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Relatos del Camino compartido Salta, enero de 2014, durante los 13 días de camino con la Virgen (El Tala, Metán, Galpón, Rosario de la Frontera). Comienzos humildes La peregrinación misionera con la Virgen de Huachana por las tierras salteñas, tuvo sus humildes comienzos. A pocas horas de salir, sufrimos la baja de dos peregrinos que iban a venir con nosotros desde el principio y que, por problemas familiares, no pudieron estar en los comienzos. Llegamos el lunes 13 a la rotonda de la ruta 9, donde nos esperaba el sacerdote de El Tala, junto con algunos miembros de su comunidad, para recibir a la Virgen. Llegamos al pueblo y caminamos hasta el templo parroquial, llevando en andas a la Virgen. No había muchos devotos de la Virgen de Huachana, pero sí, algunos hombres y mujeres de fe, que recibían con alegría a su Madre y por eso no faltaron a la cita. El pueblo salteño es un pueblo profundamente religioso, acostumbrado a las procesiones y expresiones de fe, a novenas y misas, y, por eso, más allá de que no conocían mucho esta advocación, se pusieron en camino junto a su Madre. Luego la subimos a la camioneta, para dirigirnos al Club Deportivo Guzmán, que la tiene por patrona, donde quedaría aquellos días de la visita. La tarde fue tranquila, el calor apretaba, por eso a las 17 hs, no había nadie todavía para sacarla por los barrios. Recién, una hora y media después, juntamos un grupito de gente y nos pusimos en camino. Recorrimos algunos barrios, todos ellos bajo la protección de algún santo: San Expedito, San Cayetano, el Señor y la Virgen del Milagro. Volvimos a la sede del club, donde compartimos la misa de la tarde. Nuevamente nos pusimos en camino, con un grupo mayor de gente, para los barrios del centro del pueblo. Cantamos, rezamos, compartimos el caminar con María. La mañana siguiente, salimos temprano para El Jardín, a 20 km de El Tala, un lugar hermoso geográficamente, al pie de los cerros, donde la gente se dedica, en su gran mayoría, al cultivo del tabaco. Si bien no había nadie para recibirla al llegar, tímidamente comenzamos con el párroco a recorrer las instituciones. La gente se fue animando y fuimos armando un grupito lindo de peregrinos, entre cantos y oraciones guiadas por agentes pastorales locales. Visitamos la colonia de vacaciones, donde los niños escucharon atentos la historia de la Virgen y recibieron con alegría la estampa. Pasamos por la delegación del Tabaco, organismo que reúne a los productores de este cultivo. La Virgen escuchó atenta las preocupación de la gente ante el precio bajo de su trabajo y el incierto rumbo del país. Volvimos a la Capilla, donde pasamos gran parte de la tarde. A las 18 hs éramos unos poquitos

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Relatos del Camino compartidoSalta, enero de 2014, durante los 13 días de camino con la Virgen

(El Tala, Metán, Galpón, Rosario de la Frontera).

Comienzos humildesLa peregrinación misionera con la Virgen de Huachana por las tierras salteñas, tuvo sus humildes

comienzos. A pocas horas de salir, sufrimos la baja de dos peregrinos que iban a venir con nosotros desde el principio y que, por problemas familiares, no pudieron estar en los comienzos.

Llegamos el lunes 13 a la rotonda de la ruta 9, donde nos esperaba el sacerdote de El Tala, junto con algunos miembros de su comunidad, para recibir a la Virgen. Llegamos al pueblo y caminamos hasta el templo parroquial, llevando en andas a la Virgen. No había muchos devotos de la Virgen de Huachana, pero sí, algunos hombres y mujeres de fe, que recibían con alegría a su Madre y por eso no faltaron a la cita. El pueblo salteño es un pueblo profundamente religioso, acostumbrado a las procesiones y expresiones de fe, a novenas y misas, y, por eso, más allá de que no conocían mucho esta advocación, se pusieron en camino junto a su Madre. Luego la subimos a la camioneta, para dirigirnos al Club Deportivo Guzmán, que la tiene por patrona, donde quedaría aquellos días de la visita. La tarde fue tranquila, el calor apretaba, por eso a las 17 hs, no había nadie todavía para sacarla por los barrios. Recién, una hora y media después, juntamos un grupito de gente y nos pusimos en camino. Recorrimos algunos barrios, todos ellos bajo la protección de algún santo: San Expedito, San Cayetano, el Señor y la Virgen del Milagro. Volvimos a la sede del club, donde compartimos la misa de la tarde. Nuevamente nos pusimos en camino, con un grupo mayor de gente, para los barrios del centro del pueblo. Cantamos, rezamos, compartimos el caminar con María.

La mañana siguiente, salimos temprano para El Jardín, a 20 km de El Tala, un lugar hermoso geográficamente, al pie de los cerros, donde la gente se dedica, en su gran mayoría, al cultivo del tabaco. Si bien no había nadie para recibirla al llegar, tímidamente comenzamos con el párroco a recorrer las instituciones. La gente se fue animando y fuimos armando un grupito lindo de peregrinos, entre cantos y oraciones guiadas por agentes pastorales locales. Visitamos la colonia de vacaciones, donde los niños escucharon atentos la historia de la Virgen y recibieron con alegría la estampa. Pasamos por la delegación del Tabaco, organismo que reúne a los productores de este cultivo. La Virgen escuchó atenta las preocupación de la gente ante el precio bajo de su trabajo y el incierto rumbo del país. Volvimos a la Capilla, donde pasamos gran parte de la tarde. A las 18 hs éramos unos poquitos para salir. Resolvimos esperar un poco más. Al rato, cuando ya habíamos hecho unas cuatro cuadras de camino, se largó un chaparrón fuerte, teniendo que volver a la Capilla, donde esperamos el paso de la lluvia, desgranando un Rosario y secándonos del aguacero. Concluido el Rosario, nos animamos a salir nuevamente, recorriendo gran parte del pueblo, entre cantos y oraciones. Con el seminarista íbamos bendiciendo las casas y dejando la estampa al paso de la Virgen. Compartimos la Misa y nos despedimos de toda esta gente que recibió con mucha alegría el paso de María por su pueblo.

