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A A M M I I G G O O S S D D E E L L C C O O N N V V E E N N T T O O D D E E L L A A H H O O Z Z A ÑO 7 - Nº 15

Revista nº 15

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Revista número 15 de la asociación Amigos del Convento de la Hoz

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AÑO

7 - N

º 15

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El pasado 9 de julio se celebraronen Sebúlcor la Asamblea General Ordi-naria y la Asamblea General Extraordina-ria de la Asociación “Amigos del Conven-to de la Hoz”.

Entre los diferentes asuntos que setrataron el más significativo fue la reno-

vación de los miembros de la JuntaDirectiva.

La nueva Junta ha quedado consti-tuida por José María Hernández Pascual(Presidente), Elena Martín Urquijo (Teso-rera), Eva María Martín Gutiérrez (Secre-taria), Fernando Sebastián Álvaro (Vocal)

CAMBIOS EN LA ASOCIACIÓN“AMIGOS DEL CONVENTO DE LA HOZ”

SUMARIO1. Cambios en la Asociación . . . . . . . . . . . . . .pág. 2

2. Nuestros mayores... y sus oficios . . . . . . . .pág. 4

3. Continúa la declaración como B.I.C. del

Convento de la Hoz . . . . . . . . . . . . . . . . . .pág. 12

4. El regreso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .pág. 14

5. VIII Senda de los Frailes . . . . . . . . . . . . . .pág. 18

EDITA:

Asociación Amigos del Convento de la Hoz

COLABORAN EN ESTE NÚMERO:

J. Carlos Santa Engracia

Eugenio Chicharro

Mercedes Chicharro

Fernando Sebastián

Salomé Fresnillo

FOTO DE PORTADA:

Fotografía cenital del Convento de la Hoz

Depósito Legal SG-96/2004

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y la llegada de dos nuevas incorporacio-nes: M.ª del Mar Criado Rodríguez (Vice-presidenta) y Juan José Pinilla (Vocal), alos que damos la bienvenida y deseamos

lo mejor en el desarrollo de sus nuevasfunciones.

También se ha creado una nuevaComisión encargada de la realización de

la revista, formada por J. Carlos SantaEngracia, Eugenio Chicharro, FernandoSebastián y Marimar Criado.

Pero lo que menos alegría nos pro-dujo esa tarde fue la salida (aunque pro-gresiva) de la Junta Directiva de ArantzaRodrigo. Ella es miembro fundador denuestra Asociación “Amigos del Conven-to de la Hoz”. Sin ella ésta difícilmente sehubiera podido crear ni mantener hastanuestros días (ya vamos camino de los 8años). Sin su buen hacer, sus gestiones,decisiones, opiniones, etc. desde los car-gos que ha ocupado en la Junta Directiva(cuatro años como Secretaria y los tresúltimos como Vicepresidenta) hoy, segu-ramente, no seguiríamos navegando, elConvento de la Hoz no estaría a punto deser declarado Bien de Interés Cultural y laCarrera “La Senda de los Frailes”, por laque acuden a Sebúlcor gentes de todaEspaña, no estaría tan consolidada.

Aunque, como socio numerario,echará una mano siempre que susmuchas ocupaciones se lo permitan, portodo lo hecho hasta ahora:

Gracias Arantza

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Laurentino y Ángel Santa Engracia Sanz

Cuando eran unos chavales deapenas 7 años (Lauren) y 10 (Ángel), ycon su madre recién fallecida, los herma-nos Santa Engracia tuvieron que empezara buscarse la vida, en compañía de supadre, Hilario, por los pueblos de la zonade León, Zamora y Valladolid. Acababa definalizar la Guerra y no corrían buenostiempos. Principalmente eran Empedra-dores de trillos, pero durante los siguien-tes 20 años se dedicaron también a labo-res tan dispares como hacer y arreglar cri-bas o arneros, hacer fideos, o fabricar,para luego vender por esos pueblos,pequeños taburetes de madera.

Nacidos en Sebúlcor, dejaban ésteen primavera para ir recorriendo otros pue-blos en los que poder ganarse la vida yregresar en otoño con lo poco ganado parapoder afrontar el duro invierno segoviano.

El camino de ida era bastante duroy por espacio de varios días y así, en unapequeña charla que mantuvimos conellos, nos cuentan: “...el primer día íba-mos a Cuéllar a dormir. El 2.º a Vallado-lid. El 3.º llegábamos a Tierra de Cam-pos, a un pueblo que se llama Villeríasde Campos. Allí empezábamos a empe-drar los primeros años. Luego ya deja-mos de ir por allí”. Los motivos por losque empezaron a ir por aquella zona fue-ron “porque nuestro padre y nuestro tíoFroilán ya lo conocían de haber estadotrabajando por allí antes de la Guerra. En1942 murieron nuestro tío y nuestramadre, y ese mismo año ya empezamosa salir los tres solos”. Así estuvo Ángelhasta el año 58, que marchó a Madrid, yLauren un par de años más.

