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1 Cap. 10 India: la modernización de la pobreza Mike Davis La historia del dominio británico en la India: entre 1757 y 1947 el ingreso per cápita no aumentóno hubo ningún desarrollo económico en absoluto. Se dieron períodos intercalados de dinamismo y debilidad que neutralizaban las fuerzas progresivas. Los auges de los cultivos comerciales vinieron de la mano de la disminución de la productividad agraria y la seguridad alimenticia. La “modernización” y comercialización estuvieron acompañadas por el empobrecimiento. La miseria desnuda del algodón La Asociación para el Abastecimiento del Algodón (una sucursal de la Cámara de Comercio de Manchester) tuvo una influencia extraordinaria en la reforma de la economía india en vísperas de la Rebelión de los Cipayos 1 y la imposición del libre comercio. En la década de 1870, la “hilocracia” (como lo llamó Marx) ganó reconocimiento oficial institucional y se fue manifestando poco a poco en el descarado favoritismo imperial por parte de los soberanos reales. En el caso de Berar, la Asociación animo a la Administración a desmantelar el sistema de los balutedari, a través del cual los clanes o castas locales dominantes controlaban una red compleja de producción social, que comprendía el riego comunal y la tejeduría de algodón. La esencia del antiguo orden era que las castas altas tenían derechos sobre la producción agrícola, pero no eran propietarias de la tierra. Después de la purga de las familias “desleales” más prominentes, los británicos reorganizaron y crearon el llamado sistema khatedari: una variante del modelo ryotwari impuesto en el Sur y Oeste. El gobierno entonces se convirtió en terrateniente supremo y los campesinos recibían tenencias de forma estrictamente condicional al pago puntual de las rentas. Las complejas reciprocidades del vieja sistema balutedari dieron paso a unas relaciones de explotación brutales y unilaterales. La recaudación de impuestos, así como la comercialización local de algodón, terminó en manos de prestamistas/comerciantes de cereales, que se convirtieron en los intermediarios clave y que controlaban casi todas las transacciones entre el mundo aldeano, Calcuta y Manchester. Mientras tanto, los impuestos punitivos sobre los tejidos locales y la inundación de importaciones inglesas baratas después del Gran ferrocarril Peninsular destruyeron las manufacturas domésticas y obligaron a los artesanos arruinados, a trabajar de jornaleros en los campos. El ferrocarril impuso la misma suerte a la mayoría de banjaras, el estrato de carreteros y porteadores tradicionales. Desde el punto de vista británico, la reorganización de la sociedad de Berar fue un éxito rotundo. En la realidad, los habitantes de Berar eran cautivos del monopsonio 2 asimétrico de Lancashire. Las exportaciones de algodón fueron promovidas durante la década d 1850 para neutralizar las fluctuaciones en el abastecimiento de algodón EEUU de primera calidad y para asegurar a las hilanderías de Lancashire la estabilidad de los precios. De esta forma, el algodón indio en bruto era un jugador de reserva siempre preparado pero ocasionalmente llamado a jugar. Debido a este papel, no se producía la demanda consistente que hubiese sido necesaria para promocionar una agricultura comercial más intensiva. Para la Asociación, los khatedares fueron una fuerza de trabajo contingente y no tenía ninguna intención de permitirles jamás el ejercicio de la negociación colectiva autónoma dentro del mercado internacional del algodón. Fueron succionados por una vorágine de impuestos elevados, endeudamiento crónico y subsistencia inestable. Cuando llegaron las grandes sequías de la década de 1890, el estrato de cultivadores auténticamente independiente había sido reducido a una minoría y al menos 70% de la población eran bhagindares (subarrendatarios) empobrecidos o jornaleros sin tierra. Aunque se destinaron enormes sumas de capital a la infraestructura exportadora de la asociación, nada de esto se filtró hacia el ámbito aldeano, donde las condiciones sanitarias degradadas, especialmente la 1 Rebelión de los Cipayos: Rebelión India en 1857 contra la dominación británica en la mayor parte del N y Ctro de India. Dio fin al régimen de la Compañía Británica de las Indias Orientales transformando al subcontinente en una colonia regida directamente por la corona (esta última duro casi un siglo) 2 Monopsonio: Situación comercial en que hay un solo comprador para determinado producto o servicio.

