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REPÚBLICA DE COLOMBIA RAMA JUDICIAL CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA SALA JURISDICCIONAL DISCIPLINARIA Bogotá D.C., Veinticuatro (24) de enero de dos mil trece (2013) Magistrado Ponente Doctora MARÍA MERCEDES LÓPEZ MORA Radicación No. 110010102000201202813 00 Registro de Proyecto el veintidós (22) de enero de dos mil trece (2013) Aprobado Según Acta No. 003 de la fecha OBJETO DEL PRONUNCIAMIENTO Negada la ponencia presentada por el Magistrado Henry Villarraga Oliveros 1 , resuelve la Sala la impugnación de competencia que planteó el defensor del señor JHON FREDY RODRÍGUEZ SERRANO, al Juzgado Promiscuo del Circuito de Mitú Vaupés-, con ocasión del proceso penal a él seguido por el delito de Homicidio Simple. ANTECEDENTES Hechos.- Fueron relacionados en el escrito de acusación en los siguientes términos: Ocurrieron el día 28/04/12, a eso de las 16:30 horas, en la comunidad de Puerto Asís Querarí, donde se celebraba un trabajo comunitario. El capitán de Puerto Asís invitó a varios miembros de la comunidad de 1 Sala 001 del 16 de enero de 2013.

REPÚBLICA DE COLOMBIA RAMA JUDICIAL CONSEJO …señor JHON FREDY RODRÍGUEZ SERRANO, al Juzgado Promiscuo del Circuito de Mitú –Vaupés-, con ocasión del proceso penal a él seguido

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REPÚBLICA DE COLOMBIA

RAMA JUDICIAL

CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

SALA JURISDICCIONAL DISCIPLINARIA

Bogotá D.C., Veinticuatro (24) de enero de dos mil trece (2013)

Magistrado Ponente Doctora MMAARRÍÍAA MMEERRCCEEDDEESS LLÓÓPPEEZZ MMOORRAA

Radicación No. 110010102000201202813 00

Registro de Proyecto el veintidós (22) de enero de dos mil trece (2013)

Aprobado Según Acta No. 003 de la fecha

OBJETO DEL PRONUNCIAMIENTO

Negada la ponencia presentada por el Magistrado Henry Villarraga Oliveros1,

resuelve la Sala la impugnación de competencia que planteó el defensor del

señor JHON FREDY RODRÍGUEZ SERRANO, al Juzgado Promiscuo del

Circuito de Mitú –Vaupés-, con ocasión del proceso penal a él seguido por el

delito de Homicidio Simple.

ANTECEDENTES

Hechos.- Fueron relacionados en el escrito de acusación en los siguientes

términos:

“Ocurrieron el día 28/04/12, a eso de las 16:30 horas, en la comunidad

de Puerto Asís Querarí, donde se celebraba un trabajo comunitario. El

capitán de Puerto Asís invitó a varios miembros de la comunidad de

1 Sala 001 del 16 de enero de 2013.

Bocoa a la mencionada actividad, luego departieron una kiñapira y

chicha (sic), algunos de ellos se embriagaron, allí llegó JHON FREDY

RODRÍGUEZ SERRANO en estado de embriaguez, presentándose

una discusión y riña entre este y otros participantes entre ellos un hijo

de la señora CRISTINA GOMEZ quien trató de mediar en la disputa y

es cuando el acusado la hirió en el abdomen con un arma blanca –

cuchillo- que portaba, causándole una herida profunda por la cual afloró

todo el intestino. La víctima fue auxiliada por varios integrantes de la

comunidad, llevada en canoa hasta el puesto de salud de Bocoa,

donde le prestaron los primeros auxilios y posteriormente fallece a eso

de las diez de la noche como consecuencia de la grave herida

causada”.

La impugnación de competencia. Estando en audiencia de formulación de

acusación celebrada el 22 de octubre de 20122, el Juez otorgó la palabra a

los intervinientes para efectos de saneamientos, como verificar causales de

impedimento, recusaciones, incompetencia del Juez o nulidades, a lo cual, el

defensor del señor JHON FREDY RODRÍGUEZ SERRANO impugnó la

competencia alegando que según la información contenida en el escrito de

acusación, los hechos tuvieron ocurrencia en la comunidad de Puerto Asís

Querarí y tanto el procesado y la víctima hacen parte de dicha comunidad,

presentándose de esta forma los elementos necesarios para predicar el

Fuero Indígena.

Acto seguido, el Juez a cargo de la audiencia le concedió el uso de la palabra

a la fiscal del caso quien manifestó que ciertamente se reúnen los requisitos

personal y territorial y que no es su intención desconocer el fuero indígena,

2 Registra el CD y acta de la audiencia obrante a folio 22

pero consideró necesario precisar que el día 10 de mayo de 2012, el Capitán

de la Comunidad Bocoa dejó a disposición del C.T.I. al procesado, por el

homicidio de la señora Cristina Gómez.

Así mismo, indicó que el Consejo Regional Indígena de Vaupés allegó oficio

a la Fiscalía por medio cual, solicitó apoyo para darle un castigo al citado

ciudadano.

Teniendo en cuenta lo anterior, la Fiscal estimó que las autoridades indígenas

no tienen cómo investigar este tipo de delitos, pues si bien, cuentan con un

Manual de Convivencia, este les sirve para manejar “casos normales” y no

este tipo de delitos. Siendo necesario que el ente investigador prosiga a cargo

de las diligencias, porque caso contrario, la conducta no sería investigada.

En consecuencia, el Juez de conocimiento dispuso la remisión de las

diligencias a esta Superioridad.

TRÁMITE DE SEGUNDA INSTANCIA

1. El expediente fue sometido a reparto, correspondiendo el 30 de noviembre

de 2012 al Magistrado Henry Villarraga Oliveros, a quien le fue negada la

ponencia presentada en Sala 001 del 16 de enero de 2013.

2. En sorteo realizado en la citada sesión de Sala, el asunto correspondió a

quien ahora funge como ponente, recibiendo el expediente al Despacho 18 de

enero de 2013 y registrando el proyecto correspondiente el día 23 de igual

mes y año para ser estudiado en la Sala programada para el día 24 siguiente,

al advertir que el procesado se encuentra privado de la libertad.

Así mismo, es necesario aclarar que no debe sorprender que la decisión en

punto de asignar la competencia, sea como el proyecto negado, a la justicia

ordinaria, pero con diferencia sustancial en las razones del decisum,

inescindibles por cierto estos dos cuerpos de la providencia y la última

indudable consecuencia de aquella.

CONSIDERACIONES DE LA SALA

Competencia.- Compete a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo

Superior de la Judicatura dirimir los conflictos trabados entre distintas

jurisdicciones, conforme los numerales 6 del artículo 256 de la Constitución

Política y 2 del artículo 112 de la Ley 270 de 1996.

Lo primero, es aclarar que existen los fundamentos de parte de la defensa del

imputado –más no de la justicia indígena- para reclamar la competencia hacia

esa jurisdicción del asunto penal seguido contra el señor JHON FREDY

RODRÍGUEZ SERRANO, por el delito de Homicidio Simple, el caso fue

planteado en la audiencia de formulación de acusación que regula la Ley 906

de 2004, lo cual indica que se trata de una impugnación de competencia, tal

como lo previó el artículo 54 Ibídem, cuyo tenor literal enseña que “Cuando el

juez ante el cual se haya presentado la acusación manifieste su

incompetencia, así lo hará saber a las partes en la misma audiencia y remitirá

el asunto inmediatamente al funcionario que deba definirla, quien en el

término improrrogable de tres (3) días decidirá de plano. Igual procedimiento

se aplicará cuando se trate de lo previsto en el artículo 286 de este código y

cuando la incompetencia la proponga la defensa”, razón por la cual se entra a

estudiar el fondo del asunto, pese a que no se encuentran dos jurisdicciones

propiamente dichas, interesadas en asumir el caso de autos.

Solución del asunto. Para este tipo de casos se tiene establecido una serie de

requisitos sine qua non para que proceda el reconocimiento del fuero

constitucional otorgado a los grupos indígenas asentados en el territorio

nacional, como prerrogativa especial creada por el Constituyente de 1991, en

protección de los considerados para esa época, grupos marginados,

constitutivos de las etnias hoy celosamente salvaguardadas por el nuevo

ordenamiento jurídico, fue así como en Asamblea Nacional Constituyente se

plasmó en el artículo 246 de la nueva Constitución el nacimiento a la vida

jurídica de una jurisdicción especial, teniendo como destino inmediato los

pueblos indígenas, a fin de que dentro de su ámbito territorial y conforme a sus

naturales normas y procedimientos administren justicia, mientras no sean

contrarios a la Constitución.

Aunque la legislación interna es escasa sobre el desarrollo de esta norma

constitucional, igual se marca una tendencia protectora sobre la autonomía de

estas comunidades para resolver conflictos internos, independientemente de su

índole o naturaleza.

