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REVISTA EUROPEA. NÜM. 128 6 DE AGOSTO DE 'I 8 7 6 . AÑO ni. LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA COMO DEBER NACIONAL. La idea de que la nación en masa, y cada hom- bre, cada mujer, en particular son responsables de !a educación dé los niños, es moderna; en reali- dad no es muy anterior á los ferro-carriles y al te- légrafo. (Irandos hombres, como Alfredo y Carlo- magno, concibieron algo de esta idea, pero los tiempos estaban todavía demasiado negros y duros para que se hiciera la luz en este punto. Durante la Hilad Media sólo vemos escuelas monásticas erigi- das especialmente para la educación del cloro; so- lamente en algunas partes eran accesibles á los laicos. Escuelas para la nación en general y soste- nidas por la nación, no las había por ninguna parte. Después vino la Reforma que abrió ia Biblia á los seglares. Todo pastor protestante se convirtió ipso Jacto en maestro de escuela. Necesitaba asegurarse de que los niños de su parroquia supiesen por lo mo- nos leer la Biblia y recitar el catecismo. Tal es la explicación histórica del hecho de que en los países protestantes haya permanecido tanto tiempo la es- cuela como una dependencia de la Iglesia. Con el tiempo, el pastor, que tenía muchas ocu- paciones, agregó á la enseñanza al sacristán; ésto, además de sus deberes de organista, campanero y asistente á los matrimonios, á los bautizos y a los entierros, tuvo qué ser también maestro de es- cuela y enseñar á los niños la lectura, la escritura y el cálculo. Tal fue el principio de nuestras escue- las. En Alemania, tan humildes principios se detu- vieron por la guerra de los treinta años. Cuando, en el siglo XVIII, el pueblo pudo por fin respirar, era deplorable el estado en que se halla- ban las clases medias é inferiores en lo concernien- te á la eduoacion. Por todas partes había escuelas religiosas, escuelas comunales, escuelas privadas, algunas buenas, otras pasaderas, la mayor parte malas; pero en ninguna de ellas, ni por las autorida- des ni por nadie, se pensaba siquiera en un sistema verdaderamente eficaz que fuese garantía de una educación sólida. Mi abuelo, el viejo Basedow, conocido en Alema- nia como un reformador de la educación nacional, fueel predecesor de Pestalozzi, y el primero que en el siglo último removió la conciencia del pueblo TOMO VIH. alemán y de los que le gobernaban, enseñándoles la gran máxima de que, después de la ley natural de la conservación, no hay un deber más elevado, más sagrado para una nación, que el de la educa- ción nacional. Mi abuelo estableció el principio, que desdo entonces ha quedado fijo en el espíritu ale- mán, de que la educación nacional es un deber na- cional, y que abandonar esta educación nacional á la casualidad, á la Iglesia, a la caridad, ora un cri- men nacional. Esta convicción no se ha separado desdo entóneos do los alemanes ni aun en los dias de la degradación política, y, gracias á esta convic- ción y á los efectos que ha producido, Alemania lia podido mantener su existencia entre las naciones. Por vía de consecuencia, este principio arrastra otro, que es como sigue: en las escuelas naciona- les no se puede enseñar sino lo que está admitido por todos; á niños que pertenezcan á diferentes sec- tas, no se puede enseñar teología. Las ideas liberales de Basedow le ocasionaron muchas persecuciones por parte de la ortodoxia de su tiempo. Muchas de sus teorías hubieron de sor abandonadas; pero los dos principios fundamentales de la educación nacional quedaron establecidos y jamás fueron puestos en duda por nadie. Propagá- ronse á la Alemania entera, fueron adoptados en Dinamarca, en Suecia, en Rusia; recorrieron su ca- mino últimamente hasta en Italia, país que en estos momentos está haciendo grandes esfuerzos para asegurarse una educación, nacional, comprendiendo perfectamente que de ello depende hasta su exis- tencia como nación. Dos países solamente, Francia é Inglaterra, se mantienen todavía indecisas. Sin embargo, cuando se oye decir á un ministro de Instrucción en Fran- cia (M. Julio Simón): «Sí, tenemos escuelas, muchas escuelas, pero nos falta una cosa, y por esto no quisiera morir todavía; nos falta la educación gra- tuita y obligatoria;» cuando en Inglaterra se ve á Forster que prefiere romper con sus amigos á aban- donar sus fuertes y generosas convicciones sobre la educación nacional; cuando se considera que uno de los ministros más distinguidos de la Iglesia de Inglaterra, cuya muerte llora hoy el país entero, declaraba no hace mucho tiempo que el problema de la educación sólo podría resolverse por la sepa- ración absoluta de la Iglesia y de la instrucción; cuando todo esto se ve, bien se puede calcular que ha llegado el tiempo de que Inglaterra reconozca 11

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REVISTA EUROPEA.NÜM. 128 6 DE AGOSTO DE 'I 8 7 6 . A Ñ O n i .

LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

COMO DEBER NACIONAL.

La idea de que la nación en masa, y cada hom-bre, cada mujer, en particular son responsables de!a educación dé los niños, es moderna; en reali-dad no es muy anterior á los ferro-carriles y al te-légrafo. (Irandos hombres, como Alfredo y Carlo-magno, concibieron algo de esta idea, pero lostiempos estaban todavía demasiado negros y durospara que se hiciera la luz en este punto. Durante laHilad Media sólo vemos escuelas monásticas erigi-das especialmente para la educación del cloro; so-lamente en algunas partes eran accesibles á loslaicos. Escuelas para la nación en general y soste-nidas por la nación, no las había por ninguna parte.

Después vino la Reforma que abrió ia Biblia á losseglares. Todo pastor protestante se convirtió ipsoJacto en maestro de escuela. Necesitaba asegurarsede que los niños de su parroquia supiesen por lo mo-nos leer la Biblia y recitar el catecismo. Tal es laexplicación histórica del hecho de que en los paísesprotestantes haya permanecido tanto tiempo la es-cuela como una dependencia de la Iglesia.

Con el tiempo, el pastor, que tenía muchas ocu-paciones, agregó á la enseñanza al sacristán; ésto,además de sus deberes de organista, campanero yasistente á los matrimonios, á los bautizos y a losentierros, tuvo qué ser también maestro de es-cuela y enseñar á los niños la lectura, la escrituray el cálculo. Tal fue el principio de nuestras escue-las. En Alemania, tan humildes principios se detu-vieron por la guerra de los treinta años.

Cuando, en el siglo XVIII, el pueblo pudo por finrespirar, era deplorable el estado en que se halla-ban las clases medias é inferiores en lo concernien-te á la eduoacion. Por todas partes había escuelasreligiosas, escuelas comunales, escuelas privadas,algunas buenas, otras pasaderas, la mayor partemalas; pero en ninguna de ellas, ni por las autorida-des ni por nadie, se pensaba siquiera en un sistemaverdaderamente eficaz que fuese garantía de unaeducación sólida.

Mi abuelo, el viejo Basedow, conocido en Alema-nia como un reformador de la educación nacional,fueel predecesor de Pestalozzi, y el primero que enel siglo último removió la conciencia del pueblo

TOMO VIH.

alemán y de los que le gobernaban, enseñándolesla gran máxima de que, después de la ley naturalde la conservación, no hay un deber más elevado,más sagrado para una nación, que el de la educa-ción nacional. Mi abuelo estableció el principio, quedesdo entonces ha quedado fijo en el espíritu ale-mán, de que la educación nacional es un deber na-cional, y que abandonar esta educación nacional ála casualidad, á la Iglesia, a la caridad, ora un cri-men nacional. Esta convicción no se ha separadodesdo entóneos do los alemanes ni aun en los diasde la degradación política, y, gracias á esta convic-ción y á los efectos que ha producido, Alemania liapodido mantener su existencia entre las naciones.

Por vía de consecuencia, este principio arrastraotro, que es como sigue: en las escuelas naciona-les no se puede enseñar sino lo que está admitidopor todos; á niños que pertenezcan á diferentes sec-tas, no se puede enseñar teología.

Las ideas liberales de Basedow le ocasionaronmuchas persecuciones por parte de la ortodoxia desu tiempo. Muchas de sus teorías hubieron de sorabandonadas; pero los dos principios fundamentalesde la educación nacional quedaron establecidos yjamás fueron puestos en duda por nadie. Propagá-ronse á la Alemania entera, fueron adoptados enDinamarca, en Suecia, en Rusia; recorrieron su ca-mino últimamente hasta en Italia, país que en estosmomentos está haciendo grandes esfuerzos paraasegurarse una educación, nacional, comprendiendoperfectamente que de ello depende hasta su exis-tencia como nación.

Dos países solamente, Francia é Inglaterra, semantienen todavía indecisas. Sin embargo, cuandose oye decir á un ministro de Instrucción en Fran-cia (M. Julio Simón): «Sí, tenemos escuelas, muchasescuelas, pero nos falta una cosa, y por esto noquisiera morir todavía; nos falta la educación gra-tuita y obligatoria;» cuando en Inglaterra se ve áForster que prefiere romper con sus amigos á aban-donar sus fuertes y generosas convicciones sobrela educación nacional; cuando se considera que unode los ministros más distinguidos de la Iglesia deInglaterra, cuya muerte llora hoy el país entero,declaraba no hace mucho tiempo que el problemade la educación sólo podría resolverse por la sepa-ración absoluta de la Iglesia y de la instrucción;cuando todo esto se ve, bien se puede calcular queha llegado el tiempo de que Inglaterra reconozca

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los dos principios fundamentales de la educaciónpor la nación y para.la nación, y la separación ab-soluta de las escuelas de la Iglesia. Y, ereedme,una vez admitidos estos principios, desapareceráncomo por ensalmo todas las dificultades que se re-lacionen con este asunto, ya sean teológicas ó finan-cieras.

El cloro saldrá de la falsa posición en que se en-cuentra. Los clérigos y los pastores, ya sean pro-testantes, no conformistas ó católicos, enseñarán áciertas horas, durante la semana y el domingo, loque tiene el derecho y el deber de enseñar. Los quese limiten á enseñar religión no encontrarán paraello trabas de ninguna clase. Además, pondríamosuna enseñanza religiosa formal y libro en todas lasescuelas.

Entonces, sin duda, los gastos de la educaciónnacional estarían á cargo de la nación, como los delejército, marina y servicio civil.

Cuando digo todo esto, se me contesta: «Habláisá extranjeros; vuestra idea es anti-inglesa; ningúninglés de buen sentido la admitirá un momento.»

Esta respuesta no me disgusta, porque ella mismademuestra que no emplearía el argumento que en-vuelve el que tuviese otros buenos.

No aconsejaré nunca que se trasplante á Ingla-terra el sistema de educación aloman. Un hombreque ha pasado la mitad de su vida en Alemania y laotra mitad en Inglaterra, no puedo creer que seaposible introducir las instituciones alemanas en In-glaterra. Unft educación nacional en Inglaterra nopodría echar raíces si fuera sólo una imitación delsistema alemán ó del francés. Lo que hace falta noes un ministro de Instrucción pública que mirandoel reloj pueda decir como el ministro francés: «Eneste momento todos los niños de la clase cuarta entodas las escuelas están leyendo Gallia est omnisdivisa in partes tres;» lo que hace falta es un presi-dente del Consejo que mirando el reloj pueda de-cir: «En este momento ningún niño de más de seisaños ó menos de trece está jugando en la callecomo un vagabundo.»

¿Qué atribuciones se dejarían á las comisiones y álas autoridades locales? ¿Qué ciencias habrían de en-señarse con preferencia? ¿Qué libros debería elegir-se, á qué horas serían las clases y cuál la retribu-ción que se debe abonar por cada escolar? Todosestos son detalles que podrían resolverse con granlibertad, admitido el principio de que la escuelapertenece al Estado y que el Estado es responsablede lo que pasa en el ejército, en la marina y en olservicio de correos. Si: está prohibido enviar unacaria por conducto distinto del correo, si es un cri-men vender veneno, ¿llevaría el Parlamento de-masiado lejos esto principio prohibiendo abrir unaescuela privada hasta que el gobierno estuviera

convencido de la buena calidad do los alimentosmorales é intelectuales que había de darse á los ni-ños? La frase gobierno paternal, ya lo sé", suena muymal á los oidos ingleses; pero seguramente si hayseros que tengan derecho á un gobierno paternal,son los niños.

Estas cuestiones no son políticas; son cuestionesque locan de cerca á todo hombre, sea inglés, fran-cés ó alemán; son cuestiones religiosas en el sen-tido más verdadero de la palabra.

Para tener una buena educación es preciso tenerbuenos maestros. Es verdad que ya no empleamosal sacristán al mismo tiempo que llena sus funcio-nes de campanero, organista y á veces enterrador;poro el maestro de escuela es todavía en muchaspartes el criado, por decirlo así, del pastor; trabajamucho y gana' poco. ¿Qué so puede esperar de es-cuelas en estas condiciones?

Un joven profesor podría empezar la carrera ga-nando poco, á condición de tener en espectativa unporvenir. En el ejército empieza un hombre por sersubteniente y puede concluir por ser general. ¿Esmenos noble ensoñar que hacer el ejercicio? En lo-dos los ramos de la administración civil se empiezacon poco sueldo, pero se asciende. ¿Es indigna deun genlleman la posición de profesor? Permitid querecuerde lo que Niebuhr dice á esto propósito, y ad-viértase que lo dijo después de haber sido embaja-dor do Prusia en Piorna: «La posición do profesor,en particular, es una de las más respetables, y ápesar de lo que de vez en cuando, forra su bellezaideal, es para un corazón noble el más hermosoempleo de la vida. Es el que yo hubiera elegido enotro tiempo para mí, y ahora siento en el alma nohaberlo hecho.» ¿Rebaja en algo la enseñanza, aun-que sea la enseñanza del A B O? Los hombresbien nacidos que se hacen módicos, ¿procuran sus-traerse á la parte de su profesión que pueda sermenos agradable? ¿Tiene menos ocasiones do hacerbien un maestro de escuela que un ministro de lareligión? Si algunas personas quieren ser inspecto-res de escuelas, ¿por qué no han de querer tambiénser maestros?

Habríaal principio muchos gastos... pero es pre-ciso usar las palabras propias; no debe decirse gas-tos, sino colocación de fondos, la colocación mássegura y lucrativa del mundo. Frecuentemente lodigo á todos los padres que se quejan de que escostosa la educación de sus hijos: vale más gastarel dinero en procurar á los hijos la mejor educaciónposible, que dejarles á cada uno miles de libras es-terlinas. Debería predicarse esto á la nación en-tera, que, después do todo, consisto en la reuniónde muchos padres, hasta que comprenda bien queel interés del capital gastado en la educación *x-cede con mucho del interés que dan los fondos in-

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gleses. Los padres imprevisores se ven obligados ápagar las deudas de sus hijos; !as naciones impre-visoras se ven obligadas :í gastar en prisiones yasilos, en casas de locos, lo quo hubieran podidogastar en la educación del pueblo.

Pero hay otra cosa todavía. Cada nación hace enestos momentos lo quo puede en favor del desarrollode la instrucción; y en el conflicto, pacífico es ver-dad, pero tan grave como cualquiera otro, de lossistemas comerciales; en el gran struggle for Ufe(lucha por la existencia) que se opera en todas par-tes, el país en que haya monos educación seráaplastado por los demás. En nuestros dias un hom-bre que no sabe leer es un ciego; un hombre queno sabe escribir un sordo-mudo, y no son cierta-mente ciegos ni sordo-mudos los que necesitan lasnaciones modernas.

Enséñese de una vez para siempre á Inglaterra loque debe hacer, y lo hará. ¿Es más pobre Ingla-terra que Alemania, Dinamarca, Suecia, Rupia óItalia? Si todos estos países soportan impuestos«normes para tener la enseñanza gratuita y obliga-toria, Inglaterra no tiene derecho para decir: «Mismedios no me permiten ese gasto.»

Cuando se trató do abolir la esclavitud, Ingla-terra no dudó un momento. Cuando, más reciente-mente, se trató de abolir en el ejército la compra degrados, el Parlamento pagó la cuenta sin regatear.Cualquiera que sea el coste, es preciso que se arre-gle pronto ó tarde la cuestión de las escuelas. Entiempo de guerra Inglaterra acepta impuestos ex-traordinarios; los deberes de los tiempos de pazson tan sagrados como los deberes de los tiemposde guerra; y si alguna vez los ingleses compren-den que la educación nacional es un deber naciónal, no pondrán obstáculos al cumplimiento de escdeber nacional, como no lo ponen al pago de ladeuda nacional.

Frecuentemente oigo decir que Inglaterra debíahacer por su educación nacional lo que ha hechoAlemania, lo que está haciendo Italia en estos mo-mentos. No, eso no sería bastante. Hemos hecho loque hemos podido en Alemaniaj pero lo que hemospodido es insuficiente. Las tierras en Alemania songeneralmente pobres, y por esta razón el país nopodrá ser nunca rico. Además, tenemos muchísimoque hacer por lo mismo que nos encontramos entredos escollos, Francia y Rusia, y siempre tendremosque gastar en nuestra defensa lo mejor-de nuestraenergía. Nuestros hombres de Estado están conven-cidos de la necesidad de los mayores esfuerzospara mejorar la educación nacional; pero necesita-mos, y esto no podemos obtenerlo tan pronto, unalarga paz y un ministro de Instrucción publica quereúna las cualidades de un Bismark ó de un Molike.\\\\ Inglaterra todo es favorable» y no hay razones

para que la educación nacional no sea tan superiorá la de Alemania como la alemana lo es á la china.Aquí hay dinero, paz, un espíritu público muy libe-ral, y, lo que vale más que todo, una religión prác-tica, os decir, que se puede hacer una cosa, aunquerepugne algo, si so adquiere la convicción de quetal es la voluntad de Dios. Pues bien, que los ingle-ses coloquen bien su dinero, que utilicen la paz,que exciten el patriotismo, y demostrarán á la fazdel mundo entero que la mitad, las tres cuartaspartes, las nueve décimas partes de una religiónverdaderamente práctica, es la educación, la educa-ción nacional, obligatoria, y, si es posible, gra-tuita (1).

MAX MUM.RR.

fContemporary Review).

LAVOISIER.

Hé aquí un nombre que simboliza toda una cien-cia. Cualquiera que haya saludado, siquiera sea conrapidez suma, las páginas de la importante rama delhumano saber llamada química, habrá ya erigidoseguramente en su conciencia el pedestal de gloriadonde ha de colocarse el nombre del creador deesta ciencia, de aquel que iluminó corrías centellas,de su genio el oscuro campo donde sólo el errorcrecía á expensas de las sombras que pesaban comoeterna noche sobre las ideas y desaparecieron sú-bitamente cuando los fulgores del sol vinieron enpos del superior talento de un hombre que sólo muyde tarde ^n tarde aparece para que la humanidadavance todo lo que durante un período masó me-nos largo ha permanecido estacionaria.

(t) Este; magnifico aunque hreve estudio forma 'parte ele un discursopronunciado en Man ches ter pov el ccbbre Max Muller y publicado povlas más notables Itevistas inglesas. Al tratar. Max Mu!ler con relación áInglaterra, y comparándola con Alemania, una de las cuestione» másimportantes de Ifjs actuales momentos en Europa y America b como es l;ide la educación nacional, S, en lenguaje más usual en Kspaíía, la ins-trucción publica obligatoríu y si puedo ser gratuita, emite el ilustre pro-fesor consideraciones que puedan tene,i: y tienen, en efecto, muchasaplicaciones á otros pníaíis- E;i España podremos oslar ó no conformescon las opiniones de Max Muller; nuestras desgracias y vicisitudes podnin habernos llevado por caminos quizá opuestos en parte A los que sefia la P! eminente estadista; pero no podemos negar, aunque no discuta-mos el asunto, la trascendental importancia rquft revisten todos loiargumentos del discurso qnf; lujamos i-opiado. Paréeenos, adpmáts, queesíe asunto "iv.erecfn la ¡ítíiiít de que se discutiera con mis frecuencia oV ¡oque lo hacemos, siquiera para preparar el camino de pro^re^o á qm1

evidentemente estamos abocados, y á filo excitamos, tomando por has»ó motivo el trnbiijo de Mav Muller, a lodos los qutí puedan contribuir consu oliólo al esrlarccimícnlo <1<> una cuestión que en su aplicación pr.Vtiraü FifjiaDa pin] ría sr>r de í 1111 r; f • 11! B I • 1 • -̂ restituidos pura el porvenM ,V. de tu H.}.

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¿Quién es el que ha tenido la singular fortuna deenaltecer su nombre de un modo que no eclipsaránfuturos genios y que atravesará de generación engeneración difundiéndose, por grandes y profundasque sean las trasformaciones que experimente laquímica? Un hijo de la laboriosidad, un obrero dola ciencia, que para mayor gloria ha sido realzadoá los ojos de la posteridad con la corona del marti-rio ocasionado por el crimen político y por las dis-cordias de un pais.

Nació Antonio Lorenzo Lavoisier en París el '¿6de Agosto de 1743, recibiendo esmerada educaciónde su padre, rico negociante, que hizo entrar al jo-ven, casi niño todavía, en el colegio Mazarino, don-de no tardó en adquirir distinciones honrosas de susprofesores y el aprecio de sus compañeros.

Apenas iniciado en el conjunto de las ciencias queconstituyen los conocimientos elementales y dancierto carácter enciclopédico al alumno preparandosu vocación, antes no bien manifestada, prontamen-te dedicó su preferencia al estudio de las matemá-ticas, profundizando suficientemente en ellas y ad-quiriendo los conocimientos indispensables para es-tudiar con fruto la astronomía, como lo hizo en elobservatorio del sabio La Caille. No le fueron tam-poco indiferentes las ciencias naturales, como loprueba el haber asistido á las lecciones de botánicade Bernardo de Jussieu y acompañarle repetidasveces en sus herborizaciones; así es que igualmen-te se ocupaba en determinar la posición de un as-tro lejano cuya luz centellea á través de muchosmillones de leguas, que en clasificar la humildísimaplanta apenas perceptible y que una débil ráfaga deviento arrastra. La inmensa pasión que por el estu-dio tuvo, convirtió su carácter en taciturno y som-

• brío, no encontrando solaz en las distracciones pro-pias de la juventud, sino, por el contrario, amandola soledad, los sitios donde el mundano bullicio noalcanzaba, para entregarse do Heno á la meditación,juzgando la superficialidad del trato de gentesinferior acaso al gran alcance de su preclaro in-genió.

