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7/25/2019 RML - Sendas Del Tbet
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Sendas del TbetPor Ralph M. Lewis, F.R.C.
Este es el noveno de una serie de artculos de nuestro Imperator acerca de las observaciones
hechas en su reciente viaje ue lo llev!, junto con sus acompa"antes, alrededor del mundo,visitando lu#ares msticos $ remotos.
%os detuvimos un momento. Cada uno de nosotros estaba silencioso, encerrado dentro de suspropios pensamientos. Como artesanos ue se detuvieran a ver con or#ullo su trabajo, nos
embria#amos con la belle&a $ el si#ni'icado del sitio a donde 'inalmente habamos lle#ado.
Est(bamos como en el centro de una es'era. Elev(ndose desde nosotros hacia arriba haba pastosverdes entre los ue se vean 'lorecillas silvestres de brillantes colores. ) lo lejos, las orillas de
los campos se juntaban a la Cordillera del *imala$a ue nos rodeaba.
Por las laderas al parecer abruptas de estas monta"as, lenta $ majestuosamente se movan #randes
manchas de sombras a&ules $ moradas, producidas por las nubes ue pasaban ante el sol. Era
como un #ran caleidoscopio, cu$os dibujos 'ueran cambiados continuamente por al#+n ser
invisible. u- '(cil, pens-, es ima#inarse estas monta"as como si estuvieran vivas, animadas poral#una entidad sobrenatural. espu-s de todo, las creencias reli#iosas del animismo, tan
prevalecientes entre los pueblos primitivos, les deben parecer plausibles, a 'alta de cualuiera otrae/plicaci!n. En realidad, uno se ve obli#ado contantemente a acudir a la ra&!n para recha&ar la
idea del animismo, su#erida por esta e/periencia visual $ emocional. Por e/tra"o ue pare&ca. las
supersticiones ue nuestras emociones nos presentan a veces, tienen un atractivo mas 'uerte para
nosotros ue la rectitud de nuestro ra&onamiento.
Pocos minutos despu-s entr(bamos a 0an#to1, capital de 2i11im, ue es uno de los estados del
e/tremo norte de la Federaci!n de la India. La desi#naci!n de capital tal ve& en#endra la idea deuna metr!poli, sin embar#o 0an#to1 tiene en realidad una sola calle3 es la continuaci!n del
camino ue conduce a los diversos las o pasos monta"osos por los cuales se lle#a al cora&!n del4ibet. La peue"a $ primitiva ciudad nos recuerda las poblaciones de la anti#ua Cali'ornia de la-poca de las minas de oro. Las casas son de uno o dos pisos, construidos principalmente de tablas
viejas.
Los pisos altos tienen balcones superpuestos cu$o piso se balancea peli#rosamente hacia abajo enel medio. La entrada a estos balcones se hace por una puertecilla $ a veces por una ventana. La
ma$ora de las construcciones son peue"as tiendas o ba&ares, cu$os propietarios viven en el
alto. Como en los primitivos mercados del anti#uo oeste americano, las mercancas cuel#an deltecho en todo espacio posible. Col#ando de los postes ue soportan los balcones, $ col#ando
tambi-n del piso de auellos, haba botas tibetanas de lana, sillas de montar, arneses $ utensilios
de cocina, de metal, importados de In#laterra.
2i los ne#ocios no marchaban bien, se empleaban m-todos curiosos de atraer a los posibles
clientes. 5no de tales m-todos era poner la tienda en la calle pantanosa ue era la principal de0an#to1. 2e ponan cobijas sobre la tierra $ sobre estas se colocaban peue"os montones de
dulces, especias, jo$era hecha a mano $ &apatos de auel lu#ar.
Como 0an#to1 es un mercado de los productos del 4bet, a cada momento atraviesan el caminocaravanas de burros. El primero de los burros est( adornado con campanas $ tapices, de acuerdo
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con su importante posici!n. Estos animales delanteros #uan cuidadosamente a sus compa"eroscar#ados por entre las e/hibiciones de mercancas ue est(n por el suelo.
Estos sistemas de 6propa#anda6 parece ue 'ueran e'icaces, porue los tibetanos ue acompa"an
la caravana pocas veces pueden resistir, $ se detienen $ hacen al#una compra al pasar por entrelos montones de mercanca ue est(n en el suelo.
