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55 Estudios sobre el Mensaje Periodístico 2007, 13 55-81 ISSN: 1134-1629 ABSTRACT SUMARIO: 1. Introducción. 2. El papel de los medios en la construcción simbólica de la opinión. 3. La guerra contra Irak en The New York Times. 4. Referencias bibliográficas. La construcción simbólica de la opinión pública RAÚL GARCÉS CORRA [email protected] Universidad de La Habana (Cuba) Recibido: 12 de marzo de 2007 Aceptado: 4 de mayo de 2007 The symbolic construction of the public opinion This article deals with media roles in articulating consensus and reproducing establishment ideologies. It is analyzed public opinion as one of the most useful categories, invoked by journalists and politicians today, to illustrate consensus and to preserve the existing dominance relations. The last part of the article propose to examine specific media operations to construct reality, applying a methodology of discourse analysis to The New York Times´s coverage of Iraq´s war, three weeks before and one week after its outbreak. Keywords: public opinion, political communication, war against terrorism, social construction of reality El artículo aborda el papel de los medios de comunicación como fuentes articuladoras del consenso social y la reproducción ideológica. Siendo la opinión pública una de las categorías más socorridas en el mundo contemporáneo para justificar ese consenso, se analizan las principales contribuciones que la prensa hace a su formación como categoría funcional al poder y al sostenimiento de las relaciones de dominación. En la segunda parte del artículo, se ilustran algunas operaciones de construcción mediática de la realidad, a través de un análisis de la cobertura ofrecida por el New York Times durante tres semanas previas y una semana posterior al estallido de la guerra contra Irak. Palabras clave: opinion pública, comunicación política, guerra contra el terrorismo, construcción social de la realidad RESUMEN

RAÚL GARCÉS CORRA - La Construcción Simbólica de La Opinión Pública

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  • 55Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    ISSN: 1134-1629

    ABSTRACT

    SUMARIO: 1. Introduccin. 2. El papel de los medios en la construccin simblica de la opinin. 3.La guerra contra Irak en The New York Times. 4. Referencias bibliogrficas.

    La construccin simblica de la opinin pblicaRAL GARCS CORRA

    [email protected]

    Universidad de La Habana (Cuba)

    Recibido: 12 de marzo de 2007Aceptado: 4 de mayo de 2007

    The symbolic construction of the publicopinion

    This article deals with media roles in articulating consensus and reproducing establishment ideologies. Itis analyzed public opinion as one of the most useful categories, invoked by journalists and politicianstoday, to illustrate consensus and to preserve the existing dominance relations. The last part of the articlepropose to examine specific media operations to construct reality, applying a methodology of discourseanalysis to The New York Timess coverage of Iraqs war, three weeks before and one week after itsoutbreak.

    Keywords: public opinion, political communication, war against terrorism, social construction of reality

    El artculo aborda el papel de los medios de comunicacin como fuentes articuladoras del consenso socialy la reproduccin ideolgica. Siendo la opinin pblica una de las categoras ms socorridas en el mundocontemporneo para justificar ese consenso, se analizan las principales contribuciones que la prensa hacea su formacin como categora funcional al poder y al sostenimiento de las relaciones de dominacin. Enla segunda parte del artculo, se ilustran algunas operaciones de construccin meditica de la realidad, atravs de un anlisis de la cobertura ofrecida por el New York Times durante tres semanas previas y unasemana posterior al estallido de la guerra contra Irak.

    Palabras clave: opinion pblica, comunicacin poltica, guerra contra el terrorismo, construccin social dela realidad

    RESUMEN

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  • 1. Introduccin

    George W. Bush visitaba una escuela primaria de Florida cuando, en la maana del11 de septiembre de 2001, conoci de los atentados contra el World Trade Center deNueva York. Primero supo del choque de un avin contra la Torre Norte del edificio ypresumi la posibilidad de un accidente. Apenas unos minutos ms tarde, retumb ensu odo la segunda parte del anuncio funesto: Un avin se estrell contra la otra torre.Amrica est bajo ataque (WOODWARD, 2002: 15).

    Justo en el momento en que la noticia era comunicada al Presidentenorteamericano, millones de personas en su pas y el resto del mundo contemplabanespantadas el espectculo del World Trade Center en llamas y su rpidatransformacin en una montaa de escombros de cemento y cristal. Desde Nueva Yorkhasta Indonesia, desde Argentina hasta el ltimo confn de Rusia, los espectadores deCNN y de las televisoras que se encadenaron con ella accedieron al mismo tiempoa un hecho que, sin dudas, dio un giro drstico a la Historia mundial.

    El espaol Jos Luis DADER, en su artculo Las teoras contemporneas, describea la opinin pblica como un haz luminoso del can de luz de una sala de teatro: laopinin pblica sera ese haz de luz, caprichosa o aleatoriamente desplazado por elespacio de la sala, ora entre los espectadores, ora por el escenario. Durante un tiempobreve el can de luz ilumina sacando del anonimato unos aspectos de la sala o unaspersonas. La opinin pblica sera en cada momento esa imagen recortada sobre la queeventualmente converge toda la atencin lumnica. La opinin pblica como procesosera la suma de esos momentos iluminados (DADER, 1990: 211)

    Dader, de forma similar a otros autores (HABERMAS, 1997; NOELLE-NEUMANN,1995; THOMPSON, 1998), asocia la opinin pblica a un asunto de visibilidad, que existeen torno a hechos y temas suficientemente iluminados como para provocar lareflexin de amplios y heterogneos sectores sociales. Los medios, en tantoinstituciones generadoras de informacin y debate a escala masiva, desempearan unpapel clave en la gestin de esa visibilidad. La recurrida frase lo que no est en laprensa no existe se relaciona claramente con las potencialidades de los mediosparticularmente de la televisin para llamar la atencin sobre determinados eventos,actores o procesos. En este sentido, es obvio que los sucesos del World Trade Center nohabran desatado tanta zozobra inmediata, si no hubiera sido por la capacidad potencialde CNN de penetrar simultneamente en 186 millones de hogares de todo el mundo.

    En su sugerente texto La era de la informacin, Manuel CASTELLS (1998) aseguraque el poder radica hoy, como nunca antes, en las redes de intercambio de informaciny manipulacin de smbolos que relacionan a los actores sociales, las instituciones ylos movimientos culturales. Los medios de comunicacin, como protagonistas en lasocializacin de smbolos funcionales a la reproduccin ideolgica, ocuparanentonces un lugar privilegiado en las batallas por el poder. Constituyndose en fuentesde definicin e interpretacin de la realidad, dando cobertura a algunos temas y

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  • silenciando otros, otorgando fama y reconocimiento social a actores culturales ypolticos selectos, reflejando patrones de comportamiento tiles para la construcciny reconstruccin de las identidades individuales y colectivas, los medios extienden suspotencialidades para ejercer la dominacin simblica a todos los espacios de la vidasocial contempornea. Que se le conceda al poder simblico tanta centralidad hoy esprecisamente una evidencia confirmadora de la conclusin anterior, sobre todo dentrode un contexto donde ese poder se demuestra cada vez ms habilidoso para legitimarsecomo algo natural, ocultando o disfrazando su condicin intrnsecamente opresiva.

    Stuart Hall, quien est muy lejos de afiliarse a construcciones tericas sobre laomnipotencia de los medios, reconoce la importancia de estos para la produccin yreproduccin cultural y por extensin ideolgica en la actualidad: en el capitalismoavanzado del siglo XX, los medios de comunicacin han establecido un liderazgodecisivo y fundamental en la esfera cultural. Simplemente en trminos de recursoseconmicos, tcnicos, sociales y culturales los medios de comunicacin de masas sellevan una tajada cualitativamente mayor que los canales culturales supervivientesantiguos y ms tradicionales (HALL, 1988: 384).

    Una perspectiva fundamental para entender este fenmeno se deriva del anlisis delo que John B. THOMPSON (1993) llama la mediatizacin de la cultura moderna. Parael autor ingls, la experiencia cultural e ideolgica en el mundo de hoy estprofundamente moldeada por la difusin de formas simblicas a travs de losdiversos medios de comunicacin masiva. Aunque los medios no son el nicoescenario donde se reproduce la ideologa entendida como significados movilizadospara establecer y sostener relaciones de dominacin, est claro que poseen uninters central no slo como canales para la circulacin y la difusin de las formassimblicas, sino tambin como mecanismos que crean nuevos tipos de accin einteraccin, esto es, nuevos tipos de relaciones sociales que se extienden en el tiempoy en el espacio (THOMPSON, 1993: 291 y 292) La aparicin y gradual extensin de losmedios electrnicos advierte el autor multiplic estas consecuencias al propiciar ladifusin y propagacin en una escala sin precedentes de los fenmenos ideolgicos.

