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Revista Ateneo n13 Biodiversidad

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  • ANS / junio 2010 1

    Correlimos. Foto: Ana Retamero

  • Imagen de cubierta:de Pepe S. Ponce

    118

    Edita:Ateneo de Mlaga

    Director:Juan Ceyles Domnguez

    Director Adjunto:Jaime Rodrguez

    Comit de Direccin:Junta Directiva

    Fotografas:Pepe S. Ponce Ana Retamero Otros Autores

    Diseo:Equipo ANS Nagui

    Impresin:CEDMA

    Depsito Legal:MA-000-2010

    ISSN:0000-0000AteneoDe los textos y fotos: sus autores

    Colaboran:Junta de AndalucaDiputacin de MlagaAyuntamiento de MlagaUniversidad de MlagaFundacin UnicajaEmpresa Pblica de Turismo de AndalucaCEDMAAENArea de Cultura de Diputacin de MlagaFondo Europeo de Desarrollo Regional de la UEPrograma Cooperacin TransfronterizaINTEGRARBIM

    La Revista ANS no se hace responsable del contenido de sus artculos; ni comparte, necesariamente las opiniones en ellos expuestas.

    132

    116

    120

    La dieta mediterrnea

    4

    98

  • 6 La Biodiversidad

    99 rase de un jardinero Mlaga 2016: Punto Cero

    121 Las negritas del Ateneo Actos, exposiones y ms

    138 El nombre de la Rosa Foro abierto

    143 Barcos de Extrarradio Miguel Hernndez

    Nmero 13Diciembre 2010

    Revista de pensamiento y debate.Las Artes, las Letrasy las Ciencias.

  • 4 ANS / diciembre 2010

    Juan Ceyles Domnguez

    Meditacin ensimismada

    Meditorial

    Dosel de salsif. Foto: Ana Retamero

  • ANS / diciembre 2010 5

    Oigo un zumbido que se hace cada vez ms intenso, una especie de aturdi-miento atmosfrico, una gran alarma; esto es: millones y millones de alas di-minutas batiendo la elipse de todos los tiempos concentrados en nuestro tiempo -en esta misma cuarta- mircoles a vein-tiuno o quiz viernes recin apaciguada la nona por las siete-revueltas Signifi ca?

    No es tiempo de profecas; signifi -ca que nos hemos pasado siete calles como dira un castizo (cuatro puede ser el nmero de la Tierra, en su parte es-table y, tres, el de su parte dinmica: el mar). Un consumismo atroz, una ambi-cin de crecimiento galopante, un des-pilfarro sin control. Ningn egosmo!

    Un egosta ha de ser inteligente, si piensa en s mismo; un egosta no pone en peligro ni aniquila las especies, un egosta no agota las fuentes donde bebe. Slo un estpido se atiborra hoy, para morir de inanicin maana.

    Estamos a tiempo; siempre estamos a tiempo De qu?

    A tiempo de traducir la culpa, a tiem-po de cambiar de gafas (de montura, al menos), a tiempo de enterrar a muchos inocentes. A tiempo de cambiar la mono-tona de los boniatos.

    Exigirnos cordura y ejemplaridad, primero; luego, imaginacin.

    Reclamarnos pesimistas para ver mal lo que est mal y optimistas para creer que podemos avanzar si cambiamos el rumbo y el estilo.

    Y luego justicia y homenaje a los pueblos que sufrieron y sufren la perse-cucin, a los pueblos oprimidos; todas las culturas que perecieron/perecen por el miedo y la sinrazn.

    Oigo un zumbido: voces que claman milenarias en los intersticios de la me-moria. Yo dira que todos por parte y parte-, aunque algunos bastante ms que otros Dnde se esconde el alacrn?

    Miremos debajo de las alfombras de la calle Larios, echemos abajo el Muro de las Lamentaciones. Miremos a los ojos a esa cordillera de edifi cios que traicionan la espalda de nuestros montes; avergon-zados de repetir la rutina de los sinsabo-res: un fantasma recorre la ciudad lle-nando sus aceras de tristeza.

    Apotegma Cruzado

    Los meridianos se han ido tensando y ahora son apenados bordones en el l-mite de su vibrante gravedad; mientras,

    otros se ren en el umbral del disparate: recordad las advertencias de Ducasse.

    Las focas con su megalomana atipla-da fl irtean con sus asesinos en las brillan-tes terrazas. Escuetas pasarelas exhibirn sus vanaglorias fantasmales mientras una espectacular jaura desabrocha el brillante estigma de sus colmillos; ulula la fantasa encarrilada.

    Seguimos esperando a Godot y a Olatrussa, aunque hace ya tiempo que llegaron.

    Qu haremos para no perdernos, despus de estar perdidos?

    La Tierra ya no es una naranja, es una tmbola des-gajada con premios para todos.

    Posdata en GerundivoCelebramos el ao internacional de

    la Biodiversidad y la Interculturalidad. Todo est en nuestras manos.

    Un egosta ha de ser inteligente, si piensa en s mismo; un egosta

    no pone en peligro ni aniquila las especies, un egosta no

    agota las fuentes donde bebe.

  • 9 La biodiversidad: un capital natural. J. Rodrguez.

    18 Andaluca natural: veinte aos despus. J.M. Surez Japn

    26 Sostenibilidad de la biodiversidad. F. Garca Novo

    32 Conocer la diversidad biolgica: Flora Vascular de Andaluca. B. Cabezudo Artero

    38 Biodiversidad gentica y recursos agroalimentarios. J. Cuartero Zueco

    44 Diversidad biolgica: lo que nos ensean los microbios. J. Jimnez Martnez

    49 Biodiversidad y recursos marinos en el Mediterrneo. J. Baro Domnguez

    56 Conservacin de la biodiversidad: el papel de la UICN. P. Rosabal

    65 El Centro de Cooperacin del Mediterrneo de UICN. F. Simard y A. Alcntara

    70 El Proyecto Alborn. J. Rodrguez y Grupo de Coordinacin

    75 La Reserva de la Biosfera Intercontinental Andaluca-Marruecos. F. Molina

    81 Biodiversidad y educacin ambiental. J.J. Martn Jaime

    86 Biodiversidad marina: la percepcin del ciudadano. A. Barrajn Mnguez

    94 Participacin ciudadana y conservacin de la biodiversidad. S. Moreno Borrell

    6 ANS / diciembre 2010

  • La Biodiversidad

    ANS / diciembre 2010 7

    Cistus. Foto: Ana Retamero

  • 8 ANS / diciembre 2010

    Margarita helada. Foto: Ana Retamero

  • ANS / diciembre 2010 9

    En enero de 2007, la Asamblea Ge-neral de Naciones Unidas declar 2010 como Ao Internacional de la Biodiver-sidad Razones? Muchas, cada vez ms alarmantes y cada vez ms inseparables de la dinmica global en que ha entrado este planeta nuestro, en el que la pobla-cin humana anda cerca de los 7000 millones de personas y tiende hacia un techo prximo a los 10000 millones.

    Las diferentes y sucesivas Cumbres de altos dirigentes polticos ponen de manifi esto la difi cultad (incapacidad?) de llevar a buen trmino las conclusiones y acuerdos que afectan globalmente a la salud del planeta y al bienestar de gran parte de la poblacin humana. La insufi -ciencia de las conclusiones de la Cumbre sobre la Tierra, celebrada en Ro de Ja-neiro en 1992 (Cumbre de Ro) para resolver los problemas de un mundo en el que la pobreza y la desigualdad son caractersticas endmicas, hace inevita-ble la aparicin de crisis ecolgicas y so-ciales. En dicha cumbre, 150 jefes de gobierno fi rmaron (entre otras muchas cosas) el Convenio sobre Diversidad Bio-lgica (CDB), con una meta para 2010:

    Alcanzar una reduccin signifi cativa en la actual tasa de prdida de la diver-sidad biolgica a nivel mundial, regional y nacional como contribucin a la mitiga-

    cin de la pobreza y en benefi cio de todas las formas de vida en la Tierra.

    En la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, celebrada en Nueva York en el ao 2000, as como en la Cumbre del Milenio+5 (Nueva York, 2005), los Estados miembros de Nacio-nes Unidas reafi rmaron su compromiso de luchar por un mundo en el que el desarrollo sostenible y la eliminacin de la pobreza tienen la mxima prioridad, identifi cando los bien conocidos Obje-tivos de Desarrollo del Milenio entre los que fi gura el problema de la prdida de biodiversidad a travs del objetivo 7:

    1. Erradicar la pobreza extrema y

    el hambre.

    2. Lograr la enseanza primaria

    universal.

    3. Promover la igualdad entre los

    sexos.

    4. Reducir la mortalidad infantil.

    5. Mejorar la salud materna.

    6. Combatir el SIDA, la malaria y

    otras enfermedades.

    7. Garantizar la sostenibilidad del

    medio ambiente.

    8. Fomentar un alianza mundial

    para el desarrollo.

    La identifi cacin de las metas para lo que entonces se vea como un futuro a corto-medio plazo pone de manifi esto que la biodiversidad forma parte de un objetivo ms amplio (sostenibilidad ambiental) que incluye

    Incorporar los principios del desarro-llo sostenible en las polticas y programas nacionales e invertir la prdida de recur-sos del medio ambiente; haber reducido y haber ralentizado considerablemente la prdida de diversidad biolgica en 2010; reducir a la mitad el porcentaje de perso-nas que carecen de acceso al agua potable para 2015; mejorar considerablemente la vida de, por lo menos, 100 millones de ha-bitantes de suburbios para el ao 2020.

    Lamentablemente, ninguna de las metas se ha alcanzado a da de hoy, como ha demostrado el proceso de Evalua-cin de Objetivos del Milenio. Entre otras consideraciones, la Organizacin de Naciones Unidas recoge el sentir de la comunidad cientfi ca, convencida de la estrecha relacin entre biodiversidad y bienestar humano, cuando se muestra

    Profundamente preocupada por las repercusiones sociales, econmicas, am-bientales y culturales de la prdida de la diversidad biolgica, incluidas las con-secuencias adversas que entraa para la consecucin de los Objetivos de Desarrollo

    Jaime Rodrguez MartnezCatedrtico de Ecologa, Universidad de Mlaga. Ex-Coordinador del rea de Biologa de Organismos

    y Sistemas de la Agencia Nacional de Evaluacin y Prospectiva.

    La Biodiversidad: un capital natural que no debemos dilapidar

    ANS / diciembre 2010 9

    La Biodiversidad

  • wEl valor esttico de un paisaje natural es un ejemplo de los servicios culturales que los ecosistemas prestan a la sociedad. Foto: Agustn Barrajn Domnech.

  • del Milenio, destacando la necesidad de adoptar medidas concretas para invertir esa prdida.

    En el mensaje que el Secretario Ge-neral de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, hace del Ao Internacional de la Biodiver-sidad, admite:

    En 2002, los lderes mundiales acor-daron reducir sustancialmente la prdida de biodiversidad para 2010. La meta Biodiversidad-2010 fue consecuente-mente integrada en los Objetivos de De-sarrollo del Milenio. No ser alcanzada.

