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    Argumentaciones seguras

    Roberto Marafioti

    Introduccin

    La inseguridad es un tema que provoca las ms diversas reacciones. Los mecanismos ms eficaces paraacceder a una sociedad segura ofrecen un espacio de confrontacin de ideas con una variedad intensa dematices. En el trabajo que aqu se propone se aludir a dos textos publicados por la revista cultural .Este semanario pertenece al diario Clarn que es el de mayor divulgacin y presencia en la Argentina. Larevista refleja la opinin del diario pero se permite tener algunas posiciones diferentes, ms arriesgadas yprogresistas teniendo en cuenta el pblico al que se dirige. Tiene siempre artculos en donde se comentanlibros recientemente editados. Una particularidad es la generacin de debates en torno a diferentesposiciones sobre los temas culturales ms diversos.

    Una vocacin manifiesta del medio es sostener la confrontacin sobre distintos aspectos que pueden serdebatidos. As, en el ltimo tiempo se mantuvieron polmicas acerca de la violencia de los aos 70, elconcepto de nacionalismo, el papel del Estado en sociedades en desarrollo, los estilos de gobiernoimperantes en Amrica Latina, etc. Los textos elegidos resultan un material productivo para poner demanifiesto los mecanismos argumentativos desplegados por los distintos autores tendientes a fortalecercada uno su postura, a descalificar la posicin del contendiente, a ampliar la fundamentacin del puntode vista mantenido o a arribar a una conclusin que refuerce los temas presentados. No se trata de textosen los que se busque algn consenso sino por el contrario cada uno refuerza la posicin de origen.

    En su edicin del sbado 17 de septiembre del 2005 se publica una nota conformada por tres artculos.En dos artculos se toma la excusa del libro de David Garland La cultura del controlpara exponerdiferentes posturas alrededor de los caminos que pueden utilizarse para alcanzar una seguridad duradera.Luego en la pgina siguiente aparece un breve reportaje a David Garland que es manifiestamente crticorespecto de los discursos del modelo Giuliani o de tolerancia cero pero que no abunda mucho endetalles, ni en sus contenidos, ni sus fundamentos ni a las posiciones que defiende su libro.

    El titular del reportaje cita el punto de vista de Garland: La tolerancia cero es proclive a reprimir a lospobres y a los sin techo, con lo que se puede inferir la actitud general de su autor pero incluso se trata de

    un reportaje telefnico extremadamente breve para tratarse del autor que debera encabezar la discusin.Garland es un neoyorkino que estudi Derecho y Filosofa en Edimburgo y ensea Sociologa en laFacultad de Derecho de la Universidad de Nueva York. Se ha dedicado a estudiar los procesos quellevaron a cambiar la seguridad y el control en general en los Estados Unidos y en particular en la ciudaden la que reside.

    En verdad la referencia a La cultura del controlsirve para volver a escuchar los argumentos que desdeposiciones antagnicas se expresan alrededor de los mecanismos que resultaran ms efectivos paraenfrentar la inseguridad, los crmenes y la delincuencia, en general.

    En el caso que nos ocupa los textos que se trabajan pertenecen a dos autores argentinos que se ubican enlas antpodas ideolgicas. Lo destacable es que la revista publica ambas notas como comentarios del libro

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    de Garland pero en verdad, ambos textos ponen en un plano secundario los argumentos del libro ypasan a explayarse en torno a sus propias concepciones. No se puede inferir tampoco de la lecturadel artculo de Roberto Gargarella ni del de Vicente Massot las premisas y los desarrollosexpositivos de Garland. Se puede suponer que se trata de un autor adscripto a la visingarantista de la temtica pero no hay una referencia concreta al texto que se anunciinicialmente.

    En Argentina el tema no es menor. Viene siendo largamente debatido a partir de advertir los efectosprovocados por la aplicacin de las polticas neoliberales durante los aos 90: incremento exponencial dela pobreza, exclusin de los sectores ms desfavorecidos de los mbitos sociales, de la salud y laeducacin, problemas de desnutricin y, consecuentemente, aumento de la criminalidad. La miseriajurdica es un tpico que se emplea para dar cuenta de una situacin que no mide con la misma vara losdelitos cometidos por los pobres o por los ricos, dando lugar a fenmenos que se engloban bajo elrtulo de desesperacin jurdica. Las argumentaciones empleadas por los representantes de lasdiferentes posiciones han adquirido una presencia meditica intensa y se han empleados recursos detodo orden para tratar de ganar adeptos a las posturas en juego.

    En una serie numerosa de casos los responsables de hechos delictivos han sido menores, bandasorganizadas para secuestros extorsivos o incluso grupos que contaron con la participacin de fuerzaspoliciales. El conjunto de los fenmenos expuestos gener una intensa toma de posiciones donde sefueron conformando dos grupos que argumentaron nutridamente en los medios masivos, en el poderjudicial, el poder legislativo y en cuanto espacio tuvieron para poder desplegar sus puntos de vista.

    Uno, ubicado bajo el rtulo de garantistas, pone el nfasis en las causas que llevan a un sujeto adelinquir, a robar o incluso a matar, combina la perspectiva jurdica con la sociolgica y psicolgica. Elotro que, se dio en llamar ordenancista, acenta la necesidad de la represin, se contenta con una basecasustica considerable y enfatiza la necesidad de endurecimiento del cdigo penal. Ambos sectoresapelan como mecanismo para refrendar sus posturas a la experiencia de otros pases o de autores que sehan dedicado a investigar la temtica. En el medio de estas posiciones han quedado posturas intermediasque han sido deglutidas por estos dos vrtices.

    No puede dejar de mencionarse, por otra parte, que en el ao 2004 hubo en Argentina, una serie demanifestaciones masivas alrededor de la muerte de un joven que estuvo secuestrado. El hallazgo de sucadver provoc una respuesta multitudinaria encabezada por su padre tendiente a la aplicacin de penas

    ms severas dentro del rgimen penal vigente. El incremento de las penas y la rpida modificacin delcdigo penal por parte del poder legislativo nacional supusieron una respuesta vertiginosa, apresurada y,hasta en algn caso, desprolija e irresponsable, en funcin de la presin que se ejerci desde los mediospara ponerse en sintona con los sectores sociales que formulaban los reclamos.

    Otro aspecto no menor es el espacio visual que contaron ambas notas. Una primera lectura visualadvierte de inmediato una jerarquizacin que se produce de la voz de Gargarella frente a la de VicenteMassot. La nota de este ltimo aparece en un recuadro y con una tipografa diferente y menor. La delprimero figura en la apertura de la nota y tiene un tamao de tipografa similar al resto de la revista. Eltitular de la nota de Gargarella es adems el ttulo que sirve de paraguas para los tres textos. Resulta

    evidente que no puede producirse una identificacin de la publicacin con el contenido de la nota de

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    Massot y casi podra arriesgarse que desde el punto de vista ptico la visin de Gargarella se funde con lade.

    Precisando perspectivas tericas.

    El presente artculo intentar articular los conceptos provenientes de la teora pragmadialctica de laargumentacin con perspectivas que se originan en mbitos ms prximos al anlisis del discurso y lasemiologa.

    Con relacin al primer aspecto partimos de la definicin de argumentacin que sostiene que es unaactividad verbal, social y racional destinada a convencer a un crtico razonable de la aceptabilidad de unpunto de vista proponiendo una constelacin de proposiciones que justifican o refutan la proposicinexpresada en el punto de vista 1[1][1]. Este punto de partida nos permitir avanzar en el anlisis de dostextos que confrontan, no en cuanto a dar la oportunidad a las diferentes opiniones de expresarselibremente, sino a tratar de dejar la posicin propia como la nica vlida posible y, a partir de all, ganar la

    voluntad de los lectores.

    Otro aspecto para tomar en cuenta es el reconocimiento de los lugares desde los cuales cada uno de losautores de los textos se ubican y a partir de all retomar el concepto de pacto de lectura o contrato delectura que supone no slo una relacin entre el autor y el lector sino tambin la de un tercero que es elmedio que est presente tambin en cuanto a tratar de ganar, subrayar y reforzar una relacin previaexistente entre el medio y el lector.

    Finalmente, nos interesar ver cmo una serie de conceptos provenientes de la pragmadialcticareferidos a la estructura de la argumentacin, los esquemas argumentativos, las etapas de laargumentacin, el papel de las maniobras estratgicas y las violaciones a las reglas del debate crtico, seponen en juego en los textos referidos.

