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REVISTA EUROPEA. NÚM. 62 2 DE MAYO DE 1875. AÑO H. DUDAS Y TRISTEZAS." 1 No recordaba yo que hace muchísimo tiempo amenacé al Sr. Revilla con la desgracia de escribirle un prólogo para la primera colección de poesías que publicase. Pero el Sr. Revilla, sin acobardarse por la amenaza, me acaba de recordar mi propósito en una carta que concluye así: «pero no me alabe usted.» Procuraré complacer al Sr. Revilla en todo cuanto me sea posible. La publicación de la colección de las poesías del Sr. Revilla ¿es un acontecimiento literario? No. ¿Poi- qué? Porque el fondo filosófico de sus composicio- nes, mucho más determinado y más importante que el de casi todos los poetas líricos antiguos, no deja atrás, sobrepasándolos, la intencionalidad y el arte de exponer de los mejores poetas modernos. Esto no es decir que el Sr. Revilla no será, si se propone serlo, un poeta grande, inmenso; y los motivos que tengo para creerlo así firmemente, ya los irá dedu- ciendo el lector de las razones que iré exponiendo en el curso de este prólogo. ~~*"ti<j se van á llevar mal chasco los que esperaban la publicación de las poesías del Sr. Revilla para vengarse de las acerbas censuras que él ha solido lanzar sobre algunos de los escritores contemporá- neos. Voy á adelantarme á publicar todo lo malo que sus contradictores podrán decir del Sr. Revilla. Van á decirle, en primer lugar, que la preferencia que da á la razón sobre el sentimiento, le hace aparecer á veces un poeta algo frió, aunque esto, más que culpa de él, es culpa del género. En segundo lu- gar, añadirán que los asuntos que ftscoge el señor Revilla, siendo la mayor parte nuevos en el fondo, {i) La REVISTA EUROPBA tiene el honor de adelantar á SUR auscri- lores el prólogo que c¡ Sr. Campoaraoi' lia escrito para las poesías del Sr. D.Manuel déla Revilla. Prescindiendo de las varías polémicas que el prólogo del Sr. Campoa- mor podrá suscitar por HU manera de ver ciertas cuestiones, hay un punto, que podremos llamar de actualidad, y sobre el cual suponemos que se levantará una tempestad de discusiones, y es su modo de apre - ciar el krauSBÍsmo. Es raro, como muchas de las cosas que sucedan en nuestro pais, que siempre sea un poeta el que se presente á dar batallas en favor de cíerlas ideas, como lo prueban las famosas polémicas que el Sr. Gampoamor sos- tuvo contra la democracia y la escuela economista. Hoy, por lo que se ve, tunbien áél le toca iniciar con decisión, aunque incidentalmente, una campana contra el kraussismo; y esperamos que los defensores de este sis- tema Se apresuren á tomar parte en una discusión para la cual la RBVISTA les brinda desda ahora con sus columnas. TOMO I V . no están presentados todos ellos con el arte dramá- tico necesario, por lo cual se oscurece mucho su verdadero mérito y parecen escasos de originali- dad. Y ¿qué más podrán decir de malo de las poesías del Sr. Revilla? Nada más. El Sr. Revilla sabe pensar con firmeza, sentir con pasión y escribir con claridad. Veamos un ejemplo de lo primero: EL TREN ETERNO. —¡Alto el tren!—Parar no puede. —¿Ese tren á dónde va? —-Por el mundo caminando En busca del ideal. —¿Cómo se llama?—Progreso. —¿üuién va en él?—La humanidad. —¿üuién le dirige?—Dios mismo. —¿Cuándo parará?—Jamás. Esta preciosa DOLORA está escrita con una preci- sión de forma y un golpe de vista tan seguro, que desafiamos á que se nos citen ocho versos mejores de ningún otro poeta. ¡Qué inspiración y qué clara- videncia en la expresión y en el objeto! Y aquí es ocasión de advertir que tenían otra gran razón los émulos del Sr. Revilla para creer que éste no podría ser nunca poeta, y sobre tpdo poeta de forma intachable por lo correcta, clara 7 y natural. Se decía, y aun se suele seguir diciendo, que el Sr. Re- villa es partidario de una escuela filosófica que aca- bará por convertir la ciencia en una chifladura, y las Universidades en unos tonti-comios. ¡Otro des- engaño más! En esta parte también los émulos del Sr. Revilla se han quedado burlados; pues, á juzgar por los asuntos de sus composiones, el Sr. Revilla es un es- piritualista puro, que á la materia siempre la llama «lo otro,» como decía Platón. Y que el Sr. Revilla no puede pertenecer á la orden que podremos llamar de «ZOÍ caballeros de la lente- ja,» en la que el caballo y el caballero no son, como para nosotros, dos cosas distintas, sino que en las constituciones de esta orden el caballo y el caba- llero forman una especie de ser fantástico, como el Centauro, ó más bien, como el Hipocentáuro, en el cual el hombre y el animal constituyen wna misma esencia en diferentes posiciones, es evidente: si el Sr. Revilla perteneciese á esta orden, que lleva el nombre de la más vulgar de las legumbres, no po- dría escribir con la precisión, la entereza y la clari- dad con que desempeña sus concepciones. La con- ga

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 62 2 DE MAYO DE 1 8 7 5 . AÑO H.

DUDAS Y TRISTEZAS."1

No recordaba yo que hace muchísimo tiempoamenacé al Sr. Revilla con la desgracia de escribirleun prólogo para la primera colección de poesíasque publicase. Pero el Sr. Revilla, sin acobardarsepor la amenaza, me acaba de recordar mi propósitoen una carta que concluye así: «pero no me alabeusted.» Procuraré complacer al Sr. Revilla en todocuanto me sea posible.

La publicación de la colección de las poesías delSr. Revilla ¿es un acontecimiento literario? No. ¿Poi-qué? Porque el fondo filosófico de sus composicio-nes, mucho más determinado y más importante queel de casi todos los poetas líricos antiguos, no dejaatrás, sobrepasándolos, la intencionalidad y el artede exponer de los mejores poetas modernos. Estono es decir que el Sr. Revilla no será, si se proponeserlo, un poeta grande, inmenso; y los motivos quetengo para creerlo así firmemente, ya los irá dedu-ciendo el lector de las razones que iré exponiendoen el curso de este prólogo.

~~*"ti<j se van á llevar mal chasco los que esperabanla publicación de las poesías del Sr. Revilla paravengarse de las acerbas censuras que él ha solidolanzar sobre algunos de los escritores contemporá-neos. Voy á adelantarme á publicar todo lo malo quesus contradictores podrán decir del Sr. Revilla. Vaná decirle, en primer lugar, que la preferencia queda á la razón sobre el sentimiento, le hace aparecerá veces un poeta algo frió, aunque esto, más queculpa de él, es culpa del género. En segundo lu-gar, añadirán que los asuntos que ftscoge el señorRevilla, siendo la mayor parte nuevos en el fondo,

{i) La REVISTA EUROPBA tiene el honor de adelantar á SUR auscri-

lores el prólogo que c¡ Sr. Campoaraoi' lia escrito para las poesías del

Sr. D.Manuel déla Revilla.

Prescindiendo de las varías polémicas que el prólogo del Sr. Campoa-

mor podrá suscitar por HU manera de ver ciertas cuestiones, hay un

punto, que podremos llamar de actualidad, y sobre el cual suponemos

que se levantará una tempestad de discusiones, y es su modo de apre -

ciar el krauSBÍsmo.

Es raro, como muchas de las cosas que sucedan en nuestro pais, que

siempre sea un poeta el que se presente á dar batallas en favor de cíerlas

ideas, como lo prueban las famosas polémicas que el Sr. Gampoamor sos-

tuvo contra la democracia y la escuela economista. Hoy, por lo que se

ve, tunbien áél le toca iniciar con decisión, aunque incidentalmente, una

campana contra el kraussismo; y esperamos que los defensores de este sis-

tema Se apresuren á tomar parte en una discusión para la cual la RBVISTA

les brinda desda ahora con sus columnas.

TOMO I V .

no están presentados todos ellos con el arte dramá-tico necesario, por lo cual se oscurece mucho suverdadero mérito y parecen escasos de originali-dad. Y ¿qué más podrán decir de malo de las poesíasdel Sr. Revilla? Nada más.

El Sr. Revilla sabe pensar con firmeza, sentir conpasión y escribir con claridad.

Veamos un ejemplo de lo primero:

EL TREN ETERNO.

—¡Alto el tren!—Parar no puede.—¿Ese tren á dónde va?—-Por el mundo caminando

En busca del ideal.—¿Cómo se llama?—Progreso.—¿üuién va en él?—La humanidad.—¿üuién le dirige?—Dios mismo.—¿Cuándo parará?—Jamás.

Esta preciosa DOLORA está escrita con una preci-sión de forma y un golpe de vista tan seguro, quedesafiamos á que se nos citen ocho versos mejoresde ningún otro poeta. ¡Qué inspiración y qué clara-videncia en la expresión y en el objeto!

Y aquí es ocasión de advertir que tenían otra granrazón los émulos del Sr. Revilla para creer que ésteno podría ser nunca poeta, y sobre tpdo poeta deforma intachable por lo correcta, clara7y natural. Sedecía, y aun se suele seguir diciendo, que el Sr. Re-villa es partidario de una escuela filosófica que aca-bará por convertir la ciencia en una chifladura, ylas Universidades en unos tonti-comios. ¡Otro des-engaño más!

En esta parte también los émulos del Sr. Revillase han quedado burlados; pues, á juzgar por losasuntos de sus composiones, el Sr. Revilla es un es-piritualista puro, que á la materia siempre la llama«lo otro,» como decía Platón.

Y que el Sr. Revilla no puede pertenecer á la ordenque podremos llamar de «ZOÍ caballeros de la lente-ja,» en la que el caballo y el caballero no son, comopara nosotros, dos cosas distintas, sino que en lasconstituciones de esta orden el caballo y el caba-llero forman una especie de ser fantástico, como elCentauro, ó más bien, como el Hipocentáuro, en elcual el hombre y el animal constituyen wna mismaesencia en diferentes posiciones, es evidente: si elSr. Revilla perteneciese á esta orden, que lleva elnombre de la más vulgar de las legumbres, no po-dría escribir con la precisión, la entereza y la clari-dad con que desempeña sus concepciones. La con-

ga

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REVISTA EUROPEA.—2 DE MAYO BE 1 8 7 5 . N.° 62fusión en las ideas produce por necesidad el embro-llo en la forma de expresarlas. De todos los sistemasfilosóficos conocidos pueden salir artistas, poetas yescritores, menos del Krausismo. Todas las formasdel Panteísmo, así la emanantista, en la cual las co-sas salen de las cosas, como la araña saca la tola desu propia sustancia (gnosticismo); ya sea la evolu-ciomria, flujo y reflujo de una sustancia ó esenciaúnica, mar fijo con olas variables (Espinosismo-Kraussismo); ya sea la idealista, iris aparente que re-fleja un color más ó menos variado y caprichoso,según es diferente el lado de donde viene ó á dondese dirige la luz (Fiohte, Schelling, Hegel); todasestas formas filosóficas, repito, pueden ser propiaspara fecundizar: la inteligencia humana, para dar re-lieve á las concepciones del ingenio, menos el pseu-do-panteismo, llamado el panenteismo.

Kl yo puro de Fichte, orgía psicológica del pensa-miento, deUri%m tremens de la razón humana, noes sólo una doctrina hepática que crea una especiede locos al aire libre, sino que en su tiempo hadado cierta virilidad á los espíritus y producido ciu-dadanos que han sabido defender y morir por lapatria alemana. Este mismo yo, convertido en loAbsoluto por Schelling, desde el momento < en que,distendiendo divergentemente el espíritu y la mate-ria, las disgrega de su indiferencia absoluta, pro-duce naturalistas, médicos, escritores elocuentes, yhasta poetas como Goethe. Este mismo absoluto, lla-mado Idea por Hegel, arrastrada por una fuerzacósmica inmanente que constituye la ley de sudesarrollo, su eterno llegar á ser, si cuando estáen sí, es confusa como todos los panteistas, desdeel momento en que sale de si, parece que se iluminacon la ley del gran sistema espiritualista, y producepoetas, naturalistas, oradores, y todo cuanto en elarte y en las ciencias constituye la gloria del espíri-tu humano. Pero viene Krausse, y, para huir de estospanteísmos sinceros, crea su hipócrita panenteismo.

Y aquí preguntarán algunos de mis lectores, ¿peroqué es panenteismo? Es un panteísmo avergonzadode serlo: es cambiar el todo es Dios, en todo es enDios. Es un juego de rompe-cabezas metafísico;sobre todo, considerado en aquel triángulo esferói-deo que representa al Ser Supremo unido con el es-píritu y la naturaleza, y que según Krausse, en elmapa figurativo del sistema, tiene la figura de unalenteja. Pero, me volverá á preguntar algún lector:esta mezcla del espíritu y la materia, de lo ideal y loreal ¿es una sencilla emulsión, ó es una verdaderacombinación de las cosas con Dios? ¿Es una yustaTposición, ó una compenetración de las esenciasparciales en la esencia general? No es posible ave-ritmarlo. En este punto los pmenteistas son la irri-sión de los panteistas.

Pues decía que Krausse (de quien aseguraba

Schelling que no tenía más que tres cuartas partesde cabeza), para huir de los panteísmos sinceros,manufacturó su panenteismo artificioso, robando áEspinosa la idea de sustancia para llamarla esencia;á Descartes y á Fichte el método; á Schelling y áHegel unas veces los medios y otras el fin; y creósu sistema cerrado, pero sistema cerrado que esuna especie de madriguera de zorra con salidas átodos los puntos cardinales del horizonte. En esteaparato pneumático, de donde se ha extraído el airerespirable, se pretende hacer á la unidad compati-ble con la promiscuidad, pues en él cada cosa tienesu esencia propia, aunque forma parte de la esenciacomún, esencia que se manifiesta en bien y en malinconscientemente; embrollo intelectual digno deacreditar la inventiva enredadora de cualquier Fí-garo de la filosofía.

¡No! En este falansterio intelectual, donde cadacosa tiene su casilla, y cada persona su celda, niBossuet hubiera podido tender el vuelo de.su inge-nio para acompañar á la Providencia en todo elcurso de esa gran idea lógica á que obedecen los su-cesos humanos; ni Hamlet hubiera tenido necesidadde examinar el pavoroso problema de se,r ó no ser;ni Calderón sentiría la fiebre de inquirir si la vidaes sueño; porque es condición de este sistema, enque nada se sabe, el no dudar absolutamente denada. Lo repito: el Sr. Revilla es imposible que seaKraussista, porque de esta escuela no pueden salirartistas, pues en filosofía es un todo-nada, un pan-teísmo echado á perder; en moral es el indiferen.tísmo; en política el comunismo; en artes la inde-terminación y en literatura el caos.

Afortunadamente, en desagravio de la razón, sinsaber filosofía, los hombres políticos de todas las na-ciones del globo, así en las que tienen tendencia alpanteísmo, como en las que simpatizan con el mate-rialismo, prescinden de todas estas pataraterías in^telectuales, y, ateniéndose á un Dios,personal quepremia á los buenos y que castiga á los malos, y,haciendo una distinción sustancial y esencial entreel espíritu y la'materia, desde el principio del mun-do han sido y seguirán siendo por necesidad espiri-tualistas, pues saben instintivamente que la libertadmoral ni aun temporalmente es compatible con nin-guna idea común, ni de sustancia, ni de esencia.

Es muy posible que alguno de los jefes de la ordende estos caballeros de la leguminosa que no quierovolver á nombrar, al leer estos renglones diga,como suelen hacerlo-en todas partes y á todas horas,que nosotros no los entendemos, en lo cual puedeque tengan alguna razón. Pero en este caso no seréyo el responsable, sino ellos mismos. No soy yo elobligado á entenderlos, sino que son ellos los queestán obligados á hacer de modo que yo los entien-da. Y al llegar aquí confieso que me mortifica la

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N.° 62 R. CAMPOAMOR. DUDAS Y TRISTEZAS. 323

idea de si podrá llegar á creer alguno que, al hablaryo de la ciencia que de-precio (y adviértase que nodigo desprecio, sino de-precio) y que profesan tantaspersonas á quienes considero y estimo mucho, serámi objeto ¡Dios me libre! vengarme de ciertos alfile-razos anónimos que yo recibo de ellos todos los dias.Puede ser que al hablar de esto me deje arrastrar,sin conocerlo, por algún resentimiento personal, porlo cual les pido perdón, borro lo escrito, y sigo di-ciendo: que los que han creído que el Sr. Revillasería confuso en la forma y en los planes de sus poe-sías, porque le juzgaban Kraussista, se han llevadoun solemne chasco.

El Sr. Revilla, á pesar de ser un poeta intencio-nal, siempre intencional, acaso demasiado intencio-nal, es claro en la exposición, preciso en los mediosy decidido en los fines de sus composiciones. Comotodos los escritores filosóficos, usa mucho de loscontrastes de pensamiento, pero estos contrastessiempre están bien buscados para que resalte confuerza la filosofía del asunto. Su libro parece unacolección de DOLORAS, y DOLORAS, en general, tanbien concebidas y ejecutadas, que si inventor deellas tiene bastante que aprender del Sr. Revilla.Esta índole de poesía se conoce que es la que mejorse aviene al carácter literario del autor de DUDAS yTRISTEZAS. Y es esto tan cierto, que el Sr. Revillaadolora hasta las composiciones en que se dejaarrastrar por su no muy justificada admiración áQuintana. Y ya que me sale al paso el nombre de¿Sv?-3 ilustre escritor, le diré al Sr. Revilla, que parasu idiosincrasia artística, sobria en la forma, y filo-sófica en el fondo, Quintana es el peor de los mode-los que ha podido escoger, pues es confuso, y á vecesdemasiado vulgar, en medio de la rimbombancia desu expresión, oomo lo es todo vate que, después dehincharse convencionalmente, se sube al trípode yhabla una lengua que le es conocidamente indócil, yen la cual no dice lo que quiere y como quiere, sinolo que puede y como puede.

1 La forma de este eminente escritor es seca', estu-diada, anti-imaginativa, y por consiguiente anti-poética. Y créame el Sr. Revilla, á pesar de que estolo sabe él mucho mejor que yo, todos los escritoresque no tienen en su lira más que un bordón, desdeTirteo, pasando por Lucano y Herrera, y acabandoen Leopardi y en Quintana, ocultan en la grandi-locuencia de la forma, la vacuidad del fondo.Quintana tiene bastante mérito para que no seamengüe su gloría aunque se diga de él que la ma-yor parte de sus asuntos, como la propagación de lamema, por ejemplo, son más propios de una Re-vista etodomadaria, que para ser cantados por lalira'de un poeta. Los planes de sus composicionesnunca son dramáticos; están lo que se llama malcompuestos; excepto en dos ó tres composiciones,

jamás saca actores á la escena para que el lectorvea clara y pictóricamente lo que se propone deciró representar. Su arranque potriótico, violentadopara hacerlo aplicable á nuestras luchas políticascontemporáneas, más que patriotismo, es un verda-dero patrioterismo, y aunque á un poeta se le puedeperdonar hasta que falsifique la historia como en elMonasterio del Escorial, y diga cosas tan injustascomo sus diatrivas contra,el Papado, lo que no esdisculpable es que, después de presentarse al pú-blico con dos docenas de composiciones escogidas,como si él fuese un ingenio de naturaleza olímpicaque no ha tenido jamás debilidades poéticas comolos demás mortales, no tenga entre todas ellas dosdocenas de imágenos nuevas, sencillas y pintores-cas. ¿Las tiene? ¿Dónde están? Después de repasar átodo Quintana, lea el Sr. Revilla estos versos:

Amantes no toquéis si queréis vida,Porque entre un labio y otro colorado,Amor está de su veneno .armado, ,Cual entro flor y flor sierpe escondida,

y verá como en estos cuatro versos del poeta cordo-bés hierven las imágenes, mientras que en Quintanase hallan como dice él que estaban las barbas en lacara de Felipe II. Pero no quiero hablar más de estono sea que, como yo también soy un poco aficionandoal arte, vaya á presumir alguno que no hago estasobservaciones por amor á la poesía, sino que lo hagopor envidia á Quintana, y como esto puede sucedersin que yo tampoco lo conozca, me vuelvo á callar,vuelvo á pedir al público perdón, y continúo.

Decíamos que el Sr. Revilla os un poeta que alescribir sabe el cómo y el por q%é del plan y la eje-cución de sus poesías. El cómo consiste en que to-das las palabras sean, como en Horacio, de abso-luta necesidad; y que estas palabras, no pudiendoservfustituidas por otras y no dejando nunca de serpoéticas, estén usadas de una manera tan corrientey tan usual, que en prosa no se puedan decir lascosas con más precisión y naturalidad. La mejorpoesía es la mejor prosa, prosa buena á la cual,para que sea buena poesía, es menester añadirla elritmo, el sentimiento y la idea. Y, además de haberexplicado el cómo, añadiré que el por qué consisteen que toda poesía lírica sea un cuadro dramático,en el cual se agrupen las figuras con cierta inten-ción artística, moral ó filosófica. La prueba de lo queacabo de decir, lo son casi todas las poesías de estacolección. Y eso que, en general, en las poesías delSr. Revilla sobran ideas, y faltan imágenes. El es-tilo es demasiado sobrio, y el corte enteramentecalderoniano de sus versos cortos, destituidos delas hipérboles de su modelo, tienden á prescindirde lo ameno, para hacer resaltar más lo profundo.

Hé aquí una muestra de este género:

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324 REVISTA EUROPEA. 2 DE MAYO DE 1 8 7 5 . N.°62

LAS DOS VENDAS.

El amor, como la fe,Llevan en los ojos venda:Que es fuerza, á lo que se ve,Que el hombre su afecto déA todo lo que no entienda.Y es del caso lo mejorQue si la fe y el amorQuieren su venda romper,Pierden, si llegan á ver,De la luz el resplandor.Llegan á la humanidad,De esas vendas al trasluz,La ventura y la verdad;Esa oscuridad es luz,Y es la luz oscuridad,Y si intenta la razónArrancar con mano rudaLas vendas de la ilusión,Sumergirá al corazónEn las nieblas de la duda.Yo las vendas arranquéY el alma perdió el sosiegoAl perder amor y fe:¡Feliz el que vive ciego!¡Desventurado el que ve!

En sus Dudas y Tristezas, el talento varonil delSr. Revilla tiene el valor de tratar toda clase deasuntos y de resolver todos los problemas, aunquede ellos resulten escenas escabrosas, y tambiénaunque de las exposiciones de sus cuadros el lectorinfiera que el autor se halla atormentado por eldemonio de una incurable duda.

Veamos algunas muestras de las vacilaciones,siempre viriles, de que está plagado el libro delSr. Revilla.

Murió. Sobre su fúnebre sudarioNadie vertió una lágrima siquiera;Mas cierto sacerdote visionarioQue junto al triste lecho solitarioPasó rezando la velada entera,Afirma que de aquellas tristes salasEl silencio turbaba blandamenteCierto rumor que pareció á su menteDulce batir de misteriosas alas.

ILUSIONES PERDIDAS.

¡Volando van! Del corazón marchitoAl fin huyeron;

¡Volando van por "el inmenso espacio,Lejos, muy lejos!

¡Volando van! En vano con mis ojosSeguirlas quiero;

Es infinito el campo que recorren,Raudo su vuelo.

¡Al cielo van! Aquella es su morada,De allí vinieron;

¡Otra vez en el cielo serán miasSi aquí las pierdo!

LAS BARQUERAS.

—Mortal, á mi barca llegaQue al puerto te llevaréY mi barca no se anega.

—¿Tú guiarme, siendo ciega?¿Quién eres?—Yo soy la fe.—(Más que la ciega me agradaAquella barquera rudaDe todo adorno desnuda)Contigo voy, prenda amada,¿Cómo te llamas?—La duda.—Tú me llevarás?—Quizás.—¿No lo afirmas?—Ni lo niego.—¿Nafraugaremos?—Jamás.—Boga, y no mires atrás.¡Barquera ciega, hasta luego!

DOS VIRGINIDADES.

Mujer que en manchado cuerpoConserva virgen el alma,Del cielo es ángel caidoEn el lodo de la infamia.Quizá en dia no lejano,Limpias de cieno sus alas,Se alzará en rápido vueloA su celeste morada.Pero si en cuerpo de virgenUn alma impura se guarda,Y un dia se rompe el frenoQue ardiente el deseo tasca,Nunca á celestes regionesPodrá remontarse rápida,Porque esas almas no tienen,Como las primeras, alas.

Lo citado, y mucho que dejo de citar, me esti-mula á decir que á un autor se le puede exigir quesea decoroso en la expresión de sus pensamientos;pero hacerle renunciar á la descripción de escenasescéptieas ó atrevidas, que puedan ser más ó menosarriesgadas, sería desterrar del imperio del arte ur~jde las fuentes más ricas de inspiración y de pasio-nes. En esta parte la mojigatería moderna, que-riendo tener á una sociedad en bábia, es de lo másremilgado y más hipócrita que ha habido en ningunaépoca del mundo. Porque hoy no se describan lasGammas, los Edipos y las Fedras, ¿dejarán de sereternamente tipos ciertos, aunque desastrosos, delas aberraciones á que llega la humana naturaleza?Ciertamente que en la pintura de las pasiones esmuy cómodo huir de las dificultades, suprimir en elalma la duda y las exageraciones, y dejar de descri-bir lo más difícil de la vida por razones de conve-niencia ó do decoro. Pero, contando con el pudor,á cuyo sentimiento no se puede faltar impunemente,es menester que todo lo que es propio de nuestranaturaleza moral se cuente; que el hombre no dejede ser nunca un representante de las pasiones y dela inteligencia, y no se le reduzca á un ser neutro,sin capacidad física, intelectual ni moral; términoincoloro á que tienden á limitar al hombre todos losentendimientos vulgares. Además, un gran escritorsiempre sabe y puede hablar de todo con decoro yconveniencia, aunque esto pueda tener el inconve-niente de que los imitadores lleven el arte á un rea-lismo demasiado empirico, que, desempeñado con

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poco ingenio, llegaría á ser intolerable. Y, acabandoel pensamiento, añadiremos que nosotros no encon-tramos la razón de que algunas artes, la escultura yla pintura, por ejemplo, deban explotar impune-mente cierta clase de representaciones plásticas,mientras que á la palabra se la condene á una mudezperpetua, por juzgarla más excitante que el mármoly la pintura. Lo estamos viendo y no comprendemoscómo, al llegar á ciertos límites, la imaginación seexalta más por lo que oye que por lo que ve. Reco-miendo este problema de psicología á los escritoresde estética, y particularmente al Sr. Revilla, que esmás perito que yo en la materia.

Y volviendo á nuestro asunto, diré, para con-cluir, que en las poesías del Sr. Revilla el lector ha-llará que falta algo de lo figurativo, algo de loescultural, que es lo que constituye el principal en-canto del arte. Pero en lo preciso de la expresión yen lo intencional de los pensamientos, el Sr. Revillaes un poeta de primer orden.

Pero hay una cosa que vale más que todas lasobras didácticas y poéticas del Sr. Revilla, y es suinmenso talento, que es imposible poder predecirhasta qué punto llegará con el tiempo. Sea por lafuerza de las cosas, que puede más que todos los ge-nios del mundo; sea por efecto de la vacilación delas corrientes actuales de las ideas, el hecho esque el talento del Sr. Revilla se halla en una épocade tanteo intelectual, en un período de orientaciónliteraria.

¿Hacia qué lado de los cuatro vientos dirigirá estaáguila su vuelo? ¿Será hacia la política, ó sea al ladode las luchas sociales? ¡Horror! ¿Será hacia el hori-zonte de las ciencias? Lo sentiré. Si es hacia el de lasletras y las artes, me alegraré por el Sr. Revilla ypor la gloria de nuestro país. La política es un mar-tirio para todo talento especulativo y soñador. Medecía hace pocos dias un ilustre orador, que, á tra-vés de las vocinglerías del cuarto estado, ha podidosentir las palpitaciones de las colas del quinto, puessupongo que éste ya lo formarán las serpientes decascabel:—«Desengáñese usted, me decía, ni conlas muchedumbres ni con los ejércitos, se va á nin-guna parte.»—¿Habrá en esto un poco de verdad?Pero, aun siendo cierto que toda popularidad im-plica bajeza, y todo uniforme supone desigualdad,¿cómo querrá hacer política el célebre tribuno sincontar con uno de los dos términos antitéticos delproblema político, ó con los ejércitos, ó con lasmuchedumbres?

