11
RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas, corsarios, vagabundos y jueces (1705-1748)”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2009, pp. 689-698.

RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

 

 

RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas, corsarios, vagabundos y jueces (1705-1748)”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2009, pp. 689-698.  

Page 2: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

689

El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas, corsarios, vagabundos y jueces (1705-1748)

Carlos Rilova Jericó

“Además de médico soy juez y a la menor queja que reciba de vos, aunque seamotivada por una grosería como la de esta noche, tomaré las medidas que seannecesarias para deteneros y expulsaros de esta comarca. ¡Y eso basta!”.

La isla del tesoro. Robert Louis Stevenson

“Tengo dos pasiones, el arte y la justicia, y a medida que envejezco, la justicia se hacemás importante. Me enferma ver a los pobres triturados por los ricos, me enferma”.

El tapiz de Malacia. Brian W. Aldiss

1. INTRODUCCIÓN

El mar causa miedo. No resulta demasiado exagerado decirlo. Incluso en esta época de radares yGPS. Y es algo lógico, hasta cierto punto. Es demasiado vasto, demasiado grande, demasiado pro-fundo… como para poder saber qué se oculta debajo de él en cada momento. Suficiente, sin duda,para causar, en efecto, miedo. A veces de manera irracional.

Sin llegar a los extremos de terror que las aguas producían a personajes tan eminentes como elreformador Marín Lutero, que, en alguna ocasión, asegurará que bajo ellas moraba el Diablo en per-sona, el resto de los mortales, desde los tiempos de Plinio, o incluso antes, no han dudado, comoproducto de esos temores, en poblar de monstruos ese temible espacio del que los humanos se hantenido que servir, durante demasiados siglos, para viajar y para alimentarse1.

La Europa de la Edad Moderna, sin necesidad de volver a traer a colación a Martín Lutero y a susopiniones sobre lo que se ocultaba bajo las aguas, ha sido una de las épocas más fascinadas con laidea del mar como el recipiente donde cabían toda clase de monstruos y prodigios producidos porese sueño de la Razón al que, normalmente, llamamos miedo.

Alain Corbin, junto con Hélène Richard, ha recopilado recientemente un valioso volumen deestudios sobre el mar como un espacio terrorífico. Dentro de él, Françoise Péron esbozaba unpequeño pero magnífico estudio centrado sobre lo que ocurre a ese respecto en Europa desde elcomienzo de la Edad Moderna. En él destaca que los hombres del Renacimiento continuaban dan-do crédito a las afirmaciones realizadas sobre esa cuestión en la Edad Media. Por ejemplo a partir de

1. Sobre las opiniones de Lutero véase, por ejemplo, OBERMAN, Heik. A: Lutero. Un hombre entre Dios y el diablo, Alianza, Madrid,1992, pp. 124-129. Sobre el terror que desata el mar y las creencias y rituales que se organizan para conjurarlo, véase, por ejemplo, SELLA,Antoni-GARCÍA, Enric: Creencias del mar, Museu Marítim-Angle Editorial, Barcelona, 2003, p. 26. Señalan ambos autores que la idea delmar como lugar de monstruos, de mal, de pecado, tiene una raíz fundamentalmente judeo-cristiana, que impregna las mentes de los rela-cionados con ese mundo (marineros, pescadores, etc…) y sus creencias y rituales. Naturalmente no son esos dos autores ni los primeros nilos únicos en haber reparado en ese aspecto. De hecho, la bibliografía al respecto es inmensa. Tanto que a continuación sólo podemos citarunos pocos títulos, de manera un tanto arbitraria, que abundan sobre esta cuestión, incidiendo sobre casos particulares, como devocioneslocales, las sirenas o los mascarones de proa. Véase a ese respecto ALONSO ROMERO, Fernando: Creencias y tradiciones de los pescadoresgallegos, británicos y bretones, Xunta de Galicia, Coruña, 1996 y, de este mismo autor, Santos e barcos de pedra. Para unha interpretaciónda Galicia atlántica, Edicions Xerais de Galicia, Vigo, 1991. Casi dentro de ese mismo ámbito territorial y social CABEZAS QUILES, Fernando:“As preocupacions mariñeiras no folclore popular”, en VV. AA.: Coloquio de Etnografía marítima, Museo de Pobo Galego. Xunta de Galicia,Santiago (?), 1988. Más cerca de nuestro ámbito geográfico resulta imprescindible ERKOREKA, Anton: Leyendas, cuentos y supersticiones,Doniene, Bilbao, 2000, donde se da a conocer con detalle el complejo de creencias asociadas a un pueblo del litoral del País Vasco, en estecaso concreto el de Bermeo. Resulta interesante comparar las conclusiones de este autor con las de Juan Antonio Rubio Ardanaz que, por suparte, se centra en la localidad de Santur tzi y en especial en los hombres que salen día a día al mar desde ese puerto. Véase RUBIO ARDA-NAZ, Juan Antonio: Lemanes, sardineras y pescadores. Realidades marítimas en perspectiva antropológica, Editorial Grafema, Barcelona,2006, pp. 228-230.

De un tenor más general y centrado en los aspectos históricos de esos rituales propiciatorios frente al mar, no en sus supervivencias actua-les, GIL MUÑOZ, Margarita: La vida religiosa de los mareantes. Devociones y prácticas, Ministerio de Defensa-Armada, Madrid, 2005. TambiénAMICH BERT, Julián: Mascarones de proa y exvotos marineros, Argos, Barcelona-Buenos Aires, 1949.

Page 3: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

Carlos Rilova

las que habían podido recoger de cosmógrafos de esa época. Como los árabes que trabajan para elrey Roger II de Sicilia en el siglo XII, que hablan de monstruos de tamaño indescriptible habitandolas aguas. Según Françoise Péron les resultaba, en efecto, más fácil dar por buenas afirmacionescomo ésas, que confiar en las observaciones científicas que, mal que bien, se van haciendo en estasmismas fechas2.

De hecho, según nos dice Françoise Péron, esa visión “monstruosa” del mar está dotada de unalongeva existencia, que incluso se prolonga hasta mediados del siglo XIX, con la revolución industrialbien avanzada. Así en 1849 y 1853 hay quienes aún se atreven a publicar a gran escala –utilizandofolletos– sus aventuras para liberar a una mujer que había sido secuestrada en una gruta cerca deNueva Zelanda por un monstruo marino. Otros autores que colaboran en ese mismo volumen dirigi-do por Alain Corbin y Hélène Richard señalan, a su vez, que la burguesía rampante de mediados yfinales de esa centuria también sigue mostrando claramente ese interés en no terminar de “matar”a los prodigios que viven bajo el mar. Las novelas de Julio Verne, su escritor de cabecera –por asídecir– son una buena prueba de la persistencia de esa visión sobre el mar y lo que oculta o, al menos,se cree que oculta3.

