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Revista Ensayos sobre Economía Política y Desarrollo Volumen II - Nº 2 - 2014 ISSN Nº 2314-3940 Compiladores Lic. Mariano de Miguel Lic. Diego Coatz FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS UCES - Editorial de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales

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Revista Ensayos sobre Economía Políticay Desarrollo

Volumen II - Nº 2 - 2014 ISSN Nº 2314-3940

CompiladoresLic. Mariano de MiguelLic. Diego Coatz

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS

UCES - Editorial de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales

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AUTORIDADES UCES

RectorDr. Gastón A. O’Donnell

Vicerrectora GeneralLic. María Laura Pérsico

Vicerrector de Evaluación UniversitariaLic. José Fliguer

Secretaria General Académica Lic. Viviana Dopchiz

Coordinadora Académica de PosgradoLic. Nadia de Pablo

Secretario General de AdministraciónLic. Raúl Viñas

Prosecretarias AcadémicasLic. Teresa Gontá

Prof. Alejandra IscoffLic. Verónica Peloso

SUPERIOR CONSEJO ACADÉMICO

PresidenteProf. Dr. Luis N. Ferreira

CONSEJO DE ADMINISTRACIÓNPresidente

Dr. Juan Carlos Gómez Barinaga

Revista del Instituto de Economía Aplicada (INSECAP)Universidad de Ciencias Empresariales y SocialesParaguay 1457 (C1057AAV), Ciudad de Buenos Aires.

Tel: 4815-3290. [email protected]/institutos/insecap

Ensayos sobre Economía Política y Desarrollo es una revista abierta a la comunidad científica. Su objetivo es brindar aportes al conocimiento en el campo de la economía, para establecer una vía analítica que permita alentar el debate en los distintos aspectos que hacen a las complejas cuestiones de la economía nacional inserta en un mundo interdependiente.

La revista se publica una vez al año. Tiene cobertura nacional e internacional. Se reciben artículos originales y por invitación. Todos los trabajos presentados a la revista deberán ser inéditos. La dirección de la revista y el Comité Editorial se reservan el derecho de aceptarlos o rechazarlos para su publicación, así como el de determinar en qué número de la revista se publicarán. Los autores serán informados al respecto en todos los casos.

Pedidos, colaboraciones e información:UCES - Instituto de Economía Aplicada (INSECAP) Paraguay 1457 (C1057AAV), Ciudad de Buenos Aires.

Staff de la Revista:

Editor Responsable: Dr. José Basso

Coeditores Ejecutivos: Mariano de Miguel y Diego Coatz

Coordinador: Leonardo Pataccini

Colaboradores: Joaquín Escardó, Daniel Schteingart y Daniela Moya

Comité Editorial: Claudio Jedlicki, Eduardo Hecker, Fernando Grasso, Enrique Aschieri, Eduardo Crespo, Fabián Amico, Alejandro Fiorito, Damián Dalle y Sergio Woyecheszen

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Secretaria General Académica Lic. Viviana Dopchiz

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Secretario General de AdministraciónLic. Raúl Viñas

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SUPERIOR CONSEJO ACADÉMICO

PresidenteProf. Dr. Luis N. Ferreira

CONSEJO DE ADMINISTRACIÓNPresidente

Dr. Juan Carlos Gómez Barinaga

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FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICASDecana: Dra. Alejandra Mizzau

Carrera de AbogacíaDirectora: Dra. Alejandra Mizzau

Licenciatura en Ciencia Política y de GobiernoDirector: Dr. Miguel Saredi

Coordinador Académico: Dr. Raúl Martínez Fazzalari

FACULTAD DE PSICOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALESDecano: Lic. Eduardo Said

Licenciatura en PsicologíaDirector: Lic. Eduardo Said

Vicedirectora: Lic. Paulina SpinosoCoordinadora Académica: Lic. Jazmín Steuer

Licenciatura en SociologíaDirectora: Mag. María Cecilia Arizaga

Licenciatura en FilosofíaDirector: Dr. Ricardo Maliandi

Coordinadora Académica: Lic. Paulina SpinosoProfesorado de Educación InicialDirectora: Lic. Silvia Cristina Díaz

Coordinadora Académica: Lic. Andrea VitolaProfesorado de Educación Primaria

Coordinadora Académica: Lic. Viviana Estienne

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUDDecano: Prof. Dr. Luis N. Ferreira

Vicedecano: Prof. Dr. Fortunato BenaimCoordinadora de Asuntos Académicos y de Extensión Universitaria:

Prof. Dra. Carmen FernándezCoordinador de Relaciones con Instituciones Médicas:

Dr. Marcelo Fabián Jáuregui

Carrera de MedicinaDirector: Prof. Dr. Luis N. Ferreira

Coordinadora Académica: Prof. Dra. Carmen FernándezLicenciatura en Administración de Servicios de Salud

Directora: Dra. María Carmen LucioniCoordinadora Académica: Mag. Ana María Vincenti

Licenciatura en Kinesiología y FisiatríaDirector: Prof. Lic. Federico Pecker

Licenciatura en NutriciónDirectora: Lic. María Cristina Lanzellotta

Licenciatura en EnfermeríaDirector: Lic. Fabricio Mariano Garay

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FACULTAD DE CIENCIAS EMPRESARIALESDecano: Lic. Gustavo Adamovsky

Licenciatura en MarketingDirector: Lic. Fernando Martínez Cuerda

Licenciatura en Comercio ExteriorDirectora: Dra. Alejandra Gersicich

Coordinador Académico: Lic. Gastón DonadíoLicenciatura en Gerenciamiento Ambiental

Coordinador Académico: Arq. Pablo WisznienskiLicenciatura en Dirección de NegociosDirector: Lic. Gustavo Adamovsky

Coordinador Académico: Lic. Martín Fernández ChamaCarrera de Programación de Sistemas

Coordinador Académico: Ing. José RuscaLicenciatura en Turismo

Coordinador Académico: Lic. Pablo Reales

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓNDecana: Lic. Rut Vieytes

Licenciatura en PeriodismoVicedirector: Lic. Oscar E. Bosetti

Coordinador Académico: Lic. Hernán O’DonnellLicenciatura en Publicidad

Director: Lic. Marcelo Daniel GallegoVicedirectora: Lic. Ronith GitelmanLicenciatura en Comunicación SocialDirectora Interina: Lic. Rut Vieytes

Coordinadora Académica: Mag. Ana BizbergeLicenciatura en Diseño Gráfico y Comunicación Visual

Coordinadora Académica: D.G. Alina MontanaroLicenciatura en Relaciones Públicas

Directora: Lic. Alicia del CarrilCarrera de Dirección Integral de Televisión

Coordinadora Académica: Lic. Rut Vieytes

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FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICASDecano: Dr. José A. Basso

Vicedecano: Dr. Eduardo Ghersi

Licenciatura en Administración de EmpresasDirectora: Mag. María del Carmen García

Licenciatura en EconomíaDirector: Lic. Fernando Agra

Licenciatura en Recursos HumanosDirectora: Mag. Liliana Guarnaccia

Carrera de Contador PúblicoDirector: Dr. Eduardo Ghersi

Licenciatura en FinanzasDirector: Dr. José A. Basso

Coordinador Académico: Lic. Fernando Agra

UCES VirtualVicedirectora: Lic. Julia Pereira de Lucena

INSTITUTOSDe Estudios e Investigaciones Ambientales - IEIA (Departamento de Posgrado)

De Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales - IAEPCIS (Departamento de Posgrado)De Estudios Laborales y Sociales - IDELAS (Departamento de Posgrado)De Economía Aplicada - INSECAP (Facultad de Ciencias Económicas)

De Estudios Contables, Impositivos y Financieros - IECIF (Facultad de Ciencias Económicas)Para el Compromiso Social - IPECOS (Facultad de Ciencias Económicas)De Derecho de Seguros - IDS (Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas)

De Estudios Interdisciplinarios sobre Medios de Comunicación - IDEIMEC (Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas)

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FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS

Revista Ensayos sobre Economía Políticay Desarrollo

Volumen 2 - Nº 2 - 2014 ISSN Nº 2314-3940

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Índice

Editorial 9

Introducción y presentación de los trabajos 11

Structural reforms and crises in emerging economies: the cases of Argentina and RussiaLeonardo Pataccini and Elena Kinzhebaeva 15

Reformas estructurales y crisis en las economías emergentes: los casos de Argentina y RusiaLeonardo Pataccini y Elena Kinzhebaeva 35

La industria frente a los cambios globales: de la política comercial a la integración regionalDiego Coatz, Pablo Dragún y Marianela Saravia 54

¿Tipo de cambio competitivo y estable?Alejandro Fiorito 85

Análisis del contenido tecnológico de las exportaciones argentinas (1996-2011): ¿hubo cambio estructural entre la convertibilidad y la posconvertibilidad?Daniel Schteingart 105

Industrialización para la creación de empleo de calidadMagalí Brosio, Diego Coatz y Marianela Sarabia 132

Valor, salario y precios de producción en Arghiri EmmanuelMariano de Miguel 162

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EditorialNos produce una profunda satisfacción presentar al público en general, y a la comunidad de UCES, en particular, este segundo volumen de la Revista Ensayos sobre Economía Política y Desarrollo. Si consideramos también los dos volúmenes en formato libro que publicáramos entre 2010–2012, esta-mos frente a una suerte de breve colección de libros–revistas que recopilan artículos de rigurosidad académica y científica sobre cuestiones económicas sobresalientes, ya sea por su actualidad, su importancia histórica o por su gravitación en el plano de la teoría.

Desde el primer momento fijamos una posición metodológica y filosófi-ca respecto a la ciencia económica; no la concebimos meramente como un aparato formal constituido por las reglas que gobiernan la elección racional de medios escasos para alcanzar fines rivales. Por el contra-rio, llamamos la atención sobre la necesidad de una mirada estratégica (superadora) que entendiendo al hombre como un animal social, busque desentrañar las condiciones naturales y sociales de su producción y re-producción.

Esta aprehensión de la realidad económica como “encastrada en la socie-dad”, nos brinda muchas ventajas. Primero, porque sin prescindir a priori de ningún aparato lógico–formal a los efectos de desenvolver en el terreno de la abstracción teorías que establezcan vínculos funcionales entre las catego-rías conceptuales que manejamos, nos permite adecuar el lenguaje formal a las exigencias del método, y no sucumbir en el proceso opuesto. Y es precisamente el método económico de aprehensión de la realidad lo que no puede tornarse esclerótico, habida cuenta que su capacidad para abordar y explicar los fenómenos que nos desvelan es un resultado progresivamente perfeccionado por el ejercicio científico mismo.

Segundo, porque habilita, y casi obliga, a un verdadero diálogo interdiscipli-nario y a la construcción de conceptos multidisciplinarios. La distribución del ingreso y la riqueza es un claro ejemplo de problemática económica donde ambas, interdisciplinariedad y abordaje multidisciplinario resultan cruciales. El desarrollo y el progreso económico, constituyen obviamente otro ejemplo, y son justamente el campo central de nuestras preocupaciones a la hora de darle contenido a estos Ensayos que publicamos.

Sin más, deseamos agradecerle al lector su tiempo y paciencia; quien escri-be no lo hace solo para el lector, pero si fundamentalmente para él. Y si bien desde INSECAP encontramos en esta empresa un vehículo para poner en

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negro sobre blanco nuestras ideas, el objetivo central es que alumbren un debate y un intercambio donde el aprendizaje sea mutuo y el resultado sig-nifique un salto de calidad para el conjunto. Porque nunca debemos olvidar que “el educador necesita ser educado”.

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Introducción y presentación de los trabajosYa llevamos seis años del estallido de la última crisis internacional; y aunque mucho pueda discutirse sobre su magnitud e importancia relativa a otros episodio críticos de la historia económica mundial, no caben dudas que la presente está llamada a constituirse en un caso de estudio fundamental, en uno de esos “experimentos” del laboratorio social que juzgan hasta los mar-cos teóricos más consolidados y aceptados, y conllevan, por ende, una sana renovación del pensamiento y de las verdades siempre parciales.

Casi no hay campo de la ciencia económica que no haya un sufrido un cim-bronazo con esta crisis, desde la macroeconomía y la microeconomía, pa-sando por la teoría del crecimiento y el desarrollo, hasta aquellas que es-tudian el comportamiento de los mercados de trabajo (si es que existe tal cosa como mercados de trabajo), o naturalmente, las teorías que pretenden explicar y predecir (¿?) la dinámica de los sistemas monetarios y financieros.

Pero aunque resulte un privilegio histórico ser espectador de una gran cri-sis, salvo que se adolezca de sentimientos morales, éticos o sociales, estas circunstancias también están cargadas de sinsabores; en la medida que mi-llones de personas en el mundo han quedado sin empleo o pasado a tener dificultades serias de conservarlo, sin contar que problemas estructurales y de larga data como la pobreza y la desintegración se ven agudizados y postergados.

Por otra parte, toda crisis por más global que se presente, siempre está compuesta por varias crisis; porque a menudo una crisis global significa el agotamiento funcional de uno o varios elementos de un sistema y sus partes componentes. Y el “moderno sistema mundial” está plagado de contradic-ciones, propias de su estructuración jerárquica y de la correlación de fuerzas entre bloques regionales y nacionales que pugnan por su interés; algunos, definido en términos de poder, otros, de desarrollo económico, todos, en el marco de una etapa históricamente determinada del capitalismo como for-mación socioeconómica.

La actual crisis va llamando la atención cada vez más de las naciones peri-féricas y en desarrollo. Estas han gozado en los años 2000 de condiciones externas favorables para un desacople al menos transitorio de las economías centrales, pudiendo crecer a tasas aceleradas per cápita, cerrando así parte de la brecha de productividad que las separa de las economías avanzadas. No todos los países han aprovechado en igual medida esas condiciones

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externas, y, a su vez, esas condiciones externas no han sido para todos igualmente favorables. El lógico, porque han sido condiciones de borde, necesarias, pero no suficientes. Crecer económicamente, generar empleos, reformar la estructura económica, redefinir el modo de inserción comercial internacional, superar flagelos estructurales como la pobreza, la informali-dad, etc., son desafíos que el contexto global contribuye o no a superar, pero que en cualquier caso dependen principalmente del concurso de las fuerzas locales a tal efecto.

Quizás la principal ventaja del contexto económico internacional del nuevo milenio fue la mejora de los términos de intercambio mercantiles, tanto abso-lutos como relativos. Esta mejora no solo contribuyó al crecimiento econó-mico a través de la expansión de las exportaciones, sino que permitió relajar la tristemente célebre restricción externa de divisas, que tanto ha limitado la capacidad de maniobra de nuestras economías, en la medida que por la propia condición de economías subdesarrolladas necesitan absorber duran-te la etapa de crecimiento y desarrollo una magnitud creciente de divisas; asociadas a la mecanización de la producción, al “cuch up” tecnológico que eso implica, a la importación de bienes y servicios derivada del aumento del ingreso nacional en el marco de una fuerte dependencia importadora, al pago de servicios financieros, rentas y utilidades externas, etc.

Sin ir muy lejos, la región latinoamericana hasta 2006 logró compensar su mayor sensibilidad importadora a medida que su ingreso crecía a través de la mejora de los términos del intercambio mercantil. Esta situación comenzó a mostrar señales de alerta desde entonces, y las preocupaciones aumentaron significativamente desde el estallido de la crisis internacional. Sobre todo porque al sostenimiento de términos de intercambio favorables ha contri-buido la apreciación de las monedas nacionales, fruto de políticas locales apalancadas en flujos de capitales globales orientados hacia la periferia, en un marco de liquidez mundial abundante y retornos bajos en las economías centrales.

Así, una reversión acusada de la tendencia imperante en la primera déca-da de este siglo, podría representar un serio condicionante al crecimiento y desarrollo económico de las nuestras economías, en términos de limitación de los grados de libertad para ejercer una política económica autónoma. Sin embargo, ese escenario aún aparece distante y, si bien la mayoría de las eco-nomías latinoamericanas ha deteriorado sus cuentas corrientes externas, en general, no existen dificultades para financiar los déficits externos; por ende, ello todavía no supone dificultades para crecer. A pesar del cuadro general, en algunos países de la región, como el nuestro, las tensiones propias de la escasez relativa de divisas si domina la coyuntura de los últimos años, espe-cialmente el último.

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Discutir las razones de ello, no el objeto de esta introducción, pero sí dar cuenta que en cualquier caso, para las economías periféricas que deseen recorrer el camino al desarrollo, la bonanza del contexto global en el futu-ro próximo y lejano no es más que una hipótesis, por más correctamente fundada que esté. Y aun en el mejor de los casos, lo que tenemos es tiem-po, valiosísimo por cierto, para realizar determinadas reformas estructurales (productivas, financieras, laborales, científicas, técnicas y educativas, etc.) que nos permitan reducir la dependencia del ciclo externo para “financiar” nuestros procesos de crecimiento económico. Abdicar en esta empresa sig-nificará quedar supeditados a coyunturas extremadamente volátiles y urgen-tes, donde las probabilidades de que los diagnósticos sean errados y las recetas ineficientes, serán muy altas.

Es con este cuadro en mente que pensamos y seleccionamos los contenidos de este Volumen. Daniel Schteingart realiza un magnífico análisis del conte-nido tecnológico de las exportaciones argentinas desde 1996 hasta 2011. Es un concepto útil y polémico el de “contenido tecnológico de las exportacio-nes”. El mismo Schteingart cuestiona su validez general como indicador de nivel de desarrollo económico, pero constata que la mayoría de los países actualmente desarrollados posee un nivel también elevado de este índice. Por otra parte, permite no solo un valioso abordaje cuantitativo del problema del desarrollo y la estructura productiva, sino también del modo de inserción internacional de nuestro país en la actual división internacional del trabajo.

Coatz, Dragún y Sarabia, primero; y Brosio, Coatz y Sarabia, después, abor-dan la problemática de la industria nacional frente a un escenario global en curso de transformación, donde, por ejemplo, la aparición de China como centro cíclico a la par que ha contribuido a mejorar los términos de nuestro intercambio, ha supuesto la instauración de costos de producción industrial imposibles de competir por economías como la argentina. Así, si la industria-lización todavía constituye un objetivo deseable, es imperioso pensar alter-nativas que hagan posible su desarrollo y sostenimiento.

Justamente, una de las razones de la industrialización es su potencial gene-rador de empleos de calidad y bien remunerados. Un análisis del impacto actual y potencial de la industria en la generación de puestos de trabajo formales, estables y con salarios relativos altos, cobra así relevancia; mucho más cuando la crisis internacional muestra a cada paso las nefastas conse-cuencias en materia de empleo y desigualdad que trajo aparejado el proceso de relativa desindustrialización ocurrido en las potencias centrales durante los últimos 35 años.

Alejandro Fiorito en “Tipo de cambio competitivo y estable” llama poderosa-mente la atención sobre un concepto e instrumento de política económica

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que hasta el presente gozó de un consenso mayoritario por lo que se refiere a su capacidad de contribuir al crecimiento económico, la expansión de la de-manda agregada, la generación de empleo y la mejora de la competitividad externa: el tipo de cambio real. Luego de leer este artículo, la mayoría de los lectores reconsiderará las supuestas ventajas de un tipo de cambio alto y de la devaluación como herramienta eficaz de política económica.

Finalmente, Pataccini y Kinzhebaeva analizan para los casos de Argentina y Rusia el impacto de mediano y largo alcance de las reformas estructurales implementadas en los años noventa. A su juicio, las sucesivas crisis econó-micas y financieras de estos países estuvieron hondamente vinculadas a es-tas mismas reformas. La actualidad de este debate deriva del hecho de que, en el marco de una crisis global como la que atravesamos aún, las reformas estructurales aparecen con fuerza en la agenda mundial y regional. Analizar qué tipos de reformas son necesarias, cuáles son potencialmente ventajosas y cuáles no, constituye un desafío futuro que debe estar alumbrado por el registro de las consecuencias en el presente de las reformas estructurales del pasado.

Mariano de Miguel*

* Director del Instituto de Economía Aplicada (INSECAP) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES).

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Structural reforms and crises in emerging economies: the cases of Argentina and RussiaLeonardo Pataccini* and Elena Kinzhebaeva**

AbstractThe last decade of the twentieth century probably witnessed the most impressive economic transformations in human history. The collapse of the USSR marked a dramatic and irreversible change in the world economic structure combined with a rapid process of global economic integration. These phenomena implied also the emergence of new dominant paradigms, both in economic and political fields, summarised in the Washington Consensus policies. Driven by this context, many emerging economies started their processes of structural reforms, based on the new axioms. Taking the cases of Argentina and Russia as examples of emerging economies that applied structural reforms in the beginning of the 1990s; this article argues that the main economic and financial crises experienced by these countries during the last two decades were directly linked to the features of the reforms applied. In addition to that, the main outcome of the economic model applied was that it generated a higher internal instability and external vulnerability and it was unable to provide long term growth strategy.

Keywords: Russia, Argentina, structural reforms, liberalisation of economy, Washington Consensus, economic crisis.

IntroductionThe last decade of the twentieth century, probably witnessed the most impressive economic changes in human history. On the one hand, the collapse of the Union of Soviet Socialist Republics marked a dramatic and irreversible change in the global economic structure, which came to be dominated by a superpower without parallel in the previous human history. Simultaneously, this event led to a rapid process of global economic integration that deepened the transformations that were already taking place. Finally, other phenomena that should be highlighted are the emergence and imposition of new dominant paradigms, both in economic and political fields. Driven by this context of

* PhD Candidate.

** Cand. Sc. (Ec.).

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great global changes, many emerging economies started their processes of structural reforms.

The structural reforms were usually referred to by the euphemistic name of “Structural adjustments”. These are the policies sponsored mainly by the International Monetary Fund (IMF) and the World Bank (WB) in developing and emerging countries and their implementation was a condition for receiving new loans from these institutions or for obtaining lower interest rates on performing loans. Theoretically, conditions were implemented with the aim of ensuring that the funds lent would be spent in accordance with the overall goals of the loan. In this regard, the structural reform programmes were intended to allow the economies of the developing and emerging countries to become more market oriented, applying “free market” programs and policy. These programmes included changes such as privatisation, deregulation, severe fiscal discipline and reduction of trade barriers. The main guidelines of these reforms were summarised in the Washington Consensus, a set a policy recommendations developed by the end of the 1980s.

“Emerging economies” could be defined as those national economies that after the fall of the USSR were not included in the group of developed countries, the group of least developed countries nor the group of newly industrialised economies. This was a very heterogeneous group, whose main common characteristic was that they had the mixed features of all previous groups, but they don’t belong to any of them. That is, they had some characteristics of developed countries (e.g. high rates of literacy and developed urban areas), of least developed countries (such as high levels of inequality and predominance of the primary sector) and of newly industrialised countries (e.g. they had an industrial base, but this was not the main sector of their economies). In addition, these countries had an upper–middle income and they were intended to maintain a process of convergence with the developed and high–income economies.

It is also important to note that the emerging economies that implemented these reforms during the 1990s had very similar performances in the following years, even in the economic crisis. In this sense, it is possible to mention that most of the crises in emerging economies during the 1990s and early 2000s showed very similar dynamics: financial instability, recession, default and devaluation. With slight changes in the order of causation, this description can be applied to the cases of Mexico (1994), Thailand, Malaysia, Indonesia and the Philippines (1997–1998), Russia (1998), Brazil (1999), Turkey (2001) and Argentina (2002), among others. Moreover, the similarities within these crises seem to go further: all of them showed highly liberalised commercial and financial schemes, deregulated markets, sustained external indebtedness processes and a considerable influence of international credit institutions, namely the International Monetary Fund and the World Bank.

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In this context, the objective of this article is to show that the characteristics of these crises are directly linked to the structural reforms implemented in all these countries since the late 1980s and early 1990s. For this, the authors will take two main cases of study, Argentina and Russia, and will make a comparison between them in order to analyse the policies applied and its consequences in both countries.

According to the previous definition of emerging economies, it is possible to argue that these three countries belong to this group. In fact, despite some important differences, these countries also show interesting conceptual similarities. For example, measured by the UN Human Development Index, they occupy very close positions in the ranking: Argentina is 45th and Russia is 55th out of a total of 187 countries. In addition to this, measured by GDP per capita in the ranking made by the IMF for the year 2012, these countries also occupy very close positions: 55th Argentina ($17917) and 58th Russia ($17518).

The authors consider that this article can make a valuable contribution to the analysis of this economic phenomenon because the study of the crisis–structural reforms relationship is done from a comparative perspective of three presumable different cases. In fact, the authors argue that the significant differences between these countries will be very useful to highlight the similarities between them and the influence of structural reforms in their respective crises. It is also believed that these issues have become relevant today, as the causes and characteristics of the last financial crisis, which began in 2008, have much in common with the processes which will be discussed in this article. Therefore, the presentation of these cases can help one to think about the future of the global economy from a broader perspective.

The article will be structured as follows: in the next section will be introduced the theoretical framework of the analysis, focusing on the role of the Washington Consensus. In section 3 and 4 the respective reforms implemented in Russia and Argentina will be described. In Section 5, a comparison will be made between the two processes, explaining their similarities and particularities. Finally, the conclusions will try to emphasise the implications of these processes for these countries today and their connections with the current global situation.

Washington ConsensusAs noted previously, the changes experienced by these economies can only be understood in the context of the unipolar world that emerged after the end of the Cold War. In this scenario, the freedom of action of emerging countries became much more restricted and the aim of the new global power was to

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assimilate their economies into a global scheme (Anderson, 2003). On the one hand, there were the third world economies, which were burdened by their stagnation and external debts. On the other hand, there were the newly independent republics, formerly under the orbit of the Soviet Union and now incorporated into the capitalist world. The roadmap to carry out the process of transitions and convergences is reflected in the so–called “Washington Consensus” (WC).

There is no official document that formalises WC guidelines. However, it is possible to identify a set of policy instruments upon which various economic and political actors who have their headquarters in Washington reached “consensus” (Williamson, 1990). These actors are the Congress of the United States, the executive branch of the U.S. government, the international financial institutions (particularly the IMF and WB), the agencies of the U.S. federal government, the Federal Reserve, the U.S. Treasury Department and major neoliberal “think tanks”.

Concretely, the WC agenda prescribed policies focused on macroeconomic stabilisation, economic opening with respect to both trade and foreign investment, and market expansion at the expense of state’s attributions. In order to meet these goals, the program included ten specific policy recommendations. They were: I) Fiscal discipline; II) Prioritisation of public spending; III) Tax reform; IV) Interest rates liberalisation; V) Exchange rates liberalisation; VI) Trade liberalisation; VII) Liberalisation of foreign direct investment; VIII) Privatisation of state enterprises, IX) Deregulation and greater flexibility and X) Legal security for property rights.

In brief, the WC’s goal was to harmonise the economic relations of emerging economies and the new capitalist economies with the economy of the United States as the new global hegemonic power. Financialisation, liberalisation, deregulation and privatisations of national financial and goods markets would open a stage of endless possibilities for making profits for major U.S. operators who would advance over these virgin territories.

Reforms in ArgentinaIn the early 1990s, Argentina was facing its own transition period. As for most of the South American economies, the 1980s were a decade of stagnation with no economic growth. In fact, this period is often referred as “the lost decade”. Moreover, the country was in serious difficulties to comply the repayment of interest and amortization of its large external and also fast–growing internal debt. In 1990, Argentina’s external debt was U$S 61.7 billion, equal to 5 times its annual exports (Brenta, 2002). Throughout the whole decade several attempts to overcome this scenario were applied, but none of them met their objectives, including orthodox adjustment plans proposed by international financial institutions.

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In this context of persistent stagnation, the first wave of pre–Washington Consensus structural reforms in Argentina took place during the second half of the 1980s. Inspired by the Baker plan, in 19851, the first reforms included deregulation of interest rates, reduction in trade barriers to imports of goods and a trade agreement with Brazil that subsequently led to the formation of the MERCOSUR2. However, they didn’t manage to achieve the goals proposed and, because of that, the privatisation of state enterprises, which was included in the program, did not get neither popular nor parliamentary approval. It was in 1989 when the turnaround came, pushed by a combination of internal and external issues.

Since the adoption of the Brady Plan3, in 1989, all agreements signed by the Argentine government with the IMF included conditionalities on the commitment to adopt structural reforms. Namely, they were: deregulation, privatisation of public enterprises, development of financial intermediation and capital markets, labour flexibility, tax reform, pension system reform, decentralisation of education and health, and public administration reform. However, this process was definitely boosted due to events related to the domestic economy.

The hyperinflationary episodes that preceded structural reforms in many South American countries were essential to enable its further application (Brenta, 2002; Klein, 2007). They prepared the conditions to implement reforms for the sake of new models of macroeconomic stabilisation. In addition, they were very effective instruments in the pursuit of other goals, such as the liquidation of debts nominated in domestic currency. In 1989, the retail price index in Argentina increased 3079%. The hyperinflation reduced the quasi debt denominated in local currency, measured in dollars, from an index value of 100, in December 1989 to 6.9, in January 1990. Because of this, a second hyperinflationary episode took place in the early 1990s, as the onset of liquidation deposits and securities of the domestic financial system and public sector debts caused a capital flight from domestic money to the dollar, with the consequent devaluation pressure. In 1990, the retail price index grew 2314% causing a violent redistribution of wealth and slipping millions of working and middle class families into poverty.

1 The Baker Plan was launched at the International Monetary Fund and World Bank meeting in Seoul that year. It was intended to relieve the debt pressure on the third world countries and it was proposed by James Baker, the Secretary of the Treasury of the United States.

2 Mercosur is the acronym for “Mercado Común del Sur” (Common Southern Market).

3 The Brady Plan was an operation for debt restructuring focused on developing economies. The most important item of these operations was the introduction of so–called “Brady bonds” to repurchase the debt securities held by private banks. The financial assistance provided by the IMF and other major international lending institutions to hold the process was conditional on the implementation of structural adjustment programs in line with the Washington consensus.

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In this dramatic scenario, with the popular resistance completely bent, the set of structural reforms promoted by the Washington Consensus was freely and fully implemented. To accomplish this mission, in 1989 the “State Reform law” (No. 23.696) was passed, liberalising the markets for goods and services and paving the way for privatisation of state enterprises. Between 1989 and 1994 Argentina applied most of the compromised structural reforms agreed to in the Brady plan.

The main symbol of the structural reforms implemented in Argentina in the early nineties was the so–called “Plan Convertibilidad” (Convertibility Plan). It takes its name from the Law 23.928 “Convertibilidad del Austral4” (“Austral convertibility”), effective from 1 April 1991. It established a fixed exchange and convertible rate and, in addition, it set the rate between the two currencies: 1 US Dollar = 1 Argentine Peso. The law also provided that the Central Bank must sell all the foreign currencies required for conversion operations at the established price and immediately after, the pesos received in the transaction should be withdrawn from circulation. Finally, it also established the requirement of equivalence between the monetary base and the freely available reserves in gold and foreign currencies. This legal framework set a highly rigid monetary and exchange rate policy and precluded the financing of public expenditure. The Pesos could only be issued against the exchange of foreign currencies, banning the Central Bank to neither finance government deficits nor provide support to commercial banks.

Additionally, by the Decree 530/91, the mandatory income and foreign exchange trading was removed, which allowed operators to freely maintain funds in pesos or dollars. It also guaranteed the free flow of capital into and from the country. In other words, there was a liberalisation of capital movements, including both financial and direct investment, without even registration requirements. This was enforced by the full liberalisation of the banking system, including the privatisation of almost all the public banks, most of them to foreign owners. Furthermore, the adoption of the so–called Basel–Plus regulations, after the Mexican crisis, deepened this process (O´Connell, 2005).

These initial measures were complemented with the full privatisation of all state–owned enterprises, including the airline company, hydroelectricity generation, National Oil Company and the Post Office, among others. This process implied a radical reduction of the state, which included the adoption

4 The Austral was the Argentinean currency between June 1985 and December 1991. Due to hyperinflationary episodes, it sharply depreciated against the dollar. Therefore, in January 1992 it was replaced by a new currency, the Convertible Peso, at a rate of 10 000 Australes to 1 Peso (equal to 1 U$S).

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of a mixed privatised pension system in 1994, and the virtual elimination of unemployment insurance. As O’Connell (2005) points out, one of the main criticisms to this process arose because it was developed “under extremely weak or almost non–existent regulatory systems with tariffs in some key services dollarized and indexed to the US cost of living index (in fact most sales – particularly the early ones – were inspired more by pressures to repay debt than guided by the idea of enhancing the efficiency of the economy)”5.

In regard to international trade, there was a strong reduction of tariffs: the average at the beginning of the 1990s was 45 percent and it declined to almost 11 percent by 2000 (O´Connell, 2005). Additionally, almost every non–tariff barrier was eliminated and exchanges with Brazil and the rest of MERCOSUR countries were fully liberalised (Rapoport, 2000). Finally, it is also important to mention that the bulk of ‘social expenditure’ was transferred to the provinces and suffered severe reductions.

During the beginning of the convertibility the results were encouraging. The GDP grew 9.1% in 1991, 7.9 % in 1992 and 8.2 % in 1993. However, after that initial momentum, the growth rate began to decline: 5.8% in 1994, and fell 2.8% in 1995. The fall of 1995 was primarily linked to the external shock caused by the Mexican devaluation of late 1994. This drove capital away from emerging markets, and weakened Argentina´s international reserves (Brenta, 2002). Between the end of December 1994 and June 1995 reserves were reduced from $17.2 billion to $13.5 billion, and the monetary base shrank by 19% in the first half of 1995, dragging down the real economy. This crisis was overcome with funding from the IMF and the conditions imposed were to apply further measures of openness and liberalisation. After the fall of 1995, growth rates were positive, but unstable: 5.5% in 1996, 8.1% in 1997 and 3.9% in 1998, before beginning an unprecedented decline that lasted over 40 consecutive months.

But even before the external crisis hit, some negative consequences of the structural reforms were perceived. On the one hand, during the first years, although the economy was growing, the number of bankruptcies increased and there was a persistent increase in unemployment and underemployment. These phenomena were directly related to each other, because the sudden trade liberalisation combined with overvalued exchange rate made local products unable to compete with imports flooding the domestic market. In these conditions, thousands of companies went bankrupt and millions of people lost their jobs. In this regard, as shown in Table 1, the current account of the Balance of payments showed permanent deficits every year since 1992 until the devaluation in 2002.

5 O’Connell, 2005; p. 292.

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Table 1. Evolution of GDP, external trade balance, bankruptcies and unemployment, 1991–2001

Year 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001

GDP (as % of the

previous year)9.1% 7.9% 8.2% 5.8% –2.8% 5.5% 8.1% 3.9% –3.4% –0.8% –4.4%

Current Account N. D. A. –5.558 –8.209 –10.981 –5.104 –6.755 –12.116 –14.465 –11.910 –8.955 –3.780

Bankruptcies 772 840 1252 1400 2.279 2.469 2.232 2.468 2.438 2.665 2.426

Unemployment (%) 6.9 6.9 9.9 10.7 18.4 17.1 16.1 13.2 14.5 17 18

Source: Authors calculations based on INDEC data.

Meanwhile, the public sector accounts also began to show inconsistencies: in 1994 the national government current savings declined, and the cash surplus disappeared due to the decrease of state revenues, in a large extent due to the above mentioned partial privatisation of the pension system6. The public deficit increased in 1998 and 1999 because the current revenue fell 4% and 9 %, respectively, due to depression. Moreover, it must be added that the current expenditure increased those years by higher interest payments on the foreign debt, an item that rose from $6.6 billion to $8.2 billion. In 2000, the interest burden for the foreign and domestic debt increased by 17 %.

In order to meet financial needs, the government turned to the IMF for help (Kulfas, 2005). In March 2000 an agreement for $10.5 billion was signed, and in December 2000, a “shield” was completed by an amount close to $40 billion, involving international financial institutions, local banks, and the Spanish state, whose national companies made strong direct investments in Argentina during the whole decade. But economic indicators continued to worsen: in 2000, GDP fell around 1%, unemployment increased to over 20% and deflation was recorded. Instability and poor prospects of Argentina’s economy only worsened their situation, so that the process of capital flight intensified: from January to December 2001 approximately $9 billion of international reserves were lost, equivalent to 35% of the total. To try to stop the drain of deposits in the financial system, on 3 December 2001 the optional dollarization of financial liabilities was authorised, and all

6 The pension funds that stopped flowing into the public system generated a revenue gap for the State, increasing pressure to cut spending and/or external financing. This scenario also created a bitter paradox: private firms engaged in the management of pension funds became the most important local holders of Argentine government bonds, so that, after privatisation, the Argentine state had to pay interest on the money that it had stopped to collect (Brenta, 2002).

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active operations were compulsively converted into dollars. Simultaneously, a strict restriction on deposits in the financial system was imposed, known as “Corralito financiero”.

Despite these desperate measures, in the last quarter of 2001 GDP fell by 10.3% compared to the same period in 2000. Depression was lasting over thirteen consecutive quarters. In late December 2001, the economic crisis and the arbitrary policies led to millions of citizens to demonstrate against the government. Following violent clashes, the President and his cabinet resigned. After a troubled transition, between December 2001 and January 2002 default of external debt and devaluation of the Argentine peso was announced. A split type of change was applied: the official rate for foreign trade and other certain transactions would be $1.40 per dollar (40% depreciation) and the exchange rate for other transactions would be set by in the free market. These measures ended with the main symbol of the convertibility plan: the exchange rate parity between the Argentine peso and the U.S. dollar. However, many other structural features that were still remaining were reversed during the next years. The recovery of Argentina’s economy occurred in the second quarter of 2002 and was based on a retrieval of the role of the state, trade surplus, import substitution and competitive exchange rate, bolstered by the rise in international prices of raw materials.

Reforms in RussiaSince the 1990s, Russia also chose the way of foreign debt and structural reforms prescribed by the IMF and the World Bank. The Russian reforms, including privatisation, tax reform, reform of the labour code, pension reform, education reform, budget reform, Forest Code and others, were developed with the direct participation of international financial institutions and were based on neoliberal axioms (Zuev, 2012).

In accordance with the neoliberal program, the formation of a free market economy had three main elements: liberalisation, deregulation and privatisation. Thus, in conformity with the plans designed by the reformers and in order to change its economic structure, Russia had to proceed to:

• “Free prices” of goods and services, which was intended to provide automatic determination of their market value and remove the problem of shortages in the domestic market

• Trade liberalisation, which would accelerate the exchange of goods and change marketing infrastructure; and

• Privatisation of public ownership: transferring it – for a fee or free of charge – to the private sector was expected to create a middle class (smallholders), which could engage in business and participate in the market.

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The transition to a market model was approved in October 1991. In January 1992, prices were liberalised, but the structure of production was still oligopolistic, which led to increasing average prices by the end of 1992, up to 150 times (Yavlinsky et al., 1991). In this context, there was a so–called «dramatic circle»: enterprises increased a product’s prices trying to reduce losses, the purchasing power of the rouble and consuming capacity of the population declined, leading to a forced increase in nominal wages. The deficit of the state budget was increasing and at the same time the money emissions were growing. In this manner 1992 became a symbol of catastrophic inflation. Only by 1996 inflation was reduced to 1% per month.

Table 2. Inflation in Russia, end of period, consumer prices (percent change)

1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 19992508.8 839.9 215.1 131.3 21.8 11.0 84.4 36.5

Source: IMF, World Economic Outlook Database.

As for stabilisation, theoretically it was aimed at curbing inflation and improving the financial situation of the state. In the context of the neoliberal program, attempts to improve the financial situation of the state were primarily focused on reducing the public debt and budget expenditure. It was assumed that the non–interference of the state in the economy could improve its efficiency. But in reality, these very fast changes in economic processes provoked a huge economic downturn, which was the main characteristic of the Russian transition period. During the period 1991–1996, the average annual decline for GDP was 8.2%, and for industrial production, it was 13%.

Table 3. Russian Real GDP growth, in %

1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999GDP –14.5 –8.7 –12.7 –4.1 –3.5 0.8 –4.6 3.2

Source: Gaidar institute for Economic Policy (Russian Economy in 1992–1999. Trends and Outlooks) [www.iep.ru].

The transition period was also connected with structural shifts, such as changes in proportions between prices and/or production volumes of different goods and services. This meant that the prices of some goods increased several times faster than others. The production of some goods, such as machinery and equipment, declined sharply, but the production of other commodities didn’t change significantly or even increased, such as oil and gas. It is important to mention that these structural shifts occurred during all of the transition period, not only at the moment of price liberalisation.

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A precarious financial stability was achieved due to external and internal debt that helped to finance the budget deficit. After the fall of the Soviet Union, the Russian Federation was committed to repay most of the foreign debt of the USSR. Additionally, the country’s external debt during the transition period has increased dramatically: in 1985 it amounted to $28.3 billion, in 1990 increased to $59.8 billion, in 1993 – up to $80 billion, and in 1999 exceeded $140 billion.

The privatisation of state property started on 14 August 1992 with the decree on privatisation vouchers signed by B. Yeltsin. The “Vouchers” were the main component of the first stage of privatisation (1992 – 1994). Their main objective was to give equal starting opportunities to every citizen, as they shared the common property of the country. However, when the privatisation process started, the market prices of companies had not been determined yet. In that context, the basis for the sale of state´s productive capacity was based on an arbitrary value set by the Russian federation government and distributed equally among all the population, including children (148.7 million people). The share of each Russian citizen was 10 thousand roubles, but because of the enormous inflation, by the end of 1993 almost all of its purchasing power was lost. In practice, the Vouchers functioned almost as “bearer checks” and due to strong backlogs of salary levels, its systematic delays and non–payments; they became an object of trade. Thus, Vouchers were bought by those who had the cash to afford it much below their nominal price, provoking a strong differentiation within the Russian society7.

Internal debt also increased during the1990s. Since 1993, it is possible to distinguish three stages in the history of the domestic public debt (Pichugin, 1995). The first stage refers to the period 1993–1995: it is characterised by the small size of the domestic debt and its slow growth, consisting only of two types of securities – Sovereign bonds (OVGVZ) and treasury bills. In the second phase – from 1996 to 1997 – there was a sharp increase in the public debt. By this time T–bills, bonds (OFZ), State Savings Loan bonds (OGSZ) and OVGVZ were used as instruments. The third stage in the development of the domestic debt was after the August 1998 default, when the government securities market was significantly reduced8.

7 Privatisation in Russia and others countries of Commonwealth of Independent States. Centre of Scientific Studies of global and regional problems. Executive editor – Vinogradov V.A. Moscow, 2003.

8 Ministry of Finance of the Russian Federation [official site www1.minfin.ru].

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Figure 1. Internal and external government debt

Source: Bank of Russia [official site www.cbr.ru].

On 27 October 1997, the Dow Jones Industrial Average index fell to a minimum record value of 554 points and this date may be considered as the beginning of the financial crisis in Russia, which destroyed all macroeconomic results achieved up to 1997, and changed the course of economic reforms. Obviously, the aggravation of the global financial crisis and the fall of exports prices in the international market were also involved in the economic destructive process experimented with in Russia. At the end of 1998 it seemed that the seven years of economic reforms were lost. Compared with 1991, the year of the birth of the new Russian state, the quality of life in 1998 was worse in many ways and the August financial crisis was the last step on the way to the collapse of Russian economy. Finally, in 1998 default and immediate devaluation of the rouble were announced and in 1999 there were the first real signs of economic recovery, such as positive economic growth, especially in manufacturing. An unexpected “post–crisis” economic breakthrough surprised researchers of Russian economic reforms, because in 1998 most of them thought that the 1990s program of reforms had finally failed.

Since the financial crisis in August 1998, the Russian economic recovery has been driven mainly by:

• High international prices at the world market of oil and other Russian exports;

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• Growth of domestic production beyond the energy sector in the aftermath of rouble devaluation, due to import substitution.

Actually, since the beginning of the reforms in the Russian economy exports have been playing a key role in the economic development of the country. On average, they have accounted for one third of GDP in the last 20 years. This figure has not changed much during the whole period, except in 1992, when the proportion reached 60.4% and post–crisis 1999–2000 – 40% (See Table 4).

Table 4. Correlation of Russian exports and GDP

Year GDP, $bn Exports, $bn Share of exports in GDP, %1992 85.6 51.7 60.41993 183.8 58.6 31.91994 276.9 67.4 24.31995 313.5 82.4 26.31996 391.8 89.7 22.91997 405.0 86.9 21.51998 271.0 74.4 27.51999 195.9 75.6 38.6

Source: IMF, World Economic Outlook Database; Bank of Russia.

At the same time the share of oil and gas in Russian exports rose and the share of machinery and equipment decreased. In this scenario, the high volatility of commodity prices increased dramatically the vulnerability of the national economy to external risks.

Figure 2. Russian Import and Export balance

Source: Federal state statistics service of the Russian Federation [official site www.gks.ru].

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Table 5. Comparison between Argentina and Russia

Policy recommendations of the Washington

Consensus

Argentina Russia

Fiscal discipline

It was banned for the Central bank to finance the State budget. Therefore the deficit was covered by external borrowing through bond issues or loans from international financial institutions, particularly the IMF, WD and IDB.

Drastic budget cuts, budget deficit was financed by increasing public debt (for example, internal debt of the Russian Federation, expressed in Russian government securities increased from 0.09 to 451.05 billion roubles from 01.01.1993 to 01.01.1999).9

Prioritisation of public spending

The main component of the public spending was the payment of pensions. Secondly, with special emphasis on the second half of the decade, were the debt service payments. Behind them were spending on health, operating expenses and education. However, after the crisis of 1998, severe cuts were applied to all of the above except the payment of foreign debt.

At the beginning of the 1990s, social policy was aimed at increasing the share of social spending in total expenditure, but the effectiveness of social programs remained at a low level (e.g. sharp increase of population below the poverty line), which was one of the main reasons for the rapid increase in the budget deficit. However, social sphere was not a priority during the period of structural reforms.

Tax reform

Export taxes were eliminated, import tariffs were drastically reduced and a general 21.5% VAT was introduced.

In 1992 the Tax Code was approved, which introduced such taxes as income tax, individual tax, VAT, excises, land tax, etc. During 1990–2000 a series of laws and amendments were applied to the tax legislation.

Interest rates

Since 1991, interest rates were highly positive, determined by the market. This situation was formalised in 1992, with the reform of the charter of the Central bank.

The banking sector was privatised and liberalised, financial sector was created with a deregulated framework, opening access of foreign capital in the domestic market and allowing Russian banks and enterprises to borrow in foreign markets. After the shock therapy period (1992–1995), interest rates were positive.

9 Data from the Department of state debt and state financial assets of the Russian Federation, 2012. Available online at: http://www1.minfin.ru/common/img/uploaded/library/2011/02/sddolggod2011–0.pdf

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Policy recommendations of the Washington

Consensus

Argentina Russia

Exchange rates

The exchange rate was established by law 23.928. It was fixed and convertible: 1 Argentine Peso = 1 US Dollar, from 1991 to 2002

The formation of the currency market started in autumn 1989. On 1 July 1992 a floating exchange rate against the US dollar was introduced by the Bank of Russia, the rate was daily fixed at the Moscow Interbank Currency Exchange by a tendering mechanism.

Trade liberalisation

Export taxes were eliminated as were almost all quantitative restrictions. Taxes on imports were also drastically reduced from an average of 45% in 1990, to 11% in 2000.

On 15 November 1991, the Decree “On Liberalisation of foreign trade activities in the territory of the RSFSR” was passed. It allowed foreign trade activities for companies and individuals and the opening of foreign currency accounts. As a result the foreign trade turnover for the years 1992–2000 increased approximately 2.5 times.

Liberalisation of foreign direct

investment

It was possible to keep freely funds in Argentine pesos or U.S. dollars. Moreover, the entrance and exit of capital into the country was totally liberalised without minimum terms, restrictions or conditions of any kind.

The law on foreign investment (1999) proclaimed the right to establish institutions and set the regime for foreign investments and protection against unfair expropriation. The role of foreign capital in the creation and development of market institutions increased, but the legal regime of FDI kept restrictions.

Privatisation of state enterprises

Between 1990 and 1995 virtually all state enterprises were privatised, including oil, airlines, railroads, public services companies and the pension system.

Mass privatisation was carried out in accordance with the State Program: vouchers, direct sale of state property or auctions (1992–1994), secured auctions (1995) and privatisation rights on housing and land.

Deregulation and greater flexibility

Between 1990 and 1995 several measures of deregulation and flexibility were introduced, especially in prices and labour market. Deregulation in the business legal framework promoted a sharp increase of corruption.

State intervention was drastically reduced. Market gained importance as regulator of economic activity. Decentralisation of economic management was begun, increasing autonomy of private economic units.

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Policy recommendations of the Washington

Consensus

Argentina Russia

Legal security for property rights

Property rights were protected by local legislation and international agreements, especially since joining the WTO, in 1995.

Quick privatisation in the absence of a legislative framework did not contribute to the full legitimacy of private property formed in these years. During the period of structural reform local laws failed to make privatisation in conformity to international standards for the protection of property rights.

ConclusionsAs it was mentioned in the introduction, the cases that have been described in this article show substantial structural and circumstantial differences within them. However, it is also important to note that all of them have implemented – at different paces and extensions – the policies recommended by the Washington Consensus agenda with remarkable similar consequences in some aspects. Thus, in this conclusion the authors will try to address their similarities and specificities, as well as the general trends.