Los estudios químicos fueron, sin embargo, los((ue más llenaron sus aspiraciones, por cuyo mo-tivo asistía con extraordinaria asiduidad al labora-torio de los hermanos Rouelle, teniendo siemprepresente que la única manera de adquirir exacto co-nocimiento de la química es la práctica no interrum-pida de laboratorio, donde se observan multitud defenómenos y detalles que no es posible consignaren las páginas de un libro. Por eso los químicos doalgún renombre han salido de los laboratorios, des-pués de haber pasado muchas horas durante cadadia apreciando los detalles de cada una de las ope-raciones y de los aparatos que funcionan, dondesiempre hay algún hecho que consignar que ven

ga á formar parte del estudio detallado de cadacuerpo..

Con estas condiciones, á la temprana edad deveintiún años alcanzó honrosísima recompensa enun concurso público convocado por la Academia deCiencias de París para premiar al autor de la mejorMemoria sobre el siguiente tema: «Hallar el mediomás adecuado-de alumbrarlas calles de una granciudad, procurando que se encuentren reunidas labrillantez de la luz, facilidad del servicio y la eco-nomía.» Sus biógrafos convienen unánimemente enque para llevar á cabo esto trabajo quiso Lavoisierexperimentar por sí mismo la acción de la diferenteintensidad lumínica, hizo que ennegrecieran total-mente las paredes de su habitación y se encerró enella por espacio de seis semanas. El resultado nopudo menos de satisfacer sus esperanzas, alcanzan-do el apetecido lauro, lo cual estimuló, si cabe, suentusiasmo por la ciencia, porque aún se hallabanen su corazón muy lozanas las flores de su juventudy no podía permanecer su alma impasible al ruidodel aplauso, á pesar de su carácter lleno de misan-tropía y austeridad.

Este trabajo, juntamente con algunos otros, re-sultado de una excursión geológica en cuyos estu-dios fue iniciado por el sabio Guettard, así comodiversidad de artículos de física publicados en lasUevistas científicas que á la sazón existían, le va-lieron el ingreso en la Academia á la edad de veinticinco años, ocupando la silla que la muerte deBarón dejó vacía. Su elección ofreció también mo-tivo á empeñada lucha, pues aun cuando el méritode Lavoisier era innegable, sin embargo, sus pocosaños eran un obstáculo para que muchos viesen congusto la elevación á una categoría de tal importan-cia científica, que muchos suspiran por alcanzarlatoda una vida llena de laboriosidad. Pero es pre-ciso conceder al genio, siquiera sea en sus albores,lo que no se otorga al común de las gentes, reser-vando solamente las prematuras distinciones paralos que remontan el vuelo de su inteligencia muchomás alto que la generalidad, en la que se confun-den oscuras las medianías.

Su contrincante Jars ora calurosamente apoyadopor Buffon, y además por un personaje de gran im-portancia en la política. Pero el matemático Lalan-de fue el que tomó con singular empeño la elecciónde Lavoisier, y tuvo la suficiente fuerza de razona-miento para defenderla y que triunfase, con lo cualdio aquella corporación sabia una prueba de lo mu-cho que apreciaba las eminentes dotes que adorna-ban una inteligencia joven, apenas salida de la cri-sálida, pero cuyos primeros destellos eran seguroanuncio de que había de producir resultados quefuesen admiración del orbe científico.

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N.° 128 3. OLMEDILLA. •LAVO1S1EK. 16o

II.

Ya hemos visto penetrar á Lavoisier en la másalta corporación que en el país existía, y cuyas de-cisiones tanto pesaban y pesan hoy todavía en labalanza científica europea. Este título no le enva-neció, sino que fue por el contrario motivo de nue-vo estímulo para continuar el honroso camino deltrabajo que abrazó en sus primeros años, en elcual le esperaban todavía muchos lauros que alcan-zar y grandes servicios que prestar á la ciencia.Aun no había hecho otra cosa más que lanzar lasprimeras llamaradas del incendio de su genio, ni sepodía medir el alcance inmenso que sus ideas abar-carían, en términos que no han podido borrar susprofundas huellas el incesante oleaje del tiempo, ápesar de sufrir tan grandes trasformaciones los es-tudios químicos.

A partir de esta época, dedicóse á ellos con ex-traordinario afán, creyendo encontrar en su cultivoel descubrimiento de importantes verdades que lle-varan notables adelantos á varios ramos del saber,todavía muy oscuramente conocidos. Lavoisier ha-bía leído con detención los libros de la alquimia,donde se hizo cargo de la multitud de hechos acu-mulados por los soñadores alquimistas, que en me-dio de sus fantásticas ideas prestaron señaladísimosservicios á la química. Dados los erróneos conoci-mientos que se tenían entonces en todas las mani-festaciones de la inteligencia, no os de extrañarque dieran crédito á los mayores absurdos que hoysólo se citan como ejemplo del inmenso progresode las ideas.

Las condiciones de la humana felicidad, que sehallaban sintetizadas en la sentencia de Goethe, aldecir «que el oro daba el poder, no había goce po-sible sin salud, y una prolongada existencia equi-valía á la inmortalidad,» creyeron los alquimistashallarlas en la tierra y encontrar allí mismo lasolución á su problema en la denominada piedrafilosofal. De consiguiente, se hallaba íntimamenteenlazada la alquimia con el arte de curar, porqueel oro, en pos del cual marchaban, además de serun metal que proporcionaba riquezas, también loempleaban como precioso medicamento, útilísimoen el mayor número de enfermedades, al propiotiempo que tomado en determinada edad rejuvene-cía al individuo y prolongaba su vida. Lo maravi-lloso figuraba en gran manera dentro de sus teorías,y á la acción de invisibles espíritus se atribuíanmuchos actos fisiológicos y los grandes fenómenosnaturales, como el trueno, el relámpago, el rayo,el granizo, y durante algunos siglos supusiéron-se alianzas con el demonio en aquellos profun-dos pensadores que se atrevían á explicar lógica-mente las causas de todos esos hechos, lo cual dio

motivo á multitud de condenas de los tribunales.El genio de los árabes esparció por el mundo la

idea de que la piedra filosofal consistía en cambiartodos los metales en oro, mediante operaciones es-peciales que constituían un verdadero secreto enel cual sólo estaban iniciados los que profesaban elllamado arte sagrado. En los mismos cuentos y le-yendas árabes se refleja el espíritu romancero, laidea de lo fantástico al hablar de las hadas y süfidesposeedoras de invencibles espadas, de copas quejamás se vaciaban, de valles donde eternamentevagaban lys hechiceras, y otra porción de maravi-llosos secretos, dignos, de los cuentos de las Mil yuna noches.

Otras veces insensiblemente se pasaba de lo ve-rídico á lo extraordinario; por ejemplo, en la cos-tumbre que había de contar el tiempo conforme laduración de los rezos, se llegó á hacer indispensa-ble en el laboratorio dirigir fervientes plegariasdurante las operaciones, atribuyéndose después eléxito de las mismas á la oración, siendo así que elmotivo era la mayor ó menor duración de losrezos.

En la corte do los príncipes, en los salones aris-tocráticos, hubo también época que fueron los al-quimistas muy considerados, y la mayor parto delas clases sociales se ocupaban en la alquimia, ávi-dos do hallar la piedra filosofal. Refiere Liebig ensus cartas sobre la química, que la Facultad de de-recho do Leipzig tuvo que intervenir en un céle-bre y curiosísimo pleito ocasionado con motivo dela alquimia. Parece ser que la condesa Ana Sofía doErbach dio asilo en su castillo á un cazador fugiti-vo; este individuo aseguró estar iniciado en los se-cretos alquimicos, y para demostrarlo trasformó enoro la vajilla de plata que la condesa poseía. En-tonces $ conde reclamó la mitad do aquel valor,fundándose en que aquella ganancia había tenidolugar dentro de su casa; pero la Facultad desestimóla demanda, en atención á que la referida vajilla erapropiedad de la condesa antes de la referida tras-mutación, y por lo tanto no debía perder un dere-cho con anterioridad adquirido. Citamos el hechopara indicar la boga que tomó la alquimia, y tam-bién como ejemplo de los extremos á que puedellegar el fanatismo por una idea hasta el punto, áveces, de servir de pretexto al crimen.

Sin embargo, los químicos no deben condenar álos alquimistas, porque entre ellos hubo un númerono escaso de hombres científicos de buena fe, yporque nos han dejado acopio inmenso de materia-les que, recogidos cuidadosamente por el hombrede ciencia moderno y aplicándoles las reglas in-flexibles del método, han venido á formar el admi-rable edificio que hoy se llama química.

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166 BKVISTA EUaOPEA. 6 DE AGOSTO DK 1 8 7 6 . N." 128

111.

Talos fueron las ¡(leas adquiridas por Lavoisier enlos libros de la historia que con tanta frecuenciamanejaba, y se propuso desde luego fundar sobrecimiento sólklo todo lo que hasta entonces no podíaresistir al detenido análisis do la sana crítica. Em-pezó por reunir semanalmente en su casa á todoslos sabios de Francia y á muchos del extranjeropara someter á su examen todos los resultados desu incesante trabajo de laboratorio.

Desde el año 1770 había adquirido sus conviccio-nes y tenía fundadísimos motivos para creer que elaire no era un cuerpo simple, y que toda la teoríadel flogisto, de la cual fueron decididos campeonesStahl y Becner, estaba fundada en el más completoabsurdo. El año 1776 le nombraron director de lasfábricas de pólvora y salitres, en cuyo sitio dio re-petidas muestras de su laboriosidad no desmentiday de su celo por los adelantos científicos, verifican-do multitud de experimentos, en uno de los cualesestuvo casi á punto.de perecer.

La agricultura formó parte de sus estudios favo-ritos; y elegido más tarde diputado, tomó asiento enla Asamblea nacional, donde ilustró con su palabrano escaso número de cuestiones, interviniendo deuna manera muy activa en la comisión del nuevosistema de pesos y medidas, cuya universal adop-ción ha tenido á resolver uno de los más impor-tantes problemas sociales. Parece ser que mandóconstruir en el jardín del Arsenal un aparato condiferentes reglas metálicas sumergidas en agua, ysometidas á diversos grados de temperatura, hacíanmover un anteojo que marcaba sobre un apartadoobjeto las más pequeñas dilataciones; y cuando des-pués en 1793 se (./ató de medir una base para lanueva meridiana, fue Lavoisier quien dio los termó-metros metálicos empleados en la triangulación ve-rificada entre Lieusaint y Molun.

En el año 1788 padecía la Francia horrible penu-ria de escasez de alimentos. Multitud de infelicesmurieron víctimas do los horrores del hambre, y elcorazón generoso de Lavoisier no permaneció im-pasible ante aquella calamidad, entregando cuantio-sas sumas á la ciudad de Biois, que sirvieron paraaliviar en gran manera el terrible conflicto que atra-vesaban, demostrando de ese modo que su caridadrayaba á tan alto grado como su preclaro talento.

En uno de sus últimos trabajos se ocupó de larespiración y traspiración en los animales, distin-guiendo de un modo exacto la traspiración cutáneade la pulmonal. Empleaba para separar los produc-tos de una y otra un traje do tafetán barnizado queno dejaba penetrar el aire ni la humedad.

Entre los descubrimientos que hizo, merece muyespecial mención el que en unión de Laplace dio á

conocer con el nombre de calorímetro, tan intere-sante en el estudio del calórico específico de loscuerpos, cuyo asunto forma uno de los más impor-tantes tratados del estudio del calor en la física, ydel que también se utiliza el químico para determi-nar los equivalentes de los cuerpos aplicando la co-nocida ley de Dulong y Petit.

En unión de Guyton de Morveau, de Berthollet yFourcroy, fundó Lavoisier las bases de una nomen-clatura química, hecho de grandísima importancia,porque á partir de esta época, que fue en 1787,tuvo la ciencia un verdadero método para denomi-nar las sustancias, separándose del empirismo quehasta entóneos había sido lo único que sirviera denorma en los nombres de los cuerpos. Tuvo granoposición la nueva nomenclatura, pero la superiori-dad del proyecto se abrió paso á través de las opi-niones conservadoras délos antiguos defectos. Efec-tivamente, la nomenclatura química puede citarsecomo ejemplo de claridad, rigorismo científico ysevera lógica. Comparémosla, si no, con la de otrasciencias, y veremos la gran diferencia en favor dellenguaje químico en cuanto á la exactitud y á lasreglas filológicas.

Como prueba de las inmensas ventajas que ha re-portado á la ciencia, podemos desde luego citar laopinión unánime de todos los que profesan estosconocimientos en las diversas naciones,no habiendosido modiiieadas sus bases de un modo radical, ápesar de los profundos cambios que ha experimen-tado la química desde la época de Lavoisier, y muyespecialmente hoy que dominan el unitarismo y laatomicidad.

IV.

Pero aún esperaban á Lavoisier dias de pruebu.No le bastaron los inmensos títulos que poseía á laadmiración y orgullo de sus conciudadanos paralibrarle del huracán revolucionario que en el últimoperíodo de la pasada centuria conmovió hasta loscimientos sociales de la nación vecina. Durante elreinado del terror, en que leve sospecha era suli-cionte para llevar á la guillotina á un ciudadano,tuvo la desgracia de sufrir infame y calumniosa de-nuncia, por cuyo motivo compareció ante el tribu-nal revolucionario el 19 de florea! del año segundode la república.

Se le acusó de cómplice de una conspiración contendencias favorables á los enemigos de Francia,exigiendo sumas de alguna consideración por el ta-baco, al cual adicionaban agua y varias sustanciasnocivas á la salud, al propio tiempo que retenían ensu poder fondos que debieran invertirse en el Te-soro público*, sustrayendo inmensas sumas á la na-ción, necesarias para invertirlas en la guerra con-tra la coalición de los déspotas.

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N.° 128 .1. 0U1EDILLA.~— LAV01SJKH. 167

Semejanto acusación era a todas luces injustifica-da. Pero ¿cómo defenderse cuando había caidosobre su frente el anatema horrible de acusación,lo cual equivalía entonces á ser condenado?. Nobastó, pues, que hiciera, su defensor Hallé, heroicosesfuerzos de oratoria elocuentísima para arrancaral verdugo una víctima más del fanatismo y delcrimen políticos. Vanas fueron todas las pruebas desu inocencia, y de ningún valor los inmensos ser-vicios que á su patria y á la ciencia prestara. Apenasse comprende tamaña ceguedad. El pueblo francésfue su cuna, y de ello puede á la verdad mostrarseufano, pero tiene también la mancha de haber sidosu asesino. La historia jamás olvida las virtudes nilos crímenes.

Por eso la sentencia de muerte del '20 de florealdictada contra Lavoisier y veintiocho compañerosde infortunio, las horribles al par que repugnantespalabras do Fouquier Tinville diciendo que no erannecesarios en Francia los sabios, la resignada acti-tud con que marchaba al suplicio, y la feroz indife-rencia que veía pintada en los rostros de sus con-ciudadanos que por la vez postrera miraban losfulgores de aquella vida próxima á extinguirse, deaquella vida, sí, que debiendo inmortalizar rodeán-dola de imperecedera apoteosis, la extinguían coninfamante pena; todo esto lo ha trascrito la historiaá sus indelebles páginas para entregarlo al .inape-lable fallo de la posteridad.

Lavoisier fue guillotinado el 8 de Mayo de 1794.lil descubridor de la composición del aire, el autorde tantos inventos, el que había consagrado suvida entera al mejoramiento de la agricultura, elque produjera en la vida intelectual una revoluciónmás grande que la que se estaba verificando enaquellos momentos en la vida social, era implaca-blemente sacrificado por el verdugo y rodaba porel cadalso una cabeza que debiera estar rodeada decorona inmortal de gloria.

Culpan algunos historiadores á Fourcroy, amigoconstante de Lavoisier, de no haber interpuesto enfavor de éste su poderosa influencia. Las circuns-tancias de ser miembro de la Convención nacionaly poseer amigos de importancia en la gestión deios negocios públicos, parece que le colocaban ensituación de hacer en pro de su desgraciado amigoalgo más que deplorar en el fondo de su concienciala situación angustiosa á que estaba reducido.Tourcroy protestó de una manera enérgica, mani-festando que siempre había sido el sincero y afec-tuoso amigo de Lavoisier, su compañero de traba-jos y su admirador entusiasta; pero, la verdad seadicha, no ha podido justificarse do un modo per-fectamente claro de la poca energía empleada enfavor de la ilustre víctima, como los deberes deamigo y compañero á todas luces exigían.

Análoga ingratitud se atribuye asimismo á Guy-Lon de Morveau,. Laplace y Monge, pertenecientesunos á la Convención. nacional y otros ocupandopuestos de confianza dentro de los cuales hubieranpodido sin faltar á su deber llamar la atención ha-cia los especialísimos méritos de.su sabio colega.

V.

Cuando se examina el conjunto de trabajos que laciencia debo á Lavoisier y se examina la importan-cia de los mismos, so comprende la inmensa tallade tan gran figura.

La composición del aire fue de un modo exactopor él determinada. Aun cuando ya conocía los es-tudios más ó menos acertados de sus predecesores,el experimento en virtud del cual dedujo cuantita-tivamente que el aire estaba compuesto de oxígenoy ázoe, experimento brillante que siempre se citarácuando se trate de hacer la historia del aire, de-muestra que la pretendida transformación del aguaen tierra es completamente ilusoria y que la com-posición química del agua no se altera por la des-tilación.

La malhadada teoría del llogisto, por tanto tiemporeinante y que tanto contribuyó al retraso de losconocimientos, fue derribada completamente porLavoisier para entrar en nuevo período de verda-dero y fructífero provecho.

Demostró que el airo que para la respiración haservido tiene grandes analogías con aquel dondelos metales se han calcinado, y para devolverle suspropiedades vivificantes so hacía preciso purificarle,llevando á su composición el gas oxigono consu-mido y sustrayendo el gas ácido carbónico produ-cido, valiéndose de un álcali, con el cual tiene ex-traordinaria tendencia á combinarse. Dedujo que larespiraron era una lenta combustión, y aun cuandolas modernas ideas fisiológicas han modificado laopinión de Lavoisier, no por eso deja de ofrecer re-levante mérito.

Su teoría de la combustión, de la cual no es másque un determinado caso la respiración, es muydigna do tenerse en cuenta, si bien es cierto que laidea do combustión abarca más espacio que el quela trazó Lavoisier.

El gobierno francos ordenó en -18 43 la publica-ción de las obras de Lavoisier, colección clásicaque figura en la biblioteca do todos los que se de-dican á esto género de estudios. Allí se pueden con-sultar el Tratado elemental de química, los Opúscu-los, las Memorias sobre el fuego elemental, lasmáquinas aerostáticas, el magnetismo animal, lascárceles y hospitales de Paris; todo, en fin, cuantose refiere á la vida de publicista de Lavoisier, nota-ble, no por el gran número de obras, sino por la im-portancia de las mismas.

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168 REVISTA EUROPEA.—6 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . N.° 128Baste sólo citar que en una ciencia como la quí-

mica, que incesantemente está produciendo nuevasideas y cambiando lo antes establecido, en términosquo hay precisión de no interrumpir su estudio unsolo dia consultando las publicaciones de los diariosalemanes y franceses, no se extinguen, no, los re-flejos que el sol de Lavoisier dejó esparcidos paragloria de su nación, para bien de la ciencia, paraeterno reconocimiento del mundo civilizado.

JOAQULN Ol.MEDILLA Y P u i G .

UN PASEO POR MARRUECOS,

vi. *

Rabal, 28 de Julio de W S .

Aquí me tiene usted acabando casi de apearmeen la cuarta capital del Imperio Marroquí, y lomismo que digo cuarta podría llamarle primera,porque el hecho es que el anterior Soberano prefe-ría esta residencia á las de Marruecos, Fez y Mequi-nez, pero como no se conoce aún el gusto delnuevo Emperador, demasiado ocupado on sostenerla corona en sus sienes para entretenerse en viajesde recreo, le he dado el puesto que por antigüedadle corresponde, y así no hago agravio á las otrasciudades.

El 25 al rayar el alba salí de Larachc, y ayer áeso de las dos ó las tres de la tardo eché pié átierra en esta ciudad, y como de costumbre, encumplimiento de mi promesa; voy á referir á ustedmi viaje.

El primer dia de marcha no ocurrió nada notable;salí de Larache al amanecer, atravesó una ¡indavega que fertiliza un rio llamado Guad el Clouge,en cuyas orillas, después de almorzar, mató algu-nos conejos, que por allí son muy abundantes, y ála tarde acampamos en un duar situado en lasmárgenes de las lagunas de Rasdaum, que se ex-tienden paralelas á la costa unas 30 millas, teniendode anchura tres y cuatro.

Si no hubiera sido por las lagunas, cuyo aspectoes muy pintoresco, el viaje se me hubiera hechoasaz penoso por aquel llano, comparable sólo á lasáridas planicies de 'Castilla; pero contemplandounas veces las cenagosas aguas cercadas de mator-rales, las verdes islas que surgen con sus blancossepulcros de santones, y los canales que los islotesentre sí dejan, surcados por ligeras canoas de anea,pasó el tiempo hasta que, al caer la tarde, descubri-mos el duar donde habíamos de dormir, y entramosen él en medio de una nube de perros y chiquillos,

Véanse los niimeros 125, 124 y 126, págs. 27, 48 y 121.

haciendo unos y otros tal ruido, que no quedó unsolo habitante que no saliera de su tienda parapresenciar nuestra entrada.