Al margen de lo que este volumen dirigido por A. Corbin y H. Richard nos dice, aún se podríaañadir que incluso en la antesala de nuestra propia época, en la Segunda Guerra Mundial, las tripu-laciones de los U-Boot alemanes siguen jugando con la idea de monstruos marinos, dándoles, almenos, empleo de mascotas en el casco de alguno de ellos. Apenas hace de esto sesenta años4.

El Siglo de las Luces, sobre el que se centran, cronológicamente hablando, las averiguaciones deeste trabajo, no sería, por tanto, el punto final a esa clase de creencias. En efecto, en 1703, en1720… aún se avistan en la costa francesa tritones, en Le Conquet o en Brest…5

Incluso la revolución francesa de 1789, tan radical para acabar con las tinieblas góticas a las quese aferraba el despotismo de la monarquía “capeta”, no parece haber sido capaz, al menos en algu-nos casos, de conjurar ideas “extrañas” sobre los mares y lo que se ocultaba bajo su superficie. Ellibro del maestro Pierre Ozanne, de la Marina revolucionaria acantonada en Brest, es una prueba,más que palmaria verdaderamente escandalosa, de esa actitud6.

El País Vasco, tanto durante la época barroca, mucho más proclive a esa clase de episodios, comodurante el Siglo de las Luces, no está libre de semejantes visitas. En el mar o no muy lejos de él.

El famoso cazador de brujas Pierre de Lancre es uno de los principales propagandistas de esa cla-se de ideas en el País de Laburdi. Sus palabras acerca de la inconstancia del mar como el origen de laplaga de Magia diabólica que se ha apoderado de esa parte del litoral vasco, o el modo en el que lasbrujas que él persigue dominan ese elemento a su antojo, gracias a los poderes que han obtenido delas garras del Príncipe de las Tinieblas, después de apostatar en el “akelarre”, constituyen, sin exage-ración, uno de los mejores ejemplos de la estrambótica idea que los hombres cultos de la EdadModerna quieren formarse sobre el mar. También lo son las que pocos años después, en torno a lasegunda década del Seiscientos, añade al respecto el sacerdote guipuzcoano Lope de Isasti en una delas primeras historias –muy al gusto de la época– de esa provincia, en la que da cuenta de varios epi-sodios de esa naturaleza. Entre otros la presencia de un tritón cerca del puerto de Pasajes, la apari-ción de un conejo gigante –muy probablemente un espíritu diabólico– en la casa de una vecina decierta localidad guipuzcoana, contra el que tendrán que pelear dos marineros que se han ofrecidovalientemente a liberar a la afectada de ese tormento, o, last but not least, la presencia de numero-sas hechiceras en la Costa Vasca que, con sus malas artes, hunden barcos. Como ocurre con la flotadel almirante Oquendo en 16077.

Incluso adalides de la Ilustración como el padre Feijoo y su Teatro chritico universal también reco-gen y dan pábulo a horrores similares. Como ocurre con la historia de cierto carpintero cántabro quese metamorfosea en una especie de tritón y, a finales del siglo XVII, nada durante años entre Bilbao,

690

2. Véase PÉRON, Françoise: “Monstruos y maravillas del mar”, en CORBIN, Alain-RICHARD, Hélène (dirs.): El mar, terror y fascinación, Pai-dós, Barcelona, 2005, pp. 121-122.

3. Véase PÉRON, F.: “Monstruos y maravillas del mar” y COMPÈRE, Daniel: “Los mares de Julio Verne: monstruos y maravillas”, ambos enCORBIN, A.-RICHARD, H. (dirs.): El mar, terror y fascinación, respectivamente, pp. 124 y 160-163.

4. Sobre esta insignia véase BOTTING, Douglas: Los submarinos alemanes, Time-Life Folio, Barcelona, 1995, p. 120, volumen II. 5. PÉRON, F.: “Monstruos y maravillas del mar ”, en CORBIN, A.-RICHARD, H. (dirs.): El mar, terror y fascinación, pp. 124-125.6. PÉRON, F.: “Monstruos y maravillas del mar”, en CORBIN, A.-RICHARD, H. (dirs.): El mar, terror y fascinación, pp. 131-132.7. Sobre Pierre de Lancre y sus observaciones al respecto véase GOYHENETXE, Eukeni: Historia de Iparralde, Txertoa, San Sebastián, 1985,

pp. 59-60. Sobre Isasti, CARO BAROJA, Julio: Brujería vasca, Txertoa, San Sebastián, 1985, pp. 244-256.

Page 4: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

691

donde había ido a aprender su oficio, y Cádiz. Truculenta anécdota que va dando tumbos de boca enboca hasta la obra del sacerdote, para llegar desde allí hasta las maravilladas manos del impresor dela reina de Portugal en el año 1740…8

Las razones para la proliferación de esos sueños de la Razón, tanto dentro como fuera de la Cos-ta Vasca, pueden ser diversas.

Anton Erkoreka, al comienzo de su obra sobre leyendas, cuentos y supersticiones en el árealitoral de Bermeo –a la que ya he aludido en la primera nota de este trabajo– citaba, con muy buencriterio, a Mircea Eliade. Concretamente un fragmento de Lo sagrado y lo profano en el que elmaestro rumano indicaba que, un hombre enteramente racional, es, sencillamente, una entele-quia, ya que es prácticamente imposible desterrar de nosotros un poso de pensamiento irracionalque todos llevamos –siempre según Eliade– agazapado en el inconsciente, aguardando, en estecaso, su dosis de tritones, sirenas, brujas del mar y otros fenómenos inexplicados relacionados conese elemento.

La ya mencionada Françoise Péron es más sistemática a la hora de buscar razones para esa proli-feración de monstruos y quimeras en el mar hasta bien pasado ese Siglo de las Luces que se niega adar por canceladas las afirmaciones de la Antigüedad –griega y latina– y de la Edad Media sobre loque se oculta en las tinieblas, en la oscuridad que se cierne sobre las aguas.

En primer lugar esta autora señala como causa de la creencia en monstruos a serias reflexionesrenacentistas sobre la voluntad de Dios. Unas que, por cierto, pueden detectarse incluso entre losfundadores de la Matemática actual, todavía a principios del siglo XVIII. Como ocurre en el caso deG. W. Leibniz. A ese respecto Péron vendría a coincidir con Margarita Gil Muñoz, otra historiadoradel mar y sus creencias, que afirma en uno de sus trabajos que la capacidad de los hombres de estaépoca para creer es ilimitada9.

