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Rivara c Martinez

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Page 1: Rivara c Martinez

“RIVARA, IVAN FEDERICO c/ MARTINEZ, GONZALO Y OTRO.- ORDINARIO - DAÑOS Y PERJ.- ACCIDENTES DE TRANSITO.- EXPTE. N° 520686/36”

PRIMERA CUESTIÓN: ¿Procede el recurso de apelación de la parte actora?

SEGUNDA CUESTIÓN: ¿Qué pronunciamiento corresponde adoptar?

A LA PRIMERA CUESTIÓN PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL DR. GONZÁLEZ ZAMAR DIJO:

I) En contra la sentencia relacionada, cuya parte resolutiva ha sido transcripta ut supra , a fs. 573 la parte actora interpuso recurso de apelación, el que fue concedido a fs. 574.

Radicados los autos en ésta sede e impreso el trámite de ley (fs. 596), la recurrente expresó agravios a fs. 600/611, los que fueron contestados por la demandada a fs. 613/620, requiriendo el rechazo del recurso intentado, con costas. Ordenado el traslado de los agravios a la citada en garantía, a fs. 624 se le dio por decaído el derecho dejado de usar, al no haber sido contestados.

Dictado y firme el decreto de autos, quedó la presente causa en estado de ser resuelto.

II) Ingresando a la cuestión traída a decisión de este Tribunal de Grado, cabe ponderar:

1.- Plataforma fáctica del recurso. Liminarmente, incumbe señalar que el A quo rechazó la acción de daños y perjuicios incoada por el Sr. Iván Federico Rivara en contra de los Sres. Gonzalo Martínez e Isabel Elvira Parodi, con motivo del accidente de tránsito de fecha 23 de octubre de 2003.

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Para decidir en tal sentido, el Tribunal consideró que el nexo de causalidad de la responsabilidad sindicada a los demandados se vio interrumpido por la culpa de la víctima.

Fundamenta tal conclusión en que, pese a la prioridad de paso que le asistiría al accionante por conducirse por la derecha, su exceso de velocidad y el hecho que el demandado arribara primero a la intersección, eximen a este último de toda responsabilidad.

La parte actora se alza contra dicho pronunciamiento, expresando su disenso el cual admite el siguiente compendio:

Se agravia por el iter argumental seguido por el A quo, al exponer: “…Teniendo en cuenta lo antes expuesto, considero que la prueba rendida en la causa es insuficiente para hacer lugar a la pretensión actora…”. Señala que dicha afirmación resulta anticipada y sin haber analizado ninguna prueba de las incorporadas a la causa, por lo que resulta incongruente entre el presupuesto y el resultado, que luego en toda la resolución pretende sostener.

Por otro lado, se queja por cuanto el A quo concluye que el actor superaba la velocidad de 45 km./h dictaminados por el perito y, arbitrariamente, fija una velocidad de 65 km/h, según su experiencia y no en virtud de los elementos probatorios de la causa. Asevera que de la prueba rendida en autos surge que su parte se desplazaba a una velocidad mínima de 45 km./h. Postula que el sentenciante no puede afirmar que las huellas de frenado que se observan en el sumario penal corresponden al actor, toda vez que el Agente de la Policía hace mención a ellas como suposiciones o hipótesis y no manifestaciones indubitables.

Sostiene que tanto el vehículo del actor como del demandado arribaron simultáneamente en la intersección de

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las calles Galeotti y Cramer, por lo que el último debía cederle el paso. Argumenta que el demandado no respetó la prioridad de paso del actor, sino que invadió la arteria y se interpuso en su trayectoria. Que el perito oficial nada señala con respecto a las huellas del vehículo del accionado, ya que al momento de elaborar su dictamen no obraba el Sumario penal en autos, pero sí se encontraba en la causa cuando el A quo debía resolverla. Que de haber ponderado el sentenciante las huellas de neumáticos del demandado, habría considerado una velocidad mayor del Renault. Asevera que la calidad de embistente de la contraria ni su supuesto adelantamiento, excepcionan la regla de la prioridad de paso.

Del mismo modo, embate la valoración del testimonio del Sr. Carlos Alberto Pérez, invocando que éste condice con los extremos invocados en la demanda, el dictamen pericial, y el sumario penal.