El miércoles 15 llegamos temprano a La Candelaria, a 20 km de El Tala, un pequeño pueblo. Lourdes, una joven de 17 años, era la única que nos esperaba. Salimos, igualmente a visitar la municipalidad y la radio FM local. Parecía ser una mañana tranquila en aquel pueblo. Por eso, resolvimos llevarla a un paraje llamado El Ceibal, a 5 km de La Candelaria. Las casas estaban muy distantes entre sí, ya que cada una contaba con su parcela de siembra de maíz, al pie de los cerros. Hermoso paisaje donde Dios nos mostraba su belleza. El sol fuerte iluminaba nuestros pasos y nuestra llegada a los hogares, donde las familias recibían con asombro esta visita inesperada de la Virgen, sin conocer apenas su advocación de Huachana. Algunos jóvenes de La Candelaria nos acompañaron en la camioneta y nos ayudaron a cargar las andas y así poder llegar a cada familia. Volvimos al mediodía a La Candelaria, contentos de haber aprovechado aquella mañana para visitar a estas familias fuera del programa. Cuando ya nos disponíamos a almorzar, la Virgen nos sorprendió con la llegada del P.Rafa, párroco de Burruyacu quien, junto a unos jóvenes, se hallaba de paso por la zona. La Virgen nos asombró con este encuentro sorpresivo, con este cura huachanero, que hace dos fiestas que nos viene acompañando con su comunidad y con su patrona la Virgen del Rosario. Almorzamos juntos y aprovechamos el encuentro para fijar una visita de la Virgen por los pagos de su parroquia, que tan bien la habían recibido en mayo del 2012 y que nuevamente deseaban tenerla con ellos.

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Fue así que, cuando no sabíamos bien qué hacer, si salir con el sonido avisando la presencia de la Virgen, ante la mirada atónita de los pobladores de La Candelaria o esperar a que la gente viniera, la Virgen fue armando su propio camino, como bien lo sabe hacer Ella, si soltamos un poco las riendas y dejamos que nos guíe. Fue también en el transcurso de estos tres primeros días de la peregrinación, que recibimos los llamados de los dos peregrinos, avisando que sus problemas familiares habían sido solucionados, y que se sumarían en esos días a la peregrinación.

Por la tarde, recorrimos las calles del pueblito de la Candelaria, donde la gente salió a hacer bendecir sus casas, a tomar gracia de la Virgen, a cargar sobre sus hombros la Imagen. Compartimos la misa de la tarde, en el atrio de la Capilla, en una hermosa noche de luna llena y volvimos a El Tala.

Contrastes que duelenLa mañana del jueves salimos tempranito rumbo a Metán. La llegada de la Virgen fue humilde,

por problemas de comunicación y desencuentros. Ni bien la gente la empezó a ver pasar, y al irse enterando de su presencia, comenzó a salir de sus casas para visitarla en la parroquia donde la Virgen había llegado. No se había previsto aún las actividades de las horas siguientes, por eso improvisamos una reunión con la gente que el sacerdote del lugar había dejado a cargo de recibirnos. En aquella secretaría, mis ojos no pudieron dejar de posarse en la cartelera que anunciaba: casamientos 300 $, bautismos 60 $, misas 10 $, misachicos 40 $, certificados de bautismo 20 $, etc. Una cierta tristeza invadió mi corazón. Si bien la foto grande del Papa Francisco lucía alegremente en el templo, sin embargo, parece que su mensaje aún no había calado hondo en esta comunidad. Luego de charlar el recorrido de la Virgen, salimos a dar una vuelta con Ella por los barrios vecinos de la Parroquia. Fue grande mi sorpresa al constatar la pobreza de aquellas casitas a una cuadra tan solo o en la misma manzana de la hermosa y colonial parroquia. Casas de chapas, con bloques de cemento, otras con paredes de tablas de madera o de nylon, contrastaban con aquella casa del Señor, donde no podía aún borrar de mi retina la escandalosa cartelera.

Hermoso fue el recibimiento de estos humildes hogares, con forma de villa. Casas adornadas con globos, con las múltiples imágenes de la Virgen de Huachana en la puerta de sus hogares. Altarcitos poblados de santos que presidían el interior de cada hogar. Ciertamente era un barrio muy devoto de la Virgen de Huachana. La gente no podía creer estar viendo a su Madre caminar por sus calles. Ojos emocionados recibieron a la Virgen, abrían sus casas para ser bendecidas, cantidad de niños que caminaban a la par de nuestra Madre. ¡Gracias María por haber comenzado tu caminar por este lado! ¡Gracias por haber elegido entrar en Metán por la puerta del fondo, comenzando por tus predilectos! Bendecimos muchísimos hogares y familias humildes, carros de cartoneros, enfermos y ancianos. Al volver, luego del corto recorrido, fuimos testigos de una inútil discusión entre la gente del lugar. Los más cercanos de la parroquia tenían la orden de cerrar el templo parroquial durante la siesta, con la Virgen adentro. Algunos devotos de la Virgen se oponían, ya que muchos la visitarían en aquel intervalo. Nosotros en el medio, viendo cómo resolver el problema. Se me ocurrió poner una mesita afuera para que la Virgen quedara a la vista de todos. Sin embargo, luego de algunos llamados de teléfono, la gente de la parroquia decidió dejarla abierta. Frases como la Iglesia es de todos, no la pueden cerrar. Este es un día único, ¿cómo vamos a cerrar la Iglesia? fueron sonando en aquel altercado. Dentro mío, sentía el dolor del contraste de la Iglesia institución, con la Iglesia de la calle, la comunidad eucarística con la comunidad bautismal. ¡ Cuánto nos queda aún por crecer, por convertir, por cambiar! ¡Qué distancias aún tenemos entre nosotros mismos! ¿Cómo podemos hacer para no alejarlo a Dios o a Jesús de la gente? ¿Cómo podemos ser más fieles a las necesidades de nuestra gente? ¿Cómo podemos hacer para que toda la comunidad eucarística (la que se reúne los domingos, los catequistas, los grupos parroquiales, los agentes de pastoral) puedan estar realmente al servicio de la comunidad bautismal (tantos bautizados que frecuentan nuestros santuarios, pero no son asiduos a sus comunidades parroquiales)?

