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REPIQUEN LAS CAMPANAS ¡Es Navidad! La flor de Nochebuena Un regalo de lo más sincero ¡Qué dilemas! Decisiones trascendentales CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

REPIQUEN LAS CAMPANAS · 2019. 3. 9. · Que la alegría de la Navidad te inunde el alma, ya sea mediante el repique de las campanas, los coros de villancicos o el silencio de tu

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REPIQUEN LAS CAMPANAS¡Es Navidad!

La flor de NochebuenaUn regalo de lo más sincero

¡Qué dilemas!Decisiones trascendentales

C AMB I A TU MUNDO C AMB I ANDO TU V I DA

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1. Nehemías 8:10 (ntv)

2. V. Juan 2:1–11

3. V. Mateo 14:13,14

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Director Gabriel García V.Diseño Gentian SuçiProducción Samuel Keating

© Aurora Production AG, 2013www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

Año 14, número 12

A N U E S T RO S A M IG O S

Un conocido columnista comentó la última Navidad que en su infancia los juguetes que más disfrutaban él y sus compañeros eran los de su pro-pia invención: autos y patinetas de madera, y otros por el estilo. Con desechos de todo tipo, los niños de antaño armábamos ingeniosos cacharros que luego gozábamos como si se tratara de los últimos artilugios de la tecnología. Era otra época, claro,

tiempos más sencillos, que añoramos, pero ya pasaron. Sin embargo, vienen a cuento ahora en estas Navidades tecnologizadas, en que las jugueterías están abarrotadas de artículos ultramodernos y en que todo el comercio exhibe cuanto invento y cachivache electrónico se nos pueda ocurrir, empañando y ensombreciendo la sencillez que debiera caracterizar la Navidad.

Mucho se habla hoy en día de la pérdida del sentido de la Pascua. En medio de tanto Papá Noel, Santa Claus y Viejo Pascuero se enturbia la esencia de las fiestas. No obstante, está dentro de nuestras posibilidades rescatarla, justa y precisamente con actos y elementos sencillos. Porque la Navidad es sencillez. Jesús nació en un establo o en una cueva rodeado de animales, y los primeros en ir a venerarlo fueron simples pastores.

Podríamos partir por preguntarnos cómo quisiera Jesús que celebremos Su cumpleaños. Si bien la Biblia no contiene instrucciones concretas, algunos pasajes dan ciertos indicios. Nehemías, por ejemplo, nos ofrece pautas para organizar una fiesta: «Vayan y festejen con un banquete de deliciosos alimen-tos y bebidas dulces —dice—, y regalen porciones de comida a los que no tienen nada preparado»1.

Estoy convencido de que a Jesús le encantaría vernos gozar de la ocasión. Recordemos que cuando estuvo en la Tierra transformó el agua en vino en una boda2. Paralelamente, así como se brindó a la gente a pesar del cansancio que cargaba encima3, creo que hoy en día Él se preocuparía de los que se sienten solos, de los ancianos, los enfermos y los que pasan penurias, y quiere que nos compadezcamos de ellos y que dentro de nuestras posibilidades les tendamos una mano. Intuyo que si procuramos imitar esos dos rasgos de Su personalidad —ganas de festejar y solidaridad— satisfaremos bastante bien los deseos del Niño que cumple años por estas fechas.

Que Dios te inspire buenas ideas para celebrar esta Navidad. ¡Felicidades!

Gabriel García V.Director

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Siempre me han gustado las hojas de la flor de Nochebuena o pastora, como le dicen en algunas partes. Yo daba por sentado que el lugar destacado que ocupa entre las decoraciones navideñas se debía a sus vivos colores rojo y verde. Pero resulta que hay toda una historia detrás de eso…

Según una leyenda mexicana, en el siglo xvi, en una víspera de Navidad, una niña campesina llamada María estaba triste porque no tenía regalo alguno que dejar ante el altar del niño Jesús en la iglesia del pueblo. Mientras caminaba hacia la capilla, apenada porque su pobreza le impedía hacer la más mínima ofrenda, su primo trató de levantarle el ánimo diciéndole que, por muy humilde que fuera lo que le entregara, si lo hacía con amor y de corazón, Jesús lo aceptaría.

Estimulada por las palabras de su primo, María rápidamente dio una vuelta alrededor de la capilla recogiendo hierbas, las que luego ató en un pequeño ramillete. Luego rezó para que su regalo —con todo lo humilde que era— expresara el sentimiento que ella albergaba en su corazón. Cuando se acercó al altar para presentar su ofrenda, algunas personas la regañaron, porque no consideraron apropiado que le obsequiara unos hierbajos al divino Niño.

