DEVOCIONES CARACTERISTICAS DE LOURDES: ROSARIO, EUCARIS­TIA, VIACRUCIS. ¿POR QUE ESAS?

Las prácticas de piedad que se realizan generalmente en los luga­res de peregrinación son, poco más o menos, l!as mismas en todas par­tes: rezo del santo rosario, cánticos piadosos; asistencia a la santa misa,. a la exposición del Santísimo Sacramento, y recepción de la sagrada Euclaristía. A veces, también el Vía Crucis; raras veces, si las esta­ciones se encuentran en el interior de la capilla o de la iglesia, para no mole51tar a los demás peregrinos; más frecuentemente, cuando están colocadas fuera del santuario, a lo largo del camino que a él conduce o de otro camino menos frecuentado.

Pero si estas prácticas son, poco más o menos, en todas partes las mismas, las hay, sin embargo, que son características de ciertas pere­grinaciones, no precisamente porque sean exclusivas suyas, sino porque presentan algo especi!al, que no se encuentra generalmente en las otras. Cuando se dice de un hombre que está caracterizado por la firmeza de su voluntad, o por la bondad de su corazón, o por la agudeza de su in­genio, no se quiere decir que a los demás hombres les falten estas cua­lidades, sino que !aquél las posee en una medida o con un matiz que pprmite distinguirlo de todos los demás.

La nota característica de las devociones practicadas en algunos cen­tros de peregrinación es seguir las tradiciones o costumbres locales, o' que dicen relación con el hecho mismo, milagro o mensaje, atribuídos a lla Virgen o al Santo que les ha dado origen.

En Lourdes las manifestaciones de piedad de los peregrinos fueron en los comienzos las que realizan generalmente los peregrinos de los dIversos santuarios de la Virgen. Sin embargo, rápidamente cuajaron

2 DEVOCIONES CARACTERíSTICAS DE LOURDES: ROSARIO, EUCARISTÍA ••• 275

en tres formas especiales, que resaltan en tod~s las peregrinaciones a Lourdes: el Rosario, la devoción a la Eucaristía y el Vía Crucis.

¿Por qué esas tres devociones y no otras? Porque, como veremos, están íntima y estrechamente relacionadas con el mensaje de Marí~.

¿Cuál es este mensaje? Diversos autores y oradores han indicado va­rios. El fin de este artículo no es zanjar la cuestión. Bastará paro nues­tro intento mencionar las palabras y las actitudes de la Virgen que parecen expresarlo o indicar sus elementos. Sus palabJ:'fas: las ha pro­nunciado en la mayor parte de sus dieciocho apariciones a su pequeña confidente; algunas de ellas fueron sólo para la vidente: secretos per­sonales, que ell~ ha guardado religiosamente; otras estaban destinadas a ser coml,micadas a los fieles en general. Sus actitudes: también tra­ducen el pensamiento y los sentimientos de María en el mensaje de IJ(lurdes.

l.-LA DEVOCI6N DEL ROSARIO

La devoción del Rosario no es la más importante de las formas de espiritualidad de Lourdes, pero es l~ que desde el principio impresiona más. Un escritor, Michel de Saint-Pierre, autor de una vida de Santa Bernardita y de un extenso trabajo sobre Lourdes en las N (J,uveUes Lit­téraires (18 de agosto de 1955), lo termina así: «A nuestros ojos huma­nos -cualesquiera que se~n nuestros sentimientos, formación, creen­cias, raza y nivel social-, el hecho esencial de Lourdes es, en defini­tiva, el desarrollo inminentemente secular de un Rosario interminable».

En todos los centros de peregrinación mariana, el rezo del rosario ocupa un lugar preferente. En Lourdes presenta p'articularidades que impresionan desde el primer momento, aun antes de llegar. Apenas se pene en marcha el tren que debe conducirles al gran santuario de los Pirineos, los peregrinos sacan sus rosarios y comienzan a rezar sus cinco primeras decenas. El sacerdote, director espiritual del vagón, o, como ahora ocurre, el altavoz del tren de peregrinación, especialmente sonorizado, dice la primera parte del Padrenuestro o del Avemaría, y los fieles responden. Después de una interrupción, se reza un segundo ro­sario, y después, un tercero, para completar el Rosario entero (~ veces, dos) antes de llegar al término del viaje.

