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RETIRO DEL MES DE ABRIL -2012- Adorámoste, Santísimo Señor Jesucristo aquí y en todas tus Iglesias que hay en todo el mundo, y te bendecimos, pues por tu santa cruz redimiste al mundo. (T5) “Nuestro Fundador, discípulo auténtico de San Francisco de Asís, orientó su vida a la contemplación y seguimiento de Cristo en el Misterio de su Encarnación y de su Pasión. Especialmente Cristo, Buen Pastor, crucificado por amor, y María, su Madre, al pie de la cruz, animaron su celo por la evangelización. Su afán de imitarles muy de cerca le llevó a contemplarlos en la oración, a hablar de ellos y a gastarse por ellos”. Const. 3 Para pedir la gracia de hacer su voluntad: Omnipotente, eterno y misericordioso Dios, concédenos a nosotros, hombres miserables, hacer por Ti lo que sabemos Tú quieres y siempre querer lo que te agrada; para que interiormente purificados, iluminados y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y por sola tu gracia llegar a Ti, ¡oh Altísimo! Que vives y reinas en Trinidad perfecta y muy simple Unidad, y eres glorificado, Dios Omnipotente, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Retiro del mes de abril

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RETIRO DEL MES DE ABRIL

-2012-

Adorámoste, Santísimo Señor Jesucristo aquí y en todas tus Iglesias que hay en todo el mundo, y te bendecimos, pues por tu santa cruz redimiste al mundo. (T5)

“Nuestro Fundador, discípulo auténtico de San Francisco de Asís, orientó su vida a la contemplación y seguimiento

de Cristo en el Misterio de su Encarnación y de su Pasión. Especialmente Cristo, Buen Pastor, crucificado por amor,

y María, su Madre, al pie de la cruz, animaron su celo por la evangelización. Su afán de imitarles muy de cerca le

llevó a contemplarlos en la oración, a hablar de ellos y a gastarse por ellos”. Const. 3

Para pedir la gracia de hacer su voluntad:

Omnipotente, eterno y misericordioso Dios,

concédenos a nosotros, hombres miserables,

hacer por Ti lo que sabemos Tú quieres y siempre

querer lo que te agrada; para que interiormente purificados, iluminados

y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu

Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y por sola tu gracia

llegar a Ti, ¡oh Altísimo! Que vives y reinas en Trinidad perfecta y muy simple

Unidad, y eres glorificado,

Dios Omnipotente, por los siglos de los siglos. ¡Amén!

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MEDITACION DE LA PASION Y MUERTE DE DE JESUCRISTO

Al meditar la Pasión y Muerte de nuestro Señor

Jesucristo, y no nos cansaremos de meditar, porque es un

misterio insondable. No podemos confesar simplemente:

‘Creo en Dios todopoderoso’, sino creo en Dios

todopoderoso en el amor. Creo en Dios débil y doliente en

el amor. Creo que toda fuerza de Dios radica en el amor. Y

este Dios-amor se manifestó y se entrañó en nuestro Señor

Jesucristo.

Y como las palabras y los sentimientos de Jesucristo traspasan los siglos, este

Dios-Amor-Jesús me amó, “derramó tal gota de sangre pensando en mí” (Pascal);

me ama y sufre por mí; “nos amó y se entregó por nosotros como víctima de

suave olor” (Ef 5,2) Siéntete, pues amado, perdonado, redimido, enriquecido y

salvado por Jesús.

Jesús transformó la pasión, su sufrimiento y su muerte, en oración, en un acto

de amor a Dios y a los hombres. Por eso, los brazos extendidos de Cristo

crucificado son también un gesto de abrazo, con el que nos atrae hacia sí, con el

que quiere estrecharnos entre sus brazos con amor. De este modo, es imagen del

Dios vivo, es Dios mismo, y podemos ponernos en sus manos. S.S. Benedicto XVI.

COMPOSICIÓN DEL LUGAR

Nos situamos frente al Crucificado, nos ponemos ante el

Cristo del Calvario con mucha humildad, porque es un misterio

que nos desborda y queremos mirar desde la fe, contemplar con

el corazón.

Fijémonos, por ejemplo, en el tratamiento que da san Juan a la cruz. En sí

misma es un sacrificio cruel y bárbaro; pero, desde que Cristo redimió a los

hombres en el leño de la cruz, ésta es objeto de veneración. Es más que eso. Para

san Juan, la cruz es una especie de trono. La cruz es descrita como una

"exaltación", término que instantáneamente comunica la idea de ser elevado y

glorificado. Es san Juan quien nos dice que Jesús llevó su propia cruz.

