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114 Relatos de Yásnaia Poliana Cuentos para Niños y El Prisionero del Cáucaso Escuela de Yásnaia Poliana

Relatos de Yásnaia Poliana...Una selección con los mejores relatos de los Libros ru- sos de lectura, incluido El prisionero del Cáucaso —que podría calificarse de novela corta—,

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Relatos de YásnaiaPoliana

Cuentos para Niños yEl Prisionero del Cáucaso

Escuela de Yásnaia Poliana

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Primera edición en REINO DE CORDELIA, junio de 2019Título original: Первая, вторая, третья и четвертая pусская книга для чтения(1871-1875) y Kавказский пленник (1872)

Edita: Reino de Cordeliawww.reinodecordelia.esN P @reinodecordelia.es M facebook.com/reinodecordelia

Derechos exclusivos de esta edición en lengua española© Reino de Cordelia, S.L.Avda. Alberto Alcocer, 46 - 3º B28016 Madrid

De la traducción © Sara Gutiérrez, 2010

Ilustración de sobrecubierta, Libélula (1884). Retrato de Vera Repina, hija del artista, de Iliá Repin

Ilustración de cubierta, Preparándose para un examen (1864), de Iliá Repin

ISBN: 978-84-16968-81-7Depósito legal: M-21515-2019IBIC: FA

Diseño y maquetación: Jesús EgidoCorrección de pruebas: Pepa Rebollo

Imprime: Técnica Digital PressImpreso en la Unión EuropeaPrinted in E. U.Encuadernación: Felipe Méndez

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

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Relatos de YásnaiaPoliana

Cuentos para Niños yEl Prisionero del Cáucaso

Lev TolstóiTraducción de Sara Gutiérrez

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Presentación

CUENTOS PARA NIÑOS

El niño de la piedra

El aldeano y los pepinos

El incendio

Cómo contaba el ayo cómo montabaél a caballo

La mimbrera

Cómo aprendí a montar a caballo

Bulka

Bulka y el jabalí

Faisanes

Milton y Bulka

La tortuga

Bulka y el lobo

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Índice

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Lo que le sucedió a Bulka en Piatigorsk

El final de Bulka y de Milton

La liebre

Dios ve la verdad, pero tarda en decirla

Querer es poder

EL PRISIONERO DEL CÁUCASO

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Presentación

ENTRE 1871 Y 1875, Lev Tolstói re-dactó seis volúmenes para ense-ñar a leer y a escribir a los niñosde su escuela de Yásnaia Polia-na. En enero de 1872, en una car-ta dirigida a Alexandra An-dréievna Tolstaia, hija de un tíoabuelo del escritor, mostraba suilusión de que estos libros, entrelos que figura el denominadoAbecedario, sirvieran para queestudiaran «dos generaciones deniños rusos, desde los de los za-res hasta los de los campesinos[…]. Después de haber escrito este Abecedario puedo mo-rir tranquilo».

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Encuentro en Yásnaia Poliana en 1900entre Lev Tolstói y Maksim Gorki.

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Tolstói intentó reflejar en estas obras el lenguaje po-pular, el de los escolares de Yásnaia Poliana, buscandoun estilo claro y sencillo que le obligó a realizar grandesesfuerzos. En carta al crítico Nikolái Nikoláievich Strá-jov, fechada a primeros de marzo de 1872, confiesa abier-

tamente que «la lenguaque habla el pueblo yque tiene sonidos paraexpresar todo lo que unpoeta siente deseos dedecir me gusta. Esta len-gua, además —y eso eslo esencial—, es el ma-yor regulador poético.Intente decir algo super-fluo, ampuloso, enfermi-zo, la lengua no se lo per-mitirá; nuestra lengualiteraria, por el contra-

rio, no tiene osamenta; está tan mimada que uno puededecir todo lo que se le antoje: todo tiene aspecto de lite-ratura».

Unos párrafos después, continúa: «Dedico todo mitiempo y toda mi energía al Abecedario. Para La Auroraescribí “El prisionero del Cáucaso”, un relato que entra-rá en el Abecedario y que enviaré antes de una semana».

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Lev Tolstói en 1897.

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Una selección con los mejores relatos de los Libros ru-sos de lectura, incluido El prisionero del Cáucaso —quepodría calificarse de novela corta—, escritos por Tolstóipara sus alumnos de Yásnaia Poliana, se ofrecen a conti-nuación en una nueva traducción de Sara Gutiérrez querespeta fielmente el lenguaje y estilo utilizados original-mente por el gran autor ruso.

EL EDITOR

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Relatos de YásnaiaPoliana

Cuentos para Niños

Lev Tolstói, con sus nietos.

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El niño de la piedra(Hecho verídico)

UNA POBRE MUJER TENÍA UNA HIJA, Masha. Masha fue porla mañana a por agua y vio que en la puerta había algoenrollado en un trapo. Masha posó los cubos y desenro-lló el trapo. En cuanto tocó el trapo, algo empezó a gri-tar desde su interior: ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua! Masha se inclinó yvio que se trataba de un pequeño bebé colorado. Grita-ba fuerte: ¡Ua! ¡Ua! Masha lo cogió en brazos, lo metióen la casa, y se puso a darle leche con una cuchara. Sumadre preguntó: «¿Qué has traído?». Masha contestó:«Un bebé, lo encontré en nuestra puerta». La madre di-jo: «Con lo pobres que somos, ¡cómo vamos a alimentarademás a un bebé! Iré a hablar con el jefe para que lorecojan». Masha se echó a llorar y suplicó: «Madre, nocomerá mucho, déjalo aquí. Mira qué brazos y dedos másrojos y arrugados tiene». La madre lo miró y sintió pena

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por él. Se quedó con el bebé. Masha alimentaba y faja-ba al bebé, y le cantaba canciones para dormirlo.

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ÉRASE UNA VEZ UN ALDEANO que fue a robar pepinos a unhuerto. Se arrastró hasta los pepinos y pensó: «Veamos,me llevo un saco de pepinos y los vendo, y con el dinerome compro una gallina. La gallina me pone huevos, losempolla, y cría muchos pollitos. Alimento los pollitos, losvendo, y compro un lechón, y se convierte en una cerda;me pare la cerda lechones. Vendo los lechones y comprouna yegua; me pare una potrada. Crío los potros, y los ven-do; compro una casa y planto un huerto. Planto un huer-to y siembro pepinos. Pero no dejaré que me los roben,mantendré firme la guardia. Contrataré vigilantes, los pon-dré a vigilar los pepinos, y yo mismo daré una vuelta porallí de vez en cuando y les gritaré: “¡Eh vosotros, ni se osocurra bajar la guardia!”». De tal manera se ensimismó elaldeano, que se olvidó completamente de que estaba en

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El aldeano y los pepinos(Fábula)

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un huerto ajeno y gritó con todas sus fuerzas. Los guardiasque le oyeron, saltaron sobre él y le zurraron de lo lindo.