Entremos por fin en el terreno de las ciencias, yen esta palabra incluyo, no sólo las ciencias físicas,sino lo que los caballeros de aquel vegetal, que he-mos nombrado con rubor, llaman hoy pretenciosa-mente la ciencia. Con esta palabra ciencia ellos secolocan en la región pura y superior de la teoría,

y reducen á los demás hombres de ciencia á laesfera de unos simples menestrales. Pero la cien-cia, y las ciencias, se hacen, y el ingenio nace.Un metafisico que sabe mucho, y un hombre cien-tífico que ha aprendido más no pasan de ser unospedagogos, con más ó menos aptitud para apren-der ó enseñar. Y aquí me es forzoso decir que loshombres de ciencia, cuyas importantes funcionessociales somos los primeros en reconocer, se es-tán dando en estos últimos tiempos una impor-tancia anfictiónica, que es menester reducir á susjustos límites. Hay anticuario que cree que nadaabsolutamente podemos conocer, ni de lo histó-rico ni de lo prehistórico, si antes no nos fijamosbien en la ensambladura probable de los huesos decualquier galo fósil. Yo he oido hablar de un profe-sor de Historia Natural que pretende que es indig-no de comer melocotones todo aquel que no sepaque un melocotonero pertenece al reino vegetal, yes del tipo vascular, de la clase de las dicoteledó-neas, del orden de las calicifloras, de la familia delas rosáceas, de la tribu de las amigdaleas, y géneroespecie y variedad de etc., etc., etc. Químico conoz-co yo que asegura que un hombre es incapaz de co-nocer la filosofía de las fórmulas del matrimoniocivil que, entre paréntesis, son capaces de ponercolorada de vergüenza á la más desvergonzadadama de las camelias, si antes no se entera bien dela tendencia monogámiea de los elementos quími-cos, pues si una fuerza orgánica los obliga á formarcombinaciones ternarias y cuaternarias, desde elmomento en que los abandona la vida7 vuelven á sunatural afición, que es la de unirse en matrimoniossencillos formando por su gusto combinaciones bi-narias. Esto en cuanto á las ciencias. Pero ¿y conrespecto á los hombres de la ciencia? Estos apren-deq^ina cosa más fácil todavía. Prescinden de quela ciencia es puramente ideal, y sorprendiendo áunos Directores de instrucción pública ó muy con-fiados ó muy distraídos, sustituyen en la enseñanzala antigua psicología con una moderna antropología,y confunden el cuerpo y el alma, la naturaleza y Dios,y encerrando en una unidad convencional toda clasede variedad, dicen que ésta es una ciencia que com-prende la verdad y toda la verdad, siendo asi que nocontiene ni una sola palabra de verdad. Y por esoestos falsos depositarios de la ciencia, estos omnis-cios de la clase de filosofía y letras, mistificando álos ignorantes y á los crédulos, tienen la pretensiónde reducir á los demás profesores de las ciencias áuna categoría inferior do porteros ó bedeles.

Y toda esa respetuosidad que se suele concederáméritos ficticios, debemos desear que concluya. Enciencias, como en todo, lo primero es la virtud yel ingenio, únicas cualidades á las cuales la posteri-dad suele dar importancia. Y el ingenio y la virtud

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no las da la ciencia, sino el talento y la rectitud de.la buena intención. La ciencia sin ingenio es un ofi-cio como otro cualquiera. Y un sabio de oficio, ¿quésabe? Lo que le han enseñado. Y con saber, ¿quéinventa? Nada. Y entonces, ¿cuál es su mérito? Nolo sé.

No es mi propósito rebajar funciones elevadaspor una falsa opinión á un respetable magisterio;pero, por mi parte, tampoco estoy dispuesto á creeren la legitimidad de orgullos insensatos y en lasimpunidades y trapacerías de los sabios-tontos. Uncabo de vara puede tener más aptitud para gobernará los hombres, y más elocuencia para escribir unacarta á su madre, que todos los claustros plenos detodos los cuerpos docentes de la'tierra.

Y lodo esto lo digo á propósito de lo mucho queme alegraría que el ingenio del Sr. Revilla tomasela dirección del arte. Ya sé yo que esto que le voyaconsejando, para los hombres de ciencia es pocomenos que una ociosidad. Pero créame el Sr. Revi-lla, el entender está sobre el saber; el crear es unafunción intelectual que hace que se acerquen lascriaturas á la grandeza de su Criador. Lo aprendido,pasa; y lo inspirado, queda. El arte es tan superior ála ciencia, como la poesía lo es á la prosa. Cervan-tes, que ya en su tiempo era un escritor arcaístico,es hoy para nosotros un prosista anticuado, mien-tras que Jorge Manrique, que le ha precedido dossiglos, ha escrito versos que se recitan hoy con elmismo encanto que si fueran de un escritor contem-poráneo.

¡Recuerde el alma adormida,Avive el seso y despierte

ContemplandoCómo se pasa la vida,Cómo se viene la muerte

Tan callando!

¿Y en qué consiste que las obras de arte verifica-das, adquieren más caracteres de perpetuidad y to-man el sello de una juventud eterna, sobre todocomparadas con las escritas en prosa? Esto consisteen que la poesía es la manifestación más íntima delpensamiento del hombre, pensamiento que, cuandoestá bien formulado, hace tan eterna como él mismola palabra en que está expresado. La poesía, y ha-blo de la poesía clara, precisa y correcta, como ladel Sr. Revilla, se apodera de los giros más rítmicos,de los matices más encantadores, de los modos dedecir más gráficos, de lo que hay de más impalpa-ble y al mismo tiempo de más real en las palabras,y los funde, los modela, los pone en relieve, y haceuna estatua de una idea, y reduce á una imagen pic-tórica el más recóndito y más fugaz de los senti-mientos del corazón humano.

Deje el Sr. Revilla el culto exclusivo de sus ocu-

paciones científicas, para dedicarse, cuanto máspueda, á las obras de ingenio; porque aun en el su-puesto de que, como lo hacen algunos filósofos po-sitivistas, se ponga en duda la utilidad de todas lasreglas estéticas del orden afectivo, intelectual y mo-ral, y digan que las pasiones y las creencias, desdeel amor hasta la inmortalidad del alma, son purapoesía, es menester probarles que la poesía es, porlo menos, la mitad de nuestra naturaleza.

¡La poesía y la religión! Ellas son el quid divinumdel arte y del alma humana. La poesía, manifesta-ción la más ideal del arte y del ingenio del hombre;y la religión, pan espiritual del alma y de las socie-dades civiles, que hace sagrada la autoridad ungién-dola con el óleo santo, y que, interviniendo ennuestro nacimiento, en nuestras uniones legítimas yen nuestra muerte, santifica con el elemento espiri-tual las instituciones humanas, condimentándolascon ese granito de sal divina cuajado por el sol dela justicia en los límites del occéano de la bondadinfinita!

¿Habré logrado convencer al Sr. Revilla?¡Cuánto me alegraría!

CAMPOAMOR.

LA MUJER COMPARADA CON EL HOMBRE.APUNTES FILOSÓFICO-MÉDICOS.

De todas las ciencias humanas, la que trata delhombre es la más digna del mismo. El poeta, el ora-dor y el historiador no sabrán describir la belleza delas acciones, si no elevan su pensamiento al nivelde los hombres que las han ejecutado. El heroísmoy el genio tienen siempre el mismo origen, la virili-dad del alma. El conocimiento del espíritu humanoes la raíz común de todas las ciencias y el fuertetronco que las nutre. ¿Quién desconoce el íntimocontacto que existe entre la ciencia que se ocupadel hombre y todas las que estudian la naturaleza,especialmente la viva y animada? El hombre por suorganismo, es parto de la naturaleza, y no puedemenos de sentir sus influencias; sus facultades no sedesenvuelven ni pueden ejercitarse por otros me-dios que los órganos, y éstos no se desarrollan nifuncionan sin el medio cósmico necesario á la vida.Entre la psicología, que estudia al hombre moral-mente, y la fisiología, que investiga y analiza la or-ganización para encontrar las leyes de la vida, haytan íntima relación, que no es posible señalar el lí-mite de cada una, ni se puede decir dónde terminaésta para comenzar aquélla. Estas dos ciencias, quehasta hoy son consideradas como distintas, no sola-mente se esclarecen la una á la otra, sino que se

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completan y confunden, siendo, en mi concepto,necesario é indispensable que el estudio fisiológicopreceda al psicológico, de suerte que éste no seamás que la continuación de aquél.

¿Cómo se puede determinar el origen y fin de unser, sin conocer antes su naturaleza y constitución?Es indudable que en el orden de las cosas la causaprecede al efecto, y el fin explica la obra; pero no loes monos que en el orden científico y de método nosvemos siempre obligados á remontarnos del efectoá la causa, de lo conocido á lo desconocido, de lofácil á lo difícil, y sólo do este modo podremos hallaren la naturaleza y organización de los seres el se-creto de su causa y de su destino; para seguir otrocamino ó procedimiento nos seria indispensableadivinar el pensamiento del Creador.

La medicina presta á la filosofía la clave del cora-zón humano; porque si hay una metafísica experi-mental positiva, solamente puede ser la deduccióndel estudio del hombre, considerado en su conjunto.Para llegar al misterioso tabernáculo de la concien-cia no hay otro camino que el estudio de las leyesde la organización humana. Llegará un dia en queestas verdades, tanto tiempo oscurecidas y contra-dichas, aparezcan con toda su brillantez, pureza yesplendor, sin que deje de confesar, en honor delpresente, que hoy mismo se reconoce ya la íntimaalianza que une la medicina á la filosofía. A la medi-cina pertenecen las más altas concepciones de la in-teligencia; el hombre orgánico es, por lo menos, elinstrumento del alma, y de éste es de lo que aquellase ocupa.

Fundado en la convicción que tongo de la verdadde estos principios, pretendo hacer la exposición demis estudios filosófieo-médicos acerca de la mujercomparada con el hombre, adquiridos todos por laobservación y experimentación, tomados de la natu-raleza, á quien solamente he interrogado. 'No des-conozco que, para hacerlos más dignos de tan vastocomo interesante objeto, se necesitaba el talentodel hombre que sabe ver las bellezas de la natura-leza con el ojo de un hábil observador, para poderpintarlas, ya con ricos colores, ya con sus manchasmás finas, haciendo resaltar esa correspondencia se-creta, pero eterna, que existe entre la naturalezafísica y la moral, entre las sensaciones humanas ysus causas determinantes. No pudiendo ofrecer al lec-tor ninguna acción que excite vivamente su curiosi-dad, ni pasión alguna que conmueva fuertemente sualma, hacíame falta suplir este interés con los másfinos detalles, con las más exactas descripciones,con el más puro y brillante estilo, en que solamentepor su armonía cautivase el interés; pero este mé-rito exige una organización más feliz, un gusto másexquisito y un estudio más profundo que el que yoposeo; hacíame falta quizá la llama del amor, de

aquel amor vivo, poro puro, que duplioa la vida, quevivifica y engrandece el espíritu, que eleva y puri-fica el alma, y la hace capaz de comprender y reali-zar cuanto hay de más grande, noble y perfecto enel mundo. Dispénseme la mujer, si, careciendo deestas dotes, me atrevo á decirla cómo yo la he vistoy sentido, cómo la comprendo y aspiro que sea.

I.

DE LA MUJER EN' GENERAL.

De todos los seres de la creación, el más intere-sante, sin duda, os la mujer. Débil y fuerte á la vez,constante y caprichosa, valerosa y sensible, amantey adorada, la asoció la Providencia á los destinos deesta otra arrogante criatura, que se cree el rey deluniverso, y no es más que el hombre... Por su de-bilidad, por su constitución y por todos los atribu-tos de su esencia, se diferencia extraordinariamentedel que se cree su señor y está orgulloso de ser suesclavo.

El hombre inquieto en placer, ambicioso del bieuque sigue, fatigado en su existencia, se agita máspenosamente cada dia y vive fuera de su vida; lamujer, más constante, más afectiva, más moderadaen sus deseos y más amante con el corazón que conlos sentidos, considérase sólo destinada al hombre,enorgullócese de complacerle y limita su aspiracióny su gloria á poseerle. Podría creerse que la natura-leza había separado de nosotros mismos esta bellamitad, á fin de volver á reunimos á ella con másatractivo en nuestros placeres y dolores. '•'

Se ha escrito mucho acerca de la mujer, y rae se-ría difícil dar siquiera una idea de tantas publicacio-nes distintas y contradictorias como ha sido objeto.Los poetas han cantado sus cualidades y bellezas-,algunos sus lunares; los moralistas han dicho susdefétftos, los publicistas han discutido sus derechos,los módicos han descrito sus enfermedades, y lostisiologistas han revelado los más íntimos fenóme-nos de su organización. Tan prodigioso número delibros, justifica la preocupación de que la mujer hasido objeto por parte de los hombres más severos ypensadores; y tanta atención se explica bien* al sa-ber que independiente, ó además de las facultadesque las son comunes con el hombre y que el filósofodebe conocer como idénticos en los sexos, la mu-jer posee otras que la dan una vida propia y la ha-cen un ser distinto y aparte en la humanidad. Un pa-pel grandioso la es asignado en la obra providencialde la conservación de la especie, en cuyo desem-peño hace prodigios de amor y de abnegación. Ade-más, el imperio que ejerce y el yugo que sufre, ha-cen, á primera vista, su posición bastante extraña,llamando con interés la atención cada uno de susactos, que ofrece bastante contradicción, al menos

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aparente, en el destino de la mujer, para que la ne-cesidad de explicarla no deje de sentirse de con-tinuo en nuestras meditaciones. Podrá suceder queseamos llevados muchas veces á este género de in-vestigaciones por curiosidad ó inclinación; pero estainclinación, por fuerte que se la suponga, no basta-ría para provocar trabajos serios, arduos y erizadosde abstáeulos, como los publicados con este objeto.Que un dulce sentimiento inspire al poeta, siempreinclinado á quemar incienso en el altar de la belle-za, lo concibo y lo admito; pero el moralista queenseña, el publicista que discute, el médico que di-seca y el flsiologista que analiza, me parecen tenerotros móviles tan serios como sus trabajos. Lo ciertoes que cada uno obedece á un móvil, instinto secretode su relación. Hay también, para explicar esta ac-tividad desplegada en el estudio de la mujer portantos escritores distinguidos, otro móvil más nobley más elevado que el de escribir la mujer y cono-cerla, y es el de la conciencia hacia el deber de ren-dir este tributo á la sociedad, conservada por ella.Pero la mujer, que ha sido objeto de estudio milla-res de siglos para los hombres pensadores y que lesseguirá ocupando en el porvenir, no ha sido ni loserá tan pronto conocida. Colocada en la tierra porvoluntad del Criador para continuar su obra, ¿quémano podrá ser tan temeraria que intente hacer sufotografía? ¿qué boca ha de ser tan atrevida é insen-sata que intente decir lo que es la mujer? ¡Misteriovivo, por el que el hombre nace, vive y muere, sinque pueda haberla encerrado en el circulo de defini-ción alguna! Se llega á comprender lo que es unaesposa, una madre, una hermana y una amante; perojamás se ha comprendido, ni se comprenderá quizá,lo que es la mujer. Amigo, amante, hermano, espo-so, hijo y padre, podrá decir lo que vale y es esti-mable este título respectivo alcanzado con la mu-jer, pero todos estos títulos reunidos no bastan niconvienen las más veces para conocer y explicareste ser. El amante la ve sólo al través del prisma dela imaginación y de la pasión del amor. El esposo,ya la ame ó la deteste, la ve siempre ante sus ojos yen su corazón tal cual éstos se la pintan, no comoella es'. El padre os ciego en verá su hija; el hijoama, respeta y venera á su madre, el amigo es in-dulgente con la amiga, y el filósofo la ve á travésde sus sistemas, no tiene ojos en el corazón paraver á la mujer, y ésta no ha nacido para los filóso-fos. Es del destino del hombre gozar y sufrir por lamujer, no el poder juzgarla; porque ésta es un sermultiforme, verdadero Proteo, que cambia de formaá nuestros ojos, según las pasiones que hacia ellasnos animan. Unas veces es el cielo, otras el infierno,cuando un ángel ó el demonio, el dia ó la noche, lapaz ó la guerra, el amor ó el odio; y siempre es ella,la misma, una y múltiple, una con relación á si mis-

ma, múltiple con relación á nosotros, que la vemossegún nuestras pasiones. Y como fue hecha paranuestras pasiones, si se la quiere juzgar sin éstas,ya no se la encuentra; extraña verdad, que contra-riando las leyes de la inteligencia, hace que, paramejor conocer la mujer, sea necesario ignorarla, ypara más fácilmente estudiarla, estar lejos de ella.

La mujer, ser incomprensible, se parece á la florde los campos, al insecto del aire, al sol del firma-mento, al mundo de los mundos, á quienes Diossólo puede conocer de una manera perfecta en to-dos sus elementos y en todas sus relaciones. Asíes, que el que ensaye escribir sobre la historia dela mujer, necesita un sentimiento exquisito; porquese trata de descubrir el fuego que la anima y elec-triza sus sentimientos; porque se intenta descubrirlo que está más allá de los sentidos, y pertenece alsentimiento y al entendimiento; porque se quiere,en fin, penetrar en un foco invisible de donde seirradian todos sus movimientos visibles, para locual necesita el fisiólogo de un análisis delicado, deun reactivo tan sutil ó inmaterial como el elementosobre que tiene que operar; por estas razones ne-cesitará poner en espontáneo movimiento y ejecu-ción todas las emanaciones de su alma; y el senti-miento será la luz que le ilumine en sus investiga-ciones.

La mujer es, sin duda, extremadamente sensible,y á su exquisita sensibilidad debe sus principalesgracias y virtudes. Puede decirse que de esta gransensibilidad femenina nacen la gracia en sus movi-mientos; su gusto delicado; su maravillosa actitudpara las artes; su sagacidad; su afectuosa previsión;su ternura y mística piedad; su gran caridad y hastasu repentina inteligencia, que hija del corazón, focosiempre ardiente, es eléctrica en sus efectos. Envirtud de esta angélica cualidad ó naturaleza, esporque la mujer hace irradiar en rededor de ella,tanto en la familia, la más bella creación, como enla sociedad, irresistibles influencias.

A esa divina cualidad se debieron las santas mu-jeres, que la Iglesia honra en su memoria, y quesalidas de las diferentes capas sociales, son repre-sentadas por los biógrafos sagrados como modelode gracias y virtudes. A la misma se debe otrastantas también que, nacidas en la opulencia, nosólo han sabido cumplir con sus deberes de fami-lia, sino que han ejercitado la bellísima virtud de lacaridad con los niños abandonados, sirviéndoles demadre, y todas aquellas mujeres que han renun-ciado á los placeres de la familia para asociarse álos grandes infortunios de los que sufren en las pri-siones, en los hospitales y en los manicomios.

A pesar de tanto atractivo y belleza como ofreceel estudio psico-fisiológico del sexo á quien debe-mos nuestra vida, nuestros placeres, nuestras penas

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y la influencia de nuestro destino; aunque se hancelebrado las gracias de la mujer, su belleza, susméritos, la fineza de su espíritu y la bondad de sucorazón, todas estas cualidades han sido sólo objetode un culto general entre los filósofos y los médi-cos, no objeto particular de serias meditaciones yprofundas investigaciones. El anatómico y el fisió-logo sólo se han detenido sobre algunos puntos dela historia física de sus órganos especiales, y sobrelas funciones de los mismos. Los naturalistas puededecirse que /la han olvidado; y los moralistas y filó-sofos la han considerado de una manera negligentey hasta parcial, á menos de algunas excepciones,de cuya buena fe no puede dudarse.

El hombre, en general, no ha comprendido el va-lor físico y moral de la mujer; ignorando la impor-tancia del papel que la ha sido confiado en la armo-nía universal, la ha rebajado, viendo en ella sólo elinstrumento de su reproducción. Por esta razón, lamujer, en el Oriente, siempre esclava y sometida álos caprichos de un déspota esposo, nos parece sólodigna de interés y conmiseración; y sólo por hacerjusticia al gran legislador del pueblo hebreo, es ne-cesario consignar que, bajo el espíritu de sus leyes,mejoró la condición de la mujer.

Los filósofos, los poetas y los literatos de la anti-güedad, casi todos, monos Plutarco, que la consi-dera, han maltratado á la mujer; pero en el Occi-dente, y especialmente entre los galos y germanos,la mujer es bien tratada y es respetada, pues la die-ron participación en sus consejos; y más tarde,cuando la pluma ha podido serla hostil, ha habidohombres de genio que la han celebrado. El cultoque el genio griego dio al arte plástico, ó á la be-lleza física, hizo que en este pueblo tan grande ysuperior, sólo se considerase á la mujer bajo estepunto, dejándola en un completo olvido en cuanto ála belleza moral.

Entre los romanos, más utilitarios y materialistasque los griegos, la mujer pierde en consideración ylibertad, llegando á un gran rebajamiento; y hastael nacimiento del cristianismo era esclava en susdeseos, en su pensamiento y hasta en sus esperan-zas. Pero la mujer esclava, de alma tierna, suscep-tible y con ardiente fe, fue la primera en abrazarla religión del Crucificado, que respondiendo á losmovimientos secretos de su corazón, de amor, dedevoción y piedad, la ofrecía placeres sin remordi-mientos. El cristianismo, severo en principios, peropreceptuando la indulgencia, reemplaza al reinadode los sentidos por el de las almas, al reino de lamateria por el del espíritu.

El matrimonio, que no era más que un convenio,se convirtió en sagrado y solemne lazo, santificadopor las leyes: una moral pura y simple se opone almal, siendo salvaguardia de la debilidad y de la

inocencia. Todo en este nuevo culto era agradableá la mujer, y de tal suerte se posee de la necesidaddel bien de sus semejantes, que instituye, protegey sirve asilos de beneficencia, donde ayuda á sufrirel dolor y el infortunio de los demás, haciéndosecada dia, por tantos merecimientos en amor y ab-negación, más grande y más libre. Asi con esteculto santo, con esta moral de tan puro sentimiento,aun en aquello que tenía de más misterioso y sobre-natural, se inflama y entusiasma un sexo tan sensi-ble é irritable, hasta el extremo de aceptar todaclase de sacrificios y mortificaciones, desaliando lamuerte y lanzándose ebria en los abismos de unporvenir que le era prometido.

Se pretende poner en ridículo esta disposición re-ligiosa del espíritu de la mujer, olvidando ó desco-nociendo que la misma movilidad nerviosa que ladispone al amor de las criaturas, las conduce alamor del Criador. Respetemos al menos una fe á quedebemos tantas virtudes y cuidados. ¿Se verían,sin la religión, tantas mujeres renunciar a los pla-ceres, á las comodidades, á la libertad, y hasta alsueño, para asociarse voluntariamente al servicio dehombres desconocidos, sin otra recompensa queuna enfermedad ó la ingratitud? Respetemos á lashermanas de la Caridad y los provervios de Salomón,en que dice: «Donde no está la mujer el enfermogime y languidece.» ¿Sin religión verían los que asíprofanan la virtud, tantas esposas constantes, que lasuerte ha unido á esposos indignos y beleidosos, ytantas hijas respetuosas á padres injustas y bárbarosy á madres siempre amantes de hijos desnaturaliza-dos? No; cuando el mundo sólo ofrece al ser religio-so crímenes é injusticias, le queda el cielo, que eusu corazón le consuela. El cristianismo por su cultoy sus misterios, pertenece á la infancia de las socie-dadü| y de la vida; pero por su moral y por suamor, pertenece á todos los grados de civilización,pasados, presentes y del porvenir.

Es la religión de los pobres y de los desgraciados,es la del hombre, puesto que fue instituida para eldolor.

La religión es el cimiento de los pueblos y de lassociedades. En todos los tiempos, los pueblos quehan adquirido una prosperidad más durable han sidoaquellos mejor animados en una fe religiosa. Lagran causa, sin duda, de la superioridad de Europa,es la de profesar la mejor de las religiones, siendoabsurdo el principio sentado por algunos pretencio-sos pensadores: De que la religión sólo hace faltepara el pueblo. La religión y la fe hacen falta paratodos, lo mismo en las bajas capas sociales que enlas altas. Lo que hay de cierto es que la fe religiosase trasforma en la edad, en el sexo, y con la civi-lización y cultura, haciéndose más ideal en estasfases de la vida, para ser menos sensible y material.

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Si después de tales condiciones sociales, que es inecesario reconocer en toda religión, y especial-mente en la cristiana, si se tiene en cuenta, por otraparte, la imaginación más viva y flexible de la mu-jer, nada más natural y más lógico el que ésta sepreste más fácilmente que el hombre á las especula-ciones de una felicidad desconocida en la tierra; yqiii; su alma, mejor dispuesta á la resignación y con-lianza, se abandone á los fallos de la Providencia.

Pero dejemos por ahora á la mujer en su fe, en suamor y entusiasmo por los misterios y la religión,en su perfeccionamiento y progreso, por el que haalcanzado cada dia más libertad, y volvamos á con-siderarla en sus relaciones sociales y de familia.

La mujer, compañera asidua de nuestros placerescomo de nuestras penas, tiene derechos tan belloscorno legítimos á nuestro amor, á nuestro reconoci-miento y admiración. Participa de los placeres y su-frimientos del hombre, siendo tierna y fiel compa-ñera, dándole hijos, que á la vez que les lleva en suseno nueve meses, les lacta y cuida más tarde hastaque son fuertes é independientes. No es sin razón,pues, el hecho de que este ser sensible y propaga-dor de nuestra especie haya llamado constantementela atención del naturalista y del médico, así comola admiración del filósofo y el entusiasmo del poeta.Pero si la mujer puede y debe interesarnos bajo ladoble relación social del embellecimiento, que portodas partes irradia, y de la regeneración, á quetanto contribuye, ¡cuan digna de admiración y docompasión es, considerada bajo el aspecto de losmales y peligros de que so hallan rodeadas las dife-rentes épocas de su existencia! Recorre las fases desu vida al través de una larga serie de cambios yrevoluciones á que fatalmente está sujeta. Cada unodo los períodos de su existencia se halla marcadopor sacudidas de dolor y sufrimiento, que la hansido otorgados como compensación, sin duda, alplacer que experimenta en su ocupación y sacrificiopor la vida de los demás.

El tiempo mismo del amor y del placer se anun-cia en la mujer con molestias y sufrimientos; á laaparición revoltosa, y algunas veces funesta, de lapubertad, suceden otras épocas aún más desas-trosas.

Encargada de una misión tan importante como lade la reproducción de la especie humana, la mujerparece no lograr este privilegio, sino á costa de queel mismo sea origen de graves males.

El titulo de madre, el más puro y el más dulce delos placeres que con él experimenta, sólo le obtieneá costa de sus fuerzas, de su salud, y algunas vecesdo su vida. La mujer no puede dar la vida sin expo-nerse á perderla. Cada revolución que experimentaaltera su salud y amenaza sus dias; crueles malesatacan su belleza, y cuando se escapa al azote, el

tiempo, que todo lo destruye, es el encargado dohacerles llorar tan sensible pérdida.

Apenas la mujer ha podido escapar á tantos peli-gros como la expone el ser madre, cuando á cadainstante es alarmada por sus tiernos hijos, cuyasuerte futura es para ella un continuo motivo de in-quietud y temor: ¡dichosa ella si aquí encontrarael término de sus sufrimientos! Pero cuando la na-turaleza y la edad la declaran inhabilitada para lageneración, nuevas inquietudes y nuevos daños seanuncian. Á esta época, en efecto, su circulaciónes regida por nuevas leyes, y el trastorno queestos cambios determinan ocasionan nuevos com-promisos de su vida, y algunas enfermedades gra-ves que el médico no puede prevenir.

