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Ron Bacardí: la guerra «oculta»

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RonBACARDÍ:la guerra «oculta»

HERNANDO CALVO OSPINA

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Edición y corrección: Herminio Camacho Eiranova

Diseño y realización: Ricardo Quiza Suárez

© Hernando Calvo Ospina, 2019

© Sobre la presente edición:

Editora Abril, 2019

ISBN 978-959-311-223-9

Casa Editora Abril

Prado no. 553 entre Dragones y Teniente Rey,

La Habana Vieja, La Habana, Cuba. CP 10200

Email: [email protected]

Internet: http://www.editoraabril.cu

Resumen Latinoamericano

Internet: http://www.resumenlatinoamericano.org

http://www.cubaenresumen.org

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A

Javier Salado, in memoriam

Nabor, Elvia y Amparo Calvo; Paula Andrea,

Yohan y Anaïs Calvo; Karine Alvarez;

Hélène Vacelle; Annemie Verbruggen;

Herminio Camacho; Graciela Ramírez;

Beatriz Santamaría;

Niurys Porras.

Su apoyo y cariño no los hace responsables

del resultado inal de este trabajo

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Han pasado casi veinte años desde que los lectores cu-banos tuvieron la oportunidad de acceder a la primera edición de Ron Bacardí: la guerra oculta. El texto con-serva, no obstante, plena vigencia, lo que justiica que se haya emprendido la realización de esta nueva edición, pues no ha cambiado la esencia de la política estadouni-dense hacia una Cuba que sigue irme en la defensa de su soberanía y los principios que sustentan su sistema polí-tico, económico y social; ni los objetivos estratégicos del imperio con respecto a la isla rebelde, como no se han modiicado, en lo fundamental, los intereses de la Bacar-dí, ni sus pretensiones, ni su posición como pieza clave en el engranaje dirigido a lograr tales objetivos, cuya conse-cución le permitiría hacer realidad su sueño de recupe-rar las propiedades y la cuota de poder que tenían en la Cuba prerrevolucionaria.

Puede que los métodos que se utilicen varíen en el tiempo, y que la «guerra» de la Bacardí contra la Revolu-ción cubana, que no es ya tan oculta como lo fue entonces —lo que justiica que en el título de la nueva edición el término aparezca entre comillas— vuelva a serlo, o que no se apueste en algún momento por la línea «dura» de la política estadounidense hacia la Isla, sino por otra más «suave», que se considere más eicaz, o quizá por otra aún

UNA «GUERRA» YA NO TAN OCULTA

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más «dura», lo cual depende en última instancia de co-yunturas, y dentro de estas de cómo piensen las personas que estén al frente del Gobierno de Estados Unidos y de la Bacardí, o de quienes inluyan en la toma de sus deci-siones. Pero el valor de esta obra no depende de eso, por-que no se queda en la forma ni en el mero recuento, sino que va a las esencias y estas, como ya hemos apuntado, son inmunes al paso del tiempo.

Claro está, los acontecimientos que aparecen en el li-bro, particularmente en los capítulos del VI en adelante, en aquel momento eran cuanto más un pasado reciente. Cuando se publique esta nueva edición ya formarán par-te de una historia no tan cercana. Esto signiica que algu-nos de los personajes que se mencionan en el mismo y que fueron protagonistas de los hechos que se narran, o bien fallecieron o no se encuentran ya en los cargos que ocupa-ban. Puede que incluso algunas de las organizaciones que tuvieron entonces un papel de primer orden ya no existan.

Todo ello se ha tenido en cuenta en esta nueva entrega, y en consecuencia se han realizado los cambios impres-cindibles en el texto y las aclaraciones oportunas en no-tas al pie de página en los casos en que la importancia del personaje o la organización lo ameritaba.

Pero la actualización no se limita únicamente a esto. Se incluyó un nuevo Epílogo, que sin pretender ser un recuento de lo ocurrido en el tema que nos ocupa desde que se publicó la primera edición, sí aborda los hitos prin-cipales de ese período, lo que evita que el lector sienta un vacío o que la historia queda inconclusa. A ello contribu-ye igualmente el nuevo prólogo, elaborado por un profun-do conocedor de estos temas.

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El Epílogo anterior, con información valiosa que hu-biera sido imperdonable desechar, se convirtió en el últi-mo capítulo del libro. Además, se hizo una rigurosa revi-sión y corrección, que con toda seguridad se agradecerá.

En resumen, es el mismo libro publicado por la Casa Editora Abril en el año 2000, pero a la vez no lo es. La nue-va edición se ha pensado para el lector de estos tiempos decidido a encontrar la verdad entre tanta información distorsionada que pretenden imponer los dueños de los grandes medios, y especialmente para los jóvenes, que solo han vivido la parte más reciente de una historia cu-yas raíces no debieran serles nunca ajenas. Si valió la pena el esfuerzo, en el entendido de que toda obra huma-na es perfectible, queda a consideración de aquellos para quienes trabajamos y a los cuales, a in de cuentas, nos debemos.

EL EDITOR

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Prólogo de James Petras, Profesor de Ética Política

en la Universidad de Binghanton, New York,

a la primera edición cubana

He aquí la historia de las estrechas relaciones entre los principales dirigentes y accionistas de la sociedad Ron Bacardí, la organización de extrema derecha Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), y la Agencia Cen-tral de Inteligencia (CIA, siglas en inglés). Uno encuentra una cantidad de detalles que explican cómo la Bacardí ha servido de conducto para que fondos de la CIA pasen a mercenarios paramilitares en Nicaragua, Angola y con-trarrevolucionarios cubanos. Este trabajo es más que una sucesión de historias sobre una compañía multinacional, que acciona con toda impunidad contra pueblos que lu-chan desesperadamente por una vida mejor.

Pone sobre la mesa cuestiones fundamentales en cuanto a la relación de las multinacionales con las políti-cas imperialistas, y la utilización instrumental por el Es-tado de esas empresas privadas para servir al terrorismo dirigido por el mismo Estado. El estudio sostiene que las multinacionales no son simplemente entidades económi-cas que persiguen objetivos de expansión comercial, sino que llegan a ser entidades políticas utilizadas por el Esta-do para asegurar actividades ilegales.

Demuestra el papel de la Bacardí en la formación de la Fundación Nacional Cubana Americana y su inluen-cia directa en la política de Estados Unidos hacia Cuba.

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El libro aborda entre otros temas, cómo cuadros dirigen-tes de empresas extranjeras, no estadounidenses, que fun-cionan por su santa ideología, pueden hacer su política a espaldas de los ciudadanos estadounidenses y contra los intereses de estos. Porque lo real es que la Bacardí no es una empresa estadounidense, y a pesar de ello controla le-gisladores de Estados Unidos, compra el voto de los can-didatos a la Casa Blanca y entrega fondos para promover actividades paramilitares que violan las leyes de ese país.

La Fundación y la Bacardí están estrechamente liga-das ya que representantes claves de la multinacional for-man parte de la Junta Administrativa de la FNCA. Las políticas de Bacardí-FNCA han sido un obstáculo central para cualquier acercamiento de Estados Unidos a Cuba. El hecho de que el presidente de la Cámara de Comercio estadounidense —la más importante asociación de Esta-dos Unidos a ese nivel— haya pedido el restablecimiento de relaciones económicas con Cuba como una prioridad eminente, nos muestra que el dúo Bacardí-FNCA repre-senta en dicha nación intereses comerciales cada vez más aislados. ¿Por qué, entonces, en Washington se siguen las políticas extremistas de Bacardí-FNCA?

Calvo Ospina nos entrega pistas muy prometedoras que ayudan a descubrir por qué un grupo numéricamente insigniicante entre los emigrados cubanos, concentrados en la ciudad de Miami, en la Florida, puede ejercer tan-ta inluencia. Estos ricos extremistas de derecha aportan hasta el quince por ciento de los fondos para las campa-ñas electorales del Congreso. Y más importante aún: los terroristas cubanos relacionados con la FNCA y la Ba-cardí han desempeñado un papel de primer orden en las

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operaciones clandestinas de guerra sucia en las zonas consideradas por Washington como de importancia estra-tégica. Washington no está muy dispuesto a renegar de los emigrados de origen cubano terroristas que fundaron y dirigieron la contra en Nicaragua, que apoyaron a los mercenarios de la Unita en Angola, que entrenaron a los escuadrones de la muerte en El Salvador, o asesoraron a la temible policía política en Chile. Esos emigrados de origen cubano, como terroristas clandestinos, han repre-sentado y representan una fuerza estratégica.

Entonces mientras aumenta día a día el número de em-presas y de agricultores estadounidenses que exigen a gri-tos que Washington levante las barreras comerciales con Cuba, las administraciones estadounidenses se esmeran en evitar tener contra ellas a su hijo pródigo pertenecien-te al ala de la extrema derecha de la emigración cubana.

Calvo Ospina subraya el elemento ideológico terro-rista de la política estadounidense, y el papel clave que ese sector de la emigración cubana y la Bacardí juegan al ejecutarla. Queda por ver, en este nuevo período de pos Guerra Fría, período que ve intensiicarse la batalla eco-nómica, si Washington va a optar por la Bacardí o por la Cámara de Comercio estadounidense.

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Casi 20 años después de su publicación en Cuba, la Casa Editora Abril ha decidido emprender una nueva edición del libro Ron Bacardí, la guerra oculta, del investigador, perio-dista y escritor colombiano, residente en Francia, Hernan-do Calvo Ospina.

El propósito original de Calvo Ospina fue describir el papel de esta compañía en diversas actividades contra Cuba, en especial, su participación en el empeño de lograr la aprobación por parte del Congreso de Estados Unidos de la Ley para la Libertad y la Democracia en Cuba, o ley Helms-Burton, en 1996.

La razón de esta reedición es el auge noticioso que de nuevo ha tomado esta ley, debido a la activación del Títu-lo III por parte del Gobierno de Donald Trump, una deci-sión que contradice la política de todos sus predecesores y ha ocasionado una amplia reacción de rechazo en todo el mundo.

Lo primero que nos recuerda este libro es que no esta-mos en presencia de algo novedoso. Con o sin el Título III, destinado a sancionar a empresarios extranjeros que ne-gocien con Cuba, la Helms-Burton no hizo otra cosa que convertir en ley un bloqueo económico, comercial y inan-ciero que ha funcionado de manera ininterrumpida por más de medio siglo y cuya naturaleza extraterritorial,

PRÓLOGO

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incluidas agresiones contra terceros, ha sido condena-da de manera casi unánime más de veinte veces por la Asamblea General de la ONU.

Otra virtud de esta publicación es que rememora la «tormenta perfecta» que se desató contra Cuba para lo-grar la aprobación de esta ley.

Fue un momento de auge contrarrevolucionario, como resultado del desplome de la URSS y el campo socialista europeo. Cuba aparecía entonces como uno de los últimos reductos a destruir por los fanáticos de la Guerra Fría y muchos políticos estadounidenses pujaban por un reco-nocimiento en la cruzada.

Llegado tarde al festín, Jesse Helms, un supremacista blanco recién nombrado entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, también aspiraba a su «cuota de gloria» y ordenaba a su equipo hacer todo lo posible por derrocar al Gobierno revolucionario cubano. Esta es la génesis de la ley.

Calvo Ospina relata entonces la incorporación a este empeño de la derecha cubanoamericana, aliada natural de los sectores más reaccionarios del sistema político de Estados Unidos. Convertida en una fuerza política do-méstica gracias a la inluencia alcanzada en el sur de la Florida, estos grupos van a aportar la presión necesaria para forzar al Gobierno de William Clinton y sumar el voto de otros legisladores de ese país.

La Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), brazo político del empresariado miamense cubanoameri-cano, la mayoría de cuyos directivos mantenían vínculos históricos con la CIA y grupos terroristas de origen cuba-no, encabezará el quehacer de estas fuerzas.

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Su participación determinará la estrategia de la ley. Nada de reconocer el protagonismo de la llamada disi-dencia interna o promover un cambio pacíico, como ha-bía ocurrido en otros países socialistas; su objetivo era suscitar el caos para justiicar la intervención militar de Estados Unidos y asumir ellos el Gobierno de la Isla, en-caramados en los tanques estadounidenses.

Para estos grupos, el objetivo primario de la ley era evi-tar que cualquier presidente estadounidense tuviese el po-der de cambiar este rumbo. De resultas, como resalta este libro, vamos a estar en presencia de uno de los pocos casos en que el Congreso usurpa la autoridad constitucional del presidente para decidir la política exterior de Estados Uni-dos. No obstante, apenas hay resistencia; defender a Cuba no era un buen negocio para los políticos de ese país.

El tercer componente de esta coalición serán los re-presentantes de la vieja oligarquía cubana, desplazada de sus posiciones de privilegio por la Revolución e interesa-da en restablecer el sistema neocolonial estadounidense, su verdadera fuente de poder en Cuba, para así recupe-rar sus antiguas propiedades, en muchos casos resultado de la dependencia y la corrupción.

Algunos de estos empresarios pudieron recuperarse al abandonar la Isla gracias al capital depositado en Estados Unidos, sus vínculos históricos con sectores económicos de ese país y el acceso a su mercado. Un caso paradigmático será precisamente el de la empresa Bacardí.

Este libro relata con bastante detalle la historia de esta compañía. Basta decir que evolucionó de empresa españo-la a criolla bajo la colonia, devino modelo de empresa na-cional dentro el sistema neocolonial impuesto por Estados

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Unidos, hasta convertirse en una transnacional, que antes del triunfo revolucionario ya había decidido trasladar su sede a Bahamas, con el objetivo de evadir impuestos. Buena parte del ron también se producía en Puerto Rico, con el propósito de aprovechar su condición colonial para garantizar un mejor acceso al mercado estadounidense.

El nombre de Bacardí va a estar ligado a las luchas políticas cubanas. Entre sus herederos aparecerán dis-tinguidos luchadores por la independencia, como Emilio Bacardí-Moreau, así como, más tarde, ministros de Go-biernos corruptos en la República neocolonial. Sus geren-tes mostraron una discreta oposición a la dictadura batis-tiana y trataron de inluir en el Gobierno revolucionario cuando esta fue derrocada, pero terminaron por conver-tirse en connotados líderes contrarrevolucionarios, in-volucrados en un sinnúmero de actividades terroristas contra Cuba, tal y como se describe en este libro.

Hace muchos años que la empresa Bacardí dejó de ser cubana y en tal sentido también es un botón de muestra de la naturaleza de la oposición que ha tenido que enfrentar la Revolución cubana durante todos estos años.

Vale entonces la pena leer un libro que contribuye a comprender la envergadura de un fenómeno que no solo tiene que ver con Cuba, sino que nos ilustra sobre el funcio-namiento del sistema de Estados Unidos y la relatividad de su aparato legal, cuando se trata de imponer el dominio de ese país sobre el resto del mundo.

JESÚS ARBOLEYA1

1Doctor en Ciencias Históricas y profesor titular del Instituto Supe-rior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García.

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A

Sin poderse airmar que son temas manejados por la mayoría de los seres en el planeta, no es difícil hallar in-formación sobre prácticas poco éticas que van en contra de grandes sectores humanos, particularmente en países del mal llamado Tercer Mundo, realizadas por poderosas transnacionales. Entre ellas puede mencionarse la Shell, la Texaco, la Total o la Nestlé.

De la multinacional Bacardí, aún la primera producto-ra de ron en el mundo, parece que nadie tiene algo nega-tivo que decir. De la empresa que en el año 2000 vendía en más de 170 países un poco más de veinte millones de cajas de nueve litros —en 2017 las ventas fueron de 16,8 millones— de un licor que regularmente es utilizado para festejar, nadie se atreve a tener una duda

Su nombre apenas iguró en los grandes medios de información mundial a mediados de los noventa, aunque inluyó en una ley estadounidense dirigida contra Cuba y el comercio internacional, conocida como Helms-Bur-ton, por los nombres de sus principales promotores, los congresistas Jesse Helms y Dan Burton. Seguramente se supuso que eso era parte de la ya prolongada confron-tación entre Estados Unidos y Cuba. Como si fuera tan

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

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normal que la primera potencia mundial le apretara más la soga a esa nación, por el hecho de que su pueblo de-cidió ser soberano y socialista. Pocos meses después, la Bacardí declaró una «guerra» al consorcio franco-cubano Pernod Ricard, S.A.-Havana Rum & Liquors S.A., para quitarle la propiedad de la marca de ron Havana Club. En esa ocasión el suceso fue aún menos conocido, por haber sido relegado a la sección económica de los informativos.

Bacardí tiene una historia que quizá hoy no es tan oculta, pero deinitivamente, sí muy poco conocida.

B

Se debe decir que en 1993 el imperio ronero adquirió una de las insignias mundiales de Italia, Martini & Rossi, por la fabulosa suma de 1,4 billones de dólares. Así se conformó el consorcio Bacardí-Martini, con sede en el paraíso iscal de Bermudas.

Bacardí, la casa matriz del consorcio, es una empresa familiar que no ingresa en el mercado de valores. Si coti-zara en la bolsa, los actuales accionistas perderían el con-trol de la irma y «aspectos privados de la misma saldrían a relucir públicamente»1. Fundada en Santiago de Cuba, en 1862, por un catalán y un francés, en 1958 —un año an-tes del triunfo de la Revolución cubana— los accionistas se llevaron para Bahamas lo más preciado de la empresa: la marca. Desde entonces buena parte de sus movimien-tos inancieros se desconocen, al contar con la compli-cidad no solo de ese paraíso iscal, sino también del de Bermudas. Pero se sabe que el holding Bacardí-Martini

1El Nuevo Herald, Miami, 21 de enero de 2000.

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(registrado en Bermudas como Bacardi Limited) declaró en 1999 unas ganancias de dos mil quinientos millones de dólares.

La ronera Bacardí cuenta con subsidiarias en Canadá, Jacksonville, Miami, México, Bahamas, Panamá, Puerto Rico, Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, España y Holanda, sede central para Europa. Eso representa cua-renta y siete instalaciones, veinticuatro de ellas destile-rías, el resto oicinas, y unos seis mil empleados.

C

Si por cualquier calle del mundo se ven pasar dos vehículos, uno de marca Toyota y otro Ford, se les re-laciona automáticamente con Japón y Estados Unidos. Así hayan sido ensamblados en Chile o Marruecos, por ejemplo, se «sabe» que «pertenecen» a esos países. Un radio Philips «es» holandés, así sea fabricado en un país de Asia. El tequila «es» mexicano, así esté envasado en España y también se produzca en Guatemala.

Y, ¿el ron Bacardí? Unos dicen que viene de Puerto Rico, otros de Bahamas; la inmensa mayoría no lo sabe, pero «algo» les hace pensar que es cubano. Un «algo» erróneo, porque desde 1960 el ron Bacardí no contiene nada que provenga de Cuba.

Bacardí, el nombre, la marca, está en Bahamas. Pero el producto no tiene, digamos, patria. Es de los pocos lico-res en esa situación. Algo grave para su «personalidad». Pero también para su calidad, porque la miel proviene de cañas cosechadas en varias partes del Caribe, y los suelos

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más las condiciones climatológicas varían: no es igual el tipo de melaza que produce una caña de Bahamas, que otra de Puerto Rico, por ejemplo. A pesar de ello, los «mi-lagros» del mercado y la sagacidad de sus propietarios lo convirtieron en el más vendido.

D

Se hace breve referencia a lo anterior porque son in-formaciones elementales que ayudarán al lector a situarse en un tema que sigue siendo poco o nada conocido: el de la «guerra» que la multinacional Bacardí desarrolla contra la soberanía de Cuba desde 1960. Pero no es todo. Sus opciones políticas le han hecho extender sus brazos mucho más allá.

Este trabajo es una simple introducción a esos temas. Queda mucho por investigar.

E

En mayo de 1999, los descendientes de Charles de Gaulle, héroe de la Segunda Guerra Mundial y destaca-do estratega político francés, hicieron pública una car-ta dirigida a un familiar, nieto homónimo del general. Este otro Charles se había presentado como candidato a las elecciones europeas por el partido fascista Fren-te Nacional. Ello desagradó a los miembros del clan, que no compartían los postulados de tal grupo político. Pero, aunque censurable, era una decisión personal.

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Ahora, que el candidato utilizara su nombre y apellido, en abierta alusión a la relación con el abuelo y sus ideales políticos, como artimaña para atraer electores, colmó la paciencia del núcleo familiar. El comunicado dejaba cla-ro que los conceptos políticos defendidos por el general Charles de Gaulle nada tenían que ver con lo que ahora planteaba este descendiente. Por tanto, no se podía, ni tangencialmente, ser parte de la patraña.

F

No es gratuito que se retome el anterior suceso. Un poco más de año y medio tomó la investigación que a con-tinuación se pone a disposición del lector. Como se podrá ver, altísimos directivos y accionistas de la transnacional Bacardí han estado involucrados, directa o indirectamen-te, en actividades políticas, clandestinas, y de otro tipo.

Hasta la fecha, el autor no ha encontrado ni una frase escrita o grabada en cinta, donde un o una accionista de la multinacional exprese desacuerdo o rechazo ante tales hechos. Y son por lo menos seiscientas las personas que conforman el accionariado, casi en su totalidad ligados familiarmente. Hace muy pocos años1 uno de ellos, que lleva precisamente el apellido Bacardí, estuvo de visita en Cuba desempolvando memorias familiares. Pues bien, ni siquiera de él se encuentra una crítica hacia aquellos que, perteneciendo a la compañía, con recursos de ella

1N. del E. El autor se reiere a una fecha próxima a la de la primera edición cubana de este libro.

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y/o personales, han participado, o complotado, junto al Gobierno estadounidense y grupos de la extrema dere-cha, hombro a hombro, para acabar con la soberanía de Cuba y anular la posibilidad de prosperidad de sus ciuda-danos. Sin contar lo que han apoyado en otras latitudes.

Mientras no se conozca esa mínima frase que muestre un deslinde, se debe suponer que todos los accionistas de la Bacardí son responsables por acción u omisión, lo que incluye, desde 1993, a la respetable multinacional italia-na Martini & Rossi; pero también a los directivos de las empresas Dewar’s, Bombay Gin y otras, por ser parte del consorcio.

G

Finalmente, en un tema como el que a continuación se va a tratar, los personajes y organizaciones que se entre-cruzan son múltiples. El autor pretende que Ron Bacardí:

la guerra «oculta» llegue a un público general no nece-sariamente especializado en la materia, por lo que, sin faltar al rigor investigativo, se ha limitado a tratar lo es-trictamente necesario para no hacer compleja la lectura.

Por lo tanto y salvo unas muy pocas excepciones, cada nombre o suceso que aquí se menciona tiene un nivel de compromiso o de relación con la tramoya.

EL AUTOR

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LAS SUGAR ISLANDS Y EL RON

A mediados del siglo XVIII el imperio español deci-dió que Cuba solo produciría azúcar. Este designio hizo brotar plantaciones de la dulce caña arriba, abajo y a lo ancho de la isla. La metrópoli requería imperiosamente el oro blanco, y para que la planta lo entregara exprimía la tierra y el cuerpo a los esclavos africanos. Y suerte tenía la codicia de la Corona. En 1791 Cuba alcanza el primer rango mundial como productora y exportadora de saca-rosa. Ese año los machetes de los esclavos en Haití dejan de cortar caña y pasan a decapitar a los amos. Era la pri-mera sublevación en masa de esclavos negros en la histo-ria. Entre los «señores» del Caribe empezó a circular un murmullo que culpaba al consumo de ron por la diabólica insurrección. No podía haber otra explicación.

Tras el azúcar iba el ron. La Corona española ya poseía el truco mercantil conocido como proteccionismo, por lo cual gravaba fuertemente la exportación de aguardien-te cubano para que la producción peninsular no tuviera competencia. Al notar el error que estaba cometiendo, en 1796 esa política cambia radicalmente. Cuba, entonces, con una materia prima que se encontraba en cantidades,

LA COMPAÑÍABACARDÍ-BOUTEILLER

Capítulo I

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barata y de excelente calidad, puso en la cuerda loja a las islas vecinas, al atraer franceses e ingleses conocedores de la técnica para elaborar ron.

ESTADOS UNIDOS CASI ARRUINA A LOS BACARDÍ

Hacia 1830, seducidos por el incremento comercial que se daba en la provincia oriental, deseosos de una rápida fortuna, llegaron a Santiago de Cuba los hermanos Bacardí Massó, vecinos del poblado de Sitges, Barcelona, antiguo principado de Cataluña. Según los registros comerciales de la época, en febrero de 1841 instalaron una tienda don-de vendían víveres, artículos de ferretería, ropa y licores.1 Tres años después y ante notario público fue inscrita la Sociedad Facundo Bacardí y Cía., que negociaba con artí-culos para confeccionar prendas de vestir.

En medio de la abundancia, cuando menos se esperaba, en 1857 la economía cubana sufre tremendo descalabro: se pierde el comercio con Francia y Alemania, que empezaban a extraer azúcar de la remolacha. Estados Unidos aprovecha la situación y se convierte en el primer comprador, imponiendo sus criterios, que incluían la reducción aparatosa del precio.

1TORRES HURTADO, Nicolás: Orígenes de la Compañía Bacardí, San-tiago de Cuba, 1977. Fotocopia. No se precisa la editorial. En este tra-bajo, fundamentalmente, se ha basado el autor al citar datos y cifras de registros y balances oiciales de la Sociedad Bacardí-Bouteiller, y la posterior compañía Bacardí. De manera precisa hace mención a los principales resultados de balances anuales de la empresa desde 1880 a 1919. Cita también ciertos logros obtenidos por esta entre 1920 y 1954.José Pepín Hernández, director del Museo del Ron en Santiago de Cuba, brindó al autor informaciones muy valiosas sobre estos temas, aunque esto no lo hace responsable del resultado inal.

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Es de suponer que los Bacardí y demás mercaderes maldijeron al mal vecino del Norte.

Pocos comerciantes se salvan de la total ruina. Entre los sobrevivientes estuvieron los Bacardí. La tabla de sal-vación la tuvieron en las fortunas de Lucía Victoria Mo-reau, casada en Cuba con Facundo Bacardí Massó, y del matrimonio Arabitg-Astié, cuyos miembros se sentían comprometidos con el futuro de los Bacardí por ser pa-drinos de bautismo de dos de ellos. Ese apoyo inanciero y la regularidad que el precio del ron y otros alcoholes mantenía en el comercio impulsan al joven José Bacardí Massó a incursionar en su producción y venta.

BOUTEILLER PRODUCE RON BACARDÍ

Ese junio de 1862 hasta la sombra buscaba proteger-se del inclemente sol que caía sobre Santiago de Cuba. José León Bouteiller, originario de Francia, ignoraba el abrasador calor, y el sudor que bañaba su cuerpo. Entu-siasmado enseñaba a los hermanos José y Facundo Ba-cardí Massó cómo se producía ron. Pero Bouteiller no había inventado el procedimiento. Desde tiempos leja-nos el ron era parte inseparable en los crímenes, asal-tos y otros entretenimientos de piratas y corsarios que deambulaban por el Caribe. Jamaica, que por mayoría es considerada la tierra que acuñó el vocablo, así como Martinica, Haití y otras islas antillanas estaban llenas de fantásticas historias relacionadas con ese licor, que ardía en la garganta y que, según se dice, convertía en machos a los aventureros europeos.