    Toda teora evidencia su mxima productividad cuando est en condiciones de poner de relieve suefectividad a la hora de permitir una lectura ms fecunda de los textos. En este sentido adscribimos a unaperspectiva que jerarquiza no tanto el apego a una determinada postura terica cuanto al efecto queprovoca la aplicacin de conceptos tericos para una interpretacin ms rica y fecunda. Por otra parte

    esta faceta no se mide slo en trminos posibilitar una lectura que permita dar cuenta de los mecanismosde constitucin de un texto sino tambin en el reconocimiento de las herramientas de produccin quedan estructura al material discursivo. En este punto el estudio que se propone es slo una puesta enprctica de formulaciones tericas que han sido eficaces no slo para describir los efectos de produccinde los textos y, al mismo tiempo, las articulaciones presentes en la constitucin de los mismos.

    Dos argumentadores seguros.

    1[1][1] Frans van Eemeren & Rob Grootendorst, A Systematic Theory of Argumentation.The pragmadialectic approach, Cambridge University Press, U.S.A., 2004, p.1

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    Los dos autores convocados para hacer el comentario bibliogrfico tienen no slo posturas distintassobre la temtica sino que ostentan perfiles valorativos e ideolgicos diferentes.

    En un caso se trata de un acadmico, Roberto Gargarella, que es abogado y socilogo. Ha estudiadoleyes en la Universidad de Buenos Aires. Ha realizado una Maestra en la FacultadLatinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y se ha doctorado en la Law Schoolde laUniversidad de Chicago. Ha sido investigador en el Balliol Collegede Oxford y en la DavidLibrary of the American Revolutionde la Universidad de Pennsylvania. Es actualmente profesorde Derecho Constitucional y Filosofa del Derecho en la Universidad de Buenos Aires y laUniversidad Di Tella y tambin ensea en altas casas de estudio de Nueva York, Barcelonay Oslo. Es autor de numerosos libros sobre asuntos vinculados a teoras constitucionales y deseguridad2[2][2]. El ltimo de ellos, del ao 2005, lleva el provocador ttulo de El derecho a la protesta: el

    primer derecho, ha sido publicado por la Facultad de Derecho de la UBA y representa unaporte doctrinario que ataca con los botines de punta a la criminalizacin de la protestasocial.

    Por su parte, Vicente Massot, definido en el texto con el asptico apelativo de analista poltico, sinembargo, posee tambin una amplia trayectoria pero de un signo absolutamente inverso. Es Licenciadopor la Universidad del Salvador y Doctor en Ciencias Polticas por la Universidad Catlica Argentinadonde adems es profesor de Relaciones Internacionales. Fue Director Ejecutivo del diario La NuevaProvincia , fundado por su abuelo en 1898, conocido desde mediados del decenio de los 50 como unrgano donde se expresaba oficialmente la Marina. Durante la ltima dictadura militar argentina reforzestos vnculos y se lea ese diario como un vocero de ese sector militar. E n los aos 70 Massot fueun destacado militante de la agrupacin de ultraderecha llamada Falange RestauradoraNacionalista o Guardia Restauradora Nacionalista que inspiraba el profesor Jordn BrunoGenta muerto por la organizacin armada Montoneros. Veinte aos despus, Massot fue

    viceministro de Defensa de Carlos Menem pero debi renunciar abruptamente pordefender en pblico la aplicacin de torturas a detenidos. Ha publicado tambin una serieconsiderable de libros entre los que figuran el ltimo que se llama La excepcionalidadargentina.Otro bastante anterior, est referido a un personaje de su admiracin y da cuentade una opcin ideolgica inconfundible, Jos Antonio, Un estilo espaol de pensamientoes delao 1982. Otro ms reciente, del ao 2003, lleva el inquietante ttulo de Matar y Morir 3[3][3].De Massot se puede afirmar que no slo es un representante conspicuo de aquellos sectores que apoyanel endurecimiento frente al delito sino que tambin se trata de uno de los personajes ms conocidos

    vinculados a los sectores ms tradicionales y conservadores de la Argentina.

    2[2][2] Crisis del sistema representativo. Ed. Fontamara. Mxico. (1997). La justiciafrente al gobierno. Ed. Ariel. Barcelona, Espaa (1996). Nos los representantes. Ed.Mio y Dvila. Bs. Aires (1995). Autonoma y discriminacin en la transicindemocrtica. Ed. El Mundo. Bs. Aires (1988)3[3][3] Otros ttulos son Max Weber y su sombra. La polmica sobre la religin y elcapitalismo, Ed. Universidad Catlica Argentina, El poder de lo fctico, Ed. Ciudad

    Argentina, Horacio Cagni-Vicente Massot, Spengler, pensador de la Decadencia. GrupoEditor Latinoamericano, Buenos Aires 1993, Un mundo en equilibrio, Emec.

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    Cuando dos personas se hunden en una disputael dilogo es, propiamente hablando, intil o estril. Laseparacin que tienen los hablantes incluye demasiadas diferencias expresadas en presuposiciones,definiciones, enfoques, tesis, etc. Lasdisputas tienen un nico destino: su cancelacin. Los contrincantesno pueden arribar a ninguna clase de acuerdo o solucin.

    Otra forma, aunque ms atractiva de intercambio polmico, es la discusin . En este caso los hablantescomparten un determinado marco conceptual y terico. La verdad de las tesis es lo que est en juego y loque se aspira a establecer. Los mtodos para alcanzar esa verdad son bsicamente los mismos y sedispone de criterios para determinar quin est en lo cierto. Esta clase de debate se da sobre todo, si noexclusivamente, entre cientficos y pensadores que forman parte de una misma tradicin.

    Las controversiasconstituyen una clase de intercambio polmico que se ubica justamente entre las dosclases mencionadas. En una autntica controversiase partira de un cierto desacuerdo que muy rpidamenteresulta ser la punta de un iceberg, de inmediato se descubre que la separacin entre quienes toman parteen ella es todava mayor. Sin embargo, a lo largo del intercambio se van acumulando razones a favor deuno u otro de quienes polemizan de manera que uno de los adversarios puede quedar persuadido de quehay otras formas, diferentes de la suya, de ver los asuntos y que, quizs la suya, no es la manera ptima de

    ver un problema. En todo caso, la controversia asegura por lo menos el resultado positivo, a saber, laaclaracin para ambas partes de la problemtica misma, su naturaleza, su conexin con otros tpicos, etc.

    Desde el punto de vista de sus fines, las discusionesapuntan bsicamente al establecimiento de la verdad,en tanto que las disputas se refieren exclusivamente al triunfo y lascontroversias a la persuasin del adversarioy/o a que una audiencia competente acepte la posicin presentada.

    En las discusiones , las oposiciones entre las tesis en conflicto son percibidas principalmente comopuramente lgicas, en las disputas son ideolgicas (por ejemplo, actitudinales y evaluativas) y en lascontroversias se involucra un amplio espectro de divergencias que tienen que ver con la interpretacin y larelevancia de los hechos, las evaluaciones, las actitudes, los objetivos y los mtodos.

    Desde un punto de vista procedimental, se puede decir que las discusiones persiguen un modelo deresolucin de un problema, las disputas un modelo de lucha o contienda y las controversias un modelodeliberativo.

    Aquel que discute busca aplicar procedimientos de decisin que brinden argumentos contundentes paramostrar la verdad de su posicin y la falsedad de la posicin del adversario; quien est involucrado en unadisputabusca ser reconocido como el ganador sin tener en cuenta si su postura tiene que ver o no con la

    verdad; el que participa de una controversia trata de brindar razones para que se crea en la superioridadde su posicin aun cuando tales razones no puedan ser probadas concluyentemente.

    Mientras que el que discute est preparado para admitir la derrota si el adversario brinda argumentosconcluyentes respecto a su posicin y quien participa en una controversia tambin puede reconocer elpeso de las razones del oponente, el que forma parte de una disputa comienza y finaliza convencido deque lo que piensa es lo correcto.

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    En el caso que nos ocupa es claro que ninguno de los dos autores est dispuesto a reconocer la fortalezade las opiniones. Si se permiten alguna concesin es para volver a embestir contra el adversario deinmediato con ms fuerza.

