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Parte de Historia Miranda también iluminó a O’Higgins 11 Correo de la Palabra Luis Navarrete escribe sobre la semántica 13 Aníbal Ortizpozo abre las puertas de su hogar- taller y demuestra, de nuevo, por qué es uno de los grandes de América Latina. Foto Roberto Gil 2 a la 6 Domingo 24 de Agosto de 2014 La Patria Buena La ecología se convierte en rally en el río Matiyure 7-9 genio, artista y maestro Ortizpozo,

Reportaje Ortizpozo

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Reportaje publicado en Suplemento La Artillería del diario El Correo del Orinoco, Venezuela, el 24 de agosto 2014

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Page 1: Reportaje Ortizpozo

Parte de Historia

Miranda

también iluminó

a O’Higgins 11

Correo de la Palabra

Luis Navarrete

escribe sobre

la semántica 13

Aníbal Ortizpozo abre las puertas de su hogar-taller y demuestra, de nuevo, por qué es uno de los grandes de América Latina. Foto Roberto Gil 2 a la 6

Domingo 24 de Agosto de 2014

La Patria Buena

La ecología se

convierte en rally

en el río Matiyure 7-9

genio, artista y maestro

Ortizpozo,

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2 Suplemento dominical del La Metralla | Nº 202 2 Suplemento dominical del

Coordinadores: Diseño gráfico Pablo Valduciel L., Aimara Aguilera Corrección Eliécer Aché y José Brito

adentro de Venezuela (donde encontró una patria cuando Augusto Pinochet les arreba-tó la suya a miles de chilenos), hizo de su hogar –donde reside desde 1993– no solo el taller en el que trabaja, sino un espacio en el que el arte es como la vida: está en todas partes.

La visita guiada por Altazor que Ortizpozo y Emi regalan al Correo del Orinoco comienza con el saludo en la escalera y con la insoslayable referencia a la criminalidad. Cuenta que la gente le pregunta cómo pue-de vivir “con la inseguridad”, y que responde –con esa sonri-sita de quien ha visto mucho y no deja de sorprenderse– que para sobrevivir allí “hay que ser malandro”.

Lo primero que enseña es la parte de arriba, repleta de libros, hermoso lugar para perderse. “Todo lo hacemos nosotros; las cortinas, todo”, precisa. En una de las paredes sorprende un cuadro que ense-

T/ Vanessa DaviesF/ Roberto Gil

Primer tiempoAltazor con Emi y Aníbal

No puede haber bien-venida más cálida a la casa Altazor que los abrazos de Aníbal

Ortizpozo y de su compañera, Emi Ramírez. El maestro, naci-do en Chile y con las raíces muy

ña a un hombre torturado por un perro. “Yo trabajé mucho el tema”, señala Ortizpozo, siem-pre comprometido, siempre con la denuncia de la injusti-cia en la punta de los dedos. Al bajar la escalera apunta hacia “la rosa-cosa”, una pieza que le pidió el escritor Manuel Caba-llero para su libro El nombre de la cosa.

Regresamos a la sala-cocina, donde Emi cocinó ají de galli-na para honrar su gentilicio peruano y ya se horneaban las empanadas chilenas hechas por el maestro, porque esas manos que pintan la injusticia, el amor y las sombras también sacan la belleza de la harina, la carne, el huevo.

Ortizpozo señala la pintura que hizo de su padre, Aníbal, y de su madre, Glasfira, en el año 2001. Da marcha atrás para describirlos; su mirada vuela al pasado en Ovalle, el pueblo chi-leno donde todavía era Aníbal Ortiz Pozo.

CAMPESINO DE ALMA“Cuando llegué a Venezuela, llegué como una persona que ha perdido su trabajo, a la que la dictadura le quemó el taller”, rememora, frente al retrato de su madre y de su padre. “Llegué a Venezuela con una formación académica realmente fuerte”. Su “corazoncito” de luchador social, relata, “había nacido en el campo”.