    Aunque los estudios de Thompson asumen como su foco principal de atencin lasrelaciones entre comunicacin de masas, ideologa y cultura, han trado a colacinviejos problemas en torno a las influencias de la prensa sobre su entorno social ypoltico ms inmediato.

    Las preocupaciones acerca de los efectos de los medios sobre las audiencias seremontan a los finales del siglo XIX y han recorrido una trayectoria variopinta,reveladora de enfoques tan diversos como las circunstancias histricas que les hanservido de contexto. Ms de un siglo despus de iniciados aquellos estudios, sucarcter muchas veces pluridisciplinario, las discrepancias acumuladas, lasafirmaciones y negaciones cclicas de determinados supuestos, ha evidenciado paralos investigadores la dificultad de construir una sola explicacin. Sin embargo, algo s

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  • ha quedado claro por el camino: subestimar el papel de los medios como agente decambio social podra ser tan ingenuo y desacertado, como sobreestimarlo al estilo delas primeras teoras de la omnipotencia meditica (MCQUAIL, 2000; BRYANT yZILLMANN, 1996; VIDAL, 2002).

    En su obra Historia y Crtica de la opinin pblica Jrgen HABERMAS (1997)analiza las contribuciones que desde el siglo XVIII la prensa hizo, como fuente depublicidad y debate de los asuntos pblicos, al funcionamiento ms transparente ydemocrtico del Estado social moderno. Segn Habermas, el ideal de esfera pblicaen cualquier sociedad descansara, cuando menos, sobre dos pilares bsicos: suficientenivel de informacin de los ciudadanos y disposicin para implicarse activamente enla discusin racional sobre los temas de inters colectivo. La explosin depublicaciones polticas en varios pases de Europa aliment, en opinin del pensadoralemn, la competencia entre argumentaciones y contra argumentaciones, dentro de uncontexto donde importaba ms la calidad de los propios juicios que el statuseconmico o poltico de sus expositores.

    Desde entonces hasta nuestros das, el papel de los medios como fuentes deinformacin y debate, y como espejo donde se mira la opinin pblica para identificar losjuicios prevalecientes a nivel social, ha sido documentado por numerosas investigaciones.El desplazamiento de los estudios de efectos hacia los modelos cognitivos o a largo plazo,no ha hecho ms que reforzar las hiptesis sobre la importancia de la prensa comoinculcadora de normas, valores y patrones morales reproductores de determinado ordensocial y, por extensin, de visiones ideolgicas dominantes.

    2. El papel de los medios en la construccin simblica de la opinin pblica

    Una sistematizacin del papel de los medios en la construccin simblica de laopinin pblica permitira definir, entonces, funciones normativas como lassiguientes:

    a) Generan una ilusin de consenso, utilizando, entre otras vas, la invocacin dela opinin pblica como muestra del acuerdo social alcanzado en torno a temascercanos a los intereses del poder. Est claro que la ideologa se realiza eficazmente sicontribuye a imponer una coherencia o unidad imaginaria (HALL, 1981: 381) en tornoa determinados principios consustanciales al orden establecido. Se ha dichoigualmente que los medios unen planos heterogneos de la realidad a travs derepresentaciones constructoras de sentido, en correspondencia con visiones y puntosde vista dominantes (SERRANO, 1978; THOMPSON, 1993). La opinin pblica esentonces una de las metforas ms recurrentes de esa organicidad social (NOELLE-NEUMANN, 1995; PRICE 1992; BOURDIEU, 2006) en tanto fenmeno cuya sola mencinsugiere la eliminacin de las discrepancias entre los grupos y la ponderacin de susacuerdos.

    Aunque es presumible que en la prctica existan varias opiniones pblicas y quelos temas lgidos susciten la controversia entre posiciones radicalmente encontradas,

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  • los medios suelen hablar de la opinin pblica como un todo nico y, siempre quees posible, subordinan las potenciales divisiones dentro de ella al principio aliviadordel consenso social.

    El efecto espiral del silencio, comprobado empricamente por Elizabeth Noelle-Neumann, confirma la centralidad de los medios en la generacin de ese consenso, apartir de su socializacin de corrientes de opinin predominantes a las que sesumaran, por miedo al aislamiento, nuevos adeptos. De esta manera la comunicacinde masas hara una significativa contribucin al control social, amplificando climas,corrientes de opinin, estereotipos o ficciones de opinin pblica que, en lamisma medida que se anuncian como mayoritarias, se sugieren como triunfantes ycorrectas.

    b) Definen los temas de la discusin pblica, disfrazando como demandas de losreceptores o preocupaciones de la opinin pblica, algunos asuntos que en realidadhan sido impuestos por la agenda poltica. No es este el lugar para describir lasmediaciones econmicas, polticas, tecnolgicas o culturales que condicionan elproceso de seleccin y publicacin de las informaciones de los medios, pero es sabidoque los rituales de objetividad e imparcialidad por ellos defendidos se estrellan contralas imposiciones de la publicidad y el poder financiero (TUCHMAN, 1972, 1973, 1978).Las tendencias crecientes de concentracin periodstica y las alianzas cada vez msdescubiertas entre los grupos financieros y los polticos, garantizan un camino a vecesempedrado, a veces sin obstculos, pero generalmente reproductor de la ideologadominante.

    Como han demostrado elocuentemente las investigaciones sobre agenda setting(MCCOMBS, 1996; IYENGAR y KINDER, 1987; FUNKHOUSER, 1973), suele pasar que elpblico comente, debata, converse en torno a temas impuestos por los medios,hacindolos suyos como cmplices de un ejercicio ms o menos camuflado deviolencia simblica.

    Junto al efecto de agenda, suele invocarse tambin el proceso de definicin de unaestructura temtica dentro de la comunicacin pblica o tematizacin. Similar a laagenda setting, la tematizacin abarca, sin embargo, una teora general de la opininpblica que trasciende las verificaciones empricas y depende de percepciones, fraseso temas de inters comn (word frmulas, segn la concepcin de Niklas Luhmann),con los cuales los integrantes de la colectividad social se reconoceran involucrados(DADER, 1990: 210) En este caso se confiere tambin a los medios un protagonismoen la construccin del espacio pblico y en la definicin de los lmites temticos oproblemticos en los que habr de concentrarse la accin del gobierno. (Ibid.)

    c) Encuadran el debate poltico dentro de lmites cmodos para la reproduccinideolgica. La propia investigacin sobre el efecto agenda setting demuestra que losmedios no slo imponen como relevantes determinados temas dentro de la agendapblica, sino que tambin contribuyen en gran medida a la elaboracin de nuestras

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  • imgenes del mundo (MCCOMBS, 1996: 17). Los estudios ms recientes sobre estetema prefieren admitir un segundo nivel de agenda, en virtud del cual los mediosproveeran a los pblicos de determinados esquemas de interpretacin para entenderlas noticias y, consecuentemente, su realidad circundante, en correspondencia con losintereses de poder hegemnicos que ellos representan (SCHEUFELE, 1999)

    En este sentido resultan promisorias las investigaciones sobre el efecto framing,iniciadas en los Estados Unidos y extendidas luego a otras partes del mundo (IYENGAR,1991; SCHEUFELE, 1999; JACOBY, 2000). A pesar de las controversias y discrepanciasque giran todava en torno a este concepto, es posible encontrar en la literatura sobreopinin pblica frecuentes referencias en torno a cmo los medios encuadran (frame)la realidad de acuerdo con determinados patrones culturales, polticos e ideolgicosdominantes (MCQUAIL, 1994; TUCHMAN, 1978; GAMSON y MODIGLIANI, 1989). Elefecto framing se asociara entonces a la capacidad de la prensa de construirsocialmente la realidad y establecer marcos de referencia tiles para la discusin einterpretacin por parte de las audiencias de los asuntos pblicos.

    d) Por ltimo, es obvio que tanto el poder como los propios medios garantizan sureproduccin siempre que se declaren portavoces de los mandatos y designios de laopinin pblica. Al menos en teora, las empresas periodsticas estn obligadas aguardar fidelidad a sus mercados y a buscar un equilibrio entre los intereses del podery los de sus receptores. La opinin pblica se convierte as en una fuente delegitimidad indiscutible para los periodistas, si estos son capaces de presentarse a smismos como sus fervientes defensores.

    Lo mismo sucede con los polticos. A medida que el poder se hizo ms visible yvulnerable frente a los ojos del pblico, y a medida tambin que este se constituy eninstancia participante y protagonista dentro de los asuntos polticos, gobernar a susespaldas se revel como una torpeza irreparable. A la opinin pblica se le puededesconocer, pero casi siempre a costa de pagar un precio alto a corto, mediano o largoplazo. Su invocacin, en las democracias contemporneas, contiene una fuerzaritualizadora similar a la que representaba Dios en las sociedades premodernas o laautoridad del Rey en las organizaciones sociales monrquicas.

