12
1/05/12 LIBROS , RESEÑAS DE LIBROS Canción de la desconfianza, de Damián Selci La primera novela de Damián Selci narra la travesía de un grupo empecinado en aplicar una pedagogía extremista. / Por Lucas Mertehikian - Hace algunos años, en esta misma revista, Martín Kohan hablaba de la aparición en la literatura argentina reciente de una “zona Saer”: autores que escribían sobre el trazado que había dejado el santafesino. No costaría demasiado imaginar posibles nombres para otras zonas similares: una “zona Aira”, una “zona Fogwill”. Con Canción de la desconfianza, su primera novela, Damián Selci parece inaugurar un nuevo campo fértil para una influencia que puede ser decisiva: una “zona Cohen”. De esta operación riesgosa Selci sale con soltura. Del mundo del Delta Panorámico que Marcelo Cohenviene trabajando en sus libros hace una década, Selci tomó un nombre extraño para su protagonista (Styrax: tan poco rioplatense como Neuco o Verdey, personajes del Delta), la ironía, la musicalidad de la frase y cierto desapego por el realismo y las convenciones del “yo” (el giro autobiográfico, en sus múltiples variantes). Pero Selci se separa de Cohen en el punto justo para producir un deslizamiento: si el Delta Panorámico se ubica en un futuro cercano en el que ya ocurrió todo, Selci clava su Canción… en el nervio del presente, cuando todo está por ocurrir. Buenos Aires y sus personajes emergen así tras una bruma de descripciones alucinadas; entre los barrios identificados y los tipos sociales identificables se abre paso un lenguaje enrarecido que contamina todo pero, más que nada, el “y” de la conjunción que desvela a buena parte de los escritores contemporáneos: literatura y política. Styrax es un joven porteño, profesor de bajo, que pretende secuestrar (“debe haber otra palabra más precisa”, repetirá el texto una y otra vez) hijos de Esclarecidos para educarlos y reformarlos. En el medio se le unen una serie de personajes (Labiosuelto, El Dentista Histórico, Susana) que forman una cofradía de perdedores amontonados por unas pulsiones más o menos congruentes: la necesidad de actuar, la obsesión por el análisis político, el rencor personal. Los Esclarecidos son el resto que dejaron por este lado del mundo occidental el progreso y la liberalización de las costumbres. La idea, sin ir más lejos, puede rastrearse en el Michel Houellebecq de Las partículas elementales , entre otros conservadores notables; el giro viene por el lado de la posibilidad de un cambio hacia adelante que recupere algunas formas del pasado. El diagnóstico de Styrax es moral (de decadencia); su sueño (anacrónico), disciplinario: “¿Hay algo más hermoso que una pedagogía extremista?”, se pregunta. Tal vez porque el texto se corta un tanto abruptamente, quedan algunas preguntas abiertas: ¿cuál es el contenido de esa pedagogía? ¿Algo nuevo o un calco de qué? ¿O será que, al final, sólo nos queda la confianza en las formas?

reseñas sobre selci

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: reseñas sobre selci

1/05/12 LIBROS, RESEÑAS DE LIBROS

Canción de la desconfianza, de Damián SelciLa primera novela de Damián Selci narra la travesía de un grupo empecinado en aplicar una pedagogía extremista. / Por Lucas Mertehikian-

