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Revista de Historia Económica Año XII Primavera-Verano 1994 N.° 2 Editada en la Universidad Carlos UI CoMlN: El papel del presupuesto en el crecimiento económico espa- ñol - MIRANDA ENCARNACIÓN: La industria del calzado española en la posguerra - DÍAGO: Grandes y pequeños ganaderos trashumantes en Soria en el tránsito de la Edad Media a la Moderna - FERNÁNDEZ GONZÁLEZ: LOS mayores productores agrarios de Galicia en la segunda mitad del s. xviii - GARCÍA SANZ: Competitivos en lanas, pero no en paños RECENSIONES ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

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Revista de Historia Económica

Año XII Primavera-Verano 1994 N.° 2

Editada en la Universidad Carlos UI

CoMlN: El papel del presupuesto en el crecimiento económico espa­ñol - MIRANDA ENCARNACIÓN: La industria del calzado española

en la posguerra - DÍAGO: Grandes y pequeños ganaderos trashumantes en Soria en el tránsito de la Edad

Media a la Moderna - FERNÁNDEZ GONZÁLEZ: LOS

mayores productores agrarios de Galicia en la segunda mitad del s. xviii - GARCÍA SANZ:

Competitivos en lanas, pero no en paños

RECENSIONES

ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

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PATRONATO

Gabriel Tortella (Presidente) Felipe Ruiz Martín (Presidente Honorario de la Asociación de Historia Económica) Luis Aguiar Luque (Director del Centro de Estudios Constitucionales) Rafael Martínez Ales (Director editorial de Alianza Editorial) Juan Urrutia Elejalde (Universidad Carlos III de Madrid)

CONSEJO DE HONOR

Lucas Beltrán (Univ. Complutense) Jordi Nadal (Univ. de Barcelona) Rondo Cameron (Emory University) Nicolás Sánchez-Albornoz (New York U./I. Antonio Domínguez Ortiz (Real Academia de Cervantes)

la Historia) Manuel Tuñón de Lara (Univ. País Vasco) Richard Herr (U. California, Berkeley) Pierre Vilar (E.H.E. Paris)

CONSEJO ASESOR

Rafael Anes (Univ. de Oviedo) Carlos Marichal (Colegio de México) Antonio-Miguel Bernal (Univ. de Sevilla) Carlos Martínez Shaw (Univ. de Barcelona) Francisco Bustelo (Univ. Complutense) Manuel Moreno Fraginals (Inst. de Historia, Albert Carreras (Inst. Univ. Europeo/U. Pom- La Habana)

peu Fabra) José Morilla (Univ. Alcalá) John Coatsworth (University of Harvard) Marco Palacios (Univ. Autónoma de Barcelona) Roberto Cortés Conde (Univ. San Andrés) Vicente Pérez Moreda (Univ. Complutense) Fausto Dopico (Univ. de Santiago) Jaime Reis (Universidade de Lisboa) Eloy Fernández Clemente (Univ. de Zaragoza) David Ringrose (U. California, San Diego) Josep Fontana (Univ. Pompeu Fabra) Pedro Schwartz (Univ. Autónoma de Madrid) José Luis García Delgado (Univ. Complutense) Julio Segura (Fundación Empresa Pública) Peter Hertner (Inst. Universitario Europeo) Pedro Tedde de Lorca (Banco de España) Herbert Klein (Columbia University) Gianni Toniolo (Universita-di Venezia) Enrique Llopis (Univ. Complutense) Jaume Torras (Univ. Autótjoma de Barcelona) Jordi Maluquer de Motes (Univ. Autónoma de Eugene N. White (Rutgers University)

Barcelona) Vera Zamagni (Universitá di- Bologna)

Director: Leandro Prados de la Escosura Secretario: Pedro Fraile Balbín

CONSEJO DE REDACCIÓN

Carlos Barciela (Univ. de Alicante) Pablo Martín Aceña (Univ. de Alcalá) Mercedes Cabrera (Univ. Complutense) Clara Eugenia Niíñez (UNED) Sebastián Coll (Univ. de Cantabria) Jordi Palafox (Univ. de Valencia) Francisco Comín (Univ. de Alcalá) David Reher (Univ. Complutense) Javier Cuenca (Waterloo University) Carlos Rodríguez Braun (UniV- Complutense) Ángel García Sanz (Univ. de Valladolid) Caries Sudriá (Univ. de Barcelona)

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Revista de Historia Económica

Año XII Primavera-Verano 1994 N.° 2

Editada en la Universidad Carlos III

ALIANZA EDITORIAL en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales

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ALIANZA EDITORIAL

La correspondencia con la REVISTA DE HISTORIA ECONÓMICA

debe dirigirse al Director de la misma:

Universidad Carlos III de Madrid Departamento de Economía

C/ Madrid, 126. 28903 GETAFE (Madrid) Teléfono (91) 624 96 45. FAX (91) 624 98 75 ó 624 97 57

Suscripciones: ALIANZA EDITORIAL

C/Juan Ignacio Luca de Tena, 15, 28027 Madrid Teléfono (91) 741 66 00. FAX (91) 741 43 43 y 320 74 80

PRECIOS 1994

NUMERO SUELTO

España Extranjero

1.400 ptas. 17 $

SUSCRIPCIÓN ANUAL

España Extranjero

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Distribuye: GRUPO DISTRIBUIDOR EDITORIAL

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Imprime: Fernández Ciudad, S. L. Catalina Suárez, 19. 28007 Madrid

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NORMAS PARA EL ENVIÓ DE ORIGINALES

1. La Revista de Historia Económica considerará la publicación de trabajos de muy diversa índole, siempre que demuestren un alto nivel de calidad y se enmarquen dentro de la his­toria económica entendida en sentido muy amplio. Sea cual sea el tema tratado, sin embar­go, deberá hacerse mención explícita de la contribución del trabajo a la historia económica en un ámbito más general, ya sea por un tratamiento distinto o más profundo de un proble­ma ya identificado en la historiografía, por la aportación de datos no conocidos orientada a la solución de un problema histórico concreto o por las aplicaciones potenciales de una metodología nueva o más refinada en contextos diferentes.

2. El original y dos copias de cada texto se enviarán a Revista de Historia Económica, Depar­tamento de Economía, Universidad Carlos III, Despacho 7.39, teléfono 624 96 45, c/ Madrid, núm. 126, 28903 GETAFE (Madrid), fax 624 98 75. No se devolverán los origi­nales no solicitados.

3. Los trabajos de investigación y demás textos deben ir mecanografiados a doble espacio y no exceder de 30 páginas (10.000 palabras), incluidos cuadros, gráficos, mapas, notas finales y bibliografía (ésta a un espacio). Cada texto deberá ir precedido de una página que conten­ga el título del trabajo, el nombre del autor o autores, dirección completa, teléfono y núme­ro del N.I.F., así como un breve resumen del trabajo de aproximadamente 100 palabras, en castellano y en inglés. Asimismo, deberá enviar el autor un breve curriculum vitae, de 40 pala­bras de extensión aproximadamente.

4. El texto y símbolos que se desee aparezcan en cursiva deberán ir subrayados y los que se desee en negrita, con subrayado doble.

5. Las referencias bibliográficas irán al final del trabajo bajo el epígrafe Bibliografía, ordenadas alfabéticamente por autores y siguiendo siempre el orden: apellido (en mayúsculas), nombre (en minúsculas) del autor, año de publicación (entre paréntesis y distinguiendo a, b, c, en caso de que el mismo autor tenga más de una obra citada en el mismo año), título del ar­tículo (entre comillas), o del libro (subrayado), lugar de publicación (en caso de libro), edito­rial (en caso de libro), número de la revista y, finalmente, páginas (pp. xxx).

6. Las notas irán numeradas correlativamente en caracteres árabes y voladas sobre el texto. Todas las notas se incluirán al final del texto e irán a espacio sencillo. Las referencias bibliográficas se harán citando el apellido del. autor o autores (en minúsculas), y entre paréntesis el año y, en su caso, letra que figure en la lista Bibliografía, y en su caso, las pági­nas de la referencia.

7. Se evitará en los trabajos un número excesivo de citas textuales que, en todo caso, si exce­den de dos líneas irán a un solo espacio y con márgenes a ambos lados, distintos a los del texto principal. Por otra parte, en las citas textuales los intercalados que introduzca el autor del trabajo deberán ir entre corchetes, para distinguirlos claramente del texto citado.

8. Los cuadros, gráficos y mapas incluidos en el trabajo deberán ir numerados correlativamen­te y deberán ser originales, evitando reproducir información que sea fácilmente accesible o publicada en obras recientes. Cada cuadro, gráfico o mapa deberá tener un breve título que lo identifique y deberá indicar claramente sus fuentes. Los gráficos y mapas deberán ir en papel vegetal.

9. La Secretaría del Consejo de Redacción de la Revista de Historia Económica acusará recibo de los originales en el plazo de treinta días hábiles desde su recepción, y el Consejo de Redacción resolverá sobre su publicación en un plazo no superior a seis meses. Esta resolu­ción podrá venir condicionada a la introducción de modificaciones en el texto original. El no cumplimiento de estas normas puede ser causa de no admisión a examen de un artículo o de un considerable retraso en su tramitación y publicación.

10. Cuando los trabajos sean aceptados para su publicación, el autor enviará la versión definiti­va mecanografiada y en diskette compaúh\e IBM (preferiblemente en WP 5.1).

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NORMAS PARA EL ENVIÓ DE RECENSIONES DE LIBROS

Se enviarán dos copias impresas de cada recensión y una en disketle compatible IBM (prefe­riblemente en WP 5.1) a la Revista de Historia Económica, Departamento de Economía, Uni­versidad Carlos III, Despacho 7.39, teléfono 624 96 45, c/ Madrid, núm. 126, 28903 GETA-FE (Madrid), fax: 624 98 75. Al final de la recensión, los autores incluirán su nombre y dirección completos, teléfono y número de N.I.F.

Las recensiones se remitirán mecanografiadas a doble espacio y no llevarán notas a pie de página. Cuando se incluyan referencias bibliográficas, éstas irán entre paréntesis en el texto de la recensión.

El encabezamiento de las recensiones seguirá el siguiente orden: nombre (en minúsculas) y apellido (en mayúsculas) del autor o autores del libro, título del libro (subrayado), lugar de publicación, editorial y año de publicación. Se hará notar si el libro incluye bibliografía e índice (de autores o materias), así como el precio, si es posible.

La Secretaría de Redacción de la Revista de Historia Económica acusará recibo de la recensión y resolverá sobre su publicación a vuelta de correo.

En los demás extremos, se observarán las normas que rigen para el envío de artículos origi­nales.

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COLABORAN EN ESTE NUMERO

FRANCISCO COMIN. Catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Alca­lá y Subdirector del Programa de Historia Económica de la Fundación Empresa Pública. Es autor de varias obras sobre la historia de la hacienda y de la industrialización española.

JOSÉ ANTONIO MIRANDA ENCARNACIÓN. Licenciado en Historia. Profesor de Historia Económica en el Departamento de Análisis Económico Aplicado de la Universidad de Alicante. Realiza su tesis doctoral sobre la evolución de la industria del calzado española y ha publicado diver­sos trabajos sobre la historia económica contemporánea de la Comunidad Valenciana.

MÁXIMO DIAGO. ES investigador en la Universidad de Colonia.

ÁNGEL GARCÍA SANZ. Catedrático de Historia Económica en la Universidad de Valladolid. Autor de libros y artículos sobre la economía castellana del Antiguo Régimen.

ÁNGEL I. FERNANDEZ GONZÁLEZ. Profesor asociado del Departamento de Historia e Instituciones Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas de Santiago. Realiza su tesis doctoral so­bre físcalidad y economía agraria en Galicia en los siglos xviii y xix.

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S U M A R I O

PANORAMAS

FRANCISCO COMIN (Universidad de Alcalá-Fundación Empresa Pública): El papel del presupuesto en el crecimiento económico español: Una visión a largo plazo .. 283

PREMIO RAMÓN GARANDE

JOSÉ ANTONIO MIRANDA ENCARNACIÓN (Universidad de Alicante): La industria del calzado española en la posguerra: los efectos del intervencionismo sobre una industria de bienes de consumo 317

ARTÍCULOS

MÁXIMO DIAGO HERNANDO (Universidad de Colonia): Grandes y pequeños ganaderos trashumantes en las sierras sorianas en el tránsito de la Edad Media a la Moderna 343

ÁNGEL I. FERNANDEZ GONZÁLEZ (Universidad de Santiago): Los mayores productores agrarios de Galicia en la segunda mitad del siglo xvín 365

ÁNGEL G A R C Í A S A N Z (Universidad de Valladolid): Competitivos en lanas, pero no en paños: Lana para la exportación y lana para los telares nacionales en la España del Antiguo Régimen 397

RECENSIONES

RoBERT C. ALLEN: Enclosure and the Yeoman. The Agricultural Development of the SouthMidlands 14íO-1850.'PoT Gaspat Feliú 437

RuGGiERO ROMANO: Conjonctures opposées La «crise» du XVII siécle: en Europe et en Amérique ibérique. Por Gaspar Feliú 440

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Simposio de Historia de las Mentalidades. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. Familia y poder en Nueva España. Por Juan Carlos Sola Cor­bacho 443

LEANDRO PRADOS DE LA ESCOSURA y SAMUEL AMARAL (Eds.): La independencia ame­ricana: consecuencias económicas Por Javier Cuenca 448

M." CRUZ ROMEO MATEO: Entre el orden y la revolución. La formación de la burguesía liheralen la crisis de la monarquía absoluta (1814-1833). Por Ricardo Robledo .. 452

JOSÉ G. CAYUELA FERNÁNDEZ: Bahía de ultramar España y Cuba en el siglo xix. El control de las relaciones coloniales Por Candelaria Saiz Pastor 455

JOSÉ MANUEL POSE ANTELO: La economía y la sociedad compostelanas a finales del si­glo XIX. Por Carlos Larrinaga Rodríguez 460

FRANK BROEZE: Mr Brooks and the Australian Trade. Imperial Business in the Nine-teenth Century. Por Jesús M.' Valdaliso 464

ROBERT H . BREMNER: Desde lo más bajo. El descubrimiento de la pobreza en Estados Unidos I JAMES T. PATTERSON: La lucha contra la pobreza en los Estados Unidos de América, 1900-19S5. Por Nuria Puig 467

JUSTO NAVARRO CLARI: Curso de Historia Económica. Por Antonio Santamaría 470

280

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PANORAMAS

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EL PAPEL DEL PRESUPUESTO EN EL CRECIMIENTO ECONÓMICO ESPAÑOL: UNA VISION A LARGO PLAZO

FRANCISCO C O M I N Universidad de Alcalá

y Fundación Empresa Pública

RESUMEN

El propósito de este artículo es evaluar si la acción presupuestaria del Estado español favoreció la industrialización. En la España contemporánea los gobiernos han abusado de la reglamentación económica, mientras que no han suministrado los bienes públicos y preferentes. La frecuencia de los déficit presupuestarios y su financiación inflacionista tampoco favorecieron el crecimiento económico. Contrariamente, hasta la reforma tributa­ría de 1978 el régimen tributario liberal estableció una baja presión fiscal, y favoreció el ahorro, la inversión y el empleo, con el fin de impulsar la industrialización.

ABSTRACT

This article analyzes the extent to which fiscal policy has contríbuted to the indus-trialization of Spain over the last two centuries. Spanish govemments have traditionally placed excessive emphasis on policies of economic regulation but at the same time, they have failed to provide a suitable level of merit and public goods. Recurrent budget déficits were alvk ays financed by inflationaiy means, which did nothing to promote eco­nomic growth. In clear contrast with public expenditures, the system of taxation which prevailed until 1978, meant that there was not much of a tax burden. This allowed for a level of savings, and potential investment, which was conducive to industrialization.

1. LA RELACIÓN ENTRE E C O N O M Í A

Y PRESUPUESTO: EL P U N T O DE PARTIDA

La renta per capita española se acercó a la de los países avanzados de Euro­

pa cuando la política económica de los gobiernos permitió a este país aprove­

char las influencias positivas de las coyunturas internacionales, de manera que

* Este artículo se presentó al seminario El Estado y el Crecimiento Económico en Perspectiva Histórica, del Instituto Ortega y Gasset, dirigido por Leandro Prados de la Escosura; agradezco sus comentarios, así como los de Rafael Dobado y Juan Zafra.

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FRANCISCO COMIN

se pudieron exportar bienes, servicios y mano de obra, al tiempo que se im­portaban capital extranjero, bienes de equipo, productos energéticos y tecnolo­gía exterior. Las medidas, por tanto, de los gobiernos españoles que han favo­recido el crecimiento económico se definen por: 1) la política de apertura en el comercio exterior y la participación en los sistemas monetarios internacionales, así como la liberalización de los mercados interiores; 2) el control del déficit público en magnitudes pequeñas, e incluso la consecución del equilibrio pre­supuestario, que permitió la estabilidad monetaria y evitó las tensiones infla-cionistas agudas; 3) el mantenimiento de la paz y del orden público que evitó las revueltas sociales, las revoluciones políticas y los conflictos bélicos; final­mente 4) el fomento de las infraestructuras, comunicaciones y vivienda, y los mayores gastos en educación por el Estado. El primer punto se refiere a la ac­tividad reguladora de la actividad exterior y de los mercados internos; los otros tres tienen que ver con la política presupuestaria. Pues bien, aquí sólo me detendré a analizar con algún detalle los efectos del Presupuesto del Estado sobre el crecimiento económico '.

Los Estados que tienen una Hacienda rica y altos gastos presupuestarios favorecen el crecimiento económico, porque suministran unas funciones im­prescindibles para el sector privado y la sociedad ; como la Hacienda de la España contemporánea ha sido pobre, entonces es difícil que el Estado pudie­ra promover el crecimiento desde el Presupuesto. Tan cierto como lo anterior, no obstante, es que la industrialización incrementa las bases recaudatorias, do­tando al Estado con abundantes recursos; el atraso económico, por el contra­rio, mantiene Estados financieramente débiles; como España tardó en indus­trializarse, entonces la insuficiencia de la Hacienda fue la consecuencia histórica '. Esto significa que el Estado es un agente endógeno al proceso eco­nómico, presentándose dos direcciones de causalidad, porque la industrializa­ción afecta a las variables presupuestarias y éstas, a su vez, impulsan o retraen el crecimiento económico. No obstante, en este artículo sólo examinaré el pa­pel del Presupuesto del Estado en el fomento del crecimiento económico.

Como ha sucedido en Europa, también en España se ha postergado el aná­lisis del Estado, a pesar de que para la historiografi'a económica ha sido una variable exógena extremadamente útil para explicar algunos acontecimientos

' Para una visión global del papel del Estado en el crecimiento económico español, véase Comín (1993b), Prados de la Escosura (1992) y Tortella (1992).

^ Como señalaron en el seminario mencionado los profesores O'Brien, Coatsworth y Van der Wee, véanse O'Brien (1988 y 1989), Schremmer (1989), así como Davis y Huttenback (1988).

' El crecimiento del tamaño presupuestario del Estado también se ha visto retardado por el retraso político del país; es decir, por el mantenimiento de regímenes no democráticos; véanse Fontana (1980), Comín (1985 y 1988b).

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EL PAPEL DEL PRESUPUESTO EN EL CRECIMIENTO ECONÓMICO ESPAÑOL

económicos, sobre todo los fracasos industriales y las crisis económicas. La Hacienda pública es, en efecto, una institución capital para la mayor parte de las interpretaciones de la Historia económica de la España contemporánea. En un país en el que todo se espera del Estado, predominan las partidas negativas en el balance de su actuación presupuestaria frente al crecimiento y los ciclos económicos ''; a la hora de depurar las responsabilidades del atraso, lo más so­corrido ha sido culpar a la política presupuestaria del Gobierno, sin detenerse a analizarla. Enunciaré brevemente las principales interpretaciones de la Histo­ria económica española contemporánea relacionadas con el Presupuesto.

En primer lugar, en lo tocante al saldo presupuestario, es notorio que en España, a pesar del reducido gasto público, el Presupuesto del Estado se ha saldado casi siempre con déficit, porque el sistema tributario ha sido insufi­ciente; la idea más extendida es que esos déficit crónicos han tenido secuelas sobre la política y sobre la economía. Por un lado, los agobios de la Hacienda han condicionado la propia supervivencia de los regímenes políticos; la agonía de la Monarquía absoluta coincidió con la quiebra de la Hacienda absolutista, y la política fiscal expansiva de la Dictadura de Primo de Rivera provocó la depreciación de la peseta, que acabó minando al régimen '. Por otro lado, el déficit permanente y la deficiente gestión de la Deuda condenó a los gobier­nos del siglo XIX a depender de los grandes prestamistas internacionales, que exigieron altos intereses y «compensaciones indirectas», como la legislación fa­vorable al capital exterior, durante el Bienio progresista y el Sexenio revolucio­nario . Finalmente, la financiación heterodoxa de los déficit públicos, por su monetización directa e indirecta, sometió a la política monetaria a las exigen­cias fiscales entre 1874 y 1983; la relajación de la disciplina monetaria desde 1883 tuvo graves repercusiones: España se alejó del patrón oro, crecieron los precios (desencadenando el impuesto inflacionista) y se depreció la divisa ''.

* Los historiadores quizá se han dejado influir en exceso por las críticas que los contemporá­neos hacían al Presupuesto, al que se responsabilizaba de casi todos los males de la economía es­pañola.

' Véanse las obras de Fontana (1971 y 1973), Hernández Andreu (1980), Melguizo (1979), Palafox (1992) y Velarde (1968).

^ Véase Nadal (1975). Por su parte, Del Moral (1979) sostiene que la política fiscal expansiva con amplios déficit y el trasvase de recursos de la agricultura a la industria (a través de los im­puestos y los gastos presupuestarios) favoreció el crecimiento económico español a mediados del siglo XIX.

' Véanse Dictamen Patrón Oro (1929), Fuentes Quintana (1990) y Sarda (1948). Para Martin Aceña (1981) esa política monetaria expansiva retardó el crecimiento económico; Tortella (1981) sostiene lo contrario, pues la permisividad monetaria ahuyentó la escasez de dinero, alejando la amenaza del efecto expulsión de la inversión privada ante el aumento del gasto público, del que tanto se quejaban los empresarios españoles; sobre el efecto expulsión véanse Molinas y Prados de la Escosura (1989) y Prados de la Escosura (1993b),

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FRANCISCO COMIN

En segundo lugar, sobre las partidas del gasto, abunda la idea de que la in­dustrialización española no se benefició de la demanda pública por la pobreza presupuestaria; además, los recortes en el gasto presupuestario sumían a la in­dustria en profundas crisis, porque era muy dependiente de la demanda estatal. Entre las secuelas de la política de gasto público destacan: a) la franqui­cia a la importación de materiales para la construcción de la red ferroviaria subvencionada por el Gobierno impidió el surgimiento de una siderurgia na­cional; b) los reducidos gastos públicos frenaron, asimismo, el crecimiento de una industria de transformados metálicos, concretamente de la construcción naval y de la industria armamentística; c) el origen de la crisis de los años treinta es interpretado por la reducción del gasto público del régimen republi­cano *; d) el insuficiente gasto militar impidió conservar las colonias america­nas, relegó a España a un papel secundario en el concierto internacional y alentó el descontento del ejército; los retrasos en los sueldos provocaron los pronunciamientos del siglo xix y las corrientes «juntistas» de principios del XX '; d) la provisión de infraestructura y de servicios preferentes (como sani­dad, vivienda y educación) por el Estado español ha sido considerada insufi­ciente, obstaculizando el progreso de la economía '".

En la vertiente de los ingresos, en tercer lugar, siempre se ha responsabili­zado a los excesivos impuestos cobrados por el Estado de originar las crisis económicas, porque encarecían los costes y retraían la iniciativa empresa­rial ". Contrariamente, hay quien defiende la existencia de una baja presión fiscal que impidió a los gobiernos gastar más en funciones progresivas ^^. Asi­mismo, se ha argumentado que la imposibilidad de practicar una reforma tri-

* Véanse, para todo esto, Nadal (1975), Tortella (1981), Gómez Mendoza (1982), Suárez (1991), Palafox (1992), Hernández Andreu (1980) y Florensa (1981).

' Véanse Carr (1980), Jover (1981), Prados de la Escosura (1988), Tedde (1981) y ias colabo­raciones en Prados de la Escosura y Amaral (1993).

I" Se ha argumentado que el Estado español gastó menos que otros países europeos; y ese reducido gasto en infraestructuras (denunciado por las malas carreteras, y los insuficientes panta­nos) y en capital humano (evidenciado por las pocas escuelas y maestros), con fuertes efectos ex­ternos, frenó el crecimiento económico; véanse Fuentes Quintana (1990), Vaccaro (1980), Tedde (1981) y Núñez (1990 y 1992). Aunque en los tiempos recientes han aumentado los gastos redis-tributivos, ias deficientes infraestructuras siguen siendo un lastre para la economía española, como ha señalado Bandrés (1990a y 1990b).

" Los ejemplos más documentados son la crisis agrícola y pecuaria iniciada hacia 1882 y la crisis exportadora del textil tras la pérdida de las últimas colonias americanas (desde 1898). Para las quejas de las patronales véanse Cabrera (1983), Arana (1988) y Del Rey (1992).

'2 Véase Castellano (1975), Fuentes Quintana (1990) y Tedde (1981).

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EL PAPEL DEL PRESUPUESTO EN EL CRECIMIENTO ECONÓMICO ESPAÑOL

butaria forzó al Gobierno a recurrir al proteccionismo con fines recaudato­rios ".

El propósito de este artículo es examinar esas hipótesis a la luz de las ci­fras presupuestarias del Estado liquidadas, para evaluar si la acción presupues­taria del Estado español favoreció la industrialización. Lo que está claro es que el objetivo del crecimiento económico ha sido el más antiguo y prioritario, desde los gobiernos ilustrados del siglo xviii a la actualidad '•*; otra cosa dis­tinta es que dicho fin se haya alcanzado. En cualquier caso, hay que advertir que un proceso de crecimiento económico no es desencadenado por un solo factor, sino por un cúmulo de circunstancias; por tanto, el Presupuesto no puede explicar por sí solo las fases de crecimiento ni el atraso económico es­pañol. Otras acciones públicas fueron más significativas que la política presu­puestaria: por ejemplo, la cerrada protección arancelaria y la regulación de los mercados crearon un contexto legal que influyó poderosamente sobre el atraso económico del país; además, si el Estado no impulsó desde el Presupuesto adecuadamente el crecimiento económico, el papel de los empresarios nacio­nales, tanto del sector real como del financiero, no destacó por su brillan­tez ".

La clave de la cuestión está en que durante la España contemporánea, la pobreza de la Hacienda indujo al Estado a apoyar a la economía mediante le­yes y decretos que regulaban la actividad de las empresas y los mercados, siempre que no incrementasen los gastos del Presupuesto. Como en muchos países atrasados, los gobiernos españoles sustituyeron y tutelaron los merca­dos, pero no realizaron las funciones claves para corregir sus deficiencias; con­secuentemente, aquellas intervenciones públicas mediante los precios tasados, las licencias, los cupos y el corporativismo productivo, así como la financiación inflacionista acabaron distorsionando los mercados, impidiendo su eficiencia. En la España contemporánea los gobiernos han abusado de la reglamentación de la actividad económica, encaminada a sustituir al mercado, mientras que han descuidado la provisión de los bienes públicos y preferentes que favore­cen el crecimiento económico '*.

" Según la opinión de Lluch (1988); Serrano Sanz (1991), empero, sostiene lo contrario. '•' Los ilustrados ya proponían remover los obstáculos institucionales al crecimiento y gastar

en infraestructuras y educación; véanse Fuentes Quintana (1991) y Llombart (1992). " Recuérdese que la defectuosa política arancelaria, que impedía que algún sector alcanzase

alguna ventaja comparativa, fue impuesta por las organizaciones patronales, al menos hasta la Guerra Civil; véanse Fraile (1985 y 1991), Serrano Sanz (1987a y 1989) y Sabaté (1992).

'*• La regulación es un instrumento útil para corregir las imperfecciones del mercado, me-

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A continuación me ocuparé de las influencias sobre el crecimiento econó­mico, primero, del déficit público, después de los gastos, y finalmente de los ingresos públicos.

2. EL DÉFICIT PUBLICO CRÓNICO: UN IMPULSO INSUFICIENTE

Los déficit públicos prevalecieron en la España contemporánea, si se ex­ceptúan los períodos 1899-1908 y 1951-1975 (gráfico 1) ", indicando que, des­de una perspectiva keynesiana, la política fiscal ha sido, casi siempre, expansi­va y favorable al crecimiento económico, sobre todo si se tiene en cuenta que el déficit fije acompañado permanentemente por una política monetaria permi­siva '*. Desde la escuela clásica, por el contrario, se diría que los déficit del Estado retrajeron el crecimiento económico, porque su financiación expulsó parcialmente a la inversión privada, al aumentar los tipos de interés. Ambas in­terpretaciones pueden aplicarse a distintas épocas, porque no hay una relación clara entre los déficit del Estado y el crecimiento económico español entre 1850 y 1990 (gráfico 2) i .

diante la legislación antimonopolios, de accidentes de trabajo, de defensa del consumidor; pero las leyes económicas de este país fueron en dirección opuesta, pues legalizaron esas imperfeccio­nes mediante un proteccionismo integral, el corporativismo que sancionó oficialmente los oligo-polios y las reglamentaciones que pretendían «disciplinar el mercado»; véanse Fuentes Quintana (1989 y 1993), García Delgado (1987), Palafox (1992), Segura (1992) y Serrano Sanz (1986, 1987a y 1987b).

" Con respecto a las fuentes de los gráficos de este artículo, las cifras reales proceden de Prados de la Escosura (1993a) —a quien agradezco que me haya dejado utilizarlas antes de su publicación—, de Corrales y Taguas (1991) y del INE (1993); las del sector público son de Co-mín (1993a).

'* Desde 1883 cuando, una vez concedido el monopolio de emisión al Banco de España, se declaró la no convertibilidad de la divisa, no se conocieron estrecheces monetarias; se abandona­ron los tipos de cambio fijos de los patrones metálicos, y, por tanto, dejó de existir una política monetaria autónoma; la circulación fiduciaria se subordinó a la financiación de los déficit presu­puestarios, lo que aseguró un mayor efecto multiplicador del gasto público. El control de cam­bios practicado con intermitencias de 1929 a 1935 fue ineficaz; y la paridad oficial fija posterior a 1939 no implicó ningún tipo de restricción monetaria hasta 1958. Sólo desde 1983 se ha vuelto a practicar una política ortodoxa de financiación del déficit, y la política fiscal expansiva se ha compaginado con una política monetaria restrictiva.

" En el gráfico 2 se advierte que la tasa de crecimiento del PIB aumenta con el déficit, pero la recta de regresión entre crecimiento y saldo presupuestario presenta un ajuste muy malo a la nube de puntos. Esto indica que había otras variables que influían más que el déficit presupues­tario sobre la evolución de la economía real.

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GRÁFICO 1

Porcentaje en el PIB (1850-1990)

Saldo presupuestario

-10,0 "I I 1 1 1 r -50 60 70 80 90 00 10

-1 1 1 1 1 r—

12 30 40 50 60 70 80

GRÁFICO 2

Tasa de crecimiento del PIB y saldo presupuestario/PlB (1850-1990)

PIB 40-

30-

20-

- 1 0 -

-20

* » * ••* % A .

-10,0 -7,5 — I 1 1

-5,0 -2,5 0,0 2,5

SALPIB Saldo presupuestario

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Para ilustrar lo anterior examinaré la relación entre déficit y crecimiento en los períodos con mayores insuficiencias presupuestarias, que fueron 1870-1874, 1915-1919, 1940-1949 y 1977-1986. Pues bien, mientras que en el Sexe­nio democrático el crecimiento económico fue apreciable, durante la Primera Guerra Mundial la economía española permaneció estancada 2"; por otro lado, en el primer franquismo y en la transición a la democracia se experimen­taron las crisis más profundas de la economía española en el siglo xx. Los défi­cit del Estado coincidieron preferentemente con depresiones económicas; la razón fue que los déficit eran, en una parte considerable, coyunturales, por la caída de ingresos y el aumento del gasto ocasionados por las caídas en la acti­vidad económica. Antes de 1977, los impuestos y los gastos públicos no eran muy elásticos a la coyuntura económica, porque los déficit coyunturales no te­nían gran amplitud ^'.

Más que en los déficit públicos las causas del crecimiento del Sexenio se encuentran en las medidas de Laureano Figuerola, que liberalizaron las fuerzas del mercado, exterior e interior 2. Durante los años de la Primera Guerra Mundial, la inversión privada descendió por la excepcional coyuntura bélica, y no porque fuese expulsada por el déficit público ^^. En el gráfico 3 se advierte que no hay ninguna relación significativa entre el déficit público y la inversión total de la economía. Por su parte, la profunda crisis económica de los cuaren­ta tuvo sus raíces más en la política autárquica, en los precios administrados y en el ordenancismo de la producción, que en los déficit del Presupuesto, que

f Las estimaciones más recientes señalan que el auge del que tradicionalmente se ha hablado no existió a nivel agregado; véase Carreras (1992) y Sudriá (1990).

' Analizando el impuesto que más reaccionaba ante el ciclo económico, que era la renta de Aduanas, se advierte que después de la reforma de Figuerola, su recaudación aumentó. En el Se­xenio los determinantes en el surgimiento del déficit fueron: a) las cargas financieras surgidas de los déficit de los años 1860, generados en parte por la crisis económica de aquella década; b) la abolición de la Contribución de consumos, que hizo descender la recaudación. Por el contrario, durante los años 1915-1919, 1931-1933 y 1940-1957 la disminución de los rendimientos del Arancel de Aduanas fue responsable parcial del déficit presupuestario; la recuperación de los rendimientos del impuesto sobre el comercio exterior en los años siguientes explica algo la dis­minución del déficit público; véanse Costas Comesaña (1988) y Carreras (1990).

" Particularmente, el arancel Figuerola, la liberalización de los mercados interiores y la-desamortización del subsuelo que facilitó el auge minero promovido por la inversión exterior, que creció entre 1869 y 1874; es más, en este período los déficit públicos se financiaron parcial­mente con Deuda exterior, lo que desahogó los mercados financieros del interior. Véanse Costas Comesaña (1988) y Martín Niño (1972).

2' En la caída de la formación de capital fijo influyeron: a) la incertidumbre de los tiem­pos; b) el capital se destinó a negocios especulativos y no a la inversión productiva; c) la exporta­ción de capital; d) la inversión en capital circulante y en existencias; e) la dificultad de importar maquinaria, y f) los mayores costes generales y laborales de las empresas españolas; véanse Carre­ras (1990), Comín (1988a), García Delgado (1984), Maluquer de Motes (1987), Sudriá (1990).

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sólo fueron grandes mientras se pagaron los atrasos de guerra ••. A su vez, la crisis de los setenta se originó en el exterior, aunque su repercusión en España fue agudizada por la deficiente estructura industrial española (especializada en los sectores de demanda débil, que fueron los más golpeados por la crisis, y muy dependiente del exterior en productos energéticos), y porque la política económica tardó demasiado en reaccionar ante la crisis. Que los déficit públi­cos eran resultado de las depresiones económicas es muy claro en esta fase de 1977-1986, cuando se ha comprobado que gran parte del déficit era coyuntu-ral, es decir, originado por la propia crisis, que redujo la recaudación por el Impuesto sobre la renta de las personas físicas y los impuestos indirectos, y au­mentó los gastos, por el seguro de desempleo, jubilaciones adelantadas y sub­venciones de explotación a las empresas ^'.

En el período de entreguerras, el déficit presupuestario no generó los ci­clos económicos porque en términos relativos era pequeño; menor que duran­te el Sexenio democrático y la Primera Guerra Mundial. En los años veinte, los déficit del Estado no retrajeron la inversión privada, pues ésta aumentó y hubo crecimiento económico; en los treinta, los déficit públicos fueron acom­pañados por un descenso en la inversión privada y hubo una crisis económica global, aunque menos grave que en otros países europeos. En el comporta­miento diferencial de la economía española de los años años veinte y treinta influyeron más otras causas que el Presupuesto del Estado ^.

Es complicado, por tanto, comprobar empíricamente si los déficit del Estado impulsaron o retardaron el crecimiento de la economía española; en cualquier caso, no es probable que el déficit público expulsase la inversión pri­vada (gráfico 3); aunque no hay que descartar que, en ocasiones, la desplazase parcialmente ya que encarecía su financiación 2'. Hay motivos, en cualquier

•' Véanse García Delgado (1987), Comin (1986), Martín Aceña y Comín (1991) y Catalán (1992).

^' Asimismo, el descenso del déficit público posterior a 1986 tuvo su origen en la recupera­ción económica y en la implantación del IVA. En esa recuperación posterior a 1985 influyeron otros factores como la reconversión industrial y el auge internacional. Los estabilizadores auto­máticos y la recuperación económica redujeron el déficit coyuntural, permaneciendo el déficit estructural (es decir aquel decidido por la estructura de ingresos y gastos del gobierno) que es el que aparece cuando la economía alcanza el pleno empleo.

"> Como las siguientes: a) la distinta coyuntura exterior, de crecimiento en los veinte y de re­cesión en los treinta; b) las buenas expectativas empresariales durante la Dictadura de Primo de Rivera y su ensombrecimiento ante los cambios políticos posteriores, y c) las reformas laborales e institucionales de la Segunda República; véase Comín (1987a y 1988a).

^' Hay que tener presente, sin embargo, que no es suficiente con establecer una relación em­pírica entre déficit y aumento del tipo de interés para hablar de crowding out, además, hay que demostrar que el incremento del tipo de interés determina una caída de la inversión; esta última causalidad no está confirmada empíricamente, pues el aumento del interés no siempre expulsa a

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caso, que descartan la presencia generalizada de un efecto expulsión de la in­versión privada en la España contemporánea a causa del déficit ^ r en primer lugar, a la oferta interior de fondos prestables hay que añadir las considerables inversiones de capital exterior, pues la importación de capital ha sido frecuen­te y ha coincidido con los períodos de crecimiento económico; en segundo lu­gar, en pocas ocasiones ha existido pleno empleo de los factores productivos, ni del trabajo ni del capital; un problema secular en España han sido el de­sempleo y subempleo de los factores de producción; en tercer lugar, el Estado no podía acaparar todos ios fondos ahorrados, pues el déficit público era peque­ño en relación con los activos financieros de la economía; por pequeña que fuese, es improbable que la tasa de ahorro no superase al déficit, salvo en las fases ex­cepcionales; el problema financiero surgía menos de una insuficiencia de aho­rro, que del atraso de los intermediarios financieros, que no convertían el aho­rro en saldos prestables 2 ; en cuarto lugar, más bien parece que la necesidad de financiación del Estado absorbía recursos que no tenían otra ocupación, permitiendo a los bancos obtener una rentabilidad; en efecto, los bancos man­tenían ociosos sus recursos, por la escasa demanda de crédito, pues las empre­sas españolas se autofinanciaban en gran medida; en quinto lugar, rara vez los déficit presupuestarios fueron acompañados por restricciones monetarias; en situaciones con déficit presupuestario sólo hubo disciplina monetaria antes de 1883 y después de 1983.

la inversión privada, ya que existen otros factores determinantes de la inversión como las políti­cas extrapresupuestarias de los Gobiernos, la inversión exterior, las expectativas empresariales, los stocks de producto acumulados, la capacidad instalada, la demanda privada esperada y, en fin, grado de desarrollo de los mercados financieros.

^' Para evaluar propiamente la presencia del efecto expulsión habría que considerar las si­guientes cuestiones: a) la existencia de pleno empleo; b) cómo era la política monetaria, y c) si había inversiones extranjeras. Habría que comprobar, en suma, si en la economía española con­temporánea se cumplían los supuestos que subyacen a la teoría clásica, o si, por el contrario, la infrautilización de los recursos humanos y de capital hacía que los déficit del Estado, aunque no fuesen buscados, no tuvieran las perniciosas secuelas que la escuela clásica pregonaba; de cum­plirse estos supuestos keynesianos, los saldos negativos pudieron tener efectos favorables sobre la economía. Pero no hay cifras suficientes para hacer las estimaciones econométricas, y aunque las hubiera, tampoco se alcanzarían resultados concluyentes, como sucede con los estudios sobre la actualidad, ya que los procedimientos econométricos más rigurosos tampoco consiguen el acuer­do sobre la presencia del efecto expulsión en tiempos recientes; véanse Mora (1984), Raymond (1992) y Argimón y Roldan (1991).

^ En efecto, antes de 1975, el tamaño del déficit presupuestario era pequeño, salvo en cier­tos períodos, en comparación a la renta nacional, con lo que sus efectos expansivos no podían ser muy grandes, y frente al volumen de fondos prestables, por lo que no podía presionar sobre los mercados de capitales, por estrechos que éstos fuesen. Cuando el déficit se financiaba movili­zando ahorro, como ocurrió con la Caja General de Depósitos entre 1853 y 1868, tampoco hubo crowdingout, véanse Gonzalo (1981), Tedde (1985) y Martín Aceña (1985).

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GRÁFICO 3

Inversión total y saldo presupuestario (porcentaje del PIB) (1850-1990)

u

e o,

40

30

20-

10-

-10,0 — I —

-7,5

* •

• • • •

%

A /

• • • » • • » •

— I 1 —

-5,0 -2,5 SALPIB

- ~ l — 0,0 2,5

Saldo

GRÁFICO 4

Tasa de inflación y saldo presupuestario/PIB (1850-1990)

Precios 50-

-25 -1 1 1 1 r -10,0 -7,5 -5,0 -2,5 0,0 2,5

SALPIB Saldo

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La financiación del déficit público era potencialmente muy inflacionista, porque se podía monetizar directamente el déficit, como en 1883-1917 y en 1977-1982, o bien se abría la puerta para monetizarlo indirectamente, como cuando el déficit se financió con Deuda, cuyas emisiones entre 1917 y 1957 eran pignorables; ello descartaba situaciones de tirantez monetaria que están en la base del efecto expulsión, pero sembraba el peligro inflacionista '". La ausencia de pleno empleo en la historia contemporánea de España (salvo en la década de 1960, gracias al crecimiento económico y a la emigración a Europa), ayuda a explicar que los efectos inflacionistas de los déficit del Estado no fue­sen preocupantes, si exceptuamos los períodos 1915-1920, 1940-1959 y 1975-1983; el gráfico 4 muestra que cuanto mayor fuese el déficit más alta era la tasa de inflación; no obstante, la relación es muy débil y el ajuste muy deficiente ^'.

Aunque los efectos directos del déficit sobre el crecimiento económico fueron débiles, las insuficiencias de la Hacienda pública tuvieron graves secue­las indirectas, pues contribuyeron a distorsionar la asignación de recursos en la España contemporánea: primero fue a través de la regulación económica obje­to de las «compensaciones indirectas» y, después, mediante la financiación in­flacionista del déficit público. Los compensaciones indirectas que el Estado concedió a sus prestamistas consistieron en una legislación arbitrariamente fa­vorable a ciertos sectores económicos y a determinadas compañías extranjeras y nacionales '2. Desde 1874 con el monopolio de emisión al Banco de España y sobre todo tras 1883, cuando se declaró la inconvertibilidad en oro de los bi­lletes españoles, la moneda fiduciaria adquirió carta de naturaleza en España. El recurso directo e indirecto del Tesoro al Banco de España dejó a la política monetaria sin autonomía, sometiéndola a las necesidades de financiación del Presupuesto, lo que ampliaba la oferta monetaria '. Está probado que en los períodos con inflación el crecimiento económico español se vio frenado.

'" Los efectos inflacionistas fueron moderados porque la mayor parte de la Deuda pública quedaba en la cartera de los bancos sin pignorar, lo que es un indicio más de la insuficiente de­manda privada de crédito; véase Martín Aceña (1984).

" Esa financiación a través de la Deuda pública hizo, en cualquier caso, que los efectos de los déficit sobre la expansión económica fuesen inferiores a los que se hubiesen experimentado si la financiación se hubiese realizado con recursos al Banco de España o que si toda la Deuda pignorable se hubiese pignorado; véanse Comín (1987b) y Solé Villalonga (1964).

" Destacan las siguientes medidas: Ley de Bancos de emisión y Ley Ferroviaria del Bienio progresista; Ley minera del Sexenio; la concesión del monopolio de emisión de cédulas hipoteca­rias al Banco Hipotecario en 1872 y de billetes al Banco de España en 1874. Para los nefastos efectos de la legislación progresista sobre la industrialización española, véase Nadal (1975); el monopolio del Banco Hipotecario «hipotecó», nunca mejor dicho, el desarrollo del crédito agra­rio en este país,

" En la medida que el déficit obligaba al Tesoro a acudir al Banco de España o a emitir Deuda pignorable. Los efectos del saldo presupuestario sobre la oferta monetaria implicaban pér-

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En definitiva, poco puede decirse a nivel general sobre la relación entre el déficit público y el crecimiento, porque los efectos del déficit dependen no sólo de cómo se financie, sino de cuáles sean los gastos que lo originen.

3. EL GASTO PUBLICO: UN OBSTÁCULO AL CRECIMIENTO

En la España contemporánea los gastos públicos no favorecieron el creci­miento económico hasta tiempos muy recientes, porque eran pequeños en re­lación al PIB (gráfico 5) y porque, además, estaban mal distribuidos, pues la mayor parte se destinaba a satisfacer los intereses de los préstamos, a mantener las tropas y a pagar a los funcionarios; cuando el gasto público amplió su di­mensión desde mediados de los años 1960, tampoco apoyó claramente al cre­cimiento económico, porque más de la mitad se destinaba a transferencias, mientras que la inversión pública era reducida y se gastaba poco en educación y sanidad. De manera que, antes de los sesenta, el Estado no construyó una red viaria ni una infraestructura hidráulica adecuadas para el desarrollo econó­mico del país; tampoco contribuyó a crear un capital humano imprescindible para la industrialización; todavía en la actualidad el capital social público sigue siendo insuficiente. Este generalizado juicio tan negativo sobre el papel del gasto público en el crecimiento económico es incuestionable, pero requiere al­guna matización.

En primer lugar, se tiende a pasar por alto que el Estado liberal dedicó más atención al crecimiento económico; en efecto, después de 1845, los gastos en servicios económicos de la Hacienda aumentaron en relación a los del Estado absoluto •*. En segundo lugar, los gastos en infraestructura del sector público español entre 1850 y 1958 están infravalorados, porque algunos fondos públi­cos dedicados a la educación, construcción de ferrocarriles, carreteras, cami­nos y puertos no están incluidos en las liquidaciones presupuestarias del Estado ". En tercer lugar, se olvida que ciertos gobiernos industrialistas im-

didas y ganancias de flujos, de tal manera que la variación anual de la oferta monetaria tenía cuantitativamente poco que ver con la dimensión del déficit presupuestario del Estado del ejer­cicio, pues, como señaló Martín Aceña (1985b), había otros determinantes de las variables mone­tarias.

'•• Creció el volumen de gasto público y la ideología liberal transformó la estructura del gasto de la Hacienda Real del Antiguo Régimen, para encomendar ai Estado el suministro de los bie­nes públicos y el fomento del crecimiento económico; véase Comín (1991a).

" Muchas ayudas públicas para el fomento de la actividad privada se hicieron pagándolas directamente con títulos de la Deuda pública y mediante gastos fiscales, que no se incluían en

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pulsaron los gastos económicos en períodos como 1856-1863, 1926-1935, 1965-1975 y 1982-1992 '''. El problema, con todo, no era tanto el nivel de gas­to, sino su deficiente gestión y su escasa eficacia social ^ ; por ejemplo, la construcción de la red ferroviaria a mediados del siglo xix, que fue subvencio­nada con fondos públicos, ha sido criticada por ser excesivamente rápida, poco meditada y no muy conveniente para la economía del país, por lo que tuvo escasos efectos multiplicadores en el interior '*.

En cuarto lugar, la provisión de bienes y servicios públicos por el Estado no depende tanto de que los gobernantes quieran oft'ecerlos, como de su de­manda social que, a su vez, es función del progreso económico y social alcan­zado por el país y del régimen político vigente. Los gobiernos de otros países europeos gastaban más, especialmente en servicios económicos y sociales, que los de España ^', porque esas naciones estaban más desarrolladas económica, social y políticamente '"'. Es decir, que dados el atraso de la economía, el esca­so progreso social y la imperfecta democracia política de la España del siglo XIX, es lógico que el Estado ofreciese menos servicios económicos y sociales. Desde finales del siglo xix hubo sufragio universal masculino y la economía es­pañola se desarrolló hasta 1935; paralelamente, el Estado empezó a gastar más en los servicios económicos y en educación; con los cambios de régimen en los veinte y los treinta, el tamaño relativo del Estado se amplió, particularmente en los gastos económicos y sociales. Pero el franquismo autárquico retrasó la

los Presupuestos; asimismo, las cifras que he podido manejar muestran que que no pueden des­preciarse los gastos municipales y provinciales en funciones como educación, sanidad y caminos, ni los desembolsos de los organismos autónomos, particularmente en obras de infraestructura; véanse Comín (1988), Antolín (1991) y Nüñez (1992).

"• Como se advierte en el gráfico 1, ese aumento de la inversión explica en parte el mayor déficit presupuestario en esas fases, salvo en la correspondiente a 1965-1975; y se sabe que ese déficit favorece el crecimiento económico, porque los Estados pueden endeudarse para invertir, como hacen las empresas privadas.

" A pesar de las leyes de contabilidad, el trasvase de fondos de unas partidas presupuesta­rias a otras era normal, y la utilización de los fondos públicos no siempre llegaba a sus destinos. Por no hablar de la corrupción funcionarial y política en la gestión del gasto, sobre la que hay ejemplos en Comín (1988a) y Várela (1977).

'* Véanse Nadal (1975) y Comín (1988a). La construcción de autopistas —también en régi­men de concesión— desde los años sesenta también tuvo un coste excesivo para el Estado, a tra­vés de los seguros de cambio, para el beneficio social reportado. Las inversiones en las compa­ñías tecnológicas de Telefónica o la construcción por RENFE del ferrocarril de alta velocidad Madrid-Sevilla, también han sido cuestionadas; sobre todo por el coste de oportunidad del dine­ro público empleado en esos proyectos; véase Gómez Mendoza (1989).

" Véase Tedde (1981). '"' En ellas, la demanda de gasto público era mayor y habían permitido modernizar sus siste­

mas tributarios, lo que —además de proporcionar los imprescindibles recursos para financiar los recién nacidos gastos— anunciaba una nueva concepción de la equidad impositiva y que sus go biernos se habían comprometido con funciones progresivas del gasto.

2%

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GRÁFICO 5

Gasto público/PlB (porcentajes) (1850-1990)

o ~i 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 r 50 60 70 80 90 00 10 20 30 40 50 60 70 80 90

1850 1900 1950 1990

GRÁFICO 6

Tasa de crecimiento y gasto püblico/PIB (1850-1990)

Crecimiento

PIB 40 •

30

O

- 1 0 -

-20

• • • • •

10 —r—

15

P G A T O

— I — 20 25 30

Gasto público

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FRANCISCO COMIN

6 0 '

50

40

30

20

10

GRÁFICO 7

Porcentaje frente al gasto del Estado (1850-1990)

Deuda pública

Servicios económicos

O ~T 1 1 1 1 : 1 1 1 1 1 1 1 r-

50 60 70 80 90 00 10 20 JO 40 50 60 70 80 90

GRÁFICO 8

Porcentaje frente al gasto del Estado (1850-1990)

6 0 ' Defensa y seguridad

O ~ I 1 ^ I I I I I 1 1 1 1 1 T 50 60 70 80 90 00 10 20 30 40 50 60 70 80 90

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modernización del gasto público en España, y su dimensión siguió siendo muy pequeña hasta mediados de los años 1970 (gráfico 5).

Consecuentemente, las repercusiones del gasto público sobre el crecimien­to económico no podían ser notables; en el gráfico 6 se aprecia una débil rela­ción entre el gasto público y la tasa de crecimiento PIB. El análisis de la es­tructura del gasto público confirma el poco apoyo que el gasto público proporcionó al crecimiento. En efecto, como se aprecia en los gráficos 7 y 8, antes de 1966, el grueso del gasto de las Administraciones Públicas se destina­ba a tres funciones: Intereses de la Deuda, Defensa y Servicios generales; con lo que apenas quedaban fondos para las atenciones económicas y los gastos so­ciales, como las obras de infraestructura, la educación, la vivienda, la sanidad o las transferencias de renta. Esto indica que desde la clasificación económica del gasto, el dinero destinado a inversión pública no fue mucho, lo que fue una pena, pues el gráfico 9 sugiere una relación positiva entre la inversión pú­blica y el crecimiento del PIB.

Llama la atención, no obstante, que historiadores y hacendistas no hayan estudiado los gastos públicos en justicia, policía y defensa, con el mismo inte­rés dedicado a los gastos económicos. Aquellos gastos en bienes públicos pu­ros eran los realmente decisivos, en el modelo liberal y clásico, para favorecer el crecimiento económico, pues de ellos dependía la seguridad de la propie­dad privada y los contratos comerciales, el buen funcionamiento del mercado y la libertad de la iniciativa empresarial, que eran las claves del crecimiento económico. Pues bien, parece evidente que el Estado español mantuvo indota­das esas funciones, particularmente la justicia y la defensa exterior; la inseguri­dad jurídica, la pérdida de las colonias americanas (y la incapacidad colonial en África), así como también la excesiva duración de las guerras, todo ello de­rivado de los insuficientes gastos en justicia y en defensa, acabaron obstruyen­do el crecimiento económico en España '".

Sólo desde los años sesenta el gasto de las Administraciones públicas recu­peró la tendencia a la modernización, perdida en la autarquía, aumentando el volumen presupuestario y dedicando más dinero público a la inversión social tangible y en capital humano, así como a la seguridad social. Pero en los años sesenta el gasto público tampoco impulsó el crecimiento económico; su acción fue muy insuficiente, pues creció menos de lo necesario, y en términos relati­vos las inversiones acabaron disminuyendo. El notable aumento del Presu­puesto de las Administraciones públicas desde 1976 no se destinó a la inver-

•" Estas funciones del Estado fueron básicas en la industrialización del Reino Unido y de sus colonias, como señalaron Davis y Huttenback (1988), O'Brien (1988) y Schremmer (1989).

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GRÁFICO 9

Tasa de crecimiento e inversión pública/PlB (1850-1990)

Tasa incremento

PIB 40

FOCAPIB Inversión pública

GRÁFICO 10

Tasa de crecimiento y presión fiscal (1850-1990)

Crecimiento

PIB 40

10 15

LINOPIB

25

Presión fiscal

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sión pública, sino preferentemetne a transferencias a las familias, a las empre­sas y a los tenedores de la Deuda pública; lo que prolongó la tendencia al de­terioro de las infraestructuras públicas, colapsando el crecimiento económico. Aunque desde 1977 han mejorado los gastos en educación y sanidad, su co­bertura sigue siendo insuficiente —y deficiente su calidad— para las demandas sociales y las necesidades de la economía. Todo ello ha llevado a una estructu­ra del gasto más preocupada por la redistribución que por el crecimiento, pues las energías del Presupuesto se destinan a redistribuir la renta y suministrar bienes preferentes '' .

Conviene resaltar, empero, que la exigua dimensión del gasto público y su atrasada estructura hasta los tiempos actuales no era algo casual ni indicaba despreocupación de los gobiernos, sino que era algo deliberado hasta media­dos de la década de 1960, cuando predominó la ideología liberal '' . Esto era así, porque la ortodoxia financiera liberal no propugnaba una política belige­rante de gasto público, salvo en lo que a infraestructuras se refiere, porque confiaba en la política impositiva para fomentar el crecimiento económico.

4. UN SISTEMA FISCAL FAVORABLE AL CRECIMIENTO

La reforma de 1845, obra de los moderados Mon-Santillán, instauró el ré­gimen tributario liberal que estableció una débil presión fiscal con el propósi­to de impulsar el crecimiento económico ''I La Hacienda liberal del siglo xix buscaba esencialmente el objetivo del crecimiento económico, algo imposible de alcanzar con el cuadro tributario del Antiguo Régimen, que era insuficiente y ponía trabas a la producción y la circulación de los productos, como denun­ciaron los ilustrados en la segunda mitad del siglo xviii. Las reformas impositi­vas y arancelarias de los años 1840 desgravaron el ahorro, la inversión y el tra­bajo asalariado y rebajaron las trabas al comercio interior y exterior "".

•• La especialización redistributiva del Estado benefactor, además de restar fondos para la inversión pública, ha podido impedir que el Estado suministre adecuadamente los bienes públi­cos puros, como revelan el deterioro de la seguridad ciudadana y el lento funcionamiento de la justicia. Véase Fuentes Quintana (1993) y Bandrés (1990).

*" Mantenida por los ministros de Hacienda en España hasta mediados de los años sesenta; véanse las memorias de Navarro Rubio (1992).

''•' En contrapartida, era un sistema fiscal discriminatorio, por sectores y grupos sociales, que impedía la equidad y que distorsionaba la asignación de recursos. Para las reformas de 1945 y 1900, véanse Estapé (1971), Fuentes Quintana (1990), Comín (1988a) y Solé Vilialonga (1967).

'" La reforma de la década moderada apartó los obstáculos puestos al crecimiento por la Ha­cienda del Antiguo Régimen, aunque sólo fuera por la desaparición de Aduanas interiores, del

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En primer lugar, la imposición indirecta en la fiscalidad liberal recaía so­bre los artículos más consumidos por las rentas bajas, con mayor propensión al consumo; al contrario que la Alcabala, los inputs productivos elaborados en el mercado interior quedaron exentos: también se gravaban los productos que pasaban las Aduanas exteriores, cuyos aranceles eran más protectores que fis­cales, si se exceptúan algunos productos coloniales ''^ En segundo lugar, los impuestos de producto no permitían la progresividad, ni gravaban la renta de las personas —ni físicas, ni jurídicas—; además, sólo muy tardíamente se fiscaliza­ron con alguna intensidad los rendimientos del trabajo, del capital y los benefi­cios de las sociedades '". En tercer lugar, desde 1845, la tributación directa re­cayó más duramente sobre la agricultura que sobre la industria y el comercio, y se generó una mayor presión fiscal sobre los ingresos de los campesinos que sobre la renta de los terratenientes. Así pues, la reforma de 1845 no fiscalizó el ahorro de los grupos con mayor propensión al mismo, y los procesos de pro­ducción quedaban exentos con un saludable efecto sobre los costes •"*.

Desde la reforma de Fernández Villaverde en 1900, las rentas de capital y las actividades industriales y comerciales se gravaron algo más; no obstante, la inexistencia de un impuesto sobre la renta y el predominio de la imposición indirecta, sobre todo cuando se incluyen en la misma los monopolios del Estado, todavía configuraban un sistema tributario favorable al crecimiento económico. La presión fiscal seguía siendo baja, y el Estado no confiscaba los recursos privados a través de los impuestos, a pesar de las frecuentes quejas de los contribuyentes españoles "".

Diezmo, y de los impuestos indirectos que gravaban las transacciones comerciales, particular­mente las Alcabalas y los Portazgos; véase Fontana (1977) y Comín (1988a y 1991a).