Cuando llegaban a cada pueblo lagente sabía que estaban allí porque “íba-mos por la casas y como eran labradores

NUESTROS MAYORES... Y SUS OFICIOS

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y era arreglar trillos...”. Tampoco es quenecesitaran dar un pregón ni nada yaque “salías por las casas que ya conocí-as y en el momento que empedrabas elprimer trillo ya se sabía que estabas allí.Nos poníamos los tres, nuestro padre pordelante y nosotros por detrás y era comouna música que preparabas, todo segui-do las piedras... y entonces ya sí quedecían: ya están por ahí los empedrado-res”, rememoran Ángel y Lauren.

En esos tiempos era muchala gente de la zona de Sebúlcorque salía a realizar similares traba-jos. Ángel y Lauren recuerdan:“...cada uno tenía sus pueblos.Nosotros nos juntábamos conalgunos de Cantalejo”. Aunque noestaban establecidas las zonas decada uno, tampoco se pisaban elterreno ya que “...como sabías queunos trabajaban en un sitio, puestenías ya casi siempre los mismospueblos para trabajar”.

El precio lo ajustaban “...poruna cantidad. Al principio a 15pesetas por arreglar cada trillo.

Luego ya fue subiendo. Si veías que lefaltaban muchas piedras igual cobrabas100 pta. Pero te pasabas todo el día allíy te gastabas un montón de piedra, quete habías pasado aquí, en Sebúlcor, parahacer toda esa piedra... pues un montónde tiempo. Pero había que hacerlo”, selamentan Ángel y Lauren. Normalmentetampoco empedraban todo el trillo, tansólo “las que faltaban, que se pierden alir el trillo a rastras por las eras. Y a la vez

dar en todas las demás para afilar elcorte”.

Lo primero era preparar la piedracon la que luego poder empedrar: “...íba-mos a por ella cuando veníamos, ya des-pués de terminar el verano. Los de Can-talejo volvían para las Fiestas, a media-dos de agosto, pero nosotros volvíamosa finales. Luego, a primeros de septiem-bre, íbamos a por cantos rodados, comolos de la orilla del río, a Carrascal, a un

reguero que viene de Castrojime-no. Salíamos de aquí por la maña-na, de noche, por el pinar...”,recuerda Ángel. No es que estu-viese prohibido cogerla sino que“tenías que ir lo más pronto posi-ble porque con un carro... ¿quéandas? No es como ahora. Se noshacía de noche por ahí, por laparte de los rasos, que no veíascamino ni nada. Y para bajar alBurguillo, bajabas por un arenalenorme que había. Luego traía-mos lo que podíamos. Tampocopodías traer mucho por lo quepesaba. Otras veces íbamos a por

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ella cerca de La Matilla y otras a Castrode Fuentidueña. Allí estábamos algúndía y ya las traíamos partidas y todo erade provecho.

Luego, todo el invierno estábamoshaciendo piedra. Salíamos a la calle yarreglábamos las calles con el sobrantede la piedra. Teníamos unos montonesde piedra que servían para firme, queahora estarán debajo de las calles. Salí-amos y nos sentábamos con las mujeresque salían a coser. Ahí nos poníamos alsol. Ellas a coser y nosotros a hacer pie-dra”, explican con añoranza ambos.

“Después se mandaban en loscamiones de la Renfe de Cantalejo. Seenviaban en sacos que venían pesandounos 70 kg. de chinas. Allí lo guardaban enla posada, donde luego pasábamos casitodo el verano, en Sahagún de Campos.Ése era el centro nuestro y luego trabajá-bamos en los pueblos de alrededor”, apun-ta Lauren. Tampoco es que les durara todoel verano, por eso “...cuando se nos aca-baba del todo la hacíamos en el río, quetenía buenas piedras, gordas, que bajabande las montañas. Algunas veces, buscan-

do piedra, nos sucedían cosas, como enun Caserío, por la parte de Cigales, quetenía una torreta grande con un pilóndebajo, que utilizarían como depósito deagua. Nosotros, como niños que éramos,tiramos del tapón que tenía... y salía aguaallí que no veas. Echamos a correr y allí sequedó saliendo todo el agua”, nos cuen-tan, entre risas los dos.

“Eso son cosas simpáticas perootras veces eran más serias. Te levanta-bas muy temprano y en primavera hacíaun frío terrible por esa zona. Algunasveces, ya en el verano, tenías que arre-

glar los trillos cuando los que trabajabancon ellos se iban a comer; y no veas...¡qué sudores!”.

