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Romain Sardou: La Herejía

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Interesante libro escrito por Romain Sardou en castellano

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  • Invierno 1284 . Los fros deldiablo abruman a los habitantes deDraguan, pequea poblacin delcondado de Toulouse, quienes vivenaterrorizados desde que el roarrastr unos cuerposdescuartizados. El obispo Haquinenva a unos hombres parainvestigar el crimen y estos vuelvencon una extraa noticia: Harteloupest en ruinas. Heurteloup ha vividoen el olvido durante dcadas. Laiglesia est destruida, muchas casasestn abandonadas. Nadie sabe quha sido de sus pobladores. Esta

  • parroquia maldita es ladecimotercera de un obispado tanpobre como aislado. Sin embargo,captar el inters de los ms altoscrculos eclesiales en Roma. En LaSanta Sede se agitarn rumores, yen los crculos ms ntimos delVaticano, movimientos conrepercusin en todo el reino deFrancia. Un terrible secreto parecehaber presidido la desaparicinde la aldea.

  • Romain Sardou

    La herejaePub r1.0

    Cygnus 19.01.14

  • Ttulo original: Pardonnez nos offensesRomain Sardou, 2002Traduccin: Jos Antonio Soriano MarcoRetoque de portada: Cygnus

    Editor digital: CygnusePub base r1.0

  • PrlogoExtractos de los interrogatorios

    conservados en los archivos de la SantaInquisicin de Foix, dirigidos por elreverendo obispo Brulle de Noy, en

    Sabarths, Tarles, septiembre de 1290.

    Nosotros, Aveyron Quentin ySidoine Mliesse, vicario perpetuo delobispo de Noy y relator en el tribunalsinodal de Sabarths, en esta vigilia dela natividad de Mara, en el segundoao del reinado de Felipe de Francia,confirmamos como vlidas y legtimaslas declaraciones bajo juramento de

  • Chrtiennotte Paqun, hija de BrandPaqun y de Guillemine Got, y ahijadadel padre Anselmo, limosnero deDomines.

    Las antedichas declaraciones,recogidas bajo la autoridad demonseor de Noy, atestiguan elementosrelativos a los asesinatos de la dicesisde Draguan y abren el granprocedimiento de la asamblea jacobinade Passier. Dictada orden ejecutoriade que todos los testimoniosrelacionados con este asunto seanodos y depuestos ante una autoridadeclesistica, los jueces y magistradosde la primatura han designado como

  • nico instructor a monseor de Noy, encuya presencia sern registradasconfesiones y penitencias.

    Dicha acta est certificada enTarles, en el palacio episcopal, enpresencia de los dos asesores y delreverendo obispo inquisidor. Ha sidolevantada en pergamino por el relatorSidoine Mliesse, en el da de hoy y elao antedicho.

    El relator estaba, como decostumbre, a la izquierda del obispo,ante un pequeo escritorio de madera.La sesin del 7 de septiembre de 1290todava no haba empezado. En esos

  • momentos, el inquisidor tomaba asientobajo la gran cruz verde, y el vicarioQuentin se pona la golilla negra y lacapa de dominicano, de pie junto a unapuerta. El nico que estaba preparadoera el relator Mliesse, que daba vueltasante su pupitre desde el amanecer. Sushojas estaban hbilmente inclinadas yestiradas mediante bolitas de plomo;haba afilado cinco plumas de barnacla,preparado un cuerno de tinta lleno hastael borde, un rascador de piel y unajofaina de agua fra para desentumecerselos dedos: el escribano prevea unalarga jornada. Los inquisidores dePassier slo lo elegan para audiencias

  • delicadas o de carcter clandestino.Mliesse era un relator clebre: escribaal ritmo del dictado y poda recoger enuna simple tablilla el resumen de variosdas de apretados interrogatorios.Traduca de odo el occitano y elprovenzal de los testigos del sur a unlatn ejemplar. Este modelo deescribanos, muy apreciado por lostribunales eclesisticos, permita a losjueces del reino arrojar la sospecha dehereja sobre la deposicin msinsignificante. La pluma de Mliesse,alabada por todos los magistrados de sutiempo, era gil, legible y sin fisuras. Lasesin de ese da, cerrada al pblico y a

  • los bailes del prebostazgo, no podaprescindir de los talentos de aquelhombre rechoncho, invariablementeembutido en un hbito manchado detinta.

    El Tribunal de la Inquisicin estabainstalado en uno de los patios cubiertosdel obispado de Tarles. Era una vastasala con tres grandes puertas. Medams de sesenta pies de ancho y veinteprticas de largo. El techo se perda enhmedos dovelajes, enranciados ya porel tiempo. Vitrales azulados con sales decobalto filtraban la luz. Los estradosestaban desiertos y hacan que los pasosresonaran sobre el suelo sin intersticios

  • hasta los ltimos rincones de la sala.El reverendo inquisidor de Noy,

    sentado en un silln plegable flanqueadopor dos grifos, era tan inquietante comoaquellos muros carbonosos. Estaba tanseco, y su asiento era tan estrecho, queambos parecan formar un solo ser,altivo, glacial, tieso como una columnade mrmol. Brulle de Noy era famosopor su habilidad para arrancar la verdada los fieles ms marrulleros (hacerparir a la oveja, se deca). Vesta lalarga tnica griega de color vino de losobispos del sur.

    El vicario y el relator esperaron aque su superior abriera la sesin. No se

  • oa ms ruido que el lejano eco delngelus matutino cantado por los monjesde la abada. Puntual y respetuoso, Noyesper a que el coro terminara su ltimohimno para iniciar el proceso.

    Quentin, el vicario perpetuo, abrila puerta de inmediato. Tras losbatientes aparecieron un subdicono ydos muchachas, apretadas una contraotra, con los ojos muy abiertos, laspiernas temblorosas y las muecasflojas. Vestan largos brialesdeshilachados, burdamente remendadosy zurcidos. Sus calzas an estabanmanchadas de barro. Aquellas doscampesinas eran los primeros testigos

  • del caso de Draguan. Quentin las hizopasar. Mliesse empez a transcribir deinmediato.

    La sesin se inici tras loscantos de laudes en la sala SanAnastasio del obispado deTarles. Las dos jvenes Paquny Got fueron conducidas antemonseor de Noy por elsubdicono Amneville. Esteltimo las hizo sentarse ante SuExcelencia, pero no asisti alinterrogatorio. Las chicashicieron la seal de la cruzantes de declararse sumisas al

  • examen. No obstante, monseorde Noy las intim a rezar dospadrenuestros comosuplemento. Las testigos seplegaron a ello de buen grado

    as pues, las dos muchachas semostraban buenas cristianas. El obispode Noy conoca perfectamente losengranajes de la justicia eclesistica ysaba que unas simples ambigedadespodan hacerle perder su investidura.Tema que su proceso se relacionara connuevas revelaciones sobre las herejascataras, mbito ajeno a su competencia.Aquellas creencias eran clebres: el

  • obispo saba que, en conciencia, losherejes no podan recitar unpadrenuestro o un credo sin incurrir enlas iras de su comunidad y de susngeles. Para el ctaro, el cuerpohumano era demasiado impuro paraevocar verbalmente el nombre de Dios orezarle en una invocacin santa. La bocadel hombre no poda servir al mismotiempo para ingerir alimentos terrenales(que ms tarde seran expulsados deforma inmunda por ese mismo cuerpoimpuro) y cantar en voz alta la gloria delSeor. Entre los ctaros, el nombre deDios slo se pronunciaba interiormente.Al hacer recitar aquellos dos

  • padrenuestros a sus primeros testigos,Noy subrayaba la singularidad del caso;no tena ninguna relacin con elconflicto de los albigenses, losvadianos, los patarinos, los fraticelos olos antiguos bogomiles de Bulgaria. Eraun caso aislado y, en consecuencia,histricamente ilustre.

    El obispo de Noy: JvenesPaquin y Got, en el da de hoyos escucho en nombre y lugarde la curia inquisitorial. Serisconducidas a repetir antenosotros el encadenamientocircunstanciado de los hechos

  • que presenciasteis cerca de lalocalidad de Domines, alcomienzo del asunto llamado deMeguiddo. Para el relatorsinodal, tened a bien declararen primer lugar vuestronombre, estado, edad y sexo ascomo los que tenais en elmomento de los hechos queexaminaremos en el da dehoy.

    El obispo seal a ChrtiennottePaquin. Era la ms joven de las dostestigos. Tena grandes ojos claros,cabellos como hilos de oro y tez lechosa

  • como la de un nio. Su rostro celestialcontrastaba violentamente con aquelTribunal de Fe lleno de tinieblas.

    Chrtiennotte Paquin: Me llamoChrtiennotte Paquin. Soy la hijamenor del zapatero Brand Paquin,aprendiza de tejedora al servicio deBrue Halibert, prometida desde el dade Todos los Santos a Gatan Gauber,mozo de cuerda. Tengo catorce aos yan soy pura. La Aparicin se produjoel dcimo ao de la muerte del anteriorrey Felipe. Yo tena siete aos.

    Guillemine Got: Me llamoGuillemine Got, hija de Everard

  • Barbet, en otro tiempo de Tarascn,mujer del latonero Simen Got. Tengotres hijos y nunca he sabido mi edad;segn dicen, por entonces tena unosdiez o doce aos.

    La latonera era ms aplomada que suamiga. Estaba ms curtida. No obstante,ambas muchachas hablaban con bastantedesparpajo. Sus cuerpos parecan mspequeos en las bajas sillas de enea.

    El obispo de Noy: Repetidahora lo que desde hace sieteaos es del dominio pblico enla dicesis de Draguan, y que

  • hoy debe ser redactado para elTribunal. Decid lo que merevelasteis bajo el secreto de laconfesin cristiana, exento anteDios de todo pecado y de todadeformacin falaz.

    Brulle de Noy era un inquisidorhbil. Nunca interrogaba a sus testigosbajo juramento. Sencillamente, lesrecordaba un juramento anterior, a vecesmuy lejano en el tiempo. Esa pequeaperfidia profesional le haba permitidopronunciar sentencias espectaculares, aveces apoyndose en un simplefalseamiento de promesas. Noy

  • perteneca a esa raza de examinadoresque descubran herejes en cualquierinocente. No recurra a la tortura jams;su sola presencia bastaba paraamedrentar a los acusados y hacerlesadmitir ms de lo que podan.

    Chrtiennotte Paquin: Nuestrahistoria empez poco despus de lasrogativas del da de San Marcos, en lapoca en que los olmos empiezan aechar hojas.

    Guillemine Got: Jugbamos juntasa la orilla del ro Montayou; ensecreto, porque nuestros padres nostenan prohibido acercamos a esa parte

  • del pueblo.Chrtiennotte Paquin: La

    aparicin se produjo exactamente antela pequea presa de madera construidapor los abuelos de Simn Clergues.Estbamos tirando piedras a los pecesque se acercaban a desovar.

    Guillemine Got: cuando laCosa se mostr, poco despus denuestra llegada.

    Sidoine Mliesse no saba nadasobre el inicio de los acontecimientosque haban hecho clebre la dicesis deDraguan. Conoca los clamores de lamuchedumbre, el desastroso final, los

  • rumores sobre las piras de huesosPero ignoraba que aquella historia habaempezado con dos hijas de campesinosque jugaban junto a un ro.

    Chrtiennotte Paqun: De lejospareca el cuerpo de un animal muertoflotando en el agua. Giraba en losremolinos, se hunda y reapareca,zarandeado por la corriente. Nosacercamos cuando se detuvo entre lastablas de la presa de Clergues.

    Guillemine Got: De cerca, la Cosaya no se pareca al cadver de unacomadreja o a un pez muerto.

    Chrtiennotte Paqun: Era largo,

  • gris y muy negro en algunos sitios.