Como usted puede comprender, el héroe de lafiesta era yo, y á mi figura y traje so dirigían losladridos de los furiosos perros y los gritos do ale-gría de los chiquillos, tan alborozados al ver uncristiano como nuestros muchachos de las misera-bles aldeas de la Mancha cuando por su lugaracierta á pasar un titiritero con sus monos ó perrossabios.

Alguna palabrilla malsonante llego á mis oidosentre la infantil gritería, pero en honor ala verdad,ni una sola piedra se puso en movimiento, comoquizás en igualdad de circunstancias hubiera suce-dido en países más civilizados, ni me amenazó otropeligro serio que el de los blancos colmillos quelos canes me mostraban.

A nuestra llegada se levanto un moro de una es-tera de junco sobre la cual estaba reclinado, ysaliendo á mi encuentro me dio la bienvenida, ma-nifestándome que era el Chelg (jefe ó patriarca) delduar; acto continuo repartió algunos palos1 entrelos perros y chiquillos que me rodeaban, los cuales,dándose por advertidos, se retiraron á sus respec-tivas tiendas, mientras que el jefe, indicándonos elsitio donde habíamos de acampar, se volvió á tum-bar sobre su estera, dejando quo nos arregláramoscomo Dios nos diera á entender.

Limpio de broza y piedras el terreno y plantadala tienda, mandó á mi soldado que llevara al Gkek¡/un pilón de azúcar de regalo y una carta-circularde recomendación que en Tánger me habían dadofirmada por el ministro de Negocios extranjeros delSultán, Sidi Móhamed Vargas.

El pilón ó la carta, tal vez las dos cosas á untiempo, surtieron su efecto, y un cuarto de horadespués entró en mi tienda el Chekff, acompañadode algunos notables del duar y seguido por dosmoros que traían unas grandes bateas de maderacubiertas con una especie de cestos cónicos.

Después de interminables saludos y delicadoscumplimientos, los moros pusieron en el suelo ydestaparon las bateas, dejando ele manifiesto unservicio do té y una montaña de cuzcuz.

Introducido en Marruecos á mediadas del sigloúltimo el uso del té, se ha generalizado tanto, quoes ya indispensable para todos los moros, cual-quiera que sea su posición social.

El que tiene hambre la aplaca con un poco de té,en el cual moja algunos mendrugos de pan.

El pobre que visita á otro está seguro de encon-trar puesto el servicio de tó, y entre el labás aliey el labás (saludos) pasan las tres tazas reglamen-tarias, después de lo cual puede la conversaciónempeñarse y tomarjnteres.

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J. AI.VAKEZ.—-UN PASEO POR MARRUECOS. 169El rico creería hacer una ofensa á la persona quo

recibiera en su casa si no le ofreciera té.Por último, cuando el Emperador distingue auno

de sus magnates y quiere guardar consideracionescon él hasta en el momento de hacerlo ejecutar, lemanda ofrecer un té sazonado con arsénico ú otroingrediente parecido, y el agraciado pasa al otromundo con la mayor docencia.

El azúcar es otra de las pasiones del moro, queabusa de ella en el té; pero es condición indispen-sable que ha de usarla de pilón, proscribiendocompletamente las otras clases. Merced á estascostumbres, pude en aquel duar, tan distante detoda población, rodeado do seres medio desnudos,de toscos modales y miserable aspecto, á quienesfaltaba lo más indispensable para vivir con algunacomodidad, encontrar quien me ofreciera una tazade aromático té endulzada con el más blanco de losazúcares, cosa quo ciertamente no me hubiera su-cedido en muchas de nuestras capitales de pro-vincia.

El segundo servicio era el CÍIZCZÍZ, es decir, el pla-to nacional del Imperio, pues aun cuando lo conocenla mayor parto de los pueblos Musulmanes, ningunole da la importancia que el Marroquí.

Siendo este manjar tan común ó igualmente ser-vido en la mesa do los ricos y en la de los pobres,claro está quo su condimentación varía según lospaladares á que se destina, pues los ricos se per-miten el lujo de gallinas, carne y leche para guar-necer el cuzcuz, y los pobres se contentan con sóloagua y alguna verdura en las grandes ocasiones.

Para hacer el ctizcuz se necesita en primor lugarharina, que se convierte en bolitas del tamaño deperdigones echándola en un barreño con muy pocaagua y moviendo las manos en sentido circular:hecha esta operación, que es la mas difícil, se poneel cuzcuz en una cazuela cuyo fondo ha de estaragujereado, y esta sobre una olla, donde cuecen lascarnes, verduras, leche ó agua sola, según los casosy la bolsa do los que lo han de comer.

Cocido el cuzcuz con el vapor que despido la olla,se revuelve con manteca fresca, se forma una.pirá-mide sobre la cual se coloca la carne ó verdura yse sirve'calienle.

El Chckg del dv,ar y dos mozos que con él voniansentáronse en mi tienda en torno del cuzcuz; imitó-les yo, y entonces quisiera que me hubiera usted po-dido ver para que quedara admirado de mi limpiezaal comer con las manos, porque para no desairar álos moros no me atreví á sacar la cuchara.

Hubiera usted visto cómo, lo mismo que mis com-pañeros, metía en el plato los cuatro dedos desde elíndico al pequeño, con ayuda del pulgar, que noparecía, según lo bien que lo hacía, sino que asíhabía comido toda mi vida; confeccionaba artística-

mente una mediana bola que introducía en la boca,chupándome después uno por uno los dedos paraindicar que el cuzcuz estaba delicioso.

A posar de nuestra destreza, siempre caian en lasbarbas algunos granos, que se recogían con la manoy se sacudían en el plato.

La gallina que coronaba el cuzcuz se trinchótambién de un modo primitivo, sirviéndose de losdedos, y la lengua á guisa de servilleta.

Comprendo que todo esto es muy sucio y muydesagradable, pero es la verdad, y el que viaje porMarruecos debe preparar su estómago á este y otrosespectáculos peores: por lo demás, no crea ustedque por ser rústica y grosera la gente del duar eo-mian con tan poco miramiento; lo propio hacen losmás encopetados señorones, y aun el mismo rey,pues es costumbre y uso antiguo en el país.

En tin, la comida terminó, y una hora después se•retiraron aquellos señores, cuya conversación habíasido por el estilo:

—En la tierra de los Cristianos ¿hay maíz y habas?—Sin duda, y en algunos sitios con mucha abun-

dancia.— ¿Y carneros y toros?—También.—No lo creo.—¿Por qué?—¿Como me has de hacer creer que en tu tierra

hay todas esas cosas, cuando os lleváis de aquí lostoros, las lanas y los granos? Nosotros no hacemospaño ni papel; tampoco producen nuestras tierrasazúcar ni té, y por eso lo compramos de vosotros;que á tenerlo en casa, no os daríamos á ganarun flus.

Por más que hice para explicarle lo que eran elcomercio y las necesidades de Europa, no me pu-dieron enílnder, y quedaron tan convencidos comoantes de que en Europa la tierra no produce nada,y que sin ellos nos moriríamos de hambre.

Lo que más gracia me hizo fue una discusióngeográfica relativa á la posición que en el mundoocupaba el Norte de América', que se suscitó entreellos, y en la cual dijeron cosas que harían reir áun muerto; poro á todos los convenció el Ohe/tff,declarando con un tono de autoridad quo no admi-tía réplica, quo América estaba en Londres, por ra-zón de que los americanos hablan el inglés.

Por fin, ellos se fueron á dormir, porque en losduares se acuesta y se levanta la gente muy tem-prano, y yo me sentó á fumar un cigarro á la puertade la tienda, viendo cómo los caballos y la muía,trabados por las manos á una larga cuerda, comíansu pienso, cómo las estrellas del cielo reflejándoseen el agua de la laguna duplicaban la extensión delfirmamento, y cómo los fuegos del duar se apaga-ban poco á poco, errando de tienda en tienda, hasta

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170 REVISTA EUROPEA.—6 DE AGOSTO DE ¡876.

desaparecer el último como esas chispas cuyos ca-prichosos viajes cuando niños tantas veces hemoscontemplado en las pavosas de un papel.

¡(¿ué costumbres tan extrañas, qué modo de viviroí de esta pobre gente!

¡Cuántas veces durante mis viajes por oste país hevisto serpenteando por las verdes colinas una largacolumna compuesta de hombres, mujeres, animalesy niños!

Los primeros grupos, extraños por su forma ytrajes, ricos por el color, brillan bajo los ardientesrayos de un sol tropical, destacan sobre la verdealfombra como hermosas flores, y poco á poco vandebilitando sus tonos, hasta que al íin la cola de lacolumna se pierde en una media tinta fría, deli-cada y gris si el sol acaba de aparecer en el hori-zonte, vaporosa y dorada en las postreras horasdel dia.

Juguetones potros, mansas terneras, alegres bor-riquilios y grotescos camellitos^sallan y corren conlos bulliciosos chiquillos, cuyo: traje, demasiado pri-mitivo, no impide que el sol con dorados reflejosbañe su cuerpo.

Los animales mayores, cargados con las tiendas,utensilios domésticos y aperos de labranza, mar-chan gravemente bajo la dirección de las mujeres,cargadas con cántaros de leche ó manteca, ó bienllevando sus hijos atados á la espalda; mientras loshombres, perezosamente montados en sus caballosó sobre la carga de los camellos reclinados, fumansus diminutas pipas de Kij (yerba narcótica), con-templan el j>aisaje ó galopan con la espingarda en lamano, flotando el jaique al capricho del viento, porci frente, flancos ó retaguardia de la columna paraprevenir una emboscada y recoger las descarriadasresos.

Y para animar este cuadro, dominándolo lodo, elsol que lanza vivos destellos al chocar con las ar-mas y enseres de cobre, el ruido de las ramas alromperse, de las piedras al rodar bajo tantos piescu movimiento, las canciones dulces y monótonascomo siempre lo es la música de los pueblos primi-tivos, el fiero relinchar de los caballos, el guturalgrito del camello, ¡a atronadora algarabía de loschiquillos, la charla armoniosa de las mujeres, y raily mil ruidos, sin nombre, sin causa aparente, que sedesprenden siempre del seno de las muchedumbres,y que, uniéndose entre sí, forman un conjunto gratoal oido.

Esto es un duar en marcha.Allá va todo un pueblo con sus casas, sus familias

y ganados en busca do país más fértil y de másabundosos prados.

Envueltos los hombres en sus talaros ropas, consus luengas y blancas barbas los ancianos, á quie-nes lodos sirven con cariñoso respeto; las mujeres

con sus piernas y morenos brazos desnudos y ador-nados con arracadas de plata, ceñido ol cuello degroseras cuentas de vidrio y tocadas con graciososturbantes, al encontrarlos marchando por los, pe-dregosos ribazos ó sesteando al lado de un pozo, alcual presta frescura y sombra un grupo de elegan-tes palmeras, ¡cuántas veces, de pronto, me he crei-do trasportado á los tiempos bíblicos presenciandola marcha de Jacob con su familia, huyendo de larapacidad de Laban, que ya en aquella época con suconducta justificaba la prevención que en nuestro,siglo existe contra suegros y suegras!

Por fin, la caravana se detiene. Ha llegado á unameno valle, cubierto de enanas palmas y salvajeslirios, entre los cuales en abundancia crece una es-pesa y fina yerba: cerca corre un caudaloso rio, yel suelo no presenta señales de haber sido roto porla ruda reja; los ganados encontrarán abundantepasto, y el jefe del duar, el patriarca, da la señal,y la caravana se detiene para echar raices.

Alzanse como por encanto negras tiendas, tejidascon pelo de cabra, en torno de otra mayor, que for-ma el centro de un gran circulo; cúbrenso los inter-valos que entre sí dejan las tiendas con zarzas ymaleza, de la cuati se limpia con esmero la granplaza circular que se ha trazado.

En las tiendas que cierran el círculo viven lasfamilias que componen el duar; el terreno desj)cja-do que queda es para ol ganado, y la gran tiendaque ocupa el centro es el Shama, esto os, la casa deoración.

Allí se juntan aquellos boduinos de tostado rostroá elevar sus preces al Altísimo; allí los niños apren-den de memoria algunos versículos del Koran, y losviajeros musulmanes encuentran alojamiento.

Mientras las mujeres levantan el campamento, loshombres no permanecen ociosos.

Unos descargan los camellos; otros van á largasdistancias para buscar las zarzas que han de de-fender al campamento, cerrando los huecos que en-tre sí dejan las tiendas; estos cuidan los ganados ylos llevan á abrevar al cercano rio, mientras que losprincipales,.los más ancianos, siempre reparten lastierras comarcanas, segun las necesidades de cadacual, y designan los sitios donde se han de abrir lasmattmoras (silos) para guardar los granos.

Establecido el éuar, empieza la existencia normal,la vida de todos los dias.

Previamente repartido el terreno, empiezan laroturación y la labranza, procediendo cada unosegun sus medios.

Unos aran con hermosos bueyes; otros empicanmuías, caballos, camellos, y hasta hay quien se con-tenta con los débiles esfuerzos de un borrico, alcual, á veces, ayuda la mujer uncida al arado.

Si la mujer tiene la suerte de pertenecer á un

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N.' 128 J. ALVAHEZ.—UN PASEO POR MARRUECOS. 171hombre quo posea bastantes animales para no obli-garla á arar, no por eso está descansada en sutienda.

Desde que la semilla se deposita en la tierra ybrota en verdes tallos hasla que la gruesa y doradaespiga obliga á la planta á tocar el suelo, pasan mu-chos meses, durante los cuales es preciso ganar lavida de algún modo.

Tiene que cuidar de que el marido, al volver á latienda, encuentro pronta la comida, y además pre-sentarle los huevos do gallina que ha recogido y lascuerdas, escobas, serones, cestas, jaiques ó alfom-bras que lia hecho durante el dia.

A estos productos de la industria casera y feme-nina junta el marido algunas gallinas, dos ó trestarros de manteca, usas liebres y perdices queacaba do matar, y so prepara para ir á venderlas ála próxima ciudad.

Cargan sus mercancías en camellos ó borricos,según sus posibles, monta á caballo el marido, y lamujer,á pié, con el hijo atado á la espalda,lo acom-paña hasta la población, donde, vendidos:sus pro-ductos, compran pólvora, té, azúcar, bujías, tejidosblancos de algodón ú otros artículos de Europa deque carecen.

Eu las épocas de cosecha, como hacen falta bra-zos, unos á otros se ayudan bajo la dirección delChelg\ nadie permanece ocioso; hombres, mujeres,niños, todos acuden á la siega, y Lodos contribuyen,según sus fuerzas, á las faenas de la recolección.

Así so pasan dos ó tres años, hasta que esquilma-da la tierra, que jamás abonan, so niega á darmás frutos, ó empieza á escasear sus pastos; enton-ces el Chelig da la señal de marcha, las tiendas solevantan y el duar va á buscar á algunas leguas dedistancia, pero siempre dentro de los terrenos pro-piedad de la kábila á que pertenece, un campo quotenga las condiciones apetecidas.

Tranquila y dulce corre la vida para estos hom-bres que, sin las necesidades que la civilizacióncrea á los pueblos de Europa, viven con poco y tie-nen el derecho y la posibilidad do disponer siemprede un terreno y poderlo cambiar por otro mejor, sise les antoja.

Hijos todos de una misma familia, por el jefe deella gobernados, no se conocen los odios, lodos soniguales, cada una de las tiendas es la tienda de ¡osotros, y cada cual se cree obligado á verter hasla laúltima gota de sangre por defender á sus her-manos.

Cuando, después del trabajo, el sol se oculta porOccidente envuelto en nubes de púrpura y oro,mientras por el frontero horizonte avanza la densay fria niebla precursora en África do la noche, losmiembros del duar se reúnen en el shama, y allí elChekg oye sus quejas, dirime sus contiendas, hablan

del estado del campo, de sus esperanzas oñ la próxi-ma cosecha, y miran jugar ¡Tsus hijos y á sus muje-res, que al son de sus monótonas canciones muelencon tosca piedra, movida á mano, el trigo que aque-lla noche ha de servir para alimentar á la familia.

De pronto, los perros ladran con furia, saltan porcima de los espinosos vallados y se lanzan por elcampo en determinada dirección.

Las conversaciones y trabajos se interrumpen, loa-das las miradas siguen a los perros, sus fieles y vi-gilantes guardianes, y allá á lo lejos, medio perdidosentre las sombras de la noche; distinguen á algunosviajeros.

Los hombres salen, imponen silencio á los perrosó introducen á los caminantes en el duar, porque lahospitalidad es la virtud que con más gusto ejercenlos moros del campo.

Pobre ó rico, el viajero será bien recibido; elshama protegerá su cuerpo contra el abundante ro-cío que moja como la lluvia; su cabalgadura tendráun razonable pienso, y él, según su categoría, ce-nará con pan ó manteca, ó compartirá ol té y el cuz-cuz del Chelig.

Por lo que llevo dicho, no vaya usted á creer quelos duares son una Arcadia africana, donde todo sevuelve virtudes, cánticos y sencillez; aquí, como cuEuropa, la vida del campo os dura y trabajosa, lastiendas son abrigos detestables contra el frió y olcalor, sus habitantes son de lo más sucio que sepuedo usted h'gtirar, y después du haber pasado unanoche en un duar, el deseo más ardiente quo abrigaol viajero europeo ea el de abandonarlo.

Además de esto, la envidiable paz de que gozansuele turbarse con demasiada frecuencia, unas vecesporque uno ó más ladrones atacan el duar durantela noche para robar los ganados, otras porque espreciso ventilar á balazos alguna cuestión con unduar vecino ó una enemiga liMila, y no pocas por-que o! Sultán con sus tropas acierta á pasar ?>o,raquellos campos, y valiéndose de perros amaestra-dos, descubren los ocultos silos y roban el granoallí almacenado á cosía do tanto trabajo y sudor.

Cuando se las tienen que haber con el Sultán ósus tropas, suelen huir; pero si el enemigo es me-nos poderoso, cada cual se arma como puede, losjinetes forman la vanguardia, los infantes so desnu^dan para confundir su tostado cuerpo con la tierra,so esparcen por todas partes, batiéndose en guerri-lla y aprovechando con especial habilidad todos Ionaccidentes del terreno.

Los que no tienen armas, las mujeres y niños for-man la reserva, cuidan de los heridos, llevan muni-ciones á los combatientes y rodean á las viejas, queejerciendo las funciones de brujas que de derecholes corresponden, se ocupan en hacer hechizos paradar la victoria á los suyos, mientras que las jóvenes

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con manojos do alheña (Lausonia alba), cuya man-cha persisto durante muchos dias, sacuden en elrostro á los cobardes que por temor á la muerteabandonan el campo de batalla.

Desgraciado el hombre que después del combatese encuentre con el rostro manchado: bien puedehuir lejos del duar, porque ya no tiene familia.

Los hombres se avergüenzan de darle la maco yhablar con él, y ninguna mujer querrá habitar sutienda.

Todos al verlo escupirán en el suelo llamándolecobarde judío y le volverán la espalda.

Al otro dia al amanecer mandó levantar la tienday me puse en marcha, costeando siempre la intermi-nable laguna.

A las tres de ia tarde la perdí por fin de vista, óinclinándome un poco hacia la derecha, descubrísobre una elevada colina las pardas murallas de laMehodia, donde acordé pasar la noche.

Poco antes de ponerse el sol, llegué á la derechaorilla del caudaloso Sebú, que atravesó en una barca,trepando luego la escarpada colina en cuya ver-tiente Noroeste se alza la ciudad, á la cual lleguécuando iban á cerrar la puerta.

Una vez dentro, mi soldado tomó la delanterapara conducirme á casa del Caid, y yo le seguí porcalles do escombros, entre los cuales se notabanvestigios de chozas habitadas.

En todo el tránsito no encontró alma viviente,pero en cambio la cima de las ruinas estaba pobla-da por una legión de cigüeñas que me miraban me-lancólicamente desde lo alto de sus nidos.

Al revolver una esquina, un arco de piedra deórelon toscano, me condujo á un patio ó plaza llenode tiendas ó chozas, en una de las cuales estaba elCaid.

Presénteseme el soldado, exhibí mi carta do re-comendación, que después de leida por la primeraautoridad de la plaza me valió un diluvio de cum-plidos y el honor de que el mismo Caid, terciándoseel jaique, nos sirviera de guía.

Echó dolante de nosotros, y desandando el ca-mino que habíamos hecho para encontrarlo, nos,llevó junto ú la puerta de la ciudad y nos introdujoen una batería, en la cual quedamos alojados, aban-donándonos en seguida, porque la plañidera voz delMuzmin, ee-niéndose en los aires, llamaba á los fie-les á la oración.

Componíase mi alojamiento de una explanada, so-bre la cual había emplazados siete cañones, de loscuales hablaré más tarde; acomodáronse en ella la"muía y los caballos, y nosotros nos dispusimos ápasar la noche en un cuerpo de guardia capaz paraveinte hombres, que cerraba la gola de la fortifi-cación.

Mientras mi criado y el soldado se ocupaban en

descargar la muía y preparar lo necesario para lacomida, me sentó sobre la cresta del parapeto yempecé á examinar las localidades que á corta dis-tancia se confundían con las sombras de la noche.

A mis "pies serpenteaba el Sebú, y se perdía enun extenso bosque, cuya sombría masa se divisabaá lo lejos; á mi derecha se extendían amontonadasunas sobre otras las colinas de arena que limitan elrio, y por la izquierda las vastas llanuras del Garbque acababa do atravesar.

Al frente, el inmenso Océano lanzaba sobre lacosta sus plateadas olas semejantes á ordenadosescuadrones, y á mi espalda, reclinada en la negracolina, yacía la ciudad, ceñida por su vieja muralla,flanqueada por torreones cuadrados que bastan áproteger á sus habitantes contra las excursiones delos Beduinos.