Hace algunos años, en esta misma revista, Martín Kohan hablaba de la aparición en la literatura argentina reciente de una “zona Saer”: autores que escribían sobre el trazado que había dejado el santafesino. No costaría demasiado imaginar posibles nombres para otras zonas similares: una “zona Aira”, una “zona Fogwill”. Con Canción de la desconfianza, su primera novela, Damián Selci parece inaugurar un nuevo campo fértil para una influencia que puede ser decisiva: una “zona Cohen”. De esta operación riesgosa Selci sale con soltura. Del mundo del Delta Panorámico que Marcelo Cohenviene trabajando en sus libros hace una década, Selci tomó un nombre extraño para su protagonista (Styrax: tan poco rioplatense como Neuco o Verdey, personajes del Delta), la ironía, la musicalidad de la frase y cierto desapego por el realismo y las convenciones del “yo” (el giro autobiográfico, en sus múltiples variantes). Pero Selci se separa de Cohen en el punto justo para producir un deslizamiento: si el Delta Panorámico se ubica en un futuro cercano en el que ya ocurrió todo, Selci clava su Canción… en el nervio del presente, cuando todo está por ocurrir. Buenos Aires y sus personajes emergen así tras una bruma de descripciones alucinadas; entre los barrios identificados y los tipos sociales identificables se abre paso un lenguaje enrarecido que contamina todo pero, más que nada, el “y” de la conjunción que desvela a buena parte de los escritores contemporáneos: literatura y política.

Styrax es un joven porteño, profesor de bajo, que pretende secuestrar (“debe haber otra palabra más precisa”, repetirá el texto una y otra vez) hijos de Esclarecidos para educarlos y reformarlos. En el medio se le unen una serie de personajes (Labiosuelto, El Dentista Histórico, Susana) que forman una cofradía de perdedores amontonados por unas pulsiones más o menos congruentes: la necesidad de actuar, la obsesión por el análisis político, el rencor personal. Los Esclarecidos son el resto que dejaron por este lado del mundo occidental el progreso y la liberalización de las costumbres. La idea, sin ir más lejos, puede rastrearse en el Michel Houellebecq de Las partículas elementales, entre otros conservadores notables; el giro viene por el lado de la posibilidad de un cambio hacia adelante que recupere algunas formas del pasado. El diagnóstico de Styrax es moral (de decadencia); su sueño (anacrónico), disciplinario: “¿Hay algo más hermoso que una pedagogía extremista?”, se pregunta. Tal vez porque el texto se corta un tanto abruptamente, quedan algunas preguntas abiertas: ¿cuál es el contenido de esa pedagogía? ¿Algo nuevo o un calco de qué? ¿O será que, al final, sólo nos queda la confianza en las formas?

Page 2: reseñas sobre selci

Lavado de cerebro“Canción de la desconfianza” es el debut de Damián Selci, una puesta en práctica de sus teorías literarias.POR FLAVIO LO PRESTI

Para salir del laberinto de andrajos y ranchos en que se asentó la literatura argentina joven según su propio diagnóstico, Damián Selci elige hacerlo por arriba haciendo coincidir tres influencias confesas: la de los poetas objetivistas de los noventa, la de Osvaldo Lamborghini y Ricardo Zelarrayán y la mucho más visible (no adjetivemos por el momento) de Thomas Pynchon, que salta como una liebre renga en las primeras páginas de Canción de la desconfianza .

El nombre del protagonista de la novela es Styrax (resuena, ahí, la guía telefónica de las novelas de Pynchon); su espíritu es semejante al de algunos perdedores pynchoneanos que están siempre tambaleando en un borde entre el sentido secreto de Todo (siempre oculto detrás de una conspiración siniestra) y la comedia de palos; la prosa es morosa y descriptiva, acumula enumeraciones yuxtapuestas de acciones y objetos desdibujados o hiperdefinidos, enumeraciones que tienden a la eufonía, a la dispersión y a una rara precisión tecnófila que hace saltar, de inmediato, la semejanza con la prosodia del autor de V .

Con este instrumento tirando a descomunal (lo describo parcialmente por no ser prolijo, diría Cervantes) está contada una historia sencillísima: cansado del cinismo de sus conciudadanos, Styrax se ha decidido a secuestrar (una acción que no está seguro de bautizar con esa palabra, y Selci usa esa vacilación como clave estructural) a un Esclarecido joven, al vástago de algún contemporáneo con el alma anestesiada, al hijo de uno de esos tipos que creen que no hay nada nuevo bajo el sol (progresistas desalmados, chetos grises, etc.). Styrax, por el contrario, está convencido de un montón de cosas, y el “secuestro” está destinado a un violento ejercicio pedagógico, un lavado de cerebro en el que van a acompañarlo un dentista violento y verborrágico, una peluquera estudiante de historia y floja de cascos (no tenemos nada contra su estilo de vida) y un lumpen que anda en moto y que se llama pynchoneanamente Labiosuelto. La víctima elegida termina siendo un adolescente que es alumno de Styrax, Lucio Elch, bajista con futuro. Enrolado en el proyecto pretendidamente cómico de ser un moralista argentino, Styrax conduce a este grupo a una deriva que

Page 3: reseñas sobre selci

va a terminar en Necochea, una ciudad habitada por fantasmas históricos caros a los empecinados de Selci.