Sin quitar importancia a los sufrimientos del Señor, toda la narración está

impregnada de una atmósfera de paz y serenidad. Cristo, y no sus enemigos, es

quien domina la situación. No hay coacción: él libremente se encamina hacia su

ejecución; con perfecta libertad y completo conocimiento del significado de lo

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que acontece, sale al encuentro de su destino. El motivo, la ulterior razón, es el

amor. La cruz es la revelación suprema del amor de Dios.

En el cuadro que san Juan nos ofrece, Jesús aparece con una triple función:

como rey, como juez y como salvador. Las burlas de los soldados y la coronación

de espinas sirven para poner de manifiesto su realeza. En el acto mismo de su

condena, es Jesús, no Pilato, quien aparece como juez; ante sus

palabras y ante su cruz nos encontramos condenados o

justificados. Finalmente, como salvador, Jesús reúne a su

pueblo en unidad alrededor de su cruz. La Iglesia,

representada en la túnica sin costura, queda formada. A

María, su madre, le confiere una maternidad espiritual; queda

constituida madre de todos los vivientes. Jesús desde la cruz

entrega su espíritu, inaugurando así el período final de la

salvación. De su costado brota sangre y agua, símbolos de

salvación y del Espíritu que da vida. Cristo se muestra como

el verdadero cordero pascual cuya sangre ya había salvado a

los israelitas. Volverse a él con fe es salvarse.

TEXTO BÍBLICO

Pasión de N. Señor Jesucristo según San Juan 18 y 19

Para pedir amor:

Mi Dios y mi todo,

¿Quién eres Tú,

dulcísimo Señor mío?

Y ¿quién soy yo, gusanillo

tu servidor? ¡Cuánto quisiera

amarte, santísimo Señor mío!

¡Cuánto quisiera amarte,

Señor mío dulcísimo!

¡Señor mío y Dios mío,

te entregué todo mi

corazón y todo mi cuerpo,

y ardientemente anhelo darte más,

si supiera qué más darte!

¡Oh, Señor, te ruego

que el ardor abrasador

y dulcísimo de tu amor

tanto absorba mi mente,

librándola de todo apego terrenal,

que pueda morir yo por amor de tu

amor, oh Tú que por amor de mi amor

te dignaste morir!

Señor mío Jesucristo dos gracias te ruego

me concedas antes de morirme;

la primera, que sienta yo

en cuerpo y alma, en cuanto

sea posible, el dolor que Tú, dulcísimo

Jesús; sufriste en tu dolorosísima Pasión;

la segunda, que sienta yo en mi corazón,

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en cuanto sea posible, aquel amor

sin medida que te abrasaba y te llevó,

Hijo de Dios, a sufrir gustoso por

nosotros pecadores esta misma

dolorosísima pasión.

(San Francisco de Asís)

Para la reflexión:

¿Qué suscita en mí reflexionar y meditar en pasión de nuestro Señor Jesucristo?

¿Vivo la certeza de que Dios le da sentido a todos los acontecimientos de mi

vida?

¿Te dejarás tocar el corazón por la entrega radical de Jesús? ¿A qué estás

dispuesta respecto a Jesús?

¿Cómo te implicas en esta entrega haciendo de tu vida un don y una

responsabilidad al servicio del Evangelio en cada uno de los hermanos?

¿Llevas la cruz arrastrándola y de mala gana? ¿O bien la llevas con Jesús?

Te invitamos a dirigirte

personalmente a Jesús con esta

invocación:

Al final de este recorrido del Evangelio

de San Juan con un corazón

arrepentido, al pie de tu-mi cruz,

decepcionado de tantas propuestas

deslumbrantes desde mi indigencia y

con mis incoherencias, yo también te

confieso, Jesús como Hijo de Dios.

Hazme participar de tu victoria sobre la

muerte y el pecado, lléname de tu

Espíritu Santo, perdona mi orgullo y mi

complicidad con el mal, hazme un

miembro vivo de tu cuerpo, de tu

Iglesia, sírvete de mí para que otros te

conozcan, te amen y te sigan. Amén. (Misión Metrópolis, Barcelona)