    Sera necesario tal vez incorporar al anlisis propuesto por Marcelo Dascal el hecho que existen discursosque estn destinados eminentemente a la accin, a producir un determinado resultado sobre la realidad.El efecto perlocutorio en este punto es determinante para lograr el objetivo buscado que es la derrotadefinitiva y la parlisis del antagonista. Ninguna de las posturas en juego puede incorporar la visin de laotra parte porque lo que importa es la inhabilitacin de aquella perspectiva para operar en la sociedad. Setrata, adems, de discursos que actan sobre el cuerpo social. Si se adscribe a un punto de vista setomarn medidas en una direccin o en otra. Se sancionarn leyes que endurezcan las penas o sepropondrn leyes que ataquen a las causas que provocan la delincuencia. No se trata de discursosdescriptivos de una realidad sino que son piezas que tienen un componente pragmtico predominante,cada uno vale por el efecto que intenta producir en el lector, ganando la voluntad en una direccin o enotra.

    En este sentido, la perspectiva que se tenga en torno al sistema social, institucional o jurdico perotambin en torno a la aplicacin de una determinada poltica deja de tener que ser considerada entrminos de su lgica interna o en trminos de incorporar las visiones de otras posiciones y apunta ms aganar un terreno discursivo que luego se reflejar en prcticas concretas. Desde este punto de vista lo quehomologa a ambos textos es el logro de un fortalecimiento de la posicin previa.

    Como ya podemos suponer qu es lo que van a proponer los autores, en tanto son representativos de lasdos posturas en pugna, de lo que se tratar es ver de qu manera formulan operaciones estratgicas paradefender su posicin y atacar a la posicin contraria. Por esto resulta fructfero incorporar al anlisis delos textos el tercero silencioso que est en juego que es el medio que posibilita e interviene, sutilmente y, a

    veces, no tanto, en el despliegue de estas argumentaciones. El medio no resulta inocente en la eleccin delos autores a los que convoca sino que emplea la excusa del comentario de un comentario bibliogrficopara reforzar una imagen que ya ha construido con sus lectores.

    Un contrato de lectura seguro

    El concepto de contrato de lectura ha sido propuesto por Eliseo Vern en el marco de su teora delos discursos sociales. Si bien empleamos esta referencia terica es cierto que desde hace unos cuantosaos este marco conceptual ha sido revisado largamente o directamente se proponen para las mismasideas otras referencias. En este sentido, no se puede dejar de lado la propuesta de Francis Jost 5[5] acerca de

    5[5] Francois Jost, Somos responsables de los medias? Promesa y derecho a exigir,

    Colloque de Cerisy-la-salle,Du dialogue au texte , 5 Sept. 2000, Paris. Traduccin de MaraElena Bitonte, disponible en www.robertomarafioti.com

    http://www.robertomarafioti.com/http://www.robertomarafioti.com/http://www.robertomarafioti.com/http://www.robertomarafioti.com/
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    la promesa de lectura y menos an la ms difundida de Yuri Lotman 6[6] en torno al concepto de texto ylos vnculos que se producen en su interior y exterior.

    El concepto de "contrato de lectura" fue definido en 1985 y, al decir de Vern 7[7], alude a la"construccin de un lazo que une en el tiempo un medio y sus consumidores" que debeconservarse, mejorarse y evolucionar, ya que su objetivo es "construir y preservar loshbitos de consumo". Se trata de una relacin delicada, que puede romperse si se alteran lasclusulas del acuerdo, si una publicacin cambia parcial o totalmente sus modalidades deldecir (hasta un cambio en la forma de enunciar las notas de tapa puede quebrar el acuerdolector - medio). El lector que participa de un contrato de lectura con un diario, unarevista o cualquier medio, buscar que refiera fundamentalmente a su criterio de verdad, esdecir, que le provea de un verosmil al que pueda dar crdito y que tiene que ver con suhistoria, su ubicacin en el mundo, sus prcticas culturales, hbitos, en definitiva de su

    visin del mundo. En este sentido, nunca hay una lectura puramente inicial en los mediossino que desde antes hay una prefiguracin de lo que se espera que determinado medio dircon relacin a una problemtica.

    Estas nociones se amplan con la incorporacin de las gramticas de produccin y deindeterminadas, aunque no infinitas, gramticas de reconocimiento. Ambas conforman unconjunto de reglas que permiten realizar una discriminacin respecto de ciertos efectos desentidos que producirn los textos. En el caso de la gramtica de produccin, una vez queel paquete textual ha sido conformado, sus condiciones de produccin tienden aestabilizarse de manera tal que se podra llegar a conformar un campo de efectos de sentidoposibles. Este tipo de herramientas es lo que hace que no haya nunca una produccin desentido lineal o nica.

    La teora de los discursos sociales pretende ser, adems de descriptiva, explicativa. Esterasgo se verifica cuando establece que si hay varios reconocimientos es porque hay variasgramticas de reconocimiento y si las gramticas varan es porque varan las condiciones dereconocimiento.

    Un concepto importante de la teora es el de operacin de sentido. Las operaciones deasignacin de sentido son subyacentes, no actan en la superficie, sino que se reconstruyenen el anlisis a partir de las marcas que s aparecen en la superficie. A partir de esoselementos superficiales se podr determinar cules son las operaciones. Las operaciones

    pueden ser de referenciacin, de clasificacin, de descripcin, de narrativizacin, etc. Porejemplo, en el discurso periodstico, el hecho de que un determinado hecho se construyacomo un acontecimiento social perteneciente a una determinada clase, implica haberconstruido ese discurso particular poniendo en juego la operacin de clasificar. Porejemplo, en el caso de Massot cuando se hace referencia a la reduccin de la pena a un

    violador porque apag la luz en el momento de producir el hecho, se le asigna a este

    6[6] Yuri Lotman, Semitica de la cultura y el concepto de texto en Escritos. Revista del Centrode Estudios del Lenguaje 9, Puebla, Mxico, 1993, pginas 15-20. Traduccin del ruso deDesiderio Navarro.7[7]

    Eliseo Vern, El anlisis del contrato de lectura, un nuevo mtodo para los estudios deposicionamiento de los soportes de los media en Les mdias: experiences, recherchesactuelles, aplications, Paris, IREP, 1985

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    fenmeno no slo un papel ejemplificador en el conjunto de la argumentacin producidasino que adems se le adjudica un carcter liminar ya que cierra definitivamente su posicinrespecto a las debilidades del rgimen judicial y a la necesidad de endurecer las penas contralos delincuentes.

    En este punto la revista tiene un compromiso con sus lectores que lo subraya al incluirdos posiciones adversas pero no deja que estas posturas giren en un vaco de sentido sinoque, desde la disposicin grfica, se encarga de deslizar ya una marca que permitir que loslectores de la revista sigan confiando en la posicin general del medio.

    Cada publicacin forma parte de un campo cultural en donde se juegan imgenes, actitudes,referencias que tampoco se pueden evitar. Cada una recorta un espacio en donde losimaginarios colectivos se presentan en un enfrentamiento que se despliega para reforzar unperfil u otro.

    En la ciudad de Buenos Aires, en la actualidad, existen tres peridicos que publicansemanalmente suplementos culturales. La Nacin, un diario de perfil ms tradicional yconservador, tiene en su edicin dominical un suplemento con una larga historia. Sellamaba Suplemento Literario, en otra poca, y hoy se denomina Cultura. El cambio denombre se correspondi tambin con una tenue aunque perceptible apertura ideolgicarespecto a las notas, los comentarios y las posturas que asume. Se han dejado de ladoactitudes ms rgidas y reaccionarias que en otra poca suponan que haba autores que erandenostados o ignorados aun cuando fueran reconocidos por mbitos acadmicos oliterarios, nacionales o internacionales, y se ha comenzado a traslucir a una visin un pocoms aggiornada que admite la diversidad de opiniones en el mbito cultural. Con todo, apesar de estos cambios no ha adquirido un perfil tan ntido como el que le dio a Clarn elhecho de independizar a la revista del diario.

    Por su parte, Pgina 12 tambin publica un suplemento Radar Libros en su edicindominical pero que segmenta el pblico objetivo apuntando a una finalidad mucho mssofisticada. Es all donde se publican las novedades ms destacadas de la literatura europea,americana o asitica. El objetivo es convertirse en una expresin inconfundible que reflejela produccin de la vanguardia cultural.

    Operaciones analticas seguras.

    Ahora bien, lo que nos interesar aqu es ver la forma en la que ambos autores se ubican respecto de laproblemtica tratada y la argumentacin que construyen. Nuestro anlisis tomar como marco dereferencia, como ya se adelant, la teora pragmadialctica de la argumentacin.