Se queja que se haya considerado que el vehículo de la demandada circulaba por la mitad del cruce de las calles Cramer y Gino Galeotti, sosteniendo que las marcas del derrape del croquis obrante en el Sumario penal indican que aquel no había llegado a la mitad de la intersección de las calles y que el rodado del actor la había sobrepasado. Adita que no es cierto que el auto del demandado haya sido embestido en su lateral trasero derecho, siendo que se ha acreditado que el desarrollo del daño comenzó en la puerta delantera derecha y que no se produjo en dicha zona por el violento cambio de trayectoria que le imprimió el demandado al instante del impacto.

Se agravia, también, por cuanto el A quo valoró un cartel de tránsito “despacio escuela” que no fue colocado por el Estado Municipal, sino por particulares. Señala que el

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ingreso peatonal del colegio en cuestión es por calle Cura Brochero.

Argumenta que siendo la calle por la que se conducía (Galeotti) una arteria principal, de intenso tránsito, por donde circulan todos los colectivos que bajan al centro, ella constituye una vía de mayor jerarquía y por ende de prioridad de paso.

Subsidiariamente, ante el rechazo de los agravios reseñados, se queja por los intereses establecidos en la resolución opugnada, a razón de la tasa pasiva del BCRA con más el dos por ciento (2%) nominal mensual, solicitando la morigeración de los mismos a igual tasa con más un uno por ciento (1%) nominal mensual.

Mantiene la cuestión federal y la reserva del recurso extraordinario federal.

2.- Litis recursiva. En este estado, de conformidad a como ha quedado trabada la litis recursiva, el thema decidendum lo constituye dirimir, por un lado, si ha existido una violación a los principio lógicos en la sentencia impugnada; si al momento del evento dañoso el actor se conducía con exceso de velocidad y la demandada había emprendido el cruce de la bocacalle con antelación a aquél y, en su caso, si dichas circunstancias obstan la aplicación de la regla de prioridad de paso de quien circula por la derecha; y si resulta adecuada la alícuota de intereses aplicada al caso.

3.- La solución del recurso traído a resolver.a) Abocándome primeramente al agravio relativo a la

incongruencia y anticipación del discurrir argumental del Juez A quo , señalando que arriba a una conclusión excluyendo todo análisis de la pieza probatorio, la queja debe ser rechazada. Ello, toda vez que no se advierte en la resolución opugnada

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que el Iudex haya soslayado la valoración de la prueba rendida en autos, lo que se vislumbra de su sola lectura. Ciertamente, el Magistrado ha ponderado la prueba pericial, documental, testimonial, etc. producida en autos. Máxime, dichas valoraciones han sido materia de agravio por parte del recurrente.

El hecho que el A quo principie su iter argumental con la conclusión arribada y no con las consideraciones sobre las que se funda aquella, no la priva de la legalidad ni logicidad prescripta por la norma constitucional ni de rito (arts. 155 de la CPcial. y 326 del CPCC). En efecto, el razonamiento jurisdiccional no debe ser analizado a la luz de la lógica analítica o formal, sino que por su naturaleza práctica, debe necesariamente ser examinada bajo una lógica dialéctica y de la retórica. El razonamiento judicial posee un carácter práctico- prudencial, pues es un saber que carece de la certeza constrictiva propia de los saberes físicos o matemáticos. Aquella es más que una mera deducción lógica formal, un puro silogismo judicial (cfr. T.S.J. in re “Gómez, Miguel- Declaratoria de herederos”, Sent. n° 28, del 18/4/2002).

En esta línea, el adelantamiento de la solución adoptada en una resolución jurisdiccional, en la que seguidamente se dan las razones en las que aquélla se fundamenta, no constituye un vicio in cogitando que amerite la procedencia de la impugnación.

b) Con relación al rechazo de la acción intenta, sabido es que en materia de accidente de tránsitos rige la presunción de responsabilidad establecida por el art. 1113, 2º parte, 2º párrafo del C.C.