* Véase Serrano Sanz (1991). Los Aranceles sí gravaban los inputs productivos, implicando en muchos casos protección efectiva negativa de la producción industrial; los intentos de Figue-rola buscando un Arancel industrialista son la excepción, como señaló Costas Comesaña (1988).

•" Aunque en 1900 con la Contribución de Utilidades de Fernández Villaverde se consolida­ron los impuestos sobre los salarios y sobre el capital —y en 1920 se gestó el embrión del im­puesto sobre sociedades—, la Contribución de utilidades se nutría sobre todo de los rendimien­tos del Impuesto sobre los intereses de la Deuda. La mala administración impedía cobrarlos propiamente, con lo que esos factores de la producción ni siquiera soportaron la pequeña pre­sión fiscal dictada en la legislación tributaria.

*" El problema radicaba en que aquel sistema fiscal decimonónico no instauró mecanismos para asegurar que ese ahorro se inviertiese efectivamente; los liberales suponían que la iniciativa privada lo invertiría automáticamente, segijn la Ley de Say.

'" y menos aún si se tiene en cuenta que, debido al regresivo reparto de la carga tributaria, quienes habían de tomar las decisiones productivas y de inversión soportaban una presión fiscal inferior a la legalmente establecida. Por lo tanto, entre 1845 y 1935 los ingresos del Estado favo-

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Hay que tener presente, sin embargo, que si la ligera presión fiscal no re­ducía la oferta de los factores, los reducidos ingresos públicos lastraron la in­dustrialización indirectamente, porque impidieron financiar un mayor esfuerzo inversor en infraestructuras y en educación, que hubiera promovido el progre­so económico. Pero, de nuevo, hay que recordar que los políticos decimonóni­cos preferían mantener el viejo sistema tributario antes que reformarlo para aumentar la recaudación y mejorar la equidad tributaria '°. En cualquier caso, los políticos hubieran podido recurrir a la emisión de Deuda pública para fi­nanciar los «gastos reproductivos», como recomendaba la ortodoxia financiera clásica: así se hizo, de hecho, para financiar los esfuerzos de fomento económi­co de los tiempos de la Unión Liberal y la Dictadura de Primo de Rivera ". Pero, como se ha visto en la sección anterior, durante el siglo Xix y primera mitad del xx en España, los gastos en infraestructura, educación y sanidad no eran considerados imprescindibles por los políticos gobernantes; y menos si para financiarlos había que tocar los intereses económicos de las clases privile­giadas. En suma, los raquíticos ingresos tributarios no fueron una restricción presupuestaria exógena que limitase los gastos del Estado; al contrario la po­breza de la Hacienda es algo explicable por variables políticas e ideologías, pues los dirigentes del país optaron claramente por el conservadurismo fiscal y por la ineficacia política y administrativa; ese era el precio que había que pagar para preservar el orden económico, político y social ".

recieron el crecimiento económico; desde luego, es difícil que pudieran lastrarlo. Los liberales sostenían que una baja presión fiscal favorecería el crecimiento económico; el ajuste es defectuo­so, pero en el gráfico 10 se advierte que la relación entre la presión fiscal y el crecimiento eco­nómico, aunque débil, parece ser positiva.

'" Se impusieron, en la práctica, los intereses de los terratenientes, industriales y comercian­tes, que defendían un sistema tributario que permitiera defraudar o, al menos, eludir al fisco para no pagar siquiera ios pocos impuestos que según ley les correspondía. Viendo el evidente coste político de la acción de incrementar ios impuestos, los gobernantes de la Restauración, y de las dictaduras que siguieron, no percibían qué beneficios inmediatos y personales podrían cosecliar de esa política fiscal de desarrollo; véase Comín (1987). Es más, para aumentar los ingresos hu­biera bastado con mejorar la gestión tributaria y acabar con el fraude fiscal, sin necesidad de efectuar una reforma tributaria, como señalaron Comín (1990) y Pro (1992). Para el cuadro tribu­tario de la Restauración, véase Tedde (1984).

" Las emisiones para obras públicas contaban, empero, con la restricción práctica que halla­ban los ministros de Hacienda en los altos volúmenes de Deuda ya existentes, que hipotecaban un aito porcentaje del gasto público. A la emisión de Deuda se recurría, por otro lado, cuando había que pagar gastos ineludibles como eran los bélicos y ios intereses de la Deuda.

" Como tan contundentemente demostró Várela (1977) para la Restauración. Esto se aplica para el sistema político; lo que no excluye que algunos ministros progresistas propusieran refor­mas en ese sentido, que se vieron anegadas en medio de la indiferencia nacional, y ahogadas por la hostilidad de la política.

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GRÁFICO 11

Contribuciones indirectas (1850-1990) (Porcentaje en los recursos no financieros)

30"

25

20

15

10

Impuestos de consumos

Renta de aduanas

o ~ i I I I I I I I I I I I I I

50 60 70 80 90 00 10 20 30 40 50 60 70 80 90

GRÁFICO 12

Contribución de utilidades (1850-1990) (Porcentaje en los recursos no financieros)

35

30

25

20

15

10

5 •

Ú,

UtiÜdader

Rendimientos / trabajo /

iSndimienit*-'-' !

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50 60 70 80 90 00 10 20 30 40 50 60 70 80 90

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Durante el franquismo siguieron dominando los impuestos indirectos (grá­fico 11). Pero tras la reforma fiscal de 1957 de Navarro Rubio, el papel del sis­tema fiscal frente al crecimiento económico cambió ligeramente: el gravamen sobre el trabajo comenzó a recaudar cifras mayores desde los años cincuenta, y la presión fiscal sobre los salarios se reforzó desde los sesenta; los rendimien­tos del capital siguieron tributando menos (gráfico 12), pero el Impuesto de so­ciedades aumentó su cuantía, lo que unido al aumento, desde 1967, de las cuotas empresariales a la Seguridad Social pudo obstruir la inversión y la crea­ción de empleo, además de empeorar la competitividad de los productos espa­ñoles en el exterior. En cualquier caso, los tipos impositivos soportados por trabajadores y empresarios no eran tan altos como para reducir significativa­mente la oferta de trabajo y de capital. La situación cambió desde la reforma fiscal iniciada en 1977, pues la progresividad nominal del IRPF (y sobre todo desde 1983, tras la desaparición de las desgravaciones a las distintas fórmulas de ahorro) puede retraer el desarrollo económico '^.

En definitiva, antes de 1977 la tributación no puso trabas insalvables a la industrialización; porque aunque los tipos impositivos pareciesen elevados, el amplio fraude los reducía en la práctica; además la evasión fiscal era mayor en las personas acaudaladas, en las rentas del capital y en las actividades profesio­nales. Por el contrario, tras las reforma tributaria iniciada 1977 el Impuesto so­bre la renta puede desincentivar el ahorro privado tanto por la progresividad de sus tarifas como por la desaparición de los incentivos fiscales a la inver­sión '•*.

5. LAS D I F Í C I L E S CONCLUSIONES

En la experiencia histórica internacional, el análisis de la influencia del gasto público sobre el crecimiento económico se enfrenta a la indeterminación de los resultados de la investigación empírica ". Con todo, es incuestionable

" Véase Fuentes Quintana (1990). '•• Hay considerable polémica sobre si la fiscalidad retrae el ahorro; véanse González Páramo

(1991) y Argimón y Roldan (1991). " Por un lado, gran parte de los trabajos descansan en métodos precarios; Saunders (1986)

criticó los estudios que no desagregan por categorías del gasto, que no teorizan sobre la posible relación entre ellos y el crecimiento, y que no controlan la acción de otros determinantes del cre­cimiento. Además, hay resultados para todos los gustos: a) con la variable explicativa retrasada, Friedland y Saunders (1985) encuentran que el aumento de la carga fiscal tiende a reducir el creci­miento económico, pero que un aumento de las transferencias tiende a mejorar la actividad eco­nómica; b) Ram (1986) estima que el nivel del gasto del gobierno tuvo un ligero efecto negativo sobre el crecimiento en los sesenta, y algo mayor en los setenta, pero que la tasa de crecimiento

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que ciertos gastos públicos incrementan la productividad de la economía; se trata de la inversión en infraestructuras, de los gastos en educación e investiga­ción, que el mercado no acierta a suministrar, y de los gastos sociales, sanita­rios y en redistribución que, al ofrecer seguridad a la mano de obra, mejoran su productividad. Estimaciones recientes resaltan, en efecto, que aunque el crecimiento económico es frenado por el consumo del Estado, los restantes gastos públicos tienen unos efectos positivos mayores; concretamente, las in­versiones en infraestructuras, las transferencias sociales y los gastos en educa­ción mejoran la productividad total de los factores '^ Para España, por su parte, se ha demostrado que el aumento del gasto en infraestructuas de trans­portes y comunicaciones favoreció el crecimiento posterior a 1985 ", y lo mis­mo podría decirse del mayor gasto en educación y en investigación; en cual­quier caso, esos gastos públicos son aún claramente insuficientes '*.

Si los resultados econométricos no son decisivos, tampoco podrán serlo las apreciaciones cualitativas aquí presentadas. En el campo de la Hacienda públi­ca, como en otras parcelas históricas, España no ha sido muy diferente a otros países europeos; la peculiaridad radica en que aquí los fenómenos se han pre­sentado con cierto retraso. Ni siquiera los déficit crónicos en la Hacienda es­pañola de los siglos XIX y xx han sido algo castizo, pues el déficit presupuesta­rio ha predominado en Europa en la época contemporánea "; unos países se industrializan con déficit públicos, mientras que otros lo hacen con superávit. Y esto es así porque el saldo del Presupuesto de la Hacienda por sí solo expli­ca pocas cosas; para ver sus efectos hay que analizar su dimensión, sus compo­nentes y su financiación.

del consumo público tiene un impacto positivo en el crecimiento; c) Weede (1986) señala la exis­tencia de un fuerte impacto negativo del gasto público, particularmente de las transferencias de la seguridad social.

" Castles y Dowrick (1986, pp. 179-197) encuentran que ni los gastos militares ni el tama­ño del déficit público tienen efectos significativos a medio plazo sobre el crecimiento del PIB y la productividad de ios factores.

" Véase Argimón, González-Páramo et al. (1993), que sostienen que la inversión pública en infraestructuras tuvo un efecto positivo sobre la productividad del sector privado; y que el efecto expulsión de la inversión pública sobre la privada es de pequeña magnitud en el caso español,

"* El trabajo de Andrés, Doménech y Molinas (1993) concluye que el modelo de Solow que incorpora el capital humano explica razonablemente bien la convergencia entre los países de OECD entre 1960 y 1990. Aunque el crecimiento pudo ser retardardo por la considerable ex­pansión del gasto público corriente, que explica casi la cuarta parte de la desaceleración del cre­cimiento del PIB entre los períodos 1960-1974 y 1975-1991, según Raymond (1992),

" Es más, la principal peculiaridad española sucedió durante los años cincuenta y sesenta cuando se planteaban en Europa políticas fiscales keynesianas con amplios déficit, mientras que en España el Presupuesto se saldaba equilibrado por mantenerse la ortodoxia financiera clásica; véanse Comín (1992) y Gunther (1980),

m

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En efecto, tanto o más que del déficit presupuestario, los efectos sobre el crecimiento dependen del tipo de gastos que se financien con las emisiones de la Deuda; los gastos de inversión fomentan el crecimiento, mientras que los de consumo no suelen hacerlo. Asimismo, también tiene relevancia la amplitud de los déficit, su duración temporal y la forma de financiación; si los déficit son voluminosos y duraderos y se financiaban con Deuda, su efecto expansivo será notable, pero entonces sus cargas financieras acabarán engullendo una porción considerable de los gastos públicos futuros, colapsando el gasto en otras funciones que favorecen la industrialización. En España, la mejor prueba del papel secundario de la política presupuestaria está en el proceso industria-lizador de los años sesenta; fue precedido por una liberalización exterior y una desregulación interior, pero no fue acompañado por ningún cambio significati­vo en la política de ingresos públicos; la dimensión y estructura del gasto pú­blico se transformaron algo, pero esto fue un efecto del progreso económico, más que una causa °.

Desde una óptica keynesiana, el Estado no se esforzó a través del Presu­puesto para industrializar el país, porque no ejecutó las inversiones capaces de arrastrar a la industria. Ni siquiera desde la perspectiva clásica el Estado espa­ñol se comportó ortodoxamente; es cierto que instauró un sistema fiscal favo­rable al crecimiento económico, y que dejó todo el protagonismo en manos de la iniciativa privada; sin embargo, el cuadro tributario no fue suficiente, no se equilibraron los presupuestos, y los políticos no recurrieron a la emisión de Deuda pública para financiar proyectos de inversión que dotasen al país de la infraestructura básica.

Aunque no se le haya prestado tanta atención, la estructura tributaria tam­bién tiene que ver con el crecimiento económico. Los impuestos en España no han obstaculizado el crecimiento económico; pero la ausencia de una reforma tributaria empobreció al Estado, que no pudo suministrar los bienes y servicios mínimos que exige la industrialización. La pervivencia de la ideología prekey-nesiana —y los altos volúmenes de Deuda derivados de atrasos y operaciones bélicas— impidió que los ministros se atreviesen a emitir grandes partidas de Deuda para financiar los proyectos de gastos extraordinarios; y cuando se de­cidieron a pedirlos, las Cortes se los negaron. El Estado dejó el protagonismo de la industrialización en manos de la iniciativa privada, que se mostró incapaz de conseguirla, en parte por la excesiva regulación económica.

«' Véase Comín (1988b). Ese desarrollo económico de los sesenta obedeció al impulso de la iniciativa privada, ayudada financiera y tecnológicamente desde el sector exterior. Si el Sector Público hizo algo durante los años sesenta fue, seguramente, obstruir aquel crecimiento; véase Fuentes Quintana (1989) y Segura (1992).

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Como señalaba al principio, la relación entre el Estado y el crecimiento es más compleja, por el hecho de que la acción económica del Estado puede eje­cutarse por vías extrapresupuestarias. En un estudio reciente concluía que los obstáculos al crecimiento económico en España fueron: 1) la desconfianza de políticos, empresarios y trabajadores hacia el mecanismo de mercado y la con­siguiente inclinación a la intervención estatal, que explica la insuficiente y tími­da liberalización de algunos mercados internos (financiero y trabajo), así como la excesiva regulación de otros, que acentúa la tendencia a la inflación ^i; 2) la tradicional deficiencia en la oferta pública de infraestructuras de transporte y comunicaciones, y los siempre insuficientes, y mal distribuidos, gastos públicos en educación e investigación; 3) el persistente déficit de las Administraciones públicas, en unas fases más grave que en otras, impidió hasta muy reciente­mente la existencia de una política monetaria autónoma, pues su fin principal era financiar aquellos déficit presupuestarios * ; 4) la incapacidad histórica de la economía española para adquirir mayor autonomía de las importaciones del exterior, tanto bienes de equipo y tecnología, como productos semielaborados y energéticos, que explica el desequilibrio comercial exterior; 5) el insuficiente ahorro nacional que ha obligado a depender en exceso de la inversión exte­rior; 6) finalmente, la reducida dimensión del mercado interior es el origen de la ausencia de corporaciones muhinacionales españolas, que impide acceder a los mercados internacionales y aprovechar las nuevas tecnologías ^ .

Si éstos son los obstáculos al crecimiento, la parte que le corresponde al Estado en esa responsabilidad del atraso económico español no es, por tanto, pequeña. No obstante, los efectos más desfavorables no procedieron de la po­lítica presupuestaria.

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" Véase Comín (1993b). Esta intervención estatal, integral y arbitraria, tiene su explicación en la esclerosis institucional, surgida de las presiones de ios grupos de presión, empresariales y sindicales, y en que las autoridades españolas han carecido, hasta la entrada en la Comunidad Europea, de los compromisos internacionales que les permitieran evadirlas.

'2 Más recientemente, la política fiscal ha dejado a la autoridad monetaria que persiga en so­litario la estabilidad de los precios y el mantenimiento del cambio de la peseta, ya que no se co-rrigió el déficit de las Administraciones públicas.

" Como ha señalado Segura (1992).

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LA INDUSTRIA DEL CALZADO ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA: LOS EFECTOS DEL INTERVENCIONISMO SOBRE UNA INDUSTRIA DE BIENES DE CONSUMO i

JOSÉ A N T O N I O MIRANDA ENCARNACIÓN Universidad de Alicante

RESUMEN

Después de la guerra civil de 1936-39, la economía española atravesó un largo pe­ríodo de estancamiento. Entre las causas que lo originaron destaca una política econó­mica de carácter intervencionista especialmente desafortunada. A pesar de que los din-gentes del nuevo régimen dieron prioridad a la industrialización del país, pocos sectores industriales consiguieron desarrollarse. Este artículo muestra cuáles fueron los efectos de la política autárquica sobre la industria del calzado, una rama representativa del conjunto de las industrias ligeras, productoras de bienes de consumo. Se analiza la situación de la demanda, cómo evolucionó la producción y cómo lo hicieron también la dotación tecnológica y la productividad. Finalmente, se estudia cual fue la actitud empresarial ante el intervencionismo del Estado.

ABSTRACT

The policy of strict regulation foUowed by the state, accounts for the unsuccessful performance of the Spanish economy after the 1936-39 Civil War. Despite the empha-sis on industrial growth of the new political regime, few manufactunng sectors attained a successhil performance. This paper shows the effects of the Spanish aularchic policy on the shoe-making industiy, a representative branch of consumer goods industnes. Demand, production, technology and entrepreneurial attitudes are analyzed in connec-tion with the intervention of the state.

I N T R O D U C C I Ó N

Los ya abundantes trabajos sobre la economía española durante el primer

franquismo han caracterizado el período, y especialmente la década de 1940,

como una época de estancamiento cuando no de auténtico retroceso economi-

Este trabajo es una parte de la tesis doctoral que realizo con una beca del Banco de Es-1

paña

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JOSÉ ANTONIO MIRANDA ENCARNACIÓN

co. Algunos indicadores a este respecto son claros: en la agricultura, un cultivo tan esencial como el trigo veía disminuir su producción en una cuarta parte respecto a los niveles de preguerra ; en la industria, mientras el producto es­pañol tenía una tasa de crecimiento anual del 0,58 por ciento entre 1935 y 1950, en el conjunto de Europa el crecimiento superaba el 2,7 por ciento ', y del descenso del nivel de vida es buena muestra la reducción a la mitad del poder adquisitivo de los trabajadores en ese mismo período '*. Un negro pano­rama que interrumpió el moderado crecimiento que se sostenía desde el últi­mo tercio del siglo Xix y que alejó aún más a nuestro país de las cotas alcanza­das por sus vecinos europeos '.

Entre las causas del retroceso se ha señalado la importancia de una políti­ca económica especialmente desafortunada. El nuevo régimen surgido tras la guerra civil radicalizó las tendencias aislacionistas e intervencionistas que apuntaban en la política económica española desde comienzos del siglo xx , aplicando una política de intervenciones y controles que aspiraba a la inde­pendencia económica del país, a la autarquía.

Durante la primera mitad de la década de 1940, esta política incrementó los estrangulamientos (en materias primas, tecnología y productos energéticos) originados por la Segunda Guerra Mundial y mermó el provecho que España, como estado neutral, podía haber obtenido de la coyuntura bélica '. En la se­gunda parte de la década, el nacionalismo económico contribuyó a retrasar el proceso de recuperación y condicionó el crecimiento que vendría en los años cincuenta *.

A pesar de que los dirigentes del régimen dieron prioridad a la industriali­zación del país '', el fracaso de la política industrial fue rotundo. Las empresas padecieron escasez de materias primas y energía, y la represión política afectó con fuerza a su capital humano '". También se tuvo que sufrir la caída del consumo privado ", la insuficiente red de transportes y las dificultades para modernizar el aparato productivo '2. En algunos sectores, el daño se vio incre­mentado por un sistema de cupos y tasas fijado con criterios extraeconómi-

' Bárdela (1987). ' Carreras(1990), p. 83. •• Molinero e Ysas (1985), Carreras (1989). ' García Delgado (1987). *• Clavera, Esteban, Mones, Montserrat y Ros (1973). ' Catalán (1989). « Catalán (1992). ' González (1979). '" Catalán (1989). " Carreras (1985). ' Catalán (1991).

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LA INDUSTRIA DEL CALZADO ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA

eos ", el establecimiento de barreras legales para la entrada en la industria '•*

y la generalización de prácticas fraudulentas ". La autarquía perjudicó en mayor medida a las industrias de bienes de con­

sumo '*•. En las páginas que siguen vamos a observar cuáles fueron sus efectos sobre el sector del calzado y repasaremos la situación del consumo de este producto durante los años cuarenta, cómo evolucionó su producción y cómo lo hicieron también la dotación tecnológica y la productividad.

LA HERENCIA DE LA GUERRA CIVIL

La guerra civil no ocasionó grandes destrucciones en las empresas de cal­zado, como tampoco las ocasionó en el conjunto de la industria ' I Tan solo allí donde se estabilizaron los frentes hubo daños importantes; fue el caso de una de las empresas que mayores dimensiones había alcanzado y sobre la que volveremos más adelante, la de «Silvestre Segarra e Hijos», en Valí de Uxo, Castellón, que fue desmantelada y su maquinaria repartida por distintas pro­vincias '^ En el resto del país apenas hubo pérdidas materiales y las incauta­ciones y controles obreros tampoco alteraron en exceso un equipo productivo que se mantenía activo para abastecer la demanda militar ^^. Gracias a esta de­manda se consiguieron incluso buenos beneficios en muchas empresas: en Hl-che, uno de los principales municipios zapateros del país, el Consejo de Eco­nomía Local, que se encargaba de la comercialización del producto, obtuvo unas ganancias de L183.123 pesetas en el año 1937 y de 1835.968 en_1938; y la empresa de calzado textil «Ferrández y García» multiplico en el ano 1937 por 2,5 los beneficios declarados en 1935 ^°. En el otro gran centro del calza­do alicantino, Elda, la empresa «Rodolfo Guarinos» declaro entre julio y di­ciembre de 1936 más de 400.000 pesetas de beneficios y en los tres primeros

.. Un estudio ejemplar de las repercusiones de este sistema, aunque aplicado a la produc ción agraria, es el de Carlos Barciela (1985).

Buesa(1984). García Delgado (1986). Sudriá (1991), Molinero (1991). Clavera (1976), Malefakis (1987), pp. 162-163; Calvet (1992), pp. 48-55.

S ' I a l d X i ; ^ efectuadas por los empresarios para .nstrutrla ^ ^ G ^ ^ J ^ ^ ^ vo Histórico Nacional), raramente se mencionan daños materiales y como perjuicios sufridos limitan a destacar la disminución del capital circulante „F„ránHe7 v García»

- Véase la declaración del impuesto de utilidades de la sociedad «Ferrández y García». AHPA, HG, leg. 715.

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meses de 1937 éstos sobrepasaron el millón ^'. En Villana, las principales em­presas, agrupadas en «Fabricalzado, I.S.», consiguieron entre febrero y diciem­bre de 1937 más de 300.000 pesetas de beneficio 2.

La capacidad productiva no era menor en 1939 que en 1936; al contrario: como la mayor parte de la industria del calzado estaba situada en el territorio que quedó bajo el control de la República, el ejército insurrecto tuvo que fo­mentar la producción en aquellas zonas que dominaba para conseguir abaste­cerse de botas, zapatos y alpargatas. El resultado fue que en 1938 la produc­ción de calzado en la España nacional era un 53 por ciento mayor que en 1936 ^'. Este crecimiento estuvo capitalizado por la industria mallorquína, que, de manera semejante a lo sucedido en Béjar con la industria textil lane­ra '', se vio favorecida por la falta de competencia y duplicó su producción durante la guerra.

Mientras Menorca se alineaba con la España republicana, Mallorca estuvo con los nacionales desde 1936; el aislamiento inicial que le ocasionó su posi­ción paralizó la industria por la falta de materiales y las dificultades de comu­nicación 2', pero pronto se consiguió regularizar el tráfico marítimo y, a pesar de la escasez de cueros, la isla llegó a fabricar 2,9 millones de pares de botas para el ejército durante los años de la guerra civil, y el número de fábricas pa­só de 105 en 1937 a 250 en 1939, y el de empleados de 4.267 a 7.500 ^^.

Para las nuevas empresas surgidas en la zona nacional, el final de la guerra significó más severas restricciones de materias primas y tener que comenzar a competir con la industria del Mediterráneo español. Las empresas del territo­rio recién conquistado tuvieron que hacer frente, en primer lugar, a la carencia de circulante, ocasionada por el bloqueo de los saldos, la inmovilización de los créditos gestionados durante la guerra y las dificultades para reactivar los cré­ditos anteriores a julio de 1936. A ello se añadía la necesidad de reponer o re­parar maquinaria y rehacer las plantillas de trabajadores y personal técnico y directivo. No se disponía de materias primas en cantidad suficiente, tanto por la caída de las importaciones como por la escasa producción nacional y su de­fectuosa distribución. Algunas empresas, además, tuvieron que sufrir una «in-

1 Santacreu (1992). ^ Véanse los datos complementarios al movimiento de capital del Comité Local de Control

y Socialización del Ramo de la Piel y Calzado. AHN-SGC, PS-Alicante, legs. 56/15. " Malefakis (1987), pp. 162. '" Caivet (1992), pp. 45-47. " Gayoso (1991), pp. 168. ^'' Presidencia del Gobierno-INE (1951), p. 316.

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LA INDUSTRIA DEL CALZADO ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA

GRÁFICO 1

Industria mallorquina del calzado, 1937-1945 Producción y número de empresas

Empresas Miles de pares ,- 4.000

T 1 T r 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945

FUENTE: Piel. Revista española de las industrias de la piel nüm. 104, 1952, pp. 23-25.

terpretación demasiado extensiva del concepto botín de guerra», sobre sus de­

pósitos de materias primas y manufacturas ^ . i i j - j En general, la industria española del calzado de piel abandono la decada

de 1930 con una estructura de más de 1.500 empresas y 40.000 «abajadores con cerca de un millar de máquinas de montar; también se contaba con 2.3ÜÜ talleres de calzado a medida y más de 8.000 operarios en ellos ^\ Su capaci­dad de producción era de unos 32 millones de pares anuales.

Este aparato productivo tenía su mayor concentración en la provmcia de Alicante, con 334 empresas, casi 14.000 operarios y el mayor numero de ma­quinaria de montaje, sobre todo por el sistema mixto. La seguían Baleares y Barcelona. Las islas, con 340 empresas de reducido tamaño y 9.000 trabajado­res, se decantaban por el montaje Goodyear. Barcelona tenía una industria za­patera mucho menos importante, que había ido retrocediendo en relación a las anteriores provincias desde principios de siglo y que entonces constaba de 160 empresas y 3.500 trabajadores. Del resto de las provincias Zaragoza tema un buen número de empresas, operarios y maquinaria, al igual que Valencia y

~ - Véase el informe confidencial sobre la situac,6n industr.al en Cataluña de 1940. AGA,

Sección de la Presidencia del Gobierno, Caja 30.

2» Garrió (1945), p. 19.

m

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Logroño. Albacete, con su industria concentrada en Almansa, y Castellón, con igual fenómeno en Valí de Uxó, disponían de empresas grandes, muy mecani­zadas. Huelva se caracterizaba por su nube de pequeños talleres manuales y por el resto de España se repartían fábricas y talleres con una importancia me­ramente local o provincial en el mejor de los casos.

Aunque la especialización de determinadas localidades en la industria del calzado era una realidad evidente desde principios de siglo, la guerra civil y las dos primeras décadas del franquismo frenaron el proceso de concentración geográfica. Durante la guerra, la división del país en zonas rivales alentó el de­sarrollo de empresas de calzado en otras provincias; en la posguerra, estas em­presas se mantuvieron gracias al sistema de intervención y se vieron favoreci­das por la debilidad del mercado nacional: las dificultades en los transportes, sobre todo para las materias primas, y la caída de la capacidad adquisitiva de la población generaron en las provincias una tendencia al autoabastecimiento. Se dio incluso una fuga de empresas desde los distritos industriales de! calza­do hacia el resto de provincias ^ .

GRÁFICO 2

Producción de calzado por provincias. Promedio anual 1933-1935

Millones de pares

0 - • Es. Al,

Es = Total España Al = Alicante Ba = Baleares

Ba. Bar.

Bar = Za = Alb

Za. Alb.

= Barcelona Zaragoza

= Albacete

Ca. Lo. Va,

Ca Lo Va

= Castellón = Logroño = Valencia

" AGA, Sección del Ministerio de Industria, Cajas 5.391 y 6,146.

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El calzado de cuero se veía acompañado por un subsector de calzado tex­til que comprendía más de un millar de empresas y cerca de 20.000 operarios. La mayor parte de la producción se realizaba en la zona de Levante y especial­mente en la provincia de Alicante, que debía reunir en torno al 60 por ciento de la industria alpargatera española y que tenía en el municipio de Elche su principal centro de fabricación.

Hasta los años veinte, la alpargata fue un producto de amplísimo consumo. A mediados de la década, sin embargo, el incremento del nivel de vida se de,o notar en una mayor demanda para el calzado de piel y la alpargata tradicional, con suela de fibra, fue progresivamente sustituida por la de sue a de goma, a la vez que se difundían otros tipos intermedios de calzado, como las zapatil as de piel 5" Este proceso se vio bruscamente interrumpido por la guerra civil que convirtió el zapato en un producto suntuario y volcó la demanda masiva hacia la alpargata, recuperando el uso de las fibras textiles por la escasez y mala cali­dad de la goma disponible.

EL ESTANCAMIENTO DE LA PRODUCCIÓN: LA RESPONSABILIDAD DE LA DEMANDA

Aunque contaba con un aparato productivo mayor, la fo^^^ '^" ' "^ f^^ calzado disminuyó respecto a los niveles de preguerra. Si el memo 193;J-iy>5 tuvo una producción media de 24 millones de pares de ^f^f^J^P'^^' " ^ ' cantidad no volvió a alcanzarse hasta bien entrada la década de 1950. La esca­sez de materias primas y el hundimiento de la capacidad de consumo de la po­blación española, principalmente, pero también las dificultades para la expor­tación y las restricciones eléctricas, mantuvieron a la industria con una producción casi estancada, un 40 por ciento por debajo de su capacidad de

oferta. , , • » j„ El retroceso fue similar en su tamaño al experimentado por el conjunto de

la industria española de bienes de consumo manufacturados, pero no en su rit­mo, más acentuado en los primeros años para las otras industrias, mientras que para el calzado la caída se agravó hacia mediados de la decada.

Durante los primeros años de posguerra, los pedidos oficiales y la deman­da civil insatisfecha que se había acumulado a lo largo del conflicto mantuvie­ron un consumo interior de calzado relativamente alto, por lo que también se

'» Miranda (1991).

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CUADRO 1

Producción española de bienes de consumo manufacturados en general y de calzado índice 1935-100

Año Industrias de bienes de consumo Industria del calzado

1935 100 100 1940 69 80 1945 81 70 1950 80 81

FUENTES: Carreras (1983) —tomamos los datos a través de Sudriá (1991)— y Servicio Sindical de Estadística.

mantuvo la producción y, a pesar de la legislación restrictiva sobre nuevas in­dustrias " , continuaron estableciéndose empresas. Los precios estaban tasados y apenas se disponía de materiales, pero el recurso a sustitutivos y el fraude en la calidad del producto permitían obtener buenas ganancias.

Esta situación varió a partir de 1943, entrando el consumo interior en una atonía de la que no se recuperaría hasta la década siguiente, sobre todo en el caso del calzado de piel. Mientras en 1936 se consumían anualmente 70 pares de zapatos por cada 100 habitantes, doce años después esta cifra se había re­ducido a casi la mitad ' ^ pues la mayoría de la población calzaba alpargatas o zapatillas. El valor de las ventas de pares de cuero en pesetas constantes pasó de un índice 100 en 1943 a otro 69,2 en 1946.

Existía un grave problema de demanda por la caída del poder adquisitivo de la mayoría de la población, que se veía obligada a recurrir a calzados alter­nativos (alpargatas, zapatillas, calzado vulcanizado), y por el cese de las expor­taciones. En el quinquenio 1931-1935 las ventas de calzado de piel a otros paí­ses (Francia y sus posesiones norteafricanas, las Antillas y Alemania) superaron las 85 toneladas anuales y las de alpargatas (a los lugares ya citados y, en me­nor proporción, a Oriente Medio) los 2,5 millones de pares. Esta corriente se

" Miranda y Pérez Ortiz (1992). " Las regiones con un mayor consumo de calzado de cuero, en relación al número de habi­

tantes, eran Asturias y el País Vasco, con un 65 por ciento de su población que utilizaba este cal­zado, y Cataluña, Baleares y Navarra, con un 50. Entre las regiones con un consumo más bajo destacaban Andalucía y Extremadura, con apenas un 20 por ciento (Viel Revista española de las industrias de la piel abril de 1948, p. 15).

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2 5 - |

20

15

10 i

5

O

GRÁFICO 3a

Producción de calzado en España, 1940-1952

Millones de pares

f — •. , * . . . • * • - • • • •

1940 1942 1944 1946 1948 1950 1952

- - • - Mecanizada —"— Total

FUENTE; Servicio Sindical de Estadística.

GRÁFICO 3b

Principales provincias productoras de calzado, 1945-1951

Miles de operarios

1945 1949 1951

Alicante Baleares

Barcelona Zaragoza

Castellón Valencia

Albacete Logroño

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interrumpió casi por completo con la guerra civil y, aunque comenzó a recupe­rarse en la segunda mitad de los años cuarenta, no alcanzaría un valor impor­tante hasta la década siguiente.

La sobrevaloración del tipo de cambio de la peseta dificultaba la entrada en los mercados internacionales, pero tampoco las empresas españolas estaban en condiciones de fabricar un calzado competitivo. Por ello, las medidas de fo­mento de las exportaciones aplicadas en 1946 (sistemas de admisiones tempo­rales e importaciones con exención de derechos arancelarios) y en 1948 (cam­bios variables para cada producto) apenas se dejaron sentir ' .

INTERVENCIÓN, MATERIAS PRIMAS Y MERCADO NEGRO

Más que producir competitivamente, el reto era lograr producir. Ante todo, por la escasez de materiales. Los cueros vacunos disponibles pasaron de una media anual de 38.000 toneladas (peso en sangre) en el período 1931-1935 a una media de 24.000 entre 1940 y 1944, y a menos de 18.000 toneladas en el quinquenio siguiente. La clave del problema residía en la in­tervención estatal, que afectó tanto a las importaciones como a la produc­ción interior de cueros.

a) La caída de las importaciones

Aunque con una buena producción de pieles lanares y cabrías, España siempre había sido deficitaria en cueros de vacuno y equino, para cuyo abaste­cimiento dependía del comercio exterior. En consecuencia, la principal causa de la reducción de los cueros disponibles fue la caída de las importaciones; éstas pasaron de una media de 7,5 toneladas de cueros vacunos en términos de cuero seco durante los primeros años de la década de 1930 a tan sólo 2 to­neladas en los años cuarenta.

Hasta 1935 las importaciones españolas de cueros se habían realizado en completa libertad. A partir de aquel año se estableció un contingente que hizo disminuir las compras y con el establecimiento del régimen de Franco se im­puso una absoluta intervención sobre la importación de cueros y pieles, en

" Orden del Ministerio de Industria y Comercio del 3 de diciembre de 1948 (hOE del 12 de diciembre).

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manos primero del Sindicato Vertical de la Piel y, desde 1948, de la Comisaría

General de Abastecimientos y Transportes ^\ La coyuntura internacional dificultaba las importaciones, ante la escasez

de fletes y el alto consumo de cueros por parte de los países en guerra, pero las circunstancias políticas y las directrices económicas españolas las frena­ron en mayor medida y buena prueba de ello es que el hundimiento de las compras exteriores de cueros fue mayor en la segunda mitad de la decada de 1940 que durante los años de la Guerra Mundial. Las pretensiones autar-quicas del régimen y, particularmente, la escasez de divisas, corisecuencia de la guerra civil y de la nefasta estrategia económica desarrollada tras ella , redujo las importaciones de cueros a la mitad de las necesarias a lo largo de toda la década; incluso en 1948, cuando la firma del Protocolo Franco-Pe­rón consiguió aliviar la dramática escasez de los tres años anteriores, el pro-blema siguió siendo grave.

CUADRO 2

Procedencia del cuero vacuno importado en España, 1932-1942 (porcentajes)

. 38,9 66,4 ^•"8^"""^ 207 28,4 Gran Bretaña y colonias ' Q j Francia y colonias Q g Holanda y colonias ' Q

China ' Q Posesiones españolas en África Q py Otros países americanos j y Otros países africanos '

FUENTE: Servicio Sindical de Estadística.

Tradicionalmente Argentina había sido el principal abastecedor, propor­cionando más de una tercera parte de los cueros foráneos consun^idos en Es-

- I 1 „v . , j A^ ln« años treinta. Otros suministradores im-paña durante la primera mitad de los anos irciui.<i. • „„,;^ portantes eran Reino Unido y sus colonias y Francia también con su imperio colonial. Pero cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial los suministros ar-

M Orden ministerial del 31 de dic.embre de 1940 (BOEdel 1 de enero de 1941).

" Catalán (1991).

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gentinos se convirtieron en esenciales, representando un 66 por ciento del to­tal de cueros importados; entonces la colonia inglesa de Nigeria pasó a ser la segunda gran fuente de cueros para España, con cerca del 30 por ciento.

b) La intervención sobre los cueros del país: el mercado negro

La debilidad de las importaciones estaba agravada por la errónea política de control de la producción interior de cueros, que hizo que éstos disminuye­sen y se desviasen en gran parte hacia el mercado negro. A lo largo de la déca­da de 1940 la recogida oficial de cueros vacunos se mantuvo en una media anual inferior al millón de unidades y si no tenemos en cuenta las cifras de 1944 y 1949, años con una producción extraordinariamente alta, esta media se reduce a 875.000 cueros por año. Las principales zonas de recogida eran las grandes ciudades, sobre todo Madrid y Barcelona, por el alto número de reses sacrificadas en sus mataderos, y las tradicionales regiones ganaderas de la Es­paña húmeda: Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco.

Los cueros se intervenían en origen, en los mismos mataderos o conforme se realizaban las importaciones, y se asignaban mediante cupos a los curtidores y, el producto de éstos, a las empresas de calzado y otras manufacturas. De esta manera, las empresas carecían de alicientes para mejorar su producción, ya que dependían de asignaciones fijas (en función de una teórica capacidad productiva que no se podía modificar) de materias primas escasas y sus precios estaban tasados, con lo que la mejor manera de obtener beneficios era envile­ciendo la calidad del producto.

El sistema fue sustituido en 1944 por el de «cupos de reposición», que in­troducía cierta libertad en la industria. Se mantenían los cupos para las empre­sas que manufacturaban la piel, pero se permitía a éstas comprar las materias primas eligiendo entre los distintos distribuidores. Los cueros sin curtir se re­partían en función de los pedidos acumulados por cada empresa curtidora. Con este nuevo sistema se pretendía estimular la competitividad y el rendi­miento de las tenerías, mejorando también la calidad. Pero nada se hizo por remediar los mismos males en las empresas de calzado y, de cualquier forma, la medida no podía ser efectiva porque seguía existiendo un cuello de botella en el abastecimiento de cueros y productos curtientes.

Otro problema añadido era la magnitud del comercio clandestino. En 1943 los mismos responsables administrativos de la intervención calculaban que el déficit de cueros vacunos para la industria era de 17.000 toneladas (en

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términos de peso en sangre), que se habían controlado eiitre un 15 y un 20 por ciento menos de los cueros realmente obtenidos eti el país y que la pro­ducción de curtidos intervenida era la mitad de la normal en los anos tremta

El volumen del mercado negro dependía en buena parte de los suministros exteriores: cuando disminuía la importación, los cupos oficiales también lo hacían y las empresas necesitaban comprar mayores cantidades en e — ^ o "egro^ A su vez, esta mayor demanda de comercio ilícito incrementaba los P - - P ¿ -en el y, en consecuencia, los estímulos para sustraer cueros a la - o g ' d a oficid Según cálculos del Sindicato Vertical, en 1945 los ^^^'Z A cl^o!^

de empeine sólo hubieran permitido elaborar 4 millones de pares de calzado civil

y la producción real fue más de tres veces superior. El recurso al mercado negro también era necesario para P - ^ ^ ^ ^^ J^^^

de materias primas y accesorios (clavazón, alambre para cosido. - l - ^ ^ ^ J ^ ' ^ ^ ^ -ría el calzado. Estos materiales se encontraban - ^ - ^ - j ' ^ ^ ^ ] . ' ^ f ^ ^ ^ L Í de la tintos Sindicatos (del metal, de industrias químicas...). Al Smd.ca o V tic de Piel se le concedían unos cupos globales que éste se encargaba '^^^^^^^^^'^ las empresas. Las necesidades de clavazón, por ejemplo que - " ^"^f ^ ; '^; '^ toneladas, sólo fueron cubiertas oficialmente en el ano 1945 en un 10 por ciento.

GRÁFICO 4

Cueros vacunos disponibles para la industria española, 1926-1952

Millones kgs. peso en sangre

1926 28 30 -T—I—I—I—I—r-

J2 34 36 38 40 42 44 46 48 50 52

- -• - Cuerpos disponibles —•— Importaciones

FUENTE: Servicio Sindical de Estadística.

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La falta de materias primas se agravaba por otra decisión política: la priori­dad dada a los suministros para el ejército y los cuerpos de orden público y el volumen alcanzado por éstos. Si en 1935 los suministros oficiales sumaron 150.000 pares, nueve años más tarde superaban los 3 millones, de modo que entre el 50 y el 80 por ciento de la suela y el empeine producidos con cueros del país estuvo destinado en la década de 1940 a la demanda institucional.

Los suministros oficiales se hacían con bastante independencia de la ma­yor o menor disponibilidad de cueros, pues la asignación de materiales para ellos era la primera tarea que se realizaba una vez conocidas, cada mes, la pro­ducción y las importaciones de esta materia prima, y eran los usos civiles del cuero, a los que se destinaba el resto, los que tenían que sufrir la escasez. Por ello, entre otras medidas encaminadas a mejorar la situación de su industria, los empresarios de Mallorca solicitaban a mediados de la década una «justa distribución de la materia prima, en lo que hace referencia a los suministros oficiales» o, en su defecto, «un sistema de compensación a favor de la indus­tria que solamente puede destinar su producción al consumo civil» ^ .

CUADRO 3

Recogida de cueros en España por el Sindicato Nacional de la Piel 1943

Kgs. (en fresco) Porcentaje Tipo de cuero recogidos para el calzado civil

Para empeine (box calf, cueros hasta 8 kgs.) ... 263.070 20 Para empeine (becerro y box calf, cueros

tipo 8/18) Para suela (cueros tipo 18/30) Para suela (cueros tipo 30/40)

FUENTE: Servicio Sindical de Estadística,

Los pedidos de las fuerzas armadas se adjudicaban mediante subasta y so­lían recaer en las empresas más fuertes y mejor relacionadas con la Adminis­tración. En las concesiones que se hicieron en julio de 1945, por ejemplo, la empresa «Silvestre Segarra e Hijos», una de las más apoyadas desde el poder, consiguió una tercera parte de los suministros para el Ejército de Tierra y más de la mitad de los solicitados por las Fuerzas Aéreas. El mismo Sindicato de la

3.791.298 5.449.466 2.543.739

40 18 12,5

"• COCIN de Palma de Mallorca (1946), p. 128.

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LA ,^•n,KTBlA nF.I. CALZADO ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA

Piel se quejaba, en el III Consejo Sindical Industrial, de la existencia de «fabri­cantes privilegiados» en la adjudicación de pedidos militares. canic!.piiyucga - 1 1 . , r^nnesta de as empresas fue recurrir a

Ante a escasez de materiales, la respuesta ae las c. p sustitutivos. Las pieles lanares y cabrías se utilizaron - - ; : ; ; ^ - - j ^ ^ ^ ^ cueros vacunos; para elaborar punteras y contrafuertes - ^ ^ ^^^^ La Haye» (fibras textiles con un engomado soluble a agua), al cartón y a el

: ; :s c r L a L ; para las sandalias se e" ^—^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ tipos de calzado, los pisos a base de caucho y regeneraaos ac

ñamo, yute y esparto " . importaciones de caucho Pero incluso estos materiales " ^ " ^ J ^ - ^ ^ / ^ ^ J o q.i.^^les en 1935 a

sin labrar y en objetos inutilizados PJ^^^J ¡ L . de algodón no era fácil 36.000 en 1940; otro tanto ^^^^^^^J^^^^^^^^ el prohi-

- - se llegó a Prohibir .^a^^^^^^^^^^^^^^ X t T r i T . ' - o , no entregaba el par - « ' i ^ ; , ^^ ^Ite ^ ^ ^ ^ ^^^1^^ ¿e goma

eran unas alpargatas y zapatillas ^ ^ ; ^ f j ^ ; " ; „ , , , , ^ e s procesos de regenera­se hacían con regenerados P-ced ntes ¿^^-^^^ P ,^ ^^^„ j , ,3 . ción, hasta que perdían toda flexibilidad, y las de sue a ^ parto encapado superficialmente con cáñamo, sm resistencia mnguna .

LAS DIFICULTADES CON LA ENERGÍA

, . . u - n« frenada por la pobre oferta de energía, espe-La producción también s VIO frenada Po ^P^^^^^ ^^.^^^.^^ ^^ ^^^^^^^

cialmente de ^'^^'^^'^^f f^^^'J^Zlo aumento de la capacidad productiva país no había ido seguido de un parale^ j ^ ^ ^ . ^

de las compañías summistradoras, entre «traj / ,, El , , . estaban congeladas y se había desanimado i n v e ^ ^ ^^ ^^^^^^^

sultado fue que desde principios de 1°^ ^"« ^^ acompañados de una menor restricciones. Los recortes en el - - " f ¿ ^ l / e l volt^^ « y se dejaron calidad del flujo, con alteraciones en la frecuencia y

-g un calzado mínimamente resistente con 'V Una descripción completa de como se cons g ^^ _. ^^ f j . ^ ¿^ ^.^l.

materiales malos y escasos puede verse en ' « / f ' ¿ , f ¿ a 5.509 zado en 1943. AGA, Sección del Mimster.o ^e Indu t ™ . ¿ ; ' ^

. AGA, Sección del Mimster.o de " d - - Ca ^493^^ " Orden del 10 de marzo de 1943 (BUt de íy « AGA, Sección del Ministerio de Industria, Ca,a 5.422.

•" Sudriá (1987), , , , . r<.;<,7\64 « AGA, Sección del Ministerio de Industria, Ca,a 7.164.

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sentir más en las industrias que no se encontraban entre las prioridades del go­bierno, como era el caso del calzado.

Aunque el grueso de las restricciones comenzó en 1943, en algunos cen­tros zapateros, como Mallorca, el problema se presentó ya en 1940. En la isla el consumo había crecido rápidamente y se tenía que abastecer con una anti­cuada central térmica a la que se asignaban unos cupos de carbón insuficien­tes "". Las empresas se vieron obligadas a instalar grupos electrógenos supleto­rios y, aunque la situación mejoró al cabo de unos años, con la llegada a la isla de una central móvil aportada por el Instituto Nacional de Industria, todavía en 1953 se padecía una restricción de fluido equivalente al suministro de tres días por semana '*''.

El consumo de energía eléctrica en Alicante, provincia que concentraba la mayor parte de la industria del calzado, estuvo en 1943 seis puntos por debajo del registrado en 1942; en 1944 esta diferencia fue de 29 puntos y en 1945 de 41 '". Se recurrió a los motores de carbón, gasolina, gas-oil y fuel-oil, pero era una inversión cara y poco rentable, ya que estos carburantes también se en­contraban racionados. Aun así, en 1944 fueron 26 las empresas de calzado que recibieron cupos de combustible en esta provincia para el funcionamiento de sus centrales térmicas particulares ^.

La distribución de los carburantes se realizó también de acuerdo con las prioridades establecidas por las autoridades económicas. Ello perjudicó a la in­dustria del calzado en general y favoreció a determinadas empresas, bien por­que abastecían la demanda militar, bien por tratarse de empresas potentes, con unas buenas relaciones con la Administración. Así, a finales del año 1944, mientras que la mayoría de fábricas zapateras que habían solicitado cupos de combustibles líquidos recibía tan sólo una parte de las cantidades demanda­das '", otras, como la de Venancio Riera, en Cocentaina, Alicante, conseguían su cupo completo, en este caso 8.000 litros de gas-oil al mes.

La discriminación también se efectuaba directamente en los repartos de electricidad, aunque de forma más disimulada. La empresa «Silvestre Segarra e

•" Véase el expediente sobre restricciones eléctricas en Mallorca. AGA, Sección del Ministe­rio de Industria, Caja 6.995.

*'* En Cataluña, todavía en agosto de 1954, los cortes de suministro se realizaban dos días a la semana, desde las 7 a las 19 horas, había turnos establecidos para la utilización de la energía y la industria del calzado tenía limitado su consumo de electricidad para fuerza motriz a un 60 por ciento del consumo normal (AGA, Sección del Ministerio de Industria, caja 7.246).

•» Moreno (1988). ^ AGA, Sección del Ministerio de Industria, Caja 7.164. ••' En torno a una tercera parte de lo solicitado (AGA, Sección del Ministerio de Industria,

Caja 7.164).

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LA INDUSTRIA DEL CALZADO ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA

Hijos», por ejemplo, tenía que padecer en el verano de 1944 un corte de flui­do total durante tres días a la semana, aparentemente como el resto de empre­sas del sector en la región valenciana, pero sólo aparentemente, pues en reali­dad se veía compensada por el suministro de electricidad los domingos y durante más horas a lo largo de la semana, hasta completar su producción nor­mal "«.

LOS EFECTOS DE LA INTERVENCIÓN SOBRE EL APARATO

PRODUCTIVO

No sólo se estancó la producción. El sistema de cupos y la protección del mercado interior desanimaron la búsqueda de una mayor productividad. Esta falta de estímulos para la mejora de las empresas e incluso - P -h 'b - ion me^ diante las leyes sobre instalación de nuevas industrias y modificación de 1 s y existentes, impidieron que el sector se modernizase. La maquinaria era costosa y difícil de conseguir, por lo que las empresas optaron por - ; « ^ - ¿ - J -lón por el mantenimiento de una mano de obra que era barata yj^;^^ fenómeno afectó también a las empresas suministradoras ^e P - d u c ^ ^^^^ medios, hasta el punto de resucitar la elaboración manual en c«vid des como la confección de trenza para alpargatas, que se habían mecanizado en el

' ' '°En"toda una década, después de tres ar os de guerra en ^^s^^Zl^, portó maquinaria para el calzado, el número de aparatos de - - - - - - -

L n t ó en tan sólo once unidades y el resto del -f^^^'''';^^;^!^! ^ , - • j ~^r,tciií> f-flsi la mitad utilizaba el sistema

te parecida. De las maquinas de monta)e, casi la mi „„„.^^^, ,3,„ , • , ^„ rr,r.rlvear v el resto montaba punteras-taio-mixto un 15 por ciento el sistema Lroodyear y ci i « r

ñeras y sandaUas. La productividad teórica media de estos 'ngemos - a d 12 pares diarios pero en realidad, debido a la falta de accesorios y Po^ ""l> «>-«e pares oíanos, pcru cu , rendimiento no superaba los 100 también para la producción de zapatillas, su renaimic P ' es- . . ra\7aAct era corta y se limitaba

La producción española de maquinaria para calzado era co y • - j »^. r,^nnpñris de mecanismo sencillo, y de algunas

a la construcción de aparatos P^l^^no , de .^ ¿^ También se piezas de recambio o accesorios para la maquinaria importa

4» AGA, Sección del Ministerio de Industria, Caja 7_164_ « AGA, Sección del Ministerio de Industria, Ca,as 5.503 y 5.536.

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realizaban en el país las partes más pesadas de las máquinas de importación, con el fin de ahorrar divisas y hacer más fáciles y económicos los fletes '".

GRÁFICO 5

Maquinaria en la industria del calzado española, 1944-1952

N." de máquinas

2,500

2.000

1.500

1.000

500

Puntear Goodyear Mixto Sandalia Blake Otras

La dependencia tecnológica del exterior en un tiempo de aspiraciones au-tárquicas provocó que la industria llegase a los años cincuenta con una maqui­naria totalmente obsoleta, heredada de los años veinte ", y una productividad del trabajo muy alejada de la de otros países europeos.

Además, el sistema de cupos, especialmente por la falta de agilidad en el comercio intraindustrial que ocasionaba, generó una tendencia al autoabasteci-miento en las empresas, que intentaron dotarse del mayor número posible de secciones de fabricación, con el fin de no tener que depender del suministro de semielaborados. En la producción de calzado textil, por ejemplo, las dificul­tades para proveerse de pisos de caucho llevaron a muchos empresarios a ins­talar secciones de regenerado de goma y fabricación propia de los pisos; y si no se instalaron más secciones de este tipo en las fábricas fue porque lo impe­dían los controles administrativos y no era sencillo adquirir la maquinaria '^. La tendencia a autoabastecerse coincidía con la tendencia seguida por algunas

'" Piel. Revista española de las industrias de la piel, ¡uWo de 1946, p. 4. " AGA, Sección del Ministerio de Industria, Caja 5.421. " AGA, Sección del Ministerio de Industria, Caja 5.423.

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grandes empresas en los años treinta, pero venía a romper con la evolución de la mayoría del sector, que desde finales del siglo xix había visto crecer la espe-cialización de las factorías y el fenómeno de la subcontratacion.

La intervención generó, pues, dos modelos muy distmtos de comporta­miento empresarial. Por una parte, la forma de adjudicación de cupos de ma­terias primas y pedidos oficiales, el control sobre importaciones, exportaciones y precios, y la dificultad para obtener prácticamente todos los suministros, dentaron el desarrollo de empresas muy ligadas a la ^ d - - - " - - " ^ P - P J -das para la producción en grandes series y que realizaban por si - - a . bu na parte de los semielaborados que el calzado demandaba. De estas empresas, «Silvestre Segarra e Hijos» es sin duda el mejor ejemplo .

Por otro lado, la debilidad de la demanda y la falta de materiales, maqui­naria y energía afectaron gravemente a las empresas que ^-'^^^l^^^'^^ vil habían optado por invertir en la modernización ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^^-^f^^; empresas perdieron en la mayoría de los casos su -"^^^.lidadsir^ sacar prov-cho a una maquinaria cuyo mantenimiento resultaba caro y ' ^ ^ J ^ ^ ceder, en cambio, a la demanda amplia y normalizada de - - ^ - ™ n tares de los pedidos por parte del Estado para colocar - ^ ^ f « ; - — ; ; el mercado, y se beneficiaban también de sus mayores ^ ^ ^e "la^^^ ^ mas; pero muchas veces la continuidad de la empresa se d e ^ - un - m e t obtención de los cupos, que se revendían <^'--f'^^^''^''''\l^Z^2rj-fábncas - . Estas se adaptaron mucho mejor a la - ^ ^ ^ ^ J ^ " / ^^^^^f.^ tos fijos y podían adecuar la producción al débil mercado con - - ; ^ ° ^ ^ ^ ^

menor; necesitaban más mano de obra, pero los f ^ ^ ^ ^ ^ j J ^ ^ ^ ^ ^ X 1 1 1 .,1 líinrl^stina e eludiendo ios impuestos y las

quier caso, quedaba el recurso al 1 ^ " ™ ^ ^ ^ .^^^, en común con la cargas sociales. Además, se organizaron P'^^^^fj^ ^'^^ ¿,¿^^ ¿^ , , , ,,,^,. Administración los cupos de materiales y el acceso a ios p Clones. Así, en el Bajo Vinalopó, donde este tipo de P e ^ - - ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ en las economías de localizadón - mayorua^r o , se - ^ ^^^^^^^^^^ , ^ las sociedades «Fabricantes de Calzado ^^ El^he. en J ^^ Curtidos Reunidos» en 1945, el «Consorcio de Fabricantes de

1947 y la «Unión de Fabricantes de Calzado de Elche» en 1949.

" Viruela (1988). '" Bernabé (1976). " Miranda (1992).

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LA ACTITUD EMPRESARIAL ANTE LA POLÍTICA ECONÓMICA: LA LUCHA CONTRA LA INTERVENCIÓN Y EL PROTAGONISMO DEL SINDICATO VERTICAL DE LA PIEL

Los grandes empresarios del curtido y el calzado, plenamente identificados con la política económica del régimen, gozaron una situación de privilegio. No hemos encontrado, por ejemplo, ningún testimonio de que a Silvestre Segarra se le negase autorización para alguna importación solicitada o de que no se aceptasen sus propuestas de precios. Este era el tipo de empresas que los polí­ticos de la autarquía tenían como modelo y no dudaron en apoyarlo.

Frente a esta cómoda integración de unos pocos en la economía interveni­da, la mayor parte de curtidores y fabricantes de calzado eran conscientes de que la política económica gubernamental les perjudicaba. Su oposición al diri-gismo estatal fue canalizada, paradójicamente, a través del Sindicato Vertical de la Piel, que era el encargado en un principio de aplicar las directrices autár-quicas en el sector. El Sindicato se convirtió en el organismo representativo de la patronal y, a pesar de gestionar la distribución de cupos y participar en la fi­jación de las tasas, presionó constantemente para acabar con esta intervención en la industria.

Las solicitudes de liberalización comenzaron después de esos primeros años de posguerra en los que la demanda todavía se mantuvo. En octubre de 1945, los responsables del Sindicato ya solicitaban la desaparición de los pre­cios tasados, la libertad de contratación entre el fabricante y el distribuidor y que los pedidos oficiales se repartiesen entre todas las empresas.

Las primeras medidas liberalizadoras se habían dado en la fabricación de curtidos, a través del sistema de «cupos de reposición por ventas», en 1944. Un año después se pedía la extensión de estas medidas a la industria del calza­do, justificada por la estabilización de la demanda. Comenzó así un largo pro­ceso de iniciativas por parte del Sindicato para ir rebajando los controles, pro­ceso en el que chocó con el «ingenierismo» '^ y la mentalidad ordenancista de ciertos mandos y organismos públicos, singularmente la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes (CGAT).

Por fin, después de una entrevista del Jefe Nacional del Sindicato de la Piel, Arcadio Carrasco, con el propio Jefe del Estado en diciembre de 1946, una orden de enero del año siguiente dejó en libertad los precios y la circula­ción de materias primas. Pero, lógicamente, el cese de las tasas disparó los pre­cios y, en agosto de 1948, los responsables del Ministerio de Industria, que

" Velasco (1984).

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LA iNinilSTRIA DEL CALZADO ESPAÑOLA EN LA POSGUERRA

confiaban más en el autoritarismo que en los mecanismos del mercado, volvie­

ron a restablecer el sistema, traspasando su gestión al Servicio de Carnes, Cue-

ros y Derivados de la CGAT. AÍ j - .. ^o„^ El fracaso del Sindicato no fue completo, sin embargo. Mediante asam­

bleas de industriales y comerciantes, y a través de numerosas -uniones con los organismos implicados, se consiguieron algunas - - " - " " J ' ^ ^ ' ^ ' ^ 1952, la libertad de circulación definitiva para los cueros, los curtidos y sus manufacturas.