¡Con cuánta razón este delicado y sublime bellosexo, generoso en abnegación y piadoso sacrificio,no debe excitar en nosotros entusiasmo y admira-ción! Sólo una mujer puede bastar á las numerosasy apremiantes necesidades del niño, tomándole ensus brazos con olvido del irresistible sueño, socor-rerle en sus aves con lágrimas de dolor, ó mecién-dole en su regazo, y para acallar sus gritos em-plear un monótono canto, no volviendo á su reposohasta que aquél se ha dormido! ¡qué más imponenteespectáculo, ni qué más santo ministerio que el dela maternidad! Por sus cuidados nos conducen deeste modo hasta la adolescencia, á cuya edad, enque el sistema generador toma parte en los focos dela vida, ella también, como el sol que disipa las ti-nieblas y hace germinar la tierra, levanta en nues-tra naturaleza nuevos gérmenes de vida, nos davigor y ensancha el alma, haciéndola accesible ánuevas y más fuertes impresiones, que nos suelenelevar á las alturas del genio. Desde entonces, nuevofuego circula en nuestra sangre; un sentimientodesconocido embellece el universo y le agranda ánuestros ojos. Nuestro corazón se aflige por la ne-cesidad de amar y de ser amado de una mujer áquien un instinto secreto nos lleva á declararla elhomenaje de nuestra libertad, que nos molesta. Sucorazón adivina nuestra emoción; y como con lluviainesperada se refresca el campo abrasado en el es-tío, así se refresca también, con lágrimas de placer,el tierno pecho de la mujer, y nosotros renacemosen la vida al conocer tal amor.

De este modo solemos unirnos á una mujer. Sí, áuna mujer, porque esta palabra lo significa todo, laamiga, la compañera y la esposa; y si el cielo con sufavor nos la da joven, sensible y hermosa, para sercompletamente felices sólo nos resta que sea madre.

Si más tarde somos sorprendidos por una enfer-medad desconocida y que pueda poner en peligronuestra vida, ¿á quién encontraremos solícitos allado é inseparable de nuestro lecho de dolor? A lamujer. En vano la solicitarán de todas partes los

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N.° 62 S. G. ENCINAS. LA MUJER COMPARADA CON EL HOMBRE. 331

placeres; sorda á sus incitaciones, indiferente á losgoces, se olvidará hasta de sí misma para pertenecery entregarse en un todo á la salud de su único ami-go. Ingeniosa en sus recursos, la veremos adornarde flores el velo que oculta nuestra miseria; sostenerel valor y la esperanza misma, cuando le falta ya ásu mismo corazón. Concentrada ya en su afección yextraña á cualquier otro sentimiento, permanecenoche y dia en su puesto, insensible á toda injuria,sin fatigarse, hasta que el peligro haya pasado y sinotra recompensa que el placer de habernos sido útil¡Oh! ¿Quién sabe llorar á nuestro lado, que haga cor-rer sin esfuerzos nuestras lágrimas? ¿Quién sabe, sinser indiscreto, descubrir nuestras heridas y curarlassin irritarnos? ¿Quién sino una mujer? Coronadosde gloria, satisfechos de la fortuna y rodeados deamigos, de repente y por sorpresa una desgraciaeclipsa el fantasma de nuestra felicidad; ¿quién sinola mujer podrá seguirnos en nuestra caida? ¿Quiénsino ella verterá lágrimas furtivas sobre los restos ydespojos de nuestro crédito? ¿Quién nos seguirá enuna proscripción injusta y hasta en un castigo mere-cido, sino ella? En vano se la amenazaría con el su-plicio para arrancarle un secreto; elegiría la muerteantes que delatarnos. En nuestros últimos momen-tos, ¿quién acogerá religiosamente nuestra últimavoluntad, y con los ojos preñados de lágrimas tendráuna dulce sonrisa que nos haga sufrir con resigna-ción la ley fatal impuesta á todo lo que vive, y sos-teniendo sobre su seno nuestra cabeza desfallecidarecibirá nuestro postrer suspiro? Sólo la mujer,compañera de nuestra vida, sabe sacrificar en dolorpropio nuestro consuelo. Por oso á todas las épocasde nuestra existencia, viejos ó jóvenes, felices ódesgraciados, ricos ó pobres, buenos ó malos, sanosó enfermos, somos objeto de sus cuidados y afeccio-nes; su existencia entera la gasta en sentir y amar, yal sembrar de flores el triste sendero de nuestra vida,se ve de continuo asaltada en su pureza por aquellosmismos á quien se confía y por quienes se sacrifica.Si: por nuestras leyes y preocupaciones la exigimosno sólo virtuosa, sino incapaz de toda sospecha, ápesar de nuestras seducciones y continuos lazos ten-didos á su virtud. Nosotros provocamos sus debilida-des ó insultamos sus defectos; en fin, á sí misma sedebe sus virtudes, de nosotros provienen sus faltas.

La mujer, más impresionable que el hombre, esmás vivamente afectada y trabaja por el atractivo yjuego de las pasiones. Para poder apreciar bien elflujo y reflujo de las mismas, hace falta estudiarla entodos sus estados y condiciones, en sus diferentesrangos, entre todos los intereses que la agitan, enmedio de todas las contrariedades de que es objeto,en todos sus lazos sensibles, en todas las fibras,cuya irritabilidad hace vibrar la pasión humana.Hay que aprender á verla señora de sí misma ó es-

clava de sus sentidos, y atraída por la simpatía ó re-pelida por el odio, cuándo elevada por la virtud, yalgunas veces rebajada por los placeres. Siguiendola ley inmutable de la'naturaleza, común á todos lossores organizados y vivientes, la mujer, lo mismoque el hombre, se halla sometida á las diversas re-voluciones de la vida; como él, nace, crece, se de-bilita y muere; como él, también recorre todas lasfases de su existencia y no llega al término fatalsino después de hallarse sometida á las diferentes in-fluencias que alteran su salud. Sin embargo, si bienos verdad que los dos sexos se hallan expuestos á ungrupo común do enfermedades, también lo es que elnúmero de las que padecen está lejos de ser el mis-mo, pues al número do las que son comunes á losdos sexos, hay que agregar otro bastante grande delas que toman origen en la excitabilidad más grandedel sistema nervioso de la mujer, y en los aparatosy funciones penosas y tumultuosas con que se pre-para y realiza la reproducion. Naciendo débil y sen-sible, destinada por la naturaleza á darnos la exis-tencia y conservarla por tiernos cuidados y vigilias,la mujer, este ángel de la tierra, fiel compañera delhombre, merece nuestro más vivo interés y presentaun vasto campo á los estudios médicos filosóficos.

En efecto, ¿qué causa ó qué objeto más digno denuestra atención que la serie de cambios físicos,fisiológicos y morales que acompañan ó se verificanen la mujer en todas las épocas de su existencia? Sólopor una larga serio de modificaciones y revolucio-nes de su naturaleza, frecuentemente funestas, espor la que avanza en la vida y recorre sus fases. Lasenfermedades de la mujer son numerosas y variadas.

El módico que toma por objeto de sus estudiosesta rama tan importante de la ciencia médica, difí-cilmente podrá llegar á descansar en sus investiga-cionea»siempre que quiera llegar á obtener resulta-dos útiles para la humanidad. Hombres de reco-nocido mérito han consagrado sus trabajos á esteestudio tan lleno de interés; pero no han agotado lamateria, quedando muchos puntos que esclarecer enla historia de las enfermedades del sexo. A pesar dela marcha progresiva del espíritu humano; despuésde los incontestables progresos de las ciencias natu-rales y do las numerosas "conquistas hechas en todaslas ramas de la medicina, y en especial en la de en-fermedades del sexo; aunque todas las ciencias, enfin, cultivadas con igual ardor han hecho reflejarnueva luz sobre el estudio de la naturaleza comociencia filosófica, hay mucho todavía que hacer yque decir: MvMvm resiat adkuc operis, multvmrestavit, nec wlli nato, post mille sácala praclude-tur occasio aliquis adjiciendi (Séneca).

DOCTOR ENCINAS,

Catedrático de la Facultad de Medicina de Madrid.

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332 REVISTA EUROPEA. 2 DE MAYO DE 1 8 7 5 .

LA AGRICULTURA MODERNA.

m.ASIMILACIÓN DE LOS VEGETALES.

En el artículo anterior (1) nos hemos ocupado de laasimilación de uno de los elementos que forma la ma-teria orgánica de las plantas, del ázoe; que, aunque seencuentra en éstas en débil proporción, ha conducidosu astudio á diversas opiniones que hemos ido exami-nando, aunque muy á la ligera. No hemos estudiadocon tanto detenimiento la asimilación del oxígeno,hidrógeno y carbono, porque todos los químicos, ymás aún los fisiólogos, convienen en que estos ele-mentos son suministrados por los orígenes naturales.

T5I estudio que hoy nos proponemos hacer es másgeneral: dejando para otro artículo la acción fisioló-gica de los principios nutritivos de las plantas, hoyvnrnos á estudiar la asimilación en general; es decir,las condiciones en que viven los vegetales, y más es-pecialmente los que son objeto de un cultivo prefe-rente en nuestro país.

Las plantas, como todos los seres vivientes, nece-sitan alimentarse: ¡iara determinar la clase de alimen-tos que cada una de ellas requiere, debemos conocersu composición. La química, la ciencia más importantede la agricultura, nos enseña la relación en que se en-cuentran !os diversos elementos que forman la ma-teria orgánica y l;i materia mineral.

La materia orgánica, aunque formada por un grannúmero de principios inmediatos, distintos en saibory olor, en su aspecto, en su naturaleza y propiedades,está siempre compuesta de los elementos oxígeno,hidrógeno y carbono en los principios no azoados, yen los azoados de oxígeno, hidrógeno, carbono ázoe,y también azufre, aunque en cantidad relativamentepequeña.

Ya hemos dicho que la materia mineral, ó sean lassustancias fijas, está formada por los residuos quequedan después de la incineración. Estos residuos,vulgarmente llamados cenizas, cunque variables en sunaturaleza y en sus proporciones, se componen prin-cipalmente de los ácidos fosfórico, sulfúrico y silícico,y de las bases potasa, cal, magnesia y óxido de hier-ro, y decimos principalmente, porque algunas plantascontienen además la sosa y el manganeso, así comoel cloro, el bromo y el yodo.

Los elementos que forman la materia orgánica, se-gum ya hemos indicado, los toman las plantas de losorígenes naturales; el agua, el ácido carbónico y elamoniaco; las sustancias fijas las toman del suelo. Aexpensas de estas diversas sustancias, y bajo la in-lluencia de los fenómenos vitales, la planta se nutre y

(1) Núm. 55, pág\ 57, de la REVISTA EUROPEA,

se desarrolla, y por esta razón se llaman alimentos.Los alimentos de las plantas los podemos dividir en

alimentos gaseosos y en alimentos fijos. Los prime-ros, como ya hemos dicho, son absorbidos por lashojas, y los segundos por las raíces; los alimentos ga-seosos forman parte de la constitución del tuelo y pe-netran también por las raíces; es decir, que puedenser asimilados por las hojas y por las raices; el azufreforma parte, aunque en cantidad mínima, de la mate-ria orgánica, y es suministrado por el ácido sulfúrico,que se encuentra asimismo en el suelo.

Antes de entrar en el estudio de la alimentación dela planta, vamos á dar ligeras nociones de fisiologíavegetal; es decir, á estudiar las condiciones que sonnecesarias para la vida vegetal, y en este estudio va-mos á seguir casi literalmente á Liebig, que es el autorque con mayor claridad, y de un modo más práctico,ha examinado los fenómenos de la vegetación.

Los agentes físicos indispensables para la vida delas plantas son el calor y la luz solar; por el concursosimultáneo de estos agentes y de ciertos fenómenosquímicos, la semilla da lugar á una planta perfecta.La semilla contiene en su propia masa los elementosnecesarios para formar los órganos, tanto p.éreos comosubterráneos, por medio de los cuales se ha de verifi-car la absorción de los alimentos contenidos en elaire y en el suelo. Estos elementos están formadospor sustancias azoadas, gluten y albúmina; por sus-tancias no azoadas, materia grasa, goma, azúcar yalmidón, y por una cierta cantidad de fosfatos tórreosy de sales alcalinas.

La vida de una planta presenta dos épocas: la ger-minación y la nutrición. La germinación puede verifi-carse en presencia del agua y en el suelo, y en uno yen otro caso la materia farinácea de las semillas setrasforma en la planta naciente en hojas y raíces, sinaumento sensible de peso.

Las dos experiencias siguientes, citadas por Liebig,nos enseñan cómo se verifica la germinación de lassemillas debajo del agua:

1." Se hace germinar un grano de trigo sobre unaplaca de vidrio que descansa en el agua, y provista deagujeros, para que las raíces puedan penetrar en ella,y se desarrolla la planta, que vive durante algúntiempo sin recibir ningún alimento, y al cabo de tresó cuatro semanas se ñola que la extremidad de la pri-mera hoja empieza á ponerse amarilla. Examinandoentonces el grano, se ve que la envolvente está va-cía. Sin embargo, la planta no perece todavía; pro-duce nuevas hojas, y muchas veces un débil tallo,porque los elementos de las primeras hojas que semarchitan sirven para formar nuevos órganos.

2.a Si se hace germinar igualmente una simientede cotiledones carnosos y rica en sustancias alimen-ticias, por ejemplo, las habas, se observa que en con-diciones favorables se desarrolla la planta hasta la

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N.° 62 L. OTOR. ASIMILACIÓN DE LOS VEGETALES. 333

floración, y aun hasta la producción de pequeñassimientes.

En estas experiencias, como ya hemos dicho, nohay más que una simple trasformacion de la materia,puesto que el desarrollo se verifica sin aumento sensi-ble de peso.

Cuando la germinación se verifica en el suelo, elfenómeno se produce de la misma manera; pero lanueva planta, desde el momento en que se han formadolos órganos de la nutrición, absorbe por las hojas losalimentos gaseosos que se hallan en la atmósfera, ypor las raíces los elementos contenidos en el suelo.

Como se ve, la germinación en uno y otro caso severifica de la misma manera; es decir, trasformándosela materia de las semillas en hojas y raíces do lanueva planta, sin que haya aumento sensible de peso;en el primer caso, no hay más que una simple trasfor-macion; en el segundo, por el contacto del suelo em-pieza la segunda época de la vida de la planta, la nu-trición, ó sea el trabajo fisiológico que precede á laasimilación.

Para que la germinación se verifique es preciso quela semilla esté bien fecundada y madura, y que serealicen las tres condiciones siguientes:

1.a Humedad.2." Un cierto grado de calor.3." El acceso del aire.Basta que falte una de estas tres condiciones para

que no tenga lugar la germinación. En efecto, en al-gunos años de sequía en Castilla han dejado de ger-minar los granos de trigo; todo el mundo sabe que lagerminación se verifica en más ó menos tiempo, segúnque la temperatura es más ó monos elevada, y queninguna semilla germina á temperaturas inferiores ácero grados, y por último, que la presencia del airees indispensable, lo prueba que ciertas semillas, intro-ducidas profundamente en la tierra ó en el fondo dealgunos pantanos, pueden quedar hasta años enterossin germinar, á pesar de que haya mucha humedad yun cierto grado de calor. Cuando la germinación severifica debajo del agua, es porque interviene el oxí-geno que ésta lleve en disolución; por esta razónaconsejan algunos autores que el arroz se siembrecon un principio de germinación.—En Valencia sepone con este objeto el arroz antes de la siembra en elagua durante uno, dos y hasta tres dias.

Llenas estas condiciones y colocada la semilla enel suelo, y bajo la influencia del agua, empieza porablandarse, después se hincha y rompe la envolventepara dar paso al rejo que se dirige al interior de latierra y se convierte en la raíz. Luego se desarrolla laplumula, que toma una dirección opuesta al rejo, saleal exterior y forma el tallo, sobre el cual no tardan enaparecer las hojas, y esto se verifica sacando el em-brión sus elementos de la misma semilla.

La reacción química que tiene iugar en esta tras-

formación, la explica Liebig de la manera siguiente:uno de los elementos azoados del grano obra sobre losotros y sobre el almidón y los hace solubles, el glu-ten se trasforma en albúmina vegetal, y el almidón yel aceite se convierten en azúcar. Durante la germina-ción , el oxígeno del aire ambiente es absorbido y seproduce una cantidad equivalente de ácido carbónico.

La calidad de los granos que han de servir para lasiembra es de la mayor importancia para el porvenirde la vegetación. El desarrollo de una planta, segúnLiebig, depende de su primer crecimiento; el númerode hojas y de raíces que se forman durimte la germi-nación dependen, no teniendo en cuenta los elemen-tos azoados, de la cantidad de fécula contenida en lasemilla. U.i grano pobre en fécula , germina como elque lo contiene en abundancia; pero antes que el pri-mero haya absorbido los alimentos necesarios paraproveerse de raíces tan fuertes y tan numerosas comola otra, ésto los tomará desde luego, porque provistodesde el principio de una superficie absorbente másextensa, habrá llevado á cabo su crecimiento cor. ma-yor rapidez.

Tanto en el reino vegetal, como en el reino animal,debe tenerse siempre presente lo que nos enseñadiariamente la experiencia: que para propagar y mul-tiplicar una especie dada se deben elegir los indivi-duos más sanos y más robustos.

En la elección de las semillas nos confirma tam-bién la experiencia que no debe olvidarse el suelo y elclima en que han vivido. El trigo de Odesa y el deHungría, por ejemplo, son muy estimados en! los paísesfrios; en el alto Rhin los labradores estiman mucho lasimiente de cáñamo de Bolonia y de Ferrara•, y en Es-paña se da la preferencia á la de Cehejin (provinciade Murcia), por ser la que produce cáñamos más finosy de mayor altura.

El numero y extensión de las raíces que se formanen el primer crecimiento de las plantas, influye nota-blemente sobre su desarrollo ulterior. Estas raicillasen un principio están formadas de fibras muy delica-das que van creciendo, y forman en su extremidadnuevas fibrillas que tienen que abrirse paso, venciendola resistencia que les presenta la tierra.

La fuer/.a de las raicillas para penetrar en el sueloes muy variable: las que son muy delicadas requierenun terreno ligero y esponjoso, y las que son volumi-nosas y consistentes vegetan bien en terrenos fuertesy compactos.

E! trigo, entre los cereales, es el que desarrolla lasraíces más fuertes, y penetra á muchos pies de pro-fundidad; por lo tanto requiere un suelo compacto,cuya capa arable tenga algún espesor; y como penetraalgunas veces en el sub-suelo, es indispensable en-tonces que éste tenga una composición análoga á ladel suelo.

El desarrollo de las raíces de la avena es también

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334 REVISTA EUROPEA. 2 DB MAYO DE 4 8 7 5 . N.° 62

bastante considerable; pero siendo éstas menos resis-tentes que las del trigo, vegetan bien en terrenos algomenos compactos.

La raíz de la cebada está formada de un haz delibras finas y relativamente cortas, por lo que con-viene á esta planta un terreno esponjoso, cuya capaarable tonga mediano espesor.

El arroz tiene también un haz de raicillas poco pro-fundas; así es, que se desarrolla bien en un terrenoarcilloso y esponjoso, aunque tenga poco espesor.

La caña de azúcar tiene también raíces fuertes perorelativamente cortas, y necesita un suelo arcilloso yalgo más compacto y de mediano espesor.

til cáñamo tiene raíces poco profundas; la patata seforma en las capas superficiales de la tierra; las raícesde las habas, de los guisantes, de los nabos y de laremolacha, bon bastante extensas; el cacahuete, quetanto se cultiva en Valencia, tiene raíces menos pro-fundas, y cada una de estas plantas requiere un ter-reno apropiado y labores más ó menos profundas.

Por lo que ligeramente hemos consignado, se ve laimportancia que tiene el estudio de las raíces que,según Liebig, es hoy la base de la Agricultura. Ellabrador debe procurar, al preparar sus tierras, quequeden en condiciones de permitir libremente el creci-miento de las raíces, para lo que necesita conocer sunaturaleza y propiedades. La raíz no es solamente elórgano por donde la planta asimila los elementos mi-nerales indispensables para su crecimiento: semejanteal volante de una máquina, regula el trabajo nutritivode las plantas y almacena los alimentos en las épocasen que se detiene la vegetación, para restituirloscuando ésta se activa, y de esta suerte la raíz atiendeá las necesidades de la planta desde su nacimientohasta que termina su vida.

Las plantas se dividen en anuales, bianuales y viva-ces ó perennes, según que viven uno, dos y mayornúmero de años. Cada una de estas plantas presentadistintos fenómenos vitales durante su crecimiento.

La planta anual se desarrolla en general de unamanera casi uniforme en todas sus partes. El alimentoabsorbido cada dia sirve para el crecimiento de losórganos subterráneos como para los órganos aéreos,y consumen tanto más, cuanto más extensa es la su-perficie absorbente. Sin embargo, hay algunas plan-tas, como los cereales, que se asemejan bastante ensu crecimiento á las plantas bianuales.

La planta bianu?l no se desarrolla ya de una manerauniforme, y presenta tres períodos: en el primero seforman las hojas; en el segundo las raíces; y cuandoéstas han acumulado los materiales necesarios parael desarrollo de la flor y del fruto, forman el terceroy último período.

En las plantas perennes se desarrolla en los prime-ros meses una plaijta de poca altura; pero, á partir deeste momento, no se nota ningún crecimiento ni en

el tallo ni en las hojas; sin embargo, la planta conti-núa su vida, solamente que en lugar de crecer los ór-ganos exteriores, la vida se concentra en la raíz. Elalimento absorbido por los órganos exteriores despuésde trasformodos en materiales de construcción, se di-rige hacia la raíz y se acumula en ella en cantidadtal, que al año siguiente suministra, sin el auxilio doningún alimento exterior, los materiales de una nuevaplanta perfecta de una altura doble, guarnecida denumerosas ramas y abundantes hojas.

En el segundo año se detiene igualmente la vege-tación en los órganos exteriores y se concentra denuevo en la raíz; y á consecuencia del mayor desar-rollo de los órganos aéreos, se acumulan en mayorcantidad que en el primer año.

Los mismos fenómenos se desarrollan en los añossucesivos, hasta que la planta haya adquirido todo sudesnrrollo y produzca fruto.

La siguiente experiencia hecha en Inglaterra porAnderson y publicada por Liebig sobre el cultivo delos nabos en las diferentes fases de su desarrollo, nosdan á conocer la relación en el crecimiento de las ho-jas y de las raíces.

Los nabos fueron sembrados en un área, medid isuperficial que equivale á 4,046 metros cuadrados, yfueron arrancados sucesivamente el 7 de Julio, el 1 1de Agosto, el 1." de Setiembre y el 8 de Octubre; esdecir, en cuatro épocas ó fases distantes de su creci-miento.

El cuadro siguiente marca el peso en libras de lashojas y de las raíces en las diferentes épocas en quefueron arrancadas.

Hojas. Raices.

1." Arrancado después de 38 días. 219 7,002." idem id. 67 id.. 12.798 2.762,003.° idem id. 87 id.. 19.200 14.400,004." ídem id. 122 id.. 11.208 36.792,00

Examinando este cuadro, se ve que en los prime-ros 67 dias el trabajo orgánico se concentra princi-palmente en el desarrollo de los órganos exteriores.

Desde el 7 de Julio al 11 de Agosto, es decir, en35 dias, el peso de las hojas ha dado un aumento de12.874 libras, y el de las raíces de 2.785, lo que equi-vale á un aumento diario de 389 libras de hojas y 78de raíces.

En esta época la formación de las hojas predominaen la proporción siguiente: sobre once partes en pesode alimento absorbido, nueve partes se trasformanen hojas y dos en raíces.

En el tercer período la relación cambia, porque elpeso de las hojas ha aumentado en el espacio de 20días de 6,807 libras, y el de las raíces de 11.638 li-bras, lo que corresponde á un aumento diario de 928libras de hojas y 582 libras de raíces, ó lo que es lo

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N.° 62 L. M. UTOI4. ASIMILACIÓN DE LOS VEGETALES. 3 3 5

mismo, sobre veinticinco partes de alimento absorbidoy utilizado no hay más que uno en las hojas y diez yseis en las raíces.

A medida que las hojas van llegando al térmioo de 'su desarrollo, pierden la facultad de emplear el ali-mento en su construecion ulterior para trasformarloentonces en materiales plásticos, que se depositan enlas raíces. Los mismos elementos que tomaban las ho-jas cuando su crecimiento, vienen á formar los ele-mentos constitutivos de las raíces.

Esta aminoración de las parles integrantes de lashojas y su trasformacion en partes constitutivas de lasraíces, se manifiesta en el cuarto período. El pesototal de las hojas que era en 1." de Setiembre de19.200 libras, se reduce en B de Octubre á 11.208;es decir, que sufren una disminución de 7.992 librasen 3b dias, osean 228 libras por dia, lo que quieredecir que sobre 34 hojas perecen 10, mientras quelas raíces aumentan durante el mismo tiempo 22.392libras, ó sean 640 por dia.

Ya hemos dicho que las plantas asimilan sus ele-mentos orgánicos por las hojas y por las raíces, y loselementos minerales solamente por las raices; la re-lación en que se encuentran los principios azoados yno azoados varía en cada planta: en los cereales la pro-porción es como 1 es á 4 ó S. Las remolachas, las pa-tatas y el arroz contienen una proporción menor deprincipios plásticos.

Cuando empieza el trabajo orgánico de las plantas,por ejemplo, en el grano de trigo, ti embrión dirigesus raicillas hacia la tierra y desarrolla simultánea-mente una varilla compuesta de dos ó tres hojascompletas. Al mismo tiempo que se verifican estoscambios, los elementos de los cuerpos farináceos seliquidan, el almidón se trasforma en una sustanciaanáloga á la de la goma, después en azúcar, y elgluten en albúmina. Estas sustancias constituyen elprotoplasma ó son el alimento de las células. Los cam-bios que sufren les permiten trasportarse á los sitiosdonde las células están en vía de formación. El almi-dón proporciona los elementos de las paredes de lacélula, y su contenido proviene principalmente de lamateria azoada.

La germinación se efectúa sin aumento de peso: paraque después se verifique el crecimiento de las plan-tas, existe la sustancia del protoplasma, así comola presencia de los principios minerales: el alimentoazoado» determine la producción de una materia azoa-da, con el objeto de que el protoplasma se restablezcapor completo y aumente proporcionalmente durantetoda la duración del trabajo químico. Los principiosminerales engendran la materia no azoada, de la queuna parte se emplea en la formación de las celdillasleñosas, mientras que el resto queda en reserva paraser empleado alternativamente en el mismo caso.

El curso normal del crecimiento de una planta exige

una proporción determinada de materias azoadas y noazoadas, y para que esta relación no varié, es indis-pensable que, no falten ni sobren las materias minera-les. Una falta de materias azoadas y un exceso desustancias minerales, producirían una proporción ma-yor de materias no azoadas. Cuando éstas se trasfor-man en hojas y en raíces retienen una cierta cantidadde materias azoadas, de modo que la fructificación quereclama ante todo un exceso de protoplasma, puedefaltar.

Cuando hay un exceso de materia azoada y unafalta de elementos fijos, la planta vive mal, porque enel trabajo orgánico no puede aprovecharse el elementoazoado sino en la proporción en que se encuentra enel protoplasma, y el contenido en la célula, no te-niendo materiales minerales para formar sus paredes,la vegetación se verifica en condiciones anormales.

Todos los hechos conocidos sobre la nutrición delos vegetales, demuestran que las raíces gozan un pa-pel activo, bien determinado en la elección de la canti-dad y de la calidad de las materias que toman del suelo.

Existen algunas plantas marinas que viven en ter-renos salados, que contienen millares de átomos decloro para uno de yodo, y asimilan, sin embargo, elyodo y no el cloro, á pesar de las analogías de estosdos cuerpos.

El papel de las raíces se demuestra principalmentecuando no están en contacto con el suelo, como su-cede con ciertas plantas acuáticas.

Estas plantas asimilan sus elementos minerales deuna disolución; por lo tanto, se encuentran reparti-dos y mezclados de la manera más uniforme, y sinembargo el análisis demuestra que las plantas hantomado sus alimentos minerales en una proporciónmuy diferente de la que se encuentra en la disoluciónsalina.

El análisis de las cenizas de la lenteja de agua y dela disojpcion en donde esta planta acuática ha vivido,nos demuestra el poder electivo de las raíces; en efec-to, en las cenizas de te lenteja de agua se encuentranla sal común y la potasa en la proporción siguiente:

Sal común 10 partes.Potasa 22 »

y en el agua donde ha crecido, sobre diez partes desal sólo existen cuatro partes de potasa.

Lo mismo sucede con los ácidos sulfúrico y fosfó-rico que en las cenizas de las lentejas, se encuentranen la proporción de 10 : 14 y en el agua de 10 : 3.

Estos ejemplos nos demuestra que las plantas tie-nen una verdadera elección para la absorción de losalimentos que cada una necesita.