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    En primer lugar emplearemos los conceptos que propone Frans van Eemeren 8[8][4] para ubicar lasoperaciones analticas. Ellas son:

    1. La determinacin de los puntos que estn en discusin.2. El reconocimiento de las posiciones que adoptan las partes.3. La identificacin de los argumentos explcitos e implcitos y4. El anlisis de la estructura de la argumentacin.

    En cada caso de los artculos estudiados se encuentran con claridad estas cuatro operaciones. A losefectos analticos aplicaremos estas nociones al primer artculo y emplearemos con el artculo de Massototros dispositivos tambin provenientes de la pragmadialctica.

    Para determinar los puntos de vista que se debaten es importante advertir que se trata noslo de las afirmaciones en s, sino tambin de las proposiciones que se estructuran en unasucesin.

    Cada acto de habla implica un nmero importante de afirmaciones supuestas que sondebatibles y que conforman el espacio de desacuerdo. Este espacio es un conjuntoestructurado de posibles puntos de vista asociados. Por lo menos parte del espacio dedesacuerdo se manifiesta en trminos de creencias, deseos e intenciones. Si una de estascreencias, deseos o intenciones alcanza para convertirse en tema de debate por parte delinterlocutor, el hablante debe defender el punto de vista acerca de ese tema. Si tal punto de

    vista no se coloca como tal, sino que es atribuido al hablante por parte del interlocutor,entonces se lo llama punto de vista virtual. Ms adelante, se podr notar que Massot empleaeste recurso al citar como fuente para precisar la disputa la posicin de Foucault pero esaquel el que construye la seleccin de las opiniones que le interesar luego emplear paradescalificar.

    Analizar el discurso argumentativo como si estuviera destinado a resolver una disputasignifica que el desacuerdo se reconstruye en trminos de la etapa de confrontacin de unadiscusin crtica. El anlisis comienza con la percepcin que se tiene de que la diferencia deopinin aparece como una cuestin razonable. Los involucrados ven esta perspectiva comouna ocasin para triunfar por encima de la duda o la oposicin y esperan cada unomanejarse con esta duda u oposicin presentando argumentos razonables.

    La confrontacin de un punto de vista con las opiniones de los otros a menudo puedeservir para otros objetivos, tales como la provocacin o el desafo de los otros. Puede habertambin fines involucrados en la presentacin del punto de vista que afectan la resolucinde una diferencia inmediatamente pero que no son estrictamente dialcticos, tales comoganar el debate. Aquel que se interne en una controversia tratar de presentar el desacuerdode manera tal que las posibilidades de triunfo sean ptimas. Para alcanzar este propsito,incluir un aspecto retrico a la presentacin de su propia instancia y a la del interlocutor.

    La seguridad de Gargarella.

    8[8][4]

    Frans van Eemeren / Rob Grootendorst, Argumentacin, comunicacin yfalacias. Una perspectiva pragmadialctica, Ediciones Universidad Catlica de Chile,Santiago, 2002.

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    El epgrafe de Tot 9[9] abre un texto en el que el juego de palabras permite una identificacin deGargarella respecto a la imposibilidad de mantener una sociedad edificada sobre las bases de los lmites yla represin. Es una referencia que orienta al lector respecto a la argumentacin que se desplegar en lalectura inmediata que sobrevendr.

    Esta exposicin como la de Massot abren con referencias polifnicas, pero, en tanto en el primer caso lesirve para producir una virtual identificacin con el autor referido, en el segundo caso, la cita parte de laincorporacin de la voz de un autor que ser de inmediato descalificado y cuestionado.

    En el caso de Gargarella, el punto de vista que somete a discusin es la situacin en la que se encuentra elderecho penal que, para el autor, ha adquirido un rostro deforme . Una metfora que le permite introducir apartir de all la necesidad de una suerte de operacin esttica que posibilite recobrar un rostro mshumano.

    La posicin con la que debatir es aquella que divide entre los que advierten ese rostro deforme delderecho penal y advierten las consecuencias que ello trae aparejado y quienes no logran reconocer elgrado de deterioro que tiene este cuerpo legal. El desajuste facial se desenmascara fenmenos que soneminentemente polticos, sociales y culturales.

    Toda la estrategia argumentativa se construye sobre la base de considerar el rostro deforme del derechopenal actual. El resto son consecuencias que se desprenden de reconocer los sntomas que ofrece elsistema jurdico actual. Si no se acuerda con este punto de vista se desploma toda la organizacinargumentativa.

    Los argumentos explcitos son aquellos que le permiten sostener todo el desarrollo argumentativo deacuerdo con un diseo que se va eslabonando de manera tal de desembocar en la conclusin a la quearriba: Si no se cambia el rostro del derecho penal se construir una sociedad a las trompadas.

    Los argumentos implcitos forman parte del contexto crtico en el cual las dos posiciones se juegan.Gargarella har referencia a ellas ms desde el lugar de aquel que pone en evidencia la estructura de laargumentacin que en este caso combina el fenmeno de lo sintomtico con la causalidad.

    Si se trata de dar cuenta de la estructura de la argumentacin empleada, en el caso de Gargarella nosenfrentamos a una argumentacin compuesta coordinada . Consta de una combinacin de argumentacionesnicas que se presentan colectivamente como una defensa concluyente de un punto de vista. Para

    9[9] Tot, seudnimo de Antonio de Curtis (Npoles, 1898-Roma, 1967) fue un famosoactor italiano que interpret papeles cmicos en los teatros de variedades y revistas, cre untipo caricaturesco que el cine populariz. Entre sus numerosas pelculas figuran Npolesmillonaria (1950), de E. de Filippo, Dnde est la libertad? (1953), de Roberto Rossellini,Pajarracos y pajaritos (1966), de Pier Paolo Pasolini. Tambin escribi numerosos libros entrelos cuales uno, publicado en 1995 con la colaboracin de Matilde Amorosi lleva el ttuloque al que alude Gargarella

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    formar una argumentacin compuesta, las argumentaciones nicas se combinan de dos manerasdiferentes: se conectan coordinadamente o subordinadamente.

    En la argumentacin coordinada, cada elemento individualmente considerado se presenta como unapoyo parcial a favor del punto de vista, pero es slo en combinacin con los dems argumentos que sepresenta como una defensa concluyente.

    En este punto conviene recordar que las estructuras identificadas por van Eemeren se circunscriben atres categoras principales que reconocen tres tipos diferentes de argumentacin:

    En el primer tipo de argumentacin, el hablante trata de convencer a su interlocutor mostrando quealgo essintomtico de alguna cosa. Este tipo de argumentacin est basado en un esquema argumentativoen el que la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclusin haciendo comprender que existeuna relacin de concomitancia entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de

    vista. La argumentacin es presentada como si fuera una expresin, un fenmeno, un signo o algn tipode sntoma de lo que se afirma en el punto de vista.

    En el segundo tipo de argumentacin, el hablante trata de convencer a s u interlocutor sealando quealgo es similar a alguna otra cosa. Este tipo de argumentacin est basado en un esquema argumentativoen que la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclusin haciendo que se comprenda queexiste una relacin de analoga entre lo que es afirmado en el argumento y lo que es afirmado en el puntode vista. La argumentacin se presenta como si existiera un parecido, una concordancia, una semejanza,un paralelo, una correspondencia o algn otro tipo de similitud entre lo que se afirma en el argumento ylo que se afirma en el punto de vista.

    En el tercer tipo de argumentacin el hablante trata de convencer a su interlocutor sealando que algoes un instrumento para lograr alguna otra cosa. Este tipo de argumentacin est basado en un esquemaargumentativo en que la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclusin haciendo que secomprenda que existe una relacin de causalidad entre el argumento y el punto de vista. La argumentacinse presenta como si lo que se afirma en la argumentacin fuera un medio, un camino, un instrumento oalgn otro tipo de factor causal para el logro del punto de vista y viceversa 10[10][5].

    Pero adems de plantear estos tres tipos de esquemas argumentativos propone tambin algunossubtipos de argumentacin basados en las tres categoras principales.

    As, en un subtipo de argumentacin basado en una relacin de concomitancia estn aquellos quepresentan algo como una cualidad inherente o como una parte caracterstica de algo ms general.

    En una relacin analgica, las comparaciones, los ejemplos o los modelos funcionan como subtipos.

