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REVISTA EUROPEA. 73 18 DE JULIO DE 1875. AÑO POLÉMICA SOBRE EL PANENTHEISMO. REPITO QUE ¡A LA LENTEJA! PRIMERA PARTE. Al, SEÑOR DON FKANCISGO DE PAULA CAA'AKE.I AS. J. Vuelvo del campo, después de dos meses de au- sencia, y me encuentro honrado con una réplica del Sr. Canalejas, á la cual no pensaba contestar, si no fuera porque razones de pundonor me imponen el deber de refutar algunas inexactitudes de una des- lemplada ingerencia del Sr. Revilla. Los insultos no son razones. Me parece de una buena crianza, un poco disputable, el que poique un escritor califique con más ó menos dureza una doctrina, se le califique á él de desagradecido (¿de qué?), sq/ista, díscolo, etc., etc., y todo porque no entiende á Krause. Pues si pudiera entenderlo, no habría cuestión. Y no habría cuestión, si lo entendiese el Sr. Ca- nalejas, y nos lo explicase. Y tampoco habría cues- tión, si al Sr. Revilla, cuya intromisión en este asunto no me la puedo explicar, le permitiese dis- discutir la amistad que dice que me profesa; amis- tad que, francamente, no vale la pena de que el Sr. Revilla so quede con un empacho científico, en el cual sentiré que se le indigeste la fórmula del enigma que el Sr. Canalejas y yo buscamos inútil- mente. ¿Qué objeto se ha propuesto el Sr. Revilla al ve- nir á complicar una cuestión científica con suposi- ciones denigrativas contra mi carácter, rebajándola á un altercado de vecindad? ¿Ha sido para enseñarme gracia, benevolencia con nuestros semejantes y sen- tido moral? Muchas gracias por la intención, pero yo ya soy muy viejo para escolar, y él muy joven para poder servirme de maestro en las dos últimas ciencias. ¿Ha sido para decirme la vulgaridad krau- sista de siempre,—que si yo he leído á Krause, no le he entendido?—Esto no será extraño, pues todos los krausistas le han estudiado, y parece que ninguno lo ha leido. Pero no discutamos ahora si la acción del señor Revilla es buena, pues, por de pronto, la admito como tal. Yo creía que el Sr. Revilla había entrf.do á lomar parte en este certamen para contestar <• la pregunta TOMO V. que he hecho inútilmente al Sr. Canalejas; pero, lejos de hacer esto, convierte la cuestión en pura- mente política, me dauna lección sobre los chistes, que acepto con agradecimiento, en gracia del buen gusto de algunos de los que ól nos ha dado muestras en su periódico La Crítica, y me invita á que de- clare, lo que es cierto,—«que él no ha tenido conoci- miento delprólogo de sus Poesías hasta que se dio al público en la REVISTA EUROPK.V; OS decir, cuando ya no eraposible dejar de aceptarle sin grave escán- dalo y descortesía notoria.»—Repito quo todo esto es cierto, y sólo siento que la cortesía no haya con- tinuado siendo después del prólogo tan circuns- pecta como lo ha sido antes del prólogo. Nada más que una observación me permitiré hacer al Sr. Revilla. ¿No conoce que era mejor que come- tiese conmigo ápriori una descortesía, que yo le hubiera perdonado, antes que hacerse cómplice a posteriori de esc gran crimen que se conoce que yo he cometido escribiendo el prólogo de sus bellas poesías? Pero, en fin, los que se dicen mis amigos, siem- pre están cumplidos conmigo; y, siguiendo la polé- mica , me ocuparé antes en las observaciones'del culto y afectuoso Sr. Canalejas, aunque me duela un poco la cabeza; y después replicaré al señor Revilla, aunque me duela mucho el alma. Dice el Sr. Canalejas: — «Krause ha dicho que la Humanidad en el seheuia del ser, tiene la figura de una lenteja. ¡Qué trivialidad, amigo mió! El schema es una representación plástica para la fantasía, en la que se figura geométricamente la relación de los seres, y dada la diversidad de la naturaleza huma- na, espiritual, corpórea, etc., con el espacio produ- cido por intersecciones de figuras que representen el espíritu y la naturaleza, sedibuja la complexidad de la humana. ¿Ojiita ni pone á la verdad de la doc- trina que la figuración geométrica de estas esencias sea más ó menos bella, y se preste más ó menos á ejercicios de agudeza y discreteo?» ¡Qué ganas de embrollarlo todo! Tiene razón el Sr. Canalejas; todo eso es verdad, y como yo, se- gún dice el Sr. Canalejas, escribo para las tenderas conservadoras, ya había dicho eso mismo antes que él, con más claridad y más lacónicamente:—«La Humanidad, en el plan figurativo del sistema, tiene la forma de una lenteja.» Ydecidido á complacer al

REVISTA EUROPEA. - Ateneo de Madrid · que no sabe por qué cautiva y enamora á un poeta tan delicado y de gusto tan exquisito;»—y cuando le doy el nombre de familia «leguminosa,»

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Page 1: REVISTA EUROPEA. - Ateneo de Madrid · que no sabe por qué cautiva y enamora á un poeta tan delicado y de gusto tan exquisito;»—y cuando le doy el nombre de familia «leguminosa,»

REVISTA EUROPEA.73 1 8 DE JULIO DE 1 8 7 5 . AÑO

POLÉMICA SOBRE EL PANENTHEISMO.

REPITO QUE ¡A LA LENTEJA!

PRIMERA PARTE.

Al, SEÑOR DON FKANCISGO DE PAULA CAA'AKE.I AS.

J.

Vuelvo del campo, después de dos meses de au-sencia, y me encuentro honrado con una réplica delSr. Canalejas, á la cual no pensaba contestar, si nofuera porque razones de pundonor me imponen eldeber de refutar algunas inexactitudes de una des-lemplada ingerencia del Sr. Revilla.

Los insultos no son razones. Me parece de unabuena crianza, un poco disputable, el que poiqueun escritor califique con más ó menos dureza unadoctrina, se le califique á él de desagradecido (¿dequé?), sq/ista, díscolo, etc., etc., y todo porque noentiende á Krause.

Pues si pudiera entenderlo, no habría cuestión.Y no habría cuestión, si lo entendiese el Sr. Ca-

nalejas, y nos lo explicase. Y tampoco habría cues-tión, si al Sr. Revilla, cuya intromisión en esteasunto no me la puedo explicar, le permitiese dis-discutir la amistad que dice que me profesa; amis-tad que, francamente, no vale la pena de que elSr. Revilla so quede con un empacho científico, enel cual sentiré que se le indigeste la fórmula delenigma que el Sr. Canalejas y yo buscamos inútil-mente.

¿Qué objeto se ha propuesto el Sr. Revilla al ve-nir á complicar una cuestión científica con suposi-ciones denigrativas contra mi carácter, rebajándolaá un altercado de vecindad? ¿Ha sido para enseñarmegracia, benevolencia con nuestros semejantes y sen-tido moral? Muchas gracias por la intención, peroyo ya soy muy viejo para escolar, y él muy jovenpara poder servirme de maestro en las dos últimasciencias. ¿Ha sido para decirme la vulgaridad krau-sista de siempre,—que si yo he leído á Krause, no lehe entendido?—Esto no será extraño, pues todos loskrausistas le han estudiado, y parece que ninguno loha leido.

Pero no discutamos ahora si la acción del señorRevilla es buena, pues, por de pronto, la admitocomo tal.

Yo creía que el Sr. Revilla había entrf.do á lomarparte en este certamen para contestar <• la pregunta

TOMO V.

que he hecho inútilmente al Sr. Canalejas; pero,lejos de hacer esto, convierte la cuestión en pura-mente política, me da una lección sobre los chistes,que acepto con agradecimiento, en gracia del buengusto de algunos de los que ól nos ha dado muestrasen su periódico La Crítica, y me invita á que de-clare, lo que es cierto,—«que él no ha tenido conoci-miento delprólogo de sus Poesías hasta que se dioal público en la REVISTA EUROPK.V; OS decir, cuando

ya no era posible dejar de aceptarle sin grave escán-dalo y descortesía notoria.»—Repito quo todo estoes cierto, y sólo siento que la cortesía no haya con-tinuado siendo después del prólogo tan circuns-pecta como lo ha sido antes del prólogo.

Nada más que una observación me permitiré haceral Sr. Revilla. ¿No conoce que era mejor que come-tiese conmigo ápriori una descortesía, que yo lehubiera perdonado, antes que hacerse cómplice aposteriori de esc gran crimen que se conoce que yohe cometido escribiendo el prólogo de sus bellaspoesías?

Pero, en fin, los que se dicen mis amigos, siem-pre están cumplidos conmigo; y, siguiendo la polé-mica , me ocuparé antes en las observaciones'delculto y afectuoso Sr. Canalejas, aunque me duelaun poco la cabeza; y después replicaré al señorRevilla, aunque me duela mucho el alma.

Dice el Sr. Canalejas: — «Krause ha dicho que laHumanidad en el seheuia del ser, tiene la figura deuna lenteja. ¡Qué trivialidad, amigo mió! El schemaes una representación plástica para la fantasía, enla que se figura geométricamente la relación de losseres, y dada la diversidad de la naturaleza huma-na, espiritual, corpórea, etc., con el espacio produ-cido por intersecciones de figuras que representenel espíritu y la naturaleza, se dibuja la complexidadde la humana. ¿Ojiita ni pone á la verdad de la doc-trina que la figuración geométrica de estas esenciassea más ó menos bella, y se preste más ó menos áejercicios de agudeza y discreteo?»

¡Qué ganas de embrollarlo todo! Tiene razón elSr. Canalejas; todo eso es verdad, y como yo, se-gún dice el Sr. Canalejas, escribo para las tenderasconservadoras, ya había dicho eso mismo antes queél, con más claridad y más lacónicamente:—«LaHumanidad, en el plan figurativo del sistema, tienela forma de una lenteja.» Y decidido á complacer al

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REVISTA EUROPEA. 1 8 DE JULIO DE 1 8 7 5 . N.° 73

Sr. Canalejas, le pregunto yo ahora: ¿Cuando yoquiera nombrar ese espacio geométrico qué*en elschema del ser ocupa la Humanidad, cómo lo llamo?Si lo designo, como Krause, por el nombro de lavariedad lenteja, dice el Sr. Canalejas «que es fraseque no sabe por qué cautiva y enamora á un poetatan delicado y de gusto tan exquisito;»—y cuandole doy el nombre de familia «leguminosa,» salta elSr. Revilla, diciéndome a'tisonantemente que esapalabra es un chiste de notorio mal gusto y de gra-cia muy escasa. Pues entonces, ¿cómo la he de nom-brar? ¿Quiere el Sr. Canalejas que la llame comoaquella parte del .cerebro en que Descartes fijaba elasiento del alma, nombrándola la glándula pinealde la masa encefálica del sistema armónico? Esto esdemasiado largo, pero lo haré, si se empeña enello, sólo por complacer al Sr. Canalejas.

Y añade::—«Hoy nos censuran á usted y á mí, losmás, diciendo (con mucha razón) que no discutimosgravo y científicamente.» Lo que es escribir máscientíficamente lo haría yo con mucho gusto, si su-piera; pero escribir con más gravedad sobre asun-tos que hacen reír, como dice el Sr. Canalejas, álas tenderas conservadoras para quienes yo escribo,eso es imposible. A los que tratan con soberanodesden á ingenios como Descartes, Espinosa y Kant,para deificar á un talento muy mediano, no les daréyo el gusto de discutir con ellos en tono apocalíp-tico, para ocuparme en cosas enredadas, sin graciay sin sentido. ¿Acaso lo que yo digo son vaciedades?Pues entonces nuestro estilo está en carácter, por-que el vacío no merece otra cosa.

Así pues, volviendo al sitio que ocupa, en metá-fora, por supuesto, lo que el Sr. Canalejas llama lafigura geométrica de la... ¿cómo lo diré para nousar una frase de mal gusto? ¡Ah¡ sí, lo diré en bo-tánica, para que se vea que entiendo de alguna otracosa, aunque no entiendo á Krause, la Ervwm lens,de Linneo. Pues como los sistemas filosóficos sejuzgan por las ideas madres, y siendo el caos de laErvwm lens la idea madre del Krausismo, es menes-ter que se me pruebe cómo dentro de ese espaciomisterioso se efectúa el absurdo metafísioo de iden-tificar los contrarios.

Y note el Sr. Canalejas como, á riesgo de pare-cerle un escritor de mal gusto, vuelvo con afecta-ción á la cuestión de la orden del dia; es decir, ála... Ervum lens; pues, como ya soy un polemistaviejo, no me dejo encantar por las sirenas de lascuestiones secundarias, y, con juicio seguro, in-sisto en desenmascarar la primera mentira que seme da como una primera verdad. ¡No hay miseri-eordia! si hemos de seguir discutiendo, es menes-ter que el Sr. Canalejas se asome frecuentementeal fondo tenebroso de esa simbólica legumbre, en-tre cuya sustancia amilácea el Ser Supremo, el Es-

píritu y la Materia, están esenciándose mutuamenteen consorcio intimo, no sé si civil ó religioso. Vol-vamos, pues, los ojos á la concepción de esa pro-fundidad en la que se manipula esa esencia mística,á un tiempo ideal y material, que no tiene olor,color ni sabor; que no es ni siquiera el poético untosin nombre de las brujas de Maebeth, y que, ama-ñado como las empíricas misturas de Dulcamara,es lo que entre la bohemia literaria se suele llamar«una hondura de figurón.»

En resumen, ó el Sr. Canalejas echa un rayo deluz dentro de la Ervum lens, de esa cámara oscuradel sistema, ó- sostengo que Krause era un iluso,sus discípulos unos crédulos, y los que nos ocupa-mos del Krausismo con formalidad unos candidos.

Fuera disfraces. Ya es tiempo de desenmascararese dualismo de trampolín que se introduce en lasescuelas con el nombre de Paneniheismo, y que realy verdaderamente sólo es un Panteísmo, aunque unPanteísmo de contrabando. Este nuevo Pastelero deMadrigal de la filosofía, que no sólo no es ningúnrey D. Sebastian, sino que es lo que entendía Huartepor un ajibilibus, pero un ajibilibus que hasta sabemal su oficio, ya es tiempo de que nos diga con cla-ridad si ese lugar donde están embutidos el espírituy la naturaleza se compone de una sola pasta, ó depastas diferentes. Y si el Sr. Canalejas no explicaesto, como no lo explicará, porque es inexplicable,el público declarará al Panentheisino convicto yconfeso de Panteísmo, y de Panteísmo materialista;y después de esto, relegará la doctrina de Krauseá la Historia de la filosofía, sustituyéndola clara yhonradamente con lo que es, con la filosofía de Es-pinosa, y de este modo se llamarán lealmente: mo-dos, á las cosas; atributos, á la naturaleza y al espí-ritu; y sustancia, á la esencia; y el logogrifo de«Todo es en, bajo, mediante Dios,» se le sustituirácon la geométrica fórmula de Espinosa: «La sus-tancia (Dios) se desarrolla por medio de-atributosinfinitos (pensamiento y extensión) infinitamentemodificados (variedad de las cosas).»

¿Cree el Sr. Canalejas que ni el público ni yo te-nemos interés en no entender á Krause? ¿No conoceque si esa esencia que circula como la sangre porlas arterías del sistema armónico fuese, no una cosareal, sino una cosa siquiera concebible, r.o nos apre-suraríamos todos á aceptar la fórmula de la solu-ción del gran problema? ¿Cree que nadie puedetener interés en cerrar voluntariamente los ojospor no ver la luz ?

III.

Pero antes de volver á entrar en la reposadísimacuestión de la esencia, descartemos de la discusiónel incidente del modo de escribir krausista, porquedespués de decirme el Sr. Canalejas «que no deben

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N.° 73 R. CAMPOAMOR. POLÉMICA SOBRE EL PANENTHEISMO. 83

ser mios trozos de mi anterior artículo, do prosamelodramática y terrorífica, capaz de conmover ála tendera más conservadora,» añade:—«Repito loque en mi anterior: en el Krausistno escriben mallos que escriben mal, sin que me obligue á cambiarde dictamen la afirmación de usted, de que la con-fusión es inherente al sistema.»—Y hablando de laescuela krausista, dice el Sr. Revilla:—«Reconozcosus errores y defectos; censuro, como el que más,las faltas en que han incurrido sus representantesen España: estoy al lado de usted en sus ataques álos desafueros, tan injustificados como enormes,que cometen sus expositores con la lengua caste-llana.^

¿Lo ha entendido bien el Sr. Canalejas? Los expo-sitores del Krausismo, según la autorizada opinióndel Sr. Revilla, cometen con la lengua castellanadesafueros tan injustificados como enormes. Sí, se-ñor, sí. Desafueros tan injustificados como enormes,de los cuales no tienen ellos la culpa, sino la teoríakrausista, pues la vaguedad que este sistema tieneen las ideas, quedará por mucho tiempo flotando enla atmósfera literaria, produciendo un gongorismoininteligente é ininteligible, hasta que venga un ge-nio que reduzca el sistema á polvo, y pase despuéspor encima el soplo de un huracán de filosofía queesparza las cenizas á los cuatro vientos del hori-zonte.

Y por más que el Sr. Canalejas insista en que enel Krausismo se escribe mal, cuando se escribe mal,le repito que en el Krausismo se escribe mal, por-que no se puede escribir bien.

Una filosofía que en la inductiva, ó sea en la ana-lítica, todo lo desindividualiza, todo lo borra, paraunirlo en la esencia común; y que, después, en lasintética viene construyendo la ciencia desde unOÍOS abstracto, ideal y quimérico, hasta sumirlo lodoen el confuso fondo de la Ervum lens, donde Dios,convertido en Ser Supremo, se compenetra con elEspíritu y la Naturaleza, sin que el Sr. Canalejas nospueda explicar si esa compenetración es física óquímica, si es de yusta-posicion ó de fusión molecu-lar, es imposible escribir con limpieza, porque deorígenes turbios sólo pueden manar corrientes sinclaridad.

Y', á propósito de esto, recuerdo que habiendosostenido yo en mi discurso de entrada en la Aca-demia Española «que la metafísica limpia Jija y daesplendor al lenguaje,» verdad que, por lo trivial,casi es una perogrullada, nuestro ingenioso y sabioamigo el Sr. ü. Juan Valora, prescindiendo de queyo me refería á la metafísica y no á la metafisique-ría, para combatir mi aserción expuso al público elsiguiente trozo de elocuencia del maestro del señorCanalejas, á quien no nombro por sincero respeto ásu memoria:—«La existencia como la osencia pues-

ta, es en sí un contenido de existencialidades ó mo-dalidades, pues la existencia se distingue en sí pri-mero como originalidad ó primordialidad, y bajooriginalidad se distingue como la eternidad (ideali-dad), por oposición á la efectividad (temporalidad,existencia sensible), y otra vez bajo existencia serefiere como la eternidad en la efectividad, y laefectividad bajo la eternidad (la continuidad, lavida).»

Como dice aquel juego muy conocido: el desem-brollador que lo desembrollare, ¡buen desembrolla-dor será!

El Sr. Canalejas sostiene, sin embargo, que sumaestro era un buen escritor, y aunque yo no quie-ro ahondar mucho en los juicios de una persona,cuyo recuerdo me es siempre querido y respetable,véase para muestra cómo describe la función psico-lógico-fisiológica del Sentir:—«La relación del Sen-lir es relación de unión esencial del objeto comotodo con el sujeto, como todo en forma de totali-dad, en toque y penetración de uno por otro, en-trando la cosa en parte del sujeto, y el sujeto enparle de la cosa...» Suficit. Cubramos con un velola plasticidad de este incidente, y démoslo por ter-minado.

¡Idioma de la patria en que he nacido! ¡Gloriosatúnica con que Cervantes vistió las humanas ideasde su prosa, y (larcilaso los divinos pensamientosde sus versos! ¿Quién te puede reconocer en estasformas desdichadas, de una ciencia mucho más des-dichada todavía? ¡Es imposible, completamente im-posible, que tú seas la misma lengua en que yo heoido las primeras caricias de mi madre!

IV.

Y el caso es que, sin necesidad, ni objeto, el se-ñor Canalejas me da noticia de todos cuantos auto-res se han ocupado en la esencia, desde Cicerónhasta Balines. ¡Cuántas investigaciones inútiles! ¿Laesencia es una pasta solidificada? Bien. ¿Es una pastasiruposa? Lo mismo da. ¿Es una cosa aérea? Esigual. ¿Es sólo una invención ideal? Todo es lo mis-mo. Lo único que nos importa saber, y es precisa-mente lo que el Sr. Canalejas no dice, es cómo esevehículo universal, llamado esencia, sea sólida, lí-quida, aérea ó ideal, une al Ser y á los Seres, sien-do una y varia; y cómo es blanca sin dejar de sernegra, y cómo es negra sin dejar de ser blanca.

Aquí no se trata de la esencia tradicional, sinode la quinta esencia del sistema armónico, que unesin confundir y distingue sin separar.

El Sr. Canalejas, para salir del apuro, se arbitrauna esencia monotcisto-panteística, que es una la-mentable confusión. Dice:—«Dios da la esencia álos seres (dualismo) y todas las escalas y grados deseres posibles ó actuales corresponden á las esca,-

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las y grados do las esencias que están en Dios comosu, fuente (panteísmo)».—Seria una cosa curiosa queal fin tuviese yo que enseñar el Krausismo á loskrausistas. Vamos despacio. Ha de saber el Sr. Ca-nalejas que ese Dios se desarrolla, pero no crea. Sidiera la esencia, seria creacionista, y ese Dios, enel sentido activo de la palabra, no puede dar laesencia á una materia que es tan eterna como él.La relación que existe entre el criador (que no crea)y las criaturas (que no son creadas) es una materialcontinuación de esencia. El Ser absoluto tiene comu-nidad de esencia con los demás seres, cuya esenciasólo se diferencia por sus estados, por lo que el se-ñor Canalejas llama escalas y grados de las esenciasque están en Dios como su fuente. Pero estas escalasy grados de las esencias, son una misma esencia endiferentes posiciones. Dios no da la esencia: la esen-cia emana de él. Así como para Espinosa todas lascosas son los modos necesarios de los atributos deDios; las cosas, para Krause, son las manifestacio-nes de la esencia divina; son lo que, para embrollarla cuestión, inventando una esencia panentheista,que es ininventable, llama el Sr. Canalejas escalasy grados de las esencias que están en Dios como sufuente. En el Krausismo no hay más que una esen-cia, la de Dios. Krause, como Espinosa, no admitemás que una sustancia, la del Ser, fuera del cual,nada es, ni nada se puede pensar.—«.Dando Dios laesencia á los seres, sigue el Sr. Canalejas, en la di-versidad infinita que están en él, se alejan los te-mores de panteísmo y de dualismo que sin razónasaltan á usted.» ¡Cuando les digo á mis lectoresque estos caballeros que han estudiado á Krauseparece que no le han leido!

Ya he dicho al Sr. Canalejas que el Dios krausistano puede dar la esencia á los seres, porque ellos sela, toman. Dios no da la esencia, porque esta se da.Cada cosa viene en su época, pero viene inevitable-mente. Todo es de la misma esencia de Dios, todoes Dios, y no puede haber distinción donde hay iden-tidad de ser ó de esencia. El mismo Sr. Canalejas,dentro de este sistema, en su vida ultra-uterina, enla presente y en la futura, ha estado, está y estaráunido á ese Dios por el cordón umbilical de la esen-cia, y nunca será libre, ni siquiera como dicen losmaterialistas que lo es el hombre, «como el pájaroen su jaula», púas recibirá eternamente su sustanciaespiritual y corporal de la sangre que filtren lasmembranas que envuelven el interior de la miste-riosa Ervum lens, ese gran claustro materno dondeviven Dios, la Naturaleza y el Espíritu en comuni-dad de esencia. En Krause, como en Espinosa, «la li-bertad no consiste en una resolución libre, sino enuna libre necesidad.»

Nada, nada; tome el Sr. Canalejas esa cuerda, no|iara ahorcarse de pena, sino para salir de ese lago

Asfáltites en que se ahoga; y confiese sinceramenteque le sucede lo que al público y á mi, que no pue-de entender la diferencia que hay entre el panteísmoy el panentheismo. Que, el borrar la frontera quelos divide, ha sido una aspiración tan noble comoimposible. Y no se aflija por esto el Sr. Canalejas,pues hay un espectáculo más lastimoso todavía queel de ver á un krausista que no entiende á Krause,y es el de ver á Krause, como .decía Fichte que lesucedía á Kant, que no se entiende á sí mismo.

No, mi obcecado y querido contrincante:Dice el Panteísmo: el mundo es una emanación

necesaria de Dios.Dice el Dualismo: el mundo es una creación vo-

luntaria de Dios.Aquí no cabe término medio; la conciliación de

estos dos términos irreconciliables es un imposiblede toda imposibilidad. El armonizar la afirmaciónpanteista con la negación dualista, es echar abajouna de las bases fundamentales de la metafísica,que es el principio de contradicción, que enseña que«es imposible que una cosa sea y no sea al mismotiempo.»

Sin embargo, faltando á este principio elemental,viene Krause y asienta és^.jormula armónica:—«Unir sin confundir, y distinguir sin separar.» Yechando á perder la completa é incomparable fór-mula de Espinosa: «la sustancia se desarrolla pormedio de atributos infinitos, infinitamente modifica-dos,» resume su sistema armónico en el siguienteguirigay:—«Todo es en, bajo, mediante Dios;» em-brollo en el cual lo vago del fondo compite con loantigramatical y escabroso de la forma. Todo esen... ¿cómo? ¿embebido? Pues panteísmo; ¿sólo ad-junto? pues dualismo. Bajo... ¿en categoría infe-rior, sólo por posición, pero en igualdad de esencia?pues panteísmo; ¿en desigualdad de esencia y endiferencia de situación? pues dualismo. Mediante...¿en relación de igual á igual? pues panteísmo; ¿enrelación de superior á inferior? pues dualismo. Todoesto puede ser ó panteísmo ó dualismo, pero nuncapanentheismo; porque ya he dicho que esto es unimposible metafísico.

Las cosas bien pensadas siempre son bien com-prensibles.

Panteísmo: el mundo y Dios son de una esenciamisma.—Comprendido.

Dualismo: el mundo y Dios son de esencias dife-rentes.—Se comprende.

Panentheismo: el mundo y Dios, por medio de laesencia, se unen sin confundirse, y se distinguensin separarse.—No lo entiendo, y el Sr. Canalejasno nos lo sabe explicar, porque él no lo entiendetampoco.

Dice uno de los doctores más claros de la escuelakrausista:—«la relación de Dios y el mundo no es

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ni una relación de identidad panteística, ni una re-lación de dualidad: no hay entre el mundo y Diosni identidad ni separación.« Vuelvo á repetir que nolo entiendo.

Queriendo explicar el contenido de la lenteja,quiero decir, do la Ervnm lens, dice otro de losadeptos de Krause que procura ser claro en todo loposible:—«La idea del Ser infinito absoluto no niegani excluye la sustancialidad de los seres finitos; an-tes los esencia y funda con lo que es cada cual elpropio, pero no absoluta é infinitamente, sino en,bajo, mediante el Real infinito absoluto-Dios.» Mefalta la paciencia para descifrar tantas charadas.¿Cómo el Ser funda los seres y los esencia? Es quelos esencia, como un cuerpo sumergido en un liqui-do le comunica parte de su materia colorante? Puespanteísmo. ¿Es que el Ser funda los seres con unamateria diferente de la suya? Pues dualismo.