“Soy un campesino”, recalca con orgullo. Nació en Ovalle, Chile, el 11 de mayo de 1937. “La tierra no era nuestra; era colectiva”. Para los indígenas “la tierra es colectiva, como el aire, como el agua”, expresa, y critica lo sucedido con el pue-blo yukpa en la Sierra de Perijá venezolana: “Si respeto la cul-tura, no puedo darles la tierra parcelada”.

Se define a sí mismo como socialista: “Soy socialista his-tórico. No creo en el socialismo del siglo XXI, para nada, pero apoyo este proceso”.

Aníbal Ortizpozo sigue girando sobre la órbita de la creación

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Llegó a Venezuela, otra víc-tima de la dictadura de Au-gusto Pinochet, en 1976. Venía con una maleta académica enorme: había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, de la que también fue docente. “Llegué, pictóricamente, muy académi-co, y en Venezuela quedé loco al ver a un Jacobo Borges, a los jóvenes”.

Desaprender y aprender de nuevo, para un hombre que pudo sobreponer su cuerpo y su alma a la persecución del régi-men pinochetista, fue un trán-sito. “Entré en una crisis, entré en la fase de desaprendizaje y de allí nació un proceso de re-velación”, cuenta, haciendo el nada fácil esfuerzo de retratar con palabras su experiencia con la pintura. Ese desapren-dizaje consistía en usar “cero pincel” y sentarse a observar el resultado. “La mancha me ser-vía como tirabuzón para sacar imágenes que tenían que ver con mi lucha social”.

Nos enseña otra obra, Reen-cuentro con mi sombra lunar, elaborada en 1990. La hizo –se-gún lo que relata– pensando en las caminatas bajo la luna con su padre. Aníbal papá tenía una bodega, y el maestro habla de él –y de ese andar nocturno–con un cariño más que evidente.

“AQUÍ ES DONDE SE SUFRE”Crear es desgarrarse. “Aquí es donde se sufre”, dice Ortizpo-zo al entrar a su taller. Tiene varias obras empezadas; una de ellas es Hacia el umbral. También comenzó una serie sobre lo místico y lo misterioso.

Pero la mejor evidencia de que no están terminadas es que no les ha calzado la firma Ortizpo-zo. El Ortiz Pozo se convirtió en Ortizpozo porque en la escuela buscaron artistas para una ex-posición, y al responsable de la tarea le parecía que Ortiz Pozo no era importante, pero Orti-zpozo sí. “Yo estoy pintando desde el año 1967”.

El maestro enseña Hacia el umbral, que no ha sido con-cluida. “Simultáneamente ten-go cuatro o cinco cosas sobre las cuales trabajo”, comenta, y aclara que “cuando está firma-da, está terminada”.

Este es su espacio. Ordenado. Los pinceles están limpios. La paleta es una bandeja que ella solita puede tomarse como una obra de arte. “Mi mesa es pa-leta también”. Le gusta mucho el compositor Otilio Galíndez, y recita una de sus canciones más hermosas: “Y esa luna que amanece, alumbrando pueblos tristes”.

Un equipo de sonido confirma que la música acompaña su mo-mento creativo. Hay un casete a tiro, de rumba flamenca, listo para sonar. A pocos pasos se ha-lla el jardín, donde unas parras son la señal de que también co-secha uvas, de que está atado a la tierra. “Lo que más tengo es sábila y malhojillo. Y tengo un merey”. Brilla el sol próximo al mediodía en este lugar ubicado en las afueras de Caracas. Es domingo. Día de silencio.

El maestro, mientras recorre su estudio, relata que él y otros creadores hicieron una convo-

catoria para denunciar la agresión de Israel contra

Palestina. El llamado recibió muchas res-puestas, y se convirtió en un libro en Issuu.

Es un hombre plena-mente incorporado a la

tecnología y sus bonda-des para multiplicar el

arte y la denuncia. Tam-bién lanzaron la convocato-

ria para Guarimbasura, a fin de que artistas

“A mí me regalaban zorros, pájaros, cosas del campo; mi parque de diversiones

era una higuera de 7 metros. Estábamos

a hora y media del mar”

T/ Vanessa Davies

-¿ ónde le gusta-ría mostrar su obra?

