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Revista Cánovas nº6 enero 2014

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Revista digital de pensamiento político, económico y social. Nº6. Enero 2014. Edita: Cánovas Fundación.

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2014

2 digital Cánovas

Edita: Cánovas Fundación

Presidente

Joaquín L. Ramírez Rodríguez

Secretario General

Miguel Ángel Ruiz Ortiz

Digital Cánovas

ISSN: 2255-5900

Nº6. Málaga. Enero 2014

Dirección

Francisco M. Castillo Medina

Guillermo Díaz Gómez

Diseño y Maquetación

Rosa López Campos

NOTA: Cánovas Fundación no comparte necesariamente las opiniones expresadas por los diferentes autores.

[email protected]

www.canovasfundacion.com

@CanovasFundac

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ÍNDICE

Orgullo

Joaquín L. Ramírez 4

La vida se abre camino

Salvador Merino 6

Los cráneos deformados

Cristóbal Villalobos 8

Alcántara es lo que nos queda

Francisco J. Cristófol 10

Parotdia

Pablo Sánchez 12

Transparencia

Juan José Archilla 14

Hanna Arendt

Guillermo Díaz 15

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Orgullo

por Joaquin L. Ramírez

@JoaquinRamirez

La historia reciente del País Vasco,

de su sociedad y formas de convivencia,

está llena de héroes, unos vivos y muchos

desgraciadamente muertos. Ahora bien,

los héroes y las víctimas no solo se

originan o lo son en suelo vasco, sino a lo

largo de todo el territorio de España. Y

esto, ya sea porque los secuestrados,

torturados, asesinados o gravemente

heridos, fueron agredidos dentro o fuera de

la Comunidad Autónoma Vasca. El terrible

dolor de los tiros y las bombas a cargo de

un grupo asesino y sistemáticamente

mafioso, que siempre ha reivindicado una

causa inexplicable, está vivo y aún tiene

que pasar mucho tiempo y muchos

acontecimientos para que la sangre

arrancada duela más remotamente. Así

que pasen mucha paz y muchos años.

Sin la más mínima concesión, hay

que decir alto y claro que la existencia de

ETA nunca ha estado justificada ni siquiera

mínimamente. Matar inocentes,

directamente o de modo “colateral”, nunca

está sujeto a atenuantes ni eximentes

desde un punto de vista humano o social.

La magnanimidad con que se quieren

interpretar algunos hechos del pasado que

tuvieron la muerte como objetivo y

resultado solo es mala literatura. Hay una

responsabilidad terrible que nunca

desaparecerá en los asesinos, más allá de

cumplir la pena de prisión. El reproche

penal tiene unos cauces y un resultado

siempre menor que el infinito daño

causado y éste no desaparece por más

que técnicamente se haya pagado la

factura legal.

En España no hay pena de muerte

ni prisión perpetua. Así, con las

controversias que sean, en la calle acaban

hasta los responsables de los más

abyectos o numerosos crímenes. Sin

entrar a valorar que así deba o no deba

ser, una vez en libertad el asesino, el

original causante de males terribles, nunca

deja de serlo. Sería bueno que lo

entendamos por fin. Se puede estar en

libertad y ejercer los derechos civiles que

nuestra democracia reconoce a todos, pero

no se puede convalidar el mal que se ha

hecho. Por mucho que unos criminales

jaleen a otros o entre sí, por mucho que

insistan en manchar la denominación de

“gudari”, auto adjudicándose esa categoría

de forma indigna, solo tienen en su haber

un pasado truculento y vergonzoso cuyo

comprensible deseo de olvidar no puede

convertirse en descaro y causa de aún

más dolor a los que tanto daño han hecho.

La habitual confusión que nuestra

condición humana y su débil fragilidad

produce puede dar lugar a que algunos

desconcertados individuos quieran pensar

que los que lloran por su familia se

encuentran en una posición política

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determinada. Las víctimas no son ultra

nada, ni conservadores o progresistas ni

otra cosa, son víctimas. Respetarlas es

tener dignidad, es tener un mínimo de

respeto por nosotros mismos. Tener

vergüenza, se diría coloquialmente. Se

pueden tener posiciones políticas muy

variadas dentro de un sistema democrático

como el nuestro sin atropellar de ningún

modo la dignidad de las víctimas del terror.

Las víctimas de la banda criminal –siempre

criminal- ETA, esa cuya sola mención nos

llena de asco, desprecio e invariable dolor.

La terrible reunión y foto de Durango –en

un antiguo matadero- es la prueba de la

existencia de una enfermedad que se

niega atrozmente a ser reconocida.

Mención especial merece el periodista

Caque Minuesa, un demócrata que allí

clamó en el desierto e hizo que nos

enorgulleciéramos de ser ciudadanos

dignos.

Esto no ha terminado. No se puede

borrar la sangre indeleble. Por eso mostrar

comprensión a lo incomprensible solo

puede venir envuelto en el miedo o en la

falta de escrúpulos de aquellos que

quieren rentabilizar la defensa de los

intereses de los más indeseables. Escritas

quedan las palabras de algunos concejales

del PSE criticando los registros llevados a

cabo en Hernani (Guipúzcoa), Bilbao y San

Sebastián y la detención de ocho

presuntos etarras y su posterior apoyo a

una moción de condena contra la

operación. Escrito queda el monólogo del

portavoz del PNV con doble y triple

lenguaje sobre “la normalización de país”.

