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José ANDRÉS-GALLEGO y Antón M. PAZOS, La Iglesia en la España contemporánea, vol. 1:1800-1936; y vol. 2: 1936-1999, Eds. Encuentro (col. «Ensayos» 141 y 150), Madrid 1999,426 y 372 pp.

Los autores de esta obra, investigadores del CSIC (Madrid), elaboran una síntesis dedos siglos de acontecer histórico eminentemente plural. Historia de la Iglesia, por supuesto;pero también, por lo menos en línea de propósito, referencias al fenómeno religioso, de porsí más extenso. Ello implicaba «dar una gran amplitud al análisis de lo institucional, de lodoctrinal y de lo sociológico» (p. 9). Dos tomos, que suman en total 800 páginas, para llevara cabo el proyecto. Veamos su contenido.

El primer tomo se integra en dos partes. El título de la primera —Del Antiguo alNuevo Régimen religioso— aplica a la Iglesia las categorías historiográficas que se aplicana la coyuntura sociopolítica nacional y europea. El primer capítulo consiste en un boceto delCatolicismo español hacia 1800;el segundo, titulado El viento de la revolución, ponderadatos varios sobre la evolución sociorreligiosa desde 1808 hasta mediados de siglo: evocalas oposiciones ideológicas que se comprueban en el hervidero del primer tercio decimonó-nico; el tercer capítulo —La Reconciliación— señala, como claves para abrir la salida haciauna nueva época los «emporios de la nueva cultura» (Cádiz, Madrid y Barcelona), el «pen-samiento pacificador y la acción pacificadora» propugnados por exponentes tales como unJaime Balmes o un Donoso Cortés y, por último, como «pieza jurídica necesaria», el Con-cordato de 1851. Se adopta, pues, un cliché dramático para interpretar el dinamismo históri-co de la primera mitad del XIX español. Resulta así el primer acto de la visión que se pre-senta y que tendrá su nudo y su desenlace en las siguientes etapas.

La segunda parte del tomo primero se dedica a la Iglesia concordataria. Los autores—ya nos lo habían advertido desde el umbral de su discurso— se sienten justificados paraobviar lo político social (estudiado por ellos en otros libros) y lo biográfico, sin otras conce-siones que las imprescindibles para el desarrollo del estudio que se proponen (cfr. p. 9). Esose percibe más claramente a lo largo de las 280 páginas que dedican a describir la Iglesiaconcordataria como status quodestinado a saltar por los aires en el conflicto sangriento del1936-1939. También esta segunda parte se entraña en interpretación dramática. Los capítu-los I y IV presentan respectivamente a los clérigos y a los seglares.

Al hablar de los clérigos se habla de «la organización y el dinero», «el proletariadoeclesiástico», «el clero alto y el clero bajo», «la leva vocacional», «el nivel de los religiosos»,«la formación del clero», las misiones, entre otros temas y epígrafes. El capítulo dedicado a losseglares se titula significativamente Los ejércitos, y habla del «asociacionismo» —como fenó-meno de la época— y de las asociaciones, es decir, del establecimiento, organización, logística,planes y mentalidad de las instituciones de católicos que buscan respuesta válida a los desafíosde la época. Ambos capítulos (I y IV) operan con funcionalidad dramática, presentan las forma-ciones que protagonizan la acción histórica, describen sus diversos caracteres y perfiles, y brin-dan ya las claves interpretativas de la solución del nudo. Son dos capítulos que se comple-mentan, por decirlo así, como exposición de las «dramatis personae» (en el teatro clásico las

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personas dramáticas eran siempre sujetos singulares). A partir del siglo XIX es de sobra cono-cido el fenómeno de la personificación y sujetivación de los grupos y también de las masas:bien se ha podido contemplar el drama histórico del movimiento obrero o el impresionante élande la burguesía en la segunda mitad del XVIII y en los albores del XIX. Por eso aun cuando setrate de grupos y asociaciones —de colectivos, diríamos hoy con un término meramente fun-cional y ajeno a toda inspiración— se nos pone ante los diversos escuadrones que se preparana la lid y que serán los protagonistas de la contienda decimonónica.

Aspectos del sesgo de la contienda se señalan en el capítulo II: Espiritualidad y éti-ca. En el capítulo III —El drama liberal— se aboceta la naturaleza del pleito y se apuntansus neuralgias doctrinales más reconocidas, que los autores se apresuran a ver en conexióncon importantes cuestiones del ámbito eclesial, que se expanden vivas por todo el siglo XX.

Los tres postreros capítulos —cien páginas de texto, un tercio del tomo primero—son un dúplice ensayo de análisis sociológico: a) En primer lugar, a lo largo del capítulo V—Sociología de la movilización— se estudia la distribución del clero secular y regular, latendencia a la urbanización y el surgimiento del anticlericalismo, las asociaciones y su limi-tada eficacia sobre un fondo de absentismo y pasividad: «nadie quería mandar». El capítuloVI —El catolicismo de Trento— es breve y añade al capítulo anterior un estrambote sobre elfervor popular contemplado en su fenómeno de superstición y barroquismo. b) En segundolugar, otro análisis que se desarrolla a lo largo de las 52 páginas del capítulo VII del tomoprimero, titulado Recristianizaciones, Descristianización. Tiene este capítulo cierto carácterde cajón de sastre: anota varios fenómenos que contribuyen a la configuración más detalla-da de nuestra época coetánea: el «impacto demoledor de la libertad», «el fracaso del protes-tantismo español», «la valoración de la vida y la primera revolución sexual», «el hundimien-to de la práctica sacramental... y, siempre, el fervor» son epígrafes que ilustran el talante deesas páginas. Los autores se hacen conscientes de lo anchuroso e inabarcable de un espacioeclesial y eclesiástico, implicado en numerosas connotaciones, capaz de mostrarse en avata-res no descritos y, a veces, indescifrables: «¿Cuál era la España real? —se preguntan en re-sumen—. Evidentemente, todas las que decimos y más que se distingan» (p. 382).

El segundo tomo supera en dramaticidad al primero. También tiene dos partes. Laprimera se titula La Iglesia, en la encrucijada del siglo XX. El primer capítulo «irrumpit inmedias res» con La Tragedia, es decir, con la guerra española de 1936-1939; y con su fruc-tificación vencedora que es La recreación de la España Católica(capítulo II), plasmada enEl Estado Católico(capítulo III) con el importante devengo de Las disidencias(capítuloIV). La segunda parte trata de la Crisis y renovación de la Iglesia Posconciliar. Se sucedenlos hitos a partir de El impacto del Concilio en España(capítulo I): el Agotamiento de laIglesia concordataria(capítulo II) desaparece ante la novedad que se manifiesta en el nuevogobierno de la Iglesia, cuyo exponente más señalado es la Conferencia Episcopal (capítuloIII). La labor se sopesa y enjuicia en el capítulo IVIglesia y Democracia,para concluir en laEspaña pluralista(capítulo V) de la presente actualidad.

Los dos tomos de esta obra logran una amenidad que tan sólo decae excepcional-mente en algunos pasajes con sabor a lección teórica (cfr. v. gr. el Epílogo II, pp. 315-332).El dramatismo que se ha subrayado constituye una originalidad indiscutible y confiere a es-tas páginas un estilo ágil.

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El lector habitual de Historia percibirá sin duda el valor de este ensayo, que aportauna apreciación de la modernidad reciente hecha desde una posición sincera digna de elo-gio. No obstante, podría tornarse perjudicial para los autores: se tratan muchos puntos do-lientes y muchos problemas vivos necesariamente controvertibles. Además —aparte sensi-bilidades de validez más o menos digna de reconocimiento—, una obra cuyo propósito estraer a examen «la Iglesia en sí y la religión en sí, como realidades históricas consistentespor sí mismas, en lo que ha sido España durante los últimos doscientos años» (p. 9) exigi-ría quizá un criterio teológico más operante. La historia, en definitiva, es «de praeteritis».Cuando se pretende hacer historia científica de la realidad presente es difícil superar unaactitud de beligerancia, aunque, en este caso, los autores han procurado mantener siempre laneutralidad.

Enrique DE LA LAMA

Pedro CALAFATE (dir.) , História do pensamento filosófico portugués, Editorial Caminho,Lisboa 1999, I. Idade Média, 558 pp.

Com a presente obra inaugura-se uma etapa inteiramente renovadora no que diz res-peito à história do pensamento filosófico português permitindo condições de trabalho para ainvestigação e a criação no âmbito mais vasto da filosofia, da história das ideias e da his-tória da cultura. A obra constará de cinco volumes a editar em breve. Verificamos assim quemuitas das abordagens históricas e historiográficas sobre a vida e a cultura portuguesas, des-de os primórdios da nossa identidade cultural, poderão agora ser perspectivadas e compreen-didas de modo diferente e mais esclarecedor.

Se a obra tem, desde já, o seu lugar assegurado como referência incontornável julgoque é importante augurar para esta História do Pensamento Filosófico Portuguêsuma pre-sença e uma intenção para as quais Pedro Calafate nos incita a um grande desafio: «Não sóexaurir o que fomos, o que somos, mas sobretudo o que poderemos ser na leitura crítica deum espaço articulado onde tem lugar a diferença, activando o imprescindível diálogo cultu-ral interno. É precisamente neste sentido que é importante, desde logo, a preocupação deuma independência de investigação...: se do pensamento filosófico português se pode e devefalar, devemos entendê-lo como a convergência activa e criadora da obra dos que de algummodo se prendem à comunidade por nós constituída ajuizando, no decurso desse esforço crí-tico, sobre tendências, persistências, continuidades e descontinuidades que no seio dessa co-munidade se manifestaram independentemente do espaço geográfico em que tal sucedeu».

O que implica, a este propósito, como se acentua na Introdução da Obra, que teveque recorrer a arquivos de universidades, bibliotecas e academias estrangeiras para obtençãode fontes. O projecto de investigação que dá suporte a estes resultados que agora se tornamplenamente públicos ajudarão, certamente, a um maior investimento na procura daquelasfontes e do seu estudo. Trata-se, também, de uma abordagem que irá ao encontro de ummaior contacto e relacionamento internacional e que me leva a pensar que seria desejável a

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tradução da obra em línguas de grande difusão. Estou certo de que tal iniciativa permitiria aestudiosos, e a quem tivesse maior ou menor interesse sobre o assunto, ter uma visão enri-quecida da própria história de Portugal.

Numa linha da integração superadora que aproveita para o seu projecto, agora ini-ciando a sua concretização, Pedro Calafate norteou a investigação que veio a público fora deuma visão «ontológica» da «filosofia portuguesa» permitindo uma perspectiva crítica dissi-padora de equívocos que se geraram sobre a originalidade da «filosofia portuguesa» ou mes-mo de tudo o que se agrega à abordagem do problema das «filosofias nacionais», quandoentendidas à margem de uma consideração bem definida sobre o que é particular e o quevive da universalidade do pensar, do ser e do valorar.

Em síntese, Calafate é muito claro sobre o plano, ao nível dos conteúdos, sobre o quese propõe desde este primeiro volume: «Assim o que deve preocupar-nos numa primeirainstância é a exigência de conhecimento, comprometida com a análise tão criteriosa quantopossível do pensamento filosófico dos que estiveram, estão e estarão ligados a Portugal, sen-do então possível falar de identidade, numa linha de autognose».

Comungo da ideia do coordenador de que talvez se possa começar a responder a dú-vidas há alguns anos formuladas por António José Saraiva que passo a transcrever: «Reconhe-cemos que ao tentar caracterizar individualmente uma nação entramos num género de pro-blemas para o qual não há método científico seguro, e que por isso é aqui grande o risco doimpressionismo arbitrário, dos estereótipos e das generalizações sem fundamento».

Julgo que esta obra, centrada no pensamento filosófico português, escrita por espe-cialistas credenciados, no que integra e no que ilumina sobre o nosso ser colectivo que seexerceu em várias vozes e espaços culturais é uma obra de urgência. Estou certo tambémque, quer em contexto luso-brasileiro, quer num contexto mais vasto, lusófono e hispânico aobra começará de imediato a ser utilizada e citada. E, também, por toda uma comunidadecientífica, não apenas universitária, em todos os continentes, que teima em dar voz à reali-dade cultural portuguesa no mundo ou à espera que com eles comuniquemos.

Pedro Calafate, para estabelecer a linha de rumo da obra, teve que se questionar de-moradamente sobre o âmbito cronológico a abranger, os ciclos ou partes como veio a optare em que era forçoso dividir o trabalho. Neste primeiro volume, em primeiro lugar, apresen-ta-nos o período anterior à formação da nacionalidade. Numa segunda parte percorre-se o ci-clo franciscano. Lógica e Conhecimento constituem a terceira parte, destinando-se a quartae a quinta partes respectivamente à Ética e Sociedade e à Filosofia e Espiritualidade.

Como Calafate nos explica, a tradição cultural portuguesa está marcada pelas corren-tes de filosofia religiosa que se desenvolveram em Braga, nos séculos IV a VII. Razão sufi-ciente para ultrapassar a tese da anterioridade do Estado em relação à nação de AlexandreHerculano e para mostrar como Martinho de Dume, por exemplo, tem indesmentível impor-tância, pelo trabalho de transmissão da cultura greco- cristã e latina então levada a cabo.

A controvérsia ariana e o priscilianismo aparecem como expressão inaugural de umacultura que nos suporta e nos desafia à autognose do que somos para utilizar o conceito jáanteriormente avançado. Paula de Oliveira e Silva a quem se deve o primeiro capítulo con-

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duz-nos a um espaço e raiz de cristianismo em que a ortodoxia versas heterodoxia condicio-nam a emergência de temas filosófico-teológicos. Assim acontece com Potâmio de Lisboaprimeiro autor estudado, em que é importante o espaço dado ao problema da substância, aoproblema Homem-Deus e ao sentido do agir humano que significa, nos alvores do século V,«a constituição do sujeito humano como autoconsciência ou como relação, essencial e inter-na, a um Princípio transcendente, fruto e origem de toda a judicação e razão de ser de toda aactividade consciente». Apresenta-nos em seguida, a mesma autora, o percurso existencialde Prisciliano, o seu ideário, «o caso prisciliano», a sua sempre problemática heresia, as per-plexidades sequentes à sua execução em Tréveris, e a projecção que teria, depois, no movi-mento a chamar-se priscilianista. Todo este esclarecedor e equilibrado capítulo nos remete,ainda, para as tensões entre ortodoxia e heterodoxia mostrando-nos até onde é hoje possívelo conhecimento das ideias de Apríngio de Beja e o cristocentrismo que percorre as suas or-todoxas considerações completadas com a apologética sobre a parusiae a ressurreição.

Com o conhecimento e a sabedoria de Lúcio Craveiro da Silva entramos numa outraquestão. Quem era Paulo Orósio? Deixo aos leitores o prazer da descoberta lendo as vivas efundamentadas páginas, com a utilidade e segurança do «estado da questão». transmitidacom fina sensibilidade. O «sentido íntimo dos acontecimentos» transparece no tratamentodado à filosofia da história desse «homo viator» que foi Orósio (sécs IV-V) na dupla acep-ção, física e espiritual. Lúcio Craveiro da Silva estuda ainda o problema da originalidadeorosiana face às recorrentes interpretações que dão o autor da Historia adversos paganoscomo mero discípulo de Santo Agostinho.

Também da responsabilidade de Lúcio Craveiro da Silva é o capítulo que se seguesobre S.Martinho de Dume. A invasão sueva de Braga (411) coincide com a viagem de Oró-sio para o Norte de África. Aceitando a superioridade cultural dos hispano-romanos a con-versão definitiva dos suevos ocorre com Teodomiro (559-570) graças a Martinho de Dume.Fazendo jus ao estudo mais sobre Martinho, da autoria de Luis Ribeiro Soares, A linhagemcultural de S.Martinho de Dume,recentemente reeditado pela Imprensa Nacional - Casa daMoeda, avultam as páginas dedicadas à análise da obra martiniana. AFormula Vitae Hones-taesendo circunstancial apelo à honestidade de Teodomiro transmite-nos por via senequiana(importante ver, todavia, para o autor, o enquadramento sobre a presença material do filóso-fo latino no texto de Martinho) a distinção entre ética filosófica e moral teológica distinçãoque se tornaria fecunda no pensamento do Ocidente.

A abrangência histórica atendendo às diferentes raízes culturais que nos fizeram e noque acabamos de ver, pela consciência hispano-romana que cativou o invasor mostrando ocaminho da virtude aos nobres suevos de Entre-Douro-e-Minho envolve também outras he-ranças. António Borges Coelho, com um saber por todos reconhecido, preenche o capítuloIV intitulado «Tópicos para a história da civilização e das ideias no Gharb Al-Ãndalus».

Bem definido o espaço físico em que se cria, e através do qual se transmite o saberoriundo da civilização islâmica, significativa «comunidade do livro», acedemos ao universode transmissão das ciências religiosas e das ditas «estrangeiras» na conceituação de Al-Fa-rabi. Surge-nos a transmissão para o árabe de Aristóteles, de Platão, de Alexandre de Afro-dísias, de Plotino, de Porfírio; também de Galeno e de Euclides confluindo num trajecto queseria da maior consequência para a informação filosófica da idade média europeia:

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«A especulação filosófica fecundada num imenso e contraditório caldo de culturas,inicia-se no Islão oriental no século IX e dá os primeiros passos no Ocidente com Ibn Masa-rra no século X. A Oriente atinge o seu esplendor máximo no século XI e a Ocidente, no An-daluz, nos séculos XI e XII». Esclarecedor o conjunto de referências a Al-Kindi, al-Razi, al-Farabi, Ibn-Sina, a-Gazzali. No Andaluz, propriamente, deparamos com Said al Andalusi «oprimeiro historiador de filosofia naquele espaço» síntese sobre a evolução da cultura huma-na nas diferentes raças ou povos da terra, Ibn-Masarra (883-931), Ibn Hazm (994-1063)conhecedor de Platão e Aristóteles, Ibn Bayya, o Avempace, nascido em Saragoça e falecidoem Fez e Ibn Rushd, Averróis (Córdoba, 1126-Marraquexe, 1198). Seria suficiente enume-rar Averróis para exemplo do preceptorado árabe, além da transmissão do saber helénico.Mas, também, os poetas santões e filósofos do Ocidente do Ocidente: al-Shilbi, Ibn-Bassam,Almutamid, Ibn Sahib, al-Sala ou o lisboeta, de Alcabideche Ibn Mucama, Ibn Kasi, al-Ur-yani, al-Mertuli, Ibn al-Sid.

A Segunda Parte é dedicada a Santo António, Frei Álvaro Pais, Fr.André do Prado eFrei Gomes de Lisboa ilustrando todo um ciclo de pensamento franciscano. Expressão deuma linha que vai da espiritualidade antoniana até à absorção do escotismo como bem seacentua no caso do santo de Lisboa acedemos ao dinamismo cultural de uma época no entre-cruzamento de tradições mais sazonadas destinadas à reflexão, também, da insuficiência«ôntica» da criatura, no diálogo com o mundo e com Deus.

Maria Cândida Pacheco transmite-nos páginas sobre Santo António que definem avida e obra do santo através de estudos actualizados e um temário que vai da espiritualidadeà mística. Pedro Calafate prodigaliza-nos um capítulo sobre Álvaro Pais, mediante novasquestões sobre o autor do Collyri Fidei e do Speculum Regum. À espiritualidade unitivasegue-se, com a preocupação de transmitir a unidade de pensamento presente no Bispo deSilves, o problema da origem e transmissão do poder na senda das concepções tomistasdireccionadas para a jurisdição universal do Papa e do estatuir do duplo gládio em que otemporal cabe ao príncipe por uso, embora sem dele ter posse plena. É um momento mar-cante da reflexão teológico política medieval da incindível realidade do Sacerdócio e do Im-pério. A Mário Santiago de Carvalho se deve, por seu turno, um estudo sobre o escotismodeAndré do Prado em vigilante análise do Horologium Fidei. O ciclo de pensadores francisca-nos termina com uma análise muito bem documentada, e com a viveza das perguntas dirigi-das ao escotista Fr.Gomes de Lisboa por Joaquim Cerqueira Gonçalves. De salientar a atitudeconciliadora do pensador franciscano quatrocentista tomando posição clara sobre os perigosda dupla verdade averroísta.

Entramos na parte reservada à Lógica e ao Conhecimento. João Ferreira dá-nos umaanálise longamente meditada transmitindo-nos o pensamento do augustinismo avicenizante dePedro Hispano dando assinalável espaço ao problema da individuação, á forma da corporeida-de e ao pluralismo das formas. De um modo mais desenvolvido apresenta-nos a reflexão lógi-co-metafísica de «Pedro Julião», o influxo avicenizante sobre a questão da alma. À abordagemmetafísica de Pedro Hispano segue-se a análise da obra lógica. José Francisco Meirinhos situao filósofo português dando-nos como pano de fundo a linha aristotélica-boeciana (da predica-ção e das proposições) iniciada no século XII em paralelo com o estudo dos termos (categore-máticos e sincategoremáticos). Meirinhos enriquece este volume com a fixação dos escritos e

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a autoria das obras de Pedro Hispano (ou Pedros Hispanos?) e o estudo das influências dosTractatus, inegável indicador da fecundidade da criação lógica e dialéctica dos autores portu-gueses que haveriam de ter brilhantes seguidores como viria a ser o caso de Pedro da Fonseca.

Seguindo a lição de Miranda Barbosa, que viu assim apreciadas muitas das suas su-gestões de abordagem fecunda relativamente à história do pensamento português, Pedro Ca-lafate deu um lugar importante, quer à reflexão moral e política, quer à produção de nature-za lógica (e dialéctica) de que se tratou já na terceira parte. Num entrecruzar de metafísica,ética e sociedade emergem as notas caracterizadoras de um discurso que engloba a obra deD. Duarte (José Gama) e também, do infante D.Pedro, de Fernão Lopes e de Diogo LopesRebelo em capítulos diferenciados, os três últimos da responsabilidade do director da obra.

José Gama foi feliz na reflexão situada que utilizou para abordar o temário eduardi-no devendo realçar-se a importância dada à língua portuguesa enquanto transmissão de pen-samento e consolidação de uma autonomia que se afirmava não só política mas culturalmen-te. O temário da saudade, da lealdade, por um lado, e da experiência e do entendimento poroutro lado inscrevem na textualidade filosófica portuguesa uma feição que incorpora, demodo próprio, o pensamento afirmado nas escolas. Isso mesmo se verá exemplificado no ca-pítulo dedicado a D.Pedro com a aproximação aristotélica do método que é utilizado, a pardo legado retórico de tradição ciceroniana do decorum et honestum.

A sedução estóica no plano da ética atendendo à harmonização de Deus, Natureza eHomem que se tratam nos officia traduzidos em virtuosa benfeitoria não se resolvem, no en-tanto, de modo imanente. Na linha de Álvaro Pais o Infante de Avis estatui a ordenação dopoder, a partir da sua lídima origem divina com o suporte da lição paulina. Fernão Lopes étambém considerado nesta quarta parte. Dizer «também» parecerá querer significar que le-vanto a dúvida sobre a pertinência de tal inclusão. Mas, nas páginas do cronista que põe emcena as ideias de João das Regras assistimos a um momento alto da espiritualização do po-der temporal que se extrai da ideia da soberania do povo como «instrumentum» da divinda-de, no limite, embora, das considerações da resistência ao tirano.

Esta temática interessou a Diogo Lopes Rebelo, autor do Republica gobernanda perregem. A ele se aplica bem o signo de populo faciente et deo inspirante. na lúcida advertênciade Pedro Calafate. Atingira-se a época em que a prática e a teorização do poder régio engran-decido levavam a considerar o poder, não só na sua fundamentalidade, mas também na sua efi-cácia. A cisão da concreção unitária do sacerdócioe do impérioexigiam definição renovadasobre a natureza, origem e alcance do poder espiritual e do poder temporal. Capítulo importan-te desta III parte se deve a António Braz Teixeira que, de modo seguro, estabelece linhas decontinuidade e de diferenciação sobre a filosofia jurídica portuguesa medieval desde Martinhode Dume a Lopes Rebelo. É um capítulo que permite um relacionamento dinâmico de toda aterceira parte. Esta funcionalidade mostra-se ainda, agora pela intervenção de Pedro Calafatesobre problemas que não têm sido suficientemente tratados para a época em apreço. Refiro-meao teor moralizante do económico, à disposição regulada das sociedades que obviamente ha-veriam de considerar de modo restritivo a usura para tanto invocando a vigência da justiça co-mutativa. Mesmo que tratada, talvez de modo intencionalmente mais esquemático, aborda-se,por este lado de análise histórico-filosófica um problema que permitirá uma recorrência espe-culativa e temática em outros volumes em que a filosofia do económico venha a ser tratada.

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A filosofia e a espiritualidade preenchem a quinta parte da obra, da quase inteira res-ponsabilidade de Pedro Calafate. Reabilitando para a história do pensamento portuguêsobras como o Orto do Esposo, o Boosco Deleitoso, o Livro da Corte Emperiale a obra deJoão Claro vemos esclarecida muita da vivência e mundividência medieval que abarcamquer a conduta humana quer a experiência mística. Capítulo esclarecedor se deve a este res-peito a Adelino Cardoso que nos soube transmitir o sentido da comunicação da espirituali-dade medieval a propósito de Frei Paio de Coimbra. Os escritos do dominicano sobre a con-cordância da natureza e da graça alerta-nos para um aspecto mais material da investigação.É que, tanto a pregação como o sermonário (sem dúvida Santo António é paradigmático) sãomateriais a que importa recorrer pois o pensamento não se comunicou só pelo livro (ou parao livro, mais propriamente), ou pela lição mas, também, por essa «conciliação» ou proximi-dade comunicativa do pensamento e do sentimento.

José ESTEVES

Vicente CÁRCEL ORTÍ , Pablo VI y España. Fidelidad, renovación y crisis (1963-1978),Biblioteca de Autores Cristianos (BAC maior 58), Madrid 1997, 1050 pp. + 28 láminas.

El autor de esta voluminosa monografía, colaborador habitual de «Anuario de Histo-ria de la Iglesia», es jefe de la Cancillería del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica yreconocido especialista en Historia de la Iglesia contemporánea española, sobre todo de suhistoria reciente. Aquí se aventura con uno de los temas más complejos de los últimos cin-cuenta años de la vida católica española: las relaciones del papa Pablo VI con España o, másprecisamente, con el régimen del General Franco. No olvidemos que Pablo VI dirigió la Igle-sia de 1963 a 1978. Esto quiere decir que este Romano Pontífice pilotó la recepción del Con-cilio Vaticano II en España (con el consiguiente problema de asimilación de la libertad reli-giosa), y vivió directamente, en su calidad de pastor universal, la transición política española,la instauración de la monarquía y los tres primeros años del postfranquismo, hasta el referén-dum que aprobó la Constitución de 1978.

En primer lugar, y para que el libro se enmarque en su contexto propio, conviene re-saltar que se inscribe en el género de lo que podríamos denominar Historia externade laIglesia. No es propiamente, ni lo pretende, una Historia internade la Iglesia en España du-rante el pontificado de Pablo VI. (Una Historia interna exigiría un estudio detenido de la vidade los seminarios, de la educación religiosa de los católicos, de los debates teológicos, de lapráctica sacramental, de las vocaciones sacerdotales y religiosas, de las devociones y religio-sidad popular, de la cultura católica, etc.). Por consiguiente, contempla la vida eclesial espa-ñola desde la perspectiva político-religiosa y un poco desde fuera, puesto que se interesa pri-mordialmente, aunque no en exclusiva, por las relaciones Iglesia-Estado. En este sentido,reproduce el modelo clásico de la manualística, que nos tiene acostumbrados a las polémicasentre el Emperador y el Pontífice, entre el Papa y el rey de Francia, entre el Regiovicariatoespañol y la Santa Sede, entre Napoleón y los dos papas Pío VI y Pío VII, etc.

La obra se publica como un homenaje a Pablo VI en el centenario de su nacimiento(p. XXI ). Es, por ello, una defensa entusiasta de su pontificado, que procura justificar las de-

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cisiones del Papa y de sus colaboradores (Secretaría de Estado, Nunciatura española y epis-copado renovado durante los años posteriores al Concilio), frente a los enjuiciamientos queun vasto sector de opinión o algunos protagonistas autorizados han vertido sobre supuestasactuaciones desafortunadas del Santo Padre, o interferencias suyas que habrían perjudicadoa la Iglesia española. Tal tono apologético, muy legítimo, por otra parte, se advierte de inme-diato y debe tomarse como pauta para la recta lectura de la monografía. El Autor, en definiti-va, no oculta, ni pretende ocultar, su admiración por Pablo VI.

Después de una introducción general de treinta páginas, que no tiene desperdicio,porque constituye como un sumario de todo el libro, la monografía se divide en seis capítu-los, una conclusión titulada «El amor de Pablo VI a España», un número muy considerablede apéndices documentales, una bibliografía esencial comentada (dividida en trece ampliosepígrafes), una «nota sobre el obispo Guerra Campos», fallecido cuando el libro estaba ya enimprenta, un índice onomástico y veintiocho láminas que reproducen diversos momentos dela vida del Papa Montini.

Para orientación del lector, damos a continuación los títulos de los capítulos: «Rela-ciones Iglesia-Estado: de las tensiones a la normalidad» (sería la presentación más políticadel tema); «Del Concordato de 1953 a los acuerdos de 1976 y 1979» (ofrece cronológicamen-te las actuaciones de los tres nuncios de esos años y el problema de los privilegios concorda-tarios, hasta la renuncia del privilegio de presentación); «Los nombramientos de obispos»(hace la historia, desde dentro, de las vicisitudes de las designaciones episcopales a lo largode toda la etapa franquista, es decir, desde 1941 hasta 1976, en que se llegó a nuevos acuer-dos a la muerte de Franco, ocupando un lugar preponderante el tema de los «obispos auxilia-res»); «Organización y magisterio del Episcopado» (sintetiza apretadamente las actitudes delos obispos españoles frente a los distintos problemas políticos: referéndum de 1947, aplica-ción de la libertad religiosa enseñada por el Vaticano II, asambleas plenarias de la Conferen-cia Episcopal española, documentos episcopales de los años setenta, elaboración y aproba-ción de la Constitución de 1978); «Sacerdotes, religiosos y seglares» (problemas del régimenfranquista con el clero catalán y vasco, la Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes de 1971,las hermandades sacerdotales de entonces, los jesuitas, la crisis de la Universidad Pontificiade Salamanca, el Opus Dei); «Represión política del clero» (con una amplia exposición del«caso» Añoveros y del asunto de la cárcel concordataria de Zamora).

La riqueza de los temas abordados, la amplitud de la documentación aducida y de labibliografía consultada y seleccionada, y la valoración de los juicios emitidos complican enor-memente la tarea del recensor de esta obra. Antes de comentar las tesis salientes de la mono-grafía, conviene sentar que el libro se leerá con sumo interés, y que difícilmente satisfará a to-dos. Incluso un mismo lector podrá sentirse a gusto en un capítulo y a disgusto en otro.

Cárcel Ortí ha procurado mantenerse por encima de los hechos, lo más objetivo posi-ble. El indiscutible tono conciliador del libro, evitando a toda costa actitudes maniqueas, po-drá decepcionar a algunos; pero, a mi entender, constituye uno de los principales méritos delvolumen. En el fondo, el Autor reconoce que los años de Pablo VI fueron tan complejos, des-de el punto de vista de la historia externa de la Iglesia, que van a resultar siempre muy escu-rridizos para el historiador. Quizá, con la perspectiva de los años, algunos temas, a los queahora se concede una importancia relevante, se presenten luego redimensionados. Esto no

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podemos saberlo en este momento. En todo caso, Cárcel Ortí se ha comportado honestamen-te, ha consultado las fuentes disponibles y ha dicho con claridad y valentía lo que ha consi-derado pertinente. Es obvio que no ha tenido acceso a la documentación del Archivo Vatica-no todavía reservada, pero ha visto mucha documentación ya publicada (ofrece al finalsetenta y dos documentos, a veces de difícil localización), y tiene además, por su lugar privi-legiado en Roma, una información de primera mano, basada en conversaciones y contactos,que le facilitan una visión de conjunto bastante amplia.

He aquí algunas observaciones con relación a las fuentes. Podría decirse que la obrapivota en exceso en torno a dos personalidades, ciertamente muy significativas de aquellosaños: el Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Madrid y presidente de la Con-ferencia Episcopal Española, y el catedrático, ministro y embajador de España, LaureanoLópez Rodó. En ocasiones, la obra se limita casi de forma exclusiva a una confrontación delas Confesionesdel primero (1994) versus las Memoriasdel segundo (4 vols., entre 1990-1993). En este punto, precisamente, se centra nuestro principal reparo. A nuestro entender,Cárcel Ortí habría situado su análisis de la vida eclesiástica española de 1963 a 1978, sobretodo de 1970 a 1975, en un horizonte que, en gran medida, se circunscribe a una sola di-mensión de los fenómenos: el ámbito de la vida política. La Historia de la Iglesia se empo-brece cuando se contextualiza unilateralmente en el marco de la política. El A. podría repli-carnos que la Secretaría de Estado hizo política, y que el Estado español respondió conpolítica; y que los obispos españoles cayeron en la trampa de la política (¿qué fue, sino«política», «disimular» la recepción del voto de la Congregación del Clero a la Conjunta,de febrero de 1972, mientras se negociaba un nuevo texto con la Curia vaticana?). Así mis-mo, el intento de Tarancón, siendo Presidente de la Conferencia Episcopal Española, deconstituirse en interlocutor del Gobierno español, protestando por la «escala técnica» deCasaroli y sus conversaciones con López Rodó, ¿no son acaso acción de indiscutible natu-raleza política?

El Autor quizá esté en lo cierto, cuando sospecha que hubo un exceso de política porparte de los eclesiásticos. La famosa homilía del Cardenal Tarancón ante el Rey, en la igle-sia de San Jerónimo el Real, en noviembre de 1975, constituye una muestra fehaciente deese orden ambivalente en que se movieron los obispos españoles en aquellos momentos. Yadecíamos, al principio, que esos años serán siempre de difícil análisis, porque la política esel arte de lo posible, y admite valoraciones muy dispares, según la «situación» del historia-dor. Por ello abogamos por una Historia de la Iglesia en España, también de esos años, supe-radora del mero horizonte político. ¿Acaso será posible? Probablemente sí…, pero quizá to-davía no ahora.

Cárcel Ortí no disimula su simpatía por el Cardenal Tarancón. Es evidente, además,su tono conciliador, cuando pretende pacificar la diatriba suscitada por la publicación de laspolémicas declaraciones de Tarancón, grabadas cuando éste estaba en el lecho de muerte, ennoviembre de 1994, tituladas «Mis recuerdos de Pablo VI» (editadas dos años después).También es indiscutible que el A. ha sopesado las fuentes y ha tomado sus propias determi-naciones, a tenor de preferencias personales. No podía ser de otro modo. Es preciso recono-cer que ha tenido en cuenta a unos y a otros, cosa que otros historiadores no han hecho. Estoes un punto a su favor, aunque considero que quizá debería haber sido más crítico con algu-

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nas «confesiones» del Cardenal, que —seguramente por fallos de memoria— contienen nopocas afirmaciones discutibles e hipótesis que otros interesados y testigos directos han des-mentido. El propio Cárcel Ortí lo señala en nota de la página 649, refiriéndose a errores acer-ca del Opus Dei, de los que las Confesionesde cardenal Tarancón se hicieron eco acrítica-mente. Me parece justo este comentario de Cárcel. Pero, habida cuenta del tono desaforado einjurioso del cardenal, hubiera sido deseable que la descalificación de Cárcel Ortí hubieraaparecido en el texto mismo, entrando a la cuestión, sin refugiarse en la letra pequeña de unanota. Más todavía cuando las citadas declaraciones del purpurado español son extraídas deun contexto despreciativo e insistente, que debería haber bastado para que Cárcel lo valorasecon mayor rigor.

Aparte de lo señalado, la neutralidad de Cárcel Ortí, o al menos, su intento de objeti-vidad, se advierte a toda hora, muy especialmente en la nota necrológica que ha redactadosobre el obispo de Cuenca, Don José Guerra Campos, a quien atribuye el mérito de que el«integrismo» español no haya devenido en cismático, al tiempo que reconoce que resultó«un obispo malogrado», a pesar de su preclara inteligencia. Guerra fue «el último obispo delAntiguo Régimen» (lo cual, a mi entender, está muy bien visto). De todas formas, con estosjuicios históricos y con otros semejantes, Cárcel Ortí entra en el debate político o para-políti-co y provoca en el lector demasiadas perplejidades.

El planteamiento dialéctico de fondo de Pablo VI y España, estableciendo como dosextremos (uno integrista o inmovilista, y otro revolucionario y secularista, a veces tocado demarxismo) entre los cuales se movería una mayoría «conciliar», o sea, adicta al Vaticano II,¿no será un tanto simplificador? Es evidente que la recepción del Concilio no fue fácil. Algu-nos analistas de prestigio sospechan, por ejemplo, que tampoco el Cardenal Tarancón llegó acomprender el alcance real y auténtico de la revolución teológica conciliar, y, a mi entender,quizá estén en lo cierto… Su visión de la Iglesia, a través del exclusivo prisma jerárquico o«episcopalista» (no se olvide su larga vinculación a la Acción Católica), parece probarlo. Porello, la división trimembre aportada por Cárcel Ortí, con una mayoría aceptadora del Conci-lio y dos minoristas marginales, quizá sea un tanto simplificadora.

Como ya se ha dicho, el punto de partida de Cárcel Ortí es la complejidad de las rela-ciones de Pablo VI con España. Este Romano Pontífice, que tanto amó a España, pero que,por mentalidad y formación, difícilmente podía entender las coordenadas de la clase políticadominante en el régimen español anterior, tuvo que moverse, desde 1965, o sea, al concluirel Concilio, entre el lógico distanciamiento de los planteamientos franquistas (dejemos delado la polémica sobre los términos) y la «factura» que el régimen pasaba continuamente a laSanta Sede, por haber defendido a la Iglesia en una guerra civil, y por haber contribuido conmiles de millones al sostenimiento de la vida eclesiástica y de la vida religiosa. Pablo VI qui-so distinguir entre el régimen político y el pueblo español (¿acaso lo consiguió en todo mo-mento?), y se encontró con que el pueblo español no siempre distinguía bien entre política yreligión, quizá porque el propio Movimiento alimentaba la confusión, o porque la Secretaríade Estado la fomentaba con sus directrices. La intensa transformación eclesial que Pablo VIintentó, apoyándose en los instrumentos con que cuenta habitualmente la Sede Apostólica,que son los nuncios, la Secretaría de Estado y la renovación del episcopado, suscitó bastan-tes dudas e incertidumbres en un sector importante del pueblo creyente, y también una nota-

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ble división entre los eclesiásticos. (¿Podían haberse evitado?). Así las cosas, las relacionesdel Papa con el Estado español ni fueron ni podían ser fáciles

Ahora, a la vuelta de los años, cuando la Constitución española acaba de cumplir loscuatro lustros, y se avecinan los veinticinco años de la muerte del General Franco; cuando dehecho se ha producido ya un relevo generacional y la mayoría de los protagonistas de aque-llos años de transición han pasado o se hallan ya retirados, podemos comprobar que la «polí-tica» (por así decir) de Pablo VI, en cuanto a las relaciones entre la Iglesia y el Estado (quees el tema del libro de Cárcel Ortí), fue eficaz, como lo señala el A. en varios momentos;pero, ¿a qué precio?, se preguntará más de un lector… Una Historia de la Iglesia elaboradaen perspectiva «política» (aunque se tome este término en sentido tan lato) no debería edul-corar el sufrimiento por tantas deserciones sacerdotales, por el resquebrajamiento de tantasinstituciones y movimientos, por el vaciamiento de los seminarios diocesanos, por la confu-sión de los fieles en la recepción del Vaticano II, etc. Pero, ¿es misión del historiador pedirresponsabilidades por tales hechos?

El A. pertenece a esa nueva generación que no «construyó» el régimen político an-terior, ya que nació en 1940; procede, además, de la periferia peninsular, pues es valencia-no; y lleva «toda» la vida en Roma, porque allí hizo buena parte de sus estudios, allí sedoctoró, y allí está al servicio de la Sede Apostólica. En tal sentido, Cárcel Ortí no es unespañol corriente, como lo eran muchos de los que participaron y protagonizaron intensa-mente (y con tanto dramatismo y desconcierto) el debate de aquellos años. Podrá objetar-se, sin embargo, que no es un «outsider», pues siguió en directo muchos de los acontecimien-tos y fue espectador privilegiado de tantos otros; pero, habrá que reconocer que no estuvo«dentro» de la cotidianidad de la vida eclesial española, con todas sus tensiones y ruptu-ras…

Con esta última anotación, no pretendo en modo alguno descalificar la validez deltestimonio del A., pero sí matizarla en su justa perspectiva. Por lo demás, tampoco el quesuscribe esta recensión estuvo dentro de los acontecimientos descritos, no sólo por pro-cedencia y formación, sino por año de nacimiento. De ahí que, a pesar de los reparos me-todológicos, que ha formulado, y que quizá exigirían un debate historiográfico de granenvergadura, se adhiere a muchas de las tesis del A. y asume la mayoría de sus plantea-mientos, viéndolos con simpatía y respeto. Las veintiocho ilustraciones que se incluyenal final del libro constituyen un testimonio gráfico realmente sugestivo de la época histo-riada.

Josep Ignasi SARANYANA

Jean-Pierre CLÉMENT , El Mercurio Peruano 1790-1795, I: Estudio, Vervuert- Iberoamericana(«Textos y estudios coloniales y de la independencia», 2), Frankfurt-Madrid 1997, 308 pp.

Los últimos decenios del siglo XVIII continúan siendo objeto del debate historio-gráfico americanista. La recepción de las ideas de la Ilustración, el reformismo borbónico

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y su incidencia en la vida económica, cultural y en la religiosidad americanas, que tuvieronlugar en esos años, estuvieron presentes en los movimientos de independencia. El libro quepresento supone una valiosa aportación a la discusión del tema desde el área peruanista.

Jean-Pierre Clément, catedrático de Literatura y Civilización española e hispanoame-ricana de la Universidad de Poitiers, responsable del Centro de Investigaciones latinoameri-canas-Archivos (asociado al CNRS) y presidente de la Asociación francesa de hispanistas,había trabajado ya el Perú del XVIII. En este libro aborda una de las aventuras intelectualesde mayor empuje de la Ilustración limense: el lanzamiento de un periódico por la SociedadAcadémica de Amantes del País en 1790. Clément estudia el periódico hasta su extinción en1795, fecha en la que el recelo y la falta de apoyo de las autoridades políticas y las dificulta-des económicas ahogaron la empresa.

El Mercurio peruanoconstituyó un esfuerzo intelectual y económico de notablesproporciones: en cinco años los redactores sacaron con continuidad dos números por sema-na, alcanzando, en su conjunto, 12 volúmenes, 416 números y 3.568 páginas. Estos datosadquieren más relieve si se tiene en cuenta que quiénes lo realizaron no eran profesionalesdel periodismo y que se movieron en unas condiciones materiales de escasos medios técni-cos y con dificultades financieras. El Mercuriose presentó desde el primer momento comoun órgano cultural para ayudar a la reflexión del lector y como vía para dar a conocer la rea-lidad peruana. Al finalizar la lectura del libro se concluye que logró los objetivos propues-tos: protagonizó debates sobre temas culturales, difundió conocimentos centíficos y dió aconocer el Perú a los peruanos; además, el periódico limense fue cauce para difundir las ca-racterísticas del Perú y sus posibilidades económicas en Inglaterra, Francia y Alemania, paí-ses entonces en busca de puntos de inversión. En efecto, en 1799, la «Bibliothèque Britan-nique», publicaba en París un artículo del Mercurio, «Idea general de los monumentos delAntiguo Perú» que afirman haber traducido de un periódico inglés. En 1805 y 1808 se publi-caban en Inglaterra y en Alemania libros que recogían traducidos los artículos del Mercuriosobre el país andino (John SKINNER, The present state of Perú, Richard Philips, Londres1805; y John SKINNER-E.A. SCHMIDT, Perú nach seinem gegenwärtigen Zustande dargestelltaus dem Mercurio Peruano, 2 vols., Landes-Industrie-Comptoir, Weimar 1808).

Clément estructura su estudio en dos partes. En la primera parte desarrolla, sobre fuen-tes documentales y bibliográficas, el orígen de la Sociedad Académica de Amantes del País, ylos protagonistas de la empresa. Analiza el periódico en sus aspectos más externos y formales:descripción, elaboración: imprenta, tipografía...; los datos económicos: tirada, precio de coste,tarifas, dificultades financieras. Con perspectiva sociológica trata de definir las característicasde los lectores y suscriptores del periódico, cualificados por el A. como el estrato culturalmen-te más avanzado del momento peruano. El grupo vasco-peruano representó el 23% de los sus-criptores limenses; esta significativa presencia corrobora el papel de primer orden que desem-peñó la comunidad vasco-peruana en la economía del virreinato, la coesión del grupo vasco ysu adscripción a los ideales de la Ilustración. Clément evalúa la presenciacriolla entre los sus-criptores, avanzando la hipótesis del poder del empresariado criollo en el virreinato peruano: deun total de 509 suscriptores, el A. ha logrado identificar su procedencia tan sólo de 148, es de-cir algo más del 29%; pues bien, en ese grupo los criollos representaban un 82%.

Interesante el estudio de la superficie de papel impreso y de su adscripción a las diver-sas áreas temáticas. A la cabeza iban los temas geográficos peruanos, es decir, los encamina-

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dos a difundir el conocimiento del país, objetivo propuesto desde los inicios del periódico; si-guen las ciencias y la economía. Estos tres rubros cubren juntos un 73,88 % de la superficie.

La segunda parte del libro aborda el «Ideario» del Mercurio tal como aparece en losartículos de opinión. Los datos recabados son agrupados por el A. en torno a los temas: cien-cias y luces; fe y religión; sociedad peruana; economía; patriotismo e idea de nación; Clé-ment detecta en ellos un pensamiento ilustrado que manifiesta entusiasmo por el progreso delas ciencias naturales aplicadas al progreso técnico. Los hombres del Mercurioapostan porla historia que va apoyada en diversidad de fuentes documentales cribados por el métodocrítico, una historia que estudia el pasado para entender el presente.

Clément sostiene la tesis de que en el Perú se dio un catolicismo ilustrado, similar alque Saugnieux detectó en la España del XVIII; y que Rodríguez Casado y Mario Góngoraapuntaron respecto a América latina. En efecto, el A. ve la existencia de un pensamientocristiano de fondo en los escritores del Mercurio. El XVIII no fue un siglo irreligioso para elPerú, afirma Clément, por el contrario fue una etapa de cristianismo renovado que buscó unapráctica austera y rigurosa de la fe cristiana. Aduce, por ej., que hay pocos artículos en elMercurioque, aunque no traten de cuestiones religiosas, no citen a la Biblia, texto de refe-rencia obligada en muchos temas. También detecta en los artículistas del Mercurioun buenconocimiento de la historia de la Iglesia. En cambio, sostiene que el materialismo de la épo-ca, el del barón d’Holbach o el de La Mettrie, por ej., no penetró en el Perú durante los añosanalizados. Es un buen análisis el que realiza Clément, aunque habría que matizar algunasafirmaciones y tratar alguna otra con más seriedad, como la supuesta demostración a finesdel XVII, de que la Biblia no contiene la palabra revelada, que el A. trae al vuelo (p. 140).

El otro gran tema que Clément analiza en los artículos estudiados es el del naciona-lismo naciente. En efecto, se pregunta, ¿hubo o no un pensamiento nacionalista entre los ar-ticulistas del Mercurio? Frente a los que han creído detectar en los ilustrados americanos delmomento un pensamiento precursor de la Independencia, el A. ve sí, en el Mercurio, la afir-mación de los valores peruanos y la exaltación del propio país, pero una exaltación en elcontexto de la monarquía española, de la que se sienten, en todo momento, formando parte.Es más, como destaca Clément, España es sobrevalorada y vista como algo propio, respectoa los demás reinos europeos.

El grupo que dirige, escribe y lee el periódico es una elite de la sociedad peruana. Esuna burguesía empresarial, del comercio, de la minería, de las finanzas; es la que detenta elpoder y la que maneja los hilos de la cultura. Socialmente sostienen una sociedad de castas:los «mercuristas» que se vanaglorian del pasado indígena, se distancian del indio contempo-ráneo al que describen con los vicios y cualidades comunes en la historiografía del momen-to. Es interesante su posición antiesclavista, detectada por Clément en los elogios del Mer-curio a la obra del suizo protestante Schwartz, detractora de la esclavitud, a la que admiransobre todo por razones espirituales. Los redactores del Mercurio podrían repetir, sostieneClément, el argumento presentado en Francia por Mirabeau en 1758: «No se puede conciliarla esclavitud con el cristianismo».

El libro recoge al final una amplia bibliografía de fuentes y de estudios sobre el tema;un índice onomástico facilita la consulta de esta monografía que será de referencia obligada

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para los que se interesen por la Ilustración peruana. Como perspectivas futuras, parece intere-sante abordar el estudio comparativo con otros periódicos de las Sociedades Económicas deAmigos del País americanas que podría dar un panorama amplio y, en parte muy similar, dela Ilustración latinoamericana. Pienso, sobre todo, en la Gaceta de Guatemala dirigida por Ja-cobo de Villaurrutia, entre los años 1794 y 1799 fecha en que se suspendió su publicación.

Elisa LUQUEALCAIDE

Eamon DUFFY, Santos y pecadores. Una Historia de los Papas, traducción de Andrés Lina-res, Acento Editorial/PPC, Madrid 1998, 326 pp. + ilustraciones.

El libro que ahora se publica en español vio la primera luz de la imprenta en lengua in-glesa (1997), bajo la responsabilidad editorial de la Yale University Press. Su autor, profesor enCambridge, veló sus primeras armas como especialista en «Historia del Catolicismo Inglés du-rante el siglo XVIII», para desempeñar más tarde el cargo de «Reader in Church History» enel seno de dicha Alma Mater Cantabrigiensis. La obra, de cuya recensión me encargué (cfr.«Anuario de Historia de la Iglesia» 8 [1999] 446-449), nacía destinada sin duda alguna a la no-toriedad. El autor dista mucho de ser un ignorado ilustre: se le reconoce señorío de su pluma,capacidad de expresar su pensamiento con austera concisión, acierto para ausentar de sus es-critos los ripios —mentales o literarios— que suelen ser inseparables de los mediocres.

Aquella reseña que escribí hace un año se prolonga ahora con este comentario, queviene pedido por la difusión en «román paladino» de unas páginas extendidas sobre una pla-taforma hermenéutica a la que el público español no está habituado. De ahí la necesidad desubrayar algunas matizaciones y de advertir acerca de las coordenadas en que se expresa elautor del libro. La última semana de junio de 1998 el propio Duffy tuvo ocasión de hacerseexplícito sobre las claves que gobiernan su pensamiento, a través de una conferencia leídadurante el «Open Day» que el semanario «The Tablet» suele celebrar periódicamente. Eltexto referido fue publicado la semana siguiente en versión reducida en las páginas del se-manario (4 de julio de 1998, pp. 871-873): es decir, en coincidencia con las fechas en que lapresente traducción castellana había salido a la calle o estaba a punto de salir.

Ya dije en la recensión de 1998 que «no es lo mismo escribir la historia de los Papasque penetrar con la debida hermenéutica en el estudio de la historia del Primado propiamen-te dicha». Que abundan las historias del Papado mientras «escasean las historias del Prima-do Romano: hasta tal extremo, que puede decirse que tal laguna constituye una asignaturapendiente. Es decir, que los historiadores se refugian de ordinario en la certificación críticade lo acontecido; en el inventario de lo que consta y de lo que no consta. Pero se lavan lasmanos haciendo dejación sistemática de la hermenéutica histórica, de la interpretación, quees en definitiva la clave más pura del conocimiento histórico, docto y sapiencial».

En el ya manido debate en torno a la naturaleza del menester de la Historia de laIglesia se han solido destacar dos frentes: 1) el de los que opinan que la historia de la Iglesiase construye sobre una base epistemológica semejante a la de cualquier otra historia; 2) el de

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los que no olvidan que la historia es principalmente descubrimiento e interpretación delobrar personal: lo cual exige la determinación precisa del sujeto de la historia y el ejerciciocrítico necesario para mantener el enfoque hacia la objetividad posible: eso supone en el his-toriador —además de una «téchne» y de un «éthos» específicos— un bagaje intelectual co-pioso, una formación científica exigente, adecuada a la labor que se propone. Cuando se tra-ta de la historia de la Iglesia, una base teológica de rango profesional es necesaria, porquesin ella el sentido crítico no podría educarse ni su ejercicio desarrollarse con justeza.

Viene ocurriendo hace más de cien años que los teólogos —por no decir mejor, laIglesia— se encuentran contestados en su quehacer por objeciones que se yerguen desde elcampo histórico e historiográfico. La experiencia repetida enseña que la elaboración sistemá-tica mejor lograda puede verse derruida por la fuerza de las denuncias que se basan —conjusticia o no, con veracidad o no— en el hecho histórico. La historia del Pontificado Roma-no constituye de por sí un imán de objeciones, habida cuenta de su conexión necesaria —poracción o por omisión— con toda la actividad de la Iglesia y de los cristianos. Y el primerpunto neurálgico, capítulo primero y más grave que ningún otro, es la justificación del Pri-mado del Obispo de Roma sobre la Urbe y el Orbe.

La teología que subyace bajo la interpretación histórica de Duffy la conocemos en sustérminos explícitos a partir de la conferencia de «The Tablet»: cabría presumirla de la simplelectura de Santos y pecadores. Pero estamos ante una certeza declarada. Por lo menos desdela Edad Media —es su pensamiento— el Papado se presenta en la Iglesia como si hubiesesido instituido por Cristo cuando escogió a Pedro como Príncipe de los Apóstoles prometién-dole las llaves del Reino de los Cielos y el «poder supremo de atar y desatar», y cuando des-pués de su Resurrección le confirió el Primado junto al lago de Tiberíades, es decir, el poderde apacentar la totalidad de la grey redimida y la misión de confirmar a sus hermanos tras elescándalo de la Cruz. «Ya hace más de cien años que nos hemos enterado de que la argumen-tación histórica que avala este cúmulo de datos no es en modo alguno —desafortunadamen-te— una tarea sencilla... De hecho, las verdaderas raíces de lo que puede llamarse el mitofundacional del papado son incómodamente complicados» («The Tablet», p. 871).

La Iglesia —y sigo haciendo aquí y en los siguientes párrafos la recensión del pensa-miento de Duffy— se había establecido en Roma desde los años cuarenta, bastante antes deque pudieran llegar allí Pedro o Pablo. La cristiandad de la Urbe —llamando así al conjuntode comunidades que allí van surgiendo a lo largo del siglo I— se caracteriza, en razón de suorigen, por su filia judaica. Su gestación se hace posible como prolongamiento de la vida enlas sinagogas. De ellas había catorce en la capital del Imperio y todas y cada una eran inde-pendientes entre sí sin trabazón organizativa. Cabe decir que eran celosamente independien-tes. Por otra parte, el culto cristiano se fue desarrollando también en casas de conversos —deljudaísmo o de la gentilidad—, que a su vez se mostraban celosos de su autonomía. En elhervidero de fermentos de aquella ciudad cosmopolita se hallaban también cristianos quehabían llegado y seguían llegando a la Urbe con las costumbres de sus iglesias o grupos deorigen, apegados al uso de sus lenguas nativas y de sus estereotipos litúrgicos. En semejanteemporion bien puede imaginarse la rivalidad entre grupos que difícilmente reconocerían unaautoridad común. Por lo demás al final del primer siglo comienza a emerger el episcopadocomo plasmación garante del orden en la Iglesia.

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«Todo lo que sabemos de la Iglesia de Roma en su primera centuria apunta en lamisma dirección, es decir a una comunidad que ciertamente se ha interpretado a sí mismacomo una Iglesia, pero que en la práctica, era una invertebrada y con frecuencia dividida fe-deración de comunidades ampliamente diferentes, cada una con sus propios pastores y suspropias, diversas y con frecuencia conflictivas, liturgias, calendarios y costumbres». Habíade hecho un riesgo de herejía en este hervidero, que estaba clamando a gritos por una auto-ridad que impusiese orden: tal fue la exigencia que hizo surgir en Roma un obispo —es de-cir un «senior» prestigioso— en aquella comunidad que se gloriaba de conservar los sepulcrosde los dos atletas de la Fe, Pedro y Pablo.

Vino entonces —continúa el pensamiento de Duffy— el trabajo de prestigiar al obis-po con una genealogía: la necesidad de reconstruir la saga familiar de la Iglesia, de señalarconcretamente las ramas brotadas del tronco común, crecido a su vez de las raíces apostóli-cas, cuyos enterramientos estaban —ya por el año 160— acogidos bajo sencillos santuarios:todo lo que cabía ostentar en aquella circunstancia de peligrosa marginación religiosa. Se di-vulgaba ya por entonces la catequesis, cuyo exponente más preclaro es la formulación deIreneo con su lista de los primeros papas; y cuyo monumento arqueológico más célebre es lacripta de los papas conservada en la actual catacumba de San Calisto.

No es posible —ni lo pretendo, por tanto— dar detalle acabado de la exposición deDuffy y de su concepción de los orígenes. Con lo dicho basta para comprender el significado delas siguientes formulaciones suyas: «El hecho de reconocer que la aparición de los obispos deRoma no fue sencillamente el resultado de un acto directo e inmediato del Encarnado Verbo deDios durante el tiempo de su vida, sino más bien el resultado de un largo e incierto proceso deevolución —que hubiera podido verosímilmente desarrollarse en otra dirección—, desautorizade un vez por todas cualquier interpretación absolutista de la autoridad papal» (872).

«En faz de historia no nos es posible suscribir la tesis del Papado en su valor atempo-ral (“timeless”), como si, fundado en el comienzo por un mandato de Nuestro Señor, se siguie-se manteniendo a todo lo largo de las vicisitudes del tiempo en el ejercicio constante de aqueldivino mandato. Cabe otra versión, menos directa, en la cual la historia del Papado es la histo-ria de la firme permanencia de su más íntima realidad. En esta segunda versión de la teoría pa-pal, se reconoce —en toda la plenitud de su valor— el peso de las transformaciones históricas.Lo que permanece constante, sin embargo, es la íntima realidad del Papado, una misión reve-lada en las fuentes bíblicas y manifestada en la primera historia de la Iglesia y que en su firme-za aparece cada vez más esclarecida en su larga marcha a través del tiempo» (ibidem, p. 872).

¿Cuál es esa íntima esencia del Papado que permanece incorrupta a lo largo de los si-glos? Duffy lo explica a partir de una de aquellas sinceraciones impresionantes y notable-mente psicologistas de Pablo VI —para Duffy el Papa más importante de los tiempos mo-dernos—. Escribía Pablo VI seis semanas después de haber asumido la carga pontifical: «Elpuesto es único. Aporta graves preocupaciones. Yo estaba solitario ya de antes, pero ahorami soledad se ha hecho completa y sorprendente. Jesús iba sólo hacia la Cruz... Mi soledadva a crecer. Necesito no tener miedo; debería no buscar fuera de mí una ayuda que me exo-nere de mi deber. Mi deber es planear, decidir, asumir la responsabilidad total de guiar aotros, aunque ello parezca ilógico y también, tal vez, absurdo. Y sufrir solo... yo y Dios. El

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coloquio debe ser pleno e inacabable». Y comenta Duffy: «Esta es una noble visión del Pa-pado. Concebido como servicio, no como poder. Pero enfáticamente concebido al margen dela participación con otros. Si pensáramos en una sensibilidad que no se moviese por fideli-dad y por coraje en servicio a los discípulos de Cristo, estaríamos evocando una sensibilidadgrosera que no es la que subyace a la visión del Papa; ahora bien, aun arriesgándose a pecarde bastedad, lo cierto es que uno no puede menos de percibir que esa concepción se deriva—por lo menos en parte— de una interpretación de la naturaleza y origen del Papado que escompletamente equivocada. En la historia alternativa, la autoridad papal no es la egregiaprerrogativa de un individuo, no es el inevitable y singular fardo del apóstol; sino más bien,la concentración en un solo hombre de algo que es propiedad de toda la comunidad y quedesde el principio fue ejercido —y luego transmitido hasta el presente— colectiva y cole-gialmente» (ibidem,p. 872).

Es decir, que el peso del Primado Romano es fruto de una opción por completo contin-gente e histórica. Ahora bien, Duffy desea sinceramente poner frontera a su relectura de la tra-dición de la Iglesia y límite a sus equilibrios en torno a la doctrina del Vaticano I. «No es mi ar-gumento —dice— que el Papado se haya construido sobre falsas apelaciones o que debieradesmantelarse: el Papado es un hecho. Como la Iglesia es un hecho, resultante de un complejí-simo e inimaginable trayecto a través del tiempo en que la Palabra de Dios se anuncia a sí mis-ma a la humanidad. Como cristianos católicos no podemos deshacer el pasado ni comenzar aescribir a nuestro antojo una página en blanco, porque conocemos que la morada de Dios estáentre nosotros y que, además, todos somos criaturas del tiempo, personalidades constituidas yformadas tanto más por lo que nos ha ocurrido, por lo que constituye nuestra historia pasada,que por aquello mismo que fue objeto de nuestra elección o que hemos realizado bajo nuestralibre responsabilidad. El Papado es una de las formas concretas en que el orden, la unidad y lafidelidad a la verdad han sido preservados en la Iglesia» (ibidem, p. 873).

La conferencia de Duffy, que he reseñado, provocó reacciones y aparecieron sucesi-vamente en «The Tablet» algunas cartas en la sección de opinión. En definitiva, Duffy teníaque reconocer que, aparte la exigua fortuna en datos que caracteriza la historia de la SedeRomana durante el siglo primero, lo cierto es que las hipótesis que describen el ambiente ro-mano de los primeros veinte lustros a partir de los años cuarenta (AD) —por verosímilesque puedan parecer— no significan en modo alguno una refutación de la tradición manteni-da hasta hoy. Cierto es —y ha dejado de ser objeto de controversia— que el sepulcro de losapóstoles Pedro y Pablo está en el fundamento de la tradición recibida. Cierto es que no seha presentado hasta el momento confutación alguna incontestable a la lista de Ireneo. La in-terpretación que Duffy dedica tanto a esa lista como a la cripta de los papas cual si se tratasede una purificación artificial de la memoria histórica de la Iglesia Romana es sencillamentegratuita. Cierto es que el vidente Pastor de Hermas cita a Clemente como encargado de man-tener la correspondencia con las otras Iglesias, pero no se trata de un secretario, como sos-pecha Duffy, haciendo una versión minimalista de los datos. Además la alusión a los «diri-gentes» no indica necesariamente un «régimen democrático» ni una «federación» más omenos cohesiva. En Roma, el ministerio de los colaboradores de los Apóstoles ha sido aná-logo al de las otras iglesias paulinas —cada una con sus dificultades propias—; y el surgirde los moldes institucionales que perfilan una realidad «vissuta e sofferta» antes de traducir-se en canon y norma estereotipada ha debido de seguir el mismo curso.

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Creo que esta es la clave para una lectura cabal de este libro, modélico por lo demásen cuanto a dominio de un género literario: Eamon Duffy es un profesor católico con afectosincero a la Iglesia —de hecho ha sido recientemente nombrado para el Pontificio Comitatoper le Scienze Storiche—. Su situación le lleva también a deslizarse un tanto en su afectoecumenista, que resulta desproporcionado. Su «forma mentis» teológica tiene ascendientesdesde finales del siglo decimonónico. Recientemente bastaría recordar el pensamiento deHans Küng. Todas las anécdotas que se pudieran entresacar de las páginas del libro se inter-pretan a la luz de lo dicho y no compensaría detenerse a poner puntos sobre las íes.