Los medios de locomoción deantes no eran como los de ahora, así noscuentan que llevaban “un carro con toldocubierto. Era un carro de los de antes, derueda grande, de hierro. Era muy alto ydebajo iba otro tablero que llegaba casihasta el suelo y ahí llevábamos todo loque nos hacía falta: las herramientas, ladespensa...”, explica Lauren. Tambiéntenían un macho que tiraba del carroaunque algunas veces las fuerzas no

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eran las suficientes y “en algunas cues-tas teníamos que empujar también nos-otros. Y cuando íbamos a por la piedra,pues imagínate lo que le costaba. Datecuenta también lo que es ir andandodesde aquí hasta la provincia de León. Ydetrás del carro, porque subías algunasveces en él, pero la mayor parte era ir apie... porque sino encima era más peso”.

El viaje desde Sebúlcor a Saha-gún venía a ser de unos cuatro días y,una vez allí, tenían que buscar un sitiopara dormir: “...en cama no”, advierteÁngel. Seguidamente nos explicanambos: “llevábamos unas sacas grandesy echábamos en ellas paja. Luego la ten-días en el suelo... y a dormir. Normal-mente en todas las casas había paja,aunque en algunas ni eso. La ropa, sába-nas y mantas, la llevábamos nosotros. Yen cualquier habitación o en el portal dela casa hacías la cama. Y allí dormías.Había mucha gente así, en las posadas,y la costumbre era esa: llegabas con lasaca, te ibas al pajar, la llenabas de pajay al suelo a dormir. Las posadas no erancomo las conocemos ahora, en plan

turismo. Eran casas normales del puebloque se ofrecían para eso, y toda la genteque se movía era por cuestiones de tra-bajo. Aquí mismo, en Sebúlcor, la posa-da que había entonces era lo que esahora el Bar Pinilla”. La comida normal-mente no se la daban en las posadas

“aunque en alguna igual te preparabanhasta un cocido”, nos dice sonriendoLauren. “Nosotros llevábamos garbanzosy, a lo mejor, un poco de tocino. Además,en algunos pueblos, igual hasta compra-bas un poco de carne. Comprábamos uncuarto de kilo de oveja y se lo dábamostodo a la posadera para que nos hicierael cocido. El pan, aunque eran unos tiem-pos en los que escaseaba, a nosotros nonos solía faltar porque se lo sacabas aldueño de los trillos en donde empedra-bas. Le decías: bueno, pues nos tienesque dar tanto y un pan”, recuerdanambos.

En cuanto al tiempo diario que lededicaban al trabajo nos dicen que casitodo el que se podía, incluso en algunaocasión, algún domingo “pero casi no sepodía trabajar, aunque quisieras. Unavez nos llamaron la atención por no ir amisa. Había esa costumbre y casi nopodías faltar. Además como no ibas tra-bajando en silencio, que cogías los trescon el martillo y te ponías a empedrar... ypreparabas un sainete que no veas. Y

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mientras, la gente en misa. En fin,que no se podía”, reflexionan,casi a dúo.

Ratos libres sí que tenían,por ello “lo que sí que íbamosalguna vez, porque estaba laposada al lado de la Plaza deToros, era a alguna corrida. Peroque había muchos días que igualse te pasaba el día en el caminoy no ganabas ni una perra siquie-ra”, se lamenta Ángel. A pesar detodo tampoco olvidaban los estu-dios: “a la escuela íbamos aquí,en Sebúlcor, hasta abril, que eracuando salíamos”.

Otra de la labores que rea-lizaban de pueblo en pueblo erahacer fideos. Para ello emplea-ban “una masa de harina de unpar de Kg. o así y agua caliente.Luego teníamos la máquina, queera un tubo con un torno arriba.Se metía la masa y abajo teníauna placa con agujeros del tama-ño que quisieras. Ibas dando conel torno y salían por abajo ya

hechos. Luego se ponían a secarcolgados de unos palos”, reme-mora Lauren. La gente se entera-ba de que estaban por allí porque“ibas por las puertas, llamabas ydecías: Señora Ama, ¿quiere Vd.hacer fideos?, y unas veces tedecían que sí y otras que no. Loshacíamos en el momento. Nosdaban la harina y nosotros ponía-mos la máquina. Bueno... y losnudillos para amasar, que teníasunos callos que no veas. Luegose los dejábamos allí, secando”,remata el proceso Ángel.

No es que fuese otra tem-porada distinta a la de los trillossino complementaria: “cuando seiba acabando el tiempo de los tri-llos pues empezabas a hacerotras cosas. Nos íbamos viniendopara acá y no sabes la alegríaque daba, después de tres o cua-tro meses, volver para el pueblo.Luego desde aquí salíamos por lazona de la Ribera a los fideos y ahacer cribas”, explica Ángel.