Concluido este altercado, me vinieron a buscar para dar una unción en la Clínica del Centro, ya que no había ninguno de los tres sacerdotes de Metán, por encontrarse de vacaciones. Sin palabras… Sin embargo, la fe profunda de nuestro pueblo, sabe poner su confianza en Dios y en la Virgen, a pesar de nuestra distancia, a pesar de nuestra lejanía, a pesar de estar nosotros muchas veces caminando por rieles totalmente paralelos a sus necesidades. La gente pedía su bendición, preguntaba por bautismos, nos preguntaban ansiosos por dónde pasaría la Virgen, nos contaban de sus enfermos, si podíamos llegar hasta sus casas, se alegraba y emocionaba de verla a María, su Madre fiel, bien metida con ellos hasta el final.

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La recorrida por el barrio lindero de la parroquia fue muy corta durante la mañana. Por eso decidimos adelantar la salida de la tarde, rumbo a otros barrios, para poder hacer una visita más prolongada por estas barriadas tan huachaneras y tan deseosas de la presencia de María en sus vidas.

El sol fuerte no pudo impedir esta salida. Por la tarde María pasó por el hospital, por cada sala para consolar a sus hijos enfermos. En el Barrio El Matadero fue recibida con bombas, música y corazones emocionados. Muchos hijos estaban esperando a su Madre que habitualmente visitan en julio. Las paradas obligadas nos refrescaron con las bebidas que la gente había dispuesto con tanta generosidad para los peregrinos. Los cambios de rumbo imprevistos nos hicieron poder llegar a la casa de los más enfermos y pobres. Toda la comunidad cristiana siendo misionera, nos avisaba dónde estaban los lugares de mayor dolor, para poder llegar a cada persona discapacitada, enferma, triste. La vuelta se hizo larga, pero hermosa. El templo parroquial de San José nos esperaba con los bancos llenos de peregrinos, sumados a todos los que venían con la Virgen. Celebramos juntos la Eucaristía y quedamos un rato con la Virgen, bendiciendo a muchos hijos.

Junto a San Pantaleón y los enfermosA la mañana siguiente, tempranito, salimos de la parroquia hacia la Capilla San Pantaleón.

Visitamos muchos barrios junto a María, un centro de salud, con la bendición de todos los agentes sanitarios. Luego, a pedido de la gente, cruzamos la ruta 34 para poder llegar al Barrio Jardín y los Laureles, emplazados en la ladera del cerro. Casas precarias y corazones desbordantes aguardaron la llegada de María. Caminamos mucho, junto a muchos metanenses que no tenían noción de la existencia de estos barrios. Los jóvenes de esta comunidad de San Pantaleón compartían alegres el paso de María y, entusiasmados, repartían estampas, animaban los cantos, marcaban el camino, miraban asombrados la precariedad de estas familias. La peregrinación se fue haciendo entonces signo muy elocuente de nuestra vocación cristiana y de nuestro estilo misionero de buscar a los últimos, de llegar con María a los más alejados. Luego de subidas y bajadas, para llegar a cada hogar, la Providencia nos regaló la presencia de una combi que buscó a la Virgen y a los peregrinos, junto a motos y un coche, para llevarnos de regreso a la Capilla, donde compartimos un almuerzo fraterno.

Volvimos a descansar, confiando nuestra Madre a estos jóvenes que la llevarían hasta la Cárcel para poder visitar a nuestros hermanos privados de la libertad. A pesar de la lluvia, lograron caminar con María para cumplir con lo pautado y disponer la imagen para su entrada en el Penal. Celebramos la Misa, rezamos, cantamos, hablamos con los presos. Profunda emoción de estos hermanos, cuya presencia maternal era signo de liberación y paz en su condena e incierto destino. Algunos se confesaron, volcando sus culpas a los pies de la Virgen y su deseo cierto de cambiar de vida y volver a sanar arrepentidos, sus dañados vínculos familiares. Muchos peregrinos nos esperaban a la salida de la Cárcel para continuar con la peregrinación. Muchos barrios fueron bendecidos con la presencia de María, acompañada por las bendiciones a los hogares, los cantos y las banderas. La lluvia de papel picado daba la bienvenida a la Virgen en grutas familiares que esperaban ansiosas la llegada de su Patrona. Visitamos muchos enfermos, muchas casas. En todas ellas no faltaba la presencia de la Virgen de Huachana y de Guadalupe. Innumerables imágenes, estampas de santos, de Jesús y de la Virgen en cada casa. En cada cuarto, cada lugar de la casa, no faltaba un signo religioso.