Santos y pecadoreses un buen título. En esto, en tener luces y sombras cada uno deellos —y todos juntos y a la vez— los papas son como todos los hombres y como toda his-toria en que intervenimos los hombres con nuestra libertad defectible. Pero a través de lossiglos se escucha siempre la voz: Y tú una vez convertido confirma a mis hermanos.

Enrique DE LA LAMA

José María GARCÍA ESCUDERO, De periodista a Cardenal. Vida de Ángel Herrera, prólogode Mons. Guix Ferreres, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid 1998, 431 pp.

La figura de Ángel Herrera (1886-1968) resulta familiar al lector de manuales y mo-nografías de la historia de España del siglo XX. Se encuentra con ella al estudiar las organi-zaciones apostólicas de los católicos, los medios de información, las formaciones sindicalesy políticas, los equipos de gobierno, las campañas de opinión, etc. A partir de 1940, tambiéndescubre a Herrera entre las personalidades relevantes del mundo eclesiástico. En todos esoscampos tuvo Ángel Herrera un destacado protagonismo, que ha atraído en muchas ocasio-nes la atención de los historiadores.

Sin embargo, faltaba una obra como la que ahora nos ocupa: una biografía. Ha llena-do ese vacío uno de los autores que se encuentran en mejores condiciones para hacerlo: JoséMaría García Escudero tiene numerosas publicaciones sobre historia de España del sigloXX, y ha seguido la vida cultural española durante muchos años como consejero de la Edi-torial Católica, editora del diario Ya. Él es el historiador que hasta el momento más se haocupado de Ángel Herrera, de su entorno sociológico y sus diversas creaciones.

Acostumbrado al personaje, ha emprendido la tarea de relatar su vida, ordenando —aveces de modo cronológico, otras temáticamente— lo que había publicado en anteriores mo-nografías, pero añadiendo aquí y allá algún aspecto novedoso, siempre con base en docu-mentación fiable, fundamentalmente tomada de las Memorias y del Archivo de Ángel Herre-ra a los que García Escudero tiene acceso.

Así, por ejemplo, despiertan especial interés los relatos sobre el apartamiento del P.Ángel Ayala en 1911 de la Asociación Católica de Propagandistas, que había fundado pocosaños antes, con el deseo de agrupar seglares que pudieran influir con sentido católico en lavida pública. A lo que ya se ha escrito sobre su retiro, García Escudero ha añadido algunos

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datos tomados de los Archivos secretos vaticanos (pp. 26 ss). El liderazgo de la Asociaciónpasó a ocuparlo, durante un cuarto de siglo, uno de sus hombres: Ángel Herrera. Resultabanhasta ahora menos conocidas las entrevistas de Ángel Herrera, ya sacerdote, a fines dediciembre de 1945 y principios de 1946, con Franco y Pío XII, con don Juan de Borbón, enLausanne, y con Gil Robles, en Lisboa. García Escudero desciende en su relato a los porme-nores de estos contactos (pp. 232 y ss), significativos para comprender el posicionamientode Herrera en el delicado momento político que se vivía en esas fechas, si bien la historia si-guió su curso independientemente.

García Escudero hace descripciones significativas sobre la personalidad de Herrera.Gracias a ellas, el lector dispone de los elementos suficientes para elaborar un retrato bastan-te acabado de su carácter, las costumbres coditianas, sus amistades: lo que viene a ser elsubstrato vital de su pensamiento y su proyecto. En este cuadro el autor se atreve con las lu-ces y con las sombras del personaje, y no se ahorra el esfuerzo —lógico en alguien que leguarda un sincero y reconocido afecto— de marcar las limitaciones y de reseñar los aspec-tos menos comprendidos por sus colaboradores. El resultado beneficia a la objetividad y cre-dibilidad del relato, e inclina al lector a un movimiento de comprensión del biografiado talcual es, lejos de una acrítica admiración o de un injusto e infundado rechazo

El interés de la biografía es —como no podía ser de otra manera— parejo al que des-piertan los hechos que se narran; la vida de Ángel Herrera reúne —desde mi punto de vista—muchos mas elementos de relieve narrativo hasta 1936, fecha en que, con 49 años, se traslada aSuiza para iniciar su preparación al sacerdocio. Hasta ese momento, en la edad de la madurez,Herrera ha desplegado una enorme capacidad de acción pública en el agitado escenario de la so-ciedad española de la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República,creando muchas instituciones, moviendo a masas de hombres por medio de grupos selectos.

Desde su regreso a España en 1943, las cosas ya no fueron lo mismo. Su condiciónsacerdotal le llevaba por otros caminos, y el escenario había cambiado totalmente de decora-do y de actores. Aunque la ductilidad de sus conocidas tesis posibilistas podrían legitimar laactividad de Herrera en el franquismo, este era un sistema menos condescendiente que pocoquería saber de su legado y su mensaje. Entramos por tanto en una fase de la biografía mar-cada por la continuidad y la uniformidad, que en parte vienen dadas por las circunstanciasque creó el régimen. Continuidad, pues Herrera mantuvo su viva preocupación por mejorarlas condiciones de vida de las clases trabajadoras —la cuestión social— primero desde su mi-nisterio sacerdotal y después como obispo; uniformidad en los planteamientos ideológicos defondo —que no cambiaron en él—, y en los criterios de acción: formación de minorías, uni-dad de acción de los católicos, obediencia a la jerarquía eclesiástica para la acción social, etc.

García Escudero hace un relato acabado de los hechos más sobresalientes de sus casiveinte años de episcopado en Málaga (1947-1966), sus iniciativas fundacionales de ámbitolocal y nacional (Instituto Social León XIII, Colegio Mayor San Pablo, Escuela de Periodis-mo de la Iglesia, Fundación Pablo VI), sus relaciones con las autoridades políticas —tirantesen ocasiones—, con su presbiterio (pp. 367 ss.) y con el resto del episcopado (pp. 339 y ss).

Esta obra nos sitúa, por tanto, ante una personalidad, y nos ofrece elementos más quesuficientes para otorgarle su lugar en el mapa religioso y cultural de la España del siglo XX.

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Pero sin olvidar, en otro plano, el testimonio personal de santidad y de virtud que como se-glar primero y como sacerdote y obispo después ofreció a la Iglesia de nuestro tiempo: aesto dedica García Escudero los últimos capítulos. La causa de beatificación de Ángel He-rrera fue iniciada en 1996.

José Manuel ORDOVÁS MUÑOZ

Pilar GONZALBO AIZPURU , Familia y orden colonial,El Colegio de México, México 1998,316 pp.

Estamos ante una publicación que abre cauces novedosos para la investigación de lafamilia en el mundo americano de los siglos coloniales. Pilar Gonzalbo Aizpuru, de El Cole-gio de México, es bien conocida por sus publicaciones sobre la historia de la educación enMéxico, campo al que llegó tras estudiar la educación de la Compañía de Jesús. Desde la edu-cación se adentró en el tema de la familia, dirigiendo un Seminario sobre Historia de la Fami-lia en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México y animó la celebración de unColoquio Internacional de Historia de la Familia, en 1989. Resultados de estos trabajos fue ellibro coordinado por Gonzalbo, Familias novohispanas, siglos XVI a XIX(El Colegio de Mé-xico, 1991). En 1993 tuvo lugar un segundo congreso sobre el tema en el que estuvieron pre-sente especialistas de toda América Latina, de USA y de Europa. Dos nuevas publicaciones,coordinadas ambas por Pilar Gonzalbo y Cecilia Rabell, La familia en el mundo iberoameri-cano(UNAM, 1994) y Familia y vida privada en la historia de Iberoamérica, UNAM-El Cole-gio de México, México 1996), recogieron las aportaciones de esta segunda fase.

Así pues, Pilar Gonzalbo, cubriendo varias etapas y con la colaboración de especia-listas de diversos países, ha logrado adentrarse con nuevas perspectivas en el estudio de lafamilia latinoamericana. Para su propósito adoptó una metodología que incluía el estudio teó-rico, la investigación documental y la publicación de textos inéditos sobre el tema; metodo-logía seguida ya por Gonzalbo, con tan buenos resultados, en sus estudios sobre la historiade la educación.

El libro que presento recoge la investigación llevada a cabo por Pilar Gonzalbo parareconstruir la formación del orden familiar en la sociedad novohispana. Gonzalbo aposta porla «calidad», como criterio diferenciador de la sociedad novohispana, un criterio distinto delos que, según la A., actuaron en otras latitudes. Este concepto sociológico de «calidad», es-taría en dependencia no sólo de los caracteres biológicos, sino también de la situación fami-liar (aquí, abunda en la llamada «casa poblada»), del nivel económico, del reconocimientosocial, de la categoría asignada a la profesión y del prestigio personal.

El estudio se ciñe a la ciudad de México, durante la colonia, desde el siglo XVI has-ta la época de las reformas borbónicas de finales del siglo XVIII. La capital del virreinato,centro neurálgico de una sociedad en continuo crecimiento, en la que confluyeron gruposétnicos variados de difícil integración, proporcionaba una buena perspectiva para analizar laestructura, evolución y comportamientos de la familia americana.

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Para reconstruir el tema se ha valido de fuentes documentales variadas: la legislaciónpromulgada en México, los procesos judiciales, las actas notariales del Archivo Histórico deNotarías de la ciudad de México, los censos y registros parroquiales. Los datos recabados,manejados con soltura e iniciativa, le han permitido encontrar líneas sobre la composiciónde la familia, las relaciones familiares, y apuntar al estudio de las mentalidades. Los resulta-dos son un espléndido estudio que se articula sobre tres partes diferenciadas. La A. con unplanteamiento dialéctico —norma versusvida—, que le permite agudizar su fina sensibili-dad crítica recurrente en sus estudios aborda en la primera parte, «El orden intolerable», elcontraste entre la doctrina canonica y legislativa sobre el tema, con su contradictoria aplica-ción entre los diversos grupos de la sociedad mexicana. La segunda parte, «Historia de fa-milia y familias sin historia», reconstruye sobre los datos conservados en los censos parro-quiales de la ciudad y en los testamentos del Archivo de Notarías, los comportamientos delas familias de los grupos étnicos de la ciudad en cuanto a la estabilidad matrimonial, núme-ro de hijos, dirección del hogar, etc. La tercera parte, «El desorden de una sociedad ordena-da», plantea la crisis que supuso en la esfera familiar el reformismo borbónico y su afán deimplantar la norma, frente a la «tolerancia» de la época anterior.

Interés destacado a setiene el capítulo titulado «De canela y ébano», último de la se-gunda parte del libro, en que se aproxima a la situación de los negros, indagando las raícesculturales de los grupos procedentes de distinas zonas africanas y la diversidad del comporta-miento del esclavo y del que obtuvo la libertad. Lo analiza en los expedientes inquisitorialesy judiciales, en padrones, protocolos notariales y registros de archivos parroquiales. A travésde los protocolos notariales Gonzalbo ha ampliado a 297 el número de 123 esclavos en la ciu-dad, catalogados en su día por Gonzalo Aguirre Beltrán (La población negra de México,FCE, México 1972 [1ª: 1946]). De ese grupo encontrado la A. analiza su procedencia. Al es-tudiar la consideración sociológica de los negros, halla que también entre ellos se dio una dis-tinción de «calidad», alcanzando el primer orden los artesanos y los empleados en el serviciodoméstico, que en el clima paternalista de la familia extensa de la urbe, gozaban de mayor li-bertad de movimientos que los que trabajaban en haciendas rurales. Los registros de bautis-mos llevan a la A. a avanzar la hipótesis de un proceso de «blanqueo» que suponía una mejorconsideración social. Este proceso se inició en el último tercio del siglo XVI y se consolidóen el XVII: los negros pasaron a ser mulatos y castas: entre 1650 y 1668, se registraron sólo77 bautizos de niños negros y, en contraste, 773 de niños designados como mulatos, moris-cos, sambaigos o pardos. La A. deduce, de una parte, una actitud benigna por parte del cleroparroquial que accede a considerar al recién nacido de una «calidad» socialmente más consi-derada; de otra, un bajo índice de natalidad entre los sometidos a la esclavitud.

Gonzalbo sostiene la implantación en la ciudad de un paradigma de familia, construidosobre las normas cristianas y la legislación castellana, modelo que fue adoptado por todos losgrupos étnicos de la sociedad novohispana. Ahora bien, de los datos recabados en su investiga-ción, afirma que, en el ámbito de la capital del virreinato, ese ideal comúnmente respetado diopie a muy variadas aplicaciones y a continuas transgresiones: el modelo de familia cristiana yel orden jerárquico que implicaba, fue patrón para juzgar lo bueno y lo malo, lo aceptable y loreprobable, en el espacio íntimo de la convivencia doméstica. A la vez, en los dos primeros si-glos de la colonia, ese patrón convivió con la tolerancia de la transgresión por autoridades y porla misma sociedad familiar. El índice de ilegitimidad fue alto y la A. encuentra en la ciudad de

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México lo que Thomas Calvo halló en la de Guadalajara en el siglo XVII (Guadalajara y suregión en el siglo XVII. Población y economía, CEMCA, Guadalajara 1992; y Poder, religión ysociedad en la Guadalajara del siglo XVII, CEMCA, México 1992): la ilegitimidad no se identi-ficó con el mestizaje, como hasta fechas recientes se sostenía. Son escasas las diferencias deproporción de hijos ilegítimos entre españoles y castas. Se reconoció al hijo ilegítimo y, en mu-chos casos, se le integró y educó en la familia de origen hasta su incorporación a la sociedad.

En una sociedad en continuo desarrollo, como es la colonial, las relaciones de paren-tesco fueron medio de consolidar y de progresar en la «calidad» de la estirpe. Hasta el mo-mento de las reformas borbónicas, tanto españoles, como indios, negros y castas, establecie-ron estrategias de enlace y patrones de comportamiento familiar que permitieron consolidarposiciones de privilegio a las elites y sobrevivir a las mayorías desprovistas de recursos. Lasautoridades toleraron ciertas irregularidades, como los nacimientos ilegítimos y rechazaronotras, como los matrimonios desiguales que se consideraban perniciosos para la comunidad.Se confió en la familia como elemento de control y fuente de educación de las nuevas gene-raciones, con resultados positivos. La legislación «ordenancista» borbónica rompió esteacuerdo tácito y pretendió asumir esas funciones a través de instituciones estatales. Esto pro-vocará tensiones que introducirán actitudes de rebeldía, fomentadas por la llegada a Méxicodel pensamiento ilustrado, en un ambiente de generalización de la lectura.

Es un buen estudio el que ha realizado Pilar Gonzalbo con abundante acopio de da-tos. Prevalecen y destacan en él las aristas de una sociedad colonial en continua transforma-ción. En determinados momentos la A. apunta al régimen paternalista de la sociedad colo-nial en el que la familia acoge, no sólo al hijo ilegítimo, sino también al recién llegado de lastierras de origen en la península o incluso al pariente de los amigos del terruño paterno. Esun aspecto este, la familia extensa como ámbito de promoción educativa, como transmisorade valores culturales que valdría la pena abordar, en estudios sobre la vida cotidiana y quepodrán enriquecer, sin duda, la reconstrucción de la familia en la colonia.

Elisa LUQUEALCADIE

Fidel GONZÁLEZ FERNÁNDEZ-Eduardo CHÁVEZ SÁNCHEZ -José Luis GUERRERO ROSADO,El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Porrúa, México 1999, 564 pp.

En 1990 tuvo lugar la beatificación del indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548), el vidente de la Virgen de Guadalupe; desde ese momento se ha producido, en Méxicoy fuera de México, una abundante literatura, muchas veces polémica, a favor o en contra delas apariciones guadalupanas, afirmando o negando la existencia histórica de Juan Diego. Enrealidad, el tema del guadalupanismo ha provocado, sobre todo en México, una avalancha depublicaciones, muy significativa en los últimos tres siglos. La obra que presentamos se sitúaen el ámbito del proceso de canonización del beato Juan Diego, y quiere ser una puesta al díade la documentación histórica existente a partir de la fecha de las apariciones (1531) hasta1647 como término ad quem, ya que en 1648 aparece la primera obra publicada que reúne la

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documentación precedente y las fuentes no publicadas. No obstante, se añaden además las In-formaciones jurídicas de 1666 (proceso canónico desarrollado ese año para pedir a la SantaSede la celebración de la fiesta de Guadalupe el 12 de diciembre), porque recogen testimo-nios muy importantes sobre Juan Diego y el acontecimiento guadalupano.

Se trata de una obra en equipo, dirigida por el P. Fidel González Fernández, combo-niano, profesor de Historia de la Iglesia en las Universidades Urbaniana y Gregoriana (Roma),y coordinador de la Comisión Histórica de la Congregación de los Santos para la causa deJuan Diego; los otros dos autores son el Pbro. Dr. Eduardo Chávez Sánchez, Director de Es-tudios del Colegio Mexicano, e historiador del Seminario Conciliar de México; y el Pbro.Lic. José Luis Guerrero Rosado, autor de diversas obras de temas guadalupanos, entre lasque destacan: Flor y Canto del nacimiento de México (México 1992); Los dos mundos de unindio santo. Cuestionario preliminar de la Beatificación de Juan Diego(México 1992); y ElNican Mopohua. Un intento de exégesis(México 1998, 2 vols.). Además, el equipo ha teni-do en cuenta las contribuciones de diversos investigadores, que han aportado sus puntos devista para esta obra. Se trata, por tanto de un volumen que, si bien dotado de clara unidad,presenta en su interior una multiplicidad de niveles de análisis.

Aparentemente, se trata de presentar ordenadamente los testimonios auténticos queabogan por la existencia histórica del acontecimiento guadalupano y, por tanto, de Juan Die-go como vidente-mensajero de la Virgen María. Sin embargo, la obra ofrece además una in-terpretación teológico-histórica de las apariciones, que guarda estrecha relación con lasobras antes reseñadas de Guerrero Rosado. Quizás sea útil hacer un comentario de estos dosaspectos del libro, a nuestro juicio susceptibles de una valoración diferenciada.

Por lo que se refiere al acopio de fuentes históricas, esta obra supone una puesta aldía de lo mucho que hoy se conoce sobre la personalidad de Juan Diego Cuauhtlatoatzin,aunque abierta, por supuesto, a ulteriores descubrimientos. Los autores han realizado un ex-tenso rastreo por diversos archivos y bibliotecas de México, Vaticano, España y Estados Uni-dos, recopilando referencias guadalupanas. Siguiendo una escrupulosa metodología históri-ca, han sabido diferenciar las fuentes según su origen (europeo, indígena o «mestizo») ysegún su grado de fiabilidad histórica. Siguiendo la metodología de la convergencia de lasfuentes los autores han ofrecido una imagen de Juan Diego, teniendo en cuenta su pasadoprehispánico (cuando se bautizó tenía ya aproximadamente cincuenta años) y el contexto dela primera evangelización. Por las páginas del libro desfilan no sólo las dos «fuentes prínci-pe» del acontecimiento guadalupano, tratadas con profundidad: el relato del Nican Mopohua(cap. 3) y la tilma de la Virgen (cap. 4); sino un conjunto de documentos muy diferentes en-tre sí: desde mandas de testamentos indígenas hechas a la Virgen de Guadalupe, anales indí-genas de diversas regiones de México, el Códice Escalada (que algunos llaman «Códice1548» por la fecha allí figurada), testamentos de españoles a favor de la ermita de Guadalu-pe, informes del arzobispo Montúfar sobre el culto a la Virgen (1555), etc., hasta terminar enlas ya citadas Informaciones de 1666. Lógicamente, no se dedica la misma atención a todaslas fuentes, pero siempre se dan al menos sus mínimas referencias.

Por nuestra parte queremos señalar la importancia del Códice Escalada (pp. 340-352), publicado en el Apéndice de la Enciclopedia Guadalupanaescrita por Xavier Escala-

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da, México 1997, pues parece que no se puede dudar de su autenticidad, y supone un testi-monio muy temprano de las apariciones, aunque abre el problema de la firma de Sahagún(parece ser auténtica, a tenor de las pericias de Charles Dibble), lo cual plantea la contradic-ción de la actitud antiaparicionista de Sahagún en su Historia general de las cosas de NuevaEspaña. Quizás en una edición posterior se pueda dedicar mayor espacio a un documento anuestro juicio importante: la llamada «Relación primitiva» o Inin Huey Tlamahuitzoltzin(cfr. p. 335), que sería contemporánea al Nican Mopohua: podrá o no ser un escrito de JuanGonzález, intérprete de Zumárraga, pero se trata de un texto que puede indicar una tradiciónindependiente del Nican Mopohua.

Como decíamos, vemos también en la obra algunos capítulos: el I y, sobre todo, el II yel XI, que se mueven más en un horizonte de interpretación histórico-teológica. En esos capítu-los, y también en los dedicados al Nican Mopohua (cap. III) y a la tilma (cap. IV), se vierte unainterpretación que resulta, a la vez, sugerente pero no exenta de algunas debilidades que mere-cen, a nuestro entender, una matización. Estamos de acuerdo, ante todo, con la visión del acon-tecimiento guadalupano como un caso paradigmático de inculturación de la fe en el mundo me-soamericano, como lo ha expresado Juan Pablo II en diversas ocasiones (cfr. Ecclesia inAmerica, 11), argumento que es ampliamente desarrollado en la obra: «Juan Diego sería así elmisionero elegido por Dios para ese encuentro en el que Cristo se encarna en una humanidadcultural concreta a través de la mediación de María» (p. xxxvi). Son particularmente significati-vos los textos que se aportan sobre el monoteísmo de los aztecas (cfr. pp. 127-132, 485-490),donde se exponen datos muy claros sobre la religiosidad azteca y su tendencia a considerar laexistencia de un Ser supremo, por encima de la mutiplicidad de dioses secundarios. (Dicho seade paso, se afirma dos veces —pp. 127, 487, nota 10— que la carta de Bernardino de Sahagúna San Pío V, de 25 de diciembre de 1570, es inédita, cuando ha conocido ya tres ediciones, unaen la revista «Antonianum» 17 (1942) 3-38 y 133-174, y dos como publicación independiente:Bernardino de Sahagún, Breve compendio de los ritos idolátricos que los indios de esta NuevaEspaña usaban en tiempo de su infidelidad, México 1942 y 1990).

El esfuerzo de los autores por introducirse en la mentalidad nahua es muy esclarece-dor para comprender el mundo prehispánico del beato Juan Diego. Sin embargo, pensamosque la visión que se da en los capítulos II y XI sobre la actitud de los misioneros frente a lacultura de los indios merece importantes matizaciones. A nuestro juicio, el esfuerzo por des-tacar los valores religiosos y culturales de los indios no debe llevar a minusvalorar la actitudde los misioneros. Nos parecen exageradas expresiones como «padres amados y amantes desus evangelizados, y los más implacables verdugos de su cultura» (p. 108). Así, por ejemplo,se presenta la actitud de Sahagún: «Hubo algunos [misioneros] —los menos— que, comoSahagún, dedicaron un cuidado increíble, digno del mejor antropólogo moderno, a investi-gar a fondo el mundo indio; pero esto no nacía de ningún aprecio por él, sino todo lo contra-rio, del deseo explícito y declarado de mejor destruirlo». Y se cita el Prólogo general de laHistoria general de las cosas de Nueva España: «“El médico no puede acertadamente apli-car las medicinas al enfermo sin que primero conozca de qué humor o de qué causas proce-de la enfermedad [...] para predicar contra esas cosas, y aún para saber si las hay, menesteres saber cómo las usaban”. Actuaba [Sahagún] como un capitán de comandos al estudiar mi-nuciosamente los planos de las instalaciones enemigas: no para admirarlas o copiarlas, sinopara mejor destruirlas» (p. 110). Pero, la actitud de fray Bernardino admite muchos matices,

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pues él mismo, en ese mismo Prólogo general, habla de «antigüallas [de los indios] buenasy malas» y ofrece una defensa del nivel cultural de los aztecas: «Así están tenidos por bár-baros y por gente de bajísimo quilate, como según verdad, en las cosas de policía [de cultu-ra o educación o civilización, diríamos hoy] echan el pie delante a muchas otras nacionesque tienen gran presunción de políticos, sacando fuera algunas tiranías que su manera de re-gir contenía». Es decir, que Sahagún se mueve entre un rechazo neto de la religión —para élidolátrica— de los aztecas y una valoración a veces muy positiva de su cultura, e incluso desu devoción religiosa, aunque fuera equivocada. No se puede hablar de una «demonización»general de la cultura y religión indígena por parte de los religiosos. La cuestión es bastantecompleja, y pienso que aún hay mucho debate abierto.

Si nos hemos extendido en este problema es porque una de las ideas guía de estaparte «interpretativa» del libro es que, en 1531, se presentaba un terrible dilema a los indios:si se convertían al cristianismo debían renunciar a su propia identidad cultural y religiosa;los misioneros, aún con toda la buena voluntad del mundo, no podían ver nada positivo enla religión y cultura azteca, pues la veían inficionada por el demonio; sólo el acontecimien-to guadalupano vino a colmar ese tránsito del mundo prehispánico precristiano al encuentrocon la fe: una fe que no venía a destruir las «semillas de verdad» del mundo azteca, sino apurificarlo y a darle su plenitud. Es verdad que las apariciones supusieron un afianzamien-to, ampliación y confirmación de las primicias de la fe en los indios, puesto que se presen-taba el Evangelio en el contexto de su cultura. Pero pienso que esto no quiere decir necesa-riamente que los misioneros no valorasen positivamente ningún rasgo cultural de losnahuas. Como bien se ve en el libro que comentamos, hombres como Sahagún o Mendietallegaron a percibir entre los aztecas un culto al Ser supremo, aunque lo vieron mezclado conmil idolatrías.

Se debe matizar, pues, esa tensión entre «aquellos dos mundos hasta entonces desco-nocidos entre sí, y ahora enemigos, con todas las premisas para el odio o para la aceptaciónfatalista de la derrota por parte de los indios vencidos, y para el desprecio o la explotaciónpor parte de los recién llegados» (p. xxxvi), como haciendo necesario un milagro sobrenatu-ral. En cualquier caso, en los capítulos II y XI el lector encontrará abundantes argumentospara hacerse una opinión en esta cuestión, tan delicada como apasionante.

Se trata, en conjunto, de una obra muy sólida, que apoya sus argumentaciones en lasfuentes; que consigue presentar fehacientemente las pruebas documentales que abogan porla veracidad histórica de las apariciones de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego, fun-damento del riquísimo culto guadalupano; se demuestra que «no hubiera podido existir eseculto si no hubiera partido del hecho histórico de la aparición» (p. 517). La figura de JuanDiego, abordada desde diversas perspectivas, ofrece el atractivo del hombre fiel, del santo,que supo abrazar el cristianismo sin renegar de las riquezas de sus antepasados, al aceptar elmensaje de la «Virgen Santa María, madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, delCreador de las personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediatez, el Dueño del cielo,Dueño de la tierra» (Nican Mopohua, v. 26).

Luis MARTÍNEZ FERRER

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Karl K OHUT-Sonia V. ROSE (eds.), Pensamiento europeo y cultura colonial,Vervuert-Ibe-roamericana («Textos y estudios coloniales y de la independencia», 4), Frankfurt-Madrid1997, 410 pp.

Reconstruir la cultura de América Laina durante los siglos coloniales es una tarea deinterés para la comprensión del impacto actual latinoamericano en la literatura y en el arte.Esta tarea, aunque ha dado pasos considerables, está aún lejos de ser completada. La edito-rial Vervuert-Iberoamericana ha desplegado en estos últimos años notables esfuerzos paracontribuir a esa meta. Buena prueba de ellos es su colección «textos y estudios coloniales dela independencia», de la que presento ahora el 4 vol. Karl Kohut, catedrático de filología ro-mánica y director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica deEichstätt; y Sonia V. Rose, profesora de la Université de Paris IV-Sorbonne, recogen en estevolumen las comunicaciones presentadas en dos encuentros de especialistas de varios paísesque abordaron la interrelación entre las culturas de Europa y de América en los siglos colo-niales. El título del libro, La formación de la cultura colonial: humanismo, neoescolática,tradiciones indígenas,corresponde al que tuvieron los encuentros: el primero tuvo lugar enel Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Eichstätt y, el segundo se desarro-lló en Leipzig, en el marco del X congreso de AHILA, de 1996.

Frente al pretendido desinterés de Europa durante los siglos XVI-XVIII hacia el mun-do americano, sostenido por una buena parte de la historiografía americanista, se va abriendopaso una línea interpretativa que aposta por un intercambio efectivo. En esta última línea sesitúan los organizadores de los encuentros, que abordaron el tema en diversa perspectiva: pre-sencia del pensamiento europeo en autores americanos; y presencia de lo americano en Euro-pa. Los trabajos presentados en los simposios, son de variada extensión y profundidad y seagrupan en torno a cinco partes o secciones en las que se articula el libro que presento.

Para el equipo organizador, la etapa colonial americana coincidió con el desarrollo delhumanismo, la teología neoescolática y el neoestoicismo en el mundo europeo. Los tres pri-meros apartados del volumen recogen estudios acerca de la presencia de estas tres corrientesde pensamiento en autores americanos. La cuarta sección, más heterogénea, estudia temas entorno al encuentro de las sociedades indígenas y mestizas con el pensamiento occidental. Laquinta y última parte del volumen, apunta a la recepción del Nuevo Mundo en Europa.

En la Parte I, dedicada al humanismo, Karl Kohut, analiza la figura y escritos de Fran-cisco Cervantes de Salazar, al que ve como exponente de la cultura europea implantada en elprimer momento de la colonia, cultura que margina al indígena; asoman, sin embargo, enCervantes de Salazar algunas contradicciones en las que aparece una cierta valoración de loindígena. Desde otra perspectiva Sonia Rose, analiza los retratos de Moctezuma en tres cro-nistas novohispanos: López de Gómara, Cervantes de Salazar y Bernal Díaz del Castillo y en-cuentra en ellos una imagen del jefe azteca como vir illustris, paradigma humanista del prín-cipe, que contrasta con la imagen del pueblo indígena como «bárbaro», sostenida por autorescomo Pagden (1989); Rose realiza así una relectura humanista de la realidad indígena.

En torno a la presencia de la neoescolástica en América, José A. Rodríguez Garrido,se acerca a Espinosa Medrano, el «Lunarejo», del Cuzco, figura que la historiografía recien-

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te va revalorizando de día en día. Encuadra su defensa del tomismo en la disputa entre el co-legio-seminario de San Antonio, que profesaba la doctrina del Aquinate, y el colegio de SanBernardo, de los jesuitas, que enseñana un eclecticismo, abierto al nominalismo; RodríguezGarrido, trata de adscribir al «Lunarejo» a un cierto nacionalismo naciente, aunque, a mimodo de ver, no prueba suficientemente esta tesis. Interesante el estudio de Concepción Re-verte Bernal, sobre Fray Francisco del Castillo, mercedario criollo, poeta y dramaturgo, au-tor de un auto sacramental de corte calderoniano, Guerra es la vida del hombre, donde sehace eco del debate de auxiliiisde la Europa del XVII y defiende la libertad separándose dela posición jansenista. Reverte ve a Castilla como exponente de la temprana Ilustración li-mense y sostenedor de un catolicismo «ilustrado», que muestra en algunos de sus poemas enlos que aposta por un reformismo moral austero y racionalizante, en línea con el que Saug-nieux detectó en la España del XVIII. Jean-Pierre Clément (vid. la recensión sobre El Mer-curio peruano, inserta en este mismo vol. de AHIg), analiza la Disertación sobre la formade gobiernorecogida en la Relación del Cuzco sobre los festejos que tuvieron lugar en la ca-pital andina por el establecimiento de la Real Audiencia. La Disertacióntuvo lugar en el co-legio-seminario de San Bernardo, colegio que había pasado de los jesuitas al clero secular, yen ella hay una interesante flexión del sistema suareciano de monarquía pactista, hasta el ab-solutismo monárquico apoyado en Bossuet. Es un discurso lógico, sin duda, en la Américaborbónica y en un clima, como el de los Andes del siglo XVIII, marcado por una oleada derebeliones indígenas.

Siguiendo las huellas de Abellán (1981) y Maravall (1984), entre otros autores quehan visto la presencia de un neoestoicismo en el pensamiento español del XVII, la terceraparte del libro reseñado se interroga sobre su posible presencia en América. Es interesante,sin duda, el rastrear el pensamiento ético de la Stoa entre los escritores y cronistas ameri-canos. Peer Schmidt, analiza la influencia de filólogo y filósofo flamenco Justo Lipsio(1547-1606), profesor de la universidad de Leiden (1578-1592) y Lovaina (1592-1606), enconcreto sobre el concepto de disciplina que adscribe al movimiento neoestoico, aunquereconociendo que ocupó también un lugar preferente dentro del humanismo, por ej. enLuis Vives (p. 185); sostiene, sin embargo —y en esto comparto su apreciación—, que elproceso de disciplinar la vida de la población indígena americana estuvo presente «ya des-de los primeros días de la colonización, sin que esto respondiera a objetivos propiamenteestoicos». Marie-Cécile Bénassy, en su estudio «Sobre el senequismo moral de Sor JuanaInés de la Cruz» afirma que la tradición europea «había cristianizado al estoicismo» (p.239); convendría revisar este juicio: los valores morales de la Stoa estuvieron arraigadosen una visión profunda del hombre, aunque no completa ya que careció de la perspectivasobrenatural que tuvo, por ej. Sor Juana Inés; por ello más que «cristianizar el estoicismo»,la cultura colonial, tal como lo había hecho parte de la cultura europea, tomó de la Stoaaquellos valores, como el de disciplina, acertadamente destacado por Schmidt, que insertaen su conocimiento natural del hombre, y que al ser verdadero es compatible con la visióncristiana.

Dispares en su contenido, metodología y logros, a mi entender, los trabajos del lasección IV sobre Sociedades indígenas y mestizaje. Louise Bénat-Tachot destaca las dificul-tades del cronista Fernández de Oviedo para conocer realmente un mundo como el indígenadiverso radicalmente al suyo. Interesante el trabajo de Nicola Kuehne Heyder, que presenta

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la idea evangelizadora del bachiller Carlos Tapia Zenteno, cura secular que trabajó en laHuasteca en la primera mitad del siglo XVIII y que es expresivo de un relanzamiento evan-gelizador entre el clero secular del momento inicial de la Ilustración americana. En líneamuy dispar, Sergio Raúl Arroyo García presenta un resumen de historiografía acerca delmito en las sociedades indígenas de México.

La última parte del libro, sección V, apunta desde diversas perspectivas al conoci-miento de América en Europa durante los siglos coloniales. Gerhard Wawor, analiza la pri-mera visión del nuevo mundo, es decir, la imagen de las Antillas, en el mismo Colón, en laversificación de la carta colombina que realizó el religioso italiano, de orígen florentino,Giuliano Datti (1445-1524), y que fue impresa en Roma en la temprana fecha de 15 de juniode 1493, en donde la visión eurocentrista ha matizado lo escrito por el Almirante; esta ten-dencia se acentúa, según Wawor, en Pedro Mártir de Anglería: se pasa así de una relacióntestimonial a una literalización o visión en que la ficción ocupa un lugar y que contribuye ahacer de América un mundo utópico. Roswitha Kramer, analiza la obra —literaria y gráfi-ca— del jesuita Atanasio Kircher, alemán radicado en Roma, que escribe a mediados delXVII sobre la labor de la Orden fuera de Europa. Se sirve de las informaciones de las cartasescritas por los jesuitas de los diversos lugares de misión. Desde 1993 se dispone de la pu-blicación póstuma por Ignacio Osorio Romero de la correspondencia de Kircher con sus co-rreponsales mexicanos. La A. muestra que el conocimiento —indirecto— de América porKircher estuvo mediatizado por la comparación con el mundo egipcio y llegó así a una valo-raciónun tanto negativa del Nuevo Mundo, que fue criticada un siglo más tarde por el tambiénjesuita Clavijero. Por último Jan Lechner presenta el resultado de una paciente investigaciónllevada a cabo en bibliotecas públicas y universitarias de los Países Bajos Septentrionaleshasta comienzos del siglo XVIII: rastrea en ellas las obras de temática americana y presentalos resultados de su estudio, acompañados de tablas que orientan al lector. Anglería, De Laet,y Acosta son los autores que estuvieron más representados en las bibliotecas de los paísesflamencos.

Estamos, pues, ante un intento apreciable de lograr un acercamiento a las raíces cul-turales del mundo americano y a su conexión con Europa. Felicitamos, por ello, tanto a lospromotores de la iniciativa, como a la Vervuert-Iberoamericana por recogerla entre sus co-lecciones.

Elisa LUQUEALCAIDE

Alicia M AYER GONZÁLEZ , Dos americanos, dos pensamientos. Carlos de Sigüenza y Gón-gora y Cotton Mather,Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investiga-ciones Históricas («Serie Historia General», 18), México 1998, 434 pp. + ilustraciones.

La historiografía mexicana se ha encerrado desde hace varios años en sí misma olvi-dándose de ver en su derredor, más allá de su propio ámbito. Recordamos con nostalgia los

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excelentes trabajos comparativos y de proyección universal de Carlos Pereyra, de Silvio Za-vala, quien tanta insistencia puso en mostrar semejanzas y diferencias en el desarrollo histó-rico americano; los estudios de Carlos Bosch, de Luis Weckman y de Juan Ortega Medina.La historiografía reciente se ha ocupado de adentrarse en sus propios temas, hombres y cir-cunstancias, y en ocasiones lo ha hecho bien, pues ha utilizado métodos, perspectivas yorientaciones diferentes, constructivas, aún cuando muchas veces se ha dejado influir porsistemas noveleros, ajenos a nuestro real desarrollo histórico, a nuestras diferencias esencia-les, que son muchas, respecto a otras culturas y otras latitudes.

El libro que comentamos vuelve por aquel aspecto constructivo del trabajo histórico:cotejar los desarrollos culturales vecinos pero desconocidos, poco o casi nada trabajados,ejemplificados en dos personajes arquetípicos, en dos hombres que situados en paralelosmuy lejanos, representaron el pensamiento, las inquietudes, la acción que la cultura univer-sal ejercía en el mundo occidental. Otro acierto de la autora es el haber escogido una épocaclave, un período amplio y vasto, fruto de la madurez intelectual y espiritual que el pensa-miento, que la inteligencia occidental había alcanzado luego del espléndido renacer del Re-nacimiento. El siglo XVII que, por lo menos entre nosotros, ha sido estimado como estático,como inmovilizado, encuentra en este trabajo un nuevo sentido, un significado diferente. Sibien por una razón metodológica muy razonable no se atiende a un examen de la política, dela economía, de la sociedad, la visión general que se ofrece de las grandes corrientes de pen-samiento, de las inquietudes en que estuvieron inmersos los dos grandes protagonistas de laobra, salva un tanto ese escollo.

Dos personajes de talla colosal, representativos de mundos diferentes, de circunstan-cias y mentalidades distintas son puestos en parangón en este estudio. La congruencia delmismo consiste en que ambos son casi contemporáneos. La corta diferencia de tiempo entreuno y otro, no importa tanto si se tiene en cuenta la diferencia que existe entre el tiempo enque se inicia la organización política y económico social. y sobre todo intelectual en térmi-nos amplios, cultural, en una y otra parte del hemisferio. Estos personajes poseen una seriede coincidencias que los hermanan, que los acercan. Es sorprendente hasta qué punto ambosrepresentan las inquietudes ideológicas de la época, cómo ambos captan y explican con supensamiento, los aspectos sobresalientes de la cultura de la época, y entendemos por cultu-ra, todo lo que el hombre a través de su acción material, espiritual e intelectual elabora. Ha-brá que pensar si Alicia Mayer conoció o intuyó esas características, esas semejanzas queemparientan en tiempo y espacio a Cotton Mather y a Sigüenza y Góngora, o si fue el frutode un trabajo fino, inteligente, penetrante, el que le llevó a descubrir muy certeramente lassemejanzas y diferencias que entre uno y otro existen.

Ambos, Cotton y Sigüenza, pertenecen a una élite intelectual de alto valor, inquietapor los problemas de conciencia que afectan a su sociedad, tanto los procedentes de la situa-ción general que se da en ambas latitudes, como por los puramente intelectuales y espiritua-les en los que la moralidad, las ideas puramente religiosas, la práctica de la piedad y el ejemplode la propia conducta influyen. Ambos pertenecen al estado eclesiástico y están comprome-tidos en la intrincada relación que con el Estado existe y ambos por su inteligencia, saber einclinación ocupan en el campo de la ciencia un lugar preponderante.

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Al dibujar Alicia Mayer la personalidad, vida e ideas de esos dos personajes, lo hacecuidadosamente, señalando los aspectos más salientes de cada uno, con lo que va descubrién-donos tanto las semejanzas como las diferencias. El perfilar sus personalidades no se realizacon una biografía hecha a manera de recitado escolar, desde el nacimiento hasta la muerte,sino que se despliega a lo largo de varios capítulos —los mas importantes— en los que pode-mos advertir cómo ante aspectos tan salientes como el de la formación, desarrollo y expresióndel pensamiento espiritual y religioso, se dan coincidencias pero también grandes contrastesentre uno y otro. Cuando se analiza el desarrollo intelectual y se precisan los aspectos mate-riales, diríamos circunstanciales, entre una cultura y otra, la hispánica católica y la sajona,que apoyada en grandes credos, protestantismo y calvinismo, así como una apertura mas am-plia hacia las corrientes científicas, el análisis biográfico, por contraposición, es también va-lioso y sugerente. Estos dos grandes capítulos constituyen el meollo de la obra por su riquezainformativa, por el cuidadoso manejo de fuentes de primera mano que se utilizan, que seaprovechan por vez primera en estudios de este género. No cabe duda que tanto la prepara-ción histórica de la autora, como la posibilidad de llegar directamente a esas fuentes, por undominio excepcional de la lengua en que se expresó el norteamericano, facilitaron esa tarea,la cual, estamos conscientes no se hubiera podido lograr sin poseer esas cualidades.

Aquí, en esta parte, la autora reflexiona en torno de dos circunstancias vitales: la quese da en el septentrión, dominada por un mundo capitalista, progresista en el desarrollo ma-terial y en el adelanto científico y tecnológico y regida por severas normas puritanas. Ese esun mundo en el cual la mentalidad protestante rige; en que la salvación personal importamucho, pero se desestima la situación de la sociedad india. Esta es vista con menospreciopor los «santos», los «maestros», quienes dudan de su regeneración o salvación total. A estacircunstancia se opone la que está en el ámbito hispánico, católica, atenta a la construcciónde una sociedad mixta, en la cual el indio constituye parte fundamental y al que se catequizay civiliza al mismo tiempo. El destino de esa sociedad importa y es atendido por iglesia yestado. El tratamiento que Sigüenza aplica al estudio y definición del indio es relevantey esto significa un elemento valioso del que carece el pastor bostoniano.

En esos fundamentales apartados reside el valor capital de la obra. Ellos son los quellevan a Alicia Mayer a completar los notables trabajos que a manera de vidas paralelasconstruyó en esa obra. De las reflexiones, atinadas y oportunas que nos hace al cotejar la cir-cunstancia intelectual en que se movieron sus personajes, deriva el valor biográfico, y portanto histórico que su obra tiene. En ella se asedian los mundos diferentes en que existieron,en donde produjeron reflexiones y trabajos de enorme mérito. El conocer de visuel ámbitoespecial en que desenvolvieron su acción, y reflexionar sobre el pensamiento que en torno aDios, a sus manifestaciones y culto, a la vida, su trascendencia y significado; a las relacio-nes entre los hombres, con los que son pares, y con los otros, los que constituyen la otredad,los diferentes por origen y cultura, permitió a la autora penetrar con seguridad en la época ypoder desentrañar su desarrollo histórico con claridad. En este aspecto hay que subrayar queel tratamiento que aplica, es muy amplio, libre y ajustado a la verdad. No encontramos eneste estudio ninguna inclinación partidista, antes bien una posición de honestidad intelectualy de explicación histórica, limpia, objetiva y clara. Las conclusiones que nos ofrece, no sonapologéticas ni condenatorias. No se toma partido ante los personajes ni las culturas que re-

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presentan, sino que en un nivel de altura mental, académica se subrayan los aspectos funda-mental es en los que coinciden o disienten. De ese cotejo intelectual fino, claro, bien apoya-do por un conocimiento atinado y reflexivo de sus obras, surge un panorama espléndido entorno de ese siglo de madurez, de solidez espiritual y científica que fue el siglo diecisietepreñado de racionalidad, de universalidad, de conocimientos y de discernimiento en tornodel destino del hombre, tema este espinoso pues planteaba no sólo aspectos metafísicos, sinode crueles realidades económicas, políticas y sociales.

Muy sugerentes, y que fuerzan la reflexión, son los capítulos en los que se analiza larealidad y las ideas que en torno del indio se manejaban en aquellos años de conflictivo asen-tamiento. La contrastada posición que una y otra sociedad mantuvieron frente a los naturaleses vista con perspicacia, con luminosa visión. Si la labor catequética entre los protestantes ra-dicaba en la simple conversión, en la Nueva España la evangelización estuvo íntimamente li-gada a la civilización. Alicia Mayer subraya que la consideración o apreciación que Mathertuvo hacia los indios deriva de la concepción teológica calvinista, que no hace honor al cris-tianismo, en tanto que la que sustenta Siguenza es básicamente social, y yo añadiría cultural.

La idea de Dios, del culto divino y de los santos que ambas colectividades tienen,expresadas por sus dirigentes, son expresiones de su peculiar pensamiento filosófico-teoló-gico, pero son también fruto de valores y elementos culturales muy antiguos, hondos y po-derosos. Las concepciones tan diferentes del mundo nórdico, manifestadas por Lutero y Cal-vino, no se avinieron nunca con las de Ignacio de Loyola ni menos con las de Francisco deAsís. Las concepciones y valores del mundo católico, preñado de ideales clásicos tremenda-mente humanos, poco se pudieron acomodar con el sentido riguroso, un tanto deshumaniza-do del calvinismo. La relación actuó saludablemente dentro del catolicismo que en el de lospuritanos del Norte. Las reflexiones que en torno de esos temas nos aporta Alicia Mayer sonvaliosas por su conocimiento de las ideas, manejo de las fuentes y conclusiones que deriva.

Este libro es un garbanzo de a libra, entre los de tipo académico que salen de nuestrasaulas; es, además, entre otras cosas, un buen libro por su estilo limpio, claro y hasta galanocon que está escrito. Representa una buena elección del tema y un tratamiento del mismo queescapa a la uniformidad y pobreza de numerosos trabajos. A base de una buena estructura,contiene un planteamiento lógico, racional que explica la distribución de los temas, su des-arrollo. Las fuentes que lo han nutrido han sido de primera mano, con una lectura directa delas mismas y amplias reflexiones resueltas con el apoyo de múltiples lecturas adicionales.

Ernesto DE LA TORREVILLAR

Gonzalo REDONDO, Política, Cultura y Sociedad en la España de Franco (1939-1975), I.La configuración del Estado español, nacional y católico, EUNSA, Pamplona 1999, 1288 pp.

La cortedad perceptiva que traen consigo los apresuramientos podría llevarnos apensar, en una primera impresión, ciertamente fugaz y en el fondo poco atenta, que el tomo

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primero que acaba de aparecer de Política, cultura y sociedad en la España de Franco(1939-1975)es un libro excesivamente denso y difícil de leer (y, tal vez, más aún de rese-ñar). Se podría, a este respecto, aludir —a modo de prueba de esa conclusión apresurada—a sus 1048 páginas de texto (muchas, en realidad, sobre todo si tenemos en cuenta que setrata además de un libro de gran formato) o a la extensión y abundancia de sus notas al pie.La densidad y dificultad del libro también sería materia deducible de su aparente «ritmo len-to»: tantas páginas para relativamente tan pocos años, de 1939 a 1947. Impresión, ésta, deritmo lento que no haría sino confirmar la consulta del índice general. Ahí nos encontramoscon un «desmenuzamiento» verdaderamente concienzudo de incontables cuestiones, practi-cado al hilo terso, y casi inmisericorde, del calendario. Gonzalo Redondo, Profesor Ordina-rio de la Universidad de Navarra, se nos revela empeñado en un seguimiento de los temasque aborda, no ya año a año, sino —en el mejor de los casos— mes a mes y, con mucha fre-cuencia, semana a semana e incluso día a día. La atosigante sombra de la abundancia halla-ría en el índice de nombres otro plano de proyección. Por su longitud, de la página 1105 a la1129. Por la profusión de llamadas que incluye, Alfonso XIII, 39 llamadas; José Luis de Arre-se, 44 llamadas; Mussolini, 55 llamadas (cuarenta exactamente menos que Hitler); AlfredoKindelán, 57; Joaquín Ruiz Giménez, 99; Angel Herrera Oria, 158; Rafael Calvo Serer, 111;y —en fin— Franco, 713 llamadas (es decir, 453 más que Don Juan de Borbón). Amplitudextrema —así pues— del índice de nombres, y no menos extrema la amplitud de la docu-mentación utilizada en la redacción del volumen, a cuya completísima referencia el autor dellibro no ha tenido más remedio que reservar 48 de sus páginas.

No conviene forjar nuestros juicios en las primeras impresiones. A poco que nos de-moremos en la reflexión, y de este modo seamos capaces de disipar las prisas —para ello elencuentro moroso con el texto parece de grande utilidad y eficacia—, es más que probableque acabemos arribando a unas conclusiones enteramente diferentes de las iniciales. Lo quenuestras primeras impresiones vieron denso y complicado, la calma atenta de nuestra lectu-ra transforma en completo y riguroso. Las cosas —ya lo decíamos al comienzo— no sonsiempre lo que pueden llegar a parecernos. No incurramos —pues— en lo contrario de loque en tantas ocasiones nos enseñaron los franceses —hacer del vicio la virtud— e interpre-temos la virtud como un vicio.

El tomo primero de Política, cultura y sociedad en la España de Franco (1939-1975) es todo un imponente testimonio de buen hacer de historiador, de manejo y análisis ri-gurosísimo de la documentación, de excelente organización discursiva, de argumentacionesriquísimas, siempre sostenidas y siempre contrastadas, de permanente crítica reflexiva, ma-gistralmente conciliada con el respeto escrupuloso por quienes llenaron, con sus errores ysus aciertos, el espacio público español durante aquellos años. La formidable tenaza críticamediante la cual Gonzalo Redondo comprime los años 1939-1947 es la consecuencia de unesfuerzo extremado —hasta incluso rozar la obsesión— de respeto y comprensión por loshechos y —en particular— por las personas responsables de esos mismos hechos. ¿Una pa-radoja? Más bien un ejemplo para historiadores. A todo eso, además, Redondo suma un ma-nejo envidiable del idioma. Esta primera entrega de Política, cultura y sociedad en la Espa-ña de Franco (1939-1975)es un libro escrito «en castellano»; quiero decir, en una prosalimpia y clara. En unos tiempos marcados por el uso impropio del idioma, por la inflación

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de los neologismos improcedentes, y por la terrible lacra de la tecnificación aberrante dellenguaje, el hecho de escribir en castellano no es algo baladí ni que se pueda dar por senta-do. Política, cultura y sociedad en la España de Franco (1939-1975) I. La configuracióndel Estado español, nacional y católico (1939-1947)es —en definitiva— el libro de un au-tor que domina con insultante perfección el craft del historiador.

La riqueza de la información que Gonzalo Redondo aporta con este libro —unaaportación que se ve sumamente potenciada por la colección de fuentes inéditas, y de prime-ra mano, que en los últimos años se ha ido incorporando al Fondo Histórico documental dela Universidad de Navarra—, la muy extensa amplitud de los temas que aborda, en ningúnmomento conducen al autor a soslayar la gran cuestión que califica a la Historia —así, enmayúsculas—, y que la distingue de otras formas menores de recuperación meramente anec-dótica o —si se quiere «erudita»— del pasado. En el laborar historiográfico de Redondo lacuestión acerca de «qué cosas pasaron» cede todo el protagonismo a la interrogación «porqué pasaron las cosas». O, para decirlo de manera más precisa, lo primero siempre apareceplanteado en función estricta de lo segundo. Pero interrogarse por el porqué de las cosas im-plica —ha de implicar, desde mi punto de vista— cuestionarse los porqués de quienes cons-tituyen el auténtico motor de los acontecimientos, los hombre y mujeres de un determinadolugar, de una determinada época. La Historia, el historiador, ha de contribuir, con toda sumodestia —sí, pero también con todas sus fuerzas— al esclarecimiento en lo posible de esaspreguntas. Para acometer ese empresa no hay más remedio que fijar los hechos que a esosmismos hombres pasaron de la manera más completa y rigurosa posible. El libro de Redon-do constituye una clara muestra de lo que implica esa exigencia: un esfuerzo extremadamen-te detallado de reconstrucción, en todo momento dirigido al desvelamiento de los porqués.

Es en atención a esos porqués donde surge el tema del tradicionalismo, eje principalen torno al cual se anuda el grueso de la sólida argumentación explicativa elaborada por Re-dondo. Lo primero, tal vez, que habría que resaltar en relación al tradicionalismo —paradig-ma explicativo no nuevo, el cual ha sido objeto de amplia atención por el autor en los dosvolúmenes de su Historia de la Iglesia en España (1931-1939), I La II República (1931-1936); II, La Guerra Civil (1936-1939), Madrid, Rialp, 1993— es su condición de mentali-dad cultural dominante y persistente durante toda la Modernidad entre los católicos en gene-ral —aunque no sólo entre éstos—. En segundo lugar resulta asimismo destacable laparticular relevancia de esta mentalidad entre los católicos españoles (por mucho que resul-te sumamente equívoco —cuando no clamorosamente erróneo— fijarse en esa especial re-levancia para ver en el tradicionalismo la manifestación de una peculiaridad específicamen-te española). En tercer lugar cabría también señalar la particularísima intensidad con la cualse vivió en España dicha mentalidad tradicionalista a raíz del estallido de la Guerra Civil en1936 o —para ser más exactos— a partir del triunfo militar de Franco en 1939.

Es en atención a este último hecho circunstancial—la Guerra y sus profundos efec-tos físicos y mentales— como podemos atribuir a la historia reciente de España, y más con-cretamente a los años del franquismo, un sello que le es propio. Pero no en virtud de una su-puesta «anomalía española», que eventualmente haría de los avatares españoles lamanifestación de una desviación, peculiar e irreductiblemente española, del curso normal dela modernidad europea, sino —más bien al contrario— en virtud de ejemplificar de una ma-

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nera especialmente relevante las cuestiones de fondo que esa misma modernidad trajo con-sigo y —en último extremo— las razones de su misma crisis. La peculiaridad del franquis-mo no procede de su supuesta anomalía. El interés por su estudio no descansa —por lo tan-to— en la simple curiosidad por conocer lo que ocurrió en España durante casi cuatrodécadas. Una curiosidad comprensible, dado al menos la relativamente prolongada vigenciade ese régimen, pero escasamente más que eso; esto es, simple curiosidad. No fue ésta unalarga época carente de verdadera historia. Si el franquismo, con su precedente más inmedia-to —y uno de sus principales factores explicativos— la Guerra Civil, contribuyó a introdu-cir una nueva dinámica, sólo hasta cierto punto inesperada, en la historia reciente española,esto mismo no significó que produjera en esa misma evolución histórica un cortocircuitocompleto. A mi juicio resulta imprescindible ser debidamente consciente de este hecho, y desus múltiples implicaciones, para abordar con un mínimo de garantías el estudio de estosaños. Siendo —precisamente— mediante la tesis del tradicionalismo como Redondo logra,convincentemente, insertar el estudio de los problemas de los españoles durante el período1939-1947 en el plano mucho más amplio —y asimismo infinitamente más relevante y pro-metedor— de la Historia Universal o, más concretamente, de la Historia de los dos últimossiglos de este segundo milenio.

El tradicionalismo, así pues, no fue un elemento inmune a la Modernidad. El tradi-cionalismo se enfrentó, rechazándolo, a aquello que entendió era la Modernidad pero, a pe-sar de ese rechazo, el tradicionalismo no pudo evitar ser también moderno. El tradicionalis-mo participó de la «convicción moderna» de que la felicidad de los pueblos radicaba en laperfección de sus instituciones. En este sentido, el tradicionalismo también aspiró a refor-mar, transformar e incluso a modernizar en función de las demandas sociales. Fue por esopor lo que el tradicionalismo —al igual en esto que el liberalismo (y tantos otros «ismos» dela Modernidad)— quiso poner la acción política en manos de los mejores, en manos de quie-nes creía estaban en mejores condiciones que el comúnde interpretar con mayor acierto loque en cada momento convenía a la sociedad; olvidándose de que las aspiraciones humanasa la felicidad, por ser precisamente humanas, pertenecen siempre a los hombres concretos,que son sólo éstos los encargados de darles respuestas desde su libertad, y que, por lo mis-mo, dichas aspiraciones humanas exceden los límites de toda acción política. Tradicionalis-tas y liberales participaron de un mismo furor por las élites, de una misma desconfianza enel hombre corriente, y de un mismo terror ante las masas.

El tradicionalismo fue una ideología de la modernidad que participó de su profundoelitismo. La cual —no obstante— se distinguió de otras por ser una solución basada en latrascendencia; esto es, en la afirmación de la existencia de un Dios creador, de unas normasmorales objetivas, reveladas en una fe y explicitadas en un cuerpo doctrinal coherente. Deahí la amplísima proyección de esta ideología política en las respuestas culturales de los ca-tólicos durante décadas. Si el tradicionalismo —ya lo hemos dicho— no fue una especifici-dad española, fue sin embargo España —la España de 1939 en adelante— uno de los luga-res donde se vivió con mayor radicalidad. Así, como apunta Redondo, en la España deentonces, «no se trataba ya, como tiempo atrás, de teorizar sobre esa posibilidad cultural oanhelarla, sino de su aplicación decidida, para que no volviera a perderse lo recuperado contanto esfuerzo y a costa de tanto dolor».

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El drama de la Guerra Civil como argumento —y, en parte también, como razón deser— de una radicalidad tradicionalista. Pero el tradicionalismo asimismo como punto deencuentro entre Franco y sus colaboradores. En la exigencia de consolidar lo conseguido enla Guerra Civil no dudó nadie. En este sentido —insiste Redondo hasta la extenuación—«cuantos se integraron en la vida pública española fueron convencidos franquistas; es decir,tradicionalistas culturales».

De esa vida pública llaman la atención algunas cosas. Entre otras, sus límites estre-chos —obvio en un régimen siempre autoritario que, además, fomentó en todo momento unsevero, afirma Redondo rotundamente, «agarrotamiento social»— pero no lo suficientecomo para reducir esa vida pública a la condición de coto exclusivo de una camarilla diri-gente ínfima y, sobre todo, monolítica. Mucha luz arroja Gonzalo Redondo en este capitalasunto cuando se refiere a una suerte de «oligarquía de hombres liberales, de tecnócratas dela política —los abogados del Estadoentre otros— e intelectuales y escritores románticos»,al señalar la cantera humana de la cual se nutrió el franquismo. Los colaboradores de Fran-co procedieron de distintos sectores socio-profesionales del país. Constituyeron una élite po-lítica carente de genuino respaldo social. Pero no se trató estrictamente hablando de una éli-te estrechamente monolítica. Precisamente, la ausencia de una élite monolítica fue lo queexplica que el régimen franquista, a pesar de su autoritarismo, no careciera de una vida polí-tica constante e incluso, en ocasiones, tremendamente intensa. El libro que comentamos nosproporciona unas pruebas constantes y fehacientes de ello.

La constatación de una actividad política peculiar dentro de los márgenes de un régi-men autoritario, como fue el régimen de Franco, no es algo completamente nuevo. Autorescomo Juan José Linz o Javier Tusell, entre otros, ya atribuyeron al franquismo el carácter deun pluralismo limitado. Redondo prefiere la expresión de coalición franquista, concepto delcual se vale para someter a una profunda y oportuna revisión aquello que se denominó elMovimiento Nacional. La unidad en el seno del Movimiento Nacional fue siempre absoluta.Y todos los que se integraron en la vida pública española durante el franquismo pertenecie-ron al Movimiento. Los límites de la vida política del franquismo quedaron, pues, firme-mentes trazados por el Movimiento Nacional. Lo cual no significa que dentro de esos lími-tes no quedase espacio libre para los conflictos, e incluso para las tensiones políticas. Dehecho esos conflictos se produjeron, aunque se tratase de un enfrentamiento —precisa nues-tro autor— «aludido habitualmente a través de metáforas». Es evidente que esa vida políticaregulada —y muy habitualmente «auto-regulada»— tuvo mucho de extraviada. Como seña-la Redondo, ya que «en la España de Franco no se pudo tratar lo que realmente importaba—el futuro normal, en paz y libertad, de España y de los españoles— con frecuencia se tuvoque recurrir a hablar de otras cosas, aunque todos —es decir, los directamente interesados—supieran casi siempre de qué estaban hablando. No tener esto en cuenta puede llevar a nocomprender nada; o muy poco».

La Guerra Civil fue una gran tragedia. Seguramente por muchos pudo ser vista comoun fracaso histórico. Otros muchos —sin embargo— fueron los que la interpretaron como elpunto de arranque de un futuro esplendoroso. Para ello, para que esas entusiastas expectati-vas se cumplieran, era imprescindible mantener para siempre, perpetuar sin condiciones, launidad de mando que había hecho posible la victoria. Franco —y ciertamente no sólo él—

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nunca dudó de que ese era el camino a seguir. En ese viaje contó durante años con el inesti-mable apoyo del culturalismo católico español que, al margen de las terribles experienciasvividas durante la guerra (terribles para los católicos y terribles también para tantos otros),demostró de paso cuán fuerte era su mentalidad tradicional. También contó Franco en su lar-ga marcha con la asistencia de un sector nada desdeñable de las minorías preparadas delpaís, de las clases medias cualificadas, desde tiempo atrás cultivadas en las virtudes merito-cráticas y en la necesidad de la «revolución desde arriba». A los primeros, Franco les asegu-ró la unidad católica de España —en la cual él mismo firmemente creía—. A los segundos,Franco les garantizó las condiciones que no habían logrado asegurar ni la Monarquía liberal,ni la dictadura militar de Primo de Rivera, ni la República democrática; esto era, la no inter-ferencia de las masas. Eso fue suficiente. «El pueblo español, en su conjunto —apunta Re-dondo a este respecto—, nunca planteó mayores problemas a Franco. Se podrá consideraresto suerte o desgracia; en cualquier caso así sucedieron las cosas».

Álvaro FERRARY

Daniel ROCHE, France in the Enlightenment, Harvard University Press, Cambridge, Mass.1998, 723 pp.

John MCM ANNERS, Church and Society in Eighteenth-Century France, I: The ClericalEstablishment and Its Social Ramifications; II: The Religion of the People and the Politicsof Religion, Clarendon Press, Oxford 1998, 817 + 866 pp.

El libro de Daniel Roche, publicado en 1993 con el título La France des Lumières,aparece ahora traducido con eficaz elegancia por Arthur Goldhammer, ofreciendo un vastopanorama y una visión sinóptica de la civilización francesa en el siglo de las Luces; el deJohn McManners en dos sólidos volúmenes, nos regala con un análisis poco menos queasombroso de la Iglesia católica y de la vida religiosa de cuatro generaciones de franceses enel mismo siglo. Los dos representan lo mejor de la investigación historiográfica más recien-te y están destinados a ser clásicos. Con casi dos mil páginas de texto, no son cosa de fin desemana, pero ningún estudiante del siglo XVIII puede ignorarlos.