    Por supuesto que las funciones mencionadas no se cumplen por igual ni con lamisma intensidad dentro de todos los sistemas mediticos. El poder de la prensa comoinstitucin reproductora del status quo depende de mltiples mediaciones, entre lasque figuran su autoridad y prestigio, el alcance mayor o menor que tenga ladistribucin de sus formas simblicas, las capacidades econmicas de las propiasorganizaciones mediticas para realizar sus coberturas de noticias, su grado desujecin a estructuras representativas del poder poltico e, incluso, las circunstanciasde apropiacin por parte del pblico de los contenidos periodsticos.

    La conciencia de que esos factores y otros muchos que podra mencionarseinciden sobre el mensaje de los medios, ha multiplicado el inters por el anlisis del

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  • discurso como una de las metodologas apropiadas para examinar las relaciones entretextos y contextos, en correspondencia con una dimensin sociolgica de lacomunicacin. Es lo que defiende John CORNER (1995), cuando asegura que tanimportante como las preguntas quin-dice qu-por qu canal-y con qu efectosformuladas por Harold Lasswell y retomadas en mltiples variantes por lainvestigacin en comunicacin, resulta la pregunta de cmo los medios construyen larealidad y qu inferencias pueden obtenerse de esas construcciones respecto a losintereses econmicos, polticos, culturales e ideolgicos que condicionan el discursomeditico.

    En los inicios del siglo XXI, la literatura sobre Comunicacin Poltica acumula yauna vasta tradicin de anlisis ideolgicos de mensajes, concentrada, entre otrospropsitos, en desentraar los modos en que las formas simblicas sirven alsostenimiento de las relaciones de dominacin. La segunda parte del presente artculoestar consagrada a examinar, a travs de la cobertura que ofreciera el New York Timesal prlogo de la guerra contra Irak, algunos de esos modos, concentrndonos en seisaspectos fundamentales:

    1. La correspondencia entre el discurso meditico y el poltico.2. La manipulacin del clima de opinin a travs de las encuestas.3. La marginacin de grupos percibidos por el poder como excesivamente

    trasgresores del orden social establecido.4. La orientacin editorial hacia las fuentes oficiales.5. La descontextualizacin deliberada de las noticias.6. La espectacularizacin de la poltica.

    3. La guerra contra Irak en The New York Times

    3.1. Las armas de la manipulacin masiva (o cmo hacer coincidir el discursomeditico con el discurso poltico)

    Como en cada principio de ao, la Sociedad Americana de Dialectos hizo pblicaen los primeros das de enero de 2003 la palabra o frase ms popular para losnorteamericanos el ao anterior. Pero a diferencia de otras ocasiones, la seleccinanunciada esta vez no debi tomar por sorpresa a casi nadie en los Estados Unidos:Weapons of mass destruction. El trmino se remonta a cincuenta aos atrscoment al New York Times Wayne Glowka, profesor universitario y Presidente de lasociedad, pero hoy usted no puede encender la radio o la televisin sin escuchararmas de destruccin masiva1.

    Tena razn. La campaa sobre la potencial amenaza representada por Hussein parala seguridad de los Estados Unidos haba tenido xito, segn demostraban las

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    1. W.M.D. Voted 2002s Word of the Year, en The New York Times, 6/01/2003.

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  • encuestas aparecidas por doquier en la prensa de ese pas. Un sondeo realizado por lacadena CBS a mediados de abril de 2003 estimaba que el 81% de la opinin pblicadaba por cierto el hecho anterior. Lo curioso es que dos aos despus, luego de queinspectores de Naciones Unidas y el propio Senado estadounidense desestimaran unay otra vez la presencia de las famosas armas, ms de la mitad de la opinin pblicanorteamericana segua apostando todava a su existencia (AEI STUDIES, 20052).

    A las alturas de marzo de 2003, cuando los Estados Unidos comenzaran a lanzarsus ataques contra Irak, las evidencias de que ese pas no posea WMD resultabansuficientemente razonables. Para el jefe del equipo de inspeccin en Irak de la AgenciaInternacional de Energa Atmica Jacques Baute, ya en 1998 era completamenteclaro que habamos neutralizado su programa nuclear. Exista unanimidad sobre eso.(MASSING en SUREZ, 2005: 72). El 14 de febrero de 2003, su homlogo en laUNMOVIC (Comisin de Naciones Unidas de Vigilancia, Verificacin e Inspeccin ),Hans Blix, alertaba tambin sobre la inexistencia de armas de destruccin masiva, trasinspeccionar sin restricciones no slo Bagdad, sino tambin otras muchas zonas delterritorio irak3. Ms que eso: de acuerdo con el periodista australiano John Pilger,tanto Collin Powell como Condoleeza Rice haban declarado a principios de 2001 suconfianza en el desarme de Irak. l (Sadam Hussein) no ha desarrollado ningunacapacidad significativa respecto a las WMD, dijo entonces el Secretario de Estadonorteamericano. Sus fuerzas militares no se han reconstruido, asegur su futuraasesora en el cargo (MCLAREN, 296: 2004).

    Pero esos indicios, ni otros emergidos despus sobre las llevadas y tradas armas,fueron tomados en cuenta por la prensa de los Estados Unidos. A riesgo desimplificaciones, podra sugerirse que los medios, de conjunto con las lites polticas,encuadraron la discusin pblica sobre este asunto en los trminos de una hiptesisdeductiva: si Sadam representa una amenaza para la seguridad mundial, si es un tiranoirresponsable capaz de masacrar a su propia poblacin, si no coopera suficientementecon los inspectores de Naciones Unidas, entonces tiene armas de destruccin masiva(aun cuando estas no aparezcan por ninguna parte).

    De toda la prensa norteamericana, probablemente el New York Times no fuera elperidico ms animoso en torno a una declaracin de guerra de los Estados Unidoscontra Irak. En los meses inminentemente anteriores al rompimiento de hostilidades,sus pginas editorializaron ms de una vez sobre la necesidad de evitarapresuramientos excesivos en el camino hacia el conflicto (El presidente Bush parececrecientemente impaciente por abandonar las inspecciones e ir a la guerra Eso seraun error4), advirtieron sobre las potenciales consecuencias de iniciar las operaciones

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    2. En lo adelante, algunas de las encuestas citadas pertenecen a un documento preparado por el AmericanEnterprise Institute, fundado en 1943 con la denominacin de American Enterprise Association yrenombrado de la forma actual desde 1960. Se trata de un tanque pensante de ideologa conservadora y conun papel activo dentro de las polticas propuestas actualmente por los neocon.

    3. Presentation Seems Unlikely to Sway Washington or Paris, en The New York Times, 14/02/2003.4. Lighting the fuse on Irak, The New York Times, 21/01/2003.

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  • militares sin un amplio respaldo internacional (Una guerra hecha slo por Amricadejara a Washington responsabilizado con la considerable carga poltica y financierade reconstruir Irak como un pas estable y democrtico5) y abogaron por acudir aNaciones Unidas a fin de agotar la alternativa diplomtica o, llegado el caso, ganaraliados para la opcin blica (Washington debe retornar al Consejo de Seguridad paraulteriores deliberaciones antes de usar la fuerza6; una operacin tan compleja, fataly potencialmente sangrienta como una invasin contra Irak no puede ser percibidacomo una guerra de Amrica7).

    Pero ms all de las apariencias, el alineamiento del Times con las lites polticasde Washington podra deducirse de su negativa a cuestionar las causas reales de lacruzada militar contra Irak, de su renuencia a denunciar el argumento de las armasirakes como el pretexto ms recurrido por el poder a fin de legitimar la guerra y deltono propositivo con que el peridico aliment al gobierno de Bush de razones paraexplicarla. Segn el Times, por ejemplo, fue innecesario el tiempo invertido porWashington en intentar demostrar las conexiones Sadam Hussein Al Qaeda, dentrode un contexto donde la naturaleza dictatorial del rgimen irak justificaba por s solauna intervencin militar. Cada da trae nueva evidencia de que Bagdad estnegndose a cooperar en su propio desarme y ocultando informacin vital acerca desu desarrollo ilegal de armas qumicas y biolgicas y misiles prohibidos. Ese es uncomportamiento que, segn reconocen incluso los miembros reticentes del Consejo deSeguridad de Naciones Unidas, pudiera justificar una accin militar. No hay necesidadpara la Administracin de arriesgar su propia credibilidad con afirmaciones noprobadas de una alianza entre Sadam Hussein y Al Qaeda8.