Sin embargo de lo anteriormente expuesto, se hanvisto casos en que no es absoluta la facultad de opo-nerse á la penetración de ciertas materias que no go-zan ningún papel en la vida vegetal.

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336 REVISTA EUROPEA. % DE MAYO DE 1 8 7 5 . N.° 62

En efecto, según los análisis practicados en lasraices de algunos árboles, se han encontrado, aunqueen cantidades muy pequeñas, la presencia del estaño,del plomo, del zinc y del cobalto, y hasta hoy la fisio-logía vegetal no admite como alimento indispensablepara los vegetales más que al hierro, y en algunoscasos al manganeso, porque la ausencia del hierro prin-cipalmente comprometería la vida de los animales.

Las sustancias minerales que necesitan asimilar lasplantas como indispensables para el mantenimientode su vida, son, como ya hemos dicho, los ácidos fos-ferico, sulfúrico y salíneo, y las bases potasa, cal,magnesia y óxido de hierro, y así como varía la pro-porción de materia azoada en las diferentes plañías, estambién muy variable la de las sustancias minerales.Así, mientras que en cien partes en peso de arroz nocontienen ni aun uno por ciento de materias minera-les, el trigo y la cebada contienen dos y hasta dosy medio por ciento; es decir, triple cantidad próxi-mamente que el arroz. LD relación en que se encuen-tran los principios minerales varía también: hay plan-tas que requieren doble y triplo cantidad de potasaque otras. La proporción de ácido fosfórico es tam-bién muy variable, y por último, hay plantas como lasleguminosas, que asimilan pequeñas cantidades de sí-lice, al paso que en la paja de los cereales es el ele-mento que predomina.

Antes de determinar la cantidad de sustancias mi-nerales que necesita asimilar cada planta, voy á haceralgunas consideraciones sobre las causas que se opo-non al progreso de la Agricultura.

La causa principal que impide el progreso de laproducción agrícola, os la falta de conocimientoscientíficos en que han vivido nuestros labradores, quehabían creido, y algunos todavía siguen creyendo, quelas ciencias no podían prestar su concurso á la Agri-cultura.

Este error tan lastimoso ha ejercido una influenciaen extremo perjudicial. Algunas corporaciones, en lamayor parte de cuyos individuos debía suponersesaber é inteligencia, fueron las primeras en negarel auxilio que podían prestar las ciencias naturalesá la Agricultura, y nada monos que la SociedadReal de Agricultura de Londres, por boca de su pre-sidente Passij negó la importancia de la teoría mi-neral de Liebig; hace algunos años que este eminentesabio tuvo el sentimiento de ver negada la peticiónde defender sus teorías en el periódico que publicabaesta sociedad, y quizás por esta causa se vio obligadoi\ publicar su grande obra que titula Leyes naturalesde la Agricultura: hoy esta sociedad deplora su li-gereza , y comprende que pocos trabajos en el sigloactual han proporcionado mayores beneficios que losrealizados por Liebig.

La influencia que ejerce 3l criterio exclusivamentepráctico que domina á nuestros labradores, es en ex-

tremo perjudicial: en vez de estudiar el suelo y losalimentos que necesite el cultivo de cada planta, si-guen la rutina y se entregan con fe ciega á poner enpráctica lo que vieron hacer á sus padres y á susabuelos.

No les preguntéis á estos labradores la cantidad desustancias fertilizantes que contiene la tierra, ni tam-poco las necesidades de la planta que en ella se pro-ponen cultivar: ni la extensión de las hojas y profundi-dades de las raíces que son los órganos por donde sehan de alimentar; todo esto es para ellos incompren-sible, y es forzoso enseñarles experimentalmente, quesolamente teniendo conocimiento profundo dei suelo,de ¡os alimentos que cada planta necesita y de los ór-ganos de la nutrición, es como se obtienen hoy cose-chas abundantes.

La Agricultura, ya lo hemos dicho, no ha podidoapreciar los errores en que ha vivido por espacio detantos siglos hasta que la química ha acudido á suauxilio. Los conocimientos que se tenían acerca delas condiciones de la vida de las plantas, eran muylimitados: se creía que el oxigeno lo tomaban del aire,y se s;ibía únicamente que el ácido carbónico era elorigen de donde asimilaban el carbono; pero descono-cían por completo los orígenes del hidrógeno y delázoe. Las cenizas que dejaban todas las plantas alquemarse, era, según los antiguos, un accidente queno importaba conocer, porque variaba la composiciónde las cenizas según la naturaleza del terreno; y, porúltimo se creía que no eran indispensables estas sus-tancias para la vida del vegetal.

La química, con sus rigurosos métodos, sometió alanálisis las raices, el tallo, las hojas y el grano decada planta, y encontró siempre la misma composición,y entonces vio que estas sustancias minerales no esta-ban en ellas accidentalmente, ni tampoco que variabansegún la localidad en que se cultivaban, y, por el con-trario, demostró que cada planta, por medio de susraicillas, absorbía de! suelo los principios de su cons-titución, que son indispensables luego para el mante-nimiento de la vida animal; y de esta manera llegó áadquirir el conocimiento del papel importante que Ia3materias minerales gozan en la vegetación, porque sinellas, la experiencia nos demuestra que es imposiblela vida vegetal.

Estos importantes trabajos hicieron comprender enseguida que el suelo debía perder insensiblemente sufertilidad á medida que las plantas cultivadas tomasende él las sustancias minerales, y que para evitar elesquilmo era preciso devolver á la tierra los elementosasimilados por cada vegetal, y que si la restitución noera completa era imposible seguir obteniendo cosechasabundantes en el cultivo de cada planta.

La química demostró también que las cenizas de losexcrementos sólidos y líquidos de los hombres y detodos los animales tienen la misma composición que

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N.° 62 L. M. DTOR. ASIMILACIÓN DE LOS VEGETALES. 337las cenizas de los vegetales que á cada uno sirve denlimcnto, y entonces pudo explicarse satisfactoria-mente el papel que el estiércol representa en la vidade las plantas, que es la devolución al suelo de las sus-lancias que le han quitado las cosechas anteriores. Seconcibe ahora, sin dificultad, que si se aplicase enEuropa el mismo sistema de cultivar los campos queen el Japón, que consiste en agregar en forma de es-tiércol todos los restos de vegetales, así como losexcrementos sólidos y líquidos de los hombres y delos :inimales, la restitución sería completa y las tierrasconservarían, como en la China y en el Japón, indefi-nidamente su fertilidad.

Desgraciadamente para la Agricultura, este sistemade aprovechamiento completo no se sigue en nuestropaís ni en general en toda Europa: los excrementossólidos y líquidos del hombre que contienen los prin-cipios fijos del grano y de los frutos no se devuelvenfi la tierra, y es fácil de deducir, como ya hemos di-cho antes, que la restitución, no siendo completa, esinsuficiente para conservar de una manera durable lafertilidad á las tierras.

Rl agricultor europeo, si quiere obtener siemprecosechas abundantes, debe e npezar por mantener lastierras en el mismo estado de fertilidad; y como estono lo consigue aunque aprovecho todo el estiércol,debe además agregar las sustancias fijas del gr;mo queen forma de excrementos van á perderse en los rios,y por último en el mar, para servir de alimento á lospeces.

Estas ideas modernas eran completamente desco-nocidas por nuestros agricultores, y por esto se dis-culpa el sistema de cultivo tan expoliador que se liapracticado hasta hace pocos años; pero hoy que se co-noce el procedimiento para que las tierras no pierdansu fertilidad, seria hasta criminal seguir cultivando loscampos sin restituir todos los principios que pierdeen cada cosecha.

Es preciso que el labrador se persuada de que sumisión no consiste en seguir un sistema de cultivo es-quilmador que deje á la tierra infórtil en pocos años.Su propio interés, y el de la sociedad entera, exigende él que obtenga cosechas cada vez más abundantesy durante un tiempo ilimitado, y esto no se consiguemás que conservando y aún más aumentado la fertili-dad del suelo hasta obtener el máximun de producción.

Por poco que reflexione el labrador, ha de com-prender que, si quiere cultivar con inteligencia sustierras, debe conocer:

1." Si las tierras son fértiles, ó lo que es lo mismo,si contienen todos los principios que exige cada cul-tivo.

2.° La cantidad de principios que cada planta tomadel suelo.

3.° La composición del abono que debe emplearpara devolver á la tierra su fertilidad.

TOMO IV.

Estos datos son indispensables hoy para el cultivode cada planta, y estamos seguros que con este cono-cimidnto no continuarían los cultivadores de la cañae» Andalucía empleando el guano; pues como ya he-mos dicho en el articulo titulado Teoría mineral, esteabono no contiene la cantidad de potasa que requiereesta planta.

En casi todo el reino de Valencia se cultivan lashabas, los guisantes, las habichuelas y algunas otrasleguminosas, y el abono que emplean generalmentees el guano del Perú; estas plantas necesitan abonosricos en potasa y poco azoados. Si estas ideas fueranconocidas e;i las provincias de Valencia, Castellón,Alicante y Murcia, comprenderían por qué se encuen-tran ya esquilmados los terrenos que dedican á estoscultivos.

Vamos á indicar el medio que ha de emplear el la-brador para determinar la suma total de elementosque cada planta toma del suelo.

En primer lugar deba empozar por conocer el pesodel grano y de la paja, ó sea de todas las partes ver-des de las plantas que ha obtenido en "cada cosecha:conocido este dato, y sabiendo la cantidad en peso decenizas que producen cien parles de grano y de pajaen cada vegetal, fácil es determinar entonces la can-tidad en peso de las sustancias que la planta ha lo-mado del suelo.

Cantidad de cenizas obtenidas por cien partes enpeso de algunas de las plantas que se cultivan conmás frecuencia.

Grano. Vaina. Paja.

Trigo 2,31 término medio 0,00Obada 2,54 — 0,00Avena 2,01 — 0,81Centeno 4,41 — 6,50Maii 1,03 — 0,00Habas 5,00 — 7,00Guisantes 2,07 — 7,01Algarrobas . . . 2,04 — 10,08Lentejas» 2,06 — 0,00

Simiente de lino 4,02 — 0,00<

Ídem de cáfiamo 5,06 — 0,00

Fibra.Paja...Fibra..Puja. . .

6,00S,866,148,294,84S,004,846,005,581,284,501,78

Proporción de las cenizas obtenidas en cien partetde las plantas siguientes:

Raices.

Patatas 3,90Nabos para pienso 7,00Zanahorias í>,dONabo gallego 4,30Maguey 7,00Coles »Tabaco »

Hojas.

521,8017,0010,4218,767,SS

22,0023,08

Para que sea más fácil la inteligencia délo que an-tes hemos dicho, vamos á determinar la cantidad deprincipios fijos que toma del suelo la cosecha de trigoobtenida en una fanega y en una hectárea.

26

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REVISTA EUROPEA.—2 DE MAYO DE 1 8 7 5 . N.° 6 2

Supongamos que la cosecha en una fanega seade t.SOO libras de grano y 3.780 de paja:

I.ü001ibrasdegranodetrigo,íí2,31 poriOO. 34,613.750 — de paja, á 6 por 100 225

Supongamos ahora que en una hectárea la cosechaset> de 2.000 kilogramos de grano y 5.000 de paja:

2.0Q0kilogs.degranodetrigo,á2,31 porlOO. 46,20¡5.000 — de paja, á 6 por 100 300,00

346,20

Se ve, pues, que, suponiendo de 1.500 libras degrano y 3.7ES0 libras de paja ia cosecha que-ha pro-ducido una fanega de tierra, la planta ha tomado delsuelo 260 libras próximamente de materiales minera-les, y el recogido en una hectárea, en la suposición del2.000 kilogramos de grano y 8.000 de paja, ha tomado346 kilogramos de sustancias fijas.

Los agricultores ingleses tienen siempre la costum-bre de determinar el peso del grano y de la paja, asícomo todas las partes verdes de las plantas que culti-van, y esto les facilita el conocimiento de los princi-pios fijos que toman del sucio, según hemos visto porel ejemplo que acabamos de poner.

El conocimiento de las cenizas que dejan todos losvegetales que se cultivan en nuestro país no está de-terminado, ó por lo menos, no lo he visto publicadoen ninguna obra; hay plantas, como los ajos, las cebo-llas, los pimientos, el garbanzo, el limón, el naranjo,en que no está determinada la cantidad de cenizas quedejan después de la incineración, y creyendo prestarun servicio á la Agricultura, nos proponemos llenareste vacío, y lo publicaremos á la terminación de estaserie de artículos.

Conocida la cantidad de cenizas que toma cadaplanta del suelo, y teniendo á la vista la composicióndo cien partes de cenizas de cada una de las partes delvegetal, fácil es deducir la cantidad de sustancias mi-nerales que las plantas extraen del suelo en cadai asecha.

En un gran número de plantas está determinada lacomposición centesimal de las cenizas; pero hay algu-nas que se cultivan con preferencia en nuestro país, ycuyos trabajos analíticos no conozco; desde hace al-gún tiempo, en unión con mis compañeros los señoresD. Constantino Saez yD. José Soler, nos ocupamos deestos trabajos, y publicaremos igualmente los quetengamos terminados á la conclusión de estos ar-tículo?.

Para que se pueda aprecian la importancia de estostrabajos, vamos á hacer aplicación á la determinaciónde los principios fijos que se lian extraído de una fa-nega de tierra de 400 estadales, en un cultivo rotativo,

que se ha sembrado el primer año trigo, el segundonabos; el tercero cebada, y el cuarto heno.

Grano. Paja. Bulbo,. *£™' Heno. ' " L " 'Libra*.

Potasa 14,59 52,73 142,66 88,82 38,22 316,82Sosa 7,05 1,21 17,31 16,76 12,05 54,38Cal 2.24 27,62 46,24 72,14 44,45 192,68Magnesia 7,60 12,11 18,16 9,58 7,09 54,87Oxido de hierro 1.11 5,96 4,35 2,B7 0.58 14.67Acido fosfórico... . 35,70 10,56 25,77 28,80 15,12 116,01Idsm sulfúrico. . . . 0,12 13,15 46, 4 38,81 9.20 107,52Cloro 0,02 3,35 12,24 49,75 4,08 69,62Sílice 14,71 233,08 27,30 2,67 78,23 3;>5,72

83,00 340,00 340,00 310,00 209,00 1.282,00

Se ve, pues, que en esta rotación, las cuatro plantascultivadas han sacado del suelo 1.282 libras de sus-tancias minerales.

Terminaremos este artículo determinando la canti-dad de sustancias minerales que toma del suelo un:icosecha de arroz, cultivo que tiene grandísima im-portancia en la provincia de Valencia.

La composición de las cenizas del arroz, la hemospublicado en nuestro artículo anterior, y también he-mos dicho las cantidades de cenizas que se obtienendel grano, de la paja y de la cascara del grano.

Para hacer esta deducción, hemos supuesto que lacosecha es de 8.000 kilogramos por liectárea, ó seantres cahíces por hanegada, que á juicio nuestro repre-senta el término medio déla producción.

Principios fijos que toma del suelo el arroz culti-vado en una hectárea de tierra, suponiendo que lacosecha es de 55,000 kilogramos:

Grano. Paja. Total.

Potasa 11 42,78 53,7bCal 4,80 >• 4,80Magnesia 8,60 15,08 20,68Óxido férrico 4,80 18,24 23,04Ácido fosfórico 18,80 6,78 28,25ídem sulfúrico 1,78 12,00 13,75ídem silícico 8,80 222,85 231,35

54,98 317,37 372,32

Sabiendo ahora que una hectárea de tierra tienedoce hanegadas próximamente, se podrá deducir la si-guiente tabla:Principios minerales que toma del suelo el arroz

cultivado en una hanegada de tierra, suponiendoque la cosecha sea de tres cahíces:

Grano. Paja. Total.

Potasa 0,916 3,800 4,416Cal 0,378 » 0,378Magnesia 0,466 1,257 1,723Óxido de hierro 0,400 1,820 1,920Ácido fosfórico 1,541 0,862 2,103ídem sulfúrico 0,146 1,000 1,146Ídem silícico 0,666 18,500 19,166

4,810 26,339 30,849

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N.° 62 T. R1BOT. LA PSICOLOGÍA ALEMANA. 3 3 9

Las consecuencias que se deducen de l&s anterioresconsideraciones, nos conducen á las conclusiones si-guientes:

1 .* Que la Agricultura moderna exige al labradorel conocimiento del suelo, único medio de deterniinnrlas plantas quu puede culüvar.

2." Que es preciso conocer igualmente la suma dealimentos quo cada planta asimila.

3." Que para determinar la cantidad de sustanciasminerales que necesitan asimilar los vegetales, espreciso conocer primero la cosecha, ó sea al productoen grano y paja, y segundo la composición de las ce-nizas de cada una do los portes de la planta.

Luis MARÍA UTOII,Director del Conservatorio de Artes y Oficios de Madrid.

LA PSICOLOGÍA ALEMANA CONTEMPORÁNEA.

GUILLERMO WUNDT.

IV. *

LA SENSIBILIDAD.—EL SENTIMIENTO ESTÉTICO.

Las sensaciones, percepciones, imágenes ó ideasno constituyen toda nuestra vida psicológica. Losobjetos no son solamente conocidos, sino que nosafectan en cierto modo. Los sentimientos y los de-seos; en una palabra, los fenómenos de sensibilidadforman un grupo importante en los estudios del psi-cólogo.

Por diferentes que puedan ser estos hechos, tie-nen sin embargo un punto común: todos se relacio-nan con un estado del ser sensible; son subjetivos.Pero de aquí nace una dificultad. Como están con-tenidos en los límites del sujeto, sus causas, en granparte, no están al alcance de la investigación objeti-va, y la experiencia que podía aplicarse á las per-cepciones, no tiene aquí lugar. Nuestra teoría delos sentimientos, dice Wundt, supone ante todola existencia de esos procesos psíquicos inconscien-tes de que hemos hablado. Los sentimientos, de-seos, etc., no entran en nuestra conciencia sinobajo la forma de resultados, pero el proceso quelos produce es inconsciente. Necesitamos, pues, re-hacer ese génesis conforme á las leyes do lo in-consciente, tal y como las conocemos, y la legiti-midad de este trabajo debo ser después compro-hada por la confrontación con los hechos, que hacenaquí las veces de experiencias: datos etnológicos,antropológicos, historia de las costumbres, de lasreligiones, producciones estéticas, datos de la esta-dística.

Véase el núm. anterior, pag.

Wundt muestra una tendencia muy marcada ensus estudios sobre la sensibilidad, á relacionar éstacon la inteligencia. Los sentimientos y los deseossólo son para él inteligencia, confusa. Esta ten-dencia le acerca á Leibnitz y á un psicólogo mu-cho más moderno, Herbart, Explícase muy bien di-cha inclinación en un espíritu científico que aspira ála precisión, pero resulta un defecto grave, cual esque el estudio de los hechos puramente sensibles—placeres y dolores—está muy descuidado. «En todosentimiento, dice, en todo afecto, en toda incli-nación, hay un conocimiento instintivo. El senti-miento es hasta idéntico al conocimiento instintivo,y desaparece desde que el conocimiento llega áser consciente. Llamando al sentimiento conocimien-to instintivo, queremos decir que descansa incons-cientemente en los procesos que en la concienciaconstituyen el conocimiento. No está, pues, en laconciencia, sino en eslado de resultado, y jamáspodemos resolverlo en sus elementos como una ver-dad conocida. Así, pues, el conocimiento no puedeser erróneo sino cuando no se tiene una concienciaclara de las operaciones lógicas de donde nace;mientras que el sentimiento permanece siempre du-doso, puesto que no se puede jamás saber clara-monte cómo se produce. El sentimiento nunca puedereconocer la verdad; no hace más que presentirla;enseña el camino y es la, avanzada del conoci-miento (•!).»

Puesto que los fenómenos sensibles sólo son deinteligencia confusa, se deduce de aquí que en sufondo deben ser razonamientos. En efecto, la sim-patía y la antipatía, el desacuerdo y la armonía, elritmo y la aritmia, son especies singulares de razo-namientos comparativos. La esperanza y los senti-mientos de esta naturaleza, son razonamientos poranalogía. La duda nace de la lucha entre muchosrazonamientos analógicos, etc., etc.

Este hecho general de que el sentimiento nacedo un proceso lógico ó de ranozamiento, se com-prueba además por otras observaciones. Si exami-namos nuestros afectos y nuestros sentimientos ensu relación con las excitaciones exteriores que losocasionan, encontramos entre la causa y el efectouna ley de correlación análoga á la que existe entrela excitación y la sensación. No puede hacerse, enverdad, en este punto una determinación exacta,porque no tenemos método preciso para medir elsentimiento como para medir la sensación. Sin em-bargo, la ley de que antes luimos hablado que expre-sa la relación entro la intensidad de la excitación yla intensidad de la sensación, es aplicable á los sen-

(1) Tomo II, p%s. -M--H; véase también pág. 31 . Todo conoci-miento es instintivo en su oríjren. Wundt presenta como ejemplos lamirada penetrante del naturalista y del módico. El método experimentallo sentían instintivamente antes de Galileo los alquimistas (lección 45. )

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340 REVISTA E0ROPEA. ÍSH DE MAYO DE 1 8 7 5 . N.° 62

cimientos. Los matemáticos del pasado siglo, espe-cialmente Daniel Bernouilli y Laplaee, formularon elprincipio que llamaban la relación de la fortuna físicay (le la fortuna moral, es clecir,.de los hechos exterio-res con los sentimientos internos que producen ennosotros. Decían: el sentimiento del placer que re-sulta de un aumento de fortuna está en relación, nocon la grandeza absoluta, sino con la grandeza rela-tiva de este aumento; ó, empleando su fórmula ma-temática: la fortuna moral es proporcional al loga-ritma de la fortuna física. Si nuestra fortuna au-menta siempre, nuestro placer no crecerá en lamisma proporción. La moneda que se da á un men-digo en un dia de felicidad, apenas la advierte elmillonario; la modesta ganancia que regocija al queempieza una especulación, la desdeña el hombre denegocios bien acreditado. Sucede lo mismo con to-dos nuestros sentimientos, y encontramos aquí laley ya establecida acerca de las relaciones entre laexcitación y el efecto que produce. La significaciónde esta ley, dice Wundt, nos es conocida, es laexpresión matemática de un hecho lógico, es decir,de un razonamiento, y así se encuentra plenamenteconfirmada nuestra tesis de que los sentimientos de-rivan de un proceso psíquico inconsciente.

Después de haber hablado de sentimientos, cuyabaso es puramente física—los que dependen del es-tado de los órganos y de los tejidos,—el autor estu-dia tres grupos importantes muy apropiados á la de-mostración de su tesis: los sentimientos estéticos,morales y religiosos.

Hemos visto que en el orden intelectual todo eltrabajo del espíritu consiste en pasar de las per-cepciones á las ideas ó nociones abstractas, que sonel término del conocimiento. En el orden de los sen-tiiniuntos hay un trabajo análogo, cual es el de pa-sar de los afectos puramente materiales á un ideal,término de los tres grupos de sentimientos que aca-bamos de citar. La relación de la percepción á laidea, es análoga á la relación del sentimiento alideal; pero la primera es consciente y la segundainconsciente. «Ideal es, pues, una palabra que ex-presa el término del proceso inconsciente del cono-cimiento, como idea expresa al término del procesoconsciente. Resultando la idea de una suma do mar-cas v de operaciones lógicas perfectamente cons-cientes, se puede siempre, por el análisis, relacionará los elementos concretos que la han producido: elideal, por el contrario, como no resulta de opera-ciones claras, no puede resolverse en una suma de-terminada de predicados, y de aquí procede ese ca-rácter indeterminado que se llama «el infinito.» Eldeber de las ciencias, añade Wundt, es cambiar, encuanto sea posible, todo el ideal en una idea.

Su teoría del ideal, según se ve, no tiene nada demístico, y lo mismo sucede con toda su estética. Es

característico de los alemanes en parecido caso,hablar como inspirados «de la divinidad del arte yde la religión de lo bello.» Nada do esto se en-cuentra en el sistema de Wund, cuya estética des-cansa en la geometría y en la física. Es evidente queuna estética científica sólo puede ser en la actuali-dad grosero boceto, pero cuando se lee la Óptica yla Acústica de Holmholtz, las Memorias de Fechnersobre la estética experimental, los trabajos de Zei-sing, de que vamos á hablar, se entreve la posibili-dad de sustituir á las disertaciones vagas y á las ge-neralidades disputables, una teoría fundada sobrelas ciencias positivas, es decir, la posibilidad do unaestética que se parezca poco á las que conocemos.Intentaremos dar una idea conforme á la teoría deWundt (4).

Se han seguido generalmente en estética dos mé-todos: el uno especulativo que, partiendo de la ideade lo bello, deduce las leyes; el otro, empírico que,partiendo del análisis de los objetos bellos y de lasobras de arte, induce las leyes estéticas. Hegel re-presenta el primero; Lessing el segundo. Las ven-tajas de ambos métodos se encuentran reunidas enel método experimental que procura, según diceWundt, determinar los factores que producen elefecto estético y descender así hasta los elementossimples.

Tomemos las impresiones de la vista. Los dos fac-tores en este caso son las formas y los colores delos objetos. Los análisis de los físicos, y en particu-lar los de Helmholtz, han demostrado suficiente-mente que la óptica proporciona sólidas bases á laestética de los colores. Fijémonos primero en lasformas é imaginemos dos figuras sencillísimas, uncuadrado y un trapecio; la una es regular, la otrairregular; la primera nos agrada más que la segunda.¿Por qué? Porque la primera presenta más simetría.Si se compara gran número de formas en las obrasdo arquitectura, de escultura, de pintura, y hasta enlos organismos vivos, se verá que la ley de simetríaes el hecho estético por excelencia. No nos agradala simetría por sí sola y sin nada que le dé cuerpo,sino por ser la manera más sencilla de ordenar esapluralidad de elementos.

Los geómetras han descubierto, desde hace largotiempo, un modo especial de dividir las líneas, queimporta mucho en estética. Presentemos la cuestiónen su forma mas sencilla, y supongamos dos líneasrectas que se cortan en ángulo recto. Habrá, pues,una relación entre la sección vertical y la secciónhorizontal, y si esta relación es de 1 : i, la simetríaserá perfecta. Hay, además, otras proporciones queno son agradables, como, por ejemplo, la relación

( U Menschen und Tfiieiseele, tomo II, lecciones 35 á 56, y Grund-

züge der ph\isoilogi$chr,;t Psychologie, tercera parte, cap. VII.

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N.° 62 T. RIBOT. LA PSICOLOGÍA ALEMANA. 341

de 1 : i, 6. ¿Por qué nos agrada esta proporción?¿Cuál es la ley misteriosa que expresa estos núme-ros? El examen de la figura nos lo da á conocer in-mediatamente. En efecto, las dos líneas forman unacruz, cuya sección vertical es = 1 , y la sección ho-rizontal = 1,6. Añadamos estos dos números:4-f-lj6=2,6. Encontramos entonces la proporciónsiguiente: 1 : 1,6 :: 1,6 : 2,6 (ó, para sor absoluta-mente exacto, 2,56). En otros términos, tenemos laley do que la proporción vertical de las formas pro-duce el efecto estético más completo cuando tapartemás pequeña es á la más grande como la más grandees al todo (1). Zeising ha sido el primero que ensu Nueva teoría de las proporciones del cuerpo hu-mano ha comprobado la aplicación do esta ley enlas obras maestras de la arquitectura antigua, elPartenon, el Erecteum, las Propileas, el templode Teseo, y hasta cierto punto en el arte gótico; enlos más bellos modelos do la plástica griega; en elcuerpo humano, en fin, tal como existe, y hasta entodo el reino animal y vegetal. Lo que precede nosdeja entrever cómo Wundt concibe la estética.En el orden de las sensaciones auditivas estudia lomismo los tres factores, el ritmo, la melodía y la ar-monía, y los reduce á sus condiciones matemáticas.Así, pues, dos sonidos serán armónicos si el númerode sus vibraciones forma una relación simple, comola octava '1 : 2, la quinta 2 : 3, la cuarta 3 : 4, etc.Nos os imposible seguirlo en los detalles; lo impor-tante era hacer comprender su método, que se re-duce esencialmente á esto: tomar las sensacionesque nos causan un placer ó un dolor estéticos, ana-lizarlas con ayuda de la fisiología y de la física, fijareste análisis por medio do números é investigar sinace de él alguna ley. De este modo hace notar «queel análisis del sentimiento estético nos conduce portodas partes y siempre al mismo procoso: procesoque empieza por una comparación y una medida delas impresiones. El sentimiento estético está satisfe-cho cuando esta comparación nos muestra una ar-monía entre las impresiones, y llega á su más altogrado cuando esta armonía coexiste con una diver-sidad de elementos.»