–¿A mí? En la calle. –¿Dónde quiere hacer la

próxima exposición? -Donde me lo pidan.–Donde le pidan.-Y yo acepte. –Ja, ja. Creo que eso es

más lo segundo que lo pri-mero.

–Porque no me acostumbré a pedir exposiciones, no me acos-tumbré a arrodillarme ante unos burócratas. Decir: “Mire, yo soy pintor, tengo unas pintu-ritas y las quiero poner aquí”, y que te respondan: “Bueno, no hay espacio por ahora”. No.

–Entonces, donde lo invi-ten y donde usted quiera.

–Donde acepte. Yo escribí un artículo para discutir con un

filosofo inglés que decía que el arte es enemigo del pueblo. Yo tengo la conciencia absoluta de que estoy trabajando en un área de élite. El 20% del pueblo venezolano está fuera del cir-cuito del arte. Le preguntas a una vendedora de ropa, a un taxista, a un albañil, y le dices algo de arte y no. Incluso hay funcionarios del Ministerio de Cultura a quienes tú les dices “Mire, este es un proyecto de tal”. Y te responden: “No, no, de esto no sé nada yo. No sé nada de arte”. Entonces estamos en un problema. Cuando yo escri-bí ese artículo yo hablo sobre el fraude de la superioridad del arte. Es un fraude porque la gente no entra a un recinto vi-gilado, limpio, con seguridad, con obras que tienen seguro. La gente común y corriente, de a pie, no entra a esos recintos.

–¿Y dónde debería estar el arte entonces?

–Y tú obra se sacraliza y se congela allí ¿no? ¿Qué gracia tienen los museos, si la ma-yoría que uno quisiera para quién va dirigido? Para hacer concienciar a la gente que no entra al museo.

–¿Y dónde debería estar el arte? ¿En la calle?

–Nosotros hicimos con Carmen Hernández (inves-tigadora, curadora, inte-lectual), en el Celarg expe-riencias que eran ideas muy soñadoras, pero muy buenas. Primero hicimos una que se llamó En la mira del derecho a la diferencia, que era sobre la guerra de Afganistán. Y después hicimos para el re-ferendo, para defender a este Gobierno, una exposición que se llamó No es una exposición. El humor grá-fico también es revocable. Hicimos la convocatoria por internet al mundo. Recibimos las obras, nosotros las reproduji-mos, las plastificamos, les pusimos una ficha por detrás y se podían colgar como la litera-tura de cordel, con ganchos de ropa.

“No me acostumbré a pedir exposiciones” ni “a arrodillarme ante unos burócratas”

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retrataran las guarimbas es-cenificadas en algunas zonas del país entre febrero y mayo de este año.

Su compañera, Emi Ramírez, elabora mandalas. “Considero que el arte es la representación simbólica de la realidad”, res-pondió Ramírez, entrevistada por el diario La primera de Perú en el año 2010. Ortizpozo ha hecho algunas exposiciones con ella. De hecho, guarda el afiche de una de ellas: Postales desde la cuna del relámpago y del hombre y Mandalas de Emi Ramírez, del año 2008.

En el taller hay un cuadro que parece estar listo, pero el maestro, perfeccionista siem-pre, evalúa que no, que le falta algo más. Es un homenaje a una persona querida. “Es un home-naje que le hago a mi abuelo Ci-rilo. No está terminado, lo estoy observando”, confirma.

Decidió divorciarse de las galerías, y esto tuvo que ver –de acuerdo con su relato– con la creación de la Asociación Venezolana de Artistas Plás-ticos (AVAP). “La creé para previsión social, talleres, me-dicina, difusión de la obra”, afirma, pero concluye que todo eso “se perdió”.

“Soy muy venezolano, soy muy transparente. No tengo miedo, porque no hay quien me censure ni me autocensure”, sostiene. “A esta edad no me voy a autocensurar”.

Ortizpozo relata que creó el concepto del patrimonio cultu-ral artístico viviente, y que un día escuchó que una municipa-lidad les dio el título a María Rodríguez y a Luis Mariano Rivera. “Yo casi lloraba” de la alegría, refiere.