    Entre los subtipos de argumentacin basada en una relacin de causalidad se incluyen aquellos quesealan las consecuencias de un curso de accin, los que presentan algo como medio para lograr uncierto fin y los que enfatizan la nobleza de una meta con el fin de lograr los medios propuestos paralograrla.

    10[10][5] Frans van Eemeren y Rob Grootendorst, Ob. Cit., pg 116-117.

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    En el caso que estamos tratando se podra afirmar que el autor parte del punto de vista de sostener queel derecho penal moderno muestra un rostro deforme en nuestros das. Ahora bien, es deforme yevidencia sntomas de esa deformidad, es miope, es errado e ingenuo. Cada una de estas caractersticaspermite mostrar una relacin de concomitancia entre el punto de vista y los argumentos. El punto departida expuesto le sirve luego para organizar sus argumentos que se sostienen a partir de decir que:

    1. el derecho penal moderno es miopeen sus objetivos.2. el derecho penal moderno es errado en sus presupuestos y3. el derecho penal moderno es ingenuo en sus ambiciones ms bsicas.

    La organizacin de la argumentacin compuesta tambin incluye argumentaciones subordinadas en lamedida en que el tratamiento de cada uno de los aspectos sealados merece una atencin especial. Encada caso se desprenden subargumentaciones que posibilitan reforzar los supuestos ya existentes.

    As lamiopa tiene a su vez dos aspectos que se pueden dividir en:

    una obsesiva mirada sobre hechos criminales particulares y la desatencin de toda reflexin sobre el modo en que se pretende vivir.

    Por su parte el derecho penal es erradoporque reproduce en el mbito jurdico principios cuestionables enel terreno econmico.

    En este caso el recurso a la analoga permite advertir que se pretende trasladar al mbito jurdico una lgica

    que si bien es tambin cuestionable en el mbito econmico, es mucho ms inapropiada en el rea de lajusticia. La visin de los seres humanos como racionales y calculadores, que reflexionanpermanentemente en trminos de costos y beneficios es improcedente en los estrados judiciales. Sinembargo quienes adscriben a la postura contraria sostienen que los premios y castigos seranherramientas eficaces para bajar la delincuencia.

    La lgica econmica se emplea como recurso en la estructura argumentativa propuesta por Gargarellacomo una analoga que lleva a un camino sin salida

    La estructura argumentativa analgica tambin se emplea cuando se sostiene que nos movemos con

    sentimientos de reciprocidad: se trata bien a los que nos tratan bien, y mal a los que no lo hacen. Aqula apelacin no es a la economa como marco de referencia sino a la psicologa social.

    En este caso se puede reponer la estructura subyacente que sera:

    X hace YComo P hace Z

    El tercer punto que se refiere a la ingenuidadaparece condensado en querer construir una sociedad a lastrompadas pero tambin tiene tambin subargumentos.

    Son ingenuos :

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    los que creen que se baja el delito con el aumento de penas, los que ven que las agresiones pblicas no convocan a la integracin sino a la venganza, los que creen que sembrando terror se acabar con el terror ajeno.

    Pero el cierre del artculo retoma esta ingenuidad para fortalecer el punto de vista inicial acerca del erroren que caen quienes se fundan en el derecho penal sin tomar en cuenta las variables que determinaron elincremento del delito.

    El empleo de las interrogaciones es un mecanismo de articulacin retrica. Permite que se oriente laargumentacin en el sentido que busca el autor. En otro trabajo nuestro hemos presentado unaclasificacin de la interrogacin en funcin argumentativa11. All hemos trabajado con las preguntasretricas, las preguntas-trampa, las preguntas de controversia, las contra preguntas y las preguntas deestilo.

    Los casos ms empleados son los referidos a preguntas retricas, interrogaciones que inducen unarespuesta y constituyen una tctica orientada a una finalidad determinada. En el primer prrafo del textode Gargarella se presentan dos preguntas que en verdad son afirmaciones acerca de la deformidad delderecho penal. Una sostiene la disparidad en cuanto a las penas que reciben delitos en aparienciaequivalentes y otra apunta a las diferencias en los tratamientos de ciertas violaciones a la ley. Ms adelante

    vuelve a interrogarse, en un caso la pregunta no slo contiene la respuesta sino peca de ingenuidad y estaingenuidad es tan obvia y manifiesta que obliga a una respuesta apresurada en contra. Cmo puede serque en nuestra sociedad que aspiraba a ser una comunidad de hermanos- alguno de nosotros haya sidocapaz de llegar tan lejos? Habremos cometido una ofensa tan grande, capaz de despertar un enojosemejante?.

    La siguiente pregunta contiene en s misma la respuesta Qu es lo que habra pasado si aun (y sobretodo) ante las peores conductas, hubiera respondido dando lo mejor de s y mostrando toda la violenciade la que es capaz?

    Las preguntas formuladas a lo largo del texto sirven tambin como mecanismos retricos para atrapar allector. Se dirigen a otro pero al mismo tiempo le imponen una respuesta. En este sentido tanto en eltexto de Gargarella cuanto en el de Massot el recurso interrogativo posibilita desembocar en lasposiciones ms extremas a fin de descalificarlas.

    El recurso polifnico, la inclusin de la voz del otro en el texto es tambin empleado en la mismaorientacin que el mecanismo interrogativo. La voz de un tercero es, en este caso, siempre la voz quetestimonia la posicin extrema que se busca descalificar. Se incorpora otro hablante pero tambin aqu selo dirige a un derrotero preestablecido. El salvaje homicida y el criminal despiadado sondescripciones definidas empleadas por los medios para dar cuenta de fenmenos que lejos de serindividuales reflejan una intensa complejidad social.Lo que queremos no es disuadir al criminal, sinoconservarlo en la crcel cuando lo agarramos ejemplifica tambin Gargarella incorporando otra voz deluniverso ordenancista.

    11 Roberto Marafioti, Recorridos semiolgicos. Signos, enunciacin y argumentacin,EUDEBA, Buenos Aires, 1997, pgs. 246 y sigs.

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    A diferencia de esta actitud, cuando refiere a las conversaciones mantenidas con los presos, no necesitaapelar a la inclusin de una voz ajena porque l mismo puede superponerse con la opinin que ellosexpresan.

    La seguridad de Massot

    El texto de Massot apela a partir del ttulo al recurso del sentido comn que se desparramar coneficiencia, ilusionando al lector a tener que elegir entre dos opciones que, en verdad, son una sola: la quel mismo propone.

    Abre su exposicin con la cita de autoridad de un reconocido filsofo francs, especialista en cienciassociales, que tuvo, en su momento, un fuerte predicamento en la Argentina, Michel Foucault. Se evocauna relacin similar entre el manicomio y la crcel. Ambas instituciones son convocadas para demostrarque el planteo de Foucault cuestiona la reclusin de los ciudadanos a partir de haber sido separados de lasociedad, en un caso por una enfermedad y en otro por una conducta delictiva. Las dos institucionesseran emblemticas de la vocacin represiva del Estado y contra ellas se dirige el intelectual francs. Lareferencia el poder es esencialmente lo que reprime le permite desarrollar una argumentacincompuesta coordinada fundada en tres nociones:

    una visin optimista de la naturaleza humana, la idea de que la sociedad se autorregula con prescindencia del poder poltico y la certeza de una equivalencia entre vctimas y victimarios.

    Analticamente van Eemeren distingue cuatro etapas en el proceso de resolucin de una diferencia deopinin que los participantes deben realizar para resolver una diferencia de opinin.

    Las etapas son la confrontacin, apertura, argumentacin y cierre o conclusin . Estos pasos, en algn sentido, sesuperponen con los propuestos por Aristteles y los clsicos ( inventio, dispositio, elocutio, argumentatio, peroratio,memoria, actio ) pero las etapas retricas clsicas seran mecanismos de intermediacin para asegurar elacuerdo con una audiencia determinada en tanto que las etapas dialcticas tratan de ver los mecanismosque regulan la resolucin de las diferencias de opinin12[11].

    En la etapa de la confrontacin de una discusin crtica hay un punto de vista que no es aceptado porquelleva a una duda o a una contradiccin y, en consecuencia, se establece una diferencia de opinin. Elobjetivo dialctico de los participantes ser aclarar los temas especficos que estn en juego y lasposiciones de los participantes.