María, sin embargo, decidida a hacer su pequeño homenaje, se dirigió valientemente hacia el altar, se arrodilló y dejó su manojo de hierbas junto al pesebre. Según la leyenda, de aquel ramillete brotó repentinamente un buqué de flores de un rojo intenso. Todos los feligreses que estaban presentes afirmaron haber sido testigos de un milagro. A raíz de eso y del hecho de que la pastora florece hacia la Navidad, en México pasó a conocerse como la flor de Nochebuena o flor de Pascua.

En el siglo xvii, frailes franciscanos comen-zaron a incorporar flores de Pascua a sus festejos navideños. La forma de las flores y de las hojas se asemeja a la de la estrella de Belén, que condujo a los tres reyes magos al lugar donde había nacido Cristo. Las hojas rojas simbolizan la sangre de Cristo; las verdes, la promesa de vida eterna.

Es bonito descubrir que hay toda una leyenda detrás de esa planta rojiverde. Además, nos invita a ahondar un poco más en el sentido de otras tradi-ciones surgidas en torno a la Navidad. Recordemos siempre que Dios puede transformar nuestros esfuerzos más humildes en llamativas flores que proclamen Su amor por la humanidad.

Susan Davis tr abaja con entidades sin fines de lucro y es escritor a. ■

La flor de NochebuenaSusan Davis

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Que la alegría de la Navidad te inunde el alma, ya sea mediante el repique de las campanas, los coros de villancicos o el silencio de tu propio corazón. El motivo para celebrar es enorme: ¡Ha nacido Jesús!

El mundo bulle de sonidos navide-ños. Si escuchas con el oído exterior, oirás villancicos, campanadas y risas, y de vez en cuando un gemido de soledad. Si escuchas con el interior, oirás el rumor de las alas de los ángeles, el murmullo de las expecta-tivas interiores, el sonido sagrado del silencio más profundo y el susurro vibrante de la Palabra eterna.

El mundo bulle de escenas navideñas. Si miras con los ojos exteriores, verás árboles esplen-dorosamente decorados, estrellas

revestidas de oropel, velas encendidas y pesebres. Si miras con el ojo interior, verás en tu corazón la estrella de Belén. Adaptación de un texto de Anna May Nielson

Es Navidad, y por doquierse oye anunciar: «Cristo es el Rey».Salgamos hoy a pregonarque Él ya nació en un portal.

Es Navidad, nació la Luz.Felicidad trajo Jesús.Suenen campanas, y óigasesu repicar que anuncia al Rey.

A todo ser hoy proclamad:«Ya nació el Rey, es Navidad».Cantemos noche y día con las

campanassu melodía sagrada.Minna Louise Hohman 1

Ya tarde, en una noche estrellada y soñolienta, los ángeles desenvolvieron el cielo como quien rasga la envoltura de un reluciente regalo de Navidad. Una riada de júbilo y de luz descendió

entonces de los cielos como se precipita el agua de un embalse tras la ruptura del dique, y los ángeles prorrumpieron en gritos y cánticos, anunciando que había nacido el niño Jesús. ¡El mundo tenía un Salvador! Los ángeles lo llamaron la «Buena Nueva», y vaya si lo era. Larry Libby

Los bultos de gladiadores,de almirantes y caudillosserían escamoteados,que esta noche manda un Niño...El aire no huele a fruto,a flor, ni a viento marino.Huele a renuevo de un día,al Dios-Chiquito, al Dios-Niño.Gabriela Mistral

No basta, no, con que Él nacierabajo un astro de orientey que sea luz en la Tierra para todas las gentes.Cristo ha de nacer en el almapara instaurar por siempreSu reino de amor y bondad,de auténtica fraternidad.Mary Lathrop ■

Repiquen lascampanas

1. Versión en español de un villancico de

Minna Hohman basado en la melodía

de la canción ucraniana de Año Nuevo

Shchedryk, compuesta por Mykola

Leontovych (1904).

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Chris Hunt

El ángel Gabriel: «Entonces el ángel le dijo: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús”» (Lucas 1:30,31).

Los pastores: «Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor» (Lucas 2:8,9).

En el juego de la mímica, el actor interpreta a una persona sin emplear palabras mientras los demás tratan de adivinar de quién se trata. Los personajes del relato del nacimiento de Jesucristo se podrían representar así:

[Sorprendida y un poco preocupada]

María: «Entrando el ángel a donde [María] estaba, dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. Pero ella, cuando lo vio, se turbó por sus palabras» (Lucas 1:28,29, rvr 95).