Varias generaciones de historiadores han estudiado ese siglo en Francia buscando so-bre todo los orígenes de la revolución de 1789, es decir, como si toda la centuria fuera unpreludio a los acontecimientos que sacudieron el país como un terremoto brutal. Este puntode vista, por muy lógico y urgente que parezca al menos a primera vista, limita el correctoentendimiento de la época en sí misma, en su esencia y energía propia. La más reciente his-toriografía francesa evita esa perspectiva y el libro de Roche, eminente conocedor de la épo-ca, ofrece una sinopsis formidable y fascinante de la historia cultural de la Ilustración. Porsu parte, el historiador inglés McManners, que ha dedicado toda su vida al estudio de la Igle-sia en Francia durante esas generaciones «ilustradas», presenta un amplio y minucioso retra-to de la vida eclesial y religiosa.

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En otro libro famoso, Paul Hazard escribía que un día los franceses, o casi todos losfranceses, «pensaban como Bossuet, y al día siguiente, como Voltaire». La historia es aúnmás fascinante para el lector europeo contemporáneo porque es la historia de una transfor-mación, el nacimiento de una nueva civilización, y la nuestra es también una época transfor-madora como pocas. Roche establece todo tipo de conexiones que muchas veces iluminantoda una sociedad. Un principio básico para este historiador es no aislar los cambios dementalidad (concienciación) de los cambios materiales, las mejoras en las condiciones devida, tanto física como espiritual. Empieza, literalmente, con el mapa de Francia, con geó-grafos y cartógrafos en una empresa de conocer y medir el reino francés; y termina su últi-mo capítulo con la ciudad de París como Capital del Siglo de las Luces. La primera parte setitula, «Tiempos, espacios, poderes», y luego empieza a poblar ese territorio y de esta formaempezamos a conocer la vida y la mente de campesinos y mercaderes, los pueblos y las ciu-dades, hasta la apoteosis del desarrollo urbano. El rey y las instituciones del gobierno sontema de la segunda parte («Poderes y conflictos»), y el desarrollo y cambios en la sociedaddurante el siglo de las luces es el objeto de la tercera parte.

El primer epígrafe de esta parte es «Vida triunfante» y la expresión se refiere primeroal extraordinario crecimiento de la población y a un descenso de la mortalidad. Pero es tam-bién referente al triunfo sobre la naturaleza y a una nueva esperanza en el progreso científico.El optimismo utilitario (via Locke) tiene aquí sus raíces. La palabra progreso vendría más tar-de, pero la idea se extendía ya por todas partes en el siglo XVIII francés. «A partir de enton-ces», escribe Roche, «se amonestaría a la humanidad a vivir más bajo el signo del cambio quebajo un orden eterno». Vida, libertad del individuo, consumismo y apariencia. Página tras pá-gina, en un asombroso despliegue de erudición (Roche parece haber leído todo lo que se pu-blicó en Francia en esa centuria) se va componiendo un retrato del siglo de las luces.

La descristianización o desacralización fue un fenómeno complejo y me alegra queRoche lo vea así, pues a veces se habla de él (en referencia al siglo XVIII o al XX) de unamanera no sólo inexacta sino fatua. Roche defiende que lo profano y lo sacro siguieron uni-dos como lo habían estado en el siglo anterior, y que no se puede reducir a hacer un contras-te del fervor de un siglo con la tibieza del que le siguió. A veces lo que llamamos descristia-nización no es sino purificación del evangelio. No hay duda de que en esa época secuestionó en profundidad el poder del cristianismo y las ideas que éste arrastraba de tradi-ción, autoridad, principio jerárquico, pero también se dió una transfiguración religiosa.Hubo una debilitación del conformismo religioso (aunque la práctica habitual alcanzó nive-les sorprendentes que hablan con seguridad del triunfo del clero francés educando a sus feli-greses), pero hubo también una intensificación religiosa. Muchos empezaron a entender elmensaje evangélico bajo una nueva luz, tal vez en una autocrítica del creyente y sus modosde pensar o hacer, y posiblemente como resultado precisamente, de las luces de Francia. Alfin y al cabo, la Iglesia siempre ha predicado a Jesús como la luz del mundo. ¿Puede una luzir contra otra? ¿No se hará más luz juntándose o enfrentándose? Muchas veces en la historiase llama «cristianismo» a un puñado de prácticas y doctrinas que en algunos casos tienenpoco que ver con la verdad del Evangelio.

Voltaire y Rousseau aparecen como ejemplos de la manera en la que una parte de lasociedad ilustrada trató de resolver su ansiedad espiritual fuera de la Iglesia establecida. Los

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dos inspiraron una religión individualizada en la que la intolerancia, dogmatismo e ignoran-cia eran enemigos mortales. El sentimiento reemplaza el fervor religioso tradicional y el di-vorcio con la cristianismo del pasado se hace más fuerte con tres conceptos que para Rochedefinen la época: felicidad, energía y ansiedad. Ni el conocimiento científico ni la fe en elprogreso, ni los sentimientos nuevos hacia la naturaleza o la humanidad consiguieron elimi-nar la ansiedad en la gente. El punto es de gran interés y no es a menudo subrayado como semerece en la historia cultural de la época. «La batalla metafísica sobre la ansiedad apuntabaal tema central en el pensamiento de la Ilustración: ¿Dependía el hombre de un poder sobre-natural, Dios, o era Dios nada más que el nombre de una fuerza, libertad o gracia meramen-te humana?». La misma inseguridad se resolvió primero en una tendencia al absolutismo dela Ilustración. No sólo se convirtió en el Siglo de las Luces sino que muchos acabaron pen-sando en la arrogancia de que no había habido ni habría posiblemente ninguna otra Luz porlos Siglos de los Siglos. Sin embargo, si veo yo alguna lección en la larga historia de la hu-manidad es ésta, que no hay nada más quebradizo que la soberbia. La crisis de confianzaque llevaría al colapso total del ancient régimefue precedida por una exaltación del orgullo.Madame Guillotine se encargó del resto.

* * *

Los dos tomos de John McManners son más que un libro una verdadera enciclopediade la vida religiosa y sus repercusiones sociales en cuatro generaciones de franceses del si-glo XVIII. Además de la extraordinaria labor de investigación (fruto de una vida entera de-dicada al estudio de esa época), dos características hacen de este libro un triunfo: la simpa-tía personal del autor por su tema, más comprensible sabiendo que él mismo es miembro delclero y capellán en la univerdad de Oxford, y la generosidad cuando llega la hora de contarla historia de la Iglesia en Francia.

La extensión de su obra no es una manera de decirnos cuánto sabe, sino de ayudar-nos a entender un mundo y una sociedad en muchas maneras muy distinto y lejano del nues-tro. A través de un sin fin de datos y anécdotas (muchas de ellas inolvidables) llegamos a ha-cernos una idea más exacta de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, conocemos a losobispos, sacerdotes, abades, religiosos, monasterios, cementerios, y un largo etcétera que nodeja hueco sin cubrir. Todo un capítulo está dedicado por ejemplo a los sermones y es unaeducación en sí mismo para el lector moderno. Otro, dedicado a los curas de pueblo, vibracon gran sentimiento y simpatía. Quizás no fueron exactamente una réplica de lo que la teo-ría de la Contrarreforma había diseñado, pero aparecen como líderes y servidores en sus co-munidades, siendo al mismo tiempo pastores espirituales, protectores, reporteros, construc-tores, maestros de humanidad. El contraste con muchos obispos que eran obispos por susangre azul, o con el famoso abbéde las ciudades, hace de estos curas de pueblo un retratode heroísmo cristiano y humano. Este magnum opustermina con un capítulo dedicado a la«rebelión de los curés» y es un homenaje a quienes en definitiva fueron atropellados trági-camente por la Revolución. MacManners anota que tanto los historiadores de la izquierdaatea como los de la derecha católica han pretendido ignorar esas raíces cristianas del idealsocialista. Es una pena porque, aunque se haya repetido esta verdad hasta la saciedad, si ig-noramos la historia estamos condenados a repetirla.

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No es la simpatía clerical la que hace de McManners un excelente estudioso de laIglesia; es su escrupulosidad científica la que le lleva en muchas ocasiones a corregir des-cripciones que juzga en parte o del todo erróneas y hace de esta magnífica obra un clásico yun modelo para el historiador.

Álvaro DE SILVA

Bernardino DE SAHAGÚN , Psalmodia christiana y Sermonario de los sanctos del año enlengua mexicana, edición, introducción, versión del nahuatl y notas de José Luis SuárezRoca; prólogo de Miguel León Portilla, Diputación de León, Instituto Leonés de Cultura,León 1999, 415 pp.

José Luis Suárez Roca, doctor en Filosofía y catedrático de lengua y literatura espa-ñola en el I.E.S. «Alvaro de Mendaña» de Ponferrada (León), es especialista en la investiga-ción lingüística de los instrumentos catequéticos de los misioneros de la Nueva España; hapublicado la monografía Lingüística misionera española(1992) y diversos trabajos relacio-nados con la investigación lingüística y cultural llevada a cabo en el proceso de evangeliza-ción del México colonial.

Por primera vez tenemos en nuestras manos la famosa Psalmodiade Sahagún —laúnica que se publicó en vida del franciscano—, traducida al castellano; se presenta el textonahuatl en las páginas impares y en las pares, el castellano, pudiendo cotejar fácilmente am-bas versiones con notas de gran interés lingüístico y de mentalidad, muy claras e instructi-vas para quien desconoce el nahuatl. La Psalmodiaestaba dirigida a los indígenas y a losevangelizadores; Sahagún siempre tuvo presentes a los naturales y la formación de sus cole-gas de evangelización para que conocieran bien la cultura y mentalidad de los mexicas. FrayBernardino, formado en Salamanca, dedicó su vida al estudio de la lengua, cultura y menta-lidad indígena, uniendo a su curiosidad humanística el deseo de que el mensaje evangélicollegara íntegro a los naturales. José Luis Suárez, autodidacta en el estudio del nahuatl, ha sa-bido captar ambas cosas: el afán evangelizador de Sahagún y su profundo conocimiento delalma nahua.

En su estudio introductorio el autor encuadra la Psalmodiadentro de toda la obradoctrinal de Sahagún, entendiéndola acertadamente como un instrumento más para la con-versión de los naturales; el habla de la «interacción entre el pensamiento azteca y el euro-peo» para indicar el doble esfuerzo: hacer asequible a los europeos el gran legado culturaldel México antiguo y a la vez hacer asequibles las verdades cristianas a los mexicas.

Nos transmite de forma precisa y muy bien documentada, cómo se compuso, las vi-cisitudes que sufrió la obra y las ediciones de la misma; su estructura, contenido y finalidad.La Psalmodiaestá dividida en dos partes: la primera, a modo de pórtico, es una breve doc-trina cristiana. Me ha llamado la atención que el autor compare esta pequeña doctrina, queno pretende ser más que una introducción recordatoria —pues la finalidad son los canta-

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res—, con el catecismo de Molina, que es una obra catequética importante. Si hubiera quecompararla para calibrar su finalidad o sus ausencias habría que compararla con otras obrasdel propio Sahagún o con catecismos de esa misma época, tan importantes como el de Mo-lina. La segunda parte —la más extensa— es la formada por los psalmos o cantares corres-pondientes a las fiestas de Cristo, la Virgen y los Santos, ordenados según los meses del año.Cada salmo está dividido a su vez en estrofas. No recoge todas las fiestas de los santos yhace notar el autor que fray Bernardino eligió, de entre los santos, aquellos que fueron mi-sioneros en otros lugares del orbe que pudieran serles cercanos e instructivos. Por las anota-ciones se comprueba que el Dr. Suárez conoce a fondo el contexto litúrgico bajomedieval.La finalidad, expresada por el propio Sahagún era que los indios no cantasen jamas «suscantares antiguos sino solamente los de Dios y de sus santos».

Dedica un epígrafe amplio a examinar la traducción y adaptación del mensaje cris-tiano. Describe primero los contenidos doctrinales y los recursos didácticos que empleó Sa-hagún, y se dedica después —es, con mucho, la parte más extensa de su estudio— a la len-gua y el estilo de esta obra sahaguntiana. Estudia las peculiaridades ortográficas,morfológicas y sintácticas. Queda patente el dominio que el Dr. Suárez tiene del nahuatl y,por supuesto, la capacidad de fray Bernardino para utilizar, «moldear» podríamos decir, elnahuatl según sus necesidades catequéticas y hacerlo con rigor morfológico y léxico-semán-tico. Esto último tenía su importancia ya que la peligrosa consecuencia de una mala utiliza-ción de las palabras era el sincretismo religioso, confundir la religión y los dioses prehispá-nicos con el nuevo Credo. Suárez comenta —citando a Charles E. Dibble— que Sahagúnlogró la «nahuatlización del cristianismo», una verdadera inculturación. Aprecia el deseo defray Bernardino de aprovechar la belleza y riqueza de la lengua nahuatl y, en lugar de «ata-carla» para evitar errores, la reforma inyectándole espíritu nuevo en las viejas formas.

Me ha resultado especialmente interesante conocer las fuentes de inspiración de frayBernardino al escribir esta obra. El Dr. Suárez ha localizado, por una parte, las referencias alAntiguo y Nuevo Testamento; la afición de Sahagún por las correlaciones tipológicas entreambos Testamentos y por establecer todo tipo de correspondencias simbólicas. Por otra, se-ñala una doble inspiración: la indígena, pues se descubre el interés de asimilar los «psal-mos» a los cantares prehispánicos; y la europea, sobre todo la utilización —al componer lasfiestas de los santos o de la Virgen—, de las hagiografías bajomedievales que circularonabundantemente por toda Europa, así como algunos evangelios apócrifos. En sus cantarescrea una continuidad entre la piedad medieval y la nueva piedad indígena, descubriendo queel «barroquismo» medieval encajaba muy bien en la mentalidad mexica.

Finalmente se puede afirmar que el autor conoce muy bien no sólo el mundo prehis-pánico y su lengua, sino también los conceptos y doctrina cristiana y sus implicaciones, ne-cesarios para poder comprender e interpretar a Sahagún tan bien como él lo ha hecho.

Ana DE ZABALLA

Recensiones

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Reseñas

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OBRAS GENERALES

Gene BRUCKER , Florence: The Golden Age1138-1737, University of California Press,Berkeley 1998, 278 pp, 200 fotografías en co-lor, 150 ilustraciones en b/n.

El Papa Bonifacio VIII dijo que Floren-cia era el quinto elemento del universo, im-presión que todavía siente el turista paseandopor sus calles, visitando sus iglesias y mo-nasterios, contemplando la historia extraordi-naria de una ciudad tan admirada por su be-lleza como por su papel en la historia de lacivilización occidental. El profesor Brucker,que ha escrito varios libros sobre Florencia ysus habitantes, de la época medieval y del re-nacimiento, es un guía experto en la geogra-fía de la ciudad, las historias de las grandesfamilias, los avatares económicos, las gue-rras y pestilencias por las que pasó, y el de-sarrollo de toda una cultura cívica y su for-midable influencia. Es imposible ver la palabraLIBERTAD sin pensar en la republica florenti-na. El libro puede leerse como una introduc-ción a la ciudad y casi como una guía de fon-do para el turista contemplativo, pero tambiénes de interés para el historiador eclesiásticoque no haya tenido la suerte de visitarla enpersona.

Casi se puede decir que Florencia entrade lleno en la historia con el extraordinariorenacimiento religioso que experimentó alinicio del siglo XIII gracias a varias órdenesreligiosas. Ninguna ciudad europea tuvo tan-ta influencia de predicadores franciscanos,dominicos y agustinos como la ciudad delArno. Fue un caso original de evangelizaciónurbana cuando el modelo pastoral anterior,

para una población dedicada en su mayoría ala agricultura, ya no satisfacía las necesida-des religiosas. La población florentina diouna respuesta entusiasta a estos predicadoresque desde las plazas y los rincones, con dife-rentes estilos y temática, proclamaban la fede la Iglesia en Cristo como algo real que po-dían vivir allí mismo. Las fundaciones reli-giosas de esas órdenes crecieron también co-mo centros culturales que pronto enviaronestudiantes a las mejores universidades euro-peas, Bologna y París. En 1370 la poblaciónde Florencia era de unos setenta mil habitan-tes, y por cada quinientos tenía dos sacerdo-tes además de un fraile o dos y varias mon-jas.

Durante el siglo XV, el quattrocento, Flo-rencia sería la flor y nata del humanismo escri-biendo un capítulo único en la historia de lacultura. Más que en ningún otro lugar, fue allídonde la vita attivade los ciudadanos se hizocosa de elogio, entendiendo la fe cristiana delcreyente ordinario como un beneficio a la so-ciedad en contra de cierto prejuicio medievalque había tenido una concepción más lúgubrede la religion. La ciudad que dio a Dante,Giotto, Brunelleschi y Michelangelo, sigue sien-do un misterio lleno de mayor asombro mien-tras entramos en una cultura que se define co-mo de «globalización».

El libro tiene varios cientos de fotografíasen color e ilustraciones en blanco y negro, yademás, una cronología de los más importan-tes acontecimientos históricos, una lista defamilias florentinas de abolengo, y una genea-logía de los Medici.

A. de Silva

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Norman COHN, Noah’s Flood: The GenesisStory in Western Thought, Yale University Press,New Haven & Londres 1996 (tela), 1999 (rús-tica), 154 pp., 37 ilustraciones en color y b/n.

La historia de la interpretación del Dilu-vio resulta tan fascinante como el mismo re-lato del Génesis y el Profesor Cohn la presen-ta con claridad, erudición, y espléndidas ilus-traciones. El relato del Diluvio se ha mostradotan prolífico en generar sentidos como el arcade Noé en acoger representantes de animales.Además del problema de la población huma-na y del control demográfico (como pareceser la idea en los relatos mesopotámicos ori-ginarios) o la purificación del mundo y elBautismo (en la primera interpretación cris-tiana), el famoso relato bíblico del castigo di-vino ha servido como base documental deprimera importancia para el estudio geológi-co de la tierra y su formación. Sólo a finalesdel siglo dieciocho, con obras de Buffon yHutton, pasó el Diluvio a ocupar un puestodiminuto en las especulaciones científicas, ynaturalmente, no tardó en llegar su revitaliza-ción con Richard Kirwan, un pionero del fun-damentalismo, horrorizado ante la idea deque las nuevas teorías sobre la edad de la tie-rra destruirían la moralidad y la religión. Noha ocurrido así exactamente, y el Diluvionunca ha sido un dogma de la fe cristiana, pe-ro su capacidad extraordinaria de generar yfomentar interpretaciones y descubrir senti-dos ocultos y misteriosos hace que la lecturade este libro se convierta en admiración delpoder misterioso de los relatos y leyendas másantiguos de la humanidad, y del valor que du-rante tanto tiempo tuvo la Sagrada Escrituracomo fuente de información científica. La his-toria del Diluvio y del Arca de Noé, con sudramática belleza y suspense, no sólo fija laatención de un niño sino que ha dado muchoque pensar a teólogos y científicos, y lo segui-rá haciendo.

A. de Silva

Joseph DORÉ (dir.) , Le Livre des Merveilles,Conseil de Présidence du Grand Jubilée del’An 2000, Mame/Plon, Paris 1999, 1344pp.

El libro que presento es una iniciativa delConsejo de Presidencia del gran jubileo delaño 2000, bajo la dirección de Mons. Doré, ar-zobispo de Estrasburgo; el subtítulo que figuraen la portada resume en breves palabras sucontenido: se trata de 365 historias verdaderaspara ser leídas diariamente a lo largo del Añodel Gran Jubileo. Unas «historias» en cada unade las cuales, y con mayor razón en su conjun-to puede verse reflejada la acción de Dios enel mundo. Se trata —como escribe en la pre-sentación el cardenal R. Echegaray, Presidentedel Consejo de Presidencia del Gran Jubileodel Año 2000— de «una historia encarnada, lade hombres y mujeres que han colaborado conel designio de Dios»; y el propósito es «queesta multitud de historias, propuestas a la me-ditación del lector como las perlas de un rosa-rio que se desgrana, susciten una gran oraciónde acción de gracias ante las maravillas queDios realiza en el mundo por su Iglesia, sacra-mento de salvación».

Ha sido una acertada idea, en unos tiem-pos en que no pocos tratan de polarizar mor-bosamente la atención de la opinión públicasobre los errores o desviaciones de algunoshombres de Iglesia o de ciertas institucioneseclesiásticas; cuando se intenta con torcida in-tención que el árbol de unos hechos —siemprerelativamente pocos— impida ver el ancho pa-norama del bosque; ha sido un acierto —deci-mos— exponer ante los ojos del hombre dehoy el admirable espectáculo de las maravillasobradas por Dios en el mundo por medio de suIglesia, merced a la apertura a la gracia de unamuchedumbre de discípulos de Cristo, que a lolargo de veinte siglos han sido heroicamentefieles a los designios de Dios.

«Fue así —explica en la introducciónMons. Doré, arzobispo de Estrasburgo— co-mo surgió la idea de atribuir a cada uno de los

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días del Año Santo 2000 la conmemoración deuna figura, de un acontecimiento, de una ini-ciativa o de una institución en las cuales se de-je reconocer la traza de Jesús, la “secuela” deCristo». El Comité editorial solicitó y obtuvola colaboración de buen número de especialis-tas en historia de todas las épocas y armonizóy dio unidad a sus trabajos. Nació así una obraque, reuniendo todas las garantías de seriedadcientífica, más que un libro de historia fueseun libro de «historias»: «un libro de hermosashistorias verdaderas, que relate hechos ciertosy recoja informaciones bien comprobadas, pe-ro que suscite interés y retenga la atención,que habla al corazón». Estas historias son «las“maravillas” humanas en las cuales —no te-memos decirlo, escribe Mons. Doré— se reve-la y atestigua para nosotros el Misterio mismodel Dios vivo y verdadero».

Las 365 historias están expuestas en or-den cronológico, a partir de los desposorios deMaría y José, que corresponden al 24 de di-ciembre. Luego, a lo largo del año, avanzandoen el tiempo al ritmo de los días, las semanas ylos meses, siguen las historias, aunque el signocaracterístico que presidió cada período per-mite al editor insertar una rública al frente decada uno: Apóstoles y mártires, bárbaros yevangelizadores, emperadores y monjes...;y más tarde, misioneros y románticos, justos yverdugos... Es imposible reseñar, aunque fuerasólo sumariamente, la temática de las histo-rias. Son éstas, en primer término, semblanzaspersonales. Semblazas de hombres y mujerescristianos, desde los Apóstoles Pedro y Pablo,el protomártir Esteban, hasta los mártires yconfesores de todos los tiempos. Y eso, sin ol-vidar a los genios cristianos de la Ciencia, co-mo Pascal, Mendel o Pasteur; o del arte, comoFray Angélico; o de la Música, como Monte-verde, Bach o Haydn; o de la Literatura, comoel Dante, Dostoievski o Péguy. Y los santosdel mundo contemporáneo: Don Bosco, santaTeresa del Niño Jesús, el beato Josemaría Es-crivá, san Maximiliano Kolbe, santa EdithStein y tantas y tantos otros.

Las otras «historias» no tratan de perso-nas individuales sino de acontecimientos, ins-tituciones e iniciativas de diversa clase, quereflejan igualmente la belleza y fecundidad dela Iglesia. La exposición sigue también, a gran-des rasgos, un orden cronológico. Entre esashistorias cabe citar la persecución de Diocle-ciano y el concilio I de Nicea, en la época cris-tiano-barbárica, el bautismo de Clodoveo o laconversión de Recaredo, en los tiempos barbá-ricos; la peregrinación a Compostela, la funda-ción de Cluny, la Tregua de Dios o el cantogregoriano en el Medioevo; el concilio de Tren-to, la batalla de Lepanto, el barroco, en la EdadModerna; y en la época contemporánea, losdogmas de la Inmaculada y la Ascensión, elgenocidio de los Armenios, los pactos Latera-nenses, las encíclicas antitotalitarias de Pío XIIy el concilio Vaticano II.

«Sería ingenuo —dice el Arzobispo deEstrasburgo al final de la introducción— creerque todo ha sido y es perfecto en la Iglesia...Se ha dado el caso de que miembros de laIglesia, incluso algunos de sus reponsables,hayan sido gravemente indignos o culpables,cobardes». Pero aunque la propia Iglesia hayasido alguna vez infiel o se haya sentido fatiga-da e incluso incierta, no por ello ha dejadonunca de estar enriquecida por todas las pro-mesas de Dios». Y Mons. Doré concluye para-fraseando las palabras finales del Evangelio desan Juan: «En la Iglesia, el Señor ha realizadoen veinte siglos muchas otras maravillas másque las que han sido recogidas en este libro.Estas han sido escritas para que vosotros vi-váis y, viviendo, creáis también en las maravi-llas de Dios».

«Le Livre des Merveilles» cuenta con tresíndices: uno onomástico, otro temático y untercero que recoge los principales decretos,encíclicas, bulas y otros documentos citados.Este libro que es el fruto de una idea suma-mente original y que ha sido posible realizargracias al entusiasmo y la dedicación de mu-chos, constituye sin duda una inteligente y lu-

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minosa contribución a las solemnes celebra-ciones del Gran Jubileo.

J. Orlandis

John DRURY, Painting the Word: ChristianPictures and their Meaning, Yale UniversityPress-National Gallery Publications Limited,New Haven-Londres 1999, 201 pp., con 166reproducciones en color.

Pintar la Palabra Eterna es una actividadcon una historia muy larga en la cristiandad, yno es posible descubrir la riqueza de tantasobras de arte sin un conocimiento exacto dellenguaje que han usado los artistas. Pero nose trata de un interés de anticuario sino de«ver» la Palabra de Dios sobre el lienzo o lamadera. Ver tiene hoy connotación de algo rá-pido y pasajero, muy lejano a aquella activi-dad visual que era para los florentinos una«noble» ocupación, la más noble de la facul-tades. De ahí la responsabilidad del que miraa una obra de arte. Tenemos que esforzarnospor mirar un cuadro de manera parecida a co-mo el pintor miraba al pintarlo. Ver arte cris-tiano es, desde luego, una actividad física, yayuda ver como ven algunas figuras (comolos donantes) dentro del cuadro. El mismo ar-te de la pintura parece haber nacido con elcristianismo. «El Verbo se hizo carne... y lohemos contemplado» es algo así como el le-ma de los pintores porque «habla del tipo detransubstanciación que es su trabajo, que de-safía a su imaginación y que resulta en senti-do y valor».

El libro de John Drury, sacerdote anglica-no, teólogo y deán en Christ College (Oxford),es un tríptico cuyo centro es la narrativa de Je-sús desde su concepción/encarnación, naci-miento, bautismo, hasta su muerte y Resurrec-ción. Las tablas de los lados se fijan en dosmodos muy distintos de ver y pintar la fe. Enel primero y ya pasado, el mundo entero se veíacon los ojos de la fe: la cristiandad era el mun-

do y el mundo la cristiandad. En el segundo,en la última parte del libro, Drury se detieneen un mundo que empieza a verse a sí mismode manera diferente, sin referencia directa oexpresa a la fe cristiana, y sin embargo, enmodos que son todavía profundamente religio-sos y cristianos. Al menos para el espectadorque de verdad les dé su tiempo, esfuerzo, yojos. Una de las ideas claves a lo largo del co-mentario artístico es la de sacrificio, que pre-domina como tema o contenido en el arte deuna religión fundada sobre el acto sacrificialde Jesús. Pero también el artista vive en un sa-crificio que hace posible la ofrenda de su artecristiano. Por otra parte, en lo que se refiere alespectador, en la iglesia especialmente, perotambién en el museo, no es posible ver sin sa-lir de uno mismo, y esa salida generosa en elcentro de la fe se materializa en la acción a tra-vés de obras altruistas.

Rubens y Velázquez son los dos pintoresescogidos para explicar e ilustrar la última par-te, y la lectura me pareció de particular interés,tal vez por estar en completo acuerdo con Druryen su lectura del arte, aunque a veces su termi-nología pueda parecer desconcertante a algunosoídos. La santificación de lo ordinario permeatoda la enseñanza de Cristo y de los evangelios,y así podemos ver un tipo de obra de arte queen su temática no es «cristiana» y sin embargo,es profundamente cristiana. En otras palabras,puede haber un cuadro de la Virgen sin halos oaureolas, y tan auténtico o cristiano o piadosocomo uno de la Edad Media con todo el bagajeartístico del pintor medieval. María de Nazaret,no hay duda, no tuvo ninguna aureola en vida.De ahí precisamente, la importancia de apren-der a ver para el cristiano con los ojos de la fe ydel amor. Esta santificación de lo ordinario,afirma Drury, absolutamente reafirmada y fuer-temente anclada en el misterio de la Encarna-ción, es el sine qua nondel arte cristiano. Lodemuestra después con varias obras de la épocasevillana de Velázquez, en las que vemos algran maestro de la pintura esforzándose por re-solver el problema de la representación de la rea-

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lidad mundana y la interpretación de la fe cris-tiana. Con su tesis sobre el arte cristiano y lareligión cristiana, Drury ve en el cuadro delvendedor de agua (en Apsley House, Londres),la solución de ese problema. Los dos aspectos,la realidad secular o mundana y la religiosa, seabrazan aquí en perfecta e inseparable unidad.El cuadro es una obra secular y es también unaobra religiosa. Escribe Drury: «Evidentemente,no tenemos necesidad, no estamos forzados nisiquiera obligados, a ver [este cuadro] como uncuadro cristiano. No representa un pasaje de laEscritura cristiana o un foco de la devocióncristiana, como ocurre con muchas otras imáge-nes que hemos visto hasta ahora. Más bien, unmirar cristiano a este cuadro está precisamenteen la misma situación (la situación moderna) enla que está alguien cuando mira a cualquier co-sa en el mundo, como por ejemplo, un paisaje oun encuentro entre gente. Sin embargo, pode-mos verlo en un marco de significados cristia-nos. Somos libres».

Si quiere ser «espía de Dios», si quierehace visible sobre su lienzo el misterio de lascosas, un pintor tiene que ir más lejos que elteólogo en el camino ético de la encarnación,«con renuncias silenciosas, la humildad obe-diente y el amor por el mundo de aparienciasmortales que ella misma exige». Por lo demás,los verdaderos artistas seguirán siendo pacien-tes cuando su esfuerzo doloroso no se traduceen la responsabilidad del espectador cristiano,y los creyentes sigan pasando de largo.

A. de Silva

Alfonso GARCÍA -GALLO DE DIEGO, Atlas his-tórico-jurídico, Instituto de InvestigacionesJurídicas, Universidad Nacional Autónoma deMéxico, México 1997, 91+511 pp.

Los amigos y discípulos de Alfonso Gar-cía-Gallo sabíamos que el gran maestro de laHistoria del Derecho Español e Hispanoameri-cano se hallaba primordialmente dedicado du-

rante el último período de su vida a una em-presa en la que tenía puesta enorme ilusión, yque habría de ser la culminación de una exis-tencia consagrada al estudio de la ciencia his-tórico-jurídica. Una empresa de gran alcance yque representaba además una novedad total enlos estudios de Historia del Derecho. Se trata-ba de la elaboración de un Atlas histórico-jurí-dico, en el cual esa historia habría de quedarexpresada plásticamente a través de mapas,gráficos de fuentes, cuadros genealógicos, cua-dros históricos, organigramas, esquemas, equi-valencias de monedas, de pesos y medidas, etc.;y todo ello referido a España, desde sus másremotos orígenes, a sus regiones y a todas lastierras que formaron parte del gran Imperio es-pañol de la Edad Moderna.

Los historiadores del Derecho sabíamostambién que el trabajo de García-Gallo se viopenosamente afectado por la pérdida de lavista que sufrió en los últimos tiempos de suvida y definitivamente interrumpida por la en-fermedad que precedió a su fallecimiento. Poresas razones nos habíamos resignado a pensarque aquella extraordinaria aventura científicahabía quedado remisiblemente truncada comoconsecuencia de su muerte. De ahí la sorpresagratísima que ha supuesto para los historiado-res del Derecho la aparición de la obra quetengo la satisfacción de poder reseñar.

Es cierto —como ha escrito Ana Mª Ba-rrero en la «Presentación» del «Atlas»— quese trata de una obra inacabada, pero en modoalguno incompleta, porque fue concebida, pla-neada y ordenada en toda su integridad. Perohay que decir enseguida que, aún sabiendo quelo que García-Gallo pudo realizar es sólo unaparte del proyecto total, esa parte representapor sí misma una obra de primera magnitud yuna indiscutible novedad en la bibliografíahistórico-jurídica. El «Atlas», tal como fue con-cebido, había de contar con un número aproxi-mado de 600 láminas. Las publicadas repre-sentan aproximadamente la mitad de esa cifra:292 láminas terminadas, 2 incompletas y 2 bo-

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cetos. De acuerdo con el plan general previstopor el Autor, el Atlas está dividido en 14 gran-des capítulos, que son los siguientes: 1. Cues-tiones preliminares metodológicas; 2. La evo-lución general; 3. La teoría del derecho; 4. Lasociedad política; 5. La Iglesia; 6. La sociedadinternacional; 7. El hombre; 8. La familia; 9.Las asociaciones; 10. Las relaciones patrimo-niales; 11. La vida social; 12. La vida económi-ca; 13. La violación del derecho; 14. La tutelay el restablecimiento del derecho. El grado determinación de los capítulos es desigual. El 1es el único en que las 10 láminas previstas hansido realizadas. Más del 50% de las que co-rresponden a los capítulos 2, 3 y 4 fueron ter-minadas, así como la mitad aproximadamentede las integrantes de los capítulos 5 y 12; perotan sólo pudieron completarse 4 de las 26 pre-vistas para el capítulo 6, 2 de las 18 progra-madas para el capítulo 8, y 2 de las 8 que ha-bían de formar el capítulo 11. No llegó a com-ponerse ninguna de las láminas pertenecientesa los capítulos 7, 9, 13 y 14, que en cualquiercaso representaban una reducida porción del«Atlas».

El «Atlas histórico-jurídico», tal comoha aparecido, debe estimarse como una de lasobras más importantes —y sin discusión lamás innovadora— no solo de la produccióncientífica del Prof. García-Gallo, sino tam-bién del conjunto de la bibliografía histórico-jurídica española y extranjera. El «Atlas» in-teresa, además, a un público muy extenso,que rebasa ampliamente el de los historiado-res del Derecho. Esa es una nueva razón porla que resulta obligado expresar el reconoci-miento a cuantos han contribuido a hacer po-sible esta gran aportacióna la historia del De-recho y de la Cultura: ante todo a los hijos deAlfonso García-Gallo, gracias a cuyos desve-los ha sido preservado en su integridad todoel material legado por su padre; y a la Uni-versidad Autónoma de México que ha conse-guido, con su generoso mecenazgo, que eselegado haya podido ponerse al alcance de to-dos.

Resta tan solo exponer la estructura y elcontenido de la obra. Comienza con un «Li-minar», escrito por Lorenzo Thomás Torres,Procurador General de Justicia del DistritoFederal de México, seguido de un «Prefacio»de José Antonio González Fernández, una«Nota familiar», suscrita por los siete hijos deGarcía-Gallo en el cuarto aniversario del fa-llecimiento de su padre, y un «Proemio» fir-mado por José Luis Soberanes, Director delInstituto de Investigaciones Jurídicas de laUNAM. Ana Mª Barrero escribe la «Presenta-ción» propiamente dicha, y a continuación si-gue el «Prólogo» del Autor, que dejó redacta-do Alfondo García-Gallo. Se exponen luego,para facilitar el manejo de la obra, las caracte-rísticas principales del «Atlas», las directricestipográficas, el plan general y tres Índices: elÍndice general temático, el de láminas y el decuadros cronológicos y sincrónicos. Tras estalarga parte introductoria, que alcanza hasta lapág. 91 del volumen, sigue el Atlas propia-mente dicho, con 292 láminas y dos Apéndi-ces: el primero, que incluye 2 láminas incom-pletas y 3 bocetos, y un segundo Apéndice,con los Índices temáticos parciales y las Ta-blas-índices.

José Orlandis

Fidel GONZÁLEZ , Los movimientos en la his-toria de la Iglesia, Ediciones Encuentro («En-sayos», 136), Madrid 1999, 254 pp.

Como señala en la nota introductoria Fi-del González, profesor de la Universidad Gre-goriana y de la Urbaniana, y consultor de laCongregación para las Causas de los Santos, ellibro pretende reseñar la historia de esta pode-rosa manifestación de la gracia del EspírituSanto en la Iglesia. En la primera parte apare-cen señalados una serie de presupuestos teoló-gicos para identificar un movimiento, que re-sultan del mayor interés. Entre ellos destacanla importancia del fundador como aquella per-sona que recibe el carisma, la continuación de

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esa gracia en los cristianos que se acercan almovimiento, incluso tras la muerte del que re-cibió la gracia especial, la unión con la jerar-quía eclesiástica y la oportunidad de los movi-mientos suscitados por Dios en el momentopreciso.

El primer gran impulso misionero prota-gonizado por Bernabé y Pablo tuvo lugar enAntioquía; el autor subraya la presencia de uncarisma especial para que la naciente Iglesiadiera el salto hacia el mundo pagano. Conabundantes citas de los Padres, González apo-ya la tesis de que la primitiva Iglesia es comoun movimiento espiritual dentro del mar delpaganismo del Imperio romano. San Agustínes un hito importante en esta historia con sufundación del «monasterio del Huerto» y unafraternidad de sacerdotes dedicados al servicioministerial que tendrá una repercusión hondaen la historia de la Iglesia. Asimismo la Ordenfundada por San Benito más allá de su reper-cusión religiosa, resultó ser una poderosa fuer-za civilizadora de los pueblos bárbaros, el na-cimiento de Europa como Christianitasestáunido a este y otros movimientos similares.

Al hilo de la lectura de este libro surge,con frecuencia inusitada, una de las ideas prin-cipales: las grandes reformas que la Iglesia haprecisado —por ejemplo la gregoriana o la delsiglo XVI— han sido iniciadas desde los mo-vimientos suscitados en el pueblo cristiano.Ellos han precedido la reforma «oficial» lleva-da a cabo en los concilios convocados desdeRoma. Los ejemplos son abundantes: Clunyen el siglo XI, la Compañía de Jesús o el sur-gir de comunidades de observantes antes deTrento. El nacimiento del Estado moderno yde las ideologías cambian netamente el papelde la Iglesia en el mundo; indudablemente, co-mo institución la Iglesia pierde el protagonis-mo de épocas anteriores. Sin embargo, tam-bién existen movimientos que si bien no desta-can por la novedad de su mensaje, responden alas necesidades planteadas por la nueva socie-dad industrial. A menudo estos movimientos

se inspiran en la espiritualidad de otros másantiguos. Es notable la importancia que la mu-jer adquiere como iniciadora de numerosasfundaciones; son nuevos carismas que obligana la Jerarquía a modificar en bastantes aspec-tos el derecho canónico. En el presente siglolos movimientos destacan por su carácter pro-fundamente laical en consonancia con las en-señanzas del último concilio. Completa estaobra un apéndice que incluye los discursos delas Jornadas de Pentecostés de 1998 y una des-cripción de los principales movimientos surgi-dos después del Vaticano II.

El documentado y sugerente estudio delilustre historiador comboniano presenta, sinembargo, algunos interrogantes. Parece lógicosu entusiasmo por los movimientos aparecidosen los últimos años. No obstante, resulta pro-blemático, desde el punto de vista jurídico yteológico, tratar como del mismo género los«movimientos» misionales apostólicos, los «mo-vimientos» que dieron lugar a las Órdenes re-ligiosas, y los «movimientos» (en sentido es-tricto) que ahora emergen en la Iglesia.

A. Azanza Elío

Juan Luis LORDA, Avanzar en teología. Pre-supuestos y horizontes del trabajo teológico,Ediciones Palabra («Libros Palabra», 27), Ma-drid 1999, 244 pp.

El título de este libro acierta a expresar suplanteamiento y contenido. Como observa Lu-cas F. Mateo-Seco en el prólogo, el autor «ofre-ce su experiencia y su reflexión sobre cómoavanzar en teología, al tiempo que él mismo con-tinúa avanzando» (p. 14).

Los primeros capítulos despliegan un«mapa» de la teología. Constituyen, a la vez,un alto en el camino para determinar posicio-nes mediante una reflexión teórico-práctica.Al contestar el autor las preguntas que se haformulado sobre el significado de «avanzar enteología» y el «talante del teólogo», ve apare-

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cer una serie de problemas que reclaman unanálisis antes de decidir sobre la ruta más ade-cuada para proseguir el camino. En esta parteanalítica, se exponen precisamente los aspec-tos problemáticos y sus posibles causas. En el«mapa» aparecen desdibujados o se han perdi-do algunos elementos importantes para la an-dadura teológica: el contenido de verdad haperdido protagonismo a causa de la prolifera-ción del «discurso indirecto»; la teología bíbli-ca ha desaparecido debido a una hermenéuticacentrada en el pasado; se echa en falta un plan-teamiento más vital y menos abstracto en lasdisciplinas temáticas; el discurso teológico seha hecho más complejo y disperso, dificultan-do así la unidad del saber teológico; y, comoconsecuencia, se ha generado un grave proble-ma pedagógico.

Desde el terreno mismo de la situaciónanalizada, el autor, en un esfuerzo de síntesis,propone un modo de «avanzar». Para ello su-giere recuperar la idea clásica del saber comohábito personal, con las características propiasde la teología. En su dimensión externa, el sa-ber teológico se ve como «un saber comparti-do» a través de la enseñanza y la evangeliza-ción; en su dimensión interna, la teología es«cristocéntrica». En su desarrollo implica me-moria y erudición histórica, y escuchar a losmaestros, sin que el pensamiento de un maes-tro deba convertirse en un sistema formal. Losrequisitos metodológicos son: en primer lugar,la fe de la Iglesia, vivida en el ámbito perso-nal-eclesial y hecha testimonio; además, en eldiscurso teológico propiamente, es necesariorecuperar las «tres formas de racionalidad»presentes ya desde los orígenes de la teología,que el autor designa con unos términos inspi-rados en Hans Urs von Balthasar como mo-mento «ontológico, dramático y mistérico». To-do ello en un horizonte abierto al progreso sinutopías ni sustituciones, pronto al diálogo ecu-ménico e interreligioso.

El autor termina con una conclusión sinté-tica sobre la forma de «avanzar en teología» en

el umbral del tercer milenio: «mantener vivosa los maestros, buscar síntesis pedagógicas yorientarse a las necesidades de la evangeliza-ción, con sensibilidad ecuménica» (p. 237).

En definitiva, no se trata de un manual nide un vademecum, sino de un libro orientadorque por su planteamiento amplio y positivopuede alentar la andadura teológica de quie-nes apenas comienzan y también de los queya han dejado atrás parte del trayecto. El sub-título «presupuestos y horizontes del trabajoteológico» se confirma, pues, a lo largo de lalectura.

E. Reinhardt

Alister E. M CGRATH , Historical Theology.An Introduction to the History of ChristianThought, Blackwell, Oxford 1998, XIV + 388pp.

El Prof. Alister McGrath, Director del Wy-cliff Hall de la Universidad de Oxford, y Rese-arch Lecturer in Theology, conocido por susinvestigaciones sobre la polémica en torno a lajustificación (acerca de la cual ha publicadouna obra muy importante, de la que damos tam-bién noticia en este volumen de AHIg), publi-ca ahora un manual de teología histórica parasus alumnos oxonienses.

El A. reconoce, en el Prefacio, que la ma-teria es de suyo muy amplia. Con todo, ha lo-grado una excelente síntesis, muy didácticapor los recursos tipográficos empleados, losmapas aducidos; práctica también de consultapor los oportunos índices que se incluyen (su-mario, índice desarrollado, glosario de termi-nología, una guía para lecturas de ampliación,índice de fuentes citadas, índice onomástico,etc.). Ha evitado los pies de página, para faci-litar la consulta.

La perspectiva de su análisis, desde laóptica anglicana, resulta muy respetuosa paratodas las corrientes doctrinales. La obra cons-

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ta de un capítulo introductorio (dedicado a lanoción de Teología y de Teología histórica), alque sigue una división cronólogica, en cuatropartes: período patrístico (100-451), EdadMedia y Renacimiento (ca. 500-1500), la Re-forma (1500-1750), período moderno y con-temporánea (desde 1750). Una periodizaciónclásica, que podrá ser aceptada por todos,cualesquiera que sean sus posiciones historio-gráficas. Al final de cada parte aparecen unos«Case Studies», en que se detiene en cuestio-nes puntuales especialmente debatidas en elperíodo considerado. Estos «Case Studies»llevan anejos los textos mentados, para su co-nocimiento directo por parte de los alumnos.

El libro es una buena síntesis entre unaHistoria de los teólogos y una Historia de losdebates dogmáticos. Entre los movimientos teo-lógicos posteriores a la Ilustración, incluye lateología católica y la ortodoxa («Roman Ca-tholic Theological Movement» y «Eastern Or-thodoxy Theological Movement») junto a la«teología negra», el postliberalismo, el femi-nismo, el pentecostalismo, etc. Latinoamericamerece un epígrafe especial dentro de la cuar-ta parte del libro, con atención a la Teologíade la Liberación. Entre teólogos católicos noliberacionistas, cita la Escuela de Tubinga,Newman, Henri de Lubac, Yves-Marie Con-gar, Hans Küng, Edward Schillebeeckx, PietSchoonenberg, Karl Rahner, etc. Reconoce lagran importancia del Catecismo de la IglesiaCatólica, publicado 1992, al que considera co-mo «un suma lúcida de temas de pensamientocatólico romano moderno, actualizado a la luzdel Vaticano II».

J.I. Saranyana

Mark L. M CPHERRAN, The Religion of Socra-tes, The Pennsylvania State University Press,University Park, Pennsylvania 1997, 354 pp.

El autor, profesor de filosofía en la uni-versidad de Maine, ofrece una minuciosa in-

vestigación del espíritu religioso del genial fi-lósofo. El libro es necesario porque la reli-gión o lo religioso tuvo una influencia en Só-crates que muchos filósofos (quizás por nopracticar ninguna) se han esforzado en negar-le, como si fuera algo indigno para Sócratesrendirse a los dioses de la mitología griega.Sócrates no cayó de ninguna manera en ma-nos de dioses pero fue un ciudadano y pensa-dor profundamente religioso, y casi mejor,verdaderamente religioso. El libro parece di-rigido precisamente a filósofos profesionalescuyas carreras académicas parecerían exigirdejar la religión a la entrada del campus. Co-mo decía aquel gran estudioso de Sócrates,Gregory Vlastos, remover de los textos lasclaras referencias religiosas sería una inter-vención quirúrgica que mata al paciente. Nose trata de alegorías, o mera retórica. McPhe-rran acepta esos textos en toda su seriedad, yasí puede ver en Sócrates un momento impor-tante y una contribución sólida al pensamien-to religioso occidental. Fue un hombre de sutiempo, pero fue también «un fino crítico yreformador racional» tanto de la tradición re-ligiosa que heredó, como de las nuevas incur-siones teológicas y cúlticas con las que se en-contró mientras transitaba por la Atenas delsiglo V. Sócrates entendió su misión filosófi-ca como una misión divina, encomendada a élpor los dioses, y es la fuerza de ese «manda-to» lo que le lleva incansable a hablar con susciudadanos como el más grande servicio aellos y a la ciudad.

Por otra parte, cuando Sócrates aparececomo un intelectual, pone constante énfasisen que sólo podemos ser persuadidos de ver-dad por nuestro propio razonamiento. Si susinterlocutores ofrecen algún argumento «reli-gioso», pronto lo rechaza. Sin embargo, el fa-moso elenchossocrático acaba en fracaso lamayor parte de las veces; y la imposibilidadde llegar a un conocimiento moral seguro, ha-ce exclamar a Sócrates que él no es sabio ennada, «ni grande ni pequeño» (Apologia, 21b2-5). El contraste entre esta doble actitud escép-

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tica-racionalista por un lado, y abierta a lo re-ligioso o a lo extra-racional por otro, es noto-rio, y fuerza a aceptar la paradoja socráticapues parece tanto un teísta sincero como unagnóstico convencido. Las ideas filosóficas ylas ideas religiosas de Sócrates son parte deun «todo sin costura», y fue este acierto loque hizo posible su contribución a la reformaracional de la religión griega. Sólo cuando lafilosofía es «arte de la vida» entiende el sin-sentido de una supuesta antipatía entre la ra-zón humana y la fe cristiana, como un ilustrefilósofo que viste de blanco lleva años predi-cando por todo el globo, un Sócrates modernosi no fuera porque prefiere ser discípulo deCristo.

A. de Silva

Joaquín L. ORTEGA , Los jubileos. Su historiay sentido,Biblioteca de Autores Cristianos(«BAC 2000», 22), Madrid 1999, 126 pp.

El Gran Jubileo del 2000 en el que esta-mos ya inmersos ha suscitado, desde hace tresaños en que fuera anunciado por Juan PabloII, múltiples iniciativas. Unas han sido de ca-rácter oficial y tienen como promotores alpropio Papa y a los Obispos en sus Diócesis.Otras, en cambio, proceden de la libre deter-minación de personas singulares. Entre estasúltimas hemos de situar la publicación de estelibro. El mero hecho de abordar esta temáticaya es un acierto en sí mismo, pues los jubileosno son materia conocida para la inmensa ma-yoría de los cristianos y, menos todavía, susdesarrollos históricos. Por todo ello, el pre-sente volumen resulta muy oportuno y escla-recedor.

La finalidad de los jubileos cristianos ladefine, con precisión, nuestro autor: «La con-versión, el perdón de los pecados, la confe-sión del dominio de Dios, la indulgenciaotorgada, la gratitud por la salvación, la mi-sericordia suplicada y practicada, el amor al

prójimo como expresión del amor a Dios, an-dan indefectiblemente en el lenguaje de lasbulas, en las expresiones de la piedad cristia-na y en las crónicas que nos ha transmitido lamemoria de todos los jubileos celebrados enla era cristiana» (p. 30). Es claro que no siem-pre se han alcanzado estas finalidades, sobretodo si tenemos en cuenta la dimensión histó-rica de estos acontecimientos. Pero, hay quereconocer en el tiempo una categoría funda-mentalmente cristiana, como afirmara JuanPablo II en la Tertio millenio adveniente: «Alos dos mil años de distancia de aquel aconte-cimiento, siento el deber de reafirmar confuerza que en el cristianismo el tiempo tieneuna importancia fundamental». Así pues, esmérito también del autor explicitar en el tiem-po la evolución de los jubileos, que se inicia-ron en 1300 con Bonifacio VIII y que lleganhasta nuestros días.

El libro está constituido por una presenta-ción y tres capítulos. El primero de los cualesse consagra a cuestiones previas, tales como elsentido de los jubileos en el Antiguo y en elNuevo Testamento, el jubileo cristiano, pere-grinaciones, ritos, memorias, constantes, etc.El segundo, que es el más extenso, se ocupa decada uno de los jubileos habidos desde el sigloXIV hasta el presente, considerándolos en sucontexto histórico. El tercero lleva por título:«El Gran Jubileo del 2000», y en él se extien-de el autor en resaltar las características y no-vedades que aporta en relación con anterioresediciones jubilares. Termina con un bibliogra-fía orientativa para el curioso lector de estostemas.

En conclusión, se puede afirmar que noshallamos ante una obra, dirigida al gran públi-co, que ha sido bien concebida y llevada a fe-liz término. Vaya, pues, nuestra cordial felici-tación al autor y a la BAC por esta publica-ción.

D. Ramos-Lissón

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Hernán J. PEREDA, 2000 años de Cristianis-mo. Historiograma del camino de la Iglesia,prólogo de Eugenio Romero Pose, CaparrósEds., Madrid 1999, 14 pp. + 8 historiogra-mas.

Ha sido una buena iniciativa la de publi-car este libro que se presenta con la finalidadpastoral de orientar a todo el que quiera reco-rrer el camino de la Iglesia en estos 2000 añosde vida cristiana. Por ello el autor lo presentacomo un «mapa de carreteras» que conducen alvivir cristiano de los siglos transcurridos.

Lo ha realizado, como fruto de una pa-ciente labor docente entre universitarios, Her-nán Pereda que expresa como el elemento cla-ve en su elaboración, la unidad de la Historiade la Salvación vetero y novotestamentaria,centrada en los acontecimientos pascuales.

Reúne ocho grandes historiogramas: 1) loscomienzos y la cristianización del Imperio ro-mano (desde los comienzos de la era cristianahasta el año 500); 2) migración y evangeliza-ción de los pueblos bárbaros (500-1100); 3) lacristiandad (1100-1400), el renacimiento (1400-1500) y las reformas (1500-1699); 4) absolutis-mos (1600-1770) y la revolución de las ideas(1770-1820); 5) liberalismo y la cuestión social(1820-1900); 6) totalitarismos (1900-1945) yreconstrucción de Europa (1945-1950); 7) épo-ca del Concilio Vaticano II (1951-1981); y 8)fin del milenio (1982-1999) y celebración enRoma del 2000.

Los recursos de la informática han permi-tido una buena disposición de los elementosreunidos, el uso de un colorido variado por ti-po de datos: eclesiásticos, políticos y cultura-les, en su más amplia acepción, y la inserciónde grabados de fondo alusivos a los aconteci-mientos de cada época, facilita la pronta lectu-ra del historiograma. Con todas las limitacio-nes que el establecer unas fechas tope impone,es este un buen subsidio para la enseñanza dela historia de la Iglesia. El propósito anuncia-do de convertir estos historiogramas en mate-

rial accesible a través de medios informáticosserá sin duda bien recibido por el interesadoen estos temas

E. Luque Alcaide

Elaine SCARRY , On Beauty and Being Just,Princeton University Press, Princeton 1999,134 pp.

La cuestión de la belleza y la moralidades clásica, pero en las últimas décadas del si-glo XX se intentó resolver el problema supri-miento a la belleza y siendo ella misma exilia-da como una frívola distracción de cuestionessociales graves. La crítica política de la belle-za llegó a intimidar de tal manera a algunos ar-tistas que más parecían escribir o pintar ideo-logías que dedicarse a la producción de obje-tos hermosos. Llovieron sobre la belleza todotipo de insultos, y se hizo casi ridículo hablarde la belleza de un soneto o de una estatua. Seempezó a utilizar a los artistas para un objeti-vo político. El Papa Juan Pablo II, que no pa-rece dejar un agravio sin justo arreglo, escribióen 1999 una carta a los artistas defendiendo sutrabajo, y haciendo un hermoso elogio de labelleza y de todas las artes como una actividadhumana excelente en la que la fe cristianasiempre ha visto una amiga y colaboradora. Almenos en el pensamiento papal la belleza y laverdad volvían a estar unidas.

Ahora, Elaine Scarry, profesora de Litera-tura inglesa y de Estética en la Universidad deHarvard, y la autora de una obra indispensa-ble, The Body in Pain, ofrece una original yfascinante defensa de la belleza desde el puntode vista de los que piensan que no es nada másque una distracción de problemas sociales acu-ciantes. No sólo reafirma Scarry la conexiónclásica entre lo bello y lo verdadero, sino queda un paso más allá argumentando que el actode prestar atención a cualquier objeto hermosoconlleva una clara y distinta percepción queensancha la mente del espectador y fomenta

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un interés en la justicia. Ve complicidad cons-tructiva entre la belleza y la justicia. La lenguainglesa ayuda porque being fair significa serjusto y ser bello, pero la idea esencial será re-conocida por cualquiera que haya reflexionadoun poco sobre la experiencia de contemplarcosas o personas bellas. Scarry ve en objetosbellos algo sagrado, que no tiene precedente,que es vital, que reafirma la vida, la reproduc-ción de lo bello, y que incita a la deliberación.El objeto hermoso llena la mente y aun así in-vita a una búsqueda fuera de sí misma. Es lallamada misteriosa de una realidad de másallá, superior tanto a la obra como al artista.Scarry destruye argumentos como el de que lamirada destruye lo bello, o la cosificacion quepretenden ocurre, y otras necedades más o me-nos modernas y ve en la belleza himno y pali-nodia.

Aunque el argumento tenga sus puntosdébiles y no persuada al profesor de filosofía,el intento de Elaine Scarry en defensa de la be-lleza me parece oportuno y muy digno de elo-gio. Yo soy de los que sin ser «esteticistas»creo en la necesidad de la belleza. Nadie quelea este libro lo terminará sin un profundo re-conocimiento del valor sublime de la bellezanatural o artificial, y es posible que, si cierra ellibro y dirige consciente la mirada a algun ob-jeto bello (por ejemplo, la misma portada dellibro, con una serie de huevos de pájaros ame-ricanos), sólo recordando la tesis haga mayorconexion con la verdad y con la justicia. Si elargumento no es a prueba de balas (como mu-chos objetos bellos definidos por su fragili-dad), demuestra al menos que debería ser así yque así será algún día en un mundo auténtica-mente bello y justo.

A. de Silva

Juan F. SELLÉS, Curso breve de Teoría del Co-nocimiento, Universidad de La Sabana, Santaféde Bogotá 1997, 174 pp.

El autor, profesor de Filosofía en la Uni-versidad de La Sabana, realiza, en esta obra elmeritorio esfuerzo de presentar en forma claray sintéticauna visión bastante completa delconocimiento humano, inspirándose en lasdoctrinas gnoseológicas de Aristóteles, Tomásde Aquino y Leonardo Polo (cfr. p. 8). No setrata, sin embargo, de un texto de iniciación:aunque Sellés comienza indicando las nocio-nes centrales sobre las que se basa (cfr. p. 9),en numerosas ocasiones prescinde de análisisy explicaciones que serían necesarias para unprincipiante. De hecho, el libro es el resultadode un curso de Doctorado que impartió en lacarrera de Filosofía de la Universidad de la Sa-bana.

A lo largo de los 22 capítulos que compo-nen la obra, Sellés consigue exponer las distintascuestiones con brevedad y, a la vez, con profun-didad. Además, a la luz de la doctrina expuestaen cada apartado, hace oportunas referencias aotros planteamientos con la justa valoración delos mismos. Esto da muestra no sólo del domi-nio de la materia por parte del autor, sino tam-bién de su conocimiento del pensamiento deotros filósofos.

Como afirma el mismo Sellés, la improntadel Estagirita, así como la de Tomás de Aquinoy la de Polo, son patentes en sus formulaciones.En este sentido, quizá la originalidad del librose sitúa precisamente en los planteamientos querealiza el autor inspirándose en el último de losfilósofos nombrados. De hecho, el que Selléspresente tesis de Polo como un avance respectoa las de los otros dos grandes filósofos invita avalorar su pensamiento y a profundizar en elmismo. Esto se advierte, por ejemplo, en los ca-pítulos 13 —Los actos de la inteligencia—, 14—Los actos de la vía racional— y 17 —Hábi-tos teóricos: conciencia, abstractivo, generali-zante, conceptual y de ciencia—, donde apare-cen nociones típicamente poleanas —conciencia,líneas operativas de la inteligencia, unificacióndel logos, fundamentación, etc.— suscritas porSellés. Sin embargo, sin pretender descalificar

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el talante especulativo de Polo, tal vez conven-ga matizar la afirmación de Sellés en el capítu-lo 21 —El hábito de sabiduría—, en la que sos-tiene que la genuina noción de sabiduríapre-sente en la tradición aristotélico-tomista, hasido recuperada y explicitada en nuestros díaspor el filósofo español (cfr. p. 159). En efecto,en la lectura del capítulo se comprueba una vi-sión de este hábito convergente con la de otrosfilósofos contemporáneos —E. Gilson, C. Car-dona, J. Pieper, por ejemplo—.

Resultan particularmente sugerentes lasconsideraciones de Sellés sobre el intelectoagente —cfr. cap. 22: El entendimiento agen-te—, bajo la guía de sus tres grandes maestros:se trata de afirmaciones cuyo importante con-tenido especulativo invita a ulteriores profun-dizaciones.

En definitiva, nos encontramos ante unainteresante obra filosófica en la que el autorconsigue tratar con originalidad las cuestionesnucleares de la teoría del conocimiento, y esti-mular la reflexión para ahondar en esas cues-tiones.

Mª C. Reyes Leiva

ANTIGÜEDAD CRISTIANA

SAINT AUGUSTINE, Newly Discovered Ser-mons, New City Press, Nueva York 1997, 452pp.

Los sermones descubiertos por FrançoisDolbeau en 1989 y por él también editados(Augustin d’Hippone, Vingt-six Sermons auPeuple d’Afrique Retrouvé à Mayence, Insti-tut d’Etudes Augustiniennes, Paris 1996) hansido traducidos al inglés y anotados con graninteligencia y economía por Edmund Hill, quetambién ha preparado para la misma colec-ción los otros diez volúmenes de sermones yel De Trinitate. Esta nueva edición de las

obras completas de San Agustín, traducidas yeditadas «para el siglo XXI», como anuncia lapublicidad de la editorial y del «AugustinianHeritage Institute», que son los responsablesde la colección, será, con sus cuarenta y seistomos, la primera edición «completa» en in-glés.

El magnífico orador latino que era Agus-tín sabía que lo propio del obispo es predicarla Palabra de Dios y lo hacía cuatro o cincoveces por semana en sermones que nunca pa-recen rutinarios sino trabajados con esmeropero siempre con espacio para improvisar. Sutalento brilla en toda su producción homiléti-ca, a pesar de pasajes en los que por una causau otra también parece dormitar, como Home-ro, el gran Doctor de la Iglesia. En esta traduc-ción podemos oír la voz misma de Agustín, yen muchas de sus páginas, la oímos por prime-ra vez en asombrosa novedad. Asombrosa nosólo porque veintiuno de estos sermones erandesconocidos antes de 1989 sino también por-que la traducción de Edmund Hill respeta elestilo propio del predicador, y hace vibrar laspalabras y las ideas de manera que pronto ellector se siente uno más en aquellas comuni-dades africanas que tuvieron la suerte de escu-charle entre los años 397 y 416. La voz de esteextraordinario orador romano resuena en estaspáginas haciendo de su lectura una experienciainolvidable.

He aquí una oportunidad de escucharalAgustín de carne y hueso. Por ejemplo, en elsegundo sermón en esta edición (Dolbeau 28),y que Edmund Hill data hacia el año 427,oimos la voz de un predicador que acaba depadecer una enfermedad. El sermón es sobrela ayuda de Dios en la aflicción, el Dios que«ha sido tan bueno conmigo que me ha res-taurado a mi a vosotros y mi voz a vuestrosoídos». Le escuchamos como a uno que haacabado de pasar por la enfermedad y el sufri-miento, pero también a uno que está afectado,como predicador, por su enfermedad (o vejez)y en algunos momentos se muestra distraído

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en su pensamiento y casi divagando. Vemosel deseo de su audiencia por escucharle perotambién la fragilidad física de Agustín des-pués de una dolorosa intervención quirúrgica.En otro sermón, metido de lleno en su tema,la justificación por la fe en Cristo, hace unapregunta retórica sólo para sorprender luego asus oyentes con su cansancio: «Sí, una pre-gunta difícil, pero ya estoy bastante cansado.Así que si no respondo muy bien del todo,que la complete Aquel al que todos pertene-cemos». Su entusiasmo hace que algunas ve-ces los sermones vayan por otros vericuetos eideas no previstas en la preparación, o que enalgún momento llegue a usar de manera ilegí-tima algún texto de la Escritura, o se alargancuando ya parece terminar, o siguen a pesardel cansancio. «Sí, la verdad es que ya habéisescuchado muchas cosas y muy importantes;pero como si acabarais de llegar, escuchad loque deseáis oír todavía más, y seguiré aquí enpie y hablándoos y sintiéndome yo mismo dé-bil».

