Repensando El Presidencialismo Desafíos y Caídas Presidenciales en El Cono Sur

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    mrica Latina Hoyniversidad de [email protected]

    SSN (Versin impresa): 1130-2887SPAA

    2008Kathryn Hochstetler

    REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO: DESAFOS Y CADAS PRESIDENCIALESEN EL CONO SUR

    Amrica Latina Hoy, agosto, nmero 049Universidad de Salamanca

    Salamanca, Espaapp. 51-72

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    http://redalyc.uaemex.mx

    mailto:[email protected]://redalyc.uaemex.mx/http://redalyc.uaemex.mx/http://redalyc.uaemex.mx/mailto:[email protected]
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    REPENSANDO EL PRESIDENCIALISMO:DESAFOS Y CADAS PRESIDENCIALES EN EL CONO SUR

    Rethinking presidentialism: challenges and presidential falls

    in the Southern Cone

    Kathryn HOCHSTETLERUniversity of New Mexico [email protected]

    BIBLID [1130-2887 (2008) 49, 51-72]Fecha de recepcin: agosto del 2007Fecha de aceptacin y versin final: marzo del 2008

    RESUMEN: Desde 1978, el 40% de los presidentes electos en Sudamrica han sido desafiadospor actores civiles que intentaron forzarlos a dejar sus cargos antes de tiempo. A travs del juiciopoltico (impeachment) y de renuncias, 23% han cado y han sido reemplazados por civiles. Lospresidentes desafiados fueron ms proclives a seguir polticas neoliberales, a estar personalmen-te implicados en escndalos y a carecer de mayora parlamentaria en relacin a sus colegas nodesafiados. Entre los presidentes desafiados, la presencia o ausencia de grandes protestas calleje-ras demandando que fueran removidos de sus cargos es un factor crucial en la determinacinde sus destinos. Estos desarrollos cuestionan diversos supuestos centrales acerca de los regmenespresidencialistas: que los mandatos presidenciales son firmemente fijos y que la consecuencia delconflicto poltico en el presidencialismo es el quiebre democrtico.

    Palabras clave: presidencialismo, Sudamrica, cada presidencial, desafos.

    ABSTRACT: Since 1978, forty percent of elected presidents in South America have beenchallenged by civilian actors trying to force them to leave office early. Through impeachment andresignations, twenty three percent have fallen and been replaced by civilians. I find that challengedpresidents were more likely to pursue neoliberal policies, be personally implicated in scandal, andlack a congressional majority than their unchallenged counterparts. Among challenged presidents,the presence or absence of large street protests demanding they be removed from office is thencrucial in determining their fates. These developments confound several core assumptions aboutpresidential regimes: that presidential terms are firmly fixed, that populations cannot withdrawas well as grant presidential mandates, and that the consequences of political conflict in presi-dentialism are democratic breakdown.

    Key words: presidentialism, South America, presidential fall, challenges.

    Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 49, 2008, pp. 51-72

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    I. INTRODUCCIN1

    Desde que los pases sudamericanos volvieron a tener gobiernos civiles en las dca-das de 1970 y 1980, el 23% de sus presidentes electos han sido forzados a dejar suscargos antes del fin de sus mandatos. Esta tasa impresionante de salidas presidencia-les tempranas ha recibido poca atencin sistemtica, aunque debera ser central en losdebates sobre la calidad de la democracia y la posible inestabilidad en los sistemas pre-sidenciales. Este artculo se concentra en los desafos: por qu y cmo los sudameri-canos demandan a sus presidentes que dejen sus cargos antes? Desde 1978, los desafosms serios han venido de actores civiles en el Congreso, en las calles, o de ambos a lavez. Luego de examinar el conjunto completo de presidencias, argumento que los pre-

    sidentes desafiados fueron ms proclives a estar personalmente implicados en escn-dalos, a seguir polticas neoliberales y a carecer de mayora parlamentaria en relacina sus contrapartes no desafiadas. La presencia o ausencia de protestas callejeras, portanto, jug un papel central para determinar qu presidentes realmente cayeron. Laconclusin plantea las posibles consecuencias de estos patrones regionales para el pre-sidencialismo como un todo.

    II. PRESIDENCIALISMO Y CADAS PRESIDENCIALES

    El contraste entre los regmenes presidencial y parlamentario es una de las dico-tomas fundamentales de la poltica democrtica comparada, con debates perennes acer-ca de cul tipo de regimen es ms estable o ms democrtico (Linz y Valenzuela, 1994;

    Mainwaring y Shugart, 1997; Przeworski, lvarez, Cheibub y Limongi, 2000). Este ar-tculo mira slo regmenes presidenciales, dado que su dilema central de finalizacintemprana del mandato ejecutivo es slo posible en el presidencialismo. Parte de la defi-nicin clsica de Sartori (1994: 84) de que un rgimen es presidencial: si y slo si, lacabeza del Estado i) surge de una eleccin popular, ii) durante su perodo preestable-cido no puede ser despedido por voto parlamentario y iii) encabeza o similarmente diri-ge los gobiernos que l o ella elige.

    Linz (1994: 6) plantea dos rasgos comunes en todos los sistemas presidencialistas:que un presidente directamente electo disfruta de una legitimidad democrtica indivi-dual y que es seleccionado por un mandato fijo. Estas definiciones conforman la baseconsensuada para la mayora de las siguientes investigaciones sobre presidencialismo ysus efectos.

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    1. Este trabajo fue publicado originariamente en Comparative Politics, julio de 2006 y es reim-preso con el permiso de The City University of New York. Quisiera agradecer las sugerencias de JavierAuyero, Elisabeth Jay Friedman, Dawn King, Steven Levitsky, Fiona Macaulay, Vicky Murillo, DavidSamuels, Kurt Weyland y de los evaluadores externos deAmrica Latina Hoy, Revista de Ciencias Sociales.Un especial agradecimiento va para Kyle Saunders por su asistencia en el anlisis estadstico y su inter-pretacin. Finalmente, los bibliotecarios delLatin American Centre, Oxford University, fueron de muchaayuda al permitirme leer cientos de nmeros deLatin American Weekly Report. Traduccin del textoa cargo de Georgina Paolino.

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    En contradiccin con estas expectativas, la emergencia regular de actores desafiantesque demandan que los presidentes dejen sus cargos antes sugiere que las elecciones direc-tas en Sudamrica no otorgan siempre a los presidentes la legitimidad suficiente paraterminar sus mandatos. Este estudio considera slo a los presidentes que fueron elec-tos por voto popular de sus ciudadanos y por tanto que tuvieron, en un momento, evi-dencia de su legitimidad individual a nivel electoral para encabezar el Estado y elgobierno. De los cuarenta presidentes cuyos mandatos terminaron a finales de 2003,diecisis de ellos (40%) experimentaron desafos para continuar en su cargo hasta ter-minar su mandato y nueve (23%) terminaron sus mandatos fijos antes (ver Tabla I).

    TABLA I. DESTINOS DE LOS PRESIDENTES SUDAMERICANOS POPULARMENTE ELECTOS(1978-2003)

    Nota: Esta lista no incluye a los presidentes cuyos mandatos terminaron antes por razones de enfermedad omuerte, ni a los presidentes cuyos mandatos no haban terminado para el ao 2003. El texto y las notas enla seccin Por qu los presidentes son desafiados explican cmo los casos fueron codificados.Fuente: Elaboracin de la autora.