[Sereno y tranquilizador]

[Saltando de alegría]Juan el Bautista, estando en el vientre de Elisabet: «Cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre» (Lucas 1:41).

[Contenta]

Elisabet: «Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó a gran voz: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”» (Lucas 1:41,42).

[Decidido]

José: «José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a [...] Belén, para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta» (Lucas 2:4,5).

[Aliviada y feliz]María: «Dio a luz a su Hijo primogé-nito» (Lucas 2:7).

[Temerosos]

[Exultantes]

Los ángeles: «Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hom-bres”» (Lucas 2:13,14).

[Curiosos]

Los pastores, después de escuchar el men-saje de los ángeles: «Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifes-tado”. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre» (Lucas 2:15,16).

[Generoso]Dios: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16, rvr 95).

Christ Hunt vive en el Reino Unido y es lectora de Conéctate desde que comenzó a publicarse en 1999. ■

DILO CON MÍMICA

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¿Qué evocamos cuando pensamos en la Navidad? Quizá regalos, pinos, luces, muér-dago, buena comida, el nacimiento del niño Jesús, el año nuevo, el fin de lo viejo y probablemente, en el caso de muchos, Un cuento de Navidad.

Desde que Charles Dickens publicó la novela en 1843, han aparecido innumerables versiones y adaptaciones de la conocida historia del malhumorado y mezquino Scrooge1. Para muchos el cuento se ha convertido en un hito de la Navidad. Sin embargo, aunque la mayoría estamos familiarizados con la dureza de corazón, la tacañería y la avaricia del protagonista, Ebenezer Scrooge, ¿con qué frecuencia aplicamos a nuestra propia vida las moralejas de ese cuento?

La trama describe a un hombre carcomido por la avaricia y su

dramático cambio positivo. Antes de su transformación, Scrooge era las antípodas de todas las buenas cuali-dades que representa la Navidad: el amor, la caridad, la buena voluntad, el altruismo, la sensibilidad, la solidaridad con los que nos rodean. Si bien el personaje de Dickens constituye un exponente bastante extremo de la tacañería, es quizá también una metáfora de la avaricia que todos abrigamos dentro.

Hay un poco de egoísmo en todos nosotros, ¿no es así? Objetivos de los que nos hemos apartado un poco, nobles ideales olvidados... ¿Pasamos junto a otras personas sin dirigirles siquiera una palabra o una mirada amable? ¿Estamos tan ensimismados que ni nos damos cuenta?

No tenemos por qué esperar a alcanzar tal extremo de egoísmo como Scrooge para decidirnos a cambiar. ¿No sería estupendo que en cada Navidad examináramos con franqueza nuestra propia vida, lo que hemos hecho en el pasado, lo

que hacemos actualmente y nuestras metas de cara al futuro, y reflexioná-ramos sobre lo que ha cobrado más importancia para nosotros?

En un acto supremo de amor y generosidad, Dios envió a la Tierra a Jesús para que nos enseñara cómo es Su amor y por último comprara con Su muerte nuestra salvación eterna. En Navidad celebramos la entrega de ese inefable regalo. Aunque no podemos aspirar a devolverle lo que Él hizo por nosotros, Jesús dice que todo lo que hagamos por uno de Sus hermanos más pequeños, por Él lo hacemos2. En definitiva, toda palabra amable y todo acto amoroso que ayude a una persona, aunque no sea lo más lógico ni lo más conveniente para nosotros, termina beneficián-donos, muchas veces de maneras insospechadas.

Si tomamos a Jesús como modelo de conducta, podemos aspirar a reflejar algunas cualidades que redundarán en nuestra felicidad y nos convertirán en instrumentos de

UN CUENTO DE NAVIDAD

Natalie Anne Volpe

1. V. rinconcastellano.com/biblio/

relatos/dickens_cuentodenavidad

2. V. Mateo 25:40

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Siempre he pensado que la Navidad es una fecha estupenda, grata, una temporada de perdón, de afecto, de caridad, la única ocasión que conozco, en el largo calendario del año, en que hombres y mujeres parecen ponerse de acuerdo para abrir libremente sus corazones cerrados y considerar a los que son de estratos inferiores como compañeros de viaje hacia la tumba, y no como seres de otra especie con un destino distinto. Frase del sobrino de Scrooge en «Un cuento de Navidad», de Charles Dickens

