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Revelacion de Un Mundo

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ellla es lamejor pluma del mundo.

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  • Clarice Lispector

    Revelacin de un mundo

    Seleccin de textos, presentacin,revisin y notas de Amalia Sato

  • Ttulo original: A descoberta do mundoTraduccin: Amalia Sato

    Editor:Fabin Lebenglik

    Diseo de cubierta e interiores:Eduardo Stupa y G. D.

    Herederos de Clarice Lispector, 1984 Adriana Hidalgo editora S.A., 2004,

    enero de 2005, octubre de 2005Crdoba 836 - P. 13 - Of. 1301

    (1054) Buenos Aires

    e-mail: [email protected]

    ISBN: 987-1156-03-0

    Impreso en ArgentinaPrinted in Argentina

    Queda hecho el depsito que indica la ley 11.723

    Obra publicada com o apoio do Ministerio da Cultura do Brasil / Fundaao Biblioteca Nacional / Departamento Nacional do Livro.

    Obra publicada con el apoyo del Ministerio de Cultura de Brasil, Fundacin Biblioteca Nacional y el Departamento Nacional del Libro.

  • Prlogo

    LOS SBADOS DE SIETE AOS EN EL JORNAL DO BRASIL: LAS CRNICAS SUI GENERIS DE CLARICE LISPECTOR

    por Amalia Sato

    Muchos crticos quedaron perplejos cuando se public en 1944 la primera novela de Clarice Lispector, Perto do corao selvagem (Cerca del corazn salvaje). El texto, sucesin de impresiones, de repercusiones de hechos en las personas, como empaado espejo de estados mentales donde destellan momentos epifnicos, era algo nuevo en el panorama de la literatura brasilea. El desconcierto inicial era disculpable, pues con el tiempo las ms de diez novelas, cuentos y narraciones para nios de Clarice conformarn uno de los corpus literarios ms radicales y reconocidos en lengua portuguesa.

    A medida que su fama creca, la figura de Clarice fue nimbndose de un aura de misterio, que aliment mistificaciones que su vida apartada favoreci: rara, complicada, mstica, bellsima. Como dijera Antonio Callado, una extranjera en la tierra.

    Cansada del trabajo periodstico y necesitada de dinero, como con franqueza reconoca, Clarice Lispector acepta escribir crnicas para el Jornal do Brasil. Lo hace durante siete aos, entre 1967 y 1973. Escritura suelta, sobre los ms variados asuntos: empleadas domsticas, taxistas, encuentros, amigos, hijos, fragmentos de textos en borrador, viajes, la infancia y la adolescencia, los sentimientos confesados a un pblico vasto e imprevisible. Absoluta libertad de temas con que llenar esa columna semanal.

    Pero Clarice manifiesta tambin su resquemor constante respecto del gnero asumido: Rubem Braga, el representante por antonomasia de la crnica en Brasil, es mencionado y fue consultado muchas veces. Clarice no puede evitar la carga personal, la omnipresencia de su yo conflictuado; sus crnicas no tienen el tono costumbrista, leve y humanitario del consagrado maestro. Reconoce: Los gneros no me

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  • interesan. Me interesa el misterio.Para ella, el diario JB es un gran divn de papel que la envuelve y le

    da espacio para seducir con su angustia, sus miedos, su desmesurado desafo a la muerte. Ya personalidad consagrada, era una firma que no necesitaba justificacin ni buscaba mritos, a quien sus seguidores de siempre le reclamaban que no depravara su pureza literaria en el medio masivo y que, a su vez, apreciaba el reconocimiento popular que las cartas de los lectores y las atenciones que reciba le transmitan. La relacin laboral tendr, sin embargo, un final traumtico: apenas iniciado 1974 le devuelven el sobre con sus colaboraciones, con una carta que la escritora califica de seca y desagradecida, lo cual la lleva a iniciar un juicio, cuya sentencia le ser desfavorable.

    La solitaria que viva en Leme, cerca de las arenas de Copacabana, haba padecido en 1967, el ao en que se inician estas crnicas, un accidente domstico tonto: la madrugada del 14 de setiembre, se duerme fumando y se produce un incendio. Al intentar apagar el fuego y salvar los papeles de su estudio, su mano derecha sufre quemaduras que obligan a injertos. Pierde parte de su belleza, y se encierra an ms. Pero si recorremos el ndice de las crnicas, las fechas corren sin blancos en torno de ese da aciago, y el hecho se mencionar slo despus: al pasar o en las charlas con los taxistas, a las que tanta atencin prestaba.

    Imprevistas, desparejas, por eso mismo fascinantes son estas crnicas de JB. Revelacin de un mundo que atrapa a su autora como personaje.

    Y, sorteando todos los riesgos, siempre el estilo Lispector con su efecto hipntico. Ella es la flor en la sala

    fantasmal, y nosotros, los aspirantes a un extrao nctar.

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  • Revelacin de un mundo

    Crnicas

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  • 1967

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  • 19 de agosto

    NIOS IRRITANTESNo puedo. No puedo pensar en la escena que visualic y que es

    real. El hijo est de noche dolorido por el hambre y le dice a su madre: tengo hambre, mam. Ella le responde con dulzura: duerme. l dice: pero estoy con hambre. Ella insiste: duerme. l insiste. Ella grita dolorida: duerme, nio molesto! Los dos se quedan en silencio en la oscuridad, inmviles. Estar dormido? piensa ella despierta. Y l

    est demasiado amedrentado para quejarse. En la negra noche los dos estn despiertos. Hasta que, por dolor y

    cansancio, ambos dormitan, en el nido de la resignacin. Y yo no soporto la resignacin. Ay, cmo devoro con

    hambre el placer de la revuelta.

    LA SORPRESAMirarse en el espejo y decirse deslumbrada: qu misteriosa soy. Soy

    tan delicada y fuerte. Y la curva de los labios conserv la inocencia.No hay hombre ni mujer que no se haya mirado en el espejo y no se

    haya sorprendido consigo mismo. Por una fraccin de segundo nos vemos como un objeto a observar. A esto lo llamaran tal vez narcisismo, pero yo lo llamara: alegra de ser. Alegra de encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah, entonces es cierto que no me imagin, yo existo.

    JUGAR A PENSAREl arte de pensar sin riesgos. Si no fuese por los caminos de

    emocin adonde el pensamiento conduce, el pensar ya se habra catalogado como uno de los modos de divertirse. No se invita a los amigos al juego a causa de la ceremonia que se cumple al pensar. El mejor modo es invitar slo a una visita, y, como quien nada pide, pensar juntos, con el disimulo de las palabras.

    Esto, en tanto juego liviano. Pues para pensar en profundidad que es el mximo grado del hobby es necesario estar solo. Porque entregarse a pensar es una gran emocin, y solamente se tiene el valor de pensar delante de otro cuando la confianza es tan grande que no hay inhibicin en usar, de ser necesario, la palabra otro. Adems se exige mucho de quien nos ve pensar: que tenga un corazn grande, amor, cario, y la experiencia de haberse entregado tambin a pensar. Se

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  • exige tanto de quien oye las palabras y los silencios como se exigira en el sentir. No, no es cierto. En el sentir se exige ms.

    Bueno, pero, en cuanto al pensar como diversin, la ausencia de riesgos lo pone al alcance de todos. Algn riesgo existe, es claro. Se juega y se puede salir con el corazn ensombrecido. Pero por lo general, si se toman los recaudos intuitivos, no hay peligro.

    Como hobby, presenta la ventaja de ser por excelencia transportable. Aunque en el seno del aire sea an mejor, a mi ver. En ciertas horas de la tarde, por ejemplo, cuando la casa llena de luz ms parece vaciada por la luz, mientras la ciudad entera se estremece trabajando y slo nosotros trabajamos en casa pero nadie lo sabe en esas horas en que la dignidad se rehara si contramos con un taller de arreglos o una sala de costura, en esas horas: se piensa. As: se empieza desde el punto exacto donde uno se encuentre, aunque no sea por la tarde; slo por la noche no lo aconsejo.

    Una vez por ejemplo en el tiempo en que mandbamos la ropa a lavar afuera estaba yo haciendo la lista. Tal vez por el hbito de poner ttulo o por unas sbitas ganas de tener un cuaderno prolijo como en la escuela, escrib: lista de... Y fue en ese instante cuando aparecieron las ganas de no ser seria. Es sta la primera seal del animus brincandi, en materia de pensar como hobby. Y escrib aguda: lista de sentimientos. Lo que quera decir con esto tuve que dejarlo para ms adelante seal de que estaba en el camino correcto y que no me afliga por no

    entender; la actitud debe ser: no se pierde por esperar, no se pierde por no entender.

    Entonces empec una listita de sentimientos de los cuales no s el nombre. Si recibo un regalo hecho con

    cario por una persona que no quiero cmo se llama lo que siento? La falta que se siente de una persona que ya no

    queremos, ese dolor y ese rencor cmo se llaman? Estar ocupada y de pronto detenerme por haber sido

    invadida por una sbita indolencia dulcificadora y venturosa, como si una luz de milagro hubiese entrado en la sala:

    cmo se llama lo que se ha sentido?

    Pero debo aclarar. A veces se empieza a jugar a pensar, y he aqu que inesperadamente es el juguete el que

    empieza a jugar con nosotros. No es bueno. Es slo fructfero.

    26 de agosto

    TANTO ESFUERZOFue una visita. La vieja compaera vino de So Paulo y la visit. La

    recibi con sndwiches y un t, perfeccionando como pudo la visita, la tarde y el encuentro. La amiga lleg linda y femenina. Con el pasar de las horas empez poco a poco a deshacerse, hasta que mostr una cara no tan joven ni tan alegre, ms intensa, de amargura ms viva. Pronto se borr su belleza menor y ms fcil. Y pronto la duea de casa tena ante s a una mujer que, si bien era menos bonita, era ms bella, y que manifestaba como en otros tiempos su ardiente pensamiento,

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  • confundindose, usando lugares comunes del raciocinio, intentando probarle la necesidad de ir hacia delante, probando que cada uno tiene una misin que cumplir. En ese punto la palabra misin ha de haberle parecido por dems vulgar, no para s, sino para la duea de casa, que haba sido una de las inteligentes del grupo. Entonces se corrigi: misin, o lo que t quieras. La duea de casa se movi en la silla, perturbada.

    Cuando la visita se fue, caminaba de un modo feo, como invadida por ese cansancio que viene de decisiones

    demasiado prematuras en relacin con el tiempo de la accin: todo lo que haba decidido, tardara aos en lograrlo. O

    incluso nunca lo lograra. La duea de casa baj en el ascensor con la visita, la acompa hasta la calle. Le choc

    verla de espaldas: el reverso de la medalla eran unos cabellos mal peinados e infantiles, hombros exagerados por la

    ropa mal cortada, vestido corto, piernas gruesas. S. Una mujer maravillosa y solitaria. Luchando sobre todo contra su

    propio prejuicio que le aconsejaba ser menos de lo que era, que le mandaba doblegarse. Tanto, tanto esfuerzo, y los

    cabellos que caan infantiles. A su lado, en la calle, pasaban criaturas que por cierto haban condescendido ms, y que

    obedecan a un destino ms inmediato. La duea de casa sinti en el pecho el peso de una comprensin violentada:

    cmo ayudarla? Imposibilitada para transformar alguna vez su comprensin en acto.