    La realidad a la que nos enfrenta-mos es que la poblacin humana, a pe-sar de los enormes avances tecnolgicos habidos en el ltimo siglo, sigue siendo fundamentalmente dependiente de los benefi cios que extrae de los sistemas na-turales, siendo la biodiversidad uno de los componentes fundamentales de estos sistemas, por lo que su conservacin es un requisito indispensable para el bien-estar del ser humano.

    Qu es realmente la biodiversidad?Aunque el trmino ha tenido un

    enorme xito en cuanto a difusin social, no es menos cierto que, si hiciramos una consulta ciudadana, su uso mostra-ra sin duda un sesgo hacia un contenido fundamentalmente naturalista, es decir, hacia los componentes ms conspicuos de eso que corrientemente se identifi -ca como fl ora y fauna del planeta que habitamos. Estamos familiarizados con los mensajes acerca de la necesidad de proteger especies emblemticas como el lince ibrico, el oso pardo, el quebran-tahuesos, o ecosistemas como el bosque

    amaznico, el arrecife de coral o el mar Mediterrneo.

    La conservacin de especies es, cier-tamente, el elemento, podramos decir dinamizador, de la idea de conservacin de la biodiversidad, pero sta, sin embar-go, tiene un contenido ms amplio que el que le otorgan ciertas especies ms o menos emblemticas o el conjunto de ellas que conforman ciertos ecosistemas tambin ms o menos conocidos, apre-ciados estticamente o valorados cient-fi ca o econmicamente.

    Uno de los mayores logros del CDB es que aborda a la diversidad biolgica desde un enfoque integral, al defi nirla en sus tres dimensiones: genes, ecosistemas y especies. Para el CDB la diversidad bio-lgica es: la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre

    otras cosas, los ecosistemas terrestres y marinos y otros ecosistemas acuticos y los complejos ecolgicos de los que for-man parte; comprende la diversidad den-tro de cada especie, entre las especies y de los ecosistemas.

    Para empezar, uno de los compo-nentes fundamentales de la denominada biodiversidad es la diversidad gentica de las poblaciones, es decir, la variabi-lidad gentica que existe entre los indi-viduos que pertenecen a una misma es-pecie y que, en un determinado mbito territorial, pueden cruzarse reproducti-vamente. Esta variabilidad gentica es la base que garantiza la supervivencia de la poblacin (y, en defi nitiva, de la especie) en el marco de variabilidad ambiental en el que tiene lugar la evolucin biolgica; adicionalmente, la variabilidad gentica dentro de una especie es uno de los ele-mentos fundamentales en el proceso de domesticacin y seleccin artifi cial que el hombre ha realizado desde los inicios de la agricultura y la ganadera, proce-sos que han dado lugar a una forma de diversidad tambin en grave peligro de desaparicin debido a las tendencias ac-tuales y modelos de desarrollo agrcola y ganadero (ver artculo de Jess Cuar-tero en este volumen). Por otra parte, la concepcin social de la biodiversidad no suele prestar atencin a organismos como las bacterias o los microorganis-mos en general, a los cuales frecuente-mente resulta difcil asignarles una iden-tifi cacin taxonmica (es decir, darles un nombre especfi co) o, como ocurre frecuentemente, su afi liacin taxonmi-ca es de menor importancia que el papel

    La diversidad de especies es el elemento ms llamativo de las comunidades biolgicas, pero no es el nico componente de la biodi-versidad. Foto: Carlos Moreno

    ANS / diciembre 2010 11

  • o funcin que desarrollan en el manteni-miento de las condiciones que hacen a la biosfera habitable para el conjunto de los seres vivos, especie humana incluida (ver artculo de Juan Jimnez en este volumen). Gracias fundamentalmente a actividad de los microorganismos se regula el clima, se mantiene constante la composicin qu-mica de la atmsfera, se forman los suelos sobre los que crecen los bosques y las cose-chas y, en defi nitiva, se hacen posibles las condiciones que hacen de la biosfera (el denominado sistema Tierra) un sistema autoregulado que permite la persistencia de la vida tal como la conocemos.

    La biodiversidad, en defi nitiva, hay que entenderla en un marco amplio que inclu-ye, adems de la diversidad de especies, la diversidad gentica de los organismos, la diversidad de los hbitats y comunida-des biolgicas y la diversidad de procesos ecolgicos y ecosistemas, sin olvidar la manifestacin espacial de esta diversidad, es decir, la heterogeneidad de hbitats, paisajes y ecosistemas, incluyendo los paisajes modifi cados histricamente por el hombre (como es el caso del paisaje mediterrneo).

    El impacto humano sobre la biodiversidad

    El impacto de la actividad humana ha desplazado a las variables fundamentales que rigen el funcionamiento del sistema Tierra fuera de su rango natural de varia-cin en un tiempo extraordinariamente corto, iniciando un proceso de cambio climtico fundamentalmente antropogni-co. El trmino clima hace referencia a la consideracin conjunta de todos los com-ponentes del tiempo meteorolgico (pre-cipitacin, temperatura, nubosidad, etc.), pero el sistema climtico incluye procesos que involucran, adems de la atmsfera, al ocano, las masas continentales y la cober-tura de hielo. El sistema Tierra engloba al sistema climtico, y muchos cambios en el

    funcionamiento del sistema Tierra pro-vocan cambios en el sistema climtico pero, adems, otros cambios (sean na-turales o antropognicos) en el sistema Tierra pueden tener consecuencias sig-nifi cativas sin implicar cambios en el clima. Es por esto que cambio global no debe confundirse con cambio cli-mtico; ste ltimo es slo uno qui-zs el ms notable - de los componentes del cambio global.

    En este marco de cambio global, el sistema Tierra est sufriendo un pro-ceso de profunda transformacin al cual (ya es evidente) no son ajenos el crecimiento numrico y las actividades de la poblacin humana:

    En los ltimos 150 aos la humanidad ha consumido el 40% de las reservas conocidas de hidrocarburos fsiles, los cuales tardaron millones de aos en generarse.

    Cerca del 50% de la superfi cie terrestre ha sido modifi cada por las actividades humanas.

    La fi jacin sinttica de nitrgeno para fabricar fertilizantes mediante el consumo de hidrocarburos fsiles es superior a la fi jacin natural en todos los ecosistemas terrestres.

    Ms de la mitad del agua dulce existente es explotada para usos humanos con el consiguiente deterioro de las reservas subterrneas en muchas reas del mundo.

    Adems del CO2 (dixido de carbono) y CH4 (metano), las concentraciones atmosfricas de varios gases de efecto

    invernadero han aumentado notablemente.

    La biota marina y especialmente la costera est siendo fuertemente alterada; la superfi cie de manglares y de humedales costeros ha cado a la mitad.

    Ms del 20% de los caladeros de pesca estn sobreexplotados o agotados y otro 44% est en el lmite de su capacidad de explotacin.

    La tasa de extincin de especies est aumentando rpidamente tanto en ecosistemas terrestres como marinos. El sistema Tierra se encuentra al borde de una nueva gran extincin, esta vez causada por una sola especie, la especie humana, y ms aguda que las cinco grandes extinciones que han tenido lugar por causas naturales en los ltimos 540 millones de aos de historia del planeta Tierra.

    En defi nitiva, la magnitud y velo-cidad de los cambios originados por la especia humana en el ambiente a escala planetaria no tienen precedente en los ltimos 500.000 aos. El cambio glo-bal es la manifestacin del fracaso co-losal de la economa de mercado, pues se generan grandsimos daos ambien-tales y socioeconmicos a travs de pro-cesos que inciden fundamentalmente en bienes ajenos al sistema de mercado. Esto ha llevado a la propuesta del trmi-no Antropoceno o era antropozoica a esta nueva era geolgica caracterizada por el impacto de la especie humana so-bre el sistema Tierra.

    12 ANS / diciembre 2010

  • La interaccin entre ocano, atmsfera y continentes, junto con la diversidad biolgica que albergan y las actividades humanas tradicionales, conforman el Sistema Tierra. Actualmente, la presin humana est afectando a la integri-dad estructural y funcional del sistema en su conjunto.

    ANS / diciembre 2010 13

    Biodiversidad y servicios ecosistmicos

    En el marco de esta aproximacin global, holstica o ecosistmica, la bio-diversidad (y los ecosistemas en gene-ral) se considera un capital natural que genera un fl ujo de servicios tiles o renta natural a lo largo del tiempo. Tradicionalmente, el valor adscrito a los ecosistemas ha estado relaciona-do con su capacidad para producir bienes, es decir, todo aquello a lo que se puede asignar un valor comer-cial o tangible (recursos alimenticios, compuestos medicinales, etc). Sin embargo, hoy ya no es posible dejar de reconocer la relevancia que para el bienestar de la especie humana tiene la produccin, por parte de los ecosiste-mas, de servicios a los que no es fcil asignar un valor monetario pero que son fundamentales para el bienestar de la poblacin humana.

    La incorporacin de ambos tr-minos (bienes y servicios) en uno solo (servicios ecosistmicos) alcanza su formalizacin defi nitiva en el marco

    de la Evaluacin de Ecosistemas del Milenio (EEM) que los defi ne como los benefi cios que el ser humano obtiene de los ecosistemas.

    La EEM clasifi ca los servicios eco-sistmicos en las categoras siguientes:a) Servicios de soporte,b) Servicios de abastecimiento o provisin,c) Servicios de regulacin yd) Servicios culturales

    Los servicios de soporte represen-tan los procesos bsicos del funciona-miento de los ecosistemas (produccin primaria, reciclado de materia, proce-sos de formacin de suelos, etc), por lo que, de hecho, estn en la base de las restantes categoras. Los servicios de abastecimiento o provisin son los ante-riormente conocidos como bienes de los ecosistemas: produccin de alimen-to, agua potable, hidrocarburos fsiles, materiales, plantas medicinales, etc. Los servicios de regulacin se relacio-nan con los procesos ecolgicos que

    regulan la estructura y dinmica de la biosfera hacindola adecuada para la persistencia de la vida en general y de la especie humana en particular: regu-lacin del clima (por ejemplo a travs de la absorcin de CO2 atmosfrico por los ocanos), regulacin hdrica y procesos naturales de depuracin de aguas, ciclos biogeoqumicos, polini-zacin, control natural de plagas, dis-persin y secuestro de contaminantes, etc. Finalmente, los servicios culturales representan todos aquellos benefi -cios inmateriales que los ecosistemas brindan a la sociedad humana: cono-cimiento, valores estticos, recreativos, educativos, culturales, etc.

    La Evaluacin de Ecosistemas del Milenio

    Dentro del proceso de seguimien-to de consecucin de los Objetivos del Milenio, la denominada "Evaluacin de Ecosistemas del Milenio" (EEM) surge del reconocimiento de que, a pesar de los fuertes avances en el cono-cimiento cientfi co sobre la estructura,

  • Los humedales costeros juegan un papel fundamental en la regu-lacin hdrica y representan un sistema fundamental de amorti-

    guacin de la elevacin del nivel del mar provacada por el cambio climtico. Foto: Carlos Garca

    14 ANS / diciembre 2010

    funcionamiento, dinmica y estado de con-servacin de muchos tipos de ecosistemas y de la biodiversidad que albergan, los resul-tados obtenidos no tienen la repercusin y peso deseables en los debates polticos y en la toma de decisiones relacionadas con este problema. La conclusin alcanzada por la comunidad cientfi ca y las organizaciones conservacionistas hace necesario extender el discurso sobre la necesidad de proteger la biodiversidad a la explcita identifi cacin de los estrechos vnculos existentes entre el es-tado de los sistemas naturales y el bienestar humano en todas sus facetas. Dicho de otro modo, se hace necesario poner el nfasis en los servicios que los ecosistemas brindan a la sociedad.