    Se produjo un silencio. Losrecuerdos de las dos chicas se hacanms penosos por momentos. La mayorsigui hablando con voz inexpresiva:

    Guillemine Got: Era unbrazo de hombre, monseor. Unbrazo de hombre salvajementearrancado.

    Chrtiennotte asinti con la cabeza.Guillemine describi el mecanismo deflotacin de aquella aparicin: unavejiga de cordero hinchada y atada al

  • miembro con un cordel. El pequeoflotador arrastraba el siniestro fardo alalbur de la corriente. Al llegar a lapresa, la piel se haba distendido y lavejiga haba perdido la mitad del aire.El brazo deba de llevar varios dasviajando por el ro

    El obispo inquisidor se asegur dela transcripcin del relator e hizo ungesto de inteligencia al vicario Quentin,que desde el comienzo de la sesinesperaba recostado contra la pared,cerca de un gran cofre de madera. A laindicacin de monseor, abri elmisterioso arcn y sac una bolsa decut, alargada y cerrada con una cuerda.

  • La desat ante las muchachas.El propio Mliesse no pudo evitar

    palidecer. Sin el menor miramiento, elobispo pona ante los ojos de sustestigos el miembro humano en cuestin,conservado en el tribunal de Passier.Los tejidos estaban acartonados,resecos, momificados. La osamentacompleta meda poco ms de trespulgadas de largo. La mueca estabaseccionada en la articulacin, y elextremo opuesto, partido limpiamente enmitad del hueso. La rotura era limpia, enpleno hmero. Para partir un hueso enese punto haca falta una fuerza y unabrutalidad inauditas. Petrificadas, las

  • dos testigos confirmaron la autenticidaddel objeto.

    El vicario volvi a guardar laprueba sin dar muestras de que manejarun pedazo de hombre le produjera elmenor reparo. El obispo reanud elinterrogatorio.

    Mliesse lo resumi para lossuperiores de Noy.

    Paqun y Got aseguraron no habercontado nada a sus padres en unprimer momento. Ambas volvieron acasa sin mostrar la menorpreocupacin.

    Al da siguiente volvieron juntas a

  • la presa. El brazo putrefacto seguaatrapado entre las tablas. Las niasdecidieron sacarlo del agua pero enese momento vieron aparecer otroobjeto arrastrado por la corriente, quetambin acab detenindose en lapresa.

    Las chicas huyeron de inmediato;era otro brazo de hombre,horriblemente descarnado y retenidoen la superficie del agua por lasentraas de un animal.

    Petrificadas ante aquella nuevaaparicin, las chicas siguieron sindecir nada en el pueblo Estabanconvencidas de que alguien acabara

  • encontrando aquellos trozos decadver sin que ellas tuvieran quecomprometerse.

    No dijeron ni una palabra, a pesarde las angustias, de las pesadillas eincluso de los accesos de fiebre. Lapequea Paqun cay gravementeenferma; la frente se le cubri demanchas oscuras, y la nia asegurque vea aparecer jvenes hadasvestidas de azul. El sanador del pueblole diagnostic el fuego de sanAntonio, esa repentina infeccin queslo el santo poda causar y curar a sucapricho desde el Cielo. A partir de esemomento, la nia se neg a decir

  • palabra.Durante los tres siguientes das, a

    pesar de los riesgos y de las primerastormentas de verano, Guillemine Gotvolvi sola al Montayou.

    En ese intervalo, descubri otrostres brazos humanos ms pequeos,adems de dos piernas y dos torsos,todos humanos y salvajementecortados.

    Mliesse anot escrupulosamente lasprecisas descripciones de la pequeaGot. La joven no haba olvidado ningndetalle de los colores, las formas, lascomisuras putrefactas, las carnes

  • empapadas

    El obispo de Noy: Qu te indujoa revelar tus descubrimientos en elpueblo?.

    Guillemine Got: La lluvia,monseor. Hizo crecer el Montayou.Los miembros acabaran pasando porencima de la presa y continuaran roabajo sin que nadie lo advirtiera.Nosotras ramos las nicas que losabamos. Tena que contarles aquellamonstruosidad a mis padres, o no sesabra nunca.

    A continuacin, las dos muchachas

  • describieron la estupefaccin de losvecinos de Domines. El juez Noy lasescuch atentamente durante cerca dedos horas. Paquin y Got rememoraron laagitacin de los das inmediatamenteposteriores a sus revelaciones.

    Acto seguido, el subdiconoAmneville hizo entrar a la sala a lospadres Mault y Abel, dos monjes de ladicesis de Draguan. Venan a confirmarlas declaraciones de las muchachas yvalidar sus testimonios segn la prcticainquisitorial, que requera deposicionesconcordantes para levantar un acta.

    Por prurito de ortodoxia, losreligiosos tuvieron que recitar una

  • avemara completa y reafirmarse en suobediencia a la Iglesia apostlica yromana. A continuacin, dieron suversin de los hechos.

    Era idntica a la declaracin de laschicas.

    La poblacin de Domines seobsesion con aquellos miembrosarrastrados por el Montayou. Elritual de las apariciones continucon una regularidad infernal: serecuper otro torso completo, crneos,manos formando paquetes Todo semantena a flote con vejigas omembranas de cordero o cerdo. Los

  • vecinos fueron sacando los miembrosdel agua a medida que aparecan.

    Cuatro das despus de larevelacin de Guillemine Got, losenvos cesaron.

    Domines formaba parte de ladicesis de Draguan. Era la parroquiams pequea del obispado, dicesismiserable que llevaba treinta aos bajola autoridad de un tal monseorHaquin. El obispo hizo venir a unfamoso mdico de Sabarths, elmaestro Amelin. El docto profesor paslargas horas con los miembroshumanos, que se secaban en su mesa detrabajo.

  • Amelin guard absoluto silenciohasta finalizar el examen. Al octavo dade estudio, quem su bata y abri laspuertas de su gabinete a lasautoridades del pueblo. Sobre unenorme tablero, el obispo Haquin y susfieles descubrieron con estupor trescuerpos humanos totalmentereconstruidos, trozo a trozo, comopiezas de un rompecabezas. El efectoera sobrecogedor: a pesar de laputrefaccin, la falta de tejidos y lahumedad, se distinguan perfectamentelas formas de un adulto y dos nios. Elmaestro Amelin precis que, en suopinin, se trataba de un hombre y una

  • nia y un nio de la misma edad, sinduda gemelos.

    Mliesse levant discretamente lacabeza y clav los ojos en el cofre deAveyron Quentin. No pudo evitar pensaren aquel montn de huesos,probablemente etiquetados yempaquetados, a diez pasos de l.

    El triple asesinato llev la alarmade los habitantes de Domines alsummum. Detrs de aquello tena queestar la mano del demonio. Elnacimiento del Montayou estaba a tanslo unos das de marcha en direccin

  • oeste, en una regin pantanosatotalmente despoblada. Ro arriba noviva nadie, ni haba ningn caminoque bordeara su curso.

    No haca falta nada ms paraalimentar la supersticin del pueblo.

    Se celebraron misas, se enviaroncorreos y comitivas. El obispo Haquinmand tres grupos de hombres ainspeccionar las mrgenes del ro y laregin circundante. Partieronarmados.

    Los cuatro testigos finalizaron susdeposiciones mediado el da. SidoineMliesse haba llenado siete hojas y

  • gastado el raquis de dos plumas. Fuera,los monjes del obispado cantaban ya eloficio de sexta. Los presentes en la salaestaban sorprendidos de lo avanzado dela hora. Haban perdido la nocin deltiempo. Todos se haban dejado atraparpor el relato de unos hechos ocurridoshaca siete aos, recuerdos lgubres,nuncios de tantos escndalos por venir.

    Todos salvo Brulle de Noy. Elobispo se saba aquella macabra historiade memoria; gracias a su obstinacin y asu gusto por el procedimiento, ahora sehallaba consignada para los archivos dela Inquisicin. Saba que tardara mesesen recoger todos los testimonios y

  • aquilatar todas las interpretaciones. Y,por encima de todo, saba que iba a serel primero en abarcar todos loselementos contradictorios deMeguiddo y en extraer lasconclusiones. Estaba preparado. O, almenos, impaciente.

    Antes del cierre de la sesin, elpadre Abel aadi:

    Padre Abel: Algn tiempodespus se identificaron los trescuerpos encontrados en elMontayou. El prebostazgo de F.haba denunciado ladesaparicin de un duque y sus

  • dos hijos, tras abandonarClouzs para asistir a la Piti-aux-Moines. Aunque el ro noestaba en su ruta, cabe suponerque se perdieron y tuvieron unencuentro poco afortunado.

    Pero el informe de Mliesse seinterrumpi en ese punto, por orden delobispo.

    Se llamara MEGGIDI I yencabezara el primero de losdiecinueve tomos que ocupa lainvestigacin completa de monseor deNoy. Dicho expediente, junto con losdocumentos anexos, puede consultarse

  • en la actualidad en la BibliotecaNacional, inscrito en el registro demanuscritos con el ISBN: 2-84563-O76-X.La restauracin y ordenacincronolgica de los documentos corri acargo del profesor Emmanuel Prince-Erudal.

    Los extractos presentados aqu sonautnticos; simplemente, se haactualizado el lenguaje. Los foliosoriginales relacionados con este prlogopertenecen al cuaderno titulado:Primera parte: ao 1283.

  • Primera parte

  • 1Para la mayor parte de Occidente, elterrible invierno del ao 1284 fue undesastre. Para los habitantes deDraguan, slo era una maldicin ms.

    La estatua de una pequea Virgen,totalmente cubierta de escarcha, rompiel manto de hielo que la envolva desdehaca semanas. El fro bast para rajar ala pobre Mara de escayola, abandonadaen mitad del campo, en la encrucijada delos caminos de Domines y Befayt.

    Nadie recogi los fragmentos; losdejaron all como advertencia, paradesanimar a quienes an osaban

  • aventurarse en la dicesis de Draguan.La estacin de los fros del diablo

    no tena precedentes. Los hogares msapartados se refugiaron en lasparroquias prximas, los sombreretes delas chimeneas ennegrecieron el cielocomo narices de dragn, los tejados secubrieron con papeles aceitados yjuncos, toda la poblacin se acurruccontra las pacas de heno y la tibia pielde los animales, recogidos en lascabaas. Ese ao, la dureza del tiemposuperaba las hambrunas del siglo negro.

    Poco ms de un ao despus de losinquietantes acontecimientos de la presade Domines, el obispo de Draguan,

  • monseor Haquin, envuelto como todossus feligreses en mantos de piel,preocupado por las vrgenes rotas y elfro infernal, segua pensando que supequea dicesis se enfrentaba ademasiadas fuerzas adversas.

    Desde las primeras heladas, tambinl haba tenido que abandonar elobispado y refugiarse en una pequeacelda del primer piso de la casa de loscannigos. Estrecha y de techo bajo,estaba recin encalada y era ms fcilde caldear que su gabinete de obispo.Monseor se adapt sin dificultad a sunuevo retiro: una silla, una sencilla mesay un cofre, los tres de madera corriente,

  • bastaban para satisfacer su dignidad. Sunico lujo consista en un gran silln,una ctedra profana de la que el ancianono se separaba jams. Mitad reliquia,mitad talismn, aquella ctedra demadera lo segua a todas partes. Ahorams que nunca. El carcter de Haquinhaba cambiado notablemente desde eldescubrimiento de los tres cadveres delMontayou. De la noche a la maana,aquel hombre, famoso por su fuerza y suagilidad, haba dado paso a un viejocano, solitario, indiferente a sus fieles,perpetuamente encerrado con sus librossagrados. Sus ojos se volvieron tanimpenetrables como los de los

  • clarividentes pintados en las iglesias: setornaron lechosos, duros como el marfil.Nadie comprenda por qu se habatomado tan a pecho la muerte de losahogados del Montayou y haba llevadotan lejos la culpa cristiana.