No hay manera de huir de este dilema.Y en definitiva, ó el Sr. Canalejas se apresura á

explicarnos esta idea madre del Krausismo, afir-mando bien esta clave de la bóveda del templo, óéste se les derrumbará, sin que nadie conmueva lascolumnas, y como dicen los versos vulgares:

En él morirá Samson,Con todos sus Filisteos.

V.

Y sigue la esencia. ¡Qué fatiga!Otro de los expositores más caracterizados de

Krause, dice:—«Si alguna parte de la realidad, si los espíritus

ó los cuerpos se hallasen fuera del principio, habríadivisión ó solución de continuidad en el conjunto delas cosas, la unidad se disolvería, la unión sería im-posible, y el principio no sería el principio de todolo que existe: el mundo debe, pues, estar contenidoen Dios como los colores en la luz, como la varie-dad en la unidad; si no la ciencia no es un sistema,es una contradicción, porque se supone que al ladodel principio que lo es todo, existe aún otra cosa.»—Esto es confesar sencillamente, como Schelling,lo que es verdad en Krause—«que todo es uno y lomismo»—«i al laclo del principio que lo es todo (quees el panteísmo) no puede existir otra cosa diferen-te (pues sería dualismo) ¿dónde está, pues, en estesistema el panentheismo? ¿dónde está, ni cómo esposible, la unión y distinción entre Dios y el Uni-verso? ¿Cómo se puede entonces obtener en el pa-nentheismo, en el sistema armónico de la ciencia,la verdad entera, completando el principio del pan-teísmo por el del dualismo, la unidad por la varie-dad? Si no puede existir otra cosa al lado del quelo es todo, ¿cómo puede existir la variedad? Si hayotras COSAS Jinitas que limitan el todoiminito ¿cómose comprende la unidad?

vi.

Y, á propósito de la esencia una y varia, siendovaria sin dejar de ser una, y una, sin dejar de servaria; ayer me encontré con la tendera conserva-dora que ha inventado el Sr. Canalejas, y se entablóentre los dos el diálogo siguiente:

— Explíqtierne usted el sistema filosófico deKrause.

—Es imposible: no lo entiendo.—Pues ilústreme usted sobre la parte que sea

más inteligible.—En primer lugar, antes de explicar á usted la

metafísica krausista, que es una obcecación, hayun trabajo de criterología preliminar, llamado Ana-lítica, que está fundada en una pura ilusión. Unode los mandamientos del Krausismo, según recuerdael Sr. Laverde Ruiz, es el siguiente: «no admitasnada como cierto sin propio racional conocimien-to,»—poro sus adeptos aceptan el itinerario trazadoen la Analítica, como la única vía segura para lle-gar á la verdad, antes de haberla recorrido, acto defe ciega que no tiene semejante en los anales detodas las fes autoritario-tradicionales del mundo.

Pero vamos á la primera parte de la ciencia, quees la Analítica. El objeto de esta criterología esmarchar desde un punto de partida que es la intui-ción Yo, para llegar al principio de lodo, que es lavisión Ser. El punto de partida cierto, es una ilusiónintelectual, es el yo indeterminado, que se deter-mina por el análisis. Este yo en sí mismo, sintién-dose ya hombre, en sí y fuera de sí, ve que la natu-raleza humana es una, y sin embargo doble, pues launidad de esencia se manifiesta en él de dos mane-ras distintas, como espiritualidad y como materiali-dad. Abalizando, analizando, el yo estudia los tresgéneros de realidad que componen el universo, elmundo físico y el mundo espiritual, opuestos entresí y colocados en antítesis el uno frente al otro, y lahumanidad, que es la síntesis de la creación. Y des-pués de mucho analizar se reducen todos los ór-denes de la existencia á la unidad de su causa.

Esta unidad de su causa es Dios, que no se de-muestra, sino que se muestra él en todo lo queexiste. No se le puede conocer de una manera dis-cursiva, sino de una manera intuitiva.

—Y entonces, ¿para qué sirve la Analítica?—Para nada. Krause dice que es para probar el

acuerdo que hay entre el pensamiento y la realidad,pero lo más cierto es que le gusta repetir por pasi-va, lo que ya nos ha dicho por activa.

Después de partir desde una hipótesis tan arbitra-ria como la intuición yo, se llega á la alucinaciónde la visión del Ser, y á los conocimientos analí-ticos suceden los trascendentales, y entrando en lametafísica, que en el sistema armónico se llama

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.rinlética, desde esa fantástica visión del Ser, desdeesa noción supuesta de Dios, se van sacando todoslos conocimientos posibles, y hasta se pretende de-ducir todos los imposibles.

—¿No puede usted explicarme esa metafísica tanfecunda en deducciones trascendentales?

—Es inexplicable.—El Sr. Canalejas dice que usted escribe para las

tenderas conservadoras, y yo soy, aunque tendera,una alfonsina ilustrada.

—Pues ¿de qué entiende usted?—De telas.—Eso ya es algo: filósofos conozco yo que no

entienden de otro tanto.Pues figúrese usted una tela de raso, que será un

vestido después, pero que ahora sólo es una telainforme. Supongamos que esta tela es Dios, y Dios jes el Ser, es la realidad una y entera: no es unaparte de las cosas, no es aún ni el vestido, ni elcuerpo, ni la falda, sino que es el todo en inmanen-cia, es todo en unidad: es la esencia, la tela entera,y no una esencia, no una parte de ella; la esenciauna, pura y simple, una é indivisa.

¿Lo entiende usted?—Un poco.—Pues esta tela informe, pura y simple, una ó

indivisa, es la primera parto de la metafísica, es elSer considerado en si. Pues vamos al Ser, la tela,considerado en su contenido. Dios es la unidad delSer y do la esencia, y lo contiene todo, es la tela deraso que contiene en inmanencia todo el vestido conel cuerpo, falda y sobre-falda. Dios ya será después,aunque siempre de una manera indivisa, cada unade las determinaciones de cuerpo, falda y sobre-falda; pero ninguna de estas determinaciones ha deser Dios, ha de ser la tela de raso, porque ésta esuna y entera, y como tal superior á todo género.

—Y ¿cómo sabe Krause todo eso?—Porque se lo figura.—Luego ¿todo eso es hipotético?—Tan hipotético como la metáfora del vestido, y

tan fantástico como otro vestido que cierto dia pro-metí yo á una ahijadita mia, á la cual le dije: «te hede regalar un vestido claro, pero ha de ser tan cla-ro, tan claro, que tío lo has de ver.»

Prosigamos; Dios, ó la tela de i-aso, es el orga-nismo uno, infinito, absoluto, de donde saldrá elvestido; y, como la tela encierra todas las propieda-des de su ser, resulta que éste, siendo idéntico á símismo, no se opone á la diferencia, y por consi-guiente su esencia contiene la existencia, que no esmás que la esencia determinada.

¿Sigue usted entendiendo?—Así, así.—No impopta; yo.tampoco lo entiendo mucho, y,

sin,embargo, sigo:

La tela, el Dios indeterminado, pasa á la existen-cia, se determina y se convierte en Ser Supremo,que supondremos que será el cuerpo del vestido.

—Pero ¿qué diferencia hay entre Dios y el SerSupremo?

—El Ser, Dios, es más extenso que el Ser Su-premo. Quien dice Ser, dice el todo, la esencia mis-ma. Quien dice Ser Supremo, sólo dice un todo, unoesencia opuesta á otras.

-¡Ya!—Este Dios es el. mismo de Lao-Tseu, filósofo

chino, Dios inmenso, silencioso, inmutable, que sinnombre es el principio del cielo y de la [ierra, y conun nombre es la madre del Universo.

«YÍJ v i l

( I d , } d.

—¿Y por qué, preguntará usted, Dios pasa de laesencia abstacta, á la existencia, que es la esenciadeterminada? ¿Por qué sin nombre, pasa á tener nom-bre? Porque sí: porque este Dios no es como quiere,sino que quiere como es. Hecho el cuerpo del ves-tido, pasan de la esencia á la existencia la falda, quesupondremos que es la Naturaleza, la determina-ción del Ser, de lo puramente cósmico; y después lasobre-falda, que será el Espíritu, la determinacióndel Ser en lo que tiene el carácter de existencia li-bre. El mundo no es más que un todo colectivo,constituido por dos términos antitéticos, el espírituy la Naturaleza, y por un término sintético, la Hu-manidad. En la unión de la falda y la sobrefalda, dela Naturaleza y del Espíritu, supondremos, pues, ála Humanidad, como síntesis de entrambos. Estepunto de nuestro plan figurativo del vestido es laErvum lens del sistema armónico. La Naturaleza,la falda, no abraza más que los cuerpos; el mundoEspiritual, los espíritus; la Humanidad, los hom-bres.

¿Lo va usted entendiendo?—No mucho.—Pues ¡magnífico! si entiende usted alguna cosa,

ya entiende usted más que algunos de nosotros.¿Cómo, pues, seguirá usted pensando, cada orden

del mundo, cada parte del vestido, es infinito en sucontenido? Es infinito, porque contiene en sí una in-finidad de cosas finitas; cuente usted las muchasformas que pueden tomar el Espíritu y la Naturale-za, los pliegues de la falda y sobrefalda del vestido,y llegará usted á una infinidad de cosas finitas, puesel mundo es una colección de infinitos relativos,mientras Dios es lo infinito absoluto.

La esencia divina es la plenitud de la esencia.Dios es la realidad toda entera.El Ser Supremo, su plenipotenciario cerca de lo

existente, es una realidad superior.El Espíritu y la Naturaleza son dos fases, son dos

géneros de la realidad, idénticos como todo en laesencia, pero contrarios en algunas manifestaciones.

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El mundo es el conjunto de seres finitos distribuidosen géneros. El Espíritu y la Naturaleza, como gé-neros contrarios, son expresiones diversas y equi-valentes de una realidad superior.

La esencia se sigue comunicando siempre, perosin solución de continuidad.

El mundo es solamente un todo colectivo, dondese manifiestan, bajo caracteres predominantes, lasdiversas determinaciones de la esencia espiritual,la esencia física, y su produelo común, la esencia

Asi se explica en el Krausismo la organizaciónuniversal.

—¿Y cómo explica Krause osa explicación?—De ninguna manera. Como no hay término su-

perior á Dios, dice que no hay términos ni maneraposible de explicarle. Es menester creerlo lodo,porque lo dice Krause.

—Pues yo no lo creo.—Ni yo tampoco.—Estoy algo confundida. ¿Podría usted decirme

todo el sistema en resumen?—En resumen: el sistema tiene dos partes, la Ana-

lítica y la Sintética. La primera sube del yo á Dios.La segunda baja del Dios al yo.

Analítica. El yo impensante, síntesis, se piensa yproduce el yo personal. Este, piensa en sentido di-vergente y conoce la antítesis, la Naturaleza y elEspíritu. Estos que, aunque son contrarios por al-gunas propiedades, son idénticos por otras, se iden-tifican y son conocidos en la tesis, en Dios.

Esta es la marcha del pensamiento desde el puntode partida al principio.

Después se repite, volviendo desde el principiohasta el punto de partida.

Sintética. El Ser, tesis, se desarrolla y produceel Ser Supremo. Este se espacia en sentido diver-gente, y produce la antítesis, la Naturaleza y el Es-píritu. Estos, que aunque son contrarios por algu-nas propiedades, son idénticos por otras, se vuelvená desarrollar en sentido corvengente, y producen lasíntesis, la unión del espíritu y la materia, la Hu-manidad.

—¿Y es eso todo el sistema?—Esto es todo el sistema. V, para exponer eslo,

se escribe tanto y tan mal.—Pero ese Dios infinito é indeterminado ¿dónde

está después de hecho el vestido?—Ese Dios infinito, queda siempre sin determinar.

Todo está en Dios, pero Dios está fuera de todo. Elvestido está en la tela, pero el ser tela siempre esun ser abstracto que tiene el vestido en inmanencia.Todo es uno en Dios, todo se convierte en él, todose une en él. Todas las partes del vestido, se unenen el ser tela.

—Pero la esencia de Dios ¿en dónde cf tá?

—La esencia de Dios es infinita, está' en todaspartes. La esencia del vestido es la tela de raso,que se halla en todas sus determinaciones.

—Y entonces la esencia ¿cómo es %na y cómo esvaria?

—Es una en -verdad, y varia en la apariencia.—No lo entiendo.—Pues esto es fácil de entender. ¿No ha llevado

usted nunca á las máscaras caretas de diferentescolores para embromar á alguno, haciéndole creerque eran muchas personas la que en realidad no eramás que una sola?

—Sí, señor.—Pues osa es la esencia krausisla, que nos está

embromando á nosotros, una misma cosa con dife-rentes manifestaciones, con diferentes colores. Asíla esencia es una en verdad, como en el panteísmo;pero, para huir de éste, ha sido necesario convertirlas apariencias en realidad y crear la esencia pá-nentheista, concillando las opiniones de los queaseguran que no hay más que una esencia y losquecreen que hay dos ó más.

—Pero en resumen, ¿cuántas esencias componenlas partes del vestido?

— Una sola, la tela de seda, que lo mismo está enel cuerpo, Ser Supremo; que en la falda, Natura-leza; que en la sobrefalda, Espíritu; que en la parteen que se unen estos dos, la Ervum lens, que ennuestro schema ó figura del vestido, lo ocupa la

—Pues si es una sola en verdad la esencia delvestido, ¿cómo es una y cómo es varia?

—Eso se lo puede usted preguntar al Sr. Canale-jas, que dice que lo sabe, y que rió 10 sabe decir.

Y la tendera conservadora del Sr. Canalejas semarchó^ que éste le solventase la duda de cómo louno puede ser vario, sin dejar de ser tino.

Á mí se me olvidó decirla que, para abarcar todala ciencia, y partiendo de la teología del ser, que esla razón de todo, no porque lo crea, sino porque locontiene, como la calabaza encierra las pepitas, nohabía luego más que escribir sobre las partes delvestido, una filosofía del Ser Supremo, que no esmás que una determinación de Dios, la misma esen-cia de Dios, que, uniendo al mundo y siendo dife-rente de él, sirve de lazo común á la Naturaleza y alEspíritu. Otra filosofía después de la Naturaleza, &elo inconscio, donde todo se realiza de una maneraobligada y uniforme; y otra del Espíritu, de lo'cons-cio, donde, aunque ofrece el carácter de la espon-taneidad, todo se realiza también de una: maneraobligada, pero varia. Y por fin, otra filosofía de laHumanidad, que es el frente de la cabecera Ser Su-premo, en la mesa del festin de la creación; puessi el Espíritu y la Naturaleza son dos infinitos rela-tivos, en los cuales están en comunidad de estéwcia

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los espíritus con el Espíritu, y los cuerpos con laNaturaleza; después que la Naturaleza y el Espírituestán por la parte de arriba en comunidad de esenciacon el Ser Supremo, del cual no son más que dosmanifestaciones; vienen por fin ese Espirita y esaNaturaleza & penetrarse intimamente, por interme-dio de la esencia común, en el hombre, síntesis deentrambos, pues posee órganos físicos para todo loque se halla en la Naturaleza, y facultades intelec-tuales para todo lo que existe en el Espíritu.

Con estas cuatro filosofías se obtiene la Omnis-ciencia.

Y por supuesto que suele alguno obtener estaomnisciencia sin que la pueda utilizar para otracosa más que para ser catedrático de filosofía.

Y todavía estos cuatro ramos de la ciencia sepueden reducir á uno solo; pues, si en la generacióndel mundo, descienden de Dios separándose de élel Espíritu y la Naturaleza, para converger despuéslos dos hacia la Humanidad, se simplificaría mástodo el saber, escribiendo una filosofía de lo abso-luto, del Ser, que contiene todos los seres. Si todoestá penetrado de la esencia divina, todo está entodo. Por lo cual, debí añadir á la tendera-Canalejas,que es inútil tanta metafísica, pues si la esencia esinfinita y está en todas partes, y cada Ser, al determi-narse, no hace más que realizar parte de la esenciaque está en Dios, todo ser, en cualquiera posición,os como debe ser, pues todo es ciego, necesario,fatal, divino.

Y ya verán mis lectores cómo, para refutar estametáfora del vestido de la tendera-Canalejas, que esevidentemente mala, alguno va á escribir otra, quedesde luego aseguro que será muchísimo peor.

Y ahora que caigo en ello, ¿le parecerá á algunode mis contradictores, poco seria esta imagen de lametafísica de Krause? Aunque sea así, les responde-ré con la autoridad de mi amigo el Sr. Sanz del Rio,que, en su amplio espíritu de tolerancia, me decía:—«Así, así, aunque escriba usted contra algún filó-sofo, escriba usted de manera que la filosofía puedahacerse popular.»

Vil.

Y antes de dar por terminada esta cuestión, y enprueba de la sinceridad de mis opiniones, quierorepetir lo que ya he indicado diferentes veces, y esque el Panentheismo, como ha dicho no recuerdoqué crítico,—«sólo es el panteísmo mas el absur-do,-»—y, según otro escritor, el panentheismo—«esel ateísmo mas la mentir a.y—Da estos dos juiciospuede escoger el Sr. Canalejas el que más le agrade,A, por mejor decir, el que menos le disguste.

Considerando los sistemas filosóficos, no en suprincipio, ni en su método, ni en su forma, que sóloproducen divisiones empíricas y arbitrarias, sino en

su otyeto Jinal y abrazando la totalidad de las cosas,el entendimiento humano no puede concebir en filo-sofía más que dos teorías: el Panteísmo ó el Dua-lismo; ó la sustancia una, ó las sustancias diferen-tes. El panteísmo puede ser, 6 materialista como elde Espinosa y el de Krause, ó idealista como el delos filósofos de lo Absoluto. Pero todos estos sonpanteísmos. El dualismo puede ser el materialista,en el que Dios da forma á una materia preexistentey eterna; ó el espiritualista, en el que Dios saca elmundo de la nada. Pero ambos sistemas son dua-listas.

El eclecticismo armónico, el Krausismo, el tér-mino medio llamado panentheismo es inconcebible,es un monstruo fantástico, es el Hipocentauro, mi-tad hombre y mitad caballo, que inventó la mitolo-gía pagana.

Si yo, como ha observado el Sr. Canalejas, soytolerante con todos los sistemas de lo absoluto, me-nos con el de Krause, es porque todas las escuelasemanadas de la gran filosofía critica de Kant sonfrancamente panteistico-idealistas, y no tienen lahipocresía de la de Krause, que se llama panen-theista, siendo, en realidad, más bien que un siste-ma pautéis tico-idealista como las de Fichte, Sche-lling y Hegel, un retroceso al panteísmo materialistade Espinosa. Yo no admiro las filosofías de lo Abso-luto, pero las tolero, porque las concibo. Y cierta-mente que mi tolerancia raya en magnanimidad alrespetar sistemas que empiezan por estar en con-tradicción con el mismo nombre que llevan, pueslos Absolutos de Fichte, Schelling y Hegel, son unosabsolutos-relativos, son unos aprendices de omnis-ciencia; y así, el Yo, la Identidad y la Idea, en vezde ser lo Absoluto que encierra toda perfección po-sible, son unos recien nacidos que llegan con eltiempo, después de mucho estudiar, á la plenituddel saber, como cada hijo de vecino. Al empezar sucarrera el yo absoluto de Fichte, la identidad abso-luta del yo y el no-yo de Schelling, y la Idea abso-luta de Hegel, sientan plaza en la existencia comounos simples soldados rasos, como los del ejércitofrancés, de los cuales decía Napoleón que todosllevan en la mochila el bastón de mariscal. Lo mis-mo sucede con estos Absolutos: al principio sonunos simples soldados, unos absolutos en potencia,unos generales futuros, pero después que crecen yse desarrollan, acaban por ser los mariscales de lacreación:unos Alejandros en acto. ¡Cuánta demencia!

Pero en fin, estas son demencias concebibles;pero lo Alsoluto de Krause no tiene punto de con-cepción posible; entre el sí panteista y el no dua-lista, no hay ni siquiera el espacio de la Ervum,lens para colocar el qué sé yo panentheista. Entre losintersticios de los dos sistemas no se puede colarni siquiera ese sueño que comienza con la intuición

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del yo, es decir, la idea de un yo abstracto é inde-terminado, que sólo existe en la mente de Krause,y que se eleva hasta la visión del ser, segundo cabodel sueño, principio absoluto de la ciencia, ser uni-versal y abstracto, completamente ideal y quimé-rico, absolutismo trascendental, remolino vortigi-noso que recuerda el estado mental de aquelpersonaje, un poco turbado, y no por el agua, queno pudiendo tenerse en pió, y habiendo oido (pie elmundo daba vueltas, se sentó á esperar que su casapasase por delante de él para meterse dentro. Peroel Absoluto de que tratamos es un turbado por par-tida doble, pues no sólo se sienta a esperar á quepase la casa, sino que en su sonambulismo sueñaque aparece la casa, y que se mole dentro, mien-tras él sigue echado y durmiendo lo que el vulgollama el sueño del justo.

—«Pues no hay forma más completa y trabada,oigo que me dice el Sr. Canalejas, que el Krausismoen sus diversas teorías, ni conozco concatenaciónque respire mayor vitalidad lógica en la filosofíamoderna, sin exceptuar el Hegelianismo.»—Cierto;en este sistema todo se explica después que se con-cede lo inexplicable. Véase una de las principalespartes de la armonía de este sistema.—«Asi comoDios es el Ser de armonía infinita y absoluta, elhombre es el ser de armonía en los limites y en lascondiciones de la creación. Dios es al mundo espi-ritual y al mundo físico, lo que el hombre es al es-píritu y al cuerpo. Como el espíritu y el cuerpo soninseparables de la humanidad, fundándose en la na-turaleza humana, el mundo espiritual y el inundofísico son inseparables de Dios, hallando su funda-mento en la esencia divina.»—Todo esto, á la sim-ple vista, está perfectamente concatenado, sólo quemirándolo despacio hay, como siempre, en esta ca-dena uno ó dos eslabones rotos. ¿Qué es esa natu-raleza humana en que se fundan inseparablementeel espíritu y el cuerpo? ¿lis la misma esencia divinaen forma de humana? ¿Qué es esa esencia divinaen que se fundan el mundo espiritual y el mundo fí-sico inseparablemente? ¿Es la misma esencia huma-na en forma divinizada? Claro es que dando porsupuesto que estos dos eslabones rotos, no estánrotos, la ciencia queda erigida en sistema. Pero,como el primero de los eslabones está roto, el sis-tema se cae á pedazos por todas partes. La esenciahumana es la misma esencia divina, y es una arbi-trariedad suponer nunca vario lo que siempre esuno, llamar panentheismo al panteísmo, y apellidar,como el Sr. Canalejas, concatenación armónica loque es una confusión caótica. Como todos los de-más sistemas, el Kvausismo explica todo lo posible,pero es después que se concede todo lo imposible.Y como yo no quiero reconocer eso imposible, ycomo el Sr. Canalejas, con sus explicaciones, no me

sabe aclarar la posibilidad de esa imposibilidad, re-sulta que no quiero ser uno de esos pobres creyen-tes que, como se dice vulgarmente, están comul-gando con ruedas de molino. No me acomoda sercómplice, ni siquiera con mi silencio, de la perezade esos malos estudiantes (pie, porque echan unvistazo al conjunto de un sistema, ya creen que losaben todo, cuando lo único que han aprendido esá no aprender ya nada con claridad. Y no es porqueyo dé importancia á esa insistencia, verdaderamentetenaz, con que los partidarios de este sistema pro-curan ponerlo fuera del alcance del buen sentidopúblico envolviéndolo entre las nieblas del respetoy la seriedad, pues yo espero que pronto llegará elMesías que barra de la haz de la tierra todos esospanteísmos, y particularmente el panteísmo deKrause. Pero consolémonos de ello, pues por más(pie se vuelva á oír aquella voz proféfica que á lacaída del paganismo gritaba por los aires: «¡el granPan ha muerto!» siempre nos quedará, como leymoral, en el vacío que dejen ellos, ese Dios antro-pomórfico de las mujeres, de los niños y de losviejos, que aparece en forma de Cristo Redentor,cuando el gran Pan toma el camino de la nada, de-jando en paz las conciencias; pues al género huma-no, lo mismo que á Descartes, le basta poseer, nouna certidumbre rigorosamente absoluta, sino unacertidumbre rigorosamente suficiente.

vin.

Tengo un verdadero disgusto en ver que el señorCanalejas es partidario del eseéptico principio de«piensa nial y acertarás,» pues con toda franquezame dice:—«Conlieso que la frase pasión política,envolvía en mi pensamiento la censura que ustedacepta respecto á predominio de la ciencia oficial yá la fifueba de buen gusto dada por los gobernantesen el último incidente universitario.»—Y, después,en todo el curso de su artículo, habla el Sr. Cana-lejas de ciencia ojicial, de libertad de la ciencia, detolerancia, etc. De nada de esto se trata, ni ahorame importa. El Sr. Canalejas, al preocuparse tantode una cosa que no se discute, al ver su empeño enligará los catedráticos do la Universidad al krausis-mo, me recuerda á uno de la de Santiago que, por-que no llevábamos manteo y sombrero tricornio, ex-clamaba con indignación:—«¿Cómo es posible quehaya ciencia cuando no la infunde el traje?r>

Y como yo, aunque parezco ligero, lo soy en misafirmaciones mucho menos de lo que parezco, lerepilo al Sr. Canalejas: que es una prueba de muybuen gusto en el ministerio Cánovas el procurarsaber si en las Universidades se quiere convertir enciencia lo qiíe en la calle es motin, y si el rumor deciertas ideas es fácil que se realice en un tumultode hechos. Por lo dornas, abandono esta cuestión

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liara siempre, y si el Sr. Canalejas, después de meterla esencia á barato, ha recibido, ó se ha dado, elsanto y seña de convertir un asunto literario encuestión política, locando llamada y tropa hacia esoIndo, desde luego le dejo soplar cuanto quiera, yme alejo del combate, pues odio todas las manifes-taciones tumultuarias, desde que he leido, no sédónde, que todos los ruidos van á parar al silencio.

¡Libertad, tolerancia! ¿Es que la libertad y la to-lerancia sólo es un deber para nosotros, y un de-fecho para otros? ¿Sabe el Sr. Canalejas, si imitandonuestra tolerancia, alguno de los que él apadrina,lia votado jamás para catedrático de filosofía á nin-guno que no fuese partidario de su sistema? ¿Hayalguien que responda que sí? Pues á solas con miconciencia, y con la mano levantada al cielo, juroque no lo creo. ¿Me asegura que si el Sr. Canalejas?l'ues como dice f ontenelle: «Puesto que lo dice«'•I, lo creo; si lo viese yo, no lo creería.»

IX.

Y, refiriéndose á lo que yo decía en mi anteriorartículo sobre la moral y la conciencia, escribe elSr. Canalejas: «Estoy seguro, muy seguro, deque, sometida la cuestión á peritos, los revisores,ayudados de la critica interna, declararán, como yo,apócrifas esas páginas. ¿Cómo, dirán, un escritortan ingenioso, desembarazado y suelto, discreto yculto como Campoamor, pudo escribir esos trozosde prosa bowgeois melodramática y terrorífica, ca-paz de conmover ala tendera más conservadora?»