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Historia Contemporánea de Asia y Africa

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Cap. 10 India: la modernización de la pobreza

Mike Davis

La historia del dominio británico en la India: entre 1757 y 1947 el ingreso per cápita no aumentóno hubo

ningún desarrollo económico en absoluto. Se dieron períodos intercalados de dinamismo y debilidad que

neutralizaban las fuerzas progresivas. Los auges de los cultivos comerciales vinieron de la mano de la

disminución de la productividad agraria y la seguridad alimenticia. La “modernización” y comercialización

estuvieron acompañadas por el empobrecimiento.

La miseria desnuda del algodón

La Asociación para el Abastecimiento del Algodón (una sucursal de la Cámara de Comercio de

Manchester) tuvo una influencia extraordinaria en la reforma de la economía india en vísperas de la

Rebelión de los Cipayos1 y la imposición del libre comercio. En la década de 1870, la “hilocracia” (como lo

llamó Marx) ganó reconocimiento oficial institucional y se fue manifestando poco a poco en el descarado

favoritismo imperial por parte de los soberanos reales.

En el caso de Berar, la Asociación animo a la Administración a desmantelar el sistema de los balutedari, a

través del cual los clanes o castas locales dominantes controlaban una red compleja de producción social,

que comprendía el riego comunal y la tejeduría de algodón. La esencia del antiguo orden era que las castas

altas tenían derechos sobre la producción agrícola, pero no eran propietarias de la tierra. Después de la purga

de las familias “desleales” más prominentes, los británicos reorganizaron y crearon el llamado sistema

khatedari: una variante del modelo ryotwari impuesto en el Sur y Oeste. El gobierno entonces se convirtió

en terrateniente supremo y los campesinos recibían tenencias de forma estrictamente condicional al pago

puntual de las rentas. Las complejas reciprocidades del vieja sistema balutedari dieron paso a unas

relaciones de explotación brutales y unilaterales. La recaudación de impuestos, así como la comercialización

local de algodón, terminó en manos de prestamistas/comerciantes de cereales, que se convirtieron en los

intermediarios clave y que controlaban casi todas las transacciones entre el mundo aldeano, Calcuta y

Manchester. Mientras tanto, los impuestos punitivos sobre los tejidos locales y la inundación de

importaciones inglesas baratas después del Gran ferrocarril Peninsular destruyeron las manufacturas

domésticas y obligaron a los artesanos arruinados, a trabajar de jornaleros en los campos. El ferrocarril

impuso la misma suerte a la mayoría de banjaras, el estrato de carreteros y porteadores tradicionales.

Desde el punto de vista británico, la reorganización de la sociedad de Berar fue un éxito rotundo. En la

realidad, los habitantes de Berar eran cautivos del monopsonio2 asimétrico de Lancashire. Las exportaciones

de algodón fueron promovidas durante la década d 1850 para neutralizar las fluctuaciones en el

abastecimiento de algodón EEUU de primera calidad y para asegurar a las hilanderías de Lancashire la

estabilidad de los precios. De esta forma, el algodón indio en bruto era un jugador de reserva “siempre

preparado pero ocasionalmente llamado a jugar”. Debido a este papel, no se producía la demanda

consistente que hubiese sido necesaria para promocionar una agricultura comercial más intensiva. Para la

Asociación, los khatedares fueron una fuerza de trabajo contingente y no tenía ninguna intención de

permitirles jamás el ejercicio de la negociación colectiva autónoma dentro del mercado internacional del

algodón. Fueron succionados por una vorágine de impuestos elevados, endeudamiento crónico y

subsistencia inestable. Cuando llegaron las grandes sequías de la década de 1890, el estrato de cultivadores

auténticamente independiente había sido reducido a una minoría y al menos 70% de la población eran

bhagindares (subarrendatarios) empobrecidos o jornaleros sin tierra.