Puesto que la ciencia debe procurar traducir todoidealen una idea abstracta, ¿á qué responde lo bello?

(1) Tudas las proporciones de las formas se mueven entre la sime-

tría completa 1 : 1 y la relación I : *-, donde X expresa una cantidad

tan glande, cuanto menor ey ¡a relación de i á 1. Una proporción quo

traspase, de un modo apenas sensible la simetría, agrada menos que la

que se alfja más de la proporción 1 : 1 , poiqiu: parece eer una simetría

incompleta que, como tal, exige ser completada. Por otra parte, la pro-

porción 1 : I ; donde la pequeña dimensión no puede ser medida por

nuestras percepciones con relación á la grande, es decididamente des-

agradable: entre estos dos fimítes se encuentran las relaciones estéticas.

Anteriormente hemos dado la ley (»•+! : * = , £ : 1). Grundziige ier

phys. Psichologle, p. 696.

Á la idea de orden. Todo fenómeno estético expresula idea de que el mundo no es una masa confusa deunidades sin lazo, sino que existe un cosmos. Doaquí la relación de lo bello con el ideal religioso ycon el ideal moral. El orden eterno de la naturalezase nos presenta como cosa incomprensible é infini-ta, y esta idea sirve de raíz á las religiones. El ordenexterior nos indica nn orden interior que está ligadoal orden y al desarrollo del universo entero, y estoes lo que nos produce el sentimiento moral.

Existiendo á la vez en la naturaleza y en el espí-ritu, en las formas exteriores y en el pensamiento,«lo bello nos muestra el acuerdo profundo de las le-yes del fenómeno interno y del fenómeno externo:ambos son de la misma naturaleza, y no son incom-patibles sino por nuestra intuición.»

V.

LOS SENTIMIENTOS MOJULEb.

Todos nuestros sentimientos, cualquiera que seasu naturaleza, pueden determinarnos á obrar, noteniendo sólo esto privilegio los que llamamos mo-rales y cuya importancia práctica es grandísima.La moral, sin embargo, no es menos oscura que laestética, y el bien y el mal que le sirven de base,sólo se encuentran en nosotros en estado de ideal,de resultado de un conocimiento instintivo. El idealmoral, como el ideal estético, es una noción vaga éimperfecta que convendría pudiese traducir en ideasclaras ol análisis científico. La moral (como ciencia)no tiene sobre sí carga menos pesada que la estéti-ca; pero desgraciadamente no ha logrado hasta aho-ra resolver el bien como idea en todas sus señales;y como ideal, su origen permanece envuelto en lastinieblas de lo inconsciente. Sabido es que Kant ha-bía colocado el origen del sentimiento moral fueradol alcance de las investigaciones psicológicas: laley moral era para él un elemento de naturaleza es-pecial, no teniendo nada de común con las leyes ge-nerales del conocimiento, y aun estando en oposi-ción con ellas; para ver lo insostenible de esta tesisbasta observar que el estado moral dol hombre seencuentra en la relación más íntima con el desar-rollo de sus conocimientos.

Aunque esta relación no sea dudosa, lo cierto esque sólo conocemos la idea moral por la forma vagadel sentimiento. ¿Qué debe hacerse para exclare-cerla? Si el individuo se limita á interrogar su con-ciencia, no adelantará gran cosa, porque se tropiezaaquí con una cuestión de origen. Trátase justamentede saber por cuáles inducciones inconscientes se haformado en él osa conciencia adulta, de la cual de-duce, en cada caso, los motivos de sus actos.

El estudio do la historia de las teorías morales,desde el origen de la filosofía hasta nuestros dias,

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no es grandemente útil para el objeto, porque sóloencontramos en todas sus teorías diversas formasde reflexión individual: los resultados serán másclaros, porque los expresan espíritus superiores;pero la cuestión de origen de los sentimientos mo-rales no podemos explicarla. ¿Qué hacer?

l'¡ira estudiar bien el sentimiento de la armoníaes preciso saber objetivamente lo que es la armonía.De igual manera, para comprender bien el senti-miento moral, se necesita saber lo que objetiva-mente es la moral. Esto lo sabemos por la historia,sobro todo por la historia natural, que nos permiteascender hasta las épocas en que el hombre no teníaanales, pero donde el estudio de las costumbres yde su grosera organización nos conducen á los orí-genes de esos sentimientos morales que ahora en-contramos completamente formados en nuestra con-ciencia. La antropología, la etnología, en una pala-bra, la historia antes de la historia, son quienesdeben servirnos de guía.

Wundt dedica muchos capítulos de grande ínteresá notar é interpretar hechos etnológicos de todaespecie (4). Indicaremos sólo los puntos principales.

La vida moral de los pueblos está representada enlas costumbres. Del estado de las costumbres inferi-mos el estado moral. Ahora bien, como el estadosocial más ínfimo tiene su manera de vivir, es decir,sus costumbres, estudiarlos es estudiar indirecta-mente los sentimientos que los producen. Obser-vemos que, en la época más primitiva, los pueblossólo tienen costumbres, y las leyes aparecen cuandoeni|>¡eza su vida histórica, leyes que de ordinariolodo lo abarcan, arreglan y preven; posteriormen-le, el circulo de la ley se restringe, la legislacióntiende hacia un estado en que la moral, impuesta porescrito, llega á un mínimum, y gran parte de losactos se abandona á la influencia de las costumbres.Notable ejemplo de ello presenta Inglaterra.

Las costumbres nos dan, pues, toda la moralidadprimitiva. Además, no resultan de un contrato ex-plícito ó implícito, sino que consisten en una espe-cie de tacto instintivo al que el individuo obedececiegamente. En los pueblos que viven en estado denaturaleza, están determinadas en gran parte por elclima y por el medio en que viven. En generalpuede decirse que las temperaturas extremas sonpoco favorables á la cultura moral. Hay, sin em-bargo, dos excepciones: mientras en la zona árticaios Kamtsehadalos y los habitantes de las Aleutianasson desarreglados, los Groenlandeses tienen algunaeducación moral, y en los trópicos encontramos casien la misma latitud los Bosquimanos, los Hottento-tes, los Australianos y los antiguos habitantes tanbien dotados de Méjico y del Perú.

(I) Tomo II, 57 y 41 lecciones.

Una de las costumbres de los pueblos primitivosque más embarazan al moralista es el canibalismo,costumbre que probablemente han tenido todas lasrazas humanas en el estado de naturaleza; pues lasnarraciones de Marco Polo dan idea de que existíaen el siglo XIII en China y en el Japón. Wundt in-vestiga las causas probables de esta costumbre—destrucción completa del enemigo, ideas supersti-ciosas, rareza de alimentos, delicadeza de la carnehumana, que la convertía en privilegio de los gran-des en las islas del mar del Sur,—nos muestra que,hasta en los pueblos primitivos, el canibalismo hasuscitado protestas. En las islas Fidji había fraccio-nes antes de la llegada de los europeos, que comba-tían como inmoral la antigua costumbre de la no-bleza de comerse al pueblo.

Estudia en seguida con las costumbres que la ca-racterizan las tres formas de organización soeialque han precedido á la civilización propiamente di-cha: 1.° la vida de caza con su mezcla de crueldadesy de virtudes; el heroísmo del prisionero de guerraentre los indios de América; el respeto á la pala-bra dada, á la hospitalidad, etc.; 2.° la vida nómadade la cual nos presentan tipo los Mongoles: reunidosun instante por el genio de Tgengis-Khan, andanhoy errantes por la planicie de la alta Asia, sin acor-darse siquiera de su antiguo esplendor. 3.° La vidaagrícola que, por su carácter sedentario, establecelos primeros cimientos de la civilización. Algunospueblos negros del interior de África, como losFullahs, y los Mandingas, presentan ejemplo de estepaso de las formas primitivas á la vida civilizada.

¿Existe la familia en estado de naturaleza? No sepuede contestar categóricamente á esta pregunta.Como se admite generalmente que el lazo social esmás firme y más íntimo á medida que la culturaprogresa, hay tendencia á admitir también un es-tado primitivo en el cual el individuo vive absolu-tamente aislado, pero esta es una conclusión apriori. No existiendo el verdadero estado de natu-raleza en ninguna parte, cuando se quiere razonarsobre hechos, hay que recurrir al estudio de losanimales. Ahora bien: vemos que muchas especiessuperiores tienen una apariencia de matrimonio y vi-ven en estado de poligamia y aun de monogamia. Laanalogía nos obliga á admitir, que para el hombreprimitivo ha debido ser así. Las razas oceánicas, losnegros, las poblaciones de las zonas glaciales, lastribus primitivas de América, presentan diferentestipos de vida doméstica muy curiosos para el es-tudio.

El autor nos muestra en seguida cómo sale de lafamilia el Estado; sea' bajo la forma patriarcal, de lacual presenta aún la China curioso modelo, sea bajola forma despótica como entre los negros, por lanecesidad de ser fuerte contra el enemigo. A estas

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formas primitivas sucede un régimen de castas (In-dia, Egipto, Persia), del que se encuentran vesti-gios hasta en Grecia y en Roma. Finalmente aparecela vida histórica con la democracia, la centraliza-ción, etc. etc.

«Los cambios tan diversos que las nociones mo-rales han experimentado en el curso de la historia,por incompatibles que parezcan entre sí, á quienlos observa objetivamente, tienen, sin embargo, unlazo subjetivo que los une. El fin moral que lospueblos se esfuerzan por conseguir, permanecesiempre igual en el fondo; sólo los medios varían.Hay un carácter idéntico que se encuentra á travésde todas las variaciones morales. La conciencia, delos pueblos, como la del individuo, en todos los pe-ríodos de su desarrollo, llama moral todo acto útilal agente mismo ó á los otros, para que él y ellospuedan vivir conforme á su naturaleza propia yejercitar sus facultades. Así sucede que en el origensólo reina una facultad: la fuerza física; porque lacuestión se reduce á necesidades físicas. Después,y poco á poco, el conocimiento abre un nuevo ca-mino: la sociedad aparece como un todo, cuyosmiembros están ligados entre sí, y de este modo seforma la noción de los deberes respecto al Estado yrespecto á los demás.»

Tal os el resultado de este curso laborioso á tra-vés de los hechos etnológicos, algunos de cuyospuntos hemos indicado. Trátase, pues, de interro-gar la conciencia de los pueblos, para traducir enideas claras estos sentimientos vagos que están ennosotros. El desarrollo histórico de las nocionesmorales nos revela por todas partes un procesode conocimiento, que en su origen es inconsciente;porque sólo por un conocimiento, por un razona-miento apoyado en la experiencia, ve el individuola necesidad, para asegurar el desarrollo de sus fa-cultades, de someterse en común con los demás ála regla de las costumbres y de las leyes. Este ra-zonamiento inconsciente, que es la base del senti-miento moral, se enriquece con elementos cons-cientes y se aproxima así cada vez más á su finideal. De aquí procede que cada época, creyendo suley moral perfectísima, espera otra más perfecta, yesta esperanza nunca ha sido burlada.

VI.

EL SENTIMIENTO RELIGIOSO.

El estudio sobre el sentimiento religioso es degrande interés, y tiene un carácter de novedad,porque Wundt pertenece al corto número de psi-cólogos que lo han abordado. Sea respeto malentendido, sea desdén, es lo cierto que el mayornúmero no habla de él jamás. El problema del orí-gen y de la naturaleza del sentimiento religioso, de

cualquier modo que se interprete, se impone, sinembargo, á título de hecho, y el papel que estesentimiento desempeña es de una importancia de-masiado grande para que nadie se atreva á olvidarlo.El método que debe seguirse aquí está además indi-cado. Es preciso partir do los hechos que suminis-tran la etnología y la historia. Sin entrar á haceruna historia de las religiones, de lo cual no se trata,se necesita el estudio de los hechos; es decir, detodas las formas religiosas, groseras ó refinadas;hacer que resulte una interpretación psicológica;descubrir los distintos procesos do donde han salidoestas diversas formas.

La empresa está llena de inmensas dificultades, ysólo con considerar la lucha ardiente de opinionesque se ha producido en el dominio religioso, es evi-dente que este sentimiento no puede traducirse en¡deas claras. Además, la imaginación creadora des-empeña tan gran papel en las concepciones reli-giosas, que bien puede preguntarse si éstas no sontanto obra de la fantasía, como del sentimiento.

Los hechos, sin embargo, parecen probar quetoda religión, en su origen, es la adoración de lasfuerzas de la naturaleza. Este es su común punto departida, y en él empiezan las diferencias, las cualestienen por causas ol carácter de los pueblos, la in-fluencia de la naturaleza exterior, el trabajo crea-dor de los poetas, el trabajo reflexivo de los filó-sofos; causas que, con frecuencia, son difíciles dedesentrañar.

Todos los cultos de Asia, exceptuando acaso el dela China, se han dirigido á los eternos fenómenos dede la bóveda estrellada. Caldea, presenta el cultodel sol en toda su pureza, y el Perú ofrece un casoanálogo en el Nuevo Mundo. Pero lo digno de no-tarse y que demuestra bien la influencia de la natu-raleza.ien las concepciones religiosas, es que lareligión caldea, al pasar de las desnudas y uniformesllanuras de las orillas del Eufrates á Fenicia y Siria,regiones más fértiles, de accidentados terrenos ycruzadas por rios, toma un carácter terrestre. LaMylitta babilónica se convierte en diosa de la fecun-didad para los hombres y los animales. Astartó, divi-nidad antagonista, preside la guerra: no se trata,pues, ya de la fecundación y de la destrucción pro-ducidas por el sol. El contraste bien marcado de lasestaciones en Fenicia y en Siria, ha dado lugar áuna división de los dioses primitivos en muchosdioses. En cuanto puede conjeturarse, Egipto tuvoen su origen un culto análogo al de Caldea, peroallí es todavía visible la influencia de la naturaleza.El desbordamiento fecundo del Nilo va seguido desetenta y dos dias de calor sofocante. Este hechonatural se convierte en el mito de Osiris, herido demuerte por Typhon y sus setenta y dos compañeros.

En la India y en el Irán se encuentran los mismos

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mitos. Los Vedas nos cuentan el combate de Indra,el dios radiante, contra la nube sombría, y en losantiguos himnos del Zend-Avesta el espíritu de laLuz lucha contra los negros demonios.

En esta adoración de las fuerzas naturales, sedibuja cada vez más una tendencia^ que consiste enpersonificar los dioses. Esta tendencia, muy visibleen las religiones orientales, alcanza su más altogrado en el helenismo.

Generalizando los resultados obtenidos, se llegaa esta conclusión: la adoración de las fuerzas natu-rales, se produce bajo dos formas. Dirígese, ó á losfenómenos regulares y tranquilos (caldeos, egip-cios), ó á los fenómenos violentos, destructores éirregulares, (judíos é indo-europeos). Casi en todaspartes llega á producir la personificación de estasfuerzas.

Procuremos ahora interpretar el proceso psíquicode donde ha salido este culto: aquí, como en todoel dominio de) sentimiento, nos encontramos conun conocimiento instintivo. El espíritu recibe dela experiencia cierto número de datos que elaborainconscientemente según sus leyes propias; los resul-tados caen después en el dominio de la conciencia.¿Cómo llega el espíritu á estos resultados? ó enotros términos, ¿cuál es el proceso intelectual queforma el fondo del sentimiento religioso? Es un ra-zonamiento por analogía. La ciencia tiende siempreá reducirlo todo á ideas claras; sin cesar gana ter-reno, pero siempre hay un punto que no puedeabarcar, el que otros autores llaman lo incono-cible: á este punto no puede llegar, ni por lainducción, ni por la deducción. ¿Qué hacer enton-ces? Como todas las cosas son análogas, como entodas partes pueden encontrarse analogías cuandono es posible ninguna otra forma de razonamiento,queda el de razonar por analogía, es decir, por elprocedimiento lógico más vago, más imperfecto ymenos seguro. Así, pues, el hombre en estado denaturaleza, ve por todas partes voluntades análogasá la suya, en el trueno, en las estrellas, etc., y deeste modo se forma el concepto de dioses semejan-tes á los hombres, que sólo difieren de ellos porun poder superior.

Pero ¿qué sucede entonces? Cuando los dioses hantomado de este modo una forma animada, se sepa-ran de los fenómenos en los cuales se creía verlosobrar, y se convierten en seres vivos que tienenpoder supremo sobre el destino humano. Esto nosconduce á otra forma de idea religiosa: el dios natu-raleza, se convierte en dios destino.

Una de las formas más groseras de este conceptoreligioso es el fetiquismo, caracterizado por dos(tosas: 1.a, el ídolo es el mismo dios; por ejem-plo, una piedra, un árbol, un cántaro roto, un ties-to, como entre los Bambarras, según Mungo-Park;

2.°, cada individuo tiene su dios que adora, maltrataó quema, según las circunstancias. El fetique es esen-cialmente individual, aunque á veces pueda exten-derse á una familia ó á una tribu. Sucede frecuente-mente entre tribus africanas que cuando ocurrealgún desastre, parte la tribu en son de guerra paraconquistar, en cualquier punto que sea, el fetiqueenemigo, el cual es conducido en triunfo y adoradopor los conquistadores.

El fetique es un dios destino, y de aquí el carác-ter profundamente egoísta de esta forma de culto;aunque se sabe generalmente que este culto espropio de razas inferiores, se demuestra por he-chos incontestables su raíz psicológica aun entre lasnaciones civilizadas. Prescindiendo de la creenciaen los talismanes y amuletos, se ve que, entre losgriegos, el Zeus de Olimpia no era el de Creta, etc.Entre los cristianos los santos tienen, en sus diversascapillas, especial poder milagroso, y á la Virgen Maríase le dan algunos centenares de nombres, deducidosde los sitios de peregrinación. Además, cada Cruz,cada imagen religiosa en camino ó encrucijada tienesu culto particular (1).

Puede asimilarse al fetiquismo el culto de losanimales, tal y como existía en el antiguo Egipto ytal y como se encuentra entre los negros de Áfricaque adoran la serpiente, la hiena, el cocodrilo, eltigre, el elefante (éste en Dahomey es adoradocomo fetique nacional). ¿De dónde procede esta for-ma religiosa?

La explicación del enigma parece ser la siguien-te. Para el hombre en estado de naturaleza todo loque es sorprendente es divino, y todo lo que existees sorprendente, no sólo el relámpago, el true-no, el rio que desborda, sino la hoja que tiembla,el arroyo que murmura, todo le parece sobrenatu-ral. Existe una tendencia, particularmente en el ne-gro, á atribuir á los animales inteligencia superior ála del hombre. Los negros de Bomu hablan del tiem-po «en que el hombre comprendía el lenguaje de losanimales.» Además el instinto de los animales, tanmisterioso para nosotros, lo es mucho más para elsalvaje, quien lo considera revelaciones de una na-turaleza divina que habita en ellos. Así, pues, parael hombre en estado de naturaleza, todo es animadoy divino, todo habla. El viento que muge, el animalque grita, son voces que le previenen. Si por acasotoma una piedra ó un guijarro y logra feliz éxito enla empresa, la piedra ó el guijarro se convertirán ensu buen genio.

El fetiquismo descansa, pues, en un post-hoc, ergopropter koc: tal hecho ha seguido á tal otro; luegoéste es la causa del primero: se apoya en un temorcontinuo del hombre hacia su destino, destino que,

(I) Tomo II, lección 46; pág. 262.

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para el ignorante, depende de la voluntad de diosesduros y celosos, y que se traduce por un culto desencillo egoísmo. La opinión de que el destino delhombre depende del hombre mismo, pertenece á lacivilización moderna, y es una de sus más bellasconquistas.

En el fetiquismo el poder sobrenatural, objeto delculto, no está aún separado de los fenómenos y con-vertido en entidad distinta. Lo contrario se produceen otro grupo de creencias religiosas, cu la fe enlos espíritus y en los fantasmas. Recorred el vastopaís que se extiende desde el Oural al mar delJapón, limitado al Sur por el Himalaya y al Nortepor el mar Glacial, y encontrareis esta creenciadominante entre los tártaros, los mongoles, lospueblos nómadas de la Siberia y los habitantes delas orillas del Obi y del Ienissei. El chamanismotal y como existe entre los ostiákos, los somoiedos,los jakutos, etc., es sólo una forma. Esta creencia,como dice Wundt, se ha llamado con acierto lareligión de las stepas. En estas áridas llanurasde arena de la alta Asia, todo induce á la alucina-ción: los mugidos plañideros de la tempestad semezclan al rugido de lobos y tigres; la vista yerrasin encontrar límites por aquellas inmensas stepas,al mismo tiempo que se oyen ruidos desconocidos.El hombre, devorado por el hambre y la sed y presade la liebre, puebla estos desiertos de fantás-ticas visiones, creadas por su enferma imagina-ción.

El culto consiste especialmente en producir en síel éxtasis por medios artificiales. Los sacerdotes cha-manes, los brujos finlandeses y los lapones, danzandelante* del fuego tocando un tambor y exhalandogritos salvajes. Cuando llega su éxtasis al mayorgrado, se arrojan á tierra: dos hombres le atan en-tonces una cuerda al cuello y se la aprietan hastacasi estrangularle. El sacerdote vuelve entonces ensí y refiere lo que ha dicho el espíritu.

Esta necesidad de entrar por medio de la alucina-ción y del éxtasis en comercio con un mundo repu-tado sobrenatural, ha existido además en todas par-tes, y explica en la historia de las religiones grannúmero de hechos que con frecuencia han sido malcomprendidos. Los misterios de Samotracia y deEleusis en Grecia; las danzas desenfrenadas, los ar-royos de vino y los furiosos gritos de los Diouysia-cos fueron en su origen medios violentos de produ-cir el éxtasis. El vino desempeñaba el misno papelque el opio en el Sur de Asia, el háschich en el Nortede África y el tabú es las islas de la Oceanía. En laIndia, y después entre los cristianos, se procuró lle-gar al mismo objeto por medio del ayuno y del as-cetismo y producir esa excitación morbosa del sis-tema nervioso, que pasaba por revelación extramun-dana. El cristiano no comprendía el éxtasis de la

TOMO IV,

Ménade embriagada; pero las maeeraciones del ana-coreta eran una orgía de solitario, porque, á conse-cuencia de ellas, monjes y monjas estrechaban ar-dientemente en sus brazos fantásticas imágenes dela Virgen y del Salvador (i).

¿A qué conclusiones conduce esta rápida revistade los hechos en el dominio religioso? Nos muestraprimero que el sentimiento religioso, que debe te-ner necesariamente por baso algún conocimiento,se apoya tanto en la imaginación como en la ra-zón. De aquí procede, dice Wundt, que todo poli-teísmo es monoteísta, y que todo monoteísmo espoliteísta.

Las religiones más sencillas nos hablan: las de losindígenas de América, de «un gran Espíritu;» las delos negros, del «Gran Ami;« las de la Polinesia, delCreador del mundo, etc. I'or el contrario, la Indiatiene su Trinidad; el Cristianismo sus Santos, queson semidioses; entre los judíos, Jehová es el diosnacional, poro su existencia no excluye la de losdioses extranjeros; posteriormente, la fantasía delos rabinos creó ángeles con diversas atribuciones.Las religiones difieren, pues, en que, unas vecesdesaparece un dios ante los dioses, y otras los dio-ses desparecen ante un dios; hechos que se expli-can, por el predominio unas veces de la imaginaciónpoética, y otras de la reflexioij filosófica.

En resumen, el sentimiento religioso nace de dosfuentes: la intuición de la naturaleza, y la considera-ción de nuestro propio deslino. La intuición de lanaturaleza conduce á la adoración de las fuerzas na-turales, tranquilas ó violentas. La incertidumbre deldeslino hace atribuir á los objetos que nos rodeanmaravillosas virtudes. La imaginación da una formaá los diosos de la naturaleza como á los dioses deldestino; pero mientras puebla su dominio de formascada vez más numerosas, la reflexión hace un tra-bajov»ontrario, simplifica, unifica; reduce todos losdioses naturales á uno solo, todos los dioses deldestino á un falwtu, único. Porteriormente fundeambos conceptos en uno solo, el de una causa pri-mera.

Hemos llamado al sentimiento la avanzada delconocimiento. El sentimiento religioso también abrecamino al conocimiento, y aun al más alto que elhombre pueda proponerse: la causa y el fin del uni-verso y del individuo, mientras tiene su puesto en elmundo; pero no puede tener alguna solidez si no seapoya en la ciencia; si permanece aislado, es frágil,porque sólo el conocimiento^eonseiente pue.de con-ferir al sentimiento un derecho" y tíar! líiaitesvá laimaginación. , y" • , '\

( 1 ) W i i n d l , t . I I , p á g . 3 8 S .

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VIL

LA VOLUNTAD.

>o pudientlo pasar revista á todas las formas deactividad animal ó humana, limitémonos á la másimportante: la voluntad. Asunto ha sido éste de in-terminable debato; pero los partidarios y los adver-sarios de la libertad podrán combatir eternamentesin ponerse de acuerdo, visto que cada partido estácolocado en el terreno que le es propio, y no sale deél. Los que están por la afirmativa dicen: tengo elsentimiento interno de mi libertad; luego soy libre;los que están por la negativa aseguran: que, estandotodo regido por leyes, la libertad es una ilusión.

Nuestra conciencia, según Wundi, sólo nos diceque somos capaces de obrar sin violencia interior óexterior; pero no nos dice que obremos sin causa.Los fatalistas se equivocan al decir: la voluntad estásometida á una causa; luego tiene algo que la vio-lento. Sus adversarios se equivocan al decir: la vo-luntad no es violentada; luego no tiene causa. Causay violencia son dos ideas distintas. La violencia sóloexiste donde hay una resistencia. No puedo decirseque la tierra está obligada á moverse; pero sí que elhombre está obligado á morir. El hombre y la tierraobedecen, sin embargo, á una ley natural. ¿En quéconsiste la diferencia? En que el hombre es un serconsciente, teme la muerte y lucha contra ella.

Sabemos de un modo pertinente que todo acto dela voluntad está sometido á una causa, y aunqueignorásemos esta causa, no habría razón para ne-garla, ni aprovecharla para deducir, como se hahecho algunas veces, que la voluntad es una causaprimera, imprimun movens. Sólo so tienen en cuen-ta, al hacer esta conclusión, los hechos que la con-ciencia nos revela. ¿Pero nos revela ella todos loshechos? ¿No desempeña también aquí algún papel loinconsciente? ¿No podemos establecer que hay cau-sas que determinan la voluntad de una manera in-consciente?

Preguntemos á los hechos, y veamos lo que ellosnos responden. Nadie pondrá en duda que los hechossociales, buenos 6 malos—matrimonios, divorcios,su ¡nidios, asesinatos, robos, etc.,—emanan de lavoluntad individual, siendo el total de las accionesdel hombre tomadas en particular. La estadística re-gistra estos hechos, los clasifica y los interpreta.¿Une nos enseñan? Abrid la Física social, de Quete-lel, y veréis que estos hechos sociales se producencon admirable regularidad; los robos, los crímenesde todas clases, los matrimonios, etc., llegan concorta diferencia á la misma cifra cada año en unpaís dado. En Bélgica, por ejemplo, durante un pe-ríodo de cinco años (4841 á 1845) el término mediode los matrimonios ha sido de 2.642; las desviacio-

nes extremas de esta cifra fueron de -j-46 y —136. EnFrancia, durante el largo período de 1826 á 1844, elnúmero anual de criminales ha variado entre 8.237y 6.299. Los suicidios en Londres durante el períodode 1846 á 1850 han oscilado entre 266 y 213 (1), yhasta las desviaciones mismas, cuando se las exa-mina bien, dependen de causas precisas. Está proba-do que el hambre aumenta el número de crímenesy disminuyo el de casamientos. Una gran epidemia,como el cólera, disminuye el número de casamien-tos, y pasada la plaga, aumenta en la misma pro-porción.