Tal reconocimiento de la diversidad étnica y cultural, fue el logro de la

pluriparticipación en la concepción del nuevo marco constitucional, quienes

en la lucha por hacer valer su raza, tradición y cultura, consiguieron hacer

prevalecer su autonomía para ser respetada por el resto del ordenamiento

tanto institucional como jurídico.-

Se tiene entonces, que son cuatro los elementos que contiene el artículo en

relación con la jurisdicción especial indígena y la protección de los derechos

de los miembros de dichas comunidades: i) la existencia de autoridades

propias de los pueblos indígenas, que ejercen funciones jurisdiccionales

dentro de su ámbito territorial; ii) la potestad de los pueblos indígenas para

establecer y aplicar normas y procedimientos judiciales propios; iii) la sujeción

de dicha jurisdicción, normas y procedimientos a la Constitución Política y a

las leyes de la República; y iv) la competencia del legislador para señalar la

forma de coordinación de la jurisdicción indígena con el sistema judicial

nacional3.

Señaló la Corte Constitucional que: “(…) Los dos primeros elementos

conforman el núcleo de autonomía otorgado a las comunidades indígenas -

que se extiende no sólo al ámbito jurisdiccional sino también al legislativo, en

cuanto incluye la posibilidad de creación de “normas y procedimientos”-,

mientras que los dos segundos constituyen los mecanismos de integración de

los ordenamientos jurídicos indígenas dentro del contexto del ordenamiento

nacional (…)”4.

El fuero indígena es el derecho del que gozan miembros de las comunidades

indígenas, por el hecho de pertenecer a ellas, para ser juzgados por sus

propias autoridades, de acuerdo con sus normas y procedimientos, es decir

por un juez diferente del que ordinariamente tiene la competencia para el

3 Sentencia T-552 de 2003 M.P. Rodrigo Escobar Gil, la Corte alude, de la siguiente manera, a los

elementos de la jurisdicción indígena previstos en el artículo 246 de la Constitución: “Un elemento

humano, que consite en la existencia de un grupo diferenciable por su origen étnico y por la

persistencia diferenciada de su identidad cultural; Un elemento orgánico, esto es la existencia de

autoridades tradicionales que ejerzan una función de control social en sus comunidades; Un elemento

normativo, conforme al cual la respectiva comunidad se rija por un sistema jurídico propio conformado a

partir de las prácticas y usos tradicionales, tanto en materia sustantiva como procedimental; Un ámbito

geográfico, en cuanto la norma que establece la jurisdicción indígena remite al territorio, el cual según la

propia Constitución, en su artículo 329, deberá conformarse con sujeción a la ley y delimitarse por el

gobierno con particpación de las comunidades; y Un factor de congruencia, en la medida en que el orden

jurídico tradicional de estas comunidades no puede resultar contrario a la Constitución ni a la ley. Todo

lo anterior, de acuerdo con la Constitución, debe regularse por una ley, cuya ausencia ha sido suplida

por la Corte Constitucional, con aplicación de los principios pro comunitas y de maximización de la

autonomía, que se derivan de la consagración del principio fundamental del respeto por la diversidad

étnica y cultural del pueblo colombiano”. 4 Sentencia C-139/96 M.P. Carlos Gaviria Díaz.

efecto y cuya finalidad es el juzgamiento acorde con la organización y modo

de vida la comunidad.

Este reconocimiento se impone dada la imposibilidad de traducción fiel de las

normas de los sistemas indígenas al orden jurídico nacional y viceversa, lo

cual se debe en buena medida a la gran diversidad de procedimientos para

la resolución de conflictos por el amplio número de comunidades indígenas y

a que los parámetros de convivencia en las mismas se basen en

concepciones distintas, que generalmente hacen referencia al ser más que al

deber ser, apoyados en una concepción integradora entre el hombre y la

naturaleza y con un fuerte vínculo con el sistema de creencias mágico-

religiosas.

Ahora bien, sobre el punto neurálgico que nos ocupa, a efectos de

resolver la presente controversia, ante la ausencia de norma que regule este

tipo de colisiones, por vía jurisprudencial la Corte Constitucional ha fijado

unos parámetros que han de tenerse en cuenta para definir cuál es la

jurisdicción competente para juzgar a un sujeto indígena, especificando el

alcance de cada uno de ellos.

Así las cosas, en la sentencia T-002 de 2012, los analizó y definió de la

siguiente manera, aclarando que criterios “…no deben ser evaluados por

separado. Tratándose de criterios íntimamente relacionados, el juez

constitucional deberá valorarlos conjuntamente en cada caso concreto. Dejar

de lado uno de ellos podría acarrear la vulneración de la autonomía de las

comunidades indígenas o afectar los derechos de sus miembros y de las

víctimas…”.

Elemento personal. Con el que se pretende señalar que el individuo debe

ser juzgado de acuerdo con las normas y las autoridades de su propia

comunidad.

En el caso sub examine, según el escrito de acusación y lo alegado tanto por

la defensa como por la representante de la Fiscalía General de la Nación, el

señor JHON FREDY RODRÍGUEZ SERRANO hace parte de la etnia cubea,

comunidad Bocoa de Puerto Asís Querarí.

Elemento Territorial. Según el cual, cada comunidad puede juzgar las

conductas que tengan ocurrencia dentro de su territorio, de acuerdo con

sus propias normas.

Sobre el particular, se tiene que los hechos investigados tuvieron ocurrencia

en la comunidad de Puerto Asís Querarí, territorio que de acuerdo con el

escrito de acusación y lo alegado por la defensa y la Fiscalía, es indígena,

aunque no se allegó elemento de juicio alguno que sustente tales dichos.

Elemento institucional u orgánico, entendido, como toda una

institucionalidad compuesta de un sistema de derecho propio que reúna los

usos, costumbres y procedimientos tradicionales conocidos y aceptados en la

comunidad, con todos sus elementos integradores según la providencia de

tutela aludida. Según la Corte Constitucional, dicho elemento comprende:

Elemento institucional u orgánico

Definición Criterios de interpretación relevantes

Como su nombre lo indica, este elemento indaga por la existencia de una institucionalidad al interior de la comunidad indígena.

Dicha institucionalidad debe estructurarse a partir de un sistema de derecho propio conformado por los usos y costumbres tradicionales y los procedimientos conocidos y aceptados en la comunidad; es decir, sobre: (i) cierto poder de coerción social por parte de las autoridades tradicionales; y (ii) un concepto genérico de nocividad social

1.La Institucionalidad es presupuesto esencial para la eficacia del debido proceso en beneficio del acusado:

1.1. La manifestación, por parte de una comunidad, de su intención de impartir justicia constituye una primera muestra de la institucionalidad necesaria para garantizar los derechos de las víctimas.

1.2. Una comunidad que ha manifestado su capacidad de adelantar un juicio determinado no puede renunciar a llevar casos semejantes sin otorgar razones para ello.

1.3. En casos de “extrema gravedad” o cuando la víctima se encuentre en situación de indefensión, la vigencia del elemento institucional puede ser objeto de un análisis más exigente.

2. La conservación de las costumbres e instrumentos ancestrales en materia de resolución de conflictos:

2.1. El derecho propio constituye un verdadero sistema jurídico particular e independiente.

2.2. La tensión que surge entre la necesidad de conservar usos y costumbres ancestrales en materia de resolución de conflictos y la realización del principio de legalidad en el marco de la jurisdicción especial indígena debe solucionarse en atención a la exigencia de predecibilidad o previsibilidad de las actuaciones de las

autoridades indígenas dentro de las costumbres de la comunidad, y a la existencia de un concepto genérico de nocividad social

3. La satisfacción de los derechos de las víctimas:

3.1. La búsqueda de un marco institucional mínimo para la satisfacción de los derechos de las víctimas al interior de sus comunidades debe propender por la participación de la víctima en la determinación de la verdad, la sanción del responsable, y en la determinación de las formas de reparación a sus derechos o bienes jurídicos vulnerados.

En primer lugar, es de resaltar que en el presente caso no se cuenta con la

petición del Cabildo Indígena, elemento que a juicio de la Corte Constitucional

es una muestra del elemento orgánico, pero ni el defensor que impugnó la

competencia ni representante alguno de esa jurisdicción especial allegaron

prueba en tal sentido.

No obra en el plenario prueba alguna que acredite la existencia de

organización indígena para efectos de juzgar la conducta origen de ese

proceso penal, en tanto nada se sabe de la estructura prohibitiva o punitiva al

interior de la comunidad étnica a la cual pertenece el procesado, tampoco de

su institucionalidad o estructura funcional en materia judicial. Contrario sensu,

obran en el plenario elementos de juicio de los que se infiere la imposibilidad

del Resguardo indígena de juzgar el homicidio de autos.

En efecto, según lo alegado por la Fiscal 30 Seccional de Mitú, el 10 de mayo

de 2012, el señor Esteban Vargas “Capitán de la Comunidad Bocoa” dejó a

disposición del C.T.I. al señor RODRÍGUEZ SERRANO por el homicidio de la

señora Cristina Gómez y procedió a presentar la denuncia penal en su contra.

