades en motivos de discordia y de querellas fratricidas (vase, ms adelante, el episodio de la Torre de Babel).

    AFIRMACIONES CRISTIANAS SOBRE LA DIGNIDAD D E LA NATU- RALEZA HUMANA

    Si la naturaleza humana es una sola, su dignidad tam- bin es la misma en todos los hombres. Igualdad y 1. In Memoriam, CVI, y The Making of Man en The Death of Oenome and

    other Poems.

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  • fraternidad son valores inherentes a esa naturaleza. En realidad, la filosofa antigua, en la doctrina estoica, estuvo muy cerca de reconocer esos valores. Pero el cristianismo les di una base, una fuerza, una delica- deza, un alcance que sin l nunca hubieran tenido. No solamente afirm6, sino que hizo prcticamente sensible ia idea de que todos los hombres tienen el mismo Creador y el mismo Padre, el mismo Redentor, la misma voca- cin, la misma esperanza final y el mismo hogar que es la Iglesia.

    El cristiano que, ai decir Padre Nuestro, excluyera de entre sus hermanos, aunque slo fuera de modo meramente implcito y prctico, a algn negro o algn judo, no invocara verdaderamente al Padre que est en los Cielos y no sera odo. Precisamente porque hay s10 un Dios, a cuya imagen hemos sido creados, y un solo Padre, del que todos somos igualmente hijos, todos los hombres son hermanos y esta fraternidad no puede ser destruida por ninguna potencia humana. El nico modo de oponerse a esta fraternidad es colocndose fuera de la paternidad de Dios. De este modo, lo repe- timos, todo racismo consecuente implica una apostasa del cristianismo.

    Nuestra fraternidad es tambin una fraternidad en el pecado, en la necesidad de un mediador que nos recon- cilie con Dios nuestro Padre, y en la Redencin universal en Jesucristo, quien muri no solamente por la nacin, sino tambin para congregar en un cuerpo a los hijos de Dios que estaban dispersos I . Abundan las afirma- ciones sobre la catolicidad de la Redencin; puede decirse que no hay un texto que, al referirse a la Reden- cin, no nos hable de su catolicidad. Sera imposible negar la una sin impugnar la otra.

    Asimismo los hombres tienen la misma vocacin y la misma historia profunda en el dominio de la vida inmor- tal del alma, que es el m; decisivo, aunque no el ms probado. Es verdad que, desde el punto de vista terrestre podramos decir, al menos en cierta medida: q q u tengo de comn con los lapones o con los habitantes de la Tierra del Fuego? Mi historia no es la de ellos ni su historia la mia,. Es algo ridculo, indudablemente, poner en manos de un nio de Indochina manuales escolares

    1. an., X I . &a.

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  • franceses, donde ste leer, por ejemplo : y de los creyentes. Tenernos todos en comn una historia que empez con l y cuyo centro es Jesucristo.

    Los ltimos aos transcurridos han demostrado que lo que ms une a los hombres es la comunidad de des- tino y de esperanza. Esta es sin duda una de las razones por las que el hombre se liga fcilmente con compaeros de ruta que, sin embargo, acaba de encontrar y que habr de abandonar muy pronto. Y, ms an, con com- paeros de guerra o de evasin, de partido politico o de lucha social. Compartimos con todos los cristianos -mejor dicho, con todos los hombres del mundo- la comunidad del destino ms total, la ms profunda y decisiva, la de la salvacin, o sea la del sentido divino del mundo; la comunidad de esperanza ms alta, miis fuerte y ms arrebatadora, la del Reino de Dios. NO la sentimos apenas, porque ella no es perceptible por los sentidos; pero, sin embargo, existe.

    Por esta misma razn debemos hacer y hacemos el camino juntos: somos una sola y nica Iglesia, que es el cuerpo terrenal de Cristo. No hay una Iglesia para cada raza o para cada nacin, como no hay un Dios para cada nacin o raza; si el cristianismo admite la realidad de ciertas Iglesias nacionales y llega a reco- nocer, en una misma ciudad, jurisdicciones y ritos distintos segn la filiacin tnica (en Alejandria y en Jerusaln, por ejemplo), lo hace para respetar lo que existe de humano en la obra de Dios. Tuvo raz6n San Pablo al decir que en el Cuerpo mstico de Cristo ya no hay distincin de judio ni griego, de esclavo ni hombre libre1; y luego an: de varn ni hembra, palabras que nos dan el sentido exacto de esta afirmacin. Jess ha dicho que en el cielo no habria ms relaci6n de marido y mujer 2 ; y ha dicho igualmente a este respecto que habria en la tierra, entre los cristianos, ciertas antici-

    .

    1. Gal., III, 28. 2. Mt., XXII, 30. . ,

  • paciones a modo de parbolas de su Reino l. Si la Iglesia se hallara totalmente desprovista de carcter humano, no habra en ella distincin alguna entre hombre y mujer, entre griego y judo; mas en este mundo, no puede liberarse por completo de ias diferencias huma- nas. Adems, constituye para la Iglesia una manera de afirmar su trascendencia frente a esta diversidad el hablar griego en Grecia y habe o copto en Egipto: pero ella no es en s misma ni latina, ni griega, ni eslava, 2 . La adaptacin a los pueblos y a las razas es tambin para la Iglesia un medio de realizar su programa de unificar a todos en Jesucristo y la condicin esencial de su cato- licidad. Pero en modo alguno significa que existan una Iglesia o una verdad nrdica o eslava. En ningn caso, esa adaptacidn a lo humano debe convertirse en sumi- sin al egosmo orgulloso y particularista, o sea en una traicin al Evangelio. Por todo lo que el Evangelio nos dice de Jesucristo, nos parece evidente que, si ste supiera que en algn lugar existan iglesias de negros, con prohibicin de entrada para los blancos, all iria a celebrar la misa, y en Pretoria o en la ciudad del Cabo subira a los compartimentos reservados a los indios ...

    Sin ninguna duda, la Iglesia catlica ha sido gene- ralmente fiel al programa del Evangelio, pues los profetas del racismo nazi, como H. St. Chamberlain o Alfred Rosenberg, hubieron de lanzar contra ella, en las pginas de sus libros, la acusacin de haber destruido

    . todos los organismos nacionales y todas las culturas originales. EI ideal de la Iglesia, dicen los nazis, es el de uniformar el universo en el marco unitario de una euolklose Weltkirche,. Y, en particular se la inculpa de haberse opuesto siempre al genio nrdico y germnico!

    EL RACISMO NIEGA EL ESPIRITUALISMO CRISTIANO

    La encclica Mit brennender Sorge, de 14 de marzo de 1937, acusaba ai racismo nazi de hacer de la sangre la nica base y norma de la conducta del hombres. Es cierto que los tericos del racismo nrdico recurran a elementos de orden psicoldgico y moral, como el valor,

    1. Mt.. XIX. 12. 2. Benedicto XV, Motu proprio Dei proufdentis. de 1.0 de mayo de 1917. 3. A c ~ Q , 1937, 158.

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  • el honor, el espritu de iniciativa, de fidelidad. Es incluso muy significativo el hecho de que los tericos del racismo (Gobineau, Chamberlain, Rosenberg, Darr) no pudieran nunca definir lo que ellos llamaban raza sin servirse de esos elementos y sin crear arbitrariamente una especie de tipo ideal muy alejado de la comprobacin positiva y de los hechos histricos. Asi, un mismo personaje se inclua ya en un grupo racial ya en otro, invocando razones que nada tenan que ver con la gentica, pues eran puramente ideolgicas: Luis XIV, por ejemplo, era calificado de antigermnico cuando expulsaba a los pro- testantes; pero era echter Germane cuando defenda las prerrogativas de Ia Iglesia galicana ... Sin embargo, el racismo es materialista al considerar las realidades supe- riores como el arte, la cultura, el derecho e incluso la religin, como una expresin de impulsos o exigencias de la sangre, es decir de factores genticos. Todos recordamos an estas frmulas: el arte es siempre producto de una sangre determinada) ; toda cultura autntica es la forma que toma, en la conciencia, el elemento vital vegetativ0 de una raza, (Rosenberg). Y luego estas abominables blasfemias : El derecho es para nosotros nicamente aquello que sirve al honor alemn,; el derecho es lo que sirve al Volk % ; la fe depende intimamente de la raza, (W. Hauer, etc.). Tampoco hemos olvidado las consecncias trgicas de esas ideas: la creacin, por el III Reich, de una nueva forma de jurisdiccin, el juicio que se funda sobre la apreciacin instintiva de lo que exige el bien del pueblo antes que sobre una ley definida (decreto del 28 de junio de 1935), el intento de definir y de crear una religin nbrdica, por ltimo, el antisemitismo brbaro cuya obra fu Auschwitz, el ms grande de los crmenes de la historia humana.

    Ninguno de los paises que admiten en la actualidad discriminaciones raciales profesa semejantes aberra- ciones. Ms adelante, en nuestro estudio, habremos de justificar la discriminacin en ciertos aspectos; pero no por motivos de raza. Puede ser legtimo, aun cuando sea muy discutible y se preste a muchos abusos, que se aplique en el mismo pas un sistema penal a los euro- peos, entre los cuales se han eliminado desde hace

    1. Palabra que signiflca a la vez upueblos y traza.

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  • tiempo ciertas penas corporales, y otro a los aborgenes, entre los que todava esas penas son de uso corriente. Pero, 1." en ningn caso un acto puede estimarse como bueno para un grupo de hombres cuando el conjunto de la humanidad lo considera criminal para otro; 2." podr aceptarse una discriminacin invocando una situacin histrica de hecho, pero nunca por motivo de una dife- rencia puramente racial.