    Ese amanecer del 6 de enero de1284, el anciano estaba, como decostumbre, ante su escritorio. Loscolores del da apenas apuntaban sobrelas crestas de los Pirineos, quedominaban el horizonte. En las calles, elbrego bufaba entre los muros. Unviento que helaba todo a su paso, a los

  • desprotegidos habitantes y las desnudaseras.

    La celda de Haquin, la nicailuminada a esa hora de la maana,estaba baada por la claridad de unchisporroteante cirio encajado en elgollete de una botella y dos palmatorias.

    Llamaron a la puerta. El hermanoChuquet, vicario del obispo, entreabrila hoja y se anunci. Era un hombre deunos treinta aos. Como todos losmonjes de su orden, llevaba tonsura y unhbito sin teir con una pequea siglaclavada a la espalda, en memoria de lacompaa del Tabor, que haba fundadoDraguan. Chuquet, fiel y concienzudo,

  • tena tambin el cargo de ecnomo.Salud respetuosamente a su superior.

    Buenos das, monseor.Inclinado sobre su pupitre, el

    anciano respondi a su auxiliar con unrpido saludo, sin levantar la cabeza.Chuquet traa el cuenco de agua heladaque todas las maanas colocaba en lacavidad de la estufa.

    Volvi a cerrar la puerta de roble,sin hacerla chirriar para no perturbar lalectura de su superior. Recin salido dela cama, el monje puso manos a la obray empez a reavivar el fuego.

    Hay noticias sobre nuestroaventurero? le pregunt el obispo.

  • Todava no, monseor. El tiempoes psimo. El cabrero Adso volvi hacecinco das de Passier; dice que lamayora del reino est cubierta de nieve.Hasta los grandes caminos se han vueltointransitables. Somos los nicos que,por el momento, nos hemos librado delas nevadas.

    HummmNo podemos esperar nada antes

    del deshielo aadi el monje. Elinvierno no ha hecho ms que empezar.Es de temer que el tiempo empeore enlas prximas semanas.

    Es una autntica lstima. Qu daes hoy?

  • San Emiel, monseor.Vaya, el bueno de Emiel?

    Entonces no todo est perdido dijo elobispo. Tiene que ser un buen da. Yaveremos.

    El vicario lo ignoraba todo sobre lossmbolos asociados a Emiel, pero no sesenta con nimos de preguntar. Sloquera calentar el agua e irse alrefectorio. El fuego arda lentamente,con un olor a ceniza fra. El vicariocoloc el cuenco en la estufa.

    La habitacin tena una sola ventana.Como todas las maanas, Chuquet seacerc a comprobar que estaba biencerrada. El ventanuco daba a la plaza

  • mayor de Draguan, dominada por laiglesia y la casa de los cannigos, que lagente segua llamando de ese modoaunque en el obispado no resida ningncannigo desde haca aos. Un obispoanciano, tres monjes y cinco sacerdotespara doce parroquias era toda la fortunade Draguan, pequeo obispado rural.

    Las calles del pueblo estabandesiertas. El cielo, encapotado y bajo,pareca rozar el campanario de laiglesia. Por lo general, nadie seaventuraba a salir con un tiempo comoaqul, pero Chuquet vio una lucecillaque trotaba y desapareca en la esquinade una calle.

  • Otro caso de adulterio, se dijo elvicario.

    Accion la manivela de la ventana;estaba bien ajustada.

    Al pasar junto al escritorio delobispo, vio el manuscrito iluminado quetena absorto a su seor. La curiosidadno era uno de sus vicios, pero la intensaconcentracin del obispo y susmurmullos a flor de labio consiguieronintrigarlo.

    El lienzo, grande y fino, estabaatestado de imgenes y smbolos. Erauna ilustracin original, matizada decolores vivos, cubierta de alegoras ypequeos personajes. Cuando

  • comprendi el inconfesable significadode aquella obra, Chuquet palidecicomo un cenobita sorprendido en plenorobo. En el centro de la gran hoja, sedesplegaban escalofriantes sartas dedesnudos femeninos acoplados,monstruos cinocfalos, hipogrifosvoladores, cornejas decapitadas,oscuros bosques que vomitabanpoblaciones perseguidas por las llamas,hogueras alimentadas con carne humana,crucifijos invertidos que atravesaban lapanza de clrigos de rostros lascivosSin duda, aquella pintura era una de lasrepresentaciones del mal msignominiosas que un artista hubiera

  • concebido jams. Cmo era posibleque el estilete del iluminador hubieratrazado aquellas curvas y aquellasaristas sin que el pergamino ardiera pors solo?

    Chuquet desvi la mirada y tuvo quehacer un esfuerzo para no seguir viendoni un segundo ms las sacrlegasmonstruosidades de aquel mamotreto.Por desgracia, el resto de lecturas delobispo no eran menos sulfreas. Estabancubiertas de aguafuertes satnicos, detratados apocalpticos, de iluminacioneshorripilantes, de calendarios delCalabrs, de infames reproducciones dedemonios scubos o de frmulas

  • extradas del Necronomicn Chuquetno saba dnde posar los ojos sinarriesgarse a infringir la decenciamonstica o los estrictos votos de suorden.

    El obispo no se apercibi del apurodel vicario.

    Alabado sea Dios se dijoChuquet. En la abada de Gall,semejante indiscrecin me habracostado el muro o las vergas delsuperior.

    El monje opt por desaparecer.Comprob que el agua del cuenco estabaa punto de hervir, salud a su seor y seretir. Luego, corri al refectorio para

  • unirse a los otros dos monjes delobispado.

    Poco despus, Haquin suspendi lalectura y sac de debajo del pupitre lacaja en la que guardaba las nueces. Lasgruesas cascaras conservaban tierno yhmedo durante todo el invierno el frutorecogido en otoo. Cogi dos de las msgruesas y las sumergi en el cuenco deagua hirviente.

    Cuando, acabada la maceracin,Haquin quiso llenar su copa, un ruidoinesperado se lo impidi: un caballoacababa de soltar un resoplido ante lacasa de los cannigos. El anciano sequed inmvil, pero no oy nada ms.

  • Se levant y se acerc a la ventana. Laabri y, al asomarse, vio el lomo de unsemental a la dbil luz de la maana.Desde luego era un caballo, bien atadoal prtico de la entrada. Era enorme,fuerte y lustroso, totalmente distinto alos esculidos jamelgos de la regin. Sunegro pelaje estaba protegido congruesos sudaderos. El animal no parabade resoplar; vena de muy lejos. Sujinete no estaba junto a l.

    Las calles de Draguan estabandesiertas.

    El anciano volvi a cerrar elventanuco con expresin contrariada.Haca semanas que esperaba a un

  • viajero importante, pero ciertamente noprovisto de semejante montura.

    El obispo iba a llamar, pero el ruidode unos pasos que se acercaban a supuerta precipitadamente se lo impidi.

    Chuquet reapareci, esta vezdespierto y vigilante como un soldado.

    Perdonadme, monseor Elmonje entr sin aguardar la indicacindel obispo. Acaba de llegar undesconocido que desea veros.

    Y bien? No es nuestro nuevo?No, monseor lo interrumpi

    Chuquet. Es un desconocido. Deseaveros con urgencia. No ha dicho sunombre.

  • La voz del vicario era febril yentusiasta. Para l, todo favoreca lomaravilloso: la crudeza del tiempo, lahora temprana y

    Qu aspecto tiene esedesconocido? le pregunt el obispo.

    Es un hombre alto, monseor.Enorme. No le he podido ver la cara. Vaenvuelto de la cabeza a los pies en unalarga hopalanda empapada de agua.

    y el misterioso aspecto delforastero daban a aquel encuentro elcarcter de un prodigio.

    Haquin se mostr menosentusiasmado que su vicario.Evidentemente, aquel extrao individuo

  • no era la persona a la que esperabadesde el comienzo del invierno. Aquellavisita no presagiaba nada bueno.

    Hazlo pasar a la sala capitular dijo monseor. Lo recibiremos conlos honores debidos a los viajerosllegados de lejos.

    No, no, monseor repuso elmonje, encantado de poder quitarsolemnidad al encuentro. Eldesconocido me ha especificado que noesperaba de vos ninguna ceremonia.Tiene prisa y no desea entretenernosms que un instante. El obispo seencogi de hombros.

    Hazlo pasar aqu, si se es su

  • deseo. Parece un caballero pocopreocupado por las conveniencias

    Chuquet ya haba desaparecido. Elobispo se acerc al escritorio, cerr eltintero y guard todos sus libros,pergaminos y dems tratados en el cofrede madera. Sobre el tablero sloquedaron algunos folios sueltos einsustanciales.

    Poco despus, oy fuertes pisadas enel corredor. Se sac de la pelliza la cruzpectoral de plata que simbolizaba sudignidad.

    El misterioso visitante avanzaba

  • detrs de Chuquet. El vicario no habamentido: el hombre era enorme e ibaenvuelto con una vestidura talar oscura ychorreante. No se le vean ni los brazosni el rostro, pues sus faccionespermanecan ocultas bajo un capuchn.El pobre monje, impresionado por laestatura del desconocido y el ruido desus calzas herreteadas sobre el suelo, nose atreva a hablar.

    Al llegar ante la puerta de la celda,llam con los nudillos y esper la ordende su seor para abrir. El desconocidose plant delante de Haquin sin saludarni descubrirse.

    Djanos, Chuquet dijo el

  • obispo.El vicario inclin la cabeza y cerr

    a sus espaldas.Luego, volvi a bajar al refectorio,

    situado en la planta baja, cerca de laentrada principal. All lo esperaban loshermanos Abel y Mault, los otros dosmonjes del obispado. Estaban sentados ala mesa de los comensales. Mault eraun hombrecillo rechoncho y rubicundo,bastante nervioso. Abel, el mayor, tenamejor porte, pero tambin parecainquieto

    En cuanto lleg Chuquet, lointerrogaron en voz baja sobre laidentidad del desconocido.

  • Tal vez sea un emisario de Jehano de los grandes sufragneos apuntMault. Tras el descubrimiento de loscadveres de Domines, el ao anterior,monseor Haquin haba pedido ayuda ala archidicesis de Passier, peroninguno de sus mensajeros haba sidorecibido. A continuacin, habarecurrido a las instancias de Jehan. Elresultado fue el mismo o casi: nisiquiera se dignaron contestarle. Untercer correo dirigido a los obispos, quetampoco obtuvo respuesta, se llev susltimas ilusiones sobre un desenlacecolegiado del asunto del Montayou.Puede que se hayan tomado su tiempo y

  • no hayan enviado este mensajero sinotras largos debates aadi Mault.Sin duda, esos arreos (se refera alcaballo y la capa negra) ocultan unasotana y una misiva importante. Sus doscompaeros no parecan muyconvencidos.

    O quiz sea un viejo amigo delobispo, que ha venido a verlo despusde aos de distanciamiento sugiri elden Abel.

    Esta hiptesis an tuvo una peoracogida. Desde su llegada a la dicesisen 1255, Haquin nunca haba dejadotrascender nada sobre su pasado. Venade Pars, de un diaconado del norte o de

  • otro episcopado de provincias? Nadielo saba. Ni la nobleza ni el clerosuperior frecuentaban Draguan losuficiente como para que los ecos de lahistoria del obispo llegaran a los odosde sus inferiores. Tras treinta aos deininterrumpido magisterio, los feligresesseguan sin saber nada de l, salvo quemonseor nunca reciba otro correo quelos decretos del arzobispado deFougerolles o de la primatura dePassier; que durante todos aquellos aosde ctedra no haba abandonado ladicesis ni una sola vez y que, en esemismo perodo, ningn forastero haballegado al pueblo para visitarlo. Haquin

  • no tena ms identidad que la de sudicesis.