CONCLUSIONES

Durante los años cuarenta, las dificultades por las que tuvo ^-^J^^^^^^ la industria del calzado, con motivo de la situación ^e-dada de la g ^ ^ ^ ^ ^ y por la guerra mundial, se vieron agravadas por la política - ° ™ e s v cor puso en práctica. Las directrices de esta política, con ° - - . P ^ . ^ ^ ^ ^ / / J culpa de sus fracasos y de las relaciones laborales ^-^^1""^^^^;^^;"^, tribuyeron al descenso del poder adquisitivo de los ^^flf;^^;^^^,^^ de la demanda de productos de consumo - - " f - ^ - ^ ' ^ ^ ^ ' t ^ ^ t r a t s p i ­de la peseta no facilitó P ^ i s a - t e las expo ^ ^ ^ ^ ^ ^ - ^ tamos internacionales y la incapacidad de conseguir

prensiones . „ , . , . „ ¡ c . P „ . limi.a, ^ ^ Z T Z t l ^ ^ : ^ ^ ^ I tecnología; esta limitación, a su vez, contrajo aun mas

impidió la renovación del utillaje ¿"¿"^"^1. j ^ ^ habrían alean-Los precios oficiales de tasa por d b , o d ^ ^ ^ ^ ^^^ ^^^^^ ^^^

zado en una situación de libre mercado, y ,^ „ ¿^ ^^ j^ercado

Estado de los recursos ^ - ^ - ^ ^ ^ ^ r ^ ^ T L manufacturas. La negro de materias primas y el descenso ce la moderniza-imposición de barreras legales para la entrad e ^ ^ ^ •"j^^^.j^.^.^es eléctricas ción dificultó esta última y fomento ^'^^^f;^^^^^,,,,, de capital por ma-frenaron la producción y fomentaron aun mas la susí

" ° ' ^^ °^ ' ^ - . •- .„^o ello aue las empresas de calzado es-En definitiva, se consiguió ^^^J^^^^J^^^^ ^ i calidad. Cuando, a

pañolas tuviesen costes altos y " " ^ P 7 / ; ; 2 d a d de acceder a los merca-partir de los años cincuenta, se bno k pos b ^ ^ a ^ ^^^^^^ ^.^.^. dos internacionales, esta desventajosa base eta ^^^^^^^ ^^^^.^^

los beneficios y condicionó - ^ ^ ^ ^ ^ t ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ fi^eron los firente a otros competidores. La única baza para

bajos salarios. 337

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Las empresas bien dotadas técnicamente eran la excepción y existía una

nube de pequeñas empresas, desarrolladas muchas de ellas en la clandestini­

dad. Los «monstruos industriales» fomentados por la autarquía, aunque se be­

neficiaron de la recuperación de los años cincuenta y sesenta, acabaron des­

plomándose con el final del régimen político que los había alentado,

ocasionando graves problemas económicos y sociales allí donde estaban esta­

blecidos.

Frente a la incongruencia de la política económica, los empresarios res­

pondieron a través del Sindicato de la Piel, lo que plantea la necesidad de re­

considerar la actuación de estas instituciones verticales en el estudio de la eco­

nomía española durante el franquismo.

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ARTÍCULOS

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GRANDES Y PEQUEÑOS GANADEROS TRASHUMANTES EN LAS SIERRAS SORIANAS EN EL TRANSITO DE LA EDAD MEDIA A LA MODERNA

MÁXIMO DIAGO HERNANDO Universidad de Colonia

RESUMEN

establecen comparaciones ent«= el •-««"°/^^^"!-T^ "^^e «tros indicios las noticias queños propietarios de la región, teniendo en « » « " " ! " " ; caracterización desde sobre sus ventas de lanas. Al mismo « ^ P » ^ ^ ^ í l ^ ^ r s i s , ; : 7 Z venido mane-el punto de vista sociopolítico, matizando algunas h'^t^^'* *», j ^ , . ¡ ^ ^ ^vi. Y por iando para definir la base social mesteña y su e v o ^ J - L explofc ioL ganaderas fin se repasan algunos aspectos referentes a la gestión de F ^^ trashumantes, que revelan la presencia de numerosos factores que na bles a las grandes fiante a las medianas y pequeñas.

ABSTRACT

Big sheep owners played a key role in nomadic sheeprean^ng j ; ^ ^ / P - ^ f ^ . X around Soria during Ae xvdi. and XV.A. '«"«^"^^^^^^^f ¿her middle and small ow-d»e audior compares die size of their MOCKS wiui ^^ profile, in order to qualify ners in die región and analyzes the owners f^f^ ^^¿ ¡^ evolution during the traditional hypodieses about the social basis ot ^'^ ^'^TT^heeprearing enterprises are xvidi. century. Lasdy, some aspects of die ? « " " f . T " jy^es focuses on diose aspects examined, and its factors identified. In P - ^ ^ - ' - J ^ J ^ ^ n small ones. of sheeprearing diat made big enterpnses more prohtabie tn

• 1 j ^ lo Mpsta en las diferentes etapas de La caracterización de la base - - j ¿ ' ^ ^ f ^ ^ y diversos y prestigiosos in-

su historia, pese a haber sido ya a b o r u j a PO - ^ / i ,p , , fecta-

vestigadores, sigue representando un P' ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ en la iden-

mente resuelto, por falta de estudios monográficos que pro

tificación de los ganaderos mesteños.

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MÁXIMO DIAGO HERNANDO

A grandes rasgos, algunos autores han querido establecer una radical dis­tinción entre ganaderos serranos, entre los que predominarían pequeños pro­pietarios de rebaños, y ganaderos riberiegos, que representarían a los grandes propietarios por antonomasia, los cuales a raíz de su entrada en la Mesta por efecto de la concordia de 1566 habrían desvirtuado radicalmente el carácter de esta institución, de forma que en palabras de Garande lo que pudo haber sido una democracia de pastores degeneró en oligarquía de ganaderos '.

En concreto, por lo que se refiere al caso de las sierras de Soria, llama la atención advertir cómo prestigiosos investigadores no han dudado en caracte­rizar el panorama que éstas presentaban a fines de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna como el propio de una idílica democracia pastoril, cuan­do la práctica totalidad de la documentación disponible para la reconstrucción de la historia soriana en esta época se encontraba hasta la actualidad inexplo­rada 2. De hecho la historiografía local por el contrario, no por estar más en contacto con la documentación sino por tener más asumidos los tópicos de la tradición soriana, nunca sostuvo que hasta el final del Antiguo Régimen fuesen los pequeños propietarios los que imprimieron carácter a la ganadería trashu­mante practicada en la región, sino que por el contrario insistió en presentar la dedicación a la trashumancia como una actividad propia de hidalgos de ele­vada posición, y la dedicación a la ganadería estante como actividad que úni­camente interesó a los campesinos pobres .

Advirtiendo, pues, la falta de fundamentación en datos empíricos contras-tables de todas estas tesis, y la propia existencia de contradicciones entre ellas, hemos querido por consiguiente en el presente trabajo profundizar en el análi­sis de las explotaciones ganaderas trashumantes del ámbito soriano en el tránsito de la Edad Media a la Moderna a fin de determinar, con el mayor aporte documental posible, el grado de veracidad de las principales tesis hasta ahora manejadas para caracterizar la base social mesteña en el conjunto del reino de Castilla en general y en el ámbito de la cuadrilla soriana en particular. Y hemos optado por escoger el referido período cronológico por tratarse de una época en que, según autores clásicos como Garande o Ruiz Martín, entró en crisis el modelo mesteño basado en el dominio de los pequeños propieta­rios serranos para dar paso a uno de carácter más marcadamente oligárquico

' V!¿Carande(1987),t. I, pp. 79-80. 2 Vid. Garande (1987), t. II, pp. 529-30. Refiriéndose al ámbito soriano, en la década de 1540

apunta que «Cabe pensar allí en un tipo de bienestar uniforme, entre los muchos pastores de sus tierras...». Aunque sin referirse expresamente al caso soriano también propone un panorama se­mejante para el período 1450-1526 Ruiz Martín (1974), pp. 275 y ss.

' V/</.Rabal(1980), pp. 474yss.

}44

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GRANDES Y PEQUEÑOS GANADEROS TRASHUMANTES EN LAS SIERRAS SORIANAS

en el que el protagonismo correspondió a los grandes propietarios, avecinda­dos en su mayoría en ciudades de la submeseta sur, y cada vez más en Madrid.

1 EVOLUCIÓN DEL PERFIL SOCIOPOLITICO DE LOS GANADE­ROS TRASHUMANTES SORIANOS ENTRE LOS SIGLOS XV Y XVI

Los datos cuantitativos sobre tamaño de los rebaños o volumen de lanas vendidas por los ganaderos son muy escasos en las fuentes documentales soria-nas del siglo XV, pero a pesar de su escasez permiten constatar la existencia en la zona de grandes propietarios de variada condición social, entre los que se encuentran desde representantes de la alta nobleza hasta simples hidalgos ru­rales ''.

Miembros de las oligarquías de los concejos de realengo, y en particular del de Soria, figuraban por supuesto entre estos propietarios de grandes reba­ños, pero no todos participaron de esta condición, y por regla general nmguno prodigó su participación personal en las instituciones mesteñas, delegando a lo sumo esta tarea en sus mayordomos y mayorales '. Por el contrario todas las noticias sugieren que el control de la cuadrilla soriana de la Mesta en el si­glo XV estuvo en manos de familias ganderas de aldeas serranas de la Tierra de So­ria, entre las que destacaba Gallinero, y de Yanguas, cuyos miembros no pasa­ban de ser simples hidalgos o incluso en algunos casos pecheros acomoda-dos ^

^ W¿Diago (1990a), pp. 554-557. Entre los representantes de la alta nobleza %"^?n 1 ° ^ ° " -des de Medinaceli, que en 1435 tenían un rebaño de ove,as " - fumantes de algo mas de 2J)00 cabezas, contando corderos. Los condes de Monteagudo teman cerca de 3.000 cabezas de gana-do trashumante en 1505, además de 1.318 ovejas churras estantes. No hay datos prec sos sob^ los condes de Aguilar, señores de Yanguas y Cameros, pero a med.ados del XV, se es l^go a am^ buir la posesión de 25.000 cabezas. Entre los representantes de la nobleza - ^ j ^ ^ " ; ' « ^ -urbanas destaca Rodrigo de Vera, señor de Hinojosa de la S.erra, con var.os ^=b;"° ;^"^ ^ P " ^ " rían las 9.000 cabezas. Entre los hidalgos rurales hay que destacar a ^ ^ ^taz de Fuenmayor, ve^ cinc de la pequeña aldea serrana de Santa Cruz de Yanguas, qu.en en 1469 P° '^ ' - f ^5 " b e z

, , .„ , - j„ cnn rnrderos Por su parte, Man García de las Heras, hi a mayores, 1.160 carneros y algo mas de 5U0 coraero». ro í » K • j j • - j ^„„ «rrr, oíinadero de Ga Imero, aldea de la Tierra de ioria, po­de un ganadero yangues casada con otro ganaacro uc ^ a seía en 1513, año de su muerte, 4.000 ovejas y 133 vacas trashumantes . , • . sciacn 1^1.;., a i i u u o u , . . . j j jjy qug fueron importantes propietarios de

' Datos sobre familias de la oligarquía soriana aei ' 4 .„„ ^Q, „ nqq^W rebaños trashumantes y otras que no lo fueron en Diago (1990a , pp. 490-491, y (1^93W.

o Referencias al funcionamiento institucional de la cuadrilla soriana de la Mesta durante el reinado de los Reyes Católicos en Diago (1990a), pp. 346-349. En estos anos los ganaderos sona-reinaco ce ios neyes matoneo V.j^^ado en la Mesta eran Antón del Rio, vecino todavía nos que desempeñaban un papel mas aestacauu cu m f-„„,.;u, j . r^^tfiñr: de Yanguas, y sus cuñados Juan de Vinuesa, vecino de Gallinero, y Diego J o n - ez de Caste.on vecino de Agreda. Relación de oficiales elegidos por la cuadrilla mestena de Soria entre 1498 y

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Esta constatación vendría, pues, a primera vista a corroborar la tesis de quienes sostienen que fueron pequeños ganaderos asentados en ámbitos rura­les de las sierras castellanas de los sistemas Ibérico y Central quienes impri­mieron su carácter a la institución mesteña en época medieval. Pero un análi­sis más en profundidad de los datos disponibles para el caso soriano nos lleva sin embargo a concluir en un sentido completamente opuesto, dado que resul­ta fácil comprobar cómo estas familias ganaderas serranas que aparecen repre­sentando a la cuadrilla mesteña soriana en el siglo xv eran ya entonces propie­tarias de grandes rebaños, y comenzaban a disfrutar de una posición económica muy destacada, que no guardaba relación con su rango sociopolítico, muy mo­desto en relación con el de los miembros de la oligarquía urbana de Soria.

Significativamente, por otra parte, estas mismas familias continuaron mono­polizando la representación soriana en la Mesta durante todo el siglo xvi, pero para entonces sus principales representantes ya habían alcanzado un rango so­ciopolítico notablemente superior, habiéndose convertido en regidores de So­ria y Agreda, e incluso en destacados señores de vasallos '.

Junto a estas afortunadas familias de grandes ganaderos, que con su dedi­cación a la trashumancia sentaron las bases para un proceso de promoción sociopolítica a lo largo del siglo xvi sin paralelos en la historia soriana, coexis-deron en los ámbitos serranos ya en el siglo xv otros múltiples pequeños gana­deros *, y sobre todo mayorales, pastores y zagales, que servían a señores de ganados avecindados tanto en los núcleos rurales serranos como en las ciuda­des de Soria y Agreda, y que por supuesto también poseían sus propios mo­destos rebaños'.

Por consiguiente eran muchos los que ganaban su sustento con la ganade­ría trashumante en las sierras sorianas tanto en el siglo xv como en el xvi en notable contraste con las derras llanas, donde los campesinos sólo se dedica-

1521, Ibid, pp. 552-553. Además de los 3 individuos ya citados, destacan otros pertenecientes a familias de Gallinero (Neilas y Calderones) y Vinuesa (García de Sevilla y Montenegro). Precisa­mente estas dos últimas familias consta que tenían orígenes pecheros.

' Estos fenómenos quedan muy bien ilustrados en el seguimiento de la trayectoria de las fa­milias Vinuesa, Ríos y Castejones, minuciosamente analizada en Diago (1993b)

s Entre otras pruebas documentales que demuestran la existencia de pequeños ganaderos trashumantes en el xv, vid., por ejemplo, contratos de ventas de lanas de 24-IX-1443 concertados por varios vecinos de La Losilla con el escribano soriano Juan Rodríguez de Soria en AHN Osu­na, leg. 2244-10-9, pieza 20. La cantidad de arrobas que se compromete a entregar respectiva­mente cada vecino es: 100, 6, 30, 60, 28, 8, 12 y 6. También se dispone de referencias documen­tales sobre la compra de lanas por judíos seríanos a pastores serranos, entre ellos vasallos del duque de Nájera. Vid. Diago (1989), pp. 35 y ss.

•> Son múltiples los datos sobre el avecindamiento en estos ámbitos de la mayoría de los ma­yorales y pastores. En las ordenanzas de Vinuesa de 1504 se reconoce que muchos vecinos se iban a vivir con amos de otros lugares para guardarles sus ganados.

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ban a la cría de ganado ovino estante o, en el caso de los más hacendados, transterminante, que era llevado a pastar en invierno a las vecinas tierras de Navarra y Aragón i". Pero también es cierto que las diferencias de riqueza en­tre los distintos ganaderos transhumantes serranos eran enormes, y que por lo tanto esa imagen de «bienestar uniforme» que para las tierras sorianas de la primera mitad del xvi sugiere Garande es falsa, y muy en particular si la aplica­mos a las aldeas volcadas a la ganadería trashumante ". Las propias diferen­cias de riqueza en el seno del grupo de los ganaderos autónomos, y entre éstos y sus pastores, así lo conBrman, pero por otro lado hay que tener en cuenta también que hasta cierto punto los sectores de la población rural serrana que participaban de los beneficios de la trashumancia representaban a los privile­giados, puesto que junto a ellos coexistían otros muchos campesinos despro­vistos de ganados propios, que se ganaban la vida mediante la dedicación a la arriería o en la industria de fabricación de paños. Y así lo demuestran las nu­merosas noticias de los protocolos notariales del xvi que presentan a vecinos de aldeas serranas comprando lana «churra», procedente del esquile del gana­do estante, a mercaderes tanto de la ciudad de Soria como de la villa de Yan-guas '2. Y no cabe duda de que éstos se debían desenvolver en una situación económica sumamente precaria, si tenemos en cuenta que las condiciones cli­máticas y edafológicas de las comarcas serranas no les permitían complemen­tar adecuadamente los ingresos derivados de su actividad artesanal con el cul­tivo de tierras de cereal que les asegurase el sustento en épocas de

dificultad ' I 1 1 -Pero dejando a un lado el ámbito estrictamente serrano, no hay que olvi­

dar que en los núcleos urbanos de Soria y Agreda ya había asentados en el si­glo XV numerosos señores de ganados, y que con el paso del tiempo tendieron a avecindarse en ellos la mayoría de los máximos propietarios ganaderos proce­dentes de los ámbitos rurales serranos, de forma decidida a partir de las pri­meras décadas del xvi >1 La valoración cuantitativa de este trasvase de gran­des señores de ganados desde ámbitos rurales a los principales núcleos urbanos de la región soriana resulta de momento inabordable, pero los indi­cios documentales son suficientes para, en este punto, confirmar la tesis del

'» V;¿/. Diago( 1990a), pp. 469-470.

Cf. nota 2.

u I S ° Z ; r q u e dan cuenta de la s.tuaci6n económica de Yanguas a prinop.os del xv,

^" " ' S ' L ' ^ ' ^ t i V o n r s o t e ?veSdani.entos de ganaderos procedentes de t .e.as de.

conde £ C i a r e ^ ^ ^ e d a en Diago (1990a), pp. 478-479. Sobre avecndam.entos en Sona, / W

pp. 481-483.

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profesor Ruiz Martín según la cual en ciudades como León, Cuenca, Segovia o Soria fue a partir de la tercera década del xvi cuando la figura del señor de ga­nados alcanzó su plenitud, sumando grandes rebaños a los de los serranos au­ténticos para mantener el contingente ovino trashumante en un nivel que, a pesar de todo, se iba reduciendo con respecto al de época medieval ". No obstante, no hay que desvirtuar la significación de este fenómeno presentándo­lo como un testimonio de la crisis de la auténtica ganadería serrana, puesto que, ateniéndonos al caso soriano, se puede demostrar que la mayoría de estos grandes señores de ganados del xvi asentados en Soria y Agreda procedían de villas o aldeas de la sierra, en las que se había iniciado el proceso de enriqueci­miento de sus familias gracias a su dedicación a la ganadería, de forma que su cambio de vecindad no representó sino un paso más en su carrera de promo­ción sociopolítica. Además no hay por qué establecer una radical diferencia­ción entre ganaderos de aldeas serranas y ganaderos de núcleos urbanos de piedemonte, como Soria o Agreda, cuando estos últimos eran cabeceras de ámbitos jurisdiccionales que englobaban extensos terrenos de pasto, general­mente localizados en comarcas serranas, que podían ser aprovechados en igualdad de condiciones tanto por sus vecinos como por los de las aldeas so­metidas a su jurisdicción ' .

A tenor de todo lo dicho se puede concluir por consiguiente que el princi­pal cambio en la conformación sociopolítica del grupo de ganaderos trashu­mantes sorianos en el tránsito de la Edad Media a la Moderna no radicó tanto en la pérdida de protagonismo de los modestos ganaderos serranos en favor de un nuevo tipo de señor de ganados urbano, representante según algunos de una burguesía ganadera ' , sino más bien en la renovación de las oligarquías

1' Ruiz Martín (1974), p. 279, "• Análisis comparativo sobre el diferente régimen de regulación de aprovechamiento de pas­

tos en tierras de Soria y Segovia en Diago (1990a), pp. 278 y ss. Sobre diferencias que se obser­van dentro del ámbito soriano entre unas comunidades de villa y Tierra y otras, Ihid., pp. 475 y ss.

" Cf nota 15. El término «burguesía ganadera» lo emplea López Salazar (1987), p, 145. Sos­tiene que las dehesas maestrales fueron aprovechadas en el siglo xvi por una burguesía ganadera, ennoblecida o no, muy pudiente y ligada al patriciado urbano de Cuenca y Molina. Dado que la documentación que él utiliza se refiere al Campo de Calatrava sus conclusiones no afectan a la caracterización de los ganaderos sorianos, que apenas estuvieron presentes en este ámbito, con­centrándose en contrapartida en las dehesas de la mesa maestral de Alcántara en La Serena. No obstante, consideramos que no se debe caracterizar a los grandes señores de ganados sorianos del XVI como «burgueses», pues tanto por su origen social como por su modo de vida no partici­paban de los rasgos propios de la «burguesía». López Salazar de hecho caracteriza a Marcos de Madrid, quien en 1542 se hizo cargo del arrendamiento de la mesa maestral de Calatrava, como digno representante de la burguesía castellana del xvi (p. 84). Nosotros, por nuestra parte, pensa­mos que Antón del Río, quien ese mismo año se hizo cargo del arrendamiento de la mesa maes-

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de los dos principales concejos de realengo de la región. Soria y Agreda, me­diante la incorporación de familias ganaderas hasta entonces margmadas en ámbitos rurales ^\ y el establecimiento de alianzas matrimoniales por parte de las viejas familias de caballeros integrantes de dichas oligarquías con las nue­vas familias de ganaderos enriquecidos i*.

2 IDENTIFICACIÓN DE GRANDES, MEDIANOS Y PEQUEÑOS GANADEROS DEL XVI A PARTIR DE LAS NOTICIAS DE CONTRATOS DE VENTAS DE LANAS

Con excepción de un contrato atípico del año 1555 en el que se vendieron 6.829 arrobas de lana extremeña a 900 mrs. y 766 arrobas de amnos a 725 mrs. 20, los contratos de mayor cuantía concertados por ganaderos sonanos de forma individual, aunque con frecuencia incluyendo también las lanas de sus criados y aparceros, rondaban las 4.000 arrobas, sin incluir anmos. Y fueron precisamente ganaderos de las familias Ríos, Vinuesas y Castejones quienes pusieron a la venta estas cantidades máximas, que en principio solo se podían reunir mediante el esquile de una cabana que contase con en torno a 20.000 cabezas, admitiendo, según valoraciones de la época, que se necesitaban 6 ove­jas ó 5 carneros para reunir una arroba de lana K

—, , », . , j r A^ t Tí nn ?95-396) v a la vez presenta muchos paralelismos con la tral de Alcántara (^'¿ Garande, t. "• P P ; ^ ^ / ' ' ^ " ' j / ^ representante de la nobleza media soriana, fíoiira de Marcos de Madrid, era ante todo un digno represciuan"; u figura de Marcos ae maari • hidalgos que habían estado vanas generaciones al ser-como señor de vasallos y descendiente de niaaigo» 4 Molina v Cuen-vicio de los señores de Cameros. Cf. nota 7. No entramos a valorar los casos de Molina y t.uen ca, que desconocemos.

>« V,¿ Diago (1993b). n„n,erosos v su relación resulta excesivamente prolija.

mrs., 766 arrobas de añinos extremeños a 725 y 3»U arrooas

pagar a Cristóbal de Salazar 6.976.950 « " • P ° ' •• „ „ alcanzamos a explicar q u é rido contrato presenta unas " - « ^ " ^ " " ' / " ^ ^ r l ' . d " ^eso ver con satisfacción la identifica-realidad subyace tras el mismo. Tampoco hemos ^°ff?.'^J°r. o , _ . ción de Cristóbal de Salazar, alcalde mayor de sacas de ob-p ' ' J° f^^2l de la averiguación de

. El dato sobre la equivalencia X , r Í 3 " o V c a b e z : s pe eXn^^^^^ María dTcastejón cuentas sobreel rendimiento de u a c a u l a d ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ . . ^ ^ .^^.^^ ^„ ^ ^ ^

a partir del ano 1517, en ^Ch^^, P C ? " « A^° ¿^ ^„i„„3 Carande establece una cuentas que se necesitaban 18 corderos para reuim ui

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Por debajo de estos «magnates ganaderos», que ocupaban un lugar de pri­mera fila en las oligarquías de Soria y Agreda desde mediados del siglo xvi, aparecen también en los protocolos notariales otros vendedores de cantidades de lana relativamente elevadas, superiores en todos los casos a 1.000 arrobas, varios de los cuales, aunque mantenían estrechos vínculos familiares con las referidas oligarquías urbanas, tenían fijada su residencia en aldeas serranas de la Tierra de Soria, algunas de las cuales todavía siguen reflejando en la actuali­dad en sus hermosas casas solariegas la riqueza de sus vecinos de antaño ^^.

No se había producido por consiguiente en el transcurso del siglo xvi una total concentración de grandes señores de ganados en las ciudades de Soria y Agreda, donde no obstante sí se habían avecindado los mayores, sino que tam­bién en pequeñas aldeas serranas y en las villas señoriales de Yanguas y San Pedro Manrique se podían encontrar propietarios de muy nutridos rebaños, aunque era más frecuente que en estos ámbitos residiesen medianos y peque­ños propietarios y una interminable cohorte de mayorales, pastores y zagales que les servían a ellos y a los grandes propietarios urbanos. Por lo demás los pocos grandes propietarios que residían en ámbitos rurales frecuentemente lo hacían sólo en calidad de moradores y disfrutaban de la condición de vecinos

equivalencia entre 5 ovejas y una arroba (t. I, p. 112), mientras otros autores proponen la cifra más improbable de 10 ovejas por arroba. Vid. Córdoba de la Llave (1989) y Argente del Castillo (1991), p. 209. Entre los contratos más sobresalientes se pueden destacar: Juan de Vinuesa, regi­dor de Soria, vende en 1571 a mercaderes burgaleses 4.224 arrobas de lana y 1.233 de añinos por 700 mrs., Vid. AChV, PC, Quevedo, F. C. 177-3. Otros muchos datos sobre ventas de lanas de gran envergadura efectuadas por este regidor en diversos años a partir de 1545, que no informan, sin embargo, sobre las cantidades de arrobas entregadas en cada contrato, sino sobre las cantida­des debidas por los mercaderes compradores (en un contrato se alcanza la cifra máxima de 11.740.455 mrs. que se comenzarían a cobrar a partir de 1563), en AChV, PC, Z. y Walls, F. C. 585-1. Martín González de Castejón, vecino de Agreda y señor de Velamazán, vendió a un mer­cader de Pamplona 4.000 arrobas de lana y 426 de añinos a 758,5 mrs. Vid. AHPS, PN, C. 1501-2250, 9-X-1570. Alonso de Río, regidor de Soria, vendió en 1583 4.000 arrobas de lana a merca­deres de Nájera. AHPS, PN, 86-194, 27-VII-1583. Al año siguiente vendió 3.500 arrobas a mercaderes burgaleses a 15 reales. AHPS, PN, 86-194, 13-V-1584.

" Un caso destacado es el de Martín Sanz Cadima, vecino de Gallinero, quien en 1555 ven­dió 2.001 arrobas a mercaderes burgaleses a 800 mrs., mientras García de Medrano, señor de San Gregorio y miembro de un conocido linaje de la oligarquía soriana, tan sólo les vendía 688 arro­bas. AHPS, PN, 34-90. También hay que destacar a Hernando de Vinuesa, morador en San An­drés, aldea de la Tierra de Soria, quien en 1566 vendió a burgaleses 1.316 arrobas de lanas y 343 de añinos a 23 reales. AHPS, PN, 76-162, 14-VII-1566. Por su parte, Iñigo López de Salcedo, morador en La Póveda, vendió en 1586 a mercaderes de Vitoria lanas por valor de 7.000 duca­dos. AHPS, PN, 63-144. Todos estos ganaderos moradores en aldeas serranas de la Tierra de So­ria mantenían vinculaciones familiares o de otro tipo con los grandes ganaderos integrados en la oligarquía, y en particular con los Vinuesa, que descendían de Gallinero.

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de Soria, habiendo ingresado en alguno de los 12 linajes de la ciudad y adqui­rido la propiedad de unas casas principales en la misma ^ .

La identidad de los propietarios medios resulta posible establecerla a par­tir de los contratos de venta de lanas extremeñas en los que intervienen canti­dades situadas entre 100 y 1.000 arrobas por individuo, aunque a muchos de los que vendían cantidades superiores a las 500 arrobas se les podría identifi­car en varios sentidos como grandes propietarios, máxime teniendo en cuenta que para reunir esa cantidad se necesitarían en torno a 2.000 cabezas ''.

Dadas las características de la documentación notarial soriana del xvi no resulta posible, a partir de su análisis, determinar el número aproximado de me­dianos propietarios ganaderos residentes en ámbitos rurales, pero al menos sí se puede aventurar cuáles eran sus áreas de asentamiento preferente. Y así hemos podido advertir que la mayoría residían en aldeas serranas de la Tierra de Soria y de los señoríos de Yanguas, San Pedro y Magaña, aunque también había algu­nos avecindados en aldeas de las tierras llanas ^', y por supuesto en la propia ciudad de Soria, donde varios de los mercaderes laneros consta que también poseyeron sus propios rebaños ^ .

Teniendo en cuenta, pues, que entre los medianos propietarios coexistían individuos de variada condición sociopolítica, se advierte no obstante que la

^' Cf. nota anterior. Tanto Hernando de Vinuesa como Iñigo López de Salcedo aparecen identificados frecuentemente como vecinos de Soria, aunque moradores en San Andrés y La Pó-veda.

''* Es el caso, por ejemplo, de García de Medrano, señor de San Gregorio y regidor de Soria, quien vendió a burgaleses 668 arrobas en 1555 (AHPS, PN, 34-90) y 709 arrobas de lana y 218 de añinos al año siguiente {¡hid., 25-60, 21-VIII-1556). También de Diego Ruiz de Ledesma, quien en 1571 vendió al mercader soriano Alonso Núñez 900 arrobas (Ibid., 78-176) y en 1573 vendió a un segoviano 403 arrobas (Ihid., 79-180). Es probable que estos contratos sólo afectasen a una parte del total de lanas esquiladas por él en cada año.

" Las referencias a ventas de lanas por productores medios son las más abundantes en los protocolos notariales de Soria, por lo que a extremeñas se refiere. Para no resultar excesivamente prolijos indicaremos que entre los vendedores figuran vecinos de Vinuesa, Derroñadas, La Póve-da, Barriomartín, Gallinero, Cuéllar, Estepa de San Juan, Los Villares, Almajano, Paredesroyas, Velilla, Cabrejas del Campo, Bliecos, Sotilio, Buitrago, Castilfrío, La Losilla y otras aldeas de la Tierra de Soria. Las ventas de propietarios medios de la tierras de Yanguas y San Pedro Manri­que suelen figurar en los protocolos notariales de estas dos villas. Como ejemplo, vid. la efectua­da por Hernán Malo de Rio, vecino de Las Fuentes, aldea de San Pedro, al mercader yangüés Juan de Almarza de 400 arrobas de su ganado y del de sus aparceros en octubre de 1580 a 15 rea­les (AHPS, PN, 1752-4704).

2'' A principios del xvi estos mercaderes llegaron a ser incluso grandes propietarios, como Gabriel de Cuenca, que llegó a tener 20.000 cabezas con posesión en La Serena. Vid. Diago (1990a), p, 556. A fines del siglo xvi se deja entrever una cierta recuperación del papel de los mercaderes como señores de ganados. Así por la cuenta del pago de hierbas de La Serena de 1598-1599 consta que Domingo del Águila y Pedro de Santa Cruz tenían conjuntamente 3.562 cabezas de posesión, y el primero además, por separado, 4.425, que, no obstante, eran cifras muy

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mayor parte de ellos pertenecían a caracterizadas familias ganaderas de proce­dencia rural, que a la hora de concertar matrimonios manifestaban una eviden­te tendencia endogámica 2 . De hecho formaban parte del mismo sustrato so­cial del que habían surgido los grandes ganaderos que se colocaron a la cabeza de las oligarquías de Soria y Agreda en el siglo xvi, los cuales también demos­traron una idéntica preferencia por los matrimonios endogámicos ^s, pero a diferencia de éstos no lograron un enriquecimiento espectacular, debiendo conformarse por consiguiente con ocupar una posición preeminente sólo en sus aldeas de residencia 2 .

Por debajo de estos propietarios medios existían también en las comarcas serranas otros muchos pequeños propietarios, bastantes de los cuales no pue­den ser identificados a partir de la documentación notarial de ventas de lanas porque frecuentemente vendían las suyas con los grandes señores. En los pro­tocolos notariales de Yanguas abundan sin embargo en términos relativos con­tratos concertados por mercaderes de la villa con estos pequeños propietarios de aldeas de la comarca, en los que cada uno ponía a la venta cantidades de lanas extremeñas por regla general inferiores a las 100 arrobas ^°. Estos con­tratos no son tan frecuentes en los protocolos notariales de Soria, ciudad en la

alejadas de las 24.350 cabezas del señor de Almenar Antonio López de Río y de las 23.912 de Alonso de Río. Vid. AHPS, PN, 139-481, 5-IX-1599.

2' Como modelo de contrato matrimonial entre familias ganaderas de rango medio y asenta­das en ámbitos rurales vid. el concertado por Juan Duro, vecino de Vizmanos, aldea de la Tierra de Yanguas, para casar a su nieta, Juana González, con Bernardino de Sevilla, vecino de Vinuesa. Promete entregarle, entre otros bienes, en dote unas casas en Soria y 500 ovejas terciadas con su posesión en La Serena. AHPS, PN, 34-90, fol. 93, 3-X-1547.

* Basta recordar que los tres principales ganaderos del ámbito soriano a principios del xvi, Antón de Río, Juan de Vinuesa y Diego González de Castejón, eran cuñados. Dentro del linaje Ríos la tendencia a casar tíos con sobrinas fue muy marcada a lo largo del siglo xvi y dio lugar a un notable proceso de acumulación de riqueza por concentración de mayorazgos.

^' La situación sociopolítica de las aldeas sorianas del xvi resulta todavía mal conocida por falta de dedicación de investigaciones monográficas. Parece que en algunas, como Vinuesa y Ga­llinero, las familias ganaderas llegaron a conformar una oligarquía bien definida. Esta situación se tradujo, por ejemplo, en la solicitud por Vinuesa en la década de 1580 del privilegio de villazgo, entonces sin éxito, y en la compra por parte del regidor soriano Juan de Vinuesa de la jurisdic­ción civil y criminal de Gallinero en 1564.

'O A título ilustrativo indicaremos que en AHPS, PN, 2755-4707 figuran los siguientes con­tratos de venta de lanas extremeñas a mercaderes de Yanguas correspondientes a 1582: 2 vecinos de Ledrado, 140 arrobas; 6 de Valloria y 1 de Vizmanos, 210; 1 de Santa Cecilia, 120; 5 de Viz­manos, 630; 1 de Matasejún, 40; 2 de Los Campos, 120; 3 de Villar de Maya, 260; 1 de Santa Cruz de Yanguas, 60; 1 de Las Aidehuelas, 10; 2 de Santa Cruz de Yanguas, 16; 1 de Los Cam­pos, 50; 1 de Villaseca Somera, 20; 3 de Valloria, 60; 1 de Navaveilida, 150; 1 de Villar de Maya, 320; 1 de Las Aidehuelas, 20; 1 de Vizmanos, 44. El contrato de mayor cuantía fue el concertado por dos hijos de Juan de Fuenmayor y de María de Cereceda, dos de las más caracterizadas fami­lias ganaderas de Yanguas, que vendieron a Mateo de Almarza, criado del conde de Aguilar, 550 arrobas.

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que sus mercaderes negociaron preferentemente con medianos propietarios por un lado y con un sinfín de campesinos vendedores de pequeñas cantida­des de lanas churras por otro ^K Estos últimos estaban sin embargo ausentes del ámbito yangüés, donde las condiciones económicas de sobreabundancia de ganados y las propias condiciones climáticas imponían a todos los propietarios de ganados la opción de la trashumancia, al quedar vedado el aprovecha­miento de los términos en invierno '2. En las comarcas serranas de la Tierra de Soria parece que estos pequeños ganaderos trashumantes no se prodiga­ron tanto, sino que la inmensa mayoría de los que allí poseían pequeños reba­ños eran mayorales o pastores, que nunca aparecían vendiendo independiente-mente sus lanas extremeñas.

En cualquier caso, por lo demás, estos pequeños propietarios de ganados trashumantes sólo resulta posible encontrarlos en comarcas serranas, y nunca en los ámbitos rurales de las tierras llanas, en los que, cuando había ganaderos trashumantes, éstos siempre pertenecían a familias relativamente acomoda-

' ' L a pervivencia por otra parte de estos pequeños propietarios independien­tes en las ultimas décadas del xvi, que fueron de crisis para el comercio lanero, pone de manifiesto que durante este siglo no tuvo lugar un irreversible proce­so de decadencia de las pequeñas explotaciones trashumantes, que según Garande habrían conocido su mejor momento en la época medieval, pero a falta de datos cuantitativos seriables y precisos no podemos tampoco avanzar hipótesis sobre el papel que estas explotaciones tuvieron en la economía soria-na de la época.

3. GESTIÓN DE LAS GRANDES EXPLOTACIONES GANADERAS

TRASHUMANTES

Las diferencias entre los grandes y pequeños propietarios ganaderos dedi­cados a la trashumancia en el ámbito soriano no sólo se traducían en el nu­mero de cabezas de sus rebaños, sino que también se detectaban de forma apreciable en la propia manera de gestionar las explotaciones ganaderas. Preci­samente este tipo de explotaciones fueron las que en a Soria de la época estu­vieron más directamente orientadas al mercado, y el análisis del régimen de gestión adoptado por algunos grandes ganaderos nos viene a poner de mam-

" V'i¿Diago(1992). >^ Según noticia de AGS, RGS, X-1511.

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fiesto una vez más cómo resulta desacertada la tesis que insiste en presentar a los ganaderos serranos como modestos propietarios que practicaron la trashu-mancia para adaptarse a las adversas condiciones climatológicas de sus tie­rras en invierno, pero no participaron del afán especulativo que animó a los te­rratenientes de nuevo cuño de ciudades y villas de las tierras llanas a invertir en ganados a lo largo del siglo xvi ^'.

Para empezar hay que acabar con la idea de que la institución mesteña tra­tó de garantizar desde época medieval el acceso en régimen de igualdad de todos los pastores serranos al aprovechamiento de las dehesas de invernadero, y de que fueron los ganaderos riberiegos los que desde mediados del XVI die­ron al traste con este régimen igualitario '''. Hasta el reinado de los Reyes Ca­tólicos la inestabilidad política que conoció el reino de Castilla no favoreció la regularización del arrendamiento de estas dehesas, muchas de ellas controla­das por maestres y comendadores de Ordenes Militares, pero a pesar de todo ya entonces había comenzado a consolidarse el privilegio de posesión, que al­canzaría su mayor efectividad a partir del momento en que la monarquía se hi­zo cargo de las mesas maestrales, las mayores propietarias de dehesas en la zona ".

El privilegio de posesión no garantizó sin embargo a todos los dueños de ganados de las sierras un acceso en régimen de igualdad a los pastos del sur, ni siquiera en las dehesas de las mesas maestrales, que eran aquellas en las que más se respetaba el referido privilegio, a diferencia de las que eran propiedad de caballeros particulares, que siempre se tendían a arrendar al mejor pos­tor ^ . Por el contrario, y ateniéndonos al caso soriano, se observa que desde

" Vid. Garande (1987), pp. 88-89. Sostiene que se pretendió al instituir la Mesta que muchos pastores pobres de las sierras encontrasen en las tierras bajas los pastos de los que carecían en invierno, y que este propósito quedó desvirtuado con la entrada de los riberiegos, que pasaron a ocupar la mayor parte de los pastos de Extremadura. Consideraciones sobre el terrateniente de nuevo cuño que invierte en ganados en el xvi y su contraste con los ganaderos modestos de la época anterior en Ruiz Martín (1974).

51 V?¿.Carande(1987), pp. 77yss. " Vid. el arrendamiento de las dehesas de La Serena efectuado por los representantes de las

cuadrillas de Soria y Yanguas en 1479 en AGS, PR, 11-93. Se estipula que si algún alcaide había vendido con anterioridad alguna dehesa que otros tuviesen en posesión, que la tal venta no sir­viese. También se declararon nulas todas las obligaciones que en los años anteriores hubiesen he­cho los pastores a los alcaides y otras personas «que tenían ocupada la Orden de Alcántara». Al tiempo se establece que las condiciones del arrendamiento afectaban en primer lugar a los que tuviesen posesión, y sólo después al resto de los hermanos de la Mesta «siempre que no se agra­vie a los que ya tienen posesión».

"> Así se deduce del texto de un acuerdo de la Mesta adoptado en el Burgo de Osma en el verano de 1521 que reza; «Por quanto se ve el provecho que a nos los hermanos se sigue en el arrendamiento que se hace en las mesas maestrales juntamente todas las dehesas y viendo tam­bién el daño que se nos hace en el arrendamiento de las dehesas de los caballeros, comendado-

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el propio comienzo del reinado de los Reyes Católicos fueron unos pocos indi­viduos —pertenecientes, entre otras, a las conocidas familias ganaderas de Ríos, Castejones, Vinuesas, Neilas y Calderones— los que monopolizaron las gestio­nes de arrendamiento de las dehesas de La Serena de la mesa maestral de Al­cántara, que fueron las preferidas de los ganaderos sorianos, mientras en con­trapartida los de Cuenca y Molina optaban por las de la mesa maestral de

El valor que se asignaba en la primera mitad del xvi por los ganaderos soria­nos al disfrute de cabezas de posesión en La Serena es reconocido por los propios contemporáneos «, y de ahí que tanto en las ventas de ganados como en las do­tes entregadas a doncellas de familias ganaderas figuren junto a las propias ovejas las correspondientes cabezas de posesión en la mesa maestral de Alcántara, que a veces eran incluso vendidas independientemente de las primeras 5'.

La constante presencia de las mismas familias en la negociación de los arrendamientos, que en el caso de los Ríos procedentes de Yanguas y asenta­dos en Soria a principios del xvi alcanzó cotas que apuntaban al monopo­lio «, no podía dejar detener su traducción en un progresivo acaparamiento

res y otras personas que entienden en dividir que cada uno se arriende por su cabo». AHN, Mes-ta libro 500. La mayoría de los reclamos de posesión se refieren a dehesas pertenecientes a personas particulares. Sobre este asunto, vid. Marín Barriguete (1987).

' Cf nota 17. En el arrendamiento de 1479 (cf. nota 35) intervienen Pedro González de Rio y Diego de Castejón, vecinos de Yanguas, y Juan Calderón y Pedro de Ne.la, vecinos de Galline­ro. Los que negociaron el arrendamiento de las dehe^s de la mesa - - " " ' / ^ ^ ^ " « f . ^ 1520 fueron Antón de Río, hijo de Pedro González de Rio, por si y por su - ^ ^ o Diego de Cas-tejón, Juan de las Heras, Ruy Diez Calderón, Gabriel de Cuenca y otros vanos vecinos de Vinue sa Vd. KG.S, PC, Taboada, F, envoltorio 146-10. En 1539 vanos grandes - - - ¿ « ^ f ; del ámbito soriano otorgaron su poder a Martin González de C-te,on vecino j e Agreda y a An­tón de Río para que arrendasen las referidas dehesas maestrales. AHPS, PN, antigua ca,a 5. 31

' ' ' " ' « T t í t u l o de ilustración se pueden citar las declaraciones de Gabriel ^ . Cuenca, destacado señor de ganados de principios del xvi que tuvo bastantes cabezas de P ° - ° " , ^ " L a Serena, m-dicando cómo las posesiones de las mesas maestrales «valen mas que otras ningunas del reino aicando como las posesione moderado precio mas que otras y porque son

r s i r s T i r ; : S n T d Í r r : u 7 s o n de cabuleros y monasterios. AChV, PC,

' ^ ' ^ t g ^ ; ; d : d r i ; : : ! ' ^ testigos, en la década de 1530 se valoraban l ^ ^ ^ K ^ — s m ove­jas en 6 ó 7 reales, mientras que el precio de la ove,a con posesión oscilaba " t - ¿ucado y 12 rea les. Bastantes noticias a este respecto en AChV, PC, Taboada, F - ; - ° ' ° ' ° ^1,^. ^^ ,^ .¿^ ^ Yan-

- Cf nota 37. Hay que hacer constar también que P'^'i^ González de R.o^ alcaide de Yan guas, fue tesorero y «hazedor» del maestrazgo de Alcántara. Vtd AGS, ^ ^ 5 , ^ " I f ^ X , , ^ ¿ Su hijo Antón de Río figura en la decada de 1520 como «recebtor ^^^'^ .'^^^^^'^ ¿ " ^ f ¿ ^ ; de la Serena», según documentación cit. en nota antenor. Por su pane el ^^¿\^^¡'^''^^'^^ Almenar v regidor de Soria, también llamado Antón de Rio, fue el que en 1542 tomo a tra paso Í ; P e d r G ? n S e z de León el arrendamiento del - - - « ^ f , ^ ~ ' ' " ; ^^T^ ^ " " ' ° -res había estado en manos de los poderosos Fugger. V,¿ Carande (1987), t. II, pp, 394 396.

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de las cabezas de posesión en sus manos, que venía a garantizarles seguridad y economía en el importante capítulo de aprovisionamiento de pastos de invier­no para sus ganados, dado que múltiples indicios demuestran que las dehesas maestrales eran más baratas y seguras que todas las demás'". De hecho era la propia riqueza e influencia política de los grandes posesioneros la que les pro­porcionaba su mejor baza a la hora de tener aseguradas para sus rebaños estas baratas dehesas, puesto que, según sugirió Garande, el aparato hacendístico de Carlos V, y luego también el de Felipe II, siempre estuvieron dispuestos a ha­cer todo tipo de concesiones a cambio de recibir préstamos '*^. Y no cabe du­da de que los Ríos de Soria fueron unos de los que más partido supieron sacar de esta situación •".

En efecto la consulta de los pocos documentos en los que hasta ahora he­mos encontrado datos cuantitativos contrastables sobre aprovechamientos de pastos en La Serena por los ganaderos sorianos nos ha confirmado la posición prepotente de los Ríos y otros grandes ganaderos entre los posesioneros de la mesa maestral de Alcántara. En concreto en el ejercicio de 1572-3 Alonso de Río, regidor de Soria, tuvo que pagar en torno al 25% del total que importa­ron aquel año las hierbas de La Serena —cerca de 3 millones de mrs. sobre un total de algo más de 11—, mientras que Juan Alonso de Vinuesa, señor de la merindad de Solpeña, su más inmediato seguidor, pagaba algo menos de mi­llón y medio, Francisco López de Río pagaba 870.000 mrs. y el resto de los ganaderos cantidades inferiores al medio millón, situándose la más baja en 6.800 mrs. '•".

Unas décadas más tarde, después de que Juan Alonso de Vinuesa hubiese vendido la mayor parte de su rebaño ^', el predominio de los Ríos pasó a ser todavía mayor, y así nos lo confirma una distribución del pago de hierbas de La Serena del ejercicio 1598-9, presumiblemente parcial e incompleta, pero su-

"" Se reconoció expresamente en un memorial que en 1537 Alfonso Gutiérrez de Madrid presentó a la emperatriz y al Consejo Real sobre la necesidad de reajustar las rentas que los de la Mesta pagaban por las hierbas de los maestrazgos. Vid. Garande (1987), t. II, pp. 404 y ss.

« Garande (1987), 1.1, pp. 93 y ss. •" La solvencia de Antón de Río fue, por ejemplo, uno de los factores que más propiciaron

el que se hiciese cargo del arrendamiento del maestrazgo de Alcántara en 1542, después de ha­ber sido desplazados los Fugger. Así lo reconocieron los consejeros de hacienda cuando escribie­ron: «según el abono de la persona y hacienda de Antón del Río parece que aquello está seguro». Vid. Garande (1987), pp. 395-396.

•"• Vid AHPS, PN, 79-180, 20-X-1573. Relación de dinero recibido por Martín Sanz Cadima el mozo, receptor de las hierbas de la mesa maestral de Alcántara.

•" Noticia sobre la venta que realizó a unos vecinos de Cuenca de ovejas por valor de 6.291.377 mrs. en AHPS, PN, 82-186, 4X1581. Este había sido el heredero de su tío el regidor Juan de Vinuesa.

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fícientemente ilustrativa de cara a la caracterización de los Ríos como auténti­cos magnates ganaderos, puesto que nos revela que Alonso de Río tenía 23.912 cabezas de posesión por las que le correspondió pagar 2.348.428 mrs., mientras que Antonio López del Río, señor de Almenar, le superaba con 24.350 cabe­zas, por las que le correspondió pagar 2.428.359 mrs. ^^.

A la vista de estos datos, aun considerando que los grandes ganaderos ad­mitirían en sus dehesas los rebaños de otros pequeños propietarios en régimen de aparcería, no parece del todo acertado hablar del desplazamiento en la se­gunda mitad del xvi de los ganaderos serranos por parte de los riberiegos en el aprovechamiento de las dehesas de invernadero de la submeseta sur, cuando familias de ganaderos de indiscutible origen serrano, y que disfrutaron de notable influencia en las instituciones mesteñas de forma ininterrumpida des­de la segunda mitad del siglo xv, llegaron a acumular en esa época más de 20.000 cabezas de posesión sólo en las dehesas correspondientes a una mesa maestral. Por el contrario, consideramos que tuvo lugar un proceso de concen­tración de riqueza ganadera en manos de unas cuantas familias serranas, que lo­graron acceder al aprovechamiento de los pastos del sur en condiciones privi­legiadas, y que este fenómeno pudo tener repercusiones negativas sobre el resto de las explotaciones ganaderas trashumantes serranas, forzadas a buscar los pastos en dehesas más caras e inseguras o a entrar en dependencia de los grandes señores a través de los contratos de aparcería. En cualquier caso, este proceso de polarización en la distribución de la cabana ganadera trashuman­te no se desarrolló a partir de una previa situación caracterizada por el reparto equitativo, puesto que las diferencias entre grandes y pequeños ganaderos trashumantes ya eran notables en el ámbito soriano en el siglo xv, aunque la falta de datos cuantitativos no permita probarlo con la precisión deseable.

Las dimensiones que alcanzó el proceso de acaparamiento de cabezas de posesión por parte de unos cuantos ganaderos entre los sorianos nos vienen por otra parte a reafirmar en la impresión de que las explotaciones ganaderas transhumantes de la Soria del siglo xvi llegaron a constituir en muchos casos auténticas empresas decididamente orientadas al mercado, por más que sus propietarios fuesen nobles que no consideraban la entrega personal a la prácti­ca de los negocios como un hábito social encomiable. De hecho todos ellos contaron con el asesoramiento y colaboración de mayorales, encargados de asegurar buen cuidado a los rebaños, y hombres de negocios tanto de la ciu-

•"• AHPS PN 139-481 5-IX-1599. Sólo el arcipreste y vicario de Sepúlveda acumula mayor número de cabezas de posesión que los Ríos de Soria, con 30.843. En el documento se distingue entre cabezas de precio mayor, mediano y menor, y quiebras. No hemos conseguido mterpretar el significado de estos términos.

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dad de Soria como de fuera de ella, que tomaron bajo su responsabilidad todos los asuntos relacionados con los pagos, que en ocasiones podían llegar a ser notablemente complejos y farragosos "t . No obstante, una novedad que presenta el siglo xvi en Soria con respecto al anterior radica en que todos estos grandes señores de ganados que vinieron a colocarse a la cabeza de su oligarquía —a diferencia de los caballeros hidalgos que dieron cuerpo a ésta en el siglo XV, que concentraron la mayor parte de sus energías en actividades políticas y militares, en muchos casos al servicio de la monarquía— prestaron mayor atención a la gestión directa de sus haciendas. Y como ejemplo paradig­mático se puede ofrecer el de los distintos representantes del linaje Ríos, que después de superada su relación de dependencia respecto a los condes de Aguilar a raíz de su traslado de residencia a Soria, centraron su actividad pú­blica por un lado en la participación en las instituciones de gobierno de esta ciudad, defendiendo con frecuencia sus intereses como ganaderos y vendedo­res de lanas y corderos, y por otro en la intervención en las instituciones mes-teñas, sin que en contrapartida conste que se preocupasen por desempeñar otros oficios al servicio de la burocracia imperial.

Sin duda este mayor interés por la gestión de sus haciendas, en un siglo in-flacionista y en el que la política de endeudamiento de la monarquía contribu­yó a conferir un carácter más mercantil a sus relaciones con las oligarquías ur­banas, llevó a que las explotaciones ganaderas trashumantes en manos de la pequeña nobleza serrana tratasen de adaptarse a las exigencias de un mercado complejo, en el que junto a los factores estrictamente económicos también ju­gaban su papel los políticos y los hacendísticos, que resultaban de la con­fluencia de ambos.

Ya vimos cómo en el capítulo del arrendamiento de pastos de invernadero toda esta confluencia de factores llevó al reforzamiento de la posición de los grandes ganaderos sorianos. El análisis de otros capítulos con notable repercu­sión en el funcionamiento de las explotaciones ganaderas, como el de la regu­lación del aprovechamiento de los pastos de agostadero y el de la comerciali­zación de las lanas y la carne, nos ha de llevar por su parte a la constatación de unos fenómenos semejantes. Pero dado que no hay aquí lugar para llevarlo a cabo con toda su amplitud, y que ello además exigiría el conocimiento en profundidad de ciertas cuestiones como la de la política del cobro de las alca-

•1' Son habituales en los protocolos notariales las cartas de poder a mayorales para que arrienden dehesas en el sur. También en ellos se encuentran bastantes escrituras de poder a mer­caderes y hombres de negocios de Soria o de Burgos para efectuar operaciones de cambio y pago en las ferias de Medina y Villalón y en otros lugares del sur. Un ejemplo de esta participación en la copia de un libro de cuentas del regidor Juan de Vinuesa en AChV, PC, Z. y Walls F. C. 585-1.

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balas, de las que por el momento estamos mal informados, simplemente nos vamos a limitar a llamar la atención sobre algunos puntos que hasta ahora nuestras investigaciones nos han permitido clarificar mejor.

En concreto por lo que se refiere al aprovechamiento de pastos de agosta­dero interesa ante todo hacer constar que, aun reconociendo que dentro del ámbito soriano en cada territorio jurisdiccional se planteaba el problema con sus propios matices, por regla general, y muy en particular en la Tierra de So­ria, que constituía el ámbito jurisdiccional más extenso, imperó el régimen de libre acceso a los pastos en régimen de igualdad entre todos los vecinos, tanto del núcleo cabecera como de las aldeas dependientes "•*. No en todos los ám­bitos serranos de Castilla dedicados a la trashumancia se practicó un régimen de tan extrema liberalidad, y de hecho el análisis del caso conquense propor­ciona un interesante contraste por cuanto allí ya desde el siglo xv proliferaron las dehesas de propiedad pública y particular, el arrendamiento de las cuales se disputaron ganaderos serranos por un lado y los grandes propietarios de las tierras llanas de pastos de invernadero por otro '•'. La enorme distancia que separaba las sierras sorianas de las comarcas de pastos de invernadero disuadi­ría a los grandes propietarios de rebaños sureños de llevarlos en verano hasta ellas, mientras que en contrapartida sólo ganaderos aragoneses demostraron cierto interés por los pastos estivales sorianos, que no dio lugar en cualquier caso a la llegada de numerosos ganados, pero que sí bastó para plantear enco­nados conflictos en la Tierra de Agreda en torno a la conveniencia de arrendar pastos'°.

A pesar de todo, incluso los grandes señores de ganados de la Tierra de Soria se vieron obligados a tomar a renta el aprovechamiento de ciertos pastos de agostadero, tales como rastrojeras y dehesas de las aldeas " , aunque a la inversa también nos encontramos con que importantes ganaderos trashuman­tes cedían a renta los pastos de algunos de sus términos redondos, obteniendo importantes beneficios ". Es posible que se sucediesen coyunturas de abun-

« Vid. Diago (1990a), pp. 278 y ss., 303-320 y 473-483. "' W¿ Diago (1993a). 50 Q{ nota 48 " Cf nota 59 En los protocolos notariales de Soria hay varios ejemplos de contratos de

arrendamiento de pagos, agostaderos y dehesas de aldeas por grandes ganaderos, entre los que fi­guran el regidor Juan de Vinuesa y el alférez mayor Francisco López del Río. Las cantidades que debían pagar a los concejos aldeanos por este concepto solían ser bastante reducidas. (La mas al­ta 22.000 mrs. pagados por Juan de Vinuesa al concejo de Segov.ela en 1569.) Estos contratos se hacen más frecuentes a fines del siglo xvi, quizá por el progresivo endeudamiento de los conce­jos rurales a consecuencia de la creciente presión fiscal de la monarquía.

" Es el caso, por ejemplo, del licenciado Morales, oidor de la Chanc.lleria, al que el arrenda-miento de los «hervajes» de su término redondo de Malluembre le proporciono en 1505 un total

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dancia y escasez que expliquen estas aparentes contradicciones, pero la tónica habitual fue que los ganaderos avecindados en las sierras sorianas, y en parti­cular en la Tierra de Soria, tuviesen que gastar poco dinero para mantener sus rebaños en verano, y para que así continuase sucediendo desplegaron toda su capacidad de presión sobre las instituciones de gobierno local que regulaban el aprovechamiento de pastos.

Junto al pago de los pastos otros varios conceptos figuraban en el capítulo de gastos de una explotación ganadera trashumante, desde las retribuciones de los pastores hasta el pago de los impuestos, pero las fuentes documentales que hemos utilizado no nos han permitido determinar el porcentaje de cada uno en el total. En contrapartida una averiguación de cuentas contenida en la documentación de un pleito nos informa que en la primera mitad del xvi los costes medios de una explotación ganadera trashumante soriana se evaluaban en torno a 2 reales y medio por cabeza, de forma que el mantenimiento de una cabana de 3.000 cabezas vendría a costar 255.000 mrs. quedando de bene­ficios también una cantidad muy cercana a esta cifra ".

En concreto, al igual que el capítulo de gastos, el de ingresos estaba muy diversificado, si bien unas pocas grandes partidas respondían por la mayor par­te de los mismos. Según la averiguación de cuentas a la que nos acabamos de referir, los principales conceptos por los que un ganadero obtenía ingresos eran los siguientes: lanas, añinos, quesos, pieles de ovejas muertas, ovejas viejas ven­didas para carne y corderos'''. En ella no se hace sin embargo mención a los carneros, y sin embargo los protocolos notariales y otras fuentes documentales demuestran que su comercio movía grandes cantidades de dinero, proporcio­nando elevadísimos ingresos a algunos grandes ganaderos, que garantizaban el aprovisionamiento no sólo de las carnicerías de Soria sino también de las de muchas otras ciudades del entorno, tanto del reino de Castilla como de los de Aragón, Navarra y Valencia ".

de 90.270 mrs. Vid. AChV, PC, Várela, F, C. 1673-2. Por fuentes documentales posteriores nos consta que entre los arrendatarios de Malluembre figuraban los campesinos del entorno. Wid. AHPS, PN, 23-53, 21-III-1549. El concejo de Ocenilla arrienda al señor de Malluembre una pari­dera de ganado en el término para aprovecharla desde abril hasta fin de agosto, por 6.000 mrs. anuales.