Evidentemente los hechos sociales, y por tantolas acciones individuales, están sometidos á causasdeterminantes. Pero es preciso precaverse. Al tratarde grandes masas, el estadista ha eliminado las cau-sas que sólo conciernen al individuo; obrando comoel físico que, para eliminar las influencias acciden-tales , reúne gran cantidad de experimentos. Elfísico desprecia estas influencias accidentales, por-que carecen de importancia para él; hasta el esta-dista puede en rigor olvidarlas, pero el psicólogono. Cuando investiga si, además de las causas natu-rales y sociales, hay para la voluntad alguna cansaindividual, ¿cómo podría despreciar esas pequeñasdesviaciones propias al individuo, que justamenteson objeto de su estudio? Además, la misma estadís-tica nos demuestra que los crímenes, los delitos,los suicidios, varían según la edad, el sexo, la Cor-tuna, el rango, etc.; en una palabra, á medida queentra en el detalle, tiende cada vez más hacia lascausas individuales. Aislada, sólo nos da los constan-tes. El hecho individual en su totalidad sólo puedeexplicarse por la existencia de un factor personal;unamos estos dos elementos y tendremos, por la es-tadística, las causas externas, por el factor personal,la causa interna del acto de la voluntad.

Tal es la respuesta á la pregunta antes hecha. ¿Cuáles, en efecto, este «factor personal» que viene á in-gerirse de un modo tan enigmático en la serie de lascausas y de los efectos naturales? Es una causa denaturaleza esencialmente inconsciente que, por otronombre, podemos llamar el carácter. «El carácteres la única causa inmediata de los actos voluntarios.Los motivos sólo son causas mediatas. Entre los mo-tivos y la causalidad del carácter hay la gran dife-rencia de que aquellos, ó bien son conscientes, ópueden fácilmente llegarlo á ser, mientras que éstapermanece absolutamente inconsciente.» Este factorpersonal resta, pues, «como un punto negro» enmedio de la brillante luz de las causas, de los efec-tos y de los motivos; cosas todas que pueden cono-cerse y explicarse por la ley general de causalidad.

(1) Los documentos más recientes prueban esta uniformidad. Véaseen particular Littre: Revtiede pfiiJoftophie pvaitive. Setiembre. 1868,

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La experiencia interrogada no puede decirnos inme-diatamente si osle factor personal está sometido porsi mismo á la causalidad universal. «Cuando se diceque el carácter del hombre es un producto de airey de luz, de la educación y de las circunstancias,del alimento y del clima; que está predeterminadonecesariamente por estas influencias, como lodo fe-nómeno natural, se saca una conclusión completa-mente indemostrable. La educación y el destino im-plican ya un carácter que los determina; se tomapor efecto lo que es ya en parte causa.»

Llevando la cuestión á sus últimos límites, Wundthace notar que sólo hay dos hipótesis posibles so-bre la naturaleza de este factor personal: ó bien encada individuo el carácter es producto de una crea-ción nueva, ó es producto de condiciones inherentesá las generaciones anteriores. La primera está deacuerdo con la doctrina de la fijeza de las especies;la segunda con la teoría de la evolución. En estasegunda hipótesis el germen del carácter no seriael producto de un libre albedrío ininteligible, dis-tribuyendo sus dones ciegamente, sino resultadonecesario de la constitución de los generadores yde las condiciones de la generación.

El problema del origen del carácter se encuentrapor este medio relacionado con la cuestión de laherencia psíquica, es decir, en definitiva, á un hechonecesario. Pero esto traspasa los límites de la psi-cología experimental. La voluntad sólo es, en suma,un aspecto particular de la vida consciente: es unaactitud á obrar con conciencia que supone necesa-riamente una actividad inconsciente anterior á ella.Es un caso especial del hecho general de que losprocesos conscientes tienen por condición procesosinconscientes.

vin.

LA CONCIENCIA.

Todos los estados de que acabamos de hablar,percepciones, imágenes, ideas, sentimientos, voli-ciones, forman esa trama continua que se llama laconciencia. De la conciencia sólo se pueden dar de-finiciones tautológicas. Su carácter fundamental,dado por la experiencia, es la unidad; su condición,que los hechos mentales estén unidos y coordinadosconforme á leyes.

La base fisiológica de la unidad de conciencia esla continuidad del sistema nervioso, que excluye laposibilidad de muchas especies de conciencia. Nopuede admitirse un órgano determinado de la con-ciencia en el sentido ordinario de esta palabra, por-que cada región del sistema nervioso tiene su in-fluencia en nuestras representaciones y en nuestrossentimientos. Sin embargo, las investigaciones sobreel sistema nervioso de los animales superiores, de-

muestra que la capa gris del cerebro está en rela-ción más íntima que las domas partes con la con-ciencia; porque no sólo están representados allí porhilillos nerviosos especiales los diversos comparti-mientos sensoriales y motrices de la periferia, sinolas conexiones de orden secundario que tienen lu-gar en los ganglios cerebrales, el cerebelo, etc. Lascapas corticales son, pues, muy apropiadas para li-gar inmediata ó mediatamente todos esos estadosdel cuerpo que pueden despertar representacionesconscientes. Sólo en este sentido puede decirse queen el hombre, y probablemente en lodos los verte-brados, las capas corticales del cerebro son el ór-gano do la conciencia: sin olvidar que la función deeste órgano presupone esas parles centrales subor-dinadas (tubérculos cuadrigómínos, capas ópticas,etcétera), que forman previamente la síntesis de lassensaciones (i).

Considerada bajo su aspecto fisiológico, la con-ciencia es un acto de razonamiento (ó si se prefiere,una afirmación), que se repite á cada instante. Con-siste esencialmente en distinguir el yo, del mundoexterior y de los objetos que lo forman. Todo obje-to, al ser advertido de una manera consciente y porel mero hecho de serlo, es colocado en cierto lugarcon relación al yo, y en el establecimiento de eslarelación hay siempre un razonamiento. «La con-ciencia es el resultado de este razonamiento: eljuicio es quien establece la relación del objeto ad-vertido con el sujeto que lo advierte. Lo que cae enla conciencia naturalmente, sólo es este resultado,este juicio. El proceso del razonamiento que loproduce, está fuera de la conciencia: si fuera cons-ciente, el hecho de conciencia no sería posible,porque siendo la conciencia el resultado, nece-sario es que todo cuanto preceda á este resul-tado^esté fuera de la conciencia. La conciencia,pues, no contiene nunca en sí los procesos psí-quicos, y sólo da sus resultados. Estos resultadosentran en la vida consciente como productos he-chos, cuya fuente puede ser descubierta por elanálisis científico, pero nunca por la observacióninterior. Los procesos que producen los actos de lavida consciente, son, con relación á estos actos,como las leyes ocultas de la naturaleza con relacióná los fenómenos naturales. En el hecho, el procesosituado más allá de la conciencia y de donde sale elfenómeno consciente, no es otro que la ley naturaloculta del fenómeno, y cuando referimos los fenó-menos conscientes á esos procesos inconscientes,seguimos el método de las ciencias naturales (2).»

Advirtamos que hasta aquí todo se explica poruna sola forma de actividad mental: el razonamien-

Gnmdziige ríe/' iphyxiologitchcn Ptycholofíte, p. 714.

Mentclun mid Thierxee'e, 1. I, p ig . 510.

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tu. Constituye al principio la sensación: unificaen seguida muchas series distintas de sensacionesy llega á la intuición de espacio ó de extensión:determinada la distinción del yo y del mundo exte-rior, apoyándose en la diferencia entre nuestrosmovimientos propios y los movimientos que nos sonextraños, forma el fondo del sentimiento y de lavolición, y finalmente, encuentra su término naturaly necesario en la conciencia personal que es lai'iltima conclusión de una larga cadena de conclusio-nes; el punto final (Schlusspunkt), la síntesis deludas las síntesis.

El yo no puede ser, pues, considerado como cosaexistente por sí misma, distinta del cuerpo y opo-niéndose á él. Los actos que le dan nacimiento sonlos procesos psíquicos de la sensación, de la per-cepción y de los hechos fisiológicos de la inerva-ción. El establecimiento de la conciencia es tanimposible sin un movimiento molecular en los ner-vios y sin el mecanismo de los reflejos, como sin lapercepción. Nos aparece, pues, como un momentodeterminado en el desarrollo de ésto ser que, segúnel punto de vista en que nos coloquemos, nos esdado como espiritual ó corporal.

Así llegamos, para determinar, á la tesis funda-mental de Wundt, tesis que repite bajo diversasformas y que es lazo sistemático por el cual une yexplica sus observaciones, sus experiencias y susdescripciones de hechos. Esla tesis es la identidaddel mecanismo y de la lógica—de lo físico y do lopsíquico,—de lo inconsciente y de lo consciente.Procuremos, pues, penetrar en el sentido de estafórmula.

La psicología, cuando no se contenta con huecasabstracciones, encuéntrase necesariamente frente áactos complejos que son á la vez hechos de con-ciencia y estados determinados del sistema nervio-so. Considerados bajo su aspecto puramente físico,pueden fácilmente referirse estos actos complejos ámovimientos. Aunque la naturaleza de las accionesnerviosas y musculares no se conozca sino muy in-completamente, no cabe duda de que éstas sonfinalmente reclucibles á acciones mecánicas; en unapalabra, todo esie grupo de hechos se explica porel mecanismo.

Resta reducir el otro grupo, el de los estados deconciencia, á la lógica. Esta reducción es original deWundt, y puede exponerse así en lo que tiene deesencial. Los hechos psíquicos más complejos sereducen por análisis á sus elementos; es decir, á lassensaciones primitivas. Cada una de éstas se reduce¡'i la afirmación pura y simple de una cualidad, deuna marca, ó, como dice Wundt, á una conclusiónprecedida de un acto inconsciente, formándose asíel paso del estado fisiológico al estado psicoló-gico. De acuerdo en este punto, todo se explica,

pues las formas más complejas no pueden ser sinorepetición ó complicación de la operación lógicaprimitiva. «Las formas de la lógica constituyen unvestido que puede aplicarse á toda conexión psí-quica. Recíprocamente, siempre que un hecho puedeser presentado en forma lógica, se demuestra conello que es un hecho psíquico. Cuando queremoshacer una exposición popular de alguna cosa, la re-vestimos de una forma lógica, porque, para todo elmundo, la sucesión lógica es el lazo psicológico porexcelencia.» Puede decirse también que cuando que-remos esclarecer cualquier hecho psicológico, elesclarecimiento reviste casi involuntariamente laforma lógica. «No puede negarse que la percepción,como otros innumerables hechos psicológicos, siendoreducibles á procesos de juicio y de razonamiento,que no caen en el dominio de la conciencia, estosprocesos deben, por necesidad, considerarse comohechos lógicos inconscientes.»

Conviene advertir, para esclarecer el punto deque nos ocupamos, que Helmholtz, en su Óptica

fisiológica (4866), adopta la misma solución queWundt. «Las actividades psíquicas, dice, que nosinducen á concluir que un objeto determinado seencuentra en un sitio determinado fuera de nos-otros, no son en general actos conscientes, sino ac-tos inconscientes. En sus resultados son análogas álas conclusiones... Pero lo que sucede difiere deuna conclusión (si se toma esta palabra en su signi-ficación ordinaria), en que una conclusión, es unacto del pensamiento consciente. Permitirásenos,sin embargo, designar los actos psíquicos de lapercepción ordinaria con el nombre de juicios in-conscientes, nombre que les distingue bastante de loque se llama juicios conscientes. Aunque se haya du-dado quizá de la analogía de estos dos géneros deacciones psíquicas, la analogía de los resultados dejuicios conscientes y de juicios inconscientes noofrece duda alguna.» Estas conclusiones, añadeHelmholtz, son el resultado de razonamientos in-ductivos realizados sin voluntad nuestra. Es verosí-mil que el trabajo de razonamiento (anterior á laconclusión) consiste en asociaciones inconscientesde ideas. El resultado se impone á nuestra concien-cia producido ya, y no puede formularse siguiendolas reglas de las conclusiones lógicas.

Al través de muchas oscuridades y de cuestionesdiscutibles, puede entreverse lo que el autor en-tiende por identidad de la lógica y del mecanismo.Si en el fenómeno biológico complejo que llamamosun hecho mental, todo lo que es fisiológico se re-duce á movimientos, y todo lo que es psicológicoá razonamientos, la hipótesis que se presenta natu-ralmente y que, si traspasa la experiencia, se apoyamenos en ella, consiste en que el hecho físico y elhecho psíquico son •idénticos en el fondo, y que la

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oposición que se establece entre ellos sólo procedede una diferencia de punto de vista; tomemos porejemplo la sensación. Bajo el punto de vista de lacualidad, se reduce para el análisis físico á unasuma de movimientos exteriores (en los nervios, enlos centros nerviosos); para el análisis mental se re-duce á una suma de afirmaciones ó de razonamien-tos. Los últimos elementos del conocimiento son,pues, en cuanto á la materia, hechos mecánicos; encuanto á la forma, juicios; y como es imposible queexista una sensación sin cosa que sea sentida, y sen-tida de cierto modo, es decir, sin una materia y sinuna forma, resulta que en este hecho primitivo am-bos elementos son datos que so necesitan mutua-mente, inseparables, indisolubles. En cuanto á larelación de la cantidad ó intensidad, el análisis de lasensación produce el mismo resultado. Sí la excita-ción de los nervios aumenta ó disminuye en el ordenfisiológico, en el psicológico resultará una compara-ción entre los diversos estados, produciendo un jui-cio de intensidad creciente ó decreciente; y hastasabemos que si el hecho físico está expresado poruna serie cualquiera de números, el hecho mental leexpresará una serio de logaritmos correspondientes.

Tal es la conclusión de Wundt, que reemplaza conesta hipótesis el dualismo vulgar. Evidentementetraspasa la psicología experimental, y, bajo estepunto de vista, importa poco que se la acepto ó quese la rechazo. La suma de verdades positivas esta-blecidas ó entrevistas por los procedimientos expe-rimentales do los fisiólogos alemanes, no será niaumentada ni disminuida.

En la rápida exposición que procedo, sólo hemospodido dar una idea incompleta de la obra deWundt. Nada hemos dicho de sus estudios sobre losmovimientos, el lenguaje y la psicología animal.Esta obra concreta y liona de hechos, resiste ol aná-lisis; pero lo esencial era dar á conocer su método,mostrar su raro talento para los estudios psicológi-cos, y poner da manifiesto que este libro debe serconocido por cuantos de la psicología so ocupan.

TEODORO RIHOT.

(Revine Scientiflque.)

CUESTIÓN BIBLIOGRÁFICA.

M. Alfred Morel-Fatio ha. publicado, en la Revuecritique d'histoire et de littératiire (27 Fév. -1878)contra las Andancas é viajes de Pero Ta/w (t. viude la «Colección de libros españoles, raros ó curio-sos»), el artículo siguiente:

«El Sr. Marqués de la Fuensanta de1 Valle y elSr. Sancho Rayón, acaban de enriquecer su intere-

sante colección con un nuevo texto inédito. Dichotexto es un viaje «por diversas partes del mundo»llevado á efecto en la primera mitad del siglo XVpor Pero Tafur, un caballero de la corte de donJuan II. Publícalo allí M. Jiménez de la Espada,acompañándole con un vocabulario geográfico, dos-cientas cuarenta y ocho páginas, en glosilla, do no-tas biográficas y críticas, y, últimamente, con un glo-sario de voces raras ó de difícil inteligencia. Eslarelación de viaje, que no era conocida masque por lascitas de algunos historiadores ó bibliógrafos españo-les délos siglos XVI y XVII (1), merecía ciertamenteel serlo por completo; y no porque el relato de Tafurabunde en noticias nuevas y que sirvan para ilustraralgunos puntos de la geografía histórica de la Edad-Media, pues los paises más excéntricos visitados porel viajero español, se reducen á la Crimea, la Siria,y las islas del Mediterráneo; sino porque el tono, enocasiones casi humorístico del relato (una rareza enaquella época), el interés que inspiran los personajescon quienes Tafur so encuentra, ó pretende encon-trarse, en sus peregrinaciones, hacen, on suma, delitinerario del aventurero hidalgo una obra históricado cierta importancia, y que puede reclamar unpuesto honroso entre las numerosas produccionesen prosa castellana del siglo XV.

«Antes do examinar con algún detenimiento elviaje de Tafur, conviene que nos detengamos unpoco on la introdueion del editor. En estas páginaspreliminares, M. .1. do la E. lamenta con razón quede las relaciones de viajeros españoles anteriores aldescubrimiento de las Américas, no se hayan publi-cado hasta ahora más que la del itinerario do la em-bajada do Ruy González de Clavijo al gran Tamcrlan,y sin embargo, nos dice, «dos narraciones de estegénero han logrado la fortuna de subsistir aún enmíeseos años.» La segunda es la de Tafur. La prime-ra, sogun M. J. de la E., es anónima y ha debido es-cribirse en la primera mitad dol siglo XIV (ol autorconsigna la fecha exacta de su nacimiento: 11 de Se-tiembre de 1304), y «trata de todo el orbe entonces«conocido, comprendiendo algunas regiones que se«creen descubiertas y transitadas en tiempos muy«posteriores... muchos de sus párrafos se reducen»á la enumeración conforme á itinerario de los po-»blados montos y rios de una comarca, y por la fre-«euencia con que el autor se dirige á sus leyentes«con el imperativo sabet, y por la simetría de los«capítulos, que acaban todos sin falta describiendo

( l ) Engáñase M. J . de la E . , al acusar á N. Antonio de haber su-puesto que Argole de Molina habla elogiado a Tafur en su fioblez'i deAndalucía. El ilustre bibliógrafo dice puntualmente: «Hunc et consulebat» Gundisalvus Argote ¿e Molina, siquidem in libris suis, quos ad ma-»num habuit, cura Rcticce Nobüilalis conliceret commentarios, Petrumo Tafur ttrndat (es decir, lo cita fin la lista de las obras que consulta-aba . )» Vide »(*(. hiip. velus II, 254.

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«las armas ó señales de un señorío, cuya pintura«sigue á guisa de viñeta final, más bien que relación«do viaje parece tratado de geografía con ribetes«heráldicos.» Viene después el análisis y extractosde algunas partes de ese libro, del cual, M. J. dela E. declara conocer tres mss. (2) del siglo XV,que le han servido para componer un texto correc-to. Antes de entregar su manuscrito al impresor, nohará mal M. J. de la E. en ponerse al corriente deciertas cuestiones de geografía histórica, que tratacon un poco de ligereza. Es más, hoy se halla en unverdadero compromiso, por haber atribuido á eselibro un valor que se le ha negado cuatro veces porlo menos; porque dicho tratado de geografía estámuy lejos de ser tan desconocido como él se lo fi-gura. Si M. J. de la E. hubiese tenido la advertenciade abrir la Histoire de la premiere descouverte elconqueste des Canaries faite des Van 1402 par Mes-sire lean de Bethencourt... escrite du temps mesmepor F. Piere Bontier... y Juan le Verrier, etc., Paris,1630, sin duda que no hubiera dejado de reconocer,<[iw ciertos extractos (insertos en los capítulos LVá i.vin de un libro atribuido por los eclesiásticosfranceses á un «fraile mendicante» correspondenexactamente con diversos pasajes de su texto iné-dito (3). Bergeron, en sus observaciones al libro dela conquista de Bethencourt, se muestra tan sor-prendido de la inexactitud é incoherencia de los da-tos geográficos é históricos de este extracto, comopara notar, por ejemplo, cierto hecho de «falso perodisculpable en atención á la ignorancia de los tiem-pos,» y para reconocer en otro lugar, que «todaesta geografía es muy confusa é incierta.» Más aún,los mismos cronistas, Bontier, y Leverrier, decía-

t e Uno de esos manuscritos se encuentra, sin duda, en la Biblio-teca nacional de Madrid. El Índice de esta biblioteca (sic) (Ensayo dait'/'i bibl. esp. de libros raros ó c u r . , t. II), menciona una Dexrip-con de Esp-iríu, Europa y parte de Asia por un anónimo del s t-gi" \7V, con las divisas Humiliadas (Aa 158), que parece responder aliPxlodeM. J. de la E.

{»} Juzgúese por el siguiente (p. XIIJJ : « é andodimos después que» [lartimos del rio de Oro, muy gran camino, guardando siempre la ri-» liera, é dejamos atrás Jas Islas Perdidas, 6 fallamos una isla muy>'•< grande, poblada de muchas gentes, é dezíanle ínsula Gropis, é era bienf ahondada de todos los bienes, salvo que las gentes eran ydolatrias, é» lleváronnos á todos ante su rey é maravillóse mucho de nos é de nues-ulra fabla é de nuestras costumbres... (los punto» se hallan en el» texto.) Partimos de la ínsula Gropis é tomamos camino contra el» Levante por el mar merediano, é fallamos otra ysla que dizen Quyble, é» esta is la. . . (lo mismo que arriba) es ya en el mar meredional, é es po-» hiada de gentes negros, é dexámosla á man derecha é tomamos aprés» de la ribera, é paresció un monte muy alto que dezian Alboch, etc.»He aquí el texto francés, que, naturalmente, es más breve: «Puís se par-» tirent de la et tindrent le chemin selon ie riuage de la mer, et trouue-» rent une isle moult bonne et riche, oti ils firent grandement leur profüt,» qu¡ s'appelle isle Gulpis la sonl les gens idolatres, et de la se parlirenl» et allerent plus auant, et t rouuerenl vne autre isle qui s' appelle Caá -»b)c, et la laisserent á main dextre. Et puis trouuerent une montaigne en»terre ferme moult haulte et moult ahondante d?. tous biens, qui s'ap-» (tulle Alboc, ele.» Hisl. cíe la prem. desc., etc., ch. i v n .

ran que omiten ciertas «cosas maravillosas», con-tadas por su frailo de la ciudad de Melea, «paraabreviar y en la duda de que al lector le parezcanmentiras.» Y en efecto, ¿cómo fiar en la veracidadde un hombre que dice haber atravesado el Áfricaá la altura próximamente de 20° lat. N., y nohalla otra cosa que contar de aquellas regiones en-tonces enteramente desconocidas, sino una seriede historietas extrañas á las localidades descritas,tales como la de las «hormigas que sacaban granosde oro?» Fácil es advertir que no se trata aquíde uno de esos relatos de exploración parecido álos que nos han dejado los grandes viajeros ára-bes, pero de una compilación en parte inspirada enel estudio de un mapa contemporáneo (análogoal mapa catalán de 4375), y en parte tomada deltesoro común de las leyendas que circulaban enel siglo XIV acerca de los paises incógnitos delÁfrica. La crítica moderna, por lo demás, ha for-mulado su opinión sobre ese extraño tratado.M. 0. Peschcl, que en su GescMchte des Zeitaltersder Entdechungen se había limitado (p. 58) á citar,sin comentarios, algunos pasajes del fraile español,ha reconocido en otra de sus obras (Geschichte derErdkv/nde, p. 174, nota) que el extracto de dicha re-lación contiene «tantas majaderías, que llega uno árecelar si es juguete de una burla.» Por su parte,M. H. Major, que en su nueva edición de la conquistade Bethencourt (4), ha tenido que ocuparse del pa-saje en cuestión, se pronuncia categóricamente encontra de la autenticidad de la obra del franciscanoespañol (como relación de viaje) (5).

»Estas poco favorables apreciaciones que acaba-mos de citar, impondrán sin duda á M. J. de la E.acerca del verdadero valor del códice, por cuya pu-blicación se muestra tan impaciente. No queremosdecir con esto que el proyecto de dar á luz ese tra-tado de geografía deba abandonarse; quizá ese frailehaya recogido algunas noticias interesantes, cuyaimportancia podrá determinarse por críticos espe-ciales; pero es preciso que el editor se haga cargode la naturaleza de la obra que desea darnos á co-nocer, y que recurra á las que puedan ponerle alcorriente del estado de los conocimientos geográfi-cos en el siglo XIV.

(4) The Cañarían, or, book of the ¿onqnvsl and conversión ofthe Canarians in Ihe year 1402, by messire Juan de Bethenconrt, e tc . ,translated and edited by Richard Henry Major. London. Printed forthe Hakluyt Society. 1872. In 8 . "

(5) V. 1. c. p. 102, nota: «Esta historia d^I fraile mendicante esuna confusa compilación (embodimenl) de las tradiciones gesgráfleas deaquel período.» Y más adelante (p. 107; n . ) , después de haber citadoun pasaje de Edrisi mal comprendido por el fraib, añade M, Major:« El lector hallará meramente en el lenguaje del fraile mendicante unrech-niffé de la confusa geografía de Kdrisi; debiendo no perder de vistalos tropezones del buen fraile en punto á íus referencias al Eufrates parajuzgar si son fundados los recelos de los cronistas (Bonlier y Leverrier)en cuanto al crédito que su veracidad merece.

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N.°62 M. J . ESPADA. CUESTIÓN BIBLIOGRÁFICA. 351

»La inexperiencia de M. J. de la E. en materias quedeberían serle familiares, se descubre una vez másen esa introducción. Á propósito de un lugar de sugeógrafo anónimo, en donde ha creido ver una alu-sión á los Vivakli, M. J. de la K. separa la expedi-ción de estos últimos en busca de un camino á lasIndias Orientales (que coloca en el año de 1287), dela de Teodosio Doria (á la cual da la fecha de 1292).Y sin embargo, el pasaje de los anales de JaeoboDoria, único testimonio contemporáneo y fidedignoque prueba no haber habido más que una expedi-ción dirigida por los hermanos Vivakli y por Doria, yestoen 1291, ha sido publicado porM. Pertz en untrabajo especial (Der «¡Ueste Versuck zur Entdec-hung des Seewegs nach Ostindien, Berlín, 1859, tra-ducido en los Nouvelles anuales des voyages, Setiem-bre, 1859, p. 257-272), reproducido por M. D'Avezacen sus notas adicionales á la memoria de M. Pertz(Nov/o. aúnales des voy., Setiern., 1859, p. 273-289)y comprendido, en fin, en la edición definitiva dede esos anales (Monumento, Germ. hist. scripl., to-mo xvm, p. 335). Después, es de desear que M..!. dela E. so dedique á algunas investigaciones que ten-gan por objeto descubrir el nombre del autor de suTratado (6). Un franciscano, «nacido en el reynadode Castilla el 11 de Setiembre de 1304,» compiladorde una obra de geografía que lia gozado sin dudadocierta popularidad, puesto que nos quedan de ellatres copias, debo haber merecido una mención si-quiera en alguna de las muchas biografías francis-canas do las provincias do España.

«Volvamos á Poro Ruiz (siej Taf'ur. Esto hidalgoviajero de la corle de I). Juan II, cuya biografíaM. J. de la E. no ha logrado completar, era descen-diente de una familia establecida en Córdoba, y, se-gún parece, nacido en la ciudad de Sevilla; por lomenos, él allí vivió largo tiempo y contrajo nume-rosas amistades. El viaje, del cual nos ha dejado larelación, duró cuatro años, de 1435 á 1439, pocomás ó menos. Poco más ó menos, porque una faltado concordancia entro las fechas de ciertos aconto-cimientos mencionados al principio del viaje, seopone desgraciadamente á determinación más pre-cisa de la época en que abandonó á Castilla. Des-pués de haber recorrido las costas del Noroeste deItalia y visitado la Italia central, se embarca en Ve-necia para Tierra-Santa, que deja bien pronto paratrasladarse á Chipre, y do aquí al Cairo y al monteSinaí. A seguida vuelve á Chipre , para pasar inme-diatamente en Turquía y Crimea, de donde regresaá Venecia, deteniéndose en varias islas del Mediter-ráneo. De vuelta en Italia pasa los Alpes, atraviesa

(6) Quiza se hable del fraile español y de su libro en las Nclxins de

i:i hist'»'in ueneral de las ish'x de Cantn-ia, (le .losé (le Vieira y Clavijo;

I>ero no hemos podido cerciorarnos de ello, porque el ionio primero de

esta obra importante falta en la Biblioteca nacional.

la Suiza, sigue por el Rhin, visita la Flandes y elBrabante, retorna á Basiloa, de allí pasa á Bohe-mia y al Austria, y por último, regresa á su patriapor Sicilia y Cerdeña.

«Tafur no es literato. Seguro de que el interés desu asunto le dispensaba de toda clase de primoresde estilo, so ciñe á la enumeración de sus impresio-nes de viaje, que son las del primor momento. Tafurno os un observador muy sagaz, ni trata de expli-carse las causas, ni aun las más inmediatas, de losfenómenos naturales, morales ó políticos que le sor-prenden; pero en sus juicios acerca de las costum-bres y usanzas do los países por el visitados semuestra hombre sensato, curioso y no muy crédulo.Al enseñarle en Nuremberg la lanza «que había en-trado en el costado de Nuestro Señor,» su respeto álas reliquias no impidió que respondiese sin rodeos:«como la había visto ya en Conslaníinopla;» res-puesta que le atrajo la colora de los nuremburgue-ses. Como Tafur supone haber comunicado direc-tamente con lodos los soberanos do los países querecorrió, y haber sido testigo de acontecimientosseñalados en la historia, es fácil en muchos casoscomprobar sus aserciones; 11. J. do la E. no ha re-huido oste trabajo, comprendiendo que el deberde un editor formal es, no solamente publicar untexto corréelo, sino determinar también su valorpor medio de una averiguación escrupulosa de loshechos (¡Lie contiene.