En lo que no coinciden ambas historiadoras es en que, según Françoise Péron, existen otras razo-nes, además de las religiosas o irracionales, para la existencia en la Europa de la Edad Moderna de car-tas de navegación, mapas y eruditos tratados –de viajes o del estilo del Compendio historial de Isasti–llenos de prodigios, tritones, sirenas y brujas marinas hasta bien pasado el siglo de la Ilustración.

En efecto, según Françoise Péron, el público de la Europa de la Edad Moderna estaba ávido de esasquimeras, de contenidos “insólitos y maravillosos”. Hay pues un interés comercial. Como denunciaFrancisco de Encinas –un protestante español– en el año 1556, las obras, sin ese tipo de referencias,resultan insulsas. Así pues el éxito comercial debe asegurarse adornando el relato, o el Atlas, con mons-truos, que distraigan a ese público, gente generalmente de tierra adentro, que compra esas obras ydesea atemorizarse durante la lectura, distraerse, divertirse y también, ¿por qué no?, soñar10.

Junto a esas causas esta autora también conjetura que los relatos sobre monstruos marinos ysimilares podrían estar motivados por razones aún más utilitarias.

Sería el caso, por ejemplo, de relaciones juradas y autentificadas ante un tribunal, como ocurrecon la declaración de Guillaume Pottier, capitán del Vainqueur, ante el Almirante de Guyena, Ray-mond de Navarre, en el año 1701, en la que se aludía a un monstruo marino con forma de dragón,que arrojaba llamas por la boca, tenía ojos tan grandes como barriles y el grosor del barco…, Péronve en él tan sólo propaganda de guerra utilizada para galvanizar a los marineros franceses frente a lapróxima guerra contra Gran Bretaña y Holanda. Aparte de una perfecta excusa para que el capitánPottier justificase los daños que había sufrido su cargamento, que, al fin y al cabo, por esa causa sehabía iniciado aquel singular procedimiento judicial11.

Patrick Geistdoerfer, que comparte libro con Françoise Péron, señala, por su parte, que la presen-cia de monstruos en mucho de lo que se escribe y dibuja en la Europa de la Edad Moderna, puedeobedecer tanto a la imaginación como a una mala observación de la fauna marina por parte de loshombres embarcados12.

8. Consúltese Koldo Mitxelena Kulturunea (KMKU) J. U. 2751 “Relaçam” publicada a partir del tomo 6 de la obra de Feijoo por el impre-sor de la reina de Portugal, Pedro Ferreira, en Lisboa, en 1740.

9. GIL MUÑOZ, M.: La vida religiosa de los mareantes, pp. 161-162. 10. PÉRON, F: “Monstruos y maravillas del mar”, en CORBIN, A-RICHARD, H. (dirs.): El mar, terror y fascinación, p. 129.11. PÉRON, F.: “Monstruos y maravillas del mar”, CORBIN, A-RICHARD, H. (dirs.): El mar, terror y fascinación, pp. 129-130.12. GEISTDOERFER, Patrick: “El imaginario del mar: de los mitos a la ciencia”, en CORBIN, A.-RICHARD, H. (dirs.): El mar, terror y fascina-

ción, p. 135.

Page 5: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

Carlos Rilova

Una tendencia, nos dice, que, como señala también Françoise Péron, trata de sobrevivir a lo largodel XIX, pero empieza a ser claramente desterrada a lo largo del XVIII. Como lo demuestran demanera elocuente las láminas sobre el mar de la Enciclopedia, ya enteramente desprovistas de trito-nes y sirenas. Siquiera como adorno de rigeur13.

Esas serían, pues, las razones por las cuales los europeos de la Edad Moderna, incluso los del Siglode las Luces, vivían rodeados, al menos en su imaginación, o en el impreciso terreno que ésta ocupa-ba, de un mar de tinieblas lleno de monstruos, sirenas, tritones y, aunque no se mencionen tanto,alguna que otra bruja.

En las páginas que siguen trataremos de relatar por medio de diversos documentos –inéditos ensu mayoría– al menos un esbozo de esa peculiar Historia en la que el mar se convierte, también paralos vascos del Siglo de las Luces, en un continente, otro más, donde habitan muchos miedos irracio-nales.

También intentaremos comprobar en los dos últimos apartados de este trabajo como aquel fueun esfuerzo de la imaginación hasta cierto punto inútil, ya que los verdaderos motivos de temor parabastantes marineros de los que, en algún momento, sirvieron en la Costa Vasca, se encontraban másbien tierra adentro. Un aspecto éste sobre el que, quizás, no se ha hablado demasiado a la hora deescribir sobre lo que aterrorizaba a la gente de Mar.

2. ILUSTRACIÓN, PRODIGIOS Y BRUJAS

El siglo de las Luces en el País Vasco, que duda cabe gracias a los numerosos estudios realizados alrespecto en las tres últimas décadas, produjo notables avances en el uso racional del pensamientopor parte de los hombres y mujeres que lo habitaban en esa época. Una buena prueba podría ser,dejando aparte la existencia de, por ejemplo, la precoz Sociedad Ilustrada del conde de Peñaflorida,la aparición de unos versos satíricos en el Pasajes de San Juan de 1778 para burlarse de un abogadode esa localidad que decía creer en duendes y al que, precisamente, recomiendan leer al padre Feijoomás a menudo para librarse de esas impresiones14.

Sin embargo ese proceso, como vamos a comprobar enseguida, resulta descorazonadoramentedesigual. Y el balance se inclina muy a favor de los que en la época y el lugar todavía creen en la exis-tencia de brujas y otros prodigios. En el mar o cerca de él.

En efecto, si registramos los archivos no tardaremos en darnos cuenta de lo mucho que cabía aese respecto en las mentes de los vascos de esa época. Incluso si nos centramos en una tan contra-ria, en principio, a esas efusiones como lo fue el siglo XVIII, el de las Luces, el de la Razón…

Podemos empezar en el año 1760, ya pasada la mitad del Setecientos, con el caso llevado ante elCorregidor de esa provincia para enjuiciar a Christoval de Elorza, vecino de Elgoibar, que aseguróque, en su documentada opinión, existían brujas en el caserío de “Azpizar” o “Azpicar” de esa loca-lidad. Un extremo que no agradó nada a la viuda Anastasia de Arana, dueña de la misma, que, lógi-camente, no quería sobre ella y sus propiedades semejantes sospechas. Y menos aún afirmacionescomo que su abuela, tuerta de un ojo, “era bruja”. Además del magistrado que juzga el caso, lossacerdotes del lugar, como ya venía siendo costumbre en el País Vasco desde comienzos del sigloXVII, intentaron apaciguar los ánimos y desarmar esas palabras que definen como “muy pesadas” 15.

692

13. GEISTDOERFER, P.: “El imaginario del mar: de los mitos a la ciencia”, en CORBIN, A.-RICHARD, H. (dirs.): El mar, terror y fascinación, p.138.

