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9/1/1 Los versos apócrifos de Dante DARÍO ORTÍZ Darío Ortíz Robledo nació en Ibagué en 1968. Estudió Historia y Apreciación del Arte en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Pintor autodidacta. Es miembro de la Academia de Historia del Tolima y desde 2003 presidente del Museo de Arte del Tolima. Autor de varios libros de arte, entre ellos Oscar Rodríguez Naran- jo: el pintor de la belleza (1996), Una novela pintada (2008) y coautor de Neorrealismo Arte para un Nue- vo Siglo (2000), Manual de Historia del Tolima (2008) y El oficio del pintor: nuevas miradas a la obra de Gregorio Vásquez (2009). Ha participado en numerosas exposiciones colectivas e individuales en Colom- bia, Venezuela, Ecuador, Estados Unidos, Italia, Francia, Austria, Eslovaquia, Japón y China. Ha recibido menciones y premiaciones en el XXI Salón de Agosto, Bogotá 1989; el II Mundial Artistique Art Vie, París 1989; el XI Premio Italia per le arte visive, Florencia 1996; la II Bienal Internacional de dibujo de Bogotá 1998. Su obra se encuentra en importantes colecciones públicas como el Museo de Arte Latinoamerica- no de los Ángeles, el Palacio Presidencial de Bratislava en Eslovaquia, el Museo Cívico di Abano Terme en Italia, el Museo de Antioquia en Medellín y el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, entre otros.

Revista Mundo No 35 Darío Ortiz

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Revista Mundo No 35 Darío Ortiz, publicación de Galería Mundo.

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Darío Ortíz Robledo nació en Ibagué en 1968. Estudió Historia y Apreciación del Arte en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Pintor autodidacta. Es miembro de la Academia de Historia del Tolima y desde 2003 presidente del Museo de Arte del Tolima. Autor de varios libros de arte, entre ellos Oscar Rodríguez Naran-jo: el pintor de la belleza (1996), Una novela pintada (2008) y coautor de Neorrealismo Arte para un Nue-vo Siglo (2000), Manual de Historia del Tolima (2008) y El oficio del pintor: nuevas miradas a la obra de Gregorio Vásquez (2009). Ha participado en numerosas exposiciones colectivas e individuales en Colom-bia, Venezuela, Ecuador, Estados Unidos, Italia, Francia, Austria, Eslovaquia, Japón y China. Ha recibido menciones y premiaciones en el XXI Salón de Agosto, Bogotá 1989; el II Mundial Artistique Art Vie, París 1989; el XI Premio Italia per le arte visive, Florencia 1996; la II Bienal Internacional de dibujo de Bogotá 1998. Su obra se encuentra en importantes colecciones públicas como el Museo de Arte Latinoamerica-no de los Ángeles, el Palacio Presidencial de Bratislava en Eslovaquia, el Museo Cívico di Abano Terme en Italia, el Museo de Antioquia en Medellín y el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, entre otros.

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Una conversación alrededor de los grabados apócrifos de Darío OrtízEntrevista con Fernando Toledo

FERNANDO TOLEDO: La Divina Comedia está, cronológica-mente, lejos del Barroco; no obstante, la cobija una suerte de pre-barroquismo formal. En el recorrido pictórico de Da-río Ortíz se evidencia, a su vez, una textura, digamos, neo barroca. ¿De esa aparente coincidencia nace la elección de un tema tan complejo para esta serie de grabados?DARÍO ORTÍZ: No, realmente la clasificación del arte en es-tilos fue una manía meramente moderna, de profundas raíces aristotélicas, que actualmente me tiene sin cuidado. Llegué al tema meditando sobre el hombre y sus castigos; sobre los conceptos del bien y el mal en la sociedad actual que, todavía, pretende dividir el mundo entre buenos y ma-los, donde bueno soy yo y malo es siempre el otro; donde aún hoy discutimos sobre cuál es el pueblo elegido o cuál es el Dios verdadero como una forma de imponerse frente al adversario en los juegos de poder.La elección del tema señala que estamos ante una nueva edad media donde anti papas claman por nuevas cruzadas y miles de hombres y mujeres se lanzan tras la conquista de una nueva tierra santa. F.T.: En La Divina Comedia el recorrido del poeta por los vericuetos de la eternidad, además del infierno, lo lleva al purgatorio y al paraíso. Usted se queda, hasta ahora, en el infierno y, además, crea unos espacios que no están presentes en el texto de Dante y que son, como lo señala, apócrifos. ¿Demasiada densidad del tema para adentrarse, además, en un recorrido por el purgatorio y el paraíso? D.O.: Soy un escéptico frente a las bondades de la vida con-temporánea y mi trabajo hace años es una ironía crítica a la arrogancia que nos dejó la modernidad, pero a diferencia del Dante no estoy buscando paraísos ni redenciones en purgatorios: simplemente veo que hemos hecho de este mundo un infierno.F.T.: ¿Siente una fascinación particular por esa suerte de barroquismo que propone el infierno dantesco? D.O.: Más bien una fascinación por ver cómo nos matamos y torturamos, y cómo sufrimos en esta tierra de forma tan

