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Regreso a Howards End Por E. M. Forster

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RegresoaHowardsEnd

Por

E.M.Forster

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Capítulo1

EstahistoriapodríaempezarconunacartadeHelenasuhermana.

HowardsEnd.Martes.

QueridísimaMeg:

Estonotienenadaqueverconloquenoshabíamosimaginado.Lacasaesvieja,pequeña,deladrillorojoy,enconjunto,unadelicia.ApenascabemosynoséloquevaapasarcuandomañanalleguePaul,elhijomenor.Aderechaeizquierdadelvestíbuloestánelcomedoryelsaloncito.Elmismovestíbuloesprácticamenteunahabitaciónmás.Unapuertadaa la escaleraque subeporunaespeciedetúnelalpisodearriba.Enelpisodearribahaytresdormitoriosenhileray,sobrecadadormitorio,unabuhardilla.Adecirverdad,lacasanoacabaahí,peroesoestodoloqueseve:nueveventanassegúnsemiradesdeeljardín.

Tambiénhayunolmomuygrande,alaizquierda,unpocoinclinadosobrela casa y en el sitio donde se juntan el jardín y el prado. Ya casi estoyenamoradadeesteárbol.Tambiénhayotrosolmos,unasencinas(nimejoresnipeoresquecualquierencina),perales,manzanosyunaparra.Encambio,nohayabedules.Pero,bueno,tengoquehablartedemisanfitriones.Soloqueríaexplicarte que esto no se parece en lo más mínimo a lo que nosotras nosimaginábamos. ¿Qué nos hizo suponer que la casa estaría llena de frisos yrecovecos y el jardín surcado por senderos amarillentos? Supongo queasociamosalosWilcoxconloshotelesdelujo:mistressWilcoxdeambulandopor largospasillos, conhermososvestidos,ymísterWilcoxabroncandoa laservidumbre,etcétera,etcétera.Asísomosdeinjustaslasmujeres.

Regresoelsábado;yaosdirémásadelanteenquétren.Aquíestántodostandisgustadoscomoyoporquenopudierasvenir;laverdadesqueTibbyesuna lata; cada mes agarra una nueva enfermedad mortal. ¿Cómo habráconseguido pillar la fiebre del heno en Londres? Además, aunque lo hayaconseguido, es un abuso que tengas que renunciar a un viaje para oír losestornudosdeuncolegial.DileaTibbyqueCharlesWilcox(elmayordeloshijos,queahoraestáencasa)tambiéntienelafiebredelheno,pero,comoesvaliente,semolestacuandoalguienlepreguntaporsuestado.HombrescomolosWilcox le harían mucho bien a Tibby. Pero ya sé que tú no estarás deacuerdoconmigo,asíqueserámejorquecambiedetema.

Esta carta es tan larga porque te escribo antes del desayuno. ¡Oh, québonitassonlashojasdelaparra!Todalacasaestácubiertaporunemparrado.Hace un ratome asomé a ver el jardín ymistressWilcox ya estaba ahí. Es

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evidente que adora su jardín. No me extraña que a veces esté cansada.Contemplabacómoseabríanlasamapolas,luegoabandonóelcéspedysefueal prado, cuyo extremo derecho veo desde aquí. Iba arrastrando su largovestido sobre la hierba húmeda y volvió con lasmanos llenas del heno quesegaronayer:supongoqueseráparalosconejosoalgoporelestilo,porqueloestuvo oliendo. El aire es delicioso. Después oí el ruido de unas bolas decroquetymeasoméotravez:CharlesWilcoxestabaentrenándose; sonmuyaficionadosatodotipodejuegos,perosepusoaestornudarytuvoquedejarlo.Alcabodeun rato,oigodenuevo ruidodebolasyesmísterWilcoxelqueestájugando,cuando,depronto,aatchííís,aaatchííís,tambiéntuvoquedejarlo.DespuéssaleEvie,haceunosejerciciosdecalisteniaenunaparatoquetienensujetoaunciruelo(lesacanpartidoatodo),empiezaaaatchííísyentraencasa.Por último, reaparecemistressWilcox, arrastra que arrastrarás la cola de suvestido,oliendotodavíaelhenoycontemplandolasflores.Tecuentotodoestoporqueenciertaocasióndijistequeunasveceslavidaesvidayotras,soloundramayquehayquesaberdistinguircuándoesunacosaycuándoeslaotra,cosaquehastaestemomentoyohabíaconsiderado«unainteligentetonteríadeMeg». Pero esta mañana, la vida no parece realidad, sino teatro y me hedivertido mucho contemplando a los W. Ahora mistress Wilcox acaba deentrar.

Piensoponerme…(seomite)…AyernochemistressWilcoxllevaba…(seomite)…yEvie…(seomite).Yavesquenoesunsitioparaandardetrapilloy, si cierras los ojos, te parece estar en la encopetada mansión queimaginábamos.Peronosilosabres.Losagavanzossonmuydelicados.Crecenjunto al prado, formando un seto alto y majestuoso del que caen flores enguirnalda,perodelgadoyfinoenlabase,demodoquepuedesver,atravésdeél, unos patos y una vaca. Estos animales pertenecen a la granja, que es laúnicacasapróximaalanuestra.Suenaelgongqueanunciaeldesayuno.Unabrazomuy fuerteyotromenos fuerteparaTibby.Recuerdosa la tía Juley;fuemuybondadosaalbrindarseahacertecompañía,peromenudalata.Quemaestacarta.Tevolveréaescribireljueves.

HELEN

HowardsEnd.Viernes.

QueridísimaMeg:

Lo estoy pasando maravillosamente bien. Todos me gustan. MistressWilcox,máscalladaqueenAlemania,estámásencantadoraquenunca;jamásconocíanadietanentregadoalosdemás,ylomejordetodoesquelosdemásnoabusandeello.Eslafamiliamásfelizymásalegrequepuedasimaginarte.Creo sinceramente que nos estamos haciendo buenos amigos. Lo bueno delcasoesquemeconsideranunatontaymelodicen(almenos,místerWilcox),

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yqueestosucedayamínome importeyaesbuenapruebadealgo,¿no teparece? Sobre el sufragio de la mujer míster Wilcox dice las cosas máshorrorosasdelmodomáscortés.Cuandoledijequeyocreíaenlaigualdad,secruzó de brazos yme dio un rapapolvo como nuncame habían dado.Meg,¿cuándo aprenderemos a nohablar tanto?Enmividamehabía sentidomásabochornada. No pude mencionar un solo momento en que los hombreshubieransidoiguales,nisiquieraunmomentoenqueeldeseodeserigualesleshubierahechomásfelices.Nopudedecirniunapalabra.Nada,quehabíasacado la ideadeque la igualdad esbuena cosadeunpuñadode libros, deunaspoesíasydeti.Encualquiercaso,místerWilcoxhizopedazosmiideaylo hizo sin ofenderme, como lo hacen las personas verdaderamente fuertes.Pormiparte,yomeríodeellosporhaberpilladolafiebredelheno.Vivimoscomogallosdepelea.Charlesnosllevadepaseocadadíaencoche:averunatumba en un arbolado, una ermita, un caminomaravilloso construido por elreydeMercia…tenis,cricket,bridge,ypor lanochenosreunimostodosenestaadorablecasita.Ahoraestáreunidotodoelclan:estopareceunaconejera.Evieesunsol.Quierenquemequedehastaeldomingo.

Supongoquenohabrá inconveniente.El tiempo,espléndidoyelpaisaje,maravilloso:haciaeloeste,hacia lasmontañas.Graciaspor tucarta.Quemaesta.Tequiere

HELEN

HowardsEnd.Domingo.

Querida,queridísimaMeg:

Noséloquevasadecir:Paulyyonoshemosenamorado.Pauleselmenordeloshijos,elquellegóelmiércoles.

Capítulo2

Margaretechóunaojeadaalanotadesuhermanaylatendióasutíaporencima de la mesa del desayuno. Hubo un instante de silencio y luego sedesbordaronlascompuertas.

—No puedo decirte nada, tía Juley, de todo esto sé tanto como tú.Conocimosalospadreslaprimaverapasada,enelextranjero.Sétanpocoquenisiquierasabíaelnombredesuhijo.Esalgotan…—agitólamanoyseriounpoco.

—Entalcaso,esextremadamenteprecipitado.

—¿Quiénsabe?¿Quiénsabe,tíaJuley?

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—Pero,Margaret,querida…nopodemosperderlacorduraanteloshechosconsumados.Sindudaesdemasiadoprecipitado.

—¡Quiénsabe!

—Pero,Margaret,querida…

—Iréabuscarlasotrascartas—dijoMargaret—.No,antesmeacabaréeldesayuno.Laverdadesqueyanolastengo.ConocimosalosWilcoxenunaespantosaexcursiónquehicimosaSpira,desdeHeidelberg.AHelenyamísenos había metido en la cabeza que en Spira había una catedral antigua yenorme. El arzobispo de Spira era uno de los siete electores, ya sabes…«Spira,Maguncia y Colonia». Estas tres sedes gobernaron en su tiempo elvalledelRinyalríoselellamabalacalledelosPrelados.

—Apesardetodo,estoybastanteinquietaporesteasunto,Margaret.

—Eltrenatravesabaunpuentedebarcas;aprimeravista,lacosaparecíaestarmuybien,pero¡ay!,a loscincominutosyalohabíamosvistotodo.Lacatedral estaba hecha una ruina, una perfecta ruina por obra y gracia de larestauración; no habían respetado ni una pulgada de la antigua estructura.Perdimosundíaenteroyconocimosa losWilcoxmientras tomábamosunosbocadillosenelparque.Pobres,ellostambiénhabíanpicado;esmás,estabanpasando unos días en Spira y se mostraron encantados cuando Helen lesinsistió para que se vinieran con nosotras a Heidelberg. Para ser exactos,vinieronaldíasiguiente.Juntoshicimosalgunasexcursionese intimamos losuficiente comopara pedir aHelenque fuera a visitarles.Amí tambiénmeinvitaron,naturalmente,perolaenfermedaddeTibbymeimpidióir,demodoqueellunespasadoHelensefuesola.Yesoestodo.Yasabestantocomoyo.Se trata, comoves,deun jovenqueprocedede lodesconocido.Helen teníaquevolverelsábado,peroretrasólavueltahastaellunes,quizáacausade…nosé.

Secallóyescuchólosruidosdelamañanalondinense.LacasaestabaenWickham Place y era tranquila porque un elevado promontorio de edificiosseparabaellugardelaavenidaprincipal.Dabalaimpresióndeunremansoo,mejor, de un estuario cuyas aguas refluyeran de un mar invisible y seremansaranenunprofundo silenciomientras lasolas aúnbatían.Aunqueelpromontorio estaba compuesto de pisos costosos, con zaguanes cavernosos,porteros y plantas de interior, cumplían su cometido y proporcionaban a lasviejas casasde enfrenteuna relativapaz.El tiempohabíadebarrer tambiénaquellas casas y otro promontorio se elevaría en su lugar, como si lahumanidad se apilase cada vez más y más alto en el preciado suelo deLondres.

MistressMunt,queteníasupropiométodoparainterpretarasussobrinas,

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decidióqueMargaret estabaunpocohistéricayque intentabaganar tiempoconuntorrentedepalabrería.Sintiéndosediplomática,lamentólodeSpiraydeclaró que nunca, nunca se dejaría arrastrar a visitarlo, añadiendo, por sucuenta,queenAlemaniatergiversabanlosprincipiosdelarestauración.

—Los alemanes —dijo— son demasiado concienzudos y eso está muybienaveces,perootrasno.

—Exacto—dijoMargaret—, los alemanes son demasiado concienzudos—ysusojosempezaronabrillar.

—Desde luego, yo a los Schlegel os considero ingleses—dijo mistressMuntapresuradamente—,ingleseshastalaméduladeloshuesos.

Margaretseinclinóhaciadelanteyapretólamanodesutía.

—YestomerecuerdalacartadeHelen…

—Ah,sí, tíaJuley,estoypensandoen lacartadeHelen.Yaséque tengoqueiraverla.Estoypensandoenella.Sí,voyair.

—Peroveconalgúnplanconcreto—dijomistressMuntdejandopercibiren su amable tono un punto de exasperación—. Margaret, si me permitesintervenirenesteasunto,notedejessorprender.¿QuéopinasdelosWilcox?¿Son de nuestra clase? ¿Son gente bien? ¿Serán capaces de comprender aHelen, que es, en mi opinión, una persona muy especial? ¿Les interesa laliteraturayelarte?Silopiensasbien,esalgomuyimportante.LaLiteraturayelArte: importantísimo.¿Quéedadtendráesechico?Elladice«elmenordelos hijos». ¿Estará en condiciones de contraer matrimonio? ¿Hará feliz aHelen?¿Suponesque…?

—Yonosupongonada.

Lasdosempezaronahablaralavez.

—Enesecaso…

—Enesecaso,nopuedoirconningunaideafija,¿noloves?

—Alcontrario…

—Memolestahacerplanes.Memolestanlaslíneasdeactuación.Helennoesunaniña.

—Entalcaso,querida,¿porquévas?

Margaret guardó silencio. Si su tía no veía por qué tenía que ir, ella nopensabadecírselo.Nodiría«quieroamihermana;tengoqueestarconellaenestacrisisporlaqueatraviesasuvida».Losafectossonmásreticentesquelaspasiones,ysuexpresión,mássutil.Siellaestuvieraenamoradadeunhombre,loproclamaría,comoHelen,aloscuatrovientos;perocomosoloqueríaasu

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hermana,empleabaelsilenciosolenguajedelasimpatía.

—Os considero unas chicas raras —continuó mistress Munt—, y unaschicasestupendas,másmaduras,enmuchosaspectos,deloquecorrespondeavuestraedad.Pero¿no teofenderássi tedigoquenoestása laalturade lascircunstancias?Elcasorequiereunapersonademásedad.Querida,nadamereclama en Swanage —abrió sus rollizos brazos—. Estoy a tu enteradisposición. Déjame ir en tu lugar a esa casa… que nunca me acuerdo decómosellama.

—TíaJuley—Margaretdiounsaltoybesóasutía—,soyyoquientieneque ir a Howards End. Tú no lo comprendes, aunque nunca te agradecerébastantetuoferta.

—Síquelocomprendo—replicómistressMuntconinmensaconfianza—.No pienso ir a entrometerme. Solo haré averiguaciones. Las averiguacionessonnecesarias.Voyasertesincera:aúnsinproponértelo,entuansiedadporlafelicidaddeHelen,ofenderíasaesosWilcoxcontuspreguntasimpetuosas.

—Nolespreguntarénada.Helendicequesehaenamoradodeunhombreyqueescorrespondida;nohaypreguntasquehacermientraslacosanopasedeahí.Elrestocarecedeimportancia.Talvezseimpongaunnoviazgolargo,peroaveriguaciones,preguntas,planes, líneasdeactuación,esono, tíaJuley,nihablar.

Salió corriendo, ni hermosa ni sublime, pero embargada por algo quesuplía ambas cualidades: algo que se podría describir como una profundavivacidad,unaconstanteysincerarespuestaatodoloquelavidaleofreciera.

—SiHelenmehubieradicholomismorespectoaundependienteoaunoficinistasinuncéntimo…

—Querida Margaret, haz el favor de entrar en la biblioteca y cierra lapuerta.Lascriadasestánsacandoelpolvoalospasamanos.

—…osiquisieracasarseconunempleadodeCarterPatersonmiactitudhabría sido idéntica —de pronto, en uno de aquellos cambios que hacíanpensarasutíaquenoestabaperdidamentelocayalosobservadoresdeotrotipoquenovivíaenunmundodeespeculacionesestériles,añadió—,aunque,enelcasodeCarterPaterson,yohabríaexigidounnoviazgomuylargo,parasersincera.

—¡Eso espero! —dijo mistress Munt—. La verdad es que te sigo condificultad. Imagínate por unos instantes que les dices algo parecido a losWilcox. Yo te entiendo, pero todo el mundo creería que estás chiflada.¡Figúrate,quédesconciertoparaHelen!Aquíloquehacefaltaesunapersonaquevayapasitoapaso,queveacómosonlascosasyadóndeconducen.

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Margaretvolvióalacarga.

—Perotúvinisteadecirquehayquedeshaceresecompromiso.

—Probablemente,peropasitoapaso.

—¿Se puede deshacer un compromiso pasito a paso? —sus ojos seiluminaron—.¿Dequésuponestúqueestánhechosloscompromisos?Yocreoqueestánhechosdeunmaterialmuyduro,quesepuederomper,peronosedeshace.Esdiferenteaotrosvínculos.Estosseestiranyseencogen,admitengrados.Sondistintos.

—Exacto,pero¿porquénomedejas ir aHowardsEndy te ahorras esamolestia?Tedoymipalabradenoentrometerme.Mira,conozcotanafondoloquequeréisvosotras,lasSchlegel,quemebastaráconecharunaojeadaalpanorama.

Margaret le dio las gracias de nuevo, la besó una vez más y corrióescalerasarribaaverasuhermano,quenoestabadeltodobien.

Lafiebredelhenolehabíatenidoinquietolamayorpartedelanoche,ledolía la cabeza, tenía los ojos llorosos y lamembrana de lamucosa, segúninformóasuhermana,enunestadofrancamenteinsatisfactorio.LoúnicoqueleanimabaaseguirviviendoeraqueMargaretlehabíaprometidoleerle,cadavezquetuvieraunratolibre,lasConversacionesimaginariasdeWalterSavageLandor.

Era una situacióndifícil.Había quehacer algo conHelen.Alguien teníaquedecirlequeelamoraprimeravistanoesuncrimen.Untelegramaenestesentido resultaría frío y críptico, una visita personal se hacía imposible pormomentos.LlegóelmédicoyconfirmóqueTibbyestababastantemal. ¿NoseríamejoraceptarlaamableofertadelatíaJuleyyenviarlaaHowardsEndconunanota?

Margaret era impulsiva y cambiabade idea enun abrir y cerrar de ojos.Corriendoescalerasabajo,gritó:

—Tía,hecambiadodeopinión.Quieroquevayastú.

SalíauntrendeKing’sCrossalasonce.AlasdiezymediaTibby,conunextraño sentido de la autodesaparición, se quedó dormido yMargaret pudoacompañarasutíaalaestación.

—Recuerda,tíaJuley:nodiscutaselcompromiso.DalemicartaaHelenydileaellaloqueseteocurra,peromantentealejadadelafamilia.Apenassisabemossusnombresy,además,estascosassonincivilizadasyerróneas.

—¿Incivilizadas?—preguntólatíaJuleypresintiendoquenocaptabaunasutilobservación.

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—Bueno, quizá empleé un término afectado.Quise decir que solo debesdiscutirelasuntoconHelen…

—SoloconHelen.

—Porque…—peronoera elmomentodeextenderseenconsideracionessobrelapersonalísimanaturalezadelamor.Margaretsereprimióysecontentóconestrechar lamanode subondadosa tíayconmeditar juiciosaya laparpoéticamenteenelviajequeibaaempezarenKing’sCross.

Como todos los que han vivido mucho tiempo en una gran ciudad,Margaret experimentaba unos sentimientos muy intensos en las estacionesterminales.Sonlaspuertasdelogloriosoylodesconocido.Porellassepartehacia laaventura,haciael sol;porellas,ay, se regresa.EnPaddington latenCornuallesy lacostaoccidental;en lasrampasdeLiverpoolStreetseagitanlas marismas, y el extranjero ilimitado; Escocia se oculta en los pilares deEuston; Wessex, más allá del caos de Waterloo. Entendiéndolo así, lositalianosquetienenladesgraciadetrabajarcomocamarerosenBerlínllamana la Anhalt Bahnhof la Stazione d’Italia, porque desde allí regresan a sushogares.Ynohayun londinensequenoconfieraasusestacionesunaciertapersonalidadynohagaextensivasaellas,siquieraunpoco,sussensacionesdeamorymiedo.

AMargaret—yesperoqueestonopredispongaallectorensucontra—,laestación de King’s Cross siempre le había sugerido el infinito. La mismasituacióndelaestación,ocultatraselfatuoesplendordeSaintPancras,llevabaimplícitaunareflexiónsobreelmaterialismodelavida.Losdosgrandesarcosdescoloridos,indiferentes,sosténdeundesangeladoreloj,eranlossoportalesde una eterna aventura, cuyo objetivo podía ser triunfal, pero que no seexpresaba en términos de triunfo. Si el lector considera todo esto ridículo,debe recordar que no esMargaret quien se lo cuenta, y permítaseme añadirquellegaronalaestaciónconmuchoadelanto,quemistressMuntseaseguróunasientobiencómodo,decaraa lamarcha,peronodemasiadocercadelamáquina,yqueMargaret,deregresoaWickhamPlace,encontróelsiguientetelegrama:

«Todo ha terminado.Ojalá no hubiera escrito nunca.No se lo cuentes anadie.–HELEN».

PerolatíaJuleyyasehabíaido,inexorablemente,yningunafuerzadeestemundopodríadetenerla.

Capítulo3

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Con infinita complacencia, mistress Munt ensayaba su misión. Sussobrinaserandosjóvenesindependientesynoselepresentabafrecuentementela ocasión de ayudarlas. Las hijas de Emily nunca habían sido chicasnormales. Se quedaron sinmadre al nacer Tibby, cuandoHelen tenía cincoaños y Margaret, trece recién cumplidos. Esto ocurrió antes de lapromulgacióndelDeceasedWife’sSisterBill,demodoquemistressMuntnohallótrabaalgunaparaofrecerseacuidardelacasadeWickhamPlace.Perosu cuñado, que era un individuo extraño, y alemán por añadidura, puso enantecedentesaMargaret,lacual,conlacrudezadelosadolescentes,respondió«que no, que podían apañarse mejor solos». Cinco años después murió elseñorSchlegelymistressMuntreiterósuoferta.Margaret,estavezsindureza,semostróagradecidayextremadamentesutil,perolarespuestafuelamisma.«No me entrometeré por tercera vez», se dijo mistress Munt. Pero,naturalmente,volvióahacerlocuandoseenteró,conhorror,dequeMargaret,por entonces mayor de edad, estaba retirando su dinero de las inversionesseguraseinvirtiéndoloenvaloresextranjeros,quesiempreacabanporirsealgarete.Callarhabría sidouncrimen.Su fortunapersonalestabacolocadaenlosFerrocarrilesNacionalesyrogóvehementementeasusobrinaquehicieralopropio.«Tenemosquepermanecerunidas,querida».Margaret,porcortesía,invirtióunoscientosde librasen losFerrocarrilesdeNottinghamyDerbyy,aunquelosvaloresextranjerosibanadmirablementebienylosFerrocarrilesdeNottingham y Derby declinaban con esa firme dignidad de que solo losFerrocarrilesNacionalessoncapaces,mistressMuntnuncadejódefelicitarsey de decir: «Esa operación se realizó gracias a mí. Cuando se produzca lahecatombe, la pobre Margaret tendrá un rinconcito en el que refugiarse».AquelañoHelenalcanzólamayoríadeedadysucedióexactamentelomismo:retirósudinerodeConsols,aunquetambién,ycasisinpresión,consagróunafraccióna losFerrocarrilesdeNottinghamyDerby.Por loque respectaa lavidasocial,mistressMuntnuncaconsiguiónada.Tardeotempranolaschicasentraríanenelprocesoconocidopor«dejarseresbalarporlapendiente»,ysinolohabíanhechoyaeraporqueloharíanconmayorintensidadenelfuturo.Recibían a mucha gente enWickham Place: músicos barbudos, una actriz,primosalemanes(conlosextranjeros,nuncasesabe),amistadescosechadasenhoteles delContinente (que ya se sabe lo que son). Interesante, sí, nadie enSwanage apreciaba tanto la cultura comomistressMunt, pero peligroso. Eldesastreteníaqueproducirse.¡Cuánacertadaestabayquésuertehaberestadopresentecuandoeldesastreseprodujo!

El tren corría en dirección norte, atravesando innumerables túneles. Elviaje solo duraba una hora, pero mistress Munt tuvo que subir y bajar laventanilla una y otra vez. Pasó a través del túnel deNorthWelwyn, vio uninstante la luzy semetió en el túneldeSouthWelwyn, tristemente célebre;pasó por el inmenso viaducto, cuyos arcos se extienden sobre las tranquilas

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praderasyelnostálgicocursodelTewin;bordeólosparquesdelospolíticos.Enocasiones, lacarreteradelNortecorría juntoa los raíles,más íntimaquecualquier ferrocarril, despertado, tras una siesta de siglos, a una nueva vidacomo la proporcionan el olor de los automóviles y los anuncios de píldorascontra la bilis.MistressMunt permanecía ajena por igual a la historia, a latragedia,alpasadoyalfuturo;soloseconcentrabaenelobjetodesuviajeyenelrescatedelapobreHelendetodoaquelterriblelío.

La estación correspondiente a Howards End era Hilton, una de esasgrandespoblacionessituadasalolargodelacarreteradelNorteyquedebensu tamaño al trasiego de los autobuses y de los vehículos de los tiemposanteriores a los autobuses. Próximo a Londres, Hilton no conocía ladecadenciadelaspoblacionesrústicasysucalleMayorsehabíaextendidoaderechae izquierdaenparcelas residenciales.Porespaciodeunamillapasóante los distraídos ojos de mistress Munt una serie de casas de ladrillo ypizarra, serie interrumpida en un punto de seis túmulos daneses que sealineabanunojuntoaotroalolargodelacalle:tumbasdeguerreros.Detrásdeestostúmulosseapretujabanlasviviendasyeltrensedetuvoenunnúcleoqueeracasiunaciudad.

La estación, como el paisaje y como las cartas deHelen, tenía una notaindeterminada.¿Adóndeconducía?¿AInglaterraoalosbarriosresidenciales?Laestacióneranueva:teníaandenesseparados,unpasosubterráneoytodalaaparente comodidad que exigen los hombres de negocios. Pero tambiénencerraba atisbos de vida local, de relación personal, como hasta la propiamistressMuntibaadescubrir.

—Busco una casa —confió al mozo de los billetes—. Su nombre esHowardsLodge.¿Sabeusteddóndeestá?

—¡MísterWilcox!—gritóelmozo.

Unjovenquesehallabacercasevolvió.

—EstaseñorabuscaHowardsEnd.

No quedaba más remedio que seguir adelante, aunque mistress Muntestabatanazoradaquenopodíanisiquieramiraral jovendesconocido.Contodo,yrecordandoqueerandoshermanos,tuvoelbuensentidodedecir:

—Perdonequeselopregunte,pero¿esustedelmayoroelmenordelosWilcox?

—Elmenor.¿Enquépuedoservirla?

—Ah, bueno… —dijo, controlándose con dificultad—. ¿Es usted deveras…?Yo—sealejódelmozodelosbilletesybajólavoz—soylatíademiss Schlegel. Disculpe usted queme presente amímisma.Mi nombre es

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Munt.

Tuvoconcienciadequeeljovensequitabaelsombreroydecíaconciertafrialdad:

—Ya;missSchlegelestáconnosotros.¿Quiereverla?

—Posiblemente…

—Le buscaré un coche. No, espere un momento —recapacitó unosinstantes—.Nuestroautomóvilestáaquí.Yolallevaré.

—Esustedmuyamable.

—En absoluto, señora, si tiene la bondad de esperar a que saquen unpaquetedelaoficina.Poraquí.

—¿Noestarámisobrinaconusted,porcasualidad?

—No.Vineconmipadre,quesehaidoalNorteenestemismotren.VeráamissSchlegelalahoradecomer.Porqueesperoquesequedaráustedacomer.

—Demomento,desearíaverla—dijomistressMuntsincomprometerseenelaspectoalimenticiohastaquenohubieseestudiadounpocomásalnoviodeHelen.Parecíauncaballero,perohabíaaturdidodetalmodoamistressMuntque la buena señora tenía las facultades de observación obnubiladas. Loestudiófurtivamente.Alosojosdeunamujer,nohabíanadaincorrectoenlasagudas depresiones que se advertían en las comisuras de la boca, ni en sufrente cuadrada. Era cetrino, iba bien afeitado y parecía acostumbrado amandar.

—¿Quéprefiere,delanteodetrás?Delantesenotamuchoelviento.

—Preferiríairdelante,apoderser…Asípodremoshablar.

—Sí,claro,peropermítame…Noséquéestaránhaciendoconesepaquete—semetióenlaoficinadecorreosygritóconunavoznueva—:¡Eh,usted!¿Mevanahaceresperartodoeldía?¡ElpaqueteparalosWilcox,deHowardsEnd!¡Muévanse!—salióyañadióenuntonomássuave—:Estaestacióntieneuna organización desastrosa. Si estuviera en mi mano, los echaba a todos.Permítamequelaayude.

—Esustedmuyamable—dijomistressMuntaltiempoqueseinstalabaenunalujosacajadecuerorojoysedejabaenvolverenmantasybufandas.Secomportabaconmáscortesíadeloquehubieradeseado,peroaqueljovenerarealmente amable. Además, estaba un poco asustada por la extraordinariaconfianzadeljovenensímismo—.Muyamable—repitió—.Esmásdeloqueyoesperaba.

—Es ustedmuy gentil al decir esto—replicó él con un ligero atisbo de

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sorpresaque, como lamayoríade losatisbos, lepasó inadvertidoamistressMunt—.Yosolovineaacompañaramipadrealaestación.

—¿Sabeusted?,tuvimoscartadeHelenestamañana.

El jovenWilcox echaba gasolina, ponía el coche enmarcha y ejecutabaotrosactosconlosqueestahistorianadatienequever.

El automóvil empezó a balancearse y la figura de la buena señora,intentandodarexplicaciones,oscilabaagradablementeentreloscojinesrojos.

—Seráunplacertenerlaaustedconnosotros—dijoél—.¡Eh,oiga!¡Esepaquete!¡ElpaqueteparaHowardsEnd,aversilotraen,eh!

Un mozo barbudo apareció con el paquete en una mano y un libro derecibosenlaotra.Losgritossemezclabanconeltraqueteodelmotor.

—Ahora tengo que firmar, ¿eh? ¿Encima tengo que firmar, después detodoestefollón?¿Ynisiquieratieneunlápiz?Recuerdeesto:lapróximavezledenuncioaljefedeestación.Mitiempotieneunvalor,aunqueelsuyonolotenga.Ahíva—«ahíva»eraunapropina—.Losientomucho,mistressMunt.

—Nosepreocupeusted,místerWilcox.

—¿Tienealgúninconvenienteenquepasemosporelpueblo?Daremosunpequeñorodeo,perotengoquehacerunparderecados.

—Meencantarápasarporelpueblo.Comoes lógico, tengosumointerésenhablarconusted.

Al decir esto se sintió avergonzada, porque estaba desobedeciendo lasinstruccionesdeMargaret.Enfin,almenosdesobedecíalaletra.Margaretlehabía prohibido discutir el asunto con extraños, pero seguramente no seríaincivilizadonierróneodiscutirloconelpropiointeresado,todavezqueelazarloshabíareunido.

Eljovennocontestó.Subióasulado,secolocólosguantesylasgafasypartieron. El mozo de la barba —misterios de la vida— se quedócontemplándolosconadmiración.

ElvientolesdabaenlacaraalbajarporlacalledelaestaciónyarrojabaelpolvoalosojosdemistressMunt.Sinembargoesta,nobiendesembocaronenlacarreteradelNorte,abrióelfuego.

—Ya puede usted figurarse—dijo— que la noticia nos ha causado unagranimpresión.

—¿Quénoticia?

—MísterWilcox—dijomistressMunt con franqueza—,Margaretme lohacontadotodo,absolutamentetodo.HevistolacartadeHelen.

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El joven no pudo mirarla a la cara porque sus ojos estaban fijos en elcamino. Corrían a toda velocidad por la calle Mayor. Inclinó la cabeza endirecciónasuacompañanteydijo:

—Perdone,noentendíloquedecía.

—Hablo deHelen, claro está.Helen es una chica excepcional. Supongoquenoleimportaráqueselodiga,sobretodoconsiderandosussentimientoshaciaella.Novengoconlaintencióndeentrometerme,pero,créame,noshacausadounagranimpresión.

Sedetuvieronanteunapañería.Sinresponder,eljovendiomediavueltaensuasientoycontemplólanubedepolvoquehabíanlevantadoasupasoporlavilla.Lanube se ibaposando, aunquenoprecisamenteen la callede laquehabíasurgido:unapartesecolabapor lasventanasabiertas,otrablanqueabalas rosas y grosellas de los jardines lindantes con la calzada y una ciertaproporciónentrabaenlospulmonesdelosciudadanos.«Mepreguntocuándotendránlasensatezdeasfaltarlacalle»,fuesucomentario.

Un hombre salió corriendo de la pañería con un rollo de linóleo ypartieron.

—Margaret no pudo venir personalmente por culpa del pobre Tibby, asíquehevenidoyoensunombreparasostenerunalargaconversación.

—Lamentoser tan torpe—dijoel jovendeteniéndosedenuevoanteunatienda—,perosigosinentendernada.

—Helen,místerWilcox…misobrinayusted…

El joven se levantó las gafas y la miró de hito en hito, absolutamentedesconcertado. El horror atenazó el corazón demistressMunt, pues inclusoellaempezóasospecharqueestabanhablandodecosasdistintasyquehabíaempezadosumisióncometiendounaodiosatorpeza.

—¿MissSchlegelyyo?—preguntóeljovenfrunciendoloslabios.

—Confíoenquenohayaunmalentendido—susurrómistressMunt—.Sucartadecíaeso,sinlugaradudas.

—Bueno,¿quédecía?

—Queustedyella…—secallóybajólosojos.

—Creoqueyaentiendoloquequieredecir—dijoélconciertahostilidad—.¡Quéconfusióntanabsurda!

—Demodo que usted no…—balbuceó la buena señora enrojeciendo ydeseandonohabernacido.

—Difícilmente, puesto que ya estoy comprometido con otra—hubo un

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instante de silencio, el joven aspiró profundamente y prorrumpió en un—:¡Oh,Diosmío!¡NomedigaquePaulhavueltoacometerunadesustonterías!

—¡PeroPaulesusted!

—No.

—¿EntoncesporquémedijoenlaestaciónqueustederaPaul?

—Perdone,señora,yonodijetalcosa.MinombreesCharles.

«Elmenor» tanto podía referirse a él en relación con su padre como alsegundohermanoenrelaciónconelprimogénito.Habíamuchoquediscutiralrespectoporambaspartesy,andandoeltiempo,lodiscutieron,peroenaquelmomentoseenfrentabanaotrosproblemas.

—QuiereusteddecirmequePaul…

A la buena señora no le agradó la voz del joven. Parecía que estuviesehablandoauncriadoy,convencidadequelehabíaengañadoenlaestación,tambiénellaseenfureció.

—QuiereusteddecirmequePaulysusobrina…

MistressMunt—asíeslanaturalezahumana—decidióerigirseenpaladíndelosenamorados.Noestabadispuestaaqueaqueljovenaltivolaintimidase.

—Sí,señor,ambosseestimanmucho—dijo—.Estoyseguradequeasíseloharánsaberasudebidotiempo.Nosotrasnoshemosenteradoestamañana.

Charlescerróelpuñoygritó:

—¡Elmuyidiota!¡Esepequeñocretino!

MistressMunttratódeliberarsedesusfrazadas.

—¡Siestaessuactitud,místerWilcox,prefieroseguirapie!

—Le ruego que no haga semejante cosa. En seguida llegaremos a casa.Déjeme decirle, ante todo, que este asunto es inviable y que tenemos queimpedirlo.

MistressMuntperdíapocasveces losestribosycuandolohacíaeraparaprotegeralosqueamaba.Enestaocasión,estalló:

—Estoycompletamentedeacuerdo,caballero.Elasuntoes inviableyyolo impediré.Mi sobrina es una chica excepcional y yo no estoy dispuesta apermanecermanosobremanocuandoellaestáapuntodearrojarseenbrazosdegentesquenolaquierenbien.

Charlesmoviólasmandíbulas.

—¡Considerandoquemisobrinasoloconoceasuhermanodeusteddesde

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elmiércolesyqueconocióasuspadresdeustedenunhotelperdidode…!

—¿Podríaustedbajarlavoz?Eltenderonosvaaoír.

El esprit de classe —si puede aplicarse aquí esta expresión— era muyfuerteenmistressMunt.Sesentótemblandomientrasunmiembrodelaclasebajadepositabajuntoalrollodelinóleounembudodemetal,unacacerolayunaregadera.

—¿Estátodobiensujeto?

—Sí,señor—yelmiembrodelaclasebajasedesvanecióenvueltoenunanubedepolvo.

—Leprevengo,señora:Paulnotieneuncéntimo,esuninútil.

—No necesita prevenirme de nada, míster Wilcox, se lo aseguro. Laprevenciónesalainversa.Misobrinahasidomuyalocada;ledaréunabuenaregañinaymelallevaréconmigoaLondres.

—Mihermano semarchadentrodepocoaNigeria.Nopuedepensar encasarseduranteunosañosy,cuandolohaga,tienequeserconunamujerquepuedasoportaraquelclima.Porotraparte,¿porquénonoshabrádichonada?Claro,debedesentirseavergonzado.Sabequehacometidounatontería.Estoesloquees:unperfectomajadero.

Labuenaseñorasepusofuriosa.

—EncambioamissSchlegellehafaltadotiempoparapublicarlanoticia.

—Siyofueraunhombre,místerWilcox,ledaríaunpardepuñetazosporestaobservación.Ustednolellegaalasueladelzapatoamisobrina,nopuedeustedsentarseenlamismahabitaciónenqueellaesté,yaúnseatreve…aúntieneelvalorde…¡Meniegoadiscutirconunapersonacomousted!

—Yoloúnicoqueséesqueellahaaireadolanoticiaaloscuatrovientos,yélno.Mipadreestáfueray…

—Yyoloúnicoqueséesque…

—¿Medejaterminarlafrase?

—No.

Charlesapretó losdientesehizozigzaguearelautomóvilporel sendero.MistressMuntchilló.

Asíjugaronunratoaljuegodelassupremacíasfamiliares,juegoalquesejuega siempre que el amor une a dos miembros de nuestra raza. Pero lojugaronconunvigordesacostumbrado,afirmandoconuntorrentedepalabrasquelosSchlegeleranmejoresquelosWilcoxyquelosWilcoxeranmejores

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que los Schlegel.Dejaron de lado la compostura. El hombre era joven y lamujer estaba hondamente alterada; en ambos latía una vena de grosería. Supelea no fue más sorprendente de lo que son la mayoría de las peleas:inevitables cuando se producen, increíbles después. Pero en este caso, elasunto era más fútil de lo normal. En unos instantes los contendientes sehabían serenado. El automóvil se detuvo en la puerta de Howards End yHelen,muypálida,corrióalencuentrodesutía.

—TíaJuley,acaboderecibiruntelegramadeMargaret;quiseimpedirquevinieras.Todo…todohaterminado.

Aquello era demasiado para mistress Munt y la buena señora rompió allorar.

—TíaJuley,no.Quenosepanquehesidotantonta.Nohapasadonada.Sobreponte,hazlopormí.

—¡Paul!—gritóCharlesWilcox,quitándoselosguantes.

—Noselodigas.Notienenqueenterarsenunca.

—Oh,queridaHelen…

—¡Paul!¡Paul!

Unjovencitosaliódelacasa.

—Paul,¿esciertoesto?

—Yo…yono…

—¿Sí o no? A preguntas directas, respuestas directas. ¿Sí o no, missSchlegel?

—Charles,querido—dijounavozdesdeeljardín—.Charles,querido,nosehacenpreguntasdirectas.Estascosasnoexisten.

Todossecallaron.EramistressWilcox.

Se aproximó al grupo tal y como Helen la había descrito en su carta:arrastrandosilenciosamente lacoladesuvestidoporelcésped.Llevabaunagavilladehenoenlasmanosynoparecíaperteneceralmundodelosjóvenesydelautomóvil,sinoalacasayalárbolqueledabasombra.Sepercibíaenella una honda reverencia por el pasado y sobre ella había descendido esasabiduría instintivaquesoloelpasadopuedeconferir;esasabiduríaa laquedamoslatorpedenominacióndearistocracia.Talveznofueradenoblecuna,perosindudateníamuypresentesasusantepasadosyaellosacudíaenbuscadeayuda.CuandovioaCharlesenfadado,aPaulaterradoyamistressMuntcon los ojos arrasados en lágrimas, oyó a sus antepasados que le decían:«Separaaestosseres,porquesevanahacermuchodañolosunosalosotros.

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Elrestopuedeesperar».Nopreguntónada.Menosaúnfingióquenadahabíaocurrido,comohabríahechounaanfitrionasocialmentecompetente.Selimitóadecir:

—MissSchlegel,¿quiereustedacompañarasu tíaasuhabitaciónoa lamía,segúnprefiera?Paul,buscaaEvieydilequepreparecomidaparaseis,aunquenoestoyseguradesitodosbajaremosacomer.

Una vez la hubieron obedecido, se volvió a su hijo mayor, que todavíaestaba en el traqueteante y apestoso automóvil, le sonrió con ternura y, sinpronunciarunapalabra,regresóasusflores.

—Madre—dijoCharles—,¿sabíasquePaulhaestadohaciendotonteríasotravez?

—Nopasanada,queridoCharles.Yahanrotoelcompromiso.

—¡Elcompromiso!

—Yano se aman, si loprefieres así—dijomistressWilcox inclinándoseparaolerunarosa.

Capítulo4

Helen y su tía volvieron a Wickham Place en un estado de absolutapostración y, durante un tiempo,Margaret tuvo tres inválidos a su cuidado.Mistress Munt se recobró aprisa. Tenía muy desarrollada la facultad dedistorsionar el pasado y al cabo de unos días había olvidado su imprudenteparticipación en la catástrofe. En el mismo momento de producirse elcataclismo, exclamaba: «¡Gracias aDios, la pobreMargaret se ha ahorradotodo esto!», frase que se convirtió, en el viaje de regreso a Londres en:«Alguien tenía que hacerlo», lo que, a su vez, maduró en esta fórmulapermanente:«Cuandoverdaderamenteayudéa laschicasdeEmily fueenelasunto de los Wilcox». Helen, sin embargo, era una paciente más seria.Nuevasideaslehabíanasaltadocomounrayoyestabaperplejaporesasideasyporsusconsecuencias.

La verdad es que se había enamorado, no de una persona, sino de unafamilia.

AntesdelallegadadePaullehabíandadolavueltacomoauncalcetín.Laenergía de los Wilcox la había fascinado y había engendrado en su mentesensible una imagen nueva de la belleza. Estar con ellos todo el día al airelibre,dormirbajosumismotecho,leparecíanlosgocessupremosdeestavidayestolecondujoaunaanulacióndelapersonalidad,loqueyaes,deporsí,un

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posible preludio del amor. Le gustaba someterse amísterWilcox, a Evie, aCharles; le gustaba que le dijeran que su concepto de la vida era puraautojustificaciónomeraretórica;quelaigualdad,elsufragiodelamujeryelsocialismoeranunatontería,elarteylaliteratura,exceptocuandocontribuyenal fortalecimiento del carácter, una tontería. Uno tras otro los Wilcoxderribaron los fetiches de la familia Schlegel y Helen, aunque aparentasedefenderlos, se alegraba. CuandomísterWilcox aseguró que un hombre denegocios decidido y capaz hace más bien al mundo que una docena dereformistas sociales,Helenaceptóesta curiosaafirmación sinpestañeary sereclinó confortablemente en los cojinesdel automóvil.CuandoCharlesdijo:«¿Porquéserconsideradoconloscriadossiellosnoloaprecian?»,HelennorespondióconlaréplicadelosSchlegel:«Siellosnoloaprecian,yosí»;porelcontrario,seprometióasímismasermenosconsideradaconlaservidumbreenelfuturo.Ytodocuantohizo,pensóyrespirófueunasoterradapreparaciónparaPaul.Paul era inevitable:Charles estaba comprometidoconotramujer,místerWilcoxerademasiadoviejoyEviedemasiadojoven;mistressWilcox,por su parte, era distinta. Empezó a rodear al hermano ausente de un haloromántico, a personificar en él todo el esplendor de aquellos días felices, asentir que con él estaría más cerca de aquel firme ideal. Ambos tenían lamisma edad, le había dicho Evie. Todo el mundo consideraba a Paul másguapoquesuhermano.Eramásdiestroconlaescopeta,aunquejugabapeoralgolf. Y así, cuando Paul apareció, radiante por el triunfo obtenido en susexámenesydispuestoacoquetearconcualquierchicaguapa,Helencorrióasuencuentroyselerindióeldomingoporlanoche.

Paul había estado hablando de su inminente exilio en Nigeria. Deberíahaber seguido hablando y permitir así que su huésped se recobrase de laprimeraimpresión,peroviopalpitaragitadamenteelpechodeHelenyaquellolehalagó.Lapasióneraposibleyélseapasionó.Algomurmuróensuinterior:«Esta chica permitirá que la beses, y es posible que no se repita unaoportunidadsemejante».

Asífue«comosucedió»o,mejor,comolodescribióHelenasuhermana,utilizando palabrasmás crueles aún que las que yo he usado ahora. Pero lapoesía,elencanto,lamagiadeaquelbeso¿cómodescribirlos?Auninglésleresultamuyfácilsonreírdespectivamenteanteestosencuentrosfugacesquelacasualidad depara a los seres humanos, blanco idóneo para el cínico y elmoralista.Nadamásfácilquecalificarlosde«emociónpasajera»eignorarquévívida fue la emoción antes de que pasara. En principio, esta inclinación aldesprecioyalolvidonoestámal,puesimplicalaideadequelaemociónesperecederaydequeelserhumanoescapazderelacionesmásperdurablesyno de meras descargas eléctricas. Pero hacemos mal en exagerar nuestrorechazodelosimpulsosyennoadmitirquesonestosimpulsos,tantriviales,losqueabrenlaspuertasdelparaíso.AHelen,encualquiercaso,lavidayano

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habríadeproporcionarleenelfuturonadatanintensocomoaquelabrazoconunmuchachoqueapenaspusoenélnadadesuparte.Paullahizosalirdelacasa,dondehabíademasiadaluzycorríanelpeligrodesersorprendidos,ylacondujoporunsenderoqueélconocíajuntoaltroncodelolmogigantesco.Lavozdelhombresusurróenlaoscuridad:«Teamo»,enelprecisomomentoenqueellaanhelabaamor.Mástarde,cuandolaexiguapersonalidaddePaulsehubodesvanecido,permaneciólaimagenqueenaquelinstantehabíacreado.Enlosañosquesiguieron,Helenyanovolvióaencontrarnadaigual.

—Locomprendo—dijoMargaret—,almenoscomprendocuantosepuedecomprenderconrespectoaestascosas.Cuéntameahoraquésucedióellunesporlamañana.

—Todoterminódepronto.

—¿Quépasó,Helen?

—Verás,mientrasme vestía aún era feliz; al bajar la escalerame sentíainquieta, y cuando entré en el comedor comprendí que todo iba mal. Allíestaba Evie…no sé cómo decirte… revolviendo la tetera, ymísterWilcox,leyendoelTimes.

—¿YPaul?,¿estabaallítambién?

—Sí.CharlesleestabacontandonoséquédeunasaccionesylaBolsa…élparecíaasustado.

Las dos hermanas podían transmitirsemuchas impresiones pormedio deindicaciones sutiles. Margaret intuyó el pánico latente en la escena y lasiguienteaclaracióndeHelennolesorprendió.

—¿Sabes? Cuando esta clase de hombres tiene miedo, es espantoso.Nosotraspodemosestarasustadas,yotraclasedehombres,también…comopapá,porejemplo;peronounhombreasí.AlveralosdemástantranquilosyaPaullocodeterrorporsiyodecíaalgoincorrecto,sentíporunmomentoquetoda la familia Wilcox era un fraude, un castillo hecho de periódicos,automóviles y palos de golf, y que si ese castillo se derrumbaba, noencontraríadetrásmásquepánicoyvacío.

—Yonoloveoasí.LosWilcoxmeparecieronpersonasmuyauténticas;enespecial,laseñora.

—Escierto, yo tampoco loveo así.Pero, yaves: parecíaunhombre tanseguro, tan entero…no sé.En fin, como te decía, las cosas iban demal enpeor.Medicuentadequeaquellonopodíaser…dequenuncapodríaser;asíque aprovechéque losdemás sehabían ido al jardín apracticar unpocodedeporteyledijeaPaul:«Ayercometimosunatontería».Esolealivió,aunquesequedó terriblementeavergonzado.Empezóadecirmequeno teníadinero,

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que no podía casarse. Vi que le resultabamuy doloroso y cambié de tema.Entoncesmedijoél:«Tengoquepedirleperdón,missSchlegel;noséloquepasóanoche»,yyo lecontesté:«Tampocosé loquemeocurrióamí;nosepreocupe».Asínosseparamos,hastaquemeacordédequetehabíaescritolanoche anterior, se lo dije y le acometió de nuevo el pánico. Le pedí que teenviaseun telegramaenminombre,porque sabíaquevendríasoqueharíasalgo por el estilo. Paul intentó coger el coche, pero Charles y su padre lonecesitaban para ir a la estación.Charles se ofreció a enviar el telegrama ytuvequedecirlequenovalíalapena,puesPaulmedijoqueCharlesloleeríay,aunqueloescribívariasveces,élinsistióenquesospecharíanalgo.Alfinalsefueapieconelpretextodeiracomprarcartuchos,conlocual,entreunascosasyotras,enviamoseltelegramademasiadotarde.Fuelapeormañanaquerecuerdohaber pasado enmi vida. Paulmeodiaba cada vezmás yEvie noparaba de hablar de cricket hasta que estuve a punto de ponerme a chillar.AhoranocomprendocómopudesoportaraEvielosdíasprecedentes.PorfinCharlesymísterWilcoxsefueronalaestaciónyentoncesllegóeltelegramatuyoavisándomedequelatíaJuleyllegabaentren.Pauldijoqueyolohabíaenredadotodo…Fuehorrible.Porsuerte,mistressWilcoxestabaalcorriente.

—¿Alcorrientedequé?

—De todo;aunquenadie ledijounapalabra, creoque siempreestuvoalcorrientedetodo.

—Quizáteoyó.

—Supongo que sí, pero no deja de ser extraordinario. Cuando llegaronCharlesy la tía Juley insultándose recíprocamente,apareciómistressWilcoxen el jardín y suavizó la situación. ¡Uf! A pesar de todo, fue un asuntodesagradable.Pensarque…—suspiró.

—Pensar que ha de haber tanto telegrama y tanta furia porque unjovenzueloytútenéisunarelaciónfugaz—concluyóMargaret.

Helenasintió.

—Es algo que me hace reflexionar a menudo, ¿sabes? —continuóMargaret—, algo que me interesa muchísimo. La verdad es que existe unavidaexteriorconlaquenitúniyotenemoscontactoyenlaquecuentanlostelegramasylafuria.Encambiolasrelacionespersonales,alasquenosotrasdamosunaimportanciapreeminente,nolatienenenesemundo.Ahí,elamorequivaleacompromisomatrimonial;lamuerte,afuneral.Tengoideasclarasalrespecto,peromidudaestribaensiesavidaexterior,quemeparecea todasluces horrible, no será la vida real. Tiene, ¿cómo te diría?, tiene entidad,carácter… Y si, a la larga, las relaciones personales no conducirán a unaespeciedeñoñezsentimental.

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—Escurioso,Meg,yosentílomismocuandoviquelosWilcoxestabandevueltadetodoyteníansiemprelasriendasenlamano.

—¿Yahora?,¿yanolopiensas?

—RecuerdoaPaulduranteaqueldesayuno—dijoHelenconvoztranquila—.Nuncaloolvidaré.Noteníanadaaquéagarrarse.No,Meg,lasrelacionespersonalessonlaauténticavida.Ahoraysiempre.

—Amén.

Deestemodoel episodiode losWilcoxpasóa serun recuerdo,dejandotrasdesíimpresionesentremezcladasdedulzurayangustia.Lasdoshermanassiguieron llevando la vida que Helen había catalogado como buena.Charlaban,bienentresí,bienconotros, llenabanlacasadeWickhamPlace,altayestrecha,delagentequelesagradabaoconlaquecreíanpoderentablaramistad,einclusoparticipabanenreunionespúblicas,porque,asumanera,lapolíticalesinteresaba,noalmododelospolíticos,sinocomoundeseodequela vida pública reflejase todo lo bueno que hay en la vida interior de laspersonas. La templanza, la tolerancia y la igualdad entre los sexos eran susestandartes; por el contrario, no seguíannuestra política exterior en elTíbetcon la debida atención y, a veces, desdeñaban en su totalidad el Imperiobritánicoconunsuspirodeperplejidadnoexentadeadmiración.CongenteasínosehacelaHistoria,desdeluego,yelmundoseríagrisydesangeladosisecompusiera exclusivamente de Schlegels, pero, siendo el mundo como es,probablementelasdoshermanasbrillabancomodosluceros.

Unaspalabras,ahora,sobresuorigen.Noeran«inglesashasta lamédulade loshuesos»,comosu tíahabíaafirmadoenunraptodecondescendencia.Pero tampoco eran «alemanas de esas, tan espantosas». Su padre habíapertenecidoauntipoqueabundabaenAlemaniahacecincuentaaños,quenoahora.Noeraelclásicoalemánagresivo,tangratoalosperiodistasingleses,nielclásicoalemánfamiliar,tangratoalingenioinglés.Másbienpertenecíaal tipodecaballero ruraldeHegelyKant, idealista,dadoa la ensoñaciónycuyoimperialismoeraelimperialismodelaire.Noesqueselepudieratildardeinactivo,pueshabíaluchadofieramentecontraDinamarca,contraAustriaycontraFrancia, pero había luchado sin apreciar los resultados de la victoria.Atisbó un destello de verdad después de la batalla de Sedán, cuando viovolversegriseslosbigotesteñidosdeNapoleón,yotrodestellocuandoentróenParísyvioloscristalesrotosdelasTullerías.Vinolapazyfuelagloria:sehabíanconvertidoenunimperio;peroélsabíaquealgosehabíadesvanecido,algo cuya pérdida no compensaba toda la Alsacia-Lorena. Alemania, comopotencia comercial, como potencia naval, con colonias por aquí y políticaexterior por allá, con aspiraciones legítimas sobre otros territorios, podíaimpresionaralosdemás,queseaprestabanaservirlaconalmayvida.Él,por

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su parte, se abstuvo de recoger los frutos de la victoria y se nacionalizóinglés… Los miembros más conspicuos de su familia no se lo perdonaronjamásydictaminaronque sushijas, aunqueno fueran«inglesasdeesas, tanespantosas», nunca serían «alemanas hasta lamédula de los huesos».HabíaconseguidotrabajoenunauniversidadinglesadeprovinciasyallísecasóconlaPobreEmily(oconDieEngländerin,segúnotros)y,comoellateníadinero,se trasladaronaLondresyconocieronamuchagente.Perosusojossiempreestuvieronfijosalotroladodelmar.Siempreesperóquesedisipasenlasnubesdelmaterialismoqueoscurecíansutierranatalyquevolvieraabrillarlacálidaluz intelectual de antaño. «¿Quieres decir con eso que los alemanes somosestúpidos,tíoErnst?»,lepreguntabaunodesussobrinos,altivoymagnífico.YeltíoErnstrespondía:«Enmiopinión,sí.Usáislainteligencia,peroyanoospreocupáisporella.Aestolollamoyoestupidez».Yviendoqueelaltivosobrino no replicaba, proseguía él: «Solo os preocupáis de las cosas quepodéisutilizary,porende,lascolocáisenelordensiguiente:dinero,utilidadmáxima; inteligencia, bastante útil; imaginación, sin utilidad alguna. No—atajólasprotestasdelotro—,vuestropangermanismonoesmásimaginativoque el imperialismo británico. Es propio de una mente vulgar, que seestremececonlasmagnitudes,pensarquemilmillascuadradassonmilvecesmáshermosasqueunamillacuadradayqueunmillóndemillascuadradassoncasi el paraíso. Esto no es imaginación. Esto es el aniquilamiento de laimaginación.Cuandolospoetasinglesestratandecantarlagrandeza,muerende muerte natural. También vuestros poetas están muriendo, y vuestrosfilósofos,yvuestrosmúsicos, a losqueEuropaenterahaescuchadodurantedoscientos años. Desaparecidos, desaparecidos con las pequeñas Cortes quelos sostuvieron. Desaparecidos con Esterhaz, con Weimar. ¿Cómo dices?¿Vuestrasuniversidades?Ah,sí,tenéishombresinstruidosquerecopilanmáshechos que los hombres instruidos de Inglaterra. Recopilan hechos y máshechos… un imperio de hechos. Pero ¿quién arrojará un poco de luz sobreestoshechos?».

Margaretescuchabasentadaenlasrodillasdelaltivosobrino.

Fueunaeducaciónúnicaparalaspequeñas.ElaltivosobrinosolíapasarenWickhamPlaceundíaacompañadodesuaúnmásaltivaesposa,convencidosambos de que Alemania había sido designada por Dios para gobernar elmundo.AldíasiguientellegabalatíaJuley,convencidadequeGranBretañahabía sido designada para el mismo cometido por la misma autoridad.¿Estaban en lo cierto las dos partes? En una ocasión, habiendo coincidido,Margaret les imploró con las manos juntas que discutieran el tema en supresencia.Todosenrojecieron,sinembargo,ysepusieronahablardeltiempo.«Papá —gritó ella, que era una niña en extremo ofensiva—, ¿por qué nodiscutenesteasunto,queesmásinteresante?».Ysupadre,mirandoceñudoalas dos partes, respondió que no lo sabía. Entonces Margaret, ladeando la

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cabeza, comentó: «Paramíhaydos cosas claras: o la voluntaddeDios estáindecisaentreInglaterrayAlemania,oambospaísesdesconocenlavoluntaddeDios».Unaniñaodiosa, sinduda,peroa los treceañoshabíacaptadoundilemaquemuchagente,entodasuvida,nolograpercibir.Sucerebrovolabadeunladoaotroysedesarrollófuerteyflexible.Laconclusiónalaquellegófue que cualquier individuo está más próximo a lo invisible que ningunaorganización,yjamáscambiódeopiniónalrespecto.

Helenseguíaelmismocamino,sibiendeunmodomásirresponsable.Separecíaasuhermanaencarácter,peroerabonitay,portanto,mássusceptiblede pasarlo bien. La gente se agrupaba a su alrededor conmás facilidad, enespecialcuandose tratabadenuevasamistades,yestepequeñohomenaje lecomplacía. Cuandomurió su padre y se quedaron solas enWickhamPlace,Helenacaparabacasisiempretodalacompañía,mientrasMargaret,tanbuenaconversadoracomosuhermana,fracasabaenelintento.Ningunadelasdosselamentabaporello.HelennuncasedisculpóniMargaretexperimentóelmásmínimo rencor. Pero la apariencia física influye en el carácter. Las doshermanas eran muy parecidas durante la infancia, pero en la época delepisodiodelosWilcox,susmétodosempezabanadivergir:lamenoreramásdadaaatraery,atrayendo,aseratraída;lamayoribadirectamentealosuyoyaceptabacomopartedeljuegoalgúnqueotrofracasoaccidental.

EncuantoaTibby,pocopuededecirse.Alcomienzodeestahistoriaeraunjovencitodedieciséisaños,inteligente,dispépsicoydifícil.

Capítulo5

Está generalmente admitido que la Quinta sinfonía de Beethoven es elruidomássublimequehayapenetradojamáseneloídohumano.Satisfaceatodoelmundo,cualesquieraqueseanlacondiciónycaracterísticasdeloyente.TantosiestesepareceamistressMunt,queseguíasubrepticiamenteelritmoconelpiecuandosonabaeltema(sinmolestaralprójimo,porsupuesto);oaMargaret,quesolooíamúsica;oaHelen,queveíahéroesynaufragiosenelflujo de las notas; o a Tibby, que estaba profundamente versado encontrapuntos y sostenía la partitura abierta en las rodillas; o a su prima,fräulein Mosebach, que recordaba a cada instante que Beethoven era echtDeutsch; o al joven acompañante de fräulein Mosebach, que no recordabanadaexceptoafräuleinMosebach;encualquiercasoyseacomosea,lapasiónde suvida se intensificayhayqueadmitirqueeste ruido,pordos chelines,resultafrancamentebarato.EsbaratoinclusosiseoyeenelQueen’sHall,lapeorsaladeconciertosdeLondres(aunquenopeorqueelFreeTradeHallde

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Manchester) e incluso oído en el extremo izquierdo de la sala, donde lostimbalesretumbanenlacabezadelhipotéticooyenteantesqueelrestodelaorquesta.Sí,aunasíesbarato.

—¿Con quién está hablando Margaret? —dijo al finalizar el primermovimientomistressMunt,queseencontrabadenuevoenLondres,devisitaenWickhamPlace.

Helenrecorrióconlamiradalalargafilaqueformabasugrupoydijoquenolosabía.

—¿Seráalgunodeesosjóvenesenlosqueestáinteresada?

—Eso espero —respondió Helen. La música la envolvió y no pudodetenerseaestablecerladistinciónqueexisteentreunjovenalqueseconoceyunjovenenquiensetieneinterés.

—Soistanmaravillosasal…¡Huy,VirgenSanta,nosepuedehablar!

Porque había comenzado el andante, muy bonito a pesar de tener unparecidofamiliarcontodoslosdemásandantescompuestosporBeethoveny,enopinióndeHelen,dedesconectaraloshéroesylosnaufragiosdelprimermovimientodeloshéroesyduendesdeltercero.Oyóeltemaenterounavezyluegodejó vagar su atención, curioseando entre la audiencia, el órganoy laarquitectura. Censuró los flácidos cupidos que circundaban el techo delQueen’sHall,inclinadoslosunossobrelosotroseninsípidosgestosyvestidoscon pálidos pantalones en los que se reflejaba el sol de octubre. «¡Quéespantoso sería casarse con un hombre que se pareciera a esos cupidos!»,pensóHelen.Beethovenempezabaaadornareltema,asíqueHelenloescuchóentero una vez más y luego sonrió a su prima Frieda. Pero Frieda estabaoyendomúsica clásica ynopodía distraerse.TambiénherrLieseckeparecíaincapazdedejarsedistraerporunamanadadecaballossalvajes:teníalafrentearrugada,loslabiosseparados,losquevedosenángulorectoconlanarizylasmanosblancasygordezuelasposadasen las rodillas. Juntoaél estaba la tíaJuley,tanbritánica,empeñadaenseguirelritmoconlospies.¡Quéhileradetipos más interesantes! ¡Qué diversidad de influencias los había formado!Beethoven,trassusurrarcongrandulzura,suspiró—«Aaaaah»—yseacabóel andante.Aplausos y una ronda dewunderschöning y prachtvolleying porpartedelaconcurrenciaalemana.Helendijoasutía:

—Ahoravieneelmovimientomásbonito:primerolosduendesyluegountríodeelefantesbailando.

Tibby rogó a los presentes en general que se fijasen en el pasaje detransiciónejecutadoporeltimbal.

—¿Porquién,querido?

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—Poreltimbal,tíaJuley.

—No,fíjateenlaparteenquecreesquelosduendessehanidoyvuelven—cuchicheó Helen mientras la música empezaba con un duende paseandotranquilamentedeunextremoalotrodeluniverso.Noerancriaturasagresivas,yesoeraloquelashacíaterriblesalosojosdeHelen.Selimitabanaobservar,de pasada, que no había en el mundo ni heroísmo ni esplendor. Tras elinterludio de elefantes bailarines, regresaron los duendes y repitieron laobservaciónporsegundavez.Helennopodíacontradecirlos,porqueunavez,yatodoslosefectos,habíasentidolomismoyhabíavistoabatirselossólidosmurosde la juventud. ¡Pánicoyvacío! ¡Pánicoyvacío!Losduendes teníanrazón.

Suhermano levantóundedo:eraelpasajede transiciónejecutadoporeltimbal.

Beethoven, como si las cosas estuviesen llegando demasiado lejos,sujetaba a los duendes y los hacía hacer lo que él quería. Les dio unempujoncito y empezaron a caminar en clavemayor en lugar de hacerlo enclave menor, y entonces… sopló y se dispersaron. ¡Ráfagas de esplendor,dioses y semidioses luchando con inmensas espadas, color y fraganciaderramadosenelcampodebatalla,grandiosavictoria,magníficamuerte!¡Oh!Elmundo estalló ante los ojos deHelen, que estiró lasmanos enguantadascomosisetrataradealgotangible.Tododestinoeratitánico;todaconquista,deseable; conquistadores y conquistados serían aplaudidos por igual por losángelesdelasmásdistantesestrellas.

¿Ylosduendes?,¿acasonohabíanestadoallí?¿Eransololosfantasmasdelacobardíayde la faltade fe?¿Bastabaun saludable impulsohumanoparaponerlos en fuga? Hombres como místerWilcox o el presidente Rooseveltdiríanquesí,peroBeethoveneramássabio.Losduendeshabíanestadoallí.Podían volver… y volvieron. Era como si el esplendor de la vida pudierahervir demasiadoy disiparse en vapor y espuma.En sudisolución se oía lanota terrible, ominosa, y un duende, con creciente malignidad, recorría eluniversodeunconfínalotro.¡Pánicoyvacío!Hastalosflamantesmurosdelmundopodíancaer.

Beethoveneligióun final feliz.Edificódenuevo lasmurallas.Soplóporsegundavezydispersóunavezmás a losduendes.Devolvió las ráfagasdeesplendor,elheroísmo,lajuventud,lamagnificenciadelavidaydelamuertey, entre profundos rugidos de alegría sobrehumana, condujo a la Quintasinfonía a su fin. Pero los duendes estaban allí. Podían volver. Lo habíaexpresadovalientementeyporesosepuedeconfiarenBeethovencuandodiceotrascosas.

Helenseabriócaminohacialasalidadurantelosaplausos.Deseabaestar

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sola.Lamúsica lehabíamostradocuantoensuvidahabíasucedidoopodíasuceder.Lohabíaleídocomoenunarevelacióntangible,inalterable.Lasnotassignificabanestoyaquelloparaella,nopodíansignificarotracosaytampocola vida podía tener otro significado. Salió del edificio, bajó despacio lasescalerasexteriores,aspirandoelaireotoñal,yechóaandarhaciasucasa.

—Margaret—dijomistressMunt—,¿seencuentrabienHelen?

—Oh,sí.

—Siempresevaamitaddeprograma—dijoTibby.

—Parece que lamúsica le ha conmovido profundamente—dijo fräuleinMosebach.

—Perdone —dijo el joven desconocido de Margaret, que había estadopreparando la frase durante un rato—, pero esa señorita se ha llevado miparaguasporequivocación.

—¡Cielo santo! Lo siento muchísimo. Tibby, ve corriendo y alcanza aHelen.

—Meperderíalascuatrocancionesgraves.

—Tibby,cariño,tienesqueir.

—PorDios,notieneimportancia—dijoeljoven,unpocoinquieto,adecirverdad,porsuparaguas.

—Yalocreoquesí.Tibby.¡Tibby!

Tibbyselevantóysequedóhábilmenteatrapadoentrelosrespaldosdelosasientos.Cuandohubolevantadoelasiento,encontradosusombreroylibradosu persona de los restantes impedimentos, ya era «demasiado tarde», paraalcanzaraHelen.Lascuatrocancionesgraveshabíanempezadoynadiepodíamoversedurantelaejecución.

—Mihermanaesmuydistraída—murmuróMargaret.

—Deningúnmodo—contestóeljoven;perosuvozsonóopacayfría.

—Simedaustedsudirección…

—Oh,no,no,enabsoluto—dijoélenrollandoelgabánsobresusrodillas.

Las cuatro canciones graves entraron en los oídos deMargaret.Brahms,contodossuslamentosyplañidos,nuncahabíaexperimentadoloquesesientecuandoseessospechosoderobarunparaguas.Porqueaqueljovenmentecatopensabaqueella,HelenyTibbyhabíanestadoponiendoenprácticaunardidyquesiélleshubiesedadosudirección,habríanirrumpidoensushabitacionesamedianocheylehabríanrobadotambiénelbastón.Cualquierdamasehabría

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reído, pero Margaret se sintió afectada, porque aquello era un síntoma desordidez. Confiar en el prójimo es un lujo que solo los ricos se puedenpermitir; no los pobres. Apenas Brahms dejó de quejarse, Margaret dio aljovensutarjetayledijo:

—Vivimos aquí. Si usted lo prefiere, puede venir por el paraguas alterminar el concierto. Lamento, con todo, causarle tantamolestia cuando laculpahasidoenteramentenuestra.

El rostrodel jovense iluminó levementecuandovioqueWickhamPlaceestaba en el West. Daba pena verle corroído por la sospecha e incapaz, almismotiempo,desergroseroportemoraqueaquellagentetanbienvestidafuerahonradaalfinyalcabo.AMargaretleparecióbuenaseñalquedijera:

—Unprogramamuybonito elde esta tarde, ¿verdad?—pueseste era elcomentario con el que habrían iniciado la conversación si el paraguas nohubieseintervenido.

—LapartedeBeethovenestámuybien—dijoMargaret,quenoeraunamujerdelasqueanimanasuinterlocutor—,peroBrahmsnomegusta,nilapieza deMendelssohn que interpretaron al principio… y, ¡uf!, no soporto aElgar,quevieneahora.

—¿Que qué? —dijo herr Liesecke, que había escuchado las últimaspalabrasdeMargaret—.¿NoesbuenoPompaycircunstancia?

—¡Ay, Margaret, qué pesada! —protestó su tía—. He conseguidoconvencer a herrLieseckepara que se quede a oírPompay circunstancia yvienestúyechasporelsuelotodomitrabajo.Tengounasganaslocasdequeoiga lo que componemos nosotros. No deberías menospreciar a loscompositoresingleses,Margaret,hija.

—YoyaheoídoestacomposiciónenStettin—dijofräuleinMosebach—,endosocasiones.Esunpoco…dramática.

—Frieda,túdespreciaslamúsicainglesa,yasesabe.Yelarteinglésylaliteratura inglesa, exceptuando a Shakespeare, que era alemán. Está bien,Frieda,tepuedesir.

Losnoviosserieronysemiraronelunoalotro.MovidosporunimpulsocomúnselevantaronyhuyerondePompaycircunstancia.

—Es verdad—dijo herr Lieseckemientras se abría paso y alcanzaba elpasilloenelmomentoenqueempezabalamúsica—,tenemosquehacerunavisitaenFinsburyCircus.

—¡Margaret! —susurró a voces la tía Juley—, ¡Margaret! FräuleinMosebachsehadejadosupreciosobolsitoenelasiento.

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Sin lugar a dudas era el bolso de Frieda y contenía su agenda, sudiccionariodebolsillo,sumapadeLondresysudinero.

—¡Quélata…quéfamilia!¡Frieda!¡Frieda!

—Sssst—chistaronlosquedegustabanlamúsica.

—¡ElnúmerodeFinsburyCircusalqueiban…!

—Simepermiten…yopodría…—dijoeljovensuspicazenrojeciendo.

—¡Oh,sí!Seloagradeceríamuchísimo.

Tomóel bolso (en cuyo interior tintineaba el dinero)y sedeslizópasilloarriba.Tuvotiempojustodealcanzarlosenlapuertayrecibióunaencantadorasonrisadelajovenalemanayunaperfectainclinacióndelcaballero.Volvióasusitio.Laconfianzaquehabíandepositadoenéleratrivial,perosintióquecancelaba la desconfianza que había experimentado hacia ellos y queprobablemente no le engañarían con su paraguas. Aquel joven había sidoengañadoenelpasado—demalamanera,quizáarrolladoramente—yahoradedicababuenapartedesusenergíasadefendersedelosdesconocidos.Peroaquella tarde, talvezacausade lamúsica,percibióqueenciertasocasioneshayque abandonarseo, si no, ¿dequé sirvevivir?WickhamPlace,W., aunpresuponiendounriesgo,eratansegurocomocualquierotracosayélestabadispuestoaasumirelriesgo.

Yasí,alfinalizarelconcierto,cuandoMargaretdijo:«Vivimosmuycerca.Ahoraprecisamentevoyparaallí.¿Puedeustedvenirconmigoyrecogeremossu paraguas?», él contestó: «Gracias» pacíficamente y la siguió. Margarethabríapreferidoqueaqueljovennofueratansolícitoenayudaralasdamasabajar laescaleraoen ir abuscarelprograma—erancaside lamismaclasesocial para que sus modales no la humillaran—, pero lo encontrabainteresante, en conjunto (en aquella época todo el mundo interesaba a losSchlegelenconjunto),porlocual,mientrassuslabioshablabandecultura,sucorazónplaneabainvitarleatomarelté.

—¡Qué cansada acaba una después de oírmúsica!—dijoMargaret paraempezar.

—¿EncuentraustedopresivalaatmósferadelQueen’sHall?

—Ay,sí,eshorrible.

—Sin embargo, creo que la atmósfera del Covent Garden es aún másopresiva.

—¿VaustedamenudoalCoventGarden?

—Sí,cuandomelopermitemitrabajo,sueloiralgallinero,alaópera.

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Helenhabríaexclamado:«Yotambién,¡meencantaelgallinero!»ydeestemodohabríacreadounvínculoafectivoconeljoven.Helensabíacómohacerestetipodecosas.PeroMargaretteníaunaaversióncasienfermizaa«arrastrara lagente»,a«hacerque lascosas rodaranporsísolas».HabíaestadoenelgallinerodelCoventGarden,perono«solía ir»,prefería las localidadesmáscaras;elgallineronoleencantaba,nimuchomenos.Asíquenocontestó.

—Este año he ido tres veces: a Fausto, a Tosca y a…, ¿cómo se decía,Tanhauser,Tanhoiser…?Mejornoarriesgarse.

AMargaretnolegustabaniToscaniFausto.Yasí,porunauotrarazón,siguieroncaminandoensilencio,arrulladospor lavozdemistressMuntqueteníadificultadesconsusobrino.

—Me acuerdo del pasaje, Tibby, pero cuando cada instrumento es tanbonito,resultadifícildistinguiralunodelotro.EstoyseguradequeHelenytúme lleváisa losmejoresconciertos.Niunanotadesacertadadelprincipioalfin.Me habría gustado que nuestros amigos alemanes se hubieran quedadohastaelfinal.

—Vamos, tía Juley, estoy seguro de que no te has olvidado del timbalredoblandoendomenor—seoyódeciraTibby—.Nadiepuedeolvidarlo,esinconfundible.

—¿Unpasajemuy fuerte?—aventurómistressMunt—.Desde luego,nopretendo ser una entendida enmúsica—añadió al ver quehabíamarrado eltiro—.Soloquemegusta de lamúsica…una cosadistinta.Pero, eso sí: sécuandounacosamegustaycuándono.Asegúnquiénlepasalomismoconlapintura.Entraenunagalería,missConder,porejemplo,yenseguidadiceloquesiente,cuadroporcuadro.Yosoy incapazdehacerlo.Pero lamúsicaesdiferentede lapintura,creoyo.Cuandose tratademúsica,estoy tanseguracomopuedaestarloelquemás,teloaseguro,Tibby.Yalocreo.Yonosoydeesosquedisfrutancontodo.Hubounacosa,algosobreunfauno,enfrancés,queaHelen leextasióyamí,encambio,meparecióde lomás tontorrónysuperficial.Lodijeentoncesylohemantenidosiempre.

—¿Está usted de acuerdo? —preguntó Margaret—. ¿Cree usted que lamúsicaesdiferentedelapintura?

—Yosu…supongoquesí—dijoeljoven.

—Yotambién.Sinembargo,mihermanasostienequesonexactamentelomismo.Discutimosmuchoalrespecto.Elladicequeyosoymuyrígida;yyo,queellaesunasentimentalsinmétodo—y,yalanzada,gritó—:¿Noleparecea usted absurdo? ¿De qué sirven las artes si son intercambiables? ¿De quésirveeloídosidicelomismoquelosojos?ElobjetivodeHelenestrasladarlasmelodíasallenguajedelapinturayloscuadrosallenguajedelamúsica.

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Esingenioso,noloniego,ydicecosasinteresantesaesterespecto,pero¿quése gana con ello, me pregunto yo? ¡Tonterías! ¡Es radicalmente falso! SiMonet es Debussy y Debussy es Monet, ninguno de los dos vale unpimiento…amimododever.

Eraevidentequelasdoshermanassepeleaban.

—Tome,porejemplo,lasinfoníaqueacabamosdeoír.Helennoladejaráen paz. Le da sentido del principio al fin; la convierte en literatura. Mepreguntosivolveráeldíaenquelamúsicaseconsideremúsica.Contodo,noséquépensar.Ahíestámihermano,ahíatrás.Élsíconsideralamúsicacomomúsicay,sinembargo,¡Diosmío!,meirritamásqueningunaotrapersona,mecrispalosnervios.Conélnomeatrevoadiscutir.

Unafamiliadesgraciada,perotalentosa.

—Porsupuesto,elculpabledetodoesWagner.WagnerhacontribuidomásquenadieenelsigloXIXa laconfusiónde lasartes.Creoquelamúsicaseencuentraenunasituacióncrítica,aunqueextraordinariamenteinteresante.Devezencuando,alolargodelahistoria,aparecenestosgeniosterribles,comoWagner, que conmocionan todas las ideas al mismo tiempo. Al principio,espléndido,peroluegoquedatalcantidaddebarro,talembrollo,quenosé…Las ideas, que estaban bien claras, acaban por entremezclarse con unafacilidadexcesiva;ningunasiguesucursodeunmododefinido.EstoesloquehahechoWagner.

LaspalabrasdeMargaretrevoloteabancomopájarosentornoaljoven.Siélpudiesehablarasí,conquistaríaelmundo.¡Ah!,¡tenercultura!,¡pronunciarcorrectamente los nombres extranjeros!, ¡estar bien informado, poderdesarrollarseguroyfluidocualquiertema!Peroesollevaaños.Conunahoraalmediodíayunaspocashoraspor lanoche, ¿cómo sepuedecompetir conmujeresociosas,quehanleídodesdelainfancia?Sucabezapodíaestarllenade nombres, incluso podía haber oído hablar de Monet y de Debussy; elproblema era que no podía unirlos en una sola frase, no sabía darles unsentido; el problema era que no podía olvidar el paraguas perdido. Sí, elverdadero problema era el paraguas. El paraguas persistía, tras Monet yDebussy,con la insistenciadel redoblede timbal.«Supongoqueno lehabrápasadonadaalparaguas—pensabael joven—.En realidad,nome importa.Voy a pensar en la música. Supongo que no le habrá pasado nada a miparaguas».Alprincipiodelaveladasehabíapreocupadoporlaslocalidades.¿Hizobienenpagardoschelines?Yantesaúnsehabíapreguntado:«¿Podrépasarme sinprograma?».Siempre le habíapreocupado algo.Siempre, desdeque teníamemoria; siempre había algo que le distraía de la búsqueda de labelleza. Porque buscaba la belleza y, por ello, las palabras de Margaretrevoloteabanentornoaélcomopájaros.

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Margaret seguía hablando, diciendode vez en cuando; «¿No cree usted?¿No opina usted igual?». Y una de las veces se paró y dijo: «¡Oh,interrúmpame usted!», lo que dejó al joven aterrado. El joven no se sentíaatraídoporella,aunqueleinspirabaunreverentetemor.Sufiguraeraflaca,sucara parecía contener solo ojos y dientes y las referencias a sus hermanoscarecíandeafectividad.Con toda su inteligenciay su cultura, aquellamujerseríaprobablemente,comoexplicabamissCorelli,unadeesas«esteticistassincorazón».Poreso leresultósorprendente—yalarmante—queelladijeradepronto:«Esperoquevendráatomarelté».

—Esperoquevendráatomarelté.Nosencantaría.¡Lehedesviadotantodesucamino!

Habían llegadoaWickhamPlace.Elsolsehabíapuestoyel remansosecubríadeunatenueneblina.

Aladerecha, la líneafantásticade losedificiossealzabacomounatorrenegra contra las tonalidades del crepúsculo; a la izquierda, las viejasmansioneslevantabanunparapetocuadradoeirregularcontraelgrisdelcielo.Margarettanteóenbuscadelallave.Naturalmente,lahabíaolvidado.Asiósuparaguasporlacontera,seinclinósobrelaverjaygolpeólaventanadelsalón.

—¡Helen!¡Ábrenos!

—¡Yavoy!—dijounavoz.

—¡Tehasllevadoelparaguasdeestecaballero!

—¿Me he llevado el qué?—dijo Halen abriendo la puerta—. Oh, paseusted.Encantada.

—Helen,hazelfavordenosertanatolondrada.TellevasteelparaguasdeestecaballerodelQueen’sHallyhatenidoquemolestarseenvenirabuscarlo.

—Lo sientomucho—exclamóHelen con la cabellera revuelta. Se habíaquitadoelsombreroalllegarysehabíaapoltronadoenunaenormebutacadelsalón—.Nohagootracosaquerobarparaguas.Losientomuchísimo.Paseycojauno.¿Elsuyotienemangodeganchoomangodepomo?Elmíolotienedepomoo,almenos,elqueyocreoqueesmío.

Encendieron las luces y empezaron a registrar el vestíbulo. Helen, quehabía olvidado bruscamente la Quinta sinfonía, iba comentando con gritosagudos:

—¡Túnohables,Meg!Unavezlerobastelachisteraaunanciano.Sí,sí,tíaJuley,esohizo.Esunhechoprobado.Creyóqueeransusmanguitos.¡Cielosanto!Semehacaídoelletrerodelapuerta.¿DóndeestáFrieda?Tibby,¿porquéno…?Ay,norecuerdoqué ibaadecir.Noeraeso,perodia lascriadasqueprepareneltéaprisa.¿Quélepareceesteparaguas?—loabrió—.No,las

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costurasestánrotas.Esunparaguasasqueroso.Debedesermío.

Peronoloera.

El joven arrebató el paraguas de las manos de Helen, murmuró unaspalabrasdeagradecimientoyhuyóconelpasomenudodeunoficinista.

—¿Peronosequedausted…?—exclamóMargaret—.Helen,¡cuidadoqueeresidiota!

—¿Quéhicemal?

—¿Novesque lehasasustado?Queríaquesequedasea tomarel té.Noteníasquehaberhabladoderobos,nidelosagujerosdelparaguas.Novisteladesazónpintadaensurostro…¡Ahorayaesinútil!—añadióalverqueHelenseprecipitabaalacallegritando:«¡Eh,espere!».

—Creoquehasidomejorasí—opinómistressMunt—.Nosabemosnadadeesejoven,Margaret,yelsalónestállenodeobjetospequeñosytentadores.

PeroHelengritó:

—¡TíaJuley!,¿cómopuedesdecirunacosaasí?Mehacessentiraúnmásavergonzada. Preferiría que fuera un ladrón y se llevara las cucharillas quehaber… En fin, supongo que tendré que cerrar la puerta. Un error más deHelen.

—Sí, creo que podríamos haber pagado las cucharillas en concepto derenta —dijo Margaret, y al ver la perplejidad de su tía continuó—: ¿Norecuerdas? «Renta».Era una de las expresiones de papá.Renta que se pagaporunideal,porlafeenlanaturalezahumana.¿Recuerdascómoconfiabaenlosextraños?Ysi leengañaban,solíadecir:«Esmejorserengañadoquesersuspicaz».Decíaqueelabusodeconfianzaesobradelhombre,peroelexcesodedesconfianzaesobradeldiablo.

—Algo creo recordar —dijo mistress Munt con acritud, porque habríadeseadoañadir:«Fueunasuerteque tupadresecasaraconunamujerrica».Pero como no habría sido correcto, se contentó con decir—: Podría haberrobadolasminiaturasdeRicketts.

—Mejor—dijoHelencontozudez.

—No —dijo Margaret—, estoy de acuerdo con la tía Juley. PrefierodesconfiardelagentequeperdermisRicketts.Todotieneunlímite.

Tibby, que consideraba el incidente desprovisto de interés, se fue a lacocinaaversihabíamagdalenasparaelté.Calentólateteraconunahabilidadcasi excesiva, rechazó elOrangePekoe que había preparado la criada, echócincocucharadasdeuntédesuperiorcalidad,llenólateteradeaguahirviendoeinstóalasmujeresaqueseapresurasenparanoperderelaroma.

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—Ya vamos, tía Tibby —gritó Helen, mientras Margaret, de nuevopensativa,decía:

—Enciertosentido,desearíaquetuviéramosunchicodeverdadencasa.Unchicointeresadoeneltratoconlosdemáshombres.Esofacilitaríamucholascosas.

—Esomismopiensoyo—dijosuhermana—.ATibbysololeinteresanlasmujeresespiritualesquecantanaBrahms—ycuandosereunieronconél, ledijo en tono cortante—: ¿Por qué no recibiste a aquel joven, Tibby?Tienesquehacerdeanfitriónalgunavez.Tendríasquehabertomadosusombreroyhaberle insistido para que se quedara, en lugar de dejar que unas mujereschillonasloaventasen.

Tibbysuspiróydejócaerunmechóndepelosobrelafrente.

—Esinútilhacerseelimportante.Teestoyhablandoenserio.

—DejaenpazaTibby—dijoMargaret,quenosoportabaquesemetieranconsuhermano.

—Estacasaesungallinero—mascullóHelen.

—¡Virgen Santísima! —protestó mistress Munt—. ¡Cómo puedes decirunas cosas tan horribles! Me sorprende la cantidad de hombres que tenéisaquí.Sihayalgúnpeligro,esprecisamenteelcontrario.

—Helenserefiereaquenoeslaclasedehombresquedeberíaser.

—No,noquisedecirestotampoco—rectificóHelen—.Tenemoslaclasedehombresquedebeser,perodelladoincorrecto.YdigoqueestoesculpadeTibby.Tendríaquehaberalgoenlacasa…un…unnoséqué.

—¿UntoquedelosW.,quizá?

Helensacólalengua.

—¿QuiénessonlosW.?—preguntóTibby.

—SonunosqueconocemosMeg,latíaJuleyyyo,yquetúnoconoces,asíquecállate.

—Supongo que esta es una casa de mujeres —dijo Margaret— y asídebemosaceptarlo.No, tía Juley,noquierodecirqueestacasaesté llenademujeres. Trato de decir algo mucho más sutil. Quiero decir que ya erairrevocablemente femenina aun en vida de papá. Estoy segura de que loentiendes.Bien, te daré otro ejemplo.Te extrañará, pero no importa. Supónque la reina Victoria diera una fiesta y que los invitados fueran Leighton,Millais, Swinburne, Rossetti, Meredith, Fitzgerald, etc. ¿Supones que elambiente de la fiesta sería artístico? ¡Qué va! Hasta las sillas en que se

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sentaran lo notarían. De modo que nuestra casa ha de ser forzosamentefemeninayloúnicoquepodemoshaceresprocurarquenoseaafeminada.Aligual que otra casa, que podría citar pero no cito, es irrevocablementemasculinayloúnicoquesushabitantespuedenhaceresprocurarquenoseabrutal.

—UnacasaquesupongoqueseráladelosW.—dijoTibby.

—NotevamosaexplicarnadadelosW.,pequeño—dijoHelen—,asíquenoledesmásvueltas.Y,porotraparte,metraesincuidadoqueloaverigües,demodo que no te creas que eresmuy listo, en cualquier caso. Dadme uncigarrillo.

—Contribuyes en lo que puedes, ¿eh?—dijoMargaret—. El salón estácargadodehumo.

—Quizásitútambiénfumaras,lacasasevolveríasúbitamentemasculina.Elambienteesprobablementeunacuestióndedetalles.Inclusoenlafiestadela reinaVictoria, si algo hubiese sido un poco diferente… quizá si hubiesellevadountrajedecóctelenvezdeunvestidodesaténcolormagenta…

—Conunmantónindioenloshombros…

—Cerradoenelpechoconunbrochedepiedra…

Una explosión de risa irrespetuosa —debe recordarse que eran medioalemanas—celebróestassugerenciasyMargaretdijoconairepensativo:

—Quéinconcebibleseríaquealafamiliarealleinteresaraelarte.

YlaconversaciónsefuedesviandomásymásyelcigarrillodeHelensevolvióascuaenlaoscuridadylospisosdeenfrentedejaronversusventanasiluminadas que se apagaban y se encendían y se volvían a desvanecerincesantemente.Trasellos,laavenidarugíasuavementeenunflujoincesante,mientrasaleste,invisibletrasloshumosdeWapping,selevantabalabruma.

—Ahoraquemeacuerdo,Margaret,deberíamoshaberhechoentraraaqueljoven en el comedor. Solo están los platos demayólica y no hay quien losdespeguedelapared.Lamentoquenosehayaquedadoatomarelté.

Aquelpequeñoincidentehabíaimpresionadoalastresmujeresmásdeloquepudieracreerse.Quedólatentecomoelpasodeunduende,comounaleveinsinuacióndequenotodoibabienenelmejordelosmundosydeque,bajolasupraestructuradelariquezayelarte,vagabaunjovenenfermizoquehabíarecobradosuparaguas,escierto,peroquenohabía trasdesínidirecciónninombre.

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Capítulo6

En esta historia los pobres no tienen lugar. Son inconcebibles y soloaccesiblesalospolíticosyalospoetas.Estahistoriatratadegentebienodeaquellosqueestánobligadosasimularqueloson.