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    Pas Presidente Mandato Minora Escndalo Neoliberal ResultadoArgentina Alfonsn

    Menem IMenem IIDe la Ra

    1983-19891989-19951995-19991999-2001

    SSSS

    NoNoS

    No

    NoSSS

    RenunciCompletCompletRenunci

    Bolivia Paz EstenssoroPaz ZamoraSnchez de LozadaSnchez de Lozada

    1985-19891989-19931993-19972002-2003

    SSSS

    NoSS

    No

    SSSS

    CompletCompletCompletRenunci

    Brasil Collor de MelloCardoso ICardoso II

    1990-19921995-19981999-2002

    SSS

    SNoNo

    SSS

    Juicio poltico; renunci; condenadoDesafiado; completDesafiado; complet

    Chile AylwinFrei

    1990-19941994-2000

    SS

    NoNo

    SS

    CompletComplet

    Colombia TurbayBetancurBarco

    GaviriaSamperPastrana

    1979-19821982-19861986-1990

    1990-19941994-19981998-2002

    NoSS

    NoNoS

    NoNoNo

    NoSS

    NoS

    No

    SNoS

    CompletCompletComplet

    CompletDesafiado; completComplet

    Ecuador Febres CorderoBorjaDurn BallenBucaramMahuad

    1984-19881988-19921992-19961996-19971998-2000

    SSSSS

    NoNoSSS

    SSSSS

    Desafiado; completDesafiado; completCompletDesignado incapazGolpe civil/militar; designado desertor

    Paraguay RodrguezWasmosyCubas

    1989-19931993-19981998-1999

    NoS

    No

    NoSS

    SSS

    CompletDesafiado; completRenunci al encarar juicio poltico

    Per BelandeGarcaFujimori IFujimori IIFujimori III

    1980-19851985-19901990-19951995-20002000-2000

    NoNoS

    NoS

    NoS

    NoNoS

    SNoSSS

    CompletComplet

    Juicio poltico; completCompletRenunci; designado incapaz

    Uruguay Sanguinetti ILacalleSanguinetti II

    1985-19901990-19951995-2000

    SSS

    NoNoNo

    NoSS

    CompletCompletComplet

    Venezuela Herrera CampinsLusinchiPrezCalderaChvez

    1979-19841984-19891989-19931994-19991999-2000

    SNoSSS

    NoNoS

    NoNo

    NoNoSS

    No

    CompletCompletJuicio poltico; designado desertorCompletComplet

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    Presidentes en Ecuador y Bolivia han cado tambin desde 2003 y Chvez en Ve-nezuela ha sobrevivido por poco los desafos a su gobierno. Dados estos desarrollos,es obvio que los presidentes sudamericanos no pueden asumir que permanecern unmandato dado y fijo en su cargo.

    El trmino cada presidencial es usado aqu para identificar todas las veces enque presidentes electos dejaron sus cargos antes de que sus mandatos concluyeran, yasea porque renunciaron o porque fueron expulsados por juicio poltico o por cualquierotra manera forzosa de renuncia. Los desafos involucran acciones concretas para con-vencer a un presidente de que renuncie o para forzarlo a dejar su cargo. Los distintosdesafos y cadas son considerados juntos bajo la base terica de que son todas desvia-ciones iguales respecto del mandato fijo esperado del presidencialismo.

    Una observacin crucial acerca de estos casos es que todos desembocaron en nue-vos presidentes civiles. En otras palabras, las cadas presidenciales como se discutenaqu son cambios dentro del rgimen, no quiebres del rgimen. De manera homo-gnea, vicepresidentes y lderes legislativos tomaron sus mandatos constitucionalescomo presidentes luego de cadas presidenciales. Dos desafos incluyeron protagonistasmilitares (Ecuador en 2000 y Venezuela en 2002) pero estos casos tambin termina-ron rpidamente en regmenes civiles. La naturaleza civil de las cadas presidencialeses especialmente notable dado que actores no-civiles amenazaron ineficientementea presidentes durante este tiempo. La expectativa de Linz de que las Fuerzas Armadassurgiran como un poder moderador para manejar conflictos entre el Ejecutivo y elLegislativo queda dramticamente refutada.

    Consecuentemente, mi enfoque est en los desafos a los presidentes que surgende actores civiles, en la Legislatura o en la sociedad civil. Muchos estudios de cadaspresidenciales en Sudamrica se han focalizado en las negociaciones de elite que hicie-ron caer a los presidentes en un pas, tratando a las protestas callejeras como una pre-sin detrs de las elites (Carey, 2003a; Schamis, 2002; Carey, 2003b)2.

    Otros, sin embargo, otorgan un lugar central al papel de la protesta masiva en unacada presidencial especfica (Abente-Brun, 1999; Garca Caldern, 2001; Lucero, 2001;Weyland, 1993; Prez Lin, 2003)3. Si bien estos artculos proveen informacin valio-sa sobre el desarrollo de los eventos hacia la crisis, sostengo que el estudio de las ca-das presidenciales necesita avanzar en dos caminos para entender el fenmeno generalen Sudamrica y quizs ms all.

    Primero, todos estos estudios sufren el error metodolgico de seleccionar sobre lavariable dependiente desde el ngulo que busca entender las causas de las cadas pre-sidenciales. Seleccionan casos porque los presidentes cayeron y carecen de casos corres-

    pondientes donde los presidentes permanezcan en sus cargos todo su mandato a pesarde esfuerzos por hacerlos caer. Este artculo usa una herramienta de los estudios sobre

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    2. La revisin de J. CAREY (2003b) de una serie de casos recientes tambin presume que lasrelaciones Ejecutivo-Legislativo son centrales.

    3. En la conclusin de su estudio comparativo sobre un nuevo presidencialismo, A. PREZLIN reconoce el papel aparente de la protesta popular, aunque no la analiza.

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    movimientos sociales, el anlisis de eventos de protesta, para corregir este problemametodolgico. El anlisis de eventos de protesta usa fuentes de medios para documentarla ocurrencia de formas no convencionales de accin colectiva, como un primer paso,para luego evaluar las causas o consecuencias de esa accin (Koopmans y Rucht, 1999).He usado esta tcnica para documentar las diecisis veces desde 1978 en que la socie-dad civil o las elites parlamentarias sudamericanas se han movido para demandar la fina-lizacin temprana de mandatos presidenciales (ver Tabla II).

    TABLA II. DESAFOS CIVILES A PRESIDENTES SUDAMERICANOS POPULARMENTE ELECTOS(1978-2003)

    Fuente: Elaboracin de la autora.

    La mayora de los esfuerzos fallidos son ampliamente olvidados, dado que no tuvie-ron xito, pero son tan cruciales para entender las cadas presidenciales como los queresultaron exitosos. La primera seccin emprica comienza con tres razones de los desa-fos inductivamente identificadas: las polticas econmicas neoliberales del presiden-te, su involucramiento personal en escndalos y su estatus minoritario. Luego examinalas cuarenta presidencias y encuentra que cada una es un factor de riesgo para los pre-sidentes que quieren completar sus mandatos, dado que presidentes desafiados y quecayeron comparten desproporcionadamente estas caractersticas comparados con el con-

    junto completo de presidentes.Mi segundo argumento es que la presencia o ausencia de protestas callejeras es

    central para los resultados de los desafos: mientras que tanto elites polticas como lasociedad civil organizada han intentado remover presidentes tempranamente, todaslas movilizaciones exitosas en pos de cadas presidenciales han incluido actores de lasociedad civil demandando en las calles que los presidentes se vayan4. Como muestra

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    4. Uso aqu el trmino sociedad civil de una manera pobremente descriptiva para indicar queestos actores son no-estatales. No hago supuestos normativos sobre si son necesariamente civiles odemocrticos.