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En su mérito, ante supuestos como el de marras se invierte el onus probandi en lo que respecta a las eximentes de responsabilidad, ya que no es el accionante quien debe acreditar la culpa del demandado, sino que es éste quien debe demostrar la culpa de la víctima o de un tercero por quien no debe responder, o la existencia de un hecho fortuito, para poder liberarse de responsabilidad, destruyendo la presunción legal ya expresada.

Ello por cuanto es aplicable en materia de daños resultantes de la intervención de automotores la responsabilidad objetiva por riesgo creado instituida por el art. 1113, segundo supuesto, del segundo párrafo, del Código Civil. La norma aludida consagra una presunción iuris tantum de relación causalidad sólo enervable por la demostración de la actuación de una causa ajena: culpa de la víctima, de un tercero, caso fortuito extraño a la cosa o uso de ésta contra la voluntad del dueño o guardián.

En consecuencia, cuando -como en el caso concreto- está en discusión la culpa de los protagonistas en la colisión, el damnificado (actor) deberá probar un nexo de causalidad aparente, o sea, la intervención de la cosa riesgosa en el evento dañoso; siendo el demandado, quien deberá destruir esa presunción iuris tantum de relación de causalidad, demostrando que el daño no es producto del riesgo o vicio de la cosa, sino del hecho de la víctima, de un tercero o el caso fortuito, o bien que ella en el momento del daño fue usada contra la voluntad del dueño o guardián (párrafo tercero del art. 1113 del Cód. Civil) lo que enerva el sustento jurídico de la imputación del daño al obligado, el poder jurídico o de hecho sobre la cosa.

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Al respecto, se ha resuelto en temperamento que comparto que: “En la responsabilidad por el riesgo o vicio de la cosa, el art. 1113 consagra una presunción de causalidad que sólo se enerva por la demostración de que, en realidad, el daño provino de la actuación de una causa ajena. De lo expuesto se infiere que la víctima no necesita probar la culpa de los demandados para fundar su reclamación, ni los demandados se liberan probando su ausencia de culpa, sino sólo si acreditan la del damnificado, la de un tercero por quien no deben responder, o un caso fortuito exterior al riesgo o vicio de la cosa. … Las dudas sobre la mecánica antecedente del hecho y sus circunstancias se revierten contra la demandada, que soportaba el onus probandi, pues en toda hipótesis de duda el juez debe fallar contra quien debía probar y no lo hizo” (C. 8° C.C. Córdoba, 28/8/93, Semanario Jurídico, 959, 18/11/93)” (Zavala de González, Matilde, Doctrina Judicial –Solución de Casos 1, Segunda edición ampliada y actualizada, Alveroni Ediciones, Córdoba, 1998, pág. 162/163).

En esta inteligencia, se sigue que conforme la norma de aplicación y los términos de la litis, es el demandado quien debe aportar al proceso toda aquella prueba capaz de demostrar su eximente de responsabilidad, la que no se identifica con su falta de culpa en la producción del evento dañoso, sino en la culpa de la propia víctima que pretende el resarcimiento.

Sobre él pesa la carga procesal de acreditar la existencia y configuración de la eximente de responsabilidad capaz de fracturar el nexo causal que sustenta la atribución de responsabilidad en base a un factor puramente objetivo, cual es, el deber de responder por los daños causados a otro atento conducir una cosa riesgosa. Si dicho extremo no logra

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ser debidamente acreditado por el accionado, la demanda prospera.

Por su parte, a la luz de la normativa de tránsito, la Ordenanza n° 9981 establece una serie de reglas de circulación que marcan la suerte de sub examen.

En este andarivel, se erige como precepto directriz que los vehículos destinados a circular en la vía pública deben respetar las indicaciones de la Autoridad de Aplicación, las señales de tránsito y las normas vigentes, en ese orden de prioridad (art 40).

