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#2 180MENSUAL Enero de 2014

Revista 180mensual Enero14

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Introducciónpor Alejandro Cajas

El mes de diciembre 2013 fue un mes ajetreado. La segunda vuelta de la elección presidencial se llevó gran parte de la atención y copó la agenda de la primera mitad del mes. Después de eso, lo de todos los diciembres: regalos, amigos secretos, compras de última hora, para terminar con la entrega de los resultados PSU, que definen -con más o menos justicia- el futuro de muchos miles de jóvenes.

En lo referente a la difusión p ú b l i c a y o p i n i ó n d e C i e n t o c h e n t a e l m e s d e diciembre 2013 fue un mes de crecimiento: se integraron nuevos colaboradores y nuestro material de opinión registró cifras récord –para los poco más

de seis meses que llevamos real izando es ta labor- en términos de lectoría y visitas en el sitio web.

En esta edición de 180 Mensual se agrega y consolida toda la actividad pública de Fundación Cientochenta. En r e s u m e n l o s m a t e r i a l e s publicados durante diciembre 2013 se ordenan entorno a tres ejes: promoción de la confianza como base fundamental de la sociedad l ibre; abstención electoral y responsabilidad parlamentaria; y la ética liberal: respeto a la dignidad del individuo y el valor de la tolerancia.

Para finalizar, rescato una frase de la columna de Valentina Verbal publ icada durante

d i c i embre 2013 , t i t u l ada “Cuestión religiosa en Chile”: “(…) la libertad es la mejor garantía de una sociedad abierta y diver sa , inc lus iva y no discriminatoria”.

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2014La fe pública y la

confianza ciudadanaLa confianza es clave para el funcionamiento de las institucionespor Alejandro Cajas El reportaje conocido hace algunos días que revela las “inconsistencias legales” (eufemismo de ilegalidad) del proceso de recolección de firmas de los ex candidatos presidenciales Jocelyn-Holt y Parisi, ha puesto sobre la mesa varios temas relevantes: la rectitud de los candidatos independientes en los procedimientos que aplican para conseguir firmas; las facultades del Serve l an te l a in sc r ipc ión de candidaturas independientes; y la conducta de los notarios en el rol que –como sociedad- le hemos conferido. Como si esto no fuera suficiente, después nos enteramos que no sólo hubo irregularidades (otro eufemismo) con el proceso de recolección, sino que además existirían algunas firmas falsas dentro del listado.

Enfoquémonos en las inconsistencias legales halladas. Primero que todo, relatemos lo ocurrido para que estemos en la misma página: la ley obliga que las personas que patrocinan la presentación de una candidatura independiente (ya sea a diputado, senador o presidente), deben cumplir con tres requisitos: (1) estar inscritos en los registros electorales (con la ley de inscripción automática, basta con ser mayor de edad); (2) no militar en ningún partido; y (3) firmar ese patrocinio ante un notario. Los primeros dos requisitos parecen lógicos, pero sobre el tercero es válido preguntarse, ¿por qué se exige que un notario certifique que esas personas están apoyando la candidatura? La respuesta es simple: el notario es la

única institución, por tener el rol de ministro de fe, que puede certificar que las personas que apoyan la inscripción de la candidatura son efectivamente qu ienes d icen ser y rea lmente patrocinan al candidato al firmar por él.El reportaje de El Polígrafo que reveló l a s i r regu la r idade s mues t ra l a imposibilidad de que las firmas entregadas por los candidatos al Servel hayan sido realizadas en presencia de un notario. Pero, ¿cuántos de nosotros efectuamos los trámites notariales realmente frente al notario que certifica “firmó ante mí”? Regularmente esas fir mas se rea l izan f rente a un colaborador del notario. Sin ir más lejos, el Coordinador General de Revolución Democrática, Miguel Crispi, indicó el miércoles 27 de noviembre en Radio Cooperativa que la recolección de las firmas exigidas para la inscripción de la candidatura de Giorgio Jackson, siempre hubo un colaborador del notario en el stand implementado en el bar The Clinic. La pregunta entonces cae de cajón: si la única función, la única razón de ser de un notario es ser ministro de fe -esto es, asegurarle a la sociedad que los actos que él certifica son tales-, no la está ejecutando, ¿por qué han de existir? Los hechos denunciados por El Polígrafo, y que ahora son materia de investigación j u d i c i a l , l e s i o n a n a ú n m á s l a credibi l idad y confianza en las instituciones. Y en esto no me refiero exclusivamente a que los notarios no

ejerzan el único rol que la sociedad les confiere (cosa suficientemente grave). Con la lamentable noticia de la posible falsificación de firmas presentadas, t e r m i n a m o s p o r c o n fi r m a r l a desconfianza que cualquier ciudadano podía tener sobre las instituciones.Y entonces la discusión decanta en el fondo: ¿Hemos perdido por completo la confianza sobre nuestras instituciones? Los notarios hacen su aporte frecuente al descrédito institucional. Este último episodio es sólo uno más en la lista. Basta recordar los reportajes televisivos sobre sus tar i fas o e l patét ico espectáculo que dieron al defender –como cartel- la burocracia que detentan en medio de la discusión de la ley que permite la creación de empresas en un día. Y, peor aún, el listado de diputados de la DC que defendió a los notarios en esa contingencia, incluso presentando u n r e c u r s o a n t e e l Tr i b u n a l Constitucional. Suma y sigue en el calvario de la desconfianza institucional. Si no hubiese existido una sociedad civil organizada y activa, rol que cumplió la Asociación de Emprendedores de Chile –Asech-, el lobby de los notarios sobre la bancada DC hubiese sido exitoso. Los involucrados argumentarán en su defensa que esto último es política ficción. Ante esto en los campos colchagüinos de los que provengo dirían “sóplame este ojo”.En otras países, como Estados Unidos, para ciertos actos sencillos, los testigos de fe de los actos de las personas son

“Para vivir en una sociedad libre y responsable es

fundamental rescatar el valor de la confianza, no solo en las instituciones,

sino también entre las personas. Rechazar con

firmeza los abusos, las ilegalidades y las

chanterías”

“¿Hemos perdido por completo la confianza sobre nuestras instituciones? Los notarios hacen su aporte frecuente al descrédito institucional”