14. Sería casi imposible enumerar toda la bibliografía generada sobre ese tema. Por el momento el mejor y más reciente estado de la cues-tión de la Ilustración vasca, bajo todos sus ángulos –incluida su actitud frente a las creencias en Brujería– y comparada con otras Ilustracioneseuropeas, puede encontrarse en las actas del Congreso Internacional “Ilustración, Ilustraciones” / “Ilustrazioa, Ilustrazioak” organizado precisa-mente por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en Azkoitia y Bergara del 14 al 17 de noviembre de 2007.

Sobre el proceso que tiene lugar en Pasajes véase ALBERDI LONBIDE, Xabier: “XVIIIgarren mendeko euskararen erabilera, auzi batzuetanjasotako zenbait euskal testuren haritik”, en ALBERDI LONBIDE, Xabier-RILOVA JERICÓ, Carlos: Iraganarean ahotsak-Las voces del pasado, Luisde Uranzu Kultur Taldea, Irun, 1998, pp. 20-22 y 42-48.

15. Consúltese Archivo General de Gipuzkoa-Gipuzkoako Artxiboa Orokorra (desde aquí AGG-GAO) CO CRI Año 1760, caja 5, expedien-te 9, folio 1 recto. Sobre la cuestión del ojo tuerto como portador de mal, de Brujería, véase ERKOREKA, Anton: Begizkoa Mal de ojo, Ekain, Bil-bao, 1995, pp. 20-49. Sobre el desinterés de la Iglesia vasca, a instancias de la Inquisición española, en la posible existencia de brujas, a partirde comienzos del siglo XVII, véase HENNINGSEN, Gustav: The witches´ advocate. Basque witchcraft and the Spanish Inquisition, 1609-1614,Nevada University Press, Reno, 1995. Sobre esa expresión y la actitud de los clérigos de Elgoibar desde el comienzo de la disputa por aquellaspalabras, consúltese AGG-GAO CO CRI Año 1760, caja 5, expediente 9, folios 8 vuelto-11 recto y 18 vuelto.

Page 6: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

693

Sin embargo, como también venía siendo costumbre, esa actitud razonable por parte de los guar-dianes de la Ley, la Moral y la Religión y, en general, por parte de toda la élite vasca de la época, nosirvió de gran cosa. La sospecha sobre la existencia de criaturas sobrenaturales –es preciso rendirse ala evidencia documental una vez más– continuó rampante en ese y en otros lugares del País Vasco dela Ilustración.

En efecto, apenas un año después, en 1761, tenemos otro claro ejemplo de esa actitud. En la cos-ta esta vez. Concretamente en San Sebastián.

En esta ocasión María Josepha de Azcarate, criada de uno de los oficiales del regimiento“Hibernia”, Juan Purcel, tuvo que querellarse, también ante el Corregidor y por un motivo muysimilar, contra una de sus vecinas: la joven criada de la posadera María Brígida de Laules. Incómo-da presencia que habita en el segundo piso del inmueble en el que María Josepha se alojaba consu amo16.

La criada de la posadera se había enfrentado con ella cuando María Josepha le afeó que tirase elagua usada al patio de vecindad. Suficiente para que esta joven descarada, de nombre Juana, res-pondiera a María Josepha de Azcarate que era una “tuerta, endemoniada, desollada”. O, en otraspalabras, la acusada la había tachado públicamente de tener alguna clase de poder mágico –presu-miblemente en esa mirada tuerta– otorgado por el Diablo, como se deduce de la expresión “ende-moniada”, y además de haber sido castigada tiempo atrás con pena de azotes –de ahí la alusión aque estaba “desollada”– por algún tribunal –es de imaginar que eclesiástico– por esas o semejantescausas17.

No menos sorprendente era lo que elucubraron las mentes de otras vecinas del litoral guipuzcoa-no, concretamente del barrio de La Herrera, en 1783. Es decir, seis años antes de que la revoluciónfrancesa estallase para disipar totalmente –o al menos intentarlo– tinieblas de esa especie.

La denuncia que María Andrés de Yturbide presenta contra María Josepha de Asteasuenzarra, nodeja, en efecto, de estar cargada de indicios inquietantes sobre el grado de Ilustración alcanzado porlos habitantes del litoral vasco del Setecientos. Dice la querellante, con total seriedad, que el segun-do día de la última Pascua, la acusada entró a eso de las cuatro de la tarde en su casa y la llamó“puta” y “alcahueta”. Aparte de eso añadió, a voz en grito, que “permitiese Dios se quemase sucasa” estando dentro María Andrés, tal y como ya había ocurrido cosa de un año atrás en otra casagracias a “oraciones que dicha querellante hizo para el efecto”. No contenta con esto, la acusadadijo que ojalá no diera Dios tiempo a que la querellante pudiera confesarse antes de morir. Final-mente, para que esta maldición se convirtiera en realidad, María Josepha se puso a hacer lo mismoque se suponía había hecho María Andrés un año antes para quemar aquella otra casa. Es decir,rezar. Concretamente un “Credo”, en voz alta...18

No sería demasiado audaz afirmar que casos como éstos son un reflejo tardío de la tradición cul-ta del Seiscientos sostenida en el País Vasco, como hemos visto en la Introducción, por, entre otros,un Pierre de Lancre o un Lope de Isasti. También podríamos considerar así, como un reflejo tardío deesa tradición culta del Barroco, la serie de casos en los que, ya en el siglo XVIII, se alude con total cla-ridad a la presencia de brujas en los mares que surcan los vascos de esa época. Los documentos dis-ponibles son, desde luego, bastante elocuentes a ese respecto.

Comencemos por el año 1705, en el que Gracia de Vidaondo, vecina del actual Pasajes de SanJuan –entonces de “la banda de Fuenterrabia”–, había denunciado ante el tribunal municipal de esaciudad ciertas injurias vertidas en su contra por otras dos habitantes de ese puerto: las hermanasFrancisca y Josepha de Macazaga. Un proceso en el que Gracia, que seguramente no había oídonunca hablar de Jacobo I –rey de Inglaterra y Escocia un siglo antes de que ella iniciará este proceso–ni de sus teorías sobre la relación entre el mar y la Magia diabólica, sacó a relucir la muerte de unosmarinos de Pasajes de San Juan que, según la declarante, debía atribuirse a Brujería. ¿Qué otra cau-

16. AGG-GAO CO CRI Año 1761, caja 2, expediente 4, folio 1 recto. Sobre el capitán Purcel, o más bien sobre sus relaciones familiares,puede resultar interesante RILOVA JERICÓ, Carlos: “Un duelo junto a la iglesia de Santa María. El “Mando a la Española” y el regimiento deirlandeses Hibernia. San Sebastián, 1756”, Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián (BEHSS), nº 37, 2003, pp. 527-544 y RILOVAJERICÓ, Carlos: “Un leal servidor de la causa de los Estuardo. El viaje del capitán Browne desde San Sebastián al páramo de Drummossie(1746)”, BEHSS, nº 39. 2005, pp. 473-483. En ambos trabajos se pueden encontrar referencias al apellido Purcell –transcrito como “Porzel” y“Purcel”– agregado a regimientos al servicio de la Corona española.