ALGUNOS REGALOS ESPECIALESUn firme apretón de manos con un alma temblorosa.Una palabra atenta para una persona sola.Una cálida sonrisa para el descorazonado. Genuino interés en quien pasa por un momento difícil.Compasión hacia los olvidados.Un pensamiento reconfortante para el que está de duelo.Respeto de la dignidad ajena.La defensa de los derechos de los individuos.Un testimonio de fe para ayudar a alguien que busca la verdad.Una feliz Navidad para todos. Anónimo

LISTA NAVIDEÑA Menos miedo, más esperanza;come menos, mastica más;quéjate menos, respira más;habla menos, di más;odia menos, ama más;y todo lo bueno será tuyo.Proverbio sueco

No quiero envolver, amontonar, embalar, empaquetar, amarrar, etiquetar, liar ni guardar la Navidad.

La Navidad que se guarda, fácilmente enmohece.Prefiero regalar la Navidad sin envoltorios, a manos llenas. Quiero

compartir, bailar, vivir la Navidad sencilla, alegre y responsable-mente, con manos generosas, paso incansable y ojos radiantes.

La Navidad compartida no pierde su lozanía; perdura hasta el año siguiente.

Linda Felver

bien para quienes nos rodean y en mejores personas en general.

Hagámonos el propósito de reflexionar un poco y revaluar nuestra vida y nuestros valores para reconocer qué es lo que ha impulsado todas nuestras acciones; y no sola-mente en Navidad. Gocemos de cada instante y aprovechemos al máximo cada oportunidad que se nos presente de ayudar a otro ser humano, pues al fin y al cabo, eso es lo único que importará.

Natalie (1991–2011) pasó gran parte de su corta vida en África, donde sus padres dirigen diversas obras humanitarias en las que ella colaboró desde temprana edad. Este artículo, escrito en 2006, nos lo enviaron sus padres, Gino y Clotilde, quienes continúan su trabajo en la República Democrática del Congo. Más información sobre su labor en www.familycare.org/network/espoir-congo. ■

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María cuando a ella se le apareció el ángel Gabriel para manifestarle que Dios la había favorecido y que concebiría un niño que sería el Hijo del Altísimo. Ella preguntó cómo era eso posible, ya que era virgen. Gabriel le respondió que el Espíritu Santo descendería sobre ella y que el poder del Altísimo la cubriría con su sombra. Con ello le reveló que su embarazo procedería de Dios y que en él no intervendría hombre alguno1.

María se encontró entonces en una disyuntiva. Iba a quedar embarazada durante el período de compromiso, antes de vivir con su esposo. Si accedía a lo que le proponía el ángel, como mínimo destrozaría a su marido, dañaría terriblemente su reputación como mujer de bien, avergonzaría a sus padres y su familia, y menoscabaría su relación con sus vecinos. María decidió aceptar las consecuen-cias cuando dijo: «Soy la sierva del Señor. Que se cumpla todo lo que has dicho acerca de mí»2. Eso representó un enorme salto de fe de su parte.

Como era de esperarse, tuvo sus repercusiones. José quedó deshecho al enterarse de que María estaba encinta. La Escritura dice que «estaba consi-derando» divorciarse3, que meditó sobre el asunto, que se lo pensó bastante. La palabra considerar en este pasaje procede de un término griego que signi-fica «pasión, enfado, enojo a punto de desbordarse». Y es que para José la única explicación posible era que María le había sido infiel. A su entender, ella evidentemente había faltado a los votos matrimo-niales y cometido adulterio. José era un tipo normal

¡QUÉ DILEMAS!

1. V. Lucas 1:35

2. Lucas 1:38 (ntv)

3. Mateo 1:20 (nvi)

4. Lucas 9:35 (ntv)

5. V. Mateo 1:1

6. V. Marcos 1:1

7. V. Tito 2:13,14

El mundo en el que vivie-ron José y María, los padres de Jesús, era muy distinto del actual. Los dos probablemente eran todavía muy jóvenes cuando hicieron su compro-miso matrimonial. En el antiguo Israel, una pareja quedaba compro-metida cuando el hombre entregaba a la mujer una carta o determinada cantidad de dinero, por pequeña que fuera, ya en persona, ya por medio de un mensajero. También era requisito que declarara explícitamente, en presencia de testigos, su intención de casarse con ella. Al momento de efectuar el compromiso se redactaba un contrato matrimonial, al cual se avenían las dos partes. Una vez que la mujer se comprometía con un hombre, legalmente se la consideraba su esposa.

Fue precisamente durante el periodo de compromiso de José y

Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

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y corriente: era natural que se enfadara y se sintiera herido.