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EN LA ÉPOCA DE LA COSECHA, los hombres y las mujeresse iban a trabajar. En la aldea se quedaban solo los másviejos y los más pequeños. En una isba1 se quedaron unaabuela y sus tres nietecillos. La abuela encendió la es-tufa y se echó a descansar. Se posaron sobre ella moscasy la picaron. Se tapó la cabeza con una toalla y se dur-mió. Uno de los nietos, Masha, que tenía tres años, abrióla estufa, amontonó carbón en una vasija rota y se fue alzaguán. En el zaguán había gavillas. Las mujeres prepa-raban esas gavillas con ataduras de paja2. Masha cogióel carbón, lo posó al lado de las gavillas y se puso a so-plar. Cuando la paja comenzó a prender, se alegró, entró

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El incendio(Hecho verídico)

1 Casa rural rusa de madera. (Todas las notas en las que no se especifique auto-ría son de la traductora).

2 Cordones de paja, para agavillar. (Nota del autor).

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en la isba y volvió con Kiriushka, su hermano de año ymedio, que empezaba a caminar, cogido de la mano, y ledijo: «Mira qué estufa aticé, Kiliushka». Las gavillas yaardían y crepitaban. Cuando el zaguán se llenó de humo,Masha se asustó, y corrió a meterse en la isba. Kirius-hka cayó en el umbral, se hizo daño en la nariz y empe-zó a llorar. Masha lo arrastró al interior de la isba y seescondieron los dos debajo de un banco. La abuela nohabía oído nada y seguía durmiendo. El chico mayor, Va-nia, de ocho años, estaba en la calle. Cuando vio que sa-lía humo del zaguán, corrió hacia la puerta, entró volan-do en la isba a través del humo y despertó a la abuela;pero la abuela, aturdida, entre sueños, no se acordó delos niños, dio un bote y salió corriendo en busca de gen-te. Masha, mientras tanto, seguía sentada bajo el banco,callada; el pequeño gritaba porque le dolía la nariz. Va-nia oyó sus gritos, miró debajo del banco y gritó a Ma-sha: «¡Corre, que te quemas!». Masha corrió hacia el za-guán, pero el humo y las llamas le impidieron pasar.Volvió atrás. Entonces Vania subió la ventana y le man-dó salir por ella. Cuando Masha hubo pasado, Vania aga-rró al hermano y tiró de él. Pero el pequeño pesaba mu-cho y no se dejaba llevar. Lloraba y empujaba a Vania.Vania cayó dos veces antes de llegar a la ventana con éla rastras, la puerta de la isba ya estaba ardiendo. Vaniametió la cabeza del niño por la ventana con la intención

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de empujarlo, pero el niño, que tenía mucho miedo, seaferró con las manos y no se soltaba. Entonces Vania gri-tó a Masha: «¡Agárralo por la cabeza!», mientras él leempujaba por el culo. Y así fue como lo sacaron a la ca-lle por la ventana y como ellos mismos saltaron fuera.

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EN NUESTRAS TIERRAS había un viejo anciano, Pimén Ti-mofeich. Tenía noventa años. Vivía en casa de su nieto sinpreocupaciones. Tenía la espalda encorvada, caminaba conbastón y movía las piernas despacio. No le quedaba nin-gún diente y su rostro estaba arrugado. Le temblaba el la-bio inferior; cuando caminaba y cuando hablaba pegabalos labios y era imposible entender lo que decía.

Nosotros éramos cuatro hermanos, y a todos nos gus-taba montar a caballo. Pero no teníamos caballos dóci-les para montar. Solo nos dejaban montar en un viejo ca-ballo que se llamaba Voronok 3.

Una vez, madre nos permitió montar a caballo y fui-mos los cuatro a la cuadra con el ayo. El cochero ensilló

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Cómo cantaba el ayocómo montaba él a caballo

(Hecho verídico)

3 Voronok quiere decir cuervo pequeño y es un nombre habitual para los caballos decolor negro.

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para nosotros a Voronok, y el primero en irse fue el her-mano mayor. Cabalgó durante un largo rato. Fue a la eray alrededor del jardín, y, cuando venía de vuelta, le gri-tamos: «¡Venga, ahora al galope!».

El hermano mayor comenzó a golpear a Voronok conlas piernas y la fusta, y Voronok pasó de largo ante noso-tros.

Después del hermano mayor montó otro hermano, ycabalgó durante bastante tiempo y también arreó a Voro-nok con la fusta y galopó por la ladera del monte. Él to-davía quería seguir, pero el tercer hermano le pidió quele dejara a él lo antes posible. El tercer hermano andu-vo por la era y alrededor del jardín, además de por elpueblo, y fue a galope tendido por la ladera del montehacia la cuadra. Cuando se acercó a nosotros, Voronokresoplaba, y se le habían oscurecido el cuello y las pa-tas a causa del sudor.

Cuando llegó mi turno, quise impresionar a mis her-manos y demostrarles lo bien que montaba. Arreé a Vo-ronok con todas mis fuerzas, pero Voronok no quería sa-lir de la cuadra. Por más que le pegué no quiso galopar,daba un paso y volvía para atrás. Me puse furioso con elcaballo y, con todas mis fuerzas, le golpeé con la fusta ylos pies.

Procuraba golpearle donde más le doliera, rompí lafusta y con lo que me quedó de ella le golpeé en la ca-

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beza. Pero así todo Voronok no quiso galopar. Entoncesdi la vuelta, fui adonde el ayo y le pedí una fusta másfuerte. Pero el ayo me dijo:

—Basta de montar, caballero, bájese del caballo. ¿Pa-ra qué hacer sufrir al animal?

Me ofendí y dije: «¿Cómo? ¡Si no me he movido delsitio! ¡Verás cómo galopo ahora! Por favor, dame una fus-ta más fuerte. Lo voy a encender».

Entonces el ayo movió la cabeza y dijo:—Ay, caballero, no tiene piedad. Qué le va a en-

cender, si ya tiene veinte años. El caballo está agota-do, respira con dificultad y aún así se esfuerza. ¡Es quees tan viejo! Tanto como Pimén Timofeich. Si os subie-rais a Timofeich y con todas vuestras fuerzas le arrea-rais con la fusta, ¿no os daría pena?