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El día 24 de febrero de 1862, en el ayuntamiento de Santiago de Cuba había quedado signado un traspaso de propiedad. En adelante, la licorera Manuel Idral y Cía., pasaba a llamarse José Bacardí y Cía. Poco después, el 2 de junio, los hermanos José y Facundo Bacardí Massó y José León Bouteiller se presentaban en el mismo lugar para registrar su compromiso de ser socios propietarios de la licorera.

José Bacardí era el socio principal al haber aporta-do un capital de tres mil pesos (equivalentes a una canti-dad igual en dólares). Bouteiller, doblegado por la crisis económica, debió cerrar su propia destilería y traspasar parte de los utensilios, y quedó como segundo inversio-nista. Facundo, quien había trabajado brevemente para Bouteiller, prestó, sin que pasara a formar parte de los bienes de la sociedad, una modesta casa de amplio solar donde se instaló el nuevo negocio para producir ron, otros alcoholes y dulces.

Los fabricantes cubanos producían un ron de buena calidad, pero todavía rudo al delicado paladar y olfato de la aristocracia criolla y europea. Indudablemente la Sociedad Bacardí-Bouteiller aportó decisivos grados a la mejora del aroma y el sabor, fundamentalmente Boutei-ller, debido a su experiencia en el ramo, conocimientos que Facundo incorporaría rápidamente, mientras com-partía la paciente tarea de buscar la ineza, el bouquet, que distinguiría al ron Bacardí durante el período en que fue producido en tierras cubanas.

A pesar del lento desarrollo de la empresa, el 10 de no-viembre de 1874 el ron Bacardí empezaba a tener reconoci-miento nacional. Y es cuando Facundo, en representación

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de su esposa, apoyado por el dinero de ella más la par-te recibida en herencia por el matrimonio Arabitg-Astié, saca a su hermano de la sociedad. Un mes después pone en la puerta a Bouteiller, se apodera de la licorera con dos de sus hijos Bacardí Moreau, y la registra como Bacardí y Cía.

De suerte los archivos en Santiago de Cuba mencionan a José León Bouteiller y a los garantes económicos de Fa-cundo, pues en ninguna otra parte los recuerdan. Aunque sin ellos nunca hubiera existido un ron llamado Bacardí.

GANANCIAS QUE SUENAN A FANTASÍA

Se tiene la sensación de que en Cuba la historia de la empresa Bacardí se detuvo con la desaparición de las pri-meras generaciones de propietarios. El museo fundado por Emilio Bacardí Moreau, patriota que luchara contra el colonialismo de la patria de sus padres, es orgullo de los habitantes de Santiago de Cuba. El recuerdo de las acciones de los Bacardí en beneicio de la población se ha transmitido oralmente de generación en generación. Por eso las posibles artimañas que utilizaron esos primeros empresarios en su escalada hacia la fortuna, han quedado en esa cadena de la memoria como anecdóticos pecadillos.

En 1880 las llamas de un incendio devoran la destila-dora y los archivos de la compañía. Pero antes de un año se reanuda la producción y se obtuvieron en 1883 ganan-cias de $22 696,26. Inexplicablemente, entre 1884 y 1890 es casi imposible encontrar información que dé a cono-cer con exactitud ganancias o pérdidas. Lo cierto es que

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el balance empresarial de 1891 mostraba utilidades de $64 839,45. Son muy raras tan altas ganancias cuando la empresa mantenía una producción casi artesanal: en 1899 el valor declarado de aparatos y útiles de la licorera no superaba los seis mil pesos.

Los balances desde 1891 hasta 1893 son positivos. Curiosamente, al año siguiente, y solo en ese año, se de-claran pérdidas, justo cuando comparecían ante notario los hermanos Emilio y Facundo Bacardí Moreau para de-clarar al nuevo socio y esposo de su hermana, Enrique Schueg. Facundo padre había muerto en 1886. Enrique, aunque tímidamente, sí es reconocido por la historia oi-cial de la empresa, seguramente por la presencia latente de sus descendientes. Enrique aportó una inmensa y sóli-da capacidad organizativa y comercial, aprendida duran-te sus estudios superiores en Inglaterra.

NEGOCIOS Y PROANEXIONISMO

Cuando en 1898 Cuba estaba a punto de lograr su inde-pendencia del imperio colonial español, Estados Unidos se suma a la guerra sin que se lo pidan los patriotas cu-banos. España es derrotada, pero desde 1902 la Isla pasa a ser un protectorado —es decir una semicolonia— esta-dounidense.

La primera Constitución cubana incluía una, digamos, añadidura, impuesta por el Gobierno y el Congreso de Es-tados Unidos, conocida como Enmienda Platt. Tal apéndi-ce reconocía el derecho de Estados Unidos a intervenir en los asuntos internos de Cuba, limitaba el derecho del

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Gobierno cubano a irmar acuerdos y tratados con potencias extranjeras, así como a obtener préstamos en el extranjero sin el acuerdo de Washington; reconocía el derecho de Es-tados Unidos a adquirir tierras y tener bases navales, entre otros postulados. Tal situación degradante se mantuvo has-ta 1934, aunque las raíces y ramas de la Enmienda quedaron vivas en las relaciones entre las dos naciones.

Pero hoy en día, ¿cómo describe la transnacional Bacardí-Martini lo sucedido en aquellos años?:

En 1898 fuerzas militares de los Estados Unidos, ayu-daron a los patriotas cubanos a derrotar la fuerza co-lonial española y ganar su independencia. Un proceso que había sido apoyado, a gran riesgo personal, por el sucesor de don Facundo y cabeza de la familia, Emilio.2

Miremos esto. El Emilio al que se hace referencia es el hijo de Facundo y Lucía Victoria: Emilio Bacardí Moreau, quien sí luchó por la independencia de Cuba, por lo cual fue condenado, deportado a España, y encerrado en las mazmorras en dos ocasiones. Lo que no cuenta la historia oicial de Bacardí es que al ser expulsada España, Estados Unidos impuso a uno de sus militares como gobernador en Santiago de Cuba. Este, a su vez, decidió que Emilio fuera alcalde de la ciudad. Como individuo de principios y leal a la nación, no lo aceptó. Alcalde y, posteriormente, senador fue el día en que los santiagueros lo eligieron.

Durante esos primeros años del nuevo siglo, Bacar-dí fue de las pocas empresas nativas que sacó provecho

2The World of Bacardi-Martini. Editado para Bacardi Limited-PemBrocke, Bermudas, por Sidney M. Maran. No se precisa la fecha de la edición, pero seguramente es de mediados de los años noventa.

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económico de la condición semicolonial en que estaba su-mida Cuba, actitud que puede entenderse desde el punto de vista meramente comercial. Lo que hace relexionar es la manera en que hoy lo cuenta la multinacional:

Los EE.UU. ayudaron a Cuba a ganar su independen-cia. Y Cuba, como uno de los muchos regalos que le entregó en agradecimiento, dio a los norteamericanos el sabor de su alcohol tropical, fabricado en Santiago de Cuba: Ron Bacardí. Por ello, en este ambiente de comienzo de siglo, con la llegada del proteccionismo norteamericano, Bacardí ganó un pie en el mercado norteamericano el cual cultivaría cuidadosamente.3

En 1910 la empresa Bacardí empieza su carrera ex-pansionista envasando ron en Barcelona. Cuando en 1914 estalla en Europa la Primera Guerra Mundial, Bacardí inaugura una oicina distribuidora en Nueva York, lo que la hace partícipe de la bonanza económica que comienza a vivir Estados Unidos a costa del desangre europeo. Y si en 1913 las ganancias habían sido de $175 422,83, al inali-zar la contienda, en 1917, llegaban a $416 900,00.

Para explicar la incongruencia entre la capacidad productiva real y las ganancias declaradas hasta las pri-meras luces del siglo XX, algunos echan mano a versio-nes posiblemente infundadas. Por ejemplo, reieren que les contaron que la empresa traía desde Jamaica ron de contrabando, lo envasaba en botellas con el sello Bacar-dí, y así lograba cubrir la demanda. Dicen que es de los pecadillos que se le perdonan a la Bacardí de aquellos

3Idem.

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lejanos tiempos. En Santiago de Cuba todo el mundo es-taba contento con esas generaciones de empresarios por-que, como nacionalistas que eran, las ganancias las rein-vertían en casa.

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BROTAN MILLONES EN MEDIO DE LA CRISIS

En 1921 la empresa declara que en el año anterior sus activos, o sea el valor del conjunto de bienes, habían al-canzado un saldo de alrededor de seis millones de pesos.1 En 1927 los accionistas fundan una cervecería; en 1929 empiezan a embotellar ron en México; y siete años más tarde crean una fábrica en Puerto Rico.

Orgullosos de su éxito y potencialidades, en 1936 los propietarios cuentan a la revista cubana Carteles que, ade-más de lo anterior, son propietarios de una suntuosa desti-lería con miles de toneles; un depósito de envejecimiento de aguardientes, donde pueden añejar hasta cinco millo-nes de galones; una inmensa casa-alambique donde se rea-liza la fermentación de mieles; grandes almacenes para embarques, una fábrica de cajas, otra de envases, más la de producir hielo; una planta eléctrica, varios vagones de ferrocarril para el embarque exclusivo de sus productos, tanques ferroviarios para el transporte de mieles desde los ingenios, talleres de mecánica, carpintería y fundición; sin olvidar el ediicio Bacardí, en La Habana.2

1TORRES HURTADO, Nicolás: Orígenes de la Compañía Bacardí, Santiago de Cuba, 1977. Fotocopia. No se precisa la editorial.2Idem.

EXPANSIÓN Y PRELUDIODE LA PARTIDA

Capítulo II

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La crisis económica estadounidense en octubre de 1929 arrastraría la economía cubana hacia un profundo abis-mo, debido a su absoluta dependencia. Estados Unidos se levantó y siguió impetuoso el camino; Cuba quedó grave-mente herida, y en 1932 el precio del azúcar cayó a menos de un centavo, mientras los índices de desempleo supera-ron los de cualquier otro país. Los empresarios de la rone-ra eran de los pocos miembros de la burguesía criolla que se mantenían como en un islote. La mayoría se batía cada día para que las decisiones económicas estadounidenses no la pusiera fuera de competencia, con sus propiedades compradas a precio de ganga por algún gringo.

Por los archivos de registro comercial que reposan en Cuba, es difícil saber a ciencia cierta qué negocios reali-zó la compañía Bacardí para lograr el acopio de tan millo-nario patrimonio. Es como buscar la aguja perdida en el pajar. ¿En qué botella la empresa escondía al rey Midas? Porque su ron encendía, pero no era petróleo.

LA RUTA DEL RON

En 1919 el Gobierno de Estados Unidos promulga la 18.a Enmienda a la Constitución. Esta ley prohibía sobre todo su territorio la fabricación, venta, e importación de todo tipo de bebida alcohólica. Esta Prohibición, nom-bre con el cual empezó a ser conocida la ley, dio paso a la formación de una nueva clase de criminales, inicialmen-te conocidos como los bootleggers y racketeers, que poco después se integrarían a la Cosa Nostra estadounidense. Fueron estos, encabezados por los ya míticos Al Capone,

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Santos Traficante y Meyer Lansky, quienes organizaron y desarrollaron el contrabando de alcoholes a gran escala.

Tres lugares claves, fundamentales, existieron para procurarse sin mayor diicultades, parte del alcohol. Tres puntos del mapa que en la logística instalada por las ban-das criminales se conocieron como La ruta del ron: Ja-maica, Cuba y Nueva Orleans.

Al momento de iniciarse el tráico de bebidas alcohólicas, el ron Bacardí empezaba a tener cierto prestigio en Estados Unidos. Era sencillamente imposible que la Cosa Nostra en ese país no lo hubiera tenido entre sus preferidos en aquel negocio de incalculables ganancias. Es difícil imaginar que la moral de los empresarios de la Bacardí haya dejado pasar ese rey Midas. Más cuando era un delito en Estados Unidos y no en Cuba, aunque los tratos debieran hacerse con persona-jes muy reconocidos en el mundo del crimen.

La Prohibición solo fue derogada a ines de 1933. Tiem-po suiciente para que los maiosos se convirtieran en po-derosos hombres de negocio. Los millones de la Cosa Nos-tra de Estados Unidos irrigaron la economía de ese país, dejando a su paso muchas dádivas entre las manos de no pocos dignatarios eclesiales, políticos y jefes de los ser-vicios de seguridad.3 Ese mismo año Lansky recibió, por parte del Gobierno cubano, el exclusivo derecho para que la «organización» explotara las casas de juego. Con ello la Cosa Nostra conseguía asegurar su «primera apertura en el Caribe, y más tarde sucedería igual en Nassau», conta-ría el capo de capos Lucky Luciano.4

3GOSCH, Martin y Richard Hammer: Lucky Luciano: Le Testament, Stock, París, 1975.4Idem.

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LA ERA DORADA DE LOS COCTELES

Pero, ¿qué dice la versión actual de la transnacional? ¿Qué signiicó para sus actuales accionistas y directivos la Prohibición?

La compañía creció rápidamente en el nuevo siglo. En-tre 1912 y 1919 las ventas tuvieron un gran incremento. En 1920, al instalarse la prohibición en Estados Unidos, la historia daba a Bacardí lo que en sí podía considerar-se como un golpe. Pero que la empresa supo cambiar positivamente. Durante la prohibición, cuando todos los alcoholes famosos internacionales fueron excluidos del mercado de Estados Unidos, Cuba, al contrario, por su proximidad con ese país, llegó a ser el primer desti-no para los turistas. Cuando llegaban al aeropuerto de La Habana, los visitantes eran recibidos en un bar que distribuía cócteles con ron Bacardí gratuitos.

Ellos continuaron disfrutando esos tragos durante su estadía en Cuba, en lo que después se conoció como la «Era dorada de los cócteles». Estos turistas regre-saban a casa con memorias tropicales felices, y en la boca un sabor de ron Bacardí. Y aunque en ese perío-do la venta no era permitida en Estados Unidos, los consumidores entusiasmados e inventivos, encontra-ron maneras de ingresar ron Bacardí en el mercado, contrariando las restricciones de la Ley.5

5The World of Bacardi-Martini. Editado para Bacardi Limited-Pem-Brocke, Bermudas, por Sidney M. Maran. No se precisa la fecha de la edición, pero seguramente es de mediados de los años noventa.

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Tengamos en cuenta que la Prohibición no solo llenó de dólares a la Cosa Nostra estadounidense. Cuando esta se derogó, las cifras oiciales empezaron a demostrar que las ventas se multiplicaron para aquellas empresas que, directa e indirectamente, y muy seguro a conciencia, ha-bían participado del contrabando, pues, irónicamente, ya gozaban de una prestigiosa popularidad. Entre ellas la Bacardí, que en el primer año vendió ochenta mil cajas en Estados Unidos.6 Si no fue con el apoyo de quien manejó la distribución de alcohol durante la Prohibición, o sea la maia, ¿quién colaboró con la empresa Bacardí para ubi-car aproximadamente un millón de botellas de forma tan rápida, en un mercado que le estuvo cerrado durante casi catorce años? Es difícil creer que hayan sido los turistas.

NEGOCIOS ANTES QUE INTERESES PATRIOS

El investigador y economista cubano Jacinto Torras sostenía que la ubicación de embotelladoras o fábricas destiladoras de ron Bacardí en México, Puerto Rico e Is-las Vírgenes, era algo que estaba «perjudicando profunda-mente a la economía nacional» de Cuba. En particular, la procesadora instalada en Borinquen. Pero ello tenía una absoluta lógica para los accionistas: el ron allí producido ingresaba al mercado estadounidense libre de impuestos, por ser esa isla su colonia. Torras expuso el asunto de la siguiente forma:

6The World of Bacardi Museum. Bacardí-Martini U.S.A., Inc., Miami, 1996.

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Para defender sus intereses mercantiles, la compañía «Bacardí» habla muy a menudo de ‘su cubanismo’. Un cubanismo muy particular, muy medido en pesos y centavos y muy dado al odio cerrado a los intereses populares [...] De la historia patriótica, profundamen-te cubana de don Emilio Bacardí, a los intereses de puros negocios, mercantiles hasta el último grado de la actual empresa «Bacardí», a negar en la práctica la limpia y cubana historia de don Emilio [...].

La marca cubana, por haber nacido y haberse acre-ditado en Cuba, y porque como cubana se sigue ven-diendo en el mercado del Norte, fue llevada a Puer-to Rico y a las Islas Vírgenes, y este traslado marcó la caída de las exportaciones cubanas de ron para el mercado norteamericano, para trasladarse a los dos países citados.

La fuente de trabajo, los impuestos al isco, lo que la industria signiica para la economía nacional, los propios sentimientos de cubanidad que pudieran ha-ber existido, no fueron óbice para esta emigración en busca de unos dólares más ...7

Bueno, eran bastantes los millones, y no unos cuantos dólares más.

7TORRAS, Jacinto: Periódico Hoy, La Habana, 24 de abril de 1943.

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LA BACARDÍ SIGUE PARTIENDO

Poco después Torras vuelve a la carga contra el mo-delo expansionista de la compañía Bacardí, y demuestra que cada día se alejaba más de los intereses cubanos.

Con motivo de cierta polémica pública que se viene desarrollando en estos días, «Bacardí» ha vuelto a mentir, pretendiendo justiicar este traslado de sus fábricas al extranjero. Ha airmado que «Bacardí» jamás ha dejado de sostener el mercado de su ron de Cuba en los Estados Unidos y las estadísticas di-cen otra cosa. Dicen que el traslado de «Bacardí» dio lugar a que el ron de Cuba perdiera su preeminen-cia entre los rones importados por los Estados Uni-dos para que tal preeminencia se trasladara a Puerto Rico. Y la prueba al canto. Aquí están las estadísticas de la importación de ron en los Estados Unidos de 1935 a 1940, que demuestran que Cuba fue perdiendo su posición en las importaciones de ron de los Esta-dos Unidos[...]8

Esta investigación demuestra también, a partir de datos oiciales del Departamento de Comercio estadouni-dense, que del cincuenta y dos por ciento que represen-taba el ron cubano en las importaciones de Estados Uni-dos en 1935, quedó reducida a un 7,3 por ciento en 1940. «Entretanto, Puerto Rico aumentaba la participación de los rones allí fabricados en el mercado importador americano de un 14 por ciento en 1935 a un 64 por ciento

8TORRAS, Jacinto: Periódico Hoy, La Habana, 8 de junio de 1944.

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en 1940 e Islas Vírgenes los aumentó de un 10,2 por ciento en 1935 a un 17,2 por ciento en 1940...».9

La historia oicial de la transnacional reconoce que para comienzos de la década de los cuarenta, los nego-cios en México y Puerto Rico superaban los realizados en Cuba.10

PEPÍN BOSCH EXPANDE LOS NEGOCIOS

Más conocido como Pepín, José Bosch ingresa en el clan Bacardí al contraer matrimonio con la hija de Enrique Schueg, uno de los principales accionistas. Subsistía la Pro-hibición en Estados Unidos. Al sobresalir por sus atributos maquiavélicos y la falta de escrúpulos para los negocios, es instalado prontamente en la jefatura de la empresa.

Pepín reabre la oicina en Nueva York en 1943, lo que per-mite a la empresa beneiciarse de la posguerra, al introducir su mercancía en la arrasada Europa casi como si fuera parte del Plan Marshall. En Bélgica, Suiza, Suecia, Holanda, Fran-cia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, etc., se inauguran distri-buidoras. Producir ron en Puerto Rico, colonia estadouniden-se, le permite ir donde el gran vencedor de la guerra va: sus tentáculos se posan hasta en el Líbano y Corea.

En 1957 la empresa funda otra destilería en México, con veintiocho mil litros de capacidad. Al año siguiente se inaugu-ra una nueva planta en Puerto Rico, que dobla la producción a setenta y cinco mil litros diarios. En 1959, bajo la dicta-dura de Francisco Franco abren la destilería en España.

9Idem10The World of Bacardi-Martini. Ob. cit.

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En 1960 se inicia la construcción en Recife, Brasil, de una planta productora; mientras en México y Filadelia...

DOS SIMPLES ANÉCDOTAS DE PEPÍN Y CÍA.

1- Pepín Hernández, actual director del Museo del Ron en Santiago de Cuba, cuenta que en los años cincuenta, Pepín Bosch, a nombre de la empresa, propuso a los trabajadores ser socios en una nueva compañía. Dijo que las ganancias estaban aseguradas si compraban acciones en Minera Occi-dental, a un precio de diez pesos cada una. Pero la Bacardí tenía muy bien planeada la jugada. Por ser una nueva em-presa que supuestamente crearía empleos, las leyes la exo-neraban de impuestos para la importación de materiales y maquinarias. Minera Occidental excavó algunos metros de túnel y se declaró en quiebra. Para ese momento el grueso de lo importado estaba «vendido» a la ronera.

Cierto es que inventar trucos para evadir impuestos, o lograr todo tipo de ganancias es de los deportes favori-tos de las grandes compañías. Lo deshonesto del asunto radica en que la Bacardí se quedó con el dinero de los tra-bajadores que coniaron en sus cantos de sirena, aunque el monto, en esas fechas, signiicaba para el capital de la ronera lo que un pelo al gato.

Al morir su padre, Hernández va con el certiicado de las acciones, irmado por el propio Pepín Bosch, a recla-mar su valor. La respuesta que le dio el hombre fuerte de la acaudalada Bacardí fue desconcertante: que Pepín Hernández le llevara un acta irmada por su padre donde constara que tenía derecho hereditario.

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2- En febrero de 1954 desapareció el niño Facundo Bacardí Bravo. Aunque ya no eran tan admirados por la gente común, los miembros de la Bacardí no dejaban de ser parte fundamental de la sociedad santiaguera. La no-ticia repercutió como el estallido de una bomba. Y fue el momento en que la Bacardí demostró parte de su po-der, y hasta dónde llegaban sus vínculos con el Gobierno estadounidense.

Se puede leer en la prensa de la época que pocas horas después de la desaparición llegó un helicóptero de recono-cimiento desde la base naval que Estados Unidos mantiene en territorio ilegalmente ocupado en Guantánamo, en el oriente cubano, luego de que Pepín hablara con el cónsul estadounidense. Casi a la par arribó en avión especial, des-de la Florida, un investigador del Buró Federal de Investi-gaciones estadounidense (FBI, siglas en inglés).

Se inició la búsqueda. Rápidamente se supo que los responsables del hecho eran dos jóvenes trabajadores de la familia. Antes de doce horas el niño fue rescatado sano y salvo. Los dos secuestradores, dijeron los primeros in-formes policiales, murieron en enfrentamiento armado con las autoridades. Posteriormente se conoció que am-bos estaban desarmados, y que se les había asesinado sin ninguna compasión.

«EL IMPERIO DE LA HABANA»

Hacia el inal de la Prohibición, Meyer Lansky, segun-do jefe de la maia estadounidense, había empezado a es-tructurar en Cuba todo el potencial acumulado durante

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el tráico de ron. Con el beneplácito de la burguesía, que le rendía culto mientras trataba de bañarse en sus dóla-res, instauró «el imperio de La Habana». Aunque varios e importantes responsables de los servicios de seguridad estadounidense tenían grandes inversiones en Cuba, la Isla se convirtió en el primer centro de tráico de drogas, lavado de dinero, juego organizado y prostitución, de to-das las Américas.11

La Cosa Nostra estadounidense reinaba en Cuba cuando Pepín Bosch asumió el Ministerio de Hacienda, siendo pre-sidente Carlos Prío Socarrás (1948-1952). Este Gobierno se destacó porque «la corrupción y el bandolerismo po-lítico alcanzaron categoría de práctica oicial».12 Por lo tanto, Lansky no pudo ser un desconocido para Pepín. El capo tenía tal grado de inluencia en Cuba, que «desde los años 30 hasta 1958 no se produjo un acontecimiento político de magnitud o un gran negocio, sin que estuviera presente su mano o su atención, ya fuera negociando de manera secreta o interviniendo a través de “cabezas visi-bles”, como actuante o consejero».13

Las cuentas del Estado cubano fueron sumamente lo-recientes cuando las administró quien también era presi-dente de la compañía Bacardí. No es ilógico suponer que el logro de tal gestión inanciera se debió al «empujonci-to» que le dieron todas las fortunas ilícitas y millones de dólares que llegaban a Cuba por vías de la maia.

11CIRULES, Enrique: El imperio de La Habana, Casa de las Américas, La Habana, 1993.12ARBOLEYA, Jesús: La contrarrevolución cubana, Ciencias Sociales, La Habana, 1997.13CIRULES, Enrique: Ob. cit.

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LA BACARDÍ SE VA PARA BAHAMAS

En 1952 Fulgencio Batista le da un golpe de Estado a Carlos Prío Socarrás. La acción contaba, ciertamente, con la obligatoria bendición de la maia y del Gobierno estadounidense, que veían en su hombre al aglutinador de las fuerzas políticas burguesas que se disputaban la torta gubernamental. El apoyo de Washington a Batista se mantuvo por casi seis años, a pesar de los reiterados informes oiciales que situaban a Cuba como uno de los primeros centros de la delincuencia mundial, incluido el tráico de heroína y cocaína.

Aparte de contrariar a miembros del clan Bacardí que habían formado parte del Gobierno de Prío —como Pepín Bosch— el golpe de Estado en nada afectó a la compañía ronera. Los millonarios negocios no se detu-vieron, aunque una aparente y pequeña adversidad sur-gió para Bacardí en 1957. En La Habana, un grupo de estudiantes universitarios armados asaltaron el Palacio Presidencial y trataron, infructuosamente, de «ajusti-ciar» a Batista. Algunos de los jóvenes que no murieron en el operativo fueron salvajemente asesinados en los días siguientes. Al parecer, José Pepín Bosch no estuvo de acuerdo con esa oleada de violencia ordenada por el

LA BACARDÍ SE VA ANTESDE LLEGAR LA REVOLUCIÓN

Capítulo III

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dictador, ante lo cual salió del país temeroso de que este tomara represalias en su contra.1

En realidad la maniobra fue un pretexto, ya que el jefe de la Bacardí regresó pronto, portando en su male-ta documentos muy particulares y valiosos. Estos reco-nocían que la compañía Bacardí había sido fundada en Santiago de Cuba, pero ahora el registro mundial de la marca estaba en Bahamas.

Pero, ¿por qué ijar una sede en Bahamas, selecto paraíso iscal de capitales fugados y mal habidos? ¿Te-nía la Bacardí necesidad de volver impermeables sus cuentas y transacciones ante los ojos de alguna autori-dad iscalizadora?

Ese traslado de jurisdicción es la constancia de que la compañía Bacardí parte de Cuba, ya que tenía «en lu-gar seguro su más preciosa posesión: la marca».2 Cuba quedaba como el lugar donde producía esa melaza de alta calidad con la cual elaboraba sus rones; sin descon-tar la ventaja de tener allí su principal destilería, como estrategia de marketing para aumentar las ventas, al ser Cuba sinónimo de buen ron a nivel mundial. Bueno, tam-bién es cierto que en ese país estaban las raíces familia-res de la compañía.