    Lugar de la accinResultado

    Calle Calle y Legislatura Legislatura

    Presidente cay 1989 Argentina1999-2000 Ecuador2001 Argentina2003 Bolivia

    1992 Brasil1992-93 Venezuela1997 Ecuador1998-99 Paraguay2000 Per

    Presidente permanecien su cargo

    1995 Brasil 1999 Brasil 1987 Ecuador1991-92 Per1992 Ecuador1994 Paraguay1995-96 Colombia

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    la Tabla II con su cuadrante vaco, los cinco intentos por remover presidentes que tuvie-ron lugar exclusivamente en la Legislatura fallaron. Estas observaciones sugieren quela protesta callejera es decisiva al menos en las etapas finales de las cadas presiden-ciales. Las protestas callejeras de actores de la sociedad civil, con o sin accin legisla-tiva paralela, parecen ser el poder moderador de los nuevos regmenes civiles. Estomarca un retroceso en patrones anteriores, cuando las Fuerzas Armadas jugaron estepapel en la regin, con estas intervenciones a menudo disparadas por las protestas calle-

    jeras masivas. La segunda seccin emprica discute cmo la protesta callejera masivacontribuye a las cadas presidenciales, ya sea directamente o acompaando la accinlegislativa.

    El papel central de la protesta masiva en las cadas presidenciales sugiere una nece-sidad de mayor reflexin sobre el papel de la sociedad civil en el presidencialismo. Laliteratura sobre consolidacin democrtica generalmente ha recurrido demasiado rpi-do a las instituciones en lugar de las relaciones Estado-sociedad para explicar resul-tados polticos (Kashar, 1999). Esto ha sido as para los estudios sobre presidencialismotambin, a pesar del hecho de que uno de los rasgos principales de los sistemas pre-sidencialistas es que el mandato que el presidente recibe de la poblacin es bajo el for-mato electoral (Stokes, 2001). Las discusiones sobre el presidencialismo han pasadopor alto las maneras en que los ciudadanos evidentemente pueden remover el man-dato que otorgan; un fenmeno que est volvindose ms comn, con la consolida-cin democrtica.

    La mayora de los estudios sobre presidencialismo se han separado del trabajo cl-sico de Linz (1994) comparando presidencialismo y parlamentarismo. Cuando Linzayud a lanzar el estudio comparativo de estos sistemas, en la dcada de 1980, tenarazn al argumentar que las instituciones haban sido subestudiadas y necesitaban sercuidadosamente sopesadas. Los siguientes estudios institucionales trajeron muchoshallazgos. Los factores institucionales de elite son claramente centrales en la polticarutinaria (77% de los presidentes recientes en Sudamrica no cayeron) y numerososartculos continan mapeando interesantes reas de investigacin por este tipo de pol-tica (Amorim Neto, 2006; Cheibub, 2002; Samuels y Shugart, 2003). En cuanto a lapoltica no-rutinaria, sin embargo, los anlisis institucionales son menos tiles (Weyland,2002). Los desafos a los presidentes desde la sociedad civil presentan un dilema parael anlisis institucional de las rutinas, siguiendo lo que Geddes (2003) identifica comolas dos asunciones simplificadoras estndar para entender la poltica en regmenesdemocrticos: Primero, que los funcionarios quieren permanecer en sus cargos; segun-do, que la mejor estrategia para hacer eso es dar a la base electoral lo que quiere. La

    evidencia de este artculo sugiere que las explicaciones de resultados polticos extraor-dinarios, como las cadas presidenciales, deben incluir a la sociedad civil como un par-ticipante activo, especialmente en la resolucin de esta contradiccin.

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    III. ANLISIS DE EVENTOS DE PROTESTA QUE DESAFIARON A LOS PRESIDENTES

    Los desafos son identificados aqu a travs del anlisis de eventos de protesta queutiliza las fuentes de medios impresos para localizar la ocurrencia de stos, usando pro-cedimientos codificados y estandarizados (Koopmans y Rucht, 1999). La informacinde los desafos presentada aqu est basada en los veinticinco aos del boletn de noti-ciasLatin American Weekly Report (LAWR). El Weekly Report se presenta como pro-veedor de un resumen informativo orientado en el riesgo, oportuno y conciso5. Estamisin significa que el LAWR est muy alerta a eventos de protesta as como a activi-dades inusuales de elite, como procesos de juicio poltico. El formato semanal impli-ca que reporta slo lo ms importante de stos, creando una usual tendencia de datosorientada a eventos ms dramticos. Dado que el tpico de inters aqu son los esfuer-zos para destituir presidentes, LAWR atrapa los eventos relevantes.

    Una cuestin en los anlisis de eventos de protesta es determinar cules cuentancomo protesta o, aqu, como desafo. En cuanto a los actores de la sociedad civil, esteestudio se focaliza en las movilizaciones masivas reportadas que pusieron a las mul-titudes en la calle6. En relacin a las acciones parlamentarias, busqu reportes sobrela programacin de procedimientos formales de juicio poltico u otros esfuerzos con-cretos para remover presidentes. Para determinar si una protesta o accin parlamen-taria especfica realmente apuntaba a destituir un presidente, simplemente tom elreclamo reportado en LAWR que siempre declaraba directamente cul era la deman-da: reforma agraria, aumento salarial o (lo que interesa en este estudio) la cada pre-sidencial. Los observadores de marchas de protesta de miles de personas entendernque tales caracterizaciones inevitablemente borran las diferentes razones que los indi-viduos llevan a las calles, pero generalmente hay una preponderancia de evidencia sobrequ une a la gente.

    IV. POR QU LOS PRESIDENTES SON DESAFIADOS

    Esta seccin identifica y analiza las caractersticas que separan a los presidentes de-safiados de sus contrapartes regionales. Una evaluacin inductiva de los desafos actua-les mostraba que tres temas motivaban virtualmente todas las campaas para removerpresidentes antes de tiempo. Para los actores de la sociedad civil, falta de satisfaccincon las polticas econmicas era la razn ms comn para desafiar presidentes. Acu-saciones de corrupcin, cuando se vinculaban con la figura presidencial, eran impor-

    tantes en ambos grupos de actores. Legisladores que enfrentan presidentes minoritarios

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    5. Ver http://www.latinnews.com/lwr_/LWR_2315.asp. Las citas de nmeros especficos siguenel formato de la publicacin: WR-00-03 es el tercer nmero de Weekly Report en 2000.

    6. Esto contrasta con los tipos ms institucionalizados de actividad que han emergido en muchossectores de movimientos sociales desde la vuelta al gobierno civil. Ver E. FRIEDMAN y K. HOCHSTETLER(2002).

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    tambin suelen presentar desafos para dirimir las relaciones entre poderes en la prc-tica, siguiendo los mltiples cambios formales en las Constituciones durante este pe-rodo. Esta seccin toma cada una de estas razones para desafiar a un presidente,describiendo los tipos de desafos basados en cada uno y examinando la incidenciade cada factor entre el grupo completo de cuarenta presidentes (ver Tabla I). En laconclusin a esta seccin, presento las perspectivas que se predicen a partir de unmodelo de regresin logstica para las variables dependientes, que muestran que lapresencia o ausencia de un escndalo tiene el mayor impacto sobre la probabilidadtanto de un desafo como de una cada presidencial.

    V. POLTICAS ECONMICAS

    La difusin regional de polticas orientadas al mercado durante este perodo detiempo gener intensos conflictos polticos y econmicos (Wise y Roett, 2003). Mientrasque algunos celebraron las polticas neoliberales, las protestas en contra llenaron lascalles de las capitales sudamericanas repetidamente. La mayora de stas no se con-virtieron en protestas contra presidentes en el poder. Todas menos dos de las coali-ciones desafiantes con base en las calles (1998-1999 en Paraguay y Per en el 2000)desaprobaban las polticas econmicas de los presidentes, sin embargo, con un patrncaracterstico de meses de protestas antieconmicas, de repente, explotaron en unainsistencia en que los presidentes renunciaran. En consecuencia, siete meses de con-tinuas protestas contra las polticas econmicas de De la Ra en Argentina se trans-formaron en llamados para que se fuera, que se produjeron las ltimas dos semanasantes de que renunciara. Diez presidentes que siguieron polticas neoliberales fueronblancos de desafos con base en las calles, mientras que slo uno no neoliberal del gru-po analizado (Alfonsn, en Argentina, en 1989) enfrent desafos en las calles.