%o ha$ hoteles ni casas de pensi!n en 0an#to1, los viajeros ue pasan por all son principalmentemercaderes n!madas $ lamas ue van en pere#rinaci!n de un lamaserio a otro. Esas personas
plantan sus tiendas de pieles en al#una colina, a la sombra de al#+n (rbol #rande. %uestro sirdarlo#r! alojamiento para nosotros en el ho#ar de un mercader de 0an#to1. Este $ su 'amilia eranmahometanos7 por medio de nuestro sirdar ue actuaba de int-rprete el viejo mercader nos
recordaba constantemente ue -l era el +nico mahometano de 0an#to1, donde casi todos son
lamastas. Crea -l ue esto le daba una posici!n social especial, aunue, naturalmente, parece
ue esto no produca e'ecto al#uno en las relaciones con sus vecinos.
%uestros cuartos estaban en el se#undo piso de este ho#ar al#o arruinado aunue bien montado $
cuidado. 8cup(bamos todo el piso superior ue tena dos peue"os cuartos, $ nos pre#unt(bamosd!nde estara viviendo la 'amilia mientras permanecamos all. )+n cuando el aluiler ue
pa#(bamos era sumamente peue"o, nos llam! la atenci!n observar ue nuestro hu-sped se
consideraba mu$ a'ortunado por haber hecho semejante trato con nosotros.
Las pisos de los cuartos, peue"os aunue mu$ limpios, eran de madera de teca. Las camas eran
como divanes mu$ bajos, semejantes a los ue usan los (rabes, $ estaban cubiertos con cobijasllenas de colores $ dibujos, como si 'ueran tapices. En el ma$or de los dos cuartos ue era donde
comamos, tena una mesa baja, como las ue tanto se ven en el 8riente. %os sentamos a la mesa
sobre el suelo con las piernas cru&adas, cosa ue es al#o di'cil para los occidentales. )l#uno de
nosotros, cuando tena suerte, se sentaba sobre varios cojines ue nos permitan levantar al#o laspiernas $ sentarnos m(s cerca de la mesa.
El ma$or de los hijos de nuestro hu-sped, una ni"a de ocho a"os, era notablemente inteli#ente7tena toda la curiosidad natural de un ni"o de su edad $ no tena la menor inhibici!n. %o ha$
escuelas en 0an#to1, en el sentido en ue nosotros las conocemos7 ha$ maestros ue ense"an a
uienes pueden pa#ar sus servicios. La ni"ita, cu$a radiante personalidad brillaba a trav-s de laobscuridad de un rostro casi siempre sucio, lo mismo ue el traje, haba aprendido al#o de in#l-s7
tena un librito para aprender a leer, impreso en in#l-s, $ ella se deleitaba en leernos a la lu& de
una vacilante l(mpara de aceite. Cuando la alab(bamos sus ojitos brillaban con intensa
satis'acci!n.
2u padre $ la sirvienta nos esuivaban. Esto se deba en parte a ue no podan hablar nuestra
len#ua $ a ue teman a e/tranjeros ue, lo ue respecta a su contacto con ellos, pudieranproceder de un pas situado en Marte. El padre se complaca en ue su hija pudiera conversar con
nosotros tan libremente $ en ue la hubi-ramos aceptado de tan buena #ana.
En las cercanas de 0an#to1 se e/trae carb!n del *imala$a, con procedimientos sumamente
primitivos. esde las minas, se trae a 0an#to1 subiendo al#unas monta"as, en cestas ue llevan a
la espalda mujeres cules. La mujer tibetana es peue"a pero corpulenta. esde la in'ancia se haacostumbrado a llevar car#as pesadas. Es pat-tico mirar ni"as peue"as, tal ve& de la monta"a,
bordeando los bosues, con la cabe&a baja $ una #ran cesta llena de carb!n a la espalda7 soportan
ese peso, ue debe ser de sesenta o setenta libras, con un cintur!n de lana ue les pasa por la
'rente, $ cu$os e/tremos est(n atados a la cesta.
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Cuando ascendamos por los pasos de la monta"a junto con nuestros propios car#adores, el sirdaruiso contratar al#unas de estas mujeres para ue car#aran las pie&as pesadas de nuestro euipo
'oto#r('ico7 nosotros objetamos $ -l nos replic! ue esas mujeres necesitaban las annas, esto es
las monedas peue"as con ue les pa#aran. Lle#amos a un acuerdo dando a esas mujeres como
re#alo una parte de lo ue les habramos pa#ado, e insistimos en contratar hombres.