En ese marco, la ley prescribe la prioridad de paso de quien se conduce por la derecha. Así, el art. 65 de la Ordenanza Municipal de Tránsito: “El conductor que se aproxima a una encrucijada no semaforizada debe, en todos los casos, reducir la velocidad y ceder, siempre y espontáneamente el paso, a todo vehículo que se presente por una vía pública situada a su derecha.- Esta prioridad es absoluta y solo se pierde ante: a) La señalización específica en contrario; (Fig. 1); b)Los vehículos ferroviarios; c)Los vehículos del servicio público de urgencias en cumplimiento de una emergencia, cada vez que éstos lo requieran con sus señales acústicas y lumínicas; d)Las reglas especiales para rotondas; e)En cualquier circunstancia cuando: … 3) Se vaya a girar para ingresar a una vía transversal…”

Dicha norma recepta la necesidad de regular los puntos neurálgicos del tránsito que constituyen las bocacalles, encrucijadas y cruces de caminos, encontrándose en ellos vehículos que circulan en distintas direcciones o entre vehículos y peatones que cruzan la calzada o camino.

En este contexto, la prioridad de paso cumple la función de prevenir potenciales conflictos de tránsito, relacionados

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con la falta de visibilidad de los vehículos avanzan hacia el punto de confluencia, estableciendo que uno de ellos aminore la marcha e incluso detenga para permitir que el otro realice el paso por el cruce de una manera normal y sin tener que efectuar otra maniobra (cfr. AREÁN A., Juicios por accidentes de tránsito, t. 2, Hammurabi. Bs. As., 2006, ps. 455/456).

Pese a la claridad normativa, la jurisprudencia es vacilante a la hora de otorgar un carácter absoluto o relativo a la regla de la prioridad de paso, a mérito de los sinnúmeros de circunstanciales fácticas que condicionan los supuestos, tales como la simultaneidad o no en que ambos vehículos arriban a la intersección.

Sentando su temperamento sobre el tópico el Máximo Tribunal de la Provincia de Córdoba ha resuelto: “La citada norma de tránsito otorga prioridad de paso a quien se presente por la derecha, regla a la que debe atenderse primordialmente en casos en que ambos vehículos arriben más o menos simultáneamente a una bocacalle o encrucijada, pues ha sido prevista para evitar colisiones; sin que justifique su apartamiento el haberse intentado alcanzar primero el medio de la calle. Pero la aplicación de la norma no puede hacerse desatendiendo las particularidades del caso, por lo que todo intento de establecer reglas uniformes e inflexibles significaría standarizar un criterio que obligue al tribunal de mérito a hacer caso omiso de las condiciones fácticas sometidas a juzgamiento, irrumpiendo en el sistema de la libre valoración de la prueba con sujeción a las reglas de la sana crítica racional” –el resaltado me pertenece- (cfr. T.S.J Cba., Sala Civil y Comercial, Sent. nº 44, del 03/10/1989, criterio que fuera reiterado en el siguiente fallo de la misma Sala:

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“Carreño Betiana c. Macagno Daniel Alberto. Recurso de Apelación. Recurso de Casación” 02/09/2010, Sent. n° 174).

De ello se deduce, que la prioridad de paso no significa en sí misma una atribución in abstracto , desvinculada de las circunstancias fácticas que rigen el caso. Como ya tiene dicho esta Excma. Cámara, para soslayar esa prioridad de paso es menester que el vehículo que accede desde la izquierda gozara de una franca factibilidad de cruce, manifestada por un adelantamiento que hubiere impedido que ambos rodados colisionaran, pues el sólo hecho que el choque se haya producido en la encrucijada, hace razonable inferir que quien gozaba de la misma, tuvo la posibilidad de observar el desplazamiento del otro rodado y especuló -emprendiendo una maniobra imprudente e inoportuna- ganarle el paso.

En este andarivel, tal prioridad debe ser valorada a la luz de las circunstancias del hecho, principalmente, de la posibilidad de cruce de quien accede desde la izquierda. En efecto, una exégesis sistemática del ordenamiento jurídico indica que dicha prioridad de paso no debe ser interpretada de manera absoluta, pues ello contrariaría el principio de razonabilidad (art. 28 de la CN). (cfr. Voto del Dr. Sánchez Torres in re “Leiva, Emanuel Albino / Giménez, Víctor Hugo y Otro.- Ordinario - Daños y perj.- Accidentes de tránsito.- Expte. n° 1107083/36”; y “Martínez, Héctor y otro C/ Giménez, Víctor Hugo y otros.- Ordinario - Daños y perj.- Accidentes de tránsito.- Expte. N° 1070164/36”).