Brilla desde su «cátedra» el empeño per-sonal por la verdad de lo que predica. «Si al-guien lee mi libro, que me juzgue. Si he dichoalgo razonable, que no me siga a mí, sino a lamisma razón; si lo he demostrado por mediodel más claro testimonio divino, que no me si-ga a mí sino a la divina Escritura». Este grupode sermones (treinta frente a los más de qui-nientos ya conocidos antes) no descubre mu-chas cosas que no sepamos de Agustín o deltratamiento de los temas, circunstancias, etc.,pero ponen a la vista más joyas y perlas de suespléndida corona como teólogo y comenta-rista de la Escritura. Su dominio lingüístico yretórico se manifiesta bien en esta traduccióninglesa y despierta en el lector cierto deseo deleer los sermones en el original latino. En mu-chos momentos se encuentra el mismo lectorhaciendo lo que no podían hacer quienes losescucharon: releer las mismas palabras sabo-reando tanto su contenido como la expresión.En un sermón sobre el amor de Dios y delprójimo (90A, Dolbeau 11), vemos a Agustín

deleitándose en su oficio cristiano que no esotro que hacer expresa la revelación del Diosdel amor; lo hace con tal gusto que explicaque sólo un mandamiento hubiera sido nece-sario y es «Amarás al prójimo como a ti mis-mo».

Su dominio retórico es prodigioso. Perotambién se muestra consciente de los peligrosdel lenguaje humano a la hora de comunicarel mensaje divino. La lectura de los sermonesme hizo recordar muchas veces aquella mara-villosa consigna de San Francisco de Asís:«Predica el Evangelio a todas horas. Si es ne-cesario, usa palabras». En ese mismo sermónescuchamos a Agustín casi lamentando quehaya necesidad de extenderse con palabras yexplicaciones: «Mirad, cuanto más grandeslas mentes de la gente, tanto más les basta lodicho en breve. Grandes mentes prefierenbreves explicaciones; pero mentes pequeñas,al entender menos, quieren que se lo expli-quen todo en gran detalle. Tengo miedo dematar de aburrimiento al primer tipo de per-sonas». Sin embargo, las palabras y explica-ciones son necesarias, y Agustín no se cansade predicar, no sólo por su deber episcopal,sino porque, no hay que dudarlo, es un predi-cador y escritor nato. Al final de otro sermón,o cadena de sermones, predicado en Boseth(pueblo entre Cartago y Tagaste) y al que ha-bían dejado entrar a algunos paganos, decía:«Por favor, que los que ya están agotados deescuchar excusen a aquellos que tienen ganasde más; y que los que todavía quieren másexcusen, por favor, a los que están agotados,porque el tiempo nos está ya forzando a con-cluir el sermón. Porque tal, según veo, esvuestra codicia por Cristo que fácilmente po-dríais escuchar más; pero no nos queda tiem-po». En ese momento los paganos salen de laiglesia, y Agustín predicador aprovecha paradecir a los cristianos que la mejor predica-ción es la vida de los cristianos fuera de laiglesia: «Os ruego a todos que de la mismamanera que os deleitáis en la palabra de Dios,expreséis ese deleite en las vidas que vivís.

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Que la palabra de Dios os dé placer no sóloen vuestros oídos sino también en vuestroscorazones; no sólo en vuestros corazones si-no también en vuestras vidas» (360B, Dol-beau 25). He aquí la bandera de un predica-dor cristiano nato que reconoce su oficio depregonero para animar a su audiencia a escu-char no meras palabras humanas sino aquellaPalabra que en su humildad y misericordia sehizo carne haciendo posible que la encarnentodos a su vez en sus vidas.

A. de Silva

Philippe ESCOLAN, Monachisme et Église. Lemonachisme syrien du IVe au VIIe siècle: un mo-nachisme charismatique,Beauchesne («Théo-logie Historique», 109), Paris 1999, pp. 410.

El monacato sirio tiene unas característi-cas que lo singularizan si lo comparamos conotras manifestaciones del fenómeno monásti-co, tanto en Oriente, como en Occidente. Y esmérito del autor haber sabido poner de relieveesa diferencia. En una primera aproximaciónse detectan en este modo de vivir la vida ascé-tica dos factores importantes: la reclusión y elestilismo. Pero al lado de estas manifestacio-nes existen otras en los monjes sirios, que tie-nende común una cierta violencia, tanto haciaellos mismos, como hacia los demás. Este últi-mo punto se puede explicar, según el autor,«par l’âpreté des conflits ecclésiastiques en cet-terégion... L’analyse des sources —Jean d’Éphe-se par example— montre bien que ce sont lar-gement les moines qui sont à l’origine de cestroubles» (p. 1).

La obra se distribuye en una introduc-ción y nueve capítulos, cuyos títulos son lossiguientes: La herencia del primer ascetismosirio (1º); Las herejías (2º); El mesalianismo(3º); El compromiso en la vida monástica(4º); La financiación del monacato: la clien-tela monástica (5º); Los monjes y la sociedadlaica: evangelización y predicación (6º); Laordenación de los monjes y el sacerdocio mo-

nástico (7º); La influencia de los monjes so-bre el episcopado (8º); Los monjes en losconflictos eclesiásticos (9º). Termina con unaconclusión, una bibliografía y dos índices:uno de nombres de personas y otro de luga-res.

El autor sitúa los antecedentes del primiti-vo cristianismo sirio siguiendo a G. Theissen,que lo sintetiza en su carácter itinerante, en lapredicación y en la curación. Este modelo decristianismo se basa en la Didaché y en los He-chos de Tomás. Convendrá tener en cuenta tam-bién los elementos judeo-cristianos, que sub-sistirán a lo largo del siglo IV, y que explica lafimeza de Afraates y Efrén polemizando con-tra los judíos. A todo ellos hay que añadir laespera escatológica, que ocupará un lugar im-portante en la vida de la Iglesia, y que daráorigen a posiciones milenaristas y encratistas.Estas últimas propiciarán un ascetismo vividopor los llamados «hijos del pacto» (Bnay Qya-ma), cuya influencia será considerable en eldesarrollo de la Iglesia siria.

Nos parece interesante destacar la exposi-ción que se hace del movimiento mesalianocomo una tendencia interna, aunque desviada,del monacato sirio. En el núcleo de este movi-miento heterodoxo prima la liberación del hom-bre de la inhabitación de Satán, ocurrida por lapérdida del Espíritu Santo en los orígenes dela humanidad. Para los mesalianos, la salva-ción, la recepción del Espíritu implica la ex-pulsión de Satanás del hombre. Para llegar aese resultado utilizan técnicas ascéticas espe-cíficas, entre las que destaca el llamado «bau-tismo del Espíritu» o «bautismo de fuego».Entre otras cosas curiosas de estos monjesdesviados figura su rechazo del trabajo comoalgo «malo», según nos testimonio Teodoretode Ciro. Sostiene también el autor que la «ora-ción continuada» es otra característica de losmonjes mesalianos. Permítasenos disentir detal afirmación, pues como es bien sabido estetipo de oración es practicada ya en esta épocapor los monjes ortodoxos, como fueron los

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hesycastas, y fue divulgada en Occidente porJuan Casiano.

También han despertado nuestro interéslos capítulos 7º y 8º. En ellos aparece conclaridad que el acceso de los monjes al sacer-docio va a favorecer su influencia o el domi-nio sobre el episcopado sirio. Este hecho pue-de explicar, en parte, la gravedad de los con-flictos eclesiásticos. La ocupación de sedesepiscopales por los monjes es una prácticaantigua en Siria. Existe también una modali-dad especial, que son los obispos itinerantes,aunque se va imponiendo paulatinamente laestabilidad episcopal de acuerdo con el orde-namiento canónico. Para el autor el «chore-piscopo» representa una dificultad a la horade buscar una explicación de la misión quedesempeña.

Sobre Simeón Estilita el joven se hacenalgunas valoraciones, que no parecen dedu-cirse, en buena lógica, de los hechos de su vi-da. Veamos un caso concreto. Simeón eraasediado por los peregrinos, que le pedíanpoder asistir a una Eucaristía celebrada porél. Lo mismo le sucedía a sus discípulos, quedeseaban asistir a una liturgia verdaderamen-te ortodoxa. Entonces comenta el autor: «Orqui pouvait mieux que Syméon être le garantde l’orthodoxie de la cérémonie! C’est la per-sonalité du célébrant qui, dans ce cas, permetd’affirmer la validité du sacrement. Là enco-re le charisme de la sainteté prend le dessussur le principe de l’objetivité sacramentelle»(p. 274). Esta conclusión resulta algo extra-polada y precisaría una mayor matización,sin necesidad de recurrir a presentar un casode confrontación sobre la validez de un sacra-mento, que no ha sido cuestionado en cuantotal.

En síntesis, se puede decir que esta obrarepresenta una aproximación al conocimientodel monacato sirio durante unos siglos en losque se produce una expansión del mismo, tan-to en territorios del Imperio Bizantino, comoen los de Persia.

D. Ramos-Lissón

EUSEBIO DE CESAREA, Historia eclesiástica,Biblioteca de Autores Cristianos (BAC, 349 y350) 2 vols., texto, versión española, introduc-ción y notas de A. Velasco-Delgado, 2ª ed.,Madrid 1997, 690 pp.

Agotada ya hace años la primera ediciónde esta excelente obra, saludamos con aplausoesta segunda revisada. El P. Argimiro Velasconos presenta en el prólogo cuales son los crite-rios que ha tenido en cuenta en esta última edi-ción: «corregir lo que debía enmendarse, eli-minar lo caducado y añadir las novedades, so-bre todo bibliográficas, que pusieran al día, enlo posible, la adecuada interpretación del tex-to, en la línea de lo buscado y —a juzgar porla acogida de la crítica— conseguido en la pri-mera edición» (p. 11*).

Como es bien sabido, la presente obra hasido estructurada en dos volúmenes, pero conla paginación continuada. En la introducciónel P. Velasco hace un perfil biográfico de Eu-sebio de Cesarea y un estudio pormenorizadode los aspectos formales de la Historia ecle-siástica eusebiana. Un elenco de abreviaturasy una selecta bibliografía completan la intro-ducción. Al final de la obra se ofrecen al lectorunos selectos índices: de citas y alusiones es-criturísticas, de nombres propios, de materias,de autores y obras citados o aludidos por Eu-sebio, de autores citados en las notas, y de pa-labras griegas.

De las muchas cosas buenas que encon-tramos en esta edición tal vez se podrían des-tacar las notas, que son eruditísmas y perti-nentes al texto, de modo que ayudan tanto allector ocasional no especializado, como al co-nocedor de la ciencia patrística. Un ejemplo delo que decimos se puede encontrar en la p. 50,nota 171. En el texto eusebiano se reproduceel famoso testimonio de Flavio Josefo sobreJesús (HE, I, 11, 7-8). El comentario del P. Ve-lasco nos ofrece una buena síntesis de las trestendencias hermenéuticas de los estudiosos so-bre este punto: 1) Que el pasaje íntegro repro-ducido es auténtico (Burkitt y Harnack [1913]).

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2) Que el pasaje íntegro es una interpolacióncristiana (Niese [1893], Schürer [1901], Nor-den [1913], Juste [1914], Meyer [1921], Zei-tlin [1917]). 3) Que el pasaje es auténtico ensu mayor parte con solo alguna alteración tex-tual (Pelletier [1964], Feldmann [1965], Thac-keray [1967], Winter [1968], Dubarle [1973],Wallace-Hadrill 1974], Bammel [1974], Betz[1982], Nodet [1985], Twelvetree [1985], Ver-mès [1987].

La traducción castellana de la primera edi-ción mereció, en su momento, elogiosos co-mentarios de los estudiosos en la materia. No-sotros nos sumamos a esas valoraciones, por-que responden a la realidad. Podríamos decirque en el autor de la presente traducción con-curren dos cualidades importantes y necesariaspara toda buena versión: un buen dominio delas dos lenguas que se utilizan y un buen cono-cimiento de los contextos literarios de ambosidiomas.

Consideramos, por tanto, un acierto de laBAC la reedición de esta obra fundamental deEusebio, y le auguramos una gran difusión entodos los ámbitos culturales.

D. Ramos-Lissón

Sabine MACCORMACK , The Shadows of Poetry:Vergil in the Mind of Augustine, University ofCalifornia Press, Berkeley 1998, 258 pp., 15ilustraciones.

El nombre de Agustín de Hipona imperasobre la tradición cristiana con tal majestad einfluencia decisiva de muchos siglos que aveces no deja lugar a pensar en las influen-cias que otros autores tuvieron sobre él, co-mo, por ejemplo, el gran poeta romano Virgi-lio. Nunca escribió Agustín sobre Virgilio pe-ro leyó asiduamente sus obras, se dejó influir,naturalmente, por él y lo usó a lo largo de to-da su vida de diferentes maneras y por razo-nes distintas.

En este libro, Sabine MacCormack estu-dia la influencia que tuvo el poeta pagano so-bre el escritor cristiano y concluye que no esposible dar una sola respuesta. Como todo lec-tor que persevera con obras clásicas en unalectura y recuerdo continuo, Agustín leyó aVirgilio de manera distinta en su juventud y ensu madurez. En la primera, la lectura es másemocional, mira al sentimiento, a la expresiónen palabras de grandes pasiones humanas,mientras que más adelante en la vida, la poesíatiene eco en el espacio cristiano de un obispopreocupado por sus responsabilidades en suiglesia y en su comunidad monástica. Aunqueno haya una respuesta única a este diálogo en-tre los dos clásicos escritores, pagano y cristia-no, lo más importante es que Agustín vio enVirgilio un autor cuyos valores e ideas se man-tenían vivos y con gran fuerza, por mucho queél mismo discrepara. No fue para él una vozen el pasado sino una presencia real. De ahíque en unas ocasiones parezca entablar un diá-logo con el poeta y en otras pelearse con él. Ensus dos libros más famosos, las Confesionesyla Ciudad de Dios, la presencia de Virgilio esnotoria. En el primero, el viaje de Eneas apa-rece como un modelo a rechazar, mientras que,en el segundo, Virgilio es el portavoz de la ci-vilización romana por excelencia. Navegandode Cartago a Italia Agustín se vio como otroEneas, aunque de signo muy distinto. En lugarde buscar una tierra para su pueblo, Agustíncruza las aguas para encontrar al Dios verda-dero. En la Ciudad de Dios, y de manera se-mejante, Virgilio no puede ser nada más queuna sombra de la ciudad eterna, la construidapor el amor de Dios.

Pero hay algo más en esta relación entredos escritores, porque abundan las citas deVirgilio tanto en los libros como en los sermo-nes y cartas de Agustín. Virgilio era el granclásico latino, el poeta que formó y retocó ellenguaje, y es lógico que fuera utilizado de esamanera. Sin embargo, no fue para Agustín co-mo escritor cristiano simplemente una fuentede «citas de adorno», ni tampoco de pensa-

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mientos de gran poder persuasor. Más que usarel poder persuasivo de Virgilio, la presenciadel poeta romano en Agustín es la presencia dehaber sido persuadido por él de alguna mane-ra, a veces profunda y duradera. Por supuesto,comparado con la influencia de la Sagrada Es-critura, la de Virgilio sobre San Agustín, esuna gota en el mar. Cuando lo cruzó para re-gresar a Africa, el texto sagrado judeo-cristia-no se puso de forma definitiva y absoluta enprimera línea, pero la influencia del poeta ro-mano siguió presente aún en contra del senti-miento cristiano de Agustín.

A. de Silva

Ramsay MACMULLEN , Christianity & Paga-nism in the Fourth to Eighth Centuries, YaleUniversity Press, New Haven-Londres 1999,282 pp.

La transición del paganismo al cristia-nismo no ocurrió de la noche a la mañana, niaconteció en dulce y suave persuasión facili-tada por una creencia pagana ya débil y ago-nizante, incapaz de resistir la verdad evangé-lica, sino que ocurrió con la protección y per-secución del gobierno imperial romano y enuna persistente influencia de los dioses anti-guos y de las prácticas religiosas tradiciona-les. Estas tesis fundamentales de MacMullenno han sido del todo desconocidas pero suprodigiosa erudición las deja ver con mayorfuerza aunque sean susceptibles de una inter-pretación más refinada. De cualquier modo lacomplejidad de la historia en esos cuatro si-glos tiene considerable interés para el creyen-te moderno.

A principios del siglo XX Chesterton, porejemplo, veía a los discípulos de Cristo triun-fando no sobre un paganismo enfermizo y mo-ribundo sino sobre una religiosidad vibrante yllena de vitalidad. En piadosos oídos cristia-nos, el mismo término «pagano» suena a algorápido e inconsistente, pero no hay duda deque el paganismo era una religión completa y

antigua, con fieles, creencias, deberes de pie-dad religiosa, tradiciones de muchos siglos ytodas profundamente arraigadas en la vida fa-miliar y social. La presión religiosa por partecristiana, desafortunadamente, tampoco es des-conocida, y esta obra la documenta con una pa-sión un tanto violenta y quizá excesiva.

El primer capítulo, titulado «Persecución»,describe el empeño cristiano de eliminar el pa-ganismo de una vez por todas. En el tercer mi-lenio de la Iglesia no puede extrañar ni escan-dalizar a nadie que MacMullen hable de perse-cución contra los paganos. El aumento deoficiales cristianos, eran ya mayoría hacia losaños 360-370, facilitó a mediados del siglo Vque el poder imperial se convirtiera en instru-mento de una «persecución» [sic] que hizomás conversos que mártires pues fuera del ju-daísmo y cristianismo ninguna creencia reli-giosa antigua contempló en serio el martirio.Pero el paganismo probó ser «algo de gran re-sistencia» y aun cuando no quedaban espaciosreligiosos para los dioses de antaño ni mástemplos en pie, persistió como culto privado(exactamente como algunos creyentes japone-ses mucho después mantendrían la fe cristia-na). Lo que para los cristianos era mera su-perstición, para los paganos era más que unacreencia dada la estrecha conexión entre lo sa-grado y lo profano; los dioses del campo, porejemplo, no eran algo abstracto sino unido demanera vital al interés por cultivar bien. Lamisma noción de pietases pagana. Todo tipode necesidades humanas ordinarias eran satis-fechas por la religión tradicional pagana. Contodo, la expansión cristiana contribuyó a cier-to desprestigio de la misma institución cristia-na.

El capítulo titulado «Asimilación» no esmenos interesante. Muchas costumbres y mo-dos de conducta paganos se metieron comopor ósmosis en el estilo cristiano. (No hayaquí lugar de entrar en la cuestión del cristia-nismo «puro»). Ni es pequeña curiosidad elque muchas cosas que para muchos creyentes

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parecen «absolutamente» cristianas y tradicio-nales, no son en su más remoto origen sinomodos de hacer paganos que, o bien los cristia-nos tomaron de ellos mientras buscaban mo-dos de expresar su fe, o bien no pudieron su-primir por completo. A veces, aun con la evi-dencia que tenemos, no es fácil decir una uotra cosa. Fiestas nocturnas, velas, flores, pro-cesiones públicas, incienso, etc. se encontra-rían en esta categoría, como también el culto ala inmortalidad. Hoy sabemos que el cultocristiano de los muertos (mártires) asimila ri-tos paganos, sublimándolos. «Que no se des-truyan los santuarios sino sólo los ídolos» es-cribía San Gregorio, de modo que los nuevosconversos pudieran seguir yendo al lugar acos-tumbrado donde veneraron todo tipo de diosessus antepasados. En el siglo VIII hay obisposque condenan procesiones con estatuas desantos, y no hay duda de que, hasta que se hi-cieron presencia familiar, difícilmente pudoevitar toda sospecha la veneración de las imá-genes cristianas. MacMullen rechaza la coe-xistencia de dos sistemas de creencia religio-sa, uno para el pueblo, con los restos paganosimposibles de borrar, y otro para clérigos ycristianos «ilustrados», por así decirlo. Haymás bien todo un espectro en la influencia pa-gana sobre el cristianismo.

Todo esto es de gran interés no sólo histó-rico sino religioso. «Probadlo todo», decía elapóstol Pablo. Y luego Agustín y el mismo Je-rónimo explicarían al gran mensajero de labuena Nueva asegurando que «no somos cris-tianos al nacer». Junto a la pureza doctrinal delcristianismo, existe toda una gama de religio-sidad que los cristianos han tomado de otroscreyentes, por la sencilla razón que los paga-nos no eran no-creyentes o ateos. Sus costum-bres religiosas paganas satisfacían necesidadeshumanas que siguen presentes en nuestrotiempo sin disminución de la urgencia. La do-cumentación de MacMullen es indisputablepero mi explicación no es que el cristianismofuera incapaz de mantenerse libre de toda esainfluencia pagana, o que sucumbiera a ella ha-

ciéndose un cristianismo «impuro», «menoscristiano» que en sus comienzos al ser man-chado por fuerzas exteriores. Por otra parte, lasuperstición, como decía Newman, está máscercana a la religión verdadera que el seco ag-nosticismo, es decir, es más humana y satisfa-ce necesidades profundas. No quiero decir quetoda esa variedad de expresión religiosa seasuperstición, por supuesto, sino que la purezay belleza del cristianismo en su esencia origi-nal (la Buena Nueva) no fuera tan extraordina-ria y tan al margen de este mundo, que no tu-viera más remedio, si deseaba sobrevivir entrehombres y mujeres (y niños) de carne y hueso,que aceptar modos de expresar la religiosidadprofundamente enraizados en la tierra, en elespíritu humano, o mejor, en la carne de la hu-manidad. Lo hizo a menudo aceptando prácti-cas y comportamientos que aun transformados(o bautizados) parecen casi superstición, sobretodo cuando se piensa en la asombrosa desmi-tologización que son los relatos evangélicos.En cualquier explicación de la piedad cristia-na, el buen apologeta que llevamos dentro sa-be distinguir entre lo que es esencial y lo acci-dental.

Desde que el mundo es moderno, muchoscristianos han detectado esa influencia «paga-na» y han hecho a veces cierta burla de ella,como si se tratara de gusanos en la fruta cristia-na. Algunos temperamentos o algunas épocasde la vida (como también la diferente actitudreligiosa de los paganos) verán en esta historiafascinante de influencia pagana una manera deentender «prácticas» religiosas que hoy pare-cen absolutamente cristianas pero que nacieronen otra cuna. No cristiana pero sí humana. Je-sús de Nazaret no vino a destruir sino a salvar.Y este libro prueba con gran eficacia que «eltriunfo de la iglesia no fue uno de obliteraciónsino de un gran abrazo y asimilación» (p. 159).La pureza de lo que es la esencia del cristianis-mo sólo se halla en las incandescencias delamor trinitario. Así es, pero no hay modo hu-mano de evitar la señal de la Cruz cuando elnombre del Padre y del Hijo y del Espíritu San-

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to son invocados por una persona con cabeza,corazón y brazos.

A. de Silva

RIUS I CAMPS, Josep (ed.), Orígenes. Tractatdels principis, intoducció, text revisat, traduc-ció i notes de ____________, Fundació BernatMetge («Col.lecció dels Clàssics Grecs i Lla-tins», 309-310), Barcelona 1998, 2 vols., 280+ 216 pp.

La prestigiosa Fundación Bernat Metgenos ofrece esta cuidada edición bilingüe, latín-catalán, del tratado «De principiis» de Orí-genes, realizada por el profesor Rius-Camps,buen conocedor de la obra del genial alejan-drino.

En la introducción, el prof. Rius-Campsnos presenta la figura de Orígenes, revaloriza-da por la moderna investigación patrística, queha conseguido apartar sombras de prejuicioshistóricos depositados contra la persona y lasobras del Alejandrino. Se presenta inicialmen-te un perfil biográfico de la personalidad deOrígenes con interesantes anotaciones sobrecada una de sus obras. A continuación se nosofrece un estudio sobre el PERI ARCWN orige-niano. Desgraciadamente no ha llegado hastanosotros el texto griego de Orígenes, de talmanera que los editores de esta obra han deservirse de traducciones y de extractos más omenos amplios. El texto base será la traduc-ción latina de Rufino de Aquileya, que estápresente en 34 manuscritos, de los cuales Ko-estschau utilizará siete para su edición crítica,mientras que Görgemanns coleccionará ocho.De la traducción de Jerónimo sólo se puedecontar con algunos extractos, publicados en laedición crítica de Hilberg. También tiene encuenta el editor las veinticuatro citas de estaobra que aparecen en la Carta a Menas de Jus-tiniano. Un valor singular tendrá también larecensión que hace Focio en su Biblioteca, so-bre todo para la reconstrucción del texto origi-nal.

El autor de la presente edición se ha be-neficiado de las ediciones críticas publicadasanteriormente del De principiis, pero a la vez,hay que apreciar también el notable esfuerzode reconstrucción, que han supuesto sus estu-dios sobre este tema, que han cristalizado entrabajos como El Peri Archon d’Orígenes.Radiografia del primer tractat de teologiadogmàtico-sapiencial (1985), y Los diversosestratos redaccionales del Peri Archon deOrígenes (1987), entre otros. Según la hipóte-sis del prof. Rius-Camps la obra de Orígenesestá organizada desde un punto de vista for-mal en tres ciclos, en cada uno de los cualesse desarrollan con metodología diversa lostres principios fundamentales: Dios, seres ra-cionales y mundo. Cada uno de estos ciclospodría representar la enseñanza magisterialimpartida en un curso académico. El primerciclo tendría un carácter dogmático, estaríarealizado con una metodología dogmática, in-terpretando la Escritura con la ayuda de la ra-zón, y estaría dirigido contra los gnósticos. Elsegundo lo habría dedicado a hacer una expo-sición de los tres principios fundamentalescon una metodología sapiencial, es decir, porla mente iluminada por el Espíritu Santo. Estasegunda exposición tendrá dos características:una cuestión de la incorporeidad de Dios, deCristo, del Espíritu Santo y de los seres racio-nales, y otra la profundización en las cuestio-nes no manifiestamente transmitidas en lapredicación eclesiástica. Un complemento delos dos estratos anteriores estaría también mo-tivado por su discusión con los gnósticos y endefensa del libre albedrío y lo compondríantrece cuestiones abiertas (un género literariosimilar al de las Quaestiones disputatae). Eltercer ciclo es de índole filosófica y se trataríade la última edición del Perì Archôn en dondeel Alejandrino está preocupado por el tema deincorporeidad. Estos tres ciclos y cuatro estra-tos se ofrecen al lector en un cuadro gráfico(pp. 51-53).

La presente edición, aunque sigue en lí-neas generales la traducción de Rufino, presen-

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ta, sin embargo, los diferentes estratos redac-cionales que hacen que se ofrezca una puntua-ción diversa de los editores del Corpus de Ber-lín. Las rúbricas son todas del Prof. Rius-Camps.La traducción catalana responde con fiabilidadal texto latino.

En resumen, cabe afirmar que nos en-contramos ante un trabajo importante, en elque se aprecia la laboriosidad y la capacidadde análisis filológico del autor, aunque sepueda estar en desacuerdo con sus hipótesissobre estratos redaccionales de esta obra ori-geniana.

D. Ramos-Lissón

Philip ROUSSEAU, Pachomius: The Making ofa Community in Fourth-Century Egypt, Upda-ted with a new Preface, The University of Ca-lifornia Press, Berkeley 1999, 250 (217 +xxxiii) pp., 2 mapas, 1 figura.

La dificultad de escribir una biografía dePacomio es evidente. Pero dos cualidades in-dispensables para no errar en el intento, a sa-ber, simpatía hacia su persona y escrupulosi-dad científica al usar las fuentes, se cumplencon creces en el libro de Philip Rousseau de1985 que se reimprime ahora, quince añosdespués, en rústica y por la misma editorial,con un nuevo prefacio. El libro es un modelomagisterial de investigación sobre la antigüe-dad cristiana.

Su gran mérito fue realizar el deseo delautor de ofrecer un retrato personalde Paco-mio en lugar de dejar que desapareciera detrásde su famosa y pionera institución monástica.Para Rousseau no se trataba sólo de un interésanticuario: «Muchas personas lejanas de nues-tro tiempo y de nuestros modos de pensar son,sin embargo, del todo relevantes en nuestrasnecesidades. Se merecen una nueva audienciasencillamente porque su mérito no fue recono-cido del todo ni en sus días ni en los siglos queles siguieron. Pacomio es una de esas perso-

nas». Así escribía en el prefacio de la ediciónoriginal. Ahora se muestra más cauteloso enalgunas observaciones, pero la nueva ediciónmanifiesta la relevancia para nuestro tiempode la idea pacomiana tal como él y sus monjesla pusieron en práctica.

Los dos primeros capítulos nos introdu-cen respectivamente en el Egipto del siglo IV,el lugar donde vivió Pacomio, en su complejaconfiguración cultural, política y espiritual; yen la difícil cuestión crítica de las fuentes bio-gráficas. Esta provincia romana en la que elcristianismo floreció de muchas maneras, sedistinguía entonces por un nuevo sentido de launidad imperial romana, por el crecimiento yla estabilidad de la institución eclesial, y poruna cierta vinculación entre la ciudad y lo ru-ral, que contribuyeron o hicieron posible elexperimento cenobítico. En otras palabras,antes de entrar en el estudio biográfico pro-piamente dicho, Rousseau empieza a borrarrasgos de la caricatura de Pacomio (y del fe-nómeno monástico en general) que le tienecomo un caso clínico de aversión social. Prue-ba con claridad que «la huida del mundanalruido» no fue ni la motivación ni la intenciónde Pacomio, sino todo lo contrario. Su ideaera transferir los hábitos o modos cívicos aldesierto o a la vida anacoreta. Lejos de seruna evasión de la vida social, el monje entra-ba en auténtica solidaridad con los demás y enservicio de los necesitados. La similitud entrelas enseñanzas de Pacomio y algunas de lasideas de Plotino no deja lugar a dudas del inte-rés cenobítico: el desarrollo y la hermosura in-terior del monje, la lucha ascética como mediopara alcanzar la posesión de uno mismo. Alhacernos más conscientes del clima cultural yespiritual de Egipto, del «estado de fluidez delas tradiciones religiosas en tiempo de Paco-mio», Rousseau nos pone en mejores condi-ciones de entender el monasticismo y su rele-vancia, entonces y hoy.

El capítulo sobre las fuentes interesarásobre todo a especialistas en Pacomio y en la

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vida monástica, pero también puede ser unaespléndida lección para el novel historiador ohistoriadora por las dificultades críticas queplantean y por el esfuerzo de Rousseau enusarlas con corrección. En un nuevo prefacioa esta edición, el autor vuelve a la cuestiónteniendo en cuenta la investigación más re-ciente.

La biografía propiamente dicha empiezacon el tercer capítulo en donde Rousseau des-cribe lo que Pacomio deseaba hacer con lafundación cenobítica; y corrige luego la ima-gen de un fundador aislado del mundo a su al-rededor (su entorno religioso y secular enEgipto), pintando al famoso monje, con rigu-roso y crítico uso de las fuentes, anclado a gus-to en sus tiempos y necesidades y, sobre todo,como alguien que lejos de contentarse con loque ha conseguido, como si fuera un modelodefinitivo y absoluto de vida ascética, sigueabierto a los cambios que traerán otras épocas,necesidades y personas. Otros tres capítulosdescriben la vida monástica: un día en la vidade los monjes, el tema de la autoridad y sufundamento, la cuestión de la responsabilidadpersonal del monje en su progreso espiritual.El siguiente capítulo (cap. VII) es el centro dellibro pues investiga en detalle precisamenteesa conquista espiritual de los monjes que leslleva a hacerse imagen de Dios en la tierra.Con los dos últimos capítulos, Rousseau salede alguna manera fuera de la institución mo-nástica para estudiar la relación entre los mo-nasterios y la sociedad que los rodea, tanto lacomunidad del pueblo o ciudad en donde seubican como la comunidad cristiana y autori-dad eclesiástica.

Desde el principio Pacomio entendió lavida ascética como una obligación hacia losdemás, es decir, el trabajo manual de los mon-jes no era, como a veces quiere la caricatura,matar el tiempo o evitar tentaciones, sino be-neficio a quienes estaban necesitados. La vidaen común no era una manera de economizar ode asociarse unos con otros, sino un modo deformar una comunidad evangélica basada en

el mutuo respeto y apoyo. La simpatía deRousseau le lleva a resaltar algo que una lectu-ra superficial de las fuentes podría pasar poralto y que se expresa bien en la realidad de lakoinoníacristiana. Los monjes de Tabennesi, ydespués de tantos otros monasterios, se distin-guían por una actitud mental más que por unaregla o plan sistemático de conducta bajo laobediencia como valor supremo. Rousseau con-firma y refuerza algo que vio bien otro erudito,Fidelis Ruppert, a saber, que en el famoso fun-dador del monasticismo la obediencia no sesingulariza nunca ni como la más importanteni como la más elevada de las virtudes. Las re-glas prácticas eran medios y siempre se aplica-ban tras cuidadosa, y en muchas ocasionestierna, consideración de las personas. Algunasanécdotas que Rousseau repite son inolvida-bles. A Pacomio le interesaba sobre todo otrointerés o preocupación el estado interior delmonje, no la mera conformidad externa. «Enel régimen de Pacomio, dos actitudes iban ma-no a mano: una atención llena de simpatía porlas necesidades del individuo, y una firme cre-encia en la posibilidad de crecimiento y en laimportancia de una libertad inteligente quepermite su objetivo a ese crecimiento». Lejosde la caricatura del monje como retrato de la«sumisión» o «conformidad», al fundador dela vida monástica le interesaba el conocimien-to de uno mismo.

El objetivo ascético, por lo tanto, de estosprimeros monjes cristianos estaba delineadocon estos firmes trazos: la ayuda mutua y laresponsabilidad personal; la importancia de laSagrada Escritura como fuente de ideas y co-mo medio para la tranquilidad interior y elcontrol de uno mismo; el valor fundamental dela libertad individual; el deseo consecuente dellevar al monje a una aceptación de sus necesi-dades y limitaciones; y la toma de concienciade la presencia de Dios como contexto y focodel trabajo y de la oración. El asceticismo dePacomio era moderado y practicable, lejano atodo espíritu competitivo o a una búsqueda dela incomodidad (mortificación) por sí misma.

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Su compasión con monjes enfermos era exqui-sita. «Este es el amor de Dios», decía, «tenercompasión unos por otros». La idea cenobíticano consistía en dar un mínimo de vida social alos eremitas; era una auténtica vida en el amorcristiano, en la paciencia, la ayuda mutua, dartiempo.

En la última parte del libro, Rousseau sa-le del monasterio y examina las relaciones delos monjes con los obispos, la institución ecle-siástica, y la población civil. «En el mundo sinser del mundo» siempre ha probado ser undesafío espiritual considerable. Aquellos cris-tianos «ascetas» que se sentían llamados a «sa-lir del mundo» comprobaron también que noes posible salir del todo de él, y bien está queasí sea.

A. de Silva

EDAD MEDIAY RENACIMIENTO

Bernardine BARNE, Michelangelo’s Last Jud-gement: The Renaissance Response, Univer-sity of California Press, Berkeley (California)1998, 8 láminas en color y 70 fotografías enb/n, 172 + xix pp.

El Juicio Final, en toda su angustia, o me-jor, la segunda venida de Cristo en su inimagi-nable esplendor, es una de las verdades másimportantes del cristianismo, aunque la ten-sión escatológica de los primeros cristianos seha desdibujado considerablemente en la edadmoderna quizá debido a que hemos tenido ma-yor tendencia a ver el horror del juicio y no elesplendor de Cristo glorioso. La representa-ción artística de esta verdad ha sido siempreuna manera de captar la atención del especta-dor para advertirle y hacerle pensar: «Te pasa-rá a ti. Ahí estarás tú». Pero la intención no eraprovocar terror sino gozo, el gozo del día delSeñor.

Sobre el juicio final no hay obra más fa-mosa que la de Michelangelo Buonarrotti en laCapilla Sixtina, en la que trabajó entre 1536 y1541, y la reciente restauración de ese espaciotan lleno de asombro estético y espiritual noha hecho sino aumentar el interés por esa obracumbre de la pintura. El Juicio Final fue enor-memente popular como motivo artístico en elsiglo XIV y el fresco de Michelangelo lo iba arevitalizar como tema pictórico hasta bien en-trado el siglo XVII.

Bernardine Barnes estudia en esta esplén-dida monografía la respuesta crítica que tuvoel Juicio Final de la Sixtina y supone que Mi-chelangelo pintó de manera ideal para una au-diencia muy particular: el Papa y las personasde la corte papal. Para Barnes, Michelangelono es sólo un artista sino que es un hombrecreyente y religioso, movido por razones queno pueden reducirse a lo estético. El libro bus-ca entender esta pintura a través de las reac-ciones de la gente que lo vio (posiblementedistintas de las que la misma pintura causa hoycuando se admira más como arte que comoicono religioso). Los primeros en contemplar-lo serían clérigos, y además, con cierto refina-miento estético, versados en las artes liberalesy en teología, y capaces de leer las alusionesen la pintura; por ejemplo, de reconocer la in-fluencia de Dante en Buonarrotti. Es decir, se-rían el espectador ideal en la mente del artista,y no hace falta mucho acumen para darse cuen-ta de que están muy lejos del turista mediocontemporáneo que sabe que no puede irse deRoma sin ver el Juicio Final, pero que una vezen la Capilla Sixtina sólo es capaz de decir,¡Qué bónito!, y atropellado por la multitud co-rre al siguiente objeto artístico en su guía ne-cesaria.

Los religiosos teatinos entre otras vocesdel siglo XVI, representantes de la postura ul-traconservadora, denunciaron los desnudosdel fresco como del todo inapropiados en unlugar sagrado. Tampoco les gustó la juventudclásica e imberbe de Cristo, su figura comoApolo, así lo ve Barnes (para quien la Virgen

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parece inspirada en una Venus reclinada en lamisma postura). Pietro Aretino pronto criticóla pintura como contraria a la idea de deco-rum renacentista, en la medida en que en lu-gar de tener una audiencia reducida, religiosa yestéticamente sofisticada, la obra se hace in-mensamente popular. Vasari acudió a la de-fensa de Michelangelo haciendo de esa famo-sa pared el centro de una controversia sin finsobre el arte religioso y la belleza del cuerpohumano, belleza que fue, sin duda alguna, elcentro de la obra artística de Michelangelo.Por las razones que sea siempre hay quien só-lo es capaz de ver el desnudo de la belleza yno la belleza del desnudo, como escribió PíoXII. Para los impuros todas las cosas son im-puras. Al final, no hubo más remedio quemandar pintar algunos taparrabos haciendo deuna obra sublime del espíritu humano un ta-pujo indecoroso.

Para Michelangelo, que tuvo ya en vidafama de artista piadoso y aún santo, la bellezaes perfección de Dios y la figura humana, elcuerpo, es el modelo más noble y elevado enarte. Este libro, editado con esmero en la co-lección «Discovery Series», vuelve a recordarla posibilidad de la confluencia entre espíritu ymateria, arte y religión, lo sagrado y lo profa-no, el alma y el cuerpo, pues, como decía Al-berti, el movimiento del alma es el movimien-to del cuerpo.

A. de Silva

Joël BIARD , Guillaume d’Ockham et la théo-logie, Cerf [«Initiations au Moyen Âge»], Pa-ris 1999, 132 pp.

Esta monografía forma parte de la serie«Eredità medievale» que se elabora para el«Institut pour l’histoire de la théologie médié-vale» y es dirigida por Inos Biffi y CostanteMarabelli. El autor es profesor agregado de Fi-losofía y director de investigación en el «Cen-tre d’histoire des sciences et des philosophiesarabes et médiévales» (CNRS).

La elección del título «Guillaume d’Oc-kham et la théologie» (y no: «La théologie deGuillaume d’Ockham») apunta al problemacentral de la obra, que es la posición crítica deOckham frente a la teología elaborada por suspredecesores, que le lleva a cuestionar de for-ma radical si es posible una «ciencia teológi-ca». Al establecer el contexto histórico, Biardpone el acento en el período inmediatamenteanterior a Ockham, sobre todo en la influenciaque ejerce en él Duns Escoto, a la vez que escriticado por el «Venerabilis Inceptor». El re-sultado es una filosofía nueva, elaborada des-de la teología, que a su vez influirá en el que-hacer teológico dando lugar a la llamada «viamoderna». La originalidad de Ockham comoteólogo, señala Briard, consiste en el análisislógico-lingüístico aplicado a la teología y en laimportancia unilateral de la omnipotencia di-vina, que repercutirá en la doctrina sobre lagracia, el mérito y la predestinación.

La postura de Ockham frente a la teologíay su propia perspectiva teológica es analizadaen los dos capítulos centrales de la obra, dondese debate el estatuto epistemológico de la teo-logía según Ockham, a través de dos temasfundamentales: «Penser le divin», que trata delos atributos divinos y de la demostrabilidadde la existencia de Dios, y «Dieu et les créatu-res», donde se abordan los temas de la cienciadivina y su objeto, los futuros contingentes y,finalmente, la predestinación y la gracia. El úl-timo capítulo, a modo de conclusión, muestracómo Ockham —siendo plenamente coheren-te con sus presupuestos y su método— tieneque negar a la teología el estatuto de «cien-cia». A medida que la teología debía sobrevi-vir, como disciplina institucional, a la críticaockhamiana, observa Biard, los teólogos pos-teriores acogieron no obstante al ockhamismoen el espectro de concepciones teológicas endebate, asumiendo concretamente el uso gene-ralizado de la lógica —una lógica cada vez máscompleja—, el recurso a la omnipotencia divi-na y la cuestión peculiar de la gracia. De ahínació una «teología ockhamista» donde quizá

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pasó a un segundo plano lo esencial y donde laruptura de la teología-ciencia daba paso a unuso diversificado de la razón en el examen delas múltiples cuestiones relacionadas con lasalvación. Es la teología que estudiará más tar-de Martín Lutero en Erfurt.

El autor trabaja desde la comprensión delos textos ockhamianos, teniendo a la vista almismo tiempo la bibliografía sobre el tema. Lamonografía es escueta en su desarrollo, con unlenguaje preciso y condensado. En definitiva,se toca el nervio del problema de la teologíapara Guillermo de Ockham y se muestra laperspectiva histórica.

E. Reinhardt

John J. CLEARY (ed.), The Perennial traditionof Neoplatonism,Leuven University Press(«Ancient and Medieval Philosophy. De Wulf-Mansion Centre. Series 1», 24), Leuven/Lou-vain 1977, 578 pp.

Este volumen contiene una selección delas comunicaciones presentadas en la Confe-rencia Internacional que tuvo lugar en julio de1995 en Maynooth, Irlanda, organizada paracelebrar el bicentenario de St. Patrick’s Colle-ge de Maynooth. Hubo más de cincuenta co-municaciones en los tres idiomas oficiales,con más de cien participantes de tres continen-tes distintos. La organización de la conferenciafue asumida por el departamento de Filosofíade Maynooth bajo los auspicios de la SociedadStephen Mckenna.

En un principio, el título general de laConferencia fue: «Misticismo, racionalismo yempirismo en la tradición neoplatónica». Enrealidad este epígrafe recogía con bastanteprecisión los trabajos allí presentados. Debidoa la selección que se ha tenido que llevar a ca-bo a la hora de realizar este volumen, el editorconsideró que la palabra «perennial» se ade-cuaba muy bien a lo que el libro podía ofrecer.Apoyado en el significado que aparece en losdiccionarios, esta palabra, perennial, nos remi-

te a algo que pervive, es decir que dura perode un modo dinámico, con actividad. Esto sepuede aplicar muy bien a la historia de la tra-dición neoplatónica desde la antigüedad hastanuestro días.

El mismo editor señala en la introducciónque, al principio, el neoplatonismo no se vio así mismo como algo nuevo sino más bien co-mo el resurgir de un viejo tronco llamado pla-tonismo. Habiendo sido transplantado desdeGreciahasta los más exóticos lugares, echó raí-ces en Egipto y después en Italia con Plotinocomo representante y modelo. Después, el neo-platonismo continuó progresando como un hí-brido llamado Filosofía cristiana, la cual so-brevivió al duro invierno de la edad oscura yfloreció en la primavera de la Edad Media. Fuesólo en el avanzado verano del renacimientoitaliano cuando el neoplatonismo floreció otravez.

En el ambiente moderno dominado por larazón calculadora, el neoplatonismo ha encon-trado más dificultad para echar raíces debido aque se le relacionaba con la religión y con lamagia natural. En el siglo XIX, el romanticis-mo representó un serio intento por cultivar eljardín neoplatónico como un refugio para lasdeshumanizadoras tendencias de la modernatecnología. Dentro del presente siglo el neo-platonismo parece estar en una especie de pe-ligro del pensamiento filosófico, excepto en elprotegido espacio de los estudiosos clásicoscomo Hilary Astrong. Confiamos que la So-ciedad de Stephen Mckenna continuará estosestudios con expertos y escolares del mismomodo.

El volumen está dividido en doce capítu-los que recogen una media de dos o tres comu-nicaciones. Ante la imposibilidad de comentarlos estudios por separado enunciaré los títulosde los distintos capítulos; esto nos da un índiceaproximado de la amplitud de temas que se re-cogieron en esa conferencia internacional. Teo-logía neoplatónica, Platón y Neoplatonismo,El Nousplotiniano, el misticismo de Plotino,el eudemonismo, la Escuela neoplatónica, la

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epistemología del último neoplatónico, la últi-ma Academia neoplatónica, el neoplatonismopatrístico y medieval, el neoplatonismo árabey judío, el renacimiento del neoplatonismo ypor último el moderno neoplatonismo.

Los estudios son de alta calidad científica,la bibliografía que acompaña a la mayor partede las ponencias, muestra la seriedad y el rigorcon el que se han llevado a cabo. El volumenen su conjunto me parece que es una valiosaaportación para los estudios de este periodo delpensamiento. Los índices de lugares, de auto-res y de nombres hacen que esta obra sea unareferencia para posteriores investigaciones.

Mª S. Fernández-García

Carlos DEL VALLE RODRÍGUEZ (ed.), La con-troversia judeocristiana en España. (Desdelos orígenes hasta el siglo XIII). Homenaje aDomingo Muñoz León, CSIC-Instituto de Filo-logía (Serie B: Controversia, 11), Madrid 1998,357 pp.

Con motivo del sexagésimo quinto ani-versario del Prof. Domingo Muñoz León (Jaén,1930), miembro durante dos quinquenios de laPontificia Comisión Bíblica (1984-1995), Co-laborador Científico del CSIC, profesor visitan-te de varias Universidades, entre ellas la Uni-versidad de Navarra, sus colegas del CSIC lehan dedicado un merecido volumen-homena-je, donde se combinan los elementos históri-cos postcristianos del judaísmo, especialmenteen la Hispania christiana, con los intereses es-trictamente bíblicos, que fueron la particulardedicación profesional de Don Domingo. Laedición ha corrido a cargo del Dr. Carlos delValle, Investigador Científico del CSIC, adscri-to al Instituto de Filología (Departamento deEstudios Hebraicos). Al final del volumen vie-ne el curriculum vitae et operumdel Dr. Do-mingo Muñoz León.

Una parte considerable de esta miscelá-nea ha sido redactada por el propio editor. DonCarlos del Valle es autor directo de diez ca-pítulos de la obra, que cuenta con veintidós.

Otro detalle interesante es que el propio home-najeadoha redactado el capítulo 21, sobre «SanPedro Pascual, obispo de Jaén», autor de obrasen castellano y en lemosín (es decir, en cata-lán), cuya autenticidad, de éstas últimas, ha si-do discutida por algunos. Las obras de impug-nación de la «secta mahometana» (son dos)fueron escritas en castellano y, por consiguien-te, su autenticidad no se debate. En cambio,las obras de controversia judeocristiana fueronpreparadas en lemosín, y, por ello, su paterni-dad es insegura.

A lo largo de las páginas de este volumendesfilan las grandes controversias y los másdestacados controversistas (hasta el siglo XIII,inclusive), desde el Concilio de Elvira (en lasproximidades de Granada), celebrado a comien-zos del siglo IV, hasta las dos grandes «dispu-tas» de Barcelona (1263) y Mallorca (1286),sin olvidar los polemistas clásicos alto y ple-nomedievales, como Pedro Alfonso, RamónMartí y Ramón Llull.

Una obra, pues, que no es mera miscelá-nea o yuxtaposición de temas, sino que reúneuna unidad innegable y contribuye a uno delos temas historiográficos más actuales: las re-laciones de judíos y cristianos en el solar ibéri-co, y los contenidos teológico-bíblicos de lasdiscusiones y debates.

J.I. Saranyana

Richard FLETCHER , The Barbarian Conver-sion: From Paganism to Christianity, Univer-sity of California Press, Berkeley 1999, 575pp, 36 illustraciones en b/n, 10 mapas.

Richard Fletcher, historiador educado enOxford, y cuyas dos últimas investigacionessobre la edad media son poco menos que ex-traordinarias —Moorish Spainy The Quest forEl Cid, que recibió varios premios— acepta eneste nuevo libro una tarea ambiciosa: ni más nimenos que el relato histórico de la conversiónde los habitantes de Europa a la fe cristiana enel milenio que va del siglo IV al XIV. No fueuna transformación que ocurrió en un santiamén.

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Cualquiera que sepa un poco de esa complica-da y fascinante historia, entenderá que dar unavisión del largo proceso en un solo volumenparece imposible hasta que uno lo ve realizadocon considerable éxito por Fletcher. De cami-no, además, uno se ve obligado a reformarideas y prejuicios sobre un fenómeno históricode enorme importancia. Fletcher limita su in-vestigación a la cristiandad latina, es decir, eloeste y el norte del continente europeo. La ta-rea de síntesis es inmensa, y evidente la gran-deza del tema, pues no se trata sólo de una cues-tión religiosa (la conversión propiamente di-cha) sino también de una cuestión cultural,social, geográfica, y económica. El resultadode ese proceso milenial es la civilización occi-dental europea, y cualquiera que sea la actitudante «la idea de Europa», se trata de la civili-zación de nuestro mundo.

Mucho se ha hablado, en la calle y en lasaulas, del fin del cristianismo y a veces pode-mos tener la impresión de estar en su larga yfinal agonía. Sería más exacto decir, sin em-bargo, que el cristianismo apenas está empe-zando. Fletcher cita la opinión, quizá más teo-rética que otra cosa, del historiador francésJean Delumeau que vio en la reforma protes-tante y en la contrarreforma católica dos movi-mientos cristianos de interiorización y espiri-tualización de la fe. La opinión me parece muyexagerada, pero aun errante apunta a una ver-dad cristiana fundamental que es el carácterasombrosamente vital de la fe, la verdad comoalgo vivo y en desarrollo, con un instinto cer-tero de sobrevivencia. Chesterton dijo algunavez que aun «pasada por agua» la fe cristianaera capaz de hacer polvo todas las ideologíase intentos de substitución. En el cristianismocabe siempre la posibilidad de una nueva con-versión después de la primera por la que unoes hecho cristiano.

La dificultad de hacer la historia de esa«conversión de los pueblos bárbaros» es evi-dente. En primer lugar, ¿qué significa conver-sión al cristianismo? Desde un punto de vista(sacramental), el Bautismo hace al cristiano.

Pero, ¿sólo eso? Vivir como cristiano no signi-ficaba siempre en la práctica la misma cosa.«Conversión podía significar cosas diferentespara personas diferentes al mismo tiempo. Loque se exigía del converso podía variar segúnvariaran también las circunstancias o las tácti-cas o la presión de tiempo disponible o el nivelde recursos morales».

Por otra parte, la documentación (Flet-cher utiliza sobre todo literatura original) ofre-ce serios problemas. Está escrita por «profe-sionales cristianos» (como los llama el autor)y con un objetivo didáctico, lo que significaque hay buena dosis de autocensura; y quemuchas cosas que nos gustaría saber no hansido transmitidas de ninguna manera. La lite-ratura hagiográfica medieval es el ejemplomás claro, aunque Fletcher hace bien en indi-car que descartar las vidas de santas y santoscomo si fueran «credulidad infantil» no llevaa ninguna parte, y es bueno oír esto de un his-toriador como él. La misión del historiador esentender el pasado, no mirarlo con arrogancia.Además no es fácil saber exactamente quésignificaba realmente ese «paganismo». Es tancomplejo saber qué hacía un bárbaro comoqué hacía un bárbaro recién bautizado.

La idea moderna de conversión religiosa,según Fletcher, deriva en buena parte del fa-moso estudio de William James sobre Las va-riedades de la experiencia religiosa; es decir,entendemos la conversión como algo intensa-mente individual y espiritual. Pensamos inme-diatamente en casos como los de San Agustínde Hipona y San Anselmo de Canterbury, na-rradores ellos mismos de su conversión. Peroevidentemente no todos eran Agustines y An-selmos los que componen esa «conversión» delos pueblos bárbaros. «La inmensa mayoría delas personas que aceptaron el cristianismo du-rante el período de nuestro estudio no eran niletrados ni articulados. Cuando recibieron la felo hicieron, en su mayoría, millones y millo-nes de ellos, porque así se lo dijeron o porquenacieron en la fe. Las luchas que experimenta-ron en el curso de sus vidas, por lo general bre-

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ves, no eran de tipo espiritual sino más bien lasmás crudas de las luchas por la subsistenciamaterial —cómo ir tirando en un mundo quecarecía de manera crónica de alimento, calor, ysalud—». Casos como los dos famosos obisposmencionados son la excepción. No niega Flet-cher que hubo sin duda muchos otros indivi-duos con una experiencia espiritual similar, pe-ro por lo general la conversión tenía signo muydistinto de aquella convicción personal a la quesólo se llega con estudio y oración. La mismapalabra conversión (conversio) era usada poco;su uso, por lo general, indicaba (como lo hacehoy) no el paso del paganismo al cristianismosino la transición a una forma más seria, since-ra y dedicada dentro de la fe. Para muchos deestos pueblos bárbaros la fe, al menos al princi-pio, era algo que «aceptaban» o a lo que se «so-metían», es decir, más una operación pasivaque una sincera y sentida conversión individualde mente y corazón. Todo un pueblo podía asíaceptar de la noche a la mañana una disposicióny conducta más o menos cristiana como partede la Cristiandad. En más de un caso, observaFletcher, la adopción del modo cristiano y laconsolidación del poder secular iban mano amano, pero hubo otros «disolventes» del modoantiguo de conducta.

Lejos, sin embargo, de ser una religiónpara víctimas y gente sin cabeza, con disminui-da voluntad y poder de acción, como lo vería elpobre Nietzsche, y muchos otros con él, la cris-tiandad de la última fase de la edad antigua yde la edad media fue muy consciente del granatractivo que ella ejercía ante pueblos bárba-ros. La fe cristiana traía orden, estabilidad,prosperidad, y una extraordinaria confianza enlas promesas de Dios que daba sentido a lahistoria y al destino de cada pueblo.

Al acabar este largo y fascinante recorri-do de la conversión de los pueblos bárbaros,Fletcher puede refutar un viejo prejuicio anti-cristiano que presenta esos mil años como laedad oscura bajo el poder eclesiástico y tiranode la Iglesia de Roma. Escribe Fletcher: «Nose aprecia todavía adecuadamente que la Euro-

pa cristiana en la primera parte de la edad me-dia fue rica y bien administrada. La idea, hacetiempo abandonada por los medievalistas, deque la economía medieval era de alguna ma-nera “primitiva” o “subdesarrollada”, todavíatiene vasta aceptación. Pues bien, esta idea notiene fundamento alguno y merece decirse asíde la manera más enfática que sea posible». LaIglesia cristiana aparece como la auténtica ma-triz de Europa. El fenómeno del paganismo,con su falta de unión y disciplina, estaba con-denado a sucumbir.

Con un estilo ameno, muy apartado de lapedantería académica, Fletcher combina el co-nocimiento histórico concreto con la visión deconjunto del proceso de cristianización, ilumi-nando la anécdota histórica con su propia intui-ción de historiador para que podamos contem-plar en luz más clara el fenómeno extraordinariode la creación de la civilización y cultura cris-tiana europea.

A. de Silva

Eudaldo FORMENT , Id a Tomás. Principiosfundamentales del pensamiento de Santo To-más, Fundación Gratis Date, Pamplona 1998,184 pp.

La expresión que da título a esta obra delprofesor Eudaldo Forment, de la Universitatde Barcelona, está tomada de la encíclica Stu-diorum Ducem, escrita por Pío XI en 1923. ElPapa la acuñó a semejanza del versículo delÉxodo en el que se recomienda a los israelitas«Id a José»; con ella, el pontífice aconsejabauna vez más el estudio del pensamiento deSanto Tomás de Aquino. El autor recuerda queJuan Pablo II en la reciente Fides et Ratio seune a la larga serie de orientaciones de la Igle-sia sobre el pensamiento del Aquinate (Pío XII,Juan XXIII y Pablo VI).

Jacques Maritain no dudó en llamar a To-más «el Apóstol de los tiempos modernos»,por su aprecio de la inteligencia. Destaca sudoctrina abierta, sin fronteras, que responde alos retos del pensamiento actual. Forment se-

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ñala que todas las alabanzas que ha recibido lafilosofía tomista no responden al interés deimponer un sistema filosófico en la Iglesia Ca-tólica; sus principios son propuestos como se-guras normas directivas. Así aparece en lasveinticuatro tesis tomistas formuladas en 1914por la Congregación de Estudios, aunque, co-mo se sabe, se ha discutido mucho sobre la in-tención de la Sagrada Congregación de Estu-dios al publicar tales tesis.

El profesor Forment expone el origen deesas tesis y pasa en los siguientes capítulos a laexposición sucinta de las principales aportacio-nes de Tomás a la filosofía. Resulta interesantela selección de diez tesis que el autor añadiría alas anteriores veinticuatro. Algunas de ellasson: el hombre se siente obligado a aquello a loque tiende por naturaleza; la contemplaciónamorosa como complacencia, posesión y diá-logo; el ser como principio personificador; el«realismo pensante» que sería la síntesis de sudoctrina sobre el conocimiento..., etc.

El libro termina con una breve historiadel tomismo en la que se incluyen los dife-rentes congresos sobre el pensamiento delAquinate, y es completado con la bibliogra-fía. Este último capítulo consta de dos partes,la primera es una relación de las 118 obrascatalogadas de Santo Tomás y en la segundael autor ha realizado una selección de obrasrecientes en español inspiradas en el tomis-mo. En definitiva, estamos ante un libro pe-queño y práctico que puede facilitar el acer-camiento a Santo Tomás y la investigación desu pensamiento.

A. Azanza Elío

José Ángel GARCÍA CUADRADO, Domingo Bá-ñez (1528-1604): Introducción a su obra filo-sófica y teológica, Cuadernos de Anuario Filo-sófico («Serie de Filosofía Española», 13), Pam-plona 1999, 120 pp.

José Ángel García Cuadrado, Profesor deFilosofía del hombre en la Facultad eclesiásti-ca de Filosofía de la Universidad de Navarra,

es un buen conocedor de Domingo de Báñez.Ha investigado con hondura el pensamiento fi-losófico bañeciano, que es una laguna de lahistoriografía sobre la filosofía española. Desus investigaciones salió su monografía La luzdel intelecto agente. Estudio desde la metafísi-ca de Báñez(EUNSA, Pamplona 1998).

En el libro que reseñamos, que se presen-ta como una Introducción a la obra filosófica yteológica del maestro salmantino de la segun-da generación, encontramos mucho más, a mientender que una mera introducción. GarcíaCuadrado, con un estilo claro y asequible, pre-senta al lector con profundidad de buen conoce-dor del tema, una de las figuras de mayor nivelde la Escuela salmantina, que tanta influenciatuvo en el pensamiento y la cultura española yamericana del Siglo de Oro.

Domingo Báñez, maestro de Prima de Teo-logía en Salamanca, es conocido sobre todopor su protagonismo en la controversia deauxiliis en la que, encabezando la postura delos dominicos, se enfrentó al jesuita Luis deMolina. La controversia fue aguda, adquiriódimensiones universales en el mundo cristianodel momento, exigió repetidas intervencionesde la Sede apostólica y alcanzó una acritudque, al parecer del A., influyeron en la imagendel dominico Domingo de Báñez y en el cono-cimiento de su obra científica.

García Cuadrado, trata de acercarse almaestro salmantino: lo sitúa en el ambiente dela escuela de Salamanca, estudia los datos desu personalidad: los que proporcionan otros ylo que rastrea en la propia obra de Báñez; ypasa después a analizar su aportación a la filo-sofía que ve como un renovado tomismo, enque recibe la impronta del Aquinate y su meto-logía de acercamiento a la verdad sirviéndosede las fuentes del conocimiento natural, y delo sostenido por los que lo han precedido en elempeño. Con ese bagaje Báñez se adentra enel mundo de su tiempo, en el que hay una te-mática diversa a la que Tomás de Aquino con-templaba en el siglo XIII. Entre esos nuevosdatos, el descubrimiento de América, con todo

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lo que supuso en el orden natural, amplía laperspectiva. Báñez afronta esa realidad y lohace desde la centralidad de la noción del esseque logra leer en el Aquinate, superando así alos comentadores más autorizados de su tiem-po, sobre todo al propio Tomás de Vío Cayeta-no de gran autoridad también en la Orden.

Valiosa la presentación que el A. realizade la doctrina teológica bañeciana, en la queno se limita a la controversia sobre la gracia,sino que abarca distintos campos del saber teo-lógico. Presenta la aportación de Báñez a lametodología teologica. En la teología espiri-tual, el maestro salmantino se mostró como unrenovador en su momento; en efecto, por susrelaciones con Teresa de Jesús y su apoyo a lareforma del Carmelo, Báñez impulsó un inter-cambio fecundo entre teología especulativa yteología espiritual, línea metodológica que elsiglo XX ha revitalizado. Estudia su visión re-novada de la eclesiología; su lectura de la Sa-grada Escritura, la aportación bañeciana a lateología moral. En cada uno de estos campos,Báñez se mantiene en la línea del tomismo fi-dedigno y, a la vez, aporta soluciones nuevasque suponen un avance a la ciencia teológicade su momento.

Una amplia bibliografía que García Cua-drado presenta seleccionada cuidadosamente,es un buen instrumento de trabajo para el quequiera adentrarse en el estudio del autor.

E. Luque Alcaide

GERTRUDIS DE HELFTA , Mensaje de la miseri-cordia divina (El heraldo del amor divino),edición preparada por Manuel Garrido Bona-ño, Biblioteca de Autores Cristianos («Clási-cos de Espiritualidad», 9), Madrid 1999, 222 pp.

Actualmente hay un marcado interés porlas grandes místicas alemanas medievales, ysus aportaciones a la espiritualidad y a la cul-tura en general. Hay una renovada historiogra-fía sobre el tema, y se están popularizando susescritos que alcanzan una considerable difu-sión (cfr. Jutta BURGGRAF, Noveno centenario

de santa Hildegarda de Bingen, AHIg 8 [1999]357-360). Pues bien, la BAC ha tenido el acier-to de publicar este libro que recoge las revela-ciones y el mensaje espiritual de esta santa be-nedictina alemana, que publicado en castella-no por última vez en la fecha remota de 1943,era de difícil acceso.

Gertrudis (1265-ca. 1302), con notablesdotes de inteligencia e impulsada de la pasiónpor el estudio, fue educada desde niña en elmonasterio benedictino de Helfta bajo la di-rección de santa Matilde de Hackeborn, mujerde preclara cultura y de alta espiritualidad.Gertrudis, buena latinista, trabajó en el scrip-torium monástico, copiando y miniando codi-ces y fue autora de varios tratados, escritos enlatín, en los que recogió sus experiencias espi-rituales. El 27 de enero de 1281, fiesta de SanJuan Evangelista, con apenas veinticinco años,recibió la primera experiencia mística, que con-tinuarían a lo largo de su vida.