    Desde el punto de vista retrico, las partes dirigirn la confrontacindel modo ms beneficioso para supropia perspectiva. Esto significa que cada parte propondr una definicin del desacuerdo en

    virtud de los temas que le interese discutir y de las posiciones que le gustara asumir.

    12[11] Cfr. Frans van Eemeren & Peter Houtlosser, Cap. 10 Strategic maneuvering.

    Mantaining a Delicate Balance, en Frans van Eemeren and Peter Houlosser, Dialecticand Rhetoric. The Wharp and Woof of Argumentation Analysis, Kluwer AcademicPublishers, The Netherlands, 2002.

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    La referencia en el texto de Massot a Foucault es un ejemplo elocuente de la forma en que opera estaprimera etapa. Se inicia con una exposicin de una posicin que es la que se desacreditar de inmediatopero que le permite llevar las posiciones a un extremo en el que ser imposible negarle el acuerdo. Es porello que sostiene que el garantismo, en verdad, propone en su versin extrema el abolicionismopenal y en su versin ms tenue concluye en polticas sociales destinadas a rehabilitar y no a castigar.

    Se trata de ejemplificar, a partir de ciertas nociones que aunque tengan sustento terico, en verdad,operan desde la ptica del sentido comn.

    Laconfrontacinargumentativa de Massot parte de un esquema argumentativo analgico: el manicomio ylas crceles son similares. Son alternativas para responder a quienes manifiestan problemas para adaptarseal cuerpo social. Concede la posibilidad de que haya posturas ms atenuadas pero stas buscaran slo larehabilitacin y no es castigo que es la herramienta fundamental que esgrime el ordenancismo.

    En la etapa de aperturael objetivo dialctico apunta a establecer un punto de partida ntidopara la discusin. Este consiste en aspectos procedimentales y materiales, aceptadosintersubjetivamente. El objetivo retrico de cada participante es llegar a un punto departida que sirva a sus propios intereses. Entonces, las maniobras estratgicas estarnencaminadas a establecer el punto de partida ms prctico para el reparto ms adecuado dela estrategia argumentativa.

    Massot alude en esta etapa una serie de datos que no precisa para lograr algn acuerdo. Lacifra del incremento del delito obliga a que ambas posturas se formulen preguntas similares.Pero de inmediato se reconoce que las respuestas sern diametralmente opuestas.

    Se podra entonces realizar una serie de concesiones respecto de la posicin antagnicapero, en verdad, estos mecanismos le sirven para arremeter con ms fuerza contra losgarantistas. Pretende no caricaturizar a los garantistas pero de inmediato habla desde ellugar que sostiene que se debe proferir un castigo explcito frente al delito. Ubica conclaridad las dos posturas y asegura que se debe llegar a algunos acuerdos pero, en verdad,no est dispuesto a conceder ninguna alternativa para conciliar las posiciones.

    En la etapa argumentativa el objetivo dialctico es analizar la sostenibilidad de los puntos de vista que determinaron la diferencia de opinin en el estadio de confrontacin , comenzandopor el punto de partida establecido en la etapa de apertura . Desde el punto de vista retrico,las partes tendrn como meta proponer argumentos fuertes para lanzar el ms efectivo

    ataque.

    Los datos clave que ofrece y enumera corresponden a una etapa argumentativa en donde sedespliega con mayor nfasis la actitud propia. Las enumeraciones concesivas del tipo Si entonces, apuntan nuevamente a llevar a una situacin en la que no hay opcin ms queelegir el planteo propio. Esta figura conocida en la retrica clsica como consiliatio (adoptarlas premisas del oponente para soportar la propia posicin), ayuda a convencer aloponente.

    La argumentacin que se vertebra desde la organizacin de las relaciones entre causa yefecto es alterada por Massot en cuanto a que primero se debe operar sobre los efectos. Es

    el delito lo que debe ser reprimido, las causas que llevan a que se cometan delitos llevademasiado tiempo para remediarse de manera que primero se debe adoptar una actitud

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    Respecto a cada asunto hay un rango de estratagemas que pueden ponerse en juego en unadiscusin. Ya Perelman y Olbrechts Tyteca haban enfatizado la importancia que tena laseleccin de determinados elementos respecto de la pertinencia en la discusindeterminada14.

    Al elegir el potencial tpico, la maniobra estratgica en el estadio de confrontacin, se dirige ala eleccin ms efectiva entre los temas potenciales para la discusin, rectificando elespacio de desacuerdo en funcin de las preferencias de las partes. En la etapa deapertura, esto se logra dirigiendo la maniobra estratgica a crear el punto de vista ms

    ventajoso, por ejemplo, trayendo a la memoria o tomando las concesiones de la otra parte.En la etapa argumentativa, se elige una lnea de defensa, seleccionando los loci msconvenientes. En la etapa de cierre, los esfuerzos estn dirigidos a llegar a la conclusindeseada por la parte, puntualizando, por ejemplo las consecuencias de aceptar ciertosargumentos complejos.

    Para una respuesta retrica ptima, los movimientos deben adaptarse a las demandas de la

    audiencia . Esto supone crear en cada estadio una empata o comunin. En la etapa deconfrontacin, por ejemplo, esto se manifiesta evitando contradicciones innecesarias oinsalvables. Segn Perelman y Olbrechts Tyteca, muchas veces el desacuerdo respecto delos valores es comunicado como un desacuerdo sobre los hechos, ya que este es msfcilmente recibido. Como regla, el esfuerzo del hablante o escritor est dirigido a fijar elstatus, disfrutando del ms amplio acuerdo de los elementos en los cuales basa susargumentos. Esto explica por qu, en la etapa de apertura, el status de los juicios de valorampliamente compartidos puede ser conferido a sentimientos personales e impresiones, yel status de un hecho, a un valor subjetivo. En la etapa argumentativa, la adaptacinestratgica a la demanda de la audiencia se puede conseguir citando argumentos con los quelos lectores u oyentes acuerden.

    Las figuras retricas y los modos de expresin constituyen estrategias de presentacin que forman elestilo. El xito en el empleo de las figuras depende de la organizacin global del discurso.

    Si bien los tres aspectos de las maniobras estratgicas (tpicos, orientacin a la audiencia y estilo) sepueden distinguir didcticamente, en la prctica son inseparables. Para que una estrategia argumentativasea efectiva, las maniobras estratgicas deben coincidir en la eleccin del tpico potencial, en laadaptacin a la expectativa de la audiencia y en la explotacin de los procedimientos estilsticos. Hayestrategias especficas de confrontacin, apertura, argumentacin y conclusin.

    En la etapa de apertura las partes que tienen opiniones diferentes tratan de encontrar bases comunesrelevantes que compartan para establecer algn tipo de zona de acuerdo suficientemente amplia paraalcanzar un debate fructfero.

    En la etapa de la argumentacin los protagonistas adelantan sus argumentos para tratar de vencer a lasdudas de los antagonistas y para refutar las reacciones crticas dadas por los antagonistas

    14 Cham Perelman y Lucie Olbrechts Tyteca, Tratado de la argumentacin. La nuevaretrica, Gredos, Madrid, 1996.

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    La argumentacin de Massot es el reconocimiento de una disputa que no puede llegar a ningunasolucin. El ejercicio retrico conciliador que emplea ofrece argumentos dbiles para que las posturassean conciliables.

    La pregunta que formula Massot citando a Garland sirve para que conectado con el razonamientoanterior slo se pueda pensar que no se puede asignar cierto estatuto jurdico o racional a losdelincuentes. Pensar que los delincuentes son ciudadanos es algo que puede aceptarse en los libros peroque resulta imposible de sostener en la prctica. La conclusin es evidente no hay posibilidad de pensaren una homologa entre el que comete un delito y un ciudadano. La solucin es la tolerancia cero.

    El texto de Massot impide llegar a un acuerdo si no se adhiere a su posicin y, en un punto, aunque conherramientas completamente diferentes, la posicin de Gargarella tambin lleva a obturar un eventualacuerdo. Y ello es as porque la disputa, como se indic ms arriba, no se da en trminos meramentediscursivos o conceptuales sino que las diferencias son polticas, sociales y culturales.

    Los orgenes y las consecuencias de las crisis que sobrevienen de la aplicacin de polticas neoliberales esel trasfondo que est tras los planteos de ambos autores. Son los argumentos implcitos que el lectordebe reponer para comprender de qu se est hablando.

    Algunas reglas de la discusin crtica.

