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Salvadme Reina Número 125 Diciembre 2013 Misterio inefable

Revista Heraldos del Evangelio - salvadmereina.org · Vol. V: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua – Solemnida - des del Señor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario

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Salvadme Reina

Número 125 Diciembre 2013

Misterio inefable

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“Lo inédito sobre los Evangelios”

L

“ESiete volúmenes que abarcan el Ciclo Litúrgico completo

n cada una de sus homilías, el predicador

revela dos preocupaciones, que no siempre aparecen juntas. Por un lado, describe de modo imaginario la escena evangélica en la cual se sitúa el episodio considerado. [...] Por otra parte, confiere profundidad teológica a la escena, investigando en los Padres de la Iglesia”

Mons. Jean-Louis Bruguès, OP, archivero

y bibliotecario de la Santa Iglesia Romana

a obra de monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP, no sólo es exegética y pastoral, sino que tiene el mérito de

poner la teología al alcance de todos. Porque para volar por los cielos de la teología es necesario sobre todo fe, más que cultura o inteligencia.

Publicada en cuatro idiomas —español, inglés, italiano y portugués— la primera edición de los dos volúmenes del Ciclo C se agotó rápidamente, alcanzando un total de casi setenta mil ejemplares difundidos.

Vol. I: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua – Solemnida-des del Señor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario – Ciclo A (464 páginas – Próximo lanzamiento. Reserve ya su ejemplar)

Vol. II: Domingos del Tiempo Ordinario – Ciclo A (495 páginas – Próximo lanzamiento. Reserve ya su ejemplar)

Vol. III: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua – Solemni-dades del Señor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario – Ciclo B (Lanzamiento previsto para junio de 2014).

Vol. IV: Domingos del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Lanzamiento previsto para agosto de 2014).

Vol. V: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua – Solemnida-des del Señor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario – Ciclo C (446 páginas)

Vol. VI: Domingos del Tiempo Ordinario – Ciclo C (495 páginas)Vol. VII: Solemnidades – Fiestas que pueden tener lugar en domingo –

Miércoles de Ceniza – Triduo Pascual – Otras Fiestas y Memorias (431 páginas – Próximo lanzamiento. Reserve ya su ejemplar)

Encuadernación en rústica (157x230mm) con ilustraciones a todo color

La colección “Lo inédito sobre los Evangelios” es una publicación de la Librería Editrice Vaticana

Reservas y pedidos en el teléfono 902 19 90 44 o por email en [email protected]

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Y los ángeles proclamaban “Gloria”

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

Los santos de cada día

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48Heraldos en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

Historia para niños... Para alegrar al Niño Jesús...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

Sucedió en la Iglesia y en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

El milagro que más estremece al orden del universo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .18

La palabra de los Pastores – ¡Rezar es para militares!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38

Venerable Antonieta Meo – Inocencia abrazada a la cruz

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34

Comentario al Evangelio – El camino hacia la felicidad

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10

La voz del Papa – Una esperanza que no decepciona

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

¿Campanas de contradicción? (Editorial) . . . 5

Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

Año XI, número 125, Diciembre 2013

Periódico de la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

SumariO

Salvadme Reina

Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

Consejo de Redacción: Guy de Ridder, Hna. Juliane Campos, EP,

Luis Alberto Blanco, M. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio de Oliveira

Administración:C/ Cinca, 17

28002 – Madrid R.N.A., Nº 164.671

Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

Fax: 902 199 046

www.salvadmereina.org [email protected]

Con la Colaboración de la Asociación Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

Heraldos del evangelio

www.heraldos.org

Montaje: Equipo de artes gráficas

de los Heraldos del Evangelio

Imprime:Biblos Impresores, S.L. - Madrid

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y

enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsabilidad

de los respectivos autores.

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4      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

EscribEn los lEctorEs

Confort para el alma

Agradezco infinitamente la pre-ciosa revista Heraldos del Evangelio, que recibo todos los meses. Es para mí una gran ayuda espiritual y confort para mi alma, por su contenido, espe-cialmente por los ejemplos de los san-tos. Que la Virgen de Fátima los pro-teja siempre y bendiga su trabajo.

Sor Immacolata BontempoArandas – México

Clara y bella expliCaCión de las enseñanzas de Cristo

La revista Heraldos del Evangelio es un maravilloso medio de aposto-lado y evangelización, especialmen-te las materias de Mons. João Scog-namiglio Clá Dias, que versan sobre el Evangelio, explicando con tanta claridad y belleza las enseñanzas de Jesús. También me gusta mucho las páginas de Los santos de cada día y los cuentos para niños. Participo en un coro dirigido por los Heraldos, que canta en los actos del Primer Sá-bado, en la iglesia de San Vicente de Paúl, así como en algunas Celebra-ciones Eucarísticas en varias iglesias de Fortaleza, entre ellas la catedral metropolitana. En estas ocasiones tenemos la oportunidad de difundir esta maravillosa revista.

Francisca Zilma Gonçalves PereiraFortaleza – Brasil

envíenme folletos y material impreso

Les doy las gracias por el envío de la revista Heraldos del Evangelio. Cuando me pongo a leer su contenido aprendo las enseñanzas del Evangelio y de esta manera me da paz, armonía y felicidad para seguir viviendo. Rue-go a la Virgen Santísima que ilumi-ne y bendiga a su asociación. Quisie-

ra saber si pueden enviarme algunos folletos y material impreso, pues de-seo difundir esta asociación y su fina-lidad, para que otros hermanos tam-bién puedan participar.

Marciana Inés Koo de CollazosTrujillo – Perú

la palabra de dios puesta a nuestro alCanCe

Toda la revista es excelente. Admi-ro mucho las fotos que ilustran cada materia, pues nos ayudan en la com-prensión de sus contenidos siempre sustanciosos. Trato de leer al principio el Comentario al Evangelio, de Mons. João S. Clá Dias, porque es la Pala-bra de Dios puesta a nuestro alcance, y también me gustan mucho los ejem-plos de los santos y las Historias para niños... ¿o adultos llenos de fe? Sin du-da, la revista es muy útil para el apos-tolado y nos edifica espiritualmente.

Simone Alves SalmasoConselheiro Lafaiete – Brasil

transmite paz y tranquilidad

Esta revista es una bendición pa-ra la persona que la lee, ya que cuen-ta con artículos para toda la fami-lia, incluyendo a los más pequeños con sus cuentos. Aunque aparen-ta ser una revista corta, es inmen-samente rica en su contenido, pues-to que transmite paz y tranquilidad. Me siento muy agradecida por reci-bir esta herramienta necesaria para nuestro crecimiento espiritual.

Pilar RamírezBogotá – Colombia

CreCe mi admiraCión por la iglesia

Cada número de la revista está mejor. En todas las nuevas ediciones aprendo más y crece mi admiración por la Iglesia y por Heraldos del Evangelio. Que esta revista sea un instrumento en las manos de la Vir-gen para la implantación de su Rei-

no, prometido en Fátima, y que sea vencido el mal que asola este mundo nuestro, que no es de Dios.

Rozi de Paula AlmeidaMaringá – Brasil

asuntos realmente interesantes

Su hermosa revista me gusta mu-cho; está muy bien hecha, con asun-tos realmente interesantes. Espe-ro que sigan enviándomela, porque deseo difundirla y darla a conocer a otras personas, pues verdaderamen-te vale la pena. ¡Aguardo la revista!

Gesualdo RealeGrosseto – Italia

Claridad exegétiCa y detalles históriCos

Me gustan todas las materias de esta revista. Pero lo que primero bus-co para leer son los comentarios de Mons. João S. Clá, porque explica el Evangelio con tanta claridad exegéti-ca y tantos detalles históricos que se vive cada situación. Igualmente me gustan las historias de los santos y es-toy muy contenta al ver cómo los He-raldos están en todo el mundo y có-mo su asociación crece cada día en su trabajo de evangelización.

Renildes de Brito PereiraContagem – Brasil

profunda e informativa

La revista Heraldos del Evangelio la encuentro muy completa y vivencial, porque presenta contenido de actuali-dad. Me gusta, sobre todo, sus princi-pales temas, siempre profundos y teo-lógicos, y la manera de cómo informa acerca de las cosas esenciales de nues-tra religión y cómo trata los asuntos li-túrgicos. Sus artículos estimulan con los ejemplos de la vida de los santos y sus testimonios de fe. Por todo ello: gracias. Pido por el fruto de todas sus actividades evangelizadoras.

Victoria Hernáiz GonzálezBurgos – España

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Salvadme Reina

Número 125

Diciembre 2013

Misterio inefable

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      5

Editorial

Niño Jesús de los Heraldos revestido con la casulla sacerdotal

Foto: Timothy Ring

uando transcurrieron cuarenta días desde la Noche Santa, Jesús fue llevado al templo para ser presentado y al cogerlo en sus brazos excla-mó Simeón: “Éste ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y

se levanten; y será como un signo de contradicción” (Lc 2, 34).Eximio en la virtud de la esperanza, el profeta ya había alcanzado una avan-

zada edad anhelando aquel momento. Su corazón exultaba al ver delante su-yo la Luz enviada para alumbrar a las naciones (cf. Lc 2, 32). No obstante, di-rigiéndose a su madre le dice: “y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones” (Lc 2, 35).

Jesús ha de ser, en efecto, el signo de contradicción, porque ante el Verbo Encarnado nadie puede permanecer neutro: en la aceptación o rechazo de su Persona los hombres sellarán su destino eterno.

Y los acontecimientos en Palestina confirmarían en breve la profecía de Si-meón: la sangrienta y cruel matanza de los Santos Inocentes, bajo el mando de Herodes, obligando a la Sagrada Familia a huir a Egipto, donde los ídolos pa-ganos se derrumbaban a la llegada del verdadero Dios.

¿Cómo debemos entender entonces el anuncio de “paz en la tierra” que los ángeles transmitieron a los pastores? Anuncio, por cierto, que incluía una res-tricción muchas veces olvidada o no tenida en la debida consideración: “a los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14). Por lo tanto, no se trata de la prome-sa de una paz incondicional.

La explicación a esta paradoja la encontramos en el prólogo del Evange-lio de San Juan: Jesús “era la Luz verdadera, que alumbra a todo hombre, vi-niendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de Él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 9-11).

La oposición entre los hijos de las tinieblas y los discípulos del divino Maes-tro se verificará a lo largo de la Historia, dando origen a persecuciones, luchas y martirios padecidos por los que acogieron la Luz. Pues, por una parte, fue prometida la paz a los hombres amados por Dios, los de buena voluntad, por otra, éstos deben estar dispuestos a enfrentar contrariedades por fidelidad al Verbo Encarnado. Porque la verdadera paz es la tranquilidad del orden y no una aparente armonía bajo la cual se puede disfrazar el pecado.

Bajo esta perspectiva, las campanas que proclaman en esta Navidad el na-cimiento del Niño Jesús bien pueden ser las que anuncian el advenimiento de un Rey de contradicción. ¿Qué gracias reserva hoy el Divino Infante para la humanidad? ¿Habrá en breve un tiempo de armonía y de paz? ¿O vendrá un período de guerras y de persecuciones para los que acogen la Luz? Sea lo que fuere, todo lo que venga de parte de Dios será para nuestro bien y nuestra san-tificación. Y nuestra esperanza, como la de Simeón, no debe descansar en los fugaces tesoros de esta tierra, sino en los del Cielo. ²

¿Campanas de ContradiCCión?

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Una esperanza que no decepciona

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6      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

La voz deL PaPa

Al morir en la cruz, Cristo nos abrió las puertas del Cielo. Esta es nuestra esperanza: en el ocaso de nuestra existencia terrena seremos acogidos

por el Cordero de Dios para la vida eterna.

esta hora, antes del atardecer, en este ce-menterio, nos reco-gemos y pensamos en

nuestro futuro, pensamos en todos aquellos que se han ido, que nos han precedido en la vida y están en el Se-ñor.

La sangre del Cordero nos abrió el Cielo

Es muy bella la visión del Cielo que hemos escuchado en la prime-ra Lectura: el Señor Dios, la belle-za, la bondad, la verdad, la ternu-ra, el amor pleno. Nos espera todo esto. Quienes nos precedieron y es-tán muertos en el Señor están allí. Ellos proclaman que fueron salva-dos no por sus obras —también hi-cieron obras buenas— sino que fueron salvados por el Señor: “La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero” (Ap 7, 10). Es Él quien nos salva, es Él quien al final de nuestra vida nos lleva de la mano como un papá, pre-cisamente a ese Cielo donde están nuestros antepasados.

Uno de los ancianos hace una pregunta: “Estos que están vesti-dos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” (v. 13).

¿Quiénes son estos justos, estos san-tos que están en el Cielo? La res-puesta: “Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la san-gre del Cordero” (v. 14).

En el Cielo podemos entrar sólo gracias a la sangre del Cordero, gra-cias a la sangre de Cristo. Es preci-samente la sangre de Cristo la que nos justificó, nos abrió las puertas del Cielo. Y si hoy recordamos a es-tos hermanos y hermanas nuestros que nos precedieron en la vida y es-tán en el Cielo, es porque ellos fue-ron lavados por la sangre de Cristo. Esta es nuestra esperanza: la espe-ranza de la sangre de Cristo. Una es-peranza que no defrauda. Si camina-mos en la vida con el Señor, Él no decepciona jamás.

Tener la esperanza anclada en el Señor

Hemos escuchado en la segunda Lectura lo que el apóstol Juan decía a sus discípulos: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamar-nos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce... Somos hi-jos de Dios y aún no se ha manifes-tado lo que seremos. Sabemos que, cuando Él se manifieste, seremos se-

mejantes a Él, porque lo veremos tal cual es” (1 Jn 3, 1-2).

Ver a Dios, ser semejantes a Dios: ésta es nuestra esperanza. Y hoy, precisamente en el día de los santos y antes del día de los muer-tos, es necesario pensar un poco en la esperanza: esta esperanza que nos acompaña en la vida. Los pri-meros cristianos pintaban la espe-ranza con un ancla, como si la vi-da fuese el ancla lanzada a la orilla del Cielo y todos nosotros en ca-mino hacia esa orilla, agarrados a la cuerda del ancla. Es una hermo-sa imagen de la esperanza: tener el corazón anclado allí donde están nuestros antepasados, donde están los santos, donde está Jesús, donde está Dios. Esta es la esperanza que no decepciona; hoy y mañana son días de esperanza.

El que tiene esperanza en Él se purifica a sí mismo

La esperanza es un poco como la levadura, que ensancha el alma; hay momentos difíciles en la vida, pero con la esperanza el alma sigue ade-lante y mira a lo que nos espera. Hoy es un día de esperanza. Nues-tros hermanos y hermanas están en la presencia de Dios y también noso-

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María, modelo y figura de la Iglesia

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      7

tros estaremos allí, por pura gracia del Señor, si caminamos por la sen-da de Jesús.

Concluye el apóstol Juan: “Todo el que tiene esta esperanza en Él se

purifica a sí mismo” (v. 3). También la esperanza nos purifica, nos alige-ra; esta purificación en la esperan-za en Jesucristo nos hace ir de prisa, con prontitud. En este pre-atardecer

de hoy, cada uno de nosotros puede pensar en el ocaso de su vida: “¿Có-mo será mi ocaso?”. Todos noso-tros tendremos un ocaso, todos. ¿Lo miro con esperanza? ¿Lo miro con la alegría de ser acogido por el Se-ñor? Esto es un pensamiento cristia-no, que nos da paz. Hoy es un día de alegría, pero de una alegría serena, tranquila, de la alegría de la paz.

Pensemos en el ocaso de tan-tos hermanos y hermanas que nos precedieron, pensemos en nuestro ocaso, cuando llegará. Y pensemos en nuestro corazón y preguntémo-nos: “¿Dónde está anclado mi cora-zón?”. Si no estuviese bien anclado, anclémoslo allá, en esa orilla, sa-biendo que la esperanza no defrau-da porque el Señor Jesús no decep-ciona.

Homilía en el cementerio de Campo Verano, 1/11/2013

Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida se refleje el modelo de María, Madre de la Iglesia.

ontinuando con las catequesis sobre la Iglesia, hoy desearía mi-

rar a María como imagen y modelo de la Iglesia. Lo hago retomando una ex-presión del Concilio Vaticano II. Dice la constitución Lumen gentium: “La madre de Dios es figura de la Igle-sia, como ya enseñaba San Ambrosio: en el orden de la fe, del amor y de la unión perfecta con Cristo” (n.º 63).

El “sí” de María creció hasta la hora de la Cruz

Partamos del primer aspecto, Ma-ría como modelo de fe. ¿En qué senti-do María representa un modelo para la fe de la Iglesia? Pensemos en quién

era la Virgen María: una muchacha judía, que esperaba con todo el cora-zón la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón de joven hija de Is-rael había un secreto que ella misma todavía no conocía: en el proyecto de amor de Dios estaba destinada a con-vertirse en la Madre del Redentor.

En la Anunciación, el mensajero de Dios la llama “llena de gracia” y le revela este proyecto. María responde “sí” y desde aquel momento la fe de María recibe una luz nueva: se con-centra en Jesús, el Hijo de Dios que de Ella ha tomado carne y en quien se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La fe de Ma-

ría es el cumplimiento de la fe de Is-rael, en ella está precisamente con-centrado todo el camino, toda la vía de aquel pueblo que esperaba la re-dención, y en este sentido es el mo-delo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, encarnación del amor infinito de Dios.

¿Cómo vivió María esta fe? La vi-vió en la sencillez de las mil ocupacio-nes y preocupaciones cotidianas de cada mamá, como proveer el alimen-to, el vestido, la atención de la casa... Precisamente esta existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolló una relación singular y un diálogo profundo entre Ella y Dios,

“Hay momentos difíciles en la vida, pero con la esperanza el alma sigue adelante”

Francisco durante su homilía en el cementerio Verano, Roma, 1/11/2013

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8      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

entre Ella y su Hijo. El “sí” de Ma-ría, ya perfecto al inicio, creció has-ta la hora de la Cruz. Allí su mater-nidad se dilató abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiar-nos a su Hijo. María vivió siempre in-mersa en el misterio del Dios hecho hombre, como su primera y perfec-ta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para comprender y poner en práctica toda la voluntad de Dios.

Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la fe de María, que es nuestra Madre? ¿O bien la pensamos lejana, demasia-do distinta de nosotros? En los mo-mentos de dificultad, de prueba, de oscuridad, ¿la miramos a ella como modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y sólo nuestro bien? Pensemos en esto, tal vez nos hará bien volver a encontrar a María co-mo modelo y figura de la Iglesia en esta fe que ella tenía.

La Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María

Vamos al segundo aspecto: María modelo de caridad. ¿En qué modo María es para la Iglesia ejemplo vi-

viente de amor? Pensemos en su dis-ponibilidad respecto a su pariente Isabel. Visitándola, la Virgen María no le llevó sólo una ayuda material; también esto, pero llevó a Jesús, que ya vivía en su vientre. Llevar a Jesús a aquella casa quería decir llevar la alegría, la alegría plena. Isabel y Za-carías estaban felices por el embara-zo que parecía imposible a su edad, pero es la joven María quien les lle-va la alegría plena, la que viene de Jesús y del Espíritu Santo y se expre-sa en la caridad gratuita, en compar-tir, en ayudarse, en comprenderse.

La Virgen quiere traernos tam-bién a nosotros, a todos nosotros, el gran don que es Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así la Iglesia es como María: la Iglesia no es un negocio, no es una agen-cia humanitaria, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia está enviada a lle-var a todos a Cristo y su Evangelio; no se lleva a sí misma —sea peque-ña, grande, fuerte, débil—, la Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué le llevaba María? Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: esto es el centro de la Iglesia, ¡llevar a Jesús! Si por hipó-

tesis una vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, esa sería una Iglesia muerta. La Iglesia debe llevar la ca-ridad de Jesús, el amor de Jesús, la caridad de Jesús.

Hemos hablado de María, de Je-sús. ¿Y nosotros? Nosotros, que so-mos la Iglesia, ¿cuál es el amor que llevamos a los demás? ¿Es el amor de Jesús, que comparte, que per-dona, que acompaña, o bien es un amor aguado, como se hace cun-dir el vino que parece agua? ¿Es un amor fuerte o débil, tanto que si-gue las simpatías, que busca la co-rrespondencia, un amor interesa-do? Otra pregunta: ¿a Jesús le gusta el amor interesado? No, no le gus-ta, porque el amor debe ser gratui-to, como el suyo. ¿Cómo son las re-laciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos trata-mos como hermanos y hermanas? ¿O nos juzgamos, hablamos mal los unos de los otros, nos ocupamos ca-da uno de la propia “huertecita”, o nos cuidamos el uno al otro? ¡Son preguntas de caridad!

María modelo de unión con Cristo

Y brevemente un último aspec-to: María modelo de unión con Cris-to. La vida de la Virgen Santa fue la vida de una mujer de su pueblo: María oraba, trabajaba, iba a la si-nagoga... Pero cada acción se cum-plía siempre en unión perfecta con Jesús. Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en el ofrecimiento de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. La Virgen hizo propio el dolor del Hijo y aceptó con Él la voluntad del Padre, en aquella obediencia que da fruto, que da la verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte.

Es muy bella esta realidad que María nos enseña: estar siempre unidos a Jesús. Podemos pregun-tarnos: ¿nos acordamos de Jesús só-lo cuando algo no marcha y tenemos

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“María es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, encarnación del amor infinito de Dios”

Llegada del Papa Francisco para la Audiencia General del 23/10/2013

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La mirada de la Virgen María

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      9

Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librería Editrice Vaticana. La versión íntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

María indica a Jesús, nos invita a dar testimonio de Jesús, nos guía siempre a su Hijo Jesús.

sta tarde me siento unido a to-dos ustedes en la recitación

del Santo Rosario y en la Adoración Eucarística bajo la mirada de la Vir-gen María.

La Virgen nos sostiene en las dificultades

La mirada. ¡Qué importante es! ¡Cuántas cosas pueden decirse con una mirada! Afecto, aliento, compa-sión, amor, pero también reproche, envidia, soberbia, incluso odio. Con frecuencia, la mirada dice más que las palabras, o dice aquello que las palabras no pueden o no se atreven a decir.

¿A quién mira la Virgen María? Nos mira a todos, a cada uno de no-sotros. Y, ¿cómo nos mira? Nos mi-ra como Madre, con ternura, con misericordia, con amor. Así ha mira-do al hijo Jesús en todos los momen-tos de su vida, gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos, como contem-plamos en los Misterios del Santo Rosario, simplemente con amor.

Cuando estamos cansados, desa-nimados, abrumados por los proble-mas, volvámonos a María, sintamos su mirada que dice a nuestro corazón: “¡Ánimo, hijo, que yo te sostengo!”

La Virgen nos conoce bien, es ma-dre, sabe muy bien cuáles son nues-tras alegrías y nuestras dificultades, nuestras esperanzas y nuestras des-ilusiones. Cuando sintamos el peso de nuestras debilidades, de nuestros pe-cados, volvámonos a María, que dice a nuestro corazón: “!Levántate, acu-de a mi Hijo Jesús!, en Él encontrarás acogida, misericordia y nueva fuerza para continuar el camino”.

La mirada de María no se diri-ge solamente a nosotros. Al pie de la cruz, cuando Jesús le confía al Após-tol Juan, y con él a todos nosotros, di-ciendo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26), los ojos de María están fi-jos en Jesús. Y María nos dice, como en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5). María indica a Jesús, nos invita a dar testimonio de Jesús, nos guía siempre a su Hijo Je-sús, porque sólo en Él hay salvación, sólo Él puede trasformar el agua de la soledad, de la dificultad, del pe-cado, en el vino del encuentro, de la alegría, del perdón. Sólo Él.

Ella nos enseña a seguir y dar testimonio de Jesús

“Bienaventurada porque has creído”. María es bienaventurada

por su fe en Dios, por su fe, porque la mirada de su corazón ha estado siempre fija en Dios, en el Hijo de Dios que ha llevado en su seno y que ha contemplado en la cruz. En la Adoración del Santísimo Sacra-mento, María nos dice: “Mira a mi Hijo Jesús, ten los ojos fijos en Él, escúchalo, habla con Él. Él te mi-ra con amor. No tengas miedo. Él te enseñará a seguirlo para dar tes-timonio de Él en las grandes y pe-queñas obras de tu vida, en las rela-ciones de familia, en tu trabajo, en los momentos de fiesta; te enseñará a salir de ti mismo, de ti misma, pa-ra mirar a los demás con amor, co-mo Él, que te ha amado y te ama, no de palabra, sino con obras”.

¡Oh María!, haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz que no seamos cristia-nos “de escaparate”, sino de los que saben “mancharse la manos” para construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de alegría y de paz.

Videomensaje con motivo de la vigilia de oración en el

santuario romano del Divino Amor, 12/10/2013

necesidad, o la nuestra es una rela-ción constante, una amistad profun-da, también cuando se trata de se-guirle por el camino de la cruz?

Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nues-tra vida y en la vida de cada comuni-dad eclesial se refleje el modelo de

María, Madre de la Iglesia. ¡Que así sea!

Audiencia General, 23 /10/ 2013

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10      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

En aquel tiempo 2 Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: 3 “¿Eres tú el que ha de ve-nir o tenemos que esperar a otro?”.4 Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: 5 los ciegos ven y los cojos andan; los le-prosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos re-sucitan y los pobres son evan-gelizados. 6 ¡Y bienaventura-do el que no se escandalice de mí!”.7 Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacu-dida por el viento? 8 ¿O qué salisteis a ver, un hombre ves-tido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, 9 ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.10 Éste es de quien está escri-to: ‘Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti’. 11 En ver-dad os digo que no ha naci-do de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él” (Mt 11, 2-11).

a EvangElio A

“Prisión de San Juan Bautista” - Iglesia de San Juan Bautista, Halifax (Canadá)

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El camino hacia la felicidad

Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      11

Comentario al evangelio - iii Domingo De aDviento (Domingo De gauDete)

La búsqueda de la felicidad marca el rumbo en la existencia de toda criatura humana, por disposición divina. La liturgia del Domingo de Gaudete indica el verdadero camino para encontrarla y ofrece un ejemplo seguro a seguir.

La mejor manera de vencer al enemigo es quitarle las ganas de combatir

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

I – Una ráfaga de ánImo para llegar hasta el fInal

Decía uno de los célebres teóricos de la cien-cia militar moderna, el general Carl von Clau-sewitz, que la mejor manera de vencer al enemi-go es tratar de desalentarlo, quitarle las ganas de combatir, porque la pérdida de su fuerza mo-ral es la causa principal de su aniquilación físi-ca.1 De modo que cuando emprendemos una ac-ción con desánimo no alcanzamos la meta. Por el contrario, el que tiene una confianza sólida, basada en una fe vigorosa, desarrolla energías y entusiasmo para perseverar hasta el final con gallardía. Si, por casualidad, en la realización de un arduo esfuerzo sentimos que nos falta alien-to, basta una ráfaga de esperanza para redoblar las buenas disposiciones y garantizar el éxito.

La Iglesia, en el tercer domingo de Advien-to —llamado Domingo de Gaudete—, tiene por objeto este propósito: hacer una pausa en las amonestaciones del período de penitencia y amenizar la tristeza causada por el recuerdo

de los pecados cometidos, para considerar con alegría la perspectiva del nacimiento de Jesús. Pronto seremos liberados de nuestra miseria, si sabemos oír sus enseñanzas y nos abrimos a las gracias que Él nos trae, y podremos seguir ade-lante con entusiasmo, confortados por la certe-za de que nos será dada la salvación. Este verda-dero gozo por la próxima venida del Redentor es la tónica de esta Misa, simbolizada por el co-lor rosa de los ornamentos y expresada en los textos litúrgicos, pero sin excluir totalmente el carácter penitencial. Después del pecado origi-nal, la cruz se volvió indispensable para obtener la gloria en el cumplimiento de la finalidad para la cual hemos sido creados.

La sed de felicidad de la criatura humana

Si dirigimos nuestra atención a cada criatura humana, encontraremos en todas ellas el deseo de alcanzar la felicidad. Cuando Adán, bellísi-mo muñeco de barro, salió de las manos divi-nas y le fue infundido un soplo de vida, ya po-

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El pueblo de Israel, especialmente amado por la Providencia, esperaba el advenimiento de un Salvador que los sacase de su desdichada situación

seía entonces esa aspiración que era atendida con largueza por su participación en la misma naturaleza de Dios, la Felicidad absoluta. Tan elevada era la figura de ese varón que el Señor iba a visitarlo en el Paraíso, a la hora de la bri-sa de la tarde (cf. Gn 3, 8). ¡Nuestros primeros padres eran felices! Sin embargo, al ser expulsa-dos de aquel lugar de delicias como consecuen-cia del pecado, Adán y Eva se vieron obligados a habitar este mundo repleto de dificultades, sin perder, no obstante, ese anhelo de felicidad. Ar-dían en deseos de regresar al estado de antaño, de gozar las maravillas que habían conocido en el Edén. Más tarde, el pueblo de Israel, espe-cialmente amado por la Providencia, esperaba el advenimiento de un Salvador que los sacase de su desdichada situación.

Con el paso de los siglos y de los milenios, los hebreos —siempre en una tremenda inestabilidad y sometidos a la esclavitud en varias ocasiones— fueron alimentando la idea de que el Mesías sería un hombre favorecido por dones meramente na-turales, portador de soluciones humanas y políti-cas para todos los problemas. Su gran incógnita era acerca de la venida de ese enviado que trae-ría la felicidad, la cual ya no era concebida como una condición semejante a la del Paraíso, sino se-gún los patrones terrenos. Algo parecido sucede con nosotros, porque sabemos que el centro de nuestra vida y la fuente de la alegría es Jesucris-to, nuestro Señor; sin embargo, las ilusiones del mundo apuntan a una seudo-felicidad basada en una buena carrera, en la adquisición de un valio-so patrimonio, en una posición de prestigio, en un ventajoso matrimonio o, quizá, en negocios lu-crativos. En una palabra, la felicidad para los que piensan así está en la materia y no en Dios. He aquí el lamentable error.

Para deshacer esa falacia la liturgia del Do-mingo de la Alegría nos señala el verdadero ca-mino de la felicidad y nos ofrece un ejemplo se-guro a seguir.

II – la alegría de cUmplIr sU propIa mIsIón

El episodio narrado en la secuencia evangé-lica del tercer domingo de Adviento ocurre en circunstancias muy especiales. Jesús estaba co-menzando el segundo año de su vida pública, ya había realizado numerosos milagros, y se encon-traba de regreso de la pequeña ciudad de Naín,

donde por iniciativa propia había resucitado al hijo de una viuda (cf. Lc 7, 11-15). Pasando por los sinuosos caminos de la región entró en aquel pueblo y encontró a unos hombres que trans-portaban un cadáver. Ordenó que el cortejo se detuviera y le devolvió la vida al difunto, entre-gándoselo a continuación a su madre. Este epi-sodio tuvo una enorme repercusión que, sumada a la de otros muchos más, llevó a Israel entero a hablar del gran profeta que había surgido.

El Precursor pagó con la prisión su fidelidad a la verdad

En aquel tiempo 2a Juan, que había oído en la cárcel...

Juan el Bautista, varón íntegro que reciente-mente había sacudido Israel con su predicación y ejemplo de vida, fue preso. El Precursor, en su rectitud, le había dicho algunas verdades al rey Herodes Antipas —que, esclavo de sus pasio-nes, estaba dominado por su concubina, la es-posa de su hermano Felipe— y por eso el tirano decidió arrestarlo. Punzante contraste: las pa-siones desordenadas y disolutas de Herodes le dan una libertad de acción ilegítima y la hones-tidad de Juan lo lleva a la prisión.

Desde la perspectiva del Domingo de Gaudete surge una pregunta: ¿cuál de los dos goza de au-téntica alegría: Antipas, el adúltero, o San Juan, encarcelado por su fidelidad? Debemos conven-cernos de que Dios creó al hombre para un des-tino eterno, en el gozo o en el sufrimiento. Por lo tanto, la verdadera alegría es la que nos conduce a la felicidad del Cielo, y no la que nos acarrea la desgracia sin fin. Aunque a la humanidad le gus-taría bastante crear una tercera opción: un limbo donde no hubiera sufrimiento ni posibilidad de visión beatífica, sino solamente una vida natural, meramente sensitiva, por toda la eternidad.

Recordemos esta importante máxima: “ter-tium non datur” ―no se admite una tercera po-sibilidad. Ésta fue inventada por Satanás al caer del Cielo y está hecha de humo, es ilusoria, pues no existe en la realidad: o violamos la moral y damos rienda suelta a nuestras malas inclina-ciones, reproduciendo en nosotros la seudo-alegría de Herodes Antipas, o somos íntegros, a ejemplo de Juan, y estamos a todo momento también nosotros en la “prisión”, es decir, sub-yugando y encadenando nuestras tendencias y pasiones desordenadas.

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¿Qué acon-tecimien-tos habrían llevado al Precursor, ya en la cárcel, a enviar a sus discípu-los para que le hicieran esa pregun-ta al divino Maestro?

Preocupación exclusiva con la gloria de Cristo2b... que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntar-le: 3 “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.

¿Qué acontecimientos habrían llevado al Precur-sor, ya en la cárcel, a enviar a sus discípulos para que le hicieran esa pregunta al divino Maestro? Antes de barajar cualquier hipótesis tengamos presente que es un santo, considerado por el Señor como el hombre más grande que había na-cido hasta aquel momen-to. Por tanto, no se trata de una incertidumbre sobre la identidad de Cristo, que ya había sido presentado por él mismo en términos muy claros: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el peca-do del mundo” (Jn 1, 29); o cuando proclamó: “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautiza-rá con Espíritu Santo” (Mc 1, 7-8). Juan el Bau-tista sabía perfectamente quién era Jesús y no necesitaba ninguna explicación.

Entonces, ¿por qué los envía con la incum-bencia de indagar a propósito del carácter me-siánico del Señor? Fiel a su misión de indicar al Hijo de Dios, arde en deseo de que todos reco-nozcan al Salvador que está entre ellos y quie-re transmitir a los demás la felicidad de haberlo visto y ser contemporáneo suyo.

San Juan Bautista se encontraba preso en la torre de Maqueronte —inaccesible fortale-za de Herodes, localizada en las cercanías del mar Muerto, a 1.158 metros de altitud sobre el nivel de éste—2, sin ninguna posibilidad de ac-tuación. En determinado momento llega a sus

oídos, a través de sus se-guidores, las repercusio-nes de los grandes y nu-merosos milagros obrados por Jesús. Ésta parecía ser la oportunidad adecuada para mandarle un recado a Aquel que es el Creador del universo, el Todopode-roso: “¡Señor, estoy preso, libérame!”. Por un simple acto de voluntad de Dios, nuestro Señor, las cade-nas se romperían, los gri-lletes se abrirían y saldría de la prisión. Pero el Pre-cursor no pensaba en sí mismo o en los infortunios que padecía en ese estado y ni siquiera se le ocurrió la idea de pedir algún ali-vio. A él le era indiferente vivir o morir: su preocupa-ción se volcaba exclusiva-mente hacia la gloria del Redentor.

Un concepto mesiánico desviado

Por lo tanto, Juan el Bautista se empeñaba en crear condiciones para que el Señor se manifes-tase cada vez más. Estaba ya extenuado por la vanas

tentativas de convencer a sus discípulos, que in-sistían en una concepción política sobre el Me-sías. Anhelaban un rey humano que subiera al trono de Israel y le diera fuerza a su pueblo. A medida que iban acompañando el ministerio de Jesucristo se llenaban de inseguridad, pues Él era un hombre capaz de hacer milagros estruen-dosos, aunque no se pronunciaba en materia de política, y predicaba la llegada de un misterioso Reino de Dios que no parecía que fuera de es-te mundo. Instigados por la envidia, les costa-ba creer que fuese el Cristo, porque no corres-pondía a sus expectativas y al modelo que ellos habían idealizado. Consideraciones como estas pululaban por sus mentes: ¿no ha nacido en Na-zaret...? ¿Su padre no era carpintero? ¿Será de hecho el Mesías? (cf. Mt 13, 54-57). Por cierto,

“Bautismo del Señor” Iglesia de San Juan Bautista, Halifax (Canadá)

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Los mandó, pues, confian-do en que el Señor haría por ellos lo que perso-nalmente no había con-seguido él

algo similar ocurría con el propio Precursor, el cual no había llenado las esperanzas que habían depositado en él cuando empezaron a seguirlo.

Esta ceguera, sin duda, dejaba a San Juan in-dignado, hasta que se dio cuenta que sólo que-daba una salida para romper esa frialdad: que tuvieran un contacto directo con Jesús, el único que podía transformarlos a fin de que compren-dieran quién era Él. Había hecho por ellos todo lo que estaba a su alcance, sin escatimar esfuer-zos para comunicarles la extraordinaria alegría en la cual se sentía inmerso por ejercer su mi-sión de Precursor. Los mandó, pues, confiando en que el Señor haría por ellos lo que personal-mente no había conseguido él, y de que la con-versación con el Maestro sería ocasión de reci-bir una gracia que actuase en el fondo de sus almas y llegaran a convertirse. La persistencia en querer más para los otros que para sí y tratar de hacerlos felices, de una felicidad sobrenatu-ral, era algo característico del Precursor.