    No obstante, sus conocimientoshacan pensar en un pasado muchomenos oscuro que el del obispo. Haquinestaba al tanto de innovaciones lobastante asombrosas como para hacerpensar en numerosos viajes o en el tratocon maestros extranjeros. Habaenseado a las mujeres cmo desgrasar,engrasar con manteca y peinar la lana almodo de las hilanderas de Florencia yhacer velas mediante una novedosafrmula que empleaba tanino y resina;siguiendo sus instrucciones, se habaconstruido un pequeo molino de agua,

  • famoso artilugio de los pases del norte,que serva para moler el grano, tamizarla harina o abatanar paos, y fue lquien releg al desuso el antiguo arnsde tiro y lo sustituy por una collera.Dicho invento triplic la fuerza de tirode los lamentables pencos de labranzade los draguaneses, que lo celebraroncomo un autntico milagro. Asimismo, elobispo hizo construir puentes, trazarcaminos y forjar tiles.

    Su vitalidad y su voluntad de hierroimponan respeto. Y entre aquelloscampesinos de fe pintoresca, el respeto,ms que el saber, lo era todo.

  • El hermano Chuquet se preguntaba sihabra algn modo de enterarse de laconversacin de los dos hombres desdela planta baja. Se acerc a la escalera yaguz el odo, pero en vano.

    De los tres monjes, l era el msexaltado. Destinado en Draguan desdehaca doce aos, cada vez se le hacams cuesta arriba la monotona de aquelpequeo curazgo rural. An era joven, ysoaba con una vida ms trepidante. Losmuertos del Montayou haban roto surutina. La llegada de aquel desconocido,desencadenara un nuevo comienzo?

    Tu idea no me convence le dijoa Abel volviendo a entrar en el

  • refectorio. No puede ser una simplevisita de cortesa. Nadie en su sanojuicio se pondra en camino con estetiempo para venir a Draguan sin unmotivo importante, sin una obligacinprecisa.

    El obispado de Draguan era uno delos ms aislados del reino. Su nombresola omitirse o tacharse en los mapasdel prebostazgo. Cuando el predecesorde Haquin, Jorge Aja, dej la sede, queconsideraba demasiado pobre, los fielesde la regin y sus pastores esperaronnuevo obispo durante tres aos. Nadie,ni la curia ni los conventos regionales,se preocupaba por aquel obispado sin

  • valor. Aunque la dicesis se extendapor tres valles, slo contaba con ochentafuegos desperdigados entre desoladosmarjales y bosques impenetrables. Elfeudo de Haquin se perda en tierrasespesas, despobladas y difciles decultivar. Ninguna familia del reino,ningn barn quiso jams pagar losderechos de anexin para poner a sunombre aquella tierra sin recursos niposicin militar slida. Draguan era unade las pocas regiones del reino que nodependan de ningn seor. El pueblo notena estandarte al que rendir homenaje,capitn para levantar el censo o eltreudo ni hueste en la que servir. Era una

  • provincia jurdicamente libre, villana,como se deca entonces.

    Libre, y en consecuenciadesprotegida. Ninguna fortaleza lapreservaba de las invasiones; ningunaguarnicin de arqueros disuada lasrapias de los bandidos o losmercenarios de paso. Los draguanesestenan que proteger por s mismosaquellas tierras sin seor que apenasproducan nada. Los pocos granujas ysoldados que se perdan por la comarcade Draguan la abandonaban sin llevarseotra cosa que la promesa de no volver asemejante lodazal. Los campesinosacababan con un hocino menos y las

  • mujeres con el regazo enrojecido.La nica tutela de Draguan era la

    Iglesia, a un tiempo reina, consejera,jueza, maestra, arbitra, familia yhermana mayor del pueblo. Los fieles sehaban acostumbrado; saban que eltransepto de su iglesia los resguardara yprotegera mejor que un castilloalmenado.

    Mault se retorca las manos hastahacer crujir los nudillos.

    En cualquier caso, sea quien seaese misterioso visitante, no tiene elaspecto de un enviado del Cielo.

  • Abel y Chuquet no tuvieron ni ganasni tiempo de sonrer ante aquel malchiste: un formidable estruendo hizotemblar toda la casa. Proceda de lacelda del obispo. Los tres religiosos seprecipitaron fuera del refectorio.

    La oscura silueta del visitante yaestaba bajando la escalera, y les cerr elpaso. Un instante despus, eldesconocido saltaba a la silla de sumontura y abandonaba el pueblo algalope.

    Chuquet corri a la celda delobispo. El cuerpo del anciano estabatumbado en el suelo, con el crneototalmente destrozado; no era ms que un

  • amasijo de huesos triturados y carnemachacada, diseminados como sihubieran recibido un formidable mazazo.El pobre Chuquet no daba crdito a susojos. En la habitacin flotaba una densabruma. Un olor acre y desconocido leirrit las fosas nasales.

    El vicario avanz con los ojosarrasados en lgrimas. La espesa sangrede Haquin resbalaba por el respaldo desu enorme y hermosa ctedra. Tallada ennogal viejo, tena una gruesa tarjetagrabada a la altura de la nuca. En ella sevea con gran detalle una asamblea dediscpulos que rodeaban con veneracina un personaje dominante. Este

  • hierofante central tena los brazosalzados hacia el cielo en plenainvocacin. Era un grabado admirable.Anodino, banal, poda evocarlo todo:las primeras asambleas cristianas, lasescuelas jnicas, los cultos egipcios, loscolegios de Mitra o las iniciaciones deEleusis.

    La madera de la ctedra estabaintacta, pero ahora, en aquel cuadrohbilmente esculpido, los jvenesdiscpulos que rodeaban al maestroestaban cubiertos de sangre.

  • 2Al atardecer, la nieve empez a caer alfin sobre Draguan. La gente se habapasado el da hablando de la muerte delobispo. La noche no calm los nimos.La poblacin abandon las callescubiertas de nieve para seguirmurmurando al amor del fuego.

    En unas horas, la reputacin delbuen Haquin pas de la santidad a lavileza. Los draguaneses no lamentaronsu muerte, se la reprocharon. Ya habacorrido la voz sobre la visita relmpagodel hombre de negro, el estruendofulminante y el crneo destrozado del

  • anciano. Ningn arma de este mundopoda hacer pedazos de ese modo a unser de carne y hueso. Para eldesamparado y supersticioso vulgo, elreligioso se convirti de la noche a lamaana en culpable de algn pecadoimperdonable, capaz de justificarsemejante castigo. Se dijo y se repiti:el obispo haba sucumbido a la clerade un demonio. Su oscuro pasado volvia salir a la superficie. Su silencio, suaislamiento, su melancola: todo dabapbulo a la morbosa inspiracin de losdescifradores de secretos. Hicieron del un degenerado, un asesino de nios,un aliado de los herejes, un milans, un

  • sodomita. Batrice, la primera criadadel obispo, revel que haba encontradoen sus arcones (haca de eso ms deveinte aos) una capa de san Benito, lafunesta esclavina amarilla que laInquisicin haca llevar a sus penitentes.La gente se haca cruces. Haquin era unfalso obispo! Los fieles haban pasadotreinta aos bajo el bculo de unrenegado. Misas, confesiones,bautismos, absoluciones. Todo seconvirti en motivo de horror, devergenza y de clera. Y, de pronto, lassucesivas desgracias que se habanabatido sobre Draguan desde laaparicin de los cadveres del

  • Montayou adquirieron un sentido y unrostro. Hasta del rigor del invierno seculp a Haquin.

    Cada draguans aport su grano dearena y su opinin sobre la identidad delasesino y sobre las circunstancias delasesinato. Todos queran desvelar eldetalle ms nuevo o ms edificante.Simn Clergues, el tejedor, asegurhaber visto al asesino negrodeambulando por las calles mucho antesde cometer el crimen; Haribald, elafilador, describi una partida decaballeros ataviados del mismo modo(aunque sus monturas eran de color rojovivo, segn l) esperando a la salida del

  • pueblo; la tabernera jur por lo mssanto que el caballo del desconocidollevaba a dos hombres (un coloso y unenano: puede que el gigante hubieraescapado, pero el enano no poda andarlejos); por su parte, el armero Pelatafirm que, al huir, el desconocidollevaba en la mano un objetoensangrentado y monstruoso que elbarbero Antliau lleg a identificarcomo la cabeza del obispo. Con el pasode las horas, se hizo imposible conteneraquella ola de revelaciones disparatadasy contradictorias. Soliviantada, lapoblacin se apoder de los objetos deculto, rompi cruces, pisote

  • imgenes Los monjes tuvieron quelevantar barricadas en el obispado y lacasa de los cannigos para precaversecontra las amenazas del populacho, queasociaba sin vacilacin a los auxiliaresdel obispo con sus pasadas infamias.

    El hombre de negro deberahaberos matado a todos! grit unaanciana tirando una piedra.

    Por la noche, grupos de vecinosse emboscaron en los caminos quellevaban al pueblo con el fin de acecharel posible regreso del hombre de negroo de los malos espritus evocados

  • durante el da. Unos slo queranproteger a su familia, mientras que otrospretendan confirmar con actos suspalabras y sus fantasas de la tarde.

    Simn Clergues, el tejedor, seapost con tres hombres en la antiguapuerta del Septentrin, antao un lienzoentre dos contrafuertes y ahora una tapiavacilante y aislada, que apenas serva dereparo resguardado. Tenan orden de darla voz de alarma y resistir.

    En la casa de los cannigos, elvicario Chuquet y sus dos compaerosse haban parapetado como para resistira un sitio. Los tres religiosos habanreforzado las puertas, sellado la puerta

  • de la celda de Haquin con resina desandraca, despabilado todas lasantorchas, bendecido un cirio en nombredel obispo y dejado los dos pisos de lacasa en una penumbra y un silencio decapilla ardiente. Todas las ventanasestaban protegidas con postigos demadera o plomo, y la puerta principal,apuntalada con maderos, cofres y largasbarras de hierro.

    Los tres monjes velaban en elpequeo refectorio, pieza comn que lesserva de calefactorio. No habancantado ni celebrado las horas diurnas, yse haban saltado las colaciones de sextay vspera. Estaban faltando a los

  • deberes de la treintena hacia el recinfallecido. El orden de las plegarias yceremonias en memoria de un difuntoera inmutable y se extenda durante unperodo de un mes. Pero, el da delasesinato, sus espritus estabandemasiado conturbados paraconcentrarse con devocin en lasalvacin de su superior.

    Fuera, la nieve caa a rachas, cadavez ms densa, cada vez msentorpecedora. Pronto, el msero abrigode Simn Clergues qued enterrado,invisible entre ramas y tocones blancos.

  • El tejedor y sus tres compaerosesperaban al amparo de la barbacana,pateando el suelo para calentarse,encajados entre el hmedo muro y unapila de mampuestos.

    Adems de los grupos que vigilabanlas entradas al pueblo, el contornoestaba guardado por dos fornidosdraguaneses. Un tal Liprando yGrosparmi, el otro afilador de Draguan.Este ltimo, que se encargaba de laparte norte del permetro, pasabaregularmente cerca del puesto de SimnClergues. Su ronda lo llevaba de lapuerta del Septentrin al corral delobispado, pasando por la encrucijada de

  • Domines y Befayt, donde haca algntiempo el fro haba derribado unapequea Virgen de escayola. Parte de surecorrido pasaba por caminosforestales. Grosparmi iba cubierto de lacabeza a los pies con una capotaimpermeabilizada con grasa de pescadoque despeda un hedor nauseabundo,pero impeda que la humedad calara lapringosa prenda. El coloso llevaba enlas manos una limpiadera con clavos. Elpuntiagudo bastn serva para deshacerlos gasones de tierra que frenaban elarado, pero igualmente poda descrismara cualquier hombre al primer golpe.

    Grosparmi repeta las rondas con

  • regularidad de autmata. Sus ojos sehaban acostumbrado a la oscuridad; elmenor cambio, la menor anomala lesaltaban a la vista. Nada podasorprenderlo. O casi nada.