“VENEZOLANA, AUNQUE YO SEA CHILENO”Ortizpozo señala que su obra “es venezolana, aunque yo sea chileno”. Camina por el estu-dio mientras habla para quie-nes allí estamos, pero también para sí mismo: “Nunca pinté para vender ni para premios. Pinté para disfrutar, porque siempre fui profesor”.

El maestro lo es porque así lo decidió: “He vivido dando cla-ses. Conozco al pueblo venezo-lano, su idiosincrasia, su forma de pensar”.

Enseña Las caras lindas de mi gente negra, de 2002, y sostiene que es lo más cómico que ha hecho. Pasamos a un salón contiguo, una galería en la que Ortizpozo muestra las obras que hizo con algo que cualquiera catalogaría como material de desecho: un orga-nizador semanal.

Cuando laboró en la revista Nueva Sociedad, subraya, de-sarrolló el dibujo político. “Yo estaba ocho horas en una ofici-na”, rememora. En esa oficina “tenía un organizador sema-nal, y rayaba, rayaba. Empecé a cortar pedazos de dibujo que hacía. Un día los saqué del so-bre y encontré que había temas que se repetían”. Con ese ma-terial hizo collages, obras de arte en las que también abordó temas como el despecho.

En Chile fue miembro del comité de artistas por la Uni-dad Popular. “Todos nos res-petábamos la otredad para poder surgir juntos”. Mucho de Chile hay en él, mucho del sueño de Salvador Allende y del sueño socialista. Ortizpozo confeccionó un Allende hecho de pueblo, tal vez el mejor ho-menaje posible para el eterno Presidente austral.

ALAS Y SERES ALADOSDe nuevo en la sala de su casa, Emi y el maestro Ortizpozo

comparten algunos de sus experimentos con el videoar-te. Primero ambos relatan el audiovisual que hicieron con una máscara de los Diablos Danzantes de Yare, que inclu-yó fuego y humo. “Se le quema-ron los cachos”, cuentan, con la sonrisa por delante, felices de estar juntos, de trabajar juntos y de ese momento juntos.

Almas sensibles las de Emi y Ortizpozo no podían sino as-perjar esa sensibilidad por to-das las vías. La canción “Cita con ángeles”, del cantautor cubano Silvio Rodríguez, fue acompañada por ambos con una sucesión de obras del maestro. Con alas de otro mundo, obra conmovedora hasta las lágrimas, convier-te al artista británico John Lennon en un enorme ángel. Aunque ambos hechos están separados por 28 años de di-ferencia pero ciertamente co-nectados por el mismo odio, el ataque contra el presidente Salvador Allende (11 de sep-

tiembre de 1973) y el atentado contra las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001) se unen en la denuncia.

Entre tantas emociones, Or-tizpozo habla del poeta chile-no Gonzalo Rojas, quien “me enseñó a mí mi condición de ser humano inconcluso, que te hace ser un buscador. Parece feo, como si te faltara un peda-zo, pero no es así”. No le gusta que lo llamen artista: “Me mo-lestaba que me llamaran artis-ta, porque yo soy un productor de imágenes, un trabajador”.

Segundo tiempoMalas notas, talento por montonesOrtiz Pozo, Ortizpozo, campe-sino siempre. “A mí me regala-ban zorros, pájaros, cosas del campo; mi parque de diver-siones era una higuera de sie-te metros. Estábamos a hora y media del mar”. Entró a la escuela a los ocho años “y ahí

aprendí a leer, a escribir, mul-tiplicar y todo, con toda la se-guridad de un niño campesino que se suma a las labores del campo, a toda la faena, a segar el trigo, la cebada, el alpiste, todo lo que quieras. Y a pasto-rear las ovejas y los chivos y a comer cordero asado”.

Ortizpozo asegura que sacó malas notas en artes plásticas en su pueblo natal. “Yo era un campesino que seguramente hice mucha escultura con mi-gas de pan cuando amasába-mos, con barro, cuando chico, con cerote de vela; pero dibujar y pintar, nada”. Su madre mu-rió cuando él tenía 13 años, y su padre, cuando llegaba a 17 años: “Me heredaron cuatro herma-nos menores que eduqué”. Por más que quisiera estudiar, las circunstancias no lo permitie-ron, porque después de todo era el hijo mayor.