F.T.: ¿El tiempo transcurrido plantea, entonces, la posibili-dad de descubrir infiernos insospechados y, por supuesto, de construir una metáfora de la contemporaneidad?D.O.: Claramente se trata de una metáfora de la contempo-raneidad. Nunca el mundo había ensalzado tanto la ambi-ción desmedida, ni había hecho tan grande apología de la arrogancia, la envidia, la violencia, la avaricia y del poder del más fuerte.F.T.: En su obra pareciera, a menudo, incrustarse el sueño como detonante de la búsqueda a ultranza de un simbolis-mo. ¿En el proceso de creación de esta serie de grabados usted considera que lo onírico, o acaso la imaginación des-bordada pero consciente, tuvieron algún peso específico?D.O.: Hemos remplazado el conocimiento por Google, la imaginación por los juegos de video, lo onírico por el cine y la televisión; el individualismo por la moda de masas; el contacto por el chat; la creatividad por el comercio y las ideologías por el dinero. Por mi parte, reivindico el viejo arte de pensar; el ser distinto sin pertenecer a la moda de los distintos; el sentir sin tener que drogarme; el reír sin permiso del guionista y el pintar y dibujar sin remordi-miento ni vergüenza, y todo eso únicamente se logra con el poder de la imaginación. F.T.: Cuando se habla de grabados sobre La Divina Come-dia es inevitable pensar en Gustavo Doré, el magistral gra-

bador romántico francés del siglo XIX. Su trabajo, lejos de sugerir el precio-sismo post romántico de Doré, pareciera estable-cer, más bien, un paren-tesco con el claroscuro de Los desastres de la Guerra de Goya y, en algunos casos, con la limpieza del grabado ba-rroco de maestros como Rembrandt. ¿Hay una in-tención al respecto?D.O.: Trabajar un tema tan tocado por los artis-tas que incluso sirvió de

Los abstencionistas que vivieron sin merecer alabanza ni vituperio“Distintas lenguas, hórridas querellas,Palabras de dolor, de airado acento,Voces altas y roncas y, con ellas,Un manotear, formaban un violentoTumulto, en aquel céfiro manchadocomo de arena que levanta el viento”. (Infierno Canto III)

Las caras de Dante “¿Más por qué vuelves tú al amargo sino,

Por qué no vas al monte complaciente Que de todos los goces es camino?” (Infierno Canto I)

El río del dolor“… se retiraron todas juntas hacia la maldita orilla que está

esperando a todo aquel que no teme a Dios. El demonioCarón, con los ojos como brasas, haciéndoles una señal, iba

recogiéndolas a todas y azotando con su remo a las que se rezagaban”. (Infierno Canto III)