Suma y sigue también el Partido

Nacionalista Vasco con la convocatoria de

una manifestación alternativa a la prohibida

anteriormente, para burlar la ley. Un

partido que se dice democrático no puede

defender criminales ni aliarse con ellos, ni

mucho menos oponerse al cumplimiento

de las leyes o a que se persiga a los que la

infringen. Dar la espalda al Estado de

Derecho nunca tiene justificación por muy

hábil que se sea en el uso de argumentos

sinuosos y equívocos de patológica

autoafirmación. Ya está bien de mentiras

navegando por el lenguaje para ganar el

poder de un terruño inflado a diferencias

sintéticas.

La mentira, la hipocresía, la

democracia mal entendida, la ignorancia y

la falsa progresía no son los mejores

parámetros para facilitar la convivencia

pacífica de la gente ni preservar sus justos

derechos. La estafa moral de quienes

sientan a su mesa a los agresores tendrá

siempre a la larga una recompensa

indeseable. Un gran error de cálculo

ignorar nuestro orgullo.

Joaquin L. Ramírez es Abogado,

Senador y Presidente de Cánovas Fundación.

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La vida se abre camino

por Salvador Merino Córdoba

@smerinocordoba

Con esta frase que aparece en el

título culmina uno de los más interesantes

diálogos sobre el milagro de la vida

recogido en el cine. Mi colega filmográfico,

el Doctor en Matemáticas Ian Malcolm,

protagonizado por el actor Jeff Goldblum

en la película Parque Jurásico, realiza la

siguiente reflexión sobre la imposición de

un control absoluto de la natalidad:

“El tipo de control al que usted

aspira no es del todo posible. Si algo nos

ha enseñado la historia de la evolución es

que la vida no puede contenerse, la vida se

libera, se extiende a través de nuevos

territorios y rompe las barreras

dolorosamente, incluso peligrosamente.

Pero así es.” Le cuestionan: “¿Quiere decir

que un grupo formado únicamente por

animales hembra puede procrear?”, y

concluye “No, digo sencillamente que la

vida se abre camino”.

En estos tiempos en que se debate

sobre los límites de aplicación de las

técnicas abortivas, a veces conviene

recordar el sorprendente proceso que nos

permite crear una nueva vida. Como

científico siempre ha habido cosas que, a

pesar de conocer su origen, me han

parecido realmente fascinantes. Entre ellas

suelo recordar la impresión que me causa

ver despegar un avión del suelo, gracias al

mayor empuje de las fuerzas contrarias a

la gravedad, o la inigualable capacidad del

músico para crear, sentir e interpretar una

armonía. Pero ninguna de ellas me

sorprende tanto como nuestra capacidad

inherente para multiplicarnos. Tan solo dos

pequeñas células que se encuentran e

inmediatamente comienzan a repetirse una

y otra vez, especializándose en diferentes

órganos con el único fin de replicar un

nuevo ser humano, ¿y algún ignorante

todavía tiene dudas sobre cuando

comienza la vida?

Pero nuestra sociedad siempre ve

más fácil crear leyes e imponer plazos y

normas que tratar de entender el curioso

fenómeno de la reproducción. La mayoría

de las personas que tienen hijos lo hacen

desde la libertad y el deseo de compartir

con su pareja ese nuevo y maravilloso

tesoro. Por tanto esas frases unilaterales

de “yo hago con mi cuerpo lo que quiero” o

“aborto porque me sale del co…” reflejan

un egoísmo intrínseco, alejado de esa

decisión de dos personas que quieren

libremente crear una nueva vida, y tratan

de minusvalorar las únicas e irrepetibles

características inherentes a cada nuevo

ser.

Evidentemente, todas estas

diferencias de pareceres surgen en

aquellas sociedades que no han sabido o

querido resolver una cuestión previa y

crucial: la elaboración de normas ágiles

sobre adopción de niños que permitan que

cualquier persona, desde su nacimiento,

vea su vida acompañada por una familia

que le facilite su pleno desarrollo humano y

social.

Y todos sabemos que es ahí dónde

está el quid de la cuestión. Muchos

embarazos no deseados o inesperados, si

los valorásemos desde el punto de vista de

la vida que se abre camino, serían fáciles

de llevar a término a partir de normas que

facilitaran la adopción por parte de las

muchas parejas que no logran concebir un

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hijo. Pero, a pesar de todo, sacrificamos a

través de la ley a muchos niños a vivir

permanentemente en acogida y a nunca

ser definitivamente adoptados. ¿Qué

podrán pensar esos niños españoles al ver

cómo otros muchos de lejanos países

pueden ser adoptados aquí y ellos no?

Pero vivimos en la hipocresía permanente

y somos capaces de decir que, si se

cambian las leyes, “sólo podrán abortar los

ricos viajando a otros países” mientras

aceptamos desde hace muchos años que

solo aquellos capaces de hacer frente a un

tremendo desembolso económico pueden

viajar al extranjero a adoptar un hijo, ante

la imposibilidad de las actuales leyes para

hacerlo en España.