Pueblo salteño, pueblo de profunda fe. Fe unida a la vida del hogar, donde cada rincón se hace espacio sagrado, de encuentro de lo cotidiano con lo sagrado, haciendo de lo cotidiano, un espacio sagrado y de lo sagrado, algo muy cotidiano. En cada habitación había un rincón reservado para Dios. Las paredes de los cuartos estaban pobladas de afiches de la Virgen, Jesús, algún santo, o el Papa Francisco. Es verdad, tal vez muchos de ellos no llegarán a nuestras parroquias. Tal vez la hora semanal de la misa dominical no la tengan en su haber. Pero sí puedo dar fe de la continua presencia de Dios en sus vidas, no sólo una hora a la semana, sino de cada minuto del día, donde sus ojos chocan continuamente con alguna imagen, poster, estampa, cuadro religioso. Podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que esta superpoblación de santos en la casa, obliga a la persona a tener un modo religioso de vida. Queda bien manifiesto, así, el preciado amor que le tienen a Dios y a sus intercesores, ya que uno cuelga en su casa o en su cuarto, aquello que realmente quiere, ama y verdaderamente aprecia. Junto a las fotos de sus familias, están las fotos de los santos. Es decir, Dios se les vuelve una realidad muy familiar, muy preciada, muy querida. No es alguien ajeno de la casa, sino que participa de la vida familiar y cotidiana, de las alegrías y penas familiares, de la rutina simple de una vida en familia. ¿Cómo podemos seguir

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desmereciendo entonces estas expresiones de fe popular? Creo que ninguna de nuestras casas llega a tener tantos signos religiosos, como los que encontramos en los hogares que hemos visitado estos días. Me animaría a decir que, incluso, ninguna de nuestras parroquias posee tantas imágenes, devociones o signos de Dios. Gracias, Señor, por palpar tan de cerca la fe de tu pueblo, donde el Espíritu le anima a tener este amor y cariño, concreto y tan palpable, a tu Madre, a tu Hijo y a tus Santos.

La misa en San Pantaleón fue una verdadera fiesta. Este Santo tan querido también para la Virgen, cuya fiesta siempre la celebramos en su novena, atrajo a muchas personas enfermas para pedir la salud, la fuerza, la paz del corazón, en la angustia de su enfermedad. El ministerio de música ayudó mucho a que todo esto fuera una gran fiesta y de esta manera despedir y cerrar la visita de la Virgen por aquellas barriadas.

Caravana de feAl día siguiente, hicimos la peregrinación hacia la otra parroquia de Metán, con vehículos, motos,

bicicletas, adornados bellamente con globos verdes. Luego del acompañamiento de las bocinas y sirenas, llegamos a la grutita del Perpetuo Socorro, en donde mucha gente estaba aguardando la llegada de la Madre. La bajamos un rato para darle música, recibirla, cantarle, tomar gracia de Ella. Bendecíamos uno por uno de los devotos de la Virgen, tan deseosos de la bendición de Dios. Luego partimos en caravana para recorrer tantos barrios que poblaban esta zona de visita de la Virgen. El paso de María fue una verdadera fiesta: altares, flores, música, banderas, globos, expresaban esta alegría del paso de la Virgen. La gente se acercaba a este santuario itinerante para tomar gracia de la Virgen, para caminar con Ella, o hacía detener el vehículo para que pudiéramos bendecir a los niños, enfermos y ancianos. Pasamos toda la mañana y gran parte del mediodía en esta caravana precedida por la policía y acompañada de motos, bicicletas y gente de a pie. Todos los vecinos salían a las puertas de sus casas, sacándose sus gorras, persignándose, enseñando a los más pequeños la imagen de la Virgen, acercando a sus niños para ser bendecidos. Los seminaristas peregrinos se perdían en los barrios por las bendiciones de las viviendas, con el agua bendita que refrescaba aquella soleada mañana. Llegamos a la Capilla Sagrado Corazón donde le dieron nuevamente música a la Virgen y le cantaron algunas coplitas, nacidas del corazón agradecido.

Luego de un breve descanso, continuamos nuestra marcha con la Virgen. Fue una larga tarde de calor, donde la Virgen fue acompañada y precedida por el camión de los bomberos. Fuimos pasando por muchos barrios, donde las banderas, bombos, música, colores esperaban a María. Recorrimos de punta a punta la ciudad de Metán en aquella tarde. Innumerables historias tejieron el entramado de aquel recorrido, un joven accidentado gravemente había sido dado de alta en aquel día y era pisado por el anda, ante la emoción profunda de su madre. Altarcitos preparados con la música de Huachana, con bebidas frescas para atender al Cristo que venía caminando, seguros de que aquel que le dé, aunque sólo sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, no quedará sin recompensa. A medida que llegábamos a los últimos barrios de aquella recorrida, el número de peregrinos iba aumentando en la procesión. La enorme capilla en construcción, dedicada a San Cayetano, nos esperaba repleta de gente para compartir la misa. Fue en aquel lugar santo donde el párroco anunció que la Virgen de Huachana sería la co-patrona de aquella capilla, ante la alegría y emoción de todos los presentes. Luego de múltiples bendiciones al finalizar la misa, la Virgen fue llevada hasta el atrio hacia la enorme explanada, donde se le realizó una hermosa velada artística en su honor.

A la mañana siguiente, la Virgen nos esperaba en la sede parroquial, para celebrar la misa y partir para algunos pueblitos vecinos. De este modo, María concluía su visita a los barrios periféricos de Metán, las dos puntas del pueblo, lejanas del centro de la ciudad. Metán Viejo, Paso del Durazno y Posta del Yatasto esperaban ansiosos la llegada de la Virgen. Fue así como María fue recibida por gauchos, por músicos y esperada con mucha ansiedad. El cierre, providencialmente, lo realizamos en Yatasto, en la víspera de la celebración de los 200 años del encuentro de dos grandes, de Belgrano y San Martín en aquel lugar histórico. Y de ahí partimos, acompañados de varios vehículos de Metán, rumbo al Galpón, donde nos estaban esperando.