    EL PROCESOQu hago? No soporto vivir. La vida es tan corta, y no soporto vivir.No s. Siento lo mismo. Pero hay cosas, hay muchas cosas. Hay un punto en que la desesperacin es una

    luz, y un amor.

    Y despus?Despus viene la Naturaleza.Usted est llamando naturaleza a la muerte?No. Estoy llamando naturaleza a la naturaleza.Todas las vidas habrn sido as?Creo que s.

    2 de setiembre

    TORTURA Y GLORIAElla era gorda, baja, pecosa y de cabellos excesivamente crespos.

    Su busto se volvi enorme, mientras todas nosotras seguamos chatas. Como si fuera poco, se llenaba los bolsillos de la blusa, por encima del busto, con caramelos. Pero tena lo que todo nio devorador de historias querra tener: un padre librero.

    De poco le vala. Y a nosotras menos todava: incluso para los cumpleaos, en lugar de algn librito, ella nos entregaba una tarjeta postal de la librera de su padre. Y para colmo con el paisaje de Recife, donde vivamos, con sus puentes. Atrs escriba con caligrafa ornamentada palabras como fecha de nacimiento y saudade.

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  • Pero qu talento tena para la crueldad. Ella era pura venganza, chupando sus caramelos y haciendo ruido. Cunto nos deba de odiar esa nia, a nosotras que ramos imperdonablemente bonitas, esbeltas, altas, con cabellos sedosos. Conmigo ejerci con calma ferocidad su sadismo. En mi ansia por leer, yo ni notaba las humillaciones a las que ella me someta: segua implorndole en prstamo los libros que ella no lea.

    Hasta que lleg para ella el gran da de empezar a ejercer sobre m una tortura china. Como sin querer, me inform que tena As reinaes de Narizinho.1

    Era un libro grueso, Dios mo, un libro para vivir con l, comindolo, durmiendo con l. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que pasara por su casa al da siguiente y que ella me lo prestara. Hasta ese da siguiente me transform en la esperanza misma de la alegra: no viva, flotaba lentamente en un mar suave. Al da siguiente fui a su casa, literalmente corriendo. Ella no viva en un sobrado2 como yo, y s en una casa. No me invit a entrar. Mirndome fijamente a los ojos, me dijo que le haba prestado el libro a otra nia, y que volviese al da siguiente a buscarlo. Boquiabierta, me retir despacio, pero pronto la esperanza de nuevo me invada toda y yo retomaba la calle dando saltitos, que era mi modo extrao de andar por las calles de Recife. Esta vez no me ca: me guiaba la promesa del libro, el da siguiente llegara, los das siguientes eran toda mi vida, el amor por el mundo me esperaba, y segu saltando por las calles como siempre sin caerme ni una vez.

    Bueno, pero no acab simplemente all. El plan secreto de la hija del librero era fro y diablico. Al da siguiente all estaba yo en la puerta de su casa, sonriente y con mi corazn latiendo. Para or la fra respuesta: el libro todava no estaba en su poder, que volviese al da siguiente. No saba yo, como ms adelante con el pasar de la vida, que el drama del da siguiente se repetira con el corazn latiendo.

    Y as sigui. Cunto tiempo? No s. Ella saba que era un tiempo indefinido, en tanto la hiel no se escurriese de su grueso cuerpo. Yo haba empezado ya a adivinar que me haba elegido para que sufriera, a veces adivino. Pero, incluso adivinndolo, a veces acepto: como si quien quiere hacerme sufrir necesitara que yo sufra.

    Cunto tiempo? Iba todos los das a su casa, sin faltar ni uno siquiera. A veces ella deca: pues al libro lo tuve ayer a la tarde, pero como no viniste, se lo prest a otra nena. Y yo, que no tena ojeras, senta que se me formaban bajo mis ojos espantados.

    Hasta que un da, cuando estaba en la puerta de su casa, oyendo humilde y silenciosa su negativa, apareci su madre. Deba extraarle la 1 Obra de 1931 de Jos Bento Monteiro Lobato (1882-1948), famoso escritor de textos para nios.2 Piso de un edificio sobre una planta baja.

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  • diaria y muda aparicin de aquella nia en la puerta de su casa. Nos pidi explicaciones. Hubo una confusin silenciosa, entrecortada de palabras poco esclarecedoras. A la seora le pareca cada vez ms raro el no poder entender. Hasta que esa buena madre comprendi. Se volvi hacia su hija y con enorme sorpresa exclam: pero ese libro nunca sali de esta casa y t nunca lo quisiste leer! Y lo peor para ella no era esa revelacin, sino haber descubierto qu hija tena. Con real horror nos observaba: la potencia de la perversidad de su hija desconocida, y la nia de pie en la puerta, exhausta, enfrentada al viento de las calles de Recife. Fue entonces que, rehacindose, dijo firme y calma a la hija: vas a prestarle ya mismo As reinaes de Narizinho. Y me dijo todo lo que jams me habra atrevido a imaginar. Y t te quedas con el libro el tiempo que quieras. Entienden? Era ms que darme el libro: por el tiempo que yo quisiera es todo lo que una persona, pequea o grande, puede querer.

    Cmo contar lo que sigui? Yo estaba atontada, y as recib el libro en mis manos. Creo que no dije nada. Lo

    tom. No, no me fui saltando como siempre. Me retir caminando muy lentamente. S que sostena el libro con

    ambas manos, que lo apretaba contra el pecho. Cunto tiempo me llev llegar a casa, poco importa. Mi pecho arda,

    mi corazn estaba desmayado, pensativo.

    Al llegar a casa, no empec a leer. Finga que no lo tena, slo para sentir despus el sobresalto de tenerlo.

    Horas despus lo abr, le algunas lneas, lo cerr de nuevo, me fui a pasear por la casa, lo postergu ms comiendo

    pan con manteca, fing que no saba dnde haba guardado el libro, lo encontraba, lo abra por algunos instantes.

    Creaba las ms falsas dificultades para aquello clandestino que era la felicidad. Cunto me demor! Viva en el

    aire... Haba orgullo y pudor en m. Yo era una reina delicada.

    A veces me sentaba en la hamaca, me balanceaba con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en pursimo

    xtasis. No era ya una nia con un libro: era una mujer con su amante.

    9 de setiembre

    AMOR IMPERECEDEROTodava me siento un poco perdida en mi nueva funcin con eso

    que no puede llamarse propiamente crnica. Y, adems de ser nefita en el asunto, tambin lo soy en materia de escribir para ganar dinero. Ya trabaj en prensa como profesional, sin firmar. Al firmar, sin embargo, me vuelvo automticamente ms personal. Y siento un poco como si estuviera vendiendo mi alma. Habl de esto con un amigo que me respondi: pero escribir es un poco vender el alma. Es cierto. Aun cuando no sea por dinero, una se expone mucho. Por ms que una amiga mdica lo haya objetado: argument que en su profesin da su alma toda, y no obstante cobra dinero porque tambin necesita vivir. Les vendo, pues, a ustedes, con el mayor placer, una cierta parte de mi alma la parte para la charla del sbado.

    Slo que, por nefita, todava la eleccin de los temas me confunde.

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  • En este estado de nimo me encontraba cuando estaba en la casa de una amiga. Son el telfono, era un amigo en comn. Hable tambin con l, y, es claro, le cont sobre mi tarea de escritura de todos los sbados. Y de pronto le pregunt: qu es lo que ms le interesa a la gente? Digamos a las mujeres. Antes de que pudiese responderme, omos del fondo de la enorme sala a mi amiga que responda en voz alta y espontnea: El hombre. Nos remos, pero la respuesta era seria. Y con un poco de pudor me veo obligada a reconocer que lo que ms interesa a la mujer es el hombre.

    Pero que esto no nos suene a humillacin, como si se nos exigiera tener en primer lugar intereses ms universales. No nos sintamos humilladas, pues si le preguntramos al mejor tcnico del mundo en ingeniera electrnica qu es lo que ms le interesa al hombre, la respuesta ntima, inmediata y franca ser: la mujer. Y cada tanto es bueno que recordemos esta verdad obvia, por ms vergenza que nos d. Preguntarn: pero en materia de personas, no son los hijos lo que ms nos interesa?. Eso es otra cosa. Los hijos son, como se dice, nuestra carne y nuestra sangre, y ni se habla de inters alguno. Es otra cosa. Tan otra cosa que cualquier nio del mundo es como nuestra carne y nuestra sangre. No, no estoy haciendo literatura. Hace unos das me contaron de una nia semiparaltica que necesit vengarse rompiendo un jarrn. Y toda la sangre me doli. Era una hija colrica.

    El hombre. Qu simptico es. Menos mal. Es l nuestra fuente de inspiracin? S. Es nuestro desafo? S. Es nuestro enemigo? S. Es nuestro rival estimulante? S. Es nuestro igual al mismo tiempo por completo diferente? S. Es lindo? S. Gracioso? S. Es un nio? S. Tambin un padre? S. Nos peleamos con l? Lo hacemos. Podemos seguir sin el hombre con quien nos peleamos? No. Somos interesantes porque al hombre le gustan las mujeres interesantes? Lo somos. Con el hombre tenemos los dilogos ms importantes? S. Es el hombre irritante? Tambin. Nos gusta que nos fastidie? Nos gusta.

    Podra seguir con esta lista interminable hasta que el director me ordene parar. Pero creo que nadie me mandara detenerme. Creo que toqu un punto neurlgico. Y, por ser un punto neurlgico, cmo nos duele el hombre. Y cunto le duele la mujer al hombre.

    Con mi mana de viajar en taxi, entrevisto a todos los choferes con quienes viajo. Hace unas noches viaj con un espaol muy joven, de bigotito y mirada triste. Palabra va, palabra viene, me pregunt si yo tena hijos. Le pregunt si tambin l los tena, y me contest que no estaba casado, que jams se casara. Y me cont su historia. Hace catorce aos am a una joven espaola, en su tierra. Viva en una ciudad pequea, con pocos mdicos y recursos. La joven enferm, sin que nadie supiera de qu, y en tres das muri. Muri consciente de que morira, prediciendo: Voy a morir en tus brazos. Y muri en sus brazos,

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  • pidiendo: Que Dios me salve. El chofer durante tres aos apenas si poda alimentarse. En la ciudad pequea todos saban de su amor y queran ayudarlo. Lo llevaban a fiestas, donde las muchachas, en lugar de esperar que l las sacara a bailar, le pedan que bailara con ellas.

    Pero de nada sirvi. Todo el ambiente le recordaba a Clarita ste era el nombre de la muchacha muerta, lo cual me asust pues es casi mi nombre y me sent muerta y amada. Entonces resolvi salir de Espaa, y sin siquiera avisar a sus padres. Se inform de que slo dos pases en ese momento reciban a inmigrantes sin exigir visa: Brasil y Venezuela. Se decidi por Brasil. Aqu se hizo rico. Tuvo una fbrica de zapatos, la vendi despus; compr un bar-restaurante, lo vendi despus. Es que nada le importaba. Decidi transformar su auto de paseo en taxi y se hizo chofer. Vive en una casa en Jacarepagu, porque all hay cascadas de agua dulce (!) que son lindas. Pero en estos catorce aos no logr querer a ninguna mujer, y no tiene amor por nada, todo me da lo mismo. Con delicadeza el espaol dio a entender que no obstante la saudade cotidiana que siente por Clarita no detiene su vida, que consigue tener relaciones y cambiar de mujeres. Pero amar nunca ms.