    En estos desafos, la escala de la demanda aparece relacionada con los actores in-volucrados. Los movimientos con base en las calles contra presidentes por temas eco-nmicos estaban generalmente coordinados por organizaciones de la sociedad civilexistentes. Sindicatos y estudiantes formaron el ncleo de todas estas movilizaciones,con las principales organizaciones sindicales repetidamente en el frente. Cuando las pro-testas involucraban slo sindicatos y estudiantes, se enfocaban en demandas econmi-cas ms especficas. Movilizaciones ms amplias que, en realidad, insistan en que lospresidentes dejaran sus cargos antes, siempre tuvieron participantes adicionales, inclu-yendo ciudadanos individuales que fueron motivados a unirse. Las organizaciones adi-

    cionales variaron por pas, pero otros participantes comunes fueron campesinos,organizaciones eclesisticas y grupos vecinales. En Ecuador y Bolivia los grupos ind-genas han sido jugadores centrales, mientras que en Brasil y Venezuela a veces lo hansido asociaciones profesionales. Los grupos empresariales tambin apoyaron todas lasmovilizaciones de la sociedad civil incluyendo el esfuerzo por remover a Bucaram en1997; en Venezuela, desde entonces, slo han sido parte de desafos a Chvez.

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    Los presidentes desafiados fueron mucho ms propensos a seguir polticas econ-micas neoliberales que polticas de seguridad o populistas (diez contra uno)7. Este resul-tado desproporcionado est de alguna manera moderado al mirar al grupo completode presidentes luego de 1978, dado que muchos ms presidentes siguieron esas polti-cas. De los treinta y un presidentes neoliberales, catorce fueron desafiados (40%) y ochocayeron (31%). Esos nmeros son ms altos que el 33% de los presidentes orientadosa la seguridad (tres de nueve) que fueron desafiados y que el 11% (uno) que cay, peromuchos presidentes sobrevivieron a este factor de riesgo. Para completar el cuadro, hahabido tambin protestas contra presidentes en el nico pas de la regin que ha rotoms claramente con el neoliberalismo, Venezuela.

    VI. CORRUPCIN Y OTROS ESCNDALOS

    Los Congresos y los actores de la sociedad civil a menudo se unen para desafiarpresidentes cuando hay buena evidencia de corrupcin o escndalos que involucren alpresidente mismo. Los Congresos inician numerosas investigaciones en tales casos, usan-do los recursos y procedimientos de su rama de gobierno. En su mayora, los legisla-dores se autolimitaron a procesos legales en sus esfuerzos por remover presidentes porcorrupcin y los ciudadanos apoyaron sus esfuerzos.

    El proceso formal de juicio poltico fue el ms comn, iniciado en nueve de oncedesafos legislativos a presidentes y amenazado en muchas ms ocasiones (Baumgartner,2003; Prez Lin, 2003). No obstante, la mayora de las legislaturas tienen, y even-tualmente usaron, una variedad de procedimientos de remocin ms o menos consti-tucionales en estos casos. Slo el juicio poltico brasileo en 1992, de libro de texto,realmente pas por todos los pasos legales del juicio poltico, desde la investigacinal juicio poltico por un cuerpo al enjuiciamiento final por otro. En varios casos, losCongresos eligieron procesos de remocin que no requeran las supermayoras del jui-cio poltico, removiendo presidentes por desercin (Venezuela en 1993 y Ecuador en2000), incapacidad mental (Ecuador en 1997) e incapacidad moral (Per en 2000). Eluso de estos tipos de procedimientos puede parece bastante alejado del juicio polti-co, que suele ser considerado un proceso especial de remocin legal no-partidista encaso de un especial mal ejercicio presidencial. Por el contrario, el juicio poltico hasido siempre fundamentalmente un proceso poltico de principio a fin (Baumgartner,2003: 5), haciendo las distinciones entre estos tipos de remociones menos centrales.La traduccin al espaol del trmino ingls impeachment, juicio poltico, hace ms cla-

    ro el doble significado de la palabra. Literalmente, juicio poltico puede referir tantoa la instruccin constitucional que un cuerpo poltico, el Congreso, constituye para

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    7. Informacin sobre 1982-1995 de S. STOKES (2001: 14-15). Informacin sobre otros aos deThe Economist. Esta columna, en la Tabla I, est marcada como S para los presidentes cuya orien-tacin de poltica en el gobierno era neoliberal; y No para orientaciones de poltica que The Economistdenomina populista.

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    juzgar el caso extraordinario de remocin legal de una figura poltica o para enjuicia-mientos que estn polticamente motivados.

    Ambos significados son relevantes para los desafos legislativos a los presidentesen Sudamrica ms recientes. El juicio poltico brasileo a Collor en 1992 es el mejorejemplo de un proceso constitucional completo. La remocin de Prez en Venezuelailustra ambos significados: mientras que l fue apropiadamente sometido a juicio pol-tico y removido de su cargo por su oscuro uso de un fondo de 17 millones de dlarespara fines ilcitos, ste fue simplemente el ltimo de cinco intentos llevados a cabo porun Congreso hostil para removerlo en un perodo de dieciocho meses. Adicionalmente,luego de que Prez dimiti para esperar su enjuiciamiento, el Congreso lo removi per-manentemente antes de que comenzara, bajo la cuestionable base de que haba aban-donado su cargo (WR-93-36).

    Los ciudadanos a menudo planean manifestaciones en apoyo de estos esfuerzos par-lamentarios basados en casos de corrupcin, siendo la mayor los millones de brasile-os que insistieron para que Collor se fuera. Sobre la base de evidencia no sistemticadel Weekly Reports, la evidencia de corrupcin personal tambin parece estar relacio-nada con bajos niveles de aprobacin de la opinin pblica, que contribuyeron a lasprotestas callejeras. Slo el 8% de los brasileos consideraban al rgimen de Collor comobueno cuando comenz su ao de declive, mientras que el venezolano Prez cay a unhistrico 6% de aprobacin8. Mahuad de Ecuador se mantiene en el fondo, con slo2% de aprobacin cuando era desafiado (WR-00-02). El rpido impacto de la corrup-cin en la opinin pblica puede verse en Per, donde los ndices de aprobacin deFujimori cayeron de 43% a 16% luego de un vdeo que mostraba claramente la corrup-cin en su administracin, ms all de la gran voluntad del pblico peruano para acep-tar sus abusos de poder (WR-00-40).

    Evaluar la incidencia general de la corrupcin y los escndalos entre los presidentesde la regin es un reto para el analista y para los ciudadanos sudamericanos. Las acu-saciones son casi constantes y la accin judicial contra un presidente no es ni nece-saria ni suficiente para probar el mal accionar. La estrategia de investigacin usadaaqu, que marca a un presidente como personalmente corrupto cuando los cargos sonsuficientemente crebles para aparecer como la principal noticia de la semana en LAWR,acerca el nivel domstico de creencia de que el presidente es corrupto 9. Esta creen-cia, ya sea verdad o no, es la posible base de los desafos. La ausencia de corrupcinreportada no parece proteger a los presidentes, ocho de veintisis de los presidentesdesafiados (31%), y slo tres presidentes presumiblemente no-corruptos cayeron en

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    8. Sobre Brasil, ver WR-92-01; sobre Venezuela, ver A. ROMERO (1997).9. sta es una estimacin muy conservadora sobre el nivel de corrupcin, dado que LAWRfre-

    cuentemente no reporta corrupcin por otras fuentes. Adicionalmente, debe notarse que un presi-dente es etiquetado como corrupto slo si el reporte es hecho durante el mandato actual cuando lpodra ser desafiado. En esta columna de la Tabla I, S significa que el presidente fue personal-mente implicado en cargos por ofensas que pueden someterse a juicio poltico, normalmente corrup-cin financiera.