Henos en Lourdes, la Ciudad del Rosario. El santuario principal de L0Ul'des es, como se sabe, la Basílica del Rosario, cuytas quince capillas están dedicadas cada una a uno de los quince misterios del Rosario. En Lourdes se reza el rosario siempre y en todas partes, sin interrup­ción ni de día ni de noche, por lo menos en alguna iglesia o clapilla donde los peregrinos velan, alabando a la Virgen e implorando su protección por medio de incesantes Avemarías. Es un Rosario sin fin, un Rosario perpetuo, el que los peregrinos tienen siempre en la mano, en la Gruta, en lla Explanada, y muchas veces hasta en las calles; el de los cami­lleros y enfermos, que lo desgranan en su ir y venir del hospital a las piscinas y de las piscinas al hospital.

276 ÉMILE NEUBERT SM 3

Los PP. Dominicos, apóstoles_del Rosario, organizan todos los años una peregrinación especial a Lourdes, conocida con el nombre de «Pe­regrinación del Rosario». El año 1957 ha presenciado la cuarenta y nueve de estas peregrinaciones. La distingue una ceremonia especial: el re:w solemne por todo el grupo, generalmente en la Explanada, de los quince misterios seguidos, con explicación antes de cada decena del misterio correspondiente por el Director de la peregrinación, con objeto de facilitar Ira meditación de los rosaristas y de enseñar les a sacar el mayor provecho espiritual posible de su oración. ¿Se consiguen resul­tados? «Para persuadirse de ello, no hay más que mirar a esos millares de orantes que, después de más de una hora, pasan su rosario entero de quince decenas. A ciada misterio, fijan sus ojos en la bandera del Ro­sario colocada en el primer plano del atrio de la iglesia, que les ofrece la imagen del misterio que se reza; cantan al unísono, unidos en un ~010 corazón, la estrofa o cántico de tal misterio, y escuchan con la ma­yor atención la meditación que les hace el orador» (1).

y después, por la noche, en la procesión de las antorchas, aun re­suenla, como un Avemaría condensada, cantada por millares de voces al fin de eada una de las sesenta coplillas del Avemaría de Lourdes, el ¡Ave, Ave. Ave Ma,ría! iAv'e~ ¡Ave, Ave María!

Es preciso que cada uno vuelva a su hogar, aunque se vayan con el plopÓSito de volver a Lourdes. Se deja la Ciudad del Rosario; pero el rosario no se abandona. Y en el tren que lleva a los peregrinos, las Avemarías, y las decenas, y los rosarios se continúan como a la venida. Sin duda ninguna que en adelante aun gustará más servirse del propio rosario y repetirlo: unos, cada día; otros, por lo menos los domingos y fiestas de la Virgen, y en las horas en que la alegría o la tristeza les h2cen recordar a su Madre del cielo, a quien han sentido tan de cerca en la gruta de Massabielle.

¿Por qué esa importancia excepciona~ dada en Lourdes a~ rezo de~ Ro·sario?~Hay muchas razones, y algunas de ellas se adivinan inmedia­tamente

Ante todo, porque Lourdes es el feudo por excelencia de María, y el Rosario es la oración marilana por excelencia. La primera afirmación expresa un hecho reconocido por todo el mundo católico; la segunda, el mismo mundo católico la comprende o, al menos, la presiente.

¿No eS Dios mismo quien compuso el Avemaría? Las primeras palabras: «Dios te salve (2), llenla eres de gracia, el Señor es contigo», han sido dirigidas a la Virgen por el ángel Gabriel. Pero el ángel -lo dice expresamente el Evangelio- fué «enviado por Dios», es decir, por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo: era el primer saludo de .J esús a su Madre.

Las pallabras siguientes, «Bendita tú eres entre todas las mujeres ( = la más bendita de todas las mujeres) y bendito es el fruto de tu

(1) «Revue du Rosaire., diciembre de 1955, p. 360. (2) Ser~a mejor traducir la palabra grfega empleada por San Lucas, por «Alegt·aos.,

que por «DlOS te salve •.

4 DEVOCIONES CARACTERíSTICAS DE LOURDES: ROSARIO, EUCARISTÍA ..• 277

vientre», són de Isabel; pero de Isabel llena del Espíritu Santo. Lo dice también el Evangelio.

La segunda parte del Avemaría: «Santa María, Madre de Dios ... », ha sido añadida por la Iglesia, regida igualmente por el Espíritu Santo. ¿ Qué otra oración a la Virgen puede reclamlar un origen tan sagrado?