Nos dirigimos al profundo abismo“Tu serás mi guía, mi señor y mi maestro.Y diciendo esto empezando él a moverse, entré por el caminosombrío e impracticable”. (Infierno Canto II) Arrojaban sus cuerpos por montones Almas desnudas

ruin y despiadada como hace setecientos años únicamente podría verlo Dante en el infierno. F.T.: Usted es un artista culto y literario como po-cos. ¿Su concepción del infierno desborda la del Dante y por ello la nece-sidad de referirse a unos laberintos apócrifos?D.O.: Nada hace pensar que Dante escribió su comedia para hacer una profecía de cómo sería el mundo, pero al adentrarme en el estudio de la isla de la muerte de los cantos VIII y IX principalmente me doy cuenta que puedo hacer una lectu-ra apócrifa del libro, que puedo ver en ellos a Manhattan y sentir que Dante entró al infierno no en abril de 1300 sino el 11 de septiembre del año 2001 cuando un puñado de hombres y dos aviones desencadenaron una crisis de la cual parece que estamos viviendo únicamente el comien-zo, pues vemos que menos de una década más tarde las víctimas americanas del atentado no son ni el 10% de los muertos americanos en Iraq según leí en un informe del Departamento de Asuntos de los Veteranos. No es difícil ver que Dante pudo haber caminado por los lugares de los genocidios étnicos del siglo XX, que previó la decadencia moral de una iglesia encubridora de pede-rastias, que imaginó el contubernio de las organizaciones delincuenciales con las más altas esferas del poder. Que el hombre se comería al hombre y el padre al hijo de una raza tan violenta que haría sobre la tierra verdaderos ríos de sangre como hemos visto a la vuelta de la esquina.No es hallar un nuevo laberinto, es ver cómo nos empuja-mos al centro del laberinto sin saber aún por dónde vamos a salir de él.

inspiración a Boticelli y al mismo Miguel Ángel, en una técni-ca tan cargada de tradición, me llevó a estudiar a los gran-des que nombra y a muchos más, de una manera juiciosa y detallada, para crear de forma consiente las cercanías y las diferencias con ellos. El trabajo es una serie, como Goya y Doré hacían, donde la línea tiene un gran valor, como en Rembrandt. Pero ahí acaban las coincidencias. Doré pintó ante todo el paisaje de la comedia, nunca se acercó a mirar esos personajes, ni a indagar en el alma de los mismos, como yo hago, por no perder la distante elegan-cia de sus principios académicos. Se quedó en la descrip-ción de lo narrado, y sus montañas rocosas hoy no asustan a nadie pues las sobrevolamos con mucha frecuencia, más bien son un reto y un placer para los deportes extremos. Mi visión es tan cercana que incluso me salpico de los ríos de sangre y termino incluido entre algunos círculos y no es para nada una narración de los versos dantescos sino una comparación, una interpretación libre.Las series de Goya mucho más sueltas y creativas que las de Doré padecen de una unidad estilística que hoy no cabe sino en ciertos comics: mismo tamaño y tono de tinta, igual técni-

ca en cada serie, composiciones similares, idéntica relación fondo-figura-título. Siento que hoy pedimos mayor variedad y más sorpresa de una imagen a la siguiente y así lo hice, no hay dos láminas con la misma propuesta estética, los recur-sos técnicos los dictó la imaginación ante cada idea, ante cada texto. Enfrenté cada argumento de manera individual e inclusive irrespeté el formato en varias de ellas.Me quedo con la libertad de Rembrandt para asumir los temas y la curiosidad y variedad con que aborda cada claros-curo. De los tres creo que es el más vigente en su postura al asumir la obra, lo siento más necesario. Es al que más le debo la posibilidad de alejarme de la tradición del grabado colombiano tan influenciado por Roda y a su vez tan manie-rista, tan re-trabajado y tan poco fresco; tan lleno de fórmu-las repetidas y tan cansado de mediocres y baratos regalos navideños. F.T.: Y adentrándonos en honduras estilísticas ¿por qué eli-