Los dos tratados principales escritos porGertrudis de Helfta son el que tituló Legatusdivinae pietatis[Mensaje de la misericordiadivina], y el que fue publicado como Ejerci-cios espirituales, que recoge siete meditacio-nes y un pequeño tratado de la vida espiritual,en el que desarrolla el tema de la unión conDios que se afianza en una religiosa a travésde las etapas del bautismo, toma de hábito,consagración, profesión religiosa, amor mise-ricordioso, nupcias místicas, y sublime consu-mación de la unión. A estas obras habría queañadir las llemadas Preces gertrudianas, com-puestas por un jesuita anónimo de Colonia, en1670, en las que da a conocer la persona y al-gunos escritos de la benedictina renana.

La obra que reseño, el Mensaje de la mi-sericordia divina, preparada cuidadosamentepor Manuel Garrido Bonaño, benedictino de laabadía de Santa Cruz del Valle de los Caídos,reúne los tres primeros libros de los cinco deque constaba la obra: el primero es un esbozode biografía, compuesto después de morir lasanta; el segundo, única parte escrita propia-mente por Gertrudis, es el memorial de sus ex-

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perienciasmísticas, el tercero son vivencias máspuntuales, como «florecillas», las llama el tra-ductor, recogidas después por quienes las oye-ron de Gertrudis de Helfta.

Del Mensaje de la misericordia divinaseconocen hoy tan sólo cinco manuscritos, dosde ellos incompletos. La primera edición lati-na la hicieron los cartujos de Colonia (ediciónde Lanspergio) en 1536, y fue reeditada nume-rosas veces en Colonia, Madrid, Salzburgo,París, etc. En 1875 Dom Paquelin, en Soles-mes, hizo la primera edición crítica y en 1968apareció una nueva edición crítica en SourcesChrétiennes. En 1505 apareció en Leipzig laprimera traducción alemana, a la que siguieronlasversiones en italiano, castellano, inglés, fran-cés, etc. En el siglo XX, el P. Timoteo Ortega,monje de Silos, preparó la edición castellanaaparecida en 1932, reeditada en Buenos Airesen 1947. Otro benedictino hizo una nueva tra-ducción editada en Barcelona en 1943.

Garrido Bonaño, redacta una Introducciónen que sitúa a Gertrudis de Helfta, en el con-texto del mundo benedictino, dentro de un cua-dro de vida con fuerte acento en la celebraciónlitúrgica y un relieve importante al estudio cen-trado en la lectio divina: estudio de la Escritu-ra, de los escritos de los Santos Padres y de losautores de la época, entre los que se apunta alos autores franciscanos de primera hora y a losescritores renanos. Tiene el acierto de acercar ala mentalidad del lector actual la espiritualidadcristocéntrica, con fuerte dimensión litúrgicade las místicas de Helfta; en concreto la misa yla eucaristía tienen en Gertrudis un relieve es-pecial, aunque la oración desborda en la coti-dianeidad del monasterio y, en todo momento,el recurso a la humanidad de Cristo en la quecobra una dimensión capital la devoción al Sa-grado Corazón de Jesús. En ese cuadro abordael sentido de las experiencias místicas que lasanta refleja en sus escritos.

La primera fiesta de santa Gertrudis seconcedió a las benedictinas de San Juan Bau-tista de Lecce (Italia), en 1606. El mismo añose le otorgó a las concepcionistas de México y

a la vez fue declarada Patrona de las IndiasOccidentales. En 1739 se extendió la celebra-ción de su fiesta a la Iglesia universal. Es unade las autoras místicas del siglo XIII más leí-das en todos los tiempos. Sus escritos le hanmerecido el sobrenombre de la «Santa Teresade Alemania», de la «santa de la humanidadde Cristo», y pionera de la devoción al Sagra-do corazón de Jesús, que floreció en Helfta, endonde convivieron las santas Matilde de Mag-deburgo, Gertrudis de Hackeborn y Matilde deHackeborn, un grupo de mujeres que alcanza-ron muy altas cotas de la cultura y de la espiri-tualidad de su tiempo.

Una bibliografía que comprende en tresapartados, las ediciones críticas, las edicionesy bibliografía española antigua y las edicionesy bibliografía española moderna son útiles ins-trumentos para los interesados en el estudiodel tema.

V. Viksne

GIOACCHINO DA FIORE , Trattati sui quattroVangeli, Centro Internazionale di Studi Gioa-chimiti (San Giovanni in Fiore), Viella LibreriaEditrice («Opere di Gioacchino da Fiore: testi estrumenti», 11), Roma 1999, xxxi + 270 pp.

Desde hace una treintena de años, un gru-po internacional e interdisciplinar de estudio-sos está investigando sobre la vida y obras deJoaquín de Fiore (†1202). Intentan, medianteun estudio riguroso de las fuentes, dar a cono-cer la figura genuina del Abad Florense en elcontexto de su tiempo y establecer el elencode sus escritos auténticos. Al mismo tiempotrabajan en la edición crítica de las Opera om-nia bajo la dirección del Prof. Kurt-Victor Sel-ge (Profesor ordinario de Historia de la Iglesiaen la Humboldt-Universität, Berlín). Hastaahora se han editado dos obras y otras dos es-tán en vías de publicación.

Los Trattati sui quattro Vangeli(Tractatussuper quatuor Evangelia) son una obra de losúltimos años de la vida de Joaquín de Fiore, quepermaneció inconclusa. Su contenido se ofrece

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ahora en traducción italiana, hecha por LetiziaPellegrini. La edición crítica está ya concluida yserá publicada en la serie de «Fonti per la storiadell’Italia medievale (Antiquitates)» del Istitutostorico italiano per il Medio Evo.

El texto de la obra de Joaquín va precedi-do de dos artículos introductorios: Claudio Leo-nardi, Premessa. Gioacchino di Fiore: esegesibiblica e profezia; Gian Luca Potestà, Introdu-zione. I «Tractatus super quatuor evangelia»,que trata de los datos de la obra como la difu-sión, autenticidad, fecha, esquema, circunstan-cias de la composición y fuentes, e introducetambién a la exégesis y la peculiar teología dela historia del abad florense. Al final de estaedición italiana figura una bibliografía de fuen-tes y un índice bíblico.

Esta obra, que se puede considerar comoun paso previo para la edición crítica, hace ac-cesible este texto de Joaquín de Fiore a un pú-blico más amplio. El comentario a los cuatroevangelios resulta especialmente interesantepor la fecha en que fue escrito, ya que permitecaptar la mirada retrospectiva del propio Joa-quín, en la que repiensa el desarrollo de suspropios escritos.

E. Reinhardt

Ángel GÓMEZ-HORTIGÜELA AMILLO , El pensa-miento filosófico de Juan Luis Vives. Contextosocio-cultural, génesis y desarrollo, InstitucióAlfons el Magnànim («Colección pensamientoy sociedad», 21), Valencia 1998, 316 pp.

La figura intelectual del humanista valen-ciano Juan Luis Vives adquiere en la actuali-dad un carácter casi emblemático. En efecto,la modernidad —cuyo rasgo característico ini-cial había sido la exaltación del hombre tomadocomo la medida de la realidad— acabó disol-viendo el yo personal del hombre cosificándo-lo, considerado por sí mismo como un frag-mento más de la materia objetivable. Por estarazón, es preciso —como apunta el autor deeste libro— volver nuestros ojos a los alboresde esa nueva época histórica. Vives es, sin du-

da, uno de los principales representantes delhumanismo nordeuropeo, junto con Erasmo deRotterdam y Santo Tomás Moro. En este librose presenta de modo riguroso y bien documen-tado, una actualizada revisión del conjunto dela obra del humanista valenciano.

El punto de partida del trabajo es la consi-deración de que Juan Luis Vives, más que unfilósofo —en sentido estricto de la palabra—es más bien un humanista: su pensamiento sedescubre en su persona y en su modo de afron-tar los problemas de su tiempo. Por esta razón,las primeras páginas del libro se dedican a laexposición del contexto histórico e intelectualnecesaria para interpretar cabalmente su obra:se trata de una obra filosófica implicada en larealidad que le rodea, con sus luces y sombras.

En el primer capítulo se trata con deteni-miento la influencia del origen judeoconversoen Vives, así como los procesos inquisitoriales aque se vieron sometidos varios miembros de sufamilia. El análisis de los textos del humanistavalenciano dan pie a reconsiderar las afirmacio-nes de los que dudan de la sinceridad de su fecristiana hasta el punto de que algunos lo hanllegado a considerar como un criptojudío. Elpensamiento cristiano ha calado hondamente enlos planteamientos intelectuales de Vives, confi-gurando un modo de pensar original. Juan LuisVives aborda los temas metafísicos, gnoseológi-cos, antropológicos y éticos, pero por su forma-ción académica —mediatizada por la crisis de laescolástica— carece de los instrumentos con-ceptuales de una filosofía sistemática completa.

El segundo capítulo se centra en la in-fluencia cultural y social en su primera forma-ción en Valencia, marcada por el nacimientodel Estudi General —germen de la Universi-dad valenciana—, de la que conmemoramosahora su cuarto centenario. A lo largo del capí-tulo tercero se trata la estancia parisina de LuisVives; un periodo de tiempo marcado por lafuerte reacción frente a la escolástica: pero es-ta reacción se muestra contextualizada en sumomento histórico. Vives muestra su rechazoal logicismo nominalista característico de la

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escolástica decadente de su tiempo a la vez quereconoce el valor de las grandes síntesis del si-glo XIII. Según el humanista valenciano espreciso renovar los métodos de la enseñanzaescolástica, excesivamente abstracta y alejadade los problemas vitales. Pero asume algunosplanteamientos doctrinales de carácter antro-pológico, ético y teológico.

En el cuarto capítulo se aborda la etapamás original de Juan Luis Vives, ya plenamen-te incorporado al movimiento humanista delnorte de Europa: se realiza un estudio compa-rativo con las doctrinas erasmistas (con suscoincidencias y divergencias) y se apuntan lasinfluencias de los humanistas ingleses en supensamiento. Por último, el quinto capítulo sededica a la exposición más sistemática del pen-samiento filosófico de nuestro autor: el propó-sito moral y sapiencial de la filosofía; el pro-blema del conocimiento racional; el métodofilosófico abierto a una instancia metafísica—aunque sin ahondar en los grandes temasontológicos—; y, para concluir, la filosofía mo-ral y política vivesiana.

El libro cuenta además con un prólogo delprofesor A. Fontán, Presidente del Real Patro-nato de la Biblioteca Nacional, reconocido in-vestigador del pensamiento de Vives. Un breveepílogo del autor y una amplia bibliografía com-pleta el contenido de esta obra, que debe cons-tituir un punto de referencia necesario para to-do aquél que quiera introducirse en el pensa-miento del ilustre humanista valenciano.

J. A. García Cuadrado

Aurelio GONZÁLEZ -Lillian VON DER WALDE

MOHENO (eds.), Edad Media: marginalidad yoficialidad, Universidad Nacional Autónomade México («Publicaciones de Medievalia»,17), México 1998, 206 pp.

Hay que agradecer a los editores de estevolumen que en la presentación hayan hechouna exposición tan clara de los contenidos delas distintas aportaciones, pues no cabe dudaque facilita en gran medida la tarea de reseñar,

y permite al lector encaminarse directamenteal artículo que vaya más de acuerdo con susintereses del momento, lo que no es obstáculopara que todos sean leídos con atención.

El tema que aúna estos trabajos, está ex-presado en su título: marginalidad y oficiali-dad en la edad media, es decir, estudio de te-mas relacionados con las culturas oficial y mar-ginal. De entrada, esto ya nos sitúa ante unostrabajos de investigación que nos posibilitan elacceso a unas cuestiones de gran importanciay repercusión cultural. Más, si se observa quelos diversos temas tratados abarcan aspectosmuy distintos de la cultura enfocados desdeperspectivas muy variadas también.

El libro refleja la investigación sobre elMedioevo que se realiza en México, sobre to-do en la Universidad Nacional Autónoma, enEl Colegio de México y en la Universidad Autó-noma Metropolitana-Iztapalapa, que son lasinstituciones de las que principalmente proce-den los colaboradores. La literatura, la filoso-fía y la ciencia tienen su lugar como objeto deestudio en estos artículos. Esto hace que la lec-tura del volumen sea de interés general paraun humanista interesado en la Edad Media.

No voy a comentar el contenido de cadaartículo, porque no es el propósito de esta re-seña, aunque sí los quiero presentar brevemen-te siguiendo el estilo que han marcado los pro-pios editores en su introducción. En este senti-do, es interesante destacar que la bibliografíaque acompaña a cada colaboración facilita elhacerse cargo de la envergadura de cada traba-jo, así como una fuente importante para ulte-riores investigaciones.

El primer artículo de la Profesora Lilliamvon der Walde Moheno, «El amor cortés: mar-ginalidad y norma», se sitúa en un campo quedesde hace muchos años ha cobrado especialinterés: la influencia de los ideales corteses enlas manifestaciones de la cultura. La cuestióndel amor es muy relevante y tendrá enormesrepercusiones en época posterior, como innu-merables estudios lo muestran. En este trabajose señalan los componentes más notorios del

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fenómeno amoroso cortés, en contraposicióncon lo que se promueve desde una postura ofi-cial. Muy en relación con este tema está el se-gundo trabajo cuyo título, «Mujer frente a sa-beren las colecciones de exempla(siglo XIII)».La profesora Graciela Cándano Fierro abordala cuestión de la idealización del ser femeninoy sus paradojas al estudiar cómo aparece entantos textos de la literatura como una puertaal peligro y la antagonista al hombre sabio.

El desplazamiento del héroe épico haciael personaje novelesco con el cambio en labúsqueda de valores es tratado en el artículode Aurelio Gónzález, «Romances viejos. De loépico a lo novelesco».

Dos artículos están dedicados a la cien-cia: «Lucerna mundi», en el que se observaque las ideas e imágenes vinculadas con la no-ción de la luz y el sol, sirvieron a científicos,teólogos, filósofos y poetas para entender ydescribir el acontecer del mundo y el intelecto.El otro artículo, «Las matemáticas en el infier-no» pone en contacto el pensamiento científi-co con el religioso y su expresión literaria.

La importancia que tuvo la recuperaciónde Aristóteles es el tema del que se ocupan losfilósofos Mauricio Beuchot y Ramón Kuri. Elartículo, «Sobre la introducción de Aristótelesen la filosofía medieval: el comentario de SantoTomás a la Metafísica», expone los puntos másimportantes del texto tomista, así como el pasodesde la marginalidad del aristotelismo a su es-tablecimiento como cauce dominante del pen-samiento escolástico. En esta misma línea seinscribe el artículo «Conciencia del ser o ser dela conciencia» en el que se relaciona la metafí-sica de Santo Tomás con corrientes dominantesde nuestro tiempo que relativizan el acto de serdestacando el valor que aún se encuentra en lospresupuestos del filósofo medieval.

El último artículo de la profesora Elia Na-than Bravo trata de la religión y la pobreza:«Órdenes mendicantes: integración de elemen-tos marginales a la Iglesia». Se explica cómoel ideal apostólico de pobreza de los predica-dores errantes sufre una evolución. De ser un

aspecto marginal que choca con una determi-nada estructura, la pobreza se convirtió en unamás de las opciones de la vida religiosa queofrecía la Iglesia.

Mª S. Fernández-García

José GOÑI GAZTAMBIDE , Libros, bibliotecas yescritores medievales navarros, Edit. Mintzoa,Pamplona 1999, 88 pp.

Es esta una obra bibliográfica fruto deltrabajo de muchos años que sólo un maestro dela historia de la Iglesia y de la cultura de Nava-rra, como D. José Goñi Gaztambide, podía ela-borar. Frente a una historiografía que ha exten-dido el tópico de que Navarra fue una tierra in-culta y que careció de libros y bibliotecas, el A.ha reunido con trabajo paciente los datos por-menorizados de la bibliografía que, durante si-glos se ha reunido en el Reino de Navarra.

Tras sostener las relaciones culturales quetuvo Navarra con la universidad de París, don-de se erigió un Colegio para los estudiantesprovenientes de este reino, presenta el elencode los libros hallados en bibliotecas navarras:desde el siglo XII, hasta el siglo XV el A. danoticia de hasta 245 libros, tratados o colec-ciones de un conjunto de obras indicando ellugar en que se encuentran o el autor del queprocede el dato.

Es un espléndido trabajo de recopilaciónbibliográfica que será de gran utilidad a los es-tudiosos de historia navarra.

E. Luque Alcaide

Gerald HOFMANN (ed.), Hadewijch. Das Buchder Visionen,Teil I: Text, Frommann-Holzboog(«Mystik in Geschichte und Gegenwart», I, 12),Stuttgart-Bad Cannstatt 1998, 212 pp.

Gerald HOFMANN , Hadewijch. Das Buch derVisionen,Teil II: KommentarFrommann-Holz-boog («Mystik in Geschichte und Gegenwart»,I, 13), Stuttgart-Bad Cannstadt 1998, 294 pp.

El Libro de las Visionesde la beguina san-ta Hadewijch fue compuesta en neerlandés, en

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la primera mitad del siglo XIII, y llegó hastanosotros a través de tres manuscritos del sigloXIV. Aunque haya sido traducido al alemán va-rias veces en el siglo XX, de un modo completoo parcial, no existía hasta ahora ninguna versiónque correspondiese a las modernas exigenciascríticas. Gerald Hofmann llenó este hueco consu tesis doctoral, que fue aprobada en 1995 porla Universidad Ludwig-Maximilian de Munich.Nos la presenta ahora, de forma revisada, endos tomos. Se trata de una traducción modernade las Visionesde santa Hadewijch (I) —tra-ducción que, expresamente, también es inter-pretación— y de un comentario correspon-diente (II), que se centra, especialmente, en lascuestiones filológicas e históricas.

Esta obra puede considerarse como unaaportación valiosa dentro de la tendencia ac-tual de la investigación alemana que intentadescubrir una literatura medieval no latina, si-no escrita en una lengua nacional, ya sea lapropia ya sea otra vecina.

Jutta Burggraf

James HOGG (ed.), Dom Nagore Ezquerraand his Lucerna Mystica, Universität Salzburg[«Analecta Cartusiana» 153], Salzburgo 1999,250 + XXXIV pp.

Una de las obras más interesantes de laescuela cartujana española es la Lucerna Mysti-ca pro directoribus animarum, del monje ara-gonés del monasterio de Aula Dei de Zarago-za, Dom Agustín Pérez de Nagore Ezquerra(1620-1705), que firmó este libro con el seu-dónimo de «José López Ezquerra». Ahora, gra-cias a los esfuerzos del Dr. James Hogg, profe-sor de la Universidad de Salzburgo y sus «Ana-lecta Cartusiana», contamos con una ediciónfacsímil, de la aparecida en Venecia en 1733,precedida de un estudio introductorio del pro-fesor Hogg.

Dom Agustín Nagore, de familia noble yhombre de estudios universitarios, fue ordena-do sacerdote antes de ingresar en Aula Dei,donde profesó en 1661. Ocupó varios cargos

en el monasterio y en los de Las Fuentes y LaConcepción, habiendo de sufrir varias dificul-tades, que llevó de modo ejemplar. Es una delas personalidades más destacadas de la Cartu-ja española en los años de la llegada y aplica-ción de la Nova Collectio Statutorum OrdinisCartusiensis, ordenada por Dom Inocencio LeMasson, prior de la Grande Chartreuse y Ge-neral de la Orden fundada por San Bruno.

De sus varias obras escritas, la LucernaMysticaes la que, sin duda alguna, mayor re-lieve y difusión alcanzó. En ella Nagore sepropone ayudar a los directores de almas en sutarea de llevar a las personas a Dios, por me-dio de un camino ascético y místico. En granmedida, el objetivo de Nagore es remediar lasconfusiones nacidas de la ausencia de un vo-cabulario adecuado para describir las expe-riencias místicas; y de las síntesis de la místicarealizadas por algunos teólogos, desgajada dela doctrina teológica. El monje de Aula Deitrata de abordar la cuestión a partir de una só-lida teología escolástica, fundamentalmentetomista. En efecto, se decanta por Santo To-más de Aquino, si bien no deja de citar nume-rosos autores más, bastantes de los cuales pa-rece conocer a través de otros autores. Interésespecial muestra también por la escuela car-melitana, sobre todo por sus grandes místicos,Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. En fin, cabedecir que, en la Lucerna Mystica, nos halla-mos ante un ejemplo más de esa fecunda «Teo-logía mística» desarrollada por muchos hijosde San Bruno, y que, como en el Lydius Theo-logicus, Dom Agustín Nagore refuta los erro-res quietistas del igualmente aragonés y con-temporáneo Miguel de Molinos.

La obra consta de seis tratados. En el pri-mero (13 capítulos) se ocupa de la unión místi-ca y de las dotes del maestro espiritual. En elsegundo (14 capítulos) se centra en el alma ra-cional y sus fuerzas y potencias, mientras quelos hábitos naturales y sobrenaturales son abor-dados en el tercer tratado (8 capítulos). Por suparte, el cuarto (21 capítulos) se dedica a lasgracias dadas gratuitamente («De gratiis gratis

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datis»), y el quinto (31 capítulos) a los favoressobrenaturales e infusos, para terminar estu-diando en el sexto (17 capítulos) las purifica-ciones o purgaciones pasivas del alma. Com-pleta la obra una Manductio brevis practica,según el esquema de las tres vías clásicas de lamística (purgativa, iluminativa y unitiva).

S. Cantera Montenegro

James HOGG-Alain GIRARD-Daniel LE BLÉ-VEC (eds.), Die Kartäuser und das Heilige Rö-mische Reich, Universität Salzburg [«AnalectaCartusiana» 140], Salzburgo 1999, 243 + IV pp.

He aquí el cuarto volumen de las Actasdel Congreso Internacional sobre los cartujosy el Sacro Imperio Romano, celebrado en sep-tiembre de 1997 en el monasterio bávaro dePrüll, editado por el profesor de la Universi-dad de Salzburgo, Dr. James Hogg, quien haasociado recientemente como coeditores de«Analecta Cartusiana» a Alain Girard, directorde los Museos de Gaard, y Daniel Le Blévec,profesor de la Universidad de Montpellier, conel fin de garantizar el futuro de esta serie depublicaciones centradas en la historia de la Or-den de la Cartuja.

Recoge este volumen diversos trabajosque fueron presentados en el Congreso. LidiaCangemi, arquitecta de Roma, trata de «L’ope-ra di Carlo Maratta per i Certosini di Roma»,en donde desarrolla la intervención de CarloMaratta (1625-1713) en los últimos años delsiglo XVII en la iglesia romana de Santa Ma-ria degli Angeli, confiada a los monjes de SanBruno por el papa Pío IV (1560-65), basílicaque ya estudió en su tesis doctoral. Expone laevolución de la arquitectura de esta cartuja,desde el proyecto inicial de Miguel Ángel has-ta los trabajos desarrollados por Vanvitelli, pa-sando por las transformaciones realizadas porMaratta; estas obras se emprendieron en buenamedida por iniciativas pontificias, de cara alos jubileos de los años 1600, 1700 y 1750.

La profesora de la Universidad de Hofs-tra, Nueva York, Dra. Laviece C. Ward, estu-

dia «A Carthusian view of the Holy RomanEmpire: Werner Rolevinck’s Fasciculus Tem-porum». Werner Rolevinck, monje de la se-gunda mitad del siglo XV en la cartuja de San-ta Bárbara de Colonia, escribió numerosas yvariadas obras: sermones, tratados de historialocal, de agricultura, de vida monástica y deTeología. Su Fasciculus Temporumes una His-toria Universal que, habiendo sido compuestaa finales de los años 60 o primeros de los 70de la centuria del 1400, tuvo más de treintaediciones incunables. El estudio de la Dra.Ward nos permite conocer de forma generaleste libro, en el que Rolevinck concibe la his-toria del mundo de acuerdo con una visión li-neal que atiende a un plan salvífico providen-cial para la Humanidad, y dentro del cual elImperio y la Iglesia, a pesar de los cismas ylos conflictos habidos entre papas y empera-dores, forman una entidad unificada que exigela cooperación armoniosa entre los dos pode-res.

La tercera ponencia es la de Giovanni Le-oncini, profesor de la Universidad de Floren-cia, que se ocupa de «Le certose del Grandu-cato di Toscana all’epoca degli Asburgo-Lore-na», es decir, desde la extinción de la dinastíaMédici, en 1737, hasta la ocupación napoleó-nica a principios del siglo XIX, tiempo en queel Granducado de Toscana estuvo integrado enel Sacro Imperio Romano, bajo los Habsburgo-Lorena. Todas las cartujas de la región (Mag-giano, Lucca, Florencia, Pontignano y Pisa),fundadas en el siglo XIV, conocieron en estaetapa un momento difícil, igual que los mo-nasterios de otras Órdenes, debido a la políticaeclesiástica ilustrada. El gran duque Pietro Leo-poldo decretó la supresión de las dos casas dePisa (Maggiano y Pontignano) en 1781 y 1784,de acuerdo con la política de su hermano elemperador José II; en cambio, un interés espe-cial reviste la hábil actuación del prior de Pisa,el milanés Dom Giuseppe Alfonso Maggi, alfrente de este monasterio durante casi treintaaños, en los que supo salvarlo del peligro de laexclaustración y llevó a cabo importantes obras

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arquitectónicas, además de lograr el aprecio delos duques. Por su parte, la cartuja de Floren-cia también se mantuvo en estos años. Pero elnuevo poder instalado con Napoleón Bonapar-te en los inicios de la centuria del 1800 lleva-ría a la desamortización de estas dos casas yde la de Lucca. Cabe decir que el Dr. Leonciniaborda además cuestiones artísticas en su tra-bajo.

James Hogg comenta la publicación dellibro Die Handschriften der StadtbibliothekMainz, Band II: Hs. I 151-Hs. I 250, Beschrie-ben von Gerhard List (Otto Harrassowitz Ver-lag, Wiesbaden, 1998). Como él indica, estevolumen, igual que el primero que le precedió,está dedicado casi exclusivamente a los ma-nuscritos teológicos de la cartuja de Magun-cia. Resulta de un gran interés tanto a los estu-diosos del mundo cartujano como para los quecentran el objeto de sus investigaciones en laTeología medieval en general.

La última ponencia es del mismo JamesHogg, acerca de «The Carthusian GeneralChapter and the Charterhouses of the HolyRomanEmpire during the Great Schism (1380-1410)», extenso trabajo que, entre otros ele-mentos de interés, nos ofrece numerosos tex-tos del Capítulo General de la Orden, o, mejordicho, de los dos Capítulos Generales de lasdos obediencias cartujanas (aviñonesa y roma-na) en los años del Cisma de Occidente, el cualdividió a los hijos de San Bruno hasta que, deforma previa a lo sucedido en otras Órdenes yen la Iglesia en general, consiguieron la reuni-ficación, a excepción de los monasterios espa-ñoles, donde esto no tuvo lugar hasta 1417-19(fechas y caso a los que en realidad también seextiende el trabajo). El Dr. Hogg aporta estadocumentación y la comenta, como suele ha-cer en muchos de sus estudios, y viene a ponerasí nueva luz en la historia cartujana en estaépoca, asunto al que antes se habían acercadootrosinvestigadores como, por ejemplo, Bligny,Leoncini y el P. Gómez.

Felicitamos al Dr. James Hogg por la la-bor que viene llevando a cabo desde los años

70 para favorecer los estudios cartujanos, a tra-vés de «Analecta Cartusiana». No hay duda deque, por lo que se refiere a la investigación dela historia de la Orden de San Bruno, la apari-ción de esta serie de publicaciones diversas ylos varios congresos convocados (tres de ellosrecientemente en España: Scala Dei, Sevilla yValldemossa), marcan un antes y un después.

S. Cantera Montenegro

Megan HOLMES , Fra Filippo Lippi: The Car-melite Painter,Yale University Press, NewHaven-Londres 1999, 304 pp., 160 ilustracio-nes en color y 70 en b/n

He aquí el intento más extenso y consis-tente de recuperar para la fe cristiana la «voca-ción artística» de Filippo Lippi (circa 1406-1469), famoso sobre todo por sus retratos deuna belleza delicada y exquisita de la VirgenMaría. En la Vita que escribió Giorgio Vasari,el temperamento artístico del pintor florentinose presentaba como esencialmente incompati-ble con la vida cristiana; de ahí que Lippi aban-donara el convento carmelita para pintar «enel mundo» con libertad. No es la primera vezque se intenta desmentir esa interpretación. En1958, Paolo Caioli, un carmelita, publicó unartículo al respecto. Pero, a pesar de la eviden-cia, otros han seguido compartiendo la mismaidea de la religión como un obstáculo a la ver-dadera vida artística de Fra Filippo: su vidacarmelitana interfería con su ambición comopintor profesional y sugieren que su carácterno se adaptaba al rigor de la Regla. El caso deFra Angelico desmiente una tal incompatibili-dad entre la vida religiosa y la artística en elsiglo XV. Megan Holmes ofrece ahora una de-fensa apasionada y exhaustiva de Filippo Lip-pi hasta el punto de llamarle «pintor carmelita-no».

Lippi fue llevado al convento de SantaMaria del Carmine en Florencia a los ochoaños y allí profesó como carmelita en 1421.La cronología, por tanto, presenta inmediata-mente el problema de su aprendizaje en el ofi-

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cio de pintor ya que creció y se educó en elclaustro. No fue primero pintor y luego monje,sino uno y otro al mismo tiempo. Es clara lainfluencia primera de Masaccio y de Masolino(de donde le viene su idealización de la belle-za). El convento, sin embargo, no era sólo ellugar donde Lippi vivió y pintó, sino un focoimportante de la nueva pintura florentina rea-lista (la idea de un convento en la avant gardede la pintura en el siglo XIV encierra toda unalección para el arte cristiano contemporáneo).Megan Holmes demuestra la influencia quetendría en el joven pintor una famosa repre-sentación de la Ascensión, mezcla de ingenie-ría, teatro, escultura. Sus argumentos sobre ico-nografía carmelitana en tres obras tempranasatribuidas a Lippi parecen convincentes. En Flo-rencia renacentista había un gran número defrailes pintores animados por un interés parti-cular de representar artísticamente el espíritu yla gloria de cada orden religiosa. Al mismotiempo la pintura empezaba a tener un papelimportante en la devoción de los laicos.

Algún tiempo después de 1432, Lippi de-jó el claustro carmelitano y pasó a la vida en elmundo (el libro está dividido en dos partes:claustrum et saeculum) como rector en unaparroquia y capellán después en un conventode monjas. Para la autora, este carácter inde-terminado en la posición social del fraile le dioelasticidad y audacia, pero la premisa centraldel libro sigue siendo la «primacía de lo reli-gioso» tanto en la vida como en el arte de Fra-te Filippo Lippi dipintore. Costumbres y doc-trinas de la orden carmelita siguieron siemprepresentes y activas al menos en su ejercicio ar-tístico, y siguieron moldeando su oficio comopintor mucho después de dejar la vida monás-tica. Tal vez, en algunos momentos, Holmesva al extremo opuesto de los que ven incom-patibilidad entre la vida religiosa y el arte, y esposible que su deseo le lleve a ver demasiadosecos y huellas propiamente carmelitanas en lasobras del famoso pintor cuando son sencilla-mente iconografía cristiana o bíblica. En don-de no hay lugar a la duda o ambivalencia es en

el hecho de que, con su pintura, Lippi puso lareligión al alcance de la mano, por así decirlo.Dejando la primera influencia de Masaccio yDonatello, se acercó a Fra Angelico, en unapintura menos dramática pero no menos inme-diata, y en la que el espectador es invitado aentrar en la escena como un personaje entrelos otros del cuadro. No mezcla lo profano conlo sagrado sino que, fruto de su experienciapersonal del claustro al mundo, los pone enconexión. Lippi fue un pintor progresista, tanorgulloso de su fe religiosa como de su profe-sión artística en la que no dejó de gestionar supropia identidad (como muestran sus autore-tratos). Y la generosidad editorial de Yale Uni-versity Press, el libro tiene doscientas treintamagníficas reproducciones, hacen que tenereste libro en las manos sea mitad lectura y mi-tad agradecida contemplación de la obra deuno de los grandes maestros de la pintura cris-tiana.

A. de Silva

Ignacio JERICÓ BERMEJO, Fray Luis de León.La teología sobre el artículo y el dogma de fe(1568), Editorial Revista Agustiniana («Co-lección Pensamiento», 2), Madrid 1997, 488pp.

Es bien conocida la obra filológica y lite-raria de Fray Luis de León, figura bien repre-sentativa del clima intelectual que se respira-ba en el seno de la Escuela de Salamanca du-rante la segunda mitad del siglo XVI. Se tratade una auténtica época aurea de la Teologíarenacentista, donde se entrecruzan las nuevascorrientes humanistas y la renovación de laescolástica (principalmente de inspiración to-mista) propiciada por el maestro Francisco deVitoria. Sin embargo, la obra teológica del frai-le agustino (también conocido como el Con-quense o el Legionense), resultó poco conoci-da en relación a otros maestros de la escuelasalmantina como la del mismo Vitoria, Mel-chor Cano, Bartolomé de Medina o DomingoBáñez. Fray Luis no dio a la imprenta sus co-

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mentarios a la Summa Teologhiae, como sí lohicieron algunos de sus contemporáneos. Noobstante, se conservan algunas lecciones reco-gidas en manuscritos no autógrafos: la mayorparte de los manuscritos originales se perdie-ron a mitad del siglo XVIII, en un desgraciadoincendio.

La presente edición, cuidadosamente pre-sentada y traducida por el doctor Ignacio Jericó(destacado conocedor de la Escuela teológicade Salamanca), es fruto de una laboriosa laborinvestigadora del autor. Este volumen recogelas lecciones de Fray Luis en la cátedra de Du-rando durante el año 1568, en las que comentólas cuestiones primera (del artículo 6 al 10) yquinta (artículo 3) de la Secunda Secundaedela Summa Theologhiaede Santo Tomás de Aqui-no. Dichas cuestiones se centran en la virtud dela fe y su relación con la Iglesia, pero al hilo dela exposición salen a relucir otros problemasteológicos: la fe como Revelación; la fe comoprincipio de la Teología; y la fe como defini-ción dogmática. A partir de estos temas se pro-fundiza en la cuestión de la autoridad de laIglesia, los concilios, la infalibilidad papal, lainterpretación de la Sagrada Escritura, etc... Endefinitiva, se desarrolla un cuerpo de doctrinay de problemas teológicos que con el paso deltiempo llegarían a configurar los modernos tra-tados De Fide y De Ecclesia. Según Jericó, laexposición de Fray Luis de León es quizá lamás completa de las realizadas en la década delos sesenta durante el siglo XVI.

Este libro cuenta con una extensa y docu-mentada introducción sobre la Escuela de Sala-manca en el seno de la universidad del sigloXVI; y de manera más específica la vida y obrateológica del agustino. A continuación se en-cuentra la traducción de la exposición de FrayLuis junto con el texto latino a pie de páginacon numerosas anotaciones. La exposicióncuenta con dos partes; la primera dedicada alartículo de fe desarrollada en tres capítulos: Fi-des expressa, Fides christiana, Fides definita.La segunda parte se dedica al dogma de fe,también expuesta en tres capítulos: Fides Ec-

clesiae, Fides Scripturae originalis, Fides Scrip-turae versae. Se completa el libro con dos ex-tensas conclusiones finales en las que el autorvalora las aportaciones de Fray Luis en el trata-do acerca de la fe y en Eclesiología; a conti-nuación se hace una breve recapitulación. Seañade además una extensa bibliografía y un de-tallado índice de autores citados.

En definitiva, nos encontramos con untrabajo serio y riguroso tanto desde el punto devista doctrinal como histórico. Servirá sin du-da para conocer más en profundidad el pensa-miento teológico de la Escuela de Salamancay de Fray Luis de León en particular.

J. A. García Cuadrado

Francisco MARTÍN HERNÁNDEZ , San Juan deÁvila, ¿erasmista?, presentación de Isaac Váz-quez Janeiro, Centro de Estudios Ibéricos yAmericanos de Salamanca («Colección Sala-manca», 4), Salamanca 1998, 81 pp.

Se recoge en esta publicación la última lec-ción impartida por el autor, eminente avilista ycatedrático emérito de Historia de la Iglesia enla Universidad Pontificia de Salamanca. Exami-na en su discurso algunos pasajes del libro máscélebre de San Juan de Ávila, Avisos y reglaschristianas para los que deseen servir a Dios,más conocido como Audi filia. Martín Hernán-dez hace una selección de párrafos sospechososde herejía y los compara con la segunda edicióncorregida por el mismo San Juan de Ávila.

La tesis del profesor Martín Hernández esque quizá en su juventud Juan de Ávila estuvomás cercano a Erasmo, pues compartía con elde Rotterdam el deseo de un cristianismo puri-ficado. Pero más tarde, avanzada su carrera,mostró distanciarse del holandés. Interesantepara confirmar esta tesis es el análisis que haceMartín Hernández de la relación del Santo Ávi-la con Teresa de Jesús. En unos momentos enque el iluminismo estaba en pleno apogeo enEspaña, Teresa demostró mucho interés en queel santo examinara su Vida antes de que fuerapublicada. En 1568 Juan de Ávila remite a la

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santa su dictamen animándola a «limar» algu-nas expresiones que podrían resultar sospecho-sas por su probable cercanía al lenguaje de losalumbrados. El libro termina con los discursospronunciados en honor del ya profesor eméritoy con un detallado curriculum vitae.

A. Azanza Elío

James MCEVOY, Robert Grosseteste et la théo-logie à l’université d’Oxford (1190-1250), tra-duit de l’anglais par Éliane Saint-André Utud-jian, Eds. Cerf (Initiations au Moyen Âge), Pa-ris 1999, 232 pp.

El título expresa adecuadamente el conte-nido de esta monografía. Se trata de un estudiode la teología en la universidad de Oxford, alhilo de la vida y enseñanza de Roberto Gros-seteste (1190-1253), filósofo y teólogo, granerudito de su tiempo, que fue canciller de launiversidad y después obispo de Lincoln.

La obra, dividida en nueve capítulos, co-mienza con un capítulo introductorio que esta-blece el contexto del inicio de la universidadde Oxford, en 1214, a partir de las escuelas ca-tedralicias y monásticas. Los siguientes seiscapítulos están dedicados a Grosseteste (caps.II a VII): los datos biográficos, la aportaciónde Grosseteste a la filosofía, su exégesis bíbli-ca, sus conocimientos de la lengua y culturahelénica, su teología pastoral y, finalmente, suimpronta teológica personal. En esos años delprotagonismo de Roberto Grosseteste en launiversidad de Oxford, empieza a labrarse elprestigio de su facultad de teología, con una lí-nea preferentemente exegética, hasta que, apartir de la elevación del maestro a la sedeepiscopal en 1235, se realiza el giro especula-tivo de la teología oxoniense siguiendo el mo-delo de París. Los dos últimos capítulos tienennuevamente un carácter contextual: la primeraescuela franciscana, surgida gracias a la ense-ñanza de Grosseteste —siendo él mismo maes-tro secular— en la escuela teológica que habíaestablecido la orden de los frailes menores enOxford (cap. VIII); y la influencia que tuvo la

introducción de las Sentenciaslombardianasen el plan de estudios de la facultad de teolo-gía, en contra de la opinión de Grosseteste queprefería mantener la línea bíblica (cap. IX).

Esta monografía, escrita en un estilo claroy condensado, refleja el desarrollo del pensa-miento teológico en la universidad de Oxford,señalando también las causas de sus rasgos ca-racterísticos, el contexto histórico y el uso delas fuentes filosóficas y teológicas. Con elloproporciona una visión de conjunto, al tiempoque da a conocer a uno de los pensadores másoriginales y prestigiosos de la época.

El autor es profesor agregado de filosofía ydecano de la Facultad de Filosofía de la Univer-sidad de Saint Patrick en Maynooth (Irlanda).Esta monografía suya forma parte de la serie«Eredità medievale» que se elabora para el «Ins-titut pour l’histoire de la théologie médiévale»,dirigida por Inos Biffi y Costante Marabelli.

E. Reinhardt

Alister E. McGRATH , Iustitia Dei. A Historyof the Christian Doctrine of Justification,Second Edition, Cambridge University Press,Cambridge 1998, XIII+532 pp.

Este estudio histórico-teológico versa so-bre un tema crucial no sólo en la época de laReforma y del Concilio tridentino, sino quecontinúa atrayendo el interés de los teólogos,demodo particular desde el Concilio Vaticano II.A esto se añade la intensificación del estudiosobre la justificación, en el marco del diálogoecuménico, cuyo primer resultado ha sido lafirma de la Declaración conjunta sobre la doc-trina de la justificación, el 31 de octubre de 1999en Augsburgo.

El autor de este libro, Alister E. McGrath,es el director de Wycliffe Hall en Oxford y en-seña teología en la universidad oxoniense. Ellibro se publicó por vez primera en 1986, endos tomos. La presente edición segunda ha si-do revisada y actualizada por el autor, teniendoen cuenta también las investigaciones recientes

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sobre la doctrina paulina y el diálogo ecuméni-co. Es el resultado de diez años de investiga-ción, como muestran también los artículos pu-blicados, en los años ochenta, sobre determina-dos aspectos del tema. Según afirma el autor,en este libro ha querido exponer «la historia dela doctrina cristiana de la justificación comouna materia compleja y de enorme interés, quemerece una cuidadosa consideración» (p. 395).

El contenido está dividido en nueve capí-tulos, según un criterio histórico-teológico. Uncapítulo introductorio se ocupa de exponer lanoción de justificación y su fundamento. Te-niendo en cuenta que la enseñanza de San Agus-tín es clave para comprender la doctrina de lajustificación, se dedica un capítulo a este tema,dentro de su contexto histórico del obispo deHipona (cap. 2). Sobre esta base, el autor exa-mina con detenimiento, en un capítulo queocupa más de 100 páginas, el desarrollo de ladoctrina sobre la justicia de Dios y la justifica-ción en la época medieval, considerando tam-bién los sacramentos, la gracia y el mérito, lapredestinación y el papel de los hábitos sobre-naturales en la justificación (cap. 3). Exponeseguidamente la doctrina de la justificación talcomo era entendida por las distintas escuelasteológicas medievales (cap. 4). Después de es-tudiar el período de transición entre la EdadMedia y la Edad Moderna con el fin de identi-ficar posibles precursores de las doctrinas de laReforma (cap. 5), el estudio se centra en ladoctrina de la justificación desarrollada por elluteranismo y por el catolicismo, esta últimasobre todo en torno al Concilio de Trento (caps.6 y 7). La doctrina de la justificación según laReforma inglesa se trata en un capítulo aparte(cap. 8). El estudio concluye con la época mo-derna y contemporánea, que incluye el recientedebate ecuménico sobre el tema. Al final de li-bro se ofrece una amplia bibliografía, un índicede nombres y, en apéndice, un glosario de tér-minos soteriológicos medievales.

Es un status quaestionisllevado a cabocon rigor, ampliamente documentado y conuna exposición clara, que refleja bien la tra-

yectoria doctrinal de la justificación, con unadistinción razonada entre la comprensión de lajustificación desarrollada por la Reforma y ladoctrina católica. Su lectura permite apreciarla problemática histórica y doctrinal del temay obtener una visión de conjunto. Es evidente,al mismo tiempo, que un tema de esta ampli-tud requerirá profundizaciones posteriores,que también vienen sugeridas por esta obra.

E. Reinhardt

Hilmar M. P ABEL, Conversing with God. Pra-yer in Erasmus’Pastoral Writings, University ofToronto Press, Toronto (Ontario) 1997, 264 pp.

La espesa nube de dudas sobre el lugar deErasmo de Rotterdam en la Iglesia y en la Cris-tiandad del siglo XVI se ha venido disipandoen las últimas décadas, dejando en claro conperfil y fuertes trazos su considerable contri-bución como cristiano. Donde antes el prejui-cio (tanto católico como protestante) sólo veíaen el famoso humanista un escéptico, un racio-nalista, y hasta un precursor del espíritu de laIlustración, vemos ahora a un escritor que pre-firió la moderación al entusiasmo radical entiempos de crisis y entendemos mejor la in-fluencia y casi seducción en muchos cristianosde su época. Erasmo vio su fidelidad a Cristoy su servicio en la Iglesia en el cultivo del hu-manismo cristiano, término que el mismo JuanPablo II emplea hoy para referirse a la misiónde la Iglesia. Erasmo fue, por ejemplo, un granpionero del estudio crítico moderno de la Es-critura.

Este libro de Pabel, publicado por la mis-ma editorial universitaria que edita las obrascompletas de Erasmo en inglés, está dedicadoal tema de la oración en sus obras de tipo pas-toral pues no han recibido la atención que semerecen, sobre todo su Precatio Dominica(1523), su tratado sobre la oración Modus oran-di Deum(1524) y su libro de oracionesPreca-tiones aliquot novae(1535).

Hilmar Pabel examina con claridad y eru-dición, poniéndolos muy bien en su contexto,

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los principales elementos de la enseñanza so-bre la oración en Erasmo que, aunque no pre-dicó mucho desde el púlpito, entendió que suoficio era más «predicar a los predicadores»,enseñar a los maestros cristianos a rezar y apredicar bien para que los fieles ordinariosaprendieran a rezar de verdad, como exhorta-ríadespués el Catecismo romanode 1566. Eras-mo nunca fue mero erudito humanista como sisu religión y ministerio sacerdotal no tuvierannada que ver con su talento intelectual. Todolo contrario, sus estudios bíblicos estaban mo-tivados por el deseo de ayudar a la Iglesia en-tera en su misión, y buena parte de ella es laformación en la oración. Así lo reconoció suamigo Tomás Moro y el buen arzobispo Wi-lliam Warham por mencionar un par de con-temporáneos de Erasmo. Warham, que le ha-bía dado un beneficio eclesiástico en Kent, lepermitió que siguiera recibiéndolo aun cuandodespués de unos meses Erasmo lo había deja-do. Le explicó al arzobispo que no podía re-cibir ese dinero porque ya no servía a esa pa-rroquia de Aldington; y Warham contestó queestaba equivocado porque con sus libros ense-ñaba a todos los parroquias de la Iglesia. Eras-mo es maestro de maestros, predicador de pre-dicadores, y hoy no hay duda de que su voca-ción humanista fue juzgada por él y activadaen un esfuerzo a veces sobrehumano como suvocación cristiana y pastoral.

Detrás del extraordinario esfuerzo de Eras-mo en la investigación bíblica y patrística, seesconde un sincero deseo de ayudar a los cris-tianos a una mejor oración y vida de piedad, co-mo algo esencial de su fe. El Dios de Erasmo esun Dios que hace posible la conversación hu-mana (colloquium) con él y la petición. La bon-dad divina es la que invita al ser humano al co-loquio con Dios. Redimido por Cristo, el hom-bre debe rezar en humildad y en verdad. Pero almismo tiempo, para Erasmo no hay oracióncristiana si no produce transformación espiri-tual. El cambio espiritual en el seguimientopráctico de Cristo es no sólo una consecuenciade la oración sino también una condición de la

oración. No es posible hablar con Dios sin ha-cerse más y más como Él. Erasmo pedía a losjóvenes estudiantes que dedicaran sus estudiosa la gloria de Cristo como una oración.

En su famoso Enchiridion, la oración y elconocimiento de la fe aparecen como las dosarmas básicas del cristiano. Para el famoso hu-manista no hay piedad si no está enraizada enla doctrina, en el conocimiento, en la lecturaatenta de la Sagrada Escritura. La oración noes superstición. Piedad y doctrina se requierenmutuamente aunque la oración tiene prioridadcomo arma de combate. Los ataques de Eras-mo no eran contra la liturgia como expresiónexterna y comunitaria de la fe, sino contra elceremonialismo, la piedad vacía de una fe he-redada pero no vivida desde el corazón y la in-teligencia. Ni tampoco era protestante su furiacontra ciertas prácticas de devoción a los san-tos que abandonaban el principio cristocéntri-co y acababan siendo poco más que supersti-ción. No pugnaba por una religión espirituali-zada sino por una religión en espíritu y enverdad. La actitud mecánica en la oración, lapalabrería, el medir la vida de piedad por el nú-mero de oraciones o ejercicios piadosos, eraalgo que horrorizaba a Erasmo, y con razón.Temía, por ejemplo, que el rezo del breviarioterminara en mera recitación de los salmos. Yaen 1522 Erasmo pedía que se celebraran lossacramentos en lengua vernácula de modo quela gente pudiera entender y tener una actitudmejor hacia la liturgia, saboreando las palabras yllenándolas de sentido, participando de verdaden la oración esencial de la Iglesia que es laEucaristía.

Erasmo trabajó por una reforma de la pie-dad que tiene muchos rasgos comunes con lasimplificación de la vida cristiana propugnadapor el Concilio Vaticano II. Con esta excelen-te monografía, Hilmar Pabel presenta un retra-to convincente de Erasmo como maestro depiedad católica, como «un pensador sincera-mente religioso que, a través de su cura litera-ria de almas, ayudó a formar la piedad de laEuropa moderna». No obstante, conviene recor-

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dar que hubo varias etapas en la vida de Eras-mo, y que al principio no fue ni tan piadoso ydevoto como al fin. Su biografía tiene muchasluces, pero también sus sombras. La biografíade Pabel no nos exime de la lectura de otrasbiografías.

A. de Silva

Eloisa PALAFOX , Las éticas del exemplum.Los castigos del rey don Sancho IV, El condeLucanor y el Libro de buen amor, Universi-dad Nacional Autónoma de México («Publi-caciones de Medievalia», 18), México 1998,182 pp.

El exemplumconstituye el modo que laedad media eligió para relacionarse con el le-gado que les llegaba de lo que consideraba susancestros, en forma de canciones o de textos,de pinturas, de estatuas o de monumentos ar-quitectónicos. Más que un género elexemplumfue para la sociedad medieval, una maneraparticular de pensar el pasado y de utilizarlode distintos modos, para influir en su propiopresente.

Este modo útil de pensar el pasado y deintegrarlo en el presente sufrió diversas modi-ficaciones a lo largo del tiempo, hasta tal pun-to, que los estudiosos del siglo XIX tuvieronque comenzar por redefinir el alcance que te-nía el mismo concepto de exemplum. En gene-ral se entiende por exemplumun relato, unahistoria, una fábula, una parábola, una moralidado una descripción que pueda servir de pruebapara apoyar una exposición doctrinal, religiosao moral. Cuatro características básicas estánimplicadas en la existencia del exemplum: di-dactismo,figuralidad, teatralidad y autocon-ciencia. Características que varían de unos tex-tos a otros.

El fin que tiene el estudio objeto de estelibro es describir y apreciar la ejemplaridadcaracterística de cada discurso. Es decir, lo quele da su especificidad y lo que lleva a distin-guirse de otros. Se han escogido tres textosmuy significativos que constituyen hitos en la

historia del discurso ejemplar en lengua caste-llana: Los Castigos e documentos del rey donSancho IV, cuya versión primitiva data de laúltima década del siglo XIII (1292-1293), elLibro de los exemplos del conde Lucanor et dePatronio(acabado en 1335), y el Libro de buenamor (redactado aparentemente entre 1330 y1343). En esta época florece la fusión de lasdos ramas de tradiciones didácticas que habíanconvivido desde hacía tiempo en la PenínsulaIbérica: la oriental y la occidental. Por otraparte, en esta época se empieza a percibir tam-bién en las obras escritas en castellano esa ten-dencia del exemplum.

En el estudio de estos tres textos se puedeapreciar los distintos matices que adquiere eldiscurso ejemplar. Así en el texto de los Casti-gos e documentos del rey don Sancho IV, seaprecia lo que podríamos llamar ejemplaridadmesiánica, por estar destinada a elevar la figu-ra del monarca a la altura de los grandes per-sonajes que, de acuerdo con la lectura cristianade la historia, contribuyeron al proceso de Re-dención. En El conde Lucanor, el discursoejemplar parece encaminado más bien a servirencubiertamente a su autor como un arma dereivindicación y de lucha por la recuperaciónde un poder perdido. Por último, en el Librode buen amor, la conciencia de lo que es eldiscurso ejemplar y de los usos a que puedeprestarse, conduce paradójicamente a la apari-ción de una ejemplaridad «autocrítica» que ter-mina poniendo en entredicho sus propias con-diciones de existencia.

El libro termina con un estudio compara-tivo de los tres textos en los que se pone demanifiesto las conclusiones obtenidas en cadauno. Como sostiene la misma autora este tra-bajo constituye una aportación que puede darlugar a un proyecto mucho más amplio en elque se rescaten los textos medievales escritosen la Península Ibérica cuyos autores recu-rrieron por diversas razones al uso del exem-plum.

Mª S. Fernández-García

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Francesco PALLESCHI -Aldo PALLESCHI , Po-litica e diplomazia certosina, Universität Salz-burg [«Analecta Cartusiana» 148], Salzburgo1998, 126 + VI pp.

Este libro de Francesco y Aldo Palleschiofrece unas partes bien diferenciadas que pre-tenden, en buena medida, comprender y expli-car las razones y los fundamentos de las acti-vidades desarrolladas por algunos destacadoscartujos, como el cardenal de Santa Cruz, Ni-colò Albergati, en una época (en torno al Cis-ma de Occidente y hasta mediados del sigloXV) en la que varios monjes de San Brunofueron llamados a desempeñar importantesmisiones en la Iglesia, e incluso en la política,a pesar de tratarse de una Orden que busca eltotal apartamiento de lo temporal y que no esdada a atender el ministerio externo, pues sucentro es la vida contemplativa más acentua-da, y así entiende su labor en la Iglesia y en elmundo.

La primera parte del trabajo («Parte Ge-nerale») se refiere a la teoría, y en ella AldoPalleschi realiza un estudio lógico-filosóficoacerca de la naturaleza política del «Consi-lium» cartujano, mientras que junto con Fran-cesco se centra después en lo que es la «Mili-tia Christi» cartujana, a partir de la carta delprior de la Grande Chartreuse Guido I «ad Hu-gonem, Sanctae Militiae Priorem», cuyo ori-ginal latino trancriben y luego traducen al ita-liano.

En la segunda parte, o «Parte Speziale»,nos encontramos con un interesante estudio re-lativo a la figura del ya aludido Nicolò Alber-gati, profeso de la cartuja de Casara, que fuedesignado obispo de Bolonia, y en 1426 fueelevado a la dignidad cardenalicia por el papaMartín V. Destacó por su labor en pro de la re-forma de la Iglesia y por las legaciones que sele encomendaron, así como por otras difícilestareas en Italia, sobresaliendo siempre por sueficacia y por su ejemplaridad, hasta su falle-cimiento en 1443 en Siena. Primero, Frances-co Palleschi, profesor de la Universidad de Ca-labria, hace una presentación del personaje y

las facetas de su vida, y a continuación AldoPalleschi realiza un análisis político-diplomá-tico de su actividad.

S. Cantera Montenegro

Mercedes RUBIO , Los límites del conocimien-to de Dios según Alberto Magno, Servicio dePublicaciones de la Universidad de Navarra(«Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Uni-versitaria», 58), Pamplona 1999, 88 pp.

La autora, familiarizada con el pensa-miento medieval latino, árabe y hebreo, buscaen este estudio las claves del pensamiento al-bertino sobre el problema del conocimientonatural de Dios.

El estudio comienza con un capítulo in-troductorio sobre las fuentes de San Alberto yel modo en que estaba planteado el conoci-miento natural de Dios en su tiempo. En loscuatro capítulos siguientes se trazan las líneasmaestras del pensamiento albertino en estamateria: la infinitud y simplicidad de Dios queparecen hacer imposible su conocimiento porparte de una inteligencia limitada (cap. 2); dequé modo toda la realidad finita hace referen-cia al ser divino, una consideración que impli-ca la noción de causa y la de analogía (cap. 3);las características del conocimiento de Dios apartir de las cosas sensibles, que incluye elproblema de los nombres divinos (cap. 4); fi-nalmente, las condiciones de la estructura delo real y del mismo entendimiento humano quehacen posible el conocimiento natural de Dios(cap. 5). Este trabajo de análisis se realiza prin-cipalmente al hilo del comentario albertino alDe divinis nominibusdel Pseudo-Dionisio.

La autora procede con rigor y precisión,mostrando cómo San Alberto, distinto de otrosintérpretes del corpus dionysianum, entiendela negatividad metódica del Pseudo-Dionisiocomo un camino rigurosamente intelectual ycómo, por su modo original de entender la ana-logía, salva tanto la trascendencia de Dios co-mo la condición creatural de todo lo que no es

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Dios. Con ello quedan trazados, efectivamente,los límites del conocimiento de Dios, sin oscu-recer por ello el acceso cognoscitivo a Dios.

E. Reinhardt

Carolyn SMYTH , Correggio’s Frescoes in Par-ma Cathedral, Princeton University Press,Princeton N.J. 1997, 158 pp., 4 láminas en co-lor y 141 fotografías en b/n.

David EKSERDJIAN , Correggio, Yale Univer-sity Press, New Haven (Connecticut) 1997, 334pp., 299 ilustraciones en color y b/n.

Estos dos libros nos hacen admirar y en-tender mejor que nunca la obra de un magis-tral pintor religioso cristiano. Vuelven para dara Correggio el valor que se merece y lo consi-gue al verle y entenderle como artista cristianode primer orden.

La situación tiene mucho que ver con laescasez de críticos e historiadores del arte quesepan mirar y entender artistas de clara inspi-ración en la fe. En otra ocasión me he referidoa la obra de Leo Steinberg en este sentido, y esinteresante ver que Carolyn Smyth, autora deCorreggio’s Frescoes in Parma Cathedralhasido alumna suya. Estos frescos en la cúpulade la catedral de Parma fueron objeto de unacrítica que sólo veía en ellos una pintura su-perficial, vaciada de sentido cristiano. Se co-rrió pronto una historia de que los mismos ca-nónigos querían blanquear la cúpula y buscarotro pintor menos «escandaloso», hasta quepasó Tiziano por Parma y les dijo que aquellosfrescos valían el peso de la cúpula en oro.

Nunca he estado en Parma y no puedo co-rroborar las conclusiones del libro, pues encuestiones de arte, las fotografías nunca nosponen ahí, in situ, y según Smyth, de eso pre-cisamente se trataba en 1522 cuando Correg-gio firmó el contrato para decorar el interiorde la cúpula con una pintura monumental cele-brando la Asunción de la Virgen María. Estahistoriadora se ha dado cuenta de que parte deesa crítica negativa a los frescos se debe a la

impaciencia del espectador que no va a la ca-tedral como fiel cristiano sino que va sólo aver los frescos. Quiere apreciar el arte sinapreciar sus raíces cristianas, y camina sin pa-rarse desde la la puerta del templo hasta colo-carse justo debajo de la cúpula en el centro.No va a un templo sino a un museo. No entraen una iglesia viva sino en un mausoleo. Leparece, naturalmente, que es un buen punto devista. Es, por supuesto, un punto de mira y unocentral, pero Smyth nos mueve de ese lugar ynos lleva a otros puntos de observación dentrode la catedral. Es decir, se ha puesto en el lu-gar de algún habitante de Parma que va a sucatedral, no de visita turística o por curiosidad,sino a rezar o asistir a la celebración litúrgicaimpulsado por su fe religiosa. Con el cambiode punto de vista, cambia la perspectiva, y derepente, los frescos de Correggio son vistos nosólo de manera dinámica, sino como quiso élque se vieran, es decir, no por turistas o críti-cos, sino por fieles católicos de Parma. Otrohistoriador, John Shearman, ya había adverti-do sobre la pluralidad de puntos de vista.Smyth añade ocho o nueve, de la entrada a lacatedral hasta el el ábside. El resultado es unavisión dinámica de los frescos de la Asunción,más cercana a la del fiel cristiano que acudía adar culto a Dios en la catedral y a celebrar lasglorias de la Virgen.

En sucesivas paradas, que son otros tan-tos capítulos de su libro, Smyth lleva al lectora través de la nave central a diez puntos de vis-ta. Basta leer el índice del libro y seguir las fo-tografías (aunque son pocas las de color) paradarse una idea de la intención de Correggio.Desde la entrada la vista es, naturalmente, le-jana y limitada pero suficiente para atraer laatención; poco a poco vemos más (la famosacornisa ficticia, dos apóstoles, ángeles que apa-recen), y poco después, según avanzamos, senos revela (en el lugar de la antigua escalinata)la Virgen ascendiendo, y luego entre Adán yEva; enseguida aparecen más figuras del Anti-guo Testamento. Sólo cuando el visitante subelas escalones del presbiterio aparece Cristo.

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Los dos últimos capítulos de este libroversan sobre la visión más céntrica y la visióndesde el ábside. El espectador asiste así al fu-neral de la Virgen, como si los apóstoles estu-vieran rodeando su tumba, dando la idea deque en la Madre del Salvador, muerte y fune-ral, asunción y vida gloriosa, son una sola ymisma cosa. Refiriéndose a los ángeles, diceSmyth que «celebrando su funeral, ya se ale-gran de su ascensión»; mientras que los após-toles que se han reunido para su muerte, ahorason testigos de la Asunción. «No sólo se revelagradualmente el sentido de la Asunción al com-binarse el progreso del espectador y la mani-festación de la cúpula, sino que el mismo ob-servador se mueve en una narrativa temporalcomo resultado de esta relación programáticadel espectador, la arquitectura y la pintura».

Smyth es siempre consciente de que noestá en un museo sino en una iglesia católica, yque los frescos no eran simplemente decora-ción en las paredes sino parte integrante del es-pacio sagrado. Por ejemplo, cuando ve los fres-cos desde otro punto de vista, en lo que era ellugar donde los fieles se acercaban a comulgar,establece una serie de relaciones entre lo quevemos arriba en la cúpula y lo que ocurre abajoen el altar y en el comulgante. «La Encarna-ción, simbólicamente presente en el fresco, es-tá de hecho presente abajo en el rito del sacra-mento». En nuestro avance por la nave, no he-mos visto a Cristo todavía. Y antes de hacerlo,al subir la escalinata, nos encontramos con másfiguras del Antiguo Testamento. Este era un es-pacio prohibido para los laicos, especialmentedurante la liturgia. No era sólo para evitar dis-tracciones en los fieles; hay en el diseño del lu-gar sagrado y la pintura toda una teología deperfección cristiana tal como tradicionalmentese entendía en el siglo XVI. Lo que ve el clero,desde su lugar propio en el templo, difiere entono intelectual y espiritual de lo que ven loslaicos. Correggio sabía para quién pintaba cadacosa, según fuera a ser o no visible para ellos.

Esta figura de la Virgen en los frescos deParma es única en el renacimiento; y según

Smyth, Correggio se esforzó para que su artepictórico pudiera expresar la teología mariana,es decir, la doble relación de María con la hu-manidad y con el cielo, su triunfo y su papelen la redención. El pintor lo hizo uniendo en lafigura de manera genial la postura orante, latorsión del cuerpo y su ascenso. Aunque algu-nos han puesto en duda que sea Cristo la figu-ra que desciende al encuentro de la Virgen, losargmentos de Smyth me parecen convincen-tes, aunque, de nuevo, Correggio se mostrótambién original en esta figura: su Cristo es unjoven normal, vigoroso, apasionado, y arreba-tado de alegría a punto de volver a abrazar a suMadre, por así decirlo, para siempre.

La posición «central» justo debajo de lacúpula no era la típica del visitante de la cate-dral, sino casi exclusiva del clero (exactamen-te en el altar), y esta historiadora del arte co-menta con gran perspicacia teológica y litúrgica:«Parece natural que el sacerdote que celebra laMisa en el altar tenga la vista más clara de losacontecimientos celestiales en lo más alto dela cúpula. Al llevar la hostia a su congrega-ción, el sacerdote participa en la unión de losdos mundos, divino y humano, así como reci-be la unión celestial de la Virgen con Cristo re-tratada en el duomo. En cada caso, el sacerdo-te es testigo de la re-actualización de la uniónredentora de Cristo con este mundo». Sin em-bargo, aunque parecería ser el mejor sitio paraver los frescos, es también una visión limitada(a ella se deben en parte las críticas negativasque han recibido). «Correggio transformó lafalta de simultaneidad de nuestra experienciaen la Catedral en una oportunidad de crear,dentro de un ciclo, pinturas separadas y rela-cionadas entre sí, cada una apropiada al lugary status del observador para quien es visible».