Eljoven,LeonardBast,estabaenellímite.Nohabíacaídoenelabismo,perolopercibía;avecesalgúnconocidosuyoseprecipitabaenélydejabadeexistir para el mundo. Sabía que era pobre y solía admitirlo; pero habríamuertoantesqueconfesarseinferioralrico.Estopodráparecerespléndidoporsuparte,peroqueerainferioralamayoríadelosricosestáfueradetodaduda.Noeratandistinguidocomoeltérminomediodelosricos,nitaninteligente,ni tan sano, ni tan digno de afecto. Su cuerpo y su mente habían sufridodesnutriciónporqueerapobre;yporqueeramoderno,unoyotraexigíanmásy mejor nutrición. Si hubiera vivido unos siglos antes, en las brillantes ycoloristascivilizacionesdelpasado,habríagozadodeunestatusdefinido,surangoysusingresoshabríansidocongruentes.Perohoyendíaelángeldelademocraciahaalzadoelvuelooscureciendolasclasessocialesconsusalasdecueroyhaproclamado:«Todosloshombressoniguales…esdecir,todosloshombres que poseen paraguas», y así, el joven se había visto obligado areafirmarsudistinciónparanocaerenelabismodondenadacuentaydondelosasertosdelademocraciasevuelveninaudibles.

AmedidaquesealejabadeWickhamPlacesuprimerapreocupaciónfuedemostrarse a sí mismo que valía tanto como cualquiera de las Schlegel.Oscuramente herido en su orgullo, intentaba herirlas a ellas a su vez.Probablemente no eran auténticas damas. ¿Las auténticas damas le habríaninvitadoatomarelté?Sí,sí,claro,eranariscasyfrías.Acadapasoacrecíasusentimiento de superioridad. ¿Una auténtica dama hubiese hablado de robarparaguas?Alomejor,despuésdetodo,eranladronasysiélhubieraentradoenla casa le habrían aplicado a la cara un pañuelo empapado en cloroformo.CaminócomplacidohastaelParlamento.Allísuestómagovacíohizovalersusderechosylehizoverqueeraunmajadero.

—Buenasnoches,místerBast.

—Buenas,místerDealtry.

—Hermosanoche.

—Hermosa,sí.

Dealtry,uncompañerodelaoficina,sealejóyLeonardsequedódudandoentre tomar el tranvía hasta donde este pudiera llevarle por un penique ocaminar.Decidiócaminar—noesbuenoperderelcontrolyyahabíagastadobastante en el Queen’s Hall—, cruzó Westminster Bridge frente a Saint

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ThomasHospitalyatravesóelinmensotúnelquepasabajolalíneadelSouth-Western, en Vauxhall. En el túnel se detuvo y escuchó el bramido de lostrenes.Unapunzadaleatravesólacabezaytuvoconcienciadelaformaexactade las cuencas de los ojos.Avanzó unamillamás y no aflojó el paso hastallegar a la entrada de una calle llamada Camelia Road, donde estaba, enaquellaépoca,sucasa.

Allí se detuvouna vezmás ymiró recelosamente a derecha e izquierda,como un conejo a punto de meterse en su agujero. Un bloque de pisos,construido con extrema baratura, se alzaba a cada lado.Más adelante habíaotrosdosbloques en construccióny tras ellos estabandemoliendounaviejacasaparalevantarunparmás.EstaescenapuedeverseentodoLondres,seacualseaellugar:ladrilloyhormigónlevantándoseycayendoamedidaquelaciudadrecibemásymásgenteensusuelo.CameliaRoadprontopareceríaunafortalezaydominaría,duranteuntiempo,sobrelosparajescircundantes.Perosoloduranteuntiempo,puesyaexistíanplanesparalevantarnuevosbloquesenMagnoliaRoad.Ydentrodeunosaños,losbloquesdeambascallesseránderribadosseguramenteynuevosedificiosdedimensionesinimaginableshoyendíasealzarándondeestoshayancaído.

—Buenas,místerBast.

—Buenas,místerCunningham.

—CosaseriaeldescensodelanatalidadenManchester.

—¿Cómodice?

—Cosa seria el descenso de la natalidad enManchester—repitiómísterCunningham golpeando el periódico dominical en el que se anunciaba lacalamidadencuestión.

—Ah,sí—dijoLeonard,quenoestabadispuestoareconocerquenohabíacompradoelperiódicodominical.

—Siestosigueasí,lapoblacióndeInglaterraseráestacionariaen1960.

—Hombre,nodigaeso.

—Paramíesunacosaseria,¿no?

—Buenasnoches,místerCunningham.

—Buenasnoches,místerBast.

Leonard entró en el bloque B y se dirigió, no escaleras arriba, sinoescaleras abajo, hacia lo que los agentes de la propiedad llaman bajos y elresto de los mortales sótano. Abrió la puerta y gritó: «¡Hola!», con lapseudoalegría de unCockney.No hubo respuesta. «Hola», repitió. La piezaestaba vacía, aunque la luz eléctrica se había quedado encendida. Una

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expresióndealivioiluminósucaraysedejócaerenelsillón.

Lapiezacontenía,ademásdelsillón,dossillas,unpiano,unveladoryuncosycorner.Unadelasparedesestabaocupadaporunaventana, laotra,porunarepisaerizadadecupidos.Frentealaventanaestabalapuertay,juntoalapuerta, una librería. Sobre el piano se hallaba extendida una de las obrasmaestrasdeMaudGoodman.Eraunaestanciacoquetayagradablecuandolascortinasestabancorridas,laslucesencendidasylaestufadegasapagada.Peroacusaba esa nota de provisionalidad que suele percibirse en las viviendasmodernas,queseobtienenconfacilidadypuedenabandonarseconfacilidad.

CuandoLeonardseestabaquitandolasbotas,dioungolpesecoalveladoryuna fotografía enmarcada, honoríficamente situada sobre lamesa, resbaló,cayó en la chimenea y se hizo añicos. Leonard dijo unas palabrotas condesinterésyrecogiólafotografía.RepresentabaaunajovenllamadaJackyyhabía sido tomada en la época en que las jóvenes llamadas Jacky solíanretratarseconlabocaabierta.Unosdientesdedeslumbranteblancuracorríanalo largo de lasmandíbulas de Jacky y torcían a un lado su cabeza de purograndesynumerosos.Créanme,aquellasonrisaerasencillamenteespléndida.Ahora bien, si hemos de ser puntillosos y consideramos que la verdaderaalegría proviene de los ojos, habremos de reconocer que los ojos de Jackydisentíandesusonrisa:eranávidosyhambrientos.

Leonard intentó recoger los fragmentos de cristal, se cortó un dedo yvolvióaproferirtacos.Unagotadesangrecayósobreelmarco,otrasiguióalaprimerayendoacaersobrelafotografía.Renegóconmásenergíaycorrióalacocina,dondese lavó lasmanos.Lacocina teníaelmismotamañoque lasalita de estar.Al otro extremo de la cocina estaba el dormitorio.No habíamás. Leonard había alquilado el apartamento amueblado: ningún objeto lepertenecíasalvolafotografíaenmarcada,loscupidosyloslibros.

—¡Maldita sea, maldita sea! —murmuraba el joven junto con otraspalabrasaprendidasdehombresdemásedad.

Se llevó la mano a la frente y dijo: «¡Maldito sea todo…!», lo cualsignificabaalgodistinto.Secalmó,bebióunpocodeté,negroysilente,quesobrevivíaenunestante,setragóunaspolvorientasmigajasdetartayvolvióalasaladeestar,seaposentóyempezóaleerunlibrodeRuskin.

SietemillasalnortedeVenecia…

¡Conquéperfecciónempiezaestefamosocapítulo!¡Quésupremodominiodelaadmoniciónydelapoesía!Elriconoshabladesdesugóndola.

«Siete millas al norte de Venecia los bancos de arena, que cerca de laciudademergenligeramentesobreelniveldelagua,alcanzangradualmenteunnivel más alto y acaban por unirse formando un entramado de marismas,

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elevadosaquíyalláenformaderibazoseinterceptadosporestrechosbrazosdemar».

Leonard intentaba crearse un estilo a imitación de Ruskin, a quienconsideraba elmás grandemaestro de la prosa inglesa. Siguió leyendo conobstinación,anotandoocasionalmente.

«Consideremosporseparadocadaunadeestascaracterísticas,empezando(pues de los capiteles ya hemos hablado lo suficiente) por el rasgo máspeculiardeestaiglesia:suluminosidad».

¿Quéenseñanzasepodíaextraerdeestadelicadafrase?¿Cómopodríaél,Leonard,adaptarlaalasnecesidadesdesuvidacotidiana?¿Cómointroducirla,con las modificaciones pertinentes, en la próxima carta a su hermano elsacristán?Porejemplo:

«Consideremosporseparadocadaunadeestascaracterísticas,empezando(puesdesufaltadeventilaciónyahemoshabladolosuficiente)porel rasgomáspeculiardeesteapartamento:suoscuridad».

Algoledijoquelasmodificacionesnofuncionaban;yesealgo,losupieraono,eraelespíritudelaprosainglesa.«Miapartamentoestanoscurocomoapestoso».Estaseranlaspalabrasynootras.

Ylavozdelagóndolasiguiófluyendo,entonandolasalmodiadelesfuerzoy el autosacrificio, preñada de elevados propósitos, preñada de belleza,preñadainclusodesimpatíayamoralhombre,eludiendo,sinembargo, todoaquelloqueenlavidadeLeonarderarealypersistente.Porqueeralavozdealguienquejamáshabíaestadohambriento,nisucio,dealguienquenohabíapodidointuirconéxitoloquesonlasuciedadyelhambre.

Leonard escuchaba la voz con reverencia.Sentía que escucharla le hacíabienyquesicontinuabaconRuskin, losconciertosenelQueen’sHallyloscuadrosdeWatts,podríaalgúndíasacarlacabezafueradelaguaturbiayverel universo. Creía en la conversión súbita, una creencia que, acertada o no,resultaparticularmenteatractivaalasmentesqueaúnestánverdes.Eslabasedelareligiónpopularydominalastransaccionesbursátilesenelmundodelosnegocios, convirtiéndose en ese «poquito de suerte» que explica todos loséxitos y todos los fracasos. «Si tuviera un poquito de suerte, todo searreglaría…».«HaconseguidounamagníficacasaenStreathamyunFiatde20CV,pero,claroestá,hatenidosuerte…».«Sientomuchoquemiesposasehaya retrasado tanto, pero siempre tiene la mala suerte de perder el tren».Leonard había superado esta idea: creía en el esfuerzo y en la preparaciónconstante para el cambio que deseaba. Pero carecía del concepto de culturacomo herencia que se adquiere paso a paso: confiaba en llegar a la culturasúbitamente, como los adventistas confían en llegar a Jesús. Las Schlegel

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habíanllegado,habíanrealizadoelsortilegio,habíantomadolasriendasensusmanos,deunavezportodas.Y,mientrastanto,suapartamentoeratanoscurocomoapestoso.

Enaquelmomentooyóunruidoenlaescalera.LeonardintrodujolatarjetadeMargaretentrelaspáginasdeRuskinyabriólapuerta.Entróunamujerdela cual sería fácil decir que no era respetable. Su apariencia era terrible.Parecíahechadecordelesytiradores—cintas,cadenillas,collaresdecuentasquetintineabanyseenredabanentresí—,yllevabaunaboadeplumasazulesarrollada al cuello, con los extremos colgando a distinta altura. Una dobleristradeperlasenvolvíasugargantadesnuda;losbrazos,descubiertoshastaelcodo, podían detectarse en el hombro a través de una puntilla barata. Susombrero, llenode flores,parecíaunodeesoscestillosde frutacubiertosdetelaen losqueplantábamos,deniños, semillasdemostazaydeberroyqueunasvecesgerminabanyotrasno.Encuantoasucabellerao,mejordicho,suscabelleraserandemasiadocomplicadasparaserdescritas,perounsistemacaíasobresuespaldaenformadeespesamatamientrasotro,creadoparamásaltosdestinos,formababuclessobresufrente.Lacara…noimporta.Eralacaradelafotografía,peroconmásañosencimaysusdientesnoerantannumerososcomoelretratosugeríay,ciertamente,notanblancos.Enefecto,Jackyhabíadejadoatrás laprimaverade lavida,comoquieraquepudiesehabersidoesaprimavera.Declinabahacia losañosgrisesmásaprisaque lamayoríade lasmujeresylaexpresióndesusojoslotraslucía.

—¿Qué tal? —dijo Leonard saludando la aparición con alegría yayudándolaadesprendersedelaboa.Jacky,entonohosco,respondió:

—¿Quétal?

—¿Hasestadofuera?—preguntóél.Lapreguntapodráparecersuperflua,peronodebíadeserlo,pueslamujercontestó:

—No—yañadió—:¡Quécansadaestoy!

—¿Estáscansada?

—¿Cómo?

—Estoycansado—dijoél,colgandolaboa.

—Oh,Len,estoymuycansada.

—Estuveenelconciertodelquetehablé—dijoLeonard.

—¿Enelqué?

—Yvinetanprontoacabó.

—¿Havenidoalguien?—preguntóJacky.

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—No, que yo sepa. Encontré a míster Cunningham en la calle ycambiamosimpresiones.

—¿Cómo,noeramísterCunningham?

—Sí,místerCunningham.

—Heidoatomareltéacasadeunaamiga.

Unavezhuboexpuestoalmundosusecreto,einclusoesbozadoelnombredelaamiga,Jackynoprosiguiósusexperimentoseneldifícilyfatigosoartedelaconversación.Nuncahabíasidounagranconversadora.Aunensusdíasfotográficos,habíausadodesusonrisaydesufiguraparaatraer,yahoraqueestaba

paraelretiro,

paraelretiro,

amigos,estoyparaelretiro

seguíasinsaberusardelalengua.Algunossonidos(delosqueacabamosdedarunamuestra)salíantodavíadesuslabios,perolaexpresiónhabladaerararaenella.

Sesentóen las rodillasdeLeonardyempezóahacerlecaricias.Eraa lasazónunamujermacizade treintay tresañosysupesohizodañoal joven,aunque este no dijo nada. «¿Estás leyendo un libro?», preguntó Jacky, y él:«Esunlibro»yseloquitódelasmanos.LatarjetadeMargaretcayóalsueloyquedóbocaabajo.Leonardmurmuró:«Elpunto».

—Len…

—¿Qué hay? —preguntó él con cansancio, porque Jacky solo tenía untemadeconversacióncuandosesentabaensusrodillas.

—¿Mequieres?

—Jacky,yasabesquesí.¿Cómopuedespreguntarmeunacosasemejante?

—Mequieres,¿verdad,Len?

—Claroquesí.

Unapausa.Aúnfaltabaotroextremoatocar.

—Len…

—¿Quéhay?

—Len,¿loharás,verdad?

—Noquieroquevuelvasapreguntármelo—dijoeljoven,experimentandoun repentino arrebato—.Te he prometido queme casaría contigo en cuanto

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llegue a la mayoría de edad, y basta. Mi palabra es mi palabra. Te heprometidocasarmecontigoencuantocumplalosveintiúnaños,nopuedoestarpreocupándomepor eso constantemente.Ya tengobastantes preocupaciones.Novoyaechartecuandohayagastado todoeldinero,ynosoloporhabertedadomipalabra.Mira,soyinglés,ynuncamevuelvoatráscuandoquedoenunacosa.Jacky,sérazonable.Porsupuestoquemecasarécontigo.Perodejadedarmelalata.

—¿Cuándoestucumpleaños,Len?

—Telohedichomilveces.Eloncedenoviembre.Ahora,levántatedemisrodillas:alguientienequehacerlacena,digoyo.

Jackyfuealdormitorioyempezóaarreglarsusombrero.Estoquieredecirqueempezóa insuflarlebreves soplidos.Leonardpusoenorden la salitadeestaryempezóaprepararlacena.Metióunpeniqueenlaranuradelcontadordel gas y a poco el apartamento estaba impregnado de humometálico. Poralgúnextrañomotivonolograbarecobrarlacalmaymientrascocinabaseguíaquejándoseconamargura.

—Esmaloquenoconfíenenuno.Mehacessentircomounbruto,cuandohesimuladoantetodoelmundoqueeresmiesposa.Estábien,estábien,serásmi esposa. Ya te he comprado el anillo y he alquilado este apartamentoamueblado. Es más de lo que puedo permitirme. Y todavía no estássatisfecha…Tampocohedicholaverdadcuandoheescritoamicasa—bajólavoz—.Élloimpediría—repitióenuntonodehorrorqueresultabaunpocoexcesivo—. Mi hermano lo impediría. Obro en contra de todo el mundo,Jacky.

»Asísoyyo,Jacky.Nohagoningúncasodelasopinionesajenas.Yosigoadelante, eso es. Así he sido siempre. No soy uno de esos tipos débiles,dubitativos, que se va. Si una mujer está en apuros, yo no la dejo en laestacada.No,yonosoydeesos,graciasaDios.

»Y te voy a decir otra cosa. Me propongo mejorar por medio de laliteraturayelarte,adquirirunaperspectivamásamplia,¿cómotediría…?Porejemplo, cuando has llegado, estaba leyendo Las piedras de Venecia, deRuskin.No lodigoparadarme tono, sinoparaqueveas la clasedehombrequesoy.Yteaseguroquedisfrutéconelconciertodeestatarde.

Atodoesto,Jackypermanecíaindiferente.Cuandolacenaestuvolista,ynoantes,saliódeldormitorioydijo:

—Peromequieres,¿verdad?

EmpezaronconunasopaconcentradaqueLeonardhabíadisueltoenaguacaliente.Lesiguióunplatodelengua—uncilindrodecarnejaspeada,conun

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pocodegelatinaporarribaymuchagrasaamarillentapordebajo—ylacenafinalizóconotroconcentradodisueltoenagua(pudíndepiña)preparadoporLeonardaprimerahora.Jackycomíadebuenagana,mirandoocasionalmentea su hombre con aquellos ojos ávidos, a los que nada en el resto de suapariencia correspondía y que, sin embargo, parecían desvelar su alma. YLeonard trataba de convencer a su estómago de que estaba tomando unosalimentosverdaderamentenutritivos.

Despuésdecenar,fumaroneintercambiaronalgunasfrases.Jackyobservóquesuretratosehabíaroto.Leonardencontrólaocasióndehacernotar,porsegundavez,quehabíavueltodirectamenteacasadespuésdelconciertoenelQueen’sHall.Jackysesentóensusrodillas.LoshabitantesdeCameliaRoadcaminaban en una y otra dirección frente a la ventana, a la altura de suscabezas,ylafamiliaquevivíaenlaplantabajaempezóacantarOye,mialma,eselSeñor.

—Estacanciónmedagrima—dijoLeonard.Jackydijoque,porsuparte,considerabalacanciónmuybonita—.No:tocaréalgobonitoparati.Levántateunmomento,cariño.

FuealpianoytocóunpocodeGrieg.Tocabamal,deunmodomediocre,pero el recital nodejóde surtir efecto, porque Jackymanifestóque se iba adormir.Cuandohubodesaparecido,unsúbitointerésacometióaljoven,quesepusoapensarenloquehabíadichosobrelamúsicalaextrañamissSchlegel,aquella que torcía la cara al hablar. Sus pensamientos se volvieron tristes yenvidiosos.Ay,aquellachicallamadaHelen,quelehabíabirladoelparaguas,ylachicaalemana,quelehabíasonreídograciosamente,yherrnoséqué,ylatía no sé cuántos, y el hermano… todos con las riendas en lamano. TodoshabíanascendidoporlaestrechaescalinatadeWickhamPlacealampliosalón,adondeélnuncapodríaseguirlos,aunqueleyeradiezhorasdiarias.No,noerabueno este continuo anhelo. Unos nacen cultos; los otros, es mejor que sedediquen a cosasmás fáciles.Ver la vida en su totalidadno era lo indicadoparapersonascomoél.

Delaoscuridad,másalládelacocina,unavozlellamó:

—Len.

—¿Estásenlacama?—preguntóélarrugandolafrente.

—Mmmm.

—Muybien.

Jackyvolvióallamarle.

—Tengoquelimpiarlasbotasparamañana—contestóél.

Jackyvolvióallamarle.

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—Megustaríaacabarestecapítulo.

—¿Elqué?

LeonardcerrólosoídosalavozdeJacky.

—¿Quées?

—Noesnada,Jacky,estoyleyendounlibro.

—¿Qué?

—¿Qué?—contestóélremedandosusordera.Jackyvolvióallamarle.

Ruskin, por entonces, había visitado Torcello y ordenó a los gondolerosquelecondujeranaMurano.Mientrassedeslizabaporlassusurranteslagunas,seleocurrióquelaestupideznoprevaleceríacontraelpoderdelaNaturaleza,ni su belleza se vería ensombrecida por la miseria de los individuos comoLeonard.

Capítulo7

—¡Oh,Margaret—gritó su tía a lamañana siguiente—,haocurridounadesgracia!Nopuedodejartesola.

La gran desgracia no era nada serio. Uno de los pisos amueblados deenfrenteacababadeseralquiladoporlafamiliaWilcox,«quesindudaveníaaLondres conmiras a introducirse en sociedad».No tiene nada de particularquemistressMunthubierasidolaprimeraendescubrirelinfortunio,yaquesuinterésporlospisosencuestiónlallevabaaespiarelmenorcambioconunaincansable meticulosidad. En teoría, los despreciaba—echaban a perder elcarácterseñorialdelazona,tapabanelsol,albergabanagentevulgar—,pero,en realidad, encontrabadoblemente interesantes lasvisitas aWickhamPlacedesdequehabíanlevantadolasWickhamMansionsyseenterabademáscosasendosdíasquesussobrinasendosmesesoquesusobrinoendosaños.Solíapasearpordelante,trababaconversaciónconlosporterosylespreguntabacuálera el alquiler, exclamando, por ejemplo: «¡Cómo! ¿Ciento veinte por unosbajos?¡Asínolosalquilaránnunca!».Ylosporteroslerespondían:«Hayqueintentarlo,señora».Losascensoresprincipales,losascensoresdeservicioyelalmacén de carbón —una gran tentación para un portero deshonesto— noteníansecretosparalabuenaseñora,locualera,afindecuentas,unrespiroenla atmósfera político-económico-estética que reinaba en la casa de losSchlegel.

Margaretrecibióconcalmalainformaciónydiscrepódequeaquellofuese

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acubrirdenubeslaexistenciadelapobreHelen.

—Helennoesunachicaabúlica—explicóasu tía—.Tiene infinidaddecosasydepersonasenquepensar.DiounpasoenfalsoconlosWilcoxyestátandeseosacomonosotrasdenotenernadamásqueverconellos.

—Paraserunachicainteligente,querida,hayqueverquécosastanrarasdices.Helen tendrá algo que ver con ellos ahora que viven enfrente. PuedeencontrarseconPaulenlacalleynolevaanegarelsaludo.

—Por supuesto que no. Anda, ven, vamos a arreglar las flores. Lo quequeríadecirteesquesuvoluntaddeinteresarseporélhamuertoy,siendoasí,¿qué importa lodemás?Aqueldesastrosoepisodio,enelque tecomportastetangentilmente,nohizosinomatarunnervioenHelen.Elnervioestámuertoy ya nunca le volverá a molestar. Lo único que cuenta es lo que a uno leinteresa.Saludos, llamadas, intercambiode tarjetas,unacena incluso…bah,podemospermitirnosestospequeñoslujos,siaellos lesparecebien;perolootro,loúnicoimportante,esojamás,¿nolovestúasí?

MistressMuntnoloveíaasíy,adecirverdad,Margaretsosteníaunatesissumamente discutible, a saber, que una emoción, un interés cualquiera, unavezengendrados,puedenmorirporcompleto.

—AdemástengoelhonordeinformartedequelosWilcoxestánhartosdenosotras.Notelodijeensumomento,porquetehabríamolestadoyyateníasbastantes preocupaciones encima, pero escribí una carta a mistress WilcoxpidiéndoledisculpasporloscontratiemposqueHelenleshabíacausadoynomecontestó.

—¡Quégrosería!

—¿Groseríaodelicadeza?

—Grosería,Margaret,ydelasmásgordas.

—Encualquiercaso,yoloconsideraríatranquilizador.

Mistress Munt suspiró. Volvía a Swanage a la mañana siguiente, en elpreciso momento en que más la necesitaban sus sobrinas. Otros pesares laembargaban: por ejemplo, el desaire que le habría hecho a Charles si se lohubieraencontradocaraacara.Yalohabíavisto,dandounaordenalportero,ylehabíaparecidomuyvulgar,consusombrerodecopa.Pero,pordesgracia,Charlesmirabaendireccióncontrariaalasuyay,aunqueellalehabíavueltoostensiblementelaespalda,nopodíaconsideraraquellocomoundesaire.

—Tendráscuidado,¿eh?—aconsejó.

—Desdeluego.Serédiabólicamentecuidadosa.

—Helentambiéntienequetenercuidado.

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—¿Dequé?—gritóHelen,queentrabaenaquelmomentoen la estanciaconsuprima.

—Denada—dijoMargaret,llevadadeunamomentáneatorpeza.

—¿Dequétengoquetenercuidado,tíaJuley?

MistressMuntasumióunairecríptico.

—Se trata de que cierta familia, cuyo nombre sabemos, pero nomencionamos, como tú misma dijiste ayer noche después del concierto, hatomadoelapartamentodeenfrentedelosMatheson;aquel,eldelasplantasenelbalcón.

Heleninicióunarespuestachistosaydepronto,congrandesconciertodetodos, enrojeció.MistressMunt sequedó tanperplejaque exclamó:«Helen,noteimporta,¿verdad?»,conloqueconsiguióqueelrojosevolvieracarmesí.

—Porsupuestoqueno—dijoHelenunpococortante—.EsquetantoMegcomotúoshabéispuestotanabsurdamenteseriassinmotivo…

—Yonoestoyseria—protestóMargaret,unpocoariscaasuvez.

—Pueslopareces,¿verdad,Frieda?

—No estoy seria, es todo lo que te puedo decir; vas pormal camino sipiensas…

—No está seria —repitió mistress Munt como un eco—, yo lo puedoatestiguar.Simplemente,nocreeque…

—¡Atención!—interrumpiófräuleinMosebach—.OigoaBrunoqueentraenelvestíbulo.

HerrLiesecketeníaqueiraWickhamPlaceabuscaralasdosjóvenes.Noestabaentrando—enrealidad,noentróhastacincominutosmástarde—,peroFrieda,quehabíadetectadouna situacióndelicada,dijoque seríamejorqueHelenyellaesperaranaBrunoabajoydejaranaMargaretyamistressMuntacabar de arreglar las flores. Helen asintió, pero, para demostrar que lasituaciónnoeradelicada,sedetuvoenlapuertaydijo:

—¿DijisteelpisodelosMatheson,tíaJuley?¡Eresmaravillosa!NosabíaquelaseñoradeltrajeceñidosellamabaMatheson.

—Vamos,Helen—dijosuprima.

—Sí,Helen,veteya—dijosutía,y,dirigiéndoseaMargaretactoseguido—:Helennomeengaña:estápreocupada.

—¡Calla!—susurróMargaret—.Friedatevaaoírysepondrápesadísima.

—Está preocupada —insistió mistress Munt paseando pensativa por la

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habitaciónyretirandoloscrisantemosmuertosdesusjarrones—.Sabíaquelepreocuparía.Eslológico.¡Quéexperiencia!¡Quégentemásordinaria!Yolosconozcomejorquetú,noloolvides.SiCharlestehubierallevadoensuauto,¡vaya!, habrías llegado a la casa hecha un trapo.Ay,Margaret, tú no te dascuentadeloquesevieneencima.¿Noloves?Siestánahí,agolpadoscontralaventana del salón.Mira, acabo de ver amistressWilcox, estoy segura, y aPaul, y a Evie, que es una desvergonzada. Y ahí está Charles; a ese es alprimero que vi. ¿Y ese hombre mayor, con bigote y la cara cobriza, quiénserá?

—SeguramentemísterWilcox.

—Ah,losabía.AhíestámísterWilcox.

—No es correcto decir que tiene la cara cobriza—protestóMargaret—.Tieneuncutismuydecente,parasuedad.

MistressMunt,queyahabíatriunfado,notuvoinconvenienteenconcedera míster Wilcox un cutis aceptable. De eso pasó a la estrategia que sussobrinasdebíanseguirenelfuturo.Margaretintentópararlelospies.

—Helen no tomó la noticia como yo esperaba, es cierto, pero el nervioWilcoxestámuerto,demodoquenohacenfaltaplanes.

—No,nopiensoestarlo.

—¿Porqué?

—Porque…

Su pensamiento, salido de oscuros confines, se detuvo. No podíaexpresarloconpalabras,perosentíaquequienessepreparandeantemanoparatodas las emergencias de la vida lo hacen a costa de la alegría. Hay queprepararse para un examen, para una cena o para una posible baja en lascotizacionesdelaBolsa;perocuandounoseveinvolucradoenlasrelacioneshumanas,hadeadoptarotrométodosinoquierefracasar.

—Prefierolosriesgos—fuesucojaconclusión.

—Imagínate las noches—exclamó su tía señalando hacia las Mansionsconelcañodelaregadera—.Enciendeslaluzaquíoalláyescomosifueralamismahabitación.Unanocheseolvidandecerrarlospostigosylosveis;alanoche siguiente, os olvidáis vosotras y os ven.Yanopodréis sentaros en elbalcón.Yanopodréisregarlasplantas;nihablar,siquiera.Imagínatequesalesalacalleyenelmismomomentosalenellos.Oh,querida,yaúndicesquelosplanessoninnecesariosyqueprefiereselriesgo.

—Esperoarriesgarmetodalavida.

—Ay,Margaret,queesmuypeligroso.

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—Sí,tíaJuley,pero,enelfondo—continuóMargaretconunasonrisa—,elriesgonuncaesmuchocuandosetienedinero.

—¡SantoDios!¡Quéideamáschocante!

—El dinero suaviza las aristas —dijo miss Schlegel—. Dios proteja aquienesnolotienen.

—¡Vaya! Esto es nuevo —dijo mistress Munt, que almacenaba ideasnuevascomolasardillasalmacenannuecesysesentíaparticularmenteatraídaporlasideasdequitaypon.

—Hayqueestarpreparadas.

—Nuevoparamí; laspersonas sensatas lohan sabido siempre.Tanto tú,comoyo,comolosWilcox,vivimossobreeldinerocomosobreunaisla.Estátansegurabajonuestrospiesqueolvidamossumismaexistencia.Solocuandovemos tambalearse a alguien junto a nosotros nos damos cuenta de lo quesignificaunarenta.Ayernoche,mientrashablábamosaquí,juntoalfuego,yoempecéapensarqueelalmadelmundoeslaeconomía,yqueelabismomásprofundonoeslafaltadeamor,sinolafaltadedinero.

—Aestolollamoyocinismo.

—Yotambién.PeroHelenyyodeberíamos recordar,cuandosentimos latentacióndecriticaralosdemás,queambasvivimossobreesasislas,yquelamayorpartedelaspersonasvivenbajolasuperficiedelasaguas.Lospobresno siempre pueden alcanzar a las personas que aman y difícilmente puedenhuirdeaquellosaquienesyanoaman.Nosotros, los ricos, síquepodemos.Imagínate la tragediadelpasado juniosiHelenyPaulWilcoxhubieransidopobresynohubieranpodidoutilizartrenesyautomóvilesparasepararse.

—Estomesuenaasocialismo—dijomistressMunt,suspicaz.

—Llámalo como quieras.Yo lo llamo ir por la vida con las cartas bocaarriba. Estoy harta de los ricos que simulan ser pobres y juzgan eleganteignorar los pilares de oro que mantienen sus pies sobre las olas. Yo mesostengosobreseiscientaslibrasanualesyHelen,igual,yTibby,ensudía,sesostendrá sobre ochocientas. Tan pronto nuestras libras se las traga el mar,surgenotras.Delmar,sí,delmar.Ytodasnuestrasideassonlasideasdelosque tienen seiscientas libras; y todo lo que decimos, también; y como noqueremosrobarparaguas,olvidamosquelosquevivenbajoelmarsíquierenrobarlos, y a veces lo hacen, y que lo que aquí es un juego, abajo es unarealidad.

—Ahíva…ahívafräuleinMosebach.Laverdadesque,paraseralemana,vistemuybien.¡Oh!

—¿Quépasa?

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—¡HelenhamiradohaciaelpisodelosWilcox!

—¿Yporquéno?

—Perdona,teheinterrumpido.¿Quédecíasdelarealidad?

—Hablabaconmigomisma,comodecostumbre—respondióMargaretentonopreocupado.

—Encualquier caso, dimeuna cosa, ¿estás a favor de los ricos o de lospobres?

—Esdifícildecontestar.Pregúntamelodeotramanera.¿Estoyafavordelariquezaodelapobreza?Delariqueza.¡Vivalariqueza!

—¡Viva!—repitiómistressMunt,quealfinsehabíaaseguradosunuez.

—Sí,lariqueza.¡Dineroparasiempre!

—Eso mismo pienso yo y así piensan, según me temo, todos misconocidos de Swanage, pero me sorprende que tú estés de acuerdo connosotros.

—Gracias,tíaJuley.Mientrasyoteorizabatúhasarregladolasflores.

—Denada,querida.Megustaríapoderayudarteencosasmásimportantes.

—Bueno, ¿quieres hacerme un favor? ¿Quieres acompañarme a laagencia?Hayunacriadaquenosedecideadecirquesí,pero tampocodicequeno.

DecaminoalaagenciamiraronhaciaelpisodelosWilcox.Evieestabaenla terraza, «observando groseramente», en opinión demistressMunt.Desdeluego,resultabaincómodo.Helenpodíaresistirunencuentrofortuito,pero…Margaretempezóaperderlaconfianza.¿Noreviviríaelnerviosilafamiliaencuestiónvivíaensuspropiasnarices?FriedaMosebachpensabaquedarseconellas un par de semanas más y Frieda era aguda, abominablemente aguda,capazdedecir:«Amasal jovenqueviveahíenfrente,¿verdad?», locualerafalso, pero acabaría por ser cierto a fuerza de insistencia, al igual que elcomentario«InglaterrayAlemaniaacabaránluchando»implicaunpasohacialaguerracadavezqueseformula,yasíescomolaprensasensacionalistadeambasnacionescontribuyepaulatinamentea fomentarelconflicto.¿Tendrántambiénlasemocionesparticularessuprensasensacionalista?Margaretasílocreía y temía que la buena de la tía Juley y Frieda fueran dos típicosespecímenes.ConsucharlaincesantepodíaninduciraHelenaunarepeticióndelosdeseosdejunio.Aunarepetición;más,no.Nuncapodríaninducirleaunamorduradero.Eran—Margaret loveíaconclaridad—puroperiodismo.Supadre, con susdefectosy sudesorientación, era auténtica literaturay, dehabervivido,habríasabidopersuadiraHelen.

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La agencia estaba en plena ebullición. Una fila de carruajes llenaba lacalle. Miss Schlegel esperó turno y, al final, tuvo que contentarse con unainsidiosa«interina»,pueslasgenuinascriadashabíanrechazadosudemandaacausadelasnumerosasescalerasdelacasa.Estefracasoledeprimióy,aunqueacabó por olvidar el fracaso, continuó deprimida. En el camino de vueltavolvióaotearelpisodelosWilcoxydioelpasomaternaldehablardelasuntoconHelen.

—Helen,dimesiesteasuntotepreocupa.

—¿Si qué?—dijo Helen que se estaba lavando las manos para bajar acomer.

—Yasabes,lallegadadelosWilcox.

—No,deningúnmodo.

—¿Deveras?

—Deveras.

LuegoadmitióqueestabaunpocopreocupadapormistressWilcox.Segúnella, mistress Wilcox era una mujer capaz de albergar sentimientos muyhondosydedolersedecosasquenoafectabana los restantesmiembrosdelclan.

—Si Paul señala nuestra casa y dice: «Ahí vive la chica que trató depescarme»,nomeimportará.Perosímeimportaríaquelodijeraella.

—Si eso te preocupa, podemos hacer algo. No hay motivo para queestemoscercadegentequenosdesagradaoalaquedesagradamos.Paraesonossirveeldinero.Podemosirnosfueraunatemporada.

—Yome voy. Friedame ha invitado a ir a Stettin y no regresaré hastadespuésdeAñoNuevo.¿Será suficienteo tengoqueabandonarelpaísparasiempre?Vamos,Meg,¿quétepasa?,¿aquétantoenredo?

—Supongoquemeestoyvolviendounasolterona.Creíquetodometraíasincuidado,pero…medisgustaríaqueteenamorarasdelmismohombredosvecesy como…—seaclaró lagarganta—…comoenrojeciste cuando la tíaJuleytedijoaquelloestamañana…Talveznodebíahabermencionadoesteasunto.

Pero la risa de Helen parecía sincera y, levantando al cielo una manoenjabonada, juróquenunca,enningúnlugarybajoningunacircunstanciaseenamoraría de ningún Wilcox, incluyendo los más lejanos parientescolaterales.

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Capítulo8

Tal vez la amistad entre Margaret y mistress Wilcox, que había dedesarrollarse con tanta rapidez y tan extraños resultados, tuvo su origen enSpira,laprimaveraanterior.TalvezmistressWilcox,mientrascontemplabalarojaeinsípidacatedralyoíalaconversacióndeHelenconsumarido,percibióen la otra hermana, menos agraciada, una sensibilidad más profunda y unjuiciomássereno.MistressWilcoxpodíadetectarestascosas.Talvezfueellala que quiso invitar a miss Schlegel a Howards End y la que deseaba lapresencia de Margaret en particular. Pero todo esto son especulaciones.MistressWilcoxhadejadotrasdesí indiciospococlaros.Loúnicociertoesque llamó aWickham Place dos semanas más tarde, el mismo día en queHelenseibaconsuprimaaStettin.

—¡Helen!—gritófräuleinMosebachconsorpresa(estabaporentoncesalcorrientedelasconfidenciasdesuprima)—.¡Sumadretehaperdonado!—yluego,recordandoqueenInglaterraelreciénllegadonodebeinvitarhastaserinvitado,pasódelasorpresaaladesaprobaciónyopinóquemistressWilcoxerakeineDame.

—¡Alcuernotodalafamilia!—atajóMargaret—.Helen,dejadereírydezascandilearyacabadehacerelequipaje.¿Porquénonosdejaráenpazesamujer?

—No sé qué vamos a hacer conMeg—replicóHelen parándose en lasescaleras—.Se lehanmetido losWilcoxen la cabeza.Meg,Meg,no estoyenamoradadeesechico,noestoyenamoradadeesechico.¿Quémástepuedodecir?

—Esverdad,suamorhamuerto—corroborófräuleinMosebach.

—De acuerdo, Frieda, pero esto no me impedirá preocuparme por losWilcoxsiaceptosuinvitación.

Helen hizo ver que lloraba y fräuleinMosebach, que la encontrabamuygraciosa,laimitó.

—Buaah,buaah.Megaceptarálainvitaciónyyono.¿Porqué?PorquemevoyaAlemania,aaah.

—Si te vas a Alemania, ve a hacer lasmaletas; si no, ve y llama a losWilcoxenmilugar.

—Meg,Meg,noestoyenamoradadeesechico;noestoyenamorada…Ay,Diosmío,¿quiénbaja?Juraríaqueesmihermano.¡Votoatal!

Lapresenciadeunvarón—inclusodeunvaróncomoTibby—bastópara

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ponerfinalalboroto.Labarreradelossexos,aunqueendecadenciaentrelaspersonascivilizadas, todavíaesalta,ymásaltaaúndel ladode lasmujeres.Helenpodíacontárselotodoasuhermana,ycasitodoasuprima,sobrePaul,peronolecontónadaasuhermano.Noerapudor,pueshablabadel«idealdelosWilcox»conhilaridadeinclusoconunacrecientebrutalidad.Nosetratabatampoco de precaución, porque Tibby nunca repetía nada que no leconcerniera a él.Eramásbien la sensacióndeque traicionabaun secreto alpasarloalterrenodeloshombresyqueaquel,portrivialquefueraaesteladodelabarrera,sevolveríaimportantealotro.Asíquesecallóo,mejor,empezóadesvariarsobreotrosasuntoshastaquesusfamiliares,agotados,lallevaronalpisodearriba.FräuleinMosebachlasiguió,perosedetuvoparadecirdesdelabarandillaaMargaret:

—Todovabien;yanoamaaesejoven.Élnolamerecía.

—Yalosé,gracias.

—Creíquedebíadecírtelo.

—Gracias.

—¿Dequésetrata?—preguntóTibby.Nadielecontestóysemetióenelcomedoracomerselospasteles.

Aquella nocheMargaret pasó a la acción. La casa estaba silenciosa y laniebla—estamos en noviembre— se agolpaba contra las ventanas como unfantasma exiliado. Frieda, Helen y sus respectivos equipajes se habían ido.Tibby, que no se encontraba bien, yacía tendido en un sofá, junto al fuego.Margaret se sentó a su lado, pensativa. Su mente saltaba de impulso enimpulsoy, finalmente, los puso enorden.Las personas con sentidoprácticoquesabendeinmediatoloquequiereny,porlogeneral,nosabennadamás,seservirán excusar su indecisión. Pero esta era su forma de pensar. Y cuandoactuaba,nadiepodíaacusarledeindecisión.Actuabacontantaviolenciacomosi no hubiese paradomientes en el asunto. La carta que escribió amistressWilcox brillaba con «los primitivosmatices de la resolución». EnMargaret«dos pálidos toques del pensamiento» era un alientomás que un barniz, unalientoqueavivaloscolorescuandohapasado.

QueridamistressWilcox:

Meveoenlaobligacióndeserdescortésconusted.Serámejorquenonosveamos. Tanto mi hermana como mi tía han dado a su familia motivos dedesagrado y, en el caso de mi hermana, los motivos de desagrado podríanreproducirse.Me consta que ella ya no piensa en su hijo de usted. Pero noseríaconveniente,niparaellaniparausted,queambossevierandenuevoycreo, por tanto, preferiblequenuestra amistad, que empezóbajo tanbuenosauspicios,acabe.

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Temo que no estará usted de acuerdo conmigo; estoy firmementeconvencidadeelloyaquehasidoustedtanamabledeinvitarnos.Pormiparte,setratasolodeunaintuiciónynodudodequela intuiciónesmuchasveceserrónea.Mihermanaopinarásindudaque loesenestecaso.Leescribosinqueellalosepayconfíoenquenolaasocieamidescortesía.

Afectuosamente,

M.J.SCHLEGEL

Margaretenviólacartaporcorreoinmediatamente.Alamañanasiguienterecibiólarespuestaenmano.

QueridamissSchlegel:

Nodebíahabermeescritoesacarta.La llaméparadecirlequePaulsehaidoalextranjero.

RUTHWILCOX

LasmejillasdeMargaretardían.Nopudoterminareldesayuno.Hervíadevergüenza. Helen le había dicho que Paul se iba de Inglaterra, pero otrosdetalles le habían parecidomás importantes y lo había olvidado. Todas susabsurdaspreocupacionessedesmoronaronyensulugarsealzólacertezadeque se había comportado groseramente con mistress Wilcox. La groseríaafectabaaMargaretcomounsaboramargo.Laconsiderabaunvenenoen lavida. A veces era necesaria, pero ¡ay de aquellos que la emplean sinnecesidad!Sepusounsombreroyunchal,comounapedigüeña,yseadentróen la niebla que aún persistía. Tenía los labios comprimidos y estrujaba lacartaenlamano.Asícruzólacalle,entróenelvestíbulodemármol,eludióalosporterosycorrióescalerasarribahastaelsegundopiso.

Dio su nombre y, con gran sorpresa por su parte, fue conducidadirectamentealdormitoriodemistressWilcox.

—Oh, mistressWilcox, he cometido la peor de las torpezas. Estoymásavergonzadadeloquepuedoexpresar.

Mistress Wilcox se inclinó gravemente. Estaba ofendida y no pretendíadisimularlo.Incorporadaenlacama,escribíacartasenunamesitadeenfermoextendida sobre sus rodillas. La bandeja del desayuno descansaba en otramesa, junto a la cama. La luz del fuego, la luz de la ventana y la luz delcandelabro que arrojaba un halo tembloroso en torno a sus manos secombinabanparacrearunaextrañaatmósferadedesintegración.

—SabíaqueseibaalaIndiaennoviembre,peroloolvidé.

—SefueeldíadiecisieteaNigeria,África.

—Lo sé, lo sé. Mi comportamiento ha sido absurdo. Estoy sumamente

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avergonzada.

MistressWilcoxnorespondió.

—Lo siento más de lo que puedo expresar y espero que sabrá ustedperdonarme.

—No tiene importancia, miss Schlegel. Ha sido un buen detalle por supartehabervenidotanpronto.

—¡Ya lo creo que tienen importancia! —exclamó Margaret—. He sidogroseraconusted.Mihermananoestáencasa,nisiquieratengoestaexcusa.

—Ah,¿sí?

—SefueaAlemania.

—Así que también se fue—murmuró mistress Wilcox—. Sí, es cierto,estamosasalvo…completamenteasalvo…

—¡Usted también estaba preocupada! —dijo Margaret cada vez másexcitada, tomando una silla sin haber sido invitada a sentarse—. ¡Qué cosamásextraordinaria!Ahoraveoqueustedtambiénestabainquieta.Opinaustedigualqueyo,¿verdad?Helennodebeverlemás.

—Creoqueeslomejor.

—Sí,pero¿porqué?

—Esta es una pregunta difícil —dijo mistress Wilcox sonriendo yperdiendoparte de su aire adusto—.Creoque lo expresóustedmejor en sucarta:esunaintuiciónquepuedesererrónea.

—Noseráquesuhijoaún…

—Oh,no.Paul,cadadosportres…miPaulesmuyjoven,¿sabe?

—¿Entonces?

—Unaintuiciónquepuedesererrónea—repitiómistressWilcox.

—En otras palabras, que pertenecen a esa clase de personas que puedenenamorarse, pero no pueden vivir juntas. Es muy probable. Temo que ennuevedecadadiezcasoslaNaturalezatireparaunladoylavoluntadhumanaparaelotro.

—Esto ya son «otras palabras»—dijo mistressWilcox—. Yo no estabapensandoenalgotanprofundo.Simplemente,mealarmécuandosupequemihijohabíapuestolosojosensuhermana.

—Siempre quise preguntarle una cosa: ¿cómo lo supo? Helen sesorprendió mucho cuando zanjó usted los problemas suscitados por la

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aparicióndenuestratía.¿SelodijoPaul?

—No ganamos nada discutiendo este punto—dijo mistressWilcox trasunapausa.

—MistressWilcox,¿seenfadóustedconnosotrasen junio?Yoleescribíunacartayustednomecontestó.

—Desde luego, me opuse a que tomásemos el apartamento de mistressMatheson.Sabíaqueestabaenfrentedeldeustedes.

—Peroahorayanoleimporta.

—Creoqueno.

—¿Solo locree?¿Noestásegura?Medesconciertaestareserva,mistressWilcox.

—No, no. Estoy segura —dijo mistress Wilcox revolviéndose condificultadentre lassábanas—.Siempreparezcodubitativa,peroesmi formadehablar.

—Mealegro.Yotambiénestoysegura.

Entróladoncellaallevarselabandejadeldesayuno.Seinterrumpierony,alreanudarlaconversación,estasedeslizóporcaucesmásnormales.

—Hedeirme,ustedquerrálevantarse.

—No,porfavor,quédeseunratomás.Mequedotodoeldíaenlacama.Lohagodevezencuando.

—Creíqueeraustedunapersonamadrugadora.

—EnHowardsEnd,sí.PeroenLondresnohaynadaquelojustifique.

—¿Cómo, nada? —gritó Margaret escandalizada—. ¡Si están lasexposicionesdeotoño,eYsaye,quetocaestanoche!¡Yesosinhablardelagente!

—Laverdadesqueestoyunpococansada.Primerovinolaboda,luegosefuePaulyayer,enlugardedescansar,estuvehaciendovisitas.

—¿Unaboda?

—Sí.Charles,mihijomayor,sehacasado.

—¿Deveras?

—Tomamosestepisoporesemotivo,principalmente;ytambiénparaquePaulpudiesepertrecharseantesdepartirparaÁfrica.Elpisoperteneceaunprimodemimarido,que tuvo lagentilezadeofrecérnoslo.Asíque tuvimosocasióndeconoceralosparientesdeDollyqueaúnnoconocíamos.

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MargaretpreguntóquiéneseranlosparientesdeDolly.

—Los Fussell. El padre es oficial del ejército en la India, retirado; elhermanoestáenelejército.Lamadremurió.

Margaretpensóquequizáesoseran«loshombresmorenosysinbarbilla»queHelenhabíaespiadounanocheatravésdelasventanas.Margaretsesentíaligeramente interesada en la fortuna de la familia Wilcox. Había adquiridoaquella costumbre a causa de Helen y todavía la conservaba. SiguiópreguntandopormissDollyFussellyobtuvounainformaciónneutradichaenuntononeutro.LavozdemistressWilcox,sibiendulceypersuasiva,carecíade expresión. Parecía indicar que los cuadros, los conciertos y las personastenían un valor similar y escaso. Solo una vez se animó su voz: cuandohablarondeHowardsEnd.

—Charles yAlbert Fussell se conocen desde hace tiempo. Pertenecen almismoclubyambosadoranelgolf.Dollytambiénjuega,aunquesupongoqueno tan bien como ellos. Se conocieron en un partido a cuatro. Dolly es unencanto;todoslaqueremosmucho.Secasaroneldíaonce,pocoantesdequePaulembarcase.Charlesqueríaatodacostaquesuhermanofueratestigodelaboda,asíqueseempeñóencasarseeldíaonce.LosFussellqueríanretrasarlohasta después deNavidad, pero al final condescendieron amablemente.AllíhayunafotografíadeDolly,enaquelmarcodoble.

—¿Estáseguradequenoleinterrumpo,mistressWilcox?

—Desdeluegoqueno.

—Entalcaso,mequedo.Megustaestarconusted.

Examinaron la fotografía de Dolly. Estaba firmada: «Para la queridaMims» que, segúnmistressWilcox, era «el nombre que Charles y ella hanescogidopara llamarmeamí».Dollyparecía tontay teníaunadeesascarastriangulares que suelen resultar atractivas a los hombres robustos. Era muylinda.Deella,MargaretpasóaCharles,cuyosrasgosdestacabaenlaotracaradel díptico. Especuló sobre las fuerzas que habían unido a aquellas dospersonashastaqueDioslosseparaseyaúnlequedótiempoparadesearlesquefueranfelices.

—HanidoaNápolesapasarlalunademiel.

—¡Dichososellos!

—NomeimaginoaCharlesenItalia.

—¿Nolegustaviajar?

—Sí,legusta,peronosoportaalosextranjeros.LoquemásledivierteesviajarenautomóvilporInglaterraycreoquehabríanhechoesodenohacerun

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tiempo tan desapacible. Su padre le dio uno de sus coches como regalo deboda.AhoraestáguardadoenHowardsEnd.

—Supongoquetendránallíungaraje.

—Sí.Mimaridoconstruyóunopequeñoelmespasado,alladoestedelacasa,cercadelolmo,dondeantesestabaelestablodelponey.

Estasúltimaspalabrasteníanunaindescriptiblevibración.

—¿Yquéhanhechoconelponey?—preguntóMargarettrasunapausa.

—¿Elponey?Murióhacemuchotiempo.

—Recuerdo el olmo. Helen me habló de él; dijo que era un árbolespléndido.

—Es el mejor olmo de Hertfordshire. ¿Le dijo algo su hermana de losdientes?

—No.

—Talvezleinterese.Hayunosdientesdecerdoclavadosenelárbol,aunmetrodelsuelo.Loscampesinoslospusieronhacemucho.Existelacreenciadequechupando lacortezasecuraeldolordemuelas.Losdientescasihandesaparecidoyyanadievieneachuparelárbol.

—Yoloharía.Meencantanlastradicionesylassupersticiones.

—¿Leparecequeunárbolpuedecurareldolordemuelassialguientienefe?

—Porsupuestoquesí.Eseárbollocurabatodo…antiguamente.

—Es cierto, yo sé de algunos casos…Yovivía enHowardsEndmuchoantesdeconoceramísterWilcox.Nacíallí.

Laconversaciónderivódenuevohaciaotrosderroteros.Avecesdaba laimpresióndeserunacharlasinsentido.MargaretsesintióinteresadacuandosuanfitrionalecontóqueHowardsEnderadesupropiedadyseaburrióconladescripcióndetalladadelafamiliaFussell,conlaspreocupacionesdeCharlesrespecto aNápoles, con losmovimientos demísterWilcox y Evie que a lasazón recorrían Yorkshire en automóvil. Margaret no soportaba elaburrimiento. Dejó de prestar atención, jugueteó con el marco de lasfotografías, lo dejó caer, rompió el cristal que cubría el retrato deDolly, sedisculpó, fueperdonada;secortóundedo, fuecompadecida,y,por fin, tuvoqueirse:habíaquehacerlasfaenasdelacasayteníaqueentrevistarseconelprofesordeequitacióndeTibby.

Entoncesvolvióavibrarlanotasorprendente.

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—Adiós, miss Schlegel. Adiós y gracias por su visita. Me ha alegradoustedmuchoconsucompañía.

—¡Yosíqueestoycontenta!

—Mepregunto…mepreguntosipiensaustedalgunavezensímisma.

—No pienso en otra cosa —dijo Margaret enrojeciendo, pero dejandoposarunamanosobreladelaenferma.

—Lodudo.EmpecéadudarloyaenHeidelberg.

—Oh,desdeluegoquesí,mistressWilcox.

—Másbienmeinclinoapensar…

—¿Sí?—preguntóMargaretviendoquelapausaseprolongaba;unapausaparecidaaltitilardelfuego,altemblordelcandelabroenlasmanos,alblancoborrosodelaventana;unapausadesombraeternaymovediza.

—Másbienmeinclinoapensarqueolvidaustedqueesunachica.

Margaretsesorprendióyseenojóligeramente.

—Tengoveintinueveaños—observó—.Yanosoyunaniña.

MistressWilcoxsonrió.

—¿Porquémehablaasí?¿Quieredecirquehesidoinoportunaygrosera?

Margarethizoungestonegativoconlacabeza.

—Soloquisedecirqueyotengocincuentayunoyque,paramí,lasdos…Nosé,léaloenunlibro.Yonoséexplicarmeconclaridad.

—Yaloentiendo:lainexperiencia.NosoymejorqueHelen,quiereusteddeciry,sinembargo,tengolapretensióndecuidardeella.

—Sí,lohaentendidousted.Inexperienciaeslapalabra.

—La inexperiencia—repitióMargaret en tono serio, pero altisonante—.Desdeluego,mefaltamuchoporaprender…todoabsolutamente,igualqueaHelen.Lavidaesdifícil,está llenadesorpresas.Esoes todoloquesé.Hayqueserhumildeybondadoso,seguirelrectocamino,amaralprójimoenlugardecompadecerle,acordarsedelosinferiores…,bueno,nosepuedehacertodoesoalmismotiempo,¿qué levamosahacer?Unacosasecontradicecon laotra. Y ahí es donde interviene la proporción… vivir con sentido de laproporción,¿eh?No,noempiececonlaproporción,esdepedantesdecireso.Guardemos la proporción como último recurso, cuando las cosas mejoreshayanfalladoyelpuntomuerto…Oh,tontademí,mehepuestoadiscursear.

—La verdad es que explica usted las dificultades de la vida

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espléndidamente—dijomistressWilcoxreiterandosumanohacialassombras—.Esloqueyohabríaqueridodecir.

Capítulo9

No puede decirse que mistressWilcox hubiese dado a Margaret muchainformación sobre la vida. Margaret, por su parte, había mostrado muchahumildadaladmitirunainexperienciaqueensufuerointernonoreconocía.Sehabía hecho cargo de la casa durante diez años y había llevado a cabo susobligacionescongrandistinción,habíaeducadoaunahermanaencantadorayestaba educando a un hermano. Ciertamente, si la experiencia se puedeadquirir,Margaretlahabíaadquirido.

Noobstante,lapequeñarecepciónquedioenhonordemistressWilcoxnoresultó un éxito. Su nueva amiga no logró encajar entre las «dos o trespersonasencantadoras»queMargaretinvitóparapresentárselasylaatmósferareinantefuedeuncortésdesconcierto.Losgustosdelainvitadaeransimples;susconocimientosculturales,escasos;nole interesabannielNuevoClubdeArteInglésnilalíneadivisoriaentreelperiodismoylaliteratura,temaquesesuscitóparaprovocarlaconversación,comoselanzaunaliebremecánica.Laspersonas encantadoras se arrojaron tras él con gritos de júbilo, encabezadosporMargaret,yhastaquelacomidanoestuvomediadanosedieroncuentadequelainvitadadehonornohabíatomadoparteenlacacería.Noteníanningúntemaencomún.MistressWilcox,quehabíaconsagradosuvidaalcuidadodesumarido y sus hijos, teníamuypocoque decir a unos extraños que jamáshabían hecho algo parecido y a los que doblaba en edad. La conversacióninteligente le asustaba y difuminaba su delicada imagen; los interlocutoreseran comoun automóvil, todo traqueteo; ella, en cambio, era una brizna detrigo,unaflor.Pordosvecesselamentódelmaltiempo,pordosvecescriticóel servicio de trenes de la Great Northern Railway. Todos asintieron convehemenciaycontinuaronconlosuyo.CuandopreguntósihabíanoticiasdeHelen,suanfitriona,demasiadoocupadaenponerensusitioaRothenstein,nolerespondió.Repitió lapregunta:«EsperoquesuhermanaseencuentrebienenAlemania».Margaretcontuvosuardorpolémicoydijo:«Sí,gracias;tuvenoticiasdeellaelmartes».Peroeldiablodelclamorseguíaenellayalcabodeunmomentosehabíadescontroladootravez.

—Sololosmartes,porquevivenlejos,enStettin.¿OyóustedhablaralgunavezaalguienquevivieraenStettin?

—Jamás —dijo mistress Wilcox mientras su vecino, un jovenpertenecientea laOficinadeEducación,empezabaadiscutircómodebíade

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ser la gente que vivía en Stettin. ¿Existiría algo así como la stettinitis?Margaret no le hizo caso y prosiguió—:Lagente deStettin tira cosas a losbarcosdesdeunosalmacenescolgantes.Almenos,esohacennuestrosprimos,peronosonparticularmentericos.Laciudadcarecedeinterés,salvounrelojquemueve los ojos y la vista delOder, que es realmente algo excepcional.¡Oh,mistressWilcox,austed leencantaríaelOder!El río,omejor los ríos,porqueparecequehayadocenasdeellos,sondeunazulintensoylallanuraporlaquediscurrenesdeunverdeaúnmásintenso.

—¡Vaya!Debedeserunavistadelomáshermosa,missSchlegel.

—Esaesmiopinión,peroHelen,quetodoloembrolla,dicequeno,queescomo la música. El curso del Oder tiene que ser como la música, ha derecordarleunpoemasinfónico.Lapartequediscurrejuntoalosembarcaderoses en simenor, simalno recuerdo,peroenel llano, las cosas se complicansobremanera.Hayuntemaoscuroypolitónico,querepresentalosbancosdecienoyotroparaelcanalnavegable;ladesembocaduraenelBálticoesendosostenidomayor,pianísimo.

—¿Y qué pintan en esto los almacenes colgantes?—preguntó un jovenriendo.

—Mucho—replicóMargaret lanzándose inesperadamente por un nuevocamino—.ConsideroafectadocompararelOdercon lamúsica, al igualqueusted, pero los almacenes colgantes de Stettin reflejan una verdaderapreocupaciónporlabelleza,unapreocupaciónquenosotrosnosentimos,queelinglésmedionosiente;másaún,elinglésmediodespreciaalquelasiente.Yahoranomedigausted:«Losalemanesno tienengusto»,porquechillaré.Nolotienen,deacuerdo,pero…pero,yesuntremendo«pero»,setomanenseriolapoesía.Realmente,setomanenseriolapoesía.

—¿Yquégananconesto?

—Sí, sí, los alemanes están siempre pendientes de la belleza. Puedenecharlaaperderporestupidez,omalinterpretarla,perosiempreestánpidiendoquelabellezaentreensusvidas,yyocreoquealfinalloconseguirán.ConocíenHeidelbergaunveterinariogordocuyavozsecortabaensollozoscadavezquerecitabaunospoemashorrorosos.Habríasidofácilparamíreírmedeél,paramí,quejamásrecitopoemas,buenosomalosyquenopuedorecordarniun fragmento de verso con el que emocionarme un poco a mí misma. Mehierve la sangre, bien, soymedio alemana, así que atribúyanlo si quieren alpatriotismo,cadavezqueoigoalinglésmediodespreciarlascosasalemanaspormordelbuengusto, tanto si se refiereaBöcklincomoamiveterinario.«Ah,Böcklin—dicen— corre como un loco detrás de la belleza, puebla laNaturaleza de dioses demasiado conscientemente». Por supuesto, Böcklinfuerza las cosas, porque quiere algo: la belleza y todos los demás bienes

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intangiblesqueflotanenestemundo.PoresosuspaisajesnoarrebatanylosdeLeadersí.

—No estoy del todo conforme —dijo el joven—. ¿Y usted, mistressWilcox?

MistressWilcoxreplicó:

—CreoquemissSchlegelseexpresamuyrequetebién.

Unsilencioheladocayósobrelareunión.

—Porfavor,mistressWilcox,digaalgomáshalagador.Esundesairedecirquealguienseexpresamuyrequetebién.

—Nofuemi intencióndesairarla.Loquedijomeinteresómucho.Por logeneral, a la gente no parece gustarle Alemania. Siempre quise oír lo quedecíanlosdelotrolado.

—¿Los del otro lado? Entonces no está usted de acuerdo. ¡Qué bien!Denossuversión.

—Yonotengoversiónniestoydeningúnlado.Peromimarido—suvozseatenuóyelhielosehizomásespeso—tienemuypocafeenelcontinente,ynuestroshijoshansalidoasupadre.

—¿Porquérazón?¿Creequeelcontinenteestáendecadencia?

Mistress Wilcox no tenía la menor idea; prestaba poca atención a lasrazones. No era una intelectual, ni siquiera era una persona despierta yresultaba extrañoque, a pesar de todo, diese aquella sensacióndegrandeza.Margaret,sindejardezigzaguearconsusamigosdelpensamientoalarte,eraconsciente de la presencia de una personalidad que trascendía la de ellos yempequeñecía sus actividades. No había amargura en mistress Wilcox, nisiquieracrítica;eraadorableynohabíasalidodesuslabiosunapalabratorpeoacerba.Con todo,oellao lavidacotidianaestaban fuerade lugar; ambaseranincompatiblesyunauotrateníanquedifuminarseenunsegundoplano.Enaquella comida, ellaparecíamás fuerade lugarquedecostumbreymáspróxima a la línea que separa la vida cotidiana de otra vida, quizá másimportante.

—Admitirá usted, sin embargo, que el continente… bueno, pareceráridículohablardelcontinente,peroenrealidadesmássemejanteentresíquecualquieradesuspartesaInglaterra.Inglaterraesúnica.Tomeunpocomásdegelatina. Iba a decir que el continente, para bien o para mal, siente unprofundo interés por las ideas. Su literatura y su arte tienen lo que podríallamarse«lachaladuradeloinvisible»,quepersisteapesardeladecadenciaola afectación.Haymás libertadde acción en Inglaterra, pero si quiere ustedlibertaddepensamiento,vayaalaburocráticaPrusia.Allílagentediscutecon

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humildad cuestiones vitales que aquí juzgamos demasiado elevadas paratocarlasnisiquieraconpinzas.

—Yo no quiero ir a Prusia —dijo mistress Wilcox—, ni siquiera paracontemplaresavistatanbonitaqueusteddescribió.Yyasoydemasiadoviejaparadiscutirconhumildad.NuncadiscutimosenHowardsEnd.

—¡Deberían hacerlo!—dijo Margaret—. La discusión mantiene viva lacasa.Unacasanopuedemantenersesolodeladrillosycemento.

—Tampoco sin ellos —dijo mistress Wilcox recogiendo el hiloinesperadamenteylevantandoporprimerayúltimavezunadébilesperanzaenel círculo de personas encantadoras—. No puede mantenerse sin ellos y avecespiensoque…Peronopuedoesperarque lageneracióndeustedesestédeacuerdo,yaqueinclusomihijadiscrepademí.

—Nohagacasodenosotrosnideella.¡Digaloquepiensa!

—A veces pienso que habría que dejar la acción y la discusión a loshombres.

Hubounbrevesilencio.

—Hay que admitir que los argumentos contrarios al sufragio sonextraordinariamentepoderosos—dijounajoveninclinándosesobrelamesaydesmenuzandoelpan.

—¿Ah,sí?Yonuncasigolosargumentos.SolodoygraciasaDiospornotenerquevotar.

—No nos referíamos al voto —añadió Margaret—. Dígame, mistressWilcox,¿existealgunadiferenciaesencialentrenosotrasy loshombres?Mepreguntosihemosdepermanecerdondehemosestadodesdeelprincipiodelahistoria o si, ya que los hombres han avanzado tanto, no podemos nosotrasavanzar un poco. Yo creo que sí podemos. Admito incluso un cambiobiológico.

—Nosé,nosé.

—Tendremos que volver a los almacenes colgantes—dijo el hombre—.Lascosassehanpuestomuyásperas.

MistressWilcoxselevantó.

—Oh,quédeseun ratomás.MissQuestedvaa tocarelpiano.¿LegustaMcDowell?¿Nocreequesuscomposicionesnosonmásqueruidos?Sitienequeirse,laacompañaré.¿Notomarácafé,almenos?

Salieron del comedor cerrando la puerta tras de sí. Mientras mistressWilcoxseabrochabalachaqueta,dijo:

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—¡QuévidataninteresantellevanustedesenLondres!

—No,noescierto—dijoMargaretconsúbitarevulsión—.Llevamosunavidademonoschiflados.MistressWilcox,deveras,enelfondotodostenemosalgotranquiloyestable.Créalo.Todosmisamigoslotienen.Nomedigaquele ha gustado esta reunión, porque no es verdad: le ha desagradadoprofundamente.Perodiscúlpemeviniendootravez,sola,oinvitándomeairaverla.

—Estoy acostumbrada a los jóvenes —dijo mistress Wilcox, y a cadapalabraquedecía,elcontornodelascosassabidasseibavolviendomásymásoscuro—. Oigo muchas conversaciones en mi casa, porque nosotros, comoustedes,llevamosunavidasocialmuyactiva.Allásehablamásdedeportesydepolítica,pero…megustóestareunión.Mucho.MissSchlegel,querida,noestoymintiendoysolodesearíapodermequedarun ratomás.Porunaparte,hoynomeencuentromuybieny,porotra,ustedeslosjóvenessemuevenaunritmo tan rápido que me aturden. Charles es igual y Dolly, también. Perotodos,viejosyjóvenes,estamosenlamismabarca.Yonuncaloolvido.

Guardaronsilencioporunosinstantes.Luego,conunaemociónrenovada,seestrecharonlasmanos.LaconversaciónseinterrumpiósúbitamentecuandoMargaretvolvióalcomedor:susamigoshabíanestadohablandode lanuevaadquisiciónyhabíanacabadoporconsiderarla«personacarentedeinterés».

Capítulo10

Pasaronvariosdías.

¿Sería mistress Wilcox una de esas personas decepcionantes que tantoabundan y que primero ofrecen su amistad y luego la retiran?Una de esaspersonas que despiertan nuestro interés y nuestro afecto, que atraen nuestroespíritu y luego se desvanecen. Cuando esta relación implica pasión físicarecibe un nombre muy concreto: flirteo, y si se lleva hasta las últimasconsecuencias, está penado por la ley. Pero no hay ley, ni siquiera opiniónpública, que castigue a quienes flirtean con la amistad, aunque el dolor queinflijanylasensacióndeesfuerzobaldíoydedesalientopuedansertantomásinsufribles.¿EramistressWilcoxunadeesaspersonas?

Margaret lo temió al principio. Con impaciencia londinense, Margaretqueríaque todosesolucionara inmediataydefinitivamenteydesconfiabadelos períodos de calma necesarios para el desarrollo de los acontecimientos.DeseosadeagenciarselaamistaddemistressWilcox,recurrióalceremonial,lápiz en mano, tanto más insistente cuanto que la ausencia del resto de la

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familialeproporcionabaunaoportunidadfavorable.PeromistressWilcoxnoteníaprisa.RehusómezclarseconelgrupodeWickhamPlaceoreemprenderla discusión sobre Helen y Paul, a la que Margaret había recurrido comovínculoidóneoentreambas.Lotomóconcalma,dejóqueeltiempohicierasulabory,cuandollegóelmomento,todoestabapreparado.

Lacrisis se inicióconunmensaje: ¿querríamissSchlegel irde comprasconella?LasNavidades seacercabanyaúnnohabíacomprado los regalos.MistressWilcoxhabíapasadovariosdíasenlacamayteníaquerecuperareltiempoperdido.Margaretaceptóyalasoncedeunatristemañanasalierondecomprasenunaberlina.

—Ante todo—dijoMargaret— tenemosquehaceruna lista y tachar losnombres que vayamos eliminando.Mi tía siempre lo hace así, y esta nieblapuedeespesarseencualquiermomento.¿Tieneustedalgunaidea?

—Penséquepodíamos iraHarrod’soa losalmacenesdeHaymarket—dijo mistress Wilcox con desgana—. Allí tienen de todo. No soy buenacompradora.Elbulliciomeaturdeysutíatienerazón:hayquehacerunalista.Cojamicuadernodenotasyescribasunombreenprimerlugar.

—¡Fantástico! —dijo Margaret escribiéndolo—. ¡Es muy amable alempezarpormí!—peronoqueríaqueleregalasennadacaro.Suamistaderasingularmásque íntimayadivinabaqueelclande losWilcoxsemolestaríaporungastorealizadoenunextraño,comosuelesucederenlasfamiliasmuyunidas.NoqueríaquelaconsiderasenunasegundaHelen,quelesarrebatabaregalos, yaquenopodía arrebatarles a los hombres; ymuchomenosqueríaexponerse, comouna segunda tía Juley, a los insultosdeCharles.Eramejoruna cierta austeridad, y añadió—:De todosmodos, no quiero un regalo deNavidad.Prefieroquenomehaganinguno.

—¿Porqué?

—Porque tengo una idea muy especial de las Navidades. Porque tengotodoloquepuedecomprarsecondinero.Loquequierosonmáspersonas,nomáscosas.

—Me gustaría regalarle algo en prueba de amistad, miss Schlegel, enrecuerdodesuamabilidadduranteestasdossemanasdesoledadqueacabodepasar.Mehandejadosolayustedhaimpedidoquemeasaltasenlostemoresqueasaltanalaspersonassolitarias.Amímeocurreamenudo.

—Siesasí—dijoMargaret—,silehesidodealgunautilidad,cosaquenosabía,nopuedepagarmeconnadamaterial.

—Supongo que no, pero me gustaría. Quizá se me ocurra algo viendoescaparates.

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El nombre deMargaret se quedó encabezando la lista, pero ningún otronombreseañadióalsuyo.Deambularondetiendaentienda.Elaireerablancoyopacoycadavezquesalíanalexterior,teníaelsabordelasmonedasfrías.Devezencuando,atravesabanunanubegris.LavitalidaddemistressWilcoxeramuybajaaquellamañanayeraMargaret laquedecidía lacompradeuncaballitoparaestaniña,deunamuñecaparaaquella,deunabandejadecobreparalaesposadelrector.«Siempredamosdineroaloscriados».«Ah,sí,sí,esmuchomáspráctico»,contestabaMargaret,perosentíaelgrotescoimpactodeloinvisiblesobrelovisibleyveíasaliraqueltorrentededineroyjuguetesdeun olvidado portal de Belén. Las tabernas, además de las habitualesexhortacionescontralatemplanza,invitabanaloshombresa«unirseanuestroclubdeNavidad»:unabotelladeginebraodos,según lasuscripción.Enunletrero,unamujerenmallasanunciabalafunción(pantomímica)deNavidad,ylospequeñosdemoniosrojosquehabíansalidootravezaquelañoprivabansobrelastarjetasnavideñas.Margaretnoeraunaidealista.Nopretendíaquesereprimiese la avalancha comercial y publicitaria. Simplemente, cada año serenovaba su sorpresa. De todos aquellos compradores vacilantes, de todosaquellos cansados vendedores, ¿cuántos comprendían que los hermanaba unacontecimiento divino?Margaret lo comprendía, aún sintiéndose almargen.Noeracristianaenunsentidoestricto;nocreíaqueDioshubiesevividojamásentre nosotros encamado en un joven artesano. La gente, o al menos lainmensamayoría, lo creía así y, presionada en este sentido, lo confesaba enaltavoz.Sinembargo,lossignosvisiblesdesuscreenciaseranRegentStreetyDruryLane, un poco de barro desplazado, un poco de dinero gastado, unaspocas viandas guisadas, comidas y olvidadas. Incongruente. Pero ¿cómoexpresarenpúblicoloinvisibledeunmodocongruente?Sololavidaprivadasostieneunespejoquereflejael infinito;sololasrelacionespersonales,ynootras,apuntanaunarealidadexistentemásalládenuestraimagencotidiana.

—No, en conjunto, me gustan las Navidades—proclamó—. A su torpemanera, hablan de paz y de buena voluntad, pero, ay,más torpemente cadaaño.

—¿Sí?Yo,laverdad,soloconozcolasNavidadesenelcampo.

—NosotrossolemospasarlasenLondresyseguimoseljuegoconabsolutaseriedad: villancicos en la Abadía, comida especial, cena para los criados,árbol de Navidad y baile para los niños pobres con canciones a cargo deHelen.Elsalónvamuybienparaestaceremonia.Nosmetemoslostresenelcuartito trasteroycorremos lacortinacuandoseencienden lasvelas.Conelespejo detrás, el efecto es muy bonito. Ojalá encontremos una casa contrastero.Porsupuesto,elárbolhadesermuypequeñoylosregalosnoestáncolgados.No,losregalosestánsobreunaespeciedepaisajerocosohechodepapelmarrón,arrugado.

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—¿Hablóusteddeencontrarunacasa,missSchlegel?¿Cómo?¿SevandeWickhamPlace?

—Sí,dentrodedoso tres años, cuandoexpire el arrendamiento.Nohaymásremedio.

—¿Llevanmuchotiempoenella?

—Todanuestravida.

—Sentiránmuchodejarla,claro.

—Supongoque sí.Aúnnonoshemoshecho a la idea.Mipadre…—secalló porque habían llegado a la sección de papelería de los almacenes deHaymarketymistressWilcoxqueríaencargarunasfelicitaciones.

—A ser posible, algo distinto —dijo suspirando. En el departamentoencontró a una amiga, entregada a lamisma búsqueda, y conversó con ellainsípidamente,conlaconsiguientepérdidadetiempo.

—Mimaridoymihijaestándeviaje,encoche.¿Bertha,también?¡Vaya,qué coincidencia! —Margaret, a pesar de su natural poco práctico, podíabrillar en semejante compañía.Mientras las dos señoras hablaban revisó unmontón de modelos de felicitaciones y sometió uno a la aprobación demistressWilcox.MistressWilcoxsequedóencantada:quéoriginal,quéfrasesmás cariñosas. Encargó un centenar como aquella y quedó eternamenteagradecida.Luego, cuando el dependiente estaba tomandonota del encargo,dijo:

—¿Sabequé?Esperaré.Bienpensado,voyaesperar.Sobratiempo,¿no?,ymegustaríasaberlaopinióndeEvie.

Volvieron al coche por un tortuoso camino.Una vez instaladas,mistressWilcoxdijo:

—¿Ynopodríanrenovarlo?

—¿Perdón?—dijoMargaret.

—Merefieroalarrendamiento.

—¡Ah,elarrendamiento!¿Haestadoustedpensandoenestotodoelrato?¡Quéamable!

—Supongoquesepodríahaceralgo.

—No. Los terrenos han subido muchísimo de precio. Quieren derribarWickhamPlaceyedificarpisoscomoelsuyo.

—¡Quéhorror!

—Sí,lospropietariossonhorribles.

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MistressWilcoxdijoconvehemencia:

—Esmonstruoso,missSchlegel.Esonoestábien.Yonosabía loqueselesveníaencima.Lescompadezcodetodocorazón.Versealejadasdesucasa,delacasadesupadre…notendríanquepermitirunacosaasí.Espeorquelamuerte. Preferiría morirme antes que… ¡Oh, pobres chicas! ¿Qué clase decivilizaciónesestaenlaqueunapersonanopuedemorirenlahabitaciónenquenació?Querida,querida,losientomuchísimo.

Margaretnosabíaquédecir.MistressWilcoxestabamuycansadaporlascomprasymostrabaunaclaratendenciaalahisteria.

—En cierta ocasión estuvieron a punto de derribar Howards End. Mehabríamuerto.

—El caso deHowards End es distinto. Nos gusta nuestra casa, pero notiene nada que la distinga de las demás.Ya la vio usted, es una típica casalondinense.Encontraremosotraconfacilidad.

—¿Ustedcree?

—Yaveo:habloasípormitípicainexperiencia—dijoMargaretdesviandolacuestión—.Noséquédecircuandoustedadoptaesteaire,mistressWilcox.Me gustaría verme como usted me ve: como una rata sabia. La perfectaingenua.Encantadora,muyinstruidaparamiedad,peroincapazde…

AmistressWilcoxnadieladesviabadesucamino.

—Véngase conmigo a Howards End ahora mismo —dijo con másvehemenciaquenunca—.Quieroquelovea.Ustednoloconoceymegustaríaoírsuopinión,porqueseexplicaustedmuyrequetebién.

Margaretmiróelaireinclementeylacaracansadadesucompañera.

—Lo haré con mucho gusto más adelante —replicó—, pero no está eltiempoparaesaexpediciónyhayqueemprenderlaconfuerzasrenovadas,¿noleparece?Lacasaestarácerrada,supongo.

Norecibiócontestación.MistressWilcoxparecíamolesta.

—¿Podréirotrodía?

MistressWilcoxseinclinóhaciadelanteygolpeóelcristal.

—¡AWickhamPlace, por favor!—ordenóal cochero.Margaret acababaderecibirunareprimenda.

—Muchísimasgraciasporsuayuda,missSchlegel.

—Denada.

—Hasidounalivioquemesolucionaraelproblemadelosregalos…yde

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lasfelicitaciones,sobretodo.Admitosubuengustoenlaelección.

Le había llegado el turno de no recibir respuesta.Margaret, a su vez, sesentíaofendida.

—MimaridoyEvieestarándevueltapasadomañana.Poresohemosidodecomprashoy.Yomequedéenlaciudadespecialmenteparairdecompras,peronohehechonadaaderechasyahoramehanescritodiciendoquetienenque interrumpir el viaje, porque el tiempo es muy malo y la policía muyantipática, casi tan antipática como en Surrey. Nuestro chófer es muycuidadosoyamimaridolemolestaenormementequeletratencomosifueraunvulgarinfractor.

—¿Porqué?

—Bueno,pues,porque…porquenoesunvulgarinfractor,naturalmente.

—Deduzcoquesobrepasóellímitedevelocidady,entalcaso,¿quépuedeesperar,sinoqueletratencomoaundelincuente?

Mistress Wilcox guardó silencio. En una tensión creciente regresaron acasa.Laciudadteníaunaspectosatánicoylascallesestrechasoprimíancomolas galerías de una mina. La niebla, alta a la sazón, no impedía que lasventanasylosescaparatesiluminadosdelastiendasaparecieranatestadosdeclientes.Lanieblaensombrecíamásbienelespíritu,quesereplegabasobresímismoparaencontrarensuinteriorunaoscuridadaúnmáslóbrega.Margaretestuvoapuntodehablarenunadocenadeocasiones,perolavozseahogabaensugarganta.Sesintiótorpe,mezquina;susreflexionessobrelaNavidadsevolvieron cada vezmás cínicas. ¿Paz?Quizá laNavidad traiga otros dones,pero¿hayunsololondinenseparaquienlaNavidadseapacífica?No,elansiay la excitación de los preparativos han arruinado esta bendición. ¿Buenavoluntad? ¡Bah! ¿Habían visto alguna muestra de buena voluntad en lashordasde compradores? ¿Oenellamisma?Nohabía aceptado la invitaciónpor considerarla extraña y fantasiosa… ella, cuyo blasón era fomentar lafantasía. Habría sido mejor aceptar y fatigarse un poco que contestarfríamente: «¿Podré ir otro día?». El cinismo la abandonó. No habría otraocasión.Aquellamujersombríayanovolveríaainvitarla.

Se separaron frente a las Mansions. Mistress Wilcox entró, tras losconsabidos formalismos,yMargaret sequedócontemplandosu figuraaltaysolitariaadentrarseporelzaguánhacialosascensores.Cuandolaspuertasdecristalsecerraron, tuvolasensacióndequepresenciabaunencarcelamiento.Primero desapareció la hermosa cabeza, oculta en la pelliza; luego, el largovestido. Unamujer de rareza indefinible ascendía a los cielos como un serespecial,metidoenunabotella.¡Yaquécielo!Unabóvedainfernal,negradehollín,delaquedescendíantizones.

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Durante lacomida,Tibby,viendoelmutismodeMargaret,seempeñóenhablar.Noesqueelmuchachofueraperversopornaturaleza,peroyadesdelainfanciahabíamostradounatendenciairresistiblealainoportunidad.Aquellavez rindió a su hermana un extenso informe sobre sus actividades en elcolegio,alqueasistíaconagradodevezencuando.Eltemaerainteresanteyla propiaMargaret lo sacaba a menudo a colación, pero esta vez no podíaconcentrarseenlasexplicacionesdesuhermano,porquesuatenciónsedirigíaalreinodeloinvisible.SedabacuentadequemistressWilcox,aunqueamanteesposa y madre ejemplar, solo tenía una pasión en su vida: su casa, y queinvitar a alguien a compartir con ella su pasión era un acontecimientosolemne.Contestar«otrodía»eracontestarcomounatonta.«Enotraocasión»eraunafórmulaválidapara lascasasdeladrillosycemento,peronoparaelsanctasanctórumenquesehabíatransfiguradoHowardsEnd.Margaretsentíaporel lugarunacuriosidadmuy relativa.AquelveranohabíaoídohablardeHowardsEndsobradamente.Lasnueveventanas,elemparradoyelolmonotenían gratas implicaciones para ella y habría preferido pasar la tarde en unconcierto.Pero la imaginación triunfó.Mientrassuhermanoseguíadalequedale,decidióiratodacostayobligaramistressWilcoxairconella.Cuandoterminólacomida,salióysedirigióalosapartamentosdeenfrente.

MistressWilcoxacababadesalirynoregresaríaaquellanoche.

Margaretdijoquenoimportaba,corrióescalerasabajo,tomóuncochedepuntoyleordenóiralaestacióndeKing’sCross.Estabaconvencidadequeestaescapadaeraimportante,aunquenohabríasabidodecirporqué.Eraunacuestión de encarcelamiento y fuga y, aunque ignoraba el horario del tren,buscabafebrilmenteconlosojoselrelojdeSaintPancras.

AnteellaaparecióelrelojdeKing’sCrosscomounasegundalunademieldeaquel firmamento infernal,yelcochesedetuvodelantede laestación.AloscincominutossalíauntrenparaHilton.Tomóunbilletedeida,olvidandoensuagitaciónpedirlodeidayvuelta.Mientraslohacía,unavozseriayfelizlasaludóylediolasgracias.

—Megustaríairconusted,siaúnestoyatiempo—dijoMargaretriendonerviosamente.

—Tequedarásapasarlanochetambién,querida.Porlamañanamicasaesmuchomásbonita.Quédate.Notepuedoenseñarbienelpradomásquealasalidadelsol.Estaniebla—señalóaltechodelaestación—nuncaseextiendemuylejos.CasimeatreveríaadecirqueenHertfordshireestánsentadosalsol.Notearrepentirásdehabervenido.

—Nuncamearrepentirédeirconusted.

—Esoesloqueacabodedecir.

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Empezaronaandarporelandénalfondodelcualestabaformadoeltren,encarando la oscuridad exterior. No llegaron a tomarlo. Antes de que laimaginacióntriunfase,seoyerongritosde«¡Madre!¡Madre!»yunajovencitadeespesascejassaliócorriendodelasaladeesperayagarróamistressWilcoxporelbrazo.

—¡Evie!—tartamudeóella—.¡Evie,miniñaquerida!

—¡Padre!¡Miraquiénestáaquí!

—¡Evie,querida!¿CómonoestáisenYorkshire?

—Elcocheseaverióycambiamoslosplanes.Ahívienepapá.

—¡Ruth! —exclamó míster Wilcox uniéndose al grupo—. Ruth, ennombredelcielo,¿quéhacesaquí?

MistressWilcoxsehabíarecobradodelasorpresa.

—¡Henry, qué sorpresa más estupenda! Oh, pero, permíteme que tepresente…aunquecreoqueyaconocesamissSchlegel.

—Sí—respondióelhombresindemasiadointerés—.¿Cómoestás,Ruth?

—Frescacomounarosa—contestóellaalegremente.

—Nosotros también.El coche iba demaravilla, ¿sabes?… fuimos por lanacional I hasta Rippon, pero allí, un carro y un caballo desvencijados,conducidosporuncretino…

—MissSchlegel,tendremosquedejarnuestrasalidaparaotraocasión.

—Tedecíaqueelidiotadelcarretero,comoreconocióinclusolapolicía…

—Porsupuesto,mistressWilcox;enotraocasión.

—… De todas formas, como estamos asegurados contra terceros, noimporta…

—…Elcocheyelcarroestabanprácticamenteenángulorecto…

Las voces de la familia feliz iban subiendo de tono.Margaret se quedósola. Nadie la necesitaba. Mistress Wilcox salió de King’s Cross entre sumaridoysuhija,escuchandoaambosalmismotiempo.

Capítulo11

El funeralhabíaconcluido.Loscarruajes sealejabanporel fangoy sololospobresde la localidad sedemorabanenel cementerio.Seacercarona la

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fosa recién cavada y miraron por última vez el ataúd, casi oculto por laspaletadasdetierra.Erasumomento.Lamayoríadelosrezagadoseranvecinasde la difunta, revestidas de ornamentos negros por orden demísterWilcox.Losdemásasistíanatraídosporlacuriosidad.Unamuerte,ymásunamuerterepentina, les conmovía con auténtica excitación. Formaban grupos odeambulaban entre las tumbas, como manchas de tinta. El hijo de una deaquellas mujeres, leñador de profesión, podaba el olmo del cementerioencaramadosobrelascabezasdelaconcurrencia.VeíadesdesuobservatoriolavilladeHilton,queseextendíaaambosladosdelacarreteradelNorte,consusdilatadosaledaños;elocaso,escarlatayoro,queparpadeabaenelconfíndel firmamento grisáceo; la iglesia; las plantaciones, y, finalmente, a susespaldas, la vasta campiña, salpicada de prados y granjas. El leñadordesgranabaconsuspalabraselacontecimiento,enunintentodetraducirasumadre, que estaba debajo, las sensaciones que le habían embargado a lallegada del ataúd, la imposibilidad de abandonar su atalaya y sus deseos deinterrumpir el trabajo, la sorpresa que casi le había hecho caer del árbol, elgraznidodelascornejas,quepresentíanlacausadelceremonial.Lamadre,asuvez,seatribuíapoderesproféticos:enlosúltimostiemposhabíaadvertidounaspectoextrañoenmistressWilcox.Londreshabíaacabadoconella,decíanotros.Eraunadamamuygentil,comolofueraentiempossuabuela:personademássencillacondición,peromuygentil.¡Ay,yanoquedabagenteasí,delavieja escuela! También míster Wilcox era un caballero muy gentil, porsupuesto.Yasí,exaltados,volvíanaltópicounayotravez.LosfuneralesdeunricoeranparaellosloqueparaunapersonacultivadasonlosfuneralesdeAlcestes o de Ofelia: una obra de arte, y como tal los contemplabanávidamente,comoalgoalmargendesusvidasque, sinembargo,aportabaaestasunanuevadimensión.

Los sepultureros, adoptando una actitud de desaprobación —lesdesagradabaCharlesWilcox;noesmomentodehablardeestascosas,perolesdesagradaba CharlesWilcox—, dieron fin a su trabajo. Apilaron coronas ycrucessobrelatumba.ElsolsepusoenHilton:lascejasnegrasdelanocheenrojecieronlevementeyunceñoescarlatalaspartió.Charlandotristemente,elcortejoatravesólaverjaylaavenidadecastañosquellevabaalpueblo.Eljovenleñadorsequedóunratomás,posadosobreelsilencio,balanceándoserítmicamente. Cayó la rama bajo su sierra. Con un gruñido descendió delárbol,alejadosyasuspensamientosdelamuerteypuestosenelamor,porqueteníaunacitaesamismanoche.Unramilletedecrisantemososcuroslellamóla atención. «No debería haber flores de colores en los entierros», pensó.Anduvo un poco, se detuvo, escudriñó furtivamente la oscuridad, se volvió,arrancóuncrisantemodelramilleteyloocultóenelbolsillo.

