REVISTA DIEZ - NÚMERO 134

8 de julio de 2012 - Comitán, Chiapas

Entrevistadora

Dora Patricia

Espinosa Vázquez

En este número:

CASA DE CITAS

de

Héctor Cortés Mandujano

DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Contenido

5.– EDITORIAL:

Libro

6.– ZAGUÁN:

Galería.

Fotografías de la quincena.

13.– PATIO:

Casa de citas.

El corazón del imperio, III.

Autor: Héctor Cortés Mandujano.

27.– BALCONES.

Arenilla.

31.– CORREDORES.

Entrevista con:

Luis Romeo Muñoz Guillén.

Entrevistadora:

Dora Patricia Espinosa Vázquez.

38.– ACTUALIDADES.

42.– MOJOL.

43.– En nuestro próximo número:

ENTREVISTA CON:

Jerónimo

Arévalo

Comitán, ciudad que habla de vos


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Muy pronto estará listo el

libro “Comitán de mis amo-

res”. Un libro de lujo que el

Presidente Municipal de Co-

mitán, José Antonio Aguilar

Meza, entregará a la ciuda-

danía.

Talentosos fotógrafos

comitecos se han dado a la

tarea de consignar la esencia

de este pueblo. ¡La imagen hablará!

José Antonio Aguilar Meza ha tenido la sensibilidad suficiente para abrir espacios al arte.

La semilla que ha sembrado, sin duda, deberá tener continuidad en la próxima administración

municipal. Estamos seguros que el Presidente Electo, Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, procu-

rará la superación en este rubro tan importante para el desarrollo pleno de nuestra sociedad.

A pesar de que esta administración duró poco tiempo (un año ocho meses), reconoció en la

propuesta editorial un baluarte imprescindible en la preservación de nuestra identidad. Ahí que-

da para la historia la senda trazada. José Antonio abrió una brecha luminosa.

Fotografías de la quincena





“Y yo, ¿por qué” . Vicente Fox.



Atentamente: Elba Esther Gordillo.



Que dice el tal Molinari que dónde puede hacer efectivo su premio.



Son asientos de fábrica, patroncito. Lo único que les falta son

dos o tres resortitos.



No veo claro, no

veo claro.

Ni te preocupés,

yo estoy igual

que vos.







Caminamos por los muelles de Manhattan. Vamos tapados hasta las orejas. La mañana está

friísima; la bruma hace que la estatua de la libertad, a lo lejos, parezca una figura fantasmal.

Un poblano vende nieves en el embarcadero.

—¿Cómo va el negocio, con este frío?, le digo.

—¿Frío? Hace calor. A veces estamos a menos 10°.

En el parque de junto (aquí hay parques por dondequiera) vemos impresionados una

enorme escultura (“The Sphere”, de Fritz Koenig), que simula el mundo. Está golpeado por

varios lados, tiene un boquete, parece muy dañado, moribundo. La placa explica la razón:

estaba en World Trade Center cuando ocurrió el ataque del 11 de septiembre. Se decidió po-

nerlo aquí para no olvidar lo ocurrido y pedir la paz mundial. Eso propone el artista. Me

emociona la sensibilidad de este hombre cuya obra ha sido tocada por la gracia y la desgra-

cia. Hay entre este objeto y quienes miramos (por lo menos eso sucede conmigo) una correa

de transmisión, una sensibilidad comunicada.

Las palomas parecieran esperar mi momento de mayor comunión para volar y mos-

trarme que ellas ya han hecho su nido en uno de los huecos de este mundo maltrecho. Me

siento detenido en un momento mágico y en este instante todo lo maravilloso parece ser posi-

ble.

Pero el símbolo no oficial de esta parte de la ciudad, Wall Street (estas tierras las com-

praron a indios; para que ya no volvieran a entrar por aquí levantaron un muro, una pared;

por eso el nombre), es un toro: “Charging Bull”. Su autor, Arturo di Modica, en 1987, des-

pués de la terrible y célebre caída de la bolsa, la llevó y la plantó en el parque; lo donó al

pueblo y simboliza, según dice la placa, “fuerza, poder y esperanza de los Estados Unidos de

América por el futuro”. La quitaron de allí y la pusieron en un espacio reducido entre dos ca-

lles, donde, cuando pasamos, hay una centena de orientales haciendo cola para tocar la escul-

tura y tomarse fotos. Y es un día común.

***

En un camión, un oriental con los ojos cerrados y un gesto compungido, se golpea las

manos insistentemente. Parece un ejercicio, parece un rezo.