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    realidad10. Contrariamente, mientras que la accin contra presidentes corruptos es amenudo rpida, la mayor parte de los casos muestra que muchos presidentes sobre-viven a serias acusaciones de corrupcin personal, con seis de catorce (43%) no de-safiados durante sus mandatos y slo seis removidos tempranamente de sus cargos.

    VII. PRESIDENTES CON MINORA

    En las legislaturas, los desafos fueron ampliamente dirigidos a presidentes con mino-ra: de los presidentes desafiados, catorce tenan minora y dos, mayora. Los legisla-dores de la oposicin estaban deseosos de acusar con cargos de corrupcin a presidentesque estaban personalmente implicados, como se discuti. En ausencia de tales repor-tes, usualmente invocaron algn tipo de reclamo sobre el comportamiento inconstitu-cional del presidente en relacin al Congreso u otras instituciones del gobierno (Ecuadoren 1987 y 1992, Per en 1991-1992, Paraguay en 1998-1999). Muchos de estos desa-fos a presidentes minoritarios estaban, de manera clara, polticamente motivados, sien-do Ecuador foco de notables ejemplos al respecto. Un intento de juicio poltico en 1992,por ejemplo, fue justificado por objeciones del Congreso a un proyecto de ley sobrereforma monetaria y a la referencia de Borja respecto de los miembros del Congresolos llam vagos (WR-92-17). Los presidentes de Ecuador fueron tambin notable-mente ilimitados en sus negociaciones con el Congreso. Febres Cordero, que enfrentun esfuerzo por ser removido en 1987, hizo que lanzaran gas lacrimoso a su Congresoy llev tanques al edificio de la Corte para bloquear a varios jueces designados por elCongreso (Conaghan, Malloy y Abugattas, 1990; Isaacs, 1991).

    La sociedad civil fue a menudo indiferente a este tipo de desafo parlamentario,con un aumento agudo en la aprobacin pblica luego del autogolpe de Fujimori, en1992, como el ejemplo ms impactante (Crabtree, 2001). El voto disperso del Congresopara llevarlo a juicio poltico fue totalmente ignorado. Los paraguayos, en 1999, s estu-vieron de acuerdo con que Cubas haba sobrepasado los lmites del comportamientoconstitucional, especialmente luego del asesinato de su vicepresidente, unindose paraproteger el edificio del Congreso (Lambert, 2000: 392).

    En general, los presidentes cuyos partidos tenan una minora de las bancas par-lamentarias fueron ms proclives, tanto a ser desafiados por actores civiles, como acaer11. Esta relacin se mantiene incluso considerando el mayor nmero de presiden-tes minoritarios en la regin. De los treinta y un presidentes minoritarios en este estu-dio, catorce de ellos (45%) fueron desafiados y ocho de ellos (26%) cayeron. De los

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    10. Dos fueron Alfonsn y De la Ra. El otro fue Snchez de Lozada II en Bolivia por cuya corrup-cin fue reportado en su primer mandato.

    11. Informacin para los aos 1978-1997 de C. KENNEY (2004). Para presidentes posteriores a1997, la informacin es de www.observatorioelectoral.org, usando la metodologa de C. KENNEY (2004:333): Se considera que [una] presidencia ha tenido una mayora legislativa si el presidente disfrutadel apoyo de una mayora en cada cmara legislativa a lo largo de su mandato. Debe notarse que staes una definicin estricta.

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    nueve extraos casos de presidentes mayoritarios, slo dos de ellos (22%) fueron de-safiados y slo uno (11%) cay. El cado presidente Cubas en Paraguay fue el nicopresidente desafiado por los legisladores de su propio partido desde un comienzo, peroel Partido Colorado es tan dominante all que la poltica a menudo pone al partidocontra s mismo (Lambert, 2000). El otro desafo fue a Samper en Colombia en 1995-1996, donde el control del Congreso de la mayora de su partido y, especialmente, elcomit de investigacin fueron cruciales para que se mantuviera en su cargo (Dugas,2001; Kada, 2003). Adems, tres ex presidentes que fueron finalmente enjuiciados porcrmenes cometidos durante sus presidencias (Garca y Fujimori en Per y Lusinchien Venezuela) podran haber evitado desafos formales mientras estaban en sus car-gos dado que tenan mayoras parlamentarias. Estas experiencias sugieren que el desa-fo y la cada presidencial estn relacionados a si los partidos de los presidentes poseenmayoras legislativas, apoyando argumentos acerca de la problemtica e inestable in-terseccin entre sistemas presidencialistas y multipartidistas (Mainwaring, 1993). Sinembargo, no es el nico factor dado que algunos presidentes mayoritarios fueron de-safiados y muchos presidentes minoritarios no lo fueron. Los nicos dos pases queno sufrieron desafos a sus presidentes, Uruguay y Chile, tampoco contaban con pre-sidentes mayoritarios.

    VIII. RESUMEN

    Polticas econmicas neoliberales, corrupcin personal y minoras parlamentariasconstituyen factores de riesgo para los presidentes sudamericanos que quieren completarsus mandatos. La Tabla III resume las probabilidades que se predicen como resultadode un modelo de regresin logstica para las variables dependientes desafo y cada pre-sidencial, que fueron calculadas usando CLARIFY (Tomz, Wittenberg y King, 2003; King,Wittenberg y Tomz, 2000). La tabla reporta las primeras diferencias en la probabilidadque se predice sobre las variables dependientes, que son calculadas modificando las varia-bles de inters de cero a uno mientras se mantienen las otras variables independientesen sus valores del modelo.

    TABLA III. PROBABILIDADES QUE SE PREDICEN PARA DESAFOS Y CADAS

    Fuente: Simulaciones estimadas utilizando CLARIFY.

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    Desafo Cada

    Probabilidad que se predice para el caso modal 38,6 16,5

    Diferencias en la probabilidad varan:Neoliberal a no-neoliberalSin escndalo a escndaloMinora a mayora

    11,324,415,7

    1,031,95,0

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    El presidente modal en la regin durante estos aos fue un presidente minoritarioque sigui polticas econmicas neoliberales y que no estuvo personalmente implicadoen un escndalo. Tal presidente enfrent un 38,6% de probabilidades de ser desafia-do y un 16,5% de probabilidades de caer. Trece presidentes con mayora legislativa oque no siguieron polticas neoliberales podran contar con una pequea reduccin ensu riesgo de ser desafiados. En el caso de presidentes personalmente implicados en escn-dalos, por otro lado, la probabilidad de enfrentar un desafo salta a un 63% (38,6 ms24,4). Los escndalos tambin aumentan mucho la probabilidad de que un presidentecaiga efectivamente antes, ascendiendo sta a 48,4% (16,5 ms 31,9). Las otras varia-bles independientes varan en la direccin que se predice, pero no tienen un gran impac-to sobre la probabilidad de que caigan.

    IX. DEL DESAFO A LA CADA: EL PAPEL DE LA PROTESTA CALLEJERA

    Como indica la Tabla II, la presencia de una poblacin movilizada que demandaen las calles que el presidente se vaya aparece ahora como un determinante crucial decules desafos tienen xito. Legisladores actuando solos no fueron capaces o no tuvie-ron la voluntad de remover presidentes. Esta seccin discute los papeles de la protes-ta callejera en las cadas presidenciales, como un acompaamiento a la accin legislativay, de manera creciente, como un fenmeno en s mismo.

    X. PROTESTAS CALLEJERAS Y DESAFOS LEGISLATIVOS

    Las protestas masivas jugaron un papel central en los resultados de desafos par-lamentarios a presidentes a partir de 1978 en Sudamrica. Como se desarrollaron estosdesafos, los legisladores parecieron calcular si era ms probable que sus poblacioneslos castigaran a ellos por su accin o inaccin contra presidentes que en algn puntotuvieron suficiente apoyo popular para ser elegidos para el mayor cargo pblico. Lasprotestas callejeras a gran escala clamando que los presidentes se fueran persuadierona los legisladores a volcarse a la accin contra aqullos. Ms importante, ellos podranmover a antiguos apoyos del presidente hacia la oposicin. La fuerza conductora delmiedo al castigo de los votantes fue especialmente evidente en el juicio poltico de Colloren Brasil, donde las cercanas elecciones subnacionales sellaron su destino. Los miem-bros del Congreso no slo votaron para someterlo a juicio poltico sino aceleraron elproceso para hacerlo antes de las elecciones (Flynn, 1993).