Tras él se hizo un absoluto silencio. El pabellón adosado al muro delcementerioseencontrabavacíoylacasamáspróximaestabalejos.Horatras

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hora, la escena del sepelio quedó sin ojos que la miraran. Unas nubesprocedentesdeloesteseacumularonenelcielo;laiglesiaparecíaunbarcodealtaproa,navegandoconsucargamentohaciaelinfinito.Alamanecer,elairesevolviómásfrío;elfirmamento,másclaro;lasuperficiedelatierra,duraybrillante sobre la fosa.El leñador,de regresoa su trabajo trasunanochedeplacer,seibadiciendoasímismo:«Lilas,crisantemos…lástimanohaberloscogidotodos».

Era la hora del desayunodeHowardsEnd.Charles,Evie y la esposa deaquel se hallaban en el comedor.MísterWilcox, que no quería ver a nadie,desayunaba arriba. Su sufrimiento era tan agudo que sentía intermitentesespasmos de dolor físico. Los ojos arrasados en lágrimas, intentaba comer,peronolograballevarseunsolobocadoaloslabios.

Pensabaenlabondaddesumujer,inalterablealolargodetreintaaños.Norecordabanadaenconcreto—nielnoviazgo,nilosprimerosraptosamorosos—, solo la invariable virtud, la más noble cualidad de una mujer, en suopinión.Muchasmujeres son caprichosas, incurren en faltas peregrinas, porpasión o por frivolidad. Su mujer, no. Año tras año, en verano como eninvierno, como esposa y como madre, Ruth había sido la misma; él habíaconfiado en ella. ¡Y su ternura! ¡Y su inocencia! ¡Aquella maravillosainocencia que era en ella un don de Dios! Ruth ignoraba la malicia y lasabiduríadelmundo, como las floresdel jardíny como lahierbadelprado.Sus ideas sobre los negocios —«Henry, ¿por qué la gente que ya tienesuficientedineroquiere tenermás?»—,sobre lapolítica—«Estoyseguradeque si las madres de varias naciones pudieran reunirse, no habría másguerras»—.Sus ideassobre lareligión…bueno,enese terrenosecruzóunanube,perounanubepasajera.Ellaprocedíadeunasectacuáquerayély sufamilia,antesdisentistas,eranmiembrosporentoncesdelaIglesiaanglicana.Lossermonesdelrectorlahabíanrepelidoalprincipio.Expresósusdeseosde«una luz más íntima», añadiendo, «no tanto por mí como por el pequeño»(Charles).Seguramenteaquellaluzíntimalefueotorgada,porquenovolvióaquejarse en los últimos años.Educaron a sus tres hijos sin disputas.Nunca,jamásdiscutieron.

Yahora reposababajo la tierra.Sehabía idoy, como si hubieraqueridohacersumarchamásamarga,sehabíaidoconuntoquedemisterioimpropiodeella.«¿Porquénomedijistequelosabías?»,sehabíalamentadoél;yella,convozdébil,habíacontestado:«Noquise,Henry,podíaestarequivocada,ytodo el mundo odia las enfermedades». Un médico desconocido le habíapuestoalcorrientedelhorror,unmédicoalquehabíaconsultadomientrasélestabaausentedelaciudad.¿Habíasidojusto?Muriósindarunaexplicacióncompleta.Eraunafaltaporsuparte,pero—ylaslágrimasseagolparonensusojos—¡quépequeñafalta!Elúnicoengañoentreintaaños.

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Se levantó ymiró por la ventana, porque acababa de entrar Evie con elcorreoynotolerabaelencuentroconunosojosajenos.Ah,sí,habíasidounabuena mujer. Había sido una mujer firme. Escogió esta palabradeliberadamente.Paraél,lafirmezaabarcabatodoelogio.

Él mismo, contemplando el jardín invernal, poseía la apariencia de unhombre firme. Su rostro no era tan cuadrado como el de su hijo. A decirverdad, su mentón, aunque de trazo enérgico, se hundía ligeramente y loslabios,ambiguos,quedabanocultosbajoelbigote.Peronohabíaseñalexternade debilidad en sus facciones. Los ojos, si bien capaces de amabilidad ycamaradería,aúnenrojecidosenaquelmomentoporlaslágrimas,eranlosojosde quien no admite órdenes. La frente, asimismo, era la de Charles: alta yrecta,cetrinaytersa,bruscamenteachatadaenlassienesyelcráneo,producíael efecto de un bastión que protegía su cabeza delmundoy, a veces, de unmuro sin aberturas. Tras aquelmuro había vivido, intacto y feliz, cincuentaaños.

—Hallegadoelcorreo,papá—dijoEviecontorpeza.

—Gracias,déjaloahí.

—¿Todobien?…¿eldesayuno?

—Sí,sí,gracias.

Lamuchachamiródubitativa,primeroasupadre, luegoaldesayuno.Nosabíaquéhacer.

—PreguntaCharlessiquiereselTimes.

—No.Loleeréluego.

—Llamasiquieresalgo,papá.

—Yatengotodoloquequiero.

Después de separar las cartas de los impresos, la muchacha bajó alcomedor.

—Papá no ha comido nada—anunció sentándose con el ceño fruncidojuntoalhornillodelté.

Charlesnorespondió.Apoco,selevantó,corrióescalerasarriba,abriólapuertaydijo:

—Oye, papá, tienes que comer, ¿sabes? —y después de una pausa enesperadeunarespuestaquenovino,volvióabajar—.Meparecequeprimerova a leer la correspondencia —dijo evasivamente—. Creo que desayunarádespués —cogió el Times y durante un rato no hubo otro sonido que elgolpecitodelatazaenelplatoyelcuchilloenlabandeja.

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LapobreesposadeCharles se sentabaentre sus silenciososcompañeros,amilanada por el curso de los acontecimientos y un poco aburrida. Era unacriaturatimorataylosabía.UntelegramalehabíahechovenirdesdeNápolesallechodeunamoribundaalaqueapenasconocía.Unapalabradesuesposolahabíahundidoenunmundodelamentos.Queríacompartiríntimamenteeldolor de la familia, pero también deseaba que mistress Wilcox, condenadacomoestabaamorir,hubiesemuertoantesdesuboda,porquedeesemodolehabrían exigido menos compenetración. Desmigando su tostada, demasiadonerviosa para pedir la mantequilla, se quedó casi inmóvil, dando gracias aDiosdequesusuegrohubieraelegidodesayunararriba.

AlfinalhablóCharles.

—No estuvo nada bien que ayer precisamente les diera por podar losárboles—dijoasuhermana.

—Desdeluegoqueno.

—He tomado buena nota —continuó—. Me sorprende que el rector lopermitiera.

—Quizánofuecosadelrector.

—¿Dequién,sino?

—Deldueñodelterreno.

—Imposible.

—¿Mantequilla,Dolly?

—Gracias,Evie,querida.Charles…

—¿Sí,querida?

—Nosabíaquesepodíanpodarlosolmos.Yocreíquesolosepodabanlossauces.

—Oh,no.Sepuedenpodartambiénlosolmos.

—Entonces,¿porquénosepodíanpodarlosolmosdelcementerio?

Charlesarrugóelentrecejoysevolvióasuhermana.

—Otracosa.TengoquehablarconChalkeley.

—Sí,esverdad;tienesquequejarteaChalkeley.

—Notieneningúnderechoadecirquenorespondedeesoshombres.Yalocreoqueresponde.

—Claroquesí.

Losdoshermanosnoerancrueles.Hablabanasíenparteporquequerían

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poneraChalkeleyensusitio—undeseomuyhonesto—yenparteparaeludirlas cuestiones personales. Así actuaban siempre los Wilcox: sin concederimportanciaaestosasuntos.Otalvezsíquecomprendíansuimportancia,perolatemían,comohabíasupuestoHelen,dejandotraslucirensuactitudelpánicoyelvacío.Peronoerancruelesnifríos,yabandonaronlamesaconelcorazóncompungido. Su madre, en vida, no solía bajar a desayunar, por lo que suausencia se hacíamás sensible en otras habitaciones y, especialmente, en eljardín.Caminodelgaraje,Charlesibarecordando,acadapaso,alamujerquele había querido y a la que nunca podría remplazar. ¡Cuántas batallas habíalibrado él contra su tierno conservadurismo! ¡Cómo le desagradaban losadelantos y, sin embargo, con qué lealtad los aceptó cuando llegaron! ¡Quétrabajoleshabíacostado,aélyasupadre,conseguiraquelgaraje!¡Conquédificultad la habían convencido para que les cediese el cercado en queconstruirlo!¿Yelemparrado?Nohabían tenidomás remedioquecedérselo.La parra se encaramaba aún por la pared sur, con sus sarmientosimproductivos. Lo mismo pensaba Evie, al tiempo que hablaba con lacocinera. Evie podía hacerse cargo del trabajo de la casa, al igual que suhermanopodíahacerloconrespectoaljardín,peroellonolesimpedíasentirquealgoirremplazablehabíasalidodesusvidas.Lapenadeloshijos,menospunzanteque ladesupadre,brotabademáshondasraíces,porquesepuedesupliraunaesposa,perojamásaunamadre.

Charlesqueríavolvera suoficina.NohabíanadaquehacerenHowardsEndyconocíadeantiguoelcontenidodeltestamentodesumadre.Nohabíalegados, ni pensiones, ni complicaciones póstumas con las que algunosmuertos gustande prolongar sus actividades.Confiando en sumarido, se lohabía dejado todo, sin reservas. Era unamujer pobre: la casa había sido suúnicadote,ylacasa,ensumomento,iríaapararamanosdeCharles.MísterWilcox reservaba los cuadros para Paul y para Evie las joyas y la lencería.¡Conquéfacilidadsaliódelavida!Charlespensóqueaquellaeraunaloableactitud, aunque no tenía intención de adoptarla, en tanto que Margaret, depoderopinar,habríavistoensemejanteactitudunaindiferenciacasiculpableante la fama terrena. El cinismo—no el cinismo superficial de sonrisas ygruñidos,sinoelcinismocompatibleconlacortesíaylaternura—eralanotadominante del testamento de mistress Wilcox. No quería vejar a nadie.Conseguidoesto,latierrapodíaenfriarsesobresucuerpoparasiempre.

No,nohabíamotivoparaqueCharlessequedara.Nopodíacontinuarsulunademiel,asíqueiríaaLondresytrabajaría:sesentíaincómodosinhacernada. Dolly y él se quedarían con el apartamento amueblado y su padredescansaríatranquilamenteenelcampoconEvie.Podía,deestemodo,vigilarsunuevacasita,enunsuburbiodeSurrey,alasazónamediopintarydecorar,en la que esperaba instalarse poco después deNavidad. Sí, iría en su cochedespuésdecomer.LossirvientesdeLondres,quehabíanacudidoal funeral,

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regresaríanentren.

Encontró al chófer de su padre en el garaje. Le dijo: «Buenos días» sinmirarlealacarae,inclinándosesobreelautomóvil,continuó:

—¡Vaya,alguienhausadomicochenuevo!

—¿Sí,señor?

—Sí—dijoCharlesenrojeciendo—,yquienquieraquelohayausadonolohalimpiadobien,porquehaybarroenlosejes.Quítelo.

Elhombrefueabuscaruntraposindecirpalabra.Eraunchóferfeísimo,locual no desagradaba aCharles, que consideraba el encantomasculino comoalgo enfermizoyquenohabía cejadohastadeshacersedelminúsculo efeboitalianoquehabíantenidoalprincipio.

—Charles…

Sumujer le había seguido, sobre la escarcha helada, como una delicadacolumna negra sobre la cual la carita y el sombrero de luto formaban elcapitel.

—Unmomento,estoyocupado.Bueno,Crane,¿quiéncreeustedquelohausado?

—No lo sé, señor. Nadie lo ha usado desde que yo volví, pero,naturalmente,estuvefueraquincedíasconelotroautomóvil,enYorkshire.

Elbarrosedesprendióconfacilidad.

—Charles, tu padre está abajo. Algo ha sucedido. Quiere que vuelvasinmediatamente.¡Oh,Charles!

—Espera, querida, espera un minuto. ¿Quién tenía la llave del garajemientrasustedestabafuera,Crane?

—Eljardinero,señor.

—¿QuiereusteddecirqueelviejoPennysabeconducirunautomóvil?

—No,señor;nadieutilizóelautomóvildelseñor.

—Entonces,¿cómoseexplicaustedquehayabarroenlosejes?

—No sé qué puede haber pasadomientras yo estaba enYorkshire. Vea,señor,yanohaybarro.

Charles se sintió humillado. Aquel hombre le trataba como si fuera untontoy,sisucorazónnohubieraestadotandolorido,sehabríaidoaquejarasupadre.Peronoeramomentoparaquejas.Ordenóquetuviesenelcochelistoparadespuésdecomerysereunióconsumujer,quehabíaestadohablandosin

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cesardeunahistoriaincoherenteacercadeunacartaydemissSchlegel.

—Bueno,Dolly,yapuedoatenderte.¿QuépasaconmissSchlegel?¿Quéquiere?

Cuandoalguienescribíaunacarta,Charlessiemprepreguntabaquéquería.Quereralgoera,paraél,elúnicojustificantedeunacto.Ylapregunta,enestecaso,eracorrecta,porquesumujerrespondió:

—QuiereHowardsEnd.

—¿HowardsEnd?Ah,Crane,noseolvidedecolocarlaruedaStepney.

—No,señor.

—Procurenoolvidarse,porque…Vamos,mujercita.

Cuando estuvieron fuera del alcance del chófer, rodeó con el brazo lacinturadesumujerylaatrajohaciasí.Todosuafectoypartedesuatención:estoleentregabaparatodaunalargaydichosavidamatrimonial.

—Nomehasescuchado,Charles.

—¿Quépasa?

—Teloestoydiciendo:HowardsEnd.MissSchlegellotiene.

—¿Tiene el qué? —dijo Charles soltándola—. ¿De qué diantre estáshablando?

—Charles,prometistenodecirestasordinarieces.

—Oye,noestoydehumorparatonterías.Noeseldíaadecuado.

—Yatelohedicho.Haceratoquetelovengodiciendo.MissSchlegelesladueñadeHowardsEnd.Tumadrese lodejóyahoravosotrosos tendréisqueir.

—¿HowardsEnd?

—¡HowardsEnd!—gritóellaimitandolosgestosdesumarido.EnaquelinstantesalióEviecorriendodedetrásdeunmatorral.

—¡Dolly,vuelveenseguida!Papáestámuyenfadadocontigo,Charles—sedetuvoen seco—.Ve inmediatamenteaver apapá.Acabade recibirunacartaterrible.

Charlesempezóacorrer,secontuvoycontinuódespacioporelsenderodegrava.Ahíestabalacasa:lasnueveventanas,laparraestéril.Exclamó:«¡LasSchlegelotravez!»yDolly,paracompletarelcaos,añadió:«¡Oh,no,hasidolaenfermeralaquehaescrito!».

—¡Venid los tres!—gritó el padre saliendo de su inercia—.Dolly, ¿por

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quémehasdesobedecido?

—MísterWilcox,yo…

—Tedijequenofuerasalgaraje.Osheoídogritareneljardínyesonoloconsiento.Entrad.

Estabaenelporche,transformado,conlascartasenlamano.

—Todosalcomedor.Nopodemosdiscutirlosasuntosprivadosdelantedelservicio.Toma,Charles,leeestoydimequéhacemos.

Charlestomólasdoscartasylasleyósucesivamente.Laprimeraeraunanota de la enfermera.MistressWilcox le había encargado que, concluido elfuneral,enviaraeldocumentoadjunto.Eldocumentoadjuntoeradesupropiamadreydecíaasí:«Amimarido:DeseoqueHowardsEndpaseapropiedaddemissSchlegel(Margaret)».

—Supongoquehaymuchoquehablar—dijoconcalma.

—Porsupuesto.IbaabuscartecuandoDolly…

—Estábien,sentémonos.

—Evie,nopierdaseltiempo,siéntate.

En silencio se reunieron en torno a la mesa del desayuno. Losacontecimientosdeldíaanterior—o,mejor, losdeaquellamismamañana—retrocedían súbitamente a un pasado tan remoto que los presentes dudabanhaberlovivido.Seoíalarespiraciónpesada.Todosseibancalmando.Charles,paradarfirmezaalosallíreunidos,procedióaleerenaltavoz:

—Una nota autógrafa de mi madre, en un sobre sellado, dirigido a mipadre.Dentro:«DeseoqueHowardsEndpaseapropiedaddemissSchlegel(Margaret)».Nifechanifirma.Enviadoporlaenfermeradelaclínica.Bien,lacuestiónes…

Dollyleinterrumpió:

—Yocreoqueestanotanoeslegal.Losabogadostienenqueintervenirenlosasuntosdecasas,Charles.Seguro.

Sumarido apretó lasmandíbulas con severidad. Una leve protuberanciaapareció enfrente de cada oreja. Era un síntoma que Dolly aún no habíaaprendidoarespetarypreguntósipodíaver lanota.Charlesconsultóconlamirada a su padre y este dijo: «Dásela». Dolly la tomó y exclamó deinmediato:

—¡Vaya, está escrita a lápiz!Ya lo decía yo. Los documentos escritos alápiznotienenvalor.

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—Ya sabemos que no es jurídicamente vinculante, Dolly —dijo místerWilcox hablando desde su fortaleza—. Somos plenamente conscientes.Legalmente,tengoplenoderechoaromperestanotayaecharlospedazosalfuego. Por supuesto, querida, todos te consideramos unmiembromás de lafamilia,peroserámejorquenoteentrometasenloquenoentiendes.

Charles,humilladoporsupadreyporsuesposa,repitió:

—Lacuestiónes…—habíadespejadounrectángulodelamesadeplatosycubiertosparapoderhacerplanes sobreelmantel—.Lacuestiónes saber simissSchlegel,durantelasdossemanasqueestuvimosfuera,ilícitamente…—sedetuvo.

—Nolocreo—dijoelpadre,denaturalmásnoblequesuhijo.

—¿Nocreesqué?

—Que estemos ante un caso de influencia ilícita. No, enmi opinión, lacuestiónesla…elestadomentalde…enelmomentodeescribirestanota.

—Papá,consultaaunexpertosiquieres,peroyonoadmitoqueestasealaletrademamá.

—¡Perosiacabasdedecirquesí!—dijoDolly.

—¡Noimporta!—bramóCharles—.¡Ycierralaboca!

La pobre mujercita se ruborizó y, sacando un pañuelo del bolsillo, seenjugóunaspocaslágrimas.Nadielehizocaso.Evieestabaceñudacomounmuchachoirritado.Losdoshombresibanasumiendopaulatinamenteairesdecomisiónparlamentaria.Nocometieronelerrordetratarlosasuntoshumanosabulto,sinopasoapasoyenprofundidad.Lacaligrafíaeraelprimerpasoyhacía ella dirigieron sus adiestrados cerebros. Charles, después de unasobjeciones,aceptólaletracomogenuina,ypasaronalpuntosiguiente.Esteeselmejormétodo—quizáelúnico—paraevitarlasemociones.Eranhombresnormales y corrientes y, si hubieran considerado la nota en conjunto, sehabrían entristecido, tal vez habrían perdido los estribos.Considerada puntopor punto, seminimizaba la carga emocional y se avanzaba suavemente. Elreloj desgranaba su tic-tac, las brasas ardían pugnando contra la blancaradiaciónqueinundabalaestanciaatravésdelasventanas.Inadvertido,elsolocupóelfirmamentoylasombradelasramasdelárbol,extraordinariamentesólida, cayó como surcos de púrpura sobre los campos helados. Era unaespléndidamañana invernal. El foxterrier deEvie, de pelaje blanco, parecíagris,sucioyrebajado,encomparacióncon la intensapurezaque le rodeaba.Perseguía mirlos que brillaban con la oscuridad de las noches de Arabia,porquetodosloscoloresconvencionalesdelavidasehabíanalterado.Dentro,elrelojdiolasdiezconnotasricasyconfiadas.Otrosrelojesloconfirmarony

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ladiscusióntocóasufin.

Es innecesario seguir. Aquí es cuando debe intervenir el comentarista.¿DeberíanlosWilcoxhaberofrecidosucasaaMargaret?Yocreoqueno.Laobligaciónerademasiadodébil.Eldocumentonoeralegal,habíasidoescritopor una enferma bajo el influjo de un súbito sentimiento de amistad, eracontrarioalosdeseosmanifestadosporladifuntaenelpasado,eracontrario,por último, a su naturaleza, al menos, en la medida en que los hombresentendían su naturaleza. Para ellos, Howards End era una casa. No podíansaber que para ella había sido un espíritu para el que anhelaba un herederoespiritual. Y, avanzando un paso más en esta neblina, ¿no habían decididomejor, tal vez, de lo que suponían? ¿Es posible legar las posesiones delespíritu? ¿Tienedescendencia el alma? ¿Puede transmitirse la pasiónpor unolmo,unaparra,unagavilladetrigocubiertaderocío,cuandonoexistenlazosde sangre?No, no hay que culpar a losWilcox. El problema es demasiadoprofundoyellos,porsuparte,nisiquierapercibíanelproblema.No,eslógicoynaturalquetraseldebidodebaterasgaranlanotaylaarrojasenalfuegodelcomedor.Elmoralistaprácticoestará sindudadeacuerdoconestadecisión.Quienintenteprofundizarmás,estarádeacuerdoparcialmente.Porqueseguíaexistiendo un hecho inalterable: habían desobedecido una llamada personal.Lamujerqueacababademorirleshabíadicho:«Hacedesto»,yelloshabíanrespondido:«Noqueremos».

Elincidentelesprodujounahondaimpresión.Elresquemorpenetróensuscerebrosylosminósindescanso.Ayersehabíanlamentado:«Eraunamadrequerida,unaesposafiel:ennuestraausenciadescuidósusaludymurió».Hoypensaban:«Noeratanqueridanitanfielcomopensábamos».Porfineldeseodeunaluzmásíntimahabíaencontradosuexpresión,loinvisiblehabíahechoimpactoenlovisibleytodoloqueellospodíandecirera:«Traición».MistressWilcox había traicionado a la familia, al derecho de propiedad, a su propiapalabra escrita. ¿Cómo podía esperar que Howards End fuera transferido amissSchlegel?¿Ibaaentregárselosumarido,aquienpertenecía legalmente,comosifueraundelicadopresente?¿QuéderechoadquiríamissSchlegel:elusufructoolaplenapropiedad?¿Noibaahabercompensaciónporelgarajeylasrestantesmejorasrealizadasconlacertezadequetodoaquelloseríasuyoalgúndía?¡Traidora!¡Traidorayabsurda!Cuandoconsideramosaundifuntotraidor y absurdo estamos a punto de reconciliarnos con su desaparición.Aquellanota,garrapateadaa lápizyenviadapormediode laenfermera,eratanilegalcomocruelyhacíadecrecerdeinmediatoelvalordelamujerquelahabíaescrito.

—Bueno—dijomísterWilcox levantándose de lamesa—.Nunca penséqueocurriríatalcosa.

—Mamánoquisodecirloqueponeahí—dijoEvieconelceñofruncido.

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—No,hija,desdeluegoqueno.

—Mamá creía tanto en los antecesores como en los sucesores. No espropiodeelladejaralgoaunextrañoquenoseríacapazdeapreciarlo.

—Todo esto es impropio deRuth—afirmó él—. Simiss Schlegel fuesepobre, sinecesitaseunacasa,quizá loentendería.Peroya tienecasapropia.¿Paraquénecesitaotra?HowardsEndnoleserviríadenada.

—Eltiempolodirá—murmuróCharles.

—¿Cómo?—preguntósuhermana.

—Meimaginoquedebeestaralcorriente;mamáselohabrádicho.Fueavisitarladosotresvecesalaclínica.Probablementeesperaacontecimientos.

—¡Quémujermás horrible!—yDolly, que se había recobrado, gritó—:¡Eh,alomejorestáviniendoaecharnos!

—Ojalávenga—dijoCharlesatajandoelarrebatodesuesposa.Yañadióentonoagorero—.Tendríaunaspalabritasconella.

—Yo también—repitió su padre, que se sentía frío y calmado. Charleshabíasidomuyamablealhacersecargodelostrámitesdelentierro,aldecirleque se tomara el desayuno; pero el chico, al hacersemayor, adoptaba airesdictatoriales y asumía las funciones de presidente con demasiada rapidez—.Tendríaunaspalabrasconellasiviniera,peronovendrá.SoisunpocodurosconmissSchlegel.

—Vamos,vamos,¿hasolvidadoelescandalosoasuntodePaul?

—No quiero oír hablar más del asunto de Paul, Charles, ya te lo dijeentonces;además,notienenadaqueverconesto.MargaretSchlegelhasidooficiosaypesadaestaterriblesemana,todoshemostenidoquesoportarla,yalo sé. Pero estoy convencido de que es una persona honrada. No está enconnivencia con la enfermera, de esto estoy seguro. Ni lo estaba con elmédico;deeso tambiénestoyseguro.Nonosocultónada,porquehastaestamismatardehaestadotanignorantedeloshechoscomotúmismo.Tantoellacomonosotroshemossidounosincautos—hizounapausa—.Yaves,Charles,tupobremadre, en sudolor,noscolocóa todosenunaposición falsa.Si lohubiéramossabido,PaulnosehabríaidodeInglaterra,túnotehabríasidoaItalia, ni Evie y yo a Yorkshire. Bien, la posición de miss Schlegel esigualmentefalsa.Afindecuentas,nosehacomportadotanmal.

—Peroloscrisantemos…—dijoEvie.

—¡Ypresentarseenelfuneral!—añadióDolly.

—¿Porquénohabíadehacerlo?Teníaderechoavenir,ysequedóatrás,conlasmujeresdeHilton.Encuantoalasflores,esevidentequenosotrosno

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lashabríamosenviado,peroquizáaellalepareciócorrecto,Evie,esposiblequeseacostumbreenAlemania.

—Ah, es verdad, olvidaba que no es inglesa—exclamó Evie—. Eso loexplicatodo.

—Es una persona cosmopolita —dijo Charles consultando el reloj—.Admito que ando muy despistado con las personas cosmopolitas. Por miculpa,sinduda.Nolassoporto,esaeslaverdad.Yunaalemanacosmopolitayaeselcolmo.Enfin,creoquenohaymásquehablar.TengoquevolveraLondresyveraChalkeley.Cogeréunabicicleta.Porcierto,megustaríaquehablasesconCranecuandotevayabien.Estoysegurodequehaestadousandomicochenuevo.

—¿Lohaestropeado?

—No.

—Enesecaso,lodejarécorrer.Novalelapenaarmarunatrifulca.

A veces Charles y su padre discrepaban, pero se profesaban un respetorecíproco y no había mejores camaradas cuando se trataba de recorrer elintrincadosenderodelasemociones.AsíatravesaronlosmarinerosdeUliseselreinodelassirenas,despuésdesellarsemutuamentelosoídoscontaponesdelana.

Capítulo12

Charlesnoteníaporquépreocuparse.MissSchlegelnosabíanadadelosextrañosdesigniosdemistressWilcoxynohabíadeenterarsehastapasadosunosaños,hastaquesuvidahubiesetomadoungiroradicalmentedistinto,ungiro en el que aquellos designios encajaban como una piedra angular. Porentonces, Margaret tenía centrada su atención en otras cosas y, de haberconocidoel testamentode ladifunta, lohabría considerado, al igual que losWilcox,comolafantasíadeunenfermo.

Porsegundavez, losWilcoxquedabanatrás.Paulysumadre,comounaolapequeñayotragrande,habíaninundadosuvidaysehabíanretiradoparasiempre.Laolapequeñanohabíadejadohuellas a supaso; la grandehabíadepositado a sus pies fragmentos de lo desconocido. Como un exploradorcurioso,Margarethabíaobservadoelmardesdelaorilla,unmarqueocultabamucho, pero algo revelaba.Fue testigode la retiradadel últimoy tremendoreflujo.Suamigasehabíadesvanecidoenlaagonía,quenoenladecadencia.Una retirada que encerraba algo más que la enfermedad y el dolor. Unos

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desaparecen dejando tras de sí lágrimas y pena; otros, dejando una frialdadinsana.MistressWilcoxhabíapartidoporun camino intermedio, un caminoque solo alcanzan a seguir algunos extraños individuos. Había sabidomantener la proporción; había desvelado parte de su sombrío secreto a susamigos, pero no mucho; había cerrado su corazón, pero no del todo. Asídeberíamos morir, suponiendo que existiese alguna regla: ni víctimas nifanáticos; como el navegante que contempla con la misma intensidad lasprofundidadesenqueseadentraylaorillaquedebeabandonar.

Laúltimapalabra,fuesecualfuese,nosehabíadichoenelcementeriodeHilton.Nohabíamuerto allí.El funeralnoequivale a lamuerte, delmismomodoqueelbautismonoequivalealnacimiento,nielmatrimonioalaunión.Las tres ceremonias son los torpes instrumentos pormedio de los cuales lasociedadregistra,demasiadotardeodemasiadopronto,eltránsitodelhombrepor la vida. A los ojos de Margaret, mistress Wilcox había escapado alregistro,habíaabandonadolavidavivamente,asumodo,ynohabíapolvotanpolvo comoel que contenía el pesado sarcófago, pomposamentedescendidohasta reposar en el polvo de la tierra; ni flores tan desperdiciadas como loscrisantemosquelaescarchadebiódemarchitarantesdelalba.Margarethabíadichounavezque«legustabalasuperstición».Noeracierto.Pocasmujereshabíanintentadotanseriamentecomoellatraspasarlaamalgamaquerecubreel cuerpo y el alma. Lamuerte demistressWilcox le había ayudado en sutrabajo; había arrojado una débil claridad en su idea de lo que es un serhumano, de lo que puede aspirar a ser. Las auténticas relaciones habíanadquirido un leve resplandor. Tal vez la última palabra fuera esperanza;esperanzainclusoaesteladodelatumba.

Mientrastanto,teníaqueseguircentrandosuinterésenlossupervivientes.A pesar de las Navidades, a pesar de su hermano, los Wilcox seguíanocupando un lugar preeminente en sus pensamientos. Había tenido muchocontactoconellosen laúltimasemana.Noeran«desuclase».Suspicacesyestúpidos, les faltaba lo que a ella le sobraba. Pero la confrontación leestimulaba; sentía un interés que bordeaba la atracción, incluyendo en estefenómeno al propioCharles.Deseaba protegerlos y sentía a veces que ellospodíanprotegerla,sobradoscomoestabandeloqueaellalefaltaba.Unavezpasado el escollo de la emoción, sabían perfectamente qué hacer, a quiénacudir;siempreteníanlasriendasenlamano.

Tenían,además,entereza,yMargaretvalorabainmensamente laentereza.Llevaban otra vida, una vida que ella no podía llevar; la vida exterior, de«telegramasyfuria»,lavidaquehabíahechoexplosióncuandoHelenyPaultrabaroncontactoen junio,yhabíavueltoaexplotar lasemanapasada.ParaMargaret, esta vida constituía una fuerza real. No podía despreciarla, comoaparentaban hacer Helen y Tibby. En esa vida florecen virtudes como la

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precisión, ladecisiónylaobediencia,virtudesdesegundacategoría,sí,perovirtudesquehan forjadonuestra civilización; virtudesque forjan también elcarácter,Margaret no lo ponía en duda, impidiendoque el alma se ablande.¿CómoseatreveríanlosSchlegelamenospreciaralosWilcox,cuandounosyotrossonnecesariosparaconstruirunmundo?

«No ledesmuchasvueltas—escribióaHelen—a lasuperioridadde losinvisibles sobre lo visible. Podrá ser cierta, pero dedicarse a ello resultamedieval. Lo que tenemos que hacer no es contrastarlos, sino reconciliar lounoconlootro».

Helencontestóquenoteníalamenorintencióndedarvueltasaunasuntotanaburrido.¿Porquiénlatomabasuhermana?Eltiempoeramagnífico.LosMosebach y ella recorrían en trineo la única colina de que puedeenorgullecerse la Pomerania. Era divertido, pero habíamucha gente, porquetoda la Pomerania se había concentrado allí. Helen adoraba el campo y sucarta exultaba ejercicio físico y poesía. Hablaba del paisaje, tranquilo ymajestuoso; de los campos nevados, atravesados por veloces manadas deciervos; del río y de su pintoresca desembocadura en el mar Báltico; delOderberge,elmacizoformadopormontesquenomedíanmásdetrescientospies y desde los cuales se bajaba esquiando a las llanuras de la Pomerania,aunquenopor ellodejabande ser auténticosmontes, conbosquesdepinos,riachuelosypanoramas.«Nocuentatantolamagnitudcomoelmodoenquelascosasestándispuestas».Enotropárrafose referíaamistressWilcoxconcariñoycondolencia,perolanoticianolehabíaafectadoprofundamente.Nohabía captado todos los detalles accesorios de lamuerte, que son, en ciertosentido,másmemorablesquelamismamuerte.Laatmósferadeprecaucionesy recriminacionesencuyocentrogravitaunserhumano,cadavezmásvivoporquesufre;elfindeestecuerpoenelcementeriodeHilton;lasupervivenciade algo que sugería esperanza, vivo a su vez contra la alegría de la vidacotidiana;todoaquelloeraajenoaHelen,quesolopercibíaqueunaagradabledamahabíadejadodeseragradabledeunavezportodas.RegresóaWickhamPlaceabsortaensuspropiosasuntos—habíarecibidounanuevaproposiciónmatrimonial—yMargaret,trasunamomentáneavacilación,sealegródequeasífuera.

Laproposicióndemarrasnohabíasidonadaserio.FuemásbienobradefräuleinMosebach,queconcibió lagenerosaypatriótica ideaderecuperarasusprimasalatierranatalpormediodelmatrimonio.InglaterrahabíajugadolabazadePaulWilcoxyhabíaperdido;Alemania jugó ladeherrnoséquéFörstmeister(Helennorecordabasiquierasunombre).HerrFörstmeistervivíaenelbosqueyundía,desdelacimadelOderberge,señalóaHelensucasao,mejordicho,laespesuradepinosenlaquesehallabasituada.Helenexclamó:«¡Oh,quémaravilla!Enunlugarasídesearíayovivir».Aquellanoche,Frieda

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aparecióen sudormitorio.«QueridaHelen, traigounmensaje», etcétera.Enefecto,lotraía.Noobstante,semostrómuycomprensivacuandoHelensoltólacarcajada;sehacíacargo,sí,unbosquemuysolitarioyumbrío,sí,aunqueherr Förstmeister opinara lo contrario, claro. Alemania había perdido, perohabíaperdidoconbuenhumor;portadoradelahombríadelmundo,sabíaquealalargaestabadestinadaaganar.«Hastatienenalgopreparadoparati,Tibby—concluyóHelen—,piénsalobien.Frieda te tienepreparadaunachica;unachicaconcoletasymediasdelanablancas,aunquelosbajosdelasmediassonde color rosa, como si la chica hubiese pisado fresas. ¡Bueno! He habladodemasiado.Meduelelacabeza.Habladvosotrosahora».

Tibbycondescendióenhablar.Tambiénél estabaabsortoen susasuntos.AcababadepasarunexamenparaingresarenOxford.Losestudiantesestabande vacaciones en sus casas, de modo que los candidatos se alojaron endiversos colegios y cenaron en el refectorio. Tibby era muy sensible a labelleza,laexperienciaeranuevaparaélehizounadescripcióncasiencendidadesuvisita.Launiversidad,majestuosayserena,empapadaenlariquezadeloscondadosoccidentalesalosquehabíaservidodurantemilaños,causóunfuerte impacto en el gusto del muchacho; pertenecía al mundo que Tibbyentendía, y lo entendió tanto más cuanto que estaba vacío. Oxford es…Oxford, no un mero receptáculo de la juventud, como Cambridge. Exige,quizá,quesusmiembrosamenaOxfordmásde loqueseamanentresí.Encualquiercaso,eseeraelefectoquehabíaproducidoenTibby.Sushermanasloenviaronallíparaquehicieseamistades,conscientesdequesueducaciónhabíasidoexcéntrica,deque lehabíadistanciadode losdemáschicosdesuedad.Tibby no hizo amistades. SuOxford siguió siendo unOxford vacío yconservó aquella imagen toda su vida, no como el recuerdo de una cálidaradiación,sinocomoelrecuerdodeunaarmoníadecolores.

Margaretsesintiósatisfechaoyendohablarasushermanos.Porlogeneralnosellevabanbien.Duranteunosinstantes,Margaretlosescuchósintiéndosemaduraybenigna.Depronto, algo le sucedióe interrumpió la conversaciónparadecir:

—Helen,¿tehecontadoyalodelapobremistressWilcox,eseasuntotantriste?

—Sí.

—Hemantenidocorrespondenciaconsuhijo.Estánponiendoenclaro lasituaciónpatrimonialymeescribióparasabersisumadremehabíaprometidodejarme algo. Me pareció un magnífico detalle por su parte, teniendo encuentalopocoquelatraté.LedijequeunavezmehabíahabladodehacermeunregalodeNavidad,peroqueambaslohabíamosolvidadopocodespués.

—EsperoqueCharlespescaralaindirecta.

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—Sí. Es decir, el marido de mistress Wilcox me escribió dándome lasgraciasporhabersidotanamableconsuesposaymeregalóunfrasquitodesales de plata.Muy generoso, ¿no crees? Este gesto ha hecho que le tomeafecto.DijoqueesperabaqueestonofueraelfinaldenuestraamistadyquelegustaríamuchoquetúyyofuésemosapasarunosdíasconEvieenunfuturopróximo.MegustamísterWilcox,francamente.Havueltoasusnegociosdecaucho,unnegociodeenvergadura,¿sabes?Creoqueestárehaciendosuvida.Charlestambiénandametidoenelnegocio.Sehacasadoconunachicamuymona, aunque no parece demasiado lista. Vivieron un tiempo ahí, en elapartamentodeenfrente,peroahorasehanmudadoaunacasadepropiedad.

Helen, tras una discreta pausa, continuó contando cosas de Stettin. ¡Quéaprisacambianlascosas!Enjuniohabíasufridounacrisis;ennoviembre,aúnseruborizabayactuabaconnaturalidadafectada.Ahora,enenero,todoaquelasunto estaba olvidado. Recordando los pasados seis meses, Margaretcomprendió la naturaleza caótica de nuestras vidas y su diferencia con lasecuencia ordenada que urden los historiadores. La vida real está llena depistasfalsasydeseñalesquenoconducenaningunaparte.Nosfortalecemos,con infinito esfuerzo, para afrontar una crisis que no se produce jamás. Latrayectoriamástriunfalencubreundespilfarrodeenergíasquepodríanhabermovidomontañas; la vidamás infructuosa no es la del individuo que se havistosorprendidosinestarpreparado,sinoladelquesehapreparadoynohasido nunca sorprendido. Sobre este tipo de tragedias nuestramoral nacionalguardasilencio.Sepresuponequelapreparacióncontraelpeligroesbuenaensíyque laspersonas,comolasnaciones,deben irdandotumbospor lavidaarmadashastalosdientes.Latragediadelapreparaciónapenashasidotratada,salvoporlosgriegos.

La vida es ciertamente peligrosa, pero no como lamoral nos enseña.Esimposiblegobernarlavida,perosuesencianoesunabatalla;esimposibledegobernarporquelavidaesunromanceysuesenciaeslabellezaromántica.

Margaretconfiabaenser,enelfuturo,menoscautadeloquehabíasidoenelpasado.

Capítulo13

Pasaronmásdedos añosy la casade losSchlegel continuóviviendo suvidaholgada,cultasinvulgaridad,grácilmenteaflotesobrelasgrisesmareasde Londres. El dinero se gastó y se repuso envuelto en conciertos yrepresentacionesteatrales,seganaronyseperdieronprestigiosyreputacionesy la ciudad, emblema de sus vidas, se alzó y cayó en un continuo flujo,

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mientrassusriberasbañabancadavezmásextensamentelascolinasdeSurreyy los campos de Hertfordshire. Se había construido aquel famoso edificio,aquel otro estaba sentenciado. Un día transformaban Whitehall, al díasiguienteletocabaelturnoaRegentStreet.Mestrasmes,lascallesapestabancadavezmásagasolinayeranmásdifícilesdecruzar,lossereshumanosseoíanentresíconmásdificultad,respirabanmenosaireyveíanmenoscielo.LaNaturalezasebatíaenretirada: lashojasdelosárbolescaíanamediadosdelverano,elsolbrillabaatravésdelasuciedadconopacidadinsólita.

YanoestádemodahablarmaldeLondres.Latierra,comoobjetodecultoartístico,ha llegadoa su fin;esposibleque la literaturadel futuro ignoreelcampoybusquesuinspiraciónenlaciudad.Estareacciónescomprensible:elpúblicohaoídohablardemasiadodePanydelasfuerzaselementales.Estostemasresultanvictorianos.Londres,encambio,esgeorgiano.Elquesientalatierra con sinceridad tendrá que esperar muchos años hasta que el pénduloosciledenuevo.Londresfascina.Suimageneslaimagendeuncuerpogrisypalpitante, de una inteligencia sin objeto, de una excitación sin amor; unespírituquecambiasindartiempoaqueseescribasucrónica;uncorazónquelatesinpulsaciónhumana,másalládecualquierotracosa.LaNaturaleza,contoda su crueldad, está más próxima a nosotros que las muchedumbres. Unamigoseautojustifica; latierratieneunaexplicación:delatierravenimos,aella hemos de volver. Pero ¿quién explicará lo que es Westminster BridgeRoad o Liverpool Street por la mañana, cuando la ciudad inhala?, ¿o esasmismas arterias por la tarde, cuando la ciudad exhala su aire viciado? Parajustificar este monstruo investigamos concienzudamente, desesperadamente,másalláde laniebla,másalládelasestrellas, losmásrecónditosvacíosdeluniverso y les damos rostros humanos. Londres podría ser la cuna de unanueva religión; no la religión decorosa de los teólogos, sino una religiónantropomórfica y cruda. Sí, podríamos soportar esta marea incesante si unhombrecomonosotros,ynoundiosllorónypomposo,seocuparadenosotrosdesdeelcielo.

El londinense raramente alcanza a comprender loque es su ciudadhastaque esta le corta las amarras. Y así, Margaret, que había tenido los ojoscerradosalarealidad,losabriócuandoexpiróelarrendamientodeWickhamPlace.Eraconscientedesdesiempredequeelplazoteníaqueexpirar,peroesaconciencianosematerializóhastanuevemesesantesdeltérmino.Entonceslacasa se llenódeuna súbita emoción.Había sido testigodemucha felicidad,¿porquéhabíadeperderse?EnlascallesdelaciudadMargaretpercibióporprimeravezlaarquitecturadelaprisa,oyóellenguajedelaprisaenbocadesushabitantes:palabrascortadas,frasesinformes,expresionesconcentradasdeaprobaciónodisgusto.Mestrasmeslascosasseibanvolviendocadavezmásvivas,pero¿conquéobjeto?Lapoblaciónseguíaaumentando,pero¿cuáleralacalidaddelosquenacían?ElmillonarioqueposeíaelterrenodeWickham

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PlaceyqueríaerigirenélunaBabiloniadepisos,¿conquéderechocausabatanta agitación? No era un tonto —Margaret le haría refutar la ideologíasocialista—,perolaverdadempezabadondeacababasuinteligencia,yhabráquepensarqueesteeselcasodelamayoríadelosmillonarios.¿Quéderechotenía aquelhombre?Margaret reprimió sus cábalas.Así se incuba la locura.GraciasaDios,nolesfaltabaeldineroypodíanadquirirunanuevacasa.

Tibby, a la sazón en su segundo año enOxford, había regresado a pasarconsushermanaslasvacacionesdePascuayMargaretaprovechólaocasiónparahablarconél seriamente.¿Habíapensadodóndequeríavivir?Tibbynosabía lo que había pensado. ¿Había pensado qué quería hacer? Estabaindeciso.Convenientementepresionado,hizoconstarquepreferíaabstenersedetrabajar.Margaretnosesorprendió.Continuócosiendounosminutosantesdereplicar:

—Estaba pensando en míster Vyse. Nunca me ha parecido una personaespecialmentefeliz.

—Sí—dijoTibby, y se quedó con la boca abierta, en curiosa vibración,comosiéltambiénhubierapensadoenmísterVyse,por,para,sobreycontramísterVyse,comosihubierasopesado,clasificadoy,porúltimo,desechadoamísterVyseporfaltadeposiblerelaciónconeltemadebatido.Estaespeciedebalido de Tibby irritaba sobremanera aHelen. PeroHelen se encontraba enaquelmomentoabajo,enelcomedor,preparandoundiscursosobreeconomíapolítica.Devezencuandoseoíasuvozdeclamatoriaatravésdelsuelo.

—MísterVyseesuntipovegetativo,triste,¿noteparece?YeseGuy…oh,un asunto lastimoso. Enmi opinión—añadió volviendo al tema general—,todoelmundosesientemejorhaciendountrabajopermanente.

Ungruñido.

—Insisto —prosiguió Margaret con una sonrisa—, y no lo digo conintencióndidáctica.Melimitoaexpresar loquepienso.Yocreoquedurantelosúltimoscienañosloshombreshandesarrolladoeldeseodetrabajarynohay que dejar que ese deseo se extinga. Es un deseo nuevo. Muchos loconsideran malo, pero es bueno en sí mismo y espero que pronto el «notrabajar»seaalgotansorprendenteparalasmujerescomoel«noestarcasada»loerahaceunsiglo.

—No tengo experiencia respecto a este profundo deseo a que aludes—enuncióTibby.

—Entalcaso,dejaremoseltemaparacuandolatengas.Novoyadartelalata.Piénsaloconcalma.Solotepidoquepiensesenlaspersonasquemástegustanyveascómohanorganizadosusvidas.

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—MegustamuchoGuyymísterVyse—dijoTibby lánguidamente y seapoltronótantoensuasientoquequedóformandounalíneahorizontaldelasrodillasalcuello.

—Y no creas que no hablo en serio porque no utilizo los argumentostradicionales:eldinero,eltriunfoytodoeso;argumentosquemeparecen,pordiversasrazones,purapalabrería—continuócosiendo—.Solosoytuhermana,notengoningunaautoridadsobretiniquierotenerla.Intentoexplicarteloqueconsiderocierto,nadamás. ¿Sabes?—sequitó lasgafasdepinzaquehabíaempezadoausar recientemente—,dentrodeunos años, nomuchos, túyyotendremosprácticamente lamismaedadyseréyoquientepidaconsejoa ti.Loshombressoismásamablesquelasmujeres.

—Sitandecepcionadaestás,¿porquénotecasas?

—Avecescreoqueloharíasisemepresentaselaoportunidad.

—¿Nadietelohapedido?

—Sololostontorrones.

—¿YHelen?¿Hatenidoproposiciones?

—¡Huy,unabarbaridad!

—Cuéntamequiéneseran.

—No.

—Cuéntameentoncescómoeranlostontorrones.

—Eran tipos que no tenían nada mejor que hacer —dijo su hermanasintiéndoseautorizadaahablaralrespecto—.Asíque,adviértelobien:tienesque trabajar o, al menos, hacer ver que trabajas, como hago yo. ¡Trabaja,trabaja y trabaja si quieres salvar el alma y el cuerpo! Es una necesidad,querido. Mira los Wilcox, mira los Pembroke. Con todos sus defectos decarácterydementalidad, losprefiero aotrosmejordotados.Ycreoque losprefieroporquehantrabajadoconhonradezyconstancia.

—AhórramealosWilcox—gimióTibby.

—Nopienso.Songentecomohayqueser.

—¡Por el amor de Dios, Meg! —protestó Tibby incorporándosesúbitamente,alertadoyfurioso.Tibby,apesardesusdefectos,teníaauténticapersonalidad.

—Pues bien, están tan cerca de lo que se debe ser como tú puedasimaginarte.

—No,no…oh,no.

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—Estaba pensando en el hijo menor, al que una vez clasifiqué detontorrón.Mira,volviómuyenfermodeNigeria,perosehavueltoair,segúnmehadichoEvieWilcox…,havueltoasudeber.

Lapalabra«deber»siempreprovocabaungruñido.

—Nopersigueeldinero,sinoel trabajo,aunqueseaun trabajobrutal,enunpaíssombrío,conunosnativosbribones,enunaluchacontinuaporelaguafresca y la comida. Una nación que produce hombres de esta clase puedesentirseorgullosa.NomeextrañaqueInglaterrahayallegadoaserunimperio.

—¡Unimperio!

—No hablo de los resultados—dijoMargaret con cierta tristeza—. Sondemasiadocomplicadosparamí.Yosolohablabadeloshombres.Mefastidianlos imperios, pero admiro el heroísmo que los ha edificado. Londres mefastidia,perocuántosmillaresdepersonasadmirables trabajanparahacerdeLondres…

—Loquees—concluyóTibbyconsarcasmo…

—Lo que es, sí, mala suerte. Quiero actividad sin civilización. ¡Quéparadoja!Y,sinembargo,esperoqueseaesoloqueencontremosenelparaíso.

—Yo,encambio—dijoTibby—,quierocivilización sinactividad,yesoesperoencontrarenelotrositio.

—No es preciso ir tan lejos, Tibby; si eso es lo que deseas, lo puedesencontrarenOxford.

—Idiota.

—Sisoyidiota,déjamevolveralasuntodelacasa.Sitúquieres,podemosvivir enOxford…al norte deOxford.Viviré en cualquier parte, excepto enBournemouth, Torquay yCheltenham.Desde luego, ni en Ilfracombe, ni enSwanage,nienTunbridgeWells,niSurbiton,niBedford.Esonihablar.

—Entonces,enLondres.

—Pormi parte, no hay inconveniente, peroHelen prefiere irse fuera deLondres.Detodasformas,nohayrazónparaquenotengamosunacasaenelcampo y un apartamento en Londres, con tal de que estemos juntos ycontribuyamos todos. Aunque, bien pensado… ¡Dios mío, qué afán deprotestar! ¡Ypensarquehaygentequeno tienedinero…!¿Cómoviven?Lainmovilizaciónacabaríaconmigo.

Mientras hablaba, la puerta se abrió de golpe y Helen irrumpió en lahabitaciónenunestadodeextremaexcitación.

—¡Ay,queridos!¿Nosabéis loquehapasado?Nunca loadivinaríais.Ha

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venido una mujer preguntando por su marido. ¿Su qué? —a Helen leencantabaimitarsupropiasorpresa—.Sí,porsumarido,talcomosuena.

—¿NotendránadaqueverconBraknell?—preguntóMargaretquehabíatomadorecientementeaundesempleadodeestenombreparaquelimpiaralacuberteríaylasbotas.

—YaleofrecíaBraknell,peronoloquiso.AsíquesolopodíaserTibby.¡Noteasustes,Tibby!Noeranadieconocido.Ledije:«Busque,buenamujer,dé una vuelta, rastree bajo las mesas, remueva la chimenea, sacuda losmacasares. ¿Un marido?, ¿busca usted un marido?». Iba magníficamentevestidayrelucíacomouncandelabro.

—Vamos,Helen,¿quéhapasado?Deverdad.

—Loqueosdigo.Estabayo recitandomidiscurso.Annieabre lapuertacomouna locay apareceunamujerque sevienedirectamentehaciamí.Yoaúnteníalabocaabierta.Entoncesempezamosahablarmuycivilizadamente.«Quieroamimarido,quetengomotivosparapensarqueestáaquí».No,soyinjusta.Nodijo«quetengomotivos»,sino«dequientengomotivos».Lodijoperfectamente.Así que le dije: «¿Sunombre, por favor?» y ella dijo: «Lan,señora»,yasínosquedamos.

—¿Lan?

—LanoLen.Nocontrolábamosmuybienlasvocales.Lanolina.

—¡Quécosamásextraña!

—Ledije:«MiqueridamistressLanolina,aquíhayunaterribleconfusión.A pesar de sermuy hermosa,mi recato es aúnmayor quemi hermosura ymísterLanolinajamás,jamáshaposadosusojosenmí».

—Supongoqueestaríasencantada—dijoTibby.

—Ya lo creo —chilló Helen—. Una experiencia de lo más deliciosa.Mistress Lanolina es un cielo: buscaba a su marido como quien busca unparaguas. Lo perdió el sábado por la tarde y, durante unas horas, no sepreocupó. Pero su intranquilidad fue en aumento por la noche y toda estamañana. El desayuno no le pareció el mismo, ni la comida, así que seencaminóalnúmero2deWickhamPlaceporconsiderarloellugarmásidóneoparahallarelobjetoperdido.

—Porquédemonios…

—Noempiecesconel«quédemonios».«Yoséloquesé»,repetíaellasingrosería, pero con tristeza.Envano lepregunté loque sabía.Unos saben loqueotrossaben,yotros,no;y,sino losaben,esmejorque tengancuidado.¡Pobremujer, era tan incompetente!Tenía caradegusanode seday todo el

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comedorhuelearaícesdelirio.Charlamosunratosobremaridosyyoacabépreguntándome también dónde estaría el suyo. Le aconsejé que fuera a lapolicía.Mediolasgracias.ConvinimosenquemísterLanolinaeraunpillínyquenohacíabienenirsedepicospardos.Perocreoqueseguíasospechandodemí.TengoqueescribiralatíaJuleyycontárselo.Recuerda,Meg,quetengoqueescribirle.

—Tienes que escribirle—murmuróMegdejando su trabajo—.No estoyseguradeque seamuydivertido,Helen.Meda la impresióndequehayuntrágicovolcánlatenteenalgunaparte,¿noteparece?

—No,nolocreo.Nicreoqueaellaleimportasedemasiado.Esaadmirablecriaturanoteníacapacidadparalatragedia.

—Tal vez la tenga su marido —dijo Margaret dirigiéndose hacia laventana.

—Qué va. Nadie con capacidad para la tragedia se habría casado conmistressLanolina.

—¿Eraguapa?

—Debiódetenerbuentipohaceaños.

Losapartamentosdeenfrente,suúnicopaisaje,colgabancomounacortinaricamentebrocadaentreMargaretyeloleajedeLondres.Suspensamientossevolvieroncon tristezahacia labúsquedadeunanuevacasa.WickhamPlacehabía sidoun lugar seguro.Tuvomiedo, en su imaginación, alpensar en supequeño rebañoavanzandohacia labarahúnday lamiseria, encontactoconepisodioscomoelqueacababadeocurrir.

—Tibbyyyohemosestadopensandodóndeiremosavivirenseptiembre—dijoporfin.

—Mejor sería que Tibby pensara primero qué quiere hacer —replicóHelen,ysereanudóladiscusión,peroestavez,conamargura.Llególahoradelté.Finalizadoeste,HelenvolvióaprepararsudiscursoyMargaretempezóa preparar el suyo, porque ambas tenían que participar en una reunión dedebatealdíasiguiente.LospensamientosdeMargaret, sinembargo,estabanenvenenados. Mistress Lanolina había surgido del abismo, como un aromasutil,comounapisadadeduende,paramostrarunavidadondeelamoryelodioestánporigualendecadencia.

Capítulo14

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Elmisterio,comotantosotrosmisterios,seaclaró.Aldíasiguiente,cuandoseestabanarreglandoparasaliracenar,aparecióuntalBast.EraunempleadodelacompañíadeseguroscontraincendiosPorphyrion.Asírezabasutarjetadevisita.Venía«porlodelaseñoradeayer».EsodijoaAnnie,quelehabíahechopasaralcomedor.

—¡Eh,chicos!—gritóHelen—.EsmísterLanolina.

Tibbyestabainteresado.Lostrescorrieronescalerasabajoyencontraron,no al tipo desenvuelto que esperaban, sino a un joven descolorido, de vozapagadayojostristessobreunbigotecaído,unodeesosrostrosfrecuentesenLondres,querecorrenlascallesdelaciudadcomopresenciasacusadoras.Sepodía adivinar en él la tercera generación, el nieto del pastor o del labriegoatraídoaLondresporlacivilización,aunadelasmilesdepersonasquehanperdido la vida del cuerpo y no han podido encontrar la vida del espíritu.Sobrevivían en él restos de robustez, atisbos de una primitiva prestancia.Margaret, advirtiendo la columna vertebral que podía haber sido recta y elpechoquepodíahaberseensanchado,sepreguntósivalíalapenarenunciaralavidaanimalacambiodeuna levitayunparde ideas.Lacultura lehabíaresultadoútil,peroenlasúltimassemanasMargaretdudabadequeesamismacultura pudiera humanizar a la mayoría. Es ancho y largo el golfo que seextiende entre el hombre natural y el hombre filosófico, y son muchos losbuenoschicosquesearruinanalintentarcruzarlo.

Conocía bien al tipo: las vagas aspiraciones, las trampas mentales, lafamiliaridadconlas tapasde los libros.Sabíaenqué tonosedirigiríaaella.Perosequedóperplejaalversupropiatarjetadevisita.

—¿Norecuerdahabérmeladado,missSchlegel?—dijoel jovenconunaviolentafamiliaridad.

—No,francamente,nolorecuerdo.

—Puesasífue,¿sabeusted?

—¿Dóndenosconocimos,místerBast?Laverdadesque…enesteprecisomomento…nologrorecordar.

—Fue en un concierto en el Queen’s Hall. Seguro que se acordará —añadió pretenciosamente—, cuando le diga que daban laQuinta sinfonía deBeethoven.

—VamosaoírlaQuintacadavezqueladan,asíquesigosinrecordar.¿Teacuerdastú,Helen?

—¿Fueaquellavezqueungatosepaseabaporlabalaustrada?

Aljovenleparecíaqueno.

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—En ese caso, no recuerdo. Es el único concierto de Beethoven querecuerdoenconcreto.

—Usted,simepermitedecírselo,sellevómiparaguas.Involuntariamente,porsupuesto.

—Esmuyprobable—serioHelen—,porqueroboparaguascadavezqueoigoalgodeBeethoven.¿Lorecuperóusted?

—Sí,missSchlegel,gracias…

—La confusión surgió a raíz de mi tarjeta, ¿verdad? —interrumpióMargaret.

—Sí,laconfusiónsurgió…Fueunaconfusión.

—Laseñoraquevinoayerpensóqueustedvendríatambiényquepodríaencontrarle aquí, ¿no es eso? —continuó Margaret, tirándole de la lengua,pues,aunqueeljovenhabíaprometidodarunaexplicación,parecíaincapazdehacerlo.

—Esoes…queyotambiénvendría.Unaconfusión.

—Entonces,¿porqué…?—empezóadecirHelen;peroMargaretlepusolamanoenelbrazo.

—Le dije a mi mujer—continuó él rápidamente—… le dije a mistressBast: «Tengo que visitar a unos amigos», ymistressBastme dijo: «Bueno,ve».Cuandomehubeido,menecesitóparaunasuntoimportanteypensóquehabríavenidoaquí,acausadelatarjeta;poresovinoabuscarme.Asíquelespresento mis excusas y las de ella también, por las molestias queinvoluntariamenteleshayapodidocausar.

—Ningunamolestia—dijoHelen—,perosigosinentendernada.

Unairede evasión caracterizaba amísterBast.Volvió a explicarlo todo,peroeraevidentequementíayHelenconsideróquenodebíairsederositas.Helen tenía la crueldad propia de la juventud. Ignorando la presión de suhermana,dijo:

—Sigosinentender.¿Cuándodijoustedqueseibadevisita?

—¿Devisita?¿Quévisita?—dijoeljovenmirandosorprendido,comosilapreguntanotuvierasentido,armapredilectadelosquenadanentredosaguas.

—Lavisitaquedebíahacerustedporlatarde.

—¡Puesporlatarde,naturalmente!—replicóélymiróaTibbyparaversilarespuestacolaba.PeroTibbysemostrópocoamableydijo:

—¿Elsábadoporlatardeoeldomingoporlatarde?

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—El…elsábado.

—¡Vaya!—dijo Helen—. Y estaba usted todavía de visita el domingo,cuandovinosumujer.¡Quévisitamáslarga!

—Estonoesjusto—protestómísterBastvolviéndosedecolorpúrpurayadquiriendounaciertabelleza.Habíaundestellode luchaensusojos—.Yaveoloqueinsinúausted,peroseequivoca.

—PorDios,nonoshagacaso—dijoMargaret,inquietaotravezporelolorqueproveníadelabismo.

—Eraotracosa—afirmóeljovendejandodeladosusmodalesestudiados—.Noestuvedondeustedpiensa.¡Yalocreoqueno!

—Ha sido usted muy amable al venir a darnos una explicación —dijoMargaret—.Elresto,porsupuesto,nonosconcierne.

—Yalosé,peroyoquisiera…yoquería…¿HanleídoustedesLapruebadeRichardFeverel?

Margaretdijoquesí.

—Es un libro precioso. Bueno, pues yo quería volver a la Naturaleza,¿saben?,comohaceRichardalfinaldellibro.¿YhanleídoElpríncipeOtto,deStevenson?

HelenyTibbyasintieronconunamistosogruñido.

—Es otro libromuy bonito. Leyéndolo, uno vuelve a la Naturaleza. Yoquería…—hablabaconvozafectaday,depronto,atravésdelasbrumasdesucultura, apareció un hecho desnudo; un hecho desnudo y redondo como unguijarro—.Estuvecaminandotodoelsábadoporlanoche—dijoLeonard—.Estuvecaminando.

Un estremecimiento de aprobación recorrió a las dos hermanas. Pero laculturasedesbordódenuevoyel jovenlespreguntósihabíanleídoElgrancamino,deE.N.Lucas.

—Sindudaesotrolibromuybonito—dijoHelen—,peroyopreferiríaquemehablaseusteddesupropiocamino.

—Bueno,estuvepaseando.

—¿Pordónde?

—Nosépordóndenicuántotiempo.Sehizooscuroynoveíaelreloj.

—¿Paseabaustedsolo,simepermitelapregunta?

—Sí—dijoenderezándose—.Habíamoshabladomuchosobreestoen laoficina.Últimamentehemoshabladomuchodeestascosasenlaoficina.Los

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compañerosdecíanqueunoseguíaporlaEstrellaPolar,yesohice;mepuseamirarelatlasceleste.Peroapenassesaleunodeloslugaresconocidos,todoresultatanconfusoque…

—NomehabledelaEstrellaPolar—interrumpióHelen,queempezabaainteresarse—.Yasédequéva.Davueltasyvueltasyunoacabadandovueltasasualrededor.

—Esoes,laperdíporcompleto.Primeroporculpadelasfarolas;luego,delosárboles,y,alamanecer,porqueestabanublado.

Tibby,quepreferíalasmentirassindesvelar,saliódelaestancia.Sabíaqueaquelindividuojamásharíapoesíaynoqueríaescucharsusintentos.Margarety Helen se quedaron. La influencia de su hermano era mayor de lo quepensaban: en su ausencia, las dos hermanas se entusiasmaron con másfacilidad.

—¿Dedóndesalióusted?—exclamóMargaret—.Cuéntenoslo.

—Tomé elmetro hastaWimbledon. Cuando salía de la oficiname dije:«Tengoquecaminarysinolohagoahora,nuncaloharé».CenéunpocoenWimbledonyluego…

—Elcamponoesmuybonitoenaquellaparte,¿verdad?

—Había luces de gas en el camino, durante horas. Pero yo tenía toda lanochepordelanteyelmerohechodehabersalidoyaeraalgogrande.Memetíenelbosque.

—Sí,siga—dijoHelen.

—No se pueden imaginar lo difícil que se pone el terreno desniveladocuandoesoscuro.

—¿Deverdadsesalióusteddelacarretera?

—Oh,sí.Siemprequisesalirdelascarreteras,perolomaloesqueluegoresultamuydifícilencontrarelcamino.

—Míster Bast, es usted un aventurero nato —rio Margaret—. Ningúnalpinistaprofesionalhabría intentado loqueustedhizo.Essorprendentequenoterminasesupaseoconlacabezarota.¿Quédijosumujer?

—Los alpinistas profesionales nunca van sin linternas y brújula —dijoHelen—.Además,nopuedenandar:lescansa.Siga.

—MesentícomoR.L.S.¿RecuerdanVirginibus,cuandoél…?

—Sí, pero háblenos del bosque. Estábamos en el bosque. ¿Cómo logrósalirdeél?

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—Atraveséelbosqueyencontréunacarreteraalotro lado,unacarreteraque ascendía por una colina. Me dio la impresión de que era uno de esosDownsdelnorte,porquelacarreteravolvióadescender,encontrécéspedymemetíenotrobosque.Eraespantoso,llenodematasdealiaga.Deseénohaberemprendido la excursión, pero, de pronto, empezó a clarear… justo cuandoestabaapuntodedejarmecaeralpiedeunárbol.EncontréotracarreteraquellevabaaunaestaciónytoméelprimertrenparaLondres.

—¿Yalamanecer—preguntóHelen—,erahermoso?

Coninolvidablesinceridadeljovenrespondió:

—No.

La palabra voló como un nuevo canto rodado lanzado con honda. Todocuantopudierahaberdevulgaryliterarioensuspalabrassevinoabajo.Abajose fueron el sonsonete deR. L. S. y el «amor a la tierra», y su chistera dereflejos.Enpresenciade aquellasmujeres,Leonard se reafirmabayhablabaconunafluidezyunaexaltaciónquepocasveceshabíaconocido.

—Elamanecereragris,nadadignodemención…

—Sí,comoungrisatardeceralrevés,yaentiendo.

—…yyoestabademasiadocansadoparalevantar lacabezaymirarlo,yheladotambién.Mealegrodehaberhecholoquehicey,sinembargo,enaquelmomento me aburrí más de lo que ahora puedo expresar. Además, puedencreermeono,comoprefieran,estabahambriento.Penséquelacenaquehabíahecho en Wimbledon me duraría toda la noche, como las cenas normales.Jamásimaginéquecaminarinfluyeratanto.Vaya,cuandounoestácaminando,comoyo,tienequedesayunar,comerymerendardurantelanoche,igualquesi fuera de día, y yo no tenía en aquel momento más que un paquete deWoodbines.¡Diosmío,quémalmeencontraba!Recordándolo,nofueloquepodríamos llamarunplacer.Másbien fueun casode tozudez. ¡Cielo santo!¿De qué sirve, díganme, de qué sirve vivir en una habitación para siemprejamás?Día trasdíaenelmismositio,haciendo lomismo,yendoyviniendodel trabajo,hastaqueunoseolvidade loqueocurre fuera,aunque tampocoseanadadeparticular.

—Creoqueteníaustedquehacerlo—dijoHelensentándoseenelbordedelamesa.

Elsonidodelavozfemeninalesacódesusinceridadyañadió:

—Locurioso es que todo estomevino a la cabeza leyendouna cosadeRichardJeffries.

—Perdone,místerBast,peroestáustedenunerror.Todoestonolevinodedondeustedsupone,sinodeunlugarmásprofundo.

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Pero no pudo detenerle. Borrow siguió a Jeffries, Borrow, Thoreau ymuchosmás,R.L.S.cerrabalamarchaylacarreteraterminóenunpiélagodelibros. Que nadie vea en este comentario una falta de respeto hacia estasinsignespersonalidades.Lafaltaesnuestra,nosuya.Ellosintentanservirnosde señales indicadoras y no debe culpárseles si nosotros, por debilidad,confundimoslasseñalesconelpuntodellegada.Leonardhabíaalcanzadoelpunto de llegada. Había visitado el campo de Surrey cuando la oscuridadocultabasusencantosysuspueblecitosrecoletoshabíanregresadoalanocheprimitiva. Este milagro tiene lugar cada doce horas, pero Leonard se habíatomadolamolestiadeirycomprobarloporsímismo.Ensualetargadacabezaalentaba algomás grande que los libros de Jeffries: el espíritu que incitó aJeffries a escribirlos. Aquel amanecer que no revelaba otra cosa quemonotoníaformabapartedelaeternasonrisaquenosmuestraGeorgeBorrowStonehenge.

—Entonces,¿nocreenustedesquehiceel tonto?—preguntóvolviendoaser el ingenuo y bondadosomuchacho que laNaturaleza había querido quefuese.

—¡Cielosanto,no!—dijoMargaret.

—¡Diosnoslibredepensarsemejantecosa!—contestóHelen.

—Mealegraquediganesto.Yaven,mimujernoloentenderíaaunqueseloexplicaramilveces.

—¡No, no, nada de tonterías!—gritó Helen con los ojos encendidos—.Ustedhahechoretrocederlasfronteras;amimododever,esespléndido.

—Nosehacontentadoustedconsoñar,comonosotras…

—Aunquetambiénnosotrashemospaseado…

—Tenemosqueenseñarleuncuadroquehayarriba…

Sonóeltimbredelapuerta.Elcochedepuntohabíallegadoparallevarlasalafiesta.

—Date prisa, por no decir vuela… Había olvidado que hoy cenábamosfuera;perovuelva,vuelvaporaquíyhablaremos.

—Sí,nodejedehacerlo—repitióMargaret.

Leonarddijoconmuchosentimiento:

—No,novolveré.Esmejorasí.

—¿Porquéesmejor?—preguntóMargaret.

—Esmejornoarriesgarseaunasegundaentrevista.Siemprerecordaréestaconversacióncomounadelascosasmáshermosasdemivida.Deverdad.Se

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loaseguro.Nopodemosrepetirla.Mehahechomuchobienyserámejorquelodejemos.

—Laverdad,mepareceuntristeconceptodelavida.

—Lascosasseestropeancondemasiadafrecuencia.

—Yalosé—replicóvivamenteHelen—,perolaspersonasno.

El jovenno loentendió.Continuóhablandoyconfundiendo laverdaderaimaginaciónconlafalsa.Loquedijonoeraerróneo,perotampocoeracierto.Unanotafalsavibrabaensuspalabras.MargaretyHelensentíanqueconunligerotoque,aquelinstrumentopodíaafinarse.Undébiltirónyquedaríamudoparasiempre.Eljovendiolasgraciasalasdosmujeres,peroinsistióenquenovolvería.Hubounmomentodetorpezay,porúltimo,dijoHelen:

—Váyase;quizásabeustedmejorquenosotras loqueconviene.PeronoolvidequeesustedmejorqueJeffries.

Eljovensefue.Elcochedepuntoenqueibanlasdoshermanasloalcanzóen laesquina, losobrepasóentreunagitardemanosysedesvanecióconsucarga.

Londres encendía sus luces contra la noche. Las lámparas eléctricassiseabantallandolapenumbraenlascallesprincipales;laslucesdegas,enlascallessecundarias,emitíansuluzdoradayverdosa.Elcieloeraunpurpúreocampo de batalla de la primavera, pero Londres no lo percibía. El humomitigabaelesplendory lasnubes,a laalturadeOxfordStreet, formabanuntechodelicadamentepintadoqueadornaba,peronodistraía.Londresnuncahaconocidolosejércitostriunfalesdelairepuro.Leonardseapresurabaporentreaquellasmaravillasteñidas,formandopartedelconjunto.Lasuyaeraunavidagris y para iluminarla había destinado unos rincones a la aventura. LasSchlegel—o,hablandoconpropiedad,suentrevistaconellas—ibanallenaresos rincones.Noera laprimeravezquehablaba íntimamenteconextraños.Lacostumbresehabíadesarrolladoenélcomounasuertedelibertinaje,comounaválvuladeescape, lapeordetodas: laválvuladeescapedelosinstintosquenodebenreprimirse.Esacostumbreleaterrorizaba,disolvíasureceloysuprudencia hasta el extremode confiar sus secretos a personas que apenas sihabía visto. A la larga, le reportó muchos temores y algunos recuerdosagradables. Quizá la felicidad más profunda que nunca experimentara laencontróenunviajequehizoaCambridgeentren.Unestudiantedemodalessuaveshabíahabladoconél.EntablaronconversaciónypocoapocoLeonarddejóde lado su reticencia, le contóalgunosproblemasdomésticos e insinuólos restantes. El estudiante, creyendo que aquel podría ser el inicio de unaamistad,leinvitóatomarcafédespuésdelacena,aloqueLeonardaccedió,aunque luego, sintiéndose cada vez más tímido, no se movió del hotel

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comercial donde se alojaba. No quería que la aventura chocase con laPorphyrionymenosaúnconJacky.Laspersonasdevidadichosaycolmadaentenderán esta actitud con dificultad. Para las Schlegel, como para elestudiante,éleraunacriaturainteresante,delaquedeseabansabermás.Peroparaél,elloseranhabitantesdelpaísdelaaventuraydebíanmantenerseenelrincónqueleshabíaasignado;eranpinturasquenodebíansobrepasarellímitedesusmarcos.

El comportamiento seguido con la tarjeta de visita de Margaret era untípico ejemplo de su idiosincrasia. Su matrimonio no podía calificarse detrágico.Dondenohaydineroniinclinaciónalaviolencianopuedegenerarselatragedia.Nopodíaabandonarasumujerytampocoqueríapegarle.Elmalhumor y la sordidez ya eran bastante. Entonces apareció «aquella tarjeta».Leonard,sibienfurtivo,eradesordenadoyladejótiradaporcualquierparte.Jackylaencontróyempezó:«¿Quéesestatarjeta,Len?Dímelo».«Ah,vaya,¿te gustaría saber qué es esta tarjeta?». «Len, ¿quién es miss Schlegel?»,etcétera.Pasaron losmesesy la tarjeta,unasvecescomobroma,otrascomoagresión,pasódemanoenmano, cadavezmás sucia.Les siguió cuando setrasladaron de Camelia Road a Tulse Hill. La mostraron a terceros. Unospocos centímetros de cartón se convirtieron en el campo de batalla dondecombatíanloscorazonesdeLeonardydesumujer.¿Porquénoledijo:«Unadama se llevó mi paraguas, otra me dio esta tarjeta para que pudierarecuperarlo»?¿Porque Jackyno lehabría creído?Enparte, pero sobre todo,porqueeraunsentimental.Ningúnafectoestabaligadoalatarjeta,peroestasimbolizabalavidadelacultura,queJackynodebíaenturbiar.Porlanoche,Leonard solía repetirse a símismo: «Bueno, en cualquier caso, ella no sabenadadelatarjeta.¡Toma,lafastidié!».

¡PobreJacky!Noteníamalfondoysímuchoquesoportar.Sacósupropiaconclusión—solopodíasacarunaconclusión—yasudebidotiempoactuóenconsecuencia.El viernesLeonard se emperró en no dirigirle la palabra y sepasó la noche observando las estrellas. El sábado se fue, como tenía porcostumbre, a la ciudad, pero no regresó ni el sábado por la noche, ni eldomingo por la mañana, ni el domingo por la tarde. La inquietud se hizointolerabley,aunqueJackyteníaporentoncescostumbresretraídasyeraunamujertímida,sedirigióaWickhamPlace.Leonardregresóensuausencia.Latarjeta, la fatídica tarjeta, había desaparecido de las páginas de Ruskin yadivinóloquehabíaocurrido.

—Bien,bien—exclamórecibiendoasumujercongrandescarcajadas—,yosédóndehasestado,perotúnosabesdóndeheestadoyo.

Jackysuspiróydijo:

—Len,creoquepodríasdarmeunaexplicación—yreemprendiólastareas

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domésticas.

LasexplicacioneserandifícilesenlafaseporlaqueatravesabanyLeonardera lo suficientemente tonto—estoy tentado de escribir: lo suficientementesensato—comoparanointentardarlas.Sureticencianoeraesefalsoartículotan corriente en la vida de los negocios, esa reticencia que finge que unanonadaesalgoyseoculta traselDailyTelegraph.Elaventurero tambiénesreticente y para un empleado es una aventura caminar unas horas en laoscuridad.Puedeusted reírsedeél,ustedquehadormidonochesenterasenlassabanasafricanas,conelrifleasuladoyrodeadodeunaintensaatmósferade aventura.Y también puede reírse usted, que opina que las aventuras sonuna tontería.Perono se sorprendan siLeonard semuestra tímidocuando seencuentre con ustedes, ni si las Schlegel, antes que Jacky, oyen hablar delamanecer.

QuelasSchlegelnolehubiesenconsideradounmajaderoseconvirtióenunafuentedepermanentealegría.Leonardsesentíadichosocuandopensabaenellas.La idea lemanteníaa flotecuandocaminabahaciasucasabajouncieloqueempalidecía.Dealgúnmodolasbarrerasdelariquezahabíancaídoysehabíaproducido—nopodíareducirloaunafrase—unconsensogeneralante la hermosura del mundo. «Mi convicción —dice el místico— ganainfinitamente en el momento en que otra alma la comparte» y ellas, lasSchlegel,habíanestadodeacuerdoenquehayalgomásalládelavulgaridadcotidiana. Se quitó el sombrero de copa y lo cepilló cuidadosamente.Hastaaquelmomentohabíapensadoquelodesconocidoeranloslibros,laliteratura,laconversacióninteligente, lacultura.Elserhumanopodíaelevarsesobresímismo y unirse al mundo por medio del estudio. Pero de aquel cortointercambiodeopinionessurgíaunanuevaluz.¿Seríaese«algomás»caminarenlaoscuridadporlascolinassuburbanas?

DescubrióqueibadescubiertoporRegentStreet.Londrestomócuerpodegolpe.Habíapocagenteaaquellahora,perotodoslosquepasabanporsuladolemirabanconhostilidad,conunahostilidadtantomásimpresionantecuantoqueera inconsciente.Sepusoelsombrero.Erademasiadogrande,sucabezadesaparecía en su interior como un pudín en una cacerola; las orejas seinclinaban hacia fuera al contacto con el ala curvada. Lo llevaba un pocoechado hacia atrás y el efecto que producía era el de alargar la cara yevidenciar ladistanciaentre losojosyelbigote.Asípertrechadoescapabaalas críticas. Nadie se sintió incómodo mientras caminaba a saltitos por lasaceras,conelcorazóndeunhombrelatiendorápidamenteensupecho.

Capítulo15

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Las dos hermanas salieron a cenar henchidas de su aventura y, cuandoambasestabanposeídasdeunamismaidea,habíapocasreunionesqueselesresistieran. Aquella en concreto, por ser exclusivamente femenina, era másresistentequelamayoríadelasreuniones,peroacabóporsucumbir trasunabrevelucha.HelenenunextremodelamesayMargaretenelotrohablarondemíster Bast y solo de míster Bast hasta que, mediado el primer plato, susmonólogos se derrumbaron, se desmenuzaron y pasaron a ser propiedadcomún.Y eso no fue todo.La reunión era, en realidad, un club de debates.Después de la cena se representaba una pieza que se leía en el salón, entretazasdecaféyrisas,peroquetratabaconmásomenosseriedadalgúntemadeinterésgeneral.Despuésde lapiezavinoeldebatey tambiénenestedebatefigurómísterBast,unasvecescomopunto insignede la civilizaciónyotrascomopuntooscuro,segúnel talantedel interlocutor.El temade lapiezaera«¿Cómo debo disponer de mi dinero?» y en ella el lector decía ser unmillonarioentrancedemuerteinclinadoalegarsufortunaparalafundaciónde galerías de arte locales, pero abierto a dejarse convencer por otrasiniciativas. Los papeles habían sido asignados de antemano y algunasintervenciones fueron divertidas. La anfitriona asumió el ingrato papel de«hijoprimogénitodelmillonario»eimplorabaasuagonizanteparientequenohiciesetemblarloscimientosdelasociedadpermitiendoquetanvastassumasdedinerosalierandelasarcasfamiliares.Eldineroeraelfrutodelsacrificioyla segunda generación tenía derecho a aprovecharse del sacrificio de laprimera, pero ¿qué derecho tenía «míster Bast»? ¿No le bastaba con laNational Gallery? Una vez la propiedad hubo expuesto sus razones—unasrazones necesariamente antipáticas— varios filántropos tomaron la palabra.Habíaquehaceralgopor«místerBast»:habíaquemejorarsucondiciónsindebilitar su independencia; debía tener acceso a una biblioteca gratuita, apistas de tenis gratuitas; había que pagar sus rentas de tal modo que elinteresadono supieraque se lepagaban; teníaqueunirse a losTerritoriales;debía ser enérgicamente separado de su deprimente esposa y darle a ella eldinero en compensación; habría que asignársele un ángel de la guarda, unmiembrodelaclaseociosaquelevigilarasincesar(gruñidosdeHelen);habíaque darle comida, pero no ropas; ropa, pero no comida; un billete de ida yvuelta,en tercera,aVenecia,yunavezallí,nodarlenicomidani ropas.Enresumen,podíadárselecualquiercosaotodasalavez,menoseldinero.

YalllegaraestepuntointervinoMargaret.

—¡Orden,orden,missSchlegel!—dijolaprotagonista—.Ustedestáaquí,segúncreo,paraaconsejarmeeninterésdelaSociedadparalaConservaciónde losLugaresHistóricoso laBellezaNatural.Nopuedeustedsalirsedesupapel. Hace usted queme dé vueltas la cabeza yme parece que olvidami

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delicadoestadodesalud.

—Sucabezanodaríavueltassiescuchasemisargumentos—dijoMargaret—.¿Porquénodarleeldinerodirectamente?Esustedpropietariade treintamillibrasanuales.

—¿Deveras?Yocreíaqueeraunmillón.

—¿Unmillónnoeraelcapital? ¡Madremía!Teníamosquehaberdejadoclaroeseextremoalprincipio.Enfin,noimporta.Tengaustedloquetenga,yoleordenoqueentreguetresmillibrasalañoatantospobrescomopueda.

—¡Peroestolosconvertiríaenmendigos!—dijounachicajuiciosaaquienle gustaban las Schlegel, aunque las consideraba un poco materialistas enciertasocasiones.

—Nosilesdanmucho.Unbuengolpedefortunanoconvierteanadieenmendigo.Lospequeñosdonativosdistribuidosentremuchossonlosquehacendaño. El dinero es educativo. Es mucho más educativo que las cosas quepuedenadquirirseconél—huboprotestas—.Enciertosentido,claro—perolasprotestasnoremitían—.Bueno,¿hayalgomáscivilizadoqueunhombrequesepaadministrarsabiamentesusganancias?

—Quees,exactamente,loquenoharíamísterBast.

—Denleunaoportunidad.Denleeldinero.Nolehagandonativosdelibrosdepoesíaybilletesdetrencomosifueraunniño.Denleconquécompraresascosas.Cuando el socialismo se realice, las cosas serándistintas y tal vez sepiense en términosdebienes en lugardepensar endinero en efectivo.Perohastaqueestonosuceda,dendineroalagente,porqueeldineroeselalmadelacivilización,seacualseaelcuerpo.Laimaginacióndeberíatrabajarsobreeldinero y comprenderlo bien, porque es… porque es la segunda cosa másimportante delmundo.Y está tan oculto, tan guardado, hay tan pocas ideasclarasalrespecto…oh,sí,claro,estálaeconomíapolítica,porsupuesto;perosomos muy pocos los que tenemos conciencia clara de nuestros propiosingresos y muy pocos los que admitimos que las ideas independientes sonfruto, en nueve casos de cada diez, de unosmedios de vida independientes.¡Dinero!Dendinero amísterBast yno sepreocupende sus ideales.Ya losencontraráporsímismo.

Se dejó caer hacia atrás en su asiento mientras los miembros máscircunspectosdelclubempezabana formarseuna idea incorrectadeella.Lamentefemenina,sibienesprácticahastalacrueldadenlosasuntoscotidianos,no soporta que se minimicen los ideales en una conversación, así que lepreguntaronamissSchlegel cómopodíadecir semejantes cosasydequé leserviríaamísterBastganarelmundosiperdía sualma.Margaret respondióquenoleserviríadenada,peroquenosalvaríasualmahastaquenohubiera

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ganado un poco de mundo. Entonces las demás dijeron que no, que no locreíanasíyellaadmitióqueunoficinistasobrecargadodetrabajopodíasalvarsualmaenunsentidosupraterrenal,dondeelesfuerzoequivalealmérito,peronegóque tal persona fuera capazde explorar las fuentes espiritualesde estemundoyaseguróque jamásconocería los rarosgocesdelcuerponi lograríaunarelaciónclarayapasionadaconsussemejantes.Lasdemáshabíanatacadolas instituciones de una sociedad basada en la propiedad, el interés y cosassimilares; ella,Margaret, solo fijaba sus ojos en unos pocos seres humanospara ver cómo, en las condiciones presentes, podía hacérseles más felices.Hacer el bien a la humanidad era inútil: esfuerzos de todos los coloresrepartidos por vastas áreas habían dado como resultado un gris universal.Hacerelbienaunoo,comoenestecaso,aunospocos,eralomáximoqueseatrevíaaesperar.

Entrelasidealistasylaseconomistaspolíticas,Margaretpasóunmalrato.Sin estar de acuerdo en nada, todas coincidieron en rechazar las razones deMargaret y en conservar en sus manos la administración del dinero delmillonario.Lachicajuiciosapresentóunesquemade«supervisiónpersonalymutuaayuda»,cuyosefectosconsistíanenconvertiralaspersonaspobresenpersonasmenospobres.La anfitrionahizo constar conpersistenciaque ella,comohijo primogénito, podría sin duda ocupar un lugar entre los legatariosdelmillonario.Margaretadmitiódébilmenteestareclamaciónyalinstantesepresentó otra reclamación procedente deHelen, quien declaró haber servidocomoamadellavesdelmillonariodurantecuarentaaños,agobiadadetrabajoymalpagada,¿noseharíanadaporella,tanpobreytanrechoncha?Porfin,elmillonarioleyósutestamentoporelcualdejabatodasufortunaalMinisteriode Hacienda y se murió. La parte seria de la discusión había sido másinteresanteque lapartedestinadaa la ficción—¿no sucedegeneralmente locontrario en un debate entre hombres?—, pero, en todo caso, la reunión sedisolvióalegrementeyunadocenademujeresfelicessedispersóendirecciónasusrespectivoshogares.

Helen y Margaret acompañaron a la chica juiciosa hasta la estación deBatterseaBridgediscutiendoporelcamino.Cuando lachica juiciosase fue,lasdoshermanassintieronunprofundoalivioyadquirieronconcienciadelahermosuradelanoche.Losfarolesylosplátanos,alineadosjuntoalmuelle,teníanuntonodedignidadpococomúnenlasciudadesinglesas.Losbancosestaban casi desiertos. Solo algunas personas vestidas con trajes de nochehabíansalidodesuscasaspróximasalmuelleparagozardelairefrescoydelrumor de la marea ascendente. Hay algo continental en el ChelseaEmbankment. Es un espacio abierto correctamente utilizado, una bendiciónmásfrecuenteenAlemaniaqueaquí.CuandoMargaretyHelensesentaron,laciudad a sus pies parecía un vasto teatro, un teatro de ópera en el que serepresentaba una inacabable trilogía; y ellas, un par de orondas abonadas a

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quienesnoimportabaperderseuntrozodelsegundoacto.

—¿Tienesfrío?

—No.

—¿Cansada?

—Noimporta.

Eltrendelachicajuiciosapasóretumbandosobreelpuente.

—Oye,Helen…

—¿Sí?

—¿VamosaseguirconmísterBast?

—Nosé.

—Creoquenodeberíamos.

—Comoprefieras.

—Novalelapena,meparece,amenosquedeverdadteintereseconocergentenueva.Ladiscusiónmehizopensarenello.Nosfuemuybienconélenaquelestadodeexcitación,peropiensaloqueseríaunarelaciónracional.Nodebemosjugarconlaamistad.Esmejorqueno.

—Además, está el asunto de mistress Lanolina —bostezó Helen—, tanaburrida,lapobre.

—Justo.Yprobablemente,peorqueaburrida.

—Megustaríasabercómoconsiguióéltutarjeta.

—Bueno,dijoalgosobreunconciertoyunparaguas.

—Entonceslamujerviolatarjeta…

—Helen,vámonosalacama.

—No, espera un poco, es tan bonito…Dime, ah, sí, dime una cosa, ¿túdijistequeeldineroeselalmadelmundo?

—Sí.

—Entonces,¿quéeselcuerpo?

—Loqueunoelige, engranparte—dijoMargaret—.Algoquenoeseldinero.Nopuedodecirtemás.

—¿Pasearporlanoche?

—Esposible.

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—¿Oxford,enelcasodeTibby?

—Asíparece.

—¿Yparati?

—Ahora que tenemos que abandonarWickham Place, empiezo a pensarqueeseso.ParamistressWilcoxeraHowardsEnd.

Elnombredeuno recorre enormesdistancias.MísterWilcox,que estabasentadoconunosamigosmuchosbancosmásallá,oyóelsuyo,sepusoenpieyseencaminóhacialasdoshermanas.

—Es triste pensar que los lugares pueden ser más importantes que laspersonas—continuóMargaret.

—¿Porqué,Meg?Porlogeneralsonmuchomásagradables.YoprefieropensarenlacasitadelbosquedePomeraniaqueenelgordoherrFörstmeisterquevivíaenella.

—Creoquellegaremosapreocuparnoscadavezmenosdelagente,Helen.Cuantamásgenteseconoce,tantomásfácilresultasustituiralaspersonas.Esunade lasmaldicionesdeLondres.Espero terminarmividapreocupándomemásporunlugar…

Enestepunto lasalcanzómísterWilcox.Hacíavariassemanasqueno lehabíanvisto.

—¿Qué tal están? —dijo él—. Creí reconocer sus voces. ¿Qué estánhaciendoporestosbarrios?

Su tono de voz era protector. Daba a entender que una dama no debesentarseenelChelseaEmbankmentsinescoltamasculina.Helensemolestó,peroMargaretloaceptócomoparteintegrantedelapersonalidaddelhombre.

—Haceunsigloquenoleveíamos,místerWilcox.EncontréaEviehacepocoenelmetro.Esperoquetendránbuenasnoticiasdesuhijo.