    Bueno. Mi historia termina de un modo un poco inesperado e inquietante.

    Estbamos casi llegando a mi destino, cuando habl de nuevo de su casa en Jacarepagu y de las cascadas de agua dulce, como si existiesen de agua salada. Dije medio distrada: Cunto me gustara descansar unos das en un lugar como se.

    Pues hete aqu que era lo que no debera haber dicho. Porque, con riesgo de meter el coche adentro de alguna casa, sbitamente gir la cabeza hacia atrs y exclam con la voz cargada de intenciones: Si usted lo quiere, puede venir!. Nerviossima con el repentino cambio de clima, me o contestndole apurada y en voz alta que no poda porque tena que operarme e iba a estar muy enferma (!). De ahora en adelante slo entrevistar a los choferes muy viejitos. Pero esto prueba que el espaol es un hombre sincero: la intensa saudade por Clarita no detiene su vida.

    El final de esta historia desilusiona un poco a los corazones sentimentales. A muchos les gustara que ese amor de catorce aos detuviese, y mucho, su vida. La historia sonara mejor. Pero no puedo mentir para contentarlos. Y adems me parece justo que su vida no resulte completamente detenida. Ya basta con el drama de no lograr amar a nadie ms.

    Olvid decir que l tambin me cont historias de negocios y de desfalcos el viaje era largo, el trnsito

    psimo. Pero encontr en m odos distrados. Slo lo que se conoce como amor imperecedero me haba interesado.

    Ahora estoy recordando vagamente lo del desfalco. Tal vez, si me concentro, lo recuerde mejor, y lo cuente el

    prximo sbado. Pero creo que no es interesante.

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  • 16 de setiembre

    DENTRO DE VEINTICINCO AOSMe preguntaron una vez si podra imaginar a Brasil dentro de

    veinticinco aos. Si ni siquiera puedo imaginar el de dentro de veinticinco minutos, mucho menos el de veinticinco aos por delante. Pero la impresin-deseo es que en un futuro no muy remoto tal vez comprendamos que los movimientos caticos actuales ya eran los primeros pasos que iban precisando y orquestando una situacin econmica ms digna

    de un hombre, de una mujer, de un nio. Y esto porque el pueblo ya haba dado muestras de ms madurez poltica

    que la gran mayora de los polticos, y porque un da terminar liderando a los lderes. Dentro de veinticinco aos el

    pueblo habr dicho mucho ms.

    Pero si no s prever, puedo por lo menos desear. Puedo desear intensamente que el problema ms urgente se

    resuelva: el hambre. Muchsimo ms rpido, sin embargo, que en veinticinco aos, porque no hay ms tiempo para

    esperar: millares de hombres, mujeres y nios son verdaderos moribundos ambulantes que tcnicamente deberan

    estar internados en hospitales para desnutridos. Tal es la miseria, que se justificara decretar un estado de necesidad,

    como ante una calamidad pblica. Slo que es peor: el hambre es nuestra endemia, y ya es parte orgnica del cuerpo

    y del alma. Y, la mayora de las veces, cuando se describen las caractersticas fsicas, morales y mentales de un

    brasileo, no se ve que en verdad se estn describiendo los sntomas fsicos, morales y mentales del hambre. Los

    lderes que tengan como meta la solucin econmica del problema de la comida sern tan bendecidos por nosotros

    como, en la misma medida, el mundo bendecir a aquellos que descubran la cura del cncer.

    23 de setiembre

    PRIMAVERA AL CORRER DE LA MQUINALos primeros calores de la nueva estacin, tan antiguos como un

    primer soplo. Lo cual me hace no poder dejar de sonrer. Sin mirarme en el espejo, es una sonrisa que tiene la idiotez de los ngeles.

    Mucho antes de que llegara la nueva estacin, ya haba un anuncio: inesperadamente una calidez en el viento, las primeras dulzuras del aire. Imposible, imposible que esta dulzura del aire no traiga otras! dice el corazn al agitarse.

    Imposible, dice en eco la tibieza nuevamente tan provocadora y fresca de la primavera. Imposible que este aire no traiga el amor del mundo! repite el corazn que despedaza su abrasada sequedad en una sonrisa. Y ni siquiera reconoce que ya lo trajo, que aquello es amor. Este primer calor todava fresco trae: todo. Solamente eso, e indivisible: todo.

    Y todo es mucho para un corazn de pronto debilitado que slo soporta lo menos, slo puede querer poco y de a poco. Siento hoy, y tambin excitada, una especie de recuerdo todava venidero del da de hoy. Y decir que nunca, nunca di esto que estoy sintiendo a nadie y a nada. Me lo di a m misma? Slo me lo di en la medida en que la incitacin de lo que es bueno cabe dentro de nervios tan frgiles, de

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  • muertes tan suaves. Ah, cunto quiero morirme. No tuve todava la experiencia de morir qu apertura de camino tengo todava por delante. Morir tendr la misma potencia indivisible de lo bueno. A quin le dara mi muerte, que ser como los primeros calores frescos de una nueva estacin? Ah, cmo el dolor es ms soportable y comprensible que esa promesa de frgida y lquida alegra de la primavera. Es con tal pudor que espero morir: la incitacin de lo bueno. Pero nunca morir antes de realmente morir: pues es tan bueno prolongar esa promesa. Quiero prolongarla con tal finura. Yo me bao, me nutro de la mejor y ms fina vida, pues nada es demasiado bueno para prepararme para el instante de esa nueva estacin. Quiero los mejores aceites y perfumes, quiero la vida de la mejor especie, quiero las esperas ms delicadas, quiero las mejores carnes finas y tambin pesadas para comer, quiero la separacin de mi carne en espritu y del espritu que se separa en carne, quiero esas finas mezclas todo lo que secretamente me adiestrar para aquellos primeros momentos que vendrn. Iniciada, presiento el cambio de estacin. Y deseo la vida ms llena de un fruto enorme. Dentro de ese fruto que en m se prepara, dentro de ese fruto que es suculento, hay lugar para el ms leve de los insomnios que es mi sabidura de bicho despierto: un velo de alerta, astuto apenas lo suficiente para slo presentir. Ah, presentir es ms ameno que la intolerable agudeza de lo bueno. Y que no olvide, en esta fina lucha ma entablada, que lo ms difcil de entender es la alegra. Que no olvide que la subida ms escarpada, y ms a merced de los vientos, es sonrer de alegra. Y que por esto y aquello es lo que menos se ha dado en m: la delicadeza infinita de la alegra. Pues cuando me detengo demasiado en ella y trato de apoderarme de su levsima vastedad, me vienen a los ojos lgrimas de cansancio: soy dbil ante la belleza de lo que existe y de lo que habr de existir. Y no logro, en este adiestramiento continuo, apoderarme del primer regocijo de la vida.

    Conseguir captar el regocijo infinitamente dulce de morir? Ah, cmo me inquieta no poder vivir lo mejor, para as poder al final morir lo mejor. Cmo me inquieta que alguien pueda no

    comprender que morir en una ida hacia una tonta felicidad de primavera. Pero no apresurar ni en un instante el

    arribo de esa felicidad pues esperarla viviendo es mi vigilia de vestal. Da y noche no dejo que se apague la vela

    para prolongarla en la mejor de las esperas. Los primeros calores de la primavera... pero eso es amor! La felicidad

    me deja con una sonrisa de hija. Estoy bien peinada. Slo que la espera casi ya no cabe ms en m. Es tan bueno que

    corro el riesgo de excederme, de llegar a perder mi primera muerte primaveral y, en el sudor de tanta tibia espera,

    morir antes. Por curiosidad, morir antes: pues ya quiero saber cmo es la nueva estacin.

    Pero voy a esperar. Voy a esperar comiendo con delicadeza y recato y avidez controlada cada mnima migaja

    de todo, quiero todo pues nada es demasiado bueno para mi muerte que es mi vida tan eterna que hoy mismo ella ya

    existe y ya es.

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  • 7 de octubre

    MIEDO DE LO DESCONOCIDOEntonces eso era la felicidad. Y casi sin motivo. Al principio se sinti vaca.

    Despus los ojos se le humedecieron: era felicidad, pero cmo soy mortal, cmo me trasciende el amor por el mundo.

    El amor por la vida mortal la asesinaba dulcemente, de a poco. Y qu hago? Qu hago con la felicidad? Qu hago

    con esta paz extraa y aguda, que ya est empezando a dolerme como una angustia, como un gran silencio? A quin

    le doy mi felicidad, que ya est empezando a lastimarme un poco y me asusta? No, no quiero ser feliz. Prefiero la

    mediocridad. Ah, millares de personas no tienen el valor de al menos prolongarse un poco ms en esa cosa

    desconocida que es sentirse feliz, y prefieren la mediocridad.

    CHACRINHAComo tanto hablan de Chacrinha, prend el televisor para ver su

    programa, que me pareci dur ms de una hora.Y me qued asombrada. Me dicen que este programa es

    actualmente el ms popular. Pero cmo? El hombre tiene algo de loco, y estoy usando la palabra doido en su verdadero sentido. El auditorio lleno. Es un programa para aficionados, por lo menos por lo que vi. Ocupa el llamado horario central de la televisin. El hombre se viste con ropas locas, el aficionado presenta su nmero y, si no gusta, la bocina de Chacrinha funciona, despidindolo. Adems, Chacrinha tiene algo sdico: siente placer al hacer uso de su bocina. Y sus chistes se repiten todo el tiempo o le falta imaginacin o es obcecado.

    Y los aficionados? Qu deprimente. Son de todas las edades. Y en todas las edades se percibe el ansia de

    aparecer, mostrarse, volverse famoso, incluso al precio del ridculo o la humillacin. Van viejos de hasta setenta aos.

    Salvo algunas excepciones, los aficionados que son de origen humilde tienen aspecto de desnutridos. Y el auditorio

    aplaude. Hay premios en dinero para los que acierten por medio de cartas el nmero de bocinazos que Chacrinha har

    sonar; por lo menos fue as en el programa que vi. Ser por la posibilidad de ganar dinero, como con la lotera, que

    el programa tiene tal popularidad? O ser por la pobreza de espritu de nuestro pueblo? O ser que los

    telespectadores tienen en s un poco de sadismo que se complace con el sadismo de Chacrinha?

    No comprendo. Nuestra televisin, con excepciones, es pobre, adems de atiborrada de publicidades. Pero

    Chacrinha me super. Directamente no comprend el fenmeno. Y me qued triste, decepcionada: querra un pueblo

    ms exigente.

    14 de octubre

    DIES IRAEAmanec con clera. No, no, el mundo no me agrada. La mayora de

    las personas estn muertas y no lo saben, o estn vivas con charlatanismo. Y el amor, en vez de darse, se exige. Y quienes nos quieren desean que seamos eso que ellos necesitan. Mentir da

    17

  • remordimiento. Y no mentir es un don que el mundo no merece. Y ni siquiera puedo hacer lo que una nia semiparaltica hizo como venganza: romper un jarrn. No soy semiparaltica. Aunque algo me diga que somos todos semiparalticos. Y se muere, sin siquiera una explicacin. Y tener empleadas, llammoslas de una vez criadas, es una ofensa a la humanidad. Y tener la obligacin de ser lo que califica como de buena presencia me irrita. Por qu no puedo andar en harapos, como los hombres que a veces veo en la calle con barba hasta el pecho y una Biblia en la mano, esos dioses que hicieron de la locura un modo de entender? Y por qu, slo porque escrib, piensan que tengo que seguir escribiendo? Les avis a mis hijos que amanec con clera, y que no me llamasen. Pero yo quiero telefonear. Querra hacer algo definitivo que reventase junto con el tendn tenso que sostiene mi corazn.