En el metro un muchacho sudoroso aprieta los ojos, mientras musita algo que supongo

es una oración. Abraza con mucha fuerza una maleta.

En la Quinta Avenida, un chavo camina, muy quitado de la pena, con una muñeca in-

flable e inflada bajo el brazo.

***


He leído tres libros de Don Delillo, a quien Harold Bloom considera unos de los genios

narrativos de Norteamérica (el hombre, qué coincidencia, nació en este New York que tanto

camino por estos días): Cosmópolis, Body art y, éste que me traje de paseo, Contrapunto (Seix

Barral, 2005), un texto que parte de “tres películas, un libro y una vieja fotografía”.

Aunque Delillo todavía no me seduce, cuenta cosas que yo no sabía del gran pianista

de jazz, Thelonius Monk (p. 25): “Monk se retiró misteriosamente y no volvió a poner el dedo

en una tecla, ni en público ni en privado, en los seis años que trascurrieron hasta su muerte en






1982”. Difícil de entender esa decisión. Pienso de inmediato en Rulfo, en J. D. Salinger, en los

que Enrique Vila-Matas llama miembros del club Bartleby (por el famoso cuento de Melvi-

lle), esos genios que una vez que tocan la fama se alejan de ella como la peste.

Cito una de sus citas (p. 32): “Glenn Gould dijo: “El aislamiento es un componente

indispensable de la felicidad humana’ ”.

***

Ryan, novio de Celina, nos invita a comer a su ciudad natal (que pertenece a Long Is-

land, es decir, a New York), una pequeñísima y ordenada población al lado del mar (Puerto

Jefferson), que al mismo tiempo es puerto donde atracan barcos enormes. Dos horas de tra-

yecto. Tomamos un tren, por la mañana, desde la Estación Central (ese edificio bellísimo y

famoso que ha hecho aún más popular, últimamente, porque allí trascurre casi todo el filme,

Martin Scorsese en “La invención de Hugo Cabret”); llegamos al filo de la hora, por cierto, e

hicimos una carrera en taxi que nos hizo tomar elevadores, correr por pasillos hasta llegar a

nuestro andén. Cinematografía total.

El papá de Ryan resulta una personalidad mundial (acaba de volver de China, via-

ja por todo el mundo dando conferencias), pues descubrió un componente que se usa en la

anestesia. Antes se moría mucha gente por ello y ahora, gracias a él, no es común que los en-

fermos queden en la plancha por la inyección que los hace dormir, no sentir dolor.

Luego de la comida en un restaurante de excelente cocina vamos a su casa; se halla

al final de un santuario de pájaros, en un bosque que casi se deja caer sobre el cuidado asfal-

to del camino. La casa parece el sueño de cualquiera: por una puerta se sale al mar (que está

a unos pasos) y por la otra al bosque, donde pueden verse venados y otros animales en liber-

tad. La casa es lujosa, pero de buen gusto.

Nos cuentan que, en realidad, está parte es la “pobre”; del otro lado viven los que

de verdad son ricos, muchos de ellos miembros de la farándula hollywoodense.

***

Vamos a un mercado de orgánicos y me sorprende venir a conocer hasta aquí, luego de

pasar mi infancia en un rancho y vivir en un estado eminentemente agrícola, la bellísima flor

del rábano.

A la gente de aquí no se le da la modestia. Los edificios son rascacielos de verdad

(es decir, hacen cosquillas a las altísimas nubes), los museos son enormes, las calles son muy

anchas (para poner esculturas magníficas, para que por allí pueda deambular el museo vi-





viente de las razas), los parques tiene su culmen en el Central Park, que son 340 hectáreas de

árboles, plantas, flores y lagunas, cuya particularidad es que no se dio de manera natural. Se

le ocurrió a dos personas (Frederick Law Olmsted y Calvert Vaux), quienes trasladaron mi-

les de toneladas de tierra y piedras, plantaron y llevaron el agua para “construir” los muchos

bellos lagos que gozamos, mi mujer y yo, una mañana que caminamos hasta desfallecer por

este paraíso de oxígeno y regalos a la vista.

***

Leo La última cinta y Acto sin palabras, de Samuel Beckett, publicadas en un solo volu-

men por Aymá Editora, en 1965, que incluye ensayos, entrevistas y críticas acerca de este au-

tor fundamental y, en particular, de estas dos obras.