¿Quiere el Sr. Canalejas darme á entender conesto que lo que he escrito me lo ha dictado acasoalguno de los amanuenses de mi amigo el Sr. Mar-qués de Orovio? Pues se ha engañado: es verdadque me lo han dictado, pero me lo ha dictado elpúblico, por medio de un anónimo; y por cierto quepor el carácter femenino de la letra, no estoy lejosde creer que ha sido de la misma tendera que co-noce el Sr. Canalejas, y que tanto se distingue porsu virtud, por su curiosidad y por su hermosura. Y,por si el Sr. Canalejas está en el secreto, ya sabráque he suprimido del escrito algunas expresionescomo estas: ¡Guerra á las doctrinas impías! ¡anate-ma á los principios expoliadores! Sí, encantadoraíendera del Sr. Canalejas, ¡guerra á las doctrinasimpías! que aunque afectan una moral severa, esuna moral de capricho, una hija de aluvión que notiene madre conocida! La ley moral necesita teneruna base metafísica segura, y el Krausismo es unsistema filosófico sin base, que tiene los defectos detodas las escuelas, sin ninguna de sus ventajas; quees panteista á medias y dualista por casualidad, paraacallar pov sevpanentkeista, que es una purísima ilu-sión; que es ontológico y psicológico, para no serabsolutamente nada. Es verdad que en este sistema

se suele hablar de virtud y de vicio, de bien y demal, de mérito y de demérito, pero esto es lo queel nominalista Roscelin llamaba meras palabras, so-nidos, jlotusvocis, pues todo es indiferente, igual ynecesario ante ese Dios de caoutehouc, automáticoy holgazán que no se mueve por nada y para nada,y para el cual el derecho es el hecho, y todo loque sucede debe suceder. Sí sí, ¡guerra á las doc-trinas impías! y además, ¡anatema sobre los princi-pios expoliadores! que después de haber hecho áDios de una esencia común de la cual participan to-das las cosas grandes y pequeñas, han echado elrasero de la comunidad sobre los bienes de la tierray las conquistas del cielo, quitándoles á unos losproductos de su trabajo y robándoles á otros lasesperanzas de la inmortalidad! Si, sí, ¡anatema yguerra á una filosofía desolante y perturbadora!Desolante, porque en ella la personalidad humanadesaparece impersonalizada en el abismo de unaesencia que no sabemos si es aérea como los gases,ó, de la consistencia trémula de la turba de los pan-tanos! y perturbadora, porque su esquematismo pu-ramente formal, que imaginando relaciones de cosasque no existen, y fatigando la imaginación con re-peticiones perpetuas y con clasificaciones la mayorparte de las veces trivialisimas, crea una sofisteríadigna de un bajo imperio intelectual; sofistería queno sólo mina los grandes imperios de hecho, sinoque con la mala tendencia de su comunismo idio-sincrático, hasta destruye sus mismas creaciones,haciendo imposibles las únicas repúblicas posi-bles!...

Continuemos:

SEGUNDA PARTE.

AL SBSOR DON MANUEL DE LA HEVILLA.

I.

El Sr. Revilla, en un tono de suficiencia político-literaria-social-filosófico-cosmopolitana, con moti-vo del prólogo escrito "por mi para insertarlo alfrente de sus excelentes poesías, y, aconsejándomeparsimonia en el estilo, con la misma propiedad queaquel maestro de escuela andaluz, que decía:—«Ni-ños, sordao se escribe con ele,»—desenvaina susdisciplinas de dómine y me flajela, con una destem-planza, tal vez propia de mis escasos merecimientospara con él. Ha hecho bien. Entre sus antiguos ami-gos, que al parecer se muestran irritados, y yo, queno doy ninguna importancia á las flaquezas huma-nas, me ha hecho el honor de designarme para quepague los vidrios rotos de la cuestión.

Pues bien, los pagaré; aunque no valen lo quecuestan. Pero, antes de pagarlos, se me permitirádecir que yo no creía que estas cuestiones, en que

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todos estamos interesados, diesen lugar á la alte-ración de nuestras amistades. Enfadarse algunosKrausistas con el Sr. Revilla, porque yo digo en elprólogo de sus poesías cosas que les he dicho ¡iellos cara á cara, es hasta una inconsecuencia cien-tífica. Todos los seres, en su sistema, realizan suesencia en la vida por una serie continua de esta-dos determinados; esta serie es el mudar, y cadatérmino del mudar es un fenómeno. Con arreglo áeste principio, ¿dónde está el estoicismo de los queopinan que toda existencia no es más que una esen-cia realizada? ¿Qué manera es esa de estar en Dios?¿La cosa ha pasado así? pues entonces, estaba en laesencia, estaba en el yermen, debió pasar. Si todolo que sucede, debo suceder, ¿á qué es enfadarsepor lo sucedido? ¿/Vhora salimos con el dualismo deque también hay Krausistas sensibles?

¡Cosas más raras!

Pero es que, con respecto á haber dicho yo enpúblico, lo que he escrito en el prólogo, pareceponerlo en duda el Sr. Revilla, pues asegura quehabrá sido en otra forma. Yo no sé decir jorocura-dor más que de una manera. Si por algo me dis-gusta la elocuencia es porque sabe decirlo de tresmodos, y ninguno bien, jBmsurador, jcereurador y¡oomirador. Tengo en mi poder todavía las papeletasque se sacan á la suerte y nos entregan en la Uni-versidad, donde están escritas mis preguntas, he-chas con las mismas palabras que se han publicadoen el prólogo-Revilla. En esta parte el que ha infor-mado al Sr. Revilla de lo contrario, le ha engañado.

Y le ha engañado también el bibliógrafo que leha contado que entonces yo no escribía prólogos,pues precisamente por entonces se hizo una reim-presión de las «Polémicas con la Democracia,» yallí hay un prólogo mió en el que, con algo de vani-dad, procuro coger á la democracia en fragrantédelito de inconsecuencia.

Ya ve el Sr. Revilla la violenta posición en que seha colocado para dar á mi conducta un coloridosiniestro, cuando, para hacerlo, hasta ha tenido quevalerse de historias que no llenen nada de histó-ricas.

Hé aquí las palabras en que el Sr. Revilla descon-fía de mi veracidad:

«Usted diría esas cosas (probablemente con me-jores formas) álos Krausistas cuando era juez de lasoposiciones á que ellos (entóneos poder) le llama-ban, rindiendo justo y merecido tributo á su valia.»Kn primer lugar, el Sr. Revilla está mal enterado,pues en el jurado á que particularmente alude, yoluí nombrado juez por un amigo mió, años antesde que ellos fuesen poder, por lo cual >io he tenidoque aceptar sus favores, que1 me hubieran honrado

mucho. En esta parte están ellos más acostumbra-dos á mi tolerancia, que yo á la suya; pues la mia,es tan grande, que la del Sr. Kevilla, comparadacon ella, es casi inquisitorial. En pleno moderan-tismo, cuando la fuerza del poder público era efec-tiva é incontrastable, un hombre de Estado emi-nente, á quien no nombro porque no estoy autori-zado para ello, que formaba parte conmigo de unjurado, con el instinto seguro del hombre de expe-riencia, y en uno de sus arranques, algunas vecesextremados, pero siempre varoniles, me dijo lo si-guiente: «Ni mis amigos ni yo volaremos nunca á...»(un Krausista). El opositor tuvo noticia del hechopor el Sr. Sauz del Rio; hizo una protesta contra laparciaüdau del jurado, protesta que yo apoyé, por-que soy de los que creen que los jueces vamos ájuzgar solamente la cantidad del sabor de los oposi-tores, y no la calidad; pues con respecto á la cali-dad ya responde el Gobierno de ella, para lo cual sele remiten las ternas. Y' si el Sr. Revilla me hace uncargo, porque yo he dado mi voló, que no le hacíafalta, al que ha escrito en su compañía un preciosolibro de moral (que de todo tiene menos de Krau-sista), al Sr. D. Urbano González Serrano, cuya vir-tud, elocuencia y saber soy el primero en envidiar,así como el Sr. Revilla debe envidiar su modestia,le ruego, que si le ve antes que yo, le diga departe mia, que el haberle volado es un honor delcual yo me envaneceré toda mi vida.

Y por haber obrado siempre con esta tolerancia,es por lo que los señores Moreno Nieto, Valera,Arnau, Fernandez y González y yo, no sólo hemosadquirido el derecho, sino que tenemos el deber dediscutir el Krausismo hasta con encarnizamiento,sin que los Krausistas formen queja de nosotros,porque somos los que principalmente en las oposi-cione's*henios contribuido á dar entrada en las Cáte-dras con nuestros votos á algunos adeptos á esaescuela, porque creíamos, y yo por mi parte sigocreyendo, que, e» vez de ahogar la doctrina en elmisterio, se la debe desafiar á que salga á luchará la luz del (lia y se conquiste en la ciencia la cruzlaureada que merezca enjuicio contradictorio.

Y á esto pregunta el Sr. Revilla:—«¿Y por qué sedio el voto á los opositores á Cátedras que tan di-solventes ideas profesaban?»—Ya he dicho, y repito,que todos los opositores á quienes yo he dado mivoto, siendo en esto ilógicos con su sistema, todosprofesan la moral más pura. Y además, y en estoestoy también en completa disidencia con variosamigos inios, de ninguna parte me sorprenderíanmás ciertos ataques á la moral aceptada, que delos Krausistas, porque desde el momento en quelógicamente dedujesen las consecuencias prácticasdel principio metafisico de su sistema, desde aquelmismo momento dejarían de ser Krausistas, lo- que

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ellos llaman enfáticamente la ciencia se desvanece-ría, y se quedarían en la práctica, siendo lo que sonon teoría, unos Espinosistas vergonzantes, y entón-oes el sistema armónico estaría domas, y se le tra-taría en la historia como una superfetacion filo-sófica.

III.

V con el tono, no muy disculpable, de el queinterrumpe una conversación, como diciendo: —«¿Quién se atreve á hablar ahí sin mi permiso?»—dice el Sr. Revilla, refiriéndose al conjunto del.sistema:—«El pensamiento humano, sincera y leal-tnente expuesto y determinado en una construccióncientífica, no es cosa baladí (¡ue pueda tratarse enson de mofa y escarnio, ni semejante modo dejuzgar y censurar sistemas puede admitirse jamásnutre hombres serios.—Debo protestar también, ánombre de la dignidad de la ciencia, contra ellono que usted emplea al dirigir sus ataques, tonoinconvenientísimo en asuntos que deben tratarsecon seriedad y respeto, y no con chistes de dudosaley y gusto dudoso, que son un verdadero atentadocontra cosas santas.-»

¡Respeto, seriedad! Todos los caballeros hechosde prisa tienen la misma pretensión, la de ser trata-dos con respeto y seriedad.

¿Quiere el Sr. Revilla que hablemos de los filóso-fos con más circunspección que ellos de sí mis-mos?—Fichte decía de Kant: su estilo es soporífe-ro. Heine aseguraba de los imitadores de éste: «susimitadores sin talento lo han remedado en las malascualidades extrínsecas y han difundido la preocu-pación de que nadie puede ser filósofo sin escribirmal.-» ScheUing clasificaba el sistema de Hegel «deuna arbitrariedad la más estrambótica y la más in-concebible,v y de Krause decía: «que no tenía másque tres cuartas partes de cabeza.»

Si yo dijera de Krause que su estilo es soporífe-ro, que escribía mal, que no tenía talento, que susistema es una arbitrariedad estrambótica, ¿qué diríael Sr. Revilla de mí? ¿que escribía sin respeto y se-riedad? Pues e;?o se lo puede decir á Fichte, áHeine y á ScheUing.

¡Cosas santas!En un sistema filosófico las cosas más santas do

qwe se puede tratar son los dos problemas de la vidafutura y el destino del hombre sobre la tierra. Puesbien; figúrese el Sr. Revilla la seriedad y el respetocon que le oiría, si viviera, la inteligente y virtuosaimagen de aquella sombra, á quien dedica la tiernay última composición de sus poesías, y le dijera:—«El Dios de los Absolutos es un Dios que se hace.Pero el Dios Krausista existo de toda eternidad, ytodas las cosas del mundo son coeternas con él. Eluniverso es la expresión de los atributos de la

esencia divina, y como no hay más que una sola ymisma esencia, todos los seres realizan en Dios laesencia divina bajo modos diversos.» Al explicaresto, el Sr. Revilla le hablaría como un sabio quese dirige á otros sabios; pero si la oyente le pregun-tase:—«Y eso, ¿qué quiere decir?»—Entonces, elSr. Revilla tendría que hablar como yo, como unhombre vulgar que habla al vulgo, y tendría queusar un tono inconvenientísimo, y hasta valerse dechistes de dudosa ley y gusto dudoso, y echar mano,para hacerse entender, de cualquier metáfora, di-ciendo lo siguiente, sobre poco más ó menos:—Esto quiere decir, que el Dios de que he habladoes una especie de esos sumideros que. existen enalgunas marismas, en las cuales, primero, por me-dio de una succión misteriosa, se sume el cuerpohasta la cintura; después se cuela hasta la garganta,y, cubriendo por fin el occipucio, se ahoga el cuer-po, bebiendo arena. Limbo indefinible é indefini-do, la suerte futura en este sistema se parece áun viajo sin éxito que hiciese el diablo de Miltonpor el Caos en busca del último límite de la natu-raleza creada.—¿Creo el Sr. Revilla que ningunaoyente oiría esto, ni aquello, más que con un estu-por que seguramente no tendría nada ni de serio nide respetuoso? Esto en cuanto al problema de lavida futura.

Pues vamos á la cuestión del deslino de la Huma-nidad en la vida terrestre.

Dice Krause que—«<?¿ grande archipiélago delOcéano pacifico es el Edén futuro de la Humanidad,es la parte del mundo destinada á ser un dia el pa-raíso terrenal.»—Compárese esta afirmación bucó-lica, después de un sin número de afirmaciones lomenos bucólicas del mundo, con el elogio que haceDon Quijote del siglo de oro, contemplando un pu-ñado de bellotas, y véase cuánto más cuerdo apa-rece el caballero de la triste figura, que el filósofoalemán, á quien por antitesis podemos llamar aquíel caballero de la figura triste.

¿Qué diría de este sistema, que, por antonomasia,sus partidarios le llaman la ciencia, un estudiantede antropología que supiese que en aquellas is-las es solariega la antropofagia, y que, en las queno reinan los vientos alisios constantemente, elpaludismo diezma la raza blanca, y que sólo pue-den vivir cómodamente en aquellas regiones losque tienen la tez aceitunada y se acercan lo másposible á ese célebre y moderno progenitor delhombre llamado el mono de Darvvin? ¿Es que Krausecreería que la mayor felicidad del mundo consisteen navegar en piraguas de isla en isla, vestido á lotropical, comiendo dátiles por la mañana, cocos almedio dia, y por la noche bailando sin duda al sonde algún tango armónico?

Esta última expresión de la ciencia, este fin de

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fiesta de la humanidad futura, ¿es una de las cosassantas de que quiere el Sr. Revilla que se hable conrespeto y seriedad? Cuando á nuestro amigo el señorSantistévan, ó á otro poeta menos ilustre que él, sele ocurra escribir la segunda parte del Potosí Sub-marino con el titulo de «El porvenir de la Humani-dad en la Polinesia» ¿qué derecho tendrá el Si1. Re-villa para hablar de la decadencia del arte y de lasextravagancias en la escena? ¿No conoce que le res-ponderán que lo bufo tiene su lugar propio, y, porconsiguiente, derecho á ser tratado con respeto yseriedad, con mucho más respeto y seriedad queuna construcción científica que acaba por convertiren Edén de los nietos do nuestros nietos á las islasde la Polinesia?

¿Es esto lo grave que se debe tratar con forma-lidad? ¿Es esto lo santo que se nos quiere hacer tra-tar con respeto? ¿Qué respeto ni qué seriedad sonposibles ante un sistema, que, después de tan pre-tenciosos principios, nos predice semejantes Unes?

IV.

Y luego el Sr. Revilla que, imitando á los caba-lleros antiguos, se conoce que sólo le gusta presen-tarse al público levantando mucho polvo.—«¿"a oídousted, pregunta, que ningún Krausista explique mo-ral, ensalzando el robo, el asesinato, el adulterio, lacalumnia ó la traición, que es lo prohibido por loscódigos?» — Esta pregunta parece hecha por unaprendiz de actuario, que hace las inquisitivas porpura fórmula, y sin venir á cuento en el caso deque se trata. Lo primero que ha de tener una pre-gunta para ser licita, es la pertinencia. ¿Le pareceal Sr. Rcvilla pertinente suponer que, cuando yocombato una doctrina, acuso á las personas?

Jamás me ocuparía en zaherir la individualidaddel mismo Krause, aunque sabemos, según refiereel Sr. Vidai't, por el doctor Guillermo Hosacus, queera socialista de pura sangre, y socialista que cui-daba de la práctica de su doctrina; por cuya razónlos representantes de la alta ciencia nunca hicieroncaso de él.

Los sectarios alucinados son los que peor suelenver las consecuencias de los principios que sus-tentan.

Todos los Krausistas pueden ser unos santos. Yolo que sostengo es que el sistema de Krause os falso,y como sabe el Sr. Revilla, mejor que yo, los fal-sos sistemas metafisicos engendran los falsos siste-mas sociales; y los falsos sistemas teológicos, pro-ducen los falsos sistemas morales.

Es ley de raciocinio vulgar que á los principioshay que mirarlos como á las sirenas, á la cola. Y yahemos visto que la cola del Krausismo, en religión,era sumir las almas en un ciegopancosnÁsmo; des-pués lleva la Humanidad á heredar á los antropó-

fagos á las islas polinósicas, ignorando sin duda lasuerte de Cook; y, para completar el cuadro, resu-me toda su política estableciendo el Comunismo.Ahora pregunto yo, á mi vez:—¿Concibe el señorRe. illa que se pueda encerrar al género humano enel falansterio de la Comunidad, sin derogar primerotodas las leyes que garantizan la dignidad y lalibertad humanas? ¿Que me importa á mí que Espi-nosa en la práctica merezca el dictado do santo ycombata el robo y el asesinato si la teoría que pro-clama liene por necesidad que decapitar al hombrepara obligarle á que quepa acostado en el lecho deProcusto del Comunismo?

Ya he dicho en mí artículo anterior que, porregla general, los Krausistas predican una moralque yo quisiera poder practicar, pero que hasta enesta parte, son ilógicos, pues no hay bien ni mal,justo ni injusto, orden ni desorden, en un sistemadonde—«La diferencia que se establece entre elSer Supremo y el mundo, ó, por mejor decir, entreel mundo y Dios, es gratuita y absurda, porque sitodo es de la misma esencia de Dios, todo debe serDios, pues no puede haber distinción donde hayidentidad de ser ó de esencia.»—Esto en cuanto ála parte metafísica; pues con respecto á la aplica-ción fisica, van á ver mis lectores, cómo la comu-nidad de esencia en el cielo, se convierte en comu-nidad de bienes en la tierra.

—«Este asiento do la tierra, dice Krause, es laherencia común de los que la habitan; á cada indi-viduo, á cada familia, á cada pueblo, le correspondeen el suelo su parte proporcionada; todos los bie-nes y beneficios de la naturaleza en el continentey en los mares, deben ser repartidos entre todoscon justa medida.»—Excepto en cuestiones de filo-solía sofistica, en las cuales era Krause un granartífice, sobre lodo, para levantar arquitectónicascon categorías que no tenían más fundamento queel aire; en todas las demás ciencias, era uno de losentendimientos menos sólidos y menos instruidos decuantos se han conocido. Yo bien sé que, en susistema, el comunismo es inevitable; pero eso deque «todos los bienes y beneficios de la naturalezadeben ser repartidos con justa medida», prueba queKrause no tenia la menor noción de lo que es esatierra, nuestra herencia común, cuando ignoraba,como cualquier auxiliar de esos que, sin discerni-miento alguno, imponen impuestos desde las ofici-nas de Hacienda, que el suelo nada, absolutamentenada vale, que es una máquina gratuita que notiene más valor que una unniina parte del trabajoque se ha empleado en él, y que de los bienes ybeneficios de la naturaleza que van embebidos enlos frutos, no saca partido de ellos el que trabajala tierra, sino que son dones gratuitos de que seaprovecha el que adquiere sus productos. Y no me.

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diga el Sr. Revilla que Krause no podía tener ideasclaras sobre Economía, pues ya en su tiempo, estasindicaciones oran problemas resueltos; y sobre todo,en un sistema que se llama la Ciencia, no se debehablar de lo que no se entiende; ó en vez de ponerlemás nombres fastuosos de los que suele llevar unpríncipe chino, como son los de: Sistema, de laCiencia, Arquitectónica de la Ciencia, Organismode la Ciencia, Absolutismo Orgánico, Ciencia de laIdea, Idealismo Absoluto, Realismo, ArmonismoAbsoluto, Sintetismo Trascendental, etc., etc., etc.,se confiesa francamente que se escribe una nove-la, y se la titula: «Segunda parte de la ciudad delSol,» y se rivaliza en invenciones aunque nunca sepuedan oscurecer los golpes de ingenio del ¡lustreCampanella.

V.

Concluyamos, porque, aunque yo soy incansable,el público se cansará. Y quiero concluir haciendo laprotesta de que mi ánimo no ha sido ocuparme enlo que el Sr. Canalejas llama la cuestión universi-taria.

¿Cómo podía yo ocuparme de la cuestión política,cuando con ella me sucede lo que á un célebre ex-ministro, que, teniendo qoe emigrar á causa de unarevolución producida por cierto proyecto de ley deAyuntamientos, le dijo á un amigo suyo, al perderá Cádiz de vista: «Compañero, ¿querrá usted creerque yo no he leido esa ley por la cual emigro?»

Dice el Sr. Revilla, «que sabe que yo soy incapazde hacer á sabiendas nada que no sea noble y deli-cado;» y añade en otra parte: «en usted no hay pe-cado, porque no hay clara conciencia de lo que hahecho.» Si el Sr. Revilla fuese capaz de cometererrores, como yo, en el camino de la inocencia, ve-ría lo fácil que es equivocarse en los electos dra-máticos de las escenas que dicta el más generososentimiento. Hoy, por ejemplo, que no he conse-guido dar gusto á los señores, y sobre todo al señorRevilla, que, según el tono, parece ser el señor detodos; insisto en que el efecto dramático del pró-logo-Revilla está mal apreciado y peor comprendidopor el señor y por los señores. Y á pesar de la acti-tud hercúlea y protectora que toma el Sr. Revillaen favor de los caidos, poniéndome á mi, que soyincapaz de hac3r daño á una mosca, en el lado delos persecutores; le repito que, aun escribiendo yoel prólogo con intención política, todavía esto,ámi parecer, podía servir de pretexto para que losque se creyesen lastimados hiciesen una reacciónen la opinión, que obligase al poder público á cejar•en la razón de la fuerza, por no verse abrumado porla fuerza de la razón.

No, señor; no ha sido mi ánimo discutir lo que seentiende por cuestión universitaria, porque no la

conozco. Pero, aunque lo hubiera sido, estaría com-pletamente en mi deber, mucho más perfecto que elperfecto derecho que se atribuye el Sr. Revilla paraesquivar la cuestión científica, única cosa que seventila en esta polémica, y zaherir de paso violen-tamente con insinuaciones injuriosas á un compa-ñero, como yo, que con tan poco acierto, segúnveo, se puso á su lado á proclamar los timbres lite-rarios de su gloriosa fama. Además, insisto en creerque ante una persecución, buscada, ó no buscada,siempre hubiera sido político y humanitario el dis-traer la atención pública, sacándola de la apasio-nada lucha de los hechos, para elevarla á la regiónserena de las ideas.

En las grandes crisis es donde se acrisolan losgrandes principios. Pese al poder de los Césares dela tierra, todo el que, desde el día del sermón de lamontaña hasta el último dia del Juicio, proclame ungran principio como es este, «no hagas con otro loque no quieras que hagan contigo,» tendrá de suparte á la mayoría del género humano, que se le-vantará en masa, batiendo palmas y gritando:—«Ese tiene razón.»—«Es que, nos dice el Sr. Re-villa, no quiero hablar, porque temo no tener lalibertad suficiente.» No es posible que el Gobiernodel Sr. Cánovas fuese tan Miramamolin que se opu-siese á que el Sr. Canalejas me contestase clara yprecisamente, y no lo hace porque ni sabe ni puede,á la siguiente pregunta:—«¿Cómo el mundo y Dios,teniendo una misma esencia, no son una mismacosa? Y si son una misma cosa, porque tienen unamisma esencia, ¿no es esto panteísmo, y nopanen-theismo? Y si son cosas varias, porque tienen sus-tancias diferentes, ¿no es esto el dualismo, y no elpanenlkeismo ?

¿Luego el panenlheismo, qué es? Un imposiblemetafísico. La identificación de dos contrarios. Esel panteísmo acompañado de una obcecación. EsSchelling, en inmanencia, y Espinosa, en trascen-dencia.

¡Oh, primitiva y original creación de la Indiferen-cia absoluta! ¡Qué fea estás con esa peluca de teísmoneo-platónico que se ha empeñado en encasque-tarte Krause, y que, como no ha sido hecha á tumedida, te se cae por todas partes, haciendo de tílo que se llama la estampa de la herejíal

VI.

Y figúrese el Sr. Revilla (para agotar todas las hi-pótesis posibles), que yo estuviese de acuerdo conmi antiguo compañero el Sr. D. Ignacio José Esco-bar, Director de la Época, y, ayudándole en lapolítica conservadora que con tanto talento y tan es-caso premio está defendiendo hace treinta años,combatiendo con vigor y al mismo tiempo contemplanza á los levantados y á los caidos cuando no

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están de acuerdo con sus ideas, supiésemos que elGobierno del Sr. Cánovas del Castillo, que conoceperfectamente todo el alcance de la metafísicaKrausisla, por creer poco respetada su autoridad,ó por otra razón cualquiera que desconozco, ade-lantando el porvenir por medio de aquel procedi-miento que el marqués de Valdegamas llamaba lacondensación de los tiempos, soñase en mandar áalguno, ó á algunos, '¿{paraíso terrenal, fijado porKrause en la Micronesia. Esto pertenece á la cien-cia, y el Sr. Revilla tiene el deber de oírlo sin reír-se, esto es, con respeto y seriedad.

¿Qué haríamos en este caso el Sr. Escobar y yo?Yo probablemente le diría lo que creo: que los go-biernos hacen mal en convertir en reos de Estado,merézcanlo ó no, á los que lo desean, y á los queno lo desean. A lo cual el Sr. Escobar me contes-taría:—«Tienes razón: la medida que trata de tomareste Gobierno, amigo nuestro, es un procedimientopeligroso, y por consiguiente debes escribir, sobreeso que ellos y tú llamáis la ciencia, un, artículoen tu estilo peculiar, aunque algún escritor cual-quiera lo califique luego de inconvenientísimo, y deesta manera haremos un servicio á los perseguidos,haciendo variar de táctica á los perseguidores.»