Pero si hasta acá la glosa del argumento puede sugerir que la novela es entretenida, habría que callarse un poco y dejarla hablar: “A la derecha se levanta la recta de santerías, apenas interrumpida por unos kioscos con la mercadería inclinada sobre la calle: hay bastantes centímetros entre un paquete de bizcochos y el siguiente, los carteles promocionales están descoloridos por el sol y las radios redoblan la promoción de hitos. Pese a que la mañana es tajante y borra de la cabeza el recuerdo del fin de semana lluvioso, Styrax no tiene que curvar mucho la percepción para absorber el contenido de esa larga adversidad higiénica”. Es justo decir que la novela no cambia en ningún momento este registro, quizás un poco por obediencia a su modelo yanqui, pero también como reacción exagerada a la anemia (ya se dijo, el diagnóstico es del propio Selci) de la prosa de la joven narrativa argentina. El gran fracaso de la novela es, sin embargo, tratar de citar la electricidad paranoide de Pynchon sin encontrar un enemigo espectral lo suficientemente aterrador (para Ricardo Piglia eran los militares, en Roberto Arlt eran, también, los mismos conspiradores), con lo cual la aventura de sus conjurados se parece muchísimo a un diente de leche.

Finalmente, la tendencia hermética de Selci (muy notable también en su obra crítica) hace que se defienda de la legibilidad hasta el punto de que el único modo de enterarnos de lo que es un Esclarecido cabalmente es leer el blog de Eterna Cadencia. El riesgo de defender tanto y tan cerca del arco (lo sabe cualquiera que mire fútbol) es que te hagan un gol de rebote en un corner en el minuto 84, como cuando Damián Selci escribe “pariental” por “parietal” o cuando –después de reclamar un idioma de los argentinos en el contexto de la homogeneización de la prosa en español– termina escribiendo “mucha hambre”.

Page 4: reseñas sobre selci

DOMINGO, 27 DE MAYO DE 2012

La falta de voluntadDistopía y desconfianza hacia los relatos políticos en la primera novela de Daniel Selci.

 Por Fernando Bogado

Gran parte de la narrativa de los ’90 (de comienzos de los ’90, al menos) se preocupó por

retratar la desidia e inmovilidad generacional que la política neoliberal había establecido como

estrategia: personajes sumergidos en mundos a los cuales sienten no pertenecer pero que, al

mismo tiempo, parecen destinados a conformar más por un capricho del destino que por una

acción de la voluntad: están sujetos a una “mano invisible”. Y eso es lo que tenemos: individuos

flotando por sobre el trasfondo de lo histórico. Personajes de Martín Rejtman, aunque no los

únicos, son el ejemplo más decantado de esta tendencia lindante con el minimalismo. Más de

veinte años después, las voces de esta incipiente nueva narrativa argentina experimentan este

“divorcio de la historia” de la generación anterior de una manera un poco más radical, o volcada

a la acción. No por nada la flamante novela de Damián Selci, Canción de la desconfianza,

empieza cuando Styrax, tal el excéntrico nombre del protagonista, llega a la conclusión de que

hay que cometer un secuestro.