Hizo el servicio militar vo-luntario a los 17 años en el Re-gimiento Arica de La Serena “donde había un primo, Juan Campuzano, que era campeón de tiro militar de Chile y que lo mataron los militares porque en el golpe (1973) a las 8:00 pm en el toque de queda había que salir a ‘palomear’: cosa que se movía, había que dispararle. Y mi primo erró a 20 metros. Nadie le creyó. Preso a pan y agua, torturado; cuando yo

“Hago escultura, hacemos videos, hacemos de todo, de todo, porque así debe ser. No te puedes quedar como un pintor todo el tiempo pintan-do al óleo los mismos perso-najes. La vida es bonita así cuando tú eres combativo, cuando eres rebelde, cuando no te autocensuras, cuando tú no cuidas un carguito, cuan-do no te transformas. Esa es la diferencia”.

Viene de la página anterior

autocensuro

creativo

apolilla-

escuela a los ocho años “sa-

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salí de Chile estaba vegetal, en una silla de ruedas”.

Ortizpozo se marchó a San-tiago “porque había un letrero que decía: ‘Beca para formarse como maestro primario. Gra-tuito. Techo y comida”. Ingre-só en la Normal José Abelardo Núñez. Entonces se produjo el milagro “de descubrir que yo tenía capacidad para la plásti-ca. Para ser maestro tú tienes que hacer material didáctico: el corazón unido, los riñones, una mata, un mapa, y ahí descubrí que yo lo hacía bien”.

Todos, “al ver lo bonito que me quedaban los materiales di-dácticos, me pedían que se los hiciera”. Cuando le pregunta-

ron qué especialidad escogería, respondió sin titubear: artes plásticas. “Me tocó un profesor que era grandote así, con unos lentes ‘culo’e botella’, le decía-mos ‘El Guacho Pola’. Y ‘El Guacho Pola’ me enseñó a ha-cer lápices de color, acuarelas, papel, carboncillo”. Su profe-sor le insistía en un punto: “Es que tienes que aprender porque donde tú vas a ir, al campo, no hay eso”.

Al tener las mejores notas po-día ejercer en Santiago, pero a la escuela llegó la solicitud de una clínica de neurocirugía in-fantil. La solicitud decía: “Ne-cesito que nos envíen al alumno de más alta nota especializado

llosa. El decano me decía: ‘Aní-bal, ojalá los artistas chilenos contemporáneos tengan esto que se llama esquizofrenia”.

El maestro asegura que aprendió mucho, “pero por so-bre todo aprendí a mejorarme yo mismo mejorando a los de-más”. Todavía recuerda a una niña que sumaba dos intentos de suicidio y acudía a la tera-pia. “Se le internó, se le hizo tratamiento médico de todo tipo y se consideró que estaba bien. Y se le dio de alta, se fue para la casa, pasaron dos días y se mató. Entonces allí yo descubrí el agua tibia, pues: que todo niño-problema pro-viene de un hogar-problema, y todo hogar problema se inser-ta en una sociedad. Entonces renuncié”.

en Artes Plásticas”. Aceptó la convocatoria. “Me dijeron: ‘Ne-cesitamos una persona como usted para formarlo en higiene mental, psiquiatría infantil y tal cosa, porque usted va a atender un taller de terapia ocupacional a través de las artes plásticas. Tiene que aprender cuál es el valor diagnóstico y terapéutico de las artes plásticas”.

Efectivamente, aprendió a tratar con niñas y niños con timidez, pequeños que se orina-ban en la cama en las noches. También pasaba al hospital psi-quiátrico y les daba materiales a pacientes con esquizofrenia. “Hice una exposición de pintu-ras de esquizofrénicos. Maravi-

CHILEVENEZUELAHabla de Chile, de Allende, de la ilusión del triunfo socialista en 1970, de la derrota en 1973. “No-sotros ya sabíamos que venía el golpe, ya lo sabíamos”, relata. Temprano en la mañana del 11 de septiembre de 1973 “nos re-unimos y dijimos ‘esto ya está consumado’. Empezaron a so-nar los aviones disparando ya sobre La Moneda”.