    Ser permitido, por ejemplo, establecer limitaciones estrictas en las condiciones de residencia a los gitanos, porque representan un grupo social determinado, con un modo de vida o una conducta especiales, pero no porque tengan un tipo fsico diferente o antecedentes raciales distintos. En ciertas ocasiones, puede ser dificil establecer esa distincin, pero la diferencia es real y de la mayor importancia.

    Se trata del principio puro que da legitimidad al cabo a todas las leyes. Si el legislador humano niega algo ante una conducta determinada o ante la falta de cierta aptitud -o si el poder eclesistico, por ejemplo, niega la comunin a un hombre porque se presenta incorrec- tamente vestido o por pertenecer a una secta conde- nada- impide el ejercicio de un derecho que es de su competencia reglamentar; en cambio, si niega algo a un hombre por el color de su piel, usurpa la dignidad del legislador divino atribuyndose una autoridad que no le compete. Porque el hombre no puede tener autoridad en un dominio en el que no es autor; el poder humano tiene autoridad en los bienes sociales producidos por la industria humana, cuyo uso comn reglamenta, pero no en lo que atae a los derechos inherentes a la naturaleza humana elemental, la que no ha sido creada por el hombre. Esos derechos corresponden al Creador, y por eso la Iglesia est encargada de su custodia y, aunque reconoce al Estado, en su dominio, una competencia fundada en la voluntad de Dios, la Iglesia ha declarado siempre nulas en derecho las medidas legislativas que invaden la jurisdiccin del derecho natural, de la perso- nalidad humana o de la familia, ms antiguo y ms hondo que el derecho de la sociedadl.

    En cuanto a la religin, subordinarla a una raza es una aberracidn que los tericos del racismo nrdico slo

    9. Cf. Ylt brennender Sorge, pdgs. 159-1813.

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  • pudieron mantener creando, arbitrariamente y en opo- sicin a los documentos ms irrefutables, el mito de una treligin aria,, interior y mstica, en contraposicin a una fantasmagrica ereligin semita,, hecha de sumi- sin exterior y servilismo. El hombre no es mistico o ateo, moralmente bueno o malo segn la sangre que corra por sus venas, sino por su fidelidad a un instinto espiritual que Dios ha puesto en su misma naturaleza y segn la respuesta personal que quiera dar a la VOZ de Dios ya sea en el interior de su conciencia, ya sea en el exterior, en la predicacin apostlica.

    En la Biblia aparece repetidas veces la afirmacin de que la religin judeocristiana no viene de la carne ni de la sangre, sino de una doble iniciativa de Dios: una, fuera de nosotros, al dirigirnos su Palabra; otra, en nuestro interior, al inclinarnos hacia esa Palabra por la obediencia de la fe. Toda esa religin tiene sus comienzos en la vocacin y en la fe de Abraham, llamada a , que consagra las profecas del Antiguo Testa- mento, es una visin que puede alegrar ya nuestros ojos terrenales.

    1. Gen., XII, 1.

    3. Cf. Jn., I, 13; Mt.. XVI, 17; 1 Cor., XV. 50; Cai., I, 16; EP., VI, 12. 2. Cf. Le., XI, 27-28; Mt., XII, 46-50.

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  • EL RACISMO ES UNA PSEUDORRELIGION

    El papa Po XI ha proclamado con palabras elocuentes y verdaderamente profticas que, al reducir a los trmi- nos de la raza los grandes principios del cristianismo, el racismo los desvirtuaba profundamente y se converta en una pseudorreligidn en todas las nociones de revela- cin, fe, inmortalidad, pecado original, redencin y cruz, humildad y gracia 1. Si existe en el cristianismo un misterio de la sangre y una solidaridad de la sangre, no son los de una raza opuesta a otras razas, sino de la totalidad de los hombres unidos en la herencia del pecado que viene desde nuestros primeros padres y en la herencia de la Redencin ganada por la sangre de Cristo 2. Cada vez que se proclama la santidad absoluta de una raza -o de una clase social- se la reviste de 10s atributos de la Iglesia o del Cuerpo mstico de Jesu- cristo. Muy fcilmente se puede probarlo hojeando las publicaciones racistas o ciertos libros al servicio de una clase social. Se afirma en ellos que un hombre es justo, inocente, que se salva y llega a la verdadera libertad, que hereda los ms altos bienes y entra en una especie de comunin con los santos, por pertenecer a una raza o a una clase determinadas. Pero esto se realiza siempre con exclusin de los dems, contra los cuales es permi- tido y an laudable hacer la guerra para la que se consideran buenos todos los medios.

    La verdadera Iglesia, el verdadero Cuerpo mstico estn abiertos a todos los hombres: su combate es espiritual y slo admite armas de luz; su ley es el amor universal y misericordioso que proviene del corazn de Dios.

    EL RACISMO TIENE CONSECUENCIAS DESASTROSAS PARA EL CRISTIANISMO

    Todos los racismos, no slo el racismo terico y absoluto, sino tambin el racismo prctico y relativamente mode- rado, tienen consecuencias desastrosas para el espritu y la letra del cristianismo.

    1. MI1 brennender Sorge, paga. 156-158. a. Discurso del cardenal Van Roey, arzobispo de Malinas. 1938.

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  • Racismo y eugenesia. La Iglesia catlica no reprueba toda eugenesia, pero ha adoptado una posicin decidida y severa contra las formas de eugenesia que no respetan el valor absoluto de la vida humana y tratan al hombre como una simple especie animal, como un elemento de zootecnia. No seria del todo leal, ni muy inteligente, presentar sus inter- venciones y sus prohibiciones en este dominio sin rela- cionarlas con los principios generales que las explican. Sin embargo, as es como procede, por ejemplo, un autor como Paul Blanshard. La Iglesia no trata de prohibir de ninguna manera toda investigacin y toda prctica eugensicas. Tiene una concepcin propia, inspirada en su firme decisin de no tratar las cosas humanas como meras realidades fsicas y de no separarlas de la calidad, de la vocacin y de las facultades espirituales del hombre. La Iglesia inculca a ste la responsabilidad de sus actos, la dignidad de la vida sexual y de la procreacin, el valor superior de las virtudes sobrenaturales. Mantiene que, incluso en lo que posee de animalidad, el hombre no es un animal; su sensibilidad -uno de sus atributos org- nicos- no es una sensibilidad de animal, sino de hombre, subordinada a sus fines humanos y espirituales.

    Esta verdad es olvidada no slo por el racismo, sino tambin por esa eugenesia inconscientemente materia- lista inspirada por los sentimientos de raza a una socie- dad que, desprovista del valor que suelen conceder una vitalidad plena y las disciplinas de la salud, siente amenazado su porvenir.

    La oposicin de la Iglesia catlica frente a la esterili- zacin no se ha afirmado plenamente sino despus de cierto tiempo. Sin duda alguna, ste constituye uno de los puntos que podrian ilustrar la idea formulada por un jurisconsulto corno G.R. Renard del derecho natural con un contenido progresivoB. Tambin nosotros hemos dicho anteriormente que la tdoctrina social de la Iglesia, es de esta ndole y que slo se desarrolla progresiva- mente, por reaccin de un sentido cristiano, basado en principios permanentes, ante los hechos de la historia, y en condiciones determinadas. En su etapa actual, esa doctrina, sancionada por el magisterio ordinario 1, puede resumirse del modo siguiente :

    1. Principales documentos : Enciclica Casti connubii, del 31 de diciembre

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  • 1. Toda persona no tiene derecho a hacerse practicar la esterilizacin sino para salvar su vida y no, por ejemplo, para poder gozar de los placeres de la carne evitando la procreacin. Por consiguiente, las legisla- ciones que impusieran la esterilizacin a reserva ni- camente del consentimiento del interesado no cumpli- ran con lo que exige la Iglesia en nombre de derecho natural.

    2. Toda persona tiene derecho a renunciar libremente a hacer uso de su poder de procreacin y puede incluso tener el deber moral de hacerlo (profesin de celibato o de virginidad, deber de limitar el nmero de nacimientos, responsabilidad que entraa la trans- misin de taras hereditarias).

    3. La. sociedad (el Estado) se atribuye el derecho de practicar esta mutilacin como sancin de ciertos delitos muy graves y quiz5 an como medida preven- tiva de reincidencias criminales. La encclica Casti connubii no se pronuncia sobre este punto. El pro- greso de las ideas morales parece eliminar esta prc- tica, definitivamente, de la legislacin de los pases civilizados. Ciertos autores catlicos (por ejemplo, el P. Agapito Marin de Sobradillo) estiman que el Es- tado podra excluir a ciertos individuos del derecho al matrimonio y a la procreacin, cuando as lo exija el bien comn. Otros se oponen absolutamente a ello 1.

    4. El Esfado no tiene el derecho de privar a un individuo de su potencia de procreacin para obtener simples bienes materiales eugensicos, pero tiene el derecho de aislar a los individuos enfermos que podran trans- mitir graves taras a sus descendientes.