Esto sucede antes del arribo al poder de Fidel Castro, en 1959, y antes de la nacionalización de la empresa en 1960.

Hace pocos años, una de las historias contada por la mul-tinacional dio a entender que había empezado a planiicar

1BENES, Alejandro: «The Spirit of the Bat», Cigar Aicionado, Wa- shington, otoño de 1996.2The World of Bacardí-Martini. Producido para Bacardi Limited- PemBrocke, Bermudas, por Sidney M. Maran. No se precisa la fecha de la edición, pero seguramente es de mediados de los años noventa.

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su partida de Cuba desde ines de la década de los veinte, y que por ello construyó las fábricas en México y Puerto Rico. No solo para evitar el pago de impuestos cubanos, sino también por la inestabilidad política que se vivía en la Isla. Coincidentemente, la Bacardí empieza a referirse a esa inestabilidad justo cuando Estados Unidos se propo-nía quitar el estatuto de protectorado a Cuba, a comien-zos de los años treinta.3 Los accionistas de la Bacardí dan a entender que sus compatriotas, por sí solos, no podían regir su destino.

UNA REVOLUCIÓN INCOMPATIBLE CON LA BACARDÍ

Habría que buscar cuántas cosas hizo el capitoste de la Bacardí para ganar los favores de quienes decidían la política cubana. O sea, del Gobierno estadounidense, sus servicios de inteligencia y la maia. A mediados de diciem-bre de 1958 el embajador estadounidense en Cuba, Earl Smith, visitó al dictador Batista para repetirle que debía dejar el poder y salir del país, pero que antes instalara una junta con la responsabilidad de preparar elecciones. Smith hasta le llevaba el nombre de los elegidos, uno era José Pepín Bosch.4 Es que el proceso de la guerra revolucio-naria se tornaba imparable, y los estadounidenses pensaban que la partida de Batista podría ayudar a calmar sus llamas.

El dictador huye el 1.o de enero de 1959 y la dirigencia gue-rrillera asume el poder. Los empresarios de la Bacardí, que habían aportado inancieramente a esa lucha, convencidos

3Idem.4SMITH, Earl: The Fourth Floor, Randon House, Nueva York, 1962.

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de que su único in era acabar con la dictadura batistiana, hacen desplegar una inmensa pancarta en la fachada de su ediicio en La Habana, que contenía dos simples palabras: «Gracias, Fidel».5 Estos, y otros miembros de la burguesía nacional, estaban seguros de que si apoyaban al nuevo Go-bierno podrían desplazar contrincantes nacionales y ex-tranjeros. Pensaban que los revolucionarios harían algu-nas tibias reformas sociales, económicas y políticas, pero sin que sus privilegios fueran afectados.

Un desafecto de la Revolución publicaría su versión sobre varios sucesos acontecidos en aquellos primeros años del triunfo:

Su primer viaje [de Fidel Castro] a Estados Unidos en abril de 1959 será una obra maestra de inteligencia po-lítica, que sorprenderá a los norteamericanos y permi-tirá a Fidel Castro ganar tiempo y prestigio en Estados Unidos, en América Latina y Cuba.

Lo acompaña una delegación de alto nivel económico, con iguras de prestigio en Estados Unidos: Felipe Pa-zos, presidente de la Banca Nacional [...]; Pepín Bosch y Daniel Bacardí, de la prestigiosa irma del ron, re-presentantes ilustres de los industriales cubanos...6

Un mes después, en mayo, al decretarse las primeras medidas hacia una reforma agraria integral, la burguesía

5KIGER, Patrick y John Kruger: «Squeeze Play: The United States, Cuba, and the Helms-Burton Act», The Center for Public Integrity, Washington, marzo de 1997.6FRANQUI, Carlos: Vida, aventuras y desastres de un hombre llamado Castro, Planeta, Barcelona, octubre de 1978.

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cubana, el Gobierno estadounidense y la maia se darían cuenta de que lo prometido al pueblo por Fidel Castro y sus barbudos se iba a cumplir, que las transformaciones que se avecinaban iban a afectar totalmente sus intere-ses, privilegios y sueños. Esto retumbó en Washington como declaración de guerra, y el presidente Eisenhower ordenó a sus fuerzas prepararse para ella. El conjunto de «agredidos» aplaudió tan esperada decisión.

LAS NACIONALIZACIONES NO ERAN UN JUEGO

El 6 de julio de 1960 se dicta en Cuba la Ley No. 851, que otorgaba facultades al presidente y al primer mi-nistro para que dispusieran, conjuntamente, mediante resoluciones, cuando lo consideraran conveniente a la defensa del interés nacional, la nacionalización de los bienes o empresas propiedad de personas naturales o jurídicas nacionales de los Estados Unidos de Nor-teamérica o de las empresas en que tengan interés o participación dichas personas, aunque las mismas es-tuvieran constituidas con arreglo a las leyes cubanas. Aunque lo dispuesto se ajustaba al Derecho Internacio-nal,7 Estados Unidos respondió con el aumento de ata-ques terroristas, al tiempo que aceleraba la prepara-ción de la invasión por Bahía de Cochinos.

7Cuando triunfa la Revolución cubana, la economía de Estado en Francia e Inglaterra, por ejemplo, solo era superada por las de la Unión Soviética y demás países del bloque socialista de Europa. Los sectores estratégicos de la economía estaban nacionalizados (BERNARD, Chenot: Les entrepri-ses nationalisées. Presses Universitaires de France, París, 1977).

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Estados Unidos nunca tomó en cuenta el artículo quinto de la Ley No. 851. Este, muy claramente esta-blecía el derecho de los expropiados a recibir compen-sación económica, para lo cual se crearon bonos de la República pagaderos en treinta años con los intereses incluidos, estableciéndose un fondo especial en el Ban-co Nacional. Se trataba de un fondo a llenar, porque las arcas de la nación habían sido vaciadas y trasladadas a Estados Unidos por muchos de los que lamentaban las expropiaciones. De ahí que la ley precisara que ese fon-do especial se formaría con el 25 por ciento de los ingre-sos por la venta de azúcar a Estados Unidos, lo cual fue imposible llevar adelante, porque ese país dejó de com-prar el producto ese mismo mes de julio. La situación se agrava el 7 de febrero de 1962, cuando el presidente Kennedy instaura oicialmente el bloqueo económico, comercial y inanciero contra la Isla.

A nadie le importaba aceptar la propuesta del Gobier-no revolucionario cubano, que además se correspondía con el Derecho Internacional y con la práctica aplicada en casos similares. Se suponía que en cuestión de sema-nas, meses, o en un año, todo volvería a ser como antes. Nadie imaginaba que un Gobierno contrario a los intere-ses estadounidenses sobreviviera por mucho tiempo.

Sin embargo, años después, países como Francia, México, Suiza, Gran Bretaña, Canadá y España esta-blecieron negociaciones con las autoridades cubanas y llegaron a acuerdos para la compensación a sus nacio-nales por las propiedades que estos tenían en la Isla.

En octubre de 1960, como parte del proceso de nacio-nalización en marcha, se dictó la Ley No. 890, que dispuso

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la expropiación forzosa de las propiedades de la Bacardí, entre otras personas naturales y jurídicas.

LA REVOLUCIÓN FAVORECIÓ A BACARDÍ

Cuando se nacionaliza la empresa y demás propieda-des del clan Bacardí, una buena parte del capital y los bienes estaban en otros países, principalmente la marca. De ahí que la medida del Gobierno revolucionario tan solo impuso el ajuste de algunos detalles de tipo técnico en todo el complejo que existía a nivel internacional.

Juan Prado, quien fuera responsable de ventas de la compañía en La Habana, desempeñó un papel importante en ese reacomodamiento, al anunciar a los compradores extranjeros que tendrían que «escoger entre hacer nego-cios con Castro o Bacardí». Y que cualquiera que hiciera negocios con la «Cuba comunista» no sería bienvenido.8

Mientras se profería esa especie de amenaza a la clientela y a potenciales compradores, en 1968 la empre-sa instala una destilería en Nassau. Esto le dio estatus de empresa doméstica, lo que le abría mercados en los paí-ses que formaban parte de la Commonwealth, además de otras posibilidades, como la de adquirir caña de azúcar a buen precio en las colonias o en territorios bajo protecto-rado de Gran Bretaña en el Caribe.

Prado y otros importantes directivos de la transnacio-nal han reconocido que el hecho de que los «hayan echa-do de Cuba» es responsable del éxito de Bacardí como

8BENES, Alejandro: Ob. cit.

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corporación multinacional. Que el «haber dejado Cuba» permitió que la compañía fuera menos limitada, al am-pliar las posibilidades de mercados mundiales más allá de Estados Unidos y América Latina.9

«La reformada compañía que surgió no era más una empresa cubana. El exilio la hizo una compañía sin nacionalidad, mucho antes de la era de las multina-cionales».10

9Idem.10The World of Bacardi-Martini: Ob. cit.

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EL EMPRESARIO Y SU BOMBARDERO

A mediados de los sesenta el gran jefe de la compañía Bacardí decidió bombardear las recién nacionalizadas reinerías de petróleo. José Pepín Bosch estaba seguro de que si dejaba a Cuba en tinieblas «se crearía un estado subversivo nacional».1 Su intención era copiada. Ya mer-cenarios cubanos de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) habían intentado volarlas desde el mismo enero de 1959, al triunfar la Revolución.

Pepín compró un viejo B-26, que casualmente era el avión preferido de la Fuerza Aérea de la CIA en sus agre-siones contra Cuba. El patrón de la Bacardí llevó la nave hasta Costa Rica con la intención de lanzar desde allí el plan terrorista. Curiosamente este era uno de los países que la Agencia y sus mercenarios utilizaban como tram-polín para sus ataques. Al avión le faltaban los cohetes, por lo cual Pepín partió a buscarlos en Venezuela. Nada.

1VARGAS LLOSA, Álvaro: El Exilio Indomable, Espasa-Calpe, Madrid, 1998. Este libro, como su autor deja entrever en las primeras páginas, se hizo a pedido de la Fundación Nacional Cubano Americana, organi-zación ultraderechista radicada en Miami, pero el resultado inal es el autodesenmascaramiento. Entre las personas que le brindan testimo-nio al autor está la accionista de la Bacardí y directora de la Fundación Clara María del Valle.

LA CIA, EL EMPRESARIO YLOS TERRORISTAS

Capítulo IV

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Parece que fue la dictadura brasileña quien le entregó dos, pero «que no infundían demasiado respeto».2 Todo estaba listo para que un arriesgado mercenario prendiera motores y se enrumbara a incendiar petróleo y humanos. Pepín se quedaría esperando los resultados. Por suerte la acción fue delatada: «Una mañana apareció, retratado en la segunda página del New York Times nada menos que el trashumante avión».3 Ante el escándalo, el Gobierno de San José pidió retirar el bombardero, y el plan quedó como aventura de corto vuelo.

Igual de breve había resultado la navegación de un barco regalado por Bosch a miembros del Movimien-to Demócrata Cristiano decididos a iniltrarse en Cuba en los primeros días de abril del 61;4 justo dos semanas antes de que Estados Unidos tratara de invadir la Isla por Bahía de Cochinos con la mercenaria Brigada 2506. José Ignacio Rasco, que estuvo en el barco obsequiado, fue de los escogidos por la CIA para liderar el aparato político, de fachada, que asumiría el Gobierno si triun-faba la ocupación.

KENNEDY Y LOS «HUÉRFANOS»

Luego del iasco y la humillación que recibió su Briga-da 2506, el presidente John F. Kennedy decidió preparar otra invasión, esta vez sí contundente y de tierra arrasada

2Idem.3Idem.4RASCO, José Ignacio: «Orígenes de la Brigada 2506», El Nuevo He-rald, Miami, 24 de abril de 1997.

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si era necesario. Dio luz verde a una operación integral que incluía lo militar, el terrorismo dentro de Cuba, la asixia económica, y un trabajo político para aislar inter-nacionalmente a la Revolución. Como lo expuso el man-datario en noviembre de 1961, había que ayudar a los cubanos a derrocar al «régimen comunista», e instaurar un Gobierno amigo con el cual Estados Unidos «pudiera vivir en paz».

Ante semejante amenaza, el Gobierno de La Habana tocó la puerta del único país presto a entregarle armamen-to pesado: la Unión Soviética. En octubre de 1962 Estados Unidos alegó que se estaban instalando armas nucleares en Cuba, y estalló la conocida Crisis de los Misiles. Dicen que se estuvo al borde de un conlicto apocalíptico, aunque entre potencias arreglaron el problema, y los soviéticos comprometieron a los estadounidenses a no invadir Cuba, a reacomodar planes. Pero hasta lo esencial, que era la inva-sión, siguió su cauce a pesar del pacto. Simplemente, en ese momento sí se necesitaba hacer creer que los «exiliados» encaraban solos, «huérfanos» de la ayuda estadounidense, la pretendida liberación de su país.

PEPÍN BOSCH PREPARA LA SEGUNDA INVASIÓN

Coincidentemente, por las mismas fechas, a Pepín Bosch se le ocurrió organizar la contrarrevolución con el in de pre-parar la segunda invasión a Cuba. Su idea era «reunir a un grupo de mirlos blancos, de hombres prominentes de la Cuba republicana, y someterlos a un referendo para obtener una representación mundial del exilio [estos personajes] estarían

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mandatados para hacer gestiones en favor de la libertad de Cuba...».5 Curiosamente, según un memorando del Consejo Nacional de Seguridad (NSC, siglas en inglés), el Gobierno estadounidense estaba al tanto de esa intención.6

No demoraron mucho en hallarle a Bosch cinco «mir-los blancos» que estarían al frente de sus planes. Se dice que sesenta y cuatro mil familias se inscribieron en Es-tados Unidos, Europa, y hasta en Australia y Hong Kong, y que el noventa por ciento votó por el quinteto prese-leccionado por Pepín. Así, a comienzos de 1964 nació en Miami la Representación Cubana en el Exilio (RECE).

Casi un año antes, la sede de la empresa Bacardí en Estados Unidos había sido trasladada desde Nueva York a esa ciudad.

Como jefe militar de la Representación Cubana en el Exilio fue designado Erneido Oliva, exoicial del Ejército batistiano. Hombre de total conianza de la CIA, fue el se-gundo al mando de la mercenaria Brigada 2506. Extraña casualidad: cuando fue llamado a participar en la RECE lle-vaba ocho meses preparándose para la segunda invasión. El entrenamiento lo realizaba en Fort Benning, base de la CIA especializada en cursos de propaganda, acciones encubier-tas, comunicaciones, espionaje y operaciones clandestinas.7

5VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.6United States Position on Efforts by Cuban Exiles to Achieve, Me-morándum From Gordon Chase of the National Security Council Sta-ff to the President’s Special Assistant for National Security Affairs, Washington, 28 de mayo de 1963. Del restringido NSC son parte los secretarios de Estado y Defensa, el consejero para la Seguridad Na-cional, el director de la CIA, tres consejeros de la Casa Blanca y el ministro de Justicia.7BARDACH, Ann Louise: «Cuba: The Beginning of the End», The New Republic, Washington, 3 de octubre de 1994.

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El responsable político de la RECE fue el abogado Er-nesto Freire. Cuando el Gobierno estadounidense debió negociar con su homólogo cubano la libertad de los mil y tantos mercenarios capturados durante la invasión por Bahía de Cochinos, designó a William Donovan como res-ponsable, y a Freire como su mano derecha.8 Donovan cargaba la gloria de haber estado entre los principales organizadores de los servicios de inteligencia estadouni-denses, tal y como se conocen actualmente.

Aunque no fue de los elegidos en el mencionado refe-rendo de Bosch, un casi desconocido dirigente estudian-til del Movimiento Demócrata Cristiano llamado Jorge Mas Canosa se destacó rápidamente como responsable de publicaciones y relaciones públicas. Luego de parti-cipar como mercenario en la brigada invasora —aunque no desembarcó ni combatió— es seleccionado para ir a Fort Benning, de donde pasa a integrar la RECE. Tony Calatayud, otro exmercenario de la Brigada 2506, que tampoco llegó por votación a la RECE, se convirtió en un destacado activista paramilitar y terrorista.

El tal «acto democrático», como fue llamado por el jefe de la Bacardí, quien además lo preparó, se redujo a cenizas, pues fueron Mas Canosa y Calatayud, con Freire por los lados, quienes terminaron liderando la Represen-tación Cubana en el Exilio, convirtiéndola en «uno de los grupos más fuertes de la época».9

8JOHNSON, Haynes: La Baie des Cochons. L’invasion manquée de Cuba, Robert Laffont, París, 1965.9ENCINOSA, Enrique: Cuba en guerra. Historia de la oposición an-ti-castrista 1959-1993, Fondo de Estudios Cubanos de la Fundación Na-cional Cubano Americana, Miami, 1994.

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BACARDÍ Y LA CIA FINANCIAN

Con los objetivos que se proponía, era sencillamente imposible que la RECE actuara sin el visto bueno de la CIA. La Agencia tenía en sus manos la responsabilidad, por orden presidencial, de dirigir y/o controlar todos los hilos de la telaraña contrarrevolucionaria.

Se ha dicho que la Representación Cubana en el Exi-lio se inanciaba por sus propios medios: «Bacardí, daba a la organización diez mil dólares mensuales y pagaba a cada uno de los cinco líderes seiscientos dólares al mes, era su fuente de sustento primordial...».10 Es difícil creer que una organización con tantas necesidades, de personal y materiales, para desarrollar operativos de sabotaje y terrorismo, sobreviviera «primordialmente» con diez mil dólares mensuales.

No se puede desconocer que se buscaron otras formas de subvención. Por ejemplo, se utilizaron todos los me-dios de comunicación al alcance, en Miami y otras ciu-dades, para dirigirse a la emigración cubana. Se anunció que la RECE estaba preparando la nueva invasión, pero que faltaba dinero; se precisó que la acción armada se produciría «antes de que inalizara 1964, o, a más tardar, antes del 24 de febrero de 1965».11 Muchos emigrados han testimoniado que los dólares llovieron durante esas cam-pañas. Como era de esperar, poco después se anunció que la invasión sería postergada, sin aclarar que hasta nunca más. Y según se airma, el dinero se evaporó. Aseguran

10VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.11RIVERO COLLADO, Carlos: Los sobrinos del tío Sam, Akal, Madrid, 1977.

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que pocos años después fue apareciendo invertido en al-gunos negocios personales de los dirigentes de la Repre-sentación Cubana en el Exilio.

Veamos lo que dice al respecto Carlos Rivero Collado, exmiembro de la Brigada 2506, reiriéndose al período comprendido entre 1964 y 1974:

Las delegaciones del RECE, organizadas en todos los centros de la emigración, han recaudado varios millo-nes de dólares. Este capital se ha invertido en operacio-nes bancarias y, sobre todo, en la adquisición de tierras y bienes raíces en la Florida, de forma que, por ejem-plo, Ernesto Freire es el vicepresidente ejecutivo del Jefferson National Bank de Miami Beach; Jorge Mas Canosa es uno de los mayores accionistas de la pode-rosa irma de bienes raíces The Keyes Realty Corpo-ration (en la que, también, tienen acciones Carlos Prío Socarrás y el íntimo de Nixon, Bebe Rebozo), que posee grandes extensiones de tierra y repartos urbanizados en la zona sur del Condado Dade ...; Antonio Calatayud, utilizaría su parte del botín en comprar la radioemisora WRIZ, Radio Mundo y en asociarse a Mas Canosa en el negocio de bienes raíces; Erneido Oliva recibiría, como recompensa a su labor en el RECE, una casa valuada en más de 50 000 dólares en Washington D.C.12

Existen documentos oiciales estadounidenses, revisa-dos por investigadores congresionales, en los cuales se puede veriicar que la CIA también inanciaba la RECE. Además, el FBI entregó en 1985 a miembros del Congreso

12Idem.

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un documento desclasiicado, en el que se precisa que la estación de la CIA en Miami le entregaba dinero para desarrollar sus actividades. En el mismo informe, el FBI asegura que Mas Canosa y Freire eran hombres de la CIA.13

Otro memorando del FBI revela que la Agencia entregó a Mas Canosa cinco mil dólares para que este los hiciera lle-gar a un miembro de la Representación Cubana en el Exilio. El dinero tenía como inalidad cubrir los gastos del sabotaje a un barco cubano en el puerto mexicano de Veracruz. El encargado de la acción, también formado en Fort Benning, se llamaba Luis Posada Carriles, quien en ese momento ya era operario especial de la CIA.14 Durante un buen tiempo Posada sería jefe de operaciones de la RECE, organización que tomaría como plataforma para convertirse en uno de los más sangrientos terroristas del hemisferio occidental.

EL PLAN PARA ASESINAR A FIDEL, RAÚL Y AL CHE

Aunque el documento fue conocido por investigado-res del Congreso en 1975, el Consejo Nacional de Seguri-dad estadounidense solo permitió que se hiciera público en 1998. Fue parte de las investigaciones que realizó el Congreso sobre el asesinato del presidente Kennedy y los planes para asesinar a dirigentes políticos de otros países por parte de la CIA, en perfecta complicidad con el mundo del hampa, en particular la Cosa Nostra estadounidense

13Gaeton Fonzi, quien ha trabajado como investigador para comisiones especiales del Congreso de Estados Unidos, recoge esta información en dos de sus trabajos: The Last Investigation, Thunder’s Mouth Press, Nueva York, 1993, y «Who is Jorge Mas Canosa», Esquire, enero de 1993.14FONZI, Gaeton: «Who is Jorge Mas Canosa», Esquire, enero de 1993.

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y no pocos cubanos emigrados.15 La carta que antecedía al informe dice textualmente:

La Casa BlancaWashington.Junio 15, 1964

Memorando para Mr. Bundy.Asunto: Asesinato de Castro.

1- Adjunto va un memorando de la CIA describiendo un complot para asesinar a Castro, que involucraría elementos estadounidenses de la maia y que estaría inanciado por Pepín Bosch2- John Grimmins está averiguando el caso. Él está plani-icando hablar con Alexis Johnson, y piensa que el tema debería ser discutido en una reunión del Grupo Especial. La idea personal de John es que el Gobierno de Estados Unidos no puede conscientemente permitir ningún invo-lucramiento criminal americano de este tipo, y debería hacerse todo lo posible para detener el complot. Esto implicaría lanzar al FBI sobre los elementos criminales estadounidenses involucrados e intervenir ante Bosch

No he relexionado todavía sobre todo, ni he sacado una conclusión.

Gordon Chase

15«Memorandum to McGeorge Bundy from Gordom Chase. Subject: Assassination of Castro». The White House, Washington, 15 de junio de 1965. El informe que acompaña la carta: «Memorandum for: The Director of Central Intelligence. Subject: Plans of Cuban Exiles to Assassinate Selected Cuban Government Leaders», 10 de junio de 1964.

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En resumen, ¿qué decía el documento de ocho puntos, adjunto a esa carta, entregado al jefe de la CIA por parte de oiciales bajo su mando?

Que Pepín Bosch ofreció aportar cien mil dólares de los ciento cincuenta mil que pedían personas relaciona-das con la Cosa Nostra estadounidense, para asesinar a Fidel y Raúl Castro como también al Che Guevara. El «prominente exiliado» que le había propuesto el asunto a Pepín le dijo también que no sería tan difícil lograr el objetivo porque las personas encargadas aún tenían con-tactos en Cuba, debido a sus relaciones de negocios. Se desconocía el nombre de todas las personas participan-tes: «Nadie quiso investigar quién estaba detrás de los planes en Cuba, porque la persona que estaba al frente en Estados Unidos puso muy en claro que era gente de la maia». Y esto Pepín lo sabía muy bien. Según el mismo informe, el 25 de abril de 1964 se conirmó que en Cuba estaba todo listo para llevar a cabo el operativo. Las «bue-nas noticias» se darían supuestamente entre el 20 y 25 de mayo de ese mismo año.

En el punto ocho ya se dice que otro informante de los oiciales de la CIA había dicho que Pepín solo ofreció aportar cincuenta mil dólares, los cuales esperaba «recu-perar del Gobierno estadounidense o de otras fuentes». De todas maneras, como sigue diciendo el informe al di-rector de la CIA, Bosch creía que un cambio rápido en «la situación cubana se podría hacer solamente con la elimi-nación física de Fidel Castro, y que esta eliminación valía seguramente 150 000 dólares...».

Si todo lo anterior ya es bastante grave, la forma en que inaliza el informe constata nuevamente que Pepín

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tenía amistades y hasta protección a muy alto nivel en la CIA, algo que se puede concluir con tan solo leer la carta a Mr. Bundy, asistente especial del presidente John-son para asuntos de seguridad nacional, encargado, entre otras responsabilidades que también había asumido du-rante la administración Kennedy, de las relaciones con la CIA. Porque en el informe del director de la CIA en esa época, otro de los magnates perjudicado por las naciona-lizaciones en Cuba, Richard Helms, se precisaba: «Nota. Se ha pedido que esta agencia esté informada sobre cual-quier acción contemplada hacia las personas menciona-das en este informe antes de que la acción se inicie».

UNIDAD PARA EL TERRORISMO

Una de las más difíciles tareas que tuvo la CIA fue in-tegrar los grupos y grupúsculos contrarrevolucionarios, que sumaban casi cuatro centenas, para facilitar su con-trol y el desarrollo de sus planes.

Por casualidad, la Representación Cubana en el Exi-lio de la Bacardí andaba en lo mismo. La Representación propuso a otros grupos unirse, coordinar acciones, unii-car el mando. La autoridad que inspiraba Pepín, por ser quien era en la prestigiosa compañía Bacardí, facilitó el objetivo. «Aunque ya había una proliferación de grupos realizando operaciones comando en el exilio, RECE empe-zó en 1965 a coordinar esfuerzos dispersos, dándoles una sombrilla».16 Todos ellos estaban involucrados en actos de sabotaje y terrorismo, como era el caso de Alpha 66, con

16VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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el cual la RECE mantuvo unas «muy buenas relaciones», que les permitían todavía en 1969 discutir posibilidades de inanciamiento para sus actividades.17 A partir de esa unidad de acción «arrancó un movimiento de iniltracio-nes y de ataques armados a la Isla que los ocuparía hasta ines de la década. Tenían barcos, lanchas rápidas, de 25, 26, 27 pies de eslora ...».18

A ines de los sesenta la Representación Cubana en el Exilio se propone detener las operaciones comando, pues todos sus hombres caían en combate o prisioneros. Pepín Bosch y su gente en la RECE se dieron cuenta de que «a pesar de todos los recursos reunidos gracias a la relati-va libertad de los dirigentes de la organización dentro de los Estados Unidos y de sus contactos en Cuba, no habían podido rasguñar siquiera al enemigo».19 No obstante esa constatación, la dirigencia de la Representación, encabe-zada ya por Mas Canosa, envía una carta, el 21 de marzo de 1969, a Proctor Jones, asistente del senador Richard Russell, en la cual le dice que la CIA «podría hacer mu-cho para contribuir a un levantamiento interno dentro de la Isla, que conduciría a la caída de Castro [...], todo lo que pido es ayuda logística para ayudar dentro de Cuba a aquellos que desesperadamente esperan que les demos

17TALLEDA, Miguel: Alpha 66 y su histórica tarea, Universal, Mia-mi, 1995. Ver también: CALVO OSPINA, Hernando y Katlijn Declercq, Casa Editorial Abril, La Habana, 2003.18VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit. Las organizaciones terroristas Al-pha 66, 30 de Noviembre y Comandos L fueron de las primeras con los cuales la RECE coordinó acciones. Su radicalismo era tal que las pro-pias autoridades estadounidenses, incluida la CIA, debieron hacerles «llamados de atención» (Ver: ENCINOSA, Enrique: Ob. cit).19VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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las armas que necesitan».20 Se desconoce si la carta en-contró eco. Lo cierto es que «el 12 de marzo de 1970, se-gún un memorándum interno, la junta del comité ejecu-tivo de la Representación Cubana en el Exilio aprobó un crédito de 600 000 dólares para “actividades bélicas”».21 Pero, ¿de dónde provenía tanto dinero?

20VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.21Idem.

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ENTRA EN ESCENA JESSE HELMS

Jesse Helms, de Carolina del Norte, llegó al Sena-do en 1972 por el Partido Republicano. Y si ese febrero de 1976 estaba dirigiendo algunas frases a varios cien-tos de eufóricos opositores al Gobierno cubano, en Mia-mi, era porque su conciencia política ya era la de un reaccionario. Richard Stone, también senador republica-no, pero por la Florida, era otro invitado especial al acto organizado por la Representación Cubana en el Exilio.

No fueron las únicas estrellas que brillaron ese día con luz propia. Se hallaba William Buckley, que a co-mienzos de los ochenta sería jefe de la CIA en el Líba-no. Y el teniente general Daniel Graham, quien hasta un mes antes había sido director del Servicio de In-teligencia de las Fuerzas Armadas estadounidenses. Graham, además, era colaborador especial de la Heri-tage Foundation, organización, o think tank, creada en 1973, que en la década de los ochenta se convertiría en la vanguardia del pensamiento conservador que gober-naría esa nación.1

1En Estados Unidos, los think tanks son fundaciones o centros de inves-tigación no lucrativos, que trabajan en temas de política pública.

DE LA VIOLENCIAAL CABILDEO

Capítulo V

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Estos personajes no le pudieron haber caído a la Re-presentación Cubana en el Exilio del cielo como el maná. Tampoco se puede pensar que por ser Pepín Bosch el ca-pitoste de la Bacardí, con solo levantar el teléfono o en-viarles una invitación, los iba a tener reunidos allí de la noche a la mañana. La realidad es que el acto funcionó como una especie de matrimonio con carácter indisolu-ble. Porque los invitados de la Representación Cubana en el Exilio, todos, a su manera, desde ese día no pararon de realizar o sostener actividades contra Cuba.

DE LA DICTADURA BRASILEÑA A LA CHILENA

A pesar de haber centrado su actividad en acciones comando y atentados terroristas durante los años sesen-ta, la Representación Cubana en el Exilio y otras bandas, intentaron entrar en contacto con varios Gobiernos lati-noamericanos, buscando legitimidad política. La Repre-sentación Cubana en el Exilio se ijó en Brasil, donde los militares habían derrocado mediante un golpe de Estado al presidente progresista Joao Goulart, en 1964, con el beneplácito y apoyo del Gobierno estadounidense. Pepín Bosch y los dirigentes públicos de la Representación pen-saban que la dictadura, «según las probabilidades políti-cas, debía inclinarse por los adversarios de Castro».2

La dictadura brasileña facilitó algunas cosas a los con-trarrevolucionarios. Pero darles un reconocimiento oicial no era fácil, dadas las simpatías que despertaba el nuevo Gobierno cubano en un buen segmento de la opinión pública

2VARGAS LLOSA, Álvaro: El Exilio Indomable, Espasa-Calpe, Madrid, 1998.

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internacional; ningún país se atrevió a hacerlo. A excep-ción, ya lo sabemos, de Estados Unidos.

Mas, en septiembre de 1973 se produce en Chile un suceso que repercute a nivel mundial. El general Au-gusto Pinochet protagoniza un sangriento golpe de Es-tado al presidente socialista Salvador Allende, elegido democráticamente. Como ya es ampliamente conocido, Nixon había dado la orden de preparar el derrocamiento de Allende, tarea que asumió su secretario de Estado y futuro premio Nobel de la Paz, Henry Kissinger. Como en Brasil, la CIA, la multinacional telefónica ITT, los grandes medios de información, el sector sindical inlui-do por la Federación Estadounidense del Trabajo-Con-greso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, siglas en inglés) y el Partido Demócrata-Cristiano, prepararon el camino a la dictadura.

Los contrarrevolucionarios cubanos celebraron a Pi-nochet. La Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos lo condecoró con la Medalla de la Libertad. La Asociación tenía motivos para tal afrenta, no solo por coincidir ideo-lógicamente, sino porque el dictador había asegurado que le haría las cosas más difíciles al Gobierno cubano en la Organización de Estados Americanos (OEA). Y para que no se tuviera duda de su intención, en noviembre de 1974 logró que en una reunión de esa entidad hemisférica, un grupo de emigrados se pronunciara contra la readmisión de Cuba, expulsada de su seno en 1962.

Pero ese espacio público que ofreció Pinochet sería una modesta cara de la moneda. La dictadura inició «una relación especial» con algunos contrarrevolucionarios, no solo incluyéndolos como asesores de sus equipos

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represivos, sino facilitándoles armas, explosivos, entre-namiento y refugio.3 Entre ellos, al terrorista Orlando Bosch, hombre de la CIA que, aunque sin lazos familia-res con Pepín, sí estaba bien involucrado con la Repre-sentación Cubana en el Exilio.4

EFECTIVIDAD Y ECONOMÍA DEL TERRORISMO

Al despuntar los setenta la preocupación internacional del Gobierno estadounidense estaba volcada en la guerra de Vietnam, donde la guerrilla del Vietcong tenía a su po-deroso ejército a las puertas de la derrota. Esto implicaba una reducción de apoyo económico y político de Washing-ton, porque el «problema cubano» podía esperar.

Aprobado por la CIA, se produce un replanteamiento táctico: el terrorismo simple y puro. Un par de hombres y menos de diez mil dólares podrían ser más efectivos que una misión comando.5 En abril de 1974, en Nueva Jersey, se realiza un acto para presentar «La guerra por los cami-nos del mundo». Entre quienes lo presidían se encontraba Tony Calatayud, dirigente de la Representación Cubana en el Exilio. Parece que Mas Canosa, el otro dirigente de la Representación, no estuvo presente. Sin embargo, el pe-riodista David Poppe, en la revista Florida Trend, aseguró

3DINGES, John y Saul Landau: Assassination on Embassy Row, Pan-theon Books, Nueva York, 1980.4KIGER, J. Patrick y John Kruger: «Squeeze Play: The United States, Cuba, and the Helms-Burton Act», The Center for Public Integrity, Washington, marzo de 1997.5ENCINOSA, Enrique: Cuba en guerra. Historia de la oposición an-ti-castrista 1959-1993, Fondo de Estudios Cubanos de la Fundación Na-cional Cubano Americana, Miami, 1995.

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en noviembre de 1974: Canosa «permanece en contac-to con distintos operarios terroristas, enlazados todos ellos por la lealtad a la alianza de la JM/WAVE...», nom-bre en clave de la estación CIA en Miami, dirigida por el especialista en operaciones clandestinas Theodore Shackley.

«La guerra por los caminos del mundo» se tradujo en una sistemática escalada de bombas y asesinatos en todo el continente americano, Europa y hasta en Japón. Estaba dirigida contra sedes diplomáticas y comerciales cubanas, ediicaciones y barcos de países que comerciaban con la Isla, sin que se salvaran instalaciones de la ONU. Por la diversidad de países, algunos bien distantes de la guarida, es razonable pensar que los terroristas cubanos contaron con el apoyo de una gran maquinaria (¿la CIA?); por sí so-los nunca habrían podido disponer de la logística necesaria para hacer estallar una bomba, por ejemplo, en Madrid o París. En la capital francesa la bomba estalló en la sede diplomática cubana, en julio de 1974, siendo reivindica-da por el Frente de Liberación Nacional de Cuba (FLNC), siniestro aparato «sombrilla» de varias bandas, entre las que se contaba la Representación Cubana en el Exilio.

LA COMPLICIDAD DEL SILENCIO

Con el propósito de ganar el voto de los opositores a Cuba en las elecciones de 1976, el presidente Gerald Ford le «exige» al Gobierno revolucionario que cese la solidaridad con la lucha independentista de los puertorriqueños; así como el retiro de las tropas internacionalistas desplegadas

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en Angola. Esto alentó a las gavillas. A punto de perder el control sobre ellas, la CIA presiona para que en el verano de 1976 las facciones más radicales se reúnan en Repúbli-ca Dominicana, y constituyan una coalición denominada Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU). Era una orden del director de la agencia de es-pionaje, y futuro presidente de la nación, George Bush.6 «A ella se incorporaron las principales organizaciones contrarrevolucionarias existentes en esos momentos; la Junta fascista chilena resultó un factor de inspiración y apoyo para la articulación».7 Para dirigir la CORU se eli-gió al que ya era asesor de la tenebrosa policía política chilena (DINA), Orlando Bosch. Tony Calatayud quedó incluido en el núcleo de dirección. Entre los presentes es-tuvieron otros terroristas muy cercanos a la Representa-ción Cubana en el Exilio, como Posada Carriles.8

En septiembre de 1976, una bomba destrozó el vehículo donde viajaban el ex ministro de Defensa Nacional de Sal-vador Allende, Orlando Letelier, y su ayudante estadouni-dense. El horrendo crimen sucedió en Washington, pero re-sonó políticamente en todo el país, iniciándose una amplia investigación en la que terminaron involucrados varios emigrados que operaban para la CIA y la DINA chilena.

El 6 de octubre, aún tibios los hierros retorcidos del automóvil, la copa se desborda: una nave de Cubana de Aviación es dinamitada en pleno vuelo. Sobre el territo-rio de Barbados quedaron los cuerpos de setenta y tres

6LABROUSSE, Alain: «Les obscurs destins de l’argent de la drogue», Le Monde Diplomatique, París, enero de 1992.7ARBOLEYA CERVERA, Jesús: La contrarrevolución cubana, Cien-cias Sociales, La Habana, 1997.8FONZI, Gaeton: «Who is Jorge Mas Canosa», Esquire, enero de 1993.

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personas. Ocho días después, las autoridades venezola-nas detenían a Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, ya sabemos, amigos íntimos de la Representación Cubana en el Exilio. Este último había sido asesor de las fuerzas de seguridad venezolanas, enviado por la CIA, y llegó a obte-ner el cargo de comisario de la policía política.

Ningún grupo contrarrevolucionario, o miembro de ellos, condenó públicamente ese crimen. Por el contrario, lo justiicaron de diversas maneras. Como callaron ante ese, y muchísimos otros, aquellos del clan Bacardí.

La presión nacional e internacional obligó al Gobierno estadounidense a obrar contra los elementos más recal-citrantes. Y «La guerra por los caminos del mundo» fue desmontada. Los actos demenciales no lograban desesta-bilizar el proceso atacado, pero sí producían un rechazo en la inmensa mayoría de la población de Estados Unidos. Llegaba la hora deinitiva de volcar los recursos hacia otra estrategia. El trabajo político, de saco y corbata, por pasillos y oicinas era el norte a seguir. El suceso logrado con la visita a Miami de Jesse Helms y demás personajes era una prueba.

«RECE volvió a casar ron y política, y la Bacardí se hizo una vez más cargo de casi todas las cuentas...».9

LOBOS TRAVESTIDOS EN OVEJAS

José Pepín Bosch, guiado por sus poderosas amis-tades en el establishment estadounidense, ponía, a su vez, al ambicioso Jorge Mas Canosa a tocar puertas en

9VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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Washington. En esa tarea, Mas Canosa se cruza con Frank Calzón, un egresado de la conservadora Universidad de Georgetown. Calzón era un destacado militante de Abda-la, organización fundada por un «veterano de las “Uni-dades cubanas” del Ejército de Estados Unidos».10 Abda-la actuaba como el aparato público del terrorista Frente de Liberación Nacional de Cuba. En 1975, irónicamente, los abdalistas crean Of Human Rights, y Calzón obtiene la presidencia ejecutiva. Paralelo a ello dirigía el Cuban American Public Affairs, un aparato de cabildeo, o lobby, prácticamente unipersonal.

Ese mismo año, Richard Stone presenta en el Senado una resolución para detener el turismo a Cuba. No fue todo. Tras esa diligencia promueve la creación de un co-mité de colegas partidarios de una «Cuba libre», al cual los contrarrevolucionarios le aportarían doscientos cin-cuenta mil dólares. «Gracias no tanto a esta respetable dotación como al hecho de que hubiera todavía políticos norteamericanos anticomunistas, diecisiete senadores aceptaron incluir sus nombres en este intento de usar las instituciones de la democracia para inluir en la política exterior».11

Pepín Bosch contribuyó sustancialmente a la suma. Lo complejo es saber cuánto de esa cantidad le correspondió a Stone y demás senadores que integraron el Americans for Free Cuba; incluido Jesse Helms, quien no solo irmó la resolución sino que se encargó de impulsarla.

10ENCINOSA, Enrique: Ob. cit.11VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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ADIÓS A LA RECE; LLEGA LA FNCA

En 1988 se anunció la disolución oicial de la Repre-sentación Cubana en el Exilio. Aunque en realidad, para los albores de la década de los ochenta, esta solo existía como otra sigla en el concierto de grupos contrarrevolu-cionarios. Porque desde 1981 varios directivos y accionis-tas de la transnacional Bacardí, antiguos dirigentes de la RECE, y varios operarios de la CIA, se suman y aportan a una estructura supermoderna, de estrategias muy bien deinidas, poderosa económicamente, política e ideológi-camente ultraderechista: la Fundación Nacional Cubano Americana.

Entonces se debe conocer lo básico de la Fundación, porque, al menos en el período que abarca esta investiga-ción, comparte los intereses políticos y económicos de la Bacardí contra Cuba.

EL NSC, PADRE Y MADRE DE LA FNCA

Desde el momento en que Reagan gana las elecciones, Richard Allen, quien sería uno de sus principales asesores

REAGAN ENGENDRAUNA CRIATURA

Capítulo VI

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en materia de seguridad externa, propone involucrar al sector extremista de la emigración cubana en los planes que se estaban diseñando.1 Los contrarrevolucionarios cubanos habían probado idelidad a Estados Unidos, so-bre todo cuando este país había requerido sus servicios para la realización de actividades clandestinas y terroris-tas en varios puntos del planeta.

La propuesta fue aceptada, pero debió saltar un esco-llo. Las actividades terroristas realizadas para afectar la Revolución cubana y, en no pocos casos, la relación con el tráico de drogas hacían vulnerables ante la opinión pú-blica a los líderes tradicionales.2 De ahí que se buscaron personas cuya imagen no estuviera tan manchada.

Parece que fueron doce los primeros hombres lla-mados a reunirse con Allen. La mayoría eran miembros de la CIA, en estrecha relación con ella, o al servicio de otras unidades secretas estadounidenses. Todos habían alcanzado una aceptable reputación entre sectores in-telectuales conservadores, empresariales y de negocios en ese país. Aparte de la participación de algunos en la malograda invasión estadounidense a Cuba, por Bahía de Cochinos, su pasado no se veía involucrado directamente en graves actividades de corte delictivo.

1FONZI, Gaeton: «Who is Jorge Mas Canosa», Esquire, enero de 1993.2SCOTT, Peter Dale y Jonathan Marshall: Cocaine Politics. Drugs, Ar-mies, and the CIA in Central América, University of California Press, Berkeley, Los Angeles, Oxford, 1991. Este trabajo, convertido en re-ferencia incontestable, además de detallar la participación de contra-rrevolucionarios cubanos en el tráico de drogas durante la guerra antisandinista, precisa que muchos de ellos ya tenían experiencia en la materia. Los nombres de Posada Carriles y Orlando Bosch, entre otros, quedan en ese trabajo como contribuyentes económicos a orga-nizaciones terroristas, tales como la CORU y el FNLC, sombrillas de las cuales formó parte la RECE.

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Según declaró tiempo después uno de ellos, en el Con-sejo Nacional de Seguridad (NSC, siglas en inglés) se les dijo que si se organizaban y mejoraban la imagen del «exilio cubano», les podrían ayudar a hacer algo por la «libertad de Cuba», relacionándolos con el liderazgo del mundo político.3

Nacía así, en el seno de la administración Reagan, en julio de 1981, la Fundación Nacional Cubano Americana.

La Fundación fue creada como una asociación sin áni-mo de lucro, libre de impuestos, con «propósitos cientí-icos, educacionales y caritativos». Atendiendo consejos de Allen, se estructuró según el esquema del poderoso aparato de cabildeo judío, el American-Israel Public Affairs Committee. Es decir, con una instancia encargada del trabajo de inluencia política sobre el aparato estatal, que era propiamente la Fundación Nacional Cubano Ame-ricana, y un Comité de Acción Política supuestamente in-dependiente, cuya función residía en canalizar las contri-buciones económicas a los políticos, sin comprometer al resto de la organización.

El exmiembro de la organización terrorista Abdala Frank Calzón fue el primer director ejecutivo. Cuando poco después renuncia, y como para que no quedaran dudas acerca de las raíces de la Fundación, es Jacqueline Tillman quien toma ese cargo hasta 1992. La señora Tillman acaba-ba de ocupar un asiento en el determinante Consejo Nacio-nal de Seguridad. José Sorzano, intelectual cubanoameri-cano, al contrario de la señora Tillman, pasó de directivo de la Fundación al Consejo Nacional de Seguridad.

3FONZI, Gaeton: Ob. cit.

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PROYECTO DEMOCRACIA

El involucramiento de la extrema derecha cubana en la estratagema de la administración Reagan se consoli-daría totalmente en enero de 1983, cuando el presidente irma la Directiva No. 77. Esta, que tenía carácter secre-to, se conocería en el interior del selecto Consejo Nacio-nal de Seguridad como Proyecto Democracia. Y uno de los objetivos centrales de la directiva era Centroamérica, donde se vivía una candente problemática social, política y de insurrección. Era la pequeña y pobre Nicaragua, con su naciente Revolución Popular Sandinista, el objetivo número uno en la mira, al ser una amenaza excepcional y extraordinaria para la seguridad nacional, y la política exterior de Estados Unidos, según Reagan.

Lógicamente, Cuba no dejaba de estar entre los obje-tivos, al ser considerada principal instigadora de la situa-ción, por presunta orden de la Unión Soviética.

El Proyecto Democracia constó de dos caras. Una, de carácter militar y clandestina, alejada hasta de la super-visión del Congreso. La coordinación operativa se le en-tregó al teniente coronel Oliver North, veterano de las operaciones especiales clandestinas desarrolladas en las guerras de Indochina.4 A pesar de tener un carácter

4Vasta es la documentación existente sobre el Proyecto Democracia y los personajes involucrados. Vale la pena citar: - Informe Kerry: «Drugs, Law Enforcement and Foreign Policy», Sub-committee on Terrorism, Narcotics and International Operations of Foreing Relations, United States Senate, U.S. Government Printing Ofice, Washington, 1989.- MARSHALL, Jonathan; Peter Dale Scott y Jane Hunter: The Iran Contra Connection. Secret Themes and Covered Operation in the Rea-gan Era, South End, Boston, 1985.

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público, la segunda cara estaba supervisada por un ex-perto en propaganda de la alta cúpula de Operaciones Especiales de la CIA. Esta se llamó Fondo Nacional para la Democracia (NED, siglas en inglés), surgida como una corporación no gubernamental sin ánimo de lucro. A pesar de ello sus fondos fueron y siguen siendo, aprobados en el presupuesto federal, con el visto bueno del Congreso.

La NED vio la luz del día, creció y se desarrolló con-vertida en el instrumento preferido de intervención po-lítica estadounidense, y asumió las tareas que hasta ese momento realizaba de manera encubierta la CIA: pene-trar las organizaciones de la llamada sociedad civil, con reinados proyectos, a mediano y largo plazos.5

LA FNCA Y EL PROYECTO DEMOCRACIA

Una de las primeras tareas de la Fundación Nacional Cubano Americana fue participar de la cruzada antisan-dinista, la que se desplegó tanto en Centroamérica como dentro de Estados Unidos. Así se convierte en apéndice importante del Proyecto Democracia, al punto de ser una de las más importantes receptoras de dólares de la NED: «Hija del Proyecto Democracia de Reagan, la National Endowment for Democracy ... puso recursos en manos de numerosos grupos latinoamericanos, entre ellos la Fun-dación y varias otras organizaciones del exilio».6

5WOLDMAN, Joel: The National Endowment for Democracy, Foreign Affairs and National Defense Division, Congressional Research Ser-vice, Washington, junio de 1985.6VARGAS LLOSA, Álvaro: El Exilio Indomable, Espasa-Calpe, Madrid, 1998.

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Según el investigador congresional Gaeton Fonzi, la Fundación recibió de la NED varios millones de dólares durante las administraciones Reagan y Bush, o sea, en-tre enero de 1981 y enero de 1993. Un buen volumen de ese dinero llegó allí solo de tránsito, al estar destinado a inanciar otras actividades, como la guerra secreta de Reagan en Centroamérica.

Por lo menos hasta ines de los ochenta, los servicios de seguridad estadounidenses y la Casa Blanca tuvieron que ver directamente con las decisiones de la Fundación. Sus dirigentes debieron asistir a reuniones regulares, en las que miembros de esos servicios informaban sobre la situación en América Latina, para luego pasar a trazar las líneas de trabajo a seguir.7 Uno de los primeros direc-tores de la Fundación le confesaría al investigador Fonzi que fue en esos encuentros que «él se dio cuenta» de que la administración Reagan había montado la Fundación, «no únicamente para avanzar en la causa cubana, sino como parte de un esquema mucho más grande».8

PRIMEROS PADRINOS DE LA FNCA

Entre los personajes que impulsaron en el NSC la pues-ta en marcha de la Fundación, y que también trabajaron en el Proyecto Democracia, estaba el director de la CIA, William Casey, que con la emigración cubana extremista «tenía una relación de afecto».9 También el académico

7FONZI, Gaeton: Ob. cit.8Idem.9VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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e ideólogo Roger Fontaine, encargado de América La-tina en el Consejo Nacional de Seguridad. Este era miembro de la Liga Mundial Anticomunista (WACL, si-glas en inglés) y del Centro Internacional de Estudios Estratégicos (CSIS, siglas en inglés) de la Universidad de Georgetown, cantera del pensamiento neoliberal es-tadounidense. Otro personaje clave para el desarrollo de la Fundación Nacional Cubano Americana sería Robert McFarlane, instigador de la violencia que se desplegó contra el pueblo nicaragüense, y uno de los redactores del llamado Documento de Santa Fe.10

Por su parte, los legisladores Jesse Helms y Richard Stone realizaron ingentes esfuerzos en el Congreso para la aceptación y apoyo a la Fundación Nacional Cubano Americana. En la misma senda estuvo Dante Fascell, de-mócrata por la Florida, quien presidía en esos momentos el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Re-presentantes. Jeane Kirkpatrick, esposa de un ex alto fun-cionario de los servicios de inteligencia estadounidenses, también favoreció durante muchísimos años la labor de la Fundación Nacional Cubano Americana.11 La señora Kirk-patrick, inluyente personaje de la Heritage Foundation,

10«A New Inter-American Policy for the Eighties», más conocido como Documento de Santa Fe, fue elaborado por un comité especial de po-líticos, investigadores y militares estadounidenses. Ofrecía análisis y recomendaciones sobre el quehacer de la política exterior de Estados Unidos, que resultaron básicas para la administración Reagan.11Evron Kirkpatrick, esposo de Jeane, fue uno de los más importan-tes creadores de la actual Agencia Central de Inteligencia (CIA). En-tre sus tantas actividades ultrasecretas está la participación en el «Programa Nacional de Guerra Sicológica» (National Psychological Warfare Program), que trajo consigo la persecución a intelectuales y artistas por su presunta relación con el «comunismo internacional». (HATCH, Richard y Sara Diamond: «Operation Peace Institute», Z Magazine, Boston, julio-agosto, 1990).

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de Freedom House y otras instituciones conservadoras, así como embajadora de Ronald Reagan ante Naciones Unidas, se integró a su Consejo Consultivo (Advisory Council), compartiendo ese lugar preferencial con el le-gislador Richard Stone y José Pepín Bosch, de la Bacardí.

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CÓMPLICES EN EL PECADO

Como sus intereses políticos coincidían con los obje-tivos que la administración Reagan tenía para la Funda-ción, a los pocos meses más de cien empresarios cuba-nos residentes en Estados Unidos formaban parte de su directiva, cada uno dispuesto a aportar cuotas de entre cinco mil y cincuenta mil dólares anuales, y muchos de ellos vinculados de una u otra forma con los servicios de espionaje estadounidense, principalmente con la CIA.

Por otra parte, la inluencia que podía tener ese gru-po sobre la comunidad en la Florida, la posibilidad de movilizar recursos económicos, decisivos en la política electoral estadounidense, y sus relaciones con el mundo empresarial y político, dentro y fuera de Estados Unidos, lo hicieron imprescindible para la causa.

DIRECTIVOS DE BACARDÍ REFUERZAN LA FNCA

Desde los primeros pasos dados por la Fundación Na-cional Cubano Americana, varios accionistas de la multi-nacional Bacardí ingresaron a su directiva. Dentro de la

LA FNCA Y LOS ACCIONISTAS

Capítulo VII

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Fundación siempre han sido un gran poder a la sombra. Ninguna otra formación empresarial o familiar ha tenido una presencia permanente con tantos miembros en esa especie de «santuario» de la extrema derecha contrarre-volucionaria.

Esos accionistas, y por su intermedio la Bacardí, han sido de los más importantes responsables y cómplices de las actividades ilegales, clandestinas y de otro tipo realiza-das desde 1981 por la Fundación. Han sido parte del cuer-po directivo que ha tomado decisiones, ha aprobado planes y los ha implementado, sirviendo a los intereses estadouni-denses, primordialmente en la guerra contra Cuba.

Tampoco puede pasarse por alto que numerosos miem-bros del clan han pertenecido a la Fundación en calidad de asociados. Estos, aunque no pueden ser elegidos como directores, sí tienen todos los demás derechos, deberes y privilegios, incluido el de participar en la Junta General. Cada año deben aportar un mínimo de dos mil dólares.

Entre los miembros del clan Bacardí que han forma-do parte de la Junta Directiva de la Fundación Nacional Cubano Americana se distinguen: José Pepín Bosch, Cla-ra María del Valle, Gerardo Abascal, Lourdes Abascal Quirch, José Bacardí, y Manuel J. Cutillas (ver anexo II).