Me acordé de Pimén, y entonces hice caso al ayo. Mebajé del caballo y cuando me fijé en lo sudoroso que lle-vaba el costado, la dificultad con la que respiraba por lasfosas nasales y movía la cola pelada, comprendí que elcaballo lo estaba pasando mal. Y sin embargo yo pensa-ba que se estaba divirtiendo tanto como yo. Me dio tan-ta pena de Voronok que cubrí de besos su sudoroso cue-llo y le pedí perdón por haberle pegado.

Ya me he hecho mayor, pero siguen dándome penalos caballos, y siempre recuerdo a Voronok y a Pimén Ti-mofeich cuando veo que hacen sufrir a alguno.

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POR SEMANA SANTA, un aldeano fue a mirar si la tierra sehabía deshelado.

Entró en el huerto y con una estaca tentó la tierra. Latierra estaba empapada. El aldeano se fue al bosque. Enel bosque ya abultaban los brotes en la mimbrera. El al-deano pensó: «Veamos, si planto mimbreras alrededordel huerto, crecerán y lo protegerán». Cogió un hacha,cortó una decena de mimbreras, desbastó de puntas grue-sas las estacas y las hincó en la tierra.

Todas las mimbreras echaron brotes con hojas en laparte superior, y en la inferior, por debajo de la tierra,echaron esos mismos brotes en lugar de raíces; y unas seagarraron a la tierra y prendieron, pero otras se agarra-ron a la tierra torpemente por las raíces, murieron y secayeron.

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La mimbrera(Hecho verídico)

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En otoño el aldeano se alegró por sus mimbreras: seishabían prendido. En la primavera siguiente, las ovejasmordisquearon cuatro mimbreras, y quedaron solo dos.A la primavera siguiente también éstas fueron mordis-queadas por las ovejas. Una se perdió completamente, laotra se logró, comenzó a enraizarse y se convirtió en unárbol. En primavera, las abejas zumbaban mucho y fuer-te en la mimbrera. En la época de enjambrazón a menu-do se asentaban en la mimbrera enjambres y los aldeanoslos cogían. Las aldeanas y los aldeanos frecuentementealmorzaban y dormían bajo la mimbrera; y los mucha-chos trepaban a ella y le arrancaban mimbres.

Mucho después de que aquel aldeano, el que plantóla mimbrera, hubiera muerto, ella seguía creciendo. Elhijo mayor le cortó ramas dos veces y las utilizó para lalumbre. Aun así, la mimbrera siguió creciendo. La po-daron en redondo, dejaron solo una tuberosidad, pero enla primavera siguiente volvió a tener ramas, delgadas esosí, pero el doble de largas que las anteriores, como pasacon la crin del potrillo.

El hijo mayor dejó de atender la finca, y el pueblofue abandonado, pero la mimbrera siguió creciendo enel campo yermo. Llegaron aldeanos de otras tierras, lacortaron y aún así creció. La tormenta azotó la mimbre-ra, salvó las ramas laterales, creció y floreció. Un aldea-no quería hacerla estacas, pero abandonó la idea porque

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estaba cubierta de barro. La mimbrera cayó de costadoy quedó sujeta solo por un lado, y aún así creció, y cadaaño llegaban volando abejas a libar el néctar de sus flo-res.

Una vez se reunieron los muchachos, a principios dela primavera, a cuidar los caballos bajo la mimbrera. Sin-tieron frío y decidieron encender un fuego, reunieron ras-trojos, ajenjo, broza. Uno trepó a la mimbrera y cortó ra-mas. Lo amontonaron todo en el hueco de la mimbrera yle prendieron fuego. Chisporroteó la mimbrera, hirvió lasavia en ella, salió humo y el fuego se extendió, todo suinterior ennegreció. Los brotes jóvenes se arrugaron, lasflores se marchitaron. Los muchachos llevaron los caba-llos de vuelta a casa. La mimbrera quemada se quedó so-la en el campo. Llegó volando un cuervo negro y gritó:«¡Vaya, la diñó la vieja badila! ¡Ya era hora!».

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CUANDO VIVÍAMOS EN LA CIUDAD, estudiábamos todos losdías, solo los domingos y los festivos salíamos a paseary jugábamos entre nosotros. Un día padre dijo: «Los chi-cos mayores tienen que aprender a montar a caballo. Hayque mandarlos al picadero». Yo era el más pequeño detodos los hermanos y pregunté: «¿Puedo aprender yo?».Padre dijo: «Tú te caes». Insistí en que me enseñarantambién a mí, y faltó poco para que me pusiera a llorar.Padre dijo: «Está bien, a ti también. Pero procura no llo-rar cuando te caigas. Quien no se cae ni una sola vez delcaballo no aprende a montar».

Cuando llegó el miércoles, nos llevaron a los tres alpicadero. Entramos en un gran soportal, y del gran so-portal pasamos a un pequeño porche. Y al lado del por-che había una gran habitación. En el suelo de la habita-

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Cómo aprendí a montar a caballo(Relato de aristócrata)

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ción había arena. Y en esta habitación montaban a ca-ballo caballeros, damas y también muchachos como no-sotros. Eso era el picadero. En el picadero no había mu-cha luz y olía a caballo, y se oía cómo golpeaban con lafusta, gritaban a los caballos, y los caballos golpeabancon los cascos las paredes de madera. Al principio measusté y no podía fijarme en nada. Después nuestro ayollamó al instructor y dijo: «Déles caballos a estos chicos,van a aprender a montar». El instructor dijo: «Vale».

Después me miró a mí y añadió: «Éste es muy peque-ño». Y el ayo dijo: «Ha prometido que no llorará cuan-do se caiga». El instructor se echó a reír y se fue.

Después trajo tres caballos ensillados; nos quitamoslos capotes y bajamos por la escalera al picadero, el ins-tructor sujetaba el caballo con una cuerda y mis herma-nos cabalgaban formando un círculo alrededor de él.

Al principio iban al paso, después al trote. Despuéstrajeron un caballito pequeño, un alazán con la cola cor-tada. Se llamaba Chervonchik 4. El instructor se rio y medijo: «A ver, caballero, siéntese». Yo estaba tan conten-to como asustado, pero procuraba actuar de manera quenadie lo notara. Intenté durante un buen rato meter elpie en el estribo, pero no había manera, realmente erademasiado pequeño. Entonces el instructor me cogió en

4 Chervonchik, de «chervonets», que significa diez rublos de papel.

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brazos y me subió a la silla. «No es pesado el señor, unasdos libras5, no creo que pese más», dijo.