In the first place, it is worthwhile to mention that in all cases trade liberalisation combined with an overvalued exchange rate and low productivity affected negatively the balance of payments, tending to place emphasis on exports of primary goods and raw materials. In the case of Argentina it was impossible for local industries to compete with imported goods. This led to an increase in the number of bankruptcies and a rapid increase in unemployment. This dynamic was accentuated when the economy was growing, as there was a greater part of disposable income to spend on imports, and consumption turned to buy cheaper foreign goods in the detriment of local production. The case of Russia is a little different in this regard: even when there was a permanent surplus in the current account, there was a shift in the structure of foreign trade. Both exports and imports increased during this period, but exports were mostly composed of raw materials and imports of finished goods. This also led to bankruptcies of industries and an increase of unemployment, but combined with an external surplus.

In the second place, it is possible to state that high interest rates had two main negative consequences for local industries in these countries. On the one hand, there is the traditional contractionary effect on local investment and demand. On the other hand, deregulation of financial markets, foreign exchange and capital movements, combined with high interest rates set by

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the market promoted foreign speculative investment instead of productive investments. At the same time, deregulation for mobility of capital left the financial systems of these countries in positions of extreme fragility and high exposure to external shocks. The best example of this, were the major financial crises suffered by Russia in 1998 and by Argentina in 2001.

In the third place, in the described scenarios, internal and external debt plays a key role to sustain the economic model. In the case of Argentina, the only way to sustain the convertibility model was through indebtedness. The increase of external debt was not the result of “mismanagement” but, on the contrary, it was an indispensable condition for sustaining the economic model for 10 years as it was the only way to raise the needed foreign currencies for the Central bank reserves. When dollars stopped flowing into the Argentine financial system, especially after the “Tequila” crisis and even more after the Russian crisis, the only way to ensure those dollars was taking credits from the international financial institutions and the issuance of debt bonds. However, from 1997–1998, the ratio between dollars received and capital flight was almost 1 : 1 , which means that the Argentine economy was virtually taking on debt to finance capital flight of private local and foreign agents.

In the case of Russia, it is no coincidence that the debt was increasing during the years of macroeconomic stabilisation. The Russian government needed urgently to raise funds to alleviate the social situation and pursue its project of consolidation of the market economy system. In this context, the way to get these funds was the issuance of debt securities. In this way, it is possible to argue that under the WC model, external debt plays a key role in the economic growth in the short term, but it finally lead to a crisis in the medium–long term.

In summary, it is evident that there are direct causal connections between the nature of the structural reforms applied in these countries during the first half of the nineties and the respective crises that these economies suffered. The main conclusions that the authors can draw from the cases analysed are that neoliberal structural reforms don’t provide a long–term sustainable growth strategy, but instead of that, increase internal instability and external vulnerability. The first statement is based on the notorious volatility showed by the GDP evolution and the harshness of the crisis that followed the growth cycles (See Annex 2). In addition to that, when economies were growing, they were not effective in absorbing the unemployed labour force. Regarding the second statement, it is clear that economic openness and integration make national economies more vulnerable to external shocks (Foo, 2005). However, the particularity of this model is that the main channel of transmission of external vulnerability is the financial sector. This is confirmed by observing that the major crises in these countries were related to the financial sector.

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Conversely, as Argentina and Russia reversed much of the neoliberal reforms during the following decade, they showed a relatively successful performance despite the drop in export prices and world trade volume.

In short, the set of reforms promoted by the Washington Consensus was intended to open national economies to integrate them into the world economic order that emerged after the end of the Cold War. However, the main outcome of this model was that it generated a highly unstable equilibrium and it proved to be unable to ensure sustained growth in the medium to long term. Moreover, since the beginning of the new millennium a dramatic change in the global context is observed, characterized by the multipolarity of power and the growing role of emerging economies. After a decade of profound structural changes and instability during the 1990s, they began significant and sustained growth cycles since the early 2000s, promoted by the increase of commodity prices and integration in regional blocs, among other features. However, further research should be conducted on this topic to systematize the characteristics and projection of this phenomenon in the future global scenario.

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Reformas estructurales y crisis en las economías emergentes: los casos de Argentina y RusiaLeonardo Pataccini* y Elena Kinzhebaeva**

AbstractProbablemente, la última década del siglo XX haya sido testigo de las más impresionantes transformaciones económicas en la historia humana. El co-lapso de la URSS marcó un cambio dramático e irreversible en la estructura económica mundial combinada con un rápido proceso de integración global. Estos fenómenos implicaron también el surgimiento de nuevos paradigmas dominantes, tanto en materia económica como política, que se resumen en las políticas del Consenso de Washington. Impulsadas por este contexto, muchas economías emergentes comenzaron sus procesos de reformas es-tructurales, sobre la base de los nuevos axiomas.

Tomando los casos de Argentina y Rusia como ejemplos de economías que aplicaron reformas estructurales en el comienzo de la década de 1990, este artículo sostiene que las principales crisis económicas y financieras experi-mentadas por estos países durante las últimas dos décadas están directa-mente relacionadas con las características de las reformas aplicadas. Ade-más de eso, el principal resultado del modelo económico aplicado fue que generó una mayor inestabilidad interna y la vulnerabilidad externa y que fue incapaz de proporcionar la estrategia de crecimiento de largo plazo.

Palabras clave: Rusia, Argentina, las reformas estructurales, liberalización económica, Consenso de Washington, la crisis económica.

IntroducciónProbablemente, la última década del siglo XX haya sido testigo de las más impresionantes transformaciones económicas en la historia humana. Por un lado, el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas marcó un cambio dramático e irreversible en la estructura económica mundial, que llegó a estar dominado por una superpotencia sin paralelo en la historia humana precedente. Al mismo tiempo, este evento dio lugar a un rápido proceso de

* Universidad de Buenos Aires, Argentina.

** Universidad Federal de los Urales, Federación Rusa.

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integración económica mundial que profundizó las transformaciones que ya se estaban produciendo. Por último, otros fenómenos que se deben destacar son la aparición e imposición de nuevos paradigmas dominantes, tanto en materia económica como política. Impulsadas por este contexto de grandes cambios globales, muchas economías emergentes comenzaron sus respectivos proce-sos de reformas estructurales.

Tradicionalmente, las reformas estructurales fueron denominadas por el nombre eufemístico de “ajustes estructurales”. Estas son las políticas patro-cinadas principalmente por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Ban-co Mundial (BM) en países en desarrollo y emergentes, y su aplicación era una condición para recibir nuevos préstamos de dichas instituciones o para la obtención de menores tasas de interés sobre los préstamos existentes. En teoría, las condiciones fueron implementadas con el objetivo de garan-tizar que los fondos concedidos se utilizaran en conformidad con los obje-tivos generales del préstamo. En este sentido, los programas de reformas estructurales debían promover políticas que incrementaran la orientación de las economías de los países en desarrollo y emergentes a hacia el “libre mercado”. Estos programas incluyen cambios tales como la privatización, la desregulación, la disciplina fiscal y la severa reducción de las barreras comerciales. Las principales directrices de estas reformas fueron resumidas en el Consenso de Washington, un conjunto recomendaciones políticas de-sarrolladas a finales de la década de 1980.

Podría definirse como “economías emergentes” a aquellas economías nacio-nales que después de la caída de la URSS no estaban incluidas en el grupo de países desarrollados, el grupo de países subdesarrollados ni el grupo de economías de reciente industrialización. Así, este era un grupo muy hetero-géneo cuya principal característica común era que tenían las características mixtas de todos los grupos anteriores, pero que no pertenecían a ninguno de ellos. Es decir, tenían algunas características de los países desarrollados (por ejemplo, las altas tasas de alfabetización y áreas urbanas desarrolladas), de los países menos desarrollados (como los altos niveles de desigualdad y fuerte participación del sector primario) y de los países de reciente indus-trialización (por ejemplo, que tenían una base industrial, pero este no era el principal sector de sus economías). Además, estos países tenían una renta media alta y procuraban mantener un proceso de convergencia con las eco-nomías desarrolladas y de altos ingresos.

También es importante señalar que las economías emergentes que imple-mentaron estas reformas durante la década de 1990 tuvieron desempeños muy similares en los años siguientes, incluso en las crisis económicas. En este sentido, cabe mencionar que la mayoría de las crisis en las economías emer-gentes durante la década de 1990 y principios de 2000 mostraron dinámicas

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paralelas: inestabilidad financiera, recesión, default y devaluación. Con ligeros cambios en el orden de la causalidad, esta descripción se puede aplicar a los casos de México (1994), Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas (1997–1998), Rusia (1998), Brasil (1999), Turquía (2001) y Argentina (2002), entre otros. Por otra parte, las similitudes dentro de estas crisis parecen ir más allá: todos mos-traron esquemas comerciales y financieros altamente liberalizados, mercados desregulados, procesos de endeudamiento externo sostenido y una influencia considerable de las instituciones internacionales de crédito, a saber, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

En este contexto, el objetivo de este artículo es mostrar que las características de estas crisis están directamente vinculadas a las reformas estructurales llevadas a cabo en todos estos países desde finales de 1980 y principios de 1990. Para ello, los autores tomarán dos casos de estudio, Argentina y Rusia, y harán una comparación entre ellos con el fin de analizar las políticas aplicadas y sus consecuencias en ambos países.

De acuerdo con la definición anterior de economías emergentes, es posible argumentar que ambos países pertenecen a este grupo. De hecho, a pesar de algunas diferencias importantes, estos países también muestran intere-santes similitudes conceptuales. Por ejemplo, medidas por el Índice de De-sarrollo Humano de la ONU, ocupan posiciones muy cercanas en el ranking: Argentina es 45 y Rusia es 55 entre un total de 187 países. Además de esto, en el ranking de PBI per cápita en dólares realizado por el FMI para el año 2012, estos países también ocupan posiciones muy próximas: Argentina 55º ($17.917) y Rusia 58º ($17.518).

Los autores consideran que este artículo puede hacer una valiosa contribu-ción al análisis de este fenómeno económico, ya que el estudio de la relación entre crisis y reformas estructurales se hace desde una perspectiva com-parativa de dos casos presumibles diferentes. De hecho, los autores sos-tienen que las diferencias significativas entre estos países son muy útiles para poner de relieve las similitudes entre ellos y la influencia de las reformas estructurales en sus respectivas crisis. También se estima que estas cues-tiones se han tornado sumamente relevantes hoy en día, ya que las causas y características de la última crisis financiera, que comenzó en 2008, tienen mucho en común con los procesos que se describen en este artículo. Por lo tanto, la presentación de estos casos puede ayudar a pensar en el futuro de la economía mundial desde una perspectiva más amplia.

El artículo se estructura de la siguiente manera: en la próxima sección se presenta el marco teórico del análisis, centrado en el papel del Consenso de Washington. En las secciones 3 y 4 se describirán las respectivas reformas implementadas en Rusia y Argentina. Por último, las conclusiones a tratar de

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destacar las implicaciones de estos procesos para estos países hoy en día y sus conexiones con la actual situación mundial.

Consenso de WashingtonComo se señaló anteriormente, los cambios experimentados por estas eco-nomías solo pueden entenderse en el contexto del mundo unipolar que sur-gió después del fin de la Guerra Fría. En este escenario, la libertad de acción de los países emergentes se volvió mucho más restringida y el objetivo de la nueva potencia mundial era asimilar a sus economías en un esquema global (Anderson, 2003). Por un lado, estaban las economías del tercer mundo, que se encontraban agobiadas por el estancamiento y la deuda externa. Por otro lado, estaban las nuevas repúblicas independientes que antes estaban bajo la órbita de la Unión Soviética y se incorporaban al mundo capitalista. La hoja de ruta para llevar a cabo el proceso de transición y convergencias se refleja en el llamado “Consenso de Washington” (WC).

Oficialmente no existe ningún documento que formalice las directrices del WC. Sin embargo, es posible identificar un conjunto de instrumentos de po-lítica económica sobre los que diferentes actores institucionales que tienen sus oficinas centrales en Washington llegaron a un “consenso” (Williamson, 1990). Estos actores son el Congreso de los Estados Unidos, la rama ejecu-tiva del gobierno de Estados Unidos, las instituciones financieras interna-cionales (en particular el FMI y el BM), las agencias del gobierno federal de Estados Unidos, la Reserva Federal, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y las principales “think tanks” neoliberales (Brenta, 2002).

En concreto, las políticas del programa prescrito WC centraron en la estabili-zación macroeconómica, la apertura al comercio y la inversión extranjera y la expansión del mercado a expensas de las atribuciones estatales. Para cum-plir estos objetivos, el programa incluye diez recomendaciones de políticas específicas. Estas son: I) disciplina fiscal; II) priorización del gasto público; III) reforma fiscal; IV) liberalización de las tasas de interés; V) liberalización del tipo de cambio; VI) liberalización del comercio exterior; VII) liberalización de la inversión extranjera directa; VIII) privatización de las empresas estatales, IX) desregulación y flexibilización y X) seguridad jurídica de los derechos de propiedad.

En pocas palabras, la meta del WC era armonizar las relaciones económicas de las economías emergentes y las nuevas economías capitalistas con la economía de los Estados Unidos como la nueva potencia hegemónica mun-dial. La financiarización, liberalización, desregulación y privatización de los mercados nacionales financieros y de bienes abriría una etapa de numerosas posibilidades para la obtención de beneficios para los principales operado-res de Estados Unidos decididos a avanzar sobre estos territorios vírgenes.

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Las reformas en ArgentinaA principios de 1990, Argentina se enfrentaba a su propio período de tran-sición. Al igual que para la mayor parte de las economías latinoamericanas, la de 1980 fue una década de estancamiento sin crecimiento económico. De hecho, este periodo se refiere a menudo como “la década perdida”. Por otra parte, el país se encontraba en serias dificultades para cumplir con el pago de intereses y amortización de su gran deuda externa y también de su creciente deuda interna. En 1990, la deuda externa de Argentina era de U$S 61,700 millones, equivalente a 5 veces sus exportaciones anuales (Brenta, 2002). A lo largo de toda la década se impulsaron varios intentos de superar esta situación, pero ninguno de ellos se cumplió con sus objetivos, incluyen-do los planes de ajuste ortodoxos propuestas por las instituciones financie-ras internacionales.

En este contexto de persistente estancamiento, la primera ola de reformas estructurales preConsenso de Washington en Argentina tuvo lugar durante la segunda mitad de la década de 1980. Inspirado por el plan Baker, de 1985, las primeras reformas incluyeron la desregulación de las tasas de interés, la reducción de las barreras comerciales a las importaciones de bienes y un acuerdo comercial con Brasil, que posteriormente llevó a la formación del Mercosur. Sin embargo, estas medidas no lograron alcanzar los objetivos propuestos y, por eso, la privatización de las empresas estatales, que fue incluida inicialmente en el programa, no obtuvo la aprobación popular ni par-lamentaria. Fue en 1989 cuando el cambio se produjo, empujado por una combinación de problemas internos y externos.

Desde la adopción del Plan Brady, en 1989, todos los acuerdos firmados por el gobierno argentino con el FMI incluyeron condicionalidades sobre el compromiso de adoptar reformas estructurales. Estas eran: la desregulación de los mercados financieros y de bienes, la privatización de las empresas pú-blicas, el desarrollo de la intermediación financiera y los mercados de capital, la flexibilidad laboral, la reforma fiscal, la reforma del sistema de pensiones, la descentralización de la educación y la salud, y la reforma de la adminis-tración pública. Sin embargo, este proceso de transformaciones fue defini-tivamente impulsado por eventos relacionados con la economía doméstica.

Los episodios hiperinflacionarios que precedieron a las reformas estructurales en muchos países de América del Sur fueron esenciales para permitir su posterior aplicación (Brenta, 2002; Klein, 2007). Estos prepararon las condiciones para implementar reformas en virtud de los nuevos modelos de la estabilización macroeconómica. Además, eran instrumentos muy eficaces en la consecución de otros objetivos, como la liquidación de las deudas nominadas en moneda nacional. En 1989, el índice de precios al por menor en Argentina aumentó 3079%. La hiperinflación redujo la deuda denominado

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en moneda local. Medida en dólares, esta pasó de un valor de índice de 100, en diciembre de 1989 a 6,9, en enero de 1990 (Brenta, 2002). Debido a esto, un segundo episodio hiperinflacionario tuvo lugar a principios de 1990, con la liquidación de depósitos y valores del sistema financiero nacional y las deudas del sector público, provocado una fuga de capitales de la moneda nacional hacia el dólar, con la presión de la devaluación consiguiente. En 1990, el índice de precios al por menor creció 2,314% causando una redistribución violenta de la riqueza y el deslizamiento a millones de familias trabajadoras y de clase media a la pobreza.

En este escenario dramático, con la resistencia popular completamente do-blegada, se llevó a cabo libre y plenamente el conjunto de reformas estruc-turales promovidas por el Consenso de Washington. Para lograr esta misión, en 1989 se aprobó la “ley de Reforma del Estado” (Nº 23.696), que promovía la liberalización de los mercados de bienes y servicios y allanaba el camino para la privatización de las empresas estatales. Entre 1989 y 1994 Argentina aplicó la mayor parte de las reformas estructurales establecidas en el plan Brady.

El símbolo principal de las reformas estructurales llevadas a cabo en Argen-tina en los años noventa fue el denominado “Plan de Convertibilidad”. Este tomada su nombre de la Ley 23.928 “Convertibilidad del Austral”. La misma establecía que a partir del 1 de abril de 1991 entraba en vigor una tasa de cambio fija y convertible. También establecía la tasa entre la moneda local y la que se utilizaría de referencia: 1 Peso argentino = 1 Dólar estadounidense. La ley también establecía que el Banco Central debí vender todas las divi-sas necesarias para las operaciones de conversión al precio establecido e inmediatamente después, los pesos recibidos en la transacción debían ser retirados de circulación. Por último, también se estableció el requisito de equivalencia entre la base monetaria y las reservas de libre disponibilidad en oro y divisas extranjeras. Este marco legal establecía una política monetaria y de tipo de cambio de gran rigidez, a la vez que descartaba la financiación del gasto público. Los pesos solo podían ser emitidos en contra del cambio de las monedas extranjeras, prohibiendo que el Banco Central cubriera los déficits públicos o prestara apoyo a los bancos comerciales.

Además, por el Decreto 530/91, se eliminó el ingreso obligatorio y el comer-cio de divisas, lo que permitió a los operadores mantener libremente fondos en pesos o en dólares. También garantizaba el libre flujo de capitales hacia y desde el país. En otras palabras, hubo una liberalización de los movimientos de capital, incluyendo tanto la inversión financiera y como la directa. Esto fue reforzado por la plena liberalización del sistema bancario, incluyendo la privatización de casi todos los bancos públicos, la mayoría de ellos a propie-tarios extranjeros. Por otra parte, la adopción de los llamados lineamientos

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de Basilea–Plus, después de la crisis mexicana, profundizaron este proceso (O’Connell, 2005).

Estas medidas iniciales se complementaron con la privatización completa de todas las empresas de propiedad estatal, incluyendo la compañía aé-rea, la generadora de energía hidroeléctrica, la compañía petrolera naciona y la oficina de correos, entre otros. Este proceso implicó una reducción ra-dical del Estado, que incluyó la adopción de un sistema de pensiones mixto en 1994, y la virtual eliminación del seguro de desempleo. Como O’Connell (2005) señala, una de las principales críticas a este proceso surgió porque fue desarrollado “bajo sistemas de regulación extremadamente débiles o casi inexistentes, con los aranceles en algunos servicios clave dolarizadas e in-dexados al costo del índice de vida de Estados Unidos (de hecho la mayoría de las ventas –en particular los primeras– fueron inspiradas por las presiones para pagar la deuda más que guiadas por la idea de mejorar la eficiencia de la economía)”1.

En cuanto al comercio internacional, se produjo una fuerte reducción de los aranceles: el promedio al inicio de la década de 1990 fue del 45 por ciento y se redujo a casi un 11 por ciento para el año 2000 (O’Connell, 2005). Ade-más, casi todas las barreras no arancelarias fueron eliminadas y los inter-cambios con Brasil y el resto de los países del Mercosur fueron totalmente liberalizados (Rapoport, 2000). Por último, también es importante mencionar que la mayor parte de ‘gasto social’ fue trasladado a las provincias y sufrió severas reducciones.

Durante el comienzo de la convertibilidad los resultados fueron alentado-res. El PIB creció un 9,1% en 1991, 7,9% en 1992 y 8,2% en 1993. Sin embargo, después de que el impulso inicial, la tasa de crecimiento co-menzó a declinar: 5,8% en 1994, y cayó un 2,8% en 1995. La caída de 1995 estuvo principalmente vinculada a la crisis externa causada por la devaluación mexicana de finales de 1994. Este ahuyentó al capital de los mercados emergentes y debilitó las reservas internacionales de Argentina (Brenta, 2002). Entre finales de diciembre de 1994 y junio 1995 las reservas se redujeron de 17,2 mil millones dólares a $ 13.5 mil millones, y la base monetaria se redujo en un 19% en el primer semestre de 1995, arrastrando a la economía real. Esta crisis fue superada con la financiación del FMI, para la cual, las condiciones impuestas fueron que se aplicaran nuevas me-didas de apertura y liberalización. Después de la caída de 1995, las tasas de crecimiento fueron positivas, pero inestable: el 5,5% en 1996, 8,1% en 1997 y 3,9% en 1998, antes de comenzar un declive sin precedentes que duró más de 40 meses consecutivos.

1 Traducción del autor del original en inglés.

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Pero incluso antes de la crisis externa se percibían algunas consecuencias negativas de las reformas estructurales. Por un lado, durante los primeros años, aunque la economía estaba creciendo, el número de quiebras aumentó y hubo un aumento persistente del desempleo y el subempleo. Estos fenó-menos están directamente relacionados uno con otro, ya que la liberaliza-ción repentina del comercio combinada con tipo de cambio sobrevaluado hizo que productos locales que no pueden competir con las importaciones inundaban el mercado interno. En estas condiciones, miles de empresas se declararon en quiebra y millones de personas perdieron sus puestos de tra-bajo. En este sentido, como se muestra en la Tabla 1, la cuenta corriente de la balanza de pagos mostró déficits permanentes cada año desde 1992 hasta la devaluación de 2002.

Tabla 1 – Evolución del PBI, Balanza comercial, quiebras y Desempleo, 1991–2001

Año 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001

PBI (como % del año anterior)

9,1% 7,9% 8,2% 5,8% –2,8% 5,5% 8,1% 3,9% –3,4% –0,8% –4,4%

Cuenta Corriente

N.D.A. –5.558 –8.209 –10.981 –5.104 –6.755 –12.116 –14.465 –11.910 –8.955 –3.780

Nº de quiebras

772 840 1252 1400 2.279 2.469 2.232 2.468 2.438 2.665 2.426

Desempleo (%)

6,9 6,9 9,9 10,7 18,4 17,1 16,1 13,2 14,5 17 18

Fuente: Elaboración propia en Base a datos del INDEC y Breta, 2002.

Mientras tanto, las cuentas del sector público también comenzaron a mostrar inconsistencias: en 1994 el ahorro corriente del gobierno nacional se redujo y el superávit en efectivo desapareció a causa de la disminución de los ingresos del Estado, en gran medida debido a la ya mencionada privatización parcial del sistema de pensiones. El déficit público aumentó en 1998 y 1999 debido a que el ingreso corriente se redujo un 4% y 9%, respectivamente, como consecuen-cia de la depresión. Por otra parte, hay que añadir que durante esos años el gasto corriente aumentó por mayores pagos de intereses de la deuda externa, un elemento que se elevó de U$S 6,6 millones a U$S 8,2 mil millones. En 2000, la carga de intereses de la deuda externa e interna se incrementó en un 17%.

Con el fin de satisfacer las necesidades financieras, el gobierno recurrió al FMI en busca de ayuda (Kulfas, 2005). En marzo de 2000 se firmó un acuerdo

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por $ 10,5 mil millones, y en diciembre de 2000, un “blindaje” fue concretado por un monto cercano a $ 40 mil millones, con la participación de institu-ciones financieras internacionales, los bancos locales, y el Estado español, cuyas empresas nacionales habían realizado fuertes inversiones directas en la Argentina durante toda la década. Pero los indicadores económicos si-guieron empeorando: en 2000, el PIB cayó un 1%, el desempleo aumentó a más del 20% y se registró deflación. La inestabilidad y las escasas perspec-tivas de la economía de Argentina solo empeoraron su situación, por lo que el proceso de fuga de capitales se intensificó: de enero–diciembre 2001 se per-dieron aproximadamente U$S 9.000 millones de dólares de las reservas in-ternacionales, lo que equivale al 35% del total. Para tratar de detener la fuga de depósitos en el sistema financiero, el 3 de diciembre de 2001 se autorizó la dolarización opcional de los pasivos financieros y todas las operaciones activas fueron convertidas compulsivamente a dólares. Al mismo tiempo, se impuso una severa restricción sibre la disponibilidad de los depósitos en el sistema financiero, conocido como “Corralito Financiero”.

A pesar de estas medidas desesperadas, en el último trimestre de 2001 el PIB cayó un 10,3% en comparación con el mismo período en el año 2000. Como es bien sabido, a finales de diciembre de 2001 la crisis económica y las políticas arbitrarias llevaron a millones de ciudadanos a manifestarse con-tra el gobierno. Tras una feroz respuesta por parte del poder central, dejando un saldo de decenas de víctimas mortales, el Presidente De la Rúa y su ga-binete dimitieron. Después de una problemática transición, entre diciembre de 2001 y enero de 2002 se anunció default de la deuda externa y la deva-luación del peso argentino. Se aplicó un tipo de cambio diferenciado: el tipo de cambio oficial para el comercio exterior y otras determinadas operaciones sería de $1,40 por dólar (40% de depreciación) y el tipo de cambio para otras transacciones se fijaría en el mercado libre. Estas medidas terminaron con el símbolo principal del plan de convertibilidad: la paridad cambiaria entre el peso argentino y el dólar estadounidense. Sin embargo, muchas otras carac-terísticas estructurales que aún restaban se invirtieron durante los próximos años. La recuperación económica de la economía de Argentina se produjo en el segundo trimestre de 2002 y se basó en una recomposición del rol del estado, el superávit comercial, la sustitución de importaciones y una tasa de cambio competitiva, todo esto impulsado por el alza de los precios interna-cionales de las materias primas que Argentina exportaba.

Las reformas en RusiaDesde la década de 1990, Rusia también eligió el camino de las reformas estructurales y el financiamiento externo prescritos por el FMI y el Banco Mundial. Las reformas rusas, que incluyeron la privatización de las empresas estatales, la reforma fiscal, la reforma del código laboral, reforma de las pensiones, la reforma educativa, la reforma presupuestaria, la modificación

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del Código Forestal y otros, se desarrollaron con la participación directa de las instituciones financieras internacionales y se basaron en axiomas neoliberales (Zuev, 2012).

De acuerdo con el programa neoliberal, la formación de una economía de li-bre mercado tenía tres elementos principales: la liberalización, desregulación y privatización. Por lo tanto, de conformidad con los planes diseñados por los reformadores y con el fin de cambiar su estructura económica, Rusia tuvo que proceder a:

• “Liberar los precios” de bienes y servicios, lo cual estuvo pensado para proporcionar la determinación automática de su valor de mercado y elimi-nar el problema de la escasez en el mercado interno.

• Liberalizar el comercio, lo que aceleraría el intercambio de bienes y el cambio de la infraestructura comercial.

• Privatizar la propiedad pública, transfiriéndola –por una tarifa o de forma gratuita– al sector privado. Así, se esperaba crear una clase media de pequeños propietarios, que podrían participar en el negocio y participar en el mercado.

La transición a un modelo de mercado fue aprobado en octubre de 1991. En enero de 1992 se liberalizaron los precios pero la estructura productiva se-guía siendo oligopólica, lo que llevó a un proceso hiperinflacionario en el cual los precios se incrementaron hasta 150 veces (Yavlinsky et al., 1991). En este contexto, hubo un llamado «círculo dramático»: las empresas aumentaron los precios de sus productos tratando de reducir las pérdidas, esto reducía el poder adquisitivo del rublo y la capacidad de consumo de la población, lo que llevaba a un aumento forzado de los salarios nominales, iniciando una nueva fase del círculo. El déficit del presupuesto del Estado fue en aumento y al mismo tiempo las emisiones de dinero estaban creciendo. De esta manera, 1992 se convirtió en un símbolo de la inflación catastrófica. Recién en 1996 se consiguió reducir la inflación al 1% mensual.

Tabla 2 – Inflación rusa al final de cada año, 1992–1999 (variación % en el IPC)

1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999

2508,8 839,9 215,1 131,3 21,8 11,0 84,4 36,5

Fuente: FMI, World Economic Outlook Database.

En cuanto a la estabilización, en teoría, esta tenía como objetivo frenar la inflación y mejorar la situación financiera del estado. En el contexto del

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programa neoliberal, los intentos de mejorar la situación financiera del Estado se centraron principalmente en la reducción de la deuda pública y los gastos del estado. El argumento era que la no injerencia del Estado en la economía podría mejorar su eficiencia. Pero en realidad, la inmediata aplicación de estos cambios provocó una enorme crisis económica, que fue la principal característica del período de transición de Rusia. Durante el período 1991–1996, el descenso medio anual del PIB fue del 8,2%, y para la producción industrial, que fue del 13%.

Tabla 3. Evolución del PBI real de Rusia (variación % respecto del año previo)

1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999

PBI –14,5 –8,7 –12,7 –4,1 –3,5 0,8 –4,6 3,2

Fuente: Instituto Gaidar de Política económica (Russian Economy in 1992–1999. Trends and Outlooks) [www.iep.ru]

Como ya se ha señalado, el periodo de transición estuvo a transformaciones estructurales, tales como cambios en las estructuras de precios y/o volúmenes de producción de los distintos bienes y servicios. Esto significó que los precios de algunos bienes aumentaron varias veces más rápido que otros. La producción de algunos bienes, como maquinaria y el equipo, se redujo drásticamente, pero la producción de otros productos básicos no cambió significativamente, o incluso aumentó, como petróleo y el gas. Es importante mencionar que estos cambios estructurales se produjeron durante todo el período de transición, no solo en el momento de la liberalización de los precios.

El endeudamiento interno y externo ayudó a alcanzar una precaria estabili-dad financiera y, sobre todo, a financiar el déficit presupuestario. Un de los principales condiciones para el nuevo estado fue que después de la caída de la Unión Soviética, la Federación Rusa se comprometió a pagar la mayor parte de la deuda externa de la URSS. Sumado a eso, la deuda externa del país durante el período de transición aumentó de forma espectacular: en 1985 ascendía a 28.3 mil millones de dólares, en 1990 aumentó a 59.8 mil millones dólares, en 1993, 80 mil millones de dólares, y en 1999 superó 140 mil millones de dólares.

Por su parte, la privatización de la propiedad estatal comenzó el 14 de agosto de 1992 con el decreto sobre los bonos de privatización firmados por B. Yeltsin. Los “Cupones” fueron el componente principal de la primera etapa de la privatización (1992–1994). Su principal objetivo era dar igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos, ya que hasta entonces estos habían compartido la propiedad común del país. Sin embargo, cuando el proceso de

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privatización se inició, los precios de mercado de las empresas no se habían determinado aún. En ese contexto, la base para la venta de la capacidad productiva del estado se fijó en un valor arbitrario establecido por el Gobierno de la Federación de Rusia y se distribuyó por igual entre toda la población, incluidos los niños2. La participación de cada ciudadano ruso fue de 10 mil rublos, pero debido a la enorme inflación, a finales de 1993 casi la totalidad de su poder adquisitivo se había perdido. En la práctica, los Cupones funcionaban casi como “cheques al portador”, y debido a los fuertes retrasos de los niveles salariales, las demoras sistemáticas y los impagos, se convirtieron en un objeto de comercio. Por lo tanto, los cupones fueron comprados por los que tenían el dinero para pagarlo muy por debajo de su precio nominal, lo que provocó una fuerte diferenciación dentro de la sociedad rusa.

La deuda interna también aumentó drásticamente durante la década de 1990. Desde 1993, es posible distinguir tres etapas en la historia de la deu-da pública interna (Pichugin, 1995). La primera etapa se refiere al período 1993–1995: este se caracteriza por el pequeño tamaño de la deuda interna y su lento crecimiento, que consta solo de dos tipos de valores – Los bonos soberanos (OVGVZ) y las letras del tesoro. En la segunda fase – 1996–1997 – se produjo un fuerte aumento de la deuda pública. Esta vez las letras del Tesoro, bonos (OFZ), bonos de préstamos al ahorro del Estado (OGSZ) y OVGVZ fueron los principales instrumentos utilizados. La tercera etapa en el desarrollo de la deuda interna llegó después del default de agosto de 1998, cuando el mercado de valores públicos se redujo significativamente.

Gráfico 1. Deuda pública interna y externa

2 La población de Rusia en ese momento era de 148.700.000 habitantes.

Fuente: Banco de Rusia [Disponible online en: www.cbr.ru]

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El 27 de octubre de 1997, el índice Dow Jones Industrial Average cayó a un valor mínimo récord de 554 puntos y esta fecha puede considerarse como el inicio de la crisis financiera en Rusia, que destruyó todos los resultados macroeconómicos alcanzados hasta 1997 y cambió el curso de las reformas económicas. Obviamente, el agravamiento de la crisis financiera mundial y la caída de precios de las exportaciones en el mercado internacional también influyeron en el proceso económico destructivo experimentado por Rusia. A finales de 1998 parecía que los siete años de reformas económicas se habían perdido. En comparación con 1991, el año del nacimiento del nuevo Estado ruso, la calidad de vida en 1998 era peor en muchos aspectos y la crisis financiera de agosto había sido el último paso en el camino hacia el colapso económico. En este marco, en 1998 se anunciaron default y la devaluación inmediata del rublo y en 1999 se observaron los primeros signos reales de recuperación de la economía, representado por el crecimiento económico positivo, sobre todo en el sector manufacturero. Un inesperado avance económico “post–crisis” sorprendió a los investigadores de las reformas económicas rusas, ya que en 1998 la mayoría de ellos pensaron que el programa de reformas de 1990 finalmente había fracasado.

Desde la crisis financiera en agosto de 1998, la recuperación económica de Rusia ha sido impulsada principalmente por:

• Los altos precios internacionales en el mercado mundial del petróleo y de otras exportaciones rusas.

• El crecimiento de la producción nacional más allá del sector de la energía, promovido por la devaluación del rublo, que posibilitó la sustitución de importaciones.

De hecho, desde el comienzo de las reformas las exportaciones han estado jugando un papel clave en el desarrollo económico del país. En promedio, las exportaciones han representado un tercio del PIB en los últimos 20 años. Esta cifra no ha cambiado mucho durante todo el período, excepto en 1992, cuando la proporción alcanzó el 60,4% y después de la crisis 1999–2000, que llegaron al 40% (Ver Tabla 4).

Tabla 4. Correlación entre las exportaciones y el PBI de Rusia, 1992–1999

AñoPBI (en miles de millones de $)

Exportaciones (en miles de millones de $)

% de las exportaciones sobre el PBI

1992 85,6 51,7 60,4

1993 183,8 58,6 31,9

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AñoPBI (en miles de millones de $)

Exportaciones (en miles de millones de $)

% de las exportaciones sobre el PBI

1994 276,9 67,4 24,3

1995 313,5 82,4 26,3

1996 391,8 89,7 22,9

1997 405,0 86,9 21,5

1998 271,0 74,4 27,5

1999 195,9 75,6 38,6

Fuente: FMI, World Economic Outlook Database; Banco de Rusia.

Al mismo tiempo, la proporción de petróleo y gas en las exportaciones rusas se elevó y la participación de la maquinaria y equipo disminuyó. En este escenario, la alta volatilidad de los precios de los productos básicos aumentó dramáticamente la vulnerabilidad de la economía nacional rusa a los sucesos externos.

Gráfico 2. Balance Importaciones–Exportaciones de Rusia, 1992–1999

Fuente: Servicio Estadístico del Estado Federal de la Federación Rusa [Sitio oficial www.gks.ru].

ConclusionesComo se mencionó en la introducción, los casos que se han descrito en este artículo muestran sustanciales diferencias estructurales y coyunturales entre de ellos. Sin embargo, también es importante tener en cuenta que estos dos países han puesto en práctica –a ritmos y extensiones diferentes–

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las políticas recomendadas por la agenda del Consenso de Washington con consecuencias notablemente similares en algunos aspectos. Por lo tanto, en esta conclusión los autores tratarán de abordar sus similitudes y particularidades, así como las tendencias generales.

En primer lugar, vale la pena mencionar que en ambos casos la liberaliza-ción del comercio combinado con un tipo de cambio sobrevaluado y la baja productividad influyó directamente sobre la balanza de pagos, que tiende a poner énfasis en las exportaciones de bienes primarios y materias primas en detrimento de las exportaciones con valor agregado. En el caso de Ar-gentina era imposible que las industrias locales pudieran competir con los productos importados. Esto llevó a un aumento en el número de quiebras y un rápido aumento en el desempleo. Esta dinámica se acentuó en los ciclos de crecimiento, ya que había una gran parte de los ingresos disponibles para gastar en las importaciones y el consumo se orientó productos extranjeros más baratos en perjuicio de la producción local. El caso de Rusia es un poco diferente a este respecto: incluso cuando hubo un superávit permanente en la cuenta corriente, se produjo un cambio en la estructura del comercio ex-terior. Tanto las exportaciones como las importaciones aumentaron durante este período, pero las exportaciones se compusieron sobre todo de materias primas y las importaciones de productos terminados. Esto también llevó a la quiebra de las industrias y un aumento del desempleo, pero combinado con un superávit externo.

En segundo lugar, es posible afirmar que las altas tasas de interés tuvieron dos principales consecuencias negativas para las industrias locales de estos países. Por un lado, se observa el efecto contractivo tradicional sobre la in-versión y la demanda local. Por otra parte, la desregulación de los mercados financieros, de divisas y de movimientos de capital, junto con las altas tasas de interés fijadas por el mercado promovió la inversión extranjera especulati-va en lugar de las inversiones productivas. Al mismo tiempo, la desregulación de la movilidad del capital dejó a los sistemas financieros de estos países en posiciones de extrema fragilidad y alta exposición a los shocks externos. El mejor ejemplo de esto, fueron las grandes crisis financieras sufridas por Rusia en 1998 y por Argentina en 2001.

En tercer lugar, en los escenarios descritos, la deuda interna y externa desempeña un papel clave para sostener el modelo económico. En el caso de Argentina, la única manera de sostener el modelo de la convertibilidad fue a través del endeudamiento. El aumento de la deuda externa no fue el resultado de una “mala gestión”, sino, por el contrario, fue una condición indispensable para el sostenimiento del modelo económico durante 10 años, ya que era la única manera de obtener las divisas necesarias para las reservas del Banco Central. Cuando dólares dejaron de acudir al sistema financiero argentino,

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especialmente después de la crisis “Tequila” y aún más después de la crisis rusa, la única manera de garantizar esos dólares fue la toma de créditos concedidos por las instituciones financieras internacionales y la emisión de bonos de la deuda. Sin embargo, desde 1997–1998, la relación entre los dólares recibidos y la fuga de capitales fue de casi 1: 1, lo que significa que la economía argentina estaba prácticamente tomando deuda para financiar la fuga de capitales de los agentes privados locales y extranjeros.

En el caso de Rusia, no es casualidad que la deuda aumentara durante los años de la estabilización macroeconómica. El gobierno ruso necesitaba con urgencia recaudar fondos para paliar la situación social y llevar a cabo su proyecto de consolidación del sistema de economía de mercado. En este contexto, la manera de conseguir estos fondos fue la emisión de títulos de deuda. De esta manera, es posible argumentar que bajo el modelo de WC, la deuda externa juega un papel clave en el crecimiento económico en el corto plazo, pero que finalmente conduce a una crisis en el medio–largo plazo.

Es evidente que existen relaciones causales directas entre la naturaleza de las reformas estructurales aplicadas en estos países durante la primera mitad de los noventa y las respectivas crisis que estas economías sufrieron sobre el final del decenio. Las principales conclusiones que los autores pueden ex-traer de los casos analizados son que las reformas estructurales neoliberales no proporcionan una estrategia de crecimiento sostenible a largo plazo, pero en vez de eso, aumentan la inestabilidad interna y la vulnerabilidad externa. La primera afirmación se basa en la notoria volatilidad mostró por la evolu-ción del PBI de estos países y la dureza de la crisis que siguió a los ciclos de crecimiento. Además, cuando las economías estaban creciendo, la estructu-ra productiva no era capaz de generar la inclusión de la mano de obra des-empleada. En cuanto a la segunda afirmación, es evidente que la apertura económica y la integración hacen que las economías nacionales sean más vulnerables a los shocks externos (Foo, 2005). Sin embargo, la particularidad de este modelo es que el principal canal de transmisión de la vulnerabilidad externa es el sector financiero. Esto es confirmado por el hecho de que las grandes crisis en estos países estuvieron relacionadas con el sector finan-ciero. Por el contrario, cuando Argentina y Rusia revirtieron gran parte de las reformas neoliberales en la década siguiente, mostraron un desempeño relativamente exitoso a pesar de la caída de los precios de exportación y el volumen de comercio mundial.

En síntesis, el Consenso de Washington fue un proyecto que pretendió abrir a las economías nacionales para integrarlos en el orden económico mundial que surgió tras el fin de la Guerra Fría. Sin embargo, el principal resultado de este modelo fue generar un equilibrio altamente inestable y ha demostrado ser incapaz de asegurar un crecimiento sostenido en el mediano y largo

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plazo. Como contrapartida, desde el inicio del nuevo milenio se observa un cambio dramático en el contexto global, caracterizado por la multipolaridad del poder y el papel creciente de las economías emergentes. Después de una década de profundos cambios estructurales e inestabilidad durante la década de 1990, los países aquí analizados comenzaron sostenidos ciclos de crecimiento desde la primera década de 2000, promovidos por el aumento de los precios de los productos básicos y la integración en bloques regionales, entre otras características. Sin embargo, aún se deben realizar investigaciones sobre este tema para sistematizar las características y proyección de este fenómeno en el futuro escenario mundial.

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La industria argentina frente a los cambios globales: de la política comercial a la integración regional*Diego Coatz**, Pablo Dragún*** y Marianela Sarabia****

¿Por qué a la luz de los problemas actuales, tanto a nivel internacional como local, se debe poner nuevamente en escena la implementación de una es-trategia de desarrollo y, principalmente, de desarrollo industrial? ¿Por qué la inserción externa y el canal comercial cobran tanta importancia –pasando de la impronta mercantilista del saldo comercial a las políticas de administración del comercio y la promoción comercial–? ¿Cuáles son los pros en términos de integración productiva y cohesión social frente al mero crecimiento? En un contexto signado por los cambios globales resulta clave abordar las en-crucijadas que atraviesa la agenda argentina de desarrollo, en particular en lo que hace al entorno productivo. Este documento parte del análisis del contexto global y latinoamericano para responder a los interrogantes locales focalizando en los desafíos de la política de desarrollo industrial en el plano local –nacional o regional, según el caso–.

A tal fin, la primera sección da cuenta de las transformaciones globales des-de una perspectiva regional, incluyendo dinámicas recientes de América la-tina hasta plasmar la crisis de los paradigmas tradicionales. El rediseño de estos paradigmas pone en jaque toda realidad productiva nacional, siendo atravesada por una carrera global por la incorporación de valor agregado, lo que se describe en la primera subsección. A continuación se da cuenta de la escalada de un proteccionismo mundial cada vez más sofisticado que, par-cialmente, responde a los intentos de preservar segmentos estratégicos de la producción para preservar el crecimiento del valor agregado local.

* Las opiniones vertidas en el presente documento son exclusiva responsabilidad de los autores, no la posición de la entidad. Los autores agradecen profundamente a todo el equipo del CEU por los valiosos aportes y comentarios.

** Es Economista Jefe del Centro de Estudios de la UIA (CEU) y Secretario de SIDbaires.

*** Es especialista en temas sectoriales.

**** Es especialista en economía internacional y laboral del CEU.

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La segunda sección describe los desafíos de la Argentina frente a la es-trategia de desarrollo, particularmente desarrollo productivo. Para ello, se remite al estudio de la matriz productiva y la destrucción de enca-denamientos locales resultante de los cambios ocurridos entre los años setenta y el final de la convertibilidad. Menores eslabonamientos internos conllevan a que la economía en su conjunto necesite una mayor suma de divisas como contraparte de los requerimientos crecientes de bienes y servicios extranjeros. De ese modo, se reconoce un déficit comercial creciente en manufacturas de origen industrial (MOI) que constituye un problema crónico de la estructura productiva. Este déficit tiene una parti-cularidad: desde el punto de vista de la industrialización nacional, reviste un carácter estratégico puesto que la economía argentina concentra un intercambio deficitario en MOI con potencias industriales, en tanto las tradicionales –países fundadores de la Unión Europea y los Estados Uni-dos– y las emergentes –China y Brasil–.

Las dos secciones restantes apuntan a conformar una agenda de política de mediano y largo plazo. Por un lado, se pone foco en la importancia de la integración regional como plataforma del desarrollo industrial apelando tanto a la mayor escala de un mercado ampliado como a la regionalización del comercio internacional. Por otro, se da cuenta de la potencialidad para avanzar en estrategias sectoriales de modo tal que se dinamice el crecimiento de la economía en su conjunto con miras a eludir el estrangulamiento externo recurrente y desarrollar capacidades locales en un mundo dominado por la incertidumbre y el cambio de paradigmas tecno–productivos.

1. La región frente a los nuevos paradigmas globalesLa crisis europea, la desaceleración de China e India y la contracción de la industria brasileña de transformación desde marzo de 2011 –pese a repuntes esporádicos–, son algunos de los elementos claves que contribuyen a aumentar la incertidumbre global. A esto se suma la senda del magro –cuando no nulo– crecimiento de los países desarrollados que, tras la implementación de algunos paquetes de ajuste, tienden a reforzar la tendencia creciente de la tasa de desempleo. De hecho, el número de desocupados en Estados Unidos, Europa y Japón supera largamente los 50 millones de personas, con mayor incidencia de dicho indicador entre los jóvenes (OIT, 2012).

Pese a los avances con relación a la inclusión de grandes masas a través del consumo registrados recientemente, todavía un tercio de la población mundial está vinculada con la agricultura de subsistencia y más de la mitad de dichas personas está concentrada en China e India. Lejos de tener alguna vinculación con la agricultura extensiva –o, en otros términos, intensiva en capital y conocimiento–, como la de Estados Unidos o la de los sectores más

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dinámicos de América latina; en la agricultura de subsistencia predomina, como antaño, una organización del trabajo precaria, ciertas veces concen-trada en el núcleo familiar, con exiguos ingresos que contribuyen a perpetrar la pobreza.

Uno de los principales interrogantes entre los líderes de China e India radica en cómo mantener el vigor económico para incorporar a un segmento mayor de su población a partir de salarios crecientes. La resolución de dilemas como estos, sumamente relevantes para la expansión y la integración de cada uno de dichos países en la esfera doméstica, tanto en materia de indicadores sociolaborales, de consumo de los hogares, no son ajenos al Cono Sur. La emergencia silenciosa de Asia y la crisis internacional desatada en el centro de las potencias industriales tradicionales conlleva al cuestionamiento de los paradigmas dominantes tanto en materia económico–productiva como en lo referente a la estructura y desbalances del poder mundial–.

De hecho, se evidencia una “pérdida” aparente de la hegemonía por parte de los países más desarrollados, mutando hacia la ausencia de centros únicos de gravitación política y económica. En este sentido, bajo un paraguas regulacionista, Boyer (2013) discute la viabilidad del “no sistema” resultante de la descomposición de régimen post Bretton Woods. En particular, tras aludir a diversos estudios sobre los orígenes y limitaciones de la estrategia de desarrollo de China; señala que el Estado ha construido un complejo sistema de reciprocidad contractual que vincula distintas jurisdicciones de gobierno y múltiples esferas bajo un patrón de crecimiento impulsado por la competencia, bosquejando una impronta propia en la evolución del capitalismo global durante el siglo XXI. En tanto, la provisión de servicios básicos como educación, salud y vivienda ha quedado prácticamente fuera de la órbita estatal y el consumo –como porcentaje del PIB– muestra una tendencia decreciente.

En este nuevo escenario multipolar, la conformación de alianzas aparece como uno de los principales factores de poder, ya que cada uno de los actores por separado no podrá tener la fortaleza suficiente para imponer su voluntad. La muestra más elocuente de ello es la conformación de bloques regionales e interregionales que se han ido tejiendo desde la segunda mitad del siglo pasado hasta nuestros días y que han ido progresivamente ganando poder y protagonismo. Entre ellos, podemos encontrar conjunciones supranacionales de distintas índoles, con objetivos diversos y con diferentes factores de cohesión como la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático o ASEAN, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, el Mercosur; por nombrar algunos de ellos.

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En materia de integración económica, particularmente comercial, en Europa el comercio intrazona de bienes representa tres cuartos del total de las exportaciones del bloque en este rubro; en Asia y en América del Norte supera la mitad mientras que en América del Sur y Central apenas alcanza un cuarto del volumen exportado del continente. Puntualizando en las importaciones de América del Sur, solo el 18% correspondió a importaciones intrazona durante 20101, proporción que ha ido en descenso durante la última década pese a que la región en su conjunto registró su período de mayor crecimiento la primera década del siglo XXI desde los años ochenta, expandiéndose a un ritmo superior al de la media mundial (Gráfico 1).