    Como se expresaba al principio de este artculo, la especie humana, aunque ha con-seguido un cierto grado de defensa frente a los cambios ambientales gracias a la cultura y la tecnologa, sigue siendo fundamental-mente dependiente del fl ujo de servicios proporcionado por los ecosistemas. La EEM, iniciativa en la que participan las principales organizaciones mundiales de carcter fi lan-trpico, se desarroll entre 2001 y 2005 bajo la iniciativa del Plan de Naciones Uni-das para el Medio Ambiente (UNEP), con el objetivo de evaluar las consecuencias que los cambios que estn teniendo lugar en los eco-sistemas tienen sobre la calidad de vida de la humanidad y, consecuentemente, estable-cer las bases cientfi cas para la conservacin y uso sostenible de los ecosistemas y de su capacidad para contribuir al bienestar de la sociedad humana.

    La EEM se apoya en las relaciones entre ecosistemas y bienestar humano, particular-mente a travs de los servicios ecosistmicos, y trata el rango completo de ecosistemas des-de los ms naturales (p.e. un bosque remo-to) pasando por aquellos caracterizados por una trama de reas relativamente naturales y modifi cadas (un paisaje con parcelas agrco-las separadas por manchas de bosque) hasta aquellos modifi cados intensamente por el hombre, como son los sistemas agrcolas y urbanos. La EEM identifi ca los servicios eco-sistmicos como los benefi cios que el hom-bre obtiene de los ecosistemas, incluyendo los tipos de servicios anteriormente descri-tos. El bienestar humano tiene, as mismo, varios componentes que incluyen la cobertu-ra de las necesidades bsicas, las condiciones para una vida sana en un ambiente sano, las condiciones de seguridad, las relaciones so-ciales y, fi nalmente y dependiendo de todos estos elementos, la libertad de eleccin y ac-cin o, dicho de otra forma, la oportunidad de alcanzar lo que el individuo quiere ser y hacer. A su vez, la libertad de eleccin y ac-cin es tambin condicin necesaria para alcanzar varios de los otros componentes.

    El marco conceptual de la EEM contem-pla a la poblacin humana como parte in-tegral de los ecosistemas. Factores sociales, econmicos y culturales implican cambios en la poblacin humana que, a su vez, pro-vocan, directa e indirectamente, cambios en los ecosistemas que, fi nalmente, acaban afectando al bienestar humano. En esta vi-sin holstica de las relaciones entre socie-dad y naturaleza se impone el concepto de

  • ANS / diciembre 2010 15

  • sistema socio-ecolgico como unidad de accin para entender cmo la activi-dad humana afecta al capital natural y al fl ujo de servicios de los ecosistemas.

    Es necesario hacer notar que la EEM no se limita a considerar aquellas presio-nes sobre los ecosistemas que pueden afectar al bienestar humano sino que re-conoce el valor intrnseco de las especies y los ecosistemas (es decir, aquel que po-seen en s mismo, independientemente de su utilidad para la especie humana).

    Los resultados de la EEM muestran cmo cerca de las dos terceras partes de los servicios de los ecosistemas evaluados estaran decreciendo a nivel mundial, evidenciando que nuestro crecimiento en el estado de bienestar se ha hecho a costa de una reduccin signifi cativa del capital natural del planeta, o lo que es lo mismo, que nuestra sociedad est gas-tando ms de lo que posee y reduciendo, con ello, la capacidad de la Tierra para sustentar a las futuras generaciones.

    Las respuestas polticas ante el pro-blema son muchas: un ejemplo signifi -cativo es las creacin, dentro del Progra-ma de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, de una Plataforma Cientfi co-Poltica Intergubernamental sobre Biodi-

    versidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), una organizacin al estilo del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climtico), centrada en este caso en la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas. Actualmente son tam-bin muchos los pases y comunidades que han trasladado, a su escala, un pro-grama de evaluacin de ecosistemas, entre ellos Espaa y, ms recientemente, Andaluca.

    Todo proceso de evaluacin requiere una fase de valoracin de las diferentes alternativas con el objeto de seleccionar aquella ms ventajosa en el marco de un anlisis coste-benefi cio. Una de las po-lmicas ms interesantes en el contexto de la Evaluacin de Ecosistemas se refi e-re a la valoracin de los servicios ecosis-tmicos. La pregunta sera, a modo de ejemplo Se puede dar un valor de mer-cado a la biodiversidad de un particular ecosistema, o al servicio de regulacin hdrica que realiza la cubierta vegetal de una cuenca fl uvial? Los estudiosos de los servicios ecosistmicos se mueven entre las dos connotaciones que tiene el concepto de valor: valor de uso o valor de cambio. En el primer caso se trata de valorar el grado de utilidad

    o aptitud que poseen los servicios para satisfacer una necesidad o proporcionar bienestar. En el segundo caso se trata de la cualidad de los servicios cuyo uso se traduce en un valor monetario o equiva-lente. En el contexto de la denominada Economa Ambiental, la valoracin eco-nmica de los servicios ecosistmicos se ha traducido en ejercicios altamente especulativos que han llegado al extremo de asignar valores concretos de merca-do a ecosistemas completos y servicios ecosistmicos, considerados estos como simples externalidades. Por otro lado, la Economa Ecolgica asume que no exis-ten externalidades y la asignacin de un valor econmico total a los servicios de los ecosistemas no es ms que un arte-facto contable. La valoracin monetaria de los servicios ecosistmicos, indepen-dientemente de la difi cultad y compleji-dad de su obtencin, lleva aparejada un riesgo, y es que resulte desviada hacia los servicios ms fcilmente cuantifi ca-bles y no necesariamente hacia los ms relevantes o crticos. Por otra parte, es necesario no caer en una visin absolu-tamente economicista de la naturaleza, reconociendo el valor intrnseco de las especies y los ecosistemas, es decir, el

    16 ANS / diciembre 2010

    La relacin mutua entre el sistema social y el capital natural que constituyen los ecosistemas es la base del sistema socio-ecolgico.

  • que poseen independientemente de su utilidad para el ser humano. De otra for-ma, la conservacin de la biodiversidad podra convertirse en una decisin deri-vada de un balance econmico entre el coste que implica su conservacin y los potenciales benefi cios derivados de sta.

    La EEM en Espaa y AndalucaLa Evaluacin de los Ecosistemas

    del Milenio de Espaa es un proyecto interdisciplinar impulsado por la Fun-dacin Biodiversidad (Ministerio de Medio Ambiente Rural y Marino) que pretende proporcionar informacin, va-lidada cientfi camente, para que polti-cos, gestores, sector privado y pblico en general sean conscientes de la estrecha relacin que existe entre la conservacin de los ecosistemas espaoles y el bienes-tar de su poblacin. En ltimo trmino el proyecto aspira a que sus resultados justifi quen la necesidad de considerar la capacidad de los ecosistemas y de la biodiversidad que albergan para gene-rar servicios en la toma decisiones en los muy diferentes mbitos de la poltica territorial. Recientemente, la Consejera de Medio Ambiente de la Junta de Anda-

    luca ha iniciado un proceso equivalente a escala regional. A ambas escalas (esta-tal y autonmica), los objetivos particula-res del proyecto son:

    Sin menoscabo de las respuestas tradicionales que la administracin vie-ne dando a los problemas ambientales que implican prdida de biodiversidad (normativa legal, establecimiento de es-pacios naturales protegidos, programas de educacin ambiental, etc), la Evalua-cin de Ecosistemas del Milenio debera contribuir a difundir, en un marco in-tegrador y holstico, la relevancia de las relaciones entre actividades humanas, fl ujo de servicios ecosistmicos e integri-dad del capital natural que representan los ecosistemas y la biodiversidad que los caracteriza.

    ANS / diciembre 2010 17

    1. Difundir en nuestro pas las

    conclusiones ms importantes

    del Programa de Naciones

    Unidas de Evaluacin de los

    Ecosistemas del Milenio

    2. Identifi car y defi nir en trminos

    socioecolgicos el capital

    natural crtico de Espaa

    caracterizando y estimando los

    impulsores indirectos y directos

    de cambio y su relacin con

    el fl ujo de servicios que ste

    presta a la sociedad.

    3. Generar herramientas y

    modelos para la toma de

    decisiones relacionadas con

    la planifi cacin y gestin

    integrada del territorio

    conceptuado como un sistema

    socioeolgico.

    4. Identifi car opciones de

    respuesta para alcanzar

    objetivos de desarrollo humano

    y sostenibilidad ambiental.

    5. Ayudar a construir capacidad

    de planifi cacin y prevencin

    de individuos e instituciones

    en un mundo cambiante as

    como proponer opciones de

    respuesta frente al riesgo y la

    degradacin ambiental.

  • 18 ANS / diciembre 2010

    El tiempo ha ido muy deprisa hacien-do sus cuentas y ya son ms de veinte los aos que han transcurrido desde que en julio de 1989 el Parlamento de Andalu-ca aprobara la Ley que creaba el Inven-tario de Espacios Naturales Protegidos de nuestra tierra y se recogan medidas adicionales para su gestin. Fue la cul-minacin de un largo proceso, -iniciado antes incluso de que se conformara el primer gobierno autonmico andaluz-, y tambin el comienzo de un reto extraor-dinario: el de gestionar, bajo los par-

    metros de una conveniente alianza entre conservacin y desarrollo, una superfi cie protegida que, con la aprobacin de la referida Ley, haba pasado haba pasado del 26 % a algo ms del 15 %. Debi hacerse con la perentoriedad que deve-na de la propia tramitacin fi nal de la norma y, por tanto, emprendindose la redaccin y aprobacin de todo el paque-te de instrumentos de planifi cacin que cada fi gura de proteccin contemplaba y sin los cuales los objetivos de la ley hu-biesen sido imposibles de alcanzar. El re-

    sultado de todo este proceso, del esfuerzo continuado de tcnicos, gestores, respon-sables de diversos tenores y escalas, es la gozosa realidad actual de la RENPA, la red que engloba y conecta a los Espacios Naturales Protegidos de Andaluca que, con los aadidos de las nuevas declara-ciones que se han ido acordando, eleva ya al 175 % la superfi cie protegida en Andaluca, lo que nos sita claramente por encima de la media espaola.

    Entre tanto, la sociedad andaluza y, por supuesto, la espaola y la internacional,

    Andaluca Natural veinte aos despus (AN+20)

    Juan Manuel Surez JapnRector de la Universidad Internacional de Andaluca y Ex Consejero de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andaluca. Catedrtico de Geografa Humana de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Presidente del Comit de Reservas de la Biosfera de la UNESCO.

