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Resumen "El mito de la diosa", Carlos Germán Gómez

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Anne Baring y Jules Cashford llevaron a buen puerto una empresa minuciosa, tan compleja como difícil; tenían el propósito de reunir las diferentes historias e imágenes de la diosa, desde el Paleolítico, en el año 20,000 a. C., hasta las representaciones contemporáneas de la Virgen María. Su cometido resulta, a simple vista, ambicioso por la enorme cantidad de material sobre el tema y la dispersión con que se encuentra repartido. Sin embargo, lograron concretar su objetivo en una sola obra amplia, con más de 400 ilustraciones, en donde el hilo conductor no sólo fue la diosa, sino lo femenino.

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El mito de la diosa. Evolución de una imagen Anne Baring y Jules Cashford FCE / Siruela Colección Historia 851 pp. por Carlos Germán Gómez Anne Baring y Jules Cashford llevaron a buen puerto una empresa minuciosa, tan compleja como difícil; tenían el propósito de reunir las diferentes historias e imágenes de la diosa, desde el Paleolítico, en el año 20,000 a. C., hasta las representaciones contemporáneas de la Virgen María. Su cometido resulta, a simple vista, ambicioso por la enorme cantidad de material sobre el tema y la dispersión con que se encuentra repartido. Sin embargo, lograron concretar su objetivo en una sola obra amplia, con más de 400 ilustraciones, en donde el hilo conductor no sólo fue la diosa, sino lo femenino.

Para desentrañar el mito de la diosa, las autoras tuvieron que desarrollar un trabajo iconográfico erudito cuyo producto sobrepasa por mucho la intención original de la investigación. Partiendo del análisis de las imágenes llegan a revelar una parte fundamental de la conciencia humana y descubren el soslayo intencional en el que se ha dejado caer al lado femenino. Se ha privilegiado lo masculino, lo racional, lo mesurable, lo físico y se ha marginado lo espiritual, lo emocional, lo intuitivo. En esta obra se explica qué es lo que le ocurrió a la imagen de la diosa, cómo y cuándo desapareció y las consecuencias de esta pérdida. Existen muestras claras de que el culto a la diosa era un fenómeno muy extendido entre las culturas ancestrales, cuando en su cosmovisión lo humano era considerado como un todo orgánico fundido con la naturaleza y el hombre no era su (supuesto) amo. En esta concepción de la vida “todo está entrelazado en una red cósmica que vincula entre sí todos los órdenes de la vida manifiesta y no manifiesta, porque todos ellos participan de la santidad de la fuente original”; esto es, la diosa madre.

La religión judeocristiana fue un fenómeno determinante para la marginación de lo femenino. La Virgen María era representada como “reina del cielo” pero no de la tierra, con lo que se generó un ruptura en la conciencia de la vida: lo etéreo frente a la físico. La imagen del dios masculino propala la idea de que se debe dominar el caos de la naturaleza generando la separación entre el mundo físico (natural) y el espiritual. El principio femenino como expresión de la unidad de la vida se deformó y se fue perdiendo para dar paso al dios masculino que impone el orden y separa el alma del cuerpo, el pensamiento del sentimiento, el intelecto de la intuición y la razón del instinto.

En esta obra se señala que el principio femenino —el mito de la diosa— ha permanecido escondido dentro del culto al dios masculino, en formas crípticas y anatematizadas. Nunca desapareció por completo, aunque era considerado contrario a la doctrina formal; su acción debía ser necesariamente implícita e indirecta, como la de cualquier actitud que no llega a ser plenamente consciente.

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En los momentos actuales —afirman las autoras— la ciencia ha rescatado el espíritu del mito de la diosa. Heisenberg y Einstein afirmaban que, en términos de la física subatómica, el universo sólo podía entenderse como un todo; que esta unidad se expresaba en modelos redundantes de relación; que el observador quedaba necesariamente incluido en el acto de la observación. De alguna manera el mito de la diosa ya había señalado esto. Paralelamente, nuestra época del “dios sin la diosa” continúa fomentando la destrucción de la naturaleza por considerarla separada del hombre. El resultado patente es el de un desequilibrio entre el humano y su entorno, entre el hombre y la mujer, entre la materia y el espíritu. Esta obra pretende hacer conciencia sobre ese desequilibrio y, en la medida en que lo logre, reencontrar el camino hacia el balance.

El Fondo de Cultura Económica y Ediciones Siruela llevaron a cabo la edición de esta obra que fue traducida por Andrés Piquer, Susana Pottecher, Francisco del Río, Pablo A. Torijano e Isabel Urzáiz; además, la obra cuenta con un prólogo de sir Laurens van der Post.