—¿De Paul? —dijo míster Wilcox apagando su cigarrillo y sentándoseentre las dos—. Sí, Paul está muy bien. Recibimos una carta suya desdeMadeira.Porestasfechasyadebedeestartrabajandodenuevo.

—¡Uf!—exclamóHelen,tiritandoporcausascomplejas.

—¿Decíausted?

—¿NoesdemasiadomaloelclimadeNigeria?

—Alguien tiene que ir —dijo él con simplicidad—. Inglaterra noconservarásucomercioconultramarsinoestádispuestaahacersacrificios.Amenos que nos hagamos fuertes en África occidental, Ale… pueden surgir

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complicaciones.Yahora,cuéntenmecosasdeustedes.

—Oh, hemos pasado una noche estupenda—dijoHelen, que siempre sedespertaba ante la llegadade unvisitante—.Pertenecemos a una especie declubque lee piezas teatrales.Margaret y yoy… todomujeres.Despuéshayunadiscusión.Estanoche tratabade cómodebeunodejar sudinero, si a lafamiliaoalospobres;ysiesalospobres,cómo…Oh,muyinteresante.

El hombre de negocios sonrió. Desde la muerte de su esposa habíaduplicadosucapital.Era,porfin,unafiguraimportante,unnombrequedabaseguridad a los prospectos financieros en los que aparecía.La vida le habíatratadobien.ElmundoparecíaestarasualcancemientrasescuchabaelrumordelTámesis,queaúndiscurríatierraadentrodesdeelmar.Estefenómeno,tanmaravilloso para las dos hermanas, no encerraba secretos para él. Él habíacontribuido a acortar la marea adquiriendo acciones de la esclusa deTeddingtony, si él y otros capitalistas lo juzgaban conveniente, lamarea seacortaríamásaúneldíamenospensado.Despuésdeunabuenacenayconunamujer cordial pero académica a cada lado, sentía en sus manos todas lasriendasdelavidaycreíaqueloqueélignorabanomerecíalapenadesaberse.

—¡Me parece una diversión la mar de original! —exclamó con su risacaracterística y agradable—. Me gustaría que Evie asistiese a esa clase dereuniones. Pero no tiene tiempo.Le ha dado por criar terriers deAberdeen,unosperritosmonísimos.

—Meparecequeseríamejorquenosotrashiciéramoslomismo.

—Nosotrascreemosquenos sirvedealgo, ¿sabe?—dijoHelenun tantosecamente,porqueelencantodemísterWilcoxeradelosquenocausaefectodos veces yHelen tenía amargos recuerdos de los días en que una opinióncomo la que acababa demanifestar le impresionaba favorablemente—.Nosparece una buena cosa perder una noche cada quince días en un debate,aunque,comodicemihermana,quizáseamejorcriarperros.

—Deningúnmodo.Noestoydeacuerdoconsuhermana.Nohaycomoundebate para adquirir rapidez. A menudo lamento no haber participado endebatescuandoerajoven.Esomehabríaayudadounabarbaridad.

—¿Rapidez?

—Sí, rapidez en la réplica. Muchas veces he dejado escapar unaoportunidadporqueotroteníaeldondelapalabrayyono.Sí,sí,tengomuchafeenesasdiscusiones.

Margaretpensóqueel tonopaternalsentababienaunhombrequepodíasersupadreporlaedad.SiemprehabíasostenidoquemísterWilcoxposeíauncierto encanto. En los momentos de dolor o de emoción su ineptitud le

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resultaba dolorosa, pero era agradable oírle en momentos como aquel,contemplar su espeso bigote castaño y su frente ancha, erguida contra lasestrellas.Helen, encambio, se sentía incómoda.Paraella, elobjetivode losdebateseralaverdad.

—Porsupuesto,eltemanotienedemasiadaimportancia—dijoél.

Margaretseechóareírydijo:

—Estollevatrazasdesermejorqueelpropiodebate.

Helenserecobróytambiénseechóareír.

—No,novoyaseguir—declaró—.SolosometerénuestrocasoconcretoamísterWilcox.

—¿Acerca de míster Bast? Sí, hazlo. Será más indulgente con un casoconcreto.

—Encienda antes otro cigarrillo, místerWilcox, por favor. El asunto encuestión es este: acabamos de conocer a un joven muy pobre que muestrainterés…

—¿Quéprofesióntiene?

—Oficinista.

—¿Dónde?

—¿Teacuerdastú,Margaret?

—EnlaPorphyrion,unacompañíadeseguroscontraincendio.

—Ah,sí,aquellagentetansimpáticaqueledioalatíaJuleyunaalfombranuevaparalachimenea.Bien,eljovenpareceinteresanteenalgunosaspectos,muyinteresante;ydesearíamosayudarle.Estácasadoconunamujeralaquenoparecequerermucho.Legustanloslibrosyloquepodríamosllamar,másomenos,laaventura.Situvieraunaoportunidad…peroesmuypobre.Todoeldinero se le va en ropayotras tonterías.Esde temerque las circunstanciassean demasiado decisivas en su caso y que acabe hundiéndose. Bueno, lacuestiónesqueelcasosemezclóconnuestrodebate.Noeraeltema,peroesteparecíaconcernirle.Supongaqueunmillonarioestáapuntodemorirydeseadejar su dinero para ayudar a este hombre. ¿Cómo habría que ayudarle?¿Dándoletresmillibrasalañodirectamente,comosugeríaMargaret?Muchaspensaron que esto le convertiría en unmendigo. ¿Proporcionarle bibliotecasgratuitas a él y a los que son como él?Yo digo, ¡no!No necesita leermáslibros,sinoleerlosmejor.Misugerenciaeraquehabríaquepagarlecadaañounasvacacionesdeverano,peroentoncesestabaelproblemadesumujer.Lasdemásdecíanquesumujertambiéntendríaqueirconél.Noencontrábamosunasoluciónquenosparecierasatisfactoria.¿Quéopinausted?Imagíneseque

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fueraustedmillonarioyquisieraayudaralospobres,¿quéharía?

MísterWilcox,cuyafortunanoeramuyinferioralaindicada,seriodeunmodoexuberante.

—MiqueridamissSchlegel, yo nome aventuraría donde las de su sexohan sido incapaces de entrar. Yo no añadiría otro plan a los numerosos yexcelentesplanesqueyasehansugerido.Miúnicacontribuciónesesta:haganquesuamigodejelaPorphyrionloantesposible.

—¿Porqué?—preguntóMargaret.

Elhombrebajólavoz.

—Que esto quede entre amigos: la compañía hará suspensión de pagosantes de Navidad. Se irá al agua —añadió pensando que no le habríanentendido.

—¡Diosmío,Helen!¿Hasoídoesto?¡Tendráquebuscarotrotrabajo!

—¿Tendrá? Oh, no, háganle abandonar el barco antes de que se hunda.Queconsigaunnuevotrabajoahora.

—¿Mejoresoqueesperarhastaestarseguro?

—Decididamente.

—¿Yesoporqué?

Denuevolacarcajadaolímpica.Bajómáslavoz.

—Por ley natural, el hombre que busca empleo y ya tiene colocaciónconsiguealgomejor,estáenunaposiciónmásfuertequeelhombrequenolatiene.Dala impresióndequevalealgo.Losépormímismo,yconesto lesconfíounsecretodeEstado,esalgoqueimpresionamuchoalosempresarios.Metemoqueesconnaturalalanaturalezahumana.

—Nuncalohubierapensado—murmuróMargaretmientrasHelendecía:

—Nuestra naturaleza parece ser justamente lo contrario. Nosotrasempleamos a la gente porque está desempleada. Como el limpiabotas, porejemplo.

—¿Ycómolimpialasbotas?

—Mal—confesóMargaret.

—Ahílotiene.

—¿Entoncesustednosaconsejaqueledigamosaesejoven…?

—Yono aconsejo nada—interrumpió el hombremirando arriba y abajodelmuelle,nofueraaserquealguienhubieraoídosuindiscreción—.Nodebí

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de haber hablado…pero ha dado la casualidad de que lo sabía, puesto queestoyentrebastidores.LaPorphyrionesunmalasunto.Enfin,nodiganqueyoselohedicho.Haquedadofueradelgrupo.

—Porsupuestoquenodirénada.Adecirverdad,nosésiquieraloqueesosignifica.

—Yo creía que una compañía de seguros no se iba nunca al agua —contribuyóHelen—.¿Lasotrasnolaamparanylasalvan?

—Ustedserefierealreaseguro—dijomísterWilcoxsuavemente—.Yesaes la razón de la debilidad de la Porphyrion.Ha querido jugar sucio, se hatenido que enfrentar con una serie de pequeños incendios y no ha podidoreasegurar.Metemoquelassociedadesanónimasnosesalvanlasunasalasotrasporamor.

—«Lanaturalezahumana»,supongo—citóHelen,yélserioyestuvodeacuerdo en que así era. Cuando Margaret dijo que ella suponía que losoficinistas, como todo el mundo, tenían muchas dificultades en encontrartrabajoestosdías,élreplicó:

—Sí,muchísimas—y se levantópara reunirse con sus amigos.Lo sabíapor su propia oficina: raramente un puesto vacante y cientos de solicitudesparaesepuesto.Enaquelmomento,niunsolopuestolibre.

—¿Y cómo andaHowardsEnd?—dijoMargaret deseosa de cambiar detema antes de que se separasen.MísterWilcox podía pensar que intentabansacaralgodeél.

—Lohemosdejado.

—¿Deveras?¿YestáustedpaseandosinhogarporelmelenudoChelsea?¡Quéextrañosresultanloscaminosdeldestino!

—No,quisedecirquelohemosdejadoabandonado.Noshemosmudado.

—¿Porqué?Yoleshacíaancladosalláparasiempre.Evienomedijonada.

—MeparecequecuandoencontróustedaEvieaúnnoestabadecididalacosa.Solohaceunasemanaquenostrasladamos.APaullegustaaquelviejolugarylomantenemosparaquepaseallísusvacaciones;perolaverdadesqueresultademasiadopequeño.Norecuerdosiustedllegóaestarallí.

—Enlacasa,nunca.

—Bueno, Howards End es una de esas granjas arregladas que nuncaacaban de ir bien, se gaste lo que se gaste en ellas.Nos enredamos con ungarajeenmitaddelasraícesdelolmo,yelañopasadocercamosuntrozodeprado e intentamos hacer un porche. Evie se aficionó a las plantas alpinas.Peronofuebien…no,nofuebien.Ustedrecordaráomejordicho,suhermana

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recordarálagranja,conaquellospavosabominablesyaquelsetoquelapobremujernuncalograbacortarenlínearectayqueseestrechabaalfinal.Ydentrodelacasa,lasvigasylaescaleratrasunapuerta…Esmuypintoresco,sí,perono es un sitio para vivir —miró por encima del parapeto alegremente—.Marea alta. Por otra parte, la situación de la casa tampoco era buena. Elvecindarioseibavolviendosuburbial.OenLondresofueradeLondres,digoyo;asíquetomamosunacasaenDucieStreet,cercadeSloaneStreet,yotraenShropshire:OnitonGrange.¿NohanoídohablarnuncadeOniton?Venganavernos…estálejosdecualquierparte,caminodeGales.

—¡Cuántoscambios!—dijoMargaret.Peroelcambioestabaensupropiavoz que se había vuelto extremadamente triste—. No puedo imaginarmeHowardsEndoHiltonsinustedes.

—Hiltonnosehaquedadosinnosotros—respondióél—.Charlesestáaúnahí.

—¿Aún?—dijoMargaret,quenohabíamantenidocontactoconlafamiliadeCharles—.YolehacíaenEpsom.LoestabanamueblandoesaNavidad…unaNavidad. ¡Cómo cambia todo!Yo solía admirar a la esposa deCharlesdesdenuestrasventanas,amenudo.¿NoeraenEpsom?

—Sí, pero se mudaron hace dieciocho meses. Charles, que es un buenchico—suvozsehizotenue—,pensóqueyoestaríamuysolo.Yonoqueríaquesemudase,perolohizo:tomóunacasaalotroextremodeHilton,cercadelosSeisTúmulos.Teníauncoche.Yallíestántodos,unbuengrupo:él,ellaylosdosnietecitos.

—Yo arreglo los asuntos de los demás mejor que ellos mismos —dijoMargaretmientrassedabanlamano—.CuandoustedsefuedeHowardsEndyohabríametidoallíaCharlesWilcox.Unlugarcomoaquelnodeberíasalirdelafamilia.

—Yasíes—contestóél—.Nilohemosvendidonipiensovenderlo.

—No,peronolohabitaningunodeustedes.

—Bueno, tenemosun estupendoguardián:HamarBryce, un enfermo.SialgunavezCharles loquisiera…peronoloquerrá.Dollynopuedevivirsinlascomodidadesmodernas.No,todosnoshemospronunciadocontraHowardsEnd.Nosgusta,enciertosentido,peroconsideramosquenoesniunacosaniotra.Yhayquetenerunacosauotra.

—Yalgunaspersonassonlobastanteafortunadascomoparatenerlasdoscosas a la vez. Se apaña usted admirablemente, míster Wilcox. Mienhorabuena.

—Ylamía—dijoHelen.

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—Dígale a Evie que venga a vernos… a las dos, a Wickham Place.Aunquenovamosaestarallímuchotiempo.

—¿Cómo?¿Tambiénustedesestándemudanza?

—Enseptiembre—suspiróMargaret.

—¡Vaya,todoelmundosemuda!Adiós.

Lamareahabíaempezadoabajar.Margaretseinclinósobrelabalaustraday contempló el espectáculo con tristeza.MísterWilcox había olvidado a sumujer;Helen, suamor;ellamismaestabaolvidandoprobablemente.Todoelmundodemudanza.¿Valelapenaesforzarseenelpasadocuandohayunflujocontinuoinclusoenelcorazóndelaspersonas?

Helenlahizovolverensídiciendo:

—¡HayqueverquéricachónyquévulgarsehavueltomísterWilcox!Yano vale un pimiento, ¿no crees? Pero, mira, nos informó de lo de laPorphyrion. Escribiremos a míster Bast en cuanto lleguemos a casa y lediremosqueladejeinmediatamente.

—Sí,valelapenahacerlo.Vamos.

—Invitémosleatomarelté.

Capítulo16

Leonardaceptó la invitaciónel sábadosiguiente.Perohabíaestadoen locierto:lavisitaresultóunperfectofracaso.

—¿Azúcar?—dijoMargaret.

—¿Pastel?—dijoHelen—. ¿La tarta grande o los pastelillos?Temoqueencontraseustedmicartaunpocorara,peroyaleexplicaremos…enrealidad,no somos raras, ni afectadas, de veras. Solo un poco… exageradas, eso estodo.

Comoperrofaldero,Leonardnoerabrillante.Noeraunitalianoymuchomenos un francés, por cuya sangre corre el espíritu de la insinuación y laréplica;suingenioeraelingenioCockney,noabríapuertasalaimaginación,yHelen se quedó cortada por un «Cuanto más hable una mujer, mejor»,administradojuguetonamente.

—Ah,sí—dijoella.

—Lasmujeresbrillan…

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—Sí,yasé:lasmujeressonrayosdesol.Ledaréunabandeja.

—¿Legustaaustedsutrabajo?—interrumpióMargaret.

Leonard, a suvez, se quedó cortado.No estabadispuesto a permitir queaquellas mujeres metieran las narices en su trabajo. Ellas eran el romance,como lahabitaciónen laquepor finhabía entrado, concuriosas escenasdepersonas bañándose en las paredes, como las mismas tazas de té, con susdelicados bordes de frambuesas. Pero no estaba dispuesto a permitir que elromanceseinterfirieseensuvida.Cuandoestoocurre,intervieneeldiablo.

—Oh,bastante,sí—respondió.

—SuempresaeslaPorphyrion,¿verdad?

—Sí, en efecto…—bastante ofendido—. Es curioso cómo se saben lascosas.

—¿Porquécurioso?—preguntóHelenquenohabíaentendidoelalcancedesuspensamientos—.Loponeentodololargodesutarjeta,yteniendoencuenta que le escribimos allí y que usted respondió en un papel conmembrete…

—¿Cree usted que la Porphyrion es una gran compañía de seguros?—continuóMargaret.

—Dependedeloqueustedconsideregrande.

—Quiero decir una empresa sólida, estable, que ofrezca un porvenirrazonablementebrillanteasusempleados.

—No podría decirle… Unos le dirán una cosa y otros otra —dijo elempleado,incómodo—.Pormiparte—meneólacabeza—,solocreolamitaddeloqueoigo.No,nisiquieraeso,esmásseguro.Headvertidoquelosmáslistossonlosquemásseequivocan.Sí,nuncaseesbastantecuidadoso.

Bebióysesecóelbigote,queresultóserunodeesosbigotesquesiempresemetenenlas tazasdeté,quedanmásmolestiasdeloquevalenyquenoestánnisiquierademoda.

—Estoydeacuerdoconusted,yporesoteníacuriosidad.¿Esunaempresasólidayestable?

Leonardno tenía lamenor idea.Sabía loque se refería a sumáquinadeescribir y nadamás. No deseaba confesar ignorancia ni conocimiento y, enestascircunstancias,otromovimientodecabeza lepareció lomásadecuado.Paraél, comoparaelpúblico inglés, laPorphyrionera laPorphyrionde losanuncios:ungigantealestiloclásico,perodecentementevestido,quesosteníaenunamanounaantorchaencendidayseñalabaconlaotrahaciaSaintPaulyWindsorCastle.Debajo figuraba escrita una elevada sumade dinero y cada

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cual podía sacar sus propias conclusiones. El gigante hacía que Leonardrealizase operaciones aritméticas, que escribiese cartas y que explicase lasreglas a los nuevos clientes o que las volviese a explicar a los viejos. Losgigantes, ya se sabe, tienen una moralidad impulsiva. Este en particular,pagabaconostentosarapidezunaalfombraparalachimeneademistressMunty denegaba con lentitud una reclamación importante, por la que luchaba detribunalentribunal.Perosusverdaderasluchas,susantecedentes,susamoresconotrosmiembrosdelPanteón,todoesoquedabatanlejosdelalcancedelossimplesmortalescomolasescapadasgalantesdeZeus.Mientraslosdiosessonpoderosos, poco sabemos acercade ellos.Solo en losdíasde sudecadenciaentralaluzenloscielos.

—Noshandichoque laPorphyrionno tienenempuje—estallóHelen—.Queríamoscontárselo.Poresoleescribimos.

—Un amigo nuestro cree que está insuficientemente reasegurada—dijoMargaret.

AhoraLeonardteníasuclave:debíaensalzaralaPorphyrion.

—Puedendecirleasuamigo—dijo—queestáequivocado.

—Ah,bueno.

Eljovenenrojecióligeramente.Ensucírculo,equivocarseerafatal.AlasSchlegel,encambio,nolesimportabahaberseequivocado,estabanrealmentecontentas de haber sido mal informadas. Para ellas nada era irremediable,exceptoelmal.

—Equivocado,porasídecirlo—añadió.

—¿Cómo«porasídecirlo»?

—Quierodecirqueyonodiríaqueestáabsolutamenteenlocierto.

Habíadadounpasoenfalso.

—Entonces acierta en parte—dijo la mayor de las dos mujeres con larapidezconqueseenciendeunaluz.

Leonardreplicóquetodoelmundoestáenlociertoenparte,siesaloqueiban.

—MísterBast, yo no entiendo de negocios yme atrevo a decir quemispreguntassonestúpidas,pero¿puedeusteddecirmecuálesladiferenciaentreunaempresaquevabienyunaquevamal?

Leonardserecostóensuasientoconunsuspiro.

—Nuestroamigo,quetambiénesunhombredenegocios,fueconcluyentealrespecto.DijoqueantesdeNavidad…

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—Yleaconsejabaaustedquesedespidiese—terminóHelen—.Peronoveoporquéhabríadesaberloélmejorqueusted.

Leonardsefrotólasmanos.Estabatentadodedecirquenosabíanadaenabsolutodeaquelasunto.Perosueducacióncomercialerademasiadofuerte.Nopodíadecirque eraunmal asunto,porqueesohabría sido renunciar; nopodíadecirqueeraunbuenasunto,porquehabríasidorenunciarigualmente.Intentó decir que era algo equidistante de ambos extremos, con ampliasposibilidadesenlasdosdirecciones,perosehundióantelamiradadecuatroojossinceros.Y,sinembargo,apenaslograbaestablecerdistingosentrelasdoshermanas. Una era más hermosa y más vivaz, pero «las Schlegel» seguíansiendo un complejo dios hindú, cuyos brazos ondulantes y contradictoriosdiscursoseranproductodeunasolacabeza.

—Solohayunacosacierta—recalcó—:que«lascosaspasan»,comodijoIbsen.

Estabarabiandoporhablardelibrosysacarelmáximopartidodesuhoraromántica.Losminutostranscurríanmientraslasdosmujeres,conimperfectahabilidad,discutíanel temadelreasegurooensalzabanasuanónimoamigo.Leonardempezóamolestarse, quizá con razón.Hizovagas alusiones a esaspersonas, entre lasqueélno secontaba,que se sientenmolestascuando losdemásdiscutensusasuntos,peroellasnoentendieronlaindirecta.Unhombrehabríamostradomástacto.Lasmujeres,muydiplomáticasenciertosaspectos,sonmuyobtusasenesteterreno.Nocomprendenporquéocultamosnuestrasgananciasynuestrasexpectativasbajountupidovelo.«¿Cuántotieneustedycuánto espera tener el próximo mes de junio?». Las Schlegel sostenían lateoríadequelareticenciaenasuntosmonetarioseraabsurdaydequelavidaseríamásauténticasicadaunodijeralamedidaexactadelaisladeorosobrelaqueseasienta,eltamañoexactodelalmasobrelaqueviveelcuerpo,osea,loquenoesdinero.Deotromodo,¿cómopuedeunoenjuiciarelmodelo?

YlosminutospreciosostranscurríanyJackyylamiseriaseaproximabancadavezmás.Alfinalyanopudoresistirloyexplotó, recitandofebrilmentenombresdelibros.HubounmomentodeintensaalegríacuandoMargaretdijo:«Así que a usted le gustaCarlyle», y entonces se abrió la puerta y entraronmísterymissWilcoxprecedidosdedoscachorrillossaltarines.

—¡Oh, qué ricos! ¡Evie, qué cosamásmona!—chillóHelen cayendo acuatropatas.

—Trajimosaestosamiguitos—dijomísterWilcox.

—Loscríoyomisma.

—¡Deveras!MísterBast,vengayjuegueconestoscachorrillos.

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—Tengoqueirmeya—dijoLeonardamargamente.

—Perojuegueantesunratoconestoscachorrillos.

—EsteesAchabyestaesJezabel—dijoEvie,queeradelasqueponenalos animales los nombres de los personajesmenos afortunados del AntiguoTestamento.

—Metengoqueir.

Helen estaba demasiado ocupada con los cachorrillos para advertir supresencia.

—MísterWilcox, míster Be… ¿se va usted ya, de veras? Bueno, adiós.Vuelvaavisitarnos—dijoHelendesdeelsuelo.

EntonceslairadeLeonardsedesbordó.¿Porquéhabíadevolver?¿Dequéserviría?Dijorotundamente:

—No,novolveré:seríaunfracaso.

Cualquier persona le habría dejado marchar. «Fue una equivocación.Intentamos conocer gente de otra clase: imposible». Pero las Schlegel nohabíanjugadonuncaconlarealidaddelavida.Habíanintentadoentablarunaamistadyestabandispuestasaarrostrarlasconsecuencias.Helenreplicó:

—Considero esta observación muy grosera. ¿Por qué razón me atacausted?—y,depronto,elsaloncitosellenóconlosecosdeunavulgarpelea.

—¿Ustedmepreguntaporquélaataco?

—Sí.

—¿Paraquémehahechoustedvenir?

—¡Paraayudarle,estúpido!—gritóHelen—.¡Ynogrite!

—Yonoquierosuprotección.Yonoquierosuté.Yoerafeliz,¿paraquéquierealterarme?—sevolvióamísterWilcox—.Selovoyaexplicaraestecaballero.Yolepregunto,señor,¿tengoquedejarquemepicoteenelcerebro?

MísterWilcoxsevolvióaMargaretconaquelairedefuerzayhumorquepodíaadoptarsinesfuerzo:

—¿Interrumpimos,missSchlegel?¿Podemosserledealgunautilidad?

Margaretleignoró.

—Yoestoyrelacionadoconunadelasprimerassociedadesaseguradoras,señor,yreciboloqueconsiderounainvitacióndeestas…damas—arrastrólapalabra—. Vengo y resulta que quieren picotearme el cerebro. Y yo lepregunto,¿esestojusto?

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—Enormemente injusto —dijo míster Wilcox provocando un ahogo enEvie,quesabíaquesupadreseestabaponiendopeligroso.

—Eh,¿looyenustedes?Enormementeinjustodiceestecaballero.¡Ahílotienen!Nocontentacon…—señalóaMargaret—,nopuedeustednegarlo—levantólavoz,estabaentrandoenelritmodeunaescenaconJacky—.Peroencuanto les soy útil, la cosa cambia: «Oh, sí, enviad a buscarlo. Ponedleacertijos.Picoteadsucerebro,oh,sí».Mirencómosoy:unhombretranquilo,unperfectocumplidordelasleyes;noquierosituacionesdesagradables,peroyo…yo…

—Usted…—dijoMargaret—,usted…usted…

Evieseechóareír,comosiestuvierapresenciandounacomedia.

—UstedeselhombrequeintentóguiarseporlaEstrellaPolar.

Máscarcajadas.

—Ustedvioamanecer.

Carcajadas.

—Usted intentó huir de las nieblas que nos están ahogando; usted dejóatrás los librosy lascasasenbuscade laverdad.Ustedestababuscandounverdaderohogar.

—Noveolarelación—dijoLeonardrojodeestúpidaindignación.

—Yotampoco—unapausa—.Ustederaesoeldomingopasadoyhoyesesto. ¡Míster Bast! Mi hermana y yo hemos hablado mucho de usted.Queríamosayudarle,suponíamosqueusted tambiénnosayudaríaanosotras.No le trajimos para hacer caridad (cosa que nos molesta), sino porqueteníamoslaesperanzadequehabríaalgunarelaciónentreeldomingopasadoylosdemásdías.¿Dequésirvenlasestrellasylosárbolesyelamanecersinoentranennuestrasvidascotidianas?Nuncahanentradoenlamía,peroenlasuya, nosotras pensábamos que… ¿No tenemos que luchar todos contra lamediocridad de nuestra vida diaria, contra la alegría mecánica, contra lasuspicacia?Yoluchorecordandoamisamigos;otraspersonasqueconozcolohacen recordando algún lugar, algún lugar o algún árbol querido. Nosotrascreíamosqueustederaunadeestaspersonas.

—Desde luego, sihahabidoalgúnmalentendido—murmuróLeonard—,loúnicoquepuedohaceresirme.Peroyolesruegoqueaclaren…—hizounapausa. Achab y Jezabel danzaban entre sus botas y le hacían parecer másridículo—.Estabanustedespicoteándomeelcerebroparaobtenerinformacióncomercial.Puedoprobarlo,puedo…—resoplóysefue.

—¿Puedo ayudarle? —dijo míster Wilcox dirigiéndose a Margaret—.

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¿Quierequehabletranquilamenteconélenelvestíbulo?

—Helen,vetrasél…hazalgo,algo…parahacerentenderaestecabezota.

Helendudaba.

—¿Creeustedrealmente—dijoelvisitante—quedebeir?

Helensefuealinstante.MísterWilcoxcontinuó:

—Yohabríaintervenido,peromedicuentadequepodíaustedsacudírselodeencimapor símisma.Preferí no intervenir.Estuvoustedmagnífica,missSchlegel,absolutamenteespléndida.Ledoyaustedmipalabra:pocasmujereshabríanconseguidodominarlasituación.

—Sí—dijoMargaretdistraídamente.

—Avasallarloconaquellasfrasestanlargasfueloquemeimpresionómás—exclamóEvie.

—Sí, es cierto—rio su padre—, todo aquello de la «alegríamecánica»,¡formidable!

—Lo siento mucho —dijo Margaret recobrándose—. Es una personaencantadora, de veras. No comprendo qué le sacó de quicio. Ha sido unasituaciónmuydesagradableparaustedes.

—Nosepreocupe—dijomísterWilcoxyluego,cambiandodeexpresión,preguntósipodíahablarcomounviejoamigo.Concedidoelpermiso,dijo—:¿Nocreequedeberíaserustedmáscuidadosa?

Margaret se rio, aunque sus pensamientos estaban todavía pendientes deHelen.

—¿Sedaustedcuentadequetodoestoesculpasuya?—dijoella—.Ustedeselúnicoresponsable.

—¿Yo?

—Sí.EsteeseljovenaquienteníamosqueprevenirsobreelasuntodelaPorphyrion.Leprevinimosyyavelosresultados.

MísterWilcoxestabadesconcertado.

—Creoqueestadeducciónnoesjusta—dijo.

—Evidentemente, es injusta—dijoMargaret—.Solo estabapensandoenlo complicadas que son las cosas. En gran parte, la culpa es nuestra.Ni deustednideél.

—¿Ah,noesdeél?

—No.

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—MissSchlegel,esusteddemasiadogenerosa.

—Yalocreo—asintióEvieuntantodespectivamente.

—Se comporta usted demasiado bien con la gente y la gente acaba porimponérsele. Yo conozco el mundo, y conozco a este tipo de hombres. Encuanto entré en la habitación comprendí que no le había tratado usted delmodo adecuado. Hay que guardar las distancias con estos tipos. De locontrariopierdenlacompostura.Estriste,perocierto.Nosondenuestraclaseyhayqueafrontarestehecho.

—Sí…

—Admita que no habríamos tenido que soportar tantas impertinencias sieseindividuohubierasidouncaballero.

—Loadmitosinreservas—dijoMargaretquepaseabaarribayabajodelahabitación—.Uncaballerohabríadisimuladosussospechas.

MísterWilcoxlacontemplóconunavagaincomodidad.

—¿Quésospechas?

—Quequeríamossacarledinero.

—¡Menudo animal! ¡Es intolerable! ¿Pero cómo habían ustedes deaprovecharsedeél?

—Exacto, ¿cómo? ¡Ah, la horrible y corrosiva sospecha! Un ápice dereflexión o de buena voluntad la habrían disipado.Elmiedo insensato es loquehacealoshombrescomportarsecomoanimalesintolerables.

—Vuelvo a mi punto de partida: debería usted ser más cuidadosa, missSchlegel.Suscriadosdeberíantenerórdenesdenodejarentraraestaclasedepersonas.

Ellasevolvióhaciasuvisitantefrancamente.

—Déjemeexplicarle porquénosgusta estehombreyporquéqueremosquevuelva.

—Vamos, esto es lo que usted dice. Yo nunca creeré que le gusta estehombre.

—Puessí.Enprimerlugar,porquesesienteatraídoporlaaventura,igualqueusted.Sí,ustedvaencoche,caza…aéllegustairalcampo.Ensegundolugar,porquebuscaalgoespecialenlaaventura.Esmásrápidollamaraestealgoespecialpoesía.

—Ah,ya,esunescritor.

—No, no. Podría serlo, pero escribiría unas insensateces pesadísimas.

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Tiene la cabeza llena de residuos de libros y cultura: horroroso. Nosotraspretendemos que despeje su cabeza y que vaya directamente a la realidad,queremos enseñarle a encontrar la verdadera vida. Como ya le dije: losamigos,elcampo,algo…—vaciló—.Alparecer,senecesitaalgunapersonaquerida o algún lugar querido para aliviar la monotonía cotidiana y paracomprobar que es realmente gris. A ser posible, uno debería tener ambascosas.

AlgunaspalabrasresbalaronsobremísterWilcox.Lasdejóresbalar.Captóotrasylascriticóconadmirablelucidez.

—Suequivocaciónesesta,unaequivocaciónmuycomún.Estejovenzuelozascandiltienesupropiavida.¿Conquéderechosacaustedlaconclusióndequesuvidaesunfracasoo,comoustedacabadellamarla,«gris»?

—Porque…

—Unmomento, unmomento.Usted no sabe nada de él. Probablementetendrá sus propios placeres, sus centros de interés: lamujer, los niños, unacasita confortable… Por eso nosotros, los individuos prácticos —sonrió—,somosmástolerantesqueustedes,losintelectuales.Vivimosydejamosvivir;suponemosquelosdemásseapañanbuenamenteyqueelhombredelacalleestáplenamentecapacitadoparacuidardesímismo.Leconcedoque…Verá,yomirolascarasdemisempleadosenlaoficinayobservoquesonsombrías,sí,peronoséloquehaydetrás.Lomismodigo,porotraparte,deLondres.EnciertaocasiónleoídespotricardeLondres,missSchlegel,y,aunqueparezcaextraño,mepusefuriosoconusted.¿QuésabedeLondres?Ustedsolovelacivilizacióndesdefuera.Nodigoqueseaestesucaso,peromuchasvecesestaactitudllevaalamorbosidad,aldescontentoyalsocialismo.

Margaretadmitió la fuerzade losargumentosdelhombre,aunque fueranargumentos contrarios a la imaginación. A medida que él hablaba, algunasavanzadillasdelapoesíayquizádelacompasiónsederrumbaban.Margaretse retiró a lo que llamaba «su segunda línea»: a los hechos específicos delcaso.

—Su mujer es una vieja aburrida —dijo simplemente refiriéndose aLeonard—.Él no regresó a casa el sábadopor la nocheporquequería estarsolo.Entoncesellapensóqueestabaconnosotras.

—¿Conustedes?

Evierioentredientes.

—Sí. No tiene la casita confortable que usted le atribuye. Necesita dealgúninterésexterno.

—¡Quéhombremáspícaro!

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—¡Pícaro!—dijoMargaret que odiaba la picardíamás que al pecado—.Cuandoustedsecase,missWilcox,¿nonecesitarádealgúninterésexterno?

—Al parecer, este tipo lo ha encontrado —apuntó míster Wilcoxastutamente.

—Cierto,padre,cierto.

—EstabavagandoporSurrey,siesesoloquequieredecir—dijoMargaretalejándosedespechada.

—¡Oh,sí,sinduda!

—¡Escierto,missWilcox!

—Hummm—dijomísterWilcox, que consideraba el episodio divertido,pero delicado. Con la mayoría de las damas no lo habría comentado, peroconsiderabaaMargaretunamujeremancipada.

—Esodijo,ynomentiríaenunacosaasí.

Ambossepusieronareír.

—Ahíesdondediscrepodeusted.Loshombresmientencuandosetratadesudineroydesusexpectativas,peronoenestaclasedeasuntos.

Élagitólacabeza.

—Discúlpeme,missSchlegel,peroconozcoaestetipode…

—Yaledijeantesquenoesun«tipo».Sesienteatraídopor laaventura,estáconvencidodequenuestrapretenciosaexistencianoloestodo.Esvulgar,histérico y retórico, pero hay algo más: hombría. Sí, eso es lo que intentodecir.Esunhombredeunapieza.

Mientras hablaba, sus ojos se encontraron y fue como si las defensas demísterWilcoxsederrumbasen.Vioalhombredeunapiezaquetambiénhabíaenél.Porindelicadeza,Margarethabíatocadosussentimientos.Unamujerydos hombres habían formado el mágico triángulo del sexo, y el machotemblabadecelosantelaposibilidaddequelahembrasesintieraatraídaporotromacho.Elamor,dicenlosascetas,revelanuestrovergonzosoparentescoconlosanimales.Siesasí,puedesoportarse.Loscelossonloauténticamentevergonzoso. Son los celos y no el amor los que nos vinculan de un modoinsoportable con el corral de la granja, los que sugieren la imagen de dosgallos furiosos y una gallina complaciente. Margaret, como era civilizada,sofocaba su complacencia. Míster Wilcox, que era civilizado, continuabafurioso aun después de haber reconstruido sus defensas y de presentar unbastiónfrentealmundo.

—MissSchlegel,sonustedesunpardecriaturasencantadoras,perohande

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sermáscuidadosasenestemundosinpiedad.¿Quédiceaestosuhermano?

—Loheolvidado.

—Sindudatendráalgunaopiniónalrespecto.

—Seríe,sinorecuerdomal.

—Es muy listo, ¿verdad? —dijo Evie que había conocido a Tibby enOxfordylodetestaba.

—Sí,bastante…MepreguntoquéestaráhaciendoHelen.

—Es demasiado joven para hacerse cargo de este tipo de cosas —dijomísterWilcox.

Margaretsalióaldescansillo.NooyónadayvioqueelsombrerodemísterBasthabíadesaparecidodelrecibidor.

—¡Helen!—llamó.

—¿Sí?—contestóunavozdesdelabiblioteca.

—¿Estásahí?

—Sí.Haceratoquesehaido.

Margaretfueasuencuentro.

—¿Quéhaces?Estássola—dijo.

—Sí.Estoybien,Meg.Pobrecriatura,pobre…

—VuelveconlosWilcoxycuéntamelo tododespués.MísterWilcoxestámuypreocupadoyuntantoexcitado.

—Nolosoporto.Leodio.¡PobremísterBast!Queríahablardeliteraturaynosotras le hablábamos de negocios. Qué hombre más enredado y, sinembargo, cómo me gustaría ayudarle a salir del apuro. Le aprecioextraordinariamente.

—Bien hecho —dijo Margaret besándola—, pero vuelve al salón y nohablesdeélalosWilcox.Quítaleimportanciaalasunto.

Helenvolvióysecomportócontalalegríaquetranquilizóalvisitante:almenosesagallinaparecíalibredecaprichos.

—Se fue con mi bendición—exclamó—. Y ahora dediquémonos a loscachorrillos.

Cuandosefueron,místerWilcoxdijoasuhija:

—Mepreocupaelmodoenqueseconducenestasdoschicas.Sontodolointeligentesquetúquieras,peronotienenelmenorsentidopráctico.¡Bendito

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seaDios!Unodeestosdías irándemasiadolejos.MuchachascomoestasnodeberíanvivirenLondres.Tendríanqueteneraalguienquelasvigilasehastaquesecasaran.Tenemosqueveniraverlasmásamenudo.Mejornosotrosquenadie.¿Tegustan,verdad,Evie?

—Helenestábien—replicóEvie—,peronosoportoaladentona.Yyonolesllamaríachicasaningunadelasdos.

Evie se había vuelto guapa. Ojos oscuros con el brillo de la juventudbañadaporelsol,uncuerposólidoyunoslabiosfirmeseralomáximoquelosWilcoxpodíanproducirenelterrenodelabellezafemenina.Porelmomento,loscachorrillosysupadreeranlasúnicascosasqueamaba.PerolasredesdelmatrimonioestabanpreparadasypocosdíasmástardesesintióatraídaporuntalmísterPercyCahill, tíode lamujerdeCharles,yél se sintióatraídoporEvie.

Capítulo17

LaEradelaPropiedadhatraídoconsigomomentosamargosinclusoparalos propietarios. Cuando un traslado es inminente, los enseres se vuelvenridículos. Margaret, en aquellos momentos, pasaba las noches en claropreguntándosedónde,¡dóndediablos!,semeteríanellosysuspertenenciaselpróximomesdeseptiembre.Sillas,mesas,cuadros,libros,objetosquehabíanrodadohastaellosdegeneraciónengeneración,debíanseguirrodandocomounaboladenievededesperdiciosqueMargaretdebuenaganahabríaenviadorodandoalmar.Peroahíestabanloslibrosdesupadre:nadieloshabíaleído,peroerande supadreyhabíaqueconservarlos.Ahí estabael costurerocontablerodemármol,alquesumadreatribuíaunagranutilidad,Diossabeporqué.Habíasentimientosadheridosacadamanecilla,acadacojínde lacasa,sentimientos personales a veces, pero más frecuentemente, sentimientos depiedad por los muertos, una prolongación de los ritos que deberían haberconcluidoenlatumba.

Era absurdo, si se pensaba. Helen y Tibby lo pensaron, pero Margaretestaba demasiado absorbida por los agentes de la propiedad. La propiedadfeudal comportaba una cierta dignidad; la moderna propiedad de bienesmuebles,encambio,nosreducealacategoríadehordatrashumante.Estamosdesembocando en la civilización del equipaje. Los historiadores futurosobservaránque laclasemediadenuestraépocaacrecentabasuspertenenciassin echar raíces en la tierra y tal vez encuentre ahí el secretode supobrezaimaginativa.LosSchlegelsesentíandesamparadosporlapérdidadeWickhamPlace.WickhamPlacelosayudabaaequilibrarsusvidas,casilesaconsejaba.

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Perotampocoelpropietarioseenriquecíaespiritualmente.Construíacadavezmás pisos en sus terrenos, sus automóviles eran cada vez más rápidos, surefutacióndelsocialismoeracadavezmástajante,perohabíarotolapreciosadestilación de los años y ninguna medicina podía devolverla otra vez a lasociedad.

Margaretsefuedeprimiendo.Queríazanjardefinitivamentelacuestióndela casa antes de dejar Londres para pasar unos días, como cada año, conmistressMunt.Margaretapreciabamuchoaquellasvacacionesyqueríatenerla cabeza despejada de problemas para poder disfrutarlas. Swanage era unlugartristeperoestableyaquelañoMargaretansiabamásquedecostumbresu aire fresco y las magníficas colinas de Downs que se alzan al norte deSwanage,comocentinelas.PeroLondreslaobnubilaba;ensuambientenosepodía concentrar. Londres estimula, pero no sostiene, yMargaret, al tiempoquecorreteabapor la superficiede laciudadenbuscadeunacasa sin sabersiquieraquéclasedecasaquería,pagabaelpreciodelasmuchassensacionesexcitantes del pasado. No podía, por otra parte, desprenderse del lastrecultural: perdía el tiempo en conciertos a los que habría sido un crimen noasistiryeninvitacionesalasquenohabríasidocapazderehusar.Alfinalsedesesperó; decidió que no iría a ninguna parte, que se encerraría hastaencontrarunacasa.Alamediahorahabíarotosudeterminación.

En cierta ocasión, bromeando, se había lamentado de no conocer elrestauranteSimpson,enelStrand.LanotaquelellegóeraunainvitacióndemissWilcoxparacomereneserestaurante.LesacompañaríamísterCahill,lostrescharlaríananimadamenteyacabarían,talvez,enelHipódromo.Margaretno se sentía muy atraída por Evie y menos aún deseaba conocer a suprometido. Le sorprendió que no hubiesen invitado a Helen, que habíainsistidomásenlodeSimpson.LainvitaciónleconmovióporsutonoíntimoydecidióquetendríaqueconoceraEviemásafondo,demodoquedeclaróque,«sencillamente,debíaaceptar»yaceptó.

El ánimo le flaqueó de nuevo en cuanto vio a Evie en la puerta delrestaurante, mirando firmemente a ninguna parte como era moda entre lasmujeresdeportistas.MissWilcoxhabíacambiadoperceptiblementedesde sucompromiso.Suvozeramásáspera,susmanerasmásabiertasyadoptabaunciertoaireprotectorparaconlasvírgenesinexpertas.Margareteralobastantetonta como para sentirse afectada por esa actitud. Deprimida por elaislamiento,veíadeslizarseantesusojoselbarcodelavidallevandoabordonosolocasasymuebles,sinopersonascomoEvieymísterCahill.

Haymomentos en que la virtud y la sabiduría nos abandonan, y uno deesos momentos se produjo en Simpson, en el Strand. Mientras subía lasescaleras,estrechasycubiertasdeespesasalfombras;mientrasentrabanenelcomedordondeunos clérigos expectantes cortaban a rodajas una espaldade

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cabrito, Margaret experimentó una fuerte aunque errónea sensación defutilidadydeseónohabersalidodesupecera,dondenadaseagitabaexceptoelarteylaliteratura,dondenadiesecasaba,dondenadielograbasiquieraunnoviazgo prolongado. Entonces hubo una pequeña sorpresa. «Papá dijo quequizá vendría. Sí, ahí está». Con una sonrisa de placer,Margaret se dirigióhaciaélylasensacióndesoledadsedesvaneció.

—Mehabíapropuestovenirsieltrabajomelopermitía—dijoél—.Eviemecontósusplanes,asíquemedejécaerporaquíyreservémesa.Siemprehay que reservar mesa. Evie, no finjas que quieres sentarte al lado de tuanciano padre, porque no es cierto. Miss Schlegel, siéntese a mi lado, porcompasión. ¡Dios mío, tiene usted un aspecto abatido! ¿Ha estadopreocupándosedesusjóvenesoficinistas?

—¿Oficinistas? No, casas —dijo Margaret pasando junto a él hacia elreservado—.Yestoyhambrienta,noabatida.Quierocomertoneladas.

—Esoestábien.¿Quétomará?

—Pasteldepescado—dijoellaechandounaojeadaalmenú.

—¡Pasteldepescado!¡Quéidea,tomarpasteldepescadoenSimpson!Noesesoloquehayquepediraquí.

—Entonces, escoja algo pormí—dijoMargaret quitándose los guantes.EstabarecobrandoelhumorylareferenciaaLeonardBastlehabíareanimadodeunmodosorprendente.

—Espaldadecabrito—dijomísterWilcoxtrasunaprofundareflexión—ysidra para beber. Eso es lo que hay que pedir. Me gusta este lugar, paravariar…devezencuando.Estanoldenglish,¿verdad?

—Sí—dijoMargaret sin estar de acuerdo. Se hizo el encargo, las cosassiguieronsucursoyelcocinero,bajoladireccióndemísterWilcox,cortólacarne, que era suculenta, y la apiló en los platos. Míster Cahill insistió entomarsolomillo,peroacabóadmitiendoquesehabíaequivocado.Evieyélseenzarzaronenunaconversaciónde«Sí,fuistetú»,«no,nofuiyo»que,sibienresultafascinanteparaquieneslasostienen,nideseanimerecelaatencióndelosdemás.

—Es una regla de oro dar propina al cocinero. Dar propina a todo elmundoesmilema.

—Sí,supongoquehacelavidamáshumana.

—Asílagentetereconoceenotraocasión.Especialmenteeneleste;allí,sidasunapropina,terecuerdanporlossiglosdelossiglos.

—¿HaestadoustedenOriente?

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—Bueno, en Grecia y Levante. Solía ir por motivos comerciales ydeportivosaChipre.Esunaespeciedesociedadmilitar.Unaspocaspiastrassabiamentedistribuidas ayudan a conservar fresco el recuerdodeuno.Pero,naturalmente, esto a usted le parecerá muy cínico. ¿Cómo va su club dedebates?¿Hasurgidoalgunanuevautopíaúltimamente?

—No,ahoramededicoalacazadelavivienda,místerWilcox,comoyaledije.¿Sabeusteddealgunacasa?

—Metemoqueno.

—Vaya,¿dequésirveserprácticosinopuedeproporcionarunacasaadosmujeresangustiadas?Nosotrasnosconformamosconunacasitapequeñaquetengamuchasyampliashabitaciones.

—¡Evie,escuchaesto!MissSchlegelquierequemeconviertaensuagentedelapropiedad.

—¿Quépasa,padre?

—Necesito una casa nueva antes de septiembre y alguien tiene queencontrarla,yaqueyonopuedo.

—Percy,¿túsabesalgodealgo?

—Meparecequeno—dijomísterCahill.

—¡Muypropiodeti!Nosirvesparanada.

—¡Quenosirvoparanada!¿Hanoído?¡Paranada!Oh,vamos…

—Estábien,estábien,noeresuninútil.¿Quéopinausted,missSchlegel?

El torrente del amor, después de haber salpicado con unas gotas aMargaret, sedesvióhaciasucursohabitual.Margaret losmiróconsimpatía.Conelaplomohabíarecobradolasociabilidad.Laconversaciónyelsilenciole complacían por igual, así que, mientras míster Wilcox hacía algunasaveriguaciones previas sobre el queso, sus ojos estudiaron el restaurante yadmiraronsusbiencalculadostributosalasolidezdenuestropasado.Aunqueno era más old english que las obras de Kipling, había seleccionado lasreminiscenciascontantaprecisiónqueelsentidocríticodeMargaretsesintióatenuado.Loscomensales,aquienessealimentabaconpropósitosimperiales,conservabanlaaparienciaexternadeParsonAdamsodeTomJones.Retazosde conversaciones llegaban caprichosamente a los oídos de Helen. «¡Tieneusted razón! Cablegrafiaré esta noche a Uganda», llegó de la mesa vecina.«¿Elemperadorquiereguerra?Bueno,latendrá»,opinabaelclérigo.Margaretsonrióanteestasincongruencias.

—La próxima vez —dijo a míster Wilcox— vendrá usted a comerconmigoalmísterEustaceMiles.

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—Seráunplacer.

—No,nolegustaránada—dijoellaalargandoelvasoparaquelesirvieramás sidra—.Allí todo son proteínas y vitaminas; la gente se te acerca y tedice:perdone,perotieneustedunauramuyhermosa.

—¿Unaqué?

—¿Nuncahaoídohablardelaura?¡Oh,dichosomortal!Yodedicohorasalamía.¿Tampocolehanhabladoausteddelplanoastral?

MísterWilcoxhabíaoídohablardeplanosastralesyloscensuraba.

—Así es. Afortunadamente, era el aura del Helen, no lamía. Tuvo queseguirlacorrienteyhacerloscumplidosderigor.Yomelimitéapermanecersentada,conelpañueloenlaboca,hastaquesemarchóaquelindividuo.

—Alparecervivenustedesunasexperienciasmuydivertidas.Amínadiemehadichonuncanadademí…¿cómodicequesellama?Alomejoresquenotengo.

—Oh,sí,tienequetener,alafuerza.Peroquizáesdeuncolortanhorriblequenadieseatreveamencionarla.

—Dígame,missSchlegel,¿creeustedrealmenteenlosobrenaturalytodoeso?

—Esaesunapreguntadifícildecontestar.

—¿Porqué?¿GruyèreoStilton?

—Gruyère,porfavor.

—EsmejorquetomeStilton.

—PuesStilton.Porque, aunqueno creo en auras, creoque la teosofía essolouniniciodecamino…

—… es decir, que puede haber algo, a fin de cuentas —concluyó élfrunciendoelentrecejo.

—Ni siquiera eso. Puede ser un inicio de camino en una direcciónequivocada. No puedo explicárselo. No creo en todas estas modas y, sinembargo,nomegustadecirquenocreoenellas.

MísterWilcoxpareciópocosatisfechoyañadió:

—¿Demodoquenomedaríaustedsupalabradequenotienerelaciónconloscuerposastralesytodolodemás?

—Podría hacerlo, sí —dijo Margaret sorprendida de que aquel puntotuvieraalgunaimportanciaparaél—.Desdeluegoquesí.Cuandoledijeque

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perdía horas cultivando mi aura solo pretendía ser graciosa. Pero ¿por quéquieresaberlo?

—Nolosé.

—Vamos,místerWilcox,síquelosabe.

—Sí,losé.

—No,nolosabe—corearonlosenamorados.Margaretguardósilenciounmomentoyluegocambiódetema.

—¿Quétalvalacasa?

—Igualquecuandoustedlahonrólasemanapasada.

—No me refiero a la de Ducie Street, sino a la de Howards End, porsupuesto.

—¿Porqué«porsupuesto»?

—¿No podría usted echar al inquilino y meternos a nosotros? Estamosenloquecidos.

—Déjeme pensar. Me gustaría ayudarlos. Pero yo creía que queríanquedarseenlaciudad.Levoyadarunconsejo:elijaundistrito,luegoelijaunprecioynosemueva.AsíconseguíyoDucieStreetyOniton.Medijeamímismo:«Quieroestarexactamenteahí»yahíestoy.YcomoOnitonhaymilsitios.

—Peroyomemuevo.Loshombresparecen imantar las casas: lasmiranfijamente y las casas acuden temblando. Las mujeres, no. Las casas nosimantan a nosotras.No controlo este viscoso asunto. Las casas están vivas,¿no?

—Estoyperdido—dijoélyañadió—:Nohablaráustedenestostérminosconelempleadodelaagencia,¿verdad?

—Claro,supongoquesí,másomenos.Yohablodelamismamaneracontodoelmundo…o,almenos,lointento.

—Ya,yasé.¿Ycreeustedqueélleentiende?

—Eso es asunto suyo. No creo en eso de adaptar la conversación alinterlocutor.Sindudahayqueencontrarunmediodecomunicaciónquevayabien,peroesonoquieredecirquesealoverdadero;nomásqueeldineroylacomida.Eldineronoesalimenticio.Selodamosalasclasesinferioresyellosnos lo devuelven; es lo que se llama «relación social» o «mutuo esfuerzo»,cuando no es más que mutua trivialidad, si es algo. Nuestros amigos deChelsea no lo ven así. Dicen que hay que ser inteligible a toda costa ysacrificar…

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—Alasclases inferiores—interrumpiómísterWilcoxcomosimetiera lamano en la disertación—.Bien, admite usted que hay ricos y pobres.Ya esalgo.

Margaretnosupoquéresponder.¿Eraincreíblementeidiotaolaentendíamejordeloqueellaseentendíaasímisma?

—Ustedadmitequesilariquezasedividieraenpartesiguales,alcabodepocosañoshabríaotravezricosypobrescomoahora.Elhombre trabajadorestaríaarribayelinútilseiríaalfondo.

—Todoelmundoadmiteeso.

—Sussocialistas,no.

—Missocialistas,sí.Lossuyos,quizáno;perosospechoquelossuyosnoson socialistas, sino títeres que usted ha construido para su entretenimiento.Noconozcoanadieaquienpuedarebatirsetanfácilmente.

Míster Wilcox se habría molestado si su oponente no hubiera sido unamujer. Pero las mujeres pueden decir cualquier cosa—esa era una de suscreenciassagradas—ysolorespondióconunaalegresonrisa.

—Nomeimporta.Hahechousteddosdañinasconcesionesyyoestoyconusteddetodocorazónenambas.

Acabaron la comida y Margaret, que se había excusado de ir alHipódromo,semarchó.EvieapenassilehabíadirigidolapalabrayMargaretsospechabaquelasalidahabíasidoplaneadaporelpadre.Unoyotroestabandesligándosedesusrespectivasfamiliasenbeneficiodeunconocimientomásíntimo.Lacosaveníademuchotiempoatrás.Margarethabíasidoamigadesumujer y, en calidad de tal, él le había dado aquel frasco de sales comorecuerdo.Habíasidomuyamableporsuparteelhaberledadoaquelfrascodesales;siemprelahabíapreferidoaHelen,alcontrariodeloqueocurríaconlamayoríadeloshombres.Perolosprogresosenlosúltimostiemposhabíansidoasombrosos.Habíanavanzadomásenunasemanaqueendosañosyambosempezabanaconocerseafondorecíprocamente.

Margaretnoolvidó supromesadedarle a conocer elEustaceMilesy leinvitó a comer tan pronto pudo asegurarse la compañía de Tibby. MísterWilcoxacudióycompartiólosplatosvitaminadosconhumildad.Alamañanasiguiente los Schlegel se fueron a Swanage. No habían conseguido aúnencontrarcasa.

Capítulo18

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Cuandoestabansentadosen lamesadeldesayunode la tíaJuley,enLosLaureles,intentandocontenerlahospitalidadexcesivadeaquellaygozandodelavistade labahía, llegóunacartaparaMargaretque la llenóde turbación.Era demísterWilcox. Le anunciaba «un cambio importante» en los planes.DebidoalabodadeEvie,habíadecididoabandonarsucasadeDucieStreetydeseaba arrendarla por anualidades. Era una carta comercial y decíafrancamente loque leconveníay loqueno leconvenía.Fijaba tambiénunarenta. Si estaban conformes con las condiciones, Margaret debía acudir deinmediato(estaspalabrasestabansubrayadas,cosanecesariacuandosetienentratos comerciales conmujeres) e inspeccionar la casa conél.Si no estabanconformes, le agradecería un telegrama a fin de ponerse en manos de unagente.

La carta perturbó aMargaret porque no estaba segura de lo que queríadecirseenella.SiamísterWilcoxlegustabaMargaret,sihabíamaniobradopara hacerle ir a Simpson, ¿no podía ser aquella carta una maniobra parahacerle ir a Londres y acabar pidiéndola en matrimonio? Margaret se loplanteóasímismadelmodomásindelicadoposible,conlaesperanzadequesumente gritaría: «¡Qué barbaridad! ¡Eres una tonta presuntuosa!». Pero sumentesolocosquilleóunpocoyguardósilencio.DuranteunratoMargaretsesentó a contemplar cómo rompían las olas y a preguntarse si la noticiasorprenderíaalosdemás.

Apenas empezó a hablar, el sonido de su voz la tranquilizó: no dejabatraslucir nada. También las réplicas eran normales y en el ronroneo de laconversaciónsustemoressedesvanecieron.

—Notienesporquéir…—empezóadecirsuanfitriona.

—No tengo por qué, pero ¿no sería mejor que fuera? La cosa se estáponiendo seria.Hemos dejado escapar una oportunidad tras otra y vamos aterminar en mitad de la calle, empaquetados con todos los enseres. Nosabemosloquequeremos,esteesnuestroproblema…

—No,notenemosningunaquerencia—dijoHelensirviéndoseunatostada.

—Mepreguntosinodebería irhoya laciudad,quedarmecon lacasasihay lamásmínima posibilidad, volver en el tren demañana por la tarde yempezaradisfrutardeunavez.Nohabrádistracciónparamíniparalosdemáshastaquenomequitedelacabezaestedichosoasunto.

—¿Notomarásunadecisiónprecipitada,Margaret?

—Nohayrazónalgunaparaprecipitarse.

—¿Y quiénes son los Wilcox? —dijo Tibby; una pregunta que puedeparecer tonta,peroqueresultabasumamenteconveniente,comopensósu tía

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cuandointentócontestarla—.NoconsigosituaralosWilcox;noveoadóndevanaparar.

—Yotampoco—admitióHelen—.Esextrañoquenoleshayamosperdidodevista.Detodaslaspersonasquehemosconocidoenhoteles,místerWilcoxeselúnicoquepermanece.Haceyatresañosdeesoynoshemosalejadodepersonasmuchomásinteresantesenesetiempo.

—Lagenteinteresantenoproporcionacasas.

—Margaret,siempiezascontufacetadeinglesahonrada,tetiroeltarrodeconfituraporlacabeza.

—Esmejorquelafacetacosmopolita—dijoMargaretlevantándose—.Yahora,niños,¿quévaapasar?YaconocéislacasadeDucieStreet.¿Digoquesíodigoqueno?Tibby,cariño,¿quédices?Estoyimpacienteporoírvuestraopinión.

—Todo depende del sentido que des a las palabras «la más mínimaposi…».

—Nodependedenada,Tibby.Di«sí».

—Digo«no».

EntoncesMargarethablóconseriedad:

—Creo—dijo—quenuestrarazaestádegenerando.Nopodemosresolvernisiquieraunacosatannimiacomoesta,¿quésucederácuandotengamosqueresolverunacosarealmenteimportante?

—Serátanfácilcomocomer—respondióHelen.

—Estaba pensando en nuestro padre. ¿Cómo pudo decidirse a dejarAlemania, después de haber luchado por ella en su juventud, cuando sussentimientos y sus amigos estaban allí? ¿Cómo pudo romper con supatriotismo y enderezar sus pasos en otra dirección? Es algo que a mí memataría.Cuando tenía casi cuarenta años fue capazde cambiardepaísydeideales.Ynosotros,anuestraedad,nosomoscapacesdecambiardecasa.Eshumillante.

—Quizátupadrefuecapazdecambiardepaís—dijomistressMuntconaspereza—,yesopuedequeseabuenoopuedequeno.Peronoeramáscapazde loque soisvosotrosde cambiardecasa.Adecirverdad, lohacíamuchopeor.NuncaolvidaréloquellegóasufrirlapobreEmilycuandosetrasladarondeManchesteraLondres.

—¡Losabía!—exclamóHelen—.Yatelodije.Sonlascosaspequeñaslasque lo enredan todo. Las importantes, las auténticas, no son nada cuandollegan.

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—¡Enredar, querida!Eresmuy jovenpara acordarte, esdecir, ni siquieraestabas en el mundo cuando sucedió. Pero el mobiliario ya estaba en loscamiones antes de que el contrato de arrendamiento de Wickham Placeestuviera firmado. Emily tomó el tren con la nena, que era Margaret, y elequipajedemanoysefueaLondressinsabersiquieradóndeestabalanuevacasa.Abandonaresacasapuede resultarduro,perono seránadacomparadoconlaspenuriasquetuvimosquepasarparameternosenella.

Helen,conlabocallena,exclamó:

—Y este es el hombre que venció a los austríacos, a los daneses, a losfranceses,yalosalemanesquellevabadentro.Ynosotrossomoscomoél.

—Habla por ti —dijo Tibby—. Y, por favor, recuerda que yo soy uncosmopolita.

—TalvezHelentengarazón.

—Desdeluegoquetienerazón—dijoHelen.

QuizáHelen teníarazón,peronofueaLondresyencambioMargaretsífue.Unasvacaciones interrumpidas sonelpeorde losmalesmenoresyhayqueperdonaraquiensesientadeprimidocuandounacartacomercialleseparabruscamente del mar y los amigos. Margaret no podía creer que su padrehubieraexperimentadonuncalamismasensación.Habíasufridomolestiasenlosojosúltimamenteynopudoleereneltren,asíqueseaburriómirandoelpaisaje que había visto el día anterior. EnSouthampton dijo adiós a Frieda.Frieda ibaa reunirseconellosenSwanageymistressMunthabíacalculadoque sus trenes se cruzarían. Pero Frieda estaba mirando hacia otro lado yMargaretprosiguióelviajehastalaciudadsintiéndoseunasolitariasolterona.¡Oh,quéreacciónmástípicadeunasolterona:imaginarquemísterWilcoxlacortejaba!Margarethabíavisitadounavezaunasolteronapobre,tontaypocoagraciada, poseída por lamanía de que cada hombre que se le acercaba seenamoraba de ella. ¡Cómo había sangrado el corazón de Margaret al veraquellas alucinaciones! ¡Cómo había disertado, razonado y, finalmentedesesperada, asentido! «Quizá el vicariome ha engañado, querida, pero esejovenzuelo que trae el correo al mediodía está entusiasmado conmigo, deveras; para serte sincera, ya me ha…». Siempre le había parecido el másdetestablerincóndelasenilidad;y,noobstante,talvezellaestabacayendoenlomismo,arrinconadaporlamerapresióndelavirginidad.

MísterWilcoxlaesperabaenWaterloo.Margaretadvirtióquenoeraeldesiempre.Poralgunarazón,seofendíaportodocuantoelladecía.

—Hasidoustedextraordinariamenteamable—empezóMargaret—,perometemoquenovaaresultar.AúnnosehaedificadolacasaquenecesitalafamiliaSchlegel.

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—¡Quédice!¿Havenidodecididaanocerrareltrato?

—Noexactamente.

—¿Noexactamente?Puesempecemos.

Margaret se demoró admirando el automóvil, un vehículo nuevo y máshermosoqueelgigantebermellónquehabía transportadoa la tía Juleya superdicióntresañosatrás.

—Presumoqueesmuyhermoso—dijo—.¿Quélepareceausted,Crane?

—Vamos,empecemos—repitiósuacompañante—.¿YcómodiablossabeustedquemichófersellamaCrane?

—PorqueconozcoaCrane:unavezfuiapasearconEvie.SétambiénquetieneustedunamadellavesllamadaMilton.Losétodo.

—¡Evie!—repitióélenun tonodolido—.No laverá, se fueconCahill.No es divertido, sabe usted, que le dejen a uno solo. Trabajo todo el día,demasiado,adecirverdad,perocuandovuelvopor lanoche, créame, semecaelacasaencima.

—Amimaneraabsurda,yo tambiénestoysola—replicóMargaret—.Esmuytristetenerqueabandonarelviejohogar.ApenasrecuerdonadaanterioraWickhamPlace.HelenyTibbynacieronallí.Helendiceque…

—¿Tambiénustedsesientesola?

—Terriblementesola.¡MirelapartedeatrásdelParlamento!

Míster Wilcox miró el Parlamento despectivamente. Las riendas másimportantesestabanenotrositio.

—Sí, están cotorreando, como de costumbre—dijo—. Pero iba usted adecir.

—Alguna tontería sobre elmobiliario.Helen dice que solo elmobiliarioperdura, en tanto que las personas y las casas perecen y que en el fin delmundo habrá un desierto de sillas y sofás…, ¡imagínese!, que se extenderáhastaelinfinito,sinnadiequesesienteencima.

—Asuhermanaleencantabromear.

—HelendicequesíymihermanodicequenoalacasadeDucieStreet.Noesdivertidoayudarnos,místerWilcox,seloaseguro.

—Noesustedtanimprácticacomoaparentaser.Nolocreerénunca.

Margaretserio.Peroloera:casi tanimprácticacomoaparentabaser.Nopodía concentrarse en los detalles. El Parlamento, el Támesis, el chófersilenciososecruzabanenelterrenodelacazadelaviviendayreclamabanun

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comentarioounarespuesta.Esimposibleverlavidamodernaafondoyensutotalidad.Margarethabíadecididoverlaensutotalidad.MísterWilcoxlaveíaa fondo, jamás se preocupaba de lomisterioso o de lo privado. El Támesispodíacorrercorrientearriba,elchóferpodíaocultartodaslaspasionesytodalafilosofíadeestemundobajosupielmortecina.Alláellosconsusasuntos.Elsuyoeraeste.

Con todo, a Margaret le gustaba estar con él. MísterWilcox no era unrepelente, sinounestímuloyhacíaquesudepresiónsedesvaneciera.VeinteañosmayorqueMargaret,conservabaundonqueellacreíahaberperdidoya:no el poder creativo de la juventud, sino la confianza en sí mismo y eloptimismoaultranza.Estabasegurodequeesteesunmundoagradable.Sucomplexiónerarobusta,supelohabíaretrocedido,peronoclareaba,suespesobigotey losojosqueHelenhabía comparadoconcopasde coñacocultabanunaagradableamenaza,tantosicontemplabanlasbarracascomosiescrutabanlasestrellas.Algúndía,dentrodemilesdeaños,estetipodeindividuonoseráyanecesario.Porelmomento,debenrendirlehomenajeaquellosquesecreensuperioresyqueposiblementeloson.

—En cualquier caso, contestó usted en seguida a mi telegrama —hizonotarmísterWilcox.

—Bueno,hastayosoycapazdeverunacosainteresantecuandolatengodelante.

—Mealegraquenodesprecieustedlosbienesterrenales.

—¡No,porDios!Sololosidiotasylospresuntuososlohacen.

—Me alegra mucho; mucho —repitió él, suavizándose súbitamente yvolviéndose hacia ella, como si la observación le hubiese agradado—. Haytantahipocresíaenloscírculospseudointelectuales…Mealegrodequeustedno lacomparta.Elautosacrificioestámuybiencomomediode fortalecerelcarácter,peronosoportoaesostiposquedesprecianlascomodidades.Suelenservirainteresesprivados.¿Noopinaustedigual?

—Lascomodidadessondedosclases—dijoMargaret,quesemanteníaenguardia—: las que podemos compartir con los demás, como el fuego, eltiempo o la música, y las otras, las que no podemos compartir, como lacomida,porejemplo.Depende.

—Me refiero al confort razonable, por supuesto. Nome gustaría pensarqueusted…—seaproximó,lafrasequedóinconclusa.LacabezadeMargaretse volvió repentinamente estúpida y lo que tenía dentro pareció dar vueltascomoelfanaldeunfaro.Nolabesó,porqueeranlasdoceycuartoyelcochepasabafrentea losestablosdeBuckinghamPalace.Pero laatmósferaestabatancargadadeemociónquelagentesoloparecíaexistirenfuncióndeellay

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MargaretsesorprendiódequeCranenolonotaseysevolviera.PortontaqueparezcaMargaret, seguramentemísterWilcoxestabamás…¿cómodecirlo?,más «psicólogo» de lo normal. Siempre había sido un buen juez de loscaracteresajenospormotivoscomercialesyaqueldíaparecíahaberampliadoel campo de sus actividades, apreciar otras cualidades que la limpieza, laobedienciayladecisión.

—Quiero recorrer la casa de arriba abajo—dijo ella cuando llegaron—.TanprontovuelvaaSwanage,osea,mañanaporlatarde,seloexplicarétodounavezmásaHelenyaTibbyyletelegrafiaré«sí»o«no».

—Muybien.Elcomedor—yempezaronlainspección.

El comedor era grande, sobrecargado. El espíritu de Chelsea habríagruñido. MísterWilcox había rehuido los esquemas decorativos temerosos,suaves, moderados y bellos a costa del confort y la exuberancia.Acostumbradaalequilibrioy ladespersonalización,Margaretcontemplóconalivioel suntuosoartesonado,el friso,elpapeldoradoentrecuyo follaje lospapagayos cantaban. Eso jamás encajaría con su mobiliario, pero aquellassillaspesadas,aquel inmensoaparadorcargadodebandejasdeplata, todoelmobiliario se mantenía erguido contra la presión de los muros, como unconjuntodesereshumanos.LaestanciateníauntoquemasculinoyMargaret,aficionada a suponer a los capitalistas modernos descendientes de losguerreros y cazadores del pasado, la vio como un antiguo salón derecepciones,dondesesentabaelseñorfeudalparaelfestín,enmediodesuspares. Incluso laBiblia,unaBibliaholandesaqueCharleshabía traídode laguerradelosbóers,encajaba.Unaestanciasemejanteadmitíaelpostín.

—Estoeselvestíbulo.

Elvestíbuloestabaenlosado.

—Aquífumamosloscaballeros.

Los caballeros fumaban en butacas de cuero beige. Parecía como siprocediesendelautomóvil.

—¡Oh, magnífico! —exclamó Margaret apoltronándose en una de lasbutacas.

—¿Legusta?—dijoélfijandolosojosensucaraalzada,traicionandounanotacasiíntima—.Esunatonteríanobuscarlacomodidad,¿noleparece?

—Sí,unasemitontería.¿EstossonCruikshanks?

—Gillrays.¿Vamosalpisodearriba?

—¿ElmobiliarioprocededeHowardsEnd?

—ElmobiliariodeHowardsEndestáenOniton.

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—Ah, ya… Sin embargo, a mí me interesa la casa, no el mobiliario.¿Cuántomidelasaladefumar?

—Treintapiesporquince.No,espere,quinceymedio…

—Ya, ya.MísterWilcox, ¿no le divierte la solemnidad con que la clasemediaenfocaeltemadelavivienda?

Pasaronalsalón.AllíelgustodeChelseasehabríaencontradomejor.Erapálidoeinefectivo.Margaretpodíaimaginarsealasdamasretirándosealsalónmientras los señores discutían las realidades de la vida abajo, conacompañamiento de cigarros. ¿Era parecido el salón demistressWilcox enHowardsEnd?EnelmomentoenqueestepensamientoentróenelcerebrodeMargaret,MísterWilcoxlepidióquefuerasuesposaylarevelacióndequesupresentimientohabíasidocerteroladejótanperplejaquecasisedesmayó.

Peroladeclaraciónnofuedelasquepasanaformarpartedelasgrandesescenasdeamordelahistoria.

—Miss Schlegel—la voz del hombre era firme—, la hice venir con unmotivofalso.Quierohablarledeunasuntomuchomásserioqueunacasa.

Margaretcasicontestó:

—Yasé…

—¿Quierecompartirmi…?¿Esposibleque…?

—¡Oh,místerWilcox!—interrumpióMargaretsosteniéndoseenelpianoyapartandolosojos—.Yaveo,yaveo.Leescribirémásadelantediciéndolesíono.

MísterWilcoxempezóatartamudear.

—MissSchlegel…Margaret…noentiende…

—Oh,sí,yalocreoquesí—dijoMargaret.

—Leestoypidiendoqueseamimujer.

LossentimientosdeMargareterantanprofundosquecuandoéldijo:«Leestoy pidiendo que seamimujer», experimentó un ligero sobresalto. Debíamostrar sorpresa, si él lo esperaba así. Le invadió una alegría inmensa,indescriptible,quenoteníanadaqueverconlaalegríahumana,sinoconesafelicidadplenaquedaelbuentiempoyqueloimpregnatodo.Elbuentiempoprovienedelsol,peroMargaret,enaquellaocasión,nopercibíaningúnnúcleoradiante. Se quedó inmóvil en el salón, feliz y deseosa de dar felicidad.Alsepararsedeélcomprendióqueelnúcleoradianteeraelamor.

—¿Estáustedofendida,missSchlegel?

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—No,no,¿cómoibaaestarlo?

Hubounapausamomentánea.Élestabaansiosodeverselibredeellayellalosabía.Margareterademasiadodelicadaparaobservarlecuandosedebatíapara obtener las posesiones que el dinero no puede comprar. Él deseaba lacamaraderíayelafecto,perolostemía;yella,quesolosehabíaejercitadoendesearyquepodíahaberarropadoaquellaluchaconunadosisdebelleza,semanteníadistanteyvacilabaconél.

—Adiós —dijo Margaret—. Recibirá usted carta mía… Me vuelvo aSwanagemañana.

—Gracias.

—Adiós,ysoyyoquienledalasgracias.

—¿Quierequeleacompañeelcoche?

—Seríamuyamableporsuparte.

—Preferiríahaberescrito.¿Nocreequehabríasidomejor?

—Deningúnmodo.

—Quisierahacerleunapreguntamás…

Margaretagitólacabeza.MísterWilcoxparecíaunpocodesconcertadoysesepararon.

Se separaron sin darse siquiera la mano: Margaret había mantenido laentrevista,acausademísterWilcox,enun tonodeperfectaneutralidad.Sinembargo,temblabadefelicidadantesdellegarasucasa.

Otroslahabíanamadoenelpasado,sipuededarseunnombretanserioasusbrevesdeseos,peroaquellosotroshabíansido«tontorrones»:jóvenesqueno tenían nada que hacer o viejos que no podían encontrar nada mejor.Tambiénellahabía«amado»amenudo,perosinsobrepasar los límitesde lasimple atracción sexual: meras capitulaciones ante el atractivo masculino,rechazadas como merecían, con una sonrisa. Nunca hasta entonces supersonalidadsehabíavistoafectada.Noerajovennimuyricaylesorprendíaqueunhombredeposiciónlatomaraenserio.Cuandosesentóareflexionaren su casa vacía, rodeada de bellas pinturas y nobles libros, le envolvió untorbellino de emoción, como si unamarea de pasión flotara en el aire de lanoche.Agitólacabeza,intentócentrarsuspensamientosynoloconsiguió.Envanoserepetía:«Estoyamehapasadoantes».Jamáslehabíapasado.Lagranmaquinaria,opuestaalapequeñamaquinaria,sehabíadisparadoylaideadequemísterWilcox la amaba le obsesionaba aun antes de corresponder a suamor.

Sin embargo, no tomó ninguna decisión. «Oh, caballero, es algo tan

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repentino…». Esta púdica frase expresaba exactamente su estado de ánimocuando llegó el momento. Las premoniciones no implican preparación.Margaretteníaqueestudiarconmásdetenimientosupropianaturalezayladeél;teníaquehablarjudicialmenteconHelen.Habíasidounaextrañaescenadeamor.Margaretreconocíaelnúcleoradiantedelprincipioalfinal.Ella,ensulugar,habríadichoIchliebedich,aunquetalvezélnotuvieraporcostumbredesnudar su corazón. Quizá lo habría hecho si ella le hubiera presionado,como un deber —Inglaterra espera que cada uno de sus hombres abra sucorazón una vez en la vida—, pero el esfuerzo le habría supuesto unaconmoción y Margaret no permitiría, mientras pudiera evitarlo, que místerWilcox se viera obligado a bajar las defensas que había erigido contra elmundo. Nunca le molestaría con una charla emotiva o con unamuestra desentimentalismo. Ya era un hombre maduro y sería fútil e incorrectocorregirle.

Mistress Wilcox entraba y salía de su pensamiento como un fantasmaquerido,observandolaescena(pensóMargaret)sinsombradeamargura.

Capítulo19

SisequieremostrarInglaterraaunextranjero,quizálomejorseallevarlealasestribacionesdePurbeckHillsyhacerlesubiralacima,unamillaalestedeCorfe.Deestemodosedesplegaránasuspiestodoslosaspectosdenuestraisla.BajolascolinasestáelvalledelFromeylastierrasagrestesquebajandeDorchester,negrasydoradas,yvanareflejarsusaliagasenlaampliazonadelPoole.MásalláseencuentraelvalledelStour,ríoinefable,sucioenBlanford,puro enWimborne: elStour, que emergede los ricos camposparaunirse alAvonbajolatorredeChirstchurch.ElvalledelAvon,invisible,aunqueelojoavezado puede ver, en el lejano norte, Cleabury Ring, que lo guarda, y laimaginación puede saltar más allá, a Salisbury Plain y aún más allá de lallanura, a los gloriosos Downs de la Inglaterra central. Ni siquiera la parteurbanaestáausentedeestavista.LainnoblecostadeBournemouthcubrealaderecha los pinos altivos que sugieren, con su belleza, las casas rojas y laBolsa y que se extienden hasta las mismas puertas de Londres. Así es laexpansióndelaciudad.PeronuncatocarálosriscosdeFreshwatersylaislaconservarásiempresupurezadeisla,hastaelfindelostiempos.Vistadesdeeloeste, la isladeWighteshermosamásalláde las leyesde lahermosura.Escomo si un fragmento de Inglaterra flotara en avanzadilla para saludar alextranjero:tierradenuestratierra,céspeddenuestrocésped,epítomedeloquevendrádespués.YtrasestefragmentoseencuentraSouthampton,anfitrióndelas naciones, y Portsmouth, un fuego latente, y a su alrededor, con doble y

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triple colisión de olas, bulle el mar. ¡Cuántas villas aparecen en estapanorámica! ¡Cuántos castillos! ¡Cuántas iglesias, pasadas o triunfantes!¡Cuántosbarcos,víasférreasycarreteras!¡Quéincreíblevariedaddehombrestrabajandobajoelcieloesplendoroso—¿conquéobjeto?—!LarazónflaqueayserepliegacomounaolaenlaplayadeSwanage;laimaginaciónsedilata,seexpandeyseahondahastavolversegeográficayabrazartodaInglaterra.

Yporello,FriedaMosebach,ahorafrauArchitectLieseckeymadredeunacriatura,fuellevadaaesasalturasparaqueseimpresionasey,trasunamiradaprolongada,dijoque lascolinaseranmáselevadasallíqueenPomerania, locual era cierto, pero a mistress Munt le pareció una salida de tono. PooleHarbourestabaseco,cosaqueincitóaFriedaaensalzarlaausenciadelodoenlacostadeFriedrichWilhelmsBad,Rügen,dondelashayasseinclinansobreel tranquiloBálticosinmareasydonde lasvacaspuedencontemplarelmar.Muy a disgusto,mistressMunt pensó que tal vez fuera así, pero juzgómássanoqueelmarsemoviera.

—Ysuslagosingleses,elVindermere,elGrasmere,¿soninsanos?

—No,frauLiesecke,peroesporquesondeaguadulceydiferente.Elaguasaladatienequetenermareasysubirybajar,delocontrariohuelemal.Fíjese,porejemplo,enlosacuarios.

—¡Un acuario! Oh, mistressMunt, ¿quiere usted hacerme creer que unacuariodeaguadulceapestamenosqueunodeaguasalada?Vaya,cuandomicuñadoVictorcoleccionabarenacuajos…

—No se dice «apesta»—interrumpió Helen—. Puedes decirlo, pero nopretendashacertelagraciosacuandolodigas.

—Bueno, pues «huele». Y el lodo de ahí abajo en Pool, ¿no huele? ¿Odebodecir«noapesta»?Ja,ja,ja.

—SiemprehahabidolodoenPooleHarbour—dijomistressMuntconunligerofruncimientodelceño—.Losríoslotraenyseformanunoscriaderosdeostrasvaliosísimos.

—Sí, eso es verdad —concedió Frieda, y finalizó otro incidenteinternacional.

—Bournemouthes—resumiósuanfitrionacitandouna rima localque legustabamucho—,«Bournemouthes,PooleeraySwanageserálaciudadmásimportantedetodasylamayordelastres».Yahora,frauLiesecke,yaleheenseñadoBournemouthyPoole,asíqueretrocedamosunpocoyvolvamosaverSwanage.

—TíaJuley,¿noseráeseeltrendeMargaret?

Unadébilcolumnadehumohabíaestadorodeandoelpuertoysedirigía

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haciaelsur,haciaellas,sobreelnegroyoro.

—Oh,laqueridaMargaret,esperoquenosehayacansadodemasiado.

—Mepregunto…mepreguntosisehabráquedadoconlacasa.

—Ojalánosehayaprecipitado.

—Esoesperoyotambién.

—¿SerátanbonitacomoladeWickhamPlace?—preguntóFrieda.

—Supongo que sí. Confía en míster Wilcox cuando se trata de sacarpartidodelascosas.TodaslascasasdeDucieStreetsonbonitas,ensuestilomoderno, y no entiendo por qué no la conserva. Aunque, bien pensado, seinstalóallíporEvie,yahoraqueEviesevaacasar…

—¡Ay!

—Nunca has visto a miss Wilcox, Frieda. ¡Eres absurdamentecasamentera!

—¿NoeshermanadePaul?

—YdeaquelCharles—dijomistressMuntconmuchosentimiento—.Oh,Helen,Helen,¡quétiempos!

Helenserio.

—Meg y yo no tenemos el corazón tan blando. Si se presenta laoportunidaddeconseguirunacasaabuenprecio,latomamos.

—Mire,frauLiesecke,eltrendemisobrina.¿Veusted?Yaseacerca,yaseacerca.CuandollegueaCorfecruzaráestascolinas;asíque,sivamosalotroladoaverSwanage,comoyoproponía,loveremosvenir.¿Enmarcha?

Friedadijoquesíyenpocosminutoshabíancruzadolacrestadelacolinay cambiado la amplia panorámica por otramás reducida. Un valle bastantesombrío se extendía a sus pies, oscurecido por la ladera de los Downscosteros.A través de la isla de Purbeck veían Swanage, que pronto sería laciudadmásimportanteymásfeade las tres.El trendeMargaretreapareció,comomistressMunthabíapronosticado,yfuesaludadoconaprobaciónporlatíaJuley.Sedetuvoacortadistanciayallí,segúnestabaplaneado,Tibbydebíarecogerasuhermanayllevarla,juntoconlacestadelamerienda,areunirseconlastresmujeres.

—¿Ves?—dijoHelenasuprima—,losWilcoxcoleccionancasascomotucuñadoVictor coleccionaba renacuajos. Fíjate en las que tienen: una,DucieStreet;dos,HowardsEnd,dondeorganicéaqueldesaguisado;tres,unacasadecampodeShropshire;cuatro,lacasadeCharlesenHilton,ycinco,otracercade Epsom; seis, Evie tendrá una casa cuando se case y probablemente un

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refugio en el campo, lo cual suma… siete. Ah, y una choza para Paul enÁfrica, ocho.Me gustaría que nos quedáramos conHowards End. ¡Era unacasitapreciosa,unaricura!¿Noteparece,tíaJuley?

—¡Ay,hija,yatuvebastantescosasquehacerparafijarmeenlacasa!—dijomistressMunt congraciosa dignidad—.Tuveque arreglarlo todoy darexplicaciones,ypararlospiesaCharlesWilcox,porañadidura.Meparecequenorecuerdocasinada.Solomeacuerdodehabercomidoentuhabitación.

—Sí,yotambién.Y,sinembargo,¡válgameDios,quémuertopareceahoratodo aquello! Aquel otoño empezó el movimiento anti-Paulino: tú, Frieda,MegymistressWilcox,todasobsesionadasconlaideadequepodíacasarmeconPaulapesardetodo.

—Aúnpodríashacerlo—dijoFriedacondesaliento.

—ElGranPeligrodelosWilcoxnovolverájamás.Sidealgoestoysegura,esdeesto.

—Uno nunca está seguro de nada si no es de la certeza de sus propiasemociones.

Laobservacióncayótristementeenlaconversación.PeroHelenrodeóconel brazo a su prima, como si la quisieramás por haberla dicho.No era unaobservación original, ni Frieda la había pronunciado con el apasionamientoadecuado, porque tenía una mentalidad más patriótica que filosófica. Contodo, revelaba ese interés por lo universal que tienen la mayoría de losteutones y del que generalmente carecen los ingleses. Era, ilógicamente, lobueno,lobelloyloverdadero,encontraposiciónalorespetable,lobonitoyloadecuado.Era comoun paisaje deBöcklin al lado de un paisaje deLeader,estridente y tosco, pero trémulo de vida sobrenatural. La frase de Friedaaguzabaelidealismo,conmovíaelalma.Fueunamalapreparaciónparaloquevinoactoseguido.

—¡Miren! —gritó la tía Juley huyendo de las generalizaciones por laestrechacrestadelDown—.Vengandondeyoestoyyveránelcarrito.¡Yaveoelcarrito!

Fueronasu ladoyvieronvenirelcarrito.MargaretyTibbyestabana lavista. Dejando atrás las laderas de Swanage, el carrito recorrió los pradosverdeanteseinicióelascenso.

—¿Conseguistelacasa?—gritaronantesdequefueraposibleoírlas.

Helen corrió al encuentro de su hermana. El camino pasaba sobre unpromontorioyunaveredaconducíaaélenángulosrectossobreelbordedelDown.

—¿Conseguistelacasa?

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Margaretagitólacabeza.

—¡Menudalata!¿Asíqueestamoscomoestábamos?

—Noexactamente.

Margaretdescendió.Estabacansada.

—Unmisterio—dijoTibby—.Prontoseharálaluz.

Margaret se acercó a su hermana y le susurró que había recibido unaproposiciónmatrimonialdemísterWilcox.

Helenpareciódivertida.AbriólaverjaquedabaalosDownsparaquesuhermanopudierameterelcarrito.

—Es típicode losviudos—hizonotar—.Tienencaraduraparacualquiercosaeinvariablementeescogenaunaamigadelaprimeramujer.

LacaradeMargaretrevelódesesperación.

—Este tipo de…—se quedó cortada con un gritito—.Meg, ¿te ocurrealgo?

—Esperaunmomento—dijoMargaretcasisusurrando.

—Pero no habrás pensado… no habrás…—se contuvo—. ¡Tibby, dateprisa! No puedo sujetar esta verja eternamente. ¡Tía Juley! Oye, tía Juley,prepara el té, por favor, y tú también, Frieda. Margaret y yo tenemos quehablar de casas. Iré en seguida —y volviendo el rostro hacia su hermanarompióallorar.

Margaretsequedóestupefacta.Seoyódecirasímisma:

—Bueno,bueno…—sintióqueletocabaunamanotemblorosa.

—Nolohagas—sollozóHelen—,nolohagas,Meg,nolohagas—parecíaincapazdedecirotracosa.

Margaret,temblandoasuvez,lacondujocaminoarriba,hastaqueentraronporotraverjaenelDown.

—Nolohagas,nohagasunacosasemejante.Tedigoquenolohagas.Nolohagas.Losé,¡nolohagas!

—¿Quésabes?

—Elpánicoyelvacío—sollozóHelen—.¡Nolohagas!

Margaretpensó:«Helenesunpocoegoísta.Yonuncamehecomportadoasícuandoellahatenidounaoportunidaddecasarse».Ydijo:

—Peronosseguiremosviendoconfrecuencia,ytú…

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—Noeseso—dijoHelen.YseseparóbruscamenteycaminódistraídaporelDownconlosbrazosextendidosyllorando.

—¿Quétepasa?—legritóMargaretsiguiéndolaatravésdelvientoqueseformaalatardecerenlaladeranortedelascolinas—.¡Estoesestúpido!—y,depronto,laestupidezsehizopatenteenellayelinmensopaisajeseenturbió.Helenvolvía.

—Meg…

—No sé lo que nos ha pasado—dijoMargaret enjugándose los ojos—.Hemosdebidodevolvernoslocas.

Helenseenjugósuslágrimasylasdossonrieron.

—Ven,siéntate.

—Muybien.Mesentarésitútesientas.

—Esoes—unbeso—.Yahoradime,¿quésucede?

—Yadijeloquequeríadecir.Nolohagas.Yonoloharía.

—Helen, por el amor de Dios, para ya de decir «no lo hagas». Es unamuestradeignorancia.Escomosituvieraslacabezametidaenellodo.«Nolohagas» es probablemente loquemistressBast le está diciendo todo el día amísterBast.

Helenseguíacallada.

—¿Ybien?

—Cuéntamelo todo primero y quizá mientras tanto saque la cabeza dellodo.

—Así está mejor. Bueno, ¿por dónde empiezo? Cuando llegué aWaterloo… no, empezaré antes, porque quiero que lo sepas todo desde elprincipio.El«principio»fuehacediezdías,cuandomísterBastvinoatomareltéyperdióelcontrol.YoledefendíymísterWilcoxsepusocelosopormiculpa;nomucho,unpoquitonadamás.Yopenséqueeraalgoinvoluntarioquelos hombres no pueden evitar, como no podemos nosotras. Ya sabes… almenos,enmicaso.Cuandounhombremedice:«FulanitadeTalesunachicamuy guapa» me entra una momentánea rabia contra Fulanita de Tal y megustaríaretorcerlelaoreja.Esunsentimientomolesto,peronoimportante,queunapuede dominar con facilidad.Pero no era solo eso en el caso demísterWilcox.Ahoralocomprendo.

