Resena Tiempos Para Rezar

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    Mercedes López Rodríguez. Tiempos para rezar y tiempos para trabajar. La cristianización

    de las comunidades muiscas durante el siglo XVI. Bogotá: Instituto Colombiano de

    Antropología e Historia, 2001. 215 páginas. ISBN 958-97054-1-3.

    María Eugenia Hernández C.

     Antropóloga, Universidad Nacional de Colombia

    El texto de la antropóloga Mercedes López, Tiempos para rezar y tiempos para trabajar. La

    cristianización de las comunidades muiscas durante el siglo XVI , hace parte de una serie de

    obras de historia social y cultural elaborados por una nueva generación de historiadores

    inspirados en las corrientes postcoloniales y subalternistas. Situándose en las provincias deSantafé y Tunja durante la segunda mitad del siglo XVI, la autora, en sus propios términos,

    “explora las formas como ocurrieron los procesos de evangelización de los Muiscas” y los

    innumerables intentos y estrategias de la Iglesia Católica por imponer la religión cristiana

    “como un discurso” que se proponía recrear y remoldear sus prácticas cotidianas. Estas eran las

     bases de las que partían los colonizadores para formar nuevos “sujetos” y nuevas “identidades”

    en los colonizados.

    La cristianización y la occidentalización de los indígenas neogranadinos no cumplían solo con

    el objetivo de enseñarles la doctrina para hacerlos miembros de la familia católica, como hijos

    de Dios. Este proyecto entraba más profundo en las entrañas de las sociedades colonizadas;

    trataba de influir en las relaciones sociales, en toda su vida cotidiana incluyendo la apariencia

    del indígena, colonizando hasta “sus tiempos y sus espacios”. Era más un proceso de conversióna una forma de vida que a un credo religioso. Hasta el momento los estudios de las sociedades

    indígenas del período colonial neogranadino habían girado en torno a los ejes de la economía, la

    organización social y política e incluso el ordenamiento espacial. En el trabajo de Mercedes

    López encontramos una propuesta novedosa donde se muestra desde otra óptica, la imposición

    del sistema colonial que permite a los colonizadores crear “nuevas realidades culturales”,

    analizando la importancia de los religiosos en este proceso.

    La tarea de la conversión fue uno de los proyectos principales de la corona española durante la

    Colonia. En la Nueva España (México) los primeros esfuerzos de la comunidad franciscana

    fueron bastante exitosos, pues los sacerdotes que tenían en sus manos esta responsabilidad

    daban testimonio de santidad y devoción, o por lo menos así fueron vistos por las comunidades

    indígenas. Además la iglesia tuvo una buena organización desde el comienzo, con un mayorcontrol sobre las órdenes religiosas y una mayor cercanía de las autoridades eclesiásticas.

    En contraste, en el Nuevo Reino de Granada no fue muy exitoso el proceso de evangelización.

    Según la descripción detallada que hace la autora en la primera parte de su trabajo, el perfil de

    los religiosos que llegaron en los primeros tiempos de la colonia al Nuevo Reino no se

    asimilaba mucho al exigido por las altas jerarquías de la iglesia y esto causaba gran

     preocupación dentro de los obispos, que veían en vez de sacerdotes devotos, a unos personajes

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    más motivados por la ambición de enriquecerse que por recuperar las almas indígenas de la

    gentilidad en que se encontraban.

    El franciscano Juan de los Barrios llega en 1553 como primer arzobispo de Santa Marta. Con la

    creación de este obispado la Corona hace su primer gran esfuerzo por organizar la tarea de

    evangelización en el Nuevo Reino. Sin embargo, “la diócesis de fray Juan de los Barrios no

     poseía sacerdotes ni iglesias para predicar”. Esta era una gran preocupación para el obispo quien

    expresaba:

    [...] es grande la falta de cristiandad que hay en estas partes, no solamente en los

    naturales pero aún peor en los españoles y aún peor en los ministros que

    administran la fe en los unos y en los otros

    1

    .

    Durante el siglo XVI se hicieron múltiples esfuerzos. Se fundaron conventos, se asignaron

    sacerdotes para las diferentes encomiendas y se hizo mucho énfasis en la formación de los

    religiosos. Incluso, en ciertos momentos, aparte de los hombres del clero venidos de España,

    fray Luis Zapata de Cárdenas, segundo arzobispo del Nuevo Reino, ordenó como sacerdotes y

     postuló como doctrineros a varios hombres que eran hijos de madre indígena y de padre

    español.

    En la segunda parte del libro podemos ver cómo la asignación de las doctrinas provocaba

    enfrentamientos entre el clero secular y las comunidades del clero regular, y también entre los

    sacerdotes venidos de España y los criollos y mestizos del Nuevo Reino, a quienes en ciertos

    momentos se les dio preferencia por conocer las lenguas indígenas. Las políticas deevangelización se inclinaban bastante hacia la protección del indígena, trataban de evitarles el

    exceso de trabajo y de suavizar otros abusos que los encomenderos estaban cometiendo, como

    cobrar tributos exagerados, por encima de lo estipulado por la corona. Esto provocó un

    ambiente de tensión entre doctrineros y encomenderos. Los doctrineros denunciaban todos estos

    abusos y de este modo se convertían, en términos de la autora, en ojos para ver lo que la corona

    no podía y en cierta forma en una herramienta de control sobre los colonizadores. Al respecto se

    hace la siguiente afirmación:

    La evangelización representaba para la iglesia una oportunidad para intervenir en

    las comunidades indígenas instaurando una forma de poder individualizante capaz

    de crear una relación entre cada sujeto y la iglesia (66).