Siguiendo el iter argumental, de la subsunción de la plataforma fáctica de la impugnación al marco normativo descripto, se colige la improcedencia del recurso.

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En efecto, dimana de la prueba rendida en autos que la parte actora, en las circunstancias del hecho, se conducía con exceso de velocidad.

Ciertamente, conforme ha quedado trabada la l itiscontestatio el accidente de tránsito de marras tuvo lugar en la intersección de las calles Gino Galeotti y Ambrosio Cramer, es decir, en una bocacalle, en la que no existe semáforo alguno (cfr. pericia mecánica de fs. 295/296 y planimetría legal obrante en sumario penal fs. 457)

De allí que la velocidad a la que debía conducirse tanto el actor como el demandado era de 30 km./h., conforme la norma del art. 83 de la Ordenanza 9981, la cual dispone: “En las circunstancias del tránsito que se describen a continuación, los conductores deben respetar los siguientes límites especiales de velocidad; a)Para superar las encrucijadas no semaforizadas, nunca podrán circular a más de 30 km/h…”

Máxime, de las constancias de autos surge acreditado que en una de las manzanas que conforman la encrucijada en donde se produjo el siniestro existe un establecimiento educativo, Colegio Cristo Rey (vide Dictamen pericial fs. 302 vta.) En este sentido, el hecho que el cartel con la leyenda “despacio escuela” sito en la intersección no haya sido colocado por la Municipalidad de Córdoba, no releva a las partes de su deber legal de respetar la velocidad de 30 km./h. Ello, toda vez que conforme se ha expuso ut supra, aun cuando no existiera dicha señal, las normas de tránsito vigentes rigen la circunstancia (art. 40 de la Ordenanza 9981), tornándose así operativa la manda del art. 83 inc. b) del mismo cuerpo legal, la cual reza: “…En proximidad de establecimientos escolares, deportivos y de gran afluencia de

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personas, la velocidad precautoria no superará los 30 km/h durante su funcionamiento…” Por ello no resulta menester la existencia del cartel oficial. Resulta menester en este punto, señalar que la existencia del establecimiento educativo en las proximidades del lugar del hecho constituye un hecho notorio, tal como se advierte en las fotografía n° 1, 3, y 4 que forman parte del Dictamen Mecánico (fs. 296), por lo que el accionante no puede excusarse en la falta de señal de tránsito.

Establecida la velocidad máxima en la que se debían conducir los automóviles del actor y demandado (30km./h), corresponde dilucidar si efectivamente fue excedida por los automovilistas intervinientes y a quién cabe la responsabilidad del siniestro.

En esa senda, cabe señalar que ha quedado acreditado que la velocidad del actor era al menos de 45 km./h. En efecto, el Perito Oficial Mecánico dictamina que el acto se conducía a 45 km./h como mínimo y que dicha velocidad era aun mayor si se probara que existieron huellas de frenado, al exponer: “Para el Chevrolet Corsa en virtud del análisis de los crash test dados en You Toube (internet) y de las deformaciones del Renault 19 (al tratarse de un choque cuasi ortogonal o a 90°) es de 45 (km/h) aproximadamente como mínimo (Ver NOTA 1) NOTA 1: La velocidad anterior al impacto del Chevrolet Corsa no se pueden determinar, ya que si bien aparecen acotadas con cinta de papel en la fotografía de fs. 20 de autos, no se puede determinar fehacientemente si dicha huella pertenece al Chevrolet Corsa o no, como así tampoco su magnitud (de allí la necesidad de contar con la Prueba Sumarial Penal asociada a esta causa, a los efectos de contar con la cuantificación y autoría de dicha impronta, no

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disponible en esta instancia). Lo que si podemos decir es que si existieron y su pertenencia es atribuible al Chevrolet Corsa, el valor de la velocidad anterior al impacto sería de mayor valor al enunciado.” –el resaltado me pertenece-, (fs. 303).

Incorporado –posteriormente- el Sumario penal, de él emerge que existían huellas de frenado, en la calzada y en la dirección en la que se desplazaba el vehículo del actor, y que terminan debajo de éste (fs. 427 vta. y 457). Ello valorado a la luz de la sana crítica racional –principalmente los principios de la lógica y de la experiencia-, indica que aquéllas pertenecen a la acción de frenado realizada por la parte actora momentos antes del siniestro.