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Nel mezzo cammin di nostra vitami ritrovai per una selva oscura ché la diritta via era smarrita.Infierno, Canto ICon un conmovedor sabor a confesión, los primeros versos de La Divina Comedia ponen de presente que la obra halla su contexto ideal en una encrucijada del devenir humano. Es ineludible comprender que el poeta florentino y sus propias divagaciones internas, como producto del acontecer y de los avatares de un entorno, vaticinaron e incluso prepararon el arribo de esa transformación radical en la manera de enten-der el universo que estaba a punto de producirse gracias al humanismo renacentista. Cabe la posibilidad, por el contra-rio, de que un genio profuso, como el de Dante Alighieri, una imaginación alimentada por los clásicos latinos, griegos y aún islámicos y, sobre todo, una libertad creativa insospechada en esa época, hayan conseguido darle a ese viaje fantástico por los laberintos de la eternidad, que en sí mismo podía no ser tan significativo ni tan original como argumento, la forma de una exploración alucinante, y sin lugar a equívocos de ta-lante épico, en torno de los más profundos vericuetos de la

naturaleza humana con el objeto de ir gestando ese cambio que terminaría por precipitarse unas cuantas décadas después de la composición de la obra. No sería entonces, ni mu-cho menos, un accidente que un terceto como: En el medio camino de la vida/ me encontraba en una selva oscura/ porque ha-bía extraviado la ruta, sea la manifestación casi que premonitoria, además de un galimatías personal, de la cercanía de la me-tamorfosis del teocentris-mo que caracterizó a la Edad Media por el escla-recedor humanismo que habría de determinar una dinámica nueva en la ma-nera de pensar, y desde luego, de concebir la rela-

ción del hombre con el mundo y aun con el trascendente. ¿Punto de partida del futuro o atalaya sobre una mutación? Podrían escribirse muchas páginas respecto de cualquiera de las dos posibilidades pero, para los efectos de estas líneas, no tiene mayor importancia. Lo que si resulta determinante es que La Divina Comedia señala un auténtico cruce de ca-minos en lo que se refiere a la capacidad de percepción, y de creación, del hombre medieval y, por supuesto, indica el fenó-meno, en todo caso novedoso para la época, de la aparición de una apabullante libertad de artista inconcebible hasta ese momento. Por el significado, por esa autonomía respecto de la estructura y del contenido, por la hondura de un tono poético, por la modulación heroica que tiene y por la textura apocalíptica, esta obra singular es, entonces, una referencia obligada y, a la vez, una fuente inagotable de metáforas sobre

la decadencia del género humano, sobre la culpa, el castigo y el sufrimiento.Aunque, en una obvia co-herencia con su tiempo, La Divina Comedia contenga una teoría implícita sobre la esperanza del rescate o de la redención, que a los ojos del lector actual pue-de resultar un tanto con-fesional o tal vez menos categórica, no cabe duda que la cántiga con un más impresionante relieve des-criptivo, aquella que roza la dimensión profética y que puede leerse como, en todo caso, apocalíptica, es El Infierno. En consecuen-cia, no parece accidental que un artista culto como Darío Ortíz, casi setecien-tos años después, haya elegido algunos de los 34 cantos que constituyen esa primera parte de la obra y sobre todo un acento, que también se refleja en los grabados que podrían considerarse “apócrifos”, como el detonante de una exploración que le permite, a la postre, construir una serie de imágenes que no rehúyen el ámbito testimonial y, sobre todo crítico. Se trata del resumir un viaje interior que, como el axio-ma de una profunda reflexión, es plasmado en el papel para, a su turno, en el cumplimiento de esa finalidad propia del arte, convertirse en una suerte de espuela de cara al espec-tador. Este último se ve enfrentado a la metáfora: un Tántalo de la contemporaneidad, que no deja de impresionarlo, y una trocha construida por un caleidoscopio de miedos, sugeridos por el texto de Dante, de evidencias y de proposiciones que a lo mejor comparte. Es una realidad, en todo caso, plasmada por una profunda deliberación de artista, acompañada por una absoluta libertad en lo conceptual y por la evidencia de una capacidad de ex-presión que desconoce de ataduras, compromisos y concesiones.Alguna vez, a propósito de la obra pictórica de Da-río Ortíz dije que él “pinta como le da la gana”. Ese comentario llevaba implí-cito un innegable respeto por una autonomía a toda prueba: la expresión pintar como le da la gana tiene muchos significados. El más obvio es dar fe de una reconfortante destreza,