    En este caso cabría preguntarse si el poder majestuoso y la caridad cristiana que intentaban

    mostrar los doctrineros, construye solo con el ejemplo un sujeto individual en el indígena que se

    relaciona como tal con el clero, de quien no se sabe cómo interpreta estas expresiones y

    teniendo en cuenta que un doctrinero no permanecía mucho tiempo en una comunidad.

    1 Juan Friede,  Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada, desde la instalación de la Real

     Audiencia en Santafé (Bogotá: Banco Popular, 1975), 2:50, citado en el libro reseñado.

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    Sin embargo la imagen que se tenía del doctrinero en general era de bondad y de caridad

    cristiana siempre pendiente del bien “espiritual y temporal” de los nativos. En manos de la

    iglesia estaba el bienestar social (hospitales, escuelas y obras de caridad) y el control para que

    los encomenderos no privaran a los indígenas de la doctrina. También trataban de evitar ciertos

    castigos que provocaran enfermedades o la pérdida de miembros, aunque los sacerdotes

    aplicaban algunos escarmientos para condenar las idolatrías, como poner los indios en el cepo y

    darles azotes.

    Tratando de recoger todos estos elementos, en la tercera parte del libro que trata sobre la

    relación entre la doctrina, la evangelización y el trabajo indígena en la vida cotidiana, la autora

    coloca a la doctrina como “una zona de contacto” donde confluyen los tributos, las fechas de

    siembra y los ritmos de trabajo, entre otras actividades. Los doctrineros fijaban unos tiempos yunos espacios para que los indígenas recibieran las enseñanzas cristianas. Esto hacía que

    también se organizaran los tiempos del trabajo, lo cual influía en los tributos. El sacerdote

    también debía recibir una paga por su labor, lo cual según las leyes era obligación del

    encomendero, quien trasladaba esta obligación a los indígenas haciéndolos responder por los

    estipendios del cura. Sin embargo, analizando documentos como las visitas, la autora encontró

    gran cantidad de procesos a encomenderos por falta de doctrina suficiente y por no haber

    construido una iglesia. Ante esta situación los padres no asistían con presteza a cumplir con sus

    tareas y los indígenas se quedaban sin doctrina buena parte del año. Por esta razón seguían

     practicando sus ritos antiguos, sobretodo aquellos conocidos como “borracheras”, que

    veladamente eran permitidos en algunas circunstancias, pero castigados cuando se realizaban

    durante alguna festividad cristiana.

    Las fiestas religiosas reglamentadas por la iglesia, según la autora, eran un punto de

    convergencia donde se encontraban y mezclaban las creencias indígenas con las cristianas. Por

    ejemplo aprovechaban la decoración de sus vestimentas para expresar algunos de los elementos

    de sus antiguas religiones. Esta era una forma de crear identidades a través de la cristianización,

     pues no se encuentra un proceso total de occidentalización sino la aparición de una cultura

    “híbrida” creada con los elementos aportados por los colonizadores y los colonizados.

    Para concluir, la autora toma otra estrategia que usó la iglesia para evangelizar y fue mediante el

    aprendizaje de las lenguas indígenas. Si la doctrina se les enseñaba en su propia lengua era más

    fácil lograr la conversión. Sin embargo muchos sacerdotes se negaron a dar la doctrina en

    muisca pues consideraban que era muy simple para poder expresar los dogmas de la fe. A fin de

    cuentas el proceso de evangelización no cumplió plenamente sus objetivos. El resultado no fue

    el esperado por la corona española, a pesar de los esfuerzos que se invirtieron.

    Como se ha dicho a lo largo del texto, la dominación española no fue total en las comunidades

    indígenas americanas. Gracias precisamente a que esta dominación occidental no fue total, se

     pueden hacer estudios como el que se viene reseñando, pues se cuenta con documentación en la

    que los indígenas se han expresado, se han quejado de los abusos y excesos, han hecho

    relaciones, etc., aunque por medio de la escritura sus expresiones se hayan occidentalizado.

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    Algo que me parece se debe resaltar en la investigación de Mercedes López, además de la

    rigurosidad y pulcritud del trabajo con la documentación, es que el proceso que se reconstruye

    no exagera en adjetivaciones y se aleja de contar una historia del dolor por la dominación, como

    se ha hecho en otros textos.

    Aunque en el análisis se presentan los personajes de los caciques como “una pieza fundamental

     para la creación de lo indígena colonial” (149), estos no pasan a ocupar un lugar más

    importante. Se ven presentes en las quejas a las autoridades eclesiásticas y a la justicia ordinaria

    y en su relación directa con los encomenderos por la recaudación de tributos; pero no aparecen

    en ese papel fundamental de autoridades indígenas, quizá por quienes los doctrineros

    comenzaban su tarea de conversión de un grupo o una comunidad.

    Por otra parte, hay una ausencia de los indios como sujetos activos, asumiendo un nuevo

    sistema de creencias. Esta es una expectativa que se despierta cuando se comienza a leer el

    texto, ¿Qué interpretación hacen los nativos del credo cristiano? A lo largo del trabajo podemos

    ver que no hubo una imposición total de esta religión. Se muestra claramente que el resultado

    del proceso de evangelización fue un sincretismo, “una cultura híbrida”. El papel de los

    colonizadores en el proceso queda muy claro gracias a las reflexiones de la autora, sin embargo

    la parte indígena queda escondida detrás del hábito de los religiosos españoles.

    Por último, más que señalar ciertas ausencias en la lectura como debilidades del trabajo, se trata

    de hacer una reflexión para encontrar los puntos de partida que este deja para nuevas

    investigaciones, pues mucha de la historia colonial indígena está por hacerse y el esfuerzo que

    se ve en el texto de Mercedes López es loable desde el punto de vista de que llena uno de losmuchos vacíos que tenemos.