Por el lado del mar no hay más fortificacionesque una circular al pié de la colina, enfilando laentrada de la barra, y sobre ella, dominándola porcompleto, la batería que me sirvió de alojamiento.

Como he dicho, constaba de siete cañones, y és-tos eran de á ocho, y doce de bronce y construc-ción española, según pude ver por las armas queostentaban; habían sido clavados.y estaban grose-ramente compuestos y peor montados sobre unasmedio podridas y pesadas cureñas sostenidas pordos ruedas macizas como las que en Galicia usanlas carretas.

La posición es magnííica, y no me extraña queJacob el Manzor, el vencedor en Alareos de Al-fonso VIH, la escogiera para fundar la ciudad, y queD. Manuel de Portugal, comprendiendo la importan-cia de este seguro puerto y el apoyo que en él po-dría encontrar para las conquistas que proyectaba,hiciera grandes esfuerzos por apoderarse de ella,de la cual fueron expulsados, perdiendo muchagente y buques.

El 6 de Agosto de 1616, 9-1 embarcaciones espa-ñolas, mandadas por Fajardo, desembarcaron unejército que, dirigido por D. Cristóbal Lechuga, tomópor asalto la ciudad, en la cual nos mantuvimoshasta el 22 de Abril de 1681, en cuya época, gra-cias á la debilidad de Carlos 11, nuestras armas tu-vieron que ceder á las victoriosas del feroz MuleyIsmael, del cual se dice que para hacer muestra desu destreza al montar á caballo solía de un solo tajocortar la cabeza del esclavo que lo tenía el estribo.

Desde entonces, cerrado este puerto para el co-mercio, sin más habitantes que unos pobres pesca-dores, se ha transformado en un inmenso montónde ruinas, cuando debía ser una ciudad floreciente.

Como punto militar, la Mehdia tiene una impor-tancia suma, no desconocida por los moros, puesya hemos visto la constancia y esfuerzo con quehan procurado reconquistarla siempre que la han

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NM28 J . ALVAUF.Z.—UN PASEO POR MARRUECOS 173perdido, lo cuai demuestra que comprenden su va- |lor como llave que es del Imperio, pues en ella sereúnen los caminos de Tánger, Marruecos, Mogatoy Fez, de cuya última capital dista sólo cuatro jor-nadas.

El inmenso bosque de la Mehdia, ó la Mamora,como le llaman muchos, cuya sombría masa seabría para dejar paso al rio, cubre, según mis in-formes, 15 leguas cuadradas de terreno poblado dehermosos árboles maderables, entre los que se dis-tingue el aral por la hermosura y buenas condicio-nes de su madera, muy apreciada para muebles doSujo.

Ayer al ser de dia monté á caballo, y emprendíel viaje envuelto en una densa niebla, muy comúnen estas costas, que limitaba enteramente mi hori-zonte.

A las nueve de la mañana sesteamos al lado deun pozo sombreado por una enorme higuera, quemarca la mitad del camino de la Medhia á Salé; y elsol, rompiendo la niebla, tuvo la atención de pre-senciar nuestro almuerzo, enseñándome de paso enlontananza los esbeltos minaretes de Rabal y Salé,ácuya última ciudad llegué ala una do la tarde,después de haber pasado bajo los elegantes arcosde un hermoso acueducto que los moros se atribu-yen, pero que evidentemente os de origen romano.

A diez minutos de marcha, á contar desde el acue-ducto, están las murallas de Salé, cuyas puertas noatravesé, pues me acordaba de que una vez que lohice me molestaron bastante una legión de chiqui-llos, insultándome y /tirándome piedras, y no quiseexponerme á otro nuevo lance; rodeó, pues, lasmurallas, como hacen todos los viajeros, pues enesta ciudad, que es santa, no pueden vivir cristia-nos ni judíos, y llegando á una extensa playa crucéel Burgvcb por medio de barcas, encontrándome enRabat, cuyas blancas casas y elevados minaretes sealzan majestuosamente en la opuesta orilla.

VII.

Rabal, o (\c Agosto de 1875.

He decidido proseguir mañana mi viaje, y le ase-guro á usted que estos dias no han sido para mí dedescanso, pues los he ocupado visitando lo más cu-rioso que la ciudad y sus cercanías encierran, gra-cias á lo cual puedo escribir á usted una largacarta.

Salé y Rabat, esas dos hermanas de la Maurita-nia, están separadas por el Burgreb, navegable sólopara buques de poco porte, y de tan difícil barra,que los barcos se pasan meses enteros sin podersalir del rio, por cuya circunstancia estas dos ciu-dades, tan ricas, tan populosas, tan trabajadoras,,no son el emporio del comercio marroquí, aunquesí una de sus más importantes ciudades.

Nada lie podido averiguar del origen de Salé,pero supongo que es do fundación Berebere, y, se-gun parece, habitada y dominada por sus fundado-res aun después de la conquista de los Árabes, ácuyo poder hicieron frente por mucho tiempo traslas murallas do la ciudad y amparados por el cau-daloso rio, el cercano bosque y las próximas mon-tañas, en las cuales aún hoy se sostienen los des-cendientes de tan valiente raza.

Aun cuando la historia Marroquí es en extremooscura, se sabe positivamente que conquistó la ciu-dad Jacob Ben Jusef bou Ab el Mumen, apellidadoEl Manzor bi Jadhl AHah (el victorioso por la gra-cia de Dios); pero no sucede lo mismo con los mo-tivos que impulsaron al gran soberano marroquí áfundar á Rabat. Algunos pretenden que los Berebe-res habitantes do Salé fueron derrotados por losÁrabes en el mismo sitio que hoy está ediíificada laciudad, y que, habiendo El Manzor sentado sus rea-les en el campo de batalla, le dio por nombre Rbaíel Fath.

Aun cuando después do la cruel derrota sufridapor los Bereberes de Saló habían éstos recibido unafuerte guarnición árabe, el carácter y número delos Salentinos no inspiraba bastante confianza á li!Manzor, que determinó trasformar sus tiendas encasas y rodearlas de fuertes murallas para tenorsiempre en jaque á la ciudad berberisca.

Sin embargo, el imán Abu-Mohamed Salah el Gar-nati (Granadino), en su famosa historia de los sobe-ranos de Marruecos, que con el título de Rut elKartas escribió en Fez en 1326. nos dice que ániesde pasar El Manzor á Andalucía para la campaña deAlarcos, dejó ordenada la construcción: primero,la Kasbá (ciudadela) de Marruecos, la mezquita sa-grada y el hermoso minarete contiguo á dichaKasbá; segundo, la mezquita El Kutubia; tercero,la ciudad de Rabat el Fath sobre los terrenos deSalé, y cuarto, la mezquita deHasan y su minarete,sin que hable una palabra de Bereberes ni de bata-llas dadas delante de Salé, sucesos demasiado im-portantes para pasarlos por alto un autor tan minu-cioso como el Granadino, que nos da el retratocompleto de El Manzor, cita nominalmento á susKaids, nos habla de sus expediciones, todas congrandes detalles, extendiéndose mucho en la famosade Alarcos, á la cual dedica un capítulo especial, ypor último, dice, hablando de los últimos dias doaquel gran monarca:

«Algún tiempo después de su llegada á Marrue-cos, el emir de los Musulmanes (título que llevanlos soberanos marroquíes) designó por su sucesor ásu hijo Abi-Ab-AUah, apellidado El Naser LedynHah, al cual reconocieron los Almohades y todossus subditos de Andalucía, Marruecos, lfrikya desdeTrípoli á Rled-Hun, desde Sus al Aksa y desde la

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174 REVISTA EUROPEA. 6 DE AGOSTO DE I 8 7 6 . N.° 128

mar hasta el Sahara en el Sur. En todo el país com-prendido en estos límites, ciudades, aldeas, llanu-ras y montañas, Bereberes y Árabes nómadas re-conocieron al sucesor designado, y le pagaron im-puestos, la limosna y el diezmo y se hizo el Khot-bah en su nombre. Después de esla proclamación yde habersentado á su hijo en el trono dolos Kali-fas, entregándole el gobierno y la dirección de losnegocios, El Manzor se retiró á su palacio, donde laenfermedad se apoderó de él. Entonces fue cuandodijo: «De todas las acciones de mi vida y mi reina-do, no me arrepiento sino de tres, tres cosas quehubiera valido más que no hiciera; la primera eshaber introducido en Marruecos los Árabes nóma-das de Ifrikya, porque ya he conocido que son ellosla causa de todas las sublevaciones; la segunda eshaber construido la ciudad de Rabat el Fat'h^ en lacual he agotado inútilmente el tesoro público, y lalercera es haber dado libertad A los prisioneros deAtareos porque no dejarán de volver á empezar laguerra.»

De suerte que, según el testimonio del imán Gra-nadino, y que, á mi parecer, es el más digno de fe,ía fundación de Rábat obedeció á un capricho másbien que á una imperiosa necesidad política, pues,vemos por- un lado arrepentirse de este capricho áAlmanzor, y por otro dejar encargada la construc-ción de la ciudad antes de pasar á España á comba-tir á Alfonso VIII, lo cual indica que no recelaba delos Salentinos cuando movía sus armas contra losEspañoles, llevando todos sus soldados al otro ladodel Estrecho.

El mismo nombre que dio á Rabat parece un re-cuerdo de sus campañas en España, y sin pretenderque sea el mismo, me parece muy semejante áKalal-Rabal (hoy Calatrava) para suponer que fuera"una reminiscencia de la fortaleza que por aquelmismo tiempo conquistó en España.

Desde entóneos las dos ciudades unen su historiaaun" cuando no sus corazones, pues los habitantesdo una y otra se odian-cordialmente; pero con idén-ticos intereses ligados, su suerte, mal que les pese,ha sido la misma siempre.

Así las vemos gobernarse independientes en 1620y caer junta;? en poder del mulato Muley Arxid, acla-mar las pri ñeras ciudades del Imperio á Muley-el-Vuzid y armar los famosos corsarios que por tantotiempo fueron terror de los mares.

A fines de Diciembre de -1844 los moros de una yotra ciudad, aun cuando los de Rabat echan la culpa;i los Salentinos, tobaron un buque francés y atro-pellaron luego la casa del cónsul, por lo cual se pre-sentó frente á la barra el almirante Dubordieu conun navio y tres vapores, y después de negociar sinéxito, rompió el fuego & las diez de la mañana, du-rando el combate, ó por mejor decir, la resistencia

de los Salentinos hasta las tres do la tarde, conti-nuando los franceses el bombardeo, que incendiótotalmente la ciudad, hasta las cinco y media de latarde.

Lo más curioso de todo esto es que los Rabaten-ses apenas tomaron parte en la lucha y que los fran-ceses pagaron su neutralidad no haciéndoles fuego.

Las fortificaciones por la parte del mar consistenen una batería de 18 cañones construida en Salé áorillas del mar y tres en Rabat, una al Norte con 1\cañones, otra en el centro con 18, y, por último, ladel Sur con 24.

Entre las baterías del Centro y del Sur, sobre unacolina que domina la ciudad, está construida la Kas-bá, que con tres órdenes de altas murallas, flanquea-das por torreones cuadrados, completan su fortifi-cación por el lado de tierra.

La ciudad es grande, bien edificada, bastantelimpia y habitada por gente rica y principal; pero nose figuro usted que es un Petit París ni mucho me-nos, pues la hermosura y limpieza de que hablo sonrelativas y comparadas con otras ciudades moras.

Esta es una de las más populosas del Imperio,pues entro ella y Salé cuentan próximamente se-senta mil almas, gracias á su posición geográficaentre los reinos de Fez y Marruecos, á la fertilidadde sus campos y al forzoso paso por ellas de las ca-ravanas que van del Norte al Sur, circunstanciaspor las cuales debían ser las primeras plazas mer-cantiles del Imperio si no fuera por su mal puerto.

El Burgreb, quedivide áRabatde Saló, es bastanteancho en su desembocadura; pero las tironas le hancerrado formando en medio de la corriente un bancobastante considerable que descubre la baja mar, de-jando para entrar dos pasos, cuya situación y fondo,que en baja mar á veces se encuentra á dos pies,varía con tal frecuencia quo es imposible fijar.

Al otro lado de la barra, es decir, dentro ya delrio, pueden los barcos fondear con treinta y dosbrazas de fondo, fango, enfilando la gran torro deMasan, situada á dos millas de la barra.

Cerca del sitio donde fondean los buques, prote-gidos por las torres de la Kasbá, están la aduana yel astillero, donde otras veces se construían lesfamosos corsarios que tan triste gloria conquista-ron á Saló.

Antiguamente la barra era más limpia, y en estaúltima ciudad me han enseñado los naturales unasgrandes puertas de mármol blanco que daban acce-so á una extensa dársena, cegada hoy por la arena,y en la cual entraban los piratas con sus presas.

En este mismo lugar acampan hoy las caravanas,y los camellos tienden al sol sus largos cuellos endonde antes surcaban el agua los temidos bajeles.

La ciudad de Salé, en cuyo recinto no se admi-ten cristianos ni judíos, está reputada como santa,

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N.'128 J . ÁLVAREZ. UN PASEO POR MARRUECOS. 175

y el comercio y la industria, cediendo el puesto alfanatismo religioso, se lian reconcentrado en Rabat.

Alimentan el mercado interior de esta ciudad losproductos agrícolas do los cercanos campos y losde la industria local, consistentes en tapetes ó al-fombras, muy estimadas por la duración de sus ri-cos y variados colores y original dibujo, jaiques delana pura ó mezclados con seda, tejidos do lanaordinarios, pasamanería, pieles curtidas, alfarería,bandejas de cobro y armas; recibiendo de Europalos artículos de primera necesidad para los moros,como son paños, sedas, galón de oro, géneros doalgodón, pedrería, azúcar, té y muchas de las pri-meras materias que emplean en su industria.

No habiendo en Rabat edificios notables que vi-sitar, pues los dos palacios del Emperador no sonmás que unos caserones destartalados que no lo-gran llamar ni por un momento la atención del via-jero, me indemnicé en las cercanías, que es do lomás bonito y pintoresco que be visto desde que es-toy en este país.

Grandes jardines poblados de naranjos, granadosy algodoneros, entro los que crecen multitud derosas, y una abundancia extraordinaria de fuentesde mármol, que destacan do un mojio admirablesus esbeltas coiumnitas y elegantes arcos sobre el.verde follaje, es lo que á cada paso se encuentra enlas orillas del rio.

A tiro de pistola de la puerta oriental de Rabatse encuentra el recinto amurallado do la antiguaCholla, convertida hoy en cementerio, donde repo-san las cenizas de los Manzoros que reinaron enMarruecos desde los años 1130 á 1269 de Jesu-cristo.

Extinguida esta dinastía, los demás monarcas cui-daron poco de conservar aquel grandioso panteón,donde se entra por una hermosa puerta de mármolenriquecida con preciosos arabescos; pero este des-cuido, tan natural en los Árabes, si bien concluirápor destruir las magníficas tumbas do los sobera-nos Almohades, ofrece hoy la ventaja de presentaral viajero artista puntos de vista tan hermosos yoriginales como puede soñar la más ardiente ima-ginación.

Confundidas con ruinas de la antigua ciudad, ven-se las tumbas de los reyes, que cada una es un sun-tuoso edificio, un hermoso tipo de la arquitecturaárabe desde la época de su mayor esplendor hastael principio de su decadencia; y entre todo esto co-pudos árboles, enanos arbustos y parásitas plantasrompen por entre los labrados mármoles, á quienesel tiempo ha dado una tinta amarillenta ó sonrosa-da,-cortando así la monotonía de las líneas y delcolor y enriqueciendo la obra del hombre con eltrabajo de la naturaleza.

Para describir este delicioso lugar, donde cada

paso es una sorpresa, cada montón de escombrosun cuadro de sublime poesía, no basta la pluma;sería necesario acudir á los pinceles de nuestro dis-tinguido paisajista!). Carlos Haes, único que'podríahacerle verá usted las bellezas que encierran aque-llas vetustas murallas. ;

Más allá de Chella, remontando la izquierda delrio, se encuentra un gran terreno plantado de na-ranjos, entre los cuales se encuentran, de pié unas,derribadas otras, pero todas mutiladas y medio cu-biertas de yedra, algunas columnas, restos de lagran mezquita de Ilasan, hecha por Sidi-Geber, elmismo arquitecto que dirigió las obras de la Kutu-via en Marruecos y la famosa Giralda de Sevilla.

Como he dicho ántos, esta es una de las obrasque mandó hacer El-Manzor antes de pasar á Anda-lucía para la campaña de Atareos, y de tan costosaobra quedan sólo las pocas columnas que acabo demencionar y el minarete conocido hoy con el nom-bre de torre de Hasan, que se eleva 27b2 pies sobreel nivel del mar, desde donde so distingue á la dis-tancia de seis millas.

El ingeniero que la hizo, según lo que por tradi-ción me dijeron en Rabat, era natural do Sevilla, ytanto lo gustó la torre, que construyó otras dos entodo iguales en Marruecos y Rabat.

Por lo que recuerdo de la de Sevilla, y salvo lodeteriorada que está la de Rabat, la semejanza en-tre las dos es notable.

En la torre de Hasan, que naturalmente carecedel cuerpo que á la Giralda se le añadió después dela conquista, faltan algunas de las primeras rampas,por lo cual la subida es difícil; pero en cambio lavista que se obtiene desde arriba compensa conexceso los trabajos de la ascensión, y el ánguloque mira al Sudeste está desmoronado á causa deun rayo que cayó en ella el siglo último.

Al hablar de las fortificaciones de la ciudad hedicho que por parte de tierra la circuían tres mura-llas, y vuelvo sobre este punto porque es muy im-portante para conocer el estado político del país.

La primer muralla, es decir, la interior, rodea lascasas; la segunda prolego los arrabales, y la terceralas huertas y jardines; de modo que entre los tresrecintos hay suficiente lugar para que se refugien ácubierto de las murallas los habitantes de los dua-res vecinos con sus bienes y ganados.

Una tan grande línea de defensa necesitaría encualquier país una numerosa guarnición, que noexiste en Rabat porque en caso de apuro todos se-rían soldados, y porque como las murallas estánhechas para defenderse contra los beduinos que notienen artillería ni se atreven á intentar un asaltopor escalada, basta conservarlas en buen estadopara estar seguros.

Las disfintas razas que componen el Imperio de

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Marruecos forman un conjunto tan abigarrado y he-terogéneo, que lia inducido á error á muchos hom-bros eminentes que sin conocerlo á fondo handiscurrido sobre él, ateniéndose á su claro juiciobasado sobre los intereses, modo de ser y aspira-ciones de los pueblos musulmanes.

Es un erroi', por desgracia generalizado hasta enlas esferas gubernamentales, creer que el Imperiode Marruecos es un cuerpo compacto regido porleyes fijas y obediente á su jefe oficial.

El Imperio está formado por muchas y diferentesrazas producidas por la mezcla de distintos pueblosque han pasado ó dominado en estas comarcas,siendo los principales los Bereberes, los Árabes ylos Moros, teniendo cada una de estas agrupacio-nes sus creencias, sus intereses y sus aspiracionesdistintas, lo cual hace imposibles en el Gobierno launidad de miras y de poder tan necesarias para laexistencia de un país.

Los Árabes habitan por lo general en campamen-tos que colocan en ios sitios más cómodos, y suscostumbres nómadas, el conocimiento tradicionalde haber sido ellos los conquistadores de un paísque no consideran como suyo, pues no habitan dosaños en-el mismo lugar, los hace inquietos, fero-ces, guerreros y orgullosos con todos los demáshabitantes, á quienes consideran como vencidos.

Enfrente de esta raza guerrera é indomable sealza otra no menos feroz ó independiente.

Los primitivos habitantes del África, los hijos delos antiguos Bereberes, están aún como al siguientedia de la batalla de Barha.

Los Árabes derrotaron á Koseila Bem Behram y áZuir Bcm-Keis, destruyeron á Cartago y Túnez,quedaron victoriosos en los desfiladeros del Aures,se extendieron por toda Berbería, haciendo adoptarsus costumbres, religión ó idioma á los habitantes,pero no los han vencido, no han logrado aún ha-cerles deponer las armas.

Si alguna vez se han unido á los Árabes, ha sidopor coacción, no voluntariamente, sino obliga-dos por la fuerza de las circunstancias ó de lasarmas.

Aun cuando en muchas comarcas su idioma es elÁrabe, en otras conservan el suyo más ó monoscorrompido; su religión también es la Mahometana,pero admitiendo ritos y ceremonias que rechazanlos Árabes.

Los Bereberes, siempre armados, dispuestossiempre á sacudir el yugo de los conquistadores,viven en lugares fuertes, rigiéndose por leyes espe-ciales y sin reconocer más autoridad que la de susjefes.

Pastores y labradores en su mayor parto, se di-viden en dos grandes naciones, según ocupan lasvertientes orientales ú occidentales del Atlas,

siendo los primeros conocidos con el nombre deChelogs, y eon el de Cabaibs los segundos.

Los Moros componen otra casta, que se distinguedel resto de los habitantes del Imperio por la blan-cura de su tez, finos modales y carácter falso; sonuna mezcla de Fenicios, Romanos, Árabes, Númi-das y Mauritanos; habitan las ciudades y se dedicaná la industria y al comercio.

Tanto los Árabes como los Bereberes se dividenen tribus que dominan en vastos territorios, lastribus en kabilas y éstas en duares, que vienen áser el campamento de una sola .familia gobernadapor un patriarca ó Chekg.

Los jefes de las kábilas habitan en fortalezas, entorno do las cuales se agrupan los duares de lakábila, haciendo pastar sus ganados en los camposcercanos; pero como los límites de cada kábila noestán marcados, ocurren frecuentes choques entrelas tribus kábilas y duares, pudiendo asegurar áusted, sin miedo de equivocarme, que no pasa unsolo dia sin que, en uno ú otro punto del Imperio,se derrame sangre humana.