" AChV, PC, Pérez Alonso, F. C. 1082-1. '•" Ihid. Las cifras parciales correspondientes a cada concepto eran las siguientes: lanas,

284.075 mrs.; añinos, 35.200; quesos, 15.300; pieles de ovejas muertas, 9.078, y ovejas para carne, 15.827. El número de corderos para vender se estima en 1.200, pero no se indica su valor. Vendi­dos al mismo precio que las ovejas viejas importarían 142.800 mrs.

" Según datos de un libro de cuentas del regidor Juan de Vinuesa, de 93.145.881 mrs. que éste obtuvo en varios ejercicios de mediados del xvi de la venta de lanas y carneros, 20.151.030 mrs. correspondieron a este último producto. Entre sus compradores figuran mercaderes de Ná-

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La primacía indiscutible entre todas estas fuentes de ingresos la tenía sin embargo la venta de lanas, que representó sin ninguna duda el principal víncu­lo entre la actividad económica soriana y el mundo del gran comercio interna­cional y las altas finanzas desde el siglo xv hasta principios del xix. El análisis del régimen de comercialización de las lanas extremeñas en el ámbito soriano nos viene no obstante a poner de manifiesto una vez más que, en función de las diferentes condiciones en que los distintos señores de ganados accedían a este mercado lanero, la rentabilidad de las operaciones de venta variaba nota­blemente de unos casos a otros, resultando como siempre los más perjudica­dos los pequeños propietarios autónomos.

Los grandes señores de ganados vendían por regla general sus lanas a mer­caderes foráneos, con los que fi-ecuentemente entraban en contacto en las fe­rias de Medina y Villalón, en las que también se llevaban a efecto la mayor parte de las operaciones de pago. Aunque no parece probable que siempre vendiesen las lanas de un mismo ejercicio a un solo mercader, consta sm em­bargo que se comprometían habitualmente a la entrega de grandes cantidades por contrato, y todo ello exigía de los mercaderes el desembolso de enormes cantidades de dinero. Dados los problemas de liquidez que afectaban a estos mercaderes, lo habitual por consiguiente fue diferir el pago de las cantidades concertadas en los contratos, en ocasiones incluso varios años, marcando por lo regular como plazos de pago las ferias de Medina. Y esta circunstancia tuvo su necesaria traducción en la obtención por parte de estos grandes ganaderos de precios mucho más elevados para sus lanas, puesto que la situación de hol­gura financiera en que se desenvolvían les permitía embarcarse en encubiertas operaciones de crédito a la hora de negociar su venta '^

Los compradores de estas grandes partidas de lanas extremeñas en las sie­rras sorianas fiaeron durante el siglo xv y gran parte del xvi en su gran mayoría vecinos de la ciudad de Burgos, que luego procedían a revenderlas en el mer­cado flamenco o en otros de la Europa atlántica. No obstante, desde fechas muy tempranas estuvieron también interesados por las lanas del ganado tras-

iera, La Guardia, Trev.ño, Navarrete, Logroño y Valenca. V.d. AChV PC. Z.y Walls F. C 5854. Los precios de los carneros preser,tan bastantes alternativas, y var.aban en ft^-'°" f - " -terísticas (La «ama de los precios constatados en documentos va de 22 reales a 14.) Entre otras tensticas. (i.a gama ae ios p carneros (800 viejos y 1.200 borros) que en 1585 vendió grandes partidas podemos citar ios ¿.WJ carneros lowv i , . , A»JC , i8 TT i ss-i Alonnos el regidor Alonso de Río para las carnicerías de Soria. V,d. AMSo, actas, 18-11-1585. Algunos otrosdatosalrespecto,enDiago(1990a),pp. 532-533. i „„ : J„r T„>.n de Vi

- A título de ejemplo ilustrativo indicaremos que en 1571 mientras el - « ' " J ^ J" " ^e V^ nuesa vendía a mercaderes burgaleses 4.224 arrobas de lana y 233 de - i n o s a 700 -MAChV^ PC. Quevedo. F. C. 177-3) un pastor de Arguijo vendía 15 arrobas de lana también extremeña a tan sólo 476 mrs. (AHPS. PN, 46-113).

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humante soriano mercaderes de otras procedencias, tales como genoveses, rio-janos o vascos ". Y en las últimas décadas del xvi todos estos últimos acaba­ron por desplazar de forma casi total a los vecinos de la ciudad del Arlanzón, que entró en una profunda crisis. La tendencia a exportar la mayor parte de las lanas extremeñas sorianas a los ámbitos atlánticos no obstante continuó, aunque se produjo un apreciable desplazamiento desde el ámbito flamenco hacia el francés, y excepcionalmente incluso también se efectuaron exportacio­nes a Italia. En cualquier caso los mercaderes y productores de paños sorianos apenas pudieron acceder a estas grandes partidas de lanas puestas en el merca­do por los grandes señores de ganados de la comarca, teniéndose a veces que contentar a lo sumo con las de peor calidad, las únicas cuya compra podían fi­nanciar con los escasos medios de que disponían '*.

Los medianos propietarios, que vendían por regla general menos de 500 arrobas por ejercicio, aunque en ocasiones al agruparse varios pudiesen supe­rar con creces esta cantidad, solían entrar en contacto para la venta de sus la­nas con mercaderes de segunda fila, asentados en Soria o en villas del entorno como Yanguas, que frecuentemente trabajaban como factores al servicio de mercaderes foráneos, aunque en ocasiones estos últimos también realizasen «expediciones» por las sierras sorianas para concertar directamente con ellos la compra de su producto '*. Su relación con las ferias era, pues, menos inten­sa que la de los grandes ganaderos, aunque este punto convendría precisarlo mejor atendiendo a los datos de los libros de cuentas de mercaderes burgale-ses, que diversos investigadores están trabajando en la actualidad. Pero ate­niéndonos a los datos de los protocolos notariales sorianos podemos advertir que las condiciones de pago habitualmente concertadas por ellos eran diferen­tes, al resultar mucho más habituales en los contratos con medianos propieta­rios los adelantos de dinero efectuados por los mercaderes varios meses antes de la entrega de la mercancía, que tenían su reverso en la obtención de unos precios inferiores. Y ya por fin estos adelantos, que a veces representaban au­ténticas operaciones de usura enmascaradas, alcanzaban su máxima represen­tación en los contratos concertados con los pequeños propietarios ''.

' ' Datos a este respecto referidos al reinado de los Reyes Católicos en Diago (1989), Para el siglo XVI hemos recogido múltiples pruebas documentales en los protocolos notariales del AHPS. Con las mismas proyectamos elaborar un trabajo más exhaustivo sobre el comercio de lanas so­rianas en el referido siglo, que complemente a Diago (1992).

'» Algunas referencias a esta cuestión, en Diago (1992). También en un artículo todavía inédi­to que hemos dedicado al análisis de la industria pañera soriana en el xvi. En todos los casos nos basamos en noticias documentales inéditas tomadas de los protocolos notariales de AHPS.

" Esta práctica queda bien recogida en los protocolos notariales de la ciudad de Soria. ''" Sobre los contratos con vendedores de pequeñas cantidades de lana churra, vid. Diago

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GRANDES Y PEQUEÑOS GANADEROS TRASHUMANTES EN LAS SIERRAS SORIANAS

Como ya adelantamos, estos contratos con pequeños propietarios, a dife­rencia de todos los anteriores, sólo interesaron a mercaderes de segunda fila asentados en Soria y Yanguas, y en su mayoría no afectaban a lanas extreme­ñas, procedentes del esquile del ganado trashumante, sino a lanas churras, obtenidas del esquile de los ganados estantes. Según demostramos en otro lu­gar, estas últimas eran de muy inferior calidad y precio, y se solían revender en su mayoría a productores de paños de los ámbitos soriano y camerano. Sólo en el ámbito serrano de la Tierra de Yanguas se prodigaron los contratos de venta de pequeñas cantidades de lanas extremeñas, adquiridas por mercaderes locales, que en su mayoría procedían a revenderlas a grandes mercaderes ex­portadores, aunque excepcionalmente llegasen en algunos casos a involucrarse directamente en empresas exportadoras *'.

En suma, pues, el mercado de la lana se organizaba de una forma muy compleja en el ámbito soriano por cuanto en el mismo participaban tanto ven­dedores como compradores de muy diversa talla y capacidad financiera, aun­que sin duda alguna quienes más ventaja económica sacaban de su posición eran por un lado los grandes señores de ganados que disponían de grandes cantidades para vender y podían diferir en el tiempo los cobros, y por otro lado los grandes mercaderes exportadores, que contaban con el respaldo finan­ciero suficiente para arriesgarse en grandes operaciones de compra y reventa. Y en el otro lado de la moneda estaban por un lado los simples campesinos de las tierras llanas, que sólo podían vender unas cuantas arrobas de lana churra, y por otro los pequeños artesanos autónomos, que sólo alcanzaban a trabajar unas pocas arrobas en sus talleres. En posiciones intermedias estarían por fin los pequeños y medianos vendedores de lanas extremeñas y los mercaderes locales, proliferando no obstante entre todos ellos notables diferencias de rango.

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'•' Diago(1992).

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LOS MAYORES PRODUCTORES AGRARIOS DE GALICIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII

ÁNGEL I. FERNANDEZ GONZÁLEZ ' Universidad de Santiago

RESUMEN

A través de una fuente poco conocida pero de gran utilidad y disponible para toda España, el «excusado», hemos determinado el volumen de producción y el excedente obtenido por un amplio conjunto de las mayores explotaciones agrarias de Galicia en el siglo XVIII. Nuestra principal conclusión ha sido que en Galicia, a diferencia de lo que parece haber sucedido en otras regiones de la España septentnonal, no llego a consolidarse una élite de explotaciones con capacidad para obtener un excedente -pre­ciable, y que predominaban los campesinos que se hallaban por debajo del nivel de subsistencia. Insistimos en que este hecho debe ser considerado uno de los factores que dificultó la modernización del sector agrario gallego en el siglo xix.

ABSTRACT

From a little known but vety useful source, the «excusado», I have determined the p,«duction volume and the surplus obtained fK>m a wide sample of large farms in Ae Spanish región of Galicia during xviiith centu^ . The mam conclusión is Aa^ « " X t^st to other regions in northem Spain, no group of Urge farme« with a «"-'ketoWe surplus was formed, and most peasant farmers hved be ow subsistance ««veis. I arp.e thaTthis was a major factor in hindering the modemization of Gahcian agnculture du-ring the xixth century.

L I N T R O D U C C I Ó N

Uno de los temas de la historia agraria de España insuficientemente trata­

dos por la investigación, y cuyo estudio se hace cada vez más necesario, es el

del nivel de diferenciación interna del campesinado. La prmc.pal dificultad

para abordarlo se deriva de la falta de hientes y metodología adecuadas para

. Mi agradecimiento por sus observaciones y sugerencias a los profesores Fausto Dopico y

Joám Carmona.

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realizar un análisis lo suficientemente exhaustivo, que vaya más allá del marco local o comarcal y permita establecer comparaciones mínimamente coherentes. Con este trabajo pretendemos precisamente contribuir a un mejor conocimien­to del estrato más alto de los productores agrarios de Galicia, de los que he­mos denominado «mayores productores». Para ello recurriremos a una fuente poco utilizada hasta el momento, las contabilidades del «excusado», que nos permitirán estimar el producto bruto obtenido en las mayores explotaciones de un amplio territorio en diversos momentos de la segunda mitad del siglo XVIII.

Las cuentas presentadas a la Hacienda real por los administradores del «excusado» recogen lo que pagaba en concepto de diezmo la explotación agra­ria más importante de cada feligresía, habitualmente denominada «casa mayor diezmera» o «casa excusada». La Corona española había conseguido del Papado en el siglo xvi el derecho a percibir esta porción de los diezmos de ca­da parroquia, pero siempre se había limitado a recaudar de cada diócesis una cantidad fija anual en dinero. A principios de la década de 1760 la Hacienda optó, sin embargo, por abandonar este sistema y pasó a administrar y percibir directamente los diezmos de las casas excusadas. Esta es la razón de que desde 1763 hasta principios del siglo xix, aunque de forma intermitente, disponga­mos de relaciones casi siempre muy exhaustivas de lo percibido por este con­cepto.

No se trata de dar respuesta a todas las preguntas que podrían hacerse en torno a las características del tipo de explotaciones que vamos a analizar y su papel dentro del sector agrario. Nuestro propósito es complementar los análi­sis tradicionales de los procesos de diferenciación, basados en la cuantificación del patrimonio territorial y ganadero de los productores agrarios, a partir del análisis de las cifras del producto bruto efectivamente obtenido por los mis­mos. Aunque es evidente que no está exento de un cierto margen de error, el método que proponemos presenta indudables ventajas ^. La estimación del producto neto y el excedente comercializable de cada explotación es un punto de partida relativamente objetivo para apreciar regularidades y diferencias re­gionales o comarcales y para, por ejemplo, precisar si los mayores productores

^ Hace tiempo que los investigadores manifiestan su descontento con los métodos que clasi­fican las explotaciones agrarias de acuerdo con la cantidad de tierra disponible. Ya Clapham, (1951, p. 165) insistía en que la cantidad de tierra necesaria para que una familia campesina pu­diese vivir «en un bienestar razonable» variaba mucho de unas regiones a otras, y argumentaba que para distinguir entre explotaciones pequeñas, medianas y grandes debería tenerse en cuenta no la superficie cultivada, sino el producto neto obtenido. Citado por Blum (1978, p, 104).

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estaban libres de los peligros de las crisis de subsistencias, o gozaban de una cier­ta capacidad de acumulación. Se trata, en suma, de desarrollar la metodología adecuada para la utilización de esta fuente y de contribuir a aclarar en qué medi­da las comunidades rurales estaban polarizadas social y económicamente.

Es bien conocido que la evolución de la agricultura gallega a lo largo de la Edad Moderna tuvo características semejantes a la de otras agriculturas del norte de España. La organización del proceso productivo quedó en manos de pequeñas explotaciones dirigidas y cultivadas por familias campesinas que dis­ponían de buena parte de sus tierras a través de foros y arriendos. Los sistemas de cultivo se orientaron hacia una progresiva intensificación del uso de la tie­rra y se basaron en una amplia utilización del espacio inculto \ A nivel comar­cal existían, por supuesto, diferencias que se manifestaban en aspectos tales como la mayor o menor importancia de los contratos enfitéuticos, el mayor o menor peso de la ganadería o del vino respecto a la producción de cereales, las formas de aprovechamiento del espacio inculto disponible o la extensión de actividades complementarias de la agricultura como la manufactura textil o la arriería. Pero no cabe duda de que la explotación «campesina» era la prota­gonista de los procesos productivos.

También está comprobado que a nivel local los perceptores de rentas y diezmos (nobles, hidalgos, curas, priores...) ocupaban casi siempre un lugar pre­eminente, claramente distanciado de los demás vecinos, pero es mas dihcil precisar si aquellos cuyas fuentes de ingresos eran la labranza, la manufactura o el comercio, alcanzaban posiciones semejantes. No sabemos lo suficiente acerca del grado de diferenciación interna de un campesinado al que contem­plamos con demasiada frecuencia como un grupo relativamente homogéneo de pequeños y medianos cultivadores. Que había pequeños cultivadores y fa­milias «sin tierra» es algo fácil de detectar, y también lo es que para obtener los ingresos necesarios para subsistir tenían que trabajar a )orna para los que disponían de más tierras, o emigrar a Castilla, o recurrir a la tejeduría y a otras actividades secundarias o terciarias. Lo que no resulta tan fácil es conocer la proporción de la población rural que representaba este estrato inferior Y, si exceptuamos la información proporcionada por algunas investigaciones , tam-

. Sobre estas cuestiones, véase Dopico y Rodríguez (1981) y S - ^ d r a y Villares ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ Er, su estudio sobre ur,a comarca de las Rías Ba,as, Pérez Garc.a ' l ^ ^ s i m i l a r Í en varias -

cisar este srado de diferenciación, y, de acuerdo con lo observado por estudios similares en vanas e cisar este grado de diterenc acio y, ^ ; ¿^ explotaciones excedentarias, otro de expió-giones de Francia, ha detectado un grupo minor ^ numeroso grupo de campesinos taciones que producen lo suficiente para cubrir sus necesidades y " " " " ^ J ^ , _ . : , _ : „ ,_„ j j • • j „,^^„^ir los alimentos que precisan. Estratiticaciones seme)antes son dependientes, incapaces de producir los aiimcnius 4 F también constatadas por Villares (1982) en las comarcas del sur de Lugo.

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poco podemos determinar qué proporción de campesinos estaban en mejor si­tuación y cuál era su capacidad para asegurar la reproducción de sus explota­ciones.

Los datos del excusado pueden arrojar más luz sobre este tipo de cuestio­nes porque, como decíamos, permiten precisar el volumen del producto bruto y la estructura de cultivos de un número muy amplio de explotaciones; y por­que, acudiendo a otras fuentes, como el Catastro de Ensenada, es posible reali­zar una estimación de su producto neto y de su capacidad excedentaria. El he­cho de que las contabilidades del excusado se conserven para todo el territorio español hace que este tipo de análisis tenga aún mayor interés por las grandes posibilidades comparativas que ofrece '.

2. LAS FUENTES. PROBLEMAS E INTERPRETACIÓN

En nuestro estudio utilizaremos los datos relativos a las mayores casas diezmeras de las siguientes diócesis: Lugo, con LlOO parroquias en los años 1763-1766; Orense, con 524 en los años 1763, 1765 y 1766, y Santiago, con 1.024 parroquias en el año 1804 . Se trata de cuentas que recogen con sumo detalle las cantidades pagadas de cereales, vino, castañas, habas, lino, nabos, hierba, productos ganaderos y otras producciones menudas. Especifican asi­mismo el nombre del titular de la explotación. Es posible, por tanto, abarcar un amplio conjunto territorial utilizando datos homogéneos que se refieren a explotaciones individuales perfectamente identificables, que comparten la ca­racterística de ser las más importantes (en cuanto a volumen de producción, pero no necesariamente a la dimensión de su patrimonio) de sus respectivas parroquias.

La correcta interpretación de este tipo de datos plantea, sin embargo, cier­tos problemas. En primer lugar, el excusado presenta los problemas típicos que afectan a toda contabilidad decimal. Hay que tener en cuenta que algunos productos agrarios no diezmaban, o lo hacían en una proporción inferior a la décima parte. Las castañas, las habas o los nabos, por ejemplo, están exentos en algunas áreas, aunque casi siempre por ser de escasa producción. De la hierba, la madera, o de los distintos tipos de plantas cultivadas para ser utiliza das como abono, no solía pagarse diezmo, por cuanto constituían casi siempre

' En el Archivo General de Simancas (AGS) se conservan 39 legajos con documentación so­bre diezmos entre los que se encuentran estas contabilidades que, con diversas lagunas, se refie­ren a todas las diócesis de España. Dirección General de Rentas, 2.* Remesa, legs. 614-651.

<• AGS, DGR, 2.' R., legs. 640, 647, 648.

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inputs intermedios necesarios para obtener otros productos que sí estaban su­jetos. Lo mismo puede decirse de la paja de los cereales, que tampoco es con­tabilizada. El subregistro de la producción de patatas no reviste especial im­portancia a mediados del xviii, cuando la extensión de este cultivo era muy limitada, pero sí la tiene a principios del xix, al menos en el caso gallego, ya que en algunas áreas la patata no quedó sujeta al pago del diezmo.

Las diversas producciones ganaderas, por su parte, estaban gravadas por el diezmo, aunque no siempre se pagaba el 10 % exacto. Sucedía así con las crías, pues si su número era inferior a diez se pagaba una cantidad fija en dme-ro por cabeza que no solía equivaler al valor de mercado de lo que hubiera debido pagarse en especie. Algo parecido acontecía con el diezmo de la leche, por el que se pagaba una cantidad fija en manteca o dinero que tampoco era proporcional a la leche obtenida o al número de vacas que la producían.

Un segundo tipo de problemas tiene que ver con el propio concepto de excu­sado. Es importante verificar si las cifras que utilizamos reflejan realmente el diez­mo de la producción total de la explotación seleccionada, y sabemos que esto no siempre era así. La costumbre general en las diócesis de Galicia, como en muchas otras, era que de la producción obtenida en tierras pertenecientes a parroquias li­mítrofes a aquella en la que residía el cultivador, éste pagase la mitad del dieznio de esa parte de su cosecha a los perceptores de las mismas. Es muy improbable, no obstante, que en nuestro caso este sesgo fuese apreciable porque, en primer lu­gar, no existía ganadería trashumante. En segundo lugar, porque una parte consi­derable de las feligresías eran lo suficientemente extensas como para hacer mvia-bles los desplazamientos frecuentes a campos de cultivo alejados de a vivienda del campesino, tanto más necesarios cuanto más predomina el po icultivo. Y en tercer lugar, porque es habitual que los límites parroquiales sigan el curso de obs­táculos orográficos naturales, como ríos o montes, lo que hacía dificil el desplaza­miento para cultivar tierras ubicadas friera de la parroquia de residencia .

Un último problema a tener en cuenta es el hecho de que la explotación seleccionada como «casa mayor diezmera» podía no ser la de niayor produc­ción de la parroquia. No podemos descartar que los administradores o arren­datarios escogiesen como «casa excusada» a aquella explotación que ofreciese una mejor relación entre el ingreso potencial de la venta de su diezmo y los costes de recaudación y comercialización del mismo, lo que no tema por que suceder con la explotación de mayor volumen de producción.

' Las Respuestas Generales del Catastro muestran que el trasvase de diezmos entre parroquias, Las Respuestas oeneraics ^„|,- . j _ „ s afectaba a un volumen de producción muy pe-

aunque implicase a cierto numero de cultivadores, aiecwua * , , . - 11 1 r j 1 j „ , =„ ^r,nri>nfo de dezmó de «forasteros» suelen ser muy najas,

queno, y por ello las cifras declaradas en concepto ae uicíino 369

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Pese a todo, y salvo excepciones, no cabe duda de que estamos ante una de las pocas fuentes que nos proporciona información válida sobre la capaci­dad productiva de los cultivadores más importantes de Galicia. Nuestro pri­mer objetivo será identificarlos. Quiénes son, cuál es la dimensión y la compo­sición de sus hogares, con qué cabana ganadera cuentan, si pagan o no rentas, o si tienen fuentes de ingresos no procedentes de actividades agropecuarias, son cuestiones que puede ayudar a resolver el Catastro de Ensenada. A pesar de los diez años que median entre las primeras cuentas del excusado y los li­bros de Respuestas Generales del Catastro, éstos ofrecen datos muy valiosos sobre la composición del hogar y los oficios de los miembros de la familia, so­bre los bienes de que disponen en la demarcación catastrada (casas, tierras, ga­nado, etc.), o sobre las pensiones que los gravan (renta de la tierra, primicia, voto, censos, misas, etc.).

Nuestro siguiente paso será presentar las cifras de la producción bruta ob­tenida en sus explotaciones, prestando especial atención a cereales, castañas, habas y vino. Finalmente evaluaremos el producto neto disponible una vez re­servada la simiente para la próxima cosecha, y después de pagadas renta y diezmos, y satisfechas las necesidades alimenticias de los miembros del hogar. Las variables que consideramos son, pues, el producto bruto, el producto neto y el excedente, obtenido deduciendo del producto neto el consumo familiar.

Aunque sería deseable, no disponemos de la información necesaria para realizar un balance completo de todos los ingresos y gastos de las explotacio­nes analizadas, y por ello nos centraremos en lo que con toda probabilidad era el núcleo fundamental del haber (producción agrícola y ganadera) y del debe (consumo familiar, renta de la tierra y diezmo). Supondremos que otras pro­ducciones (lino, madera, pescado...) o ingresos (por actividades no agrarias) sir­ven para satisfacer necesidades de la familia que no hemos considerado (fabri­cación de vestimenta, adquisición de bienes y servicios no producidos por ella misma, etc.), para cubrir costes que no hemos incluido en los cálculos (las mer­mas por almacenamiento, por ejemplo), o para pagar los impuestos reales y otras exacciones señoriales o fiscales que tampoco consignamos *. La explica­ción detallada de los supuestos y la metodología utilizada en nuestros cálculos la exponemos en los apéndices.

* Hay que señalar que, al contrario de lo que sucedía en otras regiones, la carga que supo­nían los derechos de señorío no era aquí comparable a la de diezmos y rentas territoriales, tal como destaca Saavedra (1992b), pp. 52-67. Es también importante destacar que en el caso gallego no tiene sentido considerar que una parte del cereal producido se destine a la alimentación del ganado. Recordemos que, salvo el mijo menudo, todos los cereales producidos (trigo, centeno, maíz) eran aptos para el consumo humano, y que la cebada y la avena tienen una presencia

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LOS MAYORES PRODUCTORES AGRARIOS DE GALICIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVllI

3. LOS MAYORES PRODUCTORES AGRARIOS: IDENTIFICACIÓN

De una primera observación del listado de titulares de las «casas excusa­das» se deduce algo muy simple y que no es ninguna sorpresa: en contadas ocasiones figuran haciendas cuya explotación directa corresponda a personas o instituciones fácilmente reconocibles. Nobles, conventos, órdenes militares, je­rarquías eclesiásticas, o los administradores de los mismos, brillan por su au­sencia a pesar de que sabemos que tales instituciones y familias contaban con importantes patrimonios territoriales. Por el contrario, la lista se compone de gente con nombres y apellidos corrientes, de los que una parte reciben el trata­miento de «Don». Son los cultivadores directos, sean campesinos o hidalgos, que emplean fuerza de trabajo familiar o criados y jornaleros, los que pagan el diezmo de un conjunto de tierras por las que también suelen pagar rentas al dominio directo, Y es precisamente para saber algo de ellos por lo que hay que acudir al Catastro de Ensenada.

El ingente trabajo que supondría la consulta de los libros correspondientes a las más de 1.600 parroquias que componían las diócesis de Lugo y Orense, nos ha obligado a seleccionar una muestra de 239 casas excusadas cuyo titular puede ser claramente identificado en el Catastro. Esta muestra comprende di­versas comarcas de la Galicia central y centro-oriental, y en su selección he­mos procurado incluir explotaciones con características diferentes, desde aquellas cuyas principales producciones eran los cereales, tanto el centeno como el maíz, y la cría de ganado, hasta aquellas otras en las que la vid era el cultivo fundamental y la ganadería tenía un papel secundario.

Entre los titulares de estas explotaciones es claro el predominio de los conceptuados por el Catastro como labradores (el 71 %), de los cuales un ter­cio tienen además otro tipo de oficios y actividades productivas, en especial la arriería, la manufactura y el comercio al por menor. Algunos de ellos perciben pequeñas rentas y otros ceden ganado a terceros en aparcería. El 21 % son hi­dalgos o pequeños nobles, y el resto (8 %) son presbíteros, abogados y escriba­nos, o figuran como simples titulares de las explotaciones sin participación personal en las labores agrarias y sin otra actividad por la que obtengan ingre-

sos.

muy escasa. Esto quiere deor que existían diversas formas de ^^''''ÍVIOZ T M Í rrar cereales o castañas: el ganado consumía hierba y arbustos de .P- ' ' °^ ' .™°";" ^ .^"„^^f ° 1 centeno cebada o avena en verde, y nabos. De todo lo que acaba siendo diezmado solo una mi centeno, cebada o avena en ve ,y 1 ¿^^-f ^ería posteriormente destinado nima parte (mijo menudo para las aves y castañas para a animales.

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No resulta extraño, por tanto, ya que hablamos de labradores acomodados y de hidalgos rurales, que nos encontremos con hogares especialmente gran­des, con una media de 8,7 individuos por hogar, incluso si los comparamos con la dimensión media de las familias de la Galicia interior, superior a la del resto del país. Esta característica es notoria en los hogares hidalgos, con mayor número de miembros (10 de media) que los campesinos (7,2), así como una mayor proporción de criados. Un ejemplo extremo era el del hidalgo D. Lucas Somoza, de S. Martiño de Laiosa (Incio), soltero de 33 años que vivía con dos hermanos mayores de edad, siete criados y cuatro criadas. Hogares especial­mente extensos eran también los del hidalgo D. Diego Rivadeneira, de Teilán (Bóveda), que tenía en casa a tres hijos mayores, uno de ellos casado, una hija, una sobrina, tres nietos, tres criados y cuatro criadas; o el de Francisco Carba-Uo, labrador de Veiga (Pobra de Brollón), con el que convivían su esposa, su madre, tres hijos y dos hermanos.

La comparación de estas cifras con las obtenidas por P. Saavedra a partir del propio Catastro, con medias de 5,76 personas por hogar en Lugo y 4,33 en Orense, pone de manifiesto que las explotaciones con mayor volumen de producción estaban también entre las que contaban con hogares más exten­sos . Y no sólo eso: también contaban con cabanas ganaderas superiores a la media gallega, en torno a las 15 cabezas por vecino 'o. La media de las 239 explotaciones estudiadas es de 51 cabezas (8,5 de vacuno, 32 de ovino-capri-no y 9 de porcino, que son las especies más generalizadas). No cabe duda de que estos valores medios esconden diferencias entre unas y otras explotacio­nes, pues en las zonas de mayor producción vitícola, al sur de Lugo, las cifras de ganado por vecino son más bajas, 30 cabezas por explotación, y en comar­cas como el Ribeiro son todavía menores, mientras que en otras áreas son claramente superiores. Estas diferencias, ya apreciadas por otros investigado­res 11, deben ser tenidas en cuenta a la hora de interpretar y comparar las ci­fras de producción agrícola en cada comarca, pues el hecho de que el diez­mo no gravase el producto ganadero con la misma eficacia que la producción de cereal o de vino se traducirá en una aparente menor capacidad producti­va de los diezmeros de Lugo o de la Galicia central que no se ajusta a la rea­lidad.

Estamos, en definitiva, ante explotaciones gestionadas por campesinos e

' Saavedra (1988), '" De las cuales 3,66 eran de vacuno, 2,34 de porcino, 8,57 de ovino y caprino y 0,53 de ca­

ballar y mular. Cordero, Dopico y Rodríguez (1983), p. 76. 11 Ibidem, p. 77; Saavedra (1992a), pp. 117-119.

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hidalgos, con hogares extensos y cabanas ganaderas relativamente numerosas, y que casi siempre pagan rentas ferales a instituciones eclesiásticas, a la noble­za y a diversas casas hidalgas ' .

4 PRODUCTO BRUTO, PRODUCTO NETO Y EXCEDENTE DE LAS MAYORES EXPLOTACIONES AGRARL^S. VOLUMEN Y COMPOSICIÓN

Para determinar el volumen y la composición del producto bruto contamos con fuentes que cubren la práctica totalidad de Galicia, aunque de forma desi­gual y en momentos diferentes. Para la Galicia interior utilizaremos datos refe­ridos a tres cosechas (1763-64-65) y a L624 explotaciones de las diócesis de Lugo y Orense, datos que nos permitirán obtener valores representativos de una cosecha «media». Nos serviremos también de las cifras del diezmo pagado por 1.024 explotaciones de la diócesis de Santiago, representativas de la Gali­cia occidental, en 1804, con un volumen de producción superior al de un ano

agrario «medio» ^ . . . . . Los principales productos obtenidos en las explotaciones de la Galicia inte­

rior eran los cereales (trigo, centeno, maíz y mijo menudo) y el vino, a los que hay que sumar castañas, habas, lino, nabos y producciones ganaderas El valor del diezmo de cereales, vino, castañas y habas rebasaba el 80 % del total, tanto en Lu­go, algo más del 80, como en Orense, el 86%. El valor conjunto del de lino, nabos y ganado oscilaba entre el 12 % de Orense y el 15 % de Lugo.

En el cuadro 1 hemos resumido los datos del total producido en cada dió­cesis, y ofrecemos también las medias de cada grupo de productos por explo-

> No debemos olvidar tampoco que estas características corresponden a las comarcas cen-trales y orientaksde Galicia, y Jue al extrapolarlas a las demás introducmos un c.erto margen trales y orientales ae ^^''"^JJ^ , . occidental el tamaño de los hogares y su patrimonio de error. Hay indicios de que en la G^""» °"'^'= j ,^ y j j -, ^„,bién era menor, territorial y ganadero eran ' " f " » - ^ j / ^ J „ ^ ^ S , ,„ , , „enor presencia de la hidalguía. Las propias -«^bd idades del excusado p ^ ^ ^ ^ eclesiásticos, jueces, abogados o

El tratamiento de ^ " ^ ^ f i f í " ^ ; ™ H e la diócesis de Lugo y en algo mis del 30 % de escribanos, figura en el 27 % de las ^ " ^ ^ ¡ l , ^„ j , j e Mondoñedo (años 1797-98-99) la de Orense, mientras que en la de Santiago vano iov/-t, y

supera escasamente el 11 %. considerado son representativas de un nivel de . ' Las pruebas de que las ^^^J^^ ^^^n^o^^r^o en la Galicia occidental las aporta-

S ^ - q r I H l l ^ ^ Í 1 ^ e r i C : ^ . ^ ^ a r c a s de l a ^ i s L en las que su culti-

vo había alcanzado importancia.

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tación. Lo más característico de la explotación media de Orense es que con un notable nivel de producción de cereales (47,85 hls.), del que casi un tercio co­rresponde ya al maíz, su producción per cápita tanto de vino como de castañas era la más elevada de las tres diócesis.

En Lugo las cifras son inferiores para todos los productos. La producción media de cereales, entre los que el centeno mantiene un acusado predominio (80 %), no alcanza los 43 hls., mientras que la de vino es muy inferior a la de las explotaciones orensanas, dado el escaso número de parroquias en que se cultivaba, que no llegaba al 15 %. En Orense, en cambio, más de la mitad de las explotaciones producía vino.

En la Galicia occidental, por su parte, el maíz representa más del 70 % de los casi 60 hls. de cereales de media por explotación. La producción vitícola alcanza niveles superiores a los de la explotación media de Lugo, pero inferio­res a los de Orense, en consonancia con su posición intermedia en cuanto al número de parroquias productoras de vino (el 37,6 %).

CUADRO 1

Producto bruto de cereales, castañas, habas y vino en las diócesis de Lugo y Orense (años 1763-1765-1766) y Santiago (1804).

Totales y medias por explotación en hectolitros

1. Cereales 2. Cast.-Habas ... 1+2, CCH 3. Vino 4. Total

Orense

Total

25.073 3.976

29.049 15.166 44.215

Media

47,85 7,59

55,44 28,94 84,38

Total

47.111 4.714

51.825 4.003

55.828

Lugo

Media

42,83 4,28

47,11 3,64

50,75

Santiago

Total

61.281 506

61.787 9.881

71.668

Media

59,84 0,49

60,34 9,65

69,99

Es evidente que estas cifras medias por explotación referidas a grandes conjuntos territoriales no tienen por qué ajustarse a la realidad particular de cada comarca agraria. En la Galicia interior las explotaciones con volúmenes de producción superiores a la media, que en ocasiones rebasan los 100 hls., se sitúan o bien en las zonas de casi monocultivo vitícola, o bien en comarcas ce-realeras de la zona central de la provincia de Orense, con cifras que superan los 80 hls. entre cereales, castañas y habas. En la Galicia occidental el 30 % de

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las explotaciones superan el listón de los 100 hls., y aunque no existen prácti­camente explotaciones con monocultivo vitícola, las explotaciones mixtas ce­real-vino también figuran entre las más productivas.

En lo que respecta a las explotaciones con cifi-as inferiores a la media el panorama es más confuso. Por todos lados, sea en la Galicia occidental o en la central y meridional, encontramos explotaciones con volúmenes de produc­ción modestos, entre 30 y 50 hls. Donde son más abundantes es en la Galicia central y centro-oriental, en zonas donde las condiciones ecológicas impedían o dificultaban el cultivo de la viña y predominaba el cultivo del centeno en re-gimen de barbecho.

Si para determinar la producción agraria bruta de los mayores productores hemos utilizado cifras de origen decimal que, con todas sus limitaciones, son suficientemente fiables, a la hora de precisar el producto neto y el excedente te­nemos que movernos en el terreno de los supuestos generalizadores y de hipó­tesis pendientes de confirmar empíricamente. El procedimiento que hemos empleado consiste en restar al producto bruto calculado anteriormente la si­miente, la renta de la tierra y el diezmo, obteniendo así un producto neto en hectolitros que hemos transformado en unidades calóricas '1 Si a esta cih-a, que refleja el equivalente calórico de la producción a disposición de los miem­bros de la familia campesina, le restamos a su vez el consumo teórico medio necesario para la satisfacción de sus necesidades alimenticias, estaremos esti­mando el volumen de producción que la explotación puede comercializar o utilizar a su antojo sin comprometer su reproducción. ^ , , .,

Veamos en primer lugar el caso de la Galicia interior En el cuadro 2 pue­de apreciarse que el producto bruto medio anual ascendió a 61,6 hls. por ex­plotación. El equivalente calórico del producto neto (38,68 hls.) se situó en algo más de 18.600 calorías diarias por hogar, de las cuales casi un 9 % fiaeron «calorías vacías», sin otros componentes nutritivos, proporcionadas por el vino. Esta aportación calórica fiíe suficiente para cubrir las necesidades de consumo de la familia típica, ya que al ser la dimensión media de los hogares de la muestra de 8,7 personas ^', sus necesidades calóricas estañan, según nuestras estimaciones, en 13.500 calorías por día. Por consiguiente, una vez de-

trientes aportados por los aUmentos de origen ^-^^'^\^'¿'^'',;^Z^^^.^ habrá variado n Aunque es evidente que l ^ r P r ^ T n o T e b e Í s t a vaW z a unos cálculos que no se

desde los años en que se realiza el Catastro, ello no '^^be restar vaimez M

refieren a fa.iUas - c r e t a s . i n o a un co^^^^^^^^ e Í a — T e ^ L ^ censo en el numero de componentes de unas se nauía v

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CUADRO 2

Producto bruto (PB), producto neto (PN) y valor calórico del producto neto (CALNET) de cereales, castañas y habas (CCH) y de vino. Diócesis de Lugo y Orense,

media trienal de 1763-1765-1766 (HL) (%)

Total (HLS)

Media por explotación PBT

(%) PBC-PBV

1. PB total (PBT) 100.043 2. PBCCH(PBC) 80.874

— Simiente 12.639 — Renta 11449 — Diezmo 8.087

3. PN CCH 48.699

4. PBvino(PBV)

— Renta — Diezmo

5. PN vino

6. PN total

Total por día

7. CALNET total 30.313.716

61,60 49,80

7,78 7,05 4,98

29,99

Por explotación y día

18.666

100,00 80,84

48,68

CCH

91,07

100

15,63 14,15 10,00

60,22

19.169

3.134 1.917

14.118

62.817

11,80

1,93 1,18

8,69

38,68

19,16

14,11

62,79

100

16,35 10,00

73,65

(%) vino

8,93

ducidos del producto bruto la simiente, el consumo familiar, la renta de la tie­rra y el diezmo, una explotación media dispondría de aproximadamente 5.200 calorías/día exceden tanas, equivalentes a 10,7 hls. de su producción total.

El 73 % de las explotaciones analizadas superó el mínimo de 13.500 calo­rías: un 40 % obtuvo entre el 100 y el 150 % de esa cifra, un 20 % se situó en­tre el 150 y el 200 % y sólo el 13 % consiguió más del doble de lo necesario para satisfacer el consumo familiar. Las 440 explotaciones (27 % del total) que no alcanzaron el producto neto suficiente para obtener 13.500 calorías se ubi­can en su mayor parte en las comarcas centrales y orientales de la provincia de Lugo (municipios de Friol, Guntín, Corgo, Castroverde, Baleira, Becerrea, Cer­vantes, Pedrafita, Láncara, Incio, Nogais, ...). Se trata de zonas en las que pre­dominaba el cultivo del centeno, cuya producción fue muy baja en 1763, y en las que, por ser la importancia de la ganadería superior a la media, cabe pensar

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que los alimentos de origen animal hubiesen aportado a la dieta bastante más de lo que hemos supuesto de modo general.

En cuanto a la capacidad de generar excedente de los mayores productores agrarios de la Galicia occidental (cuadro 3) puede apreciarse que los valores me­dios de las principales variables fueron más elevados en 1804 que los obtenidos cuarenta años antes por las explotaciones de la Galicia interior. Destaca el hecho de que el producto neto de cereales, castañas y habas se situó en 40 hls., superan­do en un tercio los casi 30 hls. de la Galicia interior. El nivel de disponibilidades calóricas per cápita fue también más elevado, duplicando casi las necesidades míni­mas de un hogar medio. En este año concreto que, según todos los indicios, fue de buena cosecha tanto de cereales como de vino, las mayores explotaciones de la Galicia occidental obtuvieron, por término medio, una producción que permitió al 93 % de las mismas superar el nivel calórico mínimo necesario.

CUADRO 3

Producto bruto (PB), producto neto (PN) y valor calórico del producto neto (CALNET) de cereales, castañas y habas (CCH) y de vino.

Diócesis de Santiago 1804 (HL) (%)

Total (HLS)

Media por explotación m

PBT PBC-PBV

1. PB total (PBT) 71.669 2. PBCCHíPBQ 61.787

— Simiente 5.736 — Renta 8.868 — Diezmo 6.179

3. P N C C H 41.004

4. PBvino(PBV)

— Renta — Diezmo

5. PN vino

6. PN total

7. CALNET total 26.910.651

69,99 60,34

5,60 8,66 6,03

40,04

100,00 86,21

57,20

100

9,28 14,35 10,00

66,36

9.881

1.230 988

7.663

48.666

Total por día

26.910.651

9,65

1,20 0,96

7,48

47,52

Por familia y día

26.280

13,78

10,65

67,90

(%) CCH

94,54

100

12,45 10,00

77,50

(%) vino

5,46

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En el cuadro 4 recogemos de forma resumida las diversas variables que han entrado en juego a lo largo de este trabajo. El excedente de una explota­ción de la Galicia interior no superó, por término medio, el 20 % de su pro­ducto bruto. Con 10,7 hls, de superávit la familia superaba en 5.200 calorías/ día sus necesidades alimenticias anuales, y podía alimentarse durante 5 meses más. En la Galicia occidental un año de buena cosecha permitió que ese exce­dente alcanzase el 33 % del producto bruto, pero es muy probable que en un año agrario «normal» estuviese más cerca del 20 que del 30 %. En este caso, con la producción de un año y después de cubrir sus necesidades alimentarias, la familia dispuso de 23,11 hls., con los que obtuvo casi lo suficiente para ali­mentarse durante un año más (12.780 calorías/día).

CUADRO 4

Producto bruto, costes de reproducción y excedente de una «casa mayor diezmera» media de la Galicia interior y de la Galicia occidental (hls.) (%)

Lugo-Orense Santiago

Hls. (%) Hls (%)

1. Producto bruto 61,60 100 69,99 100 2. Simiente 7,78 12,63 5,60 8,00 3. Diezmo-Renta tierra 15,14 24,58 16,86 24,09 4. Producto neto (PN) 38,67 62,79 47,52 67,90 5. Calorías/Día PN (18.666) (26.280) 6. Consumo necesario 27,97 45,41 24,41 34,88 7. Excedente 10,70 17,37 23,11 33,02

NOTA: Cifras medias del trienio 1763-1765-1766 para Lugo y Orense, y datos del año 1804 para Santiago.

6. CONCLUSIÓN

Lo expuesto hasta aquí nos ha servido para precisar el volumen y la com­posición de la producción de las explotaciones que gestionan campesinos aco­modados e hidalgos y para estimar las principales cargas y costes de produc­ción a que debían hacer frente. Se trata de explotaciones que, salvo en las zonas de especialización vitícola, diversifican su producción entre cereales de invierno y primavera, castañas, vino, lino y ganadería, y que, por otra parte, su-

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peran a las demás por su capacidad de autoabastecerse y obtener un exceden­te de forma regular. Estamos ya, pues, en condiciones de dar respuesta a las cuestiones que planteábamos al comienzo del trabajo.

Lo primero a destacar es que la evidencia empírica disponible apunta a que la mayor parte de los productores agrarios de la Galicia de mediados del XVIII estaban claramente por debajo de las explotaciones que hemos analizado, tanto en volumen de producción como en capacidad excedentaria. Las dife­rencias entre unos y otros eran señaladas, quizá con cierta exageración, por los curas del arciprestazgo de Barbeiros cuando en 1761 clasificaban según su ca­pacidad de autoabastecimiento a los 1.438 vecinos de la comarca. Ciento vem-tiún vecinos eran calificados de «acomodados» porque nunca dejaban de obte­ner el fruto preciso para comer durante todo el año; 25 eran «de mediana conve­niencia» porque lo hacían para 7 u 8 meses del año, y 1.292 eran «pobres» por­que sólo cosechaban lo suficiente como para sostenerse durante 3 o 4 meses'^ Y lo que hasta el momento sabemos acerca de los graves efectos de la crisis de subsistencias de 1768-69 encaja perfectamente con esta imagen de una mayoría de la población rural que estaba lejos de superar el nivel de subsistencia.

No parece, por consiguiente, descaminado sostener que en Galicia, al igual que en Asturias o Cantabria ", se crearon a lo largo de la Edad Moderna con­diciones que favorecieron un proceso de diferenciación «hacia abajo» entre los productores agrarios, y que este proceso no tuvo como resultado que una mi­noría se alejase de los demás alcanzando niveles de producción claramente por encima del autoabastecimiento. Al contrario, fiíe el aumento del numero de campesinos deficitarios y dedicados a múltiples actividades no propiamente agrarias lo que situó en la cúspide de los productores agrarios a un grupo que no dejaba de tener una situación precaria. Gran parte de los mayores produc­tores eran incapaces de mantener un resultado excedentario cuando las oscila-

- Archivo Histórico Diocesano de Santiago (AHDS), Serie General, leg. 265 _ Las descripcio-' , " ' " ' " ' , . , , . , , , población rura que hacen los curas de la diócesis de

nes acerca de las condiciones de vida de la pooiacioniu 4 „.rin„, aue oh-Orense a finales de la década de 1760 coinciden en destacar que son pocos ° J J " ' " ° ^ J l " ^ °^ tienen un volumen de producción suficiente para cubrir las necesidades de consumo de sus ^ -müia" EÍcuVa de San Ciprián de Rouzos (Amoeiro) decía en 1769 que su parroquia es«ba onv puesta de 86 vecinos. «... entrando en este número unos ocho que están en " - - l o s y^m

• j 1 1 , „ort, nn 1P« lleca el fruto que cogen para pasar el ano por abun-L T q L se t : n i l T p e K ¿ m i r X m . ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ en lo mismo «..., i todos ellos i r t r d u o d ; I su ÍuSbo , y no tener montes donde estenderse, ^-^^^l'^^l ZZ^^'<^ cinos los demás no cogen pan para cuatro meses del ano, . se balen de ir a Castilla y Portugal a

abaiarv ganar la vida» En San Salvador de Solbeira (Orense) de los 45 hogares de la parroquia traoaiar y ganar la viua». 11 J-onne^ de tjaear diezmos y rentas, a escepzion «... ninguno llega a coger fruto para su ^"f" " ' / " P ^ ^ ^ ^ J l f ^ f ^ d de ellosl Archivo Histórico de la Casa Diezmera, que posee mas vienes raices que cuasi la miiaa Diocesano de Orense (AHDO), Estadística, leg. 7.5.3

" Domínguez y Lanza (1990 y 1991) han insistido en ello.

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ciones climáticas afectaban negativamente a las cosechas, de manera que los valores «medios» de excedente, que oscilaban entre 10 y 20 hectolitros al año y con los cuales la familia «tipo» podría alimentarse entre 5 y 12 meses más, no eran lo suficientemente elevados como para garantizar el consumo o el pa­go de la renta. Esto se aprecia con claridad en las cifi-as del cuadro 5, donde hemos calculado el excedente obtenido por las explotaciones de la Galicia in­terior en un año de mala cosecha de cereales y de cosecha media de vino (1763) y en otro de buena cosecha de ambos productos (1765).

CUADRO 5

Producto bruto, costes de reproducción y excedente de una «casa mayor diezmera» media de la Galicia interior en los años 1763 y 1765 (hls.) (%)

1. 2. 3.

4. 5.

6.

7.

8. 9.

P. bruto CCH P. bruto vino . P. bruto total .

Simiente Diezmo-Renta de la tierra ... P. neto total ..

CALNET día

Cons. neces. .. Excedente

1763-65

Hls.

38,23 10,56 48,79

7,78

13,89 27,12

(12.655)

28,93 -1,81

(%)

100

15,94

28,47 55,58

59,29 -3,71

1763

Hls.

53,81 15,09 68,90

7,78

15,90 45,22

(21.244)

28,74 16,48

(%)

100

11,29

23,08 65,63

41,71 23,92

1765

Hls.

46,02 12,82 58,84

7,78

14,89 36,17

(16.950)

28,81 7,36

Media

(%)

100

13,22

25,30 61,47

48,96 12,50

Si en 1765 el excedente alcanza el 24 % del producto bruto, dos años an­tes había sido negativo en casi un 4 %. El análisis de las disponibilidades caló­ricas no puede ser más elocuente. La baja cosecha de centeno provocó que en 1763 un conjunto considerable de explotaciones quedase por debajo de las necesidades calóricas mínimas, y por eso la media general fue de únicamente 12.655 calorías por explotación. El 1764 volvió a ser un mal año de centeno, y es probable que la situación deficitaria se hubiese repetido. Por el contrario, los años 1765 y 1766 permitieron que la disponibilidad calórica neta por ex­plotación fuera de 21.244 y 21.342 calorías/día, respectivamente.

No cabe duda de que estamos, dentro del conjunto de los productores agrarios, ante los que mejor pueden sobrellevar un mal año agrario, o los que

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mayor partido pueden sacar de la escasez. Aunque el consumo familiar no es­tuviese, año tras año, garantizado, son los que aprovechan las oscilaciones mensuales o anuales de los precios y venden cuando están altos. Son también los que, avalados por su patrimonio, tienen una mayor capacidad de endeuda­miento, o los que pueden recurrir al ahorro de años anteriores para salir de los apuros. Y son, igualmente, los que más se benefician del proceso inflacionario que tiene lugar hasta 1817. Sin embargo, no deja de ser significativo que una parte considerable de los mayores productores experimente un déficit cuando falla la cosecha de algún producto importante. El hecho de que hayamos cons­tatado que con cierta ft-ecuencia se dedican a actividades extraagrarias como la manufactura, la arriería, o el comercio al por menor, pone de manifiesto las di­ficultades con las que se encontraban para mantener un nivel de vida holgado a través del trabajo de la tierra.

Los estratos inferiores del campesinado estaban más expuestos a las crisis de subsistencias y participaban en los circuitos mercantiles desde una posición de suma debilidad. Debían comprar una parte de los alimentos o el ganado que precisaban, o debían vender su ftierza de trabajo, o se veían obligados a endeudarse y pagar en dinero, a precios de «soldadura», las rentas estipuladas en especie que no podían satisfacer en años de mala cosecha. La explicación de que, pese a este oscuro panorama, las crisis demográficas fiíesen en Galicia relativamente moderadas en relación a otras zonas peninsulares, y la esperanza de vida superior a la de la mayoría de las restantes regiones españolas '«, resi­de en la diversificada estructura de cultivos de las explotaciones y en la exis­tencia de múltiples formas de obtener ingresos complementarios que, aunque por separado tuviesen escasa relevancia, facilitaron la subsistencia campesina. Era precisamente esta necesidad de complementar unos ingresos agrarios insu­ficientes la que empujaba a una parte apreciable de cultivadores a participar tanto en las ftaertes migraciones temporales registradas en Galicia en este pe­ríodo como en todo tipo de actividades complementarias de la propiamente

agrícola ". i i j • La superior posición de los mayores productores queda, pues, resaltada si

dirigimos nuestra mirada hacia abajo dentro del campesinado. Pero si, por el contrario, comparamos su volumen de ingresos y su capacidad de obtención de excedente con las de los perceptores de rentas y diezmos, apreciaremos lo erróneo que sería sobrevalorar el papel que juegan en la sociedad rural. La mayoría de las explotaciones alcanzan cifras de producción que no son compa-

i« Dopico y Rowland (1990), p. 601. ' ' Cuestión sobre la que ya Carmena (1986) había llamado la atención.

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rabies a las de los frutos percibidos por el dueño de un pazo, el titular de un mayorazgo, un prior o un párroco. Y mucho menos al nivel de ingresos de un monasterio importante como el de San Martín de Santiago, que cifraba en 1742 sus rentas y diezmos en más de 12.000 hls., es decir, tanto como el exce­dente obtenido por 1.120 de los mayores productores de Lugo y Orense ^°. El volumen de rentas forales de diversas casas hidalgas que nos son conocidas su­peraba con frecuencia los 150 hls. y llegaba a los 1.000 hls., y estas cifras eran rebasadas claramente por muchos prioratos monásticos. Incluso una parte apreciable de los curas alcanzaban, gracias a la percepción de diezmos, niveles de ingresos por encima de los volúmenes de producto bruto de las explotacio­nes analizadas ^i. Y no olvidemos que el ratio ingreso bruto-ingreso neto era siempre más favorable para rentistas y beneficiarios de diezmos que para culti­vadores.

La comparación con otras regiones españolas en las que el proceso de pro­ducción agraria estaba en manos de pequeñas o medianas explotaciones, y para las que existen datos del diezmo pagado por las casas excusadas, sugiere que en otras zonas no se produjo un proceso semejante de diferenciación «ha­cia abajo», o que, si tal proceso tuvo lugar, no fue incompatible con la existen­cia de una élite de explotaciones con volúmenes de producción muy por enci­ma de los detectados en Galicia, Asturias o Cantabria. No nos ha sido posible aplicar a otras regiones la metodología desarrollada en este trabajo, y nos con­tentaremos con presentar las cifras del producto bruto obtenido por los mayo­res diezmeros de algunas diócesis españolas. Por supuesto, la comparación con las regiones donde existían grandes explotaciones carece de sentido ^^, y lo ló­gico es tomar como referencia aquellas donde sabemos que el tipo de explota­ción que protagoniza el proceso productivo era similar al que predominaba en Galicia. En el cuadro 10 presentamos una muestra lo suficientemente amplia como para percibir las diferencias entre regiones. Pese a no tener la certidum­bre de estar ante niveles medios de producción, y pese a no poder precisar el producto neto, la impresión es que en zonas como La Rioja o Cataluña, y más

'" AHDS, Fondo San Martín, carp. 66. ' Villares (1982, pp. 50-51) ofrece cifras al respecto: a mediados del xviii el priorato de As­

ma percibía 1.250 hls. de cereal y 336 de vino; la casa hidalga de Lagariños, 538 y 200, respecti­vamente; y otras casas menos importantes superaban los 150 hls. Barreiro (1990, p. 25) señala que el mayorazgo de Raindo andaba en torno a los 750 hls. de cereales y 187 de vino.

^ Es fácil encontrar en las diócesis de Cádiz o de Sevilla casas excusadas que alcanzan cose­chas de trigo superiores a 2.000 ó 3.000 hls., y que obtienen además producciones importantes de otros cereales, vino, aceite o ganado. Así, por ejemplo, en 1764 el mayor diezmero de Osuna, D. Andrés Tamayo y Barona, pagó 563 fanegas de trigo y 550 de cebada, y el de Santa María de Carmona, D. Antonio Berrugo, 502,5 fanegas de trigo y 140 de cebada. AGS, DGR 2.", leg. 647.

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CUADRO 6 Producto bruto de las casas diexmeras de diferentes diócesis españolas en el período 1763-

1775. Cereales, castañas y leguminosas (2), w'«o(b), cereales, castañas, leguminosas y vino,

'• incluir cebada, avena y otras producciones destinadas al ganado (c). (Hls.) ^^ stni

Núm. casas

Total

(a)

Cataluña Barcelona (3) .. Barcelona (4) .. Tarragona (1) . Tarragona (2) . Vich (3) Vich (5) Solsona (4) Lérida (1) Lérida (2) Lérida (3) Tortosa (3) . . . . Tortosa (4)

217 211 133 129 246 231 165 122 122 121 86 84

Rioja, Navarra y País Vasco Calahorra (1) . . . . 930 Calahorra (2) Calahorra (3) Pamplona (1) Pamplona (2) Pamplona (3)

Castilla y León León (3) León (4) León (5) Zamora (4) Zamora (5) Salamanca (4) . Salamanca (5) .

917

717

872

872

872

941 949 861 289 286 240 218

374 500

Asturias y Cantabria Oviedo (4) Santander (4)

Galicia Orense (6) 524

Lugo (6) 1.100

Santiago (7) 1.024

24.342 23.707 14.845 14.023 31.720 32.499 18.894 13.621 10.829 12.817 4.697 4.837

96.069

99.791

83.534 108.272

104.731 121.173

121.483

135.669

116.705

79.676

63.448 107.737

86.908

24.340 16.254

29.049

51.825

61.787

Total

(b)

11.526 13.559 6.226 8.292 3.713 5.152 1.791 762

1.134 1.166 2.959 2.433

8.299 16.359 13.287 7.654 6.626 6.114

2.253 6.285 5.613

SD 1.431

15.166

4.003

9.881

(a)

112,17

112,35

111,61 108,70 129,00

140,69

114,51 111,65 88,76

105,92

54,62 57,58

103,30 108,80 116,59 124,16 120,10 138,96

129,10 142,96 135,55 275,69 221,84 448,90 398,66

65,08

32,51

55,44 47,11 60,34

Media por explotación (b) (a+h) (c)

53,11 64,26 46,81 64,28 15,04 22,30 10,86 6,25 9,29 9,64

34,40 28,96

8,92 17,84 18,53 8,78 7,60 7,01

2,39 6,62 6,52 — --—

SD 2,86

28,94 3,64 9,65

165,29 176,62 158,40 173,00 144,04 163,00 125,37 117,90 98,06

115,56 89,02 86,54

112,22 126,66 135,04 132,94 127,70 145,97

131,49 149,58 142,07 275,69 221,84 448,90 398,66

65.08 35,37

84,38 50,75 69,99

148,16 162,45 125,48 139,20 127,30 145,70 106,76 79,75 75,92 85,75 80,72 78,08

77,73 89,75 90,83 96,55 96,40

116,16

92,05 106,00 103,25 201,28 153,00 372,10 316,94

56.46 34,89

84,38 50,75 69,99

Nota: (1), año 1763; (2), 1764; ( 3 ) , T ^ i ^ r ^ n ^ ; ffl. 1775; (6), media 1763-1765-1766; (7), 1804. FUENTES: A G S , D G R , 2.', legs. 640-647-648-649.