—¿Asíquetúlequieres?

Margaretreflexionó.

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—Es hermoso saber que le importes realmente a alguien —dijo—. Elhecho en sí ya es algo tremendo. ¿Te das cuenta? Le he conocido yme hagustadodurantecasitresaños.

—Pero¿lehasquerido?

Margaret escudriñó el pasado. Es agradable analizar los sentimientosmientrassonsolosentimientos,antesdeentrarenlamecánicasocial.Conelbrazo en torno a Helen, con los ojos perdidos en el paisaje, como si aquelcampouotropudieranrevelarelsecretodesucorazón,meditóhonradamenteydijo:

—No.

—Pero¿loquerrás?

—Sí—dijoMargaret—,estoysegura.Adecirverdad,empecéaquererleencuantoempezóahablar.

—¿Yhasdecididocasarteconél?

—Lo había decidido, pero ahora quiero discutirlo largamente contigo.¿Quétienescontraél,Helen?Hazunesfuerzoydímelo.

Helen,asuvez,miróhaciadelante.

—EsalgoquemeocurredesdelodePaul—dijofinalmente.

—Pero¿quétienequevermísterWilcoxconPaul?

—Estabaallí;todosestabanallíaquellamañana,cuandobajéadesayunary vi que Paul estaba aterrorizado… el hombre que me quería estabaaterrorizado y todo su ropaje había caído. Comprendí que el asunto erainviable,porque las relacionespersonalesson loque importaparasiempreynolavidaexteriordetelegramasyfuria.

Dijo toda la frase de un tirón, sin respirar, pero su hermana la entendióporquehacíareferenciaaideascomunes.

—Estoesunatontería.Enprimerlugar,noestoydeacuerdoenlotocantealavidaexterior.Bueno,yalohemosdiscutidounmontóndeveces.Elquiddelacuestiónesqueexisteunagrandiferenciaentremiamoryeltuyo.Lotuyofueunromance;lomíoserámeraprosa.Noloestoyminimizando:serábuenaprosa, pero reflexiva, bien pensada. Por ejemplo, yo conozco todos losdefectos de míster Wilcox. Tiene miedo de las emociones. Da muchaimportanciaaléxito,pocaalpasado.Sussentimientoscarecendepoesía;noson realmente sentimientos. Incluso me atrevería a decir —miró hacia laslagunasquecentelleaban—que,espiritualmente,noestanhonestocomoyo.¿Tesatisfaceesto?

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—No—dijoHelen—.Estomehacesentirpeoraún.Debesdeestarloca.

Margarethizoungestodeirritación.

—Nopretendoqueél,niningúnhombreniningunamujercolmenmivida,¡cielosanto,no!Haymontonesdecosasenmíqueélnoentiendenientenderánunca.

AsíhablabaMargaret antesde laceremonianupcialyde launión física,antes de que la sorprendente campana de cristal que se interpone entre lasparejas casadas y el mundo hubiera descendido. Iba a mantener suindependencia más de lo que suelen mantenerla la mayoría de las mujerescasadasdehoyendía.Elmatrimonioibaaalterarsusuerte,nosucarácter,ynoseequivocabaalenvanecersedeconocerasufuturoesposo.Sinembargo,elmatrimonioalterósucarácterunpoco.Habíaunasorpresaimprevista,unacesacióndelosvientosylosoloresdelavida,unapresiónsocialqueleharíapensarentérminosconyugales.

—Ylomismopuedodecirconrespectoaél—continuó—.Haymontonesdecosasenél,especialmentecosasqueélhace,quesiemprequedaránocultasparamí. Tiene todas esas cualidades públicas que tú tanto desprecias y quepermitenque todoeste…—señalóelpaisaje, que lo corroboraba todo—.Silos Wilcox no hubiesen trabajado y muerto en Inglaterra durante miles deaños, ni tú ni yo podríamos sentarnos aquí sin que alguien nos cortara lacabeza.Nohabríatrenes,nibarcosparatransportarnosanosotros,laspersonasliterarias.Nicampossiquiera.Solosalvajismo.No,nisiquieraeso,quizá.Sinsucoraje,talvezlavidanohabríapasadodelprotoplasma.Cadavezmeniegomásaretirarmirentayadespreciaralosquelagarantizan.Hayvecesenquecreoque…

—Sí,amítambiénmeocurre.Yatodaslasmujeres.PoresobeséaPaul.

—¡Esto es una grosería!—dijoMargaret—.Mi caso es completamentedistinto.Yohemeditadobien.

—Meditarnosuponeningunadiferencia.Todoacabaigual.

—¡Memeces!

Hubo un largo silencio durante el cual la marea cubrió de nuevo PooleHarbour.

—Algoseperdería—murmuróHelen,alparecerpara símisma.Elaguaculebreósobrelosbancosdelodohacialasaliagasylosbrezosennegrecidos.El Frome fue empujado tierra adentro, hacia Dorchester; el Stour, contraWimbourne;elAvon,haciaSalisbury,ysobreesteinmensodesplazamientoelsolpresidía,guiándolotodohaciaeltriunfoantesdehundirseeneldescanso.Inglaterraestabaviva,palpitabaensusestuarios,gritabadealegríaporboca

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desusgaviotasyelvientodelnorte,conmovimientocontrario,soplóconmásfuerzacontraelmarascendente.¿Quésignificabatodoaquello?¿Quéobjetotienen sus formas hermosas, su variedad de suelos, su costa sinuosa?¿Pertenece a los que la hanmoldeadoy la hanhecho temidapor los demáspaíses,oalosquenohanañadidonadaasupoder,perolahanvisto,enciertomodo,alosquehanvistotodalaislaensuconjunto,yacentecomounajoyaenelmarplateado,surcándolocomounbarcocargadodealmas,contodalabravaflotadelmundoacompañándolaensuviajealaeternidad?

Capítulo20

Margaret siempresehabíamaravilladode losdisturbiosqueseproducenenlasaguasdelmundocuandoelamor,quepareceunguijarro,sehundeenellas. ¿A quién le importa el amor, salvo al amado y al amante? Y, sinembargo,suimpactoinundacientosdeorillas.Estedisturbioprocedesindudadelespíritudelasgeneraciones,quesaludaalanuevageneraciónyelevasuprotesta contra el destino, que sostiene todos los mares en la palma de lamano. Pero el amor no lo entiende, incapaz de captar el infinito ajeno yconscientesolodelsuyo:rayodesolquesurcaelaire,losaquecae,guijarroquebuscaundulceasientotraseljuegocoordenadoyconvulsodelespacioyeltiempo.Sabequesobreviviráalfindelostiempos,queserárecogidoporeldestinocomounajoyadelfangoymostradoconadmiraciónalaasambleadelos dioses. «Loshombres produjeron esto», dirány al decirlo concederán alhombrelainmortalidad.Pero,entretanto,¡cuántaagitación!Losfundamentosde la propiedad y el decoro quedan al desnudo, rocas gemelas; el orgullofamiliarpugnaporsaliralasuperficieresoplandoyrehusandoelconsuelo;lateología, vagamente ascética, se agita en oscuromar de fondo. Entonces serequierelapresenciadelosabogados—fríaraza—quesalenarrastrándosedesus agujeros. Hacen lo que pueden: asean la propiedad y el decoro,tranquilizanalateologíayalorgullofamiliar.Searrojanmontonesdemediasguineasalasaguasturbulentas,losabogadosseretiranarastrasy,sitodohaidobien,elamoruneaunhombreyunamujerenmatrimonio.

Margaret esperaba este trastorno y no se incomodó. Para ser una mujersensible, tenía los nervios firmes y podía soportar lo incongruente y logrotesco.Además,nohabíanadaexcesivoensuepisodiosentimental.ElbuenhumoreralanotadominanteensusrelacionesconmísterWilcoxo,comoyapodemos llamarle,conHenry.Henrynoerahombredadoal romanticismoyMargaret no era tan niña como para reclamar un capricho semejante. Unamigo sehabía convertido ennovioypodía convertirse enmarido, pero sinperderloquehabíaenelamigo.Elamordebíaconfirmarunaviejarelaciónen

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lugardecrearunanueva.

Enesteestadodeánimo,Margaretprometiócasarseconél.

HenryhabíaidoaSwanageaquellamañanallevandoconsigoelanillodepedida.Sesaludaronconunacordialidad tansinceraque impresionóa la tíaJuley.Henry cenó enLosLaureles, pero había tomadouna habitación en elmejorhoteldelalocalidadconeseinstintoqueposeenalgunaspersonasparadetectaraprimeravistaelmejorhotel.Acabadalacena,preguntóaMargaretsi tenía inconveniente en dar una vuelta por el paseo marítimo. Margaretaceptóynopudoreprimirun leve temor:aquellaseríasuprimeraescenadeamor.Perocuandoseestabaponiendoelsombrero,soltólacarcajada.Elamornoseparecíaennadaaeseartículoquesevendeen los libros; laalegría,sibien auténtica, era distinta; el misterio, un misterio inesperado. Por algúnmotivo,místerWilcoxaúnleparecíaunextraño.

Duranteunratohablarondelanillo.LuegodijoMargaret:

—¿RecuerdaselChelseaEmbankment?Nohacenidiezdíasdeaquello.

—Sí —dijo él riendo—. Tu hermana y tú estabais enzarzadas en unproyectoquijotesco.

—¡Quépocopensabaentoncesenesto!¿Ytú?

—Nosé;noséquédecirte.

—¿Fue antes? —exclamó Margaret—. ¿Pensabas en mí antes de estemodo?¡Quéinteresante,Henry!Cuéntame.

PeroHenryno tenía lamenor intenciónde contarnada.Quizánohabríapodidocontarnada,porquesusestadosmentalessevolvíanoscurostanprontohabíanpasado.Ledisgustabalapalabrainteresante,porquelesugeríapérdidadeenergíasnoexentademorbosidad.Loshechospeladoslebastaban.

—Yonopensabaenesto—prosiguióella—.No,cuandomehablasteenelsalónfueprácticamentelaprimeravez.¡Ytodoresultótandistintodeloquenormalmente se supone! En el teatro y en los libros una proposiciónmatrimoniales,¿cómo tediría?,esunacuestióndesuspiros,unaespeciederamillete; pierde todo su sentido literal. Pero en la vida, una proposiciónmatrimonialesrealmenteunaproposición…

—Porcierto…

—… una sugerencia, una semilla —concluyó Margaret y la idea sedesvanecióenlaoscuridad.

—Estabapensandoque,sinohayinconvenienteportuparte,deberíamostener una conversación de negocios. Hay que dejar bien sentadas muchascosas.

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—Esocreoyotambién.Antesdenada,dime,¿quétaltefueconTibby?

—¿Contuhermano?

—Sí,mientrasfumabaisdespuésdecenar.

—Ah,muybien.

—Mealegro—contestóellaunpocosorprendida—.¿Dequéhablasteis?Demí,supongo.

—YtambiéndeGrecia.

—Greciafueunabuenabaza,Henry.Tibbyessolounmuchacho,hayquesaberescogerlostemasdeconversación.Hicistebien.

—LecontéquetengoaccionesenunafábricadepasascercadeCalamata.

—¡Oh, qué sitio tan estupendo para tener acciones! ¿No podríamos ir apasarallínuestralunademiel?

—¿Paraqué?

—Paracomernoslaspasas.¿Noesunlugarmaravilloso?

—Moderadamentemaravilloso,peronoesunlugaradondepuedairconunadama.

—¿Porqué?

—Nohayhoteles.

—Algunas damas pueden pasarse sin hoteles. ¿Sabías que Helen y yohemosidosolasyapieporlosApeninosconelequipajealaespalda?

—No, no lo sabía y, si puedo evitarlo, no volverás a hacer una cosasemejante.

Margaretdijoconmásseriedad:

—SupongoquenohabrásencontradoocasióndehablarconHelen.

—No.

—Hazloantesdeirte.¡Megustaríaquefueraisamigos!

—Tu hermana y yo siempre nos hemos llevado bien —dijo él connegligencia—. Pero nos estamos apartando de nuestros negocios. Déjameempezarporelprincipio.YasabesqueEviesevaacasarconPercyCahill.

—EltíodeDolly.

—Exacto. La chica está locamente enamorada de él. Es un muchachoestupendo,peroquiere,yhacebien,unadoterazonable.Ensegundolugar,túlo comprenderás, está Charles. Antes de venir le escribí una carta muy

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cuidadosa.Tieneunafamiliaquevaenaumentoyunosgastosqueaumentanenlamismaproporción.LaI.W.A.noesnadadelotromundo,hoyporhoy,aunquetienegrandesposibilidadesdeirparaarriba.

—¡Pobrechico!—murmuróMargaretcontemplandoelmarsinentender.

—Charles,comoprimogénitoquees,heredaráalgúndíaHowardsEnd.Sinembargo,yodeseopormipropiafelicidadnoserinjustoconlosotros.

—Porsupuestoqueno…—empezóadecirMargarety,depronto,profirióungritito—.¡Terefieresaldinero!¡Quétontasoy!¡Porsupuestoqueno!

Porextrañoqueparezca,Henrypareciómolestoaloírestapalabra.

—Sí,dinero,yaquelodicescontantaclaridad.Verás, tengola intencióndeser justocon todos: justocontigoy justoconellos.Estoydecididoaquemishijosnopuedanquejarsedemí.

—Ségenerosoconellos—dijoellavivamente—¡yalcuernolajusticia!

—YahetomadounadeterminaciónyheescritoaCharlesenestesentido…

—Pero,vamosaver,¿cuántotienes?

—¿Qué?

—Sí,¿cuántoingresasalaño?Yo,seiscientaslibras.

—¿Misingresos?

—Claro. Hemos de empezar por tus ingresos antes de decidir cuántovamosadarleaCharles.Lajusticiaeinclusolagenerosidaddependendeeso.

—Laverdadesqueeresunamujerbienfranca—observóéldándoleunosgolpecitosenelbrazoyprorrumpiendoenunasuaverisa—.¡Vayapregunta!

—¿Nosabescuálessontusingresos?¿Onomeloquieresdecir?

—Yo…

—Estábien—dijoMargaretdándoleasuvezunosgolpecitos—,nomelodigas.Noquierosaberlo.Puedohacerlasumaporsimpleproporción.Dividetusingresosendiezpartes.¿CuántaspartesledaríasaEvie,cuántasaCharlesycuántasaPaul?

—Laverdad, querida, es que no tenía intenciónde aburrirte entrando endetalles.Yosoloqueríaquesupieras…enfin,quehayquehaceralgoporlosdemás.Mehasentendidoperfectamente,asíquepasemosalpuntosiguiente.

—Sí,yahemosdecididoestepunto—dijoMargaretimperturbableantelastorpesestrategiasdeHenry—.Adelante,datodoloquepuedasytenpresentequeyoreciboseiscientaslibraslimpias.¿Paraquéquieroyotodoestedinero?

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—Nocreasqueyotengomucho;tevasacasarconunhombrepobre.

—Helennoestaríadeacuerdoconmigoaesterespecto—continuóella—.Helennoseatreveainsultaralosricos,puestoqueellaloes,perolegustaríahacerlo.Tieneunaextrañaidea,queyotodavíanohepodidoalcanzaryqueleda vueltas en la cabeza, según la cual la pobreza es en cierto modo algo«auténtico».Lemolestalaorganizaciónyprobablementeconfundelariquezacon la técnica de la riqueza. No le importan las monedas guardadas en uncalcetín,perolemolestanloscheques.Helenesexcesivamenterígida.Nosepuedeirporelmundoconestasideasfijas.

—Unpuntomásymevuelvoalhotelaescribirunascartas.¿QuéhacemosconlacasadeDucieStreet?

—Consérvala…esdecir,depende.¿Cuándoquierescasarteconmigo?

Había levantado la voz, como de costumbre, y unos jóvenes que habíansalidoatomarelfrescolaoyeron.

—Estoseponebueno,¿eh,tú?—dijouno.

MísterWilcoxsevolvióydijovivamente:

—¡Oiga usted!—hubo un silencio—. Tenga cuidado que no avise a lapolicía.

Los jóvenes se separaron tranquilamente,pero solo lohicieronenesperadeotraoportunidadyelrestodelaconversaciónestuvopunteadoderáfagasderisaincontrolada.

Bajandolavozeintroduciendoenellaunpuntodereproche,Henrydijo:

—Evie se casará probablemente en septiembre. Antes de esa fecha nopodemospensarennada.

—Cuanto antes mejor, Henry. Las mujeres no debemos decir esto, perocuantoantesmejor.

—¿Quétalelmismoseptiembre?—preguntóélconciertasequedad.

—Bien.¿IremosaDucieStreetenseptiembre?¿OmetemosallíaHelenya Tibby? Esto último me parece una buena idea. Son dos inútiles en esteaspecto,podríamoshaceralgoporellosactuandojuiciosamente.Mira,yaestá.Esoharemos.YnosotrospodemosvivirenHowardsEndoenShropshire.

MísterWilcoxdiounresoplido.

—¡Cielo santo! ¡Qué aprisa vais las mujeres! Me da vueltas la cabeza.Pasoapaso,Margaret,pasoapaso.HowardsEnd,imposible.SeloarrendéaHamarBryceportresaños,¿recuerdas?Sigamos.Oniton.No,estádemasiadolejosparainstalarnosdefinitivamente.Resistiríasunciertotiempo,perohemos

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de tener una casa al alcance de la ciudad. El problema es queDucie Streettienegrandesdesventajas.Hayunacuadraenlapartetrasera.

Margaret soltó una carcajada irreprimible. Era la primera vez que oíahablar de la cuadra en la parte trasera deDucieStreet.Cuando ella era unaposible inquilina, este hecho había desaparecido inconsciente peroautomáticamente. El modo de actuar de veleta de míster Wilcox, si biensincero, carecía de la claridad de visión imperativa para la verdad. Comohabitante de Ducie Street, Henry recordaba la cuadra; como arrendador, laolvidabaysialguienlehubieradichoquelacuadraestabasiempreonoestabanunca, se habría molestado y habría encontrado alguna manera deanatematizar a su interlocutor tachándolede academicista.Delmismomodomi tenderome anatematiza cuandome quejo de la calidad de sus pasas deCorinto y me contesta en una sola frase que sus pasas de Corinto son lasmejores y que cómoquiero yo buenas pasas deCorinto a ese precio.Es undefectoinherentea lamentalidadmercantilyMargaretdeberíasentir ternurapor ella, teniendo en cuenta lo mucho que esta mentalidad ha hecho porInglaterra.

—Sí,sobretodoenveranolacuadraesunaporquería.Elsalóndefumaresuncuchitrilabominable.Lacasadeenfrentelatienenalquiladaunoscantantesdeópera.DucieStreetyaesundesastre,enmiopinión.

—¡Quélástima,conelpocotiempoquellevanconstruidasesascasastanbonitas!

—Estodemuestraquelascosascambian.Buenoparaelcomercio.

—OdioestecontinuoflujodeLondres.Esunasíntesisdenosotrosmismosen lo peor que tenemos: la eterna carencia de forma. Todas las cualidadesbuenas,malaseindiferentespasan,pasanparasiempre.Poresomehorroriza.Desconfíodelosríos,inclusoenelpaisaje.Encambioelmar…

—Sí,haymareaalta.

—Sí,haymareaalta.

—Ma-eaa-ta—lesllegódelosjóvenespaseantes.

—Yaestostiposlesestamosdandoelderechodevoto—observómísterWilcox omitiendo que aquellos eran los tipos a los que él empleaba en susoficinas, en un trabajo que no contribuía precisamente a desarrollar suscualidades—. En fin, tienen sus propias vidas y sus propios intereses.Dejémoslos.

DiomediavueltamientrashablabaysedispusoaacompañaraMargaretdevueltaaLosLaureles.Elnegociohabíaterminado.Elhotelseencontrabaendirecciónopuestay,si laacompañaba, lascartas llegaríantardealcorreo.

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Margaretlerogóquenofuera,peroélsepusoterco.

—¡Bonitoprincipio,situtíatevellegarsola!

—Siemprevoysolaatodaspartes.Notienenadadeparticular,teniendoencuenta que he recorrido los Apeninos a pie. Me enfadaré contigo si meacompañas.Nolotomescomouncumplido.

Henryserioyencendióuncigarro.

—Nopretendíahacercumplidos,querida.Esquenotedejoirsolaenestaoscuridad.¡Yconestagenteporaquí!Muypeligroso.

—Nosécuidardemímisma,¿eh?Quiero…

—Vamos,Margaret,nadadecaprichitos.

Una chica más joven se habría molestado por sus modales autoritarios,pero Margaret tenía las ideas lo suficientemente claras como para hacertonterías.Asumanera,ellaeratanautoritariacomoél.Siéleraunafortaleza,ellaeralacimadeunamontaña:todospodíanhollarla,perolanievelehacíarecuperar cada noche su virginidad. Desdeñosa de las apariencias heroicas,excitableensusmétodos,charlatana,episódicaychillona,habíaengañadoasu prometido como había engañado a su tía. Henry había tomado sufecundidaddeespíritupordebilidad;lasuponía«taninteligentecomotodoslacreen,peronomás»,sincomprenderqueellapenetrabaenlasprofundidadesdesualmayaprobabaloqueencontrabaallí.

Si lavida interiorfuerasuficiente,si lofuera todo, lafelicidaddeambosestaríaasegurada.

Caminaron aprisa. El paseo marítimo y el camino que lo continuabaestabanbieniluminados,peroeneljardíndelatíaJuleyreinabalaoscuridad.Cuandoloestabacruzandoporunsendero,atravésdelosrododendros,místerWilcox,queibadelante,dijo:«Margaret»convozronca,sevolvió,dejócaerelcigarroylatomóensusbrazos.

Margaretseasustóyestuvoapuntodegritar,peroserecobróalinstanteybesóconauténticoamorloslabiosqueseapretabancontralossuyos.Erasuprimerbeso.Cuandohuboconcluido,éllallevóhastalapuerta,tocóeltimbreydesaparecióenlanocheantesdequeladoncellarespondiera.Recordandoelincidente,Margaret se sintió a disgusto. Era demasiado aislado.Nada en laconversaciónprevialohabíaanunciadoy,peoraún,ningunaternuralohabíaseguido.Siunhombrenosabeelevarsehasta lapasión, siempre lequeda laposibilidaddeacabarlayellaesperaba,despuésdesuentrega,unintercambiode palabras tiernas. Pero él se había retirado aprisa, como si estuvieseavergonzado,yporun instantepasópor lamentedeMargaret la imagendeHelenyPaul.

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Capítulo21

CharleshabíaestadoregañandoaDolly.Lapobresemerecíaelrapapolvoyloaceptócomojusto,perosucabezahumildementeinclinadanosesometía,ysusgorjeosempezaronamezclarseconlatormentaapenasestacomenzóaamainar.

—Hasdespertadoalniño.Estabaseguradequelodespertarías.Arorró,arorró.Yono tengoningunaculpade loquehagami tíoPercy,ninadie, ¡nofaltaríamás!

—Conque no, ¿eh? ¿Y quién le invitómientras yo estaba fuera? ¿Quiéninvitóamihermanaparaqueloconociera?¿Quiénlosenvióapasearencochedíatrasdía?

—Charles,estomerecuerdaunpoema.

—¿Ah,sí?Puesahorabailaremosalcompásdeunamúsicadistinta.MissSchlegelnostieneatodosenunpuño.

—Loúnicoquepuedohaceressacarlelosojosaesamujer,perodeahíadecirqueesculpamía…meparececompletamenteinjusto.

—Esculpatuya,yhacecincomesesloadmitías.

—Noesverdad.

—Sí,loadmitías.

—Duérmete,niño,duérmeteya—exclamóDollyrepentinamentededicadaalniño.

—Muybonito,desvíaslaconversación,peropapájamáshabríasoñadoencasarsemientrasEvieestuvieraconélparahacerlecompañía.Pero,claro, túteníasquemeterteacasamentera.Además,Cahillesunviejo.

—Ah,muybien,ahoravasasergroseroconeltíoPercy…

—MissSchlegelsiemprehatenidoentrecejaycejaquedarseconHowardsEndyahora,graciasati,yalohaconseguido.

—Estamaneratuyaderetorcerlascosasyhacerlascoincidiresdelomásinjusto. No te habrías comportado con más grosería si me hubieras vistogalanteandoconotro.¿Verdad,ricura?

—Estamos enun aprietoyhayquehacer loque sepueda.Contestaré lacartadepapáprocurandosercomedido.Estádeseosodehacerlascosasbien.

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Pero no pienso olvidarme de esas Schlegel en un abrir y cerrar de ojos.Mientras se comporten correctamente, ¿me oyes, Dolly?, mientras secomportencorrectamente,nosotrosnosportaremosbien.Perosimeenterodequeselessubenloshumos,siintentanmonopolizarapapá,siletratanmaloledanlalataconsusbestialidadesartísticas,mevanaoír,yalocreoquesí.¡Ocuparellugardemimadre!¡DiossabeloquediráelpobrePaulcuandoseenteredelasnovedades!

El interludio toca a su fin. Ha tenido lugar en el jardín de la casa deCharles,enHilton.Dollyyélestánsentadosensendoscanapésyelcochelosmiraconplacidezdesdesugaraje,alotroextremodelparterre.Unaediciónreducida de una canastilla que berrea, y para dentro de poco se espera laterceraedición.Lanaturaleza fabricanuevosWilcoxensupacíficamansiónparaquepuedanheredarlatierra.

Capítulo22

Margaret saludó a su prometido con peculiar ternura aquella mañana.Aunqueyaeraunhombremaduro,ellaleayudaríaaconstruirelarcoiris,elpuente que une en nuestro interior la prosa con la pasión. Sin ese puentesomos fragmentos sin sentido,mitadmonos,mitadbestias,piezas inconexasque no logran formar un hombre.Con el puente, nace el amor, brilla en sucenit,luminosofrentealgris,austerofrentealfuego.Felizelhombrequevebajolosdosaspectoslabellezadeestasalasdesplegadas.Loscaminosdesualmaestánlibresyélysusamigosencontraránlarutafácil.

La ruta era difícil por los caminos del alma demísterWilcox.Desde lainfancia los había despreciado. «No soy hombre que se preocupe de suinterior».Por fuerahabíasidoalegre,honradoyvaliente,peroensu interiortodo era caos, un caos gobernado, si es que existía gobierno alguno, por suascetismoincompleto.Tantocuandoeramuchachocomocuandoeramaridooviudo,habíaalimentadolatortuosacreenciadequelapasióncorporalesmala,unacreenciaquesoloesútilcuandosemantieneapasionadamente.Lareligiónlehabíaconfirmadoensucertidumbre.LaspalabrasqueeldomingoleleíanenvozaltaaélyaotroshombresrespetableseranlaspalabrasqueensudíahabíanencendidolasalmasdeSantaCatalinaydeSanFranciscoenelodioatodolocarnal.MísterWilcoxnoeraunsanto,noeracapazdeamarloinfinitocon amor seráfico, pero sí lo era de avergonzarse de amar a su mujer.«Amabat,amaretimebat».YahíeradondeMargaretconfiabaenayudarle.

Noparecíadifícil.Noeranecesarioagobiarleconlaentregadesímisma.Selimitaríaaseñalarlelasalvación,cuyaraízsehallabalatenteensupropia

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alma,enelalmadetodosloshombres.¡Soloconstruirelpuente!Eseeratodoel sermón. Solo construir un puente entre la prosa y la pasión y ambasresurgiríanyelamorhumanobrillaríaensucima.Nomásvidafragmentaria.Soloconstruirelpuenteylabestiayelmono,alejadosdelaislamientoquelesdavida,morirían.

Elmensajenoeradifícildedar.Noeraprecisoquerevistieralaformadeunabuena«charla».Pormediodelevesindicacionesseconstruiríaelpuenteysusvidassecubriríandebelleza.

Pero fracasó.PorquehabíaunacualidadenHenryquesiempre lapillabadesprevenida por mucho que intentara tenerla presente: la necedad. Noentendíalascosas,ycontraesonohabíanadaquehacer.NuncaseenteródequeHelenyFrieda le eranhostiles, ni deque aTibbyno le interesaban lasplantacionesdeuvaspasas;nuncavislumbrólaslucesysombrasqueexistenen lamásneutrade las conversaciones, lospostes indicadores, losmojones,lascolisiones,losespaciosilimitados.Unavez—enotraocasión—Margaretle reprendió por ello. Él se quedó desconcertado, pero replicó con unacarcajada: «Mi lema es: concentración. No tengo la menor intención dedesperdiciar mis energías en estas cosas». «No se trata de desperdiciarenergías—protestóMargaret—, sino de ampliar el campo en el que puedasemplearlas».Yél contestó:«Eresunamujercitamuy lista,peromi lemaes:concentración». Y aquella mañana se concentró más de lo normal envenganza.

Seencontraronenlosrododendrosdelanocheanterior.Alaluzdeldíalosarbustos eran insignificantes y el sendero brillaba al solmatutino.MargaretestabaconHelen,quepermanecíaagoreramentetranquiladesdequeelasuntoquedódecidido.

—¡Yaestamostodos!—gritóMargaretyletomódelamano,reteniendoladesuhermanaenlaotra.

—Sí,aquíestamos.Buenosdías,Helen.

—Buenosdías,místerWilcox—respondióHelen.

—Henry,Helenharecibidounacartaencantadoradeaquelmuchachotanraroytanfuribundo,¿recuerdas?Aquelqueteníaunbigotetristeyuncerebrojoven.

—Yo también he recibido una carta. No una carta encantadora,precisamente…Quierocomentarlacontigo—LeonardBastnoexistíaparaéldespuésdesucompromisoconMargaret;el triánguloamorosoquedabarotoparasiempre.

—GraciasatusconsejossehaidodelaPorphyrion.

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—Buena compañía, la Porphyrion —dijo él con aire distraído mientrassacabasucartadelbolsillo.

—¿Buena?—exclamóMargaret soltando sumano—.PeroenelChelseaEmbankment…

—Aquí está nuestra anfitriona. Buenos días, mistress Munt. Hermososrododendros.Buenosdías,frauLiesecke.TenemosbuenasfloresenInglaterra,¿verdad?

—¿Unabuenacompañía?

—Sí.MicartaserefiereaHowardsEnd.Brycetienequeirsealextranjeroyquieresubarrendarlo.Dudomuchoqueledéautorización.Nohabíacláusulade subarriendo en el contrato. En mi opinión, subarrendar es unaequivocación.Sipuedeencontrarotroarrendatarioqueseademiagrado,estoyconforme en rescindir el contrato. Despiértese, Schlegel, ¿no cree que estoseríamejorquesubarrendarlo?

Helen,asuvez,habíasoltadosumanoyélcondujoaMargaretmásalládelgrupo,haciaelladodelacasaquedabaalmar.AsuspiesseextendíalaburguesabahíaquehabíaesperadodurantesiglosunbalneariocomoSwanageensuribera.Lasolaseran incolorasyel ríoBournemouthdabaun toquedeinsipidez al conjunto, chocando contra el espigón y ululando salvajementeparaatraeralosexcursionistas.

—Cuandosesubarrienda,elperjuicio…

—Perdona, pero, volviendo a la Porphyrion, no estoy tranquila. ¿Puedoimportunarte,Henry?

Su tono de voz era tan serio que él se calló y le preguntó un pocosecamente,quéquería.

—TúdijisteenelChelseaEmbankment,meacuerdoperfectamente,quelaPorphyrioneraunmalnegocio,asíqueadvertimosaaquelempleadoparaqueladejase.Estamañanameescribediciendoquehaseguidotuconsejoyahoradicesquenoesunmalasunto.

—Unempleadoquedejacualquier trabajo,buenoomalo, sinasegurarseantesotroenotrositio,esuntontoynosientoningunalástimaporél.

—Perosiyalohahecho.VaaentrarenunbancodeCamdenTown,segúndice. El sueldo es muchomenor, pero espera apañarse. Es una agencia delDempster’sBank.¿Esbueno?

—¡ElDempster!Madremía,yalocreo.

—¿MejorquelaPorphyrion?

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—Sí,sí,sí;tansólidocomounaroca.Másaún.

—Muchísimasgracias.Yperdona.¿Quédecíasdelsubarriendo?

—Si subarrienda, perderé el control. En teoría, eso no perjudicaría aHowardsEnd,peroenlapráctica,sí.Haycosasquenopuedencompensarsecon dinero. Por ejemplo, no quiero que estropeen aquel precioso olmo…Está…Margaret, hemos de ir a verlo un día de estos. Esmuy bonito, a sumanera.IremosencocheycomeremosencasadeCharles.

—Meencantará—dijoMargarethaciendoacopiodevalor.

—¿Teparecebienelpróximomiércoles?

—¿Elmiércoles?No,nopuedo.LatíaJuleyesperaquenosquedemosunasemanamás,porlomenos.

—Puedesarreglarloahoramismo.

—N…no—dijoMargaretdespuésdeunratodereflexión.

—Sí,mujer.Yohablaréconella.

—Esta visita es una gran solemnidad. Mi tía cuenta con ella cada año.Ponelacasapatasarribapornosotros,invitaanuestrosamigos;fíjate,apenasconoce a Frieda y no podemos dejarla sola con ella. Ya perdí un día y ledoleríamuchoquenoestuvieralosdiezdíascompletos.

—Yahablaréyoconella,notepreocupes.

—Henry,noiré,nomeatosigues.

—¿Quieresonoquieresverlacasa?

—Sí, claro… He oído hablar tanto de ella en uno y otro sentido…¿Todavíaestánaquellosdientesdecerdoclavadosenelolmo?

—¿Dientesdecerdo?

—Sí.Ytúchupabaslacortezaparacurarteeldolordemuelas.

—¡Quéideamásperegrina!¡Porsupuestoqueno!

—Quizá lo confundo con otro árbol. Todavía quedan muchos árbolessagradosenInglaterra,alparecer.

PeroélyalahabíaabandonadoparainterceptaramistressMuntcuyavozseoíaadistancia,siendoasuvezinterceptadoporHelen.

—Oiga,místerWilcox,hablandodelaPorphyrion…—empezóysepusorojahastalaraízdelcabello.

—Déjalo—dijoMargaretalcanzándolos—.ElDempster’sBankesmejor.

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—PerocreoqueustednosdijoquelaPorphyrionibamalyquesehundiríaantesdeNavidad.

—¿Esodije?Porentoncesestabafueradelgrupoyteníaquetomarseriasmedidas.Luegosalióaflote…Tansólidacomounarocaahora.

—Enotraspalabras:místerBastnoteníaporquédejarla.

—No,noteníaporqué.

—…ynoteníaporquéhaberempezadounanuevavidaenotrositioconunsueldomuchísimomenor.

—Él solo dice «menor» —corrigió Margaret viendo que se avecinabanproblemas.

—Cuando un hombre es pobre, cualquier reducción resulta enorme.Consideroesteasuntounadesgraciadeplorable.

MísterWilcox, empeñado en su asunto conmistressMunt, ya se estabayendo,peroaquellaúltimaobservaciónlehizodecir:

—¿Qué?¿Dequésetrata?¿Quiereusteddecirqueyosoyelresponsable?

—Estoesridículo,Helen.

—Alparecercreeusted…—consultósureloj—.Déjemequeleexpliqueausted este punto. Es así. Usted parece suponer que cuando una entidadcomercial lleva a cabo una negociación delicada tiene que tener al públicoinformado paso a paso. La Porphyrion, según usted, tenía que haber dicho:«Hagoloquepuedoparaentrarenelgrupo.Noestoyseguradeconseguirlo,pero es lo único que puede salvarme de la quiebra y lo intento». QueridaHelen…

—¿Eseste supuntodevista?Bien.Unhombre teníapocodinero, ahoratienemenos,esteesmipuntodevista.

—Lo sientopor suoficinista, pero estoocurre cadadía en elmundodeltrabajo.Espartedelaluchaporlavida.

—Un hombre tenía poco dinero—repitió Helen— y ahora tiene menosgraciasausted.Bajoestascircunstancias,yocreoque«laluchaporlavida»esunaexpresiónpocoafortunada.

—Vamos,vamos—protestóélentonodebroma—.Nosesientaculpable.Nadietienelaculpa.

—¿Nadietienenuncalaculpadenada?

—Yonodijeesto,peroselotomausteddemasiadoenserio.¿Quiénesesechico?

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—Ya le hemos hablado de ese chico dos veces —dijo Helen—. Ustedinclusoha conocidoal chico.Esmuypobrey sumujer esuna extravaganteidiota. Él es capaz de algomejor. Nosotros… nosotros… las clases altas…creímos que podríamos ayudarle desde la cúspide de nuestra superiorsabiduría…¡yestehasidoelresultado!

—Levoyadarunconsejo—dijoéllevantandoeldedo.

—Nohepedidoningúnconsejo.

—Unconsejo.Notomeunaactitudsentimentalconrespectoalospobres.Procura que no lo haga, Margaret. Los pobres son pobres y todos lolamentamos,peroasíes.Cuandounacivilizaciónavanza,esprobablequeloszapatos duelan y es absurdo pretender que alguien se responsabilicepersonalmente.Niusted,niyo,nilapersonaquemeinformó,nieldirectordelaPorphyrion;nadieesresponsableporlapérdidadesueldodeesteoficinista.Essoloelzapatoqueduele…Nadiepuedeevitarlo,ypodríahabersidopeoraún.

Helenestabatrémuladeindignación.

—Meparecebienquesedediqueustedaobrasdecaridad…Dedíqueseaellas con todo su empeño, pero no siga con esas absurdas ideas de reformasocial.Yocreoloqueocurreentrebastidoresypuedecreermesiledigoqueno hay tal cuestión social…, excepto para unos cuantos periodistas queintentanganarselavidaexprimiendounafrase.Solohayricosypobres,comosiempre ha habido y siempre habrá. Dígame usted una época en que loshombreshayansidoiguales…

—Yonodije…

—Dígame una época en que el deseo de igualdad les haya hecho másdichosos. No, no. No puede. Siempre ha habido ricos y pobres. Yo no soyfatalista,¡Diosmelibre!,peronuestracivilizaciónestámoldeadaporgrandesfuerzas impersonales —su voz se tornó complaciente; siempre ocurría asícuandoeliminabalascuestionespersonales—ysiemprehabráricosypobres.Nolopuedenegar—ahoraeraunavozrespetable—…ynopuedenegarque,apesardetodo,latendenciadelacivilizaciónconsideradaensuconjuntoesavanzarymejorar.

—PorlagraciadeDios,supongo—replicóHelen.

Éllamiróconira.

—Unoluchaporeldinero.Dioshaceelresto.

NovalíalapenadarconsejosalachicasiestabadispuestaahablardeDiosdeaquellamaneramodernayneurótica.Fraternalhastaelfin,ladejóparairenbuscadelacompañíamástranquilademistressMunt.Ibapensando:«Me

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recuerdamuchoaDolly».

Helensepusoamiraralmar.

—No discutas nunca de economía política con Henry—le aconsejó suhermana—.Siempreterminaréisagritos.

—Debedeserunodeesoshombresquehanreconciliadolacienciaconlareligión—dijoHelen lentamente—.Nomegustaesaclasedehombres.Soncientíficosyhablandelasupervivenciadelmásapto.Reducenlossueldosdesusempleados,coartanlalibertaddelosquepuedenamenazarsuconfort,perocreenquedetodoellosederivaráunbienporalgunaextrañarazón(siempreesta odiosa vaguedad) y que de un modo místico los Bast del futuro sebeneficiarándequelosBastdehoydíasufran.

—Esasíenteoría.Perosoloenteoría,Helen.

—Sí,Meg,¡peroquéteoríatanhorrorosa!

—¿Porquédiceslascosascontantadureza,querida?

—Porquesoyunaviejasolterona—dijoHelenmordiéndoseloslabios—.No comprendo cómo puedo seguir siendo así —se sacudió la mano de suhermanayentróenlacasa.Margaret,acongojadadebuenamañana,siguióelcurso del Bournemouth con los ojos. Vio que los nervios deHelen estabanexasperadosporeldesafortunadoasuntodeBastmásalládeloslímitesdelacortesía. En cualquiermomento podía producirse una explosión que inclusoHenrynotaría.HabíaquesacaraHenrydeallí.

—¡Margaret!—lallamósutía—.¡Magy!¿VerdadquenoesciertoloquedicemísterWilcox,quetequieresiraprincipiosdelasemanaqueviene?

—No quiero —respondió Margaret con prontitud— pero hemos deresolvermuchascosasyquierohablarconCharles.

—¿YtevasairsinhacerlaexcursiónaWeymouth,niladeLulworth,porlomenos?—dijomistressMunt acercándose—. ¿Sin ir ni siquiera una vezmásaNineBarrowsDown?

—Metemoquesí.

MísterWilcoxtercióconun:

—¡Bueno!Yarompíelhielo.

UnaoleadadeternurainvadióaMargaret.PusolasmanosenloshombrosdeHenryy lemiróal fondode losojosnegrosybrillantes.¿Quéhabía trasaquellamiradacompetente?Margaretlosabía,peronosesentíainquieta.

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Capítulo23

MargaretnoteníalamenorintencióndedejarlascosascomoestabanylanocheanteriorasumarchadeSwanagereprendióasuhermana.Nolecensuróelquedesaprobasesuboda,sinoelhaberarrojadosobresudesaprobaciónunvelodemisterio.Helensemostróigualmentesincera.

—Sí—dijo con el aire del quemira hacia su propio interior—, hay unmisterio.Nolopuedoevitar.Noesculpamía.Lavidaesasí.

Helen, por aquel entonces, estaba muy interesada en el subconsciente.Exageraba comparando la vida con Punch y Juddy y considerando a losindividuosmarionetasqueuntitiriteroinvisibleempujaalamoryalaguerra.Margaret le indicó que, de seguir obcecada en aquella postura, eliminaríatambién el elemento personal. Helen guardó silencio un instante y luegoprorrumpióenunaextrañaperorataqueclarificólaatmósfera.

—Veycásateconél.Eresunapersonaespléndida;sialguienpuedeteneréxitoenestaempresa,erestú—Margaretnegabaquehubieraalgunaempresaen laque«teneréxito»,peroHelencontinuó—:Sí, sí lahay.Yono lopudeconseguirconPaul.Yosolopuedohacer lascosasque resultan fáciles.Solopuedo inducir y ser inducida. No puedo ni quiero emprender relacionesdifíciles. Si me caso, será con un hombre lo bastante fuerte como paradominarme y lo bastante débil como para que yo le domine.Y como estoshombresnoexisten,nomecasarénunca.YqueDiosamparealquesecaseconmigo,porqueestoyseguradequehuirédesuladoenmenosquecantaungallo.Porquesí.Porquesoyunserineducado.Perotúeresdiferente; túeresunaheroína.

—¿Deveras,Helen?¿TanterribleseráparaelpobreHenry?

—Túquieresguardar lasproporcionesy esto esheroico, esgriego, ynoveoporquénopuedes teneréxito.Ve, luchaconélyayúdale.Nomepidasayuda,ni siquiera compasión.Deahora enadelantepienso seguirmipropiocamino.Piensoserloquesoy,porqueesfácilserloqueunoes.Tumaridomedisgusta,noharénadapararemediarloypiensodecírseloalacara.Nopiensohacer concesiones a Tibby. Si Tibby quiere vivir conmigo, tendrá quesoportarmetalcomosoy.Piensoquerertemásquenunca.Sí.Túyyohemosedificadoalgoreal,realporqueespuramenteespiritual.Connosotrasnohayvelo de misterio. La irrealidad y el misterio empiezan donde empieza locorporal. El sentir popular, como de costumbre, es el opuesto. Nuestraspreocupacionesversansobrecosastangibles:dinero,maridos,casas.Elcieloharásulaborsinnosotras.

Margaretleagradecióaquellamanifestacióndeafectoycontestó:«Quizá».

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Todas las perspectivas se cierran en lo invisible, nadie lo duda, pero paraHelen se cerraban, a su entender, demasiado pronto. En cada frase salía larealidadyloabsoluto.QuizáMargaretsehabíavueltoviejaparalametafísicaoquizáHenrylehabíahechoperderpartedesuprimitivointerés,perocreyóque había algo desequilibrado en una mente que con tanta facilidad hacíaañicoslovisible.Elhombredenegociospresuponequelavidaloestodo,elmísticoafirmaquenoesnada;niunoniotrodanenlaverdad.«Sí,querida,yaveo: la verdad está en el medio», habría aventurado la tía Juley unos añosantes.No;laverdad,comotodoloqueestávivo,noestáamitaddecaminodenada.Hayqueencontrarlamediantecontinuasexcursionesaunoyotroreino,porque, si bien la proporción es la clave final, partir de ella es garantía defracaso.

Helen, unas veces corroborando, otras discrepando, habría seguidodiscutiendo hasta la medianoche, pero Margaret, que tenía que hacer elequipaje,centró laconversaciónenHenry.Helenpodíameterseconélasusespaldas, pero ¿tendría la bondad de comportarse educadamente cuandoestuvierapresente?

—Medisgustasinremisión,peroharéloquepueda—prometióHelen—.Acambio,hazloquequierasconmisamigos.

La conversación hizo que Margaret se sintiera mejor. Su vida interiorestabatanseguraquepodíanegociarconlascosasexternasdeunmodoquehabríaparecidoincreíblea la tíaJuleyeimposibleaTibbyoaCharles.Haymomentos en que la vida interior «compensa», en que los años deintrospecciónpracticadasinulteriormotivoadquierenutilidadpráctica.Estosmomentos, hoy por hoy, son escasos en Occidente. El hecho de que seproduzcan alguna vez permite aventurar un futuro mejor.Margaret, aunqueincapaz de entender a su hermana, quedaba a salvo del extrañamiento yregresóaLondresconlamenteserena.

Alamañanasiguiente,alassieteenpunto,sepresentóenlasoficinasdelaImperial and West African Rubber Company. Se alegró de ir allí. Henrysiemprehabíaeludidoeltemadesutrabajoporconsiderarlodemasiadoobviopara describirlo detalladamente y la idea informey vagaque todos tenemosdel continente africano no había hecho más que oscurecer las ideas deMargaretsobrelaprincipalfuentederiquezadeaquellastierras.Lavisitaalasoficinasnoleaclarómucholascosas.Encontrólatípicaebulliciónsuperficialde libros de contabilidad y mostradores bruñidos, barras de metal queempezaban y acababan sin razón aparente, globos eléctricos que brillabanagrupados de tres en tres, pequeñas conejeras cubiertas de cristal o telametálica,pequeñosconejos.Nisiquieracuandopenetróenlasprofundidadesencontrómás que la ordinariamesa y la alfombra persa, y si bien elmapadesplegado sobre la chimeneamostrabaunaporcióndeÁfrica, eraunmapa

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ordinario.Otromapacolgabaenfrenteyrepresentabatodoelcontinente,comounaballenaseñaladaparaobtenergrasa.AsuladohabíaunapuertacerradaatravésdelacuallellególavozdeHenrydictandounacarta«dura».MargarettantopodíaestarenlaPorphyrioncomoenelDempster’sBankoensubodegahabitual. Hoy en día todo se parece. Pero quizá estaba viendo solo el ladoimperialdelaempresaenlugardelafacetaafricanayelimperialismosiemprehabíaconstituidounadesusdificultades.

—¡Un instante!—gritómísterWilcoxal recibiranunciodesupresencia.TocóuntimbreacuyoconjuroaparecióCharles.

Charleshabíaescritoasupadreunacartamuycorrecta.MáscorrectaqueladeEvie,enlaquepalpitabaunaindignacióninfantil.Saludóconcortesíaasufuturamadrastra.

—Esperoquemimujer…¿Cómoestáusted?…esperoquemimujernosdará una comida decente —empezó diciendo—. Le di instrucciones, perovivimosunpocoalestilosalvaje.MimujernosesperaatomareltéunavezhayavistoHowardsEnd.Noséquépensarádeaquellugar.Yonolotocaríaniconpinzas.¡Perosiéntese!Esunlugarcochambroso.

—Megustaráverlo—dijoMargaretsintiéndosetímidaporprimeravez.

—Lo verá usted en el peor momento, porque Bryce se largó el lunespasado sin hacer siquiera que una mujer de faenas lo adecentase un poco.Nunca vi un revoltillomás espantoso. Es increíble.Hace unmes que nadieponelospiesenlacasa.

—Me gustaría tener unas palabras con Bryce —dijo Henry desde elinteriordesudespacho.

—¿Porquésefuetanrepentinamente?

—Esunenfermo;nopodíadormir.

—¡Pobrehombre!

—¿Quépobreniquénarices?—dijomísterWilcoxreuniéndoseconellos—. Tuvo el impudor de poner un tablón de anuncios sin pedirme permiso.Charlesloderribó.

—Sí,loderribé—dijoCharlesconmodestia.

—Leheenviadoun telegramabienduro.Ély soloél es responsabledelmantenimientodelacasadurantelospróximostresaños.

—Lasllavesestánenlagranja;noquisimoscogerlas.

—Exacto.

—Dollylasqueríacoger,peroafortunadamenteallíestabayo.

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—¿CómoesmísterBryce?—preguntóMargaret.

Anadieleimportaba.MísterBryceeraelarrendatarioquenoteníaderechoasubarrendar.Definirlomáshabríasupuestounapérdidadetiempo.Hablaronlargo rato de sus perrerías hasta que una chica trajo la carta insultante quehabíaestadomecanografiando.MísterWilcoxañadiólafirma.

—Yanospodemosir—dijo.

Lesesperabaunviaje encoche,una formade felicidadqueMargaretnocompartía.Charlesleshizoentrar,cortéshastaelfinal,yenunmomentolasoficinasdelaImperialandWestAfricanRubberCompanyseperdieronenladistancia.Peronofueunviajeimpresionante.Quizátuvolaculpaeltiempo,grisypreñadodenubespesadas.QuizáHertfordshirenoestápensadoparalosviajeros motorizados. ¿Sabían ustedes que un conductor, en cierta ocasión,cruzóWestmoreland a tal velocidad que pasó sin verlo?Y siWestmorelandpuede cruzarse en estas condiciones, mal irá una región cuya estructuradelicada requiere un ojo atento. Hertfordshire es lo más tranquilo deInglaterra; poco énfasis de ríos y colinas; es una Inglaterra meditativa. SiDrayton volviera a escribir una nueva versión de su incomparable poema,cantaría a las ninfas deHertfordshire como seres de rasgos indeterminados,con el cabello oscurecido por el humo de Londres. Sus ojos serían tristes,desviados de su destino hacia las llanuras del norte, su jefe no sería Isis oSabrina,sinolaopacaLea.Nollevaríanricosropajesnilasanimaríaladanza;peroseríanverdaderasninfas.

Elcochenoviajabatanrápidocomohabíansupuesto,pueseltráficodelosdíasdePascuaatestabalacarreteradelNorte.PerofuelobastanterápidoparaMargaret, persona de poco temple, que tenía la cabeza llena de gallinas yniños.

—No les pasa nada —dijo míster Wilcox—. Ya aprenderán, como lasgolondrinasyloscablestelefónicos.

—Sí,peromientrasaprenden…

—Loscochessonunarealidadincontrovertible—respondióél—.Hayquehacersealaidea.Ahíhayunaiglesiamuybonita…vaya,nolahasvisto.Mirahaciaotrolado,sitepreocupalacarretera…Miraelpaisaje.

Margaretmiróelpaisajequesubíaybajabayseagitabacomounflan.Enunmomentodadosesolidificó:habíanllegado.

La casa de Charles quedaba a la izquierda; a la derecha, las formasabultadasde losSeisTúmulos.AMargaret le sorprendióqueaparecieranensemejantevecindad.Supresencia interrumpía lahilerade residenciasqueseagolpabanhaciaHilton.Másalláde los túmulosvio lospradosyunbosque

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bajo el cual decidió que yacían enterrados los mejores soldados. Odiaba laguerra, pero le gustaban los soldados: era una de sus deliciosasincongruencias.

Ahí estaba Dolly, vestida de punta en blanco, de pie en la puerta pararecibirles,yallíestabanlasprimerasgotasdelluvia.Entraronalegrementealacarreraenlacasaytrasunalargaesperaenelsalónsesentaronacomer«alestilo salvaje»enelquecadaplatoocultabaoexudabacrema.MísterBrycefue el tema principal de la conversación. Dolly relató la visita de este y elincidentede la llaveysusuegrodivirtióa lospresentes tomándoleelpeloycontradiciendo cuanto decía. Al parecer, era costumbre reírse de Dolly.TambiéntomóelpeloaMargaretyesta,arrancadadesumeditación,letomóelpeloaél.Dollyparecíasorprendidaylamirabaconcuriosidad.Despuésdecomerbajaronlosniñosalcomedor.AMargaretnolegustabanlosniños,perologróalgúnéxitoconeldedosañosehizoreírmuchoaDollyhablándoleconseriedad.

—Dalesunbesoyvámonos—dijomísterWilcox.

Margaretsedispusoasalir,perosenegóabesaralosniñosalegandoqueteníamuymalasuerteconlospequeñosyaunqueDollyprofiriócuchi-cuchisymequi-mequis,semantuvoensustrece.

Por entonces llovía a cántaros. Llegó el coche con la capota puesta yvolvióaperderelsentidodelespacio.AlospocosminutossepararonyCraneabriólapuertadelvehículo.

—¿Quésucede?—preguntóMargaret.

—¿Túquécrees?—preguntóHenry.

Habíaunporcheantesusnarices.

—¿Yahemosllegado?

—Sí.

—¡Nuncalohubieracreído!Haceañosmeparecíalejísimos.

Sonriente, pero un poco desilusionada, saltó del coche y su impulso lallevóhastalapuertadeentrada.IbaaabrirlacuandoHenrydijo:

—Novalelapenaquelointentes,estácerrada.¿Quiéntienelallave?

Comoélmismosehabíaolvidadode recoger la llavede lagranja,nadiecontestó.MísterWilcoxquiso saberquiénhabíadejadoabierta la cancela, aresultas de lo cual una vaca había entrado en el jardín y estaba echando aperderelcéspeddelcampodecroquet.Luegodijountantomolesto:

—Margaret, espérame a cubierto. Iré a buscar la llave. Está amenos de

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cienyardasdeaquí.

—¿Puedoircontigo?

—No;estarédevueltaenunabrirycerrardeojos.

El cochediomediavuelta, se alejóy fue comosi sehubiese alzadounacortina.

PorsegundavezenaqueldíaMargaretasistióalaaparicióndelatierra.

AllíestabanlosciruelosqueHelenhabíadescritotiempoatrás,lapistadetenis,elsetoqueseaugurabadeslumbranteconlasrosasdejunio,perocuyavisión en aquellosmomentos era de un verde negruzco y pálido. Junto a lacañada, otros coloresmás vivos se despertabany en susmárgenes los liriosmontaban guardia o avanzaban en batallones sobre el césped. Los tulipanessemejabanunabandejade joyas.Nopudoverelolmo,perouna ramade lacélebre parra, salpicada de nudos aterciopelados, había cubierto el porche.Margaretsequedóasombradadelafertilidaddelatierra.Nuncahabíaestadoenunjardíndondelasfloresfuerantanhermosas;inclusolashierbassilvestresquedistraídamente arrancabadel porche erandeunverde intenso. ¿Porquéhabría huido el pobremíster Bryce de aquella belleza? PorqueMargaret yahabíadecididoqueaquelparajeerabello.

—¡Vacatraviesa!¡Fueradeaquí!—gritóMargaretalavacasinlamenorindignación.

La lluvia arreció vertida por un cielo sin viento, salpicando el letrero deanuncioquereposabaenelcésped,dondeCharleslohabíaarrojado.LehabríagustadohablarconCharlesenotromundo,enelmundodondese tienen lasconversaciones. ¡Caramba! ¡A Helen le gustaría esta idea! Charles muerto,todoelmundomuerto,nadavivosalvolascasasylosjardines.Loevidente,muerto;lointangible,vivo,sinconexiónalgunaentreambos.Margaretsonrió.¡Ojalásuscaprichosfuerantanclaros!Sonriendoysuspirandoapoyólamanoenlapuerta.Lapuertaseabrió.Lacasanoestabacerrada.

Dudó.¿NoseríamáscorrectoesperaraHenry?Margaretteníaunsentidomuyacusadode la propiedadyprefería que él le enseñase la casa.Por otraparte,él lehabíadichoquesemantuvieseacubiertodelalluviayelporcheteníafiltraciones.Entróylacorrientedeairecerrólapuertaasusespaldas.

Larecibióladesolaciónmásabsoluta.Enlasventanasdelvestíbulohabíahuellasdededossucios;tuberíasyescombrosseapilabancontralamadera.Lacivilización del bagaje había estado allí durante un mes y luego habíalevantadoelcampo.Elcomedoryelsalón,aderechae izquierda,se intuíanporelpapeldelasparedes.Soloeranhabitacionesenlasqueguarecersedelalluvia.Unagranvigacruzabaeltecho.Elcomedoryelvestíbulodejabanver

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las suyas abiertamente, pero el salón estaba cubierto por un cielo raso. ¿Talvez porque los hechos de la vida debían ocultarse a las mujeres? Salón,comedor,vestíbulo, ¡quédelicadosnombres!Simpleshabitacionesdonde losniñospodíanjugarylosamigosguarecersedelalluvia.Sí,eranhermosas.

Abrió una de las puertas de enfrente —había dos— y las paredesempapeladas se convirtieron en paredes encaladas. Era el ala del servicio,aunque Margaret apenas se dio cuenta: solo más habitaciones donde losamigospodían encontrar cobijo.El jardín en laparte trasera estaba llenodecerezosyciruelos.Másalláseinsinuabaelpradoyunnúcleonegrodepinos.Sí,elpradoerahermoso.

Enclaustrada por el tiempo inclemente,Margaret recuperó el sentido delespacio que el coche había intentado robarle. Recordó que diez millascuadradasnosondiezvecesmáshermosasqueunamillacuadradayquemilmillascuadradasnosonelparaíso.Elfantasmade lagrandeza,queLondresfomenta, se desvaneció para siempre cuandoMargaret cruzó el vestíbulo deHowardsEndyentróenlacocinayoyólalluviaquecorríaaunoyotroladodeltejado,divididaporelcanalón.

RecordóaHelenescudriñandomedioWessexdesdeelbordedelosDownsdePurbeckydiciendo:«Algotendrásqueperder».Margaretnoestabasegura.Por ejemplo, podía duplicar su reino abriendo la puerta que ocultaba laescalera.

Pensó en el mapa de África, en los imperios, en su padre, en las dosnaciones dominantes cuya sangre caliente corría en partes iguales por susvenas, pero cuyamezcla había enfriado su cerebro.Volvió al vestíbulo y alhacerlooyóresonarlacasa.

—¿Erestú,Henry?—preguntó.

Nohuborespuesta.Lacasaresonódenuevo.

—Henry,¿erestú?

Eraelcorazóndelacasaquepalpitabadébilmentealprincipio,luegomásfuerte,marcialmente.Elsonidodominabalalluvia.

Laimaginaciónhambrientatienemiedo;labienalimentada,no.Margaretabriódegolpelapuertaquedabaalasescaleras.Unruidocomodetamboreslaensordeció.Unamujer,unaanciana,bajaba,conelcuerpoerguido,elrostroimpasible,loslabiosabiertosquedecíansecamente:

—¡Ah!Vaya,latoméporRuthWilcox.

—¿Yo?¿MistressWilcox…?—balbuceóMargaret.

—Unailusión,naturalmente…unailusión.Tieneustedsumismamanera

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deandar.Buenosdías.

Ylamujersalióyseperdióenlalluvia.

Capítulo24

—¡Menudo susto le dio! —dijo míster Wilcox al relatar el incidente aDollyalahoradelté—.Lasmujeresnotenéisentereza.Claro,lleguéyoyconunapalabra lo arreglé todo,peroesa tontademissAvery…Tediounbuensusto,¿verdad,Margaret?Cuandoteencontréestabasinmóvilyapretandounpuñadodehierba.¡Esamujer!Podríahaberdichoalgo,enlugardebajar lasescaleras con aquella caperuza inverosímil en la cabeza.Me la crucé por elcamino cuando regresaba. Era capaz de asustar al mismísimo automóvil.SupongoqueamissAveryleencantaserunpersonaje,comoalamayoríadelas viejas solteronas—encendió un cigarrillo—. Es su último recurso.Diossabe loque estaríahaciendo en la casa, aunque esto es asuntodeBryce, nomío.

—No fui tanpusilánime como tú sugieres—dijoMargaret—.Measustéporquelacasahabíaestadosilenciosatodoelrato.

—¿La tomaste por un fantasma? —preguntó Dolly, para quien «losfantasmas»e«iralaiglesia»eranelcompendiodetodoloinvisible.

—Noexactamente.

—Laverdadesqueteasustó—dijoHenry,queestabalejosdedisuadiralasmujeresdesucobardía—.¡PobreMargaret!Ycontodalarazón.Laclasebajaesdelomásidiota.

—¿Miss Avery pertenece a la clase baja? —preguntó Margaret, y sedescubrióasímismaestudiandoelestilodedecoracióndelsalóndeDolly.

—Forma parte de la granja. Esta gente es incapaz de hacerse unacomposicióndelugar.Dioporsentadoquetúsabíasquiénera.DejólasllavesdeHowardsEnd en la entrada y supuso que las habías visto al entrar y lashabías cogido, que cerrarías la casa y una vez hecho esto las devolverías.Mientrastantosusobrinaibaarribayabajobuscándolasporlagranja.Lafaltadeeducaciónhacealagentedescuidada.HiltonestaballenodemujerescomomissAverytiempoatrás.

—Quizánomehabríadisgustado.

—Sí,ocomoel regalodebodaquemehizomissAvery—dijoDolly, locualerailógico,perointeresante.PormediodeDolly,Margaretibaaaprender

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muchascosas.

—PeroCharlesdijoquenoteníaquetomármeloamal,porquemissAveryhabíaconocidoasuabuela.

—Comosiempre,hascontadolahistoriamal,miqueridaDorothea.

—Bueno, quiero decir a su bisabuela, la que dejó la casa a mistressWilcox. ¿No es cierto que eran amigas ellas dos y miss Avery cuandoHowardsEndtodavíaeraunagranja?

Su suegroechóunchorrodehumo.Suactitudcon respectoa sudifuntaesposaeracuriosa.Solíaaludiraellauoírquehablabandeella,perojamáslamencionaba por su nombre. No estaba interesado en el oscuro y bucólicopasado.Dolly,encambio,síqueloestabaporlasrazonessiguientes:

—¿NoteníamistressWilcoxunhermano…oquizáuntío?Bueno,fueraloquefuese,lehizoproposicionesmatrimonialesamissAveryyestaledijoqueno. Imagínate, si llega a decir «sí», habría sido la tía de Charles. Huy, québueno.«LatíadeCharles».Estanocheleharérabiarconesto.Elhombreencuestiónsefuey lomataron.Estavezestoyseguradehaberlocontadobien.TomHoward,esefueelúltimodelosHoward.

—Esocreo—dijomísterWilcoxconindiferencia.

—Es curioso.HowardsEnd: el Fin de losHowards—exclamóDolly—.Estatardeestoyocurrente,¿eh?

—¿PorquénopreguntasaCranesitambiénélhallegadoasufin?

—MísterWilcox,¿quéquieredecir?

—Que si ha terminado el té, tendríamos que irnos. Dolly es una mujerexcelente—continuó—,perotienelacabezaapájaros.Yonopodríavivirasuladoaunquemepagasen.

Margaret sonrió. LosWilcox, que presentaban un frente unido a los deafuera,nopodíanvivirlosunosalladodelosotros,nisiquieraalladodelasposesionesdelosotros.Teníanelespíritucolonialquelesimpulsabaabuscarun lugar donde el hombre blanco pudiera depositar sus bártulos sin serobservado. Naturalmente, vivir en Howards End era imposible en tanto lajovenparejasiguieraestablecidaenHilton.LasobjecionesquemísterWilcoxponíaalacasaestabanahoraclarascomoelagua.

Cranehabíaterminadosutéyfueenviadoalgaraje,dondeelcochehabíaestadosalpicandodeaguaenfangadaaldeCharles.Elaguacerohabíacaladoseguramente los Seis Túmulos, llevando noticias de nuestra inquietacivilización.

—Curiosos promontorios —dijo Henry—, pero ahora entra; en otra

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ocasión…—teníaqueestarenLondresalassieteo,aserposible,alasseisymedia.UnavezmásMargaretperdiólanocióndelespacio;unavezmáslosárboles, las casas, la gente, los animales y las colinas emergieron y sesumieronenlasuciedad.YaestabaenWickhamPlace.

Pasó una noche agradable. El sentimiento de flujo que la habíaobsesionadodurantetodoelañodesaparecióduranteunrato.Olvidóelbagaje,el automóvil, los hombres apresurados que saben mucho y conectan poco.Recobró el sentido del espacio, base de la belleza terrena y, partiendo deHowardsEnd,intentóentenderInglaterra.Nolologró:lasvisionesnovienencuando se las busca, aunque pueden venir por medio de la búsqueda. Noobstante,uninmensoamorporlaislasedespertóenella,unamorrelacionadoporunladoconlosplaceresdelacarne,porotro,conloinefable.Helenysupadrehabíanconocidoesaclasedeamor,elpobreLeonardBastluchabaporconocerlo, pero para Margaret había estado oculto hasta aquella tarde. LehabíasobrevenidoatravésdelacasaydemissAvery.Atravésdeambas.Lanoción de «a través de» persistía; su espíritu trémulo se encaminaba a unaconclusión que solo un necio habría expresado en palabras. Luego, virandohacialacalidez,sefundióconlosladrillosrojos, losciruelosenflorytodaslasalegríastangiblesdelaprimavera.

Henry,unavezcalmadasuagitación,lahabíallevadoadarunavueltaporsupropiedadylehabíaexplicadoeldestinoylasdimensionesdelasdistintashabitaciones.Habíaesbozadolahistoriadeaquelpequeñopatrimonio.

—Esmuytriste—empezóelmonólogo—quenoseinvirtiesedineroaquíhacecincuentaaños.Entonceselterrenoeracuatroocincovecesmayordeloque es ahora: treinta acres, por lo menos. Se podría haber hecho algo: unpequeño parque o, almenos, un pequeño arbolado, y reedificar la casamáslejosdelacarretera.¿Dequésirveahora?Noquedamásqueelprado,yhastaesoestabahipotecadocuandomehicecargodeél;sí,ylacasatambién.No,no fue divertido—Margaret vio a las dosmujeresmientras él hablaba, unavieja, la otra joven, viendo esfumarse su heredad. Las vio saludar a Henrycomo a un libertador—. La mala administración tuvo la culpa de todo;además,losdíasdelasgranjaspequeñasyahanpasado.Norinden,exceptoencultivosintensivos.Lapequeñapropiedad,lavueltaalatierra…¡habladuríasfilantrópicas!Tenpornormaquenadarindeapequeñaescala.Lamayoríadelterreno que ves—estaban en una ventana superior, la única que miraba aloeste—pertenecealosdueñosdelparque:hicieronfortunaenelcobre;buenagente.LagranjademissAvery, ladeSishe,esaquellamanelCommon,allídondeseveaquellaencinapartida,todascayeron,unatrasotra,yestatambién—peroHenrylahabíasalvado;sinhermososniprofundossentimientos,perola había salvadoyMargaret le quiso por aquella hazaña—.Cuando tuve unpocomás de control hice lo que pude: vendí los dos animales ymedio que

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había y el caballo sarnoso, me deshice de los aperos jubilados; derribé lasdependenciasexteriores;desequéloscampos;arranquénosécuántosarbustosyárbolesviejos,ydentrodelacasaconvertí lacocinaenvestíbulo,construíunacocinadetrás,dondeantesestabalavaquería.Luegovinoelgarajeytodolodemás.Peroaúnsevequehasidounagranja.Sinembargo,estelugarnogustaráaningunadetusamistadesartísticas.

En efecto, no gustaría; si él no había podido entender aquel lugar, las«amistadesartísticas»menosaúnloentenderían:eraInglaterra,yelolmoquevio desde la ventana era un olmo inglés. Nada la había preparado paraenfrentarse a supeculiar hermosura.No eraunguerreroni un amanteni undios; Inglaterranodestacaenningunodeestoscometidos.Erauncamarada,inclinado sobre la casa; fuerza y aventura en sus raíces, pero en sus dedos,ternura; y la circunferencia que doce hombres no habrían podido rodear sevolvíaevanescentealfinal,hastaqueunpuñadodecapullospálidosparecíanflotar en el aire. Era un camarada. La casa y el árbol trascendían cualquiersímilsexual.Margaret,asolasensucasa,pensabaenelloscomoibaahacerlomuchas noches ventosas ymuchos días londinenses, pero compararlos a unhombre y una mujer minimizaba la visión. Con todo, ambos se manteníandentro de los límites de lo humano. Su mensaje no era un mensaje deeternidad,sinodeesperanzaaesteladodelatumba.Mientrascontemplabaalunodesdeelotro,habíabrilladounarelaciónmásauténtica.

Unacosamásyelrelatodeldíatermina.Entraronunmomentoeneljardíny,congransorpresademísterWilcox,Margaretdemostróhaberestadoenlocierto.

Dientes,dientesdecerdoaparecíanenlacortezadelolmo;solosobresalíalablancapuntadelosdientes.

—¡Extraordinario!—exclamóél—.¿Quiéntelodijo?

—Oí hablar de ellos un invierno, enLondres—fue la respuesta, porquetambiénMargaretevitabamencionarelnombredemistressWilcox.

Capítulo25

Evie se enteró del compromiso matrimonial de su padre cuando iba aparticiparenuncampeonatodetenisehizounpartidodesastroso.Casarseyabandonarle le había parecido natural, pero que él, una vez solo, hiciera lomismo le parecía indigno. Además, Charles y Dolly decían que era por suculpa.

—Yonuncapudeimaginarmeunacosaasí—refunfuñóEvie—.Papáme

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llevó a visitarla una y otra vez y me hizo invitarla a Simpson. Bien, heterminadodeltodoconpapá.

Másaún,erauninsultoalamemoriadesumadre,enesoestabantodosdeacuerdo,yaEvieseleocurriólaideadedevolverlosencajesylasjoyasdemistressWilcox.Noestabamuyseguradelobjetodesuprotesta,peroasusdieciochoañoslaideadelarenuncialeparecíaimportante,tantomáscuantoqueletraíansincuidadolosencajesylasjoyas.DollysugirióquePercyCahilly ella fingieran romper su compromiso y quizá entonces míster Wilcox sepelearíaconmissSchlegelyromperíaelsuyo;oquehicieranveniraPaul.Alllegar a este punto Charles le dijo que no siguiera diciendo tonterías. Eviedecidió casarse lo antes posible; no era conveniente zascandilear con lasSchlegelechándoleelojo.Lafechadelaboda,enconsecuencia,seadelantódeseptiembreaagostoy,conlaborracheradelosregalos,Evierecobrógranpartedesubuenhumor.

Margaretseenteródequelereservabanunpapelenlafunción,yunpapelimportante.Seríaunamagníficaoportunidad—dijoHenry—paraconocer asu círculo de amistades. Acudiría sir James Bidder y todos los Cahill, losFussell y su cuñada, mistress Warrington Wilcox, que afortunadamenteacababa de regresar de su periplo alrededor del mundo. Margaret amaba aHenry,perosucírculodeamistadeseraotrocantar.MísterWilcoxnoteníalavirtudderodearsedegenteagradable;adecirverdad,paraunhombredesuhabilidad y sus cualidades, sus elecciones habían sido particularmentedesafortunadas. No tenía ningún criterio selectivo, aparte de una ciertapreferenciaporlamediocridad.Secontentabaconorganizarunadelascosasmás importantes de la vida de un modo accidental, y así, mientras susinversiones eran acertadas, sus amistades eran desacertadas. Solía decir aMargaret: «Fulano de Tal es un gran muchacho, un tipo excelente» y, alconocerle, resultaba ser un bruto o un pelmazo. SiHenry hubieramostradoverdaderoafectoporeltipoencuestión,ellalohabríacomprendido,porqueelafecto lo justifica todo. Pero Henry parecía carecer de sentimientos alrespecto.El«tipoexcelente»podíaconvertirseencualquiermomentoen«untipoalquenuncaconsiderévalioso,ymenosahora»,unobjetoquearrojabaalegremente al olvido. Margaret había hecho lo mismo cuando era unacolegiala. En la actualidad nunca olvidaba a nadie por quien una vez sehubiese interesado. «Conectaba», aunque la conexión pudiera ser amarga, yesperabaqueHenry,andandoeltiempo,haríalomismo.

EvienoibaacasarseenDucieStreet.Teníaelcaprichodealgo«rural»y,porotraparte,nohabríanadieenLondresporaquellasfechas,demodoqueasentó sus reales en Oniton Grange por unas semanas, las proclamasmatrimonialessepublicarondebidamenteenlaiglesiaparroquialyduranteunpardedíaslapequeñavilla,aletargadaentrecolinasrojizas,sedesvelóporel

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ruidodenuestracivilizaciónyseapartódelacarreteraparadejarpasoa losautomóviles. Oniton era un descubrimiento de míster Wilcox, undescubrimientodelquenosesentíamuyorgulloso.Estabapróximoalalíneadivisoria con elPaís deGales y era tandifícil de accesoquemísterWilcoxconsideróquedebíadeseralgomuyespecial.Ensusuelosealzabauncastilloderruido.Pero,unavezallí,¿quésepodíahacer?Lacazaeramala;lapesca,indiferenteylasmujeresdelafamiliadefiníanelpaisajecomo«nadadelotromundo».ResultóserqueellugarsehallabaenelsitiomalodeShropshire—¡maldito sea!—y aunquemísterWilcox jamás criticaba sus propiedades envozalta,esperabalaoportunidaddequitárselodeencimaysalirhuyendo.LabodadeEvieibaaserlaúltimaapariciónenpúblicodeaquellugar.Nobienencontraron un inquilino, el lugar se convirtió en «una cosa que nuncaencontróvaliosaymenosahora»y,aligualqueHowardsEnd,sedesvanecióenellimbo.

Noobstante,OnitonestabadestinadoacausarunaimpresiónduraderaenMargaret.Creíaqueibaasersufuturohogaryanhelabaentablarrelaciónconel cura, etcétera, y a ser posible, tomar contacto con la vida local. Era unatípicavillademercado,delasmáspequeñasdeInglaterra,quehabíaservidoalvallesolitariodurantesiglosydefendidonuestroslímitescontralosceltas.A pesar de las circunstancias, a pesar de la torpe hilaridad que acogió suentrada en el compartimento reservado en la estación de Paddington, lossentidosdeMargaretestabandespiertosyalerta,yaunqueOnitonacabaríaporserunodesusinnumerables«maloscomienzos»,nuncaloolvidó,niolvidólascosasqueallísucedieron.

Elgrupo londinensesoloconstabadeochopersonas: losFussell,padreehijo, dos damas angloindias llamadas mistress Plynlimmon y lady Edser,mistressWarringtonWilcoxy suhijay,porúltimo,esa jovencitadelicadaytranquila que no falta en ninguna boda y que contemplaba con interés aMargaret, la elegida. Dolly estaba ausente, un acontecimiento doméstico laretenía en Hilton; Paul había enviado un telegrama humorístico; Charlesesperaba al grupo con tres coches en Shrewsbury;Helen había declinado lainvitación;Tibbynisiquierahabíarespondido.Laorganizacióneraexcelente,como cabía esperar de todo lo que emprendía Henry. Por doquier quedabapatentesuinteligenciasensataygenerosaenelfondo.Apenasllegaronaltrenlos invitados cayeron bajo su hospitalidad; una etiqueta especial para suequipaje,unguía,unacomidaespecial.Losinvitadosnoteníanotracosaquehacermás quemostrarse contentos y, a ser posible, guapos.Margaret pensócondesmayoensuspropiasnupcias,presumiblementebajolaorganizacióndeTibby. «MísterTheobaldSchlegel ymissHelenSchlegel tienen el honordeinvitar a mistress Plynlimmon con ocasión de la boda de su hermanaMargaret».Lafórmularesulta increíble,peroprontohabríaque imprimirlayenviarla y, aunque Wickham Place no tenía por qué competir con Oniton,

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debía alimentar con propiedad a sus huéspedes y proveerlos de sillassuficientes. Su boda sería desastrosa o burguesa y Margaret albergaba laesperanza de que fuese esto último. Una función como la presente,escenificadaconunapulcritudrayanaen labelleza,quedabamásalládesucapacidadydeladesusamigos.

ElsuntuosoronroneodeunGreatWesternExpressnoesmalfondoparauna conversación y el viaje transcurrió de un modo placentero. Imposiblesobrepasarlaamabilidaddelosdoscaballeros.Levantaronlasventanillasparaalgunasdamas, las bajaronpara otras, llamaron al servicio, identificaron loscolegioscuandoel trenatravesóOxford,agarraronlibrosobolsosenelactodecaeralsuelo.Y,sinembargo,nohabíanadaremilgadoensucortesía:teníauntoquedePublicSchooly,aunqueasidua,nodejabadeserviril.EnnuestroscamposdejuegosehanganadomásbatallasqueenWaterloo,yMargaretsesometióaeseencantoconelquenoestabadeltododeacuerdoynodijonadacuandoloscolegiosdeOxfordfueronidentificadoserróneamente.«YDiosloscreóhombreymujer».ElviajeaShrewsburyconfirmóestadudosaafirmaciónyellargosalóndecristal,quesemovíacontantafacilidadyeratancómodo,seconvirtióenelinvernáculodelaideadelsexo.

EnShrewsburyelaireerafresco.Margaretansiabapaisajesy,mientraslosdemásacababansutéenelCuervo,seagencióuncocheydiovueltasporlaasombrosaciudad.SuchófernoeraelfielCrane,sinounitalianoempeñadoenhacerlellegarconretraso.Charles,relojenmanoaunquesintorcerelgesto,hacíaguardiaenlapuertadelhotel.LedijoaMargaretquenosepreocupase,quenoeralaúltimanimuchísimomenos.Luegosezambullóenelbaryseleoyó decir: «Por el amor de Dios, metan prisa a las mujeres; no saldremosnunca»,yaAlbertFussellreplicar:«Quelohagaotro,yoyahecumplidomiparte»,yalcoronelFussellopinarquelasmujeresseestabanacicalandoparaimpresionar. En aquel momento apareció Myra —la hija de mistressWarrington—,alaqueCharles,comoprimosuyoqueera,reprendióunpoco:había cambiado su elegante sombrero de viaje por un sombrero deautomovilista. Luego llegó la propia mistressWarrington, precediendo a lachica delicada y tranquila. Las dos damas angloindias eran siempre lasúltimas;lasdoncellas,elguíayelequipajepesadohabíansidoenviadosyaporuna línea secundaria a una estación próxima a Oniton, pero aún quedabancinco sombrereras por embalar, y cuatro bolsas con trajes, y cincoguardapolvosqueponerseyquitarseenelúltimomomento,yaqueCharleslosdeclaró innecesarios.Loshombres lo presidían todo conun inagotable buenhumor.AesodelascincoymedialaexpediciónestabapreparadaypartiódeShrewsburyporelPuentedeGales.

Shropshire no era taciturno como Hertfordshire. Aunque el rápidomovimientolesprivabadelamitaddesumagia,aúntransmitíaelsentidode

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lascolinas.SeaproximabanaloscontrafuertesqueempujanalSevernhaciaelesteyloconviertenenunríoinglés,yelsol,quebrillabasobreloscentinelasde Gales, les daba directamente en los ojos. Una vez recogido un nuevoinvitado,volvieronalsurevitandolasmontañasmásaltas,peroconscientesdealgunacimaocasional,redondaymansa,cuyocoloridodiferíaencalidaddelde la tierra del llano y cuyos contornos se alteraban más lentamente. Elmisteriotranquiloibaenaumentobajoloshorizontesoscilantes:elPoniente,como siempre, se retiraba con un secreto que tal vez no vale la penadesentrañar,peroquenuncadescubriráelhombrepráctico.

Losviajeroshablabandelareformatributaria.

MistressWarrington acababa de regresar de las colonias. ComomuchosotroscríticosdelImperio,subocahabíasidoamordazadaconcomidaysoloteníapalabrasparaensalzarlahospitalidaddequehabíasidoobjetoypreveníaa la madre patria de los peligros que encerraba la tendencia a dar un tratoligero a los jóvenes titanes. «Amenazan con proclamarse independientes—exclamaba—, ¿y a dónde iríamos a parar, en tal caso?Miss Schlegel, tieneustedquedisuadir aHenryparaque semantenga firme en lo de la reformatributaria,¿lohará?Esnuestraúltimaesperanza».

Margaret se confesó alegremente partidaria del otro lado y ambasintercambiaron citas de sus respectivos manuales mientras el coche lastransportaba a lo profundo de las colinas. Eran estas más curiosas queimpresionantes,yaquesuscontornoscarecíandebellezaylosrosadospradosde sus cimas semejaban pañuelos de un gigante puestos a secar. Algúnesporádico afloramiento rocoso, algún bosque ocasional, una «tundra»fortuita,marróny sinárboles, todo sugeríaqueestabana laspuertasdeunatierra salvaje, pero el colordominante eraunverde agrícola.El aire sehizomás frío; acababande superar elúltimodesnivelyOniton se extendíaa suspies,consuiglesia,suscasasradiantes,sucastilloysupenínsula,formadaporunmeandrodelrío.Juntoalcastillosealzabaunamansióngris,desprovistadecarácter, pero agradable, cuyos aledaños se alargaban por el istmo de lapenínsula:esetipodecasaqueseconstruíaenInglaterraaprincipiosdelsiglopasado,cuandolaarquitecturaeraaúnunaexpresióndelcarácternacional.Eralagranja,señalóAlbertporencimadelhombro.Pisóelfreno,elcocheredujovelocidadysedetuvo.

—Lo siento—dijo volviéndose—.Tenga la bondad de apearse…por lapuertadeladerecha.Salgan.

—¿Quéhaocurrido?—preguntómistressWarrington.

El coche que venía tras ellos se detuvo y se oyó la voz de Charles quedecía:«Saqueninmediatamentealasmujeres».Hubounconcursodevaronesy Margaret y sus compañeras fueron extraídas y colocadas en el segundo

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automóvil. ¿Qué había ocurrido?Cuando arrancaban de nuevo, la puerta deuna alquería se abrió y una muchacha prorrumpió en un alarido salvajedirigidoaellos.

—¿Quésucede?—gritaronlasdamas.

Charlescondujounascienyardassinhablaryluegodijo:

—Nopasanada.Sucocheacabadeatropellaraunperro.

—¡Para!—gritóMargarethorrorizada.

—Nosehahechonada.

—¿Seguroquenosehahechonada?—preguntóMyra.

—No.

—¡Porfavor,para!—dijoMargaretinclinándosehaciaél.Ibadepieenelcocheysusacompañanteslasujetabanporlasrodillas—.Quierovolver.Para,porfavor.

Charlesnolehizoelmenorcaso.

—HemosdejadoamísterFussell—dijootro—,aAngeloyaGrane.

—Sí,peroaningunamujer.

—Supongoqueunpocode…—mistressWarringtonserascólapalmadelamano—,serámásadecuadoquecualquieradenosotras.

—La compañía de seguros se hará cargo de todo—señaló Charles— yAlbertllevaráacabolasnegociaciones.

—Apesardetodo,insistoenquequierovolver—repitióMargaretirritadapormomentos.

Charles no le hizo caso. El coche, sobrecargado con las refugiadas,continuabasumarchamuylentamentecolinaabajo.

—Yaestánloshombres—corearonlasotras—.Loshombresloarreglarán.

—Los hombres no pueden arreglarlo. ¡Oh! Esto es ridículo, Charles, tedigoquepares.

—Novalelapenaparar—dijoCharlesrecalcandosuspalabras.

—¿Ah, no? —dijo Margaret, y saltó del automóvil. Cayó sobre susrodillas, se rompió los guantesy se le quedó el sombrero colgando sobre laoreja.Unosgritosdealarmalasiguieron.

—¿Sehahechousteddaño?—exclamóCharlessaltandoasulado.

—¡Porsupuestoquemehehechodaño!—dijoMargaret.

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—Lesangralamano.

—Yalosé.

—Estomevaacostarunabuenabroncademipadre.

—Teníasquehaberlopensadoantes,Charles.

Charlesnuncasehabíaencontradoantesenunasituaciónsemejante.Unamujerrebeldesealejabacojeandoyestavisiónleresultabademasiadoextrañapara provocarle ira. Se recobró cuando los demás se reunieron con ellos: aesossílosentendía.Lesordenóvolver.VieronaAlbertFussellquesedirigíahaciaellos.

—¡Asuntoarreglado!—dijo—.Noeraunperro,eraungato.

—¡Vaya!—exclamóCharlesconairedetriunfo—,soloeraunasquerosogato.

—¿Cabeunomásenelcoche?Dejécorrerelasuntoencuantoviquenoeraunperro;loschóferesestánarreglándoseconlachica.

Margaretsiguióandandocondecisión.¿Porquéteníanquearreglarseloschóferes con la muchacha? Las mujeres que se refugiaban detrás de loshombres, los hombres que se refugiaban detrás de los criados… todo elsistemaestabamal;yellaibaadesafiarlo.

—¡MissSchlegel,sehaheridoustedenlamano!

—Voyaver—dijoMargaret—.Nomeespere,místerFussell.

Elsegundocochedoblólacurva.

—Yaestáarreglado,señora—dijoCrane.Habíaadquiridolacostumbredellamarla«señora».

—¿Quéestáarreglado?,¿elgato?

—Sí,señora.Lachicarecibiráunacompensación.

—Era una chica muy ruda —dijo Angelo desde el tercer coche,pensativamente.

—¿Nolohabríasidousted?

Elitalianoextendiólasmanos,dandoaentenderquenohabíapensadoenserrudo,peroqueestabadispuestoaserlosiaellalecomplacía.Lasituaciónsehabíavueltoabsurda.LoscaballerosmosconeabanentornoamissSchlegelconofertasdeasistenciayladyEdserempezóavendarlelamano.Margaretserindió, disculpándose ligeramente. La condujeron de nuevo a su coche ypronto el paisaje volvió a recobrar su movimiento, desapareció la solitariaalquería, el castillo se apoltronó en su cojín de césped.Habían llegado. Sin

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dudaMargaret había hecho el ridículo, pero sintió que todo el viaje desdeLondreshabíasidoirreal.Losinvitadosnoteníanrelaciónconlatierraysusemociones.Eranpolvo,unolormaloyunacharlacosmopolita.Lamuchachacuyogatoacababandematarhabíavividomásintensamentequeellos.

—Oh,Henry—exclamó—,hesidomuytraviesa—habíadecididoadoptaraquella actitud—. Atropellamos a un gato. Charles me dijo que no saltase,peroyoquería¡ymira!—leenseñólamanovendada—.LapobreMegsediounbuentrompazo.

Míster Wilcox se quedó perplejo. En traje de etiqueta esperaba a sushuéspedesenelvestíbuloparadarleslabienvenida.

—Creyendoqueeraunperro—añadiómistressWarrington.

—Ah,unperroeselmejoramigodelhombre—dijoelcoronelFussell—.Cadavezqueveaunperromeacordarédeusted.

—¿Tehashechodaño,Margaret?

—Nadaimportante;además,eslamanoizquierda.

—Bien,dateprisaycámbiate.

Obedeció y lomismo hicieron los demás.MísterWilcox se volvió a suhijo.

—Dime,Charles,¿quéhaocurrido?

Charles fue absolutamente honesto. Describió lo que creía que habíasucedido. Albert había aplastado un gato, miss Schlegel había perdido elcontrol de sus nervios, como podría haberle ocurrido a cualquiermujer. Lahabían conducido al otro coche, pero cuando este estaba enmarcha, saltó apesardeloquelehabíandicho.Despuésdecaminaruntrechoporlacarretera,secalmóydijoquelosentía.MísterWilcoxaceptólaexplicacióndesuhijo,ignorandoqueMargaret lahabíapreparadohábilmente.Encajabademasiadobienconsuconceptodelanaturalezafemenina.Enelsalón,despuésdecenar,elcoronelapuntó laopinióndequemissSchlegelhabíasaltadopormalicia.Recordaba él queunavez, hacíayamuchos años, en el puertodeGibraltar,unajoven,unajovendegranbelleza,habíasaltadoporlabordadeunbarcopor una apuesta. Aún le parecía estarla viendo, y a todos los chicosarrojándose al mar detrás de ella. Pero tanto Charles como míster WilcoxconvinieronenqueprobablementesetratabadelosnerviosenelcasodemissSchlegel. Charles estaba deprimido. Aquella mujer tenía agallas. Todoterminaríamal,peroantesharíasufrirmuchoasupadre.Salióadarunpaseopor la explanada del castillo para reflexionar sobre el asunto. La noche eradeliciosa.ElríomurmurabaasualrededorportresladosllenodemensajesdePoniente;sobresucabeza,lasruinasrecortabanfigurascontraelcielo.Repasó

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cuidadosamentesusrelacionesconaquellafamilia,hastaqueencajóaHelen,aMargaret y a la tía Juley en una conspiración organizada. La paternidad lehabíavueltoreceloso.Teníadosniñosasucargoyunomásencamino, treshijosqueveíandisminuirdedíaendíasusexpectativaseconómicas.«Yasé,yaséquepapáquiereserjustocontodos—sedecía—,peronosepuedeserjustoindefinidamente.Eldineronoeselástico.¿QuépasarácuandoEvietengahijos? Y, ya que sale el tema, lo mismo puede ocurrirle a papá. No habrábastanteparatodos,porquenohayotrasentradas,niporpartedeDollyniporparte de Percy. ¡Maldita sea!». Miró con envidia la granja, cuyas ventanaschorreaban luz y risas.Entre unas cosas y otras, esta boda costaría unpico.Dosdamaspaseabanarribayabajoporlaterrazayelvientotrajoasusoídoslassílabas«Im-pe-ria-lis-mo».Adivinóqueunadelasdamaserasutía.Ellapodría haberle ayudado de no haber tenido también una familia a su cargo.«Cadaunopara sí», se repitió—unamáximaque le había estimulado en elpasado,peroqueahorasonabasombríaentrelasruinasdeOniton—.Charlescarecía de la habilidad de su padre para los negocios y sentía por ello unamayorestimaporeldinero;amenosquepudieraheredarmucho,temíadejarasushijosenlaindigencia.