Este estado de cosas ha croado cierto antagonis-mo entre las diferentes tribus, que se consideranpequeños Estados siempre dispuestos á ventilar ábalazos sus cuestiones con los vecinos ó rivales,creciendo en estas pequeñas guerras la autoridadde los jefes, al paso que mengua la del Soberano,cuyos esfuerzos son impotentes para corregir talesexcesos.

Varios jefes de kábila ó tribu, al sentirse fuertes,han rechazado por completo la autoridad del Sul-tán, alcual apenas conceden la soberanía sobre elfeudo que ellos gobiernan, negándosela otros porcompleto ó formando con esto objeto confederacio-nes regidas por un consejo de Chekgs.

Hállanse, pues, en insurrección permanente laskábilas del Rif vecinas de Melilla, y mucho más aúnlas del interior; la confederación de Dhadma, Ese-bah y Zahira, que ocupa el territorio comprendidodesde las lagunas de Rasdaura hasta seis ú ochomillas al Sur de Rabat; los Sieidas, sobre las riberasdel Yujif; los de Jajá, dueños de los campos querodean á Mogador, y, por último, en el vasto terri-torio de Tekna, m'ás vulgarmente conocido con elnombre de Sus y Guad Nun, la autoridad del Sultánes nula, por más que los geógrafos se empeñan enhacerlo figurar en los mapas como formando parteintegrante del Imperio Marroquí.

Con tales elementos lg, autoridad del Sultán esmuy precaria, y aun cuando generalmente la reco-nocen en principio y como jefe espiritual, se parecemucho á la que la Santa Sede ejercía" sobre Europa,y en especial sobre Italia, durante los primeros si-glos del Cristianismo.

El Saltan impera donde su ejército acampa, en al-

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N.° 128 ÜELMHOLTZ. LA CIENCIA DE LA NATURALEZA. 177

gimas ciudades y en los llanos, pero en las monta-ñas y en las comarcas que se extienden desde laizquierda orilla del rio Masa, su poder es completa-mente ilusorio.

La tendencia de la política interior del Imperioes establecer sobre sólidas bases la superioridadespiritual y temporal de los Sultanes, sacudir elyugo de la influencia Europea, bajo la cual gimenlos Estados Berberiscos desde la conquista de Ar-gel, necesitando para lograr sus fines ejercer undominio absoluto y positivo sobre las turbulentas éindisciplinadas kábilas.

Para conseguir sus miras, los Emperadores unensus fuerzas con las de las kábilas que luchan entresí, ayudando á las débiles contra las fuertes; logranla destrucción ó al monos el aniquilamiento de am-bas, haciendo así servir á su causa la constanteguerra civil que hierve en el Imperio; pero estetriste remedio que tanto prestigio roba á la autori-dad, concitando contra ella el odio del vencido, esineficaz tratándose de las grandes confederaciones,tales como las que forman las kábilas inmediatas áRabat y los Estados independientes de Tekna, con-tra las cuales, solo ó unido con otras kábilas, 61ejército Imperial es siempre derrotado.

Es indudable que una buena administración y unejército bien organizado, ayudando á la influenciareligiosa que los Soberanos marroquíes ejercen so-bre las conciencias, darían en pocos años el triunfoá esta política absorbente, y concluirían con el feu-dalismo que hoy destroza el Imperio; pero sin nin-guno de estos elementos, los resultados que seproducen son nulos, perpetuándose la anarquía yperdiendo el trono por su impotencia el prestigioreligioso, que antes era su más poderoso auxiliar.

El ejemplo de nuestra vieja Europa, su espírituliberal ha saltado el estrecho y empieza á tomarcarta de naturaleza en el Imperio Marroquí.

Los Estados independientes de Tekna claman porque Europa los reconozca y frecuente sus puer-tos, y al advenimiento del actual Sultán hemos vistoá la ciudad de Fez cerrar sus puertas y no admitiral nuevo Soberano hasta que juró una Constituciónque violó en cuanto él y sus tropas penetraron in-tramuros.

Ciertamente que la Constitución no era muy liberal, pues en ella se imponían restricciones para eltrato con los cristianos y se prohibía la entrada enel Imperio de vino, aguardiente y tabaco; pero poialgo se empieza, y el hecho dice mucho en un pue-blo que, acostumbrado siempre á sor esclavo de susreyes, pretende ahora imponerle condiciones y su-jetar á leyes fijas su antes absoluta voluntad.

El nuevo Sultán no parece muy dispuesto á dejarque se cercenen sus derechos; y convencido que emejor instrumento para sostener su poder es con-

TOMO VIH.

tar con un ejército, ha decretado una quinta que hasido muy mal recibida en las poblaciones, y en es-pecial en esta, yéndose muchos jóvenes á las mon-tañas á engrosar el partido de los rebeldes.

En cuanto á las kábilas, les apura menos, porquesaben que viviendo en el campo tienen más mediosde eludir el llamamiento del Sultán.

Veremos en lo que para todo esto, pues segúncreen todos, el presente reinado ha de señalarsepor grandes disturbios y novedades en el Imperio.

J. ALVARKZ PEHEZ.

(Continuará. J

RELACIONES DE LA CIENCIA DE LA NATURALEZAC O N LA C l E N C Í A T O D A . *

Respetable asamblea:Renueva nuestra Universidad cada año en este

dia el grato recuerdo de un ilustre príncipe denuestro pueblo, Carlos Federico, quien en mediode una época que pareció trastornar todo el anti-guo régimen de Europa, se dio con alma y vida áprocurar el bien de su país, promoviendo para elloel desarrollo de su espíritu, sabiamente penetradode que la regeneración de esta Escuela había deser uno de los medios capitales para realizar susgenerosos propósitos.

Y pues en dia semejante he de hablar á la Uni-versidad toda y en su nombre, representándola eneste sitio, parece conveniente sin duda abrazar enuna ojeada el mutuo enlace de las ciencias y de suesludio hasta donde sea posible hacerlo, desde cllimitado punto de vista que de por si ofrece cadauna de ellas.

Estos lí^os, merced á los cuales solemos unirlasá todas bajo el nombre de una Universitas littera-rum, parecen quizá hoy menos íntimos que en otraépoca cualquiera, lil erudito de nuestro tiempo secierra en un estudio de los pormenores de tan pas-mosa proligidad y riqueza interna, que cuando más,apenas puede llegar á poseer una esfera particularde la ciencia .presente. Al lingüista de los tros si-glos últimos daba sobrada ocupación el estudio delgriego y del lalin; sólo para fines de aplicación in-mediata se pensaba en aprender quizá también al-guna de las lenguas europeas. Hoy la Filologíacomparada se propone como problema nada menosque el conocimiento de todos los idiomas de todaslas razas humanas, para descubrir en ellos las leyesque presiden la formación del lenguaje, consa-grándose á esta indagación con una perseverancia

* Discurso k'ido el 22 (le Noviembre ú> 1863 ante el claustro de la

Universidad de Heidelherg.

12

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178 REVISTA EUROPEA.—6 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . N.° 128á toda prueba. Aun dentro do la misma Filologíaclásica, no basta ya hoy el estudio de aquellos es-critos que por su perfección artística ó por lo deli-cado ó lo profundo de los pensamientos que en-cierran han pasado como tipos ideales para la poe-sia y la prosa de todos los tiempos: sábese ya quecada fragmento perdido de un antiguo escritor,cada noticia de un pedante gramático ó de un poe-ta de la corte bizantina, cada piedra del sepulcrode un funcionario romano perdido en cualquierrincón de Hungría, do España ó de África, puedencontener un indicio ó un elemento de prueba, úti-les y aun quizá importantes en su lugar respectivo;en vista de lo cual otro grupo de eruditos se ha de-dicado á la colosal empresa de reunir y catalogartodos los restos de la antigüedad clásica, sea cualfuere su especie, disponiéndolos así para utilizarlosen su dia. Se entregan estos sabios al estudio de lasfuentes históricas, á la revisión de los pergaminosy papeles acumulados en los archivos nacionales ymunicipales; dánse á coleccionar las noticias disper-sas en Memorias, correspondencias y biografías, ádescifrar los monumentos geroglíílcos y cuneifor-mes; emprenden para esto la formación del. cuadrosistemático do los minerales, plantas y animales vi-vos ó fósiles, cuadro cuyas proporciones crecen rá-pidamente, pues cada dia se descubren en él nue-vos objetos en estas esferas; desplegase por tantoá nuestra vista una masa de sabor tan gigantesca,que haría vacilar y produjera vértigo al más re-suelto. En todas estas ciencias crece el radiode indagación constantemente, en proporción igualá como se mejoran los medios auxiliares de su es-tudio, sin que pueda verse el término donde hayaéste de acabar. El zoógrafo de los pasados siglosse contentaba con describir los dientes, el pelaje,la forma de las extremidades y otros caracteres ex-teriores de los animales; el anatómico exponía laMorfología humana, que alcanzaba á conocer va-liéndose del bisturí, las tijeras, la sierra y acasola inyección de los vasos. A nadie satisfaría hoyaquella Anatomía humana, grosera en cierto modo,mirada entonces, aunque sin fundamento, como per-fecta y acalada, siendo en realidad materia por elcontrario enormemente vasta y de dificultoso apren-dizaje. Hánse formado ya á la par de ella la Anato-mía comparada, que abarca el reino animal todo, yla Anatomía microscópica, ciencias ambas de infi-nito contenido, que solicita y absorbe el interés delnaturalista.

Convirtió los cuatro elementos de la antigüedady de los alquimistas nuestra química de hoy en se-senta y cuatro cuerpos simples (4), los tres últimos

í t^ En la actualidad sesenta y cinco: el ultimo de los cuales ha sido

descubierto en la blenda (sulfuro de íinc) por Lecoq de Boisbaudran, y

llamado Gnl[i:nH»

de los cuales se deseubieron según un métodoideado en nuestra Universidad y que ofrece lagrata perspectiva do otros muchos descubrimien-tos ulteriores. Pero á más de crecer extraordina-riamente el número de los cuerpos elementales,han progresado tanto .los procedimientos para re-solver ciertas complicadas combinaciones forma-das por ellos, que la llamada Química orgánica,cuyo asunto no es otro sino determinar los com-puestos que el carbono forma con el hidrógeno, eloxígeno, el ázoe y algunos otros elementos, estáya constituida como ciencia sustantiva é indepen-diente.

«Como estrellas hay en el cielo,» decían los an-tiguos cuando trataban de expresar un número su-perior por su magnitud, al poder de nuestra fanta-sía, y juzgó Plinio temeraria (rem etiam Deo impro-bamj la empresa, acometida por Híparco, de con-tar y señalar el sitio de tocios los astros. Y, sinembargo, los catálogos de estrellas formados hastael siglo XVII sin auxilio de los anteojos, no men-cionan sino de 4.000 á 4.500, desde la primerahasta la quinta magnitud. Hasta la décima tratanhoy los astrónomos de nuestros observatorios decontinuar este catálogo, que levantará probable-mente aquella cifra á 20.000 estrellas fijas quizá entodo el cielo, y cuyos lugares respectivos serán ensu dia precisamente señalados.

La inmediata consecuencia de los esfuerzos he-chos ya para llevar á cabo lal propósito, ha sido laposibilidad de descubrir muchos nuevos planetas,de los cuales seis no más eran conocidos hasta 1784,siéndolo 7S en el momento presente (4).

Al ver tan poderosa actividad en todos los ramosdel saber, nos asombran y espantan los audacespropósitos del hombre, como al coro de la Antigonecuando grita:

TcoXXá TÍ Seivá vtoüSsv ávSpómou SsivÓTepov iriXetMuchas cosas hay prodigiosas; nada tan prodi-

gioso como el hombre.¿Quién ha de abrazar ahora el todo, quién tendrá

en su mano los lazos con que se atan sus partes res-pectivas y podrá orientarse rectamente?

Salta á la vista como legítimo corolario de lodicho, que es fuerza elija cada indagador una es-fera menor cada vez como objeto de su peculiaractividad, sin que alcance de las próximas á la suyasino conocimientos incompletos. Muévenos hoy árisa oir que en el siglo XVII fue llamado Keplero áGratz para enseñar Matemáticas y Moral, ó queBoerhave á principios del XVIII profesaba á la vezen Leyden la Botánica, la Química y la Clínica mé-dica, en la cual se incluía entonces la Farmacia.Cuatro profesores, cuando menos, y en Universida-

(1) Al presente son 457 los planetas asteroides que se conocen.

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N.° 128 HELMHOLTZ.—LA CIENCIA DE LA NATURALEZA. 179

des bien dotadas siete y ocho, so distribuyen en laactualidad la explicación de aquellas materias. Otrotanto pudiera decirse de las restantes disciplinas.

Por lo que toca al problema de la relación entrelas diversas ciencias, hay de parte mia Lanía razónpara discutirlo, cuanto que pertenezco al círculode los que cultivan las de la Naturaleza, y precisa-mente han sido éstas en nuestra época culpadas deaislamiento y exclusivismo en su dirección presen-te, que las aparta de las restantes ciencias á ellasafines por la comunidad de sus elementos filológicosé históricos. Semejante divorcio há tiempo que dehecho se siente, y paréceme haberse producido bajoel influjo de la filosofía de Hegel ó mostrádose porobra de ella, cuando menos, con mayor claridad ydecisión que hasta entonces; pues todavía á finesdel pasado siglo no había sido parte la filosofía deKant á engendrarlo, manteniéndose esta, por el con-trario, sobre ol mismo suelo, por decirlo así, que lasciencias naturales, como dan de olio testimoniovivo los propios trabajos de Kant en esta esfera,especialmente su hipótesis cosmogónica, que, fun-dada tn la teoría Newtoniana de la gravitación ydesenvuelta luego por -Laplace, ha recibido, bajoel nombro de éste, general aceptación.

La filosofía crítica de Kant se ocupó exclusiva-mente de mostrar las fuentes y legitimidad do nues-tro saber, y de crear un tipo para el proceso nooió-gico do las restantes ciencias particulares. Una pro-posición, hallada a priori por virtud del puro pen-sar, no podrá, según la doctrina Kantiana, merecerotro concepto que el de una regla para el métododel pensamiento, nunca el de una afirmación conpositivo y real contenido. La Filosofía de la Identi-dad fue más osada. Arrancó de la hipótesis de quetambién el mundo real, la naturaleza y la vida hu-mana son resultado del pensamiento do un espíritucreador coesencial al espíritu del hombre, para elcual pareció posible, por lo tanto, la empresa deseguir aquella primordial idea, sin necesidad deapelar al auxilio de la observación exterior, antesvolviéndose á la intimidad do la conciencia, hallán-dolo allí claramente reflejado. Con tal sentido, pro-púsose entonces la Filosofía do la Identidad cons-truir a priori los resultados esenciales de las cien-cias particulares. Pudo realizar con mejor ó peoréxito semejante propósito en la ciencia religiosa, enla jurídica, en la del Estado, en la filológica, enla del arte, en la historia, en todas aquellas, ensuma, cuyo asunto tiene una base esencialmentepsicológica y que se comprenden, por lo tanto, pro-piamente bajo el dictado de Ciencias del Espíritu.

Necesidades y exigencias con efecto del espírituhumano satisfacen así la Religión y el Estado, comoel Arte y el Lenguaje. Por otra parte, siquiera trai-gan frecuente perturbación á la historia humana los

obstáculos exteriores, las fuerzas naturales, el ac-cidente, aun ol antagonismo de los hombres entresí, deben á la postre sobreponerse los perseveran-tes esfuerzos del espíritu, encaminados siempre arealizar un mismo fin, al desconcierto que esos obs-táculos producen, y conseguir sobre ellos un triunfodecisivo. No era, pues, imposible del todo, bajo ta-les condiciones, trazar a priori, supuesto un cono-cimiento exacto del espíritu del hombre, el cursogeneral del desarrollo de la Humanidad en relacióncon las indicadas circunstancias, siempre que con-tara ya el filósofo para esta obra con un materialempírico, prolijo y amplio, base natural de sus ulte-riores abstracciones. Este problema trató Hegel deresolverlo en sus ensayos, apoyándose en los pro-fundos estudios que de la Historia y la Ciencia ha-bían hecho los filósofos y poetas de la época que ¡cprecediera, y de los cuales se sirvió, con sólo con-certarlos ordenada y metódicamente, para edificarun sistema majestuoso á la verdad por muchas desus sorprendentes concepciones, recibidas por lamayoría de los hombres ilustrados de su tiempocon entusiasmo tan vivo, que vinieron á despertarseinfinitas esperanzas de solución para las cuestionescapitales de la vida humana, y esto con motivotanto más fundado, cuanto que los nudos de la tra-ma del sistema aparecían envueltos en las sombrasde un lenguaje de abslrusion tan peregrina, quequizá no fue entendido y penetrado realmente porlos más de sus admiradores.

Pero ol haber construido con mayor ó menoracierto los más esenciales resultados de las cien-cias psíquicas no era, sin embargo, en modo algunoprueba palmaria de la verdad do la hipótesis de laidentidad de que procedía la filosofía de Hegel.Por el contrario, los hechos naturales hubieran dadotestimonio irrecusable.

Que ilb pueden menos de señalarse en las cien-cias relativas al espíritu humano las huellas de laactividad y gradual evolución de éste, entiéndese desuyo. Pero si era la Naturaleza un puro reflejo delproceso do pensamiento de un espíritu creador aná-logo, debían sus formas y fenómenos, comparativa-mente más sencillos, sujetarse con mayor facilidadalas exigencias y orden del sistema. Vanos fueron,y debe decirse, de todo punto, los esfuerzos de laFilosofía de la identidad para realizar esta obra. Losnaturalistas, por lo menos, no hallaron sentido al-guno á la Filosofía de la Naturaleza de Hegel.De los muchos y distinguidos de aquel tiempo, nin-guno pudo simpatizar con las ideas hegelianas. Ycuando por otro lado importaba capitalmente á He-gel conquistar entre estos la aceptación que en lasdemás esferas halló por completo, acabó de hacér-selos hosliles entablando con ellos una polémica apa-sionada y agresiva encaminada á herir á Newton,

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180 REVISTA EUROPEA. 6 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . N.° 128

como el representante primero y más grande do laindagación científica de la Naturaleza. Acusaron losfilósofos de limitación y estrechez de miras á los na-Luralislas, y éstos de insensatez á aquellos. Comen-zaron desde entonces los naturalistas á preocuparsecon cierto ahínco de que sus trabajos se conserva-sen libres de todo influjo filosófico, llegándose átanto por algunos, y enlre ellos por hombres de ca-pital importancia , que condenaron toda filosofíacomo un ensueño, no ya inútil, sino hasta nocivo.

Preciso es confesar que con semejante criterioeran desestimadas por igual, así las injustas pre-tensiones de la Filosofía de la identidad á su-bordinar y someter los demás conocimientos á si;ley, cuanto las exigencias legítimas y puestas enrazón que tiene aquella primera ciencia para contodas las restantes, tales como la critica de susfuentes de conocimiento respectivas y la creacióndel tipo ideal de su formación y construcción.

Fenómenos opuestos y diverso giro mostraronlas ciencias esencialmente psicológicas en la evo-lución que al influjo de la Filosofía do Hegel reali-zaron, siquiera en definitiva no se vieron resulta-Lados muy superiores á los ya considerados en laesfera de las ciencias naturales.

Las ciencias políticas y jurídicas, la de la Reli-gión como las del Arte y el lenguaje recibieron mo-dificaciones y reformas diversas de mano do losentusiastas partidarios hegelianos, que quisieronrecoger en poco tiempo y por las sendas de la es-peculación frutos á que hasta entóneos sólo por unlento proceso do trabajo acumulado se habían po-dido aproximar los investigadores. Mantúvose conesto tenaz y decidida oposición entre las cienciasnaturales de una parte y las espirituales de otra,oposición que llegó á tales términos que no fue raronegar las últimas á las primeras todo carácter deverdaderas ciencias.

Cierto que no se sostuvieron mucho tiempo talosrelaciones en semejante estado de violencia y acri-tud. Los descubrimientos y aplicaciones importan-tes que rápidamente se sucedieron en las cienciasde la Naturaleza probaron que había en ellas ungermen sano de insólita fecundidad; no era dableya en presencia de tanta plenitud de vida rehusar-les consideración y reconocimiento. Y aun en losotros ramos del saber, indagadores escrupulosos delos hechos levantaron vehemente protesta contra elvuelo, tan osado y temerario como el do ícaro, áque se había lanzado la especulación.

No ha de olvidarse, sin embargo, el influjo bien-hechor ejercido por aquel sistema filosófico. Pre-ciso es confesar que desdo la aparición de Hegol yde Sehe'lling han prestado los cultivadores de lasciencias del Espíritu al contenido intelectual y finúltimo de éstas una atención más sostenida v ani-

mada que la que dichos objetos habían acaso reci-bido en siglos anteriores, con lo cual no ha sidocompletamente estéril el profundo esfuerzo deaquella filosofía.

Pero á medida que también en estas ciencias re-cobró la indagación empírica sus fueros, fue ce-diendo la violencia del antagonismo que de las na-turales las mantenía separadas. Y sin embargo,aunque la dureza y acritud exageradas que dichaoposición llegó á tomar se deban al influjo de lascitadas corrientes filosóficas, fuerza será reconocerque hay para esta oposición un fundamento en laesencia misma de las cosas. Son parte, con efecto,á determinarla, de un lado la diferente especie deactividad psíquica ejercida en cada caso, y de otrotambién la diversidad de su asunto respectivo, yaindicada en los nombres de ciencias de la Natura-leza y ciencias del Espíritu.