Aunque se destinaron enormes sumas de capital a la infraestructura exportadora de la asociación, nada de

esto se filtró hacia el ámbito aldeano, donde las condiciones sanitarias degradadas, especialmente la

1 Rebelión de los Cipayos: Rebelión India en 1857 contra la dominación británica en la mayor parte del N y Ctro de India. Dio fin

al régimen de la Compañía Británica de las Indias Orientales transformando al subcontinente en una colonia regida directamente por la corona (esta última duro casi un siglo) 2 Monopsonio: Situación comercial en que hay un solo comprador para determinado producto o servicio.

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contaminación del agua potable propagó el cólera, tuberculosis, enfermedades gastrointestinales. A pesar de

la gran inmigración laboral que llego a Berar en la década de 1890, la población disminuyó un 5% y la

“esperanza de vida” se situó dos veces por debajo de la barrera de los 15 años.

Otro caso importante es el de Deccan, que también se sacrificó la seguridad alimenticia en beneficio de las

exportaciones de algodón. Entre sus granjas de tamaño inadecuadamente pequeño y sus deudas crecientes,

los pequeños productores tomaron la decisión de sustituir el mijo por el algodón, de forma que producían y

vendían algodón para poder comprar mijo a los comerciantes de cereales. Significaba producir un cultivo

que, a lo largo de este período, había perdido la mitad de su valor con relación al valor de los cereales. La

ventaja decisiva del algodón fue que para los campesinos cortos de tierra, los beneficios por acre de algodón

proporcionaban mejores oportunidades de alcanzar su objetivo de subsistir que las que proporcionaban el

cultivo de cereales. La producción de algodón también respondía mejor que la del mijo al trabajo intensivo:

los campesinos desesperados esperaban incrementar la cosecha gradualmente con la aplicación de

cantidades enormes de mano de obra familiar no retribuida. Pero la estrategia de supervivencia basada en el

cultivo de algodón siempre fue una apuesta contra las variables desconocidas del clima y el mercado

mundial. Los acreedores de los campesinos quería obligarles a correr el riesgo.

A medida que los pequeños campesinos se dedicaban al algodón los magnates abandonaron el cultivo. Estos

pasaron del cultivo a la factoría del algodón y la usura, lo que convirtió en un esperpento las esperanzas

británicas de estar tratando con un “campesinado yeomen” capaz de mejorar por si mismo las condiciones en

las que estaba.

El hambre durante el auge del trigo.

La famosa “bonanza de trigo” de 1861 a 1890 en el valle de Narmada de las Provincias Centrales que

oficialmente fue proclamada como el reino de prosperidad agrícola casi permanente, en realidad fue posible

gracias a un uso del suelo destructivo y la provocación de unas deudas familiares aplastantes. En la década

posterior a la Rebelión de los Cipayos, la administración había animado vigorosamente a los terratenientes

(malguzares) a dedicarse a la producción comercial del algodón y, del trigo. Lo tejidos baratos de Lancashire

arruinaron a los celebres artesanos locales y animaron a los campesinos a buscar sus salvación en la

exportación del trigo blando preferido por los molineros británicos. Los exportadores de Bombay y sus

agentes malgazar locales fueron puerta a puerta para ofrecer adelantos en efectivo a los campesinos que

plantasen trigo en vez de mijo y gramínea. Esta bonanza en India llegó justo a tiempo a los mercados de

trigo ingleses para amortiguar el descenso de las exportaciones rusas (causadas por la manumisión de los

siervos). La demanda creció constantemente y alcanzó su clímax en 1890-1891. En los principales distritos

exportadores el trigo llego a ocupar dos tercios de la superficie que otrora se dedicaba a los cereales de

subsistencia.