El Maharajah de 2i11im tiene su palacio a corta distancia de 0an#to1, situado en una eminencia
ue domina un hermoso valle ue tiene muchas #ranjas con casas de techos de paja. 2e#+n lacostumbre $ se#+n la tradici!n reli#iosa del lamasmo, el Maharajah ha construido un lamaserio
e/traordinario a no muchos metros de su palacio. En el edi'icio viven apro/imadamente cienlamas ue, por obli#aci!n reli#iosa, est(n adscritos a este lamaserio $ han hecho votos de llevarvida mon(stica. El Maharajah ha hecho construir, 'rente al lamaserio, la acostumbrada escuela
para los lamas. Es au donde pasan la ma$or parte del da, estudiando $ recitando las anti#uas
litur#ias de los manuscritos s(nscritos.
Origen del Lamaismo
4al ve& es oportuno dar una breve e/plicaci!n acerca de la relaci!n ue tiene el lamasmo con el
budismo. )ntes del si#lo 9II antes de Cristo, el 4bet se#ua la reli#i!n de :;n, ue es semejante
al taosmo de China. 2e#+n relatos budistas, en el si#lo s-ptimo antes de Cristo sur#i! unpoderoso je'e llamado %amri 2ron#
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la 6coherencia de doctrinas.6 Lo#r! -l llevar a cabo una trans'ormaci!n $ consolidaci!n de las'acciones reli#iosas $ polticas.
M(s o menos en el si#lo 9, se introdujo la doctrina de la reencarnacin sucesiva. Esta doctrina,
todava vi#ente, dice ue un #ran preceptor o instructor renace en cada persona uesucesivamente ocupe el puesto de 0ran Lama. Esta doctrina 'ue un #olpe diplom(tico habilsimo,
pues con'iri! una indudable supremaca al 0ran Lama,
pues no era otra cosa m(s ue la uni!n de una #nosis espiritual a un poder temporal.
En el a"o D? la secta 0e
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)l apro/imarnos al lado abierto de la escuela, los lamas interrumpieron sus cantos por un
momento $ nos observaron con curiosidad7 usaban #orros $ trajes rojos $ estaban sentados en
unos bancos, 'rente a nosotros. 2obre otros bancos m(s bajos ue estaban 'rente a ellos, haba
rollos de per#amino. Frente a ellos $ dando la espalda a nosotros, estaba el preceptor. )unueal#unos de los lamas parecan tmidos por nuestra presencia, el preceptor mantuvo su di#nidad.
:ati! -ste palmas para solicitar la atenci!n, $ comen&! lue#o, con la misma cadencia de antes, la
recitaci!n de las arcaicas a'irmaciones de las sa#radas escrituras, las cuales contenan verdadesesot-ricas ue haban aprendido de memoria. Los lamas repetan en vo& alta lo ue deca el
preceptor, de manera semejante a los responsorios de las i#lesias cristianas.
os de los lamas abandonaron tranuilamente sus bancos $ salieron al terreno ue separa el
lamaserio de la escuela. En el e/tremo de esta planicie, en su misma orilla, haba dos tambores
sujetos a estacas ue estaban en la tierra. Lenta $ rtmicamente, los lamas comen&aron a tocarlos.
Los tonos pro'undos resonaron por todas partes produciendo una pulsaci!n correspondientedentro de nuestro ple/o solar. Eran los tambores de seales. 2e llamaba a los otros lamas para
ue 'ueran a re&ar.
Las oraciones se veri'ican siempre en el lamaserio, o sea en el templo propiamente dicho. 2in
ceremonia al#una, los lamas salieron de la escuela, conversando $ riendo, como lo haran los
ni"os durante el recreo. Las tambores dejaron de sonar $ los lamas se reunieron en torno anuestro euipo 'oto#r('ico, curiosos de ver su 'uncionamiento. En su dialecto tibetano hacan
sanas burlas a los tamboreros ue haban posado para ue los retrat(ramos. El je'e superior de
los lamas, ue haba recibido autori&aci!n del Maharajah para ue nos permitiera, por e/cepci!n,tomar pelculas, debido a nuestra a'iliaci!n mstica $ a nuestro prop!sito cultural, 'ue mu$
amable $ atento.