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otros ciudadanos de a pie, comunes y corrientes. ¿Se ha preguntado por qué debe ser un señor nombrado por autor idades de l Es tado quien certifique las acciones o actos? ¿Por qué no comenzar a confiar a otras personas la atestiguación de fe de algunos ciertos actos simples, en vez de conferir un monopolio de la fe a los notarios? La propuesta, nada de genial, supone obviamente que las personas además deben hacerse responsables de lo que certifican como ministros de fe, cuestión que hace doblemente atractivo implementar tal cambio.Flaco favor le hacen a la fe pública y a la confianza ciudadana estos episodios protagonizados por notarios, diputados, candidatos, etc. Todo esto se transfiere, sin demoras, a la desconfianza que sentimos entre todos nosotros, hijos de una misma Patria, vecinos de un mismo barrio.Para vivir en una sociedad libre y responsable es fundamental rescatar el valor de la confianza, no solo en las instituciones, sino también entre las personas. Rechazar con firmeza los abusos, las ilegalidades y las chanterías –parte de lo que se ha descrito en esta columna-, y recuperar la confianza fortaleciendo el rol de la sociedad activa y organizada, capaz de enfrentar desde todos los ámbitos –en coordinación con un Estado moderno y eficaz- los desafíos para maximizar el bienestar

social.180

Desafíos posliberalesLos liberales deben promover una cultura de la libertad, que la haga sustentablepor Jean Masoliver De vez en cuando me pregunto si la libertad sola basta como idea básica por la cual luchar para los liberales del mundo. Claro, en términos muy básicos, la libertad es un concepto totalizante y lleno de sentido al punto que podría hacernos creer que alcanzarla ―en cuanto derrotero― es suficiente para el movimiento liberal en el mundo. La situación en Chile me hace creer lo contrario. La libertad en sí misma no basta porque si la tuviéramos no sería sustentable; al menos así como está nuestra sociedad. La libertad solamente sería sustentable si existe una cultura que la valore y la haga crecer. Este asunto al que me refiero responde a la primera pregunta que me hice respecto al liberalismo en Chile: si todos nosotros fuéramos libres en los términos que algunos l iberales proponen en nuestro país —esto es, libertad individual valórica y libertad económica—, ¿qué vendría después? ¿Por qué ideario lucharían los liberales?En principio, la provisoria respuesta que me propuse decía que los liberales tendrían que supervigilar cualquier situación en la cual la libertad se ponga en riesgo. Me parece que eso tiene sentido pero es, a su vez, impracticable e inconsecuente. En las múltiples sombras que nuestra sociedad proyecta

por su complejidad no habría institución humana alguna que pudiera abarcar esa extensión de situaciones. De la misma manera, si existiese una institución que tuviera ese poder —algo así como una “policía de la libertad”— eso mismo atentaría con la idea misma de libertad. Esto sería ―si se me permite el neologismo― metaliberal. Estaría más allá de lo liberal. Una verdadera libertad debería tener la posibilidad para todos de no ser vigilados para ser libres. Entonces la pregunta es: ¿qué hay más allá de lo liberal o de esta agenda que en Chile parece ser lo único liberal?En sencillas palabras, mi opinión es la

cultura. Una sociedad libre no se mantiene sino con una cultura de la libertad que permita a los ciudadanos libremente discernir respecto a lo que es libre de lo que no, lo cual eliminaría la necesidad de supervigilar la libertad. Lo que debemos hacer, en cuanto liberales, es buscar establecer los mecanismos culturales mediante los cuales la libertad sea sustentable. Esta sustentabilidad se basaría en tres elementos básicos.En primer lugar, la educación para la democracia y la diversidad. Ambos elementos que permiten el libre tránsito de ideas dentro de nuestra sociedad y facilitan la construcción social sin necesidad de un Estado que movilice la población. Esto facilitaría, asimismo, el establecimiento de asociaciones civiles que permitan la mejor solución de los problemas de los más débiles.En segundo lugar, la educación para el esfuerzo y la virtud. No se trata con esto de imponer una idea sobre lo que es

“El ideario de los liberales en Chile debe ir

más allá de lo meramente valórico y económico. Se trata de que en su misión

se encuentre la idea de fundar las bases de una

libertad duradera y en constante ampliación,

con el fin claro y manifiesto de hacer de la

sociedad un espacio para la propia realización del

individuo”

ALEJANDRO CAJASDirector Ejecutivo. Ing. Comercial PUC. Ex dirigente estudiantil y funcionario público. Profesor “Responsabilidad Pública” UDD.

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bueno para la vida de alguien. Con “virtud” me refiero a la idea de que la persona debe querer ser la mejor versión de sí misma, sin importar el camino que desee tomar en la construcción de la vida buena que él considere llevar a cabo. La “ley del mínimo esfuerzo”, el “chaqueteo” o el “a última hora como buen chileno” son cánceres para la libertad, porque no nos permiten confiar en el otro. Sólo podemos ser libres si confiamos en que el resto lo sea y nos respete en cuanto ciudadanos.Y, en tercer lugar, la educación para el r e s p e t o y e l c u i d a d o . E l medioambiente, los ancianos, los niños, los d i scapaci tados, todos e l los requieren de nuestro respeto para su propia libertad. El cuidado hacia los más débiles, mediante asociaciones civiles, permitiría que la libertad que se anhela se mantenga en el tiempo debido a la protección mutua de quienes nos necesitan. Una sociedad con un medioambiente dañado no permite la libertad de sus ciudadanos. Una sociedad con ancianos en soledad no les da herramientas para su propia libertad. Una sociedad enferma hace esclavos a sus miembros.El ideario de los liberales en Chile debe ir más allá de lo meramente valórico y económico. Se trata de que en su misión se encuentre la idea de fundar las bases de una libertad duradera y en constante ampliación, con el fin claro y manifiesto de hacer de la sociedad un espacio para la propia realización del individuo. En esto consiste lo que llamo desafíos posliberales, desafíos más allá del liberalismo que conocemos.180

Liberalismo y derecho a la identidadEl liberalismo es una ética cuya base es el respeto a la dignidad humana, el dejar ser.por Valentina Verbal El 5 de noviembre pasado di una charla en un ciclo de formación política del movimiento Elegir, que agrupa a estudiantes universitarios de tendencia liberal. En ella, tal como lo indica el t í tulo de esta columna, intenté relacionar el liberalismo con el derecho a la identidad. Lo hice a través de cuatro ideas claves.La primera es que el liberalismo no se reduce al plano meramente económico, a la compra y venta de cosas. La libertad que el liberalismo defiende es u n p r i n c i p i o é t i c o a n t e s q u e exclusivamente económico: se vincula con la dignidad humana, con el derecho a ser personas y no cosas, fines y no medios.En una columna anterior —“Chile en 1810. La influencia liberal”— señalé que el liberalismo político puede entenderse como el reconocimiento de sujetos-ciudadanos que pactan la construcción de la sociedad con el Estado, obligándose éste a garantizar un conjunto de libertades y derechos de los primeros. Esta definición, si bien se aplica especialmente al liberalismo