    5. La verdadera eugenesia es inseparable de la solucin de la cuestin social (problema de la vivienda, alcoholismo, prostitucin, miseria), del respeto gene- ~-

    de 1930 (Acta Ap. Sedis. 1930, pgs. 502 y s.), y Decreto del Santo Oficio, de 21 de marzo de 1931 (Acta A p . Jedis, 1931, pgs. 118-119); Reacciones de los catdlicos alemanes e italianos (cf. Documentation catholique, Pars, t. 30 (1933), coi. 683-699, 817-828 y 31 (1934), 430- 431); Decreto dei Santo Oficio, por el que se prohibe la esterilizacin directa, es decir, como fin en si misma, y no, por ejemplo, como medio de salvar la vida de un hombre, 24 de febrero de 1940 (Acta A p . Sedis, 32 (1940), pg. 73); Decreto dei Santo Oficio del 2 de diciembre de 1940, por el que se condena el homicidio por eugenesia

    1. L'Osseruatore Romano dei 13 de agosto de 1933. (Acta A p . Sadis, 32 (1940), pg. 533).

  • ral de la moral, de la formacin de un sentido de responsabilidad y previsin y de una legislacin sanitaria positiva (especialmente en favor de los hijos que no han heredado las taras de sus padres, a pesar de ser stos degenerados o enfermos) y la difusin de los deportes. La posicin catlica es una solucin de conjunto. No impone determinadas prohibiciones sin ofrecer al mismo tiempo medios positivos de vida sana. Sin ms que observar la Ley de Dios, se conseguiran muchos de los fines que persigue la eugenesia.

    La negacidn del amor al prdjimo.

    Todo racismo, por limitado que sea, se opone a la esencia misma del cristianismo -que es la caridad- y niega la nocin de *prjimo,, nombre con que se designa a los dems en el lenguaje cristiano, que es el de la caridad igualmente.

    Bien conocida es la escena en que, despus de haber enunciado la ley del amor, un doctor de la ley, queriendo justificarse, pregunt a Jess: aiY quin es mi pr- jimo?, Jess respondi: cBajaba un hombre de Jeru- saln a Jeric, y cay en manos de los salteadores de caminos, quienes le dejaron medio muerto. Lleg a ese lugar un sacerdote, y aunque le vi&, pas de largo. Igual cosa hizo un levita. Pero un samaritano que pasaba, a su vez, se inclin sobre la vctima y vend sus heridas. Quin de estos tres,. concluy Jess, *te parece haber sido el prbjimo del hombre que cay en manos de los salteadores?, El doctor de la ley respondi: aAqul que ejercit con l la misericordia 1,. Infinita es la profun- didad de estas palabras. Jescs no quiso decir, natural- mente, que debemos amar a nuestro prjimo porque haya dado pruebas de bondad hacia nosotros: explicita- mente conden esta actitud como propia de paganos, y no de los discpulos llamados a imitar al Padre Celestial que hace alzarse el sol sobre buenos y malosz. Es indudable que Jess ha querido ensearnos, sobre todo, que nuestro prjimo es el hombre que Dios pone sobre nuestro camino; no el amigo que hemos elegido: sino el

    1. Lc.. X, 25-37. 2. Mt., V, 43-48.

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  • desconocido que encontramos y con el que tropezamos sin poderlo evitar, y que Dios propone a nuestro amor. Ms an, en su parbola Jess obliga al doctor de la ley a reconocer que su.prjimo no es el sacerdote ni el levita, es decir, un hombre de su grupo o de su clase, de su mundo o de su raza, sino un samaritano, hombre de sangre impura al que se despreciaba y con quien se evitaba tener relacin 1. En realidad, el prjimo no es la persona ms cercana a nosotros por la sangre, por las afinidades o por la pertenencia a un mismo grupo, sino la que se nos aproxima por un amor puramente mise- ricordioso y desinteresado. He aqu la raz6n por la cual, en lenguaje cristiano, los dems hombres se llaman uel prximo, o prjimo.

    Por el contrario, el prejuicio racial, y ms an el racismo transformado en teoria, implica, en vez del amor, el desprecio a los dems, la desconfianza hacia ellos. El colonizador, en su aspecto desfavorable, ha podido ser caracterizado por una falta de comprensin de los otros hombres2. El racista aplica a todo, llevn- dola hasta el paroxismo, una mentalidad de colonizador. Y como nada hay ms apasionado ni ms irreflexivo que el prejuicio de un grupo contra otro y como es tan fcil ligar el desprecio o el prejuicio a cualquier detalle del aspecto fsico o del comportamiento exterior de los dems, pronto se convierte el racista en esclavo de un verdado complejo que destruye en l hasta las mismas races de la caridad. San Juan, el apstol del amor, nos dice: uQuien odia a su hermano es un homicida3,. Y sta es una gran verdad. Es imposible odiar a un hombre, o simplemente menospreciarlo, sin que llegue- mos a pensar un da: useres como ste no deberan existir,. Ahora bien, el genial Dostoievski nos ha demos- trado, en la figura de Smerdiakov de los Hermanos Karamazof, que un pensamiento de esta ndole es el principio de un asesinato.

    Ei antisemitismo.

    EI prejuicio racial, y sobre todo el racismo terico, conducen casi siempre al antisemitismo. sta es la

    1. Jn., IV. 2. O. Mannoni, Psychologie de la colonisation. Paris, Ed. du Seuil, 1950. 3. Jn., III, 15.

  • segunda forma en que se opone a la esencia misma del cristianismo.

    Tambin en este caso los acontecimientos han depa- rado a la Iglesia y a numerosos cristianos, entre los cuales nos contamos, la ocasin de precisar, de profun- dizar y de poner en claro el sentido ntimo y las conse- cuencias de sus principios doctrinales. N. Berdiaeff deca ya con razn en 1938: Las formas que actualmente adopta la persecucin de los judos conducen, desde el punto de vista cristiano, a una condenacih definitiva del antisemitismo. Este hecho es un factor positivo del racismo nazi. Los infinitos padecimientos de Israel parecen haber sido como una misteriosa condicin para llegar a una visin ms clara de lo que representa ese pueblo en la economa providencial y para realizar un nuevo descubrimiento, fecundo y aclarador, de lo que significa el Antiguo Testamento para el propio cristia- nismo. Ya la Iglesia de la antigedad, tan cercana an de sus orgenes, tena clara conciencia de ser el Nuevo Israel que realizaba el Antiguo y no poda renegar nada de este ltimo. Hecho an ms notable si se recuerda que en aquella poca la Iglesia cristiana afir- maba sus principios contra la Sinagoga y discuta con los judos. Pero cuando Marcio quiso conservar slo un Nuevo Testamento del que se hubiera eliminado todo elemento del Antiguo, la Iglesia le expuls de su seno, afirmando as su profunda conviccin de que no podra ser la Iglesia de Cristo sino en la continuidad de la tradicin de Israel. Este es el motivo tambin por el cual las tentativas del racismo nrdico para oponer una religin aria, interior y mstica, a la religin semita, de un Dios creador y dominador, no podan ser acogidas por la Iglesia, sino como una absurda invencin. Espiritualmente, somos semitas,, dijo Po XI a un grupo de peregrinos belgas el 6 de septiembre de 1938.

    Para un cristiano, ser antisemita es negar prctica- mente que Israel sea un pueblo como los dems y lleve siempre en s, como una eleccin divina, la dolorosa contradiccin de ser todava el Israel de Dios, pero no el verdadero Israel. No se trata en este caso sencilla- mente de esa falta contra la caridad de que antes hemos hablado; ms bien se trata de un elemento propio de Israel que se encuentra tambin en la esencia del cristianismo. En la segunda parte del presente estudio

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  • hemos de ver los problemas concretos, de orden socio- 16gico y politico, que plantea a las naciones, tanto a las cristianas como a las dems, la presencia de una comu- nidad juda en el seno mismo de los pases donde los elepentos de esa comunidad se hallan dispersos. Son problemas reales, aunque muchas veces exagerados y complicados por una falta lamentable de serenidad e incluso de objetividad. Pero sera un error limitarse a esos problemas y ver en la comunidad hebraica nica- mente a los judios, y no a Israel, como lo exige una distincin de trminos que ya se encuentra en la Biblia *. Se suele incurrir en dos errores gravsimos, el primero consiste en no ver el problema espiritual o en ocultarlo o hacerlo desaparecer totalmente en el problema humano, sociolgico o politico; el segundo, en tratar incluso ese problema humano desde un punto de vista puramente fsico, es decir no humano y sobre todo no cristiano. La existencia de los judos en un pas puede plantear un problema o diversos problemas. Pero en ningn caso tiene un cristiano el derecho de enjuiciar esos problemas con una mentalidad antisemita z . ~

    Al limitar el misterio de Israel al problema sociolgico o poltico del judo (problema ya de por si mal plan- teado), se expondran los cristianos a reducir el catoli- cismo a una doctrina sociolgica, a una religin- de carcter social. Este peligro se ha manifestado con suficiente claridad en la actitud de Ch. Maurras. Elimi- nado el peligro judo,, por un tratamiento puramente poltico, resulta que el mismo cristianismo pierde su *virulencia%. Porque la savia proftica que vive en la Iglesia tiene sus races en el pueblo de la espera y de la promesa, el pueblo del mesianismo y de la escatologa, e1 pueblo que introdujo en la conciencia humana la nocin de lo hist6ricoD (N. Berdiaeff). Es muy de lamentar en cierto sentido que Israel, al no corresponder

    aHebreo, es un nombre puramente etnol6gico (acaminantes). aJudio, que viene de aJudea, Judas,, designa al pueblo como entidad puramente humana y terrestre. Las Escrituras y los textos profanos emplean esta palabra cuando se habla de los judos como pueblo poltico, o como comerciantes, etc.; en el Evangilio de San Juan, el ujudio es el que ha rechazado a Jess. aIsraelita, designa al pueblo judio como realidad religiosa, pueblo de la Revelacin y de la Alianza (cf. von Rad y Gutbrod, art. Israel, en el Wrterburch de Kittel, t. III. especialmente pbgs. 357 y s., 378 y s . ) . Y. de Montcheuil, en LEgZisc e t l e monde actuel, diciembre de 1940, phg. 106.