Difícil será, en efecto, al físico hacer entenderclaramente á filósofos y juristas la estructura do uncomplicado proceso natural; necesita para ello quehagan éstos abstracción de la apariencia sensible ytengan aún cierta familiaridad con el uso de las in-tuiciones geométricas y mecánicas, las cuales com-bina y emplea aquél con rapidez tal, que no es da-ble á los otros seguirle tan fácilmente. Parecerá encambio el naturalista al estético y al teólogo, pre-dipuesto quizá á explicaciones mecánicas y mate-rialistas que tienen ellos por triviales y que vienená desconcertarlos en el calor de su sentimientoentusiasta.

A su vez el historiador y el lingüista, estrecha-mente unidos ya con teólogos y jurisconsultos porla comunidad de estudios lingüísticos é históricos,hallarán acaso al indagador de la Naturaleza indife-rente á las joyas literarias, y más quizá de lo justoaun para la historia de su propia ciencia. Final-mente, no es de olvidar que son asunto de las psi-cológicas problemas relativos á los más caros inte-reses del humano espíritu y á las instituciones porél creadas en c! mundo; y tratan al contrario lasciencias naturales de una materia exterior ó indife-rente, de la cual, si no podemos nosotros prescin-dir dada su evidente utilidad práctica, no sacamosquizá provecho inmediato alguno para nuestra cul-tura interior psíquica.

Ahora bien; si así acontece y están ya profusa-mente divididas las ciencias en infinitas ramas; si sehan hecho sentir vivas oposiciones entre ellas; si esimposible, en fin, á indagador alguno abrazar porsí solo, no ya el todo mismo del saber, mas ni si-quiera una de s'us partes capitales, ¿qué sentidotiene el mantener todavía unidas las esferas todasdel conocimiento en una institución común? ¿Esacaso un recuerdo de la Edad Media la coexisten-cia en una Universidad de las cuairo Facultades?

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N.° 128 E. CIUDAD. EXPOSICIÓN DE APARATOS CIENTÍFICOS. 181

Alguna ventaja externa, so lia dicho, resultaría dollevar el estudio de la Medicina á los hospitales dolas grandes capitales, el de las ciencias naturales álas escuelas politéctinas, y crear para la educaciónde jurisconsultos y teólogos academias y semina-rios especiales. ¡Ojalá no tengan que temer en mu-cho tiempo semejante peligro nuestras Universida-des alemanas!

Desataríanso de hecho, caso de realizarse, loslazos que unen entre sí las diferentes ciencias, yhasta qué punto es de capital necesidad esto mutuoenlace, no ya sólo en el respecto formal para elsostenimiento de la actividad científica, sino en elmaterial también para el progreso de los resulta-dos á esa actividad debidos, lie de probarlo en lasbreves consideraciones siguientes.

Mirando hacia el lado meramente formal, podríadecirse que es necesaria la unión do las diversasdisciplinas para mantener en equilibrio saludablelas fuerzas del espíritu. Reclama de este cada cien-cia una especial facultad, que robustece y fortificael perseverante ejercicio. Pero á todo desarrolloparcial de nuestras facultades, á toda educaciónunilateral, en suma, acompañan peligros ineludibles:incapacítanos en primer término para el empleo delas facultades menos cultivadas, nos hace luego im-posible la clara vista de la conexión íntima queofrece el objeto en su interior distinción, y llevasobre Lodo con indecible facilidad al presuntuosoengreimiento de nosotros mismos. El que adviertela superioridad que tiene en una determinada es-fera de trabajos intelectuales respecto do otroshombres, olvida sin dificultad que le aventajan es-tos en la perfección con que ejecutan otras deter-minadas obras á su vez; y la propia sobreestimaes—no lo olviden cuantos se dedican á las cien-cias—el mayor y más dañoso enemigo de toda ac-tividad científica. ¡Cuántos y cuan grandes talentosno han olvidado la propia crítica de sí mismos, cosanecesaria como ninguna á Lodo hombre de estudios,y como ninguna también difícil de alcanzar; ó bienparalizaron su energía del todo, por no juzgar dig-no do ellos un trabajo árido y perseverante , dán-dose en cambio á forjar ingeniosas combinacionesideales y á perseguir descubrimientos que cambia-ran la faz del mundo! ¡Y cuántos no han llevadohasta su termino una vida hipocondriaca, penetra-dos de un humor aere y misantrópico, por no haberalcanzado de su tiempo el reconocimiento y admi-ración que si naturalmente se tributan al trabajo y aléxito, no es costumbre, sin embargo, prodigarlos algenio que se cierra en su propia idolatría! Y á medi-da que crece el aislamiento, aumenta para el indaga-dor este peligro, mientras que nada hay por el con-trario tan animador como verse reducido á ganarcon los propios esfuerzos reconocimiento y consi-

deración de hombres tales que merezcan por suparte análogo tríbulo.

Si comparamos la índole de la actividad que em-plea nuestro espíritu en el cultivo de los diversosramos del saber, advertimos que determina diferen-cias capitales en ella la naturaleza particular docada ciencia misma, sin que pueda además desco-nocerse que cada talento individual tiene su pecu-liar dirección y tendencia que le capacita preferen-temente para un especial género de estudios. Bastacomparar los trabajos de dos indagadores que si-multáneamente se ocupen de asuntos estrechamenteafines, para persuadirse de que cnanto más esclare-cidos sean, tanto más se precisa y señala su indivi-dualidad psíquica y se determina la ineptitud deluno para proseguir la obra á que el otro se consa-gra. En la ocasión presente, me habré de limitar,como es lógico, á señalar tan sólo los caracteresmás generales que la actividad intelectual ofreceen las diversas ramas del saber.

DR. HELMHOLTZ.

(Concluirá.)Trac!, del alemán por A. G. LINARES.

LA EXPOSICIÓN DE APARATOS CIENTÍFICOSEN LONDRES.

Nuestros lectores saben que en el Museo SouthKensington de Londres se está celebrando una bri-llantísima Exposición de aparatos científicos, en lacual ocupa Rusia el primer lugar quizá por los queha presentado procedentes de su Musco pedagógico.

La recepción terminó en el mes de Mayo, y desdoentóneos puede apreciarse bien el conjunto y losdetállesele los cuales tenemos interesantes noti-cias por las comunicaciones oficiales que dirige alministerio de Fomento el comisionado español nom-brado para estudiar dicho certamen, D. Juan F.Riaño.

La parte con que ha concurrido España era pe-queña en un principio; pero la Escuela de ingenie-ros de minas ha remitido después buena cantidadde aparatos y minerales, y aunque algunos de éstoshan llegado rotos á causa do su gran peso, la ver-dad es que se ha remediado algo la falta con estasremesas, y España se encuentra dignamente repre-sentada.

Menos Portugal y Turquía, han concurrido á laExposición todas las naciones europeas.

El Instituto de estudios superiores de Florenciaha presentado diferentes telescopios originales, deantiguos escritores italianos, entre ellos los de Ga-lileo y Torrioclli. Inglaterra tiene expuesto el im-portantísimo de Newton, otro de Abraham Shap de

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182 REVISTA EUROPEA. 6 DE AGOSTO DE 4 8 7 6 . N.° 128

finos del siglo XVII, y algunos clel célebre Hers-chel, que puede considerarse como el propagadorde los adelantos modernos en este instrumento.España ha enviado ocho curiosas láminas dibujadasó dirigidas por el mismo Hersehel, en las que sedescribe el magnifico telescopio (¡no hizo por en-cargo de Carlos IV para el Observatorio de Madrid,y que destruyeron los franceses en 1811.

Alemania ofrece, entre multitud do curiosidadeshistóricas, el cuadrante misino que usó Tycholirahe, á quien tanto debe la geografía astronómica, iy aun la tísica; y así Alemania como Italia y otrasnaciones, han presentado gran cantidad de cuadran-tes y astrolabios antiguos.

Ninguna, sin embargo, ha contribuido con mayornúmero ni con mayores instrumentos que Españaen la sección de astrolabios. Los más antiguos delos presentados alcanzan solamente al primer ter-cio del siglo XVI, siendo curiosísimo entre estosextranjeros el que perteneció a! corsario Drake,terror de los mares en tiempo de Felipe II. Españano tiene en la Exposición astrolabio ninguno poste-rior á esta fecha: todos son del siglo XVI ó anterio-res, y do éstos ha presentado uno arábigo, proce-dente del Museo Arqueológico Nacional, fechado enToledo en el año 1067 de nuestra era. Con razónha llamado la atención de los sabios este hermosoinstrumento, que contiene además mayor cantidadde pueblos citados que los que comunmente figu-ran en otros de su clase. Dos contamos aquí ade-más de la propiedad del Sr. Gayangos, pertene-cientes al siglo XIII; uno construido en África yotro en Guadix para el astrónomo Ibrahim-An-Mohamed-An-Arrocan.

Todavía puede señalar España algunos aparatos,entro los numerosos históricos de la Exposición,que merecen señalarse especialmente. Uno es elvaciado del importante Gnomon ó cuadrante depiedra encojitrado en Yecla. Otro el aparato ó má-quina para calcular, hecho.en el siglo XVI, y delcual no so ha presentado ninguno semejante, yotro la hermosa romana de pesar, hecha en Madriden el siglo XVII y cubierta de adornos cincelados:tampoco hay ningún ejemplar de este género. -Lostres objetos proceden del Museo Arqueológico Na-cional.

Entre los aparatos históricos, son dignos de lla-' mar la atención los que ilustran la infancia del va-

por aplicado á la navegación y á los ferro-carriles.En las galerías de la Exposición ligura la máquinaoriginal que sirvió para ol barco inglés llamado Co-met, y fue éste el primer buque movido al vaporque se empleó en Europa, y en -1812 para la con-ducción de pasajeros y cargo. A su lado apareceotra máquina aún más antigua, hecha en 1788, peroque sólo sirvió como ensayo en un barco pequeño

que anduvo á razón de cinco millas por hora enuno de los lagosde Escocia. Enfrente de estas má-quinas está colocada la locomotora original Roclret,construida en 1829, y que corrió por primera vezen el ferro-carril de Liverpool y Manchester. Perola más importante y primitiva de todas es P%fjingBilly, que atrae las miradas de todos por lo rudi-mentario de su construcción y por el respeto queinfunde como origen de un invento de tan extraor-dinarias y fecundas consecuencias.

En resumen, y como se deduce de lo que deja-mos estampado, la Exposición comprende dos im-portantes grupos de aparatos: uno compuesto deobjetos de carácter histórico; otro que representala ciencia moderna. Estos dos grupos, aun cuandono están materialmente separados en las galerías,son, sin embargo, según el Sr. Riaño, sumamentedesiguales entre sí. El que representa los modernosadelantos, y que verdaderamente constituye elconcurso, es importantísimo; refleja la ciencia doEuropa, y sus omisiones parecen escasas. El grupohistórico, por el contrario, no da cabal idea de lamarcha progresiva del estudio en otras edades, ópor lo menos en los últimos siglos; son infinitas lassoluciones de continuidad entre el invento y susconsecuencias.

Complácenos en extremo que España empiece áfigurar entre las naciones europeas cuando se tratade asuntos científicos. No estamos tan atrasadoscomo nosotros mismos afectamos creer con fre-cuencia, para que hayamos de hacer un papel des-airado al lado de Jos que marchan á la cabeza de lacultura científica, y buena prueba de ello son loscertámenes recientes á que España ha concurridocon gran sorpresa, y sorpresa muy agradable, dotodos.

En vez de tener el orgullo nacional que induce áalgunas naciones á creerse las primeras del mundo,y que produce de vez en cuando rivalidades entreingleses, franceses y alemanes, España tiene entodas las cuestiones que ?e relacionan con la cul-tura general y los adelantos modernos, una exage-rada modestia que es menester vaya desaparecien-do, teniendo á la vista los resultados que hemos ob-tenido en París, en Londres, en Viena y ahora esta-mos obteniendo en Filadelfia. No apadrinarnos lapresunción en nada, poro creemos que todos losextremos son viciosos y puede ser especialmenteperjudicial el en que, por causas que no son de estelugar, se ha colocado por mucho tiempo nuestropaís. Las naciones, como los individuos, siquiera sopresenten en todo con modestia natural y espontá-nea, deben tener la conciencia de su valer y no de-jarse oscurecer injustamente por su misma desidia.

Hacemos estas consideraciones, porque ellas hansido durante muchos años la explicación de núes-

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N.° 128 Z. DOCUMENTOS INÉDITOS. 183tro cacareado atraso, no porque hoy tengan real-mente aplicación práctica; buena prueba de su in-oportunidad es, sin ir más lejos, la Exposición deaparatos científicos de que ligeramente acabamosde dar cuenta, con los mismos informes del Comisa-rio español.

E. CIUDAD.

ILUSTRACIONESÁ LA

DISPUTA ENTRE UN BUBGALÉS Y UN VIZCAÍNO

SOBRE LA LEALTAD, HONRA, HIDALGUÍA Y LIMPIEZA

DE CASTELLANOS Y VASCONGADOS.*

JUDÍOS AMERICANOS.

Acerca de la extraviada tribu de judíos que parano sufrir el cautiverio de los asirios pasó á la Amé-rica, el Padre Fray Gregorio García, en su curioso yraro libro intitulado Origen de los indios del NuevoMundo, dice, apoyando su opinión en la de otrosescritores y robusteciéndola con el testimonio dela Sagrada Escritura (libro IV de los Reyes), quecuando Salmanasar cautivó á los israelitas pasarondiez tribus á la Asiría, y los de otra fueron á poblarlas Indias, ó sea la América.

Al apadrinar este historiador tal opinión, trata defortalecerla con la conformidad que creyó encon-trar, en los pecados atribuidos á los judíos y los pro-pios de los americanos en el tiempo de su gentilidad;así como en ciertas costumbres de éstos iguales álas de los habitantes de otras lejanas partes delviejo mundo. Puede entro ellas citarse, la do contary conservar las tradiciones por medio de nudos he-chos en cuerdas de distintos tamaños, forma y di-mensiones, conservada en el Perú y en el pequeñoThibet; y respecto do lo que se indica en la Dispu-ta entre el burgalés y el vascongado, no está tampocofuera del caso, la costumbre de manifestar la exci-tación del ánimo, observada en los vascos y losindios americanos llamados collas, que unos y otrosdemostraban cruzando las manos y apretando fuer-temente launa contra la otra; como dice Arranz deUrsua que expresaba su dolor el capitán Pedro doOyanume, al ver en la batalla de Guaina próximasá ser desbaratadas sus huestes por las do los caste-llanos vicuñas.

BRUJERÍAS VASCONGADAS.

Las brujerías á que el manuscrito se refiere die-ron motivo al auto do fe celebrado en Logroño enlos dias 1 y 8 de Noviembre de 1610, siendo Inqui-

Véanse ios números 123, 125, 126 y 127, pigs. 9, 86,112 y 146.

sidor general el Cardonal Arzobispo de Toledo donBernardo de Sandoval y Rojas.

Asistieron á aquel horripilante acto, según diceol libro en que se describe, cincuenta y tres perso-nas, que fueron sacadas al auto en-esla forma:«Veintiún hombres y mujere? que iban con insig-nias de penitentes, descubiertas las cabezas, sincintos y con una vela de cera en las manos, y losseis de ellos con sogas á la garganta, con lo cualse significa que habían de ser azotados. Luego se-guían otras veintiuna personas con sus sambeni-tos y grandes corozas, con aspas do reconciliados,que también llevaban sus velas en las manos, y al-gunos sogas en la garganta. Luego iban cinco esta-tuas de personas difuntas con sambenitos de relaja-dos, y otros cinco atahudes con los huesos de laspersonas que se significaban por aquellas estatuas.Y las últimas iban seis personas con sambenitos ycorozas de relajados; y cada una de las dichas cin-cuenta y tros personas entre dos alguaciles de laInquisición, con tan buen orden y lucidos trajes,los de los penitentes, que era cosa muy de ver.»

En el proceso que dio lugar á tan absurdas esce-nas, se decía que «el Demonio, para propagar estaabominable y maldita seta (la de los brujos) se apro-vecha de'los más antiguos y más ancianos, que conmucho cuidado se ocupan en ser maestros y enso-ñadores do olla. Y á los que persuaden que seanbrujos, no los pueden llevar al Aquelarre (que coneste nombre llaman á sus ayuntamientos y conven-tículos, y en el vascuence suena tanto como decirPrado del Cabrón, porque el Demonio, que tienenpor Dios y Señor en cada uno de los Aquelarres,muy ordinario se les aparece en ellos en figura decabrón) sin que primero consientan en que seránbrujos, y, siendo de edad de discreción, prometanque h a r ^ el reniego. Y habiendo consentido y pro-metídolo así, en una de las noches que hay Aque-larre, va la persona maestra que le ha enseñado yconvencido á que sea brujo á su cama ó parte dondeestá durmiendo ó dispierto,,como dos ó tres horasuntes do media noche; y habiéndole primero dis-pertado si duerme, le unta con un agua verdinegray hedionda las manos, sienes, pochos y otras partes,y luego lo lleva consigo por el aire, sacándolo porlas puertas ó ventanas que abre el Demonio, ó porotro cualquier agujero ó resquicio de la puerta; ycon grande velocidad y presteza llegan al Alque-larre y campo diputado para sus juntas, donde loprimero presenta el brujo novicio al Demonio, queestá sentado en una silla, que unas veces parece deoro y otras de madera negra, con gran trono, ma-jestad y gravedad, y con un rostro muy tristey feo.»

«Acabado de hacer el reniego, el Demonio y de-mas brujos ancianos que están presentes advierten

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184 REVISTA EUROPEA. 6 DE AGOSTO PE 1 8 7 6 . N.° 128

al novicio quo no ha de nombrar el nombre deJesús, ni de la virgen Santa María, ni se ha depersignar ni santiguar: y luego le mandan que sevaya á holgar y bailar con los demás brujos alre-dedor de irtios fuegos fingidos que allí el Demo-nio les presenta, y les dice que aquellos son losfuegos del infierno, y que entren y salgan por ellos,y verán como no queman ni dan pena ninguna. Yque así, pues, no hay más pena que aquella en elinfierno; que se huelguen y hayan placer, y no te-man de hacer cuanto mal pudieren; pues los fuegosde! infierno no queman ni hacen mal ninguno: conque se animan á cometer todo género de maldades,y se huelgan y entretienen bailando y danzando alson de tamborino y flauta, que en el Aquelarre deZugarramurdi (lugar pequeño del reino de Navarra,en el valle de Bazlan, á doce leguas de Pamplona,del cual eran casi todos los dichos brujos) le tañíauno que se llamaba Joanes de Goyburu, y á son deatambor, que le tañía otro que se llama Juan deSansin, ambos primos, que fueron sacados al auto yreconciliados por haber sido buenos confitentes. Yduran en las dichas danzas y bailes, haciendo fiestaal Demonio (que los está mirando), hasta que eshora de cantar el gallo, después de media noche,que se vuelven todos á sus casas acompañados desus sapos vestidos, y se deshace la junta, porqueno pueden estar más en ella, y en muy breve tiem-po llegan á sus casas. Y el dicho Juan de Goyburualgunas noches que venía al Aquelarre desde otrolugar que estaba dos leguas del de Zugarramurdi,confiesa que cuando se volvía á él, si llegaba lahora de cantar el gallo, su sapo vestido se le des-parecía y dejaba en el camino, y le proseguía á pióhasta llegar á su casa, porque no podía ir más porel aire.»

«Los que se hacen brujos antes que lleguen áedad de discreción no renieg-in; sino tan solamentelos presentan al Demonio, untándolos y llevándose-los al Aquelarre: porque no quiere que renieguenhasta que lleguen á edad de discreción, on que pue-dan discernir y entender cómo mediante el reniegose apartan de Dios y de la fe de los cristianos, y re-ciben por su dios y señor al Demonio.

Y es caso notable y de gran maravilla el sucosoque dio principio á descubrirse estas maldades yseta de brujos en el lugar de Zugarramurdi, segúnque se refirió en la sentencia de María de Yurrete-guia: y es que una bruja (cuyo nombre no se de-claró, nuis de que era de nación francesa, y se ha-bía criado en Zugarramurdi), habiendo vuelto áFrancia con su padre, una mujer francesa la per-suadió á que se fuese con ella á un campo, dondese holgaría mucho, industriándola en lo demás quehabía de hacer, y dándola noticia de cómo había derenegar: y habiéndola convencido, la llevó al Aque-

larre, y puesta de rodillas en presencia del Demo-nio y de otros muchos brujos que la tenían rodeadarenegó de Dios; y no se pudo acabar con ella querenegase de la Virgen Santa María su madre, aunquerenegó de las demás cosas, y recibió por su dios yseñor al Demonio; por lo cual todos los brujos latomaron sobre ojos, y la perseguían temiéndose deque los había de descubrir por no haberse queridoallanar á renegar de Nuestra Señora.

De lo cual resultó, que en año y medio que fuebruja (aunque hizo todas las cosas que hacían todoslos demás brujos), siempre andaba con recelo deparecerle que no podía ser Dios aquel Demonio áquien adoraban, y le daba algún deseo de dejaraquella vida: y llegado el tiempo de la Cuaresma,en que se había de confesar, so determinó de noconfosar aquellos pecados que cometía como bruja,por la vergüenza que de ello tenía, y porque todoslos brujos la maltrataban y traían amenazada, di-ciendo que la habían de matar si los descubría. Yhabiéndose confesado, al tiempo que fue á recibirel Santísimo Sacramento, como no viola forma con-sagrada que el sacerdote le dio, comenzó á estarmuy confusa y pensar que por haberse hecho bruja,y haberse apartado de la santa fe, no la merecíaver; y considerando también como por más diligen-cias que hacía cuando oía misa no podía ver la hos-tia que el sacerdote alzaba (como la veía antes quefuese bruja; sino que en su lugar veía una comonube negra que llevaba el sacerdote entre las ma-nos), comenzó á estar mucho más confusa.

Porque es cosa asentada, y confesada por todoslos brujos, que desde el punto que lo comienzan áser, dejan luego de ver el Santísimo Sacramento delaltar.