Cuando uno se para a leer las

condiciones de adopción que se exigen

actualmente en nuestro país solo queda

preguntarse: ¿Habrían pasado mis padres

el examen de este incontable número de

obligaciones?, es más, uno llega a pensar

¿cumplimos en casa todas estas increíbles

y leoninas condiciones con nuestros hijos?

Sólo les enuncio algunas de ellas para que

podamos interrogarnos si todo ello se lo

plantea siempre una familia a la hora de

tener un nuevo hijo: “Disponer de la

suficiente capacidad afectiva”, “Estabilidad

familiar y madurez emocional de los

solicitantes”, “Aceptación por parte del

resto de las personas que convivan con

ellos”, “Habilidades personales para

abordar las situaciones nuevas que se

puedan producir como consecuencia de la

relación con el menor”, “Apoyo social que

puedan recibir por parte de la familia

extensa u otros”, “Disponibilidad de tiempo

para la educación y cuidado del menor”,

“La disposición de medios de vida estables

y suficientes”, “Nivel de integración social

de la familia”, etc. Y además, si alguna de

ellas se modificase en el tiempo se

paralizaría el proceso de adopción. Pero,

no contentos con todo ello, nuestro

interminable listado de condiciones para la

adopción se ve “enriquecido” con otro

sinfín de disposiciones autonómicas que

ilustran una miserable competición para

ver que Comunidad hace más difícil, si no

imposible, la reglamentación final. Porque,

aunque el espíritu de la ley quiere

convencernos de que todo ello se hace

para proteger al menor, la sensación ante

el incontable número de obstáculos es tal

que parece querer defender a la sociedad

del pobre menor abandonado.

Por último debemos reflexionar

acerca del continuo descenso de la

natalidad que vivimos. Cualquiera que sea

capaz de mirar a un futuro, no demasiado

lejano, sabe que la estabilidad social de un

país envejecido es insostenible. No ya solo

por la imposibilidad de soportar el sistema

de pensiones, sino por la incapacidad de

mantener las infraestructuras técnicas y

humanas, el descenso de la creatividad, la

falta de renovación institucional, industrial

o administrativa, el colapso sanitario, etc.

Pero este problema quizás no llegue a ser

tan grave porque, al igual que los vasos

comunicantes, las futuras migraciones

facilitarán el rejuvenecimiento poblacional,

siempre que seamos capaces de promover

unas condiciones dignas de empleo y vida

y exigir a cambio el cumplimiento de las

leyes y la contribución fiscal al

mantenimiento de toda la sociedad.

Salvador Merino Córdoba es Doctor

en Matemática Aplicada y Profesor Titular de la

Universidad de Málaga y de la UNED.

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Los cráneos deformados

por Cristóbal Villalobos Salas

@cristobalvs

El diez de marzo de 1948 Agustín

de Foxá publicaba un artículo en su

periódico de toda la vida, “ABC”, titulado

“Los cráneos deformados”, que le valdría el

premio Mariano de Cavia, el galardón más

prestigioso que un columnista puede

obtener en España.

Por aquellos años, Foxá, quizás

más lúcido que nunca, e igual de hiriente

en sus artículos como había sido hasta

entonces, recorría Hispanoamérica merced

a sus compromisos como diplomático,

dictaba conferencias y mandaba al

periódico fantásticas columnas que hoy

han quedado en el olvido.

Una de ellas, la premiada, narraba

su visita a un museo americano, en el que

el director, amablemente, le hacía de

cicerone por las diferentes salas de la

institución. De entre la multitud de objetos

históricos, más o menos curiosos, una

serie de pequeños cráneos deformados,

llamó sobremanera la atención del escritor.

Los cráneos, explicaba el guía,

pertenecían a una antigua tribu indígena

que acostumbraba a ceñir con una cinta

las cabezas de los niños recién nacidos,

provocando, debido al propio crecimiento

natural de los infantes, importantes

malformaciones en sus cabezas. El

espectáculo, como se puede uno imaginar,

debía de ser aterrador.

Al igual que le pasaba a Camba,

otro genio del columnismo, Foxá

reconvertía todas sus experiencias vitales

en material para sus artículos, así que la

terrible estampa del museo americano

acabó por convertirse en una metáfora,

también terrible, que le valdría el Cavia,

retratando, a través de los cráneos, la

somnolencia de una España que casi nos

recuerda a la de estos días. Mucho ha

pasado desde ese franquismo gris teñido

de sangre de los años cuarenta y

cincuenta pero hoy, tristemente, podría

Foxá publicar el mismo artículo, quizás en

el mismo medio, y el texto seguiría estando

plenamente vigente.

Foxá era gordo, dandi y de

derechas, en una caricatura que él mismo

se hizo y que le permitía reírse de todos,

incluso de Franco, quedando a buen

resguardo. A este menester, el del cínico

que abate con su ingenio todo lo que se le

pone a tiro, contribuyó su pasado. En

aquella España pocos podían atreverse a

censurar a un hombre que había sido

amigo personal de José Antonio hasta el

punto de contribuir con unos versos, según

él mismo apuntó en “Madrid de corte a

checa”, a la letra del “Cara al sol”.