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Las cribas era otra de las cosasque hacían: “las tablas para los aros noslas cortaban en la sierra de Cantalejo yluego nosotros teníamos una máquinapara domar los aros. Era un banco conun torno con dientes. Ibas dando a unamanivela y con los dientes se iba curvan-do la madera, que tenía que estar secapero no del todo, para que tuviese unpoco de correa. Luego nos hacían faltalas pieles de la criba. Eran de los anima-les que se morían por ahí. Nos avisaban,cogías la piel húmeda y hacías la criba.Después, cuando llegábamos a un pue-blo, cogíamos unas cuantas, echadas alhombro, atadas con una correa, y nosíbamos por las eras dando voces: “¡Elcribero!, ¿quién compra cribas, que vieneel cribero?, ¡Cribas, arneros!...”.

Un trabajo manual que incluíahacer todos los agujeros para el paso delgrano: “...con el sacabocados empeza-bas por el borde exterior, en espiral haciael interior, y poco a poco ibas avanzandohasta que se llegaba al centro. En algu-nos pueblos a los dueños les gustabatener sus iniciales, para no confundir las

cribas, y tenías que hacer las iniciales enel centro, con un sacabocados finito”,revela Lauren. Además de construirlas,también las arreglaban: “algunos tedaban los aros solamente o les tenías

que echar un trozo porque las tenían enlas cuadras y se las pisaban los anima-les. Se hacían unos zurcidos muy bue-nos, -sonríe Lauren-, con agujas curvas ybramante”. El precio, como todo en aque-

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llos tiempos, tampoco era fijo: “se regate-aba mucho: “¿Cuánto vale esta criba?...pues 100 pesetas... pues te doy 80”. Ycomo había que sacar dinero y aunqueantes habías comprado la piel, pues alfinal, comido por servido. Y en las posa-das es lo que te pasaba: estabas allíunos cuantos días trabajando y se creíala gente que ganabas dinero. En algunascasi no te costaba nada, pero en otras...Algunas, como ya teníamos mucha con-fianza, nos daban unas pocas lentejas,unos garbanzos, las almortas... queluego lo tenías que esconder bien en elcarro porque eran los tiempos del estra-perlo y cuando pasabas por Valladolid telo revisaban de arriba a abajo”, se lamen-tan los hermanos.

Aunque pudiéramos pensar locontrario nunca les robaron por esoscaminos: “la gente no tenía nada peroera diferente a ahora. Aunque tambiénse pasaba miedo algunas veces. Unavez, por la zona de Ayllón, ya medio denoche, veníamos por esos montes y enuna hondonada oímos hablar. Habíanrobado en Ayllón y nos asustamos.

Luego resulta que eran unos cazadores.En fin...”, le recuerda el uno al otro.

La pequeña carpintería tampocose les resistía: “hacíamos taburetes aquí,en el invierno. Algún año hicimos tam-bién medias fanegas. Llevábamos elcarro que salía cargado por todos loslados. Por atrás igual colgaba tanto comoocupaba el carro entero”, reconoceÁngel.

También salía más gente deSebúlcor, “sobre todo al tema de los tri-llos”. La vuelta, más o menos era por lamisma época: “...cuando se acababa elverano pues los que sólo se dedicaban alos trillos se tenían que volver para acá.Nosotros, como hacíamos los fideos yeso, pues lo alargábamos un poco más.Luego, cuando terminó lo de los trillos seacabó todo. Eso fue aproximadamenteen el año 1960. En el 58 empezaron ameterse los tractores y las cosechado-ras, y ya los trillos dejaron de venderse yarreglarse”, rememoran ambos.

Cuando ya eran unos jóvenesadolescentes tenían que trabajar durante

el invierno en lo que salía: arreglandocarreteras, en el campo... Lauren nosapunta: “yo estuve poniendo las tuberíasdel agua de Sebúlcor y recuerdo queveníamos picando la zanja por la plaza,de abajo a arriba, y cuando llegamos alcampanario empezaron a salir tumbasalrededor de la iglesia, con losas porencima. Eso fue en el año 59, aproxima-damente. También se hizo en aquellaépoca la carretera de Aldeonsancho.Estuve trabajando en ella. Hasta enton-ces era un camino. El que más iba yvenía era el cartero”.

Al interesarnos por sus recuerdossobre el Convento de la Hoz nos dicenque “...entonces no era como hoy. Ni seiba porque no teníamos forma de ir ninada. Para los pastores nada más... queandaban por allí. Nosotros lo que sí queíbamos por esa zona era a recoger piñasal pinar, para luego ir a venderlas aSepúlveda, con el carro, que muchasveces casi las tenías que medio regalar.Al final tenías que venderlas por lo que tequisieran pagar”...

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Pero tanto recorrer esos cami-nos les supuso que les surgiera algunaanécdota en ocasiones como “una vezque nos encontramos un cordero per-dido y, como tontos, se le llevamos aun pastor que había por allí.

-¿Es suyo este cordero?

-Mío no es, pero sé de quién es.

-Bueno, pues tenga Vd.

Se le dimos y ya ves...