gió precisamente técnicas como el Aguafuerte, el Aguatinta y la Puntaseca?D.O.: Al encontrar el tema me pareció que mi pintura no servía para lograr lo que me estaba proponiendo pues aún no soy un pin-tor de series. Ensayé con la fotografía, produciendo imágenes de figuras su-friendo sobre los videos de las torres incendiadas o variaciones fotográficas de los temas de la condición humana, con el photoshop recreando y encontrando la figura del Satanás del noveno círculo sobre las

ruinas de la zona cero e inclusive con un video que estamos terminando, pero al final sobraba siempre el color. Lo intenté inclusive con el dibujo pero pronto me di cuenta que la técni-ca era el grabado. La fortaleza de la línea y los claroscuros que produce el metal. La piel del grabado que no la tiene aún ninguna im-presora Epson. El que no sean piezas únicas para que se-cretamente se escondan en la casa de un coleccionista, ni permitan ediciones tan grandes como el offset o el mundo digital. Lo vilipendiado y maltratado que ha sido el grabado dentro del comercio del arte en Colombia. Su exigencia téc-nica llena de secretos, sabiduría y artesanía. Sus negros y blancos absolutos e inclusive su extraño sabor a pasado. Todas esas fueron razones para hacer esos versos apócri-fos en técnicas de grabado. F.T.: En La Divina Comedia es inevitable hallar una textura psicoanalítica ¿En sus grabados se reflejan sus miedos, sus angustias y sus sentimientos?D.O.: Si. Interiorizar la experiencia es fundamental en la consecución de mi obra. Pero… ¿se reflejan los suyos?F.T.: Uno de los aspectos más notables de La Divina Come-dia es que los personajes con quienes se topa Dante han sido juzgados y, por lo tanto, ocupan su lugar en el infierno,

en el purgatorio o en el paraíso. ¿En su lectura del infierno existe la intención implícita de un juicio concreto?D.O.: La arrogante e irónica sátira de Dante que se da el lujo de condenar a sus enemigos no me interesa mucho. Llenar los grabados de personajes conocidos sería diver-tido pero innecesario y no me interesa ser juez de nadie. Aunque de una u otra forma todas las imágenes tienen una relación con la realidad.F.T.: ¿La Divina Comedia puede llegar a convertirse en un leit-motiv de su tarea de grabador o, incluso, de pintor? O, por el contrario, ¿se trata de una exploración puntual?D.O.: Por un lado ha sido un cruce de caminos de ideas anteriores que me ha dado mayor claridad sobre temas ya trabaja-dos. Me ha servido para aclarar ideas y conceptos sobre mi obra y sobre las honduras del alma huma-na que ha sido mi único interés real en el arte. Sin embargo cuando uno comienza un proceso con base a interrogantes se-rios y sinceros no sabe hasta dónde lo llevarán las respuestas y eso es lo que ha pasado aquí. Pre-sento ahora una veintena de trabajos sobre el infierno dantesco pero cada relectura del libro me sugiere más y más imágenes. De los 34 can-tos que lo componen tal vez trabajé en profundidad algo menos de la mitad y aunque no sé si voy a continuar tra-bajando los cantos que faltan, los bocetos de muchos ya están allí. Además no puedo olvidar el caso de Rodin quien trabajó durante 37 años la puerta del infierno que también estaba inspirada en La Divina Comedia y finalmente murió sin ter-minarla; pero de las 180 figuras que la componen terminaron saliendo sus más grandes esculturas como El beso que eran el Paolo y Francesca de los lujuriosos, Las tres sombras la trilogía que corona la puerta e incluso su célebre Pensador, que era un retrato del mismo Dante.Quién sabe entonces si éste se convertirá en un leit-motiv y hasta dónde me atormentarán sus imágenes, lo único que sé, por ahora, es que después de más de seis meses de trabajar únicamente el grabado siento una terri-ble necesidad de regresar a la pintura….

El huracán arrastraba los lujuriosos“Acá, allá, acullá, por vendavalesLa turba de almas malas es llevada,Sin esperanza – que les preste aliento-De descanso o de pena aminorada”. (Infierno Canto V)

… y se desgarraban con los dientes apedazos. (Infierno Canto VII)

El tropel de Dido“Y empujadas por el aire por el amor, así salieron del grupoen que estaba Dido, cruzando la maléfica atmosfera hastanosotros…” (Infierno Canto V)

Y digo, prosiguiendo, que mucho antesQue al pie de la alta torre nos hallásemos,

Dos llamitas que vimos centelleantesHicieron que su cima contemplásemos;

Señales desde lejos otra hacía,Casi invisible aunque su luz mirásemos.