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  • a su eleccin en Cristo. haya dado -por decirlo asi- un sentido laico a su vocacin propia, contenida en el fermento proftico. fisa es la razn por la que un Karl Marx, a pesar de las acerbas crticas que formula contra el judaismo del dinero, sigue siendo profundamente judo; y se tambin es el motivo por el cual, en la accin de los judos hay frecuentemente algo de revoluciona- rio e inquietante. Pero la autntica vocacin de los judos es la de sentirse destinados para las naciones -pars pro toto, aminoria al servicio de una mayora, (J. Weill). Aun en el plano humano de la historia, es imposible comprender a los judos fuera de esta perspec- tiva.

    Con mayor razn no se puede alcanzar y conservar la esencia del cristianismo si no respetamos en l sus races judias y si en esos fragmentos infieles de Israel dispersos ahora en el seno de los demhs pueblos no vemos los restos del Vaso de eleccin que nos ha transmitido los ms altos dones de Dios.

    /LA BIBLIA ES ACASO RACISTA?

    Pero no han sido los mismos judios los primeros racistas? No encontramos en la Biblia una bendicin para ellos y maldiciones contra las dems razas en cuanto tales?

    Hay que volver asi a examinar las afirmaciones raciales de las Escrituras y el contenido de racismo que hay en el hecho de que Israel sea el pueblo elegido,. No hay discusin sobre un punto primordial : se trata, sin duda, de la eleccin de un pueblo, pero esta eleccin no tiene, ni por su contenido ni por su signi- ficacin, carcter racista. No hay que olvidar, por otra parte, que la religin de Israel se diferencia profunda- mente de la de otros pueblos con los cuales, sin embargo, formaba una sola comunidad racial, y esto reduce a arbitraria construccibn de ingenio la tesis nazista que liga estrechamente raza y religin y establece entre ambas una correspondencia rigurosa. Israel fu elegido como pueblo porque es designio de Dios congregar a todos los hombres en un slo pueblo espiritual, la Iglesia, para salvarlos y llevarlos a su comunin, no aislada- mente los unos de los otros, sino en comn. As, el

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  • pueblo de Israel fu elegido en representacin de todos y para todos, pars pro toto. La eleccin se limita en un principio a un pueblo porque Dios parece complacerse en dar primero a uno slo o a unos pocos lo que destina a todos, con el fin de integrar en su plan de misericordia universal los esfuerzos y las aportaciones de los hombres en el transcurso de la historia. Tambin lo hace as para proteger la plantacin y el primer brote del germen de la verdadera religi'n, antes de exponerlo a todos los vientos de la cultura mundial.

    Las Escrituras prueban en la forma ms explcita que la eleccin no tuvo sentido racista y que el cpueblo elegido, de que nos habla la Biblia nada tiene que ver con una raza noble o con un Herrenuolk. Estas Escrituras nos dicen precisamente que Israel no fu escogido por sus cualidades superiores -los griegos lo hubieran merecido mucho mhs en ese caso- sino, al contrario, porque no las poseanl. Este sentido de la eleccin divina lo subrayan todos los libros de la Biblia, cuando nos refieren cmo Dios se complace sin cesar en imprimir a los acontecimientos una direcci6n inesperada, en escoger fortuitamente a los hermanos menores en lugar de los mayores - c o m o en la historia de Can y Abel, de Jacob y de Esail, de Efran y de Manass, de David-, o en preferir que las madres de los elegidos de su pueblo, sean mujeres estriles: Sara; Rebeca, madre de Sans6n; Ana, madre de Samiel; Isabel, madre del Bautista. De esta manera nada tiene el (pueblo elegido, de raza privilegiada ni excepcionalmente dotada : su eleccin no tiene sentido racista.

    Tampoco lo es el contenido de la eleccin. Desde un principio y constantemente, Israel es el pueblo escogido para la humanidad entera para ser mediador de una Revelacih destinada a todos. La idea de Dios que se afirma en la Biblia difiere Profundamente, por un rasgo caracterstico, de la que encontramos en los dems pueblos que rodean a Israel: Jehov no es el Dios de un pueblo determinado, ligado como los dioses parti- culares a un grupo de hombres. Es el Creador de toda,s las cosas y no hay ms Dios que El. Esta es la raz6n por la que tampoco est vinculado a un lugar preciso, a una montaa, por ejemplo, a una fuente o a un

    1. Vdase Deut., VII, 7 ; X, 14-15; Ez., XVI, 3-15; 1 Cor., I, 27.

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  • santuario particular. As lo indicaron con toda claridad San Esteban, en su discurso ante el Sanhedrin, y San Pablo, en las palabras que pronunci ante el Arepago 1. Todo eso nos lleva a precisar el sentido de los dos pasajes de la Biblia en que se habla de la divisin de las razas: la descendencia de No y la Torre de Babelz. M. W. Zimmerlis, autor de un reciente estudio sobre el relato de los orgenes, ha observado que estos dos episodios se completan mutuamente. Aquel que expone la diversidad de los pueblos descendientes de No pre- senta el aspecto afortunado y positivo de esta diversidad: una descendencia numerosa es un bien. La Biblia no dice nada de los negros como hijos malditos de Cam, ; los autores teocrticos que, como Joseph de Maistre, han pretendido ver en la Biblia lo que Dios pensaba de la historia de su poca, y sobre todo los que, como ciertos anglosajones de los siglos XVIII y XIX, justificaban la trata de negros con la Biblia, han incurrido en la ms absurda de las contradicciones, dando al texto sagrado un sentido que nunca tuvo. No hay en las Escrituras ninguna maldicin contra ninguna raza como tal.

    Desde el punto de vista de la Revelacin bblica, lo normal es la unidad del gnero humano y, en todo caso, su armona pacfica. Si existe entre los hombres una diversidad que llega a ser oposicin, imposibilidad de entenderse, se trata de una anomalia que es necesario explicar. La Biblia da la explicacibn en el episodio etiolgico de la Torre de Babel, donde se .presenta un aspecto nefasto de la diversidad -la cual en si misma es indiferente y ms bien feliz- de razas, pueblos y lenguas. Segn ese relato, la unidad racial, poltica y lingstica de la humanidad no tiene nada de censurable. Dios no se opone a ella sino cuando se halla inspirada por el propsito orgulloso de sustraerse a su soberania. E. Knig, que ha observado este hecho 4, seala tambin 5 que ninguna otra literatura de la antigedad proclama la unidad del gnero humano con la misma insistencia que la Biblia. Demuestra este autor que desde el

    1. Hechos, VI1 y XVII, 22 y s . 2. Gen., X, 1, XI. 9. 3. I Mose, 1-11. Die Urgeschichte, Zurich, 1943; especialmente t. II, pgs.

    170-235. 4. Theologie des Alten Testaments (pr. 13, Stuttgart, 1922 pgs. 63-54). 5. Ibid., pg. 51. 6 . Zbfd., y p8r. 77, pgs. 259-269.

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  • momento de la creacin de Adn, la Biblia presenta un plan de Dios y una historia de salvaci'n pata toda la humanidad. Incluso despus del pecado, Dios se abstiene de aniquilar al gnero humano; le da pruebas de su amor y ciertos medios de conocerlo, y se compromete, como por una alianza, a asegurarle su benevolencia y los dones de la naturaleza. Aun cuando el orgullo de los hombres ha provocado la maldicin de Babel, Dios, transfiriendo su plan de gracia a una familia y a un pueblo por la eleccin de Abraham, no deja de procla- mar explcitamente, desde un principio, el fin universal que persigue: tBenditas sern en t todas las naciones de la tierra.>

    Este plan universalista se halla presente siempre en la historia de IsraeI. Antes de que los gentiles entraran en la Iglesia y de que la confusin de Babel quedara repa- rada por el milagro de Pentecosts, haba en Israel como una anticipacin y una promesa de salvacin universal por la que se asimilaron al pueblo de Dios individuos tnicamente distintos : Rahab, cortesana de Jeric; Abimelech, hijo de Geden y de una cananea; Ruth, la moabita, que figura entre los ascendientes de Jesis y otros que, en gran nmero y sin gloria, fueron admitidos a la comuni'n religiosa de Israel como proslitos (palabra que, dicho sea de paso,-es propia de la lengua bblica, lo cual no deja de ser significativo) l. ,yC.mo podramos dejar de recordar aqu los magnficos textos universalistas que abundan en los Salmos y en los Pro- etas despus del destierro? Sera imposible citarlos, pero merecen leerse*. Para la Biblia, todos los pueblos son culpables, pero todos pueden obtener el perddn de Dios y todos vendrn a fil.

    Pero las Escrituras prescriben tambin la extermina- cin de miembros de otras razas, e incluso de otras razas en gener al... En los mil aos que transcurren desde la orden de exterminar a los madianitas, a los cananeos, etc. - c o m o puede verse en el Libro de los Nmeros, en el Deuteronomio o en el Libro de Josu- hasta las medi- das similares dictadas por Esdras despus del destierro, fu derramada mucha sangre. Pero es indudable, y los 1. Vase Exodo, XII, 48-49. 2. Vase Isa., XI, 9; XIV, 1-2; XIX, 19-25; XLIX. 18-23; LII, 1 0 y Sig.;

    LVI, 1-8; LXVI, 18-21; Sal., 2, 7-8; 22, 27-28; 65, 32; 77, 1-2; 72, 8-11; 86, 6-10; 96, 5, 7, 10; 98, 8-7; Zac., II, 15; 8, 20-24; XIV, 20-21; Joel, III, 1-2; Mal., I, 11, etc.