Pepín Bosch, quien había dejado su cargo en la com-pañía Bacardí en 1976, pero manteniéndose entre los más importantes e inluyentes accionistas, compartió silla en el Consejo Consultivo (Advisory Council), hasta su muer-te en 1994, con personajes como el senador Richard Stone, Jeane Kirkpatrick, William C. Doherty y Peter Grace, los dos últimos, directivos del Instituto Americano para el Desarrollo de los Sindicatos Libres (AIFLD, siglas en

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inglés), organización regional de la AFL-CIO. Tanto las organizaciones sindicales como esas personas, han sido denunciadas por sus estrechos vínculos con la CIA.1

Cutillas, Abascal, Abascal Quirch y José Bacardí, por su parte, han sido ideicomisarios (Board of Trustees) junto a una gran gama de cubanoamericanos, incluido, coincidencia del destino, Ernesto Freire, exdirigente de la Representación Cubana en el Exilio y exmiembro de los servicios de inteligencia estadounidenses.

Clara María del Valle, nieta de una Bacardí, se invo-lucraría desde mediados de los ochenta en las activida-des de la Fundación, con poder en la toma de decisiones a partir de 1989, cuando ingresa a la Junta de Directores (Board of Directors), hasta llegar en 1999 a vicedirectora ejecutiva.

También importantes miembros del clan han manteni-do relaciones, colaborado y/o realizado aportes inancie-ros, aunque sin pertenecer al ejecutivo de la Fundación, de los cuales se pueden citar los altos directivos de la empresa Juan Prado, Juan Grau, Rodolfo Ruiz, Eduardo Sardiña, Edwin Nielsen Schueg, entre otros.2

1El exoicial de la CIA Philip Agee, en el libro que le ha costado bas-tantes represalias del Gobierno estadounidense, Journal d’ un agent secret (Editions du Seuil, París, 1976) acusa a Doherty de ser «agente sindical de la CIA» al momento de ejercer como director de la AIFLD. Mientras a Grace, presidente de la W.R. Grace and Co., compañía mul-tinacional con gran presencia en América Latina, y presidente del eje-cutivo de la AIFLD, lo señala como «muy importante colaborador de la CIA para las operaciones sindicales».2Algunas otras personas del clan Bacardí que han mantenido relacio-nes, apoyado de diversas formas y/o inanciado la Fundación, u otras actividades en contra de Cuba, residentes en Estados Unidos, México, Puerto Rico o Bahamas, son: Emilio y Gloria Estefan, Eddy Quirch, Leslie Pantin, Ana María Bacardí Comas, Tito Argamasilla Bacardí, José Argamasilla Grimany, Vilma Schueg Arellano, Lisette Arellano,

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EL PAPEL DE LA INTELECTUALIDAD CONSERVADORA

También los intelectuales y diplomáticos merecían es-pecial atención en la Fundación Nacional Cubano Ame-ricana. Aunque muy pocos se integraron al cuerpo di-rectivo, muchos formaron parte del equipo asesor. Los preferidos fueron mayormente aquellos que tenían re-laciones con la Heritage Foundation, Freedom House, o procedían de la Universidad Católica de Georgetown.

Junto a Frank Calzón se distinguieron José Sorzano, Ernesto Betancourt y Luis Aguilar León, editorialista del periódico El Nuevo Herald y persona comprometida con los intereses políticos de la empresa Bacardí.3 Ellos, y su círculo, compartieron tesis, actividades y complicidades con intelectuales de otras nacionalidades. Entre los prime-ros estuvieron Fernando Arrabal, Carlos y Jorge Semprún, Philippe Sollers, Hugh Thomas, Mari Paz Martínez Nieto, Mario Vargas Llosa, Bernard-Henri Levy y Jean-François Revel, este último considerado al servicio de la CIA.4

En el caso de Francia, el primer encuentro se realizó en 1979, teniendo a Revel, Levy, Arrabal y Sollers como

Ana María Cutillas y Juan M. del Valle. La referencia a varias de ellas se encuentra en el informativo de la organización, Fundación, el cual publicó «como humilde muestra de reconocimiento, los nombres de los miembros de la FNCA que han cumplido ielmente con sus contri-buciones a través de los años y que se incorporarán a la categoría de Miembro Fundador».3«Homenaje de Bacardí a Luis Aguilar León», Diario Las Américas, Miami, 22 de junio de 1996. Ver también: VARGAS LLOSA, Álvaro: El Exilio Indomable, Espasa-Calpe, Madrid, 1998.4GRESH, Alain, «Une sainte Alliance contre l’insaisissable ennemi?», Le Monde Diplomatique, París, febrero de 1987. Revel ha pertenecido a la dirección de Freedom House, organización que dice defender los derechos humanos, pero de una manera bastante parcializada hacia los intereses políticos de Estados Unidos.

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sus principales protagonistas. En octubre de 1991, bajo la coordinación de los contrarrevolucionarios Eduardo Manet, residente en Francia, y Carlos Alberto Montaner, residente en España, se organizó otro similar en la Asam-blea Nacional de Francia, que coincidió con la inaugura-ción del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. El punto central de ese encuentro fue exigirles a los Gobier-nos galo y español el reconocimiento de las principales organizaciones del «exilio» como interlocutoras válidas. La presidencia del evento estuvo a cargo de Vargas Llosa, quien ya apoyaba el bloqueo a Cuba;5 y fue «organizado por la revista francesa La Regle du jeu, del ilósofo anti-marxista Bernard-Henry Levy».6

En abril de 1992 se efectuó otro encuentro en París. Nuevamente Montaner y Manet coordinaron, mientras Re-vel y Levy apoyaban. Igualmente contó con el respaldo del cineasta Néstor Almendros, quien pocos años antes había estrenado su documental Nadie escuchaba, subvencionado por la FNCA.7 A este asistieron dirigentes de la Fundación, y otros representantes de organizaciones extremistas de Miami como Hubert Matos y Ricardo Boill. Los debates se efectuaron en el «Centro de Altos Estudios sobre África y Asia Moderna, que incluye al Grupo Caribe ..., que pertene-ce a la oicina de la Primera Ministra Edith Cresson».8

5«Vargas Llosa apoya el embargo contra Castro», Diario Las Améri-cas, Miami, 22 de febrero de 1994.6El Nuevo Herald, Miami, 11 de octubre de 1991.7«Por una Cuba Libre y democrática», Fundación, órgano informativo de la FNCA, Miami, mayo de 1988.8El Nuevo Herald, Miami, 4 de abril de 1992. «Entrevista a Hubert Matos» y «Entrevista a Ricardo Boill». Ver: CALVO OSPINA, Her-nando y Katlijn Declereq: ¿Disidentes o mercenarios?, Casa Editora Abril, La Habana, 2000.

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INFILTRACIÓN ACADÉMICA

Al concordar ideológicamente, la Fundación, el Centro Internacional de Estudios Estratégicos (CSIS, siglas en in-glés), la Heritage Foundation, Freedom House y la Univer-sidad de Miami, esencialmente, estrecharían lazos. Ade-más, la Fundación entregaría al CSIS y a la Universidad de Miami importantes aportes económicos, que se traduci-rían en algo más que simples relaciones académicas.

A ines de la década de los ochenta, la Fundación Nacio-nal Cubano Americana creó el Fondo de Estudios Cubanos. Sus metas básicas eran producir documentos de análisis políticos y coordinar actividades con centros de estudios y universidades sobre Cuba. Por ejemplo, cuando se avizo-raba el derrumbe del llamado bloque socialista europeo, el Fondo organizó junto a la Universidad de Miami encuen-tros para debatir las relaciones entre Cuba y esos países. Fueron invitados políticos, diplomáticos e intelectuales de la URSS, Polonia y Hungría, principalmente.

Como era de suponer, las principales iguras en la dirección del Fondo provenían de las instituciones con-servadoras anteriormente citadas: Jean-François Revel, Jeane Kirkpatrick, Hugh Thomas, Luis Aguilar León y Mario Vargas Llosa, entre otros.9

9«For a Free and Democratic Cuba», Fundación Nacional Cubano Americana, Miami. No trae fecha de edición, aunque seguramente fue a comienzos de los noventa. Luis Aguilar León fue parte del selec-to y restringido grupo que en 1960 laboró en Radio Swan, frecuencia clandestina de la CIA dirigida contra Cuba, especializada en desin-formación. Otros intelectuales comprometidos con el Fondo fueron: Susan Kaufman (Freedom House), Mark Falcoff (Freedom House y American Enterprise Institute), Paul Hollander, Irving L. Horowitzy y Jaime Suchlicki.

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En los primeros meses del año noventa, la Funda-ción propuso a la Universidad Internacional de Miami (FIU, siglas en inglés) crear el Centro de Estudios Cu-banos, paralelo a la Facultad del mismo nombre, por-que, supuestamente, esta se encontraba en manos de la izquierda La Fundación aportaría un dólar por cada dólar estatal, lo que permitiría otorgar becas, inanciar seminarios, investigaciones y publicaciones. Pero la propuesta fue rechazada por un importante sector de alumnos y docentes, que vieron en peligro la indepen-dencia académica.

La confrontación tomó dimensión nacional, hasta que en 1991 el Congreso estatal de la Florida decidió que el Centro podía crearse, pero en la Universidad de Miami, institución casi dominada para entonces por el sector reaccionario de la emigración cubana. El Congreso tam-bién se comprometía a aportar un millón de dólares, por lo tanto la Fundación debería aportar igual cantidad. La Fundación levantó el millón de dólares en lo que canta un gallo —la Bacardí hizo una contribución sustancial— y nació así el Centro de Estudios Cubanos...10

LA CÁTEDRA BACARDÍ

Fue en la Universidad de Miami que se inauguró, en 1986, la cátedra Emilio Bacardí Moreau, más conocida como la cátedra Bacardí (The Bacardi Chair). Personajes ligados a la Fundación y la Bacardí, como Luis Aguilar León, Irving L. Horowitz y Jaime Suchlicki fueron invitados a dic-

10VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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tar cursos sobre la historia de Cuba y la comprensión de la cultura cubana, temas centrales de la cátedra.

Precisamente Manuel Cutillas, quien fuera capitoste de la Bacardí, fue el presidente del Consejo Internacional Consultivo (International Advisory Board) de la Univer-sidad de Miami.11 Llama la atención que el consejo con-sultivo de un centro académico superior estuviera con-formado por 34 ejecutivos en representación de la banca, el comercio, la industria y los medios de comunicación. Según el informativo de la Universidad, colaboraría con el rector «en el desarrollo de programas de estudios in-ternacionales, reclutamiento de estudiantes, así como el progreso del Centro para Estudiantes Cubanos».

RADIO MARTÍ

El grupo de intelectuales y políticos militantes de la Fundación Nacional Cubano Americana o próximos a esta pudo poner al aire sus tesis y anhelos en Radio Martí. Aprobada en 1983 por el presidente Reagan, a la par que el Proyecto Democracia, tan solo en mayo de 1985 comen-zaron sus transmisiones hacia Cuba, al haber encontrado fuerte oposición de un importante sector del Congreso estadounidense, que la veía poco efectiva en la estrategia de desestabilizar al Gobierno cubano.

Según los principales interesados, la emisora signi-icaba «el primer acto importante de la Fundación, en

11En mayo de 2000, este centro docente le concedió a Cutillas el título de doctor honoris causa. En 1993 le otorgó el mismo título a la artista Gloria Stefan, también perteneciente al clan Bacardí.

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sociedad con el gobierno norteamericano».12 Richard Allen sería, en el Consejo Nacional de Seguridad, quien impulsaría la creación de la radio que, irónicamente, llevaba el nombre del Héroe nacional cubano, quien luchó contra el colonialismo español y previó las an-sias de Estados Unidos de anexionarse su patria. Allen contaría de nuevo con el apoyo de aquellos que habían favorecido el nacimiento de la Fundación Nacional Cu-bano Americana: Jesse Helms, Richard Stone, Dante Fascell, Robert McFarlane, Jeane Kirkpatrick, entre otros. Además, Allen y la extrema derecha de la emi-gración cubana tenían un hombre clave a su favor: Charles Wick, jefe del principal aparato de propaganda estadounidense: la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA, siglas en inglés).13

Hilda Inclán, de la Dirección de Noticias, se fue de Ra-dio Martí «acusando a los directores de violaciones de le-yes federales y periodismo irresponsable». Igualmente, se quejó de que «el Departamento de investigaciones de la empresa radial era un aparato de inteligencia .... Precisa-mente, el Departamento de investigaciones de Radio Mar-tí se había convertido en la espina dorsal de la radioemiso-ra».14 Rolando Bonachea, director de la emisora, expresó durante una disertación en la Universidad de Miami:

Hoy por hoy Radio Martí y TV Martí son los centros más grandes de investigación e información sobre Cuba.

12PÉREZ CASTELLÓN, Ninoska: Un hombre y su tiempo, Fundación Nacional Cubano Americana, Miami, julio de 1998.13Idem.14ENCINOSA, Enrique: Cuba en guerra. Historia de la oposición an-ti-castrista 1959-1993, Fondo de Estudios Cubanos de la Fundación Na-cional Cubano Americana, Miami, 1995.

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Mientras la CIA cuenta con solo 3 analistas de origen cu-bano dedicados a ese tipo de investigación, y el Departa-mento de Defensa tiene 2, RM y TVM tienen 220 emplea-dos totalmente dedicados al estudio de la realidad cubana y las actividades del gobierno, dentro y fuera de Cuba.15

Radio Martí comenzó con un presupuesto anual de catorce millones de dólares, que fue aumentado gradual-mente. A pesar de ello, el objetivo fundamental de inci-dir en el pueblo cubano para que se sublevara contra su Gobierno, no se ha logrado. Preocupados por esa situa-ción, varios e importantes directores y accionistas de la compañía Bacardí se unieron a Ciudadanos por una Cuba Libre, colectivo de personajes conservadores de la políti-ca estadounidense y cubanoamericanos, que en una carta abierta al presidente Clinton le pedían, entre otras cosas: «Intensiicar las transmisiones a Cuba de Radio y Televi-sión Martí, y de otros canales de comunicación, a in de informar y motivar al pueblo».16

15Diario Las Américas, Miami, 17 de marzo de 1992.16«Carta abierta al presidente de los Estados Unidos: Los días de Cas-tro están contados. ¡No rescate a su dictadura fracasada!», aviso pa-gado, El Nuevo Herald, Miami, 27 de septiembre de 1994. Ciudadanos por una Cuba Libre incluía a personajes tales como Jeane Kirkpatrick, Elliot Abrams, William Clark, así como los cubanoamericanos Otto Reich y José Sorzano, entre otros. También irmaban varios miembros de la Fundación, magnates cubanoamericanos del azúcar, etcétera. Pero por abrumadora mayoría, los nombres que respaldaron la Carta abierta pertenecían al clan Bacardí, entre ellos: Manuel J. Cutillas, Juan Grau, Juan Prado, Edwin Nielsen, varios miembros de la familia Arellano, Leslie Pantin y Eddy Quirch.

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A) La guerra antisandinista

CAE EL PROYECTO DEMOCRACIA

El 6 de octubre de 1986, una patrulla del Ejército Popu-lar Sandinista derriba un avión. La documentación halla-da al único sobreviviente, el estadounidense Eugene Has-enfus, probaba lo que el Gobierno de Nicaragua sostenía sin ser escuchado: desde la Casa Blanca se dirigía la gue-rra irregular y terrorista contra su territorio, mientras la denominada contra era el aparato mercenario utiliza-do sobre el terreno para tales ines. Días después, el 25 de noviembre, es el ministro de Justicia estadounidense quien revela que el dinero proveniente de la venta ilegal de armas al Gobierno de Irán se había desviado para i-nanciar la guerra antisandinista.

No era una tormenta lo que caía sobre Reagan y su equi-po gubernamental sino un cataclismo llamado Irán-Con-tragate. La opinión pública no acertaba a entender cómo, mientras Reagan pedía condenar mundialmente al «de-monio terrorista» de Khomeini, se le hubiera vendido armamento pesado por intermedio de Israel; que luego parte de ese dinero (doce millones de dólares) pasara

DOS GUERRAS YSUS CÓMPLICES

Capítulo VIII

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a inanciar la agresión contra un país con el cual no se estaba en guerra. Día a día las revelaciones continuaban, mostrando la serie de acciones secretas que violaban el Derecho Internacional, los derechos humanos, las propias leyes estadounidenses, y las disposiciones del Congreso.1

El colmo fue cuando se demostró que la operación antisandinista también se había sostenido con dinero proveniente del tráico de drogas. Cocaína y marihuana entregadas por los principales jefes de los denominados carteles colombianos a una de las redes del Proyecto De-mocracia, se transportaron hasta pistas en Costa Rica, Honduras y El Salvador, controladas por la CIA. De allí la droga era enviada hasta aeropuertos civiles y milita-res de la Florida, donde otra red se encargaba de ponerla en el mercado.2 Los delincuentes colombianos recibían a cambio armamento, soisticado material de seguridad y facilidades para el ingreso a territorio estadounidense de sus propios embarques. Es seguro que nunca la maia de ese país hubiera llegado a ser lo que es, si no se le hubiera involucrado en la guerra antisandinista.3 Mientras, Rea-gan tenía convencida a la ciudadanía de su país, y a casi toda la humanidad, de que su Gobierno estaba en guerra contra el tráico de drogas.

1El 10 de octubre de 1984, por intermedio de la Enmienda Boland, el Con-greso había decidido negar la ayuda militar a la contra, así como prohibir que la administración Reagan sostuviera o condujera, directa o indirec-tamente, operaciones militares o paramilitares contra Nicaragua.2Informe Kerry: «Drugs, Law Enforcement and Foreign Policy», Sub-committee on Terrorism, Narcotics and International Operations of Foreing Relations, United States Senate, U.S. Government Printing Ofice, Washington, 1989.3CALVO OSPINA, Hernando: Don Pablo et ses amis, EPO, Bruselas, 1994.

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Lo que empezó a ser revelado por los medios informa-tivos, quedó demostrado en las investigaciones del Con-greso, principalmente en la encabezada por el legislador John Kerry: en su obsesiva guerra contra Nicaragua, Ro-nald Reagan y su equipo implicaron a la nación en una operación de «bandolerismo de Estado».4

MEDIO PÚBLICA, MEDIO PRIVADA

William Casey, Robert McFarlane y Oliver North ins-tigaron desde la CIA y el Consejo Nacional de Seguri-dad la creación de una superestructura denominada Ni-caraguan Freedom Fund, que impulsó y coordinó, en gran medida, los esfuerzos de una variada gama de or-ganizaciones privadas conservadoras. Estas brindaron y buscaron apoyo político y mediático, dentro y fuera de Estados Unidos, así como participaron en la colecta y tras-lado de fondos hacia la contra. Su principal cabeza públi-ca fue Jeane Kirkpatrick.5 El terrorista Posada Carriles,

4RAMONET, Ignacio, «La longue guerre occulte contre le Nicaragua», Le Monde Diplomatique, París, febrero de 1987.5Los franceses Bernard-Henry Levy y Jean François Revel, entre otros, ir-maron una carta al Congreso estadounidense, donde pedían dinero para la contra. Entre las organizaciones privadas que apoyaron al NSC y al Departa-mento de Estado en la guerra antisandinista estuvieron: FNCA, National De-fense Council y Foundation Conservative Caucus, que tenían en su directorio a los ex altos mandos militares profascistas John Singlaub y Daniel Graham, así como a Jesse Helms y Dan Burton, legisladores que por primera vez se unían en un plan contrarrevolucionario; Orden de Malta, Heritage Founda-tion, AFL-CIO, Freedom House, American Enterprise Institute, American Security Council, que contaba con los legisladores Jesse Helms y Robert Dole, más Graham y Singlaub; Liga Mundial Anticomunista, encabezada por Singlaub; Friends of the Democratic Center in Central America, que tenía entre sus activistas a W. Doherty, P. Grace, J. Kirkpatrick y Mas Canosa.

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quien asesoró a la fuerza mercenaria, comentaría al respec-to: «La CIA, que estaba a cargo de este proyecto, veía con muy buenos ojos que un grupo independiente apoyara con armas y municiones a los rebeldes antisandinistas […]».6

Como estaba previsto desde su creación por el Proyecto Democracia, el Fondo Nacional para la Democracia se encar-gó de deslizar millones de dólares para la contra mercenaria a través de esas organizaciones. Por su parte, el Departamen-to de Estado orientó a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, siglas en inglés), la Agencia de Estados Unidos para la Información y otras instituciones bajo su mando, que coordinaran con las organizaciones pri-vadas la entrega de la pretendida «ayuda humanitaria» a la fuerza mercenaria. Pero lo que se descubrió en las investiga-ciones congresionales fue que la tal asistencia, privada y pú-blica, servía de tapadera a la compra de material de guerra y al apoyo militar estadounidense. Y otro detalle: que tras ella hasta el Departamento de Estado se vio involucrado directa-mente en el tráico de drogas, cuando varios organismos y/o operaciones bajo su responsabilidad se utilizaron para ello.7

CON LOS «COMBATIENTES POR LA LIBERTAD»

De toda esa operación antisandinista fue partícipe di-recta la Fundación Nacional Cubano Americana, incluidos

6POSADA CARRILES, Luis: Los caminos del guerrero, editado por el autor, 1994.7Informe Kerry: «Drugs, Law Enforcement and Foreign Policy», Ob. cit. Leer también: DALE, Peter y Jonathan Marshall: Cocaine Politics. Drugs, Armies, and the CIA in Central America, University of Califor-nia Press, Los Angeles, 1991.

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los accionistas y directivos de la transnacional Bacardí que de ella participan, dado que tienen poder en la toma de decisiones.

Hasta los primeros años de la década de los noventa, la Fundación no se preocupó por ocultar, o disimular, su pa-pel de ente accesorio de la política exterior estadouniden-se. Por el contrario, su real naturaleza la expresaba sin ambages: «Respaldamos la iniciativa del presidente Rea-gan de apoyar moral y materialmente a los combatientes por la libertad en Cuba, Afganistán, Etiopía, Cambodia, Nicaragua, Angola y otros países ...»8. Sus directivos no tenían escrúpulos en reconocer que estaban involucrados en las operaciones: «Nuestra activa participación en el conlicto centroamericano, y nuestros esfuerzos por in-formar y orientar a aquellos que deben su solidaridad a la causa de una Nicaragua Libre, abarca toda una gama de actividades...».9

Y por si aún existieran dudas de las conexiones y com-plicidades de los directivos de la Fundación con aquella «guerra sucia», se puede leer de una fuente que le es muy cercana: «Los orígenes de esta colaboración estaban en las postrimerías del primer mandato de Reagan, cuando Theo-dore Shackley, exadjunto de la Dirección de Operaciones de la CIA y jefe de la Sección de Servicios Clandestinos, pidió a los miembros de la Fundación apoyo a la política centroamericana...».10 No olvidemos que según documen-tos desclasiicados del FBI fue la estación de la CIA en

8«Logros de la FNCA. Ayuda a los combatientes por la libertad», El Miami Herald, aviso pagado, Miami, 20 de mayo de 1986.9Idem.10VARGAS LLOSA, Álvaro: El Exilio Indomable, Espasa-Calpe, Ma-drid, 1998.

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Miami, dirigida por Shackley, quien manejó las relacio-nes y entregó sustanciales aportes económicos a la Re-presentación Cubana en el Exilio: la organización terro-rista creada por el jefe de la Bacardí, José Pepín Bosch.

EL PRINCIPIO DE LA HERMANDAD

Entre todo lo que aloró el Irán-Contragate estuvo la presencia de Luis Posada Carriles en la base salvadoreña de Ilopango, enclave militar estratégico para la guerra centroamericana. El terrorista se había evadido de una cárcel venezolana, donde estaba recluido por la voladu-ra del avión de Cubana de Aviación, en octubre de 1976. Por su fuga se pagaron veintiocho mil seiscientos dólares en sobornos.11 Según informó The New Republic en 1985, el dinero fue recaudado por un grupo de directores de la Fundación. En su autobiografía, Posada detalla que en agosto de 1985 aterrizó directamente en Ilopango: «Félix Rodríguez, alias Max Gómez, compañero mío de la briga-da [2506], sin que yo lo sepa me estaba esperando en una pista militar en territorio salvadoreño».12 Ahora, Rodrí-guez no era un desconocido. Veterano de las operaciones especiales en Vietnam, estuvo implicado en el asesinato del Che Guevara, a quien ayudó a capturar en Bolivia en octubre de 1967, bajo las órdenes de la CIA. Es amigo ín-timo del expresidente Bush, e ingresa a la sede de la Fun-dación como si fuera su propia casa.13

11FONZI, Gaeton: «Who is Jorge Mas Canosa», Esquire, enero de 1993.12POSADA CARRILES, Luis: Ob. cit.13FONZI, Gaeton: Ob. cit.

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¿Qué hacía Posada en Ilopango?: «Tomé parte en las operaciones de suministro que, desde El Salvador, con viajes casi diarios a Nicaragua, realizaban las Fuer-zas Aéreas de Suministro, inanciadas y dirigidas desde Washington por Oliver North». Y muy esclarecedora es la versión sobre quiénes cubrieron sus necesidades al instante de estar en la base: «Un grupo de Miami, gen-te muy caliicada, entre las que están Jorge Mas Canosa, Feliciano Foyo, Pepe Hernández y otros, han hecho un “pull” para solventar mis necesidades económicas .... Me asignan una cantidad de dinero suiciente que me llega regularmente todos los meses...».14

¿Acaso los accionistas y directivos de la Bacardí, miembros de la Fundación, no supieron que Mas Canosa, Foyo y Hernández, directores ejecutivos de la organiza-ción extremista inanciaban a un reconocido terrorista?

¿Acaso esos mismos accionistas y directivos de la Ba-cardí desconocían que la Fundación participaba en los planes de Reagan y de la CIA para apoyar la contra terro-rista, organización involucrada en el tráico internacional de drogas?

B) El apoyo a la Unita de Angola

LA GUERRA CIVIL EN ANGOLA

En 1974, Portugal renuncia a los últimos reductos de su imperio colonial. Al año siguiente deja el territorio de Angola, en medio de una cruenta guerra civil, que había

14POSADA CARRILES, Luis: Ob. cit.

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contribuido a atizar. Estados Unidos y el Gobierno racista de África del Sur acuden a ayudar a la Unión Nacional para la Independencia de Angola (Unita), que está a pun-to de ser derrotada por el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA). La Unita, además, podía contar con el respaldo de la Democracia Cristiana en Ale-mania, y los centristas en Francia.15 Ante esa desventaja militar, logística y política, el MPLA pide la colaboración del Gobierno de Cuba.