Cuando el evangelista indica que San Juan “había oído [...] las obras del Mesías”, está su-brayando que había discernido que era el mo-mento adecuado para mandar a sus discípulos, debido a la fuerte impresión que en ellos cau-saron los milagros de Jesús. Por el estilo de la pregunta queda consignado el hecho de que an-siaban un Mesías según otros patrones: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.

En contraste con el desprendimiento de su maestro, que vivía completamente olvidado de sí y preocupado con ellos, los discípulos de San Juan no pidieron al Señor por aquel que los ha-bía formado. Le tenían tan poco amor que ni se interesaron en sacarle de la cárcel y librarlo de aquella penosa situación. Así somos nosotros cuando nos cerramos y sólo atendemos a las so-licitudes del egoísmo y a nuestras ventajas per-sonales, más dedicados a nosotros mismos que a Dios y al prójimo. En consecuencia, la felicidad huye de nosotros y crece el egocentrismo.

Los milagros probaban que Él era el Mesías4 Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: 5 los ciegos ven y los cojos andan; los lepro-sos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados”.

La respuesta del Señor, llena de sabiduría, no fue: “Sí, soy el Mesías”. Probablemente, de-bido al estado de espíritu de quien le interroga-ba, una declaración en estos términos no sería bien recibida. Su afirmación ofrecía elementos para que comprendiesen la verdad por sí mis-mos, como si les dijera: “Analizad lo que ocu-rre, ved mis obras y sus consecuencias y en fun-ción de esto sacad vuestras conclusiones. Los que ven todos los prodigios que hago y no creen que soy el Mesías, no tienen inteligencia”. Y re-curre a los vaticinios de Isaías, bastante conoci-dos por todos los israelitas (cf. Is 26, 19; 29, 18; 35, 5; 42, 7; 62, 1), como una confirmación. De hecho, cualquier ciego que gritase a distancia pidiendo su curación salía de su presencia vien-do y dando gracias a Dios. También le había de-vuelto la salud a numerosos paralíticos, como el de la piscina de Betesda (cf. Jn 5, 1-9). Basta-ba con que tocase a los leprosos que sus lla-gas desaparecían, o a los sordos y mudos, que eran sanados. Acababa de resucitar a un muer-to con gran estrépito en el país, como se ha mencionado antes, y estaban llevando la Bue-na Nueva a todos. Por medio de ésta, muchos

“San Juan Bautista en la prisión, siendo visitado por dos discípulos”, por Giovanni di Paolo,

Instituto de Arte de Chicago (Estados Unidos)

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Tampoco para los Doce ese Mesías correspon-día a lo que pretendían y se escan-dalizaban

adquirían —ése es el milagro más grande— la noción de que eran deficientes, de que no con-seguían andar por sí mismos en los caminos de la virtud y tomaban conciencia de que necesita-ban el auxilio de Dios. Ésos eran evangelizados y acogían la doctrina con entusiasmo.

No obstante, se escandalizaron...6 “¡Y bienaventurado el que no se escan-dalice de mí!”.

Finalmente, el Señor completa la respuesta con esas palabras, una clara señal de que los dis-cípulos de Juan el Bautista no aceptaron muy bien el mensaje y estaban con envidia de la gra-cia fraterna. En lugar de alegrarse al comprobar que el otro había sido favorecido con la benevo-lencia de Dios, en una patente manifestación de su poder, ven en la persona de Jesús una som-bra proyectada sobre sí mismos.

Habiendo llegado a la conclusión de que el objetivo del Señor no era la restauración del reino de Israel, se sintieron frustrados, porque se habían imaginado que por el hecho de ha-berlo abandonado todo para seguir al Precur-sor, serían los primeros con el Mesías. Se die-ron cuenta ahora que estaban en segundo plano y, para justificarse, tenían que encontrar en Él defectos que demostrasen, de acuerdo con sus conceptos, que no era el Enviado: “Sólo ha-bla del Padre, del reino eterno, de la vida después de la muer-te; predica una resurrección...”. En suma, se escandalizaron, al igual que los fariseos, que se-guramente estaban allí y se te-nían por los primeros, muy por encima de los discípulos de San Juan. Vanidosos de su conoci-miento de la ley y de la perfecta observancia de las reglas, veían los milagros de Jesús y decían que actuaba por el poder de los demonios (cf. Mt 9, 34).

Aún más, los mismos Após-toles temían que Él enfrentase a las autoridades del establish-ment israelita, con recelo de per-der la oportunidad de hacer una gran carrera basada en sus dotes excepcionales, de la cual saca-

rían el consecuente provecho. Tampoco para los Doce ese Mesías correspondía a lo que preten-dían y se escandalizaban. Por eso el Señor afir-ma: “¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!”, es decir, bienaventurado el que sabe que la alegría está en la cruz, aunque el mundo de-fienda que se consigue de otra forma.

Los labios divinos elogian al Precursor7 Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a con-templar en el desierto, una caña sacudi-da por el viento? 8 ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los pa-lacios. Entonces, 9 ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10 Éste es de quien está escrito: ‘Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti’ ”.

A continuación, los discípulos de Juan se marcharon, pero el Evangelio no registra si re-conocieron a Jesús como Mesías o no. Sin em-bargo, las palabras del Señor son una proclama-ción evidente de su identidad, porque Él evoca las profecías y prueba que las está cumpliendo.

“La resurrección del hijo de la viuda” Catedral de Santa María, Killarney (Irlanda)

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Su fidelidad a toda prueba a los designios divinos por la aceptación del sufrimien-to, le hizo merecedor del mayor elogio que el Señor haya hecho a alguien en todo el Evangelio

Después de que se marchasen, Jesús empie-za a hablar sobre el que estaba encarcelado, elo-giándolo por no ser “una caña agitada por el viento” —una persona inconstante—, sino un hombre firme, inquebrantable e íntegro, seme-jante a una torre o a una roca. En su austeridad rechazó usar ropas finas, como hacían los que se metían en la política sin importarles el aspec-to religioso, preocupados ante todo en proyec-tar una carrera social brillante junto a los pode-rosos de este mundo.

El Señor quiere mostrar aún que la grandeza de Juan va mucho más allá de su condición de profeta. Éste, como sabemos, está incumbido de anunciar, enseñar e indicar, de acuerdo con la voluntad de Dios, los caminos del deber, ca-si siempre contrarios a las sendas libertinas pro-puestas por el mundo. Ahora bien, ¿por qué so-brepasó el Precursor el marco del profetismo? Por haber sido llamado también —además de proclamar la verdad— a preparar las veredas del Hombre Dios. Es lo que comenta San Juan Crisóstomo: “¿En qué es, pues, mayor? En que es el que está más cerca del que había venido. [...] Así como en una comitiva regia, los que van más cerca del coche real son los más ilustres en-tre todos; así Juan, que aparece momentos an-tes del advenimiento del Señor. Notad cómo de ahí [Jesús] declaró la excelencia del Precursor”.3

Con profundidad y belleza el cardenal de La Luzerne exalta la figura de San Juan Bautista, re-saltando su papel sin igual en la Historia: “Cie-rra la sucesión de los profetas y abre la misión de los Apóstoles. Pertenece a la vez a la antigua ley y a la nueva, se levanta entre una y otra como una columna majestuosa para marcar el límite que las separa. Profeta, apóstol, doctor, solitario, vir-gen, mártir, es más que todo eso, porque es todo eso al mismo tiempo. Reúne todos los títulos de la santidad; y recopila él solo todo lo que consti-tuye las diferentes clases de santos, forma en me-dio de ellos una clase particular”.4

El valor del Reino de los Cielos11 “En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bau-tista; aunque el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.

A primera vista este versículo parece incom-prensible, porque ¿cómo puede el más grande de los ya nacidos ser el más pequeño cuando se

le compara con los habitantes del Reino de los Cielos? Aquí el Señor se refiere a dos etapas y, por lo tanto, a dos diferentes nacimientos. San Juan Bautista recibió la vida de la gracia en el claustro materno de Santa Isabel, por los efec-tos de la voz de la Virgen María, y nació sin pe-cado original. Desde esta perspectiva es el más grande, dado que nadie más ha tenido el privile-gio de ser bautizado de esa sublime manera. No obstante, para entrar en el Cielo se hace necesa-rio nacer para la eternidad, y tan importante es el Reino eterno que el más alto de los hombres de este mundo se vuelve pequeño cerca de los justos que ya gozan de la visión beatífica. Es lo que defiende San Jerónimo: “todo santo que ya está con Dios es mayor que aquel que todavía se encuentra en la batalla. Pues una cosa es poseer la corona de la victoria y otra estar luchando to-davía en la línea de combate”.5

A pesar de la diferencia entre el estado de los bienaventurados en la gloria y de los hom-bres justos que aún integran las filas de la Igle-sia militante, todos los que se encuentran jun-to a Dios consiguieron sus coronas siguiendo el mismo camino recorrido por San Juan Bautista, que lo hizo grande en este mundo y mayor aún en el otro. Su gloria se debe a la fidelidad a to-da prueba a los designios divinos por la acepta-ción del sufrimiento, y esto le hizo merecedor del mayor elogio que el Señor haya hecho a al-guien en todo el Evangelio.

III – el camIno de la verdadera felIcIdad

La liturgia de este domingo nos invita a la alegría, mostrándonos el camino para alcanzar-la. El contraste ente los protagonistas de la es-cena de hoy es notorio: mientras que San Juan está en la cárcel y se somete a este padecimien-to con plena resignación, animado por la felici-dad de ser íntegro y cumplir su llamada, sus dis-cípulos se ven privados de esa felicidad por la envidia que los consume. Semejante amargura acompaña a Herodes Antipas, esclavizado por sus pasiones, así como también los fariseos que viven en busca de alabanzas e incienso, movidos por la sed de gloria terrena. Los mismos Após-toles tampoco son completamente felices en ese período de la vida pública del divino Maestro, porque esperaban un Mesías diferente del que tenían delante de ellos.

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      17

Una vez que somos tendiente al mal por la caída de nuestros primeros padres, el sufrimiento se convirtió en un elemento indispensable para nuestra santificación

La alegría, entonces, ¿dónde está? En la locura de la cruz. En Jesucristo no cabía es-tar triste ni abrazar un camino de depresión y, sin embargo, escogió el del Calvario para dar-nos ejemplo e indicarnos que la conquista de la felicidad comporta la adversidad y el dolor. Recordemos su enseñanza: “Si alguno quie-re venir en pos de mí, que se niegue a sí mis-mo, tome su cruz y me siga” (Mt 16, 24). La idea de que la felicidad excluye el sufrimien-to no tiene fundamento, pues una vez que so-mos tendiente al mal por la caída de nuestros primeros padres, el sufrimiento se convirtió en un elemento indispensable para nuestra santi-ficación.

En efecto, el problema del sufrimiento no es-tá tanto en lo que lo ocasiona, sino en el modo como es soportado. Existe en todas las situacio-nes de la vida y pide de nuestra parte el ánimo que esta liturgia presenta, de la cual María San-tísima es modelo. Aceptó todos los padecimien-tos que se abatieron sobre su divino Hijo y se dispuso a dar su contribución al sacrificio re-dentor, pues quería la salvación de todos.

Nuestra finalidad es pertenecer a Jesús

El ser humano, creado para pertenecer a Je-sucristo, nuestro Señor, se realiza en la medi-da en que asume con seriedad su condición de bautizado, miembro de la Santa Iglesia Católi-ca Apostólica Romana, dando pasos hacia ade-lante en la práctica de la virtud y en la búsque-da de la santidad. Cuanto más avanzamos en ese camino, más grande es la alegría que nos invade, así como el deseo de progresar toda-vía más.

Consideremos de frente nuestro destino eterno mientras esperamos la venida del Salva-dor. En la noche de Navidad Él nacerá de nue-vo, místicamente, y si aplicamos en nuestras vi-das la lección de esta liturgia nacerá también en nuestros corazones, donde encontrará una dig-na posada en la que hospedarse. ²

“San Juan Bautista” Iglesia de San Juan Bautista, Halifax (Canadá)

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1 Cf. VON CLAUSEWITZ, Karl. Grundgedanken über Krieg und Kriegführung. Leipzig: Insel, 1915, pp. 47-48.

2 Cf. SCHUSTER, Ignacio; HOL-ZAMMER, Juan B. Historia Bí-blica. Nuevo Testamento. Barce-lona: Litúrgica Española, 1935, t. II, pp. 157-158.

3 SAN JUAN CRISÓSTOMO. Ho-milía XXXVII, n.º 2. In: Obras. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (1-45). 2.ª ed. Ma-drid: BAC, 2007, v. I, p. 734.

4 LA LUZERNE, César-Guillau-me de. Explication des Évangi-les des Dimanches. 9.ª ed. Pa-

rís: Mequignon Junior, 1847, t. I, p. 42.

5 SAN JERÓNIMO. Comenta-rio a Mateo. L. II (11, 2-16, 12), c. 11, n.º 80. In: Obras Comple-tas. Comentario a Mateo y otros escritos. Madrid: BAC, 2002, v. II, p. 131.

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El milagro que más estremece al orden del universo

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18      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

¿Qué ocurre con la sustancia del pan y del vino tras la Consagración? ¿Dónde están después de dejarle sitio al Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo? ¿Vuelven a la nada?

as preguntas que desta-camos más arriba fueron planteadas en una oca-sión por el fundador de

los Heraldos del Evangelio, monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP, para incentivar que se escribiese un artícu-lo en esta revista sobre la transustan-ciación. Pero responderlas como él lo hizo en aquel momento, no es fácil...

Ante los misterios sobrenatura-les, nuestra fe encuentra, general-mente, puntos de apoyo dentro del orden natural. En el caso de la En-carnación, por ejemplo, la natura-leza humana de Jesús es una puerta que hace más accesible creer en su naturaleza divina. Por este motivo, al contemplar a Jesús resucitado, el apóstol Santo Tomás “vio al hombre y, creyendo en Dios, lo confesó di-ciendo: Señor mío y Dios mío”.1 Sin embargo, al tratarse de la Sagrada Eucaristía, nuestra fe no halla refe-rencia natural alguna ni palabras ca-paces de explicar convenientemente el milagro. En este Sacramento no sólo la divinidad de Cristo está es-

condida bajo el velo de su humani-dad, sino también ésta se oculta bajo el velo del pan y del vino. Por lo tan-to, al considerar cualquier aspecto de la Eucaristía debemos reconocer que estamos, en cierto sentido, ante el mayor misterio de la fe.

En vista de ello, ¿tratar de ins-truirse más sobre la transustancia-ción no sería pretender explicar lo inexplicable, explorar lo inexplora-ble y comprender lo incomprensi-ble? ¿No sería mejor adoptar una actitud de “fe ciega” como los Após-toles, que creyeron en la Eucaristía durante la Última Cena sin entrar en pormenores doctrinarios?

Ésta fue la opinión de varios he-rejes. Contra esa postura, aparen-temente razonable, Santo Tomás argumenta: “Aunque el poder divi-no obre en este Sacramento de una manera más sublime y oculta de la que el hombre pudiera descubrir, [...] hay que esforzarse de modo que cualquier imposibilidad que se pre-sente sea excluida”.2 Además, un estudio piadoso —como tratare-

mos de hacer aquí, con la ayuda de la gracia— puede ser de muchísimo provecho para nuestra vida espiri-tual, porque ilumina nuestro enten-dimiento, inflama nuestra caridad y nos arma contra los errores que nos pueden desviar la fe.

I – antecedentes fIlosófIcos

No se asuste, querido lector, si consideramos en primer lugar algu-nos principios extraídos de la filoso-fía. Este artículo no transmitirá una avalancha de conceptos y definicio-nes. Sólo veremos los antecedentes estrictamente necesarios a partir de ejemplos comunes.

La reflexión de los filósofos antiguos sobre los cambios en la naturaleza

Una de las primeras experiencias de nuestros sentidos es que en este mundo los seres están en constante cambio. El divino Maestro puso un ejemplo de esto afirmando con in-comparable belleza y simplicidad:

D. Rodrigo Alonso Solera Lacayo, EP

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      19

“Fijaos cómo crecen los lirios del campo” (Mt 6, 28).

Algunos de los antiguos filóso-fos, al analizar la naturaleza, con-cluyeron que todo está sometido a perpetuas alteraciones, nada per-manece igual. Así sintetizó Herácli-to este punto de vista: “Al encuentro del que entra en el mismo río vienen siempre aguas nuevas”.3 Otros, co-mo Parménides, sostuvieron la tesis opuesta: dejaron a un lado el testi-monio de los sentidos para afirmar que los cambios en este mundo son meras apariencias, todo permanece siempre igual.

Ahora bien, basta abrir los ojos para comprobar que ambas teorías constituyen, en realidad, explicacio-nes unilaterales de la naturaleza. La solución equilibrada llegó de Aris-tóteles, según el cual en toda trans-formación algo cambia y algo per-manece. Entonces, comprender qué cambia y qué permanece, desde el punto de vista filosófico, será indis-pensable para considerar la transus-tanciación.

Los dos tipos de conversiones en el universo material

Cuando analizamos los cambios en los seres de nuestro alrededor podemos constatar que no son todos iguales.

Por una parte, las cosas pueden cambiar sin dejar de ser lo que son; por ejemplo, una manzana verde ma-dura y sigue siendo la misma manza-

na. Este tipo de conversión es acci-dental porque la sustancia, aquello que la cosa es (una manzana) perma-nece igual; únicamente los accidentes o formas accidentales, es decir, sus ca-racterísticas no esenciales (tamaño, color, sabor, etc.), sufren alteraciones.

Por otro lado, hay cambios mu-chísimo más profundos y complejos, como el que se verifica en un árbol destruido en un incendio. Este se-gundo tipo de conversión es sustan-cial, porque el árbol dejó de existir. No obstante, aún en este caso algo permanece. De hecho, ¿no es ver-dad que mientras el árbol se consu-mía por el fuego aparecieron humo y ceniza? Por tanto, existe una conti-nuidad, un elemento común entre la sustancia del árbol, del humo y de la ceniza, y un elemento propio que las distingue entre sí.

El elemento común y primero del cual están constituidas todas las sus-tancias materiales —no sólo el ár-bol, la ceniza o el humo— se deno-mina en filosofía materia prima. Y lo que cada una tiene de esencial o

Al tratarse de la Sagrada Eucaristía, nuestra fe no halla referencia natural alguna ni palabras capaces de explicar convenientemente el milagro

Elevación de la Hostia durante una Misa solemne en la basílica de Nuestra Señora del Rosario, presidida por Mons. Sergio Aparecido Colombo y concelebrada por Mons. João S. Clá Dias, EP, y diversos sacerdotes

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propio, lo que especifica la materia prima, se llama forma sustancial. En las conversiones sustanciales perma-nece inalterada solamente la mate-ria prima como punto fijo sobre el cual cambian las formas sustanciales y las accidentales.

Veamos un ejemplo con la finali-dad de ilustrar estos conceptos.