¿Quién será la víctima de este aparente acto delictivo? Se sabe, un Esclarecido, así, con

mayúscula, alguien que ya por el nombre parece pertenecer a una tribu beligerante en lo que

se perfila como un futuro distópico, post-apocalíptico, pero que no es otra cosa que Buenos

Aires, con los nombres específicos de los lugares en donde la acción se va a llevar a cabo sin

ningún tipo de bienintencionada modificación: Palermo, Liniers, Ciudadela, Necochea. Styrax

sabe la “extracción de clase” de la víctima, pero desconoce cuál puede ser el Esclarecido que

será sometido a un severo adoctrinamiento moral, a una especie de reconversión espiritual

producida por una versión radical de la única religión laica que se ha sostenido con el paso de

los siglos: la educación, por no decir, más precisamente, la escuela. A medida que las páginas

avancen, Styrax logrará reunir a un grupo de marginales y excéntricos (que no hacen otra cosa

que recordar a otro gran grupo de desclasados, “los siete locos”) compuesto por Susana,

Labiosuelto y el Dentista Histórico para llevar adelante el secuestro y adoctrinamiento de un

hijo de Esclarecido: la búsqueda se ha vuelto lo suficientemente particular, hay que cambiarlos

desde chicos.

Page 5: reseñas sobre selci

Canción de la desconfianza. Damián Selci Eterna Cadencia 160 páginas

En su primera novela, Damián Selci (1983), editor de la revista Planta, ofrece un panorama de

la situación política e histórica contemporánea, mezclándola con registros que algunos han

señalado como propios de Marcelo Cohen, pero que también guardan conexión con la “vida

puerca”, la Buenos Aires pobre de ciertos barrios y del conurbano, retratada por Roberto Arlt.

La violencia radical que podíamos encontrar en las novelas de Arlt y que terminaba por afectar

y liquidar a sus mismos protagonistas parece detenerse en la novela de Selci: lo que

lentamente se construye como un posible conflicto sangriento se interrumpe rápidamente por el

escape de los personajes, por la inesperada resolución de lo que se avizora como un hecho

brutal, o por unas contadas trompadas que pega el así denominado Dentista Histórico.

¿Dónde está esa violencia que se prepara desde la página primera? En la enseñanza, en el

abecedario que reformula una y otra vez Styrax, en la interminable serie de autopreguntas que

se hace y se responde con el objetivo de crear el aparato pedagógico perfecto.

Los Esclarecidos de la novela, retratados en “cuentos” que aparecen entre un capítulo y otro de

la historia principal, deteniéndose en retratos de la vida de este grupo (escenas cotidianas de

adolescentes muy al estilo de los personajes de aquellos textos de los ’90, indiferentes, al

parecer “encerrados en una burbuja”), no son otra cosa que las construcciones imaginarias de

Styrax que, en lugar de ver que muchas de las prácticas que llevan adelante se parecen a las

de su grupo de marginales –ese “fumar porro” caracterizado de una manera y otra dependiendo

de quién lo fume, por ejemplo–, resalta las diferencias y transforma este relato en la

condensación de una consigna generacional: cambiar a fuerza de insistencia, reeducar para

ser brutales, secuestrar la historia a los otros.

Page 6: reseñas sobre selci

Entrevista a Selci

—No recuerdo si vi la película. Si la vi, probablemente no me gustó. Yo tenía tres líneas de lectura que impulsaban mi necesidad de generar un texto. Por un lado, la poesía de los noventa: me pasé muchos años leyendo y analizando a Martín Gambarotta, a Alejandro Rubio, a Sergio Raimondi y a muchos otros. Me gusta la solvencia técnica desde el punto de la imagen y la profundidad analítica de la lectura social. La segunda línea aparece conLiteral: Zelarrayán, Osvaldo Lamborghini. Dos maneras de escribir fuertemente vinculadas con el peronismo y con las posibilidades de una literatura argentina en Argentina, con una noción ajustada de la lengua y desde dónde se está escribiendo. Detesto a los que escriben con una prosa internacional, hueca, lavada y vacía: la literatura necesita un margen de trabajo con la lengua propia. Luego, el tercer autor, el único internacional de los que me sirvieron al momento de empezar a escribir, fue Thomas Pynchon. Pynchon tiene esa construcción levemente paranoide para la lectura social que se combina bien con la tradición de la literatura argentina pensada en relación a que el Estado ha perseguido gente. Esa sensación paranoica típicamente argentina está muy bien en Pynchon; creo que es el momento en que Pynchon se argentiniza. Lo que me interesa es la construcción de un estilo a partir de estos tres elementos. Un estilo contemporáneo, argentino, que permita una lectura social aguda y que la involucre desde las palabras elegidas hasta la forma de construcción de una descripción, de un personaje o de la trama misma.