Estados Unidos no tenía en Angola fuerzas militares regulares, pero sí desarrollaba allí operaciones especiales clandestinas dirigidas, fundamentalmente, por la CIA. Y esta tenía una estrategia deinida: retardar la victoria del MPLA y atizar las contradicciones políticas, sociales y ét-nicas, para exacerbar una guerra civil que dejara, sin im-portar quién ganara al inal, una Angola desangrada y muy débil, donde la Unita fuera la única alternativa al caos.16

En 1975, la CIA, así como otros servicios secretos es-tadounidenses y europeos, iniciaron una vasta campaña de guerra sicológica. Divulgaron por todas partes infor-maciones falsas sobre la destrucción de poblados o la violación de mujeres por las tropas cubanas. Mientras la AFL-CIO impulsaba la organización de sindicatos al ser-vicio de los intereses estadounidenses, unas doscientas emisoras de radio, periódicos, y agencias de prensa —en-tre las que se destacaban la AP, la UPI y Reuter— irradia-ban la contrainformación, inanciadas parcial o totalmen-te por la CIA, tal como lo demostró una investigación del

15BACELAR, Ruy: «Les appuis de l’Unita», Le Monde Diplomatique, París, junio de 1991.16FALIGOT, Roger: Services secrets en Afrique, Le Sycomore, París, 1982.

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Senado estadounidense.17 La campaña de la CIA surtió efecto al lograr «que una gran cantidad de intelectuales “independientes”, “no alineados”, y respetables colabora-ran con su proyecto de guerra sicológica», sin saber, mu-chos, en qué maniobra estaban participando.18

En 1976 el Congreso estadounidense aprueba la En-mienda Clark, que prohíbía suministrar armas o apoyo militar a cualquiera de las partes en contienda, ante el temor de provocar otro Vietnam. Pero como sucediera en Nicaragua años después, las disposiciones del Congreso no fueron acatadas por la Casa Blanca y su Consejo Na-cional de Seguridad.

PEPÍN BOSCH, LA FNCA Y LA UNITA

Fue la agencia Black Manafort, Stonne and Kelly la que se encargó de administrar en Estados Unidos la imagen de la Unita y la de su dirigente Jonas Savimbi.19 Coincidentemente, este grupo asesor también contribui-ría al montaje de la estructura de cabildeo para la Funda-ción Nacional Cubano Americana en los años 80. Es lógi-co, entonces, que terminara siendo un importante puente

17Comisión del legislador Frank Church: Senado de los Estados Uni-dos, U.S. Government Printing Ofice, Washington, 1975.18FALIGOT, Roger: Ob. cit.19Black Manafort, Stonne and Kelly tuvo entre sus clientes al ya falle-cido dictador Mobuto, con el cual irmó un contrato por un millón de dólares, en 1989, para ayudar a conseguir ayuda del Gobierno estadou-nidense. Según Álvaro Vargas Llosa (Ob. cit.), también «se encargó, por un monto de seiscientos mil dólares, de administrar la imagen de Savimbi en los Estados Unidos; y la Fundación y Pepín Bosch se en-cargaron de los gastos de los comités de la organización angoleña en distintas ciudades del país...».

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entre la Unita y la Fundación.20 Ese encuentro tenía la aprobación del Consejo Nacional de Seguridad y el De-partamento de Estado, que buscaban burlar la Enmienda Clark apoyándose en organizaciones privadas, con la He-ritage Foundation a la cabeza de las elegidas.21

Para el Gobierno de Estados Unidos, lo que sucedía en Angola era el reajuste de poderes que se venía dando, después de la Segunda Guerra Mundial, entre el bloque capitalista y el socialista; o sea, un capítulo más de la lla-mada Guerra Fría. Los directivos de la Fundación, y la casi totalidad de la emigración cubana hostil al Gobierno de la Isla, veían en Angola la posibilidad de confrontarlo, ya que había desplazado hasta allí varios miles de solda-dos y asesores, por mandato, según ellos y muchos otros, de la Unión Soviética.22

Como parte de la política exterior de la Casa Blanca, la Fundación fue otra de las organizaciones que se dedicó a procurar la derogación de la Enmienda Clark. Por las diversas acciones y presiones que ejecutó el lobby, esta se derogó en julio de 1985, autorizándose el desembolso de varios millones de dólares y la entrega de armamen-to pesado para la Unita. Los legisladores Larry Smith y Dante Fascell desempeñaron un destacado papel en ello.

20VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.21Las principales organizaciones conservadoras que apoyaron a la Unita fueron las mismas que apoyaron a la contra. (Ver nota 5).22John Stockwell fue la persona que la CIA puso al frente de la Fuerza Especial Autónoma en Angola (Angolan Task Force), para que diri-giera la guerra clandestina. Años después, Stockwell reconocería que Cuba no había recibido de la Unión Soviética la orden de entrar en acción. Que, al contrario, «los dirigentes cubanos se sentían obligados a intervenir en Angola por razones ideológicas que les eran muy pro-pias» (FALIGOT, Roger: Services secrets en Afrique: Ob. cit.).

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Fascell, viejo conocido de la Fundación, era directivo de Black Manafort, Stonne and Kelly.

LOS COMPROMISOS CON LA UNITA

El 28 de enero de 1986 Jonas Savimbi llega a Washington, donde es recibido como héroe por legisladores y organiza-ciones conservadoras, convirtiéndose en el más célebre de los «combatientes por la libertad».23 En ese momento, los aliados de la Unita la habían transformado en una podero-sa fuerza militar, que por falta de apoyo político interno no lograba desestabilizar al Gobierno de Angola, aunque cometía miles de atrocidades contra la población.

Por esa misma fecha, la relación de la Unita con la Fundación, incluidos los accionistas de la Bacardí que de ella participaban, era cada vez más estrecha. Esto se trasluce de una declaración pública de la FNCA: «Nues-tra vinculación con Jonas Savimbi y la Unita, su visita a los Estados Unidos y la ayuda material que hoy está recibiendo de este país, demuestra la eicacia de las ges-tiones realizadas por la Fundación para informar y edu-car adecuadamente a la opinión pública de los Estados Unidos».24

A ines de marzo de 1988, una comisión del ejecutivo y otros miembros del directorio de la Fundación se despla-zaron hasta Jamba, «capital» del territorio bajo control de

23ABRAMOVICI, Pierre: «Des millions de dollars pour les “combattants de la liberté”», Le Monde Diplomatique, París, abril de 1986.24«Logros de la FNCA. Ayuda a los combatientes por la libertad», El Miami Herald, anuncio pagado, Miami, 20 de mayo de 1986.

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la Unita. El 1.o de abril se irmó allí una declaración con-junta, cuyos apartados más importantes reproducimos:

... habiendo desarrollado un amplio y detallado diálo-go, sobre la lucha de los Angolanos (sic) por su liber-tad y el estrecho vínculo que dicha lucha guarda con la causa del pueblo Cubano [...] se ha resuelto:

1) Que la búsqueda de la libertad, la democracia y la dignidad en Angola y en Cuba constituyen causa co-mún en ambos pueblos [...].

3) Que, consecuentemente, la Fundación Nacional Cu-banoamericana (sic) compromete su participación ac-tiva en una campaña a nivel mundial especialmente en los Estados Unidos encaminada a promover la justa causa de la UNITA [...].

5) Que luego de traer la paz y dignidad a Angola por medio de la reconciliación nacional, UNITA compro-mete sus sinceros esfuerzos en apoyo del pueblo Cu-bano hasta que la libertad y la democracia sean res-taurados en su patria.

UNITA y la Fundación Nacional Cubanoamericana (sic) reairman su total dedicación a la causa de los derechos humanos y a los principios democráticos.25

25«La Fundación Informa al pueblo», Diario Las Américas, aviso paga-do, Miami, 20 de mayo de 1988.26N. del E. Hasta su muerte en 2002.

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EL APOYO A CRIMINALES

Pasaron más de diez años desde la irma de esa de-claración conjunta. Se irmó un acuerdo de paz entre todas las fuerzas involucradas, y las tropas cubanas em-pezaron a dejar el territorio angoleño en 1989. Pero ni la Unita ni sus aliados respetaron ese acuerdo de paz, ni ningún otro compromiso internacional. La Unita, con una gran fuerza bélica, aunque no política, siguió desangrando al pueblo de Angola. Fueron cientos de mi-les los crímenes de esa fuerza genocida, dirigida por Sa-vimbi26 y respaldada por Estados Unidos y, tácitamente, por otras naciones de Europa: todas tenían los inmensos yacimientos de diamantes, hierro y petróleo, así como la posición estratégica de ese país en la zona, en el punto de mira. Por ello, las condenas de las Naciones Unidas a la Unita cayeron siempre en un saco sin fondo.

En enero de 1999 se publica el siguiente aviso:

SE BUSCA

ESTE HOMBRE ES UN CRIMINAL DE GUERRA. HA ASE-SINADO MILES DE ANGOLANOS, DESTRUIDO VIVIENDAS, LUGARES PÚBLICOS, ESCUELAS, HOSPITALES, ROBADO

MILLONES DE DÓLARES CON EL CONTRABANDO DE DIA-MANTES, UTILIZA MERCENARIOS PARA AGREDIR A

ANGOLA, MANTIENE A MILES DE CIVILES BAJO UN RÉGI-MEN DE TIPO CARCELARIO. ES FINANCIADO POR TODOS AQUELLOS QUE QUIEREN LA DIVISIÓN DE ANGOLA».27

27Jornal de Angola, Luanda, 15 de enero de 1999.

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¿A quién se reiere el anuncio? A Jonas Savimbi. Sin embargo, Savimbi y la Unita se beneiciaron du-

rante años de la campaña que en Estados Unidos se reali-zó para lavar su imagen. Ello costó cientos de miles de dó-lares, bastantes de ellos entregados, recordemos, por la Fundación y el magnate de la Bacardí, José Pepín Bosch.

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¡A CELEBRAR EL DERRUMBE!

En 1989 se presagiaba el in del llamado bloque socia-lista europeo y Washington invertía en planes que apor-taban al aceleramiento de su derrumbe. La NED, por ejemplo, distribuía millones de dólares a organizaciones privadas —ya bastante mencionadas en este trabajo— para que los invirtieran en la Unión Soviética, Polonia, Rumania. Ellas debían ejercer inluencia o presión en de-terminados sectores, crear y dar soporte a aparatos «in-dependientes» de derechos humanos, de prensa, etc., y «inanciar disidentes y otros activistas».1

La Fundación Nacional Cubano Americana estaba lla-mada a desempeñar un importantísimo papel en tan espe-cial coyuntura. Lo que sucedía en esos Estados le tocaba profundamente. De ahí que sus acaudalados directores, entre ellos los de la Bacardí, y la NED, pasaran a inanciar y llevar adelante una estrategia concebida desde el Con-sejo Nacional de Seguridad y el Departamento de Estado: presionar a los soviéticos, principalmente, para que pu-sieran in al tipo de relaciones económicas y militares que todavía mantenían con Cuba. Para tal plan encontraron

1El Nuevo Herald, Miami, 26 de septiembre de 1992.

LA LEY TORRICELLI-GRAHAM

Capítulo IX

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eco en los legisladores Connie Mack, Robert Graham (am-bos directivos de la NED), Dante Fascell y Larry Smith. Mack y Smith acompañaron a directivos de la Fundación a Moscú, con el in de que se encontraran con altos funciona-rios gubernamentales para hablarles al respecto. A cam-bio les ofrecerían relaciones preferenciales con el mundo político y empresarial en Estados Unidos, particularmente con el de la Florida.

La Fundación y los estrategas estadounidenses de la guerra contra el Gobierno cubano obtuvieron lo desea-do. En la mañana del 25 de diciembre de 1991, una dele-gación de la Fundación Nacional Cubano Americana se reunió con el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de lo que ya se llamaba Rusia, Andrei Kozyrev. El canciller «se comprometió a poner in a los subsidios y convertir el intercambio con Cuba en una relación estrictamente de reciprocidad comercial, es decir, comprar y vender a precios del mercado, acelerar el retiro de las tropas, vo-tar contra Cuba en Ginebra...».2 «Allí se elevaron las co-pas para brindar por una Cuba libre [....] Allí se anunció al mundo la suspensión de la ayuda económica a Castro ...».3 «La conversación no tuvo nada de secreta: brindamos ante las cámaras de televisión con ron Bacardí».4

En medio de la mesa resaltaban la caja y la botella; en la caja sobresalía el nombre del ron. La multinacional

2VARGAS LLOSA, Álvaro: El Exilio Indomable, Espasa-Calpe, Madrid, 1998.3PÉREZ CASTELLÓN, Ninoska: Un hombre y su tiempo, Fundación Nacional Cubano Americana, Miami, julio de 1998. Según la autora el brindis se realizó «porque de cierta forma, esa mañana quedó sellada la suerte de Castro».4VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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Bacardí sacaba del pastel un buen trozo para su expan-sión, al haber logrado vía libre para ingresar a ese inmen-so mercado, favorecida, además, por las imágenes que la televisión y la prensa escrita difundieron del brindis.

Mientras en Cuba, sitiada, empezaba un período de es-casez comparable con el vivido al in de la Segunda Gue-rra Mundial por los habitantes de varios países europeos.

«SI TIENE QUE CORRER LA SANGRE...»

Todo ello formaba parte de un plan bien estructurado y a largo plazo. Justo en los primeros días de 1990, el presi-dente del Consejo de la Fundación, Jorge Mas Canosa, envió un documento reservado a los directores. En el mismo se trazaban «los elementos tácticos que se ejecutarán hasta el esperado derrumbe del Gobierno comunista» (ver Anexo II). Por el posterior accionar de la Fundación se puede con-cluir que lo propuesto en el texto de once páginas recibió la aprobación del cuerpo directivo. Ya que importantes ac-cionistas de la Bacardí formaban parte de ese exclusivo núcleo, aquí están algunos apartados que ayudarán a se-guir deiniendo su conciencia humana y política:

-Utilizar al máximo los compromisos políticos y económi-cos contraídos con la FNCA por el Presidente del Comité de Asuntos extranjeros de la Cámara, Dante Fascell, y los también congresistas Connie Mack, Larry Smith, Ileana Ros-Lehtinen y otros, para llevar al Congreso aquellos te-mas que nos permita profundizar el aislamiento interna-cional de Castro y acelere el derrumbe de la tiranía [...].

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-Formar un Task Force para que se sistematice con-tactos con el National Security Council (NSC), la Cen-tral Intelligency Agency (CIA), el Federal Bureau of Investigation (FBI), para garantizar, ahora más que nunca, la identiicación de la política y acciones a de-sarrollar contra el gobierno stalinista de Cuba, un in-tercambio mayor de información de inteligencia y el apoyo económico necesario para llevar a vías de he-cho nuestros planes [...].

-Organizar un Task Force para que sistematice y pro-fundice las relaciones de trabajo establecidas con el State Department para de forma conjunta confeccio-nar y desarrollar nuevos planes de política internacio-nal que respondan a la actualidad [...].

-No vacilaremos ante nada ni nadie, no lo deseamos pero si tiene que correr la sangre, correrá.5

Así termina el documento escrito en papel oicial de la Fundación, en cuyo membrete están detallados los nom-bres de todos sus directivos, incluidos, por ejemplo, José Bacardí, Manuel J. Cutillas, Gerardo Abascal y Clara Ma-ría del Valle, accionistas y directivos de la Bacardí.

EL COSTO DE UN LEGISLADOR

«El último dictador estalinista está a punto de caer a solo 90 millas de nuestras costas [...]. No hay poder en la

5Fotocopia del documento original aparece en el Anexo 2.

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Tierra que lo ayude a escapar».6 Así se expresó el legisla-dor demócrata por Nueva Jersey, Robert Torricelli, ante un selecto público de la Florida, en enero de 1992, invita-do por la Fundación Nacional Cubano Americana.

Pero, ¿qué había sucedido con Torricelli? ¿Por qué ese cambio político tan radical en el Torricelli que cuatro años atrás había visitado Cuba en plan de acercamiento; el fer-viente crítico de la emigración cubana de Miami contra-ria a un cambio de la política de Estados Unidos hacia Cuba; el opositor de Radio Martí y la ayuda a la contra? Es muy probable que, como muchos, estuviera conven-cido del inminente in de la aislada Revolución cubana, y que esto tuviera como efecto que considerara que era mejor estar con quienes posiblemente retomarían el po-der. Esto se complementó con lo que es tan característico en Estados Unidos, y que los directivos de la Fundación aprendieron a utilizar muy bien: el «comercio político».

No es cierto que los candidatos a la presidencia entre-guen la conciencia por el voto cubanoamericano de la Flo-rida o Nueva Jersey. Ello es importante, pero no lo esen-cial: lo esencial es el poder económico de esos votantes, cuyos principales contribuyentes están alrededor, básica-mente, de la Fundación. «Aunque en población los votantes hispanos de la Florida solo representan el siete por ciento del voto nacional, sus contribuciones monetarias a campa-ñas electorales eran un quince por ciento nacionalmente», en 1992.7 Debe tenerse en cuenta que buena parte de los le-gisladores que reciben esos beneicios monetarios no per-tenecen a las comunidades de mayoría cubanoamericana,

6Diario Las Américas, Miami, 30 de enero de 1992.7The Wall Street Journal, Nueva York, 16 de octubre de 1992.

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pero el incentivo es siempre igual: «Cuando el exiliado ex-pone sus razones ante un congresista cuyo electorado no siente mayor inclinación en un sentido u otro por el tema cubano, y, de paso, le ofrece mimar sus inanzas, a ese se-nador o representante no es muy difícil convencerlo».8

Los accionistas de la Bacardí que pertenecen a la Funda-ción, u otros de ellos que viven en Estados Unidos y Puerto Rico, se destacan por sus aportes a candidatos demócratas o republicanos, dependiendo de los intereses en juego, aunque tienen predilección por los últimos. La Fundación, por su parte, contribuyó con un millón cien mil dólares, entre 1980 y 1990, a las campañas electorales, y una parte de ese dinero fue desviado del recibido de la NED. En ese período, el can-didato más beneiciado fue Dante Fascell. Torricelli recibió dólares de la Fundación para la campaña electoral de 1992, una de las razones que lo hizo converso político y abanderado de la confrontación con la Revolución cubana, según desta-có la prensa de ese país.9 Esos dólares, y seguramente otros que pasaron bajo la mesa, fueron una inversión que traería buenos frutos a la extrema derecha cubanoamericana, por-que el legislador ingresó como presidente del Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental del decisivo Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes.

POR QUÉ Y CÓMO SE APRUEBA UNA LEY

Como Torricelli, es casi seguro que el legislador Ro-bert Graham estuviera convencido de que el Gobierno

8VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.9The Wall Street Journal, Nueva York, 3 de agosto de 1992.

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revolucionario cubano se derrumbaría de un momento a otro. Aunque siempre fue aliado de la Fundación, a partir de la década de los noventa redobló sus compromisos con esta, sin desperdiciar oportunidad de coquetear con otros sectores extremistas.

Graham fue el primero en respaldar la creación, por parte de la AFL-CIO, del Comité Laboral Pro Cuba Libre, al tiempo que recordaba a esa organización la fructífera labor que había desempeñado al apoyar al sindicato polaco Solidaridad. En una misiva dirigida al presidente de la AFL-CIO, suscrita también por sus colegas Dante Fascell y la cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen, decía: «nos unimos a usted en la espe-ranza de que la AFL-CIO pueda jugar un papel similar en Cuba».10

La AFL-CIO, que en 1991 era la más favorecida por la NED, se proponía enviar literatura clandestina y realizar transmisiones por Radio Martí, entre otras acciones. Asi- mismo, con el beneplácito de Graham, y como parte de su campaña, apadrinó a dos reconocidos terroristas de la organización Alpha 66 que cumplían condenas en Cuba.11

El 3 de febrero de 1992, Robert Graham anunció a la prensa que el proyecto de ley Torricelli sería formalmen-te, desde esa semana, el proyecto Torricelli-Graham. Di-cho esto, Graham empezó una serie de visitas a organiza-ciones contrarrevolucionarias y medios periodísticos en Miami, para exponer el proyecto de ley. En cada una de

10El Nuevo Herald, Miami, 23 de febrero de 1991.11El Nuevo Herald, 14 de febrero, 1991. Los terroristas eran Ma-rio Chanes y Ernesto Díaz Rodríguez. Este último, ya en libertad y vinculado con la FNCA, realizó giras por Europa, organizadas por la ONG Pax Christi Holanda.

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esas entrevistas estuvo acompañado por un directivo de la Fundación.12

En esos días, en el Congreso se hizo la presentación ante la prensa, en la cual Torricelli expresó que la ley ha-bía sido preparada para presionar aún más al Gobierno de Fidel Castro, y establecer una «ininidad» de vínculos entre Washington y La Habana tras su derrocamiento. La ley, dijo, es como «una poderosa señal al régimen de La Habana sobre que EE. UU. está dispuesto a establecer la democra-cia en aquella isla».13 Posiblemente por azares de la vida, en otra rueda de prensa, el mismo día, en la misma ciudad, directores de la Fundación explicaban la ley a otro grupo de personalidades, políticos y medios de información.

OPORTUNISMO ELECTORAL

Pero el presidente George Bush no estaba de acuerdo con la ley. Había anunciado que así fuera aprobada por el Congreso no la irmaría, a pesar de que el 24 de abril de ese año vaticinara que sin el sostén de los países exsocia-listas de Europa Fidel Castro caería pronto, y que ello le permitiría convertirse en el primer mandatario de Esta-dos Unidos en visitar «la tierra libre de Cuba».

Entonces la Fundación y sus asociados se movieron in-teligentemente. El país estaba en plena campaña electoral, época en que cualquier cosa puede suceder allí, porque todo se compra y cualquiera se vende para apoyar hasta los proyectos más descabellados y peligrosos, nacionales o

12Diario Las Américas, Miami, 5 de febrero de 1992.13Diario Las Américas, Miami, febrero de 1992.

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internacionales. Y se dirigieron al candidato William Clin-ton. Este, sin haber leído el proyecto de ley, con tan solo haber pronunciado en público la simple frase: «Me gusta» convirtió a Miami en un hervidero triunfalista, puso en as-cuas a muchos legisladores en el Congreso, y al presiden-te Bush en un quebradero de cabeza. Clinton recorrió los barrios cubanos de Miami, repitiendo su apoyo a la ley y recaudando dólares para su campaña política.14

Ante esto, el presidente Bush envía una carta a la Cá-mara de Representantes en la que expresa su apoyo al proyecto de ley. De manera paralela y oportunista, sin es-perar la aprobación del mismo, aplicó por vía de la orden ejecutiva algunas de las sanciones a Cuba incluidas en el proyecto Torricelli-Graham. El 23 de octubre de 1992 el presidente George Bush viajó a Miami. En el hotel Omni, rodeado por varios miembros de la Fundación Nacional Cubano Americana y acompañado de directivos empre-sariales y comerciales, irmó la cínicamente llamada Ley para la Democracia Cubana (The Cuban Democracy Act).

LOS EFECTOS DE LA LEY

El legislador Connie Mack no solo estuvo tras la ca-liicación de la ley, sino que se puede asegurar que es el tercer responsable de ella. Anteriormente, en 1991, había presentado una enmienda destinada a impedir el comer-cio de subsidiarias de compañías estadounidenses en ter-ceros países con Cuba, la que se convirtió en ley gracias a la Torricelli-Graham. Cuando el presidente Bush irmó

14 The Wall Street Journal, Nueva York, 16 de octubre de 1992.

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la Cuban Democracy Act, entre las primeras declaracio-nes concedidas por Mack estuvieron: Castro «tiene que saber que lo vamos a sacar del poder al apretar el embar-go comercial […]. Pero algo más importante aún, [la ley] regula y establece las reglas del juego en el período de transición en la Cuba sin Castro».15

Aunque no todos los cubanos pensaban de idéntica for-ma sobre la ley: «Algunos exiliados argumentaban que era una nueva Enmienda Platt, intentando controlar el destino de Cuba más allá del derrocamiento de Castro»16. Charles Rangel, legislador demócrata por Nueva York, la llamó «engendro cerebral de los exiliados cubanos que añoran los días del dictador Fulgencio Batista».17 Lo que de alguna ma-nera toca a los accionistas de la Bacardí que la apoyaron.

Las tres expresiones anteriores encierran los obje-tivos centrales que se propusieron los instigadores de la Torricelli-Graham.

La ley se convirtió en centro de controversia internacio-nal desde el momento en que se empezó a hablar de ella, en febrero de 1992, y no tanto por la agresión a una nación que tenía el agua al cuello. Europa y Canadá, principalmente, plantearon su desacuerdo porque la ley no respetaba conve-nios internacionales referentes al comercio. El querer im-pedir los negocios de subsidiarias estadounidenses en otros países con Cuba fue el punto más rechazado. Algunas sucur-sales de corporaciones estadounidenses se hallarían en un

15El Nuevo Herald y Diario Las Américas, Miami, 26 de septiembre de 1992.16ENCINOSA, Enrique: Cuba en guerra. Historia de la oposición anti-castrista 1959-1993, Fondo de Estudios Cubanos de la Funda-ción Nacional Cubano Americana, Miami, 1994.17El Nuevo Herald, 28 de septiembre de 1992.

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dilema sin solución: la ley les prohíbe comerciar con Cuba y las leyes extranjeras les prohíben obedecer mandatos de Estados Unidos, como es el caso en Canadá e Inglaterra. Pam Chappel portavoz de la Embajada de Canadá en Washington, expresó: «Estados Unidos es el único país que ... trata de ex-tender su largo brazo más allá de sus fronteras».18

En Naciones Unidas, Estados Unidos trató de explicar la puesta en vigor de la ley aduciendo que el «régimen» cubano era un peligro para su seguridad, por tanto debía derrocarlo. Tal justiicación fue rechazada por la casi totalidad de los paí-ses, que consideraban la ley jurídicamente inaceptable por contener medidas extraterritoriales que afectan la soberanía de otros Estados, por extender unilateralmente la aplicación de medidas que impiden la libertad de comercio y de navega-ción, por ser una nueva avanzada estadounidense en la estra-tegia proteccionista de sus productos, etcétera.19

Ante el diluvio de críticas, el Gobierno estadounidense trató de congelar o negociar las partes más conlictivas. Mientras el legislador Torricelli, de manera prepotente y con sentimiento anexionista, como todos aquellos que apoyaron la ley, aducía: «Canadá y México se vendieron a Cuba para hacer una proclama de independencia frente a Estados Unidos a partir de una idea tonta de la soberanía. Pero Cuba no es China: es pequeña, mucho menos podero-sa y vive bajo la sombra de Estados Unidos...».20

18El Nuevo Herald, septiembre de 1992.19En una verdadera victoria del Gobierno cubano, cincuenta y nue-ve países condenaron la ley en Naciones Unidas, incluidos España, Francia, Canadá, México y China. Tres países votaron a favor: Estados Unidos, Israel y Rumania. Mientras que setenta y uno se abstuvieron, incluidos Rusia, Alemania e Inglaterra.20VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit.

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JESSE HELMS Y DAN BURTON

«Seamos claros: que Castro deje Cuba en posición vertical u horizontal es su problema y el de los cuba-nos. Pero él tiene que irse y se irá».1 Ya no era Robert Torricelli quien lo decía. Tres años después, en un tono más agresivo, lo repetía el senador más reaccionario que ha tenido el Congreso estadounidense, el republi-cano Jesse Helms. El senador tabaco, como se le cono-ce por sus vínculos con la transnacional Philip Morris, es un viejo amigo de la extrema derecha cubanoameri-cana. No olvidemos que ya en 1972 la Representación Cubana en el Exilio de José Pepín Bosch, el magnate de la Bacardí, lo había tenido como orador en una manifes-tación en Miami.