El hombre posee como forma sus-tancial de su cuerpo un alma racional y espiritual, la cual lo diferencia de los animales no racionales. Además de esto, todo hombre tiene caracte-rísticas particulares que pueden va-riar de uno a otro: altura, edad, peso, etc., pues la materia prima y la forma sustancial siempre están unidas pa-ra constituir una sustancia, que a su vez está unida a formas accidenta-les. Entre los seres materiales, sólo el hombre posee una forma sustancial capaz de existir separada del cuer-po después de la muerte. El cuerpo, por el contrario, en ningún momen-to se queda sin una forma sustan-cial, ya que su materia prima recibe otra forma tan pronto ocurre la sepa-ración con el alma, pasando a ser un cadáver y después polvo, a la espera de la resurrección y del Juicio Final. El alma humana es, entonces, la ex-cepción que confirma la regla, aun-que con significativos matices... De

hecho, Santo Tomás observa que un alma separada no puede ser llamada persona, de tal modo constituye una unidad sustancial con el cuerpo.4

Los principios considerados en es-ta primera parte nos serán necesarios a continuación, pero podemos ade-lantar que en el singularísimo mila-gro de la transustanciación acontece algo completamente diferente...

II – la doctrIna de la transUstancIacIón

en santo tomás

Es comprensible que alguno de los anteriores antecedentes no ha-ya quedado completamente claro. Por consiguiente, querido lector, no se preocupe si tiene alguna duda. El tema es complejo, pero la proverbial claridad de Santo Tomás terminará esclareciéndolo todo, permitiéndo-nos adentrar en la maravillosa doc-trina de la transustanciación.

Dos herejías sobre la Sagrada Eucaristía

Según narra el apóstol virgen, San Juan Evangelista, cuando el Señor afirmó que su carne es verdadera co-mida y su sangre verdadera bebida, muchos de sus discípulos lo abando-naron, al considerar duras e inacep-

tables tales palabras (cf. Jn 6, 50-66). Y el Doctor Angélico equipara esa pésima reacción a la de los here-jes que se levantaron, desde enton-ces, contra la enseñanza de la Iglesia sobre la Eucaristía.5

Para ellos, el Señor estaría en es-te Sacramento sólo de modo simbó-lico y figurativo, en el sentido me-tafórico que usó San Pablo al decir que la piedra de la cual Moisés hizo brotar agua en el desierto era Cris-to (cf. 1 Co 10, 4). Al igual que esa roca fue un signo de las gracias que fluirían por la Redención, la Eucaris-tía sería una mera figura de la acción del Señor sobre las almas. La prue-ba de ello es el hecho de que nuestros sentidos no perciben, tras la Consa-gración, ni rastro de su presencia.

A esta alegación, Santo Tomás responde con claridad: “Que en este Sacramento está el verdadero cuerpo de Cristo y su sangre, no lo pueden verificar los sentidos, sino la sola fe, que se funda en la autoridad divina”.6 Y el Concilio de Trento lo definió de manera categórica: “Si alguno nega-re que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene verdade-ra, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesu-cristo y, por ende, Cristo entero; sino

Basta abrir los ojos para comprobar que ambas teorías constituyen, en realidad, explica-ciones unilaterales de la naturaleza

El Parque Algonquin, Canadá, en otoño

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que dijere que sólo está en Él co-mo en señal y figura o por su efica-cia, sea anatema”.7

Otros autores, que no osaron negar la presencia real, sostuvie-ron que la sustancia del pan y del vino permanecen después de la Consagración, junto con el cuer-po y sangre del Señor. Así como la naturaleza humana de Jesús, decían, fue asumida por la divina del Verbo, en la Encarnación, el Verbo se uniría hipostáticamente a la sustancia del pan y del vino en la Eucaristía.

Y el Doctor Angélico les res-ponde: “Dios ha unido su divini-dad, o sea, su poder divino, al pan y al vino, no para que permanez-can en este Sacramento, sino para hacer de ellos su cuerpo y su san-gre”.8 La Santa Iglesia confirmaría más tarde esta doctrina condenando la opinión contraria: “Si alguno dije-re que en el sacrosanto Sacramento de la Eucaristía permanece la sustan-cia de pan y de vino juntamente con el cuerpo y la sangre de nuestro Se-ñor Jesucristo, [...] sea anatema”.9

¿Es aniquilada la sustancia del pan y del vino?

Refutados esos errores, algunos autores defendieron la siguiente te-sis: después de la Consagración, la sustancia del pan y del vino se redu-cen a una materia preexistente, aun-que no especificaron cuál sería.

Esta tesis, analizada desde cual-quier ángulo, es absurda. Si aludían a la materia prima, es imposible que la sustancia del pan y del vino se re-duzca a ese estado. Conforme he-mos visto, la materia prima sólo puede existir unida a una forma sus-tancial y con accidentes. Y si se re-ferían a cualquier otra clase de ma-teria, ¿cómo es posible que nuestros sentidos no la perciban en el altar?

Otro error sería debatido aún: la sustancia del pan y del vino volve-ría a la nada. A esto responde Santo

Tomás con candor y sentido común, frutos de su piedad: “También pa-rece imposible que la substancia de pan se aniquile por completo, pues una gran parte de la naturaleza cor-pórea creada en un principio había vuelto a la nada a causa de la fre-cuente celebración de este misterio. Tampoco parece decoroso que sea aniquilado algo por virtud divina en el Sacramento de la Salvación”.10

Pero entonces, ¿qué ocurre con la sustancia del pan y del vino?

Retomemos las cuestiones plan-teadas al comienzo del artículo, esta

vez con más supuestos para res-ponderlas. Para ello, veamos có-mo la sustancia del cuerpo y de la sangre de Jesucristo se hace realmente presente en la Sagra-da Eucaristía.

A un paso de resolver el problema...

¿Cómo puede un objeto em-pezar a estar en un sitio donde antes no estaba?

Si en una bonita mañana mientras paseamos por un jar-dín nos encontramos con cenizas en el suelo, las cuales no estaban allí el día anterior, ¿cómo expli-camos su presencia en ese lugar? La experiencia nos demuestra que eso ha sido posible, bien por un cambio de emplazamiento, bien por la conversión de algo en

cenizas. En otras palabras, o alguien las ha llevado hasta allí o una parte del jardín ha sido consumida por el fuego, transformándose en cenizas.

Pues bien, sabemos que por las palabras de la Consagración el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo empiezan a estar don-de antes sólo había pan y vino. Pe-ro ¿esto se debe a un cambio de si-tio? El Doctor Angélico responde negativamente exponiendo tres ar-gumentos:

Primero, el Señor dejaría de estar en el Cielo cada vez que se celebra-se una Misa, porque empezar a es-tar en un sitio nuevo implica dejar el anterior. Segundo, sería imposible celebrar Misas en diversos lugares a la vez, porque un cambio de sitio no puede terminar simultáneamen-te en lugares diferentes. Finalmen-te, cualquier cambio de sitio lleva un tiempo para realizarse, y la Consa-gración del pan y del vino se verifica en el último instante en que son pro-nunciadas las fórmulas correspon-dientes; si la Consagración ocurrie-ra gradualmente, en alguna parte de la hostia estaría al mismo tiempo el

“Que en este Sacramento está el verdadero cuerpo de Cristo y su sangre, no lo pueden verificar los sentidos, sino la sola fe”

“Victoria de Santo Tomás de Aquino sobre los herejes” – Santuario de Santa Rosa de Lima, Perú

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Una mutación instantánea

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cuerpo de Cristo y la sustancia del pan, y en el vino estarían su sangre y la sustancia del vino. Ahora bien, es-to no es posible que acontezca, co-mo ha sido explicado antes.

Pero podía objetarse que tales ar-gumentos no son de aplicación al cuerpo glorioso del Señor. Sin em-bargo, en la realidad ni los ángeles, de naturaleza puramente espiritual, son capaces de estar en varios sitios a la vez.11 Además, aunque el cuerpo glorioso sea agilísimo, no se mueve de modo instantáneo, siempre nece-sita pasar por emplazamientos inter-mediarios para ir de un lugar a otro.12

Por consiguiente, dado que en la transustanciación no sucede cambio de sitio, podemos concluir con toda seguridad que la conversión es el úni-

co camino para explicar la presencia real en la Eucaristía: “Resta pues, de-cir que el verdadero cuerpo de Cristo comienza a estar en este Sacramento cuando la substancia del pan se con-vierte en la substancia del cuerpo de Cristo, y la substancia del vino en la substancia de su sangre”.13

El singularísimo milagro de la transustanciación

Como hemos visto en la primera parte, hay dos especies de conver-siones naturales. En las accidentales la sustancia permanece inalterada y sólo las formas accidentales sufren alguna modificación; por ejemplo, cuando el agua fría se vuelve calien-te por efecto del calor. Y en las sus-tanciales sólo permanece inaltera-

da la materia prima, la cual, unida a una forma sustancial, constituye otra sustancia; por ejemplo, cuando una fruta es comida por alguien de-ja de ser un alimento y pasa a formar parte del cuerpo del que se la comió.

Así pues, las modificaciones natu-rales, ya sean accidentales ya sustan-ciales, constituyen una conversión de forma, es decir, una transformación. Sin embargo, la conversión de la sus-tancia del pan en cuerpo del Señor y de la sustancia vino en su sangre se realiza de un modo totalmente diver-so. En efecto, por las palabras de la Consagración toda una sustan-cia —con su materia prima y forma sustancial— se convierte en toda otra sustancia, permaneciendo únicamen-te los accidentes de la primera. Por

el DoCtor angéliCo enseña

na mutación puede ser instantánea por tres ra-zones. Primera, por parte de la forma que es

punto de llegada en esta mutación. Porque si se tra-ta de una forma que admite un más y un menos, co-mo es la salud, el sujeto la adquiere de modo sucesi-vo. Pero como la forma sustancial “no admite un más y un menos”, su introducción en la materia es instan-tánea.

Segunda, por parte del sujeto, que a veces se va preparando gradualmente para recibir la forma, co-mo es el caso del agua que se va calentando poco a poco. Pero cuando el sujeto está en la última dispo-sición para recibir la forma, súbitamente la recibe. Así, un cuerpo diáfano se ilumina instantáneamente.

Tercera, por parte del agente de poder infinito, que puede disponer la materia para recibir la forma instantáneamente, como lo que se lee en el Evange-lio, cuando Cristo dijo: “Efetá, que significa abrir, y al instante se abrieron los oídos del hombre, y se le soltó la traba de la lengua”.

Y por estas tres razones esta conversión es instan-tánea. Primero, porque la sustancia del cuerpo de Cristo, punto de llegada de esta conversión, no ad-

mite un más y un menos. Segundo, porque en esta conversión no hay un sujeto que se vaya preparando sucesivamente. Tercero, porque se realiza por el po-der infinito de Dios.

(SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q. 75, a. 7)

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“Santo Tomás de Aquino entre San Juan Evangelista y San Lorenzo Mártir” - Museo de San Marcos, Florencia

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eso, “esta conversión no es formal, sino sustancial, y no está conteni-da entre las conversiones que siguen el curso de la naturaleza, por lo que puede decirse que su nombre propio es el de transustanciación”.14

A diferencia de las transforma-ciones sustanciales, en la transus-tanciación no procede un nuevo ser, sino una persona preexistente: Je-sucristo, verdadero Dios y verdade-ro hombre, nacido de María Virgen. Entonces, transformar un pedrusco en un águila no es nada en compa-ración al milagro obrado en la Con-sagración. Aunque sólo Dios es el único capaz de transformar en águi-la un pedrusco, esta conversión se-guiría el curso de las transformacio-nes naturales, en la que una materia prima recibe otra forma sustancial y nuevos accidentes. Sólo si el pedrus-co fuese convertido en una catedral preexistente, por ejemplo, de mane-ra a estar contenida entera bajo las apariencias del minúsculo guijarro, tendríamos una imagen más apro-ximada de la conversión eucarística.

El Doctor Angélico demuestra con un bellísimo argumento el ca-rácter singular y admirable de la transustanciación: “Esta conversión, sin embargo, no es como las conver-

Por las palabras de la Consagración el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo empiezan a estar donde antes sólo había pan y vino

Copones y vinajeras con el pan y el vino antes de la transustanciación

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siones naturales, sino que es total-mente sobrenatural y realizada por el solo poder de Dios. Por lo que di-ce San Ambrosio: ‘Es claro que la Virgen engendró al margen del or-den natural. Y lo que consagramos es el cuerpo nacido de la Virgen. Por consiguiente, ¿a qué buscas orden natural en el cuerpo de Cristo, cuan-do el mismo Señor Jesús ha nacido de la Virgen al margen del orden na-tural?’. Y San Juan Crisóstomo co-mentando aquello de ‘las palabras que os he dicho’, o sea, a propósi-to de este Sacramento, ‘son espíri-tu y vida’, dice: ‘Son palabras espi-rituales que nada tienen de carnal, ni siguen un proceso natural, ya que están libres de toda necesidad terre-na y de las leyes que rigen aquí aba-jo’ ”.15

De manera que la sustancia del pan y del vino no permanece en la Eucaristía, ni se reduce a otro ti-po de materia ni tampoco regre-sa a la nada. Conforme lo definido en el Concilio de Trento: “que por la Consagración del pan y del vi-no se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo, Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. La cual con-

versión, propia y convenientemente, fue llamada transustanciación por la Santa Iglesia Católica”.16

Un pormenor de particular importancia

En la mayoría de las ocasiones a la largo de este artículo sólo he-mos mencionado que el cuerpo del Señor está en ese Sacramento bajo las especies de pan y su sangre bajo las especies de vino. Pero ¿Él no es-tá presente en Cuerpo, Sangre, Al-ma y Divinidad tanto en unas como en las otras?

De hecho, Cristo está por entero en ese Sacramento. No obstante, ca-da una de sus partes se encuentra de dos modos diversos: por la virtud del Sacramento o por concomitancia natural. Explica Santo Tomás: “En virtud del Sacramento, está bajo las especies de este Sacramento aque-llo en lo que se convierte la preexis-tente sustancia del pan y del vino, tal y como queda significado en las pa-labras de la forma, que aquí, como en los otros sacramentos, son efica-ces, como cuando se dice: ‘Esto es mi cuerpo’, ‘Esta es mi sangre’. Por natural concomitancia, sin embar-go, está en este sacramento aquello que realmente está unido a lo que es

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24      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

punto de llegada en la conver-sión”.17

Por consiguiente, bajo las dos especies se encuentra el Cuer-po, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo. Pero en virtud del Sacramento están respectiva-mente el cuerpo y la sangre ba-jo las especies del pan y del vino; el resto está en las dos especies por concomitancia natural.

III – nUestra pIedad ante este sIngUlar y admIrable mIlagro

De ahora en adelante, cuan-do esté cercano el momento de la Consagración en una Misa, recuerde, querido lector, esta sublime verdad: presenciará el milagro que más ha hecho es-tremecer al orden del universo. “El cambio del pan en cuerpo de Jesús y del vino en su san-gre sacude a toda la naturaleza. El mar Rojo suspendió su oleaje a la voz de Moisés; a la voz del sacerdo-te la naturaleza suspende sus leyes, los milagros se encadenan unos a los otros, el mundo como que se estre-mece por el increíble prodigio de la Consagración y, para mantener el orden en medio de esta conmoción gigantesca, es necesario un poder, en cierto sentido, mayor que el po-der de crear”.18

Singular y admirable milagro por el cual el Señor, por así decirlo, nace sacramental-mente sobre el altar

Niño Jesús del seminario de los Heraldos del Evangelio, Caieiras (Brasil)

En la transustanciación, de hecho, hay aspectos más ex-traordinarios que en la Crea-ción, pues en ésta sólo es com-plejo explicar cómo se puede sacar algo de la nada. Y por una aparente paradoja, mien-tras el poder de crear seres de la nada es exclusivo de Dios, nuestro Redentor concede a sus ministros, mediante la or-denación sacerdotal, la potes-tad de consagrar el Santísimo Sacramento.19

Cualquiera de nosotros da-ría la vida por contemplar la Anunciación del arcángel San Gabriel a la Virgen María y la Encarnación del Verbo. Sin lu-gar a dudas, igualmente daría-mos la vida por ver al Niño Je-sús en los brazos virginales de su Madre, en la gruta de Be-lén. Sin embargo, no debe-ría ser menor nuestro deseo

de asistir, durante la Misa, al singu-lar y admirable milagro por el cual el Señor, por así decirlo, nace sacra-mentalmente sobre el altar, derra-mando sobre nuestras almas las más copiosas gracias y bendiciones divi-nas: “Sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en Él y así os alegráis con un gozo in-efable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas” (1 P 1, 8-9). ²

1 SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Suma Teológica. II-II, q. 1, a. 4, ad 1.

2 SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Suma Contra los Genti-les. L. IV, c. 63, 1.

3 REALE, Giovanni. Histó-ria da filosofia antiga. 2.ª ed. São Paulo: Loyola, 1993, v. I, p. 64.

4 Así lo afirma Santo Tomás: “Anima separata non potest dici persona” — El alma se-parada no puede llamarse

persona” (In III Sententia-rum, d. 5, q. 3, a. 2).

5 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Contra los Gentiles. L. IV, c. 62.

6 SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Suma Teológica. III, q. 75, a. 1.

7 Dz 1651.8 SANTO TOMÁS DE AQUI-

NO. Suma Teológica. III, q. 75, a. 2, ad 1.

9 Dz 1652.

10 SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Suma Contra los Genti-les. L. IV, c. 63.

11 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. I, q. 52, a. 2.

12 Cf. Ídem. Supl. q. 84, a. 3.13 SANTO TOMÁS DE AQUI-

NO. Suma Contra los Genti-les. L. IV, c. 63.

14 SANTO TOMÁS DE AQUI-NO. Suma Teológica. III, q. 75, a. 4.

15 Ídem, ibídem.16 Dz 1642.17 SANTO TOMÁS DE AQUI-

NO. Suma Teológica. III, q. 76, a. 1.

18 HUGON, Édouard. La Sain-te Eucharistie. 4.ª ed. París: Pierre Téqui, Libraire-Édi-teur, 1922, p. 10.

19 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q. 75, a. 8, ad 3; I, q. 45, a. 5; III, q. 82, a. 1.

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Hermano de nuestra carne y de nuestra sangre

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a Encarnación no tenía única-mente por objeto reparar el ul-

traje hecho a Dios por nuestros pe-cados, sanar a la humanidad de sus heridas y arrancarla de la domina-ción del tirano de cuerpos y almas. Tenía como finalidad nada más y na-da menos que devolvernos la filia-ción de adopción [divina] perdida por la rebelión original, a deificar al hombre, a hacer de él el heredero del Padre y el coheredero de Jesucristo.