—Lo de las autopreguntas tiene que ver con el hecho de que mi relación con el campo cultural argentino, hablando muy en general, es de una constante interrogación. Hay una disconformidad en Styrax —que comparto— hacia el campo cultural donde no siempre funciona el principio más conveniente para su desarrollo. Por ejemplo, es un problema grave que la crítica literaria se niegue a establecer valoraciones sobre los textos. Hace poco reseñé Los prisioneros de la torre, de Elsa Drucaroff, donde decía que la crítica que hace valoración es una crítica patovica. Hay críticos que no valoran o valoran mal: Quintín, Sarlo, Ludmer, tienen muchas dificultades para establecer valor en la literatura contemporánea y una mala o nula lectura de poesía. Ellos, junto a muchísimos otros críticos y centenares de periodistas y reseñistas, cuando se enfrentan a una novela publicada este año o el año pasado, no están en condiciones de determinar si efectivamente significa un avance o un retroceso, si es moderna o anticuada, si las formas expresivas están de acuerdo o no con la sensibilidad más avanzada de una época. Eso, que me parece clave, lo aprendí leyendo poesía de los noventa, leyendo los autores cercanos a la revista Literal y leyendo a Pynchon: es imprescindible que el lector pueda discutir con el discurso del texto, que el crítico intervenga. Pero tiene que poder justificar y valorar. Tiene que estar informado.

Page 7: reseñas sobre selci

Un estalinista en prosaPor Quintín

 28/07/12 - 11:03 

Mi antipatía por Damián Selci se remonta a cinco años atrás, cuando leí un artículo suyo y de Claudio Iglesias que proclamaba la necesidad de una purga estalinista en el ámbito académico. Selci e Iglesias sostenían que “es oportuno responder con una revalorización implacable del estalinismo y sus técnicas” y elogiaban “el espectáculo motivador de las autocríticas y los fusilamientos como motor de legitimación permanente de la conciencia política colectiva”. Como broma es repugnante, pero en la Argentina es de buen tono actuar como si el estalinismo nunca hubiese existido, por lo que sus muertos no merecen el respeto que se les otorga a las víctimas de otros genocidios.

Si Selci (Buenos Aires, 1983) se confesaba estalinista en 2007, era perfectamente previsible que 2012 lo encontrara militando en La Cámpora, según afirma en una entrevista reciente. Selci dice que Cristina Kirchner “es la figura que permite que los de mi generación sientan que estamos teniendo una juventud. (...) Cristina significa que el país se convirtió en algo muy interesante y empezás a valorar a tus compatriotas”. El argumento es un poco mesiánico pero suena sincero: desde las juventudes hitleristas a las islámicas se considera que el líder es dador de vida.

Eterna Cadencia acaba de publicar Canción de la desconfianza, la primera novela de Selci, que resulta una extensión de su combate político por otros medios. El libro no es un panfleto sino más bien una especie de Retrato del artista como joven cuadro. Mientras acompaña los pensamientos del protagonista Styrax, la narración anota con minucioso goce la fealdad de su entorno. Hay mucho de Marechal en la novela, de Adán Buenosayres y de Megafón: el barrio, el joven edénico, el grupo de conspiradores, la guerra simbólica entre el Bien y el Mal que adquiere aquí la forma de un homenaje al secuestro de Aramburu. Styrax y su célula se apoderan de un estudiante para reclutarlo tras reformar su conciencia educada por la burguesía.