político y se expresa históricamente en el constitucionalismo, no es tan distinta de los “otros l ibera l i smos” , e l económico y el civil. Porque también éstos suponen una garantía que se expresa en una abstención de parte del Estado: en un dejar hacer, pero también en un dejar ser.En este sentido, el derecho a la identidad supone que el Estado debe dejar ser a las personas quienes quieren ser. El Estado no debe “conceder” la identidad, sino sólo reconocerla. Pero sólo por razones utilitarias, por ejemplo, de registro e identificación. E identificar (de manera burocrática) no es lo mismo que dar la identidad. La identidad se la da cada uno, precisamente por el derecho a ser.La segunda idea que señalé es que liberalismo (incluyendo su versión económica, el capitalismo) no se asocia per se con egoísmo. El individualismo que defiende el liberalismo va en la línea indicada, en un dejar ser y hacer: en una abstención de parte del Estado para que las personas sean y hagan lo que estimen mejor para sus vidas. Y esto no es egoísmo, por el contrario.De hecho, antes de que surgiera la etiqueta liberal como categoría política ( e s t o a c o n t e c i ó e n e l p ro c e s o constituyente español de 1812), ya esta palabra se asociaba con la virtud de la generosidad, del desprendimiento, del pensar en el otro.Y si el liberalismo es la doctrina que mejor ensalza el principio de libertad,

“La libertad que el liberalismo defiende

supone valorar la diferencia, la identidad que cada cual siente y

expresa”

JEAN MASOLIVERCientista Político U. Alberto Hurtado y columnista Fundación Cientochenta

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o b v i a m e n t e e s t o s u p o n e u n ac e rc am ien to a l o s o t ro s : un reconocimiento del valor de la diferencia. Si defendemos la libertad, no es precisamente para que seamos i g u a l e s e n c u a n t o a nu e s t r a s identidades. Debemos ser iguales en derechos —y en alguna medida, en oportunidades—, pero no en cuanto a quienes somos. ¡Somos diferentes! La libertad que el liberalismo defiende supone valorar la diferencia, la identidad que cada cual siente y expresa.La tercera idea que expuse es que mal puede el socialismo (y sin entrar a detal lar sus dist intas vers iones históricas) creer en la diferencia si lo que siempre termina implicando, de alguna u otra manera, es la vigilancia sobre las personas. ¿Vigilancia sobre qué? Al final, sobre la identidad que ellas sienten y expresan.Esta idea me llevó a recordar la película La vida de los otros de 2006. Se trata de una película alemana cuya trama transcurre en la ex RDA. Muestra la constante vigilancia ejercida por la Stasi (la policía secreta del régimen) a través de múltiples agentes e informantes.¿ Q u i é n e s e r a n l o s v i g i l a d o s ? Especialmente, intelectuales, escritores, etc. Personas que por su genialidad se salían de la norma. Pero también personas que, por pertenecer a tales ámbitos, poseían una autonomía mayor. Lo que se trataba, en definitiva, era que las personas no sean libres para auto-realizar sus vidas, para tener espacios de desarrollo individual. En el fondo, no podían ser libres para ser diferentes, para auto-determinar su identidad. Para tener el derecho a sentir y expresarse como quisiesen.Y la cuarta idea que expresé es que, si bien el liberalismo antes que una doctrina meramente económica es una doctrina ética, el liberalismo económico —el capitalismo— es también una garantía para el derecho a la identidad. Por eso, la economis ta Deidre MacCloskey señala:Pero ¿qué tal si la Revolución Industrial fue impulsada, en cambio, por las modificaciones en la forma de pensar de las personas y, en especial, en cómo pensaban acerca de los demás? ¿Y si suponemos que los motores de vapor y las computadoras fueron el resultado de una nueva manera de honrar a los innovadores, y no de apilar ladrillos sobre ladrillos o africanos muertos sobre africanos muertos?

O sea, el desarrollo económico que la Revolución Industrial supuso, implicó t ambién una va lo rac ión de l a genialidad, de la innovación. De la diferencia, en una palabra.Y MacCloskey agrega otra cosa que puede sonar sorprendente para muchos “progresistas”:La clase media recibió dignidad y libertad por primera vez en la historia humana, y el resultado fue el siguiente: el motor de vapor, el telar textil automático, la línea de montaje, la orquesta sinfónica, el ferrocarril, la industria, el abolicionismo, la prensa de vapor, el papel barato, la alfabetización generalizada, el acero barato, el vidrio barato, la universidad moderna, el periódico moderno, el agua potable, el hormigón reforzado, el movimiento feminista, la luz eléctrica, el ascensor, el automóvil, el petróleo, las vacaciones en Yellowstone, el plástico, medio millón de libros nuevos publicados en inglés por año, el maíz híbrido, la penicilina, el aeroplano, el aire urbano limpio, los derechos civiles, las cirugías a corazón abierto y la computadora.Los “progresistas” podrían preguntarse: ¿Qué tiene que ver la innovación con el abolicionismo y con los derechos civiles? ¿Acaso MacCloskey no mezcla peras con manzanas?Mi postura es que para nada. Sólo en el marco del capitalismo los grupos sociales históricamente discriminados han podido protestar, defender sus derechos, exigir cambios, incidir ante las autoridades, etc. Por supuesto, se ha tratado de un proceso lento y gradual, de muchas décadas. La cultura no se cambia de la noche a la mañana.

Por ejemplo, no es casualidad que el movimiento de la diversidad sexual —que, en un comienzo, se llamó del orgullo gay— haya nacido en un bar estadounidense, en Stonewall.Bares y discotecas, iniciativas con fines de lucro (el horror de estos tiempos en Chile), fueron, por años, los únicos espacios de sociabilidad de personas l e s b i a n a s , g a y s , b i s e x u a l e s y transexuales. Y aunque existía una re pre s ión cu l tu ra l , l a l i be r tad económica fue una gran válvula de escape para expresar la libertad civil, identitaria.Por eso yo, al igual que MacCloskey, soy una agradecida del liberalismo, incluso (y quizás especialmente) en su versión económica. Más liberalismo supone más libertad personal y menos Estado. Y lo primero implica no sólo —reitero— un dejar hacer, sino también un dejar ser. Gracias al liberalismo podemos ser raros y raras. ¿Acaso no es esto maravilloso?. 180

“Gracias al liberalismo podemos ser raros y

raras. ¿Acaso no es esto maravilloso?”

VALENTINA VERBALColumnista. Licenciada en Historia U. Andes y Magíster (c) en Historia Uch.

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“Los votantes que definen el resultado de las elecciones en nuestro país son casi los mismos que las definen desde el año 1989

luego de la inscripción masiva acarreada por el plebiscito”

Chile posee una estructura etaria de población característica de un país en vías de desarrollo, es decir, las mayores densidades se presentan entre los 20 y 50 años aproximadamente, por lo tanto no es de extrañar que la mayor proporción de personas habilitadas para votar se encuentre entre los 20 y 34 años, correspondientes a un 34% del total del electorado. Sin embargo, en la reciente segunda vuelta de elección presidencial la abstención fue cercana a 58%. Han de esperarse los resultados oficiales para poder hacer un análisis de los votantes, pero probablemente el escenario fue similar al de la municipal del año 2012.