    En cierto sentido, la poltica editorial del Times evidenci astucia para lidiar con eltema de las armas de destruccin masiva. No pregon demasiado su existencia en laspginas de opinin, pero apost a descalificar al gobierno de Hussein con intensidadsuficiente como para justificar la urgencia de una guerra de liberacin que los irakesagradeceran.

    Un ejemplo ilustrativo de la prctica anterior fue un comentario del periodista BillKeller publicado el 25 de enero9, donde ponderaba la guerra como resultado de losnimos justicieros norteamericanos, al tiempo que desestimaba el inters de su pas enlas reservas petroleras irakes. Dicho con palabras de Keller, los Estados Unidosatacaran Irak por: a) su tenencia de armas de destruccin masiva (Mr. Bush ha sidointeligente en enfatizar el dao que Sadam significa por su campaa implacable paraadquirir armas de un poder horrible), la situacin de ese pas bajo el gobierno de

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    5. Idem.6. Wizards chess, The New York Times, 4/01/2003.7. Back to the United Nations, The New York Times, 13/02/2003.8. Elusive Qaeda Connections, The New York Times, 14/02/2003.9. Why Bush wont wait, The New York Times, 25/01/2003.

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  • Hussein (este es un rgimen bestial, crnicamente brutal y episdicamentegenocida), la necesidad de promover la democracia en el Medio Oriente tras la cadade Sadam (pudiera comenzar una reforma cultural y poltica de una regin que hasido una incubadora de pestilencia anti-norteamericana ) y el petrleo (pero yo nocomparto el punto de vista cnico de muchos opositores a la guerra respecto a que estaaventura no es ms que la toma de un gigante petrolero).

    Otro comentario, publicado esta vez el 18 de febrero10, recomendaba contrapesar elfracaso de la Administracin Bush en vincular a Hussein con Al Qaeda, amplificandolas motivaciones altruistas presuntamente sostenidas por los Estados Unidos paraderrocar al lder irak. Sacar a Hussein del poder es una guerra de opcin pero esuna opcin legtima. Lo es porque l est socavando a las Naciones Unidas; lo esporque, si se le deja solo, l buscar armas que amenazarn a sus vecinos; lo es porqueustedes (el gobierno norteamericano) creen que el pueblo de Irak merece ser liberadode su tirana; lo es porque ustedes intentan ayudar a los irakes a crear un estadoprogresista que pueda estimular reformas en el mundo rabe/musulmn.

    El altruismo como mvil poltico proporcion al New York Times elementossuficientes para apostar a la que, presumiblemente, era la estrategia editorial menosriesgosa. A fin de cuentas, la guerra contra el terrorismo no ha hecho otra cosa quellevar a su mxima expresin una manera histricamente validada de representar lasinvasiones en el discurso poltico norteamericano. Para los Estados Unidos, desde lostiempos de su guerra contra Espaa en 1898, presentar los conflictos blicos comoenfrentamientos entre hroes salvadores e injustos villanos ha sido un modo desacarles partido, tambin, en el terreno simblico.

    3.2. To Sam, hazle caso a Gallup (la manipulacin del clima de opinin a travsde las encuestas).

    El 28 de enero de 2003 George W. Bush dedic al tema de Irak una parte significativade su discurso sobre el Estado de la Unin. Como era de esperar, el presidentenorteamericano aprovech la ocasin para renovar sus acusaciones sobre el programa dearmas qumicas y biolgicas presuntamente desarrollado por Sadam Hussein.

    Al da siguiente, encuestadoras estadounidenses probaban la supuesta habilidadpersuasiva de Bush. La cadena CBS citaba que el nmero de norteamericanospartidario de una guerra contra Irak haba aumentado de 67 a 77%. Un sondeo de laABC identificaba un pblico mayoritariamente favorable al derrocamiento de SadamHussein por la va de las armas. La empresa Gallup estimaba en 84% losnorteamericanos inclinados a apoyar una accin militar en el Golfo (GARCS, 2003).

    Lo curioso era que las palabras de Bush no haban aportado ninguna evidencianovedosa para fundamentar las denuncias contra el rgimen irak. Las supuestas

    Ral Garcs Corra La construccin simblica de la opinin pblica

    64Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    10. Tell the truth, The New York Times, 18 de febrero

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  • capacidades del gobierno de Hussein para producir ntrax o agentes nerviosos VX, suaparente bsqueda de uranio en frica a fin de fabricar armas nucleares y suspresuntas conexiones con Al Qaeda todas razones descalificadas a posteriori comofalsas, venan siendo invocadas con mayor o menor fuerza por la Administracinnorteamericana casi desde los mismos sucesos del 11 de septiembre. Al parecer, lareaccin de la opinin pblica a la alocucin de Bush responda ms a una articuladacampaa de relaciones pblicas en favor de la guerra, que a la calidad de losargumentos esgrimidos por el Presidente.

    La semana siguiente al discurso sobre el Estado de la Unin, Collin Powellintervino ante la ONU con un propsito similar al del Jefe de la Casa Blanca. Cadaoracin que yo pronuncie deca entonces el Secretario de Estado norteamericanoest respaldada por fuentes, slidas fuentes. No hay estimados. Lo que les daremos sonhechos y conclusiones basadas en slida informacin de inteligencia. Pero unos dasdespus, Hans Blix, encargado del equipo de inspectores de Naciones Unidas, semostraba escptico frente a las pruebas de Powell, calificando muchas de susdescripciones sobre las presuntas operaciones ilegales irakes como simplesactividades de rutina11.

    An con sus falsedades, la intervencin del Jefe de la diplomacia estadounidensefue de todas formas gananciosa en trminos de espectculo poltico. (Ha sido) laprueba ms poderosa hasta ahora de que Sadam Hussein desafa las resoluciones delConsejo de Seguridad deca al da siguiente el New York Times. Irrefutableafirmaba convencido el Washington Post. Una encuesta de Gallup aseguraba el 6 defebrero que la mayora de los norteamericanos consideraba concluyentes losargumentos del Secretario de Estado, pero al mismo tiempo admita que slo el 13%haba seguido por televisin la mayor parte del discurso (GARCS, 2003). Al parecer,muchos de los que respondieron entonces basaron su criterio en el clima de opininpredominante ms que en el resultado de sus propias convicciones.

    Entre enero y marzo del 2003, el New York Times, como probablemente el resto dela prensa norteamericana, tuvo en las encuestas uno de los mecanismos ms socorridospara generar consenso en torno a la guerra (Las encuestas muestran un apoyocreciente del pblico a las polticas de Bush sobre Irak12, cerca de 7 de cada 10norteamericanos dicen que apoyan la guerra13, Por un margen de 2 a 1, quienesvieron el discurso sobre el Estado de la Unin dijeron que Bush haba convencidosobre la necesidad de emprender una accin militar14, tres de cada 4 norteamericanospermanecen inconmovibles en su respaldo a Bush15).

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    65 Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    11. Powell Calls for U.N. to Act on Iraq and Meets Deep Resistance, The New York Times, 15/02/200312. Bush Meets War Council, Says War May Be Difficult, The New York Times, 22/03/200313. Polls: Publics Support for War Holds, The New York Times, 24/03/2003. 14. Polls: Bush Better on Iraq Than Economy, The New York Times, 29/01/2003.15. Bushs Peril: Shifting Sand and Fickle Opinion, The New York Times, 29/032003.

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  • Pero ms all de la aparente objetividad de los nmeros, la manera en que elperidico report muchos de los sondeos revel una intencionalidad problica, ocultaante los ojos del pblico. Un titular del 11 de marzo, por ejemplo, daba por hecho quecreciente nmero de norteamericanos respaldan la guerra, calculando que el 66% delos entrevistados la favoreca. Lo que el peridico no dijo es que una encuestarealizada en febrero haba arrojado los mismos resultados y otras aplicadas enseptiembre y noviembre del 2002 haban estimado en 68 y 70%, respectivamente, alos entusiastas de atacar Irak. En otras palabras: al contrario de lo reportado por elTimes, la opinin pblica norteamericana se mantena estable en el tema de marras, o,incluso, su animosidad blica haba mostrado una ligera tendencia a la disminucinrespecto a los meses finales de 200216.

    Otra forma de manipulacin en los sondeos se deriva del tipo de preguntasabiertas o cerradas formuladas por el encuestador. A fines de enero de 2003, porejemplo, Gallup reportaba un 52% del pblico norteamericano partidario de la guerra,luego de responder a la pregunta usted aprueba o desaprueba remover a SadamHussein del poder por la va militar? Cuando la misma pregunta se formulofreciendo opciones ir a la guerra con el respaldo de Naciones Unidas, o de losaliados europeos, o simplemente sin el apoyo de ninguno de esos dos actores, laaprobacin a una accin unilateral del gobierno de Bush se redujo a un 39% (AEISTUDIES, 2005).