¿Sería una mala acción en nosotros convertir poreste razonamiento una cuestión de fuerza en unaescaramuza de ideas? ¿No seria en nosotros un actode humanidad y de fraternidad literaria con adver-sarios á quienes, á pesar de lo que para perjudicar-me en la opinión indica el Sr. Revilla, nunca hedebido á la mayor parte de ellos más que faltas deconsideración, el darles ocasión de probar que sudoctrina es una antorcha moral bastante clara ybastante pura para que por ella se busque la palmadel martirio? Y además, como asegura con razónel Sr. Revilla,—«esta polémica poquísimo dañopuede causar al Krausismo.»—Pues entonces, ¿quéinconveniente hay en que yo, en nombre del públi-co, pregunte una cosa que no entiendo?—«Es queesta polémica, dice el Sr. Revilla, abrirá una pro-funda herida en la reputación científica y literariade que usted goza con tanta razón y merced á tanrelevantes títulos.»—Pues si ha de padecer mi repu-tación literaria porque pregunto una cosa que noentiendo, que se hunda en el abismo, que no poreso se han de levantar á protestar las cenizas delBayardo Guipuzcoano, el valiente general D. Fran-cisco Lersundi, de gloriosa y simpática memoria,que sostenía con toda formalidad, y con infantil con-tentamiento mió, que yo era el primer poeta delmundo, exagerando la frase del Sr. Canalejas, que,en un rapto de adversario generoso, me llama:—«el príncipe de nuestros poetas líricos.»—¡Oh, gra-cias, gracias, amorosos críticos mios! ¡Quién os ha-bía de decir que, por empeñarme en sostener que

el principio de la metafísica de Krause es ininteligi-ble, había de tener que renunciar á la más inocentede las vanidades humanas! ¡Y á mí que me gustabatanto que me dijesen esas cosas! Pero no hay reme-dio: ¡sálvese la verdad, y perezca el mundo!

Sálvese la verdad; y se salvará, porque para des-truir el error del Krausismo, ya tenemos de nuestraparte la autoridad del Sr. Revilla, que, después deescaparse del presidio de la esencia, donde le teníaencerrado una mala inteligencia, declara con unafranqueza encantadora lo siguienle :

«He sido soldado entusiasta del Krausismo; hecreído hallar en él la solución del problema filosó-fico; pero reflexiones posteriores y detenidos estu-dios me han convencido de que no le ha sido dadorealizar sus generosos propósitos, y que en él no esposible hallar la fórmula definitiva, ni aun la másperfecta, del pensamiento moderno.» Ahora bien:hecha esta declaración en estos momentos, ¿no po-dría servir de pretexto para que los antiguos ami-gos del Sr. Revilla dijesen de él, como él lo dicede mi, que su intención ha sido agravar la situa-ción política de personas que están en desgracia?Pero esta inculpación seria tan injusta dirigida á él,como lo es dirigida á mí. Porque la verdad es queyo no me quiero atribuir honores de intención queno he tenido. ¿Cómo era posible que yo hubiesequerido agravar la situación de algunos sabios disi-dentes, entre los cuales hay algunos en quienes re-conozco, porque tengo el honor de tratarlos, unagran fe científica y mucha piedad sincera?

Estoy tan lejos de opinar en esta cuestión con lamayor parte de mis amigos, que yo, á esa escuelaque, á pesar de su decantada tolerancia, no da ensus jurados entrada á nadie, en vez de contribuir ádisolverla, como escuela de hecho, la tendría enreserva '•lomo el ejército más seguro de todas lasrestauraciones. ¿No es claro, como la luz, que, encualquier perturbación social, el dia que esa escue-la se ponga en su verdadera tesis, no faltará algúnbravo general que se ponga como antítesis, paraque vengamos luego los conservadores á colocar-nos como síntesis? Hablo en el lenguaje artificiosoy velado del Krausismo, para que no se crea quehago alusiones á la política de actualidad, y con elobjeto de que, como le sucedía á cierto filósofo,sólo Dios y yo nos entendamos.

Vil.

Pero, en fin, puesto que hay alguna persona quecree que esta cuestión puedo tener algún carácterpolítico de actualidad, y en la cual, al parecer, yono figuro, como siempre, siendo el eterno cortesanode los desvalidos, rompo la pluma, y doy por ter-minada la polémica.

Y como ya he comenzado á recibir picaduras de

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algún primo de algún pariente de algún amigo deesos que el Sr. Canalejas llama con mucha graciaagregados al Krausismo, ruego á mis impugnadoresque no vuelvan á darme ningún otro asalto de lado,pues no podré responder á 61 más que con el senti-miento que inspira el que ataca á un adversario queso desarma voluntariamente.

Mentiría si no dijese que concluyo con algún re-mordimiento, pues me asalta el temor de si, efecti-vamente, alguna vez habré dicho más de lo que de-biera. En este caso cuento con la magnanimidad demis contradictores, y con la misericordia, no de elDios impalpable de ellos que todo lo esencia, sinocon la de el Dios personal que todo lo premia ó locastiga, y que, cuando ve un sincero arrepenti-miento, perdona nuestras faltas por un acto de sulibérrima voluntad.

Al retirarme de la arena, doy gracias al Sr. Cana-lejas por las flores que con tanta abundancia haderramado en el circo, para que cayendo sobre ellasme fuesen menos dolorosas las heridas.

En cuanto al Sr. Revilla (¡tu quoque/J le encargoá su propia conciencia que le diga lo que merece.

Y doy fui pidiendo perdón á los que se hayancreído lastimados por mi. Pero, después de pedido,me levanto inconfeso, me limpio la rodilla del pan-talón, por si se me ha ensuciado al inclinarme, y lesrepito que yo me contentaba con que se me contes-tase á esta pregunta.—¿La esencia que pone en re-lación al ser y los seres, es una sola, ó son varias?El Sr. Canalejas no me ha querido contestar concre-tamente si son varias, ó es sólo una. Y no me lopuede contestar, ni él ni nadie, porque toda la en-sambladura de la arquitectónica krausista está fun-dada en esa falsa noción de la esencia que tiene queser una y varia al mismo tiempo, una en la esenciay varia en los modos.

Y como al público no se le debe defraudar en susesperanzas, y las tenía legitimas de que el Sr. Cana-lejas le probase que ei panentheismo no es e\ pan-teísmo, voy yo mismo á contestar en nombre deKrause á la pregunta que hice al Sr. Canalejas, y ála cual, sin duda, le da vergüenza responder.

Pregunta mía: «¿Cómo están el Espíritu y la Na-turaleza, formando el ser armónico Humanidad, enese schema del Ser que tiene la figura de una len-teja?r>

Respuesta de Krause: «La causa de su unión sehalla en la esencia superior única, de que son de-terminaciones.»

De lo cual resulta lo que dije al principio, que elKrausismo es panteísmo puro, y no tiene nada depanentheismo.

Entre la esencia única y las dos ó más esenciasirreductibles, no cabe el término medio de la ter-cera esencia panentheista, que une sin confundir y

distingue sin separar. Esta noción de la esencia deKrause, en sus relaciones con el ser y los seres, nosólo es, como ya lie dicho, radicalmente falsa, sinoque, como dice Fichte de su yo absoluto, es más queun sueño en el mismo sueño soñado: es una fantasíamás inverosímil que el poema de Ariosto; el colmodel absurdo; un desafio lanzado por una razo.iobcecada contra el buen sentido público; un im-posible metafisico; un milagro que no podría ser ad-misible ni en la crónica del autor más milagrero ymás místico, pues es un milagro de tal especie, quepara hacerlo creíble, no bastaría perturbar todo elorden de la naturaleza física; y ni el mismo Dios,con su omnipotencia, podría hacerlo concebible, anoalterar antes las leyes del entendimiento humano.

He concluido.

CAMPOAMOR.

FUNDAMENTOS Y EFECTOS

DE LA PROPIEDAD INDIVIDUAL.

vi.NECESIDAD DE LA PROPIEDAD INDIVIDUAL.

Ese derecho, sin embargo, existe; la propiedad,esa institución universal, cuya existencia nuncatuvo solución de continuidad, se funda en una base,en una causa que no es dado rechazar.

Esa causa, no siempre bien apreciada, pero ácuya presión cedieron , sin excepción, todos lospueblos de la tierra, es la indispensable necesidadde que el hombre, los individuos de la especie hu-mana, para conservar su vida y alcanzar el posibley debido desarrollo de su raza, absorban, se asimi-len, usen y dispongan libremente, se apirojiien lamayor parte de los objetos, materia y fuerzas quelos rodean.

¿Existe ó no esa necesidad? Tal es la cuestión,porque si existe y es, como los economistas sostie-nen y los socialistas reconocen, inexcusable paralaconservación de la vida del individuo y el desarrolloy crecimiento de la especie humana, no hay términomedio, es preciso ó negar la legitimidad de estaconservación y desarrollo de esos seres, ó recono-cer la de la satisfacción de esa indispensable condi-ción de su existencia.

Es, con efecto, evidente, con esa evidencia quenada alcanza á debilitar ni oscurecer, que, asi comoen el orden físico sólo prevalece lo que se ajusta ásus leyes, y produce únicamente anulaciones y cho-ques peligrosos lo que las contraria, asi, en la esfepa

Véanse los números 71 y "72, paginas 11 y 48 d»l lomo V.

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moral, todo lo que se opone á las reglas que on ellaimperan, sólo engendra desorden, violencia, mal, éimpide y dificulta, sin que en ningún caso favorezca,la realización de los fines á que esas leyes se diri-gen, y á los cuales sólo puede llegarse por mediosque estén en perfecta armonía con la verdad y lajusticia, siendo indeclinable consecuencia de tannecesario acuerdo la absoluta y completa confor-midad de carácter entre los íines y los medios derealizarlos, lo cual hace de todo punto imposibleque las condiciones de ejecución constituyan unainfracción moral, y siendo el fin justo y legitimo,determinen una excepción inadmisible de leyes queno admiten ninguna.

De tal suerte, demostrada la imposibilidad de quela conservación y desarrollo de la vida humana, enel individuo y en la especie, respondan á los finesprovidenciales ó necesarios, y sean contrarios áellos los medios de obtener esos resultados, el pro-blema de la legitimidad ó injusticia de la propiedadindividual se simplifica y queda reducida á ¡as doscuestiones siguientes: ¿Están los seres humanos encondiciones de legitimidad y de justicia al procurarla conservación de su vida y el crecimiento de suespecie, aprovechándose de la materia y fuerzasque tienen á su alcance? Estándolo, ¿les es real yverdaderamente necesaria la propiedad por el indi-viduo de esa materia y fuerzas para realizar esosfines, ó hay otro medio más adecuado, justo ó con-veniente? Siendo obvio que, una vez demostrada laverdad de estas dos premisas, será de ellas conse-cuencia irrecusable la de que el hecho de la propie-dad individual tiene la indisputable legitimidad quecaracteriza todos los medios indispensables de larealización de lo verdadero y de lo justo, al pasoque probada la ilegitimidad del fin ó la falta de ne-cesidad del medio, el derecho de propiedad queda-rá sin base.

La negación de la primera cuestión es de todopunto imposible, y en todo caso contraproducente.

A ningún individuo, de los que, en el globo terrá-queo, somos capaces de inquirir la razón de la exis-tencia de la especie humana, puede ocurrirse sos-tener, en favor de otros seres, que nuestra vida esirregular y atentatoria á la suya. Pero, aun cuandoá alguno le ocurriera tan extraña aberración, denada podría servirle para el propósito de impugnarla propiedad individual, á fin de que vinieran á sudisfrute y aprovechamiento los que apellidan des-heredados, pues no teniendo sus doctrinas y teoríasotra base que el derecho de los que se encuentranen ese caso, sus argumentos no podrían subsistir,negada hasta la posibilidad de su existencia entodos y en cualquier hombre.

Por esta razón, sin duda, á pesar de las mons-truosas elucubraciones á que llegó la utopia, nin-

TOMO V.

gima de sus doctrinas y teorías ataca á la propiedadindividual en esa primera base, de la legitimidad dela vida del individuo y del desarrollo de la especie.Todos los adversarios de la propiedad en el indivi-duo tienden, por el contrario, como queda dicho, áexagerar la importancia de la facultad de aprove-chamiento del hombre, adulterándola, convirtíén-dola en un incomprensible derecho, susceptible deuna expansión ilimitada, por efecto de las condicio-nes que sueñan en la producción, capaz, segúnellos, de ser llevada al infinito por la concurrenciadel trabajo del hombre con los elementos naturales.

Partiendo de esa hipótesis, que, como queda yademostrado, de ser real y posible, dejaría la pro-piedad inúti! y sin objeto, presentando la individualcomo remora de tan apetecible desarrollo de lasfuerzas productivas, y negándole, en consecuencia,la condición de medio necesario del sostenimientode la vida individual, y desarrollo y crecimiento dela especie, proponen la sustitución por otros mediosde aprovechamiento, á su juicio más ventajosos yadecuados á la realización de aquel fin, formando,con su desenvolvimiento y exposición, los diversossistemas, ya examinados y fundados todos en el su-puesto de la injusticia de la propiedad individual.

Al recordar estas teorías, no es nuestro ánimo vol-ver á ocuparnos do la confusión por ellas establecidasobre las premisas que asientan, llamando derecho,y suponiendo ilimitado lo que sólo es una facultadreducida á términos conocidamente inquebrantables,ni tampoco repetiremos lo también dicho acerca dela pretendida inagotable fecundidad de la tierra ysus consecuencias ; limitándonos á consignar lascausas que, poniendo de relieve la inexactitud delas afirmaciones en que se apoyan los ataques di-rigidos contra la propiedad individual, patentizanla necesidad, único punto discutible y discutido,más ó menos apremiante, pero siempre ineludible,de que productos, capital y muchos elementos na-turales, todos los limitados, sean objeto de apro-piación por los individuos.

En efecto, aun suponiendo al hombre colocadosobre la tierra en condiciones idénticas á las de los

i demás sores, existiría para él, como para éstos, lanecesidad de aprovecharse de la materia y fuerzasadecuadas á la satisfacción de las necesidades yexigencias de su organismo, de absorberlos, deasimilárselos individualmente, en una palabra, deapropiárselos cada uno en su exclusivo beneficio.

Tal es la regla universal que rige á todos lossores. Las especies viven con la vida de los indivi-duos, y éstos la sostienen por el consumo, por laapropiación de los medios adecuados á este objeto.Así se ve que las plantas absorben y se asimilan losjugos de la tierra propios para su nutrición, que enellas y en sus frutos encuentran alimento muchos

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animales, que á su vez sirven á otros do sustento;que todos, animales y plantas, al satisfacer esasexigencias de su vida, consumen, modifican suspeculiares alimentos, en términos que ya no sirvenpara el mismo objeto, siendo el consumo, la asimi-lación de cada animal ó planta tan exclusivo de otroanálogo, estando, por decirlo así, tan impregnadode individualismo, que la planta más viva mata porinanición, por dejarla sin jugo, é impide el desarrollode las que lo son menos; que el número de anima-les herbívoros de una comarca nunca llega á sermayor del que puede alimentar sus pastos; y porúltimo, que su mayor ó menor crecimiento limita elde los carnívoros, no siendo, por tanto, dable con-cebir cómo el hombre, que experimenta esa mismanecesidad de nutrición, y cuya especie, al igual delas demás, sólo vive de la vida de sus individuos,pueda existir sin la facultad en óstos de asimilarse,("on exclusión de los demás, de apropiarse la canti-dad de alimentos, vestidos y albergue que requierasu indispensable consumo.

Suprimirle esa facultad, impedirle esa apropia-ción, equivaldría á condenarle á desaparecer por lasupresión de los medios de conservar su vida; y elabsurdo es tal y de tan evidente imposibilidad, quelos más ardientes enemigos de la propiedad indivi-dual cejan ante ella, y no se atreven á llegar á esanegación, por más que sea una consecuencia es-trictamente lógica de los principios en que fundanlas demás.

Lo extraño es que, cuando esa manifiesta ó in-contrastable presión les obliga á ceder ante tansuprema exigencia de la vida humana, desconozcanque en ella está la razón que determina la únicasolución justa y verdadera del problema planteado;porque si ante la evidencia material de la necesidadde la apropiación por el individuo de algunos de losproductos requeridos por sus exigencias físicas delmomento, se reconoce que lo inexcusable de esaforma exclusiva de aprovechamiento es un títuloincuestionable de su legitimidad, forzoso es conve-nir que cuando hay esa misma razón, aunque no sepresente tan perceptible por su carácter apremian-te, cuando necesidades, si no tan urgentes, tan in-eludibles como aquellas, requieren esa misma apro-piación por el individuo como imprescindible parasu satisfacción, es ésta tan legítima y justa como laanterior en toda la extensión necesaria para res-ponder por completo á todas esas necesidades.

Que esas necesidades existen, que la conserva-ción de la vida de los diferentes seres tiene otrasdiversas exigencias, y los medios de satisfacerlasvarían en carácter, extensión é índole, y que, mien-tras los unos se limitan á vivir con los jugos quetienen á su alcance, otros van á buscarlos, que mu-chos sólo se alimentan con productos espontánea-

mente preparados por la misma naturaleza para suconsumo, mientras otros, dotados del instinto ne-cesario, toman precauciones y se preparan en partelos medios de defender y conservar su vida, no esposible desconocerlo, como tampoco que el hombrese halla bajo este aspecto en un grado muy supe-rior, y son, por consiguiente, mayores y más com-plejas sus necesidades en ese orden.

Es, con efecto, un hecho demostrado, por lo quesiempre y sin excepción ha sucedido y sucede, que lamateria y fuerzas que constituyen el globo terráqueono ofrecen á los seres humanos espontánea y cons-tantemente todos los medios que para la satisfacciónde las necesidades de aquellos son susceptibles deproducir y que para el desarrollo de su fuerza pro-ductiva, el hombre, en cumplimiento del castigoimpuesto á su raza, i» sudore vultus tui vescerispanem, há menester buscar en penosos trabajos yprivaciones la satisfacción de sus necesidades, elalimento do su ser en su triple esfera. Y lo os asi-mismo que, para llegar á este fin, y alcanzar, física,intelectual y moralmente, el desarrollo que las con-diciones de su organismo exigen, no le basta tomaren la producción una parte directa, limitándose ávencer las resistencias del momento que á su satis-facción se opongan, como lo hacen casi todos losdemás seres animados, sino que, no pudiendo consus fuerzas empleadas en esa forma alcanzar mu-chas utilidades adecuadas á la satisfacción de susexigencias, necesita crearse los medios de conse-guirlas, fabricando antes los instrumentos, útiles ómáquinas que, aumentando la eficacia de su esfuer-zo, permitan al trabajo directo dominar las dificulta-des que sin aquella preparación le eran insuperables;así como á las tierras abiertas, pobladas de yerbasdañinas, con demasiada ó poca marga, inundadas deaguas, ó careciendo de ellas en un clima seco, le espreciso cerrarlas, si su fruto no lia de ser objeto delas depredaciones de animales salvajes, extirpar lasplantas nocivas, modificar su composición, hacién-dola más ó menos permeable, desecarlas ó proveer-las del indispensable riego y renovar, después deuna ó muchas cosechas, su fertilidad con abonos óvariación de siembras, además de hacer para lapreparación de cada cosecha las operaciones dearado, siembra, limpia y demás que constituyen lasfaenas agrícolas anuales; y del mismo modo paraemprender esas mismas operaciones y otras quesólo se ultiman en un largo período, le es precisoun capital en subsistencias que le permita aguardarel resultado de su concurso á ellas; para aprove-charse de ciertos animales, utilizando sus fuerzas,consumiendo su leche y utilizando del mismo modode su prole, ha menester domesticarlos y educar-los; y por último, para hacer frente á los peligrosde una mala cosecha y vivir durante el período

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que entre una y otra media, precaver los frutoscogidos de las causas de destrucción que los inuti-lizarían de estar á la intemperie, construir edificiosá propósito.

Tampoco es posible desconocer que tales con-quistas sobre las condiciones primitivas, y, por de-cirlo asi, naturales de la producción, aunque porefecto de la manera de ser del hombre y leyes querigen su actividad, vengan principalmente á redun-dar en beneficio de la especie entera, ó, por lo me-nos, de grandes colectividades, no son ni puedenser obra de éstas ni de aquella, que, entidades mo-rales, no son capaces de los esfuerzos necesariospara realizarlas, sino de sus miembros ó individuos,que son los que se sujetan al trabajo, al ahorro y ála privación, dependiendo por tanto de ellos la com-pleta realización de esos Unes, á la cual sólo puedellegarse por los medios con que se obtenga su com-paración.

Cuáles sean éstos, cuáles los términos y condi-ciones en que el hombre presta á la producción elconcurso de su trabajo y esfuerzos, indispensablepara que la especie humana llegue á ese apetecibley debido desarrollo, se deduce claramente de sumanera de ser, de las condiciones de su organismo,de la naturaleza de las fuerzas que puede desenvol-ver y de las causas que determinan su actividad,(jorque lodo en el mundo se ajusta á leyes inmuta-bles, dentro de cuyo admirable orden y armonía losseres todos, y los humanos no son una excepción,viven y se desarrollan en la forma y manera quepermiten las condiciones de su peculiar organismo,siendo constantemente movidas por las exigenciasdel mismo.

Ahora bien: es un hecho indiscutible, y por todosreconocido, que el hombre es un ser, al que todaslas condiciones de su organismo, sus sentimientos,las exigencias de su vida y las ventajas que del es-tado social reporta, se lo imponen con tal fuerza,que sólo en eso medio, cuyo mantenimiento exigeque el desarrollo de la vida de cada individuo severifique en armomia con el de la de los domas,puede vivir; que esta además dotado de una inteli-gencia que le sirve de guía en la aplicación de suactividad, y por medio de la cual, al par que apre-cia y comprende la necesidad y conveniencia deaquella armonía, observa, inquiere y conoce los me-dios y procedimientos que son más á propósito paraproducir los objetos adecuados á la satisfacción desus exigencias é ilimitadas aspiraciones, y prevé yaprecia las necesidades y contingencias futuras, sa-biendo procurarse medios de garantir la satisfacciónde las primeras y evitar las segundas; que es capazde imponerse los más duros sacrificios, cuando losestima necesarios, ante una, por él, prevista even-tualidad de futuros daños ó beneficios posibles; y

que progresivo y perfectible tiene la facultad deacumular progreso sobre progreso, descubrimientosobre descubrimiento, ensanchando indefinida, yaque no ilimitadamente, su esfera de acción y devida.

Lo es asimismo que todas estas cualidades, ex-clusivas de los seres humanos, son en cada uno dediversa intensidad, por lo que, lejos de constituir enellos la casi identidad que existe en los de otras es-pecies, dan, por el contrario, lugar á innumerablesé importantísimas diferencias en su organizaciónfísica, moral é intelectual, tanto en lo relativo á lasfuerzas y recursos que en cada una de estas esferaspuedan encontrar y desenvolver, como en las nece-sidades que en cada una de ellas experimentan, cu-yas diversidades producen, entre otros, el resultadode que, mientras unos pueden contribuir enérgica ypoderosamente á la producción, hay otros cuyos es-fuerzos son monos eficaces, así como también algu-nos han menester una gran cantidad de productos,acaso de los más valiosos, para su consumo, y á mu-chos les basta una pequeña cantidad fácil de ob-tener.

Viene, por último, á dar mayor trascendencia áesas condiciones y diferencias, caracterizando másprofundamente la manera de ser de los hombres, lalibertad, por virtud de la cual, en lugar de encon-trarse como los demás sores en la precisión de obe-decer ciega é insconscientemente á las leyes paraellos ineludibles de su organismo y del medio enque viven, es arbitro de permanecer inerte ó des-plegar su actividad y de imprimirle la dirección queá su propósito convenga; libertad, facultad de elec-ción que, constituyendo al hombre en causa eficientede las consecuencias de sus actos, puesto que suinteligencia le da medios de conocerlas y apreciar-las, determina en él la obligación de la consiguienteresponsabilidad por los resultados que su acciónproduzca en todas las esferas física, moral é inte-lectual de su vida.

A un ser dolado con estas condiciones, inteligen-te, previsor, perfectible, consciente, y sobre lodolibre, es evidente que toda coacción, toda imposi-ción de una voluntad extraña que le señale y obli-gue á seguir una dirección determinada en el em-pleo do su actividad, es contraria á su manera deser. Privándole de su libertad, poniendo trabas ásu inteligencia y previsión, y disminuyendo y anu-lando en consecuencia las fuerzas vivas de su orga-nismo, ora proceda do un individuo, ora de clasesprivilegiadas, ora de una organización social ó po-lítica, constituye, respecto de los á ella sujetos, unaverdadera esclavitud, la cual, desde el momentoque hace sentir su perniciosa influencia en la per-sonalidad del individuo, trae por necesaria conse-cuencia la de adulterar y debilitar en ellos el senti-

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miento del deber, de hacerles desconocer cuáles sonlos resultados de sus actos, por los cuales, perdidala libertad, no cabe sean responsables, y el efectonecesario y fatal de suprimir su iniciativa y amen-guar la energía y eficacia de su acción, como lahistoria del trabajo prueba con constantes é irrecu-sables testimonios.

¥ es, por el contrario, lógico, por cuanto respon-de exactamente á las condiciones de su organismo,y esa misma historia lo comprueba, que, cuando laactividad de los seres humanos, en armonía con sulibertad y desligada de trabas artificiales, es moviday dirigida por la voluntad del individuo, hay en lasnecesidades de su organismo, físicas, morales é in-telectuales, estímulo poderosísimo, móviles de irre-sistible fuerza, exigencias ineludibles que despier-tan toda la energía de sus deseos y mueven suvoluntad á imponerse el sufrimiento del trabajo yla privación que requiere el ahorro, por efecto deltemor y la previsión de otras más sensibles y .dolo-rosas consecuencias de su inacción ó falta de pru-dencia.

Siente, en efecto, el hombre las imperiosas exi-gencias de su propia conservación, su primer de-ber y primera necesidad al propio tiempo; vienedespués la unión conyugal, la paternidad, á ensan-char la esfera de su vida, inspirándole afectos quecon frecuencia le hacen preferir el bienestar de lossuyos al propio, por ser muchas veces más enérgicay poderosa esa primera necesidad moral que la fí-sica; y por último, una vez satisfechas esas exigen-cias, ensanchando más y más la esfera de su vidapor despertarse en él apetitos, aspiraciones hastaentonces dormidas, pero que, en las condiciones desu organismo, llegan á un desarrollo y afectan unavariedad imposibles de precisar, encuentra en elissnuevos móviles y fuerzas que continúan la impul-sión determinada por los primeros, y estimulan lavoluntad ya predispuesta á la acción por el hábitodel trabajo y el beneficioso resultado de sus ante-riores aplicaciones. Pero como el ser humano esinteligente y previsor, y por la observación deciertas eventualidades y de sus causas, de las épo-cas en que la tierra ofrece á su consumo ciertosfrutos, de la conveniencia de colocarla á ella y á lamayor de los demás agentes naturales en las condi-ciones más adecuadas para el mayor desarrollo po-sible de sus lüerzas productivas, comprende laprecisión de ponerlos á cubierto de ciertos peligros,y es capaz de apreciar cuánto contribuyen á amino-rar la necesidad de su esfuerzo y mejorar su éxitola fabricación anterior preparatoria de medios, deútiles, de instrumentos que faciliten y aumenten losefectos de su concurso, dándoles superiores garan-tías de eficacia para el trabajo con que coopera di-rectamente á la producción, los móviles que que-

dan enunciados no sólo les impelen al trabajo en laproducción directa, sino al que indirectamente, perode una manera segura, les puede llevar á los mis-mos y más amplios resultados, proporcionándoles,al par que la minoración de la suma de sus penali-dades que representa su trabajo (labor), más abun-dante satisfacción de sus necesidades y mayorseguridad de poder responder á ellas en todasépocas.