¿Qué sucedió en las municipales del 2012? La abstención fue cercana al 55%. Sin embargo, este dato no es tan abrumador si lo comparamos con la descomposición por edad de aquellos que decidieron no votar: la abstención llegó casi al 75% entre las personas de entre 20 y 34 años, versus un 39% promedio entre personas mayores a aquel tramo de edad.

Lo anterior no es menor pues las personas de entre 20 y 34 años conforman el mayor grupo etario del país, abarcando el 23% de la población total, y representan sólo el 18% de los votos emitidos, mientras que la población cuya edad va de 35 a 49 años (21% de la población) y de 50 a 64 años (15% de la población) corresponden a 32% y 31% de los sufragios respectivamente, lo que en conjunto lleva a un 63% del total de los votos.

Los votantes que definen el resultado de las elecciones en nuestro país son casi los mismos que las definen desde el año

1989 luego de la inscripción masiva acarreada por el plebiscito. Las nuevas generaciones están totalmente sub representadas a la hora de elegir a las nuevas autoridades y el devenir del país.

Tomando en cuenta que Bachelet obtuvo sólo 40 mil votos más que Frei cuando éste fue derrotado por Piñera en 2009, claramente la verdadera nueva mayoría corresponde a

aquellos que decidieron simplemente no votar. 180

La verdadera nueva mayoríaLa nueva mayoría son aquellos que en la última elección presidencial decidieron no votarpor Bárbara Manríquez

BÁRBARA MANRÍQUEZInvestigadora Fundación Cientochenta, Estudiante de 5º año de Ing. Comercial, Mención Economía UChile.

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Las personas en nuestro país no están cumpliendo sus acuerdos. Por ejemplo, evaden pagar en la locomoción colectiva, botan la basura en el suelo u orinan en las esquinas. Lo digo porque lo he visto. Quizás exagere —estoy disponible a la crítica— pero creo que vivimos en un estado de naturaleza hobbesiano, ese del homo homini lupus, donde lo que mueve a los individuos es el instinto de la autopreservación, lo que lleva a la desconfianza, y sumado a los deseos de gloria inherentes a cada ser humano, nos lleva al conflicto. No me estoy refiriendo a los grandes “conflictos sociales”. Mi interés está en lo micropolítico, en lo cotidiano, en esa área gris que el sistema político no observa porque hasta ahora no le interesa, aunque se funde en la agregación de espacios micropolíticos.

Con la afirmación anterior, alguien podría preguntarme qué pasa con el Estado, ese leviatán que nos hace obedecer y nos mantiene a salvo de que unos nos matemos a otros. Existe Estado, no cabe duda, pero no basta. Los ciudadanos tenemos una responsabilidad aun mayor de evitar que tengamos un Estado que crezca cada vez más, pero nos mantengamos en un estado armónico de voluntades individuales.

David Gauthier —conocido por su teoría política basada en el cálculo de utilidades expuesta en el libro Morals by Agreement de 1986— decía que la sociedad justa es un arreglo cooperativo

para la ventaja mutua. Lo que observamos hoy es que, aun con un Estado creciente —donde claramente ha habido mayores expresiones institucionales basadas en lo que se puede llamar asistencialismo—, que podríamos entender como el mecanismo que asegura la solución al problema del cumplimiento de los acuerdos, las relaciones entre individuos obedecen a la ley del más fuerte. Me refiero a personas que evaden pagar el precio de lo que consumen, personas que abusan de su contraparte contractual, personas que exceden la confianza en las instituciones, personas que no asumen sus responsabilidades institucionales; todas son acciones que mellan el concepto de arreglo cooperativo. Lo central en esto es la confianza, como se decía en una columna de opinión en La Tercera hace unos días[1]. Y en mi opinión, no confiamos en los otros porque no hay empatía entre individuos, empatía que permitiría -—según el dilema del prisionero— entender que colaborar juntos trae más beneficios que romper el acuerdo social.

Hoy se habla mucho de igualdad. La igualdad no soluciona este problema. De hecho, la igualdad

“La empatía se constituye por sinergia, en el seno de la sociedad civil, desde las virtudes cívicas de

sus ciudadanos”

Empatía, no igualdadLa confianza para la cooperación y el apoyo mutuo se sustenta en la empatía entre las personaspor Jean Masoliver

“La responsabilidad de que la empatía tenga lugar en la sociedad chilena depende única y exclusivamente de sus miembros “

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lo acentúa. Si ambos somos iguales, sé que ambos queremos romper el acuerdo, por lo que no haré nada comprometedor y mis futuros acuerdos serán tibios, sin contenido intenso a largo plazo, elemento vital para la construcción de sociedades más libres. Y hay que advertir, asimismo que la igualdad no es equidad. La equidad es institucional, permite que las leyes tengan efecto en todos y permitan el goce efectivo de las libertades individuales, y efectivamente hay que avanzar en ello (no es necesario ahondar ese punto), considerando además que esa también es una variable a considerar para entender por qué no se observa un arreglo cooperativo en Chile.

Como decía, la empatía es el elemento que hace falta en la ecuación. Cuando hay empatía no hay necesidad de romper los acuerdos porque sabemos que ambos estamos mejor cuando colaboramos, porque entendemos que la sociedad es una construcción social. Lo que diferencia la empatía de la igualdad es la proveniencia de dicho valor. La igualdad proviene de una norma política, normalmente creada desde una élite. La empatía se constituye por sinergia, en el seno de la sociedad civil, desde las virtudes cívicas de sus

ciudadanos. Esto no significa que haya que forzar la costumbre de cooperar. La responsabilidad de que la empatía tenga lugar en la sociedad chilena depende única y exclusivamente de sus miembros, y por tanto, esto no viene del Estado, porque él mismo y sus reglas son las que están siendo omisas por su población.

En un momento en el que se está configurando un nuevo escenario político y social, vale la pena preguntarse acerca de los elementos que nos aglutinan como acuerdo cooperativo. La pregunta central en este punto es: ¿me conviene cooperar con otros? La idea es que convenga justa y efectivamente. Para eso se requiere la voluntad cooperativa de todos, y eso proviene de la empatía, no de la igualdad que hoy muchos

pregonan. 180[1] Rodrigo Castro, “La confianza”. En La

Tercera [edición digital], 17 de diciembre de 2013. http://www.latercera.com/noticia/opinion/ideas-y-debates/2013/12/895-556606-9-la-confianza.shtml

Mínimos liberales ante un liberalismo difusoEl liberalismo tiene una base ética de respeto al individuo e institucional basada en la igualdad ante la ley.por Jean Masoliver

He percibido recientemente una explosión del término “liberal” en la discusión actual, lo que llamo “fiebre de liberalismo”. Esto se ha manifestado en dos eventos claramente identificables que tienen una profunda intensidad para ilustrarla. Por un lado, la votación que o b t i e n e A n d r é s Ve l a s c o — c a n d i d a t o autodenominado “liberal”-— en las elecciones primarias de junio del presente año, la cual representó a más de 270 mil votantes (un 9,45%

de las preferencias de los votantes de ambos pactos en dichas elecciones). Por otro lado, esta fiebre de liberalismo se advierte cuando un candidato de un partido que se hace llamar “liberal” —que, de hecho, es su presidente— logra romper con el sistema binominal y alcanza un escaño en nuestro Congreso en el distrito 1 (Arica, Camarones, General Lagos, Putre).