Esta plegaria recuerda a María el momento más solemne de su vida, la Encarnación, de la cual depende su Maternidad divina, su mater­nidad espiritual y todas sus demás prerrogativas y gracias innumera­blps. Repitiéndosela, le recordamos constantemente la causa de todas sus alegrías.

Pero esto no es todo; el rezo de cada decena de Avemarías va pre~ cedido de la mención de uno de los quince misterios: misterios gozosos, misterios dolorosos y misterios gloriosos, que Ella ha vivido con su di­vino Hijo.

La rellación de las apariciones nos muestra, además, directamente cuánto empeño tenía la Santísima Virgen en que se rezase el rosario.

El primer encuentro entre la Señora y Bernardita tuvo lugar du­nnte el rezo del rosario. Cuando la joven vió a la bella Señora que le sonrem, «sin darme cuenta de lo que hacía --<1ice-, saqué mi rosario del bolso y me puse de rodillas. La Señora me lo aprobó con una in­clinación de cabeza, y ella misma cogió con sus dedos el rosario que tenía en su brazo derecho. Cuando intenté comenzar el rosario y llevar mi mano a la frente, mi brazo quedó como paralizado, y sólo después que la Señora se hubo santiguado pude yo hacerlo como ella. La Señora me dejó rezar completamente sola; ella, sí, pasaba las cuentas de su rOs'ario, pero no hablaba; y solamente al fin de cada decena decía con­migo: Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto.

Cuando se terminó el rosario, la Señora volvió a entrar en el inte­rior de la roca, y la nube de oro desapareció con ella» (3).

Hay que notar que no solamente la Aparición laprobó el gesto de Bernardita, sino que se había aparecido llevando su propio rosario y había querido empezar a recitarlo, siendo la primera en lJiacer la señal de la cruz. En las apariciones siguientes, el rosario servía a la vidente de introducción a la venida de la Virgen; y cuando ]la Señora callaba, Bernilrdita proseguía rezándolo.

Pero es una razón más profunda, suministrada por María misma, la que explica la importancila dada al Rosario. En varias ocasiones, la Vir­gen pide a su confidente que ruegue o haga penitencia por los pecado­res. Pues bien: el Rosario ¿no es la oración apostólica por esencia? A lo largo de los siglos, los grandes apóstoles se han servido de él vic­toriosamente parla la conversión de los pecadores. La conducta del gran misionero del oeste de Francia a principios del siglo XVIII, San Luis Ma­ría Grignion de Montfort, es de las más impresionantes. Por la predi­cación del Rosario, convierte a regiones enteras a la práctica sólida del crísti,mismo. Decí1a que «jamás se le había resistido un pecador cuando

(3) J. B. ESTRADE. Les Apparitions de Notre-Dame de Lourdes. Souvenirs intimes d'un témoin. Tours, Mame, 1899, p. 43.

278 ÉMILE NEUBERT SM 5 (------------------------------------------------~

le había puesto al cuello su rosario». Don Bosco llamaba a la devoción. del Rosarjo «la bancarrota del diablo». León XIII recomendó la devo ción del Rosario veintitrés veces, de un modo particular en diez Encí clicias, diciendo que «en ella ponía su más firme esperanza». Su Santidad Pío XII declara lo mismo en la Encíclica I ngruenti,wm malorum: «N o vacilamos en repetirlo: Ponemos una gran esperanza en el Rosario para la curación de los males que afligen a nuestra épocra».

¿Qué ex.traño es? ¿Acaso el Rosario no posee todas las cualidades de una plegaria perfecta? Es una oración tan sencillia, conocida y com­prendida de todos; tan confiada, dirigida a la Dispensadora de todas las gracias, Madre de los que oran y de aquellos por quienes se ora; tan perseverante: ciento cincuenta veces se dirige a la Virgen, sin variar, humilde: «Ruega por nosotros, pecadores». ¿ Qué ornción habría tan a propósito para obtener milagros de conversión como .esta oración del Rosario? Y para obedecer al mandato de la Señora en su sexta apari­ción: «Rogará ia Dios por los pecadores», ¿qué cosa mejor podremos hacer que rezar el rosario por ellos?