El Hijo de Dios vino y se convirtió en hijo del hombre

No hay nada que nuestros santos doctores no hayan enseñado más a menudo y más magníficamente. “Si el Verbo se ha hecho carne, si el Hi-jo eterno de Dios vivo se ha conver-tido en hijo del hombre, es con el fin de que el hombre, al entrar en socie-dad con el Verbo y recibir la adop-ción, llegue a ser hijo de Dios”. Y también: “El Hijo de Dios, su Uni-génito según la naturaleza, por una

maravillosa condescendencia, se ha convertido en hijo del hombre, para que nosotros, hijos del hombre por nuestra naturaleza, lleguemos a ser hijos de Dios por su gracia”. Y esta doctrina es Dios mismo que a través de sus Apóstoles la ha transmitido a los Padres: “cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, [...] para que recibiéramos la adop-ción filial” (Ga 4, 4-5). [...]

Dios quería elevarnos hasta Él

Sí, tal es el fin próximo, inmedia-to, de la unión del Hijo eterno con nuestra naturaleza: hacer del hom-bre un hijo adoptivo de Dios, el her-mano del Primogénito. [...]

En efecto, si Dios quería elevar-nos hasta Él, ¿hacía falta que bajara primero hasta nosotros? ¿Qué me-dio más natural y más divino de ha-cernos entrar en su familia que unir-se Él mismo a la nuestra? ¿Cómo, finalmente, llamarnos más eficaz-

mente a compartir, por adopción, el honor de la filiación divina que dán-donos a su Hijo, eterno objeto de la complacencia paterna, como her-mano mayor, un hermano de nues-tra carne y de nuestra sangre?

TERRIEN, SJ, Jean-Baptiste. La Mère

de Dieu et la Mère des hommes. 8.ª ed. París: P. Lethielleux, 1902, v. I, pp. 80-81.

“La Virgen Blanca” Catedral de Toledo (España)

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al 12 de Enero, de 17 a 21 h.

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Misión Mariana a 4.000 metros de altura

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26      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

l padre William López, joven sacerdote de Cas-trovirreyna, ciudad situada a 3.950 metros de altitud, pidió insistentemente a los

Heraldos del Evangelio que realizasen una Misión Mariana en esa necesita-da región minera de Perú, llamada Sierra de Huancavelica. Aprove-chando una semana de vacacio-nes escolares, un grupo de aspi-rantes heraldos, liderados por dos misioneros, se dirigieron hacia allí desde la capital pe-ruana, que se encuentra a más de 400 km de distancia.

El 14 de octubre la imagen peregrina de la Virgen era reci-bida festivamente en el poblado (foto 1). A continuación se hicie-ron centenas de visitas a los hoga-res del vasto territorio parroquial (fo-to 2). En uno de ellos, una anciana, que no podía desplazarse a la iglesia por su avan-zada edad, comentó emocionada: “Nunca imaginaría una visita como ésta, no pensé que la Virgen pudiera

venir a mi casa. Hoy es Ella la que viene hasta mí, por-que yo no podía acercarme hasta Ella”.

Los misioneros recorrieron también co-mercios (foto 3), dependencias guberna-

mentales e incluso el centro minero de San Genaro, situado a 4.850 metros

de altitud. Entre las visitas a insti-tuciones de enseñanza, cabe des-tacar el entusiasmo que demos-traron los alumnos del Colegio San Roque, que recibieron a la imagen con trajes y músicas tra-dicionales (foto 4), así como el fervor de los escolares de la co-munidad Chiris, que se acer-

caron a la imagen de la Santísi-ma Virgen para venerarla (foto 5)

y echarle flores y confetis a su pa-so (foto 6). En el centro educativo de

Mollepampa, el P. Willian López reunió a todos los estudiantes para rezar en con-

junto (foto 7). Durante esa semana de misión se distribuyeron en las escuelas cerca de 600 libros so-

bre la Santa Misa explicada para los niños (foto 8).

Cuidado pastoral de la Iglesia de la Encarnación

ra el 31 de marzo de 2008, fiesta de la Anunciación ese año, cuando el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo

de Lima y Primado de Perú, confió a los Heraldos del Evangelio el cuidado pastoral de la iglesia de la Encarnación. Desde enton-ces, tres sacerdotes de los Heraldos del Evangelio administran allí los sacramentos y promueven concurridas actividades pastorales.

Así, por ejemplo, el pasado 31 de octubre el templo se llenó en las tres Misas celebradas en honor de Nuestra Señora de Fáti-ma (fotos 1 y 2). Y el 6 de ese mismo mes, en Lima, centenares de personas participaron en la procesión de la Virgen del Rosario de Jauja, venerada en la mencionada iglesia (foto 3).

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Misas y conciertos – Navidad 2013

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28      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

Camarenilla (Toledo) – Los Heraldos del Evangelio organizaron en su casa de la provincia de Toledo un encuentro con cooperadores de diversas provincias, que incluyó, además de la celebración

de la Eucaristía, charlas de formación y actualización.

l coro y Grupo Instrumental de los Heraldos del Evange-lio le invita a participar en las Misas y conciertos de Na-

vidad que tendrán lugar en diciembre y enero. Para más infor-mación, Tel.: 915 637 632.

Domingo 8 de diciembre, 11h – Misa de la Inmaculada en el convento de la Purísima Concepción, Torrijos (Toledo)

Domingo 8 de diciembre, 19h – Inauguración del Belén de la casa de los Heraldos del Evangelio, c/ Cinca, 17 – Madrid

Martes 17 de diciembre, 19h – Misa y concierto en la parroquia de Nuestra Señora del Puig, Pl. Vicente Iborra, 1 – Valencia

Miércoles 18 de diciembre, 19:30h – A las 19:30hs Misa y concierto en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen – El Plantío (Madrid)

Viernes 20 de diciembre, 19:30h – Misa y concierto en la parroquia El Pilar, Valdemoro (Madrid)

Sábado 21 de diciembre, 19h – Misa y concierto en la parroquia de San Fernando, Av. de Alberto Alcocer, 9 – Madrid

Domingo 22 de diciembre, 12:45h – Ofrenda floral a Nuestra Señora del Pilar seguida de Misa, con interpretación de villancicos. Basílica de Nuestra Señora del Pilar – Zaragoza

Lunes 23 de diciembre, 18h – Concierto en el Hospital Infantil del Niño Jesús, Avda. Menéndez Pelayo, 65 – Madrid

Jueves 26 de diciembre, 19h – Misa y concierto en la Real parroquia de San Ginés, c/ Arenal, 3 – Madrid

Viernes 27 de diciembre, 20:15h – Misa y concierto en la parroquia Santa Soledad Torres Acosta – Las Tablas (Madrid)

Sábado 28 de diciembre, 18h – Misa y concierto en la parroquia de Santa María de Nazaret, c/ Embalse de Navacerrada, 9 – Madrid

Domingo 29 de diciembre, 11 y 12:30h – Misas seguidas de un breve concierto de villancicos en la parroquia Beato Manuel González – San Sebastián de los Reyes (Madrid)

Domingo 29 de diciembre, 19:30h – Misa y concierto en la parroquia de San Simón de Rojas – Móstoles (Madrid)

Martes 31 de diciembre, 19:30h – Misa de fin de año en la parroquia de San Esteban Protomártir – Bargas (Toledo)

Miércoles 1 de enero, 12h – Misa de la Paz en la parroquia de San Julián, Avda. de Europa, 10 – Toledo

Sábado 4 de enero, 11:30h – Como todos los primeros sábados de mes, rezo del Santo Rosario, meditación y Misa en la Real Basílica de San Isidro Labrador, c/ Toledo, 37 – Madrid.

Sábado 4 de enero, 19h – Misa y concierto en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción – Alpedrete (Madrid)

Domingo 5 de enero, 11:30h – Misa y concierto en la parroquia de la Asunción – Arroyomolinos (Madrid)

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      29

Alpedrete (Madrid) – Con gran entusiasmo fue acogida del 20 al 27 de octubre la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María en esta localidad de la sierra de Madrid. Especialmente emotiva fue la consagración

a la Virgen realizada en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora, con la que se concluyó la misión.

Córdoba – Del 6 al 13 de octubre los Heraldos del Evangelio realizaron una Misión Mariana en los pueblos de Fuente Tójar, Zamoranos, El Cañuelo y Castil de Campos. La misión fue realizada a petición del

P. Jesús Ángel Doblas Pérez, que quiso consagrar todas las familias al Inmaculado Corazón de María.

Madrid – Los Heraldos del Evangelio participaron de la Misa y posterior procesión en honor a la Virgen de la Almudena, que recorrió las calles del centro de la capital española en dirección a la catedral.

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Apostolado del Oratorio en las islas Mauricio y Reunión

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30      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

Estados Unidos – El 7 de octubre, los cooperadores de los Heraldos promovieron la devoción de los Primeros Sábados en la parroquia San Juan Bosco, Miami (foto de la derecha). Y en ese mismo día visitaron la Escuela

Católica de San Ricardo, donde los niños ofrecieron flores a la imagen peregrina de la Virgen María (a la izquierda).

ituadas al este de Madagascar, las islas Mauri-cio y Reunión son pequeños puntos en el océa-

no Índico comparados con el continente africano. Sin embargo, más de 600 familias participan allí en el Apostolado del Oratorio. Para mejorar su formación religiosa y fortalecerlos en la fe, un misionero heraldo se dirigió hacia aquellos lugares el pasado mes de sep-tiembre. Durante su visita nuevos grupos fueron esta-blecidos en las dos islas: hasta 13 oratorios peregrinan actualmente en Mauricio y 12 más en Reunión.

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Guatemala – Jóvenes de la rama femenina de los Heraldos del Evangelio llevaron el pasado 23 de septiembre la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María a la “Ciudad de las Niñas”. Las internas esperaban su llegada

en perfecto orden y la acompañaron en procesión hasta el gimnasio, donde se rezó el santo Rosario.

India – La archidiócesis de Bangalore celebró el Jubileo de Diamante con una semana de fiestas en la catedral de San Francisco Javier. El 22 de septiembre los Heraldos fueron invitados a participar con la imagen peregrina en el Rosario procesional (a la izquierda) y en la Misa presidida por el arzobispo, Mons. Bernard Moras (a la derecha).

Mozambique – El 5 de octubre, Mons. Juan Carlos Hatoa Nunes, obispo auxiliar de Maputo, que acompaña de cerca el apostolado que realizan los Heraldos del Evangelio en esa archidiócesis, visitó la casa de formación

de la asociación en Matola, donde fue recibido por los jóvenes con un concierto musical.

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Portugal – El 13 de octubre, los Heraldos del Evangelio participaron en el Santuario de Sameiro de la Jornada Mariana convocada por la Diócesis de Braga. Antes de la Santa Misa, los participantes del

Apostolado del Oratorio renovaron solemnemente su consagración a Jesucristo por las manos de María.

32      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

Colombia – El domingo 13 de octubre, en la catedral de Bogotá, se conmemoró el 96.º aniversario de las apariciones de Fátima con el rezo del santo Rosario, seguido de una solemne Celebración Eucarística, presidida por D. Carlos Tejedor, EP. Al final, los fieles se acercaron a venerar a la imagen del Inmaculado Corazón de María.

Italia – Con motivo de la Jornada Mariana, los Heraldos portaron en la Plaza de San Pedro a la imagen de Fátima que fue llevada especialmente de la Capilla de las Apariciones al evento (a la izquierda). Ese mismo día un matrimonio de cooperadores narró

sus experiencias misioneras en el programa “A Sua Immagine” de la RAI, principal televisión italiana (a la derecha).

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Casal Velino acoge a la Virgen

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      33

urante tres días la imagen del Inmaculado Cora-zón de María peregrinó en la pequeña comuni-

dad parroquial de Casal Velino, provincia de Salerno, a petición del grupo de oración “Los fieles de San Ma-teo”. Tras una calurosa acogida, la imagen fue llevada en procesión (foto 1) a la iglesia de San Mateo, don-de el párroco, el P. Pietro Sacco, celebró la Santa Mi-sa y los fieles pudieron venerarla (foto 2). Los días su-

cesivos fueron reservados para visitar a los enfermos y ancianos en sus hogares (foto 3), para la catequesis con los niños (foto 4), rezo del Rosario y Misas, como la celebrada en la capilla de San Mateo “ad duo flu-mina”, que según la tradición custodió el cuerpo del evangelista Mateo. Después de la procesión y saludo final (foto 5) la imagen de la Virgen salió dejando a to-dos con nostalgias de esa bendecida visita.

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Inocencia abrazada a la cruz

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34      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

venerable antonieta meo

De tal manera entendió y amó el valor expiatorio del sufrimiento, a tan tierna edad, que aún no había cumplido los siete años cuando conquistó la Patria celestial.

ay ciertas almas que si Dios, en su miseri-cordia, no las llama-se a sí, cuando aún

están en tierna edad, se extraviarían como ovejas descarriadas, exponién-dose a ser devoradas por los lobos fe-roces de la perdición y del mal. Cabe preguntarse, por ejemplo, qué habría ocurrido con los Santos Inocentes si Dios no se los hubiera llevado cuan-do todavía no tenían la posibilidad de manchar su alma con el pecado. ¿Quién puede garantizar que muchos de ellos, haciéndose adultos, no esta-rían gritando en el pretorio de Pilato: “¡Crucifícalo!”? Sin embargo, todos forman parte del coro de los mártires y cantan eternamente en los Cielos la gloria de Dios, junto con San Igna-cio de Antioquía, San Esteban, San-ta Inés y todas las almas bienaventu-radas.

Pero dejemos atrás las maravi-llas de la Iglesia naciente y dirija-mos nuestra mirada hacia una niña del siglo pasado a la que Dios le dio una vocación muy diferente a la de

la mayoría de los niños: comprender y amar, siendo aún muy pequeña, el valor expiatorio del sufrimiento.

Terrible diagnóstico

Nennolina —como la llamaba ca-riñosamente su familia— nació en Roma, el 15 de diciembre de 1930. Cuarta hija de Miguel y María, fue bautizada el 28 del mismo mes, fies-ta de los Santos Inocentes, en su pa-rroquia, la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, donde se conservan al-gunas de las principales reliquias de la Pasión. Imposible no ver algo de simbólico en estos detalles, para un alma destinada a brillar por la ino-cencia abrazada a la cruz...

La infancia de Antonieta transcu-rría como la de cualquier otra niña. Su hermana mayor, Margarita, re-cuerda que era “alegre, muy vivaz y traviesa, al igual que los niños a esa edad”.1 En octubre de 1933, sus pa-dres la matriculan en el Colegio de las Hermanas Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, al lado de su casa. Le gustaba estar entre las religiosas,

hasta el punto de decir: “En la escue-la me divierto mucho, iría incluso por las noches”.2 No obstante, el motivo más profundo de esa alegría lo ex-presaría en uno de sus mensajes a Je-sús: “Voy con entusiasmo, porque se aprenden tantas cosas bellas sobre ti y sobre tus santos”.3

La vida en la casa de la familia Meo se desarrollaba tranquilamen-te hasta que, cumplidos los cuatro años, sus padres se dieron cuenta de que Nennolina tenía la rodilla iz-quierda hinchada. Al principio pen-saron que podía ser debido a algu-na caída jugando, pero al ver que no mejoraba, la sometieron a exámenes médicos, cuyo resultado fue un te-rrible diagnóstico: osteosarcoma.

“Hoy voy a hacer una labor misionera en África”

Después de numerosos trata-mientos inútiles y penosos, en fe-brero de 1936 la pequeña rechazaba las dolorosas inyecciones de calcio prescritas por los especialistas. Para convencerla de la necesidad de to-

Hna. Mary Teresa MacIsaac, EP

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marlas, su madre le recordó lo mu-cho que Jesús había sufrido más que ella cuando lo flagelaron y lo coro-naron de espinas e instó a la niña a ofrecerle sus dolores. A partir de en-tonces aceptó el tratamiento sin llo-rar. Más aún: para dominarse, se es-forzaba en cantar y reír cuando el procedimiento era más penoso.

Dos meses más tarde no hubo más remedio que amputarle la pierna iz-quierda. La frágil niña soportó con valentía los dolores de la operación y se esforzaba por consolar a sus pa-dres, muy chocados y abatidos por lo ocurrido. Con plena conciencia, a pe-sar de su edad tan joven, le ofrecía a Dios sus sufrimientos por la Iglesia, por el Papa, por la paz en el mun-do, por la salvación de los pecadores, por los misioneros y por los niños de África. En los momentos de las curas especialmente dolorosas, repetía al-gunas veces: “Hoy voy a hacer una la-bor misionera en África”.4

En septiembre de 1936 Antonie-ta pudo retomar su vida de estudian-te. Sentía mucha dificultad para an-dar al tener que usar un aparato ortopédico. Al principio no conse-guía jugar con sus compañeras. Sin embargo, ofrecía a Jesús todos esos sacrificios: “Cada paso que doy que sea una palabrita de amor”.5

Anhelo de la Primera Comunión

En vista de la gravedad de la en-fermedad, los padres de Nennolina decidieron anticipar su Primera Co-munión. Y para que estuviera bien preparada, su madre le enseñaba to-das las tardes una parte del catecis-mo. Durante una de esas sesiones empezó su conocida costumbre de escribirle cartas al Señor.

Todo comenzó cuando por suge-rencia de su madre le escribió a la su-periora del convento donde estudiaba para pedirle poder hacer la Primera Comunión la Navidad de ese mismo año. A partir de esta primera, las car-tas no pararon. Antonieta se las en-

viaba a Dios Padre, a Jesús, al Espíri-tu Santo, a la Virgen, e incluso a Santa Inés y a Santa Teresa del Niño Jesús.