    La accin o la inaccin institucional tambin determina si la sociedad civil se movi-

    liza o no. En el mismo caso brasileo, un voto clave de la Corte Suprema requera quelos votos fueran hechos pblicos, reduciendo la habilidad de Collor de comprar apo-yos secretos as como investigaciones parlamentarias descubrieron importante infor-macin que ayud a movilizar a los ciudadanos12. Otros actores, como los medios, pueden

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    12. Sobre la decisin de la Corte Suprema, ver P. FLYNN (1993). Sobre las investigaciones par-lamentarias, ver M. NOBRE (1992).

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    jugar un papel investigador, pero las instituciones retienen el control clave sobre suspropios procesos internos. En varios casos distintos (Venezuela en 1992-1993, Ecuadoren 1997, Paraguay en 1998-1999 y Per en 2000) las movilizaciones callejeras tambinempujaron a las legislaturas a tomar acciones contra presidentes que claramente habanviolado leyes en la escala de lo que Estados Unidos denomina altos crmenes y deli-tos. Estos ejemplos ilustran el surgimiento de un control de cuentas (accountability)poltico significativo que puede contener a presidentes sudamericanos histricamentemuy fuertes.

    Al mismo tiempo, algunos de los desarrollos en este perodo se han enfocado enla debilidad presente en las normas democrticas, el lenguaje constitucional y los sis-temas judiciales y de investigacin. En varios casos donde los desafos fallaron (Ecuadoren 1997, Per en 1991-1992 y Paraguay en 1994), la sociedad civil fracas en unirse alllamado de remocin de presidentes que haban estado casi ciertamente involucradosen comportamientos ilegales. Ms de cincuenta ONG colombianas conformaron unacomisin civil muy respetada para acompaar los intentos de juicio poltico a Samperen 1995-199613 as como lderes empresarios intentaron organizar la oposicin, pero todosfueron incapaces de movilizar a la gente a las calles. En este caso, el partido mayorita-rio de Samper pudo contener una investigacin parlamentaria y la poblacin nunca escu-ch mucha de la evidencia contra l (Kada, 2003).

    La imagen final que emerge de estos desafos es una de interaccin dialctica entrelos desafos de legislaturas y poblaciones. Este proceso podra escalar en una accincolaborativa que se refuerza mutuamente y que con frecuencia fue capaz de sacar delpoder a presidentes, en especial como respuesta a un escndalo. Cuando la accin legis-lativa no encontr reaccin popular, el desafo fall. Contrariamente, cuando la ira popu-lar hacia los presidentes no encontr apoyo institucional, los desafos a presidentes conbase en las calles pudieron continuar solos y a menudo lo hicieron exitosamente.

    XI. DESAFOS A LOS PRESIDENTES DESDE LAS CALLES

    Un segundo tipo de desafo a presidentes ha tenido lugar ampliamente en las calles,aunque puede incluir aliados partidistas en papeles no institucionales. Este tipo de de-safo muestra poca atencin a los procedimientos constitucionales y es establecido a tra-vs de la mediacin directa entre presidentes y ciudadanos. Estos desafos se originanen sociedades polarizadas contra el Estado y que resultan en una literatura acadmicaque est similarmente polarizada. Esta ltima lo est en parte porque estas protestas

    han estado generalmente conducidas por demandas y acusaciones que no siguen demanera clara los estndares de agravios susceptibles de juicio poltico: las polticas impo-pulares e inefectivas no son ilegales. Esta seccin examina la naturaleza y las dinmi-cas de este conjunto de desafos y considera las evaluaciones divergentes de ellos.

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    13. COMISIN CIUDADANA DE SEGUIMIENTO. Poder, Justicia e Indignidad: El Juicio al Presidentede la Repblica Ernesto Samper Pizano.

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    Los desafos en las calles a los presidentes proveen algunas de las imgenes msgrficas en la poltica sudamericana reciente. Los canales de televisin han mostradouna cobertura continua de grandes multitudes acampando afuera de palacios presi-denciales, demandando la renuncia del presidente. Los desafos de la sociedad civil quefueron lo suficientemente grandes como para garantizar notoriedad en LAWR tuvieronal menos miles de participantes y, de hecho, ningn presidente cay en respuesta a movi-lizaciones callejeras de menos de 10.000. Incluso movilizaciones bastante grandes falla-ron en remover presidentes, aunque las protestas fallidas ms grandes fueron contraChvez en Venezuela y ellas podran an ser exitosas14. El requisito ms consistente fuela persistencia. Ninguna explosin de protesta de un da persuadi a un presidente derenunciar. Por el contrario, los manifestantes necesitaron la conviccin y la organiza-cin para presionar a presidentes por das seguidos, o a veces por intervalos de meses.Todos los presidentes desafiados tuvieron tiempo para responder ofreciendo concesionesde poltica o fortaleciendo sus posiciones.

    Numerosos presidentes eligieron defender sus presidencias de lo que ellos consi-deraron el chantaje de quienes protestan. Luego de negociaciones mnimas, enviarona la polica e incluso a las Fuerzas Armadas para limpiar las calles. La preeminencia dela violencia en ambos lados es un rasgo importante de estos desafos y aparece comorelacionada a su xito: negativamente para los presidentes y positivamente para quie-nes protestan.

    La mayora de los millones de manifestantes en las calles a lo largo de las dcadasmarcharon pacficamente. No obstante, la falta de civilidad ha sido una parte regularde las movilizaciones de la sociedad civil, la mayora incluyendo actos violentos. Lderesde todas clases perdieron el control de la mayora de las protestas en algn punto. Elproceso de juicio poltico brasileo es nuevamente una anomala, dado que fue el ni-co de los nueve desafos exitosos a presidentes que no involucr violencia de ningntipo. Disturbios, saqueos e incendios intencionales estuvieron presentes en todos losotros casos. Cortes de caminos (usualmente ilegales pero no inherentemente violentos)fueron tambin partes regulares de las movilizaciones de protesta en Argentina, Boliviay Ecuador. En varios casos, la violencia fue mucho ms lejos, como en el uso de bom-bas de clavos en Bolivia en 2003 que mataron a varios soldados ( WR-03-07; WR-02-15;WR-02-50). Los golpes de Estado de corta vida en Ecuador en 2000 y en Venezuela en2002 tambin fueron obvios picos de inconstitucionalidad, donde algunos actores dela sociedad civil mostraron una preocupante voluntad para tirar por la borda la civili-dad en su conjunto y enlistar aliados militares para presionar la salida de presidentes.

    La violencia de quienes protestan no existe en el vaco, y la incivilidad fue desper-

    tada por la violencia y la represin estatal. Los niveles de violencia de los manifestan-tes y el nmero de manifestantes muertos por las fuerzas de seguridad claramenteestuvieron asociados. Hasta ahora, Brasil y Ecuador han tenido desafos inusualmente

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    14. En la mayora de los casos, no hay informacin confiable sobre el tamao exacto de lasmovilizaciones, con estimados para las venezolanas de 2002-2003 mostrando el rango ms amplio:de decenas de miles a un milln (WR-02-28).

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    no-violentos tanto de parte de quienes protestan como de las fuerzas de seguridad.Durante cinco movilizaciones por cadas presidenciales en los dos pases, los manifes-tantes de las calles fueron violentos slo en Ecuador en 1997 y ese desafo tambin invo-lucr la nica muerte de un manifestante.