¿Por qué es importante hacer notar esto? Porque creo que se está desvirtuando el

“El liberalismo mínimo consiste en la libertad del ciudadano individualizado y autorresponsable, y la institucionalidad basada en la democracia representativa y la separación de poderes, en clara defensa de la libertad de disfrutar de esos derechos o no”

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liberalismo a un lado y otro del espectro político. Esta fiebre de liberalismo ha convertido ese pensamiento en una cama de Procusto —la del mítico posadero griego que cercenaba o descoyuntaba a sus víctimas si eran más grandes o más pequeñas que una cama de hierro que tenía, que sólo fue derrotado por Teseo—, modificándola a su gusto para obtener beneficios electorales, confundiendo al electorado por los reales alcances del liberalismo. En los momentos que vivimos en nuestro país, se agradecería que los distintos sectores fueran claros en sus principios, con el fin de ayudar al ciudadano a identificarlos e identificarse con ellos.

Para facilitar al lector la posibilidad de observar este proceso de dilución de las fronteras ideológicas de liberalismo lo que hay que hacer es poner primeramente los puntales de lo que llamaríamos un “liberalismo mínimo”, lo básico para decir que algo es “liberal”, escindiéndolo de aquello que no lo es. Y hay que poner atención a este paso, ya que muchos de aquellos que pueden hacerse llamar liberales pueden decirme que el liberalismo es plural, y puede que tengan razón. Sin embargo, para que dos posiciones distintas se hagan llamar al mismo tiempo “liberales” y sean ostensiblemente disímiles, tendrían que compartir el liberalismo mínimo que aquí presento, el cual sería el filtro necesario para poder excluirlos de dicha categoría. Por lo demás, “plural” no significa “cualquier cosa entra en mi categoría”.

En mi opinión, son dos los elementos más importantes del liberalismo. El primero obedece a una dimensión ética, que define al ser humano como individuo entendido en sí mismo, sin necesidad de su comunidad para autodefinirse, aun sobre su condición cultural; por lo que entiende al ciudadano como elemento básico de su quehacer teórico y político. Esto también implica que el individuo es quien tiene la responsabilidad primera.

El segundo elemento denota una dimensión institucional. El liberalismo asegura la isonomía (igualdad ante la ley) en un marco legal que garantice el cumplimiento de esa isonomía y de la individualidad de la libertad humana. Esto se vincula íntimamente con el concepto de separación de poderes y el respeto a la institucionalidad. Y desde ahí adquiere una vital importancia que el Estado dote de independencia y respeto a la sociedad civil —organizada o no— la cual, desde la provisión de bienes por parte de esta última, asegura la libertad y bienestar de quienes la conforman. Esta dimensión requiere que los órganos representat ivos e s tén comprometidos con la institucionalidad, puesto que la representatividad sobre los asuntos públicos asegura que los ciudadanos puedan vivir su vida privada libremente. Por lo tanto ―dicho sea de paso―, el liberal relega la religión a la

sociedad, la expulsa del Estado. Y las creencias ind iv idua le s s e mant i enen ah í , en l a individualidad.

Por tanto, el liberalismo mínimo debe estar de acuerdo con una democracia representativa tal que permita a los ciudadanos incluso disfrutar de la libertad que significa no participar de los asuntos públicos. Esto es, reducir barreras de entrada y asegurar libertades.

Estas dos dimensiones pueden tener la siguiente declaración: “El liberalismo mínimo cons i s te en la l iber tad de l c iudadano individualizado y autorresponsable, y la institucionalidad basada en la democracia representativa y la separación de poderes, en clara defensa de la libertad de disfrutar de esos derechos o no”.

Pensar este “liberalismo mínimo” es algo que debe estar presente en las próximas discusiones. Si ha de surgir un “sector liberal”, debe ser producto de una reflexión política y teórica sobre la libertad y sus alcances en nuestro país, en la búsqueda decidida de un “liberalismo ideal”. Los principios que prefiguren dicho liberalismo son otro tema que será elemento central de otra columna de opinión. Sin embargo, estos principios deben ser lo que nos quite el sueño a todos los que creemos en la libertad como el elemento rector de la acción política y social. Y en esta discusión debemos prestar atención para proponerlo en forma políticamente coherente a un país claramente movilizado hacia la izquierda del arco ideológico. 180

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JEAN MASOLIVERCientista Político U. Alberto Hurtado y columnista Fundación Cientochenta

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Movilización juvenil y socialización políticaLa alta abstención electoral podría estar relacionada con una crisis de significado en relación a la políticapor Jean Masoliver

Durante esta campaña de segunda vuelta hemos sido testigos del problema que está sufriendo la élite política. Está intensamente preocupada por las altas tasas de abstención a sufragar, lo cual ha sido la tendencia desde que se instauró el voto voluntario en las elecciones municipales de 2012 y las de primera vuelta. Y hay razones para preocuparse. La principal de ellas es el temor a que se instalen dudas respecto a la legitimidad de un gobierno si es elegido por una baja población de electores.

Cuando se trata del elector joven, que es el gran grueso de la gente que no va a sufragar, esta élite política equivoca el punto de vista para con miras a solucionar este atolladero. La élite política hoy en día busca movilizar a la población juvenil, cuando debería socializarla.

Movilizar significa activar población votante no estimulada en función de una coyuntura. Lo que subyace a esta idea es la comprensión del votante joven como un sujeto no pensante, lo cual sabemos está lejos de la realidad (las movilizaciones estudiantiles, por ejemplo, demuestran que hay una preocupación efectiva por lo público). La acción de movilizar más bien apela a una juventud dormida en lo intelectual y estúpida en lo comunicacional, aspecto ostensible en una política del homo videns, donde son las imágenes, el eslogan y el caudillo lo que domina la campaña, no las ideas. Por otro lado, el sistema político cree que los jóvenes no van a votar por un problema de oferta política. De hecho, hubo candidatos presidenciales que apelaron a este planteamiento abiertamente.