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  • textos sagrados lo dicen explcitamente, que nunca fueron condenados a la destruccin pueblos o mujeres extraos a Israel por una discriminacin racial pro- piamente dicha, sino por peligro o actos de idolatria'. Y no fu tampoco un prejuicio racial lo que di6 origen a tantas medidas de proteccin aplicadas a la descen- dencia de los patriarcas, y ms tarde a la de Jud, sino el cuidado de cumplir fielmente el designio de Dios que, desde Abraham hasta Mara, pasando por Jud y David, trataba de asegurar la realizacin de las promesas mesinicas.

    Seria, pues, totalmente falso interpretar el Antiguo Testamento en trminos de razas y sobre todo de racismo. Incluso despus del advenimiento del cristia- nismo, el judasmo, disperso y no obstante siempre indi- visible, no ha interpretado nunca su posicin en trminos de raza. Puede haber en este sentido una tendencia espontnea y vulgar, que acaso se ha afianzado en la medida en que los mismos judos han dado carcter laico a la idea de su pueblo y, como ya hemos explicado anteriormente, han demostrado ser ms judos, que

  • ACTITUDES CONCRErAS DE LA IGLENSIA ANTE LOS HECHOS RANCIALES

    EL PUNTO DE VISTA RACIAL SE OPONE A LA T R A D I C I ~ N C A T ~ L I C A

    El cristianismo llevaba en sus mismos principios la negacin del prejuicio de raza. Adems, surgi6 y se difundi en sus comienzos en el mundo grecorromano y dentro de los confines del Imperio, que abarcaba razas de toda suerte y no profesaba ningn principio racial, como tantas veces lo han afirmado los racistas nrdicos modernos. El imperio de Augusto, la pax romana y el orbis romanus eran en absoluto independientes de la nocin de raza. La filosofa estoica, en la que los latinos encontraron casi espontneamente su ideal, proclamaba la unidad del gnero humano y una igualdad y una fraternidad de principio entre todos los hombres. As, la Iglesia se mantuvo libre de los prejuicios de raza. Los Padres de la Iglesia se han complacido en subrayar ese milagro de la unidad cristiana, que reunia en la unanimidad a tantos hombres y pueblos diversos. cAqu1 que est en Roma sabe que los habitantes de la India son miembros de su Iglesia. qu sociedad podra compararse con esta? Y todos tienen un solo jefe, que es Cristo ... 1,

    Cuando, al convertirse prncipes y pueblos, el cristia- nismo comenz a existir no slo espiritualmente como Iglesia, sino bajo la forma polticojurdica de Repu- blica cristiana,, cuando la autoridad espiritual tuvo medios de accin social, la oposicin de los cristianos a otros grupos de herejes o de infieles tom muchas veces una forma de lucha y en ciertos casos de opresin. Recordemos las violencias de que fueron objeto los judos en varias ocasiones, las guerras contra los rabes, las cruzadas contra el Islam, las guerras de los Caballeros Teutnicos contra1 baltos y eslavos, la lucha contra los

    . .

    1. San Juan Crisdstomo, San Agustin, etc.

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  • turcos ... Pero es sumanente notable que el sentimiento de raza no apareci nunca en esas luchas. No se esta- bleca la divisin en ese plano, sino en el plano espiritual de la fe, oponiendo la creencia verdadera a las creencias falsas1. No se luchaba contra el moro por ser rabe sino por ser infiel. Conviene recordar con este motivo que la famosa expresin perfidia judaica, no tiene probablemente el sentido moral que sugiere su engaosa transcripcin a las lenguas modernas, sino el sentido teolgico y cannico -muy prximo a su etimologa- de falta de fe o de negativa a creer 2.

    No hemos de hacer aqu, ni aun sucintamente, una historia del antisemitisnio cristiano ; baste observar que, en la medida en que ste ha existido, obedeca a motivos unas veces econmicos o psicolgicos, las ms de orden religioso, pero nunca consideraciones racistas.

    Tampoco exista el sentimiento racial en la cristiandad en forma de patriotera nacionalista. Hoy da se precisan con mayor claridad los rasgos del sentimiento nacional, que aparecen desde la poca de los carlovingios en Europa, pero se admira el universalismo de una Iglesia y de una cultura que hicieron del ingls Alexandre de Hales, del alemn Alberto el Grande y de los italianos Santo Toms de Aquino y an Buenaventura, en el siglo XIII, glorias de la Universidad de Pars; ese univer- salismo que permiti que en el siglo XII la Sede Epis- copal de Canterbury fuera ocupada por un italiano, San Anselmo; la de Lincoln, por un saboyano, an Hugo; la de Chartres por un ingls, Jean de Salisbury 3 .

    Por cierto, tal universalismo tuvo tambin aspectos negativos. La universalidad romana ha trado consigo a veces demasiada uniformidad, sumisin, ignorancia de legtimas particularidades nacionales. Diversos cismas encontraron terreno abonado en un sentimiento nacional, a veces casi racial, ignorado con excesiva frecuencia: as sucedi6 con los cismas africanos del siglo IV (dona- tistas, circuncelios) ; ms tarde el sentimiento nacional

    1. Cf. Fi. F. Bencdict., Hace and Racism. Londres, The Labour Rook Service, 1943, pg. 107.

    2. Tenemos sobre este punto no s10 estudios cientficos (E. Peterson,

  • checo eiieontrb expresin en cl movimiento Hermanos de Bohemia, en las reivindicaciones de los utraquistas (comunin en ambas especies) y en la accin de Juan Huss; anlogamente, la reforma de Lutero tuvo por teln de fondo el sentimiento nacional alemn herido por las exacciones romanas y por la dominacin humi- llante de los italianos. Todo ello nos demuestra que la Iglesia, al mismo tiempo quc afirma y realiza la unidad superior, debe tener en cuenta los hechos de naciona- lidad y, eventualmente, de raza. La justa medida est en la armonia entre el principio de universalidad y la realidad nacional 1. Probablemente, de haber existido una Iglesia bereber en Africa del Norte, el Islam hubiera tropezado con una resistencia ms eficaz ...

    Los pocos historiadores de la idea racista nos dicen unanimemente que el prejuicio racista surgi con la colonizacin en el siglo XVI... y no es un fenmeno mani- festado de una sola vez. Porque no debe olvidarse que, para los hombres del siglo XVI, la incorporacin al cris- tianismo, es decir, a la forma de civilizacin predomi- nante, impeda toda discriminacin racial, 2. European expansion overseas set the stage for racist dogmas and gave violent early expression to racial antipathies without propounding racism as a philosophy3. Parece indudable que el prejiiicio racial est vinculado, en su origen y desarrollo, al imperialismo colonialista. Tiene este aserto una confirmacin elocuente en la evolucin de los sentimientos hacia los hombres de color, en Inglaterra, y especialmente hacia los negros. Hasta el siglo XVIII los negros vivan en Inglaterra como servi- dores, sujetos a un rgimen paternal, sin suscitar nin- guna repulsin. Slo apareci alli un sentimiento de desprecio hacia ellos en el siglo XIX, y an en el siglo xx, al crecer la soberbia imperialista y el colonia- lismo 4 .

    El prejuicio colonialista se afirm con toda su vio- lencia entre ciertos espaoles despus del descubrimiento y conquista de Amrica. Solrzano refiere, en De Zndin-

    1. Cf. Fr. Dvornik, National Chiirches and the Churrh Universal, Wets-

    2. Ch.-A. Julien, uLe racisme et lUnion francnise, rn Mondes dorient,

    3. R. F. Benedict, o p . cit., p4g. 111. 4. Cf. K. L. Little, Negroes in Britain. A S t u d y of Racial Relations in

    minster. 1941.

    nmeros 9, 10, 11.

    English Society. London. Kegan Paul, 194.

    35

  • rum jure, que muchos negaron a los indios la calidad de hombres porque, aun teniendo apariencia humana, les faltaba la inteligencia. Pedro Mrtir de Anghiera, Francisco Lpez de Cmara, Pedro Cieza de Len, el milans Girolamo Beiizoni, Antonio de Herrera, Simn Maiolus y el P. Gregorio Garca - e s t e ltimo, hermano en religin, sin embargo, del admirable Las Casas- repitieron, durante el siglo XVI, una frmula que les permita mantener a los indios en aencomienda,, es decir, en una condicin similar a la esclavitud. Fu entonces cuando advertido por el dominico Julio Garcs, obispo de Tlascala, el papa Paulo III public en mayo y junio de 1537 una serie de bulas que constituyen las primeras declaraciones del magisterio romano sobre las cuestiones raciales :

    aHa llegado a nuestro conocimiento que nuestro amado hijo en Cristo, Carlos, emperador de los romanos y rey de Castilla y de Len, ha publicado contra aqullos que movidos por la codicia tratan a seres humanos con espiritu inhumano un edicto que prohibe a sus sbditos reducir a la esclavitud y privar de sus bienes a los indios occidentales y meridionales. Considerando que los indios, aunque se hallan fuera del seno de la Iglesia, no estn privados ni deben ser privados de su libertad o de sus bienes, puesto que son hombres, y por ello capaces de fe y de salvacin, y no deben ser reducidos a servi- dumbre, sino i n v i a b s a 19 v- vida por la pre- dicacin y por el ejemplo ... [a continuacin figura una excomunin, reservada a la Sante Sede, para quienes reduzcan a los indios a la esclavitud o los despojen de sus bienes].

    cEl enemigo del gnero humano ha sugerido a algunos de sus satlites la idea de difundir en el mundo la opi- ni6n de que los habitantes de las Indias occidentales y de los continentes australes, de cuya existencia no hemos tenido conocimiento sino en tiempos recientes, deben ser tratados como animales desprovistos de razn y utili- zados exclusivamente para nuestro provecho y servicio, con el pretexto de que no participan de la fe catlica y son incapaces de aceptarla. Nos vicario indigno de Cristo Nuestro Seor hemos de consagrar todo nuestro esfuerzo a guardar el rebao que Xos fu confiado y salvar las 1. Bula o breve Pastorate offleiurn dirigida al cardenal Juan de Tavern,

    arzobispo de Toledo, el 29 de mayo de 1538.