»Si algiin cargo puede, con fundamento, hacerseal edil oí' de Tafur, es el do haber dado á ciertos ar-tículos de su comentario histórico un desarrolloexcesivo, incluyendo en ellos una porción de cosasque de ninguna manera contribuyen á la mejor inte-ligencia de tal ó cual lugar del viajo. Así, á propó-sito de una ligera alusión á 1). Alfonso V el Magná-nimo- M. .1. de la E., inspirado en la grandeza delasunto y llevado do un sentimiento de admiración,muy legítimo, por su ilustre compatriota, deja corrersu pluma y escribe siete páginas para una cosa quesólo necesitaba algunas lineas. Excusado es decirque no nos ha sido posible comprobar página porpágina la relación de Tafur, ni cerciorarnos de laexactitud de todas Jas notas del editor; para hacerloá conciencia, este trabajo exigiría un tiempo de queno podemos disponer. Por tanto, no nos detendre-mos aquí sino en dos pasajes, de los cuales, el uno,por lo menos, no deja do importar á la crítica dellibro de Tafur. Después do haber pasado tres díasen el convento de Santa Catalina do Monte-Sinaí,Tafur, deseoso do penetrar á la India, sale por lasorillas del Mar Rojo al encuentro de la caravana quellegaba cargada con los tesoros del país de las ma-ravillas. Entre los viajeros quo venían en la cáfilaencontrábase el veneciano Nicolo Conti (Nicolo deContó) con su familia, que entra inmediatamente en

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relaciones con Tafur y le disuade del propósito decontinuar su viaje á Oriente. Tafur se deja conven-cer del comerciante veneciano y regresa con él alCairo. Por el camino, Nicolo Conti refiere al caballeroespañol su vida aventurera, y en particular su con-versión forzosa, y se extiende largamente acerca delos prodigios de la India. M. J. de la E. ha notadoya ijiie la narración de Conti, tal y como Tafur nosla trasmite, no concuerda en la mayor parte de- lospuntos con la relación de esas mismas aventuras,escrita en latin por Poggio, secretario del Papa Eu-genio IV, y dictadas, digámoslo asi, por el propioConti (7). Si es admisible que Poggio amplificase lasnoticias que Conti le comunicaba , en ningún casopodía asistirle razón para alterarlas. Ahora bien, lasdiferencias que distinguen las narraciones de Poggioy de Tafur son tales, que nos parece imposible ad-mitir la una sin rechazar enteramente la otra. Si elrelato de Poggio es exacto (y es difícil que no losea), no nos costaría mucho trabajo creer que Ta-fur había inventado su encuentro con el célebre co-merciante veneciano, con el objeto de dar mayorinterés á su viaje. El pasaje en cuestión merece serexaminado de nuevo y más de cerca.

«El otro no es de igual importancia, por lo que nosdetendremos en él, más bien que para comprobarla exactitud de Tafur, para hacer alguna rectifica-ción á las notas del editor. Habiendo aquél sabidoen Basilea que el Cardenal de S. Pedro, Juan deCervantes, se hallaba en los baños de Báden, enArgovia {eslava en las Alpes en Sobada, que duen(ellos) los Santos Baños, que son de agua caliente),Tafur se apresura á visitar á su compatriota, con-tando, por lo demás, con aprovechar su estancia enBáden para curarse de una antigua herida. Tafurhabla con este motivo de un monasterio situadocerca de Báden, y por nombre Maristella, en dondeel Cardenal de S. Pedro había hecho construir unasestufas. M. J. de la E. ha creido que Maristella pu-diera estar en el texto, por María-Stein (junto áBasilea). Maristella es el nombre de una abadíacisterniense, bastante conocida, de la diócesis deConstanza, y á las puestas de Báden, sobre el Lim-mat, y cuya denominación vulgar es Wettingen(V. la Oallia christiana, V, 1.090). La cascada por

(7) Esta relación, que constituye el libro cuarto del tratado De Da-rielnle fortuna;, de Poggio, si no se imprimió á fines del siglo XV 'Jaexistencia de una edición de 1492 es muy dudosa), conocíase manus-crita durante esa época lo bastante para que pudiera ser incluida en lacolección de viajes impresa en portugués, en Lisboa, el año de 1502{il'nco Patito. Ho lyvro de Nycolao Véneto, etc., Lysboa, 1502). Hayili;l tratado De várietale fortunip. una edición de París, 1725, y el cuartolibro, que contiene la relación de Conti, lia sido reimpreso con notes porM. F. Kunstmann, Die Keniitniss lndiem im XV Jahrhnnderte, Mfln-chen, 1863, in 8.°, p. 34 á 66. La Biblioteca nacional no posee la obrade M. A. de Gubernatis Memoria intorno ni viaggiatori itoiiani netleftidí Orienlali dal «. XIII a tullo ií XVI Firenze, 1867, que quizá con-tenga algunas nuevas noticias sobre el viaje de Conti.

debajo de la cual se hacían pasar las embareionessujetas con cuerdas, mientras que los viajerostenían que saltar en tierra, y que se encuentra,según Tafur, cerca de una ciudad, sobre el caminode Báden á Basilea, no es la catarata del Bhin enSchaffausen, como M. J. de la E. se inclina á creer-lo, sino el Hoellenhaken, otra cascada del mismorio junto á Rheinfelden. Dice Tafur, no sin expresarcierta sorpresa, que vio en Báden «los onbres é lasmugeres entrar en los baños desnudos en carnes éallí fazer muchos juegos é muchas bevidas á la ma-nera de la tierra.» Por lo demás, como hombre queha viajado mucho y que se acomoda á las vicisitudesde este mundo, no tarda en familiarizarse con lascostumbres del país; y hasta qué punto, lo puedever el lector en el lugar del texto donde cuenta elviajero las bromas que gastaba con las doncellas decierta dama coloñesa, que había venido en peregri-naje á Maristella, para alcanzar la libertad de unhermano cautivo de los turcos.

«En suma, aunque el efecto que produce la lecturadel viaje de Tafur es casi siempre satisfactorio, nonos creemos en disposición de emitir un juicio ge-neral acerca de la veracidad del autor y de sus noti-cias; porque muchos de los asertos del caballeroespañol necesitan que otras autoridades los abonen.Pero la tarea no es fácil; claro está, por ejemplo,que la presencia de un caballero castellano sin en-cargo oficial, en la corte del duque de Borgoña ó delemperador de Alemania, no llamaría mucho la aten-ción; por consiguiente, no ha de ser en las historiasgenerales de los paises por él recorridos donde sehallen las menciones que confirmen su estancia ental ó cuál punto, ó su encuentro con éste ó el otropersonaje; registrando las crónicas contemporáneases como, sin duda, se llegaría á determinar con bas-tante exactitud el valor de la mayor parte de sustestimonios; pero un trabajo de esta especie, y queexigiría un tiempo considerable, no era empresapara el editor, que no hubiera encontrado en lasbibliotecas de su país suficientes recursos para ello.

«Róstanos decir una palabra acerca de la edición.El manuscrito, único y del siglo XVIII, de que se haservido M. J. de la E., se conserva en la Bibliotecapatrimonial, y procede del Colegio mayor de S. Bar-tolomé de Cuenca en Salamanca. Aparte de algu-nos claros de poca importancia, esta copia parecehaber sido hecha con esmero y habernos trasmitidola obra de Tafur en un estado bastante satisfactorio.El editor se concreta á corregir las equivocacionesevidentes y á regularizar la ortografía. El glosarioque al principio indicamos está escrito con inteli-gencia; sólo encontramos censurable una etimologíasin valor ninguno (la palabra en, contracción de do-minus, que M. J. de la E. deduce del árabe) y laomisión de las formas interesantes registir, regís-

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tencia (V. p. 184, 219, 279) por resistir, etc. Héaquí, finalmente, algunos yerros de imprenta noconsignados en la fe de erratas. P. 84, 1. 4 por aba-jo, fasta, 1. fusta;\). 118, 1. 4 por abajo, aman, 1. aman; p. 185,1. 9 por abajo, ase, 1. a se; p. 224,1. 14,ovoso, 1. óvose; p. 249, 1. 8, entender, 1. entender;p. 294, 1. 14, de que, 1.

Corno la Ren. crit. d'kist. et de lit. no circula poraquí tanto como fuera de desear, y el trabajo delSi1. Morel-Fatio encierra prevenciones útilísimas álos lectores del viaje de Tafur, publicado y anotadoen España, me ha parecido justo traducirle íntegroal castellano, y contribuir yo mismo leahnentc á laenmienda de los errores que he cometido al anotarloy comentarlo, en lo cual creo no hacer alardes deafectada modestia, sino mostrarme consecuente conlas palabras impresas al fin de las advertencias, que,á manera de introducción, preceden al texto de las«Andanoas é viajes».

El artículo es de maestro; evidencíalo el autorcon el desembarazo de su discurso, con la seguri-dad de sus afirmaciones, y más que con todo eso,con los consejos que me dirige, y que yo á par delalma le agradezco, con tanto más motivo, cuantoque sobran muchos de ellos, cosa que debo atribuirá pura generosidad del articulista. Pero la materiasobre que versan es de suyo tan opinable y tansujeta á las vicisitudes de la investigación histórica,que á la crítica ó esclarecimiento de un supuesto yhasta de un hecho suelen concurrir varias autorida-des respetables y tal vez contradictorias, y para elque tiene forzosamente que elegir entre ellas, des-pués de consultarlas, el caso es por extremo difi-cultoso: el aplauso de los unos envuelve la censurade los otros; seguir la última opinión, como si dijé-ramos, la última moda, es cómodo, pero poco pru-dente: suelen verse autoridades que cambian deparecer con los tiempos, y aun vuelven al que pri-mero abandonaron.

Yo por mi parte declaro que, á pesar del saludableefecto de las amonestaciones del Sr. Morel-Fatio, ypor más que me sienta con ellas muy propenso ácorregirme de mi ligereza y de mi atrevimiento enopinar como no opinan dicho señor y los demásautores en que se apoya, acordándome de aquellascontingencias ó inseguridades de la crítica, no acabode desterrar ciertos escrúpulos que me asaltan alquerer confesarme completamente arrepentido.

En concepto de tales, y no de otra cosa, van áseguida algunas observaciones, que, ruego al señorMorel-Fatio, acoja con benevolencia, y á los lecto-res de Tafur que las tengan como descargos de suimperito anotador.

Antes cúmpleme decir que la corrección á mi citade Nicolás Antonio, no tiene vuelta do hoja: el que

se mete á bibliófilo no debe ignorar que el verbolando, as suministra al tecnicismo del oficio, entreotras acepciones, la de citar, á secas, muy admitida,aunque no muy castiza y propia.

Tampoco quiero que la tenga el no haber abiertola Histoire de la premiere (que no es primera) des-couverte et conqueste des Canaries, etc., escrite porF. P. Bontier y I. le Verrier, porque no presentaréen disculpa mia dos circunstancias atenuantes, ásaber: que en Madrid quizá no exista de esa obramás que el ejemplar conservado en la BibliotecaNacional (8); y que este establecimiento goza de unatemporada de vacaciones. Pero si yo hubiese tenidola advertencia de acudir á su consulta en tiempooportuno, en vez de haber dicho en mi prefacio delTafur, que el libro del viajero anónimo del siglo XIVno había visto la luz, hubiera estampado allí, que c!libro del fraile franciscano español había visto unsluz escasa y turbia á través del mal extracto que dealgunos de sus párrafos hicieron los cronistas deBeüiencourt, único texto sobro que discuten, deci-den y sentencian los señores Vizconde de Santarem,Peschel y Major, haciendo recaer sus censuras so-bre el libro entero, que desconocen. Esto basta ysobra para despojar, por el pronto, á los fallos deesos señores del carácter de inapelables á que quie-re elevarlos el Sr. Morel-Fatio, y pudiera bastar paraexcusarme de insistir por ahora en la cuestión. Nolo haré, sin embargo; la veracidad del fraile viajero,aun circunscribiéndonos ,al extracto de Bontier yLeverrier, no queda, en mi sentir, tan mal paradacomo parece por las razones del Sr. Morel-Fatio.

Y me extraña que tenga por una de ellas (9) lafrase de los cronistas de Bothencourt referente alasmaravillas que contaba el fraile de la ciudad de Me-lca, las cuales omiten en su extracto, para abreviary en la duda de que «al lector le parezcan mentiras;;'porque esta locución ponderativa de las maravillas,ciertamente no demuestra que Bontier y Leverrierdudasen de la verdad de quien las contaba, sino surecelo de que el lector no las prestase crédito, por lograneles y peregrinas que eran. En castellano usa-mos de locuciones semejantes, v. g.: sise lo conta-se á usted me tomaría por un embustero; y de aquíla antigua sentencia: Las cosas de admiración, nolas cuentes, que no saben todas gentes cómo son. Algo

(8) Hay alii también y en la Biblioteca del ministerio de Fomente,un traslado al castellano de la edición de París de 1650, hecho por donPedro María Ramírez para la «Biblioteca isleña,» é impreso en SantaO i u de Tenerife el afio de 1847.—1. 1. 4.°—No lleva notas, y si unabreve advertencia del traductor en donde se lee, que estando ocupándoseen su traslado, r-1 Sr. D. Francisco María León le facilitó con otros va-rios papeles históricos una traducción de la crónica de Bontier y Leverrierpor Servan Grave, la cual pensó seguir, pero hallándola sumamentefalta é incorrecta, abandonó el proyecto, y continuó la suya.

[9) Acaso en esto, como en otras cosas, el Sr. Morel-Fltio no hagaás que seguir el ejemplo del Sr. Major (véase nota 5),má

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más explícito hallo este pasaje de los capellanesfranceses: «et pour ce qu'il (el fraile) parle si au vray»des contrées et des pays dont nous auons vraye«cognoissance, il nous semble que ainsi doit-il faire«de tous les autres país, et pour ce auons nous cy-«apres mis aucunes choses qui sont en son liure«dont nous auons mestier.» (ch. LV, p. 101). Y esteotro: «et ei les choses de pardecá sont telles córame»le, liure du l'rere espagnol lo deuise et aussi c'eux»(|iii ont frequenté en ees marches dient etracomp-«leut, a l'ayde de Dieu, etc.» (ch. LVIII, p. 106). ¿Ycómo habían de dudar ni del fraile ni de su libro, sitomaban á éste por guía de la expedición de Bethen-eoiirl—en proyecto—á las costas occidentales afri-canas?

Kn cuanto á M. Bergeron, tengo para mí que comoanolador calzaba los mismos puntos que yo, en elconcepto del Sr. Morel-Fatio. Precisamente el lugardel extracto tachado por él de embrollado ó incierto,en punto á geografía, es uno de los más claros y ter-minantes; y si asi no fuese, refiriéndose como se re-liere á las marinas cercanas del Rio del Oro (Sene-gal), mal pudiera haberse expresado el Sr. D'Avezacen estos términos: «On avait nié aussi... que le moi-ne espagnol dont la chronique de Bótliencourt ra-conle les voyages óut depassé le cap de Bojador;inaintenanl on ne le conteste plus» (10).

Kl hecho falso pero disculpable en atención á laignorancia de aquellos tiempos, bueno es que se sepaque afecta á los conocimientos históricos, no á laveracidad del viajero: el franciscano creía que laciudad de Marruecos fue Cartago.

He buscado con detenimiento en el extracto debi-do á los cronistas de Bethencourt esa serie de histo-rietas extrañas á las localidades descritas por elfraile español, y hallo por junto la de las hormigasmineras. Aunque mi profesión es la de naturalista,no estoy muy al tanto de la zoología del África occi-denlal de entre-trópicos; pero entiendo que no esimposible que en aquellas regiones, como en las in-dicadas por Heródoto, Estrabon, Mela y Plinio, hayahormigas ú otros animales mayores, tomados porI ales, que saquen afuera de sus guaridas, al cavarlasen las playas ú otros depósitos auríferos, pepitas,granos ó pajuelas del codiciado metal, facilitandoasi el trabajo del hombre ó indicándole los sitiosdonde aquél más abunda. En la Historia geográficaé hidrográfica del reino de Chile, escrita por ordendel Sr. Gobernador Amat y Juinent en 1760, y diri-gida con carácter de oficial al rey Carlos III, se ha-lda del curioso hallazgo de las minas de oro de Hui-llipatahua, hecho en 1751, de esta manera: «Este«mineral se descubrió ha tiempo de nueve años por

|1O| Nolice des décoiwerles faites au moyen-age dans l'Occénn Ai-

'ivliqne, etc., (Nouv. ann. d»s voy., 1846, t. I, p. 28Sj.

«acaso; y fue en el llano aunque no tiene agua cor-«riente, pero á pocas varas da en agua de las ver-t ientes de las lomas que le circuyen, razón porqué»hay cangrejeras, que son bocas de cuevas de cier-»tos camarones, que no son de rio, sino de aguas«subterráneas. Estos cangrejos se alimentan ehu-«pando lo sutil del barro, y el que desjugan arrojan»por la boca ó lumbrera de la cueva, do cuya eon-«tinuaeion se levanta una torre cilindrica de barro»lavado, en cada boca de las muchas que hay. El«modo de cazar estos camarones es dejarles caer«pendiente una carnada, y luego que la muerden«suspenderlos. Sucedió, pues, que estando en este«ejercicio persona advertida, conoció que lo que«brillaba en el barro era oro, y poniendo mayor«cuidado se comprendió que en todo el valle pinla-«ba este metal.»

La verdad es que el documento sobre que cues-tionamos, como relación de viaje, no debo de sertodo lo malo y despreciable que quiere el Sr. Morel-Fatio, cuando personas de la competencia del señorD'Avezac lo aceptan sin restricciones y se sirven deél para combatir victoriosamente el exagerado ex-clusivismo del Sr. Vizconde de Santarem. Este dis-tinguido geógrafo portugués, cuyos notabilísimostrabajos en defensa de la prioridad de los descubri-mientos de sus compatriotas más allá del cabo Boja-dor, por mucho que valgan, como en efecto valen,nada suponen al lado del entusiasmo patrio con queresiste conceder la razón á sus contrarios, aunquela tengan, escribe en su famoso libro (Recherchessur laprioritéde ladécouverte, etc., add. XXXVIII),estas significativas palabras: «En fin, nous montre-«rons (11) que le voyage dout il est question dans le«livre du frére mendiant español, citó dans les rela-«tions des chapelains de Bethencourt, meme en lensuppossant eutre pris vers le Riod'Oiro, n'est qu'un«voyage de cabotage fait par les Maures, et non par«lea marins europeens, ele.» Y luego reproduce ennota la adicao 28" á la p. 160 de la edición portu-guesa, en donde trata de probar que aquel frailebien podía ser paisano suyo.

Indudablemente el Sr. Vizconde se preparaba á lasresultas de que nuestro franciscano hubiese doblado,en efeclo, el cabo Bojador y llegado al Rio del Oro.Por eso, en el Diario do Gobernó de 5 de Setiembrede 1845, publicaba: «Á vista do que temos exposto«é da propria relacao dos capellaes de Bethencourt,»e evidente... que se algunas (nogoes) teve da exis-«tencia de um rio chamado do Ouro, colheolas n'um«libro escripto por um frade espanhol, que diziater allí ido en companhia dos Árabes;» expresiones

(11) Alude á un trabajo que pensaba publicar acore» de la célebrecarta catalana ó mallorquína de 1375, en donde figura, al S. del caboBojador, c| barco del mallorquín Jaime Ferrcr, que partió para el Rio delOro el dia de San Lorenzo del a fio de 1546.

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que se apresuró á recoger el Sr. D'Avezac como unapreciosa confesión de que el relato del fraile viajerose continuaba más allá del cabo Bojador hasta el Riodel Oro, en la cual confesión se reconoce implícita-mente la veracidad del franciscano (12).

¿Qué otros documentos han parecido, qué nuevasinvestigaciones se han hecho sobre el particular,desde los años de esa polémica (1841-Í848) hastalos de la crítica moderna, personalizada en losSres. Osear Peschel y Richard Henry Major, paraque sus autoridades, prescindiendo de todo lo antesescrito, den al traste con el fraile y lo que de su li-bro se conoce?

Por la frase lacónica y despreciativa del Sr. Pes-chol no cabe averiguarlo: únicamente es lícito de-ducir, en vista de que en el primero de sus libros,—«dedicado, por más señas, casi exclusivamente á lagloria de la nación española... adquirida por sus he-roicos hijos en la peligrosa carrera de los descubri-mientos»—acepta (-13) la narración del fraile, y en elsegundo la desecha, que quizás con el tiempo mudenuevamente de consejo. Esperemos, pues, al tercerlibro del Sr. Peschel que trate del mismo asunto.

El Sr. Major siquiera se explica y razona. Abun-dando de las patrióticas convicciones del Sr. Viz-conde de Santarem, y persuadido íirinemente de quehasta los años de 4434 no se dobló por nadie el caboBojador, al encontrarse con el texto del fraile espa-ñol, que parece rezar lo contrario, le aplica estaregla de crítica,—en puridad la misma de que sesirven todos los que como él opinan: las cosas queel fraile cuenta constan ó no constan en los mapas ytradiciones anteriores á su. siglo ó contemporá-neos; ¿constan?, pues de allí las tomó; ¿no constan?,entonces son invenciones suyas. Por consiguien-te, su viaje, en compañía de unos berberiscos, aiRio del Oro, es una impostura; imposible que cru-zase el continente africano y escapase para contar-lo, etc, etc. ¿Pero de dónde sacaría el franciscanoespañol tanta patraña? El Sr. Major cree podernosdar alguna luz sobre esto, trasladando un pasaje deEdrisi, especie de trampa de mentiras frailescas, quees como sigue: «Algunos negros piensan que esta«ciudad (de Kukú según Jaubert, Coco según Dozy),«está sobre el mismo Nilo, otros sobre uno de sus«afluentes; pero en realidad el Nilo pasa por medio»de la ciudad de Kukú y luego se derrama por lla-

(12) D'Avezac, I. c . , p . 282 y 283.

(13) El Sr. Morel-Fatio ha padecido una distracción al afirmar que el

Sr. Peschel, en su Gachichte da Zeilallers der Enldcckungcn, se limila

á citar sin crimen turtos algunos pasajes del fraile español. Los pasajes

que cita los amplia, esclarece é ilustra con la sinonimia moderna de las

ciudades y regiones de que en ello3 habla el franciscano, con noticias

históricas, y con la referencia á obras arábigas y europjas. Esto, en

castellano y en francés, es comentar; y cuando, como lo hace el Sr. Pes-

cbel, se comenta un texto sin combatirlo, claro <"slá quo se acepta y se le

concede algún valor, poco ó muebo.

«miras arenosas del desierto, y de aquí se vierte en«lagos, exactamente como el Eufrates en Mesopota-«mia» (44). Ahora bien, este lugar, traido á la cues-tión con el objeto que se ha visto en la nota núme-ro S, ni en el lenguaje, ni en el estilo, ni en los con-ceptos, tiene nada, absolutamente nada de comúncon la parte del extracto hecho por Bontier y Le-verrier que al Eufrates se refiere, más que esenombro de rio (45). Y no podía por menos de ser así;el geógrafo árabe cita al Eufrates para compararlecon el rio de Coco; el fraile habla de él como sirealmente corriera por el África y le hubiese vistoy atravesado, porque le creía uno de los cuatro quemanaban del Paraíso terrenal, y á éste situado en elextremo Sur de aquel continente; el origen de suerror estaba en su fe de cristiano, no en su igno-rancia del arábigo, ó en su torpeza para comprenderel libro del Nubiense.

No hay, pues, razón alguna que autorice al eruditoguarda-mapas del Museo británico para motejar derechauffé de la oscura geografía de Edrisi el len-guaje do nuestro franciscano; y, en mi humilde opi-nión, aquí no es solamente el fraile el que tropieza.

Pasemos á la empresa marítima de los hermanosVivaldo.

El Sr. Morel-Fatio considera en mí una falta de ex-periencia en materias históricas, que debían sermefamiliares, el que separe dicho suceso del viaje á lasIndias orientales intentado por Teodosio Doria. En-tendámonos; antes que yo lo han separado el Sr. Sa-bin Berlhelot (Histoire des isles Cañarles), el Sr. Ca-nale 'Storia civile, commerciale et leteraria dei ge-novesij y el Sr. Cantú (Storia wniversale) (46); losdos primeros con presencia únicamente de las noti-cias debidas á Pedro de Abano y á Antoniotto deNolla ó Usodimare, y de los Castigatissimi antiaiide Giustiniani y de la Historia Oenuensis de U. Fo-lielafel último con conocimiento además del céle-bre pasaje de los Anales de Genova do Jacobo Do-ria (47). Que en esios últimos años e) Sr. Jorge Hen-

(!4) El Sr. Dozy entiende este pasaje de otra manera que elSr. Major.

(15) Véase: «la (dotóme) sont les montagnes si hautes que l'on ditaque ce sont les plus hauuts du Monde, el ancuns les appellent en leurs»iangfl[i;eh les monis do la Lune, et les antres les monts de l'or, etsonl »i\»ot naíssent d'elles six grosses riuierea qui toutes cheent fin fleuve de»l'or, et y foiu un grand lac, et dedan» ce laca une isle qui s'appelle Pa-w.'/oye qui est peuplée d<j gens noirs, et de la s 'en allá le frere lousiours»auant iusqu'en vne riuiere iiomme Euphrate, qui vient du Paradis Ter-»restre, el. latrauersa, rt s'en allá par maints país et par mainlcs diuerses»conlrees iusques á la cite de Melée, líi oú demeuroit le Prestre-Iean.»(ch. LVU.)

(1«) El Sr. Henri Harrissie en sus iV itcs on Columbas, MDCCCLXV ,dice (pag. 82): «The two Genoese, Guido di Vivaldi (1281) and Theo-dore Doria (1292).»

(17) «Abbiamo dunque da venti scritlorila storia autentica de Geno-uva, la quale rimase nell'archivio secreto de ía República, sino al 1808,»l/atroce diritto della conquista, brutalmente esercitato in quei tempi,ncondanno Genova a spedire a Parigi venticinqne casse di cart« d'esso

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fique Pertz terminantemente y el Sr. D'Avezac,no del todo convencido, han resuelto que las dosexpediciones sean una sola. Es verdad. Pero venganacá los textos y las razones aducidas por el uno ypor el otro.

Dice Abano en sustancia, (Conciliator differen-tiarwm, diff. 67) que, ofreciendo las montañas y de-siertos de la Siria y del Egipto obstáculos insupera-bles en un viaje desde Italia á la India, y no estandotodavía en aquel entonces descubierto el camino porla Tartaria, los genoveses trataron do buscarlo pormar, y al efecto armaron dos galeras, que traspu-sieron el estrecho de Gibraltar y de las cuales hacíaya treinta años que no se tenía noticia alguna. Es-tos treintas años deben contarse desde cualquierade los comprendidos entre el de 1303, fecha de laDiff. 9 de aquel tratado, hasta el de 1315 en quemurió su autor; en cuyo caso resulta que aquellaexpedición genovesa á la India, fue lo más antes enI'273, y lo más tarde en 1285, nunca en 1291 ó 1292.