Muchas veces se ha hecho referencia en este trabajo a que Helms mostró su compromiso con la Fundación desde su creación. Las dictaduras y Gobiernos represivos al sur y centro del continente americano contaron con su apoyo abierto y decidido. Su menosprecio por la mayoría de los habitantes de los países pobres quedó explícito cuando

LO ABSURDO:LA LEY HELMS-BURTON

Capítulo X

1The Times, 20 de febrero de 1995.

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vociferó sobre la ayuda al desarrollo entregada por su país, que era como «tirarla en ratoneras».2

Dan Burton, representante republicano por Indiana, lle-gó a legislador sin haber terminado su secundaria gracias al apoyo inanciero del sector empresarial. Burton compar-tió con el ex alto mando militar John Singlaub la dirección ejecutiva de la National Defense Council Foundation. Este think tank, creado en 1978, se propuso investigar y acon-sejar sobre los «beneicios» del denominado Conlicto de Baja Intensidad (Low Intensity Conlict). Esta estrategia contrainsurgente fue puesta en práctica en varios países de América Latina, aunque no existieran fuerzas guerrilleras, y tuvo como objetivo central reprimir a la población civil. El legislador Burton también ha sido miembro de The Con-servative Caucus, uno de los principales centros del pensa-miento reaccionario, en cuyo Consejo Directivo ha estado con Jesse Helms y los ex altos mandos militares profascis-tas Daniel Graham y John Singlaub. El nombre de Burton dio la vuelta al mundo cuando en 1991 pidió al Congreso un bombardeo atómico a Irak, durante la guerra del Golfo.3

LA LEY DE LOS RETAZOS

Dan Fisk, miembro de la Heritage Foundation, que ha-bía estado trabajando en el Departamento de Estado y en el Comité de Relaciones Exteriores del Partido Republicano,

2WARDE, Ibraim: «Coupes claires dans l’aide extérieur», Le Monde Diplomatique, París, noviembre de 1995.3HALIMI, Serge: «Des médias en tenue camoulée», Le Monde Diplo-matique, marzo de 1991.

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ingresa como ayudante de Jesse Helms. La primera y casi única tarea que el legislador le encomienda, en 1994, es revisar todos los proyectos de ley que otros colegas habían presentado en el Congreso en esos últimos años contra Cuba, y que en realidad no eran pocos.4 Fisk reunió rápidamente las propuestas redactadas por Torricelli, los cubanoamericanos Lincoln Díaz-Balart, Robert Menén-dez, Ileana Ros-Lehtinen y otros legisladores.

Paralelo a ello, se le encarga a Fisk estar al frente de un grupo especial de trabajo, el cual se conformó con los principales ayudantes de esos legisladores, más los de Dan Burton, Robert Graham y Connie Mack,5 que empie-za a tener reuniones regulares con un objetivo no tan sim-ple, pero sí preciso: armar un proyecto de ley con retazos de esas otras propuestas.

En diciembre de 1994, desde la oicina de Jesse Helms salía la primera versión. En los dos meses siguientes el proyecto tendría numerosas revisiones, principalmente realizadas por abogados de Washington y Miami, en los cuales el grupo de Fisk se venía apoyando. Coincidente-mente, estos trabajaban para un cliente muy particular, al cual la ley beneiciaría enormemente de ser aprobada.6

4KIGER, Patrick y John Kruger: «Squeeze Play: The United States, Cuba, and the Helms-Burton Act», The Center for Public Integrity, Washington, marzo de 1997. Para dar un ejemplo de esa especie de ob-sesión que existe en el Congreso estadounidense con Cuba, durante el 150.o período de sesiones (1997-1998) se presentaron cuarenta y siete proyectos de ley, la casi totalidad de ellos dirigidos a agredir esa nación.5Idem. Los legisladores que inalmente patrocinaron el proyecto de ley en la Cámara fueron: Dan Burton, Benjamin Gilman, Ileana Ros-Lehti-nen, Lincoln Díaz-Balart, Robert Torricelli y Robert Menéndez. En el Senado: Jesse Helms, Paul Coverdeli, Fred Thompson, Olympia Snowe y Charles Robb.6Idem.

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EMPIEZA LA BATALLA

A inales de enero de 1995 era público que esos con-gresistas acompañantes de Helms y Burton en el proyec-to de ley tenían estrechos lazos con la extrema derecha cubanoamericana, por los «mimos» realizados por esta a sus inanzas. En febrero, Helms organiza una conferen-cia de prensa para presentar la legislación, la cual era también su primera gran iniciativa como presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Con el senador Robert Graham a su lado, Helms repetía: «Tenemos la obligación por nuestros principios y por el pueblo cubano, de aumentar la presión sobre Castro has-ta que el pueblo cubano sea libre».7

Desde ese momento comienza una ardua y larga bata-lla en la que no pocos se involucraron.

El presidente William Clinton expresó sus reservas, a pesar de su posición pública durante la campaña hacia la Casa Blanca. Claro, es cierto que en ese primer momento desconocía el alcance del proyecto, y ahora debía enfrentar el mal cálculo del oportunismo electoral. Si ya la ley Torri-celli-Graham le traía problemas con sus aliados europeos, Canadá y México, principalmente; la ley Helms-Burton po-dría lanzarlo a las puertas de un litigio comercial a nivel mundial, absurdo e innecesario. Además, en ese momento Clinton conocería que la ley buscaba al interior de Cuba un efecto de «olla de presión» con la válvula de escape cerra-da. Y esta era una preocupación compartida por importan-tes sectores estadounidenses, que, sin estar de acuerdo con

7Idem.

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el sistema político cubano, calculaban que de adoptarse la ley el resultado podría ser catastróico a muy pocos kilóme-tros de sus costas: «agravará la miseria del pueblo cubano, aumentará la posibilidad de disturbios y violencia, lo que traerá la intervención de los cubanoamericanos, incluso la intervención estadounidense. Un escenario de pesadilla».8

Ante las vacilaciones del presidente, los legisladores Helms y Mack le hacen llegar una misiva con carácter pú-blico, cuyos extractos más importantes dicen:

Esta semana el Senado de Estados Unidos ha reaccio-nado ante los informes de que vuestra Administración estaba considerando propuestas para reducir la pre-sión sobre la dictadura castrista, examinando el Cu-ban Liberty and Democratic Act [...].

Si usted en realidad está considerando alojar la posi-ción de EE. UU. hacia el régimen de Castro, le adver-timos respetuosamente que estamos en contra de ello. Nos opondremos a usted con cualquier medio a nuestro alcance. Si usted no está considerando tal cambio en la política, le corresponde decirlo de inmediato y con cla-ridad. La forma más efectiva de aclarar cualquier duda sobre su posición es apoyando el Acta de Solidaridad Democrática y de Libertad para Cuba...9

8The Washington Post, Washington, 12 de septiembre de 1995 de En un informe elaborado por el Pentágono se consideraba que Cuba no era un peligro militar para la seguridad de Estados Unidos, pero que sí sería un grave error tratar de incubar una guerra civil en la Isla, por las consecuencias regionales que ello traería (Los militares y la tran-sición en Cuba: una guía de referencia para el manejo de la política y la crisis. Informe del Pentágono, bajo la dirección de Néstor Sánchez, Washington, marzo de 1995).9Carta reproducida en Diario Las Américas, Miami, 12 de marzo de 1995.

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EL FORCEJEO TOCA A EUROPA

En abril de 1995, el proyecto de ley Helms-Burton fue aprobado por el Subcomité de Asuntos Exteriores para el Hemisferio Occidental de la Cámara de Representantes, presidido por Dan Burton. En su agresivo testimonio, y sin una coherente justiicación política, Burton expresó que negociar con Fidel Castro era «trabajar con Stalin, Hitler, Ceauscescu, o Honnecker». Agregó también el legislador: «Las empresas que están ignorando el embargo y hacien-do negocios con Castro van a perder hasta las camisetas cuando ese país sea libre. Tienen que comprender eso».10

El presidente Clinton a lo largo de su mandato hizo gala de falta de personalidad y autoridad para enfrentar los sectores reaccionarios del Congreso, por tanto no extrañó que en esas fechas se hubiera dirigido a la Unión Europea, pidiendo que se «intentara convencer» a los congresistas de su país para que rechazaran la ley Helms-Burton. Como respuesta, el comisario europeo de Relaciones Exterio-res, Leon Brittan, le dijo al secretario de Estado, Warren Christopher, que la adopción de ese proyecto reavivaría sus prolongadas diferencias «sobre los aspectos unilatera-les y extraterritoriales [al tener] un impacto inmediato en los intereses comerciales de la UE».11

No se sabe si la petición de Clinton tuvo efecto. Lo cier-to es que pocos días después, a mediados de abril, The New

York Times informaba que Canadá, Francia y Gran Bre-taña habían iniciado una inusual campaña para apoyar el bloqueo del proyecto de ley, con el argumento de que esta

10KIGER, Patrick y John Kruger: Ob. cit.11Diario Las Américas, Miami, 2 de abril de 1995.

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ejercería presiones impropias en otros países para que se sumaran a la política de Washington. Mas, la Unión Euro-pea como tal se limitó a tímidas declaraciones.

LA INTOLERANCIA

Ante los problemas que estaba causando en Estados Unidos la llamada crisis de los balseros,12 el presidente Clinton debió volver a las negociaciones con el Gobier-no cubano sobre migración. Era una prueba de que se estaba consciente de la responsabilidad en dicha crisis.

Los cubanos conservadores de Miami respondieron airadamente. Aducían que la cuestión migratoria era parte de un plan secreto que Clinton estaba tramando con La Habana. Existía la posibilidad, según ese sector, de que el mandatario preparara el levantamiento parcial del bloqueo, como había sucedido con Vietnam poco an-tes. Organizaciones como la Fundación Nacional Cubano Americana y la del terrorista Orlando Bosch convocan, entonces, a un «gran paro patriótico», que consistía en no laborar en comercios, empresas y fábricas.13 En la

12N. del E. Así eran conocidas las personas que abandonaban Cuba en cualquier cosa que lotara, alentados por el trato preferencial que re-cibían por parte del Gobierno estadounidense después del triunfo de la Revolución cubana, y especialmente desde la aprobación de la Ley de Ajuste Cubano (1966), quienes salían ilegalmente de la Isla y llega-ban a Estados Unidos en busca del sueño americano.13El Nuevo Herald, 13 de mayo de 1995. Orlando Bosch, quien tuvo estrechas relaciones con la organización del magnate de la Bacardí, RECE, fue declarado por el FBI como uno de los peores terroristas del continente. Luego de haber regresado de cumplir prisión en Venezue-la (por la voladura del avión de Cubana en 1976), las autoridades esta-dounidenses intentaron expulsarlo. El lobby que a su favor realizara la

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convocatoria se exigía al Gobierno estadounidense de-tener la repatriación de los balseros y el cese inmedia-to de negociaciones con La Habana. Lo que no deja de sorprender y desnuda, nuevamente, el carácter violen-to y proanexionista de la misma, son estos dos puntos: la exigencia de «tolerancia a la organización de accio-nes militares contra el Gobierno de Fidel Castro», y de la «anulación de los acuerdos con la antigua Unión Soviética hechos durante la Crisis de los Misiles de 1962, que comprometían a Estados Unidos a no invadir a Cuba».

Ante la convocatoria al paro, Xiomara Lindner, asis-tente de Rodolfo Ruiz, presidente de Bacardí Imports, aseguró: «Apoyaremos cualquier acción que sea nece-saria».14 Por la misma fecha, mil personas viajaron de Miami a Washington para protestar ante la Casa Blan-ca, portando pancartas en las que se leía que Clinton estaba con el comunismo. La recién constituida Bacar-dí-Martini aportó algunos autobuses para el desplaza-miento.15

Fundación en las altas instancias políticas estadounidenses (incluido el presidente Bush), y el hecho de que ningún país aceptara recibirlo, obligó a dejarlo en Miami y en libertad. El Gobierno de Cuba pidió su extradición para juzgarlo, pero le fue negada. Otra organización que convocó a las manifestaciones de protesta fue la Junta Patriótica Cu-bana. Esta, que aglutina una buena parte de los grupos y grupúsculos más belicosos de los sectores de extrema derecha de la emigración cubana, incluida la Fundación Nacional Cubano Americana, establece que fue creada «para llevar a Cuba la guerra justa y necesaria».14El Nuevo Herald, 13 de mayo de 1995.15KIGER, Patrick y John Kruger: Ob. cit.

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«UN ACTO MERAMENTE EMOCIONAL»

Uno de los que más provecho sacó de la llamada cri-sis de los balseros fue el cubanoamericano José Basul-to, mercenario de la Brigada 2506, hombre de la CIA y asesor de la contra nicaragüense. Basulto creó la orga-nización Hermanos al Rescate (HAR), junto con el esta-dounidense Bill Schuss, otro veterano de la CIA, especia-lizado en iniltraciones y ataques comando.16 Su aparente intención era la de ubicar, desde aviones, a los balseros que se encontraban a la deriva en las aguas del estrecho de la Florida. Basulto y Schuss contaron para ello con las contribuciones que llegaron, entre otros, de la Fundación Nacional Cubano Americana, de American Airlines, así como de la cantante Gloria Estefan y su esposo Emilio, quienes forman parte del clan Bacardí.17 Por su parte, Ba-cardí Imports patrocinó, en abril de 1994, la recaudación de dinero a favor de Hermanos al Rescate en la Galería Bacardí, de Miami, donde se obtuvieron setenta y dos mil novecientos treinta y siete dólares.18

Mientras Hermanos al Rescate salvaba algunas vidas, detrás del telón desarrollaba una agenda bien precisa y nada altruista. Basulto y demás asociados, en avionetas

16ENCINOSA, Enrique: Cuba en guerra. Historia de la oposición an-ti-castrista 1959-1993, Fondo de Estudios Cubanos de la Fundación Na-cional Cubano Americana, Miami, 1995.17Emilio Estefan jr. forma parte de los accionistas de Bacardí (Estefan Enterprises, Inc., Miami). Emilio trabajó durante doce años para Ba-cardí Import como director de Marketing latino. La primera actuación pública de Gloria Estefan la realizó en un pequeño centro nocturno de Miami llamado Bacardí, en 1975, acompañada por la modesta agrupa-ción de Emilio. El padre de la artista, exguardaespaldas del dictador Batista, integró la mercenaria Brigada 2506.18Diario Las Américas, Miami, 21 de junio de 1994.

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con bandera estadounidense, violaron sistemáticamente el espacio aéreo cubano y llegaron a las propias costas de La Habana, donde dejaron caer miles de panletos que llamaban a la desobediencia civil y la insurgencia.19 Hasta que el 24 de febrero de 1996, la Fuerza Aérea Re-volucionaria derribó dos aeronaves.

El 12 de marzo, «en un acto meramente emocional»,20 Clinton ratiica la Ley para la Libertad y la Solidari-dad Democrática Cubanas (Cuban Liberty and Demo-cratic Solidarity Act of 1996), más conocida como ley Helms-Burton. Con el abatimiento de las avionetas «la ley Helms-Burton saldría adelante sin importar lo que Clinton pudiera hacer. Y decidió irmarla pese a que a los hombres de negocios de mi país les disgusta mucho que los políticos limiten sus espacios»,21 diría John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba, organización que agrupa a un centenar de compañías estadounidenses.

LOS TÍTULOS I Y II

La ley Helms-Burton, por su contenido y propósitos implícitos es simplemente una versión moderna de lo que Estados Unidos concibió para Cuba desde principios del siglo XIX. John Quincy Adams, secretario de Estado estadounidense, escribió en 1823 que era casi imposible

19CALVO OSPINA, Hernando y Katlijn Declercq: “Entrevista a José Basulto”, en ¿Disidentes o Mercenarios?, Casa Editora Abril, La Ha-bana, 2000.20La Jornada, México, 13 de marzo de 1996.21Idem.

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resistirse a la convicción de que la anexión de Cuba a la República Federal sería indispensable para la continui-dad y la integridad de la Unión misma.22

La ley Helms-Burton consta de cuatro títulos. En el primero de ellos se aborda el fortalecimiento de las san-ciones internacionales contra el Gobierno cubano, y espe-cíicamente en el inciso h) de su Sección 102 se establece la codiicación del bloqueo, es decir la integración de las diferentes disposiciones mediante las cuales se fue pro-gresivamente estableciendo, y que aparecen detalladas en la Sección 204 del Título II, las cuales se mantendrían vigentes con sujeción a esta, a partir de la entrada en vi-gor de la ley. Es decir, las facultades del presidente de Es-tados Unidos para su levantamiento quedaban limitadas a las condiciones establecidas en la propia ley.

En este propio título, especíicamente en la Sección 109, se autoriza al presidente de Estados Unidos a «pres-tar asistencia y otros tipos de apoyo a personas y organi-zaciones no gubernamentales independientes en favor de los esfuerzos de democratización de Cuba». Se trata de la llamada «disidencia», los grupúsculos contrarrevoluciona-rios y sus dirigentes, que habían actuado y actúan como mercenarios al servicio de Estados Unidos para promover la subversión del sistema político-social cubano.

En el Título II se establecen los requisitos para deter-minar la existencia en Cuba de un Gobierno de transición (Sección 205) y de un Gobierno elegido democráticamente

22El 28 de abril, el secretario de Estado y futuro presidente de la Unión, John Quincy Adams, envió instrucciones a su ministro en Ma-drid, Hugh Nelson. Este se convirtió en un texto programático de la política hacia Cuba. Al respecto, ver: FONER, Philip S.: Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos. Editorial de Ciencias So-ciales, La Habana, 1973.

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(Sección 206). No hay necesidad de análisis demasiado pro-fundos; el texto es tan contundente en sus intenciones que, seguramente, las leyes o tratados que impusieron los euro-peos a sus colonias en Asia y África, no evidenciaban tanta arrogancia y falta de respeto por una nación soberana, reco-nocida por la comunidad internacional.

El presidente de Estados Unidos, y solo él, decidirá si existe en Cuba un Gobierno de transición y uno elegido democráticamente. Pero ni siquiera si se cumplen, a jui-cio de este, todos los requisitos previstos en las secciones 205 y 206, podría concretarse el pleno restablecimiento de las relaciones económicas y diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. La última y suprema exigencia para ello sería la liquidación satisfactoria de las reclamaciones de propiedades por parte de un Gobierno cubano reconocido por Estados Unidos, no solo las de sus compañías y ciuda-danos en el momento de la nacionalización, sino también las de quienes entonces no lo eran, incluidos los grandes magnates cubanoamericanos. Extraña forma de entender la democracia.

LOS TÍTULOS DE LA DISCORDIA

A pesar de las graves violaciones de la soberanía de Cuba que encierran los dos primeros títulos de la ley Helms-Burton, fue sobre el III y el IV que recayeron esen-cialmente las críticas y protestas a nivel internacional.

El Título III establece que toda persona que tres me-ses después de su entrada en vigor «traique» con pro-piedades «coniscadas» por el Gobierno cubano el 1.o de

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enero de 1959 o después, será responsable ante el nacio-nal de los Estados Unidos que haya sido titular de dicha propiedad, por perjuicio monetario.

La propia ley había deinido en su Sección 4 que una per-sona —natural o jurídica— «traica» con propiedades «con-iscadas» si, a sabiendas e intencionalmente: «vende, trans-iere, distribuye, reparte, cambia, administra o enajena de otro modo una propiedad coniscada, o compra, arrienda, recibe, posee, controla, administra, usa o adquiere de otro modo una propiedad coniscada o posee interés en ella». También, si «participa de una actividad comercial en que utilice una propiedad coniscada o se beneicie de otro modo de ella», o si promueve o dirige el «tráico» realizado por otra persona o participa en él o se beneicia de él, o de otro modo se involucra en dicho «tráico» por mediación de otra perso-na, sin la autorización de un nacional de los Estados Unidos que haya presentado una reclamación de esa propiedad.

Así, por ejemplo, ingleses que hayan invertido en al-guna propiedad nacionalizada por el Gobierno cubano después del 1.o de enero de 1959 podrían ser considera-dos «traicantes» y llevados a las cortes de Estados Uni-dos por nacionales de ese país que fueron titulares de esa propiedad, que supuestamente les fue coniscada.

Sin embargo, la realidad es que en Cuba las propieda-des se nacionalizaron conforme al Derecho Internacional, haciendo uso del derecho inalienable de todo Estado a dis-poner de sus recursos, reconocido por la Asamblea Gene-ral de la ONU desde 1952, y que aparece recogido en diver-sas resoluciones y acuerdos internacionales, que precisan además que la decisión de compensar dichas propiedades y la forma de hacerlo es un asunto soberano de ese Estado.

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Debe decirse que, con excepción de Estados Unidos, los países cuyos nacionales tenían propiedades naciona-lizadas por el Gobierno cubano establecieron negociacio-nes con este para su compensación.

Sobre la legalidad de estas nacionalizaciones, un abo-gado experto en inversiones sostiene:

El Gobierno que surgió tras la revolución de 1959 era un Gobierno válidamente constituido, reconocido interna-cionalmente y que adoptó las medidas expropiatorias de acuerdo con la legislación vigente entonces en Cuba (y sin que se hubiera declarado aún el carácter socialista de la Revolución). Así lo reconoce el Derecho Internacio-nal, uno de cuyos principios, el de Lex reisitiae, estable-ce que es la ley del territorio donde un determinado bien está situado la que determina las reglas de propiedad. Y así lo reconoció el Tribunal Supremo de Estados Uni-dos en la sentencia dictada en 1964 en el caso del Banco Nacional de Cuba versus Peter F. L. Sabbatino, al aplicar la doctrina del Acto de Estado Soberano, por cuya vir-tud los tribunales norteamericanos no podían entrar a juzgar la validez de las expropiaciones llevadas a cabo por un Gobierno extranjero, en este caso el cubano, de propiedades situadas en el territorio donde ese Gobier-no extranjero ejercita su soberanía...23

Por lo tanto, la ley Helms-Burton viola no solamente el Derecho Internacional, sino hasta las propias decisiones del máximo órgano judicial de Estados Unidos.

23ALTOZANO, Hermenegildo: «España debe proteger sus inversiones en Cuba», El País, Madrid, 3 de junio de 1996.

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A insistencia de Helms, lo referente a la recupe-ración de las propiedades nacionalizadas, fue de los temas más elaborados por el grupo de trabajo que se creó para darle forma a la ley. A ese equipo se le ocu-rrió que si la legislación estadounidense permitía a sus ciudadanos víctimas de tortura en un país extranjero demandar en sus cortes a nacionales de otros países, idéntico derecho debían tener las personas a quienes se les hubiera «coniscado» una propiedad. En una con-ferencia de prensa, Dan Fisk, el hombre al frente del grupo, explicaría: «Yo pienso que hacemos más para proteger la vida en el mar, que por los derechos de los propietarios que han sido coniscados».24 Fisk, Helms, y demás impulsores de la ley no tuvieron reparos en de-cir que los derechos de propiedad sobre bienes de sus empresas y sus acaudalados ciudadanos, y el derecho a la no expropiación de estos, deben ser una extensión de la Declaración de los Derechos Humanos.

En el caso del Título III, la ley prevé un mecanismo según el cual el presidente de Estados Unidos podría aplazar su fecha de entrada en vigor por un período no mayor de seis meses, y con posterioridad por períodos adicionales de la misma duración, y si ya hubiera entrado en vigor el título, a suspender el derecho a iniciar una acción de conformidad con este por un período no mayor de seis meses, y por periodos adicionales de igual dura-ción, en todos los casos si determina, y así lo informa por escrito a los comités pertinentes del Congreso con no me-nos de quince días de antelación, «que la suspensión es

24KIGER, Patrick y John Kruger: Ob. cit.

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necesaria para los intereses nacionales de Estados Unidos y acelerará la transición hacia la democracia en Cuba».

El Título IV de la ley Helms-Burton, prohíbe el acceso al territorio estadounidense, entre otros casos expresa-mente deinidos en la Sección 401, de todos aquellos ex-tranjeros que «traiquen» o que sean funcionarios, direc-tores o accionistas con participación mayoritaria de una entidad —así como a los cónyuges, hijo menores de edad, o representantes de cualquiera de estos— que hayan in-tervenido en el «tráico» de una propiedad «coniscada» a un nacional de Estados Unidos.

Estas disposiciones afectan particularmente a los di-rectivos o accionistas de compañías con inversiones en Cuba, que tienen además negocios en Estados Unidos.

NEGOCIACIONES A LA SOMBRA

Apenas ratiicada la ley por el presidente Clinton, Jesse Helms, en un artículo escrito para Global Viewpoint, a i-nes de 1996, y reproducido en varios medios estadouniden-ses y europeos, señaló de manera poco diplomática que:

... La amenaza de las querellas sigue pendiendo sobre las cabezas de los socios comerciales de Castro, como la cuchilla de la guillotina. Y, antes o después, esa cu-chilla caerá [...] estos traicantes tendrían que tener la decencia de sentarse, callarse y poner in a sus falsas acusaciones que airman que EE. UU. es un mal veci-no o aliado. Son ellos quienes son malos vecinos, y no merecen ni simpatía ni respeto.

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Así fue. A los pocos días de haberse puesto en vigor, la ley empezó a hacerse sentir. Los directivos y accionis-tas de la compañía italiana Stet, de la mexicana Domos y de la canadiense Sherrit, recibieron sendas notiicacio-nes del Gobierno estadounidense. En ellas se conminaba a estos a dejar de «traicar» con propiedades estadouni-denses «coniscadas» por el Gobierno cubano, o les serían denegadas las solicitudes de visas de ingreso a Estados Unidos. Igual comunicación les llegó, posteriormente, a la compañía agrícola israelí BM, a la empresa hotelera-española Sol Melía,25 y a la francesa de bebidas Pernod Ricard. Al año de haberse puesto en vigor la ley, el Depar-tamento de Estado había enviado notiicaciones similares a casi veinticinco empresas de once países.

Para tratar de apaciguar el ciclón que le estaba cayen-do encima, a ines de 1996 el presidente Clinton trata de llegar a un acuerdo con la Unión Europea, tomando como intermediario al Gobierno español encabezado por José María Aznar. No fue al azar que se escogió a Aznar. Este tenía estrechos vínculos con la extrema derecha de Mia-mi, al punto de haber utilizado el avión de la Fundación Nacional Cubano Americana en una gira que realizó por Miami, Costa Rica y El Salvador, cuando era candidato a la presidencia del Estado español.26

De ahí que no fue extraño que Aznar propusiera a la Unión Europea, en noviembre de 1996, un texto inspirado en las posiciones estadounidenses contra Cuba, al extre-mo que el diario El País, de España tituló un artículo sobre

25N. del E. Desde 2011 Meliá Hotels International S.A.26«Homenaje a Aznar; habla con exilio», El Nuevo Herald, 28 de no-viembre de 1995.

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el mismo: «La propuesta española a los Quince sobre Cuba calca las peticiones de EE. UU. a la UE». El texto fue aprobado por la Comisión Europea en tiempo récord, y sin mayores modiicaciones, respaldando la estrategia que Estados Unidos anhelaba: presionar política, inan-ciera y económicamente a Cuba para facilitar el «camino hacia la democracia».