17. AGG-GAO CO CRI Año 1761, caja 2, expediente 4, folio 2 recto.18. AGG-GAO CO CRI Año 1783, caja 2, expediente 5, hojas sin foliar, cabeza de proceso.

Page 7: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

Carlos Rilova

sa podía darse a una ola que, de improviso, “estando la Mar sosegada” y “sin temporal”, habíaarrastrado a esos hombres, familiares suyos, enrolados como marineros?19

Dos años después, en el de 1707, el tribunal de la ciudad de Hondarribia tuvo que volver a escu-char acusaciones muy similares. Esta vez provenían de un joven criado francés empleado en una delas casas de Pasajes. Según los testigos, éste llamó “Brujas Echiceras” a dos vecinas de esa villa,Seuastiana de Echeandia y Catalina de González. El criado había señalado en particular a Seuastiana,a la que decía haber visto a horas intempestivas (las dos de la madrugada) practicando sospechosospaseos junto al mar, no lejos de Lezo…20

Casi medio siglo después los rumores de esa especie persistirán. Casi incólumes, como vamos acomprobar enseguida.

En efecto, otra vecina de la bahía de Pasajes volverá a verse en ese entredicho sesenta años des-pués de que se vertieran esas acusaciones, dignas de las mejores páginas de Lope de Isasti, contraSeuastiana de Echeandia.

Ocurrió en 1767, en la villa de Rentería. El padre de Mariana Francisca de Yribarren se había vistoobligado a presentar ante el Corregidor una querella para defenderla de las quejas que María Josep-ha de Echeto, también de esa villa, había dado ante ese mismo tribunal. Al hilo de esta cuestión escomo nos enteramos de que María Francisca, al volver de su trabajo en uno de los barcos surtos enla bahía, se encontró con la desagradable sorpresa de ver a su gato doméstico muerto. Cuando recla-mó cuentas entre el vecindario por la muerte del felino, la Echeto le respondió con palabras, comopoco, espesas. Concretamente María Josepha se dejó decir que no sabía quién había matado al gato,pero estaba segura de que María Francisca podía devolverle la vida usando “algunos remedios expe-ciales (sic)” que ella conocía21.

Nos encontramos así, de nuevo, ante la clase de cosas que más de un siglo atrás habían puestoen las páginas de sus eruditos tratados Pierre de Lancre y Lope de Isasti.

Las mismas, por tanto, que debía temer cualquier marinero que se embarcase para surcar sobreesa superficie inconstante en la que se vería expuesto a encontrar peligros diversos. Como tritones,olas inesperadas en medio de un mar sereno, incendios producidos por ensalmo… o cualquier otracosa que pudiera estar al alcance de una muchacha lo bastante versada en Magia diabólica comopara revivir muertos.

3. CORSARIOS, VAGABUNDOS Y MENDIGOS

Con todo lo dicho hasta aquí, quizás, debería darse por más que cumplida la aportación que sepodría hacer a partir de la Costa Vasca a la Historia del mar como espacio de terror y fascinación, poremplear la expresión elegida por Alain Corbin y Hélène Richard para titular su libro sobre esta temá-tica. Sin embargo, ¿no sería una gran oportunidad perdida no dedicar, por contraste, unas cuantaspáginas más a los peligros reales, no imaginarios, que afectaron a los marineros de ese litoral? Algu-nos de ellos podrían, en efecto, contar una interesante historia sobre otra clase de monstruos y bru-jas mucho más reales que los aludidos hasta aquí. Sería el caso, por ejemplo, de los hombres queemprendieron un camino sin retorno al enrolarse en barcos corsarios de estos puertos hacia media-dos del siglo XVIII, durante la llamada Guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins.

No nos entretendremos demasiado en describirla, especialmente por lo que respecta a su desa-rrollo por mar. Enrique Otero Lana ya ha dedicado una, como tiene por costumbre, magnífica mono-grafía en la que se pueden encontrar todos los detalles al respecto. Bastará con señalar que esa cam-paña naval se desarrolló entre 1739 y 1748, principalmente entre Gran Bretaña y España, que sedisputaban así el dominio sobre las tierras de América del Sur una vez más22.

694

19. Véase RILOVA JERICÓ, Carlos: “Las últimas brujas de Europa. Acusaciones de brujería en el País Vasco durante los siglos XVIII y XIX”,Vasconia, nº 32, 2002, pp. 374-376. Acerca de Jacobo I y sus alusiones a la existencia de brujas que dominan el mar, véase LEVACK, Brian P.: Lacaza de brujas en la Europa moderna, Alianza, Madrid, 1995, p. 216.

20. RILOVA JERICÓ, C.: “Las últimas brujas de Europa”, pp. 377-378. 21. AGG-GAO CO CRI Año 1767, caja 1, expediente 3, folios 1 recto-1 vuelto.22. Véase OTERO LANA, Enrique: La Guerra de la Oreja de Jenkins y el corso español (1739-1748). Cuadernos monográficos del Instituto

de Historia y Cultura Naval, nº 44, Madrid, 2004.

Page 8: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

695

El resultado, al menos por lo que respecta a los intentos de Jorge II de apoderarse de América delSur, fue un auténtico fiasco, como sabe cualquiera que haya leído sobre el poco mencionado ymenos estudiado sitio de Cartagena de Indias en el que tanto se distinguirá la figura de Blas deLezo23.

El corso español –y francés a partir de 1744– sin embargo pudo presentar una más que razona-ble cuenta de buenos resultados al finalizar ese conflicto favorable, en términos generales, a esas dospotencias24.

Sus tripulaciones, como vamos a ver inmediatamente, o al menos algunos de sus miembros, noestaban en condiciones de decir otro tanto.

Pocos entre ellos podían, en efecto, hacer un buen balance de sus correrías marítimas como elque se atribuyó a Pedro Fernández, vecino de Villabona que, en un agitado proceso iniciado contrasu mujer, Catalina de Eraso, será señalado por la parte contraria, la familia Echaluz, como un corsa-rio sumamente afortunado. Uno que incluso ha podido reunir suficiente dinero como para instalarseen San Sebastián25.