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  • ovejas descarriadas, Consideramos a los indios hombres verdaderos que no slo pueden aceptar la fe cristiana, sino que aspiran a ella.

    >Y, con el deseo de remediar el mal que se ha causado, Nos decidimos y declaramos por la presente Carta, cuya traduccin deber ser legalizada por cada prroco mediante su sello, que dichos indios, como todas las dems tribus de que, en el porvenir, tenga conocimiento la cristiandad, no debern ser privados, aunque no sean cristianos, de su libertad ni de sus bienes, no obstante cualquier disposicin que pudiera alegarse en contra y sern dueos de seguir gozando de stos.

    ,Los indios y los dems pueblos que ms tarde puedan an ser descubiertos deben ser convertidos ni- camente con la palabra de Dios y con el ejemplo de una conducta buena y santa 1.a

    AI ao siguiente, en sus lecciones sobre la templanza, y ms tarde en 1539, en su De Indisz, el dominico Francisco de Vittoria declaraba que los indios eran hombres y que, por consiguiente, deba aplicrseles el mismo derecho natural que se aplicaba en Espaa. En un mundo al que se abran amplias perspectivas, ante el hecho nuevo de la convivencia de europeos y hombres de color, y ante las primeras pretensiones de un colo- nialismo duro y violento, la actitud de la Iglesia era muy clara: los indios, lo mismo que los negros o los amarillos, son hombres como los europeos. El derecho natural, la fe y la salvacin no tienen fronteras de raza.

    Por otra parte, la misma nocin de raza, no era explicita en esa poca, sino ms bien implcita. En el idioma francs del siglo XVII la palabra raza no tiene sino el sentido de

  • tica, se sirvieran de ella los polticos. Voltaire la esgrime ya contra la idea rousseauniana de la unidad natural y la igualidad primitiva entre les hombres. Kant fu sin duda el primero en dar una definicin precisa del con- cepto de raza, el cual desde entonces qued incluido en el patrimonio de la cultura humanal.

    LA' IGLESIA FRENTE AL RACISMO ACTUAL

    Habiendo llegado as las ideas a una fase que podra- mos llamar de madurez, tres grandes grupos de hechos, que caracterizaron el siglo XIX, han planteado de una manera nueva y a veces.verdaderamente aguda la cues- tin racial, exigiendo una reaccin concreta de la con- ciencia cristiana: el desarrollo de las misiones; las conquistas coloniales con la necesaria convivencia pri- inero de europeos y aborgenes, y despus el movimiento antiesclavista con sus consecuencias; y el romanticismo que culmin en la creacin del mito de una raza nrdica especialmente dotada y atractiva, mito que remozaron luego, sobre una base pseudocientfica, los profetas de la supremaca aria. As la Iglesia se vi6 obligada a hacer frente, con una actitud concreta, 1." a los problemas que suscitaban las misiones; 2." a los que surgan de la convivencia de blancos y hombres de color, sealada- mente en Africa del Sur y en los Estados Unidw de Amrica, y 3." al racismo nazi y al antisemitismo moderno.

    La Iglesia y las razas desde el punto de vista de la misin evangelizadora de la Iglesia.

    La actividad evangelizadora consiste en incorporar nuevos fieles a la Iglesia apostlica, en fundar la Iglesia de los apstoles en lugares y pueblos donde no existia anteriormente, dando una presencia activa a sus tres elementos principales: la fe, los sacramentos de la fe y los poderes del ministerio (sacerdocio, episcopado). Pero, tanto en las misiones remotas como en los pases de antigua cristiandad, la Iglesia ejerce necesariamente su misi,n secundaria de civilizacin cristiana. Los hechos I . Bestimmung des Begriffs einer Menschenrasse, 1785; Werke, t. IV,

    pg. 225.

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  • demuestran que jams ha credo, ni aun remotamente, en las mximas racistas segn las cuales sera una locura emprender una obra evangelizadora por estar los pueblos paganos racialmente predestinados a ser inferiores l. La Iglesia ha llevado a todas partes, con el Evangelio -como su preparacin, su complemento o su iruto natural-, la instruccin, el cuidado de los cuerpos enfermos o mal alimentados, la elevacin de la niujer, la moralidad de la familia, el respeto de la infancia y de la vida humana, la estima y la prctica del trabajo, el esta- blecimiento de normas de justicia y relaciones de paz.. .

    En una palabra, las, caractersticas primordiales de la actividad misional catlica son una afirmacin efectiva de unidad y una ventaja considerable para los seres humanos que benefician de ella. La Iglesia es una, pero su aportacin es multiple.

    Mas, no olvidemos otros aspectos complementarios : la realidad de la diversidad y el enriquecimiento de la Iglesia. La Iglesia recibe mediante las misiones; no se nutre tan slo de una fuente de lo alto, Jesucristo, segundo Adn, lleno de gracia y de verdad, sino tambin de una fuente mundanal, la de una humanidad que es solamente la substancia del primer Adn, multiplicada y desplegada, en el transcurso de la historia, a travs de pueblos, culturas y lenguas y que debe ser recapitu- lada, en el segundo Adn. En una teologa de la cato- licidad se encuentra la justificacin del papel que puede desempear, en la Iglesia, la diversidad de los pueblos y, eventualmente, de las razas. Ya hemos explicado este punto con anterioridad.

    El factor esencial en este caso es, sin duda, el pueblo, realidad perteneciente al mundo de la historia y de la cultura y no al de la biologa. Los autores racistas incurren constantemente en el paralogismo de pasar de un terreno a otro, atribuyendo a un concepto ms bien mstico, que llaman raza, elementos que son en realidad producto de circunstancias histricas o geogrficas, de la cultura y de la historia. La nocin de raza no es un concepto de la tradicin catlica y no se encuentra en la teologa, en las cartas pastorales, en la misionologa o en el derecho cannico. La Iglesia, en este caso, tiene que limitarse a aceptar, cuando existen, las conclusiones

    1. Hitler, M e i n K a m p f , pg. 446. 2. Ciirdtiens dsunis, Paris, 1937, cap. 3.

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  • de la ciencia. Despus de todo, si las almas son iguales, aunque un individuo no deja de distinguirse de otro, en inteligencia y en carcter, por un equilibrio y una per- feccin diferentes de sus facultades corporales -y estas disposiciones corporales se transmiten parcialmente por herencia y quedan genticamente determinadas-, i por qu no ha de poseer un grupo de hombres procedentes de un origen comn, ms o menos remoto, un tempera- mento original hereditariamente determinado y, por consiguiente, de carcter racial? No deja esto de ser posible; la dificultad reside en que los cruzamientos han sido en casi todas partes tan numerosos que la realidad de la raza ha llegado a ser problemtica. Decididamente, no se puede hablar de razas sino de pueblos.

    Los problemas que plantea a la misionologa (que no es sino una parte de la eclesiologia) la diversidad de pueblos y de culturas han sido generalmente tratados en el capitulo de la adaptacin,. La bibliografa sobre esta cuestin formara por s sola un opsculo como el presente. Sin embargo, el concepto de adaptacin es inadecuado : implica una condescendencia un tanto paternalista, que, loable en s misma, no basta para expresar plenamente el ideal de catolicidad. En cambio, nos acercamos a ese ideal cuando hablamos de Iglesia indgena, clero indgena, arte indgena, e incluso teolo- ga indgena. No se trata nicamente, en efecto, de enviar a los pases que hayan de ser evangelizados un clero adaptado,, conocedor del idioma y de las cos- tumbres, un arte de formas asimilables, un catecismo debidamente traducido (lo cual representa ya un inmenso problema), sino de suscitar y consagrar la vocacin de indios, chinos o africanos y, al mismo tiempo, un arte, un pensamiento, una expresin del culto del catolicismo apostlico que sean autenticamente indios, cbiiios o africanos, como pueden ser franceses, eslavos o espa- oles.