Gráfico 1

71

5348

27

20

139

0

10

20

30

40

50

60

70

80

Europa Asia América del Norte

América del Sur y Central

Com.Estados Independ.

África Oriente Medio

Comercio intrarregional de mercancías Como porcentaje de las exportaciones totales de cada bloque (2011)

Fuente: CEU-UIA en base a datos de OMC.

La integración también se da paralelamente en el plano político, donde aparecen nuevas asociaciones como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o nuevos agrupamientos multilaterales en torno a cuestiones generales o específicas en el marco de las Naciones Unidas, como el G20 (surgido luego de la crisis financiera de 2008) o el G–77 más China. Estos foros multilaterales suelen abordar problemáticas globales en un ámbito

1 Se consideró el total de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela conforme datos de Badecel (CEPAL) y estimaciones propias.

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más amplio y heterogéneo que el G7 o el G8. En resumidas cuentas, el mundo se encuentra transitando una coyuntura compleja e incierta, dando lugar a numerosos interrogantes en busca de respuesta a mediano plazo. El escenario actual, en plena transformación, dista de manifestar una tendencia lineal y clara, lo cual plantea una serie de desafíos tanto en materia geo–política como geo–comercial y geo–industrial para redefinir los patrones sobre los cuales se desenvolverán los procesos de desarrollo de las próximas décadas.

1.1. La carrera por el valor agregado: replanteo de los paradigmas productivos tradicionales

El resurgimiento de Asia como región dinámica bosqueja una nueva fase del comercio mundial, generando amenazas y oportunidades para nuestros países. Prueba del desempeño satisfactorio de la región fue la resiliencia de los países latinoamericanos durante la fase más aguda de la crisis internacional que viene acechando a la economía global desde mediados de 2007. Los países de América del Sur y Central se destacaron por lograr mayores tasas de crecimiento en la última década y por resistir mejor que México y el Caribe la recesión mundial de 2008–2009 (Cuadro 1). Estas diferencias se debieron a los distintos grados de integración financiera internacional con mayor o menor vulnerabilidad a los ciclos de liquidez de países centrales2; la exposición particularmente de México, algunos países de Centro América y el Caribe al ciclo real de los Estados Unidos, además de la fragilidad de su propio mercado; las políticas implementadas en cada uno de los países y especialmente en función de las diferencias en la evolución de los precios internacionales y su incidencia en la mejora de los términos intercambio (Gráfico 2).

Cuadro 1

1971-1980 1981-1990 1991-200 2001-2010Africa subsahariana 3,7 1,9 2,3 5,2América del Norte 3,3 4,4 3,4 2,1América Latina y Caribe 5,7 1,3 3,2 3,8Asia oriental y el Pacífico 4,8 4,7 3,1 4,2Asia meridional 3,0 5,4 5,2 7,5Europa y Asia central 3,2 2,4 1,9 2,0Oriente Medio y África septentrional 8,6 1,8 4,1 4,8Países árabes … 1,5 3,9 4,9Mundo 3,9 3,5 2,9 3,0Fuente: CEPAL

2 Varios aspectos de la crisis financiera actual y la mayor vulnerabilidad de las economías emer-gentes reproduce muy nítidamente el esquema de Minsky (1977).

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Gráfico 2

90

110

130

150

170

190I-0

2II-

02III

-02

IV-0

2I-0

3II-

03III

-03

IV-0

3I-0

4II-

04III

-04

IV-0

4I-0

5II-

05III

-05

IV-0

5I-0

6II-

06III

-06

IV-0

6I-0

7II-

07III

-07

IV-0

7I-0

8II-

08III

-08

IV-0

8I-0

9II-

09III

-09

IV-0

9I-1

0II-

10III

-10

IV-1

0I-1

1II-

11III

-11

IV-1

1I-1

2II-

12III

-12

IV-1

2

Índi

ce b

ase

1993

= 1

00Evolución de los términos de intercambio

2002-2012

Índice de Términos de IntercambioÍndice de Términos de Intercambio MOI *Índice de Términos de Intercambio de MOA+Prod. Primarios **

FUENTE: CEU UIA en base a datos de ICA-INDEC y MECON. (*)calculado como cociente entre precios de las exportaciones de MOI y el precio prom. pond. de bs de capital, intermedios y piezas. (**)calculado como cociente entre el promedio ponderado de los precios de exportaciones MOA y Productos Primarios y los precios de las importaciones destinadas a bs de consumo.

VARIACIÓN CON RESPECTO A I-06:TI total: +32%

TI de MOI: +5%TI MOA + Prod.Prim: +87%

18,8%

18,2%17,7%

17,4%17,0% 16,8%

16,6%16,1%

13%

14%

15%

16%

17%

18%

19%

20%

2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Participación de la industria manufacturera en el valor agregado de America Latina

Fuente: CEU-UIA en base a CEPAL

Asimismo, los países sudamericanos exportadores de bienes intensivos en recursos naturales se vieron beneficiados: se generó una oportunidad de un crecimiento económico más rápido. Claro que esto también implicó un riesgo a largo plazo en la estructura productiva y un posible debilitamiento de la inversión en sectores industriales o no transables no ligados a los recursos naturales (Gráfico 3). El auge de los productos básicos y del flujo de capital hacia la región alejaron los problemas de la balanza de pagos en estos países, aunque trajo aparejado un motivo de preocupación: la tendencia a la “reprimarización” de la matriz comercial y la pérdida de peso de los bienes industriales, especialmente de los no tradicionales, los cuales están asociados con un mayor contenido de conocimiento y potencialidad de difusión del progreso técnico en la estructura productiva. Esto puede acarrear problemas socioeconómicos en materia de empleo y obstaculizar la sostenibilidad del crecimiento a mediano plazo (Frenkel y Rapetti, 2011).

Gráfico 3

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A su vez, un estudio reciente (ABD, IADB y ABDI, 2012) señala que la re-lación comercial entre Asia y América latina no da cuenta de los cambios experimentados durante la última década en ambas regiones ya que el flujo comercial se caracteriza por el intercambio de materias primas por produc-tos manufacturados. Es más, enfatiza la escasez de relativa de tierra, agua y recursos minerales en el continente asiático, salvo contadas excepciones. Sin embargo, la experiencia regional indica que la especialización total en productos primarios no genera trayectorias dinámicas de la productividad, empleo y crecimiento económico de largo plazo3. En un proceso de creci-miento virtuoso, la productividad y el empleo se expanden al mismo tiempo sin que se produzcan presiones en el sector externo. En este sentido, la experiencia latinoamericana muestra que aún en el marco del período de crecimiento de la última década, la brecha de desarrollo de la región con los países desarrollados y especialmente con aquellos de industrialización reciente sigue vigente4.

Con respecto a la producción industrial, se observaron fuertes diferencias en la evolución de la actividad durante los últimos años, aunque –en todos los casos– la crisis internacional de 2008–2009 afectó significativamente a la producción global. Mientras que China mantuvo un crecimiento del producto industrial del 10% en 2012 (lo cual representó una desaceleración respecto del 13,9% que había mostrado en 2011); Estados Unidos y México –muy dependiente de la dinámica norteamericana–, crecieron cerca del 4%. Por su parte, los países de la Unión Europea, fundamentalmente España5 e Italia, mostraron fuertes caídas (superiores al 6%) (Gráfico 4). Por su parte,

3 En la actualidad el sector agrícola ha modificado su estructura planteando un modelo de or-ganización productiva basado en una red de agentes que retroalimenta un circuito innovativo. Particularmente para el caso de Argentina la forma de organización de la “producción biológica controlada”, donde se presenta un paquete tecnológico de siembra directa y semilla transgé-nica, amplía el conjunto de agentes económicos involucrados en la producción y rebalancea el poder en los procesos de generación y captación de rentas. No obstante, la amplitud territorial y cantidad de habitantes de la región implican la necesidad de agregar valor en origen con un entramado pyme empresarial más dinámico. Para un análisis detallado, ver: Bisang, Anllo y Campi (2008).

4 Mientras que la productividad del trabajo en América Latina y el Caribe creció levemente du-rante los últimos 30 años, en los países asiáticos de industrialización reciente casi se triplicó. La divergencia entre las regiones se relaciona con cambios en el patrón de especialización. A modo de ejemplo en Corea del Sur y Taiwán se llevaron adelante políticas industriales que se complementaron con una política macroeconómica que favoreció el desarrollo de los sectores transables. Existió la decisión estratégica de industrializarse y competir en el mercado sobre la base de bienes de elevado contenido tecnológico. En cambio, estas políticas no se hicieron presentes y permanentes en la región en el marco de una mayor volatilidad macro y baja acu-mulación de capacidades. Para profundizar, ver: Torija Zané, E. (2012), Desarrollo industrial y política macroeconómica de los dragones asiáticos: 1950–2010. CEPAL.

5 España llegó a acumular una caída del 26,5% acumulada en 5 años hasta fines de 2012.

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Alemania también mostró una leve contracción, aunque luego de un año de fuerte crecimiento al 7,7%. Estas cifras reflejan claramente el mundo con tensiones y disparidades productivas ya mencionadas.

Gráfico 4

-15%

-10%

-5%

0%

5%

10%

15%

20%

2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013e

Evolución de la actividad industrial en países seleccionados

2003-2012

ARGENTINA CHILE

BRASIL EEUU

MÉXICO

Fuente: CEU UIA basado en datos de cámaras empresariales argentinas y estadísticas oficiales de cada país. Nota: las estimaciones para 2013 fueron extraídas de Consensus Economics.

-6,5%

-6,0%

-2,8%

-2,2%

-0,8%

0,0%

2,4%

3,9%

3,8%

10,0%

0,2%

-1,4%

0,2%

7,1%

7,7%

4,9%

8,0%

4,0%

4,1%

13,9%

-10% -5% 0% 5% 10% 15%

Italia

España

Brasil

Argentina

Alemania

Colombia

Chile

México

EE.UU.

China

Variación de la producción industrial

2011 2012

Fuente: CEU-UIA basado en datos de cámaras empresariales argentinas y estadísticas oficiales de cada país.

Gráfico 5

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América del Sur no estuvo exenta de esta dinámica. En el caso de Argentina y Brasil, tras varios años de crecimiento sostenido, presentaron un 2012 con caídas del 2,2% y 2,8%, respectivamente. Durante 2012, el mundo creció 2,6% mientras que la región lo hizo en torno al 4,2% (con excepción de Argentina y Brasil). Crecer por debajo de la media mundial y regional es un lujo que tanto Argentina como Brasil no se pueden dar, más aún en un contexto de términos de intercambio favorables y liquidez internacional. Esta dinámica combinó tensiones internas con dificultades en el plano global. Sin embargo, es dable destacar que la actividad industrial en Argentina creció sostenidamente por encima del nivel del resto de las industrias americanas, con excepción del año 2012 (Gráfico 5).

El ascenso industrial de Asia también ha ido reconfigurando la industria global. Frente a la transformación de la matriz productiva mundial se intensifican los debates de torno al futuro del desarrollo capitalista, tanto en cuanto al crecimiento y sus causas, la competitividad –sistémica versus espuria– y las estrategias inserción internacional de los países, en particular la asiática dominada por varias décadas por el modelo export–led growth (Crespo y De Luchi, 2011). Ambas discusiones vienen a cuenta, no solo por las consecuencias del patrón de crecimiento chino en el territorio que le es propio6 –urbanización, mayores desigualdades, mejora de los ingresos reales, expansión del mercado interno, etc. durante el último quinquenio7–, sino también por una nueva ola en la reconfiguración de la producción global8. En otras palabras, es necesario analizar la sostenibilidad global y local de la competencia por bajos salarios así como del desafiante pasaje a un patrón con mayor tecnología y valor agregado que permitan un desarrollo armónico y sostenible.

En tanto, el gobierno de los Estados Unidos, a partir de una iniciativa compartida que reúne a las principales compañías industriales y las universidades más prestigiosas del país, ha sentado los pilares para incentivar la industria local que radica en ventajas fiscales y formación para 2 millones de trabajadores en campos que incluyen tecnologías avanzadas

6 Para profundizar, ver: Lópes Ribeiro (2010). “A expansão chinesa na África: o desafio do cresci-mento e a nova face do imperialismo econômico” OIKOS, Rio de Janeiro, Volume 9, nº 2. www.revistaoikos.

7 Esquivel (2012) y OCDE (2012).

8 A modo de ejemplo durante el último bienio, algunas empresas productoras de bienes han retornado a México tras haber abandonado ese país en busca de menores costos relativos. Dato no menor para destacar es que México, a diferencia de América del Sur y de China, ha registrado un estancamiento de los ingresos reales a lo largo de los 2000s y hereda de antaño una dinámica de enclave con una integración nacional limitada que, dada la situación actual, le impide generar dinámicas virtuosas para el mercado.

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como las baterías, la computación, la industria aeroespacial y la robótica. Sin ir más lejos, el presidente Obama se comprometió a invertir 1.000 millones de dólares en la creación de una red nacional para dicha iniciativa, con un sistema científico tecnológico más robusto y 15 institutos para la innovación manufacturera. Entre ellos, se acaban de inaugurar 3 centros de I&D focalizados en manufactura digital e innovación del diseño; innovación en metales modernos y liviano e innovación en industrias de energía limpia. Además durante el último trimestre de 2012 se distribuyeron USD 20.000 millones en 10 localidades estratégicas con el propósito de generar empleo y promover el desarrollo de clusters.

La estrategia subyacente de dicha iniciativa es vincular la producción, fundamentalmente el segmento de vanguardia, a la creatividad tecnológica. Consecuentemente estas industrias son protegidas activamente de la competencia extranjera que, precisamente, destruyó la posición dominante de Estados Unidos en la industria de los semiconductores, los componentes para maquinaria y las pantallas planas. Es interesante señalar, por primera vez en la historia, esta reconoce que el gasto total en investigación y desarrollo de Asia y el Pacífico, fundamentalmente por las inversiones provenientes del gobierno chino, superó al de Estados Unidos, con tendencias a seguir incrementándose la brecha a una tasa más alta. Por otro lado, el informe señala la importancia de la articulación público–privada y la necesidad de utilizar la planificación estatal jerárquica como herramienta para promover la competitividad9.

Frente a las grandes olas de cambio tecnológico, toda transformación converge en el replanteo de paradigmas socioinstitucionales en los principales países del mundo con un correlato directo sobre la esfera tecnoproductiva. En este sentido, lo que distingue a una revolución tecnológica de cambios menores es la fuerte interrelación e interdependencia de los sistemas que participan en sus tecnologías y mercados, de la capacidad de transformar profundamente a la economía toda, y eventualmente la sociedad, sin estar exentos de procesos de crisis. El cambio tecnológico se nutre de premisas como: el desarrollo y el mayor acceso de/a la microelectrónica; la integración descentralizada y las estructuras de red; el conocimiento como capital y valor

9 Para mayor información, sugerimos leer las recomendaciones del Advanced Manufacturing Partnership en http://www.manufacturing.gov/amp_recommendations.html“The use of a structured planning process at a national level has the advantages of both align-ing and allocating national resources more efficiently into U.S. efforts to revitalize planning, as well as creating a platform to better address competing national strategies from other countries (that are often government led and therefore difficult for U.S. industry participants to counter by themselves). Therefore, we have incorporated this kind of a hierarchical planning process into our recommendations.” (Report of the Advanced Manufacturing Partnership Steering Commit-tee Annex 1 Technology Development Workstream Report, p. 3).

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agregado intangible; la heterogeneidad, la diversidad y, fundamentalmente, la adaptación a la demanda; la segmentación de mercados y la proliferación de nichos así como las economías de alcance y la especialización combinada con la escala (Pérez, 2002).

A su vez, también tiende a profundizar fenómenos como la glocalización; la cooperación hacia fuera/hacia adentro generando clusters; el contacto instantáneo y acción consecuente en un contexto de permanente desarrollo de las TICs, incluso profundizando la relación con la biotecnología, la nanotecnología y la creación de nuevos materiales. Asimismo, la irrupción de las impresoras 3D podría modificar la faz productiva, debido a que brindan la posibilidad de crear piezas a partir de un diseño computarizado, adaptándose totalmente a la demanda, sin necesidad de garantizar economías de escala ni acumulación de stocks. De hecho, conllevaría a dar marcha atrás en materia de fragmentación de la producción mundial, promoviendo nuevamente la generación de encadenamientos locales y producción por proximidad en los segmentos de mayor incorporación tecnológica.

No obstante, aún hay incertidumbre con respecto a si la impresión 3D se instalará como una modalidad difundida de producción manufacturera o tendrá un carácter exclusivo para un segmento premium. Tampoco está del todo claro cómo afectará al trabajo y a las inversiones en equipamiento fijo ni a los patrones de consumo, más adaptados a la demanda que a la oferta. Como corolario, la complejidad global imprime cambios en la faz productiva y socioinstitucional cuyos resultados son, hoy, difíciles de predecir y obligan a un esfuerzo adicional para repensar el mundo a medida que este va cambiando.

1.2. Proteccionismo sofisticado como elemento de política industrial

Si bien es difícil sostener en la actualidad que la Unión Europea sea un paradigma en materia de integración, las sinergias que se generaron al interior del bloque en materia de comercio intra y extra zona son ejemplos de la administración regional del intercambio comercial. Tanto la implementación de etiquetas que convalidan las ISO 26000 como la certificación sanitaria y ambiental por medio de una barrera para–arancelaria como REACH –tan solo por mencionar algunas– constituyen restricciones de acceso al mercado europeo. Sin ir más lejos, un informe reciente (OECD, WTO y UNCTAD, 2012), registró que Brasil, la Unión Europea, India y Estados Unidos son los países con mayor cantidad de medidas que afectan –directa o indirectamente– el comercio (Cuadro 2). Esto refleja que, como respuesta a la primera fase de la crisis internacional, los países desarrollados y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) fueron los primeros en instrumentar medidas de este tipo a través de paquetes de políticas.

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Cuadro 2

Un mundo más complejo y proteccionista: medidas que afectan al comercio

UE: 27China: 13

EEUU: 22

Brasil: 30

•Barreras sanitarias y fitosanitarias•Dumping y suba de aranceles

•Barreras arancelarias y para-arancelarias, LNA y cuotas•Compre nacional•Financiamiento a las exportaciones

•Barreras sanitarias y fitosanitarias•PAC (Pol. agrícola común)•Subsidios•Contro del Impo : Reach

•Barreras sanitarias y fitosanitarias•Dumping

India: 27

•Aranceles del 80%•Cuotas a las importaciones•Protección de servicios (normas de origen para telecomunicaciones y preferencias locales)

Fuente: CEU-UIA sobre la base de Reports on G-20: Trade and investment measures (OECD, WTO & UNCTAD, 2012). Argentina y Brasil son los únicos países que informaron fecha de derogación de las medidas entre octrubre’11 y mayo’12.

Un ejemplo fehaciente de los conflictos existentes entre las regiones por la agregación de valor lo constituye el acontecido entre la Unión Europea y China por la provisión de paneles solares. La Unión Europea concluyó que las empresas chinas estaban vendiendo paneles solares a Europa un 88% por debajo del precio justo en dicho mercado, causando un perjuicio significativo a los productores europeos. La gravedad de la situación radica en 25.000 puestos de trabajo europeos que estarían en riesgo mientras que se registra una sobreproducción por parte de China dado que excede en un 50% el nivel de consumo mundial, explicado en más de un 80% por el mercado europeo. Consecuentemente, se ha impuesto un derecho provisional del 11,8% entre junio y agosto de 2013 y, a partir de allí, del 47,6% durante los cuatro meses siguientes.10 En este marco de gran incertidumbre global, muchos países y empresas continúan con la liquidación de stocks de producción compitiendo predatoriamente con los productos locales.

A su vez, China parece perseguir dos objetivos centrales en materia comer-cial: consolidar sus empresas transnacionales en cadenas globales de valor y obtener materias primas e insumos de baja elaboración (alimentos, metales y minerales, especialmente combustibles) para sus crecientes necesidades productivas. Para ello, desde su entrada en la OMC en 2001, China ha inten-

10 Para más información, ver press release de la Comisión Europea del 4 de junio de 2013 en http://europa.eu/rapid/press–release_IP–13–501_es.htm

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sificado su comercio bilateral y birregional mediante la firma de tratados de libre comercio, más que duplicando sus exportaciones regionales de bienes intermedios y maquinarias (47% del total regional). En este sentido, las ca-denas regionales de valor actuaron como etapas intermedias para las expor-taciones hacia zonas extrarregionales. Este país, en línea con lo mencionado previamente, dista de ser una economía de mercado y sus empresas cuen-tan con subsidios y beneficios que generan un plano de competencia desleal con el resto del mundo, llegando en muchos casos al dumping.

Otro caso interesante es el de India. En la discusión de la ronda de Doha de la OMC, India está negociando poder consolidar aranceles máximos al 80%, sobre todo para muchos productos de la agricultura (dado que hoy son aún más elevados). El Mercosur tiene un máximo potencial de 35% (el promedio efectivo está en torno al 11%) y en la negociación se le exige reducirlo aún más en algunos rubros industriales estratégicos, donde existe producción industrial con valor agregado. Por su parte, tanto Estados Unidos como Europa se reparten cupos, subsidios, restricciones para productos agrícolas o alimentos con valor agregado. Es por ello que todos los países del mundo desarrollado o que pretenden desarrollarse cuentan con una batería de medidas que las ayuda a implementar una política comercial activa e inteligente.

De ahí que una política comercial activa se constituye como un instrumento de política esencial para reorientar el desarrollo, en particular el industrial. Dicho de otra forma, esta clase de instrumentos pueden ser herramientas propicias para sostener la producción nacional y para evitar tanto la reversión del saldo comercial positivo como la destrucción de capacidades locales y de puestos de trabajo. En este contexto, la promoción del libre comercio parece no solo haber quedado como una expresión de deseo en el acta constitutiva de la OMC, sino que además, mientras sugiere ser un imperativo para países en desarrollo, los desarrollados parecerían facultados para eludir tales demandas.

A tales fines, se manejan distintas herramientas de administración del co-mercio exterior en función de sus intereses y cuyo seguimiento activo se tor-na cada vez más complejo. Cabe destacar también que la administración del comercio es solo una política dentro de un conjunto más amplio que debe ar-ticularse para recuperar un sendero de crecimiento sostenido, puntualmente de la actividad industrial. En esta línea, las medidas implementadas reciente-mente en Argentina también refuerzan la atención sobre la política comercial, no solo desde aspectos conceptuales sino también en términos de gestión, cuestiones que, ante una mirada crítica tienden a confundirse sin diferencias ideología o falta de eficiencia11.

11 Vale aclarar que, si bien el estudio de OECD/UNTACD releva solo 14 políticas comerciales por parte de Argentina que obstaculizan en comercio, el mismo no revisa el grado de intensidad, complejidad y formas de aplicación del mismo. Por cuanto dicha cifra puede estar subestimada dada la transversalidad de las mismas.

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También vale retomar la mención sobre el intercambio comercial intrazona, dado que la complejidad económica y geopolítica está empujando a dina-mizar esas relaciones comerciales a través de negociaciones intrabloques. Mientras en Asia y alrededores se presenta una suerte de cuello de botella en términos de reglas de origen y clasificaciones arancelarias entre la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, China, Japón, República de Corea, Aus-tralia, India y Nueva Zelanda (ASEAN+6); tras casi un lustro de dificultades, la Unión Europea se muestra ávida por garantizar acceso a mercados más pujantes (BID, 2013).12 Por un lado, con un intercambio fundamentalmente intraindustrial en químicos y maquinaria y equipo de transporte, se iniciaron negociaciones para liberar el comercio de bienes, servicios e inversiones, barreras no arancelarias y compras gubernamentales entre la UE y Japón. Por otro, la UE y Estados Unidos parecen definir un acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión, orientado a eliminar las barreras no arancelarias como regulación y estándares específicos más que aranceles existentes, los cuales tienen niveles bajos. Con este país, además de un intercambio similar al de UE–Japón, se adicionan productos agrícolas y combustibles.

Dicho intento no está exento de conflictos, fundamentalmente por temas vinculados con subsidios a la producción agrícola, subvenciones a produc-tores aeronáuticos, propiedad intelectual, servicios digitales y empresas de tecnología. En caso de llevarse a cabo el acuerdo comercial, traería conse-cuencias negativas para el intercambio de los países emergentes, aunque parecería poco probable que estas negociaciones mejoren el bienestar de los ciudadanos estadounidenses según ha trascendido en diversos medios locales e internacionales. Cabe destacar también que a las ya existentes me-didas para–arancelarias en los países centrales así como a la aplicación de acciones antidumping para evitar el ingreso de productos provenientes del exterior a precios inferiores al precio que se venden en los mercados locales, se suma la política cambiaria que ha depreciado al dólar, perjudicando a Eu-ropa, China y Japón, entre otros.

2. Los desafíos locales y el debate por la industrializaciónEn la Argentina, los desafíos no distan de aquellos que emergían entre 2007 y 2008, en particular de las tensiones que se advertían para avanzar hacia un mayor nivel de desarrollo industrial, tales como la necesidad de un entramado industrial más denso, de infraestructura energética y de transporte. Esos desafíos han tendido a intensificarse por la coyuntura macro, no solo por cuestiones internas, sino también producto de un contexto mundial más complejo donde los BRICS presentan una desaceleración económica significativa y se agudiza la crisis europea. En particular, Brasil –dada su

12 Recientemente las 4 economías más grandes del mundo (China, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea) están llevando a cabo negociaciones sobre flujos comerciales.

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importancia estratégica para Argentina– ha presentado una contracción sostenida en la industria de transformación desde marzo de 2011 y ha devaluado significativamente su moneda durante el último semestre, impactando negativamente sobre la competitividad de la industria local.

La economía argentina de la posconvertibilidad estuvo caracterizada por un triángulo virtuoso cuyos vértices fueron el crecimiento, la generación de empleo con mayor equidad distributiva y la inversión. Sin embargo, este proceso no está libre de tensiones, por ejemplo distributivas: pujas por la apropiación del excedente y las rentas que genera. Promediando 2011 las cifras eran elocuentes: la inversión en niveles récord (24% del PBI), el salario nominal registrado promedio en el sector privado pasó de $880 en 2001 a $5380 en 2011 (32% en términos reales) y el PIB acumulaba un crecimiento del 75%, con 2,3 millones de nuevos jubilados y 3,3 millones de nuevos puestos de trabajo formales.

Gráfico 6

13%10,5%

0,5%

14,1%

6%

46%

42%

38,3%37,1%

28,6%

7%

0,3%

5,4%6,6%

4,2%

31%

24%

26,8% 26,9%

16%

0%

5%

10%

15%

20%

25%

30%

35%

40%

45%

50%

Argentina Brasil Chile Perú México

Variación interanual de la actividad industrial y las importaciones

ind 2010 M 2010

Ind 2011 M 2011

Fuente: CEU-UIA en base a datos de cámaras industriales e institutos nacionales de estadística; bases de comercio exterior de cada país.

rel: 3,5

rel: 4,4

rel: 4

rel: 76,6 rel: 2,6

rel: 4,8

rel: 80

rel: 5 rel: 4,1

rel: 3,8

En este contexto, la restricción externa y la necesidad de divisas retornaron como un aspecto central de la sostenibilidad del proceso de crecimiento (Gráfico 6). Llamativamente, esto ocurría en un marco donde los términos de intercambio continuaban siendo favorables, poniendo foco en cuán dependiente de importaciones ha sido la expansión de la última década así como en la necesidad de revertir dinámicas recurrentes que tuvieron lugar en el país. Por entonces, pese a ser un país con una limitada inserción en

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el sistema financiero internacional, Argentina se ha ido transformando en una economía cada vez más abierta al comercio exterior: tal como muestra el gráfico en la medida que la industria crece se requieren mayor nivel de importaciones, lo mismo ocurre en el resto de los países de la región.

Los datos presentados anteriormente, estudios recientes (Albornoz et al., 2012) y la inflexión que el fin de 2011 significó en la coyuntura local invitan a profundizar en el debate sobre la industrialización y el crecimiento de la industria argentina. Dado que la expansión industrial entre 1998 y 2011 fue similar a la del PBI, se registró una ausencia de cambios significativos en la participación sectorial entre esos años. La industria mantiene un peso en la estructura productiva similar al observado en 2003 e inferior al registrado en 1991 mientras que, con una mirada historicista, la participación de la in-dustria ha disminuido persistentemente hasta la salida de la convertibilidad; momento en el cual comienza a incrementarse para, posteriormente, estabili-zarse en torno al 18%. Sin embargo, la dinámica virtuosa de la última década permitió “reactivar” diversos encadenamientos promoviendo, así, sinergias intraindustriales.

Sin embargo, esta dinámica, marca un quiebre respecto de las tendencias previas: la industria local no solo ha crecido sino también que no ha perdi-do participación en el valor agregado pese al crecimiento promedio elevado (7,8%) y sostenido que caracterizó al período, con la salvedad de 2009 por el impacto de la crisis económica internacional. De hecho, gran parte de la expansión registrada se explica por las ramas de alimentos y bebidas, productos químicos y el complejo metalmecánico en su conjunto. En este sentido, en Coatz y Kosacoff (2011) y Coatz y Grasso (2012) se destaca que la dinámica virtuosa de crecimiento fue positiva para el sector industrial reac-tivando encadenamientos y sinergias en el plano local, aunque el trabajo por delante constituye un gran desafío al mismo tiempo que demanda una amplia coordinación de actores y políticas que puedan ser sostenibles a me-diano y largo plazo.

A su vez, en términos productivos, Abeles y Rivas (2011) señalan que el cre-cimiento de la productividad de la economía argentina habría sido producto de mejoras en cada sector de actividad en lugar de deberse a la presencia de cambio estructural pese a que el producto industrial creció significativa-mente entre 2003 y 2007. Por el otro, la ausencia de grandes cambios en la estructura ocupacional en el plano sectorial parece reflejar las tendencias observadas en el mundo productivo (Bertranou, Casanova y Sarabia, 2012). La ausencia de cambios estructurales significativos durante los años 2000 pese al dinamismo que registró el nivel de actividad conlleva, necesariamen-te, a realizar una mirada más retrospectiva sobre la composición sectorial y los encadenamientos locales.

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Al respecto, el Gráfico 7 da cuenta de la destrucción de encadenamientos productivos interindustriales durante el último cuarto del siglo XX, ya que la mayoría de los sectores de actividad se han desplazado hacia abajo –lo que refleja una destrucción de encadenamientos locales hacia adelante en 1997 respecto de 1973– y hacia la izquierda –lo que da cuenta de una pérdida de encadenamientos hacia atrás o, en otras palabras, una contracción de las demandas inter–industriales domésticas en 1997 respecto de 1973–. A su vez, la reducción del tamaño de los círculos de los sectores productores de bienes da cuenta de la menor participación relativa en el valor agregado total para cada año. Este período conjugó una direccionalidad clara de las políticas locales –hoy en día todos conocemos la implicancia de las famosas “reformas estructurales” que tuvieron lugar por entonces– así como transfor-maciones productivas globales con la internacionalización de la producción de bienes y su consecuente fragmentación. La reconfiguración del mapa productivo global y los recientes procesos de relocalización de firmas, al mismo tiempo, acuñaron el término de “cadenas globales de valor”, mientras las actividades de investigación y desarrollo –al igual que los servicios con mayor nivel de innovación y conocimiento– tendieron a concentrarse en los mercados de origen de las firmas multinacionales.

Gráfico 7

Total economía

Sector primario

Cultivo de cereales, oleaginosas y forrajeras

Refinación de petróleo

Total IndustriaIndustria (excepto alimenticia)

Caucho y plástico

Sustancias y productos químicos

Siderurgia

Metalmecánica

Sector automotriz

Metalmecánica (sin automotriz)

Electricidad y gas

Total economía

Sector primario

Cultivo de cereales, oleaginosas y forrajeras

Refinación de petróleo

Total industria

Industria (excepto alimenticia)

Caucho y plástico

Sustancias y productos químicos

Siderurgia

Sector automotrizMetalmecánicaMetalmecánica (sin automotriz)

Electricidad y gas

0,5

0,6

0,7

0,8

0,9

1,0

1,1

1,2

1,3

1,4

1,5

1,6

1,7

1,8

1,9

2,0

2,1

2,2

2,3

0,6 0,7 0,8 0,9 1,0 1,1

Enca

dena

mie

ntos

hac

ia a

dela

nte

Encadeanamientos hacia atrás

Evolución de los encadenamientos productivos en Argentinasectores seleccionados

1973 1997

Fuente: Carregal, Coatz y Sarabia (2013) basado en datos de la MIP’73 y la MIP’97.

En esta línea, conforme una radiografía de la estructura productiva argentina en 1973 y 1997 (Gráfico 8) es posible observar el incremento sustantivo de

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las importaciones a costa de las compras intermedias de productos nacio-nales: tanto la metalmecánica como el sector automotriz y los subrubros vinculados con transporte –por ejemplo el naval– confirman esta tendencia. Mientras las importaciones del rubro metalmecánico (excluyendo transporte) pasaron de representar un 10% del valor bruto de producción (VBP) sectorial en 1973 al 16% en 1997; el sector vinculado con el transporte –automotriz y otros– mostró un cambio más profundo, pasando del 7% al 24% en el mismo período. En tanto, los usos nacionales como porcentaje del VBP –las com-pras intermedias de cada sector a otras industrias de producción local– pa-saron del 57% al 46% en la metalmecánica y del 64% al 44% en automotriz, en 1973 y 1997, respectivamente.

Gráfico 8

85,2% 84,7%93,0% 95,1%

55,8%

72,8%

3,6% 1,7% 1,8% 0,8%

18,3%

5,9%

4,8%3,7% 2,7% 0,7%

19,2% 6,7%

6,4% 9,9% 2,4% 3,4%

1973 1997 1973 1997 1973 1997

Demanda intermedia Consumo final (privado+público) Inversión

Compras totales desagregadas por tipo de demanda

Importaciones Metalmecánica Automotriz y transporte Resto compras nacionales

Fuente: CEU-UIA estimaciones propias sobre la base de la MIP'73 y MIP'97, MECON e INDEC.

En esta línea, la estructura de las compras totales según componente de la demanda intermedia y final muestra que en 1973, las compras al sector metalmecánico representaban un 4,8% del conjunto compras intermedias del sector productivo, las compras a automotriz implicaban un 3,6% y las importaciones representaban un 6,4% de ese total. En tanto, en 1997, las compras a metalmecánica y automotriz se redujeron a 3,7% y 1,7%, mientras las importaciones pasaron al 9,9% en lo que refiere al total de demandas intermedias. En relación con las demandas de consumo final –tanto privado como público– también se observa esta tendencia.

Sería injusto soslayar los avances hacia una mayor integración local de las cadenas de valor. También ejemplos puntuales como la TV digital, los bio-

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combustibles, la industria naval, la nuclear y la farmacéutica, entre otros. Sin embargo, Argentina aún tiene una deuda pendiente: es imprescindi-ble una política integral con miras a aumentar el nivel de integración de la industria local, sustituyendo eficientemente importaciones y promoviendo exportaciones con mayor valor agregado. Pese a que muchas empresas desarrollaron y consolidaron ventajas competitivas dinámicas a partir de cambios técnicos y organizacionales, innovación y diferenciación de pro-ductos, aún no lograron conformar un núcleo dinámico que refleje un en-tramado industrial significativo. La política industrial y una dinámica de cambio estructural sigue siendo una deuda pendiente, conllevando a una retroalimentación negativa entre los elementos macro (menor demanda, inflación, apreciación cambiaria) y micro (mayor requerimiento de divisas para las importaciones).

Al análisis de largo plazo y la fragilidad señalada, se suman las tensiones macro–estructurales como el déficit energético y la problemática del trans-porte y logística –así como su impacto en la competitividad sistémica– que profundizan la coyuntura compleja imperante desde 2012. Las tensiones es-tructurales que surgen tras períodos de crecimiento sostenido con ausencia de cambios en la matriz productiva pueden desembocar en una restricción externa tal como en los ciclos de stop and go. A su vez, el incremento de las importaciones liderado tanto por la producción como por el consumo se tornan críticos en materia de absorción interna. No solo porque conllevan a un deterioro de la cuenta corriente, sino porque generan un desplazamiento de la producción local con severas implicancias sobre el nivel de actividad y las condiciones sociolaborales de nuestro país.

Por un lado, Argentina se enfrenta a la necesidad de diversificar su estructura productiva para evitar dichos ciclos y propiciar un sendero de crecimiento genuino. A ello se suma que la economía argentina es una economía cada vez más abierta, incluso más que en los noventa. El coeficiente de apertu-ra comercial, la suma del total de las importaciones más las exportaciones como porcentaje del PIB, pasó del 19% en 1998 a más del 36% en 2011. Esto significa que tanto las ventas como las compras al exterior han creci-do sustancialmente y en forma más acelerada que el producto, además del efecto de cambios en los precios relativos.

Por otro, hasta tanto no se diversifique esa estructura y se sostenga un cre-cimiento elevado, aumentará la demanda de divisas para hacer frente a las crecientes importaciones (ver gráfico de elasticidades en sección 2.1). Para evitar que estos ciclos de crecimiento se interrumpan por estrangulamiento externo, un programa claro con metas e incentivos podría contribuir a ese cambio estructural. En esta línea, el análisis del intercambio comercial argen-tino por grandes rubros manifiesta que el déficit comercial en MOI mantuvo un carácter crónico y creciente durante dicha década. Por ello a continuación

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se discute el origen estructural del déficit, los cambios y los desafíos que presenta la Argentina en el marco del debate sobre cambio en la estructura y reindustrialización, suscitados en los últimos años para luego detallar el origen y las características del déficit comercial en el rubro industrial

2.1. El déficit crónico en Manufacturas de Origen Industrial (MOI)Argentina es un país que, a pesar de presentar un PIB per cápita relativa-mente bajo a comparación de los países más desarrollados, aún mantiene un entramado industrial denso y complejo que desempeña un rol central tanto en la generación y en la distribución del valor agregado como en la inversión. La formalidad y el salario promedio del empleo industrial es superior a la del promedio de la economía, mientras la inversión productiva permite ampliar la capacidad instalada y aumentar el producto bruto potencial. De hecho, dis-tintas estimaciones convergen en que si la economía no tuviese ningún tipo de arancel y restricciones y no existiera ningún tipo de actividad industrial, el déficit de divisas sería poco más del doble (más de USD 60.000 millones), más allá de costos sociales, tecnológicos e institucionales que ello acarrearía.

Sin embargo, el carácter crónico y creciente del déficit comercial en MOI ma-nifiesta un desafío del proceso de crecimiento de la economía en su conjunto: requiere de la importación de productos industriales, pasando por los secto-res productores de bienes y servicios en cuanto a demandas intermedias y por las familias en tanto sujetos de la demanda final. De hecho, el déficit en MOI alcanzó un nuevo récord de USD 31.987 millones en 2011; el 53% se concentró en maquinarias y aparatos eléctricos, rubro que contempla desde bienes de capital hasta bienes de consumo final. Siguiendo en orden de im-portancia, productos químicos y conexos y material de transporte terrestre.

A mayor demanda –tanto doméstica como externa– los requerimientos direc-tos e indirectos de todos los sectores de la economía se intensifican en térmi-nos de insumos, bienes intermedios y de capital para producir bienes finales. De este número suelen realizase lecturas simplistas que mencionan que el déficit es originado por el sector industrial y su falta de integración y eficiencia. Ejemplo de ello son el sector agropecuario –que demanda maquinaria agríco-la, fertilizantes y agroquímicos–, la construcción y el transporte –que requieren maquinarias y materiales específicos que no se producen localmente así como los equipos térmicos y los combustibles fósiles (gas y petróleo) indispensables para el funcionamiento del sector energético en particular y de la economía en particular–13. Esto también se evidencia con bienes finales de alta tecnología –celulares, tablets, smartphones y electrodomésticos– así como con alimentos, indumentaria y muebles de alta gama producidos en el exterior. En otras pala-bras: cuando mejora el poder adquisitivo de la población y crecen el conjunto

13 Si bien el déficit comercial de la balanza energética significó entre USD 2.800 y USD 2.900 millones de dólares en 2011 y 2012 y se estima que en 2013 se incremente considerablemente más, el tema requiere un tratamiento en profundidad que queda fuera del presente análisis, focalizado en el subrubro MOI.

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74

-24-30-34

-93-103-124-141

-256-443

-580-607

-881-1.114

-5.865

Piedr/Met.preciososTransp.aér/acuáticoPapelCauchoCueroManuf.piedra, yesoCalzadoPlásticosMet.básicosTextilesTransp.terrestreResto MOIQuímicosMaq/Ap.eléctricos

Déficit comercial en MOI con China millones de dólares corrientes, 2011

-10.293Déficit en MOI

-10.293Déficit en MOI

Fuente: CEU - UIA en base a datos de INDEC

2.645-­‐87

-­‐409-­‐482-­‐683-­‐790-­‐898

-­‐1.290-­‐1.416-­‐1.509

-­‐2.784-­‐2.989

-­‐4.337-­‐16.960

Piedr/Met.preciososCueroManuf.piedra,  yesoCalzadoTransp.aér/acuáticoPapelCauchoMet.básicosTextilesPlásticosResto  MOITransp.terrestreQuímicosMaq/Ap.eléctricos

Déficit  comercial  total  en  MOI  millones  de  dólares  corrientes,  2011

Fuente: CEU - UIA en base a datos de INDEC

-­‐10.293Déficit en  MOI

-­‐31.987Déficit MOI

53%

 Casi la totalidad de dicho déficit (93%) se explicó por China (32,2%), Brasil (24,3%), la Unión Europea (20,6%) y Estados Unidos (15,3%) en 2011 (Gráfico 9). No obstante, que tanto China como Brasil hayan incrementado el componente importado de sus exportaciones industriales, conduce a que Argentina haya aumentado, indirectamente, su déficit comercial en MOI con las potencias industriales tradicionales como Japón, Alemania, Francia y EEUU. Koopman, Wang y Wei (2008) destacan que las exportaciones chinas de electrónica (que explican el 57% de déficit bilateral en MOI con Argentina) son las que registran la menor incorporación de valor agregado local –léase chino– (solo el 4,6% del valor); mientras que la industria cementera se encuentra en el extremo opuesto (86,4%).

Gráfico 10

de los sectores productivos, se incrementa la demanda de productos importa-dos dada la estructura imperante, ya sea porque no se producen localmente o por costos o calidades diferenciales.

Gráfico 9

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75

Gráfico 11

5%4%

14%

-6,819-7,422 -8,000

-6,000

-4,000

-2,000

0

2,000

4,000

6,000

8,000

-16%

-11%

-6%

-1%

4%

9%

14%

19%

2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

En m

illon

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En p

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el to

tal d

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port

acio

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Intercambio Bilateral Argentina - China

Participación de Impo desde China

Déficit argentino en intercambio MOI - eje derecho

Si bien para Argentina Brasil representaba el 24,3% del déficit MOI, este socio comercial constituye uno de los principales destinos de sus exporta-ciones industriales. Sin embargo, a los largo de los últimos años, este país ha incrementado la participación de productos chinos, fundamentalmente maquinarias y aparatos eléctricos (57%) (Gráfico 10) en su economía al igual que en Argentina: mientras China explicaba un 8% del déficit MOI en 2000; llegó a concentrar el 32,2% del dicho déficit en 2011, a costa de Brasil y Es-tados Unidos (Gráfico 11). Entre las exportaciones argentinas con destino a China predominan los productos primarios e insumos alimenticios y, sumado a ello, durante los 2000 hubo una fuerte reprimarización de las exportaciones a aquel país.

Gráfico 12

-5-159

-185-243-250

-299-336-344

-374-779-779

-1.224-2.800

Piedr/Met.preciososManuf.piedra, yesoPlásticosCalzadoTextilesCauchoTransp.aér/acuáticoResto MOIPapelTransp.terrestreQuímicosMet.básicosMaq/Ap.eléctricos

Déficit comercial en MOI con Brasil millones de dólares corrientes, 2011

Fuente: CEU - UIA en base a datos de INDEC

-7.778Déficit en MOI

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76

Gráfico 13

89% 88% 88% 87% 89% 90% 90% 90% 92% 90%85%

89%91% 92% 92% 93% 92% 91% 90%

57% 58%55% 52% 51% 50%

53% 53% 55% 53% 53% 52% 52% 52% 51%48%

42%39%

34%

95%

31%

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011*

Argentina Resto del mundo

60.60

69.40

47.70

58.20

29.00

68.19

50.20

29.44

40.76

22.16

0.00

10.00

20.00

30.00

40.00

50.00

60.00

70.00

80.00

Argentina Brasil Chile Colombia Peru

FUENTE: CEU UIA en base a datos de INDEC (Argentina), Ministério do Desenvolvimento, Indústria e Comércio Exterior (Brasil), Banco Central de Chile, Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia y Ministerio de Turismo y Comercio Exterior (P

Porcentaje de exportaciones industriales sobre exportaciones de bienes

2002-2003 2011

De todas maneras, y a diferencia de lo ocurrido en el resto de la región, Ar-gentina fue prácticamente el único país que no evidenció una primarización de sus exportaciones durante la última década. Las exportaciones de MOI se incrementaron sostenidamente a lo largo de la década, permitiendo compen-sar, en parte, el crecimiento del déficit comercial en dicho rubro (Gráfico 13). En otras palabras, de haberse replicado la tendencia de las exportaciones de los países de la región, el déficit MOI hubiera sido aún mayor. En este sen-tido, las medidas que afectan al comercio son centrales para evitar tanto la reversión del saldo comercial positivo como la destrucción de capacidades locales y de puestos de trabajo. De hecho, también son fundamentales para sostener el crecimiento de la producción nacional. Tal es así que en el gráfico 14 se muestra que Argentina es el único país de América latina donde el por-centaje de exportaciones industriales es superior en 2011 que el del período

Gráfico 14

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2002–2003 en América latina y en precios constantes se observa que fue el rubro que más se incrementó, es decir que sin considerar el efecto precios a favor de las materias primas ocurrido en la última década, el crecimiento de las exportaciones de MOI hubiera sido superior (Gráfico 15).

Gráfico 15

0    

5.000    

10.000    

15.000    

20.000    

25.000    

30.000    

35.000    

40.000    

45.000    

50.000    

2000   2011  

Exportaciones  a  precios  constantesEn  millones  de  USD  deflactados  por  el  índice  de  precios  correspondiente  (1993=100)

Combustibles  y  EnergíaManufacturas  de  Origen  IndustrialManufacturas  Origen  AgropecuarioProductos  Primarios

Fuente: CEU - UIA en base a datos de INDEC y MECON.  En materia de exportaciones, cabe destacar que la participación del sector automotriz se ha incrementado en 1997 como producto del acuerdo sectorial de complementación productiva en el marco del Mercosur, denominado Polí-tica Automotriz Común (PAC)14. Si bien el complejo automotriz es el principal complejo exportador argentino de carácter industrial, con un 12,6% del total de las exportaciones –solo precedido por el complejo sojero con 22,3%– y 340.165 unidades enviadas a Brasil en 2012 (82% del total de unidades ex-portadas), todavía queda un largo camino en términos de integración local y regional en materia de autopartes. He aquí un problema estructural en torno a la necesidad tanto de desarrollar proveedores locales de forma de reducir los requerimientos de divisas y potenciar el empleo sectorial como de gene-rar un equilibrio en el intercambio bilateral. Sin embargo, no se puede hacer caso omiso a los acuerdos concretos de integración entre Argentina y Brasil, que reflejan una potencialidad real que aguarda ser explotada.

Existen algunos casos concretos de integración productiva entre Argentina y Brasil que reflejan una potencialidad real que hasta el momento no ha sido lo suficientemente explotada. Argentina y Brasil representan un 76% de las exportaciones mundiales de soja, 45% del maíz, más del 18% del aceite de girasol y más del 20% de la producción de carne bovina y aviar, que utilizan

14 Los acuerdos bilaterales resultantes, mediante la especialización en modelos y tamaños espe-cíficos, apuntan a establecer la liberalización comercial. La entrada en vigor del nuevo acuerdo sectorial se había estipulado en julio de 2013, la cual fue postergada un año.

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parte de la producción agrícola como forraje. Sin embargo, hay aspectos en los cuales resta afrontar una estrategia integral para hacer pie en una estrategia de desarrollo. Por ejemplo, la producción de alimentos con valor agregado en origen representa un objetivo buscado por ambos países, que cuentan con excelentes condiciones para llevarlo a cabo desde la calidad de los productos y su know how. Si bien generar una estrategia de marketing es sumamente importante para este proceso, también es cierto que buena parte del valor agregado lo brinda el packaging, componente elemental para la exportación de alimentos con valor agregado y marca (bolsa de azúcar, alimento balanceado, etc.). Para nuestros países, el objetivo es pasar de ser el granero a ser el supermercado del mundo.

Ambos países cuentan con sectores productivos donde existen elevadas oportunidades de complementación. Uno de ellos es el aeronáutico, donde Brasil domina el mercado de aviones medianos con la firma Embraer, el ter-cer mayor fabricante de aviones comerciales del mundo, y en el que Argenti-na recientemente renacionalizó la ex Área Material Córdoba y cuenta con una rica tradición productiva. A su vez, este sector también puede transformarse en un polo complementario de la fabricación de aeropartes, incrementando notablemente su potencialidad. Otro sector con perspectivas alentadoras es el de celulosa y papel. Allí, Brasil es uno de los principales productores a nivel mundial y Argentina posee masa forestal de pino excedente, que es adecuada para producir celulosa de fibra larga y que podría servir para po-ner en funcionamiento una planta productora de papel de embalaje que, a su vez, serviría para producir packaging previamente mencionado. Es fun-damental comprender que las perspectivas y las posibilidades que ofrece la integración, tanto de las fronteras hacia adentro como hacia afuera, son sustancialmente mayores a las que podrían aspirar cada una de las partes por separado.