    Mariquita. Foto: Ana Retamero

  • ANS / diciembre 2010 19

    han ido experimentando cambios sus-tantivos que han aportado nuevas visio-nes y nuevas exigencias a las polticas de proteccin del espacio. Aquella inicial prioridad que el legislador quiso garan-tizar, a saber, que la conservacin de la naturaleza no deba constituir un freno para los necesarios procesos de desarro-llo econmico y social que la sociedad andaluza de principios de los ochenta requera han sido hoy, si no superada en su totalidad, s que perfi lada en un sen-tido ms complejo, que hace ms fcil asumir planteamientos ms cualitativos destinados a optimizar las estructuras que ya tenemos y a mejorar sus funciones y resultados. En defi nitiva, el tiempo pre-sente, -algo ms de veinte aos despus-, permite y an exige la oportunidad de hacer una relectura de todo el conjunto de las ideas y conceptos que un su da hizo presente tan fundamental avance. De ah que nos pareciera especialmen-

    te conveniente que desde la Consejera de Medio Ambiente de la Junta de An-daluca se haya propiciado este debate, haciendo participar en l a estudiosos, investigadores, gestores y expertos. Fruto de este trabajo ha sido la redaccin de un documento de bases1 y la organizacin de un Seminario Internacional2 que tuvo lugar en Sevilla durante los pasados das 12 al 14 de abril3.

    El carcter prospectivo que todo este impulso tiene, su explicitada voluntad de que estos esfuerzos se canalicen a la posible redaccin de un nuevo proyec-to de Ley que modifi que la actual y que incorpore los parmetros de la nueva situacin que ahora nos plantea una so-ciedad global y globalizada, afectada por problemas, riesgos e incertidumbres de muy diversas escalas, desde las planeta-rias (cambio climtico, crisis econmico-fi nanciera) hasta las de carcter regional e incluso local (presin sobre los usos del

    suelo, desarrollos tursticos incontrola-dos, presin urbana), no puede desviar nuestra atencin respecto de un hecho que considero primordial: la principal novedad que hemos de detectar en la nueva situacin, ms an a la hora de pla-tearse una revisin de la legalidad vigente en materia de ENP es, precisamente, la valoracin del conjunto de experiencias sumadas a lo largo de estos aos pasados y el amplio bagaje de conocimientos que esa prctica concreta nos ha aportado. As pues, si la pregunta es ahora cmo se-guir diseando y desarrollando polticas de intervencin en los Espacios Protegi-dos y en el marco de las incertidumbres de la situacin sobrevenida?, apuntamos ya aqu que una de las respuestas posi-bles podra encontrarse en el anlisis de nuestro pasado inmediato. Ms an, este anlisis y las informaciones que de l se deriven pueden ser el puente necesario cuando deba darse el paso decisivo de

  • 20 ANS / diciembre 2010

    pasar del campo de las refl exiones teri-cas, -recogidas en el citado Documento de Bases-, a la superior rigurosidad y con-crecin de un texto legal.

    Recuperar e integrar toda la infor-macin contenida en esta actitud retros-pectiva no impedir avanzar, antes al contrario. El amplio periodo de apren-dizaje dejado atrs es una garanta sobre la que puede edifi carse la toma de deci-siones. Lo aconseja tambin una opcin metodolgica de amplia aceptacin en las ciencias del territorio, segn la cual, en palabras de Marc Bloch, para saber lo que una cosa es, deviene indispensa-ble saber cmo ha llegado a ser. Y es evidente que la gozosa realidad de la RENPA adquiere su verdadera dimen-sin y trascendencia cuando se conocen las dinmicas de la que es el fruto ms tangible. La RENPA es pues, al mismo

    tiempo, punto de llegada y punto de partida, un elemento bsico en la con-tinuidad de las acciones de poltica am-biental en Andaluca. Pero adems de todo ello, me aferro a otra razn, -que entiendo ms defi nitiva-, para reclamar esa atencin al anlisis retrospectivo y es la conviccin de que los valores que fundamentaron aquellas polticas hace veinte aos siguen teniendo vigencia en la actualidad. En las lneas siguientes, y en el marco de la concrecin exigida por este texto, trato ahora de explicitarlos.

    En primer lugar, insistimos en la necesidad de concebir la Naturaleza, -as, en maysculas, como sinnimo de todo lo natural, como sinnimo de las acepciones medio natural o espacio na-tural-, como un valor bsico. No solo un valor entendido en el sentido econmico, aunque lo sea, puesto que es de ah, de

    la Naturaleza, de donde proceden y se aportan la mayor parte de los recursos que sostienen la actividad econmica de los hombres. Entendemos aqu la Naturaleza como valor, pero no slo como sinnimo de fuente de riquezas, aunque lo sea. Hay que insistir tambin en anchar nuestra mirada y destacar que este es un valor que tiene dimensiones individuales y tambin colectivos, es de-cir, que la Naturaleza posee a la vez un valor patrimonial, lo que convierte a los seres humanos no en dueos, sino en usuarios del mismo. La Naturaleza sobre la que intervenimos no nos pertenece. La hemos recibido de otras generaciones y hemos de asegurar su propagacin y conservacin para el disfrute de quienes an no estn aqu para reclamar este de-recho. De ah que cuando hablamos de la Naturaleza como valor estamos tambin

    Baha de Cdiz

  • ANS / diciembre 2010 21

    otorgando una dimensin tica al con-junto de relaciones que, en cualquier tiempo y situacin, mantenemos los hombres con ella.

    En una sociedad en la que los bienes materiales, en que la riqueza dineraria, en afn de tener, parece dominarlo todo, no nos cansaremos de reclamar esa di-mensin tica que debe regular nuestras relaciones con el espacio. Ms no somos tan ingenuos como para esperar que este valor tico se imponga sin ms, ni siquie-ra que pueda imponerse de un modo coercitivo o imperativo. Esta ha de ser una apuesta de medio plazo, pero nada que no se empieza alguna vez se termina. De ah que, ahora como hace veinte aos, los esfuerzos en desarrollar la educacin ambiental, -la educacin, en general-, se nos antoje un requisito indispensable para el sostenimiento de las polticas ambientales y para el diseo de sus ins-trumentos futuros. Cualquier incentivo que en este orden recoja la futura norma legal ser, por tanto, bueno y pertinente.

    Ms no podemos quedarnos ah. Es un hecho cierto, constatado por una reite-rada casustica, que para que las dimen-siones ticas sean operativas y para que se puedan garantizar esas connotaciones

    patrimoniales que se insertan en la Natu-raleza, no basta el voluntarismo: es preci-so dar el paso hasta la dimensin legal. Es decir, se hace preciso que se arrope al patrimonio natural con el manto legal que lo defi na, lo regule y le d consis-tencia, de forma que se haga posible la conjugacin de dos principios constitu-cionales, el de la propiedad privada y el de los intereses colectivos. Ese es el senti-do que tiene el hecho de que, fi nalmen-te, las intervenciones en proteccin de la Naturaleza hayan de hacerse por la va de la aprobacin de Leyes ad hoc. As ha sido en Andaluca y as ha sido en todo el mundo. La preservacin de la dimen-sin tico-patrimonial exige la dimen-sin legal y esto solo pueden hacerlo las instituciones pblicas habilitadas para ello. En defi nitiva, es esta exigible conci-liacin entre los intereses particulares y los intereses colectivos la que obliga a los poderes pblicos a hacerse presentes y la que en un determinado momento, -des-de principios del siglo XX-, estas cuestio-nes se hicieran un lugar en las agendas de los estados.

    Ms all de la obviedad que siempre nos plantean los hechos cotidianos y de que hoy todos, -especialmente los ms

    jvenes-, entiendan que esta presencia de lo pblico en la regulacin de los usos del espacio es algo normal, reclama-mos aqu el inexcusable derecho que esos poderes pblicos deben aducir para justifi car y fundamentar sus acciones en defensa de los intereses colectivos. Los gobiernos que legislan para dotar a cier-tas porciones del territorio de determina-das cautelas o limitaciones de uso con el fi n de garantizar su preservacin jams han signifi cado, -como algunos intenta-ron hacer ver en algunos momentos-, una irrupcin en detrimento de ningn dere-cho, sino en defensa de los derechos de todos. Frente a quienes se afi rman en la defensa del mercado como instrumento de regulacin de nuestras relaciones con los espacios, unas prcticas cuyas leyes ya nos han dejado ms que sufi cientes muestras de sus efectos sobre los territo-rios, postulamos aqu el valor y la impor-tancia de la presencia reguladora de lo pblico. De ah que, llegado el momento de abordar una renovacin de la actual Ley de ENP en Andaluca, nos atrevamos a aconsejar que, cumplimentados todos los procesos que abrirse puedan para la participacin democrtica, se orienten los trabajos al objetivo de conseguir una ley sin complejos en la defensa de esos intereses colectivos.

    Doana.-sealizacin

  • 22 ANS / diciembre 2010

    En relacin con ello, la nueva Ley no podr abstraerse de un hecho evidente: la superacin del concepto de espacio protegido isla, es decir, de una acotacin de territorio sometida a un rgimen par-ticular y por completo aislada de las din-micas que fl uyen ms all de sus fronte-ras. Es preciso esforzarse por conectar los ENP con el resto del espacio, estable-cer redes, crear pasarelas o cualquier otro modo o instrumento para que esa co-nexin se establezca y vayamos hacia una concepcin ms sistmica. En este mar-co de refl exin se debiera abrir paso el compromiso por la incorporacin de los paisajes como nuevos valores a proteger. La nueva Ley de ENP en Andaluca po-dra hacerse eco de los avances que en materia de paisaje se han venido desa-rrollando desde la declaracin que en tal sentido produjo el Consejo de Europa (la Carta del Paisaje).

    En segundo lugar, es preciso reafi r-marse en la necesidad de avanzar en la gestin integral de las realidades am-bientales. Este es un principio metodo-lgico fundamental cualquiera que ser la escala a la que se pretenda intervenir. As lo entendi ya el primer gobierno an-daluz cuando en 1984 cre la Agencia del Medio Ambiente (AMA). La expo-

    sicin de motivos de la Ley que la cre dejaba clara constancia de ese objetivo, si bien la realidad distaba todava mu-cho de posibilitarlo e incluso fueron necesarias varias legislaturas para que se dieran pasos en esa direccin (unifi ca-cin de la gestin forestal, inclusin de la calidad ambiental, gestin del agua, etc.). Aquellas pginas iniciales de la Ley de creacin de la AMA, -sobre todo si se contextualizan con el momento en que fueron escritas-, nos resultan hoy no poco utpicas. Pero muchas veces las utopas ayudan a caminar en la direccin acertada y este fue uno de esos casos. La historia reciente nos ensea tambin que esos avances en la gestin integral siempre encuentran resistencias, sobre todo por la inercia de unos esquemas administrativos planteados de un modo excesivamente sectorializados y por una cierta incapacidad o falta de hbitos para trabajar asumiendo objetivos transver-sales. De cara a la posible nueva Ley de intervencin en los ENP proponemos la conveniencia de no dar un solo paso atrs y seguir defendiendo la validez de este objetivo tan precozmente inserto en nuestras acciones de poltica ambiental.