Con todo lo anterior, se ha errado el diagnóstico. El problema no es ni de falta de desarrollo de ideas, ni de falta de oferta política. El problema es de construcción de significados. Para el joven estándar (no el que está relacionado con política por alcances familiares, por ejemplo), la política no es considerada un medio válido para cumplir sus expectativas. Y en esa lógica, nunca participará de ella. En función de esto, propongo que el sistema y la élite

política se preocupen de instruir e ilustrar políticamente a la juventud, esto es, socializar políticamente.

Así, el desafío propiamente tal es entregar a la juventud interés en los temas de la polis desde la esfera de lo que significa la política institucional para ellos, lo cual implica necesariamente buscar que sus expectativas sobre la política sean cumplidas, las cuales están íntimamente relacionadas con el sistema de significados que los mismos le otorgan a las instituciones políticas. Asimismo, se debe considerar que esas expectativas son construidas socialmente desde las significaciones que la esfera de lo político plantea unilateralmente. Este choque de discursos (de modos de vida, si se quiere) entre aquello que significa la política para los jóvenes en función de sus expectativas y lo que la élite política proyecta como lo político —que lo podemos plantear ciertamente como una brecha generacional que afecta a lo que se entiende por “la política”— constituye el elemento más importante para entender la baja adhesión de los jóvenes con el sufragio.

El joven participará en política si racionalmente le convence que es un mecanismo válido para cumplir sus deseos de un país mejor, engranado de igual manera a su interés por mejorar sus condiciones significativas de vida; esto es, la realización del afán natural de rebeldía del joven. Esto no se logra desde la movilización. Se logra desde la socialización, desde la educación para la ciudadanía, para la vida pública.

Como nota final, hay que tomar en cuenta que la socialización de la que hablo no es educación para instrumentalizar a la población joven. Todo lo contrario. El objetivo de discutir respecto a la participación electoral de los jóvenes debe pasar por asegurar como mínimo la libertad de los mismos: la libertad de elegir libremente su posición política en el arco ideológico. La movilización política llama a la instrumentalización. La socialización política, en cambio, funda los puntales para una ilustración cívica basada en la reflexión crítica. Y esto se debe lograr con el apoyo del sistema político en su conjunto, en especial en clases de educación cívica y filosofía política, asunto que, por lo demás, el sistema político y educativo de nuestro país está al debe

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Cuestión religiosa en ChileUn Estado laico liberal debe ser neutral, pero también tolerante.por Valentina Verbal

La campaña presidencial, especialmente en su segunda vuelta, ha reflotado un viejo y polémico tema de nuestra historia política: el de la cuestión religiosa.

Cuestión religiosa es todo asunto o materia de carácter religioso que tiene trascendencia social y que es, por tanto, regulado por el Estado a través de su ordenamiento jurídico. Por ejemplo: la educación o enseñanza religiosa, la atención religiosa de determinados grupos sociales (como los miembros de las Fuerzas Armadas), los efectos civiles de determinados actos religiosos (como el matrimonio), etc.

Pero, sin lugar a dudas, son dos los ámbitos más importantes de regulación de la cuestión religiosa: a) la forma en que el Estado, especialmente a través de su Constitución, reconoce a una o más entidades religiosas; o, posiblemente, a ninguna; y b) las maneras más o menos extensas en que ellos regulan la libertad religiosa.

Con respecto al primer punto, es posible distinguir tres sistemas de reconocimiento constitucional de las entidades religiosas: confesional, aconfesional o laico. En un Estado confesional, la Constitución reconoce a una determinada iglesia o entidad religiosa como oficial. En uno aconfesional, se reconoce a una o más

entidades como preferentes o preponderantes para la sociedad. Es, por ejemplo, el caso de la Constitución española que en su artículo 16. Nº 3 establece: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.

En un Estados laico, que es el sistema adoptado por la gran mayoría de las democracias occidentales, simplemente no se reconoce a ninguna iglesia determinada como oficial ni tampoco como preponderante. Así como, en el marco de una democracia liberal, un Estado laico se caracteriza por la neutralidad de los poderes públicos en materia religiosa, también se distingue por su tolerancia. ¿Qué implica esto? Que el carácter laico del Estado no necesariamente supone un rechazo a las entidades religiosas, sino sólo la circunstancia de que no se “matricula” con ninguna de ellas en particular. Aunque pueda hablarse de una “confesionalidad de facto” —por ejemplo, por el peso histórico de la Iglesia católica—, legalmente el Estado es neutral en términos religiosos. Pero esta neutralidad no implica intolerancia.

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VALENTINA VERBALColumnista. Licenciada en Historia U. Andes y Magíster (c) en Historia Uch.

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2014De ahí que el Estado garantice la libertad religiosa y que,

por ejemplo, existan normas antidiscriminación que incluyen la categoría religión o creencia.

En cambio, en un Estado laico intolerante no se

permite, al menos de forma pública, ninguna forma de manifestación religiosa. Fue, por ejemplo, el caso de Albania que durante gran parte del siglo XX constituyó un ateísmo de Estado. Y, para el caso de nuestro continente, fue en gran medida la situación de la Cuba castrista, aunque hoy ya no se puede hablar de una plena exclusión religiosa, sobre todo después de la visita apostólica del papa Juan Pablo II en el año 1998. Lo cierto, sin embargo, es que esta dictadura de ideología comunista pone fuertes cortapisas a las manifestaciones públicas de carácter religioso, no obstante que reconoce el derecho de libertad religiosa en la letra de la Constitución. Por tratarse de una dictadura sin libertad de expresión, mal puede considerarse que Cuba conforma un Estado laico tolerante. De partida, porque las mismas autoridades religiosas de ese país no pueden expresarse libremente sobre aspectos morales de la vida social como el respeto a los derechos humanos.

Nuestro país, desde la formación de la República y hasta la vigencia de la Constitución de 1833, fue un Estado confesional, pero tolerante. O sea, nunca prohibió bajo ningún respecto la existencia y ejercicio de creencias distintas de la oficial, como ocurre, incluso hoy, en algunos países musulmanes. Ya en la década de 1820, Bernardo O’Higgins toleró la presencia de comunidades protestantes, las que en gran parte se establecieron en Valparaíso, llegando este puerto a contar con un “cementerio de disidentes”. Más adelante, en 1865, una ley interpretativa del artículo 5° de la Constitución permitió el culto privado de creencias distintas de la católica. En la década del 80 se dictaron las llamadas “leyes laicas”: de cementerios laicos, de matrimonio civil y de registro civil.