Danzando al ritmo del violínLa Virgen llegó al Galpón más temprano de lo esperado. A pesar de ello y del fuerte calor de la

siesta, los pobladores enseguida se autoconvocaron, e iniciamos junto con Ella, la entrada a su pueblo.

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Mujeres que bailaban con sus banderas y pañuelos, al ritmo del violín y los tambores, expresaban la alegría de la llegada de María, a este pueblo tan querido para Ella. La caravana de bienvenida se fue engrosando cada vez más para recibir a la Madre que venía al encuentro de sus hijos en este pueblo tan huachanero. El sol fuerte, el calor intenso no impidieron a los hijos, salir al encuentro de su Madre y expresarle la gratitud por su visita. Todo este recibimiento presagiaba unos lindos días de visita de la Virgen por el Galpón. Llegamos al templo parroquial, dedicado a nuestro querido San Francisco Solano, gran misionero que anduvo por esas tierras y tan querido para nuestra Madre, cuya fiesta la celebramos en el segundo día de su novena. Allí le siguieron bailando, haciendo música, aplaudiendo durante un buen rato. Luego de un corto descanso, compartimos la misa de la noche en el atrio del templo, junto a toda la comunidad y a los jóvenes y niños de la Infancia y Adolescencia Misionera de Metán y Lumbrera que iniciaban su misión aquel día.

Compartiendo la misma copaA la mañana siguiente, salimos tempranito rumbo a El Tunal, donde la gente nos estaba esperando

al costado de la ruta para hacer entrar a María en su pueblo. El calor fuerte no tambaleó la enorme fe de tantos devotos de la Virgen. Luego de caminar las cuadras del pueblo y de subir algunas calles escarpadas, llegamos a la capilla, donde ya estaba todo dispuesto para la misa. Nos asombró la cantidad de personas que sufrían algún tipo de discapacidad, presentes en aquella mañana para recibir la caricia de nuestra Madre. Durante el momento de las intenciones, alguno ponía el dolor de su corazón en manos de la Virgen, pidiendo por la unión de los vecinos y el cuidado del medioambiente, ante el avasallamiento de Austin una empresa que está en camino de instalar una planta de nitrato de amonio en la ruta que va del Galpón al Tunal.

En la Tranquera, nos esperaban los vecinos autoconvocados para frenar la instalación de dicha empresa que traería la contaminación del agua y del aire. Allí, hace unos cuantos meses, han instalado una Carpa en frente de la tranquera de entrada de los terrenos comprados por dicha empresa, para cuidar e impedir la entrada de las maquinarias que empezarían con este negocio siniestro. Tanto el gobierno nacional, provincial como municipal han dado los permisos para la apertura de esta planta, desatendiendo los daños colaterales que el funcionamiento de esta planta traería. Como siempre, los intereses económicos pueden más que el cuidado de la Tierra y de las personas que la habitan. Esto, a su vez, trajo mucha división entre los pobladores del Galpón y del Tunal, ya que los que están con el intendente, bajo su ala, apoyan la instalación de la planta y los otros no. Por tanto, la política, se ha metido suciamente para desviar el centro del problema y hacerlo algo de dos bandos, los que apoyan al intendente y los que no son de su partido. A pesar de todo ello, encontramos con mucha fuerza y convicción a los que estaban aquella mañana haciendo la guardia en La Tranquera. Orgullosos nos contaron todo lo que vienen haciendo. Se sienten bastante solos en la lucha, sin embargo no bajan los brazos, pensando en las generaciones que vendrán después. Han sufrido aprietes, amenazas de todo tipo, sin embargo, siguen ahí, de pie, en la lucha y la resistencia.

La visita de María les hizo muy bien para reafirmar el sentido de su lucha. El manto verde de María de Huachana, ponía de manifiesto la opción por la vida y la naturaleza, verde del color del monte, verde brilloso, mucho más intenso y vital que el verde opaco, mohoso y mortajoso, de los dólares que hacen que el mono baile, pero no que el mono viva. La gente se sintió apoyada por la Virgen y reclamó un mayor acompañamiento al párroco presente.

Todo estaba dispuesto para la misa, sin embargo, el sacerdote del lugar, tironeado por las dos posturas tan radicales de sus pobladores, prefería que solamente hiciéramos un rato de oración. Sin embargo, nada impidió el gesto elocuentemente eucarístico de una de las señoras, que descorchó un exquisito vino traído de Caná, y lo sirvió en una copa, convidando un sorbo a cada uno de los presentes. Todos bebimos de la misma copa, todos compartimos un mismo sueño, un mismo anhelo: el de la verdad, el de la justicia, el de la afirmación de la vida por encima de todo interés económico, el del cese de la impunidad y corrupción, el de la unidad entre los vecinos, el de visibilizar un poco más estos conflictos, tan desconocidos e ignorados por el resto del país. Luego rezamos juntos una oración que habían preparado, con unas palabras de recibimiento a la Virgen. No faltó la mención al Papa Francisco y al Poverello, patrono de la ecología. La tenacidad, firmeza y convicción de estas pocas personas parecían tan potentes como las pocas piedritas que escogió David, para vencer a Goliat. La fuerza de estas mujeres

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nos transmitió mucha esperanza, y nos animó a todos a la lucha desinteresada por cuidar nuestro futuro ante los embates de los intereses económicos de los poderosos. A media mañana regresamos al Galpón, donde comenzamos a visitar algunos barrios y grutitas. Luego del almuerzo, salimos en caravana, desde la Capilla del Divino Niño, junto a unos jóvenes que iban haciendo batucada con sus tambores y redoblantes, fieles a la invitación de nuestro Papa Francisco, de hacer lío. La gente salía asombrada ante tanta bulla, y se daba, feliz, con el paso de María por las puertas de sus casas. Cada grutita donde la Virgen fue deteniéndose, fue una ocasión para bendecir las distintas etapas de nuestro peregrinar. Comenzamos al mediodía bendiciendo a muchos niños reunidos en la Capilla del Divino Niño. Seguimos por el barrio Santa Ana, bendiciendo a nuestros abuelos y ancianos, nuestras raíces y nuestra memoria viva. Continuamos por la gruta de la Virgen del Rosario de San Nicolás, bendiciendo a los jóvenes y adolescentes. Concluimos bendiciendo el trabajo y nuestras manos, en la gruta de San Roque. Por la tarde, la Virgen volvió al templo parroquial donde celebramos la Misa.