    Algunas de esas resistencias surgirn tambin, desde dentro y desde fuera,

    cuando se trate de plasmar en el texto le-gal el concepto de integracin de los ENP en marcos territoriales ms amplios, en el sentido al que se refi ere el Documen-to Base. En efecto, stos son ya tiempos en los que es preciso superar el viejo concepto de espacio protegido-isla, es decir, un sector de territorio rgidamente delimitado y en el interior de los cuales se desarrollan dinmicas sujetas a normati-vas propias. La experiencia ha demostra-do la validez inicial de este esquema y su obsolecencia actual. Los ENP no pueden plantear ni su existencia y sus dinmicas al margen de lo que sucede en el resto del territorio. De ah que el Documento Base plantee la creacin de pasarelas de enla-ce y conexin y fi nalmente la integracin de todos los ENP en una trama de escala regional ms sistmica. La creacin de estas redes regionales devendrn, sin duda, elementos estructurantes del te-rritorio y por ello debern estar en con-sonancia con la planifi cacin y la orde-nacin territorial de escala subregional. En este sentido, siempre habr quien le-vante su voz para alarmar frente a lo que considerarn una proteccin de todo el espacio con los consiguientes perjuicios para el desarrollo econmico. Por el con-trario, una integracin regional de esos mdulos de desarrollo que han llegado a ser los ENP, especialmente nuestra red de Parques Naturales, se constituirn en un elemento positivo, de dinamiza-cin sostenible de nuestra economa. De ah que propongamos centrar en torno al concepto y a la realidad tangible del paisaje (tal como lo concibe el Carta del Paisaje aprobado por el Consejo de Europa) como un elemento de gran inte-rs con poder y capacidad de sintetizador de los vectores de desarrollo y proteccin, por un lado, y de los valores cuantitativos y cualitativos o culturales, por otro, que son los que siempre se conjugan en estas intervenciones territoriales.

    Reserva Biosfera Intercontinental

  • ANS / diciembre 2010 23

    Una vez superadas las reticencias, en tercer lugar, el tenor del nuevo texto legal debiera dejar claro algunos princi-pios que hace veinte aos fueron objetos de diatribas ms o menos interesadas. Es fcil recordar que entonces, cualquier medida de proteccin fue entendida como un lmite al desarrollo, casi como su antagonista. Los agentes de cada uno de los territorios afectados, desde la pro-pia administracin municipal hasta los empresarios, cazadores, agricultores, pastores y un etctera amplio, lo sen-tan y manifestaban. De nada servan las afi rmaciones de quienes las promovan, -desde la AMA o desde el mismo gobier-no andaluz-, porque la desconfi anza que transmitan era todava superior a cual-quier otro sentimiento. Era necesario que las cosas sucedieran para creerlo, que todos vieran que era posible crecer sin depredar los recursos naturales, que podan aspirar a un progreso que no fuese meramente cuantitativo y despil-farrador. La proteccin de los espacios en Andaluca, en aquellos inicios de los ochenta era una puesta novedosa y como tal apuesta no todos queran arriesgarse a jugar en ella. Ahora todo es distinto. El tiempo ha pasado y puede apreciarse que en la inmensa mayora de las situaciones, -especialmente en los Parques Natura-les-, los objetivos han ido cumplindose. De ah que hoy podamos plantear las co-sas desde una situacin diferente y mejor que aquella.

    Podramos formularlo del siguiente modo: 1) Espacios Naturales Protegi-dos para el desarrollo. Naturalmente, no cualquier desarrollo, sino esa tipolo-ga que se sita como referente de las po-lticas ambientales desde que en la Cum-bre de la Tierra de Estocolmo (1972) se reclamara bajo el nombre de ecode-sarrollo y que luego ha devenido en el actual concepto de desarrollo sostenible, es decir, aquel que sea capaz de buscar la complementariedad entre las pro-

    ducciones y las protecciones que toman como base los recursos naturales de cada territorio. La nueva Ley andaluza habr de apostar de nuevo por este objetivo bsico, sabiendo, no obstante, que en el ejercicio posterior de los confl ictos siem-pre existir el problema de establecer los lmites que separa a unas miradas de otras a la hora de decidir qu es y qu no es desarrollo sostenible. La bsqueda del inters comn se har entonces ms compleja y ms necesaria la bsqueda de los equilibrios. Pero eso, y no otra cosa, representa gobernar.

    En relacin con esta cuestin del de-sarrollo, tanto dentro como fuera de los ENP, no deber ignorarse que este deba-te acerca del pasado y del futuro de los mismos en Andaluca, coincide con una grave crisis que se presenta con la misma escala que aquellos que fueron los ms directos provocadores: la globalizacin econmica y sus excesos. Nada ser ya como era y albergamos la esperanza de que lo que construyamos sea mejor, ms justo y solidario con los hombres y con

    la naturaleza. Y es en este marco donde han cobrado fuerza las tesis del llamado decrecimiento. Es un movimiento que se nos ofrece desde la razonable preocu-pacin por las situaciones de asimetra entre el despilfarro y la pobreza y que re-clama la necesidad de formular modelos de vida basados en el slogan vivir me-jor con menos. En alguna medida, sus ideas nos recuerdan las propuestas del Club de Roma acerca del llamado creci-miento cero lanzadas al mundo media-dos los aos setenta y, como entonces, atrae su mezcla de utopa y compromiso. Pero de cara a la formulacin de acciones futuras en el marco de los ENP en Anda-luca, donde tanto se ha avanzado en las bsquedas de los equilibrios, hablar de decrecimiento solo podra conducir a provocar las mismas incertidumbres y los mismos rechazos que, por otras ra-zones, se produjeron hace ahora veinte aos, cuando todo empezaba.

    Por el contrario, seramos ms parti-darios de traspasar el concepto de desa-rrollo sostenible y comenzar a hablar de

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    sostenibilidad, entendido en sentido amplio, es decir, no solo econmica, na-tural, ambiental, cloroflica, sino so-cial y cultural, integrando al hombre en todas sus facetas y dimensiones y no slo como productor y consumidor, por de-cirlo con palabras del gegrafo francs Pierre George. De ah que el punto 2) de esta formulacin sera Espacios Na-turales Protegidos con los hombres, y no solo para los hombres. De este modo, los ENP y su gestin habrn de acentuar lo que hoy ya es un hecho: la integracin en sus dinmicas de los hombres, de sus actividades, pero tambin de sus cultu-ras, de sus modos de vida, de sus aspira-ciones. Los ENP habrn de adquirir una mayor diversidad funcional de las hasta ahora asumidas, convirtindose no slo en un concepto natural, sino tambin en un concepto cultural. Nos acercaramos, pues, al modelo de lo que, especialmente desde la Estrategia de Sevilla (1995) son hoy las Reservas de la Biosfera.

    Finalmente, aadimos a estas apre-suradas refl exiones un elemento ms, este referido a la conveniencia de refor-mar los instrumentos de participacin en la gestin de los ENP. Estbamos y seguimos estando convencidos de que los objetivos de las polticas de interven-cin en el territorio se conseguirn tanto ms fcilmente cuanto ms intensa sea la complicidad de los agentes que los mis-

    mos intervienen. En defi nitiva, propon-dramos la superacin del actual esque-ma de las Juntas Rectoras y Patronatos y generar un modelo de gobernanza ms abierto y menos ofi cial o administra-tivo. Sin llegar ahora a reclamar una presencia de los municipios como la que ofrecen muchos de los modelos de Par-ques Regionales europeos, s conside-ramos adecuado que la voz de los ayun-tamiento afectados tenga mayor peso. La generalizada aceptacin de las reali-dades actuales podra permitirlo. Esos mecanismos de gobernanza podran per-mitir que algunas viejas reivindicaciones municipales, tales como la necesidad de arbitrar lneas de apoyo econmico en aquellos casos en la que proteccin devenga en sentimiento de agravio fren-te a los no protegidos, podran ser estudiadas y, en su caso, atendidas. En el futuro inmediato del marco poltico espaol y, desde luego andaluz por las aseveraciones de sus actuales gobernan-tes, es posible pensar que el tiempo por venir ser tiempo para los municipios. A ello apuntan las leyes ya en proceso impulsadas por el Gobierno de Andalu-ca y por ello, sera poco explicable que en la reforma de la actual Ley 2/89 no se refl ejaran esos nuevos mecanismos de descentralizacin que las antes cita-das leyes municipales van a propiciar.

    Sintetizamos pues lo dicho reafi r-mando la validez de la iniciativa y de los pasos que hasta ahora se dieron, vehicu-lizando la participacin y el debate como forma de convergencia de opiniones y posiciones. Es cierto, la experiencia me avala en ello, que cuando se d el paso defi nitivo, el de pasar desde las refl exio-nes tericas a la rigurosidad exigible en la redaccin de un texto legal, podremos decir que se habr acabado el tiempo de las coincidencias. Ah habr que de-cidirse y optar y deber hacerlo aquel a quien la soberana del pueblo andaluz le otorgue la confi anza y la responsabilidad de hacerlo.

    (1). AN+20. El Desafo de La Gestin de los Espacios Naturales de Andaluca en el siglo XXI. Una cuestin de valores. 112 p,(2) Fue convocado, tras el documento de bases, y con el sugestivo ttulo de El desafo de la gestin de los Espacios Naturales de Andaluca en un mundo cambiante.(3) Fui invitado a participar en la mesa que trat el tema: Espacios Naturales y pensa-miento global, compartiendo mesa con Ken-ton Miller, Presidente Emrito de la Comisin Mundial de reas Protegidas de la UICN, Manuel Maas, den Centro de Investigaciones en Ecosistemas, de Mxico, Sergio Guevara, Presidente del Red de Reservas de la Biosfera de Latinoamrica y Miguel Delibes, de la Estacin Biolgica de Doana. Las ideas que se exponen en estas pginas son un resmen de mi intervencin en la referida sesin.

    Los ENP habrn de adquirir una mayor diversidad funcional de las hasta ahora asumidas, convirtindose no slo en un concepto natural, sino tambin en un concepto cultural.

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    Estambres de alcaparra. Foto: Ana Retamero

  • El Profesor Ramn Margalef, funda-dor de la Ecologa en Espaa, destacaba el barroquismo de la Naturaleza; la so-breabundancia de elementos, especies y organismos, la sorprendente diversidad que ofrece la biosfera.

    Nuestra cultura utilitaria plantea a la diversidad biolgica un para qu? Pero la Naturaleza no se ha confi gurado hacia sino desde. No tiende a objetivos ni posee diseo. Responde a principios que le han dado forma hasta el hoy que comparti-mos con abrumador nmero de otros seres vivos. La diversidad ha sido una de las claves de la Vida en el Planeta Azul du-rante (al menos) 3900 millones de aos.

    Los organismos estamos asociados en comunidades como elementos de redes funcionales por las que circulan energa y materiales. La asociacin entre especies pequeas y activas y especies mayores y ms estables es capaz de perpetuarse acoplndose al entorno y a sus entradas (y salidas) de energa. Los sistemas eco-lgicos son muy variados, presentando muchas o pocas especies, repartidas de modo equitativo o dominante, acomo-dando a unos dos millones de especies descritas y, se especula, otros 10 millo-nes por describir. Su conjunto suma la biodiversidad de la biosfera y localmente

    forman parte de la diversidad ecolgica de las comunidades donde viven.