Como todavía no sabía escribir se las dictaba a su madre. Pero tan pronto como aprendió a poner su nombre, empezó a firmarlas con una inocencia enternecedora: Antonieta y Jesús. La dejaba junto a una ima-gen del Niño Jesús que estaba a los pies de su cama, porque así “Él las leería por la noche”.6

La primera carta al Señor es del 15 de septiembre de aquel año: “Je-sús ven pronto a mi corazón que yo te abrazaré muy, muy fuerte y te be-saré. ¡Oh Jesús!, quiero que te que-des siempre en mi corazón”.7 Los mensajes anteriores a su Primera Comunión siempre expresaban su ardiente deseo de recibirlo: “Que-ridísimo Jesús Eucaristía, saludos y caricias, querido Jesús, y besos. No veo el momento de recibirte en mi corazón, para amarte más”.8 Y en

otra ocasión escribió: “Querido Je-sús dile a Dios Padre que estoy con-tenta de que me haya inspirado ha-cer la Primera Comunión el día de Navidad, porque es el día en que na-ció Jesús en la tierra para salvarnos y para morir en la cruz”. 9

Sorprendente profundidad mística y teológica

Al analizar el contenido de sus cartas encontramos términos y ex-presiones de una profundidad místi-ca y teológica sorprendente. “Están hechas con pensamientos sueltos y muchas veces con errores gramatica-les como el de los niños. No obstan-te, detrás de esas palabras tan senci-llas, que revelan un diálogo de amor con las Personas divinas, detrás de una gramática incorrecta y de un dic-tado sin ornamentos y elemental, se entrevé, como filigrana, la intensidad de un amor que es conocimiento ex-perimental”.10 Por ejemplo: “Queri-do Dios Padre, qué bonito nombre: Padre; quiero decirlo con todo respe-to, veo que cuando lo digo, no lo digo con todo el respeto con que debería decirlo”;11 o también: “Querido Es-

La basílica de la Santa Cruz de Jerusalén fue la parroquia de la familia Meo; en ella fue bautizada Nennolina y allí se veneran sus restos mortales

En destaque, los padres de la Venerable Antonieta: Miguel y María

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píritu Santo, tú, que eres el amor del Padre y del Hijo, ilumina mi corazón y mi alma y bendíceme, querido Es-píritu Santo; te quiero mucho, que-rido Espíritu Santo; cuando reciba la Confirmación, dame tus siete dones. [...] Tú eres el amor que une al Padre con el Hijo, úneme a la Santísima Tri-nidad”.12

A semejanza de Santa Teresa del Niño Jesús, Antonieta deseaba su-frir por la conversión de los pecado-res. Así, escribió en una ocasión al Señor: “Dame almas, te lo pido, pa-ra que las hagas buenas, y con mis mortificaciones yo haré que se vuel-van buenas”.13 Su corazón también ardía de deseos de reparar los peca-dos cometidos contra el divino Re-dentor: “Querido Dios Padre, sé que tu Hijo sufrió mucho, pero dile que, para reparar nuestros pecados, haré muchos sacrificios”.14 Pocos meses después insistía: “Querido Je-sús, ofrezco todos mis sacrificios en reparación de los pecados que los pecadores cometieron”.15

Demostrando su profundo disgus-to ante los que no aman a Dios y el deseo de hacerlos cambiar de acti-tud, escribió: “Querido Dios Padre, mi madre me ha dicho que mañana se reunirán muchas personas que quie-ren llamarse sin Dios; ¡qué nombre feo! Dios es Dios también de los que no lo quieren; haz que esas personas se conviertan y dales tu gracia”.16

Afecto y rectitud de alma

Sus mensajes a Dios, nuestro Se-ñor, son auténticas cascadas de afec-to filial. Los concluía con caudales de besos y abrazos, como éste, que fue el último, dictado a su madre cuando se sentía muy mal: “Quiero repetirte que te amo mucho, mucho. [...] Tu niña te manda muchos be-sos”.17 O en este otro en el que ma-nifestaba su deseo de consolar al Se-ñor crucificado, en Semana Santa: “Sé que sufriste mucho en la cruz y en esta Semana de Pasión quiero su-

frir contigo, quiero sufrir por las áni-mas que lo necesitan, para que se conviertan. Querido Jesús te quiero mucho, muchísimo; oh Jesús, quiero ser tu lámpara y tu lirio, el lirio que representa la pureza del alma y la lámpara que representa la llama de amor que nunca te deja solo”.18

Se entristecía profundamen-te cuando cometía alguna falta y se apresuraba en reconocerla: “Te quie-ro mucho, pero hoy he dicho una mentira, y quería que me perdonaras, y te lo pido de todo corazón, porque siento un gran dolor”.19 Su rectitud de alma le daba la compunción inclu-so por pequeños antojos infantiles: “Querido Niño Jesús, me arrepiento de todo corazón del capricho que he tenido y te pido perdón de todo cora-zón, y mañana haré muchos peque-ños sacrificios para repararlo”.20

A esa alma tan inocente, a ese corazón tan puro, bien pueden ser aplicadas las palabras de monseñor João S. Clá Dias: “El niño no conoce la mentira, la falsedad ni la hipocre-sía. Su alma se refleja enteramente

en su rostro; su palabra traduce con fidelidad su pensamiento, con una franqueza emocionante. Él no tiene las inseguridades de la vanidad o del respeto humano. En una palabra, él y la simplicidad constituyen una sóli-da unión”.21

La alegría de los sacramentos y la bendición papal

Finalmente llegó la tan anhelada Navidad de 1936, día de su Primera Comunión, que recibió con bastan-te fervor. La ceremonia se realizó por la noche y, a pesar de los dolores que le causaba el aparato ortopédi-co, Nennolina permaneció arrodi-llada más de una hora después de la Misa, rezando con las manos juntas. Y en mayo de 1937 recibió la Con-firmación.

La amputación de su pierna no fue suficiente para detener el avan-ce del cáncer. A los dolores de la enfermedad se sumaban los duros tratamientos a los que tenía que so-meterse. Se acercaban a pasos agi-gantados sus últimos días. La tos y la asfixia raramente la dejaban. Como no tenía fuerzas para estar sentada se vio obligada a quedarse en cama. Sin embargo, cuando alguien le pre-guntaba cómo se encontraba, res-pondía sonriendo:

— Estoy bien.A pesar de estos suplicios, nun-

ca dejó de rezar las oraciones habi-tuales de la mañana y de la noche. Su madre, que le pidió a un sacerdo-te que le trajera todos los días la Sa-grada Eucaristía, relata: “Las horas posteriores a la Comunión siempre eran más tranquilas”.22

Cuando se sentía un poco mejor, dictaba más cartas a Jesús. La últi-ma, del 2 de junio de 1937, que acabó yendo a parar en las manos del Papa Pío XI, se la dictó a su madre con difi-cultad: “Querido Jesús crucificado, te quiero mucho y te amo mucho, quie-ro estar en el Calvario contigo y sufro con alegría porque sé que estoy en el

“Queridísimo Jesús Eucaristía, no veo el momento de recibirte en mi

corazón, para amarte más”

Fotografía sacada como recuerdo de su Primera Comunión

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Calvario. Querido Jesús, te agradezco que me hayas mandado esta enferme-dad, que es un medio para que llegue al Paraíso. Querido Jesús, dile a Dios Padre que le amo mucho también a Él. Querido Jesús, dame fuerzas pa-ra soportar los dolores que te ofrezco por los pecadores...”.23

Su madre cuenta que en ese mo-mento Antonieta fue asaltada por un violento ataque de tos y de vó-mitos. Con todo, tan pronto como se recuperó quiso continuar la carta que había interrumpido: “Querido Jesús, dile al Espíritu Santo que me ilumine de amor y me llene con sus siete dones. Querido Jesús, dile a la Virgencita que la amo mucho y que quiero estar cerca de Ella”.24 Domi-nada por un ímpetu de inconformi-dad, a la vista de los extremos sufri-mientos de la niña, su madre arrugó la hoja y la metió en un cajón.

Unos días después, el profesor Aminta Milani, protomédico pontifi-cio, vino a examinar a Nennolina y se quedó sorprendido al ver cuánto do-lor padecía sin exhalar la menor que-ja. Su padre le habló de las cartas que acostumbraba dictarle a su madre y el médico manifestó su deseo de ver la más reciente. La leyó en esa hoja de papel arrugado y le pidió permi-

so para llevársela, porque quería en-señársela al Santo Padre. Al día si-guiente, un enviado de Pío XI fue a visitar a la niña con el encargo de dar-le a Nennolina la Bendición Apostó-lica, y contó que Su Santidad se había conmovido al leer aquella carta.

Del Calvario a la gloria

A mediados de junio la enferme-dad se agravó todavía más. Antonieta respiraba con dificultad y fue necesa-rio extraerle líquido de los pulmones. El día 23, un auge del dolor: el ciru-jano le hizo la resección de tres cos-tillas y sólo aplicó anestesia local, porque su organismo ya extremada-mente debilitado no soportaría al-go más fuerte. Testigo impotente de los tormentos de la pequeña, su ma-dre, conteniéndose las lágrimas, tra-taba de consolarla con expectativas de un próximo restablecimiento. Y contó su respuesta: “Me miró... y con ternura me dijo: ‘Mamá alégrate, sé feliz... Saldré de aquí en diez días o algo menos’ ”.25 Con estas palabras Antonieta anunciaba con precisión el día y la hora de su muerte.

Llegado a ese punto, su padre de-cidió llamar a un sacerdote para que le administrase la Unción de los En-fermos.

— ¿Sabes qué son los santos óleos?, le preguntó.

— El sacramento que se le da a los moribundos, respondió sin titu-bear.

— Algunas veces se hace también para recuperar la salud del cuerpo, replicó su padre para amenizar sus sufrimientos.

Ante tal argumento, rechazó reci-birlo, porque quería sufrir por Jesús. Sin embargo, cuando el sacerdote le explicó que el óleo santo aumenta la gracia, dijo:

— Entonces sí lo quiero.Extendió con serenidad sus ma-

nos para que fueran ungidas y res-pondió con devoción a todas las ora-ciones prescritas por la liturgia.

Cuando despuntaba en el hori-zonte los primeros rayos de sol, el 3 de junio de 1937, Antonieta Meo abrió los ojos y susurró: “Jesús, Ma-ría... mamá, papá...”.26 A continua-ción, se quedó mirando fijamente de frente, sonrió y después exhaló un sostenido suspiro, partiendo ha-cia el Cielo.

Esa inocente alma fue a encon-trarse con el Inocente, a quien tan-to amó en esta vida y por quien llevó con tanta alegría su cruz, para gozar de su gloria en la eternidad. ²

1 DI PIETRO, Raffaele. La tua Nennolina. Roma: Basílica de la Santa Cruz de Jerusa-lén, 2004, p. 3.

2 Ídem, ibídem.3 PONTIFICIUM OPUS A

SANCTA INFANTIA. Vene-rable Antonieta Meo.

4 DI PIETRO, op. cit., p. 8.5 PONTIFICIUM OPUS A

SANCTA INFANTIA. Vene-rable Antonieta Meo.

6 BORRIELLO, L. Antonieta Meo (Nennolina). In: BO-RRIELLO, L. et al. (Dir.). Dicionário de mística. São Paulo: Paulus; Loyola, 2003, p. 82.

7 MEO, Antonieta. Carta de 15/9/1936, apud FALAS-CA, Stefania. Las cartas de “Nennolina”. In: 30Días en la Iglesia y en el mun-do. Roma. Mayo, 2010: www.30giorni.it.

8 MEO, Antonieta. Carta de 23/12/1936, apud BORRIE-LLO, op. cit., p. 83.

9 MEO, Antonieta. Carta de 17/12/1936. In: Antonietta Meo. Nennolina: www.nen-nolina.it.

10 BORRIELLO, op. cit., p. 83.11 MEO, Antonieta. Carta de

4/2/1937, apud BORRIE-LLO, op. cit., p. 83.

12 Ídem, Cartas de 29/1/1937; 26/4/1937, p. 84.

13 Ídem, Carta de 12/11/1936.14 Ídem, Carta de 23/11/1936.15 Ídem, Carta de 9/4/1937.16 Ídem, Carta de 6/2/1937, p.83.17 MEO, Antonieta. Carta de

2/6/1937, apud DI PIETRO, op. cit., p. 6.

18 MEO, Antonieta. Carta de 16/3/1937. In: Antonietta Meo. Nennolina: www.nen-nolina.it.

19 MEO, Antonieta. Carta de 6/9/1936, apud BORRIE-LLO, op. cit., p. 84.

20 Ídem, Carta de 9/12/1936.

21 CLÁ DIAS, EP, João Scogna-miglio. “Si no os hacéis co-mo niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”. In: Lo inédito sobre los Evangelios. Comentarios a los Evange-lios dominicales. Ciclo C. Ciudad del Vaticano-São Paulo: LEV; Lumen Sapien-tiæ, 2012, v. V, pp. 124-125.

22 DI PIETRO, op. cit., p. 6.23 MEO, Antonieta. Carta de

2/6/1937, apud BORRIE-LLO, op. cit., p. 84.

24 MEO, Antonieta. Carta de 2/6/1937, apud DI PIETRO, op. cit., p. 6.

25 DI PIETRO, op. cit., p. 7.26 Ídem, p. 7.

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¡Rezar es para militares!

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38      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

La paLabra de Los pastores

En la parábola del fariseo y del publicano el Señor nos muestra que nuestra oración ha de ser humilde, pero también un acto de verdad y de valor, que implica el riesgo máximo.

os ha sido dada la gracia de oír hoy la parábola del fariseo y del publi-cano (cf. Lc 18, 9-14).

Los dos suben al templo para rezar. El fariseo y el publicano no son ellos: somos nosotros. Y rezar no sólo es para beatos y beatas de andar por ca-sa. Rezar es para militares y militan-tes. Rezar es un acto de verdad y de valor que implica el riesgo máximo. Se trata, en palabras muy fuertes de Jeremías, de “empeñar [o embargar] el corazón” (Jr 30, 21).

Este es un lenguaje, infelizmen-te, bastante conocido. Estamos em-peñados. Y más de un portugués ya tiene su casa, el automóvil y otros bienes embargados. Sí, pero rezar es aún más difícil, y más bonito. Aquí se trata de embargar el corazón, de dejar el corazón en una casa de em-peños. Vemos, por tanto, que em-bargar el corazón es como subirse a un poste de alta tensión donde está escrito: “Peligro de muerte”. En esta situación-límite es, pues, en la que se encuentran los dos hombres de

hoy, y nosotros también. Esta situa-ción da a las cosas una seriedad in-mensa e intensa. Pueden ser los úl-timos cinco minutos de nuestra vida.

La oración del fariseo se deshace contra las paredes de su arrogancia

¡Rezar es tanto! El fariseo que hay en nosotros desperdicia ese tiempo. No pide auxilio, no extiende la mano; antes bien, creyéndose el centro del mundo, procede a un extraño ritual de auto-incensación y adeuda factu-ras a Dios e insultos a los demás.

La balanza del debe y del haber con Dios —piensa el fariseo que hay en nosotros— está claramente desequili-brada a su favor. Aquí están las factu-ras que Dios tendrá que pagarme, y el fariseo que hay en mí dice: “Ayuno dos veces por semana [la ley mandaba ha-cerlo sólo una] y pago el diezmo de to-do lo que tengo” (Lc 18, 12).

El fariseo que hay en nosotros piensa que tiene mucho crédito acu-mulado ante Dios. Y, por eso, has-ta se da el lujo de dar gracias (eucha-ristéô) a Dios por no ser como los

demás, que son ladrones, injustos y adúlteros, ni como ese despreciable publicano (cf. Lc 18, 11); éstos, sí, llenos de deudas con Dios. Hemos de admitir que es una extraña mane-ra de dar gracias a Dios, es decir, de “hacer eucaristía”. La oración del fariseo que hay en nosotros no atra-viesa las nubes, como la del humilde (cf. Eclo 35, 21). Se deshace contra las paredes de su arrogancia.

Al perdonar, Dios crea a un hombre nuevo

Al fondo de la escena se vislum-bra un verdadero y asumido pecador. Cosa tan rara y, por ello, tan querida.

Sí, ese pecador, ese publicano, lleva en serio la situación-límite que es rezar, que requiere la verdad to-da. No vale la pena mentir al bor-de de la muerte. Sí, es un publicano, un cobrador de impuestos, recauda-dor de dinero público, de ahí lo de publicano [del latín publicanus], un traidor a la patria judía, un vendido a los invasores romanos, un ladrón. Pero aún tiene corazón. Por eso, gol-

Mons. Antonio José da Rocha Couto, SMPObispo de Lamego - Portugal

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      39

pea la mano en el pecho y pide a Dios la limosna del perdón.

Jesús concluye de manera solem-ne: “Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquel no” (Lc 18, 14). Ese “justificado”, en modo ver-bal pasivo, llamado “pasivo divi-no” o “pasivo teológico”, nos es-tá diciendo que tal justificación es obra de Dios, no nuestra. En reali-dad, justificar significa transformar a un pecador en un justo. Entonces, justificar es perdonar. Y, en este profundo sentido bíblico, justificar y perdonar son acciones que única-mente Dios puede hacer: “¿Quién puede perdonar pecados sino só-lo Dios?” (Lc 5, 21). Transformar a un pecador en un justo es lo mis-mo que crear o volver a crear a un hombre nuevo. E igualmente sólo Dios es sujeto de la acción de crear en toda la Escritura.

La oración del humilde atraviesa las nubes

El precioso Libro de Ben Sirá,1 que una vez más tenemos la gracia de hojear, leer y escuchar, nos dice que la oración del humilde atraviesa las nubes (cf. Eclo 35, 15-22). Bellí-sima expresión que cruza la oración con la palabra fecunda de Dios que, como la lluvia, nos dice Isaías, atra-viesa las nubes hacia abajo, para fe-cundar nuestra tierra (cf. Is 55, 10-11).

Dice aún el sabio que la viuda, el pobre, el huérfano, el humilde no dan descanso a su corazón en ora-ción, mientras que Dios no se fije en ellos con una mirada de bondad (cf. Eclo 35, 21). Es exactamente el modo como reza el publicano: “¡Oh Dios!, ten compasión de este peca-dor”, mírame con la bondad del per-dón, con mirada maternal.

Portugal conmemoró el Día del Ejército en Lamego el domingo posterior al 24 de octubre, aniversario de la toma de Lisboa por las tropas de Alfonso Henriques

Arriba: Mons. Antonio Couto en la catedral de Lamego, y un momento de la Misa celebrada el Día del Ejército Abajo: diversos aspectos de la celebración del Día del Ejército

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Reza entonces, hermano mío. Como ves, rezar no es para bea-tos o beatas de andar por casa. Re-zar es para militares y militantes, porque requiere el valor de las si-tuaciones-límite, pudiendo, de he-cho, cambiar nuestra vida entera. Que podamos, queridos militares, hermanos míos, decir con San Pa-blo, en la recta final de la vida: “He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe”. ²

Homilía del 27/10/2013, con motivo del Día del Ejército – Texto

original facilitado por la Diócesis – Los subtítulos son nuestros

1 El Libro del Eclesiástico, también conoci-do como Libro de la Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac, a causa de su autor (nota del editor).

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40      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

Los capuchinos celebran 75 años de misión en África Central

El domingo 20 de octubre los Frailes Menores Capuchinos con-memoraron con una Misa de acción de gracias en la catedral de Moun-dou, segunda ciudad más pobla-da de la República de Chad, sus 75 años de trabajos misioneros en este país y en la República Centroafrica-na. La celebración fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Joaquín Kouraleyo Tarounga, y concelebra-da por Mons. Rosario Pío Ramo-lo, OFM, Obispo de Goré, y cuaren-ta sacerdotes.

La evangelización en Chad se re-monta al año 1929, con la llegada de los misioneros espiritanos y los sa-cerdotes del Sagrado Corazón de Jesús. A ellos se unieron en 1938 los frailes capuchinos de la Provincia de Toulouse. Las principales ciudades donde actuaron fueron Berbérati y Bozoum, en la República Centro-africana, y Doba, en Chad. Mere-ce una mención especial el trabajo del P. Arthur Delepine que fundó la misión de Moundou en 1941, y mu-rió por agotamiento con tan sólo 29 años de edad. A él se debe la cons-trucción de la actual catedral. Otros 324 capuchinos siguieron sus pasos, dando origen a ocho diócesis en am-bos países.