Otras veces, cuando pasába-mos por viñas, cogíamos algún racimoy cuando llegábamos más adelante tesalía el Guarda y te decía: ¿Qué, estánbuenas las uvas?... pues me tenéisque pagar 10 pesetas por el racimoque habéis cogido...”.

J. Carlos Santa EngraciaEugenio Chicharro

Mercedes Chicharro

(Puedes ver en vídeo la entrevistacompleta en www.sebulcor.com)

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Se ha recibido en esta Asociación“Amigos del Convento de la Hoz” notifi-cación en la que se nos informa de lapublicación en el Boletín Oficial de Cas-tilla y León, de fecha 4 de julio de 2011,por la que se acuerda la apertura de unperíodo de información pública, a fin deque en el plazo máximo de un mes a par-tir de dicha publicación, cualquier perso-na pueda alegar cuanto estime conve-niente sobre la declaración como Bien

de Interés Cultural (B.I.C.) del Conventode la Hoz, continuando así con la trami-tación del expediente.

La publicación del BOCYL dice así:

I. COMUNIDAD DE CASTILLA Y LEÓN

CONSEJERÍA DE CULTURAY TURISMO

INFORMACIÓN pública sobre elexpediente de declaración de las Ruinasdel Convento de Nuestra Señora de losÁngeles de la Hoz del Río Duratón, enSebúlcor (Segovia), como Bien de InterésCultural con categoría de Monumento.

Encontrándose en tramitación elexpediente de declaración de las Ruinasdel Convento de Nuestra Señora de losÁngeles de la Hoz del Río Duratón, enSebúlcor (Segovia), como Bien de Inte-rés Cultural con categoría de Monumen-to, conforme a la descripción y delimita-ción que se adjunta como Anexo, en

consideración al estado en que seencuentran las actuaciones y el alcancede las mismas, y dando cumplimiento alo establecido en el Art. 10.2 de la Ley12/2002, de 11 de julio, de PatrimonioCultural de Castilla y León, se ha acor-dado conceder la apertura de un períodode información pública, a fin de que en elplazo de UN MES a partir de la publica-ción en el Boletín Oficial de Castilla yLeón, cualquier persona pueda alegarcuanto estime conveniente en orden a ladeclaración que se pretende.

El expediente en cuestión estaráde manifiesto de 9 a 14 horas en el Ser-vicio de Protección del Patrimonio Histó-rico, Palacio del Licenciado Butrón,Plaza de Santa Brígida, s/n, 47003-Valladolid.

Valladolid, 20 de junio de 2011.La Jefa de Servicio de Ordenación

y Protección,

Fdo.: Silvia Escuredo Hogan

CONTINÚA LA DECLARACIÓN COMO B.I.C. DEL CONVENTO DE LA HOZ

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ANEXO

RUINAS DEL CONVENTO DE NTRA.SRA. DE LOS ÁNGELES DE LA HOZDEL RÍO DURATÓN, EN SEBÚLCOR

(SEGOVIA)

DESCRIPCIÓN:

El Monasterio de la Hoz seencuentra situado en el punto más sep-tentrional del término municipal de Sebúl-cor, en pleno Cañon del Duratón, dentrodel Parque Natural de las Hoces del RíoDuratón.

Su emplazamiento, en una peque-ña lengua de tierra respetada por el enca-jonamiento del río en una de sus hocesmás cerradas, contribuye a la espectacu-laridad y belleza de este singular conjun-to, que fue santuario Mariano, donde secustodiaba y veneraba la imagen deNuestra Señora de la Hoz.

En sus proximidades, se localiza elbien de interés cultural conocido como«la solapa del águila», uno de los másimportantes conjuntos de arte rupestreesquemático de la provincia de Segovia.

El Convento Franciscano de Nues-tra Señora de los Ángeles de la Hoz, fuefundado en 1231, por monjes francisca-nos. En 1492, se produce un derrumbe ytodo el convento, salvo la iglesia donde lacomunidad estaba rezando maitines, seviene abajo. Fue reedificado con la ayudade la reina Isabel la Católica, que visitómuchas veces el convento, teniendoincluso sus propias estancias, labor quecontinuó Felipe II, muy devoto del Con-vento.

Entre el conjunto de dependenciasque formaban el convento, destacaba laiglesia de dos naves con coro, sacristía ycamarín, el claustro alto y bajo, la casa dehuéspedes y plazuela. En su entorno,sabemos que existía un puente que per-mitía el acceso a la otra vertiente del río,una fuente llamada «de los Puentones»una pequeña presa con un canal para elriego de la huerta y un «butrón» para lacaptura de peces, una noria y una «neve-ra» donde se almacenaba nieve.

Con la desamortización de Mendi-zábal el monasterio fue abandonado y enla actualidad solo queda en pie la facha-da sur del monasterio, con tres arcos, ylas ventanas de las celdas de los monjes,

y restos de otras dependencias. Existenvarios escudos, restos de pinturas y pie-dras con leyendas.