    El esfuerzo ms intenso se ha dedicado al ms impor- tante de los problemas: el del clero indgena. Tanto los papas1 como la congregacin De propaganda fide2 haban ya indicado desde un principio la necesidad de un clero autctono y obispos nacionales, para la expan- sin de las misiones en pases remotos. Esta indicacin

    1. Piu V, Carta al rey de Portugal, 1571; Urbano VII, bula de 1627. 2. Instrucciones de 1630, etc.

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  • ha adquirido carcter imperativo en la poca contem- pornea : Benedicto XV, encclica Maximum illud, de 30 de noviembre de 1919; Po XI, encclica Rerum Ecclesi, de 18 de febrero de 1926; Pio XII, enccliw Euangelii prcones, de 2 de junio de 19151. Este ltimo documento contiene no slo declaraciones terminantes sobre la necesidad de un clero indgena (prrafos 23, 25, 26) sino tambin las pginas ms explcitas sobre el respeto a las civilizaciones indigenas, a la originalidad de los diversos pueblos, y a todos los elementos de verdad que el cristianismo encuentra en ellos (prrafos

    Al estallar la segunda guerra mundial, conflicto que haba hecho inevitable el racismo nazi, S.S. Po XII tradujo en un gesto elocuente el mensaje que la Iglesia dirige al mundo -mensaje que afirma la paz y la unidad por encima de todas las fronteras de razas O de cultura y reconoce como un hecho la diversidad huma- na-. El 29 de octubre de 1939, da de Cristo Rey, el papa consagr a doce obispos misioneros, y ese nuevo colegio apostlico comprende un chino, un francs de las misiones extranjeras, un jesuta indio, un salesiano mexicano, un dominico italiano, un sacerdote holands del V.D. de Steyl, un norteamericano, un irlands, un franciscano alemn, un padre blanco belga, un sacerdote natural de Madagascar y otro originario del Congo. i Autntica catolicidad de la Iglesia ! En los pases donde se desarrolla una actividad misional, los misioneros nacionales y los extranjeros guardaban en 19,51 las pro- porciones siguientes l :

    5 8-82)) .

    Misioneros

    nacionales extranjeros

    Africa . . . . . . . . 1.096 6.3866 Amrica . . . . . . . . 397 1.2'23 Asia. . . . . . . . . 6.751 5 . 8 4 Europa . . . . . . . . 782 2014 Oceania . . . . . . . . 2.113 2.067

    Total . . . . . . . . 11.139 15.701

    1. Cifras tomadas de Rythmes du Monde, 1951-1952, phg. 52.

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  • Bien claro esta, por tanto, que, doctrinal y prctica- mente, la Iglesia reconoce los hechos raciales; pero la raza no es para ella motivo de discriininacin religiosa ni norma de unidad.

    La Iglesia y los problemas de convivencia entre blancos i~ hombres de color.

    Estos problemas se refieren a la vida social en corniin entre personas de origen tnico diferente y, sobre todo, de un nivel de cultura diverso y desigual. En ciertos pases, el hecho no presenta extrema gravedad. En el Brasil, por ejemplo, la ley castiga lo que pudiera ser discriminacin racial por parte de los funcionarios, y numerosos sacerdotes son hombres de color. La convi- vencia de indios, negros y blancos procedentes de la pennsula Ibrica ha encontrado en ese pas una solu- cion armnica 1 . En cambio, subsiste un estado de tensin en Africa del Sur, donde la solucin es muy difcil, y en los Estados Unidos de Amkrica, donde podria no serlo. S10 despus de estudiar cada uno de estos dos casos, ser posible comprender las caractersticas gene- rales de la actitud catlica.

    En Africa del Sur, 8.50i0.000 negros y 300.000 indios conviven con 2.500.0010 blancos y un milln de mestizos. Los blancos, descendientes de los colonos holandeses, de hugonotes emigrados de Francia o de ingleses, poseen el $31 "/o de las tierras y detentan el poder poltico; slo 5 % de los negros saben leer y escribir, a pesar de que se ha realizado un esfuerzo considerable y se han consa- grado fondos importantes a la creacin de escuelas para su instruccin. Una legislacin draconiana mantiene una separacin total e impide, incluso fsicamente, el con- tacto entre blancos y hombres de color (apartheid); stos Ultimos suniinistran a empresas dirigidas y explo- tadas por los blancos una mano de obra miserable y son mal alimentados, mal alojados y a veces maltratados. Esta situacin suscita problemas sociales y da lugar a escndalos e injusticias como los que denuncia Alan

    1. Vase la encuesta de ia Unesco, en 1952, cuyos resultados se pubii- caron en Race and Class in Rural Brazil, ed. Ch. Wagley, y que fueron resumidos por el Sr. A. Mtraux en EI Correo, agosto-septiembre de 1963.

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  • Paton en su novela Llora, pais QmQdO, ante la opinin pblica mundial. Las iglesias cristianas no podan perma- necer niudas e indiferentes ante semejante situacin.

    Los protestantes, por su parte, han hecho declara- ciones contra las discriminaciones raciales, como la del Consejo Cristiano de Africa del Sur, en mayo de 1947. Sin embargo, el informe publicado en 19151 por la Comi- sin Sindical de la Iglesia reformada holandesa de Africa del Sur puede interpretarse como una justificacin del apartheid, basada en la Biblia. No nos corresponde exponer aqui esa actitud, contra la que se han declarado ya numerosos pastores protestantes sobre todo entre los j venes .

    En cambio, debemos resumir la admirable carta pas- toral colectiva de los arzobispos y obispos catlicos de Africa del Sur acerca del problema racial y social publi- cada en mayo de 1952 (vase bibliografia).

    Comienzan los obispos por sealar las graves dificul- tades que suscita la convivencia de hombres de cultura y nivel de desarrollo humano tan diferentes. No puede haber, segn los prelados, solucin fcil ni rpida; por esta razn no deben ahondarse los antagonismos actuales ni debe hacerse, de la lentitud inevitable de las solu- ciones, un arma de subversin politica y social. Y obser- van despus con gran acierto: Si la actitud de los europeos fuese la sola causa del problema racial en Africa del Sur, seria bastante fcil condenarla eomo injusta y anticristiana, y procurar su eliminacin por una educacin adecuada y progresiva. Pero el problema es mucho ms complejo: estriba en que la mayora de los no europeos, y especialmente de los africanos, no han alcanzado todava el grado de desarrollo que permi- tiria su integracin con los europeos en una sociedad homognea. Seria vana ilusin intentar que acepten totalmente y por fuerza los usos y costumbres de Europa [...I D Es preciso tener en cuenta, prosiguen los obispos, dos cuatro puntos siguientes : 1." el prejuicio, profundamente arraigado entre la inayoria de los euro- peos, contra los no europeos; 2." entre muchos no europeos una desconfianza y un resentimiento que son instintivos en los no ilustrados y se vuelven ms hondos en los dems por su experiencia y como resultado de sus lecturas, hasta el punto de que no creen que los euro- peos deseen sinceramente ayudarles a progresar; 3." la

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  • existencia de un grupo de no europeos de nivel cultiird diverso, pero que en su mayora son an incapaces, en general, de participar en una vida social y politica del nivel que suele llamarse occidental; 4." las divisiones y oposiciones que existen entre los diversos grupos de no europeos.,

    Indican los obispos la manera de llegar a una solucin equitativa y realista, y resumen su programa en tres palabras: serenidad, amor y justicia. Clon serenidad, se evitarn las decisiones desesperadas y las medidas espectaculares, que causan ms dao que otra cosa. El amor debe ser motor y luz de todo, entendindose que lleva consigo un esfuerzo efectivo de justicia. La jus- ticia reconoce los derechos de los dems, sobre todo 10s que derivan de la misma naturaleza humana: ce1 dere- cho a la vida, a la dignidad, a la subsistencia, al ejercicio de la religin, a la integridad, al uso y al ejercicio de las facultades del individuo, al trabajo y a sus frutos, a la propiedad privada y al bienestar, a la libertad de per- manencia y de movimiento, a casarse, a tener hijos y a educarlos, a asociarse con sus semejantes). Cada uno de los trminos de esta enumeracin alude a restric- ciones de que los no europeos son prcticamente vctimas todos los das en Africa del Sur. Los prelados hablan tambin de otros derechos, menos esenciales, que se desprenden de la naturaleza social del hombre: el derecho a votar en la eleccin de cuerpos legislativos, el derecho a recibir una ayuda del Estado para la educa- cin, socorros para los desocupados, pensiones para la vejez, etc.,

    El Estado no puede), prosiguen los obispos, adesco- nocer los derechos esenciales del hombre ni limitar arbi- trariamente los del ciudadano; su misin estriba, por el contrario, en crear O fomentar las condiciones ms favorables para su ejercicio. Mas, no slo incumben estas obligaciones al Estado: los patronos y todos los que desempean cargos influyentes comparten con l esa responsabilidad. Y los obispos concluyen formulando los siguientes principios, inspirados en la caridad, en la justicia y en la prudencia: ~ 1 . Una diferencia fundada exclusivamente en el color

    de la piel es una injusticia, una ofensa a los dere- chos y a la dignidad de los no europeos como seres humanos.

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  • $2. Aunque los derechos fundamentales de los no euro- peos son en su mayora tericamente respetados, el ejercicio de estos derechos se ve impedido por la situacin que crea la legislacin racial (por ejemplo, la ley sobre la admisin a los empleos), por las con- venciones sociales, por una administracin inade- cuada. Puede citarse, como ejemplo, la destruccin de la vida de familia.

    ~ 3 . La justicia exige que se asegure a los no europeos la posibilidad de acceder paulatinamente a una par- ticipacin plena y efectiva en la vida poltica, econ- mica y cultural del pais.

    ,4. Esta evolucin no puede llevarse a cabo sin un ,esfuerzo considerable de los no europeos, quienes deben prepararse a cumplir con las obligaciones inherentes a los derechos a que aspiran.,

    Hemos querido resumir y citar extensamente este notable documento, porque es un claro ejemplo de la actitud y de la accin de la Iglesia catlica frente a hechos y pro- blemas raciales concretos.