Detrás de la fachada de prosperidad las políticas oficiales habían sentado las bases de la crisis agraria que

tuvo lugar entre 1891 y 1901, que provocó una hambruna, arruinó la economía del trigo y llevó a las

provincias Centrales a la bancarrota. Los arrendadores quedaron a merced de los malguzares, el estrato más

elevado, quienes, ahora que ya no estaban ligados por ninguna de las obligaciones patrimoniales del sistema

aldeano que existía antes, combinaron las funciones de prestamistas y mercaderes de cereales. A medida que

los pequeños propietarios de tierra incumplían los pagos, esta elite adquiría la propiedad directa de una gran

parte del cinturón trigueño del Narmada. La riqueza generada por la usura y el cobro de rentas exorbitantes

era parasitaria, con lo que la reinversión productiva en ganado, irrigación y utillaje agrícola era

insignificante. Los terratenientes absentistas normalmente no visitaban sus aldeas y por ello no estaban en

contacto con sus arrendatarios. Se dio entonces un deterioro progresivo de las condiciones sociales de los

productores directos.

La bonanza del trigo en el Narmada estaba construida sobre cimientos climáticos y ecológicos precarios. La

demanda de exportaciones cubrió los cultivos en áreas con suelos de calidad inferior; el ferrocarril y la

industria maderera arruinaron los bosques Satpuras; y la superficie cultivada con trigo absorbió las tierras de

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pastura que tradicionalmente habían alimentado a los ganados. Los bueyes se volvieron cada vez más caros.

La escasez del abono consiguiente incrementó la velocidad de agotamiento del suelo y redujo todavía más la

productividad. A su vez, el gobierno descuidó los trabajos de mantenimiento del sistema de riego que

salvaguardaban a la población rural en caso de sequía.

En 1887, el gobierno decidió remodelar drásticamente los impuestos de las Provincias Centrales. Se

reevaluaron los impuestos y también las rentas. Los prestamistas accedieron a las suplicas de los malguzares

dirigidas a que les concedieran mas crédito. Mientras las exportaciones de Narmada alcanzaron un record

histórico en 1891-1892, los compradores británicos favorecieron otras ofertas más atractivas: hubo una

inundación de cereales baratos de las pampas argentinas. El impacto sobre los productores locales indios fue

que las exportaciones de trigo, gramíneas y mijos de Narmada pasaron a ser insignificantes. La hambruna

fue el reverso de la bonanza exportadora en las regiones productoras de trigo del Norte de India.

Algunos de los grandes terratenientes de las colonias se enriquecieron espectacularmente con las

exportaciones de trigo, pero su capital fue redirigido hacia la usura y el comercio de cereales. Les era más

provechoso convertirse en shahukares (intermediarios) que aceptar el papel de granjeros emprendedores

prescrito por los economistas políticos británicos. La comercialización de la agricultura incrementó su

endeudamiento y la pobreza que venía con él. Los cultivadores que ponían el pan en las mesas inglesas no

podían garantizar la subsistencia a sus propias familiares. Las demandas del mercado llevaron a la

acumulación secreta de cereales para la especulación, lo que provocó una carestía y elevó los precios hasta

lindar del hambre. Los campesinos de las tierras arroceras afectadas por la sequía habían organizado un

frente común contra los plantadores de índigo, a los que culpaban del reemplazo de la agricultura de

subsistencia. Ni siquiera el cultivo exportador más famoso de la India, el opio, podía garantizar a sus

productores el tener el estómago lleno. Cualquier beneficio para el cultivador era interceptado por los

khatedares, que los compraban a precio fijo la cosecha de adormidera en nombre del gobierno y después les

prestaban sumas de dinero para el pago de impuestos y el consumo familiar con una tasa de interés usurera.

Mucho más común era que los cultivos comerciales, especialmente en las regiones interiores más secas,

fueran de la mano del empobrecimiento rural y de la disminución de la seguridad alimenticia. Los enredos

financieros de los mercados exportadores tendían a reforzar las causas tradicionales de la diferenciación

entre campesinos. La situación de los productos producidos para el mercado doméstico no era muy

diferente. Los campesinos de la India, en ausencia de alternativas de empleo urbanas o de medidas de

mejora de la productividad en la agricultura, se vieron cada vez más atrapados en las tenazas formadas por el

elevado valor de la tierra y de los intereses y los bajos precios de las cosechas.