* * *

Al mismo tiempo que aparecía al públicola obra de Smyth se publicaba una espléndiday monumental obra sobre Correggio escritapor David Ekserdjian, Correggio. Los datosque conocemos con certeza de su vida apenas

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ocupan unas pocas páginas, y no tenemos nin-guna documentación que nos acerque a la per-sonalidad del pintor cuyo verdadero nombrees Antonio Allegri. Murió en 1534 y la fechaincierta de su nacimiento hoy se coloca hacia1489. Pero si Correggio no fue un Caravaggioen aventuras y episodios de capa y espada, sífue un artista profesional y serio, un hombreconvencido de la dificultad de su arte perotambién de la responsabilidad que imponía sutalento. Dedicó su vida a su arte, y fue un arteeminentemente cristiano. En sus vidas de losartistas, Vasari se quejaba de no haber conse-guido un retrato de Correggio porque este pin-tor «nunca se hizo un autoretrato, ni otros lopintaron, y y siempre vivió modestamente». Ycontinuaba, «No se tenía en mucho, y no esta-ba convencido de que sabía hacer arte conaquella perfección que hubiera deseado, sa-biendo lo difícil que era. Era feliz con poco, yvivió una buena vida cristiana».

El libro de Ekserdjian es la primera obra eninglés que sigue, obra por obra, cuadro por cua-dro, y dibujo por dibujo, la obra de Correggiocon un análisis crítico exhaustivo, fruto de mu-chos años de observación y admiración. Sólopor esta razón Correggioes un libro indispensa-ble en cualquier biblioteca de arte, y debería detener su lugar destacado en la historia del artecristiano. Ha sido editado con el cuidado, esme-ro y elegancia que ha hecho de Yale UniversityPress una magnífica editorial para historiadoresdel arte. Con casi trescientas espléndidas foto-grafías, el libro es un deleite para los ojos (lasdel capítulo dedicado a los frescos de la catedralde Parma, por ejemplo, me han parecido mejo-res que las del libro de Carolyn Smyth). Lo im-portante es que Correggio estuvo entre los gran-des pintores europeos del renacimiento, con Mi-chelangelo, Rafael, Mantegna, y Leonardo daVinci, y su influencia iba a dejarse sentir confuerza. Además de la formidable erudición deEkserdjian, el gran mérito suyo es haber enten-dido y apreciado la seriedad de Correggio comoartista religioso, y la alegría intensa que mani-fiesta su obra religiosa. Lejos de ser superficial,

como otros críticos defendían, la pintura religio-sa de Correggio se distingue por un exquisitohumanismo, una ternura especial, y un placerreligioso que es al mismo tiempo íntimo y extá-tico. De alguna manera, prerrogativa del autén-tico arte, sea cristiano o no, nos sentimos arre-batados hacia la realidad de los misterios quecon tanto tesón Correggio trabajó sobre lienzosy paredes durante toda su vida profesional.

Los dos libros son una guía para ver me-jor la obra de un artista genial, pero son tam-bién una guía para que el lector y espectadorcreyente pueda deleitarse aún más en los mis-terios sublimes de su fe.

A. de Silva

Mª Jesús SOTO BRUNA-Concepción ALONSO

DEL REAL (eds.), De Processione mundi. Es-tudio y edición crítica del tratado de Domin-go Gundisalvo, EUNSA («Colección de Pensa-miento Medieval y Renacentista», 7), Pamplo-na 1999, 262 pp.

Entre los medievalistas supone un hechocomúnmente admitido que el florecimientofilosófico del siglo XIII en la Universidad deParís, difícilmente se podría haber llevado acabo sin la recepción de las obras árabes (quetrasmitieron una versión neoplatónica de lostextos aristotélicos) en la península Ibéricadurante el siglo XII. En efecto, principalmen-te en la Escuela de Traductores de Toledo sepudo vivir ese momento privilegiado de tras-misión del saber filosófico árabe al mundo la-tino. En este contexto filosófico se encuadrael De Processione mundi, de Domingo Gun-disalvo que constituye el primer intento espe-culativo de incorporar el pensamiento árabeal pensamiento latino, dentro del ámbito cris-tiano, es decir, desde una metafísica creacio-nista.

El tema tratado en esta obra es estricta-mente metafísico, puesto que se centra en elestudio acerca del origen y de la estructura deluniverso con el fin de demostrar la existencia

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de una causa primera. La argumentación me-tafísica se propone sintetizar y armonizar lateoría de la emanación de sabor neoplatónico,con la idea cristiana de la creación ex nihilo.Además, se encuentra presente el deseo dedialogar con el pensamiento árabe de Avice-na, y especialmente de Avicebrón de quienGundisalvo toma las tesis fundamentales delFons vitae como son el hilemorfismo univer-sal y la metafísica de la luz.

La obra de Domingo Gundisalvo consti-tuye el puente de unión entre la incipiente me-tafísica del siglo XII a las grandes síntesis delsiglo XIII, como se puede apreciar, por ejem-plo, en la obra de Guillermo de Alvernia oAlejandro de Hales; desde estos autores setrasmitió a toda la escolástica parisina. Por es-ta razón sorprende el escaso interés que hastael momento había despertado la obra de Gun-disalvo, que cuenta únicamente con dos edi-ciones modernas: la de Menéndez Pelayo en1880 y la edición crítica llevada a cabo porGeorg Bülow en 1925. Hasta la fecha no sehabía traducido a ninguno de los idiomas mo-dernos.

La primera parte de esta edición corres-ponde al estudio filosófico del De Processio-ne Mundi llevado a cabo por la profesora Ma-ría Jesús Soto Bruna, del Departamento de Fi-losofía de la Universidad de Navarra, en dondese trata del contexto filosófico del autor y suobra. Se analizan de manera detenida las de-mostraciones de la existencia de Dios y susatributos; la creación y el origen de las cosas,y finalmente, el hilemorfismo universal pro-puesto por Gundisalvo. Se cierra esta primeraparte con una completa bibliografía sobre laobra y autor estudiado.

La segunda parte se centra en el estudiofilológico del texto realizado por la profesoraConcepción Alonso del Real, del Departamen-to de Filología Clásica de la Universidad deNavarra, que cuenta con la exposición crítica,desde el punto de vista estrictamente filológi-co del texto: manuscritos, ediciones y disposi-

ción del texto. A continuación se presenta eltexto establecido (con las variantes críticasoportunas) y su traducción castellana. El tra-bajo se cierra con dos interesantes apéndices:sobre textos paralelos e índice de frecuencias.

El valor de esta edición para los estudiosmedievales resulta patente; cumple con todoslos requisitos de una edición crítica, tanto des-de el punto de vista filológico como filosófi-co: puntos de vista que no siempre han sabidoir de la mano a la hora de dar a conocer textosde este tipo. Es un ejemplo de cómo la inves-tigación interdisciplinar es posible y mutua-mente enriquecedora.

J. A. García Cuadrado

TIEMPOS MODERNOS Y RECIENTES

David ÁLVAREZ-Robert A. GRAHAM , Papau-té et espionnage nazi (1939-1945), Beauches-ne («Bibliothèque Beauchesne Religions So-ciétés Politique», 35), Paris 1999, 200 pp.

La actuación de la Iglesia durante la Segun-da Guerra Mundial y su actitud ante el régimennazi continúa siendo un tema de interés para loshistoriadores. Al mismo tiempo, podemos cons-tatar que, a pesar de la existencia de sólidasobras, como la recopilación de documentos, lle-vaba a cabo bajo la dirección de Pierre Blet,persisten, incluso de modo pretendidamente cientí-fico, la acusación de filonazismo y antijudaísmolanzada contra Pío XII y el Vaticano.

Nuevamente son los documentos y la his-toria científica los que hablan para ilustrar demodo indirecto un pequeño, pero significativopunto, de esta historia: los intentos llevados acabo por el régimen nazi de utilizar al Papa yel Vaticano para sus intereses y sus consi-guientes fracasos. El tema ha sido abordado enesta nueva obra de la «Bibliothèque Beauches-ne Religions Sociétés Politique», con título, deresonancias periodísticas, que responde per-fectamente al contenido del trabajo.

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Desde hace unas décadas y al estudiar losaños de la Segunda Guerra mundial se ha pues-to de manifiesto de modo creciente el interéspor conocer la actividad de los servicios secre-tos como elementos realmente decisivos en laevolución de los acontecimientos. Hasta el mo-mento se conocen bien los sistemas de inteli-gencia de las grandes potencias en conflicto,pero son mucho menos conocidos los de laspequeñas potencias combatientes y los de lospaíses neutrales. Precisamente estos últimoseran muchas veces el escenario de operacionesde los servicios secretos de ambos bandos. Eneste contexto, la obra que reseñamos describelas operaciones llevadas a cabo por los servi-cios de información alemanes contra el Vatica-no durante la Segunda Guerra Mundial.

Sus autores son David Álvarez, antiguoprofesor en París y Roma y actual docente delSt Mary’s College en California, y el ya falle-cido P. Robert A. Graham, que fue experto endiplomacia vaticana. Los autores, a lo largo delos veinte años que ha durado el trabajo, hancontado con el concurso de numerosas perso-nas: archivistas y bibliotecarios de Alemania,Italia, Reino Unido y Estados Unidos, que hafacilitado el acceso a la ingente documenta-ción que se ha manejado en esta breve obra.

La monografía está dividida en cinco ca-pítulos con un hilo conductor: el estudio sobrela información, los accesos a la misma y la in-creíble capacidad de los actores de la escenapolítica para deformarla. El capítulo primerolleva por título Los conductos tradicionales, ydescribe las agencias y los agentes de la inteli-gencia alemana que hicieron del Vaticano elcentro de sus intereses; el capítulo segundo, ti-tulado La policía secreta, se centra en la agen-cia que, desde 1939 y como fruto de la fusiónde diversos cuerpos, dio origen al aparato deseguridad del partido nazi que llegaría a su-plantar al del Estado, la policía de Heydrich; eltercer capítulo, titulado A la sombra de un con-vento, se centra en el intento de instalar un cen-tro de espionaje en las proximidades del Vatica-no camuflado en un supuesto convento geor-

giano, que llegó a contar en algún momento conlas bendiciones papales; el capítulo cuarto, So-mos del norte, expone las actividades de los do-bles espías, especialmente del lituano, Alexan-derKurtna; en el quinto y último capítulo, Orejasindiscretas, se aborda la cuestión del espionajede las comunicaciones, el medio que resultómás eficaz para obtener información.

Como conclusión los autores ponen de re-lieve hasta qué punto el régimen nazi conside-raba a la iglesia católica como uno de sus prin-cipales enemigos y de qué manera, la intensamovilización de recursos por parte de Alema-nia para espiar y manipular en su favor al Papay al Vaticano obtuvieron unos resultado me-diocres. Los autores señalan que la debilidaden lo que se refiere a los medios de defensa,especialmente a la falta de códigos seguros enlas comunicaciones, que podrían hacer pensaren el Vaticano como una presa fácil, se viocompensada por factores como el modo de vi-da de los eclesiásticos, receptores de una tradi-ción administrativa y una cultura que inculcala prudencia, la discreción y, sobre todo, la fi-delidad hacia la Iglesia y al Pontífice.

Frente al Vaticano, los servicios de inteli-gencia alemanes tenían dos puntos débiles queexplican su inoperancia. En primer lugar, la fal-ta de coordinación: diversas agencias llegaron arivalizar en la obtención de información paraacrecentar su prestigio y poder. En segundo lu-gar, el haber sido en muchos casos presa de unavisión deformada de su objetivo, el Papa y elVaticano, construida en función de prejuiciosreligiosos, ignorancia histórica y paranoia ideo-lógica. En muchas ocasiones no fue la infor-mación fidedigna lo que interesaba sino aquellaque pudiera ser bien acogida en las alturas.«Una mentira no sólo iguala a la verdad, sinoque es mejor que la verdad»: en esta expresiónde ese modus operandiencuentran los autoresde esta obra un epitafio perfecto para los servi-cios secretos alemanes y su misión contra el Va-ticano durante la Segunda Guerra mundial.

Vienen al recuerdo unas atroces frases queel mismo Hitler escribió en su Mein Kampf:

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«Una mentira colosal lleva en sí una fuerza quealeja de la duda… Una propaganda hábil y per-severante acaba por meter en los pueblos laconvicción de que el cielo no es en el fondo si-no un infierno, y que por el contrario, la másmiserable de las existencias es un paraíso». Ladocumentada historia de esta nueva edición dela lucha entre David y Goliat vuelven a recor-darnos que no todo es manipulable.

F. M. Requena

Luz María Á LVAREZ ARGÜELLES-VládimirSAAVEDRA MARTÍNEZ -Claudia MÁRQUEZ PE-MARTÍN , En torno a la obra de Eduardo Nicol,Universidad Nacional Autónoma de México(Seminario de Metafísica. Facultad de Filoso-fía y Letras), México 1999, 170 pp.

Este volumen recoge los ensayos ganado-res del Premio Eduardo Nicol que fue institui-do en 1997 por el Seminario de Metafísica dela Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.En realidad, recoge los trabajos que quedaronen segundo y tercer lugar, ya que el ganadordel primer premio, que correspondió al trabajode Jorge Linares Salgado, titulado: «El proble-ma del fin de la filosofía y la negación de lahistoria en Eduardo Nicol», fue publicado enotro volumen.

Los ensayos se han publicado por el ordenen que quedaron clasificados en el concurso.De este modo en primer lugar aparece el traba-jo de Luz María Álvarez Argüelles, titulado«El humanismo de Eduardo Nicol» y el ensayode Vládimir Saavedra, «La comunicación hu-mana en la filosofía de Eduardo Nicol». Estosdos estudios consiguieron el segundo premio.Después está el trabajo de Claudia Márquez,«Ontología del hombre en Eduardo Nicol».

El tema del hombre ocupa un espaciofundamental en la obra de Nicol, así lo hanpuesto de manifiesto los tres ensayos que, dediversos modos, estudian cuestiones antropoló-gicas dentro de la obra de este filósofo contem-poráneo.

Nicol propone una ontología dialécticapara explicar la complejidad del ser humano.En opinión de Luz María Álvarez Argüelles,esta ontología dialéctica constituye un aporte ala filosofía actual, porque pretende dar razónde la condición humana superando las visio-nes de la tradición filosófica, cuyas solucionestienden generalmente a la absolutización.

Para la profesora Márquez la visión nico-liana del hombre se puede resumir en su frasede «el hombre es el ser de la expresión» o tam-bién «la expresión es el ser del hombre». Estaexpresión lleva a la comunicación, por lo cual,el hombre no es un ser aislado sino que se ha-ce con los otros.

Por ser corporal el hombre está sometidoa la temporalidad y por ser espiritual el hom-bre es eminentemente expresivo. Esta expresi-vidad en el tiempo es lo que justifica que paraNicol sea tan importante la historia. Es en lahistoria donde se manifiesta su expresividadtemporal mediante la acción. Él mismo diráque las dimensiones de la temporalidad sonlos datos primarios que constituyen el ordende la experiencia.

La comunicación es un modo de expre-sión. La aportación de Nicol respecto a esteproblema tan actual es que se preocupa de es-tudiar la posibilidad ontológica de la comuni-cación. Nicol, como opina Saavedra tiene unavisión negativa de la filosofía clásica. A su jui-cio esta filosofía ha reducido el ser al misterioal alejarlo de la realidad. Por eso reclama unametafísica del fenómeno, de la devolución delser al ser. Nicol quiere unir el método fenome-nológico con el método dialéctico, para ponerde manifiesto al ser e intentar dar razón del de-venir.

Historicismo, fenomenología, crítica a lametafísica clásica y a la vez recuperación delser en el fenómeno; posibilidad del conoci-miento, y dimensión metafísica de la comuni-cación; son muchos los temas que señalan es-tos estudios de la obra nicoliana. Esto se debesin duda a la misma complejidad de la obra deeste filósofo español y mexicano. Parece claro

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que Nicol propone una nueva metafísica quecomo tal ansía a ser penenne porque da cuentade lo real pero desde unas categorías en lasque lo real se encuentra demasiado sometidoal sujeto. ¿Hasta qué punto la actualidad no sesustituye por expresividad? ¿Hasta qué puntono se pretende sustituir el fundamento por elfenómeno para recuperar la dinamicidad de loreal? Hay muchas cuestiones que invitan a lareflexión y muchas que invitan al diálogo. Nocabe duda que estos trabajos contribuyen enbuena medida a rescatar un pensamiento, conel que se puede estar o no de acuerdo, peroque es serio, vivo y sugerente, que no se con-forma con lo dado y aspira a proporcionarnuevas intuiciones para explicar la realidad ydentro de la realidad al hombre.

Mª S. Fernández-García

Ricardo BONMATÍ FERNÁNDEZ , El Seminariode Orihuela en la época de la Ilustración 1742-1791, Gráficas Orihuela, Orihuela (Alicante)1997, 226 pp.

La historiografía reciente ha puesto derelieve un mayor peso de la Ilustración en lasregiones periféricas y costeras de la Españadel siglo XVIII, que la que pudo tener en elcentro peninsular, en el núcleo del reino deCastilla. La investigación realizada por Ricar-do Bonmatí Fernández, acerca del SeminariodeOrihuela, se suma a los datos que avalan esatesis.

El trabajo fue en su día tesis doctoral delA., ya Ingeniero de minas por la UniversidadComplutense (1972) y ordenado sacerdote en1977, presentada en la Facultad de Teología dela Universidad de Navarra. La investigación sebasa en fuentes del Archivo Vaticano y de Ar-chivos locales, como el Archivo Diocesano deMurcia, Archivo catedral de Orihuela, Archivodel convento franciscano de Santa Ana (Ori-huela), los archivos parroquiales de Albaida yde Monforte, a los que se suman el Archivomunicipal de Orihuela y el Archivo histórico yBiblioteca Pública «Fernando de Loazes», de

Orihuela, en donde el A. pudo consultar la Salade Protocolos, que encierran los documentosnotariales pertinentes al tema.

La fundación del seminario, la realizó en1742 Juan Elías Gómez de Terán, obispo deOrihuela (1738-1752), impulsado por el pro-yecto de reforma del clero lanzado por Bene-dicto XIV en la encíclica Ubi primum, del 3de diciembre de 1740, recién inaugurado supontificado. Bonmatí presenta el plan y elfuncionamiento del Seminario que, en parte,es diverso en la fase posterior bajo el obispoJosé Tormo, desde 1767 hasta su fallecimien-to en 1790. Ambos prelados sostienen una re-forma eclesial del clero encaminada a una vi-da de honda piedad, a una disciplina moral ya una sólida doctrina. Tormo es un prelado enel entorno del catolicismo ilustrado en la ór-bita de Mayans y Siscar en el ámbito valencia-no.

Se incluyen en dos apéndices diversosdocumentos sobre el seminario y el dictamendado por el obispo Tormo sobre la extinciónde la Compañía de Jesús. En resumen, es unaaportación de interés para reconstruir la refor-ma eclesiástica que la Iglesia española se pro-puso con variados matices en el momento ilus-trado.

E. Luque Alcaide

Philippe CAPELLE , Philosophie et théologiedans la pensée de Martin Heidegger, Eds. duCerf, Paris 1998, 290 pp.

En la obra de Heidegger hay una búsquedapermanente de lo incondicionado; esto hace quelas relaciones entre fe y filosofía aparezcan demúltiples modos en forma de binomios, talescomo, «pensamiento y fe», «ser y Dios», «me-tafísica y teología», «onto-teología y teologíacristiana». Capelle dirá al respecto que estos bi-nomios pueden ser agrupados en cuatro trazos:en primer lugar, el diagnóstico de una versiónsecularizada de la teología cristiana junto conuna teologización de conceptos fundamentalesde la analítica del «Dasein»; en segundo lugar,

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la delimitación de los campos temáticos y con-ceptuales entre la filosofía y la teología; en ter-cer lugar, la puesta a prueba de la deconstruc-ción ontoteológica. Por último, la confrontaciónde la tematización heideggeriana de la cuestiónde Dios con la tradición cristiana y la tradiciónjudía.

A menudo ha ocurrido que estas lecturashan dejado sin resolver problemas fundamenta-les que están relacionados con la unidad mismadel discurso de Heidegger. Por ejemplo, el temadel estatuto científico de la teología reivindica-do en 1927, cuestionado en 1928 y resuelto en1964; o también, los problemas derivados de lapluralidad del término filosofía y de sus acep-ciones. Todo lo referente a la articulación entreel «principio» (Beginn) de la constitución onto-teológica y el «comienzo» (Anfang) del pensa-miento, así como la cuestión de los motivos delcambio (Kehre).

En los últimos años han visto la luz nu-merosos inéditos de Heidegger, trabajos queaportan una nueva visión acerca de sus oríge-nes sociales e intelectuales, así como sobre laevolución de su obra. Todo esto invita a unanueva reflexión para salir de lugares comunesque no hacen justicia al pensamiento heideg-geriano. El trabajo de Capelle parte de dos te-sis: 1. El pensamiento de Martín Heidegger seha elaborado en la tensión permanente entrefilosofía y teología. 2. Las relaciones entre fi-losofía y teología en el pensamiento de Hei-degger obedecen a un triple tópico que señala-ré a continuación.

La argumentación general implica un do-ble rechazo: Rechazo en primer lugar, de en-tender la relación «filosofía-teología» en Hei-degger, como una simple formulación de unatesis entre otras tesis. Desde este punto de vis-ta se abandonará el límite de circunscribir estetema a tres textos prestigiosos: «Fenomenolo-gía y Teología» (1927), el primer capítulo delcurso de 1935 «Introducción a la metafísica» yla conferencia sobre «El problema de un pen-samiento y de un lenguaje no objetivante en lateología de hoy» (1964). Estos textos ni son

suficientes, ni sitúan el problema en el lugarexacto.

Rechazo también de considerar la rela-ción filosofía-teología sólo como un tema derelectura sistemática de la obra heideggeriana;porque en ese caso se abandona la dinamici-dad de su pensamiento al reducirlo a esquemasdeterminados.

Es importante por lo tanto realizar un aná-lisis de la cuestión a la vez sincrónico y dia-crónico. Esto permite apreciar la equivocidadde los términos mismos. De este modo, la teo-logía se relaciona con tres esferas de significa-ción distintas: la teología neotestamentaria, lateología como constituyente de la metafísicaoccidental; la teología unida a una nueva bús-queda de lo divino y de Dios. Por su parte, elvocablo filosofía se presenta del mismo modosegún un triple significado: como un interro-gante que tiene ante sí la cuestión del ser; co-mo recorrido acabado de la metafísica occi-dental, como simple codificación disciplinariade la experiencia del pensamiento.

Más aún la diversidad de estas significa-ciones señaladas en el corpus heideggeriano—si se exceptúan los escritos de juventud (1909-1912), muy impregnados de una atmósfera re-ligiosa— apuntan hacia tres tópicos de la rela-ción entre filosofía y teología.

Un primer tópico anunciado en «Ser yTiempo», sistematizado en la conferencia «Fe-nomenología y Teología» comentado en lacarta de agosto de 1928 a E. Blochmann, y re-tomado en el curso de Introducción a la meta-física, concierne a la relación Filosofía y teo-logía escriturística: la ciencia ontológica apo-yada en la sola cuestión del ser y la separaciónde toda visión del mundo se encuentra en de-bate con la teología cristiana, ciencia ónticaelaborada a partir de la fe en un Dios crucifi-cado.

El segundo tópico manifiesta la solidari-dad inaugural e histórica de la teología y de lafilosofía. «Filosofía y onto-teología». Como esconocido Heidegger trabaja su descubrimiento

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onto-teológico sobre diferentes autores y es-cuelas durante un período amplio desde 1929hasta el 46, llegando a una síntesis importantecon la obra: «La constitución onto-teo-lógicade la metafísica» de 1957.

A partir de los años 34-35, los trabajos deHeidegger se orientan hacia un nuevo tipo deproblemas que determina una tercera relación:Pensamiento del ser y espera de Dios. Es en laapertura del ser donde se debe pensar la llega-da posible de un Dios divino más allá de todareferencia cristiana o anticristiana. Los textosen los que se apoya esta apreciación son: las«Contribuciones a la filosofía» de 1936-38, lacarta sobre el humanismo de 1946, el Semina-rio de Zurich, «Aproximaciones a Hölderlin»en 1951, «Identidad y diferencia» de 1957 y laconferencia dada en Friburgo en 1964: «Algu-nas indicaciones sobre los puntos de vista prin-cipales del coloquio teológico, consagrado alproblema de un pensamiento y de un lenguajeno objetivamente en la teología de hoy».

Este libro tiene por objeto presentar en unprimera parte los tres tópicos exactos de lacuestión, de reunir en una segunda parte losmotivos y los procesos de su elaboración y depreguntarse por fin, en la perspectiva así re-construida, la naturaleza de las relaciones en-tre la filosofía y la teología.

Mª S. Fernández-García

Vicente CÁRCEL ORTÍ , Buio sull’altare. 1931-1939: la persecuzione della Chiesa in Spagna,Città Nuova, Roma 1999, 197 pp.

El Autor, especialista en la historia de laIglesia española contemporánea, ha trabajadoel tema de la persecución religiosa durante laGuerra civil de 1936 a 1939. Era lógico queasí lo hiciera por la inmensa dimensión, tantoabsoluta como relativa, que este acontecimien-to tiene en la historia de la Iglesia en Españadurante el siglo XX. Sus libros La persecuciónreligiosa en España durante la Segunda Repú-blica (1931-1939), Madrid 1990, Mártires es-

pañoles del siglo XX, Madrid 1995, y Mártiresvalencianos del siglo XX, en colaboración conR. Fita Revert, Valencia 1998, son sólo susobras de mayor envergadura, y junto a ellas haybuen número de trabajos y artículos sobre elmismo tema. Con tales antecedentes no puedesorprender que Cárcel Ortí haya conseguidoescribir esta acertada obra de síntesis.

Este es el primer libro de V. Cárcel sobrela persecución religiosa en España, dirigido alpúblico italiano. Esta circunstancia ha movidoal Autor a realizar un meritorio esfuerzo parahacer más «comprensible» a un lector no his-pánico el tremendo «holocausto» de que fuevíctima la Iglesia española durante la Guerracivil de 1936 a 1939. Este esfuerzo por ambien-tar el «drama» resulta de extraordinaria utili-dad para aquel público. Se hace memoria de lasecular relación que se dio en España entreIglesia y Monarquía, la propia de un Estadotradicionalmente confesional, y la aparición enel siglo XIX de un sentimiento anticlerical te-nazmente promovido por corrientes intelectua-les y políticas de signo anticristiano. La Repú-blica de 1931, inspirada por esas ideologías,nació con un fuerte componente antirreligioso,que fue calando cada vez más en considera-bles sectores de la población. En ese orden detratar de contribuir a la mejor «comprensión»del conflicto, la revolución de Asturias de oc-tubre de 1934, que los recientes trabajos dePío Moa relacionan con los orígenes de laGuerra civil, es debidamente recordada por V.Cárcel. Nuestro Autor destaca cómo en «aque-lla pequeña región española, en el curso de losbreves días que duró la revuelta, 34 sacerdotesy religiosos fueron inmolados por odio a laReligión», y la Iglesia ha elevado ya a los alta-res a un grupo de ellos. Este largo «preámbu-lo» ayudará al lector italiano a comprendermejor la gran tragedia que comenzó en el ve-rano de 1936.

El Autor condensa al final del libro, enuna docena de páginas, las «conclusiones» aque conduce su exposición. El libro se abrecon una «prefazione» de Giorgio Rumi y lleva

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como apéndice una breve noticia de la muertede los 239 mártires de la persecución que die-ron su vida en España entre 1936 y 1939, yhan sido ya elevados a los altares por el papaJuan Pablo II. La obra concluye con un índicealfabético y otro onomástico.

J. Orlandis

Jean-Louis CLÉMENT , Les évêques au temps deVichy: loyalisme sans inféodation. Les relationsentre l’Eglise et l’État de 1940 à 1944, Beau-chesne («Bibliothèque Beauchesne ReligionsSociétes Politique», 34), Paris 1999, 280 pp.

Durante los años 1943 y 1944 surgieronvoces críticas ante la actitud que la jerarquíade la Iglesia católica en Francia había adopta-do frente al gobierno provisional de Vichy. Lacrítica se puede sintetizar del siguiente modo:la iglesia, a través de sus jefes, ha ido más alláde su lealtad habitual frente al poder civil y, enconsecuencia, ha renunciado a su misión demadre y maestra ocultando el mensaje delEvangelio que los nazis intentaban erradicarpor medio de los hombres de Vichy.

Durante las tres décadas posteriores, loshistoriadores que se han aproximado al estudiode la Iglesia en Francia durante la segundaGuerra Mundial no hicieron suya esta valora-ción. Con matices diversos, los estudiosos deese período coincidían en afirmar que la Igle-sia había mantenido una posición de lealtad enconsonancia con su doctrina habitual, pero sinabdicar de su misión profética. A partir de losaños ochenta, ha resurgido de nuevo la antiguacrítica, en parte a causa del hallazgo de los do-cumentos de «la malle du Maréchal». Docu-mentos sobre la política religiosa del gabinetecivil del Mariscal Petain, que tomados de mo-do aislado, podría avalar la tesis del enfeuda-miento de la jerarquía francesa respecto al go-bierno de Vichy.

Jean Luis Clément, titular de Historia Con-temporánea en la Universidad Robert-Schumande Estrasburgo, aborda nuevamente la cues-tión. El autor se propone responder a la pre-

gunta: ¿Los obispos franceses mantuvieron ba-jo el régimen de Vichy una actitud ambiguaque habría dado pie a equívocos?

Clément da una respuesta a la cuestiónacudiendo a un buen número de fuentes docu-mentales. Entre ellas hay que citar los papelesdel gabinete civil del Mariscal que se refierena la política religiosa, a los que ya nos hemosreferido. Al mismo tiempo, señala que estafuente, por si sóla, no ofrece datos suficientespara valorar la actitud de los obispos. Por ello,esta fuente se completa con otras dos: los do-cumentos hasta el momento inéditos, que co-rresponden a la actividad de la Asamblea deCardenales y Arzobispos; y las Semanas Reli-giosas, publicaciones periódicas de ámbitodiocesano. A lo largo de la investigación, elautor entrecruza estas tres fuentes, intentandoesclarecer el tenor de las relaciones Iglesia-Es-tado en Francia durante la ocupación alemana.

El autor señala las posibilidades y los lí-mites de las fuentes disponibles. Entre las limi-taciones, habría que destacar las dificultadesque, desde 1979 y por disposición guberna-mental, existen para acceder con libertad a losarchivos relacionados con el período de Vichy.Junto al empleo de esta abundante documenta-ción hay que señalar el recurso a una ampliabibliografía sobre la teología política del mo-mento. Esta ocupará un lugar importante comoclave de interpretación a lo largo de todo el tra-bajo.

Para Clément, las posiciones adoptadaspor el episcopado francés durante la segundaguerra mundial sólo se pueden entender te-niendo en cuenta la teología política más di-fundida entre los eclesiásticos desde 1935. Es-ta teología política se centraba en la distinciónfundamental entre derechos civiles y derechospolíticos. La jerarquía se sentía llamada a ac-tuar en el primero de los campos, para asegu-rar la congruencia de dichos principios con ladignidad humana, mientras que el segundo ca-pítulo, los derechos políticos, eran considera-dos como competencia exclusiva del poder ci-vil. Basados en estos principios, no lejanos de

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las formulaciones de León XIII, la acción delos católicos debía circunscribirse al campo delo social. Este es el contexto, y no otro, en elque, según Clement, se debe valorar la falta desintonía entre la jerarquía y la resistencia.

Para el autor hay, además, otros dos prin-cipios que se deben tener en cuenta a la horade interpretar la actuación de la jerarquía fren-te al gobierno de Vichy. En primer lugar, quelas relaciones entre la iglesia y la república seremontan a 1918 y no son, por tanto, una no-vedad derivada del establecimiento del gobier-no de Vichy; en segundo lugar, la necesidad deno perder de vista el severo régimen de censu-ra impuesto por las autoridades alemanas en laFrancia ocupada.

El libro se estructura en cuatro capítulosque abarcan cuatro períodos en este proceso: 1.La adhesión al Estado francés. Julio 1940-di-ciembre 1941; 2. La lealtad episcopal: espírituy practica. 1940-1942; 3. La falta de entendi-miento entre la jerarquía y los católicos de laresistencia. 1941-1942; «Leales» contra vientoy marea. Noviembre de 1942-agosto de 1944.

La conclusión del autor es que la Iglesia enFrancia no reconoció el Estado de Vichy comouna realidad unitaria durante los cuatro años deexistencia; y que los obispos supieron aportarsu discreto apoyo a la facción que a su entenderservía mejor a los intereses superiores del país.Un ejemplo de ello puede ser la actuación de lajerarquía en el delicado momento de diciembrede 1943. En esa fecha la noción de legitimidadestaba eclipsada. No había ninguna certeza so-bre que el Estado miliciano actuara en favor delbien común francés, a pesar de que el mariscalPetain detentaba personalmente el principio delegitimidad; pero tampoco había certezas sobreel hecho de que fuera la resistencia la que de-tentaba alguna porción de legitimidad. Ante es-ta situación de duda, la jerarquía mantuvo unaposición equidistante respecto al Estado mili-ciano y respecto a la resistencia. Algunas fac-ciones no admitían esta opción, en momentosen los que las pasiones hacían difícil un juicioobjetivo de la situación.

No cabe duda que el libro es interesante,tanto por la documentación utilizada, como porel modelo metodológico utilizado para abordaruna temática y un período aun controvertidos.

F.M. Requena

José Luis COMELLAS , Historia breve del mundocontemporáneo, Rialp, Madrid 1998, 398 pp.

Historia breve del mundo contemporá-neo, con el añadido «y del mundo actual», po-dría ser el título completo de esta obra. De he-cho, como el mismo autor señala en la intro-ducción, «la época de las Revoluciones queconducen del Antiguo al Nuevo Régimen plan-tea una problemática que en muchos aspectosno ha terminado de resolverse aún en nuestrosdías, y resulta por tanto actual» (p. 14). Estelibro de Comellas ofrece un recorrido ameno yque invita a la reflexión por los principalesacontecimientos del siglo XIX y de la primeramitad del XX. Destaca una buena selección delos hechos, que se entrelazan con eventos delpasado y se relacionan con acontecimientosque hoy día también son ya parte de la histo-ria. El resultado es una visión global bastantecompleta del desarrollo histórico y político delas sociedades actuales.

Comellas arranca del período revolucio-nario, adentrándose para ello en el siglo XVIII:de la emancipación de los Estados Unidos a larevolución francesa, seguida de la gran revolu-ción que independiza América latina. Son he-chos relacionados entre sí, que marcaron el pa-so a un nuevo régimen, que había germinadoya en las conciencias de los intelectuales delsiglo XVIII.

La realidad que sigue a las revolucionesno fue, sin embargo, continuadora de éstas, si-no en todo caso manifestación de su espíritu.La restauración y los períodos revolucionariosdel siglo XIX no consagran ni la vuelta al anti-guo régimen, ni el rechazo de las ideas libera-les, ya despojadas de su carácter radical mili-tante. La herencia de este período es más bienel liberalismo histórico o sistema dirigido por

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minorías distinguidas, consagrador de los par-tidos políticosy de la diversidad de opinión enel ámbito público. Nuevasminorías impulso-ras de importantes iniciativas financieras queconducen a la revolución industrial y transfor-man las sociedades con planteamientos socia-les hasta entonces inéditos.

El libro sintetiza el acontecer de la segun-da mitad del siglo XIX, los nacionalismos y elpanorama mundial del período 1848-1870. Eldinamismo de estos años es presentado en cincoapartados, desde el ciclo de las revolucionesde 1848 hasta el despegue de Japón y EstadosUnidos como potencias mundiales, pasandopor la época de Napoleón III, la unificación deItalia y el proceso de unidad alemana. A partiraproximadamente de 1870 se puede hablar, se-gún Comellas, del inicio de una nueva edadhistórica, caracterizada por un cambio de men-talidad en el hombre occidental: la afirmaciónde un progreso continuado, fundado en el do-minio por el hombre de los recursos de la na-turaleza. Se fortalece el poder del Estado y lanecesidad de expandir su mercado para podersubsistir, la cual lleva consigo el incrementodel poder militar. Es la época en que las «Gran-desPotencias» invocan la paz a la vez que pre-sumen de su fuerza armada.

En los años posteriores a 1870 se puededecir que está consolidada la mentalidad posi-tivista, es decir, una confianza ciega en que elprogreso material es suficiente para hacer másfeliz al hombre: convicción que llevará a dis-tanciar la ética de la ciencia, y a poner a ésta alservicio de la técnica. Es la «era de los inven-tos», que cambia la calidad de vida y las cos-tumbres, las comunicaciones y las posibilida-des de trasportes rápidos de personas o mer-cancías.

Queda manifestada la paradoja de la «pazarmada», cuyas contradicciones se evidencia-rán con la primera guerra mundial. Mientrasesto no acontece, Comellas conduce al lectorpor los ideales del imperialismo y colonialis-mo caracterizadores de las grandes potenciasde finales del siglo XIX, y señala el enorme

fallo que sustentaron: la sumisión de pueblosdébiles a los más fuertes, la explotación de losrecursos naturales en beneficio de las poten-cias colonizadoras, imposiciones y abusos; y,junto a ello, la alfabetización de pueblos quehasta entonces no disponían de esteinstrumen-to culural, la evangelización cristiana, la tecno-logía, la sanidad, el derecho, los conceptos delibertad e dignidad, incluso el concepto de Esta-do.

Comellas presenta la crisis del siglo XX.No se trató de una recesión económica, ya quelos hechos parecían confirmar la confianza po-sitivista en el progreso irreversible. En efecto,la conyuntura económica había mejorado con-siderablemente respecto al siglo precedente: elautomóvil, el cine, y los aparatos movidos porla electricidad constituían bienes cada vez másgeneralizados; se disponía de avión y radio; sedifundían los plásticos; los «saltos de agua»hacían accesible una energía limpia, económi-ca y aparentemente inagotable; el petróleo em-pezaba a ser utilizado para múltiples finalida-des. La crisis se refiere a otro campo: el de lasactitudes mentales. En este terreno, desde losanteriores años noventa había ido germinandola duda sobre el futuro humano: el desarrollotecnológico excesivo traía consigo tambiénciertos peligros; la tecnología aplicada a losarmamentos abría la posibilidad de un cata-clismo en el caso de un conflicto bélico. Ensíntesis, no era tan seguro que el futuro huma-no fuese un porvenir feliz, y este hecho dio lu-gar a un desaliento que fue impregnando elpensamiento, la ciencia, la literatura, el arte e,incluso, la actitud ante los valores y las tradi-ciones. Comellas se detiene en campos tan va-riados como el científico, el mundo de las ideas(desde Nietzsche, a Bergson, Husserl, Heideg-ger, Sartre), el arte y la literatura. Conecta lacrisis también con la primera guerra mundial(1914-1918), que puso fin a la belle époquedel progreso y de la seguridad del hombre ensí mismo y en sus fuerzas.

El sentido de crisis y de decadencia per-manece en el período de entre guerras, aunque

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algunos años de la tercera década, sobre todoentre 1926 y 1929, hayan dado origen a la ideade «los felices años veinte». Con apreciablesdotes de síntesis y de análisis, Comellas trae ala luz las dificultades para la reorganizacióneconómica y política de los países en el perío-do de posguerra, así como la vinculación entrelos acontecimientos de la revolución soviéticade 1917 y el conflicto mundial.

Los «felices años veinte» quedaron trun-cados por la gran depresión de 1929, que sig-nificó no sólo una catástrofe económica de di-mensión mundial, sino que facilitó la vuelta aun clima crispado entre las naciones, una espe-cie de «sálvese quien pueda». Internamente,en la mayoría de los países se dio un aumentode la autoridad de los gobiernos, porque elcombate a la depresión y el paro exigía unapolítica intervencionista fuerte. Además, en al-gunos Estados esa tendencia a regímenes auto-ritarios degeneró en sistemas totalitarios: enItalia el fascismo, en Alemania el nacionalso-cialismo, y en los demás países otros movi-mientos y partidos de corte fascista. Si a estose une el carácter general militarista, la exalta-ción del nacionalismo y el hecho que la indus-tria armamentista constituía un instrumento depotente eficacia en la lucha contra el paro, secomprende como los años treinta cultivaron elambiente propicio para el estallido de la se-gunda guerra mundial.

Los años de la guerra, con sus estrategias,batallas, sorpresas y revanchas, son presenta-dos por el Autor con agilidad, poniendo de ma-nifiesto el juego de intereses y los orgullos departe. El nacimiento y fortalecimiento de laOrganización de las Naciones Unidas quedatambién reflejado en breves líneas. Comellascierra la obra con unas páginas sobre los as-pectos más destacados de los años que siguie-ron a las paces de 1945. Al llegar a este puntoel lector tiene ya un bagaje de conocimientosque permiten comprender mejor el mundo ac-tual y discernir algunos principios y líneas deacción que hacen posible mirar con esperanzaal porvenir. En resumen, una obra de alta di-

vulgación, útil para todo el que se acerque coninterés a los acontecimientos de los últimosdos siglos del segundo milenio.

Mª A. Ferrari

Germán DOIG, Juan Pablo II y los movimien-tos eclesiales. Don del Espíritu, Vida y Espiri-tualidad, Lima 1998, 126 pp.

Germán Doig, vicario general de Sodali-cio de Vida Cristiana, presenta el magisteriode Juan Pablo II sobre los movimientos ecle-siales. Se trata de tres discursos pronunciadoscon motivo del Congreso mundial de movi-mientos eclesiales celebrado en el marco de lasolemnidad de Pentecostés de 1998. La reu-nión fue una iniciativa del Papa, lo que resultónovedoso de por sí, y así lo sintieron los miem-bros de los diferentes grupos convocados. JuanPablo II describe a estos movimientos comoun don del Espíritu, fruto de la nueva primave-ra espiritual que vive la Iglesia tras el ConcilioVaticano II y un motivo de esperanza. Frenteal «pensamiento débil» y a la marginación prác-tica de Dios en la sociedad, los movimientospromueven un «anuncio fuerte» del Evangelioy un nuevo fervor a la vida cristiana.

Destaca el redescubrimiento de la voca-ción bautismal como una llamada al misteriode comunión en Cristo con los demás seres hu-manos. El impulso misionero que brota de losmovimientos lleva el signo de la preocupaciónpor los más necesitados. Juan Pablo II habla dela Iglesia como «movimiento» en sentido aná-logo, pues ella penetra en los corazones y enlas conciencias suscitando respuestas en laspersonas. La unidad con el Romano Pontífice através de los obispos es una característica deestas nuevas formas de religiosidad, y la diver-sidad de carismas que se detectan en los dife-rentes movimientos son otras tantas formas deservir a la Iglesia en su conjunto. Carisma einstitución, términos inseparables en la Iglesia,merecen una especial atención en este libro.Juan Pablo II sale al paso de los desencuentrosprovocados en ocasiones por el florecer de los

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nuevos movimientos, y lanza una llamada a lamadurez superada ya la primera etapa de suexistencia en la Iglesia. Los movimientos parti-cipan de la responsabilidad evangelizadora dela Iglesia especialmente en la cercanía del GranJubileo del año 2000. El libro resulta una inte-resante reflexión sobre la acción siempre reno-vadora del Espíritu Santo en la Iglesia.

A. Azanza Elío

Mariano FAZIO , Due rivoluzionari: F. de Vito-ria e J.-J. Rousseau, Armando Editore («Studidi Filosofia», 15), Roma 1998, 283 pp.

En primera instancia el título de este libropuede provocar en el lector una primera reac-ción de desconcierto, sobre todo si conoce mí-nimamente la trayectoria intelectual de los dospensadores que se sitúan bajo el epígrafe de«revolucionarios». Por un lado, Francisco deVitoria, dominico español del siglo XVI fun-dador de la célebre Escuela de Salamanca, quepropone una renovación de la filosofía tomistaen la época humanista; por otro lado, Jean Jac-ques Rousseau, prototipo de pensador ilustra-do y autodidacta. Sin embargo, este sugerentetrabajo establece interesantes paralelismos en-tre las dos figuras cuya influencia se deja sen-tir —también ahora— en el campo de la filo-sofía del derecho y de la filosofía política.

Desde perspectivas distintas estos persona-jes presentan —según el autor— innegables pa-ralelismos, porque ambos se ven envueltos enun período de crisis espiritual del mundo occi-dental. El dominico español asiste y, en algunosaspectos protagoniza, el paso de la cristiandadmedieval a los inicios de la modernidad; por suparte, Rosseau participa activamente en el pro-ceso ideológico que precederá a la transición, enla época moderna, del Antiguo al Nuevo régi-men. El papel desempeñado por Vitoria y Rous-seau hace de ellos dos «revolucionarios»: noporque sostuvieran una lucha armada, sino porhaber asimilado de modo revolucionario la tra-dición para dar lugar a un nuevo modelo en elque inspirar las relaciones entre los hombres.

Francisco de Vitoria, formado en las aulasparisinas y que vivió los conflictos planteadosa raíz del descubrimiento de América, elabora-rá una doctrina política y jurídica que serán lasbases del derecho internacional moderno. Consus enseñanzas se abrirá un nuevo modo decomprender las estructuras políticas en abiertocontraste con la mentalidad teocrática medieval.Jean Jacques Rousseau, autodidacta y eclécti-co, señalará en la sociedad de su tiempo lacausa de la alienación del hombre y propondráun nuevo paradigma social en el que el indivi-duo pueda gozar de sus derechos naturales.

Aparte de su indudable interés histórico,este ensayo de filosofía social aborda otrascuestiones que se presentan de modo proble-mático también a la conciencia contemporá-nea, como son, por ejemplo, las relaciones en-tre libertad y obediencia, naturaleza y cultura,secularización y laicismo, y, en definitiva, en-tre orden natural y orden sobrenatural.

El libro se encuentra dividido en dos partesbien diferenciadas; la primera de ellas, dedicadaal dominico español, está compuesta por ochocapítulos y una conclusión; la segunda (más ex-tensa) consta de once capítulos y la conclusiónse centra en el pensador suizo. Completa el tra-bajo una breve bibliografía sobre los dos auto-res y un índice de autores citados.

En definitiva, se trata de un meritorio tra-bajo de síntesis y comparación, especialmentedirigido a los interesados en la historia delpensamiento político aunque por la claridad deestilo es accesible también para un público noespecializado.

J. A. García Cuadrado

Mª Socorro FERNÁNDEZ-GARCÍA (ed.), Leib-niz-Bayle. Correspondencia filosófica, intro-ducción y traducción de ________, Servicio dePublicaciones de la Universidad de Navarra(«Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Uni-versitaria», 77), Pamplona 1999, 81 pp.

Este opúsculo, que forma parte de la Se-rie Universitaria de «Cuadernos de Anuario Fi-

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losófico», recoge, en traducción española, lacorrespondencia de Gottfried Wilhelm Leibniz(1646-1716) con el filósofo francés PierreBayle (1647-1706). La edición está a cargo deMª Socorro Fernández-García, Profesora deHistoria del Pensamiento y de Ética y Filoso-fía en la Universidad de Burgos, que ha publi-cado ya varios libros y artículos sobre el filó-sofo alemán, con particular atención a la teodi-cea leibniciana.

El núcleo del cuaderno consiste en lasdiez cartas que se conservan de este diálogoepistolar, ocho de las cuales son de Leibniz. Elhecho de que las cartas de Bayle se reduzcan ados, lo explicó el propio Leibniz diciendo queno había conservado todas las cartas de Bayle,porque muchas de las cuestiones tratadas enellas se encontraban ya incluidas en escritossistemáticos. De todos modos, la falta de car-tas de Bayle no rompe el discurso, porque sucontenido puede deducirse en gran parte de lasrespuestas de Leibniz.

En la nota introductoria se establece elcontexto de las cartas, que abarcan los años1687 a 1702, y se comenta su contenido. El in-terés de la correspondencia consiste en que,por una parte, aporta datos sobre la polémicaque sostuvo Leibniz con los cartesianos y, porotra, refleja su intento de conciliar matemáti-ca, metafísica y teodicea.

E. Reinhardt

Olegario GONZÁLEZ DE CARDEDAL (ed.), LaIglesia en España, 1950-2000, PPC, Madrid1999, 430 pp.

Se trata de un estudio conjunto que pre-tende revisar la historia de la Iglesia en Españadurante la segunda mitad del siglo XX, a tra-vés de unos testimonios personales por unaparte y de un análisis histórico-teológico porotra. Para este audaz propósito, la obra cuentacon la colaboración de cuatro profesores (queaportan su preparación científica) y de cuatroobispos (que aportan su experiencia eclesial yde gobierno y su experiencia vivida).

La simbiosis entre lo científico y lo expe-riencial es quizás lo más significativo de estaobra, que al mismo tiempo también pretendeuna asociación entre los acontecimientos polí-ticos que han dominado el contexto históricode la vida de España en estos últimos cincuen-ta años (el advenimiento del franquismo y dela democracia, la promulgación de una nuevaConstitución, la integración en la nueva Euro-pa) y los sucesos propiamente eclesiológicos,entre los que se destaca el desarrollo y las con-secuencias del Concilio Vaticano II.

Son estas dos dobles conjunciones (rigorcientífico-testimonios personales y aconteci-mientos políticos-vivencia eclesial) las que de-terminan el contenido y la metodología de estaobra colectiva. Sin embargo, estas dicotomíasno quedan suficientemente reflejadas, a mi en-tender, en la organización del esquema de laobra, que se rige por el criterio cronológico:hacer memoria del pasado inmediato (cap. II:«Memoria»), analizar el presente (cap. I: «Pre-sencia») y proyectar a la Iglesia en el futuro(cap. III: «Proyecto»). Cada una de las partescontiene tres artículos, que están culminadospor una extensa reflexión final, a modo de con-clusión. Como las colaboraciones abarcan te-mas bastante heterogéneos, merece la pena ha-cerun pequeño comentario de cada una de ellas.

El primer bloque de artículos sobre el«Presente» está encabezado por un elocuentetrabajo de Juan González-Anleo, quien ofreceun interesante panorama sociológico de laevolución de la religiosidad en la España de laúltima mitad de siglo: «La religiosidad españo-la: presente y futuro». El tema está tratado conrigurosidad metodológica y abundancia de es-tadísticas, aunque en algunos momentos el es-tudio se deja llevar por la única fuerza de lascifras, cuya evidente relatividad está poco ma-tizada.

El segundo artículo, del cardenal de Ma-drid, Don Antonio Mª Rouco Varela («Ubica-ción jurídico-social de la Iglesia en la Españade hoy»), se complementa con el anterior. Enla primera parte ofrece una visión de la reali-

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dad jurídica de la Iglesia en España, para con-tinuar después con una reflexión sobre la si-tuación de la Iglesia en la sociedad españolaactual y terminar con un comentario sobre losretos que tiene planteada la Iglesia españoladel futuro. Aunque las tres partes no tienen de-masiada conexión entre sí, ofrecen en su con-junto un panorama de la Iglesia española de unevidente interés, proveniente de una pluma sinduda autorizada.

A continuación, Joaquín Romero Maurase refiere a la dimensión europea de la Iglesiade España. Se trata de un peculiar ensayo decarácter entre apologético, exhortativo y algoapasionado que contrasta con el talante docu-mentado y eficaz de los dos artículos anterio-res. Desde luego, hay algunas ideas de evidenteinterés, aunque poco contextualizadas y frutode la intuición deductiva más que del métodocientífico.

Las colaboraciones referentes a la miradaretrospectiva («Memoria») se inician con elartículo de Juan María Laboa, profesor de laUniversidad Pontificia de Comillas y directorde la prestigiosa revista «XX Siglos»: «Loshechos fundamentales ocurridos en la vida dela Iglesia española en los últimos treinta años(1966-1998)». Se trata de una síntesis de losacontecimientos que, para el autor, han tenidomayores consecuencias para la vida de la Igle-sia española en estos últimos años (el concilioVaticano II, la Asamblea Conjunta, el viaje deJuan Pablo II de 1982, etc.).

El artículo es interesante por tratarse deuna acabada síntesis de la historia de la Iglesiaespañola durante esos años, pero queda deslu-cido por algunas afirmaciones poco matizadaso no documentadas. Con todo, el artículo nodeja de ser un buen diagnóstico de la historiareciente de la Iglesia española.

Don Fernando Sebastián Aguilar, arzobis-po de Pamplona, en uno de los artículos quizásmás monográficos y coherentes desde el puntode vista temático, se refiere al papel y la fun-ción ejercida por la Conferencia Episcopal Es-

pañola durante los años posteriores al ConcilioVaticano II. Olegario González de Cardedal,por su parte, ataviado con un estilo ensayista,completa la visión retrospectiva con un co-mentario sobre los asuntos más trascendentalesvividos por la Iglesia en estos últimos treintaaños. La orientación es algo catastrofista, co-mo el mismo título quiere significar («La Igle-sia en España: problemas de superficie y pro-blemas de fondo»), aunque de evidente interéspara ahondar en la vida de la Iglesia de los úl-timos decenios.

En una nueva colaboración, Fernando Se-bastián inaugura la tercera parte, que lleva elexpresivo título de «Proyecto». Se trata de unbreve diagnóstico de la realidad actual desdeel punto de vista de la creencia en Dios y deun intento de proponer un lenguajea travésdel cual la Iglesia pueda llegar a la sociedadcontemporánea. Elías Yanes, a continuación,se refiere a las «tareas del Pueblo de Dios parael siglo XXI», a través de un esquema basadoenla sugerente trilogía «Iglesia-misterio», «Igle-sia-comunión», «Iglesia-misión». Por último,Juan María Uriarte se refiere a la dimensiónsalvífica de la Iglesia, en un ensayo que pre-tende exponer brevemente las contribucionesque una auténtica pastoral de la Iglesia puededar al mundo contemporáneo.

La reflexión final es de Olegario Gonzálezde Cardedal, profesor de la Universidad Ponti-ficia de Salamanca. Es un ambicioso diagnósti-co de cincuenta años de la vida de la Iglesiaespañola (1950-2000), en el que se mezcla ladocumentación histórica con algunas citas deliteratos o filósofos y en el que se intenta bus-car un siempre difícil equilibrio entre exposi-ción y exhortación.

En definitiva, este proyecto trata de aunartres campos bien diferentes, basados en susrespectivas dicotomías paradójicas: la metodo-lógica (ciencia-experiencia), la temática (polí-tica-Iglesia) y la temporal (presente-pasado-futuro). Estas coordenadas quedan bien esta-blecidas desde el mismo «Prólogo», redactadopor el editor de la obra, González de Cardedal.

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Sin embargo, el lector no puede evitar una cier-ta desazón al enfrentarse con el esquema, algoaturdido por la diversidad de enfoques y demetodologías. Esta falta de conjunción se ma-nifiesta desde pequeños detalles formales (al-gunos artículos disponen de aparato crítico yotros no), hasta cuestiones de mayor enjundia(algunos artículos son análisis rigurosos de unhecho histórico bien documentado y otros sequedan en meras reflexiones personales).

Quizás la mejor definición de la obra lada el mismo prologuista, cuando afirma que«estas páginas son fragmentos de buena vo-luntad con la esperanza de que, siendo tam-bién exponentes de buena inteligencia, ayudena los creyentes y ciudadanos a comprender me-jor su historia, a asumir mejor su presente y aforjar mejor su futuro». Porque aquí aparece lacuarta «dialéctica», que contribuye a que seatan difícil situar este libro en un género con-creto: la conjugación entre la finalidad apolo-gética y la científica; aunque, sin duda, se tratade un estudio que contribuirá a dinamizar eldebate sobre un asunto de tanto interés comola evolución de la Iglesia en España durante lasegunda mitad del siglo XX.

S. Aurell

Janne HAALAND MATLÁRY , Il tempo dellafioritura. Per un nuovo femminismo, Monda-dori, Milano 1999, 184 pp.

Janne Haaland Matláry, catedrático deRelaciones Internacionales en la Universi-dad de Oslo, y actual Secretaria de Estado deAsuntos Exteriores de Noruega, reflexiona enesta obra sobre un tema clave de nuestro tiem-po: el feminismo en la encrucijada histórica definales del segundo milenio. Parte de la expe-riencia del feminismo escandinavo, y la des-arrolla tomando como puntos de referencia laconexión entre maternidad y feminidad, entrefamilia y trabajo. Considera propias las instan-cias más válidas del feminismo: hacer a lasmujeres más libres y conseguir la paridad res-pecto a los varones, eliminando todo lo que las

coloque en una situación de inferioridad. Apre-cia el camino recorrido en las dos direcciones.Sin embargo, los problemas que ha tenido queafrontar, compartidos con tantas colegas, lehacen ver que es largo el trecho que queda porrecorrer.

La tesis principal es doble: siendo los dossexos diversos entre sí, las mujeres nunca po-drán ser libres si no son fieles a su naturalezafemenina; y no alcanzarán la paridad con loshombres hasta que no estén abundantementepresentes en todos los ámbitos de la vida pro-fesional y pública y a todos los niveles. Cadamujer ha de poder sentirse libre de ser ellamisma, sea cual sea el trabajo que desarrolle.No debería verse nunca forzada a elegir entrematernidad y carrera; es más, precisamenteporque es madre debería ser todavía más apre-ciada en su ambiente de trabajo y en política.Se han de crear las condiciones culturales ysociales que permitan que ninguna mujer seencuentre obligada a imitar a los varones paraobtener un trabajo o para conservarlo y pro-gresar en él. Igualmente, se han de dar los pre-supuestos para que ninguna se vea forzada aocultar su condición de madre o a fingir queesta circunstancia es irrelevante para su vidaprofesional.

Aborda el tema analizando, ante todo, loselementos de un nuevo feminismo: en qué mo-do las mujeres son distintas de los hombres yqué implica esa diversidad desde el punto devista de los derechos a intervenir en el campolaboral y en el mundo político. Parte de unaantropología que define como «radicalmenterealista». Sostiene que la maternidad es muchomás importante, tanto en términos existencia-les como prácticos, de lo que admitía el viejofeminismo y que tiene que ver con los dere-chos de las mujeres en la vida profesional y enla actividad pública.

Presenta a continuación la situación ac-tual de la mujer. Ante todo, la política respectoa las mujeres, a nivel mundial, en las conclu-siones de la Cuarta conferencia mundial de laONU sobre la mujer (Beijing, 1995) en la que

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la Autora participó. También las condicionessociales de hoy: advierte que, de hecho, se tra-ta a las madres de una manera equivocada, yse pregunta qué es lo que deberían pretenderdel Estado, de los dadores de trabajo y de lasociedad; afronta también la situación actualdel trabajo retribuido de las mujeres: en quécondiciones se desarrolla, y si las mujeres tie-nen que elegir entre maternidad y carrera.

Trata con detenimiento el tema de la mu-jer como «dueña» de la vida, analizando conrigor el significado de la legislación actual so-bre el aborto para la evolución de la democra-cia occidental y para la situación de la familia.Queda patente la responsabilidad de las muje-res: respecto al actual estado de cosas y de ca-ra al futuro. Finalmente la A. pone de relievela importancia de una mayor participación dela mujer en la política y en el ámbito público.No propone la obtención del mando como unfin en sí mismo, sino como una oportunidadde ofrecer a la sociedad lo que sólo ellas pue-den dar y todos y todas necesitan.

El estilo del libro es cercano al de la cró-nica: directo y concreto y lleva a formular pre-guntas sobre cuestiones calientes sobre fami-lia, trabajo y sociedad en el mundo de hoy. Ala vez analiza con profundidad los hechos has-ta individuar algunas de sus causas más hon-das. Ante todo, el individualismo, rechazo dela dimensión relacional de la vida humana,que considera a la maternidad como «un dere-cho individual» de la mujer, desvinculada dela paternidad, y que, como consecuencia, de-fiende el aborto como una reivindicación fe-menina. También, el antinaturalismo, entendi-do como exclusión apriorística del conceptonaturalezay del adjetivo correspondiente, na-tural, en cualquier discusión sobre un proble-ma o en la explicación de una situación. Den-tro de este contexto mental, no tiene sentidohablar de realidades naturales, porque todo esconstrucción humana; por eso, no habría razónde privilegiar a la familia por ser una realidadnatural, ni hacer de las exigencias de la vidafamiliar puntos de referencia que den lugar a

una valoración del comportamiento válida pa-ra todos. Va perdiendo así sentido hablar de«la familia» y se abre el paso a una variedadde «modelos» que van vaciando el conceptomismo de familia. En tercer lugar, el materia-lismo, que lleva a eludir cualquier afirmaciónsobre valores éticos. Sólo serían valores uni-versales, compartidos por todos, los de carác-ter económico.

Hay un punto en el que estas tres líneasconvergen: la negación de cualquier tipo de re-glas en materia sexual, porque se considera elejercicio de la sexualidad como un derecho in-dividual irrestricto que ha de ser defendido ysalvaguardado a toda costa. Y efectivamente,se procede así con una rigurosa coherencia, entodos los grupos ideológicos que presionan encontra de la familia. Este planteamiento suponeuna visión instrumental del ser humano, que noes considerado como alguien con un valor ab-soluto, sino que puede ser usado y explotadopor quien tiene el poder, la voluntad y los me-dios para hacerlo. Se llega a la conclusión deque, para ver claro en muchas de las cuestionesque plantea nuestra sociedad a los hombres ymujeres de hoy, necesitamos una antropologíaverdadera: que nos explique la diferencia y laigualdad de las personas de ambos sexos, quenos muestre el fundamento de la dignidad hu-mana, de cada uno de los hombres.

La exposición resulta amena y convin-cente porque se combina el análisis intelectuale histórico de los problemas con experienciasvividas: hechos significativos que iluminan larealidad que se pretende explicar. El tono esobjetivo: se analizan hechos, se buscan causasy se descubren motivaciones y razones. A lavez, no es impersonal ni abstracto: interpela allector porque le hace entender mejor qué pasaen su vida y a su alrededor; y le lleva a com-prender también que no es un sujeto pasivo delos acontecimientos: es posible intervenir eimprimirles un rumbo. A lo largo de todo el li-bro, desde la introducción hasta el último capí-tulo, se hacen propuestas concretas; pocas yclaras. Y resulta patente que no son ingenuas;

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son difíciles, exigirán un empeño denodado;pero son posibles.

F. Rodríguez Quiroga

César IZQUIERDO , De la razón a la fe. Laaportación de M. Blondel a la teología, EUNSA

(«Colección teológica», 97), Pamplona 1999,228 pp.

Con motivo del cincuentenario de lamuerte de Maurice Blondel, César Izquierdo,Profesor de Teología Fundamental, y Directordel Departamento de Teología Dogmática, dela Facultad de Teología de la Universidad deNavarra, en la monografía que presento estu-dia la influencia en la actualidad de la obra delfilósofo de Aix.

Aunque no desconoce la obra filosóficade Maurice Blondel, Izquierdo centra su aten-ción en la aportación de Blondel a la teología.A lo largo de esta obra, el Autor demuestra unconocimiento preciso y profundo de la influen-cia de Blondel en la teología, sin revivir lasantiguas polémicas y sin caer en aceptaciónacrítica de la filosofía de Blondel. Aprecia enla filosofía blondeliana los elementos que «apor-tan una visión original que lleva a los teólogosa reflexionar y profundizar más en sus propiostemas y soluciones» (p. 15). Cuando es el caso,señala las imprecisiones que un teólogo descu-bre en el pensamiento de Blondel, que no teníani pretendió tener especial competencia teológi-ca.

