5
viva 20.10 2013 23 Fotorreportaje. Atacama, en el norte chileno: una inmensidad que regala extraordinarias postales. Desierto y oasis -GEISERES DEL TATIO- El vapor de los pozos de agua hirviendo. FOTOS: Jennifer May Cardiff /enviada especial a San Pedro de Atacama, Chile

Revista Viva 2013

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El Desierto de Atacama en revista de diario Clarín, octubre 2013

Citation preview

Page 1: Revista Viva 2013

viva05.05 2013

44

viva20.10 2013

23

Fotorreportaje. Atacama, en el norte chileno: una inmensidad que regala extraordinarias postales.

Desierto y oasis

-geiseresdel tatio-

El vapor de los pozos de agua hirviendo.

FOTOS: Jennifer May Cardiff /enviada especial a San Pedro de Atacama, Chile

Page 2: Revista Viva 2013

viva20.102013

24

viva20.10 2013

25

laguna chaxa y salar de atacama Una gran extensión de sal y arcilla enmarca las aguas hipersalinas. quebrada de los cardones La lagartija se deja ver durante la excursión a una zona de cactus y plumerillos.

valle del arco iris Sus rocas coloridas surgieron del magma que cubrió el valle hace un millón de años. camino del inca Las pircas marcan esta ruta legendaria. Por aquí pasa el trópico de Capricornio.

Page 3: Revista Viva 2013

viva20.10 2013

26

viva20.10 2013

27

-lagunamiscanti-

Nieve y coirones a 4.200 metros de altura.

-el cardonmilenario-

Un coloso de más de 10 metros en la quebrada.

Page 4: Revista Viva 2013

viva25.02

2011

29

viva20.10 2013

28

valle de la luna Un clásico de Atacama para contemplar el atardecer.

La s t o n a l i d a d e s ocres protagoni-zan el atardecer en el altiplano chileno, 1.600 kilómetros al norte de Santiago. La vista se pierde en los Andes: la atmós-

fera aquí es tan diáfana que la cadena montañosa se ve perfecta, sin obstácu-los a lo largo de cientos de kilómetros de extensión. Los volcanes se alzan

en una perfecta retaguardia mientras el sol, aunque se está replegando, nos pega fuerte en la espalda. Reconoce-mos el cónico volcán Licancabur, el volcán Lascar con sus tres cráteres, el humeante volcán Putana y hasta el vol-cán Llullaillaco, aquel adonde fueron conducidos los tres niños incas a fines del siglo XV para ser sacrificados. De este lado de las montañas vemos el salar, esa superficie blancuzca que con sus 3.000 km² representa el tercer depósito salino más grande del mundo y el lugar de don-de se extrae el 40% del litio que se utiliza mundialmente. Y bien cerca de nuestra vista, el valle de la Luna, con sus capri-chosas formaciones de piedra y arena. La sensación de estar ante un paisaje in-finito termina de delinearse justamente aquí, en este atardecer en San Pedro de Atacama que no es el primero. La aven-tura comenzó hace unos días, así que ha-brá que retomar desde el principio.

Un vuelo con escala en Santiago de Chile nos deposita en el aeródromo El Loa de Calama. Tras una hora final de viaje en auto, aparece el oasis de San Pedro de Atacama, a 2.450 metros de altitud, donde la vida es posible gracias a la irrigación de los ríos San Pedro y Vilama. Inmensidad es la primera pa-labra que se nos ocurre para describir este destino. Aquí realmente las pro-porciones escapan a la lógica, lo mis-mo que las distancias y los datos que comenzamos a escuchar. Por ejemplo, que estamos en el desierto más árido del mundo: llueven menos de 100 milí-metros por año y el cielo está comple-tamente despejado casi todo el año.

La primera que nos toma de la mano para empezar a descubrir este magní-fico lugar es Macarena: ella es nuestra guía por la quebrada de los Cardones, una excursión poco convencional, que viene bien para aclimatarse. A lo largo de dos horas, el trekking se hace a la vera del río Vilama. Es media mañana, está fresco y cuan-do nos acercamos a tocar el agua, sorprende que esté tibia: explica Macarena que eso se debe a que el río Puritana, afluente del Vilama, tiene origen termal. Caminamos entre plumerillos y conocemos la rica-rica, una planta muy aro-

mática que dentro de unas horas, ya en el hotel, le dará un toque especial a nuestro pisco sour. Y, claro, los cardo-nes son los protagonistas, sobre todo el cardón milenario que aparece a mi-tad de la caminata, imponente con sus

Allá en lo alto

TexTO: María de la Paz García ([email protected])/enviada especial a San Pedro de Atacama, Chile

fico lugar es Macarena: ella es nuestra guía por la quebrada de los Cardones,

-ubicacion-San Pedro de Atacama está a 1.600 km de Santiago, la capital chilena.

Diario de viaje. La policromía de Atacama, en el altiplano chileno: volcanes, géiseres, quebradas, el valle y el salar.