    Y los que desisten? Conozco a una mujer que desisti. Y vive razonablemente bien: el sistema que se arm para vivir es mantenerse ocupada. Ninguna ocupacin le agrada. Nada de lo que hice me agrada. Y lo que hice con amor se hizo trizas. Ni amar yo saba, ni amar yo saba. E inventaron el Da de los Analfabetos. Slo le el titular, me negu a leer el texto. Me niego a leer el texto del mundo, los titulares me hacen montar en clera. Se conmemora mucho. Se guerrea todo el tiempo. Todo un mundo de semiparalticos. Y se espera intilmente el milagro. Y quien no espera el milagro est todava peor, an ms jarrones necesitara romper. Y las iglesias estn llenas de quienes temen la clera de Dios. Y de quienes piden la gracia, que sera lo contrario de la clera.

    No, no tengo pena de los que mueren de hambre. La ira es lo que me domina. Y me parece correcto robar para comer. Acabo de ser interrumpida por el llamado telefnico de una muchacha llamada Teresa que se puso muy contenta de que me acordara de ella. Me acuerdo: era una desconocida, que un da apareci en el hospital, durante los casi tres meses que pas tras salvarme del incendio. Ella se haba sentado, se haba quedado un poco callada, haba hablado poco. Despus se haba retirado. Y ahora me telefone para ser franca: que no escriba en el diario ninguna crnica ni nada parecido. Que ella y muchos quieren que sea yo misma, incluso con remuneracin para ello. Que muchos tienen acceso a mis libros y me quieren como soy en el diario. Dije que s, en parte porque tambin me gustara que as fuera, en parte

    para mostrarle a Teresa, que no me parece semiparaltica, que todava se puede decir s.

    S, Dios mo. Que se pueda decir s. Pero en ese mismo momento algo extrao sucedi. Estoy escribiendo de

    maana y el tiempo de pronto se oscureci de tal modo que fue necesario encender las luces. Y hubo otro llamado

    telefnico: de una amiga preguntndome espantada si aqu tambin haba oscurecido. S, aqu es noche oscura a las

    diez de la maana. Es la ira de Dios. Y si esa oscuridad se transforma en lluvia, que vuelva el diluvio, pero sin el arca,

    nosotros que no supimos hacer un mundo donde vivir y no sabemos en nuestra parlisis cmo vivir. Porque si no

    vuelve el diluvio, volvern Sodoma y Gomorra, que era la solucin. Por qu dejar entrar en el arca un par de cada

    especie? Por lo menos el par humano no ha dado sino hijos, pero no otra vida, aquella que, al no existir, me hizo

    amanecer con clera.

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  • Teresa, cuando t me visitaste en el hospital, me viste toda vendada e inmovilizada. Hoy me veras ms

    inmovilizada todava. Hoy soy la paraltica y la muda. Y si intento hablar, sale un rugido de tristeza. Entonces, no es

    solamente clera? No, es tristeza tambin.

    21 de octubre

    SLe dije a una amiga:La vida siempre me sobreexigi.Ella dijo:Pero recuerda que tambin t sobreexiges a la vida.S.

    4 de noviembre

    LOS GRANDES CASTIGOSFue el primer da de clases del Jardn de Infantes del Grupo Escolar

    Joo Barbalho, en la calle Formosa, en Recife, que encontr a Leopoldo. Y al da siguiente ya ramos los dos imposibles del grupo. Nos pasamos el ao oyendo nuestros dos nombres gritados por la maestra pero, no s por qu, ella nos quera, a pesar del trabajo que le dbamos. Separ intilmente nuestros bancos, pues Leopoldo y yo decamos all lo que decamos en voz alta, lo cual empeoraba la disciplina de la clase. Despus pasamos al primer ao de la primaria. Y para la nueva maestra tambin ramos los dos alumnos imposibles. Sacbamos buenas notas, menos en comportamiento.

    Hasta que un da apareci en la sala la imponente directora, que habl en voz baja con la maestra. Voy a contar lo que realmente era, antes de contar lo que realmente sent. Se trataba solamente de hacer el relevamiento del nivel mental de los nios del Estado, por medio de tests. Pero cuando los nios eran, en opinin de la profesora, ms vivos, hacan el test del grado superior, pues el del propio grado les resultara demasiado fcil. Se trataba slo de eso.

    Pero despus que la directora sali, la profesora dijo: Leopoldo y Clarice van a hacer una especie de examen en el cuarto grado. Y tuve uno de los dolores de mi vida. Ella no explic nada ms. Pero nuestros dos nombres de nuevo citados juntos me revelaron que haba llegado la hora del castigo divino. Yo, aunque alegre, era muy llorona, y empec a sollozar bajito. Leopoldo inmediatamente empez a consolarme, a

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  • explicar que no era nada. Intil: yo era la culpable nata, esa que haba nacido con el pecado mortal.

    Y de repente henos a los dos en la sala de cuarto grado primario, con nios grandotes, maestra desconocida y aula desconocida. Mi pavor creci, las lgrimas se me escurran por el rostro, por el pecho. Nos sentaron, a Leopoldo y a m, uno al lado del otro. Distribuyeron hojas de papel impreso, al tiempo que la severa maestra deca esta cosa incomprensible:

    Hasta que yo no diga ahora!, no miren el papel. Recin empiecen a leer cuando yo les diga. Y en el instante en que yo diga basta!, ustedes dejan en el punto en que estn.

    Recibimos las hojas. Leopoldo tranquilo, yo en pnico an mayor. Adems yo ni saba qu era un examen, y no haba tenido ninguno. Y cuando ella dijo de repente ahora!, mis sollozos contenidos aumentaron. Leopoldo aparte de mi padre fue el primer protector masculino, y tan bien lo hizo que me dej para el resto de mi vida aceptando y queriendo proteccin masculina Leopoldo me orden que me calmara, que leyera las preguntas y respondiera lo que supiera. Intil: para entonces mi papel ya estaba todo empapado en lgrimas y, cuando intentaba leer, las lgrimas me impedan ver. No escrib una sola palabra, lloraba y sufra como slo llegu a sufrir ms tarde y por otros motivos. Leopoldo, adems de escribir, se ocupaba de m.

    Cuando la maestra grit basta!, mis lgrimas todava no se iban. Ella me llam, yo no expliqu nada, ella me explic sin severidad que los nios ms vivos de un grupo, etc. Slo pude entender das

    despus, cuando me cur. Nunca supe del resultado del test, creo que no era para que nos enterramos.

    En tercer grado me cambi de escuela. Y en el examen de admisin al Colegio Pernambucano, apenas entr,

    me reencontr con Leopoldo, y fue como si no nos hubiramos separado. l sigui protegindome. Recuerdo que una

    vez us una palabra de gria3, cuyo origen malicioso ignoraba. Y Leopoldo: No digas ms esa palabra. Por qu? Ms adelante lo vas a entender, me dijo l.

    En tercer ao del colegio, mi familia se mud a Rio. Slo vi a Leopoldo una vez ms en la vida, por casualidad, en la calle, y como adultos. Nos habamos convertido en dos tmidos que viajaron en el mismo vehculo sin pronunciar casi palabra. ramos imposibles de otra manera.

    Leopoldo es Leopoldo Nachbin. Supe que en el primer ao de ingeniera resolvi uno de los teoremas

    considerados insolubles desde la ms alta Antigedad. Y que de inmediato lo llamaron de la Sorbonne para explicar

    el proceso. Es uno de los mayores matemticos que hay en el mundo hoy.

    En cuanto a m, lloro menos.

    11 de noviembre3 Lenguaje familiar y coloquial.

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  • A FAVOR DEL MIEDOEstoy segura de que durante la edad de piedra fui sin duda

    maltratada por el amor de algn hombre. De ese tiempo data cierto pavor que es secreto.

    Pues bien, cierta noche clida, estaba sentada conversando cortsmente con un caballero que era civilizado, de traje oscuro y uas prolijas. Estaba, como dira Srgio Porto, a la sombra y comiendo unas frutas frescas. Y he aqu que el Hombre dice: Vamos a dar un paseo?.

    No. Voy a decir la cruda verdad. Lo que l dijo fue: Vamos a dar un paseto?.

    Por qu paseto jams se me dio el tiempo de saberlo. Y he ah que de inmediato, de una altura de millares de siglos, rod con estruendo la primera piedra de una avalancha: mi corazn. Quin? Quin en la edad de piedra me llev a un paseto del cual nunca volv

    porque me qued viviendo all?

    No s qu elemento de terror existir en la delicadeza monstruosa de la palabra paseto.

    Rodado mi primer corazn, engullida atrozmente la guayaba estaba ridculamente asustada ante un improbable peligro.

    Improbable, digo hoy, por lo muy protegida que estoy por las suaves costumbres, la ruda polica, y por m misma, huidiza que ni la ms mimtica de las anguilas. Pero bien que me gustara saber qu dira en otros tiempos, en la edad de piedra, cuando me sacudan, casi simio, de mi frondoso rbol. Qu nostalgia, necesito pasar un tiempo en el campo.

    Engullida, pues, la primera guayaba, empalidec sin que el color civilizadamente abandonase mi rostro: el miedo era demasiado vertical en el tiempo para dejar vestigios en la superficie. Y no era miedo. Era terror. Era en verdad la cada de todo mi futuro. El hombre, este par mo, que me ha asesinado por amor, y a eso se lo llama amar, as es.

    Paseto? As tambin le decan a Caperucita Roja, que recin tarde se cuid de cuidarse. Voy a ser cautelosa, y por las dudas debajo de las hojas he de vivir de dnde me vena esta cantinela? No s, pero la boca del pueblo en Pernambuco no se equivoca.

    Que me disculpe el Hombre que tal vez se reconozca en este relato de un miedo. Pero que no dude de que el problema era mo, como se dice. Que no dude que era yo quien deba tomar la invitacin como lo que en verdad deba de ser, como el haberme mandado rosas antes: una gentileza, la noche era clida, l tena un coche en la puerta. Y que no dude que en la simple divisin a que los siglos me obligaron entre el bien y el mal s que l era Hombre Bueno Caverna Derecha Solamente Cinco Mujeres No Golpea a Ninguna Todas Contentas. Y por favor entindame apelo a su buen humor s que un hombre de frontera, como l, usa sencillamente la palabra paseto, lo cual para m, sin embargo, tuvo la terrible amenaza de una caricia. Le agradezco

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  • exactamente esa palabra que, por ser nueva para m, me produjo tal escndalo.

    Le expliqu al Hombre que no poda dar el paseto, fina como soy. Siglos me adiestraron, y hoy soy una fina entre las finas, aun en el caso, sin necesidad, por las dudas debajo de las hojas deba vivir.

    El Hombre este no insisti, aunque no pueda yo decir en verdad que no se haya molestado. Nos enfrentamos por menos de una milsima de segundo con el transcurso de los milenios, el Hombre y yo nos fuimos comprendiendo cada vez mejor, y hoy con menos de una milsima de segundo nos basta, nos enfrentamos, y el no, si bien slo balbuceado, hizo eco escandalosamente contra las paredes de la caverna que siempre favorecieron ms los deseos del Hombre.