    La biodiversidad no es el fundamen-to de las comunidades sino la consecuen-cia de su funcionamiento como redes heterogneas conectando a poblaciones de especies diferentes. Las unidades vivientes, los individuos, son general-mente incapaces de sobrevivir aislados. La informacin gentica que poseen les permite regular funciones internas y pautas de reaccin con el entorno. Pero, especialmente, les faculta para interac-tuar con otros organismos conectando la red. La vida se ha diversifi cado en lneas fi lticas, adecuadas a distintos medios, creando organismos complementarios, ms que autnomos. Estn sometidos a los condicionantes de su ambiente y a va-rias servidumbres, en particular a:

    Intercambios de materia y energa con individuos de otras especies, para sobrevivir;

    Intercambios de genoma con individuos de su misma especie para acrecentar la heterogeneidad de la progenie sobre la que acta la seleccin.

    Dispersin de su progenie hacia nuevas comunidades.

    Los consumidores requieren que existan productores. Los productores re-quieren suministro de nutrientes, muy dependiente de los descomponedores. Muchas especies vegetales requieren polinizadores o dispersores para alcan-zar otros elementos de la poblacin o el emplazamiento de la comunidad donde insertarse. Miles de especies son preda-dores especfi cos, comensales o parsitos que requieren la existencia de su presa u hospedador.

    La teora de las metapoblaciones las presenta separadas en el espacio y con-tinuamente invadidas por ejemplares de otras poblaciones y sufriendo la desapa-ricin de sus individuos en permanente fl uctuacin de su composicin. Expresa bien el dinamismo de las comunidades y explica su cambiante diversidad. Diversi-dad gentica en la poblacin, diversidad ecolgica en la comunidad. Trayectorias evolutivas y biogeogrfi cas divergentes en un planeta cambiante donde cual-quier individuo o comunidad es contin-gente. En un plazo sufi ciente de tiempo se destruye cualquier ambiente situado en cualquier localizacin.

    Sostenibilidad de la biodiversidad

    Francisco Garca NovoCatedrtico de Ecologa de la Universidad de Sevilla, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Fsicas y Naturales, Premio Rey

    Jaime I (Medio Ambiente), Cruz de Alfonso X el Sabio.

    26 ANS / diciembre 2010

    LaBiodiversidad

  • ANS / diciembre 2010 27

    Si se examinan con detalle, no hay comunidades sostenibles a plazo largo: su composicin y en consecuencia su diversidad, es fl uctuante. En cada gene-racin nueva los individuos poseen geno-mas algo diferentes de sus progenitores, y los individuos van a ensayar nuevas relaciones persistiendo, sin lmite, los ensayos en el tiempo y el espacio.

    La diversidad no es la causa de la vida sino la consecuencia de su organizacin. No es regulada o directamente mantenida por los mecanismos ecolgicos, que selec-cionan en las comunidades confi guracio-nes funcionales.

    A veces son pocas especies, quiz una sola, las dominantes y ofrecen una ima-gen montona, de mnima diversidad. Es muy patente en los bosques boreales con una sola especie de rbol que se extiende por cientos de kilmetros y soporta una escasa fauna o fl ora acompaante. La ri-queza especfi ca es baja, la dominancia evidente y su reparto, la equitatividad, es baja. El , largas algas laminariales fi jas al fondo, crean tambin bosques mo-ntonos en el ocano. Las fanergamas marinas recubren con sus hojas lacinia-das y rizomas, grandes superfi cies de fondos someros en praderas sumergidas monoespecfi cas (que albergan una gran riqueza de invertebrados). Estas comuni-

    dades dominadas por una especie o un nmero muy corto, se repiten en varios grupos biolgicos como las gramneas, con cubiertas a veces monoespecfi cas. Los bambes crean caaverales densos que llegan a excluir otra vegetacin vas-cular y las comunidades se simplifi can a pocas especies que parecen ocupar todo el espacio. En estuarios, marismas, manglares, pantanales y orillas de ros, es frecuente una vegetacin con pocas espe-cies o una sola que imprime su carcter: Salicornia, Spartina, Rhyzophora, Pan-danus, Tipha, Taxodium, Populus, Salix, Tamarix y otros gneros presentan espe-cies con este carcter. Entre los animales ssiles pueden encontrase comunidades dominadas por un organismo que deja poco espacio a otras especies, como en las rocas del litoral cubiertas de bala-nos o en fondos fangosos ocupados casi en exclusiva por una especie de gusano marino.

    En comunidades con numerosas es-pecies, y riqueza especfi ca apreciable, es frecuente un pulso de abundancia don-de una especie se hace dominante redu-ciendo la diversidad ecolgica durante un intervalo y dejando ms tarde que la equitatividad se eleve y la diversidad ecolgica se recupere. En las masas de agua los pulsos pueden ser patentes y el

    predominio de una especie de cianofi tas, clorofi tas o dinofl agelados puede teir el agua de color azul verdoso, verde claro o pardo. Una concentracin excepcional de zooplancton pude dar al agua otros colores como el rosado o blanquecino. En el medio terrestre hay otras formas de dominio temporal de una especie como el polen de los pinos que llega a teir el suelo de color dorado; las semillas de los lamos, provistas de fi nos tricomas que recubren plantas y suelo de una fi na lana blanca. La fl oracin de especies abun-dantes tie el paisaje en oleadas de un color: blanco de la bellorita, amarillo de los rannculos, jaramagos, vinagritos y crisantemos, azul de Echium, rojo de la amapola, carmes para la zulla

    En el extremo opuesto de la biosfera se sitan las comunidades de diversida-des elevadas con gran riqueza especfi ca, baja dominancia y equitatividad alta. El bosque tropical hmedo, la selva peren-nifolia, posee comunidades con centena-res de especies de rboles. De los otros grupos, insectos en particular, el nmero de especie es muy elevado incluyendo los hongos y los epifi tos desde plantas vas-culares como orqudeas y bromelias a he-pticas, musgos y algas formando fi lms sobre las hojas. Ha pasado a la pequea historia de la Ecologa el experimento de

    Foca. Foto: Ana Retamero

  • 28 ANS / diciembre 2010

    Terry L. Erwin en la Reserva de bosque tropical en Tambopata en Panam. Con ayuda de sus alumnos fumig un pie del rbol Luehea seemannii, recogiendo, con redes, todos los insectos que caan de la copa y de los miles de ejemplares reco-gidos estudiaron algunos grupos. De colepteros se reunieron 9.000 ejem-plares que pertenecan a 1200 especies. Slo de hormigas se identifi caron 43 especies. Siendo diferentes las faunas de insectos entre especies de rboles, el nmero de especies de colepteros por hectrea del bosque lo estim Erwin en 18.000, lo que dara para todos los gru-pos de insectos estimas de 40-50.000 especies por hectrea. Son valores muy altos y en la Biosfera parecen representar el mximo de especies presentes en una comunidad.

    Cambiando las escalas de observa-cin existen otras comunidades con ele-

    vada riqueza especfi ca: en el plancton, en una gota de agua, pueden encontrarse docenas de especies de fi toplancton. En un charco los invertebrados del zoo-plancton de la columna y el bentos del fondo pueden sumar una treintena. La comprensin de los mecanismos que permiten la coexistencia de tantas espe-cies (la paradoja del plancton de G. E. Hutchinson) supuso, hace medio siglo, un avance importante de la teora ecol-gica. En nuestras latitudes existen tipos de vegetacin muy diversa aunque de porte diminuto comparada con el bos-que: los pastizales de las dehesas, que pueden sumar hasta 250 especies de plantas vasculares. No parece una cifra comparable a la selva tropical, pero su empaquetamiento es muy superior, cer-cano a los 10.000 pies por metro cua-drado y hasta 12 especies diferentes en un cuadrado de suelo de 10x10 cm. El

    bosque tropical, el plancton y pastizal de terfi tos ofrecen tres mximos de diver-sidad en la biosfera sin compartir me-dios, clima, especies ni ofrecer valores comparables de persistencia, estructura, biomasa o productividad.

    Las especies evolucionan por lneas fi lticas comprometindose con un tipo de medio: acutico o terrestre, clido o fro, predecible o catico y expandin-dose en l, aadiendo retoques a su pa-trn inicial dando lugar a nuevos modos de vida y creando formas biolgicas. La paleontologa muestra la evolucin de las formas vivas y documenta que en su mayora han sido incapaces de sobrevivir por largo tiempo. Grupos dominantes en un periodo desaparecen dejando pocos ejemplos vivientes o slo el registro fsil: trilobites, ammonites, braquipodos, nummulites; peces acorazados, dino-saurios Cuando la buena conservacin

    Musgo. Foto: Ana Retamero

  • de un yacimiento permite reconstruir su composicin en detalle pueden eviden-ciarse comunidades diversas o depsitos montonos dominados por pocas espe-cies, un rango grande de diversidades en las comunidades ha acompaado a la evolucin biolgica.

    Se podra decir que la riqueza espe-cfi ca, la lista de especies, con sus carac-teres, constituye la oferta de elementos vivos disponible en cada instante, una oferta que vara geogrfi camente se acuerdo con la fauna y fl ora local. Los millones de especies vivientes se ensam-blan en comunidades de todo tipo, con alta o baja diversidad, con dominancia o equitatividad, con estructura importante o mnima, con vida larga o efmera. La comunidad es la forma que toma la aso-ciacin de especies en un lugar, someti-da al azar en varios niveles: fl uctuaciones en el medio fsico (terrestre o acutico) que desorganizan, que aportan o drenan energa y nutrientes. Procesos azarosos en la composicin gentica de las pobla-ciones que derivan en el tiempo. Proce-sos estocsticos en las propias poblacio-nes que fl uctan, se extinguen o rein-troducen y pueden incorporarse nuevas como introducciones en la comunidad.

    La comunidad aumenta las posibili-dades de relacin favorable entre las es-pecies presentes y de algn modo tiende a consolidarla, a hacerla sostenible. Algu-nas especies compiten entre s por cier-tos recursos (luz entre las fotosintticas, nutrientes o agua del suelo entre las ra-ces de las plantas vasculares, partculas orgnicas entre descomponedores). En-tre otros pares o grupos de especies se es-tablecen relaciones mutualistas que favo-recen recprocamente la supervivencia. En diferentes fases las relaciones pueden cambiar de signo pasando de antagonis-mo a neutralidad o a mutualismo.

    Todo parece sugerir que la biosfera, desde sus inicios, ha posedo la tendencia diversifi cadora y que las especies han ju-

    gado a formar parte de distintas redes en el marco de sucesivas comunidades que, fi nalmente desaparecen. Comunidades, especies e individuos son contingentes pero sus combinaciones mantienen a la Vida. Han superando las crisis ambien-tales planetarias que han supuesto con-vulsiones de la diversidad: la colisin con cuerpos celestes, los cambios profundos de clima causados por la precesin te-rrestre y los ciclos solares, los periodos de vulcanismo intenso. Otros cambios han sido regionales pero muy importantes como las fl uctuaciones del nivel oce-nico, la desecacin y rellenado del Mar Mediterrneo o del Mar Negro, la frag-mentacin y soldadura de las masas con-tinentales o las orogenias causadas por la dinmica de placas. Cada crisis produjo extinciones y modifi c la distribucin de los ambientes planetarios. Las comuni-dades supervivientes reconstruyeron las redes y la evolucin produjo intensas ra-diaciones de organismos reformando la biosfera y su diversidad.