MOTIVACIÓN:

Teniendo en cuenta la ubicacióndel monumento en un entorno de espec-tacular belleza, se delimita un entorno deprotección como el instrumento idóneo depreservación de la valiosa relación exis-tente ente el monumento y el medio físicoen que éste se enclava.

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(Extraído del Blog “conocetucomarca.com”,de Fernando Sebastián Álvaro)

—Señores pasajeros, abróchenselos cinturones que vamos a despegar.

Un escalofrío le recorrió todo elcuerpo, la emoción le invadió y una lágri-ma furtiva recorrió las arrugas de sumejilla de esa cara ya tan curtida queapenas quedaba sitio para una arrugamás. Sí, era la primera vez que volaba,pero su emoción no era por ese motivo.Hace ya años también unas lágrimasrecorrieron sus mejillas, pero éstas erantersas y sonrosadas. Aquella vez, ya tanlejana en el tiempo, pero a la vez tanpresente en sus recuerdos, sus padresle despedían desde esa parada delcoche de línea de su pueblo, de dondepartió esa madrugada en busca, no deaventuras de jovenzuelo, sino de unfuturo, pues en el pueblo éste era incier-to. Esa imagen no se le olvidó: sus

padres, uno junto al otro; donde un brazode su padre consolaba a su madre y conel otro, agitándolo muy enérgicamente,le decía adiós y se tragaba sus lágrimasde hombre rudo de pueblo como podía.No les volvió a ver, ¡Dios Santo! Primerosu madre murió y a los pocos años supadre, ese hombre nacido de la tierra ypara ella. Sí que tuvo telegramas... peroni a honrarlos pudo regresar. Fueronaños de penurias donde la vida lo arrin-conó y se olvidó de que estaba allí. Elocéano es inmenso y el viaje en barcolargo, donde las contradicciones sesopesaban: por un lado, dejar su hogar;por el otro, esas ganas de comerse elmundo (y fue el mundo el que casi se locome a él). Pero un golpe de suerte ledio esta oportunidad de volver y, tal vez,quedarse en su pueblo natal para siem-pre. Fue su sueño durante muchos añosy a sus sesenta años el destino ya nodaba sorpresas.

—¡Joder, qué recuerdos de mi pue-blo!, pasé en él dieciocho años, pero¡qué dieciocho años!

Intensos como el olor de la hierbapor la mañana, como los almendros enfloración o el cocido de puchero almediodía, excitantes como esa primeravez que vas a segar con las primerasluces del amanecer, como la primeravez que tu padre te monta en la mula,

EL REGRESO

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tiernos como las propinas de tu abuela,emocionantes como el primer baile conesa chica en fiestas de camisa blanca.Clara, se llamaba la chica, eso nuncase olvida.

Su pueblo, como todos, estaba enmitad del campo, cómo iba a ser si no.Un arroyuelo lleno de cangrejos, ranas,berros y mosquitos lo cruzaba. En lasafueras los chopos crecían a su alrede-dor era el mejor lugar de juegos y fanta-sías para un chaval en verano. Iban acoger ranas, se quitaban las zapatillas ya por ellas:

—Pero Juan, ¿no has visto saltaresa gorda?

—Siií, voy por ella. La tengo, latengo —y cuando la sacó del barro— ¡Ah,una culebra!

Y echaron todos a correr descal-zos por entre los cardos como alma quelleva el diablo. ¡El miedo es libre!

Pero siempre llevaban algo acasa: cangrejos, ranas, pájaros y, algunavez que otra, los pantalones rotos y...

entonces la zapatilla de su madre lescalentaba el culo. Pero claro, chulillo quees uno:

—¡No me ha dolido, no me ha doli-do! —El palo de la escoba era másserio—.

—Señor, señor, ¿desea algo espe-cial para comer?

—No, gracias, cualquier cosaseñorita. Creo que me he dormido y heperdido la noción del tiempo.

—¿Me podría decir cuanto nosqueda?

—Estamos sobrevolando el Atlánti-co desde hace cuatro horas nos quedanaproximadamente otras cuatro.

—Gracias.

A esa comida le faltaban sabores,pero bueno... confortó su estómago queestaba un poco inquieto. Desde su parti-da del pueblo sus comidas fueron muydiferentes a las de su juventud, ansiabaprobar de nuevo esas comidas a su lle-gada al pueblo. No es que sobrara en

aquellos años, pero no faltó un buenpotaje, o unas lentejas con ese espinazodel cerdo de la matanza. ¡Qué días esosde la matanza! Los dos últimos años supadre ya le enseñaba a estazar el cochi-no y veía como le miraba orgulloso alverle con el cuchillo.

—A veces me pregunto, si no mehubiera marchado ¿cómo me habría idoen el pueblo? Dejé solos a mis padres y

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por carta tenía contacto con ellos, perome ocultaban su dolor por mi marcha.