A. Fernández Santos, autor del texto “El teatro de Beckett” afirma que, pese a que

lo han dicho casi todos (George Steiner en el New Yorker, que leí hace muy poco también lo

dice), Beckett no fue secretario de Joyce (p. 12): “Durante sus esporádicas estancias en París

(Beckett) visita a James Joyce. En cierta ocasión, éste, ya casi ciego, dicta a su joven compa-

triota algunos capítulos de una novela que estaba escribiendo, Finnegans Wake. De esto pro-

viene probablemente la falsa idea de que Beckett ejerció su empleo de secretario particular

de Joyce”.

Beckett alcanzó la fama con la escritura de su obra de teatro Esperando a Godot,

cuya anécdota central gira sobre dos personajes (Vladimir y Estragón) que esperan durante

toda la obra, sin que llegue, a un personaje llamado Godot, de quien no se da ninguna pista.

Sigue A. F. S. (p. 20): “Cuenta Alan Schneider, realizador del primer montaje en los Estados

Unidos de Esperando a Godot, que, habiendo preguntado a Beckett quién era o qué significa-

ba Godot, se encontró con la siguiente respuesta: ‘Si yo lo supiera, lo habría dicho en la -

obra’ ”.

Como Beckett decidió no dar explicaciones acerca de lo que escribía (su laconismo

es proverbial) se le ha interpretado de mil maneras. Es su obra, dice A. F. S. (p.34), “una con-

tinua reflexión sobre la vanidad del mundo” y para ello cita un breve diálogo de su Final de

partida (p. 35):

CLOV (con angustia, rascándose): Tengo una pulga.

HAMM: ¿Una pulga? ¿Aún quedan pulgas?

CLOV: A menos que sea una ladilla.

HAMM: Pero a partir de ahí la humanidad podría reconstruirse. ¡Mátala, por el

amor de Dios!

http://es.wikipedia.org/wiki/Frederick_Law_Olmsted

http://es.wikipedia.org/wiki/Calvert_Vaux



***

El camión nos deja muy cerca de la entrada a The Cloisters (Los claustros). Una de las

guías que nos obsequian dice: “El Museo de Claustros y jardines, la sucursal del Museo Me-

tropolitano de Arte, dedicado al arte y la arquitectura de la Europa medieval, se montó a

partir de elementos arquitectónicos, tanto nacionales y religiosos, que datan desde el siglo

XII hasta el siglo XV.

“El edificio y sus jardines, situados en el claustro Fort Tryon Park, en el norte de

Manhattan, son tesoros en sí mismos”. Esta afirmación no es exagerada. El enormísimo

jardín es de una belleza que raya en lo imposible. Su absoluta maravilla no puede describirse

con palabras ni las fotografías que intentamos son capaces de mostrar lo que el ojo ve, lo que

el corazón siente, lo que el espíritu agradece. El alma tiembla ante este despliegue de hermo-

sura. Y luego están los muchos árboles y hacia un lado el río, y después una montaña apenas

tocada por un edificio. Uno de los Rockefeller donó esto a la población. También compró la

montaña de enfrente para que el bosque siga intocable.

En sus salas los ojos se asombran de tanto prodigio, de tanta capacidad en las ma-

nos y las mentes de mis congéneres para agregar al mundo objetos bellos.

Días después vamos al edificio de la ONU, que tiene también salas de exposición.

Hay tres ahora. Una se ocupa de mostrar el continuado crimen cometido contra la población

africana. Se capturaron a 12 millones de seres humanos para venderlos como esclavos a dis-

tintas partes del mundo (Brasil, en nuestro continente, fue quien recibió más); luego hay una

historia, con personas claves, sobre la abolición de esa abominable práctica.

Otra exposición muestra a personas de distintas nacionalidades que perdieron partes

de su cuerpo en guerras: mujeres, niños, jóvenes, ancianos; hay, dentro de ella, muestras de

balas, bombas, minas, granadas, cajas explosivas, cohetes…

La tercera es una muestra fotográfica y documental, que incluye un video, acerca de la

persecución y juicio (en Jerusalén) del criminal nazi Adolf Eichmann, responsable, sólo él, de

millones de asesinatos…

En The Cloisters me sentí orgulloso del género humano, creador de tanta belleza;

aquí se me bajaron los humos.

Contactos: [email protected]











4a. calle norte oriente No. 10

Comitán de Domínguez, Chiapas









Personas es el primer libro póstumo de Carlos Fuentes. Primero de varios, porque ahora,

más que antes, es un producto de consumo masivo. Nuestro escritor ya es el consentido de

esta administración Panista. Lo es porque, ya muerto, no volverá a ser crítico del Sistema.