    Entre las convulsiones planetarias hay una contempornea que se intensi-fi ca: la humanizacin de la biosfera. Su impacto han sugerido denominarla la sexta Extincin o la colisin del Meteo-rito humano.

    La emergencia del grupo humano es antigua pero sus efectos durante el Pleis-toceno no han sobrepasado el mbito lo-cal y sus huellas se han borrado con los cambios climticos del periodo. Sin em-bargo a mediados del presente intergla-ciar, hace unos 10.000 aos, hacen su aparicin en el nivel cultural epipaleolti-co las culturas neolticas en Europa, Sur de Asia y meso-Amrica, convirtindose en agentes de cambio de la biosfera y mo-duladores de la diversidad biolgica.

    La seleccin de cultivares y razas des-emboca en la creacin de organismos nuevos, inditos, que se desenvuelven fcilmente junto a los humanos y van a convertirse, a su vez, en agentes de

    cambio ecolgico. Otra faceta humana, el deseo de viajar ms all de lo cono-cido, ha extendido la especie sobre los continentes. Los humanos han migrado llevando especies totemizadas, especies nuevas como el perro, plantas de cultivo y ganados. En cada nueva rea de asenta-mientos neolticos se realizaron procesos de hibridacin y seleccin y tuvo lugar la creacin de razas nuevas, la domestica-cin de elementos locales y la profunda transformacin de las comunidades na-turales. Especies silvestres asociadas a los cultivos y especies zocoras que via-jan con los animales van a seguir a los humanos en un proceso milenario que enriquece la diversidad de los emplaza-mientos. La navegacin otorg la ubicui-dad alcanzando cualquier tierra fi rme y atravesando las mayores masas de agua.

    El resultado durante el Holoceno ha sido un considerable incremento de la biodiversidad (gentica, de las comuni-dades) en latitudes medias de los conti-nentes. Es cierto que algunas especies han desaparecido ante la presencia hu-mana, especialmente en las islas y que otras han sufrido extinciones locales, suprimidas sus poblaciones de los entor-nos humanizados. Pero el efecto global de la expansin humana ha sido un gran impulso a la diversidad, generando razas e introduciendo especies silvestres en nuevas reas. El cambio se ha hecho ms intenso al aumentar el arqueo de los bu-ques permitiendo grandes movimientos humanos y el transporte de mercancas entre continentes. Con la mquina de va-por se inician las mquinas trmicas que defi nitivamente impulsan la voluntad humana de intervencin y al cabo, sern causa del cambio climtico.

    Las prdidas de diversidad local se han acentuado con las extinciones debidas a perturbacin al expandirse cultivos, las reas urbanas e industria-les y talarse los bosques. A la par se ha impulsado la diversidad introduciendo

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  • especies nuevas voluntariamente por su atractivo esttico o en forma accidental. El comercio mundial de fl ores y planta viva junto al de fruta fresca mantiene una conexin intercontinental favorable a los organismos vivos. La acuariofi lia, la pes-ca deportiva, la jardinera y la demanda de animales de compaa han favorecido la liberacin accidental de organismos silvestres.

    Las especies terrestres procedentes en un continente ensayan en otros su in-sercin en las comunidades locales, a ve-ces con xito. Los organismos acuticos continentales pueden viajar sobre la in-franqueable barrera ocenica en el agua de lastre de los buques entre puertos fl uviales. Las especies subtropicales de aves, el arbolado y las plantas con fl ores o las mezclas de csped prosperan en los jardines y parques urbanos de cualquier continente distinto al suyo. El proyecto DAISIE ha inventariado en 2008 en Europa (incluida la Rusia europea) las especies introducidas en algn pas. Su-ponen 10.961, dominadas por 6.630 plantas vasculares, 2.423 invertebrados terrestres, 1.000 invertebrados marinos y unos 500 acuticos continentales. En Espaa se registraron 1.531 especies (658 en Canarias y 411 en Baleares) que representan la mitad de las regis-tradas en Gran Bretaa, que con 3.017 especies es el territorio ms invadido. En el tramo bajo del ro Guadalquivir la ma-yora de las especies de peces presentes son introducidas y al menos una (el es-turin o sollo) se ha extinguido. En el ro Tajo en el tramo correspondiente al Par-que Nacional del Montfrage, aproxima-damente cada 5 aos, se introduce una especie extica de pez. El mejilln cebra, originario del Mar Caspio, ha consegui-do instalarse en el ro Ebro. Los parques urbanos y los jardines, especialmente en la Espaa mediterrnea, se van coloni-zando por aves tropicales o subtropicales como cotorras, loritos, gatingas, estrildas

    y por plagas que han superado los con-troles poco rigurosos, como el curculi-nido picudo rojo que ataca las palmeras. En los parques la mayor parte de las es-pecies plantadas son exticas. Especies fl otantes de origen tropical (Eichornia, Trapa, Salvinia, Azolla, Pistia) sobrevi-ven los inviernos poco rigurosos de nues-tras aguas continentales y se expanden en verano por canales y embalses.

    La ingeniera gentica de los cultivos ha creado una cantidad formidable de microorganismos. La propia actividad humana aadiendo a los medios natu-rales sustancias nuevas o naturalmente muy escasas crea condiciones para la seleccin de microorganismos y el en-samblaje de comunidades inditas en medios humanizados: viviendas, alcan-tarillado, equipos de aire acondicionado e instalaciones industriales y en el propio organismo humano. Los medicamentos seleccionan cepas resistentes de patge-nos y comensales y las ciudades se com-portan como distribuidores de las nuevas estirpes entre la poblacin humana. Una expansin de la diversidad microbiana, particularmente adversa.

    Otros procesos humanos son desfa-vorables para los organismos silvestres y causan extinciones. Perturbacin y deforestacin, contaminacin de suelos y acuferos, eutrofi zacin de ros, lagos y mares, sobreexplotacin pesquera y so-bre todos ellos, como una infraestructu-ra planetaria que se deforma, el cambio climtico.

    Las especies con poblaciones peque-as y espacios confi nados, son ms lbi-les y su extincin planetaria se incremen-tar. El caso comn, con repercusiones mayores en la diversidad, es la rarifi ca-cin y la extincin local. Desaparecen las poblaciones silvestres de amplios terri-torios y se resienten las comunidades de las que formaban parte. En unos casos, como en la alta montaa, el proceso tie-ne races climticas, reducindose cada

    ao el medio disponible. En otros casos es la intervencin humana directa (per-turbacin, ocupacin, fragmentacin del espacio y de los ros). Tambin el cambio tecnolgico en un proceso que bloquea recursos antes disponibles, como el em-pleo del plstico agrcola y los inverna-deros o el de herbicidas en los cultivos, carreteras, jardines e instalaciones in-dustriales. Ignoramos el alcance que ten-dr para los organismos acuticos la pre-sencia de medicamentos y tensioactivos en las aguas residuales depuradas que se vierten a la red de drenaje en concentra-ciones con actividad biolgica. Los acci-dentes de minera, industria y transporte aumentan de escala con el incremento de las instalaciones y sus repercusiones en la diversidad alcanzan ya el mbito regional. La ms reciente, el vertido de petrleo de un pozo de la compaa BP en el Golfo de Mxico durante 2010, se har sentir durante dcadas. Las tasas de extincin actuales son mucho mas ele-vadas que las tradicionales, en torno a 1500 veces mayores, aunque la cifra no refl eja el vaciado de especies silvestres que tiene lugar en las regiones muy ur-banizadas. En Europa ha desaparecido el 20% de las especies de aves entre 1990 y 1996 y otro 4-5% hasta 2005.

    Desde los albores neolticos a la re-volucin industrial la actividad humana increment la diversidad biolgica pla-netaria a todos los niveles. Con la revo-lucin industrial se aceleran los procesos de introduccin de especies en nuevas reas pero tambin las extinciones lo-cales por deforestacin, roturacin para cultivo, expansin urbana y sobreexplo-tacin de recursos.

    A lo largo del siglo XX el comer-cio multiplica las introducciones y la seleccin agrcola y ganadera que con la microbiana aumentan la diversidad de organismos y su presencia en todo el globo. En latitudes medias se instala una cohorte de especies y animales silvestres,

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  • tambin de microorganismos, que con-viven fcilmente con los humanos en los medios urbanos, parques, jardines e in-fraestructuras. Las comunidades se refor-mulan incorporando a las especies intro-ducidas y prescindiendo en sus redes de las extinciones locales, para seguir man-tenindose bajo el clima sobrevenido.

    Simultneamente adquiere dimen-sin importante el abatimiento de la diversidad con extinciones locales gene-ralizadas y sobreexplotacin de ocanos, bosques y alteracin de las aguas conti-nentales. El enorme consumo de com-bustibles fsiles desencadena el cambio climtico, de efectos apenas sospecha-dos, pero que se ha dejado sentir en la diversidad. En retirada se baten las es-pecies sensibles, muchas destacadas por nuestra cultura tradicional. Los paisajes rurales abandonados o intensifi cados y bajo un clima nuevo, se remodelan y la trama cultural heredada cede ante la mo-notona y pobreza del cultivo tecnolgico

    que deja apenas espacio para comunida-des silvestres. La tecnologa agraria ha concentrado sus esfuerzos en pocas es-pecies, apenas 150 de las 7.000 cultiva-das poseen importancia econmica y de ellas 12 suman el 75% de la produccin mundial. Las variedades comerciales, enriquecidas por transgnicos generan una forma de diversidad en expansin. Sin embargo la mayor parte del legado agrcola con centenares de miles de va-riedades de plantas y razas de animales, se extingue. La diversidad de cultivares y razas sufre tasas de extincin muy supe-riores a las especies silvestres.

    La biodiversidad, como expresin de la cambiante composicin de los sis-temas ecolgicos, se sostendr en trmi-nos semejantes a los actuales. Pero como imagen fi ja de la composicin actual de nuestras comunidades, no es sostenible.

    Los espacios protegidos son un in-tento voluntarista de conservar el legado de poblaciones, comunidades y paisajes.

    Propsito inviable porque no hay modo de impedir las introducciones que ter-minaran por convertirse en seas de identidad del espacio protegido. La tec-nologa de la conservacin si permitir conservar cualquiera de las especies ori-ginales y, hasta cierto grado, sus comu-nidades. Incluso desarrollar una aproxi-macin a los antiguos paisajes, que sea visualmente satisfactoria.

    Afortunadamente otro proceso so-cial se desenvuelve a la par. Las personas y sus generaciones conocemos apenas una facies de la biosfera y slo aspira-mos a conservar algo de lo que hemos disfrutado. En realidad slo barrunta-mos cmo era antes y qu diversidad, textura, aspecto, poda tener el mundo natural. Las futuras generaciones disfru-taran de nuevas comunidades. Agrade-cern nuestros esfuerzos para mantener el legado de especies y enclaves protegi-dos y los testimonios de la biodiversidad con la que convivimos.