Al principio me cogió de la mano, pero yo había vistoque a mis hermanos no los habían sujetado y le pedí queme soltara. «¿Y no tiene miedo?», me preguntó. Tenía mu-cho miedo pero le dije que no. Tenía miedo sobre todo por-que Chervonchik no hacía más que agachar las orejas. Pen-sé que estaba enfadado conmigo. El instructor dijo: «¡Tengacuidado de no caer!», y me soltó. Al principio Chervonchikiba al paso y yo me mantenía recto. Pero la silla era res-baladiza y tenía miedo a torcerme. «¿Qué, se afianzó?»,me preguntó el instructor. «Me afiancé», le dije. «Bien,pues ahora al trote», y el instructor chasqueó la lengua.

Chervonchik echó a correr a trote ligero y comenzó alanzarme hacia arriba. Pero yo no dije nada y procurabano deslizarme hacia un lado. El instructor me halagó:«¡Sí señor, muy bien!». Cosa que me alegró mucho.

En ese momento se acercó al instructor un compañe-ro suyo y se puso a hablar con él, y el instructor dejó demirarme.

De pronto sentí que me torcía un poco hacia un ladode la silla. Quería enderezarme pero no era capaz. Que-

5 La libra no era igual para todos los que la utilizaban como medida [RAE: Pesoantiguo de Castilla, dividido en 16 onzas y equivalente a 460 g. En Aragón, Ba-leares, Cataluña y Valencia tenía 12 onzas, 17 en las Provincias Vascongadas y 20en Galicia, y además las onzas eran desiguales, según los pueblos]. Según un dic-cionario de pesos y medidas, en Rusia una libra equivalía a 409,51241 gramos.

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ría llamar al instructor para que él lo parara pero penséque hacer eso sería una vergüenza y callé. El instructorno me miraba. Chervonchik seguía trotando y yo cada vezme iba más hacia un lado. Miré al instructor y deseé queme ayudara, pero él seguía hablando con su amigo y, sinmirarme, dijo: «¡Muy bien caballero!». Yo ya estaba com-pletamente de lado y tenía mucho miedo. Pensé que es-taba perdido. Pero me daba vergüenza gritar. Chervonchiktiró de mí otra vez, me fui completamente de lado y caíal suelo. Entonces Chervonchik se paró, el instructor mi-ró y vio que yo no estaba sobre Chervonchik. Dijo: «¡Va-ya! Se cayó mi caballero», y se acercó a mí. Cuando ledije que no me había hecho daño, se echó a reír y dijo:«El cuerpo de los niños es blando». Pero me apetecía llo-rar. Le pedí que me subiera a la silla de nuevo, y me sen-tó. Y no volví a caer.

Así fuimos al picadero dos veces a la semana, y yoenseguida aprendí a montar bien y sin miedo.

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YO TENÍA UN CHUCHO. Lo llamábamos Bulka. Era total-mente negro, excepción hecha de los extremos de laspatas delanteras que eran blancos. Todos los chuchostienen la mandíbula inferior más larga que la superiory los dientes superiores quedan detrás de los inferiores,pero Bulka tenía la mandíbula inferior tan prominenteque se podía meter un dedo entre los dientes inferioresy los superiores. Bulka tenía el rostro ancho; los ojosgrandes, negros y brillantes; y los dientes y los colmi-llos blancos, siempre fuera. Parecía un negrito7. Bulkaera tranquilo y no mordía, pero era muy fuerte y tenaz.

Bulka6

(Cuento de oficial)

6 Bulka es una palabra coloquial que se utiliza para denominar cariñosamente alos bulldog. Y en este caso es el nombre propio del perro.

7 Apan significa árabe o moro (en ruso moderno, «apaб»), pero en la época de Tols-tói llamaban apan a los negros. Bulka se parecía a un negrito por ser negro y te-ner el rostro ancho y la mandíbula grande.

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Cuando se aferraba a lo que fuera, cosa que a veces ocu-rría, apretaba los dientes y quedaba colgado como untrapo y no había manera de arrancarlo, como si fueraunas tenazas.

Una vez lo azuzaron contra un oso, se agarró del osopor la oreja y se quedó allí colgado, como una sangui-juela. El oso le golpeó con las patas, lo apretó contraél, lo zarandeó de un lado a otro, pero no se lo pudoarrancar y se tiró de cabeza para aplastar a Bulka, pe-ro aún así Bulka permaneció agarrado a él, hasta quele echaron agua fría.

Lo cogí cuando era un cachorro y yo mismo locrié. Cuando me fui a servir al Cáucaso, no queríallevarlo y me alejé sigilosamente, además de orde-nar que lo encerraran. Estaba en la primera estaciónde postas con intención de cambiarme a otra diligen-cia, cuando de pronto vi que por el camino rodabaalgo negro y brillante. Era Bulka con su collar de co-bre. Corría a pleno pulmón hacia la estación. Se aba-lanzó sobre mí, me lamió la mano y se tumbó a lasombra bajo la telega. Tenía la lengua completamen-te fuera. Tan pronto la sorbía, tragándose la saliva,como la sacaba completamente. Se apuraba de talmanera que no le daba tiempo a respirar, le tembla-ba mucho el costado. Se revolcaba y golpeteaba latierra con el rabo.

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Después supe que, tras mi partida, había hecho unagujero en el marco y había saltado por la ventana, ysin más, con el fin de seguirme, había echado a correrpor el camino, y había recorrido a la carrera unas vein-te verstas8 con un calor sofocante.

8 Medida itineraria rusa, equivalente a 1.067 m.

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UNA VEZ EN EL CÁUCASO, fuimos a cazar jabalíes, y Bul-ka vino corriendo conmigo. En cuanto los galgos salie-ron en tropel, Bulka se lanzó tras sus gritos y desapare-ció en el bosque. Esto ocurrió en el mes de noviembre,entonces los jabalíes y los cerdos suelen estar muy gor-dos. En el Cáucaso, en los bosques donde viven los ja-balíes, suele haber muchos frutos sabrosos: uvas silves-tres, piñas, manzanas, peras, moras, bellotas, endrinos.Y cuando todos estos frutos maduran y caen por las he-ladas, los jabalíes se atiborran y engordan.

En esa época el jabalí suele estar tan gordo que nopuede correr mucho delante de los perros. Tras ser per-seguido unas dos horas, se queda atascado en el espesordel bosque y se para. Entonces los cazadores corren ha-cia ese lugar, donde él permanece quieto, y disparan. Por

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Bulka y el jabalí(Relato)

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el ladrido del perro se puede saber si el jabalí está pa-rado o corriendo. Si corre, los perros ladran con chilli-dos, como si les estuvieran pegando; y si está parado, la-dran como ladrarían a una persona, y aúllan.