Por otro lado, obra oficio del 8 de agosto de 2012, suscrito por el señor

Roberto Fernández Gómez “Capitán de Puerto Asís Querarí”, del Consejo

Regional Indígena del Vaupés –CRIVA- por medio del cual informó a la

Fiscal del caso lo siguiente:

“…el señor FREDY RODRÍGUEZ, cometió un delito de asesinato dentro de la comunidad, en donde le dieron cárcel por casa (sic), en la ciudad de Mitú, pero el señor ha vuelto a la comunidad y a estado amenazando a la gente, diciendo “que a él no lo encerraron y que él puede volver a matar”. Estas acciones han estado dañando la convivencia de los habitantes y puede traernos más conflictos entre nosotros. Por esta razón Dr. Alba le estoy haciendo conocer lo peligroso de esta situación y esperamos contar con su apoyo para darle el castigo respectivo al señor FREDY RODRÍGUEZ y así evitarnos futuras represarias (sic)” (resaltado nuestro).

Anterior memorial que sirvió de fundamento para revocar la detención

domiciliaria y ordenar la reclusión inmediata en establecimiento carcelario,

mediante auto del 22 de agosto de 2012, estando actualmente recluido en la

Cárcel Municipal de Mitú.

Es este orden de ideas, esta Superioridad deduce que el Resguardo indígena

al cual pertenece el procesado no cuenta con la organización necesaria para

juzgar y castigar conductas como la aquí investigada, pues al no contar con

un sistema de derecho propio, consideraron necesario solicitar colaboración a

la Jurisdicción ordinaria penal, lo que se demuestra con la presentación de la

denuncia, la puesta a disposición del C.T.I del comunero y de la solicitud de

colaboración “para darle el castigo respectivo”.

Anterior circunstancia que permite a esta Sala concluir que no existe certeza

sobre la afectación de la autonomía de la comunidad indígena a la cual

pertenece el imputado, en tanto, la comunidad indígena no tiene “la voluntad

de conocer el caso”5, no sólo porque no solicitaron la competencia a la justicia

ordinaria, sino porque se encuentra plenamente demostrado que

consideraron que la investigación debía estar a cargo de esta última.

En consecuencia, no es dado reconocer el fuero indígena al señor

RODRÍGUEZ SERRANO, en tanto no se reúnen la totalidad de elementos

necesarios para tal efecto, razón por la cual se adscribirá el conocimiento del

asunto a la Justicia Penal Ordinaria.

Por lo expuesto, la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la

Judicatura, en uso de sus atribuciones constitucionales y legales;

RESUELVE

ASIGNAR el conocimiento del asunto penal seguido contra el señor JHON

FREDDY RODRÍGUEZ SERRANO a la Jurisdicción Penal Ordinaria, en este

caso representada por el Juzgado Promiscuo del Circuito de Mitú –Vaupés-,

despacho judicial que tiene pendiente la continuación de la audiencia de

formulación de acusación, conforme lo expuesto en las motivaciones de esta

providencia.

5 En términos de la Corte Constitucional en la sentencia T- 002 de 2012

Envíese copia de esta decisión a la Fiscalía Seccional 30 de Mitú, para su

información, en tanto que al defensor proponente de la impugnación de

competencia se le enterará en la continuación de la audiencia de formulación

de acusación que se encuentra interrumpida por motivo de esta definición de

competencia.

COMUNÍQUESE Y CÚMPLASE

ANGELINO LIZCANO RIVERA

Presidente

JOSÉ OVIDIO CLAROS POLANCO

Vicepresidente

MARÍA MERCEDES LÓPEZ MORA Magistrada

JULIA EMMA GARZÓN DE GÓMEZ Magistrada

WILSON RUÍZ OREJUELA

Magistrado

PEDRO ALONSO SANABRIA BUITRAGO Magistrado

HENRY VILLARRAGA OLIVEROS Magistrado

LEONIDAS BELLO AREVALO Secretario Judicial Ad-hoc

SALVAMENTO DE VOTO

Magistrado Ponente: Doctora MARÍA MERCEDES LÓPEZ MORA

Referencia: Conflicto de competencias suscitado entre el Juzgado Promiscuo del

Circuito de Mitú y la jurisdicción indígena en cabeza del Consejo Regional Indígena

del Vaupés.

Aprobado según Acta No. 03 del 22 de enero de 2013

Radicado: 110010102000201202813 00

Con mi acostumbrado respeto me permito expresar las razones por las

cuales suscribí la providencia de la referencia con salvamento de voto.

Ha debido dirimirse el conflicto planteado entre la Jurisdicción Ordinaria

representada por el Juzgado Promiscuo del Circuito de Mitú, y la Jurisdicción

Indígena representada por el Consejo Regional Indígena del Vaupés,

asignándole la competencia a la Jurisdicción Especial indígena, por concurrir

en este caso los elementos constitutivos de la misma.

El tema central del conflicto gira alrededor del proceso iniciado contra el

señor JHON FREDY RODRÍGUEZ SERRANO, indígena perteneciente a la

comunidad Bocoa Querari, por el delito de Homicidio simple.

Al respecto, es conveniente hacer las siguientes precisiones, en torno a la

naturaleza y finalidades de la jurisdicción especial indígena, en las líneas

doctrinarias trazadas por la Corte Constitucional sobre el tema.

Uno de los más significativos logros del Constituyente de 1991, a partir del

carácter pluriétnico y multicultural de nuestra nación, fue el de propender por

un diálogo intercultural y asegurar la convivencia pacífica, a través no solo de

la consagración de los principios superiores enunciados en los artículos 7º y

10º de la Carta Política, el primero de ellos, en el sentido que “El Estado

reconoce la diversidad étnica y cultural de la Nación Colombiana”, y el

segundo, al reconocer como oficiales en sus territorios “lenguas y dialectos

de los grupos étnicos”, disponiendo que la enseñanza que se imparta en

comunidades con tradiciones lingüísticas propias sea bilingüe. Como

concreción de tales principios fundamentales reconocidos por el

Constituyente primario, se plasmaron en la carta de 1991 diversas normas,

tales como el artículo 70 en el cual se reconoce a la cultura en sus diversas

manifestaciones como fundamento de la nacionalidad, y 246 donde se

estatuye la jurisdicción especial indígena, en los siguientes términos:

“ARTICULO 246. Las autoridades de los pueblos indígenas podrán ejercer

funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de conformidad

con sus propias normas y procedimientos, siempre que no sean contrarios a

la Constitución y leyes de la República. La ley establecerá las formas de

coordinación de esta jurisdicción especial con el sistema judicial nacional.”

La Corte Constitucional ha arribado a la conclusión de que la jurisdicción

indígena comporta los siguientes elementos:

1.- Un criterio personal, que se refiere a que “…el individuo debe ser juzgado

de acuerdo con las normas de su propia comunidad.”6.

6 Corte Constitucional. Sentencia T 496 de 1996. M.P. Carlos Gaviria Díaz.

2.- Un criterio subjetivo, que se refiere a la conciencia étnica del sujeto y el

grado de aislamiento de la cultura a la que pertenece, para determinar “si es

conveniente que el indígena sea juzgado y sancionado de acuerdo con el

sistema jurídico nacional, o si debe ser devuelto a su comunidad para que

sea juzgado por sus propias autoridades, de acuerdo a sus normas y

procedimientos”7.

3.- Un elemento territorial, determinado esencialmente por un territorio

habitualmente ocupado por la comunidad indígena, ampliado a aquellos

ámbitos en donde tradicionalmente los indígenas desarrollan sus actividades

sociales, económicas o culturales8.

5.- Un criterio institucional u orgánico, que hace referencia a la existencia

de autoridades, usos y costumbres, y procedimientos tradicionales en la

comunidad, a partir de los cuales sea posible inferir cierto poder de coerción

social por parte de las autoridades tradicionales; y un concepto genérico de

nocividad social9.

6.- Un elemento teleológico, que no es otro que la protección de la identidad

de los pueblos indígenas.

En aplicación a los anteriores elementos debemos concluir, que

considerando el hecho que el imputado, la víctima y el territorio eran

indígenas, hechos afirmados incluso en la providencia que da origen a éste

salvamento, la competencia debió ser asignada no a la jurisdicción ordinaria,

sino a la indígena.

7 Ibíd. Igualmente en la sentencia T 735 de 2006.

8 Consejo Superior de la Judicatura. Sala Jurisdiccional Disciplinaria. Sentencia de 31 de marzo de 2004. M.P

Temístocles Ortega Narváez. Rad. No. 22004019601. 9 Corte Constitucional. Sentencia T 617 de 2010. M.P. Luis Ernesto Vargas Silva.

En relación con la afirmación hecha por ésta Sala, en cuanto a la ausencia

de voluntad de la comunidad para conocer del caso, es menester considerar

que ha sido ésta misma Corporación10 la que ha señalado, que la renuncia a

la competencia por parte de la jurisdicción indígena violaría los derechos del

procesado, entre los que se encuentran derechos fundamentales como la

igualdad, el acceso a la justicia y el debido proceso.