Al día siguiente, el recorrido fue un poco más tranquilo, la Virgen visitó las instituciones del lugar, donde hicimos una oración más prolongada, junto a la bendición del personal: la municipalidad, la FM municipal, el Hospital y la Policía. Luego la Virgen quedó en la parroquia, donde estuvo toda la tarde recibiendo a sus hijos devotos. Nosotros aprovechamos aquella tarde para descansar un poco y reponer fuerzas a orillas del Río Juramento, antes de proseguir con la peregrinación. Por la noche, luego de la Misa de despedida, en el atrio, la Virgen salió de la urna y estuvo pisando largamente a cada hermano, mientras sonaba la música que nos hizo danzar de alegría. Distintos ritmos fueron despertando nuestro deseo de hacer más corpórea nuestra oración, nuestro encuentro y nuestra emoción.

Asombrados por un gran recibimientoAl día siguiente, luego de la calurosa despedida del Galpón, partimos rumbo a Rosario de la

Frontera. Como siempre, el camino nos deparaba incertidumbre ante lo nuevo, no sabiendo bien cómo iba a ser el paso de la Virgen por esta ciudad. Sin embargo, la sorpresa nos ganó otra vez, la rotonda de entrada estaba repleta de gente. Camiones, autos, bicicletas, motos, gente de a pie, salieron a recibir a la Madre, junto a los gauchos con sus pilchas y sus caballos, y los músicos. Y así comenzamos a caminar junto a María, seguidos por una gran caravana de vehículos que bocineaban el paso de María.

El primer lugar que Ella eligió visitar, fue el hospital, donde mucha gente nos esperaba en la puerta. Yo iba unos metros detrás del anda, suponiendo, con ingenuidad, que no haría falta avisar que sólo pasaríamos unas pocas personas para el interior del hospital. Fue tarde cuando nos dimos cuenta de que todos los peregrinos que venían con la Virgen, se mandaron como Pancho por su casa adentro del hospital y la cosa se nos descontroló un poco. Sin embargo, nada impedía el gozo profundo por la llegada de la Virgen. Todo el personal de salud vibraba de alegría ante la llegada de nuestra Madre que fue pasando por cada sala bendiciendo a sus hijos enfermos. Luego de este hermoso lío en el hospital, seguimos caminando hacia la sede parroquial, donde estaría la imagen hasta las tres de la tarde.

A pesar del intenso calor, la gente del Barrio Ramón Abdala se encontraba debajo de la poca sombra que había para recibir a su Madre. El sudor corría por todos los rostros, sin embargo, los hijos de María estábamos allí para expresarle nuestro cariño. Las botellas de agua fría, corrían de mano en mano, para refrescarnos, y como un signo de comunión y servicio. Luego de compartir un rato en el salón de la Cruz Roja, que los vecinos usan como Capilla y sala de encuentro, decidimos sacar a María en procesión, para que pudiera recorrer este barrio humilde. Lo hicimos cantando, rezando, bendiciendo, entregando las estampas como recuerdo de este paso de María. Volvimos luego a la sede parroquial donde compartimos la misa de la noche y una velada artística en honor de la Virgen en el atrio del Templo.

Conducidos por una niñaAl día siguiente, nos esperaban con la Virgen en la Parroquia del Señor y de la Virgen del

Milagro. Esta comunidad, acompañada por su buen párroco Pablo, no habían comprendido bien el sentido de esta peregrinación, por eso, habían preparado la visita de la Virgen solamente a 12 hogares de la comunidad parroquial. Menos mal que, sobre la marcha, pudimos modificar este plan, ya que se nos iba a complicar bastante con el resto de vecinos que no fueran visitados por María. En el transcurso del camino, pasamos de visitar a la comunidad parroquial, a visitar también la comunidad bautismal. Hicimos una pasada por la Capilla San José, donde bendijimos a los varones, junto a una hermosa imagen de José, el varón justo y bueno. Luego nos pusimos en camino para recorrer los barrios de esta parroquia y

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detenernos brevemente en las casas que habían solicitado la visita de María. A pesar de los contratiempos del cambio de rumbo, la Virgen se fue haciendo camino para llegar a otros barrios y visitar a otros hijos.

La Virgen se salió del libreto y comenzó a recorrer otros lugares que íbamos viendo que eran carenciados, y que necesitaban esta visita de la Virgen. Llegando casi al final del pueblo, vimos un sendero que descendía y comunicaba con algunos ranchos. Ahí nomás encaramos hacia esas casas y fuimos descubriendo, en la ladera de este cerro, distintas casas y familias. Innumerables niños salían al encuentro de María para recibirla y tomar en sus manos las tarjetitas que les dábamos. Los agentes de pastoral que guiaban el recorrido de nuestra Madre, nos propusieron pegar la vuelta. Sin embargo, en medio de la gente, se escuchó la voz de Ariana, una niña de apenas 6 años, que nos decía: por allá hay muchos más niños. Se produjo entonces un momento de indecisión, ganando, al fin, la intuición de esta niña que hizo torcer el rumbo de la peregrinación. Pegando la curvita del sendero que nos marcaba Ariana, descubrimos muchas más casas, un comedor, una grutita de Santa Ana y muchos vecinos que, sorprendidos, salían de sus casas a recibir a su Madre.