    Al atravesar por ensima vez laencrucijada de Domines y Beyfat y pasarante la hornacina de yeso de la Virgen,el vigilante armado descubri conestupor que los fragmentos de la estatuaestaban unidos, pegados unos a otroscon nieve. La Virgen volva a estarerguida! La vez anterior, los cascotesyacan esparcidos por la nieve, estabaseguro.

    Grosparmi levant la limpiadera. Al

  • pie de la hornacina, vio huellas que sesolapaban sobre las suyas. Una personauna sola persona haba pasado porall. Las huellas se dirigan directamentea Draguan.

    El afilador solt un gruido y avivel paso para dar alcance al desconocido.Sus ojos no se apartaban de las huellas.Las pisadas del intruso eran grandes.Ms grandes que las suyas. Grosparmicaminaba junto a ellasconcienzudamente, listo para la pelea.Pero, de pronto, desaparecieron. Bajosus ojos ya nada apareca. Justo enmitad del camino. Como si elmerodeador se hubiera volatilizado en

  • aire.Grosparmi alz la cabeza. La sangre

    le golpeaba las sienes. Percibivagamente un ruido de aire azotado, y sederrumb sobre la nieve, aullando comoun animal herido. Acababan degolpearlo en una corva.

    El grito repercuti en las paredesdel refugio de Clergues, que estaba a untiro de ballesta. El tejedor y sushombres dieron un respingo. Empuaronsus armas y salieron del abrigo.

    A una veintena de metros, recortadaentre los ribazos blancos y los troncosde los rboles, vieron una enormesilueta que avanzaba hacia Draguan.

  • El hombre de negro habaregresado.

    Aquel diablo segua llevando lacapa negra y la larga capucha que leocultaba el rostro. Pareca un pjaronocturno. Iba a pie, con un zurrn alhombro y la cabeza inclinada hacia elsuelo.

    No lleva el caballo. Puede quepretenda reaparecer por sorpresa enmitad de la noche O puede que el frohaya acabado con su semental.

    Los cuatro hombres apostados en elabrigo echaron a correr hacia el pueblo

  • por otro camino. La mayora de lascasas de Draguan estaban pegadas unasa otras; muchas tenan aberturasinteriores que comunicaban con lascontiguas, cerradas con un simpletabique de adobe. La noticia del regresodel asesino se propag rpidamente. Encuestin de segundos, todo el mundo losaba. Con un solo gesto, todas las velasse apagaron, todas las conversacionescesaron

    En la casa de los cannigos, los tresreligiosos oyeron llamar a la puerta. Unavoz nerviosa les susurr:

    Ha vuelto. El hombre! Elhombre est aqu! El de esta maana!

  • El del obispo! Ha atacado aGrosparmi

    En ese preciso instante, el asesinoentraba en Draguan. Avanzaba a grandeszancadas hacia la casa de los cannigos.

    Un enjambre de draguaneses bajadosde los saledizos y advertidos por losdems vigilantes se lanz en supersecucin. Lo seguan a prudentedistancia. El desconocido no podaadivinar la presencia de susperseguidores. Sin embargo, aviv elpaso.

    En el bosque, el otro centinela,Liprando, encontr a Grosparmi tendidoen la nieve, herido, pero todava vivo.

  • El afilador murmur unas frasesinconexas sobre una sombra unasombra a la que segua desde laencrucijada de Domines Luego, nada.Slo dolor. Lacerante. Interminable.

    Chuquet, Abel y Mault se quedaronen el refectorio, petrificados. Estabanarrodillados, con las rodillasentumecidas sobre las losas heladas.Los tres religiosos, prisioneros de supropio dispositivo de defensa, nopodan escapar.

    Salve Regina, matermisericordiae; Vita, dulcedo et spes

  • nostra, salve musitaron para invocarla mansedumbre de la Madre de Dios.Un fuerte golpe reson en la puerta deentrada. Ad te clamamus, exsules filiiEvae. Ad te suspiramus, gementes etfentes I in hac lacrimarum valle. Volvieron a llamar. Dos golpes fuertes yresonantes. Los tres orantes continuaronsu plegara, inmviles. Eia ergo,advcata nostra, Illos tuosmisericordes oculos. Ad nos converte.Et Iesum, benedictum fructum ventristui, Nobispost hoc exsilium ostende.

    Aporrearon la puerta, esta vez conextraordinaria violencia, como si lahubieran embestido con un ariete. Los

  • hermanos Mault y Abel queranescabullirse en los stanos, peroChuquet los contuvo con un gesto vivo.Estaba pensativo. Acab la plegariacomn solo, en voz alta:

    O clemens, o pia, o dulcs VirgoMaria. O clemens, opta, o dulcs VirgoMara.

    Reconfortado por la invocacin a laVirgen, Chuquet se dirigi a la puerta yse desliz por el pequeo pasillo que elhermano Mault haba dejado libre en elcentro de la barricada para poderaccionar el cerrojo. Petrificados, losotros dos monjes se persignaronrepetidamente, incapaces de comprender

  • la insensatez de su vicario. Una vezjunto a la gran puerta, Chuquet abri unpequeo batiente de madera practicadoa la altura de la cabeza. La aberturaestaba protegida con una reja de hierro.El monje acerc la cara. La noche eraoscura, los copos de nieve danzabanfrenticamente en el haz de luz quearrojaba el ventanuco.

    Qu queris?Entrar! La voz era cortante,

    imperiosa. Chuquet no vea a nadie. Elvisitante estaba demasiado lejos. Nosoy del pueblo aadi la voz.Abridme.

    El vicario peg la cara a la reja e

  • intent localizar al desconocido. Almismo tiempo, ste dio un paso hacia laluz. Chuquet peg un respingo y a puntoestuvo de caerse de espaldas. Habareconocido al hombre de negro. Lahopalanda, la capucha, la imponentealtura, los rasgos apenas discernibles

    El vicario se qued petrificado. Elviajero se meti la mano bajo el manto ysac una arrugada hoja de papel, quedesliz entre los hierros de la mirilla.Chuquet la cogi y la ley. Cerr elventanuco de inmediato.

    Solo en la oscuridad, el hombre seajust la capa. Mir a su alrededor; losaldeanos haban dejado de espiarlo.

  • Haban desaparecido. La puerta chirri.La hoja se abri lentamente. Un estrechopasillo oblicuo invitaba a pasar alvisitante, que entr sin hacerse rogar.

    El hombre de negro se detuvo enmitad del enorme vestbulo de la casa delos cannigos, ante Chuquet, Mault yAbel. Los dos ltimos miraban conterror la enlutada figura con la que sehaban cruzado al alba. El desconocidoiba cubierto de gruesas prendas de viajey llevaba un zurrn por todo equipaje.Tena el capote y las calzas cubiertas denieve y empapadas. Sin duda haba

  • caminado durante largas horas por loscaminos helados para llegar all. Elvicario se acerc.

    Soy el hermano Chuquet, vicarioperpetuo del obispo. stos son loshermanos Abel y Mault. Los dosmonjes saludaron al desconocido con unmovimiento de cabeza apenas esbozado. Perdonad nuestra desconfianza sigui diciendo Chuquet. Por qu noos habis presentado desde unprincipio?

    Dudaba de vuestra reaccin dijo la voz. Uno de vuestrosfeligreses me ha seguido desde laencrucijada con la clara intencin de

  • atacarme. Creo que le he partido unapierna.

    De veras? Una pierna? balbuce Chuquet, sorprendido.

    El visitante dej el zurrn en elsuelo, se desaboton la capa y se abriel manto. Mault y Abel descubrieroncon estupor un bordn de peregrino demadera de encina, una gran cruz deolivo, una cogulla forrada de lana unpoco suelta y un rosario de cuentasredondas anudado alrededor de lacintura.

    Soy el padre Henno Gui dijosimplemente el hombre. Vuestronuevo prroco. Llamado a la dicesis

  • por monseor Haquin.El rostro del visitante se acerc a la

    luz por primera vez. Era joven, deapenas treinta aos. Las lneas de surostro conservaban la suavidad de lajuventud, pero su mirada era heladora.Tena la tez tensa de fro y fatiga.

    Efectivamente, era un sacerdote.

  • 3Poco despus, el vicario y el recinllegado entraban en la celda de la plantabaja que serva de despacho a Chuquet.

    El monje invit al sacerdote asentarse en una silla, frente a su mesa detrabajo, y tras asegurarse de que no loshaban seguido, cerr la puerta conllave.

    Henno Gui se desabroch lasltimas vestiduras. Chuquet le ofreciuna jofaina de agua caliente y un paode manos. El joven sacerdote le dio lasgracias. En esos tiempos era de buenaeducacin ofrecer a los huspedes con

  • qu hacer sus abluciones nada msllegar.

    Perdonad nuestro recibimiento repiti Chuquet. No os esperbamostan pronto. Quiero decir en pleno mesde enero. Monseor era el nico quecrea que os atreverais a desafiar el maltiempo.

    Sal de Pars en octubre, nada msordenarme. Envi un mensajero paraadvertiros.

    Lo recibimos, pero pensamos que,con este tiempo, habrais decididovolver atrs y posponer el viaje hasta laprimavera.

    Confiaba en adelantarme al fro,

  • pero empez de golpe. La nieve y elhielo impiden la circulacin de carretas.He hecho el viaje a pie. He tenido quehabituarme a la dura vida de loscaminos. Chuquet observ el pequeozurrn del sacerdote. En seis semanasde marcha, los bandidos me han atacadonueve veces. El vicario lo mir concara de susto. Si el fro no detiene aun sacerdote, por qu iba a detener alos facinerosos? No importa; despus deenfrentarme a las manadas de lobos, loshombres ya no me inquietan. Los ltimosque han querido sorprenderme, a unospasos de aqu, an deben de estarbuscndome.

  • No, sos no eran bandidos, padre.Veris Han ocurrido cosas un tantoinslitas La gente del pueblo estbastante alterada y

    Chuquet no saba cmo acabar lafrase. Se sent torpemente frente a Gui.Segua sosteniendo la arrugada yhmeda hoja que le haba tendido elsacerdote a travs de la mirilla. Era lacarta de puo y letra de Haquinespecificando su curazgo y la ruta que lollevara hasta Draguan.

    El joven sacerdote se agach, abriel zurrn, sac un par de sandaliasnuevas y se desat los chorreantesborcegues, deformados por las piedras

  • y las largas horas de marcha.Henno Gui era un joven fornido, alto

    y delgado, de frente despejada y cejas yojos muy negros, en los que Chuquetdescubri la primera particularidad: Guino tena la mirada de un hombre de suedad. En aquel rostro recin salido de laadolescencia, se adivinaba una decisinde soldado veterano, una voluntad dehierro casi agresiva. Aquellas plcidasfacciones eran las de un temerario capazde cruzar a pie todo un reino enterradobajo la nieve.

    Monseor ha sido asesinado estamaana le espet sin ms Chuquet,asombrado de su propia audacia. El

  • joven alz la cabeza lentamente. Hamuerto en el acto aadi el vicariocon voz ahogada.

    Cmo ha ocurrido? le preguntGui.

    Al alba, ha llegado un hombre alomos de un gran caballo. Ha solicitadoentrevistarse con monseor. Yo mismolo he acompaado al despacho de SuReverencia Minutos despus, hemosodo un estruendo, un trueno espantoso.Al subir, hemos encontrado el cuerpo demonseor inerte, decapitado yparcialmente calcinado.

    Un trueno? El rostro de Guipermaneca impasible. Su calma ante

  • semejante noticia era tan admirablecomo inquietante. No conoca amonseor Haquin dijo al cabo deunos instantes. Slo habamosintercambiado unas cuantas cartasrelativas a mi designacin. Pareca unhombre de Iglesia digno y lleno degracia. Rezar por su alma.