El Estado colonial

Fue el mismo Estado el que aseguró que los beneficios de los auges exportadores, que podrían haber

aumentado la productividad, no fuesen transferidos a los productores directos. El presupuesto colonial

reinvertía menos de 2 % en agricultura y educación y apenas 4% en obras publicas de todo tipo, al tiempo

que destinaba todo 1/3 al ejército y a la policía. Los déspotas locales, prestamistas y terratenientes nouveaux

riches, subyugaron al campesinado. Los británicos, al exigir impuestos demasiado elevados y al fijarlos de

forma inflexible se aseguraron que cada año un cierto número de los que eran designados para pagar

perdiesen sus propiedades. La relación entre acreedor y deudor se convertía entonces en una relación en la

que el deudor entregaba cualquier excedente que produjese al acreedor.

La misma comisión sobre la hambruna en 1901 admitió que esperaban una acumulación de capital agrícola

con un nuevo cultivador capitalista pero que en la práctica se creó un siervo dependiente. Los prestamistas y

los terratenientes ricos estaban opuestos al desarrollo por razones eminentemente neoclásicas. Se hizo más

“racional en términos económicos” mantener la acumulación con el uso de la coerción y de la reducción

“natural” de la cuota del producto social concedida a la mano de obra. Aunque los británicos denunciaron

con regularidad el parasitismo de los prestamistas y especuladores de cereales, ellos eran los procreadores

del sistema. De esta forma, la agricultura campesina no tuvo ninguna oportunidad de transformase en

agricultura capitalista.

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Los cercados victorianos (fin tierras comunales)

La economía aldeana complementaba las cosechas y la artesanía con el almacenamiento de productos

gratuitos de las tierras comunales. Todas las clases utilizaban estos recursos de propiedad comunal pero para

las familias más pobres estos representaban la diferencia entre la supervivencia o la debacle. Los británicos

consolidaron su dominio en la India transfiriendo el control de estos recursos estratégicos de la comunidad

aldeana al Estado. Las tierras comunales fueron transformadas en propiedad privada generadora de

impuestos o en monopolios estatales. El cercado de los recursos comunales socavó profundamente la

ecología familiar tradicional.

Aunque los británicos, desde finales del siglo XVIII habían estado preocupados debido a que sospechaban

que la deforestación podía estar haciendo el clima más árido, su interés predominante era asegurar un

abastecimiento continuado de madera para cubrir las necesidades imperiales. La consecuencia fue una grave

hambruna provocada por la falta de madera. El auge de los cultivos comerciales aumentó enormemente la

demanda de recursos forestales pero los británicos solamente buscaban desarrollar las áreas de grandes

bosques que todavía quedaban como recursos económicos independientes e intentaron separarlas de la

económica agraria de las llanuras. Los británicos también cortaron el acceso comunal a las pasturas y

disolvieron la vieja independencia ecológica que existía entre pastores y labradores. Mientras que la división

agrícola fundamental en China era entre el cinturón trigueño en el Norte y las tierras arroceras en el Sur, el

meridiano octogésimo dividía la India entre el Este húmedo productor de arroz y el Oeste interior y seco en

el que los cultivos eran el trigo y el mijo. En esta parte una agricultura abundante, una parte de la cual era

seminómada y variable; había interactuado con una vasta economía pastoril conectada con Asia Ctral.

Después de 1857, los británicos llevaron a cabo una campaña despiadada, especialmente en el Deccan,

contra los nómadas y los cultivadores móviles a los que consideraban “tribus criminales”. Los impuestos

punitivos sobre las pasturas alejaron a los pastores de la tierra, mientras que los labradores eran atraídos a las

zonas pastoriles con arriendos especiales e incluso se les ofrecían magistraturas. En este régimen de

propiedad todos los derechos sobre la tierra fueron segregados, fragmentados, clasificados y fijados. Las

prácticas tradicionales de grandes rotaciones de cultivos y barbechos largos se volvió difícil de mantener a

medida que la tierra se congestionaba y el ganado era menos numeroso.

Los indios tuvieron que enfrentarse al dilema que había fatigado durante siglos a los chinos de la llanura del

Rio Amarillo: los escasos excrementos de ganado ¿debían usarse como abono o como combustible? El

algodón y otros cultivos de exportación estaban desplazando la labranza de cereales de los suelos fértiles.