A Salvador Allende lo vio por última vez en una exposi-ción en el Museo de Arte Con-temporáneo sobre las brigadas muralistas. También conoció al cantautor Víctor Jara, cuando lo invitaron a hacer la esceno-grafía del ballet folclórico. “No-sotros planeamos con Víctor

T/ Vanessa Davies

El maestro Aníbal Orti-zpozo tiene un canal en Youtube, cuelga videos

en Vimeo, confecciona libros digitales. La exposición de su obra en el Museo de Bellas Ar-tes –Poéticas del compromiso. Aníbal Ortizpozo. Antología de su obra en Venezuela 1976-2014, con la curaduría de Félix Hernández– muestra también cráneos hechos en resina.

“La técnica está en fun-ción de lo que quieres decir. Yo quiero decir ‘seamos un poco menos egoístas’, como en la canción de Silvio Rodrí-guez, mi amigo del alma, y yo pongo las imágenes. Por eso hacemos de todo. Y me metí viejo y todo, me agarré de la cola de la autopista de la in-formación, de los programas.

Y entonces empecé a hacer arte digital”.

“El arte combativo, de fu-turo, el buen arte, no es físico sino virtual. No está mediado por el dinero; no está mediado por la censura de un curador, de un crítico, de un funciona-rio. Te sientas en tu computa-dora y haces la obra. Punto. Esa obra que yo he hecho en el computador, en el ordena-dor, en menos de fracción de segundos está en China, en Japón, en Corea, en todas partes”, argumenta.

“Se seguirá haciendo pin-tura de caballete, chorreando tela, y yo seguiré chorreando tela y sufriendo porque no hay un camión que se lleve las obras, que quepan. Segui-ré haciéndolo. Pero el arte, el arte de verdad del futuro será virtual, no físico. Y circulará masivamente”, asevera.

“El arte de verdad del futuro será virtual, no físico”

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“Nosotros planeamos con Víctor Jara una exposición en la que él entregaba el disco al poblador y yo entregaba ocho grabados”

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Viene de la página anterior

Jara una exposición en la que él entregaba el disco al poblador y yo entregaba ocho grabados”, retrata.

Ya imperaba la dictadura cuando le quemaron su taller. “En el incendio se perdieron 100 obras”, calcula. Llegó el momen-to de salir de su país. Original-mente no venía a Venezuela con la intención de quedarse, por-que su destino era México. Pero un dirigente adeco le compró al-gunas obras, y él le explicó que estaba indocumentado porque ingresó como turista y necesita el papel que lo acreditara como transeúnte. El político lo refirió a la oficina de identificación de la época, y “el mismo día en la mañana ya yo era transeúnte”.

No le fue tan bien en el Museo de Arte Contemporáneo de Ca-racas, porque le dieron una cita para después cuando únicamen-te pasó a saludar. Comenzó a dic-tar clases en la Escuela Cristóbal Rojas y se quedó. Después sufrió el acoso, esa suerte de macartis-mo de todos los signos que persi-gue a quien piensa diferente; a él le hincó el diente el macartismo de la derecha, que lo “acusó” de comunista. Refiere que lo bota-ron aun cuando estaba contra-tado legalmente y tenía su título universitario, pero ganó el caso incluso ante el Tribunal Supre-mo de Justicia. “Senté jurispru-dencia” porque se demostró que dar clases no es un derecho polí-tico exclusivo de las venezolanas y los venezolanos.