El suscrito Magistrado no comparte los argumentos expuestos en la

providencia como sustento de la decisión adoptada, de conformidad con los

cuales “... no se reúnen la totalidad de elementos necesarios” para asignar la

competencia a la jurisdicción indígena, siempre que la Corte Constitucional

ha señalado por medio de la Sentencia T-00211 de 2012 , que “la autonomía

de las comunidades podrá restringirse una vez se verifiquen las siguientes

condiciones: “a. Que se trate de una medida necesaria para salvaguardar un

interés de superior jerarquía (v.g. la seguridad interna) [y] b. Que se trate de

la medida menos gravosa para la autonomía que se les reconoce a las

comunidades étnicas. Todo ello bajo el entendido de que sopesar la jerarquía

de los intereses en pugna y la posible aplicación de medidas menos

gravosas para la autonomía de las comunidades, es un ejercicio de

ponderación que debe realizarse a la luz de las características y atributos

propios de cada comunidad”. (Subrayado fuera de texto).

En armonía con lo anterior debe afirmar el suscrito, que contrario a la

asignación de la competencia a la jurisdicción indígena, ésta Sala debió

decretar la práctica de pruebas que llevaran al convencimiento, que la

10

Consejo Superior de la Judicatura. M.P. Eduardo Campo Soto, Rad. No 20010190, conflicto de la jurisdicción planteado entre la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cucutá y el Cabildo de la comunidad indígena calafitas de la etnia U ´was. 11

Sentencia del 11 de enero de 2012. M.P. Juan Carlos Henao Pérez.

aludida comunidad efectivamente no contaba con las herramientas

necesarias para hacer justicia, máxime cuando el guardián de la Constitución

Nacional ha señalado, que “La autonomía de las comunidades debe ser

respetada en mayor medida cuando el problema que examina el juez

constitucional involucra miembros de una misma comunidad.”12

En definitiva, considera el suscrito Magistrado que no puede perderse de

vista la naturaleza y la teleología propias de la jurisdicción especial indígena

como un significativo avance del Constituyente en el reconocimiento del

derecho de los pueblos indígenas de administrar justicia en forma autónoma,

integral e independiente. Lo anterior, siempre de acuerdo con sus usos y

costumbres ancestrales, con sus propias normas y procedimientos, con la

legislación especial indígena vigente dentro de su ámbito, y con la previsión

en desarrollo de tal autonomía, de sistemas punitivos propios, “siempre que

no sean contrarios a la Constitución y las leyes de la República”13, ni se

opongan en consecuencia, al sistema de valores y de principios

fundamentales proclamados en aquélla.

Así las cosas, no debe olvidarse que la jurisdicción especial indígena

encuentra su sustento axiológico y surge precisamente como concreción del

principio constitucional fundamental enunciado en el artículo 7º de nuestra

Carta Política, al decir que “El Estado reconoce y protege la diversidad étnica

y cultural de la Nación colombiana”, lo mismo que en la definición de la

cultura en sus diversas manifestaciones como fundante de la nacionalidad,

con el consiguiente reconocimiento de “la igualdad y dignidad de todas las

que conviven en el país”14, lo cual implica necesariamente, la aceptación de

12

Ibíd. 13

Constitución Nacional. Artículo 246. 14

Constitución Nacional. Artículo 70. Inciso 2.

algún grado significativo de autonomía a las comunidades minoritarias y de

su consecuente capacidad de determinar las conductas atentatorias y

disolventes de la vida comunitaria.

Por último, como bien lo ha señalado la Corte Constitucional,

“La sopesación de los principios de diversidad étnica y cultural vs.

unidad política y protección de los derechos fundamentales, conforme

con la directriz establecida por esta Corte, puede ser hecha sólo frente

a casos concretos. Si bien el legislador tiene competencia para

establecer las directivas de coordinación entre el sistema judicial

indígena y el nacional, la eficacia del derecho a la diversidad étnica y

cultural y el valor del pluralismo pueden ser logrados satisfactoriamente

sólo si se permite un amplio espacio de libertad a las comunidades

indígenas, y se deja el establecimiento de límites a la autonomía de

éstas a mecanismos de solución de conflictos específicos, como las

acciones ordinarias o la acción de tutela”15

Sopesar los principios de la diversidad étnica y cultural con los de unidad

política y protección de los derechos fundamentales a partir del análisis del

caso concreto, implica, además, el reconocimiento que la interpretación de

las autoridades tanto indígenas como nacionales “no puede alejarse de las

características específicas de la cultura involucrada, pues existen diferencias

en el grado de aislamiento o integración respecto de cada una, que llevan

incluso a establecer diferencias en la manera en que determinan cada uno

15

CORTE CONSTITUCIONAL, Sentencia C-139 de 1996, Exp. D-1080, M.P. Dr. Carlos Gaviria Díaz, 9 de abril de 1996.

sus asuntos”16, de tal manera que, en casos como el que hoy nos ocupa, no

se ha debido dirimir el conflicto como se hizo, asignando la competencia para

el conocimiento del asunto a la jurisdicción ordinaria.

De los señores Magistrados,

WILSON RUÍZ OREJUELA

Magistrado

Fecha ut supra

RREEPPÚÚBBLLIICCAA DDEE CCOOLLOOMMBBIIAA

RRAAMMAA JJUUDDIICCIIAALL

16

Sánchez Botero, Esther. Justicia y Pueblos Indígenas de Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Unijus, 2004, pág. 426.

CCOONNSSEEJJOO SSUUPPEERRIIOORR DDEE LLAA JJUUDDIICCAATTUURRAA

SSAALLAA JJUURRIISSDDIICCCCIIOONNAALL DDIISSCCIIPPLLIINNAARRIIAA

AACCLLAARRAACCIIÓÓNN DDEE VVOOTTOO

Bogotá D.C., veintinueve (29) de enero de dos mil trece (2013)

Magistrada Doctora JJUULLIIAA EEMMMMAA GGAARRZZÓÓNN DDEE GGÓÓMMEEZZ

Magistrada Ponente Dra. María Mercedes López Mora

Radicación No. 110010102000201202813 00

Aprobado en Sala No. 003 del 24 de enero de 2013

Con el debido respeto manifiesto que no obstante haber suscrito

la providencia de la referencia con aclaración de voto, el reestudio

del asunto me conduce a revaluar mi posición y

consecuentemente convenir integralmente con la decisión de la

Sala.

Se remiten a secretaría judicial, 4 cuadernos con 17-31-21-21 folios y dos CD.

Atentamente,

JULIA EMMA GARZÓN DE GÓMEZ

Magistrada

REPÚBLICA DE COLOMBIA

RAMA JUDICIAL

CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

SALA JURISDICCIONAL DISCIPLINARIA

Radicado:110010102000201202813 00

Magistrado Ponente: DoctoraMARIA MERCEDES LÓPEZ

MORA

Aprobada según Acta No. 003 del 22 de enero de 2013

ACLARACIÓN DE VOTO

Con el debido respeto, expreso los motivos por los cuales suscribí el proveído

adoptado por la Sala mayoritaria con Aclaración de Voto.

Si bien el suscrito Magistrado comparte la decisión adoptada por la Sala

mayoritaria en el sentido de dirimir el conflicto de jurisdicción de competencias

suscitado entre el Juzgado Promiscuo del Circuito de Mitú-Vaupés y la

Jurisdicción Especial Indígena en cabeza de la Comunidad Indígena de

Puerto Asís, con ocasión de la investigación penal adelantada por la muerte

de quien en vida respondía al nombre de CRISTINA GÓMEZ VALENCIA,

asignando la competencia a la jurisdicción ordinaria, debo manifestar, que la

ponencia aprobada contempla argumentos que si bien es cierto, pueden

resultardiversos a las que por mí fueron esbozadas en la ponencia que me fue

negada, también lo es, que los fundamentos de una y otra decisión no se

resisten entre sí.

Obsérvese, que como ponente,me permití constatar los parámetrosque

conforme la Corte Constitucional,se han de tener en cuenta para definir la

jurisdicción competente para juzgar a un sujeto indígena. Es así, que tras

referirme alos elementos personal y territorial, aborde el elemento objetivo y al

punto manifesté:

“En el caso bajo examen, se tiene que no se configura a cabalidad este elemento estructural del fuero indígena antes reseñado, bajo el análisis Constitucional y jurisprudencial que se hará a continuación: El elemento Objetivo, se construye en torno a la gravedad de la conducta

desplegada, que en este caso, como lo advierte la Fiscalía, se acusa al señor

JHON FREDY RODRÍGUEZ SERRANO del delito de homicidio, cruzando el

umbral de nocividad acerca de la comisión de una conducta que trasciende

los intereses de la comunidad y por tanto debe excluirse de la competencia de

la jurisdicción especial indígena, en tanto que está expuesto un bien jurídico

universal, de preponderancia constitucional como es la vida humana de

todos los colombianos, cuya transgresión no solo afecta a la comunidad

indígena sino que atenta contra la cultura mayoritaria de donde devienen los

delitos de homicidio, terrorismo, afectación de la salud, la vida y los bienes

mismos de nuestros connacionales, etc., entre otros, a los que nos

referiremos a continuación:

Del homicidio

Consagrado en el Código Penal vigente, LIBRO I. PARTE GENERAL en el

Capítulo de Delitos contra la Vida y la Integridad Personal.

ARTICULO 103. HOMICIDIO. “<Penas aumentadas por el artículo de la Ley 890 de

2004, a partir del 1o. de enero de 2005. El texto con las penas aumentadas

es el siguiente:> El que matare a otro, incurrirá en prisión de doscientos ocho

(208) a cuatrocientos cincuenta (450) meses”.