23 Los datos que figuran en este cuadro tienen un carácter aproximativo por cuanto hemos tenido Los datos que "g"[«" " hectolitros, y tampoco hemos considerado producciones

quesimp ificaralahoraderealizareipasoanci-iuiiwi^oj r „ _ j ; j„ u^uit,.-! .n mip «p 1 1 1 • i„.fíkr« textiles el aceite, etc. A a fanega castellana, medida habitual en que se

como la lana, las crias, las nbras textiles, eiatciic, el»-. , , - . j„ . , :„„n i í KU Püralarartra ofrecen las cuentas le hemos asignado 0,555 hls., y a la arroba y la cantara de vino 0,13 hls. Para la carga otrecen las cuentas, le nemos a g Pamplona y Calahorra tomamos los valores que asigna de uvas y el cántaro de vino en las cuentas ae r diutJiuiKi y

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todavía en Zamora o Salamanca, una parte apreciable de los mayores productores sobrepasan con claridad los volúmenes de producción obtenidos por los de Gali­cia, Asturias, Cantabria o el País Vasco '', aunque esta diferencia se acorte si exclui­mos del cómputo la producción no destinada al consumo humano.

La constatación de estas diferencias avala la hipótesis de que en las regiones citadas, a diferencia de lo que sucedía en Galicia o la cornisa cantábrica, existían condiciones que facilitaban la explotación directa de la tierra a mayor escala, y que el proceso de diferenciación había hecho mayor la distancia entre los gran­des y los pequeños productores y había colocado en la cima a una élite de explo­taciones claramente excedentarias.

No es fácil precisar la incidencia que haya podido tener en la evolución de la agricultura de cada región a lo largo del xix el hecho de que en algunas existiese una élite de explotaciones con volúmenes de producción y excedente relativa­mente altos y en otras no. Ni estamos aquí en condiciones de explicar las causas de tales diferencias. En cualquier caso, los estudios realizados en diversos países y para diversos períodos destacan que cuanto mayor sea el nivel de ingresos y la capacidad excedentaria de las explotaciones agrarias campesinas, mayor es tam­bién su disposición a asumir riesgos en sus decisiones sobre el proceso producti­vo. Es decir, mayor será, ceterisparibus, su propensión a invertir en la ampliación y mejora de los medios de producción, o a adoptar sistemas de cultivo orientados a maximizar el producto o el volumen de ingresos de la explotación (dedicando, por ejemplo, más superficie a cultivos comerciales en sustitución de los destina­dos al consumo familiar, o a plantas no comestibles en lugar de las comestibles, o a nuevas variedades de simientes de rendimientos altos pero variables, en susti­tución de las tradicionales). Ya Scott había destacado que los comportamientos tendentes a «minimizar la probabilidad de un desastre» caracterizaban no sólo a los campesinos más pobres, sino también a muchos de los llamados campesinos medios, y que este argumento no era probablemente aplicable «... a los campesi­nos con ingresos altos, tierra abundante, familias pequeñas, cosechas poco varia­bles y oportunidades de empleo alternativas» 2'. Haciendo un balance de los re-

Floristán (1982, p. 16), 0,5885 y 0,1177 hls. respectivamente. Hemos contabilizado únicamente a los diezmeros que producían alguno de los productos considerados (cereales, leguminosas y vino), y no hemos incluido a aquellos que obtenían cantidades muy pequeñas de los mismos en parroquias rura­les o despoblados.

^'* Las cifras correspondientes ai conjunto de la diócesis de Calahorra esconden realidades comar­cales diferentes, como seguramente sucede en las restantes diócesis. El producto bruto de cereales y vino destinados al consumo humano de ios partidos de Guipúzcoa y Vizcaya en ios años 1763-64-65 estuvo entre 50 y 60 hls., cifras muy próximas a las de Galicia, mientras que en los partidos de Calaho­rra y La Calzada, en tierras riojanas, sobrepasó los 140 hls.

^' Scott (1976), pp. 15-26.

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sultados obtenidos en diversos estudios, Ellis argumentaba que la aversión al ries­go «... desciende a medida que aumentan la riqueza o el ingreso. Las explotaciones con mayor nivel de ingresos o de riqueza están más capacitadas para hacer frente a las pérdidas que pudiesen resultar de la toma de decisiones arriesgadas. De ello se deduce que los agricultores con mayor nivel de ingresos deberían ser más eficien­tes, estar más preparados para especializarse en cultivos comerciales y ser más pro­pensos a innovar. Es también más fácil que estén mejor informados y tengan mayor

acceso al crédito» ^ . De acuerdo con esto, el factor «aversión al riesgo» habría jugado en Galicia

un papel que no puede ser despreciado. Es sabido que los agricultores gallegos recibieron desde mediados del xix estímulos poderosos hacia la comercializa­ción de una parte cada vez mayor de su producción (el nuevo sistema fiscal), o ha­cia una especialización ganadera (la presión de la demanda inglesa y, más tarde, la española), para la que Galicia contaba con ventajas comparativas. Si, pese a ello, la evolución de su agricultura durante buena parte del xix siguió basándose en la intensificación de la producción aplicando más horas de trabajo por hectá­rea pero sin incrementar la productividad del trabajo, en la extensión de cultivos como el maíz y la patata con el fin de garantizar el autoconsumo, y en la diversifi-cación de la producción para minimizar riesgos, fiae por la persistencia de obs­táculos difíciles de fi-anquear. Al mantenimiento del sistema foral y al reducido tamaño de las explotaciones se añadía, tal como señalaba Carmona 2 , la ausen­cia de núcleos urbanos de importancia, las dificultades de transporte y la pro­pia debilidad de la demanda española, que bloquearon «... la expansión de la ga­nadería vacuna o la mejora de rotaciones en un sentido «"new farming'» Si algo hemos podido verificar en el presente trabajo es precisamente que, entre las rigi­deces que dificultaban las transformaciones agrarias, debemos conceder un pa­pel destacado a la escasa presencia de explotaciones que por su dimensión o ca­pacidad de acumulación hubiesen podido introducir sin excesivo nesgo las innovaciones necesarias para la modernización del sector agrario gallego en el si­glo XIX.

^ Ellis (1988). pp. 93-96. En lo que respecta al caso gallego, hay que señalar que Carmor>a (1990, p. 54) ha llamado recientemente la atención sobre la importancia del tema.

" Carmona (1990), pp. 46-55.

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APÉNDICE 1. MEDIDAS, COEFICIENTES DE CONVERSIÓN DE LITROS EN KILOGRAMOS Y DE KILOGRAMOS EN CALORÍAS

Un problema metodológico universal de los estudios sobre producción agraria en períodos como el que aquí se aborda es el de la transformación de las medidas tradicionales en medidas estándar de capacidad o peso. Las fuentes que hemos ma­nejado ofrecen todos los datos de cereales, castañas, habas, garbanzos, nueces, etc., en ferrados y fanegas, y los de vino en moyos, cántaras y arrobas. Para su transfor­mación en litros hemos utilizado las tablas de conversión elaboradas por Fernán­dez Justo 2* para cada uno de los municipios gallegos. Lo que reviste mayor impor­tancia de este ajuste, además de las diferencias que se observan entre unas comarcas y otras, es la distinción entre los ferrados «colmados», utilizados mayori-tariamente para la medición del maíz y que tienen entre 18 y 20 litros, y los ferrados «rasos», para el resto de los cereales y las castañas, que no suelen pasar de los 15-16 litros.

El resto de los productos es contabilizado en medidas para las que es más difí­cil encontrar un equivalente en litros o gramos, como es el caso de los afusales de lino o los cuartillos y libras de manteca, y en estos casos tomamos como criterio ho-mogeneizador su valor en dinero a precios corrientes, proporcionados por las pro­pias fuentes.

Una vez establecida la equivalencia en litros, hemos reducido a kgs. los distin­tos cereales, las castañas y las habas, suponiendo que un litro pesa aproximadamen­te 0,75 kg. El siguiente paso ha sido atribuir un valor calórico a cada producto, para lo que hemos tomado los coeficientes ofrecidos por J. Simpson: 3.420 calorías para el kg. de harina de trigo, 2.800 para la de centeno, 3.180 para la de maíz, 2.800 para la de mijo menudo y otro tanto para el kg. de habas (asumiendo el valor que atribuye Simpson a la categoría «Otros cereales»), y 700 calorías para el litro de vino ^ . Para el kg. de castaña verde, dato que este autor no aporta, el valor escogido ha sido de 2.000 calorías ^°. Para, a su vez, transformar el kg. de grano en kg. de harina hemos supuesto, tal como suele hacerse, que de cada kg. de grano se obtiene 0,75 kg. de ha­rina, transformación que aplicamos únicamente al trigo y no al resto de los cereales por ser práctica habitual en Galicia la elaboración de pan (de maíz o centeno) sin re­tirar el salvado, lo que sí se hacía con el trigo.

2« Fernández, M. (1986). 2' Simpson,;. (1989), pp. 366-367 y 384. '» Roselló, J. (Coord.) (1989), p. 240.

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No resulta fácil precisar una cifra de necesidades calóricas mínimas por perso­na. Simpson cita estudios realizados en Estados Unidos que cifran el consumo dia­rio de un hombre de referencia (varón adulto con actividad física media) en 2.400 calorías. Shammas cita asimismo estudios de expertos en nutrición que elevan a 2.700 calorías esa cift-a. Por su parte, C. Lis y H. Soly prefieren tomar como referen­cia las 2.000 calorías, aunque insisten en que esta cantidad es suficiente sólo cuan­do va acompañada de una dieta equilibrada. Y este mismo valor es el que Livi-Bac-ci considera más adecuado ^\ Entre el abanico de posibilidades de estimación de las necesidades alimenticias de un varón adulto que tiene en su extremo inferior las 2.000 calorías diarias y en el superior 3.000, hemos optado por utilizar en nuestra argumentación un valor intermedio, 2.500.

Hecho esto, hay que resolver otra cuestión: ¿qué necesidades calóricas atri­buir a una familia típica de las que estamos considerando? El primer paso, según la metodología habitualmente empleada, consiste en determinar su composi­ción por edades y sexo, y ponderar el requerimiento calórico de los niños y de las mujeres adultas en relación a un varón adulto, considerado como unidad de con­sumo estándar. De las ponderaciones utilizadas por diversos autores hemos se­leccionado las de Essemyr ^\ que cifra las necesidades calóricas de las mujeres adultas y de los niños en el 80 y el 60 %, respectivamente, de las del varón adulto. Como el Catastro de Ensenada no especifica la edad de las hijas ni la de las cria­das, hemos considerado que la familia media de la muestra que utilizamos, cori 8,7 componentes, tenía el mismo porcentaje de menores de 16 anos que tema el conjunto de la población gallega según el Censo de Floridablanca (el 35,11 %). Resultan así unas necesidades calóricas diarias mínimas equivalentes a las de 6 varones adultos, es decir, de 15.000 calorías.

El principal defecto del procedimiento anterior es que no tiene en cuenta el rendimiento calórico que las familias obtenían a partir de los productos ganaderos. Si el cálculo del valor calórico de los alimentos de origen vegetal puede realizarse con un mínimo de garantías de precisión, ya que para estos productos los datos diézmales son fiables y nos dan a conocer el volumen exacto de lo recaudado, no sucede lo mismo con la producción ganadera por dos razones. En primer lugar, porque el producto de la ganadería es subestimado por el diezmo. Y en segundo lu­gar, porque es muy difícil determinar la cantidad de carne que podría obtenerse de un lechón, un cordero o un carnero, o la cantidad de manteca que producía una vaca. La mejor manera de resolver este problema, sin aumentar el margen de error

3. Simpson,;. (1989), p, 368; Shammas, C. (1984), p. 257; Lis, C. y Soly, H. (1977), p. 478; Livi-

Bacci, M. (1988), p. 50. " Essemyr, M. (1986), pp. 81-83.

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de nuestros cálculos, consiste en rebajar de las necesidades calóricas totales de la familia la parte de calorías que podría obtener a partir de los alimentos de origen animal. Lo que nos ha parecido más razonable es suponer que el porcentaje de ca­lorías de origen animal de la dieta está en torno al 10 %, cifra menor que el 16,7 % que Toutain estima para la Francia del Antiguo Régimen, pero muy semejante a la que Simpson obtiene para la España de principios del xx " . La estimación de Toutain nos parece excesiva en nuestro caso porque hay que tener en cuenta que una parte no pequeña de la producción ganadera de las familias estudiadas era ven­dida para obtener numerario con el que adquirir bienes o pagar impuestos, y no en­traba por tanto en la alimentación cotidiana. Consideraremos, pues, que de las 15.000 calorías diarias necesarias para abastecer a una familia tipo, 1.500 son cu­biertas por los alimentos de origen animal.

2. LA DETERMINACIÓN DEL PRODUCTO BRUTO Y DEL PRODUCTO NETO. SUPUESTOS SOBRE LOS COEFICIENTES SIMIENTE-PRODUCTO Y ESTIMACIÓN DEL VOLUMEN DE LA RENTA DE LA TIERRA

Una vez justificada la no inclusión en el «haber» del aporte calórico de los ali­mentos de origen animal, debemos probar que las cifras de producto bruto corres­pondientes a los años 1763-65-66 permiten obtener una media representativa del nivel «normal» de producción de las explotaciones analizadas. En el caso de Oren­se, hemos contrastado esta media trienal con la media del decenio para el que dis­ponemos de cifras del excusado. La coincidencia entre ambas medias es total para cereales, castañas y habas, y sólo en la producción de vino detectamos una infraesti-mación del 2 %. Para la diócesis de Lugo, los únicos datos que poseemos son los del cuatrienio 1763-66, y de su comparación con nuestra media resulta que ésta su­pone el 104 % de la producción de cereales, castañas y habas, y el 103 % de la pro­ducción de vino.

Los mismos resultados se obtienen si acudimos a las cifras de producción refle­jadas por algunas contabilidades monásticas, en este caso los ingresos por diezmos y rentas proporcionales a la cosecha en las comarcas de Monfero (al norte de la pro­vincia de La Coruña) y Oseira (al noroeste de la de Orense).

La evolución de los precios confirma asimismo la representatividad del trienio seleccionado. Los precios de venta que los prioratos de la Galicia interior consig­nan para centeno y vino experimentan, en sentido inverso, las mismas tendencias

" Simpson (1989, pp. 366-367), Toutain (1971, p. 1977),

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CUADRO 6.1

Producto bruto de las «casas diezmeras» de las diócesis de Orense y Lugo. Cereales, castañas y habas (CCH) (ferrados), y vino (moyos en Orense, y cántaras en Lugo)

Orense

Media decenio Media trienio 1763-6^-66

Lugo

Media 176}-1766 Media trienio 1763-6^-66

Año

1763 1765 1766 1775 1776 Mil 1118 1779 1780 1781

1763 1764 1765 1766

CCH

119.018 172.751 192.790 157.230 149.550 164.800 184.525 131.280 172.430 162.840

160,722 161.520

262.745 279.087 363.870 374.900

320.150 333.838

Índice

74 107 120 98 93

103 115 82

107 101

100 100

82 87

114 117

100

104

Vino

8.101 11.956 7.368

10,250 10.070 7,310

10,480 10.695 8.655 8.535

9.342

9.142

20.240

19.560 28.380 17.460

21.410

22.027

índice

87

128 79

110 108 78

112 114 93 91

100

98

95

91 133 82

100

103

FUENTES; A G S , D G R , 2,' R„ legs, 640, 647, 648, 649.

anuales que la producción reflejada por el excusado y con una intensidad seme ^ ^ ^ te. En prácticamente todos los casos el precio del centeno en los anos 1763 y 1764 supera en un 20-30%elpreciomediodelcuatrieniol763-66,y, viceversa, es enlos

años 1765 y 1766 cuando cae en proporciones semejantes En lo que respecta al vino también se detecta un movimiento inverso al de la producción: precios ligera­mente superiores a la media en 1763 y 1764, descenso apreciable en 1765, y nueva subida, superior a las anteriores, en 1766 ''.

Menos representativas son las cifras de la cosecha de 1804 correspondientes a la diócesis de Santiago, únicas disponibles para la mitad occidental de Galicia. A

MEstascomprobacioneslashemosrealizadoapartiTdelascontabm^^^^^^ brado de Trives, Chouzán (Carballedo), Oleiros (Carballedo), Castro ^e Re. (Par de a), Salto (Rede, ro), Arrabaldo (Orense), Banga (Carballiño) y del monaster.o de San Clod.o (Le.ro).

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ÁNGEL I. FERNANDEZ GONZÁLEZ

78 91 105 127 100 103

953 1.211

1.364

1.793

1.330

1.370

72 91 103 135 100 103

439 665 797 729 657 655

67 101 121 111 100 100

CUADRO 7

Diezmos, cuartos y quintos de cereales percibidos por el monasterio de Monfero (1) y el priorato de Labrada (Guitiriz) (2), y diezmos de centeno percibidos por el monasterio de Oseira y sus prioratos de Coiras (Piñor) y Longos (S. C. de Cea)

(3). Fanegas

(1) Índice (2) Índice O) índice

1763 827 1764 966 1765 1.115 1766 1.351 Media 1763-66 1.065 Media trienio 1.098

FUENTES: Archivo Histórico del Reino de Galicia (AHRG), Monasterios, Cajas 348 y 450; Archivo Histórico Provincial de Orense (AHPO), libros clero, 613, 620 y 628.

través de fuentes de producción y precios hemos podido comprobar que se trató de un año claramente superior a los nueve que lo precedieron gracias a una buena cosecha de maíz. Así se deduce de los índices de producción de cereales obtenidos a partir de los diezmos y rentas proporcionales percibidos por varios monasterios y prioratos del norte de la diócesis, así como de las estimaciones de la producción de cereales ofrecidas por los curas de 70 parroquias distribuidas por todo el territorio de la misma.

En todas las series se detectan con nitidez las malas cosechas de 1800 y 1803, y se comprueba asimismo que la de 1804 fue claramente superior a la media debido a la buena cosecha de maíz. Las respuestas de los curas al citado Interrogatorio de 1804 destacan tal circunstancia: el de Soaserra (Cabanas) afirmaba que hacía «... cuarenta años que desta semilla de maíz no se cogió año por año tanta como el presente»; el de Cira (Silleda) que «... de este presente de 1804 asoma una buena co­secha de maíz»; y el de Toba (Cee) que «... la cosecha de trigo y zenteno del presente año fue escasa; y la de maíz ofreze buena».

Si, por último, examinamos las series de precios de venta de distintos prioratos observaremos que los correspondientes a 1804 están siempre entre los más bajos del período 1795-1807.

Otra de las cuestiones metodológicas que requiere aclaración especial es la de los criterios a seguir para calcular el producto neto a disposición del cultivador, que hemos obtenido deduciendo del producto bruto la simiente, la renta de la tierra y el diezmo. De las variables que acabamos de citar sólo una nos es conocida de for-

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LOS MAYORES PRODUCTORES AGRARIOS DE GALICIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII

CUADRO 8

índices de producción de cereales en diversas comarcas de Galicia occidental Media 1795-1807-100

¡ndices Producto (Hls.)

(1) (2) O) W CT (6)

1795 70 94 107 104 102 29.109

1796 86 74 78 105 106 29.508

1797 93 103 87 102 103 28.700

1798 125 104 111 106 108 29,801 1799 92 72 100 103 103 28,888

i8oo : : : : : : ; ; : : : : : : : ; 66 52 «i 87 82 24,330 1801 99 72 85 97 101 27.314

1802 105 103 110 101 102 28,347 803 81 59 67 79 60 22.091

Z : ; ; : : : : : : : : : .1 ^ n, n. 133 32.77 1805 124 114 112 1806 113 191 118 - ^ 1807 109 142 130

(1) Monasterio de Monfero- (2) Priorato de Carballar (Aranga); (3) Priorato de Porto (Pontedeume); (4) UJMonasterio aeMontero,iz;rriu . • ,(. -JQ parroquias: total cereales y habas, 70 parroquias: cereales y habas; (5) 70 parroquias, malí, w / F M FUENTES: AHRG, Monasterios, Cajas 350 y 450; AHDS, Sene general, ieg, 1213,

ma exacta, el diezmo, y otra de forma muy aproximada, el producto agrario bruto.

Veamos cómo podemos determinar las restantes. Sobre la relación simiente-producto disponemos de informaciones parciales

para el caso gallego. A partir de las estimaciones realizadas por J M. Pérez hemos considerado que en el caso de los cereales tradicionales y las habas se obtenían 5 unidades por cada una sembrada, es decir, deduciremos el 20 % del producto bru­to en concepto de simiente. Para el maíz hemos elegido un ratio del 5 %. En los cálculos sobre las oscilaciones anuales del producto neto hemos considerado que cada cultivador ha empleado la misma cantidad de simiente en cada uno de los años analizados, obtenida de aplicar los ratios citados (20 y 5 %) a la media trienal del producto bruto de cada cereal. A falta de estimaciones precisas sobre los rendi­mientos por simiente en la Galicia interior hemos escogido unos ratios relativa­mente «optimistas» porque pensamos que se ajustan mejor a las explotaciones que estamos analizando, las cuales probablemente disponían de una capacidad de abo­nado y de un porcentaje de tierras de buena calidad superiores a la media.

También reviste especial importancia la determinación de las rentas y exaccio­nes fiscales que pagaba cada explotación, y para ello hemos acudido una vez mas al

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ÁNGEL I. FERNANDEZ GONZÁLEZ

CUADRO 9

Índices de precios de maíz y centeno de diversos prioratos: (1) Almerezo (Ponteceso); (2) y O) Callobre (Vilarmaior); (3) Porto (Pontedeume);

(4) y (6) Cinis (Abegondo). Media 1795-1807-100

1795

1796

1797

1798

1799

1800

1801

1802

1803

1804

1805

1806

1807

(1)

86 105 101 78 94

164 133

74 156 62 86 70 90

Maíz

(2)

74

107

83 71 104

178

113

95

166 74 71 83 80

0)

85

113

107 76 91

141

124

79

141 85 85 86 85

(4)

67

106

87 66 85

189

94

60

137 63 65 81 —

0)

72

108

72 72 115

187

122

108

144 79 72 76 72

Centeno

(6)

67 110 71 66 96 182 105 67 126 73 64 75

FUENTES: A H R G , Monasterios, Cajas 347-350-449; Archivo del monasterio de San Paio de Antealta­res, San Martín, legs. 43 y 46.

Catastro de Ensenada. En la exploración efectuada hemos constatado que los 239 diezmeros de la diócesis de Lugo analizados satisfacían de renta, primicias, oblata, voto, censos, misas, etc., lo siguiente: 9.016 ferrados de centeno ^' (lo que supuso el 20,75 % de su producción bruta media), 1.108 cántaras de vino (el 8,69 % de su producción total), y 5.658 reales por foros, censos y misas (equivalente al 9 % del valor del resto de las producciones de la explotación sujetas a diezmo). Aunque también se pagaban capones, gallinas o cabritos, el grueso de las rentas era satisfe­cho en centeno, y suponía por término medio 38 ferrados (algo más de 6 hls.) por ex­plotación, aunque, claro está, encontramos desde campesinos o hidalgos que no declaran pagar ninguna renta, hasta otros que llegan a pagar más de 100 ferrados de centeno, o importantes cantidades en dinero por censos. No obstante, son mayoría los casos en que la renta asciende al 20 % del producto bruto de centeno. En las 64 explotaciones de la muestra que producen vino la renta se reparte entre el centeno

" Hemos convertido en centeno, a precios corrientes, las rentas estipuladas en otros cereales (tri­go, menudo) y en castañas.

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LOS MAYORES PRODUCTORES AGRARIOS DE GALICIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIll

y el vino, con un nivel medio de gravamen respecto al producto bruto total seme­jante al de las explotaciones exclusivamente cerealeras. Insistamos, por último, en que es posible un cierto margen de variación entre las rentas pagadas en 1752 y las satisfechas con posterioridad a esta fecha, pero dado que estamos ante explotacio­nes que pagaban rentas forales, cuya cuantía solía mantenerse estable durante pe­ríodos relativamente largos, parece plenamente aceptable suponer que siguiesen

siendo las mismas. Para trasladar estos resultados al amplio conjunto de parroquias que incluimos

en el análisis hemos tenido que adoptar un sistema mixto para, no sin ciertas arbi­trariedades, aplicar los niveles de gravamen más ajustados. Deduciremos siempre una cantidad de cereal y otra de vino (si se produce), y consideraremos que la renta supone el 20 % del producto bruto del centeno siempre que éste sea el cereal ma-yoritario (cuando su producción supera el 60 % del total de cereales). Para las ex­plotaciones que además de cereales producen vino, a la renta a pagar en cereal le añadiremos la renta a pagar en vino. Esta ascendía, de acuerdo con lo observado en el muestreo, al 10 % de su producto bruto.

Estas son, pues, nuestras hipótesis básicas, salvo en dos situaciones:

1. Cuando el maíz es el cereal más importante, como sucede en la Galicia oc­cidental, trasladamos la carga de la renta al maíz, y seguimos manteniendo el su­puesto de que se eleva al 20 % de su producto bruto.

2 Cuando la producción de vino es la más importante (superando el 60 % de la producción total de cereales, castañas, habas y vino), hemos supuesto que la ren­ta principal es la pagada en vino y que equivale al 20 % de su producción, y hemos mantenido la deducción del 20 % del cereal mayoritario en concepto de renta. Con este supuesto pretendemos estimar mejor la carga real que suponía la renta de la tierra en las comarcas orensanas de monocultivo vitícola, donde predominaban las rentas pagadasenvinoyaunniveldegravamensuperioralquedetectamosenel

sur de Lugo '*.

Delamismaformaqueenlaeleccióndeloscoeficientessimiente-productohe-mos procurado ser «optimistas», en la estimación de la carga que suponía la renta de la tierra para los mayores productores hemos pretendido no «sobrecargar» de rentas a las explotaciones que seguramente tenían un porcentaje de tierras alodia­les o poco gravadas más alto que el resto de las explotaciones.

Para verificar si las hipótesis que hemos escogido eran o no acertadas hemos tomado el conjunto de explotaciones de las que sabemos a ciencia cierta cuanta

- Sobre lasmodalidadesdepagodelarentadektierraysuniveldegravamenenlas zonas vinco,

las, véase Saavedra, (1992a).

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ÁNGEL I. FERNANDEZ GONZÁLEZ

renta pagaban, y hemos comparado las cifras de producto neto y disponibilidades

calóricas netas en dos supuestos: deduciendo las rentas que figuran en la documen­

tación, y, por otro lado, aplicando los supuestos de carácter general que acabamos

de describir. Las diferencias son mínimas: el producto neto de centeno de los 239

vecinos es en el primer caso de 3.433 hls., y en el segundo, de 3.576; el de maíz pasa

de 1.396 a 1.309; y el de vino, de 1.949 a 1.828. La media de calorías disponibles por

explotación apenas varía: de 17.164 a 17.153.

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS: LANA PARA LA EXPORTACIÓN Y LANA PARA LOS TELARES NACIONALES EN LA ESPAÑA DEL ANTIGUO RÉGIMEN

ÁNGEL G A R C Í A S A N Z

Universidad de Valladolid

RESUMEN

La presencia en el mercado de tejidos importados (ekborados, precisamente, con lana castellana) íue compatible con una industria españoU pañera que ^ ^ ^ ^ 2 ' gorosa y que coexistió con la exportación de la lana en bruto hasta el f ' « « « » ^ F r ^ • bajo analiza el proceso de espedalizadón parcial de la mdustrja panera esP-noh du-rante el Antiguo Régimen y muestra su adaptación a la venta,. co«'P«««va que los tejedores castellanos tenían en el subsector de la Una de mediana y ba,a cabdad.

ABSTRACT

A vigorous Spanish wool manufacturing itjdustty dunng ^ A n a e n R e ^ m e co^ xisted u S . an aSve export trade of raw wool from Cas^e ^ ' ^ Í ^ I ^ r t i í r f n m^ exhibited a dear com,^t ive advantage on high qujdtty ^"'^^^^^^^^l dium and low quality goods aUowed CastiUan wool " f ' ^ r t : ^ U a ^ w ^ ^ Í « compete against European imports (many of them made wtth Castihan wool) up to

the XIXth centufy.

INTRODUCCIÓN *

El objetivo de estas páginas es presentar unos primeros resultados sobre

algunos temas relevantes que son recurrentes en la bstonografia económica de

, j • •„.« r« r las informaciones y comentarios que me han * Quiero manifestar m. ' ^ - ¿ ^ " ^ ^ f ^ ^ ^

transmitido en relación con este t « ' ° ' ' ' J " " ' p ' " j ' , , „ ^ , Torras y Gabriel Tortella, así como CÍO Jiménez Blanco, Enrique Llopis, Leandro Prados, Jaume lorras y a los evaluadores anónimos.

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ÁNGEL GARCÍA SANZ

la España del Antiguo Régimen y que aún están por clarificar, aunque sea a ni­vel de una primera aproximación o hipótesis fundada. En calidad de tal debe considerarse este escrito.

El argumento central de estas páginas se puede sintetizar en las cuatro si­guientes afirmaciones. Primera, que entre los siglos bajomedievales y el final del Antiguo Régimen persistió en el país una importante y muy difundida in­dustria textil lanera, lo que cuestiona seriamente las valoraciones de la econo­mía española durante aquella época, valoraciones que, enfatizando los aspectos agrarios y silenciando las realizaciones industriales y comerciales, califican ge­néricamente dicha economía de «colonial», «arcaica», «muy atrasada». Segun­da, que la exportación de lana sin elaborar —uno de los argumentos más soco­rridos para sostener las referidas valoraciones injustificadamente peyorativas— era racional económicamente, habida cuenta de las «ventajas relativas» que el medio natural y la historia institucional del país otorgaban a la especialización productiva en torno a esta fibra, la cual se obtenía con una calidad y a unos costes que la hacían altamente competitiva en el mercado internacional. Terce­ra, que, por el contrario, los países importadores de lana española contaban con otro género de «ventajas relativas», que abarataban precisamente los cos­tes de transformación de la lana extraída de España, de manera que sus géne­ros resultaban competitivos incluso en el mercado interior español, según se desprende del estudio comparado de costes de fabricación disponibles para finales del siglo xviil. Y cuarta, que, a pesar de que la exportación lanera —en realidad y por lo menos entre 1750 y 1800 sólo representó entre el 25 y el 30 por 100 de la lana producida— y de la importación de géneros extranjeros, la industria pañera tradicional del país satisfizo el grueso de la demanda nacional y hasta la primera mitad del siglo XIX dio testimonio de su «fortaleza» aprove­chando a fondo, y paradójicamente a primera vista, las posibilidades que aún le deparaba su viejo marco organizativo.

Es bastante probable que el atraso de la economía española respecto a la de otros países europeos, claramente evidenciado durante la época contempo­ránea ', haya influido en la reconstrucción del pasado. En otras palabras, que

También deseo poner de manifiesto que este escrito se ha beneficiado del disfrute de una Acción Integrada Universidad de Valiadolid-Universidad de Bolonia concedida por el Ministerio de Educación y Ciencia para el año 1992 (Acción 39 A), que fue renovada para el de 1993 (Ac­ción 31 A), de la que fue responsable por parte italiana el Prof. Franco Cazzola. También he con­tado para las últimas fases de elaboración con la ayuda económica de un proyecto de investiga­ción concedido por la Junta de Castilla y León para el estudio del proceso de industrialización en la Comunidad Castellano-leonesa.

' Sobre esto puede verse Carreras Odriozola (1990) y Prados (1988).

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PANOS

la necesidad de explicar el atraso contemporáneo seguramente ha forzado en sentido negativo la imagen del pasado real de la economía española. Pura te­leología mental.

1. í UNA ECONOMÍA «SEMICOLONIAL» O «COLONIAL»?

No es infrecuente aún ver calificar a la economía castellana —de los terri­torios de la antigua Corona de Castilla, y, por extensión más o menos explícita, del conjunto de España- durante el Antiguo Régimen como una economía «muy atrasada», «semicolonial» o «colonial». Y uno de los argumentos favori­tos que se esgrime para sustentar valoraciones tan negativas es que el principal renglón de las exportaciones consistía en lana sin elaborar.

Es incuestionable que la industria tradicional española no aprovechaba todas las ventajas relativas y posibilidades en general que, en principio, le otor­gaba la producción in situ de una abundante y cualificada materia prima. Y no es susceptible de discusión que otros países europeos -Inglaterra, los Países Bajos, Italia o Francia, según la etapa histórica- fabricaban paños con la laria española que importaban, paños cuyo destino comercial era frecuentemente la

misma España. Pero el que la lana fuera durante siglos el principal capítulo de la exporta­

ción era perfectamente compatible con la existencia en nuestro país de una respetable industria pañera.

Lo que se va conociendo, a la vista de las contribuciones histonograficas de las últimas décadas, sobre la difusión e importancia de la industria panera es congruente con la reivindicación formulada de una valoración menos peyo­rativa, y con los datos y estimaciones sobre exportación-transformación de la lana que más adelante expondré. . i • j •

Sin pretender en absoluto ser exhaustivo y con referencia a la industria pa­ñera de las diversas calidades, hay que empezar mencionando el cuadro verda­deramente estimulante de la pañería castellana entre os siglos xiv y xv tan bien pintado por Paulino Iradiel - e n especial, para la Submeseta Sur, con Cuenca a la cabeza- ^ Otro tanto cabe afirmar de la pañería cordobesa entre la Baja Edad Media y finales del xvi, según los trabajos de Córdoba de la Lla­ve y Portea 3. Por su parte, Hilario Casado ha desvelado la profusión de cen­tros pañeros en la España de mediados del siglo xvi al estudiar la distribución

^ Iradiel (1974). ' Córdoba de la Llave (1990), Portea (1980).

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del pastel importado por los mercaderes burgaleses''. Para el siglo xviii los testimonios conocidos de especialización industrial pañera son más numero­sos: aparte de las Reales Fábricas dedicadas a la pañería ', tenemos los casos ilustrativos de Amusco, Astudillo y Falencia , el de Béjar', el de Avila *, el de Pradoluengo con larga tradición anterior', los de Hervás y Torrejoncillo en Extremadura '", el de Alcoy ", los numerosos de Cataluña —Esparrague­ra, Olesa, Sabadell, Terrassa y otros— ' , el de Antequera en Andalucía '^ los de Santa María de Nieva, Bernardos y Riaza en la provincia de Segovia ^^. Por su parte, el caso de la ciudad de Segovia " es representativo de la trayectoria seguida por la pañería de calidad desde, al menos, principios del xvi y hasta el primer tercio del xix, con la particularidad de que, según ha mostrado Felipe Ruiz Martín ' , en las últimas décadas del Quinientos la producción pañera segoviana poco tenía que envidiar, por su cantidad y por su primor, a la de los más importantes centros textiles de la Europa de entonces.

Aunque en esta sumaria panorámica sólo se mencionan los núcleos textiles estudiados y mejor conocidos —¡cuántos quedan aún por estudiar! ¿No es sor­prendente, por lo inesperado, lo descubierto por Carmona Badía respecto a la lencería en Galicia? ''—, su mera existencia evidencia lo abusivo del calificati­vo de «colonial» adjudicado a la economía castellana —y por extensión espa­ñola— para los siglos bajomedievales y modernos.

Quien haya leído las Memorias de Larruga sabe muy bien que por doquier se transformaban materias primas —no sólo lana: lino, esparto, seda, mineral de hierro, pieles, etc.— y, hay que subrayarlo, Larruga fue más generoso en no­ticias para la situación industrial de su tiempo —fines del xvni— que respecto al estado de las manufacturas durante la segunda mitad del siglo xvi, etapa cul­minante de las actividades industriales en el interior peninsular.

^ Casado Alonso (1990). ' Sobre la de Guadalajara, González Enciso (1980). *• García Colmenares (1992). ' Ros Masana (1993). * Martín García (1989); respecto a la industria lanera, pp. 67-204. ' Ojeda San Miguel (1984). '" García Pérez (1992) y LLopis (1993). " Aracil y García Bonafé (1974). " Torras Elias (1984), Muret Pons (1989), Benaul (1991). '5 Parejo Barranco (1987). '•• García Sanz (1986), pp. 248-256. " La historia de la pañería segoviana empieza a contar con una copiosa bibliografía: Larruga

(1791, tomos X, XI y XII), Lecea García (1897), Marqués de Lozoya (1921), Ruiz Martín (1965-1967), Le Flem (1976), García Sanz ( 1986, 1987, 1989, 1991a, 1991b y 1991c).

'*• Ruiz Martín (1965-1967). " Carmona (1990).

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2. GANADERÍA LANAR, PRODUCCIÓN Y EXPORTACIÓN DE LANA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII

Porque ¿qué representaba la lana exportada respecto a la lana producida? Esta es la verdadera cuestión, nunca aclarada, aunque sea como estimación ra­zonable '*. A este respecto me atrevo a afirmar, como estimación razonable abierta a mejor información documental, que a mediados del siglo xviii sólo se exportaba la cuarta parte de la lana útil para la pañería que se esquilaba en el país y que, al final de la centuria, la exportación apenas alcanzaba a significar el 30 por 100 de la lana producida.

CUADRO 1

Ganadería lanar española (c. 1750 y 1865)

c. mo ÍS6Í

Territorios ' cabezas % cabezas

a) Territorios castellanos:

Galicia 2.011,422 8,3 1.538.304 6,8

Castilla la Vieja y León, con Asturias, Cantabria y Rioja 8.864.308 36,4 7.846.562 34,9

Castilla-La Mancha, con Madrid yMurcia 3.9601.93 16,3 3.164.184 14,1 Extremadura L340.772 5,5 2.452.762 10,9 Andalucía 2.510.055 10,2 2.242.578 10,0

Total 18.687.050 76,7 17.242.390 76,7

b) Resto del país' 5.664.070 23,3 5.226.579 23,3

Total de España 24,351.120 100,0 22.468.969 100,0

' Las cifras de 1750 son resultado de una extrapolación a partir de los ^atos del & « o de 1865. Comprende, aparte de los territorios históricos de la Corona de Aragón, al Pa.s Vasco, Na-

FuENx'ES^roTdatos de alrededor de 1750 son los del Catastro de la ^-^ZfjÍ'S^TLf GRUPO 75 en La economía del Antiguo Kégimen. U «renta naaonaU de Corona de Us-X u n ^ v rs.dad Autónoma. Madrid, 1977, p. 109 Los de ^ f ? pr°ceden del C.«.o ¿¿ la ganadería de España según el recuento verificado en 24 de septiembre de 1865, Madr.d, 1868.

'« Las principales aportaciones historiográfícas sobre la exportación de lana española se deben a Basas Fernández (1963), Lapeyre (1974 y 1981), Israel (1980), Rahn Ph.lhps (1982 y 1983), Bilbao y Fernández de Pinedo (1982), Bilbao (1983).

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La primera de estas estimaciones, para los años centrales del siglo, se fun­da en los datos que se presentan en el Cuadro 1 sobre el contingente ganadero lanar de toda España para mediados del siglo xviii y para 1865 ". El número de cabezas para los territorios no contemplados por el Catastro de la Ensena­da hacia 1750 ha sido estimado a partir de la extrapolación de la importancia ganadera que dichos territorios tenían en el Censo de la Ganadería de España de 1865, muy digno de crédito a juicio de quienes lo han analizado ^°. La co­herencia en los porcentajes de distribución del ganado en los territorios caste­llanos entre una y otra fecha contituyen una garantía de la Habilidad de la ex­trapolación realizada: sólo Extremadura discrepa, caso excepcional por razones bien conocidas.

Para calcular cuál podía ser la producción de lana utilizable en la pañería de la cabana ovina hacia 1750, he partido del supuesto —sigo en esto las razo­nables estimaciones de Parejo Barranco, aun a sabiendas de que el marco cro­nológico de estas páginas es otro 2'— de que el 20 por 100 de los lanares, casi todos los de raza «churra», no producía lana utilizable para la fabricación de paños —se empleaba en colchones, sombreros, alfombras, tapices, etc.—. Así que los 24,3 millones de lanares quedaban reducidos a 19,5 millones de cabe­zas productoras de lana susceptible de ser convertida en paño. Es una estima­ción aceptable que el rendimiento en lana por cabeza de las diferentes razas ovinas era de 2 kilogramos 2. En conclusión, los 19,5 millones de cabezas in­dicadas producían unos 3,388 millones de arrobas de lana en sucio, equivalen­tes a 38.962 Tms.

Consideremos ahora cuánta lana se exportaba por aquella época. Entre 1750 y 1759 se extrajeron, como media anual, 332.344 arrobas en limpio y 31.657 en sucio ^^. Reducidas las primeras a su peso en sucio —la lana al ser lavada perdía aproximadamente el 60 por 100 de su peso ^"^—, tenemos 830.860 arrobas, que sumadas a las que salían en sucio, hacen 862.517, esto es, 9.918 Tms. Esta cantidad representa el 25,44 por 100 de la lana producida útil

" Deseo agradecer a Juan Ortega, delegado en Valladolid del Instituto Nacional de Estadís­tica, las facilidades que me ha prodigado para obtener las cifras del Censo ganadero de 1865.

^0 Grupo de Estudios de Historia Rural (1991), pp. 79-93. 2' Parejo Barranco (1989), pp. 115-146. " Tengo bien documentado, para los rebaños trashumantes esquilados en Segovia, que los

rendimientos medios por cabeza eran, entre el siglo XVIII y el XIX, de 2,3 kgs. —esto es, 5 libras por vellón o, si se prefiere, cada 5 cabezas producían una arroba de lana en sucio (11,5 kgs.).

" Archivo General Je Simancas, sec. Dirección General de Rentas, 1.' Remesa, leg. 2.598. ^'* Aunque esta es la estimación más rigurosa, no hay que extrañarse de que los coetáneos

sostuvieran, por la facilidad implícita en el cálculo, que la reducción de peso de la lana sucia era del 50 por ciento.

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para la industria pañera. El resto —2,525 millones de arrobas, equivalentes a 29.048 Tms.— sería el consumo aparente de la industria pañera nacional.

Se podría pensar que, aunque tan sólo se exportara esa proporción de la­na, la extraída era precisamente la más fina, la fina merina. Para empezar, esto no es cierto, como demostraré en el siguiente apartado, pero, aun dando por buena esta opinión errónea, debe tenerse en cuenta que hacia mediados del XVIII había en el país alrededor de 6 millones de cabezas de ganado fino \ de ellos, unos 3,5 millones estaban integrados en la Mesta o, los demás eran es­tantes y trasterminantes, o pertenecían a los territorios de la Corona de Ara­gón, donde no hay que olvidar que también era notable la trashumancia entre el valle del Ebro y los zonas montañosas que lo ciñen ^\ Estos 6 millones de ganado fino, con unos rendimientos algo superiores a la media —2,3 Kgs. por vellón-, producían como 1,2 millones de arrobas de lana fina en sucio, esto es, 13.800 Tms. Descontadas de éstas las 9.918 Tms. que se exportaban, aun quedaban en el país 3.882 Tms., esto es, 337.565 arrobas, bastante más de lo que cualquier país importador recibía por entonces.

Por lo que respecta a la estimación para finales del siglo - q u e la exporta­ción lanera apenas alcanzaba al 30 por 100 de la producción-, parto del su­puesto razonable de que hacia 1800 había unas 800.000 cabezas menos que por 1750, habida cuenta de que entre 1750 y 1865 disminuyó la cabana lanar en 1,882 millones de cabezas y considerando que el ritmo del decrecimiento fuera uniforme entre ambas fechas ^K Asi hacia 1800 tendríamos 23,551 millo-

- Esta afirmación se fundamenta en los resultados de los recuentos ¿^'"'"^''¡¿.0 que se hi­cieron entre 1770 v 1788, datos que se encuentran en el expediente 34 del legajo 363 de a Sec­ción del Consejo Supremo de Hacienda Junta de Comerco y Moneda) del Archwo General de S,-mancas. Ha s,do Ricardo Franch Benavent (1991) quien ha descubierto y ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ importantísimo expediente, el cual constituye también en estas pagmas una fuente de mform -ción fundamental. Agradezco al autor el que me enviara una separata de su articulo, verdadera-

mente memorable. . . , i . „ „ „ , . s „ .^,,» - Hay que subrayar el considerable avance de la invest^acion sobre el tema '"«teño xpe-

rimentado en las últimas décadas, a partir del clásico libro de Klem (1981, 1.» ed 1920K Bishko (1982) presentó un espléndido estado de la cuestión al respecto. Seguramente - ; ' ^ ° " ° 7 ' ; " ; ° de la gestión económica de las grandes explotaciones trashumantes el campo en el que los pro-gresos han sido mayores: Llopis (1980 y 1982). „,„„„„„„ „; , •

- Sorprende la escasa investigación realizada respecto a la ' - ^ ' ' . " ' " ^ " " ' ' „ 3 " " ; f' " compara con la amplia historiografía mesteña. Es esperanzadora la aparición de un recente libro

^' T i r d a : : r s S : U cÍ S t ar ofrecidos por el Censo ie Frutos y Manufacturas de 1799 (Ma-

drid, 1803, no ofrecen garantía ^ ^ ^ ^ ^ ^ 1 : ! ^ Z T S ^ ^ r ^ ^ ^ Z tas para esta o aquella provincia, pero no hay duda de que sus ua g B t-

j . • . I „ rl^firipnrias explícitas que contiene: por ejemplo, en Galicia, Lordo-admitidos por las numerosas '^^^''"'^^rJeTclnl^^^ sólo carneros y otro tanto parece ocurre ba y Guipúzcoa sólo se cuentan ^.°^d"os, en Cananas solo ca d„p^,,,tados: por en Soria. Además, ofrece rendimientos en lana por caoeza veruau

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nes de lanares, de las que serían productoras de lana utilizable para la indus­tria pañera 18,841 millones, las cuales producirían 3,276 millones de arrobas de lana en sucio. Por lo demás, consta documentalmente ^' que la cantidad media anual de la lana exportada en la década de 1787-1796 fue de 0,966 mi­llones de arrobas —reducido todo lo exportado a lana en sucio o sin lavar—, que representan un 29,49 por 100 de la lana producida, por lo que el consu­mo aparente de la industria nacional sería de 2,310 millones de arrobas —el 70,51 por 100 de la producción—. Esta estimación final coincide casi exacta­mente con la que ofrece Canga Arguelles ^°, que afirma que, «según razones que los intendentes dieron», antes de 1806 las «fábricas» nacionales consu­mían 919.032 arrobas de lana lavada, que equivalen a 2,297 arrobas en sucio. Este dato es, en mi opinión, garantía de la corrección de las estimaciones reali­zadas, que se exponen sintéticamente en el Cuadro 2.

La falta de lana, que a veces se denuncia, no era una situación de carácter general en el tiempo y en el espacio, sino más bien excepcional. Respondía a particulares circunstancias, episódicas. En la historia de la pañería segoviana he detectado algunas de esas situaciones de carestía de lana. Y era precisa­mente en esas circunstancias cuando los fabricantes recurrían al derecho de tan­teo sobre las lanas compradas para exportar. Este derecho afectó hasta la terce­ra parte de dichas lanas desde 1462 a 1551; desde esta fecha a 1779 se aplicó a la mitad de las mencionadas lanas; desde 1779 se refirió a «las lanas conducen­tes a su fábrica», esto es, a cuanta lana precisaran los fabricantes.

En conclusión, no hay contradicción alguna en que, por una parte, la lana exportada fuera el principal renglón de la exportación ^' y en que, a la vez, la

ejemplo, resulta que en León se precisan 17,39 cabezas para obtener una arroba de lana, mien­tras que en Avila los ganaderos lograban una arroba con 0,37 cabezas. ¡Afortunados abulenses y desdichados leoneses! Esto no hace más que confirmar las opiniones, formuladas hace ya tiempo por Fontana (1967), sobre la validez general át las cifras proporcionadas por este Censa la fecha «estratégica» a que se refiere el Censo —y, por lo tanto, sus potenciales posibilidades como dato de arranque para estudiar las transformaciones económicas en la España contemporánea— no puede hacernos indulgentes con disparates y errores explícitos que inutilizan los datos agregados. ¿Cómo dar por bueno que el Catastro del Marqués de la Ensenada cuente 18,687 millones de la­nares en los territorios de la Corona de Castilla y el Censo ganadero de 1865 contabilice en los mismos territorios 16,877 millones, mientras que el Censo de Frutos y Manufacturas de 1799 sólo sume 8,204 millones? ¿Hay alguien que tenga noticia de semejante hecatombe ganadera y de tan brillante recuperación ente 1799 y 1865?

^' Archivo General de Simancas, sec. Consejo Supremo de Hacienda (Junta de Comercio y Mo­neda), leg. 363, exp. 34.

"> Canga Arguelles (1834), p. 39. " Fontana (1970), p. 12., indica que el valor de la lana exportada en 1792 alcanzó los 130,6

millones de reales, lo que suponía el 33 por ciento del valor de todas las exportaciones españolas hacia los demás países europeos.

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industria pañera estuviera muy difundida y contara con centros especializados no sólo en géneros ordinarios, sino también en paños selectos.

CUADRO 2

Producción, exportación y consumo aparente de lana

Conceptos c.1750 c. 1800

Total número de cabezas lanares, en millones 24,351 23,551

Cabezas productoras de lana utiiizable por la industria

pañera, en mili .ilíones : 19,481 18.841

Producción de lana en sucio, en millones de arrobas' 3,388 100,00 3,276 100,00

Lana exportada, en millones de arrobas^ 0,862 25,44 0,966 29,49

Consumo aparente de la industria nacional, en millo-;dearíobas 2.526 74.56 2,31 70.51 nes (

' Cada cabeza produce 2 kilogramos de lana en sucio. i7sn i7sq P<,r<, r 1800 ' Para c. 1750 es la media anual de lo exportado durante el decenio 1750-1759, Para c. 1800

es la media anual de lo exportado en la década 1787-1796. l„. A,»nt« m^ir»d<i« FUENTES: Para el número de cabezas, estimaciones a partir de los datos de las fuentes indicadas

en el Cuadro 1 , , ,750.1759 en la sec. Dirección General de Para la exportación de lana: los datos de W5U í Jf'^" '" *•= , , ,_„-, , , „ . Rentas 1 «Remesa leg 2 598, del Archivo General de Simancas; los ditos de 17HJ-17')b, en "Icción Conse]o Supremo de Hacienda Qunta de Comercio y Moneda), leg. 363. exp. 34, del mismo Archivo.

Una consideración final en este apartado: la valoración del impacto de la reforma agraria liberal sobre la ganadería lanar. Por los datos que ofirezco hay que concluir que la incidencia en sentido negativo fue escasa. En los 115 anos que van de 1750 a 1865 la cabana ovina apenas había descendido en 2 millo­nes de cabezas. Otra cosa es que los lanares trashumantes hubieran pasado de los 4 ó 5 millones a tan sólo 1,873 millones en 1865: la mayor parte de ellos se habían hecho estantes, integrándose así con la labranza que, s. bien avanzo so­bre tierras antes incultas, producía también más cereales pienso y procuraba mayores superficies de rastrojeras, barbecho y eriazo, que continuaron, como es sabido, sujetas a «la derrota de las mieses., servidumbre que la reforma agraria liberal no logró abolir, aunque lo intentó ^l

" Sobre esto puede verse García Sanz (1985b).

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3. SE EXPORTABAN LANAS BASTAS, ORDINARIAS, BURDAS, ENTREFINAS, FINAS, ETC.

Veamos ahora la trascendental cuestión de la calidad de la lana exportada. Como he adelantado, no se puede sostener que la extraída fuera exclusiva­mente lana de calidad, esto es, fina merina. Esta afirmación desmiente un su­puesto que tradicionalmente han dado por bueno los estudiosos del tema, al­gunos de los cuales incluso han formulado toda una interpretación de la trayectoria de las exportaciones laneras españolas en función de los mayores o menores requerimientos de lana merina por parte de las industrias extranjeras.

Varios, y de peso, creo yo, son los testimonios documentales que demues­tran que, junto a una cantidad indeterminada de lana fina merina, se extraía una cantidad también indeterminada de lanas bastas, ordinarias y entrefinas. La pro­porción de aquélla y de éstas en el conjunto de la lana exportada debió ser va­riable, según los cambios cualitativos de la demanda exterior, aunque es razona­ble suponer que en general la proporción correspondiente a la lana fina fue mayoritaria. Esta situación arranca, que nos conste documentalmente, por lo menos del primer tercio del siglo xvii y se mantiene hasta las primeras décadas del siglo XIX.

El, por ahora, principal testimonio que se puede invocar en apoyo de lo que afirmo es la misma legislación. Así, la Real Cédula de 24 de diciembre de 1625 sobre el derecho de tanteo de lanas a favor de los fabricantes establece que:

... el tanteo contenido en las dichas leyes, sea no sólo de la mitad de las lanas finas, ó bastas, ó añinos que se compraren para sacar de estos reynos, sino tam­bién de las que se compraren para revender en ellos, ó en otra cualquier mane­ra, como no sea para fabricarlas, y con que, en quanto á las lanas bastas que se compraren para sacarlas del reyno, se pueda extender, y se extienda la dicha fa­cultad del tantear á las dos tercias partes, el cual tanteo se concede solo en fa­vor de los hacedores de paños, rajas, ó bayetas, ú de otra qualquier especie de labor de lana, y con las demás calidades contenidas en las dichas leyes ^ .

Pero ya bastante antes de 1625 debía ser práctica común el exportar cualquier clase de lana: William D. Phillips y Carla Rahn Phillips han analiza­do con detenimiento un envío de lanas a Brujas en los años setenta del xvi y en la lista de precios de la lana extraída que publican —precios declarados por los mismos exportadores en pleito con los aseguradores— se aprecia una

" El texto de esta importante Cédula fue publicado por Larruga (1791), vol. XI, pp. 266-275; el texto aquí reproducido está en la p. 268.

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gran diversidad, hecho que sólo se puede atribuir a las muy diversas clases y

calidades de la lana '"*.

Por la Ley 6 del Título 16 del Libro 9° de la Novísima Recopilación, fecha­

da en 23 de junio de 1699, se ordena que

Habiéndose reconocido los graves perjuicios que se siguen á las fábricas de texi-dos de estos reynos y á la causa pública de las extracciones, que de algún tiem­po á esta parte se hacen para Reynos extraños de lanas bastas y ordinarias, de que se surten dichas fábricas, hemos resuelto prohibir estas extracciones general y absolutamente...

En su Theorica y Practica de Comercio y Marina, cuya primera edición apare­

ce en 1724, Gerónimo de Uztáriz escribe respecto a lo que aquí nos mteresa:

Aunque la saca de Lanas ordinarias está vedada por la citada Cédula del año 1699 no estoy bien informado de si todavía subsiste [la exportación, se entien­de] y dudo si su permanencia es conveniente, ó no por aora, respecto de que en algunas Provincias ay cantidad grande de ellas, y es muy natural que no las podrán consumir todas hasta que se establezca mayor numero de Telares; y assi suspenderé mi dictamen en este punto, hasta lograr noticias mas puntuales de o que ay en esto; pero en caso de permidrse su extracción, convendrá practicar lo mismo que he propuesto para las Lanas finas .

Disposiciones sobre el tanteo fechadas en 1751, 1752, 1767 y 1770 reite­

ran la prohibición de exportar lanas «bastas y comunes», lo que prueba que no

se observaba lo mandado en 1699: Ley 7 del Título 6 del Libro 9.° de las No­

vísima Recopilación. En 1770, en concreto, la Junta general de Comercio exigía

el cumplimiento de la ley de 1699 en los siguientes términos:

para contener el abuso de extraer lanas ordinarias extendi^do á las negras y par­das, conocidamente comprehendidas en las clases de aquellas, V - t ^ - ^ ^ - -pre como el material más propio y necesario para las fabricas de panos bastos, de que se viste el común de la Nación...

A pardr de 1751 la legislación sobre el tanteo de lanas declara tanteables

por los fabricantes no sólo las finas, sino también las lanas entrefinas compradas

para exportar. Pero ¿de qué calidad eran las lanas W . « . . ? Oigamos lo que

al respecto piensa, en informe fechado hacia 1782, la Sociedad Económica de

» Phillips y Rahn Phillips (1977).

" N r 3 i l ' S í í ^ ^ ' S o 16 del LiW 6." de la No.,..aRecop,Uc^6n.

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Soria, que achaca la decadencia de la industria lanera en su provincia, entre otras causas, a

La extracción de Lanas churras y riberiegas, de que se surtían y surten las Fábri­cas, que en otros Países se llaman estantes, y en las Leyes y Autos Acordados se distinguen con los nombres de bastas, burdas y ordinarias, disfrazándose esta ex­tracción prohibida con el dictado de entrefinas, desconocido en las Leyes del Reyno ' ' .

Al ilustrado intendente de Segovia y director de su Sociedad Económica, José Antonio de Horcasitas, esta era la opinión que le merecían las lanas entre­finas:

... deseara [yo] que se olvidase el uso de este nombre inventado por los tratan­tes, para sacar con este Título las (lanas) ordinarias, como advierte el Ilustrísimo Autor de la Educación Popular [esto es, Campomanes] *.

Todavía en 1783 y en 1789 se hubo de reiterar la prohibición de exportar lanas «burdas y ordinarias» ". Es más, hay que sospechar que una de las épo­cas en que mayor cantidad de lana ordinaria se extrajo fraudulentamente —una forma fácil de hacerlo era envolverla con lana fina en el interior de las sacas— fue precisamente durante las décadas postreras del siglo xviii y en los dos primeros decenios del xix: la gran estimación y fuerte demanda de lanas finas castellanas incitaron a los extractores a perpetrar tan lucrativo engaño —todo se vendía al precio de lo fino— consistente en mezclar las lanas «chu­rras con las merinas». A partir de aproximadamente 1820, cuando se hunden las exportaciones laneras españolas por la competencia de las lanas sajonas, son numerosos los coetáneos que consideran que uno de los motivos de la pérdida de estimación de nuestras lanas es el comportamiento irresponsable y fraudulento de los extractores durante los buenos tiempos pasados ''°.

No es difícil imaginar las razones por las que los cobradores de la «renta de la lana» en las aduanas —tanto cuando estuvo arrendada como cuando se

' ' Este texto está tomado del informe de la Sociedad Económica de Soria sobre las causas de la decadencia de las Fábricas de lana en su Provincia, que se publicó en las ACTAS Y MEMO­RIAS DE LA REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE LOS AMIGOS DEL PAIS DE LA PROVIN­CIA DE SEGOVIA, Segovia, 1785, vol. I, p. 170. Lo subrayado está asi en el texto.

" Texto tomado del «Extracto de Informe dado a la Real Junta de Comercio sobre qué la­nas conviene o no permitir su extracción», redactado por Josef Antonio de Horcasitas, intenden­te de Segovia, y publicado en ACTAS Y MEMORIAS..., op. cit., Segovia, 1786, vol. II, pp. 316-326.

'" Respectivamente para sendas fechas: Leyes 8 y 9 del Título 16 del Libro 9.° de las Novísi­ma Recopilación.

"O Sobre esto puede verse García Sanz (1978 y 1985a).

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

administró directamente por funcionarios de la Hacienda regia— eran cóm­plices del fraude de los exportadores: según precisa Lapeyre "', el derecho más antiguo en el tiempo, al que desde 1558 se irán superponiendo otros, gra­vaba la lana en atención a su calidad. Interesaba pues a los arrendatarios de la renta y, en definitiva, a las arcas reales considerar que toda la lana exportada era de la mejor calidad. Por su parte, los extractores ¿se iban a denunciar a sí mismos como infractores de la prohibición de exportar lanas bastas, bien ex­plícita al menos desde 1699? Por lo demás, soportaban pagar más de lo debi­do en aduana por el lucro extraordinario que esperaban obtener mediante la venta, en el exterior, de la lana ordinaria a los precios de la lana fina con la

que iba mezclada. En conclusión, a la vista de estos datos y evidencias se impone revisar, por

lo menos, las explicaciones - s i no los datos de b a s e - ofi-ecidas sobre la tra­yectoria de la exportación lanera.

4. COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS:

LOS HECHOS

En este apartado se trata de presentar varios testimonios de época fecha­dos en torno a 1800, que evidencian - y permiten también apuntar explicacio­n e s - que los paños extranjeros confeccionados con lana previamente impor­tada de España podían ser competitivos, y de hecho lo eran, en el mercado

interior español. , El primer testimonio lo proporciona la Sociedad Económica de Segovia.

Se trata de un informe que hizo la institución en 1791 para responder al inte­rrogatorio mandado por Bernardo Iriarte, «Ministro de la Junta de Comercio y Moneda», que se refería a las siguientes cuestiones, justamente las que aquí nos interesan:

Es constante que en España abunda la lana; también lo ^^.'^"^.•«f ^^J^^f""! la extraen, introduciéndonosla manufacturada, y que - " - ' l " ^ ' ^ - ' ^ 8 - °! ^^ ida y vuelta tienen á lo menos sus géneros un recargo de 100 por 100 que no tienen nuestros géneros nacionales. Ahora pues ¿cómo pueden aquellos indus­triosos Fabricantes vendernos sus texidos á precios equivalentes a los nuestros? ¿Será porque trabajen mas horas sus operarios? ¿Sera porque P^^^^" 3 ^ J^" treza> ¿Porque usen de métodos y máquinas que faciliten, aceleren y perfeccio­nen lascarías operaciones? ¿Porque mezclen con nuestras lanas ft--tras knas mas ordinarias y menos costosas? ¿Porque fabriquen con menos ley? , 0 sera a

•" Lapeyre (1981), pp. 171-177.

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ÁNGEL GARCÍA SANZ

caso el conjunto de todas estas circunstancias y de otras que ignoro, y no acier­to á discurrir? ''^.

La Sociedad segoviana se tomó muy en serio la respuesta a estas cuestio­nes: mandó examinar paños de Sedán, de la fábrica de San Fernando de Hena­res y de la segoviana de Laureano Ortiz de Paz, así como paños confecciona­dos por diversos fabricantes de la ciudad, de los que además logró informes detallados. Los resultados, en lo que aquí interesa, se sintetizan y presentan en el Cuadro 3.

La primera conclusión es que el encarecimiento de los paños extranjeros por la repercusión, primero, de los costes de exportación de la lana y, después, de importación de los géneros era considerablemente menor que el admitido generalmente en España —100 por 100 y aiJn más—. En realidad, segiín los cálculos de la Segoviana reflejados en el Cuadro, ese incremento de costes era tan sólo de un 22,01 por 100 (suma de A3, A4, A5, A7, B2 y B3).

La mayor parte de ese recargo del 22,01 por 100 no puede ser imputada al coste del transporte, sino al pago de los derechos aduaneros al extraer la lana —repercutía en un 5,47 en los costes totales de los paños, pero respecto al precio de la arroba de lana lavada los referidos derechos significaban un 30,70 por 100 (66,31 reales respecto a 216, que era el precio de la arroba en lim­pio)— y al importar los paños —un 11,26 por 100 del coste total—. En defini­tiva, del 22,01 por 100 de los recargos, 16,73 se debía al fisco español y tan sólo 4,74 al transporte —no se considera, claro, el coste, pequeño relativamen­te por lo demás, del porte de los paños extranjeros desde los puertos hasta Madrid, porque en ese gasto también incurrían los paños nacionales—. Estas consideraciones ponen en evidencia la importancia de los recargos aduaneros, pero a la vez dejan claro que eran insuficientes para impedir la competencia victoriosa de los paños extranjeros hechos con lanas españolas. Si de verdad se hubiera deseado anular con medidas arancelarias los beneficios que obtenían los fabricantes extranjeros, ¡se habrían tenido que incrementar los derechos aduaneros en un 107,34 por 100! En efecto, la cantidad de los derechos paga­dos —341.215 reales— debería aumentar en 366.171 reales más, que eran los beneficios que obtenían los fabricantes extranjeros —un 17,96 por 100 de la inversión total realizada—. En suma, 707.387 reales, lo que hubiera supuesto un recargo aduanero que habría significado algo más de la tercera parte de los costes totales de los paños.

« ACTAS Y MEMORIAS..., op. cit., vol, IV, Segovia, 1793, pp. 31-32, También hay referencias a este interrogatorio de Iriarte en el vol. II, Segovia, 1786, p. 12.

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

CUADRO 3

Costes de exportación de lana española y de importación de paños extranjeros con ella fabricados en 1791

Reales

a) Desde la compra de la lana hasta la fábrica extranjera:

1. Valor de 3.306 arrobas * de lana en sucio, a 103 reales arroba . . . . 340.518 16,70

2. Coste de lavado, ensacado de las 1.683 arrobas a que queda redu- ^^^ ^ ^^

cida la lana, a 7 reales arroba inq in 053 3. Comisión del intermediario (3 %) ' '

4. Transporte desde Segovia, por Burgos hasta su embarque en Bil- ^ ^^

bao, a 9 reales por arroba 5. Derechos de exportación (antiguos y nuevos ), a 66,31 reales arro-

, 111.622 5,47 ba

6. Interés del 0,5 por ciento mensual, por 6 meses, sobre cantidad adelantada por comprador extranjero • '

-, c n j u MCf\ . . . . 20.655 1,01 7. Seguros, fletes, desembarco (4 %) TOTAL "^-«^O '''''

b) Fabricación de los paños y su importación hasta Madrid

1. Coste de fabricación de 841 paños 32nos. color grana, de a 26 , 993.580 48,72

V3r3S - íMT 1 r\ci

2. Seguros y fletes hasta puerto español (4% sobre lo invertido) 61.225 3,UU 3. Derechos de importación (15 por ciento) o"; 730 124

4. Portes de paños a Madrid, a 30 reales qi 47n 942 5. Alcabalas (8 % sobre valor en venta)

TOTAL '•'''•''' ''•''

- , . ,R, 2.039.088 100,00 c) Coste total de los panos (A+rs)

d) Valor en venta de los paños (lio rs./vara)

, „ , , 366.172 e) Beneficio (d-c)

17,96 /) Porcentaje de e sobre c

* La arroba castellana pesa 11,5 Kgs.; la vara mide 0,836 metros. Pmmncia de Seío-FUKNTE: Actas y Memonas dek Real Sociedad Económica de los Amigos delPa'sde la Provincia de iego

vía. vol. III, Segovia, 1793, pp. 33-37; datos reorganizados por el autor.

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Viene a cuento aquí referirnos a las estimaciones de algunos relevantes tra­tadistas de época respecto a la proporción existente entre el valor de las lanas exportadas y el valor de los paños extranjeros vendidos en España. Luis Ortiz escribió en 1558 en su célebre Memorial para que no salga dinero del reyno que:

... de una arroba de lana que a los extranjeros cuesta quince reales, azen obraje de tapicerías y otros paños y cosas labradas fuera de España, de que buelben dello mismo a ella, balor de más de quince ducados... ^^.

O sea, que según Ortiz el valor de los paños en venta es once veces mayor que el valor de la lana extraída con la que se ha confeccionado: 165 reales frente a 15 de la lana.

Más moderadas son las estimaciones de Gerónimo de Uztáriz hacia 1724:

... sacándonos con el valor de un millón de nuestro propio material, hasta qua-tro, ó mas millones en dinero, por cuyo medio nos debilitan, y hacen despoblar nuestras provincias, lo que en substancia viene a ser, dar armas, y municiones á nuestros émulos... '•''.

En este caso e interpretando que en los cuatro o más millones que «nos sacan» no incluye Uztáriz el valor de la lana, el valor de los paños sería cinco o más veces el valor de aquélla. Jovellanos menciona la estimación de Uztáriz y la da por buena en su Informe... en el Expediente de la Ley Agraria ^^.

Lo que sobre el tema indica el Cuadro 3 que comentamos es que si se compara el valor de la lana lavada exclusivamente —sin incluir los derechos de exportación y el transporte hasta la fábrica extranjera— con el valor de los paños en venta, éste era 6,6 veces mayor que aquél; si se incluyen en el valor de la lana todos los gastos hasta llegar a la fábrica extranjera, entonces el valor del paño sería 4,79 veces el valor de la lana. De aquí se deduce que las estima­ciones de Uztáriz, aceptadas por Jovellanos, eran razonables. Exageradas pare­cen las de Ordz, pero habría que conocer mejor la situación de mediados del siglo XVI para asegurarlo.

El segundo testimonio de época lo proporciona Tomás Pérez Estala '• en

« LuisOrtiz(1558), p. 581. "" Uztáriz (1742), p. 280, "' Jovellanos (1795), p. 42. * Pérez Estala, turolense de nacimiento, fue una de las más brillantes personalidades de la

ciencia tecnológica de la Ilustración; pensionado por el erario regio, visitó varios países extranje­ros para conocer su desarrollo tecnológico. Pero quizá lo que más interese subrayar aquí de su biografía es que contrajo matrimonio con una de las hijas de Laureano Ortiz de Paz, el innova­dor fabricante segoviano propietario del primer establecimiento privado —Ortiz de Paz compró

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

un informe presentado en 1803 a una Junta Extraordinaria, de la que era miembro, mandada formar por la Secretaría de Hacienda para proponer inicia­tivas sobre tanteo de lana, fomento ganadero e industrial ^\

Pérez Estala compara en su informe los costes de producción de paños su­perfinos en la fábrica que él dirigía en Segovia con los costes de confección, con lana española, de dichos géneros en las fábricas de Abbeville y Carcasona, en Francia. En los tres casos se trata de manufacturas con un alto grado de concentración del proceso productivo. La de Segovia era la Real Fábrica de los herederos de Ortiz de Paz, único establecimiento verdaderamente fabril existente en la ciudad por 1803; producía paños «comunes» —en el contexto industrial segoviano tal expresión quiere indicar géneros 22nos. (veintedose-nos) sobre todo "S—, pero también superfinos; el hilado se realizaba por lo ge­neral fiíera del establecimiento mediante el recurso al sistema de encargos a las «fábricas de hilazas» dispersas por la provincia y también a campesinos-ar­tesanos de los pueblos del entorno de la ciudad -Verlagssystem-; por lo que respecta al tejido, se ejecutaba en telares ubicados en la fábrica, aunque en el caso de los paños «comunes» se recurría a veces también a encargos a los teje­dores de talleres domésticos dispersos por la ciudad; en consecuencia, la ma­yor parte del proceso productivo se realizaba en el interior del establecimiento por medio de operarios contratados, según los casos, a jornal o a destajo. En el caso de Abbeville se trataba de una fábrica con un mayor grado de concentra­ción aún que la segoviana; estaba especializada en la producción de panos su­perfinos; cuando hacia 1750 la visita Antonio de Ulloa informa de que

las instalaciones de la Real Fabrica de Paños Superfinos creada en 1 7 6 3 - digno de la cahfic -ción de fabril que funcionó en Segovia. Es más, por expreso deseo ' " ^ ^ 7 " " " ° ' J ' ^ ' " ^ ' 3 ° " tiz de Paz, Pérez Estala fue designado director del establecimiento tras la "^^'^^tlZu^^ 1788. Hay que tener en cuenta, pues, que es desde su experiencia como director de un estableci­miento verdaderamente fabril - a ello hace frecuentes alusiones en ^ " " ' 7 - ^ ° 7 ¿ ^ f ^ ^ " ' ^ ^" informe, desde luego autorizado, fehaciente y digno de crédito: los datos relanvos a Segov a son los de k fábrica que dirigía. Sobre la fábrica de Ortiz de Paz puede verse GarcuiSanz (1989)^

^' Archivo General de Smancas, sec. Consejo Supremo de Hacienda ffunta de Comercio y Moned Í l eg 363, exp. 34, Sobre el hallazgo de este importante documento puede verse la nota

^^' » Esto es paños con 22 cientos - 2 . 2 0 0 - de hilos en urdimbre o pie. Cuanto mayor sea el

número de h ü o r m l s elevada es la calidad del género. De los 30nos. para arriba se consideran

«superfinos».

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COMPETITIVOS EN LANAS. PERO NO EN PANOS

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ÁNGEL GARCÍA SANZ

En Abbeville tuve no poco que admirar la manufactura de Paños y que dentro de la casa de un simple particular trabajen diariamente 3.500 personas, en 106 telares, y las demás oficinas correspondientes '''.

Por su parte, el caso de Carcasona es más similar al de Segovia por el gra­do de concentración fabril; se trata también de una Manufactura Real en ma­nos privadas; aunque algunas de las operaciones iniciales de la fabricación se realizan fuera del establecimiento por el sistema de encargos, la mayoría y las más importantes se ejecutan dentro, ya a mediados del siglo, según informa Antonio de Ulloa '°. Tanto en Abbeville como en Carcasona en la segunda mitad del xviii se utilizaba ya la lanzadera volante ".

Pues bien, en el Cuadro 4 se sintetiza lo fundamental del informe de Pérez Estala. Los datos hablan por sí mismos: mientras en la fábrica de los Ortiz de Paz, de Segovia, el coste de las maniobras de fabricación de los paños superfi­nos representaba algo más de la mitad de toda la inversión de capital circulan­te, en las fábricas de Abbeville y Carcasona dicho coste no alcanzaba a signifi­car ni la tercera parte. Esta «economía en las maniobras» compensaba con creces el mayor gasto que debían hacer los fabricantes extranjeros por el trans­porte y pago de derechos aduaneros correspondientes a la exportación de la materia prima y a la importación de los paños. Pero, además, los fabricantes extranjeros eran capaces de confeccionar, con la misma clase de lana que em­pleaban los segovianos, paños de superior calidad que, naturalmente, lograban cotizaciones más elevadas —compárese en concreto el caso de Segovia y el de Abbeville, la primera fabricando paños 34nos. y la segunda 38nos.

El Cuadro 5 amplía nuestra lente de análisis y así podemos detectar en concreto cuáles eran las fases del proceso productivo en las que los fabricantes franceses lograban mayores ahorros relativos que los Ortiz de Paz. Eran espe­cialmente cuatro las «maniobras» que encarecían relativamente los géneros es­pañoles: el emborrado o «cardado en grande», la carda e hilado de la urdim­bre, la textura y, en fin, la percha y tundido. Estos cuatro renglones del gasto de fabricación suponían en la fábrica de Segovia un desembolso de 12.624 re­ales, mientras que en Abbeville era de 6.531 y en Carcasona de 4.589, esto es.

•" Archivo General de Simancas, sec. Secretaría de Marina, ieg. 712, fol. 718 y ss. Debo esta noticia a Juan Helguera Quijada.

'" Archivo General de Simancas, sec. Secretaría de Marina, ieg. 712, fol. 631 y ss. Debo tam­bién esta noticia a Juan Helguera. Sobre la industria textil en el distrito de Carcasona pueden verse las obras de James K. J. Thomson (1982) y de Marquié (1993).

" Una síntesis reciente sobre la situación de la industria textil francesa en la época que tra­tamos, con abundantes referencias a la pañería de las ciudades aquí contempladas, puede verse en Butel (1993), pp. 201-239.

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

respectivamente, un 48,27 y un 63,65 por 100 menos que en Segovia. Las cua­tro operaciones señaladas eran las más intensivas en aplicación de trabajo ".

El Cuadro 6 sintetiza, con sus datos resolutivos —costes y precios de ven­ta por vara—, lo que se viene exponiendo: la competitividad de los géneros extranjeros en el mercado nacional español a pesar de que fueran fabricados con lana comprada en España.

CUADRO 6

Costes y precios de venta en puerto español por vara de paño de color negro fabricado con lana castellana en 1803

(En reales)

(A) (B) (O (D) Precio de Porcentaje

Costes venta Beneficio C sobre A Clase de paño y localidad

« ALL 11 85 22 100 14,78 17,33 38no. Abbeville °-''^'' 2i 52 30no. Carcasona 62,4o > - '-,, xi s • 78 50 83 4,50 5 ,73 34no. Segovia /o,^v 24no,Seov.a 56,68 60 3, 22no. Segovia- ^7,10 48 0,90 1,91

• El informante, Tomás Pérez Estala, advierte respecto a fyf°J^l^^''r^:¿^;ii^^ i 1 j . . I l„„o Áe- nrríimhre como la de la trama son de la misma caiiuau del supuesto de que tanto la 1»"* f "^^ f ° " ''°^°^ ¿1 ^ ¡ . ^ o indica, lo habitual en Segovia - e s t o es, lat a S (segunda) f ' " ^ - - ^ f " ¿ " / ^ ^ ^ f X p e r o de fibra más larga, que para la trama; era que para a urdimbre se emplease lana menos uiia, pe v. _ „ „ . -I ¡ndirado

Moneda), leg. 363, exp. 34.

.2 Mann (1971) pp 320-321. proporciona datos sobre la estructura de costes de fabricación Mann yi-:/11), pp. - ^ ,' *, . ^, T,^„,KrJrIop en 1798 Aunque, como advierte la mis-

de paños superfinos en una ciudad inglesa, Trowbridge en in<i. '^""'1 • , ma autora el caso no es del todo fiable habida cuenta de que los que declaran dichos datos son ma autora, el caso no es aei lou beneficios eran bajos mientras no subieran los pre-fabricantes que pretendían ' ^ ^ 7 ' " / . ^ ^ „ ^ ; ™ ; X e l l o se aprecia una notable similitud con cíos de los panos al ritmo que ^ de a l -^ - P ^ ' ^^^^^^^ P ^ ^ , „ i , p „ ^ , _ 1 , „ , españo-la estructura de costes de las ciudades tráncese i-u"» l a - significaba un 56,24 de los costes y la vara de te,ido salía por 68.88 reales.

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5. COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS: LAS EXPLICACIONES

Las cuestiones a tratar en este apartado son dos. La primera: por qué se exportaba parte de la lana utilizable en la pañería y no se transformaba en su totalidad en el país, comportamiento que tradicionalmente ha sido calificado por la historiografía como «irracional» y plasmación incuestionable del atraso económico español. La segunda: por qué los paños extranjeros fabricados con lana española podían competir, y de hecho competían, ventajosamente en el mercado español con los paños nacionales.

El planteamiento de este grave tema siempre me evoca la explicación que ofreció Jordi Nadal a por qué en el siglo xix la siderurgia española podía ser competitiva en productos semielaborados —cuyos inputs fundamentales eran el excelente mineral vasco y un escaso consumo de combustible: el carbón es­pañol es caro y de mala calidad— y no lo era en artículos acabados —precisa­dos de mucho combustible para su elaboración, lo que elevaba sus costes has­ta restarles toda competitividad en el exterior— ".

Creo que, mutatis mutandis, lo sustancial de esta argumentación de Nadal es aplicable a nuestro tema.

Empecemos por la primera cuestión: por qué éramos competitivos en la­nas y, en consecuencia, la lana española invadía los mercados exteriores.

La relación precio-calidad de nuestras lanas hacía que fueran baratas en comparación con las extranjeras. Los costes de producción de nuestra fibra eran relativamente bajos —por «relativamente» quiero significar, aquí y en lo sucesivo de este apartado, «en comparación con otros países europeos»— por dos razones fundamentales. La primera es de carácter geográfico y, subsidiaria­mente, demográfico: la existencia en nuestro país de extensas superficies incul­tas y aprovechables exclusivamente como pastos naturales, con una densidad demográfica verdaderamente baja, casi desérticas por la aridez climática que desaconseja el cultivo. Así se dispone de un factor tierra-para-pasto abundante y con un coste de oportunidad bajísimo —no ocurre lo mismo en otros países europeos, salvo quizá en algunas zonas de los países, como el nuestro, medite­rráneos—. La segunda razón de la relativa baratura de nuestras lanas es de ca­rácter histórico-institucional: los privilegios del Honrado Concejo de La Mesta —supongo que algo similar ocurría con las instituciones ganaderas de la Corona de Aragón—, al hacer muy barato el tránsito por las cañadas y al miti­gar el alza de los precios de arrendamiento de las hierbas invernales y, en cier-

" Nadal Oller (1975), pp. 154-187.

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

tos casos, también de las estivales, dado que de hecho reservaban el mercado

de pastos para los ganaderos trashumantes, determinaban unos bajos costes re­

lativos de la producción de lana esquilada a las cabanas trashumantes. Por

estas dos razones puede comprenderse que la lana española, en general, y la

fina merina esquilada a cabanas trashumantes, en particular, considerada la re­

lación calidad-precio, pudiera competir con éxito en el mercado europeo: nin­

guno de los demás países europeos contaba con condiciones naturales, de­

mográficas e histórico-institucionales tan propicias al efecto como España,

circunstancias que en conjunto constituían el fiíndamento del monopolio espa­

ñol de lana de superior calidad '''.

Jovellanos, que, como es bien sabido, fiae uno de los personajes más críti­

cos de la Mesta, a la que definía como «concejo de señores y monges converti­

dos en pastores y grangeros», sin duda tenía presentes las consideraciones que

acabo de exponer cuando escribe:

Pero la Sociedad [Económica Matritense] no se dexará deslumhrar con tan especioso raciocinio [que los extranjeros se benefician de las lanas españolas]. ¿Pues qué, mientras no podamos [los españoles], no sepamos o no queramos ser industriosos, será para nosotros un mal pagar por el valor de nuestras lanas una parte de la industria extrangera, cuyo consumo haya forzosa nuestra pobre­za, nuestra ignorancia, o nuestra desidia? ... ¿Tanto nos ha de alucmar el deseo del bien, que tengamos el bien por mal? " .

Pasemos a la segunda grave cuestión: por qué, si éramos competitivos en lanas, no lo éramos en las manufacturas fabricadas con dicha materia prima. Ello determinaba varios hechos de sobra conocidos y denunciados reiterada­mente por los coetáneos de todas las épocas. En primer lugar, que los géneros nacionales eran incapaces de conquistar mercados en el exterior debiendo li­mitar su venta al protegido mercado interior y, como mucho, al cautivo merca­do colonial. En segundo lugar, que los paños extranjeros, los importados legal-mente y aún más los introducidos por contrabando, pudieran competir ventajosamente con los géneros nacionales, incluso en el caso nada infrecuente de que aquéllos hubieran sido fabricados con lana española.

Veamos qué motivos alegaban los coetáneos para explicar la falta de com-

petitividad de los paños españoles frente a los extranjeros importados hechos

con lana española o, si se prefiere, para explicar los bajos costes relativos de

« Creo muy valiosas las reflexiones que sobre los orígenes y desarrollo de la trashumancia „ ^^^° j "> valiosas a ^^^ . ^ ^^ j^5g) ^^ ^^^ ^^^^^^^^ castellana y de su institucionalizacion expuso DISHKU V I ? " ' , y lleno de sugerencias en que se conjugan factores geográficos e historíeos.

" Jovellanos (1795), p. 43.

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los géneros extranjeros frente a los españoles, según se ha evidenciado en los datos de los Cuadros 3, 4, 5 y 6.

La Sociedad Económica segoviana, que estudió concienzudamente la cues­tión a principios de los años noventa del xviii, enumera hasta siete motivos de los altos costes relativos de los paños españoles, enumeración que, elimi­nando las implicaciones evidentes, se puede reducir a tres motivos, todos ellos encaminados a explicar «la economía en las maniobras» de que gozan los fa­bricantes extranjeros.

El primer motivo que aducen los ilustrados segovianos es el atraso tecno­lógico causado por la persistencia del mismo procedimiento de fabricación que consagraban las Ordenanzas del Obraje de los Paños publicadas en Sevilla ¡en 1511! Es más, en 1733 se había redactado una refundición de aquellas viejas ordenanzas en la que se renovaba y aun se acentuaba el reglamentismo en los procedimientos, elevando además las penas contra los contraventores. Así era impensable la innovación tecnológica necesaria para lograr la «economía en las maniobras». Un texto bien claro al respecto, debido a la pluma del ya mentado José Antonio de Horcasitas y redactado algunos años antes del informe que comentamos de la Segoviana, reza así:

... pues ¿qué Maestro ha de dedicarse á adelantar en la [maniobra] que exercita, si no puede encontrar utilidad, ni dexar de ser multado quando se halle que executa la labor en menos tiempo que el señalado por los reglamentos? De mo­do que se le gradúa de delito la aplicación y la habilidad. ...Y si a los Artífices se les priva de libertad para discurrir ¿dónde está el camino de economizar? ' .

Según la Económica, el anquilosamiento de las técnicas productivas era es­pecialmente grave en lo tocante a la operación de la tintura y es muy intere­sante que la Sociedad proponga aplicar en Segovia a fines del siglo xviii las Ordenanzas de los Tintoreros de París establecidas por ¡Colbert más de un si­glo antes!:

En Segovia, por exemplo, el arte de teñir azul se halla todavía como quando co­menzó á venir de la América su principal ingrediente, esto es el añil. Se ignora aun el modo de combinarle con el pastel, como lo executan los extrangeros para dar á las lanas el turquí brillante superior al nuestro después de mas de cien años que ha que en París se practica este método, como se ve por las orde­nanzas de los Tintoreros de esta capital dispuestas por el célebre Colbert, no

"• ACTAS Y MEMORIAS..., op. cil., vol. I, Segovia, 1785, pp. 282-283.

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

obstante la franqueza con que los mismos Franceses han publicado esta impor­tante operación en sus libros de Química ' .

¿Cuál era a este respecto la situación de la pañería de Abbeville y Carca-sona? Ya he adelantado que la pañería de estas ciudades utilizaba ya en la segunda mitad del siglo xviii la lanzadera volante de Kay, lo que permitía ahorrarse uno o más salarios en la operación del tejido o textura, mientras que, según señala el propio Pérez Estala, en la fábrica que dirigía el telar se­guía siendo atendida por dos operarios retribuido cada uno de ellos con 7 reales por día de trabajo. Es probable que también en la carda, la percha y el tundido ios fabricantes franceses aplicaban un grado de mecanización ma­yor que su colega segoviano: esto explica los notables ahorros que en esas operaciones lograban aquéllos frente a éste, según ya hemos apreciado en el

Cuadro 5. Parece, pues, verosímil el primer motivo alegado por la Segoviana para ex­

plicar los altos costes relativos en que incurría la producción panera de alta ca­lidad segoviana - y en esto creo que española en general, incluidas las Reales Fábricas '«-. De lo que no estoy tan seguro es de la veracidad del diagnosti­co que de este mal ofrecen los ilustrados segovianos. ¿El atraso tecnológico se debía a la falta de libertad de los fabricantes por causa de las reglamentaciones gremiales o, más bien, a la falta de un intervencionismo estatal digamos, aentt-fico, de tradición colbertiana, como parece era el caso de la industria panera de las ciudades galas mencionadas? ¿Por qué, si no, los ilustrados segovianos con­sideran deseable que se implanten en la ciudad las ordenanzas de los tintoreros de París? ¿No se percataban acaso de que no era congruente el, por una parte, clamar contra los reglamentos gremiales, causa del atraso tecnológico según ellos, y a la vez proponer que se apliquen una reglamentación del tintado que, además, databa de la época de Colbert? , . . , - , j

El segundo motivo de la falta de competitividad de los panos alegado por la Económica segoviana no contempla el caso de la fábrica de los Ortiz de Paz, sino el de la «fábrica común» de Segovia - e s t o es, todos los demás fabrí-cantes- , organizada según el Verkgssystem. Este segundo motivo lo expresan así los ilustrados segovianos:

" ACTASY MEMORIAS op. -!'lf.^'¡¡^:'^^,'Íl^'G^^^^^ Enciso (1980) al estu-'« Es una lástima que de las mas ' ^ ^ ^ J f ^ l ^ S i a la 6 5 8 - se refieran al importante

dio de la Real Fábrica de Guadala,ara, a^na 5 ¿e la 65^ concluyeme respecto a lo aquí tema de los costes de producción y que de ellas no resulte nao tratado.

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La falta de fidelidad que se nota en los Operarios, la qual en el día puede de­cirse que ha llegado á ser descaro, siendo pocos los que no roban la lana del Fa­bricante, porque no se les dá castigo alguno á causa de ser excesiva la pena de este delito en las actuales circunstancias " .

En efecto, el Verlagssystem, vigente en Segovia desde por lo menos princi­pios del siglo XVI 0, ofrecía muchas ocasiones y oportunidades para que los campesinos y los artesanos urbanos a quienes hacían «encargos» los fabrican­tes —hay que tenerlo bien presente: «fabricantes sin fábrica», «mercaderes ha­cedores de paños», Verleger, en fin— pudieran cometer fraudes con la materia prima y «simples» —aceite, colorantes... etc.— que éstos les proporcionaban. ¿Cómo vigilar a las familias campesinas de los pueblos próximos que cardan e hilan la lana que les ha encomendado el lejano fabricante? ¿Y a los artesanos urbanos de los diferentes oficios textiles que laboran en los talleres que tienen en sus casas?

El resultado era que la calidad de los paños no se correspondía siempre con la calidad de la lana y simples proporcionados por el fabricante. Era, claro, una forma de encarecer los costes.

En la ya copiosa historiografía sobre la industria textil precapitalista en Europa se asume como lugar común que la difusión del Verlagssystem desde los siglos bajomedievales implicó la libertad en los procedimientos productivos y, en consecuencia, innovaciones técnicas, al no alcanzar la jurisdicción de los antiguos gremios urbanos al ámbito rural por el que se extendía el Verlagss­ystem. Esta virtualidad del Verlagssystem no corresponde en absoluto a la reali­dad en el caso, al menos de los territorios de la antigua Corona de Castilla. Por eso me parece incorrecto considerar que el concepto de Verlagssystem implique necesariamente libertad en los procedimientos y fomento de las innovaciones técnicas. Lo que en Castilla ocurrió de hecho —el notable ejemplo segoviano lo acredita incuestionablemente— es que el Verlagssystem siempre estuvo some­tido desde el punto de vista técnico a las ordenanzas gremiales de las urbes, donde radicaban los Verleger y donde se ejecutaban las últimas operaciones del obraje de los paños ^^

El tercer motivo de los altos costes relativos que señala la Económica de

" ACTAS Y MEMORIAS..., op. cit., vol. IV, Segovia, 1793, pp. 37-38. «' Sobre esto puede verse Garande (1965), Ruiz Martín (1965-1967), García Sanz (1987 y

1991a). " Considero muy acertada la caracterización que hacen Aracil y García Bonafé (1978), p.

117, de la versión segoviana de Verlagssystem, que consideran similar a la florentina. No creo, sin embargo, que el fracaso final de la industria pañera en ambas ciudades se daba a las mismas cau­sas, a la vista del estudio de Malanima sobre Florencia (1982), pp. 41-88 sobre todo.

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

Segovia, y que en esta ocasión Pérez Estala reitera y profundiza, es que los tra­

bajadores textiles españoles cobran salarios superiores a los que perciben sus

colegas europeos. Oigamos a la Sociedad:

Además de estos estorbos [a los que se acaba de referir] que se oponen á nuestros progresos, y de que carecen por lo general los Extranjeros, tienen éstos las ventajas de resarcir las expensas de la exportación de nuestras lanas y de la introducción de sus texidos con la economía y buen régimen de sus Fábricas; á que sin duda contribuye mucho la aplicación, y en algunos payses la frugalidad de los artistas y operarios * .

Más claro y razonado es el texto del informe de Pérez Estala en 1803:

Otro enemigo tenemos más fuerte: la baratura de la obra de mano en otros Países. Esta desigualdad es tan influyente que ahogará por mucho tiempo nues­tra industria en materias que nos sean comunes; pero, por dicha, en la lana po­demos aventajarnos una vez que es producción de nuestro suelo y que tenemos posesiones ultramarinas adecuadas al consumo y a la preferencia de nuestras la-vores.

La economía del jornal extranjero, dimanada de la baratura de los comesti­bles y menesteres groseros, es un mal que no se podrá enmendar hasta que la agricultura mude de aspecto; no obstante podemos compensarle, en cierto mo­do, por la comodidad de las materias primeras y por el equilibrio en las gavelas Aduanales. Con este advitrio habrá de contrapesarse también otra especie de ahorro que envuelve en sí el jornal extranjero: él gana al día de cuatro a ocho reales, pero emplea tres y cuatro horas más que el Castellano, ofreciendo una quarta parte y aun un tercio más de fruto líquido * .

Resulta que, al final, nos topamos con ¡la agricultura! Una agricultura me­

nos productiva que la de aquellos otros países de donde nos llegan paños he­

chos con lana española y que compiten con éxito con los paños nacionales en

el mercado interior. Y es que a los trabajadores textiles de España hay que pa­

garles más que a sus colegas foráneos porque, habida cuenta de que la baja

producdvidad relativa de nuestra agricultura —que repercute en mayores cos­

tes de producción de los comesdbles y, por tanto, en sus precios—, si no fuera

así se hallaría compromedda la existencia y reproducción de la fuerza de tra­

bajo industrial. Además, asegura Pérez Estala, ¡los trabajadores extranjeros,

con menores salarios que los españoles, laboran algunas horas más por jorna-

" ACTAS Y MEMORIAS DE LA REAL SOCIEDAD ECONÓMICA.... op. cit., vol. IV, Segovia,

1793, pp. 38-39. , , . . ^ . c j u " Texto tomado del expediente 34 del legajo 363 de la sección Consejo Supremo de Ha­

cienda (Junta de Comercio y Moneda) del Archivo General de Simancas.

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da! 6''. En definitiva, mientras la agricultura española no «mude de aspecto», no se puede pensar en lograr «economía en las maniobras» ^'.

Ni la Sociedad Segoviana ni Pérez Estala se refieren a un factor adicional del encarecimiento de los comestibles en España: la repercusión en precio de la sobrecarga fiscal. Desde finales del siglo xvi, el «Servicio de los Millones» y un verdadero enjambre de «sisas municipales» se cebaron sobre los artículos de primera necesidad —carne, vino, aceite, etc.—, especialmente en las ur­bes ^. O sea, que los altos salarios no sólo se debían al hecho estructural de poseer una agricultura poco productiva —hecho este, en mi opinión, achaca-ble sobre todo, aunque no exclusivamente, a las desventajas relativas impues­tas por el medio natural—, sino también a factores claramente históricos, de la concreta historia política y social del país.

La explicación es sugestiva —incide sobre uno de los temas más trascen­dentales de la historia económica española— y la considero teóricamente con­vincente. Otra cosa es llegar a verificarla rigurosamente con cifras y sobre datos verdaderamente comparables. Abundan series de precios de los comestibles y no faltan series de salarios de los peones de la construcción, y oficios similares, para los diferentes países europeos * . No son tan frecuentes series de salarios

" A la vista de los mismos papeles-borrador que acompañan el informe de Pérez Estala, esta afirmación no parece verosímil, dado que en dichos documentos se indica que la jornada de tra­bajo de los operarios textiles de Segovia va de las ocho de la mañana a las nueve de la tarde. ¿Es que acaso sus colegas extranjeros no dormían?

" Siempre me ha parecido sugestivo, sobre la extrañeza que en otros países europeos susci­taba el hecho de que los españoles se aplicaran a la producción de manufacturas y no a la agri­cultura, el texto que reproduce Herr (1973), pp. 123-124, y corresponde a una queja que la ciu­dad de Nimes envió en 1790 a la Asamblea Nacional francesa:

«Desde que la Corte de España ha adoptado un sistema que parece tan contrario a sus verdaderos intereses como al carácter de su puebla, desde que con una población escasa y casi sin agricultura, ambicionando apoderarse de todas las manufacturas y de proveer sola las mer­cancías para el consumo inmenso de sus colonias, ha esperado vencer todos los obstácu­los por medio de la prohibición rigurosa de todos los productos de fabricación extranje­ra, la rama principal de la fábrica de medias de seda de Nimes ha desaparecido y con ella el bienestar de una población numerosa cuyos brazos ocupaba en las ciudades y en el campo...».

El subrayado es mío. ^ Muy esclarecedor es en esto el preciso estudio de Gutiérrez Alonso (1989). Resulta que en

el Valladolid de mediados del Seiscientos la acumulación de impuestos sobre los comestibles de­terminaba que el peón albañil había de dedicar al menos el jornal de 20 días para pagar los im­puestos incorporados a los precios de dichos artículos.

*' Así, por ejemplo, basándome en datos que ofrece Weir (1991) he llegado a calcular que, entre 1781 y 1787, un peón de la construcción de Londres podía comprar con su jornal diario hasta 6,7 kilogramos de pan, mientras que el de París podía adquirir sólo 5 kgs. y el de Madrid una cantidad incierta entre 3,7 y 5,5 kgs. —depende del decisivo dato del peso que atribuyamos ¡a la hogaza de pan!, extremo que Hamilton (1988), p. 270, confiesa no tener claro.

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de obreros textiles dedicados a una concreta maniobra fabril o series de pagos a destajeros por obra realizada. En todo caso, para llegar a alguna conclusión válida habría que tener certeza sobre si son idénticas las condiciones y, sobre todo, la duración de la jornada de trabajo y los días realmente trabajados al año, así como conocer con exactitud cuántas veces realiza al día el trabajador a destajo la operación en que está especializado. También habría que conocer las estructura del gasto y el precio de los productos adquiridos por los obre­ros. Dispongo de bastantes de estos datos para los operarios de la fábrica de los Ortiz de Paz de Segovia, pero me faltan para los de los establecimientos de Abbeville y Carcasona, por lo que la verificación de este extremo queda pen­diente por ahora. En cualquier caso, no está de más que señale que, según Pé­rez Estala, los jornaleros textiles extranjeros ganan al día entre 4 y 8 reales, mientras que en el establecimiento de los Ortiz de Paz ganaban, según oficios, entre 5 y 10 reales.

La conclusión general de este apartado —con independencia de algunos extremos por ilustrar con datos concretos— es que mientras los españoles nos dedicásemos a producir lana aprovechando las ventajas relativas de nuestro medio natural, la competitividad de nuestra fibra en los mercados europeos era incuestionable. Otra cosa era que nos dedicásemos a transformar la lana para fabricar paños de calidad susceptibles de demanda exterior. En este caso, las ventajas relativas de los fabricantes extranjeros eran abrumadoras por va­rias razones: la tecnología, la organización del proceso productivo y la baratura de los salarios.

Por tanto, competitivos en lanas, pero no en paños.

6. LA FORTALEZA DE LA INDUSTRIA TRADICIONAL...

HASTA EL SIGLO XIX

Este apartado trata de resolver la aparente contradicción entre lo sosteni­do en el apartado segundo y lo expuesto en los apartados cuatro y cinco, apa­rente contradicción que se podría concretar en la siguiente cuestión: ¿Cómo, si eran tan competitivos los paños extranjeros, subsistió durante los siglos moder­nos en España y hasta las primeras décadas del xix una respetable industria la­nera especializada no sólo en géneros ordinarios sino también en paños de ca­lidad?

Para responder a esta cuestión hay que empezar precisando que en las ca­lidades pañeras en que verdaderamente eran competitivos los fabricantes ex­tranjeros eran, al menos en el siglo xviii, los géneros más finos, los llamados su-

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perfinos, que son precisamente en los que estaban especializadas las fábricas cuyos datos de costes recogen los Cuadros presentados. Quedaba para la in­dustria nacional una amplia gama de calidades —desde los 26nos.-28nos., para abajo— en las que el grado de competitividad extranjera se iba reducien­do progresivamente hasta llegar a anularse, si los desembolsos ocasionados por el transporte y por el pago de derechos aduaneros —de la lana exportada y de los paños introducidos— se incrementaban tanto como para absorber el valor añadido. Cuanto más refinado y, por tanto, más caro fuera el paño, más inapre­ciables en la composición de costes resultaban los gastos del transporte y de los aranceles.

Esto explica que una directriz permanente en la política económica de la España del xviii fuera el fomento de la fabricación de paños superfinos para así frenar la introducción de paños extranjeros. En este contexto es en el que hay que contemplar la creación de las Reales Fábricas dedicadas a la pañería fina, así como los favores regios que recibió la fábrica de Laureano Ortiz de Paz y sus herederos. Otro tanto, pero desde la época de Colbert, se hacía en Francia y de ello también se beneficiaron las fábricas de Abbeville y Carcaso-na. Pero resulta evidente, por los datos presentados sobre costes comparados de la fábrica segoviana y de las francesas, que la iniciativa gubernamental espa­ñola fue un fracaso, y esto es extensivo a las Reales Fábricas del ramo, subven­cionadas permanentemente por el erario.

Pero lo que interesa subrayar aquí es que quedaba un amplio campo para la actividad de la industria pañera tradicional española, especializada en la pro­ducción de paños ordinarios y finos, pero no superfinos. La «fábrica común» de Segovia, por ejemplo, siguió concentrando casi toda su producción durante el siglo XVIII en paños 22nos. finos, que habían sido el fundamento de la prospe­ridad de la ciudad en el siglo xvi. Para fabricar estos famosos paños —más es­timados en el Quinientos que en el Setecientos, ya que, segiin Uztáriz, los gé­neros «comunes» de Segovia «vienen a quedar oy en la clase de los medianos comparados con los de aquellas dos Naciones (Inglaterra y Francia)» **— sólo se em­pleaban lanas verdaderamente finas para la trama, mientras que para la urdim­bre se utilizaban lanas de «inferior calidad», dice Pérez Estala.

He aquí, por tanto, un primer bastión de la «fortaleza» de la industria pa­ñera tradicional *': la mayor parte de la lana utilizable para la pañería quedaba

<•« Uztáriz(1742), p. 341. " El empleo de la expresión «fortaleza» en este contexto está inspirado en el trabajo de Saa-

vedra y Villares (1985) sobre la «fortaleza» de la sociedad tradicional en la Galicia del Antiguo Régimen.

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

a disposición de la industria nacional ™, que satisfacía con sus géneros —algu­nos sólo razonablemente finos, como los de la «fábrica común» de Segovia; otros sencillamente ordinarios— el grueso de la demanda interior. Ya hemos visto cómo, según estimaciones razonables, en la segunda mitad del xviii la in­dustria nacional venía a transformar entre el 70 y 75 por 100 de la lana produ­cida útil para la pañería.

En segundo lugar —y un segundo baluarte—, fue el mismo atraso en la orga­nización del proceso productivo de la industria pañera tradicional española lo que la hizo resistente.

En este sentido, permítaseme que reitere que los datos de los Cuadros 4, 5 y 6 se refieren a manufacturas con un alto grado de concentración del proceso productivo. Por ello, se veían forzadas a retribuir a la numerosa mano de obra asalariada que empleaban de acuerdo con el precio de mercado de dicho fac­tor productivo. Es más, consta documentalmente que los Ortiz de Paz logra­ron reclutar para su establecimiento a los más hábiles trabajadores de la «fabri­ca común» de Segovia ofreciéndoles salarios más elevados que los que estaban dispuestos a pagar los demás fabricantes de la ciudad ^'.

Menores jornales e inferiores pagos por destajos estaban obligados a satis­facer los empresarios textiles de la «fábrica común» de Segovia —y esto es ex-tensible a la generalidad de los fabricantes pañeros dispersos por las numerosí­simas poblaciones con cierta especialización en la pañería, no asi a las Reales Fábricas del ramo—. Si bien el Verlagssystem, que todos ellos utilizaban como marco de organización del proceso productivo, daba ocasión a los operarios para perpetrar fraudes —como hemos visto denuncia la Económica segovia-na—, también deparaba la oportunidad de emplear fuerza de trabajo retribu­yéndola con unos salarios reales inferiores a los costes de la existencia y repro­ducción de dicha fuerza de trabajo. Es evidente que la mayor parte de las necesidades de las familias campesinas de los pueblos próximos a Segovia, a las que los «fabricantes sin fábrica» de la ciudad proporcionaban lana para que la cardasen e hilasen, estaban cubiertas por los ingresos que lograban de la la­branza y de la crianza. Por lo que respecta a los artesanos urbanos que en sus talleres domésticos agregaban valor añadido a los productos textiles semielabo-rados que le encomendaban los citados fabricantes, ni el trabajo de la esposa

™ Al hilo de estos razonamientos, me atrevo a sugerir que es probable que en el siglo xvii, cuando la demanda pañera europea tendió a concentrarse en géneros confeccionados con lanas de fibra larga, más dúctil pero menos fina que la merina, la proporción de lanas ordinarias y en-trefinas tendiera a crecer en el volumen total de lana española exportada.

" Archivo Histórico Nacional, sec. Consejos, leg. 902, exp. 5.

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del artesano " , ni el de sus hijos y ni el de los aprendices " se retribuía de acuerdo con el valor de mercado de su fuerza de trabajo — ¿pero existía de verdad tal mercado para estos trabajadores marginales?—: la autoexplotación del colectivo familiar y de las personas a él incorporadas está en el fondo de la explicación de la persistencia secular del artesanado dependiente de los «en­cargos» de los fabricantes pañeros.

En tercer lugar —y una tercera trinchera de la «fortaleza» de la industria tra­dicional—, el Verlagssystem se caracterizaba por la casa inversión en capital fijo —instalaciones, utillaje, etc.—, lo que posibilitaba una gran versatilidad y flexibili­dad del capital empleado. En efecto, ante un incremento de la demanda textil, los «fabricantes sin fábrica» respondían con el cómodo expediente de incrementar la inversión de capital circulante —reversible a corto plazo— haciendo más encar­gos a más trabajadores que laboraban en sus talleres domésticos; una coyuntura inversa inducía un comportamiento también inverso, sin que el capital quedara inmovilizado e improductivo en instalaciones e implementos sin uso. En el caso de la industria segoviana esta versatilidad del «capital industrial» —en realidad, en Segovia, y seguramente en los demás centros textiles de importancia, la «ha­cienda» de los pañeros consistía en bienes de muy diversa naturaleza: tierras, ga­nados, fincas urbanas, dinero prestado..., de manera que entrecomillo lo de «capi­tal industrial»— fue probablemente más acentuada que en otras partes. Al concurrir en la ciudad la doble circunstancia de ser notable centro textil y princi­pal mercado de lanas de calidad, la mayoría de los «mercaderes hacedores de pa­ños» participaba de la doble condición de fabricante y exportador de lana: dedi­caban sus afanes empresariales preferentes a uno u otro trato, según pintara la coyuntura comercial de lanas —en el exterior— y de paños —en el interior.

Que tal era la realidad lo confirman abundantes testimonios, entre los que voy a reproducir sólo dos, notables por su claridad y fecha. Así, a mediados del siglo XVII, cuando la pañería segoviana está sumida en una profunda rece­sión, los representantes de los cardadores y pelaires se quejan al Corregidor de la ciudad denunciando que

Oy, Señor, va el trato mui a pique porque el mercader que a de hager ?ien paños no a^e quarenta y de aquí vamos hiendo y experimentando que ay mali­cia que embarcan la flor de la lana y con el desecho labran, cossa que biene a

'^ Incluso en la fábrica de los Ortiz de Paz el trabajo de las mujeres se retribuía a la mitad que el percibido por los varones, según reconoce el mismo Pérez Estala.

" Consta documentalmente que, en Segovia al menos, con frecuencia el padre del aprendiz pagaba al maestro artesano por enseñar el oficio al hijo de aquél. Testimonios sobre esto pueden verse en García Sanz (1991a).

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COMPETITIVOS EN LANAS, PERO NO EN PAÑOS

ser gran descrédito de dicha fábrica. Además desto, Señor, los mercaderes, des­pués que an ganado máquina de a?ienda y se han hecho rricos y poderosos con el sudor de los pobres, se ban desligando poco a poco y dexando el trato oy uno y mañana otro por el ynterés tan grande que digen alian en la embarcación [de lanas] '''*.

El segundo texto data de 1784 y corresponde a un informe redactado por el intendente de Segovia sobre si los fabricantes -beneficiados por el derecho de tanteo— podían ser a la vez exportadores de lanas:

De declararse esta incompatibilidad, sería perjudicialíssima a las Fábricas del Reino, porque extraiendo, como extrahen, las lanas muchos Fabricantes de los más acaudalados y logrando en este negocio mayor interés que en el de sus Fa­bricas, sin embargo de ser bien crecidas, abandonarían estas y se dedicarían en-teramente a la extracción [de lanas] ^'.

Pero la «fortaleza» de la industria tradicional también tenía debilidades, unos límites históricos de resistencia: cuando a lo largo del siglo xix la mecani­zación progresiva de la industria pañera - e l caso más importante y modélico fue el de Sabadell y Tarrasa, estudiados por Josep Mana Benaul - - redujo espectacularmente los costes a la vez que perfeccionaba y estandarizaba los ge-ñeros producidos, la industria tradicional, precapitalista, dispersa, organizada según el Verlagssystem, victoriosa de coyunturas adversas a lo largo de siglos,

acabó por saltar por los aires. , ^., . , , /-. .• J„ Ü „ . En Segovia, ni siquiera se salvó del desastre la fabrica de los Omz de Paz,

cuya tecnología fue profundamente renovada en las primeras decadas del xix. Pero este establecimiento no saltó exactamente por los aires, sino que fue pas­to de las llamas en dos ocasiones: 1817 y 1827. En ambas 0 - - " - - ^ " -ron diligencias para averiguar la causa del incendio, sm que las -vestigaaones lograran aclarar responsabilidades. Tengo pocas dudas de que los dos incen-

.. Este texto procede de la BMo.eca Naaor..l, sec. Manuscritos, núm, 6.734. Debo su cono-cimiento a Felipe Ruiz Martín.

" Archivo Municipal de Segovia, sig. 1.039. "• Benaul (1991).

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ÁNGEL GARCÍA SANZ

dios fueron provocados por la acción ludista de los artesanos y fabricantes tra­

dicionales ' ' .

En Segovia, el centro productor de paños de calidad más importante en

España durante los siglos modernos '*, se hunde la industria tradicional en la

primera mitad del Ochocientos, pero en su caída arrastra prometedoras inicia­

tivas de una nueva y renovada industria. Por si ello fuera poco, y esto lo consi­

dero aún con mayor capacidad explicativa del final de la industria pañera se-

goviana, en los años treinta del Xix la casa del marqués de Lozoya

—paradigma de «segovianismo» y que hasta entonces se había surtido de gé­

neros de la fábrica de los Ortiz de Paz— empieza a gastar tejidos catalanes

que compra en las tiendas de la misma Segovia. Después de esto no había na­

da que hacer.

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'* Desde hace años trabajo en la elaboración de una monografía sobre la historia de la pañe­ría segoviana entre los siglos xv y xix.

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Una revolución institucional dobla­da de una revolución técnica había li­quidado la agricultura feudal, caracte­rizada por pequeñas tenencias fami-familiares en régimen de campos abier­tos, para sustituirla por una agricultura capitalista, de campos cerrados y gran­des explotaciones, bajo la iniciativa de activos arrendatarios dotados de capi­tal suficiente, que habían introducido nuevos cultivos, nuevas rotaciones y una nueva relación entre cultivos y re­baños: la Convertible Hushandry. El con­junto de estos cambios provocó una agricultura más productiva, tanto por superficie como por activo ocupado, y dirigida al mercado.

El cambio agrario proporcionó un fuerte apoyo a la naciente industrializa­ción al aportarle capital, mano de obra (única divergencia entre la descripción conservadora y la marxista), alimen­tos y mercado. Este avance comportó como corolario obligado una creciente diferenciación social: las explotaciones eficientes desposeyeron al campesina­do mientras acumulaban la renta en las bolsas de los terratenientes; fue el pre­cio a pagar por el progreso agrario y la revolución industrial.

Esta teoría altamente preponderan­te del crecimiento agrario inglés y de sus consecuencias económicas y socia­les es calificada por Allen de «funda-mentalismo agrario», y es desmontada a lo largo del libro pieza por pieza, mostrando la debilidad de sus bases empíricas. Al mismo tiempo levanta paso a paso una estructura explicativa diferente, igualmente argumentada al detalle y basada a menudo en las mis­mas cifras que han servido tradicional-

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RECENSIONES

mente para respaldar el fundamentalis-mo agrario. Podría objetarse que el es­tudio no abarca el conjunto inglés, sino solamente una parte, los South Mid-lands, pero se trata de una zona sufi­cientemente amplia (más de una déci­ma parte del total del territorio) y variada y que, como Alien advierte, se halla en el centro de toda la controver­sia en torno a las enclosurea.

Las claves básicas de la interpreta­ción de Alien son dos: la revolución agraria fue doble y los beneficios del proceso de enclosure limitados y di­versos. Dos revoluciones agrarias: una primera llevada a cabo por los yeotnen dentro del sistema tradicional y ba­sada en la selección de semillas, y una segunda, la de los terratenientes, que tiene como rasgos distintivos el cer-camiento de tierras y la introducción de nuevos cultivos y rotaciones. La primera provocó un crecimiento más importante que la segunda, creci­miento basado en un fuerte incre­mento del producto, tanto por su­perficie como por activo ocupado, mientras que el crecimiento de la se­gunda se debió sobre todo a la dismi­nución de la fuerza laboral utilizada. Sin embargo, el hecho de que la revo­lución de los yeomen del siglo xvii pa­sase inadvertida y la labor divulgativa de los beneficios de la agricultura ba­sada en los cercamientos y las grandes explotaciones por parte de publicis­tas como Young provocaron que la revolución de los terratenientes fuese considerada la causa de la superiori­

dad de la agricultura inglesa sobre cual­quier otra.

Respecto a los beneficios de los cer­camientos. Alien distingue los distintos momentos y las diferentes clases de suelos para llegar a la conclusión de que las nuevas rotaciones y la Converti­ble Husbandry no fueron ni tan genera­les ni mucho menos tan importantes para el aumento de la productividad; y que los beneficios de los cercamientos se limitan por una parte al abandono de los cultivos en las tierras más aptas para pastos, lo que hace crecer fuerte­mente la productividad por activo, pero no por superficie, y por otra parte al drenaje de los suelos pesados, un punto en que la ventaja de los cerca­mientos sobre el sistema de campos abiertos es incontestable.

Niega también que, por unidad de superficie, las grandes explotaciones dispusieran de más capital que las pe­queñas, tanto líquido como empleado en titiles o ganado, y que obtuviesen una mayor productividad. Niega final­mente que el sobrante de población que supuso la concentración de la tie­rra en grandes explotaciones fuese un factor de crecimiento de la protoindus-tria primero y de la revolución indus­trial más tarde: el número de personas con una oportunidad marginal del tra­bajo igual a cero durante la mayor par­te del año fue muy importante en la zona hasta bien entrado el siglo xix. Y tampoco el ahorro concentrado en ma­nos de los terratenientes tuvo práctica­mente importancia para el proceso in-

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dustrializador, ni como capital disponi­ble para la inversión ni como mercado para los productos de la revolución in­dustrial.

En definitiva, la «revolución de los terratenientes» del siglo xvili vino a completar y a relegar la «revolución de los campesinos» del siglo XVii, que ha­bía sido mucho más eficiente y había evitado los costes sociales de la evic-ción y proletarización del campesina­do que acompañaron a la especifidad agraria inglesa y que a menudo han si­do presentados como la factura inevi­table del proceso de crecimiento. La «revolución de los terratenientes» sólo favoreció a los terratenientes: mientras los incrementos de productividad lo­grados por los yeomen permitieron mantener relativamente estables los precios en el siglo xvil, favoreciendo así a los consumidores (y, aspecto que extrañamente Alien no tiene en cuen­ta, permitiendo que Gran Bretaña se convirtiera en exportadora de cerea­les), las enclosures parlamentarias del siglo XVIII no consiguieron un creci­miento de la oferta que igualase el crecimiento de la demanda. Los pre­cios se dispararon y éste fue el gran ne­gocio de los terratenientes, que pudie­ron captar toda la ventaja procedente del incremento de la producción y de los precios.

El arranque de la revisión de Alien hay que buscarlo, como él mismo reco­noce, en la Teoría del crecimiento económi­co, de Arthur Lewis, y en la evidencia de que otros países han logrado fuertes

crecimientos del sector agrario sin con­centrar la propiedad de la tierra ni su explotación según el modelo inglés. La argumentación recurre a menudo a las escasas cifras disponibles, sobre todo las de Young, que repetidamente le sir­ven para demostrar lo contrario de lo que el gran viajero setecentista preten­día. Muchas veces, sin embargo, ha de «construir» las cifras a base de estima­ciones e inferencias que, aunque razo­nables y razonadas, pueden en algunos casos ser discutibles, sobre todo cuan­do se acumulan las inferencias para lograr sofisticadas estimaciones. Con todo, hay que anotar en el haber del autor que estimaciones e inferencias son siempre explicadas en detalle y que dedica cinco apéndices a mostrar y discutir las fuentes utilizadas y las ma­nipulaciones realizadas. En general el tratamiento estadístico es sencillo y gran parte de la evidencia se busca a través del análisis de correlaciones y re­gresiones o de fáciles series de ecuacio­nes, como las utilizadas para estimar el ahorro social que representaron los cercamientos y las grandes explotacio­nes, que le llevan a constatar que la «re­volución de los terratenientes» tuvo es­casa incidencia sobre el aumento del producto interior bruto.

Nos encontramos sin duda ante una gran obra: a pesar de que el autor había dado a conocer diferentes capítulos en forma de artículos o colaboraciones, el todo es, en este caso, bastante más que la suma de las partes por lo bien traba­do del conjunto y la revolución coper-

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RECENSIONES

nicana que representa de un tema tan central de la historia económica. Sin duda tiene aspectos discutibles y será discutido; pero nada será, o al menos nada debería ser, como antes. Y no sólo en la visión de la agricultura britá­

nica. Todo el proceso de moderniza­ción, no sólo el agrario, debería ser re­visado.

Gaspar FELIÚ

Universidad de Barcelona

Ruggiero ROMANO: Conjonctures opposées. La «crise» du xvii siécle: en Europe et en Amérique ibérique, Ginebra, Publications du Centre d'Histoire Economique Internationale de l'Université de Genéve, 9, Librairie Droz, 1992,239 pp., lis­ta de gráficos e índice alfabético, resumen en ft-ancés y en inglés.

Pequeño gran libro es la definición que mejor cuadra a este sencillo volu­men, en que se revisa uno de los gran­des temas de la historia económica: la crisis del siglo xvii y su papel en la tran­sición del feudalismo al capitalismo.

Las cuestiones centrales que el au­tor se plantea son: cómo se inicia la cri­sis o, dicho de otra forma, cuáles son sus causas, cómo termina y cuál es su extensión geográfica y social, y sobre todo si el concepto es aplicable a la rea­lidad de la América hispana. Como afirma Romano, el acuerdo sobre la existencia y la importancia de la crisis se diluye al entrar en el detalle de estos temas.

El planteamiento de la obra tiene presentes tanto los aspectos políticos como los económicos y sociales de la crisis, pero el autor advierte que su atención va a centrarse en la economía. El origen de la crisis radica en la mala adecuación entre el número de los hombres y la tierra disponible. Con este planteamiento malthusiano se ex­

plica el fin del crecimiento económico del siglo XVI, que claramente pierde im­pulso a partir de 1590 para ver cómo explotan todas sus contradicciones en las malas cosechas de 1619-1621. Las epidemias juegan sin duda su papel, pero la secuencia es claramente ham­bre-epidemia-hambre. Paralelamente se introduce el tema de la refeudaliza-ción del siglo xvii, con una larga y un tanto prescindible discusión sobre la oportunidad del concepto, pero la re-feudalización, el aumento de las cargas que ha de soportar el campesinado, no se inserta de una manera clara entre las causas de la crisis.