De tal guisa, cabe concluir que la parte actora, momentos antes de la colisión, conducía a una velocidad de 45 km./h, como mínimo.

En este punto y en respuesta a los agravios del apelante, aun cuando no se entendiese que la velocidad de conducción del actor fuera de 65 km/h, el Perito Oficial Mecánico concluyó que el Chevrolet Corsa del actor se desplazaba a una velocidad “mínima” de, aproximadamente, 45 km./h., lo que emerge, sin hesitación alguna de su dictamen(fs. 303). Más aun, ha sido el propio recurrente quien, en su expresión de agravios, reconoció que conducía a tal velocidad, al exponer: “las probanzas incorporadas legalmente a la causa, señalan que la velocidad mínima que supuestamente se desplazaba el actor era a 45 km/h, de velocidad mínima, de esto puede inferirse válidamente que también se ha desplazo a la misma velocidad en el trayecto previo” (sic) –fs. 601-. Dicha velocidad (45 km./h), también

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excede los límites de velocidad para el cruce de una bocacalle (30 km/h., art. 82 antes citado).

Por otro costado, ponderadas las constancias de autos, es posible afirmar que el demandado, al momento de ser embestido por la actora, se encontraba cruzando la bocacalle mostrando un notorio adelantamiento respecto de la actora.

Se arriba a tal conclusión en virtud de la velocidad en que se conducían ambos rodados, el lugar de la calzada donde tuvo lugar la colisión, y el emplazamiento de los daños producidos en los vehículos.

Ciertamente, resulta categórica la planimetría legal de la Dirección de la Policía Judicial (fs. 457), de la que dimana que la colisión entre los vehículos se produjo cuando el demandado ya terminaba de cruzar la calzada. En efecto, de dicho instrumento público surge que la calle Gino Galeotti mide 8 mts. de ancho y que la zona de vidrios y plásticos, que denotan el lugar de impacto, se ubica en sus últimos 2,70 mtrs. Ello comprueba que el Sr. Martínez ya había traspuesto, aproximadamente, los tres cuartos de calle de la bocacalle; mientras que el actor sólo un poco más de la mitad (4,90 mts.)

Tal circunstancia sumada al dictamen del Perito Oficial Mecánico, que da cuenta que los vehículos del actor y del demandado circulaban al menos a 45 km/h. y 25 km/h., respectivamente; permiten concluir que estos no llegaron simultáneamente a la mentada intersección, sino que fue primeramente y con un notorio adelantamiento el demandado quien arribó a la bocacalle; que fue embestido por el actor quien circulaba a una velocidad excesiva.

En este punto, los agravios de la recurrente con relación a la falta de ponderación del testimonio del Sr. Carlos Alberto Pérez no merecen recibo. Tal conclusión se fundamenta en el

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mayor grado de convicción que genera el dictamen pericial mecánico en torno al objeto de prueba (velocidad), el cual propone su conclusión a partir de sus conocimientos técnicos, lo que otorga un mayor grado de objetividad y certeza, frente a los dichos subjetivos del testigo. En el sub examen , no se advierten motivos válidos que autoricen a apartarse de la consideración del Perito Oficial Mecánico, ya que la pericia, valorada conforme las reglas de la sana crítica racional, se encuentra correctamente fundada en relación a los requerimientos periciales. Más aun cuando se advierte una coherencia de las conclusiones brindadas con el resto del acervo probatorio.

Asimismo, cabe decir que respecto de las huellas de frenado representadas en la Planimetría legal de fs. 457 como segmento “D” y “C”, no existen indicios suficientes a fin de presumirlas como pertenecientes al vehículo del demandado; máxime a mérito de la distancia que las separa con el punto de colisión. Disímilmente a lo que acontece con las huellas de frenado segmentos “A” y “B”, los “D” y “C” no terminan debajo del rodado del Sr. Martínez ni existe otro elemento probatorio por la cual se las deba atribuir a este.