Lo más flojo de la novela es la pintura del bando de los burgueses, a quienes Selci llama “Esclarecidos”, aunque ese nombre debería servir para distinguir a los propios más que el de “Empecinados”, cuyo origen se remonta a un guerrillero español del que se ocupara Galdós. En todo caso, Styrax sería un empecinado esclarecido, siempre activo, siempre pensante, mientras que el enemigo está formado por un conjunto de borregos programados para el vicio, la debilidad y la pereza. Styrax es un moralista de vida estoica, proscribe las drogas, reniega de las diversiones gregarias y abraza el ascetismo. Cuando disfruta de una medialuna, se disculpa mediante este extraño giro: “Nadie está salvo, cada tanto, finalmente, de un ataque de pura emoción preedípica”. Por lo demás, Styrax vive rodeado de

Page 8: reseñas sobre selci

mugre, come porquerías y viene de cuatro años sin tener sexo. Ese rechazo a todo hedonismo que no sea el pensamiento revolucionario es propio de un socialista de Juan B. Justo, o de un positivista de José Ingenieros. Pero las obsesiones pedagógicas de Styrax son las de Selci: hablar como vanguardia del pueblo, adorar la ciencia y el Estado, predicar la necesidad del Terror en la historia.

Canción de la desconfianza revela trabajo y no carece de méritos. Entre ellos, el de observar con atención el deterioro material de una buena parte de la clase media y exponer el profundo conformismo de la era K, cuyos artistas parecen condenados a trabajar para el poder y a celebrar lo que se tiene. Si Proudhon hacía filosofía de la miseria y Marx decretaba la miseria de la filosofía, Selci les canta a la filosofía y a la miseria. La combinación vuelve árida la prosa y gris el mundo, pero expresa una síntesis plausible de la vida intelectual argentina.

Ulises Cremonte

Literatura en karaokeCanción de la desconfianza, de Damián Selci, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012

En los últimos meses se ha escrito bastante sobre la novela Canción de la desconfianzade Damián Selci.  Entre otras cosas, se ha dicho que es uno de los libros más interesantes y originales de los últimos años, que su tono tiene algo de Marechal, de Marcelo Cohen, de ambos Lamborghini y hasta de Michel Houellebecq. Por su parte a Selci se lo ha acusado de ser mesiánico, estalinista, camporista y de no cumplir con las demandas literarias que él mismo promulga desde la revista Planta, de la cual es editor. Estas críticas parecen sintonizar perfectamente con la “desconfianza” presente en el título de la novela. Pero, es tal vez en el primer sustantivo de su paratexto donde convenga detenerse.

***

Imaginemos que Damián Selci, se encuentra en un escenario de un bar donde se canta karaoke. Selci da dos o tres pasos, tapa con la mano la luz del reflector, advierte aliviado que entre los concurrentes hay un par de conocidos. El animador le pregunta si está listo. Él carraspea y luego responde que sí. Entonces comienzan los primeros acordes instrumentales…

***

El núcleo argumental se resume en una frase: el protagonista, llamado Styrax, decide secuestrar a un joven burgués, al que denomina “Esclarecido” con el propósito de reducarlo. Pero la unidad de sentido del texto trabaja sus capas con estudiada premeditación. No parece haber a lo largo de sus 154 páginas ni una gota de espontaneidad. Todo está fríamente calculado.

***

No hay que restarle méritos al andamiaje textual que propone. Se reconoce rápidamente que Selci maneja la paleta de recursos literarios actuales y que además sabe colocar esas piezas al servicio de un relato.

Sus puntos recurrentes podrían ser enumerados en el siguiente inventario:

a)   Una voz narrativa precisa, pero con la precisión robótica de un artefacto. Es tal vez en el tratamiento de la información que aporta donde más se apuntala el procedimiento, ésta aparece enunciada brevemente, cortante, como si fueran un link de Wikipedia: “Nuestro Esclarecido vive en la época de la droga”, “Esto es Liniers, miércoles a la noche, bar de colectiveros”. Ahora bien, resultaría claramente caprichoso desconocer que en tanto procedimiento, esta decisión es una indagación estética. No obstante, aparece como una búsqueda más caprichosa que el hecho de desconocerla, porque tiene como resultado el no lugar de una voz que se escabulle en la escena con un “nuestra”, con un “esto”, para desaparecer en la