3. La plataforma regional como base para la política industrial La integración productiva puede ser entendida como la inserción de los apa-ratos productivos nacionales en redes o cadenas globales de valor a través de estrategias de integración de tipo vertical u horizontal. Aunque esto no implica unilateralmente sucumbir intereses locales de agregación de valor y generación de encadenamientos productivos. De hecho, el desafío clave es desarticular el modelo cuyo eje es la exportación de materia prima y bregar porque esa materia prima mute en productos elaborados significa pensar Latinoamérica como una región interconectada vía la agregación de valor.

La clave radica en aumentar el valor agregado de las exportaciones más que en especializarnos en productos básicos, lo cual debe generar escalas sectoriales para ir reduciendo paulatinamente importaciones en los segmen-tos de mayor contenido tecnológico: fortalecer la densidad del entramado

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industrial argentino con miras a responder demandas inter e intrasectoriales, incrementar tanto los encadenamientos productivos y la escala de produc-ción como sus interacciones con la estructura social. En el año 2012 un 54% de las exportaciones fueron explicados por complejos exportadores, aunque pocos sectores representan productos diferenciados con mayor valor agre-gado (Gráfico 16).

Gráfico 16

18.060

10.168

8.450

2.336 2.261 1.816713

0

2.000

4.000

6.000

8.000

10.000

12.000

14.000

16.000

18.000

20.000

Soja Automotriz Maíz+Trigo Frutihortícola Oro Siderúrgico Aluminio

Complejos exportadores seleccionados2012

Commodities/InsumosProductos con VA*Total complejo

54% de las expoUSD 43,8 MM

Fuente: CEU-UIA sobre la base de INDEC.*Para la estimación de valor agregado, se utilizan las últimas ponderaciones, actualizadas a 2011

22,3% 12,6% 2,9% 2,8% 2,2% 1%10,4%

Si bien un proceso semejante conlleva a la imposibilidad de sustituir deter-minados insumos en el corto plazo, la construcción y el fortalecimiento de capacidades productivas e innovativas involucran procesos de acumulación y aprendizaje de mediano plazo cuyos resultados comienzan a observarse a medida que transcurre el tiempo. Las capacidades competitivas deben ser profundizadas en el plano regional de modo tal que permitan acelerar el desarrollo de complementariedades estratégicas y una consiguiente espe-cialización, incluyendo el fortalecimiento de la red de proveedores con fuerte participación de las pymes locales.

Con miras a resolver las dificultades estructurales que presenta América latina como bloque regional y, asimismo, consolidar los beneficios económicos y sociales en la región, hay cierto consenso de los ámbitos políticos y académicos en avanzar en la integración productiva. En esta línea, algunos plantean una nueva fase del proyecto de integración debido al cambio en la orientación y en sus objetivos centrales que parecen responder a dos nuevos consensos emergentes: por un lado, los procesos de complementación productiva y la

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conformación de eventuales cadenas regionales de valor requieren, para su desarrollo, mecanismos de coordinación eficaces que puedan aprovechar las potencialidades del mercado ampliado; por otro, el Mercosur debe tener como prioridad administrar los problemas de asimetría competitiva entre sus países miembros y que, en este marco, la complementación productiva pueda favorecer la creación de ventajas dinámicas y hacer más equitativa la distribución de los beneficios potenciales del mercado ampliado (De Ángelis y Porta, 2012).

A nivel regional, la integración productiva también ha ganado espacio en la agenda pública a través de instituciones como la UNASUR, el Mercosur y la CELAC y sus Estados miembros. Profundizar la integración entre Argen-tina y Brasil es una oportunidad para propugnar un crecimiento sostenible y reactivar el círculo virtuoso: la inversión aparece como el nexo de la inte-gración productiva y comercial mientras la vinculación con redes de provee-dores locales podría retroalimentar ese crecimiento. La integración juega, entonces, un rol acuciante en el sendero hacia el desarrollo, y la región tiene el potencial necesario para avanzar en este sentido. Solo el Mercosur (con Venezuela) representan un mercado de 277 millones de personas; si se con-sidera toda América del Sur se obtiene un mercado de 391 millones; y si se añade Centro y el Caribe llegan a 597 millones de habitantes. A su vez, son muchos los países que tienen una base industrial sólida con gran capacidad, que son abundantes en recursos naturales estratégicos (agua, proteínas, mi-nería, energía) y que han avanzado en una estructura institucional más densa y compleja.

Enfrentar este desafío implica aunar esfuerzos del sector público y privado sin dejarse seducir por promesas de mercados ya consolidados frente a la parálisis de las negociaciones multilaterales. La integración regional ha co-brado significativa importancia de la mano de la globalización, puntualmen-te al analizar el desempeño de los grandes bloques. Pese las dificultades que conlleva, los países en vías de desarrollo necesitarán más que nunca asociarse en espacios más amplios y coordinar estrategias y políticas. Sin embargo, aún queda un camino por recorrer. Tal como se mencionó en la sección primera, en Europa el comercio regional de bienes representa tres cuartos del total de las exportaciones del bloque en este rubro; en Asia y en América del Norte supera la mitad del total de las exportaciones de bienes; mientras tanto, en América del Sur y Central, este apenas alcanza una cuarta parte del volumen exportado del continente.

Un proceso de desarrollo económico sustentable e inclusivo para América latina requiere reasignar recursos hacia sectores o actividades intensivas en conocimiento y en innovación tecnológica. Es necesaria la diversificación ha-cia sectores y actividades que tengan un rápido crecimiento de la demanda,

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interna y externa, de tal forma que dicha demanda pueda ser atendida con oferta interna, y que las exportaciones y las importaciones crezcan de forma balanceada, sin generar presiones insostenibles en la balanza de pagos.

En resumidas cuentas, es necesario construir una estrategia común que per-mita reducir algunas barreras existentes al comercio regional, potenciando mecanismos de sustitución de importaciones extrazona e implementando políticas específicas de incentivo al agregado de valor en origen15 a través de marcas locales y ampliando la base empresaria exportadora de productos como girasol, trigo, cítricos, frutas de pepita, aceitunas, té, galletitas, go-losinas, vinos y mostos, etc. Es posible consolidar los beneficios económi-cos y sociales en el plano regional, pasando tanto por procesos de comple-mentación productiva como a través de la conformación de cadenas latinas de valor y la ampliación del mercado. Estos procesos demandarán saldar dificultades conjuntamente: en el ámbito público, aquellas que manifiestan conflictos latentes entre competencia y cooperación y, en el ámbito privado, potenciar oportunidades conjuntas y desanimar las amenazas permanentes como fruto de la integración (Porta, 2010). La construcción de este sendero evolutivo permitirá sortear las debilidades y asimetrías estructurales de los países de América latina.

4. A modo de reflexiónFrente a un futuro complejo e incierto en múltiples dimensiones, el regionalismo se va consolidando lentamente a nivel mundial en tanto estrategia geopolítica y económico–productiva permitiendo balancear lentamente las relaciones de poder a nivel global. El surgimiento de China no es lineal: no es claro que el mundo avance hacia un nuevo esquema bipolar, sino que está construyendo un paradigma en el que la multipolaridad con alianzas cruzadas y cambiantes será la norma por varias décadas. Esta multipolaridad requerirá de una política exterior cuyo foco resida en la definición clara de los intereses. La tensión entre países en un mundo en crisis apunta a dos variables: los recursos

15 A modo de ejemplo, el litio es un insumo imprescindible en la industria electrónica. Argentina, junto con Bolivia y Chile, poseen cerca del 55% de las reservas mundiales, cuyo costo de ex-tracción está entre los más bajos del mundo. La demanda actual se concentra en unos pocos fabricantes de baterías recargables. El desafío local y regional consiste en superar un esquema de proveedor de materia prima, priorizando la producción final de alto contenido tecnológico y amigable con el medio ambiente. Actualmente, en el mundo se fabrican un millón de baterías de Li–Ion para vehículos híbridos y se estima que ese número ascenderá a 5 millones de uni-dades en 2020. Solo en Argentina y Brasil se producen más de 4,3 millones de automóviles al año con una industria fuertemente integrada regionalmente y con la posibilidad de desarrollar no solo automóviles, sino también autopartes especializadas en autos híbridos. El desafío es, pues, avanzar en el desarrollo de nuevos proyectos que contemplen no solo la producción de esas baterías de Li–Ion, sino también que impulsen otros desarrollos conexos como el diseño y fabricación de motores eléctricos, por ejemplo.

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naturales y la agregación de valor. La corriente global invita a América del Sur a apostar a la primera y olvidar la segunda. El desafío de la región es compatibilizar ambas de forma integrada. La región debe discernir si su rol va a quedar supeditado al deseo de los bloques de mayor tradición industrial o si está dispuesta a fortalecer sus lazos internos y avanzar gradualmente hacia la integración y el desarrollo productivo.

En este proceso, la política comercial externa de Argentina juega un rol cla-ve tanto para resguardar el mercado frente a la competencia desleal como para la inserción internacional y el desarrollo de sectores estratégicos. Sin embargo, no es el único instrumento de política: esta debe ser articulada con diversas intervenciones públicas, evitando tanto la superposición como la generación de efectos contrapuestos. El margen de maniobra para incre-mentar la demanda externa se torna relativamente nulo ya que la competen-cia desleal gana terreno tanto por guerras cambiarias silenciosas y trabas al comercio como por menores salarios relativos, subsidios cruzados o vía el proteccionismo sofisticado. A su vez, el incremento de las importaciones liderado tanto por la producción como por el consumo se tornan críticos en materia de absorción interna. No solo porque implican a un deterioro de la cuenta corriente, sino porque generan un desplazamiento de la producción local con severas consecuencias sobre el nivel de actividad y las condiciones sociolaborales de nuestro país.

Frente a ello se torna crucial diseñar una estrategia de largo plazo para pro-fundizar el cambio en la matriz productiva y repensar tanto el tipo de in-serción externa como la integración regional. Dicho escenario prospectivo debe apuntar no solo a generar escalas sectoriales para ir reduciendo paula-tinamente importaciones en los segmentos de mayor contenido tecnológico, sino también a fortalecer la densidad del entramado industrial argentino con miras a responder demandas inter e intrasectoriales.

Esto implica tanto la coordinación de políticas macro como el diseño de po-líticas focalizadas y selectivas orientadas al desarrollo de infraestructura y transporte así como de sectores estratégicos conforme, por ejemplo, la in-tegración aguas arriba y aguas abajo en la cadena de valor. Como todos los países del mundo, Argentina requiere de productos importados. La clave está en el tipo de producto que importa y exporta. Los países industrializa-dos con elevado PIB per cápita también presentan un nivel de importaciones elevado, pero concentran y generan la mayor parte de la agregación de valor y contenido tecnológico del producto. De lo que se trata, en nuestro caso, es de elevar la calidad del debate hacia otro nivel: acordar conceptos, discutir herramientas y la manera de gestionarlas. Todo en base al modelo de país e inserción internacional que aspiremos. Así quedarán bien definidos aliados y características del proceso de integración.

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¿Tipo de cambio real competitivo y estable?Alejandro Fiorito*

“...durante los 90 se aplicaron en Latinoamérica, nueve de los diez puntos del Washington Consensus. Solo el tipo de cambio devaluado

o ‘competitivo’ no se llevó a la práctica. La teoría neodesarrollista es el Washington Consensus completo”.

Eduardo CrespoCierre del Congreso de ESHET, 20121

1. Las políticas económicas y la ortodoxia económicaAmérica Latina tuvo un final de siglo XX que se caracterizó por una liquida-ción de activos de sus Estados Nacionales en un marco político general de consenso convencional, ora en su interpretación ortodoxa, ora en posicio-nes institucionalistas. Bajo distintas modalidades de desinversión, desde los noventa, las privatizaciones habían alcanzado hacia el 2002, la cifra de 1.1 billones de dólares de la venta de activos públicos. (Medeiros, 2010)

Las motivaciones de esta privatización, no provenían de que el Estado fuera una fuente crónica de ineficiencia, –como el constante latiguillo menta. Pue-de verse de datos del Banco Mundial, (1995), que al revés (Gráfico 1), en el período anterior a los 90, los países de la región crecieron más rápido con una mayor y no una menor intervención estatal, en lo que Ocampo denominó “crecimiento dirigido por el Estado”.

Ilustración 1. Crecimiento del PIB por trabajador, 1990–2007 vs. 1950–1980 (Ocampo, J., 2008)

* Profesor e investigador de Universidad Nacional del Luján, Argentina.

1 Ver en http://www.youtube.com/watch?v=P9zh79o2FV4&feature=player_embedded#!

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Sin embargo, luego de los 90, ingresa en el olvido la agenda del desarrollo y se vuelve con dos pilares consensuales de la economía convencional: a) las finanzas “sanas” y b) el tipo de cambio “competitivo”.

A) La disciplina fiscal y finanzas “sanas”El clima del Consenso de Washington (Williamson, 1990), sobre las políticas “deseables” que debían ejercer los Estados, como desregulación, liberaliza-ción, y privatización sirvieron como soporte ideológico, para establecer las llamadas “reformas” pro mercado (Davidson, 2003, p. 3) El objetivo de las mismas fue dar sostén a las premisas del laissez faire ortodoxo en que la “disciplina fiscal” fue internalizada también en los análisis de algunos econo-mistas heterodoxos, y en la que aún hoy prevalece intacta en medio de la cri-sis mundial actual. Los argumentos convencionales han permeado el sentido común económico, y han instalado que los excesivos gastos de gobierno son generadores de “inflaciones por demanda”, y que llevan a un crowding out, o efecto desplazamiento (ED) sobre la inversión privada, y pérdida de credibilidad política, dependiendo del enfoque ortodoxo que se trate.

El E.D. en la síntesis neoclásica, se basa en general en el predominio del efecto sustitución por sobre el efecto ingreso, con el supuesto de que las economías se encuentran en pleno empleo. El Estado gastaría un ahorro de pleno empleo, que no podría utilizar la inversión privada. Existen otras ver-siones de E.D., sin el supuesto de pleno empleo, donde actúa la elevación de la tasa de interés debido a la sustitución producida por el gasto público, o bien el aumento de demanda de dinero por aumento de transacciones, (B. Friedman, 1978, p. 629), o el “portfolio E.D.” (Tobin y Buiter, 1976) o bien en vínculo con la equivalencia ricardiana, (Barro, 1974). Por el lado de los Nue-vos Clásicos y los Nuevos Keynesianos, siguen la lógica bajo los supuestos de expectativas racionales (agentes con información completa, previsión perfecta). (Ver en Pérez Caldentey, E. y Vernengo, M., 2010; Forestieri, P., 2008; Fiorito, A., 2010).

Pero el punto más extremo en la línea de política inmutable del FMI (ver Ver-nengo & Ford, 2014), lo ha marcado la noción de que las políticas fiscales solo sirven, en momentos en que existe una grave recesión, junto a una gran capacidad ociosa, y donde las políticas monetarias no surten efecto. De lo contrario son consideradas como desestabilizantes.

“La sabiduría convencional actual sostiene que es improbable que los cambios discrecionales en la política fiscal hagan mucho bien, y pue-den más bien dañar” (Blinder, 2006, p. 52).“Existe un amplio consenso en la profesión económica que una deli-berada política fiscal “contraciclica” no ha contribuido a la estabilidad económica y pudo realmente haber estado desestabilizando en el pa-sado” Feldstein (2002).

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Es por esto, quizá, que la posición convencional del tema fiscal es hoy extrañamente lo opuesto a lo que solía ser con la síntesis neoclásica: ahora una reducción de los déficits, ¡resultaría expansiva!! Tal como se expone inicialmente en (Gavazzi & Pagano, 1990)2 y que se ha difundido más con los manuales de Blanchard, en base a algún tipo de justificación por expectativas.

Normalmente son los controles de capitales los que permiten, más allá del manejo de la flexibilidad del tipo de cambio, la posibilidad de mantener baja la tasa de interés (descontando un diferencial de intereses nominales neutral), y evitar el crecimiento de la deuda pública y el déficit nominal, sin recaer en las peticiones ortodoxas de obtener superávits primarios3.

Ya el propio Keynes afirmaba en las negociaciones previas a Bretton Woods, que para garantizar la eutanasia del rentista, el banco Central debía regular la tasa de interés, de manera independiente de las presiones del exterior, que los movimientos de capitales no debían ser irrestrictos, “we cannot hope to control rates of interest at home if movements of capital moneys out of the country are unrestricted” (Keynes, 1980, p. 276). Claro está que se refería a países centrales y no a un país aislado.

B) El tipo de cambio competitivoHaciéndose eco de esta visión convencional, una gran cantidad de econo-mistas latinoamericanos autodenominados “nuevo desarrollistas” postulan además como acicate para el crecimiento económico el tener un “tipo de cambio competitivo” o devaluado para incentivar la demanda de exporta-ciones combinado con ajuste fiscal para evitar la “inflación de demanda”. Es significativo, sin embargo, que a pesar del amplio consenso internacional, no existen evidencias empíricas que las exportaciones y las importaciones se modifiquen demasiado por las devaluaciones y sí en cambio, por las modi-ficaciones del producto efectivo. Se verá en los siguientes acápites que con un enfoque alternativo coherente teóricamente y pertinente en lo empírico, que se pueden obtener modelos que expliquen el crecimiento de economías que no se encuentran en pleno empleo de recursos, evitando las explicacio-nes convencionales que sí lo suponen.

2. Tres conceptos clave para una visión alternativaEs así pues que un primer concepto teórico ausente en la ortodoxia y que es responsable de la merma y faltas de crecimiento, generadoras de pe-ríodos de recesión y finalmente expresadas en crisis económicas, es el de

2 Ver crítica en (Barba, A., 2001).

3 Empíricamente, sin embargo, con respecto a la correlación entre déficit fiscal y tasa de interés (Gale y Orszag, 2003, p. 475) obtiene resultados muy débiles para el análisis de la economía norteamericana, sin hablar por supuesto de causalidad alguna.

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demanda efectiva. La causalidad de demanda efectiva en el corto y largo plazo es un concepto de ruptura y quiebre con la corriente convencional de la economía, que no la admite (Serrano, F., 1995). Tuvieron que pasar más de cuatro décadas desde los primeros intentos de (Harrod, 1939) en llevar a Keynes al largo plazo hasta que diversas líneas heterodoxas4, superaran el problema de la inestabilidad del crecimiento, y concuerden que este es di-rigido por la demanda efectiva. El supuesto convencional que no se cumple y permite esto, es que las economías no tienden a estar en el pleno empleo de recursos a largo plazo, lo que convierte al producto potencial o capacidad productiva en endógenamente determinados por la demanda5 6.

En efecto, esto puede verse con la normalidad en el grado de utilización de la capacidad productiva de los países, que suele ubicarse entre un 70 y un 80%, y que implican siempre una posibilidad de respuesta productiva y no solamente en aumento de precios. Pero también se observa cuando se produce el crecimiento económico, el grado de utilización aumenta y no dis-minuye, como tendría que pasar si fuese un impulso liderado por la oferta.

Un segundo concepto teórico que abre las puertas de la economía al resto de las disciplinas sociales y la historia, es la exogeneidad de la distribución del ingreso respecto de la teoría del valor y los precios7. La economía políti-ca de los economistas clásicos señala este resultado acerca de la división en clases sociales. Los hábitos, las instituciones y la organización social y políti-ca relativa determina el marco nacional en el que se dará la puja redistributiva por el excedente económico (Pivetti, 1985, 2008). Sobre esto existen tam-bién fuertes coincidencias entre las distintas miradas no convencionales8. Como se observa en la Gráfico 2, y para ilustrar este punto, el crecimiento del producto per cápita promedio mundial en 40 años, se acompaña con muy diversas distribuciones del ingreso en distintos países.

4 Las divergencias sobre qué cosa es la heterodoxia, suelen depender de cuál es el punto im-pugnado de la línea dominante del pensamiento económico. Kaleckianos, Postkeynesianos y Sraffianos en punto a la demanda efectiva tienen coincidencia. (Cornwall, 1972; Setterfield, 2002; Lavoie, 2006; Garegnani, 1978; Eatwell, 1979; Kurz, 1995).

5 Las diversas versiones ortodoxas oscilan en considerarlo exógeno a corto y largo plazo, como las versiones de Real Business Cycle (Nelson y Plosser, 1982) o las del nuevo consenso que toman como exógenos los picos de Pib a que la economía ha llegado o bien su extrapolación a determinar la tendencia del crecimiento. (Blinder, 2004, Delong & Summers, 1988).

6 Amico, Fiorito & Hang, (2011) para un análisis en la Argentina.

7 (Garegnani, 1984).Tanto los primeros economistas clásicos con el salario físico dado, como los contemporáneos con la tasa de interés monetaria dada por decisión de los Bancos centrales (Pivetti, 1985). Ver también (Kurz, 2011).

8 También existe disidencia, vg. una porción importante de economistas latinoamericanos en los 50, participaron de la visión de la “ecuación de Cambridge”, donde se toma como exógeno el crecimiento del producto y endógena la distribución. Ver una argumentación al respecto en Pivetti, 1985b, Pasinetti, 460-2.

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Ilustración 2. David Weil de Economic Growth: data plotter9

El coeficiente de correlación es cercano a cero, indicando que países con igual tasa media de crecimiento, poseen diversas participaciones de los trabajadores en el excedente. Por supuesto que no quiere decir que en diversos períodos, para un país no puedan encontrarse vínculos temporarios con un crecimiento de la participación de los salarios, o de las ganancias en el producto, pero lo importante de esta exogeneidad puesta como prius, es que no existe una relación automática y mecánica entre crecimiento y distribución. Ver con aplicación al caso de la Argentina y del Brasil. (Amico, F. & Fiorito, A., 2011).

Un tercer concepto, en vínculo con los anteriores, el dinero endógeno, explicado desde las instituciones, el Estado y el poder, en directa oposición a la visión cuantitativista, el dinero es considerado como criatura del Estado. (Lerner, 1943) en línea con la posición teórica de Keynes sobre la política monetaria afectando las posiciones de largo plazo de la economía, y por ende no neutral10.

9 http://wps.aw.com/wps/media/objects/1409/1443513/plotter/weildataplotter.html

10 También permite la elucidación entre monedas que están respaldadas por Estados de las que no lo están, en punto a ocupar el lugar de moneda mundial. (Fields & Vernengo, 2011). En este trabajo se muestra como el hegemón monetario (dólar) se impone siendo un activo libre de riesgo de default de deuda para el país que lo genera.

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En suma la no neutralidad del dinero para la economía real y negación de la existencia de una tasa natural de interés compatible con el pleno empleo de recursos, (Wicksell, K., 1898) situación a la que se afirma convencionalmente, tiende la economía. Ya en el capítulo 17 de la Teoría General, Keynes se despega de dicho concepto wickselliano:

“I had, however, overlooked the fact that in any given society there is, on this definition, a different natural rate of interest for each hypothetical level of employment. And, similarly, for every rate of interest there is a level of employment for which that rate is the ‘natural’ rate, in the sense that the system will be in equilibrium with that rate of interest and that level of employment. Thus it was a mistake to speak of the natural rate of interest or to suggest that the above definition would yield a unique value for the rate of interest irrespective of the level of employment. I had not then understood that, in certain conditions, the system could be in equilibrium with less than full employment. I am now no longer of the opinion that the concept of a ‘natural’ rate of interest, which previously seemed to me a most promising idea, has anything very useful or significant to contribute to our analysis” (Keynes, cap. 17, VI).

Es decir que desde su visión no existe una tasa de interés de largo plazo que lleve al pleno empleo11.

Por su parte (Sraffa, 1960) desarrolla una crítica del enfoque neoclásico tanto a las versiones tradicionales anteriores a (Hicks, 1939) como a las versiones contemporáneas, (Garegnani, 1983b). El trabajo de Sraffa demuestra la posibilidad de obtención de precios normales con el producto dado, por lo que su esquema clásico es compatible con varias teorías del producto, entre las que se encuentra el crecimiento vía la teoría de la demanda efectiva. Y en tanto la validez de la teoría de Keynes y Kalecki en el largo plazo depende del abandono de los principios convencionales, ambas teorías se refuerzan juntas.

“There is no logically consistent foundation to the idea the variation in relative prices, or in the rate of interest, or in money wages, will cause the system to tend to a full–employment level of output.” (Eatwell, 1979, p.121)

3. El “viento de cola” que evita remontar las políticas de desarrollo12

En los países en desarrollo la cuenta corriente del balance de pagos es un límite a la expansión de la demanda y del crecimiento que suele aparecer

11 Aunque también es cierto que Keynes mantuvo la pendiente negativa de eficiencia marginal del capital, que se encuentra detrás de dicha tasa de pleno empleo de recursos (Vernengo, M., 1999).

12 Con “viento de cola” se referencia a los precios relativos favorables a la región latinoamericana (bienes primarios) luego del ingreso de China al mercado internacional en 2002.

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mucho antes la restricción física de la capacidad productiva potencial, que por otra parte es inobservable13. Si existe un superávit en la cuenta corriente para una determinada política cambiaria, significa que existe lugar para una mayor expansión fiscal y para mayores importaciones.

Es importante remarcar que los resultados fiscales son endógenos al nivel de actividad, en tanto que los déficits o superávits nominales abarcan el pago del resultado primario más los intereses de la deuda pública y la inflación. El resultado primario solo tiene en cuenta el gasto directo G menos recauda-ción T. Los intereses sobre la deuda son exógenos y la inflación depende de aspectos de costos y puja distributiva, ergo cada segmento que conforma el resultado fiscal considerando intereses depende de variables distintas, y el resultado agregado final se conoce ex post.

En los países de la región, con décadas de ausencia de políticas de controles de capitales, e históricamente poseedores de cuentas de capital abiertas con el exterior, se mantienen tasas de interés elevadas para atraer capitales dentro de una dada política cambiaria.

Pero cuanto mayor sean las tasas de interés, mayor será el pago sobre la deuda pública14 y mayor será el déficit nominal, quedando menos lugar para expandir fiscalmente el gasto público.15 Se agrega a esto, que el consumo proveniente del mayor pago por intereses no crece proporcionalmente, al tener este sector perceptor una menor propensión a consumir, generando –como ocurrió en los últimos años, que la combinación de superávits prima-rios (el gasto será menor que la recaudación) con déficits fiscales nominales, se termine limitando la expansión de la demanda y del crecimiento, más allá de la regresión redistributiva que alimenta este proceso.

Y el camino que ha seguido la región en su crecimiento desde inicios de este siglo, se debe a su performance externa, y no tanto a su política fiscal, que es en líneas generales contraccionista, como herencia del Washington Con-sensus. (Caldentey & Vernengo, 2008).

Latinoamérica tuvo desde 2002 al 2006, el mayor crecimiento del PIB per cápita promedio anual de su historia (2.8%), donde 14 de 18 países mejora-ron su situación externa en dicho período, por la elevación de los términos del intercambio y aumento de las cantidades exportadas, pero no por una mayor intervención del Estado en la prosecución de políticas industriales (Ilustración 4).

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Ilustración 3. Fuente Banco Mundial

En efecto, si se analiza la posición fiscal (PF)16 de estos países, se puede ver que mientras desde 1995 hasta 2002, PF fue mayor que uno, pero posteriormente a 2002, fue menor: “no ha habido, a pesar de la retórica sobre la importancia del Estado, un despliegue de políticas fiscales anti cíclicas de corte keynesiano”. Ibídem.

Ilustración 4. Fuente: CEPAL

13 Precisamente la cuenta corriente del país es la única evidencia empírica que se encuentra con un problema para crecer.

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4. Una necesaria ruptura con el convencionalismo teóricoDe la ruptura teórica con la ortodoxia, se deduce en la práctica política un quiebre con el Washington Consensus y sus recomendaciones, que ponen el centro en la disciplina fiscal como un objetivo antiinflacionario, al tipo de cambio alto como sistema de incentivo de la demanda, y el ahorro como determinante de la inversión.

Es entendible entonces que los análisis convencionales no tengan en cuenta las medidas que hay que tomar para desarrollarse, y estén en radical oposición a las políticas activas desde el Estado. No se está diciendo aquí que solo con el crecimiento de la demanda autónoma –condición necesaria– basta para un plan de desarrollo, sino que este debe ser encarado con medidas activas desde el Estado para corregir problemas inducidos por el crecimiento, como lo proponía el “Viejo” desarrollismo. Algunas de su hoy “heréticas” medidas17:

Sustitución de importaciones: para relajar la restricción externa y al mismo tiempo generar vía efecto Kaldor–Verdoorn un aumento de productividad que ayuda a la competitividad no precio de las exportaciones manufactureras (Teitel & Thoumi, 1986).Sin embargo en toda la última década no se ha manifestado macroeconómicamente un avance significativo en torno a un plan sistemático en toda la región. En particular para la Argentina, no se observan cambios sectoriales en ese sentido. Ver un análisis en Guaita, N. y Guaita, S.18.

Promoción de exportaciones no tradicionales: con el esfuerzo fiscal en pos de diversificar la matriz de exportaciones de manufacturas, (subsidios, impuestos), alivia la restricción externa.

Control de capitales: para que su entrada o salida no agrave la posición de reservas del banco central, para el manejo de la política monetaria y cambiaria.

Políticas industriales como los incentivos y subsidios a la producción desde una banca de desarrollo que maneje las condiciones de los costos productivos, en una macroeconomía definida desde la demanda efectiva.

14 No es evidente, ni deducible, como ya dijimos que una mayor tasa de interés, implique menor inversión privada, en tanto es una demanda inducida por la demanda autónoma por medio del acelerador de la inversión.(Fiorito, 2008).

15 Ver: Trade and Development Report, 2011, p. 57.

16 La posición fiscal es la relación entre el gasto público y la recaudación impositiva en términos del producto. Si G=T, se tiene que la posición fiscal es neutral.

17 Ver, para un repaso de estos autores, ver Di Filippo (2000) y Singh y Agarwala (1963).

18 http://www.grupolujan-circus.blogspot.com.ar/2011/11/diamand-y-la-sustitucion-de.html

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Políticas de ingreso: controles de salarios y precios para relajar las presio-nes inflacionarias, derivadas del aumento de costos por el crecimiento.

Y es todo esto lo que no se observa en el nuevo desarrollismo y otros analis-tas que de esta manera dan aval al proceso real que comenzó a comienzos de este siglo en la región.

No es tan entendible y más bien resulta paradójico, que muchos planteos criticando políticamente al “Washington Consensus”, mantengan tópicos importantes sin cambio. Por ejemplo, en las Diez Tesis sobre el “Nuevo De-sarrollismo”19, que las diferencias de forma y de política no obstan para que conceptualmente puntos centrales de la propuesta sean semejantes a dicho consenso (Williamson, 1990)20.

En efecto, se puede observar la similitud que guardan ambas visiones en el énfasis en el tipo de cambio competitivo, y la “neutralización de la apreciación cambiaria”; el “papel secundario del Estado”; o la “disciplina fiscal”. Su desta-cada tolerancia cero con respecto a la inflación considerada como resultado de un exceso de demanda por parte de un “populismo cambiario”21 que man-tiene déficits fiscales permanentes, refuerza su asimilación ortodoxa en punto a mantener la “disciplina fiscal”. (Bresser Pereira, 2006, p. 17) El objetivo de una “política fiscal balanceada” y no una concepción instrumental22 es lo que termina abortando el canal que va de mayor crecimiento a mayor productivi-dad, dado que reprime el gasto autónomo doméstico23.

En efecto, en (Bresser Pereira y Dall’Acqua, 1991), se recomienda una ma-yor disciplina fiscal para frenar la inflación. Si bien estos autores rechazan que los déficits generen la inflación, sin embargo, afirman que la eliminación de los primeros sería necesaria para controlar la segunda. Pudiendo existir correlación por muchos motivos, en realidad no hay estudios empíricos que muestren déficits fiscales causando inflación, y el intento de eliminarla con mayor “disciplina fiscal” redunda generalmente en una muy fuerte caída de

19 http://www.tenthesesonnewdevelopmentalism.org/theses_spanish.asp

20 El punto que no se cumplió en los 90 fue el tipo de cambio alto, tal vez por la necesidad de los países en su momento de cumplir sus pagos de deuda en condiciones financieras más duras. De tal forma que el FMI, aceptó los anclajes cambiarios como política antiinflacionaria.

21 Si bien es correcta la crítica al populismo, en punto al cuidado de las divisas de un país, las herramientas del “viejo desarrollismo no son asimilables al primero.

22 Lerner (1941,1943) hablaba de la política fiscal como un volante para dirigir la economía.

23 El principal punto de diferencia destacable con respecto a la ortodoxia por parte de los neo-desarrollistas, es el reconocimiento de la existencia de una restricción externa como límite al crecimiento.

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las tasas de crecimiento económico del producto potencial, como conse-cuencia de la merma en la demanda y no la inflación24.

El mismo argumento modelizado de un tipo de cambio alto y competitivo, es hallable en los múltiples trabajos de Roberto Frenkel, quien afirma que una elevación y sustento del tipo de cambio real genera un impulso de demanda suficiente para obtener el crecimiento del producto. Su recomendación es también similar sobre como contrapesar la presión inflacionaria producida: una política de superávit fiscal (ancla fiscal), o de “austeridad” vía la modera-ción del gasto público. (Frenkel, R.; 2011).

“Esta interpretación, en la versión de Frenkel, subestimó o desconoció el rol de la demanda agregada en el proceso de crecimiento y tendió a buscar en el cambio de los precios relativos (ajuste cambiario) una explicación por el lado de la oferta (ortodoxa) para la expansión regis-trada, como por ejemplo el énfasis puesto en el “canal de intensidad laboral” de la devaluación, resultante de asumir un mecanismo de sus-titución “factorial” que tiene origen en la óptica neoclásica” (Amico, F. 2008).

En efecto, esta corriente plantea que el crecimiento de la demanda externa puede expresarse en el mantenimiento de un tipo de cambio real competitivo y estable (TCRCE) el que genera la posibilidad de incrementar la demanda de exportaciones al cambiar los precios relativos hacia un esquema pro transa-bles y pro no–transables por distintos canales. (Frenkel, 2008). Y en tanto de-manda redundante con la doméstica, y exige un ajuste fiscal contractivo que compense dicho exceso. (Frenkel, 2011; Bresser Pereira, 2012; Ros, 2011).

“En resumen, un régimen de TCRCE se diferencia de otros contextos de po-lítica en un aspecto crucial: en este régimen la política cambiaria establece un impulso expansivo permanente sobre la demanda que puede dar lugar a presión inflacionaria y este impulso es difícilmente regulable mediante la sintonía fina de la política cambiaria.

La existencia de un impulso expansivo permanente enfatiza los roles de fre-nos que deben jugar las políticas fiscal y monetaria. En general, las políticas macroeconómicas fiscal y monetaria se enfocan en el control de la demanda agregada y pueden jugar roles expansivos o contractivos. Lo mismo vale en el régimen de TCRCE, pero en este régimen hay una presión permanente sobre el acelerador del vehículo.” (Damill & Frenkel, 2009, p. 5).

24 En la Argentina durante la crisis en 2009, el producto no creció fruto de la caída de demanda, y sin embargo la inflación se mantuvo en el 15%. Otro tanto pasó en el 2012, con caída de la tasa de crecimiento de 9% a en parte autoinflingida por recorte fiscal, e inflación del 23%.

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Los tres canales que enumera (Frenkel, 2007, pp.11–12) en sus trabajos, donde el tipo de cambio tendría efectos sobre el nivel de empleo, se obser-van inconvenientes principalmente teóricos de diverso tipo a saber:

1. El “canal de intensidad laboral” se basa en el supuesto de existencia de sustitución factorial, desde hace más de cincuenta años demostrado como teóricamente inconsistente en el debate de Cambridge25, (Fiorito & Amico, 2008), pero que fundamentalmente no sucede empíricamente. Dado el producto, en la economía existe más complementariedad que sustituibilidad por lo que abaratar el salario real en dólares con una deva-luación, no implicará la generación de nuevos puestos de trabajo. Sola-mente un aumento de la demanda autónoma puede disparar los aumen-tos de empleo y producción en economías capitalistas sin tendencia al pleno empleo de recursos.

2. El “canal macroeconómico” por su parte se topa con el efecto de corto plazo recesivo de las devaluaciones (caída del salario real). Si bien por efecto del cambio de precios relativos que impone la variación del tipo de cambio, se incentivaría según esta versión la producción e inversión en transables, el “efecto total reactivante” no necesariamente es positivo en tanto se debe sustraer de la demanda doméstica que cae por efectos de redistribución regresiva por caída de los salarios reales. (Frenkel, 2006, p7). Como se muestra en Fiorito, Guaita y Guaita, (2013) no se produce en general un aumento de las exportaciones (nueva demanda) por efectos de la devaluación.

3. Por último, el “canal de desarrollo”, tiene paradójicamente un acento en sentido opuesto a su denominación, dado que no es plausible en el largo plazo que el desarrollo sea pensado como el resultado de una sola medida, como la variación del tipo de cambio (Frenkel, 2004, pp.5–10). Poco queda así de la enorme batería de herramientas y medidas para crecer y distribuir el ingreso en lo que Ocampo denominó para el momento de mayor crecimiento de la región como “crecimiento liderado por el Estado” (Gráfico 1). Por ende no es un resultado de la variación del tipo de cambio, que cambiando los precios relativos a favor de los transables, habilitaría un proceso de industrialización de productores primarios a manufactureros. Para esto, sin una política explícita desde el Estado planificando la sustitución de importaciones y la promoción de exportaciones es una tarea que choca con toda experiencia pasada de industrialización en el mundo.

25 No hay tal cosa como elevación del nivel del empleo por caída de salarios reales, en punto teórico se prueba que para más de un bien, existen curvas de demanda de factores positivas y a saltos, por lo que la distribución del ingreso no se determina con equilibrios estables por oferta y demanda. Ver por ejemplo entre innumerables trabajos al respecto (Petri, 2004, ch.7 y 8 ).

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Semejante política no observa que los efectos redistributivos de las grandes devaluaciones sobre la distribución del ingreso, suelen ser en la región de retracción de la demanda por caída salarial (López, G. y Cruz, B., 2004; Lopez, G. y Perrotini, 2006).

Como afirma López Gallardo: “La respuesta de la economía convencional a esta exigencia, es la de mejorar la competitividad por la vía de una devaluación de la moneda nacional. Sin embargo, esta vía no siempre es eficiente, y en la mayor parte de los casos no es la mejor alternativa. Mencionemos a continuación algunos de los problemas involucrados.

Por una parte, la devaluación genera presiones inflacionarias, porque las firmas elevan sus precios en proporción al (o incluso en mayor proporción) alza de sus costos, y los trabajadores luchan por defender su salario real. Por otra parte, incluso si la devaluación no se traspasa enteramente a los precios internos, y se eleva el tipo de cambio real y la competitividad, no es seguro que la balanza comercial mejore (esto es, la llamada “condición Marshall–Lerner” la menos no se cumple en países periféricos). Por último, cuando la devaluación no se traspasa enteramente a los precios de los bienes de fabricación nacional, los salarios reales y la participación de los salarios en el valor agregado se reducirán, generando una caída de la demanda interna que puede ser mayor que el posible aumento de la demanda externa neta (aumento que ocurre cuando la condición Marshall–Lerner sí se cumple)” (López Gallardo, 1999, p. 147).

López Gallardo extiende su análisis empírico para la región en López & Cruz (2000) tomando en consideración también países como Brasil, Argentina, Colombia y México, y analiza el comportamiento del crecimiento ante cambios en los precios comparativos y en el tipo real de cambio (Ibídem, p.478).

Observa López Gallardo que para Brasil y México, una depreciación real –de lograrse– no obtiene los resultados asumidos como válidos en el mainstream, sino que empeoran el resultado del balance comercial. También llega al resultado que en todos los casos el balance comercial esta positivamente asociado con el producto mundial (exportaciones) y negativamente asociado con el producto doméstico (importaciones), como se obtuvo en (Fiorito, Guaita y Guaita, 2013) para la Argentina y para los países trabajados en Rodrik (2008).

Es decir, el freno fiscal recomendado actúa principalmente sobre la cantidades producidas como una disminución de la demanda efectiva, que es redundante

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con el efecto recesivo de la devaluación sobre los salarios reales en dólares y por lo tanto no actúa reduciendo la inflación. Se obtiene asi un cuadro de recesión por caída de demanda efectiva total (caída de salarios reales en dolares por devaluacion y ajuste fiscal) y con una inflación que dependerá de la fuerza de la resistencia salarial a caer del país en cuestión.

Como resultado la lógica nuevo desarrollista, en base al tipo de cambio com-petitivo, falla en todos sus canales, al exigir una enorme cantidad de tareas del desarrollo a una sola variable: el tipo de cambio.

A modo de conclusiónEn definitiva en estas posiciones “nuevo desarrollistas” se ha volatilizado la política industrial para el desarrollo en donde ajuste fiscal va de la mano de devaluación, aunque paradójicamente ningún dato apoya un resultado favo-rable al crecimiento.

En efecto, en un estudio reciente para la Argentina (Fiorito, Guaita & Guaita, 2013) se observa que el tipo de cambio es inelástico tanto para las exporta-ciones como para las importaciones, siendo la variable significativa para ex-plicar variaciones de comercio las modificaciones del producto de los países importadores y el producto doméstico respectivamente. Aún para trabajos internacionales como los de Rodrik, (2008) que dan pábulo a estas versiones regionales, se puede comprobar que regresionando sus mismos datos con métodos tradicionales de series de tiempo, no se obtiene significatividad de las elasticidades–precio de las exportaciones en casi ningún lugar del mun-do.26 El resultado es importante, puesto que para lograr algún impulso de crecimiento en la economía se necesitaría una enorme devaluación que ten-dría efectos devastadores en la redistribución del ingreso doméstico. Sería de muy valiosa ayuda el cálculo en cada país de la región de las elasticidades precio de las exportaciones e importaciones para ayudar a derribar este mito altamente engarzado en la profesión.

La suerte de las trayectorias nacionales de desarrollo en la región, si bien no son determinadas exclusivamente por las recomendaciones de los académi-cos, dependen en gran medida de la instalación de un sentido común econó-mico afín, más aun considerando la autorreferencialidad de los políticos en el gobierno. Al día de hoy lamentablemente dicha visión mayoritaria es margina-lista y convencional, y que aún fraccionada logra mantener ciertas causalida-des convencionales y sus supuestos de pleno empleo de recursos y exoge-neidad del producto potencial, también dentro de grupos de economistas que intentan criticar los resultados de las políticas aplicadas en los 90.

26 Ibídem, pp.95-101, donde sí se observa el efecto Balassa-Samuelson, por el que los precios domésticos suben.

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Análisis del contenido tecnológico de las exportaciones argentinas (1996–2011)¿Hubo cambio estructural entre la convertibilidad y la posconvertibilidad?

Analysis of the technological content of Argentine exports (1996–2011)Was there structural change between convertibility and posconvertibility?Daniel Schteingart*

ResumenEste trabajo contiene un análisis de las exportaciones argentinas en los dieciséis años comprendidos en el período 1996–2011. El enfoque utilizado hará énfasis principalmente en la composición de los bienes exportados según su grado de contenido tecnológico. Se partirá de la premisa de que un mayor contenido tecnológico en las exportaciones de un país –siempre y cuando dicho contenido tecnológico sea producido localmente y no directamente importado, como ocurre en su máxima expresión en la maquila– propiciará mayores facilidades para el desarrollo en el largo plazo. El análisis del caso argentino mostrará que la crisis terminal de la convertibilidad implicó una mayor reprimarización de las exportaciones, que se logró revertir parcialmente a partir de 2003. En este caso, el avance en una complejización

* Licenciado en Sociología (UBA), de nacionalidad argentina. Actualmente es maestrando en Sociología Económica (IDAES–UNSAM) y doctorando en Sociología (IDAES–UNSAM). Cuenta con una beca interna de Doctorado Tipo I financiada por el CONICET. E-mail: [email protected]

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de las exportaciones se dio fundamentalmente entre 2003 y 2006, por la combinación de un marco macroeconómico favorable a la exportación de dicho tipo de bienes (gracias a la megadevaluación ocurrida en el año 2002), en combinación con el efecto “rebote” que supuso la superación de la recesión de 1998–2002, y por la crisis en el sector energético, que hizo perder importancia a las exportaciones de combustibles. A partir de 2007, la mayor apreciación cambiaria combinada con la debilidad de las políticas industriales de fomento en la industria manufacturera, más el alza de los precios internacionales de los commodities, fueron restando dinamismo al mencionado proceso y, ya a partir de 2009, la complejización de las exportaciones argentinas comenzó a dar lugar a una incipiente primarización. Dentro de este marco, intentaremos dilucidar cuáles han sido las ramas productivas con mayor aporte a lo ocurrido en el contenido tecnológico de las exportaciones argentinas.

Palabras clave: Argentina, posconvertibilidad, primarización, contenido tecnológico, exportaciones.

AbstractThis paper contains an analysis of Argentine exports between 1996 and 2011. The approach will focus mainly on the composition of exported products according to their degree of technological content. A basic principle in this analysis will be that a higher technological content of exports of a country will contribute to greater opportunities for economic development in the long term –provided that such technological content is produced locally and not directly imported as it occurs in the case of the maquila in its highest expression–. The analysis of the Argentine case shows that the terminal crisis of the convertibility system implied a reprimarization of its exports, which was partially reversed after 2003. An increase in complexity of exports took place mainly between 2003 and 2006, due to a combination of a macroeconomic framework favourable to the export of this type of products –as a consequence of the mega devaluation of the national currency in 2002–, combined with the “rebound” effect that involved the overcoming of the recession of 1998–2002, and also the crisis in the energy sector, which rendered fuel exports less important. Since 2007, the higher appreciation of the Argentine peso, combined with weak industrial development policies in the manufacturing sector, plus the increasing international prices of commodities, diminished the dynamism of that process. Even more, from 2009, the complexity of Argentine exports began to drop, leading to an emerging primarization. Within this context, we will attempt to describe which the main sectors that influenced the path followed by the technological content of Argentine exports were.

Keywords: Argentina, posconvertibility, primarization, technological content, exports.

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IntroducciónEste trabajo contiene un análisis de las exportaciones argentinas en los dieciséis años comprendidos en el período 1996–2011. El enfoque utilizado hará énfasis principalmente en la composición de los bienes exportados según su grado de contenido tecnológico.

Se partirá de la premisa de que un mayor contenido tecnológico en las exportaciones de un país –siempre y cuando dicho contenido tecnológico sea producido localmente y no directamente importado, como ocurre en su máxima expresión en la maquila– propiciará mayores facilidades para el desarrollo en el largo plazo (Haussman et al, 2006; Haussman et al., 2007; Reinert, 1994). En otras palabras, se disentirá con la postura ricardiana que sostiene que los países deben especializarse en aquellas ramas en las que son, en el corto plazo, más eficientes (en los países latinoamericanos, estas actividades son las primarias). Más bien, adoptaremos un enfoque neoschumpeteriano, que rechazará la teoría ricardiana de las ventajas comparativas estáticas. El neoschumpeterianismo –que construye su teoría a partir de legado de Joseph Schumpeter– sostiene que las ventajas comparativas no son nunca estáticas, sino que pueden ser tornadas en ventajas competitivas dinámicas a partir de la creación de rentas tecnológicas. Desde este enfoque, se sostiene que la reestructuración industrial puede darse a partir de procesos de innovación tecnológica y aprendizaje (Lugones, 2012; CEP, 2008; Schumpeter, 1942; Reinert, 1994).

Durante el período analizado –pero en particular en la última década– tuvo lugar a nivel mundial un boom de las exportaciones de los países en vías de desarrollo, íntimamente relacionado con una nueva reconfiguración económica global. La relocalización de parte de la producción industrial en los gigantes asiáticos China e India alentó la demanda de commodities primarios –tanto por el crecimiento de la producción como por la emergencia de sectores asalariados urbanos en dichos países con progresivas mejoras en sus poderes de compra–, hecho que se sumó a la entrada masiva de fondos financieros especulativos en busca de activos donde valorizarse (UNCTAD, 2011).

De esta forma, se dio un inédito crecimiento tanto en los precios internacionales como en las cantidades demandadas de los principales productos primarios que exportan los países latinoamericanos. Este contexto fue positivo para la región, al garantizar un sostenido aumento de sus exportaciones, lo que permitió alejar la tradicional restricción externa que históricamente condicionó sus procesos de crecimiento (Diamand, 1973).

Sin embargo, el cambio de precios relativos en favor de los commodities tradicionales también trajo aparejado en la mayoría de los países de América

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Latina la primarización de sus estructuras productivas (Fraschina, 2011). Esta consecuencia negativa en términos de un proceso de desarrollo como el mencionado anteriormente, también fue producto de los esquemas de inflation targeting aplicados por varios gobiernos latinoamericanos (entre los que se destaca el de Brasil), que no hicieron más que agudizar la situación de los sectores productivos más sensibles a la competencia extranjera (French Davis, 2010). De esta forma, las exportaciones de manufacturas con cierto grado de contenido tecnológico perdieron importancia, siendo desplazadas por las de productos primarios y por las de bienes manufacturados intensivos en recursos naturales.