No obstante, la Biblia dice que era un hombre justo, que no quiso exponerla a vergüenza pública y que, por lo tanto, resolvió divorciarse de ella en secreto. Fue después que decidió romper discretamente su compromiso con María cuando soñó que el ángel le decía que el niño que ella llevaba dentro era del Espíritu Santo, y que no temiera tomarla por esposa. En ese momento José tuvo que tomar una decisión: creer o no creer en el sueño. Al igual que María, tuvo que dar un paso de fe. Dios le reveló lo que tenía que hacer, y a él le tocó escoger si creer y confiar en Dios o no. Felizmente, tuvo la fe y el valor necesarios para creer y obrar conforme a lo que Dios le había mostrado.

Cada uno de ellos se enfrentó a un dilema nada fácil. Ambos mani-festaron mucha fe y valor. Ambos optaron por obedecer a Dios a pesar de los riesgos que eso conllevaba. Al hacerlo, dejaron que Dios se sirviera de ellos para cumplir Su promesa de bendecir al mundo.

Naturalmente, nadie sabe a ciencia cierta cómo concibió María al niño Jesús, así como nadie sabe con exactitud de qué manera creó Dios el universo. Lo que sí sabemos es que Dios creó un ser humano con dos naturalezas diferentes, una humana y otra divina, que era

plenamente Dios y a la vez entera-mente humano. Jamás en la Historia había sucedido algo así, ni ha vuelto a suceder. Lucas dice sencillamente que el Espíritu Santo, el poder de Dios, vino sobre María y la cubrió con su sombra. El evangelista utiliza la misma palabra al describir la transfiguración de Cristo. Declara que lo cubrió una nube, y que de la nube salió una voz que decía: «Este es Mi Hijo, Mi Elegido. Escúchenlo a Él»4. El Espíritu de Dios cubrió a María y procreó al Elegido, el Dios-hombre, Jesucristo.

Gracias a la buena disposición que tuvo José para actuar de conformidad con lo que Dios le había revelado, el hijo de María fue hijo de David5. Gracias a que María aceptó de buen grado lo que Dios le pidió, dio a luz al Hijo de Dios6. Por Su parte Jesús, el Hijo de Dios, se sometió a lo que Su Padre quería y con ello posibilitó la redención de la especie humana7.

Es posible que a nosotros a veces también nos cueste actuar cuando Dios nos da un toquecito. En esos casos conviene que nos acordemos de José y María. A veces Dios nos llama a dar un paso de fe y a seguir las indicaciones de Su Espíritu. Nunca se sabe cuál puede ser el desenlace.

Peter A mster da m y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

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oraciónJesús, esta Navidad,

de regalo, te quiero dar mi corazón. Te ruego que entres en mí y me llenes de Tu amor incondicional, que resiste la

prueba del tiempo.

Todas las obras que rea-lizó Jesús en la Tierra tuvieron que ser muy importantes para que el Hijo de Dios bajara aquí a hacerlas. Sin embargo, cuando se examinan esas obras de suma impor-tancia se observa que no todas ellas fueron lo que la mayoría de la gente diría espectaculares en el plano físico. Muchas de ellas —transformaciones espirituales— se realizaron sin mucho o, mejor dicho, sin ningún bombo. Muchas —Su diálogo con Nicodemo1, el perdón que le concedió a una mujer inmoral2 o Su encuentro con la samaritana3— no tuvieron, a primera vista, nada de extraordinario.

Las oportunidades más notorias en que enseñó y sanó a grandes multitudes tuvieron su momento y lugar, como cuando alimentó a cinco mil personas4. No obstante, Jesús

también dedicó tiempo y atención a esas situaciones singulares en que se comunicó profundamente ya fuera con una persona o con un grupo pequeño.

La Biblia relata varios milagros de Jesús en los que se obró una trans-formación espiritual de una persona y que no requirieron una enorme inversión de tiempo, recursos mate-riales o esfuerzo. Jesús simplemente estuvo donde debía estar cuando sur-gió la oportunidad, y dio la verdad, el amor, la misericordia y el perdón que alentaron a alguien quebrantado, confundido o perdido. Su regalo no fue otro que Su amor incondicional, el cual tenía la virtud de comunicar luz, esperanza y verdad.

Si nosotros seguimos Su ejemplo, transmitiendo a los necesitados cariño y apoyo por la vía que Él nos indique, esta temporada navideña puede cumplir todas Sus expecta-tivas. Mientras más lo emulamos, más se enriquece nuestra vida espiritualmente. Si hacemos lo que podemos para manifestar Su amor a

los demás, Él nos ayudará a enten-der mejor el plan que tiene para nosotros.