—¡Cuántos años han pasadointentando volver! Pero el destino nosdeslumbra de jóvenes y nos martirizade mayores y casi sin darse cuenta suvida se le escapaba entre recuerdos ymás recuerdos. Pero, ¿qué futurohubiera tenido en el pueblo?... Lamaquinaria se imponía y dejaba a lasgentes sin esos jornales que tapabanlos rotos del estómago. Aunque el des-tino tampoco fue muy complaciente conél en el extranjero: trabajo y más traba-jo por un salario. Sí, hizo las américas,la tierra de las oportunidades, pero susoportunidades no llegaron y ¡qué añosmás duros los primeros! Su juventud sefue al bajar del barco. Sí, se arrepintiómuchas, muchas veces. Añoraba su tie-rra, sus raíces, su familia, su gente,pero el tiempo pasa y pasa como elviento una y otra vez.

—Señores pasajeros, abróchenselos cinturones que vamos a aterrizar. Lahora actual en Madrid, España, las ochotreinta de la mañana y la temperatura en

el exterior son seis grados sobre cero.Feliz estancia.

No recordaba ya estos fríos quecortan la cara, aunque de pequeño, conesas nevadas, iba a la escuela conaquellos pantalones cortos. Eran otrostiempos. Lo mejor sería coger un taxihasta el pueblo. Era un mundo de locos,no sabía ni por dónde andaba. Viajeros ymás viajeros, pasillos y más pasillos. Porfin vio un taxi:

—Sí, sí, no hay problema. Mi pue-blo estará a unos ciento treinta kilóme-tros. ¡Dios mío! esto es de locos, cochesy más coches, edificios y más edificios,¡pero si no queda campo!

Los kilómetros pasan y los edifi-cios van desapareciendo. La Sierra Cen-tral se deja ver con ese manto de nieveen sus cumbres, pero esta no es la Sie-rra que él veía desde su casa.

—Mi casa está al otro lado, en loscampos de cereal, donde la tierra eranuestra vida y la que nos acogía cuandonos la arrebata.

—Señor este pueblo que usteddice está…

El corazón le palpitaba rápida-mente. Por fin reconocía los terrenos:esa colina que veía al fondo era SanNicolás. En lo alto existían las ruinas deuna ermita. De niños subían a ellas y secreían caballeros en su castillo. Debajoestaba la fuente del Sapo, de dondearrancaba un arroyo con buenos berros.

—Pare, pare, no entre dentro elpueblo. Quédese por aquí, quisieraentrar paseando, lentamente. Reencon-trarme poco a poco con mi pueblo.

La parada del coche de línea,—aún creo ver a mis padres despidiéndo-me—. En esta calle viven el Bonifacio y elJulián, ¿qué habrá sido de ellos?

La plaza... apenas quedan casasde las de antes casi todas son nuevas ytodo el piso de hormigón. En ese rincónhabía una olma con poyetes, donde nosjuntábamos bajo su sombra en verano ya su lado la fuente de los tres caños consu pilón para abrevar el ganado, pero,¿dónde la habrán puesto? Cómo cam-

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bian las cosas, claro... Yo me llevé laimagen de esos años. Recuerdos que nohan cambiado durante estos cincuentaaños. ¿Y el arroyuelo? Joder, lo habránentubado. No parece mi pueblo.

Recorriendo esa calle se llegaba ala iglesia y, junto a la iglesia, el cemente-rio era su primera visita. Honrar a suspadres allí enterrados y dejarles un ramode flores en sus tumbas. En las callesnadie, aunque entre los visillos de unaventana creyó ver a alguien mirándole.

—¡Dios mío! Cuántas casas nue-vas y con tanto orden y concierto... y nose ve ni un alma. Serán casas para elverano pero han destrozado el mejorparque de juegos: las eras. Para elganado, por San Isidro, los primerospastos, y en verano el fruto del sudor detodo un año amontonado, cada cual ensu sitio, legado de sus mayores genera-ción tras generación. Esta calle la reco-rríamos en un plis plas y hoy se me haceagonizante.

La llave del cementerio, dondesiempre, hay cosas que no cambiannunca. Tumbas y más tumbas y poquitassin cuidar. ¡Joder, se murió el tío Fermín!Y este de al lado, su hijo, Mario, amigomío de tropelías. ¡Madre mía! El tiempono perdona. ¿Y estas tumbas tan desas-tradas?

Una lágrima adulta seguida de unjuvenil llanto afloró de su corazón. Suspadres estaban allí, una tumba junto a laotra, como siempre en su vida: uno juntoal otro, apoyándose siempre en suspesares. Como un relámpago, un pensa-miento le vino a su mente y cayendo de

rodillas ante sus tumbas y rompiendo allorar como un niño:

—Perdonadme, por Dios. Vuestromayor pesar fue quedaros solos. Perdo-nadme, por Dios, esa juventud me trai-cionó.