Ahora bien: cualesquiera que sean las condicio-nes é importancia de esos móviles, ya procedan deaquellas primeras necesidades, ya sean efecto deotras aspiraciones, lo mismo cuando se propongandesarrollar directamente una producción, que sifuese su fin concurrir á su buen éxito de una ma-nera indirecta, facilitándola ó mejorándola, sólo laesperanza racional y fundada de alcanzar los resul-tados cuyo logro anhela, determina su actividad,pues sin ella no habría razón que moviera su volun-tad á imponerse el sacrificio que siempre le cuestasu acción, así como para que desarrolle la más per-sistente energía, basta que vean probable, casi se-gura, la realización de sus propósitos.

De no ser así, si por una casualidad cualquiera eltrabajo y sacrificios no respondiesen al fin cuya con-secución los motivase y no fuesen asequibles losresultados directos ó indirectos, desapareciendo lacausa que impele su voluntad, no habría fuerza quepusiera en actividad al individuo, pues en su condi-ción libre, rechazada por inadmisible y perjudicialla coacción de toda voluntad extraña, y no impo-niéndole su organismo el trabajo, cual á otros seresel suyo en las ineludibles funciones de su manerade ser, lo único que puede sacarle de la inercia yobligarle á poner en acccion sus recursos, es el co-nocimiento de los resultados que le ha de traer suempleo, es la certidumbre de que su inacción, ó un»cooperación ineficaz ó equivocada, han de ser paraél causa de mayor dolor y sufrimiento que el de suconcurso activo y bien dirigido á las operacionesproductivas, y de que éste, aunque penoso, le hade producir ó en el momento ó en un porvenir másó menos lejano, directamente y sin nuevos esfuer-zos, ó indirectamente por evitar la prestación deotros más duros y difíciles, beneficios y satisfaccio-nes que compensarán superabundantemente las pe-nas de los esfuerzos hechos y el sufrimiento de lasprivaciones que se impusiera.

Y, en efecto, si al hombre que tuviese hambre yfrió se le privase de comer los frutos que arrancaseal seno de la tierra, ó los animales que cazase, yabrigarse con sus píeles; si, al que satisfechas esasnecesidades personales suyas, se le impidiese aten-der á las de su familia; si al que experimenta laimposibilidad de alcanzar á la carrrera á ciertosanimales salvajes, ó de luchar con ellos, de expío-

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tur convenientemente una tierra endurecida porel sol, y la necesidad de proveerse de armas, deinstrumentos para prevalecer sobre aquellos y rom-per este, se le priva de estos y de aquellos deján-dole en su impotencia anterior; si al que hubierellegado á producir normalmente lo necesario parasu subsistencia y la de su familia, no se le había depermitir que buscara en el aumento de su coopera-ción, en la privación de parte del goce de los pro-ductos ya obtenidos, una garantía para su subsis-tencia y la de los suyos en un dia posible de penu-ria; si no se le permitiese dedicar el sobrante de suproducción, ó una parte de su trabajo á mejorar,facilitar ó garantir su producción futura: si la peno-sa tarea de levantar un muro, de abrir un canal, detrasportar de un punto á otro las tierras necesariaspara una conveniente mezcla, de roturar terrenosincultos, de abrir un camino, de construir un bu-que, no le habían de procurar la defensa, el sanea-miento, la mejora de la tierra, la manera de trasla-darse de un punto á otro, ya en animales domésti-cos, ya por encima del agua que impedía su paso;ó lo que es lo mismo, si realizadas esas mejoras nose le permitiese, ni á él ni á los suyos, disfrutar deellos, aprovecharse de ellos; si todo lo que el ham-bre, el frió, el amor paternal, la previsión, el deseolegitimo de mejorar su porvenir y el de su familia,el afán de instrucción y lo que las más mezquinasvanidades le hicieran producir, había de ser desti-nado á empleos en que su deseo no había de tenerinfluencia, ¿quién, y por qué, y para qué se impon-dría esfuerzos y privaciones? ¿Qué causas, quérazón, qué móvil podría tener el individuo para su-jetarse al dolor del trabajo y al sufrimiento de lasupresión del goce? Ninguna seguramente y suílatacausa tollitur efectus.

Sólo, pues, el conocimiento de las relaciones queexisten entre el concurso de su acción y la realiza-ción de sus aspiraciones, sólo la certidumbre decuanto más enérgico y mejor dirigido y preparadoesté, mayor y más beneficioso será el resultado, ytanto más exiguo, nulo, y hasta perjudicial, cuantomás débil y peor combinado sea, puede hacev qua,el hombre se preste libre y espontáneamente ácooperar á la producción, y que en él se despiertecreciente energía en la aplicación de todas susfuerzas físicas, intelectuales y morales, al fin cons-tante de las aspiraciones y deseos de la gran mayo-ría de la especie humana, de mejorar su condición,y que al realizarse de una manera normal, trae pro-videncialmente consigo el desarrollo y progreso dela especie.

Sobre cuál deba ser la recompensa, cuál la pena,la pérdida, el sufrimiento, cuál la responsabilidadque á cada individuo corresponda por sr. acción óinacción, y cuáles las condiciones en qiie, por ha-

cerse efectiva, mejor y con entera y cabal exacti-tud, obrará con más vigor y acierto sobre la volun-tad de los individuos á quienes afecte, no puedecaber la menor duda.

Por de pronto, es imposible dejar de advertir queno es dable determinar a priori con exactitud laresponsabilidad que á cada individuo correspondapor razón de la intensidad, carácter y circunstan-cias de su concurso á las operaciones productivas,cuando no hay cálculo ni previsión humana quepueda graduar la importancia de las innumerablesdiversidades de su multiforme cooperación, ni laintensidad de la acción de cada individuo, ni, porúltimo, las infinitas eventualidades y complicaciones que pueden modificar su influencia en la pro-ducción.

Es al mismo tiempo evidente que la adopción deun sistema cualquiera de remuneración proporcio-nada al esfuerzo ó sacrificios de cada individuo,además de los muchos y muy graves inconvenientesy dificultades que por lo muy conocidos no enume-ramos, traería de no ajustarse al resultado de lasoperaciones productivas á que esos esfuerzos coo-perasen, el grave mal de desnaturalizar la respon-sabilidad, haciendo aparecer á la vista del produc-tor los efectos de su concurso como distintos de loque fueran en realidad, con lo cual, presentándolebajo un falso aspecto los diferentes empleos quepudiera dar á su actividad, se le impulsaría á dedi-car sus medios de producción en una dirección in-conveniente, alejándole de las que, como más acer-tadas y beneficiosas, señalasen los beneficios quecon ellas pudiesen obtener.

El daño que provenga de la falta de la necesariaactividad ó de un empleo inconveniente, y el bene-ficio y mayor utilidad que resulta de los esfuerzos ysacrificios enérgicos y sostenidos en la más conve-niente dirección y orden, sólo obrarán con verda-dera y completa intensidad sobre el individuo cuyoconcurso á la producción ó inercia hubiere dado lu-gar á ellos, poniéndole en el caso de apreciarlos concabal exactitud, haciéndole experimentar las conse-cuencias de su apatía, de sus errores, de su activi-dad y de su energía, cuando caigan sobre él todas,absolutamente todas las consecuencias de sus ac-tos, haciéndole sentir la extensión verdadera de suresponsabilidad, esto es, dejándole sufrir el dolorde no poder satisfacer sus necesidades, y hasta elde la pérdida de los medios que antes poseyera enlos dos primeros casos, y reconociéndole en el úl-timo el derecho de gozar, de disfrutar, de disponerlibremente, en una palabra, la propiedad de las uti-lidades de todas clases que obtuviere.

Pero, por una condición ineludible de esas utili-dades, ni en el producto destinado al consumo, nipor consiguiente, en el que se capitaliza, ni en las

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mejoras y preparaciones de los agentes naturales,pueden existir independientemente de la materiaque forman los productos de las fuerzas que regu-lan su acción y de las reglas que constituyen lascondiciones que permiten al hombre emplearlos enla satisfacción de sus necesidades, en las operacio-nes de su producción, y por consecuencia de esaindisoluble unión es preciso ó reconocer en el indi-viduo que concurrió á la producción del comple-mento necesario de su utilidad, la propiedad delobjeto sobre que recaiga, ó privarle de aquella ácuya manifestación cooperó, en cuyo caso cesará elmóvil de su actividad, ningún interés decidirá suvoluntad á imponerse trabajo ni privación alguna,y la tierra, la especie humana permanecerían ó vol-verían á su carácter primitivo.

Es, pues, una verdad innegable, que la propiedad,ó lo que es lo mismo, el aprovechamiento de losproductos, capitales y agentes naturales, dentro delos limites que la moral señala, es la realizaciónúnica, verdadera y legítima de la responsabilidaddel individuo, pues sólo con ella recaen sobre él lasconsecuencias de sus propios actos, proporcionán-dole el goce de los beneficios y el sufrimiento delos daños que, causa eficiente de todo resultado,contribuyera á producir.

En unos y otros debe durar y permanecer, y dehecho dura y permanece, mientras subsiste la utili-dad desarrollada por la acción humana, porque entanto que ésta no desaparezca, persiste la razón deese derecho. Así suele, en los productos, ya desti-nados al consumo, ya empleados como capital, des-iparecer esa propiedad en un brevísimo período porsu aplicación á un solo acto, en otros permanecerpor algún tiempo, porque su uso ó cooperación dejepersistente su utilidad, como sucede con los vesti-dos y ciertos útiles, y por último, en algunos cuyaduración es secular, y por lo general acontece res-pecto de los agentes naturales que ya por las con-diciones más permanentes de las reformas y modi-licaciones de que son objeto, la propiedad, fuerade excepciones que, como, si tenemos tiempo para«lio, demostraremos, se derivan del principio ge-neral on que so apoya el principio de propiedad,se prolonga por períodos más considerables y confrecuencia perpetuos, porque sus dueños mantieneny desarrollan la utilidad producida, reponiendo conla aplicación de nuevo trabajo ó capital las pérdidaso minoraciones que experimente.

Resulta, pues, de los hechos que dejamos consig-nados, ser evidente y no cuestionado: que uno delíos fines de la especie humana es llegar al mayordesarrollo y perfección que le sea posible, dadas lascondiciones del organismo de sus individuos y lasdel medio en que se ha de realizar el desenvolvi-miento; que para llenar esa misión más allá de lo

que permita la masa de las producciones espontá-neas de la tierra y agentes naturales, adecuadas ála conservación de la vida humana, es indispensableaumentar esa producción espontánea: que á ese re-sultado no se puede llegar más que por la aplica-ción á los agentes y fuerzas naturales de la acciónde los individuos: que siendo estos seres inteligen-tes, libres y por tanto responsables, sólo ponen enacción todas sus fuerzas y estudian con prolijidad yatención la manera de emplearlas, en cuanto porefecto de su concurso y con arreglo á su responsa-bilidad exacta y verdadera, recaigan sobre él losdaños ocasionados por su inercia y por la ineficaciaó error en la aplicación de sus medios de produc-ción, como son, la carencia, la escasez y hasta lapérdida de los objetos necesarios para la satisfac-ción de sus necesidades y el goce de todos los be-neficios derivados de una enérgica é inteligentecooperación, esto es, de todos los productos, de to-das las utilidades, de todos los medios obtenidoscon su concurso, de responder directa ó indirecta-mente á las exigencias de su organismo; y, por úl-timo, que como las utilidades que se desarrollanpor efecto de la aplicación de la actividad humana,se encuentran indisolublemente unidas con el re-sultado de la acción de los agentes naturales, conla materia y con algunos de esos mismos agentesno pueden ser aprovechadas separadamente de és-tas, por lo cual es preciso que, si se ha de hacerefectiva la responsabilidad y mantener en vigor lafuerza á que debe su crecimiento, la producción, elaprovechamiento del productor se extienda tambiéná esa materia y agentes, constituyendo en ellos lapropiedad.

Así, pues, por el inflexible encadenamiento detodas esas inexcusables exigencias, por ser la pro-piedad condición necesaria para que se realice elmás amplio, enérgico y beneficioso empleo de laactividad del individuo en su concurso á las opera-ciones de la producción, por no poder ésta obte-nerse más que por la acción del individuo, y, porúltimo, por no poder alcanzar la especie humana eldesarrollo y progreso, que es una de sus leyes, másque por medio de! aumento de las producciones es-pontáneas del suelo, la consecuencia es ineludible,ó la humanidad no tiene ese fin, ó el medio único derealizarlo en la debida extensión es, como todas lascosas necesarias, legítimo.

JOAQUÍN RODRÍGUEZ SAN PEDRO.

(Concluirá.)

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N.° 73 E. BOÜCHTT. LA PRESIÓN DEL AIRE. 403

1A PRESIÓN DEL AIRE,CON RELACIÓN Á LA VIDA DEL HOMBRE.

La reciente catástrofe del Cénit, que ha costadola vida á los aeronautas Sivel y Croce-Spinelli, da alestudio de la presión del aire y de su rarefacción,á medida que se asciende en las altas montañas, uninterés de actualidad. Sin valerse de medio tan peli-groso como el del globo, puede resolver el módicoel problema de que hablo por la observación do lanaturaleza en diferentes puntos de la tierra, y pormedio de experimentos que no causan más víctimasque las de algunos animales. Sin ir tan lejos ni tanalto, los desgraciados y heroicos aeronautas hubie-ran conseguido su objeto con mucho menos peligro,pues ascendiendo por montañas de 2.000 á 6.000 m,los resultados hubieran sido igualmente satisfacto-rios para la ciencia. Lo que esta funesta tentativano ha podido enseñar, lo conocemos por los traba-jos de un francés, el doctor Jourdanet, publicadoscon el titulo: De la influencia de la vida del hombre

Hay en este libro cuanto la ciencia y las personasilustradas, ajenas á la medicina, pueden desearsaber sobre dicho asunto. Después de haber vividoveinte años en Méjico y de haberse dado detalladacuenta de lo que las altitudes engendran en el hom-bre, no sólo en América, sino en el Asia central,M. Jourdanet ha comprobado los datos de la ob-servación con los do la experiencia. Empleandogenerosamente su fortuna, ha dotado á la Sorbonay á M. Bert, de aparatos especiales destinados áproducir en los animales los efectos de la presión yde la depresión barométrica, de modo que puedananalizarse sin peligro los fenómenos producidos bajoesta influencia. De aquí provienen las investigacio-nes de M. Bert, y las de que da cuenta el mencio-nado libro.

El mérito principal de la obra de M. Jourdanetconsiste en dar á conocer, conforme á largas obser-vaciones en los habitantes de las principales mon-tañas del globo, lo que la experiencia puede produ-cir á su gusto en los animales.

El primer punto que debe lijarse es el de la tem-peratura del aire en las diferentes altitudes.

Estas investigaciones se han hecho por medio deascensiones aerostáticas, ó subiendo á elevadasmontañas. Las primeras me parecen curiosas, perolas segundas son más útiles.

Es probable que no vaya á vivir en globo á nin-guna altura, y puedo verme obligado á permaneceren altitudes donde me sea útil el conocimiento de latemperatura media.

Todo el mundo conoce las ascensiones de Biot

y Gay-Lussac que se elevaron á 7.000«; de Barraly Bixio que llegaron á 8.000, sufriendo una tem-peratura de 39°; de Wels, que ha hecho i.400 via-jes por los aires, sin otro resultado que el de susimpresiones personales; de Glaisher, que, despuésde 30 ascensiones, ha establecido que la tempe-ratura variaba de i" á 6" en los tiempos serenos,y los resultados de las investigaciones de Flamma-rion, que demuestran que en un cielo puro, el des-censo medio de la temperatura ha sido de 4o en losprimeros 500 •», de 7" á los 1.000">, de 10°,05, á•i.500">, de 13" á 2.000»\ de 15", á 2.500™, de 17"á 3.000 "\ y por término medio 1" por cada 189 m dealtura.

Estos resultados son interesantes, pero prefierolos que da la observación hecha en las montañas,por M. Jourdanet.,

En la meseta de Anahuac está Méjico situado á2.277 "> de altura sobre Veracruz, y á 19° de latitud.

Encuéntrase allí una temperatura media de+17"mientras que en Veracruz es de-t-26", lo cual daun decrecimiento de 1" por cada 253m de ele-vación. Ahora bien, como cerca de Méjico está elvolcan de Popocatepelt á 5.400ra de altura y en elcual empiezan las nieves perpetuas á 4.800°\ si secontinúa el estudio del descenso termométrico seve que, desde Méjico á las nieves, que se supo-nen á-i-2° la disminución de temperatura, es de1° por cada 148m. Esta diferencia en el decreci-miento de la temperatura de Veracruz á Méjico y deMéjico á las nieves, se explica por la influencia delsuelo, hecho que no puede producirse en las dife-rentes alturas de un globo, y cuyo conocimiento esde suma importancia.

¡Cosa curiosa! Si se compara la disminución de latemperatura desde Veracruz hasta las nieves, seve que el de 1° por cada 187 •», cifra casi igual ála que Flammarion indica para la misma altura englobo. En efecto, á 4.500ra en un globo, la tem-peratura debe haber disminuido 25", y ésta es pró-ximamente la cifra de decrecimiento observadaentre Veracruz y las nieves de Popocatepelt.

Parece que, desde hace largo tiempo, ha sucedi-do lo mismo, y á pesar de todo cuanto se ha dichode enfriamiento del globo y de cambios de compo-sición de la atmósfera, hechos incompatibles con laexistencia del hombre actual, puede decirse que enlas edades prehistóricas, la temperatura del aire ysu presión eran iguales á las de hoy. En efecto, uncambio de temperatura hubiese producido la ami-noración ó aceleración de la rotación terrestre, locual no ha sucedido, porque, como dice Arago, larevolución diurna del globo no ha variado en un cén-timo de segundo durante 2.000 años, lo que pruebaque la temparatura no ha cambiado en un décimo degrado. Podemos, pues, vivir tranquilos respecto á

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los pretendidos peligros del enfriamiento de latierra.

Para apreciar los efectos de los climas de altitudsobre el organismo, es preciso tener á la vez encuenta la disminución de la temperatura inedia y eldecrecimiento del peso de la atmósfera.

Para esto es preciso observar lo que pasa en elAsia central. En la cordillera del Hirnalaya, dondelas nieves perpetuas empiezan á 4.677 m, en las lo-calidades situadas por debajo á más de 2.000, y enla América meridional, en la Cordillera de los Andesy de Méjico á parecidas alturas.

Verdad es que los efectos del descenso baromé-trico y las variedades de temperatura en aquellosparajes, no producen en el organismo perturbacio-nes semejantes á las que se observan en nivel me-nor y en latitudes más próximas al polo.

La anemia y la hypoglobulía (disminución de losglóbulos de la sangre) no existen, á juzgar por elanálisis químico, y si la sangre tiene menos color yproduce palidez en el cutis, debe atribuirse á ladisminución de la cantidad de oxigeno. Es unaanoxemia ó anoxyhemia producida por falta de pre-sión barométrica.

Dígase lo que se quiera sobre este punto, la in-lluencia climatérica de las elevadas altitudes, esuna de aquellas á que no es posible habituarse, por-que crea una fisiología y una patología especiales,debidas á una crasis sanguínea particular. Hay unaacción debilitante real, cuya existencia justifica elanálisis químico de la sangre, y que no puede ne-garse.

No conviene creer, sin embargo, que todas lasaltitudes producen el mismo efecto sobre el hom-bre, sino muy distintos; y en este punto, las in-vestigaciones de M. Jourdanet son preciosas para laciencia, porque los efectos de las altitudes pococonsiderables no son iguales á los de las elevadasaltitudes. En las primeras de 1.000 á 2.000 m elaire es vivificante, y parece ser poderoso mediopara curar á los anémicos, mientras que las alturasmás grandes engendran, por el contrario, fenóme-nos anémicos: de aquí la necesidad de precisar lapresión barométrica útil y la que es perjudicial.

Sobre 2.000 « dé altura, nivel de las monta-ñas de la América tropical, se producen síntomasde anemia particulares, modificando la marcha delas enfermedades en los habitantes de estos países.Más abajo, los fenómenos son distintos, y los efec-tos observados se deben, sea á la disminución deloxígeno de la sangre en relación con el corto nú-mero de glóbulos sanguíneos, sea á la disminuciónde presión barométrica; es decir, al peso del aire.

Se debe tener en cuenta además la cantidad deácido carbónico de la sangre, cuyo exceso aminorala acción del oxígeno respirado y que disminuye en

las altitudes poco elevadas, de donde se deduceque estas débiles altitudes favorecen la oxigenaciónde la sangre, es decir, su rutilancia, lo cual es unmedio de curación de la anemia.

De estos hechos resulta la conclusión módica si-guiente:

1." Que el clima de las montañas poco elevadas,bajo presión de 70 y 75 es provechoso á la vida, fa-voreciendo la expulsión del ácido carbónico de lasangre y la acción del oxigeno del aire.

2." Que las grandes altitudes y la prolongaciónde la permanencia entre 60 y 65 de presión baro-métrica producen el efecto contrario.

Y 3." Que la atmósfera más pesada de los nive-les bajos del globo, es, cuanto más baja, menosfavorable á la respiración perfecta.

Estos hechos, sacados de la grande historia de lavida en los distintos parajes del globo, han recibidorecientemente su demostración experimental en ellaboratorio, merced á los aparatos de M. Jourdanet,que tiene M. Bert en la Sorbona.

Forman estos aparatos dos vastos recipientes quereciben luz por ventanillos, comunicándose por unapuerta herméticamente cerrada, y en los cuales sepueden establecer presiones barométricas distintas.Otro recipiente evita la impresión desagradable delémbolo de la máquina de vapor y permite, en oca-siones, formar el vacio en una gran campana decristal. Finalmente, si se quiere, puede establecer-se una corriente de aire en el aparato, para que losanimales vivan dentro de él largo tiempo.

Con estos aparatos ha investigado M. Bert cuáles la fuerza de resistencia de los animales en elaire, confinado á diversos grados de presión baro-métrica, y ha visto, según se sabe ya, que los ani-males mueren cuando han agotado el oxigeno delaire que los rodea, de tal modo, que sólo dejan un3 ó 4 por 100. En la presión barométrica de 76 pa-san asi las cosas; pero si el aire está rarificado demodo que ofrezca menor presión barométrica, laabsorción disminuye, y cuando el animal muere,queda un 6 ó un 8 por 100 de oxígeno en su at-mósfera.

Si muere es á causa de la disminución de la den-sidad del oxígeno mismo, cuya cantidad queda sien-do cuatro centésimas partes, de lo que sería á lapresión ordinaria de 76cm. Cualquiera que sea lapresión, los animales morirán, cuando el oxígenoquede reducido á. cuatro céntimos de su densidad,sea cual fuere la cantidad que reste en el aparato,y que es tanto más grande cuanto mayor éste.

De aquí resulta el hecho interesante de que ágrande altura y al aire libre, por ejemplo en globo,morirá el hombre si en la atmósfera rarificada porla altitud no hay más que cuatro céntimos del oxí-geno de la atmósfera pura del nivel de los mares.

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De la falta de presión de este oxígeno resulta sufalta de incorporación ó de absorción por la sangre,y la vida se apaga.

Como prueba del límite extremo de las cantida-des de oxígeno atmosférico necesarias á la vida,hay otros medios do demostración como, por ejem-plo, los que resultan del envenenamiento de un ani-mal dentro de una campana donde exhala el ácidocarbónico sin morir basta el momento en que ladensidad del oxígeno llega á 3 ó 4 por 100.

Pero á fin de que no se atribuya la muerte á laasfixia por el gas ácido carbónico, M. Btsrt ha qui-tado este gas, y la muerte ha sobrevenido instantá-neamente; es decir, al llegar la extinción mortaldel oxígeno hacia el 4 por 100. El mismo resultadose observa cuando, para el animal colocado debajode la campana se baja la presión atmosférica, man-teniéndola disminuida á 18cm, en medio de unacorriente de aire respirable. Es el mismo experi-mento á que antes me he referido.

Así, pues, un animal abandonado á sí mismo enel aire confinado y agotando el oxigeno atmosfé-rico, ó colocado dentro de una campana donde sedisminuye la presión barométrica, al mismo tiempoque se deja entrar aire puro, sucumbo desde que latensión interior del oxígeno no tiene el poder dehacer absorber la cantidad necesaria.

Si el animal está colocado en una campana de100 litros á 76cm de presión barométrica, teniendoel aire normalmente 21 de oxígeno y 79 de ázoepor 100, desde que el oxígeno disminuye propor-cionalmente al ázoe, bajando de 21 á 4 por 100, lamuerte es inevitable.

Si la presión es de 38c m , es decir, mitad de lapresión ordinaria (no habrá más que 10,5 de oxi-geno y 39,3 de ázoe por 100), sobrevendrá lamuerte tan pronto como el oxígeno haya caido ácuatro céntimos de su densidad normal en el niveldel mar, es decir, al doble de su cantidad en la ex-periencia precedente, ó sea ocho céntimos. Resulta,pues, que á una presión barométrica que sea la mi-tad menor, se produce la muerte en doble cantidadde oxígeno.

Conforme á estas experiencias demostrativas dela teoría de la influencia de las altitudes modera-das, era preciso investigar las modificaciones de lacantidad de gases contenidos en la sangre arterial,bajo la influencia de las mismas condiciones baro-métricas. En efecto, si la disminución de la presiónaminora la absorción del oxígeno, debe encontrarsemenor cantidad en la sangre arterial de los ha-bitantes de las grandes altitudes. Esta previsiónde M. Jourdanet está perfectamente justificada, yM. Bert ha proporcionado la demostración comple-ta, puesto que á la presión ordinaria de 76 ha en-contrado más oxigeno en la sangre que bajo una

Í'QMO y .

presión menor. La cantidad de este gas varía con ladepresión, y de un 20 por 100 que es en estadonormal, baja á 10 ó 15 por 100 por las presiones de25 y de 65™. No hay error alguno que altere es-tos resultados, pues al volver los animales á la pre-sión atmosférica ordinaria, la sangre recobra suscantidades normales de oxigeno.

Veso, pues, que hay verdadera relación entre lapresión de la atmósfera y la cantidad de oxígenode la sangre arterial, y si se tiene en cuenta estehecho para apreciar la influencia de las altitudesde más de 2.000m, por ejemplo, veráse que loshabitantes de estas regiones tienen en la sangre ar-terial una cantidad de oxígeno menor que la de loshabitantes de la orilla del mar.

La observación médica había demostrado que porbajo de 2.000m la presión atmosférica no cam-bia sensiblemente la absorción del oxígeno porlos pulmones ni la cantidad de este gas contenidoen la sangre arterial, mientras que sobre 2.000 m

la respiración y la hematopoiesa (ó composiciónde la sangre), se modifican. La experiencia havenido á confirmar estos resultados, dándoles unaprecisión que los pone al abrigo de cualquier ne-gativa.

Todo el mundo comprenderá mejor ahora la dife-rencia que conviene establecer en la apreciación delos efectos de un «clima de montaña» que no pasedo 2.000m y de «un clima de altitud», situado ámayor altura.