Mientrasestabasentadopensando,unadelasdamasabandonólaterrazaycaminóhacialaexplanada.CharlesreconocióaMargaretporlablancuradelavendaquedestacabaensubrazoyocultósucigarroparaque labrasano letraicionase.Margaretescalóelpromontorioenzigzag,agachándosedevezencuando, como si estuviera arrancando el césped. Aunque parezcaabsolutamenteincreíble,CharlespensóporunmomentoqueMargaretestabaenamorada de él y que venía a seducirle. Charles creía en las mujeresseductoras—complementoimprescindibledelhombrefuerte—y,careciendocomocarecíadesentidodelhumor,nopudorechazaraquelpensamientoconuna sonrisa. Margaret, prometida de su padre e invitada en la boda de suhermana,pasóde largo sin advertir supresenciayCharles tuvoque admitirquesehabíaequivocadoenaquelpunto.Pero¿quéestabahaciendo?¿Porquéestaba dando traspiés entre los cascotes, enganchándose el vestido en laszarzas y los cardos? Cuando Margaret dio la vuelta a la torre debió decolocarse en tal posición que el viento le llevó el olor del cigarro, porqueexclamó:

—¡Hola!¿Quiénhayahí?

Charlesnorespondió.

—¿Sajóno celta?—continuó ella riendo en la oscuridad—.No importa.Quienquiera que sea tendrá que escucharme.Me gusta este lugar.Me gustaShropshire.OdioLondres.Estoyencantadadequeeste seami futurohogar.Ah, Dios mío—dijo mientras retrocedía hacia la casa—, ¡qué alivio haberllegado!

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«Estamujerllevamalasintenciones»,pensóCharlesapretandoloslabios.A los pocos minutos la siguió al interior, porque la humedad empapaba elsuelo.Laneblinaselevantabadelrío,quesehacíainvisiblepormomentossindejardemurmurarcadavezconmásfuerza.Había llovidoen lascolinasdeGales.

Capítulo26

A la mañana siguiente una leve neblina cubría la península. El tiempoprometía serbuenoy la siluetadel promontoriodel castillo seperfilaba conmayorclaridadcadavezqueMargaretlamiraba.Veíalatorrealmenadayelsolqueteñíadeoroloscascotesycargabadeazulelfirmamentoblanco.Lassombrasdelacasaseunieronunasaotrasycayeronsobreeljardín.Ungatose puso a mirar a su ventana y maulló. Por último apareció el río, queconservabaaúnlaneblinaentresusbancosysusalisoscolgantes,solovisiblehastalaprimeracolinaquecortabasusaltasriberas.

Margaret se sentía fascinada por Oniton. Había dicho que le gustaba ellugar,peroeramásbiensutensiónrománticaloquelecautivaba.Losmontesdruídicos fugazmente entrevistos durante el viaje, los ríos que corríandesdeaquellastierrashaciaInglaterra,lasmasasdelascolinasbajasmodeladascondescuidolehacíanestremecersedepoesía.Lacasaerainsignificante,perolavistadequegozaba seríauna fuenteperpetuadealegría.MargaretpensóenlosamigosqueinvitaríayenunnuevoHenryconvertidoalavidarural.Lasgentes del pueblo, asimismo, se auguraban favorables. El rector de laparroquiahabíacenadoconellos lanocheanterioryMargaretdescubrióquehabía sido en tiempos amigo de su padre, de modo que ya la conocía deantemano.Legustó.Élleintroduciríaenelambientedelavilla.

Porotraparte,sirJamesBidderalardeódeque,aunapalabradeMargaret,haríaqueacudiesenlasfamiliasmásnotablesdelcondadoaveintemillasalaredonda. Margaret dudaba de que sir James fuese capaz de realizar lo quehabíaprometido,perocon taldequeHenry las creyera lasmejores familiasdelcondadocuandoacudiesenyasedabaporsatisfecha.

CharlesyAlbertFussellcruzaronelprado.Ibanadarseunbañomatutino.Unsirvientelesseguíaconlosequipos.Margaretteníalaintencióndeiradarun paseo antes del desayuno, pero comprendió que aquellas horas estabanconsagradasaloshombresyseconformóconentretenersecontemplandoloscontratiemposde losbañistas.Enprimer lugarnoencontraron la llavede lacaseta.Charles sequedó al ladodel río con losbrazos cruzadosmientras elcriadogritabay eramalinterpretadopor los demás criados.Luego surgieron

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dificultades con el trampolín y al cabo de poco tres personas corrían por elprado arriba y abajo, con órdenes y contraórdenes, recriminaciones ydisculpas. SiMargaret quería saltar de un automóvil, saltaba; siTibby creíaquechapotearerabuenoparasustobillos,lohacía;siunoficinistadeseabaunpoco de aventura, se iba a pasear por la oscuridad. Pero aquellos atletasparecían paralizados. No podían bañarse sin sus pertrechos, aunque el solhabía aparecido y las últimas volutas de neblina se levantaban del rizadoarroyo.¿Disfrutabandelavidacorporal,despuésdetodo?¿Noseríaqueloshombres que ellos consideraban despectivamente unos inútiles podíanderrotarlesinclusoensupropioterreno?

Margaret pensó cómo serían los preparativos para el baño en su día: sinmolestar a los criados, sin otros pertrechos que los que dictara el sentidocomún. Sus reflexiones se vieron interrumpidas por la jovencita delicada ytranquilaquehabíasalidoparajuguetearconelgatoysequedócontemplandoaMargaret,quecontemplabaaloshombres.Margaretledijo:«Buenosdías»,deunmodounpococortante.Suvozemanabaconsternación.Charlesmiróenderredor,completamenteteñidodeazulíndigo,sedesvanecióenelcobertizoynoselevolvióaver.

—Miss Wilcox ya está… —susurró la muchachita y su voz se hizoininteligible.

—¿Queestáqué?

Larespuestasonócomo:«…canesú…bata…».

—Noteoigo.

—…enlacama…papeldetisú…

Deduciendoqueeltrajenupcialestabaalavistayqueprocedíaunavisita,Margaret fuea lahabitacióndeEvie.Allí todoeran risas.Evie,enenaguas,bailabaconunadelasdamasangloindiasmientraslaotraadorabaunasyardasdesaténblanco.Chillaban,reían,cantabanyelperroladraba.

Margaret a su vez gritó un poco, sin convicción.No creía que una bodafueraalgotandivertido.Alomejorlefaltabaalgo.

Eviefarfulló.

—¡Dollyesunaburrapornohabervenido!¡Menudoalborotoarmaríamos!

Margaretbajóadesayunar.

Henryyaestabainstalado;hablópoco,comiódespacioyfue,alosojosdeMargaret,elúnicomiembrodelgrupoqueconsiguiódisimularconéxitosusemociones.Nopodía suponerle indiferente ni ante la pérdida de una hija niante la presencia de su futura esposa. Sin embargo, permanecía intacto,

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emitiendoórdenesdevezencuando,órdenesqueproporcionabancomodidada los demás. Henry se interesó por su mano y le dijo que sirviera el cafémientrasmistressWarringtonservíaelté.CuandobajóEviehubounmomentode desconcierto y las dos damas se levantaron para ceder sus puestos a lanovia.

—¡Burton!—dijoHenry—,sirvaeltéyelcafédesdeelaparador.

No era auténtico tacto, pero era tacto, al fin y al cabo, tan útil como elauténtico y más útil aún que este para salvar situaciones en un consejo deadministración.Henryllevabaunabodacomounfuneral,pasoapaso,detalleadetalle,sinlevantarnuncalosojosalconjunto.Dabanganasdeexclamaralconcluir:«Muerte,¿dóndeestátuaguijón?Amor,¿dóndeestátuvictoria?».

DespuésdeldesayunoMargaretquisoteneruncambiodeimpresionesconél.Siempreeramejorabordarloformalmente,asíquelepidióunaentrevista,porque al día siguiente él se iba a cazar perdices y ella debía regresar a laciudad,conHelen.

—Por supuesto, querida—dijo él—.Ya lo creoque tengo tiempo. ¿Quéquieres?

—Nada.

—Temíquealgofueramal.

—No,notengonadaquedecirte.Perohablatú.

Mirandodereojosureloj,Henryhablódelamalditacurvajuntoalatriodela iglesia. Margaret le escuchó con interés. Podía responder a Henry sinaparente desprecio, aunque todo su interior estuviera aullando por ayudarle.Habíaabandonadotodoplandeacción.Elamoreselmejorplanycuantomásleamase,másposibilidadeshabíadequeconsiguieraponerenordensualma.Unmomento como aquel, sentados bajo el día espléndido en el camino delfuturohogar,eratandulceparaellaqueconseguridadsudulzuralealcanzaríaa él también. Cada movimiento de sus ojos, cada apertura de sus labioshirsutos, de sumandíbula rasurada, podían ser el preludio de la ternura queacaba de un solo golpe con el mono y la bestia. Decepcionada cien veces,Margaretaúnabrigabaesperanzas.Lequeríaconunalucidezdemasiadoclarapara temer las nubes. Tanto si profería trivialidades, como hoy, como si lesoltababesosalatardecer,Margaretpodíaperdonarle,podíaresponder.

—Sihayunacurvatanmala—sugirió—,¿nopodríamosllegaralaiglesiaa pie?NoEvie, ni tú, por supuesto, pero el resto de los invitados podría irprimero.Esosupondríamenoscoches.

—No podemos permitir que las damas vayan a pie por la plaza delMercado.A los Fussell no les gustaría; en la boda deCharles semostraron

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muypeculiares.Mi…unadenuestrogrupoqueríacaminar.Adecirverdad,laiglesiaestabaalavueltadelaesquinayamínomehabríaimportado,peroelcoronelsemantuvomuyfirmeenestesentido.

—Los hombres no deberíais ser tan caballeros —dijo Margaretpensativamente.

—¿Porquéno?

Ellasabíaporqué,perodijoque lo ignoraba.Entoncesélanuncióque,amenosqueellatuvieraalgoespecialquedecir,teníaquerevisarlasbodegas,yambossefueronenbuscadeBurton.Onitoneraunaverdaderacasadecampo,a pesar de ser sosa y poco conveniente. Recorrieron pasadizos ruinososbuscando de habitación en habitación y asustando a sirvientas desconocidasentregadasalarealizacióndeoscurastareas.Elbanquetedebodasdebíaestarapuntoparacuandovolvierandelaiglesia,yeltéseserviríaeneljardín.LavisióndegentetanseriayagitadahizosonreíraMargaret,peroconsideróquese les pagaba para ser serios y que les gustaba estar agitados. Eran lospequeñosengranajesde lamáquinaque izabaaEviea laglorianupcial.Unmuchachito les cerró el paso cargado con cubos de desperdicios. Sinpercatarse de la categoría de sus interlocutores, les dijo: «Con su permiso,dejenpaso,porfavor».HenrylepreguntóporBurton,perotodosloscriadoseran nuevos y no se conocían por los nombres los unos a los otros. En ladespensasehallabansentadoslosmúsicos,queyaestabanbebiendocervezaapesardehaberestipuladounaracióndechampáncomoparteintegrantedesusalario. De la cocina llegaban aromas de Arabia mezclados con gritos.Margaret comprendió lo que había sucedido, porque también sucedía enWickhamPlace: unode losplatos sehabíaquemado,y el cocinero arrojababriznas de sándalo para ocultar el olor.Al final encontraron almayordomo.HenryleentrególasllavesycondujoaMargaretaladespensa.Franquearondos puertas. Margaret, que guardaba todo el vino que tenían al fondo delarmarioropero,sequedóatónitaanteelespectáculo.«¡Nuncanosbeberemostodoesto!»,grito, y losdoshombres se sintieron súbitamentehermanados eintercambiaron sonrisas de complicidad.Margaret se sintió como si hubiesesaltadootravezdeuncocheenmarcha.

Ciertamente, Oniton requería cierta adaptación. No sería pequeña laborseguir siendo lamisma y asimilar aquel sistema.Tenía que seguir siendo lamisma tanto porHenry comopor ella, porqueunamujer-sombra degrada almarido que la acompaña; y tenía que asimilar todo aquello por razones dehonestidadcivil,porquenoteníaderechoacasarseconunhombreyhacerlesentirse incómodo. Su único aliado era el poder del hogar. La pérdida deWickhamPlace lehabíaenseñadomásquesuposesión.HowardsEndhabíarepetidolalección.Ahoraestabadecididaacrearunnuevosantuarioentrelascolinas.

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Despuésdevisitarlabodega,sevistióylabodatuvolugar.Leparecióunacontecimiento mínimo en comparación con los preparativos que habíaocasionado. Todo funcionó con la precisión de un reloj. Míster Cahill sematerializóenelespacioyesperabaalanoviaalapuertadelaiglesia.NadiedejócaerelanilloniequivocólasrespuestasnipisólacoladelvestidodeEvienilloró.Enpocosminutoselsacerdotedesempeñósusdeberes,firmaronenelregistroyvolvieronaloscoches,alucharcontralapeligrosacurvapróximaalatriodelaiglesia.Margaretestabaconvencidadequenosehabíancasadoydequelaiglesianormandaestabadedicadaaotrosasuntos.

En la casa esperaban nuevos documentos que firmar y un banquete queengullir. Acudieron a la fiesta unas cuantas personas más. Menudearon lasexcusasy,despuésdetodo,nohubomuchagente;menosdelaquehabríaenlabodadeMargaret.Sefijóenlosplatosyenlasalfombrasrojas,parapoderdaraHenrytodoloexteriormenteadecuado.Perointernamenteesperabadarlealgomejorqueaquellamezclademisadominicalycaceríadezorros. ¡Sialmenos alguien se hubiera sentido consternado! Pero aquella boda habíatranscurridoperfectamentebien,«casicomounbailedepalacio»,enopinióndeladyEdser,conlaqueMargaretestuvocompletamentedeacuerdo.

Yasítranscurriólentamenteaqueldía.Lanoviayelnoviodesaparecieron,entrecarcajadas,y,porsegundavez,elsolseretiróhacialascolinasdeGales.Henry,queestabamáscansadodeloquedebía,condujoaMargaretalpradodel castillo y en tono de desacostumbrada suavidad le dijo que estabasatisfecho.Todohabíasalidomuybien.Margaretsintióqueaquellaalabanzatambiénlaconcerníayenrojeció.Adecirverdad,habíahecholoposibleparacomplaceralosintratablesamigosdeHenry,esforzándoseenreverenciaraloshombres. Todos los invitados partían aquella misma noche. Solo losWarrington y la jovencita delicada y tranquila se quedaban hasta el díasiguiente. Los demás se retiraban ya hacia la casa, a terminar de hacer susequipajes.

—Sí,creoquetodosaliómuybien—corroboróella—.Yyaquetuvequesaltar del coche,me alegro de haber aterrizado en lamano izquierda.Estoymuy contenta de todo, Henry, querido; solo deseo que los huéspedes quevengananuestrabodasesientanlamitaddebiendeloquesehansentidoenesta. Tendrás que recordar que los Schlegel no tenemos a ninguna personaprácticaenlafamilia,exceptuandoamitía,yestanoestáacostumbradaalosacontecimientosagranescala.

—Ya lo sé —dijo él seriamente—. En tales circunstancias será mejorponerlotodoenmanosdeHarrod’sodeWhiteley’s,oinclusoiraunhotel.

—¿Túquieresiraunhotel?

—Sí,porque…bueno,noquierometermeentusasuntos.Sindudaquerrás

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celebrartubodaentuviejacasa.

—Miviejacasasecaeapedazos,Henry.Soloquierominuevacasa.¿Noesunanochemaravillosa?…

—ElAlexandrinanoestámal.

—¿ElAlexandrina?—repitió ella,más ocupada en las volutas de humoquesalíande laschimeneasygobernabanlosrayosdelsolponienteconsusparalelasgrises.

—EstácercadeCurzonStreet.

—¿Ah,sí?PuescasémonoscercadeCurzonStreet.

YsevolvióhaciaLevante,paracontemplarelremolinodeoro.Dondeelrío rodeaba la colina, el sol daba de lleno. El País de la Ilusión debía dehallarse bajo aquella curva, y su precioso líquido fluía hacia ellos, pasandojuntoalacasetadebañodeCharles.Locontemplócontantafijezaqueseleenturbiaronlosojosycuandolosvolvióhacia lacasanopudoreconocer lascarasdelaspersonasquesalían.Unasirvientalasprecedía.

—¿Quiénesson?—preguntó.

—Visitantes—exclamóHenry—,yyaestardeparalasvisitas.

—Quizáseagentedelpuebloquequiereverlosregalosdeboda.

—Noestoyencasaparalospueblerinos.

—Bueno,escóndeteentrelasruinasysipuedodetenerlos,losdetendré.

Henrylediolasgracias.

Margaret se acercó a los visitantes sonriendo socialmente. Suponía queseríaninvitadosrezagados,quetendríanqueconformarseconunsucedáneodecortesía, porque Evie y Charles se habían ido, Henry estaba cansado y losdemás en sushabitaciones.Margaret asumió los airesde anfitriona, peronopormucho tiempo.Porqueunode losmiembrosdelgrupoeraHelen,Helenvestida con sus ropasmás viejas y dominada por aquella excitación tensa yretorcidaquelehabíahechoser,ensuinfancia,elterrordelcolegio.

—¿Qué pasa?—exclamóMargaret—, ¿qué ha sucedido? ¿Le ha pasadoalgoaTibby?

Helenhablóasusdosacompañantesqueretrocedieron.Luegoseadelantófuriosa.

—¡Se están muriendo de hambre! —gritó—. Los encontré muertos dehambre.

—¿Quién?¿Porquéhasvenido?

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—¡LosBast!

—¡Oh,Helen!—selamentóMargaret—,¿quéhashechoestavez?

—Haperdido su colocación.Le han echado del banco.Está en la ruina.Nosotros, lasclasessuperiores, lehemosarruinadoyahorasupongoquemedirás que es «la lucha por la vida». ¡Muertos de hambre! Su mujer estáenferma,muertadehambre.Sehadesmayadoeneltren.

—Helen,¿estásloca?

—Quizá.Sí, siquieres,estoy loca.Pero loshe traído.Nosoportomás lainjusticia.Quiero poner al descubierto toda la ruindad que existe bajo tantolujo,tantohablardelasfuerzasimpersonalesytantapalabreríasobreunDiosque, en definitiva, hace lo que somos demasiado débiles para hacer pornosotrosmismos.

—¿De veras has traído a dos personas hambrientas desde Londres hastaShropshire,Helen?

Helensecontroló.Nohabíapensadoenelloysuhisteriasedesvaneció.

—Habíaunvagónrestauranteeneltren—dijo.

—Noseasabsurda.Noseestánmuriendodehambre,ytúlosabes.Ahoraempieza por el principio. No soporto la teatralidad. ¡Cómo te atreves! Sí,¿cómoteatreves?—repitiómientrasleibadominandolaira—.IrrumpirenlabodadeEviedeestaformabrutal…¡Diosmío!Haspervertidoelconceptodefilantropía.Mira—señalóhacialacasa—,loscriados,lagenteasomadaalasventanas.Vanacreerquesetratadeunvulgarescándaloytendréquedarlesunaexplicación:oh,no,setratademihermana,queestáchillando,ydedosmenesterososquesehatraídoconsigoporunaincomprensiblerazón.

—Ten la bondad de retirar la palabra «menesterosos»—dijo Helen conamenazadoracalma.

—Muybien—concedióMargaret,queestabadecidida,apesardesuira,aevitar una pelea—. Yo también estoy desolada por su situación, pero noentiendoporquéloshastraídooporquéhasvenidotúmisma.

—EsnuestraúltimaoportunidaddeveramísterWilcox.

Margaret,aloíresto,caminóhacialacasa.NoestabadispuestaamolestaraHenry.

—SevaaEscociayséqueahoraestáaquí.Insistoenverle.

—Deacuerdo,mañana.

—Séqueesnuestraúltimaoportunidad.

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—¿Cómoestáusted,místerBast?—dijoMargaretintentandocontrolarsutonodevoz—.Unasuntoextraño,¿verdad?¿Cuálessuopiniónalrespecto?

—TambiénhavenidomistressBast—apuntóHelen.

MargaretyJackysedieronlamano.Jacky,comosumarido,eratímidayestabaenferma,peroademáseratanrematadamenteidiotaquenoalcanzabaacomprender loqueestaba sucediendo.Solo sabíaqueunadamahabía caídosobre ellos como un ciclón la noche anterior, había pagado el alquiler,desempeñado los libros, invitado a una cena y a un desayuno y ordenadoreunirseconellaenlaestacióndePaddingtonalamañanasiguiente.

Leonardhabíaprotestadodébilmentey,llegadalamañana,sugirióquenosepresentasen.Pero Jacky,mediohipnotizada, obedeció.Ladama les habíadichoquefueranyteníanqueir.YasísuapartamentosehabíaconvertidoenlaestacióndePaddingtonylaestacióndePaddington,enunvagóndetrenquesebalanceabaysevolvíacadavezmáscalurosoysedesvanecíaporcompletopara reaparecerentre torrentesdeperfumecaro.«Sehadesmayadousted—decía la voz de la dama agitada por el temor—, tal vez un poco de aire lesiente bien». Y tal vez sí que le sentó bien, porque ahí estaba, sintiéndosebastantemejorentrelasfloresdeljardín.

—Le aseguro que no quiero inmiscuirme en sus asuntos —empezódiciendoLeonardencontestacióna lapreguntadeMargaret—,peroustedesfueron tanamables tiempoatrás,cuandomeadvirtieron lode laPorphyrion,queyopensé…vaya,penséque…

—QuepodríashacerlevolveralaPorphyrion—ayudóHelen—.Meg,esteasunto ha sido glorioso. Un brillante trabajo nocturno que empezó en elChelseaEmbankment.

MargaretagitólacabezaysevolvióamísterBast.

—Noentiendonada.UstedabandonólaPorphyrionporqueledijimosqueeraunamalaempresa,¿noesasí?

—Exacto.

—Yentoncessefueustedaunbanco,¿no?

—Ya te lo he contado —dijo Helen— y luego redujeron el personaldespuésdellevarunmesenelbancoyahoraestásinunpenique,porlocualyoconsideroquenosotrasynuestroinformantetenemoslaculpa.

—La verdad es que esta situación me desagrada profundamente —murmuróLeonard.

—Esoespero,místerBast.Peronosirvedenadapaliarlascosas.Nosehahecho usted un favor a sí mismo al venir aquí. Si tiene la intención de

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enfrentarse a míster Wilcox y pedirle cuentas por un comentario fortuito,cometeráustedunagraveequivocación.

—Yolostraje.Todalaresponsabilidadesmía—gritóHelen.

—Solopuedoaconsejarlesquesevayandeinmediato.Mihermanaleshacolocadoenunaposiciónincómodayesmejorqueselodigadelmodomásllano.Esdemasiadotardeparavolveralaciudad,peroencontraránustedesunhotelmuy cómodo enOnitondondepuededescansarmistressBast y dondeesperoqueseránustedesmisinvitados.

—No es esto lo que quiero, miss Schlegel —dijo Leonard—. Es ustedsumamenteamable,ysindudamiposiciónesmuyincómoda,peroustedesmeperjudicaron.Yoyanovalgoparanada.

—Loquequiereestrabajo—interpretóHelen—,¿noloentiendes?

Entonceseljovendijo:

—Vámonos, Jacky. Damos más molestias de lo que valemos. Estamoscostando libras ymás libras a estas damasparaque encuentren trabajoparanosotrosynuncaloencontrarán.Noservimosparanada.

—Nosgustaríamuchoencontrarletrabajo—dijoMargaretdeunmodounpoco convencional—.Nosotras bien quisiéramos… tantomi hermana comoyo. Lo que ocurre es que está usted pasando un bache. Váyase al hotel,descansebienyalgúndíamepagarálafactura,siloprefiere.

PeroLeonardestabapróximoalabismoyenesosmomentosloshombresvenlascosasconclaridad.

—Nosabeustedloquedice—dijo—.Nuncaencontraré trabajo.Sia losricosnolesvabienenunacolocación,puedenprobarenotra.Yono.Yoteníami raíl y me he salido de él. Puedo trabajar en un determinado ramo desegurosenunaoficinaconcreta losuficientementebiencomoparaexigirunsueldopormitrabajo,peronomás.Lapoesíanoesnada,missSchlegel.Loqueunopiensasobreestoysobreaquellonoesnada.Quierodecirquesiunhombredemásdeveinteañosabandonaunavezsutrabajo,haterminado.Hevisto casosparecidos.Sus amigos lesdierondineroduranteun tiempo,peroacabaron por quedarse en cuadro. No sirve. El mundo es así. Siempre hahabidoricosypobres.

Secalló.

—¿Quierencomeralgo?—dijoMargaret—.Noséquéhacer;estanoesmicasa y, aunque a míster Wilcox le habría gustado saludarles en otromomento…comolesdigo,noséquéhacer,peroharéloquepuedaporusted.Helen,ofrécelesalgo.Pruebeunosbocadillos,mistressBast.

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Se trasladaron a una larga mesa junto a la cual había aún un criado.Sobrabantartasheladas,innumerablesbocadillos,café,copasdevinorosado,champán: los huéspedes, ahítos, no podíanmás.Leonard rehusó. Jacky dijoqueseveíaconánimosdetomaralgo.MargaretlosdejócuchicheandoelunoconelotroycambióunaspalabrasconHelen.

—Helen—dijo—,megustamísterBast.Estoydeacuerdoenquevalelapena ayudarle. Estoy de acuerdo en que somos directamente responsablesde…

—No.Indirectamenteresponsables:víamísterWilcox.

—Déjamequetedigadeunavezportodasquesipersistesenestaactitud,no haré nada.En pura lógica, están en lo cierto y tienes perfecto derecho aformularreprochescontraHenry.Peroyonolosvoyaaguantar,asíqueelige.

Helencontemplólapuestadesol.

—SimeprometesllevártelostranquilamentealGeorge,hablaréconHenrydel asunto…Ami manera, tenlo bien presente. No habrá ningún altercadosobre la justicia. La justicia no tiene la menor utilidad. Si fuera solo unacuestióndedineropodríamosapañarnossolas.Peroélquieretrabajo,nosotrasnoselopodemosdaryesposiblequeHenrysípueda.

—Tieneeldeberdehacerlo—gruñóHelen.

—Eldebermetraesincuidado.Loúnicoquemeinteresaenestemundoesunaseriedegentealaqueconocemosyquelascosasquesoncomosonseanun pocomejores.AmísterWilcox le repugna que le pidan favores, como atodosloshombresdenegocios.Peroselovoyapedir,ariesgoderecibirunchasco,porquequieroquelascosasseanunpocomejordeloqueson.

—Muybien,tedoymipalabra:tomarélascosasconcalma.

—Llévatelos al George y yo haré lo que pueda. ¡Pobre gente! Parecencansados—cuando se separaban, añadió—: Sin embargo,Helen, aún no heterminado contigo. Has sido excesivamente impetuosa. No lo soporto,francamente.Amedidaquetehacesmayor,envezdetenermásjuicio,tienesmenos.Piénsalobienycambiademaneradeseronopodremosvivirfelices.

Volvió junto a Henry. Por suerte se había quedado sentado. El aspectofísicodelacuestióneraimportante.

—¿Eranlugareños?—preguntósaludándolaconsuagradablesonrisa.

—Nolovasacreer—dijoMargaretsentándoseasulado—.Yaestátodoresuelto,peroeramihermana.

—¿EstáaquíHelen?—exclamóéldisponiéndosealevantarse—.¡Perosihabíadeclinadolainvitación!Yocreíquenolegustabanlasbodas.

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—No te levantes. No ha venido a la boda. La he empaquetado para elGeorge.

Consuinnatosentidodelahospitalidad,Henryprotestó.

—No.Hatraídoadosdesusprotegidosconsigoytienequequedarseconellos.

—Quevenganellostambién.

—QueridoHenry,¿túloshasvisto?

—Viunamasamarrónquedebíadeserunamujer,escierto.

—EsamasamarróneraHelen,pero¿vistelamasaverdeysalmón?

—¡Vaya!,¿estánderomería?

—No. Cuestión de negocios. Querían verme; más tarde hablaremos deellos.

Margaretestabaavergonzadadesupropiadiplomacia.¡QuéfácilresultabaaltratarconunWilcoxdejardeladolacamaraderíaydarleslaimagendelamujerquedeseabanver!Henrypescólainsinuaciónalvueloydijo:

—¿Porquémástarde?Hablemosahoramismo.Eltiempoesoro.

—¿Quieres?

—Sinoesmuylargo…

—Oh,no,cincominutos;peroalfinaldelahistoriahayunpincho,porquequieroqueencuentrestrabajoparaunhombreentuoficina.

—¿Quécategoríaprofesionaltiene?

—Nolosé.Esadministrativo.

—¿Quéedad?

—Veinticincoaños,talvez.

—¿Cómosellama?

—Bast —dijo Margaret, y estuvo a punto de recordarle que se habíanconocido enWickham Place, pero se contuvo: no había sido un encuentroagradable.

—¿Dóndetrabajabaantes?

—EnelDempster’sBank.

—¿Porquélodejó?—preguntóélsinrecordarnada.

—Redujeronlaplantilla.

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—Muybien,hablaréconél.

Era la recompensaal tactoya ladevocióndispensadaporMargaret a lolargodeaqueldía.EnaquelmomentoMargaretcomprendióporquéalgunasmujeres prefieren la influencia a los derechos. Mistress Plynlimmon,condenandoalassufragettes,habíadicho:«Lamujerquenopuedeinfluirensu marido para que vote como ella quiere debería sentirse avergonzada».Margaret sehabía rebeladocontra esta actitud,peroahoraestaba influyendoen Henry y, aunque se alegraba de su pequeña victoria, sabía que la habíaconseguidoporlosclásicosmétodosdeharén.

—Mealegraríamuchoqueloadmitieses—dijo—,aunquenosésitendrálasaptitudesnecesarias.

—Haréloquepueda,peronolotomescomounprecedente,Margaret.

—Desdeluegoqueno,desdeluegoqueno…

—No puedo recoger cada día a uno de tus protegidos. El negocio seresentiría.

—Teprometoqueeselúltimo.Setratade…uncasoespecial.

—Losprotegidossiempreloson.

Margaretdejólascosascomoestaban.Henryselevantóconunligerodejedecomplacenciaytendiólamanoparaayudarla.¡QuéprofundoeraelabismoqueseparabaalHenryverdaderodelHenryqueHelenimaginaba!

Yella,Margaret,estabaenmedio,balanceándosecomodecostumbre,oraaceptandoaloshombrestalycomoeran,oraclamandoconsuhermanaporlaverdad.Amoryverdad:suluchaeseterna.Talvezelmundovisibledescansasobre esta contradicción; tal vez si ambas fuerzas se reconciliasen la propiavida se desvanecería en el aire, como se desvanecieron los espíritus cuandoPrósperosereconcilióconsuhermano.

—Tuprotegidohahechoquenosretrasemos—dijomísterWilcox—.LosFusselldebendeestarapuntodepartir.

En conjunto, Margaret prefería a los hombres tal y como eran. Henrysalvaría a losBast comohabía salvadoHowardsEnd,mientrasHelen y susamigasdiscutíansobrelaéticadelasalvación.Elsuyoeraunmétodohechodeimpulsos,peroelmundohabíasidocreadoagolpesdeimpulso,ylabellezadelamontaña,delríoydelapuestadesolquizánofueranmásqueremiendosconlosqueeltorpeartíficedisimularalasjunturasdesuobra.Oniton,comolamisma Margaret, era imperfecto: sus manzanos eran raquíticos, su castillo,ruinoso.Había sufrido también la lucha entre los anglosajones y los celtas:entrelascosastalycomosonylascosascomodeberíanser.UnavezmáselPoniente retrocedía y las ordenadas estrellas moteaban un cielo levantino.

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Ciertamente,nohaydescansopara lossereshumanossobre la tierra.Perosíhayfelicidad,yMargaretsintió,mientrasdescendíadelmontículodelbrazodesuamado,queestabarecibiendosuporcióndefelicidad.

Para su disgusto, mistress Bast todavía estaba en el jardín. Helen y sumarido la habían dejado allí para que terminase de comer mientras iban areservar habitaciones. Margaret encontró a la mujer repelente. Cuandoestrechabasumanohabíasentidounaagobiantevergüenza.RecordóelmotivodesuvisitaaWickhamPlaceyvolvióapercibireltufodelabismo:tufotantomás turbador en cuanto que era involuntario. Porque no había malicia enJacky.Ahíestaba,sentadaconuntrozodepastelenunamanoyunacopadechampánvacíaenlaotra,sinhacermalanadie.

—Estáfatigada—susurróMargaret.

—Algomás—dijoHenry—.Estonopuedeser.Nopuedoconsentirquesigaenmijardínenesteestado.

—¿Está…?

Margaretvacilóantesdeañadir«borracha».Ahoraqueestabaapuntodecasarse con él, Henry se había vuelto muy quisquilloso. Desaprobaba lasconversacionesosadas.

Henry se acercó a la mujer. Ella levantó la cara, que brillaba como unhongoalaluzdelocaso.

—Señora,sesentiráustedmejorenelhotel—dijosecamente.

—¡PerosiesHen!—replicóJacky.

—Necorsipasquelemariluiressemble—sedisculpóMargaret—.Ilesttoutàfaitdifférent.

—¡Henry!—repitióJackyexplícitamente.

MísterWilcoxestabamolesto.

—Nopuedofelicitarteportusprotegidos—recalcó.

—Hen,notevayas.Túmequieres,¿verdad,cariño?

—¡Cielosanto,quépersona!—suspiróMargaretrecogiéndoseelbordedelafalda.

JackyapuntóhaciamísterWilcoxconelpastel.

—Eresunbuenchico,yalocreo—bostezó—.¿Sabesunacosa?Tequiero.

—Henry,lolamento.

—¿Se puede saber qué lamentas?—preguntó élmirándola tan fijamente

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queMargaret temióqueestuvieseenfermo.Parecíamásescandalizadode loqueloshechosrequerían.

—Habertetraídoesto.

—Teruegoquenotedisculpes.

Lavozcontinuaba:«Hen».

—¿Porqué te llamaHen?—dijoMargaretcon todasu inocencia—.¿Osconocíaisya?

—¿Que si conozco aHen?—dijo Jacky—. ¿Y quién no conoce aHen?Ahora está contigo como antes conmigo, querida. ¡Estos chicos! Ya verás,ya…y,sinembargo,losqueremos,¿verdadquesí?

—¿Estássatisfecha?—preguntóHenry.

Margaretempezóasentirsehorrorizada.

—Nosédequésetrata—dijo—.Entremosenlacasa.

Peroélcreyóqueestabafingiendo,pensóqueestabaatrapado,sintióquesuvidasederrumbaba.

—¿Deverasquenolosabes?—dijoentonoincisivo—.Puesyosíquelosé.Permítemequetefeliciteporeléxitodetuplan.

—EselplandeHelen,noelmío.

—AhoracomprendotuinterésenlosBast.Muybienpensado.Mediviertetucautela,Margaret.Teníasrazón…eranecesario.Soyunhombreytengounpasadodehombre.Esparamíunhonorconsiderartelibredetucompromiso.

Margaretseguíasinentender.Conocíael ladoocultodelavidaenteoría,peronopodíacomprenderlocuandoselepresentabacomounhecho.HicieronfaltamáspalabrasdeJacky,palabrasinequívocaseirrefutadas.

—Asíque…—seseparódeellaycorrióadentro.Secontuvo.

—¿Asíquequé?—preguntóelcoronelFussellquesedisponíaasalir.

—Estábamos discutiendo… Henry y yo acabamos de sostener unadiscusión.Yoopinabaque…—tomóelabrigodepieldelcoroneldemanosdeuncriadoyseofrecióaayudarle.Elcoronelprotestóyambosrepresentaronunapequeñacomedia.

—Permítamequelohagayo—dijoHenry,quelaseguía.

—¡Muchasgracias!¿Loveusted,coronel?Yamehaperdonado.

—Supongo que no había mucho que perdonar —dijo el coronel congalantería.

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Subióalcoche.Lasdamaslesiguieronalcabodeunrato.Lascriadas,elguíayelequipajepesadohabíansidoenviadosantesporunalíneasecundaria.Todavíacharlando,todavíadandolasgraciasasuanfitriónymanifestandosusbuenosdeseosasufuturaanfitriona,loshuéspedessealejaron.

Margaretcontinuó.

—¿Asíqueesamujerhasidotuquerida?

—Loacabasdedecircontuhabitualdelicadeza—replicóél.

—¿Cuándo?

—¿Porqué?

—Dime,porfavor,¿cuándo?

—Hacediezaños.

Margaretsemarchósindecirpalabra.Porquenoerasutragedia,sinolademistressWilcox.

Capítulo27

Helen empezó a preguntarse por qué se habría gastado la suma de ocholibrasenhacerenfermaraunaspersonasyenenfureceraotras.Ahoraquelaola de excitación se retiraba y les dejaba, a ella, amísterBast y amistressBast,varadosduranteunanocheenunhoteldeShropshire,sepreguntabaasímismaqué fuerzas habían engendrado aquella ola.En cualquier caso, no sehabía causado ningún mal. Margaret cumpliría bien su cometido y, aunqueHelen desaprobaba los métodos de su hermana, sabía que los Bast sebeneficiaríandeellosalargoplazo.

—MísterWilcoxesmuyilógico—explicóaLeonard,quehabíaacostadoasumujeryestabasentadoconHelenenelsaloncitovacío—.Silehubiésemosdichoquesudebereradarleaustedunacolocación,sehabríanegado.Alfinyalcabo,todoestribaenquenoesunapersonarealmenteeducada.Noquisieraponerleaustedensucontra,peroyaveráquécalvarioestratarconél.

—Nunca se lo agradeceré bastante, miss Schlegel —fue todo lo queLeonardpudodecir.

—Yo creo en la responsabilidad personal. ¿Usted no? Creo que todo espersonal.Merepugna…Nodeberíadecirlo,peroestoyconvencidadequelosWilcoxhanescogidoelmalcamino.Esposiblequenoseaculpasuya.Quizálesfaltaenel fondodesuscabezasesacositaquedice«YO»y,en talcaso,

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culparles es perder el tiempo. Existe una teoría de pesadilla, según la cualacabadenacerunarazaespecialquenosgobernaráenelfuturo,precisamenteporquecarecedeestacositaquedice«YO».¿Laconoce?

—Notengotiempoparaleer.

—¿Peronohapensadoenello?Quierodecirsihapensadoqueexistendosclasesdepersonas:nuestraclase,laqueviveapartirdelfondodelamente;ylaotra,laquenopuede,porquesusmentesnotienenfondo.Nopuedendecir«YO».Enrealidad,noexistenyporellosonsuperhombres.PierpontMorgannohadicho«YO»entodasuvida.

Leonardsedespabiló.Sisubenefactoraqueríaconversaciónintelectual,latendría.Ellaeramásimportanteahoraquesupasadoruinoso.

—Nunca pude entender aNietzsche—dijo—. Pero siempre entendí queesossuperhombreseranmásbienloquepodríamosllamarunosegoístas.

—Oh,no,estáustedequivocado—replicóHelen—.Ningúnsuperhombrehadichojamás:«yoquiero»,porque«yoquiero»podríallevarleapreguntarse:«¿yquiénsoyYo?»ydeahíalapiedadyalajusticia.Elsuperhombresolodice:«Quiero».SiesNapoleón,«QuieroEuropa»;siesBarbaAzul,«Quieromujeres»;siesPierpontMorgan,«QuieroaBotticelli».Nuncael«YO».Ysipudiera usted penetrar en su interior, solo encontraría en el fondo pánico yvacío.

Leonardguardósilencioduranteunrato.Luegodijo:

—¿Puedo asumir, miss Schlegel, que usted y yo somos de la clase depersonasquedicen«YO»?

—Desdeluego.

—¿Ysuhermanatambién?

—Desde luego —repitió Helen en un tono un poco cortante. EstabamolestaconMargaret,peronoestabadispuestaaqueselapusieraenteladejuicio—.Todalagentepresentabledice«YO».

—QuizámísterWilcoxnoes…

—NocreoquevalgalapenahablardemísterWilcox.

—Conforme,conforme—admitióLeonard.Helensepreguntóasímismaporquélehabíaparadolospies.Unaodosveceslehabíaincitadoacriticar,alo largo de aquel día, para luego echarle el freno. ¿Temía que se volvierapresuntuoso?Entalcaso,eradetestableporsuparte.

Pero Leonard consideraba aquel desaire como algo natural. Todo lo queellahacíaeranaturaleincapazdeofender.EntantoquelasdosmissSchlegel

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estaban juntas, él las había considerado como algo apenas humano: unaespeciedetiovivoadmonitorio.PerounamissSchlegelsolaeradistinto.EnelcasodeHelen,eraunamujersoltera;eneldeMargaret,unamujerapuntodecasarse;enningúncasounahermanaeraelecodelaotra.SehabíahecholaluzenelmundodelosricosyLeonardhabíavislumbradoqueestaballenodehombresymujeres,algunosdeloscualeseranmásamistososconélqueotros.Helensehabíaconvertidoen«su»missSchlegel, laque lereñíaymanteníacorrespondencia con él, la que había acudido a él el día anterior con unavehemencia digna de gratitud. Margaret, aunque no era mala, era severa yremota. A él jamás se le ocurriría ayudarla, por ejemplo. Nunca le habíagustadoyempezabaapensarqueaquellaprimeraimpresióneracorrectayqueasuhermanatampocolegustabaMargaret.SindudaHelenestabasola.Ella,que daba tanto, recibía bien poco a cambio. Leonard se sintió satisfecho alpensar que podía ahorrarle una humillación callándose y ocultando lo quesabíademísterWilcox. Jacky lehabía anunciado sudescubrimiento cuandoLeonard la recogió en el jardín. Tras la primera impresión, el asunto no leimportó por sí mismo. A aquellas alturas no le quedaban muchas ilusionesrespectoasumujeryaquelloerasolamenteunanuevamanchaenlacaradeun amor que nunca había sido puro. En el futuro su ideal sería conservarperfecta la imperfección, suponiendo que el futuro le diera tiempo de tenerideales.Helen,yMargaretacausadeHelen,debíanignorarlo.

Helenledesconcertóalderivarlaconversaciónhaciasumujer.

—MistressBast,¿dice«YO»?—lepreguntóella,unpocomaliciosamente,yluego—:¿Estáfatigada?

—Esmejorquesequedeensuhabitación—dijoLeonard.

—¿Quierequevayaahacerlecompañía?

—No,gracias,nonecesitacompañía.

—MísterBast,¿quéclasedemujeressuesposa?

Leonardenrojecióhastalaraízdelcabello.

—Ya debería conocer mis modales a estas alturas. ¿Le ha ofendido lapregunta?

—No,no,deningúnmodo,missSchlegel.

—Me gusta la honradez. No finja que su matrimonio ha sido unmatrimoniofeliz.Ustedyellanotienennadaencomún.

Leonardnolonegó,perodijocontimidez:

—Supongo que esto es evidente, pero Jacky nunca quiso hacer mal anadie.Cuandolascosasempezaronatorcerse,cuandomefuienterandode…

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cosas,solíapensarqueeraculpasuya.Ahora,sinembargo,recordándolo,medoycuentadequeeraculpamía.Noteníaquehabermecasadoconella,peroyaquelohice,debopermanecerasuladoymantenerla.

—¿Cuántosañosllevancasados?

—Casitres.

—¿Quédijeronsusfamiliares?

—Noquierensabernadadenosotros.Tuvieronunaespeciedeconsejodefamilia cuando se enteraron de que me había casado y rompierondefinitivamenteconnosotros.

Helenempezóapaseararribayabajodelahabitación.

—Amigomío,¡menudoembrollo!—dijosuavemente—.¿Quiénessonsusfamiliares?

A eso sí podía contestar. Sus padres, que ya habíanmuerto, habían sidocomerciantes; sus hermanas se habían casado con viajantes de comercio; suhermanoerasacristán.

—¿Ysusabuelos?

Leonard leconfesóunsecretoquehabíamantenidoocultoporvergüenzahastaentonces.

—Noerannada—dijo—:agricultoresycosasporelestilo.

—¿Ah,sí?¿Dequéparte?

—LamayoríaerandeLincolnshire,peroelpadredemimadre…fíjesequécurioso,procedíadeestaparte,deaquí.

—¿DeShropshire?Síqueescurioso.LosparientesdemimadreerandeLancashire.Pero¿quéteníanqueobjetarsushermanosamistressBast?

—¡Oh!…,nolosé.

—Perdonequeselodiga,perosíquelosabe.Nosoyunaniña,puedooírcualquiercosaque tengaquecontarme,ycuantomásmecuente,máspodréayudarle.¿Oyerondeciralgocontraella?

Leonardguardósilencio.

—Yameimagino—dijoHelencongravedad.

—Nocreo,missSchlegel;esperoqueno.

—Tenemos que ser sinceros, incluso respecto a estas cosas. Lo headivinado. Lo siento muchísimo, pero ello no implica ninguna diferencia.Todosigueigualconrespectoaustedesdos.Noculpoalasmujeresdeestas

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cosas,sinoaloshombres.

Leonarddejólascosascomoestaban,contaldequenoadivinasequiénerael hombre. Helen se detuvo junto a la ventana y levantó lentamente lascortinas.Elhoteldabaaunaplazoletaoscura.Laneblinahabía comenzado.Cuandosevolvióhaciaéllebrillabanlosojos.

—No se apene —rogó él—. No podría soportarlo. Todo irá bien siencuentro trabajo. Si pudiera encontrar un trabajo…un trabajo permanente,nadavolveríaasertantristecomohasidohastaahora.Yanomeinteresanloslibros como antes. Estoy convencido de que con un trabajo permanentepodríamosestabilizarnosdenuevo.Esohacequeunodejedepensar.

—¿Estabilizarseenqué?

—Simplementeestabilizarse.

—¡Yaestolellamaustedvida!—dijoHelenconunnudoenlagarganta—.¿Cómopuedeusteddecir…contodas lascosasmaravillosasqueexistenporveryporhacer…conlamúsica…conlospaseosnocturnos…?

—Lospaseosestánmuybiencuandosetienetrabajo—respondióLeonard—.Enciertaocasióndijeunmontóndetonterías,peronohaynadacomoveraunoficialdejuzgadoencasaparaolvidarsedeellas.CuandolevimanosearmislibrosdeRuskinydeStevenson,vilavidatalycomoes,yleaseguroquenoesunavisiónagradable.Ahoramislibrosestánotravezensusitiograciasausted,peronuncavolveránaser loque fueronparamí;ynuncavolveréapensarquelanocheenelbosqueesmaravillosa.

—¿Porquéno?—dijoHelencerrandoviolentamentelaventana.

—Porqueahoracomprendoquehayquetenerdinero.

—Estáustedenunerror.

—Ojaláestuvieraenunerror,pero,mire,elsacerdotetienedineropropioolorecibedesusfeligreses;elpoetayelmúsico,trescuartosdelomismo;elvagabundo,otrotanto.Elvagabundoacudealfinaldesuvidaalasiloyselepagacondinerodelosdemás.MissSchlegel,loúnicorealeseldinero,todolodemásesunsueño.

—Continúaustedenunerror.Haolvidadolamuerte.

Leonardnoentendía.

—Siviviéramoseternamente,loqueusteddiceseríacierto.Perohemosdemorir,hemosdedejarestavida.Lainjusticiaylaambiciónseríanloúnicorealsiviviéramoseternamente,perotalcomosonlascosas,hemosdeocuparnosde algomás, porque la muerte se aproxima.Me gusta la muerte, no de unmodomorboso,sinoporloquetienedeexplicacióntotal.Lamuerteexplicala

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vaciedad del dinero.Lamuerte y el dinero son los eternos enemigos.No lavidaylamuerte.Noimportaloqueexistadespuésdelamuerte,místerBast;tengaporseguroqueelpoeta,elmúsicoyelvagabundoseránmásfelicesqueelhombrequenuncahaaprendidoadecir:«Yosoy».

—Lodudo.

—Estamostodossumergidosenlaniebla,losé,peroenestesentidoalgole puedo decir: los hombres como los Wilcox están más sumergidos en laniebla que ningún otro. ¡Ah, los sanos y sensatos ingleses, que construyenimperios y nivelan el mundo con lo que ellos llaman sentido común!Nómbreles la muerte y se ofenderán, porque la muerte es auténticamenteimperialyselogritaalacaraconstantemente.

—Yotemotantoalamuertecomocualquiera.

—Sí,peronoalaideadelamuerte.

—¿Cuálesladiferencia?

—Unadiferenciainfinita—dijoHelenconmayorgravedadqueantes.

Leonard la miró interrogativamente y tuvo conciencia de que surgíangrandes cosas de la noche tenebrosa, pero no podía percibirlas porque sucorazónseguíallenodecosaspequeñas.ComolavezqueperdiósuparaguasenelconciertodelQueen’sHall,lapérdidarecientehabíaobstruidolavisiónde la divina armonía. La muerte, la vida y el materialismo eran hermosaspalabras, pero ¿le admitiría míster Wilcox en su empresa comoadministrativo?Dijeraloquedijese,místerWilcoxeraunreyensumundo,unsuperhombre,consupropiamoralycon lacabeza invisible,másalláde lasnubes.

—Debodeserunidiota—dijoamododedisculpa.

ParaHelen, encambio, laparadoja se leaparecíacon todaclaridad:«Lamuertedestruyealhombre; la ideadelamuerte, leredime».Másalládelosataúdesylosesqueletosqueanidanenlasmentesvulgaresseocultaalgotaninmenso que todo lo que hay de grande en nosotros responde a su llamada.Loshombresretrocedenantelaimagendelsepulcroenelqueentraránalgúndía,peroelamorsabealgomás:lamuerteessuenemiga,peroestambiénsucaballero andante; en el transcurso de su combate secular, losmúsculos delamorsehanfortalecidoysuvistasehaaclaradodetalmodoquesupresenciasehavueltoirresistible.

—Nunca abandone—continuó diciendo ella, y repitió una y otra vez lavaga pero convincente tesis de que lo invisible se aloja en lo visible. Suexcitación fue en aumento cuando intentó cortar las amarras que unían aLeonard a la tierra, pero estas, trenzadas por la amarga experiencia, se le

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resistían.EnaquelmomentoentróuncriadoyleentregóunacartadepartedeMargaret. Dentro llevaba otra nota dirigida a Leonard. Las leyeron con losmurmullosdelríocomofondo.

Capítulo28

DurantemuchashorasMargaretpermanecióinerte;luegovolvióahacersecon el control de sí misma y escribió varias cartas. Se sentía demasiadoabatida para hablar con Henry. Podía sentir piedad por él, incluso estabadecidida a casarse con él, pero en aquellos momentos los acontecimientoshabíancaladodemasiadohondoensucorazónparahablarle.Enlasuperficie,el sentimientodehumillaciónerademasiado fuerte.No teníadominiode suvoznidesumirada,y lasdulcespalabrasque forzabaaescribirasuplumaparecíanprocederdeotrapersona.

«Miqueridoamigo—empezó—,estonotienequesepararnos.Estascosaslosontodoonosonnada,yyoquieroquenoseannada.Sucediómuchoantesdeconocernosy, aunquehubiera sucedidodespués, esperoqueahoraestaríaescribiendolomismo.Tecomprendo».

Tachó «te comprendo»; sonaba a falso. Henry no soportaría que lecomprendieran. También tachó «estas cosas lo son todo o no son nada». AHenrylemolestaríaunconceptotanfuertedelasituación.Nodebíacomentar;comentarnoesfemenino.

—Creoqueasíyaestábien—pensó.

Entonces el sentimiento de humillación la ahogó. ¿MerecíaHenry tantaspreocupaciones?Habercedidoalatentacióndeunamujercomoaquellaloeratodo, claro que sí, yMargaret no podía casarse con él. Intentó traspolar latentaciónasupropiolenguajeylacabezalediovueltas.Loshombresdebíande ser distintos, incluso a la hora de ceder ante tentaciones como esa.DesfalleciósufeenlacamaraderíayviolavidacomoaquelsalónvidriosodelaGreatWestern,cuyoscristalesprotegíandelfríoahombresymujeres.¿Sonlossexosrealmenterazasdistintas,cadaunaconsupropiocódigodemoral,yelamormutuounmeroinstrumentodelaNaturalezaparahacerquelascosascontinúen? ¿A eso se reducen las relaciones humanas desnudadas de susapariencias? Su raciocinio le decía que no. Sabía que del instrumento de laNaturaleza los hombres han hecho algo mágico, algo que les ha valido lainmortalidad.Muchomásmisteriosaquelaatraccióndelossexoseslaternuraqueponemosenesaatracción;esmásprofundoelabismoquenosseparadelagranjareproductoraqueelqueseparaalagranjareproductoradelospiensos

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conquesealimentanlosanimales.Evolucionamosdeunmodoquelacienciano puedemedir y cuyo fin la teología no se atreve a afrontar. «El hombreprodujo esta joya», dirán los dioses y, al decirlo, nos concederán lainmortalidad.Margaret lo sabía, pero, por el momento, no podía sentirlo ytransformabaelmatrimoniodeEvieymísterCahillenuncarnavaldelocos,ysu propiomatrimonio en…Demasiado triste para pensar en ello, rompió lacartayescribióotra.

ApreciadomísterBast:

Talcomoleprometí,hehabladoconmísterWilcoxdesuasuntoylamentocomunicarlequenohayunempleovacanteparausted.

Atentamente,

M.J.SCHLEGEL

LametióenelsobrequeconteníaunanotadirigidaaHelen,paraescribirlacualtomómenosprecaucionesdelasquehabríadebidotomar.Peroledolíalacabezaynopodíadetenerseaseleccionarlaspalabras.

QueridaHelen:

Dale esto a él. Los Bast no nos interesan. Henry encontró a la mujerborrachaeneljardín.Tetengopreparadaunahabitación,hazelfavordeveniren cuanto recibas esta nota. Los Bast no son la clase de gente quemerecenuestrointerés.Mañanaporlamañanairéyomismaaverlesyharéloqueseajusto.

M.

Alescribirestaslíneas,Margaretcreíaestaractuandoconsentidopráctico.Algo haría por los Bast más adelante, pero por el momento, había quesilenciarlos. Margaret esperaba evitar una conversación entre la mujer yHelen. Tocó el timbre, pero no acudió ningún criado a la llamada. MísterWilcoxylosWarringtonsehabíanidoadormir.Enconsecuencia,ellamismafuealGeorge.Noentróenelhotel,puesunadiscusiónhabríasidopeligrosa,demodoque, recalcandoque se tratabadeunacarta importante, se ladio aunasirvienta.Cuandocruzólaplazaensentidoinverso,deregresoacasa,vioaHelenyamísterBastasomadosalaventanadelsalónytemióhaberllegadotarde. Su labor aún no había terminado; tenía que contarle a Henry lo quehabíahecho.

Estoleresultófácil,puesseencontróconélenelvestíbulo.Elvientohacíatabletearunoscuadroscontralaparedyelruidolehabíadespertado.

—¿Quién anda ahí?—preguntó místerWilcox con aires de señor de lamansión.

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Margaretentróypasójuntoaél.

—Le he dicho aHelen que venga a dormir a esta casa—dijo—.Estarámejoraquí.Asíque,porfavor,nocierreslapuertadeentrada.

—Creíquehabíaentradoalguien—dijoHenry.

—Almismotiempoledijeaesehombrequenopodíamoshacernadaporél.Noséquéharemosmásadelante,peroahoralosBasttienenqueirse.

—¿Dicesquealfinaltuhermanavieneadormiraquí?

—Probablemente.

—¿Iráatuhabitación?

—Comoesnatural,notengonadaquedecirle.Mevoyalacama.¿QuieresdecirlealoscriadoslodeHelen?¿Puedeiralguienarecogersuequipaje?

Henryhizosonarelpequeñogongespecialmenteadquiridoparallamaralservicio.

—Tendrásquehacermásruidosiquieresqueteoigan.

Henryabriólapuertaydelfondodelpasillolellegarongritosycarcajadas.

—Demasiadoalboroto—dijoechandoacaminarhaciaellos.

Margaretsubióasuhabitación,dudandoentrealegrarseporelencuentroolamentarlo. Se habían comportado como si nada hubiese ocurrido y sumásprofundoinstintoledecíaqueesohabíasidounerror.Porélmismo,teníaquedarlealgunaexplicación.

Sin embargo, ¿qué podía aclarar una explicación? Una fecha, un lugar,unospocosdetallesqueMargaretyaimaginabaconexcesivaclaridad.Ahoraque la primera impresión había pasado, comprendía que existían todas laspremisasparaproducirelcorolariodeunamistressBast.Lavida interiordeHenry no tenía secretos para Margaret desde hacía tiempo: su confusiónintelectual, su cerrazón a la influencia ajena, sus pasiones intensas perofurtivas.¿Debíaahorarechazarloporquesuvidaexterioreracongruenteconsuvidainterior?Quizá.Quizásieldeshonorhubierarecaídosobreella;perotodo había sucedido mucho antes de conocerla. Margaret luchó contra lossentimientos. Se dijo a sí misma que la ofensa hecha a mistressWilcox leafectaba también a ella. Pero Margaret no era de las que se pierden en lamaraña estéril de la teoría.Mientras se desvestía, su ira, su respeto por losmuertos, sus deseos de provocar una escena se debilitaron.Henry podía sercomoquisiera,porquelequería,yalgúndíautilizaríaelamorparahacerdeélunhombremejor.

Lapiedadanidabaenelfondodesusaccionesalolargodetodalacrisis.

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La piedad, si se me permite generalizar, anida en el fondo de todas lasmujeres. Cuando un hombre nos aprecia, nos aprecia por nuestras buenascualidadesyporprofundoqueseasuaprecio,cuandonoshacemos indignosdeél,nosabandonainexorablemente.Porelcontrario,laindignidadestimulaalasmujeres.Hace emerger lomás hondoque hay en ellas, para bien o paramal.

Ahí estaba el meollo de la cuestión. Había que perdonar a Henry ymejorarlepormediodel amor; todo lodemáscarecíade importancia.Habíaque olvidar la ofensa perpetrada contra mistress Wilcox, ese inquieto peroentrañablefantasma.ParaMargarettodoalcanzabaahorasuproporción.Debíasentir piedad por el hombre que recorría la vida de ambas mujeres. ¿TuvonoticiamistressWilcox del desliz de sumarido? Interesante pregunta. PeroMargaret se quedó dormida, encadenada por el afecto y mecida por losmurmullos del río que descendía incesantemente por el País de Gales. Sesintióunaconsufuturohogar,tiñéndoloysiendoteñidaporél,ysedespertópara ver por segunda vez el castillo de Oniton conquistando la neblinamatutina.

Capítulo29

—Henry,querido…—fuesusaludo.

Henry acababa de terminar su desayuno y estaba empezando a leer elTimes.Sucuñadaestabahaciendoelequipaje.Margaretsearrodillóasuladoy learrebatóelperiódico,sintiéndolo insólitamentepesadoygrueso.Luego,colocando lacaradondeanteshabíaestadoelperiódico,miróaHenrya losojos.

—Henry, querido,mírame.No, nopermitiré quemehuyas.Mírame, así.Esoes.

—Terefieresalodeayerporlanoche—dijoélconvozronca—.Dejésinefecto tu compromiso. Podría encontrar excusas, pero no lo haré.No ymilvecesno.Soyunmalsujetoyasímehasdedejar.

Expulsado de su antigua fortaleza, místerWilcox estaba edificando unanueva.Yanopodíaaparentarrespetabilidadanteella.Asíquesedefendíaenunpasadoescabroso.Nohabíaenélarrepentimientosincero.

—Puedes ser lo que quieras, amigomío. Nada nos estorbará: sé lo queestoydiciendoyesteasuntonocambiarálascosas.

—¿Nocambiarálascosas?—preguntóél—.¿Nocambiarálascosasahora

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quehasdescubiertoquenosoylaclasedepersonaquetúcreíasqueera?—estaba desconcertado por aquella miss Schlegel. Habría preferido verladestrozadaporelgolpeoinclusoiracunda.Contralamareadesupecadofluíael sentimiento de que ella no era totalmente femenina. Sus ojos mirabandemasiado de frente; esos ojos habían leído libros que solo eran adecuadosparahombres.Yaunqueélhabía temidounaescenayellaestabadecididaaevitarla,seprodujounaescena.Eraalgoimperativo.

—Nosoydignodeti—empezóél—.Silofueranotehabríaliberadodetucompromiso. Sé lo que me digo. Y no soporto hablar de estas cosas. Serámejorquelodejemoscorrer.

Margaretbesósumano.Éllaretirórápidamenteylevantándoseprosiguió:

—Túytuvidaacubierto,tusobjetivosrefinados,tusamistades,tuslibros,túytuhermana,ylasmujerescomotú…Nosé…¿Cómopodéisimaginarlastentacionesquerodeanaunhombre?

—Nosresultadifícil—dijoMargaret—,perosiloconsideramosdignodecasarnosconél,lasimaginamos.

—Separados de la sociedad decente y de los vínculos familiares, ¿quécrees que sucede amiles de sujetos en el extranjero? Aislados, sin nadie aquienrecurrir.Loséporexperiencia,unatristeexperiencia.Ytúaúndicesque«esonocambialascosas».

—Paramí,no.

Henryserioconamargura.Margaretsefuealaparadorysesirvióunadelas bandejas de desayuno. Como había sido la última en bajar, apagó elinfernillodealcoholque lasmanteníacalientes.Era tierna,peroseria.Sabíaque Henry no estaba confesándose sino señalando la separación que existeentreelalmadeloshombresyladelasmujeresynoqueríaoírleexponeresteextremo.

—¿VinoHelen?—preguntó.

Henrydijoquenoconlacabeza.

—¡Vaya,estosíqueesundesastre!HayqueimpedirquechismorreeconmistressBast.

—¡Cielosanto!¡No!—exclamóélrecobrandosúbitamentelanaturalidad.Luegosedominó—.Dejémoslosquechismorreen.Mijuegohaterminado;teagradezco tugenerosidad…en lamedidaenquepueda teneralgúnvalormigratitud.

—¿Noenvióningúnrecadooalgoporelestilo?

—No,queyosepa.

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—¿Quiereshacerelfavordetocareltimbre?

—¿Paraqué?

—Parahaceraveriguaciones.

Tocóeltimbreconteatralexageración,seoyóunrepiqueteo,Margaretseechómásté.ElmayordomoentróydijoquemissSchlegelhabíadormidoenelGeorge,segúnsusnoticias.¿QueríanquefuesealGeorge?

—Yoiré,gracias—dijoMargaretordenándolequeseretirase.

—Es inútil—dijoHenry—.Dejemosque lascosassigansucurso,nosepuededetenerunahistoriaunavezhaempezado.Heconocidocasossimilaresdeotroshombres…Entonceslosdespreciaba,creíaqueyoeradistinto,queyonunca cedería a la tentación. Oh, Margaret… —se sentó junto a ella,improvisandoemociones.Margaretnopodíasoportarlo—.Atodosnossucedeunavezen lavida.¿Mecreerás?Haymomentosenqueaunelhombremásfuerte…«Elquesecreaasalvo,tengacuidadoennocaer»,¿noesasí?Sitúsupieras, me perdonarías. Estaba lejos de las influencias beneficiosas, lejosincluso de Inglaterra. Estaba muy solo, muy solo y necesitaba una vozfemenina.Yabasta.Yatehecontadodemasiadoparaquemeperdones.

—Sí,querido,yabasta.

—Fue…—bajólavoz—…fueuninfierno.

Margaret sopesó seriamente esta afirmación. ¿Lo fue? ¿De verdad habíapadecido Henry la tortura de los remordimientos? ¿O había sido el clásico«¡Bueno,seacabó!Volvamosa lavidarespetable»?Másbienestoúltimo,oMargaretnoleconocíabien.Unhombrequehapasadoporuninfiernonosevanagloriadesuvirilidad.Eshumildeylaoculta,sideverdadaúnlequeda.Solo en las leyendas el pecador resurge, penitente pero terrible, paraconquistara lamujerpuraconsu irresistiblepoder.Henryestabaansiosodeserterrible,peronoloconseguía.Eraelclásicoinglésmedioquehacometidoun desliz. El único punto verdaderamente culposo, su infidelidad amistressWilcox,enningúnmomentoparecióafectarle.MargaretdeseabamencionaramistressWilcox.

Pocoapoco lecontó lahistoria.Eraunahistoriamuysimple.Diezañosatrásfuelafecha;ellugar,unaguarniciónenChipre.DevezencuandoHenrylepreguntabaaMargaretsipodríaperdonarleyMargaretrespondía:«Yateheperdonado, Henry». Margaret escogía sus palabras cuidadosamente paraevitarle el pánico y representó el papel de ingenua hasta que él huboreedificadosufortalezayocultadosualmaalmundo.Cuandoelmayordomoentró a retirar el desayuno, Henry había cambiado de humor: preguntó alsirvienteaquéveníatantaprisaysequejódelruidodelanocheanteriorenel

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aladeservicio.Margaretobservócon interésalmayordomo.Eraunhombreguapo y como tal ligeramente atractivo para ella en tanto que mujer; unatractivotanlevequeapenasleresultabaperceptible,sinembargo,elmundosehabríavenidoabajosihubiesemencionadoestehechoaHenry.

AsuvueltadelGeorge,lasobrasdereedificaciónestabanterminadasyelantiguoHenryseenfrentóaella,competente,cínicoyamable.Sehabíalavadoel alma, había sido perdonado y lo importante ahora era olvidar su fallo yenviarloareunirseconotrasinversionesdesafortunadas.JackyhabíaseguidoelcaminodeHowardsEnd,deDucieStreet,delautomóvilbermellón,delosdólaresargentinosydelaspersonasylascosasque«nuncalehabíanservidode mucho y menos ahora». Su recuerdo le coartaba. Apenas pudo prestaratención aMargaret que traía nuevas inquietantes del George: Helen y susprotegidossehabíanido.

—Bueno,quesevayan.Quierodeciresehombreyesamujer,claroestá,porqueatuhermana,cuantomáslaveamos,mejor.

—Sehanidoporseparado.Helen,muytempranoylosBastpocoantesdemi llegada. No ha dejado ningún recado ni contestado amis notas. Nomegustaelsignificadodetodoesto.

—¿Quélesdecíasentusnotas?

—Yatelodijeayerporlanoche.

—¡Ah,sí!¿Teapetecedarunavueltaporeljardín,querida?

Margaret le tomó del brazo. El tiempo espléndido le produjo un efectosedante. Pero los engranajes de la boda de Evie todavía estaban enfuncionamientoalejandoaloshuéspedestansordamentecomoloshabíatraídoyMargaretnopudoestarconHenrymuchorato.EstabaconvenidoqueiríanencochehastaEhrewsburyyapartirdeahí,élseiríaalnorteyellaregresaríaaLondres con losWarrington.Durante un ratoMargaret fue feliz; luego sucerebroempezóafuncionardenuevo.

—Me temo que hayan chismorreado de un modo u otro en el George.Helennosehabríaidoamenosquesehubieraenteradodealgo.Llevémalelasunto. Todo es una calamidad. Debí haberla separado de aquella mujer alinstante.

—¡Margaret!—exclamóélsoltandosumanoconemoción.

—¿Sí,Henry?

—Nunca he sido un santo…más bien todo lo contrario, pero túme hasaceptadoparalobuenoyparalomalo.Lopasado,pasadoestá.Hasprometidoperdonarme. Margaret, una promesa es una promesa. Nunca vuelvas amencionaraesamujer.

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—Salvoporrazonesprácticas,nunca.

—¡Porrazonesprácticas!¿Túhablasderazonesprácticas?

—Sí,soyunapersonapráctica—murmuróMargaret,perolostemoresdeesta inquietaron a Henry. No era la primera vez que se veía amenazado dechantaje.Eraricoyselesuponíaintachable;losBastsabíanquefallabaenloúltimoytalvezdecidieransacarprovechodesusconocimientos.

—Encualquiercaso,nodebespreocuparte—dijoél—.Esteesunasuntode hombres—pensó intensamente—.No lomenciones a nadie bajo ningúnconcepto.

Margaret enrojeció al oír un consejo tan elemental, pero Henry estabapreparando el camino para una mentira. Si fuera necesario, negaría inclusohaber conocido amistressBast y se querellaría por injurias.Quizánunca lahabíaconocido.AhíestabaMargaret,quesecomportabacomosinolahubieraconocido.Ahíestabalacasa.Asualrededorhabíamediadocenadejardinerosquelimpiabanlosrestosdelabodadesuhija.Todoparecíatansólidoycabalqueelpasadovolófueradesuvista,comounapersianaqueseenrolladejandoalavistalosúltimoscincominutosynadamás.

Considerándolo así, vio que el coche estaría dispuesto para partir en lospróximos cinco minutos y se puso en acción. Se golpearon gongs, seimpartieronórdenes;envióaMargaretavestirseyalasirvientaaquelimpiaseel reguero de hierba que Margaret había dejado en el vestíbulo. Como elhombreesaluniverso,asílamentedemísterWilcoxenrelaciónconlamentede algunos hombres: una luz concentrada en un punto diminuto, un breveespaciodediezminutosquesemovía,autónomo,atravésdelosaños.Noeracomoelpaganoqueviveenelpresenteyquepuedesermássabioquetodoslosfilósofosjuntos.MísterWilcoxvivíaparaloscincominutosqueacababande transcurrir y para los próximos cinco minutos; tenía una mentalidadcomercial.

¿En qué posición se encontraba ahora, cuando su coche se alejaba deOnitonyponíaproahacialasgrandescolinas?Margarethabíaoídounrumor,peronohabíamotivodeinquietud,lehabíaperdonado,queDioslabendiga,yélsesentíamáshombreporello.CharlesyEvienosehabíanenteradodenadaynuncaseenterarían.NitampocoPaul.Sintióunagranternuraporsushijos,una ternura que no intentó relacionar con ninguna causa remota: mistressWilcoxquedabademasiadoatrásensuvida.No la relacionóconel súbitoydolorosocariñoquesintióporEvie.¡PobreEvie,pobrepequeña!ConfiabaenqueCahillseríaunmaridodecente.

¿YMargaret?,¿enquéposiciónseencontraba?

Albergabapequeños temores.Seguramentesuhermanasehabíaenterado

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dealgo.Leasustabaelencuentroconellaenlaciudad.YestabainquietaporLeonard,anteelcual,contodacerteza,eranresponsables.TampocomistressBastteníaquemorirsedehambre.Peroelejedelasituaciónseguíainalterado.AúnamabaaHenry.Susactos,quenosudisposición,lehabíandefraudado,yesopodía resistirlo.Y amaba su futura casa.Erguida en el coche, elmismocochedelquehabíasaltadodosdíasantes,volviólavistaconhondaemociónhacia Oniton. Detrás de la granja y de la torre almenada del castillo pudodistinguir la iglesia y los aleros blancos y negros delGeorge.Ahí estaba elpuenteyelríoquemordisqueabasupenínsulaverde.Podíainclusodistinguirla caseta de baño, pero cuando buscó con la vista el trampolín nuevo deCharles,elpromontoriodelacolinaseelevóyocultótodoelpaisaje.

Nunca lo volvió a ver.Día y noche el río sigue fluyendo en dirección aInglaterra;undíatrasotroelsolseocultatraslasmontañasdeGalesylatorreplañe:«Vedalhéroeconquistador».PerolosWilcoxnotienencabidaenestelugar,ni enningúnotro.Nosonsusnombres losquequedan inscritosenelregistrodelaparroquia.Nosonsusfantasmaslosquesuspiranentrelosalisosalanochecer.Hanentradoenelvalleyhansalido,dejandotrasdesíunpocodepolvoyunpocodedinero.

Capítulo30

Tibby estaba por aquellas fechas empezando su último año en Oxford.Había abandonado el colegio y contemplaba el universo —o la parte deuniverso que le interesaba— desde su cómodo alojamiento en Long Wall.Pocascosasleinteresaban.Cuandounjovennoestáturbadoporlaspasionesyes sinceramente indiferente a la opinión de los demás, sus perspectivas sonnecesariamentelimitadas.Tibbynodeseabafortalecerlaposicióndelosricosnimejorarladelospobres,yasí,secontentabaconcontemplarlosolmosquesemecíantraslosparapetosalmenadosdeMagdalen.Hayvidaspeoresquelasuya.Aunque egoísta, jamás era cruel; aunque demaneras afectadas, jamásadoptaba poses. ComoMargaret, desdeñaba el heroísmo y solo después demuchas visitas sus compañeros descubrían que Schlegel poseía carácter einteligencia.Habíahechounbuenpapelenlosexámenes,congransorpresadelosqueasistíanaclaseypracticabanlosdeportesmeticulosamente,yahorasededicaba con displicencia al estudio del chino por si un día consentía engraduarsecomointérprete.EnestaocupaciónestabacuandoentróHelen.Untelegramalahabíaprecedido.

Tibbyadvirtiódeunmododistantequesuhermanaestabaalterada.Comonorma, la encontraba excesivamente enfática y nunca hasta entonces había

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percibidoenellaestamiradasuplicante,patéticaperodigna,estaaparienciademarinoquelohaperdidotodoenelmar.

—VengodeOniton—empezóHelen—.Hubounmontóndeproblemas.

—Sugieroquecomamos—dijoTibbytomandoelclaretequesecalentabaenlachimenea.Helensesentóalamesaconairesumiso—.¿Aquévieneestasalidaprecipitada?

—Salíalamanecer,oalgoporelestilo…encuantopudeirme.

—Yalosupongo,pero¿porqué?

—No sé qué hacer, Tibby. Estoy preocupada por ciertas novedades queconciernen a Meg y no quiero enfrentarme con ella, así que no vuelvo aWickhamPlace.Medetuveaquíparahablarcontigo.

Lapatronaentróconunaschuletas.Tibbypusounpuntoensugramáticachina y las sirvió.Oxford, unOxford en vacaciones, dormitaba y susurrabafuera;enelinteriordelapiezalosrescoldosdelachimeneasecubríandeunacapa de gris allí donde les alcanzaban los rayos del sol. Helen continuó suextrañahistoria.

—DileaMegquelaquieromuchoyquedeseoestarsola.TengointencióndeirmeaMúnichoaBonn.

—Esunrecadobienfácildedar—dijosuhermano.

—PorloquerespectaaWickhamPlaceyamipartedelmobiliario,podéishacerloqueosparezca.Miopiniónesquetendríaquevendersetodo.¿Dequénos sirven los polvorientos libros de economía que no han servido paramejorarelmundo,oelodiosocosturerodemamá?Tengootroencargoparati.Quiero que envíes una carta—se levantó—.Todavía no la he escrito.Bienpensado,¿porquénopuedoenviarlayomisma?—sevolvióasentar—.Medavueltaslacabeza.Esperoquenoaparezcaningunodetusamigos.

Tibbycerrólapuertaconllave.Susamigoslaencontrabanasíamenudo.LuegolepreguntósialgohabíaidomalenlabodadeEvie.

—Noenlaboda—dijoHelenysepusoallorar.

Tibbylahabíavistohistéricamuchasveces;esaeraunadelasfacetasdesu hermana que no le interesaban. Sin embargo, aquellas lágrimas leconmovieron como algo insólito. Se aproximaba a las cosas que sí leinteresaban,comolamúsica.Dejóelcuchilloylamiróconcuriosidad.Luego,comoellanocesabadesollozar,continuódespachandosucomida.

LlegóelmomentodelsegundoplatoyaúnllorabaHelen.AcontinuaciónveníaunaCarlotademanzana,que,comoessabido,seestropeasinosecomeenseguida.

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—¿Te importaqueentremistressMartlett?—preguntóél—,¿oprefieresquerecojaelplatoenlapuerta?

—¿Mepuedolavar,Tibby?

Lacondujoasudormitorioehizoentrarelpastelensuausencia.Unavezsehuboservido,pusoelrestosobrelachimeneaparamantenerlocaliente.Sumano se alargó hacia la gramática china y empezó a hojear el librodistraídamente,alzandodespectivolascejas,quizáenseñaldedespreciohaciala naturaleza humana, quizá hacia el chino. En esta ocupación lo encontróHelencuandoregresó.Sehabíacalmado,perolaexpresióndesúplicanohabíadesaparecidodesusojos.

—Ahoravamosconlaexplicación—dijo—.¿Porquénoempecéporahí?MeheenteradodealgosobremísterWilcox.Sehacomportadomuymal, laverdad, y ha arruinado la vida de dos personas. Todo esto lo comprendí depronto la noche pasada. Estoymuy preocupada y no sé qué hacer.MistressBast…

—Oh,esagente…

AquellopareciósilenciaraHelen.

—¿Cierrodenuevolapuerta?

—No,gracias,Tibbykins.Eresmuybuenoconmigo.Quierocontartetodalahistoriaantesde irmealextranjero.Hazconella loquemejor teparezca,igualquesisetratasedelmobiliario.CreoqueMegnosehaenteradodenada,peronopuedoenfrentarmeaellaydecirlequeelhombreconquiensevaacasarsehacomportadomal.Nisiquierasésihabríaquedecírselo.Sabiendoellacomosabequeesehombrenomegusta, sospecharíademí, creeríaquequieroarruinar sumatrimonio.Sencillamente,no séquéhacer.Confíoen tubuencriterio.¿Quéharías?

—PresumoquemísterWilcoxtuvounaquerida—dijoTibby.

Helenenrojeciódevergüenzayderabia.

—Arruinó la vida de dos personas.Y va por ahí diciendo que los actospersonalesnocuentanyquesiemprehabráricosypobres.LaconociócuandoestabaintentandohacersericoenChipre.Noquierodejarleenpeorlugardelquesemerece:ellasinlugaradudasestabadispuestaaenredarseconél.Peroasíescomosucedió.Luegoélsiguiósucaminoyellaelsuyo.¿Cuálcreesqueeselfinaldeestasmujeres?

Tibbyadmitióqueeraunmalasunto.

—Acabanenunadeestasdosformas:osehundenhastaquelosasilosdelunáticosydeancianosestánllenosyhacenquemísterWilcoxescribacartasa

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los periódicos lamentando la degeneración nacional, o bien atrapan a unmuchachoysecasanconélantesdequeseademasiadotarde.Ella…enfin,no puedo culparla. Pero eso no es todo —prosiguió tras una larga pausadurantelacuallapatronasirvióelcafé—.VoyahoraalasuntoquenosllevóaOniton. Fuimos los tres. Actuando de acuerdo con los consejos de místerWilcox,elhombrehabíadejadounacolocaciónseguraytomadootrainsegura,delaquehasidoexpulsado.Hayciertasexcusas,peroenloesenciallaculpaesdemísterWilcox,comolapropiaMegreconoce.Esdeestrictajusticiaquedétrabajoaestehombre,peroseencuentraconlamujery,comounmiserableque es, se niega e intenta deshacerse delmarido.Hace queMeg le escriba.AquellamismanochenosllegarondosnotasdeMeg:unaparamíyotraparaLeonard rechazándole sin ninguna explicación. Yo no podía comprenderlo.Entonces resultó que mistress Bast había hablado con míster Wilcox en eljardín cuando la dejamos para ir a reservar habitaciones, y todavía estabahablandoconélcuandoLeonardvolvióarecogerla.Leonardlosabíatodo.AmísterWilcoxlepareciónaturalarruinarleporsegundavez.¡Natural!¿Tútehabríascontenido?

—Laverdadesqueesunmalasunto—dijoTibby.Estarespuestaparecióapaciguarasuhermana.

—Temíverlascosascondemasiadoapasionamiento.Perotúlasvesdesdefueraylosabesmejor.Dentrodeunoodosdías,ounasemana,quizá,dalospasosquejuzguesoportunos.Lodejoentusmanos.

Concluyósuencargo.

—EnloconcernienteaMeg,yaconocestodosloshechos—añadió.Tibbysuspiró; le parecía muy duro encontrarse, debido a su imparcialidad,emplazado comomiembro del jurado. Nunca le habían interesado los sereshumanos,actitudreprochableenverdad,perolociertoesqueyahabíatenidobastantehumanismoenWickhamPlace.Asícomoalgunaspersonasdejandeatender cuando sehablade libros, la atencióndeTibby seperdía cuando setrataba de discutir las «relaciones personales». ¿Debía saber Margaret queHelensabíaloquelosBastsabían?PreguntascomoestalehabíanmortificadodesdelainfanciayenOxfordhabíaaprendidoadecirque«laimportanciadelos seres humanos había sido ampliamente exagerada por los especialistas».Este epigrama, con su tufillo a siglo XIX, carecía, naturalmente, designificado, pero Tibby habría dejado correr el asunto de buena gana si suhermananohubiesesidoincesantementebella.

—¿Sabesunacosa,Helen?…Tomauncigarrillo…Noséquéhacer.

—En tal caso, no hagas nada.Me atrevo a decir que estás en lo cierto.Dejémoslosquesecasen.Quedalacuestióndelacompensación.

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—¿Tambiénmelaquieresadjudicar?¿Noseríamejorqueconsultarasaunexperto?

—Esun asunto confidencial—dijoHelen—.No tiene nada que ver conMegy no se lomenciones bajo ningún pretexto.No sé quién va a pagar lacompensaciónsinolohagoyoyyahedecididolacuantía.TanprontocomomeseaposiblevoyatransferiresasumaatucuentacorrienteycuandoestéenAlemania se la entregarás en mi nombre. Nunca olvidaré tu amabilidad,Tibbykins,sihacesloquetepido.

—¿Ycuálesesasuma?

—Cincomillibras.

—¡PorDiosbendito!—dijoTibbyysevolviórojocomolagrana.

—¿De qué sirven los donativos? Quiero haber hecho algo en la vida:rescataraunapersonadelabismo,yesonoseconsigueconmezquinosregalosde unos pocos chelines y unas mantas. Quiero hacer el gris menos gris.Supongoquelagentelojuzgaráextraordinario.

—¡Meimportauncominoloquepienselagente!—exclamóTibby,cuyaexcitacióndabaasuvozunavirilidaddesacostumbrada—.Peroeslamitaddeloquetienes…

—Ni siquiera la mitad —Helen extendió las manos sobre su faldamanchada—.Tengotodavíademasiadoyunavez,enChelsea,determinamos,laprimaverapasada,quesonnecesariastrescientaslibrasanualesparaponeraun hombre en pie. Lo que yo les doy producirá ciento cincuenta a repartirentredos.Noessuficiente.

Tibby se recobraba con dificultad. No estaba enfadado ni sorprendido ysabíaqueHelenteníaaúnsupervivenciaparavivir,peroleasombrabaver lamarañaquelagentepuedehacerconsusvidas.Susdelicadasentonacionesnoibanaservirdenadaysolopudoañadirquelascincomillibraslecausaríanunmontóndeproblemasaélpersonalmente.

—Noesperabaquemecomprendieses.

—¿Yo?¡Yonocomprendoanadie!

—¿Peroloharás?

—Alparecer…

—Asípues,tedejodosencargos.ElprimeroserefiereamísterWilcoxylodejoatudiscreción.Elsegundoserefierealdinero,nodebemencionarseanadie y ha de cumplirse al pie de la letra.Mañana le enviarás cien libras acuenta.

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Tibby la acompañó paseando a la estación, a través de las calles cuyaapretadabellezanuncalehabíadesconcertadonifatigado.LaadorablecriaturaqueesOxfordelevabacúpulasyagujasdetorreenunazulsinnubesysoloelganglio de la vulgaridad en los alrededores de Carfax mostraba cuánevanescente es el fantasma, cómo naufraga su pretensión de representar aInglaterra.Helen,repitiendosusencargos,nosedabacuentadenada:teníaalos Bast metidos en la cabeza y volvió a referir la crisis de un modomeditativo. Parecía estar comprobando si aún resultaba válida su versión deloshechos.UnavezéllepreguntóporquéhabíametidoalosBastenmitaddelabodadeEvie.Helensedetuvocomounanimalatemorizadoydijo:«¿Tanextrañoteparece?».Susojos,lamanoenlaboca,leobsesionaronhastaquesurecuerdofueabsorbidoporlafiguradeSaintMarytheVirgin,antelacualseparóunmomentoensucaminoderegresoacasa.

Conviene ahora seguirle en el cumplimiento de sus deberes. Al díasiguientelellamóMargaret.EstabaatemorizadaporlahuidadeHelenyTibbytuvoquedecirlequelehabíaidoavisitaraOxford.LuegodijoMargaret:

—¿ParecíapreocupadaporalgúnrumorconcernienteaHenry?

—Sí—contestóél.

—¡Sabíaqueeraeso!—exclamóMargaret—.Leescribiré.

Tibbysintióungranalivio.

LuegoenvióelchequealadirecciónqueHelenlehabíadadoehizosaberaldestinatarioquehabía recibido instruccionesdeenviarleconposterioridadcinco mil libras. Recibió una respuesta muy cortés y en tono sosegado: larespuesta que el propio Tibby habría dado. El cheque fue devuelto y ladonaciónrechazadatodavezqueelremitentenoestabanecesitadodedinero.TibbyleremitiótodoestoaHelenañadiendocontodosucorazónqueLeonardBastleparecíaunagranpersona,despuésdetodo.LarespuestadeHelenfuefrenética:no teníaquehacercaso.Quefuera inmediatamentey ledijeraqueellaordenabaqueaceptase.Fue.Unrastrodelibrosydeadornosdeporcelanalerecibió.LosBastacababandeserdesahuciadospornopagarsusrentasysehabían ido sin dejar señas. Helen, por entonces, había empezado a hacertonterías con su dinero y había vendido incluso sus acciones de losFerrocarriles de Nottingham y Derby. Durante unas semanas no hizo nada.Luegoreinvirtióy,debidoa losbuenosconsejosdesusasesores,acabómásricadeloquehabíasidoantes.

Capítulo31

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Lascasastienensupropiaformademorir,ycaendemanerastanvariadascomo las generaciones de los hombres. Algunas mueren con un trágicoestrépito;otrasmuerentranquilamenteyvanapararaotravidaenelmásallá,en la ciudad de los fantasmas; a otras, por último, y así fue la muerte deWickham Place, el espíritu las abandona antes de que el cuerpo perezca.WickhamPlacehabíainiciadosudecadenciaenlaprimavera,desintegrandoalas dos mujeres que la habitaban más de lo que ellas mismas suponían yobligándoles a abordar regiones desconocidas. En septiembre era ya uncadáver,vacíodeemocionesyapenassantificadoporlosrecuerdosdetreintaaños de felicidad. A través del arco redondeado de su puerta pasó elmobiliario,pasaronloscuadrosyloslibroshastaquelaúltimahabitaciónfuedespojadadesusentrañasyelúltimocamiónsealejóroncando.Durantedossemanassequedóenpie,conlosojosabiertos,atónitadesupropiavaciedad.Luego cayó. Entraron los peones y la redujeron a escombros. Con susmúsculos y su buen carácter, con su olor a cerveza, los peones no fueronmalosinquilinosparaunacasaquesiemprehabíasidohumanayquenohabíatomadoerróneamentelaculturacomounfinensímisma.

Elmobiliario,conescasasexcepciones,sefueaHertfordshire,puesmísterWilcox había ofrecido amablemente Howards End como almacén. MísterBrycehabíafallecidoenelextranjero—unasuntodelomásdesagradable—yparecían existir pocas garantías de que el alquiler fuera pagado conregularidad,asíquemísterWilcoxcancelóelcontratoyrecobrólaposesión.Hasta tanto no volviera a arrendar la casa, los Schlegel estaban invitados aapilar su mobiliario en el garaje y en las habitaciones de la planta baja.Margaret puso algunas objeciones, pero Tibby aceptó encantado, porqueaquello leevitaba tomarunadecisiónsobreel futuro.Laplatay loscuadrosmás valiosos encontraron un alojamiento más seguro en Londres, pero elgruesodelascosassefuealcampoyquedóencomendadasucustodiaamissAvery.