Volvíme al mar de la sabiduríaY dije: “¿qué dice éste y que respondeEl otro fuego, y quien el fuego avíva?”

“sobre las sucias ondas”, dijo, “es dondePuedes ya vislumbrar lo que se espera,Si el humo del pantano no lo esconde”.

Nunca lanzó la cuerda tan ligeraFlecha al airetan rauda voladora,

Como la nave que yo vieraVenir hacia nosotros en tal hora;

La iba un solo galeote gobernandoY gritaba: “¡Llegaste, alma traidora!”.

(Infierno Canto VIII)

Plutón “Pape Satán, pape Satán aleppe,

empezó con ronca voz a gritar Plutón”. (Infierno Canto VII)

Todos fueron de tan aviesa índoles en su primera vida, que nada gastaron con moderación; y harto claro lo publican sus voces, cuando acuden a los dos extremos del círculo donde los dividen tan contrarias culpas. Esos que llevan desnudas de pelo las cabezas, fueron clérigos, papas y cardenales, a quienes la avaricia avasalló con toda su fuerza. (Infierno Canto VII)

Se acerca la ciudad que llaman Dite,poblada de grandes criminales y deinmensa muchedumbre. (Infierno Canto VIII)

Los derrotados por la envidia“... y se desgarraban con los dientes a pedazos

(Infierno Canto VII)

Un par de consideraciones sobre la obra de Ortíz y, desde luego, de Dantepor Fernando Toledo

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de darles un sentido. A su turno, los grabados de Ortíz precipitan la reflexión y, en consecuencia, establecen un espacio apropiado para estimular el diálogo entre las diversas voces que pue-de llegar a consentir la razón de un espectador.Esta serie de aguafuertes, aguatintas y puntasecas, que parecieran encontrar, por momentos sus apoya-duras formales en la gran tradición del grabado de los últimos cuatrocientos años, no son una excepción en el universo de las formas y de las imágenes que ha ido construyendo Darío Ortíz a lo largo de su carrera. De hecho conservan, en la sensualidad de los cuerpos femeninos, en los torsos atormentados de los personajes masculinos, en los entornos teñidos de claroscuro y en la limpieza del dibujo, la línea que ha ido forjando el autor y que, en este caso, pone

al servicio de una idea, de un hilo conductor muy peculiar para, a partir de un texto dado o intuido en las ilustraciones apócrifas, permitirle al observador explorar un universo tre-mendo y devastado, en apariencia ignoto pero que, pronto, se empieza a advertir como muy próximo. Se trata de acentuar el reconocimiento de aquello que, a primera vista, parece ser una simple alegoría pero que, tras una mirada más profunda, se convierte, más bien, en el retrato trágico de una realidad envolvente, o tal vez en la representación crítica, acaso es-peranzadora, de una atmósfera de cambios y de transforma-ciones. Una obra que, ante todo, sorprende por el prurito de hacer pensar al hombre de hoy. De conmover a quien se plan-ta frente a ella como, acaso, el texto que la inspiró inquietó hasta los tuétanos a sus contemporáneos y quizás los ayudó a entender que estaba ad portas esa explosión de humanis-mo que hemos dado en llamar Renacimiento..

por el dominio poco común del oficio; pero también está el reconocimiento de un desembarazo que le permite, como en este caso, regodearse como ar-tista al elegir una temática, que ha sido una constante a lo largo de la historia del arte, sin dejarse tentar por la idea de construir, con el prurito de buscar a ultranza lo conceptual, la compleji-dad de textos ininteligibles para, a la postre, preten-der mirar con una agudeza crítica el alrededor. Darío, qué duda cabe, se aparta con plena conciencia de aquello que suele llamarse el mainstream, porque así lo quiere, y deja de lado,