Más allá de excepciones como ésta, la mayor parte de los marinos enrolados en esa misma aven-tura vivieron muchos peligros y muy pocos prodigios y si no se les aparecieron ni Neptuno, ni su cor-te de sirenas, tampoco les visitó la diosa Fortuna. En ningún sentido…26

La mayoría de ellos se embarcaron en Francia. Confirmando así el dato que nos facilita el ya cita-do estudio de Enrique Otero acerca de que Bayona se constituirá, en detrimento de San Sebastián yBilbao, como centro de atracción del Corso durante la segunda mitad de ese enfrentamiento bélico,a partir de 1744, cuando la Francia de Luis XV, declara la guerra a Gran Bretaña27.

Antes de decir nada sobre las desventuras de todos ellos, conviene tener presente que, puestoque de un trabajo de Historia se trata, no debemos idealizar a tales personas.

La descripción de las aventuras atrabiliarias del capitán Francisco Fenet, alias “El Maltés”, de lasque nos ha hablado Enrique Otero Lana, son una seria advertencia a ese respecto. También lo pue-den ser, perfectamente, las de Antonio Merlo. Hasta ahora un completo desconocido para la Histo-ria, que presenta un expediente muy poco brillante: los documentos disponibles sobre él dicen quequería enrolarse como corsario en la Costa Vasca… después de haber huido de su Zaragoza natal yde las levas que se hacían allí para luchar en esa Guerra de la Oreja28.

Sin embargo, también es preciso hacer constar que ninguno de los corsarios que desfilarán a lolargo de las próximas páginas, parece haber incurrido en ninguna de esas dos conductas reprensi-bles. El delito que les llevó ante los tribunales que han conservado en acta sus malandanzas y peoresfortunas, fue, en principio, el de ser, simplemente, pobres o desarraigados que habían dejado de serútiles una vez que el ciclo bélico se había agotado.

23. Existe, en efecto, muy poca bibliografía sobre ese episodio. Véase ZAPATERO, Juan Manuel: “La heroica defensa de Cartagena de Indiasante el almirante inglés Vernon”, Revista de Historia Militar, nº 1, 1957, pp. 115-154. Para una biografía de Blas de Lezo, encargado de la defen-sa naval de Cartagena de Indias, llave de América del Sur para los ingleses, apenas contamos con la que le dedicó ya hace casi un siglo el con-de de Llobregat, LLOBREGAT, Conde de: Un general español cojo, manco y tuerto, Valverde, Irun, 1927 y otra de mediados del siglo XX, MAN-FREDI CANO, Domingo: Blas de Lezo, Publicaciones españolas, Madrid, 1956. Esta figura y esos acontecimientos han caído desde entonces enun curioso –y difícil de descifrar– olvido sólo roto por una curiosa mezcla de novela y ensayo histórico salido de mano de un autor colombiano.Véase VICTORIA, Pablo: El día que España derrotó a Inglaterra, Áltera, Barcelona, 2005. La obra en conjunto, haciendo abstracción de sus excur-siones literarias, resulta solvente, pero en ocasiones delata un sesgo político próximo a la ultraderecha, lógico por otra parte en un producto deuna editorial como Áltera, lo que debería ser tenido en cuenta a la hora de considerar la información que se nos ofrece sobre Blas de Lezo y suscircunstancias históricas en esas páginas.

24. Sobre las ganancias de los corsarios vascos a un lado y otro de la frontera en esas fechas, véase OTERO LANA, E.: La Guerra de la Ore-ja de Jenkins y el corso español (1739-1748), pp. 101-116 y, más concretamente, OTERO LANA, E.: “Los corsarios vascos en la Edad Moderna”,y PONTET, Josette: “Les corsaires dans l´Amirauté de Bayonne au XVIIIe siècle”, ambos en Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del PaísVasco, 5. Itsasoko gerra, kortsarioak eta itsaslapurak-Guerra marítima, corso y piratería, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián,2006, respectivamente pp. 218-219 y 323-324.

25. Consúltese AGG-GAO CO CRI 234, 5, folio 40 recto. El procurador de los Echaluz dice exactamente que Pedro Fernández “hauiendosalido a Corso ha echo muchas represalias, y ha ganado, y receuido pasados de ochocientos excudos (sic), y con parte de ellos han hecho mucharopa blanca, y vestidos, y alajas de casa”. Añadía que hacía cosa de dos meses les habían visto irse a vivir a San Sebastián cargando en tres carrosropa de casa, arcas y otras cosas “de mucho valor”.

26. Sobre las creencias y vida espiritual en general de estas tripulaciones resulta imprescindible, una vez más, la investigación de EnriqueOtero Lana al respecto. Según este autor ésta no se prodiga demasiado en la documentación y cuando lo hace reviste formas más bien ortodo-xas dentro del Catolicismo. Véase OTERO LANA, E.: La Guerra de la Oreja de Jenkins y el corso español (1739-1748), pp. 93-94.

27. OTERO LANA, E.: La Guerra de la Oreja de Jenkins y el corso español (1739-1748), p. 23.28. OTERO LANA, E.: La Guerra de la Oreja de Jenkins y el corso español (1739-1748), pp. 99-100. Sobre Antonio Merlo consúltese AGG-

GAO CO CRI 264, 14, folios 2 recto-3 vuelto.

Page 9: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

Carlos Rilova

O, al menos, cuando se presentía que no quedaba mucho para que así fuera. Como se puedededucir de la intensa actividad que registra a ese respecto el tribunal del caballero Manuel Arredon-do, Corregidor de la provincia de Gipuzkoa, en el mes de agosto de 1747. Fue, en efecto, a partir deesas fechas cuando comienza en él una verdadera caza de sospechosos de vagabundaje. Muchos deellos relacionados con tripulaciones de barcos corsarios.

El celo del Corregidor es tal que se vuelve incluso contra simples aspirantes a corsario. Como ocu-rre en el caso del labrador asturiano Tomás Pesquera. Un joven de 23 años, de Paredes de Navia, quehabía salido de allí con el fin de prosperar trabajando a bordo de uno de esos barcos. Según su decla-ración le habían asegurado que esa posibilidad era nada remota en Bayona “de Francia”, pero, aúnasí, se verá defraudada cuando sólo encuentre allí trabajo de peón de albañil. Tarea en la que seemplea desde marzo de ese año en compañía de su primo, dotado de un nombre paradójicamenteprometedor para un futuro corsario: Francisco de la Presa. Después, la enfermedad de éste les obligóa regresar a Navia29.