También debe tenerse en cuenta la posición final de los vehículos intervinientes en el choque. En efecto, el Renault 19 del demandado quedó con las ruedas traseras sobre la vereda de la ochava de la calle Cramer por la que circulaba, mientras que el Corsa del actor, en posición casi perpendicular a la de su trayectoria por calle Galeotti que era por la que venía circulando (cfr. fotografías del sumario penal, obrantes a fs.453/456 y planimetría de fs. 457). Al respecto del dictamen pericial emerge que “A raíz del impacto y debido a la velocidad desplegada por el Chevrolet Corsa y del Renault 19

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instantes inmediatos previos al impacto se verifica un giro en sentido horario visto desde arriba sobre ambos rodados de unos 120º aprox. de magnitud para el Renault 19 y de unos 80º aprox. de magnitud para el Chevrolet Corsa siendo la relación energética la siguiente: a) El giro de 120º del R19 es producido mayoritariamente por la acción del Corsa y minoritariamente por el R 19 y el giro de 80º del Corsa es producido mayoritariamente por la acción del R19 y minoritariamente por el Corsa…” (fs. 301 vta.).

A tenor de lo expuesto, el agravio mediante el cual el apelante acusa que el juez a quo se equivoca al establecer que los daños en el vehículo del demandado se produjeron en la puerta delantera trasera, deviene inconsistente. Ello pues aun cuando es cierto que los afectaron ambas puertas del lado derecho del rodado del demandado (cfr. fotografía fs. 19 y constatación de daños en el vehículo, cfr. fs. 450), ello no varía la conclusión relativa a la excesiva velocidad en que circulaba el actor, a su calidad de embistente y a que el demandado había traspuesto más de la mitad de la intersección, siendo el accionante en definitiva el responsable del siniestro.

Establecida tal circunstancia, cabe destacar que la simultaneidad en la que los vehículos arriban a una encrucijada constituye un hecho dirimente a fin de elucidar sobre la aplicación de la regla de la prioridad de paso.

Consecuentemente, el notorio adelantamiento del Sr. Martínez, quien se conducía por la izquierda, priva al Sr. Rivara, quien lo hacía por la derecha, de la prioridad de paso. En este punto, cabe señalar que no todo adelantamiento obsta la aplicación de la regla del art. 65 íb. sino uno evidente y relevante; antitéticamente, el adelantamiento por una

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distancia exigua o intrascendente no despoja al conductor que transita por la derecha de la prioridad de paso. Ello es así, toda vez que lo que debe primar es la razonabilidad, lo que en el caso se traduce en la factibilidad de paso. En el caso de autos, la excesiva velocidad del accionante (al menos 45 km/h.), la reducida velocidad del actor (25 km/h.), y el hecho que el demandado se encontrara ya terminando de cruzar la calzada (lugar de impacto y ubicación de los daños del rodado del demandado), demuestran que el adelantamiento del accionado era notorio, lo que priva a la contraria de su prioridad de paso.

En ese lineamiento, en el sublite no se advierten las circunstancias que habiliten la aplicación de la regla de la prioridad de paso a favor del actor, ello pues ha quedado acreditado en autos que los vehículos intervinientes no arribaron a la intersección de manera simultánea.

Adscribe a dicho temperamento la jurisprudencia, al resolver: “La preferencia de paso (…) cesa cuando el otro móvil ha traspuesto la mayor parte del cruce, ya que corresponde entonces al otro conductor permitir que el que viene por la izquierda finalice el paso, para lo cual debe aquél reducir su velocidad o detenerse. En cambio, cuando los dos rodados llegan en forma simultánea a la intersección, aparece indudable la aplicación…” (CNac.Civ. Sala G, 20/9/90, in re Fernández, Jorge J. c/ Veloz, Lorenzo F. y otros). 1990- I, síntesis, citado en MOISSET DE ESPANÉS, p. 288). Asimismo se ha dicho: “La prioridad de paso del automotor que se conduce por la derecha del otro, no es absoluta, esto es que cede cuando éste último ya traspasa el encuentro de los ejes de ambas calzadas” (C2CC, n° 41, del 01/07/1991, ibídem, p. 288/289).

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A la postre, teniendo en cuenta la prueba producida en el sub examine , considero a esta altura que el recurso de apelación interpuesto por el accionante no debe prosperar.