    Una prctica similar evidenciaba el Times en su edicin del 31 de marzo: por unlado, titulaba El pblico detrs de Bush en la guerra contra Irak, estimando en 63%la cantidad de norteamericanos dispuestos a romper hostilidades; por otro, reconocaslo en los prrafos interiores de esa informacin que el respaldo mencionado seconverta en 39%, si las Naciones Unidas se abstenan de dar su visto bueno a losataques.

    De cmo las preguntas de las encuestas contribuyen a asentar determinadaspercepciones sobre el clima de opinin prevaleciente, dan cuenta los siguientesejemplos:

    a) Caso 1: sobre la supuesta aprobacin del pblico norteamericano a la guerracontra Irak*:

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    66Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    16. El propsito de generar, a travs de los titulares, un efecto de unidad en torno a las polticas del gobierno delos Estados Unidos pudo constatarse recurrentemente en la muestra analizada. Thousands Gather to BackU.S. Troops and Policy (23 de marzo), Polls: Publics Support for War Holds (24 de marzo), Poll:Public behind Bush on Iraq war (31 de marzo)

    El primero y el segundo ejemplos pertenecen a Gallup (www.gallup.com/poll/releases, consultado el 29 deenero y el 5 de febrero, respectivamente). El tercero corresponde a Greenberg Quinlan Rosner Research(Poll: Bush Has Solid Support for War, The New York Times, 15/03/2003).

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  • Aunque la prensa norteamericana y el New York Times dentro de ella citabanfrecuentemente resultados de encuestas con preguntas cerradas favorables a la guerra,los sondeos citados demuestran que el pblico condicion su aprobacin, en buenamedida, a la autorizacin de Naciones Unidas. Incluso cuando la cantidad deestadounidenses incondicionales fue ms alta (47%), quienes se oponan a unaaccin unilateral (37% + 13%) representaron un porcentaje mayoritario (50%).Teniendo en cuenta que la ONU nunca aprob mediante resolucin los ataques contraIrak17, pudiera decirse, en rigor, que la mayora del pblico de los Estados Unidos seopuso a la intervencin militar.

    b) Caso 2: Sobre la demonizacin de Sadam Hussein**

    Ntese cmo todas las opciones ofrecidas para valorar al lder irak contribuyena demonizarlo. Llama la atencin igualmente que, entre octubre de 2004 y febrerode 2005, aument la cantidad de norteamericanos partidarios de vincular al gobiernode Irak con los atentados del 11 de septiembre, a pesar de que, una y otra vez, lainformacin pblica disponible sobre ese hecho negara la participacin de irakes.

    Ral Garcs Corra La construccin simblica de la opinin pblica

    67 Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    Este 5% responde a las personas que no tenan opinin. En el mes de enero Gallup no ofreci la opcin deninguna manera como alternativa posible para los entrevistados.

    17. La resolucin 1441, aprobada en noviembre de 2002, slo estableca que el gobierno de Hussein seenfrentara a serias consecuencias si no se desarmaba. Durante los primeros meses de 2003 se discuti laposibilidad de una segunda resolucin aprobando explcitamente la declaracin de guerra, pero los EstadosUnidos renunciaron a votarla en el Consejo de Seguridad, ante el rechazo que las acciones militaresencontraban en pases como Alemania y Francia.

    Encuesta realizada por Harris interactive (AEI STUDIES: 2005: 97)

    Fecha Cuando Bush decida

    Cuando la ONU lo apruebe

    De ninguna manera

    23-25/01/2003 39% 56% 5%*31/03-02/02/2003 40% 33% 22%3-4/03/2003 47% 37% 13%

    Los Estados Unidos debieran invadir Irak cuando la Administracin Bush decida o luego de que una nueva resolucin de Naciones Unidas

    apruebe una accin militar?

    Oct. 2004 Feb. 2005

    - Sadam Hussein tiene fuertes vnculos con Al-Qaeda 62% 64%

    - Sadam Hussein ayud a los secuestradores de los aviones del 11 de septiembre 41% 47%

    - Varios de los secuestradores de los aviones del 11 de septiembre eran irakes 37% 44%

    Usted cree que las siguientes afirmaciones son verdaderas o falsas?

    verdadera

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  • c) Caso 3: sobre las armas de destruccin masiva como justificacin para elderrocamiento de Hussein.

    A medida que el descubrimiento de las armas de destruccin masiva fue menosprobable una vez ocupado Irak, careca de sentido la tesis de que el gobierno deHussein las ocultabavarias encuestadoras comenzaron a indagar en el nivel deaceptacin que encontraban dentro del pblico otras razones para justificar la guerra.Ya en marzo del 2003, un 53% de los norteamericanos aprobaba la intervencin militaren Irak, an si no se demostraba la existencia de ADM. En este sentido, la campaa dela prensa norteamericana sobre los presuntos atropellos del rgimen irak resultaba sindudas indispensable para construir un argumento alternativo y compensar el fiasco deBush en cuanto a los supuestos arsenales de Sadam. A las alturas del 14-15 de marzode 2003, una encuesta de Gallup evidenciaba que el propsito de liberar a los irakesde su opresin pesaba tanto dentro de las causas admitidas por el pblico paralegitimar la guerra, como las armas de destruccin masiva que nunca aparecieron18.

    3.3. Pacifistas no, antipatriotas (La descalificacin de las manifestacionesorganizadas de opinin pblica).

    No dejen que los pacifistas les confundanas deca en marzo de 2003 GlennBeck, presentador de programas de radio y organizador de la campaa Rally forAmerica, en apoyo a los ataques contra Irak. S que estamos enfrentando tiempososcuros y terribles, pero ya veremos cmo estos tiempos mueren aada Beck frentea una multitud en Richmond, reunida para contrapesar con sus protestas la visibilidadde las manifestaciones anti-guerra acontecidas en la propia ciudad.

    La nota anterior, publicada por el New York Times el 25 de marzo,19 fue tal vez laevidencia ms elocuente durante los meses inminentemente previos a la guerra de laalianza estratgica del peridico con los intereses de la Administracin Bush. Si secompara ese mismo reporte con otro publicado al da siguiente sobre el movimientopacifista, es revelador el contraste entre el tratamiento deificador y demonizadorofrecido por el Times, en correspondencia con las exigencias de su lnea editorial paracada caso.

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    68Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    18. Americans Cite Weapons, Liberating Iraqis as Good Reasons for War Loss of American soldiers, innocentIraqi life, highest rated reasons to oppose war, en www.gallup.com/poll/releases/pr030319.asp, consultadoel 21/03/2003.

    19. Thousands Gather to Back U.S. Troops and Policy, The New York Times, 25/03/2003.

    Fecha Se justifica con las ADM Se justifica sin las ADM

    20 de marzo 20 de 2003 35% 53%

    3 de abril 3 de 2003 22% 69%

    18-22 de junio de 2003 23% 63%

    18-21 de diciembre de 2003 20% 63%

    Usted cree que los Estados Unidos podrn justificar la guerra slo si encuentran armas de destruccin masiva (ADM) o la justificarn por otras razones, an si las ADM no aparecen?

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  • Ral Garcs Corra La construccin simblica de la opinin pblica

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  • El uso intencionado de las citas para estructurar y dar sentido a las noticias salta ala vista en el discurso del peridico. Mientras los partidarios de la guerra fueronimplcitamente descritos por el Times como patriotas y personas pacficas (usted nover tiendas saqueadas o gente tendida en las calles), quienes se le opusieronrepresentaban supuestamente la cara violenta o perturbadora de las marchas, cuyasacciones, adems, no pasaban de ser esfuerzos intiles (no creo que sea muyefectivo, es simblico).

    Algunos de los hallazgos encontrados por Todd GITLIN (1986) en torno a latrivializacin, marginacin y menosprecio de los grupos anti-establishment sepudieran extrapolar sin grandes riesgos al contexto de los meses previos a la guerracontra Irak y, de forma muy notable, a las semanas inminentemente precedentes.Enfatizando la supuesta proyeccin violenta de los grupos anti-guerra,

    Siempre hay alguien que est tratando no de protestar, sino de ser arrestado.Ellos estn tratando de crear un incidente20 (declaracin de presentador deprogramas de radio).

    Algunos grupos como Voces negras por la paz defienden una estrategia decierre para detener la vida diaria, bloquear las principales carreteras, acceder aedificios pblicos o lugares de encuentro y caminar en las afueras de escuelas ycentros de trabajo21.

    La tensin entre la polica y los manifestantes fue particularmente alta en SanFrancisco [...] Se convirti en una situacin fea [...] Ellos interrumpieron eltrfico22

    SUBRAYANDO LAS DISENSIONES EXISTENTES HACIA SU INTERIOR,

    Mientras algunos manifestantes simulaban cargar cadveres en sus bolsas, otroshan argido que la desobediencia civil no servir a su causa y nicamente harlucir antipatriotas a quienes protestan23

    El movimiento antiguerra est dividido sobre cmo responder al conflicto deIrak.