Entonces es necesario entrar a considerar los siguientes aspectos

importantes para contextualizar: El tipo de homicidio doloso que se

caracteriza porque el criminal busca intencionadamente el resultado de

muerte de la víctima, otro tipo es el que se comete intencionalmente como

aquellos en los que la muerte se causa por negligencia, y que se denominan

homicidios negligentes.

Ahora bien, debemos reseñar que el malhechor no tiene por qué conseguir el

resultado (puede tratarse de un homicidio doloso en grado de tentativa o

frustrado), sino que lo que diferencia al homicidio doloso del negligente es la

intención inicial del que lo lleva a cabo. También es homicidio doloso aquél

en el cual el culpable desarrolla una acción criminal sabiendo claramente que

con ello puede ocasionar la muerte de personas.

El Homicidio según la Doctrina

A manera de instrucción: En su semántica gramatical, como en la jurídica

lata, el homicidio es: "muerte de un hombre por otro hombre" (hominiscaedes

ad homine) (IruretaGoyena José, Pág. 6, 1928). Carrara Francesco ha

perfeccionado la definición, dice: "Homicidio es la muerte ilegitima de un

hombre ocasionada por otro hombre". Con lo cual al agregarle el adjetivo de

"ilegitimo" engloba todos los elementos sustanciales que debe tener el hecho

jurídico para ser considerado como homicidio.

Para la Ley, la Doctrina y la Jurisprudencia, en Colombia y en cualquier país

del mundo, este tipo penal es uno de los más graves que el ser humano

puede realizar ya que atenta directamente contra la seguridad y el bienestar

de los individuos que componen un conglomerado social. La legislación de

cada país establece entonces las penas y castigos apropiados a cada tipo de

situación.

Y entonces entramos a unas definiciones precisas acerca del tipo penal en

estudio:

Homicidio es la muerte, de un individuo, intencionalmente causada por otro,

que sea persona física e imputable, siempre que la expiración de sujeto

pasivo sea únicamente el efecto de la acción u omisión ejecutada por el

agente.

Medios Directos o indirectos para la comisión del delito de homicidio: se

pueden encasillar de la siguiente manera: los directos "son los que el criminal

manipula sobre el instrumento que ocasiona la muerte hasta el instante

propio en que se infiere la contusión mortal" (IruretaGoyena, José, pág.27,

1928). Por ejemplo: Accionar un revolver en la persona del sujeto pasivo con

sus propias manos. Y los indirectos: Son aquellos en que el sujeto activo

funda la causa, la cual después provoca la muerte, sea espontáneamente o

sea por una asistencia ulterior inconsciente de la misma víctima

(IruretaGoyena, José, pág.28, 1928). Por ejemplo en el caso en que un

individuo desea la muerte del sujeto pasivo; dicho individuo tiene

conocimiento del lugar por donde va a transitar a cierta hora de la noche y so

cava una parte del camino con la finalidad de que caiga, debiéndose producir

la muerte.

Para esta Colegiatura es necesario hacer varios planteamientos frente a las

causas y consecuencias de cometer un homicidio, pues si bien este delito es

de los más graves doctrinariamente hablando, también es cierto que cada vez

es más constante la forma de implementación del mismo como señal de

degradación social y como castigo de las desviaciones generales a que se

ven avocados los seres humanos día a día, reflejándose cada vez más en el

auténtico castigo universal que quebranta la seguridad, la vida, la

supervivencia y todos los valores y principios que establecen nuestra

sociedad; circunstancias que históricamente nuestro país ha vivido quizás en

la más grande proporcionalidad, respecto de otras naciones del mundo, por

razones de pobreza, desatención estatal, ect,.

Así las cosas, la conducta que se juzga desborda, sin lugar a duda, los

caminos favorables, los usos, costumbres y en general de la cosmovisión

indígena y se ramifica a la afectación de los intereses superiores para la

población nacional e internacional, acorde con el carácter universal ya citado

de este tipo de infracciones, como bien lo podemos analizar bajo la óptica de

la Corte Constitucional, en Sentencia C-689/02, Magistrado ponente Dr. Álvaro

Tafur Vargas, la cual reza: “Por otra parte, el actor pierde de vista que el

consentimiento procede en relación con bienes jurídicos individuales y no en

relación con bienes jurídicos colectivos, naturaleza que tienen precisamente

los bienes jurídicos que se protegen con la penalización del tráfico de

estupefacientes: Salud pública, seguridad pública y orden económico y

social. Esto es así porque en el caso de los bienes jurídicos colectivos su

titular es la comunidad en general y no las personas aisladamente

consideradas y, ante esta circunstancia, es claro que el bien jurídico no está a

disposición de quien individualmente consienta la lesión por no ser éste su

titular.

Ahora bien, remitiéndonos al caso de estudio, tales circunstancias, nos indican

sin mayor dificultad la configuración de un delito de homicidio, que

independientemente de la responsabilidad que se le llegue a endosar al

acusado, no se relaciona con las actividades o fines utilizados para la

supervivencia y convivencia adaptados por las asociaciones o culturas

indígenas, sino con un hecho de intolerancia y falta de autodeterminación

personal, hecho que en aras de proteger los intereses de una sociedad en

conjunto que clama justicia e imparcialidad ante los principios constitucionales

especialmente el de igualdad, ésta Colegiatura observa claramente que la

entidad adecuada para ventilar este tipo de procesos es la jurisdicción

ordinaria.

Resulta claro entonces que el tipo penal de homicidio, atenta contra

sociedades democráticas que buscan el consenso social, siendo sus pilares,

postulados tales como igualdad, justicia y libertad. El autor de dicho delito,

sabe que la que éste quebranta los aludidos principios fundantes y la vida de

nuestra sociedad, por lo tanto mal puede acudirse a un sistema ancestral

autónomo de valores para dirimir en él una eventual responsabilidad penal

lesionadora de los intereses generales de una colectividad.

En esas condiciones, ingresa al decurso dialéctico, otro aspecto de

consideración: ¿puede privilegiarse la autonomía y autodeterminación de los

pueblos indígenas para juzgar al aquí indiciado?, cuando éste con su

conducta persigue violentar pragmáticamente los fines constitucionales

aludidos, y peor aún, busca lesionar los bienes jurídicamente tutelados

relacionados con la vida humana de los nacionales, incluso con la misma

vida y estabilidad social de quienes integran estas organizaciones indígenas;

y hasta de los internacionales como lo hemos venido planteando a lo largo de

esta providencia.

Ello entraña temas trascendentes que confluyen con principios generales del

derecho como: la obligación de actuar de buena fe y la prohibición de incurrir

en abuso del derecho.

Considera pertinente esta Superioridad, tener en cuenta lo relacionado con

los derechos subjetivos, pues, aparte de sus límites legales, tienen otros de

orden moral, teleológico y social, y hace incurrir en responsabilidad el que,

obrando al amparo de una legalidad externa y de un aparente ejercicio de su

derecho, traspasa en realidad los impuestos al mismo por la equidad y la

buena fe, con daño para terceros o para la sociedad.

La doctrina ha recogido y perfilado el concepto de abuso del derecho,

considerándolo integrado por estos elementos esenciales:

Uso de un derecho, objetiva o externamente legal,

Daño a un interés de terceros no protegido por una específica

prerrogativa jurídica, y

Inmoralidad o antisocialidad en ese daño, manifestada en forma

subjetiva, cuando el derecho se actúa con la intención de perjudicar o

sencillamente sin un fin serio y legítimo, o bajo forma objetiva, cuando

el daño proviene de exceso o anormalidad en el ejercicio del derecho.

Es preciso acotar que no se puede acudir a la jurisdicción indígena para

precaver la evasión de la responsabilidad penal, cuando el ataque a las

instituciones del Estado – la jurisdicción indígena, es una de ellas- indica el

rechazo de los valores insertos en el fuero minoritario.

Inconmensurables son los daños que el delito de homicidio, ha generado en

la mayoría de la población colombiana, por lo que mal puede acudirse a una

prerrogativa jurídica de juzgamiento para sustraerse a la satisfacción de los

derechos de las víctimas.

Hemos de concluir entonces que dentro de un régimen de garantías individuales y sociales, como el nuestro, no tiene cabida en absoluto el homicidio, porque sería legitimar una conducta que hace inoperante la finalidad misma del Estado, y es inconcebible consagrar el reconocimiento de un derecho que va en contra de un deber fundamental y prevalente, como lo es la vida humana, de más de 40 millones de colombianos. Siendo así y como quiera que la ponencia aceptada por la Sala mayoritaria y que fue presentada por Magistrada MARÍA MERCEDES LÓPEZ MORA, argumentala decisión de radicar la competencia en la justicia ordinara a partir del elemento institucional, respecto el que tengo que decir, que además de haber sido objeto de estudio dentro de mi ponencia, resulta coincidente en lo neurálgico con la aprobada en Sala, pues en una y otra se concluyó, que dicho elemento no se encuentra constatado, me surge obligado subrayar, con trazos bien delineados, que el estudio por mi realizado en lo que atañe al elemento objetivo o de gravedad de la conducta, totalmente echado de menos en la ponencia que fue aprobada, constituye una razón jurídica más

para asentar las razones por las que la competencia no puede ser radicada encabeza de la jurisdicción indígena. Debió entonces la Magistrada Ponente devolver la actuación en cuanto deviene evidente que su postura se muestra conforme a la mía, luego si a su parecer la existencia delelemento institucional en el presente evento resultaba desnaturalizada a partir de fundamentos diferentes a los que por mi fueron expuestos, lo procedente era que aclararay no que salvarasu voto para finalmente acoger la postura por mi adoptada inicialmente. En este sentido va dirigido mi Salvamento de Voto.