Los eventos conmemorativos también contaron con una semana de oración, adoración eucarística y conferencias, entre ellas cabe des-tacar la del P. Michel Guimbaoud, de 82 años, uno de los pocos misio-

Nuevo Secretario General del Episcopado Español

El día 20 de noviembre, el sa-cerdote D. José María Gil Tamayo fue elegido Secretario General de la Conferencia Episcopal Españo-la por un período de cinco años, en substitución de Mons. Juan Antonio Martínez Camino, SJ, Obispo Auxi-liar de Madrid, que venía desempe-ñando el cargo desde el 2003.

El nuevo secretario del episco-pado español nació el 5 de junio de 1957 en Zalamea de la Serena (Ba-dajoz) y pertenece al clero de la Ar-chidiócesis de Mérida-Badajoz. Li-cenciado en Estudios Eclesiásticos y en Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra, es actual-mente profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca y miembro del Consejo de administración de la Cadena COPE.

D. José María ha colaborado con el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede como portavoz en lengua española durante el período comprendido entre la renuncia de Benedicto XVI y la proclamación del Papa Francisco. Es consultor del Consejo Pontificio para las Comuni-caciones Sociales.

CTV conmemora su 30.º aniversario

Instituido en 1983 por el Papa Juan Pablo II, el Centro Televisivo

Vaticano (CTV) celebró el pasado 22 de octubre tres décadas de exis-tencia. Su finalidad es la de difundir la buena noticia del Evangelio por el mundo entero, específicamente a tra-vés de la difusión del ministerio pas-toral del Sumo Pontífice y de la San-ta Sede. El CTV es responsable de la filmación de aproximadamente 130 eventos anuales en el Vaticano, mu-chos de ellos transmitidos en direc-to, además de la elaboración de do-cumentales. El actual director de la emisora, el P. Darío Edoardo Vi-ganò comentó que esa fecha es “una ocasión para reflexionar sobre la di-námica compleja que caracteriza el uso del medio televisivo como instru-mento narrativo al servicio de las pa-labras y de los gestos del Pontífice”.

Schönstatt inicia su Año Jubilar

El pasado 18 de octubre el Movi-miento Apostólico de Schönstatt ini-ció un Año Jubilar para conmemo-rar el primer siglo de su fundación, en 1914, en plena Primera Guerra Mundial, por el P. José Kentenich (1885-1968). Esta institución maria-na cuenta en la actualidad con más de 200 centros en todo el mundo, or-ganizados siempre alrededor de una copia fiel de la capilla original dedi-cada a la “Madre, Reina y Vencedo-ra Tres veces Admirable”, situada en la ciudad de Vallendar, cerca de Koblenza, Alemania. Tres también son las máximas espirituales de sus miembros: soy amigo de Cristo en su Iglesia; amo y sirvo a María; soy un apóstol de Cristo.

La principal celebración en Ale-mania consistió en una Eucaristía

neros aún vivos que conoció a los fundadores de las misiones capu-chinas.

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522 mártires beatificados en España

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presidida por el presidente del Pon-tificio Consejo para los Laicos, el cardenal Stanisław Ryłko. En su sa-ludo inicial en la Misa, el purpurado destacó que “la festividad de hoy es como una puerta que nos abre el ca-mino del Año Jubilar, un promete-dor año de gracia”. Y añadió: “Con alegría me uno a vuestro Magnificat. Hagamos nuestro el himno de ala-

banza de la Madre de Dios, y demos gracias al Señor por las grandes rea-lizaciones que Él ha hecho en vues-tro movimiento y, a través de éste, en la Iglesia y en el mundo”.

Restaurada la Basílica de San Agustín

La multisecular orden de los agustinos concluyó la restauración

de la basílica de San Agustín en la antigua ciudad de Hipona (hoy Annaba, Argelia), célebre locali-dad por haber sido la sede episco-pal de ese santo. Y el pasado 19 de octubre, con el patrocinio del pre-sidente de la República, Abdelaziz Bouteflika, se celebró la reinaugu-ración del templo, totalmente res-taurado.

l pasado 13 de octubre se realizó en Tarragona la ceremonia de beatificación de 522 Siervos de Dios

asesinados por odio a la fe durante la Guerra Civil espa-ñola, entre 1936 y 1939, cifra que la convierte en la más numerosa de la historia de la Iglesia. La ciudad fue ele-gida por haber ocurrido allí 147 de los martirios. Con es-tos nuevos beatos, 131 de ellos tenían menos de 30 años de edad, el total de mártires de ese período elevado a la honra de los altares alcanza el número de 1.523.

Cerca de 30.000 personas se congregaron para acom-pañar a los ocho cardenales, 104 obispos y 1.386 sacer-dotes que concelebraron la Misa solemne presidida por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Ángelo Amato. Entre los prelados presentes se encontraba la casi totalidad del episcopado español, encabezada por el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Antonio María Rouco Varela, y el Arzobispo de Tarragona, Mons. Jaime Pujol, además de los obispos procedentes de otros países por su especial vínculo con alguno de los mártires. También

participaron en la Eucaristía 2.720 religiosos y cerca de 4.000 familiares de los nuevos beatos.

A través de un mensaje grabado en vídeo, el Papa Francisco se unió “de corazón a todos los participan-tes en la celebración” y animó a los presentes a imitar a los mártires en cuanto discípulos de Cristo que supieron “amar hasta el extremo”, como Él hizo.

Durante la homilía el cardenal Amato recordó que los mártires “no fueron caídos de la Guerra Civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se pro-ponía el exterminio programado de la Iglesia”. Por su parte, Mons. Vicente Cárcel Ortí, uno de los pocos his-toriadores que tuvieron acceso a los documentos de la época conservados en el Archivo Secreto del Vaticano, explicó a la agencia Rome Reports que “ciertamente fue la mayor en datos numéricos de toda la Europa occiden-tal prácticamente desde los tiempos del Imperio roma-no”. Se estima que cerca de 10.000 católicos fueron ase-sinados por odio a la fe durante ese período.

Ocho cardenales, 104 Obispos, 1.386 sacerdotes y cerca de 30.000 fieles participaron en la ceremonia de beatificación, presidida por el cardenal Angelo Amato

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Roma acoge el Simposio internacional sobre el pensamiento de Joseph Ratzinger

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El acto principal fue la Santa Mi-sa celebrada por Mons. Paul Jac-ques Marie Desfarges, SJ, Obispo de Constantina-Hipona, en la que participaron algunos prelados de Francia y Argelia, además del pre-sidente del Consejo de Ministros de Argelia, líderes políticos de este país y varios embajadores. El rector de la basílica y prior de la comunidad agustina en Annaba, el P. Ambroise Tshibangu Tshiasuma, hizo de maes-tro de ceremonias.

Fueron necesarios seis años para llevar a cabo la restauración del tem-plo. Los tres primeros fueron dedica-dos a la búsqueda de donaciones im-prescindibles para la obra, así como la elaboración de los planos de ese trabajo, que fue minucioso: las pa-redes internas y externas fueron re-hechas, los vitrales limpiados, el te-

cho reparado. La basílica, construida en 1909, durante el período colonial francés, es visitada anualmente por cerca de 18.000 peregrinos.

Recuperadas obras de arte gracias al sacramento de la Confesión

El 8 de noviembre de 1999 la igle-sia de Nuestra Señora de la Purifica-ción de Bossòst, diócesis de La Seu d’Urgell, muy próxima a la fronte-ra entre España y Francia, fue vícti-ma de un robo que hizo desaparecer tres valiosos frontales de su altar, del siglo XVIII. Para lograr su obje-tivo, el ladrón se había escondido en la iglesia, y al amparo de la noche, serró una barra de hierro de la verja de la puerta trasera para poder huir.

Catorce años después de este he-cho, las autoridades no habían conse-guido detener a su autor, pero éste se

arrepintió e hizo llegar las obras sa-cras al palacio episcopal a través de terceras personas. No se conoce la identidad del penitente ni cuál fue el confesor a quien se dirigió para decli-nar su delito: “Toda esa información no puede ser facilitada, porque for-ma parte del secreto de Confesión”.

La constatación oficial de la devo-lución de los frontales, que estaban en buen estado, ocurrió el lunes 14 de octubre, en la presencia del vicario general del obispado de Urgell, Josep Maria Mauri Prior; del arcipreste de Val d‘Arán, Pere Balagué Bajon; del rector de Bossòst, Lluis Eduard Sa-linas; y del alcalde, Francesc Rodrí-guez, entre otras autoridades.

Rosario nacional en Sri Lanka

The National Rosary Rally es el nombre de la gran convocatoria na-

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on la participación de 450 especialistas proce-dentes de 100 universidades de todo el mundo,

la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger – Benedic-to XVI desarrolló en Roma del 24 al 26 de octubre su III Simposio internacional de Teología. El evento tu-vo lugar en la Universidad Lateranense y fue organi-zado en colaboración con la Conferencia de rectores de las universidades pontificias de Roma.

Los trabajos fueron realizados bajo el tema Los Evangelios: historia y cristología. La investigación de Joseph Ratzinger, y se centraron en los pensamientos teológicos y reflexiones históricas contenidos en la obra Jesús de Nazaret. Sobre ésta, Mons. Luis Romera Oñate, rector de la Pontificia Universidad de la San-ta Cruz y vicepresidente de la comisión organizadora del simposio, explicaba: “El interés suscitado por sus tres volúmenes no se debe únicamente a la importan-cia del ministerio eclesial de su autor, sino también al inmenso prestigio merecido como profesor universita-rio durante 60 años de investigación y estudio”.

Entre otros expositores de relieve, intervinie-ron el cardenal Camillo Ruini, presidente del Co-mité Científico de la Fundación, que habló sobre La

raíz histórica de la fe cristológica; el cardenal Ángelo Amato, SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos; Mons. Jean-Louis Bruguès, ar-chivero y bibliotecario de la Santa Iglesia Romana; y el Prof. Thomas Söding, de la Universidad de Bo-chum, Alemania.

La última sesión del simposio fue realizada en la Sala del Sínodo

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El mayor concierto de arpas del mundo

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      43

cional para el rezo del santo Rosario que se realizó este año en la dióce-sis de Kurunegala, Sri Lanka. La res-ponsabilidad por la organización le cupo al consejo nacional de la Legión de María. Presidido por el ordinario, Mons. Harold Anthony Perera, el evento empezó a las 10 de la mañana del día 16 de octubre en el Colegio Santa Ana, y terminó en el estadio de Maliga Pitiya con una Eucaristía celebrada por el cardenal Malcolm Ranjith, Arzobispo de Colombo.

Ante varios miles de fieles pro-cedentes de todo el país, el carde-

nal reflexionó en su homilía sobre el indecible afecto que existió en-tre la Virgen y su divino Hijo duran-te la Pasión: “Desde el comienzo de la vida pública de Jesús, su Madre vigilaba en silencio y seguía de cer-ca la misión de su Hijo en el mun-do. Él debe haber sido animado por la silenciosa presencia de su Madre mientras predicaba y curaba al pue-blo. Mientras ofrecía su propia vida en la cruz del Calvario por nuestra salvación, viendo a su Madre a los pies de la cruz, debe haberse acor-dado del gran amor de Ella por Él,

lo que debió ser un gran consuelo en ese momento de sufrimiento. Qui-zá pensase: cuando todos desean mi muerte, cuando todos me abando-nan, mi Madre está aquí, acompa-ñándome en mi agonía”.

Y, en una manifestación de fi-lial devoción, Mons. Ranjith con-cluyó preguntando a los presentes: “¿Por qué nos acercamos con amor a los pies de nuestra Madre? Por-que estamos seguros y convencidos de que Ella nos ama. Nosotros ca-tólicos nunca abandonaremos a es-ta Madre. La Iglesia Católica nunca

legados a Paraguay a principios del siglo XVII, los misioneros jesuitas se encontraron con las

sorprendentes cualidades de los guaraníes para la música y trataron de incentivarlas haciendo llevar hasta las lejanas reducciones diversos instrumentos de la época, entre ellos el arpa. Hábilmente copiada y perfeccionada por artesanos nativos usando made-ras desconocidas en el Viejo Continente, tomaría en ese país una sonoridad limpia y consistente, convir-tiéndose en un instrumento musical nacional.

Esta singular historia evangelizadora está en el origen de un acontecimiento que quedó registrado el sábado 26 de octubre en el libro Guinness de records: el mayor concierto de arpas del mundo. Ocurrió en el polideportivo de la Secretaría Nacional de Depor-tes de Asunción, con la participación de 420 instru-mentistas de entre 9 y 74 años de edad.

La jovencísima Monserrat, procedente de la ciudad de Encarnación (a 400 km de la capital), era la más pe-queña de los que actuaron en el concierto. “Siempre

me llamó mucho la atención este instrumen-to, mi papá lo tocaba y a mi mamá y a mí nos gusta mucho porque nos recuerda a él”, ex-plicaba la niña, reconociéndose así la fuerza de la tradición. El núcleo del grupo estaba formado, no obstante, por arpistas profesio-nales. Según los cálculos de los organizado-res, en el país —de 7 millones de habitan-tes— existen cerca de mil músicos que tocan ese instrumento. Andrés, el mayor de todos los ejecutantes, exteriorizó su entusiasmo afirmando: “El arpa es nuestra bandera”.

Como afirma Luis Szarán, el músico eru-dito más conocido del país, y director de la Orquesta Sinfónica de Asunción, “Paraguay es impensable sin las reducciones y la obra de los jesuitas. El idioma guaraní se ha salvado gracias a ellos y hoy es idioma oficial como el español, si bien los guaraníes no son más del 2 por ciento de la población del país”.

Más de 400 arpistas de entre 9 y 74 años de edad participaron en el concierto

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blasfemará contra Ella ni la abando-nará. Esto es lo especial en la Igle-sia Católica. Por eso, oremos: San-ta María, Madre de Dios, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nues-tra muerte. Amén”.

Misa y procesión en honor de la Reina de Palestina

La fiesta de Nuestra Señora Rei-na de Palestina fue conmemorada el domingo 27 de octubre con una pro-cesión y una solemne Eucaristía ce-lebrada en el Santuario de Deir Ra-fat, por Mons. Guiseppe Lazzarotto, Nuncio Apostólico en Israel y De-legado Apostólico para Jerusalén y Palestina.

El origen de la conmemoración se remonta al año 1927, cuando el Patriarca Latino Mons. Louis Bar-lassina fundó el santuario e institu-yó la fiesta, que fue aprobada por la Santa Sede en 1933. Principalmen-te son los cristianos árabes los que participan en las solemnidades ce-lebradas todos los años el último domingo de octubre en ese lugar, a una distancia de 35 km de Jeru-salén. La iglesia posee la particula-ridad de tener pintada en sus pare-des interiores y en el techo, frescos de querubines que llevan cintas con la inscripción Ave María en 280 len-guas distintas.

Portugal convoca a voluntarios para trabajar en África

Entre el 30 de octubre y el 7 de noviembre la asociación portuguesa Laicos por el desarrollo hizo un lla-mamiento a las todas las personas del país para ir a trabajar como vo-luntarios en África. En un comuni-cado de la agencia Ecclesia se lee que dicha asociación busca prefe-rentemente a gente “con formación académica o experiencia profesio-nal, que quieran dar un año o más de su vida en pro del desarrollo”.

Conferencias de presentación de la iniciativa tuvieron lugar en di-

versas ciudades: Lisboa, Coimbra, Oporto, Braga, Évora, Faro y Viseu. En esos eventos, la asociación traza “el perfil del voluntario y el plan de formación para la misión” y permite compartir “experiencias con volunta-rios que llegaron de misión, plantear cuestiones y pedir aclaraciones”.

Brisbane: los profesores deben ser testimonios vivos de la fe

La archidiócesis de Brisbane, capi-tal del estado australiano de Queens-land, llevó a cabo en octubre su 15.º congreso anual titulado Llamamien-to a la santidad, que tuvo como uno de los temas de mayor relevancia la necesidad de que los profesores de las escuelas católicas no enseñen so-lamente la fe, sino que sean testimo-nios vivos de ésta. El principal exposi-tor fue Mons. Julian Charles Porteus, Arzobispo de Hobart, quien destacó que “la verdad viva nos cautiva, y en eso tenemos un tesoro a ofrecer”.

Por otra parte, las escuelas católi-cas del estado presentaron el día 11 de ese mes un nuevo currículo que incluye el estudio de los textos sagra-dos, fe, Iglesia y vida cristiana. Para los profesores, han sido puestos en internet recursos para auxiliarlos en la preparación de sus clases. El obje-tivo, explicó Mons. Mark Coleridge, Arzobispo de Brisbane, es incentivar a los alumnos “a entrar en el profun-do encuentro personal con Cristo”.

Más de 600 representantes de la enseñanaza católica de Queensland participaron en la exposición del proyecto, que fue elaborado con la asistencia de varios teólogos, inclu-yendo algunos profesores de la fa-mosa Universidad Católica Aus-traliana. Durante el evento, Mons. Coleridge se mostró muy satisfecho con lo que calificó de nacimiento de una nueva era en la formación reli-giosa en las escuelas católicas: “Pla-near para el tiempo presente y para el futuro no debe ser sólo una res-puesta a los hechos concretos, sino también una respuesta a la gracia del momento... Mi esperanza es que los estudiantes, con la ayuda de este currículo, entenderán más profun-damente la fe católica y, más impor-tante aún, entrarán en un encuentro profundo y personal con Cristo, cru-cificado y resucitado, porque eso es el corazón de la cristiandad”.

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Tucumán: la adoración al Santísimo eleva el ambiente en una jefatura

La jefatura de la Policía provin-cial de San Miguel de Tucumán, Ar-gentina, estableció en su sede una capilla donde los jueves de 6h a 24h se expone el Santísimo Sacramento para su adoración. La iniciativa ha sido promovida por la Pastoral de la Policía de la archidiócesis, que tam-bién organiza retiros para los efecti-vos y sus familiares.

El oratorio está abierto a todos los que deseen adorar a Jesús Sacra-mentado, pero para evitar que esté solo en algún momento del día, exis-ten turnos oficiales para relevarse a cada hora.

Según la Agencia Informativa Ca-tólica Argentina el Santísimo crea un clima de silencio y recogimiento, de paz, respeto y caridad fraterna del que dan testimonio los presentes. “Todos coinciden en que han cam-biado en el trato con la gente”, co-menta la noticia. Incluso los presos se benefician: “El cambio en la acti-tud de los presos fue notable”, afir-ma Víctor Zamorano, ex-jefe de la Brigada de Investigaciones.