El análisis del caso argentino mostrará que la crisis terminal de la Converti-bilidad implicó una mayor reprimarización de las exportaciones, que se logró revertir parcialmente a partir de 2003. En este caso, el avance en una com-plejización de las exportaciones se dio fundamentalmente entre 2003 y 2006, por la combinación de un marco macroeconómico favorable a la exportación de dicho tipo de bienes (gracias a la megadevaluación ocurrida en el año 2002), en combinación con el efecto “rebote” que supuso la superación de la recesión de 1998–2002, y por la crisis en el sector energético, que hizo perder importancia a las exportaciones de combustibles. A partir de 2007, la mayor apreciación cambiaria combinada con la debilidad de las políticas industriales de fomento en la industria manufacturera, más el alza de los precios internacionales de los commodities, fueron restando dinamismo al mencionado proceso y, ya a partir de 2009, la complejización de las exporta-ciones argentinas comenzó a dar lugar a una incipiente primarización.

Si bien el fenómeno del alza de los precios internacionales de los commodities se dio en la década del 2000 y aunque el estudio hará hincapié en el período 2002–2011, la razón por la cual se escogió el período temporal (1996–2011) estriba en la peculiar coyuntura macroeconómica que se dio en Argentina. De este modo, se sostendrá que puede resultar engañoso describir la evolución del contenido tecnológico de las exportaciones argentinas partiendo del piso de la crisis económica (año 2002). Por ello, el análisis resultará enriquecedor si se lo compara, con la última fase de crecimiento de la Convertibilidad (período 1996–1998), para luego poder dilucidar en qué medida ha habido un real cambio en la composición de las exportaciones argentinas.

Dentro de este marco, intentaremos dilucidar cuáles han sido las ramas pro-ductivas con mayor aporte a lo ocurrido en el contenido tecnológico de las exportaciones argentinas. Una primera aproximación permitirá observar que gran parte del crecimiento en el componente tecnológico de las exportacio-nes en la postconvertibilidad se debió a la fenomenal expansión de la indus-tria automotriz, rama que posee muy elevados coeficientes de importación en sus insumos. Al mismo tiempo, algunas ramas industriales acompañaron

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el proceso (químicos y plásticos), mientras que otras, como la siderurgia y la de maquinaria y equipo, lo acompañaron entre 2003 y 2008, y desde enton-ces lo frenaron. A la vez, la sensible reducción en las exportaciones de com-bustibles (los consideraremos principalmente como productos primarios) du-rante la última década también contribuyó a que el peso de las manufacturas de mayor contenido tecnológico en el total exportado haya sido mayor.

La investigación también se detendrá a estimar en qué medida el aumento de las exportaciones argentinas correspondió al efecto de los mayores precios de exportación y cuánto al crecimiento de las cantidades. Esto cobra especial relevancia dado que, como fue mencionado, entre 2002 y 2011 tuvo lugar una histórica modificación de los precios relativos a favor de los bienes primarios y las manufacturas basadas en recursos naturales, respecto a los bienes de mayor contenido tecnológico.

En suma, el objetivo principal de este documento es analizar las transfor-maciones ocurridas en las exportaciones de Argentina durante el período 1996–2011, desde la óptica de su contenido tecnológico. Por su parte, los objetivos específicos son: a) describir los cambios en los valores, cantidades y precios de las exportaciones argentinas, para el período señalado; b) dilu-cidar qué ramas han sido los que contribuyeron en mayor medida a las trans-formaciones en la composición de las exportaciones argentinas, y c) analizar las relaciones entre tipo de cambio, precios de exportación y primarización de las ventas externas argentinas.

El trabajo estará articulado de la siguiente forma: en la primera sección se detallan las cuestiones metodológicas y las fuentes de información utilizadas. En la segunda, se realiza un repaso de los principales cambios acontecidos en el contexto internacional durante los últimos diez años, que servirá para comprender ciertos fenómenos ocurridos en nuestro país. En la tercera, se introducen los rasgos generales del comportamiento de las exportaciones de nuestro caso de estudio durante el período de análisis. En la cuarta, se examinan detalladamente las ventas externas argentinas según su contenido tecnológico, a partir de precios y cantidades y se hace especial hincapié en lo ocurrido con las manufacturas de tecnología media y alta. Por último, se esboza una conclusión en la cual se retoman los lineamientos generales que guiaron este estudio.

I. Metodología y datosClasificación según contenido tecnológico y coeficiente de tecnología en exportacionesLa metodología utilizada para poder diferenciar el contenido tecnológico de las mercancías fue la provista por el Interactive Graphic System of Interna-tional Economic Trends (SIGCI Plus) de la Comisión Económica para América

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Latina (CEPAL) –que, a su vez, se basa en COMTRADE–1, que utiliza la clasifi-cación de Lall (2000). Este autor agrupa los bienes del Standard International Trade Classification (SITC) versión 2, en seis grandes grupos: productos pri-marios (PP)2, manufacturas basadas en recursos naturales (MRRNN)3, manu-facturas de baja tecnología (MBT), manufacturas de media tecnología (MMT), manufacturas de alta tecnología (MAT)4 y otros5.

Con el objetivo de facilitar la comparabilidad a lo largo del tiempo se ha elaborado un coeficiente de contenido tecnológico de exportaciones (CCTX), que es una medida resumen que integra las seis categorías creadas por Lall. Su meta es poder facilitar la lectura de lo ocurrido en materia de contenido tecnológico. Dicho coeficiente oscila entre 0% y 100%; en el primer caso, las exportaciones del país en cuestión serían en su totalidad PP, mientras que en el segundo serían todas MAT. Las categorías intermedias fueron ponderadas de la siguiente manera: manufacturas MRRNN, 25%; MBT, 25%, MMT, 75%. Dentro de la categoría “Otros”, hemos diferenciado entre el “oro no monetario”, al que hemos reclasificado como PP, y el resto de bienes no clasificados, que fueron excluidos de la ponderación.

La razón principal por la cual se otorgó el mismo puntaje a las MBT y las MRRNN tiene que ver con el tipo de bienes comprendidos por ambas categorías. En particular, cabe tener en cuenta las heterogeneidades que se

1 Disponible en http://www.eclac.org/comercio/ecdata2/index.html

2 Tanto Lall como la CEPAL utilizan una clasificación similar, con las únicas diferencias que para el primero los metales ferrosos se encuentran dentro de la categoría de MRRNN, mientras que para la segunda son contabilizados como PP. Lo inverso ocurre con los metales no ferrosos, que Lall cataloga como PP y la CEPAL como MRRNN. En este trabajo se adoptó el criterio de la CEPAL. Cabe mencionar que, además, dentro de PP se incluyen frutas y carnes sin preparar, cereales, oleaginosas, arroz, tabaco, lana, algodón, cacao, té, café, madera, carbón, petróleo crudo y gas.

3 Dentro de esta categoría se incluyen alimentos elaborados (frutas y carnes preparadas y acei-tes vegetales, por ejemplo), bebidas, tabaco manufacturado, derivados de la madera (celulosa, papel), metales no ferrosos, derivados del petróleo, derivaciones del caucho, cemento, piedras preciosas, minerales no metálicos y algunas ramas de la industria química básica (Lall, 2000).

4 Según Lall (2000), las MBT contienen las mercancías asociadas a la industria textil (hilados, indumentaria, calzado, cuero) así como los bienes derivados de la alfarería y la joyería, los mue-bles, los juguetes, los artículos de plástico y las partes y estructuras de metal. Las MMT incluyen vehículos y sus partes, motores, maquinaria industrial, barcos, relojes, calderas, fibras sintéti-cas, una considerable fracción de la industria química, plásticos, tubos y caños, entre otros. Las MAT comprenden máquinas de oficina y de procesamiento de datos, equipos de telecomu-nicaciones, televisores, transistores, equipos generadores de fuerza, turbinas, medicamentos, aeronaves, instrumentos ópticos y de precisión y cámaras fotográficas, entre otros.

5 Aquí se incluyen las transacciones no clasificadas y el oro no monetario, entre sus principales subcategorías.

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encuentran al interior de la categoría de MRRNN: si, por un lado, es posible encontrar determinadas ramas de la industria química que, por ejemplo, en la clasificación de contenido tecnológico de la UNCTAD6 aparecen como “manufacturas de alta calificación y tecnología”, por el otro se incluyen productos como el azúcar, que contienen un escaso grado tecnológico. De hecho, la clasificación alternativa de la UNCTAD cataloga al azúcar (y a otros bienes que en Lall se incluyen dentro de las MRRNN) dentro de los commodities, homologándolo así con el resto de lo que este autor etiqueta como PP. Esta heterogeneidad al interior de las MRRNN influyó en la ponderación de esta categoría ya que, por un lado, la presencia de ramas –como la química– podría inclinarlo al alza, mientras que por el otro, sectores como el azucarero impedirían que se le asigne un puntaje mayor.

Por su parte, también se ha querido marcar una brecha cualitativa entre lo que son las MMT y MAT, por un lado, del resto. Como señalan Haussman et al (2007), los productos establecidos en esta clasificación como de mediana tecnología comparten características muy similares a los de alta tecnología y son considerados “estratégicos”. Mediante un estudio comparativo interna-cional, los autores han demostrado que la existencia de ventajas comparati-vas en sectores de tecnología media y alta facilita que una economía pueda transitar hacia sectores de mayor sofisticación en el futuro.

De este modo, el CCTX se calcula de la siguiente manera:

CCTX = (participación PP con oro*0 + participación MRRNN*0,25 + participación MBT*0,25 + participación MMT*0,75 + participación MAT * 1) / (1 – participación Otros sin oro)

A continuación se puede ver un ejemplo de cómo se construye el CCTX.

Tipo de manufactura Participación Ponderación Aporte al coeficientePP 20% 0 0,00%

MRRNN 20% 0,25 5,00%MBT 10% 0,25 2,50%MMT 25% 0,75 18,75%MAT 23% 1 23,00%Otros 2%Total 100% 49,25%

Corrección sin "Otros" 50,26%

6 UNCTAD es la sigla en inglés de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.

En este ejemplo hipotético (suponiendo que dentro del rubro “Otros” no hay exportaciones de oro no monetario) el coeficiente sería de 50,26%. En

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este caso, un crecimiento en la participación de los PP, las MRRNN o las MBT a expensas de las MMT y las MAT implicaría una merma en el valor del coeficiente, y viceversa. Es principalmente por su elevado poder simplificador que se utiliza el índice descrito anteriormente

Cabe tener en cuenta que la clasificación escogida, así como la de la OCDE (OCDE, 2005) o la de la UNCTAD7, fueron elaboradas para aplicarse a los países desarrollados, con lo cual pueden dar lugar a distorsiones en economías subdesarrolladas como las latinoamericanas (CEP, 2008). Estas distorsiones ocurren cuando algún país subdesarrollado exporta manufacturas que son catalogadas por estos sistemas de clasificación como de elevado contenido tecnológico, pero a la vez tal contenido tecnológico no es desarrollado dentro del país, sino que es importado. Esto ocurre, en su máxima expresión, en la maquila. En el caso argentino, la producción de vehículos automotores (que representa la rama más importante dentro de las MMT) cuenta con escasos niveles de I+D local y apenas un 30% de insumos domésticos. Es por ello que Schorr y Wainer (2012) han realizado un tratamiento ad hoc y la han reclasificado como manufactura de contenido tecnológico medio–bajo. Por lo tanto, en lugar de ponderar a estas mercancías con 0,75, las ponderaremos con 0,508. Por otra parte, un porcentaje considerable de las exportaciones de MAT argentinas son aeronaves que, como bien señala el CEP (2008), en realidad son alquiladas con opción a compra. Cuando ingresan al país, se las computa como una importación y cuando la compra no se resuelve y son devueltas al exterior, se registran como re-exportación. En consecuencia, excluiremos a esta categoría dentro de la ponderación del CCTX.

b) Fuentes utilizadasEntre las diversas fuentes de información consultadas, se destacan la herramienta de comercio exterior de la CEPAL, la de la UNCTAD, la base de datos del FMI y el INDEC. También, para la descomposición en precios y cantidades de algunos rubros de la industria argentina se utilizaron datos de las cámaras sectoriales (Asociación de Fábrica de Automotores –ADEFA– en el sector automotriz; Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina –ADIMRA– para maquinaria y equipo y siderurgia, la Cámara Argentina del Acero para siderurgia y la Cámara de la Industria Química y Petroquímica – CIQyP– para la subrama “químicos y plásticos”).

c) Índices de precios y cantidades de comercio exteriorA lo largo de este estudio se presentan varios índices de precios y cantidades de exportación. En algunos casos, los índices fueron realizados por ciertos

7 Disponible en: http://unctadstat.unctad.org/

8 No obstante, en los gráficos y cuadros que se verán a lo largo de este trabajo, las considerare-mos dentro de las MMT. La diferenciación la haremos para el cálculo del CCTX.

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organismos (UNCTAD o INDEC, por ejemplo). En otros, han sido elaborados para la presente investigación de acuerdo con la información disponible, según el método de Fisher, con el cual se trata de neutralizar los sesgos de los métodos de Laspeyres y Paasche9.

Para el cálculo del índice de precios y cantidades de las exportaciones ar-gentinas, se utilizaron los índices de precios y cantidades del INDEC a gran-des rubros y se combinaron –ponderadamente– los productos primarios, las manufacturas de origen agropecuario y los combustibles dentro de una única categoría. Por último, para las cantidades y precios de los productos industriales argentinos, se encontraron mayores inconsistencias en la infor-mación disponible. Para tratar de reconstruirlos, se combinó información de la CEPAL con la del INDEC y de las distintas cámaras empresarias. Así, para la subrama “Químicos y plásticos” se cotejaron con datos de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica; para el sector automotriz, con los de ADEFA (vehículos) y ADIMRA (autopartes); para el sector de maquinaria y equipo, con los de ADIMRA y, para la siderurgia, con los de ADIMRA y los de la Cámara Argentina del Acero.

II. Contexto internacionalDurante la primera década del nuevo milenio tuvieron lugar importantes transformaciones en la economía mundial. Particularmente, se profundizó la relocalización de la producción mundial, proceso que había comenzado en las últimas décadas del siglo XX.

Estados Unidos, potencia hegemónica mundial, fue perdiendo su papel como principal productor del mundo, fenómeno explicado por el traslado de parte de su producción hacia otras latitudes. La significativa reducción de los costos de los fletes y la agudización de la competencia capitalista incidió fuertemente en que la producción de mercancías se desplazase a aquellas zonas geográficas con menores costos de producción, en particular, menores costos laborales. Este proceso fue comandado por grandes empresas transnacionales, la mayoría de origen estadounidense, pero también japonés o de los países europeos más avanzados (Arceo, 2011; FMI, 2011).

En este marco, el continente asiático se configuró como la nueva fábrica del mundo, absorbiendo la mayor parte de los procesos industriales intensivos en mano de obra. Este fenómeno se dio con marcada intensidad tanto en China

9 El método de Laspeyres, que toma en cuenta las variaciones de precios dejando constantes las cantidades en torno de un determinado año base, sobrevalora la inflación. Por su parte, el método de Paasche, que mide las variaciones de las cantidades a precios constantes, la subva-lúa. El método de Fisher permite compensar estas distorsiones a través de la media geométrica de los índices calculados con los otros dos métodos.

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como en India, países con una monumental potencialidad productiva gracias a su destacada dotación de mano de obra. Un acontecimiento importante que aceleró dichas transformaciones en el comercio internacional fue la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en el año 2001. La contrapartida de la mayor participación en el comercio mundial de la región asiática fue la pérdida de importancia tanto de Norteamérica como de Europa.

Es importante mencionar que, en esta nueva configuración, pese a su menor participación en la producción internacional de bienes, Estados Unidos no perdió su rol de principal consumidor mundial10. Esto derivó en sucesivos déficits comerciales que fueron financiados, principalmente, con aumento de su deuda externa. La contrapartida de dicho déficit fue un período de excesiva liquidez mundial en dólares, con acumulación de reservas y deuda del Tesoro Norteamericano en la mayoría de los países subdesarrollados, superavitarios en sus balanzas comerciales (Arceo, 2011).

El proceso de relocalización de la producción provocó un intenso aumento en el comercio mundial de mercancías. En este sentido, entre el año 2000 y 2011, las exportaciones mundiales aumentaron 184%11. Sin embargo, dicho aumento no fue solo producto del crecimiento de las cantidades intercambiadas (que aumentaron 63%) sino también por un importante efecto de incremento de los precios internacionales de los bienes (que subieron 74% en el mismo período).

En el Gráfico I, se refleja cómo entre 2002 y 2011 se modificaron los precios relativos de los distintos bienes. En particular, los precios internacionales de los commodities primarios aumentaron sostenidamente hasta alcanzar récords históricos en los años 2008 y 2011. Entre ellos se encuentran materias primas de origen agropecuario, minerales, hidrocarburos, e incluso algunos insumos industriales de uso difundido como el acero, el aluminio y la pasta de celulosa, entre otros. Al mismo tiempo, los precios de la mayoría de los bienes manufacturados (para consumo o inversión) mostraron un menor dinamismo, lo que motivó la modificación de precios relativos a favor de

10 EE.UU. aun en la actualidad es el país que más bienes importa (12,8% del total mundial en 2010), pero en exportaciones su participación se reduce al 8,4% del total mundial, viéndose superado por China, que en el mismo año exportó el 10,4%.

11 En 2000, la circulación mundial de bienes era de 6,4 billones de dólares, según información de la UNCTAD. A partir de 2002 comenzó un despegue solo suspendido en 2009 con la crisis internacional y retomado a partir de 2010. Si nos centramos específicamente en los últimos diez años (entre 2002 y 2011, año en el cual los flujos mundiales de mercancías treparon al récord de 18,2 billones de dólares), el alza asciende al 180%, muy por encima de las décadas del ’80 (cuando el crecimiento fue de 52%) y del ’90 (+64%), aunque considerablemente por debajo de la de los ’70 (cuando el fenomenal incremento del precio del petróleo derivó en que durante dicha década los montos comercializados mundialmente se incrementaran un 426%).

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los commodities: mientras que en 2011, los precios de estas eran 203% mayores a los del año 2000, los de las manufacturas fabricadas en los países desarrollados lo eran tan solo en 37%.

Gráfico I. Evolución de precios de commodities, de manufacturas exportadas por los países desarrollados y del promedio de las exportaciones mundiales (2000–2011)

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300

320

2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Índi

ce (a

ño b

ase

2000

= 1

00)

Precios commodities

Precios manufacturas paísesdesarrolladosPrecios promedio mundial

Fuente: Elaboración propia en base a información del FMI y la UNCTAD.

El mencionado cambio en los precios relativos de los bienes circulados mundialmente derivó en un mayor peso, entre 2000 y 2010, de los productos primarios (PP) y las manufacturas basadas en recursos naturales (MRRNN) dentro del total intercambiado, que incrementaron su participación en el flujo mundial de bienes del 28% en 2000 al 32,7% en 2010. La contrapartida de este fenómeno fue la pérdida de la contribución al comercio mundial de las manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico (MBT, MMT y MAT, respectivamente), que pasaron de representar el 67,7% al 61% del total12.

12 Cabe aclarar que, dentro de la categoría “Otros”, además de los bienes no clasificados, se incluye el oro no monetario, que tiene un peso considerable. Entre 2000 y 2010, este commodity (que podría ser ubicado como un mineral más dentro de las manufacturas basadas en recursos naturales) aumentó su participación en el total del comercio mundial de 0,36% a 0,99%. De este modo, la “primarización” de la economía mundial sería aún mayor, en tanto el 1% que crece el rubro “Otros” dentro del total mundial se debe en 63% a este commodity.

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A nivel global, fue la región de Asia Central y Occidental la que más ganó peso en las exportaciones de bienes ligados al sector primario (del 17,7% al 24,3%) entre 2000 y 2010. En contraposición, Europa, si bien sigue siendo la región que posee mayor relevancia al momento de explicar las exportaciones de este tipo de mercancías (PP y MRRNN), a lo largo de la década ha perdido 7,5 puntos de participación (del 38,4% al 30,9%). El fenomenal incremento de Asia Central y Occidental en esta categoría se explica, fundamentalmente, en la ya mencionada suba de los precios de los productos energéticos –principalmente, petróleo y gas–, que son exportados mayormente por los países de la península arábiga, Rusia, Irán y Kazajistán. Por su parte, la región de América latina y el Caribe acrecentó su participación modestamente en este tipo de bienes, pasando de aportar el 8,8% mundial al 9,6% entre los años citados13.

Por su parte, las manufacturas con contenido tecnológico medio y alto tendieron a provenir crecientemente del Este Asiático, lo cual es expresión de la relocalización de la producción industrial a la que se hizo referencia anteriormente. Principalmente debido a China –que pasó de representar el 3,1% del total mundial de las exportaciones de las manufacturas de este grupo en 2000 al 13% en 2010– la región de Asia Oriental incrementó su participación en este rubro en 7 puntos porcentuales14. La fenomenal expansión de China confronta con la pérdida de importancia de Norteamérica (fundamentalmente, Estados Unidos) en la exportación de MMT y MAT (que pasó del 20% al 12% entre 2000 y 2010). Europa, por su parte, prácticamente no mermó su participación en este conjunto de productos, lo cual se debe a que tanto Alemania como los países ex comunistas del este europeo ampliaron su importancia en las exportaciones mundiales de estas manufacturas, compensando el retroceso relativo de potencias como Gran Bretaña, Francia e Italia15. Asia Central y Occidental tuvo un incremento

13 A primera vista, puede parecer extraño el rol hegemónico que aún detenta Europa en la ex-portación de este tipo de bienes. En primer lugar, es importante destacar que dentro de este continente se contabilizan los intercambios intrabloque. En segunda instancia, lo que ocurre es que la participación de Europa es muy elevada en lo que son las MRRNN, ya que allí se elabo-ran alimentos con alto valor agregado, así como también se procesan productos primarios (por ejemplo, petróleo crudo). Por otra parte, esta categoría agrupa a la industria química básica, que tiene a Europa como un exportador privilegiado. Mientras que en 2010 Europa explicaba 42,2% del total de las exportaciones de esta clase de manufacturas, su porción en el total mundial de PP era de tan solo 18,2%. A la inversa, Asia Occidental y Central tiene significativamente mayor peso en los PP que en las MRRNN. En 2010, explicaba 35,7% y 13% de las exportaciones mundiales de estos productos, respectivamente.

14 Tal aumento de la región no fue aún mayor ya que Japón perdió relevancia en las exportacio-nes de esta clase de bienes: pasó de explicar el 11,8% mundial en 2000 al 8% en 2010.

15 Por ejemplo, la participación alemana en las exportaciones mundiales de los productos de mediana y alta complejidad pasó del 10,5% en 2000 al 11,2% en 2010. En 2000, los países del este europeo apenas explicaban el 2% de este tipo de exportaciones; en 2010, lo hacían en un 4,5%. En cambio, perdieron relevancia Francia (cayó de 5,2% a 4,2%), Gran Bretaña (de 4,8% a 2,9%) e Italia (de 3,7% a 3,2%).

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del 1,9% nada despreciable (pasando del 1,4% al 3,3% mundial), pero aún sigue teniendo una posición marginal dentro de las exportaciones de este tipo de mercancías16. Por su parte, África, América Latina y el Caribe continúan teniendo un rol menor en esta materia (mientras que África pasó de aportar el 0,4% al 0,7% de las MMT y MAT mundiales entre 2000 y 2010, la participación de América Latina y el Caribe cayó del 4,3% al 3,9%)17.

En suma, es en este contexto internacional de relocalización de la producción mundial y de profundas modificaciones en los precios relativos que debemos comprender nuestro estudio de caso.

III. El caso argentinoEn el Cuadro I puede observarse la evolución de las cantidades, los precios y los valores de exportación de Argentina comparado con el resto del mundo, tomando como año base el 2002. Puede notarse que entre 1996 y 2002, las cantidades exportadas argentinas crecieron más lentamente que las mundiales (+35% contra +47%) y los precios de exportación cayeron más fuertemente (–20% contra –17%). En consecuencia, las ventas externas argentinas subieron más pausadamente que las del resto del mundo (+8% contra +19%).

Cuadro I. Cantidades, precios y valores de exportación de Argentina y total mundial (1996–2011) (Índice año base 2002 = 100)

Cantidades 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011Argentina 74 88 97 93 95 100 100 106 113 130 138 148 150 143 166 172Mundo 68 75 79 84 96 95 100 106 118 125 136 145 148 129 147 155

PreciosArgentina 125 117 106 98 108 104 100 109 119 121 132 147 184 153 161 191Mundo 121 112 106 105 104 100 100 110 120 130 137 149 168 150 161 181

Valor de exportaciónArgentina 93 103 103 91 103 103 100 115 135 157 182 217 275 219 267 329Mundo 84 86 85 88 99 96 100 117 142 162 187 216 249 193 235 281

16 El señalado 1,9% fue fundamentalmente traccionado por India, Turquía, Emiratos Árabes Uni-dos y Arabia Saudita, que contribuyen en 75% a dicho incremento.

17 En todos los casos reseñados, la información proviene de la CEPAL y de la UNCTAD.

Fuente: Elaboración propia en base a información de la UNCTAD.

Tanto a nivel local como a nivel mundial, el año 2002 marcó un punto de inflexión: en el plano global, como hemos visto, implicó el inicio de un proceso de fuerte cambio en los precios relativos a favor de los commodities; en el plano local, el abandono del régimen de Convertibilidad y una megadevaluación que favoreció a los sectores productores de bienes transables. Como puede

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apreciarse en el Cuadro I, entre 2002 y 2011 las cantidades exportadas de Argentina crecieron más rápidamente que en el mundo (+72% contra +55%), a la vez que los precios de exportación fueron en este último año un 91% mayores que en 2002 en nuestro país, y un 81% en el mundo. Como corolario de ello, el crecimiento de los valores de exportación en Argentina fue más veloz que a nivel global (+229% contra +181%).

Cuadro II. Cantidades, precios y valores de exportación de Argentina, según tipo de bienes (1996–2011) (Índice año base 2003 = 100)

Cantidades (q)Año 1998 2001 2003 2006 2008 2009 2010 2011Commodities + MOA* 86 91 100 120 118 112 121 120 MOI** 91 97 100 143 194 175 215 240 Total exportaciones 88 93 100 128 140 127 147 155

Precios (p)Año 1998 2001 2003 2006 2008 2009 2010 2011Commodities + MOA* 94 91 100 122 186 150 168 208 MOI** 118 106 100 129 141 134 138 149 Total exportaciones 101 95 100 121 168 147 156 181

Valores (q*p)Año 1998 2001 2003 2006 2008 2009 2010 2011Commodities + MOA* 81 83 100 146 219 168 203 250 MOI** 107 103 100 185 273 234 297 359 Total exportaciones 89 88 100 155 235 188 229 281 * Se considera como "Commodities" las categorías que el INDEC agrupa como "Productos Primarios" y "Combustibles y energía", en tanto que MOAson las "Manufacturas de Origen Agropecuario".** Manufacturas de origen industrial

Fuente: Elaboración propia en base a información de INDEC.

En este escenario, a nivel nacional, nos interesará diferenciar entre cantidades y precios de exportación. Como puede verse en el Cuadro II18, en Argentina también se dio un mayor crecimiento de los precios relativos de exportación a favor de los commodities y en contra de las manufacturas de origen industrial19. A primera vista, parecería que los bienes industriales

18 Puede ser que ocurran pequeñas discrepancias entre los números de los cuadros I y II en tanto provienen de fuentes diferentes (UNCTAD e INDEC, respectivamente).

19 Nos resultó imposible poder descomponer precios y cantidades en base a la información dispo-nible según la diferenciación de contenido tecnológico de Lall. Es por ello que nos hemos valido de la clasificación según “grandes rubros” del INDEC que, a nuestro modo de ver, presenta algunos problemas, sobre todo en lo que atañe a las MOI. En primer lugar, dentro de las MOI no se diferen-cia según su contenido tecnológico, con lo cual quedan contenidos MBT como la indumentaria y MAT como los instrumentos de precisión. En segundo lugar, dentro de las MOI se contabilizan las “piedras y metales preciosos”, que son predominantemente el “oro no monetario” y que, a nuestro modo de ver, deberían contabilizarse como commodities. En tanto desde fines de los ’90 tanto las cantidades como el precio de exportación del oro no monetario ganó una importancia conside-rable en Argentina, estamos en condiciones de concluir que el indicador de las MOI se encuentra sesgado (sobre todo en cantidades, ya que en el caso del oro no monetario estas se multiplicaron por 4,9 desde 2003 y los precios por 4,2 según información de COMTRADE).

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crecieron en cantidades exportadas más que los commodities y las MOA (+140% contra +20%). Sin embargo, como veremos más adelante, existen importantes heterogeneidades al interior de los bienes manufacturados de mayor contenido tecnológico relativo.

A continuación, nos interesará evaluar más desagregadamente cómo varió cualitativamente la canasta exportable argentina. Como puede apreciarse en el Gráfico II, entre 1998 y 2011 los PP ganaron dos puntos en la composición de las exportaciones argentinas. A su vez, las MMT también aumentaron en casi dos puntos su importancia en el total exportado20. Por su parte, las MRRNN y las MBT perdieron participación: las primeras restaron 3,4 puntos en su contribución al total exportado mientras que las segundas 4,1 puntos. Las MAT permanecieron prácticamente estables y apenas ganaron 0,1 punto en su aporte al total exportado21. Cabe destacar el crecimiento del rubro “Otros”, que ganó más de 3 puntos entre 1998 y 2011, lo cual se debe fundamentalmente al crecimiento del valor de exportación del oro no monetario.

Gráfico II. Composición de las exportaciones argentinas según contenido tecnológico

45,6%43,5%

47,7%

43,6%

20,4%

25,1%26,1%

23,8%

3,7%4,3%

7,0%7,8%

22,6%

20,8%

13,9%

20,7%

2,6%2,8%2,2%

2,5%

5,1%3,1%

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

% d

e la

s ex

porta

cion

es to

tale

s Productos primariosManuf. basadas en RRNNManuf. de baja tecnologíaManuf. de media tecnologíaManuf. de alta tecnologíaOtros

20 Aquí están incluidos los vehículos automotores que, como veremos luego, a la hora de calcu-lar el CCTX serán considerados de tecnología “media–baja”.

21 Aquí están contabilizados las aeronaves que, como se ha descripto en el apartado metodoló-gico, en rigor deberían ser excluidas de la contabilización. Al hacerlo, la tendencia de las MAT a lo largo del período no presenta diferencias significativas, de todos modos.

Fuente: Elaboración propia en base a información de COMTRADE.

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Es posible identificar diferentes etapas de la trayectoria del grado tecnológico de las exportaciones argentinas para el período de estudio. En primer lugar, en el Gráfico III se puede distinguir una fase ascendente del CCTX entre 1996 y 1998, que se explica por la caída relativa de los PP a favor de las MMT (sobre todo por el sector automotriz, ver más adelante los gráficos IV y V). Entre este último año y 2003 es posible notar una tendencia a la retracción del coeficiente, lo cual coincidió con el estallido de la Convertibilidad. En particular, este comportamiento estuvo asociado a una intensa merma en la participación de MMT (que cayeron 7 puntos en el total de las exportaciones, debido en gran medida a la severa caída del sector automotriz, ver gráficos II, IV y V), a expensas de los PP (que ganaron más de 4 puntos, pasando del 43,6% del total exportado al 47,7%) y de las MRRNN.

Gráfico III. Evolución del CCTX argentino (1996–2011)

19,2%

22,2%

23,1%

21,9%

21,1%

21,3%21,1%

19,5%

20,9%

22,1%

22,7%

22,6%

22,7% 22,7%22,3%

22,0%

10%

15%

20%

25%

30%

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Fuente: elaboración propia en base a información de COMTRADE.

Entre 2003 y 2006 tuvo lugar un efecto “rebote” en el coeficiente, que rápidamente se acercó a los niveles del techo de la Convertibilidad –sin nunca alcanzarlos–, en torno del 23%. El incremento en la complejización de las exportaciones se debe, principalmente, a la mayor participación de las exportaciones de MMT a expensas de los PP (fundamentalmente por el sector automotriz, aunque también por otras ramas como los químicos y plásticos, maquinaria y equipo y la siderurgia, ver Gráfico II y Cuadro IV). Entre

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2006 y 2009 el coeficiente se mantuvo estable, lo cual se debió al aumento de la participación de las exportaciones de MMT (sobre todo automóviles que, como hemos visto, les hemos asignado una ponderación menor22) que se vio en buena parte compensado por un mayor peso de los PP (ver Gráfico II y Cuadro IV). Por último, entre 2009 y 2011 el CCTX retrocedió algunas décimas. Dicha merma se explica por un proceso similar al de la fase anterior: expansión simétrica de la participación de los PP y las MMT en el total exportado, pero con una creciente tracción de los automotores dentro de estas últimas.

De todas maneras, si insertamos esta trayectoria dentro del ya mencionado contexto global de reprimarización de las exportaciones –aun más grave en América latina y, sobre todo, en Brasil, donde el CCTX pasó del 40% en 2000 al 26% en 2011 (Ludmer y Schteingart, 2012)–, a simple vista, parecería que la Argentina se ha mantenido algo más inmune a este proceso.

Ahora bien, ¿en qué medida la escasa reprimarización argentina se debió a un gran comportamiento industrial ante un contexto internacional poco favorable a la complejización de las exportaciones, y cuánto al desempeño del sector energético? En el Cuadro III se comparan las exportaciones de petróleo crudo y refinado y gas natural en 2003 y 2011:

Cuadro III. Cantidades, precios y valores de exportación de combustibles (2003 y 2011)

Cantidad (mill. litros)

Precio tn (USD)

Valor (MM USD)

Cantidad (mill. litros)

Precio tn (USD)

Valor (MM USD)

Petróleo crudo 12.123 190 2.303 3.024 720 2.177 Petróleo refinado 6.926 260 1.801 1.507 960 1.447

Gas natural 5.930 150 890 1.427 790 1.127 Total 4.994 4.751

2003 2011

Fuente: Elaboración propia en base a información de COMTRADE.

Como se puede ver, las cantidades exportadas cayeron sensiblemente entre ambos años (–75% en el caso del petróleo crudo, –78% en el de petróleo re-finado y –76% en el de gas natural), pero a la vez los precios de exportación (por cada tonelada o mil litros) se incrementaron muy fuertemente (+278%, +269% y +426% respectivamente), en el marco del ya descripto proceso de alza mundial de los precios de los commodities23. De este modo, el monto

22 Dentro de lo que hemos agrupado como sector “automotriz” se incluyen los nomencladores 781 y 782 del SITC ver. 2 (vehículos de transporte de pasajeros y de mercancías, respectiva-mente que son los que hemos reponderado), como el 784 (autopartes) que, dado su mayor contenido de I+D local (CEP, 2008), sí será ponderado como una MMT más.

23 En buena medida, la caída de las cantidades exportadas energéticas explican por qué los “commodities + MOA” del Cuadro II apenas crecieron un 20% entre 2003 y 2011.

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total en términos absolutos exportados terminó siendo apenas un 5% in-ferior en 2011 a 2003 (4.751 millones de dólares contra 4.994). Ahora bien, ¿qué hubiera ocurrido con la canasta exportable argentina y, por lo tanto, con el CCTX, de haberse mantenido constantes las cantidades exportadas de combustibles –es decir, si no hubieran existido ni crisis ni boom ener-géticos–?

Con los precios de 2011, el valor exportado de petróleo crudo hubiera sido de 8.729 millones de dólares; el de petróleo refinado, de 6.648, y el de gas, de 4.683. En total, los tres rubros hubieran sumado 20.060 millones de dó-lares. De haberse materializado esto, se hubiera alterado significativamente el peso de los distintos tipos de manufacturas en el total exportado, con un crecimiento de los PP (petróleo crudo y gas natural) y las MRRNN (petró-leo refinado), a expensas de las demás. En este ejercicio de simulación, las exportaciones argentinas en 2011, ceteris paribus, hubieran sido de 99.250 millones de dólares, contra los 83.950 millones efectivamente exportados24. Dentro de este plus de 15.200 millones, 10.101 hubieran sido PP, y los res-tantes (poco más de 5 mil millones), MRRNN.

De este modo, el peso de los PP en el total exportado hubiera pasado del 45,6% realmente existente al 48,7%, y las MRRNN del 20,4% al 22,4%. Como contrapartida, las MBT hubieran caído del 3,7% al 3,1%, las MMT del 22,6% al 19,1% y las MAT del 2,6% al 2,2%. Así, en 2011 el CCTX (teniendo en cuenta la recategorización ya citada de los vehículos automotores, el oro no monetario y las aeronaves), hubiera sido un 10,3% menor, esto es, de 19,8% en lugar del 22% realmente existente. En consecuencia, se trataría de un guarismo muy similar al del año 2003 (19,5%), y considerablemente menor al de 1998 (23,1%).

A continuación se descomponen las exportaciones de tecnología media y alta en sus principales ramas (se incluyen los vehículos de transporte de pasajeros y mercancías dentro de la categoría “automotriz”), para así poder visualizar cuáles fueron las que más traccionaron el alza del coeficiente y cuáles, por el contrario, lo hicieron en una menor cuantía.

24 Evidentemente, si no adoptásemos la cláusula ceteris paribus, probablemente un aumento en las divisas producto de la inexistencia de una crisis energética hubiera implicado mayores tendencias a la apreciación nominal del peso y, en consecuencia, una mayor dificultad por parte de varias ramas de los bienes manufacturados para poder competir en el mercado internacional. Esto, probablemente, hubiera derivado en una primarización aun mayor –más similar a lo que ocurrió en Brasil, en donde las cantidades exportadas de bienes manufacturados cayeron 20% entre 2006 y 2011 (Ludmer y Schteingart, 2012).

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Gráfico IV. Desagregación de las exportaciones de tecnología media y alta según principales ramas, por valor exportado (1996–2011)

5904

4888

17141353

1720

517518

24702418

848957

9969

6473

14271515

3026

0

1000

2000

3000

4000

5000

6000

7000

8000

9000

10000

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Mill

ones

de

US$

Químicos y plásticosSiderurgiaMaquinaria y equipoAutomotrizOtros

Fuente: Elaboración propia en base a información de la CEPAL.

El sector automotriz ha sido, con la sola excepción de los años 2003 y 2004, el rubro con mayor importancia dentro de esta clase de manufacturas (Gráficos IV y V). Si en 1998 sus ventas externas –en su mayoría a Brasil– aportaron casi la mitad del total exportado de las mercancías de tecnología media y alta, en 2003 su participación cayó a poco menos del 30% (viéndose superada por los químicos y los plásticos25). Desde entonces, recuperó sostenidamente su participación en el total de las exportaciones de esta clase de bienes (excepto en 2008 y 2009) para representar en 2011 más del 47%, habiendo sextuplicado sus exportaciones en este año respecto a 2003.

Por su parte, los químicos y los plásticos ganaron participación con el declive de la Convertibilidad, por el hecho de que continuaron aumentando los valores exportados al tiempo que el conjunto de los bienes de media y alta tecnología los disminuía. Asimismo se observa que entre 2003 y 2007

25 Aquí se contienen además la petroquímica y la industria farmacéutica. Dentro de “plásticos” se incluyen las resinas y materias plásticas artificiales y ésteres y éteres de la celulosa y se ex-cluye el resto (Lall, 2000).

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124

perdieron participación, en tanto el crecimiento del sector automotriz fue más dinámico y desde ese año estabilizaron su participación en torno del 28% (Gráfico V).

Resulta interesante advertir la declinación relativa de las exportaciones de maquinaria y equipo, que desde 1999 hasta 2011 incrementaron sus ventas externas a ritmos más reducidos que los del conjunto de las MMT y MAT (o, lo que es igual, en momentos de decrecimiento general, lo hicieron a tasas mayores, ver Gráfico V). Ello llevó a que su peso en el total cayera en torno del 22% en 1999 al 11,8% en 2011. Asimismo se destaca que, entre 1998 y 2003, el valor de las exportaciones de este sector cayó 22%, mientras que el de la economía en su conjunto creció un 14%. De todos modos, entre 2003 y 2008 esta situación fue parcialmente revertida pasando a un crecimiento del 185% contra 134% respectivamente (ver Cuadro IV). A partir de este último año, las ventas externas de maquinaria y equipo volvieron a estar muy por debajo de la media de la economía (2% contra 20%), lo cual necesariamente supone una pérdida de relevancia sobre el total exportado nacional.

Gráfico V: Participación de las principales ramas en las exportaciones de MMT y MAT

21,0%

35,3%

28,2%

9,4%

6,5%

10,7%

17,8%

17,5%

11,8%

47,6%

29,4%

48,9%

36,7%

0%

5%

10%

15%

20%

25%

30%

35%

40%

45%

50%

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

en %

del

tota

l de

expo

rtac

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MM

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MA

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Químicos y plásticosSiderurgiaMaquinaria y equipoAutomotrizOtros

Fuente: Elaboración propia en base a información de la CEPAL.

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Por último, la siderurgia26 presenta un comportamiento con altibajos, debido a su particular inserción productiva: entre 1996 y 1999 resta cierta participa-ción que recupera entre 1999 y 2002, para volver a perderla sostenidamente desde 2005. Esto se debe en buena medida al comportamiento anticíclico de sus exportaciones: en momentos en que la actividad económica local crece, el sector siderúrgico tiende a volcar su producción al mercado interno, mien-tras que en épocas de recesión local (1999–2002) la dirige hacia el exterior (Azpiazu y Schorr, 2010; CEP, 2008)27.

Cuadro IV: Evolución de las exportaciones de MMT y MAT según sector (Índice año base 2003 = 100)

Sector 1998 2001 2003 2006 2008 2009 2010 2011Automotriz 212 138 100 282 454 375 557 699Químicos y plásticos 76 91 100 170 285 255 294 344Maquinaria y equipo 130 130 100 186 285 238 258 291Siderurgia 113 104 100 245 333 241 202 262Total Media y Alta Tec. 128 115 100 214 344 286 354 431Total expo argentinas 88 89 100 155 234 186 228 280

Fuente: Elaboración propia en base a información de la CEPAL.

26 Cabe resaltar que aquí se incluyen solo las manufacturas siderúrgicas que según Lall (2000) son de tecnología media. Principalmente, se trata del arrabio, ferroaleaciones, lingotes de hie-rro/acero y tubos y accesorios de tubería de hierro/acero. Otros productos, como por ejemplo los planos universales, chapas y planchas de hierro/acero, los flejes y cintas de hierro/acero, el alambre de hierro/acero o las barras y varilla de hierro/acero, entre otros, son excluidos aquí, en tanto pertenecen a las “manufacturas de tecnología baja”.

27 Si bien 2009 fue un año de contracción en el plano interno, las exportaciones siderúrgicas de tecnología media y alta se desplomaron por la crisis internacional, a diferencia de lo ocurrido con la crisis de la Convertibilidad, que fue un fenómeno exclusivamente local.

Cuadro V. Cantidades y precios en las exportaciones de MMT y MAT según sector (Índice año base 2003 = 100)

Cantidades (q)Año 2001 2003 2006 2008 2009 2010 2011Automotriz 138 100 201 283 261 357 411Maquinaria y equipo 100 100 151 218 156 179 190Químico-plástica 81 100 133 157 168 184 185Siderurgia 109 100 103 119 69 83 87

Precios (p)Año 2001 2003 2006 2008 2009 2010 2011Automotriz 100 100 140 160 144 156 170Maquinaria y equipo 130 100 123 131 152 144 153Químico-plástica 113 100 128 182 152 160 186Siderurgia 95 100 238 280 350 245 302

Fuente: Elaboración propia en base a información de CEPAL, ADEFA, ADIMRA y la Cámara Argentina del Acero.

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165,6

118,6

90

110

130

150

170

190

210

230

250

270

290

dic-01 dic-02 dic-03 dic-04 dic-05 dic-06 dic-07 dic-08 dic-09 dic-10 dic-11

Índi

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ase:

Dic

200

1= 1

00

TCR multilateral deflactado por IPC provincias

TCR contra dólar deflactado por IPC provincias

Si se descompone el valor de exportación de estas ramas en precios y can-tidades se podrá observar que existieron importantes heterogeneidades al interior de las MMT y las MAT. En primer lugar, en el Cuadro V puede apre-ciarse que los sectores automotriz y de maquinaria y equipo crecieron entre 2003 y 2011 más por cantidades que por precio: el aporte de las cantidades explica el 82% para el primero y del 63% en el segundo, mientras que el de los precios del 18% y del 37% respectivamente.

Ahora bien, si comparamos el período 2003–2008 (que podríamos definir como de “tipo de cambio competitivo”, ver Gráfico VI) con el de 2008–2011 (en el que se conjuga un proceso de retraso cambiario creciente con la crisis internacional de 2009), veremos que ambas ramas divergen. Mientras que las cantidades exportadas del sector automotriz crecieron en los dos subperíodos (un 161% entre 2003 y 2008, y un 45% entre 2008 y 2011), las del sector de maquinaria y equipo (estratégico para la creación de spillovers tecnológicos en el entramado productivo) solo lo hizo en el primero de ellos (+118%, contra una caída del 13% entre 2008 y 2011). De hecho, mientras el crecimiento del monto exportado entre 2003 y 2008 se explica un 79% por las cantidades y un 21% por los precios, el ocurrido entre 2008 y 2011 (tan solo el 2,1%) se debe exclusivamente a los precios.

Gráfico VI: Evolución del tipo de cambio real respecto al dólar estadounidense y del tipo de cambio real multilateral (2001–2011)

Fuente: Elaboración propia en base a datos de BCRA e Institutos de Estadísticas Provinciales.

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En la siderurgia podemos notar que, al igual que el sector de “maquinaria y equipo”, las cantidades exportadas crecieron entre 2003 y 2008 –aunque mucho más ligeramente (tan solo un 19%)–, y luego decrecieron fuertemente a partir de entonces (–27%). Sin embargo, se diferencia de aquella rama en tanto el crecimiento del valor exportado se debió al efecto precio en ambos subperíodos (los precios crecieron 180% entre 2003–2008 y 8% entre 2008 y 2011). De este modo, en el global del período 2003–2011, podremos ver que las cantidades exportadas terminaron cayendo un 13%, en tanto que los precios se incrementaron un 202% (ver Cuadro V). La fuerte suba de los precios de exportación está indudablemente ligada a la multiplicación del precio internacional del hierro, insumo básico del sector siderúrgico. En suma, el aporte de las cantidades al crecimiento del valor exportado de la siderurgia de media tecnología entre 2003 y 2011 es de –7% en tanto que el de los precios es de 107%.

Por su parte, la rama químico–plástica aumentó sus exportaciones en pro-porciones casi idénticas entre precios y cantidades (el total del crecimiento del valor exportado se explica 50,3% por los primeros y 49,7% por las se-gundas), y sin alteraciones significativas en las cantidades exportadas entre los dos subperíodos (ver Cuadro V).

En síntesis, teniendo en cuenta estos valores se puede afirmar que el tipo de cambio competitivo que generó la devaluación de 2002 sentó un macroeco-nómico favorable para las ventas externas de las cuatro ramas mencionadas. En el caso especial del sector de maquinaria y equipo, sin embargo, su de-clive luego del pico de 2008 se relaciona con el creciente proceso de apre-ciación cambiaria iniciado en 2007, conjugado con la insuficiencia –durante todo el período de la postconvertibilidad– de políticas científico–industriales que fortalecieran esta rama, muy sensible a la competencia extranjera. Esta falencia en materia de política industrial derivó en que el sector no pudie-ra ganar formas de competitividad no–precio (por ejemplo, a través de una mayor innovación o productividad) y siguiera siendo extremadamente de-pendiente del tipo de cambio como herramienta para poder insertarse en los mercados mundiales.

IV. ConclusionesDurante las tres últimas décadas tuvieron lugar importantes cambios en el patrón del comercio mundial de bienes. En particular, se destaca la relocalización de la producción manufacturera desde los centros tradicionales (EE.UU., Japón y Europa) hacia nuevos protagonistas (China, India y varios países del sudeste asiático). En este contexto, en los últimos diez años, el acelerado crecimiento económico de estos nuevos actores (los emergentes asiáticos) motivó una mayor demanda de materias primas que se generó, junto con una mayor especulación financiera, una sideral modificación de

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los precios relativos entre los commodities y los bienes manufacturados. De este modo, a nivel global el peso de las exportaciones de PP y MRRNN se incrementó, pero esto no se dio en todas las regiones. Particularmente, la región latinoamericana se ha reprimarizado fuertemente en la última década, con el caso paradigmático de Brasil, que vio simplificar sus exportaciones de un modo preocupante (Ludmer y Schteingart, 2012). En cambio, las regiones en donde se relocalizó la producción mundial (fundamentalmente China) incrementaron su CCTX.