Dimos unas cuantas vueltas por este barrio, la Virgen entró en algunos hogares muy humildes, que constaban de chapas y de bloques de cemento. Sin embargo, todos coincidíamos, que fue el momento más emocionante de esa mañana, ya que por aquellas picadas de piedras de subidas y bajadas, llegábamos a tantos hermanos que parecían olvidados de esta floreciente Rosario del Frontera. Creo que, sin miedo a equivocarme, llegamos al corazón de esta ciudad, ya que nos hallábamos en la frontera de este pueblo. Frontera que parecía más bien el margen, el costado, lo bajo, lo escondido, lo ignorado. Con María bajamos para estar con ellos y recordarles su profunda dignidad de hijos amados de Dios. Cuando todo parecía que iba a ser una mañana un poco “desaprovechada”, la Virgen nos volvió a sorprender con este regalo. Estoy convencido que, en aquel caluroso mediodía, la Virgen quiso entrar a este barrio, bajar a estos hogares, descender como lo hizo su Hijo, para enseñarnos a descender para salir al encuentro del otro y, de esta manera, elevar a los humildes. Fue así como, conducidos por una niña, confiando en ella, María entró en el corazón de Rosario de la Frontera. Algo así, unos cuantos años atrás, en Huachana, conducidos por una niña, llamada Telésfora, los pobladores encontraron a María, en el corazón del monte santiagueño. Gesto profético que no sabremos el alcance que tendrá en el corazón de esta gente que fue visitada y que, seguramente, quedará oculto a los ojos de muchos. Lo que sí fue evidente es que María se volvió a salir con la suya, para hacernos mirar y caminar por donde nadie mira y camina. En este descenso, el corazón de los peregrinos misioneros fue reanimado en la esperanza. Volvió a salir una sonrisa de nuestros rostros un poco tensionados por las idas y venidas de aquella mañana y nuevamente sentimos el aire puro de la frescura evangélica, que sigue hinchando nuestros pulmones y abriendo cada vez más nuestra capacidad de asombro y la plenitud del Espíritu.

Al mediodía, la Virgen volvió al templo parroquial, donde quedó toda la tarde hasta el momento de la misa. Pasaron muchos peregrinos aquella tarde y compartimos la misa con la procesión y la tradicional y emocionante pisada, durante aproximadamente dos horas. La alegría, el asombro del pastor de esta comunidad, un español de 71 años, nos rejuvenecía a todos, ante el descubrimiento de la religiosidad popular. Días antes se lo veía preocupado por los preparativos de esta visita, ahora se lo veía distendido al comprobar que María se hace su propio camino. También anduvo él mismo, emocionado, haciendo el gesto de pisar con la Virgen a los queridos fieles de sus barrios.

Despedida de María y acogida de la bendición del aguaAl día siguiente, partimos con María a toda la zona rural, llamada de la Segunda Sección.

Comenzamos por Almirante Brown, donde la Virgen recibió la música de sus devotos y fue llevada en andas desde la entrada de la ruta 34 hasta la Capilla. Luego en Copo Quile, la Virgen comenzó a bendecir a toda esta zona con la lluvia y un fuerte viento que trajo el alivio del fresco para todos nosotros. Nada pudo vencer la fe de tantos devotos y la alegría de recibir a su Madre. De allí partimos a Potrero, donde los pobladores, junto a su patrono San Isidro Labrador, nos esperaban para celebrar la Misa y compartir el almuerzo. Los juegos, trucos de magia, cantos y picardías del P.Pablo, acompasaron la fresca siesta y nos unieron profundamente en la alegría y la risa compartida. Luego partimos a San Lorenzo, donde la lluvia comenzó a ser más intensa. Allí rezamos un Rosario y pisamos con nuestra Madre a los devotos presentes. Por último, Antillas, nos esperaba a pesar del intenso frío y la constante lluvia que se largó incesante aquella tarde. Celebramos la Misa y luego de pisar religiosamente a sus hijos, compartimos

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unas ricas empanadas antes de emprender la vuelta junto a nuestra Madre. El don de la lluvia tan esperada era, sin duda alguna, el regalo que María nos dejaba con su paso.

Llegamos tarde a Rosario y dejamos a María en la Parroquia central, donde muchos devotos la estaban esperando. La gente más cercana nos despidió con un rico asado, compartiendo así la última noche de la peregrinación. A la mañana siguiente, en medio del intenso frío, inusual para un 25 de enero, y acompañados de una persistente lluvia, nos despedíamos de Rosario de la Frontera. Las lágrimas de emoción o de tristeza de los devotos, se confundían con la bendición del agua que acariciaba nuestras mejillas. El clima nos remitió, irremediablemente, a los días de la fiesta de nuestra Madre, con viento frío, abrigo y multitud de gente junto a nuestra Madre. Nos despedimos con el deseo sincero del reencuentro en los días de julio.

El agua nos acompañó en gran parte del trayecto, hasta que llegamos a Monteflor, una comunidad santiagueña, del departamento Gimenez, que esperaba la parada de María para recibirla en su Capilla. El intenso aguacero de esos días, impidió la llegada de la Virgen a su lugar de oración, pero no detuvo a la gente que la esperaba a orillas de la ruta. Allí nos detuvimos, bajamos la Virgen, la llevamos a una casa. Enseguida se armó el altar, las velas que empezaron a encenderse, el mate que comenzó a pasar de mano en mano, la tortilla al rescoldo que empezó a repartirse y las brasas preparadas para calentarnos un poco. Ya nos sentíamos en casa, en este paraje del norte de Santiago que, con su hospitalidad común, nos hacía sentir el calor santiagueño, tan propio de esta tierra bendita de nuestra Madre.