La cosa es que por aquellos

tiempos, del ardor juvenil del falangismo

primitivo, que como diría Umbral quizás

sólo fue, para los escritores del grupo de

Foxá (Ridruejo, Sánchez Mazas, Eugenio

Montes…) más que un mero romanticismo,

el Conde pasó a ejercitar su propia

ideología, que él mismo resumía con

mucha guasa: “Todas las revoluciones han

tenido como lema una trilogía: libertad,

igualdad, fraternidad fue de la Revolución

francesa; en mis años mozos yo me adherí

a la trilogía falangista que hablaba de

patria, pan y justicia. Ahora, instalado en

mi madurez, proclamo otra: café, copa y

puro.”

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Con el habano en la boca y la copa

en la mano se permitió el lujo, que no

todos podían permitirse, de criticar a la

dictadura de Franco, sólo que todos

pensaron, incluso después de ser

premiado el texto, que se trataba de una

crítica a la Rusia comunista. Nadie en su

sano juicio podía siquiera imaginarse que

alguien pudiera lanzar tan certeros dardos

al Régimen. Nadie lo dudó. Rusia era

culpable.

Comparaba el aristócrata a la tribu

indígena de los cráneos deformados con la

sociedad española, en la que se ponía, al

igual que hacían los indios, una cinta en

las cabezas de todos los ciudadanos para

que, desde su más tierna infancia, y con el

paso de los años, se fuese adaptando el

pensamiento de los individuos al molde

impuesto.

“Nuestra humanitaria civilización

también deforma los cráneos, pero lo hace

desde dentro”, los grandes trusts

periodísticos, la radio, el cine… acaban por

oprimir nuestras meninges y sofocan “el

lóbulo de la fantasía”. Al cuerpo se le ataca

con la violencia física, al alma de los

ciudadanos, y de los pueblos, con la

mentira. Es así como la repetición de una

mentira se convierte en una verdad

irrefutable si aquellos que la repiten

controlan la opinión pública.

Quién posee hoy la fuerza, decía

Foxá entonces, es el dueño de la

propaganda, el “Señor del Adjetivo”, que es

aquel que, al adjetivar, modifica y moldea

la realidad con unas simples palabras,

imponiendo con su omnímodo poder su

propia visión de la realidad y de la Historia.

No importa que un gobernante sea

justo, si el “Dueño del Adjetivo” lo califica

de tirano. Los crímenes más atroces pasan

a ser “justicia”, los guerrilleros pasan a ser

bandoleros, y el “Dueño del Adjetivo”

determina quién debe ser considerado un

héroe, “aunque a sus pies humeen las

ciudades”.

Hoy el “Dueño del Adjetivo” no es

un dictador, cuya maldad es fácilmente

identificable, ahora, por supuesto, sino que

reparte sus funciones en múltiples poderes

fácticos, a veces reconocibles y, en otras

ocasiones, ocultos a la mirada escrutadora

de la ciudadanía tras cortinas y oropeles

tapizados de pensamiento políticamente

correcto.

La España de ahora está tan

dormida como la de entonces, si bien el

monolitismo franquista se ha transformado

en una lucha de banderías, en la que los

ciudadanos comulgan con todo aquello

que “El Señor del Adjetivo” de cada

extremo les indique. Se consume una

verdad, intoxicada por unos sucios

intereses que ni siquiera alcanzamos a

imaginar, mientras apoyamos a unos o a

otros, porque, se supone, son los nuestros.

“Los quechuas deformaban el

cráneo, es decir, la cáscara del

pensamiento. Nuestro gusano corroe la

carne, la pulpa jugosa. Este gusano se

llama la mentira”, concluía Foxá. Mentiras

que hoy nos seguimos tragando, pues los

males de España son el producto de una

solitaria y sencilla ecuación: nos engañan,

juegan con nosotros, porque nuestra

incultura nos impide tener un pensamiento

crítico y, por tanto, libre.

Cristóbal Villalobos Salas es

Profesor, Escritor, Historiador y Crítico literario.

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10 digital Cánovas

Alcántara es lo que nos queda

por Francisco Javier Cristófol Rodríguez

@fjcristofol

El 10 de enero de 1928 nacía en

Málaga Manuel Alcántara, poeta y

columnista de opinión. El 9 de enero de

2014, 86 años después, el salón de actos

del rectorado de la Universidad de Málaga

se convertía en sede de un merecido

homenaje dentro de la jornada de

columnismo de opinión que se organizó en

la ciudad. Los encargados de glosar la

figura de Alcántara fueron Teodoro León

Gross, José Luis Garci, Juan Cruz, David

Gistau e Ignacio Camacho.

De aquella cita salieron

interesantes palabras tanto del

homenajeado, acerca de la vida y su vasta

e interesante obra, como de quienes

hablaron del último ‘ruanista’ que sigue

entre nosotros. Según León Gross, en su

obra El artículo de opinión (editorial Ariel,

1996), el periodo que se inicia en 1966 en

el periodismo español es un caldo de

cultivo del que nace una nueva generación

de articulistas cuyos puentes serán

Alcántara, Campmany y posteriormente

Francisco Umbral. La importancia de

Alcántara reside en ser nexo de unión con

dos importantes generaciones de

escritores en periódico.