Ortizpozo también experi-mentó la represión. Fue a pre-guntar por un documento en plaza Miranda y una mujer le dijo “vaya a tal lugar” y allí lo apresaron. “Yo estaba se-cuestrado por la Disip cuando mataron al papá de Jorge Ro-dríguez (1976). Me aplicaron el cuestionario que José Vicente Rangel siempre denunció, que era la Operación Cóndor. Aquí en Venezuela se habla de la Operación Cóndor pero no se habla de ese cuestionario. Me interrogaban cuatro personas, un militar chileno, dos Disip y una que no sé qué nacionalidad era, una grandota que tenía acento norteamericano”. Lo li-beraron porque pudo llamar a Rangel, pero no sin preguntar-le qué hizo el 11 de septiembre de 1973 a las 10:00 am y otras 400 interrogantes más.

COMPROMISO, NO COMPROMETIDOEn Venezuela Ortizpozo des-aprendió y aprendió.

–¿Por qué piensa que lo que usted hacía no era?

–Porque yo estaba muy fanáti-co, muy dogmatizado en lo polí-

tico y eso me trancaba el arte; y porque académicamente estaba muy académico, muy machista.

–Aquí se liberó.–Había que romper esa cosa

machista del maestro y el disci-pulito, que es lo que yo propuse en la Armando Reverón. Rom-per la figura del maestro y el discipulito, del profesor que le pone un 20 al alumno que hace lo que se parece a lo que él hace. Es muy complejo eso.

–¿Y cómo se soltó aquí?–Allá yo propuse, en vez de

maestros, facilitadores y parti-cipantes. Todo eso le gustó mu-cho a toda la gente de la Reve-rón, todo lo que yo propuse.

En Venezuela “a la gente le gustaba lo que yo pintaba por-que era académico, casi fotográ-fico”. Pudo montar una exposi-ción en la que le fue muy bien pero “me dio una crisis. No pude pintar más. Todos mis cuadros parecían billetes”. Eso ocurrió en 1977.

“Entonces me encerré a pin-tar, a dibujar en tamaño carta pura tortura y muerte, todo lo que hacía Pinochet en el esta-dio”, rememora. Las obras se expusieron en la galería Viva México. “Con mucha gente me reunía, hacíamos cosas, nos reuníamos para la solidaridad con los pueblos, la solidaridad con Chile. Hicimos muchos fo-lletos, muchos libros, muchas cosas, muchas cosas; siempre hemos hecho muchas cosas”.

–Usted diría que su obra es política?

–Sí.–¿Toda? ¿De principio a fin?–Digo que una obra política a

veces no es tan impactante en pro del cambio como una obra erótica, que no necesita empe-zar diciendo “yo tengo que ha-cer una obra política”, sino que tiene que nacer como tal. Yo no creo en el arte comprometido. Me huele a recluta.

–¿En qué cree entonces?–En el compromiso, pues.

Pero fuera de una cosa dirigida; el dirigismo estatal es terrible.

–¿Usted lo hace con com-promiso?

–Yo lo hago porque está atrave-sado en mi vida, porque me due-le, porque creo en el nosotros, no creo en el yo. Hemos hecho obras colectivas, soy grupero, he creado grupos y hemos hecho grupos de trabajo y cosas.

Ortizpozo es muy crítico. “Mi último artículo político es sobre el presidente Chávez” y se llama “Legado es también lo que falta por hacer”. El sub-título dice “La autocrítica en el discurso encendido del pre-sidente Chávez”. Y yo analizo ahí desde la primera vez que lo vi en el Balcón del Pueblo: la Revolución está adentro, co-rrupción y burocracia están afuera. Y después siguió con las 3R, que nadie le paró, nadie las aplicó; después siguió con la repotenciación de las 3R, después continuó con el segui-miento y después siguió con el golpe de timón, donde volvió ñoña a los ministros”.

–¿Por qué no volvió a escri-bir más?

–Porque escribo, no como un asalariado que escribe, sino que escribo cuando me motivo: Cuando me molesta algo, cuan-do quiero decir algo, cuando me siento ahogado.

Reprocha la banalización del término socialismo; de hecho, escribió sobre ese asunto. “Yo creo que Chávez lo leyó antes de morirse, porque un día salió diciendo que no podían dar are-pas socialistas”, acota.

–¿Y en qué cree usted cuan-do usted piensa en el sueño socialista?

–Yo soy un socialista histó-rico

Caracas

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