El libro presenta una introducción a la vi-da, obra y pensamiento del filósofo de Aix y,también, ofrece el análisis de algunos temas dela filosofía blondeliana que tienen una explíci-ta relación con el quehacer teológico. Además,el Autor expone una selección bibliográfica delas obras básicas de Blondel y proporciona unelenco de estudios en castellano sobre el filó-sofo francés.

En el capítulo primero, el Prof. Izquierdoexpone el itinerario vital e intelectual de Blon-del, presentando el contexto cultural donde se

forjó el autor de L’Action, y esquematiza susobras en tres períodos, siguiendo la ya clásicadivisión de Bouillard. En el capítulo segundoofrece una síntesis original de la filosofía de laAcción, que tiene la ventaja de resaltar los ele-mentos del pensamiento blondeliano que serelacionan directamente con la teología. Estemétodo seguido por Izquierdo resulta novedo-so respecto a los planteamientos históricos queparecían agotados. Esta nueva presentación dela doctrina blondeliana complementa la deBouillard, que marcó una época para la inter-pretación del filósofo de Aix. El capítulo ter-cero ofrece una exposición sobre la teoría delconocimiento derivada de la doctrina de la Ac-ción, deteniéndose en la cuestión de la verdad.

Con la base firme de esta exposición de lafilosofía blondeliana, Izquierdo aborda temasde gran interés para la Teología Fundamental.El capítulo cuarto trata sobre el deseo de Dios,y es complementado por el conocimiento deDios (capítulo cinco) y la necesidad de lo so-brenatural (capítulo seis). La exposición deesos temas, que ha suscitado largas controver-sias, es pacífica y sirve para destacar las intui-ciones blondelianas que son interesantes parala teología.

El capítulo séptimo está dedicado a lacuestión de la posibilidad de una filosofía dela revelación en Blondel. El capítulo octavosienta las bases filosóficas para una cristologíafundamental. Y los últimos dos tratan sobredos temas netamente teológicos, a partir de lasintuiciones filosóficas del filósofo de Aix: latradición y el acto de fe.

De la razón a la fe ofrece, pues, un plantea-miento original de exposición de la filosofíablondeliana, que permite aprovechar en teolo-gía las brillantes intuiciones del filósofo fran-cés. Este planteamiento consiste, a nuestromodo de ver, en presentar a un Blondel vivo yactual, sin poner el énfasis en los avatares his-tóricos. César Izquierdo hace propia la filoso-fía de Blondel, la repiensa y la aplica a cues-tiones importantes de la teología fundamentalcomo el acceso a la fe, la cuestión del sentido,

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el planteamiento de lo sobrenatural, la teologíadel milagro, la situación del hombre en el con-junto de la realidad y ante Dios, y la relaciónentre la razón y la fe.

L. F. Valdés

Antonio JIMÉNEZ GARCÍA , El krausopositi-vismo de Urbano González Serrano, Departa-mento de Publicaciones de la Diputación Pro-vincial de Badajoz («Colección Historia», 11),Badajoz 1996, 322 pp.

Antonio Jiménez, profesor de Historia dela Filosofía en la Universidad Complutense deMadrid, se ha distinguido, ya desde su tesisdoctoral, como estudioso del krausismo en lafigura de Urbano González Serrano. En el pre-sente libro pretende en primer lugar «delimitarcon precisión y rigor el contorno biográfico deGonzález Serrano» y describe brevemente suproducción filosófica. Como antesala al pen-samiento de González Serrano dedica un capí-tulo al krausopositivismo considerado en ge-neral, sumergiéndose finalmente en el análisisde la moral, el derecho, la lógica, la sociolo-gía, historia de la filosofía y las cuestiones pe-dagógicas; todas ellas partes integrantes de sureflexión. El libro concluye con unos apéndi-ces que recogen unas notas necrológicas, lapartida de nacimiento, breves semblanzas dela época y la relación de profesores de la Fa-cultad madrileña de Filosofía y Letras, del cur-so 1869-1870.

Desde una triple perspectiva se aborda latrayectoria vital de González Serrano: entornogeográfico y familiar, actividad académica ydocente, vida política. Se percibe cómo se vaformando el carácter magistral de GonzálezSerrano —a la vez que se desarrolla su pensa-miento krausista en contacto con Sanz del Río,Fernando de Castro, Nicolas Salmerón y Fran-cisco Giner—, sus estudios universitarios, suparticipación en las actividades del Ateneo deMadrid, su relación (exigua) con la InstituciónLibre de Enseñanza, la dirección del ColegioInternacional, su labor docente como profesor

de Metafísica de la Universidad Central y fi-nalmente con la obtención de la Cátedra de Psi-cología, Lógica y Ética del Instituto San Isidrode Madrid.

En su período de formación académica sefragua su lealtad inquebrantable a la ideologíarepublicana. Su participación en los hechos dela noche de San Daniel, su significación en laSegunda Cuestión Universitaria y, sobre todo,su amistad con Salmerón y otros destacadosdirigentes republicanos le llevaron a presentar-se a Cortes, siendo elegido como diputado en1881 e interviniendo de forma activa hasta1884, para gradualmente irse distanciando dela política.

Urbano González Serrano fue autor prolí-fico tanto por la extensión de su producción co-mo por la variedad de temas tratados. JiménezGarcía ha sabido ofrecernos, cronológicamentey acompañado de una breve sinopsis, un elencocasi exhaustivo de sus obras agrupándolas enatención a su carácter redaccional (libro, artícu-lo, carta, voces del «Diccionario EnciclopédicoHispano-Americano», etc…).

El krausismo en estado puro inicia su an-dadura por España de la mano de Sanz del Ríoy a lo largo del siglo va perdiendo paulatina-mente vigor, frente al positivismo que, en elúltimo tercio del siglo XIX, impregna los salo-nes del Ateneo de Madrid. Después de asomar-nos a la génesis del krausopositivismo, com-probamos la resistencia de González Serrano aser etiquetado en una escuela filosófica con-creta tratándose de una personalidad ajena alos exclusivismos de grupo. Pese a beber delas fuentes de Sanz del Río en su etapa acadé-mica, al entrar en relación su krausismo inci-piente con el positivismo en tres áreas —lamoral, la sociología y la psicología—, se des-cubren posiciones equidistantes entre el idea-lismo y el positivismo, reveladoras de su defi-nitivo tránsito hacia el krausopositivismo. Apartir de ahí se define el krausopositivismo y,acudiendo al dictamen de ocho autores, se in-tenta encuadrar a González Serrano dentro delkrausismo.

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La moral, la lógica, la psicología, la so-ciología, la historia de la filosofía y las cues-tiones pedagógicas son tratadas en capítulosindependientes intentando reflejar las aporta-ciones de González Serrano en cada uno de es-tos saberes y los desarrollos que el autor haconsiderado más sobresalientes. Esta exposi-ción se acompaña de un status quæstionisden-tro del krausismo de la época que permite va-lorar con mayor fundamento la aportación deGonzález Serrano. Al igual que en el resto dellibro, destacan aquí las notas que acompañancada capítulo.

En síntesis, una monografía que arrojaluz, ya no sólo en torno a la figura de UrbanoGonzález Serrano, que queda plenamente ilu-minada, sino a toda una generación de pensa-dores que infundieron aires nuevos a la filoso-fía española durante la convulsa segunda mi-tad del siglo XIX.

S. Casas

Emilio LA PARRA L ÓPEZ-Manuel SUÁREZ

CORTINA (eds.), El anticlericalismo españolcontemporáneo,Biblioteca Nueva, Madrid1998, 383 pp.

Manuel REVUELTA GONZÁLEZ , El anticlerica-lismo español en sus documentos, Ariel («ArielPracticum»), Barcelona 1999, 160 pp.

El anticlericalismo en la edad contempo-ránea es un hecho histórico de extraordinariaimportancia por sus conexiones con la vidapolítica, social y cultural y, paradójicamente,bastante ausente en nuestra historiografía. Es-tas dos obras, con enfoques metodológicos di-versos, son un intento de colmar esa laguna.

La obra coordinada por La Parra López ySuárez Cortina se propone ofrecer una visión deconjunto, ordenada cronológicamente, de lasdistintas corrientes anticlericales y de sus mani-festaciones más sobresalientes, sin pretender daruna explicación definitiva de este fenómeno.

La obra de Manuel Revuelta, siguiendo elestilo habitual de la interesante colección «Ariel

Practicum», ofrece una antología de cincuentatextos que, agrupados en seis periodos históri-cos, ilustran el modo en el que se expresaban yactuaban los anticlericales españoles. Cada tex-to va precedido de una breve y útil introduc-ción que sitúa al lector en el momento de re-dacción y el significado del texto. El autor,profesor de la Universidad de Comillas, abor-da en una Introducción general de veinte pá-ginas la cuestión del anticlericalismo en suconjunto ofreciendo unas claves para su com-prensión: factores desencadenantes del anti-clericalismo; los puntos flacos del clericalis-mo; los abusos e inconsecuencia de los anti-clericales; las variedades de anticlericalismo ylas etapas históricas del anticlericalismo.

La periodización seguida en ambas obrascoincide en sus líneas generales, aunque difie-ren un poco en la extensión del periodo abar-cado. La primera de las obras se remonta a1750 y llega hasta 1995; la segunda inicia suprimera etapa en 1808 y se detiene en 1939.Por lo que se refiere a las etapas que se esta-blecen dentro de cada periodo hay también pe-queñas diferencias.

El libro coordinado por La Parra y Suárezcomprende cinco periodos abordados cada unode ellos por autores distintos. El propio EmilioLa Parra, titular de Historia Contemporánea enla Universidad de Alicante, escribe sobre «Losinicios del anticlericalismo español contempo-ráneo (1750-1833)». Antonio Moliner Prada, ti-tular de Historia Contemporánea de la Univer-sidad Autónoma de Barcelona, estudia el perio-do 1833-1874, bajo el título: «Anticlericalismoy revolución liberal». «Anticlericalismo, reli-gión y política durante la restauración» es el ca-pítulo estudiado por Manuel Suaréz Cortina, ti-tular de Historia Contemporánea en la Univer-sidad de Cantabria. «El anticlericalismo en lasegunda república y la guerra civil» lo desarro-lla Julio de la Cueva Merino, Senior AssociateMember del St. Anthony’s College de Oxford.Por último, el capítulo dedicado al «Anticleri-calismo y laicidad en la posguerra, la transicióny la democracia (1939-1995)», es obra conjunta

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de Alfonso Botti, de la Universidad de Urbino,y de Nieves Montesinos, titular de DerechoEclesiástico de la Universidad de Alicante.

Por su parte, Manuel Revuelta ha divididosu libro, que abarca un periodo de tiempo másreducido, en las siguientes etapas: 1. Anticleri-calismo y revolución liberal durante la crisis delAntiguo Régimen (1808-1843); 2. Anticlerica-lismo durante la época Isabelina: fomento de lasecularización y resistencia al Concordato (1844-1868); 3. Democracia y anticlericalismo duran-te el sexenio revolucionario (1868-1874); 4. Elanticlericalismo como reacción a la recupera-ción eclesiástica durante la Restauración (1875-1900); 5. El anticlericalismo de principios delsiglo XX. Desde Electra a la ley del candado(1901-1912) y 6. Ajuste de cuentas a la Iglesiadurante la Segunda República y persecuciónantirreligiosa en la guerra civil (1931-1939).

El tema abordado, como se señala en lasdos obras, es complejo y muy ligado al modode entender el debatido concepto de seculari-zación. En el primero de los trabajos reseña-dos se parte de un concepto de secularización,a nuestro juicio, insuficiente, que queda refle-jado en los siguientes párrafos tomados de laintroducción y de las conclusiones: «La histo-ria del anticlericalismo español contemporá-neo debe ser entendida como un paso paracomprender la laicización de la sociedad y, sise quiere, para entender, cómo se va avanzan-do en la modernización de España». «Si con loexpuesto hasta aquí hubiéramos conseguidodemostrar la supervivencia hasta la actualidaddel problema a partir del cual surgió el anticle-ricalismo, nos quedaríamos con la convicciónde la utilidad de nuestro esfuerzo y de la nece-sidad de profundizar las investigaciones rela-cionadas con las dos últimas décadas».

F. M. Requena

Juan María LABOA , Historia de la IglesiaCatólica, V. Edad Contemporánea, Bibliotecade Autores Cristianos (BAC, 598), Madrid 1999,554 pp.

Juan María Laboa, Profesor Ordinario deHistoria de la Iglesia en la Universidad Ponti-ficia de Comillas (Madrid), ha emprendido laarriesgada y ardua tarea de completar la yaclásica Historia de la Iglesia Católica, que ensu tiempo publicaron los jesuitas BernardinoLlorca y Ricardo García-Villoslada. El volu-men cuarto original se ha desdoblado ahora endos volúmenes. Uno, que abarca «La épocadel absolutismo monárquico», de 1648 a 1814,ya redactado en parte por García-Villoslada ycompletado por Laboa, va por la segunda edi-ción, con un reimpresión. Laboa se encargó delos capítulos IV al X, ambos inclusive. El vo-lumen quinto, que es totalmente nuevo y ahoracomentamos, ha corrido por completo a cargodel Dr. Laboa.

El espacio histórico abrazado por este vo-lumen quinto incluye todo el siglo XIX, desdePío VII (1800-1823), hasta el actual pontíficeJuan Pablo II. Al actual pontífice está dedica-do el capítulo XIX y último, de treinta y cua-tro páginas, sin notas, de carácter más bien en-sayístico.

Ha procurado Laboa mantener el tono ex-positivo y claro que imprimieron a esta obra es-colástica Llorca y García-Villoslada. Al mismotiempo, ha intentado compaginar —con éxito, ami entender— las nuevas técnicas historiográ-ficas con la ya clásica división de la Historia dela Iglesia por papados. De este modo, descubri-mos capítulos o largos epígrafes centrados enlos diversos pontificados (sobre todo los papasdel siglo XX, desde San Pío X a nuestros días),junto con otros capítulos dedicados a temas desociología religiosa, historia de la cultura o delas mentalidades, historia de la religiosidad po-pular e historia de las misiones. Por ejemplo:«La dura fragua de las libertades», «Las revo-luciones de 1848», «Cristianismo y pensamien-to contemporáneo», «Actividad misionera», «In-dustria, burguesía y miseria: la cuestión social»,«Vida religiosa y eclesial», etc. Tiene, también,una notable presencia la vida cristiana en losnuevos continentes, cosa rara en los manualesde antigua factura, excesivamente eurocentris-

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tas. Aquí, en efecto, hallamos un largo capítu-lo dedicado a las misiones africanas y asiá-ticas, promovidas por Propaganda Fidea lolargo del XIX (ahora Congregación para laevangelización de los pueblos), y otro titulado:«Cristianismo en las Américas». La bibliogra-fía, aducida a pie de página, es actual, ampliay oportuna.

Los temas más difíciles son expuestos condiscreción y prudencia, como corresponde auna obra escolar: así la discusión sobre la liber-tad de los obispos en el Vaticano I, que tanto hainteresado a la historiografía centroeuropea yanglosajona; el análisis de la condena del mo-dernismo, su rebrote después de la SegundaGuerra Mundial, la recuperación de la inquie-tud antimodernista en la encíclica Humani ge-nerisy las nuevas propuestas durante la prepa-ración del Vaticano II, cuestiones todas ellasque han agitado especialmente a la historiogra-fía francesa e italiana; la contestación a la encí-clica Humanae vitae, que tanto afectó al ponti-ficado de Pablo VI hasta su final en 1978; etc.En cambio, en alguna ocasión, sobre todo en elcapítulo dedicado a Juan Pablo II, en que traza—consciente o inconscientemente— un balan-ce de la Iglesia en el siglo XX, se deslizan al-gunos interrogantes que podrían desconcertar alos alumnos que usen este manual, excelentepor tantos motivos. Por ejemplo, citando unosólo: ¿por qué decir que no está cerrado defini-tivamente el tema de la ordenación de mujereso de hombres casados? Aunque se trate decuestiones no homogéneas (la primera tienehondo calado dogmático; la segunda, menos),¿era necesario que flotase la sospecha?

En definitiva; los lectores cultos interesa-dos en la Historia de la Iglesia, la única institu-ción, como ha recordado recientemente la Co-misión Teológica Internacional, que puede re-conocerse como un «sujeto histórico único» alo largo de los dos últimos milenios, cuentancon un excelente manual, en cinco volúmenes,que ahora llega desde los orígenes del cristia-nismo a nuestros días.

J.I. Saranyana

Rafael LAZCANO (ed.), Conventos agustinos.Actas del X Congreso Internacional de Historiade la Orden de San Agustín (Madrid, 20-24 deoctubre de 1997), Institutum Historicum Au-gustinianum, Roma 1998, 2 tomos, 1217 pp.

El Instituto Histórico Agustiniano organi-za desde 1970, cada tres años, unos congresosinternacionales de alto nivel, centrados en lahistoria de la Orden. El año 1997 se propuso eltema Conventos agustinos. La publicación quereseño recoge en dos tomos las Actas. Han si-do editadas por el P. Rafael Lazcano, presiden-te de este Instituto. El lugar de encuentro delCongreso fue el Colegio Mayor Mendel, enMadrid, y participaron estudiosos de la propiaOrden de San Agustín, junto con otros intelec-tuales e investigadores provenientes del ámbi-to eclesiástico o civil y originarios de distintospaíses, Universidades y centros de investiga-ción.

En las palabras de salutación, el P. Lazca-no señaló los objetivos de este décimo Con-greso, tan significativo para la Orden Augusti-niana y el mundo de la cultura. El tema pro-puesto fue la vida conventual agustiniana.Acercarnos a la historia de los conventos, diceel P. Lazcano, equivale a tener una percepciónacertada de la vida e historia de los religiososque los habitaron, en su organización cotidia-na y manifestaciones sociales, religiosas y cul-turales.

El primer tomo de la Actas contiene elprograma general, la presentación y el discur-so inaugural, las ocho conferencias pronuncia-das durante los tres días que duró el congreso,y las nueve primeras comunicaciones, corres-pondientes al primer día del Congreso. El se-gundo comprende las otras dieciseis comuni-caciones de los dos días siguientes, así comoel discurso de clausura, la crónica del congre-so y los índices.

Destaca la diversidad de temas tratadosen torno a los conventos agustinos, así como lacalidad de las intervenciones. Predominan lainvestigación histórica sobre el origen y desa-

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rrollo de los conventos, en los que confluíanlas circunstancias sociales, políticas y econó-micas del momento y lugar. La mayoría de losconventos estudiados son españoles, pero tam-bién aparecen conventos de Alemania, Fran-cia, Italia, Latinoamérica y Filipinas. Otras po-nencias son de contenido artístico, y muestranel valor artístico de los retablos, pinturas y es-culturas que conservan estos conventos, asícomo las características arquitectónicas de losconventos agustinos. Otros estudios se acercana los aspectos sociales y culturales, como cos-tumbres, cofradías, y devociones que partíande los conventos e influían en la población ve-cina.

Por último, es de agradecer la crónica delcongreso, útil para situar el evento así como elíndice onomástico, que facilita el acceso a lainformación recogida.

J. Putnam

Maria L UPI, Il clero a Perugia durante l’epi-scopato di Gioacchino Pecci (1846-1878) trastato pontificio e stato unitario, Herder («Ita-lia Sacra», 57), Roma 1998, XX+582 pp.

La colección Italia Sacra da a la luz, nue-vamente, un valioso trabajo de investigación.En este caso, de la profesora Lupi con la con-tribución del Instituto de Historia de la Facul-tad de Magisterio de la Universidad de Peru-gia y en colaboración con el Departamento deEstudios Históricos-Geográficos-Antropológi-cos de la Facultad de Letras y Filosofía de laUniversidad Roma tre.

El título del libro resume, acertadamente,los tres elementos que vertebran el estudio: unanálisis de la fisonomía del clero en Perugia;la acción pastoral de Pecci; y las condicionesimpuestas por las diferentes situaciones políti-cas.

En los últimos años ha habido varios in-tentos de delinear sintéticamente, por lo querespecta a Italia, los rasgos característicos delclero secular viendo su evolución desde la Re-volución francesa hasta hoy. Una vez logrado

esto, la pregunta es: ¿era el clero italiano ungrupo compacto, con una fisonomía homogé-nea, o no? La respuesta de los estudiosos hapuesto de relieve una diversidad de modelos sa-cerdotales en el territorio italiano, con caracte-rísticas propias según el lugar y el tiempo. Esen este punto donde se inserta el presente traba-jo que aborda la situación del clero en la Italiacentral y bajo el régimen de un pastor eminente.

Este obispo no es otro que el futuro papaLeón XIII. Pecci se convierte en un punto dereferencia constante a la hora de enjuiciar alclero perugiano. Como señala la autora, el cle-ro es visto con los ojos del obispo, y este hechose debe, en parte, a la ausencia de noticias so-bre la organización parroquial, sobre la prácti-ca religiosa o sobre la actividad del asociacio-nismo laical y, en parte, a que el clero era elobjeto de predilecta atención del obispo. Huel-ga decir que algunos sacerdotes perugianos se-rían luego íntimos colaboradores de León XIII.

El tercer elemento que articula el trabajoes la situación política. El arco de tiempo queabarca el estudio nos lleva a los momentoscentrales del Risorgimentoitaliano: desde laRestauración al 1848, del 1860 a la toma deRoma, y, finalmente, a la consolidación del Es-tado italiano después del 1870. 1860 es la fe-cha que marca la divisoria entre el Estado pon-tificio y el Estado unitario. En este momento laUmbría pasa a depender del gobierno piamon-tés y se inserta en el nuevo Estado italiano. Lanueva situación se refleja en la vida eclesiásti-ca con el cambio de las condiciones jurídicas yeconómicas, que conllevaron notables conse-cuencias en la vida interna de la Iglesia.

Todo lo dicho junto con el aparato críti-co, marcado por abundantes notas, extensastablas, publicación de documentos en apéndi-ce y un exhaustivo índice de nombres y luga-res, hace de este trabajo un instrumento muyútil para la reconstrucción de la fisonomía dela diócesis umbra y sobretodo de la línea yprioridad de gobierno del obispo GioacchinoPecci.

S. Casas

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Francisco MARTÍ GILABERT , Iglesia y estadoen el reinado de Isabel II, Eds. Eunate y Servi-cio de Publicaciones de la Universidad de Na-varra («Historia de la Iglesia», 27), Pamplona1996, 284 pp.

El trabajo del Dr. Martí se propone estu-diar las relaciones de la Iglesia y el Estado du-rante el reinado de Isabel II. Ese reinado em-pieza a la muerte de Fernando VII, con su pro-clamación en octubre de 1833, a los tres añosde edad, bajo las regencias de María Cristina yel general Espartero, y acaba con el destrona-miento por la Revolución de 1868.

Aunque no sea su objetivo directo, ha se-guido y tenido en cuenta los períodos de lahistoria política para poder entender mejor lasdiversas medidas referentes a la Iglesia, puesse dan en un entorno histórico concreto.

Es un período importante en nuestra his-toria, pues el fallecimiento de Fernando VIImarcó el final de una época para la Iglesia enEspaña lo mismo que para la sociedad civil. Almismo tiempo el reinado de Isabel II supuso laconsolidación del régimen político liberal, yquedó atrás el absolutismo del último monar-ca, aunque los principios del regalismo siguie-ron predominando y el Gobierno no dejó decomportarse de forma regalista; mentalidadque está muy arraigada en juristas, políticos yministros de la época.

Los problemas se van sucediendo en eltranscurso del tiempo. Uno de ellos, importan-te para España fue el reconocimiento que haceel Papa de Isabel II como reina de España. LaSanta Sede se mostró neutral en un principiofrente al problema sucesorio, más que por opo-sición al régimen liberal, por no declararse afavor de una de las dos partes que luchaban enla guerra civil. Es verdad que la santa Sedeveía con simpatía la causa de Don Carlos; sepensaba que su victoria supondría ventajas pa-ra la Iglesia en España y además esa actitud es-taba condicionada por Austria, Prusia y Rusia.

El reinado de Isabel II, principalmente ensus primeros tiempos, coincidió con el período

más crítico para la Iglesia en nuestro país, por-que el liberalismo iniciado en las Cortes de Cá-diz y desarrollado en el trienio liberal se con-solidó durante la época de la minoría de edady su reinado y terminará con la septembrinaque puso fin a su reinado.

La Iglesia sufrió las consecuencias de unalegislación sectaria y padeció una sangrienta yfría persecución, para afrontar después la grantarea de restauración favorecida por el Gobier-no moderado durante la segunda parte de sureinado.

Las tensiones entre la Iglesia y el Estado,las medidas antieclesiásticas de los diferentesgobiernos, las matanzas de frailes, la supresiónde conventos, la desamortización, el extraña-miento del nuncio por parte del Gobierno y laruptura de relaciones, la intervención del Esta-do en cuestiones eclesiásticas, el proyecto cis-mático de Alonso, el reconocimiento del gobier-no italiano, el concordato de 1852, son cuestio-nes que dan una idea del quehacer de la Iglesiaen estos años.

Además se desmoronan algunas estructu-ras religiosas y el Gobierno en sus reformastrata a la Iglesia como un negociado más, de-jándose llevar del antiguo regalismo, pero so-bre el que ahora actúa el anticlericalismo y elsectarismo. Quizá no fuera tan sectario comolo acusaban los historiadores de la Iglesia enel siglo pasado, pues en algunas cuestiones in-fluían otros factores.

Este período lo llenan dos pontificados: elde Gregorio XVI (1831-1846) y Pío IX (1846-1878). Este último facilitó el entendimientocon la monarquía isabelina y consolidó el acer-camiento entre la Iglesia y el Estado que cuajóen el concordato de 1851. El Papa era cons-ciente de que Isabel II no siempre actuó comohubiera deseado, condicionada por razones deEstado. En el bienio progresista, por ejemplo,no pudo evitar los atropellos que se llevaron acabo y que condujeron a la ruptura de relacio-nes entre Madrid y Roma.

Para su trabajo el Dr. Martí ha utilizado labibliografía existente, tanto la contemporánea

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a los hechos, como la posterior. Pero ha añadi-do las fuentes documentales del Archivo Vati-cano y del ministerio de Asuntos Exteriores deEspaña, lo cual hace de esta obra un referentepara estudiar los problemas de la época.

En sus trece capítulos, bien ordenados yconstruidos, va estudiando y desarrollando lasdiversas cuestiones donde se reflejan las rela-ciones entre la Iglesia y el Estado, de cuya im-portancia da una idea el simple enunciado, tan-to de los capítulos como de los apartados quelos componen. Todos ellos se refieren a cues-tiones de política religiosa. Comienza con elproblema sucesorio, para estudiar después laregencia de María Cristina (1833-1840), con laaceleración de las medidas antieclesiásticas, enel cap. III, que culminan con la desamortiza-ción y la política de los últimos ministros de laregencia de María Cristina. La regencia de Es-partero y el proyecto cismático de Alonso com-pletan los capítulos sexto y séptimo.

No podía prescindir del estudio dedicadoa personajes que han tenido una relevancia es-pecial. Entre ellos sobresale el P. Claret —con-fesor de la reina—, a quien quisieron implicaren todo los que veían su actuación sólo bajo ensigno político. El mismo signo persecutoriotuvieron por parte de algunos políticos lasamistades de la reina, la Madre Sacramento ySor Patrocinio.

A la década moderada (1844-1854) y elbienio progresista (1854-1856) está dedicadoel capítulo décimo, para centrarse en el siguien-te en el concordato de 1851, que entre su ne-gociación y ratificación ocupa buena parte dela política en estos años.

El trabajo concluye con la última etapaisabelina que, en cuanto al tema se refiere, secentra en los problemas que surgen con el Go-bierno a raíz de la publicación del Syllabusysobre todo la «Cuestión romana», con el reco-nocimiento del reino de Italia.

Las cuestiones enumeradas y otras mu-chas se encuentran en este libro sencillo y di-recto, que no tiene otro fin que exponer los

hechos. No se propone juzgar, sino exponercon claridad. Con todo ello proporciona unavisión general; la que a veces no dan las mo-nografías más especializadas. Pero tambiénpresenta un amplio panorama de la época, per-sonajes y acontecimientos, sin detenerse en de-talles.

Por ello esta obra, que si no es muy ex-tensa, sí contiene la información primaria deltema, es de gran utilidad para estudiar las cues-tiones reseñadas y comprender mejor nuestrosiglo pasado.

P. Tineo

Francisco MARTÍ GILABERT , Amadeo de Sa-boya y la política religiosa, EUNSA («Historiade la Iglesia», 31), Pamplona 1999, 154 pp.

La revolución de 1868 se ha consideradocomo uno de los hechos importantes del sigloXIX. Comenzó en septiembre de aquel añocon la sublevación del almirante Topete enCádiz, aunque ya se venía preparando dos añosantes. En la batalla de Alcolea se enfrentaronlas fuerzas sublevadas con las gubernamenta-les. Isabel II, sin renunciar a la corona, desdeLequeitio donde se encontraba, pasó a Fran-cia.

En 1869 las Cortes aprobaban la formamonárquica como régimen de gobierno, perocon un monarca que ellas eligirían. El generalSerrano fue proclamado regente y los esfuer-zos se dirigieron a buscar un rey. No fue fácilencontrar quien apeteciera la corona española:fue rechazada inicialmente por Amadeo de Sa-boya, Fernando de Coburgo, por la dinastía deHohenzollern, por las Cortes escandinavas,etc. No cuajaron tampoco otros candidatos co-mo el duque de Montpensier y Baldomero Es-partero. Al fin, tras la negativa inicial, Amadeode Saboya, duque de Aosta, hijo segundo delrey de Italia, la aceptó. Tenía como valedor algeneral Prim, jefe del gobierno. Pero al de-sembarcar en Cartagena, en diciembre de 1870,se enteró de que el general Prim había sido ase-sinado.

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Su gobierno fue muy breve, pues sola-mente gobernó dos años y dos meses. Siguióen política la línea de la «Gloriosa». El espíri-tu antirreligioso se manifestó desde el primermomento, aunque el tono revolucionario fueperdiendo virulencia dentro de la hostilidad ha-bitual contra la Iglesia. Se puede decir que losjefes de la septembrina eran católicos, como lamayoría de los españoles. Pero ello no impidióque formaran parte del gobierno algunos mi-nistros con un fuerte espíritu antirreligioso quese tradujo en medidas antieclesiásticas.

Se destaca la rivalidad entre los partida-rios de Zorrilla y Sagasta, surgidos también delenfrentamiento: progresismo radical y consti-tucional. Los radicales tenían como programallevar a la práctica los principios de la revolu-ción de septiembre, lo cual equivalía a una re-volución permanente. Sagasta fue más realistay conservador dentro de la revolución y sepropuso resolver los problemas inmediatos.Esta pugna entre los partidos y sus seguidorestendrá una parte no pequeña en el fracaso dedon Amadeo.

De una manera especial se detiene en lasmedidas del Gobierno hostiles a la Iglesia, puesconstituyen el objeto del libro. Pero tambiénellas hay que situarlas en su ambiente y cir-cunstancias.

Es cierto que Amadeo de Saboya intentóganarse la popularidad y el afecto de los espa-ñoles, sin lograrlo. El rey y su familia sufrie-ron la frialdad y la indiferencia. Al fin, cansa-dos de la constante oposición de la aristocra-cia, de gran parte del clero y del ejército, delas faltas de respeto de la prensa a sus perso-nas, decidió presentar su renuncia a la Coronade España. Precipitó la renuncia la cuestión ar-tillera, pero aunque ésta no hubiera existido elrey hubiera igualmente abdicado, ya que al pa-recer ese asunto fue simplemente el pretexto,la gota que colmó el vaso.

Con la marcha del rey, en los años quemedian entre 1868 y 1874, el país había vistouna revolución, un destronamiento, un régi-

men provisional, una regencia y una monar-quía. Ahora, después de la abdicación de Ama-deo, se adentraba en la forma de gobierno queno había ensayado: la república, una conse-cuencia lógica de toda la secuencia revolucio-naria.

Lo efímero del reinado de Amadeo hacentambién breve esta monografía, que da, sinembargo, datos interesantes sobre el particular.Centrada en las cuestiones que afectan a laIglesia, recorre sistemáticamente el caminodesde el destronamiento de Isabel II hasta laabdicación de Amadeo. En los capítulos cen-trales se articulan las cuestiones en torno aAmadeo y el papa Pío IX, el jubileo del papa,el reconocimiento de las comunidades religio-sas y las medidas antieclesiásticas. Debe inci-dir en otros muchos puntos a examinar, comoson la actuación de los obispos, el cisma deCuba, etc.

El libro cumple los propósitos trazados ensu gestación. Todo ello hace de esta obra delDr. Martí una monografía importante para co-nocer este capítulo de nuestra historia.

P. Tineo

John T. NOONAN, The Lustre of Our Country.The American Experience of Religious Free-dom, University of California Press, Berkeley1998, 436 pp., 12 ilustraciones en b/n.

La experiencia norteamericana de la li-bertad religiosa es, sin duda, una de las mejo-res y más valiosas contribuciones de EstadosUnidos al mundo, y sólo por ella merece bri-llar para siempre en la historia de la civiliza-ción. Noonan, profesor, juez y escritor, haceen este libro un buen panegírico de la historiade esa idea cuando todavía cuelga sobre elmundo la espada de la intolerancia y la perse-cución religiosa. Buena parte del atractivo dellibro es la manera de contar esa historia. Em-pieza con un prólogo autobiográfico en el Bos-ton de 1926, cuando nació Noonan, recordan-do su propia familia de raíces protestantes y

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católicas, como ha ocurrido tantas veces en es-tos cinco siglos.

Luego, para contar la historia del naci-miento de la libertad religiosa Noonan recurrea varias voces: un capítulo, por ejemplo, tomala forma de un «catecismo» con preguntas yrespuestas. Le sigue otro en el que muestra algode gran interés (al menos para mí, pues desco-nocía este punto importante), y es que JamesMadison tuvo motivos religiosos y no mera-mente seculares o políticos para hacer su fa-mosa defensa de la libertad religiosa. Noonancrea también un personaje, una hermana deAlexis de Tocqueville, que alega contra su her-mano que el gobierno norteamericano está es-trechamente ligado en sus operaciones a lareligión. Junto a estas excursiones ficticias al-tamente didácticas, Noonan ofrece varias dis-cusiones sustanciales sobre cuestiones de de-recho constitucional y sobre las consecuenciasque la libertad religiosa ha tenido (de la aboli-ción de la esclavitud a los derechos civiles delos años sesenta).

La idea ha sido asombrosamente fecun-da, influyendo no sólo gobiernos seculares (yrevolucionarios, como ocurrió en Francia) si-no también instituciones de gran abolengohistórico y asombrosa continuidad como laIglesia Católica, que en el Concilio Vaticano IIabrazó esta idea como exigida por la mismadignidad de la persona (en Dignitatis huma-nae personae). Fue precisamente una de lasdoctrinas que convirtieron a ese Concilio ecu-ménico en algo único en la historia eclesiásti-ca, entre otras cosas, proclamando que la Igle-sia de Cristo aprende de la experiencia huma-na, en este caso y en buena parte, aprendiendode lo que sigue siendo uno de los focos másbrillantes de la historia cultural de los EstadosUnidos. «Imposible sin la reciente experien-cia europea y el apoyo de los obispos de todoel mundo y la receptividad de los Papas italia-nos, la Declaración sobre la libertad religiosatampoco hubiera existido sin la contribuciónnorteamericana y el experimento que empezócon James Madison». Noonan pone práctico

remate a este libro con «diez mandamientos»sobre la libertad religiosa cuya comprensión ycumplimiento podrían eliminar tantos erroresy horrores como ha conocido desafortunada-mente la historia.

A. de Silva

Joaquín L. ORTEGA (coord.), Felicidades,Jesucristo. Villancico coral de la BAC en el bi-milenariodel Nacimiento del Salvador, Biblio-teca de Autores Cristianos(«BAC 2000», 28),Madrid, 1999, 313 pp.

El presente volumen es el resultado deuna feliz iniciativa de la Junta de Gobierno dela BAC con motivo de la celebración del bimi-lenario del Nacimiento del Señor. Es un rami-llete de felicitaciones elaborado por un nume-roso grupo de escritores y publicistas relacio-nados con la BAC. «El resultado —como biendice Joaquín L. Ortega—, a la vista está. Hasalido un gran villancico, Coral, fervoroso, ori-ginal y algo torpón como corresponde a un li-breto colectivo. Hay chorros cantarines y cau-dales reposados. Hay chispazos leves y tracasruidosas. Abundan las felicitaciones persona-les, íntimas, que se traducen en confesionesvibrantes y acendradas» (p. 16).

La gran riqueza de esta obra es precisa-mente la gran libertad, que han mostrado los81 autores de cada una de las colaboracionesaquí reproducidas. Los colaboradores son muyvariados, van desde el Papa Juan Pablo II, queinicia las felicitaciones, hasta Gustavo Villa-palos, que las concluye. Aunque la temáticaes la misma de fondo: Jesucristo; sin embar-go, los testimonios que se aducen tienen lafrescura de la vivencia personal del impactoque les ha producido su encuentro con el Se-ñor. Abundan las composiciones poéticas o deprosa poética, como reclama el carácter cele-brativo del evento que conmemora. El escritode Juan Pablo II lleva por título «Jesucristo esel mismo ayer, hoy y siempre» y está tomadoliteralmente de los n. 56-58 de la Carta apos-

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tólica Tertio millennio adveniente. Hay algu-nas colaboraciones muy breves, entre ellasdestaca por su parquedad la de Joaquín RuizJiménez, intitulada «Felicidades y gracias»,que abarca nueve líneas. Por la honda espiri-tualidad que respira citaremos la de BaldomeroJiménez Duque «Reflexión sobre Dios-amor».De los escritos procedentes del área culturalnavarra seános permitido señalar las contribu-ciones de José María Cabodevilla, de excelen-te prosa poética, la de D. José María Cirarda,que nos ofrece su testimonio personal, la de D.Fernando Sebastián, llena de contenido teoló-gico-pastoral, y la de Josep-Ignasi Saranyana,que es una pequeña muestra de erudición aca-démica.

En suma, estamos ante un libro de indis-cutible valor histórico y literario, que se reco-mienda por sí mismo y que estoy seguro harámucho bien al público lector.

D. Ramos-Lissón

Federico María REQUENA, Espiritualidad enla España de los años veinte. Juan G. Arinteroy la revista «La Vida Sobrenatural», EUNSA

(«Historia de la Iglesia», 32), Pamplona 1999,292 pp.

La Historia de la espiritualidad del sigloXX está todavía por escribir, aunque no faltanalgunos primeros intentos de aproximación ovisión de conjunto. Pero no es tarea fácil refle-jar en su justa perspectiva la notable riqueza yvariedad de experiencias, enseñanzas, institu-ciones, tendencias, movimientos, etc., que lle-nan la vida espiritual cristiana de nuestro si-glo, y menos con la lógica falta de perspectivaque todavía poseemos. Entre otro material detrabajo, parece clara la necesidad de un buennúmero de monografías y estudios especializa-dos que nos vayan ayudando a conocer y valo-rar mejor cada uno de los periodos y aspectosde este complejo siglo.

Un periodo particularmente fructífero entoda la Iglesia, incluida España, fue precisa-mente la década de los años veinte; y una de

las figuras de más talla y peso en esos años,tanto en el ámbito teológico-espiritual comoen el pastoral y de dirección de almas, fue eldominico Juan González Arintero. Una de susiniciativas más importantes, y que todavía hoysigue fecundando la espiritualidad y la refle-xión teológica, es la revista La Vida sobrena-tural.

El profesor Federico Requena, teólogo ehistoriador, ha realizado un minucioso trabajode investigación en torno a dicha revista, en elperiodo 1921-1928, es decir, desde su funda-ción, hasta la muerte del fundador, primer di-rector y alma de la misma: el propio Arintero.En primer lugar, ha situado oportunamente es-ta publicación en el contexto general de laépoca y, sobre todo, en el entorno teológico,espiritual y personal de su fundador e impul-sor. Después (capítulo III) presenta oportuna-mente la historia primitiva de la revista, suscolaboradores principales en esos años, etc.

Pero el grueso del libro (Parte II) está de-dicado a un análisis detenido del mensaje teo-lógico y espiritual de los artículos publicadosen esos años. Aquí se nos muestra el profesorRequena como verdadero historiador de la teo-logía, y realiza, a mi juicio, la aportación másinteresante en la línea apuntada al principio deesta reseña: un estudio histórico-teológico-es-piritual que da muchas luces sobre los plantea-mientos e inquietudes de fondo del periodo.

Destacan, primero, dos aspectos caracte-rísticos del momento y de los anhelos persona-les del Padre Arintero: las delicadas cuestionesmísticas, sobre las que él contribuyó decisiva-mente a dar luz; y la difusión de la devoción alAmor misericordioso, en el contexto más am-plio del «caminito» de infancia espiritual deSanta Teresita del Niño Jesús, sin cuya ense-ñanza e influjo no es posible entender, sin du-da, lo que ha sido nuestro siglo en la espiritua-lidad cristiana y en otros aspectos de la teolo-gía y la vida eclesial.

Siguen otros dos capítulos más variados ygenerales: uno sobre numerosas figuras espiri-tuales clásicas y contemporáneas estudiadas

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en la revista; y otro sobre los grandes temasespirituales clásicos, con los acentos propiosde la época, en muchos de los cuales se atisbanya importantes anticipos de la posterior ense-ñanza del Concilio Vaticano II y de la evolu-ción espiritual del periodo central de nuestrosiglo.

Completa este volumen un interesante ybien presentado material complementario que,junto a las numerosas notas a pie de página,muestra la minuciosidad y calidad del trabajorealizado. Además de la oportuna bibliografía,en distintos anexos, con tablas y gráficos, sevaloran diversos aspectos del alcance de la re-vista, aunque lógicamente el influjo más im-portante, el interior, no sea posible mostrarlopor ese método.

En definitiva, me parece que este libropresenta un material de gran interés para losestudiosos de la época y que, dada la naturale-za propia de la revista La vida sobrenatural,puede ser leído con fruto por cualquier perso-na culta que, más allá de motivos eruditos,desee dejarse iluminar por uno de los grandesmaestros espirituales españoles del siglo XX ypor uno de los vehículos más influyentes du-rante muchos años.

J. Sesé

Josep Maria TARRAGONA I CLARASÓ , Gaudí.Biografia de l’artista, Enciclopèdia Catalana(«Proa biografia», 6), Barcelona 1999, 262 pp.

Josep Maria TARRAGONA I CLARASÓ , Vidal iBarraquer. De la República al Franquisme,pròleg de Miquel Batllori, Columna («Assaig»,13), Barcelona 1998, 320 pp.

Josep Maria Tarragona (Barcelona, 1957)nos ofrece una biografía en catalán de AntoniGaudí (1852-1926), fruto del creciente interésque despierta el genial arquitecto y como com-plemento a sus dos obras homónimas escritasanteriormente en castellano. El autor, experto«gaudinista», sabe combinar sus labores do-centes con frecuentes incursiones en el campo

de la historia, como en esta biografía gaudinia-na y en su Vidal i Barraquer. De la Repúblicaal Franquisme, de anterior aparición, libro querecensionaremos seguidamente.

Su opúsculo sobre Gaudí está estructura-do en capítulos muy cortos, introducidos porunas frases de Gaudí tomadas de sus escritos ode algunas entrevistas que concedió, que danla medida de la faceta que se va a tratar. En lu-gar del tradicional recorrido cronológico, yade las obras, ya de la vida, de uso más comúnen el género biográfico, Tarragona prefierehonrar al artista ordenando la vida de Gaudí entorno a su personalidad polifacética: el urba-nista, el medievalista, el expositor, el amigo, elescultor, el enfermo, etc. Todo está relatadocon un lenguaje propio y preciso. En el epílo-go se recogen algunas poesías contemporáneasdedicadas al arquitecto y a algunas de susobras más conocidas. Es de notar tanto la ex-haustiva cronología de la vida de Gaudí comoel elenco de los personajes que intervienen enla biografía que cierra el libro. En su interior,un abundante repertorio de fotografías ilustrael suceder de los acontecimientos.

Por medio de anécdotas reveladoras, ilu-minantes, se delinea una figura de difícil pa-rangón, que destaca aún más por la profundahumanidad y sentir cristiano que transmite: sumarcado carácter, su sensibilidad por la natu-raleza, su acendrada espiritualidad. El autor noolvida los aspectos técnicos e innovadores desu concepción arquitectónica; y, aunque es in-geniero y conoce bien las técnicas de la cons-trucción, no entra a fondo en las innovacionesartísticas y constructivas del arquitecto cata-lán. No hay que olvidar que la exposición delGaudí arquitecto ya ha sido llevada a cabo porotros estudiosos como Bassegoda.

La integración dentro del marco históri-co-político-sociológico de la Cataluña del si-glo XIX, aunque no sólo de ella, es otro aspec-to destacable del libro. Logra, al hilo del rela-to, trazar una semblanza muy verosímil delambiente político y religioso de la época asícomo de sus principales representantes. El A.

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conoce bien los entresijos de la sociedad cata-lana: Gaudí, en efecto, vivió con gran intensi-dad la Semana Trágica, los años del pistoleris-mo y la represión de la Dictadura, tiempos quecoinciden con la maduración de su personali-dad humana y artística.

En definitiva, la excepcionalidad artísticay personal del arquitecto catalán, dentro de sucotidianeidad, requería una monografía quepusiera al descubierto la riqueza humana deGaudí, de quien acaba de abrirse su procesode beatificación. Creemos que ello se ha con-seguido con esta biografía diferente; tal comorefleja el subtítulo del libro. Añadamos, final-mente, el interés indudable de la cuidada yextensa bibliografía gaudiniana que se recogeal final de este libro.

Vayamos ahora a la biografía del cardenalde la archidiócesis de Tarragona, Francescd’Assís Vidal i Barraquer (1868-1943). El re-trato que el A. ha preparado del «cardenal dela pau» (de la paz) es espléndido. En su prólo-go, Miquel Batllori ha escrito, con toda razón,que «libros como este contribuyen a recobrarla Historia entre las nuevas generaciones, co-mo algo todavía vivo en nuestro ser personal yen todo nuestro pueblo». Es evidente que Bat-llori se refiere principalmente a Cataluña, perono puede excluirse que la monografía de JosepMaria Tarragona contribuya también a recupe-rar la memoria histórica del pueblo español,considerado como un todo. En cualquier caso,cooperará a hacer justicia a una figura tan dis-cutida y tan maltratada por una de los dos Es-pañas: primero por los militares y adjuntos alrégimen militar del General Primo de Rivera(1923-1930); después —y esto constituye unade las páginas más curiosas y menos conoci-das de nuestra historia reciente— por un sec-tor que podríamos denominar «imprudente» o,al menos, poco posibilista del clero español,durante la represión religiosa de la SegundaRepública (1931-1939); y, finalmente, por par-te de los «vencedores» de la contienda civil,especialmente por parte de Franco (nunca leperdonó que no hubiese firmado la Carta co-

lectivade 1937) y de algunos de sus colabora-dores más íntimos, que obstinadamente man-tuvieron al Cardenal Vidal i Barraquer en elexilio, a pesar de los esfuerzos de la Santa Se-de (también del propio Pío XII), para que seautorizase su regreso a su sede archiepiscopal.

Sus intentos por mantenerse distante delas componendas y compromisos políticos, en-tendidos en su sentido más estricto, y de abste-nerse de una actuación partidista, buscando so-lamente el bien espiritual posibleen cada casopara la Iglesia, fueron con frecuencia mal inter-pretados… e incluso lo son todavía. Vidal i Ba-rraquer fue piedra de escándalo: abandonadomuchas veces por sus hermanos en el episcopa-do español (Segura, Eijo, Irurita, Gomá, por citarsólo a quienes más se significaron), incompren-dido por los sectores más conservadores del ca-tolicismo español de entre-guerras, apresado yultrajado por los anarquistas (la FAI) en los pri-meros días de la contienda civil española, go-zó siempre del favor y la estima de los papas(Benedicto XV y, sobre todo, Pío XI y Pío XII),de la curia romana, del episcopado francés (du-rante su largo exilio de siete años, de finalesde julio de 1936 hasta mediados de septiembrede 1943, en que falleció en Suiza), de las auto-ridades de la Generalitat catalana e, incluso, deun sector importante de los políticos españolesde la Segunda República.

En esta biografía, Josep M. Tarragona re-pasa, además, facetas poco conocidas de Vi-dal i Barraquer: su vida espiritual (prácticasde piedad, atención a los necesitados, atencióna su clero, etc.), su vida familiar (relación conhermanos y sobrinos), sus amistades (VenturaGassol, Niceto Alcalá Zamora, Lluís Com-panys, Pedro María Irujo, entre otros muchos),a las que siempre se mantuvo fiel, y su deudacon el Dr. Torres i Bages, su maestro y guía es-piritual, y con otros eclesiásticos del momento(especialmente Carles Cardó).

En definitiva: dos libros, sobre todo el se-gundo, que merecen la pena ser leídos.

S. Casas

Reseñas

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Javier VERGARA CIORDIA (coord.), Estudiossobre la secularización docente en España,UNED («Aula Abierta»), Madrid 1997, 272 pp.

Esta obra colectiva reúne valiosos trabajosde profesores especialistas en Historia de laEducación de diversas Universidades españo-las. Los autores se plantean afrontar el estudio yevolución de la secularización educativa en Es-paña dentro del marco de un proceso más am-plio de secularización de la cultura, y de las re-laciones Iglesia-Sociedad civil, Iglesia-Estado.

Los últimos años del siglo XIX y prime-ros del XX fueron testigos de un fuerte debateideológico entre la escuela neutra y laica frentea la escuela confesional. Este debate produjoinevitables enfrentamientos, escritos a favor yen contra de ambas posiciones y, posteriormen-te a una extensa historiografía sobre el tema.La práctica totalidad de estos trabajos abordanun período concreto de las relaciones Iglesia-Estado en materia educativa, pero sin haceraproximaciones globales y sistemáticas delproblema. Esto último es lo que pretende el li-bro que aquí presentamos. Como se señala enla introducción «No se trata indudablemente deun estudio completo ni pretende ser una histo-ria de la secularización docente. Se trata másbien de presentar una recopilación de trabajos—algunos de ellos ya publicados—, con la in-tención de mostrar una unidad secuencializadao visión de conjunto de los hitos más represen-tativos del proceso secularizador». (pp. 12-13).

El trabajo del doctor Emilio Redondo(Universidad de Navarra) intenta, ante la ambi-güedad, imprecisión y polisemia que rodea lavoz secularización, afrontar el estudio históricode este concepto con el fin de precisar su con-ceptualización. Bernabé Bartolomé (Universi-dad Complutense) aborda el papel seculariza-dor llevado a cabo por la Real Academia LatinaMatritense en su labor de defensa y mejora delas humanidades en la segunda mitad del sigloXVIII. Javier Vergara (UNED) intenta mostrarqué actitud adoptó la Iglesia, a finales delXVIII y primer tercio del XIX, ante estas posi-ciones que empezaban a poner en tela de juicio

su protagonismo docente y que culminará enun enfrentamiento dialéctico entre un Estadodocente, que aspiraba a monopolizar la direc-ción de la enseñanza, y una Iglesia que se resis-tía a perder su influencia y su papel inspiradorde la cultura. El profesor Buenaventura Delga-do (Universidad de Barcelona) analiza los plan-teamientos educativos de la Septembrina y delos hombres de la Institución Libre de Enseñan-za en el segundo tercio del XIX. El análisis dela época siguiente: 1874-1917 corresponde aManuel de Puelles Benítez (UNED) que la divideen dos etapas: una (1874-1901) coincide con elcatolicismo docente; la otra (1902-1917) conuna respuesta política abiertamente seculariza-dora. Esta situación, según el autor del capítulo,suscitó airadas polémicas y duros enfrenta-mientos que abrieron heridas difíciles de sanary un distanciamiento irreconciliable entre el li-beralismo y la Iglesia que marcó de forma irre-versible la historia contemporánea de España.

Los profesores García Regidor (InstitutoSuperior San Pío X) y Claudio Lozano (Uni-versidad de Barcelona) ahondan precisamenteen las consecuencias de este enfrentamiento ysu prolongación hasta el primer tercio del sigloXX, con la guerra civil española. La ruptura delas relaciones Iglesia-Estado se recomponen enel período posterior y culminan en el Concor-dato de 1953. Este es el trabajo de AlejandroMayordomo (Universidad de Valencia) el cualse completa con el del profesor Florentino Sanz(UNED) que analiza la evolución de los proce-sos educativos en la Juventud Obrera Católica,arrancando en los planteamientos que el Movi-miento Social Católico ofrecía a los jóvenesobreros en las primeras décadas del siglo actualpara terminar, en 1980, con la cristalización dediferentes crisis de identidad cristiana.

Merece la pena destacar la buena intro-ducción realizada por el profesor Javier Verga-ra así como la buena trabazón de los trabajosque permite conocer todo el proceso de la se-cularización docente, desde sus comienzoshasta la actualidad. La bibliografía que se re-coge aporta abundantes trabajos sobre Historia

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y Teología, aunque se echa en falta referenciaa obras más recientes sobre el tema. Sin duda,es una obra que permite conocer aspectos de laHistoria de la Iglesia en España hasta ahoramenos estudiados.

C.-J. Alejos Grau

AMÉRICA LATINA

Severo APARICIO QUISPE, Los Mercedarios enla Universidad de San Marcos de Lima, Ed, Pro-vincia Mercedaria del Perú, Lima 1999, 162 pp.

El autor de este libro, Presidente de la Aca-demia Peruana de Historia Eclesiástica y obispoemérito de Cuzco, es conocido en el ámbito dela historia de la Iglesia por sus múltiples publi-caciones sobre la tarea evangelizadora de losmercedarios en América. Este último trabajo esuna importante y útil aportación, no sólo a lahistoria de la Iglesia, sino también a la historiade la teología en el Perú. Para realizar este estu-dio Mons. Aparicio ha contado con informaciónde primera mano obtenida en los Archivos delVaticano, en el Archivo de Indias (Sevilla) y endiversos Archivos americanos.

El contenido del volumen es un estudiohistórico de 37 catedráticos mercedarios queregentaron las cátedras de Filosofía (Artes),Teología, Sagrada Escritura y Lengua Quechuaen la Universidad de San Marcos de Lima. Es-ta regencia comenzó en octubre de 1578 con elPadre Nicolás de Ovalle, como catedrático deArtes, y terminó el año 1855 con el Padre LeónFajardo, titular de la cátedra de Santo Tomás.

Entre los catedráticos estudiados se pue-den destacar los siguientes:

– Nicolás de Ovalle (1548-?): defensor enel Tercer Concilio Limense de la orde-nación sacerdotal de los mestizos.

– Juan Báez (1625/26-1691/94): profun-do teólogo y amigo del poeta Valle yCaviedes.

– Cipriano Jerónimo Calatayud y Borda(1734-1814): miembro de la Sociedad

de Amantes del País y colaborador del«Mercurio Peruano», bajo el seudónimode Meligario.

– Melchor Talamantes (¿-principios delXIX): olvidado limense y prócer de laindependencia de México.

Este estudio se completa con un Apéndicedocumental que contiene la Real Cédula del 27de noviembre de 1666 por la que se aprueba lafundación de la Cátedra de Santo Tomás en laUniversidad de Lima; la Real Cédula del 1 denoviembre de 1725 por la que se autoriza laerección de la Cátedra de Suárez en la Univer-sidad de San Marcos; y la Real Cédula del 18de febrero de 1733 por la que se nombra al pri-mer catedrático de la cátedra de Suárez en SanMarcos, el Padre Francisco Torrejón y Velasco.

Nos parece que el interés de este trabajo re-side no sólo en que da a conocer una parte ex-tensa de la Historia de la Universidad de SanMarcos, sino también en que aporta datos im-portantes sobre la vida y escritos de los catedrá-ticos mercedarios y sobre su presencia en la vidapolítica, social y eclesiástica de América duran-te casi trescientos años: intervención en los Con-cilios limenses, participación en la Independen-cia de diversos países americanos, creadores deopinión pública, desempeño de distintos cargosen su propia orden, atención pastoral, etc.

Haciéndonos eco de las palabras del pro-pio autor al final de su libro, también podemosconcluir que: «creemos que el conocimientode los catedráticos representantes de una Or-den religiosa en los claustros de San Marcos,puede contribuir en algo a una mejor com-prensión de la historia cultural del Perú duran-te la Colonia» (p. 153).

C.-J. Alejos Grau

Fernando ARMAS ASÍN (comp.), La cons-trucción de la Iglesia en los Andes (siglosXVI-XX), Pontificia Universidad Católica delPerú, Lima 1999, 588 pp.

La historiografía de la Iglesia en el Inca-rio durante el último tercio del siglo XX ha

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dado avances notables. El libro que reseño esuna obra de colaboración, en la que intervie-nen historiadores peruanos y españoles. Fer-nando Armas Asín, miembro del SIER-CISEPA,de la Pontificia Universidad Católica del Pe-rú (PUCP), y peruanista estudioso de los siglosXIX y XX, ha logrado reunir un buen númerode trabajos que analizan, desde diversas pers-pectivas, lo que ha supuesto la implantaciónde la Iglesia en el Incario. Los resultados sonsatisfactorios, aunque la variedad de enfo-ques y de estilos lleven al lector a una diversavaloración de cada uno de los capítulos.

De muy buena calidad y reflejando unavisión madura de la historia de la Iglesia du-rante la colonia, es el trabajo del jesuita Ma-nuel M. Marzal, profesor de la PUCP, que en«La transformación religiosa peruana» expo-ne su visión de la incorporación al cristianis-mo de la mayor parte de la población peruana,a lo largo de tres etapas, inicial (1535-1580),fundante (1581-1660) y de consolidación (ini-ciada en 1660-1670, y que permanece hasta elsiglo XIX); un largo proceso en el que la po-blación indígena acepta el catolicismo, aun-que consevando algunos elementos religiososatóctonos.

Josep-Ignasi Saranyana, de la Universi-dad de Navarra, presenta «Un siglo de Teolo-gía en el Perú (1575-1675)»: partiendo de laobra misionológica de José de Acosta, y pa-sando por los Manuales para la formación delclero (Luis Jerónimo de Oré, Juan Pérez Boca-negra y fray Juan de Almoguera), estudia la teo-logía académica peruana (Juan Pérez de Me-nacho, Leonardo de Peñafiel y Pedro de Alvay Astorga); en este último grupo sitúa al jesui-ta Diego de Avendaño, pionero antiesclavistaen la teología americana. Del conjunto se des-prende un trabajo teológico, abundante y crea-tivo, que, en los años de implantación de laIglesia en el Incario, sostiene y es vivificadopor el proceso evangelizador.

También en el campo del pensamiento teo-lógico Luis Bacigalupo, profesor de la PUCP, yespecialista en la filosofía peruana del XVIII,

aporta un trabajo sobre «Probabilismo y Mo-dernidad. Un capítulo de la filosofía moral delsiglo XVIII y su repercusión en el Perú», en elque sale al paso de la historiografía positivistasobre el tema, especialmente en la interpreta-ción de Felipe Barreda Laos, en su Vida intelec-tual del Virreinato del Perú(Lima 1909); ysostiene que en el interior de la escolástica, elsistema probabilista supuso una opción por lalibertad y los derechos naturales de la persona,que fue anulado por el absolutismo estatal im-perante y por los sectores reaccionarios del si-glo XVIII.

Ana de Zaballa Beaescoechea, de la Uni-versidad del País Vasco (Vitoria), en «Inquisi-ción y Sociedad en el Perú virreinal», haceuna lectura objetiva de la implantación y delfuncionamiento del tribunal limense; se pre-gunta si fue un instrumento de control social,y responde que, a diferencia de lo que ocurrióen la Península, en Lima fue escasa su inci-dencia en los estratos medios y altos de la so-ciedad. Jorge Clavijo examina el criollismode finales del XVII en los cronistas religiososperuanos y confronta los datos recabados conalgunos sucesos que tuvieron lugar en la épo-ca.

Desde una perspectiva extraeclesial An-tonio Acosta y Victoria Carmona Vergara, pe-ruanistas de la Universidad de Sevilla, afron-tan el tema de «La lenta estructura institucio-nal de la Iglesia (1551-1582)», y lo hacenconvirtiendo el relato en un juicio de hechos ypersonas que requeriría de mayor precisión,evitando juicios apresurados antecedidos porel «seguramente» (p. 37); esta actitud les llevaa veces a contradicciones aparentes como laque se percibe en torno a la figura de Loaysa,presentado alternativamente como «figura se-ñera de la Iglesia temprana» (p. 35) y sujetode obsesiva «ambición» (p. 37). Algo análogose aprecia en el trabajo de Patricia Martínez,profesora del ISET Juan XXIII, de Lima, en«Para la construcción de una Iglesia Santa: in-dios, mujeres, frailes y seculares en la tarea le-gislativa eclesiástica: siglos XVI y XVII», tra-

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bajo que adolece de fundamentación teológi-co-canónica para enjuiciar con mayor aciertolas disposiciones, por ej. dedicadas al sacra-mento de la penintencia (p. 88), o los motivospor los que en la tradición canónica cristianase desaconseja la celebración de la misa en lascasas privadas, etc.

Margarita Guerra Martinière, profesorade la PUCP, en «El clero ilustrado en el tránsitode la Colonia a la república», y Luis Gómez,historiador peruano, en «Iglesia y Emancipa-ción en el Perú: claves interpretativas (1805-1825)», se acercan a la posición adoptada porel clero ante la Ilustración y la Independencia,apuntando Gómez en su trabajo a la repercu-sión de los sucesos emancipadores en la vidareligiosa de la sociedad peruana.

Sobre la Iglesia en el Perú republicano, seincluyen cinco trabajos. Mons. José DammertBellido (†), que fue obispo emérito de Caja-marca y Secretario General de la PUCP, en «Lateología en el siglo XIX» discurre por la obrapolemista de pensadores católicos, frente al li-beralismo y positivismo que circularon en elPerú del siglo XIX. Fernando Armas Asín, ensu trabajo «Sobre la unidad religiosa y la tradi-ción: notas sobre el discurso católico ultra-montano y militante y los inicios de la demo-cracia cristiana», analiza algunas de las polé-micas doctrinales del momento. Jeffrey Kleiber,en «La Iglesia: 1930-1950», analiza en pers-pectiva netamente sociológica y con abundan-cia de datos los posicionamientos de los cris-tianos peruanos en los difíciles veinte añosque estudia. Fernando Armas Asín, en un se-gundo trabajo,«Iglesia, sociedad y política de1950 a nuestros días: un esquema de interpre-tación histórica», analiza la posición de laIglesia en torno a los sucesos más notables dela vida política y social de la segunda mitaddel siglo XX. Por último, Imelda Vega Cente-no, de CEHILA, en «Iglesia u conflictos socialesen los Andes: indigenismo eclesiástico», haceun análisis a nivel socio-político, en el que laIglesia quedaría limitada a su papel de defen-sora de los indios frente a los gobiernos, de

portavoz del poder civil frente a los indios ycomo árbitro entre autoridades y campesinos.

Armas Asín ha logrado reunir un buengrupo de trabajos en que se nos ofrecen unabanico de lecturas, de diversas opciones. Esun acercamiento notable a la actual historio-grafía sobre la Iglesia peruana y eso tiene unvalor indiscutible para todo especialista que seacerque al tema.

E. Luque Alcaide

Néstor Tomás AUZA, La Iglesia argentina, Ed.Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999, 236 pp.