    Gracias, padre. Monseor era unabellsima persona.

    El sacerdote volvi a agacharsehacia los borcegues, como si tal cosa.

    Quin lo sustituir? Quisosaber.

    La pregunta, hecha a bocajarro, eraseca, brutal.

  • Pues Lo ignoro, la verdad. Aqusomos muy pocos y mal organizados.Maana mismo partir hacia Pars conel cuerpo de monseor. De ese modoinformar a nuestros superiores msrpidamente. Ellos decidirn.

    No enterris a monseor en sudicesis?

    Veris Las circunstancias Lagente de aqu es bastante impresionabley temperamental. Los fieles del sur sonmuy diferentes a los del norte. Estamuerte tan misteriosa ha alterado mucholos nimos. Nosotros mismos no hemostenido ms remedio que reforzar nuestraseguridad. As que no querramos que

  • Comprendo.Puedo ofreceros una tisana?

    dijo el vicario, aliviado al ver que eljoven sacerdote dejaba correr el asunto. Tengo unas hierbas excelentes.

    Gracias. Chuquet sac unabolsita de una caja colocada cerca de lachimenea, ech un buen puado dehierbas en un cuenco de agua tibia yaadi un poco de ramiza seca al fuego. Por mi parte, debo esperar lallegada del sucesor de monseor Haquinpara ocupar mi puesto?

    No, no No lo creo. De hechoChuquet dud. De hecho repitibajando la voz, nadie, aparte del

  • obispo y de m mismo, estaba alcorriente de que os esperbamos.Algunos se lo imaginaban, peromonseor Haquin nunca quiso confirmarlos rumores. Ahora comprenderis elasombro de los hermanos Mault y Abelcuando os han visto aparecer.

    Monseor no me explic nadasobre la parroquia. Sus cartas parecanmuy cautelosas.

    Fui yo quien las redact, a sudictado, padre. En efecto, estoy al tantode la prudencia que mostr monseorHaquin a vuestro respecto.

    Por qu?El vicario volvi a dudar.

  • Realmente deseis que osexplique todo eso esta noche? Estarisagotado y A pesar del cansancioque Henno Gui trasluca, su fija einquisitiva mirada oblig al vicario acontinuar. Habra balbuceChuquet. Habra que ir al despacho demonseor. Pero ah es donde

    Nadie haba vuelto a poner los piesen la celda de Haquin despus delasesinato. Los monjes haban trasladadoel cadver del obispo a una cripta de laiglesia. Pero tras el penoso recorridopor los subterrneos, ninguno de los tresse haba mostrado dispuesto a realizar lasiguiente tarea: limpiar el despacho. Se

  • haban limitado a condenar la puerta.Heno Gui se puso en pie. Sus nuevas

    calzas estaban perfectamente ajustadas.Adelante, hermano Chuquet. Os

    sigo.Para el vicario no era una

    perspectiva agradable, pero no tenaeleccin. Acompa al joven sacerdoteal piso superior.

    Mientras lo preceda sosteniendouna vela por la mohosa escalera decaracol y entre los desconchadostabiques del pasillo, Chuquet esbozms de una sonrisa de apuro. El joven

  • sacerdote, que llevaba las manosmetidas en las mangas de la cogulla, nisiquiera se percat. La lobreguez y elabandono del edificio le eranindiferentes.

    Los dos religiosos pasaron ante unacelda que tena la puerta entreabierta. Ensu interior, los hermanos Mault y Abelcuchicheaban con las cabezas juntas a ladbil luz de una vela. Parecan dosconspiradores huidos de una de aquellasnovelas que tan de moda estaban y tantoasustaban a las lectoras del Louvre consus curas y sus sacristanes hundidos enel vicio. Los monjes interrumpieron lacharla de inmediato y esperaron a que

  • los dos hombres se hubieran alejadopara reanudarla.

    Gui y Chuquet llegaron al fin ante lapuerta de arco de la celda de Haquin. Elvicario se sac de debajo del hbito unpual con mango de madera. Los goznesy el resquicio entre la hoja y el marcochorreaban literalmente resina desandraca. Chuquet levant el pual yempez a arrancar los grumos de ceraque cubran las bisagras y la cerradura.Cada golpe asestado a la maderapareca alcanzarla en pleno corazn.Cuando el hierro de la hoja choc contra

  • el pestillo de la cerradura con un sonidoduro y metlico, el vicario record elinquietante eco de los pasos del asesinoen el corredor. Pensando en ello,Chuquet descarg la pualada definitivay abri la puerta de un empujn.

  • 4La puerta dej pasar una corriente deaire helado y nauseabundo que casiapag la vela del vicario.

    Todo segua tal como haba quedadotras el crimen. La mesa, la gran ctedradel obispo, el arcn, el atril, el tintero,las dos palmatorias, la estufa Nada sehaba movido, salvo el batiente delventanuco, que haba acabado cediendoa los golpes del viento. La estufa ola alea fra y ceniza hmeda, pero en lacelda flotaba un hedor ms penetrante:la carne putrefacta del obispo. Eldelicado Chuquet se levant el cuello.

  • Gui no se inmut.Estoy acostumbrado a este olor

    explic el joven sacerdote. Es comoestar en un aula universitaria. Ladudosa comparacin sorprendi aChuquet. Un aula de anatoma, quierodecir. Se acerc al ventanuco y locerr con un golpe seco. A continuacin,encendi la estufa, mientras Chuquethaca otro tanto con las palmatorias.Ya est dijo Gui.

    El vicario observaba con estupor losgestos tranquilos y desapasionados deljoven sacerdote, que se haba acercadoa la ctedra, pisandodespreocupadamente las manchas de

  • sangre acumulada entre lasirregularidades de las losas. Una deellas, an hmeda, conserv la huella desu pisada. El pobre Chuquet dudabaentre la consternacin y la nusea.

    Es una pieza muy antigua dijoel vicario observando a Gui, queexaminaba la ctedra de nogal y elextrao grupo esculpido en el respaldo. Monseor la tena en gran estima.Creo que es italiana.

    S? Yo me inclinara ms bienpor un pas oriental Catay, quiz.

    China?Dejadme vuestro pual.Chuquet le tendi el arma. Henno

  • Gui rasc en una esquina del cuadro.Recogi un poco de polvo negruzco enel hueco de la mano, dej el pual y sellev la mano a los labios.

    China! confirm tras probarlas raspaduras. Este tipo de cargainflamable slo se encuentra en elImperio del Medio. Es una mezcla desalitre, azufre y carbn, mucho msefectiva que cualquier arma de nuestrosejrcitos franceses o espaoles. Nosaba que los pases cristianos ya laimportaran. Henno Gui mir a sualrededor y observ las manchas desangre y las piltrafas de carnediseminadas por toda la estancia. El

  • arma que ha acabado con monseortambin es extraordinaria afirm elsacerdote.

    Ha aterrorizado a todo el mundoaqu, padre. Hay quien ya habla de unfuego diablico.

    Y con razn. Estos caonesporttiles slo estn en perodo deestudio; escupen fuego con tantafacilidad como se dispara una flecha ose lanza una honda. Un tubo de hierro,una piedra de slex, y pum! Con estasarmas, las llamas del infierno prontoestarn al alcance de todo el mundo.Nuestros abuelos, que se hacan crucesde la invencin de la ballesta, no

  • podran imaginar en qu se convertir lacaballera con este nuevo armamento.Sin duda, monseor Haquin es una delas primeras vctimas de este inventoque nos llega del sur como tantasherejas, dicho sea de paso.

    No os sigo, padreDa igual. Basta con que sepis

    que monseor ha sido asesinado msdeliberadamente de lo que pensabais.Cuando me habis contado lo ocurrido,al principio he pensado en la accin deun feligrs; la venganza por unaindulgencia denegada, elarrepentimiento de un penitente quelamenta una confesin comprometedora,

  • qu s yo Hoy en da, lo que sobrason motivos para querer deshacerse deun religioso. Pero para empezar, uncristiano de una regin tan apartada lotendra muy difcil para conseguirsemejante arma de destruccin. Por otraparte, por qu recurrir a un jineteenmascarado en esta poca del ao? Enuna pequea comarca no es tan fcilcoger prestado un semental que nadiepueda reconocer, y seguro que enDraguan hay muchos destripaterrones,pero pocos mercenarios hbiles. Unos yotros pueden ingenirselas para darmuerte a un obispo, pero el modosiempre traiciona al asesino. Muy listo

  • tendr que ser quien descubra al que hahecho esto. Creedme, hermano Chuquet:esta maana han actuado contra elobispo, no contra el obispado. En elfondo, eso es lo nico que debeimportarnos. Ante todo, la funcin. LaIglesia sigue siendo pura aunque susministros no lo sean. Es a ella a la quedebemos defender.

    Pero monseor Haquin no tenaenemigos protest Chuquet. Era unprelado digno que honraba a la Iglesia.

    Y la Iglesia lo honrar a l,podis estar seguro. Lo honrar Henno Gui se apart de la ctedra deHaquin sacudindose el polvo negruzco

  • de las manos. Ahora, ocupmonos denuestro asunto dijo sentndose en unasilla colocada frente al escritorio.

    Haciendo de tripas corazn, elvicario se acerc al enorme arcn delobispo. Estaba detrs del escritorio,arrimado a la pared, y tambin cubiertode salpicaduras rojizas. El monjesuspir, hizo girar la cremona y abri latapa.

    El mueble tena cerca de una vara deancho y tres pies de fondo, y llegaba a laaltura del muslo del vicario. Cuatroruedecillas de hierro permitandesplazarlo, pues, adems de serpesado, estaba lleno a rebosar. Chuquet

  • tir del mango de madera de la primerabandeja y la sac. Estaba atestada deextraos infolios, grimorios, objetos deescritorio (plumas, tinteros, secantes)y una lupa de lectura, todo ello cubiertocon la enorme ilustracin que tantohaba impresionado al vicario a primerahora de la maana. Chuquet dej labandeja sobre el escritorio, delante delsacerdote. ste observ la gran tela. Alprimer golpe de vista, apreci lahabilidad del artista, la finura de ladermis y una originalidad en lacombinacin de los dorados, la tierra deSiena y la tinta de cinabrio de la quepocos coloristas podan enorgullecerse.

  • En los ltimos tiempos leexplic el vicario, monseor Haquinse interesaba por campos bastanteoscuros del arte religioso. Era uncapricho motivado por la repentinacuriosidad de un hombre anciano, nadams.

    No ser yo quien se lo reproche.No. Por supuesto Yo

    tampocoHenno Gui apart los ojos de la

    ilustracin sin comentar sus audacias.Chuquet sac la segunda bandeja del

    cofre. Ms ordenada, estaba llena degruesos registros, encuadernados yordenados escrupulosamente. Sobre

  • cada granuloso lomo, se lea un ao:desde 1255, el de la llegada de Haquin aDraguan, hasta 1284, el corriente.

    Tranquilizaos, no son nuestrosmemoriales de quejas dijo Chuquet.Estos manuscritos contienen losinformes de los cinco pobres sacerdotesadscritos a la dicesis. Del obispado deDraguan dependen doce pequeasparroquias muy alejadas y diferentesunas de otras. Monseor Haquin seguacon mucho inters la vida cotidiana desus fieles. As que cada prroco, quetiene a su cargo al menos dos iglesias,debe registrar escrupulosamente losactos y palabras de su grey, por orden

  • cronolgico y de importancia. Estesistema ha obrado maravillas en nuestraregin, demasiado extensa y malcomunicada. Monseor estaba alcorriente de todo. Conoca a cada ovejade su rebao y, en consecuencia, podajuzgarlas y tratarlas segn sus dichos ysus hechos. Seguramente, su sucesor noseguir su ejemplo; os ahorrar esa tareasuplementaria. Aunque vuestro caso esbastante particular.