1I.---,DEVOCI6N A LA EUCARISTtA

Que la devoción del Rosario ofrezca en Lourdes un aspecto carac­terístico no tiene nada de extraño para los católicos, que saben que Laurdes es la Ciudad de Miaría; ni aun para los protestantes, conven­cidos de que allí sobre todo María ocupa buena parte del lugar de su Hijo. Pero si, en lugar de contentarse con ver los grupos de fieles rosa­rio en mano, se consideran algo más de cerca las diversas manifesta­ciones de lla piedad de los peregrinos, quizá quede .uno más impresio­nado todavía de su devoción al Santísimo Sacramento. Como ya lo decía, hace casi cincuenta años, San Pío X: «Lourdes ... , como centro de culto mariano y trono del misterio eucarístico, sobrepasa, al p1arecer, en gloria a todos los demás [santuarios] en el mundo católico» (4). Están las misas que se celebran desde la una de la madrugada en la Grutra, en los tres santuarios en sus múltiples capillas laterales, en las diversas iglesias y capillas; ia veces, en la Explanada. Misas rezadas innumera­bIes; con frecuencia, grandiosas misas pontificales en ritos diversos; misa de medianoche, precedida de una vigilia santa y seguida de nume­rosas misas nocturnas.

y están las comuniones, más numeros1as todavía. ¿Dónde se practica más la comunión diaria que en Lourdes? Ya antes de que una peregri­nación haya llegado a su término, si ha sido preciso detenerse en alguna población, la mayor parte de los peregrinos han asistido allí a una misa y har.. recibido la sagrada comunión. Llegados a Lourdes, hasta los que

(4) Breve del 25 de abril de 1911: Areh. Brev. Ap., Pius X, ano 1.911, Div. Lib. IX. pars. 1, f. 337. Citado por Pío XII en la Ene. Le PNerinage de Lourdes, AAS 49 (1957), 610.

DEVOCIONES CARACTERÍSTICAS DE LOURDES: ROSARIO, EUCARISTÍA .•• 279

€stá~ acostumbrados a levantarse tarde, la pesar de las fatigas del viaje, se sIenten lo bastante fuertes como para sacrificar algunas horas de descanso a fin de poder comulgar en una de las primeros misas de la Gruta. También en el Santuario las comuniones son innumerables y fervientes. Durante muchas horas, los sacerdotes distribuyen la sagrada Comunión, mientras continúan celebrándose las misas.

A veces hay una vigilia santa seguida de una misa de medianoche, como en la peregrinación del Rosario de 1955. «Los momentos impre­¡:donantes son los de la comunión general, dadla por treinta y dos Do­minicos, y que durará veinte minutos. En medio de dos devotos, de los cuale~ uno tiene la palmatoria y el otro la bandeja, los sacerdotes se ('olocan en fila a unos metros de distancia de las grladas del atrio, y forman así una especie de comulgatorio viviente. Los fieles avanzan, reciben la sagrada Hostia, pasan por entre los dos Pladres como por un portillón y vuelven a su sitio ... En el momento oportuno, el que lleva la palmatoria sube las gradas del atrio, donde hay alineados otros slacer­notes, para que bajen con otros copones para reemplazar los vacíos. El Padre Méziere, especi1almente encargado de este servicio, ha dicho que las cumuniones de esta santa noche han sido doce mil» (5). Una cere­monia impresionante también es la comunión de los enfermos, llevados en sus camillas a la Gruta para que allí vean cómo Jesús-Hostia les v~sita individualmente en su lecho de dolor.

Pero el triunfo de la Eucaristía es la procesión del Santísimo Sa­cramento, que se repite todos los días de la peregrinación. «Los estlan­d.artes, llas banderas con sus largas cintas tricolores tendidas al viento, los blancos vestidos de los niños y de las jóvenes que brillan con todos sus oros y colores. Unidos todos por los altavoces, el Benedictus Domi­nus Deus Israel, el Lauda Sion y el Benedictus qui venit llenan con sus amplias resonancias todo el valle y parecen conmover las montañas ... Después, a este canto triunfal sucede una oración más humilde, como un murmullo, una decena del rosario ... Y éstos son los minutos más emocionantes en Lourdes, los de llas aclamaciones e invocaciones en la Explanada mientras Nuestro Señor pasa delante de los enfermos y los bendice. Un escalofrío conmueve a la multitud cuando resuenan las imploraciones, repetidas por: los asistentes: «Señor, aquel a quien amas está enfermo. Señor, haz que yo vea. Señor, haz que yo oiga. Señor, haz ·que yo ande. Señor, di solamente una palabra y seré curada. Señor, que se haga vuestra voluntad así en la tierra como en el Cielo». Todos co­mulgan con un mismo sentimiento de piedad y de fe, que hace derramar lágrimas a los más insensibles» (6).