La parte central del libro está forma­da por cuatro capítulos con una estruc­tura muy similar, que discuten la de­mografía, la producción, la economía monetaria (moneda, metales preciosos, precios y salarios) y el comercio. En ca­da caso se pasa revista a la situación eu­ropea y se compara a continuación con la americana. El resultado es siempre el mismo: la crisis es europea, muy espe-

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cialmente mediterránea, y dentro de Europa escapan de ella Holanda y Gran Bretaña; en cambio, para Améri­ca el siglo XVII es un momento de recu­peración, de asentamiento, tras la dolo-rosa transformación que impuso la conquista. Por tanto, América no sigue la coyuntura europea, sino más bien se encuentra en contracoyuntura con ella.

Los aspectos europeos son bien co­nocidos, aunque Romano logra a me­nudo ofrecer sugerentes síntesis. La novedad radica en el análisis de la si­tuación americana, donde consigue ar­ticular un discurso sólido a pesar de que a menudo los materiales disponi­bles son de una gran debilidad.

Cabe destacar las páginas dedicadas a la evolución de la población indígena americana, donde muestra que ciertos descensos en la cifras de población se deben básicamente a los diversos expe­dientes para sustraerse al impuesto y a la degradación social, que van de la fu­ga más allá del alcance de los coloniza­dores a la conversión en falsos mesti­zos: no se trata de indios muertos, sino muy vivos. El estudio de la ampliación del espacio cultivado y de la introduc­ción de nuevos cultivos («domestica­ción» de plantas como el cacao o el tabaco) le sirve para recordar que la oferta de tierra era prácticamente ilimi­tada y que, por tanto, su valor depende de las construcciones, las plantaciones y el ganado que sustenta. Más difícil le resulta demostrar el crecimiento de la producción industrial; sin embargo, las páginas que dedica a la construcción

naval y el crecimiento de la minería que exigen las cifras de Morineau le permiten mantener la afirmación en los campos más dudosos del textil y la construcción.

El capítulo dedicado a metales, mo­nedas, precios y salarios es el más im­portante del libro y a la vez el que pre­senta mayores dificultades. De entrada Romano expulsa acertadamente dos fantasmas: el gráfico de Hamilton so­bre llegada de metales preciosos a Es­paña y las cifras de Brading y Cross sobre la producción de Potosí. El pri­mero con las llegadas fuertemente in­crementadas con los datos de Mori­neau, las segundas, aceptables para Potosí, pero no extrapolables al con­junto del continente. Resultado: la pro­ducción minera del siglo XVII fue muy superior a lo que comúnmente se ha venido admitiendo.

Añade dos evidencias más, tan cla­ras como olvidadas: que producción no significa exportación a Europa y que en Europa stock metálico no signi­fica stock monetario. En definitiva, constata escasez de moneda en el siglo XVII europeo y abundancia en América. La explicación de ésta es clara: más y más pequeñas minas, de control más difícil, necesidad de gastar más dinero en la administración y defensa de las Indias: un porcentaje mucho mayor del metal noble permanece en América o en todo caso no fluye hacia Europa. El análisis de los precios no es dema­siado satisfactorio: ante los escasos pre­cios disponibles para el siglo xvii, se

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Utilizan muchas series del siglo xviil y sobre algunas de éstas se pone el énfa­sis en la explicación. Lo que Romano considera una gran innovación, la uti­lización de tres grupos de precios: locales, americanos (no locales) y eu­ropeos puede aplicarse a cualquier ta­bla de precios, seguramente con re­sultados semejantes; la disparidad que muestran, con una mayor caída de los precios europeos que los ame­ricanos y de éstos que los locales, sólo indica una mayor integración del mer­cado y nos deja igualmente a oscuras sobre el siglo xvii. Las únicas series correspondientes a este siglo, el pre­cio del azúcar y de los esclavos, son a pesar de su sencillez mucho más de­mostrativas del crecimiento de los precios americanos que toda la expli­cación anterior.

En el capítulo dedicado al comer­cio Romano demuestra que el fin del monopolio se produjo en la práctica en el siglo xvii, cuando sólo una ínfi­ma parte de los navios arribados a los puertos americanos procedía de Es­paña (34 de los 154 llegados a Buenos Aires entre 1648 y 1702) sin olvidar que los buques españoles cargaban básicamente productos extranjeros. Con todo, no hay que olvidar que la mayor parte de la producción comer­cializada era americana y que los indi­cadores de su crecimiento en el siglo XVII son también claros.

En definitiva, todos los indicado­res muestran un siglo xvii americano en auge, en clara contracoyuntura con

la situación europea y todavía más con la metropolitana. La política sigue también el camino de la economía: el poder real pasa a manos de los crio­llos, de las clases dirigentes locales, que utilizan o dejan de lado la legisla­ción monárquica según convenga a sus intereses; a la ruptura en la prácti­ca del monopolio comercial acompa­ña la del monopolio de la autoridad; en realidad la primera no habría sido posible sin la segunda.

Finalmente Romano dedica unas páginas un tanto deslavazadas a una recapitulación en la que introduce nuevos temas de discusión, como la importancia relativa de la producción y la distribución en la economía, las causas de la decadencia del imperio español, la «autonomía» de las colo­nias americanas, la crisis política del siglo XVII, la aparición del capitalis­mo...

Los puntos débiles no enmascaran el valor del libro ni lo pertinente de la tesis que defiende: la contracoyuntu­ra de la economía americana respecto a la europea, documentada para el si­glo XVII, pero extensible al siglo xvi y también al xviii. Por otra parte, a pe­sar de digresiones, repeticiones y po­lémicas (uno tiene la impresión que todo aquel que en algún momento ha discrepado de Romano recibe res­puesta en esta obra), el libro traza buenas síntesis, es modélico (y didác­tico) en la forma como utiliza las in­vestigaciones de otros, mostrando a la vez un envidiable dominio de la bi-

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bliografía y un magnífico oficio de his- mentó para el avance de la demogra-toriador y está lleno de sorpresas inte- fía. ligentes, como cuando reclama una Gaspar FELIÚ

«historia de las cloacas» como instru- Universidad de Barcelona

Familia y poder en Nueva España. Memoria del tercer Simposio de Historia de las Mentalidades. Seminario de Historia de las Mentalidades. Serie Historia, Mé­xico, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991, 193 pp., cuadros.

El presente volumen, como ya se apunta en el encabezamiento de la obra, es el resultado de la convocatoria que, por iniciativa del Insdtuto Nacio­nal de Antropología e Historia de Mé­xico y formando parte de lo que aque­lla institución mexicana ha denomi­nado Seminario de Historia de las Mentalidades, reunió a un buen núme­ro de estudiosos de la Historia Social y Económica del virreinato de Nueva España para debatir diferentes aspec­tos relacionados con la organización fa­miliar en dicho contexto. A lo largo de las reuniones varias fueron las perspec­tivas que guiaron los consecuentes de­bates. Una de ellas se centró en descu­brir la importancia que la familia y las instituciones aparejadas a ella tuvieron entre la población indígena durante los primeros años de dominio español. En este caso los contenidos de las ponen­cias aquí presentadas subrayan la espe­cial trascendencia que mostró en los ámbitos puramente sociales (relaciones de poder y dinámica social) y económi­cos (unidades de producción y tributa­ción). Así, podemos encontrar en el tra­bajo de Pedro Carrasco («Matrimonios

hispano-indios en el primer siglo de la Corona») cómo el matrimonio se cons­tituiría en otro elemento más en las re­laciones sociales que mantuvieron la población hispana recién llegada a te­rritorios americanos con la población autóctona de los mismos, así como los condicionantes (definidos en torno a la rígida jerarquización que en buena me­dida ambos sectores pretendían conso­lidar y aprovechar como factor esencial al nuevo ordenamiento) y con ello las diferentes variantes que fueron mani­festándose durante los primeros años. Precisamente José Rubén Romero Galván en su trabajo «La familia indí­gena noble y la conservación de un po­der disminuido» trata de presentarnos en el contexto de una frenética dinámi­ca social que coincidió con los prime­ros años de dominio español a la insti­tución matrimonial como un factor más de aculturación de la población in­dígena aprovechado por los nuevos dominadores y, al mismo tiempo, como elemento estratégico utilizado por los sectores tradicionalmente do­minantes de las sociedades indígenas prehispánicas. De hecho, según nos

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apunta el autor, la aceptación definiti­va de la pérdida de las características fundamentales del matrimonio indíge­na (por ejemplo, la poligamia) y la asi­milación de los caracteres del matrimo­nio hispano-católico se llegó a mostrar como un «mal menor» que podía dejar paso a la conservación del poder so­cioeconómico al considerarlo como una fórmula de sanción jurídica de la unidad familiar y sus propiedades y privilegios concedida por parte del po­der político-religioso de la sociedad hispana.

Teresa Rojas Rabiela, por su parte, trató de afirmar a través del estudio de las condiciones en el medio agrario de la planicie central mexicana durante la primera centuria de dominio español («El papel del estado en la organiza­ción económica de la familia campesi­na en el México central durante el siglo XVI») las importantes interrelaciones económicas existentes en cualquier so­ciedad entre las estructuras de poder y la unidad social básica: la familia, y, por otra parte, cómo se manifestaron en la coyuntura aparecida con el dominio hispano sobre los pueblos establecidos en el ámbito geográfico anteriormente citado. En este caso, quedan demostra­das las diferencias organizativas que se dieron en la unidad económico-fami­liar en función de las necesidades de consumo de la misma, de la necesidad de consecución de excedentes o de las necesidades económicas surgidas ante la necesidad de satisfacer las demandas tributarias impuestas por el aparato ad­

ministrativo hispano. En los procesos de cambio-adaptación descritos por la autora de esta investigación destaca có­mo en algunos casos tales procesos son emprendidos de manera autónoma por el núcleo familiar o cómo en otros los procesos son impuestos directa­mente por el poder hispano, y, en este segundo caso, es relevante que, como en otras circunstancias que se dieron en esa misma época y localización, fue­ron aprovechadas ciertas estructuras cuyo origen se remontaba al período prehispánico.

Por último, Serge Gruzinski («Fami­lias, santos y capellanías: bienes espiri­tuales y estrategias familiares en la so­ciedad indígena en los siglos xvii y xviii») se detiene en el estudio de la fa­milia indígena, su relación con lo «divi­no», la influencia de dicha relación con la solidez y perdurabilidad en el tiem­po de tal institución, así como con el posicionamiento socioeconómico de la misma durante la segunda mitad del período de dominio español de los te­rritorios. De la misma manera, el autor nos hace ver los cambios y adaptacio­nes asumidas por la población indíge­na para poder llegar a hacer efectivos ciertos procesos preexistentes (en el período prehispánico) en condiciones completamente diferentes tras la llega­da del español.

Otra de las perspectivas de estudio trabajada por los participantes en el congreso e incluida en la presente pu­blicación es la que subraya la impor­tancia de la organización de la unidad

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familiar hispana en el desarrollo de ac­tividades fundamentalmente económi­cas en el marco del virreinato novohis-pano. Así nos lo demuestra María de los Angeles Romero Frizzi al analizar la consolidación del dominio hispano so­bre el comercio de la Mixteca Alta y los factores que así lo determinaron en una región en la que incluso tras la lle­gada de los espoñales era el indígena quien dominaba el sistema productivo e incluso las transacciones comerciales («El poder de los mercaderes. La Mix­teca Alta: del siglo xvi a los primeros años del siglo xviii»). María de los An­geles Romero descarta la compulsión de quien se siente conquistador como factor esencial de las transformaciones, inclinándose por otro tipo de estrate­gias que incluirían desde las típicamen­te económicas (operaciones a crédito) a aquellas que hunden sus raíces en ám­bitos más estrictamente sociales como la aculturación de las poblaciones indí­genas (que lógicamente supuso un cambio en los gustos y con ello en la demanda de las mismas) o la propia or­ganización empresarial de la red de co­mercialización basada en el protago­nismo de las estructuras familiares. Carmen Yuste en su trabajo titulado «Las familias de comerciantes en el trá­fico transpacífico del xviii» hace hinca­pié en esto último refiriéndose a las transacciones comerciales que la eco­nomía del virreinato consolidó con el paso del tiempo y que la propia autora define como de gran importancia por su volumen y productividad, adjeti­

vándolas, en contra de lo que otros in­vestigadores habían afirmado hasta ahora, como de operaciones totalmen­te autónomas respecto del poder eco­nómico peninsular. Las especiales difi­cultades y las esperanzas que en su desarrollo se depositaron determina­ron que los comerciantes novohispa-nos que quisieron dedicarse a tales operaciones tuvieran que plantear di­ferentes alternativas que aseguraran el anhelado éxito. Uno de los condicio­nantes que la distancia y la incertidum-bre aparejada a la misma imponían era el nombramiento de corresponsales en Manila (como elementos de entrama­dos a los que se dieron diferentes fór­mulas jurídicas). Las relaciones familia­res en el seno de las compañías forma­das, como nos demuestra la autora del trabajo, también se manifestaron esen­ciales al desarrollo de las actividades de las mismas.

La participación de John E. Kicza en el congreso y la inclusión de su po­nencia en esta publicación («El papel de la familia en la organización empre­sarial en la Nueva España») no puede considerarse sino como una opción prácticamente obligatoria, como lo confirma el repaso a su extensa y pres­tigiosa obra investigadora monopoliza­da por la atención prestada a la organi­zación social del virreinato de Nueva España y al papel que en ella jugó la institución familiar. Al igual que en los dos casos anteriormente analizados, Kicza enfoca su análisis hacia los as­pectos económicos de la familia, pero.

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a diferencia de los trabajos de Romero Frizzi y de Yuste, que simplemente nos presentan a la familia como elemento estratégico utilizado en ciertas coyun­turas, el historiador norteamericano nos expone no sólo el hecho de que fuera una alternativa válida, sino tam­bién el porqué de su validez y de su plena integración al marco social en el que actúa, los condicionantes econó­micos que imponía el propio contexto virreinal, la regulación interna y los ele­mentos que en ella participaban o la definición moral o cultural que influ­yeron en su definitiva consolidación. En otras palabras, hay que subrayar que en el trabajo de Kicza se introduce de manera bastante clara una contex-tualización que nos ayuda a compren­der mucho mejor el éxito de la institu­ción a la que nos estamos refiriendo en la sociedad del virreinato; es más, po­demos afirmar la validez de la presente ponencia como una introducción al te­ma para quien desee tomar contacto por primera vez con este fundamental aspecto de la Historia Social de Nueva España. Sin embargo, hay que puntua­lizar, como habría que hacerlo respec­to del resto de la obra y con ello de la posición de Kicza respecto al tema, la falta de claridad que demuestra el au­tor a la hora de localizar los diferentes sectores de la sociedad novohispana que asumieron tal tipo de organiza­ción; de hecho, es muy posible que el autor, partiendo de la idea indiscutible de que la organización familiar se con­virtiera en un elemento esencial en el

dominio practicado por los sectores más elevados sobre el resto de la socie­dad novohispana, trate de convencer­nos de que tal modelo se impusiera en definitiva al resto de los grupos socia­les por un simple ejercicio de imita­ción.

Cinco de las ponencias presentadas al congreso y publicadas en el volumen al que nos estamos refiriendo subrayan la importancia de la organización fami­liar en el ámbito de la política y de las estructuras de poder y dominio del vi­rreinato de Nueva España. Por ejem­plo, el análisis realizado por Stella González Cicero sobre la orden fran­ciscana y su actuación en la península de Yucatán durante los primeros años de presencia española en aquella re­gión («Pobres y poderosos. Los francis­canos del Yucatán, 1545-1571») nos re­cuerda el arraigamiento del concepto de organización familiar a debate y la profunda interrelación existente entre las sociedades laicas y religiosas, lo que muy probablemente facilitaría el tras­vase de uno a otro ámbito. De hecho, como apunta la investigadora, la orden religiosa planteaba su organización in­terna (fraternal) y su acción misional (paternal) con sobresalientes tipifica­ciones familiares, y, sin duda, debido a ello pudieron consolidar su poder e in­fluencia en la primera sociedad yucate-ca y su dominio sobre las poblaciones indígenas.

Por su parte, Thomas Calvo, Este­ban Sánchez Tagle, Frédérique Langue y Solange Alberro («Círculos de poder

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en la Guadalajara del siglo xvii», «Una familia, una región. Los del Ca­nal de San Miguel el Grande en el si­glo XVIII», «Poderosos, parentelas y clientelas: reminiscencias medievales y modernidad en las Zacatecas del siglo XVIII» y «El amancebamiento en los si­glos XVI y XVII: un medio eventual de medrar», respectivamente) tratan de mostrarnos el papel esencial que la or­ganización familiar jugó en el ejercicio del poder o en la oposición al poder de la Corona en localizaciones marginales del territorio del virreinato. Thomas Calvo expone la organización de la que se valieron aquellos que desde la admi­nistración (en la que se integraban como funcionarios de alto nivel de res­ponsabilidad) trataron de imponer un poder absoluto al margen de la admi­nistración real que les valiera para po­der acceder prácticamente de manera monopólica a las riquezas de la región neogallega en el siglo xvii venciendo el principal condicionante existente por entonces: la despoblación. Esteban Sánchez Tagle narra el caso de uno de los principales de la ciudad de San Mi­guel el Grande y los mecanismos de poder que le permitieron enfrentarse a los proyectos y medidas de reorganiza­ción política emprendidos por los Bor-bones en defensa del dominio regional ejercido a través de la organización fa­miliar. Frédérique Langue trata de de­mostrar cómo en las regiones de fron­tera el poder se convertía en una cuestión familiar más que política o económica, y para ello trata de desen­

trañar las relaciones de tipo familiar que dominaban cualquier sector o rela­ción social en los territorios. Por últi­mo, Solange Alberro nos plantea la alternativa que ocasionalmente fue tomada por algunos españoles con el mismo objetivo que el matrimonio te­nía, es decir, consolidación de poder; nos referimos al amancebamiento. Al menos a partir de los casos expuestos por el investigador, que pretende des­cubrir en paralelo las consecuencias ju­rídicas y de reprobación moral expre­sadas por la sociedad, podría llegar a concluirse que la opción, además de ser tomada en casos puntuales, siem­pre estaba relacionada con estratos sociales si no marginados al menos sí localizados en áreas geográficas que contribuían a que así fueran conside­rados.

El último planteamiento que hemos encontrado acerca de la familia y las instituciones a ella aparejadas en la so­ciedad novohispana entre las ponen­cias presentadas al congreso centra su interés en las relaciones sociales gene­radas por las mismas en el seno de la misma institución familiar. Así, sabien­do la importancia social concedida a la familia y al matrimonio (prestigio y honra eran valores absolutamente pre­dominantes en tal sociedad), Lourdes Villafuerte García explora en su traba­jo «Padres e hijos. Voluntades en con­flicto (México, siglo xvii)» las actitudes o posiciones generacionales frente al matrimonio, los esfuerzos paternos por imponer su voluntad y la oposición de

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los hijos y su empeño por preservar su libertad que se dieron en los territorios novohispanos. Por su parte, Dolores Enciso Rojas, que presentó al congreso una ponencia titulada «Tres matronas del siglo xviii y su influencia en la vida conyugal de sus hijos», orienta su estu­dio hacia el mismo punto de atención anteriormente referido, hace especial hincapié en la iniciativa de quien al menos en teoría, y en la mayor parte de los casos también en la práctica, poseía un mínimo poder y falta de responsabi­lidad en el seno de la familia: la mujer.

En definitiva, no es necesario ex­tenderse mucho más tratando de pun­tualizar la importancia que en la orga­nización social del virreinato de la Nueva España tuvo la familia. A tra­vés de las páginas aquí presentadas, que muy bien nos pueden servir como introducción al tema, no es arriesgado asegurar la estrecha rela­ción que existió entre «poder» y «or­ganización familiar».

Juan Carlos SOLA CORBACHO

Universidad Complutense de Madrid

La independencia americana: consecuencias económicas (1993), editado por Lean­dro PRADOS DE LA ESCOSURA y Samuel AMARAL, Madrid, Alianza Universi­dad, 329 pp.

Los trabajos aquí reunidos se deba­tieron en un Seminario celebrado en julio de 1992 en la Universidad Car­los III. El título del volumen es un tanto ambiguo, porque la «independencia americana» en cuestión no abarca a la totalidad del continente y resulta limi­tarse, en su mayor parte, a la de varias zonas del imperio español a principios del siglo XIX (1808-1826). No se tratan los casos de Chile, Bolivia y Venezuela, y sí se incluyen el de Brasil, que se se­paró del imperio portugués en 1821 sin cambios institucionales importantes, y a título de excepción significativa el de Cuba, que permaneció bajo la sobera­nía española hasta 1898. El subtítulo «consecuencias económicas» abarca también a las de la pérdida de las colo­

nias americanas desde los puntos de vista de España y Portugal. Cada uno de estos casos se examina en sendos ca­pítulos a cargo de un autor distinto. Encabeza el volumen una útilísima in­troducción de John Coatsworth, con un intento de síntesis de las varias hi­pótesis planteadas en el libro desde una perspectiva propia.

No es de extrañar que nuestros au­tores aborden semejante variedad de procesos históricos con planteamien­tos y metodologías muy distintos. Pero esta variedad es a su vez una de las ba­ses del interés del libro. El lector tiene ante sí una sección transversal del estado de la historiografi'a reciente, so­bre un tema importante y relativamen­te poco estudiado como realidad glo-

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bal. Muchos de los capítulos constitu­yen verdaderas monografías de tesis que habrían merecido su publicación como artículos independientes. Por todo ello, el libro es de obligada lectura para los especialistas y de indudable in­terés pedagógico a nivel universitario.

No es posible agotar aquí el riquísi­mo espectro de temas y conclusiones, pero algunos ejemplos darán una idea del tenor general de la obra. Uno de los postulados de la historiografía liberal es que la desaparición de los marcos institucionales mercantilistas debió ha­ber potenciado el crecimiento econó­mico. Coatsworth acepta esta tesis para los casos de México y el Perú, y atribu­ye muchos de los fracasos posteriores a las consecuencias de las guerras de in­dependencia entendidas en un sentido muy amplio. Al otro extremo del es­pectro, Stephen Haber y Herbert Klein no encuentran fundamento para la tesis liberal en el caso del Brasil. El campo más fértil para esta interpreta­ción pudo haber sido la Argentina, donde, como apunta Samuel Amaral, el yugo del monopolio comercial espa­ñol era el más evidente y apenas encon­tró defensor alguno. Aquí como en otros casos, sin embargo, se hace mu­cho más hincapié sobre los costes de la inestabilidad política y del creciente militarismo con posterioridad a las de­claraciones de independencia.

A muchos sorprenderá lo bien parada que sale España en algunas de las contribuciones. Alfonso Quiroz concluye que el modelo colonial del si­

glo XVIII seguía siendo viable en el Perú a principios del xix, y que la indepen­dencia no creó las bases necesarias para el crecimiento económico. En su trabajo sobre Cuba, Pedro Fraile y Ri­chard y Linda Salvucci aplauden la ex­traordinaria habilidad de los Borbones para aprovechar el auge tabaquero en México a mediados del siglo xviii, y se preguntan si una independencia pre­matura en Cuba habría impedido una dirección tan acertada del «boom» azu­carero a partir de 1791. Para Samuel Amaral, los elevados costes de transac­ción en la Argentina independiente hi­cieron añorar la relativa eficiencia del Estado español.

Los ejemplos precedentes apuntan ya a lo que pudo haber sido el hilo con­ductor común a todas las contribucio­nes. Toda valoración histórica lleva consigo, de forma explícita o implícita, una comparación entre lo que en reali­dad sucedió y lo que pudo haber suce­dido. Esta es la esencia del llamado contrafactual —el discutido recurso metodológico de recrear una historia alternativa en la ausencia hipotética de una o más variables, cuya importancia relativa se trata de determinar—. La mayoría de nuestros autores se pregun­ta, de una u otra forma, si el desarrollo económico habría sido mayor o menor de no haberse logrado la independen­cia.

Entre los planteamientos no cuanti­tativos, el de Héctor Lindo-Fuentes y el de Quiroz son los más meditados y perfilados. El primero reconoce que

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cualquier contrafactual termina ha­ciendo supuestos arbitrarios, y opta por atrincherarse en un «mínimo más robusto»: la hipótesis de que la inde­pendencia de Centroamérica, en con­traste con lo que pudo haber sucedido, bajo una dominación española conti­nuada, precipitó cambios más bruscos y por ello probablemente más favora­bles. Quiroz afina aún más al pregun­tarse si la independencia del Perú fue la causa principal de un prolongado es­tancamiento económico, o si creó las bases necesarias de un ulterior creci­miento económico. Se esfuerzan así ambos autores por cumplir con uno de los requisitos deseables de un contra­factual, esto es, que la realidad hipoté­tica que se compara con la observada debe especificarse por grados de pro­babilidad.

Otro requisito deseable es que el contrafactual se aplique en el plazo más corto posible sin desvirtuar la comparación, y sin olvidar las otras va­riables que aún permanecen en juego. ¿Hasta qué punto es legítimo argüir, como lo hace Coatsworth, que las pers­pectivas de crecimiento eran muy limi­tadas dentro del marco institucional de los imperios ibéricos, porque la econo­mía brasileña se estancó y la cubana fue desestabilizada por el gobierno co­lonial desde mediados del siglo x¡x? ¿No pierde validez un contrafactual cuando se aplica aposterioriy no apriorñ Haber y Klein admiten que las bases del sub-desarrollo del Brasil se remontan me­nos al siglo XVIII; y no es menos legíti­

mo especular que una España liberal, nacida en circunstancias menos trau­máticas y económicamente más segura, pudo haber sido más conciliatoria y menos ineficaz.

En un debate de este tipo, y en los tiempos que corren, no podían faltar aportaciones de intención y contenido predominantemente cuantitativos. No es sorprendente que este enfoque sea el más explícito en los casos de España y Portugal, y en menor pero importan­te medida en el de México: para los casos de las madres patrias, en particu­lar, Jorge Miguel Pedreira y Leandro Prados cuentan con bases de datos re­lativamente amplias aunque todavía gravemente deficientes.

Entre las muchas aportaciones de orden cuantitativo a lo largo del libro, lo más llamativo son varios intentos de minimizar la importancia económica del colonialismo ibérico. En su intro­ducción, Coatsworth cita un cálculo propio según el cual los costes mensu­rables del colonialismo español en Mé­xico se habrían aproximado a un mero 7,2 por 100 de las rentas coloniales en­tre 1792 y 1820. Con intención pareci­da, Pedreira sitúa los costes de la esci­sión del Brasil en un 8 por 100 del producto interior bruto portugués. El trabajo de Prados sobre España mere­ce mención aparte por su mayor alcan­ce y matización, pero su cómputo de los mismos costes en un 6,7 por 100 del ingreso por habitante español produce también una impresión de insignifican­cia.

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No está claro, sin embargo, por qué unas fracciones del 6 al 8 por 100 ha­yan de juzgarse poco importantes. ¿Por qué han de tomarse precisamente las rentas coloniales o el producto nacio­nal como puntos de referencia para estas comparaciones, y no otras magni­tudes más restringidas y potencialmen-te más relevantes? En uno de los famo­sos debates sobre el colonialismo inglés en el siglo xviii se dieron razones de peso para que los costes y beneficios en cuestión no se dividieran por la to­talidad de la población británica, sino que se asignaran analíticamente a los grupos sociales más afectados por unos y por otros. Para citar otro ejemplo re­ciente y llamativo, William Darity ha podido sugerir que los beneficios del comercio de esclavos a finales del siglo xvni, posiblemente inferiores al 1 por 100 de la renta nacional británica, des­de el punto de vista de su contribución a la inversión productiva pudieron ha­ber sido tres veces más importantes para este país que los de la industria del automóvil para la economía esta­dounidense en 1986 (Social Science His-tory, 1990, pp. 125-126).

Tanto las conclusiones de Darity como las de sus oponentes son debati­bles, pero el ejemplo da una idea del espectro interpretativo que puede re­sultar de una elección, aparentemente inocente y no siempre explícita, entre puntos de referencia alternativos. Las fracciones de una determinada magni­tud macroeconómica sólo adquieren significado histórico sobre la base de

una teoría dinámica de las líneas causa­les que llevan de la parte al todo, con análisis explícito de las conexiones di­rectas e indirectas, factuales y poten­ciales, mensurables y no mensurables. En ausencia del formidable tejido do­cumental que requieren estos análisis, y en el presente estado de la investiga­ción sobre las contabilidades naciona­les, afirmaciones tajantes sobre el ba­lance de la actuación colonial resultan provisionales en el mejor de los casos, y en el peor, propaganda política disfra­zada de tecnicismo económico. En todo caso, el lector tiene derecho a sa­ber que los tan manidos argumentos de las «pequeñas fracciones» distan mu­cho de haber sido aceptados por la ma­yoría de los historiadores, y que recien­temente se están poniendo en entredi­cho por autores de orientaciones tan dispares como Barbara Solow, Ronald Findlay, Patrick O'Brien y Stanley En-german.

Es justo añadir que Prados da cuen­ta explícita de algunas de estas posicio­nes críticas, capacitando así al lector para formar una opinión independien­te. También se esfuerza este autor por distinguir entre los impactos directos e indirectos de la pérdida de las colonias españolas, sobre la hacienda y sobre el comercio exterior, sobre la actividad industrial y la inversión productiva. Los inevitables supuestos, sesgados casi siempre en contra de la posición defendida, se apoyan en parte en los trabajos más recientes sobre la econo­mía británica, y en parte en un tejido

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historiográfico español cada vez más rico y depurado.

No hay razón para cuestionar unos cálculos razonablemente plausibles en el presente estado de la investigación, ni para desestimar un competente planteamiento del problema que es un estímulo y un modelo para futuras in­vestigaciones. Quedan grandes incóg­nitas, sin embargo, sobre la contribu­ción de las importaciones coloniales a la industria española, y ante todo sobre la importancia marginal de las exporta­ciones para las economías regionales.

Inevitablemente, resulta imposible com­parar los sesgos que introduce Prados en contra propia con las externalida-des no mensurables que pudo haber creado el comercio colonial. Y sigue sin quedar claro por qué una inversión productiva de beneficios coloniales equivalente al 17 por 100 de la acumu­lación de capital en toda España ha de juzgarse modesta y no prodigiosamen­te elevada.

Javier CUENCA

Universidad de Waterloo (Ontario)

M." Cruz ROMEO MATEO: Entre el orden y la revolución. La formación de la burguesía liberal en la crisis de la monarquía absoluta (1814-1833). Instituto de Cultura «Juan Gil-Albert» (Diputación de Alicante), Alicante, 1993. Prólogo de P. Ruiz Torres. Contiene bibliografía e índice onomástico.

En un reciente catálogo de publica­ciones sobre la historia empresarial es­pañola (Fundación Empresa Pública, 1993) figura la referencia de la tesis doctoral de M.* Cruz Romeo, defendi­da en septiembre de 1990, origen del li­bro que ahora comentamos. Si bien los criterios para la inclusión de ésta y otras obras en dicho catálogo son bas­tante generosos, conviene precisar que este libro no puede encerrarse en los lí­mites de una monografía sobre los hombres de negocios de la ciudad de Valencia durante 1814-1833. Se nos habla con detalle de ellos, de sus estra­tegias de acumulación donde se junta la actividad prestamista con la especu­lación mercantil o la compra de tierras

(sin que por esto último tengamos que menoscabar la categoría empresarial de este grupo), pero el objetivo princi­pal, como se adelanta en el prólogo, es averiguar de qué modo y en función de qué condicionamientos sociales la bur­guesía adquirió una conciencia revolu­cionaria de clase en un medio como el valenciano y en el período final del ab­solutismo.

¿Por qué la burguesía asumió la vía de ruptura con el absolutismo? La au­tora, que sitúa en 1817-1819 el punto de inflexión en este proceso de ruptu­ra, rebaja la importancia que otros au­tores han atribuido a la emancipación de las colonias americanas e insiste más en el descontento por las exaccio-

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nes fiscales, tan gravosas como inútiles, que recaían sobre unos capitales co­merciales en declive. Y fue ese males­tar por un aparato tan ineficaz como costoso el que acabó cuestionando la propia legitimidad de la monarquía ab­soluta.

El conflicto, por tanto, se plantea más «desde una posición de articula­ción política» que desde el ámbito es­tructural de un modelo de crecimiento basado en el aumento de la demanda efectiva nacional y conseguido por vías revolucionarias radicales (p. 41). M. C. Romeo opina que la burguesía comer­cial buscaba adaptarse al «mercado realmente existente» aumentando la oferta de productos agrarios por una ruptura revolucionaria pero no radical en el sentido de reparto de latifundios a los campesinos. Esta opción justifica­ría el decantamiento de la burguesía de los negocios hacia la propiedad de la tierra e inversiones de capital en la agri­cultura como una vía de diversifica-ción de activos, necesaria en una co­yuntura de crisis y coherente con un programa «agrario-industrializador».

Esta tesis viene a sumarse, por tanto, a otras investigaciones que dentro y fuera de nuestras fronteras se han des­marcado del imaginario braudelinano de «traición de la burguesía» o del de «persistencias del Antiguo Régimen» a lo A. Mayer. Pero no se juzgue que estamos ante una aportación «teórica» más al inacabable debate sobre la revo­lución burguesa. Primero, porque es una investigación basada en fuentes de

primera mano que permite conocer con detalle los mayores comerciantes o el destino de las exportaciones de los puertos valencianos. Después, porque introduce a «sus» hombres de negocios en el escenario de las luchas políticas del Trienio para comprender sus afini­dades o antagonismos con otras clases.

De acuerdo con lo expuesto hasta aquí, no es de extrañar que M. Cruz Romeo se distancie de las tesis pactis-tas de Gil Novales y otros autores que han presentado el Trienio como la en­crucijada en la que la clase oficial del li­beralismo busca afanosamente la alian­za con las fuerzas del Antiguo Régimen por el miedo a ser desbordados por las reivindicaciones populares, produ­ciéndose entonces la escisión entre li­berales moderados y «exaltados». Sin embargo, la voluntad política de mode­ración estaba presente antes del Trie­nio y, por otra parte, el componente burgués del liberalismo «exaltado» era básicamente el mismo que inspiraba la reforma agraria liberal emprendida en 1820: la aprobación mayoritaria de la desvinculación y desamortización (po­dríamos incluir también la abolición del medio diezmo) confirma la escasa entidad de otras alternativas.

Entonces, ¿a qué atribuir la división de los liberales españoles? Es cierto que no faltaron voces críticas contra la forma de privatizar los bienes naciona­les, pero, como afirma Romeo, el obje­tivo perseguido con la desamortización no era precisamente la prosperidad de los campesinos, ni siquiera para el libe-

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ralismo «exaltado» (p. 135). La dimen­sión social de tal liberalismo se encau­zaba por la privatización de los bienes de los pueblos, pero no necesariamen­te acudiendo a su reparto igualitario. Un testimonio ilustre que podríamos aportar es el del radical González Alonso, el que se quejaba de los pocos miles de propietarios que había hecho la revolución española frente a los mi­llones de la francesa; ahora bien, cuan­do planteaba sus proyectos de cesación de pastos comunes y reparto entre co­lonos, no puede evitar la contradicción de restringir el acceso «al vecino que no tenga ya una propiedad considera­ble» con medidas tales como la venta al mejor postor '.

Más que por las diferencias relativas a la reforma agraria, las disensiones de los liberales, hasta la discusión de la cuestión señorial, se produjeron por cuestiones que afectaban a la estructu­ra política del Estado: la disolución del ejército de la Isla y el debate sobre las sociedades patrióticas. Y lo que se en­frentaban eran dos vías de lucha contra el Antiguo Régimen que se traducían en dos modelos políticos contrapuestos como corresponde al trasfondo social de los distintos grupos burgueses: li­bertad como garantía de la propiedad frente a participación del pueblo como garantía de la revolución.

El proceso de toma de conciencia por parte de la burguesía no se redujo a

' D. González Alonso: La nueva Ley Agraria. Esta. Tipográfico, Madrid, 1840, p. 73.

su oposición al absolutismo; igual im­portancia o más desempeñaron las disputas o las coincidencias con las clases populares urbanas en cuya mo­vilización tuvieron que apoyarse los «exaltados» porque sus planteamien­tos políticos estaban en minoría en las Cortes. A medida que el sagrado dere­cho de propiedad era puesto en entre­dicho por la propia ambigüedad que difunde el mensaje universalista libe­ral o por el conflicto provocado con la abolición de los señoríos se fue pro­duciendo el deslizamiento de las capas burguesas «desde una ideología de la revolución a una ideología de conservación de lo existente» (p. 219). Del Trienio surge, pues, un doble le­gado para comprender la experiencia liberal de la década siguiente, el del revisionismo moderado y el del libe­ralismo rupturista. Y subsiste, por su­puesto, la fuerza del antiliberalismo, que en este caso contó con todo el apoyo de la Santa Alianza.

Uno de los hombres de negocios a los que se refiere frecuentemente la autora es a Vicente Bertrán de Lis, calificado por Metternich de «ban­quero revolucionario» e «intrigante». En marzo de 1823 escribía a James Rothschild recomendando que hi­ciera todo lo posible por evitar la in­vasión de tropas de Angulema por­que, entre otras razones, «ello nos ase­guraría no sólo ventajas generales, sino también otros beneficios de los que podríamos sacar especial parti­do para nuestros asuntos particula-

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res» . Con la llegada de la Década Ominosa quedó pendiente la conse­cución de esas «ventajas generales» que el mismo Bertrán de Lis trataría de conseguir años más tarde abogan­do por un sistema de representación que garantizara «la seguridad indivi­dual y la propiedad y que fuera com­patible con un cambio social en or­den» (p. 219).

Estamos, pues, ante un libro ambi­cioso donde el marco de estudio elegi­do es el de una ciudad liberal, lo que impide, como reconoce la misma auto­ra, un estudio fundamentado de la lu­cha absolutista, y, por la misma razón, quizás alguien rebaje el carácter gene­ral de alguna de sus afirmaciones. Des­pués de la lectura del libro, se cierran

unos interrogantes pero se abren otros, por ejemplo, sobre la armonía de los sectores burgueses con el absolutismo o sobre el conflicto entre las diferentes opciones políticas de los liberales . Pero ya está bien que un libro suscite preguntas, entre otros motivos, porque no se ha dedicado a repetir mimética-mente tesis de autores consagrados.

Ricardo ROBLEDO Universidad de Salamanca

^ Citado en A. de Otazu: Los Rolhscbild y sus SOCIOS en España (1S20-1850). O. Hs. Ediciones, Madrid, 1987, p. 31.

' Varias de estas cuestiones son formuladas por P. Ruiz Torres: «Liberalisme i revolució a Espanya», Las burguesías en el mundo contemporá­neo, UÍMP, Valencia, 1992.

José G. CA VUELA FERNÁNDEZ: í)ahía de ultramar. España y Cuba en el siglo xix. El con­trol de las relaciones coloniales, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1993, 281 pp. (incluye bibliografía e índice de nombres).

Desde hace algunos años, y gracias a la renovación historiográfica empren­dida por algunos autores cubanos, he­mos podido contar con valiosas aporta­ciones a la historia económica y social de Cuba durante la centuria anterior. El panorama era, no obstante, menos atrayente del lado español. El acerca­miento al colonialismo del siglo xix ha sido una de las asignaturas pendientes de la historiografía española, pese a contar con algunas monografías sobre los territorios coloniales. En este senti­do, la publicación del libro de José G.

Cayuela tenía que ser bien recibida por los historiadores en general, y en espe­cial por aquellos que nos dedicamos a la problemática colonial española del siglo XIX. Sin embargo, una lectura pau­sada de la obra echa por tierra todas las expectativas que, en principio, podía despertar y nos permite comprobar que el contenido en muy poco se acer­ca al título genérico del libro. En pri­mer lugar, la obra hace referencia úni­camente a la política desplegada por el general Gutiérrez de la Concha duran­te su estancia en la isla como capitán

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general. De la Concha ocupó este cargo en dos ocasiones: entre 1850-1852 y 1854-1859, períodos que por sí solos no pueden considerarse representati­vos de toda una centuria. En segundo lugar, el autor no ofrece al lector una exposición diáfana y ordenada de cuá­les son los principales objetivos y resul­tados que ha obtenido con la investiga­ción. Se habla de Hacienda, de Admi­nistración colonial, de Ejército, de re­formas socioeconómicas, de esclavitud y de grupos de presión, pero difícil­mente se consigue hilar con suficiente rigor científico una tesis que aglutine todos estos elementos.

Uno de los temas analizados, espe­cialmente en el capítulo 2, es el papel desempeñado por Cuba y su riqueza sobre el conjunto de la economía espa­ñola en el siglo xix. Según J. G. Cayue-la, fueron las remesas de capital envia­das desde La Habana por la «élite económica antillana» las que permitie­ron «sostener en un nivel adecuado las tasas de inversión que la economía es­pañola precisaba en pleno proceso de modernización». Para justificar esta afirmación, se cita como paradigmáti­co, el caso del marqués de Manzanedo, cuya ascensión social tiene un origen claramente colonial; pero se olvida que este personaje no representa al empre­sario emprendedor y activo generador de riqueza económica, sino al agente de negocios especulador al calor de los negocios del Estado. En cualquier caso, y además de Madrid, donde Manzanedo tenía su campo de influencia, el autor va

más allá en su planteamiento y sostiene que gracias a estas remesas otras regio­nes españolas pudieron comenzar su proceso de crecimiento económico, dando así un origen claramente colonial al proceso de modernización económi­co español. Dejando de lado que estas afirmaciones merezcan una mayor ela­boración y apoyo documental que no está presente en la obra, lo realmente sorprendente es que Cayuela base toda su argumentación en un trabajo elabora­do en colaboración con otro autor y en otro lugar y cuya conclusión principal es que estas remesas no tenían su destino preferente en la Península, sino en otros lugares, especialmente Gran Bretaña (A. Bahamonde y J. G. Cayuela: Hacer las Américas, Madrid, 1992). ¿Hasta qué punto se sostiene entonces la importan­cia de las inversiones coloniales en la economía española durante el proceso de modernización?

Al margen de las remesas de capital privado, el autor también otorga un pa­pel decisivo a las remesas públicas pro­cedentes del Tesoro cubano. En este caso, fueron las cantidades proceden­tes de las Cajas de Ultramar las que «nutrieron al sector público español y convirtieron al Estado metropolitano en dependiente financieramente de su colonia», contribuyendo igualmente al proceso de modernización económica emprendido con la legislación progre­sista del Bienio Liberal (pp. 17-18).

El papel desempeñado por la Ha­cienda colonial en la creación y conso­lidación del Estado liberal no es, sin

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embargo, una tesis original de J. G. Ca-yuela. Desde hace algunos años yo mis­ma he venido haciendo hincapié en estas cuestiones, desarrolladas en dife­rentes publicaciones e ignoradas en la bibliografía de esta obra. Aunque pare­ce que mis ideas han podido servir de «fuente de inspiración», afortunada­mente mis conclusiones distan mucho de las que sostiene el autor de Bahía de Ultramar. Si, como pretende Cayuela, las remesas de Ultramar fueron vitales para culminar el proceso español de impulso hacia la modernización eco­nómica, que se plasmó especialmente en la mejora de las obras públicas en general y en la construcción del ferro­carril (p. 18), antes tiene que dilucidar diferentes puntos. Del lado español se­ría necesario cuantificar, al margen del capital extranjero invertido en el ferro­carril, las cantidades en forma de sub­venciones aportadas por el Estado y dentro de éstas la parte correspondien­te a las remesas americanas. Del lado español tendría que explicar si la Ha­cienda colonial era deficitaria o tenía superávit y, en tal caso, cómo se gene­raban y en qué consistían las remesas y los giros de los territorios ultramarinos. Esto es, cuál fue la evolución de esas cantidades al compás de los cambios experimentados en la Hacienda colo­nial durante buena parte del siglo xix. Para ello es necesario establecer una diferenciación entre lo que se entiende por sobrantes y las libranzas que se gi­raban desde el Tesoro metropolitano con el objetivo de hacer recaer sobre

las Cajas coloniales la devolución de una parte de la deuda que el Estado es­pañol contraía con particulares.

En la obra de J. G. Cayuela ninguna de estas cuestiones fundamentales se aborda. Sobre los ingresos, la distribu­ción del gasto y las cantidades remiti­das a España tampoco se ofrece al lec­tor un estado, ni siquiera aproximati-vo, de su evolución durante la primera mitad del siglo xix, a pesar de la ingen­te documentación supuestamente con­sultada. No es, por tanto, de extrañar las afirmaciones totalmente gratuitas del autor al referirse a la situación de las Cajas cubanas a finales del siglo XVIII y calificarlas, citando sorprenden­temente a Ramón de la Sagra, de exce-dentarias para terminar hablando de un antes y un después en lo fiscal que marca el final del absolutismo. Una au­téntica lectura de la obra de Ramón de la Sagra demuestra, sin embargo, lo contrario. En primer lugar, el erario cubano no sólo no era excedentario a finales del setecientos, sino que depen­día básicamente de las rentas del situa­do que le llegaban del exterior. Sólo después de la independencia del conti­nente americano y al compás del creci­miento económico que supuso la con­solidación de la plantación esclavista en la década de 1820, las Cajas cubanas comenzaron a aminorar su déficit y a incrementar considerablemente sus in­gresos. Por otro lado, la desaparición de Fernando VII no supuso una ruptu­ra en lo fiscal. A la muerte del rey Abso­luto, los liberales siguieron aprovechán-

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dose de la legislación proteccionista aplicada en el Trienio y mantenida por el Absolutismo con el objetivo de be­neficiarse de ios aranceles como una fuente de ingresos para el Fisco. Como ha señalado Moreno Fraginals, con la irrupción del liberalismo la burguesía también pretendió crear en Ultramar un mercado reservado para sus pro­ductos, como fue el caso de la harina. Desde luego, difícilmente se puede sostener, como hace Cayuela, que Es­paña creó «un mercado reservado en lo político, social y administrativo que no era posible en lo mercantil» (p. 5), para afirmar a continuación que gra­cias a Cuba se pudo aliviar el déficit co­mercial español (p. 18).

Siguiendo con el tema de la Hacien­da, la descripción de los presupuestos del período 1854-59 ocupa una de las partes más extensas del texto (vid. caps. 3, 4 y 5). Este estudio tiene como refe­rencia documental básicamente las Memorias publicadas por el general De la Concha. Es cierto que el autor a lo largo de estos tres capítulos alude a otras fuentes, pero en muchos casos no consigna de forma conveniente la refe­rencia documental (véase especialmen­te la fuente de los cuadros nüms. 4 al 13, donde no se reseña el legajo del do­cumento). Esta forma de citar, reitera­damente usada en el libro de Cayuela, afortunadamente es poco habitual en­tre los que nos dedicamos a la investi­gación histórica. Su práctica suele es­conder, a veces, el interés de conside­rar el hallazgo de un documento de

propiedad privada, lo que deja de te­ner sentido con la publicación del ma­terial, y en otras ocasiones el descono­cimiento real de algunas de las fuentes supuestamente consultadas. Pero inde­pendientemente de las citas documen­tales, el resultado, en este caso, es poco prometedor. Aisladamente analizados, los presupuestos de 1854-1859 son poco demostrativos, ya que el autor no establece una comparación documen­tada con años anteriores y posteriores. Esto no le impide sobrevalorar inade­cuadamente la importancia de los in­gresos obtenidos entre 1854-1859 y considerarlos una de las recaudaciones más cuantiosas del siglo xix (p. 78), para terminar diciendo que «los ingre­sos recaudados fueron proporcionales a la tasa de crecimiento de la economía isleña» (p. 87). Si el autor hubiera reali­zado una reconstrucción de las cuentas de la Hacienda colonial en años ante­riores se habría dado cuenta que sola­mente en la segunda mitad de la déca­da de 1820 los ingresos crecieron a un ritmo muy superior a la etapa del gene­ral De la Concha. Por otro lado, es difí­cil establecer una proporcionalidad entre ingresos y tasa de crecimiento, sobre todo porque el autor no elabora ningún índice cuantitativo de la evolu­ción de la economía isleña para ese pe­ríodo.

Pero si el autor ignora todo esto es lógico que concluya la parte fiscal de su estudio con una glosa de la política del general Gutiérrez de la Concha, asemejándose la obra en muchos de

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SUS párrafos a una hagiografía. El colo­fón es considerar a este militar el artífi­ce de la «reestructuración colonial», donde el elemento fiscal desempeñó un papel fundamental. La reforma en el sistema del cobro del diezmo y la im­plantación en la colonia de la Ley de contabilidad significan para Cayuela el establecimiento de un «nuevo marco tributario», confundiendo así reforma fiscal con una remodelación parcial de algunas de las rentas, y no precisamen­te las más importantes. Desde luego, las innovaciones en la Administración hacendística colonial de la década de 1850 no tocaron el sistema impositivo en lo esencial (el sistema tributario se­guía descansando principalmente en los derechos de Aduanas), y respondie­ron a una tendencia centralizadora ma­nifiesta desde años antes en los gobier­nos liberales de la metrópoli. Además, tampoco se produjo un aumento de las recaudaciones durante la primera mi­tad de la década de 1860, «fruto de la expansión económica y de las directri­ces en el marco tributario de Concha» (p. 87). Una vez más, si el autor hubiera realizado un estudio riguroso de las fuentes habría comprobado a partir precisamente de ese período un des­censo importante de la recaudación, a consecuencia de la bajada experimen­tada por la principal renta de la isla: las Aduanas, entre otras razones por la pa­ralización comercial que supuso la Guerra de Secesión norteamericana. La financiación de las campañas ex-pansionistas de la Unión Liberal tam­

bién repercutió muy negativamente so­bre la situación de las arcas cubanas.

Pero las cualidades de De la Concha como «reformador» y promotor de una nueva Administración colonial no se li­mitarían, según Cayuela, al aspecto fis­cal. En el terreno militar, los dos capi­tanes generales que ocuparon su cargo en la isla entre 1852 y 1854 demostra­ron su ignorancia con «medidas de du­dosa eficacia» (p. 165), situación que se corrigió (¡claro está!) con el regreso de De la Concha a la capitanía en 1854. No falta tampoco el buen hacer del mi­litar en la mejora de las retribuciones de cabos y soldados al equiparar sus haberes «con el incremento de los pre­cios de los productos básicos de consu­mo» (p. 202). Huelga decir que el autor no presenta un estado de la evolución de los salarios nominales de los milita­res para ese período, ni mucho menos una aproximación de la evolución de los salarios reales que permita reflejar el alza de los precios sobre los salarios.

Por último, Cayuela también realiza un tratamiento de la esclavitud colo­nial (pp. 227-256), donde no introduce novedad alguna en su planteamiento. Por el contrario, su análisis contiene errores de bulto, como el de calificar de «antiesclavista» la política de algu­nos capitanes generales, en especial Juan de la Pezuela, confundiendo posi­ciones moderadas en contra de la trata, fruto probablemente de los condicio­namientos morales de este militar, pero indudablemente decididas en el apoyo de este sistema de trabajo.

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Teóricamente el epílogo de la obra tendría que relacionar todos estos te­mas, pero es aquí donde encontramos a la par la mayor brevedad y confu­sión (pp. 257-259). Se habla de «rees­tructuración del principal eje colonial de España en Ultramar» y se cita a De la Concha como uno de sus principa­les protagonistas. Y por último se alu­de, por primera vez a lo largo de las páginas del libro, a la implantación en España de un «modelo colonial» que según Cayuela se diferenció de «otros modelos de dependencia predomi­nantes en la proyección ultramarina de la Europa del siglo xix» (p. 259). El problema reside en que después de la lectura de toda la obra no hemos con­seguido saber en qué consistió esa reestructuración, cuál fue su eje y en qué se diferenciaba el «modelo» colo­nial español de esos otros «modelos».

Necesariamente, el acercamiento a

la problemática colonial española tiene que partir de otros supuestos que no están presentes en la obra de este au­tor. A lo largo del siglo xix hubo una reorganización del mundo colonial. Pero en el caso español la reestructura­ción del sistema colonial se había efec­tuado mucho antes de que De la Con­cha llegara al poder. En la década de 1830, los Hberales adaptaron la política colonial a sus intereses y consolidaron el régimen militar y autoritario en la co­lonia. En 1854-1859, De la Concha continuó la labor iniciada de centrali­zación administrativa y reforzamiento del poder de los militares. No era una iniciativa aislada del general, sino una acción que se enmarcaba dentro de un proyecto más ampho emprendido años antes por la burguesía liberal.

Candelaria SAIZ PASTOR

Universidad de Alicante

José Manuel POSE ANTELO: La economía y la sociedad compostelanas afínales del siglo XIX, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1992, 370 pp.

La España de la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del actual se caracteriza, fundamentalmente, por las importantes transformaciones que va a experimentar en su seno. La derrota militar del conservadurismo más ultra­montano y la consolidación en el po­der del Liberalismo van a generar un sinnúmero de expectativas práctica­mente inéditas hasta la fecha. Es cierto

que durante la fracasada experiencia del Trienio Liberal se habían sentado algunas de las bases, pero no va a ser hasta la década de los treinta y los cin­cuenta, con el triunfo de los progresis­tas, cuando la modernización española tome carta de naturaleza. Con la revo­lución del 68 primero y con la Restau­ración después ésta no hará sino con­solidarse. Ahora bien, la moderniza-

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ción de España no es ni homogénea ni total. España no se moderniza toda ella. Será la periferia la que poco a poco vaya despertando del largo letargo en que se veía inmerso el país desde hacía muchas décadas. Así, territorios como Cataluña, el País Vasco, Asturias, Can­tabria o Madrid pasaron a convertirse en la avanzadilla de nuestra moderni­zación. El resto, la mayor parte del inte­rior, sin embargo, apenas conseguía desperezarse de su caduco y secular sueño. Con todo, y tal y como están po­niendo de manifiesto las últimas apor­taciones historiográficas, la moderniza­ción tampoco fue igual en las regiones mencionadas. En el caso vasco, por ejemplo, resulta evidente. De las tres provincias, el fenómeno afectó real­mente a Vizcaya y Guipúzcoa, sin que prácticamente se notara en Álava (Ri­vera, A.: La ciudad levítica. Continuidad y cambio en una ciudad del interior (Vitoria, 1876-1936), Vitoria, 1992). Y, además, el modelo vizcaíno difiere sensible­mente del guipuzcoano. Algo similar podemos decir de Cataluña, donde el fenómeno no afectó de la misma mane­ra a las comarcas litorales de la provin­cia de Barcelona que a las del interior de Lérida o Gerona, por ejemplo. Por tanto, hoy en día se está haciendo hin­capié en esto, en la diversidad y en la convivencia de la continuidad y el cambio, tal como aparece en el título de Antonio Rivera. Pero también se es­tá avanzando mucho en el estudio de las ciudades como motores o células de modernización del país. Como que­

dó de manifiesto en el VIII Coloquio de Historia Contemporánea de España dirigido por el profesor Tuñón de La-ra, son cada vez más los estudios dedi­cados a «las ciudades en la moderniza­ción de España». Trabajos llamados, sin duda, a dar una visión más clara y diáfana del alcance real que la moder­nización tuvo en España en las décadas señaladas.

La obra del profesor Pose Antelo la debemos situar precisamente en esta lí­nea. En concreto, se trata de la versión bibliográfica de la tesis doctoral del au­tor defendida a finales del año 1989 en la Universidad de Santiago.

Como bien indica su título, el libro está dividido en dos grandes aparta­dos, dedicados, respectivamente, a la economía y a la sociedad de Santiago de Compostela durante la primera eta­pa de la Restauración (1875-1902).

Antes de adentrarnos en la primera parte, el autor dedica un primer capítu­lo introductorio a las Cuestiones preli­minares, poniéndonos ya en antece­dentes. Para Pose, la nueva división provincial de 1833, pasando Santiago de ser capital de provincia a cabecera de partido judicial, y la decadencia por la que atravesaba entonces la Universi­dad fueron las principales causas del estancamiento demográfico y urbanís­tico que padeció la ciudad durante las últimas décadas del siglo pasado. Aun­que como aspecto positivo señala el re­descubrimiento del sepulcro del Após­tol, despertándose una vez más el inte­rés por el culto jacobeo.

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Como ya se ha indicado, el primer gran apartado se centra en sus aspectos económicos. Al sector primario dedica el autor los capítulos 2 y 3, insistiendo en la baja productividad, la inexisten­cia de excedentes y la descapitaliza­ción del agro compostelano, necesita­do de una urgente modernización de sus estructuras productivas y afectado, como el resto del campo español, de la difícil coyuntura de la década de los ochenta. Así las cosas, y dada la situa­ción de miseria en que se encontraba buena parte del campesinado, la emi­gración siguió presentándose ante sus ojos como un mal menor.

En el capítulo 4 se analiza en el sec­tor secundario, llegando a la conclu­sión de que en Santiago no se había su­perado el período manufacturero. El Santiago de finales del xix no va a ser industrial, sino comercial y de servi­cios. El secundario era un sector muy reducido y con un marcado carácter artesanal. Los establecimientos «indus­triales» eran muy escasos, «su grado de mecanización, exiguo o nulo; el núme­ro de empleados por unidad de pro­ducción era muy pequeño; (y) la ener­gía empleada la proporcionaban el brazo humano, caballerías o el agua de los ríos Sar y Sarcia» (p. 98).

Los transportes protagonizan el ca­pítulo 5 del libro. En él se hace un ex­haustivo recorrido por todo tipo de ca­rreteras y caminos del partido de Santiago a lo largo del xix, poniéndo­nos de manifiesto el autor su escasez y malas condiciones de los mismos. En

cuanto al ferrocarril, se insiste en el ca­rácter tardío de su red ferroviaria y en el poco interés que suscitó tanto entre los posibles inversores locales como entre las grandes compañías. Desinte­rés generado por «lo accidentado del suelo, la ausencia de grandes núcleos urbanos, la baja capacidad de consumo y de absorción de mano de obra de los existentes, la poca movilidad, en con­secuencia, de la población, la inexis­tencia de excedentes agrarios impor­tantes, la escasa producción industrial y minera», etc. (p. 127).

En el capítulo 6 el profesor Pose Antelo se fija en el subsector de la ban­ca, centrándose en la fundación de la Caja de Ahorros-Monte de Piedad de Santiago y en la sucursal del Banco de España de Santiago.

Finalmente, en el siguiente capítulo estudia el comercio y la hostelería, in­sistiendo especialmente en el pequeño comercio, orientado al consumo local y comarcal y caracterizado por su alto grado de especialización. El autor no trata, sin embargo, el gran comercio, el tráfico mercantil destinado a otras ciu­dades españolas o extranjeras.

La segunda parte de la obra, como se ha señalado, está dedicada a la socie­dad compostelana de finales del xix. En concreto, el autor empieza por ana­lizar las clases sociales, llegando a la conclusión de que siguieron siendo la nobleza y el alto clero quienes marca­ron las pautas de la sociedad compos­telana del momento. Una sociedad en la que la burguesía no había superado

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la crisis de comienzos de siglo y había renunciado a sus propias metas, sin­tiéndose profundamente atraída por el estilo de vida de la nobleza. Una socie­dad, además, con un elevado número de campesinos que padecían la crisis estructural del campo poco más arriba señalada y un artesanado también en crisis por la situación de estancamiento en que se hallaba la ciudad en las últi­mas décadas.