    Algunos son partidarios de actos visibles de desobediencia civil. Otros dicen quetemen que mucha alteracin aliene al pblico que ellos estn tratando decaptar24

    BANALIZANDO SU ACTIVISMO POLTICO Y SU COMPRENSIN DE LAS MOTIVACIONES PARA MANIFESTARSE,

    1,000 manifestantes se reunieron, oyendo primero discursos anti-guerra y luego

    Ral Garcs Corra La construccin simblica de la opinin pblica

    70Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    20. Thousands of Antiwar Demonstrators March in Manhattan (The New York Times, 22/03/2003)21. Antiwar Movement Divided by Thoughts on Civil Disobedience (The New York Times, 19/03/2003) 22. Protesters Across the Nation Try to Stop Business as Usual (The New York Times, 21/03/2003) 23. Antiwar Movement Divided by Thoughts on Civil Disobedience (The New York Times, 19/03/2003)24. idem.

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  • a cantantes de karaoke25 (manifestacin en Tailandia) Los manifestantes anti-guerra llevaron a cabo vigilias, picnies, sesiones

    educativas y marchas26 (manifestacin en Australia) Lo que ellos (los escudos humanos en Irak) estn hacienda realmente es ponerse

    a s mismos y a otros en peligro por una causa insegura [...] En vez de parar laGuerra, estn corriendo el riesgo de prolongarla y dilatar la agona de la genteque vive bajo el regimen de Hussein, asi como incrementando el riesgo de lasfuerzas armadas aliadas27

    Y ASOCINDOLOS A SIGNIFICADOS ESTABLECIDOS PREVIAMENTE COMO NEGATIVOS EN EL IMAGINARIO DE LA OPININ

    PBLICA,

    ANSWER (Act Now to Stop War and End Racism) fue formada unos pocos dasdespus del 11 de septiembre [...]. Algunos de sus lderes son parte activa delWorkers World Party, un grupo socialista radical con races en la era soviticade Stalin. El Partido ha tomado posiciones que incluyen la defensa de losgobiernos irak y de Corea del Norte, as como el apoyo a Slobodan Milosevic,antiguo Presidente de Yugoslavia, acusado de crmenes de guerra28

    el Times apost a descalificar a los manifestantes, en consonancia con su tratamientodel tema en coyunturas anlogas.

    Tomando en cuenta los ejemplos anteriores, puede deducirse con facilidad por quel 63% de la opinin pblica de los Estados Unidos, segn un sondeo aplicado los das25 y 26 de marzo, comparta una imagen desfavorable de los activistas contra la guerra(AIE STUDIES, 2005: 122). Curiosamente, las compaas encuestadoras venanindagando desde los sucesos del 11 de septiembre sobre un supuesto sentimientoantipatritico de los movimientos pacifistas una encuesta de Gallup del 21/22 deseptiembre de 2001 haba arrojado que el 47% de los norteamericanos los considerabaantipatriotas (AIE STUDIES, 2005: 122). Hacia marzo de 2003, casi la mitad de losestadounidenses estimaba que, mientras duraran los ataques a Irak, no deban permitirseprotestas contra las polticas de la Administracin Bush (AIE STUDIES, 2005: 120). Unavez ms los sondeos prestaban un servicio distinguido al poder, al tiempo que permitana los periodistas, iluminando los resultados de las polls, oscurecer en las noticias lasmarchas contra la guerra (Aunque la amenaza de guerra ha producido un largo yvociferante movimiento de paz, las encuestas muestran que el apoyo a la guerra hacrecido la semana pasada29, encuestas tomadas desde el comienzo de la guerra hanmostrado una mayora sustancial de norteamericanos apoyndola. Pero en las calles,ese respaldo ha tendido a ser ensombrecido por la oposicin30).

    Ral Garcs Corra La construccin simblica de la opinin pblica

    71 Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    25. Global Protests Over Iraq Conflict (The New York Times, 15/03/2003)26. idem.27. Get Out of the Way (The New York Times, 15/03/2003)28. Some War Protesters Uneasy With Others, The New York Times, 24/03/2003.29. 90 U.S. Cities Have Passed Anti - War Resolutions, The New York Times, 13/02/2003.30. Thousands Gather to Back U.S. Troops and Policy, The New York Times, 23/03/2003.

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  • Otra astucia puesta en prctica por los equipos de sondeos empez a evidenciarsedesde el inicio de las operaciones militares: preguntar si los entrevistados habanparticipado o no en demostraciones antiblicas. La respuesta era presumible en unapoblacin de 200 millones de habitantes: slo 5 de cada 100 norteamericanos, segnuna encuesta de Gallup del 22/23 de marzo, haba elegido manifestarse en las calles(AIE STUDIES, 2005: 121). El dato, sin embargo, poda ser interpretado de un mododistinto, considerando que el 5% de la poblacin total de los Estados Unidos asciendea un 1 milln de personas, cifra que habla favorablemente de la dimensin delmovimiento pacifista. Tales estimados carecieron de importancia para el PresidenteGeorge W. Bush, a juzgar por sus declaraciones del 18 de febrero, reproducidas por elNew York Times: considerar el tamao de las protestas es como decidir hacer polticasobre la base de un focus group31.

    3.4. Judith Miller: yo digo lo que me dicen (La orientacin editorial hacia lasfuentes oficiales)

    Cuestionada por reproducir acrticamente la mentira de las ADM en las pginas delNew York Times, la periodista Judith Miller dijo meses despus de terminada la guerra:mi trabajo no es evaluar la informacin del gobierno y ser una analista independiente.Mi trabajo es decirle a los lectores del Times lo que el gobierno pensaba sobre elarsenal de Irak (MASSING en SUREZ, 2005: 78). Lejos de tranquilizar a alguien, susdeclaraciones arreciaron la polmica sobre la evidente complacencia del periodismonorteamericano con las falsedades en torno al tema irak, emanadas desde los altoscrculos polticos de Washington.

    Durante las semanas muestreadas, pudo constatarse en el New York Times lasubordinacin del peridico y sus periodistas a las fuentes oficiales y, por extensin, alas visiones sobre el conflicto del gobierno norteamericano. La cuantificacin de esasfuentes arroj que su presencia constituy el 88,4% de 162 informaciones examinadas(133 noticias ms 29 notas interpretativas), mientras que las fuentes alternativas(organizaciones no gubernamentales, otros grupos miembros de la sociedad civil)representaron apenas el 11,6%. Dentro de las fuentes oficiales, quienes defendieron lapostura blica de los Estados Unidos casi duplicaron a los que mostraron una posicinreticente o explcitamente desfavorable a ella, tal como puede apreciarse en elrecuadro siguiente:

    Ral Garcs Corra La construccin simblica de la opinin pblica

    72Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    31 Antiwar Protests Fail to Sway Bush on Plans for Iraq, The New York Times, 18/02/2003.

    Noticias Anlisis Favorables Desfavo. Total Favorables Desfavo. Total

    22-29 Ene 25 7 81 33 124 0 10 1005-12 Feb 51 5 106 58 164 9 17 2612-19 Mar 57 17 132 79 211 4 24 28Totales 133 29 319 170 489 13 51 64

    Nmero de Notas Fuentes Oficiales AlternativasSemanas

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  • Obviamente, el comportamiento anterior no es privativo del New York Times, sinoque investigaciones lo han documentado tambin en otros diarios o televisorasnorteamericanas, durante el periodo previo a la guerra de Irak. Un estudio de laorganizacin Fairness and Accuracy in Reporting, por ejemplo, llevado a cabo entre el30 de enero y el 12 de febrero, con material de periodistas en cmara pertenecientes alas cadenas CBS, PBS, ABC y NBC demostr que de 393 fuentes analizadas, 267provenan de los Estados Unidos y, de estas ltimas, el 75% corresponda a militares ofuncionarios de ese gobierno. Ms que eso: de todos los entrevistados estadounidenses,slo uno evidenci una posicin reticente ante la guerra, mientras que el resto se mostrenfticamente resuelto a apoyar las polticas del Presidente Bush32.

    3.5. La descontextualizacin deliberada de las noticias.

    El 18 de febrero de 2003, The New York Times anunciaba que por lo menos 500periodistas seran asignados a unidades de combate para cubrir en directo los ataquescontra Irak, en un hecho no sucedido desde la Segunda Guerra Mundial y en unaescala nunca antes vista dentro del Ejrcito norteamericano33. Era el nacimiento delos embedded journalists o periodistas incrustados, tal vez el ejemplo cimero de lacultura promocional desarrollada por los reporteros en sus coberturas deacontecimientos estrechamente vinculados al poder.