sin inmutarse, cualquier preocupación respecto de tener que seguir las tendencias de una modernidad que, en cualquier campo y tanto peor en el mundo de la plástica, ha termina-do por producir con frecuencia un adocenamiento aterrador, aburrido y, a menudo, de una miseria creativa que suele sal-tar a la vista. En la obra de Ortíz hay pintura, hay oficio como ya lo dije y se advierte una calidad poco común a partir, desde luego, de una capacidad y de una determinación que conllevan una ex-traordinaria independencia en relación con tendencias y con modas. Y en este trabajo en particular se hace patente una libertad parecida a aquella otra que se advierte en el Dante cuando se lo imagina, al final de una Edad Media atiborrada de preconceptos y de creencias, garrapateando las primeras palabras de una auténtica catedral de la literatura y fundando la modulación de un recorrido examinador e introspectivo. La senda habría de convertirse, con el correr de los tiempos, en la más extraordinaria arenga literaria de la historia al romper con cualquier atadura formal, o aún intelectual, y poner de presente una libertad que se hace patente en la apropiación de una temática compleja y en la creación de un lenguaje nue-

vo de símbolos, casi crípti-co, que presagia ese nuevo sentido de la relación del hombre con la estética y con el terreno de las ideas que habría de consagrar el Renacimiento. Hoy, cuando se la analiza, tanto desde el ángulo de la forma como del contenido, La Divina Co-media deja vislumbrar una profunda aproximación a la búsqueda desaforada de los ámbitos de la concien-cia, sin afeites ni ligazones pero haciendo hincapié en el arrojo y en la fe, con el fin de reordenar las prio-ridades trascendentes y

Fulanito de tal “... subimos, él primero y yo segundo; y entonces pude ver las cosas bellas que el cielo da, por un hueco rotundo; y otra vez contemplamos las estrellas”. (Infierno Canto XXXIV)

Ardían sus almas“Esos que yacen ardiendo , me contestó,

son los herejes y sus secuaces de todas sectas.Las tumbas están más llenas

de lo que te figuras…” (Infierno Canto X)

Los pedófilos“Sabrás, en suma, que todos fueron clérigoso letrados insignes y de gran fama, manchados en el mundo con un mismo pecado”. (Infierno Canto XV)

Ugolinos“Una estrecha claraboya abierta en la torre,que desde que fue mi encierro se llama del Hambre, y que servirá todavía de prisión a otros, había dado ya paso a la luz de más de una luna, cuan-do me asaltó el siniestro sueño que vino a romper para mí el velo del porvenir”. (Infierno Canto XXXIII)

Gritaban esperando su tormento“… nos aproximamos al río de sangre en que hierven

todos aquellos que han procedido violentamente contra otros. (…) a lo largo de la orilla de aquel rojo

hervidero, y los anegados en él dabanterribles gritos. (…) Ésos son tiranos, que se cebaron en la sangre

y la rapiña” (Infierno Canto XII)

Desgarraban sus rostros de dolor y pesar“Muchos rebaños por allí veía llorar, de almas desnudas, tristemente:

cada uno ley distinta padecía. (Infierno Canto XIV)

La zona cero… así que estuve dentro, dirigí en torno la vista, y descubrí por todos lados una gran llanura, llena de dolores… (Infierno Canto IX)

Así vi yo más de mil almas“Como las ranas huyen presurosas de la enemiga sierpe y, sumergidas, a la tierra se pegan temerosas, vi yo a más de mil almas destruidas huir así de aquel que atravesaba a pie enjuto la Estigia, Las tupidas humaredas del rostro se apartaba con la mano siniestra, y parecía que sólo aquel fastidio le enojaba”. (Infierno Canto IX)

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Cuando el aire llenóse de vapores“No creo que tristezas vio mayores todo el pueblo de Egina contagiado cuando el aire llenóse de vapores: ni el ínfimo gusano fue salvado; cascaron todos, y la antigua gente –los poetas lo creen y lo han contado- de hormigas restauróse en la simiente; que la de ver en el oscuro tajo, en montones, tanta alma enmoreciente. Unos de espaldas y otros bocabajo, unos encima de otros, tal había que se arrastraba a gatas con trabajo”. (Infierno, Canto XXIX)