En el capítulo 9 Pose Antelo hace un repaso de todas las asociaciones existentes en la ciudad del Apóstol en las últimas décadas del siglo pasado. Tanto asociaciones de tipo religioso o benéfico como de carácter económico o político, sin olvidar los centros cultu­rales y recreativos.

El último capítulo, por su parte, lo reserva el autor para estudiar la con-flictividad social. Partiendo de la base de que Santiago no fue una ciudad in­dustrial y su proletariado urbano tam­poco fue muy abundante, el profesor Pose nos señala, no obstante, que el movimiento obrero empezó a organi­zarse en la ciudad en la década de los noventa. En concreto, «tras las socieda­des de socorros mutuos surgieron las de clase o resistencia, con finalidad rei-vindicativa, que anticipaban los sindi­catos» (p. 275). Organizados ya en so­ciedades de resistencia, uno de los recursos más habituales de lucha social va a ser la huelga, destacando, princi­palmente, las de 1890 y 1896, analiza­das en el libro. Aunque no fueron los obreros los únicos en organizarse. La

repuesta de la patronal, en efecto, no se hizo esperar. Tras las huelgas mencio­nadas y el cada vez mayor peso del So­cialismo en el proletariado composte-lano, a principios de 1898 se constitu­yó la Asociación de Maestros y Jefes de Talleres de Santiago. Es más, incluso la propia Iglesia «se vio obligada a entrar en una nueva dinámica y a plantar cara a las nuevas ideologías. A fin de recu­perar la confianza del proletariado, hu­bo de plantearse a fondo la llamada cuestión social» (p. 303), siendo su res­puesta más inmediata la creación del Círculo Católico de Obreros de la Sa­grada Familia de Santiago.

En definitiva, de las Conclusiones que aporta José Manuel Pose podemos deducir que la clave estuvo en que la élite dominante contaba con un esque­ma de valores muy lejano de los vien­tos de progreso y modernidad que en esos momentos trataban de penetrar en el país. Para él, «la burguesía de San­tiago, esencialmente comercial, no su­po, o no quiso, convertirse en indus­trial» (p. 307), además del duro golpe que supuso dejar de ser capital provin­cial para convertirse en simple cabece­ra de partido judicial.

Por nuestra parte podemos comen­tar que la publicación de una tesis de estas características siempre es positi­va, en tanto en cuanto es posible afir­mar, como ya se ha comentado más arriba, que sólo si tenemos buenas mo­nografías locales podremos hacer inte­resantes síntesis totales. Pero hay que saber distinguir entre hacer buena his-

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toria local y hacer historia localista. En este sentido pensamos que el autor se ha dejado llevar muchas veces por el excesivo amor a la tierra, o a una ciu­dad en este caso, adentrándose mucho en el detalle y dejando de lado un mar­co más general. Quizá hubiera sido bueno y hubiera contribuido a enri­quecer más la visión del tema si hubie­ra contrastado sus datos con los exis­tentes para otras ciudades o regiones. En cualquier caso, siempre debemos agradecer al autor la gran cantidad de información que aporta y su ordenada

y sistemática exposición, acompañada de un texto fácil y de agradable lectura. Ahora bien, el cúmulo de noticias es a veces tan cuantioso que parece desbor­darnos, echándose en falta reflexiones más profundas y más alejadas de la me­ra cuantificación. Con todo, sería bue­no que el autor siguiera ahondando en una línea de investigación sin duda acertada y que está llamada a producir frutos realmente provechosos.

Carlos LARRINAGA RODRÍGUEZ

(Universidad de Deusto)

Frank BROEZE: Mr. Brooks and the Austmlian Trade. Imperial Business in the Nine-teenth Century, Melbourne University Press, 1993, 375 pp.

A diferencia del protagonista, Ro-bert Brooks, quien sólo viajó a Austra­lia una vez en su vida, el autor de este libro (catedrático de Historia en la Universidad de Western Australia, Perth), «holandés errante» y australia­no de adopción, ha efectuado numero­sos viajes a la antigua metrópoli para intentar reconstruir, a través de la con­sulta de un buen número de archivos públicos y privados (en el Reino Unido y en la propia Australia), la biografía empresarial de este comerciante, na­viero y financiero inglés (1790-Unio), uno de los líderes del comercio anglo-australiano de mediados del siglo xix.

En la realización de esta biografía empresarial el autor ha intentado unir los elementos personales y empresaria­

les con el marco económico e institu­cional en el que se desenvuelven las re­laciones entre Australia y la metrópoli en el siglo XIX. La obra se divide en cin­co grandes apartados que se corres­ponden, respectivamente, con otras tantas etapas en la vida de Brooks y que el autor propone como un modelo organizativo para este tipo de estudios: la juventud y formación (1790-1820); los primeros negocios (1820-1833); su especialización y ascenso en el comer­cio anglo-australiano (1833-1846); el período de hegemonía y prosperidad (1846-1859) y, finalmente, la jubilación (1859-1882). En apretada síntesis, la vi­da de Robert Brooks fue similar a la de otros comerciantes y empresarios de su generación: hijo de un agricultor aco-

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modado, antes de los quince años ya estaba trabajando en el despacho de un comerciante de madera con quien se formó y realizó sus primeros nego­cios. A partir de los años veinte, con el capital ahorrado en su trabajo y una importante aportación paterna, Brooks comienza su etapa de comerciante-na­viero independiente, transportando emigrantes y carga general a Australia y retornando con aceite de ballena y la­na. Los elevados beneficios obtenidos en sus primeros viajes fueron reinverti­dos en ampliar la flota, pero además también comenzó a extender sus acti­vidades hacia otros sectores íntima­mente relacionados: el seguro, consig­nación y comercialización de las ex­portaciones australianas y la financia­ción de actividades que proporciona­ban su carga de retorno (la pesca de ba­llena y la ganadería ovina). Desde finales de los años treinta compaginó estos negocios llevados de manera completamente individual con su par­ticipación como consejero en diversas sociedades de seguros, consignatarias, comerciales, mineras (oro y carbón), navieras, pesqueras y, de manera parti­cular, en el Union Bank of Australia, al que dedicó una atención preferente casi hasta el final de su vida. Desde me­diados de los años cuarenta abandona progresivamente el negocio naviero para centrarse en lo que, a partir de en­tonces, serán sus dos negocios funda­mentales: la financiación de las expor­taciones de lana australiana y la consig­nación y comercialización de este pro­

ducto en Londres. Aunque poco amigo de la actividad pública, este «workaho-lic» (p. 254), como le define Broeze, fue también parlamentario conservador (1859-1868) y presidente del lobby aus­traliano más fuerte en la City, la New South Wales and Van Diemen's Land Commercial Association (luego Colo­nial Wool Merchant's Association) (1846-186?).

Como toda buena biografía empre­sarial, el trabajo de Broeze no se limita a describirnos la vida y negocios de Ro-bert Brooks, sino que, haciendo eso, ofrece muchas más cosas. En primer lugar, una precisa y detallada visión de las relaciones económicas anglo-aus-tralianas (comercio, navegación, finan­zas, inversiones, emigración) entre las décadas de 1820 y 1860 (la etapa que va desde los orígenes a la consolida­ción de las mismas) y por extensión del imperialismo británico y sus implica­ciones económicas. En ella se ve cómo los comerciantes y financieros de la City, a través de sus empresas, creando grupos de presión, favoreciendo la emigración asistida («cada emigrante a las colonias australianas acaba convir­tiéndose en un consumidor de produc­tos británicos en una cantidad de 7 a 8 libras anuales», dirá la Sociedad para la Promoción de la Colonización en 1849, p. 251), promovieron la colonización de Australia y capturaron la mayor parte de los beneficios derivados de la misma.

En segundo lugar, las implicaciones de este libro para la historia em-

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presarial no son menos importantes. In­fluido por la obra clásica de Penrose G'he Theory ofthe Growth ofthe Firm), el autor defiende que la aproximación bio­gráfica es el método más acertado para intentar comprender el proceso de toma de decisiones y, en última instancia, los objetivos de la empresa (pp. 4-5). Desde este planteamiento, Broeze reconstruye la actividad empresarial privada de Brooks, no muy alejada en sus caracterís­ticas, organización y prácticas de la em­presa comercial tradicional que Chand-1er ofrece en su The Visible Hand, modelo tomado por el autor como referencia: como el comerciante de Chandler, Brooks se dedicaba a diferentes sectores estrechamente relacionados entre sí, con la única ayuda de no más de tres admi­nistrativos en su oficina de Londres y la de los capitanes de su flota y sus agentes en Australia. En este tipo de negocios la lealtad y la honestidad eran elementos vitales y precisamente por ello se recu­rría frecuentemente a parientes y ami­gos. Quizás el rasgo más peculiar de Brooks fue su renuencia a compartir in­formación y decisiones: durante la ma­yor parte de su vida llevó sus negocios de forma exclusivamente personal y sólo aceptó un socio cuando la edad empeza­ba a disminuir sus facultades fi'sicas (en 1854). Brooks además compaginó sus negocios privados con su participación como accionista y consejero en diversas sociedades. Pero, como señala y docu­menta acertadamente Broeze, su princi­pal objetivo «no era conseguir grandes dividendos o participar de hecho en su

dirección, sino ayudar a establecerse a la compañía y/o obtener algunas ventajas específicas de su creación» (p. 232). Sin duda, el mejor ejemplo lo constituye la política financiera del Union Bank of Australia, siempre al servicio de los inte­reses privados de los comerciantes que dominaban su Consejo de Administra­ción: a diferencia de otros bancos nunca participó directamente en negocios como la minería del oro o la exportación de lana (comprando el oro a bocamina o anticipando dinero a los ganaderos); su función consistía en adelantar dinero a sus consejeros para que ellos, de forma privada, realizasen esa tarea y también, de forma privada, se quedasen con el grueso de los beneficios (pp. 236-39 y 279-81). En este sentido, el libro de Broeze sobre R. Brooks y sus negocios nos demuestra a todos los que hacemos o intentamos hacer historia empresarial que la historia de una empresa siempre será incompleta si no se tienen en cuenta las conexiones e intereses económicos extemos de los líderes de la misma, yconfirmaquela biografía empresarial, si está bien hecha, como es el caso del libro que nos ocupa, es o debe ser una de las líneas de investi­gación de la disciplina. Como señala el propio Broeze, una aproximación de este tipo «se corresponde más estrecha­mente con la realidad económica que esa otra que artificialmente aisla a las empresas de su contexto orgánico y hu­mano» (p. 298, n. 20).

Jesús M. VALDALISO

Universidad del País Vasco

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Roben H. BREMNER (1993): Desde lo más bajo. El descubrimiento de la pobreza en Estados Unidos, 374 pp. James T. PATTERSON (1993): La lucha contra la pobreza en los Estados Unidos de América. 1900-1985, 346 pp. Ministerio de Trabajo y Se­guridad Social, Madrid.

Quien mejor expuso y más ensalzó los valores de la sociedad americana fue, probablemente, el aristócrata fran­cés Alexis de Tocqueville. En La demo­cracia en América (1835 y 1940), fruto de un viaje de nueve meses por los Estados Unidos, Tocqueville los des­cribió como un país abierto e igualita­rio donde el bienestar material se lo­graba por medio del trabajo individual y el perfeccionamiento moral. La ame­ricana era una sociedad despojada de los privilegios aristocráticos de la vieja Europa, amante del trabajo y, en con­secuencia, próspera. En una sociedad así la pobreza no tenía lugar.

Por ingenuas, o inaceptables, que hoy parezcan algunas de estas afirma­ciones, los historiadores políticos, so­ciales y económicos de este siglo han seguido tomándolas en consideración. En efecto, el mito americano subyace a los análisis del asombroso crecimiento de este país desde finales del ochocien­tos, cuando relevó a Gran Bretaña en el liderazgo mundial. La libertad, la ini­ciativa individual y un fuerte espíritu cívico constituyeron lo más importante de un marco institucional favorable al crecimiento y al progreso. La profunda desconfianza del sistema americano en las funciones sociales o redistributivas del Estado han contrastado, desde en­tonces (con la excepción de la época

Roosevelt), con la marcha inexorable del Estado social en el continente eu­ropeo.

Esa desconfianza sólo se ha cuestio­nado recientemente. Las políticas neo­liberales, primero, y la recesión, des­pués, han sacado a la luz las debilida­des, cuando no miserias, de la sociedad «abierta» americana, entre las que ocu­pa un lugar destacado la pobreza. Sin embargo, ni la pobreza ni la conciencia de la existencia de la misma son fenó­menos exclusivos de nuestro tiempo. El reformismo social nació ya en el si­glo pasado, y contó con ideólogos, abo­gados e incluso agitadores que no por desconocidos entre nosotros fueron poco importantes. Precisamente en Es­paña han aparecido este año simultá­neamente dos libros que rastrean los orígenes de la pobreza en América y, sobre todo, de su descubrimiento y de los intentos, privados y públicos, por combatirla.

Debe advertirse, para empezar, que se trata de dos libros muy diferentes entre sí. El primero de ellos, de Robert Bremner, que apareció en Estados Unidos en 1956, es casi un clásico. Analiza el surgimiento de la pobreza como problema social entre 1830 y 1925 a partir de los informes elabora­dos por los trabajadores sociales de aquel país. La principal diferencia en-

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tre el trabajo social y las tradicionales sociedades filantrópicas americanas ra­dica en que mientras éstas contempla­ban la pobreza como consecuencia de una actitud moral errónea ante lo so­cial, aquél la consideraba —por prime­ra vez— como resultado de la indus­trialización. En consecuencia, la atención a los pobres había de dispen­sarse desde la sociedad y no desde los individuos. Para Bremner, la principal contribución del trabajo social (en el que, en esta etapa inicial, participaron tanto profesionales como voluntarios, artistas y novelistas) a la reforma fue fo­mentar una aproximación más objetiva a los temas económicos. Lo cual no sig­nificaba llegar a cuantificar las bases económicas de la pobreza o de la mise­ria, sino describirla e ilustrarla. De ahí que la investigación resultante sea vivi­da y reflexiva (sobre temas tan actuales como la distinta naturaleza de las eco­nomías productiva y especulativa), pero desoladoramente carente de evi­dencia empírica. Su autor la organiza en tres sugerentes apartados [el des­pertar ante la pobreza (1830-1897), la búsqueda de la verdad (1897-1917) y el conflicto social (1897-1925)], y finaliza poniendo en duda que el New Dea/fue­ra un cambio tan brusco en la política social americana como se ha venido afirmando, pues contaba con antece­dentes tan importantes como los pro­gramas preventivos de la preguerra mundial. De este modo, el trabajo de Bremner enlaza con otra obra bien co­nocida, la de Ronald G. Walters (1978),

sobre los reformadores de la preguerra civil, que lucharon tanto contra las «in­terferencias» del Estado como contra las obras de caridad en general.

El segundo libro, de James T. Patter-son, por el contrario, es un producto bastante más académico que el prime­ro, e innegablemente inspirado por las inquietudes sociales de los felices ochenta. Empieza casi donde Bremner abandonaba su investigación —esto es, donde comienza el problema contem­poráneo de la pobreza— y llega hasta 1973. Es, pues, una historia de la insti-tucionalización de las acciones socia­les. El autor trata de integrar historia y análisis intelectual de las políticas pú­blicas, basándose en el trabajo de los reformadores profesionales (públicos) y sin perder de vista el marco interna­cional. A Patterson le interesan asimis­mo los efectos de las acciones reforma­doras sobre la pobreza, y las opiniones de la gente sobre ellas. Pero no preten­de reconstruir la historia demográfica de la pobreza, y la principal debilidad de su investigación estriba, como en la de Bremner, en la casi total ausencia de cuantificación, lo que dificulta en ex­tremo una evaluación de las políticas sociales.

Con todo, el estudio, cuyos resulta­dos se articulan en torno a cuatro eta­pas (hasta 1930, prevención en la era optimista del progreso y primeras ac­ciones de los trabajadores sociales; 1930-1960, depresión, desempleo e in­cipiente Estado de bienestar; 1960-1965, verdadero cambio, política de

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desarrollo, igualdad de oportunidades; 1965-1973, consolidación y expan­sión), contiene numerosas cuestiones de interés. Por ejemplo, se constata la persistencia a lo largo del período estu­diado de las actitudes y opiniones de las clases medias, hostiles a la atención a los pobres, a la «cultura de la pobre­za» y a las instituciones de bienestar, que se resumirían con la máxima de que el trabajo es el mejor antídoto con­tra la pobreza. De acuerdo con esto, el Estado de bienestar se habría ido cons­tituyendo por obra, principalmente, de la evolución de la población (envejeci­miento, éxodo rural, fracaso familiar), de transformaciones políticas (nuevos grupos de presión, burocracia) y del comportamiento de la economía (de­presión y prosperidad). Esto permite a Patterson —que sostiene que la acti­tud de un pueblo hacia la pobreza es la mejor expresión de su visión del mun­do— analizar la historia de su pueblo en clave de triunfo y de fracaso.

Es interesante acompañar la lectura de estas dos obras con una tercera. El estado social, su origen y desarrollo en una comparación internacional, de Gerhardt A. Ritter (1991), también traducida y publicada por el Ministerio de Traba­jo, y que encierra reflexiones muy inte­resantes sobre el concepto de pobreza en una perspectiva histórica: ¿es un fe­nómeno moral —como creyeron los

puritanos— o un fenómeno estructu­ral del capitalismo en el sentido más amplio? La pregunta —de carácter in­telectual— cobra vida si la hacemos desde la sombría perspectiva de finales del siglo XX en los países industrializa­dos. La siguiente cuestión, más políti­ca, sería la siguiente: ¿cuál es la mejor fórmula para combatir, o, al menos, afrontar esa realidad que crece entre nosotros en términos absolutos y relati­vos?

Los lectores españoles de las dos obras reseñadas se encuentran dentro de los restringidos círculos de los his­toriadores sociales y económicos, de los historiadores de las mentalidades y, quizá, de los trabajadores sociales. Para los historiadores y politólogos en general son más obras de referencia que de lectura. A pesar de lo cuidado de la edición y traducción de ambos libros, algo acorde con el Centro de Publicaciones, se echa en falta una in­formación mínima sobre los autores, e incluso un breve estudio introduc­torio que acerque al lector español a la historia social americana y estimule la investigación, si no comparada, sí ampliamente informada, sobre la polí­tica y la acción sociales en Europa y en España.

Nuria PuiG Universidad Complutense

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Justo J. NAVARRO CLARI: Curso de historia económica, Tirant lo Blanch Libros, Va­lencia, 1993, 133 pp.

Cualquier juicio acerca de la obra escrita debe sopesar en primer lugar la correspondencia entre los objetivos que se pretende alcanzar y los resulta­dos obtenidos finalmente. Por desgra­cia, el primer y principal defecto de Curso de historia económica como libro es la ausencia de un capítulo introduc­torio y de unas conclusiones en los que se hagan explícitos dichos objetivos y resultados. No obstante, la impresión que recibe el lector es que se trata de una obra resumen de la experiencia de un docente de la historia económica. Sus catorce lecciones contienen un po­sible temario, que abarca desde la Edad Media hasta las primeras déca­das del siglo XX, utilizando la Revolu­ción Industrial como eje de articula­ción de la materia, y haciendo hincapié especialmente en los casos británico, fi-ancés, alemán, estadounidense, japo­nés, ruso y, sobre todo, español.

Debemos suponer, debido también a la mencionada ausencia de objetivos y de conclusiones explícitas, que la di­rección de la obra pretende abarcar un espectro miíltiple de intereses. Para el alumno universitario de historia eco­nómica, un primer acercamiento al te­mario de la materia; para el profesional de la historia, la economía o cualquiera de las otras ciencias sociales, una ma­nera de abordar su explicación; para el lector en general, una aproximación al estado del conocimiento. Sin embargo.

el segundo defecto de Curso de historia económica como libro es la ausencia de una articulación entre los conteni­dos que no sea meramente cronológi­ca y espacial, lo que unido a las defi­ciencias citadas anteriormente, lo hace ineficaz para los dos segundos grupos de lectores.

La primera lección está dedicada al concepto, origen, desarrollo y periodi-ficación de la historia económica. Justo J. Navarro Clari define la disciplina, a la manera del reciente Premio Nobel de Economía, Douglas C. North, como «el estudio de las estructuras, el funcio­namiento y los resultados de las econo­mías a lo largo del tiempo», utilizando los datos cuantitativos disponibles y empleando métodos de análisis pro­pios de las ciencias económicas y de la estadística. «La historia económica», ha dicho Douglas C. North, «es la parte de la historia que requiere un profun­do conocimiento de la economía para su perfecta comprensión». En función de los posibles métodos de estudio, fi­nalmente, el autor distingue tres escue­las dentro de la disciplina: la historia cuantitativa, la historia serial y la Nue­va Historia Económica.

Nacida en los Estados Unidos en la década de 1950, la Nueva Historia Económica se define como la historia económica hecha por economistas. Te­niendo como finalidad hacer aporta­ciones lo mismo a la historia que a la

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economía, es uno de los más multidis­ciplinares y el más científico de los pa­radigmas de análisis de la historia y se ha planteado como objeto de estudio fundamental las causas y las diferen­cias entre los procesos de crecimiento de los distintos países, utilizando indi­cadores macroeconómicos que, cuan­do no están disponibles, pueden esti­marse mediante la estadística analítica.

De la lección dos a la catorce, Justo J. Navarro Clari propone un posible te­mario para el estudio de la historia eco­nómica. El texto, aparte de la citada fal­ta de justificación para la elección, reproduce algunos de los defectos bá­sicos de la disciplina. La obra defrauda los antecedentes expuestos en su pri­mera lección. El desarrollo literario re­sulta excesivamente ensayístico y des­criptivo, y no aborda los problemas de la cuantificación como método de es­tudio. Elude, asimismo, entrar en la discusión entre los historiadores y los economistas sobre las fuentes, la meto­dología y los objetivos de estudio, limi­tándose a plantear algunas cuestiones básicas del temario clásico empleado en las universidades.

La ausencia de datos, los problemas que plantea su recopilación y la debili­dad de las estimaciones ha centrado hasta el momento el estudio de la eco­nomía medieval en las estructuras jurí­dicas, el crecimiento de la población y el desarrollo y la difusión de la tecnolo­gía. La Nueva Historia Económica ha hecho sus mejores aportaciones para fechas posteriores a la segunda mitad

del siglo xvm. Que los mejores estu­dios se centren en la Revolución In­dustrial responde tanto a problemas de disponibilidad de las fuentes como al hecho ya mencionado de que el interés de la disciplina reside en averiguar las causas y las diferencias en el crecimien­to económico de los países.

De la lección tres a la siete se analiza la Revolución Industrial en Gran Bre­taña, Francia y Alemania, así como el caso español, que merece también la atención específica de las lecciones on­ce (siglo xix) y catorce (1900-1936). La lección ocho estudia en conjunto las experiencias británica, alemana y fran­cesa entre 1870 y 1914, y las lecciones nueve, diez y doce están dedicadas a Rusia, los Estados Unidos y el Japón, respectivamente. La obra termina con un capítulo sobre la crisis de 1929 (lec­ción trece) y la citada lección sobre la economía española entre principios de siglo y la guerra civil. Las deficiencias mencionadas inicialmente nos impi­den también saber el porqué de la cro­nología del estudio.

Hubiese sido interesante hacer mayor hincapié en los aspectos comparativos, elementos esenciales en los estudios de historia económica. En este mismo senti­do, se echa también en falta el análisis de algunas experiencias en las que no se ha­ya conseguido el crecimiento económi­co, puesto que explicar las diferencias entre estos casos y los de los países anali­zados en el libro se ha convertido en los últimos años en el objetivo primordial de análisis de la disciplina.

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RECENSIONES

Si excluimos su utilidad como pri­mer acercamiento al temario de la ma­teria, destinada a alumnos universita­rios de historia económica, Curso de historia económica no parece capaz de responder al resto de sus objetivos implícitos. Ni siquiera la breve biblio­grafía citada al final del libro, digna, aunque bastante incompleta, ha sido aprovechada al límite de sus posibili­dades. El objetivo cubierto y la difi­

cultad del tema abordado merecen todo nuestro respeto, pero la inten­ción implícita del estudio no consigue llenar el vacío de una obra que podría ser imprescindible. La síntesis de las aportaciones, problemas y cuestiones planteadas por la disciplina, está aún por hacer.

Antonio SANTAMARÍA GARCÍA

Universidad Carlos III de Madrid

472

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REVISTA DE ESTUDIOS POLÍTICOS

(NUEVA ÉPOCA)

DIRECTOR: Pedro DE VEGA GARCÍA

SECRETARIO: Juan J. SOLOZABAL ECHAVARRIA

SUMARIO DEL NUM. 83 (enero-marzo 1994)

ESTUDIOS Pablo LUCAS VERDÚ: Reflexiones en tomo y dentro del concepto de Constitución. La Constitución

como norma y como integración política. Raúl MoRODO: Keformismo y regeneracionismo: el contexto ideológico y político de la Constitución

de Bayona. José Ramón MONTERO: Religiosidad ideología y voto en España. Peter BORSCHBERG: De societate publica cum infidelihus. Una obra juvenil de Hugo Grocio. Eduardo VIRGALA FORURIA: La organización interna del poder ejecutivo en los Estados Unidos: El

Presidente, El Gabinete y la Presidencia institucionalizada.

NOTAS Jacinto CHOZA: El problema de la aceptación del extranjero. Pilar DEL CASTILLO Y GIACOMO SANL Competencia interpartidtsta. Javier BILBAO UBILLOS: Sector público y economía de mercado: Rasgos metodológicos. Jesús J. SEBASTIÁN LORENTE: La idea de Europa en el pensamiento político de Ortega y Gasset Benjamín TEJERINA MONTAÑA: El proceso de inslitucionalización política y la política lingüística en

el País Vasco. Tomás GUILLEN VERA: Bases filosóficas para la ética y la política en Leibniz.

CRÓNICAS Y DOCUMENTACIÓN Pedro CASAS ALVAREZ: Elecciones Generales de 1993: Una visión en perspectiva.

RECENSIONES. NOTICIAS DE LIBROS

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL España 4.800 pías. Extranjero 61 $ Número suelto España 1.400 ptas. Número suelto Extranjero 22 $

Suscripciones y números sueltos:

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES Fuencarral, 45, 6." • 28004 MADRID

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REVISTA DE ADMINISTRACIÓN PUBLICA

Director: Eduardo GARCIA DE ENTERRÍA

Secretario: Fernando SAINZ MORENO

SUMARIO DEL NUM. 133 (enero-abril 1994)

ESTUDIOS L. ORTEGA: El reto dogmático del principio de eficacia. J. L. PINAR MAÑAS: Privatización de empresas públicas y Derecho comunitario. S. DEL SAZ: La huida del Derecho administrativo: últimas manifestaciones. Aplausos y criticas. J, M. FERNÁNDEZ PASTRANA: LOS supuestos del recurso de casación para la unificación de doctrina:

una necesaria reinterpretación. E. GARCIA-TREVIJANO GARNICA: La función consultiva de las Administraciones Públicas, con especial

referencia al Consejo de Estado y las Comunidades Autónomas. M. BELADIEZ ROJO: La nulidad y la anulabiltdad. Su alcance y significación B. PENDAS GARCIA: Una confianza audaz en el Derecho. (A propósito del Libro-homenaje a E. CAR

CÍA DE ENTERRIA.)

JURISPRUDENCIA I. Comentarios monográficos L. MIGUEZ MACHO: La reglamentación administrativa de la actividad comercial por las Comunidades

Autónomas en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. J. M.' PEÑARRUBIA IZA: El control de la discrecionalidad administrativa en la función militar J. F. LÓPEZ PONT MÁRQUEZ: La apertura de los procedimientos nacionales de adjudicación de contra­

tos públicos a las empresas de otros Estados Miembros de la Unión Europea. M. J. GALLARDO CASTILLO: Seis años de jurisprudencia sobre jubilaciones anticipadas: La consagra­

ción de la impunidad del legislador.

II. Notas — Contencioso-administrativo

A) En general (T. FoNT i LLOVET y J. TORNOS MAS). B) Períow/(R. ENTRENA CUESTA).

CRÓNICA ADMINISTRATIVA

DOCUMENTACIÓN

BIBLIOGRAFÍA

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL España 4.800 ptas. Extranjero 61 $ Número suelto España 1.700 ptas. Número suelto Extranjero 22 $

Suscripciones y números sueltos:

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES DISTRIBUCIÓN

Fuencarral, 45, 6." - 28004 MADRID

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REVISTA ESPAÑOLA DE DERECHO CONSTITUCIONAL

Presidente: Luis SÁNCHEZ AGESTA

Director: Francisco RUBIO LLÓRENTE

^ecreton'o; Javier JIMÉNEZ CAMPO

SUMARIO DEL AÑO 14, NUM. 41 (mayo-agosto 1994)

ESTUDIOS Pedro CRUZ VILLALON: El recurso de amparo. Miguel REVENGA SÁNCHEZ: Las paradojas del recurso de amparo. Carmen BLASCO SOTO: Reflexiones en torno a la fuerza de cosa juzgada en la sentencia dictada en

cuestión de inconstitucionalidad. Marina GASCON ABELLÁN: £/ tribunal Constitucional Español desde la perspectiva del modelo de ju­

risdicción concentrada. María ÁNGELES AHUMADA RUIZ: El «certiorari» ejercicio discrecional de la Jurisdicción de Apelación

por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

NOTAS José Luis RODRÍGUEZ ÁLVAREZ: La reforma del trámite de admisión de la « Verfassungsbeschwerde».

JURISPRUDENCIA Estudios y Comentarios Alberto ARCE JANARIZ: El derecho de enmienda visto por el Tribunal Constitucional Fernando SANTAOLALLA: Televisión por cable y control de omisiones del legislador. En tomo a la

Sentencia del Tribunal Constitucional 31/1994 de 31 de enero. Ignacio VILLAVERDE MENÉNDEZ: Protección de datos personales, derecho a ser informado y autode­

terminación informativa del individuo. A propósito de la STC 2^4/93. Rubén HERNÁNDEZ VALLE: La tipología de Sentencias Constitucionales con efectos fiscales. Crónica, por el DEPARTAMENTO DE DERECHO CONSTITUCIONAL DE LA UNIVERSIDAD CARLOS III DE

MADRID,

Crónica parlamentaria, por Nicolás PÉREZ-SERRANO JAUREGUI.

CRITICA DE LIBROS

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA. Noticias de Libros. Revista de Revistas.

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL España 4.500 ptas. Extranjero 59 $ Número suelto España L600 ptas. Número suelto Extranjero 20 $

Suscripciones y números sueltos:

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES Fuencarral, 45, 6." - 28004 MADRID

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REVISTA DE INSTITUCIONES EUROPEAS

Directores: Manuel DiEZ DE VELASCO, GIL CARLOS RODRÍGUEZ IGLESIAS

y Araceli MANGAS MARTIN

Directora ejecutiva: Araceli MANGAS MARTIN

Secretaria: Nila TORRES UGENA

SUMARIO DEL VOL 21, NUM. 1 (enero-abril 1994)

ESTUDIOS Alberto NAVARRO GONZÁLEZ: La política comunitaria de cooperación al desarrollo. Manuel PÉREZ GONZÁLEZ: Algunas observaciones sobre el Comité de las Regiones y su proceso de

contrucción de la Unión Europea. Eduardo VILARINO PINTOS: La cooperación en los ámbitos de justicia e interior en el Tratado de la

Unión Europea. Los aspectos básicos para su realización. Enrique GONZÁLEZ SÁNCHEZ: La evolución institucional de la Unión Europea: del sistema cuatri-

partito previsto en los Tratados originarios a un sistema institucional tripartito en la perspectiva de realización de la unificación europea.

NOTAS Juan Antonio CARRILLO SALCEDO, ANA SALADO y M.' Cruz ARCOS: La declaración de Viena de los

Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros del Consejo de Europa de 9 de octubre de 1993.

Carlos FERNANDEZ DE CASADEVANTE ROMANI: El incumplimiento del Derecho comunitario en las marismas de Santoña. (Comentario a la sentencia TJCE de 2 de agosto de 1993, Comisión C. Es­paña, C-3ÍV90.)

Fanny CASTRO-RIAL GARRONE: El derecho a un juicio equitativo (Comentario a la sentencia del Tri­bunal Europeo de Derechos Humanos de 23 de Junio de 1993 en el asunto Ruiz Mateos C. Es­paña).

F. Jesús CARRERA HERNÁNDEZ: La indefensión de los particulares en España ante el incumplimiento del Derecho Comunitario. (Comentario a la sentencia del Tribunal Constitucional español 180/ 1993, de 31 de mayo, en el asunto FOGASA.)

JURISPRUDENCIA TJCE

BIBLIOGRAFÍA

DOCUMENTACIÓN Consejo Europeo, Bruselas, 10 y 11 de diciembre de Í993.

PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN ANUAL España 4.500 ptas. Extranjero 59 $ Número suelto España 1.600 ptas. Número suelto Extranjero 20 $

Suscripciones y números sueltos:

CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES Fuencarral, 45, 6." - 28004 MADRID

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ANNO L X X X I V - SERIE III FEBBRAIO 1994 FASCICOLO II

Rivista di Política Económica Direttore responsahile: MARIO BALDASSARRI

Direttore: INNOCENZO CIPOLLETTA

SOMMARIO

SAGGI Giuseppe SCHLITZER: Nuovi strumenti per la valulazione e la previsione del ciclo económico in

Italia. Biagio BossoNE - FRANCESCO PAPADIA: La tramizione al mércalo: lltalia post-hellica e i paesi

ad economía pianificata. Perché lltalia ehhepiú successo nel '47? Mario DEAGLIO; U mondo tra povertd e sviluppo: uno ¡guardo dinsieme agli anni "80.

TEMA DEL MESE Guja BACCHILEGA - Paolo ONOFRI: La ripresa c'éo non c'é.

RASSEGNA BIBLIOGRÁFICA Analisi d'opere BERETTA C : (a cura di), L Italia nell'economia intemazionale. VELO D . - BERLANDA R : (a cura di), Le SIM e la riforma del mércalo finanziario. La nuova borsa, la

gestione del risparmio e il ruólo deipromotori finanziari.

Libri ricevuti.

Direzione, Redazione, Amministrazione:Via.\e Pastear, 6-00144 Roma Ahbonamento annuo: Italia: L. 180.000 - Estero: L. 230.000 - Un numero L. 25.000

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ANNO LXXXrV - SERIE III MARZO 1994 FASCICOLO III

Rivista di Política Económica Direttore responsabile: MARIO BALDASSARRI

Direttore: INNOCENZO CIPOLLETTA

SOMMARIO

SAGGl Beniamino QUINTIERI - Furio GAMILLO ROSATI: Differenziali salariali interindustriali. PoUtiche

commerciali strategiche e stmttura del commercio estero italiano. Laura CASTELLUCI - Michele BAGELLA: Integrazione finanziaria e tassazione dei capitali in Italia:

questioni e evidenza empirica (1982-1992) Eugenio SOMAINI: Una nota sul trattamento fiscale degli interessi, imposta patrimoniale e disavanzo

puhblico. Leonardo GAMBACORTA - Giuseppe GAROFALO: La Tobin lax.

TEMA DEL MESE Giuseppe PITTORINO: Dopo le elezioni, ilgovemo

RASSEGNA BIBLIOGRÁFICA Analisi d'opere GALEAZZI G Kisparmio, investimento e saldo estero.

Libri ricevuti.

Direzione, Redazione, Amministrazione: Víale Pasteur, 6-00144 Roma Abhonamento annuo: Italia: L. 180.000 - Estero: L. 230.000 - Un numero L. 25.000

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EL TRIMESTRE E C O N Ó M I C O COMITÉ DICTAMINADOR: Carlos Bazdresch P., Alejandro Castañeda, Benjamín Contreras, Raúl Llvas, John Scott, Lucia Segovia, Rodolfo de la Torre. CONSEJO EDITORIAL: Edmar L. Bacha, José Blanco, Gerardo Bueno, Enrique Cárdenas, Arturo Fernández, Ricardo Ffrench-Davis, Enrique Florescano, Roberto Frenkel, Ricardo Hausmann, Albert O. Hirschman, David Ibarra, Francisco Lopes, Guillermo Maldonado, José A. Ocampo, Luis Ángel Rojo Duque, Gert Rosenthal, Fernando Rosenzweig (t), Francisco Sagasti, Jaime José Serra, Jesús Silva Herzog Flores, Osvaldo Sunkel. Carlos Tello, Ernesto Zedillo.

Director: Carlos Bazdresch P. Subdirector: Rodolfo de la Torre Secretario de Redacción: Guillernto Escalante A.

Vol. LXI (1) México, Enero-Marzo de 1994 Núm. 241

ARTÍCULOS

Frank Hahn Lo que pueden o no hacer los mercados

Alejandro Izurleta y Rob Vos Ajuste estructural y costo social en la América Latina. ¿Qué nos explican los estudios recientes?

Óscar Altimir Cambios de la desigualdad y la pobreza en la América Latina

Miguel Székely Pardo Estabilización y ajuste con desigualdad y pobreza: El caso de México

NOTAS Y COMENTARIOS: Víctor E. Tokman, Informalidad y pobreza: Progreso social y moderni­zación productiva. Nora Lustíg, Medición de la pobreza y de la desigualdad en la América Latina. El emperador no tiene ropa

EL TRIMESTRE ECONÓMICO aparece en los meses de enero, abril, julio y octubre. La suscripckSn en México cuesta N$100.00. Número suelto N$35.00. índk»s de números 1 -200 (por autores y temático) N$7.50

Precio de suscripción por un año, 1994

España, Centro y Sudamérica Resto del mundo (dólares) (dólares)

Personal 35.00 42.00 Número suelto 12.00 18.00 índice de números 1 -200 20.00 50.00

Universidades, bibliotecas e instituciones 42.00 120.00 Número suelto 30.00 42.00

Fondo de Cultura Económk», carretera Pk:acho Ajusco 227, Col. Bosques del Pedregal, 14200 Méxkx), D.F. Suscripctones y anuncios: teléfono 227-46-70, señora Irma Barrón.

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Una revista trimestral, de ciencias sociales sobre la agricultura, la pesca y la alimentación

JUUO DICIEMBRE

1993

ÍNDICE

Presenudón (Eduardo Moyano)

PORTUGAL

Fernando Oliveira Baptista «La agricultura y la cuestión de la tierra en Por­tugal. Del estado Novo a la Comunidad Euro­pea».

Manuel Belo Moreira «Análisis de las políticas agrarias en la transi­ción democrática en Portugal. El significado de las políticas de precios y subsidios».

Joio Castro Caldas «Aparcerías y la cuestión de la tierra en la tran­sición democrática portuguesa».

LATLNOAMERICA

Sergio Gómez Echenique «El rol del sector agrario en la transición demo­crática chilena».

Luis Gaicano «Modernización agraria inconclusa y transición democrática en Paraguay».

Fernando Eguren «Cambio y democracia en la sociedad rural pe­ruana».

Mario Lanuada «Corporaciones y política agraria en la transi­ción democrática argentina».

José Graziano da Silva «Las organizaciones empresariales en la mo­derna agricultura brasileña. Las disputas en la transición democrática».

Osvaldo Hidalgo da Silva «Acción colectiva y organizaciones agrarias en Brasil».

ESPAÑA

Ernest Reig «El entorno económico de la transición política española».

Eladio Arnalte y Felisa Ceña «La agricultura y la política agraria española durante la transición democrática».

NOTA

Hubert Cartón de Gramont «El neoliberalismo mexicano y el fin del agra-rísmo revolucionario».

BIBLIOGRAFÍA

Director Cristóbal Gómez Benito. Suscripcidn anual para 1993 CA:... C-™. . . , / - /-—-^Z,; T>^-.>„ — '^""*' <«"•«> niímerof) 5.000 pía». Edil»: Secretaría General Técnica _ ^„„, eftudiamei 3.J00 íias.

Mlmsirno de Agricultura. Pesca v _ j ^ „ ^ e,«„jero 6.500 pías. Alimeniación. _ Número sucho 1.500 pus.

SoNeiludcs: A trav¿$ de librerías especializadas o dirigiéndose al Centro de Publicaciones del Minisierip de Agricultura. Pesca y Alimentación. Paseo de la Infanta Isabel. 1. 28071 • MADRID (ESPAÑA).

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NOTICIARIO DE

HISTORIA AGRARIA Revista Semestral del Seminario de Historia Agraria (SEHA)

JULIO-DICIEMBRE 1993 - NUMERO 6

DEBATES DEL SEHA: Las bases sociales de los poderes locales y las transformaciones de la so­ciedad agraria en la España del siglo xix.

GONZÁLEZ DE MOLINA, Manuel: La funcionalidad de los poderes locales en una economía orgánica.

MILLAN Y GARCÍA VÁRELA, Jesús: Poderes locales, conflictividad y cambio social en la España agra­ria. Del Antiguo Régimen a la Sociedad burguesa.

ESTUDIOS

PoNS, Anaclet: L/« huerto rodeado de secano. Informe sobre el cultivo del naranjo en el País Va­lenciano afines del siglo xix.

KAROUZOU, Evi: Las reformas agrarias en Grecia, siglos x¡x y xx.

BIBLIOGRAFÍA

Bibliografía de Historia Agraria de España publicada en 1992.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

MoosER, Josef: Reformas agrarias, campesinos y capitalismo.

MORENO FERNÁNDEZ, José Ramón: Propiedad y gestión de los montes públicos españoles en los si­

glos XIX y XX.

ENCUENTROS - CRITICA Y RESEÑA DE LIBROS - TESIS DE LICENCIATURA Y TESIS DOCTORALES - NOTICIAS DEL SEHA

CONSEJO DE REDACCIÓN: Carlos Bárdela (Univ. de Alicante), Lourenzo Fernández Prieto (Univ. de San­tiago de Compostela), Ramón Garrabou (Univ. Autónoma de Barcelona), Manuel González de Molina (Univ. de Granada), José M. Martínez Carrión (Univ. de Murcia), Jesús Millán (Univ. de Valencia), María Teresa Pérez Picazo (Univ. de Murcia), Vicente Pinilla (Univ. de Zaragoza), Ricardo Robledo (Univ. de Salamanca), José A. Sebastián Amarilla (Univ. Complutense de Madrid), Juan Francisco Zambrana (Univ. de Málaga).

Editor: J. M. Martínez Carrión. Dpto. de Sociología e Historia Económica. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. UNIVERSIDAD DE MURCIA. C/. Ronda de Levante, 10 • 30008 MURCIA

SUSCRIPCIONES: INTERCAMBia

SEMINARIO DE HISTORIA AGRARIA (SEHA) Secretariado de Publicaciones e Intercambio Científico Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales

Universidad de Zaragoza UNIVERSIDAD DE MURCIA C/. Dr. Cerrada, 1, E-50005 Zaragoza C/. Santo Cristo, 1

Teléfonos (976) 233551 ó 231341 Numero Fax (976) 252762

30001 MURCIA (ESPAÑA)

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Biannual Prize for young scholars working on European banking history

The European Association for Banking History will award a Pri­ze for an individual scholar or a team of maximun 3 scholars working on either an institutional, economic or social aspect of the history of European banking or on a biography of a Euro-pean banker or banker's dynasty. The studies should meet acade-mic requirements, should be unpublished and consist of 80,000 to 120,000 words. The applicants should not be over 35 when submitting their manuscripts. The text will be accepted in any European languaje but will have to be accompanied by an abs­traer of 3,000 words / 10 pages in English.

The Prize of 2,500 Ecus will be awardedfor thefirst time in 1995.

In addition the EABH will commit itself to publishing the award-winning manuscript. Final submission date for the 1995 Prize is 31 st December 1994.

For further details please contact Prof Dr. Manfred Pohl,

European Association for Banking History e V., Alte Rothofstr. 2-4, 60313 Frankfurt, Germany Tel. (69) 131 0231 / Fax (69) 295074

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SIMPOSIO INTERNACIONAL «EL CONSULADO DEL MAR DE BURGOS»

(V Centenario 1494-1994)

P R O G R A M A

INAUGURACIÓN

Economía y sociedad castellana en los siglos xv y xvi. Dr. Ángel Garda Sanz. Universidad de Valladolid.

Burgos en la época de esplendor del Consulado. Dr Juan Antonio Bonachta. Universidad de Valladolid.

El mundo comercial y financiero europeo (s. xv y xvi). Dr Miguel Ángel Ladero Quesada. U. Complutense, Madrid.

El comercio internacional húrgales en los siglos xv y xvi. Dr Hilario Casado Alonso. Universidad de Valladolid.

La jurisdicción mercantil de los Consulados del Mar. Dr Santos Coronas González. Universidad de Oviedo.

El Consulado de Burgos en Flandes y ciudades hanseáticas. Dr André Vandewalle. Archivero municipal de Brujas.

El Consulado de Burgos en las ciudades francesas. Dr MichelMollat Académico de la Historia. París.

Mercaderes españoles en Florencia (s, xv y xvi). Dr Bruno Dini Universidad de Florencia.

La presencia del Consulado de Burgos en Inglaterra.

Dra. WendyR. Childs. Universidad de Leeds.

La aseguración marítima en Europa en los siglos xv y xvi. Dr Alberto Tenenti Ecole des Hautes E. en Scien. S. Parts.

El seguro marítimo en España en los siglos xv y xvi. Dr Arcadia García Sanz. Universidad de Castellón.

El seguro marítimo en la Carrera de Indias. Dr Antonio Miguel Bemal Universidad de Sevilla.

Los seguros burgaleses. Dra. Selma HuxleyyDr Michael Barkham. Inglaterra.

CLAUSURA: El Consulado de Burgos y las ferias de pagos de Castilla. Dr Felipe Ruiz Martín. Académico de la Historia. Madrid.

Fechas de celebración: 28, 29 y 30 de septiembre de 1994

Organiza: Excma. Diputación P. de Burgos Apartado 2, 09080 Burgos. Teléfono 947-25 86 00

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XI CONGRESO INTERNACIONAL DE HISTORIA ECONÓMICA

Milán, Septiembre 1994

TEMAS C (Seminarios)

Espacio urbano y organización económica en la Europa medieval (^Alberto Grohman, Italia).

The role of crafts and craftsmen in ancient near castern economies (Johannes Kenger, Universidad de Berlín).

Tenurial relations and markets in late medieval and carly modern Europc {Epstem, Trinity College, Gimbridge, UK).

The Florentine economy and cast-central Europe in the 14th and 15th ccnl\xries{SMsanna Tekt, Hungarian Academy of Sciences, Budapest).

Organisation commerciale et économie régionale dans l'éspace alpin, xv-xviir sieclcs {Chrisliati Pfister, Universidad de Zurich).

Plague and trade in Europe and North África during the early modern period (15th-18th centuries) {Gtmfal L¿pe^ NaJal, Universitat de las Illas Balears, Mallorca).

La base prc-statistique pour les rcchcrchcs socio-dcmographiques en Europea xvi-xvill siccles (AnJtTjei Wyc^anski, Academia Polaca de Ciencias, Varsovia).

Information technology and transaction costs in the development of firms, markets, and economies (James Foreman-Peck, St. Antony-s College, Oxford).

Le fmancement de l'entreprise au fil de l'industrialisation (milieu xviir-milieu XX' siécles) (A/ain Plessis, París).

Competition and cooperation of enterprises on national and international markets (19th-20th centuries) (Hans Pohl, Universidad de Bonn).

International cartels revisited (Kwio, Asahigaoka 1.615.3, Kiyoshe-shi, Tokyo 204).

L'entreprise privée en période de crise économique: stratégics de survie ou stratégics de renouvellcment? (Lan/hier, Université de Quebec a Trois Riviéres, Trois Riviéres, Canadá).

The firm and the businessman in capitalist economies {Kohertson, The University of New South Wales, Canberra).

The free-standing company within the international economy, 1870-1970 (Harm Schrotter, Freie Universitaet Berlín).

Capital flows and entreprcneurial strategies in Southern Europe and the Balkans (19th and 20th centuries) (Geor^ Dtrtilis, Universi^d de Atenas).

Agricultural labour: génesis, forms of employment, changing role in agricultural production (Grigory Kotovsky, Academy of Sciences, Moscú).

Agrarian technology in North-west Europe in the Middle Ages. Developments and comparisons {(Langdon, History, University of Alberta, Canadá).

Nécessités économiques et pratiqucs juridiques: problémes de la transmission des exploitations agricoles, xviirxx' siccles (Josep/i Goy, EHESS-CRH, 54 Bd Raspail, 75270 París).

An international view of commercíalization in agriculture {Marvin Mclmis, Queens University, Canadá).

Tcchnological change and the labour process ín the sugar industry, 1815-1914 (B/// Alhtrt, University of East Anglia, UK).

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Industty and design since thc Industrial revolution (Lej Chiirch, Univetsity of East Anglia, UK).

Film: an industry on the crossroads of cconomics, politics, and art (Klimes, Cesky Filmovsky Ustav, Praga).

Skill formation for industry: Europe, USA, and Japan {Keiko Okayama, Mciji Univcrsity, Tokyo 101).

The social organization of iron produaion in Europe, 1600-1900 {Coran Kyden, Universidad de Uppsala, Suecia).

Forced labour and labour markets, historical approaches {Hermán Diederiks, Universidad de Leyden).

The emergence of a transatlantic labor tnarket in the nineteenth century: confronting the North and the South experiences {Femando Devoto, Centro de Estudios Migratorios Latinoamerica­nos, Independencia 20, Buenos Aires).

Production and consumption of beer sonce 1500 {Erik Aerts, Vlaamse Ekonomische Hoges-chool, Koningsstraat 336, 1210 Bruselas).

Comparative history of European stock exchanges {Kanatd Michie).

International banking in the northem Pacific área, 1859-1959 {Tamaki, Keio University, Tokyo 108).

Trade and pre-colonial commercial structures of the Indian sub-continent {Joseph, Mysore

University, Mysore 570006, India).

Saharian business and merchant capital in Nineteenth-century international commerce {McDouga-

II, University of Alberta, Canadá).

Commercial networks in Asia, 1850-1959 {Siigityama, Keio University, Tokyo 108).

Oceanic trade, colonial wares and industrial dcvelopment, 1600-1800 {Maxine Berg, UK). Micro-et macroéconomie de la protection sociale (de l'Antiquité á nos ¡ours) {GuesUn, Université

Blaise Pascal, 63037 Clermont-Ferrand, Francia). The political economy of latc-nineteenth century government regulation {(Gary Lihecap, Univer­

sity of Arizona, USA). Food policy during the World wars in the Twentieth century {Odjy, The Polytechnic of central

London, UK). Thc system of ccntrally planned economies in central-east and south-east Europe after World

War II and the causes of its decay {VacUai Prma, Prague School of Economies, Checoslova­quia).

Creating local-govcmment infrastructure in the industrialization process: a financial and budge-

tary perspective {Kicbard TiUj, Universitaet Muenster, Alemania).

Economic associations and political change in late Nineteenth-century Europe {Paola Subacchi,

Universita Bocconi, Milán).

Croos-country comparisons of industrialization in small countries, 1870-1940: attitudes, organi-zational patterns, technology, productivity {OtU Krant^, Umca University, S90187 Umea, Suecia).

Transport et crissance del economies africaines aux XIX' et XX' siccles {TsuníOUla, B. P. 4749,

Lubumbashi, Zaire).

Strategies for developing and exploiting new technologies: USA and Japan {André Millard,

University of Alabama at Birmingham, USA).

Diffusion of technology and European integration, 1840-1914 {Kristine hmland. Universidad de

Oslo).

Colonialism and technology choices {Dwijandra Tripathi, Indian Institute of Management, Ahmadabad 380056, India).

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Trajectoires individuelles (aspects démographiques et sociaux) dans une période de mutations économiqucs {Rourdelais, EHESS-CRH, 54 Bd Raspail, 75270 París).

Ninctecnth and Twenticth-century Business Cycles: the intcrplay of historical data, reconstruc-tion, and analysis (Trepar DicJk, University of Lethbridge, Canadá).

Histoire des télecommunications {Griset, IHMC, 45 re d'Ulm, 75005 París).

Economic history and the arts (Michael North, Univcrsitaet Klel, Alemania).

Japan's war cconomy {Eric Pamr, Philipps Universitaet Marburg, Alemania).

Cities at war, 1914-1918 (Jay Miirray Wimer, Pembroke College, Cambridge CB2 IRF, UK).

Production networks: market roles and social norms (Cario Poní, Universiti di Bologna).

Coastal communities in a cross-cultural and historical persp>ectivc: the interaction of economic activity and societal change (Join Kogers, Uppsala University, Uppsala, Suecia).

Recent developments in cliometrics (Sam tlfi/liamson, Miami University, Oxford, Ohio 45056, USA).

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vil SIMPOSIO DE HISTORIA ECONÓMICA, CAMBIO TECNOLÓGICO

Y DESARROLLO ECONÓMICO

UNIVERSITAT AUTÓNOMA DE BARCELONA

15 Y 16 DE DICIEMBRE DE 1994

La Unitat d'História Económica del Departament d'Economia i d'História Económica de la UAB organiza con carácter bianual el Simposio de Historia Económica. En esta edición, que tendrá lugar los días 15 y 16 de diciembre de 1994, el tema del encuentro será Cambio tecnológico y desarrollo económico, articulado en dos gran­des áreas: obstáculos y estímulos a la difusión del cambio tecnológi­co y los efectos del cambio tecnológico.

Han sido aceptadas alrededor de cuarenta propuestas de comuni­caciones y su contenido nos permite augurar un encuentro intere­sante. Los textos de las comunicaciones deberán entregarse antes de la fecha límite del 24 de septiembre, de modo que los asistentes puedan disponer de las mismas con más de un mes de antelación a las fechas del Simposio. Como es habitual, la discusión de las comu­nicaciones correrá a cargo de relatores en sesiones específicas, pero para asegurar un debate más vivo resulta imprescindible que los asistentes hayan tenido la oportunidad de conocer previamente su contenido.

En esta edición el Simposio contará con dos conferenciantes de excepción: el Dr. Nathan Rosenberg (Stanford University) y el Dr. Wi-lliam Lazonick (University of Massachusetts LoweII, Center for Indus­trial Competitiveness).

Para obtener información complementaria pueden dirigirse a la secretaría de la Unitat d'História Económica (M.» Paz Chivite): teléfono (93) 581 12 00 y fax (93) 581 20 12.

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ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE HISTORIA ECONÓMICA

XI CONGRESO INTERNACIONAL

Universidad Bocconi - Milán - 12-17 septiembre 1994

PROGRAMA PROVISIONAL (Sesiones A y B)

SESIONES A

Al. ha empresa global: Las granáes firmal j la rújiu^a de las naciones en la última centuria, 1890-1990. Coordinadores: A. D. CHANDLER, Jr. (USA)

P. FRIDENSON (Francia) F. AMATORI (Italia)

A2. lj>s problemas de la transición a la economía de mercado. Coordinador: I. BEREND (USA-Hungria)

A3. Lflí relaciones cambiantes entre las regiones europeas. División j cooperación. Siglos XIV-XVIU. Coordinador: A. MACZAK (Polonia)

SESIONES B

Bl. Los poderes públicos j la producción económica en la antigüedad clásica. Coordinadores: J. ANDREAU (Francia)

P. ORSTED (Dinamarca)

B2. El desarrollo de la energ^ eléctrica. Comparaciones internacionales (1880-1980). Coordinadores: A. BELTRAN (Francia)

P. HERTNER (Italia) H. MORSEL (Francia)

B3. has redes de comunicaciones europeas (siglos XIX j XX). Nuevos enfoques para el estudio de un sistema transnacional de transporte j comunicación. Coordinadores: A. CARRERAS (España)

A. GlUNTlNl (Italia) M. MERGER (Francia)

B4. E/ control de las aguas en Europa (siglos XII-XVI). Coordinadores: E. CROUZET-PAVAN (Francia)

J. C. ViGUlER (Italia) C. PONÍ (Italia)

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B5. Consetmncias socioecommicoj Je Íes cce/ieientts sexuales («sex ratios») en perspectiva histórica. Coordinadores: A. FAUVE-CHAMOUX (Francia)

S. SoGNER (Noruega) A. EIRAS ROEL (España)

B6, La iittegraciÓH del mercado internacional dt trabajo j el impacto de las migraciones sobre los mercadas nacionales de trabajo desde 1870. Coordinadores: T. J. HATTON (RU)

J. WlLLIAMSON (USA)

B7. La evolución estructural del sistema económico del Extremo Oriente desde 1700. Coordinadores: H. KAWAKATSU (Japón)

A. J. H. LATHÁN (RU)

B8. Trabajo j ocie en perspectiva histórica. Coordinadores: I. BLANCHARD (RU)

B. N. MiRóNOV (URSS)

B9. Crecimiento económico j cambio estructural. Enfoques comparativos a UtrgípU^o basados en series de renta nacional. Coordinadores: A. MADDISON (Holanda)

H. VAN DER WEE (Bélgica)

BIO. Inversión extranjera en América Latina: sus efectos sobre el desarrollo económico, 1850-19)0. Coordinador: C. MARICHAL (México)

BU. La economía política del proteccionismo j el comercio, siglos XVIII-XX. Coordinadores: J. V. C. NYE (USA)

P. LINDERT (USA)

B12. La evolución de las instituciones financieras modernas. Coordinadores: U. OLSSON (Suecia)

G. D. FELDMAN (USA)

B13. La «ación, Europa j el mercado en el pensamiento económico. Coordinadores: P. RoGGI (lulia)

L. BAECK (Bélgica) G. GioLl (Italia)

B14. Los salarios reales en los siglos XIXy XX. Coordinadores: V. ZAMAGNI (Italia)

P. SCHOLLIERS (Bélgica))

B15. La cultura material: consumo, estilo de vida, nivel de vida (1500-1900). Coordinadores: A. J. SCHUURMAN (Holanda)

L. S. WALSH (USA)

B16. Gestión, fnuoKfas j relaciones industriales en la industria marítima. Coordinadores: S. P. ViLLE (Nueva Zelanda)

D. M. WlLUAMS (RU)

Aunque el orden, título y coordinadores de las sesiones son provisionales, los interesados pueden dirigirse a los coordinadores, a la Secrettría de la Asociación Internacional (Prof. Josep GoY, Sécrétaire General, Ecole de Hautes Etudes en Sciences Sociales, Centre de Recherches Historiques, 54 Blvd. Raspail, 75270 Paris CEDEX 06, Francia), o a la Secrettría de la Asociación Española (Prof. Pablo MARTIN ACEÑA, Facultad de Cencías Económicas y Empresa­riales, Universidad de Alcalá, Plaza Victoria, 3, Alcalá de Henares, Madrid).

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Información bibliográfica

Exposición de libros españoles y extranjeros

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Humanidades y C.C. Sociales

Libros Jurídicos Pl. Conde del Valle Economia y Gestión Bárbara de Braganza, 8 de Súchil, 8 Plaza de las Salesas, 10

28004 MADRID 28015 l\4ADRID 28004 MADRID Tel.: 319 42 50 Tel.: 448 47 97 Tel.: 308 56 49 Fax: 319 43 73 Fax: 593 13 29 Fax: 308 60 30

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