Estos suelos de peor calidad se erosionaron rápidamente y pronto se volvieron inútiles para el cultivo y la

pastura. A su vez, los suelos erosionados retenían menos agua y así aumentó la vulnerabilidad de estas zonas

a sufrir una sequía. Después de la muerte del ganado, las mujeres tiraban de los arados.

El cultivo de algodón es conocido por el rápido agotamiento de los nutrientes del suelo que provoca y por su

exigencia de suelo virgen. Por todo el Deccan, el algodón suplantó las legumbres, que restituyen el

nitrógeno; maximizó los ingresos a corto plazo a expensas de la fertilidad del suelo. De esta manera, el

algodón, o bien los cereales alimenticios, tomaron las pasturas y los espacios tradicionalmente públicos

reservados para la trilla o la bielda.

En la mayoría de la India, el agua siempre había sido un recurso comunal administrado conjuntamente. Los

derechos hídricos, que estaban conectados con el título de propiedad de la tierra, pasaron a ser considerados

propiedad privada. Aquellos que no tenían escrituras de tierra coloniales, fueron excluidos del acceso al

agua, lo que comportó el colapso de las estructuras tradicionales de administración del agua. Por 1ª vez, la

escasez de agua fue un problema.

La decadencia de los sistemas hidráulicos autóctonos.

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Según la propaganda británica, la India había incrementado sus riquezas y el bienestar de la población sin

suponer ningún aumento de la carga impositiva. Aunque Marx se mofara de estas afirmaciones, incluso el

estaba impresionado por la escala de la construcción ferroviaria, y por la velocidad con la que la India estaba

siendo integrada en la económica mundial. Por otra parte, para los opositores liberales y nacionalistas del

Raj, el ferrocarril era el símbolo principal de las prioridades equivocadas de Calcuta. La creación de empleo

público de la India posterior a la Revolución de los Cipayos seguía las exigencias del control militar y las

demandas de la agricultura exportadora. El sistema ferroviario consumió, hasta 1880, trece veces la cantidad

que se invirtió en todas las obras hidráulicas. Entre 1880-1895 solamente una 1/5 parte de los gastos en

empleo público fue destinada a grande proyectos hidráulicos, donde los canales regaban los cultivos

comerciales como el algodón, opio, caña de azúcar y el trigo y los réditos financieros para el gobierno eran

más elevados. Aunque los canales eran poca cosa, los que bebían de los ríos Ganges y Jumna y regaban los

suelos fértiles de la llanura de Doab eran el orgullo de la ingeniería hidráulica victoriana y un modelo a

emular en Australia, Palestina y el Oeste de EEUU. Según los británicos, los canales trajeron una

prosperidad relativa y una seguridad alimenticia inconmensurable a millones de campesinos del Norte.

Sin embargo también se ha argumentado que los canales, que reemplazaron el riego con pozos en el Doab,

fueron poco más que un desastre ecológico. Sin tener un sistema de drenaje subterráneo adecuado, el riego

capilar hizo surgir hasta la superficie sales alcalinas tóxicas, lo que provocó una florescencia de saladares

extensos y las llanuras que antaño habían sido fértiles, estaban al borde de convertirse en “desiertos

salvajes”. Allí donde se ponía en práctica el riego por inundación, empleado paralelamente a la irrigación

tradicional basada en los pozos, el nuevo sistema socavaba el viejo. Los esfuerzos de los campesinos por

salvar sus pozos del colapso forrándolos con ladrillos fueron obstaculizados por los terratenientes que

temían que cualquier mejora podría dar mayor independencia económica a sus arrendatarios. Igualmente, los

terraplenes de los canales crearon un medio ambiente ideal para la reproducción de los mosquitos anofeles.

La malaria fue entonces la enfermedad epidémica más mortal en la India.