Esta diferencia es tal, que de ella procede resulteen el segundo caso y no en el primero la apariciónde síntomas particulares que se llaman el mal demontaña.

Este mal, producido por las grandes ascensionesá más de 2.000 y 3.0001», es muy análogo al. ma-reo que^produce la navegación. Los síncopes quesentían los compañeros de Hernán-Cortés en 1519cuando su ascensión al Popocatepelt; las náuseassemejantes á las del mareo, indicadas por el PadreAcosta en 1590, los desfallecimientos y debilidadmuscular observados en 1735 por la comisión fran-cesa de Bouguer, la Condamine y Godin en lasaltitudes de 3.000 á 5.000m, los vértigos y salidade sangre por la nariz que advirtieron después deSaussure, Humboldt y Bonpland y cuantos han re-novado después tan peligrosas ascensiones; todosestos accidentes los atribuye M. Jourdanet á falta de

.oxigenación de la sangre, y de aquí el nombre deanoxyhemia, ó, mejor dicho, de anoxemia, que lesha dado.

Puede discutirse para saber si, en efecto, la dis-minución del exígeno de la sangre es la causa delmal de montaña, ó si lo es más bien una carbonhemiadebida á la acumulación del ácido carbónico en lasangre, que entorpece los órganos y desarregla las

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funciones, pero esto en nada cambia el hecho en sí,que es incontestable. Bajo mi punto de vista, y se-gún mis experimentos, todos los fenómenos nervio-sos de la axflsia se deben á la acción narcótica delácido carbónico retenido en la sangre. He demos-trado, en efecto, que todos los animales que pere-cen asfixiados por falta de oxígeno, tienen previa-mente una anestesia más ó menos pronunciada, y mesorprende que los aeronautas no hayan indicadoeste hecho tan fácil de comprobar en un mamíferopuesto en el recipiente de una máquina neumática.

Otro efecto de las altitudes sobre los indígenases el exagerado desarrollo del tórax, una ligeradisminución de la calorificación, y un aminoramientoreal de procreación.

Todos estos efectos reunidos constituyen delmodo más evidente una disposición especial del or-ganismo, que se llama idiosincrasia., y en la cual laanoxyhemia desempeña importante papel, sea porla producción de ciertas enfermedades cloróticas,vertiginosas, hipocondriacas ó dispépticas, sea porla inmunidad de algunas otras dolencias , comola tisis pulmonal y la fiebre amarilla. Se sabe, enefecto, que estas dos enfermedades son rarísimasen Méjico, y que sólo las padecen los extranjeros áaquellas comarcas. Con la misma influencia se re-laciona el tifus especial de aquel país y el gran nú-mero de pneumonías qje en él se observa. Todoeslo se enlaza, y á la fisiología especial del habitantede las altitudes corresponde una patología especialque desconocen los médicos, y cuyos principaleslineamientos acabo de señalar.

Como contraste con los efectos dañinos de las al-titudes á más de 2.000m, M. Jourdanet indica lainfluencia de los climas de montaña, es decir, de lasaltitudes entre S00 y 2.000 ™.

Para comprender bien esta influencia, es precisoestudiarla en los nacidos en las montañas, en iosextranjeros que se domicilian en ellas, en los viaje-ros y algo en las latitudes, porque lo que resultacierto en las zonas montañosas intertropicales, nolo es en la zona norte y templada. Por estas diver-sas causas deben admitirse, con reserva, algunasconclusiones de M. Jourdanet.

Según este autor, el aire de las montañas, pro-verbialmeníe reputado como tónico, depurado, ex-citante, vivificante, no tiene todas estas cualidades.En las alturas medias y en los valles hay, como entodas parles, tifus, disentería, tisis, escrófulas, tu-mores y cretinismo, que causan entre los habitan-tes una mortandad mayor que en las llanuras. Estoes bastante cierto, y la prueba está escrita en lastablas de mortalidad de nuestros departamentosmontañosos, formadas recientemente por Bertillon.

Al parecer, sólo en la altura entre 1.000 y 2.000 m

S6 observa un estado higiénico y salubre especial.

creando inmunidades patológicas evidentes y pre-disposiciones morbosas no menos caracterizadas;hecho señalado ya por Lombard, de Ginebra, entrabajos que justamente aprecia el mundo sabio.

Lo que es cierto respecto á la población indígena,no lo es tanto respecto á la flotante do los viajerosy desocupados, que, atacados de la malaria urbana,van á buscar en las montañas el vigor y la fuerzaque les han hecho perder una enfermedad acciden-tal, trabajos excesivos ó placeres ilimitados. Paraellos la transición de una presión barométrica bas-tante fuerte á una presión menor, el cambio de aire,que no tiene los miasmas de la gran ciudad, la tran-quilidad del ánimo, una alimentación nueva, másasimilada á causa del ejercicio del cuerpo, y final-mente, el aspecto de nuevos y grandiosos paisajes,que excitan de continuo su admiración, es motivopara una actividad orgánica, de donde puede resul-tar la salud.

En todos estos hechos reunidos por M. Jourda-net, apoyados con pruebas científicas terminantesy referidos con talento, se encuentran algunos ele-mentos de esa geografía médica universal, que es-pera aún quién la escriba. Dia llegará en que algúnespíritu desinteresado emprenda la ingrata tareade enseñarnos las enfermedades de las diferentescomarcas del globo en sus distintas altitudes , suscaracteres particulares, sus causas geológicas óclimatéricas, y ésta será una de las obras más con-siderables que puedan realizarse en servicio de lahumanidad.

DR. E. BOUCHÜT.

(Les Mondes.)

LOS CULTIVOS IMPORTADOS EN LA INDIA P L E S A .

Era célebre la India en los tiempos antiguos, porsus telas pintadas, su marfil, sus minas de diamantesy sus especias; pero el arroz, el algodón, el índigo,los granos oleaginosos constituían las fuentes másreales de riqueza y los objetos más importantes delcomercio. Hoy, gracias á la iniciativa, á la energíay á la perseverancia propias del carácter inglés, elcafé, el té y la quina, no sólo están naturalizadosen aquel imperio, sino que han llegado á ser artícu-los muy importantes de exportación. Créese ge-neralmente en Eiffópa que todo el café procede deArabia, de las Antillas y de algunas regiones inter-tropicales de ambas Américas; que el té es de pro-cedencia puramente china, y que la chinchona óquina viene únicamente del Perú. Vamos á indicarbrevemente en este artículo cómo han sido introdu-cidos en la India inglesa el cafó, el té y la quina,

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llegando á ser objeto de un importante cultivo; ycelebraremos que este ejemplo pueda ser de grandeutilidad á nuestros compatriotas en sus diversascolonias.

EL CAFÉ.

No nos ocuparemos en este instante del descu-brimiento del árbol que produce el café, y que, se-gún se dice, es originario de las montañas de Etio-pía, pero que también se encuentra en estado salvajeen las selvas de Madagascar. Tampoco trataremosde su introducción y propagación en las Antillas, enlas Américas y en las islas de Borbon y de Mauricio,Créese que en las montañas del Yemen, en Arabia,fue donde se cultivó en tiempos más remotos y conmejor éxito este preciado arbusto. Desde tiempoinmemorial los negociantes árabes del Mar Rojohacían un comercio considerable con los puertos dela costa occidental de la India, bajando hasta losreinos de Cochin y de Travancore. Es probable quellegaran á ambos parajes semillas ó plantas del cafódel Yemen. El suelo rico y montañoso, las lluviasabundantes y periódicas, la temperatura caliente yhúmeda, el sol tropical, todo, en fin, contribuía áfavorecer la introducción del nuevo cultivo, quetuvo el mejor éxito, aunque al principio se propagópoco. Estos reinos pertenecían á principes indíge-nas, y no existia en ellos el espíritu emprendedoráe los europeos.

Los ingleses echaron en 1795 á los holandeses dela isla de Ceilan, cuya posesión les aseguró en 1802el tratado de Amiens. Este magnifico país parecíacompletamente favorable al cultivo del café; pero,á pesar de ello, no se introdujo en él, sino largotiempo después de la conquista.

Desde 1835 hizo rápidos progresos con diferen-tes alternativas do buen y de mal éxito. Muchoscultivadores se enriquecieron, al paso que otros.searruinaron. La fortuna de los unos y la desgraciade los otros fueron lecciones de que todos se apro-vecharon para convertir este cultivo en una ciencia,y en la actualidad es el cafó el principal productode la isla y la gran fuente de su prosperidad finan-ciera, ascendiendo su exportación anual á 50 millo-nes de pesetas.

Durante muchos años los capitales y los esfuer-zos de los ingleses se concretaron á Ceilan, y sólohacia 1840 se hicieron en el continente indio algu-nas tímidas tentativas de cultivo. Allí también pros-peraron unos y se arruinaron oíros; pero, lejos dedesanimarse, escogieron con más inteligencia losterrenos, se hizo el cultivo con mayor perseveranciay cuidado, se llevaron de Ceilan agricultores másentendidos, y al poco tiempo resultó asegurado elbuen éxito, obteniendo los cafés de la India en losmercados de Europa ventajosos precios, y dando

ocasión á grandes fortunas. No se necesitaba tantopara producir en el público un ardor febril, una es-pecie de monomanía en favor del cultivo del café.En efecto, á los pocos años so hicieron inmensasplantaciones en todos los parajes montañosos de lapresidencia de Madras, desde el cabo Comorin hastalas extremidades selentrionales del Maíssur, y hoylas montañas del Travancore y de Cochin, de Tinne-velly, de Maduré, de Coímbatore, de Salem, delCoorg y del Vynood son vastas comarcas producto-ras del café. Hay planlíos que ocupan mil, dos milhasta diez mil trabajadores. Se concibe que estasexplotaciones tan grandes pertenezcan sólo á loseuropeos, ó mejor dicho, sólo á los ingleses; puesentre los plantadores, hay muy pocos que no per-tenezcan á esta nación. Algunos indios se interesantambién en dicho cultivo, pero sólo en pequeñaescala. *

En pocos años ha llegado á ser el café en la pre-sidencia de Madras uno de los productos de expor-tación más importantes como puede juzgarse por elsiguiente cuadro. La isla de Ceilan forma un go-bierno aparte, y no está por tanto comprendida enlas cifras que á continuación insertamos:

Principales exportaciones de la presidenciade Madras.

Rupias.

Algodón 15.876.737Café 11.276.512índigo 6.978.726Arroz 8.059.319Aceites 5.475.569Cueros y pieles 6.667.323Granos oleaginosos.... 3.998.400Especias 2.964.159Azúcar 3.024.485

La rijjtia vale próximamente diez reales.Vesé, pues, que el café, que hace veinte años no

era objeto de exportación, produce hoy la suma de11.276.512 rupias, ó sean cerca de 30 millones depesetas. Hoy este producto se aproxima en impor-tancia al del algodón, y es probable que dentro depoco tiempo lo supere. Siendo el arbusto del caféesencialmente tropical, no ha logrado aclimatarse,que sepamos, en el norte de la India.

EL TÉ.

En 1824, dos jóvenes ingleses, de apellido Bruce,que comerciaban en la provincia de Assam, antesde que esta comarca estuviera anexionada al impe-rio de las Indias, descubrieron allí en estado salvajeel árbol del té; dieron cuenta de su descubrimiento,y se dedujo que el cultivo de este preciado arbustopodría extenderse y desarrollarse en aquellas regio-nes. Lord Bentink, gobernador general de la Indiaen 1835, escribió una carta á la junta de los direc-

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tores de la Compañía, elogiando el nuevo descu-brimiento, y demostrando que con tiempo y perse-verancia podrían prescindir de los tés de la China.Formóse una comisión, compráronse tórrenos y seinauguraron plantaciones á nombre y por cuentadel Gobierno. En 1836 se enviaron á Londres algu-nas libras de té ó de hojas de árbol de té; como nohabían sido objeto de ninguna preparación, de nin-guna manipulación, carecían de gusto, de aroma yde valor. Según diremos más adelante, las hojas delárbol del té, para dar una infusión agradable y He"gar á ser objeto de comercio, deben sufrir una ma-nipulación bastante minuciosa y difícil. Esta mani-pulación la desconocían los primeros cultivadores.En 4837 se llevaron chinos acostumbrados á estetrabajo, y los tés enviados á Inglaterra en 1838eran de buena calidad y alcanzaron elevados pre-cios. Desde entonces formóse una compañía, lla-mada de Assam, á la cual el Gobierno cedió lamayor parte de sus propios plantíos. Muchos parti-culares empezaron también á plantar té, y se hicie-ron reglamentos que favorecían bastante la cesiónde las tierras propias para este cultivo. Desgracia-damente, un espíritu extravagante de especulación,informes mentirosos ó exagerados, promesas de ima-ginarios beneficios y la inconcebible candidez degran número de engañados, contribuyendo á la for-tuna de algunos individuos, produjeron grandespérdidas y alejaron al público del cultivo del té.Esto duró desde 1840 hasta 1862. Sin embargo, aúndurante estos años algunos plantadores más atinadoslograron por su economía, su vigilancia y sus cuida-dos, un éxito real, produciendo tés de primera cali-dad y realizando grandes beneficios. Su ejemplobastó para que renaciera la confianza en este cul-tivo. Comprendióse que, emprendido en buenascondiciones y continuado con perseverancia, podíadar buenos resultados y asegurar prudentes bene-ficios. Desde entonces este cultivo y el comercioque de él naturalmente nace, siguen en progre-sión ascendente y con notable extensión, haciendoya los tés de la India ventajosa concurrencia á losde la China, y pudiendo entreverse la época en queno necesitará Europa los tés del Celeste Imperio.

El cultivo del té traspasó há tiempo los límites deAssam, extendiéndose por las provincias limítrofesde Dacca y do Tchittagong y penetrando en las pro-vincias occidentales de Cooch-Behar, de Chota-Nagpore, y aun del país de Kumaon y de Bareily.Todas estas comarcas pertenecían á Bengala; y elcultivo del arbusto delté estaba relegado á las mon-tañas que descienden, ramificándose, de la gran cor-dillera del Himalaya, entre el 25° y 35" de latitudnorte.

En la presidencia de Madras se encuentran las al-tas montañas de Neilgherries ó montañas azules,

que forman parte de la cordillera de los Gháts, yestán situadas entre el 10" y el 11° de latitud norte,elevándose á 7.000 ú 8.000 pies sobre el nivel delmar. Algunos atrevidos plantadores han intentadoallí el cultivo del té. Después de diversos ensayos,de cultivo y de manipulación, lograron tener tésde superior calidad, que se venden bien y son muybuscados en Londres. En la actualidad las tropasinglesas de la presidencia de Madras reciben suración de té, en té de los Neilgherries. El cultivode este arbusto toma, pues, de año en año conside-rable desarrollo.

En las montañas de Maduré, que forman tambiénuna parte de la cordillera de los Ghats, empiezaahora el cultivo del arbusto del té con el mejoréxito, y se espera que allí también se produzcantés de superior calidad.

Las siguientes cifras dan idea del desarrollo y dela importancia de este cultivo. Reflérense á tés ex-portados de las provincias de Bengala. En 1863 laexportación era de S.722.032 pesetas. En los añossucesivos la producción y la exportación siguieronen progresión ascendente, y en 1873 la exportaciónarrojaba una cifra de 42.417.478 pesetas. Es difícilencontrar en los anales del comercio un ejemplo deéxito tan sorprendente. La recolección del año de1874 á 1878 ascenderá á lo monos á 20.000.000 delibras de tés.

Los tés de la presidencia de Madras no ofrecentodavía cifras tan elevadas, pero probablemente lasigualarán dentro de algunos años.

En vista de lo que brevemente hemos referido,queda probado que el té es uno de los más ricoscultivos y una de las ramas más importantes del co-mercio de la India inglesa, que los tés de la Indiarivalizan ya con los de China, y que probablementeacabarán por suplantarlos en los mercados de Eu-ropa. Además, en el Turkestan, en los diversos kan-natos del Asia Central y hasta en el Thibet, los tésde Bengala se buscan y prefieren á los de la China.

El árbol del té es de cultivo muy fácil. Creceen terrenos de diversas cualidades y aun en tierrasbastante pobres. Resiste bien las intemperies de lasestaciones; prospera lo mismo en la zona intertro-pical que fuera de ella. Generalmente se le conservaá una altura de tres ó cuatro pies, podándole confrecuencia para que eche el mayor número de ra-mas jóvenes. Para tener tés de buena calidad, secogen las hojas más jóvenes de los nuevos tallos, ysi el árbol está en condiciones ventajosas, esta re-colección puede hacerse cada quince dias duranteocho meses del año. En las plantaciones bien arre-gladas los arbolillos están puestos á dos metros dedistancia uno de otro, de modo que en un kilómetrocuadrado hay un número considerable. El terrenodebe mantenerse limpio de maleza y cavarlo una vez

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por año. Cuando se le abona, el producto aumenta.Para los tés destinados al comercio, lo más im-

portante, difícil y minucioso, os la manipulación delas hojas. Las cualidades del té dependen monos dela naturaleza de los terrenos, de la prosperidad delos árboles y de la diversidad de clima, que del cui-dado y de la manera como se hace esta manipula-ción. Las hojas jóvenes arrancadas con inteligencia,deben sufrir sucesivamente cierto grado de fermen-tación, ser calentadas y semiasadas sobre planchas óen vasijas de hierro, maceradas y arrolladas con losdedos; después experimentan una disecación lenta,aproximándolas á un fuego de carbón vegetal, y porúltimo son tamizadas y puestas en cajas hermética-mente cerradas para librarlas del aire y de la hu-medad.

Cuando algunas de estas operaciones se hace maló no se hace, el té se pierde, ó al menos queda deinferior calidad. Sería difícil narrar todos los ensa-yos, tentativas é invenciones de los ingleses parasimplificar estas operaciones y asegurar el éxito. Sinduda alguna han perfeccionado los procedimientoschinos, pero no están todavía satisfechos de los re-sultados. Algunas máquinas que han obtenido privi-legio, no son tan perfectas que su empleo hayallegado á ser general, y es preciso el auxilio degran número de trabajadores para sacar partido dela cosecha. Las mujeres y los niños son los que co-gen las hojas y las arrollan, pero se necesitan hom-bres hábiles y experimentados para las demás opera-ciones, y contramaestres de grande experienciapara dirigir el conjunto de ellas.

Los indios entregados á si mismos jamás hubieranpensado en introducir el cultivo del árbol del té ensu territorio. Esta fuente de riqueza y este nuevoobjeto de considerable comercio, se debe, pues, álos ingleses y á su perseverante energía. Además, álos indios no les gusta la infusión del té, conside-rada por los chinos como bebida indispensable ynéctar procedente del cielo.

¿Qué no han hecho en otras ocasiones los france-ses para introducir y naturalizar el arbusto del caféen sus colonias de Borbon, .de la isla de Francia yde las Antillas? ¿Por qué no ensayan el cultivo delárbol del té en las citadas colonias y aun en lasmontañas de Argelia, cultivo que es sencillo y fácil?El arbusto citado soporta sin perjuicio el calor, lasequedad y la humedad, y los únicos terrenos queno le convienen, son los pantanosos. Para la mani-pulación de los tés destinados al comercio, bastaríatraer algunos hábiles trabajadores de la China ó dela India, y la cosa bien merece ensayarse.

LA CHINCHONA.

Chinchona es el nombre genérico dado á los di-versos árboles que producen la eortez;. febrífuga,

conocida en el comercio y en la farmacia con elnombre de quina.

El cultivo del cafó se introdujo por sí mismo enla India. El Gobierno inauguró el cultivo del árboldel té, abandonándolo en seguida á la industria pri-vada. El cultivo de la chinchona presentaba mayo-res dificultades, y era una empresa más atrevida.¿Podía prosperar en otro continente este árbol pura-mente americano? Este era el primer problema quedebió resolverse. Verdad es que los holandeses,después de largos ó infructuosos ensayos, habíanlogrado introducirlo en su bolla colonia de Java,pero no lo cultivaban en grande escala y deseabanconservar el monopolio. El Gobierno inglés obró deuna manera más noble y liberal, no retrocediendoante ningún sacrificio para extender y poner al al-cance de todo el mundo este soberano febrífugo. Eléxito ha superado á sus esperanzas, y pronto no senecesitará de América para la quina, como no se ne-cesitará de la China para el té.

Linneo fue el primero que dio á los árboles delPerú que proporcionan la corteza febrífuga de quehablamos el nombre de chinchona, tomado del de lacondesa de Chinchón. El conde de Chinchón fuenombrado virey del Perú en 1629. La condesa deChinchón, que le había acompañado á su vireinato,se vio atacada en 1637 de una fiebre peligrosa, yentonces el corregidor de Loxa, I). Juan de Cañiza-res, envió al médico de la condesa una cantidad depolvo de quina, asegurándole que era excelente re-medio contra las fiebres intermitentes. Tomó la con-desa este polvo y curó. Al volver á Europa loscondes de Chinchón en 1640, trajeron consigo con-siderable cantidad de dicho polvo maravilloso, quedesde entonces tomó en España el nombre de polvode la condesa, á pesar de que los misioneros je-suitas .¿el Perú, que fueron los primeros en des-cubrir las propiedades febrífugas de las cortezasde estos árboles, habían enviado anteriormente ásus hermanos de España gran cantidad de él. Elcardenal de Lugo lo llevó á Koma, donde le die-ron su nombre. El padre Annat le introdujo enFrancia, y allí salvó la vida de Luis XIV, siendo co-nocido con el nombre de polvo de los jesuítas ópolvo del rey. Otros jesuítas lo introdujeron enChina, donde curó al Emperador Kang-Hi y contri-buyó á asegurar á los misioneros la protección deeste gran príncipe. En Inglaterra se le llamaba tam-bién polvo de Talbot, del nombre del que le dio áconocer en dicho reino. Hoy han desaparecido es-tos diversos nombres, quedando sólo el do chin-chona ó quina, para designar los diversos árboles decuya corteza .se saca la quina, la chinchonida, lachinchonina y otros alcaloides conocidos y em-pleados en la farmacia.

Desdo hace bastante tiempo absorbía el comercio

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anualmente una cantidad tan grande de corteza dechinchona, que los bosques del Perú, de Bolivia ydel Ecuador, de donde se sacaba, llegaron á ago-tarse. Como nadie se ocupaba en equellas regio-nes de reemplazar con nuevos plantíos los árbolescortados, entreveíase la época en que este gran fe-brífugo acabaría por desaparecer, cosa que preocu-paba mucho. Los holandeses, según hemos dicho,fueron los primeros en intentar aclimatar los árbo-les chinchonas en las montañas de Java.

En -1840, el doctor inglés Forbes Royle aconsejóá su gobierno ensayar en la India este cultivo, ydesignó las montañas de Neilgherries por tener unsuelo y un clima conveniente para estos árboles.Sin embargo, hasta 1852 no se enviaron al jardínbotánico de Calcuta algunas plantas de chinchona,y fueron enseguida remitidas al Darjeling en el Hi-malaya, pero todas perecieron. Finalmente, en 1889la cosa fue tomada en serio. El Secretario Ministrode Estado para las Indias encargó á M. C. Markhamir á América á buscar y coger plantas y semillas dediversas chinchonas y tomar todas las medidas ne-cesarias para asegurar el éxito del nuevo ensayoque iba á emprenderse. Á M. Markham se asociaronotros dos ingleses, los señores Spruce y Pritcheü.Al llegar á Lima estos tres viajeros recorrieron se-paradamente las comarcas más famosas por la pro-ducción de los Arboles de chinchonas. M. Spruceregistró los bosques del Ecuador, M. Pritchett losde Huanco, y M. Markham los de Caravaya. Trope-zaron con grandes dificultades, no sólo á causa delo inaccesible de los bosques, sino también porla mala voluntad de los habitantes, que veían conpena que se trataba de quitará su país una delas fuentes de riqueza. Finalmente, en 1860 los tresintrépidos viajeros se encontraron en Puerto Islay,llevando 529 plantas de diversas chinchonas, par-tieron inmediatamente para Inglaterra en un vaporpuesto á su disposición, y desde allí para la Indiapor el Mar Rojo. Muchas plantas murieron en el ca-mino, pero quedaron bastantes que fueron enviadasinmediatamente á los Neilgherries, donde llegaronen la primavera de 1861. M. Mac-Ivor, superinten-dente de los jardines del Gobierno, fue encargadodel nuevo cultivo y se entregó á él por completo,debiendo atribuirse especialmente á sus esfuerzosel gran éxito obtenido. En la misma época se reci-bieron del gobernador holandés de Java algunasotras plantas y semillas.

Las plantas procedentes de tan lejanos paísesfueron cuidadas y prosperaron, y lo mismo sucediócon las semillas. Se multiplicó el cultivo por mediode estacas, magrones y serpas, y al parecer, laschinchonas encontraron en los Neilgherries susmontañas de América. Un químico inglés, M. Broug-ton, nombrado qninologista del Gobierno, aplicó su

ciencia y su experiencia al nuevo cultivo; analizólas primeras cortezas recogidas y comprobó queeran tan ricas en alcaloides como las del Perú. Klnúmero de chinchonas en las plantaciones del Go-bierno ascendía en 1867 á más de 1.926,044, y lasprimeras plantadas llegaron á una altura de 15 ó20 pies. En el pasado año estos plantíos teníantres millones de árboles, y se han enviado áLondres más de 100.000 kilogramos de cortezasde quina. Estas cortezas, analizadas por los quí-micos de dicha capital, se han vendido más ca-ras que las del Perú. Los precios lian sido, portérmino medio, de 7 á 8 pesetas el kilogramo, y al-gunas muestras se han llegado á vender hasta á 15pesetas. Á propósito de eslas ventas y de las reali-zadas en la India, lord Argyll, Ministro Secretariode Estado para las Indias, escribía lo siguiente: «Así,pues, el producto total de las plantaciones de chin-chona en 1873 es de 13.490 libras esterlinas (es de-cir, 350.000 pesetas próximamente), suma que au-mentará cada año. Considero este resultado satis-factorio relativamente á los gastos hechos hasta eldia, y que ascienden á unos 2.500.000 pesetas. Elcultivo de la chinchona no puede clasificarse yacomo experimento.» En testimonio de su viva satis-facción, el Gobierno recompensó regiamente áM. Mac-Ivor, superintendente de sus plantíos, con-cediéndole una gratificación de 5.000 libras.

En la actualidad, el Gobierno, conservando susplantíos, renuncia, al parecer, á aumentarlos parafavorecer la iniciativa de los colonos, y, en efecto,los particulares están haciendo ya grandes plan-tíos de chinchona. Lord Argyll quería que estecultivo se popularizase más y se vulgarizase hastael punto, según sus palabras, de que cada indio tu-viera en su jardin y en su puerta este poderoso fe-brífugo; pero el noble lord olvida que las chincho-nas no prosperan sino en las elevadas montañas yá una altura de 4.000 pies, lo menos, sobre elnivel del mar.

Mientras el cultivo de la chinchona obtenía en lapresidencia de Madras tan buen éxito, se le intro-ducía también en las regiones montañosas de Cal-cuta, y se ensayaba en la de Botnbay.

En Bengala los plantíos del Gobierno contaban, áprincipios de este año, más de tres millones de ár-boles, y el análisis de las cortezas daba casi los mis-mos resultados que las cortezas de los Neilgherries.No teniendo Bombay condiciones de temperatura yde clima tan favorables, los ensayos han sido menosfelices. En la isla de Ceilan, por el contrario, laschinchonas prosperan y las cortezas de estos árbo-les han llegado á ser un artículo importante de co-mercio.