Las noticias acerca de una expedición genovesa ála India en el siglo XIII debidas á Usodimare eons-IÜII: primero, de una leyenda, escrita ó que debíaescribirse en un mapa de fines del siglo XIV ó prin-cipios del XV, y que se encuentra con otras en elllamado Itinerario de Usodimare (18); segundo, deuna carta dirigida por el mismo Aatoniotto desdeLisboa á sus hermanos y acreedores residentes enGenova, fecha á 12 de diciembre de 1455. Aque-

»arehiv¡o al ministero dell'interno. La pace succesiva, che »lcuni solo r¡-«parri dei torti, non restituí a Genova almeno il tesoro dello sue incmo-»r¡p, fí rjuelle scritture rimangono uella biblioteca Rcale ili Parigi nella»sa!a che precede quella del fondo Colbert. Alcune copie ne sonó in pa-»tiia, quali mutile, quali conformi al texto parigino, ed alcune anche au-»k'ntificete; tali sonó le tre deüa Biblioteca Cívica, dell' Universita, e de«Missionary urbani, una del signor Gambino, una dtl márchese Duraz-»zo, Orx, tutte quesle, come volle graziosamente a mia richíesta verifi-»care il Sig. Canale, contengono il pasao citato ¡n questi precisi ter-»min¡: fodem nnno (1292) Theodisitts Anriae, Ugolinnt de Yivaldo elvejus frt'ler cum quibusdam atiis civibns Jnnime cwpcrunt faceréiiquadd'im viuggUnn, quod «liquis nsque tune {acere minime alempla-»?)//. Nrim armavil optime ditas galeas, ct de victualibits aqinr el» 'li>s necesarias in as impositís, m'seri'»l de mense mndii de versasnslneluinseple, til per mare Occeamim ireirt ad partem Indiae merci-nmoniít ulilia inde deferentes. In qtiibiis iverunt dicti dúo fratres denVlvaldó personaliler et dúo fraires Minores. Quod qtiidem mirabais»ftnt n:)i S'iliim vide.ntibiit, tedeliam audientibits. El postqnam lo-»cntn qved dicilur Gozcra transiennt, aliqua certa nova non habui-»jntts de eis. Dominvs aittem eos cutlodint et taños et incólumes red<<-»cil ad pttña.-a (G. Gantú, St. Un., Torino. t . olt., Ep. XIV, par.secón., MDCCCLVI1, ñola al lib. XIV, pág. 5 3 3 . ) - D e aquí podra sa-car, si gusta, el Sr. Morel-Fatio varias consecuencias, y entre ellas es-tas dos: primera, que no he necesitado recurrir á las obraa que me citapara enterarme del expresado pasaje de los anales de Doria, puestoque corre en la frecuentadfsima historia de Cantü; y segundo, que nosolo los inexpertos, pecto también los muy avisados y entendidos, pecande no conocer todos los libros que les convendría consultar. Para elSr. Perll era inédito en Marzo de Í8S9 un documento impreso en 1857.

(18) Esta es la opinión razonada del Sr. D'Avezac. El Sr, P«rtzllama á ese itinerario papelet de Usodimare; fueron publicados por etSr. Graberg de Hemsó en los Annnli di Geogrophia e di statittica,(1802) y en los .4«». det Voy. (1809).

Ha dice, conforme al texto de Graberg de Hemsó(Ann. di Qeog., etc., tomo II, pág. 287): «Año de«1281 (19) zarparon del puerto de Genova dos gale-»ras mandadas por D. Vadino y Guido de Vivaldo»con propósito de ir por Levante á las partes de la«India; las cuales galeras mucho navegaron, pero«cuando fueron en este mar de Ghinoia, una de«ellas varó, de suerte que no pudo proseguir su ca-«mino; la otra, sin embargo, navegó por este mar«hasta una ciudad de Etiopia por nombre Menam,«cuyos habitantes, que son cristianos subditos del«Preste-Juan, se apoderaron de los tripulantes, re-«duciéndolos á tan estrecho cautiverio, que nin-«guno pudo regresar á su patria. La ciudad de Me-«nam está en la marina cerca del rio Sion (Senegal).«Estas cosas contaba el noble genovós Antoniotto«Usodimare.»

La carta de Lisboa viene á decir: «me encontréallí (un lugar de la costa de Senegambia) con uncompatriota,—creo que de los de aquella galera delos Vivaldo, que se perdió hace 170 años (en 1285)—el cual me dijo que sólo 61 quedaba de la descen-dencia (semine) do los náufragos cautivos.«

Los textos de Giustiniani y de Folieta son los si-guientes:

«Y este año (1291) Tedisio Doria y llgolino de«Vivaldo con un su hermano y algunos otros, inten-»taron un viaje nuevo é inusitado: esto es, ir á la«India por el Poniente; y armaron dos galeras, muy«bien acondicionadas, y llevaron consigo dos frailes«de San Francisco. Y salidos fuera del estrecho de«Gibraltar navegaron hacia la India, y no se ha te-«nido de ellos noticia alguna (Cast. Ann., f. III).»

«Año de 1291.—En este año Teodosio Doria y«Ugolino de Vivaldo con dos naves armadas y per-trechadas por su cuenta, acometieron la grande y«atrevida empresa de abrir una vía marítima hoy«todavía desconocida á las Indias; y salidos fuera«del estrecho de Gibraltar hicieron rumbo al Occi-«dente. Nada hemos sabido de su suerte, ni del«éxito de sus vastos provéelos (Hist. genue., f. 110).«

El pasaje de los Anales de Genova de JacoboDoria va trasladado en la nota número 16; excusorepetirlo: únicamente advertiré que reconozco laequivocación del año de 1292 por el 1291.

Compulsadas estas citas, resultan dos expedicio-nes genovesas emprendidas con el intento de des-cubrir nuevo camino de Italia á la India por el es-trecho de Gibraltar, una con rumbo á Levante veri-ficada en los años de 1273 á 1285, lo más tarde, bajola dirección de D. Vadino y Guido de Vivaldo, de lacual nada se supo hasta mucho después de treinta

(19) El Sr. D'Avezac ha consultado una copia del Itinerario de Uso-

dimare, sacada del ms. que se conserva en los Reales archivos de Tu-

rin, donde está el año de 1290 por el de 1281; pero creo que haga más

fe que ese tratado el texto del Sr. Graberg de Hemsó.

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N.° 62 M. J . KSPADA. CUESTIÓN BIBLIOGRÁFICA. 357

años de haber salido del puerto de Genova; otra conrumbo al Occidente, iniciada en 1294, bajo el mandode Teodosio Doria y Hugolino de Vivaldo y un her-mano de éste, y de la cual se supo, el mismo añode su partida, que había llegado á un lugar llamadoGozora.

¿De qué manera los señores Pertz y D'Avezac lo-gran compadecer estos datos contradictorios y de-mostrar que se refieren á un sólo hecho histórico?

A mi juicio, la autenticidad é importancia de losAnales de Jacobo Doria, influyendo demasiado en elánimo del Sr. Pertz, hacen que los considere, no sólotestimonio irrecusable, sino con fuerza suficientepara destruir por si mismo todo lo que en los otrosse oponga á su letra, y en particular el de Usodi-mare, que tiene por no muy puro, y á cuyo autorcalifica de novelero. Con tal criterio, y después desentados estos precedentes, nada más fácil que tras-portar los años de 1281 á 88 del navegante gonovésá los de 1291 del analista, y suponer que los nom-bres de D. Vadino y Guido están, el primevo por elde Ugolino y el segundo por el de aquel su hermano,que no expresa Jacobo Doria. Respecto á Pedro deAbano, la contradicción de su texto con el de losAnales queda salvada leyendo XX en lugar de XXX,número quizá mal impreso, y el verdadero del ma-nuscrito original, que por desgracia no puede con-sultarse. Y en cuanto al rumbo del viaje al Occi-dente, según Giustiniani y Folieta, y conforme, sinembargo, con el que marean las noticias de Abano yUsodimare, claro es que debe ser una equivocaciónde los primeros escritores, toda vez que los Analesde Doria rezan que las galeras de su deudo Teodosiollegaron á Gozora (que interpreta Gozóla, Gozoli,Guzula ó Djezula).

El Sr. D'Avezac, que rectifica más de una inad-vertencia del Sr. Pertz, y le corrige de bastantesinexactitudes cometidas al trasladar los textos enque funda sus razonamientos, sigue, no obstante, enlo sustancial de éstos al sabio bibliotecario de Ber-lin, abandonando su antigua opinión de que entre elaño de 1291 fijado por Giustiniani y Folieta á la ex-pedición de Teodosio Doria, y los de 1281 ó 1290 y1273 á 83 señalados por Usodimare y Abano respec-tivamente, debía adoptarse el de 1285, el mismoque resulta de la carta de Antoniotto á sus herma-nos y acreedores. Pero al eonvenir con su ilustrecolega, como he dicho, en los puntos principales dela cuestión, propone para los dos más culminantesy dificultosos nuevos términos de avenencia, á sa-ber: que los treinta años de Pedro de Abano seantrece, porque así ya quiso el famoso astrólogo refe-rirse al año de 1291; y que D. Vadino sea Ugolino,merced á un error de copista, en cuyo caso Uso-dimare no parecería tan valedero. Una vez adere-zados en esta forma los textos de Usodimare y de

Abano, el Sr. D'Avezac toma de ellos y del de Fo-lieta, sin otro examen, los datos que por el merohecho de no oponerse á los Anales de Doria no leson sospechosos, y con lodos compone una crónica,naturalmente la más cabal que se conoce, del viajemarítimo á la India de Teodosio Doria y los herma-nos Vivaldo.

Enhorabuena que sujetos del saber, de la expe-riencia y de la nombradla de los señores Pertz yD'Avezac se permitan variar la letra de los textos,base de toda polémica del género de la que nosocupa, ó indispensable punto de partida de cuales-quiera deducciones, que lógica y razonablementedeban hacerse; su reputación responde de sus ac-tos, y al propio tiempo les comunica el prestigionecesario para correr como opiniones aceptablesentre los de su escuela, y discutibles para los quemilitan en la contraria. Los que nos hallamos en casomuy distinto del de aquellos renomj>rados geógra-fos, debemos atenemos puramente á la letra, ócuando más á una interpretación discreta de los tes-timonios sobre que discutimos ó resolvemos.

Mas aunque yo admitiera—que no las admito,—las atrevidas correcciones dé los señores Pertz yD'Avezac, siempre me asaltaría esta duda: ¿los Ana-les de Jacobo Doria expresan con claridad que laderrota de la expedición genovesa á la India fue todaella por las costas del África?—No cuestionemosacerca del nombre Gozora; sea Gozoli, Guzula óDjezula.—¿Sería un disparate suponer que las gale-ras de Teodosio Doria y de Ugolino Vivaldo bajaronhasta el cabo de Non, próximo al límite de lo bienconocido en aquel tiempo de las citadas costas, yol más conveniente para arrumbarse por el Ocasohacia las partes equinocciales de la India? Porqueentonces pudo ser quoddam viagiwm quod aliquisusque^unc minime attemptavit, aunque los hubie-sen precedido Vadino y Guido Vivaldo en la mismaempresa intentada por otra vía, á tierra del conti-nente africano. Giustiniani y Folieta se muestranbien explícitos respecto á la dirección del viaje deTeodosio Doria, pero mucho más todavía que estoshistoriadores, otro á cuya autoridad nadie recurreen la tan disputada historia de las expediciones indo-genovesas. Pedro Bizarro Sentinati, en su Historiaatque anuales, publicados antes que la obra de Fo-lieta (20), escribe en el lugar correspondiente al añode 1291: Theodorum Auriam et Hugolinum Vival-dwm una cwm suo fratre, ac plerisque alus nobiti-bus viris, incredibilis quísdam novas Ínsulas et re-giones ad occíduwm orbem vergentes, prescrwtandicupiditas incessit: eoque factura est, ut, duabusrostratis navibus, ómnibus rebus ad tam longimquam,

(20) Senfíívs Popvlique genvertsit rervtti domi foritque gesíürunihistorio: atque anuales, etc., Antverpiaj, M. D. LXXIX, 1 t. f,°

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358 REVISTA EUROPEA.—2 DE MAYO DE 1 8 7 5 . N.° 62proj'ectionem opporíwnis, summa diligentia instruc-tis acprmjyaratis, prospero ventorum ajyiatii e sinnuLigustico solventes, ad fretum Herculeurn adnavi-yarint, quo quidem emenso, Mine tam ultra venusbuliamperexere, ut, sicuti a qwibusdam posteris acmemoria traditum est, nihil sane amplius de ipsisauditum atque rescitumfuerit.

Después de todo, que los viajes del Doria y losVivaldo hayan sido uno ó dos y en el año que sequiera desde 1273 á 1291, me tiene muy sin cuida-do; á mi me basta con que resulte cierto que unade sus galeras naufragó en las costas occidentalesdel Álfica, quedando sus tripulantes cautivos de loscosteños; y así resulta, y á mayor abundamientoque fue en el mismo lugar indicado en el itinerariodel fraile anónimo. ¿Quién no recordaría en este(•aso, como yo, la ó las malogradas expedicionesgenovesasdel siglo XIII á la India Oriental?

Poro ruego al Sr. Morel-Fatio que no olvide cuálera y viene siendo mi principal objeto al citar ytrasladar el pasaje de la galea que se quebró enAmenuan (ó Menam), y que en último recurso puedohasta prescindir de la comprobación histórica delsuceso y de la notable coincidencia del texto espa-ñol con los de Usodimare; porque, aun faltándomeuna y otra, no por eso pecaría de ligero en calificarla anécdota de natural, verosímil, posible y muy di-ferente de las historietas, patrañas y majaderíasde que suponen los señores Peschel y Major estáplagado el libro en donde aquella se refiere, y que,repilo, no conocen; del cual, ahora que lo veo tanmenospreciado como mal conocido de los críticosmodernos, sí que estoy por decir lo que no he dichoy el Sr. Morel-Fatio gratuitamente me atribuye: queno se me cuece el pan hasta darlo á la estampa;—mucho más contando, como ya cuento, con la li-cencia de persona tan para ello como dicho señor.

Corno la severidad de su tono didáctico remite deuna manera notable, después de haber concluido conel fraile y con mi erudición histórico-geográfica, alsentirme aliviado del respeto que me infundía, llegohasta figurarme que sus observaciones, por lo quehace al carácter de Tafur y á mis notas, no tienenni con mucho la persuasión que aquella sin duda al-guna les prestaba. Así que, entre otras cosas, meparece algún tanto afectado el continuo escrupuli-zar del Sr. Morel-Fatio sobre el crédito que á nuestroviajero debe darse; sin que por eso deje yo de re-conocer el perfecto y legítimo derecho que le asistepara obrar de esa suerte, pues se trata de que un es-critor nacido en un país de embusteros y farsantes,obtenga para su libro el visto-bueno de una críti-ca, acerca de cuya madurez é infalibilidad, todo elmundo está de acuerdo. Dueño es también el dis-tinguido crítico francés de ejercitar su talento y delucir su erudición indisputables á costa de mis ano-

taciones: caria blanca le han dado para ello estasft'ases mias, impresas en la pág. XXVI de las adver-tencias preliminares al texto de Tafur: «al estímulo»aqui de la importancia de un asunto, allá de la no-«vedad ó rareza de los datos, dejando correr la plu-»ma, poco avezada á semejantes correrías, he ve-»nido á encontrarme al fin de la tarea con un montón«de anotaciones, que al verlas, después de conclui-«das, -tan difusas, tan supérfluas y excediendo el«texto á que van subordinadas, dudo mucho de ha-«ber salido airoso de mi empeño;» pero yo le su-plico que, al hacerlo, no pase por alto aquellos demis conceptos ó palabras que, habidos en cuenta,acaso reducirían á términos más breves y discretosalgunas de sus censuras. Y vayan como ejemploslos mismos que él escoge para su artículo.

El que dedico en mi Catálogo biográfico al rey deARAGO.N, á la verdad, no es corto, pero tampoco estodoj»mí«, como aquí decimos. Necesitaba recordará mis lectores, que no todos son especialistas depunta como el Sr. Morel-Fatio, varios hechos histó-ricos, encadenados de manera, que fuesen respecti-vamente el uno antecedente necesario de su inme-diato, y su enlace una comprobación irrecusable dela fecha de un suceso para mí muy capital, por dosrazones: la primera, por estar relacionado con la lle-gada de Tafur á Italia, y sus lances con los capitanesde aquel monarca y del duque de Milán (v. p. 14-46);y la segunda, por hallarse en oposición con otros denuestras crónicas castellanas, en mi concepto no tanexactas en esos puntos como las aragonesas ó ita-lianas. Y todavía vuelvo sobre esos eehos en losartículos de ALASAR, conde de NIEBLA y conde de MÓ-DICA, no por tema ó por sacar á mi viajero la barbade vergüenza, sino para que mis humildes investiga-ciones puedan reportar algún provecho á nuestrahistoria.

Á propósito de la discordancia entre las relacio-nes escritas por Poggio y por Tafur de la vida yviaje de Nicolo de Contó, decía yo (p. 412), y creo noequivocarme, lo que buenamente se puede decir enel particular: «casi todas las noticias que de su per-«sona(de Contó) y aventuras se leen en estas Andan-y>cas, son enteramente nuevas; pero como algunas»de ellas están poco conformes con las que el mismo«Contó comunicó más tarde al literato encargado de«escribir la Relación de su viaje, y hoy no es fácil«averiguar cuándo aquél se equivocaba, ó si se«equivocaba Tafur al trasladarlas á su tratado, creo«que en vez de componer de mala manera con unas«y otras un rasguño biográfico, debo aquí limitarme»á dar cuenta de lo que se sabía del viajero vene-«ciano.»—Por supuesto, que en el caso de vermeprecisado á elegir entre un caballero de pocas le-Iras, siquiera sea español, y un italiano muy literato,y diplomático de oficio, y con el oficio en la casa de

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N.° 62 SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL. 359

un papa y de un papa como Eugenio IV, me quedocon el caballero.

Acerca do Maristella, y á continuación do esenombre en el Vocabulario geográfico, escribo lo si-guiente: «Casi de seguro quiso decir Tafur María-»Stein, antiguo monasterio y lugar próximo á Hasí-»lea, hacia el S. 0., que todavía figura en los mapas«modernos. Me hace dudar, sin embargo, el que de»vuelta de los santos baños ó Sabada, que eran»,junto al tal monasterio, pasase por una cascada«alta como dos torres, pues si fuera la renombrada«de Schaffausen (aunque Tafur no cita esta pobla-»cion al salvar la catarata, y sí en otro pasaje del«texto, como si la viese por vez primera), los baños,«residencia del cardenal de San Pedro, pudieran sor«los de Badén, cantón de Argovia, y Maristella, un«nombre bien escrito, pero no señalado en los ma-«pas que conozco.«—Después de esta cita, réstameúnicamente dar las gracias al Sr. Morel-Fatio porsus exactas y curiosas noticias acerca del conventode Maristolla y sus baños.

¿Me permitirá el articulista que ponga una corta fede erratas á suerratwm?~Pág. 148,1. 4 pov abajo, diceaman, y debe decir á man; p. 18S, 1. 9 por abajo,dice ase, y debe decir ase, ó cuando más ase, nuncaa se, porque en esa forma recíproca el pronombre vasiempre unido al verbo; sepáraselo cuando se ante-pone á éste, como en se ha; p. 294, 1. 14, dice deque, y lo mismo puede decir deque que de que; deambos modos se encuentra escrito en los códices éimpresos del siglo XV y más modernos, y yo prefie-ro el de que, por ser más parecido á desde que.

Para concluir, voy á valorme del consabido re-curso de que «este articulo se hace ya demasiadolargo;» aunque pocas veces se emplee con tantarazón como ahora. Queden, pues, sin atar algunoscabos sueltos, tales como la etimología del en, lafalta en el Glosario de formas tan interesantes comoregistir y registencia, y aquello do la poca penetra-ción de Tafur, etc., etc., si bien á esto último puedeól mismo responder cumplidamente con varios luga-res de su tratado, v. g., los de las p. 168, 184, 185y 217, que tomo al acaso.

Madrid» de Abril (le 1875.

M. JIMÉNEZ DE LA ESPADA.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Sociedad española de Historia natural.7 ABÜIL 1875.

Leída y aprobada el acta de la sesión anterior,se dio cuenta de las comunicaciones y publicacio-nes recibidas; se admitieron cuatro socios, y sehicieron cuatro nuevas propuestas.

El Sr. Botella leyó un artículo acerca de la lo-

calidad conocida con el nombre de la Ciudad en-cantada, en la provincia de Cuenca, cuyo escritopasó á la Comisión de publicación.

El Sr. Vilanova presentó varios ejemplares dekaolin y de otras rocas, procedentes de la provin-cia de Toledo; y otros <!e magnesita, de Cabanas;leyendo un artículo acerca de dichos minerales,que pasó á la Comisión de publicación.

El Sr. Quiroga, leyó un trabajo sobre el resul-tado de sus estudios raicrográfleos de varias ro-cas y de algunos aerolitos, y presentó varias fo-tografías, que fueron examinadas por los señoressocios.

Ei Sr. Vilanova usó de la palabra para enco-miar la importancia de los trabajos que están ve-rificando los Sres. Quiroga, Solano, y Areitio,añadiendo que cree sea la primera vez que se ob-servan ai microscopio los aerolitos.

El Sr. Martínez y Saoz leyó una nota acercade una especio del género labidostomis, recogidoen los alrededores de Madrid.

El Sr. Colmeiro presentó el primer cuadernodel tomo IV de los Anales de esta Sociedad, quefue repartido á los señores socios, haciendo notarla importancia de los trabajos publicados.

El Sr. Espada dijo haber examinado un libro,en parte autógrafo, en el que se trata de entomo-logía, y fie debe al Sr. D. Tomás de Villanova,profesor que fue en ei Museo de Ciencias natura-les. Dicha obra se encuentra en la biblioteca doPalacio.

El Sr. Pérez Arcas manifestó que dicho Sr. Vi-ilanova había escrito también un tratado de or-nitología, cuyo paradero se ignora

Vil Sr. Colmeiro recordó habar visto dicha obramanuscrita en una Biblioteca.

No habiendo más asuntos de que tratar, se le-vantó la sesión.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

Los detalles recibidos hasta ahora de la gran ca-tástrofe del Cénit, son imperfectos, pero podemosanunciar á nuestros lectores la publicación en elpróximo número de la REVISTA EUKOPKA, de unaextensa, detallada y exactísima descripción de laelevada ascensión del Cénit, y de la muerte deSivel y Crocó-Spinelli; relato escrito por M. Gas-tón Tissandier, el único que se ha salvado de lostres aeronautas.

* •

# *

El conocido astrónomo francés, M. Jassen, hatrasmitido un despacho desde Singapoore, dandocuenta de que el eclipse total de sol del 16 deAbril ha sido observado perfectamente en lo queconcierne á la atmósfera gaseosa de la corona, ylos resultados confirman los hechos publicadospor el autor en 1871.

Este eclipse merecía una atención especial,porque hasta fin del presente siglo no se presen-tará, ocasión tan favorable de estudiar la física so-lar. Por otra parte es la primera vez que se pue-den usar para este objeto los numerosos aparatosespectroscópicos inventados recientemente, y delos cuales se esperan notables resultados. Estasconsideraciones han movido á la Sociedad real de.

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360 REVISTA EUROPEA. 2 DE MAYO DE 1 8 7 5 . N.° 62

Londres á enviar una expedición á las regionesdonde habrá sido visible el fenómeno, y se espe-ran con gran ansiedad los resultados de las obser-vaciones.

M. Janssen, jefe de la comisión francesa para laobservación del paso de Venus, está ya en caminode regreso, y en breve llegará á Europa.

*- * -V-

Nuestros lectores tienen ya una idea délos tra-bajos que se están practicando para hacer reali-zable la idea de un túr.el submarino que enlace áFrancia con Inglaterra, por debajo del canal de laMancha. También tisnen noticias de una idea másantigua, ya rechazada, que se refería á la construc-ción de un inmenso puente que uniese ambos paí-sss; y no habrán dejado de oir hablar también deotra idea atrevida que se reduela á la construcciónde grandes buques de vapor, que, cargando «obresu inmensa cubierta, trenes enteros, los traspor-tase de uno á otro lado del Estrecho. Pues bien;todavía hay algo más original que todo esto, algoque confirma la poderosa inventiva de nuestrosvecinos. M. Carmíen de Porentruy ha dirigido áLes Mondes, y este periódico científico publica sincomentario alguno, una carta en que da á cono-cer una nueva idea referente á una construcción,que califica de fantántica su mismo autor, y que,con efecto, llamaría muchísimo la atención, aun-quequizá en diferente sentido del que supone.

La unión de Francia éluglaterra debe realizarse,según el Sr. Carmien de Porentruy, por medio deun tubo de manipostería hecho en trozos, BU tier-ra ñrme á uno y otro lado del Estrecho, y sumer-gidos después dentro del agua a una profundidadde 20 ó 30 metros. Este tubo tendría de luz unoscuatro metros de altoydiez de ancho,lo cual,uni-do á un espesor bastante considerable, formaríauna más que regular longaniza, por cuyo centrocorrerían los trenes entre Francia é Inglaterra ytambién podrían pasearse los aficionados á emo-ciones, pues en la idea del Sr. Oármien entra laconstrucción de cómodas calzadas y paseos á loslados de la via férrea. El tubo en cuestión nohabía de colocarse en el fondo del mar, sino en unpunto medio entre éste y la superficie del aguacon las suspensiones convenientes para dar fijezaá la construcción. Grandes claraboyas con vidrie-ras permitirían á los viajeros y á los paseantesexaminar por arriba, por debajo y por amboslados el interior de las aguas, la fauna y flora sub-marinas y todas las demás maravillas de que noshabla Julio Verne. Uno de los detalles más encan-tadores de este pensamiento consiste en que den-tro del tubo en cuestión habría un? ó dos estacio-nes submarinas que el Sr. Carmien califica demágicas, y en las cuales paseantes y viajeros en-contrasen fonda, café, restaurant, y no sabemossi también peluquería, teatro y casa de baños.

*

Anunciase la próxima publicación en Londresde un libro destinado á esclarecer el asunto de laestancia de lord Byron en Italia, y de sus relacio-nes con la condesa de Guiccioli, con cartas muycuriosas y anécdotas que parece no son muy fa-vorables al gran poeta.

Entre los bibliófilos franceses está llamandomucho la atención el hallazgo de cartas inéditas

de Bossuet y de Mlle. de la Valliere. El coronelFerrel, que las posee, piensa darlas á la estampa,pero hasta ahora no se dice el asunto á que se re-fiere, aunque se les concede mucha importancia .

La fabricación de antigüedades.La industria más lucrativa de Oriente es la fa-

bricación de las llamadas reliquias del pasado,como piedras labradas, medallas, monedas, esta-tuas, adornos, armas, manuscritos, etc., cosastodas en cuya busca se ocupan tantos arqueólo-gos. Se hacen estas imitaciones con tal perfección,que los peritos más hábiles encuentran grandesdificultades para reconocer el fraude.

Una de las manufacturas más florecientes deConstantinopla es la de la fabricación de mone-das del tiempo de Constantino y de su madre,monedas que se venden á los coleccionadores y álos turistas por mercaderes, asociados á los fa-bricantes, que pretenden haberlas comprado áobreros empleados en la demolición de casas an-tiguas. Un griego de Atenas hace un gran comer-cio de monedas griegas, cuya fabricación estáhecha con tan profundo conocimiento numismá-tico, que se necesita un gran saber y mucha ex-periencia técnica para distinguir las copias de losoriginales.

Estas producciones no se venden nunca en Ate-nas mismo, sino que se llevan, por medio de emi-sarios especiales, a Constantinopla y á otras ca-pitales de Europa. Generalmente los pastores deganado de ios campos próximos son los agentesque hacen más negocios, pues tienen un granmercado en los turistas y los exploradores cien-tíficos.

En Oriente, y especialmente en Persia se fa-brican también, con habilidad y exactitud sor-prendentes, monedas falsas y piedras preciosasmahometanas, en cuya industria es muy renom-brado un calderero de Shiraz. En su casa en-cuentra siempre el viajero cualquiera antigüedadque desee. En Bagdad se hacen piedras grabadasen las cuales se reproducen con habilidad de pri-mer orden los bustos sasanianos y laa inscripcio-nes en pehlvi. La única circunstancia que permitedistinguir las falsas de las piedras originales, esla de que los caracteres, aunque admirablementegrabados, no forman nunca palabras legibles óque tengan sentido. Las medallas bizantinas he-chas en Constantinopla ofrecen la misma parti-cularidad.

Como ejemplo de las vastas proporciones deeste comercio fraudulento y de la habilidad deI03 falsificadores, se cita una colección considera-ble compuesta de la mayor parte de las piedrasy medallas modernas ó falsas. Una de estas pie-dras lleva una inscripción de dos palabras en ca-racteres pehlvi, en la cual están mezclados paraformar una pretendida antigüedad, el persa mo-derno, el griego y el mahometano.

Recientemente se ha vendido en Constantino-pla por 2.000 pesetas una piedra falsa fabricadapor los persas, cuyo fraude se ha descubierto por-que el esmero y la notabilidad de su cinceladorevelaron la superchería artística.

(Scientific american.)