    Despus que el Hombre se retir, heme a salvo y todava asustada. Por un tris un paseto donde yo tal vez perdiera la vida? Hoy en da siempre se pierde la vida en vano.

    Tras la partida del Hombre, me di cuenta de que estaba completamente alegre, toda vivificada. Oh, no a causa de la invitacin al paseo, todas nosotras hemos sido durante milenios continuamente invitadas a paseos, estamos habituadas y contentas, raramente azotadas. Estaba alegre y revolucionada pero era por el miedo.

    Pues estoy a favor del miedo.Pues ciertos miedos aqullos no mezquinos y que tienen raz de

    raza inextirpable me vienen dando mi ms incomprensible realidad. La ilogicidad de mis miedos me encanta, me da un aura que hasta me avergenza. Apenas logro ocultar, bajo la sonriente modestia, mi gran capacidad de caer en miedos.

    Pero en el caso de este miedo particular, me pregunto de nuevo qu me habr sucedido en la edad de piedra. No fue algo natural, o no habra yo conservado hasta hoy esa mirada de soslayo, y no me habra vuelto delicadamente invisible, asumiendo disimulada el color de las sombras y los verdes, andando siempre del lado de adentro de las veredas, y con un falso andar seco. Algo natural no habr sido, aunque, siendo yo por fuerza y sin eleccin natural, lo natural no me habra asustado. O ya entonces en la propia edad de las cavernas que an hoy es mi ms secreto hogar hice yo una neurosis sobre lo natural de un paseto?

    S, pero tener un corazn oblicuo es lo correcto: es faro, direccin de vientos, sabidura, astucia de instinto,

    experiencia de muertes, adivinacin en lagos, inadaptacin inquietantemente feliz, pues descubro que ser una

    inadaptada es mi fuente. Pues bien se sabe que llover mucho cuando los mosquitos lo anuncian, y cortar mi cabellera

    con luna nueva le da nuevamente fuerzas, decir un nombre que no oso provoca atraso y mucha desgracia, atar al

    diablo con hilo rojo al pie del mueble ha por lo menos atado a mis demonios. Y s con mi corazn que por nunca

    haberse atrevido a exponerse en el centro, y que, hace siglos, se mantiene a la sombra a la izquierda, bien s que el

    Hombre es un ser tan extrao a s mismo que, slo por ser inocente, es natural.

    No, quien tiene razn es este corazn mo indirecto, aunque los hechos inmediatamente me desmientan.

    Paseto suena a muerte segura, y la cara espantada est con un ojo sin brillo que mira a la luna llena de s.

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  • 18 de noviembre

    UN ENCUENTRO PERFECTOCuando Maria Bonomi estuvo en Rio, almorzamos juntas en un

    restaurante, y con un vino tinto de mucho cuerpo que me hizo dormir horas de sueo pesado, sin pesadillas. Mientras dorma, ella tomaba el avin para So Paulo, donde vive con Antunes, su marido, uno de los mejores directores teatrales que tenemos, y Cssio, mi ahijado. Cssio anduvo un tiempo quejndose de m: todos tenan madrina a mano y l estaba obligado a relacionarse conmigo por medio de retratos en diarios de So Paulo. Supe que ya tuvo dos novias y que rompi con la segunda porque ella le peg. No: es el hombre el que golpea a la mujer. Decid, por consejo de una amiga, regalarle una ametralladora, de las que hacen chispas y hacen mucho ruido: para que libere su agresividad masculina, tan ofendida por la novia. Y uno de estos das ir a So Paulo, exclusivamente para ver a mi ahijado. No quiero conversar con nadie, slo con l. S, y tambin porque temo que Antunes trate de convencerme de escribir teatro, para dirigir l, as como en Rio lo hizo Martim Gonalves. Lo ms imposible sin embargo es escribir guiones de cine, como quera Khouri, como quera Maurcio Ritner. Una de las argumentaciones es que lo que escribo es muy visual. Pero si lo es, lo es de un modo inconsciente. Desde el momento en que yo conscientemente tuviera que tener como meta la visin, me cohibira toda.

    Pero volvamos a Maria Bonomi Antunes, mi comadre y amiga. La conoc en Washington o en Nueva York? Era la misma de hoy: ms que linda, con un aire libre, ojos risueos que se volvan ms graves cuando se hablaba de su arte. Maria es una mezcla de lucidez e instinto, lo cual la convierte en un ser completo. Mi encuentro con ella fue tan encuentro que, en el momento de despedirnos, Maria dijo hasta maana. Yo me renov con Maria, espero que ella se haya renovado un poco conmigo, aunque no lo necesite.

    Para empezar nos pusimos al da con nuestras vidas cotidianas. Despus le pregunt por su trabajo. Apenas da abasto con tanto trabajo y ventas, y el xito la est perturbando, incluso se vio obligada a tomar un secretario. La entend. Mi pequeo xito exterior a veces me hace perder la intimidad con la mquina. No tengo secretario porque mis negocios son pequeos: se limitan a telefonear a editores, cuando es necesario, y a postergar indefinidamente respuestas a cartas de editores extranjeros. Discutimos el xito. Maria cree que, al llegar a esa impasse, la nica solucin es profesionalizarse. Siempre fui una aficionada, una aficionada compulsiva, es cierto, pero aficionada. Y desconfo de una profesionalizacin. A Maria esto no la perturb: est en plena etapa de investigacin.

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  • En cuanto a mi trabajo, piensa que mi ltimo libro es prematuro en el sentido de adelantado, incluso en relacin a m misma; y que yo lo escrib demasiado pronto, intentando finalmente dar una vuelta redonda completa.

    Hablamos tambin de nuestro mutuo astigmatismo, que nos obliga a leer con anteojos, mientras vemos cada vez mejor lo que est lejos. Lo cual no deja tambin de ser simblico.

    Estoy pensando ahora en profesionalizarme. No es malo. Lleg el momento serio de poner los puntos sobre las es: ser una manera de asumirme, y con dificultad.

    Temo que Maria haya perdido el avin, con tanta charla que tuvimos: deba estar en el aeropuerto a las tres de la tarde, y eran las tres cuando me dej en la puerta de casa. Antunes se pondra furioso: la esperaba con la urgencia de la saudade. Y adems: Antnio Callado estaba hospedado en la casa, y Antunes quera que Maria volviese para actuar como duea de casa y atenderlo. Hablamos entonces del problema de ser ama de casa, precisamente cuando una est investigando temas de arte. Cmo conciliar? Pero la mujer acaba conciliando, se da maa.

    Hablamos de lo importante que es comer y dormir. Tal vez por eso yo haya dormido tanto despus. Lo que complic mi llamado a Otto Lara Resende: era sbado, yo llamaba y l estaba durmiendo, l me telefoneaba de nuevo y era yo quien estaba durmiendo. La pregunta que necesitaba hacerle termin hacindosela a Helena, la mujer de Otto. Recin lo tuve al telfono a las diez y media de la noche, y para colmo trastornando su visita a la casa de Hlio Pelegrino. Nos quejamos con el mayor placer de nuestro sueo. Pero a las diez y media de la noche, yo estaba bien despierta: acababa de ver la pelcula de Khouri, Cuerpo ardiente. Habra ido de todos modos porque era una pelcula suya. Pero esta vez se sumaba otro motivo: Marly de Oliveira, mi ahijada de casamiento, y Maria Bonomi me haban dicho que Barbara Laage, la actriz de la pelcula,

    era extraordinariamente parecida a m. Maria agreg: a ti, pero quieta, no mvil. La muchacha realmente se me

    pareca, ms linda, claro. Una amiga me dijo que parte de la boca y el mentn no se parecan, que en m eran mucho

    ms suaves. Me dio un poco de tristeza verme en la pantalla. Pero envidi las ropas de la actriz como si tuviera

    derecho a eso, pues nos parecamos. Me gust el caballo negro de la pelcula. Tiene unos movimientos de liberacin

    del largo pescuezo y la cabeza manchada de blanco que son una belleza. El hecho es que me identifiqu ms con el

    caballo negro que con Barbara Laage. Incluso yo sola tener un modo de sacudir los cabellos hacia atrs que

    significaba exactamente esto: un intento de liberacin. Hoy afortunadamente no necesito ms del gesto. No, a veces

    lo necesito.

    Pero estaba hablando del buen encuentro con Maria. Y hasta comimos bien, aunque sin prestar mucha

    atencin: nuestro encuentro nos absorba. Maria, al final t perdiste o no el avin de las tres y media? Y le diste mi

    mensaje a Antnio Callado? Si l no entiende que fue una broma, se va a enojar conmigo. Bueno, Maria, hasta

    pronto. Ir a So Paulo a ver a Cssio. Y, si puedo, le mando antes la ametralladora que le servir de justa venganza.

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  • 25 de noviembre

    LA MINERA CALLADAAninha es una minera callada que trabaja en mi casa. Y, cuando

    habla, tiene esa voz apagada. Rara vez habla. Yo, que nunca tuve una empleada llamada Aparecida, cada vez que tengo que llamar a Aninha, siempre le digo Aparecida. Y es que ella es una aparicin muda. Cierto da por la maana estaba arreglando un rincn de la sala, y yo estaba bordando en otro. De repente no, no de repente, nada es de repente en ella, todo parece una continuacin del silencio. Continuando pues el silencio, lleg hasta m su voz: Usted escribe libros?. Respond un poco sorprendida que s. Me pregunt, sin dejar de trabajar y sin levantar la voz, si poda prestarle uno. Qued perpleja. Fui franca: le dije que no

    le iban a gustar mis libros porque eran un poco complicados. Fue entonces cuando, sin dejar de acomodar cosas, y

    con voz todava ms apagada, me contest: Me gustan las cosas complicadas. No me gustan las cosas fciles.

    LA VIDENTELa cocinera es Jandira. Pero sta es fuerte. Tan fuerte que es

    vidente. Una de mis hermanas estaba visitndome. Jandira entr en la sala, la mir muy seria y de repente dijo: El viaje que la seora desea hacer se cumplir, y la seora est pasando por un perodo muy feliz en su vida. Y se retir. Mi hermana me mir, espantada. Un tanto

    intimidada, hice un gesto con las manos para significar que yo nada poda hacer, al mismo tiempo que le explicaba:

    Es que ella es vidente. Mi hermana me respondi tranquila: Bueno. Cada uno tiene la empleada que se merece.

    AGRADECIMIENTO?Esta misma Jandira que Dios la conserve, pues cocina bien, el

    da que le pagu el sueldo con el aumento prometido, se qued contando el dinero y yo parada, esperando a ver si estaba correcto. Cuando termin de contar, no dijo una palabra, se inclin y me bes el hombro izquierdo. Y yo, qu es esto?

    LA COSAPero, la otra que tuve no era broma. Yo deca: Ivone. Ella segua

    barriendo, dndome la espalda. Yo repeta: Ivone. Ella, nada. Yo deca: Ivone, me hace el favor de responder?. Entonces ella se volva con brusquedad y lanzaba un verdadero bramido: Basta!.

    Hasta que, despus de un tiempo, una maana cualquiera, la cosa se repiti en el momento en que le daba el

    dinero para las compras, y reaccion. No entiendo cmo reaccion con tanta calma. Le dije: Hoy quien dice basca

    soy yo. Quiero que busques otro empleo y que seas muy feliz en la nueva casa. A lo que respondi inesperadamente

    con una voz muy finita, la ms melosa, humilde y empalagosa que imaginarse pueda: S, seora. Y despus que se

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  • fue de casa me telefone varias veces y otras vino personalmente a visitarme.