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Madrid rinde homenaje a su Patrona

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      45

l sábado 4 de noviembre, en el marco de una luminosa mañana otoñal, Madrid rendía ho-

menaje a su Patrona, Santa María Real de la Almu-dena, con una solemne Misa en la plaza Mayor. La celebración fue presidida el Arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela y concelebra-da por el Nuncio Apostólico, Mons. Renzo Fratini, por los obispos de la Provincia eclesiástica de Ma-drid y gran cantidad de sacerdotes.

La alcaldesa de la ciudad, Ana Botella, y el presi-dente de la Comunidad Autónoma, Ignacio Gonzá-lez, se unieron a los miles de fieles que participaron en la Celebración Eucarística.

Durante su homilía, el cardenal señaló que “la Virgen de la Almudena nos ha recordado a los ma-drileños desde tiempo inmemorial, con una invisible aunque inmensa y conmovedora ternura, que si Dios no habita en nosotros los fracasos y las frustraciones personales y sociales estarán servidos”.

Por tanto, “un propósito de vida y compromi-so cristiano se nos impone en nuestra celebración de ‘La Almudena del 2013’ con acento nuevo en

este año tan lleno de incertidumbres individua-les y colectivas, aunque también de positivos pre-sagios para el inmediato futuro de la Iglesia y de la sociedad: ¡purifiquemos y renovemos en toda su hondura sobrenatural y en todos sus conteni-dos evangélicos la devoción a la Madre del Señor y Madre nuestra!”.

La homilía concluyó con esta oración: “¡Reina y Madre de Misericordia, Vida, Dulzura y Esperan-za nuestra! te prometemos recibirte en nuestra casa, como lo hizo el apóstol Juan. Enseñaremos a nues-tros hijos a rezarte diariamente. Te abriremos de par en par la puerta de nuestras familias y de nuestros corazones, orando juntos y recuperando el rezo dia-rio del Santo Rosario. ¡Consérvanos en el amor cris-tianamente compartido y vivido en el seno de nues-tras familias!”.

Antes de la homilía, la alcaldesa renovó el Voto de la Villa a su Patrona. Terminada la Eucaristía la imagen fue llevada procesionalmente hasta la cate-dral, acompañada por los fieles, en un clima de fer-vor y entusiasmo.

En las fotos, el cardenal Antonio María Rouco Varela durante la Misa, vista parcial de los fieles reunidos en la plaza Mayor y tres aspectos de la procesión rumbo a la catedral

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Para alegrar al Niño Jesús...

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46      Heraldos del Evangelio · Diciembre 2013

Historia para niños... ¿o aDultos llenos De fe?

Inesperadamente se oyó un ruido. En el pasillo central de la iglesia un niño encantador jugaba con una pequeña pelota dorada, haciendo elegantes movimientos...

a condesa Adelaida era conocida en sus domi-nios por su extrema bon-dad y virtud que ema-

naban de su generoso corazón. Le gustaba pasear todas las tardes por el condado, a fin de visitar a los más desfavorecidos y ayu-darles en lo que necesitaban. Antes de regresar a su palacio, paraba en la iglesia dedicada a Nuestra Señora Reina, para re-zar largo tiempo ante la bellísi-ma imagen de la Patrona.

En una fría tarde de diciem-bre, la condesa entró en la igle-sia, después de su habitual pa-seo. El sol ya se había puesto, afuera nevaba y el templo vacío se encontraba en total penum-bra, marcando el ambiente con un cierto aire de misterio. Úni-camente la lámpara del Santísi-mo Sacramento y algunas velas alumbraban el recinto sagrado. La joven dama se puso delante de la acogedora imagen de Ma-ría que siempre le había atraí-do tanto, se arrodilló y empezó a rezar.

Se acercaban las fiestas navide-ñas. Sus oraciones iban al encuentro del pesebre de la gruta de Belén. Ha-cía dos mil años atrás —pensaba— las puertas de las posadas se habían

cerrado a la Sagrada Familia y na-die adoraba al Niño Jesús recién na-cido, a no ser un buey, una mula y al-gunos humildes pastores. Rezándole a la Madre de Dios y meditando en

aquel momento en que pocos se acordaban de Ella, estaba segu-ra que consolaría a la Virgen y alegraría al Corazón de Jesús.

Inesperadamente un ruido interrumpió sus pensamientos: en el pasillo central de la igle-sia vio a un niño encantador, de unos cinco años, jugando con una pequeña pelota dora-da. La tiraba al aire y la cogía de nuevo numerosas veces mientras hacía elegantes movi-mientos. La condesa Adelaida se levantó y poniendo su brazo sobre los hombros del chiquillo le dijo con afecto:

— Hijo mío, aquí no se pue-de jugar con la pelota. Este lu-gar es sagrado.

El niño la miró con fisono-mía entristecida y le respondió:

— Pero, señora, con esto no hago daño a nadie y distraigo a la Virgen, que está solita. Son

Hna. Patricia Victoria Jorge Villegas, EP

“Pero, señora, con esto no hago daño a nadie y distraigo a la Virgen,

que está solita”

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Diciembre 2013 · Heraldos del Evangelio      47

tan pocas la personas que vienen a visitarla...

— Para distraer a la Santísima Virgen —le dice la condesa— de-bemos ofrecerle nuestras oraciones. ¿Quieres rezar conmigo?

El muchacho asintió con la cabe-za y los dos se arrodillaron. La noble señora empezó a rezar y le pidió al pequeño que repitiese con ella:

— Dios te salve María, llena eres de gracia...

— Dios te salve María, llena eres de gracia —repetía el niño con voz llena de candidez y fervor.

— El Señor es contigo...Hasta que al decir: “y bendito es

el fruto de tu vientre, Jesús”, la dama levantó los ojos hacia la imagen y se dio cuenta de que María Santísima los miraba y sonreía amablemente.

Al volverse hacia el niño, se que-dó absorta al contemplar una luz ce-lestial que salía de su rostro, mien-tras Él le decía con dulzura:

— Yo soy ese Jesús al que llamas.La condesa Adelaida se inclinó

en señal de adoración e intentó be-sar los sacrosantos pies del Niño Je-sús, pero éste desapareció.

Impresionada con lo ocurrido, le agradeció a María Santísima la in-conmensurable gracia que había reci-bido y salió de la iglesia con el alma repleta de una alegría como nunca en su vida había sentido. La Virgen recompensó las fervorosas oraciones que esa hija querida rezaba a diario con tan inefable convivencia.

Algo, no obstante, parecía afli-gir a la condesa: se acordaba de las palabras del Divino Infante, que se había mostrado disgustado con el reducido número de los que fre-cuentaban la iglesia: “Son tan pocas la personas que vienen a visitarla...”.

Veía cómo realmente, al comien-zo del período navideño, el pueblo se encontraba más que nunca alejado de los sacramentos y de las prácticas

de piedad. Se preocupaban más con las fiestas mundanas y los regalos que con el verdadero significado de tan solemne conmemoración. Por eso, Adelaida no se molestó al saber que la noticia de su encuentro con Jesús se había difundido por toda la región.

De hecho, atraídas por una luz inusual, algunas personas presencia-ron esa escena a través de una ven-tana y enseguida salieron corrien-do para contar a los cuatro vientos lo sucedido. Y aunque la bondado-sa condesa se sentía intimidada con la notoriedad que eso le acarreaba, se resignaba al ver cómo la narra-ción del prodigioso hecho encendía el fervor en el alma de los que toma-ban conocimiento de aquel suceso.

En poco tiempo, una gracia de go-zo y arrepentimiento se apoderó de la población. A partir de entonces volvió a crecer en todos la devoción a la Vir-gen María y la iglesia se llenó nueva-mente de vida en esas Navidades. ²

Al decir: “y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”, la dama levantó los ojos hacia la imagen y se dio cuenta de que María Santísima los miraba y sonreía amablemente

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Los santos de cada día ________________________ diciembremiento y expansión de su congre-gación.

10. San Lucas de Insula, obispo (†1114). Se dedicó infatigable-mente a los pobres de la diócesis de Isola Capo Rizzuto, Italia, y a la formación de los monjes. Mu-rió en el monasterio de San Nico-lás de Viotorito, en Calabria.

11. San Dámaso I, Papa (†384).Santa María Maravillas de

Jesús, virgen (†1974). Religiosa carmelita, hija del marqués de Pi-dal, embajador de España ante la Santa Sede. Fundó varios monas-terios en España y en India.

12. Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina.

Beato Pío Bartosik, presbítero y mártir (†1941). Sacerdote fran-ciscano fallecido en el campo de concentración de Auschwitz, Po-lonia, tras sufrir varios tormen-tos.

13. Santa Lucía, virgen y mártir (†cerca de 304/305).

San Judoco, presbítero (†cer-ca de 669). Hijo del rey de Ar-mórica (actual Bretaña, Francia), abandonó su patria y sus bie-nes para ser ordenado sacerdote. Más tarde se hizo ermitaño.

14. San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia (†1591).

San Venancio Fortunato, obis-po (†cerca de 610). Atraído por las virtudes de Santa Radegunda, decidió quedarse a vivir en Poi-tiers, Francia, donde llegó a ser obispo. Se le atribuyen diversos himnos litúrgicos.

15. III Domingo de Adviento.Beato Carlos Steeb, presbítero

(†1856). Nacido en Tubinga, Ale-mania, se hizo sacerdote en Ve-rona, Italia, donde fundó el Ins-

go y otros suplicios, en tiempo de Diocleciano, en Siria.

8. II Domingo de Adviento. La In-maculada Concepción de Santa María Virgen.

Santa Narcisa de Jesús Marti-llo Morán, virgen (†1869). Joven costurera ecuatoriana que, des-pués de una vida de intensa ora-ción y penitencia, fue admitida en la vida comunitaria en el con-vento dominico del Patrocinio, en Lima, Perú.

9. San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (†1548).

Beato Bernardo María de Jesús Silvestrelli, presbítero (†1911). Superior general de los pasionistas fallecido en Morico-ne, Italia. Se empeñó en el creci-

1. I Domingo de Adviento.Beato Casimiro Sykulski,

presbítero y mártir (†1941). Sa-cerdote polaco fusilado en el campo de concentración de Aus-chwitz por proclamar con firme-za su fe.

2. Beata María Ángela Astorch, abadesa (†1665). Religiosa clari-sa de Murcia, España. Fue con-sejera tanto de religiosos como de laicos.

3. San Francisco Javier, presbítero (†1552).

San Birino, obispo (†cerca de 650). Enviado como misione-ro por el Papa Honorio I a Gran Bretaña, convirtió al rey Cynegils y fijó su sede episcopal en Dor-chester.

4. San Juan Damasceno, presbíte-ro y doctor de la Iglesia (†cerca de 749).

San Juan Calabria, presbíte-ro (†1954). Fundador de las Con-gregaciones de los Pobres Siervos y las Pobres Siervas de la Divina Providencia, en Verona, Italia.

5. Beato Bartolomé Fanti, presbí-tero (†1495). Religioso carmeli-ta de Mantua, Italia, que infun-dió en los corazones de los fie-les el amor a Dios y la devoción a María.

6. San Nicolás, obispo (†s. IV).San Obicio, penitente (†1204).

Tras haber tenido una visión del infierno que lo convenció de la vanidad del mundo, abandonó la carrera militar y se hizo oblato benedictino en el monasterio de Santa Julia, en Brescia, Italia.

7. San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia (†397).

San Atenodoro, mártir (†cer-ca de 304). Torturado con fue-

San Ambrosio - Basílica de San Agustín, Roma

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Los santos de cada día ________________________ diciembregar de la fe católica, fueron fusi-ladas en el cementerio de su pue-blo, Song-Khon, Tailandia.

27. San Juan, apóstol y evangelista. Según Eusebio de Cesarea, mu-rió centenario en Éfeso en los primeros años del siglo II.

Santa Fabiola, viuda (†400). De familia noble romana, apli-có sus riquezas a favor de los po-bres, fundó un hospital y se dedi-có a una vida de oraciones y pe-nitencia.

28. Santos Inocentes, mártires.

San Gaspar del Búfalo, pres-bítero (†1837). Fue desterra-do de Roma por rechazar el ju-ramento de fidelidad al régimen de Napoleón. Fundó las Con-gregaciones de Misioneros y de las Hermanas de la Preciosísima Sangre.

29. Domingo. Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José.

Santo Tomás Becket, obispo y mártir (†1170).

Santa Benedicta Hyon Kyong-nyon, viuda y mártir (†1839). Ca-tequista coreana decapitada tras sufrir muchos suplicios a causa de Cristo.

30. San Perpetuo, obispo (†491). Edificó la basílica de San Martín, en Tours, Francia, y restableció en su Iglesia la práctica de ayu-nos y vigilias.

31. San Silvestre I, Papa (†335).

San Mario, obispo (†594). Siendo obispo de Aventicum (ac-tual Avenches, Suiza), transfirió su sede a Lausana, donde edificó muchas iglesias y fue defensor de los pobres.

Nueva York, EE. UU., donde se dedicó especialmente a socorrer a los inmigrantes necesitados.

23. San Juan Cancio o de Kety, presbítero (†1473).

San Thorlaco, obispo (†1193). Recibió la ordenación sacerdo-tal a los 19 años. Nombrado obis-po de Skalholt, Islandia, se dedi-có a la renovación moral del cle-ro y del pueblo.

24. Santa Paula Isabel Cerioli, viu-da (†1865). Después de la muer-te de su marido e hijos, fundó el Instituto de las Hermanas de la Sagrada Familia, en Virgilio, Ita-lia.

25. Natividad del Señor.Beato Bentivoglio de Bonis,

presbítero (†1232). Religioso franciscano que en su juventud conoció a San Francisco de Asís. Fue eximio predicador y muy buscado como confesor.

26. San Esteban, diácono y proto-mártir.

Beatas Inés Phila, Lucía Khambang y compañeras, már-tires (†1940). Al no querer rene-

tituto de las Hermanas de la Mi-sericordia.

16. Beato Clemente Marchisio, presbítero (†1903). Párroco de Rivalba, Italia, fundó el Instituto de las Hijas de San José.

17. Santa Vivina, abadesa (†1170). Primera superiora del monaste-rio de Grand-Bigard, en Bélgica.

18. Beata Nemesia Valle, virgen (†1916). Religiosa de la Congre-gación de las Hermanas de la Ca-ridad, nombrada maestra de no-vicias de la Casa Provincial, en Borgaro, Italia.

19. San Francisco Javier Hà Trong Mâu y compañeros, mártires (†1838). Terciario dominico y ca-tequista estrangulado junto con sus compañeros en Bac-Ninh, Vietnam, por negarse a pisotear una cruz.

20. San Ceferino, Papa (†217/218). Gobernó la Iglesia durante 18 años, teniendo como auxiliar al entonces diácono San Calixto. Su pontificado estuvo marcado por la lucha contra las herejías a res-pecto de la Santísima Trinidad.

21. San Pedro Canisio, presbítero y doctor de la Iglesia (†1597).

San Miqueas, profeta. En los días de Joatan, Acaz y Ezequías, reyes de Judá, defendió con su predicación a los oprimidos, con-denó a los ídolos y las perversida-des, y anunció al pueblo elegido la llegada de Aquel que nacería en Belén y apacentaría a Israel.

22. IV Domingo de Adviento.Santa Francisca Javier Cabri-

ni, virgen (†1917). Fundadora del Instituto de las Hermanas Misio-neras del Sacratísimo Corazón de Jesús, en Codogno, Italia. Viajó a

Santa Francisca Javier Cabrini

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Y los ángeles proclamaban “Gloria”

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¡Gloria! ¡No existe nadie que no la anhele! Y cuántos son los que la buscan, en vano...

n una noche fría y silencio-sa, a través de las monta-ñas y los campos de Judea, resonó un cántico clamo-

roso y festivo que traía un mensaje para la humanidad: “Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz a los hom-bres de buena voluntad” (Lc 2, 14). A lo largo de los tiempos, en cada Na-vidad, los labios de los fieles repiten ese himno, mientras sus corazones se sienten, una vez más, inundados por las armonías celestiales que impreg-naron aquella Noche Santa en la que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).

En los siglos venideros, la Iglesia nunca dejará de recordar el jubiloso homenaje que los coros angélicos rin-dieron a Dios hecho niño, nacido en Belén: “Gloria a Dios en el Cielo”.

¡Gloria! ¡No existe nadie que no la anhele! Y cuántos son los que la buscan... Sin embargo, pocos la en-cuentran.

Hay quienes basándose en sus propias dotes —reales o imagina-rias—, creen que ya la han conquis-

tado, atribuyendo al mérito propio lo que recibieron de Dios o lo que su fantasía forjó para sí mismos. Es-ta gloria, no obstante, es completa-mente subjetiva, porque sólo la pue-de comprobar la propia persona.

Otros, aun constatando sus de-ficiencias, tratan de revestir sus ac-ciones de una apariencia extraordi-naria, con el objetivo de ser tenidos en alta consideración y ganarse el aplauso de los demás. También es-ta gloria es irreal, puesto que, lejos de basarse en hechos, procede de la opinión errónea de otro.

Ahora bien, la gloria verdadera al-canza su ápice cuando alguien, que percibe en sí mismo la excelencia de una virtud, reconoce que el origen no está en él, sino en una dádiva divina.

Un ejemplo incomparable lo en-contramos en el pesebre de la gru-ta de Belén. Recostado en él está el dulce Niño Jesús. Él tiene un cono-cimiento absoluto de sí y de su ori-gen eterno, en cuanto Unigénito de Dios, así como también posee per-fecta conciencia, en cuanto hombre,

de la gloria que le ha sido concedida por el Padre al entrar en el mundo y ser constituido centro del universo, Juez de los vivos y de los muertos.

De los hombres, pobres criaturas, únicamente exige un reconocimiento sencillo. Nuestras alabanzas nada le añaden, pero son el tributo humilde del homenaje que le debemos, como pueden ser las aclamaciones de victo-ria que los niños situados a los bordes del camino le hacen a un ganador du-rante su desfile triunfal.

Dios es el único Ser que mere-ce toda la gloria. En esta Navidad, unamos las voces de nuestros cora-zones al canto de los ángeles y acer-quémonos al Pesebre donde descan-sa el Divino Infante para adorarlo. Confesemos nuestra contingencia y reconozcamos su infinita grandeza, que se dignó asumir nuestra carne para hacernos partícipes de su gloria por toda la eternidad. ²

“El nacimiento de Jesús” Pro-catedral de Santa María,

Hamilton (Canadá)

María Beatriz Ribeiro Matos

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hora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino enviada; no

es diferida, sino concedida; no es pro-fetizada, sino realizada: el Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia; un saco, di-ría, que se romperá en la Pasión, para

que se derrame el precio de nuestro res-cate que contiene; un saco que, si bien es pequeño, está ya totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado, pero en este niño habita toda la plenitud de la divinidad.

San Bernardo de Claraval

“La Virgen con el Niño” - Real Colegiata de Santa María, Roncesvalles (España)