Fue siempre por ello recibiendo mucho dolor ypena, y siempre, con más congoja, pensaba en elmal que había hecho en se apartar de la fe de loscristianos, y tanto le apretó este pensamiento ycongoja, que cayó enferma, y lo estuvo siete sema-nas, hasta llegar á punto de muerte, y propuso dese confesar luego que pudiese ir á otro lugar queestaba de allí media legua, donde oslaba un sacer-dote, hombre docto. Y habiéndolo cumplido, elsacerdote la dio muchos y buenos consejos, y laconsoló y animó, mandándola que muy de ordinarionombrase el nombre de Jesús, y dilató el darla laabsolución hasta que tuvo orden para ello delobispo de Bayona; y se confirmó mucho en susanto propósito; porque luego que se confesó ypropuso salir de aquella mala seta, comenzó á verla hostia consagrada como la veía antes que se hi-ciera bruja.

Libre ya la dicha moza do aquella maldita seta,nunca más los brujos la persiguieron; y sucedió quevolviendo al lugar de Zugarramundi, donde se ha-

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N." 128 -DOCUMENTOS 1NKD1TOS. 185bía criado, dijo como allí había Aquelarre y juntade brujos, y que ella había ido á él dos ó tres ve-ces, y visto como eran brujos ciertas personas, yentre ellas la dicha María de Yurreteguia, y ha-biendo venido esto á noticia de Esteban de Naval-cora, su marido, ól y sus deudos...» descubrieronpor fin aquellas poco honestas escenas nocturnasque la Inquisición se encargó de corregir á sumodo.

JUAN 1» URBIETA.

Nieto pudo ser y pariente sin duda sería, el quecon este nombre ó el de San Juan de Urbieta figuróen las luchas civiles de Potosí, de aquel Juan de Ur-bieta, natural de Hernani, en la provincia de Gui-púzcoa, que, según declaración del Rey de FranciaFrancisco I, fue de los primeros que se hallaron ensu riesgo cuando cayó prisionero delante de Pavíael 24 de Febrero de 1525, y quien le cuidó con todosu poder para salvarle la vida; pues este Urbietaque por aquel acontecimiento fue cruzado caballerode la orden de Santiago, hizo testamento otorgadoante Martin de Percaiztegui el 22 de Agosto de 1553y murió poco después.

El San Juan de Urbieta potosiano, de quien se hahablado en estas notas, figuraba en la imperial villacomo el segundo de los caudillos vascongados enlas luchas civiles, y de aquí que el contrario bandole hubiese hecho blanco de sus odios y procurasedeshacerse de ól.

Al efecto, según dice el historiador tantas vecescitado (1): «á 10 de Junio de 1622 hicieron Junta (loscastellanos vicuñas) en casa de Pastrana, y lo queen ella trataron fue de matar al capitán San Juan deUrbieta, el cual era muy poderoso, y como cabezade la nación vascongada, el que mantenía en laocasión los bandos por haber quedado en lugar delMaestre de Campo Oxonenum. Era el Urbieta ene-migo de andaluces, criollos y extremeños, insigneen valor y fuerzas; pero soberbio y do pesadas ra-zones. La determinación de su muerte fue porquedijo que no había de parar hasta verse servido delos criollos y andaluces con trabajo personal en lasminas é ingenios, con doblada tarea y esforzadavoluntad.

El Urbieta, en la ocasión estaba en las Chichas',y después que supo que los andaluces y criollos lobuscaban para quitarle la vida, por lo que había di-cho contra ellos, se retiró á recoger cantidad deplata, que tenía fiada en las Chichas, para volver áPotosí, sin tener aquel cuidado. Estando, pues, allá,acometió en Chaca á Francisco Barbosa, portugués,dueño del ingenio de San Antonio de Esmoruco el

(i) Atraozde Ürs'ia, >:ap. III dpi libro VI.

cual, herido, retirándose, se topó con un confesor,y estando á sus pies le mató el Urbieta, diciendoque le había de matar hasta el alma.

Vínose huyendo á este Potosí, y siguiéronle algu-nos amigos del muerto; juntáronse con Podro Sayo-go y Pedro del Aja, Luis López Diego y Reinoso yTomás de Cabrera, los cuales fueron muy amigos deI). Antonio Geldrez, y andaban estos por su partocon muchos deseos de pelear con Urbieta, porqueso alababa de haber derribado á Geldrez en la re-friega de la Plazuela de San Agustín.

Aquellos, pues, que habían determinado la muertede San Juan de Urbieta, viendo que ya estaban devuelta en esta villa, y con más enemigos por lamuerte que había dado á Rarbosa y otros dañosque había hecho, se resolvieron á matarle; y unmartes, en el mes de Junio de este año, estuvierontodo el día esperando ocasión de verlo fuera de suguarda, Antonio Vázquez á quien llamaban el galán.Valdivielso Reinoso y Cabrera. No se desvió de lossuyos hasta aquella noche, que á las siete do ella,entre otros que le espiaban les cayó en suerte (y enmuy mala para Urbieta) á Luis López, Diego Rei-woso y Pedro del Aja: los cuales venían con DiegoSánchez, mestizo oficial, y encontraron á Urbietacerca de la casa do Oyanume, en una calle pedre-gosa que va á salir á Santa Bárbara, que venía conotros cuatro vascongados, de los cuales los dos,viendo que les acometían aquellos hombres, huye-ron dejando al capitán Urbieta con Sancho Canta-bria, y Diego de Orueta; el Cantabria cayó, do unfloro golpe de alfanje, medio muerto en el suelo, yOrueta desamparó al capitán; el cual, como se viosolo y con gran riesgo, arremetió á sus enemigoscomo un león acosado. Dicen unos que con sola unadaga y otros que no lo dieron lugar á sacar ningunaarma, y !fae con solas las manos so defendía, perolo cierto es que con la espada y capa se defendió ytrajo muy apurados á sus enemigos, y que según subraveza, no le 'hubieran ofendido á no derribarloel mestizo con una piedra que le tiró en la nuca.Caído en el suelo, y fuera de quitarle la vida conmuchas heridas que le dieron, le picaron la lenguay manos en menudas partes.

Tomó el cuerpo muerto el alcalde Martin de Or-maeche y lo llevó á la cárcel, donde habiendo pre-so algunos sospechosos (porque ciertamente no sosabia quiénes fuesen los agresores), hizo que pasa-sen por junto á él para ver si la sangre clamaba con-tra el homicida. No quiso pasar el alférez Diego doAlbereca, que era uno de los presos sin culpa, di-ciendo que vino sólo seria lo que aclamase. Amor-tajaron el cuerpo en casa de Oyanume, donde unprimo del difunto Francisco Rarbosa, dijo mirándo-le: «Dios te perdone, tu mataste á mi primo en lasChichas y lo has venido á pagar á Potosí.» Por estas

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palabras lo mataron aquella noche los vascon-gados.

Sabiendo la muerte de Urbieta Pablo Martínez, deCórdoba, su amigo, que era de Sevilla, comenzó álamentarse. Oyólo Oriundo, vascongado que acasopasaba por cerca de él, y deteniéndole, dijo: que porqué se lamentaba siendo su contrario; y luego aña-dió diciendo: que los que habían hecho aquella ale-vosía eran unos moros blancos (por los andaluces),unos judíos traidores (por los extremeños), y unosmestizos bárbaros (por los criollos). Es preciso re-ferir algunas palabras de niñería por estar así escri-to, y porque se vea que aun por ellas se matabanlos hombres. Desaliólo por lo dicho el capitán Do-mingo Martin, de la Mancha, y mientras éste se entróen una casa á ponerse un saco, liego gente, y porentonces se embarazó el desafío, y el siguiente diaamanecieron hechos pedazos, Oriundo en su casa, yPablo Martínez y el capitán Domingo Martin muymal heridos, porque aquella noche habían peleadobárbaramente en la plazuela de San Lorenzo, y ha-biéndolos maltratado y herido el Oriundo, se fue ásu casa, y sabido por los amigos del capitán Domin-go Martin y Pablo Martínez fueron allá,, y con nota-ble barbaridad mataron y despedazaron al Oriundo.Dentro de cuatro dias después de esta refriega mu-rió de sus heridas el capitán Domingo, y aunquePablo Martínez sanó de las suyas, al cabo, pasadosdos años, vino á morir de ellas por haber sanadoá los principios sobre falso.

La muerte de Urbieta irritó tanto á los vasconga-dos, que como si todos fueran justicias prendieronácuantos les pareció haber determinado y ejecutadosu muerte;' y también prendían á cuantos llegaban áesta villa como no fuesen de Navarra y Vizcaya, sa-cándolos de la tambos, con escuadrón formado quetenía el alcalde Martin de Ormacho, con el pretextode que sólo venían á dar favor á sus contrarios.Francisco Luyando, clérigo, andaba con cordonesde seda en la cinta para dar garrote: que estasmonstruosidades acarrea una pasión demasiada. Undia llevaba preso el alcalde Diego de Villegas (queera compañero de Martin Ormache) á un mozo cu-ñado de Pedro Sayago; llegóse á él un vascongado,i"i quien llamaban San Juanillo, y atravesólo de parte;íi parte con un estoque, delante de dicho alcalde,dio que luego murió. Y no castigando estos desafue-ros las justicias, so tomaron más licencia los vas-congados, que salían de noche con armas de fuegoy'las disparaban á las ventanas de sus contrarios,llegando á tanto que no respetaban á los sacerdotes,que les ponían las espadas á los pochos, porque searrojaban á apaciguarlos; y en una de estas revuel-tas descalabraron al cura de Tarapaya, porque llegóá confesar á un herido que estaba para morir.»

MATE Y CHARQUE.

El Mate (Ilex paraguayensis) es planta cefálica,estomacal ó estimulante, que en Chile, Perú, Para-guay, Buenos-Aires y Sur del Brasil se toma en in-fusión como el té.

Se hace de ella gran consumo, y al gobierno pa-raguayo, que la tiene estancada, le produce estayerba fabulosos rendimientos.

Para tomarla se seca y pulveriza, y echada ciertacantidad en una calabacita (llamada también mate)con agua caliente y azúcar, se aspira, por medio deun canuto delgado ó bombillo, el vapor y líquidoaromático de la infusión.

El Charque es una especie de tasajo ó cecina, he-cha generalmente con la carne de la llama ó carne-ro americano, secada al sol; de cuya comida se ser-vían los primeros conquistadores que de los indiosaprendieron á usarla. El charque fue, sin duda, elque cuando el ganado europeo abundó en Américadespertó la industria del tasajo, que tanta riquezaproporciona hoy á Tampico, Costa-firme, y mayor-mente á la república de Buenos-Aires.

Este tasajo, según dice Pichardo on su Diccionarioprovincial de voces americanas, se trae en pedazosmayores ó menores que llaman tasajo en penca; en-tre ellos se distinguen el palo, que es masa; manta,la barriga y demás que abierta parece una manta ytiene más pellejo. Todo este tasajo se clasiíica á ve-ces con el nombre de brujo, por la creencia de quese aumenta, guisándole, para distinguirle de losotros; pues hay también tasajo fresco del país y elafamado de Cayo Romano ó isla de Pinos, del con-sumo particular, á diferencia del brujo destinadopara las flnoas de campo. El tasajo de caja viene asídel Norte de América, y el tasajo.rebenque es elnervioso ó piltrafudo. Tasajito se llama regular-mente al ahumado de puerco.

MUERTE DEL PASTOR ANDALUZ ANDUBS SARCO,

Arranz de Ursua, en el capítulo IX, libro VII desu Historia de Potosí, refiere en estos términos laprisión y muerte del Pastor andaluz y de otros vi-cuñas compañeros suyos:

«El sábado 13 de Mayo de 4622 en la noche átos doce dias do haber tomado posesión del corre-gimiento de Potosí, D. Felipe Manrique prendió áAndrés Sarco, que llamaban el Pastor: prendió tam-tambien á Bernardo de la Peña y á Gabriel Hurtado,que eran primos hermanos, manchogos, y á otroscriollos y andaluces que, por ir el corregidor con200 hombres bien armados y cogerlos descuidados,no hicieron ninguna resistencia.

»E1 dia martes '16 pusieron una horca en la Plaza,y habiendo el general D. Felipe recogido 500 hom-

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N.° 128 Z. DOCUMENTOS INÉDITOS. 187

bres y nombrado capitanes, les mandó que guarda-sen las ocho calles que desembocaban en la pla»a,todos con bocas de fuego* y siendo las once del diasacaron á ajusticiar á Gabriel Hurtado y á Bernardode la Peña, manchegos, á Diego de la Piedra y áManuel de Centellas, naturales de esta villa; y porque no hubiese algún alboroto de vicuñas, los sa-caron de la cárcel y llevaron derecho á la horca,

. donde murieron; viéndolos ajusticiar el corregidorpuesto á caballo, con un bastón.

«Viendo los vicuñas lo que el corregidor iba ha-ciendo, se salían de dos en dos y de cuatro en cua-tro á las haciendas de sus cabezas, y en pocos díasse hallaron en L'lti 200 hombres, en las Chichas 50,y todos se iban juntando para entrar en Potosí ymatar á sus contrarios.

«El dia, martes, 23 de Mayo, volvió el general donFelipe á poner mayor número de gente en las ca-lles. Sacaron por las acostumbradas el Pastor, conpúblico pregón que decía: «Que en nombro del ReyNuestro Señor lo mandaba ajusticiar el general donFelipe Manrique, por inquietador de la villa y que-brantador do los fueros de la justicia.» Ahorcáronloen la plaza, y haciéndolo cuartos, pusieron la ca-beza en el Rollo con mucho gozo de sus enemigos.

«Los vicuñas, que se hallaron en esia villa ocul-tos, escribieron la muerte del Pastor á 1). Pedro doAndrade y á los demás vicuñas, que todos la sin-tieron y empezaron á juntar on Ulti munit'iones ycaballos para vengarla, como se vengaron á pocola decidida protección de Manrique á los vascon-gados.»

COfiCLUSIO.N.

Quizás se me tache hasta de difuso por la exten-sión que he dado á estas adiciones; pero no á otracosa me obligaba la incredulidad de ciertos escri-tos, que tratando de impugnar las afirmaciones delcastellano protagonista en el manuscrito dado áluz, no han hecho más que repetir lo ya conocido,y esforzarse, aunque inútilmente, en llevar la cues-tión al campo fuerista, que* siempre he rehuido porlo poco simpáticos que me son los anacronismos.Cuanto en las adiciones se aclara, más que por au-toridad propia por la do escritores eminentes, ha-brá sin^duda curado de su error á los incrédulos;como el silencio guardado respecto de determina-das apreciaciones habrá hecho comprender mi pocadisposición presente á entraren investigaciones so-bro el punto donde deba fijarse la línea divisoriaentre la historia y la fábula del pueblo vascongado.Un ilustre escritor ha dicho respecto de esto, quelo único que se sabe es que no se sabe nada; y dotal opinión participo, como la mayoría de los queadmiran las grandes dotes de quien la ha susten-

tado, y que respetan su autoridad como historiadorinsigne y ciútico eminente.

Dignos de aplauso son y de eterna loa los fervo-rosos amantes de su palma, y por eso la españolajamás ha escatimado ni escatimará lauros á cual-quiera de sus hijos, nacidos donde nacieren, que áella sacrifiquen su talento, su abnegación y su vida,como no podrá prescindir de la censura de aquellosque al interés general antepusieren el propio ó losde limitadas colectividades.

Por eso la patria procura borrar los pequeños lu-nares que pudieran oscurecer el brillo de sus máspredilectos hijos, para que la gloria aparezca máspura y más deslumbrante; y por eso yo mismo, enel marino que si no primero figura entre los vascosmás ilustres, en el renombrado Sebastian de ElCano, he omitido consignar las particularidades queen su Historia de Filipinas escribe el Padre Reco-leto descalzo Fray Juan de la Concepción (4), y nolas dije por lo que su publicación pudiera resentirá los más decididos admiradores del héroe; en c*-yas particularidades se le ve grandemente favore-cido por aquella suerte que el manuscrito llamafortuna de judíos, y que la tuvo indudable al ele-varle las circunstancias al mando de la Victoria yal ofrecerle.la gloria de dar feliz término á la em-presa por eliminación del desventurado Magallanesy del capitán que antes que de El Cano mandabaaquella nave.

Ahora bien, si el autor de la Disputa entre el bor-galés y el vascongado adolece de un apasionamientoque perjudica la verdad histórica, á él hay que de-jar la responsabilidad entera; pues como bibliófilosólo me toca publicar íntegro el papel inédito: silos autores que cito y cuyos párrafos trascribosientan afirmaciones poco agradables á los vascon-gados, enl^éndanse entre sí, que algunos de ellosapologistas suyos son; y si por anónimas hay dudaen admitir ciertas verdades, errados van los queasi discurren, ó irán mientras crean que deban te-nerse por cosa baladí esos refranes y adagios quehan dado !as gentes cultas en considerar comoescogida riqueza literaria y verdadera sabiduría delos pueblos, á posar de haber llegado hasta nos-otros desprovistos do partida de bautismo.

Y por fin, y para concluir estos pasatiempos doverano, diré á los que presentan largas listas devascos que en la América desempeñaban altos car-gos, que esto no es prueba que hable mucho en fa-vor de los ingresos del Tesoro; pues á su habilidadde plumarios, como el manuscrito les llama, y alingreso que esta les daba en las oficinas, debenatribuirse en su mayoría tales preferencias.

Pero si tras de aquel siglo de oro ha venido para

\\) Hitloria yeneral <fe Filipinat, tomo I, pág. 137,

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188 REVISTA EUROPEA. 6 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . N.° 128

mis muy queridos vascos el monos valioso siglo doplata y el presente do cobro, y los ha llegado elmomento de figurar como á los demás españolesentro la materia nacional imponible, tengan la sabi-duría de amoldarse á los tiempos, pensando que losanacronismos jamás se han tomado en buena críticapor base de ninguna historia aceptable.

Z.'"

CRÓNICA CIENTÍFICA.

LAS RELACIONES ENTRE LA LUZ Y LA ELECTRICIDAD.

El movimiento vibratorio del éter que produce laluz y el movimiento desconocido que oausa los fe-nómenos eléctricos y magnéticos, tienen entre síuna relación que tienden á establecer hechos re-cientes. Esta interesante cuestión ha sido tratadapor M. Radau en el Moniieur Scientiftque.

M. Radau recuerda primero que siguiendo dife-rente marcha MM. Clerk, Maxwell y Lorenz han lle-gado á la misma conclusión. Estos observadoreshan deducido de sus investigaciones que el medioque propaga las ondas luminosas es al mismo tiempoel que propaga las acciones eléctricas; de suerteque las vibraciones que producen la luz, son enrealidad especies de corrientes eléctricas que cam-bian rápida y periodicamente.de sentido. La identi-dad del número que expresa la velocidad de la luzcon una constante analogía que desempeña un pa-pel en la teoría matemática de la electricidad, vieneá corroborar esta opinión.

En 1845, Faraday llegó al curioso resultado de"cwitfiíur, 7ÍU 'ÓICÍ. 'l;w<x T/iíücriíu •jjfuuu "iré uviíliát, eo'io-

cada en el trayecto do un foco luminoso polarizado,no ejerce acción mientras se halla en estado natu-ral; pero si esta placa se encuentra entre los polosde un electro-iman poderoso, se hace activa en elmomento en que la corriente circula en el imán;liace dar vueltas al plano de polarización, y el efec-to cesa cuando so interrumpe la corriente.

Este efecto rotatorio determinado por el magne-tismo se obtiene igualmente en diversos grados<;on todos los cuerpos trasparentes, sólidos ó líqui-dos. So le determina también si se introduce la placado cristal en una bobina atravesada por una cor-riente. El fenómeno no se verifica en los gases. Trá-tase aquí de una acción ejercida sobre las moléculasponderables que reaccionan sobre el éter inter-puesto entre ellas.

Diferentes veces so ha abordado el problema in-verso, que consiste en producir una acción eléc-trica ó magnética por la intervención de la luz. Sin

embargo, no parece que se haya obtenido gran re-saltado.

La luz provoca indirectamente una acción eléc-trica en el aciinómelro electro-químico de M. E. Bec-querel. Los diferentes rayos del espectro producenacciones químicas que son la fuente de corrientesvoltaicas cuya fuerza so puede medir con un reó-metro.

Débese a Vülonghby Smith el descubrimiento dela propiedad que posee el selonio cristalizado doconducir la electricidad mucho mejor bajo la in-fluencia de la luz quo en la oscuridad. M. Siemenspiensa que se podría construir un fotómetro basadoen dicha propiedad.

Las relaciones físicas entre ta luz y la electricidadse han puesto de este modo en evidencia y dan lu-gar á aproximaciones que se estaba muy lejos desospechar.

Luis FIGUIER.

LOS NUEVOS INVENTOS.

El telégrafo no ha dicho su última palabra. ElTeléfono de M. Reuss realiza esa gran aspiraeion áhacer llegar á las mayores distancias la melodíaque se ejecuta on un lugar determinado.

Las observaciones do Paje y de Henry han de-mostrado que cuando se somete una barra do hierroá una serie rápida de imantaciones y dcsimantacio-nes sucesivas, la barra entra en vibración, y los mo-vimientos ele las partículas son isócronos con lasinterrupciones de la corriente. Estos experimentoshan sido continuados por Werlhoim.

La invención do M. Reuss se compone de dosaparatos, el de trasmisión y el do recepción.

En la estación en que se toca la música, un anchotubo, que desemboca erl una caja, recibe las vibra-ciones del aire producidas por ol instrumento. Lacaja tione por objeto recoger y reforzar el sonido.En la parte superior hay extendida una membrana

; que vibra al unísono con los movimientos que reci-| bo. Para trasformar los movimientos de esta mem-

brana en emisiones é interrupciones cadenciosas deuna corriente eléctrica, basta establecer un juego decomunicaciones fáciles do concebir.