Y, como sabemos, fue la Constitución de 1925 el documento que consagró la separación de la Iglesia católica y el Estado. Para esta separación, Arturo Alessandri aprovechó su estancia en Roma en 1924 para

“Un Estado laico liberal debe ser neutral, pero también tolerante. Al final, todo se resume en la palabra libertad; principio que es la mejor garantía de una sociedad abierta y diversa, inclusiva y no discriminatoria”

negociar la cuestión directamente con el papa Pío XI. Si bien dicho acuerdo fue aceptado de mala gana por el clero chileno, se vio compensado por el subsidio a la Iglesia de 2, 5 millones de pesos durante un período de cinco años.

En resumen, un Estado laico tolerante, inserto en una democracia liberal, debe evitar dos extremos: a) la confesionalidad: la adscripción a una religión determinada, y b) la intolerancia: el rechazo al hecho religioso en cuanto tal. Los candidatos presidenciales, independiente de que tengan el derecho personal de expresar públicamente sus creencias religiosas, no deberían incurrir en ninguno de estos extremos.

Un Estado laico liberal debe ser neutral, pero también tolerante. Al final, todo se resume en la palabra libertad; principio que es la mejor garantía de una sociedad abierta y diversa, inclusiva y no discriminatoria. Lamentablemente, en el Chile actual este ethos republicano suele olvidarse con no

poca frecuencia por distintos sectores políticos. 180

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Aldoux Huxley y George Orwell, grandes y visionarios pensadores del siglo XX, en sus distopías Un Mundo Feliz y 1984, expresaban sus temores con respecto a que la humanidad avanzara hacia formas de vida carentes de sentido, deshumanizadas, banales o totalitarias. En esta historieta, se resumen y comparan ta les t e m o r e s , i n v i t á n d o n o s a reflexionar sobre nuestra realidad y futuro como sociedad…

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http://pedacicosarquitectonicos.com/2013/08/30/orwell-vs-huxley-la-explicacion-de-por-que-nadie-hace-nada/

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La alta abstención electoral de la última elección presidencial no debería dejar indiferente a nadie. No obstante, parece suceder aquello. Muchos en una especie de autocomplacencia ante el hecho, plantean que se debe simplemente a la flojera, al desinterés, el descontento o al conformismo de las personas. Otros apelando a la evidencia de los datos, plantean que se debe a la voluntariedad del sufragio pues los más pobres votan menos si no los obligan (aunque la abstención parece haber sido un poco más transversal que ese sesgo un tanto clasista).

Pero hay algo más de fondo en relación a lo político, que va más allá de los datos electorales. La abstención también podría estar mostrando la primacía de una ética de la convicción basada en el mero voluntarismo -al filo de la excitación y la ind i sc ip l ina- por sobre la é t i ca de la responsabilidad por las consecuencias de los propios actos, y por tanto, un progresivo desdén infantil hacia la política y la democracia en tanto espacio de deliberación de los asuntos públicos y comunes que nos conciernen a todos. Ahí está lo grave y lo preocupante. Porque ello sería el reflejo de un vacío en el sentido mismo de lo ciudadano, de lo democrático, de lo político. Y el vacío podría estar creciendo junto con la desconfianza no sólo en las instituciones sino entre las personas.

Es necesario asumir que debemos –pues esto no es única tarea de las clases políticas sino de todos- no sólo promover votantes a los que cada cierto tiempo se les estimula a asistir a las urnas mediante enormes gastos publicitarios, sino que debemos formar ciudadanos que asumen su rol como tales, que se asocian, que reflexionan, debaten y cooperan en diversas instancias, constituyendo el espacio de lo civil y político, que es la base de una república.

La educación cívica cumple un rol fundamental en establecer esa formación donde el ciudadano no es sólo una especie de agente pasivo que exige el cumplimiento de promesas al mejor postor, sino también un agente responsable de su propio entorno, pero sobre todo en agente consciente de su rol como ciudadano. La educación cívica debe ser el eje central para preparar a las personas a la vida pública que es más que el ámbito político partidario.

En ese sentido, la obligatoriedad planteada para revertir la apatía política atribuida a la

“Poco hemos hecho por fomentar personas que disciernen de manera

informada y razonable sobre los asuntos públicos”

El declive del ciudadanoUna república libre requiere ciudadanos responsables de su entorno y los asuntos públicospor Jorge Gómez

“La abstención también podría estar mostrando la primacía de una ética de la convicción basada en el mero voluntarismo”

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voluntariedad no es más que la acción disciplinaria sobre un agente al que se considera pasivo, incapaz de discernir. Al igual que la publ ic idad y e l market ing po l í t i co, la obligatoriedad es apelar al mero estímulo y no a la razón de los votantes. Es verlos como ganado que se estimula mediante impulsos eléctricos. Paternalismo puro, que contradictoriamente refuerza aquella lógica donde las personas definen los asuntos públicos en base a sus impulsos y deseos personales (la materia prima del marketing político, pero también del clientelismo y el populismo), y no de manera impersonal como debería serlo en base a una ética cívica, con sentido de comunidad basado en el respeto mutuo.

Poco hemos hecho por fomentar personas que disciernen de manera informada y razonable sobre los asuntos públicos. Poco hemos hecho por promover esa virtud –palabra tan olvidada- entre todos nosotros, que no sólo sirve para elegir a los representantes políticos, sino también para actuar democrática y cívicamente en nuestras vidas públicas, cuando viajamos en los medios de transporte, hacemos fila en los bancos o conciertos, participamos en juntas vecinales, centros de padres, clubes deportivos, federaciones, etc.

Es decir, la educación cívica es la fuente desde la cual permitimos que la libertad personal que todos merecemos, se traduzca en ejercicio responsable y tolerante de la libertad política junto con los demás y no aislados de los mismos. Porque no lo olvidemos, el aislamiento y el miedo -que luego se traducen en vacío cívico- son caldo de cultivo para el caudillismo, el populismo y cualquier forma despótica.

Stuart Mill decía que “Cuando un pueblo no e s t i m a l o n e c e s a r i o s u s i n s t i t u c i o n e s representativas, tiene pocas probabilidades de conservarlas”, o que “si la sociedad ha descuidado llenar dos obligaciones solemnes, la más importante y fundamental de las dos debe ser atendida la primera: la enseñanza universal debe preceder al sufragio universal”.

Como Fundación consideramos que la Educación Cívica es un elemento esencial que no sólo fortalece la democracia, sino que contribuye a formar ciudadanos y ciudadanas -pero sobre todo personas- más autónomas y a la vez cooperativas. A través de ésta, debemos promover el valor de la tolerancia, la no violencia, el libre debate de ideas, la fraternidad y el respeto mutuo. Ese es nuestro gran desafío y nuestro compromiso. 180

JORGE GÓMEZ ARISMENDIDirector de Contenidos. Periodista Universidad Santo Tomás. Magíster en Ciencia Política Universidad de Chile.

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El martes 17 de diciembre se aprobó en el Senado la eliminación del preservante timerosal para las vacunas. Esta es una medida que lleva mucho tiempo discutiéndose y que incluso el año pasado logró trabar la aprobación del presupuesto de la nación.