Fue en ese penoso viaje de vuelta cuando Tomás cayó en manos de Juan Ignacio de Garicano,comisionado de la Provincia para detener “Bagantes y desertores”, que no dudará un instante enremitirlo a las del Corregidor. La persona que, sin duda, sabría muy bien qué hacer con esta temiblecriatura, uno de esos vagabundos y mal entretenidos tan odiados y perseguidos por la sociedad euro-pea de la época. El Corregidor no defrauda, en efecto, las expectativas depositadas en él: condenaráal sospechoso a cuatro años de servicio militar. Quizás por no ser muy diferente ese destino al de cor-sario, o tal vez porque no le quedará otro remedio, Tomás Pesquera se aprestará a cumplir la senten-cia sin rechistar30.

A finales de ese mes de agosto de 1747 el caballero Arredondo, incansable, indagará sobre lavida de Juan Pérez, joven de 28 años, vecino de Grado, en el reino de Valencia, que, como TomásPesquera, había abandonado su población natal para buscar fortuna como corsario. Él tendrá, en eseaspecto, más suerte que el asturiano. Dice al Corregidor que, desde que año y medio atrás abando-na Valencia, estuvo embarcado en una fragata corsaria llamada El capitán Alegere, propiedad de unhombre llamado precisamente así: Alegere31.

Quiso después volver a Valencia, pero finalmente se establece en Bayona para enrolarse en doscampañas sucesivas en La Victoria, que se saldaron con la captura de dos presas. Esa afortunada cir-cunstancia, sin embargo, parece que a él sirvió de bastante poco: en lo sucesivo no encontraráempleo como corsario y deberá trabajar en otras labores en varios barcos surtos en ese puerto. Así lohará hasta que trata, según dice, de pasar con otros compañeros a Bilbao, para enrolarse allí en uncorsario de esa matrícula. Más que suficiente para que el Corregidor lo condenase a cuatro años deservicio militar en aplicación de las Pragmáticas contra vagabundos32.

Ése será el mismo trato que el caballero Arredondo aplicará a los demás compañeros de Pérez,que también han caído en sus manos. Caso del malagueño de 22 años Pedro Garzia. Él, como lamayor parte de los que pasan en esas fechas ante su tribunal, acaban en el servicio (forzoso) del rey.Para lo único que les valdrán sus “curriculum” como corsarios será para acabar destinados a la Arma-da en lugar de a la Infantería de línea, ya que, como apunta el propio Corregidor, la Marina de SuMajestad estaba más necesitada de personal en esos momentos33.

Manuel Bonifacio de Aroche será otra víctima más de ese proceso de caza y captura de ele-mentos convertidos en indeseables cuando se intuye que la Guerra de la Oreja está próxima a

696

29. AGG-GAO CO CRI 257, 11, declaración de Tomás Pesquera, hojas sin foliar. Una serie de observaciones muy coherentes con lo queEnrique Otero Lana nos cuenta sobre la desidia de los armadores asturianos de esas fechas, no demasiado proclives a suscribir patentes de cor-so desde el comienzo de esta guerra que ahora acababa. Véase OTERO LANA, E.: La Guerra de la Oreja de Jenkins (1739-1748), pp. 27-28.Sobre los vagabundos y marginados en general y la reacción de los magistrados europeos de la época, véase GEREMEK, Bronislaw: La piedad yla horca: historia de la miseria y la caridad en Europa, Alianza, Madrid, 1989. Más próximos a nuestro entorno GRACIA CARCAMO, Juan: Men-digos y vagabundos en Vizcaya (1766-1833), UPV-EHU, Bilbao, 1993 y ZAPIRAIN KARRIKA, David-MORA AFÁN, Juan Carlos: “Exclusión socialen los siglos XVI y XVII”, Vasconia, nº 24, pp. 157-192.

30. AGG-GAO CO CRI 257, 11, cabeza de proceso y declaración de Tomás Pesquera, hojas sin foliar.31. AGG-GAO CO CRI 257, 11, declaración de Juan Pérez, hojas sin foliar. Una fragata que no consta en el trabajo de Josette Pontet sobre

los corsarios del Almirantazgo de Bayona. Véase PONTET, J.: “Les corsaires dans l´Amirauté de Bayonne au XVIIIe siècle”, en Itsas Memoria.Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5. Itsasoko gerra, kortsarioak eta itsaslapurak-Guerra marítima, corso y piratería, p. 322.

32. AGG-GAO CO CRI 257, 11, declaración de Juan Pérez, hojas sin foliar. La Victoria sí aparece en la lista consignada por Josette Pontet. VéasePONTET, J.: “Les corsaires dans l´Amiraute de Bayonne au XVIIIe siècle”, en Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5. Itsasokogerra, kortsarioak eta itsaslapurak-Guerra marítima, corso y piratería, p. 322. Acerca de los corsarios de Bilbao, que toman ventaja incluso sobre losde San Sebastián hacia finales de la Guerra de la Oreja, véase OTERO LANA, E.: La Guerra de la Oreja de Jenkins (1739-1748), pp. 28 y 150-155.

33. AGG-GAO CO CRI 257, 11, declaración de Pedro Garzia y sentencia del Corregidor de 31 de agosto de 1747, hojas sin foliar.

Page 10: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

697

expirar y las antiguas tripulaciones se van a convertir en un problema. El magistrado local que,finalmente, lo entrega en manos del caballero Arredondo también había olisqueado en él a otroposible ejemplar de esos temibles “mal entretenidos”. Sólo para empezar, según se desprendíade sus primeras pesquisas, aquel mozo andaluz había dejado embarazada a María Francisca deArroquia34.

Todo parecía apuntar a que se trataba justamente de la clase de persona con la que el Corregidorsabía perfectamente, una vez más, qué debía hacerse. Exactamente lo que hizo: condenarle a pres-tar servicio en el Ejército del Rey de acuerdo a las Pragmáticas dictadas contra “Bagamundos y malentretenidos”. Nada en la declaración de este corsario le disuadirá de tomar otra decisión. Al caba-llero Arredondo le resultará indiferente que su tocayo Manuel Bonifacio de Aroche hubiera navega-do durante nada menos que cinco campañas “con plaza de Marinero” en diferentes barcos corsariosde Bayona. Ninguna de sus aventuras desde que ingresa en esa profesión le impresionará. Ni su cap-tura por los ingleses a bordo de un mercante que iba a La Habana, ni su paso a la capital de Laburdien otro mercante que hacía la ruta Lisboa-Burdeos, ni el período de cautividad en Inglaterra despuésde que lo capturasen a bordo del Leopardo35.

Cautiverio que, según parece, se prolongó sólo quince días gracias a su audacia. Justo los quenecesitó para organizar el plan de fuga que lo lleva de vuelta a Bayona, donde, en absoluto ame-drentado, se volverá a enrolar de corsario. Su intención, al menos, era embarcar en el navío que élllama La Victoria, antes de que el alcalde de Tolosa lo remita a manos del Corregidor36.