Peña Nieto puede respirar tranquilo y decir que don Carlangas fue uno de los más gran-

des escritores de este país que tiene un Presidente Electo que no lee. ¿De qué nos asombra-

mos ante la incompetencia lectora de don Quique? El propio Sistema ha propiciado una

nación de No Lectores. Se sabe que el poderoso necesita súbditos ignorantes. Por esto, el

Poder Político Mexicano promueve oscuras Campañas de Lectura: mientras coloca un li-

bro en la mano izquierda del mexicano, en la mano derecha (de manera generosísima) le

entrega miles de productos culturales chatarra: un quintal de música de quinta; un tercio

de películas ñoñas; mil kilos de absurdos productos televisivos y ochocientas brazas de

Chicharitos revueltos con Bofos.

Para lograr la figura artificial de don Carlangas, la Conecultera Mayor, doña Con-

suelo Sáizar, inventó el Premio Internacional Carlos Fuentes, con una bolsa de doscientos

cincuenta mil dólares. Sí, ¡doscientos cincuenta mil dólares! Un aproximado de tres millo-

nes doscientos mil pesos. Paguita que se llevará (no lo dude usted) uno de los más

connotados escritores internacionales (estilo Vila-Matas) que le dará prestigio

al Premio, porque debemos recordar que Honrar ¡Honra!

¿Sabe Usted cuánto es el monto del Premio Cervantes, uno de los

más prestigiosos premios literarios de Hispanoamérica? ¡Ciento setenta

mil dólares! Ah, pues sí, de eso se trata, de colocar a don Carlangas

por encima de Cervantes. Bueno, bueno, esa es la intención subli-

minal y retacera. Se trata de inflar a don Carlangas por encima

de Octavio Paz (Premio Nobel de Literatura).

Algún ingenuo se pregunta por qué no, mejor, crearon

el Premio Nacional Carlos Fuentes, para premiar a las

diez mejores novelas del año, escritas por autores mexica-

nos. ¿Imagina usted lo que significaría alentar la crea-

ción local con una bolsa de 25 mil dólares a cada uno

de diez escritores? ¡Pero no! Alguno de estos escrito-

res seguirá remando contracorriente y cuando se

muera, tal vez, entonces tenga la gloria de que un

premio internacional lleve su nombre. ¿Y todavía nos

preguntamos por qué ganó Peña Nieto? ¡Hombre, la

respuesta es obvia!









Luis Romeo Muñoz es propietario del restaurante Villa Victoria, una antigua hacienda del siglo

XVIII, que con gran emoción se ha encargado de rescatar y reconstruir. El olor de las columnas de

madera seduce a los visitantes para viajar a través de su historia. Desde la terraza de esta hacienda,

donde puede contemplarse la lluvia que cae sobre un valle quieto y hermoso, Luis Romeo responde

las siguientes preguntas:

¿De qué año es esta hacienda y quién era el propietario?

Según algunos registros que tenemos, esta hacienda data de 1797. Era de un obispo. Cambió

de dueño a mediados de 1800, más o menos en 1840. De ahí se pierden algunas fechas y algu-

nos datos. En 1896 llega a ser de don Manuel Rovelo Escandón, una persona que era promi-

nente en la zona, la misma persona que edificó el edificio donde ahora está el Teatro de la Ciu-

dad; tenía algunas fincas importantes como Tepancuapan y otras, en algunos lugares cercanos

a La Trinitaria. Él tenía esta finca para producción de ganado caballar, mulas, muletos y bu-

rros. En ese tiempo había mercado por la zona de La Costa donde trabajaban lo del café. Los

caballos y mulas les servía como un medio de transporte.

¿Cuándo llega esta hacienda a sus manos?

En 1929 esta hacienda llega a manos del señor Enoc Ortiz. Posteriormente, en 1960, llega a

manos del señor Mario Pinto Guillén; en 1969 es propiedad del Doctor Adolfo Rovelo Pinto y

en 1976 ya pasa a ser de su servidor.

¿Qué fue lo primero que hizo en la hacienda?

Empezamos a rescatar parte de lo que había. Esta terraza donde estamos era parte de las ca-

ballerizas. Era una especie de troje donde guardaban el rastrojo y todo alimento para los ca-

ballos y el ganado. La parte de abajo, la mitad, eran caballerizas; los otros cuartos eran para

guardar los aperos de labranza, monturas, y granos. La zona donde está el salón principal era

la casa grande, constaba nada más con cuatro habitaciones, sala, comedor y despacho. La co-

cina estaba fuera de la construcción. Se transformó por seguridad.

¿Cuándo comienza con la reconstrucción de esta Hacienda?