El profesor Auza es especialista en la His-toria del Periodismo argentino y en Historia dela Iglesia del mismo país. En esta obra, de re-ciente publicación, aborda un tema nuevo, notanto por la temática, como por el enfoque queadopta. En efecto, las páginas de este libroconstituyen un ensayo dedicado al análisis dela relación entre la Iglesia y la Historia en laArgentina, relación que no se ha dado en for-ma continuada y conjugada, sino más bien através de encuentros fugaces que no han logra-do consolidarse, y de desencuentros prolonga-dos que han obrado, según el autor, en perjui-cio de la Iglesia y de la Historia.

El objetivo del profesor Auza es llenar unhueco en el estudio de la Historia de la Iglesiaen Argentina, la cual carece de un estudio sis-temático que abarque períodos completos. Laexplicación de esta ausencia está, para él, enque la Historia general, con frecuencia, analizahechos políticos, sociales, económicos en ab-soluta desconexión del fenómeno religioso.Esto lleva a constituir la Historia de la Iglesiacomo algo totalmente independiente de la his-toria general.

El ensayo no pretende resolver problemas,sino, más bien, plantear críticamente cuestionessobre cómo se han desarrollado los encuentros ydesencuentros entre la Iglesia argentina y la his-toria. Para ello, en los veinticuatro capítulos deque consta el libro, hace un estudio pormenori-zado de la bibliografía producida en torno a ca-

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da uno de los temas que analiza: las relacionesentre Historia Nacional e Historia de la Iglesia(cap. 1); cómo se planteó el episcopado argenti-no la difusión de la Historia de la Iglesia (cap. 2y 3) y cómo lo hizo la intelectualidad argentina(cap. 4). También hace un recorrido sobre la bi-bliografía de Historia Eclesiástica, tanto de mo-nografías como de obras colectivas, cuerpos do-cumentales y obras auxiliares publicadas en es-te siglo (caps. VI-XVI). Los últimos capítuloslos dedica a las relaciones entre la Historia de laIglesia y algunos ámbitos que han surgido entorno a ella: el arte religioso y la museística, laarquitectura religiosa, la historia de la Teologíay la historia de la Pastoral (caps. XVII-XXIV).

Estamos ante un libro en el que se apre-cia que el autor no ha omitido las dificultadesde la investigación y ha hecho desfilar por suspáginas personajes de todo el siglo XX: sacer-dotes, obispos, investigadores, editores, etc.lo cual permite ofrecer una panorámica am-plia de los estudios realizados sobre Historiade la Iglesia en Argentina en los últimos cienaños.

C.-J. Alejos Grau

Néstor Tomás AUZA , La literatura periodísti-ca porteña del siglo XIX. De Caseros a la Or-ganización Nacional, Ed. Confluencia [BuenosAires] 1999, 272 pp.

El periodismo literario argentino, prota-gonizado por buena parte de los hombres ymujeres que se consagraron en las letras deArgentina en el siglo pasado, aparece descritopormenorizadamente en este libro del profesorAuza, Académico de la Historia, docente uni-versitario y autor de una prolija y significativaobra que supera los veinte títulos.

La inquietud y la vocación por la literatu-ra, la ciencia y las artes durante la segunda mi-tad del XIX, fue ejercida en Buenos Aires porun abigarrado número de artistas, políticos,pensadores y dio lugar a un serio y amplio mo-vimiento cultural como queda de manifiestoen este libro. El periodismo literario porteño

cubre una laguna en la investigación históricay aporta elementos esenciales para entender lavida cultural, social, política y religiosa de unaépoca argentina. Se pasa a revista a un abun-dante número de revistas, se estudia su naci-miento y su cierre, los columnistas y el conte-nido de los artículos.

Las revistas, de corta o larga duración, decalidad diversa, fueron editadas durante unaetapa luminosa y contienen una innumerablevariedad de temas que reflejan la vida de Bue-nos Aires en un largo lapso de cuatro décadas.Muestra la participación activa de decenas dejóvenes que se lanzaban a la búsqueda y análi-sis de textos provenientes de cualquier corrien-te literaria que llegara a sus manos, aunque, co-mo es lógico, prevalecen los autores hispanoa-mericanos. Auza señala el poco antagonismo yel gran esfuerzo y deseo de conocer y difundirla cultura de los que participaban en esta co-rriente literaria.

El recorrido que hace abarca un gran nú-mero de revistas, aunque estudia detenidamen-te las más importantes e influyentes junto a lassociedades o grupos culturales que las impul-san:La Brisa; La Ilustración Argentina; El Pica-Flor; El Recuerdo; La Civilización; El Estí-mulo; La Guirnalda; Museo Literario; Revistade Ciencias y Letras; Revista de la SociedadEstímulo Literario; El Plata Ilustrado; El Ate-neo Argentino; Porvenir Literario; Revista dela República; Revista Literaria; Revista Cien-tífico-Literaria; El Plata Literario; El Albumdel Hogar; Revista de Ciencias, Artes y Le-tras; Revista Literaria; El Correo Americano;y Revista Científica y Literaria.

Para este estudio el autor ha recorrido unlaberinto de anaqueles en innumerables biblio-tecas, museos, archivos e instituciones y ha lo-grado el difícil hallazgo de colecciones com-pletas. El libro es un material indispensablepara periodistas y literatos, pero también parahistoriadores de las ideas.

C.-J. Alejos Grau

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Francisco AVELLA CHÁFER , Mons. Dr. Ma-riano Antonio Espinosa. Primer Obispo de LaPlata 1844-1900, Universidad Católica de LaPlata, La Plata 1998, 294 pp.

El libro es una valiosa aportación a la his-toria de la Iglesia argentina, en cuanto que res-cata de archivos, artículos periodísticos y bi-bliografía general todo aquello que permiteelaborar la biografía del primer Obispo de LaPlata. Como consecuencia, esta obra acerca allector al ambiente histórico, a la formación re-ligiosa y sacerdotal de la época, etc. Todo elloestá relatado al hilo de la vida de MonseñorEspinosa, enigmática desde el principio e inte-resante y fecunda hasta el final. El libro sólopretende analizar su tarea en la diócesis de LaPlata, por este motivo concluye en 1900 enque se incorpora a Buenos Aires como cuartoarzobispo.

El primer Obispo de La Plata nace en1844, aunque no se conoce ni quien fueron suspadres ni la fecha exacta de su nacimiento. In-gresó en el Seminario de Regina en 1859 ypermaneció hasta 1864. Al año siguiente se tras-ladó a Roma para estudiar en el Colegio PíoLatinoamericano, recién inaugurado (año 1858),y donde permaneció hasta 1869. En ese perío-do estudió desde 1866 en la Universidad Gre-goriana y, dos años más tarde, en 1868 recibióla ordenación sacerdotal.

Regresó a su país en 1870 donde desple-gó desde el primer momento un fecundo e in-tenso apostolado desde la Capilla de Santa Lu-cía, en Barracas. Durante estos años participóen algunas misiones: en Paraguay en 1877, co-mo capellán de la reconquista del desierto en1879, en las misiones populares que dio en laPatagonia y en la Provincia de Buenos Aires.También tuvo un papel importante en la entra-da de los salesianos en Argentina. A partir de1890 desempeñó distintas tareas en la curiadiocesana dirigiendo personalmente diversasmisiones rurales, hasta que en 1893 fue nom-brado obispo auxiliar de Tiberiópolis. Desdeesta fecha hasta 1898, en que accedió comoobispo de la recién erigida diócesis de La Pla-

ta se tiene noticia de que realizó otras 24 mi-siones rurales.

Su tarea como obispo de La Plata consti-tuye la segunda parte del libro y relata detalla-damente su labor pastoral al frente de la dióce-sis. Entre estas labores cabe reseñar la erec-ción de la catedral; la tarea de formación de laCuria y la ordenación de sacerdotes; la crea-ción de parroquias y erección de nuevos tem-plos; la elaboración de pastorales dirigidas alos fieles de la diócesis; y el fomento de activi-dades pastorales, colegios y escuelas católicas,círculos de obreros y asociaciones piadosas.Al poco tiempo de su regreso del Concilio Ple-nario Latinoamericano, en 1900 sería nombra-do arzobispo de Buenos Aires.

El autor toma una referencia del historia-dor Cayetano Bruno que señala que: «Espino-sa es la figura prelaticia más expectable de laépoca. Descolló en todos los sectores por suvirtud y austeridad, celo apostólico y misione-ro, fino tacto, dotes de gobierno y sentidopráctico de la realidad; dotes todas con que su-po manejarse a través de su provechísima ac-tuación. Mucho le deben la Iglesia y el país sila crisis de fe provocada por los principios de-moledores del laicismo pudo superarse al fin ypasar en bien, según es ya público y constan-te». (p. 157).

En definitiva, un libro que es una buenacontribución al mejor conocimiento de la Igle-sia argentina.

C.-J. Alejos Grau

Luca CODIGNOLA -Luigi B RUTI L IBERATI , Sto-ria del Canada. Dalle origini ai giorni nostri,Bompiani («Storia Paperback Bompiani»),Milano 1999, 816 pp.

La editorial Bompiani en su colección«Storia Paperback Bompiani» está sacando ala prensa volúmenes que acerquen al lectoritaliano la historia de diversos países. Dirigi-dos al gran público de buen nivel cultural, sontodos ellos realizados por especialistas en el

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tema. Es una iniciativa digna de tenerse en cuen-ta en otros ámbitos lingüísticos.

El volumen que presento es la primerahistoria del Canadá, desde la prehistoria hastael presente, que se publica en Italia. La escri-ben dos historiadores de muy alto nivel. LucaCodignola, de la Universidad de Génova, don-de enseña la Historia del Canadá y dirige elCentre du recherche en études canadiennes, seha especializado sobre todo en el Canadá delsiglo XVII, publicando, entre otros trabajos,The Coldest Harbour of the Land (1621-1649)(Montréal 1988); en colaboración con FernandHarvey y Pierre Hurtubise, publicó más re-cientemente la Guide aux Archives du Vaticanpour l’histoire de l’Amérique française(Qué-bec 1998). Luigi Bruti Liberati, de la Univer-sidad de Milán, es profesor de historia con-temporánea, y ha investigado la política norte-americana de la Santa Sede, y las relacionesentre Italia y Canada; es autor de Il Canadá,l’Italia e il fascismo(Roma 1984), y La SantaSede e le origine dell’impero americano(Mi-lano 1984)

La historia del Canadá encierra una múlti-ple variedad de elementos: es una historia he-cha por indios y esquimales, después por france-ses, posteriormente por ingleses y, más recien-temente, por inmigrantes de todo el mundoque han sido asimilados por el país y se hanconvertido todos en canadienses, distintos delos ciudadanos de sus países de origen y diver-sos también de sus vecinos norteamericanos.Las trayectorias históricas de estos dos últimospaíses son marcadamente diversas: los EstadosUnidos no sufrieron ninguna conquista; el Ca-nadá no ha vivido ninguna Revolución de in-dependencia, ni tampoco ha padecido ningunaguerra civil. Estados Unidos se ha forjado so-bre el monolingüismo; el Canadá es un país bi-lingüe.

La obra se estructura en dos partes: la pri-mera arranca desde la prehistoria y alcanzahasta el año 1867, en que se establece la Con-federación por la que el Canadá, en la órbitade la Commowealth, recibe una autonomía de

gobierno y le permiten establecer unas relacio-nes de paridad con los Estados Unidos, ya se-parados de Gran Bretaña. La Parte I corre acaro de Luca Codignola, la Parte II es realiza-da por Luigi Bruti Liberati.

En el contenido de ambas partes se regis-tra una diversidad metodológica: Codignolaescribe con una perspectiva más europeísta,comparatista y antropológica; Bruti Liberati lohace con perspectiva más americanista: norte-americana y canadiense, y con mayor acentoen el campo político. Diversidad lógica, si setiene en cuenta que Canadá fue hasta 1760 unadependencia de Europa, y entre 1760 y 1867un conjunto de provincias diversas, con diver-sas historias, en las que la unificación se pre-sentaba como algo problemático; de ahí, la ne-cesidad de comparar su trayectoria con las dospotencias europeas originarias de las distintasprovincias, y contrastar con los Estados Uni-dos, que, en tantos aspectos, estaba en condi-ciones diamentralmente opuestas. A partir de1867 y sellada la Confederación, el Canadá al-canza una unificación e identidad nacional ydesarrolla poco a poco una política exteriorque avanza en autonomía; en ella tienen unmayor peso específico las relaciones con GranBretaña, Estados Unidos y, algo después, conel mundo europeo. En esta segunda parte, y deacuerdo con los intereses del lector al que laobra se dirige, se dedica un capítulo a la co-munidad canadiense de orígen italiano.

En total el contenido se desarrolla en die-cisiete capítulos: nueve en la Parte I y ocho enla Parte II. Destaco el interés antropológicodel capítulo 1, dedicado a los orígenes, en queCodignola sitúa a los primeros habitantes delCanadá enmarcados en las emigraciones delos pobladores del continente americano. Parala historia de la Iglesia en el Canadá es impor-tante el capítulo 2, en que el A. aborda el temade la cristianización realizada por misionerosjesuitas, a los que se sumaron franciscanos ycapuchinos. En sucesivos capítulos se trata dela función realizada por la Iglesia en la vida ycultura canadienses: a partir de 1660, tras el

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trágico final de la misión jesuita entre los hu-rones debida a su práctica extinción en la gue-rra contra los iroqueses, la Iglesia en Canadáse centrará más en la atención espiritual y doc-trinal del colono de origen francés. La presen-cia del protestantismo en el Canadá, con la lle-gada de los británicos, es vinculada por el A.al arribo de las ideas de la Ilustración y, comoconsecuencia, se vive un clima de mutuo res-peto y tolerancia entre las iglesias que, a lavez, se afianzan como elemento de unidad decada una de las comunidades.

Bruti Liberati, presenta la difícil convi-vencia de las comunidades de origen francés einglés en el Canadá del siglo XIX, dificulta-des que tuvieron una cierta incidencia a niveleclesiástico, dando lugar a un pretendido pesodel clero católico en la política que llevó a laSanta Sede al envío en 1897 como delegadoapostólico a Mons. Rafael Merry del Val quelogró volver la situación a los cauces de nor-malidad.

Una amplia bibliografía, seleccionadapor etapas históricas estudiadas en la obra, ylos índices de tablas y de grabados y analíti-co, son instrumentos especialmente eficacespara la consulta de este libro de referencia obli-gada para todo el que se interese por la origi-nal configuración y el proceso histórico del Ca-nadá.

E. Luque Alcaide

Silvia CORREALE (coord.), Laicos y Santos.Testimonios en América, Consejo Nacional deLaicos-Eds. Trípode, Caracas 1999, 152 pp.

El presente libro tiene el interés de ser elprimero de una iniciativa más amplia queabarca a toda América y en la que ya se estátrabajando. En efecto, tomando como puntode partida la llamada de Juan Pablo II a hacerun público reconocimiento de la santidad dehombres y mujeres laicos, la Acción CatólicaArgentina puso en marcha este proyecto, se-cundado por el Departamento de Laicos delCELAM.

El trabajo que aquí se ofrece está presidi-do por el pensamiento del Cardenal Pironio, ypretende ayudar a crear en el interior de la Igle-sia latinoamericana: profundidad teológico-es-piritual, sentido de búsqueda, de reflexión, deoración, sentido de comunión eclesial; y, ade-más, experimentar la riqueza de la intercomu-nicación de las Iglesias y de la encarnaciónsalvadora de la Iglesia.

Comienza el libro con una introducciónde Monseñor Michele di Ruberto, Subsecreta-rio de la Congregación para la Causa de losSantos, en la que expone, de un modo sucintopero claro, cuál es la propuesta de santidadeclesial del Papa Juan Pablo II para el TercerMilenio.

La primera parte del volumen ofrece lasbiografías de laicos de los que se han introduci-do los procesos de beatificación y canonización,aunque, por razones de espacio y tiempo no hasido posible incluir algunos ya iniciados en Ca-nadá, Ecuador y Puerto Rico. De Argentina sepresentan las biografías de Mª Antonia de Paz yFigueroa (1730-1799, colaboradora del aposto-lado de la Compañía de Jesús); Victorina Riverade Perazzo (1867-1957, madre de familia); En-rique Shaw (1921-1962, padre de familia y em-presario evangelizador del trabajo). De Brasil,la de Francisca Paula (1808-1895). De Chile,la de Laura Vicuña (1891-904). De México,las del matrimonio Balmori-Cinta (1900/1909-1946/1988, padres de familia y catequistas); Mªdel Refugio Aguilar de Cancino (1866-1937,madre de familia y Fundadora de colegios deenseñanza media); Concepción Cabrera de Ar-mida (1862-1937, madre de familia e iniciadorade las Obras de la Cruz); María de la Luz Ca-macho (1907-1934, catequista, Terciaria francis-cana y miembro de la Acción Católica); la delos Mártires de Chalchihuites, Zacatecas (sigloXX, miembros de la Acción Católica); la de losMártires de San Francisco Caxonos, Oaxaca (s.XVII, indígenas defensores de la fe); y la de Jo-sé Sánchez del Río(1913-1928, niño cristero).De Uruguay, se ofrecen las semblanzas de Do-lores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz (1897/98-

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1936, mártires); y de Venezuela, la de José Gre-gorio Hernández (1864-1919, médico).

La segunda parte contiene perfiles bio-gráficos de laicos latinoamericanos (de Argen-tina, Uruguay y Venezuela) con fama de santi-dad pero de los que no ha sido incoada la cau-sa de beatificación. Este libro fue presentadooficialmente en el Simposio sobre el Centena-rio del Concilio Plenario Latinoamericano ce-lebrado en Roma en junio de 1999 y prometeser un buen vehículo para dar a conocer la vi-da santa de muchos laicos americanos.

C.-J. Alejos Grau

Lourdes DÍAZ -TRECHUELO , Bolívar, Miran-da, O’Higgins, San Martín. Cuatro vidas cru-zadas, Eds. Encuentro, Madrid 1999, 246 pp.

La profesora Díaz-Trechuelo, catedráticaemérita de la Universidad de Córdoba, es so-bradamente conocida en el ámbito americanis-ta y filipinista. Una vez más nos encontramosente un trabajo suyo que está a la altura de losanteriores y, que se incluye, en la serie Histo-ria, publicada por Ediciones Encuentro.

El tema que aborda es la Emancipaciónamericana, tema muy estudiado por una parte,y, por otra, desconocido en su totalidad y, porello, siempre nuevo y atractivo. En esta obra laIndependencia se analiza desde la óptica delos próceres que la llevaron a cabo. O como lapropia autora señala en la Introducción, «enlas páginas siguientes intentamos adentrarnosen la vida de cuatro hombres. Vidas que se en-cuentran y se entrecruzan, como veremos, y através de ellas procuraremos comprender elproceso de la Emancipación americana. Paraesto hay que situarlas en el espacio y en eltiempo, esas dos coordenadas de la Historiasin las que se corre el riesgo de interpretar mallos hechos y las actitudes humanas. Y digo in-terpretar, no juzgar, porque el historiador no esun juez, ni la Historia un tribunal» (p. 10). Asíenmarca el punto de partida de su estudio yevita dos extremos viciosos en el análisis delos hechos históricos: considerar sólo históri-

cos los actos de las grandes personalidades otomar como objeto exclusivo de la historia alpueblo, a la masa. Para la profesora Díaz-Tre-chuelo las acciones individuales y colectivassoninseparables y su influyen mutuamente, porlo que hay que «situar a los hombres de carney hueso en el marco de las sociedades en queviven» (p. 10). Esta postura es la que le lleva-rá a pensar que la actitud de Bolívar, Miranda,O’Higgins o San Martín «no puede ser tacha-da de traición, y que lo sucedido en Américasurgió de las nuevas realidades y concepcionespolíticas, como una reacción general contra elabsolutismo de la época» (p. 17).

El libro hace un recorrido paralelo y entre-cruzado, a la vez, de los cuatro Libertadores. Alo largo de los seis capítulos, va exponiendo sustrayectorias personales, cualidades y defectos;su pensamiento filosófico, político y religioso;sus ideales patrióticos. El trabajo es el resultadode muchos años de estudio de la Historia deAmérica como queda de manifiesto, no sólo enel desarrollo del libro sino, en nuestra opinión,en la excelente síntesis sobre la Independenciaamericana. Síntesis que realiza tanto en la In-troducción, donde hace un balance de las cau-sas de la Emancipación, como en el Epílogo, enque hace una valoración de las repercusiones dela misma en la historia de América durante lossiglos XIX y XX. La conclusión a que llega laautora es que, aunque el deseo de los Liberta-dores era crear unos Estados Unidos de Hispa-noamérica, la situación política de los diferen-tes países que se crearon tras la Independenciafue un agitado período de luchas internas y des-órdenes, que impidieron realizar ese ideal. Sinembargo, la autora ve en los actuales movi-mientos de integración económica y política deHispanoamérica una esperanza de plasmar en larealidad los sueños de los libertadores.

Esta obra, concisa pero sumamente clara,nos parece que permite acercar el hecho com-plejo de la Independencia al público menoserudito en la materia, sin perder, por ello, estetrabajo su carácter netamente científico.

C.-J. Alejos Grau

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Juan Guillermo DURÁN, El Padre Jorge Ma-ría Salvaire y la Familia Lazos de Villa Nue-va. Un episodio de cautivos en Leubucó y Sa-linas Grandes. En los orígenes de la BasílicadeLuján. 1866-1875, Paulinas-Facultad de Teo-logía de la Universidad Católica Argentina,Buenos Aires 1998, 672 pp. + 3 mapas y lámi-nas de color.

Mons. Juan Guillermo Durán, profesor yDirector del Departamento de Historia de laIglesia de la Universidad Católica Argentina(UCA), es ya conocido por nuestros lectores.Investigador atento de los catecismos america-nos coloniales, recientemente ha estudiadotambién catecismos del siglo XIX, realizandouna valiosa labor de recuperación de un mate-rial de gran valor para el historiador de la Igle-sia americana.

En esta obra reconstruye una de las histo-rias que se entrelazan en la Argentina del sigloXIX; historia de violencia y de evangelización,de heroísmo cristiano en una díficil situaciónde enfrentamientos fronterizos. Y lo hace conuna buena búsqueda y aportación de fuentes,como suele ser su estilo. El protagonista es unsacerdote lazarista francés, Jorge María Sal-vaire (1847-1899), del que se ha conmemora-do el centenario de su fallecimiento. Arribadoa Buenos Aires en 1871, se incorporó a la la-bor pastoral del santuario de Luján. Despuésde cuatro años de trabajo fecundo en el santua-rio, fue trasladado a la labor evangelizadorafronteriza de Azul, en los confines con la Pam-pa. Allí se encuentra con dificultades de todotipo, afrontadas con fe y fortaleza, hasta lograrla confianza de los indígenas.

Protagoniza la liberación de varios cauti-vos de Salinas Grandes hechos prisioneros porun grupo de indígenas concertando el rescatecon el cacique Namuncurá. Asediado por losindígenas y a punto de sufrir la muerte a susmanos, Salvaire pronuncia un voto marianopor el que se compromete a escribir la historiade la advocación de la Virgen de Luján, pro-mover su devoción y construir un nuevo san-tuario, capaz para acoger al número de pere-

grinos que en la época había aumentado consi-derablemente. El voto fue cumplido por el la-zarista y la basílica que promovió es la que hallegado a nuestros días, y que sustituyó al vie-jo templo, de menores proporciones que habíasido levantado en el siglo XVIII.

Con gran acopio de documentación docu-mental, biliográfica y también con un abundan-te recurso de artículos aparecidos en la prensadel momento, Durán logra reconstruir con vi-veza lo sucedido, rescatando así un capítulo deinterés de la historia de la Iglesia en la Argenti-na. En efecto, aunque se tenían noticias de he-chos similares, no habían sido objeto de unaseria investigacion histórica como la que estelibro reúne. El trabajo se presenta en torno ados partes: en la primera, se estudia la familiaLazos, de la que formarían parte los cautivosrescatados por Salvaire y en la segunda, se si-gue de cerca la gesta del P. Salvaire entre losindígenas en Salinas Grandes, para terminarcon el análisis del voto emitido por el lazarista.

Se insertan las semblanzas de los perso-najes aparecidos en el relato y se incluyen co-mo apéndices la transcripción del Diario deSalvaire y un conjunto de Documentos: partesmilitares, cartas, artículos de prensa, etc. rela-cionados con los hechos. Tres mapas que re-construyen a color y con magnífica impresiónel escenario de los hechos, y grabados a colorde lugares y pinturas alusivas completan el pa-norama que esta monografía presenta.

E. Luque Alcaide

Raúl FORNET-BETANCOURT (ed.), Befreiungs-theologie: Kritischer Rückblick und Perspekti-ven für die Zukunft, Band 1: Bilanz der lezten25 Jahre (1968-1993),Band 2: Kritische Aus-wertung und neue Herausforderungen, Band3: Die Rezeption im deutschsprachigen Raum,Matthias-Grünewald-Verlag, Mainz 1997, 282pp. + 381 pp. + 178 pp.

El Dr. Raúl Fornet-Betancourt, nacido enCuba en 1946, actualmente investigador delInstitut-Missio de Aquisgrán y Profesor libre

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docente (Privatdozent) en la Universidad deBremen, ha dirigido esta obra magna sobre laTeología de la liberación, en colaboración conel Centro Ecuménico de Relaciones Interna-cionales de Bruselas. Tal investigación ha sidodesarrollada entre 1994 y 1996, como conti-nuación de un proyecto anterior, mantenido de1990 a 1993. La finalidad de esta investiga-ción, publicada en 1997, ha sido constituir ungrupo interdisciplinar, intercultural e intercon-fesional implicado en las principales preguntasde nuestra época; principalmente, como podráadvertirse por los títulos de los tres volúmenesrecensionados, y también por los tres volúme-nes que les antecedieron (1992-1993), un equi-po comprometido en la problemática social ycultural latinoamericana y, particularmente, enel complejo problema de la teología de la libe-ración (TL). En total son cuarenta y tres cola-boraciones. Es lógico, por tanto, que las contri-buciones sean de valor desigual, y que los fir-mantes de los trabajos no gocen todos de igualautoridad.

En el volumen primero se dice «Balancede los últimos 25 años (1968-1993)», porquelos primeros pasos de la Teología de la libera-ción suelen fecharse (buscando un momentoemblemático), en 1969, cuando Gustavo Gutié-rrez pronunció en Chimbote (Perú) su célebreconferencia «Hacia una teología de la libera-ción», en la que cristalizaron algunos esbozosanteriores, surgidos a partir de una determinadarecepción del Vaticano II en América Latina yde una particular lectura de la II ConferenciaGeneral del Episcopado Latinoamericano, ce-lebrada en Medellín, en agosto de 1968. Losestudiosos españoles teníamos ya una reseñahistórica y un apunte de recepción en Europade la TL, en el tomo primero de Mysterium Li-berationis(1990), dirigido por Ignacio Ellacu-ría y Jon Sobrino. Ahora, en la obra colectivade Fornet, la perspectiva bibliográfica se am-plía notablemente y se completa, con especialreferencia al mundo alemán.

Para el historiador de las doctrinas teoló-gicas, cualesquiera que sean sus señas de iden-

tidad, el primer volumen tiene un interés indis-cutible: Enrique Dussel ofrece una visión delcontexto y de los orígenes de la TL; Pablo Ri-chard señala sus principales antecedentes;João B. Libânio expone su desarrollo. Siguendespués sendas colaboraciones sobre la recep-ción de la TL en América Latina, Europa (Es-paña, Francia y Holanda), África y Asia; y secierra con estudios sobre su recepción en dis-tintas humanidades (ciencias sociales, econo-mía, literatura, filosofía y pedagogía).

El segundo volumen, titulado «Valora-ción crítica y nuevas propuestas o desafíos»,analiza los fundamentos doctrinales de la TL:el pueblo y el indígena como temas teológicos,la hermenéutica feminista, la opción por lospobres, las relaciones entre utopía y ética, lareligiosidad popular desde la perspectiva de laTL, etc. También aquí bastantes cuestiones re-sultan ya familiares para los lectores de hablaespañola, como por ejemplo, la comunicaciónde Jon Sobrino sobre el «principio liberación»(parangonando el célebre sintagma de ErnstBloch: das Prinzip Hoffnung). En este volu-men encontramos firmas relevantes de la TL, elfeminismo y el indigenismo: Leonardo Boff,EduardoHoornaert, Elsa Támez, Aiban Wagua,María Pilar Aquino, además del citado Sobri-no, entre otros.

En el tercer volumen, rotulado «Recep-ción en el ámbito de habla alemana», se expo-ne, en comunicaciones variadas, la acogida delas tesis liberacionistas en algunas institucio-nes alemanas (Misereory la Central MisionalFranciscana), en la doctrina social cristiana ale-mana, en la teología feminista alemana, etc.

Como se observa, por el sumario repasode los contenidos, esta miscelánea tiene un in-terés erudito notable para el historiador, por laamplísima información que facilita, debida-mente sistematizada. Se pasa revista, desde di-ferentes perspectivas históricas, a ese vasto yambiguo movimiento teológico que ha sacudi-do Latinoamérica durante veinticinco años almenos. Al leer los testimonios de los propiosprotagonistas, se comprende mejor el impacto

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de esas tesis en la pastoral y en la espirituali-dad (y no sólo en los cenáculos intelectualesrestringidos); y, al mismo tiempo, se entiendenmejor las razones esgrimidas por la Sede Ro-mana, alertando a la prudencia y al «distacco».

J.I. Saranyana

Javier GARCÍA GONZÁLEZ , Historia del Síno-do de América. Asamblea Especial para Amé-rica, 16 de noviembre-12 de diciembre 1997,prólogo del Card. Jan P. Schotte, Ed. NuevaEvangelización, México 1999, 838 pp.

El Sínodo de América, celebrado del 16de noviembre al 12 de diciembre de 1997,constituye un evento histórico de alcance ex-cepcional para la Iglesia presente en el conti-nente americano; signo elocuente de comu-nión y expresión e instrumento de colegialidadde los sucesores de los Apóstoles cum Petro etsub Petro. La iniciativa de llevarlo a cabo par-tió de Juan Pablo II que propuso, en su visita aSanto Domingo, en octubre de 1992, la posibi-lidad de que se realizara una reunión sinodalpara América. García González, profesor delAteneo Pontificio Regina Apostolorum, se pro-pone trazar la historia del Sínodo de Américadesde su anuncio hasta la conclusión de lostrabajos sinodales.

Este libro, fruto del impulso de la secreta-ría general del Sínodo, recoge la documenta-ción generada por la Asamblea sinodal y lacrónica de los trabajos sinodales. El autor sehizo cargo de elaborarlo, siguiendo las trazasde Giovanni Caprile sj. († 1993), que habíaelaborado ya la documentación de anterioresasambleas sinodales. García González habíaseguido personalmente paso a paso todo el itersinodal, desde las fases preparatorias hasta eldesarrollo de la asamblea Sinodal y, por tanto,conocía de primera mano el tema.

La obra consta de doce capítulos que si-guen un orden cronológico, correspondiente adoce etapas sucesivas en que se desarrolló laidea y los trabajos del Sínodo. El capítulo Ipresenta una síntesis histórica de los antece-

dentes de la Asamblea Sinodal, así como de lasituación de la Iglesia en América en este finaldel siglo XX. Los primeros trabajos del Con-sejo presinodal, la trayectoria que tuvo el es-quema de los Lineamentadel Sínodo y las la-bores, tanto de los obispos como del Consejohasta el umbral mismo de la Asamblea, pue-den seguirse en el capítulo II, donde acabanlos que pueden ser los antecedentes próximosdel Sínodo.

En los restantes diez capítulos (III-XII) sepuede seguir «día a día» su desarrollo. Se re-coge con cierta amplitud la información nece-saria que remite al investigador y a todo el quese interese por profundizar en el espíritu sino-dal a las fuentes correspondientes. Cuando love pertinente, el autor recoge resúmenes deconferencias, resultados de votaciones, avisosde la Secretaría, estadísticas de asistencia, lis-tas de participantes, etc. También una reseñadel acto conmemorativo de Pablo VI o la ora-ción adsumus. Los capítulos IV y V contienenlos resúmenes de las intervenciones de los pa-dres sinodales y de los auditores en el orden enque fueron expusieron ante la asamblea. Estosresúmenes son los que cada ponente entregó ala secretaría del Sínodo. Son, pues, y en tantopermanezcan bajo secreto los textos comple-tos, el mejor material disponible para conocerla mente de quienes formaron parte de la Asam-blea.

En los siguientes tres capítulos se siguenlos trabajos de los participantes desde el fin dela disceptatioo discusión dentro del aula hastala redacción del mensaje del Sínodo. Se tratade una segunda etapa caracterizada por una di-námica diversa del primer período: los padressinodales se reunían por grupos reducidos ocirculi minorespara centrarse en la reflexión ydiscusión de los temas y sugerencias aportadasen el aula sinodal. Consta la relación de los in-tegrantes de cada uno de los circuli, y el resu-men de las relaciones que presentaron. El ca-pítulo X recoge las intervenciones de los dele-gados fraternosde otras confesiones y al temadel ecumenismo dentro del Sínodo. Los acon-

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tecimientos últimos dentro del período en quela Asamblea seguía reunida se presentan en loscapítulos X, XI y XII. Una vez más se exponecon rigor cada paso que se fue dando hasta laconcelebración eucarística conclusiva.

Al final del libro se incluyen un balancefinal y un apéndice. En el primero, el autor sepermite considerar los frutos que ya está dandoel sínodo y las cosas que sería deseable que hu-bieran sido de otro modo. Aun cuando GarcíaGonzález considera que es precipitado extraerconclusiones o hacer juicios definitivos a me-nos de un año de la clausura del Sínodo, señalacon espíritu positivo y realista las perspectivasque se abren para la Iglesia en América. Elapéndice incluye el elenco de los participantesy todos los documentos sinodales públicos, ex-ceptuando la exhortación apostólica postsino-dal, debido a que el libro se imprimió antes desu publicación. También se proporciona biblio-grafía específica sobre la materia.

Los tres índices finales: de referencias bí-blicas, de nombres, y de materias, son muy úti-les para acceder a la información recogida. Setrata, en resumen, de una obra hecha con buencriterio historiográfico, y con una base docu-mental de primera mano, que será de gran uti-lidad tanto para los investigadores como parala comunidad de los creyentes que está en Amé-rica.

F. Vera

Teodoro HAMPE MARTÍNEZ , Santidad e iden-tidad criolla. Estudio del proceso de canoni-zación de Santa Rosa, Centro de EstudiosRegionales Andinos Bartolomé de las Casas(«Cuadernos para la Historia de la Evangeli-zación en América Latina», 20), Cuzco 1998,142 pp.

Teodoro Hampe, profesor ordinario de laPontificia Universidad Católica del Perú, De-partamento de Humanidades, peruanista quese ha adentrado en la historia de la cultura y dela política colonial, es un buen catador de do-cumentos, de los que sabe hacer una relectura

en perspectiva novedosa. Es el caso del libroque presento en el que aborda un tema ya muyconocido por la historiografía peruana, el pro-ceso de canonización de la santa limeña. Ham-pe, sin embargo, como decía, lo hace abriendouna perspectiva nueva.

Hampe ha hecho efectivamente un buenacopio de material, en parte inédito, recabadoprincipalmente en fondos de Lima (ArchivoGeneral de la Nación, Archivo Arzobispal deLima, Archivo Histórico Municipal de Lima),y de Roma (Archivo Vaticano, Archivo Gene-ral de la Orden de Predicadores, Archivo de laEmbajada de España ante la Santa Sede). Conlos datos reunidos se ha planteado el estudioen perspectiva socio-cultural del proceso decanonización.

Para ello reconstruye la lista de los testi-gos que intervinieron en las declaraciones parala causa de beatificación de la santa: 75 en elproceso ordinario y 147 en el proceso apostóli-co y hace un apunte prosopográfico de los tes-tigos. Frente a la condición marginal y popularde los santos limenses sostenida por FernandoIwasaki Cauti (Vidas de santos y santas vidas:hagiografías reales e imaginarias en Lima co-lonial, en «Anuario de estudios Americanos»51 [1994] 47-64), Hampe ve difundida la devo-ción a la santa limeña especialmente entre losestratos criollos detentores del poder en la so-ciedad colonial. De este modo, la causa de ca-nonización de Rosa de Lima es interpretada porel A. como un elemento más de la afirmacióndel criollismo que, a partir de los años 1620—época de madurez del virreinato—, adquierefuerza y rango en la dinámica social peruana.

Santa Rosa de Lima vive entre 1586 y1617; fueron unos años de estabilidad política yprosperidad económica en el virreinato perua-no. Fue, a la vez, una etapa de enorme creativi-dad artística y literaria en el Perú. La sociedadlimense vio por esas fechas manifestaciones deascetismo y de espiritualidad de altos vuuelosentre los peruanos. En ese clima, el A. ve a lasanta como símbolo de la identidad del criollis-mo peruano. Y entiende ese criollismo, siguien-

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do a Bernard Lavallé, como un vasto, profundoy polifacético movimiento de toma de concien-cia peruana, un proceso tanto social como inte-lectual, que involucró a todas las capas de lapoblación de origen europeo y suscitó una mul-tiplicidad de cuestionamientos, tiranteces y ri-validades. Un movimiento que llevó a «la afir-mación de una dignidad y la reivindicación deuna identidad» por parte del grupo criollo.

Una bibliografía seleccionada con un pri-mer apartado dedicado a las fuentes docu-mentales; y la inclusión de seis apéndices do-cumentales, completan esta obra de interésindudable para los historiadores de la Iglesiacolonial americana y para los que interesadosen la historia de las mentalidades de ese mo-mento peruano.

E. Luque Alcaide

Julián HERAS, Tres siglos de presencia fran-ciscana en el departamento de Ancash, Con-vento de los Descalzos (Serie: V Centenario,11), Lima 1999, 146 pp.

Es ya bien conocida la serie que dirige elhistoriador minorita Julián Heras sobre la his-toria de la Orden franciscana y su protagonis-mo en la evangelización del Perú, tema de losque actualmente es el máximo especialista. Eneste libro sintetiza la presencia de los francis-canos en el Departamento de Ancash, a lo lar-go de tres siglos. El trabajo comprende desdeel siglo XVII, cuando llegaron los primerosfrailes a esas tierras andinas, hasta los últimosaños de esta década de finales del siglo XX.

El libro está estructurado en catorce capí-tulos y contiene un amplio apéndice documen-tal. En cada unos de estos acápites se resumenlos principales hechos que rodearon la funda-ción de los conventos franciscanos en cada zo-na del departamento de Ancash, y se analizanlas circunstancias que rodearon tales hechos.Presenta a los protagonistas de estos aconteci-mientos y el papel que tuvieron en la aventuraevangelizadora. La bibliografía y el apéndice

del libro nos traen a la vista la valiosa e impor-tante documentación que ha servido para darrazón de los hechos narrados.

El estudio muestra cómo, gracias a los Síno-dos de Yungay (1585) y de Piscobamba (1594),se establecieron las principales normas para laevangelización en la Sierra nor-oriental del Pe-rú. Sobre esa base, nos dice el autor en la Intro-ducción, los franciscanos se establecieron enHuaraz, capital del departamento de Ancash, apartir de 1690, y han permanecido allí, con al-gunas interrupciones, hasta la actualidad. Perono solamente estuvieron en Huaraz, sino tam-bién en otros puntos del Departamento.

El promotor y fundador de la primera ca-sa de recolección franciscana de Huaraz fue elP. Basilio Pons, un fervoroso religioso que sehabía formado en casa de recolección en Espa-ña y luego en el Perú, en el Convento de losDescalzos. Esta primera fundación se hizo el15 de enero de 1690. Luego se realizaron nue-vasfundaciones, tanto en Huaraz como en otrospueblos, alcanzando a tener una amplia laborde catequesis y educación de los pobladores,especialmente entre los indios del lugar.

En estos tres siglos tuvieron que sufrir nopocas dificultades; por un lado, debido a losfuertes terremotos que sacudían el territorio pe-ruano, destruyendo parte o, a veces, todos susconventos e iglesias. Por otro lado, en el sigloXIX y tras la Independencia del Perú, sufrieronla desamortización de sus bienes por parte delos nuevos gobiernos, lo que les obligó a irse deesa zona. A mediados de ese siglo volvieron yre-emprendieron la labor en esos pueblos, ha-ciéndose nuevas fundaciones. Se inició el con-vento de Tingua, desde donde se atendían va-rios pueblos del Callejón de Huaylas; pero lue-go, al tener que dejarse éste en 1917, se fundóel nuevo convento e iglesia de San Antonio dePadua, en la ciudad de Huaraz. Impulsarontambién en esos años la tercera orden de losfranciscanos, en la que participó y se formómucha gente de esta zona.

En 1970 un gran terremoto asoló Huarazy todo el Departamento de Ancash. Se destru-

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yeron casi todas las casas y templos de la ciu-dad, y hasta uno de los pueblos de la zona,Yungay, quedó sepultado por un aluvión aconsecuencia del sismo. Esto provocó una cri-sis institucional entre los franciscanos de la lo-calidad, que tuvieron que comenzar de nuevotoda su labor. Construyeron una nueva iglesia,que fue inaugurada el 13 de junio de 1979, y apartir de ahí, se reanudó la actividad pastoral.

Es muy interesante el amplio apéndice quetiene el libro, que comprende una serie docu-mentos, manuscritos y testimonios sobre algu-nos de los hechos más sobresalientes de la histo-ria de la Orden en el Departamento de Ancash.

J. Putnam

Telmo MEIRONE y colaboradores, Héctor Val-divielso Sáez. El primer santo argentino, Edi-torial Stella-San Pablo, Buenos Aires 1999, 93pp.

El religioso lasallano, Telmo Meirone, ac-tualmente, Presidente de la Conferencia Ar-gentina de Religiosos y Religiosas, y directorde la Editorial Stella y de la revista Caminos,es el coordinador de esta semblanza del PadreHéctor Valdivielso beatificado por el PapaJuan Pablo II el 29 de abril de 1990. Valdiviel-so es el primer argentino que sube a los altaresy este libro pretende mostrar la vida heroica deeste religioso junto con la de sus compañeros,para ejemplo de todos los cristianos.

El relato de la biografía se inicia con uncapítulo dedicado a la situación político-socialde Asturias en 1934. A continuación se descri-be brevemente su vida: desde su familia, pa-sando por su vocación y formación, los co-mienzos de su apostolado y su tarea educativa,hasta el momento de su martirio en Turón, pue-blo minero cercano a Oviedo. Allí los Herma-nos de la Salle tenían el colegio en que vivíanocho religiosos y desde donde atendían escue-las gratuitas en doce localidades de la zona.

En la revuelta de 1934 fueron apresadospor la noche y encarcelados durante varios días

hasta que el día ocho de octubre, de madruga-da, les condujeron hasta el cementerio dondelos mataron junto a unas fosas cavadas previa-mente. Los mártires eran jóvenes en su mayo-ría. Uno tenía más de 40 años, dos cerca de 30y los cinco restantes no llegaban a esta edad.El Padre Valdivielso contaba con 24 años deedad y ocho de profesión religiosa.

C.-J. Alejos Grau

Celiano MONGE-Jacinto JIJÓN Y CAAMAÑO -Julio TOBAR DONOSO-Camilo DESTRUJE, Es-tudios básicos sobre la nacionalidad ecuato-riana, Centro de Estudios Históricos del Ejér-cito [«Biblioteca del Ejército Ecuatoriano»,14], Quito 1998, 353 pp.

Este volumen está formado por un con-junto de trabajos publicados en diversos luga-res, como el Boletín de la Academia Nacionalde la Historia, en un período de tiempo queabarca desde 1913 hasta 1961. Sus autores soncuatro historiadores. El tema común es el aná-lisis del nacimiento de la nacionalidad de Ecua-dor.

La introducción marca el objetivo que sepretende con este número de la Biblioteca delEjército Ecuatoriano: «Difundir el conocimien-to de los hechos que constituyen el origen denuestra nacionalidad y de la génesis del Ecua-dor como país libre y soberano, es tarea cívicaesencial a cumplirse constantemente en todoslos niveles educativos y de opinión pública,para que el patriotismo nazca sano, esté funda-mentado sobre bases sólidas, genere entusias-mos fecundos y mantenga permanencias fruc-tíferas» (p. 7).

Ocho son los artículos que contiene laobra. El primero es el Documento de Constitu-ción del Estado de Quito de 1811-1812, prece-dido de una breve introducción histórica. Elsegundo aborda el proceso de Independencia yla participación directa e indirecta de la Iglesia(Jerarquía, clero y Órdenes religiosas) en laseparación de España. El tercero analiza losorígenes constitucionales de la República del

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Ecuador: sus fuentes ideológicas y el conteni-do de la Constitución.

La ecuatorianidad es el tema y el título delcuarto estudio. A través de la historia de esta na-ción se intenta exponer cuáles son los rasgosque diferencian a los ecuatorianos de las demásnaciones americanas y, por tanto, dónde se fun-damenta su propia identidad. Algunos de estosrasgos son, según el autor del artículo: haberdesarrollado una industria basada en la manu-factura y en la artesanía; una íntima unión deafectos, intereses y aspiraciones comunes a to-das las clases sociales; la unidad religiosa; y,por último, la energía y el valor con que elecuatoriano ha defendido siempre sus derechos.

El siguiente artículo expone las causas yantecedentes de la separación de la Gran Co-lombia y la creación del Estado de Ecuador.Los tres últimos trabajos vuelven a retomar laguerra de Independencia. Por un lado, en unode ellos se estudia la influencia que tuvo Qui-to, por su situación geográfica, en la Emanci-pación del continente americano; por otro la-do, se hace un estudio de la histórica entrevis-ta entre Bolívar y San Martín en Guayaquil; y,en tercer lugar, se analizan detenidamente dosdocumentos memorables: la Constitución delEstado de Quitodel 15 de febrero de 1812 y elProyecto de Miranda.

Aunque los artículos de este volumen pre-sentan en algunos momentos cierta parcialidaden la defensa de cierta ecuatorianidad, la cualsería, hasta cierto punto, discutible, no deja deser una buena aportación para el estudio y elconocimiento de la Independencia de Ecuador.

C.-J. Alejos Grau

Agustín MORENO, Fray Jodoco Rique y frayPedro Gocial. Apóstoles y maestros francisca-nos de Quito (1535-1570, Ediciones Abya-Yala, Quito 1998, 418 pp. + ils.

El historiador franciscano Agustín More-no, miembro de número de la Academia Na-cional de Historia de Ecuador, así como de las

de Historia eclesiástica Ecuatoriana y de Cien-cias Jurídicas y Sociales del Ecuador, acometeen esta obra la biografía de dos evangelizado-res del Ecuador, Fray Jodoco Rique y Fray Pe-dro Gocial, ambos procedentes de Flandes.

Hasta ahora carecíamos de un estudio se-rio que pusiera a nuestra disposición la vida yla labor de quienes protagonizaron la cristiani-zación de este amplio sector del mundo del In-cario. El autor ha realizado una paciente inves-tigación archivística internacional para reunirlos datos que le han permitido construir unabiografía rigurosamente documentada sobreambos franciscanos.

El libro consta de doce capítulos a travésde los cuales se levanta la imagen de fray Jodo-co y la de su colaborador Pedro Gocial. Defray Jodoco, que plasmó en su vida el idealapostólico evangélico, destaca el amor a los in-dios y el aprecio hacia las cualidades naturalesque supo descubrir en ellos. Aprendió pronto elquechua y en esta lengua se dirigió a los indí-genas; realizó una labor evangelizadora pa-ciente, con amplio espacio a la catequesis pre-via al bautismo.

Ambos minoritas se nos aparecen comodefensores de los derechos del indígena. Des-taca también su labor inculturadora y educati-va; transmitieron a los indígenas las técnicasagrícolas que incrementasen las cosechas. Lle-varon a cabo así mismo empresas asistencia-les. Felicitamos al autor por haber llevado atérmino esta iniciativa que viene a cubrir unhueco en la historia eclesiástica del Ecuador.

G. Güemes Sedano

Luis Alberto N AHUELANCA MUÑOZ, Los após-toles del Archipiélago. El aporte evangeliza-dor de los Fiscales en la Iglesia Local de Chi-loé-Chile, Editado por la Provincia Francisca-na de la Santísima Trinidad, Santiago de Chile1999, 261 pp.

El franciscano chileno Luis Alberto Na-huelanca, misionólogo, nos ofrece en este libro

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un estudio misionológico de la institución lai-cal de los Fiscales en la iglesia de Chiloé. Elautor se aprovecha, para este estudio, de unaabundante bibliografía, sintetiza lo que se sabesobre esta institución tan difundida en Améri-ca en el pasado y que, todavía sigue vigente enla diócesis de Ancud.

El material está dividido en cinco grandescapítulos. El primero explica la historia y geo-grafía del Archipiélago, la fisonomía huilliche,la llegada de los expedicionarios y misioneros.El segundo aporta un interesante enfoque so-bre el protagonismo evangelizador del indíge-na, la legislación de los Concilios Limenses ylos orígenes de los Fiscales en Chile. En el ter-cero pasa revista al servicio prestado, antes yahora, por los Fiscales y la proyección de esteministerio; para en el cuarto hacer un estudioteológico del papel de los laicos en el proyectoevangelizador de la Iglesia. El quinto y últimocapítulo analiza el papel del laico en la iglesiade Chiloé con respecto al protagonismo delFiscal y los desafíos que presentan los nuevostiempos.

Tomando como punto de partida el deseode los primeros misioneros de hacer del indíge-na un verdadero apóstol integrado en la ruta dela evangelización, se instituyó la figura de losFiscales. Estos gozaban de la absoluta confian-za de los misioneros y su función consistía encuidar, vigilar, fiscalizar los lugares en que lossacerdotes no residían de manera permanente,procurando preservar la pureza de la prácticade la religión y detectando los rebrotes de ido-latría. Aunque no eran éstas las únicas tareasque se les asignaban, también se ocupaban deayudar o suplir a los misioneros ausentes o pre-sentes en la enseñanza de la doctrina, etc.

La institución de los Fiscales se aprobóen el año 1763 por una disposición sinodal delObispo Alday, pero hasta casi 100 años mástarde estas disposiciones no reglamentaron elejercicio de los Fiscales en Chiloé. Esto ocu-rrió en el Primer Sínodo diocesano de Ancuden 1851, convocado por el Obispo Justo Do-noso. Más tarde, en 1862, estas disposiciones

fueron asumidas en las reglamentaciones reali-zadas por el Obispo Francisco de Paula Solar.

La importancia dada por el Concilio Vati-cano II a los laicos permiten enlazar las raíceshistóricas de la figura misionera del Fiscal conla misión de los laicos en la Iglesia actual y,más en concreto, señala el autor, con la IglesiaLocal de Chiloé. Algunos de los desafíos queésta debería afrontar serían, según el Padre Na-huelanca: la formación permanente de los Fis-cales, la promoción de la mujer Fiscal, favore-cer una mayor comunión eclesial y crear centrosde encuentros, reuniones y de colaboraciónmutua entre los Fiscales.

C.-J. Alejos Grau

Eudoxio de Jesús PALACIO , Provinciales delCuzco de la Orden Mercedaria (1556-1944),Instituto Histórico de la Orden de la Merced(«Biblioteca Mercedaria», 7), Roma 1999, 494pp.

Eudoxio Palacio, religioso mercedario na-cido en Córdoba (Argentina), lleva ya muchosaños trabajando en temas históricos de su Or-den. Gracias a una investigación de archivo enla ciudad del Cuzco, Perú, a lo largo de doceaños en los que vivió en la capital andina, pu-do sacar a la luz varias obras sobre la historiade la Merced en Argentina, Bolivia y Perú.

La fuente principal de esta investigaciónha sido el archivo del convento de los merce-darios del Cuzco, la antigua capital del imperioincaico y la primera sede gubernamental delconquistador Francisco Pizarro. Este archivocontiene documentación muy valiosa para re-construir la historia de dicha Orden en Américadel Sur, especialmente la de la provincia delCuzco, erigida el 20 de mayo de 1564. Perotambién, por supuesto, guarda documentos querefieren acontecimientos de la vida social, polí-tica y cultural relacionados con la Orden, desdelos inicios de la conquista hasta nuestros días.

La obra está dividida en veinte capítulos,en cada uno de los cuales el autor sintetiza los

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hechos más relevantes de los provinciales dela Merced en el Cuzco. Sin embargo, haciendoun breve análisis de este estudio, podríamostambién dividirla en cinco partes, temáticamen-te más homogéneas, o que comprenden los hi-tos más importantes a lo largo de los cuatro si-glos de vida que tienen los Mercedarios en esaProvincia.

Así, los seis primeros capítulos presentanla figura del primer comendador y provincial,el P. Juan de Vargas, organizador de la provin-cia desde sus inicios, a la que dio el primer im-pulso evangelizador en esas tierras andinas.

Los capítulos VII al XVIII presentan dossiglos (1568-1769) de historia mercedaria, enla que se sucedieron diversos provinciales, querealizaron la labor evangelizadora en la ciudady también en las misiones en zonas muy apar-tadas de la civilización.

El capítulo XIX, a su vez, podríamos divi-dirlo en dos partes. La primera nos habla de lareforma de la Orden, decretada en 1769 y pues-ta en práctica cuatro años más tarde. La segun-da parte comprende la difícil época de la Inde-pendencia del Perú, que le tocó afrontar comoprovincial al P. Apolinar Guillén. Éste tuvo querenunciar al provincialato, al parecer, por exi-gencias de la leyes del nuevo gobierno. Sin em-bargo, en el texto no quedan muy claras las ra-zones que le llevaron a esto, ni tampoco por quéla Orden se quedó sin provincial hasta el año1881. El autor sólo dice que la provincia comoentidad jurídica dejó de existir el año 1822.

El capítulo XX, por último, nos refiere lare-erección de la provincia peruana, gracias ala petición del maestro general de la Orden, elaño 1881, al delegado de la Santa Sede. Estanueva Provincia comprendía cuatro conventos:el de Arequipa, San Juan de Letrán, que seconstituía como cabeza de la provincia; el con-vento del Cuzco; el de la Paz; y el de San Mi-guel, de Lima. A partir de ese momento se dioun gran crecimiento de la Orden. Entre 1894 y1917 se erigieron los colegios mercedarios deinstrucción primaria, media y comercial con

valoracadémico oficial, en las ciudades de Cuz-co, Arequipa, Abancay, Huacho y Lima. En1941, gracias a la eficiente gestión del P. Feli-ciano Arteaga Bermúdez, se inauguró la casacentral de estudios de la provincia, y se em-prendió el acondicionamiento y ampliación delos antiguos conventos.

Se echa en falta un mayor número de sub-títulos en cada capítulo, que haría un poco másligera su lectura. El índice de personas y luga-res, facilita mucho la búsqueda de información.

J. Putnam

Daniele POMPEJANO , La crisis del AntiguoRégimen en Guatemala (1839-1871), EditorialUniversitaria-Universidad de San Carlos deGuatemala, Guatemala 1997, XIX + 256 pp.

El autor, profesor de Historia de AméricaLatina en la Universidad de Milán, es especia-lista en historia centroamericana, y entre susescritos sobresalen los libros: Nicaragua. Sto-ria di ‘economia dipendente e di una transizio-ne; y una Storia e conflitti del Centro America.El libro que presento consta de cinco capítulosque ofrecen un análisis social, económico y po-lítico, de la sociedad guatemalteca durante esteperíodo, también conocido como el del «Régi-men Conservador de los treinta años». Trata deindagar las complejas dinámicas que operaronen la sociedad centroamericana para producirel advenimiento del Estado oligárquico y libe-ral.

El régimen conservador se caracterizaríapor el restablecimiento de las antiguas tradi-ciones, auténticos pilares de la sociedad, por lacarismática intervención del caudillo RafaelCarrera, que fue el factotumdel período, per-sonalidad desconocida por la generalidad delos guatemaltecos. Esta etapa se identifica conla llegada al poder de los ladinos, grupo mesti-zo producto de la radicación y mezcla con laspoblaciones indígenas. Entre los problemas eco-nómicos con que se enfrentó el régimen con-servador, destaca la dependencia del monocul-tivo de la cochinilla, sobre la que se apoyó la

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economía del país y principal producto de ex-portación. El mercado de la cochinilla entró encrisis, al ser sustituido en Europa por coloran-tes de origen mineral.

Esta crisis económica se agudizó por losgastos ocasionados por las guerras que sostu-vo Guatemala con El Salvador y Honduras,destinadas a perpetuar la hegemonía guatemal-teca sobre el istmo; así como por su participa-ción en la guerra nacional de 1856/1857, parahacer frente a la invasión del filibustero Wi-lliam Walker. Se abocó al cultivo del café, queprovocó la necesidad de modernizaciones so-ciales, políticas e institucionales, irrealizablesbajo la configuración del poder conservador;la carencia de una política fiscal adecuadacontribuyó al desencadenamiento de la crisisque acabó con el conservadurismo. En los dis-tintos capítulos el autor analiza los factores so-ciopolíticos y económicos que gravitaron so-bre el país y que siguen pesando aún, en tantoscasos, sobre la vida de una comunidad quemantiene con vitalidad en buenas proporcio-nes su vida cristiana.

A. Rosales

Charles WALKER (comp.), Entre la retórica yla insurgencia: las ideas y los movimientos so-ciales en los Andes, siglo XVIII, Centro de Es-tudios Regionales Andinos «Bartolomé de lasCasas», Cusco 1996, 362 pp.

Charles Walker, profesor de Historia Lati-noamericana en la Universidad de California, hareunido en este libro diez ensayos sobre la histo-ria de las ideas y de las rebeliones en los Andes,en el siglo XVIII; son las versiones preliminaresde los trabajos que se presentaron en el Colo-quio «El siglo XVIII en los Andes», del Grupode Trabajo de Historia y Antroplogía Andina(CLACSO), celebrado en París el año 1993.

La obra cuenta con una larga introduc-ción, hecha por el mismo Walker, donde pre-senta los nuevos estudios que se están hacien-do sobre temas históricos andinos, y las nue-vas metologías que se están siguiendo en estos

estudios. Los ensayos que integra este libro,dice el compilador, ofrece un excelente pano-rama del estado de las investigaciones sobre lahistoria de las ideas y los movimientos socia-les en los Andes durante el siglo XVIII. Ade-más, aspiran a contribuir a un debate amplio,multidisciplinario y mutinacional, sobre el sig-nificado y la herencia del «siglo de las luces».Walker señala los nuevos enfoques y puntosde vista de los diferentes historiadores que es-tán tratando estos temas. Nos da un marco teó-rico-referencial que acerca la compleja reali-dad del mundo ideológico andino en la épocade la Ilustración y previa a los movimientosindependentistas. Presenta así mismo a los au-tores de los trabajos recopilados.

El primer artículo es de Juan Carlos Es-tenssoro, profesor de Historia en la Universi-dad Católica del Perú, que se titula La plebeilustrada: El pueblo en las fronteras de la ra-zón. Está centrado en la cultura de los sectorespopulares de la Lima del siglo XVIII, analizauna academia de baile del «uso francés» y es-tudia su repercusión política y cultural enaquella sociedad limeña. Representa una con-tribución a las controversias sobre la moderni-dad y las clases populares coloniales.

El historiador ecuatoriano Víctor PeraltaRuiz, docente de la Universidad Antonio deNebrija, en Madrid, en Tiranía o buen gobier-no: Escolasticismo y criticismo en el Perú delsiglo XVIII, hace un análisis de algunas obrasde esa época, que siempre se habían conside-rado reivindicativas a favor de los indios ycontra los colonos. Peralta postula que estostrabajos no pueden ser comprendidos simple-mente como manifestaciones del descontentocontra la dominación española o como reflejode la influencia del pensamiento ilustrado; hande ser analizados a la luz de las corrientes queinfluyeron en los propios autores.

El tercer artículo es del mismo Walker yse titula Voces discordantes: Discursos alter-nativos sobre el indio a fines de la colonia.Hace un análisis de la situación de inferioridaden que se encontraba el indio a finales del si-

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glo XVIII, poniendo de relieve todas las razo-nes que se han dado para esto. Nos presenta ra-zones en base a la «naturaleza» indígena: unapostura racista, así como otras posturas discre-pantes, que atribuyen esa inferioridad a losabusos y negligencia de las instituciones colo-niales.

La etnohistoriadora boliviana RossanaBarragán, docente en la Universidad Mayor deSan Andrés de Bolivia, trata de Españoles pa-tricios y españoles europeos: Conflictos intra-élites e identidad en la ciudad de la Paz en vís-peras de la Independencia 1770-1809.Aportaen ella las diferencias sociales, económicas ypolíticas de la clase alta paceña y cómo losconflictos que se dieron al interior de esta élitellegaron a ser trascendentales en la lucha porla Independencia en Bolivia.

El quinto ensayo es de Jorge Hidalgo, his-toriador chileno de la Universidad Católica deValparaíso, y se titula Rebeliones andinas enArica, Tarapacá y Atacama, 1770-1781. Pre-senta el hecho de que no sólo existieron rebe-liones en la zona de los Andes centrales (enfo-que «Cuzco-céntrico»), sino también en el área«centro sur-andina». Además demuestra la ori-ginalidad de las revueltas en esta zona y su im-portancia para la época. Presenta las caracterís-ticas diferentes de las diversas revueltas y seña-la las distinta composición social, las diversasfacciones de sus integrantes y cómo se daba latransmisión de ideas.

El ensayo de Sergio Serúlnikov, profesorde la Universidad de Buenos Aires, Su verdady su justicia: Tomás Catari y la insurrecciónaymara de Chayanta, 1777-1780, constituyeuna original interpretación de un levantamien-to indígena determinado, pero también sirvepara explicar y dar una base teórica interesan-te a todas las demás rebeliones que se dieronen los Andes en el siglo XVIII.

El séptimo artículo está a cargo de EmilioGarzón Heredia, catedrático de la UniversidadHispanoamericana Santa María de la Rábida,y tiene como título Clero, élite local y rebe-lión. Su argumento principal es que el clero

combatió con todas sus fuerzas la rebelión deTupac Amaru, y la investigación se centra enlos esfuerzos propagandísticos, logísticos, mi-litares, financieros e ideológicos por parte dela Iglesia, y en particular del clero secular, pa-ra derrotar a la gran rebelión. El ensayo es decaracter polémico debido a la ambigüedad enla historiografía frente al papel de la Iglesia, ypretende estimular nuevas investigaciones so-bre las relaciones entre la Iglesia y los movi-mientos sociales coloniales.

Un aporte interesante es el artículo de Nu-ria Sala i Vila, profesora de Historia de Améri-ca en la Universidad de Girona, España. Se ti-tula La rebelión de Huarochirí en 1783, y es unanálisis de esta importante rebelión, que no setrató de una simple prolongación de la de Tu-pac Amaru, sostiene la autora, sino que tuvo uncarácter propio. Fueron varias las razones quemotivaron esta sublevación, sobre todo el am-biente represivo que se creó con respecto a losindios y los incumplimientos por parte del Es-tado de lo que había prometido en cuanto al tri-buto y al indulto. También analiza las causasde la derrota de ese levantamiento.

El último ensayo de este libro es de la co-nocida historiadora peruana Scarlett O’PhelanGodoy, quien escribe Algunas reflexiones so-bre las Reformas Borbónicas y las rebelionesdel siglo XVIII. Aquí presenta sus recientes in-vestigaciones sobre las distintas sublevacionesandinas y la estrecha relación, según ella, conlas Reformas que se dieron en la Corona espa-ñola. Ningún estudio político de esta época pue-de dejar de lado el tema y el análisis de O’Phe-lan, que abre, además, muchas pistas para fu-turas investigaciones.

Al final, el libro presenta una amplia bi-bliografía de casi cuarenta páginas sobre temasrelacionados con el mundo andino y su proble-mática en el siglo XVIII, y también unas bre-ves e interesantes notas sobre cada uno de losautores, muy útiles para una valoración de losdiferentes ensayos.

J. Putnam

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