    2 de diciembre

    DETRS DE LA DEVOCINNo s si ustedes recuerdan el da que escrib sobre mi empleada

    Aninha: dije que era una minera que apenas hablaba, y que cuando lo haca era con voz apagada de ultratumba. Dije tambin que ella inesperadamente, mientras arreglaba la sala, me pidi con voz ms apagada an poder leer uno de mis libros, y que le respond que eran demasiado complicados, a lo que ella retruc con el mismo tono de voz que eso era lo que le gustaba, que no le gustaban las cosas fciles.

    Pues bien, ella se transform. Cmo creci aqu en casa! Hasta entabla una conversacin, y su voz ahora es mucho ms clara. Como no quera darle un libro mo para leer, pues no deseaba una atmsfera literaria en casa, fing que me haba olvidado. Pero, a cambio, le regal un policial que haba traducido. Unos das despus, ella dijo: Lo le. Me gust, pero me pareci un poco pueril. Lo que quera era leer un libro suyo. Obstinada, la minera. Y us la palabra pueril.

    Tambin en la misma columna mencion mi extraa tendencia a llamarla Aparecida. Sucede que nunca tuve una empleada llamada Aparecida, ni ninguna amiga o conocida con ese nombre. Un da me distraje y sin querer la llam: Aparecida!. Ella me pregunt sin asombrarse: Quin es Aparecida? Bien, haba llegado el momento de una explicacin que no era posible. Termin diciendo: Y no s por qu te llamo Aparecida. Ella me dijo con su nueva voz, todava un poco apagada: Es porque yo aparec. S, pero la explicacin no bastaba. Fue la cocinera Jandira, la que es vidente, quien se encarg de despejar el misterio. Dijo que Nuestra Seora Aparecida estaba queriendo ayudarme y que me avisaba de este modo: hacindome sin querer llamarla por su nombre. Adems de explicar, Jandira me aconsej: yo deba encender una vela a Nuestra Seora Aparecida, al mismo tiempo que haca un pedido. Me gust. A fin de cuentas no costaba intentarlo. Le pregunt si ella misma no poda encender la vela por m. Me respondi que s, pero que tena que comprarla con mi dinero. Cuando le di el dinero, me avis que haba llegado el momento de formular el pedido. Este ya estaba formulado desde haca mucho tiempo, slo tuve que volver a recordarlo con fervor. Nuestra Seora Aparecida, esccheme, lo que estoy pidiendo es justo y urgente, lo estoy esperando desde hace demasiado tiempo.

    Hablando de empleadas, respecto de quienes siempre me sent culpable y explotadora, me puse peor despus de ver la pieza Las criadas, dirigida por el excelente Martim Gonalves. Me qued alterada.

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  • Vi lo que las empleadas sienten, vi cmo la devocin que de ellas a veces recibimos est llena de un odio mortal. En Las criadas, de Jean Genet, las dos saben que la patrona tiene que morir. Pero el sometimiento a los dueos es demasiado arcaico para poder ser vencido. Y, en lugar de envenenar a la terrible patrona, una de ellas toma el veneno que le destinaba, y la otra criada se dedica el resto de la vida a sufrir.

    A veces el odio no se declara, toma exactamente la forma de una devocin y de una humildad especiales. Tuve una empleada argentina que era as. Me adoraba con falsedad. En los peores momentos de una mujer al salir del bao con una toalla enrollada en la cabeza me deca: qu linda es usted. Me halagaba demasiado. Y cuando le peda un favor, responda: Cmo no. Usted va a ver lo que vale una argentina. Hago todo lo que usted pida. La tom sin referencias. Al final entend: antes haba trabajado en hoteluchos y su trabajo consista en arreglar camas, en cambiar las sbanas. No poda por cierto dar referencias. Tambin haba trabajado en el teatro. Sent pena: estaba segura de que su papel en escena haba sido el de criada, o apareciendo y diciendo: La cena est lista, madame. Pero Tnia Carrero, a quien ella sirvi un caf y a quien le haba contado que se trataba de una coleguita suya, tuvo una idea: deba de ser una de las contratadas por Vlter Pinto para el teatro de revistas. Su breve conversacin con Tnia fue extraa. Tnia: As que eres argentina. La otra: S, y disculpe. Tnia: Nada de disculpe, me recibieron muy bien los argentinos y los quiero mucho. Comentario posterior de Carmen Mara del Carmen era su nombre: Pero qu muchacha linda y simptica!. Esta vez no era zalamera, era sincera admiracin. Del Carmen era tremendamente coqueta. Se haba comprado pestaas postizas, pero como no les arque las puntas, el resultado es que pareca tener ojos de mueca rgida. Al final se fue sin siquiera avisarme.

    Otra, que fue conmigo a los Estados Unidos, se qued all despus que yo me fui, y se cas con un ingeniero ingls. Cuando en 1963 estuve en Texas para dar una conferencia de veinte minutos sobre literatura brasilea moderna, le telefone, ella vive en Washington. Casi se desmaya, y ya hablaba un portugus americanizado. Usted tiene que venir a verme! Le contest que ni dinero tena para un viaje tan largo. Insisti: Pues yo le pago el pasaje. Por supuesto no acept, adems de no tener tiempo.

    Y la empleada que tuve y de quien no puedo dar el nombre por una cuestin de secreto profesional? Haca

    anlisis, lo juro... Dos veces por semana, iba a ver a una Dra. Neide. Le telefoneaba en momentos de angustia. Al

    principio no dijo que sala para ser psicoanalizada, pretextaba otras cosas. Hasta que un da me dijo que la Dra. Neide

    crea que yo comprendera y que me iba a decir la verdad. Comprend, pero no lo toler. Cuando ella no estaba bien,

    lo que pasaba frecuentemente, era por dems grosera, demasiado rebelde, aunque despus volviera en s y pidiera

    disculpas. Slo trabajaba con radio a pilas a volumen mximo, y con el acompaamiento de su canto de voz aguda y

    altsima. Si yo, casi atormentada, le peda que hiciera menos ruido, suba el volumen y cantaba ms fuerte. Lo

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  • soport, hasta que no lo soport ms. La desped con mucho cuidado. Una semana ms tarde me telefone para

    descargarse: no consegua trabajo porque cuando deca a las futuras patronas que se analizaba, tenan miedo. Como

    estaba sola en Rio, no tena adnde ir y haba dormido dos noches en el banco de una plaza, sufriendo fro. Me sent

    culpable. Pero no haba nada que hacer: no soy analista, y poco poda ayudar en un caso tan grave. Me consol

    pensando que se trataba con la Dra. Neide, mdica muy simptica, con quien habl una vez por telfono para saber

    qu actitud deba tomar. Pero lo peor no eran sus inesperadas altas y bajas: era su voz. Soy muy sensible a las voces,

    y de seguir oyendo aquel trino histrico la que iba a terminar buscando ayuda en la Dra. Neide habra sido yo.

    DROGASNo me drogo. Quiero estar alerta, y por m. Me invitaron a una fiesta donde con

    seguridad tomaban cido y fumaban marihuana. Pero mi actitud alerta me es ms preciosa. No fui a la fiesta: dijeron

    que yo no conoca a nadie, pero que todos queran conocerme. Peor para m. No soy de dominio pblico. Y no quiero

    que me miren. Me iba a quedar callada. Maria Betnia me telefone, me quera conocer. La conozco o no? Dicen

    que es delicada. Voy a pensarlo. Dicen que habla mucho de s misma. Hago lo mismo? No me gusta. Quiero ser

    annima e ntima. Quiero hablar sin hablar, de ser posible. Maria Betnia me conoce de los libros. Jornal do Brasil

    me est volviendo popular. Me regalan rosas. Un da paro. Para volver de vuelta. Por qu escribo as? Pero no soy

    peligrosa. Y tengo amigos y amigas. Adems de mis hermanas, a quienes me acerco cada vez ms. Estoy muy

    prxima, de un modo general. Y es bueno y no. Siento que falta silencio. Yo era silenciosa. Y ahora me comunico,

    incluso sin hablar. Pero falta una cosa. Y voy a tenerla. Es una especie de libertad, sin pedirle permiso a nadie.

    16 de diciembre

    SOBRE LAS DULZURAS DE DIOSUstedes ya se olvidaron de mi empleada Aninha, mi minera callada,

    la que quera leer un libro aunque fuese complicado porque no le gustaban las cosas fciles. Y probablemente ya se olvidaron de que, sin saber por qu, yo la llamaba Aparecida, y que ella me haba explicado: Es porque yo aparec. Lo que no les dije tal vez fue que, para que ella existiera como persona, dependa mucho de que la quisieran.

    Ustedes la olvidaron. Yo nunca la olvidar. Ni a su voz apagada, ni los dientes que le faltaban adelante y que por nuestra insistencia se coloc, en vano: no se vean porque ella hablaba para adentro y su sonrisa era tambin para adentro. Olvid decir que Aninha era muy fea.

    Una maana se demor mucho en la calle haciendo compras. Al final apareci y tena una sonrisa tan suave como si slo tuviera encas. El dinero que haba llevado para las compras estaba todo arrugado en su mano derecha, y del puo de la izquierda le colgaba la bolsa de las compras.

    Haba algo nuevo en ella. Qu, no se adivinaba. Tal vez una dulzura mayor. Y estaba un poco ms aparecida, como si hubiese dado un

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  • paso adelante. Ese algo nuevo hizo que le preguntramos con desconfianza: y las compras? Respondi: yo no tena dinero. Sorprendidas, le mostramos el dinero en su mano. Mir y dijo simplemente: ah. Algo en ella hizo que mirramos dentro de la bolsa de compras. Estaba llena de tapitas de botellas de leche y de otras, adems de pedazos de papeles sucios.

    Entonces ella dijo: voy a acostarme porque estoy con mucho dolor aqu y seal como una criatura a su cabeza. No se quej, slo habl. All se qued en la cama, por horas. No hablaba. Ella que me haba dicho que no le gustaba el libro pueril, estaba con una expresin pueril y lmpida. Si hablbamos con ella, responda que no lograba levantarse.

    Cuando me di cuenta, Jandira, la cocinera vidente, haba llamado a la ambulancia del Rocha Maia porque ella est loca. Fui a ver. Estaba callada, loca. Y dulzura mayor nunca vi.

    Le expliqu a la cocinera que la ambulancia que haba que llamar era la de Emergencias Psiquitricas del Instituto Pinel. Un poco mareada, un poco automticamente, telefone all. Tambin yo senta una dulzura en m, que no s explicar. S, s. Era por tanto amor a Aninha.

    Mientras tanto llegaba la ambulancia del Rocha Maia. Fue examinada, ya sentada en la cama. El mdico dijo que clnicamente no tena nada. Y empez a hacer preguntas: para qu haba juntado las tapitas y el papel? Respondi suave: para decorar mi cuarto. Hizo otras preguntas. Aninha con paciencia, fea, loca y mansa, daba las respuestas correctas, como aprendidas. Le expliqu al mdico que ya haba llamado a otra ambulancia, la apropiada. l dijo: es realmente un caso para un colega psiquiatra.