    Como recuerda Jack Bratich, el trmino embedded se utiliza en las especialidadesde Ingeniera Elctrica y Computacin para referirse a microprocesadores insertosdentro de equipos como hornos de micro onda o telfonos celulares (BATRICH, 2004:240). De forma anloga, los embedded journalists fueron concebidos y entrenados porel Pentgono durante las semanas previas a la guerra de Irak para funcionar comocircuitos integrados a los mandos militares.

    Una investigacin sobre su desempeo durante los tres das siguientes al estallidodel conflicto demostr su utilidad instrumental al servicio del poder. Al analizar elcontenido de 108 reportes trasmitidos por los periodistas incrustados en cincotelevisoras norteamericanas (CBS, NBC, CNN, ABC y Fox News), la organizacinProject for Excellence in Journalism descubri que el 94% de ellos eran factuales(slo referidos a hechos), apenas el 3.7% contenan comentarios y el 1.9% exhibaalgn tipo de anlisis. El estudio demostr adems que las cadenas reportaron en sushistorias las operaciones militares ms importantes, antecedentes y repercusiones delos combates e informaciones sobre el equipamiento militar norteamericano, peronunca mostraron el drama de la guerra a travs de sus heridos o muertos, niexaminaron seriamente sus causas o posibles consecuencias, ni realizaron el msmnimo cuestionamiento a las acciones emprendidas por los Estados Unidos34.

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    32. In Iraq Crisis, Networks Are Megaphones for Official Views, en http://www.fair.org/, consultado el 20 deoctubre de 2006.

    33. Journalists Are Assigned to Accompany U.S. Troops, The New York Times, 18/02/2003.34. Embedded reporters: What are Americans getting?, en http://www.journalism.org/node/211, consultado el

    2 de octubre de 2006.

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  • Otra vez, el comportamiento anterior no es privativo de la televisin, sino queparece propio de un marco estructural de actuacin de la gran prensa estadounidense.Entre el 2 de agosto y el 8 de noviembre de 1990, por ejemplo, mientras los EstadosUnidos se preparaban para la Guerra del Golfo, el New York Times y el WashingtonPost publicaron 2472 y 1742 reportes sobre Irak respectivamente, pero pocas historiasdedicaron algn prrafo a referir, como parte de los antecedentes del conflicto, lasrelaciones armoniosas sostenidas por el gobierno norteamericano con Sadam Husseindurante muchos aos. Por el contrario, el contexto histrico propuesto en las noticiasaludi generalmente al fascismo y a Hitler, como molde interpretativo de referenciadonde se insert la figura del presidente irak (DORMAN, 1994: 67)

    Con respecto a 1990, la actuacin del Times en los meses previos a la guerra de2003 evidenci nuevamente varias analogas. Cuando las informaciones incluyeronantecedentes, estos se encaminaron a reforzar la imagen negativa del lder irak,cultivada sistemticamente por el peridico (El ataque qumico de Halabja, uno entre40 efectuados contra los propios irakes, provee un vistazo de los crmenes que SadamHussein est dispuesto a cometer y el tipo de amenaza que l representa ahora paratodo el mundo35; Saddam Hussein hizo un uso extensivo de armas qumicas durantela guerra Iran-Iraq, causando un estimado de 100 mil bajas entre las tropas iranes36;Saddam Hussein es una agresor que ha atacado cuatro pases, utilizado armasqumicas contra su propio pueblo37), pero en todo momento se abstuvieron derecordar el respaldo y financiamiento otorgado por los Estados Unidos a Hussein,durante la poca en que protagonizaba las acciones descritas por el Times. Slo uncomentario dentro de las tres semanas analizadas hizo referencia a las relacionesencantadas entre Washington y Bagdad, concentrndose ms bien en el papel deSadam, de conjunto con la Administracin del ex Presidente Kennedy, en elderrocamiento del entonces gobernante irak Abdel Karim Kassen38.

    Un ejercicio de recuento histrico podra llevarnos a citar los siguientes hechos,como ejemplos elocuentes de la luna de miel vivida por los Estados Unidos y GranBretaa con Irak, mientras lo consideraban un aliado durante los aos 80:

    Mediados de los 80: tanto la prensa britnica como norteamericana elogian laspolticas privatizadoras de la economa irak implementadas por SadamHussein. Un documental britnico trasmitido en los inicios de 1990 presenta allder irak como alguien que despierta miedo, pero igualmente granadmiracin (KEEBLE, 1996: 87).

    Una encuesta de la empresa Harris pregunta en 1980 por pases que podanconstituir una potencial amenaza para los Estados Unidos. Apenas el 17% de losentrevistados menciona a Irak. Antes de la invasin irak a Kuwait, la misma

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    74Estudios sobre el Mensaje Periodstico2007, 13 55-81

    35. Bush Sees Little Hope U.S. Can Avoid War with Iraq, The New York Times, 15/03/2003.36. Biological and chemicals weapons would slow but not stop troops, The New York Times, 20/03/2003.37. The right war for the right reasons, The New York Times, 13/032003.38. A Tyrant 40 Years in the Making, The New York Times, 14/032003.

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  • encuestadora indaga sobre las naciones responsables del terrorismointernacional, adems de Libia. Slo un 1% de los entrevistados incluye aIrak dentro de sus respuestas (BENNETT, 1994: 44-46).

    Dcada de los 80: bajo el gobierno de Margaret Thatcher, el gobierno britnicovende armas a Sadam Hussein, como parte de un salto en las exportaciones dearmamentos vinculado al desarrollo de la industria militar inglesa (KEEBLE,1996: 18).

    Primavera de 1982: La Administracin del Presidente Reagan borr a Irak de lalista de naciones patrocinadoras del terrorismo, a fin de facilitar su venta dearmas y material militar al rgimen de Sadam Hussein (BENNETT, 1994: 67).

    1983-1990: Los Estados Unidos suministraron importantes cantidades de alimentoscomo granos al gobierno irak, con garantas de prstamos por 5 mil millones dedlares. (HERMAN, 1992: 51)

    En noviembre de 1984, Estados Unidos reanuda relaciones diplomticascompletas con Irak, a pesar de que meses antes haba bloqueado la exportacina ese pas de compuestos para fabricar armas qumicas, ante las acusaciones deIrn de que dichas armas estaban siendo utilizadas contra su territorio, durantela guerra que involucr a ambas naciones (BENNETT, 1994: 52).

    1988: El Departamento de Estado norteamericano se opuso a las sancionespropuestas contra Irak por el Congreso norteamericano, ante las denuncias deque el gobierno de Hussein haba utilizado armas qumicas contra los kurdos ensu pas (BENNETT, 1994, 55)

    Como se ha sugerido antes, ninguno de los hechos anteriores, disponibles en un nivelelemental de bsqueda, aparecieron recordados en las pginas del New York Times.

    3. 6. La espectacularizacin de la poltica

    El primero de mayo de 2003, George W. Bush aterriz de forma espectacular en elportaaviones Abraham Lincoln para anunciar la victoria de los Estados Unidos sobreIrak, en un hecho que vena siendo anticipado repetidamente por las ms importantescadenas de televisin norteamericanas. Custodiado por un gran cartel con la fraseMisin cumplida y rodeado de soldados dispuestos a vitorearlo, el Jefe de la CasaBlanca dej escuchar su sentencia: Las principales operaciones de combate hanterminado. En la batalla de Irak, los Estados Unidos y nuestros aliados hanprevalecido (KELLNER, 2004: 336).

    Tres aos despus, el Secretario General de Naciones Unidas Kofi Annan alertabasobre una posible guerra civil en ese pas del Medio Oriente, si los modelos dealienacin y violencia actuales persisten por mucho tiempo39. El jueves 19 de octubre

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    39. Irak: Annan advierte sobre Guerra civil, en news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_5358000/5358622.stm, consultado el 2/10/2006.

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  • de 2006, el gobierno de los Estados Unidos informaba que el nmero de sus soldadosmuertos desde el estallido de la guerra ascenda a 2500 y reconoca la posibilidad deque esa cifra se multiplicara, como resultado de las acciones de la resistencia irak40.

    Otra errtica seal de euforia fue lanzada por la parte norteamericana en abril de2003. Las imgenes de una estatua de Hussein cayendo al suelo en una cntrica plazade Bagdad trascendieron velozmente como cono del supuesto triunfo estadounidense.Aunque la escena mostraba a una multitud de iraques celebrando el acontecimientoen el lugar, anlisis posteriores de las tomas de televisin demostraron que no eran tannumerosas las personas congregadas y que, dentro de ellas, figuraban inclusomiembros del Congreso Nacional Irak, organizacin opositora financiada por la CIA.Para el momento en que tales descubrimientos salieron a la luz, sin embargo, el derribodel monumento a Hussein, tal como lo captaran las cmaras, le haba dado ya la vueltaal mundo.