Este lugar lo empezamos a rescatar el 17 de marzo de 1998. Llevamos prácticamente catorce

años y todavía nos falta un buen camino. Tratamos de no hacer algo moderno para no romper

con la historia de este lugar. Le tuvimos que hacer unas reformas y adecuarlo al uso que le es-

tamos dando ahorita, que es el de restaurante. Ahorita estamos trabajando en la capilla. Des-

graciadamente colapsaron dos árboles muy grandes por esa zona y destruyeron parte de la er-

mita. Se tuvo que quitar todas las cosas que estaban dentro, el retablo y algunas imágenes que

tenemos guardadas.





¿Cuándo estará terminada la ermita?

Consideramos que nos va a llevar todo el resto del año y un poquito más para llegar a rescatar-

la en la forma más original. Incluso estamos reforzando algunos muros como se hacía antes, lo

que los albañiles le dicen encofrado. Van poniendo tierra, piedra, y ya por fuera lo que es el re-

pello a través de cal viva. Tratamos de rescatarla lo más original posible, dentro de lo que nos

permita seguridad. Va a tener una capacidad aproximadamente de 60 a 70 personas, no tiene

mayor capacidad.

Tenemos otra área que queremos rescatar. Es como una catacumba que está a escasos cin-

cuenta metros de la casa. Llama la atención porque es un espacio circular, más o menos con

nueve metros de diámetro y una profundidad de cinco metros. Con las precauciones debidas,

vamos a limpiarla y a rescatarla.

¿Cuál es la opinión de la gente cuando viene a Villa Victoria y se encuentra con este paisaje y esta

hacienda?

Afortunadamente es un espacio que cautiva a mucha gente, no por los jardines muy arregla-

dos, pero sí por el entorno de la naturaleza que nos abraza, por los árboles. Nos da una sensa-

ción de libertad total. Es como estar en la ciudad y a la vez no. Quedo satisfecho con los comen-

tarios que hacen las personas. Ven algo de información en Internet, pero cuando vienen y lo

ven, realmente lo disfrutan. Me entusiasma muchísimo. Muchos se vienen a tomar fotografías.

Creo que en el mes, entre fotos de graduación, bodas, quince años o fotos de señoritas que les

gusta fotografiarse, debemos tener como unas setenta personas cada mes.

¿Qué ha significado para usted este espacio y su reconstrucción?

Es escaparse un rato y regresar al pasado. Yo cierro los ojos e imagino cómo pudo haber sido a

principios de 1900, y si regreso un poquito más me pregunto cómo fue en 1800, qué comodida-

des y qué incomodidades podrían haber sentido, que distancia de aquí al centro de la ciudad.

Si tuviera la oportunidad de encontrar otro espacio como éste, no dudaría ni un instante en

volverlo a hacer, rescatarlo y reconstruirlo. Es enriquecerse de historia. El buscar la madera

adecuada, lo que vaya acorde a lo que pudo haber sido; buscar el albañil que ya no es el albañil

normal sino un albañil artesano; al carpintero que será un carpintero artista porque ya es un

trabajo demasiado fino, todo esto ha sido para mí, como una vitamina.

Don Romeo, concluyó invitando a la gente a visitar Villa Victoria, no necesariamente para hacer con-

sumos en el área de alimentos y bebidas sino para que vengan a conocer la hacienda, que la recorran

y disfruten de la misma manera en que la lluvia disfruta deslizarse sobre cada una de sus tejas.





Ya está a la venta - Pedidos a: [email protected]



Programa del martes 3 de julio de 2012.

Invitada de honor: Sonia Conde Durán, artista comiteca.

Platicó acerca de su trayectoria musical, del avance de su Academia Musical

“Manuel M. Ponce” y deleitó al auditorio con interpretaciones al acordeón.

En la fotografía: Genaro, Sonia y Paty.

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Crónicas de Adobe también se escucha por Internet

www.imer.gob.mx

Martes, de 3 a 4 de la tarde.


El viernes 6 de junio se inauguró la exposición pictórica: “Máscaras”,

del artista Jerónimo Arévalo.

Museo de Arte “Hermila Domínguez de Castellanos”.




El profesor José Hugo Campos Guillén, Director General y representante

legal de la Asociación Civil del Colegio Mariano N. Ruiz, hizo el ofrecimiento

del desayuno servido a maestros, alumnos y catedráticos, con motivo al fin de

cursos, en los niveles de secundaria y bachillerato.

El desayuno se efectuó el viernes 6 de junio de 2012.





Pues ni tan feliz, porque parece que se contagió de la influenza aviar y quedó

con el pico pa’bajo.


EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO


Entrevistadora:

Dora Patricia Espinosa Vázquez

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