    Esperamos la otra ambulancia. Mientras esperbamos, estbamos pasmadas, mudas, pensativas. Vino la ambulancia. Al mdico no le cost dar el diagnstico. Slo que internada no poda quedar, apenas en la guardia. Pero ella no tendra dnde estar. Entonces telefone a un mdico amigo mo que habl con el colega del Pinel, y qued decidido que se quedara internada hasta que mi amigo la examinara. Usted es escritora? me pregunt de repente aqul de quien me enter era el acadmico Artur. Balbuce: Yo. Y l: Es porque su rostro me resulta familiar y su amigo dijo por telfono su primer nombre. Y en aquella situacin en que ni me acordaba de mi nombre, agreg simptico, efusivo, ms emocionado conmigo que con Aninha: Pues tengo mucho gusto en conocerla personalmente. Y yo, tonta y mecnicamente: Igualmente.

    Y all fue Aninha, suave, mansa, minera, con sus nuevos dientes blanqusimos, blandamente despierta. Slo un punto en ella dorma: aquel que, al despertar, provoca el dolor. Voy a resumir: mi amigo mdico la examin y el caso era muy grave, la internaron.

    Esa noche la pas en la sala hasta la madrugada, fumando. La casa

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  • estaba toda impregnada con una dulzura loca como slo la desaparecida poda dejar.

    Aninha, mi bien, tengo saudade de ti, de tu modo gauche de marchar. Voy a escribirle a tu madre en Minas para que venga a buscarte. Lo que te suceda, no lo s. S que seguirs dulce y loca

    para el resto de la vida, con intervalos de lucidez. Tapitas de botellas de leche son capaces de adornar un cuarto. Y

    papeles arrugados, hay que darse maa, por qu no? No le gustaban las cosas fciles, y no lo era. El mundo no lo es.

    Lo supe de nuevo la noche en que speramente fum. Ah!, con qu aspereza fum. La clera a veces me dominaba, o

    el espanto, o la resignacin. Dios hace dulzuras muy tristes. Ser bueno ser as de dulce? Todava tena una pollera

    roja estampada que alguien le haba dado, mucho ms larga de lo que corresponda a su talla. Los das de franco

    usaba la pollera con una blusa marrn. Era una dulzura suya ms la falta de gusto.

    Necesitas un novio, Aninha.

    Ya tuve uno.

    Pero cmo? Querida por quin, por Dios? La respuesta es: por Dios.

    DE OTRAS DULZURAS DE DIOSHaba escrito sobre Aninha apenas enferm. Pas un tiempo y he aqu

    que ella golpea a mi puerta. Durante medio segundo me asust, pero enseguida vi que estaba mejor. Ella misma se

    haba acordado de nuestros nombres y direccin, y haba pedido visitarnos y buscar el dinero que yo le deba.

    Todava no tena el alta, pero la dejaron salir como prueba. Estaba ms linda, a costa de haber engordado con tanto

    suero, y haba tenido tres electroshocks. Encontr a mis hijos grandes, y me conmovi cuando me pregunt: usted

    sigue escribiendo?. Le di el dinero, y la cocinera-vidente dijo: Cuntalo para demostrar que sabes contar. Cont

    bien, y ms: vio que le haba pagado el mes completo y me lo agradeci. Ahora dice que quiere tener un novio y hasta

    ir a un programa de televisin que arregla casamientos. En el hospital descubrieron el potencial de Aninha, y, despus

    que le den el alta, se va a quedar trabajando durante un tiempo. Nuestra casa estaba feliz.

    23 de diciembre

    EL CASO DE LA LAPICERA DE OROLlamo a ste el caso de la lapicera de oro. En verdad no hay

    misterios. Pero mi ideal sera escribir algo que por lo menos en el ttulo recordara a Agatha Christie.

    Se les ocurri obsequiarme una lapicera de oro. Siempre escrib con lpiz de copista o, claro, a mquina. Pero si me dan una lapicera de oro, por qu no? Es bonita y de buena marca. De inmediato tuve un problema al que no le di importancia. El problemita era: con lapicera de oro se deben escribir cosas de oro? Tendra que escribir frases especiales porque el instrumento era ms precioso? Y acabara cambiando mi modo de escribir? Y si la manera cambiaba, por cierto, a su vez influira en m y yo tambin cambiara. Pero en qu sentido? Para mejor? Otra pregunta: con lapicera de oro caera en el problema

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  • del Rey Midas, y todo lo que ella escribiese tendra la rigidez enceguecedora e implacable del oro?

    A estos problemitas, como dije, no les di mayor importancia: estoy habituada a no considerar peligroso pensar. Pienso y no me impresiono.

    Lo que pas despus, s, fue un problema mayor. El caso es que tengo una sola lapicera de oro y dos hijos. Pero me estoy precipitando, debo empezar por el principio.

    Mi hijo menor, al ver la lapicera de oro, sufri una transformacin fisonmica realmente notable. No dijo palabra, despus de examinarla. Su rostro, sin embargo, era la verdadera mscara de la ms bella codicia. La codicia por algo bonito. Los ojos le brillaban en silencio. Entend. l quera la lapicera de oro. As de simple.

    Entonces lo ayud: Ya s lo que ests pensando, ests pensando que esta lapicera va a terminar en tus manos. Silencio de su parte. Lucha entre el deseo y la culpa. Venci la culpa, l sugiri sin ningn entusiasmo: Podras mandar grabar tu nombre en ella y usarla. Y yo dije: Pero si hago eso, tendrs despus que usar una lapicera grabada con otro nombre. Silencio, reflexin profunda. Despus, con desnimo: S, pero si la uso ahora o me la roban o la pierdo. Y as era. Entonces empezamos a pensar juntos. Mi reflexin fue productiva: tuve una idea. Mira, la lapicera ser tuya cuando termines el secundario, pues sers grande, no te robarn y sers ms cuidadoso. Ah, s. Pero todava se senta culpable, como si a la lapicera, por pertenecerme, me la estuviera sacando. Sin saber cmo me gusta que me saquen cosas.

    Un da ms tarde ya no haba seal de culpa.Yo no haba encontrado un lpiz de copia para anotar un mensaje, y

    haba recurrido a la lapicera de oro. Fue entonces que entr y me sorprendi in fraganti. Ah, sa no, protest indignado. Por qu?, pregunt, no puedo usar de vez en cuando tu futura lapicera? Pero vas a terminar arruinndola, mira, ya est hasta un poco rayada. Tena razn: la lapicera iba a ser de l y yo deba tener ms cuidado. Le mostr entonces dnde la guardara, y le promet que no la usara.

    Pero tengo dos hijos. Y por qu el otro no la haba pedido? Me puse triste. Me pareca ms lgico que hubiera una pelea entre los dos por la lapicera de oro, y no que uno ni siquiera me la pidiera.

    Esper un momento en que estuviramos a solas, los dos. Le cont entonces la historia y termin diciendo: Si me la hubieras pedido antes, te habra dado a ti la lapicera. Yo ni saba que tenas una lapicera de oro. Pues debas saberlo, ests distrado y no oyes las conversaciones de la casa. Silencio. Le pregunt ilusionada: Pero si hubieras sabido que me haban regalado la lapicera, la habras pedido para ti?. No. Por qu? Porque es muy cara. Y t no mereces una cosa cara? Ya tuviste otras cosas caras y no te ped. Por qu? Si no, te quedaras sin ninguna. No me importara.

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  • Nos quedamos en un silencio total, en un impasse total.Al final quiso resolver de una vez el asunto y dijo: Para m no hay

    diferencias. Con tal que la lapicera escriba, cualquiera sirve.La respuesta era vlida, incluso para m. Pero no me gust. Algo en

    esa conversacin no estaba bien. Prefera que fuese... No s. Qu s yo. Bueno. Pero no me gust, y qu puedo hacer, no me gust para nada.

    De pronto, me di cuenta. Poco importaba la lapicera de oro. Lo que importaba era que un hijo peda y el otro no. Retom la conversacin: Ven aqu, por qu no me pides cosas?.

    La respuesta fue rpida y contundente: Te ped muchas y no me diste nada.

    La acusacin era tan dura que qued aterrada. Incluso no era cierto. Pero, precisamente por no ser verdad, se

    volva ms grave. Tena l un reclamo tan profundo que lo haba convertido en eso que no era cierto.

    Qu me pediste que no te di? Cuando era chico ped una goma, quiero decir, uno de esos tipos de neumticos que sirven para flotar cuando se va a la playa. Y no te lo di? No. Quieres que te lo d ahora? No, ahora ya no lo necesito. Qu pena no habrtelo dado.

    Se apiad de m: Pero no te acuerdas. No me lo diste porque dijiste que era peligroso, que quedaba flotando sobre las olas y que las olas lo llevaban hacia adentro del mar, y que yo era muy pequeo, que no saba nadar. Sabes entonces que no quera correr el riesgo de perderte en el mar. Lo s. Pero haba quedado la herida.

    La lapicera de oro nos haba llevado lejos. Me pareci mejor dejarlo all. Y ah nos quedamos. No siempre

    analizar demasiado resulta bien.

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  • 33

  • 1968

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  • 6 de enero

    SAN TIAGONo, no toda lucidez es frialdad. No la de San Tiago Dantas, por

    ejemplo, que era acusado de frialdad. Si bien el propio Schmidt se contradeca al respecto.

    Conoc a San Tiago en Pars. Enseguida formamos un grupo. Y no s por qu resolvimos que aquella noche saldramos a recorrer los night-clubs de Pars. Cosa que hicimos hasta el amanecer. Donde los violines cantaban demasiado afinados y muy cerca de nosotros, all bamos. Pero sucede que en una noche larga se bebe. Y yo no s beber. Si bebo, o me da sueo o lloro un poco. Pero si sigo bebiendo, empiezo a ponerme brillante, a decir cosas. Y no s qu es peor. Esa noche sucedieron ambas cosas. San Tiago, si era de llorar, no lo mostraba. Su lucidez en verdad era un gran control y no frialdad.

    Ay, cuntos muertos ya haba potencialmente en el grupo. Schmidt, Bluma, Wainer, San Tiago. Nadie lo saba. O lo sabamos? A tal punto que no soportbamos un sinfn de violines afinados.

    Haba una duea de boite que tambin actuaba como cajera. Llevaba los hombros descubiertos, hombros plenos y muy fuertes. Hablamos mucho de hombros. Los mos se vean frgiles. Qu haba bebido? Lo que me dieron, y mezcl mucho.

    Hasta que empez a madrugar, a casi amanecer despacio. Nadie tena sueo, pero ya era hora. Nos fuimos caminando. Y San Tiago descubri en las esquinas de Pars a las primeras vendedoras de flores. No puedo decir cuntas rosas me compr. S que yo marchaba por las calles sin poder cargarlas de tantas, y que a medida que caminaba las rosas se caan al suelo. Si alguna vez fui linda fue en aquel amanecer de Pars con rosas que caan de mis brazos plenos. Y un hombre que engalana a una mujer no tiene una lucidez fra.

    El cuarto del hotel se llen con un perfume fresco, fresco. Ms fue morir que dormir.

    Al medioda despert y casi no poda abrir los ojos de tanta resaca. Despert a mi entonces marido y le ped que tocase el timbre para llamar al mozo y ordenarle el caf ms fuerte que hubiera.

    Pronto entraba el mozo. Pero no slo con el caf. Con brazadas de ms flores: San Tiago las haba enviado. Y

    mientras yo beba el caf sonaba el telfono: era San Tiago que quera saber cmo estaba yo. Y yo me senta psimo.