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    Nigella. Foto: Ana Retamero

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    Fig. 3. Las sierras bticas fuente de endemismos. Foto: F.Casimiro-Soriguer

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    Lo primero que mi maestro, E. Fernn-dez Galiano, me ense, cuando decid dedicarme a la botnica, fue que lo que no se conoce no existe y lo que no existe no se puede estudiar ni proteger. Una planta que no est descrita y que no forma parte de una fl ora publicada es como si no existiera. Nunca formar parte de la literatura, nunca se sabr para que sirve y cual es su papel en la naturaleza, nunca ser protegida y nunca formar parte de la ciencia. Los botnicos en general y los taxonomistas en particular tenemos, entre otras, la misin de detectar estas plantas y ponerlas en los medios de di-vulgacin cientfi ca con un nombre correc-to. Los sistemticos las ubicarn en su lu-gar adecuado en el complejo organigrama

    de la diversidad vegetal, indicando a que familias pertenecen y con que grupos estn relacionadas fi logenticamente. Si alguna vez esta especie desaparece de la naturale-za al menos sabremos, por las fl oras y las colecciones cientfi cas, que una vez existi.

    En el ao 1980 descubr y describ para la ciencia una nueva especie. Se trataba de un brezo endmico ibrico que se localiza fundamentalmente en la franja pirtica de la comarca del Andvalo (Huelva), aparen-temente un mal sitio para hacerlo. Es una planta vistosa en porte y en fl oracin, pero hasta ese ao nadie haba reparado en ella, no exista para la ciencia. Esta especie, una vez descrita, se ha convertido en el objeto el deseo de muchos investigadores. Varias

    Conocer la diversidad biolgica: La Flora Vascular de AndalucaBaltasar Cabezudo ArteroCatedrtico de Botnica. Universidad de Mlaga. Presidente de la Junta Rectora del Parque Natural de la Sierra de las Nieves

    Campanula cabezudoi. Descrita en 2007. (Foto: M. Becerra)

    LaBiodiversidad

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    tesis doctorales, varios proyectos de in-vestigacin, centenares de artculos y cerca de 13.000 entradas en los bus-cadores de internet. Cuantas especies estaran en el limbo de la ciencia sin los estudios bsicos sobre diversidad vegetal que constantemente realizamos los bo-tnicos!. La especie en cuestin es Erica andevalensis descrita por Cabezudo y Ri-vera, y es en la actualidad un modelo en los estudios de adaptacin de plantas a condiciones ecolgicas extremas.

    Se necesita mucha experiencia y am-plios conocimientos para tener la capaci-dad de detectar una especie nueva para la ciencia y para elaborar la fl ora de un territorio tan amplio y diverso como An-daluca. Los conocimientos botnicos, a diferencia de otras ciencias, son acumu-lativos, y aparecen de forma permanente en los libros, las revistas especializadas y las colecciones cientfi cas (herbarios), y temporalmente en la memoria de los bo-tnicos y botanfi los. Ningn dato es su-perfl uo, todos sirven para ir conociendo cada vez mejor la diversidad vegetal de un territorio y el funcionamiento de las especies y comunidades. Existen espe-

    cies conocidas desde los primeros textos escritos hace miles de aos, y otras que se extinguirn sin haber sido nunca des-critas y aunque existen en la naturaleza, nunca existirn para la ciencia.

    Andaluca es ambientalmente muy heterognea. Esta heterogeneidad viene determinada por la diversidad de los re-gmenes de lluvia y de temperatura, de

    la orogrfi ca, de la geolgica y edafolgi-ca y de los usos del suelo. La mezcla de todas estas condiciones ha originado un mosaico de paisajes que no tiene paran-gn en el resto del Mediterrneo. Pode-mos destacar la Sierra de Aracena, ma-rismas y dunas de Doana, Sierra Norte de Sevilla, Sierras de Algeciras, Serrana de Ronda, Sierra Almijara, campia cor-dobesa, ro Guadalquivir, Sierra Nevada, Sierra de Cazorla, desierto de Tabernas, Cabo de Gata, acantilados y dunas litora-les, ros y humedales, etc. Cada uno de estos lugares aportan paisajes nicos con sus especies caractersticas, sus endemis-mos, sus rarezas, sus especies relcticas, sus comunidades vegetales, sus hbitats, sus recursos naturales, sus aprovecha-mientos ganaderos y agrcolas, su cultu-ra, su arquitectura y sus habitantes.

    En el ao 1970 nuestros alumnos andaluces de botnica utilizaban para identifi car la diversidad vegetal una pe-quea fl ora francesa. Ante lo ilgico de tal situacin un grupo de botnicos nos propusimos estudiar la diversidad ve-getal de Andaluca y publicar una fl ora til para estudiantes, bilogos, afi ciona-dos, administracin, etc. La metodologa

    Abies pinsapo. Especie emblemtica andaluza. Foto: A. V. Prez Latorre.

    Erica andevalensis. Mal sitio para vivir. Foto: M. J. Garca.

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    para hacer una buena fl ora es sencilla, pero la tarea era ardua dada la comple-jidad del territorio y la cantidad de espe-cies previstas. Algunos de nosotros nos dedicamos a ser recolectores e identifi ca-dores de plantas y comunidades vegeta-les, para ello durante muchos aos nos dedicamos a recorrer todo el territorio,

    observando y obteniendo informacin muy diversa sobre las plantas. Otros, menos afortunados, se dedicaron, uti-lizando las tcnicas mas sofi sticadas, al estudio taxonmico de gneros confl ic-tivos. Entre los primeros recuerdo a E. Ruiz de Clavijo, S. Silvestre, A. E Salvo, J. Rivera, M. Cueto, C. Morales, A. Apa-ricio y F. Mota y muchos otros Entre los ltimos no puedo olvidarme de S. Tala-vera, E. Domnguez, J. Devesa, G. Blan-ca, B. Valds, etc., con los que compart muchas horas de campo y de laboratorio La magnitud de datos acumulados en los primeros aos nos hizo terminar y publi-car en el ao 1987 la Flora Vascular de Andaluca Occidental y posteriormente, en el ao 2009, la Flora Vascular de Andaluca Oriental. Esta ltima, por su diversidad, mas complicada que la pri-mera. Ambas fl oras han sido modelos de trabajos bien hechos a nivel nacional y europeo.

    Un botnico nunca olvidar las miles de horas dedicadas a explorar el terri-torio, ni el placer de describir especies nuevas para la ciencia y para Andaluca. El botnico que olvida estas sensaciones y piensa que su investigacin es solo tra-bajo est perdido, lo mejor que puede hacer es dedicarse a otros quehaceres.

    La biodiversidad ha sido una de las palabras mas manoseadas de los ltimos aos. Todo el mundo la pronuncia pero pocos saben que signifi ca y que impor-tancia tiene para el desarrollo de nuestra especie. Todos la utilizan, pero pocos se comprometen con su estudio y su con-servacin. Todos presumen de ella, pero pocos conceden importancia a los profe-sionales que se dedican a su estudio y a la proteccin de las colecciones cientfi cas que estos generan.

    La fl ora de un territorio siempre es una obra inacabada. Desde el mismo da de su publicacin ya empieza a quedar anticuada. Una fl ora no puede ser una foto fi ja de la diversidad vegetal de un

    territorio. Si algo es consustancial con la biodiversidad es el concepto de cambio permanente. Cambios inducidos por el cambio global, por la diversa utilizacin del territorio, por la incorporacin cons-tante de especies alctonas y por la pre-sin selectiva de la propia variabilidad en el seno de una especie. Si incorporamos los estudios paleobotnicos a la diversi-dad de un territorio, veremos que, lo que hoy consideramos como especies autc-tonas, no existan hace algunos miles de aos. Las especies autctonas del presen-te fueron las especies invasoras del pasa-do. Las especies invasoras actuales sern las especies autctonas del futuro. Como repite mi colega C. M. Herrera toda la biodiversidad es emigrante en constan-te periodo de regulacin. Cuando una especie vegetal tiene problemas de su-pervivencia en un espacio determinado tiene tres soluciones: extinguirse, trans-formarse en otra especie mejor adaptada aprovechando su propia variabilidad o emigrar a territorios con ms oportuni-dades Este es el resumen de la historia de la diversidad vegetal en Andaluca: extincin, transformacin o emigracin. Pero siempre que una especie se extin-gue o emigra otra ocupa su lugar.

    En la naturaleza andaluza no exis-te el equilibrio natural ni la vegetacin

    Centaurea lainzii. Endemismo andaluz. Foto: M. Becerra

    Scrophularia arguta. Rarsima especie andaluza Foto: A. V. Prez Latorre

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    natural. Los cambios siempre indu-cen ms cambios. Lo natural, a escala geolgica, no existe. En los ltimos 15.000 aos el registro paleobotnico nos indica que en Andaluca se han re-gistrado 5 cambios signifi cativos en la composicin y en la estructura de las comunidades vegetales. Por este mo-tivo es mas cientfi co hablar de fl ora y vegetacin actual que natural. La Flora de Andaluca que hemos publicado es como una fotografa familiar hecha en una fecha concreta. La misma familia fotografi ada en fechas posteriores ya no es igual. Cuanto ms tiempo pase entre las fotografas mas diferencias veremos en la familia. Dentro de unos aos la Flora de Andaluca habr cambiado signifi cativamente.

    La diversidad mundial de las plan-tas vasculares se cifra en unas 300.000 especies. En Andaluca hemos locali-zado cerca de 4.000 especies de hele-chos, gimnospermas y angiospermas. De ellas un 10% se consideran endmi-cas del territorio andaluz, otro 10% se consideran, en la actualidad, amenaza-das y necesitadas urgentemente de pla-nes de conservacin y recuperacin. En los herbarios andaluces se encuentran depositados cerca de 500.000 testi-monios de nuestra diversidad vegetal, testimonios bsicos para el estudio de la distribucin, fenologa y variabilidad de especies, poblaciones e individuos. La administracin tiene la obligacin de conservar este patrimonio natural en forma de colecciones cientfi cas.

    Dos botnicos en busca de autor

    Flora Vascular de Andaluca Occidental

  • Una fl ora es la parte ms meditica de los conocimientos botnicos, la que todos los estudiantes y botanfi los utilizan. Los objetivos bsicos de una fl ora son que las especies tengan un nombre correcto, una descripcin, generalmente fi jista, que por lo general no reproduce fi elmen-te la variabilidad real de la especie, unas claves fciles de utilizar y una aproxima-cin a su rea de distribucin en el terri-torio objeto de la fl ora. Pero en los tras-tienda de una fl ora existen otros datos tan importantes como los anteriormente expuestos: la fenologa o fases activas de todos sus rganos (yemas, fl ores, frutos, hojas y ramas), las adaptaciones morfo-lgicas de estos rganos a la variabilidad ambiental, los enigmticos sistemas de reproduccin que cada especie tiene (po-linizacin, fecundacin, maduracin de frutos, semillas y esporas), los curiosos y trascendentales sistemas de dispersin (viento, animales, agua, autodispersin), la capacidad de formar bancos de se-millas en el tiempo y e