Poco antes de la mudanza nuestro héroe y nuestra heroína se casaron.Habían capeado el temporal y podían esperar razonablemente la paz. ¿Quémayor seguridad puede encontrar unamujer que el no tener ilusiones y sinembargoseguiramando?Margarethabíadescubiertoelpasadodesumarido,así como su corazón. Conocía igualmente su propio corazón con unaprofundidadquelagentevulgarhabríaconsideradoimposible.SoloelcorazóndemistressWilcoxpermanecíaescondidoyquizáseasupersticiosoespecularcon los sentimientos de los muertos. Se casaron de un modo tranquilo,realmentetranquilo,puesamedidaqueseacercabaeldía,MargaretsenegóapasarporotroOniton.Suhermanolaacompañóalaiglesiaysutía,queestabamal de salud, presidió un refresco incoloro. Los Wilcox estuvieronrepresentados porCharles, que hizo de testigo delmatrimonio, y pormísterCahill.Paulenvióuntelegrama.Enpocosminutosysinmúsicaelsacerdote

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loshizomaridoymujerycayósobreelloslacampanadecristalqueseparaalas parejas casadas del resto del mundo. Ella, monógama por naturaleza,lamentó el final de algunos inocentes aromas de la vida; él, cuyos instintoseranpolígamos,sesintiómoralmenteatadoporelcambioymenossusceptibledecaerenlastentacionesquelehabíanasaltadoenelpasado.

Pasaron su luna demiel cerca de Innsbruck.Henry conocía un hotel detoda confianza yMargaret esperaba encontrarse con su hermana.En esto sellevóunadesilusión.Cuandoellosfueronhaciaelsur,HelenseretiróalotroladodelBrenneryescribióunapostalbienpocosatisfactoriadesdelasorillasdel lagodeGradadiciendoque susplanes eran insegurosyque seríamejorque la ignorasen.Evidentemente ledisgustabaunencuentroconHenry.Dosmesessonsindudasuficientesparaacostumbraraunextrañoaunasituaciónqueunaesposahaaceptadoendosdías,yMargarettuvoquelamentarunavezmáslafaltadecontroldesuhermana.Enunalargacartapuntuólanecesidadde ser caritativos en lo referente a los asuntos sexuales, tan poco es lo quesabemos de ellos; es difícil juzgar para aquellos que se hallan involucradospersonalmentey,siestoesasí,¿cómonovaaserfútileljuiciodelasociedad?«No digo que no haya normas, porque esto implicaría la destrucción de lamoral;solodigoquenopuedehabernormashastaquenuestrosimpulsosnosestén mejor clasificados y comprendidos». Helen le dio las gracias por suamablecarta:respuestabiencuriosa.SefueaúnmásalsuryhablódepasarelinviernoenNápoles.

MísterWilcoxnosintióquelacitafallara.LaausenciadeHelenledejabatiempoparaquecicatrizaselaherida.Habíamomentosenqueaúnledolía.Sien aquellos lejanos tiempos hubiera sabido queMargaret le esperaba—tanvivaz,taninteligenteytansumisa—,sehabríamantenidomásdignodeella.Incapaz de agrupar el pasado, confundía el episodio de Jacky con otroepisodioquehabíatenidolugarensusañosdebachillerato.Losdosepisodiosformaban una gavilla de hierbajos silvestres de la que se arrepentía de todocorazón,sindarsecuentadequeaquellashierbasteníanuntroncomásoscuro,el cual, a su vez, tenía las raíces en otro deshonor. La incontinencia y lainfidelidaderantanconfusasparaélcomolohabíansidoparalaEdadMedia,suúnicaguíamoral.Ruth—¡lapobreRuth!—noentrabaensuscálculosenmodoalguno,porquelapobreRuthnosehabíaenteradodenada.

Suafectoporsuactualmujerfueenaumento.Suinteligencianolecausóproblemasy,adecirverdad,legustabaverlaleyendopoesíasoalgorelativoalproblemasocial:esoladistinguíadelasesposasdeotroshombres.Soloteníaquellamarlayellacerrabaellibrodegolpeyestabaprestaahacerloqueéldeseara. A veces discutían alegremente, y en una o dos ocasiones ella learrinconó a él, pero tan pronto él se puso realmente serio, ella cedió. Elhombre está hecho para guerrear; la mujer, para un simulacro de lucha.

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Margaretnopodíaganarunabatalla,porquenoteníamúsculos,sinonervios.Losnervioslehacíansaltardeuncocheenmarcha,onegarseacelebrarunabodaen la formaadecuada.Elguerrerobienpuedepermitirleque triunfeentalesocasiones:noalteranlabaseimperecederadelascosasqueafectanasupaz.

Margaret sufrió un duro ataque a sus nervios durante la luna de miel.Henry le comunicó, de un modo desenfadado, ocasional, como era sucostumbre, que había dejado la granja de Oniton. Ella dio muestras depreocupación y le preguntó con cierta sequedad por qué no había sidoconsultada.

—No quise importunarte —contestó él—. Además, no tuve laconfirmacióndefinitivahastaestamañana.

—¿Ydóndevamosavivir?—dijoMargaretintentandoreírse—.Amímegustaba muchísimo aquel lugar. ¿No crees que hay que tener un hogarpermanente,Henry?

Henry le aseguróque lehabíamalentendido.Lavidahogareñaes laquenosdistinguedelosextranjeros.Peronosoportabalascasashúmedas.

—Esto es nuevo. Hasta ahora no me había enterado de que Oniton erahúmedo.

—Pero,querida—dijoélextendiendolasmanos—,¿notienesojos?,¿notienes piel? ¿Qué otra cosa podría ser sino húmeda en una situaciónsemejante? En primer lugar, la granja es de arcilla y está edificada dondedeberíahaberestadoel fosodelcastillo.Luegoestáesedetestable riachueloque fluye toda la noche como una cafetera. No tienes más que tocar lasparedesdelabodegaomirarbajolosalerosdeltejado.PregúntaleasirJamesoacualquiera.LosvallesdeShropshiresonfamosos.ElúnicolugarfactibleparasituarunacasaenShropshiresonlascolinas;peroyo,pormiparte,creoqueel lugarestádemasiadolejosdeLondresyqueelpaisajenoesnadadelotromundo.

Margaretnopudoresistirelpreguntarle:

—Entonces,¿porquéfuisteallá?

—Bueno…porque…—echólacabezahaciaatrásyseenfadó—.¿Yporqué hemos venido al Tirol, puestos a preguntar? Se podría preguntar asíindefinidamente.

Sepodría;pero soloestabaganando tiempoparaencontraruna respuestaplausible.Alfinallaencontróylafuecreyendoamedidaquehablaba.

—LaverdadesquetomélacasadeOnitonporEvie.Asíescomofueynosigamos.

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—Comoquieras.

—Noquieroqueellaseenteredequememetióenunlío.Apenasfirméelcontrato,secomprometióparacasarse.¡Pobrecilla!Lehacíatantailusiónqueno tuve tiempo siquiera de hacer averiguaciones sobre la casa. Temí que sellevaraungrandisgusto,comoosocurreatodaslasdevuestrosexo.Bueno,nohapasadonadagrave.Eviehatenidosubodaenelcampoynosotrosnoshemos desembarazado de la casa en favor de unos individuos que estánmontandounaescueladeprimeraenseñanza.

—¿Ydóndeviviremos,Henry?Amímegustaríavivirenalgúnsitio.

—Todavíanolohedecidido.¿QuétalNorfolk?

Margaret guardó silencio. El matrimonio no le había salvado delsentimiento de transición. Londres no era sino una premonición de lacivilizaciónnómadaqueestáalterandolanaturalezahumanayarrojandosobrelas relacionespersonalesuna tensiónmayoraúnde laquehastaelmomentohansoportado.Elcosmopolitismo,siacabaporinstaurarse,nosprivarádelaayuda de la tierra. Los árboles, los prados y las montañas solo serán unespectáculo y el poder de arraigo que antaño ejercieron sobre el carácterdeberá confiarse exclusivamente al amor. Pero ¿podrá el amor soportar estacarga?

—¿Enquémesestamos?—continuóHenry—.Casienoctubre.PasemoselinviernoenDucieStreetybusquemosalgoenprimavera.

—Aserposible, algopermanente.Nodebode ser tan jovencomoantes,porqueestasvariacionesnomesientanbien.

—Pero,querida,¿quéprefieres:variacionesoreumatismo?

—Ya comprendo tu punto de vista —dijo Margaret levantándose—. SiOniton es realmente húmedo, no podemos ir; es mejor que la habiten losniños.Solotepidoqueenprimaveranosenteremosbienantesdetomarunadecisión.AprenderédeEvieynotemeteréprisa.Recuerdaqueestaveztienesabsolutalibertad.Estoscambiosincesanteshandesermalosparaelmobiliarioysonciertamentecostosos.

—¡Qué mujercita tan práctica! ¿Qué has estado leyendo? Teo… teo…¿qué?

—Teosofía.

Así fue comoDucieStreet se convirtió en su primer destino: un destinobastante agradable. La casa, un poco mayor que Wickham Place, sirvió aMargaret de entrenamiento para el inmenso alojamiento prometido para laprimavera.Confrecuenciaestabanfuera,peroenlacasa,lavidadiscurríaconregularidad.Porlamañana,Henryseibaatrabajarysubocadillo(reliquiade

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algúndeseoprimitivo)lopreparabasiemprepersonalmentesumujer.Aélnole gustaba el bocadillo para comer, pero quería tenerlo consigo por si leentrabaelhambreaesodelasonce.CuandoHenrysehabíamarchadohabíaque ocuparse de la casa, humanizar a la servidumbre y algunos asuntos deHelenqueresolver.LeremordíaunpocolaconcienciaporlosBast;nosentíahaberlosperdidodevista.SindudavalíalapenaayudaraLeonard,pero,comoesposadeHenry,Margaretpreferíaayudaraalgúnotro.Encuantoalteatroyalos clubes de debates, cada vez le atraían menos. Empezó a quedarse almargen de los nuevos movimientos y a perder el tiempo libre en releer opensarenvezdededicarsealoquetantopreocupabaasusamigosdeChelsea.Estosatribuyeronelcambioasumatrimonioytalvezunprofundoinstintolepreveníadenoalejarsedesumaridomásdeloestrictamenteinevitable.Contodo, la causa principal era todavía más honda: había dejado atrás losestímulosyestabapasandodelaspalabrasalascosas.Sindudaeraunapenaperder el contacto con Wedekind o con John, pero la clausura de algunaspuertas es inevitable después de los treinta si se quiere que la mente seconviertaenunpodercreativo.

Capítulo32

Margaretestabaestudiandolosplanosundíadelaprimaverasiguiente—pueshabíaacabadodecidiéndoseporiraviviraSussexyedificarunacasa—cuandoleanunciaronlavisitadelamujerdeCharlesWilcox.

—¿Tehasenteradodelanoticia?—gritóDollyapenashuboentradoenlahabitación—.Charlesestáfur…Quierodecirqueestásegurodequetúestásalcorrienteo,mejordicho,dequenotehasenteradodenada.

—¡Vaya, Dolly! —dijo Margaret besándola plácidamente—. ¡Quésorpresa!¿Cómoestánlosniños?

Losniñosestabanmuybienydescribiendoelenormeconflictoquehabíatenido lugar en elClubdeTenis deHilton,Dolly olvidó las noticias.Genteinconveniente había intentado ingresar. El rector, como representante de losantiguos habitantes, había dicho que… Charles había dicho que… Elrecaudador de contribuciones ha dicho que…Charles sentía no haber dichoque…Yacabósurelatocon:

—¡QuésuertetienesdetenercuatropistasparatienMidhurst!

—Sí,serámuybonito.

—¿Sonestoslosplanos?¿Teimportaquelosvea?

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—Porsupuestoqueno.

—Charlesaúnnohavistolosplanos.

—Acabande llegar.Estoes laplantabaja…no,esunpocodifícil.Miraestaperspectiva.Tendremosunafachadamuybonitayunavistapintoresca.

—¿Qué es lo que huele de esta manera tan rara?—dijo Dolly tras unabreveinspección.Eraincapazdeentenderplanosymapas.

—Supongoqueeselpapel.

—¿Yquéquieredecir«partesuperior»?

—Pues… una parte superior como otra cualquiera. Esta es la vista y lapartequehuelemáseselcielo.

—Vaya,pasemosaotracosa.Margaret,esto…¿quéteibayoadecir?Ah,sí,¿cómoestáHelen?

—Bien.

—¿NopiensavolveraInglaterra?Todoelmundodicequeesmuyraroquenovenga.

—Sí que es raro —dijo Margaret intentando ocultar su preocupación.Estaba muy amargada por este asunto—. Helen es muy rara, terriblementerara.Haceyaochomesesquesefue.

—¿Ynotieneunadirecciónfija?

—LaposterestantedeunlugardeBavieraessudirección.Escríbeleunasletras.Yoselasharéllegar.

—No,notemolestes.¿Estásseguradequehaceochomesesquesefue?

—Exactamente.SefuejustodespuésdelabodadeEvie.Haráochomeses.

—Osea,cuandonacióelniño.

—Esoes.

Dollysuspiróyrecorrióelsalónconojosdeenvidia.Empezabaaperdersubrillantezy subelleza.A la familiadeCharlesno le ibanbien las cosas,porquemísterWilcoxhabíaeducadoasushijosparaquetuvierangustoscarosy era partidario de dejarles que se espabilaran por símismos.Al fin y a lapostre no les había tratado con generosidad. Por otra parte, esperaban otroniño,segúnledijoDollyaMargaret,eibanatenerqueprescindirdelcoche.Margaret mostró su condolencia de un modo formal y Dolly no pudoimaginarseque lamadrastrade sumaridoestaba incitandoal suyoparaquedieraasushijosunaasignaciónmásliberal.Dollyvolvióasuspiraryporfinrecordólaofensainicial.

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—Ah, sí —gritó—, esto es: miss Avery está desembalando tuspertenencias.

—¿Yesoporqué?¡Quécosamásinútil!

—Amínomelopreguntes.Supongoquetúleordenastehacerlo.

—Yo no hice tal cosa.A lomejor quiere airear losmuebles.De vez encuandoledaporentrarenacción.

—Es algo más que airear —dijo Dolly solemnemente—. El suelo estácubiertodelibros.Charlesmeenvióaverquéhabíahecho,porqueestásegurodequetúnosabíasnada.

—¡Libros! —exclamó Margaret conmovida por la sagrada palabra—.Dolly,¿lodicesenserio?¿Haestadotocandonuestroslibros?

—¡Yalocreo!Elvestíbuloestaballenodelibros.Charlesestabasegurodequetúlosabías.

—Teagradezcomucholainformación,Dolly.¿QuélehabrápasadoamissAvery?Tengoqueiraverloenseguida.Algunoslibrossondemihermanoymuyvaliosos.Notienederechoaabrirlascajas.

—Yocreoqueestámajareta.Eslaquenosecasó,¿sabes?Alomejorsefigura que son regalos de boda para ella. A las solteronas les da por ahí aveces.MissAverynosodiaatodosnosotrosdesdelatrifulcaconEvie.

—No me había enterado de nada—dijo Margaret. Una visita de Dollysiempreteníasucompensación.

—¿NosabíasquelehabíahechounregaloaEvieelagostopasadoyqueEvie se lo devolvió? ¡Madre mía! No te puedes imaginar la carta que leescribiómissAvery.

—Evienohizobienendevolvérselo.Esimpropiodeellahacercosastancrueles.

—Peroelregaloeramuycaro.

—¿Yqué,Dolly?Esonosuponeningunadiferencia.

—Apesardetodo,cuandocuestaunasoncelibras…Yonolovi,peroeraun precioso broche de esmalte de una tienda deBondStreet.No se puedenaceptarestosregalosdeunamujerdelcampo.¿Noteparece?

—TúaceptasteunregalodemissAverycuandotecasaste.

—Bah,elmíoeraunachucheríadebarroquenovalíamediopenique.LodeEvie fuedistinto.Habrían tenidoque invitara labodaaunapersonaquehabía regalado un broche como aquel. El tío Percy, Albert, papá y Charles

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dijeronquenoeraposibleycuandocuatrohombresestándeacuerdoenunacosa,¿quépuedehacerunachica?Evienoqueríamolestaralapobrevieja,asíque le envió una carta chistosa creyendo que sería lo mejor y devolvió elbrochedirectamentealatiendaparaevitarleunproblemaamissAvery.

—YmissAverycontestó…

LosojosdeDollyseagrandaron.

—Unacarta espantosa.Charlesdijoqueera la cartadeun loco.Al finalrecuperóelbrochedelatiendayloarrojóalestanquedelospatos.

—¿Dioalgunarazón?

—Nosotroscreemosquequeríaser invitadaaOnitonyescalarunpuestoenlasociedad.

—Esdemasiadoviejaparaeso—dijoMargaretpensativa—.¿NoseráqueleenvióeseregaloaEvieenrecuerdodesumadre?

—Vaya, esa es una idea.Dar a cada uno lo suyo, ¿eh?Bueno, creo quedeberíaestarpaseando.VamosmísterTrasto,quieresunabrigonuevoynoséquiéntelovaacomprar—dijodirigiéndoseasuvestimentacontristehumor,ysaliódelaposento.

MargaretlasiguióparapreguntarlesiHenryestabaenteradodelagroseríademissAvery.

—Sí,claro.

—Meextraña,enestecaso,quemedejasepedirlequecuidaralacasa.

—Bueno, solo es una mujer del campo —dijo Dolly, y su explicaciónresultó correcta. Henry solo censuraba a las clases inferiores cuando leconvenía.SoportabaamissAverycomoaCrane:porquepodíasacarpartidodeambos.«Tengopacienciaconunhombrequesabehacersutrabajo»,solíadecir, cuando, en realidad, teníapaciencia conel trabajo, no con el hombre.Aunque pueda parecer paradójico, había algo artístico en todo ello: estabadispuesto a pasar por alto un insulto a su hija antes que perder una buenacriadaparasumujer.

Margaret consideróque seríamejor solucionar a sumodoaquelpequeñoproblema.Laspartes en litigio estabandemasiado agitadas.ConpermisodeHenryescribióunaamablecartaamissAverypidiéndolequedejara intactaslascajas.Luego,alaprimeraoportunidadquesepresentó,fueaHowardsEndconlaintencióndeembalarsuspertenenciasycolocarlasenunalmacénlocal,alavistadequeelplanprimitivohabíaresultadounfracaso.Tibbyprometióacompañarla,peroseexcusóenelúltimomomento.Yasí,porsegundavezensuvida,Margaretentrósolaenlacasa.

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Capítulo33

Eldíaelegidopara lavisitaeraexquisitoyfueelúltimodíadefelicidadparaMargaret enmuchosmeses. Su preocupación por la ausencia deHelenestaba todavía aletargada y la posible pelea con miss Avery constituía másbienunalicientedelaexpedición.Porotraparte,habíaeludidola invitacióndeDollyacomerensucasa.Alsalirdelaestación,cruzóelcéspeddelavillay entró en la larga avenidade castañosque conducía a la iglesia.La iglesiahabía estado en la villa en cierta ocasión, pero atraía a tantos fieles que eldiablo,enunodesusarrebatos,lahabíaarrancadodesuscimientosylahabíaposado en una loma impracticable, a tres cuartos de milla de su primitivoemplazamiento. De ser cierta esta historia, la avenida de castaños debía dehaber sido plantada por los ángeles. No podía imaginarse un camino mástentadorparaelcristianotibio.Ysiesteaúnencontrabaelcaminomuylargo,eldiablotambiénhabíasidoderrotado,porquelacienciahabíaerigidolaHolyTrinity,unacapillapróximaa lacasadeCharles,y lahabíacubiertoconuntechodeestaño.

Margaretanduvoporlaavenidalentamente,deteniéndoseacontemplarelcielo cuyos destellos se filtraban a través de las ramas más altas de loscastaños, o a tocar las pequeñas herraduras que colgaban de las ramasmásbajas.¿PorquénotieneInglaterraunagranmitología?

Nuestro folklore no sobrepasa los límites de la delicadeza y las grandesmelodíasdenuestropaíshansalidodelasgaitasgriegas.Pormuyprofundayverdaderaquepueda ser la imaginaciónde losnativos, enestepuntoparecehaberflaqueado.Sehadetenidoenlasbrujasylashadas.Nopuedevivificarunafraccióndelcampoenveranoodarnombresamediadocenadeestrellas.Inglaterraaúnguardaelsupremomomentodesuliteratura,algranpoetaquele dará voz, omejor aún, a losmil pequeños poetas cuyas voces pasarán anuestrolenguajecotidiano.

Enlaiglesia,elpanoramacambió.Laavenidadecastañosseconvirtióenuna carretera suave pero estrecha que conducía al campo abierto. La siguiódurante una milla. Las vacilaciones del camino complacieron a Margaret.Como si no tuvieraundestinourgente, el caminodescendíauna colinao lasubía,segúnsusdeseos,sinpreocuparsedelosdesnivelesnidelpaisajeque,sinembargo, seexpandíaen todasdirecciones.LasgrandespropiedadesquesofocanelsurdeHertfordshireeranallímenosobstrusivasylaaparienciadelatierranoeraaristocráticaniurbana.Eradifícildefinirla,peroMargaretsabíaloquenoera:presuntuosa.Aunquedébilensuscontornos,poseíauntoquede

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libertadqueSurreynuncatendría,yelarcodistantedelosChilternssealzabaen el horizonte como una montaña. «Dejado a su libre albedrío —era laopinión deMargaret—, este condado votaría a los liberales». La tierra y lapequeñagranjadeladrilloalaquellamópidiendolasllaveseranotrastantaspromesas de camaradería desapasionada: elmás alto don que posee nuestrapatria.

Peroelinteriordelagranjaeradecepcionante.Unajovenprematuramenteavejentadalarecibió.«Sí,mistressWilcox;no,mistressWilcox;naturalmente,mistressWilcox,mitíarecibiósucarta.Mitíahaidoasucasadeustedenestemismomomento.¿Quierequemandeauncriadoparaindicarleelcamino?».Seguidode:«Porsupuesto,mitíanocuidasucasaporsistema;sololohaceparahacerun favoraunvecino,algoexcepcional.Ledaalgoquehacer.Sepasaallíunmontóndetiempo.Mimaridomediceaveces:“¿Dóndeestá tutía?”yyoledigo:“Nohacefaltaquelopreguntes,estáenHowardsEnd”.Sí,mistress Wilcox. Mistress Wilcox, ¿puedo rogarle que acepte un trozo depastel?¿Deverdadnoquierequelecorteuntrozo?».

Margaret rehusó el pastel, pero, por desgracia, su negativa la hizo másimportantealosojosdelasobrinademissAvery.

—Nopuedopermitirquevayasola.No,deningunamanera.Deverasquenodebe ir.Yo laconduciré, si espreciso.Tengoquecogerel sombrero.Unmomento—roncamente—,mistressWilcox,nosemueva:voyabuscarlo.

Confusa, Margaret no se movió del vestíbulo, que había recibido ya lainfluenciadelartnouveau.Lasotrashabitacionesparecían indemnes,sibienacusaban esa tristeza peculiar de los interiores rurales. Allí había vivido laantiguaraza,cuyorecuerdonosllenadeinquietud.Elcampoquevisitamoslosfines de semana, antaño fue su verdadero hogar; los acontecimientos másseriosdelavida—lamuerte,laseparación,ellamentodeamor—tuvieronsumáshonda expresión en el corazónde los campos.No todo era tristeza, sinembargo.Elsolbrillabaalegremente,el tordocantabasusdossílabasen losrosales en flor, unos niños jugaban ruidosos entre los montones de pajadorada. Lamera presencia de la tristeza sorprendió aMargaret y acabó pordarseunsentimientodeplenitud.Siellofueraposibleenalgunaparte,enesasgranjasinglesaspodríaverselavistaensutotalidad,reunirenunasolaimagensu transitoriedady sueterna juventud, conectar, conectar sinamargurahastahermanar a todos los hombres. El regreso de la sobrina de miss Averyinterrumpió los pensamientos de Margaret, pero esos pensamientos habíansidotansedantesqueaceptóalegrementelainterrupción.

Eramás rápidosalirpor lapuerta trasera,yesohicieron tras lasdebidasexplicaciones. Innumerables pollos se pusieron a mortificar a la sobrinaarremolinándose a sus pies en buscade comida, y lomismohizouna cerda

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desvergonzada y maternal. Margaret no sabía lo que buscaban aquellosanimales. Pero su gentileza se desvaneció al contacto con el aire suave. Elvientoseestabalevantando,esparciendolapajayrevolviendolascolasdelospatosque flotabanagrupadosen familiassobreelbrochedeEvie.Unabrisadeliciosa,primaveral,quehacía susurrar lashojas tiernas,barrióel campoyluegoseextinguió.«Georgia»,cantabael tordo.«Cu-cú», llegófurtivamentede un macizo de pinos. «Georgie, lindo Georgie». Y los demás pájaros seunieron a él en absurdo concierto.El seto parecía un cuadro amediopintarquequedaríaacabadoenpocosdías.Lascelidoniascrecíanensusbordes;losaros y las primaveras, al abrigo de sus huecos; las rosas silvestres, que aúnconservaban sus escaramujos marchitos, mostraban al mismo tiempo unapromesa de florecimiento. La primavera había llegado, desprovista deatuendosclásicos,ysinembargo,máshermosaquetodaslasprimaveras;máshermosaaúnquelaquecampeaporentrelosmirtosdelaToscana,precedidadelasgraciasyseguidaporloscéfiros.

Las dos mujeres caminaron por un sendero derrochando cortesía. PeroMargaretibapensandoenlodifícilqueleresultabaponerseseriaenelasuntodelmobiliarioenundíacomoaquel,ylasobrinaibasoñandosombreros.AsíenzarzadasllegaronaHowardsEnd.Unosgritosestentóreosde«¡Tía!¡Tía!»rasgaronelaire.Nohuborespuesta.Lapuertaprincipalestabacerrada.

—¿EstásseguradequemissAveryestáaquí?—preguntóMargaret.

—Sí,mistressWilcox,completamentesegura.Estáaquítodoslosdías.

Margaret tratódemirara travésde laventanadel comedor,peroalguienhabíaechadounacortinapordentro.Elaspectodeaquellascortinasleresultófamiliar,aunqueno las recordabadesuvisitaanterior:enaquellaocasión lehabíaparecidoquemísterBryceselohabíallevadotodo.Probaronlapuertadeatrás.Tampocorecibieronrespuestanipudieronvernada.Laventanadelacocinaestabacubiertaporunacontraventana.Lasdeladespensayellavaderoestaban obstruidas por trozos de madera que guardaban una amenazadorasemejanzaconlastapaderasdelascajasdeembalaje.Margaretpensóensuslibrosytambiénalzólavoz.Alprimergritotuvoéxito.

—¡Está bien!, ¡está bien!—contestó alguien en el interior de la casa—.¡PorfinhallegadomistressWilcox!

—¿Tieneslallave,tía?

—Vete,Madge—dijomissAvery,todavíainvisible.

—Tía,esmistressWilcox.

Margaretapoyóalasobrina.

—Susobrinayyohemosvenidojuntas…

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—Madge,vete.Noesmomentoparasombreros.

Lapobremujersepusocolorada.

—Mitíasevuelvecadadíamásexcéntrica—dijonerviosamente.

—¡MissAvery!—gritóMargaret—.Hevenidoporlodenuestrosmuebles.¿Seríatanamablededejarmeentrar?

—Sí,mistressWilcox—dijolavoz—,nofaltaríamás.

Pero a esas palabras solo siguió el silencio. Llamaron de nuevo sinrespuestaycaminaronentornoalacasacondesconsuelo.

—EsperoquemissAverynoestaráenferma—apuntóMargaret.

—Bueno, sime disculpa—dijoMadge—, quizá seríamejor que yomefuera.Hayquevigilaralpersonaldelagranja.Mitíaesunpocoraraaveces.

Yseretiróderrotadallevándoseconsigosuselegancias.Comosisupartidahubiera liberado un resorte, la puerta principal de la casa se abrió deinmediato.

—Bueno,paseusted,mistressWilcox—dijomissAveryconamabilidadycalma.

—Muchasgracias—empezóadecirMargaret,perosequedócortadaalavistadeunparagüero:elsuyo.

—Entreenelvestíbulo,antetodo—dijomissAvery.

Corrió la cortina y Margaret profirió un grito de desesperación. Porquealgo había sucedido. Las paredes estaban cubiertas con el contenido de labibliotecadeWickhamPlace.Laalfombrahabíasidotendida,lapesadamesade trabajocolocada juntoa laventana; losestantesde la librería llenaban lapared de enfrente y la espada de su padre —y eso fue lo que más ledesconcertó— había sido desenvainada y colgada desnuda entre los sobriosvolúmenes.SindudamissAveryhabíatrabajadodurantevariosdías.

—Metemoquenoesestoloqueconvinimos—empezóadecir—.MísterWilcoxyyonoqueríamosquesetocasenlascajas.Estoslibros,porejemplo,sondemihermano.Losguardamosparaélyparamihermana,queestáenelextranjero.Cuandoustedsecomprometióamablementeacuidarlascosas,noesperábamosquehicieratanto.

—Lacasahaestadovacíadurantemuchotiempo—dijolaanciana.

Margaretnoquisodiscutir.

—Creoquenonosexplicamosbien—dijoconcortesía—.Hasidounerrory,contodaseguridad,unerrorpornuestraparte.

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—MistressWilcox,aquísehavenidocometiendounerrortrasotrodurantecincuenta años.La casa es la casa demistressWilcoxy ella no querría quecontinuasevacíapormástiempo.

Paraayudaraaquellapobrementeendecadencia,Margaretdijo:

—Sí,lacasademistressWilcox,lamadredeCharles.

—Unerrortrasotro—dijomissAvery—,unerrortrasotro.

—Bueno,nosé—dijoMargaretsentándoseenunodesussillones—.Noséquéhacer—nopudoevitarecharseareír.

—Sí,deberíaserunacasafeliz—dijolaotra.

—Nosé…supongo.Bueno,muchasgracias,missAvery.Estámuybien.Precioso.

—Todavíatienequeverelsalón—cruzólapuertaydescorrióunacortina.La luz entró a raudales en el salón e inundó el mobiliario del salón deWickhamPlace—.Yelcomedor—descorriómáscortinas,abriómásventanasalaprimavera—.Yluego,poraquí…—missAverycontinuópaseandoarribayabajodelacasa.Margaretperdiósuvoz,perolaoyóabrirlascontraventanasde la cocina—. Aún no he terminado —anunció la anciana al volver—.Todavíaquedamuchoquehacer.Loschicosdelagranjalesubiránelarmarioal pisode arriba, porquenohayningunanecesidaddemeterse engastos enHilton.

—Todoestoesunerror—repitióMargaretsintiendoque teníaquehacervalersuautoridad—.Unmalentendido.MísterWilcoxyyonovamosavivirenHowardsEnd.

—Ah,claro,¿porculpadelafiebredelheno?

—Hemos decidido construir una casa nueva en Sussex, y parte de estemobiliario, mi parte, irá a parar allá —miró a miss Avery con intensidad,intentandoentenderlasrevueltasdesucerebro.Nohabíatrazasdeinconexiónen la vieja. Sus arrugas eran vivaces y llenas de humor. Parecía provista deingenioagudoydenoblezasinostentación.

—Ustedcreequenovolveráaviviraquí,mistressWilcox,perovolverá.

—Eso está por ver —dijo Margaret sonriendo—. Por el momento, notenemos la menor intención de hacer lo que usted dice. Resulta quenecesitamos una casa mucho mayor. Las circunstancias nos obligan a dargrandesrecepciones.Porsupuesto,algúndía…Nuncasesabe,¿noescierto?

—¡Algúndía!—replicómissAvery—,bah,bah,nohablede«algúndía».Ustedyaestáviviendoaquíahora.

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—¿Deveras?

—Ustedestáviviendoaquíyhaestadoviviendolosúltimosdiezminutos.

Era una idea absurda, pero con un extraño sentido de la deslealtadMargaret se levantó de su butaca. Sentía que Henry acababa de seroscuramentecensurado.Fueronalcomedor,dondeelsolbañabaelcosturerodesumadre,yluegoalpisodearriba,dondeinnumerablesdiosesantiguoslascontemplarondesdeunnuevonicho.Elmobiliarioencajabaadmirablementebien.En la habitación del centro, sobre el vestíbulo, en la habitación dondeHelen había dormido cuatro años antes,missAvery había colocado la viejacunitadeTibby.

—Elcuartodelosniños—dijo.

Margaretsevolviósindecirnada.

Al final lo recorrieron todo.Lacocinay el pasillo estabanaún llenosdemuebles y paja, pero, de todo cuanto pudo ver, nada se había roto oestropeado.¡Undesplieguepatéticodeingenuidad!Acontinuacióndieronunpaseoamistosoporeljardín,quesehabíavueltosalvajedesdelaúltimavisita.Elsenderodegravaestaballenodehierbasyelcéspedseextendíahastalasmismísimas barbas del garaje. Quizá Evie era la responsable de la extrañaconducta de miss Avery. Pero Margaret sospechaba que la causa era másprofundayquelaestúpidacartadelamuchachanohabíahechootracosaqueliberarunairritaciónsofocadadurantemuchosaños.

—Es un hermoso prado—hizo notar. Era una especie de salón abierto,delimitado cientos de años atrás por retazos diminutos de los camposadyacentes.Loslímitesdescendíanenzigzagdelacolinaenángulosrectosyalfondoformabanunpequeñoanexoverde,unasuertedetocadorparavacas.

—Sí,elpradoestámuybien—dijomissAvery—,paralosquenopadecendeestornudos, claro está—ycloqueómaliciosamente—.Hevisto aCharlesWilcox salir con mis chicos en época de heno y enseñarles a comportarsecomocriados:teníanquehaceresto,noteníanquehaceraquello.Entoncesleentrabaelcosquilleo.Lohaheredadodesupadre, juntoconotrascosas.NohayunsoloWilcoxquesoporteuncampoenelmesdejunio.YomemoríaderisacuandocortejabaaRuth.

—Mihermanotambiénpadecedefiebredelheno—dijoMargaret.

—Esta casa es demasiado campo para ellos. Naturalmente, al principioestuvieronencantadosdemeterseaquí.PeromejoresteneralosWilcoxquenotenernada,comohapodidocomprobarustedmisma.

Margaretseechóareír.

—Hanconservadoestoenpie,¿noesasí?Sí,esoes.

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—Enmiopinión,mantienenInglaterraenpie.

PeromissAveryladejópreocupadaalresponder:

—Ay, y se reproducen como conejos. Bien, bien, es un mundo muycurioso.Peroelquelohizoyasabeloquequiere,supongoyo.SilamujerdeCharlesestáesperandoelcuarto,notenemosporquéllevarlelacontraria.

—Se reproducen y trabajan también—dijo Margaret consciente de unaciertainvitaciónaladeslealtad,alaquehacíanecolabrisayelcantodelospájaros—. Desde luego, es un mundo curioso, pero en tanto lo gobiernenhombrescomomimaridoysushijos,nocreoqueseanuncaunmundomalo;almenos,nomalodeltodo.

—No,siempreserámejorquenada—dijomissAveryvolviéndosehaciaelolmo.

Deregresoalagranja,missAveryhablódesuviejaamigamásclaroqueantes.Enlacasa,Margaretsehabíapreguntadosilaancianadistinguíaentrelaprimeraesposaylasegunda.Enaquellaocasión,dijo:

—No vimucho a Ruth desde quemurió su abuela, pero nos seguíamostratandoconcortesía.Eraunafamiliamuycortés.LaviejamistressHowardsnuncahablómaldenadienidejómarcharanadiesindarledecomer.Nuncapusoensus tierras:«Losque traspaseneste límiteserándenunciados»,sino:«¿Tienenlaamabilidaddenoentrar?».MistressHowardsnonacióparallevarunagranja.

—¿Nohabíaningúnhombrequelasayudase?—preguntóMargaret.

—Lacosa se aguantóhastaquenoquedóniunhombre—contestómissAvery.

—Hasta que llegómísterWilcox—corrigióMargaret, ansiosa de que sumaridorecibieseloquemerecía.

—Eso supongo; pero Ruth debería haberse casado con un…No vea enesto una falta de respeto hacia usted, porque yo creo que usted se habríacasadoconWilcoxaunqueellanosehubieracasadoprimeroconél.

—¿Conquiéndeberíahabersecasado?

—¡Conunsoldado!—exclamólaanciana—.Unsoldadodeverdad.

Margaretguardósilencio.EraunacríticaalcarácterdeHenrymuchomásmordazqueningunadelassuyas.Sesintióadisgusto.

—Peroyatodopasó—continuólaanciana—.Seacercantiemposmejores,aunquehetenidoqueesperarmucho.Unanoche,dentrodeunpardesemanas,volveráaverlaslucesbrillandoatravésdelseto.¿Haencargadoyaelcarbón?

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—Novamosavenir—dijoMargaretentonofirme.Respetabademasiadoa miss Avery para tomársela a broma—. No, no vendremos. Nuncavendremos.Todoestohasidounerror.Hayquevolveraembalarelmobiliarioenseguida;losiento,peroestamoshaciendootrosarreglosydebopedirlequemeentreguelasllaves.

—No faltaría más, mistress Wilcox —dijo miss Avery, y presentó sudimisiónconunasonrisa.

AliviadaporestaconclusiónytrasenviarsussaludosaMadge,Margaretvolviócaminandoalaestación.Teníalaintencióndeiralalmacéndemueblesy dar las órdenes pertinentes para el traslado, pero la confusión le habíaresultadomayor de lo que esperaba y decidió consultar aHenry.Hizo bien.Henry era contrario a emplear al almacenista local que previamente habíarecomendadoyaconsejóaMargaretqueguardasesusenseresenLondres.

Peroantesdequeestopudierallevarseacabo,unproblemainesperadoseabatiósobreella.

Capítulo34

Noeradeltodoinesperado.LasaluddelatíaJuleyhabíasidomalatodoelinvierno.Sufrióunaseriederesfriadosydecongestionesyestabademasiadoocupada para desembarazarse de ellos. Apenas acababa de prometer a susobrina «arreglar su cansado pecho», cuando agarró un enfriamiento que seconvirtió en una neumonía aguda. Margaret y Tibby se fueron a Swanage.TelegrafiaronaHelenyaquellareuniónprimaveralquetuvolugar,despuésdetodo, en la hospitalaria casa, estuvo presidida por la ternura de los bellosrecuerdos.Unperfectodíaenqueelcieloparecíadeporcelanaazulylasolasdeladiscretabahíabatíanlaarenaconladulzuradeuntambor,Margaretseapresuraba a través de los rododendros, enfrentada una vez más con laabsurdidaddelamuerte.Unamuertepuedetenersupropiaexplicación,perono arroja ninguna explicación sobre otra: hay que empezar de nuevo unainvestigaciónaciegas.Lospredicadoresy loscientíficospuedengeneralizar,pero nosotros sabemos que no hay generalización posible para los queamamos;nolesesperaningúncielo,nisiquieraelolvido.LatíaJuley,incapazdetragedia,abandonabalavidaconrisitasydisculpasporhabersedetenidoenella tanto tiempo. Estaba muy débil; no podía ponerse a la altura de lasituación, ni comprender el gran misterio que en opinión de todos laaguardaba; solo leparecíaqueestabaacabada,másacabadade loquehabíaestadoantes;queacadamomentoveía,oíay sentíamenos;yque, amenosquealgocambiase,prontoyanosentiríanada.Lasfuerzasquelequedabanlas

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dedicaba a hacer planes: ¿no ibaMargaret a hacer una excursión enbarco?,¿sehabíaguisado lacaballacomo legustabaaTibby?Sepreocupabapor laausencia de Helen y también de ser la causa del regreso de Helen. Lasenfermeras parecían considerar aquellas preocupaciones como algo muynatural y tal vez eran una común aproximación a la Gran Puerta. PeroMargaretveíalamuertedesnudadecualquierfalsoromanticismo.Seacualseaelcontenidodelamuerte,elprocesopuedesertrivialyodioso.

—Es importante,Margaret, querida, que hagas la excursión deLulworthcuandovengaHelen.

—Helen no podrá quedarse, tía Juley.Ha telegrafiado diciendo que solopuedeveniraverte.TienequeregresaraAlemaniatanprontoestésbien.

—¡QuéraraesHelen!MísterWilcox…

—¿Sí,querida?

—¿Puedepasarsesinti?

Henry insistió en queMargaret acudiese junto a su tía y semostrómuyamable.Margaretselodijounavezmás.

MistressMuntnosemurió.Almargendesuvoluntad,unpodermásdignolatomóylaretuvoenelúltimopeldañodeldescenso.Regresósinemoción,tanridículacomosiempre.Alcuartodíayaestabafueradepeligro.

—Margaret, es importante—continuaba diciendo—: quiero que busquesalgunacompañíaparadarpaseos.LlamaamissConder.

—YadiunpaseítoconmissConder.

—Noesunapersonamuyinteresante.¡SialmenostuvierasaHelen!

—YatengoaTibby,tíaJuley.

—No, Tibby tiene que estudiar chino. Lo que necesitas es una buenacompañía.Realmente,Helenesrara.

—Sí,rarayaes,laverdad—convinoMargaret.

—Nolebastaconirsefuera,¿porquéquiereahoravolverseamarcharenseguida?

—Seguramente cambiará de opinión cuando nos vea. No tiene el másmínimoequilibrio.

Eraelreprochehabitual,eldesiempre,perolavozdeMargarettemblóalproferirlo. Por aquellas fechas estaba profundamente apenada por elcomportamientodesuhermana.PodíatacharsededesequilibradoelhechodesalircorriendodeInglaterra,peroelquedarseochomesesfuerahacíapensar

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queelcorazóndeHelenandabatanmalcomosucabeza.Ciertoqueacudiríajunto al lecho de la enferma, pero ¿por qué prestaba oídos sordos a otrallamada más humana? Sí, Helen volvería, echaría una ojeada a su tía y seretiraríadenuevoasuvidanebulosa,ocultatrasunalistadecorreos.Apenasexistía; sus cartas se habían ido volviendo insulsas y esporádicas, no teníanecesidades ni curiosidad. ¡Y todo aquello se cargaba a la cuenta del pobreHenry! Henry, a quien su mujer había perdonado hacía mucho, aún erademasiado infame para merecer un saludo de su cuñada. Una reacciónmorbosa, en efecto, yMargaret descubrió con alarma que podía rastrear elorigen de aquella morbosidad, una morbosidad que provenía de algo quesucediócuatroañosantes.LahuidadeOniton,ladesequilibradaproteccióndelos Bast, la explosión de rabia en los Downs: todo estaba relacionado conPaul, un muchacho insignificante cuyos labios habían besado los de Helenduranteuna fraccióndesegundo.MargaretymistressWilcoxhabían temidoque pudieran volver a besarse. Tonterías: el verdadero peligro estaba en lareacción. Reacción contra los Wilcox que había ido royendo su vida hastaconvertiraHelenenunapersonaalaqueapenassepodíacalificardesana.Alos veinticinco años Helen vivía bajo el influjo de una obsesión. ¿Quéesperanzaspodíaalbergarconrespectoasufuturo?

Cuantomáspensabaenello,másalarmadasesentíaMargaret.Habíaidoposponiendoel temadurantemeses,peroahorayanopodíadejarlode lado.Había,¿porquénegarlo?,untoquedelocura.¿EstabacondenadaHelenaqueun incidente trivial, un incidente que puede suceder a cualquier joven,gobernase todos sus actos? ¿Puede construirse la naturaleza humana sobreunoscimientostannimios?Sí,aqueltorpeybreveencuentroenHowardsEndfue vital. Germinó allí donde se agostan las relacionesmás serias, fuemásfuertequela intimidadfraterna,másfuertequelarazónyquelos libros.Enunodesusraptosdehumor,Helenhabíaconfesadoqueaúnlorecordabacon«ciertacomplacencia».Paulsehabíadesvanecido,perolamagiadesucariciaperduraba. Y donde hay complacencia en el pasado puede haber reacción:propagaciónenambossentidos.

Bien,esextrañoytristequenuestrasmentesseantierradecultivoyquenopodamosescoger la semilla.Pero el hombre esuna extrañay triste criatura,demasiadoocupadoenesquilmarlatierraeignorantedeloquegerminaensuinterior. Le aburre la psicología, la deja en manos del especialista, lo queequivale a dejar que su alimento se lo coma una locomotora. No quieremolestarseendigerirsupropioespíritu.MargaretyHelenhabíantenidomáspacienciay,alparecer,Margarethabíalogradoeléxitoenlamedidaenqueeléxitoesposible.Seentendíaasímisma,teníaunciertoyrudimentariocontrolsobresupropiodesarrollo.SiHelenhabíalogradoelmismoéxito,esoyanosepuededecir.

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EldíaenquemistressMuntserecobró,llegóunacartadeHelen.LahabíaenviadodesdeMúnichyanunciabaquesuremitenteestaríaenLondresaldíasiguiente.Eraunacartainquietante,sibienempezabadeunmodoafectuosoynormal.

QueridísimaMeg:

DilealatíaJuleyqueHelenlaquieremucho.Dilequelaquieroyquelahequeridodesdequetengousoderazón.LlegaréaLondreseljueves.

En el banco tendránmi dirección. Aún no he decidido el hotel, así queescribidme o telegrafiadme al banco y dadme noticias detalladas. Si la tíaJuleyestámejorosi,poralgunahorriblerazón,mivisitaaSwanagecarecieradeobjeto,noosextrañéisdequenovaya.

Tengomuchosplanesenlacabeza.Porelmomentovivoenelextranjeroyquiero regresar tan pronto me sea posible. Por favor, dime dónde estánnuestrosmuebles.Megustaríarecogerunoodoslibros;elrestoestuyo.

Perdóname, queridaMeg. Esta carta te resultarámolesta, pero todas lascartasvienendetuhermanaquetequiere,

HELEN

EraunacartamolestaporquetentóaMargaretadecirunamentira.Sidecíaque la tía Juley seguía en peligro, su hermana acudiría. La insanidad escontagiosa.Elcontactocon losquesehallanenunestadomorbosoproduceidéntico deterioro. El «hacerlo para bien» podía beneficiar a Helen, peroperjudicaba a Margaret y, aun a riesgo de un desastre, esta mantuvo susprincipios una vez más. Contestó que su tía estaba mucho mejor y esperóacontecimientos.

Tibby aprobó la respuesta. Había madurado rápidamente y era uncompañero más agradable que antes. Oxford le había hecho mucho bien.Habíaperdidosuirritabilidadysudisplicenciayocultabasudesinterésporlagentey su interéspor la comida.Perono sehabíavueltomáshumano.Losaños comprendidos entre los dieciocho y los veintidós, mágicos para lamayoría de las personas, le conducían suavemente de la adolescencia a lamadurez.Nuncaconociólajuventud,esehálitoquecalientaelcorazónhastala muerte, ese hálito que daba a míster Wilcox un encanto imperecedero.Tibby era frío, sin que él tuviera la culpa y sin crueldad. Consideraba queHelenhacíamalyMargaretbien,perolosproblemasfamiliareseranparaélloque para la mayoría de la gente es una escena de teatro. Solo tenía unasugerenciaquehaceryeracaracterísticaenél:

—¿PorquénoselodicesamísterWilcox?

—¿LodeHelen?

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—Talveztengaexperienciaenestaclasedecosas.

—Sí,Henryharíaloquepudiera,pero…

—Yasé,túsabesmásqueél,peroélesmáspráctico.

Eralafedelestudianteenlosexpertos.Margaretpusoobjecionesporunao dos razones. En aquel momento llegó la respuesta de Helen. Envió untelegramareclamandoladireccióndelmobiliario,dadoquequeríaregresardeinmediato.Margaret contestó:«Deeso,nihablar;veavermealbancoa lascuatro».TibbyyellasefueronaLondres.Helennoestabaenelbancoyallísenegaronaproporcionarles sudirección.Helenhabía terminadosumidaenelcaos.

Margaretabrazóasuhermano.Eratodoloquequedabaynuncalehabíaparecidomásinsustancial.

—Tibby,cariño,¿quéhacemosahora?

—Estoesextraordinario—contestóél.

—Querido, tus juicios son a menudo más claros que los míos. ¿Tienesalgunaideadeloquehaydetrásdetodoesto?

—No,amenosqueseaalgomental.

—¡Ah,eso!—dijoMargaret—.Esimposible.

PerolasugerenciayahabíasidohechayalcabodeunosminutosMargaretla hizo suya.No había otra explicación. Londres daba la razón a Tibby. LamáscaracaíadelrostrodelaciudadyMargaretlaviocomorealmenteera:unacaricatura del infinito. Los obstáculos familiares, las calles por las quetransitaban, las casas entre las que había hecho sus pequeños viajes durantetantosaños,sevolvieronsúbitamentedesdeñables.Helenparecíafundirseconlosárbolespolvorientos,coneltráficoylasclapasdebarroquediscurríanconlentitud.Habíarealizadounodiosoactoderenunciayregresabaalaunidad.LafedeMargaretsemanteníafirme.Sabíaqueelalmahumanasefundirá,sies que se funde, con las estrellas y con elmar. Sin embargo, sentía que suhermanahabíaseguidouncaminotorcidodurantemuchosaños.Erasimbólicoquelacatástrofeseprodujeseahora,enunatardelondinense,cuandolalluviacaíalentamente.

Henry era su última esperanza. Henry era definitivo. Él debía conoceralgún pasadizo en el caos que ellos no alcanzaban a descubrir. Y así, sedecidió a seguir el consejo de Tibby y a dejar el asunto en manos de sumarido.Teníanqueiraverleasuoficina.Lascosasyanopodíanempeorar.Entraron unos momentos en Saint Paul, cuya cúpula se erguía, ajena altorbellino circundante, con tanta dignidadque parecía predicar un evangeliode formas. Pero en el interior, Saint Paul era como sus alrededores: ecos y

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murmullos,cancionesininteligibles,mosaicosinvisibles,huellashúmedasquecruzabanyrecruzabanelsuelo.Simonumentumrequiris,circumspice:SaintPaulnosdevuelveaLondres.AllínohabíaesperanzasdeencontraraHelen.

Henryresultópocosatisfactorioalprincipio.Estabamuycontentodeverlade vuelta de Swanage y poco dispuesto a admitir la aparición de un nuevoproblema.CuandolerelataronsubúsquedaselimitóatomarelpeloaTibbyyalosSchlegelengeneral,ydeclaróqueera«muypropiodeHelen»llevardecoronillaasusparientes.

—Esto es lo que todos decimos —contestó Margaret—. Pero ¿por quétienequesermuypropiodeHelen?¿Quélehacesertanrarayvolversemásraracadavez?

—Amínomelopreguntes.Yosolosoyunsencillohombredenegocios.Mi consejo a ambos es este: no os preocupéis. Margaret, vuelves a tenerojeras.Yasabesquetelotengoterminantementeprohibido.Primerohasidotutía, luego tu hermana. No, no, esto no lo vamos a consentir, ¿verdad,Theobald?—hizo sonar un timbre—.Os daré un poco de té y luego te vasderechitaaDucieStreet.Noquieroquemimujerparezca tanviejacomosumarido.

—Encualquiercaso,nohacomprendidoustednuestropuntodevista—dijoTibby.

MísterWilcox,queestabadebuenhumor,replicó:

—Creoquenuncalocomprenderé—sereclinóensuasiento,riéndosedeaquella familia tan dotada pero tan ridícula,mientras el fuego titilaba en elmapadeÁfrica.Margarethizoseñasasuhermanoparaquecontinuase.Esteobedeciócontimidez.

—La opinión de Margaret es esta —dijo—: nuestra hermana puedehabersevueltoloca.

Charles,queestabatrabajandoeneldespachodelfondo,asomólacabeza.

—Entra, Charles —dijo Margaret amablemente—. ¿Quieres ayudarnos?Estamosmetidosdenuevoenunlío.

—Metemoquenopodré.¿Dequésetrata?Todosestamosunpocolocos,hoyendía,yasesabe.

—Loshechossoncomosigue—dijoTibby,queteníaavecesunapedantelucidez—. Los hechos son que ha estado en Inglaterra tres días sin querervernos.Haprohibidoasubancoquenosdésudirección.Seniegaacontestaranuestraspreguntas.Margaretopinaque suscartas son formales.Hayotroshechos,peroestossonlosmásrelevantes.

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—¿Nuncasehabíacomportadoasíanteriormente?—preguntóHenry.

—¡Desdeluegoqueno!—dijosumujerfrunciendoelentrecejo.

—Bueno,querida,¿cómoquieresquelosepa?

Unabsurdosentimientodemolestialainvadió.

—Sabes de sobra que Helen nunca ha faltado al afecto—dijo—. Estoyseguradequeyalohabíasadvertido.

—Oh,sí;siemprenoshemosllevadobienellayyo.

—No,Henry,¿noloentiendes?Nomerefieroaesto.

Serecobró,peronosinqueantesCharleslahubieseobservado.Estúpidoyatento,contemplabalaescena.

—QueríadecirquecuandoHeleneraexcéntricaenelpasado,seveíaquesu excentricidad procedía del corazón. Se comportaba de un modo extrañoporque se preocupaba por alguien, o porque quería ayudar a alguien. Peroahora no hay excusa posible para su conducta. Nos está hiriendoprofundamenteyporesoestoyseguradequenoestábien.«Locura»esunapalabraterrible,peroHelennoestábien.Nohablaríademihermanacontigosicreyeraquenolepasanada…Quierodecirquenotemolestaríaporsucausa.

Henry empezó a ponerse serio. La enfermedad era para él algoperfectamentedefinido.Él,quegeneralmentegozabadebuenasalud,nopodíacomprender que los demás se hundieran en la enfermedad de un modogradual. Los enfermos no tenían derechos, estaban fuera de toda categoríasocial, podía engañárseles sin remordimiento alguno.Cuando sumujer cayóenferma,élleprometióllevarlaaHertfordshire,pero,envezdehacerloquehabíaprometido,lainternóenunaclínica.TambiénHelenestabaenferma.Yelplanqueconcibióparasucapturaerainteligenteybienintencionado,peroconteníalaéticadellobo.

—¿Queréisecharlemano?—dijo—.Esteeselproblema,¿noesasí?Tienequeverlaunmédico.

—Porloquesé,yahavisitadoauno.

—Sí, sí;nome interrumpas—sepusoenpieypensócon intensidad.Elanfitrión ingeniosoyburlóndesaparecióyensu lugarvieronalhombrequehabíaextraídodinerodeGreciaydeÁfrica,alhombrequecomprababosquesalosnativosacambiodebotellasdeginebra—.Yalotengo—dijoporfin—.Esmuyfácil.Dejadloenmismanos.LeharemosiraHowardsEnd.

—¿Cómo?

—A buscar los libros. Dile que tiene que recogerlos personalmente.

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Entoncespuedesencontrarteconellaallí.

—Pero,Henry,esoesprecisamenteloqueHelennoquiere.Formapartedesu…loquesea,elnoverme.

—Claro, por supuesto no le vas a decir que tú irás. Cuando esté allí,buscandoentre lospaquetes,apareces tú.Sinopasanadamalo, tantomejor.Pero el coche estará esperando en la esquina y podremos llevarla a unespecialistaenunsantiamén.

Margaretagitólacabeza.

—Esimposible.

—¿Porqué?

—Es imposible porque…—Margaret miró con tristeza a su marido—,porque este no es el lenguaje queHelenyyohablamos, si entiendes lo quequierodecir.Iríabienparaotraspersonas,alasque,porotraparte,notengonadaquereprochar.

—PeroHelen no habla ningún lenguaje—dijo Tibby—. Este es nuestroproblema.Ella noquierehablar tu lenguajeypor esomismocreesque estáenferma.

—No,Henry, esmuy bondadoso por tu parte, pero no podría hacer unacosaasí.

—Yaveo—dijoél—,sientesescrúpulos.

—Esosupongo.

—Y antes que vencer tus escrúpulos, prefieres que tu hermana sufra.Podrías haberle hecho ir a Swanage con una sola palabra, pero sentíasescrúpulos.Ylosescrúpulossonunagrancosa.Yosoytanescrupulosocomocualquiera;oalmenos,esoespero,peroenuncasocomoeste,cuandosetratadeunacuestióndelocura…

—Noadmitoquesealocura.

—Túmismalodijiste…

—Eslocuracuandoyolodigo,peronocuandolodicestú.

Henryseencogiódehombros.

—¡Margaret!, ¡Margaret! —refunfuñó—, no hay educación que enseñelógicaalasmujeres.Mira,querida,mitiempotieneunvalor.¿Quieresqueteayude,síono?

—Deestamanera,no.

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—Contesta a lo que te pregunto. A pregunta directa, respuesta directa.¿Quieres…?

Charleslessorprendióconunainterrupción.

—Padre,seríamejorquedejáramosHowardsEndalmargendelacuestión—dijo.

—¿Porqué,Charles?

Charlesnopodíadarninguna razón,peroMargaret sintiócomosi,desdeunatremendadistancia,unasalutaciónhubiesepasadoentreellos.

—Lacasaestéhechaunlío—dijosecamente—.Seríamejorparanosotrosnoarmarmáslíoaún.

—¿Yquiénessomos«nosotros»?—preguntósupadre—.Dime,hijo,porfavor,¿quiénessomos«nosotros»?

—Teruegoquemedisculpes—dijoCharles—,yaveoquemehemetidoenloquenomeconcierne.

PorentoncesMargaretdeseabanohabermencionadojamáselproblemaasumarido. Pero la retirada era imposible.Henry estaba decidido a llevar elasuntoaunaconclusiónsatisfactoria,ylaimagendeHelensefuediluyendoamedidaquehablaba.Sucabellerarubiayondulanteysusojosinquietosyanocontabanparanada,porqueestabaenferma,sinderechos,ycualquieradesusamigosestabaautorizadoacazarla.Conelcorazóndolorido,Margaretseunióalacacería.Escribióunacartaasuhermanaaldictadodesumarido;dijoqueelmobiliarioestabaenHowardsEnd,peroquepodíairaverloellunesalastresde la tarde, aprovechandoqueunamujerde limpiezaestaría en la casa.Eraunacartafría,yporellotantomásplausible.HelenpensaríaqueMargaretestabaofendida.Yaquel lunes,MargaretyHenry iríanacomerconDollyyluegoseemboscaríaneneljardín.

CuandoMargaret y Tibby se hubieron ido,místerWilcox comentó a suhijo:

—No me gusta este comportamiento, hijo. Margaret es demasiadobondadosaparamolestarse,perosiellanoseofende,yosí.

Charlesnocontestó.

—¿Tepasaalgoestatarde,Charles?

—No, padre; perome temo que te estásmetiendo en un asunto demásenvergaduradeloquetúsupones.

—¿Enquésentido?

—Amínomelopreguntes.

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Capítulo35

Sehabladeloscambiosdehumordelaprimavera,perolosdías,quesonsusverdaderoshijos,tienensupropiohumor:estánllenosdebrisasquevanyvienenydelmurmullode lospájaros.Puedenbrotarnuevasflores,crecer laverde puntilla de los setos, pero el mismo cielo planea sobre todo, suave,espeso y azul; las mismas figuras, vistas y no vistas, vagan por losbosquecillos y los prados. Lamañana queMargaret había pasado conmissAvery y la tarde en que salió a atrapar a Helen eran platillos de la mismabalanza. El tiempo parecía no haberse movido, la lluvia no parecía habercaído, y solo el hombre, con sus esquemas y sus enfermedades, turbaba laNaturalezahastaverlaatravésdeunvelodelágrimas.

Margaretnovolvióaprotestar.TantosiHenryobrababiencomosiobrabamal,sehabíacomportadoconamabilidadyMargaretnoconocíaotroraseroconelquejuzgarle.Teníaqueconfiarenéldeunmodoabsoluto.Apenassehabíahechocargodelasunto,sunecedadsedesvaneció.Nodejabaalazarelmenordetalley lacapturadeHelenprometíaunapuestaenescena tanhábilcomolabodadeEvie.

Fueron aHilton por lamañana, como habían convenido, y descubrieronquesuvíctimayaestabaallí.Asullegada,Henryvisitótodaslascaballerizasdonde alquilaban coches y conversó unos minutos con los propietarios.Margaretnosupo loque lesdijo—quizáno lesdijera laverdad—,pero,encualquiercaso,despuésdecomerlescomunicaronqueunadamahabíallegadoeneltrendeLondresyhabíatomadouncocheparairaHowardsEnd.

—Teníaquevenirnecesariamente—dijoHenry—.Allíestánsuslibros.

—Noacabodedecidirme—dijoMargaretporcentésimavez.

—Termínateelcafé,querida,tenemosquesalir.

—Sí,Margaret,tienesquetomarmucho—dijoDolly.

Margaret hizo un esfuerzo, pero, de pronto, se llevó lamano a los ojos.Dollyintentócaptarungestodesusuegro,quenorespondió.Enelsilencioseoyóelautomóvilsituarsealapuertadelacasa.

—No estás preparada para el encuentro—dijo Henry nerviosamente—.Déjamequevayasolo.Yoséloquehayquehacer.

—Sí,síqueestoypreparada—dijoMargaretdestapándoselacara—.Soloestoy terriblemente preocupada. No puedo creer que Helen esté realmenteviva.Suscartasysustelegramasparecíanvenirdeotrapersona.Noreconozco

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su voz. No puedo creer que el chófer la viera en la estación. Ojalá nuncahubieramencionadoesteasunto.SéqueCharlesestáofendido.Sí,loestá…—besólamanodeDolly—.Dollymeperdonará.Ahora,vámonos.

Henry había estado contemplándola con atención.No le gustaba aquellacrisis.

—¿Noquiereslavarte?—preguntó.

—¿Tengotiempo?

—Sí,desobra.

Margaret se fue al lavabopróximo a la puerta de entrada y apenas huboechadoelpestillo,místerWilcoxdijoconcalma:

—Dolly,mevoysolo.

LosojosdeDolly se iluminaronconunaexcitaciónvulgar.Le siguiódepuntillashastaelcoche.

—Dilequecreíqueseríamejorasí.

—Sí,místerWilcox,yaloentiendo.

—Dileloquequieras.

El coche arrancó y se habría alejado de no haberse interpuesto ningúnobstáculo, pero el chiquitín estaba jugando en el césped y escogió aquelpreciso instante para sentarse en mitad del sendero. Crane, al intentarsortearlo, aplastó con la rueda un macizo de flores. Dolly gritó. Margaret,advertidaporelruido,saliócorriendo,sinsombrero,ytuvotiempodesaltaralestribo.Nodijoniunasolapalabra:HenrylaestabatratandocomoellamismahabíatratadoaHelenylarabiaqueleprodujolafaltadehonestidaddeaquellesirvióparapreverloquesentiríaHelenllegadoelmomento.Pensó:«Melotengo merecido. Recibo el castigo por haber cedido en mis principios». YaceptólasdisculpasdesumaridoconunacalmaquesorprendióaHenry.

—Sigopensandoquenoestáspreparada—repitióél.

—Quizá no lo estaba durante la comida, pero ahora lo veo todo conclaridad.

—Soloquieroquelascosassalgandelmejormodoposible.

—Préstametubufanda,¿quieres?Estevientomerevuelveloscabellos.

—Claro,querida.¿Tesientesbien?

—Mira,yanometiemblanlasmanos.

—¿Ymehas perdonado?Bien, entonces, escucha: el coche deHelen ya

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debe de haber llegado a Howards End. Vamos un poco retrasados, pero noimporta.Nuestroprimerpasoseráenviarestecochealagranjay,siesposible,evitaremos una escena delante de los criados. Cierto caballero—señaló laespaldadeCrane—nollegaráhasta lacasa,sinoqueesperaráen laentrada,detrásdeloslaureles.¿Tienesaúnlasllaves?

—Sí.

—Bueno,nolasnecesitas.¿Recuerdascómoeslacasa?

—Sí.

—Sinolaencuentrasenelporchepodemosdarlavueltaaljardín.Nuestroobjetivo…

Sedetuvieronarecogeralmédico.

—Le estaba diciendo a mi mujer, Mansbridge, que nuestro objetivoprimordial es no asustar a miss Schlegel. La casa, como sabe, es de mipropiedad, así que nada más natural que nuestra presencia. El problema esevidentementenervioso,¿noteparece,Margaret?

Elmédico,unhombrejoven,empezóahacerpreguntassobreHelen:¿Eranormal? ¿Algo congénito o hereditario? ¿Había ocurrido algo que pudiesehabercausadoelextrañamientodeHelen?

—Nada —contestó Margaret, y se preguntó a sí misma qué habríasucedido de haber añadido—: Aunque se resiente de la inmoralidad de mimarido.

—Siempre fuemuy fuerte—prosiguióHenry reclinándose en su asientodelcochecuandopasaronantelaiglesia—.Contendenciaalaespiritualidadytodas esas cosas, pero nada serio.Música, literatura, arte…aunque yo diríaqueeranormal…unachicaencantadora.

La rabia y el terror de Margaret iban en aumento. ¡Cómo se atrevíanaquellos hombres a catalogar a su hermana! ¡Qué horrores les deparaba elfuturo! ¡Qué impertinencias se ocultaban bajo el nombre de la ciencia! Elgrupo estaba echándose sobre Helen para negar sus derechos humanos y aMargaret le pareció que todos los Schlegel estaban siendo amenazados almismotiempo.«¿Erannormales?».¡Menudapregunta!¡Ysonsiemprelosqueno saben nada de la naturaleza humana los que la formulan; los que seaburren, se extrañan y se sorprenden con la psicología! Por lastimoso quefueraelestadodesuhermana,Margaretsabíaqueteníaqueponerseasulado.Ambasasumiríanlalocurasielmundodecidíaconsiderarlascomotales.

Eranlastresycinco.Elcochesedetuvocercadelagranja,enunpatioenelquesehallabamissAvery.Henrylepreguntósihabíapasadouncocheporallí. La anciana dijo que sí y al cabo de un instante lo vieron al final del

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sendero. El coche rodó silencioso como un animal de presa. Tan confiadaestabaHelenquesehabíasentadoenelporche,dandolaespaldaalacarretera.Habíavenido.Soloquedabanalavistasucabezaysushombros,enmarcadospor la parra. Una de sus manos jugueteaba con los capullos. El vientoarremolinabasuscabellos,elsollaglorificaba:eralaHelendesiempre.

Margaretocupabaelasientocontiguoalapuerta.Antesdequesumaridopudiera impedírselo, saltódel coche.Corrió a laverjadel jardín,queestabacerrada,lacruzóylacerródeliberadamenteenlasnaricesdeHenry.Elruidoalarmó a Helen. Margaret la vio levantarse con movimientosdesacostumbrados y, precipitándose en el porche comprendió la simpleexplicacióndetodossustemores:suhermanaestabaembarazada.

—¿Seencuentrabienesapillina?—gritóHenry.Margarettuvotiempodemurmurar:

—Oh,querida…

Lasllavesdelacasaestabanensumano.AbrióHowardsEndehizoentraraHelen.

—Sí,estábien—dijo,yapoyólaespaldacontralapuerta.

Capítulo36

—¡Margaret,parecespreocupada!—dijoHenry.

Mansbridgeleseguía,Craneestabajuntoalaverjayelcocherosehabíapuesto de pie en el pescante.Margaret agitó la cabeza; no podía hablar. Sequedó con las llaves engarfiadas, como si el futuro de todos dependiera deellas.Henrylehacíamáspreguntas.Agitódenuevolacabeza.Suspalabrasnoteníansentido.LeoyópreguntarporquéhabíahechoentraraHelen.«Depocomedasungolpecon laverja», fueotrade susobservaciones.Luegoseoyóhablarasímisma.Ella,uotrapersonaensunombre,dijo:«Vete».Henryseaproximó repitiendo: «Margaret, pareces preocupada. Dame las llaves,querida.¿QuélepasaaHelen?».

—Porfavor,Henry,vete.Yoloarreglarétodo.

—¿Quéhayquearreglar?

Alargólasmanosenbuscadelasllaves.Margarethabríaobedecidodenohabersidoporelmédico.

—Almenos impideesto—dijoen tono lastimero.Elmédicohabíadadomediavueltay estaba interrogandoal cocheroquehabía traído aHelen.Un

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nuevosentimientoleinvadió:eralaluchadelasmujerescontraloshombres.Letraíansincuidadolosderechos,perosiloshombresentrabanenHowardsEnd,loharíanpasandoporencimadesucadáver.

—Vamos, Margaret, esta es una extraña forma de empezar —dijo sumarido.

Regresó elmédico y susurró unas palabras al oído demísterWilcox: elescándalosehabíadesencadenado.Sinceramentehorrorizado,Henrybajólosojos.

—Nopuedoevitarlo—dijoMargaret—.Espera.Noesculpamía.Tenganlabondaddeirseloscuatro.

ElcocheroestabamurmurandoalgoaloídodeCrane.

—Confiamos en que usted nos ayude, mistress Wilcox —dijo el jovenmédico—.¿Quiereentraryconvencerasuhermanaparaquesalga?

—¿Conquéobjeto?—dijoMargaretmirándolefijamentealosojos.

Considerando que mentir era muy profesional, el médico farfulló algorelativoalacrisisnerviosa.

—Leruegoquemeperdone,peronosetratadenadaporelestilo.Noestáusted cualificado para atender a mi hermana, míster Mansbridge. Sinecesitamosdesusservicios,yaseloharemossaber.

—Puedodiagnosticarelcasomásclaramente,siustedlodesea—replicóelmédico.

—Podría, en efecto, perono lo hahecho.No está, por tanto, cualificadoparaatenderamihermana.

—¡Vamos, vamos,Margaret!—dijoHenry levantando los ojos del suelo—.Esteasuntoesespantoso,unasuntohorrible.Sonórdenesdeldoctor.Abrelapuerta.

—Discúlpame,peronopiensohacerlo.

—Noestoydeacuerdocontuactitud.

Margaretguardósilencio.

—Este asunto es tan serio como complicado—contribuyó el médico—.Serámejorquetodoscooperemos.Nosotroslanecesitamosaustedtantocomoustedesnosnecesitananosotros,mistressWilcox.

—Exacto—dijoHenry.

—Yonolenecesitoausteddeningúnmodo—dijoMargaret.

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Losdoshombressemiraroninquietos.

—Y mi hermana tampoco le necesita. Todavía le faltan varias semanasparaelparto.

—¡Margaret!¡Margaret!

—Bueno,Henry,despidealdoctor.¿Dequénossirve?

MísterWilcoxpaseólosojosporlacasa.Teníalavagaimpresióndequedebíamantenerse firme y apoyar con su actitud almédico. Élmismo podíanecesitarapoyo,porqueseavecinabanproblemas.

—Porelmomentoes solocuestióndeafecto—dijoMargaret—.Afecto,¿loentienden?—volviendoasusmétodoshabituales,escribiólapalabraenlapared—. Estoy segura de que lo entienden. Yo quiero mucho a Helen. Tú,Henry,unpocomenos.MísterMansbridgenisiquieralaconoce.Esoestodo,Yelafecto,cuandoesrecíproco,daderechos.Apúnteloensuagenda,místerMansbridge.Esunafórmulamuyútil.

Henrylerogóquetuviesecalma.

—Nosabenustedesloquequieren—dijoMargaretcruzándosedebrazos—.Simehicieranunaobservaciónsensata,lesdejaríaentrar.Peronopuedenhacerla. Molestarían a mi hermana sin ningún motivo. Y eso no lo voy apermitir.Antesmepasaríaaquíeldíaentero.

—Mansbridge—dijoHenryenvozbaja—,quizáahorano.

Elbloquese resquebrajaba.Aunaseñadesuamo,Cranevolvió juntoalcoche.

—Ahora tú,Henry—dijo ella con dulzura. Su amargura no iba dirigidacontra él—.Vete, querido.Más tarde necesitaré de tu consejo, no lo dudes.Perdónamesimehecomportadobruscamente.Peroahora,enserio,tienesqueirte.

Henryestabademasiadoestupefactoparairse.MísterMansbridgelellamóenvozbaja.

—MereunirécontigoenseguidaencasadeDolly—dijoMargaretcuandola puerta de la verja se cerró entre ellos. El coche de alquiler se apartó, elautomóvilhizomarchaatrás,giróunpoco,volvióahacermarchaatrásydiolavueltaen laestrechacarretera.Unahileradecarrosseacercaba.Margaretesperó; no había ninguna prisa. Cuando el camino quedó expedito y elautomóvilarrancó,abriólapuerta.

—¡Oh,querida!—dijo—.QueridaHelen,perdóname.

Helenestabadepieenelvestíbulo.

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Capítulo37

Margaret echó el cerrojo a la puerta. Habría besado a su hermana, peroHelen,conunavozdignaquesonabaextrañaenella,dijo:

—¡Quécomodidad!Nomedijistequeloslibrosestabandesempaquetados.Yaheencontradocasitodoloquequiero.

—Notedijelaverdadsobrenada.

—Escierto,hasidounaenormesorpresa.¿HaestadoenfermalatíaJuley?

—¡Helen!¿Mecreescapazdeinventarunacosasemejante?

—No—dijoHelendándoselavueltayrompiendoallorar—,peroseacabaporperderlafe,despuésdeunacosaasí.

—Creíamos que estabas enferma, pero… a pesar de todo… me hecomportadodeunmodoindigno.

Helenescogióotrolibro.

—No tenía que haber consultado a nadie. ¿Qué habría pensado de mínuestropadre?

Nopensabahacerpreguntasasuhermananiformularlereproches.Ambascosaspodíanaguardar.AntesteníaquepurgaruncrimenmayorquecualquieraqueHelenhubiesecometido:lafaltadeconfianza,queesobradeldiablo.

—Sí,estoymolesta—replicóHelen—.Tendríaisquehaberrespetadomisdeseos.Habría soportado este encuentro si hubiera sido necesario, pero unavezla tíaJuleyserecobró,noloera.Planearmividacomoahoratengoquehacer…

—¡Dejayaestoslibros!—dijoMargaret—.Helen,háblame.

—Estabadiciendoquehedejadodeviviralazar.Parapodersoportar losgrandes…—sesaltólapalabra—,hayquehacerplanesconantelación.Voyatenerunhijoenjunioy,enprimerlugar,laconversación,lasdiscusionesylasexcitacionesnomeconvienen.Lassoportaré,siespreciso,perodespués.Ensegundo lugar, no puedo quedarme en Inglaterra, según entiendo.He hechoalgoquelos inglesesnoperdonan.Noseríacorrectoquemeperdonaran.Demodoquedebovivirdondenadiemeconozca.

—¿Peroporquénomelodijiste,querida?

—Sí—replicóHelen—,podríahaberlohecho,perodecidíesperar.

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—Creoquenuncamelohabríasdicho.

—Sí,lohabríahecho.HemostomadounpisoenMúnich.

Margaretmiróporlaventana.

—Cuando digo «hemos» me refiero a Mónica y a mí. Pero, aparte deMónica,estoysola,quieroestarloysiempreloquerré.

—NosabíanadadeMónica.

—Es lógico. Es una italiana, de nacimiento al menos. Es periodista. LaconocíenGarda.Mónicaeslamujeridóneaparacuidardemí.

—Veoqueletienesmuchoaprecio.

—Hasidoextraordinariamentebuenaconmigo.

Margaret se imaginó a Mónica: el clásico tipo llamado «italianoinglesiato», la cruda feminista que uno admira, pero evita. ¡Y Helen habíarecurridoaellaensunecesidad!

—Nocreasquenovolveremosavernosnuncamás—dijoHelenconunamesurada dulzura—. Siempre tendré una habitación para ti, y cuanto mástiempo puedas pasar conmigo, mejor. Pero aún no has comprendido, Meg.Claro,teresultamuydifícil.Estoesunaconmociónparati.Noloesparamí,que he estado pensando en nuestro futuro durante muchos meses. Unospequeñoscontratiemposnoalteraránmisplanes.NopuedovivirenInglaterra.

—Helen, no me has perdonado mi traición. No me hablarías así si mehubierasperdonado.

—Oh,Meg,querida, ¿porquéestamoshablando?—dejócaerun libroysuspiróhondamente.Luego,recobrándose,dijo—:Dime,¿cómoesquetodosloslibrosestánaquí?

—Porunaseriedeerrores.

—Ybuenapartedelmobiliariohasidodesembalado.

—Todo.

—¿Quiénviveaquí?

—Nadie.

—Vaisaalquilarlacasa,supongo.

—Lacasaestámuerta—dijoMargaretconunfruncimientodelentrecejo—.¿Porquépreocuparseporella?

—Amímeinteresa.Hablascomosiyohubieseperdidotodointerésenlavida.PerosoyaúnHelen,espero.Además,nodalaimpresióndeserunacasa

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muerta. El vestíbulo parece más vivo incluso que en los viejos tiempos,cuandoconteníalascosasdelosWilcox.

—Interesada, ¿eh? Bien, supongo que debo contártelo. Mi marido nosprestó la casa a condición de que… Pero por error, nuestras cosas fuerondesembaladasymissAvery…en lugarde…—sedetuvo—.Mira,nopuedoseguir así. Te advierto que no voy a seguir. Helen, ¿por qué eres tan duraconmigo?,¿simplementeporqueodiasaHenry?

—Yanoleodio—dijoHelen—.Hedejadodeserunacolegialay,Meg,telodigounavezmás,noestoysiendodura.Perodeesoaintegrarmeenvuestravida inglesa… no, quítatelo de la cabeza. ¿Me imaginas de visita enDucieStreet?Esimpensable.

Margaret no la pudo contradecir. Era espantoso verla moversetranquilamenteconsusproyectos,nitristeniexcitada,nialegandoinocencianideclarándoseculpable,deseandosololalibertadylacompañíadeaquellosque no la culpaban. ¿Por cuánto habría tenido que pasar? Margaret loignoraba. Pero habría sido lo suficiente comopara apartarla de sus antiguascostumbresydesusviejosamigos.

—Háblamedeti—dijoHelen,quehabíaseleccionadosuslibrosyvagabaporentreelmobiliario.

—Nohaynadaquecontar.

—¿Eresfelizentumatrimonio,Meg?

—Sí,peronotengoganasdehablar.

—Igualmesientoyo.

—Noeseso,esquenopuedo.

—Yyotampoco.Esunalástima,peronovalelapenaintentarlo.

Algohabíaocurridoentreellas.Quizáeralasociedad,queenadelanteibaa excluir a Helen. Quizá era una tercera vida, ya presente en espíritu. Nopodían encontrar un lugar de reunión. Ambas sufrían agudamente y no lesconsolabaelsaberquesobrevivíaelafecto.

—Margaret,¿nohaymorosenlacosta?

—¿Yaquieresalejartedemí?

—Eso supongo… ¡Oh, querida!Es inútil. Sabía que no tendríamos nadaquedecirnos.DalerecuerdosalatíaJuleyyaTibby,yparati,máscariñodelquepuedoexpresar.PrométemeveniravermeaMúnichmásadelante.

—Porsupuesto,querida.

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—Estoestodoloquepuedohacer.

Asíparecía.LomásangustiosoeraelsentidocomúndeHelen:Mónicalehabíahechomuchobien.

—Mealegrodehabertevistoydehabervistotambiénnuestrascosas.

Mirólalibreríaconcariño,comosiestuvieradespidiéndosedelpasado.

Margaretcorrióelpestillo.

—Elautomóvilsehaidoyahíestátucoche—observó.

Se encaminó hacia este último, contemplando las hojas y el cielo. Laprimaveraparecíamáshermosaquenunca.Elcochero,queestabaapoyadoenlaverja,lallamó.

—Señora,hayunmensaje—yletendióunatarjetadevisitadeHenryporentrelosbarrotes.

—¿Cómohallegadohastaaquí?—preguntóMargaret.

Cranehabíaregresadoalcabodeuninstantetrayéndola.

Margaretleyólatarjetacondisgusto.Estabaescritaenfrancésyconteníainstrucciones. Cuando su hermana y ella hubiesen hablado, debía volver apasarlanocheacasadeDolly.Ilfautdormirsurcesujet.EncuantoaHelen,habíaqueencontrarleuneconfortablechambreá l’hótel.Estaúltimafrase ledisgustógrandementehastaquerecordóquelacasadeCharlessoloteníaunahabitaciónlibreyquenopodíanalojarauntercerhuésped.

—Henryharíaloquepudiera—interpretó.

Helen no la había seguido al jardín. Una vez abierta la puerta, habíaperdidolasansiasdehuir.Permanecíaenelvestíbulo,yendodelalibreríaalamesa. Cada vez se parecía más a la antigua Helen, irresponsable yencantadora.

—¿EsestalacasademísterWilcox?—preguntó.

—NomedigasquenoteacuerdasdeHowardsEnd.

—¿Acordarme? ¡Yo, que no me olvido de nada! No, decía que ahoraparecenuestracasa.

—Miss Avery es extraordinaria—dijo Margaret levantando un poco suespíritu. Una vez más se sintió invadida por un ligero sentimiento dedeslealtad.Peroaquellolealiviabaysedejóllevarporél—.Queríamuchoamistress Wilcox y prefirió amueblar la casa con nuestras cosas antes quesaberlavacía.Enconsecuencia,aquíestálabiblioteca.

—Faltanalgunoslibros.¿Ves?Nohadesembaladolos librosdearte,con

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locualhademostradomuybuensentido.Ynosotrosnoteníamoslaespadaenesesitio.

—Sinembargo,nohacemalpapel.

—Oh,no,magnífico.

—¿Verdadquesí?

—¿Dóndeestáelpiano,Meg?

—Lodejéenunalmacén,enLondres,¿porqué?

—Pornada.

—Escurioso,perolasalfombrastambiénencajanalasmilmaravillas.

—Lasalfombrassonunaequivocación—anuncióHelen—.Yaséquelasteníamos enLondres, pero este suelo tendría que estar descubierto. Esmuybonito.

—Sigues con la manía de las habitaciones con pocos muebles. ¿Teimportaríaentrarenelcomedorantesdeirte?Ahínohayalfombras.

Entraronyacadainstantequetranscurríasucharlaeramásnatural.

—¡Oh,menudositioparaelcosturerodemamá!—gritóHelen.

—Miralassillas,encambio.

—¡Quécosa!WickhamPlaceestabaorientadoalnorte,¿no?

—Alnoroeste.

—Encualquiercaso,hacetreintaañosqueestassillasnohabíanrecibidounrayodesol.Losrespaldosestáncalientes.

—¿YporquémissAveryhabrásituadolassillasaparejadas?Voya…

—Aquí,Meg,ponladeformaquesepuedaverelprado.

Margaretcambiódesitiounasilla.Helensesentó.

—Sí…laventanaesdemasiadoalta.

—Pruebaconlasilladelsalón.

—No,nomegustaelsalón.Lasvigasestáncubiertas.Deotromodohabríasidomuybonito.

—¡Helen, qué memoria tienes para ciertas cosas! Tienes razón. Es unahabitaciónqueloshombreshanestropeadoqueriendohacerlaagradablealasmujeres.Loshombresnosabenloquequeremos.

—Ynuncalosabrán.

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—Noestoydeacuerdo.Dentrodedosmilañoslosabrán.

—Perolassillastienenunaspectoinmejorable.Mira,aquíesdondeTibbyderramólasopa.

—Elcafé.Estoyseguradequeeraelcafé.

Helenagitólacabeza.

—Imposible. Tibby era demasiado pequeño para tomar café en aquellaépoca.

—¿Vivíapapá?

—Sí.

—Enesecaso, tienesrazónydebiódesersopa.Yopensabaenalgoqueocurriómuchodespués,unadesafortunadavisitadelatíaJuley,quenosediocuenta de que Tibby había crecido. En este caso era café, porque lo tiró apropósito. Había una cancioncilla, «té, café… café, té», que ella le cantabacadamañanaalahoradeldesayuno.Espera,¿cómohacía?

—Yasé…no,norecuerdo…QuéniñomásodiosoeraTibby.

—Pero la cancioncilla era horrible. Ninguna persona decente la habríasoportado.

—Ah, ese ciruelo —exclamó Helen como si el jardín formara tambiénpartedesuinfancia—.¿Porquélorelacionoconlaspesas?Yahívienenlasgallinas.Elcéspednecesitaunabuenapoda.Megustanlasoropéndolas…

Margaretlainterrumpió.

—Yalotengo—dijo—:

Té,té,café,

téochocola-a-té.

y así cada mañana durante tres meses. No me extraña que Tibby secomportaracomounsalvaje.

—Tibbyesunencantoahora,conmoderación—dijoHelen.

—¡Vaya! Ya sabía que acabarías diciendo esto. Ya lo creo que es unencanto.

Sonóunacampana.

—¡Escucha!¿Quéeseso?

Helendijo:

—AlomejorsonlosWilcox,queestánempezandoelasedio.

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—¡Nodigastonterías!Escucha.

Laexpresióndetrivialidadseborródesusrostros,aunquedejóalgotrasdesí:laconcienciadequenuncapodríansepararseporquesucariñoteníaraícesenlascosascomunes.Lasexplicacionesylosruegoshabíanfracasado;habíanbuscadounpuntocomúnysolohabíanconseguidohacersedaño launaa laotra.Y,noobstante,durantetodoaquelratolasalvaciónestabaasualrededor:el pasado que santificaba el presente; el presente con un latido salvaje,declarandoqueapesarde todohabríaun futurocon risasyvocesdeniños.Helen,sindejardesonreír,seacercóasuhermana.

—EreslamismaMegdesiempre—dijo.Lasdossemiraronalosojos:lavidainteriorhabíadadosusfrutos.

Lacampanilla repicó solemnemente.En lapuerta frontalnohabíanadie.Margaret fue a la cocinay se abriópaso entre las cajasde embalar hasta laventana.

Los visitantes no eran más que un niño con un bote de hojalata. Latrivialidadvolvió.

—¿Quéquieres,niño?

—Traigolaleche.

—¿TeenvíamissAvery?—dijoMargaretenuntonounpocotajante.

—Sí,señora.

—Entonces vuélvete y dile que no necesitamos leche —dirigiéndose aHelen—: No es un asedio, pero posiblemente se trate de un intento deaprovisionarnosenvistasaunasedio.

—Amímegustalaleche—exclamóHelen—.¿Porquédespidesalchico?

—¿Deveras?Muybien.Peronotenemosdóndeecharla,yélnecesitaráelpote.

—No,señora,vendrémañanaabuscarlo—dijoelniño.

—Mañanalacasaestarácerrada.

—¿Quierequetambiénletraigahuevosmañana?

—¿Túereselniñoquevilasemanapasadajugandoenelpajar?

Elchicodijoquesíconlacabeza.

—Muybien,puesvuelvecorriendoajugar.

—Qué niño tan guapo—susurróHelen—.Di, ¿cómo te llamas?YomellamoHelen.

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—Tom.

EraungestotípicodeHelen.LosWilcoxtambiénlehabríanpreguntadoelnombrealniño,peronuncalehabríandichoelsuyoacambio.

—Tom,estaesMargaret.YencasatenemosunollamadoTibby.

—Losmíossondeorejasgachas—contestóTomcreyendoqueTibbyeraunconejo.

—Eres un niño muy bueno y bastante listo. Acuérdate de volver. Esencantador,¿verdad?

—Sí, claro—dijoMargaret—.Debe de ser hijo deMadge, yMadge eshorrible.Peroestelugartienepoderesmágicos.

—¿Quéquieresdecir?

—Nolosé.

—Lodigoporqueprobablementeestarédeacuerdocontigo.

—Quierodecirquematalofeoyhacevivirlohermoso.

—Estoydeacuerdo—dijoHelensorbiendolaleche—.Perotúdecíasnohacenimediahoraquelacasaestabamuerta.

—Quisedecirqueyoestabamuerta.Asímesentía.

—Sí,lacasatieneunavidamássanaquenosotros,aunestandovacíacomoesta.Nopuedocreerquenuestrosmueblesnohayanvistoelsoldurantetreintaaños. Bien pensado, Wickham Place era una tumba. Meg, tengo una ideamagnífica.

—¿Dequésetrata?

—Bebeunpocodelecheparareforzarte.

Margaretobedeció.

—No, aún no te lo voy a decir—dijoHelen—, porque podrías reírte oenfadarte.Vamosalpisodearribayaireemosunpocolashabitaciones.

Abrieronunaventanatrasotrahastaqueelinteriorvibróconlaprimavera.Lascortinasrevoloteaban,loscuadrostableteabanalegremente.Helenproferíagritosdeexcitacióncuandoencontrabaqueunacamaestabaensulugar,oqueotra estaba en un sitio equivocado. Se enfadó conmissAvery por no habersubido losarmarios.«Asíhabríamospodidover el efecto».Admiró lavista.EralamismaHelenquehabíaescritoaquellasmemorablescartascuatrosañosatrás.Cuandoseasomaron,mirandohaciaelponiente,dijo:

—Tevoy a contarmi idea. ¿Nopodríamos pasar la noche tú y yo en la

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casa?

—Nocreo—dijoMargaret.

—Tenemoscamas,mesas,toallas…

—Yalosé,peronoestáprevistoquedurmamosaquí.Henrysugeríaque…

—Nohepedidoningunasugerencia.Nopiensomodificarmisplanesenlomásmínimo.Perome resultaríamuyagradablepasaraquí lanochecontigo.Seríaalgoqueluegopodríamosrecordar.¡Oh,Meg,hagámoslo!

—Pero, Helen, pequeña —dijo Margaret—, no podemos quedarnos sinpermisodeHenry.Porsupuestoquenoslodaría,perotúmismadijistequenopodríasvisitarDucieStreet,yestacasaestaníntimacomoaquella.