Alcántara sigue dejando una

importante obra en el columnismo de

opinión que crece cada día en número y en

calidad. Para Ignacio Camacho, columnista

de ABC, el malagueño tiene dos grandes

rasgos literarios: “En primer lugar el

refinamiento en el estilo, la costilla del

humor, la fuerza de sus frases y una ironía

–que no llega a la sátira mordaz ni a la

mala leche española-. Esto hace de

Manolo el maestro de la sonrisa. El

segundo rasgo es su infinita piedad, un

sentido de la misericordia en el Alcántara

escritor. No hay acidez, es un escritor que

lleva 40 años escribiendo todos los días

sobre gente y nunca ha escarnecido a

nadie. Eso no significa que haya sido un

abrazafarolas o no haya hecho críticas. Él

siempre deja una salida, no cierra las

puertas ni es absolutamente categórico“.

Probablemente, Manuel Alcántara

sea el escritor en activo con más corpus

teórico relacionado con su obra. Además

de libros como El artículo literario. Manuel

Alcántara, coordinado por Teodoro León

Gross y Bernardo Gómez Calderón

(Servicio de Publicaciones de la

Universidad de Málaga, 2008), el

malagueño ha visto como se leían dos

tesis doctorales con sus columnas y sus

crónicas de boxeo como protagonistas. En

Consideraciones sobre el artículo de

opinión. El caso de Manuel Alcántara,

Teodoro León Gross estudia los

argumentos y la retórica del escritor

malagueño, destacando su ingenio y la

diferencia entre la definición de artículo de

opinión según la escuela norteamericana.

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La columna española es un género bien

distinto.

Por otra parte, Agustín Rivera

presentó en diciembre de 2012 su tesis

doctoral La prensa española

contemporánea: el caso de las crónicas de

boxeo de Manuel Alcántara en el diario

‘Marca’ (1967-1978), once años de

crónicas de la edad de oro del boxeo en

España. El propio Rivera afirma que

“Alcántara desarrolló en estas crónicas las

técnicas del nuevo periodismo

estadounidense que formuló Tom Wolfe”.

En ese sentido, siguiendo la senda

marcada por Rivera, el columnista de ABC

David Gistau hablaba de Alcántara en su

homenaje como un personaje “por el que

siempre he tenido predilección. Siempre

me han gustado los periodistas que

escribían en blanco y negro en una

redacción entre humo. Y él es lo más

cercano a eso que he conocido. Un

periodista al que el motorista de ‘Marca’ le

esperaba en una esquina del Palacio de

los Deportes y se lo llevaba para que

empezara a escribir… Viéndolo así, para

mí es un ideal tamizado por una forma muy

cinematográfica. Para nosotros Alcántara

es una conexión sentimental con un mundo

que fue más hermoso que el nuestro,

porque en él el columnista vivía de su

talento. Por eso no es un personaje

corriente, porque él ha convivido con

personalidades de una época en la que a

muchos nos hubiera gustado coincidir.

Hablar con Alcántara es para nosotros una

posibilidad de recordar una época que

tenemos idealizada”.

Este tercer artículo para la revista

de Cánovas Fundación se centra en la

figura de Manuel Alcántara. Si bien, los dos

primeros lo hicieron en el escritor murciano

Jaime Campmany, no quiero dejar pasar la

ocasión de recordar las conversaciones

con Conchita, la viuda de Campmany,

hablando sobre Alcántara. “Jaime y Manolo

eran muy amigos, eran casi de la misma

edad. Tenían una relación muy cercana y

eran como hermanos”. Quizá fue por eso

por lo que Campmany nunca quiso

separarse de Alcántara en lo profesional.

Cuando el murciano era director de la

revista Época el poeta malagueño fue una

de las primeras firmas con las que contó

para dar lustre y categoría a la nueva

revista que ponía en marcha.

En definitiva, la obra de Manuel

Alcántara sigue creciendo diariamente para

seguir uniendo generaciones de

columnistas: desde Ruano a Jabois; desde

Campmany a Camacho; desde Emilio

Romero a Antonio García Barbeito… Todo

ese Partenón que se construye

diariamente en la prensa española tiene

mucho que agradecer al maestro cantero,

a Manuel Alcántara. Salud y ginebra.

Francisco Javier Cristófol Rodríguez

es Profesor, Licenciado en Periodismo y Máster

en Marketing y Gestión Comercial.

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Parotdia

por Pablo Sánchez Molina

@PabloSMolina

Estaban a punto de cruzar un

puente colgante sobre un lago de lava. En

ese momento un ogro verde llamado Shrek

le dijo a Asno, su compañero de aventuras,

que mientras cruzaban despacito y con

buena letra él iba a estar a su lado dándole

apoyo moral. “¿De verdad?”, pregunto

Asno, y acto seguido respondió Shrek: “de

verdad de la buena”.