En Su cumpleaños, el regalo que Él más desea es que le permitas que se valga de ti para comunicar Su amor. Ese es un regalo que puedes hacerle sin importar cuáles sean tus habilidades y destrezas, tu situación económica y tus ocupaciones. Además, es algo que solo tú puedes darle, pues significarle regalarle tu corazón.

M ar ía Fontaine y su esposo, Peter A mster da m, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

1. V. Juan 3:1–21

2. V. Lucas 7:37,38,48

3. V. Juan 4:1–29

4. V. Mateo 14:21

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Nací en 1955, apenas diez años después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las penurias de la guerra estaban aún frescas en la conciencia de la gente. Mi abuelo nos hablaba del hambre y del agota-miento extremo de aquellos días, y de la lucha por mantenerse vivo durante los largos y gélidos meses de invierno.

Nuestra ciudad se encontraba en el corazón de la zona industrial de Alemania, por lo que todo estaba cubierto con una capa permanente de un polvo café grisáceo proveniente de las acerías. Al menos esa impresión teníamos nosotros. En la primavera, la hierba y los brotes verdes pronto se teñían de marrón. Lo mismo sucedía con la nieve en el invierno, lo que daba al manto blanco un aspecto deslucido al cabo de apenas un día.

Nuestra familia siempre se reunía el primer domingo de diciembre alrede-dor de la mesa de la pequeña cocina de nuestro apartamento. Mi madre, mi hermana Petra y yo encendíamos la primera vela de la corona de Adviento y cantábamos villancicos. En la

imaginación nos transportábamos lejos, muy lejos de aquella ciudad pol-vorienta, a la época de los tres Reyes Magos y su viaje a lomo de camello. Cada semana encendíamos una vela. El pesebre que esperaba el nacimiento de nuestro Salvador iba cobrando vida, y poco a poco la paz y la alegría nos iban embargando el corazón.

Al fin llegaba la tan ansiada oportunidad de elaborar repostería navideña, singular desde todo punto de vista, pues la mantequilla, las nueces y los huevos eran escasos, y el chocolate, una delicia poco común. El delicioso aroma de las galletas recién horneadas llenaba la casa. Nosotras las guardábamos cuidado-samente en grandes latas.

La mañana de Navidad nos levan-tábamos e íbamos a admirar el árbol que nuestros padres habían prepa-rado la noche anterior. Entrábamos sigilosamente en la sala de estar y veíamos a papá encender las velas una a una con una larga cerilla.

¡Qué alegría encontrar los calcetines llenos de galletas caseras,

AñoranzasIris Richard

frutos secos, chocolates, naranjas y manzanas y vestidos recién tejidos para nuestras muñecas! También había crayones y libros para colorear, sombreros, guantes y bufandas.

Eran días de alegrías sencillas y juguetes artesanales. Todo ello me recuerda que debo buscar los valores verdaderos, el calor humano y las cosas que perduran, sobre todo en los tiempos tan acelerados en que vivimos, plagados de dispositivos tecnológicos y actividades centradas en pantallas electrónicas. También es para mí un recordatorio de que debo andar con los ojos abiertos para ver las necesidades de los demás, amar y compartir. Son esos gestos los que hacen realmente inolvidable esta temporada y los que dejan una hermosa huella en la memo-ria de nuestros hijos y de las personas con las que entramos en contacto.

Ir is R ichar d es consejer a espir itual. Vive en K enia, donde r ealiza desde 1995 labor es voluntar ias entr e la población. ■

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Érase una vez un hombre que no creía en Dios, y no tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y las festivi-dades religiosas como la Navidad. Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comen-tarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que nevaba copiosamente, la esposa se preparó para llevar a los hijos al oficio navi-deño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

—¡Son puras quimeras! —arguyó—. ¿Por qué se iba a rebajar Dios a descender a la Tierra y adoptar forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcha-ron, y él se quedó en casa.

Un rato después, el viento arreció, y se desató una tormenta. Por la

La razón de ser de la NavidadNarración de Keith Phillips

ventana, todo lo que se veía era una cegadora ventisca. Decidió, pues, relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había dado contra la ventana. Luego oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero la visibilidad era casi nula. Cuando la nevada empezó a amainar, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto se dirigían al sur para pasar allí el invierno y, al verse sorprendidos por la tormenta de nieve, no habían podido seguir. Perdidos, habían ido a parar a su finca, donde no iban a encontrar alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban casi a ras del suelo en círculos, sin ton ni son, cegados por la borrasca. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado contra la ventana de su casa.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos. «Sería ideal que se quedaran en el gallinero —pensó—. Allí no hace tanto frío y estarían a salvo. Podrían pasar allí la noche, hasta que termine la tormenta». Dirigiéndose, pues, al cobertizo, abrió las puertas de par en par. Luego observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear en círculos. Supuso que no se habían dado cuenta siquiera de la existencia del gallinero y de lo que podía significar en aquellas circuns-tancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y alejarlas más.