    En los Estados Unidos de Amrica existen, como es sabido, 1151 millones de negros que, en su mayora, des- cienden de los esclavos trados de Africa desde 1619 hasta la guerra civil de 18161-1865. Hay tambin otras minorias de color -japoneses, portorriqueos y dems- que plantean un problema anlogo y a veces ms cruel que el de la minora negra, y por ltimo una minora de indios que, aun cuando reducida a sus reservas, no ha dejado de preocupar a la administracin federal. Examinaremos aqui slo el caso de los negros, sobre el que se han escrito tantos libros que podran llenar varios estantes de una biblioteca. La Iglesia catlica no cuenta entre esos negros sino con 350.000 fieles, pero no ha podido eximirse de fijar su posicin, en la teora y en la prctica.

    Su posicin en el plano de los principios es muy clara. La formul magistralmente Mons. Ireland, arzobispo de San Pablo, en un discurso pronunciado el 1." de enero de 18191, con motivo del aniversario de la Ley de Eman- cipacin de 18163. Despus de haber celebrado la aboli- cin de la esclavitud, Mons. Ireland dijo:

    dhmplamos plenamente con nuestro deber. Nos queda an mucho trabajo por realizar. He dicho que la escla-

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  • vitud ha sido abolida en Amrica, pero todavia se ve en la tierra el rastro de la cola de la serpiente. No conce- demos a nuestros hermanos negros todos los derechos y privilegios de la libertad, patrimonio comn de la humanidad. Esos hermanos nuestros son vctimas de un ostracismo que no tiene sentido ni justificacin. Les reconocemos el derecho a la vida, pero a condicin de que vivan lejos de nosotros, como una raza separada e inferior, con la cual un contacto estrecho significa conta- minacin. Parece que les hemos concedido la emanci- pacin a disgusto, y nos sentimos an contentos de mantenerlos en la servidumbre.

    Qu es lo que reclamo para los negros? Unicaniente lo mismo que pido para los blancos, ni ms, ni menos. Yo quisiera suprimir la barrera del color. Los blancos tienen sus particularidades. Difieren por su riqueza o su inteligencia, por su cultura o por sus antepasados ... Pero no debe haber una barrera simplemente contra el color.

    Por qu6 ha de existir esa barrera? En dnde se halla la raz6n que la justifique? No se la encuentra en el color. El color es meramente accidental en el hombre y es el resultado de una diferencia de clima. La piel del hombre puede tener colores muy diferentes, y no son pocos los matices que se observan en la raza que lla- mamos blanca. Por qu hemos de mirar con soberbia exclusivista todo lo que es negro, aiin en su matiz ms leve, que difcilmente puede distinguirse de la tez bron- ceada, color de piel tan admirado en todas las naciones blancas ?

    >No se encuentra esa justificacin tampoco en la raza. Todos los hombres son de la misma raza, descendientes del mismo padre y de la misma madre. Dan testimonio de ello tanto la etnologa como las Sagradas Escrituras. Las subdivisiones de raza no son ms que desviaciones accidentales del tronco familiar. Las razas vuelven a su primer modelo de igual manera que se apartaron de l y en el mismo nmero de aos. Es ilusin de ignorantes o de sectarios In idea de que Dios, por una disposicin especial, haya establecido subdivisiones en la iamilia humana y marcado cada grupo con un sello indeleble de inmutabilidad. Se objeta que los negros son inferiores a los blancos desde el punto de vista intelectual. Yo respondo que hay hombres blancos inferiores a otros

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  • blancos y, sin embargo, no se alza entre ellos esa barrera de separacin. No he de censurar que se trate a ciertos negros intelectualmente inferiores a nosotros, como nosotros tratamos a los blancos inferiores. Pero si se habla de una inferioridad radical del negro, comparado con su hermano blanco, la negaremos basndonos en lo que el negro ha conseguido hacer en el breve perodo de tiempo transcurrido desde que se le ha devuelto su libertad. Si existe alguna inferioridad, podemos atribuirla a su desventurada condicin, durante siglos enteros, tanto en Amrica conio en su Africa natal.

    asomos vctimas de un prejuicio estpido, y cuanto antes nos liberemos de l, tanto ms pronto habremos comprendido el verdadero sentido de lo humano. jAcaso nos honra perseguir a esos hombres a causa de la con- dici6n social de sus hermanos? No hace an mucho tiempo que los pueblos ms orgullosos de Europa esta- ban sumidos en la barbarie. No constituye un honor para nosotros la prciica de castigar a los hombres para satisfacer nuestro propio orgullo. El hecho de que los negros hayan sido un dia nuestros esclavos debera obli- garnos a tratarlos con extraordinaria liberalidad, para compensar en lo posible nuestras malas acciones y borrar, con una actitud de favor y de clemencia mutua, el triste recuerdo de los tiempos pasados ...

    ,YO quisiera suprimir todas las barreras. El negro debe ser nuestro igual ante la ley. En algunos Estados, la violacin de los derechos personales ms sagrados goza de impunidad ante la ley cuando la vctima es un negro. En muchos Estados, la ley prohibe el matrimonio entre blancos y negros, fomentando as la inmoralidad y el envilecimiento, tanto del blanco al que esa ley pre- tende elevar como del negro cuya degradacin la deja indiferente. Los negros deben ser nuestros iguales en el ejercicio de todos los derechos polticos del ciudadano. La Constitucin les reconoce estos derechos : seamos leales con la Constitucin. Si la educacin que recibe el negro no le capacita para votar ni para desempear cargos pblicos, apresurmonos a instruirlo por su bien y por el nuestro.

    >Yo quisiera que se abriesen a los negros las puertas de todas las profesiones y de todos los oficios, estable- ciendo como nico criterio de elevacin social sus facul- tades personales, pero niinca el color. Quisiera que en

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  • todas las reuniones y en todos los sitios piiblicos, en las salas de espectculos y en los hoteles, se tratara a los negros como se trata a los blancos. Me apartar del hombre grosero, cualquiera que fuere su color, pero jams evitar el encuentro de un caballero, sea blanco o negro.

    niDeben abrirse a los negros las puertas de los hogares de los blancos, deben encontrarse unos y otros en ed saln en completa igualdad social? Mi respuesta es que cada cual manda en su casa; nuestro hogar es el lugar privilegiado en que seguimos nuestras propias inclina- ciones y deseos, y nadie, blanco o negro, rico o pobreb puede franquear su umbral sin nuestra invitacin ni censurar la conducta del dueo de casa.,

    Este texto notable ofrece ya numerosos detalles de aplicacin e indicaciones precisas. Sin embargo, entre los fines u orientaciones y el acto inmediato existen en la realidad ciertas etapas que es preciso recorrer, obs- tculos que es necesario superar; se impone la espera de una madurez y ser preciso tolerar ciertos imposibles prcticos. Por no decir nada de la resistencia del egoismo, del orgullo, de la pusilanimidad y del espritu carnal, ni de la lamentable inercia a la que est subordinada toda realidad sociolQgica.

  • menos posible localmente. Despus de la emancipacin, el segundo Concilio plenario de Baltimore (1866) plante0 la cuestin de si se deban construir iglesias separadas para los negros o darles entrada en las iglesias como a los demhs fieles. El Concilio dej por ltimo libertad a cada obispo para decretar lo que estimara ms conve- niente sobre este punto 1. De hecho, existen muy pocas parroquias mixtas. En primer lugar, porque los lugares de- habitacin no son mixtos: los negros tienen SUS barrios propios y, en algunos casos, aun cuando no son objeto de discriminacin, como sucede en California, se agrupan segn su origen. Pero existen tambin razones menos confesables que estriban pura y simplemente en el prejuicio del color, y no puede dejar de ser motivo de escndalo, para un francs, ver a los fieles separados segn el color de su piel para celebrar el sacrificio eucarstico o un congreso diocesanoz. Tanto ms nos complace poder citar la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario en Brooklin, deliberadamente interracial, o la pequea parroquia congregacionista de Staff ordville, cuyos setenta y cinco feligreses son en su mayora blancos y cuya direccin ha sido confiada a un pastor negro.

    Durante largo tiempo, hicieron falta sacerdotes de color, incluso para los negros: slo 14 sacerdotes negros recibieron las rdenes entre 18,514 y 1934. En 19150 no haba ms que 33. En cambio, en la actualidad son frecuentes las vocaciones y se prev que habr 1.0001 sacerdotes de color en 1960: Como es natural, la Santa Sede apoya esta tendencia, sobre la que podemos citar unas palabras de S.S. pio XII al episcopado de los Estados Unidos de Amrica: Debemos manifestar que nos sentimos penetrados de profundo amor paternal, ciertamente inspirado por el cielo, hacia los negros que habitan entre vosotros, porque sabemos que, en el dominio de la religin y de la instruccin, necesitan especial cuidado y consuelo de los que son merecedores en verdad ... 3

    A los catlicos norteamericanos les queda, por consi- guiente, mucho que hacer todava en un dominio en que

    1. Art IO, decreto 4. 2. Vase la encuesta publicada por el Rvdo. P. J. H. Fichter, S . J.,

    3. Acta A p . Sedis, 1939, pgs. 637; texto ingls. pg. 647. Southern Parish, t. I, University of Chicago Press, 1952.

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  • se halla comprometido su honor cristiano ms que su honor democrtico. Una asociacin denominada Catholic Interracial Council, cuyo principal mentor es el Rvdo. P. La Farge, S.J., publica una revista mensual, Interracial Review, a Journal for Christian Democracy que pro- pugna ia idea de la unidad absoluta del cuerpo mistico y de la celebracin del culto litrgico. Es preciso decir, adems, que el clero comparte plenamente esas convic