    El papel clave de las fuerzas de seguridad en la determinacin de los niveles de vio-lencia puede verse en el hecho de que el golpe de Estado ecuatoriano en 2000 no tuvoderramamiento de sangre, en gran parte, porque los soldados en realidad animaron alos manifestantes a ocupar el edificio del Congreso (Lucero, 2001). En la otra punta,Argentina y Venezuela han tenido las represiones ms consistentemente mortales en esteperodo, con veinticinco muertos en las movilizaciones argentinas contra De la Ra yhasta cuarenta y seis muertes reportadas en el intento de golpe de Estado civil-militaren Venezuela en 2002 (WR-02-01; WR-02-15). Desafos callejeros anteriores en 1989(Argentina) y 1992-1993 (Venezuela) tambin involucraron numerosos heridos entrequienes protestaban y en Venezuela diecisis muertes. Venezuela y Paraguay compar-ten la distincin poco feliz de ser los dos lugares donde los seguidores y desafiantes delos presidentes chocaron en la calle, elevando ambos los niveles de violencia. El desa-fo de la sociedad civil paraguaya a Cubas en 1999, de otra manera, habra sido pro-bablemente pacfico. El mayor nmero de muertes reportadas fue en Bolivia en 2003:cien (WR-03-44). Slo Chvez en Venezuela ha sobrevivido a un desafo donde las fuer-zas de seguridad respondieron a quienes protestaban con un significativo uso de lafuerza y numerosas muertes.

    La otra opcin de los presidentes es negociar y ofrecer concesiones de poltica. Talesnegociaciones fueron difciles dado que la naturaleza amorfa de las protestas callejerassignific que los presidentes difcilmente encontraron interlocutores que pudieran garan-tizar la respuesta de sus seguidores a ofertas particulares. Consecuentemente, las nego-ciaciones a menudo tomaron la forma de ensayo y error y fueron escasamente exitosas.Cardoso en Brasil tuvo xito en dar respuestas mnimas a protestas no-violentas con-tra l, esperando que se disolvieran. La instancia ms impactante de negociacin conla calle vino luego de la cada de De la Ra en Argentina, cuando quienes protestabantuvieron tambin la capacidad de rechazar a su primer sucesor real, Rodrguez Saa. Enlos meses siguientes, la poltica econmica fue abiertamente evaluada por los polti-cos en trminos de su potencial para provocar un cacerolazo [protesta pacfica en laque se chocan cacerolas y sartenes] (WR-02-02: 14).

    Mientras que los presidentes y la sociedad civil juegan estos escenarios, los parti-dos y las legislaturas juegan una de dos reglas. Muchos partidos tradicionales parecenhaber concluido que su apoyo abierto a las protestas callejeras socavarn los desafos.

    En 2002, polticos paraguayos del Partido Colorado, intentando remover al reempla-zo de Cubas, orquestaron protestas que fueron planteadas como originadas en orga-nizaciones de la sociedad civil, terminando stas exponiendo a quienes protestabancomo fraudes (WR-02-29). Similarmente, miembros del Partido Peronista en Argentinaabiertamente tomaron el crdito por los saqueos de comida a nivel vecinal (Auyero yMorn, s/a), pero los desafos a nivel nacional a De la Ra fueron slo secretamenteapoyados por el lder peronista que se encontr tambin bajo ataque de las calles luego

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    de reemplazarlo (Peruzzotti, s/a). Sin embargo, las protestas de la sociedad civil conbase en las calles a menudo dependieron crucialmente de la inaccin legislativa paraalcanzar el xito, como tambin fue el caso de Argentina (Schamis, 2002). En Bolivia,de la misma manera, Snchez de Lozada renunci con reticencia slo despus de quesu vicepresidente y luego los partidos en su coalicin de gobierno dieron muestras deque no lo podran apoyar (WR-03-41).

    Los manifestantes callejeros a menudo trabajaron cerca de los nuevos partidoscon los que tenan fuertes lazos. Los prototipos ms tempranos de stos fueron los de-safos de 1995 y 1999 a Cardoso en Brasil, que fueron liderados por el Partido de losTrabajadores (PT) y por el Partido Democrtico del Trabajo (PDT). Ambos tienen lazoscon sindicatos, incluso el PT tuvo fuertes relaciones con movimientos sociales. Estas movi-lizaciones con su fuerte orientacin hacia los partidos fueron capaces de movilizar menosde un dcimo de los participantes que las movilizaciones de distintos partidos de 1992,sin embargo, no fueron exitosas en su objetivo de hacer caer la presidencia. Similarmente,ahora hay partidos o equivalentes a partidos en Ecuador y Bolivia que estn vincula-dos a indgenas, sindicatos y otras organizaciones de la sociedad civil (Yashar, 1999).stos han sido ms exitosos. A pesar de la presencia de partidos polticos e incluso algu-nos representantes del Congreso, el partido y las lgicas electorales no son dominan-tes en la mayora de estas protestas. Ninguno de los desafos tuvo lugar en el ao finaldel mandato presidencial. Vale la pena notar tambin que slo tres lderes de protesta(Gutirrez en Ecuador, Lula en Brasil y Toledo en Per) se convirtieron en presiden-tes, y todos lo lograron presentndose en elecciones.

    Los niveles de violencia en protestas y el hecho de que slo los desafos de las callespocas veces se focalizan en comportamientos que pueden someterse a juicio polticoson razones potenciales de preocupacin sobre las consecuencias de estos desafos parala democracia. Por tanto, Laserna (2003: 4-14), al escribir sobre los movimientos deprotesta que removieron a Snchez de Lozada en Bolivia en 2003, critica a un movi-miento populista conservador que articula nostalgias comunitarias y estatistas y lamen-ta que la ciudadana democrtica sea vista como todo derechos y ninguna responsabilidad.Valenzuela (2004) tambin se preocupa por que las protestas contra presidentes con-ducen a crisis que amenazan el orden constitucional entero.

    La mayora de los autores, incluyendo Valenzuela, enfatizan la manera en que talesmovimientos de protesta surgen de las frustraciones de lo que ahora son varias dca-das de democracia problemtica e incompleta (Crabtree, 2001; Lucero, 2001; Valen-zuela, 2004; Wise y Roett, 2003). Tambin escribiendo sobre Bolivia, pero antes de lacada de Snchez de Lozada, Whitehead (2003: 14) resume una letana de preocupa-

    ciones que subyacen a muchas interpretaciones de esta nueva ronda de desafos a lospresidentes:

    Detrs del movimiento completo subyace la conviccin de que una generacin de refor-mas liberalizadoras haba fallado en traer beneficios tangibles a la mayora de la pobla-cin; que los partidos polticos de todas las banderas se haban convertido en camarillasque se autoservan, incapaces de resolver los problemas nacionales; que slo la accin

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    directa en desafo a la autoridad pblica podra traer algn cambio de importancia enla poltica del gobierno, que todos los procedimientos institucionales eran mecanismospara retrasar y frustrar demandas pblicas; y que cualquiera que se resistiera a seguiresta lgica perdera frente a aquellos que actuaron primero.

    Parafraseando a Laserna (2003), los manifestantes han concluido que son los pol-ticos quienes piensan que la democracia es todo derechos y ninguna responsabilidad.Visto de esta manera, las protestas son procesos democrticos, con la sociedad civil bus-cando tener una voz donde ha sido duramente excluida o, como Lucero (2001) argu-menta para los movimientos indgenas de Ecuador, simplemente involucrndose en elproceso histrico de construccin de derechos a travs de la lucha poltica. Si las obser-vaciones de Whitehead son literalmente verdaderas en todos los pases de Sudamrica,en los primeros aos del siglo XXI es una pregunta que va ms all del alcance de esteartculo, pero lo que s es un hecho innegable es que la mayora de los pases sudame-ricanos tienen movimientos que comparten estas convicciones y que actan segn ellas.