Animados por el ejemplo del Gobierno, y excita-dos por los resultados obtenidos y los precios rea-

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tizados, los particulares, tanto en Bengala como enlas Neigherries y en Ceilan, han emprendido porsu cuenta plantíos de chinchonas, unos con buenéxito y otros con malo, como sucede con todas lasempresas dejadas á la iniciativa individual; ¡tero eltiempo y la experiencia harán este cultivo tan se-guro como los del café y del 16. Sin duda el cultivodel café os por si mismo más lucrativo, pero sólose produce en los terrenos de bosque y de primeracalidad. La chinchona, por el contrario, siempreque la posición y la altitud sean favorables, se pro-duce bien en terrenos relativamente bastante po-bres, y donde de seguro el café no prosperaría. Deaquí la opinión general de que el cultivo de la chin-chona tomará cada año mayor extensión en el in-menso país do las Indias, llegando á ser una de lasfuentes más seguras de su prosperidad.

En la misión de Maduré, cerca de la iglesia deNuestra Señora de Lasaleta de las Indias, hemosensayado con mejor éxito el cultivo de las diversaschinchonas. El primer análisis de las cortezas deestos árboles, hecho por M. Mac-Ivor, ha demostra-do que eran tan ricas en quinina y otros alcaloidescomo las de los Neigherries, y hemos recibido yasobre este asunto felicitaciones del Gobierno deMadras, con una corta prima de estímulo.

Hay tres maneras distintas de recolectar las cor-tezas de chinchona. En América, donde los árboleseran abundantes y crecían en estado salvaje, loscortaban y les quitaban la corteza. Los árboles noretoñaban, y hay regiones enteras que se encuen-tran hoy desprovistas de ellos. El segundo métodoconsiste en cortar los árboles de manera que reto-ñen, y cada seis ú ocho años se pueden hacer nue-vas cortas. El tercer método, que es el que da me-jores resultados y las cortezas más apreciadas, esel que se emplea en las Landas para extraer la re-sina de los pinos marítimos. Se arrancan del árbollargas tiras ó estrias de corteza, dejando una parteigual de cortezas sobro él. Al cabo de algunos me-ses la parte de la corteza arrancada se recubre, yentonces se quila la parte que se había dejado in-tacta. De esta suerte se conservan los árboles, quedan de año en año cortezas cada vez más ricas.

Sabemos que el gobierno francés ha hecho algu-nas tentativas para ensayar el cultivo de la chin-chona en sus colonias de las Antillas y de liorbon,pero ignoramos si estas tentativas han tenido buenéxito. Esta clase de empresas exige perseverancia,y sobre todo abnegación por parte de los hombresconsagrados á ellas. Resultando cierto que las chin-chonas prosperan fuera de las Américas y dentro yfuera de la zona tropical, es también muy probableque prosperen en África en las montañas del .lur-jura, del grande y del pequeño Atlas. ¿Quién sabe sisería posible también cultivarlas en las -nontañas de

Sicilia, de Cerdeña, de Córcega y aun en el Medio-día de Francia? ¿No sería cosa digna do los gobier-nos de estos pueblos el intentarlo?

Pero el espíritu de iniciativa y de empresa noparece ser hoy en Francia lo que ha sido en otrasépocas. Se tiene miedo á aventurarse, y se prefiereir servilmente á remolque de sus vecinos más auda-ces. Cuando las cortezas de quina de la India fueronenviadas á Marsella y ofrecidas á los principalesdroguistas de aquella ciudad, respondieron: «No co-nocemos más que las quinas del Perú, y las recibi-mos por la vía de Inglaterra: estas cortezas in-dias nos son desconocidas, y no las queremos.» Seles dijo entonces que las tomaran, las analizaran, yvieran que no eran inferiores á las del Perú.—«Nadatenemos que ver con eso,»—dijeron:—«enviadlas áLondres, y si allí las encuentran buenas, nos lasmandarán...» ¿Es este el verdadero espíritu delcomercio? ¿Se prospera de tal modo? Esta estre-chez de miras nos recuerda lo que decían, yahace muchos años, los grandes comerciantes chi-nos de Shang-haí: «¿Por qué vosotros los fran-ceses no queréis comerciar directamente con nos-otros respecto á nuestras sedas, á nuestros tés yá nuestras porcelanas, y por qué dejáis á todo elcomercio pasar por las manos de los ingleses- y delos americanos?» ¿No es, en verdad, una vergüenzapara Francia ir á buscar á Inglaterra la mayor partede las primeras materias empleadas en sus manu-facturas, como el algodón, la lana, la seda, y losobjetos de gran consumo, como el café, el té, lasespecias, etc., etc.? Permitir que pasen por Liver-pool ó por Londres, ¿no es pagar tributo á nuestrosvecinos?

Pero volvamos al asunto de nuestro artículo, yterminemos. Los ingleses han logrado, pues, intro-ducir en su imperio de las Indias el café, el té y lachinchona, y hacer de estos productos una de lasmás grandes riquezas de su comercio. También hanllegado á obtener en las comarcas pantanosas deBengala el yute, arbusto de libra textil, que es ob-jeto de una exportación considerable. En la actua-lidad se ocupan en aclimatar la hipecacuana y elcacao, y hacen grandes esfuerzos para encontraren el país carbón de piedra de buena calidad, á finde poder explotar con ventaja las riquezas minera-les de las Indias. Para concluir, nos permitiremoscitar las siguientes palabras del Evangelio: Filiihujus steculi prudeníiores jiliis lucis in sua genera-tione swit.

L. SAINT-CYR.

De la Compañía de Jesús.

Dindigui, llano, 1875.

(Etudes religieuses, philosojiques, et Utleraires.)

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DEL INDO AL TIGRIS.

KABUL Y Sü COMARCA.

OBSERVACIÓN PRELIMINAR. De las cuestiones geo-gráficas que hoy más interés suscitan en los centroscientíficos y en los gabinetes políticos de Europa yAsia, una es la relativa á los límites fronterizos delAfghanistán y BelucMstán por el costado que con-fina con la India. La geografía y la política son in-dudablemente dos ciencias que se locan en muchospuntos, y sus relaciones serán más y más estrechasá medida que el espíritu especulativo y la ambiciónse vayan desarrollando en los pueblos modernos.Hay asuntos geográficos que tienen mucho de poli-ticos, y cuestiones políticas que tienen no poco degeográficas. Algo de esto veremos en el curso denuestro Estudio, por más que intencionadamentepasaremos de largo empalagosas discusiones, y nosatendremos casi exclusivamente á la descripción delos famosos países á que damos el nombre genéricode Iranios.

Sabemos que los principales Khanatos ó peque-ñas soberanías en que hoy se ha destacado el anti-guo y turbulento reino de los Afghaneses y el míseroy montuosísimo país de los Beluchis, limitan conla dilatada faja de tierra que baña la margen dere-cha del Indo; algunos de ellos al Norte, con lasnuevas adquisiciones ó semi-posesiones rusas. Heaquí la razón de las medidas adoptadas por los dosGobiernos, á quienes más de cerca afecta la suertede aquellos pueblos, inglés y ruso, para fijar y defi-nir las fronteras de estas importantísimas regionesdel Asia. Los dominios de Inglaterra, en esta direc-ción, se van ensanchando de una manera impercep-tible, pero progresiva: les hemos ya visto ocupandomilitarmente casi todo el vasto reino del Afghanis-tán, que, tal vez, no evacuaron sino en presenciade dificultades financieras, por más que otra cosaresulte de documentos oficiales y de ciertas infor-maciones científicas (1). También el Gobierno deSan Petersburgo ha tomado más de una vez cartasen la definición de fronteras y demarcación de losterritorios bañados por las aguas del Oxus. Pero de-jando á un lado cuestiones de escasa importanciaen nuestro escrito, pasemos al estudio del suelo yde los terrenos que, partiendo de la India, iremospisando. Bien es verdad que, no siendo nuestroobjeto hacer un libro de geografía, no hemos delimitarnos á lo que esta palabra, tomada en su

acepción más genuina y verdadera, nos prescribe.Antes de penetrar en suelo Iranio, conviene dise-

ñar á grandes pinceladas la naturaleza y disposiciónde los terrenos, la dirección general de las cordi-lleras y las cuencas de sus rios principales. El bos-quejo ha de contener sólo rasgos generales, quedespués ampliaremos y completaremos.

Llanuras inmensas forman la mayor parte del paísde Irán, cuya extensión abraza unas 70 á 80.000millas cuadradas; limitado al Norte por las anchasmontañas del Paropamisus y por el Taurus delNorte, que separan el Irán de las llanuras del marCaspio, del Aral y del Guihon (1). Entre los 60" y68" longitud Este cortan la llanura montañas eleva-das que forman y cierran anchurosos y fértiles va-lles. Análogo aspecto presentan las comarcas deArmenia. Por el costado del Este, entre los 25" á37° latitud Norte, en una extensión de 180 millaspróximamente, se extiende el terreno en llanosáridos y secos hasta el Indo. En dirección paralelacon el Taurus del Norte, corre por el Sur, á lo largodel mar, otra cadena de montañas, que cerrándosehacia el Oeste, separa las llanuras del Irán por el Sury el Oeste de los países limítrofes. La mayor partede las comarcas del Irán pertenecen, por consi-guiente, á la gran región que modernamente se hadado en llamar Asia central (2). Esta dilatada comar-ca está situada dentro del círculo que formaría unalínea que uniese entre si los rios Eufrates, Kur,Wolga, Ob, Lena, Amur, Rio amarillo, Bruhmapu-tra, Ganges, Indo y otros de menor importancia quedesembocan en el mar Pérsico. Los rios que correndentro de ese círculo, desaguan en pequeños maresó lagos independientes entre sí y de los grandesmares que circundan el Asia, según iremos viendo.

Sabemos que el Asia central está formada de in-mensas llanuras cortadas y cercadas por no menosgigantescas montañas. Pero desde las investigacio-nes de A. Humboldt no .se puede afirmar con pro-piedad que esta gran región sea una extensa mesetano interrumpida. De Suroeste á Noroeste, desde lapequeña Bukaria hasta el Kalkhas del Este, se ex-tiende una planicie, notablemente elevada, entre los79" y 116" longitud y los 36" y 48° latitud Sur y Nor-te, que con la del Tibot forma una meseta de másde 60.000 millas cuadradas, sin contar otros llanosde inferior importancia (3).

(1) Consúltese entre otros trabajos, «O» Badak-shán and Wakhán,» Proceedings of the B. Geog.Soc. vol. XVH, páginas 108 y siguientes.

(1) BITTER, Asien, VIII, 4 y siguientes.(2) Primeramente lo fue por Alejandro de Hum-

boldt en su obra Asia central, primera parte.Del sabio naturalista se han apartado, en algunos

puntos, geógrafos ttiodornos de nota. ConsúlteseN. DE KHANIKOFF, Mémoire sur la partie meridionalede TAsie céntrale, Paris, 1871.

(3) A. HUMBOLDT. Asia central, I, 31 (edición ale-mana).

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N.° 73 F. GARCÍA AYUSO. DEL INDO AL TIGRIS. 113

Pero esta gran región comprende además eleva-das montarías y cordilleras: al Norte el Altai con ra-mificaciones hacia el Este, el Sayanska, Dauro,Iushan, Siueshan, y las de Kokonor. Al Sur el Hima-laya, con su continuación el Hindükush, que por elNorte se une también con el Belurtágh y Mustágh, ypor el Sur es límite del Irán.

Dos grandes cordilleras forman el Hindükush, queLassen denomina, exterior la más al Norte, ó inte-rior la más al Sur (1). La cordillera del Norte arran-ca al Oeste de la meseta de Pamir, punto de queparten notables montañas: al Este la cordilleraTsungling, continuada en la misma dirección por lade Kuenlun, y que también enlaza con la del Be-lurtagh.

El brazo más alto del Hindúkush se encuentrabajo el 37° latitud, y tuerce luego hacia el Sudoestehasta encontrar á la cordillera interior que se des-taca del Himalaya. Unido con esta se extiende másal Oeste, alcanzando su mayor altura, 18.000 piespor encima de la ciudad de Kabul; el paso que lecruza se eleva también á unos 15.000 pies sobre elnivel del mar. La misma elevación de 18.000 piesvuelve á tener en Kóhi-baba (2). La cordillera inte-rior ó Sur del Hindúkush, que comunica con el Hi-malaya, alarga varios brazos hasta el Indo. Pero deestas cordilleras tendremos que hacer mención másadelante. Penetremos ahora en la frontera Iraniapor una de sus provincias más notables.

KABUL. Sabemos que los límites geográficos ypolíticos de este Khanato, antes reino, son al Estela India, al Norte el Turkestán, al Oeste el reino dePersia, y al Sur el Beluchistán. Pero hacemos abs-tracción de estos limites para no interrumpir la des-cripción do las comarcas, ni recargarla con detallosdemasiado conocidos. Por lo demás, estos límitesson muy problemáticos en un país que se puede darpor no constituido.

Si, partiendo de la India, dirigimos nuestros pa-sos al Oeste para penetrar en la región que dio na-cimiento, vida y nombro común á tantos y tan fa-mosos pueblos, IRÁN Ó IRAIUA, nos encontramos defrente con la complicada y colosal cadena de mon-tañas, antes diseñada, de que sólo podemos formarcabal idea, siguiendo de cerca la marcha de los riosque de su complicado seno brotan: la corriente delas aguas es la señal mejor y menos equívoca paraconocer el organismo y dirección de las montañas.He aquí por qué nosotros fijaremos especialmentenuestra atención en la dirección de los rios y posi-

(1) LASSEN, Indische Alterthunskunde, I, 20.(2) Los montes llamados Tera, que limitan el

valle de Kabul, paralelos, por lo tanto, al Kush, al-canzan en varios puntos 15.000 pies de altura. Bwr-nes, II, 105. Los datos de este distinguido capitánnos han parecido siempre bastante juiciosos.

cion topográfica de sus respectivas cuencas y ver-tientes. Llegados á este punto, no debemos tam-poco olvidar que nos hallamos en uno de los paísesmás elevados del Asia: al Sudoeste le forman in-mensas llanuras estériles, arenosas y tristes, comoque el hombre no ha osado fijar en ellas su morada;el resto, es verdad, con terrenos de todas clases,medianos, fértiles y feracísimos. Las aguas del Su-doeste van á morir en el lago Hámün, por uno desus rios principales, el Hilmend; las del Noroestedesembocan en el mar de Ornan, principalmente porel Indo.

Por el extremo Norte de esta región corre el rioKabul, el más importante de todos los que rompensus montes y cruzan sus valles, siquiera porqueatraviesa los más notables en dirección al Este; por-que nace en la montaña más principal de la cordi-llera, y recibe, por sus dos costados, la mayor can-tidad de las aguas que fertilizan aq:iel suelo, enotro tiempo rico, populoso y floreciente. Sus ma-nantiales, que apenas distan un dia de camino de Vaciudad de su nombre, están al Oeste de la misma,cerrados en todas direcciones por altísimas y neva-das cumbres. Siguiendo la dirección indicada seencuentra, á corta distancia, el riachuelo que cruzala gran llanura de Peshaver, dividido en varios bra-zos, recorriendo una extensión de siete dias decamino. Toda esta comarca al Oeste del Indo pre-senta muy otro aspecto que los valles regados poreste célebre torrente, y que los llanos del Ganges yYamúna; los calores de estas regiones van desapa-reciendo. Pasamos de largo algunas aldeas y cho-zas miserables, para detenemos breves instantesen la primera población del distrito, cuyo aspecto,en estas regiones, llama poderosamente nuestraatención.

Peshaver, pequeña pero importante ciudad delAfghanistan, elevada 2.500 pies sobre el nivel delmar, presenta notables particularidades que la dis-tinguen de las ciudades indias. Siéntese en ella ladiferencia de otoño y primavera, apenas percepti-bles en aquella abrasadora comarca. En verano ar-recia el calor casi con igual fuerza que en la granpenínsula, pero en invierno se deja sentir algunavez el frió y, aunque en casos excepcionales, tam-bién los hielos de la noche.

La ciudad de Peshaver es capital del principadode su nombre. Está asentada en un llano casi circu-lar de unas 35 millas de diámetro, regado por va-rios brazos del Kabul. Latitud 34" ü' Norte. Lon-gitud 71° 13' Este. Muchas de sus casas, edificadasde ladrillo crudo, constan de tres pisos. Está situadasobre el pequeño rio Sáru. Hace algún comercio,y cuenta mumerosas tiendas. Sus calles son estre-chas, pero con pavimento algunas. Hay varias mez-quitas y muchas casas de miserable aspecto en

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ruinas. Si los planes de los ingleses, respecto alcomercio de la India, se realizan, será Peshavergran centro de operaciones mercantiles entre dichopaís, Afghanistan, Khorasán y otras regiones delOeste. Peshaver llegó á su mayor esplendor entiempo del famoso A'kbar.

Partiendo de esta ciudad, rio arriba, se llegapronto á la falda de las cordilleras del Hindükush.El terreno se eleva notablemente: gruesas monta-ñas estrechan más y más la corriente del rio portodas partes, hasta que llega el punto de subir á lasegunda planicie. Tres ó más caminos conducen áésta por los desfiladeros que forman las montañasque aquí confluyen del Sur y del Norte; sus nom-bres son: Jaiber, Abj&na y Karrapa. Los dos pri-meros se van á juntar en Daha: el tercero sale unpoco más al Oeste, hacia Ooshlar. La importanciaque algún dia podrán tener estos pasos, nos mueveá penetrar en ellos.

El Jaiber flanquea, por la orillla derecha del rio,las montañas de su nombre, y es el más corto y có-modo. El país comprendido entre este paso y elSafed-koh (monte blanco), hasta el costado Oestede la llanura de Kabul, lleva el nombre de Nang-Nahar ó «los nueve torrentes.» Los grandes con-quistadores, hasta nuestros dias, han seguido estaruta, que en algunos puntos se estrecha de tal ma-nera que sólo unos cuantos hombres en fondo pue-den pasarle. Su importancia estratégica será tal vezen no lejanos dias, muy considerable, y su defensafácil y de escaso coste. Esta disposición del terrenoes frecuente en Afghanistan, y á ella se debió prin-cipalmente la gran catástrofe que sufrió la guarni-ción inglesa en 1842.

El segundo camino, Abjána, no se aparta del rioKabul y le cruza dos veces. Pasa por Muchni, pue-blo situado sobre la ribera Norte del mismo, atra-vesando luego un desfiladero estrecho, corno elJaiber, en que domina la tribu Momand. Aquí sepasa de nuevo el rio para flanquear su margen de-recha. El desfiladero, en este punto, no mide másde 120 pasos de ancho, y á sus costados se levan-tan, hasta 2.000 piós, montañas desnudas y perpen-diculares. En Daka y Hazárnoh (los mil canales) hayque pasar nuevos y difíciles estrechos: en una desus cimas se ofrece al viajero uno de esos bellos ygrandiosos panoramas que hacen olvidar las máspenosas fatigas. De un lado se ve el torrente que,rodando sus aguas espumosas sobre rocas, formancascadas, torbellinos y nubes de polvo cristalino:del otro los valles que se extienden como sábanasverdes á los costados: al Sur el Safed-koh con suselevadas y blanquísimas cumbres, y al Oeste se des-tacan en el horizonte á lo largo del rio las empina-das torres de Chelálábád. La población es muy exi-gua y no forma centro alguno que merezca citarse.

El tercer paso, Karrapa, es menos conocido quelos anteriores. Conduce directamente al distrito deGhoshtar, que ya se ve desde el camino de Daka, ydebe de unirse indudablemente con los dos que de-jamos descritos, antes de llegar á ChelálábM.Para arribar á esta villa se atraviesa la llanura deButtakote ó Battikot, inculta, desolada y al propiotiempo insana, por el viento fuerte y pernicioso queen algunas épocas barren su pelado suelo. Entién-dase que la aridez de los terrenos en muchas deestas comarcas, es principalmente debida á la incu-ria de sus habitantes.

CHELALABAD, ciudad considerable, situada enuna llanura fértil pero de corta extensión, sobre laruta, mencionada. El rio Kabul pasa á un cuarto demilla al Norte de la misma, y es por aquí bastantecaudaloso. Está limitada al Sur y Norte por monta-ñas siempre vestidas de blanquísima nieve. Lati-tud, 34°, 30', Norte; longitud, 70°, 32', Este. Cuentaalgunos bazares, y aunque su población ordinariano pasa de 2.000 habitantes, en invierno afluyená ella algunos miles más de las próximas monta-ñas. Su clima es muy vario. El calor del veranosuele ser sofocante dentro de la villa y agradableen los alrededores ó en las próximas alturas: el in-vierno es más benigno en su recinto á pesar de losvientos que en ella soplan. En el hermoso y próximovallo de Balabagh (jardín superior), la estación delcalor es deliciosa. Se extiende á raíz del nevadoSafed-koh y va á morir en el llano general determi-nado por las montañas que ciñen la comarca. Delmismo sale el Snrjrud (rio encarnado) que al Estedel Balabagh recibe las aguas del Karás% (aguanegra).

El mismo camino sale nuevamente de Chelalabaden dirección al Oeste, á lo largo del Kabul: á unasdiez horas de la ciudad se encuentra la segundapoblación de la comarca, la aldea de Gandamak. Elterreno se eleva aquí á unos 6.000 piós sobre el ni-vel del mar, lo que hace que las lluvias del Este seresuelvan aquí en nieves. El ardiente clima de laIndia se va más y más suavizando: cuando los ce-reales alcanzan su madurez completa en Peshaver,empiezan á granar apenas en Gandamak. La natura-leza va cambiando de aspecto á medida que nosalejamos del Este: las montañas están cubiertas depinares hasta la región de las nieves.

Pero aún nos restan 200 pies de subida hasta laciudad de Kabul, á la cual se llega por dos penososy estrechos caminos, ó más bien desfiladeros: el deChigdil-lak al Norte, y otro al Sur por Karkaia,punto elevado unos 8.000 pies sobre el nivel delmar (1). Se pasa primeramente el valle de Teti,

(1) Wood, Journey to the river Oxus, pág. 170.Advertimos una vez para siempre, que no todos

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luego el punto llamado Haft-kotúl (los siete pasos),no lejos de aquí está Kabul. Gran cantidad de ria-chuelos, que se pasan sobre puentecitos de madera,cruzan el camino en todas direcciones. Otra viasigue la corriente del Kabul. El aspecto del país vasiendo por momentos más agradable.

La elevada planicie de Kabul, cuyo punto mediopróximamente ocupa la ciudad del mismo nombre,se alza 6.200 pies sobre el nivel del mar, eiñén-dola casi completamente extensas montañas que, ásu vez, encierran, como en un círculo, otras menosabultadas y poco salientes. Pero la gran meseta deKftbul se extiende mucho más por los costados deSur y Sudoeste; por el primero de estos puntos co-munica con la meseta de Ghazna; por el segundo,con la de KandaMr. Claro es que en esta doble di-rección aparece el horizonte más despejado, sin otrolímite inmediato que suaves colinas, formadas deguijarro, arena y rocas. La gran meseta adquierecon esto un aspecto irregular y heterogéneo: elsuelo hacia el Sur es feraz, aunque no faltan terre-nos áridos que carecen del primer agente de la fer-tilidad del suelo, el agua; hecho que se repite confrecuencia en estos países.

El distrito de Kabul le forman hoy únicamente lospaíses comprendidos entre los 28" y 37" latitudNorte, y los 59° 30' y 72" longitud Este. Está divididoen las provincias de Kabul, Peshaver, Kandahftr, He-rat, Ghazna, Dushak y Farrah. Sus montañas sonramales ó proyecciones de la cordillera Hindñkush.La montaña del Kush corre generalmente de Sud-oeste á Noreste, y forma los limites con el Kohistande Kabul. Entre los 70° y 72" hace una curva pro-nunciada hacia el Sur, cuyo punto más elevado osel Khond (1).

Dícese que uno de los picos del Kush se eleva ámás de 20.000 pies sobre el nivel de las aguas.Desde Peshftver se descubren otras tres series decordilleras que se destacan de esta principal, y vandisminuyendo en altura y extensión. En algunos desus rincones crece hasta el olivo, llores y frutasdiversas. La segunda de ollas tiene picos cubiertosde nieve gran parto del año. iín la cordillera Kohi-baba, entre Kftbul y Bamian, que es una continuacióndel Kush en dirección Oeste, hay, como queda di-

estos datos pueden admitirse como decisivos, pues-to que los hay que únicamente se fundan en loscálculos de un solo viajero ó geógrafo. Los trabajosque hemos consultado para la composición de estosartículos se indicarán en capitulo aparte. Por estarazón nos dispensaremos de apuntar en el textootras citas de estas obras, que las relativas á hechosque pueden ofrecer alguna duda.

(1) Donde creen los Afghaneses que apareció ydescansó el arco después del diluvio. La mismatradición existe entre algunas tribus afghanesas,respecto á la gran montaña Tajti-Suleiman.

cho, picos de 18.000 pies de altura (i). En ella estánlos pasos llamados Hachiguk y Kalv, de 12.400 y13.000 pies sobre el nivel del mar respectivamente.Á pesar de esta gran elevación del terreno, la vege-tación es en algunos puntos considerable. En elvalle Durai-mndaii se coge grano á la altura de10.000 pies, que se siembra, nace, crece y maduradesde Mayo á Octubre. El vallo de Kabul separa lacordillera Kush de las montañas Tera, que correnen dirección paralela y presentan picos de 15.000pies de altura. Pero dejemos ahora las montañasque después tendremos que examinar desde otropunto, y pasemos á la ciudad principal del distrito.

KABUL, sobre las dos márgenes del rio de su nom-bre, á una altura de 6.600 pies sobre el nivel delmar, es y ha sido en todos tiempos una de las másimportantes y celebradas ciudades de Oriente, porsu riqueza, por su industria y, más que todo, porsu ventajosa posición topográfica (2). En la direc-ción Norte, viniendo de Turan, y por el costado deOeste, del centro de Irán, desembocan aquí todoslos caminos practicables que conducen á la India.Está situada entre ios 3-4" 22' latitud Norte, y69" 15' longitud Este.

La posición de la villa es magnífica: está asentadaen el centro de un vasto llano elevado y notablepor su fertilidad y hermosura. El clima es suave ydelicioso, semejante al de Irán, aunque no tan seco,porque los Monzones que soplan en su comarca noson vientos perniciosos, abrasadores y torrenciales,y sí portadores de benéfica y refrigerante lluvia.Las nieves de las montañas vecinas refrescan elllano sin tocarle. El frió del Asia superior que ya sedeja sentir al Oeste de Kabul, no extiende susinfluencias á la ciudad. El invierno es sumamentebenigno: la estación lluviosa no existe aqui propia-mente, porque las lluvias se reparten en todas lasépocas del año. Las aguas refrescantes de Mayo,anuncian una hermosa primavera desconocida en

(1) Burnes, 111, 203.(2) Kabul ha dado nombre al país de Kábttlistán

ó tierra de Kabul, como Afghan al de Afghanistan,lieluehi al de Belnchistán y otros del reino iranioformados por análogo procedimiento en época rela-tivamente moderna. El primer escritor que hacemención de la ciudad es, que sepamos, Ptolo-meo, VI, 48, suponiendo como es razonable, queKópoups (̂ xal 'OpTociráva) esté por Kápoupa, comoacertadamente opina Lassen, puesto que el mismoescritor da al pueblo el nombre de Ka¡3< Xftai. En laversión Pehlevi del Vendidad está escrito Ca/%1,Vcnd. I, 34; en el Bundehesh Cavul y el país Cavu-licthan, Bund. 41, 12, que es también la forma delos dialectos modernos. Opinan algunos que elzend Vaékereta es denominación de Kabul, lo quenos parece poco probable. Historiadores árabes delsiglo VII hablan de Kabul, como residencia de unpríncipe indio.