¿Por qué se da esta importancia en Lourdes a la devoción a la Eu­caristía?

¿Ha blablado alguna vez de ella la Santísima Virgen a Bernardita? Explícitamente, no; pero se desprende de su mensaje.

(5) «Revue du Rosaire., diciembre de 1955, p. 345. (6) Ibid., p. 342 ss.

280 ÉMILE NEUBERT SM

Para todo católico, María no ha sido creada más que para darnos' a Jesús; para dárnosle no solamente en la Encarn!ación, sino también Fn todo el curso de la vida de la Iglesia y de cada uno de sus miembros. Pues bien: Jesús junto a nosotros es, ante todo y sobre todo, Jesús, I:'n la Hostia sacrosanta. Actualmente, podemos !afirmar que' no hay só­)ida devoción a María sin una verdadera devoción a la Eucaristía, ni verdadera devoción a l!a Eucaristía sin una verdadera devoción a María.

Pero en Lourdes la devoción a la Eucaristía está unida por lazos: particularmente poderosos a las preocupaciones de la Virgen de Mas­sabielle. Durante la sext!a aparición, el doctor Dozous, que se había co­locado al lado de la vidente, vió en un momento dado «su rostro, que hasta entonces había ofrecido la imagen de la beatitud más perfecta,. entristecerse; dos lágrimas cayeron de sus ojos y rodctron por sus me­jillas. Estos cambios -dice el doctor- sobrevenidos en su fisonomía: durante aquel rato me sorprendieron. Cuando hubo terminado sus ora­ciones y desaparecido el ser misterioso, le pregunté qué le había suce­dido durante aquel largo rato. Y ella me respondió: La Señora, apar­tando de mí un instante su mirada, la dirigió a lo lejos sobre mi cabeza, y en seguida, volviéndola hacia mí, me dijo: «Rogará a Dios por los' pecadores)} (7)

Durante la octava aparición, la misma súbita expresión de tristeza: en el rostro de Bernardita, que se vuelve hacia los que la !acompañan y les repite tres veces: «¡Penitencia ... , penitencia ... , penitencia!» En la novena aparición, la Virgen le hace descubrir una fuente en la gru­ta; le dice que beba de aquella !agua, todavía cenagosa, y que con ella se lave; también le manda COmer un poco de hierba de la que brotaba en aquel lugar.

Todas estas palabras y gestos sugieren la ide!a de penitencia. La p~]abra penitencia significa dos cosas: ordinariamente, significa actos' de mortificación; pero también significa una disposición del !alma que provoca esos actos de mortificación, y que consiste en tener pesar del pecado cometido y un propósito de no volverlo a cometer. El pecado' es un apartarse de Dios para volverse a la criatura. L!a criatura ofrece al hombre una satisfacción prohibida por Dios. Escogiendo esta satis­facción, el hombre renuncia a la lamistad divina. Pronuncia, a lo menos implídtamente, un « ¡ Me importan poco mis deberes piara con Dios!)} Por la penitencia, el hombre desaprueba la elección que hizo de la cria­tura se aparta de ella y se vuelve de nuevo la Dios. Es la conversión, palabra que significa retorno.

Pero Dios para nosotros se presenta, ante todo, en la Persona de Jesucristo, verdadero Dios como el Padre y el Espíritu Santo; verda­dero Hombre como nosotros, que se ha hecho tlal precisamente para expiar nuestros pecados y facilitarnos nuestra vuelta a Dios. Este Dios­Hombre, para quedarse entre nosotros al mismo tiempo que se volvía al Padre, instituyó la Eucaristía, donde se halla realmente presente,. lo mismo que en su trono de gloria en el cielo. Y cada día se inmola

(7) ESTRADE, O. C., p. 69.

1 ,

8 DEVOCIONES CARACTERÍSTICAS DE LOURDES: ROSARIO, EUCARISTÍA ..• 281

sobre millares de altares para aplicarnos los méritos que nos adquirió en el Calvario. Más aún, quiere contraer con nosotros la más íntima unión dándosenos en la sagrada Comunión.