Atentamente,

HENRY VILLARRAGA OLIVEROS

Magistrado

WCGG

consder Sala mayoritaria que decidió el conflicto a favor de la jurisdicción ordinaria, argumentado que el resguardo indígena al que pertenece el procesado no cuenta con la organización necesaria para juzgar y castigar conductas de como la investigada dado que no cuentan con un sistema de derecho propio. Al abordar el tema en la ponencia queme fue negada, precise, que si bien la

Corte Constitucional ha sido enfática al señalar que no se le puede negar a la

jurisdicción indígena su aptitud e idoneidad para el ejercicio punitivo, porque

una actitud tal implicaría discriminación, también es cierto, y no podemos

llamarnos a engaño respecto a ello, que hacen falta recursos y

procedimientos normativos claros que garanticen el principio de legalidad de

la sanción, la justicia material y el derecho de la víctima.

En este orden, tras advertir, que la decisión de la Sala mayoritaria en definitiva se acompasa con la que en su oportunidad presente como ponencia, pues en una y otra la competencia en definitiva es otorgada a la jurisdicción ordinaria, subrayo con trazos bien delineados, que estudio por mi realizado en lo que atañe al elemento objetivo o de gravedad de la conducta, totalmente echado de menos en la ponencia que me fue negada, lejos de apartarse de mi criterio, se acuña para reforzar las razones por las que la competencia debe ser radicada en cabeza de la justicia ordinaria. Siendo así, debió la Magistrada Ponente devolver la actuación por estar su postura conforme la mía, pues

Sea entonces esta la oportunidad para delimitar y dilucidar el gran problema que ha

venido alcanzando y denotando connotaciones impredecibles en el desarrollo diario de

la sociedad Colombiana, cual es el de poder precisar y limitar los alcances o

competencias de la Jurisdicción Especial Indígena, razón que me lleva a abordar en

primer lugar este gran y trascendental problema jurídico que deberá marcar la ley del

proceso en lo sucesivo cuando se trate de fijar la competencia jurisdiccional en donde

resulte involucrado o comprometido un indígena colombiano; en tanto que, si bien es

cierto, la Constitución Política de 1991, en su artículo 246, frente a ello se refirió en

los siguientes términos:

“Las autoridades de los pueblos indígenas podrán ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de conformidad con sus propias normas y procedimientos, siempre que no sean contrarios a la Constitución y leyes de la República, La ley establecerá las formas de coordinación de esta jurisdicción especial con el sistema judicial nacional”. El reconocimiento de este fuero especial es producto del principio fundamental establecido en la Carta Política en su artículo 7°: “El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana”, disposición que implica no sólo la declaración de la necesaria coexistencia pacífica de diferentes pueblos y etnias, sino además, la protección de los valores culturales que le son propios a dichos pueblos. Bajo los principios del Estado democrático, social de derecho y de la axiología superior de los

derechos humanos, todas las etnias, los pueblos y los hombres se conciben iguales en dignidad y derechos. Tales preceptos determinan el reconocimiento y garantía de la identidad y pluralismo cultural que reconoce el derecho de los pueblos indígenas de gobernarse por autoridades conformadas y reglamentadas según los usos y costumbres de sus comunidades (Art. 330 Constitución Política de Colombia) e implica la aceptación de su cosmovisión y las tradiciones valorativas diversas y hasta diferentes a la ética dominante en la sociedad mayoritaria17 Esto explica claramente la razón y naturaleza del fuero indígena, el cual deviene en esencia de la pertenencia a una cultura aborigen, esto es, de la posesión de una cosmovisión y a unos valores culturales propios que dan sentido a la existencia y orientan el comportamiento en la vida de relación, con sus formas de gobierno y justicia, al reconocimiento de su cultura y tradición como normas jurídicas aplicables por sus mismas autoridades en sus respectivas comunidades y territorios. En virtud a todo ello, considero, que el Estado Colombiano ha reconocido, fortalecido y financiado la existencia de autoridades indígenas tradicionales y origina precisamente el reconocimiento de la competencia jurisdiccional en materia penal de las mismas, con aplicación de sus propias normas y procedimientos (Arts. 246, 286, 329 Constitución Política de Colombia), en aras a garantizar el respeto por la particular cosmovisión del individuo18, pero, esa competencia no puede rebasar ni sobreponer la justicia Colombiana o aquella de la mayoría del pueblo Colombiano, en tanto que, la cultura aborigen, la posesión de una cosmovisión y la defensa de unos valores culturales propios de los pueblos indígenas, no pueden, ni podrán estar por encima de los intereses generales del pueblo Colombiano y menos aún desconocer principios como el de la dignidad humana o de la soberanía del Estado Colombiano o el de la misma seguridad institucional del Estado, en tanto que la democracia y el Estado social de derecho son principios fundamentales igualmente protegidos y amparados por el sistema de justicia nacional y hasta internacional. Las autoridades de los pueblos indígenas ya sean unipersonales o colectivas, ejercerán funciones jurisdiccionales al interior de sus propios y respectivos territorios, siempre que no sean contrarios a la Constitución y leyes de la república, por lo tanto, en principio estas autoridades tienen competencia para juzgar ciertas conductas punibles que ocurren bajo su jurisdicción, pero,

17

Ver Corte Constitucional. Sentencia T-254 de 1994 18

.-Corte Constitucional, sentencia T- 496 de 1996

como se verá y desarrollará en el segundo de los problemas jurídicos planteados, esta competencia jurisdiccional penal, estará circunscrita a aquellos asuntos que afecten su entorno socio cultural

19 en el de sus

tradiciones, usos y costumbres, hasta tanto, con la expedición de norma positivas, se reglamente la materia. No obstante, cuando el comportamiento delictivo se ha cometido fuera del territorio indígena, afectándose a un extraño o a la propia comunidad, corresponderá al juez ordinario, establecer si en el caso concreto prevalece o no el fuero cultural que determinaría la competencia de las autoridades indígenas. De esta forma queda claramente establecido que Colombia como Estado

Social de Derecho se encuentra organizado en forma de República unitaria, y

por ende las jurisdicciones que operan en el sistema judicial nacional, no

pueden considerarse una rueda suelta dentro de dicho engranaje sistémico,

creando una desestabilización para la sociedad colombiana, so pretexto de la

cultura y de la cosmovisión de dichos pueblos, para desde allí atentar,

desconocer y vulnerar bienes jurídicos trascendentales, importantes y del

resorte exclusivo de la jurisdicción ordinaria penal, en tanto ello sería atentar

contra la soberanía del Estado Colombiano, quien, ha instituido, organizado,

financiado y capacitado toda una jurisdicción ordinaria para garantizar la paz y

la convivencia pacífica del Pueblo Colombiano.

La autonomía de que gozan las entidades territoriales indígenas - como la han

venido igualmente disfrutando las demás entidades territoriales (municipios,

departamentos y las regiones) - no puede confundirse con la entrega parcial

19 Quién aquí oficia como Magistrado Ponente, ha considerado que la facultad punitiva de las autoridades indígenas, hasta tanto la ley que deba expedirse por el Legislador, delimite la coordinación que debe existir entre la jurisdicción especial indígena y el sistema judicial nacional, se circunscribe al conocimiento de los delitos querellados, es decir, aquellos que admiten desistimiento. Así lo ha expresado en varias aclaraciones y salvamentos de voto, entre ellos cabe citar: radicados 110010102000201201764 00, Magistrada Ponente Doctora JULIA EMMA GARZÓN DE GÓMEZ y radicado 11001010200020120178600, Magistrado Ponente Doctor JOSÉ OVIDIO CLAROS POLANCO.

de la soberanía del Estado, en tanto ella, solo está radicada en esa República

unitaria, desarrollada en la forma de estructura del Estado, debidamente

regulada en la Constitución Política de Colombia. Entendida esa República

unitaria como la forma de gobierno que se caracteriza por la centralización

política y la competencia legislativa está asignada y reservada al Congreso de

la República (Senado y Cámara de Representantes) pero que aplica las

técnicas de la descentralización y la desconcentración administrativa para la

ejecución de su actividad; con un Poder judicial debidamente organizado y

regulado (Corte Constitucional, Corte Suprema de Justicia, Consejo de Estado,

Consejo Superior de la Judicatura, Jurisdicción Penal Militar y Jurisdicción

Indígena) que debe aplicar el derecho y administrar justicia para todo el

territorio Colombiano; con un Poder ejecutivo fuerte, organizado

jerárquicamente, pero autónomamente dentro del límite de sus competencias

territoriales asignado por la Constitución Política para poder ejercer la debida

administración y manejo del Estado Colombiano.