    Pregunt si podamos almorzar todos juntos. Pero llego a ese punto y no recuerdo ms: me parece que tenamos que

    tomar el tren a Berna en aquel momento y que no podamos.

    Cundo volv a ver a San Tiago de nuevo? En Rio. Fuimos a cenar a la casa de l y de Edmia. Pero all se

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  • extra conmigo. Yo no haba bebido, no lloraba, no brillaba. Estaba medio callada. Me pregunt si estaba triste. Le

    respond que yo era eso.

    En medio de la cena se habl del cuadro de un museo italiano. San Tiago pregunt si me haba gustado. Le dije que no me acordaba. Respondi con sencillez: ah, es cierto que t eres de los que slo recuerdan lo que les sucedi antes de los diez aos de edad.

    Pas el tiempo. Cuando l iba a Washington me daba la alegra de telefonearme al momento. Cenaba en casa, nos quedbamos conversando hasta pasadas las tres de la madrugada. Y yo aprenda. Lo que aprend, ya lo olvid, pero estoy segura de que de algn modo qued en m.

    Cierta vez cenamos en un hotel en Washington. Y l habl mucho de poltica conmigo. Qued desanimada: no se habla de poltica con una mujer. Estara volvindome menos mujer? Le pregunt con franqueza. Me respondi que por el contrario, y que incluso tuviese cuidado. Entonces cen mejor.

    Y mucho despus su enfermedad. Un da recibo una invitacin impresa para un banquete con discurso poltico de San Tiago. Quin se acordara de invitarme a eso, si no l? Fui. Despus del banquete, se levanta San Tiago, blanco como una hoja de papel. Su voz fallaba. Entonces tomaba un sorbo de agua. Y recomenzaba como un hroe de s mismo, todo hroe es un hroe de s mismo. Quien vence se est venciendo.

    Despus fui a abrazarlo, controlando mis lgrimas. Yo abrazaba a la muerte. Y a la muerte lcida. l acept la muerte, estoy segura.

    Olvid decir que San Tiago tena varias sobrinas a las que amaba mucho. Una de ellas era la preferida. Y cuando ella estuvo en Washington, trajo una carta suya encomendndomela. Y tambin: para que tuviera una charla con ella. Tuvimos varias. Cenaba en casa con gusto.

    Y despus lleg aqu a Rio invitacin para el casamiento de ella. El novio y la novia tmidos y lindos. Me sent en uno de los bancos de la iglesia. Vi a San Tiago en otro. Estaba muriendo sentado. Se hizo el casamiento.

    Cuando todos se levantaron y saludaron a los novios, me encontr con San Tiago. Ya casi no hablaba. Me pregunt si yo estaba escribiendo. Le respond que haba terminado de escribir un libro y que el nombre era A paixo segundo G. H. Y l me dijo que le gustaba mucho el nombre.

    Iba a gustarle el libro, lo s. Pero muri antes de su publicacin. No fui al entierro. Porque no todos mueren.

    27 de enero

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  • COMO UNA CORZASu nombre era Eremita. Tena diecinueve aos. Rostro confiado,

    algunos granitos. En qu consista su belleza? Haba belleza en ese cuerpo que no era ni feo ni bonito, en ese rostro donde una dulzura ansiosa de mayores dulzuras era la seal de la vida.

    Belleza, no s. Posiblemente no la tena, aunque los rasgos indecisos atrajesen como atrae el agua. Haba, s, sustancia viva, uas, carnes, dientes, mezcla de resistencias y flaquezas, que constituan una vaga presencia que se concretaba sin embargo de inmediato en una cabeza interrogativa y ya servicial, apenas se pronunciaba un nombre: Eremita. Los ojos castaos eran intraducibles, sin correspondencia con el conjunto del rostro. Tan independientes como si estuvieran plantados en la carne de un brazo, y desde all nos mirasen abiertos, hmedos. Toda ella era de una dulzura cercana a las lgrimas.

    A veces responda con groseras propias de empleada domstica. Desde pequea haba sido as, explic. Sin que eso viniera de su carcter. Pues no haba en su espritu ningn endurecimiento, ninguna ley perceptible. Tuve miedo, deca con naturalidad. Me dio un hambre! deca, y era siempre indiscutible lo que deca, no s decir por qu. l me respeta mucho, deca del novio, y a pesar de la expresin prestada y convencional, la persona que la oa entraba en un mundo delicado de bichos y aves, donde todos se respetan. Tengo vergenza, deca, y sonrea enredada en sus propias sombras. Si el hambre era de pan que coma de prisa como si pudiesen quitrselo el miedo era por truenos, la vergenza por hablar. Era gentil, honesta. Dios me libre, no?, deca ausente.

    Porque tena sus ausencias. El rostro se perda en una tristeza impersonal y sin arrugas. Una tristeza ms antigua que su espritu. Los ojos se detenan vacos; se dira incluso que un poco speros. La persona que estuviera a su lado sufra y nada poda hacer. Slo esperar.

    Pues ella estaba entregada a alguna cosa, la misteriosa infante. Nadie osara tocarla en ese momento. Se la esperaba un poco grave, con el corazn apretado, velndola. Nada se poda hacer por ella sino desear que el peligro pasara. Hasta que, en un movimiento sin prisa, casi un suspiro, ella despenaba como un cabrito recin nacido se yergue sobre las patas. Haba retornado de su reposo en la tristeza.

    Retornaba, no se puede decir que ms rica, sino ms afianzada despus de haber bebido no se sabe en qu fuente. Lo que se sabe es que la fuente deba de ser antigua y pura. S, haba profundidad en ella. Pero nadie encontrara nada de descender en sus profundidades a no ser la profundidad misma, como en la oscuridad se halla la oscuridad. Es posible que, si alguien prosiguiera ms, encontrara, despus de andar leguas en las tinieblas, un indicio de camino, guiado tal vez por un aleteo, por algn rastro de bicho. Y de repente la floresta.

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  • Ah, entonces deba ser se su misterio: ella haba descubierto un atajo hacia la floresta. Ciertamente en sus ausencias era all adonde iba. Regresando con los ojos llenos de blandura e ignorancia, ojos completos. Ignorancia tan vasta que en ella cabra y se perdera toda la sabidura del mundo.

    As era Eremita. Que si subiera con todo lo que haba encontrado en la floresta sera quemada en la hoguera. Pero lo que haba visto qu races haba mordido, con qu espinas sangrado, en qu aguas lavado sus pies, qu oscuridad de oro la luz que la haba envuelto todo eso ella no lo contaba porque lo ignoraba: lo haba percibido con una sola mirada, demasiado rpida para no ser sino un misterio.

    As, cuando emerga, era una criada. A quien llamaban constantemente de la oscuridad de su atajo para funciones menores, para lavar ropa, secar el piso, servir a unos y a otros.

    Pero los servira realmente? Pues si alguien prestara atencin vera que ella lavaba ropa al sol; que secaba el piso mojado por la lluvia; que extenda sbanas al viento. Ella se las arreglaba para servir mucho ms remotamente, y a otros dioses. Siempre con la entereza de espritu que trajera de la floresta. Sin un pensamiento: apenas el cuerpo movindose calmo, el rostro pleno de una suave esperanza que nadie da y que nadie quita.

    La nica marca del peligro por el que haba pasado era su modo fugitivo de comer pan. En lo dems era serena. Incluso cuando se guardaba el dinero que la patrona haba olvidado sobre la mesa, incluso cuando le llevaba al novio un paquete discreto con algunas cosas de la despensa. A robar con suavidad ella tambin haba aprendido en sus florestas.

    UNA LLAMADA DE TELFONOEl telfono son, yo atend, preguntaron por m. Generalmente

    pregunto quin es porque no siempre estoy dispuesta a que me molesten.

    Pero esta vez algo en la voz, dulce y tmida, me hizo decir que era yo misma quien haba atendido. Entonces la voz dijo: soy una lectora suya y quiero que usted sea feliz. Le pregunt: cul es tu nombre? Respondi: una lectora. Dije: pero quiero saber tu nombre para poder decirlo al desearte que seas feliz. Pero fue intil, ella no tena siquiera ganas de mostrarse ante m como la persona que era. Era el anonimato completo. Pero para ti, de quien ni siquiera s el nombre, quiero que tengas alegras y que, si no ests casada, encuentres al hombre de tu vida. Pido tambin que no leas todo lo que escribo porque muchas veces soy spera y no quiero que recibas mi aspereza.

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  • CHICO BUARQUE DE HOLANDAEntr en un restaurante con una amiga y enseguida me encontr

    con Carlinhos de Oliveira, lo cual me produjo alegra. Mir despus alrededor. Y a quin veo? A Chico Buarque de Holanda. Le dije a Carlinhos: cuando mis hijos sepan que lo vi, me van a respetar ms. Entonces Carlinhos, que se haba sentado a nuestra mesa, grit: Chico! l vino, fui presentada. Para sorpresa ma, dijo: Y yo que la estaba leyendo ayer!

    Chico es lindo y es tmido, y es triste. Ah, cmo me gustara decirle algo qu? que disminuyera su tristeza.

    Les cont a mis hijos con quin haba estado. Y ellos, si no es que me respetan ms, en todo caso se quedaron boquiabiertos.

    Entonces tuve una idea y no s si resultar; si se da, les contar. Era llamar a Chico y a Carlinhos para que vinieran de visita a casa. Yo los ver de nuevo, y sobre todo mis hijos los vern. Les habl de esta idea y uno

    de mis hijos dijo que no quera. Le pregunt por qu. Me respondi: porque l es una personalidad. Le dije: pero t

    tambin lo eres, a los siete aos de edad oas todo lo que tenamos de Beethoven y pedas ms, tanto te gustaba y

    sentas y entendas.

    Pero quiero respetar a mi hijo. Le dije: si yo invito a Chico, y l viene, slo le das la mano y, si quieres, te

    retiras de la sala.

    Tambin Carlinhos me pareci triste. Le pregunt: por qu estamos tan tristes? Respondi: es as.

    Es as.

    AL LINOTIPISTA

    Disculpe que me equivoque tanto en la mquina. Primero porque mi mano derecha result quemada.

    Segundo, no s por qu.

    Ahora un pedido: no me corrija. La puntuacin es la respiracin de la frase, y mi frase respira as. Y si a usted

    le parezco rara, respteme tambin. Incluso yo me vi obligada a respetarme.

    Escribir es una maldicin.

    10 de febrero

    UN PEDIDONo, es ms que un pedido. Y estoy implorando. Estoy implorando

    para que usted no beba tanto. Alguna bebida, s, porque usted necesita sentir un amparo y, en vez de amparo humano, eligi por pudor la bebida. Pero tengo miedo de lo que me dicen de usted. Que usted

    est bebiendo tres veces ms de lo que beba. Imploro que usted no acorte la vida. Viva. Viva. Es difcil, es duro, pero

    viva. Yo tambin estoy viviendo. En nombre del Dios en el que usted profundamente cree, monje como es, beba

    menos.

    No fue nada fcil para m. Crame.

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  • ANONIMATOTantos queran proyeccin. Sin saber cmo sta limita la vida. Mi

    pequea proyeccin hiere mi pudor. Incluso lo que yo quera decir ya no puedo. El anonimato es suave como un sueo. Y estoy necesitando ese sueo. Por otra parte yo ya no quera escribir. Escribo ahora porque necesito dinero. Lo que quera era quedarme callada. Hay cosas que nunca escrib, y morir sin haber