Teóricamente formamos parte de

una sociedad informada, dentro de la cual

la libertad de expresión e información

conforman dos herramientas esenciales en

la construcción de una sociedad

verdaderamente democrática. Por ello,

sorprende leer y escuchar afirmaciones

que se alejan de la verdad, desconozco si

voluntariamente o, simplemente, por

desconocimiento. A pesar de mi duda,

estoy seguro de que lo relativo a la

doctrina Parot se ha convertido en una

parodia, o mejor dicho, en una parotdia.

Antes de meterme en materia

quería mostrar mi repugnancia por todos

los asesinatos cometidos por la lacra del

terrorismo, así como por los delitos

perpetrados por aquellos que van a

beneficiarse de la masiva excarcelación.

Aun así, mi objetivo es realizar un análisis

sosegado exponiendo los entresijos

jurídicos de la sentencia de forma objetiva

y racional.

Todo conflicto tiene un origen, que

lo queramos ver es otro cantar. En este

caso es claro, la aplicación retroactiva de

una modificación en la forma en que se

contabilizan los beneficios penitenciarios, o

lo que es lo mismo su empleo a hechos

delictivos que tuvieron lugar con

anterioridad a la modificación. Antes de

dicho cambio, se reducía a los reos un día

de condena por dos de trabajo,

contabilizándose estos a partir del máximo

de cumplimiento penal (30 años). Según

jurisprudencia consolidada del Tribunal

Supremo dicho máximo pasaba a ser una

nueva pena independiente sobre la que se

aplicaban los beneficios legalmente

previstos. Con la Sentencia 197/06 el

propio Tribunal Supremo modificó su

interpretación estableciendo que el límite

de 30 años no constituía una nueva pena

y, por lo tanto, en el caso de que en la

condena concurrieran diferentes delitos

con diferentes penas para cada uno de

ellos, como ocurre en el presente caso, los

beneficios penitenciarios deberían de

descontarse respecto de cada pena

individualmente. La nueva interpretación

reduce considerablemente los beneficios,

que llegan a ser inexistentes en algunas

condenas como esta.

Centrándome en la sentencia del

Tribunal Europeo de Derechos Humanos

de Estrasburgo (TEDH), Inés del Rió fue

condenada por numerosos delitos que

superaban los 3000 años de prisión. A

pesar de ello nuestro Código Penal fijaba

un máximo de cumplimiento de 30 años. A

raíz del cambio jurisprudencial de 2006 y

tras un proceso en el que la condenada

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www.canovasfundacion.com 13 nº

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intentó que no se le aplicase la nueva

fórmula, su puesta en libertad se pospuso

del año 2008 (aplicando la regla anterior)

al 2017. Finalmente, tras la inadmisión del

asunto por el Tribunal Constitucional que

agotaba la jurisdicción nacional, la etarra

interpuso un recurso ante el TEDH.

En dicho recurso se alegó la

violación de los artículos 5.1, según el cual

nadie puede ser privado de libertad sin un

procedimiento fijado legalmente y 7 del

Convenio Europeo de Derechos Humanos

(CEDH) que impide la imposición de una

pena más grave a la aplicable en el

momento de cometerse el delito, dicho en

términos jurídicos, la imposibilidad de

aplicar penas retroactivas siempre que

sean menos favorables. Si fuese de otro

modo viviríamos en un estado en el que las

reglas no estarían fijadas de antemano, sin

seguridad jurídica. Éste fue uno de los

objetivos buscados por el CEDH, que entró

en vigor en el año 1950, cuya finalidad

principal era y es el aseguramiento de

ciertos derechos inherentes y comunes a

toda sociedad democrática.

Por su parte, el TEDH estimó la

demanda argumentando que cualquier

modificación legal o jurisprudencial que

introdujera retroactivamente una pena

superior a la establecida en el momento de

la comisión del hecho delictivo vulnera el

artículo 7 del Convenio. Y lo que es más

importante, el propio Tribunal se refirió a

que con la decisión que tomaba no se

estaba inmiscuyendo en la libertad de los

estados a la hora de cambiar su política

penal sino en la aplicación retroactiva de

estos. A su vez el Tribunal estima la

violación del artículo 5.1 CEDH al no ser

previsible el conocimiento de la duración

real de la pena impuesta como

consecuencia de dicho cambio

jurisprudencial.

Para finalizar, se pueden extraer

tres principales conclusiones. En primer

lugar, la decisión de Estrasburgo no

elimina la doctrina Parot, sino solamente

su aplicación retroactiva. En segundo

lugar, tampoco entra a valorar la idoneidad

del cambio de política de contabilización de

los beneficios penitenciarios, sino que

estos se ajusten a los mínimos legales que

se establecen en el CEDH para asegurar la

convivencia democrática. Y por último, es

una práctica demasiado habitual echar a

otros la culpa de los errores propios. Si no

hubiéramos tenido que esperar hasta el

año 1995 para contar con una legislación

penal restrictiva con una serie de delitos

especialmente dañinos socialmente como

es este, no hubiéramos llegado a esta

situación. Créanme, lo que les digo es “de

verdad de la buena”.

Pablo Sánchez Molina es Licenciado

en Derecho y Máster en Derecho

Constitucional.

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14 digital Cánovas

Transparencia

por Juan José Archilla Pintidura

@ArchillaP

Se habla mucho de transparencia.