    Otro aspecto fecundo del anlisis propuesto por van Eemeren apunta a reconocer las reglas quegobiernan la discusin crtica y las violaciones que se formulan. No es este el momento de pasar revista alconjunto de las diez reglas propuestas pero nos parece que puede ser fructfero ejemplificar algunasoperaciones realizadas en el texto de Massot.

    Las reglas de la discusin crtica se relacionan con la teora acerca de las falacias15. El criterio acerca de lasfalacias difiere de la concepcin tradicional de la lgica y tiende a sostener que el reconocimiento de unsentido ms amplio y, al mismo tiempo, ms especfico. Es ms amplio porque abarca en su anlisis,desde un comienzo todas las violaciones de las reglas de discusin, no slo los errores lgicosrelacionados con la validez. Es ms especfico, porque las falacias se conectan con la resolucin de lasdiferencias de opinin.

    La constitucin de una teora de las falacias debera proporcionar, por un lado, normas para distinguir, enel interior de un discurso argumentativo, los pasos que son razonables y los que no lo son. Por otro ladodebe proporcionar criterios para decidir cundo se ha violado una norma de este tipo. Finalmente, debeproporcionar procedimientos de interpretacin que permitan determinar si un enunciado satisface o noestos criterios.

    Las falacias, como violaciones a las reglas de la discusin crtica, se pueden cometer en cualquiera de lasetapas descriptas y las pueden cometer tanto el protagonista como el antagonista de la argumentacin.De manera que se puede combinar estos tres componentes para la descripcin de estos fenmenos.

    15 Frans van Eemeren y Rob Grootendorst, Ob. Cit., pgs. 123 y sig.

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    Nosotros aqu slo formularemos algunas ejemplificaciones que permitan dar cuenta del empleo deestos mecanismos que son utilizados con frecuencia en el tipo de textos que hemos empleado paraanalizar.

    La Regla Tercera sostiene que el ataque de una parte en contra de un punto de vista debe referirse alpunto de vista que realmente ha sido presentado por la otra parte. La distorsin de la parte contrari a seubica en el empleo de los enunciados fuera de contexto, en la simplificacin excesiva y en la exageracinya sea absolutizando o generalizando.

    La cita de Foucault va en esa direccin, es distorsiva en la medida en que apunta a una descalificacingeneralizada y absoluta de su posicin. Sin embargo no es el nico momento en que se puede reconocerque se estn empleando mecanismos que provocan el empleo de falacias. Este tipo de falacia se puedeidentificar dentro de la tradicin clsica con el nombre la falacia del espantapjaros y consiste endistorsionar el punto de vista contrario adjudicndole opiniones que no han sido pronunciadas.

    La Regla Cuarta se refiere a que una parte solo puede defender su punto de vista presentando unaargumentacin que est relacionada con ese punto de vista. Se viola esta regla a partir del empleo demedios persuasivos no argumentativos, es el caso de la manipulacin emotiva de la audiencia. En elmomento en que se hace referencia al violador que le fue rebajada la pena porque en el momento decometer el delito apag la luz, se utiliza esta ejemplificacin para dar cuenta de la liviandad que tienenalgunos jueces garantistas a la hora de aplicar una condena al delito. Al mismo tiempo el ejemplo sirvepara que se produzca una inmediata identificacin, por sentido comn, con la vctima, contra el culpabley queda ubicado el sector garantista como un sector que carece de lgica y se aproxima peligrosamenteal ridculo.

    La Regla Sptima apunta a que una parte no puede co nsiderar que un punto de vista ha sido defendidoconcluyentemente, si la defensa no se ha llevado a cabo por medio de un esquema argumentativoapropiado que se haya aplicado correctamente . Massot al finalizar su exposicin concluye que se debenexponer pblicamente los castigos porque los ciudadanos y los delincuentes pertenecen a dos categorasdiferentes y en consecuencia los derechos que los asisten tambin deben ser diferentes. Se trata delempleo de la falacia de post hoc ergo propter hoc por la cual de dos hechos se extrae una conclusinequivocada.

    Conclusiones seguras?

    El anlisis realizado hasta aqu de las piezas publicadas por la revista nos lleva a intentar algunasconclusiones. Se puede afirmar que alguno de los dos expositores logr imponer su posicin? Y en casode ser as, a partir de qu herramientas o sobre la base de qu formulaciones se puede afirmar esto?

    Nos inclinamos a sostener que no puede haber alguno que se haya impuesto por encima de otro entrminos argumentativos porque lo que ha hecho cada uno es fortalecer su posicin con independenciadel mecanismo que emple para lograr su objetivo.

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    S resulta efectivo el reconocer que el medio cumpli un papel no explcito pero s activo en inclinar labalanza a favor de Gargarella. Sin embargo, esto que se desprende de una perspectiva que se conectams con la semitica visual que con la teora de la argumentacin. El contrato de lectura se mantieneporque el medio ha empleado dos voces que se ubican en los extremos ideolgicos de manera tal que laopcin es sencilla para los lectores habituados a la Revista.

    Un autor se fund en sostener que el derecho penal tiene un rostro deforme y desde all organiz toda suartillera blica contra la postura ordenancista.

    El otro se bas en la apelacin al sentido comn y al empleo del recurso polifnico a partir del discursoindirecto para ridiculizar la postura garantista.

    Se pueden formular observaciones ticas en cuanto a que la posicin de Massot desconoce la condicinde ciudadano de un delincuente y ello orilla en abstenerse de reconocerle ciertos derechosindependientemente de la conducta que hayan tenido y de los hechos que hayan cometido. Conociendoel pasado del escritor no es un tema menor pero no aporta mucho respecto de los mecanismosargumentativos empleados. Incluso puede afirmarse que el texto de Massot es ms consistente desde elpunto de vista del empleo del material argumentativo. Hay mayor despliegue de las herramientasdestinadas a persuadir a la audiencia. No puede negarse que hay tcnica de escritura periodstica presenteen la pluma del autor.

    No exista posibilidad de acuerdo porque se trata de una disputa que se resuelve de maneraextradiscursiva. Es la realidad la que se encargar en definitiva de laudar en favor de una posicin o de laotra.

    Diciembre de 2005

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    Revista

    Sbado 17 de septiembre de 2005

    LOS LMITES DE LA SOCIEDAD DE CONTROLEl especialista en criminologa David Garland elabor una serie de crticas a la doctrina de"tolerancia cero", que acaban de editarse en castellano como "La cultura del control". Aqu,Roberto Gargarella retoma algunas de esas crticas y las analiza en el contexto argentino,tan vulnerable a la espectacularidad de los delitos, tal como los medios los transmiten.

    Vicente Massot reivindica la "tolerancia cero" porque "expresa a la perfeccin esesentimiento de que con el crimen no puede haber benevolencia posible". Y en unaentrevista, Garland afirma que la "tolerancia cero" es proclive "a reprimir a los pobres y alos sin techo".

    ROBERTO GARGARELLA.

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    Ogni limite ha una pazienza. Tot

    Slo el oportunismo, la necesidad de dar golpes de efecto o, en ocasiones, el puro clasismoparecen explicar el rostro deforme que nos muestra el derecho penal en nuestros das.

    Cmo entender, si no, la disparidad tan grande de penas que reciben delitos en aparienciaequivalentes? Cmo dar cuenta del ensaamiento frente a ciertas violaciones de la ley, y lamirada al costado que acompaa a los llamados delitos de guante blanco?

    El derecho penal moderno puede ser calificado como miope en sus objetivos, errado en suspresupuestos e ingenuo en sus ambiciones ms bsicas. Esto parece evidente tanto enEE.UU. como en Inglaterra, segn nos ensea David Garland en La cultura del control, apesar de las diferencias que, a primera vista, parecen separar las polticas que se adoptan enambos pases. En ambos contextos, el derecho ha dado un giro para concentrar su atencinen la "justicia punitiva", a la vez que la "seguridad ciudadana" se ha instalado como temacentral de la agenda pblica. En ambos casos, las polticas seguidas se han adoptado con

    absoluto desdn hacia las consecuencias de largo plazo y los costos sociales involucradosen ellas. As, dice Garland, se descuidan resultados tales como "el recrudecimiento de lasdivisiones sociales y raciales. La alienacin de grandes grupos sociales. Una reduccin de latolerancia cvica, o una tendencia hacia el autoritarismo". Quisiera especificar algunos delos problemas atribuidos por Garland al derecho penal moderno problemas que, segnentiendo, son fcilmente traducibles al contexto argentino.