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comarcas situadas más al Este. La población es de70.000 habitantes próximamente.

Los bazares de Kabul son muy superiores á losque se ven en la mayor parte de las ciudades deestos países. Díeese que uno de ellos mide 600 piesde largo por 30 de ancho, y le forma una galeríacubierta, dividida en varios apartamentos ó tiendas.En su extremo Este, sobre una colina, está asentadala fortaleza Bálá-Hiz'ar ó palacio de los reyes, quese levanta como unos 150 pies sobre el nivel delterreno. Los moradores pertenecen á diversas na-cionalidades, y sostienen comercio activo con mu-chas ciudades del Asia.

No lejos de la ciudad, está la tumba del empera-dor Baber que la elevó á capital de su reino, situadasobre una colina en el centro de un bonito jardín.En sus cercanías está igualmente la tumba de Ti-mwr, que es un monumento octógono hecho de la-drillo, y mide unos 50 pies de altura (1).

Si de aquí pasamos á examinar la margen Nortedel rio Kabul, veremos que el Hindükusch envíahasta dicho punto sus aguas anunciando la venturaá los habitantes de este suslo afortunado. La super-ficie de esta gran montaña, ó más bien cordillera,y dicho sea do pasó, es en su mayor parte granito,con una capa de pizarra en muchos puntos. Deaquí, su color oscuro, semejante al de la montañaSuleiman, cuyo suelo está formado, en general, poruna piedra dura y de color negruzco.

Un viajero moderno escribe que, al pasar el Indopor Kalábágh, descubrió muy distintamente en di-rección Norte cuatro cordilleras de montañas diver-sas é independientes. La primera está libre de nie-ves hacia la mitad de Febrero, época en que lospicos de la segunda y de la tercera están coronadosde las mismas: la cuarta, al contrario, nunca sedesnuda de su blanquísimo ropaje. La gran cantidaddo aguas que brotan y parten de su seno, tomanpronto la dirección Sur para entrar en el Kabul porsu margen izquierda. La montaña Khond, alarga unpoco más sus robustos brazos, de Norte á Sur,acercándose al Kabul, no lejos de Chelalabad, desdedonde se ve claramente la más elevada de sus cum-bres. Este es el punto en que se acercan tambiénmás al mencionado rio los costados de los altos delSafed-koh: La citada montaña Khond, divide elterreno en (ios grandes planicies por la parte Nortedel rio. De este mismo lado entran numerososafluyentes en el Kabul, que son como las líneas di-visorias de los grupos de montañas y de la jurisdic-ción de los respectivos valles.

(1) En 1739 tomó la ciudad Nadir-Sh&h; á sumuerte se apoderó de ella Ahmed shah Aldalli, ysiguió siendo capital del Afghanistan hasta la ruinade este imperio. La comarca de Kábulistan, es laArachosia de los geógrafos antiguos.

El primero de aquellos, partiendo del Indo comoantes, y muy próximo á esto rio, es el Burrindu,que baña un valle angosto pero fértil en extremo.El segundo, mucho más considerable que el prece-dente, es el Sevád, formado á su vez por variosriachuelos, de que el más notable es el Panchhora:este le forman también cinco ó más torrentes; unode ellos, el más al Norte, llamado Tal. El Panch-kora, corre casi recto en dirección al Sur, recibien-do tributarios por sus dos costados: el más notableque le viene del Este, es el Sev&d, nombre que des-de aquí toma el rio hasta su desembocadura en elKabul, El Sevad recibe á su vez las aguas del Ba-chur que baja de la falda Este del Khond.

El tercero de los afluyentes mencionados, el Kho-nar ó Kameh (1), forma durante casi todo su cursola línea divisoria entre la meseta Este y Oeste delKabulistan del lado Norte del Kabul. Su curso esbastante largo; se cree que nace en un ventisqueroó capa de hielo que cubre la montaña PusMi Ghur(espalda de la montaña), que es un brazo del Hin-dukush. Las aguas de la otra falda de este ventis-quero van al Oxus. El Khonar cruza un valle largoy estrecho, y pasando luego entre los promontoriosKhond y Narguil penetra en el valle de Kabul paraconfundirse, no lejos de Chelalabad, con el rio deeste nombre.

Estos tributarios del Kabul pertenecen á la granmeseta del Oeste de Kabulistan y penetran en el riopor su margen izquierda. Al Este, partiendo de laIndia, se encuentra en primer término el rio delvalle de Laghman, bastante caudaloso cuando pene-,tra en el Kabul. Siguiendo la margen del rio, en di-rección contraria á su corriente, se observa que elvalle se divide en dos mitades, cruzada cada unapor un arroyo: el Alishang, en el llano Oeste, quenace en el monte Tago-w; por el Este corre el Alin-ghar; juntos forman el rio anónimo del valle Lagh-man, que acabamos de nombrar.

El más caudaloso de los tributarios del Oeste esel Panchir, que nace al Noroeste, en una de las pro-yecciones del Hindukush; con él se junta luego elOhorband, que viene del Noreste, después de haberá su vez recibido las aguas del Parvan. El país querecorre el Ghorband se llama KoMstan (país de lamontaña); más abajo recibe el nombre de Kohi-dáma», con que indistintamente designan algunostoda esta comarca.

Kohistán es una dilatada llanura, por todos ladosceñida de montañas y colinas, que mide unas 40 mi-llas inglesas de longitud, por 10 á 18 de ancho pró-ximamente. En el centro del llano se juntan y cru-

(1) No está bien determinado su nombre; el pri-mero es más frecuente en escritores que tratan degeografía.

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zan varios torrentes que bajan de las montañas yfertilizan la comarca. Son especialmente celebradospor las descripciones de Sultán Saber y de viajerosmodernos los deliciosos jardines de Shi/tardarra,Istalifé Isterhesh, que cubren una buena parte delllano. Al Este de Istalif se extiende como una sa-bana la rambla de Begrarn, célebre por la grancantidad de monedas que en ella se encuentran; escasi totalmente llana; mide unas 24 millas inglesascuadradas, y no ofrece objetos ni poblaciones no-tables. No se confunda esta llanura con la provinciadel mismo nombre, de que más tarde hablaremos.

La principal importancia del distrito de Kabulestá en ser centro de las vías y rutas que ponen encomunicación los países asiáticos del Este con losdel Oeste. De la comarca de Kabul parten numero-sas vías en todas direcciones. Seis pasos se cono-cen hoy que cruzan el Hindúkush; el más al Este esel Jawak, que, por Anderab, va á terminar en Kwi-duz; el más al Oeste, por Bámián, conduce á Balkk;de ambos hablaremos después. Los oíros cuatroparten del valle de Kohidáman; el Panchir, que varecto hacia el Norte; Shaheh, 45 Noroeste; Parvanó Ser-Alang (4), 25 Noroeste, y Ohorband, 50 Nor-oeste. Es de advertir que estos pasos no son viablesen todas las épocas del año. Dice el viajero inglésWood, que no pudo trasponer el Parvan por estarmuy avanzada la estación de los frios, y le encon-tró cubierto de nieves, por el costado que mira áKabul, en una extensión de 10 millas inglesas, ápartir desde la cumbre; del lado opuesto cubría lanieve unas 60 millas, ó más de un dia de camino.La subida del paso Ghorband presenta iguales difi-cultades, á juzgar por el éxito desgraciado del en-sayo que practicaron Lord y el capitán Leech. Estosdos intrépidos viajeros pudieron llegar hasta lacumbre del desfiladero, á una altura de 15.000 piespróximamente, pero encontraron impracticable lafalda opuesta. Por el lado que mira á Kabul es suavela subida hasta llegar á 12 ó 15 millas de la cumbre;pero desde aquí crece de una manera brusca la pen-diente, y las nieves ponen este trayecto impracti-cable ya en Octubre, aun á las caravanas mejor per-trechadas.

Al Oeste de la ciudad de Kabul, no lejos del cami-no que conduce á Balkh, están los manantiales delrio y los límites del valle ó meseta de esc nombre,cuyo ancho es en algunos puntos de 25 millas in-glesas.

Las producciones de esta comarca ó parte delantiguo Kábulistán, son las de los climas templadosó medios. El melocotonero, el granado, el manza-no, peral, cirolero y vid, crecen en abundancia ylozanía: el naranjo, la palma y limonero, no pros-

(1) Alang se llama la parte superior del Parvan.

peran. De las flores, abundan la rosa, la violeta, eltulipán, jazmiri, lirio, plañías aromáticas, como elsándalo, y otras muchas que se cultivan en los de-liciosos jardines que embellecen sus ciudades ymuchas de sus aldeas, aun las más insignificantes.Sus montañas clan abundantes y preciosas maderasen gran variedad: tamarisco, cedro, encina, haya,nogal, abeto, pino, ciprés, avellano, acebo, bérbe-ro, sauce, álamo y, aunque en corta cantidad, elolivo: muchos de estos árboles prosperan tambiénen los llanos. La assafoetida se cria con lozanía á7.000 pies de altura: otras muchas plantas y floreseuropeas crecen en las regiones más elevadas deestos países. En algunos distritos se cogen al añodos y aun tres cosechas de cereales.

De todos estos productos, como de sus manufac-turas y tejidos, de lana principalmente, hacen loshabitantes algún comercio con los países vecinos,con la India principalmente, importando en cambiootros artículos y géneros que no se encuentran enel país, como muselinas, tejidos de seda, brocados,añil, marfil, azúcar, bamboa, cera, sándalo, espe-cias, objetos de varios metales, etc. Del Turkestanimportan caballos, oro, plata, cochinilla, vasijas demetal y otros artículos europeos que van de Rusiapor la vía de Bukharia: de Persia importan sedas,algodones y bordados: también con China sostienenestos afghaneses algún comercio.

La agricultura está muy abandonada; pero la hor-ticultura se practica con mucha perfección en lamayor parte de las ciudades y aun aldeas, en lasque rara vez deja de haber algunos de estos verje-les, en que, además de los frutos de Europa, pros-pera el mango, plátano, y otros de la India y deAmérica. La assafoítida, que según dejamos dicho,se cria con profusión, se utiliza, no sólo para ex-trae^de ella la goma, sino también como alimento,asada, siendo muy apreciada de los naturales, ápesar de su olor fuerte y altamente desagradable.Los animales domésticos y salvajes que más domi-nan, son: camello, oveja, caballo, gacela, chacal,zorro y lobo. Además del asno silvestre, que esmuy numeroso en algunas comarcas del Oeste, seencuentra en las montañas el tigre, leopardo, lincey hiena; oso, mono y cabra montos son menos fre-cuentes (1). El comercio de Afghanistan, y por con-siguiente de Kabul, se va reponiendo lentamente delabatimiento en que le habían sumido las terriblesconvulsiones políticas que han agitado estos paísesdesde los comienzos de este siglo; así es, que lascantidades obtenidas de la venta de los productosque se exportan anualmente por Karachi á la India,van siendo cada vez más considerables. En 1864 se

(1) Bellem, Mission to Afghanistan in 4857,pág. 14-14.

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sacaba de la venta de rubia 42.228 libras esterlinas;de assafoetida 2.296; seda cruda 17.978; lana deovejas 3-15.104; caballos 92.651; frutas 14.914. Enestos últimos años se ha duplicado la exporta-ción de algunos productos, aunque la industria desus habitantes no ha dado un sólo paso. Entiéndaseque dichas cifras se refieren á todo el Afghanistan.

FRANCISCO GARCÍA AYUSO.

EN EL ÁLBUMDE LA

SEÑORA DOÑA PAULINA CONTRERASESPOSA DE DOS PEDRO ANT0H10 DE ALARCON. <D

Margarita! ¡Beatriz! ¡Laura! ¡Julieta!¡Flérida y Porcia! ¡Númenes benditos!¡Dormid en esos templos que el poetaOs alzó en los espacios infinitos!¿Quién después de las arpas que os crearonLlega á turbar vuestros sepulcros yertos?¿Quién os puede cantar, cuando os'cantaronVuestros sublimes y adorados muertos?¿Quién por las altas bóvedas camina?¿Quién osado hasta el cielo se levanta?¿Y quién canta á PaulinaCuando ella vive v Alarcon la canta!!

¡Paulina! no cual fúnebre vereda,No como noche oscura,No como melancólica alamedaPlantada entre una y oír a sepultura,¡Su vida quedó ya! ¡los breves diasFueron los que pasaron!¡Si para el alma de Alarcon dormías,Bendigamos lo poco que duraron!No hubo luz en mitad de su horizonteHasta que, absorto al vislumbrar la estrella,Como la blanca luna tras un monte,Á sus ojos lució gentil doncella.Sin amarte, sin verte,¿Qué era la juventud sin tu cariño?Después de conocerteNuestro Alarcon pasó de viejo á niño!!

¡Mírale en el hogar! tierno y amante,¡No hay corazón tan rico como el suyo!¡Tan padre, tan poeta, tan gigante,Tan vencido, tan íntimo y tan tuyo!El que cantó las noches ele Granada,Sus cármenes, su Alhambra, sus colinas,Y de África guerrera en la jornadaLloraba por sus noches granadinas;El que bañe su cítara de oroDel nardo y la violeta en el aroma,Y une á la audacia indómita del moroEl alma, para tí, de la paloma;Peregrino en palacios y jardines,Trovador de gallardas hermosuras,Alma de tan espléndidos festines,Héroe de tan curiosas aventuras,

(1) Todos tos versos que van en esta poesía marcados con l«tra bas-tardilla pertenecen al ilustre cronista de la guiTra de África.

Sus cantares mejoresDio á tu belleza por tu amor rendido;Sus sueños, sus conquistas y sus flores,Porque en todas cantara tus amoresSi "primero te hubiera conocido.

Contémplale en el lienzo, y no suspires;Pues siempre el cielo quieraQue exclames: ¡asi es! cuando lo mires,Y que nunca murmures: ¡así era!Para encontrar los nítidos reflejosDel Edén, en que están tus ojos fijos,Tienes muchos espejos,Sus ojos y los ojos de tus hijos.Al ver que el mundo tu virtud respeta;Tan sin rival, tan pudorosa y casta,Digo á la vez de nuestro gran poeta:¡Tiemblo... bendigo... y enmudezco: basta!

ANTONIO F. GRILO.

\.° de Julio, 187S.

CRÓNICA MUSICAL.

«LA CLAVE», ZARZUELA EN DOS ACTOS DE LOS SEÑORES

RAMOS CARRION Y CAMPO ARANA, MÚSICA DEL MAESTRO

FERNANDEZ CABALLERO.—Los CONCIERTOS DE LA SO-

CIEDAD DE PROFESORES.—MUERTE DE JORGE BIZET.—

UNA CARTA DE VERDI.—-«DOLORES», ÓPERA DE AUTERI-

MANZOCHI.—«Los MACABEOS», ÓPERA DE RUBISTEIN.

La única novedad musical veraniega que debemosmencionar en esta crónica, es la zarzuela en dosactos La Clave, letra de los señores Ramos Carriony Campo Arana, y música del maestro FernandezCaballero, estrenada con buen éxito há pocos diasen el Teatro del Principe Alfonso.

Los autores del libro, que en diversas ocasioneshan demostrado verdadero talento para la literaturadramática, no quisieron sin duda dedicar grandeatención á su última obra que, pudiendo ser gra-ciosa é interesante, peca de demasiado candida,faltándole, no ya las especias propias del génerobufo, nunca echadas de menos por el público sen-sato, sino la sal cómica indispensable para entre-tener agradablemente al auditorio.

Por fortuna, el maestro Fernandez Caballero, quetiene el acierto y buen gusto de no escribir de pa-cotilla, ha compuesto para La Clave, música dignade su envidiable talento. Dados los elementosque la empresa podia ofrecerle para la interpreta-ción, era difícil hacer cosa mejor, advirtiéndose enun dúo y en el final del primer acto, y en otro dúodel segundo, verdadero y laudable propósito en elmaestro, de salir del camino trillado, donde, á ladificultad de ser original en la melodía, se añade lade serlo en la estructura de las piezas.

Las ideas melódicas verdaderamente nuevas sonraras, y más raro que agraden en las primeras au-diciones: el oido, no acostumbrado á ellas, las ex-

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trafla, y al público no podrá exigírsele nunca cono-cimiento tan profundo en el arte, que aprecie en sujusto valor estas inspiraciones cuando por primeravez las escucha, mucho menos siendo la interpreta-ción imperfecta; pero la forma es variable hasta elinfinito, y sin pecar de vvagnerismo, ni convertir elarte lírico dramático en una declamación armónica,se puede prescindir del patrón italiano y de la can-ción popular para hacer música española. Algo seha atrevido á realizar en este punto el Sr. Fernan-dez Caballero en el final del primer acto de La Cla-ve, y mucho debe alentarle el éxito para perseveraren tan laudable propósito. Conociendo bien, comolo conoce el Sr. Caballero, el terreno por dondese camina, se puede llegar á donde se quiera.

La Sociedad de Conciertos se ha refugiado esteverano, por razones que ya es inoportuno exponery,juzgar, en el jardín de la Alhambra, reemplazán-dola en el ameno Parque del Retiro otra orquestacon coros, que sospechamos llegue á ser con eltiempo nueva Sociedad de Profesores, rival de laque por tantos años ha deleitado al público madrile-ño y popularizado la música clásica.

Al público no se le lleva tan fácilmente de unlado para otro como conviene á los intereses de lasempresas, y el atractivo do buena música bien lo-cada no basta para atraer al jardín de la Alhambra álos que por afición, por moda ó por ambas cosas,llenan en la primavera el teatro del Príncipe Al-fonso.

El jardin de la Alhambra no puede compararse aldel Retiro, uno de los mejores de Europa, para elobjeto á que está destinado, pero tiene aquel, allado de numerosos inconvenientes que contraríanlas aficiones del público, con especialidad del bellosexo, una ventaja inapreciable para los filarmónicos.En la Alhambra se oye la música mucho mejor queen el Retiro.

De esta ventaja, unida á la del superior mérito dela orquesta que dirige el Sr. Oudrid, no ha sacadoprovecho todavía la Sociedad de Profesores. Con larepetición sempiterna de las obras de repertorio, nologrará que acudan á la Alhambra los aficionados,única base del público que allí pueda reunirse. Yaque el local tiene condiciones para que puedan apre-ciarse en él hasta los detalles más delicados de lamúsica sinfónica, y bien se demostró con la bellaMeditación, de Gounod, interpretada hace pocas no-ches (única novedad en lo que va de verano); yaque la orquesta tiene los elementos necesariospara vencer las dificultades de ejecución de todaslas obras, ¿por qué no se hacen conciertos verdade-ramente clásicos? ¿Por qué no se dan á conocermuchas obras que jamás se han oido en España?¿Por qué no aprovecha el tiempo la Sociedad de

Profesores, ahora que los artistas no están ocupa-dos en las orquestas de los teatros, para renovar elrepertorio, ensayando mucho, probando las obrasante el público, que es el verdadero juez; fiándosemenos de la opinión de los instrumentistas, porhábiles que sean?

Dicese á esto que no hay música, 6 que. la no in-terpretada es inferior en mérito á la que el públicoconoce. Ni lo primero ni lo segundo es cierto. Nosólo quedan por oir muchas obras de los grandesmaestros, sino también música que, á juzgar por elaprecio que en otras capitales de Europa le tribu-tan, debe suponerse que es buena.

Ocho de las nueve sinfonías de Beethoven, dos 6tres de Mozart, y otras tantas de Haydn y de Men-delssohn, no son las únicas que se han escrito dig-nas de oirse. Hay artistas de talento reconocido,como Beiiioz, por ejemplo, de cuya música nada hatocado la Sociedad de Profesores, si nuestra memo-ria no nos es infiel. Los tiempos de cuartetos y tríosde los clásicos, puestos en la magnífica cuerda de laorquesta, son mina inagotable, que apenas se haexplotado.

Hay además obras que en el jardin de la Alham-bra tendrían grande éxito. Nos referimos a los con-ciertos para instrumentos solos, con acompañamien-to de orquesta; obras tan magistralinente escritaspor Weber y Mendelssohn. Los solistas en la or-questa están. Allí vemos á la señora Roaides, álos señores Mirecki, Sarmiento, Pérez, Lestan, Es-pino, y tantos otros, aplaudidisimos repetidas vecesen los conciertos de la Escuela Nacional de Música.

¿Quó falta, pues, para dar novedad á los concier-tos de la Alhambra y atraer á los aficionados? Deseode hacerlo y ensayar mucho. Los tiempos del mo-nopolio de la grande orquesta han pasado, y la ri-validad ^mpieza. Si la Sociedad do Profesores seduerme en sus laureles, la despertará irremediabledesengaño.

El arte musical acaba de sufrir en Francia dolo-rosa pérdida con la muerte de Jorge Bizet, el másaventajado de los jóvenes compositores traspire-naicos. Discípulo de Halevy y casado con una hijade este ilustre maestro, el autor de Carmen y deZa Artesiana había obtenido en el Conservatorio deParís los premios y recompensas que atestiguanprofundos y aprovechados estudios. Nacido en Pa-ris en 25 de Octubre de 1838, apenas contaba 37años cuando repentina dolencia ha puesto fin á susdias en Bougival, precisamente cuando acababa devencer los grandes obstáculos con que tropiezatodo artista para adquirir reputación en la capitalde la vecina república. »

Después de alcanzar á los 13 años el primer pre-mio de piano, posteriormente el de fuga, y por úl-

Page 40: REVISTA EUROPEA. - Ateneo de Madrid · que no sabe por qué cautiva y enamora á un poeta tan delicado y de gusto tan exquisito;»—y cuando le doy el nombre de familia «leguminosa,»

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timo, el gran premio de Roma, empezó la carrerade compositor dramático con una ópera bufa, Bldoctor Milagro, escrita para el concurso que abrióOffenbach, cuando dirigía el teatro de los Bufos Pa-risienses. La ópera de Bizet y olra de Lecocq sobreel mismo asunto, fueron representadas sucesiva-mente en el referido coliseo.

En seguida estrenó en el Teatro Lírico Los pesca-dores de perlas, obra muy apreciada por los inteli-gentes, y La linda muchacha de Perth y Djamileh,en la Ópera Cómica.

Varias obras para orquesta habían dado á Bizet re-putación de excelente sinfonista, y merecen citarseentre ellas las que escribió para el drama de Dau-det La Arlesiana, y la overtura titulada Patria,destinada á una ópera en que trabajaba cuando leha sorprendido la muerte. Su última y mejor obraes la ópera cómica Carmen, objeto de apasionadaspalémicas cuando se estrenó, y que había llegado áser sólida base de la reputación del joven maestro.

No creemos que el público madrileño haya oidootras obras de Bizet que algunas de las composicio-nes sinfónicas que hizo para el drama La Arlesiana,y que ejecutó la Sociedad de Conciertos en la últimaprimavera. Estas piezas, escritas sin duda para pro-ducir un efecto determinado dentro del drama, notuvieron aquí grande éxito, pero revelaban profundosconocimientos del arte y de los efectos sinfónicos.

Verdi se ha negado terminantemente á que suAída sea cantada en el Gran Teatro de la Óperafrancesa, y si pueden los parisienses oiría, será enla primavera próxima en el de la ópera italiana.

Las razones en que funda su negativa el más re-putado de los actuales maestros italianos, las en-contrará el lector en la siguiente carta escrita aldirector de la Grande Ópera, M. Halanzier, hacealgún tiempo.

Busseto, Vi de Agosto de 1872.Señor Halanzier:

Mucho os agradezco vuestra amabilidad al quererque tratemos de negocios. Me honra por extremoque encontréis mi partitura Aída digna de la Ópera,pero, en primer lugar, no conozco bien el personalactual de la Ópera, y además, permitidme confe-sarlo, he quedado tan poco satisfecho cuantas ve-ces he tenido que ver con vuestro Gran Teatro que,por ahora, no me encuentro dispuesto á hacer nuevatentativa. Quizá más tarde, si conserváis tan buenosdeseos hacia mí, cambie de opinión, pero en estosmomentos me falta valor para afrontar una vez máslos chismes y ocultas oposiciones que dominan enese teatro, y cuyo penoso recuerdo conservo.

Dispensadme, caballero, el haber expuesto misideas con demasiada franqueza, pero prefiero decirJa verdad, tal y como la siento, para que nuestra

respectiva posición sea clara, lo cual no impide quepersonalmente os deba agradecimiento por las fra-ses corteses con que me honráis en vuestra carta.

Queda á vuestras órdenes con la mayor conside-ración y respeto,

VEHDI.

Casi todos los años se estrenan con grande éxitoen Italia por lo monos una docena de óperas, queviven lo que las llores. De aquí la necesidad de po-ner en cuarentena las noticias de los extraordina-rios triunfos alcanzados en la Scala ó San Carlos, yde que acojamos con alguna desconfianza lo quedicen los periódicos musicales extranjeros acercade la nueva ópera Dolores y del compositor Auteri-Manzochi, á quien se debe la partitura estrenadahace poco en el teatro Dal Verme de Milán con elmejor éxito, como lo atestiguan cinco piezas repe-tidas y cuarenta salidas del autor á la escena. Lositalianos llaman ya al joven compositor de Doloressucesor de Verdi, y la Perseveranza asegura que elSr. Auteri-Manzochi tiene la rara facultad, en losmaestros principiantes, de la invención melódica,ideas nuevas y estilo propio en la manera de pre-sentarlas. Otro diario añade, que la instrumentaciónde Dolores es magnífica y la armonía notable, de-mostrando el maestro que no sólo sabe empezar laspiezas, sino concluirlas sin desarrollos considera-bles. El Sr. Auteri-Mazonchi es siciliano y compa-triota de Bellini. Su madre, la señora Manzulina,fue cantora célebre en Italia. El compositor cuentaveintiocho años de edad, y ha empezado sus traba-jos musicales á los veintitrés, después de perdertoda su fortuna en la Bolsa. En cinco años ha apren-dido composición en la escuela del maestro Mave-llini en Florencia, tan bien como si hubiera estadodiez en un Conservatorio. El libreto, abundante ensituaciones variadas y entretenidas, es del Sr. Au-teri-Pomar, un excelente escultor que, para des-canso del cincel, toma la pluma del poeta. La inter-pretación de Dolores ha sido un triunfo para laeminente artista señora Galletti.

La última novedad lírico-dramática en Alemaniaes la ópera Los Macdbeos del compositor y célebrepianista ruso Antonio Rubinstein, estrenada última-mente en Berlin con buen éxito, y de la cual hamandado traer á Madrid algunos ejemplares el ce-loso é inteligente editor de música Sr. Vidal. Ennuestra próxima crónica hablaremos de esta obra,en cuanto puede juzgarse por su reducción á cantoy piano.

J. B. CALVO.