No hay verdulería televisiva (tertulia

política, le dicen) donde no salga el tema,

ni tampoco programa de Évole en el que

no se trate.

Ya dijo el portavoz de CiU en el

Congreso, que publicar el patrimonio de

sus señorías era poco efectivo (y quizá

poco efectista). Me sumo a su reflexión. No

me importan las propiedades inmobiliarias,

ni las marcas y modelos de automóviles

que conduzcan, ni las acciones de

empresas que cotizan en bolsa que cada

diputado o senador tenga, siempre que

sean de procedencia lícita. Lo malo sería

que derivaran del famoso “tres per cent” al

que se hizo referencia en un debate del

parlamento catalán.

No hay transparencia si el hijo de la

Blanquilla no puede ser concejal de El Palo

sin que su partido lo ponga en un puesto

de salida en las municipales, y el alcalde lo

destine al barrio. Si un ciudadano tiene

trabas legales para poder representar a

sus vecinos (al estilo de la elección de los

diputados británicos), ni hay democracia, ni

hay transparencia. Lo mismo ocurre

cuando son los partidos, y no los

ciudadanos, los que ponen a los diputados

provinciales a su antojo, al igual que hacen

las cámaras regionales con los senadores

por designación autonómica.

No hay transparencia si las

administraciones dejan sin respuesta tres

cuartas partes de las instancias que se

presentan en los registros de entrada,

algunas de ellas con peticiones

esperpénticas y otras con temas que las

brillantes cabecitas de algunos asesores

nunca lograrán entender.

No hay transparencia si las

comisiones parlamentarias no permiten

que los ciudadanos accedan a las mismas

(lo intenté con la de Cultura del Senado

hasta la saciedad).

No hay transparencia si los

malagueños, los jueves a las cinco y media

de la tarde, ven en Atocha a los diputados

por su provincia esperando la salida del

AVE y no son capaces de reconocerlos.

No hay transparencia, ni la habrá

nunca, si algunos funcionarios no

colaboran con la ciudadanía para que

todos los que así lo deseen puedan ejercer

los derechos que la legislación en materia

administrativa concede.

Como dirían los ascetas, la

transparencia es un estado mental, y

algunos siguen empeñados en marcar la

casilla no sabe/no contesta.

Juan José Archilla Pintidura es

Escritor y Artista plástico.

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Hanna Arendt

por Guillermo Díaz Gómez

@GuillermoLugosi

El año pasado se estrenó un biopic

que retrataba algunos pasajes de la vida

de Hanna Arendt estudiosa de la teoría

política, judía y alemana. La película tiene

por título el nombre de su protagonista y es

más recomendable por el apartado

informativo que por su valía artística, ya

que su directora Margarethe von Trotta

suele contar buenas historias de mujeres,

pero también es frecuente que falle en el

aspecto formal de sus trabajos. En

términos generales no deja ser en ningún

momento un trabajo estimable.

Al inicio del filme Arendt ya es

famosa por sus teorías sobre el

totalitarismo, las cuales son de gran interés

para todo aficionado a la sociología, sus

tesis son muy desconocidas por la clase

política de nuestro país, tal vez ignorarlas

permita a algunos de nuestros

representantes iniciar un viaje inconsciente

hacia el totalitarismo con más ligereza que

aquellos que han leído y entendido estos

trabajos. Las tesis de nuestra protagonista

en este campo pueden advertir del peligro

de actos y omisiones que hemos

presenciado en estos últimos días.

Arendt establece que uno de los

rasgos esenciales del totalitarismo en

Europa en el siglo XX ha consistido en la

asunción por parte de las élites de las

pasiones y las formas del populacho. Estas

élites – intelectuales en la mayor parte de

los casos – llegaron a considerar que las

convicciones de las masas descontentas y

pasionales eran puras. No tenían la infecta

hipocresía que suele rodear a las

ambiciones y deseos de salón burgueses.

Había que escuchar y hacer valer al

pueblo. La chusma llegó a apoderarse del

discurso y de los fines a perseguir.

El problema, siempre según nuestra

autora, se dio cuando resultó que este

pueblo aupó a lo más alto a miembros

pertenecientes a sus filas, hombres fuera

de todo control. Hitler y Stalin surgieron de

los más bajos estratos sociales, ambos

carecían de formación y eran dominados

por esos sinceros sentimientos ausentes

de hipócrita glamour; el uno con su

fanatismo histérico y el otro con su

crueldad vengativa.

Estas élites vieron cómo todo se

escapaba de cualquier control y que no

veían representados sus intereses en el

liderazgo de las dos arrolladoras,

carismáticas y muy sinceras

personalidades. Pagaron muy cara su

autocomplacencia y sus deseos de arropar

todo lo que las masas añoraban.

Posteriormente, y es este el tema

central de la película aunque de menor

interés para lo que aquí nos trae, Hanna

Arendt fue a Jerusalén a cubrir como

reportera el juicio al nazi Adolf Eichmann.