    Henno Gui se inclin sobre elescritorio.

    Puedo ver los informes de mipredecesor? pidi sealndolos.

    Pues no, padre. se es

  • precisamente el problema. No tenispredecesor. Se produjo un largosilencio. Chuquet busc en el fondo delarcn y sac un documento atado decualquier manera entre dos tapas decuero. Ah! Aqu lo tenemos dijo elvicario.

    Era el expediente eclesistico deHenno Gui.

    Como todos los informes deseminarios y monasterios, exponaminuciosamente los orgenes, el pasado,el temperamento y las cualidades delsujeto.

    El vicario ya haba hojeado elimpresionante documento. Su contenido

  • lo haba dejado estupefacto. Gui era untelogo de primer orden. A pesar de sujuventud, haba obtenido las mejorescalificaciones en Mstica con suexposicin sobre la epstola SuperSpecula de Honorio III y en Cannicadisertando sobre las Decretales deTeodoro. Se haba licenciado enCosmografa y Anatoma por Amberes, ytena un talento excepcional para lacomprensin de las lenguas vivas ymuertas; esta aptitud natural incluso lehaba permitido leer perfectamente elarameo en menos de cuatro das. Estealumno prodigio maravillaba a susprofesores por su obediencia, cosa rara

  • en un espritu independiente. Por otraparte, Gui era muy devoto. Lo habanconvocado al Gran Seminario deSargines en dos ocasiones. Se habaordenado sacerdote el pasado 10 deoctubre, a los veintisiete aos. Doctoreminente y ya ilustre, lo haban tanteadopara el cargo de cardenal dicono delarzobispo de Matignon. Pero Gui habadeclinado la oferta sin dudarlo y, contratodo pronstico, se haba presentadocomo candidato para la prdica en unmodesto curato rural. No haba puestoninguna condicin, salvo que estuvieralo ms lejos posible de Pars y susantiguos compaeros.

  • Aquel rasgo de carcter habaencantado a monseor Haquin. Ashabla un hombre! haba exclamado SuReverencia. Un cura joven queprefiere servir a la Eucarista en vez dea un viejo prelado Doy la bienvenidaa este nuevo heraldo de Cristo!.

    El obispo de Draguan llevabamuchas semanas esperando al jovensacerdote. Preguntaba por l a diarioEl vicario lamentaba ser l quien habatenido que recibirlo. Los dos hombresno haban llegado a conocerse por unaspocas horas.

    El expediente inclua las notas deHaquin sobre Henno Gui y la toma de

  • posesin que ste deba firmar a sullegada.

    Chuquet comprendi que haballegado el momento de lasexplicaciones.

    Como ya os he dicho empez adecir atropelladamente el vicario,monseor Haquin conoca perfectamentelas doce parroquias de su dicesis.Haba recorrido la regin en numerosasocasiones. Era un obispo muy cercano asus fieles.

    No lo dudo.Sin embargo, eso no evit que

    El vicario vacil.S? pregunt el sacerdote.

  • Que el ao pasadodescubriramos, en circunstanciasrealmente estremecedoras, la existenciade una decimotercera parroquia.Totalmente olvidada y abandonada porla dicesis desd haca aos. En suescasa correspondencia, el obispoHaquin haba prevenido repetidamente aHenno Gui sobre el carcter imprecisode su curato. Pero el joven sacerdote nopoda imaginar que la imprecisinfuera tan absoluta. Es una aldeasituada en la regin ms apartada,ms digamos insalubre de nuestradicesis. Est a cuatro das de caballode aqu. Hace ms de medio siglo que

  • sus habitantes viven en total aislamiento,sin la asistencia de ningn sacerdote niel menor contacto con el resto de losdiocesanos. Es un caso nico. La ltimapresencia de un ministro de Dios en esapequea parroquia se remonta al ao1233. Era un tal padre Cosme.

    Pero cmo ha podido ocurriralgo as? pregunt tranquilamenteHenno Gui. Cmo es posible que laIglesia pierda u olvide, en tierracristiana, una parroquia que an esthabitada?

    Las circunstancias locales tienenmucho que ver. El pueblo est rodeadode marjales y turberas, que no han

  • parado de crecer y sumergir los caminosde acceso. Por otra parte, en lasprimeras dcadas del siglo, Draguan fueescenario de numerosas pestes. Hoysabemos que los primeros casos depurula siempre se presentaban en esazona pantanosa de la dicesis. La genteno tard en establecer la relacin. Losdraguaneses de la poca evitaban esastierras insalubres a toda costa Hastahubo animales que huyeron de ellas; loscadveres se amontonaban, y las aguascenagosas siguieron extendindoseTras un invierno especialmente crudo,nuestros fieles, al no tener ningunanoticia de sus vecinos, concluyeron que

  • todo el mundo haba perecido vctimadel fro o la ltima epidemia Hoyparece evidente que, en la poca, nadiese molest en verificar esa hiptesissobre el terreno.

    Y ese padre Cosme de 1233?Tambin cay enfermo, y volvi a

    su tierra, Sauxellanges, para hacersecuidar. Se cuenta que ya habasobrevivido milagrosamente a unaepidemia anterior, en los aos veinte.Pero esta vez el mal tambin se declaren su pueblo, y el sacerdote muri.Nunca lo reemplazaron.

    Gui se qued callado. El vientovolva a golpear el ventanuco y a silbar

  • por los resquicios del maderamen.Chuquet sinti escrpulos. Tema

    haber sido demasiado franco con eljoven sacerdote; se reprochaba el tonoacadmico y puramente factual de surelato.

    Cuntos habitantes quedan en esepueblo? pregunt al fin Gui.

    Veintisis, creo. Chuquetconsult uno de los documentos quehaba sacado del arcn. Trecehombres, once mujeres y dos nios.Catorce hogares.

    Y cmo se descubri laexistencia de esa gente?

    En parte, gracias a la caja

  • decimal.La caja decimal?S. Adems de mi funcin de

    vicario, tambin me encargo de losdiezmos. Al hacer comparaciones connuestros ingresos pasados, advert unaextraa cada a partir de 1233. Unaparte de los fieles haba dejado de pagarel impuesto, pero faltaban lossacramentos oficiales y la orden delobispado que habran certificado sudesaparicin. Comuniqu eldescubrimiento a monseor, que envi ainvestigar al sacristn Premierfait, quefue pastor y es un hombre resistente.Gracias a los textos antiguos, acab

  • descubriendo el emplazamiento de laaldea. Esperaba no encontrar ms queruinas, pero top con una comunidadtodava viva.

    Gui esboz una sonrisa irnica.As que esas pobres gentes

    volvern a tener un ministro de Diosporque las cajas de la Iglesia echaban enfalta sus escudos! Extraa manera derecuperar a las ovejas extraviadas deNuestro Seor Chuquet no supo quresponder a la observacin, un tantoimpertinente, del sacerdote. Seperson monseor Haquin en el lugar?quiso saber Henno Gui.

    No, el acceso es demasiado

  • difcil, y monseor se negaba a haceruna visita sin continuidad. Deseaballevar consigo al nuevo prroco delpueblo. Siguiendo sus recomendaciones,el sacristn Premierfait se mantuvooculto de los aldeanos, a los queobserv durante varios das sin servisto. Ellos ignoran que los hemosencontrado. Monseor Haquin pensabaacompaaros all. Tena muchasesperanzas depositadas en vos. Decaque esas gentes necesitaban un apstol,no un sacerdote. Alguien capaz de llevara Cristo a unos creyentes de cuyo cultoactual nada sabemos Ciertamente,esos hombres y mujeres dejados de la

  • mano de la Iglesia habrn transgredidomuchas de nuestras reglas. Su fe es unadesconocida para nosotros, una extraa,deca monseor. No ser una parroquiafcil, padre

    Me habis hablado de la cajadecimal, pero no habis dicho tambinque el descubrimiento de esa aldea seprodujo en circunstanciasestremecedoras?

    S murmur Chuquet. Pero hasido una torpeza por mi parte. Esahistoria poda esperar El sacerdoteinsisti. Pues bien: el ao pasado, unnoble y sus dos hijos se extraviaroncerca de esa aldea. Sus cuerpos

  • aparecieron poco despus en un ro deDomines, una de nuestras parroquias.Los tres haban sido atrozmentedespedazados. Eso ocurri antes deldescubrimiento del sacristnPremierfait. Monseor Haquin envipartidas a remontar el cauce del ro enbusca de indicios sobre esos terriblesasesinatos, pero sin resultados. Fueronnecesarios el celo de monseor y misclculos de diezmero para resucitar laaldea. Premierfait hizo el resto. Pero porel momento nada indica que losaldeanos fueran los autores de esaatrocidad. En fin

    Es extrao dijo Gui.

  • Vuestros fieles nunca habanmencionado esa aldea antes de ese da?En el campo, los recuerdos tienen unavida duradera, aunque sea bajo formaspintorescas o populares.

    No respondi Chuquet. Poraqu, los recuerdos se desvanecenrpidamente. A diferencia de lasciudades, en nuestros pueblos no quedanhuellas escritas. Un anciano muerto haceveinte aos se confunde fcilmente conun antepasado de hace siglos. Eso es loque ha ocurrido con esa parroquiaolvidada. En nuestros das, su existenciase haba vuelto tan inconcebible comouna vieja leyenda. Nada tena por qu

  • trarnosla a la memoria. La fecha exactade 1233 se la debemos a los registros dela Iglesia. Huelga decir que, desde laaparicin de los cadveres de Dominesy el redescubrimiento de la aldea, enDraguan y sus parroquias circulan todaclase de rumores.

    La estufa empezaba a hacer efecto.Un agradable calorcillo iba invadiendola pequea celda. Chuquet dej elexpediente del sacerdote sobre elescritorio y guard las dos bandejas enel arcn del obispo.

    Padre dijo cerrndolo con llave, no soy quin para adivinar laspalabras que os habra dirigido

  • monseor; soy apenas un pobre auxiliar.Pero nosotros entenderamosperfectamente que rechazarais haceroscargo de una misin tan difcil

    Cmo se llama esa aldea?Heurteloup. Se dice que hasta los

    lobos evitan ese diablico lugar.Tanto mejor. Estoy harto de lobos.

    Quin podra llevarme all?Pues Premierfait, el sacristn,

    claro. Fue l quien la descubri. Perocostar convencerlo. Todo lo tocante aese asunto le resulta muy penoso.Adems, el tiempo no es muy propiciopara una expedicin tan larga. El caminoes

  • No os preocupis, yo encontrarlas palabras para convencerlo lo atajHenno Gui levantndose. No deseoeternizarme en Draguan. Volver cuandollegue el sucesor de monseor Haquin.El sacristn me llevar a la aldeamaana.

    Sin atreverse a decir nada, Chuquetasinti. Haba dejado sobre el escritoriodel obispo el acta de presencia delnuevo prroco y la toma de posesin dela parroquia. Henno Gui los firm sinvacilar.

    El vicario observaba el rostro delsacerdote a la espera de una muestra deemocin. Fue en vano. La cara de Gui

  • era tan inexpresiva como una mscarade cera. Tena la impasibilidad de losgrandes Padres de la Iglesia o de losanacoretas que meditaban en el fondo desus cavernas. Al menos, as era como selos imaginaba Chuquet. Cuando hablabade ellos con Haquin, ste siempreresponda: No son hombres, Chuquet.Son personajes.

  • 5Al da siguiente, Henno Gui durmihasta bien pasado el amanecer. NiChuquet ni los otros dos monjes seatrevieron a despertarlo para los cantosde prima y tercia. Lo haban instalado enuna pequea celda del primer piso, unahabitacin desnuda, ms utilizada porlos enfermos de la dicesis que por losviajeros, cuya nica ventana habancondenado. Tras entrar para pasar lanoche, el joven sacerdote la desatrancde un golpe de hombro; luego se pas unbuen rato contemplando el puebloenvuelto en la oscuridad y el boscoso

  • horizonte. Esa maana, una luz clara ysuave inundaba la celda. La tormenta denieve haba pasado. Las calles deDraguan relucan como el cristal.