El caso argentino muestra una evolución particular: su grado de contenido tecnológico de las exportaciones ha crecido tras la superación de la crisis de la convertibilidad, pero dicha tendencia llegó a un límite hacia el año 2006. A partir de 2009, su CCTX ha sufrido una ligera retracción. Al eliminar el efecto precio, se pudo constatar, en un principio, que las cantidades exportadas de bienes industriales fue sensiblemente mayor que la de los productos con menor agregación de valor. Sin embargo, un análisis más detallado al in-terior de las manufacturas de mayor contenido tecnológico nos mostró un panorama más heterogéneo. De este modo, las MMT y MAT que más au-mentaron sus exportaciones en la postconvertibilidad fueron la automotriz y la químico–plástica (que habían sido sectores industriales ganadores en la convertibilidad) (Azpiazu y Schorr, 2010), a pesar de que el aumento de sus precios de exportación fue menor al de los commodities. Por su parte, el sector de maquinaria y equipo (gran derrotado en la convertibilidad) pudo aumentar sus cantidades exportadas hasta 2008, momento en el cual la in-cipiente apreciación cambiaria y una mayor utilización de la capacidad ins-talada implicaron un punto de inflexión en su trayectoria. Además, dentro de las ramas industriales analizadas, fue la más desfavorecida por los cambios en los precios relativos de exportación (ver cuadro V). La siderurgia mostró el sendero más negativo de todos en término de cantidades exportadas, lo cual se vio parcialmente compensado por un fenomenal aumento de los precios de exportación. Dentro de este contexto, además, hemos señalado que la crisis en el sector energético contribuyó considerablemente al aumento del CCTX entre 2003 y 2011.

En base a lo analizado y retomando el título de este trabajo, nos preguntaremos en qué medida ha existido un cambio estructural en la canasta exportable argentina. A todas luces, la evidencia empírica muestra que en 2011 esta no era más compleja que en 199828. Entre 2003 y 2008, los indicadores parecieron mostrar un mayor upgrading tecnológico de las exportaciones argentinas, fomentadas por el tipo de cambio competitivo generado por la

28 En este punto, la línea argumentativa de este trabajo se encuentra en sintonía con la de Porta y Fernández Bugna (2007), quienes sostienen que no hay evidencia de que en la posconvertibili-dad se haya generado un cambio estructural de la estructura productivo–tecnológica argentina.

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devaluación de 2002 y por el efecto “rebote” que supuso la superación de la crisis de la convertibilidad. Sin embargo, una vez desatado el proceso de apreciación cambiaria real, junto con la debilidad de la política industrial de la posconvertibilidad y el marco de precios relativos muy propicios a la commoditización de las exportaciones argentinas, a partir de 2009 la Argentina experimentó una incipiente primarización, que no fue mayor debido a la crisis en el sector energético. Si se toman en cuenta estos factores, el significado de los indicadores (que mostraría que, dentro del panorama regional –y, particularmente, si se lo compara con Brasil–, la trayectoria argentina parece haber sido de las menos reprimarizantes) cambia, y nos relativiza aún más lo que algunos autores como Fraschina (2011) han catalogado como una virtud argentina en el contexto latinoamericano.

De este modo, para concluir, creemos que para profundizar el camino de la incorporación tecnológica a los bienes exportados, es necesario evitar que la apreciación cambiaria se convierta en una limitación para ciertos sectores industriales sensibles a la competencia extranjera, para lo cual se torna más que nunca indispensable articular un tipo de cambio competitivo y estable con más y mejores políticas industriales y científicas activas sectoriales. Para ello, será crucial una mayor coherencia y coordinación entre las distintas de-pendencias estatales (Ministerio de Industria, Ministerio de Ciencia y Tecno-logía, Ministerio de Economía y Finanzas, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial –INTI–, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria –INTA–, la banca pública e instituciones provinciales y municipales, entre otras), que deberán nutrirse de un mayor número de cuadros técnicos con autonomía, pero a la vez con voluntad industrialista y diálogo con el sector privado.

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Industrialización para la creación de empleo de calidad*Cambio estructural y política industrial en ArgentinaMagalí Brosio**, Diego Coatz*** y Marianela Sarabia****

1. IntroducciónLa implementación de políticas bajo el encuadre del paradigma del Consenso de Washington dejó algunas de las problemáticas más características de las economías en desarrollo irresueltas. La demostrada imposibilidad de estas directrices de prestar soluciones concretas a los países emergentes, proporcionó un contexto ideal para la reaparición de viejos debates que habían sido dejados de lado. En este sentido, en los últimos años, la importancia de modificar la estructura productiva como forma para generar empleos y distribuir el ingreso primario volvió a instalarse en la agenda pública como una cuestión clave. Kucera y Roncolato (2012) señalan que el principio central de la perspectiva estructuralista del desarrollo radica en que un crecimiento económico sustentable requiere una transformación estructural, más allá de que un país pueda experimentar ciertos momentos de crecimiento a través de distintas fuentes. Ese proceso de transformación estructural acentúa el cambio en la composición sectorial del producto y el empleo, con foco en la industria como sector líder.

En esta línea, se requiere tanto la maduración de procesos productivos y tecnológicos para superar el carácter dual de las economías periféricas, como

* Una versión previa de este documento fue presentada para integrar una colección de artículos sobre informalidad laboral de la OIT “Caminos hacia la formalización laboral en Argentina”. Las opiniones aquí expresadas así como los errores y omisiones son exclusiva responsabilidad de los autores.

** FALTA

*** Es Economista Jefe del Centro de Estudios de la UIA (CEU) y Secretario de SIDbaires.

**** Es especialista en economía internacional y laboral del CEU.

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viabilizar el cambio estructural a través de la articulación entre el crecimiento de ciertos sectores y la tecnología (Cimoli et al., 2005; Katz, 2007). En su carácter de economía en desarrollo –tomadora de precios internacionales, con brechas de productividad inter e intrasectoriales y una restricción externa recurrente liderada por la dependencia de las importaciones que posee el proceso de crecimiento, entre otros–, Argentina aún no ha logrado superar de manera definitiva las trabas y dificultades que la caracterizan.

A pesar del crecimiento económico y la recuperación industrial registrado durante los 2000s la postconvertibiliad no es un todo indisoluble. El período que siguió a la gran crisis local del año 2002 tuvo cambios y vaivenes inter-nos pero también modificaciones externas. Diversos estudios coinciden en señalar que las actividades más dinámicas –con eje en la innovación– solo han contribuido marginalmente a explicar el crecimiento por su reducida par-ticipación en el PBI mientras que aquellos sectores que lideraron el creci-miento de los años 90s han mantenido su peso relativo (Roitter et al., 2013). De hecho, la construcción, el comercio y la industria se posicionaron entre los sectores más dinámicos de la economía a partir de 2003, junto a inter-mediación financiera y transporte, almacenamiento y comunicaciones, que se habían constituido como sectores de alto crecimiento durante los 90s sin alterar significativamente su participación en el valor agregado.

Con respecto al empleo asalariado, se registró un incremento de la tasa de asalarización durante los 2000s, liderado por el crecimiento del empleo for-mal. Los esfuerzos orientados a reducir la informalidad1 laboral devinieron en caídas generalizadas de la tasa de empleo no registrado (ENR) entre 2003 y 2013, con ausencia de grandes cambios en el interior de la estructura sectorial del empleo que refleja la ausencia de importantes modificaciones en la matriz productiva (Bertranou et al., 2013; recuadro 2). La composición de la estructura productiva de un país está estrechamente vinculada con la capacidad de esa economía de generar puestos de trabajo y de calidad. En este sentido, la incidencia de la informalidad constituye una problemática distintiva de los países en desarrollo, donde las estructuras productivas se muestran insuficientes para generar puestos de trabajo formales y de tiempo completo. Argentina no es la excepción: más allá del importante crecimiento registrado en la actividad en la postconvertibilidad, los trabajadores asala-riados que no realizan aportes a la seguridad social aún son un tercio de los

1 Si bien el existe un espectro considerable de formas concretas que toma el trabajo precario, el término informalidad laboral se usa de manera habitual como sinónimo de empleo asalariado donde el empleador no realiza contribuciones a la seguridad social. A lo largo de este trabajo se utilizará este criterio. Si bien es cierto que dentro del empleo por cuentapropia –en especial en aquellos puestos de trabajo vinculados a baja educación o calificación– existe también un elevado grado de empleo de baja calidad, este es de difícil medición y no existen estadísticas sistemáticas, por lo cual solo se lo trabajará de manera cualitativa.

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empleados bajo esta modalidad de contratación. Tal y como se ha señalado previamente, la imposibilidad de reducir más la tasa de informalidad está vinculada con los rasgos inherentes de la estructura productiva local y que aún con el crecimiento en término de producto de la pasada década no han podido revertirse los limitantes estructurales para la generación de empleo de calidad.

El presente trabajo, en primer lugar, repasa brevemente las interrelaciones establecidas entre la matriz productiva y la matriz de empleo durante los últimos 40 años. Luego se plantea la necesidad de implementar un conjunto de políticas estratégicas que contemplen múltiples dimensiones del mercado laboral argentino en línea con una nueva matriz de desarrollo productivo. Asimismo, se reseña el proceso de desarticulación productiva iniciado a mediados de los 70s – en particular de la industria– y sus repercusiones en las condiciones laborales. Luego se detallan los logros y las limitaciones de los 2000s. Se describen tres etapas con dinámicas propias durante la post–convertibilidad donde se pone de manifiesta que el crecimiento del nivel de actividad es condición necesaria pero no suficiente para reducir la informalidad laboral y mejorar la estructura del mercado de trabajo: el tipo de crecimiento es clave para revertir aspectos clave para el desarrollo económico. La penúltima sección da cuenta de la nueva ola de política industrial en países desarrollados, cuyo eje estratégico es la innovación y la creación de empleos de calidad además de la coordinación de diversos actores y dimensiones de intervención. Finalmente se plantean reflexiones y recomendaciones de política.

Una herencia de desarticulación productiva e informalización tras la ISIEntre 1930 y 1976, la política económica argentina se basó en una indus-trialización por sustitución de importaciones (ISI) que buscaba, en el marco de una economía cerrada y con un fuerte protagonismo estatal, reemplazar el perfil de especialización argentino centrado en la producción de bienes primarios de origen agropecuario por el de productor de una amplia gama de bienes manufacturados con la producción metalmecánica como eje de dicho proceso. Este modelo apuntaló el desarrollo de una trama industrial densa –aunque débil– y la expansión del mercado interno, articulando las dimensiones económica y social. De esta manera, la política económica “en-dogeneizaba” los objetivos sociales pese a tasas de crecimiento modestas con ciertas inconsistencias macroeconómicas (Lengyel y Novick, 2008). Ló-gicamente, el proceso de industrialización tuvo un éxito más que moderado: de acuerdo a Katz y Kosacoff (1998), el débil marco institucional, lo escaso y fragmentario de las capacidades tecnológicas entonces disponibles y la incapacidad hasta finales de la década del ’50 de acceder a equipos de capital y diseños más modernos y competitivos hicieron que la producción manufacturera latinoamericana no pudiera acortar significativamente la bre-cha con la que caracterizaba al mundo desarrollado.

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Luego, Argentina se vio inmersa en un proceso de desregulación y súbita apertura comercial que desembocó en –o, al menos, intensificó– una desarticulación productiva en tanto proceso intrínsecamente complejo2. El próximo gráfico muestra este proceso de desarticulación productiva dado que la mayoría de los sectores productores de bienes se ha desplazado hacia el cuadrante inferior izquierdo entre 1973 y 19973. Allí, la conglomeración de actividades da cuenta de la destrucción de los encadenamientos hacia adelante (desplazamiento hacia abajo) con un fuerte deterioro de los encadenamientos hacia atrás (desplazamiento hacia la izquierda)4.

Gráfico 1. Evolución de los encadenamientos productivos en Argentina (1973–1997)

Total economía

Sector primario

Cultivo de cereales, oleaginosas y forrajeras

Refinación de petróleo

Total IndustriaIndustria (excepto alimenticia)

Caucho y plástico

Sustancias y productos químicos

Siderurgia

Metalmecánica

Sector automotriz

Metalmecánica (sin automotriz)

Electricidad y gas

Total economía

Sector primario

Cultivo de cereales, oleaginosas y forrajeras

Refinación de petróleo

Total industria

Industria (excepto alimenticia)

Caucho y plástico

Sustancias y productos químicos

Siderurgia

Sector automotrizMetalmecánicaMetalmecánica (sin automotriz)

Electricidad y gas

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0,6 0,7 0,8 0,9 1,0 1,1

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Encadenamientos hacia atrás

Evolución de los encadenamientos productivos en Argentina(sectores seleccionados)

1973 1997

Fuente: CEU UIA sobre la base de datos de la MIP’73 y la MIP’97.

2 En oposición a aquel que trasciende una caída coyuntural de la producción industrial en térmi-nos absolutos y relativos –caso en que se podría retornar fácilmente a niveles previos–.

3 A lo largo del documento se trabaja con las matrices insumo–producto (MIP) de 1973 y 1997. Como valor de referencia para normalizar los encadenamientos y poder compararlos, se consideró el promedio de los encadenamientos de toda la economía en 1973 como base, dando cuenta de qué sectores registraron menor o mayor grado de integración local en términos relativos –con respecto a dicho promedio–.

4 Mientras los encadenamientos hacia adelante dan cuenta del rol clave de los productos in-termedios demandados por múltiples cadenas locales de valor, los encadenamientos hacia atrás registran las demandas que cierto sector realiza a los proveedores locales, represen-tando el “arrastre” intersectorial.

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En otras palabras, como el entramado industrial estaba compuesto por sectores estrechamente interrelacionados o encadenados; el daño o la destrucción de un eslabón productivo terminaba expandiéndose hacia los demás segmentos interrelacionados al interior de una cadena de valor, ge-nerando procesos difícilmente reversibles. Además de afectar la producción corriente, se detenían los procesos de aprendizaje y colaboración –poten-ciales mejoras de productividad– o se destruían capacidades productivas. Sumado a ello, la desfragmentación de la producción por parte de algunas cadenas de valor que adquirieron una impronta global y la consecuente relo-calización de etapas bajo la forma de enclave tendieron a intensificar dicha desarticulación.

Asimismo, el menor tamaño de los círculos naranjas (1997) respecto de los turquesas (1973) representa la pérdida de participación relativa del valor agregado (VA) local en los sectores productores de bienes. El VBP –valor bruto de producción– y el VA de la industria manufacturera habían alcanzado el 49% y el 29,6% del total, respectivamente hacia 1973 mientras que, hacia 1997, se redujeron a 29,7% y 17,1%. Si bien, para la industria, el VA aumentó levemente su participación en el VBP (del 30,5% en 1973 al 32,8% en 1997), las demandas intermedias tuvieron una reducción significativa (del 63,8% al 56,4%) a costa del incremento de las importaciones (del 5,7% al 10,8%)5,6.

Entre mediados de los 70s y principios de los 2000s el país experimentó casi ininterrumpidamente el deterioro de su sector industrial como centro neu-rálgico (Coatz et al., 2011). Estas transformaciones estructurales tendieron a incrementar las brechas externas –con los países avanzados– e internas, acentuando la heterogeneidad estructural preexistente en lugar de avanzar hacia el “upgrading” o “catching up”. Por un lado, se produjo un considera-ble debilitamiento para generar ‘arrastres’ o ‘empujes’ a partir del crecimien-to de un sector como resultado del menor peso relativo de las demandas

5 Para el total de la economía, el VA como porcentaje del VBP pasó del 50,6% al 57,1%; las demandas intermedias del 46,3% al 38,6% y las importaciones del 3,1% al 4,2%.

6 En la rama metalmecánica –excluyendo transporte– las importaciones pasaron del 10% del VBP sectorial en 1973 al 16% en 1997. En transporte –automotriz y otros subrubros–, las importaciones mostraron un cambió aún más profundo, pasando de 7% al 24% de su VBP. En tanto, los usos nacionales como porcentaje del VBP –las compras intermedias de cada sector a otras industrias de producción local– pasaron del 57% al 46% en la metalmecánica y del 64% al 44% en transporte. También se observa una modificación de la estructura de compras totales según los componentes de demanda intermedia y final. En 1973 las com-pras intermedias a la metalmecánica y al transporte eran un 4,8% y un 3,6% del total, res-pectivamente; mientras que en 1997 pasaron a 3,7% y 1,7%. A su vez, las importaciones de bienes intermedios de ambos sectores pasaron del 6,4% del total de demandas intermedias en 1973 al 9,9% en 1997. Las demandas de consumo final –tanto privado como público– confirman esta tendencia.

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inter industriales en las etapas iniciales de la cadena de valor; revelando la imposibilidad de articular el tejido productivo y revertir dicho proceso inme-diatamente. Como contracara, el sustantivo incremento de las importaciones tendió a reforzar la dependencia cíclica y recurrente –stop and go– del nivel de actividad, a costa del desarrollo de redes de proveedores locales. Sus causalidades son múltiples: desde la desintegración vertical de las firmas y la dificultad de otras para mantenerse o insertase en los circuitos formales al mayor componente importado en la canasta de consumo local; pasando por la incorporación de maquinaria de última generación que competía con los puestos de trabajo y el cierre de empresas (Bernat, 2006).

De ese modo, la destrucción de eslabones críticos relacionados con la creación de empleos de calidad habría operado a favor de la «informaliza-ción» de la economía erigiendo este como una problemáticas acuciantes en nuestro país. Argentina pasó de tener una tasa de ENR en el sector in-dustrial del 17,1% en 1974 a una del 44,6% en 2003, reflejando el deterioro del mercado de trabajo producto de la desarticulación productiva con crisis recurrentes7 y esquemas limitados de protección social. La tasa agregada de ENR, por su parte, alcanzó al 50% de los asalariados en 2003, mientras que entre los trabajadores independientes la incidencia de la informalidad resultaba mucho mayor. A su vez, el incremento del desempleo8 en un con-texto de ampliación de la participación laboral y crecimiento poblacional puso de manifiesto una restricción estructural de la economía argentina para generar empleo.

Las limitaciones de los procesos de desarrollo de la matriz productiva local no son difíciles de vislumbrar. Al observar la evolución del producto indus-trial per cápita a precios constantes de 1993, por ejemplo, se destaca que el pico más importante se dio en 2011 con $1.806 por persona, seguido por 1976. En otras palabras, el crecimiento elevado y sostenido de la actividad industrial entre 2002 y 2011 (7,5% promedio anual)9 permitió revertir tenden-cias previas y recomponer parte de la desarticulación productiva alcanzada a finales de los 90s mientras se logró poner fin a la “informalización” e incluso se pudo reducir la incidencia del ENR de forma significativa.

7 El Rodrigazo, la tablita, la hiperinflación, la crisis del tequila y el desplome de la convertibilidad.

8 El desempleo abierto pasó de 4,2% en 1974 al 19,7% en 2002, promedios anuales, man-teniéndose estable en torno al 7% entre 2011 y 2013.

9 Si el período se acota a 2004–2011, la tasa de crecimiento del producto industrial per cápi-ta registra un promedio anual de 5,27%. El crecimiento de 2009 fue de 1,33%. Por su parte, en 2012, la contracción anual alcanzó el 4,12%, constituyendo un punto de inflexión de la serie y acentuándose en 2013 (–5,34%).

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Gráfico 2. Producto industrial per cápita (1950–2013)

0

200

400

600

800

1000

1200

1400

1600

1800

2000

1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010

FUENTE: CEU UIA en base datos de Fundación Norte y Sur e INDEC.

Producto industrial per cápita($ de 1993 por persona)

1.8061.666

(2011)

(1976)

2. Recuperación del nivel de actividad y formalización el empleo en los 2000s

I. De la reversión de tendencias a las limitantes productivasComo se ha mencionado previamente, la postconvertibiliad no puede conce-birse como un todo indisoluble. La década que siguió a la gran crisis tuvo cam-bios y vaivenes internos pero también modificaciones externas. La interacción de las dimensiones macro–productivas y laborales de la postconvertivilidad puede ser analizada en tres etapas diferenciadas, conforme sus propias inte-racciones: la primera, entre 2002 y mitad de 2007, fue de “Reindustrialización y generación de empleo de calidad”; la segunda, 2007–2010, de “Crisis inter-nacional y ‘rebote’ de la industria nacional”; y finalmente, desde mitad de 2011 hasta la actualidad, “De la sintonía fina al estancamiento productivo”.

1. La etapa de Reindustrialización y generación de empleo se caracterizó por un elevado nivel de actividad, un crecimiento de la industria y la recu-peración acelerada del salario. Esto generó un contexto macroeconómico propicio para la expansión de los sectores productores de bienes: tras los cambios macro se fortalecieron la demanda interna, la inversión y la productividad. La política económica tenía como eje vector la reindus-trialización a partir de la política cambiaria de flotación administrada y la implementación de retenciones, reintegros, y algunos subsidios cruzados en materia de energía, dadas las diferencias de productividades secto-riales. Asimismo, se recuperó parcialmente la política comercial externa.

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Argentina pasó de concesiones permanentes en materia internacional a una posición negociadora y activa, tanto en la Organización Mundial del Comercio (OMC) como en el Mercosur. Y un dato no menor: la ciencia retornó a los primeros planos de la agenda, primero a través de cambios en el Conicet y luego con la creación de un Ministerio de Ciencia y Tec-nología. Todo ello dio lugar a que entre mitad de 2002 y fines 2007 la in-dustria creciera casi un 60% acumulado y se generasen 404.000 nuevos puestos de trabajo formales. Se detuvo el incremento de los asalariados informales en 2004–2005 –en la industria esto ocurrió en 2005–2006 (ver gráfico 3). Dichos factores, junto a la recomposición del poder adquisitivo del salario, permitieron expandir la demanda interna así como fortalecer la inversión productiva y mejorar la productividad. La industria creció por encima del nivel mundial y de otros países de la región como Brasil10 mientras el empleo sectorial creció por encima del agregado.

2. Entre 2007 y principios de 2011 se abrió paso una nueva etapa caracterizada por la Crisis internacional y “rebote” de la industria nacional.El lock out doméstico y la crisis internacional exacerbaron la tensión entre clases producto de la puja distributiva en un contexto de desaceleración del producto acompañada por un estancamiento que ralentizó la creación del empleo asalariado mientras que la caída de la actividad industrial repercutió negativamente en el nivel de empleo sectorial.

A comienzos de esta etapa (2007) ya se vislumbraban tensiones propias de la problemática del desarrollo. Financiamiento, energía, crecimiento acelerado de las importaciones, costos logísticos (transporte) comenzaban a ser parte la agenda. A nivel macro, la inflación y la creciente demanda de divisas (tanto para importar como para ahorrar) reflejaban esa agenda como coyuntura (financiamiento externo) y como estructura (límites en la matriz productiva). En ese debate estábamos cuando estalló la crisis internacional y la industria argentina, como la del todo el mundo, sufrió una importante contracción (–6% en 2009).

Frente a esto, el Gobierno implementó un conjunto de políticas activas que, si bien no constituyó un plan integral, dio lugar a una enérgica recuperación industrial. Se fortaleció la demanda interna (mayor inclusión jubilatoria y la instauración de la asignación universal por hijo o AUH), se hizo una política comercial selectiva (licencias no automáticas, antidumping, valores criterios, entre otros), se administró sin sobresaltos la cuestión cambiaria (deslizando el tipo de cambio gradualmente con una suba de la tasa de interés) y se puso a la

10 La industria argentina creció a una tasa de 8,7% entre 2004 y 2007 –promedio de tasa de crecimiento mensual–; mientras la industria global creció a un 4,7% y la brasileña a un 5,1% en el mismo periodo.

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obra pública en el centro de la recuperación. La actividad industrial acumuló un crecimiento del 20,7% en 2010 y septiembre de 2011. El crecimiento, como sugiere la paradoja histórica de la Argentina, encendió nuevamente, pero de forma más acelerada, los temas estructurales pendientes Cabe destacar la reducción absoluta de la informalidad registrada en este período, con caídas notorias de la cantidad de asalariados no registrados, tanto a nivel agregado como sectorial a partir de 2012. Esto fue mérito de las políticas específicas implementadas que fueron acompañadas por un crecimiento sostenido (MTEySS, 2010). Asimismo, como se mencionó antes, la alteración de los precios relativos junto a problemáticas vinculadas a financiamiento, energía, infraestructura y transporte intensificaron tanto el crecimiento de las importaciones como la puja distributiva en un contexto de crecimiento del salario real11. Tanto la creciente necesidad de divisas para equilibrar la cuenta corriente –importaciones y remisión de utilidades– como la dolarización de carteras en un contexto de bajas tasas de interés despertaron un signo de alarma para la cuestión cambiaria y comercial.

Gráfico 3. Evolución de la actividad y los trabajadores en la industria

9,0% 9,2% 8,5% 8,7%6,8%

0,9%

9,2% 8,9%

1,9%*3,0%

10,7%

8,0% 8,4% 7,5%

3,5%

-5,9%

12,6%

7,2%

-2,3%

1,4%

-15%

-10%

-5%

0%

5%

10%

15%

2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013

Evolución de la actividad y los trabajadores en la industria(variación interanual)

Actividad (PIB) Actividad industrial (CEU)Asal. totales Asal. en la industriaAsal. informales totales Asal. informales en la industria

*La variación del PIB para 2013 corresponde al producto de base 2004 = 100.FUENTE: CEU UIA en base a datos de cám. empresariales y org. del s. público y privado y microdatos de EPH-INDEC.

11 El año 2009 fue paradigmático dado que se registraron incrementos del salario real con estan-camiento de la actividad a nivel general y fuertes caídas en el plano industrial.

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12 Tras la caída de la actividad industrial de 2,3% en 2012, el crecimiento de 1,4% en 2013 no bastó para recomponer los niveles de 2011. Mientras las exportaciones MOI presentaron una dinámica análoga, profundizada por los avatares de la relación comercial con Brasil, las MOA se encuentran apenas por encima de los niveles de 2011.

A partir de 2011, tuvo lugar cierto estancamiento productivo y laboral con deterioros simultáneos en varios frentes, en especial en el sector productor de bienes. Así, se dio paso a una etapa que podemos denominar De la sintonía fina al estancamiento productivo.

Hacia fines de 2011, la necesidad de hacer “sintonía fina” ante los nuevos desafíos emergía entonces como punto clave de la agenda económica. Era hora de emprender una agenda sectorial con eje en temas de tecnolo-gía, productividad, sustitución eficiente de importaciones y exportaciones con más valor agregado. Sin embargo, lo que entró en colisión fue el trazo grueso de la política económica –cepo cambiario, inflación, dolarización de carteras, etc.–, lo que derivó en un estancamiento de la actividad in-dustrial. La producción de 2013 estuvo por debajo de la de 2011. De un crecimiento de 3,3% en obreros contratados en 2011, se pasó a 1,3% en 2012 y 0,5% en 2013. Si bien 2011 fue un año récord en materia de producción industrial, la implementación de soluciones parciales a pro-blemáticas estructurales –junto a un balance complejo del sector externo agudizado por el déficit energético– pusieron en riesgo los logros alcan-zados durante los 2000s, profundizando las tensiones de los años prece-dentes (CEU, 2013 y 2013b). A nivel agregado, el crecimiento del empleo asalariado presentó una fuerte desaceleración: el formal pasó de crecer 5,3% en 2011 a 1,3% en 2012 mientras el informal pasó del 2% al 1,3%, respectivamente. La caída de la producción industrial12, por su parte, im-pactó sobre la generación de empleos: mientras los asalariados formales crecieron 2,1% y los informales 0,3% en 2011, los primeros declinaron 1% y los segundos se incrementaron 2,8% en 2012 que, a diferencia de 2009, se habían contraído.

En resumidas cuentas, el contexto macro inicial y la reinstauración de las instituciones laborales constituyeron factores críticos a lo largo de esta década para reducir la informalidad laboral (MTEySS, 2010). Entre 2003 y 2013, la tasa de ENR descendió 15,6 p.p., alcanzando el 33,7% del total de asalariados, mientras la tasa de ENR entre los asalariados industriales llegó al 29% en 2013, descendiendo prácticamente en la misma cuantía (gráfico5). En este sector, la informalidad disminuyó en un marco de crecimiento de la tasa de asalarización por encima del promedio, así como de crecimiento de la ocupación, alcanzando un mínimo de 28,9% en 2011.

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44,6%

41,4%39,4%

37,1%

34,9%

31,1% 31,3%29,4% 28,9% 30,0% 29,0%

49,3%47,6%

46,1%

43,0%

40,3%

37,2%36,0% 35,2% 34,5% 34,5% 33,7%

2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013FUENTE: CEU UIA en base a datos de EPH-INDEC.

Trabajadores asalariados no registrados(% sobre trabajadores asalariados)

Tasa de ENR - asalariados en la industria manufacturera Tasa de ENR - total asalariados

31,3%

49,3%

43,0%

33,7%

17,1%21,7%

27,7%

44,6%

37,1%

29,0%

1974 1986 1993 2003 2006 2013

FUENTE: CEU UIA en base a datos de INDEC.

Informalidad en la Argentina(asalariados no registrados sobre el total de asalariados)

Nivel general Industria

Gráficos 4 y 5. Informalidad en la Argentina y trabajadores asalariados no registrados

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Acompañando este fenómeno, la evolución de los ingresos también tuvo una proyección interesante. Mientras que los salarios del sector privado registrado se incrementaron por encima del 700% entre 2003 y 2013 producto de la buena performance de la actividad en general y la reinstauración de las negociaciones colectivas, los salarios informales lejos de quedarse atrás experimentaron recomposiciones muy importantes. Si bien la falta de registro complica la medición de estos últimos, un buen proxy podría ser el salario mínimo, vital y móvil creció en un 1550% en el mismo período pasando de $200 a $3300 tras haber permanecido fijo desde 1993.

Recuadro 1. La evolución del margen unitario en la Postconvertibilidad13

Dentro del período 2002–2012, la evolución del margen unitario exhibió distintas dinámicas aunque, de manera general, puede mencionarse que predominó la tendencia a la baja haciendo que en 2012 el nivel alcanzado (aún en el caso del margen ajustado por productividad) sea el menor de toda la etapa. Sin embargo, lejos de haber sido un movimiento uniforme y constante en este sentido, esta variable mostró distintas performances que pueden subdividirse en cuatro etapas. De esta manera, la historia de la década partida puede leerse a través la evolución de los márgenes unitarios de la industria.

Gráfico 6. Evolución del margen unitario (IPI)

13 Para más información consultar Coatz, D., Dragún, P. y Sarabia, M. (2013) y CEU–UIA (2013)

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1. 2002–2003: El efecto inmediato del quiebre de la convertibilidad resultó no solo en un overshooting del tipo de cambio, sino que la depreciación cambiaria efectiva fue mucho menor que la nominal producto del cambio de precios relativos (pass through). A su vez, en este período esencialmente, se refleja la contraciclicidad de los márgenes unitarios.2. 2003–2007: Tras una leve recuperación post devaluación, el margen uni-tario cayó a lo largo de todo el período comprendido entre 2003 y 2007. A pesar de que hubo una fuerte mejora en la productividad, esta solo com-pensó parcialmente el efecto de la caída de los márgenes. Es importante destacar que durante los primeros años que le siguieron a la devaluación de 2002, el sector industrial estuvo operando con rentabilidad extraordinaria, por lo cual esta tasa debió ir disminuyendo hasta alcanzar niveles normales en el 2006. Sin embargo, la coyuntura llevó a que los niveles descendieran aún más lo cual dio comienzo a tensiones de índole distributivas.3. 2007–2011: entre 2007 y 2009 el margen ajustado por productividad se mantuvo estable ya que si bien el margen unitario continuó con su tenden-cia descendente, en esta oportunidad el rol contracíclico de la actividad industrial acompañada por un aumento importante de productividad fue su-ficiente para equiparar el efecto. Ya a partir del año 2010 con un importante proceso de apreciación cambiaria en marcha, los márgenes de ganancia quedaron comprimidos entre precios regulados por cuestiones de compe-titividad y un fuerte aumento en los costos del sector; sin embargo, una vez más un fuerte aumento de productividad permitió mantener al margen ajustado estable.4. A partir de 2012: los márgenes unitarios continuaron con la dinámica des-cendente aunque en esta oportunidad la productividad también disminuyó (ya que se mantuvo el empleo al tiempo que caía la actividad) por lo que in-cluso los márgenes ajustados mostraron una desmejora en su desempeño. Esta tendencia se mantiene en la actualidad.

II. Limitantes productivas: ¿magro crecimiento como antesala de un nuevo proceso de informalización?Hacia 2012, la ralentización de la actividad estuvo acompañada por un ame-setamiento de la tasa de ENR mientras que una caída en la producción ma-nufacturera introdujo mayores dificultades para mantener el ritmo en la gene-ración de nuevos puestos de trabajo en general y de los puestos registrados en particular: la tasa sectorial de ENR se incrementó 1,3 p.p. Esto reside principalmente en la heterogeneidad intraindustrial y, en menor medida, en una reducción involuntaria de la dotación de personal del sector –se dejan de cubrir puestos vacantes por salidas voluntarias–. Con relación al desempeño por rama, los sectores más intensivos en mano de obra y con mayor inciden-cia del ENR –textil, calzado, etc., ver gráfico 8– incrementaron su producción con la implementación de regulaciones cambiarias y comerciales específicas

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mientras que aquellos con menor intensidad laboral –también mayor forma-lidad y participación en el producto sectorial– contrajeron fuertemente su producción –metales básicos, entre otros–. De este modo, el crecimiento per se parece indicar algunas limitaciones para crear empleos de calidad.

Hacia 2013, 6 sectores concentraban el 76% del ENR general14: servicio doméstico (22,6%), comercio (16,4%), construcción (13,5%), industria ma-nufacturera (11,9%), almacenamiento y distribución (6,9%) y alojamiento y servicios de comida (4,7%). Al interior de la industria, la incidencia del ENR reproduce la fuerte heterogeneidad sectorial. Mientras las mayores tasas de ENR se encontraban en cuero y calzados (55,6%), textil e indumentaria (48,5%) y maderera (45,6%); metálicas básicas (13,3%), automotriz (4,6%) y productos farmacéuticos (3,6%) mostraban tasas similares a los países de la Unión Europea. Refinación de petróleo incluso alcanza la envidiable cifra de 0% de informalidad. Solo 3 ramas aglutinaban más del 50% del ENR indus-trial: metalmecánica –sin automotriz– (21,4%), alimentos y bebidas (19,7%) y textil e indumentaria (11,2%).

Gráficos 7 y 8. Informalidad laboral por sectores y por segmentos de la industria manufacturera (2013)

7,0%

10,1%

11,5%

14,5%

19,7%

22,6%

29,0%

35,6%

38,2%

38,5%

39,6%

44,3%

66,9%

80,1%

0% 10% 20% 30% 40% 50% 60% 70% 80% 90%

Enseñanza

Act. Financieras y de Seguros

Admin. Pública y Defensa

Comunicación

Electr.,gas y agua

Act. Administrativas

Industria

Otros

Logística

Comercio

Artes y entretenimiento

Alojamiento y Scios de comidas

Construccion

Scio doméstico y autoconsumo

FUENTE: CEU UIA en base a datos de EPH-INDEC 2013.

Informalidad por sectores económicos

14 En lo que respecta a la medición de empleo asalariado registrado, las seis ramas mayoritarias concentran el 69,7% conforme datos de EPH para 2013, a saber: administración pública y de-fensa (14,8%); industria (14,8%); comercio (13,3%); enseñanza (13,6%); servicios sociales y de salud (7,6%); almacenamiento y distribución (5,1%).

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A este panorama se añade la destrucción neta de empresas industriales for-males, esencialmente micro y pequeñas: cerca de 900 salieron del circuito productivo entre 2008 y 2013 –en 2013 se registraron 418 cierres netos– con-llevando a un estancamiento en la generación de puestos formales dentro de las industrias de menor tamaño. La incidencia de la informalidad, por su parte, estaba concentrada en los de menor tamaño: el conjunto de MiPyMI reunía el 92% del ENR industrial mientras la tasa pasaba del 70% en las microindustrias al 30% en las PyMI. A nivel general, el 89% del ENR se con-centraba en MiPyME, con una incidencia del 66,7% en las de menor tamaño y un 27,6% de informalidad en las medianas.

Desagregando por calificación ocupacional, se comprueba que la mayoría de los asalariados informales tienen cargos operativos (42% en 2013) o no calificados (47%) mientras que el grupo de profesionales y técnicos repre-senta un porcentaje mucho menor. Esta dinámica se repite dentro del sector industrial, con la particularidad de que la gran mayoría de los trabajadores informales (80%) se concentra en puestos operativos –cifra que supera el 95% al añadir los no calificados– (CEU, 2013).

Las presiones acentuadas en la última fase de la postconvertibilidad, la difi-cultad para revertir patrones estructurales (introducción, recuadro 2) y forta-lecer el entramado productivo local así como el desempeño de la actividad intensifican los retos en materia de creación de empleo y formalización. El

3,6%

4,6%

13,3%

17,3%

19,6%

19,7%

22,1%

23,6%

25,9%

28,5%

29,0%

38,0%

45,6%

48,5%

55,6%

0% 10% 20% 30% 40% 50% 60%

Prod. farmacéuticos

Automotriz

Metálicas básicas

Sust. y prod. químico

Tabaco

Caucho y plástico

Papel

Metalmecánica

Edición e imp.

Alimentos y bebidas

INDUSTRIA

Min. no metálicos

Madera

Textil e ind.

Cuero y calzado

FUENTE: CEU UIA en base a datos de EPH-INDEC, IZA y SEDLAC 2011. *2010. **2009

Informalidad laboral en la industria y la construcción

Colombia: 43,3%

Ecuador: 46,9%

Paraguay: 65,6%

Costa Rica*: 29,4%

Uruguay: 16,1%

Irlanda**: 18,1%

Brasil: 24,7%

Reino Unido**: 9,6%

México*: 63,2%

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núcleo más duro de la informalidad cuyo combate trasciende el alcance del crecimiento generalizado o de la fiscalización, se convierte en un desafío estructural del mercado de trabajo argentino que aún dista de alcanzar las tasas históricas (ver gráfico 4)15. En este sentido, es necesario pensar e im-plementar políticas específicas para enfrentar a dicho desafío. Sin embargo, centrarse solo en políticas focalizadas que omitan la importancia del desem-peño económico resultará insuficiente (Coatz et al., 2010).

III. Déficit de trabajo decente como contracara de una demanda de trabajo insuficienteEsta sección aborda la relación entre las características de la oferta de tra-bajo en su conjunto y la inserción laboral con el propósito de identificar la necesidad de creación de empleos de calidad. La tasa de actividad fue del 46% en 2013, abarcando a más de 19 millones de personas en el mercado de trabajo de replicarse las condiciones de la población urbana representada por la EPH. Un 7,1% de la población económicamente activa (PEA) corres-pondería a los desocupados (1,3 millones) entre quienes 1 de cada cuatro posee educación superior (terciaria o universitaria incompleta o completa). Si se les añade a aquellos con educación secundaria completa, se observa que 1 de cada 2 desocupados (56,4%) podría ser rápidamente empleado con una calificación media o alta.

Entre los ocupados, a su vez, existen segmentos muy heterogéneos: los asa-lariados formales solo representan 1 de cada 2 ocupados (50,7%) mientras que el resto está compuesto por asalariados informales (25,8%) y en menor proporción trabajadores no asalariados16 (23,6%). En tanto, los trabajadores con educación secundaria completa o superior representan un 73,4% entre los asalariados formales, reduciéndose a un 56% entre los no asalariados y a un 44% entre los asalariados informales (anexo 2).

Recuadro 2. Empleo formal y remuneraciones del sector privadoLos puestos de trabajo asalariado en el sector privado registrados en la seguridad social pasaron de 3,81 millones en 1997 –año base de la MIP– a 6,4 millones en 2013, un crecimiento punta a punta del 68%. Si bien los cambios en la participación del empleo fueron leves en la mayoría de las 56 ramas (inferiores a medio punto porcentual), se destacan cambios moderados en intermediación financiera (–0,6 p.p.), cinematografía, radio y televisión (+0,5 p.p.) y agencias de empleo temporario (+0,5 p.p.). Los

15 La tasa de actividad era del 40,4% en 1974 con una población total de 25,6 millones de per-sonas mientras dicho indicador ascendió al 46 % en 2013 con una población total estimada en 42,3 millones.

16 Esta categoría está compuesta por cuentapropistas, patrones y trabajadores familiares sin remuneración, en orden de relevancia.

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mayores cambios se dieron en alimentos (–1,7 p.p.), agricultura y ganadería (–1,3 p.p.), servicios inmobiliarios (–1 p.p.), actividades de informática (+1 p.p.), servicios de hotelería y restaurantes (+1,1 p.p.), enseñanza (+1,8 p.p.), comercio al por menor (+1,9 p.p.) y servicios jurídicos, contables y otros servicios a empresas (+2,4 p.p.). Para contribuir al debate sobre cambio estructural y formalización, es de sumo interés vincular la composición sectorial del empleo con su nivel de remuneración promedio, dada la brecha de remuneraciones según rama de actividad y tamaño de empresa.En lo que respecta a rama de actividad (anexo 1), el 63,6% de los puestos formales tuvo una remuneración promedio por debajo de la media del sistema en 2013, un incremento respecto de 1997 (61,8%). Dicho cambio, se explica por una mayor concentración en la cola inferior de la distribución: en 2013 los 5 sectores con menores remuneraciones –de menor a mayor: silvicultura, agricultura y ganadería, enseñanza, servicios de hotelería y restaurantes y madera– representaron un 17% de los puestos, ganando un 1,3 p.p. respecto de 1997. Si bien, conforme la información disponible, no es posible desagregar los puestos por horas trabajadas, se observa una reducción de las brechas entre la remuneración promedio de cada sector y la media en el tramo inferior. En el otro extremo, los 10 sectores con mayores remuneraciones representaron el 6,2% de los puestos, implicando una pérdida de 0,7 p.p. respecto de 1997. Entre los sectores que concentraron mayor cantidad de puestos cuyas remuneraciones son levemente superiores a la media, sobresalen transporte ferroviario y automotor y por tuberías, alimentos y comercio al por mayor que concentran el 16,8% de los puestos totales.En este sentido, la creciente concentración de puestos de trabajo en sectores de baja productividad –baja intensidad del capital y/o bajo retorno– dificulta que los incrementos salariales reales respondan a aumentos de productividad, acarreando mayores tensiones en la distribución primaria del ingreso. Simultáneamente, dicha dinámica va en línea con elevadas tasas de ENR y menores remuneraciones –además de menores derechos laborales y mayor inestabilidad en el puesto de trabajo–. Focalizándose en la industria manufacturera, las ramas que más contribuyen a la generación del valor agregado son aquellas intensivas en recursos naturales, con bajos encadenamientos. La ausencia de interrelaciones productivas provoca diferencias notorias entre sectores, expresadas en los distintos niveles de productividades inter e intrasectoriales así como sus respectivas las remuneraciones. Plasmando, así que composición de la estructura productiva es clave en términos de distribución ya que contribuye no solo al incremento de la productividad sistémica, sino también a la generación de empleo de calidad.

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Los datos obtenidos a partir de la EPH acerca de la demanda de trabajo para 2013 y su correlato sobre la PEA permiten dar cuenta del déficit de trabajo decente existente en Argentina17. Lanari (2005, p.22–23) encuentra que el trabajo decente refiere a la ocupación que satisface por sus resultados y las condiciones en que se lleva a cabo, haciendo referencia a una ocupación productiva que es justamente remunerada y que se ejerce en condiciones de libertad, equidad, seguridad y respeto a la dignidad humana.

Esquema 1. Déficit de trabajo decente: una estimación para 2013, en miles de personas

PEA19.163 (46%)

Ocupados17.803

Independientes 4.201

Formales1.764

Informales2.436 (58%)e

Asalariados13.602 (76%)

Registrados9.018e

(+92 puestos)

S.Público3.134

(35,1%) (+295 puestos)

S.Privado5.791

(64,9%) (+545 puestos)

ENR4.585

(33,7%)

Desocupados1.359 (7,1%)

Informalidad laboral 2013

7.021

Crecimiento de la PEA 2013

+77

Déficit de puestos formales

8.454

Necesidad de nuevos puestos

1.433

17

Fuente: Estimación propia sobre la base de EPH, SIPA, estimaciones de INDEC, MTEySS y Bertranou et al. (2013).

Los trabajadores informales –tanto independientes como asalariados– ascenderían a 7,02 millones, denotando la necesidad de mejorar la calidad de su inserción laboral. En tanto, la necesidad de nuevos puestos de trabajo para satisfacer las demandas de los desocupados cesantes y de los nuevos ingresantes –vía crecimiento de la PEA llegaría a 1,4 millones–.Consistiendo ambas necesidades, se estima un déficit de trabajo de calidad de 8,5 millones de puestos, manteniendo constante la demanda de empleo. Consecuentemente, 46 trabajadores cada 100 se encontrarían participando activamente del mercado de trabajo en una situación de déficit de puestos protegidos. De allí se desprende que la restricción fundamental se debe a la generación de puestos de trabajo de calidad (demanda) frente a un gran

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número de trabajadores disponibles para incorporarse al proceso productivo –omitiendo computar subempleo demandante y desempleo oculto–.

3. Una nueva ola de política industrial ante amenazas sobre la producción, la innovación y el empleo

Del mismo modo que el estructuralismo encuentra a la industria un sector lí-der para la transformación estructural, países industrializados como Estados Unidos, Japón y Reino Unido han diseñado e implementado políticas indus-triales para sobreponerse al impacto doméstico de la crisis internacional (Es-quema 2) y la precedente desfragmentación de la producción18 (Brosio y Sa-rabia, 2014; CEU, 2014). La política industrial fue tomando diversas formas hasta convertirse en el plan estratégico de estas economías, con objetivos y plazos específicos para lograr un crecimiento sostenible en el largo plazo.

Esquema 2. Nueva ola de política industrial tras la crisis internacional

Fuente: elaboración propia.

Países emergentes como Brasil y China también han hecho intervenciones de desarrollo industrial, aunque han mostrado cierta brecha implícita en tér-minos de diseño e implementación de políticas estratégicas. En esta línea, un estudio reciente plantea que los patrones emergentes de crecimiento e intercambio comercial llevaron a incluir la acumulación de capacidades tec-nológicas, el crecimiento de las exportaciones y el cambio estructural como eje de todo análisis; planteando desafíos en materia de construcción institu-cional y de política económica e industrial (Cimoli y Porcile, 2011).

Mientras la innovación productiva como motor del crecimiento industrial ad-quiere una centralidad dominante en estas economías, también se destaca

18 Estrategia de negocios basada en la reducción de costos de producción y la cercanía a mer-cados.

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la importancia de la participación y la coordinación de actores de diversa naturaleza (universidades, empresas, agencias de gobierno, trabajadores ca-lificados, etc.) como un eje compartido. Esta nueva ola de política industrial genera controversias frente al paradigma acuñado en el Consenso de Wash-ington, basándose en dos pilares interrelacionados:

1. Fuerte articulación público–privada con un esquema de intervención activa: busca contar con el acuerdo de todos los sectores, con hincapié en la claridad y previsibilidad de normas y ciertas variables; la planificación simultánea de corto y largo plazo con metas objetivas y un Estado capaz de trabajar transversal e integradamente con diversas jurisdicciones y el sector privado.

2. Política industrial multidimensional con un rol dual: a) estratégico: vía innovación y competencia por la incorporación de tecnolo-gía en sectores críticos para el desarrollo y la seguridad nacional (diferencia-ción, tecnología de punta y/o nicho de mercado, compras gubernamentales y/o desarrollo de proveedores), además del mayor potencial para incorpo-rar valor agregado. Asimismo, grandes inversiones en energía y transporte orientadas a reducir significativamente los costos de producción indicen po-sitivamente sobre el insourcing;

b) defensivo: para sostener directa o indirectamente firmas y empleos de calidad con foco en el mercado doméstico y/o socios estratégicos; rebrote del proteccionismo a escala global (libre albedrío en uso de subsidios, cré-ditos, barreras paraarancelarias, etc.) desafiando al sistema multilateral de comercio.

En esta línea, Katz y Kosacoff (1998) señalan que los cambios vinculados a la matriz productiva deberían ir de la mano de transformaciones en el en-tramado institucional y la complejización del marco regulatorio, en el cual el desarrollo de las instituciones locales debe ser complementario al sector productivo, potenciando sus capacidades y constituyéndose como una pie-za clave para el desarrollo en el largo plazo.

Recuadro 3. El caso de Estados Unidos y el antecedente alemán19

Esta nueva ola de política industrial fue tomando diversas formas concretas y convirtiéndose en planes estratégicos nacionales con objetivos y plazos específicos. En Estados Unidos, por ejemplo, se implementó en 2011 la ad-vanced manufacturing partnership, cuyo objetivo es “identificar e invertir en

19 Este recuadro es un extracto de Brosio, M. y Sarabia, M. (2014), El retorno de la política industrial, [documento inédito].