La sagrada Comunión no es solamente el encuentro de amor más dulce que se puede imaginar; es, sobre todo, en las intenciones de Je­sús, una fuerza divina para nuestra voluntad.

En los momentos de fervor o de desilusión, se detestan las acciones inspiradas por los malos instintos. Pero pasadas esas horas de senti­miento y dolor, cuando los instintos vuelven de nuevo a tentar al alma,. ésta se siente débil. Para resistir sería preciso algo más fuerte que la sola voluntad humana; se necesitaría la fortaleza de Dios. La sagrada Comunión es la que proporciona al crjstiano esa fortaleza divina. Jesús lo ha dicho expresamente: «Si no comiereis la Carne del Hijo del Hombre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi Carne y bebe mi SFmgre, tiene la vida eterna ... El que me coma, vivirá por mí» (8).

Si la Virgen de Massabielle ha insistido tanto en la penitencia, en la conversión de los pecadores, quiere evidentemente que se empleen los medios sin los cuales esta conversión no podría ser duradera: el medio fundamental es la recepción frecuente de la sagrada Comunión. Por otra parte, si la recepción de la sagrada EúcarisÜaasegura la permanencia de la conversión, la procura también allí donde no exis­tía: para comulgar, es preciso estar en estado de gracia. Por eso se pueden ver en Lourdes, de una manera menos notoria, desde lue­go, a millares de comulgantes, largas filas de hombres y mujeres. delante de los numerosos confesonarios, donde los sacerdotes del san­tuario y sacerdotes extranjeros oyen en diversos idiomas a los peni­tentes la {;onfesión de sus pecados y sus propósitos de enmienda.

La práctica de la comunión cotidiana o frecuente bajo la mirada de la Virgen llena de una alegría especial a los peregrinos. Se sienten fe­lices de vivir una vida de dulce intimidad con Jesús junto a su Madre; felices de darle contento y de causar placer a su Hijo. Vueltos a su hogar. no todos podrán, seguramente, recibir a Nuestro Señor con la misma frecuencia que en Lourdes. Pero la alegría que les causa el re­cuerdo de los días pasados en Lourdes, donde se sentían t1an cerca de Jesús y de María, les dispondrá a acercarse con más frecuencia y fervor a la sagrada Eucaristía.

III.-DEVOCI6N DEL ViA CRUCIS

En diversos centros de peregrinación mariana se podrán encontrar a: veces peregrinos sueltos, aislados -raras veces, en grupo- recorriendo las estaciones del Vía Crucis; en Lourdes, el Vía. Crucis es una de las grandes dC'vociones. Se hace en grupo, juntos los peregrinos de cada

(8) Jo 7, 53-58.

.282 ÉMILE NEUBERT SM

región, y es dirigido por uno Q varios sacerdotes. A una hora determi­'nada, todo el grupo se reúne detrás de la Basílica superior. Los que tienen salud y energías, comienzan por subir de rodillas los diez esca­Iones de mármol que llevan al comiem'ío de la vía dolorosa. En cada es­tación, marcada por un grupo monumental en bronce, se hace una pa­rada y el Director lee una breve meditación sobre el sentido de la esta­,CÍón correspondiente. La lectura debe ser apropiada a la psicología y a las necesidades espirituales de los peregrinos. A veces, es reemplazada por una instrucción o plática que les hace el Director. La aplicación puede así adaptarse mejor a las necesidades de los peregrinos que con la lectura de un devocion1ario.

Los PP. Dominicos han introducido un Vía Crucis especial para los 'enfermos. Ofrecemos una breve explicación del mismo, tomada de una crónica de la peregrinación del Rosario de 1957:

«La jornada del jueves está señal!ada por un emocionante signo de la Cruz. Signo de la Cruz en medio de la Explanada formado por los mismos enfermos. Espectáculo de una belleza impresionante, que atrae cada vez más millares de peregrinos de los alrededores ... Este VíIa Cru­cis de los enfermos nos hace vivir el ambiente del Viernes Santo. Este año, más que nunca; no solamente porque las meditaciones del P. Bertel daban realmente esta nota -meditaciones sencillas, profundas, !accesi­bles a todos,recordándonos siempre la presencia de Cristo y de su Ma­dre Sahtísima-, sino porque nos hablaba sin rebuscados efectos orato­rios, como una lectura solemne de la Pasión, y también porque Dom Urbain nos ayudó a respirar la atmósfera de Semana Santa. ¡Qué mo­mento tan punzante el minuto de silencio que hubo después de la me­ditación sobre la muerte de Cristo en la Cruz! Emoción acentuada en seguida por el canto del Christus factus est pro nobis oboediens ... Lue­go, los niños llevan a los enfermos sus pequeñas cruces de madera, que han escoltado a la gran Cruz de Jesús, para entregárselas como santifi­cadas por el contacto de esta santa Cruz; esta ceremonia no es algo simplemente simbólico, es dar todo su profundo sentido al sufrimiento, a veces tan misterioso y crucific1ante,. de estos pobres enfermos, darle la única explicación del enigma del sufrimiento y de la muerte» (9),