Igualmente, la construcción de canales no estaba dirigida a conseguir objetivos desarrollistas a largo plazo,

como la seguridad alimenticia, sino a satisfacer las expectativas de obtener beneficios rápidos de tal

monopolio estatal. Mientras tanto, los labradores se unieron contra los precios exorbitantes del agua y los

miembros disidentes del servicio civil se hicieron eco de sus protestas. “No hay nada que se necesite con

tanta urgencia como un aprovisionamiento científico de agua en un país como la India que, con tanta

frecuencia, se ve afectado por la sequía, pero la sabiduría “imperialista”, perdida en el sueño de “ampliar la

base impositiva”, hace que la irrigación resulte odiosa para aquellas personas que deberían ser las más

interesadas en su éxito”. La exorbitante tasa de impuestos sobre la tierra de regadío disuadió a los

campesinos a usar el riego para cualquier otra cosa que no fuese cultivo comercial. La mejor alternativa para

los aldeanos fue abandonar los campos irrigados y concentrarse en los campos subirrigados pero con una

tributación inferior.

Entonces, si en las aldeas mejor aprovisionadas por los canales presentaban pocos signos de riqueza y la

mayor parte de su población se veía forzada a buscar ayuda de los prestamistas y estaban endeudados, la

situación era mucho peor en las áreas dominadas por los británicos que todavía dependían de los pozos y

tanques tradicionales para el riego. El entusiasmo británico por el riego generador de beneficios en Doab y

Punjab, tuvo su contrapeso en el menosprecio que mostraron frente s los sistema de riego a pequeña escala,

administrados por los campesinos, que habían sido la espina dorsal hidráulica de la agricultura en el Oeste y

el Sur de la India desde el período medieval. Los sistemas indígenas de riego evitan los problemas de

salinidad y de enfermedades transmitidas por el mosquito asociadas con los grandes complejos de canales y

son:*más eficientes en su uso de energía, capital y recursos naturales; *proporcionaban rendimientos a más

estables a largo plazo; * son más equitativos con respecto a las oportunidades, beneficios y riesgos que

comportan.

Los ingenieros del ejército británico normalmente quedaban maravillados de los sistemas de conservación

del agua por las generaciones precedentes, consecuentes con las necesidades de las zonas semiáridas de la

India. De hecho, el abandono de este magnífico legado fue el objeto de quejas perennes al Gobierno de

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Calcuta por parte tanto de la oposición india como de la inglesa. Se loaron los sistemas de riego

precoloniales y se mostró una clara preocupación porque la India se estaba volviendo más árida y más

vulnerable a la sequía por culpa del deterioro de estos sistemas. El gobierno de Bombay abdicó

completamente de emplear gasto público alguno en irrigación durante el 1º cuarto del siglo del dominio

directo. El abandono de las mejoras en el riego a pequeña escala en los distritos sin canales provocó una

dependencia creciente del agua de lluvia y, así, aumentó la vulnerabilidad frente a la sequía. Los británicos

se quejaban constantemente de la “inercia” de la India, pero cuando llegó el momento de realizar obras

públicas en el ámbito local que potencialmente podía haber salvado muchas vidas, ellos mismo fueron la

personificación de la inactividad crítica.

Los británicos normalmente también destruyeron los mecanismos sociales que habían permitido a las aldeas

reparar las obras hidráulicas por sus propios medios. Al establecer de forma individualizada el impuesto

sobre la tierra de los ryot, rompieron la autoridad supra individual necesaria para dirigir el trabajo en el

sistema de cooperación que era el puntal estructural para la construcción y el mantenimiento de las

bandharas y para regular el uso del agua. Fue de la mano de un descomposición ecológica (la erosión del

suelo, el agotamiento de nutrientes, etc.) El dominio británico en las tierras de secano provocó el

desplazamiento de las elites guerreras tradicionales y la desintegración veloz de las instituciones

comunitarias. El dominio británico emancipó a los jefes políticos locales y a los hombres importantes de la

obligación de invertir en los recursos comunitarios y en instituciones públicas como los sistemas hidráulicos.

Las nuevas formas de propiedad liberaron a las castas- elites aldeanas de las obligaciones de reciprocidad

tradicionales y las alentaron a explotar los recursos hídricos exclusivamente en beneficio propio. El derecho

al agua se convirtió en una relación de desigualdad y en un medio de explotación.