Nada de esto, ni la coherencia en la declaración de este antiguo impresor sevillano, hombre decierta cultura que sabe escribir con soltura, ni su ofrecimiento a demostrar que ya tenía arregladoslos papeles para casarse con María Francisca de Arroquía, que guardaba, como buen corsario, ensu arca de Bayona, lo librarán de una sentencia, según parece, más que decidida. Estremece, enefecto, el desdén con el que el caballero Manuel Arredondo Carmona ignora todos esos argumen-tos y decide, de acuerdo a las Reales Pragmáticas contra Vagamundos y Malentretenidos, enviar aeste corsario a servir al rey en uno de sus regimientos durante nada menos que seis años. Los quedeberá cumplir con exactitud, a menos que quiera ser agregado para ese servicio en uno de lospresidios de África…37

Una elocuente reacción, sin duda, la del caballero Arredondo, tomada sólo tres días antes de laNavidad de ese año 1747…

4. CONCLUSIÓN

Muchos otros eran los que tenían que contar una historia muy similar a la de ese corsario andaluz. Atodos, sin apenas excepción, se les aplicará un trato también muy similar al que se le dio a él y a losotros hombres de los que hemos hablado en el apartado anterior.

El rigor disminuye, eso no puede negarse, en las penas que se aplican a medida que avanzamos alo largo del año 1748. Tal vez porque la guerra se acerca a su fin. O quizás porque el encargado dedictar las sentencias es el licenciado Olave, el teniente del caballero Arredondo, acaso enemigo de unmayor rigor por sistema.

Es lo que se puede deducir del proceso que Olave forma en junio de 1747 contra el cubanoFrancisco Alvarez, enrolado a Corso en La Basquaise de Bayona y que ya antes había luchado a bor-do del también corsario guardacostas armado en La Habana y durante cuatro campañas en otroscorsarios fletados en Vigo. Olave, incluso un año antes de que acabe la guerra, no se ensañarádemasiado con este viejo lobo de mar. Tan sólo exigirá desabridamente de este hombre, que se hajugado la vida por defenderle a él y a otros como él, que pruebe que ya ha adquirido pasaje de vuel-ta a Cuba. Caso de que no pudiera hacerlo sí lo amenazaba con ser enrolado a la fuerza en un ejér-

34. Consúltese AGG-GAO CO CRI 257, 9, año 1747, cabeza de proceso, hojas sin foliar.35. Consúltese AGG-GAO CO CRI 257, 9, declaración de Manuel Bonifacio de Aroche ante el Corregidor, hojas sin foliar.36. AGG-GAO CO CRI 257, 9, declaración de Manuel Bonifacio de Aroche ante el Corregidor, hojas sin foliar.37. AGG-GAO CO CRI 257, 9, declaración de Manuel Bonifacio de Aroche ante el Corregidor y sentencia del Corregidor de 22 de diciem-

bre de 1747.

Page 11: RILOVA JERICÓ, Carlos: “El Mar de las tinieblas. Monstruos, brujas

Carlos Rilova

cito aún ávido de carne de cañón si lo encontraba, acabado el plazo que le da, en San Sebastián oen la provincia …38

Muchos otros reciben de él ese mismo trato: Juan Albaez, sevillano con una historia casi paralelaa la de su paisano Manuel Bonifacio de Aroche, que acaba ante el teniente Olave en junio de 1748.O Seuastian de Urrutia, un adolescente de 17 años, de Markina, que desde los 14 vaga de oficio enoficio hasta que, rechazado para ser embarcado rumbo a Caracas en San Sebastián, se enrola en uncorsario que cae en manos inglesas y lo conduce de cabeza a los campos de prisioneros de Plymouth.De los que escapa tan sólo para ser acorralado judicialmente por el licenciado Olave39.

También sufrió esa mala suerte Antonio Solis, natural de Yucatán, apresado por los ingleses alcomienzo de la Guerra de la Oreja y vendido por estos como esclavo blanco o “indentured servant”durante siete años. Él también escapará, concretamente en Londres, para iniciar una vengativa carre-ra a bordo de corsarios como El Leopardo de Bayona hasta que, cuando llega la paz, su propia posa-dera en esa villa lo echa a la calle a él y a otros compañeros al saber que se quedarán sin trabajo yaque, como ella misma les dice, no habría “empleo para corso”40.

La respuesta que todos ellos podrían darnos acerca de la existencia de brujas y monstruos mari-nos y el lugar en el que se les podía encontrar sería, sin duda, muy distinta a la que hubieran dadoLope de Isasti, el padre Feijoo, o cualquier rico lector de Atlas y relaciones de viajes de la Europa de laEdad Moderna.

Es fácil deducirlo de las circunstancias a las que se tuvieron que enfrentar en tribunales como losregidos por gentes como el licenciado Olave o el caballero Arredondo.

698

38. AGG-GAO CO CRI Año 1756, caja 6, expediente 1, declaración de Francisco Alvarez y sentencia del teniente de Corregidor, hojas sinfoliar. La Basquaise aparece mencionada en la lista que da Josette Pontet en su artículo ya citado. Véase PONTET, J.: “Les corsaires dansl´Amirauté de Bayonne au XVIIIe siècle”, en Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5. Itsasoko gerra, kortsarioak eta itsas-lapurak-Guerra marítima, corso y piratería, p. 322. Las obras clásicas sobre el corso vasco, y en especial el que se organiza en Laburdi, firnadaspor Edouard Ducéré y Pierre Rectoran, también aluden a esa embarcación, pero señalan que es armada en San Juan de Luz. Véase DUCÉRÉ,Edouard: Les corsaires, Editions Harriet, Bayonne, 1980, pp. 240-241, Tomo I y RECTORAN, Pierre: Corsaires basques et bayonnais du XVe auXIXe siècle, Editions E. Plumon, Bayonne, 1946, p. 280.

A ese respecto resulta de interés saber que Corregidores posteriores, como Pedro Cano y Mucientes, tampoco son partidarios de un exce-sivo rigor con los corsarios que caen en sus manos. Como ocurre durante la siguiente guerra, la llamada de los Siete Años, con Francisco Lala-na, de Bayona, condenado a abandonar la provincia en breve plazo a cambio de no ser enrolado en el servicio militar forzoso. Consúltese AGG-GAO CO CRI Año 1758, caja 1, expediente 2, cabeza de proceso, declaración de Francisco Lalana y sentencia del Corregidor, hojas sin foliar.

39. Respectivamente AGG-GAO CO CRI 264, 16, folios 1 vuelto-2 vuelto, AGG-GAO CO CRI 267, 4, declaración de Seuastian de Urrutia ysentencia del teniente de Corregidor, hojas sin foliar.

40. AGG-GAO CO CRI 267, 4, declaración de Antonio Solis, hojas sin foliar.