El argumento detrás de este proyecto es que el timerosal tiene mercurio y, por lo tanto, produce autismo en los niños en que se les inocula vacunas que lo contengan. O al menos de que existe incertidumbre dentro de la comunidad científica con respecto a los efectos a largo plazo del timerosal. Nada más falso.

Mitos y rumores sobre la relación entre vacunas y distintas enfermedades han circulado desde hace décadas. Lo interesante es que los rumores han variado dependiendo del país en el que se está. En Francia se relacionaron las vacunas a esclerosis múltiple y en Estados Unidos el uso de timerosal al autismo. En Inglaterra se asoció, mediante el mayor fraude científico del siglo XX, la vacuna tresvírica (sarampión, rubeola y paperas) a la aparición de autismo. Este fraude publicado en la revista The Lancet y retractado años después, creó y potenció un movimiento mediático anti vacunas, que ha causado cientos de miles de enfermedades y muertes a lo largo del mundo.

En Estados Unidos, sin embargo, la discusión se centró en una supuesta relación entre el preservante utilizado en algunas vacunas, llamado timerosal, y la aparición de autismo, basado principalmente en la confusión de dos

compuestos, el metil mercurio y el etil mercurio, tóxico el primero, inocuo y seguro el segundo. El timerosal es un preservante antiséptico que contiene etilmercurio y es utilizado para evitar contaminación de algunas vacunas.

El año 1999, luego de iniciada una revisión de los productos alimentarios y farmacológicos que incluyesen algún tipo de mercurio, el Center for Disease Control (CDC) y la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomendaron la eliminación del timerosal de las vacunas como medida precautoria, “a pesar de no existir evidencia de daño posible debido a su uso en vacunas”, hasta tener claridad sobre sus efectos. Esta medida se hizo principalmente con el objetivo de intentar recuperar la confianza pública en las vacunas, dañada luego del impacto del trabajo de Wakefield y de estas acusaciones.

Desde el año 1999 hasta la fecha, la evidencia sobre la seguridad de las vacunas y del timerosal es abundante, crece día a día y no deja lugar a dudas. En el ámbito internacional, la OMS, la AAP, el CDC y la FDA todos aprueban desde hace años el uso del timerosal, basados en estudios que reafirman su seguridad como preservante. En

“Es inconcebible que el Senado legisle en base a supuestos,

despreciando de forma insólita la evidencia y las recomendaciones

nacionales e internacionales”

La fatal ignorancia de los parlamentariospor Francisco Bengoa

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“Es importante también considerar que en los países en que se eliminó el timerosal de las vacunas la incidencia de los trastornos del espectro autista no ha disminuido”

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Chile, la Sociedad Chilena de Pediatría, a la Sociedad Chilena de Infectología y el Comité Asesor de Vacunas e Inmunizaciones del Ministerior de Salud todas concuerdan y aprueban el uso de timerosal como preservante.

Es importante también considerar que en los países en que se eliminó el timerosal de las vacunas la incidencia de los trastornos del espectro autista no ha disminuido. Por el contrario, continúan aumentando de forma persistente.

En la actualidad, el compuesto es utilizado en todo el mundo, incluidos los países desarrollados que en su momento prohibieron su uso. Tal es el caso, por ejemplo, de las vacunas multidosis contra la influenza en Estados Unidos. En Chile, la mayoría de las vacunas no tiene timerosal o tienen concentraciones menores.

El debate sobre la seguridad de las vacunas y del timerosal es un tema zanjado por la evidencia científica. Las vacunas no producen autismo ni otros trastornos del neurodesarrollo. Las vacunas están erradicando y controlando de forma eficaz enfermedades como la poliomielitis, el sarampión y la tos convulsiva. Al año, se previenen cerca de 1 millón 500 mil muertes de niños en el mundo con el uso de las vacunas. Son uno de los cambios de la sociedad moderna responsable por la mejoría sostenida de la expectativa y de la calidad de vida.

Si bien la evidencia es abundante y clara y las asociaciones médicas de todo el mundo aprueban el uso de timerosal como preservante de las vacunas, las repercusiones del impacto médiatico de los movimientos antivacunas y anti

timerosal son importantes, peligrosos y dañinos. Y hoy impactan a Chile.

Una ley que se base en fraudes, mitos y suposiciones no es lo que nuestro país necesita. Es inconcebible que el Senado legisle en base a supuestos, despreciando de forma insólita la evidencia y las recomendaciones nacionales e in ter nac iona les. Además, se aumenta considerablemente el costo del plan nacional de inmunizaciones, a pesar de existir múltiples carencias en nuestro sistema de salud que requieren de financiamiento urgente.

Este lamentable episodio nos recuerda que muchas veces los parlamentarios son serviles a causas carentes de rigor y olvidan que un sistema democrático deposita en ellos la fe pública respecto de la acción legislativa. Se hace urgente que, como diría Churchill, nuestros políticos empiecen a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.

Las políticas públicas no pueden estar basadas en la ignorancia, en los supuestos ni en el lobby, especialmente cuando existe evidencia científica clara y contundente. Dejemos de lado los mitos y pongámonos a trabajar por Chile.

Si quieres saber más del tema, esta columna está en explicada en profundidad en Frecuencia M é d i c a , e n e s t e e n l a c e : h t t p : / /www.frecuenciamedica.org/2013/12/19/

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FRANCISCO BENGOAColaborador Fundación CientochentaDirector Frecuencia Médica

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La periodista de Mega, Soledad Onetto, llegó a la casa de Cientochenta para una nueva versión de 180 ml. En la instancia conversó con jóvenes sobre la relevancia de las comunicaciones en la sociedad chilena y la importancia de la ética en el ejercicio periodístico.

Los asistentes tuvieron la oportunidad de consultarle en off sobre su experiencia profesional en televisión, su diagnóstico sobre la situación actual de los medios y sus proyecciones de hacia dónde debe avanzar esta industria en

Chile. 180

En una nueva versión de 180 ml, el ex ministro de Educación y actual investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP), Harald Beyer, visitó ayer la Casa Cientochenta, oportunidad en la cual conversó con jóvenes sobre los desafíos que hoy se vislumbran para Chile en materia de educación.

Por más de una hora, el economista y los universitarios conversaron sobre los resultados de la prueba PISA, la calidad de las universidades chilenas, el ranking de notas, la gratuidad universal en educación superior, los desafíos en educación inicial, y el rol del Estado y las familias en el proceso educativo, entre otros temas.180

180ml Noviembre: La periodista Soledad Onetto y el ex ministro de Educación, Harald BeyerAC

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Dirección: Alejandro Cajas G.Edición: Jorge Gómez A.

Diseño y Diagramación: Eduardo González B. Imprenta: Larrea Marca Digital

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