Page 9: reseñas sobre selci

nunca explicitada valoración escueta. Se percibe además la búsqueda de cierta filiación con cierta voz narrativa presente en Osvaldo Lamborghini.

b)     Tal vez el resultado sea la incesante apelación a denominaciones estereotipadas. Son como slogans de pocas palabras que resumen el carácter de los personajes o de los grupos: Esclarecidos, Labiosuelto, los Empecinados, La Banda Independiente, el dentista histórico. Categorías que se articulan desde la ciencia ficción como género, pero apelan a la moraleja redentora como efecto de lectura.

c)     Hay un interesante trabajo de cambio  de focalizaciones, sobre todo entre la de Styrax y la del Esclarecido, pero también aparecen las de otros personajes. Los pasajes por lo general se dan de manera ordenada, con una explícita introducción y cierto aire cinematográfico, gracias a una premeditada sucesión de planos donde se abunda en referencias espaciales. Resultan un ejercicio rescatable, ya que se encuentra  a tono con la perspectiva de polos opuestos que tematiza la novela. El recurso se profundiza a partir del uso de preguntas pensadas por los protagonistas: “¿Hay razones para desconfiar de la cara del mozo, de los botellones de cerveza traídos de Europa? Quizás.” “¿Conviene la explicación por coacción o por argumentos?” “¿Nunca voy a estar fofo? ¿Nunca comedido?” Parecen, además, cumplir la función de atenuar esa distancia que genera la voz narrativa, como si quisiera hacer un zoom en esos personajes que mostraba en planos generales.  

d)     El uso esporádico pero estable de onomatopeyas abre un vínculo hipertextual con la historieta. Parece estar allí para mostrar –una vez más– la variedad de la paleta de recursos. El resultado –en contraposición del uso solemne de técnicas narrativas– es uno de los puntos mas descontracturados de la novela. “Styrax camina dos cuadras, toca una baldosa levantada y se va, prráafck, de boca al piso”

e)    Las referencias recurrentes a los ambientes naturales contraponen una “zona realista” al suceso diseñado en términos inverosímiles. Aparecen en forma constante descripciones pormenorizadas de los espacios y acentos en elementos de la cotidianeidad de personajes que parecen estar por fuera de toda cotidianeidad. Están allí como marco general, pero también como elemento dialógico entre el hombre y aquello que no depende de él. Constituyen un sistema paralelo de causalidades: mientras la historia de los sujetos va por un lado, en el mundo natural los objetos siguen su curso. “El viento sopla con prepotencia”, “En el patio cálido cae una palta madura” “Tres facturas llenas de azúcar bajo la luz empinada del sol: brillan” “las olas se entrelazan y reentrelazan dejando unas crestas de espuma pesada”.

***

Volvamos a la escena inicial: Selci, micrófono en mano, ayudado por la letra que aparece en la pantalla, hace karaoke. Su novela parece establecer esa misma relación con sus influencias literarias. Es cierto, hay algo de Osvaldo Lamborghini, pero en otra fase.

Allí donde Lamborghini, hacía estallar desde lo estético y desde lo temático los aspectos que vuelven una y otra vez repulsiva a la lógica burguesa, Selci utiliza los procedimientos formalmente transgresores de la literatura contemporánea para armar una efectista moraleja social. En este sentido Canción de la desconfianza es punk en karaoke.

***

En una carta que en 1980 Fogwill le enviara a Germán García se lee una de las típicas frases filosas del autor de Los Pichiciegos: “Tendrías que leer mis últimas novelas para ver qué diferencia hay entre la literatura escrita con placer para el goce de leer de los que saben, de la escrita con malestar para el sufrimiento de los que creen leer y no saben que hay goce”. A estos últimos parece estar dirigida Canción de la desconfianza.

 

(Actualización septiembre-octubre 2012/ BazarAmericano)