    Obviamente, la naturaleza meditica de los sucesos mencionados no es fortuita. Enambos casos, la escrupulosa seleccin de los planos trasmitidos y la intencionalidaddel montaje escenogrfico revelan la complicidad de la televisin con las litespolticas, no slo para reflejar los hechos, sino para crearlos a imagen y semejanzade los intereses de poder41. En cierto sentido, pudiera sugerirse un retorno del I makenews, la clebre tcnica puesta en vigor por James Gordon Bennett y Joseph Pulitzeren el siglo XIX, a fin de incrementar las ganancias de sus peridicos mediante lageneracin de hechos cuya espectacularidad los converta en blancos indiscutibles decoberturas periodsticas.

    Claro que, en su versin moderna, el I make news no parece depender tanto delas decisiones espontneas de los dueos de medios, como de sofisticadas campaaspropagandsticas dirigidas a presentar noticias supuestamente imparciales, pero enrealidad sobrecargadas de la opinin impuesta por sus fuentes generadoras.

    Sin dudas, la televisin lleva la delantera en la prctica de espectacularizar losacontecimientos, tan propia de la poltica contempornea. Los cdigos del audiovisualpueden contribuir en mucho a desproveer los hechos polticos de su naturaleza racionaly reducirlos a piezas representativas de los formatos ms sentimentales. John B.Thompson aprecia esta tendencia no como un problema episdico, sino como unanorma de races estructurales, que tiene en el escndalo poltico su principal alimento.El espacio pblico creado por los medios se ha visto ocupado por una especie detertulia generalizada sobre las vidas privadas de los polticos y la propia poltica ha idohacindose paulatinamente ms difcil de distinguir de los programas deentretenimiento (THOMPSON, 2001: 330).

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    40. Irak: nueva ofensiva y ms muertes, ennews.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_5085000/5085076.stm, consultado el 2/10/2006.

    41. Para una discusin ms amplia del papel de la televisin en la espectacularizacin de los hechos polticosdurante la guerra de Irak, ver Media Propaganda and Spectacle in the War on Iraq: A Critique ofU.S.Broadcasting Networks (KELLNER, 2004: 329-338)

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  • Aunque los escndalos no suelen florecer en tiempos de guerra la amenaza depeligro potencia la unidad entre los diferentes grupos de poderla televisin y engeneral los medios apelan de todas formas a diversas estrategias para hacer de suscoberturas atractivos espectculos. Ocultar la muerte de civiles, por ejemplo, no es sloun procedimiento diseado para des-dramatizar ante los ojos de la opinin pblica losacontecimientos blicos, sino tambin para respetar el carcter potencialmente ldico yde entretenimiento contenido en las narraciones periodsticas.

    As lo demostraron las coberturas televisivas de la guerra de Irak, descritas as, ensus comienzos, por el New York Times:

    Efmeras nubes nacidas del bombardeo de los edificios gubernamentales enBagdad fueron mostradas una y otra vez, tanto como la escena de un marinerompiendo un afiche de Sadam Hussein rodeado de aldeanos iraquesvitorendolo. Columnas de tanques de la coalicin avanzando fueroncontrapuestas a columnas de soldados iraques rendidos, marchando con susmanos sobre sus cabezas.

    El corresponsal de la NBC David Bloom, con casco, chaleco antibalas y gafastrasmiti reportes en vivo desde un vehculo blindado. Otros actualizaron lasnoticias desde la cubierta de los portaaviones e incluso hablando a travs demscaras de gases. Algunos parecan tan captados por la adrenalina de la guerray la emocin de acceder a ella, que parecan reporteros de deportes en el contextode un Super Bowl. (TV Watch: Showing Shock and Awe, but No Blood, TheNew York Times, 22/03/2003)

    Pero la adrenalina de la guerra no formaba parte solo de los periodistas detelevisin, sino que se haba extendido a toda la prensa estadounidense y, dentro de ella,al propio New York Times. Un editorial publicado el 21 de marzo pareca dispuesto adirigir las operaciones militares desde la redaccin misma del peridico:

    Reaccionando rpidamente a la informacin de que lderes irakes estabanescondidos en un bunker, barcos norteamericanos dispararon cerca de 40 misilesdesde el Golfo Prsico y el Mar Rojo, y combatientes ocultos lanzaron bombaspoco despus. Fue un ejemplo impresionante de coordinacin y precisin.

    [...] Las fuerzas de tierra deben alcanzar y proteger los campos de petrleorpidamente.

    [...] La velocidad ser igualmente decisiva en evitar ataques de misiles a Israel[...] Nada har esta invasin lucir mejor que la evidencia de que es bienvenida porlos propios irakes. As, deserciones masivas de los soldados irakes y multitudesde civiles alegres saludando a los invasores como libertadores podran ser buenasseales [...] Las armas de precisin sern tiles para circunscribir los daos ablancos militares.(How to Watch the War, The New York Times, 21/03/2003)

    En general, la presentacin de la guerra como espectculo adopt en el Times dosformas principales durante los primeros das de cobertura. Por un lado, realz losadelantos tecnolgicos y la superioridad militar de los Estados Unidos, con

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  • descripciones cinematogrficas de los armamentos ms sofisticados empleados por losagresores:

    Para defender sus fuerzas, los norteamericanos han desplegado los msavanzados sistemas Patriot, incluyendo el Patriot PAC-3, el ms moderno sistemaque slo ahora es usado, y otras variantes actualizadas de interceptores. El misilPAC-3 destruye a los misiles en vuelo chocndolos, por medio de un buscadoravanzado aadido al interceptor Patriot. (Iraq May Use Mobile Launchers toTake Aim at Troops Moving North, The New York Times, 22/03/2003)

    Cada blanco de los ataques del Pentgono es sometido a una minuciosarevisin. Usando un nuevo programa de computacin sofisticado, los militaresestiman el rea de explosin de un arma particular y planifican los ataques encorrespondencia con ese anlisis, seleccionando el tamao de la bomba, sungulo de ataque, la hora del da para lanzarla, a fin de minimizar el riesgo devctimas civiles. (Rumsfeld Says Important Targets Have Been Avoided, TheNew York Times, 24/03/2003).

    El paso espectacular de la invasin ha permitido a las fuerzas norteamericanasalcanzar los alrededores de Bagdad en solo 6 das y asegurar los campos depetrleo del sur, protegiendo a Israel de ataques de misiles y provocandorelativamente pocas bajas. (En Route to the First Big Battle, The New YorkTimes, 27/03/2003)

    Al Norte de Irak, entre 400 y 500 irakes han muerto, mientras que al sur lasbajas oscilan entre 150 y 200. Estas fuerzas fueron dominadas por la superioridaddel armamento de tierra norteamericano, incluyendo los tanques Abrams. No hansido reportadas bajas estadounidenses. (Heavy Iraqi Losses Seen in Big Battlein Central Region, The New York Times, 26/03/2003)

    Por otro, consagr buena parte de sus esfuerzos a demostrar que, gracias aldesarrollo tecnolgico alcanzado y al cuidado puesto por las autoridadesnorteamericanas en dirigir los ataques hacia los blancos militares, el nmero de bajasciviles se reducira al mnimo:

    Militares de alto rango han evitado bombardear al menos tres docenas deblancos irakes altamente priorizados por miedo de causar vctimas civiles,haciendo ms difcil alcanzar algunos de los importantes objetivos de la campaaarea (Rumsfeld Says Important Targets Have Been Avoided, The New York Times,24/03/2003); ganar la guerra significa destruir al gobierno de Bagdad, perotambin incluye un esfuerzo concertado para evitar el tipo de batalla urbana quepudiera enfurecer al pueblo irak. (In Nasiriya, Marines Find an Urban Fight TheyDidnt Want, The New York Times, 24/03/2003)

    A pesar de su silencio en torno al drama real de la guerra, un informe hecho pblicoen octubre de 2006 daba cuenta del genocidio de la poblacin irak desde marzo de2003 hasta esa fecha. La investigacin, auspiciada por la Universidad John Hopkinsde los Estados Unidos, aseguraba que por lo menos 650 mil personas haban muertodurante el periodo mencionado, lo que representa el 2,5% de la poblacin irak y un

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  • promedio de 500 vctimas diarias42. En algo tena razn Donald Rumsfeld cuando,pocos das despus de desatado el conflicto, valor as la cobertura ofrecida por losmedios: Lo que estamos viendo no es la guerra en Irak, sino apenas pedazos de ella43

    4. Referencias bibliogrficas

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