Entró a la casa y salió con algo de pan. Fue partiéndolo en pedazos y dejando un rastro que conducía hasta el cobertizo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

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Dios mostró cuánto nos ama al enviar a Su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de Él. En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados. 1 Juan 4:9,10 (ntv)

Los liberaré del sepulcro; los rescataré de la muerte. Oseas 13:14 (pdt)

El hombre se empezó a frustrar. Corrió tras ellos para hacerlos entrar al gallinero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y dispersarlos en todas direcciones menos hacia donde él quería. Por mucho que lo intentó, no consiguió que entraran al cobertizo, donde estarían seguros y no pasarían frío.

—¿Por qué no me siguen? —exclamó—. ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?

Reflexionando unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

—Si yo fuera uno de ellos, entonces sí podría salvarlos —dijo pensando en voz alta.

En ese momento se le ocurrió una idea. Entró al gallinero, agarró un ganso doméstico de su propie-dad y con él en brazos se paseó

alrededor de los gansos salvajes. A continuación, lo soltó. El ganso voló entre los demás y fue directamente al cobertizo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas se pusieron a salvo.

El campesino se quedó inmóvil, mientras le resonaban en la cabeza las palabras que él mismo acababa de pronunciar: «Si yo fuera uno de ellos, entonces sí podría salvarlos». Reflexionó luego sobre lo que le había dicho a su mujer aquel día: «¿Por qué iba a querer Dios ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!» De pronto todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era pre-cisamente lo que había hecho Dios. Nosotros estábamos como aquellos gansos salvajes: ciegos, perdidos y a punto de perecer. Conmovido, Dios dispuso que Su Hijo se hiciera como uno de nosotros a fin de indicarnos el camino y salvarnos.

Esa —comprendió entonces el agricultor— era ni más ni menos la razón de ser de la Navidad.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevasca, se acalló también su alma, y meditó sobre tan maravillosa idea. Comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera oración:

—¡Gracias, Señor, por encarnarte en un ser humano para sacarme de la tempestad!

Keith Phillips fue jefe de redacción de la revista Activated, la versión en inglés de Conéctate, durante 14 años, entre 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Caryn ayudan a personas sin hogar en los EE.UU. ■

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No hay mayor gozo ni mayor recompensa que tener un impacto marcadamente positivo en la vida de alguien. Sor Mary Rose McGeady (1928–2012)

Deberíamos aprovechar la tem-porada navideña no solo para intercambiar regalos materiales, sino también para algo infinitamente más importante: entregarnos como perso-nas. J. C. Penney (1875–1971)

Indudablemente esta es una tempo-rada para estar alegres, pero también una buena ocasión para pensar en quienes no lo están. Helen Valentine

El espíritu de la Navidad —el amor— transforma corazones y vidas. Pat Boone (n. 1934)

Nada que yo haga cambiará la estructura del universo. Pero quizás alzando la voz logre contribuir a la mayor de las causas: la buena volun-tad entre los hombres y la paz en la Tierra. Albert Einstein (1879–1955)

SÉ UN ÁNGEL

Es Navidad cada vez que permites que Dios ame a alguien por interme-dio de ti. Sí, es Navidad cada vez que sonríes a tu hermano y le ofreces una mano. Madre Teresa (1910–1997)

La Navidad ideal no existe: solo existe aquella que decides crear como reflejo de tus valores y deseos, afectos y tradiciones. Bill McKibben (n. 1960)

La Navidad es más Navidad que nunca cuando la celebras llevando la luz del amor a quienes más la necesitan. Ruth Carter Stapleton (1929–1983)

Sé un ángel para alguna persona cada vez que puedas, como forma de agradecerle a Dios la ayuda que te prestó a ti otro ángel. Eileen Elias Freeman

Se puede devolver un préstamo de oro, pero uno queda para siempre en deuda con las personas que lo tratan con bondad. Proverbio malayo

En estas Pascuas, pregunta a tus hijos: «¿Qué te gustaría regalar esta Navidad?», y también: «¿Qué te gus-taría que te regalaran?» La primera pregunta fomenta la generosidad de espíritu y ayuda a pensar en el prójimo. La segunda puede fomentar el egoísmo si no está la primera como atenuante. Anónimo

La Navidad no son los adornos y abetos.