Page 5: Revista Viva 2013

viva25.02

2011

31

viva25.02 2011

30

más de 10 metros de alto.Esta primera excursión aumenta

nuestra ansiedad: queremos conocer ahora mismo todos los rincones de Atacama. Pero todo llega a su tiempo en este destino que cambió su históri-ca condición deluxe para volverse una opción cada vez más elegida por los turistas argentinos. En la mañana del día siguiente, nos dejamos conducir por el guía Arturo, miembro del Coyo, uno de los 15 ayllus (comunidades) que forman San Pedro de Atacama. A 70 km del pueblo, llegamos a Hierbas Buenas, un rincón en el que se halla-ron petroglifos de los primeros seres humanos que vivieron en la cuenca del salar. Mientras avanzamos por entre las paredes de ceniza volcánica solidi-ficada, Arturo nos cuenta sobre aque-llos cazadores que usaban refugios naturales para guarecerse: los licka-nantai habitaban la zona hace 12.000 años y fueron volviéndose más seden-tarios hasta el año 300, cuando llegó la cultura tiwanaku. Las costumbres se mezclaron y se cree que los petroglifos que ahora vemos son de esa época. Y cuando nos muestra ese petropictogli-fo de llamas paradas en dos patas (igual a como se las sacrifica actualmente en las celebraciones por el solsticio de in-vierno), Arturo no habla de algo ajeno, sino de sus antepasados.

A pocos kilómetros de allí está el va-lle del Arco Iris, un escenario que nos recuerda al cerro de los Siete Colores

de Purmamarca, pero en lugar de ser un tapiz de fondo, nos rodea. Verde, ro-jo, violeta y destellos blancos bajo el po-tente sol. Arturo nos saca del ensueño y revela sus razones: lo que brilla es yeso y sal cristalizados. Esas rocas coloridas surgieron del magma que fluyó hacia este valle por última vez hace un millón de años: la lava se enfrió y de allí aflora-ron distintos metales y minerales.

Esa misma tarde vamos camino al salar de Atacama, el tercero más gran-de del mundo. Antes de llegar a nues-tro destino paramos en Toconao, un pueblito de casas de piedra que tiene una particularidad: el campanario es-tá separado de la iglesia (ambas estruc-turas datan del siglo XVIII) y se ubica varios metros más adelante, sobre la plaza del poblado. Y desde una de las esquinas de la plaza vemos a una mu-jer con lentes oscuros. Al acercarnos, conocemos a Luisa, que teje pequeñas llamitas de lana y en lugar de agujas usa espinas de cardón: “Mi hija después les pone los ojitos y las termina”, dice.

Arribamos por fin al salar y la vista se pierde en ese mar de sal y arcilla mien-tras caminamos por el sector Soncor,

el más turístico, donde están la laguna Chaxa y la Reserva Nacional de los Fla-mencos. Estas parsimoniosas aves lle-gan hasta allí para alimentarse de la ar-temia franciscana, un crustáceo que es el único ser vivo capaz de vivir en aguas con concentraciones tan altas de sal. A medida que el sol se esconde y la ca-dena montañosa se tiñe de violeta, las cámaras hacen foco en los flamencos y en los caitíes, pájaros de pico curvado hacia arriba que también se alimentan de la artemia.

Al día siguiente, emprendemos una aventura menos pasiva, la de peda-lear 21 km hasta la laguna Cejar, que también está dentro del salar, aunque mucho más cerca de San Pedro de Ata-cama. A diferencia de la laguna Chaxa, aquí los visitantes pueden meterse al agua y comprobar su potente flotabi-lidad: en pleno desierto, este espejo de agua tiene mayor salinidad que el mar Muerto. Hay que tomar coraje antes de encarar la zambullida, porque el agua está extremadamente fría en la super-ficie y los cristales de sal que cubren el fondo de la laguna hacen más lenta la entrada. Pero a medida que uno se me-te más y más, encuentra que “el abajo” es cada vez más cliente, así que es sólo cuestión de aguantar. Finalmente, el cuerpo se relaja tras las dos horas de bicicleteada y disfruta de flotar en esa dualidad caliente-frío. Claro que dis-fruta todavía más al salir del agua, por-que nos espera una cerveza helada.

Un nuevo día en Atacama propone una aventura a 4.200 metros de altu-ra. Un camino de ripio que nace en el pueblito de Socaire zigzaguea entre las montañas y gana altura hasta la laguna Miscanti. El azul del agua calma funcio-na como un espejo de los cerros. Desde un pequeño refugio para caminantes divisamos un grupo de llamas al otro lado de la laguna y agradecemos haber-nos adaptado a las alturas, sobre todo porque aún nos queda ir a los géiseres del Tatio, a 4.320 metros. Hacemos la excursión el último día, para llegar acli-matados. Salimos temprano del hotel para estar en los géiseres al amanecer. La escena es fantasmal: los turistas caminan entre el vapor de los pozos de agua hirviendo (a esta altura, a 85°C). Nuestra despedida de Atacama sucede aquí, sobre uno de los campos geotér-micos más altos del mundo. _el valle del arco

iris remite al cerro de los siete

colores: verde, rojo y violeta bajo el

potente sol.

valle de katarpe A la vera del río San Pedro, uno de los rincones privilegiados. Aquí, en armonía con el paisaje, está enclavado Alto Atacama, su único hotel.

Más sobre Atacama: www.sanpedroatacama.com, www.altoatacama.com y chile.travel.