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tecnologías emergentes que tengan potencial para generar empleo de alta calidad y fortalecer la competitividad global de la industria local”. Dentro de esta “alianza” es clave la existencia y colaboración de actores de distintas características como por ejemplo el Gobierno Federal, organismos vincula-dos al sector industrial y universidades y centros de investigación. Después de haber ocupado el lugar del primer productor mundial de manu-facturas por más de un siglo, Estados Unidos ha cedido su lugar a China. Uno de los principales problemas ante los que se enfrenta Estados Unidos en la actualidad es la deslocalización de firmas nacionales que eligen erigir sus fábricas en regiones con menores costos (principalmente salariales). Esto implica un problema para el país porque la actividad industrial tiene un gran peso en la producción interna, las exportaciones y, principalmente, en el empleo (el sector manufacturero no solo genera una gran cantidad de puestos de trabajo sino que estos además suelen ser formales y con altos salarios en términos relativos). Los intentos de reactivar la industria a nivel local por parte del gobierno están vinculados principalmente con revitalizar el mercado laboral nacional y estimular el mercado doméstico. La manufac-tura ha sido tradicionalmente un sector con alto uso del factor productivo trabajo más allá de la tecnología desarrollada, ejemplo de ello es que de manera directa, la industria ocupa al 9% de la población empleada. A su vez, un nuevo empleo en el sector crea 1,6 puestos adicionales en el sec-tor de servicios o 5 en el caso de ser un puesto vinculado a tecnología de punta (CEU, 2014). En este sentido, queda claro que la actividad industrial se erige como un segmento cuya capacidad de generación de empleo es de difícil reemplazo.La mayoría de los planes integrales en términos de política industrial actua-les están basados en el modelo alemán que ha sido capaz de demostrar a través de resultados concretos la importancia de elaborar una estrategia de largo plazo en este campo. La situación actual de la economía alemana –lí-der industrial dentro y fuera de la Unión Europea– lejos de ser producto de la casualidad es resultado de una consistente política industrial dedicada a cuidar la producción local y la competitividad nacional. A diferencia de mu-chos de los países de tradición manufacturera, Alemania lejos de fomentar políticas de deslocalización productiva comprendió que mantener diseño y producción dentro de las fronteras del país contribuyó sustancialmente a impulsar la innovación. Es en base a estas creencias que delineó su política industrial.La Fundación Fraunhofer–Gesellschaft fue creada en 1949 en Múnich, como parte de un proceso de reorganización y expansión de la infraestructura ale-mana destinada a investigación. En los primeros años, la principal función de esta era esencialmente administrativa: recaudar financiamiento a través de instituciones gubernamentales, donaciones y miembros de la asociación para proyectos de investigación vinculados a la industria. En sus más de 90 años de existencia, la Fundación ha evolucionado considerablemente.

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Actualmente está compuesta por 67 centros de investigación distribuidos en todo el país (e incluso cuenta con algunos fuera del territorio nacional) donde existe una estrecha relación entre la especialización de los mismos y las fortalezas y ventajas existentes en cada región. Ejemplo de ello es la ciudad de Jena, de tradición milenaria en el sector óptica. Allí se instauró en 1990 el Instituto para Ópticas Aplicadas e Ingeniería de Precisión donde se trabajó en conjunto con firmas privadas –como la conocida Carl Zeiss AG– para aprovechar los desarrollos (conocimientos, recursos humanos, etc.) de la zona en esta materia.Si bien comparte algunos elementos con el resto de las propuestas sur-gidas en los países avanzados, como la lógica de integración de agentes de distinta naturaleza (ejemplo de ello es el vínculo con las universidades, la gestión de los institutos está conformado en un 30% por profesores de ingeniería con gran experiencia y estudiantes de doctorado), también posee elementos distintivos. Uno de ello es el rol de las PyMES, que constituyen la columna vertebral de la economía alemana. Estas producen localmente y venden productos altamente especializados de alto valor agregado al sec-tor externo. A pesar de que vincularse con grandes empresas tiene sus be-neficios innegables (en término de retornos o de posibles aportes de bienes de capital), los institutos alemanes han comprendido que no es sostenible en el largo plazo ser demasiado dependientes de una o dos compañías de gran tamaño a la vez que desean evitar que estas últimas puedan ejercer excesiva influencia ya que desean mantener el control sobre sus propia agenda de investigación. Sin embargo, y más allá de estos argumentos, la vinculación con pequeñas y medianas empresas continúa siendo una cues-tión compleja para los institutos miembros de Fraunhofer. En este sentido, el gobierno alemán, lejos de dejar este asunto librado al azar (o a las “fuerzas del mercado”), intervino ideando un esquema de fi-nanciamiento donde cierto porcentaje del mismo depende de la vinculación que los institutos logren con las pymes, con el fin de incentivar este tipo de asociación. Continuando en esta línea, el sistema de financiamiento de la Fundación Fraunhofer también resalta como una característica particular de esta política industrial. Un tercio del mismo proviene del sector privado. Sin embargo, el segmento de “innovación” sufre de algunas las fallas de mercado que afectan a la ciencia básica: es riesgosa y requiere muchos recursos. Es por ello que, necesariamente, dos tercios del financiamiento proviene de fondos públicos. La mitad de los aportes gubernamentales a los institutos constituyen lo que se denomina “financiamiento institucional” que consta de una suma base fija a cada instituto y otra porción sujeta a la cantidad de empleados que posea. La otra mitad de los fondos públicos destinados a los institutos (el “financiamiento competitivo”) está destinado a asegurar que los centros se mantengan a la vanguardia y sean útiles al sector privado, por lo que está sujeto a la cantidad de contratos que el ins-tituto logre establecer con este.

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En términos de políticas específicas, aunque sistémicamente integradas, también existen ejes comunes entre las experiencias analizadas, que lejos de estar jerarquizados, trabajan armónicamente hacia la consecución de objetivos estratégicos (Esquema 3). Entre ellos, se observa la preocupación por el financiamiento del capital productivo y del capital de trabajo así como la importancia asignada a la infraestructura en materia de comunicación, energía y transporte. Por otro lado, la calificación del personal en conjunto con la gestión y el desarrollo de conocimientos y tecnologías generarían innovaciones aplicadas al mundo productivo tras haber identificado sectores estratégicos y garantizar la consolidación de un mercado capaz de absorber una oferta creciente, enfatizando en compras gubernamentales y promoción de exportaciones.

Esquema 3. Pilares clave de una política industrial integral

Fuente: Brosio y Sarabia (2014).

Por último, a nivel macro, cabe destacar la estrategia comunicacional de la mayoría de estas políticas que, a simple vista, desdibuja su acción directa sobre el sector productivo. Por un lado, manifiestan la centralidad de sistema tributario en tanto recaudador como compensador explícito de impuestos corporativos, planteando reformas contundentes. También coinciden en la necesidad de supervisar constantemente la deuda pública con miras a evitar el incremento del déficit fiscal mientras que el manejo de la política monetaria busca reducir tasas de interés para aliviar los problemas de financiamiento. En los países emergentes, esta última también incide sobre el tipo de cambio.

De todo esto se desprende que lo que se busca es una disminución radical de los costos de producción para alentar la relocalización de empresas on shore y, consecuentemente, revertir la desfragmentación de la producción tanto como generar empleos calificados y bien remunerados. Estas estra-

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tegias, no hacen foco en la reducción de los costos laborales (que son ele-vados en términos comparados), sino que apuntan a la diferenciación de productos y procesos, el desarrollo de tecnologías e innovaciones en simul-táneo con ganancias prácticamente garantizadas y sustentabilidad fiscal. En este sentido, se destaca la capacidad de realizar una lectura compleja sobre la importancia de estimular al sector productivo en su conjunto: cuidar la rentabilidad tanto del empresariado como del propio Estado en simultáneo con el salario real, concebido como motor de la demanda doméstica que, a su vez, tracciona las ventas y, en última instancia, la oferta, nuevas innova-ciones e inversiones.

4. Reflexiones finales: hacia una política industrial integralLa desarticulación productiva que transitó Argentina llevó a debilitar tanto los encadenamientos productivos como la capacidad de articulación públi-co–privada tanto para la implementación de políticas como para desarrollar procesos de aprendizaje tecnológico. En un escenario en el cual los proce-sos productivos e innovativos evolucionan rápidamente, haber resignado la producción manufacturera local ha desencadenado la pérdida de ventajas innovativas. De hecho, la construcción de capacidades institucionales y la coordinación de actores y/o conocimientos –donde priman la interacción y el aprendizaje– adquieren un rol crucial para diseñar una política industrial estratégica y multidimensional.

Durante la postconvertibilidad se gestaron diversos cambios en el plano local que permitieron revertir –al menos parcialmente– la tendencia descendente de la actividad así como la fragmentación productiva y social precedente. Sin embargo, los cambios al interior del tejido productivo son aún incipientes y no han determinado una verdadera transformación estructural. Junto a la coyuntura económica imperante desde mediados de 2012, esto agudiza las dificultades para generar y fortalecer el “círculo virtuoso” entre crecimiento, empleo y distribución del ingreso. El nivel y la calidad del empleo impacta directa y positivamente sobre la demanda agregada local. Por lo tanto, ten-dencias al estancamiento del empleo o los ingresos reales así como presio-nes sobre el incremento de la informalidad laboral o el desempleo conllevan a mermas en la demanda doméstica y, consecuentemente, en la producción y la inversión.

Esta problemática, sin embargo, no es exclusiva de las economías en desa-rrollo. Los países más industrializados, por ejemplo, han exhibido problemas de empleo en los últimos años como consecuencia de la deslocalización productiva de sus propias empresas que tuvo lugar en las últimas décadas. Para revertir esta situación, optaron por implementar políticas industriales tan agresivas como estratégicas, cuyo eje radica en el desarrollo de innova-ciones productivas y manufacturas de alto valor agregado.

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Dado que la estructura productiva está estrechamente relacionada al creci-miento de largo plazo y la generación de empleos de calidad; los niveles de formalización laboral se encuentran muy asociados a los niveles de rentabi-lidad sectorial. La promoción de sectores con mayor contenido tecnológico permitiría cortar los círculos viciosos e incrementar la formalidad y el nivel de ingresos además del empleo. A su vez, el proceso de convergencia de ramas de menor productividad a las de mayor productividad mediante un desarrollo industrial, permitirá generar encadenamientos hacia adelante y hacia atrás, efectos de derrame, acumulación de capital y externalidades tecnológicas necesarias para sostener márgenes de rentabilidades crecientes que impe-dirían los estancamientos económicos (Cimoli et al., 2006).

En línea con ello, una transformación profunda de la matriz productiva permiti-ría llevar a cabo un proceso de crecimiento robusto y sostenible; fortaleciendo los vínculos existentes entre crecimiento e innovación tecnológica como con-dición sine qua non. La respuesta definitiva y sistémica a las problemáticas estructurales debería abarcar múltiples dimensiones y actores, proceso que puede llevarse a cabo profundizando el diálogo social y generando acuerdos de base. Para ello, un plan de desarrollo debería, además, generar un tránsito fluido y sustentable en el tiempo hacia la formalidad modificando dinámicas intrínsecas a los distintos de la heterogeneidad productiva como contracara de la informalidad laboral, conforme 3 grandes dimensiones (Esquema 4):

Esquema 4. Políticas coordinadas y multidimensionales contra la informalidad laboral

Marco institucional (mediano plazo)

Desarrollo productivo (largo plazo)

Legislación

Infraestructura común

Políticas transversales

Sectoriales

Formación e

innovación

MiPyME

Macro y política

industrial integral

Políticas específicas y/o transicionales

Metas coherentes

• Mundo MiPyME• Economías regionales• Pobreza y desempleo• Migraciones y grupos vulnerables• Bajas calificaciones

Superposición y/o zonas grises

• Simplificación burocrática/registral

• Armonización de instrumentos• Financiamiento, ART, AFIP• Bienes y servicios públicos

Producción y empleo

• Macro integral para el desarrollo: política monetaria, cambiaria, comercial, fiscal, ingresos, etc.

• Política industrial sistémica y multidimensional

Fuente: Elaboración propia.

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1. Macroeconomía para el desarrollo productivo y política industrial integral para una transformación estructural: especialización en sectores con mayor contenido tecnológico y valor agregado para mejorar la inserción internacional, aumentando la capacidad exportadora –productos diferen-ciados– y la sustitución eficiente de las importaciones. Se desvincularía parcialmente el aumento de las importaciones del crecimiento a fin de superar el estrangulamiento externo.

2. Marco institucional y políticas trasversales para la formalización para mol-dear acuerdos básicos y la toma de decisiones en un plano meso y micro económico. Estas decisiones involucran directamente a la inversión pro-ductiva –o financiera– así como la formalización de la unidad productiva y la creación de puestos de trabajo con incrementos de la productividad. También están afectadas por dimensiones como energía, infraestructura, transporte y comunicaciones.

3. Políticas específicas o de transición para subsectores con elevada informa-lidad o segmentos de la PEA con bajos niveles de empleabilidad y/o ele-vada vulnerabilidad. Asimismo, resulta indispensable aunar esfuerzos para evitar solapamientos entre diversos objetivos de política e integrar, éstos, a las especificidades del mundo de micro, pequeñas y medianas empresas.

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Anexo 1. Composición del empleo formal y remuneraciones

1997 2004 20131997

$ corrientes1997

sector/tota l2013

$ corrientes2013

sector/tota lExtraccion de petroleo crudo y gas natura l 0,6% 0,7% 0,7% $ 2.666 3,07 $ 33.512 3,79

Transporte aéreo de cargas y de pasa jeros 0,3% 0,3% 0,2% $ 1.906 2,19 $ 24.120 2,73Productos de petróleo 0,2% 0,2% 0,1% $ 2.948 3,39 $ 23.137 2,62

Extraccion de minera les meta l i feros 0,0% 0,1% 0,2% $ 2.038 2,35 $ 21.236 2,40Transporte marítimo y fluvia l 0,1% 0,1% 0,1% $ 1.488 1,71 $ 20.192 2,29

Electricidad, gas y agua 0,9% 0,9% 0,7% $ 1.831 2,11 $ 20.145 2,28Radio y televis ión 0,2% 0,1% 0,2% $ 1.668 1,92 $ 18.267 2,07

Interm. financiera y otros servicios financieros 2,1% 1,6% 1,5% $ 2.035 2,34 $ 17.521 1,98Productos químicos 2,0% 1,8% 1,7% $ 1.839 2,12 $ 15.955 1,81

Metales comunes 0,9% 0,8% 0,6% $ 1.319 1,52 $ 15.369 1,74Tabaco 0,1% 0,2% 0,1% $ 1.745 2,01 $ 15.310 1,73

Captación, depuración y dis tribución de agua 0,3% 0,3% 0,2% $ 1.352 1,56 $ 14.819 1,68Automotores 1,6% 1,1% 1,4% $ 1.373 1,58 $ 14.469 1,64

Correos y telecomunicaciones 2,0% 1,8% 1,5% $ 1.610 1,85 $ 13.595 1,54Pesca y actividades relacionadas con la pesca 0,3% 0,4% 0,2% $ 1.202 1,38 $ 13.420 1,52

Seguros y AFJP 1,2% 1,0% 0,8% $ 1.494 1,72 $ 12.772 1,45El iminación de desperdicios 0,7% 0,5% 0,4% $ 680 0,78 $ 12.420 1,41

Investigación y desarrol lo 0,1% 0,1% 0,1% $ 1.188 1,37 $ 12.301 1,39Actividades de informática 0,4% 0,7% 1,4% $ 1.934 2,23 $ 11.465 1,30

Papel 0,7% 0,7% 0,6% $ 1.153 1,33 $ 11.368 1,29Explotacion de otras minas y canteras 0,3% 0,2% 0,2% $ 1.019 1,17 $ 11.274 1,28

Transp.ferroviario y automotor y por tuberias 5,3% 5,0% 5,2% $ 906 1,04 $ 10.769 1,22Otros minera les no metá l icos 0,9% 0,7% 0,7% $ 1.055 1,21 $ 10.620 1,20

Maquinaria y equipo 1,3% 1,1% 1,1% $ 905 1,04 $ 10.570 1,20Manip.de carga, a lmacenamiento y depós i to 1,0% 1,2% 1,6% $ 884 1,02 $ 10.395 1,18

Edición 1,1% 1,0% 0,8% $ 1.356 1,56 $ 10.338 1,17Al imentos 7,5% 6,5% 5,7% $ 916 1,05 $ 10.337 1,17

Maquinaria de oficina 0,0% 0,0% 0,1% $ 1.041 1,20 $ 10.171 1,15Reciclamiento de desperdicios y desechos 0,0% 0,0% 0,1% $ 1.043 1,20 $ 10.128 1,15

Alqui ler de eq.de transporte y de maquinaria 0,2% 0,2% 0,1% $ 953 1,10 $ 10.045 1,14Productos de caucho y plástico 1,2% 1,1% 1,0% $ 932 1,07 $ 9.933 1,12

Servicios auxi l iares a la actividad financiera 0,3% 0,2% 0,3% $ 1.388 1,60 $ 9.911 1,12Aparatos eléctricos 0,4% 0,3% 0,4% $ 991 1,14 $ 9.650 1,09

Otros equipo de transporte 0,2% 0,2% 0,2% $ 897 1,03 $ 9.540 1,08Instrumentos médicos 0,2% 0,1% 0,1% $ 1.007 1,16 $ 9.212 1,04Comercio a l por mayor 5,4% 5,5% 5,9% $ 850 0,98 $ 8.918 1,01

Servicios socia les y de sa lud 5,0% 4,4% 4,5% $ 719 0,83 $ 8.634 0,98Servicios de organizaciones empresaria les 2,9% 3,1% 2,8% $ 893 1,03 $ 8.489 0,96

Cinematografía , radio y televis ión 1,3% 1,5% 1,8% $ 898 1,03 $ 8.224 0,93Productos texti les 1,5% 1,3% 1,1% $ 709 0,82 $ 7.985 0,90

Vta.y rep.de vehículos , vta .x menor de comb. 2,5% 2,5% 2,6% $ 729 0,84 $ 7.948 0,90Otros productos de meta l 1,7% 1,5% 1,5% $ 709 0,82 $ 7.690 0,87

Cuero 1,0% 0,8% 0,7% $ 722 0,83 $ 7.608 0,86Muebles 0,8% 0,6% 0,6% $ 627 0,72 $ 7.561 0,86

Construccion 6,7% 5,4% 7,1% $ 595 0,69 $ 7.221 0,82Comercio a l por menor 7,6% 8,5% 9,5% $ 611 0,70 $ 7.157 0,81

Servicios inmobi l iarios 2,6% 2,5% 1,5% $ 748 0,86 $ 7.062 0,80Serv. Juríd., contables y otros serv. a empresas 6,9% 8,5% 9,3% $ 664 0,76 $ 6.972 0,79

Confecciones 1,0% 0,8% 0,8% $ 565 0,65 $ 6.803 0,77Servicios n.c.p. 1,8% 1,7% 1,4% $ 786 0,90 $ 6.116 0,69

Agencias de empleo temporario 0,8% 1,7% 1,3% $ 572 0,66 $ 5.899 0,67Madera 0,7% 0,6% 0,5% $ 495 0,57 $ 5.541 0,63

Servicios de hoteleria y restaurantes 3,1% 3,4% 4,1% $ 533 0,61 $ 5.364 0,61Enseñanza 5,1% 7,6% 6,8% $ 537 0,62 $ 5.011 0,57

Agricul tura y ganaderia 6,6% 6,4% 5,3% $ 425 0,49 $ 4.993 0,57Si lvicul tura , extracción de madera 0,2% 0,2% 0,2% $ 329 0,38 $ 4.325 0,49

Total 3.812.023 4.169.728 6.336.313 $ 869 1 $ 6.977 1

Participación en el empleo Remuneración promedio por todo concepto

Fuente: Elaboración propia en base a datos de SIPA, OEDE–MTEySS. Datos anuales.

Nota: el color verde representa el año con mayor participación relativa de cada rama mientras que el rojo es el de menor participación (amarillo=intermedio). El nivel de completitud del círculo representa la participación relativa en 2013. En cuanto a remuneraciones, el color rojo corresponde a niveles inferiores al promedio general.

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Anexo 2. Caracterización de la población económicamente activa (2013)

miles particip. miles particip. miles particip miles particip. miles particip. miles particip.Desempleo abierto 33,2 0,3% 118,4 1,0% 92,7 0,8% 86,9 0,7% 11,0 0,1% 342,2 2,9%

Asal.informales 126,8 1,1% 278,4 2,4% 190,7 1,6% 122,6 1,0% 18,6 0,2% 737,0 6,3%Asal.formales 32,4 0,3% 109,4 0,9% 177,9 1,5% 163,7 1,4% 36,9 0,3% 520,3 4,4%

No asalariados 34,3 0,3% 60,8 0,5% 36,4 0,3% 35,5 0,3% 6,0 0,1% 173,1 1,5%Desempleo abierto 30,0 0,3% 48,6 0,4% 70,5 0,6% 50,8 0,4% 31,4 0,3% 231,3 2,0%

Asal.informales 154,1 1,3% 182,3 1,5% 211,3 1,8% 111,2 0,9% 100,9 0,9% 759,7 6,4%Asal.formales 116,2 1,0% 186,2 1,6% 523,6 4,4% 338,3 2,9% 460,7 3,9% 1.624,9 13,8%

No asalariados 66,5 0,6% 83,4 0,7% 142,9 1,2% 86,0 0,7% 96,2 0,8% 475,0 4,0%Desempleo abierto 43,4 0,4% 31,1 0,3% 40,9 0,3% 19,1 0,2% 27,1 0,2% 161,6 1,4%

Asal.informales 300,8 2,6% 169,4 1,4% 180,2 1,5% 48,2 0,4% 83,4 0,7% 782,1 6,6%Asal.formales 311,6 2,6% 263,7 2,2% 564,0 4,8% 269,6 2,3% 771,7 6,5% 2.180,6 18,5%

No asalariados 216,1 1,8% 169,2 1,4% 266,2 2,3% 96,8 0,8% 197,7 1,7% 945,9 8,0%Desempleo abierto 25,7 0,2% 12,0 0,1% 15,9 0,1% 4,0 0,0% 8,7 0,1% 66,3 0,6%

Asal.informales 170,2 1,4% 50,5 0,4% 64,8 0,5% 16,5 0,1% 27,7 0,2% 329,7 2,8%Asal.formales 215,4 1,8% 96,3 0,8% 210,1 1,8% 82,3 0,7% 292,9 2,5% 897,0 7,6%

No asalariados 184,7 1,6% 86,6 0,7% 119,2 1,0% 42,4 0,4% 121,1 1,0% 554,0 4,7%Desempleo abierto 16,8 0,1% 5,6 0,0% 7,8 0,1% 2,2 0,0% 2,8 0,0% 35,2 0,3%

Asal.informales 118,4 1,0% 25,5 0,2% 36,0 0,3% 12,9 0,1% 20,2 0,2% 213,0 1,8%Asal.formales 106,3 0,9% 39,8 0,3% 68,6 0,6% 24,1 0,2% 90,3 0,8% 329,0 2,8%

No asalariados 181,0 1,5% 53,3 0,5% 78,0 0,7% 28,4 0,2% 93,3 0,8% 434,1 3,7%Hasta 24 años 226,7 1,9% 567,0 4,8% 497,7 4,2% 408,7 3,5% 72,5 0,6% 1.772,6 15,0%

Entre 25 y 34 años 366,8 3,1% 500,5 4,2% 948,3 8,0% 586,3 5,0% 689,2 5,8% 3.090,9 26,2%Entre 35 y 49 años 871,9 7,4% 633,4 5,4% 1.051,3 8,9% 433,7 3,7% 1.079,9 9,2% 4.070,2 34,5%Entre 50 y 59 años 596,0 5,1% 245,4 2,1% 410,0 3,5% 145,2 1,2% 450,4 3,8% 1.847,0 15,7%

60 años y más 422,5 3,6% 124,2 1,1% 190,4 1,6% 67,6 0,6% 206,6 1,8% 1.011,3 8,6%Desempleo abierto 149,0 1,3% 215,7 1,8% 227,8 1,9% 163,0 1,4% 81,0 0,7% 836,5 7,1%

Asal.informales 870,3 7,4% 706,0 6,0% 683,1 5,8% 311,4 2,6% 250,7 2,1% 2.821,4 23,9%Asal.formales 781,8 6,6% 695,3 5,9% 1.544,3 13,1% 877,9 7,4% 1.652,5 14,0% 5.551,9 47,1%

No asalariados 682,6 5,8% 453,3 3,8% 642,8 5,5% 289,2 2,5% 514,3 4,4% 2.582,1 21,9%Total 2.484 21,1% 2.070 17,6% 3.098 26,3% 1.642 13,9% 2.498 21,2% 11.792 100%

Entre 50 y 59 años

60 años y más

PEA por edades

PEA por categorías

ocup.

Terciario/univers. completo

Terciario/univers. completo Subtotal PEA

Hasta 24 años

Entre 25 y 34 años

Entre 35 y 49 años

Hasta primario completo

Secundario incompleto

Secundario completo

Fuente: Elaboración propia en base a datos de EPH, INDEC. Promedios ponderados para el año 2013.

Nota: los segmentos en negrita representan una participación mayor al 1% del total. En verde se encuentran aquellos protegidos cuya participación es superior al 2% mientras en rojo se encuentran aquellos en situación de vulnerabilidad laboral con dicha participación.

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Valor, salario y precios de producción en Arghiri EmmanuelMariano de Miguel*

ResumenEste artículo describe los principales aspectos de la teoría de Arghiri Em-manuel, referidos al valor y la importancia del salario como variable indepen-diente en un esquema de precios de producción “a la Sraffa”. Finalmente, en el Apéndice, se analizan los trazos gruesos de la interpretación que el autor de El Intercambio Desigual hiciera del famoso problema de la “transformación”1.

AbstractThis paper describes the main aspects of the theory of Arghiri Emmanuel related to the Value and the importance of the Wage as an independent variable in a structure of prices “as Sraffa”. Finally, in the Appendix we analyze the interpretation of the author of “The Unequal Interchange” of the famous problem of the “transformation”.

I) Introducción¿Por qué escribir un artículo sobre Arghiri Emmanuel y algunos conceptos fundamentales de su obra?

El punto de partida se halla en la intención por mostrar y develar, de cara al ambiente académico en particular, e intelectual, en general, los aportes de un pensador cuya obra, según creemos, a menudo resulta desconocida y/o incomprendida; e impulsar en consecuencia nuevas elucubraciones teóricas que la renueven.

Pero fundamentalmente, lo que motiva este artículo es el hecho que la obra de Arghiri Emmanuel gravita y se nuclea sobre ciertos tópicos de gran relevancia

* Licenciado en Economía (UCES). Presidente del Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Inter-nacional para el Desarrollo (SID Baires). Docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) y en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET).

1 Este artículo “Valor, salario y precios de producción en Arghiri Emmanuel” corresponde al Nú-mero 6 de la Revista de Economía Argentina Circus en imprenta (septiembre de 2014).

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para el debate moderno sobre los fundamentos de la Economía Política, y sus manifestaciones heterodoxas.

Como la biografía de Emmanuel no constituye nuestro objeto aquí, podemos servirnos de la muy buena síntesis que realizara Humberto Zambón, en un artículo publicado en el diario La Mañana de Neuquén:

“Emmanuel fue un intelectual pero también un hombre de acción, como hubo muchos casos durante el siglo XX. Nacido en Grecia en 1911, una vez recibido en la Universidad de Atenas decidió radicarse en el Congo. Cuando las tropas del Eje ocuparon el territorio griego, volvió como voluntario para integrar las fuerzas de liberación griega; terminada la guerra y, en consecuencia, su experiencia como partisa-no, volvió al Congo hasta 1957 cuando se radicó en Francia. Se doc-toró en La Sorbona y luego fue profesor de economía en la Universi-dad París VII. Alcanzó renombre mundial en 1969, cuando publicó El intercambio desigual, que fue traducido al castellano por la editorial Siglo XXI en 1972. Posteriormente, el intercambio de ideas y debate de él con los principales teóricos del imperialismo en ese momento, Charles Bettelheim, Samir Amin y Christian Palloix, fueron reunidos en un volumen publicado por Cuadernos de Pasado y Presente (editado por el recordado José ‘Pancho’ Aricó en la ciudad de Córdoba) bajo el título de Imperialismo y comercio internacional. Emmanuel falleció en Francia en el año 20012”.

En la Universidad de Atenas y en la École Pratique des Hautes Études de París, hizo los estudios superiores de derecho y economía; y en la Sorbona, el Doctorado en Sociología.

Es verdad que fue su tesis, la del “Intercambio Desigual”, la que se recuerda en mayor medida, y la que lo ha convertido, para muchos, esencialmente, en un teórico del imperialismo y del Comercio Internacional. Además del inter-cambio de ideas mencionado por Zambón (y que también publicara Siglo XXI en 1971), es digno de recuerdo el debate sobre el mismo asunto que prota-gonizaran el propio Emmanuel, E. Somaini y L. Boggio, primero publicado en Italiano y luego en Francés (Emmanuel, Somaine y Boggio, 1975). Sin contar con la edición corregida y aumentada de El intercambio desigual, de 1972, que reúne valiosos elementos para comprender la tesis que el libro citado discute, así como sus desarrollos teóricos posteriores.

En efecto, esa tesis fue solo el comienzo de un conjunto de escritos que, según nos parece, conforman el eje central de sus preocupaciones como

2 Disponible en: http://www.lmneuquen.com.ar/suplementos/2012/2/18/11786.php Fecha de consulta: 27/09/2013.

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pensador económico y social. Es así que el interesado en la lectura del eco-nomista griego podrá encontrarse, entre otros, con el que fuera quizás su proyecto intelectual culminante: “La ganancia y las crisis, un nuevo enfoque de las contradicciones del capitalismo” (EmmanueL, 1978). Y, años más tar-de, con “Technologie appropiée ou technologie sous–dévelopée”; o bien, con el conjunto de artículos que conforman el libro La dynamique des inégalités.

Lo anterior, por lo que respecta a sus obras principales; numerosos artículos publicados en revistas especializadas, notas de clase, trabajos inéditos y cartas completan el acervo de escritos de Arghiri Emmanuel, que se conser-van gracias al inestimable aporte de Claudio Jedlicki, amigo y discípulo de aquel.

La mención panorámica de la vida y, especialmente de su obra, que hicimos hasta el momento en esta introducción, persigue el objetivo de brindar al lector las coordenadas bibliográficas de los aspectos conceptuales que aquí rescataremos y expondremos con la mayor brevedad posible. En concreto, los que se refieren a la posición de Emmanuel en torno de los siguientes te-mas, y que definen la estructura de este artículo:

• La teoría del valor clásica y marxista, lo cual será desarrollado en el punto II.

• Los esquemas de precios de producción “a la Sraffa”, y la elección del sa-lario como variable independiente; tema que presentaremos en el punto III, a partir de una comparación entre las soluciones de Emmanuel, Sraffa y Pivetti.

• El tratamiento que Arghiri Emmanuel hiciera del famoso problema de la “transformación”, especialmente las conclusiones que de allí extrae. Por su naturaleza auxiliar, este punto IV integrará el Apéndice.

• Finalmente, los puntos V y VI abordarán, respectivamente, la conclusión y el material bibliográfico utilizado.

La mejor manera (aunque resulte paradójico) de introducir al lector no aveza-do en las obras y escritos de Arghiri Emmanuel es a través de las discusiones con sus críticos, porque allí se entreveran las cuestiones principales. Por ello, privilegiaremos esos contenidos. De paso, tendremos paralelamente la chance de motivar un sano intercambio con quienes, conociendo el asunto, lo interpretan y valoran de un modo distinto.

II) La teoría del valor en Arghiri EmmanuelPara encuadrar y desenvolver acabadamente el pensamiento de Arghiri Em-manuel (en adelante, AE) sobre la materia enunciada en el título que antecede,

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debemos realizar una especie de “rastreo” por varios de sus libros y artículos. Porque no existe, en tanto cuerpo integrado ad hoc, algo así como una teoría de AE sobre el valor. Sí, numerosos pasajes al respecto, centralmente en el marco de su tesis sobre El intercambio desigual, y de las controversias que mantuvo con otros intelectuales. Pero, sin perjuicio del carácter ocasional que podamos atribuir a estos desarrollos teóricos acerca del valor, los mismos es-tán lejos de constituirse como simples comentarios dispersos, y poseen una coherencia tal que, aunque no pudiéramos hablar de la teoría del valor de, si amerita que nos refiramos a la teoría del valor en AE. Por lo demás, como este artículo espera mostrar y sugerir, poco puede juzgarse sobre las tesis principa-les de sus obras, prescindiendo de un encuadre semejante.

Para AE, una definición preliminar y decisiva es la de factor de producción y su relación con el valor de cambio de las mercancías. Y, desde su punto de vista, en el marco de las relaciones sociales de producción mercantiles (capi-talistas o pre–capitalistas), un factor de producción es todo derecho preesta-blecido al reparto primario del producto. Se refiere a los derechos primarios, para distinguirlos de los secundarios; siendo la cualidad diferencial de los primeros respecto de los segundos el hecho de estar ligados directamente a la realización del producto: “...realización efectuada mediante el intercambio de las diferentes mercancías de suerte que, cualquiera sea el determinante y el determinado, existe una estricta correspondencia entre la magnitud relativa de estos ingresos y la tasa de cambio o de valor de cambio de las mercan-cías” (Emmanuel, 1972, p. 41).

AE sostenía que a fuerza de pensar el valor como una sustancia verdade-ra, frecuentemente se olvida el hecho que detrás de las mercancías que se intercambian están los individuos reclamando por parte del producto social. Esta parte solo puede establecerse por dos caminos; a través de una división del trabajo impuesta, o bien por intermedio del intercambio de los productos generados por los trabajadores, y una división del trabajo que exprese las decisiones individuales: “En realidad, el problema de la distribución del pro-ducto en una sociedad compuesta por productores independientes apareció al mismo tiempo que su solución, que es el intercambio de mercancías y la ley del valor. Pero adviértalo uno o no, sea uno o no consciente de ello, la comparación entre una vaca y una piragua perdería todo su sentido si detrás de ella no se ocultara la comparación entre el trabajo realizado por el vaquero y el realizado por el carpintero. ” (Emmanuel, 1972, p. 43, nota 5).

AE fue acusado por Charles Bettelheim, de adherir a dos leyes diferentes del valor, una para la economía mercantil simple y otra para la economía capitalis-ta desarrollada. Pero él se sentía lejos de una posición semejante, y en efecto creía en una sola ley, pero que operaba de modo diferente en cada estadio, y que el carácter de esa diferencia hacía imposible cualquier transformación de

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valores en precios de producción, desde el momento que no se trataba de un cambio de forma, sino de contenido.

Lo que creía permitirle mantener la identidad de principio y de cálculo era su concepción de la ley del valor como una ley de relaciones y de movimiento de esas relaciones, más que como una ley de magnitudes. Para él la ley del valor era una ley de asignación y reparto, de fuerzas productivas, por un lado, y del producto, por el otro, en una sociedad de propietarios independientes; es decir, “derechohabientes”. Así, en una sociedad compuesta solo por traba-jadores independientes, propietarios de sus herramientas e instrumentos de trabajo y librecambistas, la única ley que tendría lugar sería la del valor trabajo.

Pero las cosas se modifican esencialmente cuando interviene un segundo factor. AE no creía en un valor absoluto. Tampoco acordaba con la visión según la cual el intercambio es solo un complemento de la producción a un nivel exterior a esta. Para AE el intercambio es un momento esencial de la producción: “Supuesta la propiedad privada, no es el valor lo que conduce al intercambio, sino el intercambio lo que conduce al valor”3 (Emmanuel, 1972, p. 364).

Por lo anterior, podría pensarse que AE ubicaba la explotación en la esfera del intercambio y de la circulación. AE no aceptaba esta crítica, salvo que se distinguiera previamente entre relaciones de producción y relaciones socia-les de producción; “en cuyo seno se articulan inextricablemente la produc-ción y el intercambio”. La importancia de esta distinción para el propósito de esta sección es que en línea de coherencia, AE concebía entonces las relaciones de producción como generadoras de excedente pero de ninguna manera, per se, de explotación.

El excedente es una condición común de todas las sociedades que han al-canzado cierto grado de desarrollo de sus fuerzas productivas, se traten de sociedades de clase y de explotación, o no: “el excedente siendo la condi-ción y el presupuesto de la explotación, no constituye en sí mismo ninguna explotación. La explotación comienza no con la creación sino con la apropia-ción de este excedente”4 (Emmanuel, 1972, p. 364).

Pero, aquí podríamos preguntarnos: ¿AE coloca en el mismo nivel el “traba-jo socialmente necesario” y los “ingresos primarios” en tanto derechos so-bre el producto? La respuesta es afirmativa. Porque AE no concebía posible construir el concepto de trabajo –socialmente–necesario sin la mediación del

3 Respuesta a Charles Bettelheim.

4 Respuesta a Charles Bettelheim.

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concepto de trabajo abstracto. Y, por otra parte, veía igualmente imposible arribar al concepto de trabajo abstracto sin recurrir a una escala de reduc-ción de los trabajos concretos y complejos, que permita cuantificarlos. Solo la competencia de factores y la posibilidad de moverse de una rama a otra podía establecer dicha escala: “el trabajo solo puede ser abstracto y general en tanto que generador de un derecho en el reparto del producto económico de la sociedad. Solo de esa manera será ‘factor’” (Emmanuel, 1972, p. 367).

AE no tarda en preguntarse, si es que se rechaza la idea de un valor inherente a las mercancías, por qué el intercambio de las mercancías en un mercado libre debe hacerse a una tasa que oscila en torno a una relación reguladora: a) la de las cantidades de trabajo socialmente necesarias para producirlas; b) esa misma relación modificada por las transferencias provocadas por la perecuación de las ganancias.

El problema es el siguiente. Si la producción de dos sombreros demanda la misma cantidad de horas de trabajo, de similar intensidad y complejidad, que la producción de una silla: ¿Qué es lo que obliga a sus productores a intercambiar efectivamente sus productos a una tasa que, en promedio y a largo plazo, tiende a ser igual a 2 sombreros = 1 silla? El riesgo de no respon-der esta pregunta es grande, con el costo de caer en “una combinación de conceptos engendrados por la razón pura”, sin contenido real.

AE sugiere que la respuesta habitual de los marxistas pasa por atribuir a la competencia el papel que obliga a los productores a dejar que sea la rela-ción de los valores la que regule el intercambio. ¿Pero a qué competencia nos referimos, a la competencia de los factores de producción, o a la com-petencia del mercado? Para AE la respuesta es crucial. Cuando la oferta y la demanda de mercado se equilibran, los precios de los bienes que se intercambian en el ejemplo pueden encontrase por encima o por debajo de los valores. Por el contrario, lo que si hace la relación de los valores es tor-nar estables o inestables esos precios de mercado, porque es al nivel de dicha relación que las transferencias de factores cesan. ¿Por qué el precio de equilibrio factorial se corresponde con la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlo? ¿AE no había alertado sobre la ubicuidad de ver al valor como una sustancia? El mismo responde: “Porque hemos supuesto que el productor directo es el único derechohabiente al reparto primario del producto económico social y su trabajo homogéneo y competitivo, es decir, reductible a una simple cantidad y susceptible de transferirse de una rama a la otra... El precio–valor en el caso de un único derechohabiente (caso hipo-tético o real, poco importa) o el precio de producción en el caso de varios de-rechohabientes, son los precios que equilibran la producción, que detienen las transferencias de fuerzas productivas de una rama a la otra” (Emmanuel, 1972, p. 370 y 371).

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Para AE, el único elemento en común entre la competencia de factores y la de las mercancías, es la palabra que las designa.

Algo que le preocupa especialmente a AE es dejar sentado que, desde su óptica, el precio de producción no es un fenómeno cuya esencia sería res-pectivamente el “valor”. Criticaba a Christian Palloix por considerar la dife-rencia entre el valor y el precio de producción como un paso de lo abstracto a lo concreto y asignarles a dichos conceptos solo una diferencia de grado o de nivel.

Para AE el precio de producción es un concepto abstracto, tan abstracto como el valor; como tal producido por el pensamiento a los efectos de apre-hender la realidad. Lo que si presenta las características de fenómeno es el precio concreto de mercado. El precio de producción adolece de la con-dición fenoménica porque no es ni observable, ni sensible, ni sujeto de ser manipulado por intermedio de algún cálculo operacional.

AE distingue entre dos concepciones específicas sobre el precio concreto de mercado: “...o bien constituye la única realidad, la de la circulación, y no hay nada tras él –es la concepción marginalista–, o tiene tras él el apoyo de una magnitud reguladora abstracta, anclada en las condiciones de producción, que le sirve de eje de gravitación –es la concepción objetivista en general, marxista en particular” (Emmanuel, 1972, p. 424).

Lo que para AE cambia precisamente es el eje de gravitación, el cual, según el caso, será la relación entre las cantidades de los factores, o la relación de las remuneraciones de los factores; la primera relación da lugar al valor–tra-bajo, la segunda a los precios de producción.

No le preocupa el grado de historicidad del primer caso, el que se refiere al valor–trabajo como eje de gravitación, ya que “hunde sus raíces en modos de producción esencialmente precapitalistas y en gran parte no–mercantiles” (Emmanuel, 1972, p. 427). Aunque, teóricamente hablando, puede al menos suponerse una situación productiva tal en la que el capital es inexistente, o bien se asocia de modo igual y proporcional al trabajo. Pero de una situación semejante, para pasar al capitalismo desarrollado hace falta, según AE, una transustanciación por la cual se altera el campo de gravitación, del valor a los precios de producción.

Esta postura, como podemos imaginarnos ya, condiciona la interpretación “emmanueliana” del famoso problema de la “transformación”. Por la exten-sión, dejamos para el apéndice la síntesis de su posición, y las claves de su análisis al respecto. Solo diremos aquí que pensaba que era un falso problema. Y reproducimos, para ello, la cita que el propio AE hiciera del libro

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de Natalie Moszkowska, quien, a su juicio, planteara el problema de la forma más elegante: “Los precios individuales solo indican las relaciones de cambio de las mercancías. Por naturaleza son relativos y no absolutos, como el valor. El nivel de los precios absolutos solo puede determinarse por la elección de una unidad de cuenta” (Emmanuel, 1972, p. 436).

Por ello, AE opta para el análisis del capitalismo desarrollado, si de teorizar sobre el valor se trata, de realizar un cálculo directo en precios de produc-ción. Es lo que abordaremos en el Punto III.

II) 1. La ley del valor y la asignación de los recursos sociales entre diferentes ramas de actividadUn análisis complementario que AE realiza a propósito de la teoría del valor a la que adscribe, reviste interés para nosotros, al menos por una razón. Porque permite delinear a muy grosso modo, el tipo de comparación que AE establecía entre una sociedad integrada y otra compuesta por productores independientes, como es el caso de la mercantil–capitalista.

La ley del valor en AE no es más que una ley de reparto. ¿Reparto de qué? De recursos sociales entre diferentes ramas de actividad. ¿De qué modo? Por intermedio de una equivalencia entre los productos, en el caso de una sociedad de productores independientes: “La asignación de medios de pro-ducción constituye el problema fundamental de toda comunidad humana. Pero su solución depende de quien disponga en la comunidad del poder de decisión económica. Si la decisión pertenece a la sociedad misma en su conjunto, este problema se resolverá sobre la base del costo social. Si ella pertenece al productor independiente, se resolverá sobre la base del costo del productor” (Emmanuel, 1972, p. 446).

¿Qué incluye el costo social para AE? Todos aquellos factores que para la sociedad resultan onerosos, como el trabajo vivo, el trabajo pasado, los fac-tores gratuitamente proporcionados en cantidades limitadas por la naturale-za y algo más que para el autor resulta decisivo: el tiempo, entendido como “el uso de los fondos de acumulación por distinción a su desgaste y a su consumo”.

Para ilustrar el punto elabora un ejemplo, con tres variantes. Veamos la se-gunda: Una sociedad socialista puede escoger dos opciones productivas para satisfacer una misma necesidad. En ambas producciones los valores resultantes de sumar el trabajo vivo y el pasado efectivamente empleado, son iguales para el conjunto del período considerado, de diez ciclos produc-tivos.

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Producción A Producción B

Trabajo vivo 100 Trabajo vivo 100Trabajo pasado: Cap. const. circ.

100 Trabajo pasado: Cap. const. circ.

100

2 máquinas a 50

100 200 1 máquina a 100

100 200

300 300

Fuente: Emmanuel, 1972, p. 447.

Pero AE entiende que la producción A cuesta menos, porque a diferencia de la producción B que inmoviliza 100 horas de trabajo desde el principio del período, A solo debe inmovilizar la mitad al comienzo, y la otra mitad en el punto intermedio.

Una forma aún más clara de comprender el argumento de AE es considerar la tercera variante del ejemplo mencionado:

Producción A Producción B

Trabajo vivo 100 Trabajo vivo 90Trabajo pasado: Cap. const. circ.

100 Trabajo pasado: Cap. Const. Circ.

100

2 máquinas a 50

100 200 1 máquina a 100

100 200

300 290

Fuente: Emmanuel, 1972, p. 448.

Podemos constatar que si consideráramos al trabajo como el único factor de producción, entonces cabría concluir que la producción en B es más econó-mica que en A. Pero todo depende de la estimación del factor tiempo. ¿Cuál será entonces la producción más económica? Si lo miramos desde el ángulo del productor independiente, sostiene AE, el cálculo dependerá de la tasa de ganancia y de salarios. Al fijarse estas con independencia de las condicio-nes objetivas, los resultados posibles no son necesariamente óptimos. Por el contrario, si lo observamos desde el ángulo de la sociedad, el cálculo depen-derá de las estimaciones sociales acerca de las necesidades de acumulación y del sacrificio intergeneracional que esté dispuesta a realizar dicha sociedad en pos de la tasa de acumulación deseada.

Para AE, el segundo cálculo puede sufrir dificultades técnicas, pero el es-tatuto del factor que pertenece al tiempo se mantiene incólume. Y a partir de lo anterior, AE realiza una sentencia fuerte y que descoloca al lector, en

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función de lo analizado previamente: “Es el mismo factor el que se encuentra en la base de la ganancia en el modo de producción capitalista, y el hecho mismo de que ese factor se encuentre en dos modos de producción opues-tos prueba que es independiente de las relaciones sociales de producción. Lo que por el contrario es una simple relación social, específica del modo de producción capitalista, es la apropiación de ese factor por un cierto grupo so-cial, los poseedores de los medios de producción” (Emmanuel, 1972, p. 448).

No es la posesión de una máquina lo que da derecho a la ganancia. Es el hecho de negarse a venderla, comprometerla en la producción y no realizarla “más que por fracciones sucesivas a través de cierto número de ciclos pro-ducción, o sea, en cierto tiempo”.

¿Por qué descoloca esta afirmación? Porque es como si AE se hubiera deslizado de una definición de factor de producción a otra. Antes, como derecho preestablecido al reparto primario del producto (por ende, aso-ciado indefectiblemente a las relaciones sociales de producción existen-tes), ahora como soporte de valor, con independencia de las relaciones sociales de producción. Como si hubiera pasado de discutir sobre las causas del valor de cambio, para referirse a los elementos determinantes del valor de uso.

Lo desconcertante no radica tanto, en el doble sentido terminológico de la palabra factor, sino en que pareciera querer ligar los factores en tanto dere-chos con los factores en tanto determinantes del valor de uso, pero tomando estos como factores naturales de aquellos:

“Los marxistas hubieran podido ganar su causa en contra de los margi-nalistas su hubiesen admitido que el tiempo es efectivamente un factor independiente de las relaciones sociales de producción, mostrando que el hecho de la apropiación de ese factor por una cierta clase so-cial es perfectamente independiente de un cierto modo histórico de producción, en vez de aislarse en la posición imposible, a saber, que el trabajo es el único factor creador de valor de cambio o de valor” (Em-manuel, 1972, p. 448, nota 15).

Esta última cita recuerda la interpretación de J. H. G. Olivera sobre la teo-ría “ricardiana” del valor, donde la plusvalía sería la expresión de la tasa de transformación en el tiempo del trabajo pasado, siendo la apropiación de esa plusvalía una cuestión “institucional” (Olivera, 1957).

Sin perjuicio de ello, en otros pasajes, la impresión del lector es la contraria: “Los factores naturales, el trabajo, el tiempo, la tierra, solo son reductibles por el hombre y sus estimaciones ‘históricas’” (Emmanuel, 1972, p. 550).

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Para terminar esta sección, deseamos mencionar un elemento más. Entre las diferencias de los cálculos económicos propios de una sociedad integrada y otra compuesta por productores independientes, hay una a la cual AE le presta especial atención. No se refiere al género de factores que intervienen en uno y otro cálculo, sino a su tasa de intervención. El arbitraje de la socie-dad integrada será en base a las cantidades disponibles de factores. El del productor directo sobre la base de sus precios:

“El primero es un cálculo directo y, salvo error técnico, óptimo por definición. El segundo es un cálculo indirecto y, en la medida en que diverge del primero, subóptimo. Es la asignación de los factores y la división social (nacional o internacional) del trabajo sobre la base del segundo cálculo lo que constituye la ley del valor” (subrayado nuestro; Emmanuel, 1972, p. 551).

Esto refuerza la conclusión de AE en el sentido de que no existe más que una ley del valor que se expresa de modo diferente según se trate de una so-ciedad capitalista desarrollada o mercantil “simple”; pero en donde siempre encontramos al costo del productor individual como eje de la asignación de los factores y de la división del trabajo.

Cuando el productor individual solo remunera su propio trabajo, o bien paga un trabajo asalariado para el cual su ganancia es proporcional, las cantidades físicas del factor bastan para reducir los valores de uso a un factor común. No porque esas cantidades sean una sustancia, sino porque cuando las mercancías se cambien “a prorrata” de las cantidades del fac-tor considerado, el precio de la mercancía podrá pagar a su productor la misma tasa que a los demás; y, en consecuencia, no tendrá motivos para cambiar de actividad.

En cambio, cuando el productor independiente tenga varios factores por re-munerar y cuya intervención no sea proporcional, el precio de equilibrio de la producción no podrá ser otro que el resultante de la reducción de las can-tidades de los distintos factores “al promedio de su tasa de remuneración”.