¿Qué relaciones existen entre la devoción del Vía Crucis y el mensaje de la Virgen Inmaculada?

Nunca habló de ello la Virgen; nadie sabe que Berntardita haya hecho ningún Vía Crucis junto a la Gruta. Y, sin embargo, existen lazos ínti­mos, muy reales y muy fuertes, entre esta devoción y los mandatos de la bellísima Señora.

María h1a pedido penitencia, es decir, la conversión de los pecadores; y ha obligado a hacer varias veces actos de penitencia a su confidente; le ha hecho beber agua cenagosa, lavarse con ella el rostro, comer un poco de hierba, andar de rodillas, besar la tierra. La jovencita ha re-

(9) «Revue du Rosaire», diciembre de 1957, pp. 345, 347.

10 DEVOCIONES CARACTERÍSTICAS DE LOURDES: ROSARIO, EUCARISTÍA ..• 233

petido con frecuencia esta última penitencia y una vez la multitud pre­sente la ha imitado. Fué en la undécima aparición.

El gran mal que María quería extirpar erla el pecado, que aleja a los hombres de Dios y los precipita en el infierno. Cada vez que uno 'comete un pecado, es, o por disfrutar de un placer prohibido, o por librarse de ciertos sufrimientos, como, por ejemplo, el cumplir un penoso deber. Quien dijo: «El que me coma, vivirá por mí», ha dicho también: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se renuncie a sí mismo, que tome su cruz cada dí1a y que me siga» (10). Nos rebelamos contra el sufrimiento porque no comprendemos que es la condición de la verdadera vida y de la verdadera felicidad. Para enseñarnos esta du­rísima lección, Jesús ha querido someterse al más terrible de los sufri­mientos. El Vía Crucis nos le muestrfa sufriendo en su Cuerpo: lleva la Cruz sobre sus hombros, cae repetidas veces, siente sed, dura tres horas su agonía; sufrimientos en su reputación: calumnias, injurias, burlas; sufrimientos en su corazón: cobarde ausencia de sus após­toles, excepto de Juan, dolor de su Madre en lla vía dolorosa y al pie de su Cruz. Y ha querido sufrir sin vengarse; antes bien, excusando a sus fieles verdugos, pidiendo al Padre que los perdone; sufrir por amor a todos nosotros, cuyos pecados le clavaban a aquella su Cruz, para presermrnos de los espantosos, eternos sufrimientos del infierno y con­'seguirnos la infinita y eterna bienaventuranza, en compañía de su di­vina Madre y de todos los ángeles y santos del Cielo.

Ésta es la lección divina del sufrimiento que Jesús nos enseña en el 'camino del Calvario, y quizá en este Vía Crucis hecho en Lourdes, me­jor que en ninguna otrla parte.

Los enfermos son, sin duda ninguna, los primeros en comprender '€-sta lección del sufrimiento. Han ido a Lourdes como a su última espe­ranza de curación. Solamente un reducido número de entre ellos son ob­jeto de una curación milagrosa. Los demás, sin embargo, no regresarán ,defraHdados. Han comprendido la voluntad amorosa del Padre -y de la Madre~, que les dejan con sus duras pruebas; pero resignados, porque han recibido la gracia de descubrir el amor en la Cruz; con frecuencia no solamente resignados, sino agradecidos a lla voluntad del 'Cielo, muchas veces hasta pidiendo a la Santísima Virgen que les deje seguir con su enfermedad y en su lugar dé la salud al vecino, a quien una curación millagrosa acaso haría mayor bien en el cuerpo y en el alma.