    Ante todo, el derecho penal puede considerarse miope en su obsesiva mirada sobre hechoscriminales particulares, desentendida de toda reflexin sobre lo importante: sobre el modoen que queremos convivir. Si uno se concentra en los crmenes espectaculares de los que sealimentan los medios de masas ( "el salvaje homicida", "el criminal despiadado" ), uno tiende a ser

    ms sensible frente a soluciones maximalistas, acordes con la presentacin del caso. Sinembargo, en esas situaciones es cuando ms valor tiene dar un paso atrs y pensar sobre elcontexto de la accin del caso. Tal vez tenga sentido preguntarse: cmo puede ser que ennuestra sociedad que aspiraba a ser una comunidad de hermanos alguno de nosotroshaya sido capaz de llegar tan lejos? Habremos cometido una ofensa tan grande, capaz dedespertar un enojo semejante? Probablemente, la respuesta a esta ltima pregunta sernegativa, en muchos casos. Pero no lo ser en otros. Y ante esta posibilidad, convendr quenos preguntemos qu es lo que habra ocurrido si el Estado se hubiera decidido por el buentrato, en lugar de abandonar a su suerte a quienes ms lo necesitaban. Y qu es lo quehabra pasado si aun (y sobre todo) ante las peores conductas, hubiera respondido dando lomejor de s, y no mostrando "toda la violencia de la que es capaz"?

    El derecho penal puede considerarse errado por querer reproducir en el mbito jurdicoprincipios ya cuestionables en el terreno econmico (operacin que, segn Garland, surgeen el sector privado: en las prcticas de las empresas de seguridad privada y compaasaseguradoras interesadas en reducir los costos del delito que recaan sobre ellas). Comosabemos, muchos "ortodoxos" de la economa nos describen como seres racionales,calculadores , que medimos cada paso en trminos de costos y beneficios. Frente a talesindividuos, los ortodoxos proponen los crudos premios y castigos del mercado, capaces dereconducir las conductas humanas. En el derecho penal, este pensamiento se traduce enuna aburrida pero peligrosa insistencia en la suba y baja de penas que, supuestamente,pondra en su lugar a los criminales. As, cuando aumenta el nmero de secuestros, los

    ortodoxos del derecho penal exigen un inmediato aumento de penas para los secuestros. Ycuando aumentan los robos de pasacasetes, proponen endurecer las penas contra estos

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    nuevos salvajes. Calculadores como se supone que son, los delincuentes sern aspersuadidos de abandonar la inconducta del caso. Pero esta respuesta la respuestaargentina es errada desde sus fundamentos, porque somos mucho ms que seres declculo. Como lo demuestra la psicologa social, nos movemos por sentimientos dereciprocidad: tendemos a tratar bien a los que nos tratan bien, y mal a los que no lo hacen.

    Las conversaciones que uno puede mantener con los presos slo ratifican lo dicho: paraquien est jugado no hay suba de penas que sirva como disuasiva de nada. Alguien podrarespondernos: "lo que queremos no es disuadir al criminal, sino conservarlo en la crcelcuando lo agarramos". Pero esta rplica sigue siendo errada. Lo peor que puede hacer unasociedad moral es responder a los ofensores con sus mismas armas. Pero ello es lo que

    viene haciendo nuestra justicia penal desde sus esferas ms altas: responder golpe con golpe(pinsese en la protesta social o en los presos por agresin a la Legislatura portea), enlugar de ofrendar buen trato; lo que no significa premiar al delincuente sino considerarlouna persona necesitada de nuestra ayuda. Es sta una mirada ingenua sobre la sociedad?Sugiero que no; que la ingenuidad est del lado de quienes proponen construir unacomunidad a las trompadas. Ingenuos son los que piensan que el delito se baja con

    aumentos de penas descontrolados, cuando las estadsticas niegan tal simplismo. Ingenuosson los que no ven que las agresiones pblicas no convocan a la integracin sino a la venganza; los que creen que sembrando terror acabarn con el terror ajeno, sin advertir queas terminan ellos mismos convertidos en el enemigo que los acechaba.

    Sentido comn

    POR VICENTE MASSOT, Analista Poltico

    Hay toda una corriente del pensamiento moderno que considera al manicomio el mbito enel cual una sociedad desasistida de razones enclaustra a la locura, as como intenta, por una

    sofisticada serie de normas e institutos represivos, privar a los delincuentes de derechos yde su condicin de ciudadanos, recluyndolos. Tributaria de las enseanzas de Foucault "el poder es esencialmente lo que reprime" , funda sus motivos en tres nociones: una

    visin optimista de la naturaleza humana; la idea de que la sociedad puede autorregularsecon prescindencia del poder poltico, que tendra as un papel adjetivo nunca decisivo en la construccin del vnculo social, y la certeza de que no hay, de suyo, una diferenciainsalvable entre vctimas y victimarios.

    Llevada a sus ltimas consecuencias esta corriente ideolgica pone en tela de juicio laconviccin de que la "crcel funciona" y postula, en su expresin ms osada, elabolicionismo penal. En su variante ms atenuada reivindica como instrumentos legtimos

    para el control del delito a unas leyes y polticas sociales cuyo propsito apunta a larehabilitacin y no al castigo.

    Ante un problema objetivo y, a la vez, dramtico el alza de las tasas del crimen en lassociedades contemporneas se disparan las mismas preguntas para garantistas yordenancistas: cules resultan los lmites de la justicia penal, de la actividad policial y de laimposicin de condenas en la empresa de combatir el delito? y como se conjugan siacaso ello fuera posible los principios de rehabillitacin y castigo? Las respuestas, claro,son diametralmente opuestas. Me parece conveniente evitar, hasta donde se pueda, ladesvalorizacin de las ideas contrarias o su caricaturizacin. Si quienes consideramosindispensable el castigo explcito del delito somos catalogados de sdicos en potencia y

    quienes abrazan teoras mas permisivas, de "compaeros de ruta" de los criminales, ladiscusin no tiene destino.

  • 8/12/2019 Roberto Marafioti - Argumentaciones seguras.pdf

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    La disputa no habr de zanjarse nunca, pero podemos acercar posiciones respecto de unosdatos clave: 1) si el Estado incumple su deber de mantener el orden pblico y de reivindicarexitosamente el uso de la fuerza legtima, lo que sobrevendr no es una sociedad mas justasino la privatizacin de la violencia; 2) si, por un sin fin de preconceptos, no entendisemos

    que cualquier poltica de seguridad se vertebra en consonancia con la prevencin, ladisuasin y la represin, el Estado quedar inerme y la sociedad, a merced de quienes seapropiasen de la violencia y la ejerciesen en forma privada; 3) la sola represin nosolucionar nada, pero sin actitud y aptitud para controlar el delito, el mal se agravar.Privilegiar una accin decidida sobre sus causas es fundamental. En el mejor de losescenarios y aun con recursos, polticas pblicas racionales y funcionarios idneos, habrque entender que tal empresa llevar aos y los resultados tardarn en hacerse visibles. Entanto, es menester accionar sobre los efectos.

    Me viene a la mente una frase del escritor Gottfried Benn: "aquello que vive es distinto deaquello que piensa". En el mismo momento que enhebramos estas ideas respecto del delito,

    se suceden crmenes, robos, violaciones, secuestros y hurtos. Es lgico que las vctimas desemejantes flagelos clamen por justicia y lgico, tambin, que se sientan agraviados al verque, en un fallo tan sonado como polmico, se haya considerado una atenuante enbeneficio del delincuente que ste apagara la luz mientras violaba a una nia.

    Los riesgos que advierte David Garland en "La Cultura del Control" respecto de "cmollegaron los delincuentes a estar tan absolutamente privados de sus estatus de ciudadanos yde los derechos que ste supone?" tiene ms que ver con los vicios del garantismoirrestricto no de las garantas individuales que con el autoritarismo penal. La idea deque los delincuentes tambin son ciudadanos suena bien y luce mejor en los manuales dederecho, pero no hace pie en el mundo de lo fctico. En las sociedades de opinin pblica,

    el castigo debe conocerse y cuanto ms expresivo sea, cumplir mejor su funcin. Laconsigna de la "tolerancia cero" expresa a la perfeccin ese sentimiento de que con elcrimen no puede haber benevolencia, so pena de erosionar las bases del sentido comn quedistingue, mejor que las academias, el abismo entre persona de bien y delincuente.