En un instante sus recuerdos juntoa ellos le pasaron por su mente y les viosonrientes, como mirándole con esosojos de ternura con los que sólo lospadres saben reconfortar a sus hijos. El tiempo pasó junto a sus tumbas comosin querer. No sabría decir cuánto tiempo:tal vez toda una juventud. Unas floresdejaron testimonio de su paso y caminan-do hacia la puerta echó una mirada antesde cerrarla cuidadosamente. Cerró comopara no perturbar su descanso y dejandola llave donde siempre, cabizbajo, retornósobre sus pasos, no recordando aquellaprimavera correteando por esas calles,sino la pesadez de un invierno: el suyo.

—Señores pasajeros, abróchenselos cinturones que vamos a despegar…

Fernando Sebastián Álvaro(Esca)

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Carrera pedestre individual de 12 km.Terreno pedregoso por el parque Naturalde las Hoces del Río Duratón, recorriendola antigua senda utilizada por los frailesdel Convento de la Hoz. Se trata de unode los parajes más espectaculares delcañón.

Día: 10 de septiembreHora de salida: 18:00 h.Límite de corredores: 250Cierre de meta: 19:30 h.

Categorías para mujeres y hombres:

s Absoluta masculina y femenina. Pre-mio para los 4 primeros clasificados.

s Veteranos/as A: (40 a 49 años). Pre-mio para los 3 primeros clasificados.

s Veteranos/as B: (50 años en adelante).Premio para los 3 primeros clasifica-dos.

s Categoría local masculina y femenina.Premios para los 3 primeros clasifica-dos.

En la entrega de premios se deberáacreditar la edad mediante el DNI a exi-gencias de la organización.

Inscripciones:s 8€ si se hace antes del día 8 de sep-

tiembre

IMPORTANTE: es necesaria la pre-inscripción por teléfono o por correoelectrónico antes de realizar el pagode la cuota, que se deberá ingresarantes del 8 de septiembre de 2011 enla cuenta Nº 2069 0005 760000336827.

s El día de la prueba solo se admitiráninscripciones si quedan plazas y solohasta una hora antes de dar la salida,siendo la cuota de 10€ .

Recogida de dorsales: hasta 1 horaantes de la salida.

Información:669 12 53 81 (tardes)E-mail: [email protected]

VIII CARRERA POPULAR “LA SENDA DE LOS FRAILES” 2011

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Si quieres colaborar en nuestra revista,

remítenos artículos, reflexiones, fotografías,

anécdotas a:

“Asociación Amigos del Convento de la Hoz”

Pza. de la Iglesia nº 1 Centro Sociocultural 1ª planta

40380 Sebúlcor. Segovia Fax: 921 521 016

e-mail: [email protected]

w w w. s e b u l c o r. c o m

AYUNTAMIENTODE SEBULCOR

VII CIRCUITO DE CARRERASPEDESTRES PROVINCIA DE SEGOVIA.

Este circuito de carreras pedestrescelebrará su séptima edición, con lassiguientes carreras:

•III Carrera Popular “La Viña del Ajo” —Muñoveros — 13 de Marzo

•III Carralagunas — Cantalejo — 30 deAbril

•V Carrera Popular Subida a SanCebrián “Memorial Ciriaco Vaca” —Fuentepelayo — 4 de Junio

•VI Carrera del “Esquileo” — Torrecaba-lleros - 20 de Agosto.

•VIII Carrera Popular “La Senda de losFrailes” — Sebúlcor - 10 de Septiembre

Reglamento y condiciones de partici-pación:

1. El circuito de carreras pedestre provin-cia de Segovia se desarrolla por terre-nos naturales. Está organizado por lasasociaciones, clubs y ayuntamientos decada una de las carreras y patrocinadopor Caja de Segovia y la Diputación.

2. El circuito está formado por cinco carre-ras (Muñoveros, Cantalejo, Fuentepela-

yo, Torrecaballeros y Sebúlcor) y la par-ticipación en cada una de las pruebases independiente, debiendo formalizaruna inscripción por carrera.

3. Cada carrera establecerá el límite departicipantes y categorías.

4. Los participantes deberán atender losconsejos e indicaciones de la organiza-ción.

5. Todo corredor deberá respetar el itine-rario marcado por la organización. Asícomo, respetar el entorno por dondediscurre la carrera.

6. El hecho de ponerse el dorsal implica laaceptación del presente reglamento y elde cada uno de las pruebas en particular.

7. PREMIOS: Se premiará con materialdeportivo a todos aquellos que comple-ten la 5 pruebas.

8. El acto de cierre del circuito tendrá lugarel 8 de octubre a las 19:30 h en Fuente-pelayo, donde se entregará diploma ymaterial deportivo a todos los partici-pantes que hayan finalizado las 5 prue-bas que conforman el circuito.

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