En esta cacería corrí mucho por el bosque, pero notuve ni una sola ocasión de cortar el paso a un jabalí. Porfin, oí un ladrido prolongado y un aullido de los perrosde caza y corrí hacia ellos. Estaba realmente cerca deljabalí. Podía oír los crujidos en la fronda. Era el jabalírevolviéndose con los perros. Pero por los ladridos se po-día percibir que no lo habían cogido, solo daban vueltascerca. De pronto, sentí algo que susurraba detrás, y vi aBulka. Evidentemente, había perdido a los galgos en elbosque y estaba confundido, y ahora al escuchar los la-dridos igual que yo, rodaba con furia hacia ese lado. Co-rría campo a través, entre la hierba alta, solo le veía lanegra cabeza y la lengua mordida entre los blancos dien-tes. Le di una voz, pero no se volvió, me dejó atrás y seescondió en la espesura. Corrí detrás de él, pero cuantomás lejos iba, más frondoso se hacía el bosque. Las ra-mas me arrancaban el sombrero, me golpeaban la cara,las espinas de los endrinos me enganchaban la ropa. Es-taba cerca de los ladridos pero no podía ver nada.

De pronto, oí que los perros comenzaban a ladrar másfuerte, algo crujió fuerte y el jabalí empezó a resoplar y sepuso ronco. Creí que Bulka lo había alcanzado y se esta-

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ba ocupando de él. Sacando fuerzas de flaqueza, corrí através de la espesura hacia aquel lugar. En plena espesu-ra vi un galgo cárdeno. Ladraba y no se movía del sitio, ya tres pasos de él se veía algo negro que hacía ruido.

Cuando me acerqué, vi al jabalí y oí que Bulka es-truendosamente empezaba a gañir. El jabalí comenzó agruñir y a lanzar zarpazos al galgo, el galgo metió el ra-bo entre las piernas y saltó a un lado. Pude ver el costa-do y la cabeza del jabalí. Apunté al costado y disparé.Vi que había acertado. El jabalí gruñó y comenzó a ale-jarse de mí por la espesura. Los perros gañían, ladrabanpersiguiéndole, y yo me lancé por el bosque tras ellos.De pronto, casi a mis pies, vi y oí algo. Era Bulka. Esta-ba tirado de costado y chillaba. Debajo de él había uncharco de sangre. Pensé: adiós perro, pero ahora no pue-do ocuparme de él; y seguí adelante. Enseguida vi al ja-balí. Los perros lo habían alcanzado por detrás, y él serevolvía de un lado a otro. Cuando el jabalí me vio, sevino hacia mí. Le disparé otra vez, casi a bocajarro, detal manera que el cañón le quemó, y comenzó a ponerseronco y a tambalearse, y se desplomó pesadamente.

Cuando me acerqué, el jabalí ya estaba muerto, yasolo se hinchaba aquí y allá, y sufría sacudidas. Pero losperros estaban erizados, unos lo desgarraban por la ba-rriga y las patas, y los otros le lamían la sangre de lasheridas.

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Entonces me acordé de Bulka y me fui a buscarlo. Élsalió a mi encuentro arrastrándose y gimiendo. Me acer-qué a él, me acuclillé y examiné su herida. Tenía abier-to el vientre y todo un ovillo de tripas le arrastraba porlas hojas secas. Cuando llegaron mis compañeros, le re-colocamos las tripas y le cosimos el vientre. Mientras lepinchábamos la piel para coserle el vientre, no hacía másque lamerme la mano.

Atamos el jabalí a la cola del caballo para sacarlo delbosque, y tumbamos a Bulka sobre el caballo, y así fuecomo lo llevamos a casa. Bulka estuvo seis semanas en-fermo y se curó.

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EN EL CÁUCASO a las gallinas salvajes las llaman faisa-nes. Hay tantos, que allí son más baratos que las gallinasde corral. A los faisanes se les da caza «con caballete»,«después de hacerle sentarse» y «tras el perro».

He aquí como se caza «con caballete»: se coge unalona, se tensa en un bastidor, en el medio del bastidor secoloca un travesaño, y en la lona se hace un agujero. Es-te bastidor con lona se llama caballete. Con este caballe-te y con la escopeta se sale al bosque al amanecer. Se lle-va el caballete por delante, y por el orificio se mira a losfaisanes. Los faisanes, al amanecer, se alimentan en losclaros del bosque; a veces la nidada completa, la cluecay los polluelos, a veces el gallo con la gallina, a veces va-rios gallos juntos.

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Faisanes(Descripción)

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Los faisanes no ven a la persona, y como no tienenmiedo de la lona se acercan a ella. Entonces el cazadorplanta el caballete, asoma la escopeta por el agujero ydispara a placer.

«Después de hacerle sentarse» se caza así: se sueltaun perro de corral en el bosque y se va detrás de él. Cuan-do el perro encuentra un faisán, se lanza sobre él. El fai-sán vuela al árbol, y entonces el perro comienza a ladrar-le. El cazador va hacia los ladridos y dispara al faisán queestá en el árbol. Esta caza sería fácil si el faisán se posa-ra en el árbol en un lugar despejado y se quedara en unarama, de manera que se le pudiera ver. Pero los faisanessiempre se posan en árboles frondosos, en la espesura, yen cuanto divisan al cazador, se esconden entre las ramas.Y suele ser difícil acercarse entre la espesura al árbol enel que está el faisán, y verlo. Cuando el perro ladra al fai-sán, este no se asusta, permanece en la rama e incluso ga-llea y bate las alas. Pero en cuanto ve a una persona, setiende en la rama de manera que solo un cazador experi-mentado puede distinguirlo, mientras que uno no acos-tumbrado no verá nada aunque esté al lado.

Cuando los cosacos se acercan cautelosamente a losfaisanes, se calan las gorras y no miran hacia arriba, por-que los faisanes tienen miedo a la gente con escopeta pe-ro lo que les asusta por encima de todo son sus ojos.

«Tras del perro» se caza de esta manera: se coge unperro perdiguero y se va tras él por el bosque. El perro

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olfatea el lugar en el que estuvieron y se alimentaron losfaisanes al amanecer, y descifra sus huellas. Y por mu-cho que hayan enredado los faisanes, un buen perro siem-pre encuentra la última huella, la salida del lugar don-de se alimentaron. Cuanto más tiempo siga el perro lashuellas, más fuerte le olerán, y así alcanzará el lugar don-de los faisanes pasan el día sentados en la hierba o ca-minando. Cuando llegue cerca, entonces le parecerá queel faisán está allí, justo delante de él, y comenzará a mo-verse con cautela, para no asustarlo, y se parará para sal-tar de golpe y cogerlo. Cuando el perro llega justo al la-do, el faisán vuela y el cazador dispara.