En uno y otro caso, en donde cesan las transferencias de factores encontra-remos el óptimo competitivo.

III) Los esquemas de Precios de Producción y “la variable independien-te”; Emmanuel, Sraffa y PivettiSabemos de la sección previa, que para AE los precios de producción no constituyen un simple cambio de forma, sino una ruptura cualitativa que ope-ra cuando un segundo factor de producción entra en juego y pasamos de un campo de gravitación a otro. En sus términos:

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“No se trata ya de reducir las mercancías a una única calidad común, físicamente dada. Tenemos ahora dos calidades comunes y solo po-demos efectuar la reducción si encontramos una cualidad común a los dos cualidades comunes. Esta cualidad común intermedia que nos permite cuantificar la suma de los factores y, por esta cuantificación, cuantificar las mercancías mismas y explicar la igualdad, 1 arroba de trigo candeal = x kg de hierro (la primera pregunta que Marx plantea en El Capital), se la encuentra si se quiere recordar que bajo la apa-riencia de cada factor ... se esconde, en las condiciones capitalistas, un ‘derecho’ establecido al reparto del producto social, que se lama, según el caso, salario, ganancia, renta, etc. Los esquemas de precios de producción no están construidos en términos de trabajo y capital, cosas irreductibles entre sí, sino en términos de salarios efectivamente vertidos (capital variable) y de ganancia, cosas perfectamente reduci-bles una a la otra en tanto que partes alícuotas de una entidad dada: el producto económico social.” (Emmanuel, 1972, p. 438).

¿Pero el producto social no es creado por los trabajadores? Para AE esa es una idea ética y no la asimilación aprehensiva de la realidad. Lo que es ab-solutamente real para él es que tanto el salario como la ganancia son engen-drados por el proceso de producción; y que ello engendra un antagonismo irreductible, dado que una parte no puede aumentar sino en detrimento de la otra, para un nivel dado de producto.

III) 1. Los Precios de Producción en el Intercambio DesigualLa cuestión se trata centralmente en dos de sus obras: El intercambio des-igual (Emmanuel, 1972) y en La ganancia y Las crisis (Emmanuel, 1978). Esto no quiere decir que fuera de estos tramos de sus obras mayores, AE se des-linde o prescinda de los precios de producción como instrumento analítico, solo que es en dichos espacios donde, a nuestro juicio, queda más patente la construcción y el uso que de ellos hace. De la presentación sintética que haremos, saltará a la vista, sin complicaciones, el estatus que para AE posee el salario, como variable independiente, motor del desarrollo económico y, en definitiva, concepto estelar de toda su obra teórica.

AE parte de supuestos muy simples y construye, de forma preliminar, un esquema de precios de producción limitado por la existencia de dos mercan-cías, A y B, las cuales sirven respectivamente como bienes de consumo y de producción. Insumos y productos están compuestos por estas mercancías. El stock de mercancías pertenece institucionalmente a los capitalistas, y de acuerdo a ciertas cantidades establecidas previamente al inicio del proceso de producción; siendo estas cantidades constitutivas de los capitales dispo-nibles, tales como equipos, medios de trabajo y bienes de consumo asalaria-do, aunque “no necesariamente en un solo ciclo productivo”.

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Emmanuel supone que la rama A dispone de 70A y de 35B, de los cuales entran en producción, como materias primas y desgaste de los equipos fijos, 6A + B. La rama B dispone de 20A + 45B, de los cuales 16A entran en la producción. La sociedad toda dispone de 500 horas de trabajo homogéneo, doscientas de las cuales consume A y el resto B. De acuerdo a estos pre-ceptos, y adicionalmente, se establece que la rama A produce 32A y la rama B, 24B. Para terminar la planilla de supuestos, AE agrega que el salario real, definido como canasta de bienes, correspondiente a cada hora de trabajo es (A + 2B)/100. Y con ello conforma el esquema siguiente:

Capital comprom.

Capit. const.cons.

Capitalvariable Ganancia Producción

70A + 35B (6A + B) + (2A + 4B) + ? = 32A

20A + 45B (16A) + (3A + 6B) + ? 21B

90A + 80B (22A + B) + (5A + 10B) + (5A + 10B) = 32A + 21B

Fuente: Emmanuel, 1972, p. 441.

De este esquema preliminar, casi artesanal, AE busca establecer una di-ferencia, a su juicio crucial, entre el trabajo y el capital: “El primero es un factor homogéneo a priori…y puede, por lo tanto, entrar en nuestras ecua-ciones antes de la solución del problema de los precios, por lo tanto sin adi-ción de una nueva incógnita” (Emmanuel, 1972, p. 441). No pasa lo mismo con el capital y la ganancia, que no son homogéneos antes de conocer los precios.

Es cierto que el cuadro precedente establece la masa total de las ganancias como equivalente a 5A + 10B. Se desprende también que esa masa de ga-nancia debe ser repartida en proporción a los capitales comprometidos, pero no puede establecerse la proporción sin haber determinado los precios de A y de B. Pero en la medida que los precios de A y de B dependen igualmente de la proporción buscada, tenemos una nueva incógnita, para ser determinada junto a los precios:

r = (5A + 10B)/(90A + 80B)

Desde aquí AE saca, y arrastra durante toda su vida intelectual, la convicción de que si se quiere fundar una teoría objetiva del valor, hay que aferrarse al salario como primera deducción sobre el producto social, no siendo la ga-nancia más que un saldo. ¿Cómo queda el esquema cuando se introduce la incógnita? De la siguiente forma:

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Capital comprom.

Capit. const.consumido

Capitalvariable Ganancia Producción

70A + 35B (6A + B) + (2A + 4B) + (70A + 35B) r = 32A

20A + 45B (16A) + (3A + 6B) + (20A + 45B) r 21B

90A + 80B (22A + B) + (5A + 10B) + (5A + 10B) r = 32A + 21B

Fuente: Emmanuel, 1972, p. 442.

Como hay dos ecuaciones independientes y tres incógnitas, es imposible hallar los valores absolutos de A y B, salvo que adoptemos una unidad de cuenta cualquiera. Pero convirtiendo una de ellas en referencia unitaria, por caso, B=1, puede establecerse el valor de A (=B/2) y r (10%).

Para AE este esquema, por más sencillo que pueda ser, contiene todos los elementos de un esquema de precios de producción “despojado de la ambi-güedad de la transformación”.

Este esquema refleja también el antagonismo irreducible al que nos referi-mos antes, entre trabajadores y capitalistas, como factores de la producción, o mejor dicho, para AE, derechos preestablecidos al reparto primario del producto.

Finalmente, en dicho esquema, todo aumento de salarios, si es general, dis-minuye la tasa de ganancia y altera los precios de A y B en función de sus composiciones orgánicas; pero, “si es local, aumentará el precio de la rama (región o país) en la cual es aplicado. Este último caso es el del intercambio desigual”. (Emmanuel, 1972, p. 443)

A los fines de hallar precios absolutos para A y B, Emmanuel escoge como unidad de cuenta la hora de trabajo; entonces, ya que 10 A + 20B = 500 (recordemos los supuestos originales) y A = B/2, resulta que A= 10 y B = 20.

Así queda un esquema de precios de producción expresados en hora de trabajo:

Capital comprom.

c v prPrecio de

producciónTasa de

ganancia

1.400 80 + 100 + 140 = 3201.100 160 + 150 + 110 = 420 10%

2.500 240 + 250 + 250 = 740

Fuente: Emmanuel, 1972, p. 444.

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III) 2. Los Precios de Producción en La Ganancia y Las Crisis Emmanuel, a lo largo de toda su obra desarrolló una concepción estructural del sistema económico similar a la de Piero Sraffa, independientemente de las importantes divergencias entre ambos autores en este y otros posibles asuntos. A tal punto que en aquellos tramos de sus diferentes escritos en donde entendió necesario explicitar una formulación rigurosa del sistema económico, sus planteos fueron esencialmente “sraffianos”. Aunque las dife-rencias no son menores, por lo que resulta apropiado sacarlas a la luz, para así ponderar mejor y tener mayores elementos de juicio crítico.

Cuando generaliza en El intercambio desigual su esquema de precios de producción él mismo aclara que su solución recuerda la de Sraffa, y que “en efecto, hay entre las dos muchas analogías”.

Una de las conclusiones principales del planteo “sraffiano”, y que AE com-parte plenamente (Carta inédita de Aghiri Emmanuel a Samir Amin, fecha desconocida Lettre à Samir Amín) que recoge la tradición económica clásica y marxista, es que la distribución del valor agregado generado por la socie-dad entre los factores productivos que concurren a su formación no resulta de un proceso mecánico inherente al subsistema económico, sino que de-pende en gran medida de una determinación extraeconómica, propia del subsistema sociopolítico. Esa determinación extraeconómica no constituye ningún elemento de contaminación o impureza del mundo propiamente eco-nómico; por el contrario, es imprescindible para que el sistema posea una solución y sea empíricamente viable.

Pero se diferencia en dos aspectos importantes. Primero, en que AE desde un comienzo abandona la hipótesis simplificadora de Marx relativa al con-sumo del capital constante en un solo ciclo de producción; abandono que Sraffa llevara a cabo en el capítulo décimo de Producción de mercancías por medio de mercancías (SRAFFA, 1966). Segundo, a diferencia de Sraffa que “tímidamente” expresa su preferencia por el tipo de beneficio como variable independiente del sistema, AE opta por el salario nominal, con una fuerza y convicción que no perderá jamás.

III) 2.1. La variable independienteSraffa, en el marco de su obra culminante desde el punto de vista teórico, apenas si brinda una sugerencia en torno a la elección de la variable distri-butiva que debe ser tomada como dada o independiente, si el salario o la tasa de ganancia, por la que tímidamente se define (Sraffa, 1966, p. 55 y 56). Pero es en sus manuscritos inéditos hasta 1993, en donde encontraremos importantes aclaraciones. Máximo Pivetti coordinó una publicación de gran

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importancia que dedica su primera contribución al análisis de las caracterís-ticas y contenidos de los archivos que el Trinity Collage de Cambridge tuviera “bajo llave” hasta hace poco menos de veinte años (Pivetti, 2008)

Sraffa insistió, muestra Pivetti, en la identificación de un componente varia-ble del salario, al margen del correspondiente a la subsistencia del traba-jador; y ello se debe a que estaba especialmente interesado en negar toda determinación mecánica de la distribución del ingreso en el capitalismo. No es el modo en el cual tiene lugar la producción lo que determina el reparto del excedente económico, sino la acción misma de las partes que intervienen en el asunto. Es precisamente la existencia de un componente variable en el salario lo que al parecer de Pivetti “plantea el problema de si es el salario o la tasa de ganancia la cantidad que debe tomarse como dada o independiente cuando se determinan los precios relativos junto a la variable distributiva re-sidual” (Pivetti, 2008, p. 492).

Sin perjuicio de lo anterior, es necesario remarcar que, en términos teó-ricos, el objetivo primordial de Sraffa no radicaba en estipular una u otra variable, salario o tasa de ganancia, como variable independiente, sino en evitar cualquier concepción mecánica al respecto; así escribió oportuna-mente a Garegnani:

“Sin embargo, para la reseña tal vez sea mejor no aventurarse dema-siado en este terreno: yo no he pretendido decir nada muy compro-metedor, y en general solo he querido dejar fuera algunas señales para evitar que se crea que el sistema se presenta como fundamento para una teoría de la oferta relativa del capital y del trabajo. Es la negación lo que me parece importante: en cuanto a la afirmativa no tengo ninguna intención de adelantar otra teoría mecánica que, de una u otra mane-ra, convalide la idea de que la distribución está determinada por cir-cunstancias naturales, o tal vez accidentales pero de cualquier modo capaces de volver fútil cualquier acción, de una parte o de la otra, para modificarla. En conclusión, yo diría que en la reseña es mejor no insistir demasiado sobre el obiter dictum de la tasa de interés monetario...” (Sraffa citado por Pivetti, 2008, p. 493 y 494).

El “obiter dictum” al que se refiere Sraffa es, como lo indica, la tipo de inte-rés monetario, que en Producción de mercancías por medio de mercancías él había sugerido como referencia reguladora del tipo de beneficio, variable dada o independiente.

Pero la renuencia que el teórico italiano mostraba para especificar acabada-mente la variable independiente en términos abstractos y formales, estaba más bien predispuesto en un nivel concreto y aplicado:

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“Por otro lado, estoy convencido de que el mantenimiento de la tasa de interés por parte de la banca y de la bolsa tuvo su parte en determi-nar la distribución del ingreso entre las clases sociales: porque es un paso obligado para quien da y para quien toma en prestamo (…). No veo la dificultad en la determinación de la tasa de ganancia mediante la tasa de interés controlada o convencional, a condición de que no se presuponga la tasa de ganancia determinada por circunstancias exter-nas inmutables” (Sraffa citado por Pivetti, 2008, p. 502).

En línea de coherencia, tampoco excluía la posibilidad de elegir como va-riable dada o independiente al salario, aunque alertaba sobre la necesidad en tal caso encontrar evidencia empírica de que la disputa sobre reparto del excedente recae principalmente sobre el salario, quedando así la ganancia determinada como un residuo.

Es a esa evidencia, a su recopilación y fundamentos, que Arghiri Em-manuel dedica buena parte de sus esfuerzos intelectuales, a los efectos de demostrar por qué, a su juicio, es el salario la variable distributiva que debe considerarse como independiente o dada al momento de cerrar el sistema en términos teóricos y aprehenderlo en términos prácticos; por lo menos hasta la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods, cuando la tasa de ganancia ha adquirido idéntico rango de independencia (Em-manuel, 1978).

En efecto, en La ganancia y las crisis (Emmanuel, 1978), AE completa sus esquemas de precios de producción, diferenciando un sistema de mo-neda convertible frente a otro de inconvertibilidad universal. Emmanuel escribe:

“Informalmente antes de 1971 y formalmente después, el mundo ca-pitalista ha visto instaurarse en su seno, por primera vez en su historia, un régimen de inconvertibilidad universal. Antes de 1971 esto se debió a la abstención más o menos voluntaria de los bancos centrales de los grandes países industriales a convertir sus dólares –en un primer momento porque estaban por colmarse de ellos, y después porque por un lado cedían a las presiones de los Estados Unidos y por el otro, a su propio interés de no estremecer demasiado a su deudor. Después de agosto de 1971, este régimen se impuso mediante la proclamación abierta del embargo que tornaba nominales todas las monedas simul-táneamente” (Emmanuel, 1978, p. 407).

Emmanuel pensaba que este elemento permitía una progresión nominal de salarios y ganancias que antes estaba vedada. Y sugiere en la obra citada: “esta posibilidad puede ilustrarse mediante el sistema tradicional de ecuacio-nes–ramas, del tipo Sraffa” (Emmanuel, 1978, p. 407):

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(Aapaa + Bapb + … + Ka) (1 + r) + Lawa = Apa

(Abpa + Bbpb + … + Kb) (1 + r) + Lbwb = Bpb………………………………………………..(Akpa + Bkpb + … + Kk) (1 + r) + Lkwk = K

Fuente: Emmanuel, 1978, p. 408.

En este esquema, K es la mercancía numerario y, en consecuencia, todas las w y todas las p expresan una cierta cantidad de unidades físicas de K, siendo r la tasa de ganancia:

“Se sabe que, en los casos en que la moneda es convertible, por una parte, y donde, por la otra, los salarios varían conjuntamente en el mis-mo sentido, no se presentan problemas. Estando dados los salarios, tenemos k ecuaciones y k incógnitas (k–1 precio, más r). Nuestro sis-tema está perfectamente determinado, y toda variación de los salarios provoca una variación inversa de la tasa de ganancia, r” (Emmanuel, 1978, p. 408).

Por el contrario, si todos los precios pasan a ser nominales, como es el caso a partir de la inconvertibilidad del dólar, el oro mismo se vuelve exclusivamente una mercancía con un precio determinado y pierde su condición última de pa-trón. Consecuencia de ello, los precios dejan de expresar una cierta cantidad de la mercancía numerario para “pasar a expresar objetos exteriores indiferen-tes: francos, dólares, libras” (Emmanuel, 1978, p. 409). Con ello se suma una nueva incógnita, pk y el sistema queda formulado de la siguiente manera:

(Aapa + Bapb + … + Kapk) (1 + r) + Lawa = Apa

(Abpa + Bbpb + … + Kbpk) (1 + r) + Lbwb = Bpb

………………………………………………..(Akpa + Bkpb + … + Kkpk) (1 + r) + Lkwk = Kpk

Fuente: Emmanuel, 1978, p. 409.

Así, para salir de la indeterminación, ahora no solo deben estipularse con anterioridad los salarios (monetarios), sino también la tasa de ganancia r.

Esto significaba para Emmanuel que:

“a) los precios relativos –relaciones de una mercancía con otra del sis-tema– se convierten en precios absolutos –relaciones de las mercan-cías del sistema con un objeto producido fuera del sistema–, el mismo oro en el primer caso; una pura denominación, en el segundo; b) los capitalistas pueden tranquilamente añadir al costo de producción, tal

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como este se presenta después de un aumento de salarios que han debido conceder, su tasa usual o cualquier tasa de ganancias y fijar sus precios en consecuencia; pueden entonces hacer repercutir sobre los precios absolutos (índice general de precios) toda mejora de salarios y al menos la parte de dicha mejora que supere un aumento paralelo eventual de la productividad” (Emmanuel, 1978, p. 409).

Al margen de la valoración general que merezca este tramo de la obra, o toda ella, de Arghiri Emmanuel, creemos importante rescatar el siguiente aspecto. En la última de las formulaciones que el pensador griego realiza “a la mane-ra de Sraffa”, se estipula una interacción fundamental, y esencialmente no mecánica, entre el subsistema sociopolítico y el económico, a los efectos de determinar la distribución real del ingreso generado por la sociedad entre los factores que concurren a su formación. Porque es el subsistema sociopolí-tico el que condiciona al económico a través de la fijación extraeconómica de los valores monetarios del salario y la tasa de ganancia. Pero el proceso se realiza con la determinación de los precios que cierran un determinado esquema de reparto del ingreso (Dobb, 2004).

La dialéctica del proceso señalado por Emmanuel es ciertamente compleja y puede, según nuestro parecer, ganar en potencia explicativa, considerando ciertos elementos como los aportados por Máximo Pivetti en escritos como Interest and Profit in Smith, Ricardo and Marx. (Pivetti, 1987) (Amico y Fiorito, 2010).

III) 2.2. La Reformulación de Máximo PivettiEn Interest and Profit..., Pivetti realiza una muy sugestiva y lúcida lectura de las relaciones entre interés y ganancia en autores clásicos como A. Smith, D. Ricardo y K. Marx. Parte de la siguiente afirmación:

“In the theory of distribution of Smith, Ricardo and Marx normal profits are regarded as resolving themselves into two parts, the money rate of interest and normal profit of enterprise. This means that for those authors interest and profit of enterprise cannot be explained indepen-dently from each other. Given the normal rate of profit, determined in their theory by the real wage rate and production techniques, either the rate of interest or entrepreneurial profit must result as a residual mag-nitude. There are however important differences, between Smith and Ricardo on the one hand and Marx on the other, in the analysis of the relationships between the rate of profit, the rate of interest and profit of enterprise. By bringing these differences to light, we can aim to add further support to a concept of money interest and profit of enterprise as the determinants of normal profits...” (Pivetti, 1987, p. 63).

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Pivetti ilustra formalmente el esquema clásico de la siguiente manera:

(Aapa + Bapb + … + Kapk) (1 + r) + Lawa = Apa

(Abpa + Bbpb + … + Kbpk) (1 + r) + Lbwb = Bpb

………………………………………………..

(Akpa + Bkpb + … + Kkpk) (1 + r) + Lkwk = Kpk

(Awpa + Bwpb + … + Kwpk)= w

ra = i + ρai

rb = i + ρbi

...................

rk = i + ρki

Fuente: Pivetti, 1987, p. 66.

Es un sistema “a la Sraffa”, donde solo existe capital circulante y los salarios se pagan “post factum”. Las incógnitas son los k precios, las k tasas de guanacias de cada esfera de la producción y la tasa de interés. Tenemos así, 2k+1 determinadas por 2k+1 ecuaciones, en donde una de las mercancías cumple la función de mercancía–moneda del sistema, la medida en que los precios y los salarios son expresados.

Es importante retener que en este esquema “clásico”, las variables dadas son el salario real y las ganancias normales de la empresa en cada esfera de la producción: “The real wage rate, determined by historical and social condictions independently of prices and of the rates of profit, consists of a specified bundle of commodities...” (Pivetti, 1987, p. 66).

Por su parte, las ganancias normales de la empresa están expresadas en términos de cocientes dados entre la ganancia de la empresa en cada apli-cación productiva y la tasa (incógnita) de interés.

Pivetti señala con justeza que la visión de Marx al respecto es un tanto di-ferente a la de Smith y Ricardo. Marx, en efecto, otorga a la tasa de interés una autonomía de un grado y permanencia considerablemente mayor que sus predecesores, a tal punto que dada la tasa de ganancia normal, la tasa de interés deja de ser la magnitud determinada una vez deducida la tasa de ganancia empresaria; convirtiéndose esta última en la magnitud residual.

La valoración marxista de la autonomía relativa pero fundamental de la tasa de interés, es muy ponderada por la concepción de Máximo Pivetti, de cuño

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sraffiano. Aunque no duda en remarcar que la visión de Marx respecto a la ganancia de la empresa aparece menos consistente en su pluma que en la de Smith o Ricardo.

Con el objeto de extraer lo valioso de la visión clásica y marxista en su con-junto, depurando a su vez los defectos y/o imperfecciones, es que Pivetti reformula el sistema económico en términos teóricos y abstractos, para así dar cuenta de las reales influencias y fuerzas que se conjugan en la deter-minación extraeconómica y real de la distribución del excedente económico generado entre los factores productivos que concurrieron a su formación:

• La tasa de salario real pasará a estar determinada como una variable residual en la relación entre salarios y ganancias; tomará de esta manera el lugar de incógnita que anteriormente poseía la tasa de interés en el esquema clásico.

• La tasa de interés dependerá ahora de decisiones de política monetaria, tomadas bajo restricciones de diferente peso y carácter especial y tem-poral. No existe una ley general para la determinación de la tasa de inte-rés, sino restricciones externas, fiscales, monetarias y/o distributivas que afectan las decisiones políticas sobre su determinación.

• Las ganancias normales de la empresa dependerán de las costumbres y convenciones que gobiernan y definen las ventajas reales o deseadas de una determinada aplicación productiva del capital.

• Las variables dadas serán la tasa monetaria de interés, las ganancias nor-males de la empresa y la tasa nominal de salarios. Esta última dependien-te de condiciones económicas, políticas e institucionales.

• Finalmente, las incógnitas serán los k precios de las mercancías, que aho-ra se convierten en precios monetarios; vale decir, deja de existir una mer-cancía–moneda, referencia de salarios y precios. Habida cuenta de que los salarios y los precios se expresan ahora en moneda, Pivetti incorpora una ecuación adicional para simbolizar una mercancía–salario compues-ta:

(Awpa + Bwpb + … + Kwpk)= pw

Y, dado el salario monetario, para cada valor de pw, existe un correspondiente salario real:

wr = w/pw

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Pivetti, como habrá podido notar el lector, invierte el orden de causación, haciendo de la tasa de ganancia una magnitud que se define en cada esfera o rama de producción a través de un proceso de agregación de dos compo-nentes autónomos; la tasa monetaria de interés y la ganancia normal de la empresa. Así, la tasa monetaria de interés, junto con los salarios monetarios y las técnicas de producción determinan en Pivetti los costos monetarios y normales de producción:

“The ratio of the price level to the money wage Hill then be seen as the connecting link between the rate of interest and the rate of profit: by the competition among firms within each industry, a lower rate of inter-est causes a lowering of the ratio, hence bringing about a lower rate of profit” (Pivetti, 1987, p. 71).

III) 2.3. “El salario en la perspectiva marxista”El encomillado del título que precede este párrafo se debe a que refiere al quinto capítulo del libro La dynamique des inégalités, el cual reúne los argu-mentos presentados por AE en la Conférence 96: Théorie du Salaire (Em-manuel, 1985, Capítulo V, p. 133–160).

Es en este artículo donde AE desenvuelve con mayor método lo que po-dríamos definir como su introducción a la teoría del salario y el estatuto del mismo como varibale exógena e independiente del sistema. Para Emmanuel, una variable independiente no está carente de condicionamientos y enfren-ta “condiciones de compatiblidad con los demás elementos endógenos del sistema”; pero importante es que dentro de esos límites su funcionamiento puede considerarse exógeno.

Cuando de salario se trataba, AE se oponía tajantemente a erigir la produc-tividad del trabajo como su determinante, lo cual resulta lógico, desde un punto de vista marxista y objetivista del valor.

Mantuvo durante su vida esta convicción sobre lo que no es el salario. Así dice en El Intercambio Desigual:

“La productividad del trabajo no es más que el valor de uso de la fuerza de trabajo, no es más que su utilidad, y su productividad marginal no es más que su utilidad marginal. Es normal que para los marginalistas sea esta última utilidad la que determina el precio del trabajo. Pero, para el marxismo, el salario no es el precio del trabajo sino el precio de la fuerza de trabajo, y el valor de la fuerza de trabajo está determinado, como el de cualquier otra mercancía no por las condiciones de su con-sumo sino por las de su propia producción”. (Emmanuel, 1972, p. 454, el subrayado es nuestro).

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Y en la carta a Samir Amín que ya citamos, le escribe: “Es el trabajo el que resulta más o menos productivo, según las condiciones de su utilización y los equipos a los cuales se asocia el obrero. La fuerza de trabajo no posee ninguna productividad” (Lettre à Samir Amín, documento inédito sin fecha).

El subrayado anterior se debe a que efectivamente, es la idea expresada en esa oración la que AE no conservó con el paso de los años. Podríamos decir que su visión del salario se radicalizó. Vimos a través de una cita a la carta que le escribiera a Samir Amín, cuál era su convicción más íntima; que la distribución funcional de la renta nacional expresa fundamentalmente la rela-ción de fuerzas entre las clases antagónicas de la sociedad. Esta convicción, con el tiempo, entró en conflicto con la definición del salario como el precio de la mercancía fuerza–de–trabajo, intercambiada en un mercado, a la cual parecía adscribir en sus primeros escritos.

Eugenio Somaini, en el libro citado en la introducción (Emmanuel, Somaini y Boggio, 1975), le reprocha a Emmanuel el hecho de que no basta con atribuir las cuasas de los salarios, y sus disparidades internacionales, a elementos “morales e históricos”, o bien a circunstancias institucionales; es necesa-rio explicar esas circunstancias o la génesis y desarrollo de tales elementos “morales e históricos”. AE se enoja con este reclamo, por la sencilla razón de que le había dedicado sendos desarrollos en el marco de su Libro El Inter-cambio Desigual, y más concretamente, todo un capítulo, el tercero, a dicho cometido. Podía Somaini no estar de acuerdo, y resultar insatisfecho con las explicaciones, pero no desconocer lisa y llanamente esos pasajes.

La anécdota nos resulta útil, porque en ese marco, AE sentencia: “...jamás, en la historia, ha existido alguna cosa que pudiéramos describir como un ‘merca-do’, por imperfecto que sea, de la fuerza de trabajo. Siempre ha habido nor-mas” (Emmanuel, Somaini, Salvati, 1975, p. 62). Esta declaración se verá algo matizada en La dynamique des inégalités (Emmanuel, 1985, p. 151).

Es la idea anterior la que luego, en La dynamique des inégalités, desarrolla con más detalle. AE reconce que Marx, además de definir al salario como precio de una mercancía especial, la fuerza de trabajo, le asignaba el carác-ter de vector de reparto de la renta. Pero el punto central, para AE es saber si el salario es vector de reparto directamente, como la renta o los impuestos, o si lo es indirectamente, en función de que la clase obrera no tiene otra mercancía para vender que su fuerza de trabajo, y son los ingresos de dicha venta (les recettes) los que constituyen su única renta. Solo en el primer caso, sostiene Emmanuel, necesitamos una teoría específica del salario. En el segundo caso, el problema se limita a incluir el salario dentro de la teoría general del valor. Marx eligió este camino, pero está lejos de ser un camino sencillo.

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Porque no basta con resolver el absurdo del valor del trabajo y de conciliar la generación de plusvalía con el principio general de equivalencia. AE iden-tifica, entre otros, los siguientes problemas. En primer término, a diferencia de las otras mercancías que, a medida que progresa el modo de producción capitalista, “devienen susceptibles de ser producidas capitalísticamente”, la fuerza de trabajo, como fuente exclusiva de plusvalor, no lo posee.

Segundo, uno de los supuestos de la ley del valor es la posibilidad que le cabe al productor de pasar libremente de una rama a la otra. En cambio, si bien el trabajador es móvil como tal, no lo es como productor de su fuerza de trabajo, salvo que se subproduzca o sobreproduzca a sí mismo. Lo que pone en juego un mecanismo malthusiano que Marx condenaba. Al introdu-cir un elemento “moral e histórico”, AE cree que es necesario abandonar el abordaje de la fuerza de trabajo como mercancía, según la definición clásica tradicional; substituir el concepto de “trabajo socialmente necesario” por el de “ingreso socialmente necesario”.

Un problema particularmente importante, ya sea el salario una variable exó-gena o endógena, es el de la reducción del trabajo complejo al simple. Por-que si el “elemento moral e histórico” está dado exógenamente, la pregunta pasa a ser qué es lo que está dado: “¿Es la gama completa de tasas de salarios para todas las categorías y todas las profesiones, o el salario de base que remunera el trabajo de la categoría más baja?” (Emmanuel, 1985, p. 142) En el primer caso, es difícil compatibilizar un elemento que varía en el tiempo y en el espacio con calificaciones diferenciales de una misma época y un mismo espacio. Igualmente, cómo se combinan los coeficientes de re-ducción con los costos de reproducción biológica que son requeridos para establecer la escala de remuneraciones. En el segundo caso, ¿de dónde salen los coeficientes endógenos de jerarquización?

AE pensaba que el único modo de salir de las contradicciones descriptas arriba, era rechazando el estatuto de mercancía de la fuerza de trabajo y abandonando toda idea de determinar el salario por los costos de produc-ción de la fuerza de trabajo, sean estos costos fisiológicos o sociales.

Pero considerar el salario como como una relación social, como un vector de repartición no excluye la posibilidad de que su determinación sea endó-gena, por algún mecanismo de mercado diferente al del valor–trabajo. Lo mismo, una mercancía puede serlo al tiempo que su precio se determina exógenamente. AE lo sabía. Pero ya vimos que AE no creía en la existencia histórica de un mercado de trabajo; salvo, quizás, por un intervalo muy corto inmediatamente posterior a la instauración de del sistema capitalista: “...des-de que el trabajador se vuelve “libre”, la fuerza de trabajo deja ipso facto de ser una mercancía ‘libremente’ negociable (en consecuencia) ...el reparto del

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producto refleja en cada momento y en cada país un punto de equilibrio de fuerzas sociales antagónicas y sus determinaciones no pueden ser más que exógenas. No resta más que elegir, entre las variables de reparto, la variable independiente” (Emmanuel, 1985, p. 152).

¿Por qué el salario es la variable independiente para AE, y no puede serlo la tasa de beneficio?

AE comienza por recordar que la más elemental de las relaciones de dis-tribución es la funcional, que se entabla entre la remuneración al trabajo y el resto de las remuneraciones. Para simplificar, agrupa todos los ingresos no–salariales en el rubro “ganancia”, por lo que la elección de la variable in-dependiente de entre las variables de reparto, se limita a una elección entre salario y ganancia. ¿Qué salario, nominal o real? Nominal porque “el salario real no es más que un concepto”.

Luego critica la elección de la tasa de interés como elemento capaz de de-terminar “por fuera del sistema de producción” el tipo de beneficio. Y se pregunta, cuál sería esa tasa de interés. AE teme que por esta vía se abra la ventana al modelo neo–clásico que “habíamos arrojado por la puerta. Y, definitivamente, no acepta como justificación el hecho de que el tipo de be-neficio, como cociente puro, sea independiente de los precios.

Las razones que arguye para semejante rechazo, se ubican, en primer lu-gar, en el terreno histórico: “En el mundo real, el beneficio es un residuo y un ingreso ex post. Esta es la variable endógena por excelencia. Lo que los trabajadores negocian no son ni cocientes ni números ‘puros’ ni la parte del ingreso nacional en términos relativos. Negocian su propia remuneración en términos absolutos” (Emmanuel, 1985, p. 154).

En segundo término, encontramos razones propias del terreno teórico: “En un marco neo–ricardiano, al tomar la tasa de ganancia como la variable inde-pendiente se supone que el famoso problema de la “reducción” se considera resuelto, por lo que solo tenemos una incógnita, w, lo que representa una unidad trabajo abstracto y simple. De esta manera, para k ecuaciones podre-mos tener K + 1 variables (k – 1, precios relativos + un único “w” + una sola “r”), que nos da una grado de libertad, por lo que tomando “r”, como dada tenemos k ecuaciones para k incógnitas y nuestro sistema queda así perfec-tamente determinado” (Emmanuel, 1985, p. 155).

El punto de esta crítica radicaría en el hecho de que si tuviéramos más de una “w”, irreductibles entre sí, tendríamos, a su vez, más incógnitas que ecuaciones.

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Sin embargo, el eje de la crítica teórica, Emmanuel lo focaliza en las impli-cancias, para el campo del valor internacional, de elegir la tasa de ganancia como variable independiente: “En el marco de una economía nacional, una sola “r” refleja adecuadamente la relación de fuerzas políticas, ya que en prin-cipio esa relación es establecida, no en cada industria por separado, sino a escala nacional. Pero cuando nos referimos al marco internacional y se asu-me la igualación de la tasa de ganancia (al igual que Delarue, Oscar Braun, Somaini, etc.), no está claro cómo una sola “r” puede reflejar a escala del mundo las múltiples relaciones de fuerzas de cada uno, las cuales se basan en cada realidad nacional por separado, y equilibrar las fuerzas antagónicas de clase en todos los países al mismo tiempo” (Emmanuel, 1985, p. 155).

AE piensa que una elección semejante, nos obliga a fijar exógenamente los cocientes relativos entre salarios nacionales, y dejar como incógnita un único salario. Por otra parte, cree que llevaría a la conclusión de que una variación independiente de la tasa de ganancia internacional provoque una variación inversa de los salarios nacionales (lo que sería razonable) aunque paralela y proporcionalmente (lo que sería un absurdo). A nivel global se determinarían, de esta manera, las participaciones relativas de los ingresos factoriales bási-cos, salarios y ganancias; para luego, a escala de las naciones, definirse las participaciones relativas de cada clase trabajadora nacional en el fondo de salarios global: “Tal concepción es inaceptable. La distribución del ingreso en términos de beneficios y salarios es inmediata y directamente asunto nacio-nal. Es indirectamente que deviene en un asunto internacional” (Emmanuel, 1985, p. 156).

IV) Apéndice: Sobre el problema de la transformaciónPara el desarrollo central y primario de su tesis sobre el Intercambio desigual Emmanuel hizo caso omiso del “problema de la transformación” y de la ob-jeción de Bortkiewicz que le diera vida. En efecto, en la Nota 32 del Capítulo II del libro referido Emmanuel escribe:

“Prescindimos aquí, igualmente, de la objeción de Bortkiewicz. Una simplifi-cación subyacente al teorema marxista de transformación de los valores en precios de producción excluye de esta misma transformación los inductos, o sea los capitales constantes y variables. Ladislaus von Bortkiewicz, oscuro funcionario, pero gran matemático, considerando que en ello había un error de Marx, publicó, en 1907 un artículo en Jahrbücher für Nationalökonomie und Statistik, Bd. XXXIV, Heft 3, pp. 319–335, intitulado Zur Berichtigung der grundlegenden theoretischen Konstruktion von Marx im dritten Band des Ka-pitals, en el cual resuelve el problema de una transformación simultánea del valor del producto y de los elementos de su costo en precios de produc-ción. (...) Creemos que al menos para lo concerniente al tema de nuestro estudio –el intercambio desigual en el comercio internacional– la fórmula de

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Bortkiewicz complicaría considerablemente la demostración sin modificar en nada las conclusiones” (Emmanuel, 1972, p. 97).

De esta forma Emmanuel expone su teoría ateniéndose a la simplificación marxista considerando en consecuencia que los valores de los inductos en productos de trabajo pasado ya han sido transformados en precios de pro-ducción: (...) “En otras palabras, que sus cuotas en el esquema de partida no expresan valores, sino precios internacionales”. (Emmanuel, 1972, p. 98)

Sin embargo, en el marco de las discusiones que mantuvo con sus críticos, especialmente con Charles Bettelheim, Arghiri Emmanuel entiende que ha cometido un error que debía ser reparado.

Emmanuel creía que el propio Marx no estaba conforme con sus esquemas de “transformación”. Incluso sostenía que el manuscrito del Tercer Libro era un “legajo de bosquejos de primer impulso y notas de lectura”. Y como Marx redactó ese Manuscrito antes del Segundo Libro y casi paralelamente al Pri-mero, Emmanuel encontraba sospechoso que Marx lo dejara dormir hasta su muerte durante más de veinte años: “Tal actitud correspondería extrañamen-te al pesimismo de Ricardo sobre el problema fundamental de la Economía Política, a saber, la reducción de las mercancías a un común denominador, a partir de que un segundo factor, especialmente el tiempo se añade al traba-jo...” (Emmanuel, 1972, p. 428)

Para Emmanuel la objeción de Bortkiewicz se refiere al principio mismo de la transformación; sin embargo, a su juicio ni Bortkiewicz, Tugan Ba-ranovski, Natalie Moszkowska, Hilferding, Charasoff, Boudin, etc., han logrado la “transformación” que anhelaban, intentando compatibilizar las condiciones intrínsecas de un sistema de precios de producción, manteniendo al mismo tiempo las determinaciones por las cantidades de trabajo.

Emmanuel estaba convencido que la igualdad entre la suma de los valores y la suma de los precios de producción era irreconciliable con la igualdad de la suma de las plusvalías y la suma de las ganancias; y que sin esa reconcilia-ción todo intento de transformación conducía a un punto muerto.

No se trataba de una insuficiencia matemática sino de una antinomia lógica.

Veamos más de cerca cómo Emmanuel critica la solución de Bortkiewicz y de otros autores. Parte del propio ejemplo numérico de Bortkiewicz.

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La “objeción Bortkiewicz”

c v pl Tasa de

Plusvalía Ganancia

I 225 + 90 + 60 = 375

II 100 + 120 + 80 = 300 66.6 % 29%

III 50 + 90 + 60 = 200

375 + 300 + 200 = 875

Fuente: EMMANUEL, 1972, p. 430. Cuadro I.

Este esquema de partida es uno de reproducción simple donde el equilibrio se manifiesta por siguientes igualdades:

• del producto del Sector I con la suma de los capitales constantes de los tres Sectores;

• del producto del Sector II con la suma de los capitales variables; • del producto del Sector III con la suma de las plusvalías.

Según Marx operaría la siguiente transformación:

Transformación en precio de producción según Marx

c v pr Tasa de

Plusvalía Ganancia

I 225 + 90 + 939/27 = 408 9/27

II 100 + 120 + 65 5/27 = 285 5/27 66.6 % 29%

III 50 + 90 + 41 13/27 = 181 13/27

375 + 300 + 200 = 875

Fuente: EMMANUEL, 1972, p. 430. Cuadro II.

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Como sostiene Bortkiewicz es una solución no satisfactoria porque los capi-tales constantes y variables han sido excluidos del proceso de “transforma-ción”. Aunque las sumas de las plusvalías sea igual a la suma de las ganan-cias, y la suma de los valores igual a la suma de los precios de producción, el esquema transformado según Marx ha perdido la cualidad del equilibrio.

Por medio de la aplicación de su fórmula de transformación simultánea, Bor-tkiewicz obtiene el siguiente esquema:

Precio de producción según Bortkiewicz

c v pr Tasa de

Plusvalía Ganancia

I 288 + 96 + 96 = 480

II 128 + 128 + 64 = 320 62.5 % 25%

III 64 + 96 + 40 = 200

480 + 320 + 200 = 1000

Fuente: EMMANUEL, 1972, p. 431.

Pero para Arghiri Emmanuel se trata simplemente de una modificación de forma que no altera el contenido: “Bortkiewicz hace la transformación si-multánea de los insumos y los productos y su esquema de llegada es un esquema de equilibrio que respeta las dificultades y las coherencias que le son propias, pero han desaparecido de él las determinaciones por las canti-dades de trabajo.

A partir de la selección de una unidad de cuenta específica se preserva la igual-dad entre la suma de las ganancias y la suma de las plusvalías, pero a costa de sacrificar la igualdad entre la suma de los precios y la suma de los valores; al mismo tiempo, las tasas de plusvalía y de ganancia propias del esquema de partida (66,6% y 29% respectivamente) difieren de las asociadas al esquema de llegada (62,5% y 25% respectivamente). También cambia la tasa de explotación, que pasa de 2/3 a 5/8; para Arghiri Emmanuel esto es inaceptable.

“En su esquema de llegada (se refiere al de Bortkiewicz) toda traza de valor en tanto cantidad cronométrica de trabajo ha desaparecido. Las cifras no

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reducen ya las mercancías en términos absolutos a una sustancia que les es común, siendo, sin embargo, diferente a ellas –principio fundamental del valor marxista–, sino que expresan relaciones simples” (Emmanuel, 1972, p. 431).

La importancia de esta interpretación de Emmanuel, a los fines del presente trabajo, es que contribuye a fundamentar su convicción de que es imposible encontrar un patrón invariable del valor de las mercancías, con el cual la relación de todas las mercancías nos daría un valor absoluto para cada una de ellas, “desde el momento en que hay más de un factor de cuantificación y que se abandona el caso (teórico o histórico, poco importa) en el cual las herramientas del productor independiente son desdeñables o inalienables y en el cual el único factor de valor es el trabajo” (Emmanuel, 1972, p. 432).

Para Emmanuel, el problema de la “transformación” es un falso problema, en la medida que no está en juego solo un cambio de forma sino de contenido y completa su análisis sobre este punto criticando los esquemas de Louis Boudin, Tugan Baranovski, Natalie Moszkowska.

Estos últimos tres partiendo del mismo esquema original, expresado en va-lores, llevaron a cabo las siguientes transformaciones:

Precio de producción según Boudin

c v pr Tasa de

Plusvalía Ganancia

I 180 + 60 + 64 = 304

II 80 + 80 + 42 2/3 = 202 2/3 66.6 % 26.6%

III 40 + 60 + 26 2/3 = 126 2/3

300 + 200 + 133 1/3 = 633 1/3

Fuente: EMMANUEL, 1972, p. 434. Cuadro I.

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Precio de producción según Tugan–Baranovsky

I 180 + 60 + 60 = 300

II 80 + 80 + 40 = 200 62.5 % 25%

III 40 + 60 + 25 = 125

300 + 200 + 125 = 625

Fuente: EMMANUEL, 1972, p. 434. Cuadro II

Precio de producción según N. Moszkowska

I 252 + 84 + 84 = 420

II 112 + 112 + 56 = 280 66.6 % 26.6%

III 56 + 84 + 35 = 175

420 + 280 + 175 = 875

Fuente: EMMANUEL, 1972, p. 434. Cuadro III.

Boudin a pesar de realizar la transformación simultánea de los capitales constantes y variables arriba a un esquema que adolece de la condición de equilibrio que si caracteriza al esquema original.

Por lo que se refiere a las soluciones de TB y NM sus esquemas de llegada poseen todos los equilibrios que le son inherentes pero, en relación al es-quema de partida la tasa de plusvalía y la tasa de ganancia han cambiado. El “tiempo necesario” ya no es el mismo que en el esquema de partida: “¿Cómo ocurre que aparte de la solución de Boudin, las demás, aun estando correctas, difieran entre ellas? Es un simple problema de unidad de cuentas” (Emmanuel, 1972, p. 435)

Para Emmanuel la solución más elegante es la de NM quién toma la unidad de trabajo como unidad de cuenta. Pero al ser el trabajo una simple unidad de cuenta las determinaciones esenciales por el “tiempo necesario” y por la tasa de plusvalía han claudicado también.

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En los términos de NM que Emmanuel cita:

“Los precios individuales solo indican las relaciones de cambio de las mercancías. Por naturaleza son relativos y no absolutos, como el valor. El nivel de los precios absolutos solo puede determinarse por la elec-ción de una unidad de cuenta” (Emmanuel, 1972, p. 436).

Con la elección adecuada de la unidad de cuenta se obtiene la igualdad entre la suma de los valores y la suma de los precios; pero se trata de una igual-dad formal condicionada por la elección misma de dicha unidad de cuenta. Como tal es una igualdad que no posee significación en lo que se refiere a la determinación de los precios por los valores.

Con razón o sin ella, Emmanuel utiliza los desarrollos anteriores para apostar por un cálculo directo en precios de producción, que prescinda del problema de la “transformación”.

V) ConclusiónEl recorrido, breve pero denso, por algunos pilares de la obra de Arghiri Em-manuel, específicamente los relacionados al valor, los precios de producción y el estatuto del salario como variable independiente, nos ha brindado la posibilidad de encuadrar y fundamentar sus desarrollos teóricos.

Un encuadre que solo puede ser de utilidad de cara al futuro, y en la medida que los libros, artículos y trabajos de Arghiri Emmanuel sean leídos y/o releí-dos sobre la base de esta u otra crítica semejante.

Desde ya, la lectura que este artículo ha realizado puede ser cuestionada; en sí misma, por lo que se refiere a su consistencia, o bien, por lo que respecta a su capacidad explicativa de los ejes conceptuales sobre los cuales gravita la obra de Emmanuel.

Es por ello, que preferimos limitar al máximo, quizás en exceso, nuestras opiniones acerca de conceptos y teorías que aquí están desenvueltos; con la esperanza de que no se discutan, eventualmente, nuestras interpretaciones, sino las de Arghiri Emmanuel.

Por la misma razón, esta conclusión se encuentra exenta de juicios sobre lo expuesto.

No cubrimos siquiera un porcentaje mayor de los escritos del intelectual grie-go. Tampoco, y relacionado con lo anterior, siquiera un porcentaje importante de sus teorías: ya se trate de las célebres, como la del intercambio desigual, o las menos “festejadas”, como su teoría de la desigualdad entre el Producto

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y el Ingreso; su teoría del dinero y de las crisis; la teoría del desarrollo eco-nómico y de la dinámica de los diversos modos de producción; la del colo-nialismo financiero versus el colonialismo mercantil; la del tipo de cambio y la insensibilidad de la balanza comercial a la apreciación cambiaria; la de las multinacionales; la del Precio Remunerador; etc.

Pero abrigamos la convicción de que ninguna de las teorías mencionadas puede comprenderse, y juzgarse cabalmente, sino es de acuerdo con las teorías del valor, de los precios de producción y del salario como variable in-dependiente del sistema económico, que Emmanuel defendiera y pregonara.

VI) BibliografíaAmico, F. & Fiorito, A. (2010). “Exchange rate policy, distributive conflicto and structural heterogeity. The Argentinean and Brazilian cases”, Documento disponible en: http://host.uniroma3.it/eventi/sraffaconference2010/abstracts/pp_Amico_Fiorito.pdf Fecha de consulta: 15/08/2013.

Dobb, M. (1975). “Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith”. Ideología y teoría económica. Traducción de R. Cusminsky de Cendrero. Siglo XXI Editores México. 2004.

Emmanuel, A. (1969). “El Intercambio Desigual. Ensayo sobre los antagonismos en las relaciones económicas internacionales”. Traducción de J. Navarrete y S. Fernández Bravo. Revisada por J. Miguel. Siglo Veintiuno Editores S.A. México. 1972.

Emmanuel, A.; Somaini E., Boggio L., Salvati M., (1973) “Un débat sur l’échange inégal: salaires, sous–devéloppement, impérialisme”. Traduit de l’italien par M.C. Paoeletti et A. Benaneti. Librairie François Maspero. París. 1975.

Emmanuel, A. (1974). “La ganancia y las Crisis. Un nuevo enfoque de las contradicciones del capitalismo”. Traducción de Oscar TERÁN. Siglo XXI editores. México. 1978.

Emmanuel, A. (1985). La dynamique des inégalités. Editions Anthropos. París.

Emmanuel, A. “Lettre à Samir Amín”. Documento inédito sin fecha.

Olivera, H. (1957). “Valor y Trabajo. Estudio sobre la Teoría Clásica y Marxista del Valor”, Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Buenos Aires.

Pivetti, M. (2008). “Piero Sraffa, contribuciones para una biografía intelectual”, Coordinador, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Economía, México, D.F.

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Pivetti, M. (1987). “Interest and Profit in Smith, Ricardo and Marx”, publicado en la Revista Political Economy, Studies in the Surplus Approach, Nº 1. Vol. 3, p. 66.

Samir, A.; Bettelheim, Ch.; Emmanuel, A. y Palloix, Ch. (1971). “Imperialismo y comercio internacional. El intercambio desigual”. Siglo Veintiuno Editores. México. 1990.

Sraffa, P. (1960). “Producción de mercancías por medio de mercancías”. Ediciones oikos–tau. Barcelona. 1966.

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La Revista “Ensayos sobre Economía Política y Desarrollo Volumen II, Nº 2” es una publicación de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES),

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