Tal afirmación tiene asidero en una rigurosa valoración de las pruebas rendidas en autos por la que se llega a la conclusión que, si bien ha quedado acreditada la existencia del daño y la intervención de la cosa riesgosa (vehículo de la parte demandada), no se advierte en los obrados el nexo de causalidad entre sendos extremos menester a fin de sindicar a los accionados como responsables del siniestro, en los términos del art. 1113 del CC, toda vez que la relación causal se ha visto interrumpida por el actuar culposo de la víctima del evento dañoso.

Surge, sin hesitación, que el accidente se produjo por la negligencia de la víctima en los términos del art. 1111 del C. Civil que rompe con el nexo de causalidad adecuado que debe mediar entre la intervención por el riesgo de la cosa y el daño padecido por el demandante. En este sentido, puede señalarse que el juicio de causalidad adecuada se sustenta siempre en la valoración sobre la congruencia entre un suceso y los resultados que se atribuyen. Por ello, para fijar la imputación en el carácter de autor de quien se predica su responsabilidad, es menester antes que nada establecer cuál de las condiciones asume el carácter de causa adecuada o idónea para producir la consecuencia (ORGAZ, A. El daño resarcible , Cba. Lerner, p. 53/7; GOLDENBERG, I. La relación de causalidad en la responsabilidad civil, Bs.As. Astrea. 1984, p. 30).

En ese contexto, de la prueba valorada precedentemente se colige que el demandado se conducía a velocidad reglamentaria y con dominio del rodado; que el

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demandado poseía un notorio adelantamiento en el cruce de la bocacalle en cuestión, siendo que se encontraba terminando de transponerla; y que el actor conducía con exceso de velocidad; circunstancias dirimentes que llevan a concluir que la causa del siniestro estriba en culpa del accionante.

c) En cuanto al agravio subsidiario relativo a la alícuota de intereses, corresponde recordar que, no óbice que cualquier solución que se adopte en materia de intereses moratorios es esencialmente provisional, ya que responde a las fluctuantes condiciones de la economía de un país, su finalidad estriba en mantener la estricta igualdad de la prestación debida conforme las circunstancias del caso (C.S.J.N., Fallos: 295:973).

En esta teleología, siguiendo el criterio sentado por el Máximo Tribunal local ( in re “Hernández, Juan Carlos c/ Matriceria Austral S.A.- Demanda- Rec. de casación”, Sent. n° 39, del 25/6/2002), la alícuota de interés fijada en Tasa Pasiva promedio mensual que publica el B.C.R.A. como variable que regula las fluctuaciones del costo monetario con más un parámetro constante del dos por ciento (2%) nominal mensual, resulta adecuada a las máximas de la equidad y razonabilidad.

Por tales, motivos corresponde mantener la solución propuesta por el A quo en cuanto a los intereses aplicables, y rechazar el agravio en cuestión.

Por lo expuesto, corresponde rechazar el recurso de apelación intentado

III) Costas de la alzada. A mérito del principio objetivo de la derrota (art. 130 del CPCC), las costas de ésta instancia deben ser impuestas a la parte recurrente, pues ha resultado vencida.

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IV) Regulación de honorarios. Conforme lo dispuesto por los arts. 26, 36, 39, 40, y concordantes, de la Ley 9459, los honorarios profesionales se establecen en el cuarenta por ciento (40%) del punto medio de la escala legal, sin perjuicio de la regulación mínima establecida en el art. 40 in fine de la Ley 9459. No corresponde, en ésta oportunidad, regular estipendios al Letrado de la recurrente, en virtud del art. 26 de la Ley 9459.

A LA SEGUNDA CUESTIÓN PLANTEADA, EL SEÑOR VOCAL DR. GONZÁLEZ ZAMAR, DIJO:

Corresponde: I) Rechazar el recurso de apelación incoado por la

actora, y confirmar la resolución opugnada.II) Imponer las costas de esta Sede a cargo de la

recurrente.III) Regular los honorarios profesionales del Dr.

Federico Javier Bossi en el cuarenta por ciento (40%) del punto medio de la escala legal, sin perjuicio de la regulación mínima establecida en el art. 40 in fine de la Ley 9459. No corresponde, en ésta oportunidad, regular honorarios al Dr. Néstor G. Del Río.

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