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ME COMPRÉ UN PERRO perdiguero para cazar faisanes. Elperro se llamaba Milton. Era alto, delgado, gris con man-chas, de belfos muy colgantes y largas orejas, muy fuer-te e inteligente. No se peleaba con Bulka. Ningún perrose ha peleado nunca con Bulka. En cuanto él enseña susdientes, a veces ocurría, los perros meten el rabo entrelas patas y se alejan. Una vez me fui a cazar faisanes conMilton. Sin esperarlo, Bulka vino corriendo en pos de míal bosque. Yo quise echarlo pero no hubo manera. Y lacasa estaba demasiado lejos como para llevarlo de vuel-ta. Pensé que no me molestaría y seguí adelante; pero encuanto Milton olfateó los faisanes en la hierba y comen-zó a buscar, Bulka se lanzó hacia delante y comenzó a en-tremeterse por todas partes. Intentaba coger un faisán an-tes que Milton. Olisqueó algo en la hierba, saltó, giró, pero

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Milton y Bulka(Relato)

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su olfato era malo, y no pudo hallar huella alguna; miróa Milton y corrió hacia donde Milton había ido. En cuan-to Milton daba con alguna pista, Bulka se le ponía delan-te. Llamé a Bulka, le pegué, pero como si nada. Tan pron-to como Milton comenzaba a buscar, él se lanzaba delantey le molestaba. Yo ya quería volver a casa porque pensa-ba que la caza se había estropeado pero Milton discurriómejor que yo cómo engañar a Bulka. He aquí lo que hi-zo: en cuanto Bulka le adelanta, Milton abandona la pis-ta, da la vuelta hacia otro lado y hace como que busca.Bulka se lanza hacia allá, hacia donde Milton había se-ñalado, Milton me mira, mueve el rabo y vuelve otra vezsobre la huella auténtica. Bulka de nuevo corre hacia Mil-ton, lo adelanta, y otra vez Milton da unos diez pasos ha-cia otro lado, engaña a Bulka y de nuevo me dirige a mídirectamente. De manera que durante toda la cacería en-gañó a Bulka y no le permitió arruinárnosla.

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UNA VEZ FUI DE CAZA CON MILTON. Cerca del bosque em-pezó a buscar, estiró el rabo, levantó las orejas y empezóa reconocer el olor. Preparé la escopeta y fui tras él. Pen-sé que buscaba una perdiz, un faisán o una liebre. PeroMilton no se fue hacia el bosque sino hacia el campo. Fuitras él y miré hacia delante. De pronto vi lo que Miltonestaba buscando. Delante de él corría una tortuga no muygrande, del tamaño de una gorra. La cabeza pelada grisoscura estaba estirada en el largo cuello, como un pisti-lo; la tortuga movía ampliamente las peladas patas, y to-da su espalda estaba cubierta por un caparazón.

Cuando vio al perro, escondió las patas y la cabezay se hundió en la hierba, de manera que solo se veía unaconcha. Milton la cogió y comenzó a roerla pero no lapudo morder porque la tortuga tiene en la panza la mis-ma concha que en la espalda. Solo por delante, por de-

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La tortuga(Relato)

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trás y en el costado hay aberturas, por las que saca lacabeza, las patas y la cola.

Le quité la tortuga a Milton y examiné cómo estabadibujada su espalda, qué concha tenía y cómo se escon-día en ella. Cuando la coges en la mano y miras dentrodel caparazón, en el interior, como en un sótano, se vealgo negro y vivo. Solté la tortuga en la hierba y conti-nué mi camino pero Milton no quería dejarla y la trajoentre los dientes tras de mí. De pronto Milton lanzó unaullido y la soltó. La tortuga le había metido una pata porla boca y le había arañado. Eso enfadó tanto a Milton quecomenzó a ladrar y de nuevo la cogió y la trajo tras demí. Yo de nuevo le ordené que la soltara, pero Milton nome escuchaba. Entonces le quité la tortuga y la tiré. Pe-ro él no la dejó en paz. Se puso a cavar un hoyo con laspatas cerca de ella. Y cuando abrió el agujero, con laspatas, tiró la tortuga al hoyo y lo tapó con tierra.

Las tortugas viven en la tierra y en el agua como lasculebras y las ranas. Las crías nacen de los huevos. Po-nen los huevos en la tierra, y no los empollan, los huevosse rompen solos, como las huevas de los peces, y de ellossalen las tortugas. Hay tortugas pequeñas, como un pla-tito, y grandes, de tres arshines9 de longitud y veinte pu-des 10 de peso. Las tortugas grandes viven en los mares.

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9 Antigua medida rusa equivalente a 0,7112 m.10 Antigua medida rusa equivalente a 40 libras, 16,381 kg.

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Una tortuga en primavera pone cientos de huevos. Laconcha de la tortuga es su costillaje. En las personas yotros animales las costillas son independientes, pero enlas tortugas se unen formando el caparazón. Lo princi-pal es que en todos los animales las costillas están en elinterior, bajo la carne, y en las tortugas las costillas es-tán encima, y la carne debajo de ellas.

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CUANDO ME FUI DEL CÁUCASO, allí todavía había guerra,y por la noche era peligroso salir sin escolta.

Yo quería irme lo más temprano posible por la maña-na, y por eso no me acosté.

Mi amigo vino para acompañarme y estuvimos senta-dos toda la tarde y toda la noche en la calle de la stanit-sa 11 delante de mi jata 12.

Era una noche neblinosa de luna, y había tanta luzque se podía leer a pesar de que la luna no se veía.

De pronto, en medio de la noche, oímos que al otrolado de la calle, en el corral, chillaba un lechón. Uno denosotros gritó: «¡El lobo está asfixiando a un lechón!».

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Bulka y el lobo(Relato)

11 Pueblo de cosacos.12 Casa tradicional ucraniana.

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Entré corriendo a mi jata, cogí la escopeta cargada ysalí corriendo a la calle. Todos estaban a la puerta del co-rral en el que chillaba el lechón y me gritaban: «¡Aquí!».Milton se lanzó tras de mí, seguramente pensó que me ibade caza con la escopeta, y Bulka levantó sus cortas ore-jas y corría de un lado para otro como si se preguntara aquién le mandarían atacar. Cuando me acerqué corrien-do al seto, vi que desde ese mismo lado del corral, direc-tamente hacia mí, corría un animal. Era un lobo. Se acer-có corriendo al seto y se subió de un salto. Me alejé de élcon cuidado y preparé la escopeta. En cuanto el lobo sal-tó del seto hacia donde yo estaba, apunté casi a bocaja-rro y apreté el gatillo; pero la escopeta hizo «chic» y nodisparó. El lobo no se paró y atravesó la calle corriendo.Milton y Bulka se lanzaron tras él. Milton estaba cercadel lobo, pero era evidente que tenía miedo a atraparlo,y Bulka, como sus cortas patas le impedían ir más depri-sa, no conseguía alcanzarlo. Nosotros también corrimostras el lobo tan rápido como pudimos, pero el lobo y losperros desaparecieron de nuestra vista. Solo oímos un la-drido suave procedente de una zanja en un rincón de lastanitsa y, a través de la neblina lunar, vimos que se le-vantaba polvo y que los perros armaban alboroto con ellobo. Cuando llegamos corriendo a la zanja, el lobo ya noestaba, y los dos perros se volvieron hacia nosotros conel rabo levantado y el rostro enfadado. Bulka gruñía y me

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empujaba con la cabeza, era evidente que quería deciralgo pero no sabía cómo.