Film

ote

ca

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16 digital Cánovas

Cuál fue su sorpresa cuando no vio en este

colaborador necesario en el genocidio,

atisbo alguno de maldad. Se sentaban las

bases para la teoría de la banalidad del

mal. Su principal postulado era que los

actos malvados podían ser realizados por

personas corrientes. Deduce de las

declaraciones y actitudes de Eichmann que

no se encuentra frente a un fanático, sino

más bien frente a un funcionario mediocre

que cumplía órdenes. Un tipo que había

deshumanizado a sus víctimas y que se

limitaba a realizar su trabajo con la máxima

eficiencia de la que era capaz. Se daban

las dos características que la autora

entiende necesarias para que se pueda

actuar de tan vil modo: la ausencia de

reflexión y de juicio. Desarrollará un

esquema – que se encuentra al alcance de

todos en Internet – en el que explica las

diferencias entre conocer y pensar. Los

actores del mal no tienen malvadas

motivaciones, sencillamente no piensan.

Puede haber por tanto ciudadanos

ejemplares que dadas las circunstancias

propicias sean capaces del mayor de los

males, en situaciones excepcionales su

incapacidad de juicio puede ser fatal.

Se acepten o no las hipótesis de

Arendt, no se puede negar que son una

explicación solvente a la motivación de

millones de alemanes, rusos o japoneses

para hacer lo que hicieron en aquellos

fatídicos años. Si bien no comparto su

banalidad del mal, puesto que no creo que

el acto criminal esté en todos nosotros, sí

quiero destacar el primer punto que he

señalado de su pensamiento: la alianza

temporal entre el populacho y la élite.

Afortunadamente estamos en

tiempos muy diferentes y mejores que los

referidos. Pero se comienzan a ver en

nuestros días algunos gérmenes del

totalitarismo con señales inequívocas de lo

que esta autora teorizaba respecto al

origen de este mal. Se ha producido una

sacralización de los deseos de una

multitud. La clase política y la prensa no se

atreven a llevar la contraria a una masa

enfurecida. No confío en que sepan que

esos grupos no son el pueblo sino una

pequeña parte, la más histriónica. Ya son

presas de su discurso comprensivo.

Gamonal. Todos comprenden los actos

vandálicos en Burgos. Puedo entender que

Gaspar Llamazares vea una revolución en

cada esquina, es comunista, ya algo mayor

y no ha visto ninguna. Pero que el

Gobierno haya mirado hacia otro lado y

desde el partido hayan compelido al

alcalde de la ciudad a que arregle el

problema, que desde la oposición hayan

aplaudido el movimiento vecinal, curioso y

activo eufemismo, es grave. Muy grave. Se

ha enviado el mensaje de que es más

eficaz quemar contenedores y destrozar

sucursales bancarias mientras se apedrea

a la policía que poner una demanda

judicial. Los que sí saben cómo funciona el

totalitarismo, porque lo añoran desde que

en su adolescencia se cuelgan la efigie del

médico asmático argentino, buscan ahora

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sus gamonales en cada esquina. Aquí de

nuevo los sanos y sinceros sentimientos

del populacho, del que por cierto,

empiezan a aflorar nuevos líderes

empapados de este modus operandi.

Llevamos años escuchando que

con la violencia no se consigue nada,

aunque el mensaje es justo el contrario. Se

ha cedido ante la violencia. Los

camorristas que se hicieron dueños de

Burgos y anularon las urnas, saben hoy

que la violencia funciona y que el hombre

común es cobarde. Hay ejemplos

anteriores de cómo opera el miedo en

nuestro país y de la eficiencia de la

violencia cuando el violentado es el

adecuado. Les narro uno de ellos bien

conocido. Tras unos cientos, Eta mató a

Ernest Lluch. Los terroristas habían

cometido en Barcelona de las mayores

atrocidades de su historia, pero nunca

habían matado a un miembro del

establishment mediático catalán. Lluch era

colaborador de Gemma Nierga en La

Ventana, conocido programa de la Cadena

Ser. Había sido ministro de González, pero

ya pintaba poco en la faena política. Como

digo, era tertuliano. Tal vez no habían

tocado antes a un colectivo tan corriente,

tan cobarde. Nierga se puso a gritar

¡diálogo! a los cuatro vientos en un acto

homenaje al recién asesinado. Quería

gritar ¡estoy cagada! pero le salió ¡diálogo!,

que venía a ser lo mismo y quedaba mejor.

Los cientos anteriores tenían poco que ver

con ella. Pero ahora ¡ay Gemma! creyó

que llamaban a su puerta. Matar al hombre

adecuado del gremio acertado abrió la lata

del pactismo. La violencia funcionó.

Son diferentes intensidades y

violencias, pero el mecanismo es el mismo.

Se elige la pluma o la espada. Harían bien

nuestros políticos y periodistas en leer las

tesis de Arendt sobre la alianza temporal

entre el populacho y élites dentro de su

obra “Los orígenes del totalitarismo” y con

este texto como base, aprender que no hay

que hacer apología de la espada para ese

ente que es el Pueblo: (del lat. populus) 1.

Grupo de ciudadanos que se expresa por

medio de la agresión y el fuego. 2. Y a

usted y a mí que nos den.

Guillermo Díaz Gómez es Abogado,

escritor y crítico de cine.

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