Supongamos que una pila do la cual uno do lospolos es la tierra, esté unida por el otro electrodo áun botón quo comunica con la membrana: desde elbotón hay un conducto metálico formado por unadelgada lámina de cobra que termina en un disco

LA MÚSICA TELEGRÁFICA. EL TELÉFONO

DE M. REUSS. EL MELÓGRAFO. {

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N.° 128 A. LEÓN.—CRÓNICA DÉ LA EXPOSICIÓN DE FILADELFIA. 189do platino, llevando la corriente enfrente de unapunta sostenida por una manibela. Cada vez que lamembrana se mueva, la punta tocará el disco y seestablecerá la corriente.

El aparato de recepción está formado de un ejeile hierro, alrededor del cual están enrollados espi-rales de alambre de cobre, aislados los unos do losotros; uno de los extremos del alambre termina enun botón y el otro en tierra por un tornillo á fin decompletar el circuito de la pila del punto de par-tida.

La resonancia de la caja en el aparato de trasmi-sión aumenta la intensidad de las notas, haciendomás segura la exactitud. Lo más notable en estesistema es que las vibraciones del eje del aparatoreceptor son exactamente sincrónicas con las de lamembrana del aparato trasmisor, y por lo tanto conlas del instrumento que toca la música que trasmi-te. No solamente se indica la medida, sino tambiénla tonalidad, los dos elementos que componen lamelodía: altura del sonido ó intervalo de las notas,todo se reproduce automáticamente sin error po-sible.

Los aparatos no difieren mucho de los de Morsogeneralmente usados. El autor llama la atención delos físicos sobre los muchos experimentos que hahecho y los que pueden hacerse todavía. Creemoscon él que hay en esta vía el germen de notablesperfeccionamientos en la telegrafía eléctrica.

No creemos que en su estado actual la invenciónde M. Reuss sea bastante perfecta para hacer repe-tir con toda exactitud á gran distancia, por uno óvarios pianos, la música que toque otro instrumentosemejante en ei punto de partida. Esto sería un cu-riosísimo uso do la electricidad. Cuando so convidapara un baile, no habrá necesidad do llamar previa-mente, á un música á una. arajiosta:, mediante unabono con una empresa, que no dejaría de crearsepara explotar.este filón, tendría uno en su casa elvals ó la polka que pueda desear, sin más que to-car un simple botón llamador ó abrir la llave de unmechero como los de gas. Hemos visto nosotroscosas más maravillosas, y es posible que nuestroshijos ó nuestros nietos sean suscritores á músicainterpretada telegráficamente, do la misma maneraque nosotros lo somos á entregas de partituras ótrascripciones.

Puesto que estamos hablando de las relacionesdel telégrafo con la música, mencionaremos aquíun aparato que hemos visto en la Exposición deViena, en la eeccion italiana. Trátase de un sistemaeléctrico adaptado á un armonium para escribirtoda la música que se toque en el instrumento.Llámase el melógrafo, y su base es una combina-ción de hilos múltiples en relación con las diferen-tes (eclas. las corrientes trasmitidas por los hilos

se diversifican por una reacción química especial,análoga á la que se usa en el telégrafo Caselli.

Para variar los efectos de la escritura musical sereproducen:

•1." Los tonos por un trazo negro obtenido conun stilo de acero.

2." Los semitonos por un trazo encarnado pro-ducido con un stilo de cobre.

3." Las octavas por medio de un subrayado mo-reno, hecho con un stilo de cobalto.

4." La medida por rayas verticales amarillashechas con un stilo de mezcla de bismuto y decobre.

Las redondas y lus negras se distinguen por lalongitud del trazo correspondiente á !a'duraciónde la presión de la tecla.

C. BONTEMPS.

CRÓNICA DE LA EXPOSICIÓN DE FILADELFIA,

EL PABELLÓN DE LAS MUJERES.—EL BELLO SEXO EK LA EXPOSICIÓN. -

LA MUJER ARTISTA. I J A S DOCTORAS ES MEDICINA. LjLS SOMBRI

LI.AS PARA CABALLOS. — I - A S INVENCIONES DE LAS MIUEBÜS. L OS

PREMIOS ESPAÑOLES. L A EXPOSICIÓN BE PORTUGAL.

Muy cerca del departamento reservado á la Ex-posición americana, hay un edificio que se distinguepor su gran carácter de novedad y de originalidad:el pabellón de las mujeres. Se llama así porque seha dedicado exclusivamente á los trabajos de lasmujeres y se ha construido con dinero suministra-do por ellas. En ninguna otra Esposicion ha figuradola mujer de un modo tan señalado. En Filadelfiaaparece la mujer con una situación casi oficial, locual es característico del país. Hace cerca de tresaños la colisión de Hacienda del Centenario, crea-da por el Congreso, hizo un llamamiento á las muje-res de Filadelfia, invitándolas á demostrar interés enfavor de la preparación de la solemnidad nacional.

Contestaron con entusiasmo á esta invitación, yen poco tiempo se crearon en todo América comitésde mujeres que empezaron sus trabajos, demostran-do que en la gran ciencia de encontrar dinero latáctica de las mujeres del Nuevo. Mundo no difiereesencialmente de las del mundo antiguo, aunquevaríe la forma. Los tliós públicos y las reuniones áimitación de la que se había verificado en 1773, y álas cuales asistieron las damas con trajes del si-glo XVIII, produjeron el resultado que se esperaba,combinado como siempre con un objeto benéfico ycaritativo.

Al ver los resultados pecuniarios de las reuniones,pensóse en la construcción de un edificio especial yseparado para los trabajos de las mujeres. Algunoscríticos han insinuado que se gastó tanto dinero en

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organizar los thés y las reuniones, que sólo quedópara la construcción del edificio una cantidad muymediana. De cualquier modo que sea, el pabellónde las mujeres so ha construido; ha costado unas7.000 libras cxterlinas, y ha quedado en caja un so-brante de 2.000 libras.

Verdad es que no se han hecho gastos superfinosen el edificio, especialmente en la parte de ador-nos do arquitectura; y algunos críticos irreverenteshan dicho que se parecía á dos enormes de esosbaúles-mundos sin los cuales no viaja ninguna se-ñora, superpuestos por una especie de sombrererado cartón; pero el interior es muy superior al exte-rior, aunque, como sucede en otros departamentosde la Exposición, no está todavía concluido.

De los objetos expuestos, una gran parte no pue-den ser apreciados por los hombros; y la impresiónque producen en su conjunto se manifestaría quizápor las señales de una profunda decepción, si no setuvieran presentes consideraciones importantes. Enprimer lugar, esta exposición es el primer ensayode este género, y sus promovedores han marchadopor un camino desconocido. Además, en una al me-nos de las secciones más importantes, !a de artes,la mayor parte y las más hábiles de las artistas hanrehusado exponer en el pabellón de las mujeres, noqueriendo renunciar á su derecho de exponer en lasala destinada á las obras de arte, el Memorial Hall.

El comité de las mujeres, reconociendo sin dudaque la antigua ocupación de la costura, en la quecualquiera se moría de hambre, ha sido reemplazadapor multitud de nuevos medios de existencia, haanunciado que ni la confección de trajes ni las la-bores de aguja figurarían en la Exposición si norevestían el carácter de obra artística. Es decir, quese han reunido más bien invenciones, dibujos, pre-paraciones científicas y trabajos de la mujer consi-derada como artista.

Los primeros objetos expuestos proceden de In-glaterra. La reina Victoria ha enviado un mantel delino hilado por olla; y las princesas Atice, Elena,Luisa y Beatriz, preciosos bordados. Francia y losPaíses-Bajos tienen alguna representante; Alemania,Austria, Rusia, España é Italia ninguna.

Suecia y Noruega son los verdaderos represen-tantes de E.iropa en esta Exposición. Asia ha con-currido por medio del Japón. El Canadá ha expuestomucho, especialmente en artes; pero la mayor partede las pinturas hubieran ganado mucho con noabandonar el modesto asilo del hogar doméstico.

Las cuatro quintas partes de los objetos expues-tos pertenecen á América y presentan una intere-sante variedad. Muchos de estos objetos no tienennada de común con los que en otros países se con-sideran trabajos de mujer; así es que causa sor-presa, al entrar en el pabellón, ver una gran caja de

cristal que lleva el titulo de Materia médica, y estállena de botellas con nombres extraños, asemeján-dose por su aspecto científico á un botiquín. Estacaja procede del Colegio médico do mujeres dePensilvania, el primero de su género, en el cual seestán preparando en la actualidad para el docto-rado 60 ó 70 damas.

En otro sitio se ven dientes artificiales hechospor la única mujer dentista de Filadelfia, graduadaen el Colegio dental. Dos señoras que ejercen lamedicina en Filadelfia exponen invenciones electro-magnéticas para el cuerpo humano. Otra de Bostonha enviado ropa blanca perfeccionada para mujeresy niños. La confección de trajes ha tomado muchoá las ciencias, y una modista ha inventado lo queella llama su sistema matemático de cortar, sistema«puramente científico y estrictamente fundado enlos principios matemáticos.» Por este sistema pue-den tomarse las medidas las mismas, interesadas.

Una señora, impulsada sin duda por un loable es-píritu de humanidad, ha inventado un ligero abrigopara proteger los caballos contra el sol; este abrigolevanta tres pulgadas sobre el animal y le sirve desombrilla. Sabido es que América puede vanaglo-riarse do tener una sociedad para la represión de lacrueldad contra los animales, fundada por una mujer.

No debe suponerse, á pesar de todo, que el genioinventivo de las damas americanas no pueda des-cenderle esas regiones elevadas hasta las necesi-dades más humildes y más comunes de la vida. Porel contrario, han hecho una porción de invencionesútiles, tales como muebles do comodidad, el Iwnch-Jieater para conservar las viandas calientes cuandose llevan de la fonda, el lavador de platos, un ins-trumento para ajustar los guantes á las manos enun momento, y un nuevo procedimiento para hacer

De los artículos que exigen menos genio inven-tivo que gusto y delicadeza, como bordados, ador-nos de cabellos y plumas, imitaciones de ñores yfrutas, etc., hay gran abundancia. Una señora ex-pone una colección de pájaros que ella ha cazado ydisecado por sí misma. Objetos curiosos y rarostampoco faltan: aquí se ve un pañuelo bordado poruna señora de ochenta y dos años con ó sin lentes;allí se expone un par de medias fabricadas por unadama que cuenta ya el siglo.

La parte más interesante del pabellón es la quecontiene los objetos enviados por las escuelas dedibujo y las maderas esculpidas por la escuela deCincinati. La cantidad de obras de esta clase es sor-prendente, sabiendo que sus autores son exclusi-vamente niñas de corta edad, de las cuales se ha-cen notabilísimas artistas. Hay que advertir que es-cuelas que tantos servicios prestan son gratuitas.

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N.° 128 MISCELÁNEA. 191

Los productos españoles qud hasta ahora han ob-tenido premios, son los siguientes:

Todos los filamentos; los jabones con recomen-dación especial, lo mismo que unas vitelas de cueroenviadas por Zaragoza; los tafibtesde Catalana; losproductos resinosos y sus derivados, presentadospor el duque do Medinaceli, los cuales han mereci-do grande elogio; las sedas; el aparador tallado,presentado por los Sres. Forzano do Madrid; la por-tada del departamento de industria; los abanicos ysombreros; los chocolates; los abacas de Filipinas,únicos en su clase. Estas islas han presentado laprimera colección de arroces, compuesta de 120.clases.

Han sido premiados igualmente 23 cuadros de lasección de pinturas; varios de los tejidos catalanes,y con especialidad los estampados, que se conside-ran muy notables; la industria del esparto, que soha reputado digna de un estudio especial, comoúnica en su clase; muchos de los vinos; las lanas,las conservas alimenticias, los encurtidos y variosotros objetos.

Llama mucho la atención la extraordinaria bara-tura de los tejidos catalanes, siendo do sentir quelos fabricantes no hubiesen enviado mayores canti-dades, pues se hubieran vendido en el acto.

La colección de vinos es tan variada, que hayexpositor quo ha enviado 20 botellas de diferentesclases, lo que hace que los jurados pasen á vecesde corrido, sin poder apreciar minuciosamente lacalidad de cada uno de dichos vinos.

El jurado encargado de las ceras procede conmucha prolijidad y estudio, y para ello se halle-vado algunas muestras del departamento de Es-paña.

MISCELÁNEA.

,Portugal, cuya instalación es la más atrasada,exhibe en el edificio principal gran variedad de ob-jetos, y su colección de materias textiles es rica.Ha presentado también obras en metal, en porce-lana y vidrio; vistas fotográficas do varios lugaresde aquel territorio, de tipos nacionales y edificiospúblicos; libros, mapas, planchas de cobre y acerobruñido del establecimiento real de tipografía.

En la sección de agricultura tiene dos secciones:una para los productos domésticos, y otra para losde sus colonias. En ellos exhibe una gran variedadde vinos, frutas y vegetales; muestras de cereales,de café, de azúcares, de aceite de palma, de espe-cias, etc., etc., muchos de ellos traídos de sus po-sesiones del Cabo-Verde, Mozambique y de las In-dias Orientales.

A. LEÓN.

El Mapa topográfico de España.El Instituto Geográfico y Estadístico acaba de pu-

blicar la primera entrega, conteniendo las tres pri-meras hojas, del Mapa topográfico de España, pu-blicación que honra á España, y que cuando estéconcluida será muy superior, sin duda alguna, almapa francés presentado en la última Exposición deGeografía de París.

La primera hoja comprende Madrid, los dos Ca-Tabanchelcs, Pozuelo, Aravaca, Chamartin, Valle-cas, Vicálvaro y Hortaleza. La segunda comprendoColmenar Viejo, Alcobendas, Fuente del Fresno,Paracuellos de Jarama y la mayor parte del Pardo.En la tercera van Getafe, Léganos, Pinto, Valde-moro, Torrejon de Velasco, San Martin do la Vega,Fuenlabrada y Parla. Por aquí podrán nuestros lec-tores juzgar do los infinitos detalles qae contienenlas hojas del Mapa de España, en el que van indi-cados los edificios en color encarnado, iac sendas,caminos de herradura, caminos vecinales, carrete-ras, canales y ferro-carriles, los ríos y arroyos,con sus puentes y sus vados, las clases de cultivo,como viña, olivar, tierras de labor, pastos, montealto y bajo, etc., etc., etc., las curvas de nivel ylas altitudes sobre el nivel del Mediterráneo, y laparte correspondiente de las bases de triangula-ción.

Este notabilísimo trabajo es una grandísimahonra para España, para el Instituto Geográfico ypara su digno director D. Carlos Ibañez, á quiendamos las gracias por la atención que ha tenido alremitirnos un ejemplar.

Distribución geográfica de los ruiseñores.Existen algunos hechos dignos de observación

relativos á la distribución de los ruiseñores en lasdiferentes comarcas de Europa. So encuentran alNorte hasta en Suecia, al Oeste hasta en España yPortugal;¿»ero en la Gran-Bretaña no se encuentrauno solo, ni en Escocia, ni en Irlanda, ni en el paísde Gales. Parece deducirse do aquí que este pájaroprofiere especial y quiza exclusivamente—como locomprueban también observaciones que se han he-cho recientemente en Francia—las comarcas cu-biertas de formaciones geológicas secundarias óterciarias; de lo cual puede inferirse que los insec-tos que constituyen con preferencia el alimento dedichos pájaros no encuentran medios bastantes desubsistencia en las comarcas en que prevalece elterreno primario.

Por otra parte, es digno de notarse quo, á pesarde la cantidad enorme de ruiseñores capturadosanualmente en los países en que existen, su númerono disminuye de un año para otro.

Libros puestos en el índice.Por decreto de 43 de Junio la Congregación del

índice ha condenado las obras siguientes: La Rege-neration d% monde, opúsculo dedicado á las docetribus de Israel, por José de Felicité; La Resurrec-tion dans le systeme de la regenerado», du monde,

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192 RHV1STA EUROPEA. 6 DE AGOSTO BE 1 8 7 6 . N." 128

del mismo autor; Ganganelli, A Egreja e o Estado,por Joaquín Salanha; Arnaklo da Brescia e la Re-voluzione Romana del XII secólo, por Giovími di(-astro; Dio, I' Universo e la Frantellanza di tultigli Hsseri, nella C'reazione, por S. P. Ziechini; Peruna protología secando i progresi e i besogni dellescienze naturali a compimento del sistema filosóficode Vincenzo Oioberti, autor laudibiüter se subjecitot opus reprobavit; La Semaine ou le 111 comande-ment de Dieu, por Migoul, cura de Maletable; Letemporalitá della C'kiesa é la queslione romana, porel canónigo Mario Ayala; Olio missi á Moma duranteil Concilio Vaticano impressioni di un contemporá-neo, por Pomponio Leto.

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La vida sin la luz.En la Academia de Ciencias de Paris ha habido

una discusión muy interesante sobre la influenciade la radiación solar y de la materia verde en laformación de los principios inmediatos de los seresorganizados.

M. Boussingault se ha manifestado dispuesto áadmitir que dicha influencia es indispensable, y quesi desapareciera la radiación solar sería imposiblela vida.

M. Pasteur, por el contrario, considera que,en esta hipótesis, podría continuar la vida en cier-tas plantas inferiores y dar lugar á las materiasorgánicas más completas. Como ejemplo ha citadola vida de la mycoderma aceti (flor.es del vina-gro), que puede existir al abrigo sin la luz, en unmedio compuesto de alcohol, ácido acético y fosfa-tos minerales, entre ellos el de amoniaco.

M. Boussingault ha contestado á M. Pasteur queel alcohol y el ácido acético tenían por origen elazúcar, que no puede formarse sin el concurso dela radiación solar y de la materia verde; que, porlo tanto, el ejemplo del cultivo citado por M. Pas-teur entraba en la teoría general.

M. Pasteur hizo observar después que no haynada de eso, porque, por los métodos de síntesisconocidos, la química puede hoy, partiendo del car-bono y del vapor de agua y por'reacciones de labo-ratorio, formar el alcohol, ei ácido acético y otrosmuchos productos propios para servir de alimentoscarbonados á organizaciones inferiores sin luz.

Una do las mayores glorias de M. Pasteur es la dehaber hecho constar que el oxígeno y la luz no sonesenciales á la vida, haciendo vivir seres en una at-mósfera de ácido carbónico puro y en absoluta os-curidad.—F. M.

Una pesquería de ballenas en Noruega.

En una pequeña isla frente á la ciudad de Wadso,situada en el extremo Norte de Noruega, existe unestablecimiento que probablemente no tiene rivalen el mundo. Tal vez podría denominarse con máspropiedad carnicería de ballenas. El carácter máspeculiar del establecimiento consiste en el modocon que el Si1. Foyn, propietario del mismo, coge ydescuartiza estos monstruos marinos. Ni emplea losbuques expresamente usados en todos los paísescon tal objeto, ni los equipa de la misma manera;casi todos los buques balleneros están calculadospara largos viajes, de los cuales regresan trayendolas partes más útiles de los animales capturados.

Pero el Sr. Foyn hace uso de pequeños vapores dehélice como de ISO á 180 toneladas, y mata las ba-llenas á tiro de cañón, las cuales remolca á medidaque coge hacia el matadero de Wadso. Como eltrayecto propio para la . pesca está algo cercano áéste, los vapores generalmente emplean poco másó menos doce horas en volver con una buena pesca.La cámara del cañón empleado tiene como cuatropies de largo; ésto se monta en el castillo de proadel vapor, y está tan sabiamente balanceado comopara moverlo con la mayor facilidad para tom.tr unapuntería exacta en cualquier momento. El proyec-til lanzado consiste en una púa larga de hierro, pro-vista en su extremidad de cuatro arpones ligadosentre sí con un alambre metálico que los mantieneen el mismo plano, y en conexión con ellos, pormedio de una ingeniosa combinación mecánica, hayuna granada de cuatro ó cinco libras. Las ballenasde esos mares no son tan ariscas, y permiten quelos buques se les acerquen á tiro de cañón, por locual pueden estos disparar con ventaja el proyectil;y si aciertan, penetra profundamente en la carne ygrasa del animal. Este naturalmente emprende lafuga con gran velocidad huyendo del perseguidor;pero esta misma celeridad precipita su muerte,porque hace que la púa-proyectil se mueva un po-quito en dirección contraria, y que lance los arpo-pones y haga estallar la granada por medio del ar-tificio mecánico antes mencionado, que pono enrelación ¡as tres partes de que se compone el pro-yectil: la púa, los cuatro arpones y la granada. Alestallar ésta, se consuma el golpe de gracia, comodicen algunos. De cuando en cuando sucede que elanimal no es profundamente herido, en cuyo casola pesca no es tan fácil, pues la ballena, al alejarsecon toda la velocidad de que es capaz, arrastra elvapor consigo,

Noticias.El Scientific American da á conocer el modo de

fabricar una nueva tinta, empezando por disolverel hierro en ácido sulfúrico, hidroclórico ó acético.Una mitad de la solución se oxida por medio delácido nítrico, se mezclan las dos mitades y S3 for-ma un precipitado de óxido de hierro. Este precipi-tado se filtra, se lava, y se mezcla con partes igua-les de ácido tánico y de ácido de galio, lo que da unproducto negro rodeado de un producto azul. Elnegro se lava, se seca y se mezcla con aceite degrano de lino. La tinta obtenida de esta manera esmuy buena para la imprenta y la litografía.

—El capitán Mignard ha descubierto que puedeemplearse el eucaíiptus como insectífugo. Viéndosemuy molestado por los mosquitos, cogió un peque-ño eucaíiptus que tenía en una gran maceta en eljardin y lo trasladó á su alcoba, desterrando poreste medio los insectos. Hé aquí un nuevo mosqui-tero que puede ensayarse en las provincias meri-dionales de España.