Dicha república unitaria que cohesiona a sus asociados tiene sus concretos

efectos en la aplicación de las leyes que la rigen, dando vigencia al apotegma:

donde existen los mismos supuestos de hecho, deben obrar las mismas reglas

y principios de Derecho y quién las infringe se hará acreedor a la misma

sanción.

Y es la Corte Constitucional, en sentencia C-790 de 2002, la que nos permite

hacer las precisiones que anteceden, en tanto en dicha providencia en relación

a este concepto manifestó lo siguiente:

“Conforme a lo dispuesto en el artículo 1° de la Carta, Colombia es un Estado

Social de Derecho organizado en forma de República unitaria,

descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales. Según lo ha

dicho la Corte "República unitaria implica que existe un solo legislador;

descentralización consiste en la facultad que se otorga a entidades diferentes

del Estado para gobernarse por sí mismas, a través de la radicación de

ciertas funciones en sus manos y autonomía significa la capacidad de gestión

independiente de los asuntos propios. Etimológicamente, autonomía significa

auto-normarse, y de ella se derivan las siguientes consecuencias: a. Capacidad

de dictar normas; b. Capacidad de la comunidad de designar sus órganos de

gobierno; c. Poder de gestión de sus propios intereses y d. Suficiencia financiera

para el desempeño de sus competencias"3.

El principio de unidad de la República implica la fijación del orden estructural

superior del Estado que rige respecto de la totalidad de éste y por tanto de

cualquiera de sus partes. Dicho principio también, determina un orden

material o sustantivo único y vinculante para la totalidad de los poderes

públicos, con relación tanto al status jurídico de los ciudadanos como al

cuadro de principios rectores de las políticas de los referidos poderes

públicos. Y, diseña la organización y el funcionamiento del Estado en su

conjunto.

La autonomía por su parte, segundo principio clave de la organización

territorial del Estado Colombiano, permite que las entidades territoriales

gocen de autogobierno para la gestión de sus intereses dentro de los límites

de la Constitución y la ley, y por ende tienen derecho a gobernarse por

autoridades propias, ejercer las competencias que les correspondan,

administrar sus propios recursos y participar en las rentas nacionales (CP.

Art. 287). Por lo tanto, tales entes territoriales tienen capacidad tanto de auto-

normación como de acción en el plano ejecutivo, es decir, una aptitud para la

definición de una política propia en la elección de estrategias distintas para la

gestión de sus propios intereses. Puede afirmarse entonces, que la

autonomía de los entes territoriales les permite tener una organización y una

capacidad derivada y limitada de autorregulación.

Ahora bien, la forma de cómo interpretar nuestra dogmática constitucional,

y el camino que adoptemos para solucionar las colisiones que se

presenten, teniendo en ello admisibilidad de los principios de

interpretación en cuyos criterios, como lo sostiene el Dr. Marco Gerardo

Monroy Cabra, en su obra “la interpretación constitucional”, la labor del

intérprete constitucional, debe respetar unos límites racionales para que su

decisión esté legitimada.

Dicha interpretación debe considerar la Constitución como un sistema

integrado dentro de un contexto político, social y cultural, teniendo en

cuenta la armonía y coordinación para encontrar la solución que mejor

convenga con el sistema constitucional.

El principio de interpretación debe reconocer la máxima eficacia posible a

los derechos fundamentales que han sido objeto de conformación

legislativa. Todo lo cual, significa, dar prevalencia al criterio “favor

libertatis”, o sea que la interpretación constitucional debe buscar la máxima

eficacia de los derechos fundamentales, por lo que las restricciones a los

derechos fundamentales deben analizarse con extremo cuidado para no

desvirtuar el núcleo esencial del derecho invocado.

También ha dicho La Corte Constitucional que los criterios de interpretación

a seguirse cuando se trata de dirimir conflictos entre derechos

constitucionales, han de ser equilibrados o ponderados:

“Cuando hay derechos o bienes constitucionales enfrentados, la tensión se

resuelve armonizando los principios, valores y derechos estableciendo

límites y restricciones que permitan articular los intereses constitucionales

en juego”20 ()”.

“Los derechos fundamentales, no obstante su consagración constitucional y

su importancia, no son absolutos y, por tanto necesariamente deben

armonizarse entre sí y con los demás bienes y valores protegidos por la

Carta, pues de lo contrario, ausente esa indispensable relativización, la

convivencia social y la vida institucional no serían posibles”.21

Partiendo de todas estas premisas y principios, es claro que todos los

ciudadanos nacionales hacen parte del Estado Colombiano, llámense

indígenas, negros, mestizos o blancos, hombres, mujeres o niños, y por ende

estamos sometidos a esa soberanía nacional que está representada en el

Estado Colombiano, ente creado por el pacto social al cual nos hemos

sometido desde nuestro nacimiento mismo, para que seamos regulados en

sociedad, por esa estructura organizada que garantice la convivencia pacífica y

armónica de un pueblo como el nuestro. En virtud a ello, esa soberanía nunca

ha sido delegada en materia jurisdiccional a ningún pueblo o etnia que exista

en nuestro país, lo cual implica que la función jurisdiccional que ejercen los

pueblos indígenas a través de sus autoridades, dentro de su ámbito territorial,

conforme a sus propias normas y procedimientos, no pueden desconocer esa

soberanía nacional constituida por el respeto a la constitución y a la ley, es

decir, no se puede pretender, que desde esa prerrogativa funcional se

20

Sentencia C- 475 de 1997, Magistrado Ponente Eduardo Cifuentes Muñoz 21

Sentencia C- 578 de 1995, Magistrado Ponente Eduardo Cifuentes Muñoz.

construyan hechos que generen impunidad contra dichas etnias y contra los

demás nacionales colombianos en materia penal en Colombia, y así vulnerar y

desconocer los bienes jurídicos tutelados regulados en el código penal, en

tanto la delincuencia organizada conoce que las sanciones impuestas por la

jurisdicción indígena es más flexible y benigna que las consagradas en el

ordenamiento sustantivo punitivo colombiano.

Es así entonces, que se han de respetar las disposiciones que protegen la

jurisdicción indígena, en tanto considero que debe admitirse el principio de

armonización concreta con el cual se impide que se busque la

efectividadde un derecho mediante el sacrificio o restricción de otro. La

colisión de derechos no debe, por lo tanto, resolverse mediante una

ponderación superficial o una prelación abstracta de uno de los bienes

jurídicos en conflicto. Esta ponderación exige tener en cuenta los diversos

bienes o intereses en juego y propender su armonización en la situación

concreta, como momento previo y necesario a cualquier jerarquización o

prevalencia de una norma constitucional sobre otra. El principio de

armonización concreta implica la mutua delimitación de los bienes

contrapuestos, mediante la concordancia práctica de las respectivas

normas constitucionales, de modo que se asegure su máxima

efectividad”22.

Resulta claro entonces, que teniendo como norte principios basilares de

interpretación constitucional; como efectividad constitucional, interpretación

conjunta y sistemática, ponderación, armonización concreta y concordancia

práctica, la Corte Constitucional procure hallar el equilibrio en puntuales

confrontaciones entre los derechos de la defensa, debido proceso y

22

Sentencia C- 475 de 1997, Magistrado Ponente: Eduardo Cifuentes Muñoz

autonomía de las comunidades indígenas a buscar la solución de conflictos

originados por la comisión de delitos por parte de sus miembros.

Se torna entonces no solo peligroso, sino que se atenta contra la seguridad del

mismo Estado Colombiano, abrir la brecha para que la función jurisdiccional

indígena conozca, investigue y sancione toda clase de ilícitos, cuando de

antemano se parte y se conoce que en la jurisdicción indígena su capacidad

punitiva y hasta carcelaria es bastante limitada y busca otros objetivos

diferentes a la jurisdicción ordinaria, lo cual no sólo lograría enviar un mensaje

equivocado a la comunidad colombiana, sino que vuelve muy vulnerables a los

mismos pueblos indígenas en tanto sería objetivo y caldo de cultivo de las

organizaciones delincuenciales de poder, para a vulnerar sus derechos y a

través de ellos realizar y organizar toda clase de ilícitos que desde su ideación

se sabría quedarían impunes, contrariando la misma disposición de Carta

Magna en cuanto a la manifiesta obligación del Estado de proteger los

intereses de todos los colombianos sin discriminación alguna.

En ese sentido, no se podría desconocer que sus autoridades jurisdiccionales

quedarían a merced de esas organizaciones o grupos delincuenciales de poder

al margen de la ley; pues, ellas mismas se resisten a que el Estado

Colombiano les garantice con sus Fuerzas Militares y de Policía, la protección

de sus pueblos, como ocurrió en pasado reciente en el departamento del

Cauca. Por ello, no podemos permitir que se estigmatice al pueblo indígena

colombiano y menos a sus autoridades que cumplen una función jurisdiccional;

por el contrario, debe ser objeto del Estado la especial protección de esas

comunidades, de sus costumbres y de su cosmovisión, para que sus

principios y valores no se vean permeados por la influencia de esos factores

exógenos que los distorsionen, desequilibren o erradiquen del entorno natural

aborigen; el Estado debe a todas luces propender para que esos pueblos

puedan estar aislados de esa contaminación e inversión axiológica a la que

pueden ser sometidos por la delincuencia organizada.