En la luz interior está el secreto.Es encender un fuego en el alma fría.Es buena voluntad, amor y alegría.Es albergar en nuestro corazónsublimes pensamientos que muevan

a la acción. Wilfred Peterson (1900–1995)

Lo que hace que sintamos la Navidad en el ambiente es la Navidad que llevamos en el corazón. W. T. Ellis (1845–1925)

Dar sin sentir que has dado nada es la mejor manera de dar. Max Beerbohm (1872–1956) ■

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El recuerdo, como una vela, brilla más intensamente en Navidad. Charles Dickens (1812–1870)

Enciendo esta vela de Adviento con ILUSIÓN…

El hecho de que no sepamos con exactitud la fecha del nacimiento de Cristo no tiene importancia; lo que importa es que nació. En medio de nuestra febril actividad, hagamos una pausa para pensar en el Salvador que vivió, murió y resucitó por nuestro bien1.

Tomémonos tiempo, vayamos más despacio, callemos y desperte-mos al Misterio Divino que parece tan común y tan normal y, sin embargo, está maravillosamente presente. Edward Hays (n. 1932)

Enciendo esta vela en señal de GRATITUD...

Las alegrías y pesares, los éxitos y fracasos, los logros y las decepciones del año que pasó han quedado atrás. Demos gracias por todo ello y

aceptemos que «Dios lo cambió en bien»2.

Cultiva una actitud agradecida y da gracias por todo lo que te sucede, sabiendo que cada paso adelante es un paso hacia la consecución de algo más grande y mejor que tu situación actual. Brian Tracy (n. 1944)

Enciendo esta vela en MEMORIA de…

En algunos lugares es habitual celebrar misas conmemorativas en el Adviento. Tanto si estamos solos como acompañados, recordemos a quienes han partido antes que nosotros.

No envejecerán como los que quedamos:

los años les pesarán no más, sino menos.

A la puesta del sol y por la mañanaaún los recordaremos.Laurence Binyon (1869–1943)

Enciendo esta vela en señal de SOLIDARIDAD…

No todos tienen la fortuna de contar con una familia feliz,

un techo o suficiente comida. Oremos por quienes se encuentran enfermos o solos, por los que están de luto o sumidos en la pobreza, y expresemos nuestra solidaridad ofreciéndoles nuestra asistencia y compañía según nuestras posibilidades.

El corazón de la Navidad es un corazón dadivoso, un corazón abierto de par en par que pone pri-mero las necesidades de los demás. George Matthew Adams (1878–1962)

Enciendo esta vela en ORACIÓN…

Está por comenzar un nuevo año. Encomendemos nuestras esperanzas y expectativas a Dios y confiemos en que Él nos acompañará en todo el recorrido3.

Condúceme, Señor,en la oscura noche y en el día.Toma mi mano hoy.Sé Tú mi compañero y mi guía.Estelle White (1925–2011)

A bi M ay es docente y escr itor a. Vive en el R eino Unido. ■

1. Romanos 14:9

2. V. Génesis 50:20 (blph)

3. V. Salmo 16:11

a la luz de las velasMomentos de sosiegoAbi May

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De Jesús, con cariño

Mi regalo

¿Qué regalo te hice cuando vine al mundo? Ofrecí Mi vida por el perdón de tus pecados, para que de parte de Mí, por medio de Mí y en Mí pudieras tener vida1.

Todo comenzó cuando proyecté el increíble y hermoso mundo en que vives y te di la vida. Luego te brindé Mi vida, y con ella el acceso a la vida eterna. Y te infundo esperanza por medio del conocimiento de que soy eterno, inmutable, y nunca te dejaré.

Te prometo cosas buenas, tanto ahora como en el más allá. Sé que en esta vida te enfrentarás a problemas y conflictos, pero me comprometo a estar contigo en medio de ellos2. Ten la seguridad de que con Mis fuerzas podrás superar las dificultades en lugar de verte superado por ellas3. Te prometo que nunca te abandonaré. «No te desampararé ni te dejaré. No te dejaré huérfano»4.

Te prometí vida eterna hace mucho tiempo, cuando vine a la Tierra. Nací, viví y morí porque te amé y siempre te amaré. Soy tu regalo de Navidad.

1. V. Romanos 11:36

2. V. Juan 16:33

3. V. 1 Juan 4:4

4. Hebreos 13:5; Juan 14:18