    XII. CONCLUSIN: PRESIDENTES, CONGRESOS, SOCIEDAD CIVIL Y PRESIDENCIALISMO

    Este artculo ha identificado el fenmeno de la cada presidencial y ha examinadoun grupo de desafos a los presidentes en Sudamrica entre 1978 y 2003. Empricamente,ha concluido que los presidentes desafiados comparten un conjunto de factores de ries-gos probabilsticos: implicacin personal en un escndalo, polticas neoliberales y unestatus minoritario. Al mismo tiempo, las dinmicas de los desafos recientes a los pre-sidentes y sus resultados parecen estar muy vinculadas al complicado y menos estudiadofenmeno de la protesta callejera. La conclusin presenta brevemente observacionessobre cada una de las categoras de actores (presidentes, Congresos y sociedad civil)como han aparecido en la poltica sudamericana reciente. Sus patrones de interaccinrequieren nueva atencin al presidencialismo y a sus posibles diferencias en las distin-tas regiones del mundo.

    En un sistema presidencialista, los presidentes inevitablemente se ubican lejos yarriba de otros actores polticos dados sus poderes y fuentes de legitimidad especia-les (Valenzuela, 2004). Desde 1978, la forma exacta de esos poderes ha estado en laagenda poltica de los pases sudamericanos, que se ha mantenido casi constante. Lagran cantidad de tiempo y energa empleados en estos desafos a presidentes es otramuestra de cun importantes son los presidentes. Al mismo tiempo, desafos regula-res a presidentes muestran lo vulnerables que son a la prdida de su legitimidad espe-cial. La ciudadana, evidentemente, no slo es capaz sino reduce los mandatos de lospresidentes; unos pocos presidentes han sobrevivido a movilizaciones grandes y vio-lentas en su contra.

    El fenmeno de la cada presidencial en Sudamrica sugiere varias observacionessobre los Congresos y sus relaciones tanto con los presidentes como con la sociedadcivil. En circunstancias polticas extremas como la remocin de un cargo, los Congresos

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    emergen tan fuertes en la prctica de lo que se hubiese esperado, si se lo compara conlo que es debilidad habitual. Los Congresos tomaron parte de la cada de cinco presi-dentes, a menudo cortando el camino constitucional en el proceso. Contrariamente, sloel presidente peruano Fujimori se las arregl para cerrar el Congreso, a pesar de rumo-res corrientes de otro Fujimorazo. La sociedad civil movilizada no se ha puesto encontra de legisladores de la misma manera en que han presionado a los presidentes paraque se vayan. Slo hubo dos casos de protestas masivas contra legisladores, las movi-lizaciones del que se vayan todos en Argentina, luego de la cada de De la Ra y unafuria similar en las calles ecuatorianas en 2000, luego del fallido golpe civil-militar. Puedeque haya diferencias en la naturaleza del mandato dado a los presidentes y a los legis-ladores, quizs vinculadas a su separacin de funciones (Samuels y Shugart, 2003). Unahiptesis alternativa es que puede que sea demasiado complicado derribar a un grupode actores diversos como un Congreso.

    Al afirmar una inesperada fortaleza de las legislaturas, este artculo tambin mues-tra que los legisladores pueden ejercer su poder contra los presidentes slo con aliadosen la sociedad civil. Uno de los principales argumentos de este artculo es que los cien-tistas polticos necesitan prestar nueva atencin a las relaciones Estado-sociedad conel objeto de entender los resultados polticos y la calidad de la democracia. Parece cla-ro que los polticos y los partidos sudamericanos son cada vez menos capaces de cana-lizar una parte significativa de las demandas sociales dentro de las instituciones polticasexistentes; una conclusin que es apoyada tambin por una evidencia bastante diferentesobre afiliaciones partidarias y elecciones (Roberts y Wibbels, 1999). Ya sea la socie-dad civil, la sociedad poltica o ambas quienes son responsables de este quiebre en larepresentacin, esto debe ser tratado por el bien de la calidad y la estabilidad demo-crtica en la regin. Ms investigaciones en esta direccin podran mirar no slo las pro-testas callejeras sino tambin a otra informacin relacionada con la poblacin en general,como la opinin pblica, cifras de desempleo y la presencia o ausencia sustantiva deactores en la calle que puedan efectivamente vetar polticas as como desafiar presidentes.

    En general, este artculo aporta otro tipo de evidencia que apoya los argumentosde que, al menos en Sudamrica, el presidencialismo es un sistema poltico con vulne-rabilidades especiales. Sin embargo, no son necesariamente como las identificadas a lafecha. No slo las legitimidades democrticas duales de los presidentes y las legislatu-ras los empujan a competir (Linz, 1994; Valenzuela, 2004) sino la capacidad poco anti-cipada de los ciudadanos para retirarles el mandato a los presidentes implica que stoscontinan siendo un jugador activo en el desarrollo de las presidencias. Podran ser unapoyo crucial para cualquiera de los lados en las luchas continuas entre Ejecutivos y

    Legislativos, por lo que merecen mayor estudio. Segundo, el 40% de los presidentessudamericanos que fueron desafiados por Congresos o movimientos de protesta y el23% de los que fueron forzados a renunciar antes, confirman que los mandatos presi-denciales no son tan rgidos en la prctica como la discusin terica sugiere. Estas dosobservaciones apoyan el argumento de que los presidencialismos sudamericanos sonproclives a los quiebres.

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    Sin embargo, el tipo de quiebre no es descendiente hacia el autoritarismo que lamayora teme. Los desafos incmodos, violentos e inciertos a los presidentes sud-americanos luego de 1978 resultaron en nuevos gobiernos civiles. Schamis (2002: 91-91) le da crdito a la supervivencia de la democracia en Argentina a sus institucionescuasiparlamentarias, pero todos estos pases donde los presidentes cayeron produje-ron resultados similares con una variedad de procedimientos. Mientras que los deta-lles varan, tambin pasaron un perodo de negociacin de alto nivel tpico de lossistemas parlamentarios luego de una eleccin o de que un gobierno colaps (Schamis,2002: 91) y luego resurgieron con un nuevo presidente por algn tipo de mandato, yluego continuaron. La frase parlamentarista confianza perdida ayuda a evocar lasmaneras en que el electorado puede retirar su mandato a un presidente en ejercicio.Por tanto, la flexibilidad institucional, a menudo lamentada, de los pases sudameri-canos podra estar produciendo su propio hbrido de parlamentarismo y presidencia-lismo en la prctica, as como ha permitido crear una estabilidad inesperada de lademocracia electoral bsica en la regin, incluso cuando presidentes individuales caen.Este comportamiento hbrido podra tambin aparecer en la toma de decisiones derutina (Lamounier, 2003).

    Este importante fenmeno de los desafos a los presidentes y de las cadas presi-denciales no se limita a Sudamrica, como muestran las experiencias del presidentefilipino Estrada, de Bill Clinton en Estados Unidos, entre otros. Un prximo paso obviopara la investigacin es catalogar los desafos a los presidencialismos fuera de Sud-amrica y sus causas y resultados. Dado que este artculo mira slo las experienciassudamericanas, no puede hacer conclusiones acerca de este fenmeno a escala mun-dial. Ciertamente, Sudamrica es inusual en la flexibilidad extrema de sus mandatospresidenciales, en especial en contraste con el clsico caso del presidencialismo de Es-tados Unidos y sus mandatos altamente rgidos en el tiempo. Cul es un mejor puntode partida, si es que hay, para entender el fenmeno general del presidencialismo y lascadas presidenciales es una pregunta abierta. Si las motivaciones ms especficas paralos desafos se mantienen y si las protestas callejeras son igualmente decisivas en otroslugares, tambin lo son, aunque vale la pena notar que el desafo fallido del Congresoa Clinton tambin fracas en movilizar apoyos en la calle. En cualquier caso, el fen-meno de la cada presidencial merece investigaciones adicionales y parece ser msimportante para el presidencialismo actual que el total quiebre de rgimen.

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