Precisamente, considero que la Corte Constitucional, teniendo en mente tan

loables y excelsos propósitos, en virtud de la sentencia T – 617 DE 2010, así

discurrió:

“(I) el fin de la jurisdicción especial indígena es resolver conflictos internos de

las comunidades aborígenes para que, en su ámbito territorial interno, se

preserve su cosmovisión o forma de vida; (II) el campo de aplicación de un

fuero especial se centra en los fines que persigue su consagración. (iii)

Haciendo una analogía con la jurisdicción penal militar, si en ese ámbito el

fuero debe aplicarse exclusivamente a las conductas que pueden perjudicar la

prestación del servicio, en la jurisdicción especial indígena, el fuero debe

limitarse a los asuntos que conciernen únicamente a la comunidad. Por lo tanto

[IV- concluye la Sala el argumento], el fuero no procede para delitos de especial

gravedad que deben ser reprimidos más allá de consideraciones culturales,

especialmente tomando en cuenta que la interpretación de las normas que

habilitan la procedencia de las jurisdicciones debe efectuarse de manera

restrictiva”. (Resaltado y negrillas fuera de texto).

Y en este sentido, no podrían ser más claros nuestra Constitución Política

en el art. 246 y el convenio 169 de la OIT, por bloque de constitucionalidad

integrado a nuestra constitución, en determinar que las autoridades

indígenas tendrán autonomía y libertad para atender dentro de su territorio

los asuntos que le competen, aplicando sus métodos y procedimientos de

juzgamiento instaurados, siempre y cuando éstas respeten el marco

normativo superior y mayoritario.

Entonces la misma Corte y la legislación prenombrada es diáfana tras

advertir que sí se da la prevalencia a la autonomía judicial de la

comunidades indígenas siempre y cuando no se corra el riesgo de

conculcar la dignidad, vida, honra y bienes, derecho de defensa y debido

proceso, de las víctimas y de los mismos victimarios. (Cuando de delitos

sexuales y de alto impacto social se trate).

Además la Corte Constitucional en Sentencia T-1026 de 2008, Magistrado

Ponente: Dr. Marco Gerardo Monroy Cabra, lo ha reconocido amplia y

sistemáticamente, tras advertir que: “Tal y como lo establece la

Constitución Política, el principio del respeto a la autonomía de la

jurisdicción indígena y del fuero que se deriva, no son absolutos. En este

sentido, la jurisprudencia de la Corte Constitucional ha establecido el

principio de maximización de la autonomía y minimización de las

restricciones”.

Y es en virtud de tal principio, que se establece como regla general el

respeto de la jurisdicción especial, pero se procede a su limitación cuando

resulte estrictamente necesario para salvaguardar los intereses superiores,

consagrados en nuestra Constitución.

Además, desde la Sentencia T-254 de 1994, la Corte se pronunció sobre la

tensión entre el principio de la diversidad étnica y cultural y el sistema de

derechos fundamentales consagrados en la Constitución, estableciendo

que el Constituyente, frente a la disyuntiva antes anotada, ha preferido una

posición intermedia, toda vez que no opta por un universalismo extremo,

pero tampoco se inclina por un relativismo cultural incondicional.

7.2 Los derechos fundamentales constitucionales constituyen el mínimo

obligatorio de convivencia para todos los particulares. Pese a que la

sujeción a la Constitución y a la ley es un deber de todos los nacionales en

general (CP arts. 4, 6 y 95), dentro de los que se incluyen los indígenas, no

sobra subrayar que el sistema axiológico contenido en la Carta de

derechos y deberes, particularmente los derechos fundamentales,

constituyen un límite material al principio de diversidad étnica y cultural y a

los códigos de valores propios de las diversas comunidades indígenas que

habitan el territorio nacional, las que, dicho sea de paso, estuvieron

representadas en la Asamblea Nacional Constituyente.

7.3 Las normas legales imperativas (de orden público) de la República

priman sobre los usos y costumbres de las comunidades indígenas,

siempre y cuando protejan directamente un valor constitucional superior al

principio de diversidad étnica y cultural. La interpretación de la ley como

límite al reconocimiento de los usos y costumbres no puede llegar hasta el

extremo de hacer nugatorio el contenido de éstas por la simple existencia

de la norma legal. El carácter normativo de la Constitución impone la

necesidad de sopesar la importancia relativa de los valores protegidos por

la norma constitucional - diversidad, pluralismo - y aquellos tutelados por

las normas legales imperativas. Hay un ámbito intangible del pluralismo y

de la diversidad étnica y cultural de los pueblos indígenas que no puede ser

objeto de disposición por parte de la ley, pues se pondría en peligro su

preservación y se socavaría su riqueza, la que justamente reside en el

mantenimiento de la diferencia cultural. La jurisdicción especial (CP art.

246) y las funciones de autogobierno encomendadas a los consejos

indígenas (CP art. 330) deben ejercerse, en consecuencia, según sus usos

y costumbres, pero respetando las leyes imperativas sobre la materia que

protejan valores constitucionales superiores.

La Corte además estableció23 dos criterios que se han venido reiterando

frente a las restricciones legítimas de la jurisdicción especial indígena, y

que sólo pueden presentarse cuando está de por medio un interés superior,

y que la medida no resulte excesivamente gravosa para la comunidad. Esta

misma posición fue acogida en las Sentencias T-496 de 1996, T-523 de

1997, SU-039 de 1997, T-606 de 2001 y T-811 de 2004 (entre otras). Así,

en la providencia se señala:

“Teniendo en cuenta esta definición (que no pretende ser sino una

aproximación a lo que puede entenderse por “etnia”, el desarrollo del

principio de la diversidad cultural en las normas constitucionales citadas, y

considerando que sólo con un alto grado de autonomía es posible la

supervivencia cultural, [18] puede concluirse como regla para el intérprete

la de la maximización de la autonomía de las comunidades indígenas y, por

lo tanto, la de la minimización de las restricciones a las indispensables para

salvaguardar intereses de superior jerarquía”.

Esta regla supone que al ponderar los intereses que puedan enfrentarse en

un caso concreto al interés de la preservación de la diversidad étnica de la

nación, sólo serán admisibles las restricciones a la autonomía de las

comunidades, cuando se cumplan las siguientes condiciones:

a. Que se trate de una medida necesaria para salvaguardar un interés

de superior jerarquía (v.g. la seguridad interna).

b. Que se trate de las medidas menos gravosas para la autonomía que

se les reconoce a las comunidades étnicas. (Subrayado fuera del texto

23

Sentencia T-349 de 1996

También dijo la Corte a este respecto que:

“50. Pese a que la Corte ha considerado "aventurado establecer reglas

generales que diriman el conflicto entre diversidad y unidad", - lo cual

implica que la resolución de tal conflicto deba hacerse a la luz de las

particularidades de cada caso concreto, según la cultura involucrada, su

grado de aislamiento o integración respecto de la sociedad mayoritaria,

etc.-,[19] sí ha establecido una serie de principios generales de

interpretación, fundados en el ya citado axioma según el cual la diversidad

étnica y cultural sólo puede ser limitada por normas fundadas en principios

de mayor monta. Dichas reglas interpretativas son las siguientes: (1) a

mayor conservación de usos y costumbres, mayor autonomía y (2) el

núcleo esencial de los derechos fundamentales constitucionales constituye

el mínimo obligatorio de convivencia para todos los particulares.[20]”

(Subrayado fuera del texto)

Con lo anterior, además se busca indudablemente, proteger a la comunidad

indígena colombiana para que no se vea afectada -como en efecto lo

pretenden hacer-, las fuerzas al margen de la ley, garantizando su

supervivencia y el respeto por sus usos, costumbres y cosmovisión, tal como lo

ha pregonado la Corte Constitucional en reiteradas oportunidades.

Sin embargo, dichas supervivencia y respeto, se predica en doble vía, del

grupo minoritario por la cultura de la mayoría, como de ésta hacia aquella. En

ese sentido, las dos deben amoldarse y acatar los principios fundantes de

nuestro Estado social de Derecho.

Deviene entonces, que la jurisdicción indígena debe tener un marco normativo

mínimo que garantice la eficacia de tales valores. Viéndose limitada en su

ejercicio por ellos. En otros términos no puede prevalecer si la conducta objeto

pasible de juzgamiento atenta contra la dignidad humana, los derechos de

género, el principio de legalidad y dosificación punitiva, el mismo pluralismo

jurídico, la diversidad étnica y el núcleo esencial de los derechos

fundamentales.

Así mismo, será inaplicable si sus procedimientos para el juzgamiento implican

ultraje, tortura o humillación. Otro tanto debe adverarse si desconoce el

derecho a la defensa y los derechos de reparación integral de las víctimas. En

igual sentido si las sanciones impuestas violan el principio de legalidad, con

penas privativas de la libertad exorbitantes o irrisorias o impliquen destierro,

prisión perpetua o confiscación (art. 34 carta política).