Examinamos a los perros y nos dimos cuenta de queBulka tenía en la cabeza una pequeña herida. Estaba cla-ro que había alcanzado al lobo delante de la zanja perono había conseguido agarrarlo, el lobo le había enseña-do los dientes y había salido corriendo. La herida no eramuy grande, así que no suponía ningún peligro.

Volvimos a la jata, nos sentamos y hablamos de loque había pasado. Yo estaba enfadado porque mi esco-peta había fallado y no hacía más que pensar que si hu-biera disparado el lobo se habría quedado en el sitio. Miamigo estaba asombrado: cómo había podido colarse ellobo en el corral. Un cosaco anciano decía que no habíanada de que asombrarse, que no había sido un lobo, quehabía sido una bruja y que ella había hechizado mi es-copeta. Así estábamos sentados conversando, cuando depronto los perros salieron corriendo y otra vez vimos enmedio de la calle, delante de nosotros, al mismo lobo;pero en esta ocasión nuestros gritos le hicieron huir contanta rapidez que los perros no lo alcanzaron.

Después de esto, el viejo cosaco quedó absolutamen-te convencido de que no se trataba de un lobo sino de unabruja, y yo pensé si no sería un lobo rabioso, porque nun-ca había visto ni oído que un lobo volviera otra vez al pue-blo después de haber sido perseguido de aquel modo.

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Por si acaso, espolvoreé pólvora en la herida de Bul-ka y le prendí fuego. La pólvora se encendió y cauterizóla parte enferma.

Cautericé la herida con pólvora con el fin de que sequemara la saliva rabiosa si todavía no había llegado ala sangre. Porque si había caído saliva y había pasado ala sangre, yo sabía que por la sangre se dispersaba portodo el cuerpo y entonces ya era imposible curarlo.

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DE LA STANITSA no me fui directamente a Rusia, fui pri-mero a Piatigorsk, y allí me quedé dos meses. Milton selo regalé a un cosaco cazador y a Bulka lo llevé conmigoa Piatigorsk.

Piatigorsk se llama así debido a que se encuentra enla montaña Beshtau. Y Besh en tártaro significa Piati [cin-co], y tau gora [montaña]. De esta montaña brota agua ca-liente sulfúrea. Esta agua está ardiendo, como hervida, ysobre el lugar por donde discurre el agua desde la mon-taña siempre hay vapor, como sobre el samovar. Toda lazona, donde está la ciudad, es muy alegre. De la monta-ña brota un manantial caliente, por la montaña fluye elrío Podkumok. En la montaña hay bosque, alrededor, cam-po, y a lo lejos siempre se ven las altas montañas del Cáu-caso. En esas montañas la nieve no se derrite nunca, es-

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Lo que le sucedióa Bulka en Piatigorsk

(Relato)

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tán siempre blancas, como azúcar. Una gran montaña, El-brus, cuando el tiempo está despejado, se ve desde todaspartes como una cabeza blanca de azúcar. A las fuentescalientes vienen a curarse; por encima de las fuentes hi-cieron cenadores, cobertizos y, alrededor, floridos jardi-nes y caminos. Por la mañana suena la música y la gen-te bebe agua o se baña y pasea.

La ciudad propiamente dicha se encuentra en la mon-taña, y cerca de la ciudad hay un pueblo. Yo me alojé enese pueblo, en una pequeña casita. La casita se levanta-ba en un patio, frente a las ventanas había un jardín, yen el jardín estaban las abejas del dueño, no en un tron-co, como en Rusia, sino en canastos redondos. Eran abe-jas tan tranquilas que por la mañana solía sentarme conBulka en el jardín entre las colmenas.

Bulka andaba entre las colmenas, se sorprendía conlas abejas, olfateaba, escuchaba sus zumbidos, pero seacercaba a ellas con tanto cuidado que no las molestabay ellas no lo tocaban.

Una mañana, al volver a casa de las aguas, me senté atomar café en el jardincito. Bulka comenzó a rascarse traslas orejas y a hacer sonar el collar. El ruido desasosegabaa las abejas, así que le quité el collar. Poco después, oí unextraño y estremecedor ruido que venía de la ciudad, dela montaña. Los perros ladraban, aullaban, gañían, la gen-te gritaba, y el ruido que venía de la montaña estaba cada

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vez más cerca de nuestro barrio. Bulka dejó de rascarse,metió su ancha cabeza con blancos dientes entre las blan-cas patas delanteras, metió la lengua en la boca como pu-do, y mansamente se tumbó cerca de mí. Cuando escuchóel ruido, como si entendiera qué sucedía, aguzó el oído,enseñó los dientes, dio un salto y comenzó a gruñir. El rui-do se acercaba. Absolutamente todos los perros de la ciu-dad aullaban, gañían y ladraban. Salí a la puerta a mirar,y la dueña de la casa salió también. Le pregunté: «¿Quéocurre?». «Son los presidiarios, que están matando a losperros. Hay demasiados perros y las autoridades munici-pales ordenaron matar a todos los perros de la ciudad».

—¿Cómo? ¿Y matarían a Bulka si se lo tropezaran?—No, no hay orden de matar a los que lleven collar.En ese momento, como dije, los presidiarios llegaban

ya a nuestro patio.Delante iban soldados, detrás cuatro presidiarios en-

cadenados. Dos de los presidiarios llevaban en las manoslargos ganchos de hierro, y los otros dos, garrotes. Antenuestra puerta, uno de los presidiarios enganchó a un pe-rro de corral, lo arrastró al medio de la calle y otro de lospresidiarios comenzó a golpearlo con el garrote. El perri-llo gañía de una manera espantosa y los presidiarios gri-taban no sé qué y se reían. El presidiario con el ganchodio la vuelta al perrito y cuando vio que estaba muertosacó el gancho y miró a ver si había algún perro más.