    Henno Gui recit unos salmosarrodillado al pie del lecho, se afeit labarba y la tonsura ante una jofaina deagua y sali, vestido con una gruesacogulla y unos zapatos de cuero.Llevaba el cuenco de tisana vaco y elzurrn con provisiones que le habapreparado Chuquet.

    Los largos pasillos de la casa de loscannigos estaban desiertos. Losgruesos postigos cegaban todas lasventanas. El olor a sebo de las velas

  • flotaba como neblina bajo el orbe de lasbvedas.

    El sacerdote encontr el camino alrefectorio. La sala conservaba la tibiezadel fuego matinal. La mesa estabalimpia; los trincheros, cuidadosamenteordenados y cerrados. Gui se sirvi uncaldo de carne salada y se lo bebi deun trago. Luego, se cort una rebanadade pan negro. Acabada la colacin,recogi cuidadosamente todas la migascon las puntas de los dedos.

    Fuera se oan golpes de martillo.Gui entreabri la puerta del refectorio,que daba al patio interior de la casa. Enel otro extremo del espacio

  • cuadrangular, los hermanos Mault yAbel se afanaban en serrar tablas.Estaban haciendo el atad del obispo.Los dos monjes hicieron una pausa parasaludar al joven sacerdote, que recordsu conversacin secreta de la nocheanterior.

    Henno Gui respondi con un gesto,volvi a cerrar la puerta y se dirigi a laentrada principal, que segua reforzadacon muebles.

    No sin esfuerzo, el sacerdote seabri paso hasta la puerta y sali a laamplia plaza mayor. Las calles estaban

  • desiertas. A pesar del sol, haca un frotan intenso como el da anterior. Lanieve haba cubierto las cuestas, lascarboneras y los rastrojos de lasterrazas. Algn que otro animal seasomaba al umbral de las casas y volvaa entrar para refugiarse junto al fuego yla paja.

    El sacerdote observ las callejas ytom una al azar.

    Al poco, se encontr con un grupode campesinas. Abrigadas con briales ymantos de espesa lana, estaban absortasen su chchara cuando vieron alsacerdote. De pronto, se dispersaroncomo una bandada de cuervos.

  • Slo dos decidieron quedarse. Eranlas ms jvenes; dos adolescentes. Lamayor tena la mirada clara y el pelooscuro; la pequea, cabellos dorados yojos verdes. El padre Gui se detuvo antelas muchachas, que permanecaninmviles, cogidas de la mano, sinapenas inmutarse ante la presencia deldesconocido.

    Buenos das. Soy el padre HennoGui. Las muchachas no respondieron. Podis hablar sin temor. No voy ahaceros ningn dao aadi el jovensacerdote.

    La mayor se encogi de hombros.Me llamo Guillemine. Soy hija de

  • Everard Barbet. Y ella es mi amigaChrtiennotte.

    Sois de Draguan?No respondi Guillemine.

    Somos de Domines, al otro lado delbosque. Pero vinimos aqu al comienzodel invierno, por el fro, a casa denuestra comadre Beatriz.

    Domines? Es otra parroquia,verdad? Henno Gui se acord de quela noche anterior Chuquet habamencionado aquel pueblo al hablarle delos cadveres del ro. Est lejos deaqu? les pregunt.

    Todo est lejos de aqu, padre.El tono de Guillemine era ms bien

  • afectado. La pequea Chrtiennotte, encambio, permaneca en silencio detrsde su amiga, cuya mano agarraba confuerza.

    Estoy buscando la casa delsacristn dijo el sacerdote. Podisindicarme el camino?

    Premierfait? Qu queris de l?Hablarle y escucharlo. Sabis

    dnde vive?Puede.Muy bien. Entonces me

    acompaaris.El sacerdote cogi a la pequea

    Chrtiennotte de la mueca y tir deella. No estaba dispuesto a dejarse

  • enredar por aquellas cras. Al paso vivode Henno Gui, se internaron en ellaberinto de callejas de Draguan.

    Las chicas parecan temer laaparicin de un vecino en cada esquinao de una cara familiar en cada ventana.Gui las acribill a preguntas.Chrtiennotte segua sin abrir la boca,pero Guillemine hablaba por las dos.Describi al sacerdote la muerte delobispo vista por los draguaneses y almisterioso asesino del caballo negro contodo lujo de detalles, y le argument laindudable responsabilidad de Haquin enlas desgracias que se abatan sobre ladicesis desde haca meses. Repeta

  • palabra por palabra las discusionesentabladas por los vecinos el daanterior.

    A todo esto dijo la chicadetenindose, no seris vos el nuevoobispo?

    No, hija ma respondi Gui.No tengo ese honor.

    No se vea un alma. La mayor de lasmuchachas le cont que la nocheanterior el misterioso asesino del obispohaba vuelto para rematar sus fechorasy haba atacado a un tal Grosparmi.

    Cmo dices que se llama?Grosparmi. Es uno de los dos

    afiladores.

  • Las heridas del afilador eran lasnicas huellas tangibles del paso delasesino. Nadie se explicaba cmo habapodido desaparecer tan sbitamente,siguindolo como lo hacan desde quehaba entrado al pueblo. Era otra malapasada del diablo. La idea de queestuviera escondido en algn lugar de lavilla tena aterrorizados a todos losvecinos.

    Y a vosotras no? les preguntel sacerdote.

    No, nosotras hemos aprendido atemer lo que se ve, no lo que se oye.

    Es una actitud muy sensata observ Henno Gui. Guillemine no

  • respondi. Henno se volvi haciaChrtiennotte. Y t, no hablas nunca?

    Es muda dijo la mayor.Desde hace ms de un ao. Nadie haconseguido hacerla hablar desdeentonces.

    S aparte de ti. Peroseguramente slo hablis en sitios queno conocis ms que vosotras. Losmisterios infantiles son impenetrables.

    Guillemine lanz una miradaenvenenada al joven sacerdote, quefingi no advertir su clera, ni la fugazsonrisa que asom al rostro deChrtiennotte.

    Me pregunto qu habis venido a

  • hacer aqu dej caer Guillemine.No soy ms que un cura joven,

    pequea le explic el sacerdote.He venido para hacerme cargo deHeurteloup. Es mi nueva parroquia.

    Al or aquello, las dos chicas sepusieron tensas. A partir de esemomento, Guillemine tampoco abri laboca.

    Llegaron ante una cabaa de troncosde un solo piso, que haca esquina conuna callejuela y tena como las demsuna gran azotea cubierta de nieve.

    Es aqu. Premierfait vive en estacasa, con su amiga.

    Gracias dijo Henno Gui.

  • Gracias a las dos. El sacerdote iba abendecirlas, pero la mayor lo agarr delbrazo con brusquedad.

    Es intil, padre. Sabemos quements. Gui la observ, un tantoasombrado de su descaro. Heurteloupno existe le espet la chica. Es unavieja historia que se cuenta a los niospara asustarlos o amenazarlos. Como elsacamantecas o el hombre del saco.Aqu todo el mundo lo sabe. Elsacerdote se limit a sonrer, pero lachica aadi: Guardaos de que no oscaiga una maldicin. Como al obispo.Como al pueblo. Como a todos los quese internan demasiado en nuestra tierra!

  • Guillemine, que haba gritado laltima frase, ech a correr arrastrando asu amiga. Henno Gui las observmientras desaparecan en la esquina deuna calleja negra como dos pequeashadas. A su alrededor, adivin a losprimeros curiosos, agazapados tras losventanucos.

  • 6Henno Gui llam a la puerta dePremierfait. La hoja se abribruscamente sobre una mujercillarechoncha de aspecto cerril einmediatamente antiptico. EraGodilige, la mujer del sacristn. Unpersonaje curioso. Todo en ellaemanaba mala voluntad: la punta de suschanclos, sus cortas piernas de pato, susanchos y encorvados hombros, suestrecha frente, ceida con un trapo azul,sus ojillos, demasiado hundidos, y suscejas, demasiado juntas. La buena mujer,que abra la puerta de su casa como si te

  • escupiera al rostro, se qued pasmada alver ante s a un desconocido vestido decura.

    Qu queris?Soy el padre Henno Gui

    respondi el sacerdote. Vengo a pedirayuda al sacristn.

    Ah, s? Faltara ms, padre!Pasad. Vamos, vamos, pasad!

    Al instante, la desconfianza de lasacristana se transform en piadosasolicitud de beata. Empez a soltarOh, padre! largos como su brazo.Tras sentar a Gui a su mesa, ante unatajada de naba y un cuenco de lechetibia, se desvivi en hacer los honores

  • de su casa, que por lo dems era la vivaimagen de la desaseada y robustacampesina: el techo apenas tena laaltura de un hombre, los muebles erandemasiado pequeos y demasiadoabundantes, y los enseres, viejos yestropeados.

    Cuando llam a su marido, su tonodespectivo haca presagiar un pobrediablo esmirriado y sumiso; no obstante,lo que apareci, todo modestia bajo lasviguetas del cielo raso, fue un autnticohombretn. Premierfait era un individuocorpulento, que avanzaba medioencorvado por aquella cabaa,construida a la escala de su mujer.

  • Eres el sacristn Premierfait?El mismo que viste y calza

    respondi su mujer.Soy el padre Henno Gui, llamado

    a vuestra dicesis por el obispo,monseor Haquin.

    Los dos campesinos se santiguaron ala vez.

    Dios lo tenga en su gloria murmur Godilige.

    Monseor me convoc para queme ocupara de una nueva parroquia.

    Eso est pero que muy bien opin la mujer. En esta maldita tierranunca habr bastantes hombres de Dios.Su Reverencia estuvo muy inspirado.

  • Dios lo tenga en su gloria repiti.El hermano Chuquet me ha dicho

    que eres el nico que conoce elemplazamiento de mi nuevo curato La pareja palideci de golpe.Necesito que me acompaes all aadi el sacerdote. Hoy mismo. Los dos campesinos volvieron apersignarse con una rapidez casi cmica. Sabes a qu parroquia me refiero?

    Por supuesto respondi lamujer recobrando el habla. Pero mimarido no volver a ese sitio, padre. Losiento mucho. Monseor Haquin fue muybueno al querer dar un sacerdote a esossalvajes, pero eso se har sin

  • Premierfait.S? Sin embargo, tu marido es el

    sacristn del obispado replic elsacerdote. No puede negarse aacompaar a uno de los sacerdotes a suparroquia. Voy all para llevar a Cristoa esas gentes. No hay ningn mal ensostener una empresa de Dios.

    En este asunto, hay mal en todaspartes! exclam la mujer. Creedme,padre, hemos sufrido bastante como parasaberlo.

    Sufrido? pregunt Guisorprendido.

    Desde que Premierfait fue avagabundear por esos malditos marjales

  • y se acerc a esa genteEh! protest el hombretn por

    primera vez. Me mantuve alejado.No me acerqu a nadie!

    Bueno, da igual. El caso es queese viaje no ha servido ms que paraponer a toda la dicesis en nuestracontra. Desde que volvi, nadie nosdirige la palabra, padre. Nos tratancomo a apestados. Nuestros vecinos hancondenado las puertas que comunicabannuestras casas y nadie nos vende lana nileche. Como si mi marido hubiera tradoconsigo las enfermedades y maldicionesque asolan aquellas tierras y ahora seabatieran sobre las nuestras por su

  • culpa. Nos dicen que en esa aldeaperdida slo quedan fantasmas, quetodos sus habitantes llevan muchotiempo muertos y que Premierfait no esms que un loco que se ha dejadoemponzoar por los pestilentes pantanosy ha perdido la cabeza. Son todos unosdesagradecidos, unos