—DucieStreetessucasa.Estaeslanuestra.Nuestrosmuebles,lagentedenuestraclasequellamaalapuerta…Quedémonosaquí,solounanoche.Tomnostraeráhuevosyleche.¿Porquéno?Esunantojo.

Margaretvacilaba.

—Presiento que a Charles no le va a gustar —dijo por fin—. Lemolestabannuestrosmuebles,yyoyaestabadispuestaaretirarlos,cuandolaenfermedad de la tía Juleyme lo impidió. Comprendomuy bien aCharles.Sientequeestaeslacasadesumadre,letieneunverdaderoafecto,unafectodesinteresado.PuedoresponderporHenry,peronoporCharles.

—Yaséquenolegustará—dijoHelen—.Pero,mira,voyaalejarmeparasiempredesusvidas.Asíque,alalarga,dime,¿quédiferenciasupondráesto?Podrándecir:«HastallegóapasarunanocheenHowardsEnd»,yesoestodo.

—¿Cómosabesquetealejarásdesusvidasparasiempre?Yalohabíamoscreídodosvecesantesdeahora.

—Porquemisplanes…

—…quecambiasacadainstante.

—Entonces, porquemi vida es grande y la suya, pequeña—dijo Helenacalorándose—. Yo sé cosas que ellos ignoran, y tú también las sabes.Nosotrassabemosqueexistelapoesía.Nosotrassabemosqueexistelamuerte.Ellos solo lo saben de oídas. Nosotras sabemos que esta es nuestra casa,porqueesalgoquesesiente.Ah,sí,yaséquepuedenenarbolarsustítulosdepropiedadysusllaves,peroporestanoche,estamosencasa.

—Megustaría estar contigo a solas una vezmás—dijoMargaret—.Talvezseaunaoportunidadentremil.

—Sí,ypodríamoshablar—bajólavoz—.Mihistorianoesmuygloriosa.Bajoesteolmo,sinceramente,veoenelfuturomuypocafelicidad.¿Nopuedo

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pasarestanochecontigo?

—Nohacefaltaquetedigaloqueesosignificaríaparamí.

—Entonces,hagámoslo.

—No sirve de nada dudar. ¿Me dejas que vaya a Hilton y obtenga elpermiso?

—Nonecesitamospermiso.

PeroMargareteraunamujerlegal.Apesardelaimaginaciónylapoesía,oquizáporello,comprendíalaactitudtécnicaqueadoptaríaHenry,tambiénellasería «técnica». El alojamiento por una noche —y no pedían más— norequeríaunadiscusiónsobreprincipiosgenerales.

—Charlessenegará—refunfuñóHelen.

—Noleconsultaremos.

—Ve,siquieres;yomehabríaquedadosinpermiso.

EraesetoquedeegoísmoquenoconseguíaestropearelcarácterdeHelenyqueinclusoañadíaalgoasubelleza.HelensehabríaquedadosinpermisoysehabríaescapadoaAlemaniaalamañanasiguiente.

Margaretlediounbeso.

—Volveré antes del anochecer. Lo deseo fervientemente. Es muy tuyohabertenidoestaideatanhermosa.

—Noesunaidea;essolounfinal—dijoHelenconbastantetristeza.UnsentimientodetragediaseabatiósobreMargaretdenuevotanprontosealejódelacasa.

TeníamiedodemissAvery.Esinquietantecumplirunaprofecía,pormuysuperficial que esta sea.Se alegródenoverninguna figura contemplándolacuando pasó por delante de la granja. Solo Tom daba saltosmortales en elpajar.

Capítulo38

La tragedia empezó de un modo tranquilo y, como muchas otrasconversaciones,por la torpeafirmaciónmasculinadesusuperioridad.Henrylaoyódiscutirconelconductor,salió,arreglóelasuntoconelindividuo,queteníauna cierta inclinación a ser grosero, y luego la condujo a las sillasdelcésped.Dolly,aquiennadiehabíacontadonada,corrióaofrecerlesté.Henry

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rehusóy leordenóquese llevaseel cochecitodelniño,puesdeseabanestarsolos.

—¡Pero si este cielito no entiende nada! Solo tiene nuevemeses—rogóDolly.

—Esonoesloqueacabodedecir—respondiósusuegro.

El niño fue retirado fuera del alcance de la conversación y no tuvoconocimiento de la crisis hastamuchos añosmás tarde. Ahora le tocaba elturnoaMargaret.

—¿Esloqueoímos?—preguntóHenry.

—Sí.

—Querida —empezó a decir—, se avecina un problema grave y nadalogrará sacarnos de él si no es la absoluta sinceridad. Tenemos que hablarclaramente—Margaret inclinó la cabeza—.Me veo obligado a hacerte unaseriedepreguntas relativasaesteasuntoqueambospreferiríamospasarporalto.Comosabes,yonosoyunodeesospersonajesdevuestroBernardShaw,queconsideranquenadaes sagradoenestemundo.Hablar como tengoquehablarmeproduceunaprofundapena,perohayocasiones…Somosmaridoymujer,noniños.Yosoyunhombredemundoytúeresunamujerexcepcional.

Todos los sentidos abandonaron aMargaret. Enrojeció y miró hacia losSeisTúmuloscubiertosdelverdordelaprimavera.Alnotarsurubor,Henryextremóaúnmáslacortesía.

—Sé que te sientes como yo me sentí cuando… ¡Mi pobrecita esposa!Vamos,tenvalor.Soloseránunaodospreguntasyhabréterminadocontigo.¿Llevabatuhermanaunanillodeboda?

—No—balbuceóMargaret.

Hubounsilencioespantoso.

—Henry,enrealidadvineparapedirteunfavorrelacionadoconHowardsEnd.

—Cadacosaasudebidotiempo.Ahorameveoobligadoapreguntarteelnombredelseductor.

Margaretse levantóysostuvolasillaasusespaldas.Elcolorse lehabíaretiradoyestabagris.AHenrynoledisgustóquerecibieraasílapregunta.

—Tómatetodoeltiempoquenecesites—leaconsejó—.Yrecuerdaqueespeorparamíqueparati.

Margaret se tambaleó yHenry temió que se fuera a desmayar. Luego levolvióelhablaydijolentamente:

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—¿Elseductor?No,noconozcoelnombredelquelasedujo.

—¿Notelohadicho?

—No le pregunté quién la había seducido —dijo Margaret, rumiandopensativamenteaquellaodiosapalabra.

—Escurioso—Henrycambiódeidea—.Bueno,quizáhicistebienennopreguntárselo,querida.Perohastaquenosepamossunombre,nadapodemoshacer.Siéntate.¡Quéterriblemeresultaverteangustiada!Sabíaquenoestabaspreparadaparaunacosaasí.Desearíanohabertellevadoconmigo.

Margaretrespondió:

—Prefieroestardepie, sino te importa,porquemegusta lavistade losSeisTúmulos.

—Comoprefieras.

—¿Tienesalgomásquepreguntarme,Henry?

—Sí, tienes que decirme si has podido deducir algo. He sido testigomuchasvecesdetuintuición,querida,ydesearíaquelamíafueratancerteracomolatuya.Talvezhasadivinadoalgo,aunquetuhermananolohayadicho.Elmenorindicionosayudaría.

—¿Aquiénterefieresaldecir«nosayudaría»?

—CreíconvenientellamaraCharles.

—No era necesario —dijo Margaret acalorándose—. Las noticias lecausaránundolordesproporcionado.

—Sehaidoaveratuhermanoinmediatamente.

—Tambiénesoerainnecesario.

—Querida,déjamequeteexpliquecómoestáelasunto.Nocreerásquemihijoyyonosomosunoscaballeros.ActuamoseninterésdeHelen.Todavíanoesdemasiadotardeparasalvarsunombre.

Margaretgolpeóporprimeravez.

—¿Vamosahacerqueelseductorsecaseconella?—preguntó.

—Aserposible,sí.

—Pero,Henry,supónqueélyaestácasado.Estoscasosocurren.

—En tal caso, deberápagarduramente suproceder, unbuen castigoquerecuerdetodasuvida.

Asífuecomoelprimergolpedioenelvacío.Margaretsealegró.¿Quélehabíaimpulsadoaponerenpeligrosusexistencias?LanecedaddeHenrylos

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habíasalvadoaambos.Agotadaporlaira,sesentóparpadeando;leexplicabaloquecreíaconveniente.Alfinaldijo:

—¿Puedoyopreguntartealgoahora?

—Claroquesí,querida.

—MañanaHelensevaaMúnich…

—Bueno,posiblementehacebien.

—Henry,deja terminardehablara lasdamas.Mañanaseva;estanoche,contupermiso,legustaríadormirenHowardsEnd.

Aquellafuelacrisisdesuvida.AMargaretlehabríagustadorecogersuspalabrasapenasfueronpronunciadas.Nohabíallegadoalpuntodeproferirlasconsuficientecuidado.Ansiabaprevenirledequeeranmásimportantesdeloque él suponía. Le vio sopesarlas como si se tratase de una proposicióncomercial.

—¿PorquéHowardsEnd?—dijoélporfin—.¿Noestaríamáscómodaenunhotelcomoyopropuse?

Margaretseapresuróadarlerazones.

—Esunaextrañapetición,peroyasabescómoesHelen,ycómoson lasmujeresqueseencuentranensuestado—Henryfruncióelentrecejoyseagitóirritado—.Tienelaideaqueunanocheentucasaleresultaríamuyplacenteray leharíabien.Yocreoqueestáen locierto.Esunachica imaginativay lapresenciadenuestroslibrosynuestrosmuebleslatranquiliza.Esunhecho.Eselfindesuinfancia.Susúltimaspalabrasfueron:«Unhermosofinal».

—Valoratodosesosviejosmueblesporrazonessentimentales,vaya.

—Exactamente.Veoquelohascomprendido.Essuúltimaoportunidaddeestarconellos.

—Noestoydeacuerdo,querida.Helentendrálapartequelecorrespondede vuestras pertenencias dondequiera que vaya… Posiblemente tendrá másquesuparte,porquetúlaquierestantoqueledaráscualquiercosaquedesee,¿no es así? Y yo, por mi parte, no tendré el menor inconveniente. Podríaentenderlosifuesesuantiguohogar,porqueunhogar,unacasa…—cambiólapalabraapropósito;habíaencontradounargumentodefinitivo—,porqueunacasaenlacualunohavividoesenciertomodosagrada.Noséporqué.Porasociacióndeideasytodoeso.Ahorabien,Helennotieneningunaasociaciónde ideas con Howards End, y en cambio, Charles, Evie y yo sí que lastenemos.Noveoporquéquierepasarlanocheallí.Soloconseguirácogerunresfriado.

—Admitamos que no lo entiendes —gritó Margaret—. Llámalo un

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capricho.Perocomprendequeloscaprichossonunhechocientífico.Helenescaprichosayquierepasarlanocheallí.

EntoncesHenrylasorprendióconunaextrañaocurrencia.Soltóungolpeinesperado.

—Siquieredormirunanoche,luegopuedequererdormirdos.Yquizánopodamossacarlanuncadelacasa.

—Bien—dijoMargaretqueveíaelprecipicioantesusojos—,supónquenoconseguimossacarladelacasa,¿quéimportaríaeso?Noharíamalanadie.

Denuevoelgestodeirritación.

—No,Henry—jadeóbatiéndose en retirada—.Noquise decir eso.SoloturbaremosHowardsEndporestanoche.MañanalallevaréaLondres…

—¿Ytútienesintencióndedormirtambiénenesacasahúmeda?

—Nopuedodejarlasola.

—¡Eso es imposible! ¡Una locura! Tienes que estar aquí cuando llegueCharles.

—YatehedichoquemeparecíainnecesariollamaraCharles,ynotengoelmásmínimodeseodeverle.

—Margaret,miMargaret…

—¿QuétienequeveresteasuntoconCharles?Siamímeconciernepoco,atiteconciernemenos,yaCharles,nadaenabsoluto.

—ComofuturopropietariodeHowardsEnd—dijomísterWilcoxjuntandolasyemasdelosdedos—,yodiríaqueesteasuntoconcierneaCharles.

—¿Enquésentido?¿EsqueelestadodeHelenmenosprecialafinca?

—Querida,estásolvidándotedetimisma.

—Creoquefuistetúquienrecomendóhablarsinceramente.

Semiraronsorprendidos.Elprecipicioestabajustoasuspies.

—Helen tiene todami comprensión—dijoHenry—.Comomarido tuyoquesoy,harétodoloqueestéenmimanoynodudodequeHelenharecibidomás mal del que ha hecho. Pero no puedo tratarla como si nada hubiesesucedido.Traicionaríamiposiciónsocialsiasílohiciera.

Margaretsecontrolóporúltimavez.

—No,volvamosalapeticióndeHelen—dijo—.Noesrazonable,peroeselruegodeunamujerdesgraciada.MañanaseiráaAlemaniaynoperturbaránuncamása la sociedad.Estanochepidequese ladejedormirenunacasa

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vacía…unacasaquea ti te trae sin cuidadoyde laqueno tehasocupadodurante un año. ¿Puede? ¿Le darás permiso ami hermana? ¿La perdonaráscomo tú esperas ser perdonado? ¿Como ya lo has sido, por decirlo todo?Perdónalasoloduranteunanoche.Esoserásuficiente.

—¿Cómodices?,¿queyohesidoperdonado?

—No te preocupes ahora de lo que quise decir —dijo Margaret—.Contestaamipregunta.

Talvezalgúnatisbodeloqueellaquisodecirseabriópasoensucabeza.Siasífue,lorechazó.Directamentedesdesufortalezacontestó:

—Puedoparecerpocoacomodaticio,perotengounaciertaexperienciadelavidayséqueunacosallevaaotra.Metemoqueserámejorquetuhermanaduerma en el hotel. He de tener en cuenta amis hijos y lamemoria demiesposa.Losiento,peroprocuraqueabandonemicasadeinmediato.

—HasmencionadoamistressWilcox.

—¿Perdón?

—Hasidounararaocurrencia.Acambio,¿puedoyomencionaramistressBast?

—Tehasestadocomportandodeunmodoextrañotodoeldía.Nopareceslamisma—dijoHenryyselevantódesuasientoconelrostroimpertérrito.

Margaretcorrióhaciaélyletomólasdosmanos.Estabatransfigurada.

—¡Yabasta!—gritó—.¡Tendrásqueverlarelaciónqueexisteaunqueestotemate,Henry!Tútuvisteunaquerida…yoteperdoné.Mihermanatuvounamante…tú laexpulsasde tucasa. ¿Ves la relación?Esestúpido,hipócrita,cruelydespreciableelhombrequeofendeasuesposacuandoellaestávivayluego invoca sumemoriacuandoestámuerta.Unhombrequearruinaaunamujer por su placer, y luego la rechaza para que vaya a arruinar a otroshombres. Un hombre que da malos consejos financieros y luego niega serresponsable de las consecuencias. Tú eres todos estos hombres, Henry. Nopuedes reconocerlos porque no relacionas. Ya estoy harta de tu candidezemponzoñada.Te he consentido demasiado tiempo.Toda tu vida has estadodemasiado consentido.MistressWilcox te consintió demasiado.Nadie te hadicho nunca lo que eres. Un caos, un caos criminal. Los hombres como túutilizan el arrepentimiento como tapadera, así queno te arrepientas.Di soloparatimismo:«LoqueHelenhahecho,lohiceyotambién».

—Los dos casos son diferentes—balbució Henry. Su respuesta aún noestabapreparada.Sucerebroerauntorbellinoynecesitabaganartiempo.

—¿Enquésentidosondiferentes?TútraicionasteamistressWilcox.Helen

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solosehatraicionadoasímisma.Túsiguesenlasociedad.Helennopuede.Tú solo obtuviste placer.Helen puedemorir. ¿Y aún tienes la insolencia dehablarmedediferencias,Henry?

¡Oh,lainutilidaddetodoaquello!PorfinllególarespuestadeHenry.

—Percibo que estás intentando un chantaje. No es lo que pudiéramosllamarunabonitaarmaparaquelauseunamujercontrasumarido.Hetenidocomonorma todami vida noprestar atención a las amenazas, y solo puedorepetirteloquedijeantes:noosdoypermisoatiniatuhermanaparadormirenHowardsEnd.

Margaret soltó las manos de su marido. Henry entró en la casarestregándoselasconelpañuelo.Duranteunrato,MargaretsequedómirandolosSeisTúmulos,tumbasdeguerreros,pechosdelaprimavera.Luegosalióaloqueyaeralanoche.

Capítulo39

Charles y Tibby se encontraron en Ducie Street, donde se alojaba esteúltimo.Suentrevistafuebreveyabsurda.Noteníannadaencomúnsalvoelidioma,eintentabanexpresarpormediodeesteidiomaloqueningunodelosdos entendía. Charles veía en Helen al enemigo de la familia. La habíaidentificado como «la más peligrosa de las Schlegel» y por encima de sucóleraansiabacontarasuesposalobienquehabíaestado.Habíatomadounasúbitadecisión:habíaquequitardeenmedioaaquellachicaantesdequelescausaramásdesgracias.Si sepresentaba laocasión,podríacasárselaconunperdidoo,aserposible,conuntonto.Peroestoeraunaconcesiónalamoralynoformabapartedesuesquemacentral.EldesagradodeCharleserasincero,decorazón;elpasadosehilvanabaensumenteconmuchaclaridad:elodioesun hábil compositor. Como si repasara un diario de a bordo, su memoriarecorrió las diversas etapas de la campaña de los Schlegel: la tentativa decomprometer a su hermano, el legado de sumadre, la boda de su padre, laintroducción del mobiliario y su posterior desembalaje. Aún no se habíaenteradodelapeticióndepasarunanocheenHowardsEnd;esteibaaserelgolpe de gracia y al mismo tiempo, su gran oportunidad. Pero ya entoncespresentía queHowards End era el objetivo y aunque no le gustaba la casa,estabadeterminadoadefenderla.

Tibby, por otra parte, no tenía opiniones. Vivía más allá de lasconvenciones. Su hermana tenía derecho a hacer lo que consideraseconveniente.Noesdifícilestarporencimadelosconvencionalismoscuando

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no se tienen rehenes entre ellos; los hombres pueden ser menosconvencionales que las mujeres y un soltero con medios económicos noencuentra dificultades en este sentido. A diferencia de Charles, Tibby teníadinerosuficiente;susantepasadoslohabíanganadoporél,ysilemolestabalagentequehabíaenunlugardeterminado,noteníamásquetrasladarseaotro.Era el ocio sin afecto: una actitud fatal como la energía que lleva consigo:puede producir una cierta forma de cultura fría, pero nunca el arte. Sushermanas,presintiendoelpeligroquecorríalafamilia,nohabíanolvidadolaexistencia del islote de oro que lesmantenía a flote sobre elmar. Tibby seatribuíaelméritoasímismoydespreciabalaluchaylosnáufragos.

Deahí lo absurdode la entrevista; el golfoque los separabano solo eraespiritual,sinoeconómico.Noobstante,seprodujeronvarioshechos:Charlespresionóparaqueocurrieranconunaimpertinenciaqueeljovenestudiantenopudoresistir.¿EnquéfechasehabíaidoHelenalextranjero?¿Averaquién?—CharlesestabadeseosoderelacionarelescándaloconAlemania—.Luego,cambiandodetáctica,dijosecamente:

—Supongoquetedascuentadequeereselprotectordetuhermana.

—¿Enquésentido?

—Siunhombresedivirtieraconmihermana,yolepegaríaunbalazo,perotalvezatinoteimporteeso.

—¡Yalocreoquemeimporta!—protestóTibby.

—Enesecasodime,¿dequiénsospechas?¡Hablaya,hombre!Siempresesospechadealguien.

—De nadie. No, no creo…—involuntariamente enrojeció. Acababa derecordarlaescenaquesedesarrollóensuhabitacióndeOxford.

—Estás ocultando algo —dijo Charles. A medida que la entrevistaavanzaba,Charlesibasacandoventajaasuoponente—.Laúltimavezquelaviste, ¿mencionó el nombre de alguien? ¡Sí o no!—tronó de talmodo queTibbyseasustó.

—Enmihabitaciónmencionóaunosamigos.LosBast,sellamaban…

—¿QuiénessonlosBast?

—Gente…amigosdeHelenenlabodadeEvie.

—No recuerdo. ¡Pero, por Júpiter, ya recuerdo!Mi tíame contó algodeuna gentuza… ¿Qué actitud, qué sentimientos reveló Helen al hablarte deellos?¿Losconoces?¿Loshastratado?

Tibbyguardósilencio.Sinproponérselohabíatraicionadolaconfianzadesuhermana;noestaba lo suficientemente interesadoen lavidahumanapara

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calibrar a dónde irían a parar las cosas, pero tenía un fuerte sentido de lahonradez y siempre hasta ese momento había mantenido la palabra dada.Estabahondamentehumillado,nosoloporeldañoquehabíacausadoaHelen,sinoporladebilidadquehabíadescubiertoensímismo.

—Ya veo, estás conchabado con ellos. Se ven en tus habitaciones. ¡Quéfamilia!QueDiosprotejaamipobrepadre.

YTibbyseencontrósolo.

Capítulo40

Leonard, que estaba destinado a figurar extensamente en los periódicos,aquella nocheno contabaparanada.Labasedel árbol estaba en la sombra,porquelalunaseocultabatraslacasa.Porencima,aladerecha,alaizquierda,en el largo prado, la luna brillaba. Leonard no parecía un hombre sino unacausa.

QuizáeraelmododeamardeHelen,unmodoquesorprendíaaMargaret,cuyaagoníaycuyodesprecioporHenryllevabangrabadoslaimagendeeste.Helenolvidabaalaspersonas.Erancáscarasqueguardabansuemoción.Podíacompadecerse,sacrificarseotenerinstintos,pero¿habíaamadoalgunavezdelmodomásnoble,cuandoelhombreylamujer,olvidadosdesímismosenelsexo,deseanperderelsexoenlacamaradería?

Margaretsehacíaestaspreguntassinproferirunasolapalabradereprochea su hermana en consideración a losmuchos problemas que le reservaba elfuturo: la pérdida de los amigos y de los privilegios sociales, la agonía, lasuprema agonía de la maternidad, que aún no es objeto de conocimientocomún.Porelmomento,dejabaquelalunabrillaseconpeculiarfulgoryquelasbrisasde laprimavera soplasendulcemente, herederasdel vientodiurno;dejabaquelatierraquetraeriqueza,trajeratambiénlapaz.NisiquieraosabareprobarlaactituddeHelenparasusadentros.Nopodíavalorarsudeslizporningúncódigomoral;eratodoonoeranada.Lamoralnosdicequematarespeor que robar, agrupa la mayoría de los pecados en un orden que todo elmundoaprueba,perotodoellonorezaconHelen.Cuantomásclarossonlosjuiciosconrespectoaalgo,tantomássegurospodemosestardequelamoralnoentraenjuego.Jesucristoeraevasivocuandolepreguntaban.Sololosquenovenlasrelacionesqueexistenentrelascosasseapresuranatirarlaprimerapiedra.

AquellaeralanochedeHelen;habíasidoganadaaunpreciomuyaltoylaspreocupacionesajenasno la ibanaenturbiar.Margaretnopronuncióuna

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palabrasobresupropiatragedia.

—Aislamos—dijoHelen lentamente—.Yo aislé amísterWilcox de lasrestantes fuerzas que estaban hundiendo a Leonard. En consecuencia, yoestaba llena de compasión y casi de deseo de venganza. Durante variassemanashabíaculpadoamísterWilcoxyanadiemás.Yasí,cuandollegarontuscartas…

—No debí haberlas escrito —suspiró Margaret—. No sirvieron paraproteger aHenry. ¡Qué inútil resultaquerer arreglar elpasado, inclusoeldelosdemás!

—YonosabíaqueeraideatuyaelexpulsaralosBast.

—Recapacitando,fueunerrorpormiparte.

—Recapacitando, querida, me doy cuenta de que era lo correcto. Escorrectosalvaralhombreaquienseama.Cadavezsoymenosentusiastadelajusticia.Perotantoélcomoyocreímosquelashabíasescritoaldictado.Nospareció el último detalle, la cúspide de su crueldad. Yo me sentía muyapaleada por entonces… y mistress Bast estaba en su habitación. Yo no lahabíavistoyestuvimoshablandomuchoratoLeonardyyo.Yolehumillabasinmotivo.Esodebíahabermepuesto sobre avisodeque estaba enpeligro.Cuando llegaron las cartas quise ir a pedirte una explicación. Él dijo queadivinaba la explicación: él lo sabíaydijoque túnodebíasenterarte.Yo lepresionéparaquemeloexplicara.Medijoquenadiedebíasaberlo;eraalgorelacionadoconsumujer.Hastaelfinal,fuimosmísterBastymissSchlegel.Yo iba a decirle que tenía que ser sincero conmigo cuando vi sus ojos ycomprendíquemísterWilcox lehabíaarruinadoendossentidos,noenuno.Le atraje haciamí. Le hice queme lo contara.Yome sentíamuy sola.Nodebes culparle a él.Él habría continuado adorándome.Noquiero volverle aver, aunque eso suene espantoso. Quise darle dinero y sentirme libre. Oh,Meg,quépocosabemosdeestascosas.

Apoyólacaraenelárbol.

—Tampoco sabemos de dónde proceden las cosas, cómo nacen y sedesarrollan.Las dos veces hubo esta soledad, la noche y el pánico después.¿CreesqueLeonardprocededePaul?

Margaretnohablóduranteunrato.Estabatancansadaquesuatenciónsedesviabayquedabaprendidadelárbol:losdientesclavadosenlacortezaconfines medicinales. Desde su observatorio los veía brillar. Había estadointentandocontarlos.

—Comoconsecuencia,espreferibleLeonarda la locura—dijo—.TemíaquehubierasreaccionadocontraPaulhastaperdereljuicio.

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—Sí, sufrí las consecuencias de la reacción hasta que encontré al pobreLeonard. Ahora estoy serena. Nuncame gustará tu Henry, queridaMeg, nihablarébiendeél,peroaquelodiociegohamuerto.Yanomeindignarénuncamáscontra losWilcox.Comprendoque tecasarasconélyahora serásmuyfeliz.

Margaretnorespondió.

—Sí—repitióHelen,altiempoquesuvozsehacíamástierna—,porfincomprendo.

—A excepción de mistress Wilcox, querida, nadie entiende nuestrospequeñosgestos.

—Porqueestámuerta…claro,tienesrazón.

—Noeseso.SientocomosiHenryyyofuéramosfragmentosdelamentede aquellamujer. Ella lo sabe todo, lo es todo, es la casa y el árbol que seinclinasobreella.Laspersonastienensupropiamuertecomotienensupropiavida,yaunquenohayanadamásalládelamuerte,ennuestranadaseremosdistintoslosunosdelosotros.Nopuedocreerqueunasabiduríacomolasuyaperezcaigualquehadeperecerunconocimientocomoelmío.Ellaconocíalarealidad, sabía reconocer cuándo una persona estaba enamorada, aunque noestuvieraenlamismahabitación.NomecabedudadequeHenryleengañaba.

—Buenasnoches,mistressWilcox—dijounavoz.

—Ah,buenasnoches,missAvery.

—¿PorquétrabajaparanosotrosmissAvery?—murmuróHelen.

—¿Sí,porqué?

MissAvery cruzó el césped y se confundió con el seto que separaba eljardín de la granja. Una antigua abertura que míster Wilcox había tapado,habíareaparecidoylospasosdelaancianasobreelrocíoseguíanelsenderoquemísterWilcoxcubrieradecéspedensudía,cuandoadecentóeljardínylohizoaptoparalosjuegos.

—Todavía no es nuestra casa —dijo Helen—. Cuando miss Avery nossaludó,sentíqueéramosunaparejadeturistas.

—Esoloseremosentodaspartesyporsiempre.

—Peroturistasafectuosos…

—Peroturistasquefingenquecadahotelessuhogar.

—Yo no puedo fingir mucho tiempo—dijo Helen—. Sentada bajo esteárbol resulta fácil olvidar, pero sé que mañana veré alzarse la luna enAlemania.Nisiquieratodatubondadpuedecambiarloshechos.Amenosque

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vengasconmigo.

Margaretrecapacitóunmomento.Enlosúltimosañoshabíatomadotantocariño a Inglaterra que abandonarla le producía un auténtico dolor. Sinembargo,¿qué le retenía?SindudaHenry leperdonaríasuestallidode iraycontinuaríacometiendobrutalidadesyalimentandoelcaoshastahacerseviejo.Pero¿dequéserviríaelperdón?MásvalíadesaparecerdelamentedeHenryparasiempre.

—¿Melopidesenserio,Helen?¿MellevaríabienconMónica?

—Seguroqueno,perotelopidoenserio.

—Basta,nomásplanesporahora.Ybastadereminiscencias.

Hubounratodesilencio.EralanochedeHelen.

El presente pasaba por ellas como un río. El árbol susurraba. Habíaproducido aquella música antes de que ambas nacieran y continuaríaproduciéndola después de su muerte, pero su canción era la canción delmomento.Elmomentohabíapasado.Elárbolvolvióasusurrar.Sussentidosestabanagudizadosylesparecióqueaprehendíanlavida.Lavidapasada.Elárbolsusurróunavezmás.

—Ahora,adormir—dijoMargaret.

La paz del campo le invadía, una paz que no tiene comercio con lamemoriaypococonlaesperanza.Menosaúntienequeverconlasesperanzasde los próximos cinco minutos. Es la paz del presente, que sobrepasa elentendimiento.Lesllegóelmurmullo:«ahora»,cuandolaluzdelalunacayósobre laespadade supadre.Subieron laescalera, sebesaronyenmediodeinacabables repeticiones se durmieron. La casa había cubierto de sombra alárbolalprincipio,perocuando la luna subiómás, losdos sedesenlazaronyaparecieronnítidosduranteunos instantesenmitadde lanoche.Margaretsedespertóycontemplóeljardín.¡QuéincomprensibleeraqueLeonardBastlehubiesearrebatadoaquellanochedepaz!¿Oformabaparteél tambiénde lamentedemistressWilcox?

Capítulo41

LaevolucióndeLeonardhabíaseguidouncursomuydistinto.LosmesesquesiguieronaOniton,almargendelosproblemasmenoresquelehubiesentraído, estuvieron dominados por el remordimiento. Cuando Helenreconsiderabaelpasado,podía filosofaropensarenel futuroyhacerplanespara su hijo. Pero el padre no veía nada más allá de su propio pecado.

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Transcurridasvariassemanas,enfrascadoenotrasocupaciones,solíagritardesúbito:«Bruto,másquebruto,jamásdebí…»ydividirseendospersonasquedialogaban. A veces caía una lluvia sombría que tiznaba los rostros y elfirmamento.HastaJackypercibióelcambioquesehabíaproducidoenél.Másterriblesaúneran los sufrimientosque le invadíancuandosedespertaba.Enciertas ocasiones era feliz al principio, pero poco a poco iba adquiriendoconcienciadeunpesoquecolgabadeélylastrabasuspensamientosamedidaqueestosavanzaban.Diminutaspuntasdehierrolequemabanelcuerpo.Unaespada le punzaba. Solía sentarse en el borde de la cama, apretándose elcorazónylamentándose:«Oh,¿quévoyahacer?¿Quépuedohacer?».Nadaleproducíaalivio.Nopodíaponer tierradepormedioentresíysu infracción,porqueestacrecíaensualma.

El remordimiento no se encuentra entre las virtudes eternas.Los griegoshicieron bien al destronarlo. Su acción es demasiado caprichosa, como lasErinniasqueseleccionabanparaelcastigoaciertoshombresyciertospecadossolamente.Y de todos losmedios de regeneración, el remordimiento es sinduda el más inútil. Corta los tejidos sanos junto con los enfermos. Es uncuchilloquepenetramásprofundoqueelmal.Leonardfueconducidoatravésdesus tormentosyemergiópurificado,perodébil:unhombremejor,quenovolveríaaperderelcontroldesímismo,perotambiénunhombremenor,queteníamenosque controlar.Tampoco lapureza significaba lapaz.Elusodelcuchillopuedeconvertirseenunhábitotandifícildeerradicarcomolapropiapasión,yLeonardcontinuabadespertandodesussueñosconungrito.

Construyóuna situación que estabamuy lejos de la verdad.Nunca se leocurriópensarqueHeleneratambiénresponsable.Olvidólaintensidaddesuspalabras, el encanto que la sinceridad le había conferido a él, la magia deOnitonenlaoscuridad,elmurmullodelrío.Helenamabaloabsoluto.Leonardestabaabsolutamentearruinadoyaparecíaalosojosdeellacomounhombreaparte,aisladodelmundo.Unhombreauténtico,quedeseabalaaventuraylabelleza, que deseaba vivir decentemente y pagar su parte, que podría haberviajado por la vida más gloriosamente que el coche de Juggernaut que leatropellaba. Los recuerdos de la boda de Evie la obnubilaron: los criadosalmidonados,lasmontañasdecomidadesperdiciada,elsusurrodelasdamasengalanadas, los automóviles que goteaban grasa en la grava, mugre en unsendero pretencioso. Helen había degustado el aroma de todo esto a sullegada: en laoscuridad,despuésdel fracaso, estos recuerdos la intoxicaron.Tantoellacomolavíctimaparecíanestarsolosenunmundodeirrealidad,yellaleamóabsolutamente,quizádurantemediahora.

Porlamañana,Helensehabíaido.Lanotaquedejó,tiernaehistéricadetono, intencionadamenteamable,hirióprofundamentea suamante.Se sintiócomo si hubiera roto una obra de arte, como si hubiera desgarrado de un

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marcouncuadrodelaNationalGallery.CuandoLeonardrecordabaeltalentode Helen y su posición social, se creía un criminal al que cualquiera tienederecho a pegar un tiro. Tenía miedo de las azafatas y los maleteros en laestación. Tenía miedo, al principio, de su mujer, aunque luego acabaríasintiendoporellaunanuevayextrañaternuraypensando:«Nohayningunadiferenciaentrenosotros,afindecuentas».

LaexpediciónaShropshireconvirtióalosBasteninválidospermanentes.Helen,ensuhuida,habíaolvidadopagarlacuentadelhotelysehabíallevadolosbilletesdevuelta;tuvieronqueempeñarlaspulserasdeJackyparavolveracasa.Elhundimientollegóunosdíasmástarde.EsciertoqueHelenleofreciócincomillibras,peroaquellasumadedineronosignificabanadaparaél.Nocomprendía que la chica intentaba corregir desesperadamente lo que habíahecho, que intentaba salvar algo del desastre, aunque solo fueran cincomillibras. Pero de alguna forma tenía él que vivir. Recurrió a la familia y sedegradóhastaconvertirseenunpedigüeñoprofesional.Yanolequedabanadamásquehacer.

«UnacartadeLeonard—pensósuhermanaBlanche—,despuésde tantotiempo».

Laescondióparaquesumaridono lavieraycuandoestesehuboidoaltrabajo la leyó con cierta emoción y envió al hermano pródigo un poco dedinerodesuasignacióndoméstica.

—¡Una carta deLeonard!—dijo su otra hermana,Laura, unos díasmástarde. Lamostró a sumarido. Este escribió una respuesta cruel e insolente,pero le envió más dinero que Blanche, de modo que Leonard le volvió aescribir.

Durante todo el invierno, el sistema se fue perfeccionando. Leonardcomprendióquenuncasemoriríandehambre,porqueesoseríamuydolorosoparasusparientes.Lasociedadestábasadaenlafamiliayelinútilhabilidosopuedeexplotarestehechoindefinidamente.Sinquemediaraunsentimientodegenerosidad por ninguna de las dos partes, las libras fueron llegando. LosdonantessentíandesprecioporLeonardyeste llegóaodiarlos intensamente.Cuando Laura censuraba su matrimonio inmoral, él pensaba con amargura:«Esoesloquepiensa,¿quédiríasisupieralaverdad?».CuandoelmaridodeBlanche le ofreció trabajo, Leonard encontró un pretexto para rehusar. EnOnitondeseabafervientementeencontrartrabajo,perolaexcesivaansiedadlehabíadeshecho,lehabíahechounirsealgrupodelosirrecuperables.Cuandosu hermano el sacristán dejó de contestar una de sus cartas, le escribió denuevodiciéndolequeélyJackyiríanaverleasuciudadapie.Nopretendíahacerchantaje,sinembargo,suhermanoleenvióungiroyaqueltrucopasóaformarpartedesusistema.Yasípasaronelinviernoylaprimavera.

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En medio de aquel horror había, con todo, dos puntos de luz. Leonardnunca confundió el pasado. Permanecía vivo, y los que viven son benditos,aunque solo vivan para un sentimiento de culpabilidad. El sedante de laconfusión,quetantoshombresutilizanparaemborronaryocultarsuserrores,nuncapasóporloslabiosdeLeonard.

Ysibeboelolvidodeundía

entalmedidaacortoeltamañodemialma.

Esunamáximamuydurayunhombredurolaescribió,peroesalgoqueyaceenlaraízdetodocarácter.

El otro punto de luz era su ternura por Jacky.Ahora la compadecía connobleza,nocon ladespectivacompasióndelhombrequepermanece juntoaunamujer en la bonanza y en la adversidad. Intentó sermenos irritable. SepreguntabaquéeraloquedeseabanlosojoshambrientosdeJacky:nadaqueellapudieraexpresaroqueéluotrohombrepudierandarle.¿RecibiríaJackyalguna vez esa justicia que es la benevolencia, esa justicia para lossubproductosque lasociedadestádemasiadoocupadaparaotorgar?AJackyle gustaban las flores, era generosa con el dinero y no era rencorosa. Si lehubieradadounhijo,Leonardlahabríaestimado.Denohaberestadocasados,Leonard jamáshabríamendigado;habría idodisolviéndoseyhabríamuerto.Pero la vida es un embrollo: tenía que velar por Jacky y descendió por lossenderosdelasuciedadparaqueellatuvieralasplumasylosplatosdecomidaquenecesitaba.

UnavezvioaMargaretyasuhermano.FueenSaintPaul.Habíaentradoenlacatedralenparteparaevitarlalluviayenparteparaadmiraruncuadroqueotroralehabíainspirado.Perolaluzeradeficiente,elcuadroestabamalemplazado,eltiempoyeljuiciosehabíanadueñadodeLeonardporentonces.Solo la muerte le atraía, con su regazo de amapolas en el que todos loshombres irán a dormir. Echó una ojeada y dio media vuelta sin rumbo enbuscadeunasilla.Entonces,alfondodelanave,vioamissSchlegelyasuhermano, de pie en mitad del pasillo. Sus rostros reflejaban una extremagravedad.Nolecupodudadequeestabanpreocupadosporsuhermana.

Una vez fuera —pues huyó inmediatamente— deseó haberles hablado.¿Quéerasuvida?¿Quérepresentabanparaélunaspocaspalabrasdereprocheo incluso la cárcel? Había cometido una falta: ese era el verdadero terror.Supieranloquesupiesen,éllescontaríatodoloquesabía.VolvióaentrarenSaint Paul, pero los Schlegel se habían ido en su ausencia. Se habían ido aexponersusdificultadesantemísterWilcoxyCharles.

La vista de Margaret desvió el remordimiento hacia nuevos cauces.Deseabaconfesarseyaunqueesedeseoesseñaldenaturalezadébilqueestáa

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puntodeperderlaesenciadelarelaciónhumana,notomóunaformainnoble.Nosuponíaquelaconfesiónledevolveríalafelicidad.Eramásbienunansiade verse libre de aquel enredo. Esa es también el ansia del suicida. Losimpulsos son similares y el crimen del suicida radica únicamente en sudesconsideraciónporlossentimientosdelosquedejatrasdesí.Laconfesiónno hace daño a nadie—eso está probado—y, por extraña que resulte a losingleses y a los principios de la iglesia anglicana, Leonard tenía perfectoderechoahacerloquelepareciera.

Además, tenía confianza enMargaret. Ahora necesitaba de la dureza deque ella había dado muestras. Su natural frío, cerebral, sería justo, aunqueantipático.Haríaloqueellaledijera,aunquetuvieraqueveraHelen.Aquelera el máximo castigo que podía imponerle. Y quizá le dijera cómo estabaHelen.Esaseríalasupremarecompensa.

No sabía nada de Margaret, ni siquiera si se había casado con místerWilcox, y seguirle la pista le llevó varios días. Esamisma noche se dirigióentrelahumedadreinanteaWickhamPlace,dondeaparecíanunosbloquesdepisos nuevos. ¿Era también él la causa de la mudanza? ¿Habían sidoexpulsadosde la sociedad losSchlegel por culpa suya?De ahí se fue aunabiblioteca pública, pero no pudo encontrar en el directorio ningún Schlegelque respondieraa losdatosqueél sabía.Por lamañanasiguió investigando.Merodeó en la puerta de la oficina demísterWilcox y cuando salieron losempleadoslesfuediciendo:«Perdone,señor,¿sujefeestácasado?».Muchoslemiraronconasombro,algunoledijo:«¿Yesoaustedquéleimporta?»,perounoqueaúnnohabíaadquiridolareticenciapropiadeloficinistalecontóloqueélqueríasaber.Leonardnopudoenterarsedeladirecciónparticular.Esorequirió invertirmás angustias en directorios ymetros. Ducie Street no fuedescubiertahastael lunes,eldíaenqueMargaretysumaridosefueronalaexpedicióndecazaaHowardsEnd.

Llamóalapuertaaesodelascuatrodelatarde.Eltiempohabíacambiadoy el sol brillaba alegremente en los escalones adornados con triángulos demármolblancosynegros.Leonardbajólosojoshaciaellosdespuésdellamaraltimbre.Sesentíaenuncuriosoestado:leparecíaqueseabríanysecerrabanpuertasdentrodesucuerpoysehabíavistoobligadoadormirsentadoenlacama,conlaespaldaapoyadacontralapared.Cuandounadoncellaacudió,nopudoverlelacara:lalluviaumbríadescendiósúbitamente.

—¿ViveaquímistressWilcox?—preguntó.

—Hasalido—fuelarespuesta.

—¿Cuándovolverá?

—Voyapreguntar—dijoladoncella.

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Margarethabíadadoinstruccionesdenorechazaranadiequemencionasesunombre.Poniendolacadenaenlapuerta,puesasíloexigíalaaparienciadeLeonard,ladoncellasedirigióalsalón,alasazónocupadoporTibby.Tibbyestabadurmiendo.Habíacomidomucho.

CharlesWilcoxaúnnohabíaaparecidoparasostenerlaamargaentrevista.Contestóadormilado:

—Nosé.EnHilton.EnHowardsEnd.¿Quiénes?

—Selopreguntaré,señor.

—No,nosemoleste.

—SehaidoencocheaHowardsEnd—dijoladoncellaaLeonard.

Lediolasgraciasylepreguntódóndeestabaeselugar.

—Parece que quiere usted saber mucho —recalcó la doncella. PeroMargaret le había prohibido comportarse de unmodomisterioso, así que ledijo,contrasucriterio,queHowardsEndestabaenHertfordshire.

—Dígame,porfavor,¿esunpueblo?

—¡Unpueblo!No,eslacasaparticulardemísterWilcoxo,almenos,unadesuscasas.MistressWilcoxguardaallásusenseres.Hiltoneselpueblo.

—Ah,y¿cuándoestarándevuelta?

—MísterSchlegelnolosabe.Nopodemossaberlotodo,¿noleparece?—cerró la puerta dejándolo fuera y acudió a atender al teléfono que sonabafuriosamente.

Leonard vagó a lo largo de otra noche de agonía. La confesión se hacíacada vezmás difícil. Tan pronto como le fue posible, semetió en la cama.Contempló cómo un reflejo de la luna cruzaba el suelo de su dormitorio y,comosuelesucedercuandolamenteestásobrecargada,sequedódormidoparael resto de la pieza pero continuó despierto para ese fragmento de luna.¡Horrible!,empezóunodesusdiálogosconsigomismo.Partedeéldecía:

—¿Porquéhorrible?Eslaluzdelaluna.

—Sí,perosemueve.

—Lalunatambién.

—Esunpuñocerrado.

—¿Yporquéno?

—Esquemevaatocar.

—Déjalo.

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Y,comosihubieraadquiridomovimiento, el reflejo se subióa lamanta.En aquel momento apareció una serpiente azul, luego otra, paralela a laanterior.

—¿Hayvidaenlaluna?

—Porsupuesto.

—Yocreíaqueestabadeshabitada.

—Noporeltiempo,lamuerte,eljuicioylasserpientesmenores.

—¡Las serpientes menores!, —dijo Leonard indignado en voz alta.«Menuda idea». Por un supremo esfuerzo de voluntad, se despertó para elrestodelahabitación.Gradualmente,Jacky,sucama,sucomida,susropasenla silla, pasaron a formar parte de su consciente.Y el horror se desvaneciócomounanilloqueseexpandeenelagua.

—Oye,Jacky,mevoyunrato.

Jackyrespirabaconregularidad.ElreflejodelunasedestacabaclaramentesobrelamantaarayasyempezóacubrirelchalquetapabalospiesdeJacky.¿Porquésehabíaasustado?Fuehastalaventanayvioquelalunadescendíaenuncielodespejado.Viosusvolcanesy lasmanchasbrillantesqueporungracioso error se llaman mares. Empalidecían porque el sol que los habíailuminado se aproximaba para iluminar la tierra. Elmar de la Serenidad, elmardelaTranquilidad,elocéanodelasTormentasLunaressefundíanenunasolamanchalucienteque,asuvez,sedeslizabahacialasempiternaaurora.¡Yélsehabíaasustadodelaluna!

Se vistió entre las luces en pugna y buscó su dinero. Estaba escaseandonuevamente,perohabíalosuficienteparaunbilletedeidayvueltaaHilton.Alsonidodeldinero,Jackyabriólosojos.

—Hola,Len.¿Quéhay?

—¡Quéhay,Jacky!Hastaluego.

Jackysediomediavueltaysedurmió.Lacasanoestabacerradaconllave,pues el propietario era unmayorista del CoventGarden. Leonard salió a lacalleycaminóhacialaestación.Eltren,aunquenosalíahastadentrodeunahora, estabaya formadoal extremodel andén,yLeonard sedejó caer enelasiento y se durmió. Al primer traqueteo, ya estaban a plena luz del día.Habíandejadoatrás laspuertas férreasdeKing’sCrossyavanzabanbajoelcielo azul. Siguieron unos túneles en cuyos intervalos abiertos el cielo sevolvíamásymásazul,yapartirdelmuelledeFinsburyPark,Leonardtuvolaprimeravisióndelsol.Parecíarodartrasloshumosdelevantecomounaruedacuyaparejafueralalunadescendente,y,sinembargo,dabalaimpresióndeserel sirviente del cielo azul y no su señor. Leonard dormitó otra vez. Sobre

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Tewin Water era de día. A la izquierda caía la sombra del muelle y susarcadas; a la derecha, Leonard vio los árboles de Tewin y la iglesia con susalvajeleyendadeinmortalidad.Seisárbolessilvestres—eseeraunhecho—crecían en una de las tumbas del cementerio de Tewin. La ocupante de latumba—así dice la leyenda— es una atea que declaró que si Dios existía,crecerían seis árboles sobre su tumba. Eso sucedía enHertfordshire; ymásallá, enel campo, estaba la casadeunermitaño—mistressWilcox lohabíaconocido— que se enclaustró, escribió profecías y dio cuanto tenía a lospobres. Mientras, en medio, salpicadas allí y allá, estaban las villas de loshombresdenegociosqueveíanlavidadeunmodomásfirme,aunqueconlafirmezadelque tiene losojosentornados.Sobre todoaquellobrillabaelsol.Lospájaroscantabanparatodos,lasprimaveraseranamarillasparatodosylasbecalungasazulesyelcampo,sinimportarlelainterpretaciónquecadacuallediera,estabaprofiriendosugritode«¡Ahora!».Noobstante,aquellonoliberóaLeonardyelcuchillosehundiómásprofundamenteensucorazóncuandoeltrensedetuvoenHilton.Peroelremordimientosehabíavueltohermoso.

Hilton estaba dormido o, a lo sumo, desayunando. Leonard notó elcontraste cuando abandonó el pueblo y se adentró en el campo. Allí loshombresestabanenpiedesdeelalba.SushorasveníanregidasnoporlahoraoficialdeLondres,sinoporlosmovimientosdelascosechasydelsol.Solounsentimentaldiríaquesonhombresdeuntemplemásfino.Peroelhechoesquesiguen fieles a la vida de la luz del día. Son la esperanza de Inglaterra.Desmañadamentetransportanlaantorchadelsolhastaelmomentoenquelanación esté preparada para tomarla. Mitad gaznápiros, mitad productopetulante de escuela rural, todavía pueden dar una raza superior y procrearverdaderosgranjeros.

Alpasarjuntoalpozodecal,unautomóvilleadelantó.Enélibaotrotipodehombreaquien lanaturaleza favorece:el imperialista.Saludable, inclusoen movimiento, tiene la esperanza de heredar la tierra. Se reproduce tanrápidamente como los granjeros, y con la misma solidez. La tentación deaclamarlecomoaunsupergranjero,queportalasvirtudesdelpaísallendelosmares,esfuerte.Peroelimperialistanoesloquecreeoloqueparece.Esundestructor.Preparaelcaminoparaelcosmopolita,aunqueyasusambicionesseveancolmadas,latierraqueheredeserágris.

Leonard, sofocadopor supropiopecado, albergaba la conviccióndequeuna innata bondad reinaba por doquier.No se trataba del optimismo que lehabíanenseñadoenelcolegio.Unayotravezhandesonarlostamboresylosduendespasearseporeluniversoantesdequelaalegríaseveadesprovistadesuaparienciadesuperficialidad.Eloptimismoeracasiparadójicoyemanabadesupropiatristeza.Lamuertedestruyealhombre,perolaideadelamuertelesalva:estoeralomásexactoquesehabíadichohastaentonces.Lamiseriay

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latragediapuedendespertartodolograndequehayennosotrosyreforzarlasalas del amor. Pueden, sí, pero no es seguro que lo hagan, porque no sonservidoresdelamor.Peropuedendespertar,yelconocimientodeestaincreíbleverdadlereconfortaba.

A medida que se aproximaba a la casa, todos sus pensamientos sedetuvieron.Ideascontradictoriassealineabanunasjuntoaotrasensucabeza.Estaba aterrorizado, pero feliz; avergonzado, pero limpiode culpa.Sabía dememoriacuálseríasuconfesión:«MistressWilcox,hehechomal».Peroelsollehabíarobadosusignificadoysesintiótransportadoaunasupremaaventura.

Entróeneljardín,sereanimójuntoauncochequeencontróenél,viounapuertaabiertaypenetróenlacasa.Sí,seríamuyfácil.

Oyó voces procedentes de una habitación situada a su izquierda; la deMargaretestabaentreellas.Oyópronunciarsupropionombreenvozaltayunhombreaquienjamáshabíavisto,dijo:

—Ah,demodoqueestáaquí.Nomesorprende.Voyadarlelalecciónquesemerece.

—MistressWilcox—dijoLeonard—,hehechomal.

Elhombreloagarróporelcuelloygritó:

—¡Traedmeunpalo!

Lasmujereschillaban.UnpalomuybrillantedescendióehirióaLeonard,nodondelehabíaalcanzadoelgolpe,sinoenelcorazón.Loslibroscayeronsobreélencascada.Nadateníasentido.

—Traed agua —ordenó Charles, que no había perdido la calma ni uninstante—. Está fingiendo, naturalmente, yo solo utilicé la hoja. Vamos,sáquenloalaire.

Margaret,creyendoqueCharlessabíaloquedecía,leobedeció.AcostaronaLeonard,queestabamuerto,enlagrava.Helenleechóunchorrodeagua.

—Yabasta—dijoCharles.

—Sí,conunasesinatoyabasta—dijomissAverysaliendodelacasaconlaespada.

Capítulo42

CuandoCharlesabandonóDucieStreet,tomóelprimertrenparasucasa,pero no se enteró de los últimos acontecimientos hasta entrada la noche.

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Entonces supadre,quehabíacenadosolo, lehizo llamaryen tonograve lepreguntóporMargaret.

—Nosédóndeestá,padre—dijoCharles—.Dollyleestuvoguardandolacenacasiunahora.

—Avísamecuandovenga.

Pasóotrahora.LoscriadosseretiraronadormiryCharleshizootravisitaa su padre para recibir nuevas instrucciones. Mistress Wilcox no habíaregresado.

—Me sentaré a esperarla todo el tiempo que tú quieras, pero no esprobablequevenga.¿Nosehabráquedadoconsuhermanaenelhotel?

—Talvez—dijomísterWilcoxpensativamente—…talvez.

—¿Puedohaceralgoporusted?

—Estanocheno,hijomío.

AmísterWilcoxlegustabaqueletratasendeusted.Alzólosojosydirigióa su hijo una mirada de ternura más abierta de lo que normalmente leconcedía.VioaCharlescomosifueraaúnunniñoycomounhombrehechoyderecho al mismo tiempo. Su mujer se había revelado inestable, pero lequedabansushijos.

Pasadalamedianoche,llamóalapuertadeCharles.«Nopuedodormir—dijo—,másvalequedemosunpaseoyacabemoscontodoesto».

Se quejó del calor. Charles le llevó al jardín y ambos pasearon arriba yabajo enfundados en sus batas. Charles se iba calmando a medida que lahistoria se desarrollaba; desde mucho antes se había dado cuenta de queMargareteratanmalacomosuhermana.

—Por lamañanapensarásdeotramanera—dijomísterWilcox,que,porsupuesto,nohabíadichonadademistressBast—.Peronopuedopermitirqueestascosascontinúenocurriendo impunemente.EstoycompletamentesegurodequeestáconsuhermanaenHowardsEnd.Lacasaesmíayalgúndíaserátuya,Charles,ycuandoyodigoquenadievivaenella,quierodecirquenadievivaenella.Noloconsentiré—miróalalunaconenfado—.Enmiopinión,estacuestiónestárelacionadaconalgomuchomásimportante:conelderechodepropiedadensímismo.

—Sinduda—dijoCharles.

MísterWilcoxenlazósubrazoconeldesuhijo,peroalgoeneste lefuegustandomenosamedidaqueleibacontandomás.

—Noquieroquesaqueslaconclusióndequemimujeryyohemostenido

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algoparecidoaunapelea.Ellaestabaabrumadapor losproblemas,comoloestaríacualquiera.HaréloquepuedaporHelen,peroenelbienentendidodequedebenabandonarlacasadeinmediato.¿Estáclaro?Esunaconditiosinequanon.

—¿Quieresquevayayomañanaporlamañanaenelcoche,alasocho?

—A las ocho o antes. Diles que actúas en representación mía y, porsupuesto,noempleeslaviolencia,Charles.

Por lamañana, cuandoCharles regresó dejando a Leonardmuerto en lagrava, no le parecía que hubiese empleado la violencia. Lamuerte se habíaproducido a consecuencia de un ataque de corazón. Su propiamadrastra lohabíadichoeinclusomissAveryhabíareconocidoquesolohabíautilizadolaparteplanadelaespada.Asupasoporelpuebloinformóalapolicía,quelediolasgraciasyledijoquesellevaríaacabounainvestigación.Encontróasupadreeneljardín,ocultandosusojosdelsol.

—Ha sido horrible —dijo Charles con gravedad—. Estaban allí,efectivamente,yelhombreencuestiónestabaconellas.

—¿Quién?,¿quéhombre?

—Telodijeayerporlanoche.SunombreesBast.

—¡Diosmío!¿Esposible?—dijomísterWilcox—.¡Encasadetumadre,Charles!¡Enlapropiacasadetumadre!

—Lo sé, padre.Eso fue loque sentí.Adecir verdad, yanohayporquépreocuparse por el hombre. Estaba dando las últimas boqueadas a causa deunaenfermedaddecorazónyantesdequepudierademostrarleloquepensabadeél,expiró.Lapolicíaestáestudiandoelcasoenestosmomentos.

MísterWilcoxescuchabaatentamente.

—Mepresentéallí…noseríanmásdelassieteymedia.MissAveryestabaencendiéndoleselfuego.Ellasaúnestabanenelpisodearriba.Yoesperéenelsalón. Todos estuvimos muy corteses y serenos, aunque yo tenía missospechas.LesdiunrecadoymistressWilcoxdijo:«Ah,sí,yaveo.Sí»,conesetonosuyo.

—¿Nadamás?

—Leprometídecirte,«contodosuamor»,quese ibaaAlemaniaconsuhermanaestamismatarde.Esofuetodoloquetuvotiempodedecirme.

MísterWilcoxparecióaliviado.

—Porentoncessupongoqueelhombresecansódeestarescondidopues,depronto,mistressWilcoxgritósunombre.Lereconocíayfuiasuencuentro

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enelvestíbulo.¿Nohicebien,padre?Meparecióquelascosashabíanllegadounpocolejos.

—¿Si hiciste bien, hijo mío? No lo sé. Pero no serías mi hijo si no tehubierascomportadocomolohashecho.¿Entoncesélse…sehundió,comotúdices?—retrocedíaantelasimplepalabra.

—Se agarró a la librería, que se cayó sobre él. Así que yome limité aponer la espada en el sueloy lo llevé al jardín.Todospensamosque estabafingiendo.Noobstante,estámuerto.¡Unfeoasunto!

—¿Laespada?—gritó supadre con angustia en la voz—. ¿Qué espada?¿Laespadadequién?

—Unaespadadeellas.

—¿Yquéhacíastúconesaespada?

—Bueno,papá,compréndelo,teníaqueagarrarloprimeroquemeviniesea lasmanos.No teníauna fustaounpalo.Lepeguéunaodosvecesen loshombrosconlaparteplanadelaviejaespadaalemanadeellas.

—¿Yluego,quépasó?

—Selecayóencimalalibrería,comoyatedije,yrodóporelsuelo—dijoCharlesconunsuspiro.Noeradivertidodarrodeosantesupadre,quenuncaparecíasatisfechoconlasexplicaciones.

—¿Perolacausarealdesumuertefueunaenfermedaddecorazón?¿Estásseguro?

—Unaenfermedadounataque.Sinembargo,yanosenteraremosdesobraenlainvestigacióndeestospormenorestandesagradables.

Entraronadesayunar.Charlesteníaundolordecabezaatroz,consecuenciade haber conducido en ayunas. Estaba asimismo preocupado por el futuro,previendoquelapolicíadetendríaaHelenyaMargaretparalainvestigaciónysaldrían a relucir los trapos sucios.Sevio a símismoobligadoa abandonarHilton.Nopodríanvivircercadelescenariodelescándalo:noseríajustoparaconsupropiaesposa.Lealiviabapensarquelosojosdesupadreestabanporfin abiertos. Habría un terrible ajetreo y probablemente una separación deMargaret; luegoempezaríandenuevo,comohabíanvividoen tiemposdesumadre.

—Creo queme llegaré a la comisaría dando una vuelta—dijo su padrecuandohubieronacabadodedesayunar.

—¿Para qué? —gritó Dolly a quien todavía no habían «puesto alcorriente».

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—Bien.¿Quécochetomarás?

—Creoqueirépaseando.

—Haysubuenamediamilla—dijoCharlesdirigiéndosealjardín—.Elsoles muy fuerte para estar en abril. ¿No prefieres que te lleve y demos unavueltecitaporlosalrededoresdeTewin?

—Continúas comportándote como si yo no supiera lo que quiero—dijomísterWilcox con irritación. Charles cerró la boca—. Vosotros los jóvenestenéislaobsesióndelcoche.Yatelohedicho,quierocaminar:meencantanlospaseos.

—Estábien;estaréenlacasaporsimenecesitasparaalgo.Pensabanoiralaoficina,salvoqueopineslocontrario.

—Quédate,hijo—dijomísterWilcoxponiendounamanoenelantebrazodeCharles.

ACharles no le gustó aquello; se sentía incómodo con su padre, que noparecíaserelmismoaquellamañana.Habíaenéluntoquedepetulanciacasifemenino.¿Seríaqueseestabahaciendoviejo?AlosWilcoxnolesfaltabalaafectividad.Por el contrario, la tenían en grado sumo, pero no sabían cómoexteriorizarla.EraunaafectividadenpañalesyCharles,paraserunhombredecorazóncálido,habíatransmitidomuypocaalegría.Contemplandoasupadrearrastrarlospiesporelcamino,sintióunvagopesar—undeseodequealgohubiesesidodistintodealgúnmodo—,undeseo—aunquenoloexpresóasí—dequelehubieranenseñadoadecir«YO»ensujuventud.DeseabacompensarlatraicióndeMargaret,perosabíaquesupadrehabíasidomuyfelizhastaeldíaanterior. ¿Cómo lohabíaconseguidoaquellamujer?Pormediodealgúntrucodeshonesto,sinduda,pero¿cuál?

MísterWilcoxreaparecióalasonceconaspectocansado.AldíasiguientetendríalugarlainvestigaciónsobrelamuertedeLeonardylapolicíarequeríalapresenciadesuhijo.

—Yaloesperaba—dijoCharles—.Naturalmente,seréeltestigoprincipal.

Capítulo43

DeltorbellinoyelhorrorquehabíanempezadoconlaenfermedaddelatíaJuleyyquenoibanaterminarnisiquieraconlamuertedeLeonardleparecíaimposible a Margaret que pudiera surgir una vida saludable. Losacontecimientos se sucedían en una línea lógica aunque insensata. Laspersonas habían perdido su humanidad y adquirían un valor tan arbitrario

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comosi loeligierandeunmazodecartas.EranaturalqueHenryhiciera talcosa y fuera la causa de que Helen hiciera tal otra para considerarla luegoculpabledehaberlahecho;eranaturalqueLeonardquisierasabercómoestabaHelenyqueviniera yqueCharles se irritara con él por haber venido…eranatural,peroirreal.Enaquelembrollodecausasyefectos,¿quéhabíasidodesus auténticas identidades? Ahora Leonard yacía en el jardín, muerto porcausas naturales; sin embargo, la vida era un río profundo, profundo, y lamuerteuncieloazul;lavidaeraunacasa,lamuerte,unabriznadeheno,unaflor,unatorre;lavidaylamuerteerancualquiercosaytodasalavez,exceptoesta insensatezordenadadondeel reymataa la reinayelasal rey.Ah,no,existelabellezaylaaventuradetrásdetodoesto,talcomohabíaclamadoelhombrequeahorayacíaasuspies;habíaesperanzaaeste ladode la tumba;habíarelacionesauténticasmásalládeloslímitesquenosrefrenan.Comoelprisioneroque levanta la vista y ve la llamadade las estrellas, asíMargaretdesde el remolino y el horror de aquellos días captaba atisbos de unmecanismodivino.

YHelen,mudadeterror,perointentandoconservarlacalmaporsuhijo,ymissAvery, tranquila,peromurmurandodulcemente:«Nadie ledijo jamásaeste muchacho que iba a tener un hijo…». También le recordaban que elhorror no es el final.Margaret no sabía a quéúltima armonía tendemos.Leparecía importante, sin embargo, que unniñonaciera para apropiarse de lasgrandesoportunidadesdebellezayaventuraqueelmundoofrece.Deambulópor el soleado jardín recogiendo narcisos blancos de corazón escarlata. Nohabíaotracosaquehacer;elmomentodelostelegramasylairahabíapasado.AhoraloaconsejableeraquelasmanosdeLeonardestuvierandobladassobresupechoy llenasde flores.Allí reposabaelpadre;mejordejarloasí.Mejordejarquelamiseriaseconvirtieraentragedia,cuyosojossonlasestrellasyencuyasmanosestánelocasoylaaurora.

Nisiquieralainfluenciadelosrepresentantesdelaautoridad,nisiquieralavuelta del doctor, vulgar y agudo, hicieron tambalear su creencia en laeternidad y en la belleza. La ciencia explica al hombre, pero no lo puedeentender.Tras largos siglos entrehuesosymúsculos, la cienciapuedehaberavanzado en el conocimiento de los nervios, pero esto no le proporcionacomprensión.SepuedeabrirelcorazónantemísterMansbridgey losdemásdesuespeciesinquedescubransussecretos,porqueellosloquierentodoenblancoynegroyesoesexactamenteloqueobtienen.

InterrogarondetenidamenteaMargaretsobreCharles.Ellanosospechabaporqué.Lamuertehabíahechosuapariciónyelmédicoestabadeacuerdoenquesedebíaaunaenfermedaddecorazón.Lepidieronquelesdejaraver laespada de su padre.Margaret les explicó que la ira de Charles era natural,aunque equivocada. A esto siguieron una serie de penosas preguntas sobre

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Leonard, a todas las cuales respondió Margaret sin vacilaciones. LuegovolvieronsobreCharles.

—Sin duda míster Wilcox puede haber precipitado su muerte —dijoMargaret—,perosinohubierasidounacosa,habríasidootra,comoustedesbiensaben.

AlfinalledieronlasgraciasysellevaronlaespadayelcadáveraHilton.Margaretempezóarecogerloslibrosdelsuelo.

Helensehabíaidoalagranja.Erael lugarmásadecuadoparaella,dadoqueteníaquequedarsehastaeltérminodelainvestigación.Comosilascosasnofueranyabastanteduras,Madgeysumaridopusieronreparos:noveíanporquéteníanquerecogerlosdesechosdeHowardsEnd.Y,desdeluego,nolesfaltabarazón.Todoelmundoibaatenerrazónyavengarseampliamentedelas valerosas conversaciones contra los convencionalismos sociales. «Nadaimporta—habíandicholasSchlegelenelpasado—,exceptoelpropiorespetoy el de los amigos». Cuando llegó el momento, otras cosas importaban,terriblemente.Noobstante,MadgehabíacedidoyHelentuvolapazaseguradaporundíayunanoche.AldíasiguientevolveríaaAlemania.

En cuanto a Margaret, estaba decidida a marcharse también. No habíallegado ningún mensaje de Henry; quizá esperaba que ella se disculpase.Ahora que Margaret tenía tiempo de meditar sobre su propia tragedia, noestaba arrepentida. No le perdonaba a Henry su comportamiento, no queríaperdonarle.Eldiscursoque lehabíahecho leparecíaperfecto,nocambiaríauna sola palabra.Había que pronunciarlo una vez en la vida para ajustar ladesnivelacióndelmundo.Nofueundiscursodirigidoúnicamenteasumarido,sinoamilesdehombrescomoél:eraunaprotestacontralaoscuridadinteriorque reina en las altas esferas, contra la oscuridad de esta era comercial.Aunque sumarido rehiciera su vida sin ella,Margaret no podía disculparle.Henryhabíarehusadoconectarenlaocasiónmásclaraquepuedeplanteárseleaunhombre,ysuamordebíapagarlasconsecuencias.

No, no había nada más que hacer. Había intentado no abocarse alprecipicio,peroquizálacaídaerainevitable.YaMargaretleconsolabapensarque el futuro era inevitable: causas y efectos seguirían enlazándose haciaalgúnobjetivoindudable,imposibledeimaginarporahora.

En ocasión como la presente, el alma se retira hacia dentro, se repliegasobre sí misma, para flotar en el cauce de una corriente más profunda, secomunicaconlosmuertosyvelagloriadeestemundo,nodisminuida,perodistinta a lo que otrora supusiera. Modifica el enfoque hasta que las cosastriviales desaparecen.Margaret había intentado este camino durante todo elinvierno.LamuertedeLeonard lehabíahecho llegarhastael final.EraunalástimaqueHenry,¡ay!,tuvieraquedesvanecersemientrassurgíalarealidady

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que solo quedara claro su amor por él, grabado con su imagen como loscamafeosquerescatamosdelossueños.

Con ojo firme,Margaret trazó el futuro de sumarido. Pronto volvería apresentaralmundounrostrosaludable,¿yquéle importabaaéloalmundoqueelmeolloestuvierapodrido?Seiríavolviendounviejoricoyvenerable,avecesunpocosentimentalconrespectoalasmujeres,perodispuestosiempreatomarunacopaconcualquiera.Tenazenelpoder,conservaríaaCharlesyalosdemásbajosudependenciayseretiraríadelosnegociosdemalaganayauna edad avanzada. Acabaría por asentarse, aunque esoMargaret no podíaimaginárselo.Paraella,Henryestaríasiempreenmovimientoyharíaquelosdemás loestuvieran tambiénmientras la tierradieravueltas.Pero, llegadoelmomento, se sentiríacansadodemoverseydeasentarse.Y luego,¿qué?Lainevitablepalabra.Entregarelalmaasucorrespondientecielo.

¿Seencontraríanenesecielo?Margaretsiemprehabíacreídoqueparaellaexistíalainmortalidad.Siemprelehabíaparecidonaturalunfuturoeterno.YHenry creía en su propia inmortalidad. Con todo, ¿volverían a encontrarse?¿Nohabrámásbieninfinitosdesnivelesmásalládelamuerte,comoenseñalateoríaqueélhabíacensuradoenciertaocasión?YelniveldeHenry,superioroinferior,¿seríaelmismoqueeldeella?

Así se hallaba, meditando gravemente, cuando Henry le mandó llamar.EnvióaCraneensucoche.Otroscriadoshabíanpasadocomoelagua,peroelchófercontinuaba,apesardesuimpertinenciaysudeslealtad.AMargaretnolegustabaCraneyéllosabía.

—¿SonlasllavesloquedeseamísterWilcox?—preguntóMargaret.

—Nolodijo,señora.

—¿Notraeustedningunanotaparamí?

—Elseñornomedijonada,señora.

Tras reflexionar unos instantes, cerró Howards End. Era penosocontemplar aquel calor que se extinguía para siempre. Apagó el fuego queardía en la cocina y esparció las brasas en el patio embaldosado. Cerró lasventanasyechólascortinas.ProbablementeHenryvenderíalacasa.

Estaba decidida a no perdonarle nada, porque no había ocurrido nadanuevoenloqueaellosconcernía.Suestadodeánimonoteníaporquéhabercambiadodesdeeldíaanterior.Henrylaesperabadepie,unpocoalejadodelapuertadeentradadelacasadeCharlesehizodetenersealcocheconungesto.Cuandosumujerbajó,dijoconvozronca:

—Prefierodiscutirlascosascontigofuera.

—Me temo que será más apropiado discutirlas en la carretera —dijo

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Margaret—.¿Recibistemimensaje?

—¿Sobrequé?

—Me voy a Alemania con mi hermana. Tengo que comunicarte que apartirdeahoraaquelserámidomiciliopermanente.Nuestraconversacióndeayerporlanochefuemásimportantedeloquetúcrees.Nomesientocapazdeperdonarteytedejo.

—Estoy sumamente cansado—dijo Henry en tono herido—. He estadocaminandotodalamañanaydesearíasentarme.

—Muybien,sinoteimportasentarteenelcésped…

AntañolacarreteradelNortedebíahaberestadobordeadadeglebasatodolo largo, pero los hombres comoHenry las habían robado.Margaret avanzóhastaunfragmentosituadoenfrente,demodoquenopudieranservistosporCharlesoporDolly.

—Aquíestántusllaves—dijoMargaret.SelaslanzóaHenry.Lasllavescayeroneneldeclivedehierbayélnolasrecogió.

—Tengoalgoquedecirte—dijoélamablemente.Margaretconocíaaquellaamabilidad superficial, aquella confesión improvisada, destinada tan solo aprovocaradmiraciónporelhombre.

—No quiero oírlo—respondióMargaret—.Mi hermana va a sufrir y apartir de ahoravoyavivir con ella.Vamos a intentar construir algo ella, suhijoyyo.

—¿Adóndetevasair?

—AMúnich.Nos vamos una vez acabe la investigación, siHelen no seencuentramuymal.

—Sí.

—¿Tedascuentadecuálseráelveredictodelainvestigación?

—Sí:enfermedaddecorazón.

—No,querida:homicidioinvoluntario.

Margaret hundió los dedos en la hierba. El promontorio sobre el que sehallabapareciómoversecomosiestuvieravivo.

—Homicidio involuntario—repitió míster Wilcox—. Charles puede sercondenado a prisión.Nome atrevo a decírselo.No sé qué hacer, no sé quéhacer.Estoydeshecho,acabado…

No se elevó en Margaret una súbita llama. No comprendía que ladestrucción de Henry era su única esperanza. No acogió al doliente en sus

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brazos. Pero a partir de aquel día empezó una nueva vida. El veredicto fueemitidoyCharlesprocesado.Nohabíarazónalgunaparacondenarle,perolaley, hecha a su imagen, le sentenció a tres años de prisión. La fortaleza deHenrysedesmoronó.Nosoportabaanadiemásquea suesposa, searrastróhastaMargaretylepidióquehicieraconélloquepudiera.YMargarethizoloquelepareciómássencillo:lollevóarecuperarseaHowardsEnd.

Capítulo44

ElpadredeTomestaba segandoel prado.Pasabay repasaba laguadañaentreelzumbidodelascuchillasylosdulcesoloresdelcésped,dandovueltasencírculoscadavezmásreducidosentornoalcentrosagradodelcampo.TomnegociabaconHelen.

—Notengolamenoridea—respondíaHelen—.Quizáelniñolosepa,¿nocrees,Meg?

Margaretabandonósulaborylosmiróconaireausente.

—¿Dequésetrata?—preguntó.

—Tomquieresabersielniñoyaeslobastantemayorcomoparajugarconelheno.

—Notengolamenoridea—contestóMargaretyvolvióatomarlalabor.

—Mira,Tom, el niño no puede sostenerse en pie; no debe ponerse bocaabajo,ni acostarsedemodoque la cabeza le cuelgue,nohayque tocarlenihacerlecosquillasynoselepuedecortarendosotrestrozosconlaguadaña.¿Tendráscuidadodequeestonosuceda?

Tomextendiólosbrazos.

—Estechicoesunniñeroestupendo—hizonotarMargaret.

—Legustamuchoelniño,poresoesasí—fue la respuestadeHelen—.Vanaseramigosdetodalavida.

—¿Empezandoalasedadesdeseisyunaño?

—Porsupuesto.SeráunagrancosaparaTom.

—Quizáseaunacosamejoraúnparaelniño.

Habían pasado catorcemeses, peroMargaret todavía estaba enHowardsEnd.No se le había ocurrido un planmejor. Había llegado una vezmás eltiempodelasiegadelheno,lasgrandesamapolasrojasseabríandenuevoen

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el jardín. Julio vendría después con las pequeñas amapolas entre el trigo;agosto,conlasiegadeltrigo.Estospequeñosacontecimientosseconvertiríanenpartedeellaañotrasaño.Cadaveranotemeríaqueelpozosesecase;cadainvierno,que lascañeríassehelaran; losvientosdeloestepodíanderribarelolmoy acabar con todo y por elloMargaret no podía leer o charlar cuandosoplabaelvientodeloeste.Porentonces,elaireestabasereno.MargaretysuhermanaestabansentadasjuntoalosrestosdelbancodepiedradeEvie,dondeelcéspedseconfundíaconelprado.

—¡Hay que ver cuánto tiempo llevan! —dijo Helen—. ¿Qué estaránhaciendoahídentro?

Margaret,quecadavezeramenoshabladora,nocontestó.El ruidode lasegadorallegabaconintermitencias,comoelruidodelasolascuandorompen.Juntoaellas,unhombreestabapreparándoseparasegarunodeloshuecosdelvalle.

—OjaláHenrypudierasalirparadisfrutardeesteespectáculo—dijoHelen—.¡Estarencerradoencasaconuntiempotanespléndido!Esunsuplicio.

—Asítienequeser—dijoMargaret—.Lafiebredelhenoessuprincipalobjeciónavivirenelcampo,perocreequevalelapena,apesardetodo.

—Meg,¿estáenfermoono?Nuncahepodidoaveriguarlo.

—No está enfermo. Solo enteramente cansado. Ha trabajado con durezatodasuvida.Esassonlaspersonasquesederrumbancuandocomprendenunacosa.

—Supongo que le angustia enormemente su participación en todo eldesorden.

—Enormemente.PoresodesearíaquehoynohubieravenidoDolly.Peroélqueríaquevinierantodos.Asíteníaqueser.

—¿Paraquélosquiere?

Margaretnorespondió.

—¿Puedodecirteunacosa,Meg?MegustaHenry.

—Seríaextrañoquenotegustara—dijoMargaret.

—Nosolíapensarasí.

—¡No solías!—bajó los ojos un instante hacia los oscuros abismos delpasado. Todos los habían sobrepasado, excepto Leonard y Charles. Estabanedificando una nueva vida, oscura pero resplandeciente de tranquilidad.Leonard habíamuerto, y aCharles le quedaban aún dos años de cárcel porcumplir.Antesnosolíanverclaro,ahoratodoeradistinto.

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—MegustaHenryporquesepreocupaporlascosas.

—Yaéllegustastúporquenotepreocupas.

Helensuspiró.Parecíahumilladayocultólacaraentrelasmanos.Trasunapausa,dijo:

—A propósito del amor… —una transición menos abrupta de lo quepudieraparecer.

Margaretnohabíadejadodetrabajar.

—Merefieroalamordeunamujerporunhombre.Antesyocreíaquetodami vida debía depender de eso e iba de un lado para otro como si algoanduvieramaldentrodemí.Peroahora todoespaz;yamehecurado.HerrFörstmeister, de quien Frieda sigue escribiéndome, debe de ser un hombremuynobledecorazón,peronosedacuentadequenomecasarénuncaconélniconnadie.Noescuestióndevergüenzaodedesconfianzapormiparte.Esquenopodría,simplemente.Estoyacabada.Antes,cuandosetratabadelamordeunhombre,eratansoñadoracomounaadolescente,ycreíaqueparabienoparamalelamordebíaserlomásgrande.Peronolohasido;tambiénelamoresunsueño.¿Noteparece?

—No,noestoydeacuerdo.

—Debería recordar aLeonard comomi amante—dijoHelen caminandopor el prado—. Yo le tenté y le maté; es lo menos que puedo hacer. MegustaríaarrojardetodomicorazónaLeonardenunatardecomoesta.Peronopuedo.Nosirvedenadafingir.Loestoyolvidando—susojossellenarondelágrimas—.Nadapareceiracompasado…Dime…,querida—seinterrumpió—.¡Tommy!

—¿Sí?

—Nointentesqueelniñosesostengasobresuspiernas…Sientoquemefalta algo.VeocómoamasaHenry, cómo lecomprendescadadíamásy séque la muerte no os separará al final. Pero yo… ¿Es un defecto criminal,espantoso?

Margaretlahizocallar.

—No,essoloquelaspersonasdifierenmásentresídeloquesepretende—dijo—.Entodoelmundoloshombresylasmujeressepreocupanporquenopueden actuar como se supone que deben hacerlo. De vez en cuando loconfiesanyesolesalivia.Notepreocupes,Helen.Actúacomoeres;amaatuhijo.Amínomegustan losniños.Estoycontentadeno tenerninguno.Megustajugarconellosporquesonhermososyencantadores.Peroesoestodo:nada auténtico, ni asomo de lo que debiera ser.Otros… otros van aúnmáslejosysedesentiendende lahumanidadenpeso.Un lugar,al igualqueuna

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persona, puede recoger el rayo. ¡No ves que todo tiende a aliviar, a fin decuentas! Es parte de la batalla contra la mezquindad. Diferencias… eternasdiferenciasplaneadasporDiosparaunasola familia,paraquesiemprehayacolor; angustia, quizá, pero color en el día gris. No puedo consentir que tepreocupes por Leonard.No insistas en el elemento personal cuando este nosurge.OlvidaaLeonard.

—Sí,sí,pero¿quéobtuvoLeonarddelavida?

—Quizáunaaventura.

—¿Yesoessuficiente?

—Paranosotras,no.Paraél,sí.

Helentomóunpuñadodehierba.Contemplólaacederayeltrébol,blancoy amarillo y la hierba temblorosa y las margaritas y los tallitos que locomponían.Loacercóalacara.

—¿Estáyadulce?

—No,solomarchito.

—Estarádulcemañana.

Helensonrió:

—Oh,Meg,túsíqueeresunapersona—dijo—.Piensaenlaagitaciónyenla torturadehaceunañoporestasfechas.Hoynopodríaserdesgraciadaaunquelointentara.¡Quécambio!Ytodoporti.

—Bueno,simplementenoshemosasentado.Henryytúhabéisaprendidoacomprenderoselunoalotroyaperdonaralolargodelotoñoydelinvierno.

—Sí,pero¿quiénnoshizoasentarnos?

Margaret no contestó. La guadaña había empezado y se ajustó susquevedosparacontemplarla.

—¡Fuistetú!—exclamóHelen—.Túlohicistetodo,querida,aunqueeresdemasiadotontaparadartecuenta.Viviraquífueideatuya:yotequería,éltequería;todoelmundodecíaqueeraimposible,perotúsabíasqueno.Piensaenloquehabríansidonuestrasvidassinti,Meg…ElniñoyyoconMónica,rebeldeporprincipio;yHenry,pasandodemanoenmano,deEvieaDolly.Perotúrecogistelostrozosynoshicisteunhogar.¿Notedascuenta,aunquesea por un instante, de que tu vida ha sido heroica? ¿No recuerdas los dosmesesquesiguieronalarrestodeCharles,cuandotepusistemanosalaobraylohicistetodo?

—En aquel momento los dos estabais enfermos —dijo Margaret—. Yohiceloqueeraevidente.Teníaquecuraradosenfermos.Aquíhabíaunacasa

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amuebladayvacía.Eraevidente.Yomismanosabíaqueseconvertiríaenunhogar definitivo. Sin duda he hecho algo para desenredar el embrollo, perocosasquenosepuedenexplicarmehanayudado.

—Espero que sea definitivo —dijo Helen desviándose hacia otrospensamientos.

—Eso creo. Hay momentos en que siento que Howards End esparticularmentenuestro.

—Encualquiercaso,Londresseacerca.

Señalóalotroextremodelprado,alotroextremodeochoonueveprados,alfinaldeloscualessepercibíaunpolvorojo.

—EsoyaseveenSurreyeinclusoenHampshireahora—continuó—.Loveodesde losDownsdePurbeck.YLondres es solopartede algomás,metemo.Lavidavaaversemuyrevueltaentodoelmundo.

Margaretsabíaquesuhermanaestabaenlocierto.HowardsEnd,Oniton,losDownsdePurbeck,elOderberge,eransupervivientes,yelhornoestabaapuntoparaellos.Lógicamente,noteníanderechoavivir.Laúnicaesperanzaeraladebilidaddelalógica.¿Eraeltriunfodelatierrasobreeltiempo?

—Porqueunacosaocurraahorainexorablemente,notieneporquéocurrirsiempre inexorablemente—dijoMargaret—. Esta locura por elmovimientosolo se ha puesto en marcha en los últimos cien años. Quizá la siga unacivilizaciónquenoengendreelmovimiento,quedescanseenlatierra.Todoslossignosparecencontradecirmeporahora,peronopuedoevitarlaesperanzaydemadrugada, en el jardín, siento que nuestra casa es el futuro almismotiempoqueelpasado.

Sevolvieronycontemplaronlacasa.Suspropiosrecuerdoslacoloreabanahora. Porque el niño de Helen había nacido en la habitación del centro.Margaretdijo:

—Oh,tencuidado—porquealgosemovíatraslaventanadelvestíbuloylapuertaseabrió.

—Elcónclaveseterminaporfin.Iréaver.

EraPaul.

Helen se retiró con el niño prado adentro. Voces amigas la saludaron.Margaret se levantó para salir al encuentro de un hombre que llevaba unespesobigotenegro.

—Mipadrepreguntaporusted—dijoelhombreconhostilidad.

Margarettomósulaborylesiguió.

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—Hemosestadohablandodenegocios—continuóél—,perosupongoqueustedyaestabaalcorrientedetodo.

—Sí,enefecto.

Torpe demovimiento—porque había pasado toda su vida en la silla demontar—Paulgolpeóconelpie lapinturade lapuertadeentrada.MistressWilcoxdioungrititodealarma.Nolegustabaquedesportillasenlapintura;sedetuvoenelvestíbulopararetirarlaboaylosguantesdeDollydeunjarrón.

Sumaridoestabaapoltronadoenungransillóndecueroenelcomedoryasu lado,sosteniendosumanoconostentación,estabaEvie.Dolly,vestidadepúrpura,sesentabacercadelaventana.Lahabitaciónestabaunpocooscuraycargada, sin aire; se veían obligados a conservarla así hasta que el henoestuvieracortado.Margaretseunióalafamiliasinhablar;loscincosehabíanreunido a la hora del té yMargaret sabía lo que iban a decir. Enemiga deperdereltiempo,continuócosiendo.Elrelojdiolasseis.

—¿Todoelmundoestáconforme?—dijoHenryconvozcansada.Usabaviejas frases, pero su efecto era inesperadoy triste—.Porquenoquieroquevolváisporaquímástardequejándoosdequehesidoinjusto.

—Aparentemente,todosestamosconformes—dijoPaul.

—Perdona,hijomío.Solotienesquedecirloytedejarélacasaati.

Paulmostróceñomalhumoradoyempezóarascarseelbrazo.

—Puesto que he abandonado la vida queme gustaba, al aire libre, y hevuelto a casa para hacerme cargo de los negocios, no tiene sentido quemeinstaleaquí—dijoporfin—.Nieselcamponieslaciudad.

—Muybien.¿Estásdeacuerdoconmisarreglos,Evie?

—Desdeluego,padre.

—¿Ytú,Dolly?

Dollylevantósucaritamarchitaquelapenahabíahechoempalidecersindarfirmezaalosrasgos.

—Mepareceperfectamenteespléndido—dijo—.YopensabaqueCharlesqueríalacasaparalosniños,perolaúltimavezquelevimedijoqueno,queyanopodremosvivirenestapartedeInglaterra.Charlesdicequetendremosquecambiarnoselnombre,peroyonoveoporqué.WilcoxnossientabienaCharlesyamí,ynopuedopensarenningúnotronombre.

Hubo un silencio general. Dolly miró en torno suyo nerviosa, temiendohabercometidoalgunaincorrección.Paulcontinuórascándoseelbrazo.

—Entalcaso,dejolacasadeHowardsEndamiesposa—dijoHenry—.

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Que todo el mundo lo entienda y que nadie, después de mi muerte, sientaresquemoresnisorpresas.

Margaretnocontestó.Habíaalgomisteriosoensutriunfo.Ella,quejamásesperóconquistarnada,habíaentradoasacoentrelosWilcoxyhabíarotosusvidas.

—En consecuencia, no dejo ami esposa ningún dinero—dijoHenry—.Tal es su deseo. Todo lo que le habría correspondido será dividido entrevosotros. Ya os estoy dando mucho en vida para que podáis serindependientes.Eseestambiéndeseosuyo.Tambiénellacedegranpartedesudinero.Tienelaintencióndedividirsurentaporlamitadenlospróximosdiezañosypiensadejarlacasa,asumuerte,asu…asusobrino,queestáahí,enelprado.¿Quedaclaro?¿Todoelmundoloentiende?

Paul se puso en pie. Estaba acostumbrado a los nativos y a la menorocasión le salía el inglésque llevabadentro.Sintiéndosemasculinoycínicodijo:

—¿Enelprado?¡Ah,vamos!Yocreíquenosíbamosaquedarcontodo,incluidolosnegritos.

MistressCahillmurmuró:

—Calla,Paul,prometistetenercuidado.

Sintiéndosemujerdemundo,selevantóysedispusoapartir.Supadrelediounbeso.

—Adiós,hijamía—dijo—.Ynotepreocupespormí.

—Adiós,padre.

Le llegó el turno aDolly.Ansiosa de contribuir, se rio nerviosamente ydijo:

—Adiós,místerWilcox.Resulta curioso quemistressWilcox le hubiesedejadoHowardsEndaMargaretyqueestalohayaobtenidodespuésdetodo.

SeoyóunbufidoprocedentedeEvie.

—Adiós—dijoMargaretylediounbeso.

Unayotravezcayólapalabra,comoeloleajedeunmarenretirada.

—Adiós.

—Adiós,Dolly.

—Hastapronto,padre.

—Adiós,hijomío;sésiempreprudente.

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—Adiós,mistressWilcox.

—Adiós.

Margaretacompañóalosvisitanteshastalaverjadeentrada.Luegovolviójunto a su marido y apoyó la cabeza en las manos de este. Henry estabalastimosamente cansado. Pero la observación de Dolly había despertado elinterésdeMargaret.

—¿Podríascontarme,Henry,quéesesodequemistressWilcoxmehabíadejadoHowardsEnd?

—Sí, eso hizo —respondió él tranquilamente—. Pero esa es una viejahistoria.Cuandoestuvo enfermay tú fuiste tan amable con ella, quisodartealgoacambioy,estandocomoestabafueradesí,garrapateó«HowardsEnd»enuntrozodepapel.Yoloestuvepensandomuyseriamentey,comoeraunacosa de mero capricho, lo dejé correr sin saber lo que sería para mí miMargaretenelfuturo.

Margaretguardósilencio.Algoagitósuserenlomáshondoylerecorrióunescalofrío.

—Nocreerásquehicemal,¿verdad?—preguntóél.

—No,cariño.Nosehahechonadamal.

Del jardín llegó una risa. «¡Ya están aquí, por fin!», exclamó Henrydesenredándose de su esposa con una sonrisa. Helen entró en la penumbrasosteniendoaTomconunamanoyllevandoasuhijoenlaotra.Hubogritosdealegríacontagiosa.

—¡El campo ya está segado!—gritóHelen con excitación—…el pradograndetambién.Lohemosestadoviendohastaelfinal¡yhabráunacosechadehenocomonuncalahahabido!

Weybridge,1908-1910.

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