En camino, siempre en caminoNuevamente te pones en camino, Madre querida, sales presurosa a visitar a tus hijos.No contienes dentro tuyo este deseo inmenso de reencuentro, vas como saliéndote de la vaina.

Hombros fuertes y decididos,te toman y te llevan,robándote rápidamente del vehículo,para hacerte pisar su tierra,para hacerte andar sus caminos.

Y ahí vas, mirando atenta,las necesidades de tus hijos,recorriendo sus calles,sus caminos,mirando sus cotidianas vidas.

De a ratos te detienes,para fijar tu mirada en algún anciano,en alguno en silla de ruedas,en algún bebé que levantan hasta tu imagen.

Por momentos, te haces pequeña,desciendes agachándote,para entrar por alguna casa,atravesar pasillos oscuros,y llegar a la cama de algún agonizante.

A veces vas como danzando,cargada por irregulares hombros,que te van haciendo balancear,al ritmo de los pasos de tus hijos,

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tan distintos, unidos en la misma huella.

Otras veces, frenas abruptamente tu marcha, para hacerle sombra a algún cansado del camino,para reanimar a algún desalentado,para consolar a algún desheredado.

Innumerables manos salen a tu encuentro,tomando gracia de tu plenitud de gracia,aspirando la fragancia de tu belleza,extasiados ante la llena de Dios.

Flores, velas, dinero, desean dejar a tu paso,tantas vidas agradecidas, que no encuentran manerade agradecer tanto don, tanto cariño.

En algunas estaciones, de tu paso peregrino,desean dejar sus pedidos,su acción de gracias,escribiéndote con confianza en los cuadernos,tierra sagrada, que esconde el tesoro,del corazón suplicante de tu pueblo.

Perlas como: Madrecita, Virgencita, Mamita,ponen al descubierto el cariño entrañable de tu pueblo fiel,que deja algún girón de su alma,tocada indudablemente por el Espíritu,agua fresca para nuestra marcha en el desierto.

Tu paso va provocando alegría,emoción, lágrimas, manos en alto,rodillas en tierra, sombreros en mano,manos callosas que lentamente trazan, la señal de la salvación,sobre sus cuerpos.

Tu inesperada visita para algunos,provoca corridas, mensajes de textos,llamados emocionados,para que nadie quede afuera de tu bendición.

¿Cuántas huellas digitales han quedadomarcadas en tu anda?¿Cuántos hombros te han cargado en el camino?¿Cuántos pasos han hecho posibletu llegada a los últimos lugares?¿Cuántas ampolladas plantas te han acercadoa olvidados rincones que Dios no olvida?

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A tu paso el agua bendita,rocío matinal, nube que pasa,refresca nuestras vidas,las despabila de todo letargo mortal,fecunda nuestra aridez,nos confirma en nuestro valor.

Tus hijos piden ansiosos,con tenaz insistencia,con audacia incansable,ser bendecidos, no una,sin muchas veces.

¿Será que desean ser arrancados del anonimato de nuestras ciudades?¿Será que necesitan palabras que los nombre bien, que les deseen el bien?¿Será que necesiten constatar una y otra vez,la ternura de Dios y su fidelidad inquebrantable?¿Será que necesiten este oasis en medio de tanto desiertode marginación, indiferencia y consumismo exacerbado?¿Será que reclaman que alguien no les sea indiferente,detenga sus pasos, los mire a los ojos y pronuncie con amor su nombre?

Terrible fuerza del pueblo de Dios,que reconoce con claridad nuestra sacramentalidad,donde se palpa literalmente la tozudez de Jacob:no te soltaré si antes no me bendices,donde se experimenta,con temor y temblor,el Cristo que vive en mí,que es apretujado, buscado, perseguido,donde los flecos de la punta de mis dedos,son también transmisores de gracia y bendición,donde mis manos, besadas con tanta veneración por este pueblo fiel,recuerdan la irrevocable unción sacerdotal,“obligándonos” a pasar por este mundo haciendo el bien,bendiciendo, diciendo el bien, haciendo el bien,deseando el bien, haciéndole el bien a los otros,en definitiva, nada más ni nada menos que a ser buenos y a hacer buenos a los demás.

En algunas ocasiones,tomas el atrevimiento de salir de la urna,para encontrarte cara a cara con algunos hijos,contacto directo,sin barreras ni defensas,en la desnudez del cara a cara,posándote unos instantes en cada cabeza,para descargar ahí toda tu fuerza, toda tu luz,toda tu ternura.

Te detienes nuevamente,

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frente a tus hijos,para recibir sus lágrimas,sus caricias,sus palabras silenciosas. Instantes sagrados,de experiencias místicas,migajas de fe para guardar en las alforjas,sólido alimento de nuestros pasos peregrinos.

Y así, Madre,volvemos a ser ungidos por este pueblo fiel,que tanto cariño te tiene,que tanto cariño le tienes,renovando en cada visita,tu alianza de amor con tus hijos más pequeños.

Una y otra vez,vuelvo a ser privilegiado testigo,de este encuentro gozoso y sagrado,de esta fiesta de la fe, ante la que quedo sin palabras…Sólo resta descalzarse,y contemplarlo de rodillas.

Encuentro que preparas cada año,con admirable providencia,abriendo tu propio camino,escribiendo tu propio recorrido,cargada de bendiciones,para regalar, generosa,a los que se crucen en tus caminos.

Gracias, Madre, nuevamente me permites,ponerme tras tus pasos,colarme en este camino,para seguir maravillándomede la grandeza de Dios,que cumple su promesa,profecía en tus labios,de que el pueblo fielte siga reconociendo feliz,y, a tu paso,vas haciendo felices a tus hijos,haciéndonos más hermanos,haciéndonos más tus hijos…