También los sanos reciben una inteligencia más profunda del mis­terio del sufrimiento, en particular durante el ejercicio del Vía Crucis. Mucho mejor dispuestos para lo sobrenatural en ese clima de fe que los inunda desde que llegaron la la Gruta; gozosos por la presencia, por decirlo así, de su Madre celestial y por el contacto íntimo y fre­,cuente con Jesús Eucaristía; siguiendo por el monte de los Espelugues ·a Cristo en las catorce estaciones de su vía dolorosa, parándose delante de cada uno de aquellos grupos de bronce con el Cristo de tamlaño na-

(10) Le 9, 23.

284 ÉMILE NEUBERT SM 11

tural. ese Cristo que han recibido por la mañana en la sagrada Comu­lllon; y escuchando el comentario leído o predicado con convicción pe­netrante de aquellas datorce escenas donde ven a Jesús sometiéndose a horrorosos tormentos por amor a los hombres, por expiar sus pecados, y enseñar los a llevar sus cruces por amor a Él; comienzan a sentir como nunca todo lo que hay de purificante, de tonificador, de divini­zante en el sufrimiento soportlado en unión con Cristo; la vista de los: enfermos, tan tranquilos, tan resignados, y aun tan felices, los confirma en la inteligencia del misterio de la Cruz. Si la Virgen María hizo des­cubrir a su pequeña confidente la fuente milagrosa, no ha sido solla­mente para. atraer muchedumbres extraordinariamente numerosas hasta ella y curar sus enfermedades, sino ciertamente tlambién para hacer' comprender mejor a los sanos, ante el espectáculo de los enfermos, cómo han de vivir mejor en adelante, en su vida ordinaria, su Vía Cru­cis cotidiano, siguiendo a Jesús. ¿Dónde, mejor que en Lourdes, se podrá recibir, comprender y amar esta lección de Cristo cargJado con su Cruz?

¿No es acaso este rincón de Lourdes el sitio ideal para aprender a orar, a comulgar y a sufrir? Y para poder dar al grito angustilado de la Virgen: «j P~nitencia, penitencia, penitencia! », la respuesta que Ella deseaba -la conversión de los pecadores y la tr1ansformación de los, pcregdnos en verdaderos discípulos de su Hijo-, ¿hubiera podido Ma­ría escoger para su feudo devociones más adecuadas que las del Ro­s:uio, Eucaristía y Vía Crucis?

Sabemos que Su Slantidad Pío XII ha compuesto una «Oración para el Centenario de las Apariciones de Lourdes». L'Osservatore Romano ha> reproducido el facsímil del autógrafo del Santo Padre. Leyéndola, se pue­de ver cómo Pío XII recuerda o supone las tres grandes devociones de' Lourdes, de las cuales hemos intentado indicar el sentido.

Llamamiento de María a los hombres para qiue vengan a Lourdes a aprender o estudiar el sentido de la oración y de la penitencia:

«Dóciles a la invitación de vuestra voz maternal, oh Virgen In­maculada de Lourdes, acudimos a vuestras plantas junto la la humilde gruta donde os dignasteis aparecer para indicar a los extraviados el camino de la orlación y de la penitencia y dispensar a los que sufren las gracias y prodigios de vuestra soberana bondad.»

La gran súplica del Rosario: «Recibid, oh Reina piadosa, las alabanzas y llas súplicas que los pue­

blos y naciones, oprimidos por las amarguras y la angustia, elevan con­fiados hacia Vos.»

Alejamiento del error y de la desgracia y 1'etorno a una vida plena­mente cristiana:

« j Oh blanca Visión del Paraíso, arrojad de los espíritus las tinieblas d01 error con la luz de la fe! j Oh mística Rosaleda, aliviad a las almlas abatidas con el celestial perfume de la esperanza! j Oh Fuente inagota­hle del agu'a de salvación, reanimad los corazones áridos con raudales: de divina Caridad!»

12 DEVOCIONES CARACTERíSTICAS DE LOURDES: ROSARIO, EUCARISTÍA ••• 285

Unión coÍ1 Jesús y María en la tierra y en el cielo: «Haced que todos nosotros, hijos vuestros, confortados por Vos en

. nuestras penas, protegidos en los peligros, sostenidos en las luchas, ,amemos y sirvamos tan fielmente a vuestro dulce Hijo Jesús, que me­rezcamos las !alegrías eternas junto a vuestro trono en el cielo. Así sea.»

La Tour de Sgay (Doubs - Francia).

ÉMILE N EUBERT SM

De la Academia Mariana Internacional, de .la Sociedad Mariológica Francesa, etc.