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En ese momento, Bulka, precipitadamente, de la mis-ma manera que se había lanzado sobre el oso, saltó so-bre ese presidiario. Me acordé de que estaba sin collary grité: «¡Bulka, atrás!», y grité a los presidiarios paraque no golpearan a Bulka. Pero el presidiario, que habíavisto a Bulka, se echó a reír, golpeó diestramente con elgancho a Bulka y lo enganchó por la cadera. Bulka re-trocedió de un salto, pero el presidiario tiró hacia sí ygritó a otro: «¡Golpea!». El otro levantó el garrote, y ha-brían matado a Bulka si no fuera porque este saltó, lapiel de la cadera se rasgó, y con el rabo entre las patas,con una roja herida en la pata, a todo correr voló a la por-tilla, se metió en casa y se acurrucó debajo de mi cama.

Se salvó gracias a que su piel se rasgó de lado a la-do en el lugar donde había estado el gancho.

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BULKA Y MILTON fallecieron a la vez. El viejo cosaco nosupo tratar a Milton. En lugar de llevarlo con él solo a ca-zar aves, lo llevó a cazar jabalíes. Y aquel mismo otoñoun jabalí sekach 13 lo rajó. Nadie supo coserlo, y Miltonmurió.

Bulka tampoco vivió mucho después de salvarse delos presidiarios. Al poco de su salvación de los presidia-rios empezó a ponerse triste y a lamer todo lo que encon-traba. Me lamía la mano, pero no como antes cuando ha-cía mimos. Lamía durante mucho tiempo y apretaba lalengua con fuerza, y después empezaba a agarrar con losdientes. Era evidente que necesitaba morder la mano pe-ro no quería. Dejé de darle la mano. Entonces empezó a

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El final de Bulka y de Milton(Relato)

13 Jabalí de dos años con un colmillo agudo sin curvar. (N. del A).

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lamer mi bota, la pata de la mesa, y después a mordis-quear la bota o la pata de la mesa. Estuvo así dos días yal tercer día desapareció, y no se supo más de él.

Robarlo era imposible, y huir de mí no podía. Así quecomo esto ocurrió seis semanas después de que lo mor-diera el lobo, deduzco que el lobo tenía la rabia.

Bulka se puso rabioso y huyó. Le ocurrió lo que en-tre cazadores se llama stechka. Dicen que la rabia con-siste en eso, en que al animal rabioso le dan calambresen la garganta. Los animales rabiosos quieren beber y nopueden porque con el agua los calambres se hacen másfuertes. Entonces la sed y el dolor los sacan de sus ca-sillas y empiezan a morder. Es verdad que Bulka empe-zaba a sufrir esos calambres cuando comenzaba a lamery después a morder mi mano y la pata de la mesa. Reco-rrí los alrededores preguntando por Bulka pero no pudeaveriguar por dónde andaba ni cómo murió. Si hubieracorrido y mordido, como hacen los perros rabiosos, ha-bría oído hablar de ello. Pero seguramente se metió enalgún lugar de la espesura y murió allí, solo. Los caza-dores dicen que cuando un perro inteligente se convier-te en stechka huye al campo o al bosque y allí busca hier-bas, las que necesita, se revuelca en el rocío y se curasolo. Evidentemente Bulka no pudo curarse. No volvió ydesapareció.

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UNA LIEBRE europea macho vivía por el invierno cercadel pueblo. En una ocasión, cuando llegó la noche le-vantó una oreja y escuchó; después levantó la otra, alas-tró, olfateó y se sentó sobre las patas traseras. A conti-nuación dio unos cuantos saltos sobre la gruesa capa denieve y volvió a sentarse sobre las patas traseras, y sepuso a mirar. Alrededor no se veía otra cosa que no fue-ra nieve. La nieve hacía ondas y brillaba como si fueraazúcar. Por encima de la cabeza de la liebre había vaporhelado, y a través de este vapor se veían grandes estre-llas brillantes.

La liebre necesitaba cruzar el camino principal pa-ra llegar a un granero que conocía. En el camino prin-cipal se oía cómo chirriaban los patines, resoplaban loscaballos, crujían los asientos en los trineos.

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La liebre(Descripción)

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La liebre se paró de nuevo cerca del camino. Unoshombres caminaban junto a los trineos con los cuellosde los caftanes 14 levantados. Casi no se les veía la cara.Tenían las barbas, el bigote y las pestañas blancas. Y desus bocas y narices salía vaho. Sus caballos estaban su-dorosos y tenían escarcha pegada al sudor. Los caballosllevaban puestas colleras, daban empujones, cabecea-ban, reaparecían en los altos. Los hombres alcanzaban alos caballos, los adelantaban y les pegaban con las fus-tas. Dos ancianos caminaban juntos, y uno le contaba alotro cómo le habían robado un caballo.

En cuanto pasó el convoy, la liebre saltó al camino ysin prisa se dirigió al granero. Un perro del convoy vio ala liebre. Empezó a ladrar y se lanzó tras ella. La liebrese fue a toda prisa hacia el granero por los montículos denieve; la liebre no se hundía, pero el perro al décimo sal-to se atascó en la nieve y se paró. Entonces, la liebre tam-bién se paró, se apoyó sobre las patas traseras y lenta-mente fue hacia el granero. Por el camino, en el huerto,encontró dos liebres. Estaban comiendo y jugando. La lie-bre jugueteó con sus compañeras, escarbó con ellas en lanieve helada, comió los cultivos de invierno y siguió ade-lante. En el pueblo todo estaba en silencio, las luces apa-gadas. Solo se oía el llanto de un bebé en una isba a tra-

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14 Tolstói no se refiere a la prenda de vestir sin cuellos, que usan los turcos y losárabes, sino a los recios abrigos rusos antiguos.

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vés de las paredes y el crujido de la helada en los tron-cos de las isbas. La liebre pasó al granero y allí encontrócompañeras. Retozó con ellas, comió avena de una pe-queña barrica empezada, se encaramó al tejado cubiertode nieve, a la mostelera y, a través del cercado, volvió ha-cia su barranco. Por el Este despuntaba la aurora, habíamenos estrellas y el vapor helado ya se disipaba. En laaldea cercana se despertaron las mujeres y salieron a poragua; los hombres llevaban forraje del granero, los niñosgritaban y lloraban. Por el camino pasaron aún más con-voyes, y los hombres hablaban en voz alta.

La liebre cruzó el camino a saltos, se fue hacia su vie-ja madriguera, buscó un lugar más elevado, quitó la nie-ve, se tumbó de espaldas en la nueva madriguera, apo-yó las orejas en el lomo y se durmió con los ojos abiertos.

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