Esper! hasta ue estuvi-ramos listos, antes de hacer la se"al para ue comen&ara la acostumbradaprocesi!n de los lamas hacia el templo. ) una inclinaci!n de cabe&a de -l, el #ran tambor de las
ceremonias comen&! a redoblar. Las lamas se reunieron $ marcharon de dos en dos, por delante
de nuestras c(maras $ entraron al imponente edi'icio. Era -ste un verdadero des'ile oriental3 lospies rtmicos, el anti#uo $ mel!dico c(ntico, acompa"ado por el sonido penetrante de los
caramillos de los m+sicos, el traje e/!tico $ de vivo color de los lamas.
Dentro de un Lamaserio
5n lamaserio se llama, en s(nscrito $ en tibetano,gompa. Los lamaserios si#uen un dise"o
aruitect!nico tradicional7 de i#ual manera, sus disposiciones $ enseres ceremoniales si#uen
tambi-n ciertas re#las. *a$ en ellos viviendas para los lamas. El edi'icio central, el m(s
importante, es el templo, cu$a 'achada tiene casi siempre 'rescos de vivos colores, murales uerepresentan los cuatro re$es cardinales, ue simb!licamente #uardan el universo en todas las
direcciones, contra la invasi!n de los espritus mal-volos.
2e#uimos a los lamas hasta el recinto sa#rado. Entramos por la #ran puerta central $ estamos en
el vestbulo del templo, ue no es mu$ #rande. )nte nosotros est(n las manis o ruedas sa#radas
de oraciones. Las m(s peue"as est(n en nichos, las ma$ores, de m(s de un metro de altura, est(nsobre bases de piedra.
Emocionados $ e/citados por el privile#io e/cepcional ue se nos haba hecho, $ conscientes deue podramos dar un relato directo de nuestra e/periencia a millares de Rosacruces, entramos
por la puerta del templo interior. )nte nosotros haba una nave central bastante alta7 a cada lado,
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mu$ altas, haba ventanas ue producan una claridad crepuscular dentro de la nave7 a cada ladodel umbral del templo interior haba dos inmensos tambores ceremoniales7 junto a ellos haba
recipientes ue contenan a#ua bendita.
Lentamente, con la actitud de uien lleva a cabo una #ran e/ploraci!n $ no desea perder ni uns!lo detalle, caminamos por la nave. )l 'inal estaba el altar mayor, ue era mu$ ornamentado $
tena 'ili#ranas de oro de dibujos simb!licos7 en estas 'ili#ranas haba vidrios de colores ue
'ormaban una especie de mosaico. La disposici!n de los colores del vidrio tena un si#ni'icadoesot-rico $ no era un simple ornamento artstico. En el altar haba varias estatuas de entidades o
personalidades inmortali&adas en el lamasmo, las cuales tienen para los lamas el mismosi#ni'icado teol!#ico ue los santos para los cristianos. Las 'i#uras o estatuillas parecan ser deoro puro.
En un estante 'rente a estos tesoros, haba +tiles eclesi(sticos bien conocidos de los cristianos.
*aba siete recipientes de a#ua bendita, incensarios, etc. En tiempos anti#uos, la disposici!n#eneral de estos templos 'ue tomado de los templos budistas de la India. HLa semejan&a entre este
altar ma$or $ los ue pueden verse en las catedrales cristianas ser( puramente casual
Seguramente que no. Como estos arre#los e/istan mucho antes del advenimiento delcristianismo, no son otra cosa ue un ejemplo m(s de las pr(cticas sincr-ticas del cristianismo.
es#raciadamente, muchos cristianos cierran cie#amente su entendimiento a lo ue deben a otras
reli#iones, en muchos de sus rituales $ ornamentos.
) lo lar#o de la nave central haba hileras de bancos bajos. Los lamas o monjes se sentaron en
ellos e hicieron #irar tranuilamente sus manis de mano, esto es sus ruedas de oraci!n, o bien nosmiraban con la ma$or curiosidad. )l lado derecho, cerca del altar $ sobre una silla elevada, estaba
sentado el 2uperior o je'e de los lamas, el cual se inclin! solemnemente cuando nos
apro/imamos. En el piso, 'rente a los bancos, haba varios ni"os ue nos hicieron #ui"os como
hacen los muchachos. Estos ni"os eran novicios $ 'inalmente lle#aran a ser lamas.
En honor a nuestra visita, el superior nos permiti! otro privile#io e/cepcional3 dio !rdenes a los
monjes ue recitaran uno de sus c(nticos ritualsticos $ tocaran los instrumentos musicales cere