A costa de Cuba, fue que la Unión Europea colaboró con Clinton para que suspendiera temporalmente la apli-cación del Título III.

En octubre de 1996, con el propósito de rescatar algo de dignidad, la Unión Europea establece una demanda ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) con-tra Estados Unidos. Esta se basaba en la ilegalidad de la ley Helms-Burton, al atacar muchas reglamentaciones internacionales sobre el libre comercio, y violar hasta lo que el propio demandado había forzado a aprobar en ins-tituciones internacionales. Estados Unidos respondió que si la OMC lo condenaba, recurriría a una de las cláusulas de esa organización que le permite no aceptar la decisión, por poner en peligro su «seguridad nacional». Como lo re-conocen los expertos, es sencillamente absurdo tan solo imaginar que la OMC pudiera poner en tal situación a Es-tados Unidos.

La valentía le duró poco a la Unión Europea. En abril de 1997, Leon Brittan, apoyado por el Consejo de minis-tros europeo, retiraba totalmente la demanda.

Eran momentos en que los veintinueve países más ricos del mundo negociaban, en total secreto, con la Organiza-ción de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), un proyecto sobre las inversiones internacionales llamado

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Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI). Y en ese escenario ya no se discutía sobre las implicaciones de la ley Helms-Burton, sino que, por el contrario, se retoma-ban de ella los puntos esenciales relacionados con la pro-tección a las inversiones de esos exclusivos Estados en cualquier parte del mundo y la negación al resto del dere-cho de coniscar y nacionalizar propiedades extranjeras en su territorio.

EL ACUERDO DE BIRMINGHAM

La disputa entre Estados Unidos y la Unión Europea continuó por las inversiones que los empresarios de los países que integran la misma tenían y continuaban reali-zando en Cuba. El 18 de mayo de 1998 se llegó a un arreglo con el cual, según se aprecia, todos quedaron contentos: el Acuerdo de Birmingham. En los puntos centrales de ese acuerdo la Unión Europea, de manera vergonzosa, acep-taba la internacionalización del bloqueo a Cuba, a pesar de que la mayoría de sus miembros lo han rechazado con-tinuamente en Naciones Unidas. Reconocía oicialmente la ilegalidad de la nacionalización de propiedades esta-dounidenses en Cuba, luego de que una Comisión de la UE «supervisara», en Washington, el trabajo de la Comisión de Solución de Reclamaciones en el Extranjero (Foreign Claims Settlement Commission), también conocida como Comisión para la Liquidación de Reclamaciones en el Ex-terior.

Llama la atención que la Unión Europea encontrara irre-gularidades en esas expropiaciones y nacionalizaciones,

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cuando los países europeos que llegaron a acuerdos com-pensatorios con La Habana nunca las detectaron. Es tan ilógica esa decisión como haberla tomado sin consultar a la otra parte directamente implicada, y en el banquillo de los acusados: Cuba.

La secretaria de Estado, Madeleine Albright, le hizo llegar una misiva a Jesse Helms, el 3 de agosto de 1998, en la que le comenta el triunfo logrado por su Gobierno con el Acuerdo de Birmingham. En esta puede leerse:

... la Unión Europea ha reconocido oicialmente la ile-galidad de las expropiaciones de propiedades esta-dounidenses. Su reconocimiento es parte integrante del Entendimiento. Esta es una extraordinaria rei-vindicación de los principios que son la base del Acta para la Libertad [...] el Entendimiento brinda un iltro especial para garantizar que no se brinde ningún apo-yo o asistencia comercial a inversiones en propieda-des que puedan haber sido ilegalmente expropiadas. Una vez que informamos a la Unión Europea de la existencia de tal informe, como ya lo hemos hecho en el caso de Cuba, ellos aplicarán este iltro especial y deben realizar estrechas consultas con nosotros [...]. El Entendimiento Estados Unidos-UE fortalecerá la protección para todos los ciudadanos estadouniden-ses cuyas propiedades hayan sido ilegalmente ex-propiadas, incluyendo las reclamaciones hechas por cubano-americanos naturalizados [...]. si la Unión Eu-ropea no cumple con sus compromisos, el Acta para la Libertad continuará siendo un instrumento pode-roso para lograr nuestros objetivos políticos. Usted

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tiene mi compromiso de que si el Entendimiento no se cumple, no dudaré en revocar la prórroga del Capítu-lo IV .... Es importante que no desaprovechemos esta única e histórica oportunidad de lograr los objetivos del Acta para la Libertad y establecer más amplias y nuevas protecciones para los derechos de propiedad de los ciudadanos estadounidenses en Cuba y en todo el mundo ...27

27Revista Hispano Cubana. Número 3. Madrid, enero-abril, 1999. N. del E. Cuando en la carta se menciona el Entendimiento, se reiere al Acuerdo Estados Unidos-Unión Europea; Acta para la Libertad es la ley Helms-Burton, también conocida como Ley Libertad, y las men-ciones a capítulos de la ley deben entenderse hechas a los títulos de la misma.

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TOMA FORMA UN MURMULLO

«En febrero, la oicina de Miami de la irma legal Ke-lley Drye and Warren, que representa a Bacardí en Esta-dos Unidos, emitió un comunicado de prensa elogiando la participación de uno de sus abogados, Ignacio Sánchez, en la “edición y los comentarios” del proyecto de ley Helms-Burton ...»1.

Esa información podría haber pasado inadvertida en un ambiente como el de Miami, donde igurar está por en-cima de cualquier ética profesional. Pero no fue así. Era la primera constatación de un murmullo que «recorría», des-de hacía varios días, los pasillos y oicinas en Washington, Miami y Nueva York: Bacardí estaba detrás de esa ley, porque Kelley Drye and Warren era su representante en Nueva York, y Sánchez uno de los directivos de la Funda-ción Nacional Cubano Americana.

Por ello, no habían pasado muchas horas desde que Jesse Helms presentara públicamente su proyecto de ley, cuando Clinton empezó a recibir las primeras inquietan-tes reacciones, a nivel nacional e internacional.

1El Nuevo Herald, Miami, 15 de julio de 1995.

«THE BACARDI CLAIMS ACT»

Capítulo XI

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Ante la avalancha de críticas y cuestionamientos de muchos medios informativos, organizaciones y persona-lidades políticas, Sánchez se vio forzado a decir que era una exageración del publicista de la irma, mientras si-mulaba restarle importancia al asunto.2

NO FUE UN ALMUERZO COMO LOS OTROS

El lunes 17 de abril de 1995, cuando recién estaba aprobado el proyecto de ley por el Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental de la Cámara de Representan-tes, Helms visitó Miami. Invitado especialmente por la Fundación Nacional Cubano Americana, realizó una serie de actividades en busca, entre otras cosas, de respaldo para su proyecto y de dinero. Unas líneas tomadas de un periódico de esa ciudad pueden dar una idea de lo sucedi-do en el acto central de su viaje:

… Pasamos al comedor donde se celebró el almuerzo en un marco de verdadero sentido patriótico y donde estuvieron representadas muchas de las organizacio-nes más representativas y distinguidas del exilio .... Después usó de la palabra Pepe Hernández, presiden-te de la Fundación Nacional Cubano Americana, cuyas palabras de verdadera responsabilidad y sentido pa-trio fueron escuchadas con verdadera atención ....

Seguidamente usó la palabra [...] Rodolfo A. Ruiz, pre-sidente de «Bacardí Import», quien con lúcida palabra

2The Miami Herald, Miami, 15 de julio de 1995.

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se dirigió a la audiencia expresando también el sentir de todos los allí reunidos en cuanto a la necesidad im-periosa de ver una Cuba libre [...].

El senador Helms subió a la tribuna para expresar sus pensamientos e ideas mantenidas desde que llegara por primera vez al Senado en el año 1972 y, desde en-tonces hasta la fecha, ha sido un verdadero defensor de la democracia para Cuba y un decidido combatiente por la libertad de los pueblos, y en este caso, presen-tando una ley que haría más difícil la economía para el régimen esclavista de La Habana...3

A primera vista, el acto referido no tuvo nada de tras-cendental. A lo sumo conirmaba, por enésima vez, las ín-timas relaciones de importantes accionistas de la Bacardí con la Fundación Nacional Cubano Americana. Pero, hay un pequeño detalle del mismo que tiene signiicativa im-portancia, y que fue expuesto en diversos medios perio-dísticos. The Sun, de Baltimore, en un extenso artículo, el 22 de mayo, reseñaba que «los ejecutivos de la Bacardí y la FNCA fueron los promotores» de una cena para re-coger dinero a beneicio de Jesse Helms». Esta actividad para Helms causó tanto revuelo, que todavía el 15 de julio The Miami Herald recordaba que «en abril, el jefe de la subsidiaria de Bacardí en Miami, Rodolfo Ruiz, fue coan-itrión en Miami de una cena de recaudación de fondos para Helms de $500 el plato. El otro anitrión del evento, en el que se recaudaron $75 000, fue la Fundación...».

3Diario Las Américas, Miami, 19 de abril de 1995.

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Pero, ¿por qué gastar tinta para reseñar la cena ofrecida a un senador? Los partidarios del proyecto decían que la ley serviría para acelerar la caída de Castro y «el advenimiento de una nueva era de de-mocracia» en Cuba, pero sus detractores sostenían: «la medida contiene beneficios para negocios como Bacardí y la familia de magnates azucareros Fanjul. Esto sería normal según la tradición que existe en EE. UU. de cabildear en el Congreso a favor de intereses particulares, pero en este caso despierta críticas dada su abierta intención política...».4

He ahí el meollo de la controversia y las críticas. No era gratuito, como lo recoge el mismo artículo de The

Miami Herald, que «en los ámbitos del Congreso» se le estuviera llamando a la propuesta de Helms y Burton, «proyecto de ley Bacardí». Aunque otros como Wayne Smith, exresponsable de la Sección de Intereses de Es-tados Unidos en La Habana, prefería denominarla ley de los reclamos Bacardí (The Bacardi Claims Act).

Le correspondió a Juan Prado, accionista de la em-presa y asesor del presidente de la directiva de Bacar-dí en Miami, salir al paso para tratar de descongestio-nar la situación. Este adujo que la «Fundación les había pedido ayuda para llenar las mesas, y que la Bacardí había respondido airmativamente. “Como compañía no podíamos hacer nada, pero como personas quisimos ayudar”...».5 Esta frase la creyeron muy pocas personas y quedó totalmente desvirtuada cuando, poco después, el propio Prado sostuviera que su empresa sería una de

4El Nuevo Herald, Miami, 15 de julio de 1995.5Idem.

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las principales beneiciadas si el proyecto se convertía en ley.6

UN ABSURDO CALCULADO

«Aunque la compañía matriz está radicada en las Ber-mudas —dice un comentario de prensa— sus subsidiarias en EE. UU. y cualquiera de los aproximadamente 500 miembros de esa familia que se han hecho ciudadanos de este país podrían beneiciarse de esta ley, planteando de-mandas en sus cortes».7

Según los expertos, uno de los tantos puntos descabe-llados que contiene la Helms-Burton, es que permite a los poderosos magnates cubanoamericanos llevar ante las cortes estadounidenses a personas extranjeras que «traiquen» con propiedades que les fueron nacionaliza-das por el Gobierno cubano después del 1.o de enero de 1959. Esto es un gran absurdo, además de una violación del Derecho Internacional. El entonces subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, Peter Tarnoff, al testiicar ante el Congreso sobre este punto alegó:

Cuando un Estado expropia una propiedad dentro de sus fronteras, que pertenece a sus propios nacio-nales, Estados Unidos no tiene ninguna base recono-cida, conforme al Derecho Internacional, para per-mitir que se establezcan demandas [...]. El hecho de que el nacional en cuestión llegue a ser un ciudadano

6The Sun, Baltimore, 22 de mayo de 1995.7El Nuevo Herald, Miami, 19 de julio de 1995.

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estadounidense, o a transferir la demanda de la pro-piedad a un ciudadano de Estados Unidos, no cambia en nada la situación legal.8

Este punto, además, beneicia fundamentalmente a un exclusivo grupo de cubanoamericanos, extremadamente ricos cuando triunfa la Revolución cubana: poderosos te-rratenientes, propietarios de centrales azucareros, gana-deros y productores de licor —como los Bacardí. La ley, le exige al nacional de los Estados Unidos —incluidos los cubanoamericanos— para poder presentar una demanda que el monto de la reclamación supere los 50 000 dóla-res, sin considerarse los intereses, gastos y honorarios de abogados. Bajo ese condicionamiento, precisa un aboga-do de Miami, «si hay 100 demandas, me parece que van a ser muchas».9

Clinton y el Departamento de Estado no eran los úni-cos preocupados por la puesta en vigor del Título III de la ley Helms-Burton. El Joint Corporate Committee on Cuban Claims, una organización de empresas estadouni-denses que perdieron sus propiedades en Cuba, ha esta-do en contra. Entre los treinta miembros de ese grupo hay grandes empresas como Chaisse Manhattan Bank, Coca-Cola y la ITT, que reclaman más de un billón de dólares, sin contar intereses.

Teóricamente, todos los demandantes estadouniden-ses originales, que en su totalidad son más de 5 900, po-drían sacar beneicio de la Helms-Burton. Su desacuerdo

8KIGER, Patrick y John Kruger: «Squeeze Play: The United States, Cuba, and the Helms-Burton Act», The Center for Public Integrity, Washington, marzo de 1997.9El Nuevo Herald, Miami, marzo de 1996.

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radica en la cantidad, aún desconocida, de cubanoameri-canos que van a presentar demandas y obtener un juicio, que competiría con sus propias demandas y alejaría a ki-lómetros las posibilidades de un arreglo con La Habana.10

LA PRIMERA CORROBORACIÓN...

Así escribe alguien que ha tenido información de pri-mera mano:

No era acertado decir que los exiliados de la Funda-ción estaban detrás de la ley: en verdad, estaban a su vanguardia [...].

Por ejemplo, la Bacardí. Aunque no jugó un papel de-cisivo, fue de la partida. Como toda empresa, suele ser, al menos en estos tiempos, temerosa de la controver-sia pública. Pero, en puntas de pie, la empresa fami-liar cubana se sumó a las gestiones del exilio político [...]. Estaba a la mano, para quien quisiera introducir un poco de malicia, el fácil expediente de achacar a los ejecutivos de Bacardí la intención de promover, por la vía maquiavélica de la ley, la recuperación de sus bienes en Cuba y el desplazamiento de la Pernod Ricard, empresa francesa que distribuye ron cubano fuera de Cuba y que mira con hambre el mercado nor-teamericano. Los primeros ataques lanzaron a los ca-pitostes de Bacardí en desbandada fuera del escenario público. Pero desde la sombra sus abogados, allegados

10VARGAS LLOSA, Álvaro: El Exilio Indomable, Espasa-Calpe, Madrid, 1998.

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y ahijados siguieron echando una mano —legal, políti-ca, económica— a la coalición anticastrista que estaba decidida a arrebatarle a Fidel Castro el oxígeno de las inversiones extranjeras que le había permitido sobre-vivir a la sequía del chorro soviético [...]. Aunque los esfuerzos de Bacardí en favor de esta ley no estuvie-ron a la altura de sus recursos, su movilización fue una interesante novedad, entre otras, en la historia menuda de un acontecimiento legislativo que provoca-ría, a partir de marzo de 1996, un conlicto económico de polendas (sic) en el mundo occidental...11

LA SEGUNDA CORROBORACIÓN...

Según el propio Dan Fisk, el ayudante de Helms, una de las primeras copias del proyecto que salió de la oicina de este se envió a la sede de la Fundación Nacional Cubano Americana en Washington. Aparentemente, la Fundación poco tuvo que ver en forma directa con la redacción de la ley, pero fue una sensacional máquina de lobby a su favor: «Nadie cabildeó tanto, ni tan metodológicamente,

11VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. cit. Como lo aclara ese texto, la Ba-cardí no desarrolló un intenso cabildeo en el Congreso. Ese trabajo de lobby lo realizó la Fundación Nacional Cubano Americana. Uno de los encargados del escaso cabildeo que hizo la Bacardí ante los legislado-res fue Luis Aguilar León. En mayo de 1996, la Bacardí le «rindió un emotivo homenaje, por su larga y brillante trayectoria académica y periodística». Manuel J. Cutillas en persona lo congratuló. Estuvieron presentes, además de otros ejecutivos de la empresa, los directivos de la FNCA Pepe Hernández, Domingo Moreira y Roberto Suárez; ade-más de Carlos Alberto Montaner (Diario Las Américas, junio de 1996). Montaner, un intelectual cubano residente en España, es agente de la CIA, según las autoridades cubanas.

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ni de una manera tan bien inanciada, como la FNCA»,12 aseguró el abogado Nicolas Gutiérrez.

Como se ha venido mostrando, los legisladores que im-pulsaron y irmaron la ley tenían vínculos políticos con la transnacional y la Fundación, a partir de los aportes inancieros de estas a sus campañas electorales. Y es muy poco lo que impediría asegurar que el ciento por ciento de los abogados que trabajaron con Dan Fisk en la re-dacción, corrección y detalles inales de la Helms Burton tenían conexiones con el imperio Bacardí.13

La relación entre estos abogados, sus bufetes y la Ba-cardí en el momento en que se elaboraba la ley podría parecer una complicada telaraña, pero no lo es tanto. Es otro tejido de tramas y complicidades que se va develan-do a lo largo de este trabajo. (Ver Anexo I)

El menos involucrado con el imperio Bacardí era Nico-lás Gutiérrez, un egresado de la Universidad de George-town, «que dio sugerencias cuando se redactaba el proyec-to Helms-Burton, y es uno de los más ardientes defensores de la ley».14 Bisnieto del empresario de origen español Ni-colás Castaño Capetillo, considerado a comienzos del siglo pasado uno de los hombres más acaudalados de Cuba, en la época en que se elaboraba la ley fungía como secreta-rio de la denominada Asociación Nacional de Propietarios de Centrales Azucareros de Cuba, en Miami15 —su fami-lia, que tuvo estrechos vínculos con el dictador Fulgencio Batista, reclama entre otros muchos activos dos centrales

12Idem.13Ver el diagrama del Anexo 1.14El Nuevo Herald, Miami, marzo, 1996.15N. del E. Es actualmente el presidente de la llamada Asociación de Hacendados de Cuba en el exilio, en la misma ciudad.

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azucareros nacionalizados por el Gobierno cubano—; era, además, miembro del paramilitar Consejo Militar Cuba-no Americano, y socio del bufete Adorno and Zeder, que representaba a varios millonarios cubanoamericanos cu-yas propiedades fueron nacionalizadas, entre ellos al clan Fanjul, magnates del azúcar, ayer en Cuba, hoy en Estados Unidos y República Dominicana.

Veamos el razonamiento, muy simple, de Gutiérrez, en 1996, sobre los propósitos de la Helms-Burton: «La clave de esta ley no es si los daños pueden cobrarse o no, sino crear suiciente incertidumbre para que los inversionis-tas lo piensen dos veces antes de ir a Cuba. El propósito es salir de Fidel Castro».16

Sí existía una conexión entre Gutiérrez, la Bacardí y hasta la Fundación: el bufete internacional Adorno and Zeder. De este formaban parte Henry Adorno y Raúl Can-tero, quienes fueron abogados del personaje que hizo de la Bacardí un imperio: José Pepín Bosch. Adorno era di-rector y abogado de la Fundación, y no solo representante jurídico de la familia Mas Canosa, sino el vicepresidente de su principal empresa, Mastec.

Y LA TERCERA CORROBORACIÓN

Ignacio Sánchez, abogado de Miami, especialista en el tema de propiedades cubanas expropiadas, testiicó y realizó una ardua defensa en el Senado de la Helms-Bur-ton. Cuando su bufete Kelley Drye and Warren divulgó el comunicado en el cual lo felicitaba por sus importantes

16Idem.

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aportes a la ley, aunque intentó restarle importancia, su-brayó «que personalmente ayudó a Helms a redactar el proyecto de ley en lo relativo a las reclamaciones de pro-piedades nacionalizadas».17 Sin llegar a negar que Bacardí sería una de las más beneiciadas en caso de aprobarse la ley, sostuvo que la transnacional «no le había pagado por las frecuentes consultas que le hicieron los miembros del equipo de Helms».18 Su asesoramiento, dijo, lo hizo en cali-dad de miembro del bufete, y no como abogado de Bacardí.

Otro jurista que trabajó para Helms y su proyecto fue Brice Clagett, del bufete Covington and Burling, en Washington, representante de varias compañías estadou-nidenses cuyas propiedades en Cuba fueron nacionaliza-das, entre ellas Bacardí. En relación con este bufete hay un detalle que no debe pasarse por alto. De este formó parte durante muchos años un personaje muy signiicati-vo para Bacardí: George Chip Reid jr.

Chip, quien había sido consejero jurídico adjunto del Comité Nacional Republicano, fue posiblemente el más íntimo y valioso asesor de la Bacardí, al punto de ser fundamental en la adquisición de Martini & Rossi, la mundialmente reconocida compañía italiana. En 1997 pasó a Miami para ejercer la presidencia del Consejo de Administración de Bacardí U.S.A., Inc.; de ahí salta-ría a Bermudas en calidad de presidente del Consejo de Administración (chairman) del imperio, aunque bajo la tutela de Cutillas. Chip Reid, estadounidense ciento por ciento, sería la primera persona en ese cargo que no per-tenecía al clan familiar.

17The Sun, Baltimore, 22 de mayo de 1995.18El Nuevo Herald, Miami, marzo de 1996.

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Robert Freer jr., socio del bufete Freer, McGarry, Bodansky & Rubin, también sirvió de asesor en la re- dacción de la ley. Freer era secretario ejecutivo del Con-sejo de Negocios Estados Unidos-Cuba (U.S.-Cuba Busi-ness Council), la entidad privada que estuvo más cerca del equipo de Helms y Burton.19 En el ejecutivo del Con-sejo estaba Juan Prado, importante accionista y directivo de la Bacardí, mientras que el chairman en el momen-to de redactarse y aprobarse la ley Helms-Burton era el más alto responsable de la Bacardí: Manuel J. Cutillas (ver capítulo XIV).

El presidente del equipo directivo del Consejo de Ne-gocios era el cubanoamericano Otto Reich, quien «fue uno de los que hiló, por cuenta de Bacardí, parte de la tela de araña de la Helms-Burton».20 Reich seguramente es el diplomático que más ha servido a la Fundación Na-cional Cubano Americana y, en particular, a los intereses políticos de la transnacional Bacardí. En su currículo no puede obviarse su participación en la dirección del Cen-tro para una Cuba Libre (Center for a Free Cuba), junto a Jeane Kirkpatrick, Luis Aguilar León, William Doherty, y el gran jefe de la Bacardí Manuel J. Cutillas, quien fuera, también en esta ocasión, su chairman.21

19KIGER, Patrick y John Kruger: Ob. cit. N. del E. Más información sobre este Consejo aparece en el Capítulo IV. Para evitar confusio-nes con una entidad homónima creada en septiembre de 2015, se reco-mienda la lectura de la nota 8 de dicho capítulo.20VARGAS LLOSA, Álvaro: Ob. Cit.21De 1976 a 1981 Reich fue director de la oicina en Washington del Con-sejo de las Américas, una asociación de compañías estadounidenses con inversiones en América Latina y el Caribe, de la cual forma parte Bacardí. Luego pasa dos años en la sección América Latina de la Agen-cia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés) donde bloquea toda petición de ayuda hecha por los

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Y si hablamos del Centro para una Cuba Libre, se debe señalar que fue una de las más activas organizaciones, junto a la FNCA, que presionó, manipuló e invirtió inmen-sos recursos, para que al niño Elián González se le diera asilo político en Estados Unidos, en contra de la volun-tad de su padre y del Derecho Internacional, utilizándo-lo como arma política contra el Gobierno cubano. Pero las autoridades estadounidenses permitieron, después de siete meses de retención, el regreso del niño a su patria. Por su parte, el padre rechazó dos millones de dólares que la extrema derecha cubanoamericana le ofrecía para que pidiera asilo con toda su familia. Esto constituyó un duro golpe político para ese poderoso sector extremista.

Mas, sin lugar a dudas la vinculación fundamental de Reich con la Bacardí se dio como directivo del Consejo de Negocios y como director del Brock Group, una con-sultora comercial que por la fecha en que se elaboraba la Helms-Burton hacía lobby en Estados Unidos para el Ministerio de Comercio alemán y la British American To-bacco, y representaba igualmente al imperio Bacardí en Washington, Bermudas y Bahamas. Según documentos federales desclasiicados, el Brock Group recibió más de

sandinistas. Ronald Reagan lo nombra embajador en Venezuela, cargo que ocupa hasta 1989. Dos años después es designado embajador alter-no ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, lo que acepta con gusto porque, según él, «es un gran honor representar a Estados Unidos». (El Nuevo Herald, Miami, 28 de febrero de 1991). Durante su estancia en ese organismo se le abren muchas puertas a la FNCA para su trabajo de lobby contra Cuba. Reich fue directivo de Freedom House, junto a Kirkpatrick, Malcolm Forbes jr., Revel, Doherty, y otros. N. del E.: Manuel J. Cutillas fue el chairman del Centro para una Cuba Libre desde 1997 hasta su fallecimiento en noviembre de 2013, mientras Frank Calzón fue su director ejecutivo hasta mayo de 2019. Otto Reich es actualmente su presidente.

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110 000 dólares de Bacardí en los seis meses más deci-sivos de la ley.22 No debe olvidarse que Reich fue de los primeros que testiicó ante el Congreso estadounidense a favor de la ley, el 30 de junio de 1995, en calidad de presi-dente del Consejo de Negocios.

BACARDÍ, SIN SER ESTADOUNIDENSE...

Como lo ha reconocido un alto directivo de la trans-nacional, Bacardí es «una compañía sin nacionalidad», con oicinas en Bermudas.23 A pesar de ello, valiéndose de su poder económico y de sus contactos en las altas ins-tancias políticas, prácticamente redactó y acomodó a sus necesidades una ley estadounidense. La Helms-Burton, como se le conoce, no solo atenta contra la soberanía de Cuba y la sobrevivencia de sus ciudadanos, sino que está aportando a la locura en que se desliza peligrosamente el sistema comercial capitalista, en sus ansias de derribar la más mínima barrera de control.

22Otro importante directivo de The Brock Group es James Frierson, coordinador de las políticas del Gobierno estadounidense sobre fun-ciones del sistema GATT (Acuerdo General sobre Comercio y Tari-fas), en la Ronda del Uruguay, 1987-89.23The World of Bacardi-Martini. Producido para Bacardi Limited -PemBrocke, Bermudas, por Sidney M. Maran. No se precisa la fecha de la edición, pero seguramente es de mediados de los años noventa.

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¿LIBERTAD DE MERCADOS?

A ines de 1993, los hermanos Mark y Marvin Feldman importaron desde México ciento cuarenta y tres cajas de ron Bacardí (mil setecientos dieciséis botellas). Paga-ron las etiquetas y licencias federales estadounidenses correspondientes. Pero cuando se disponían a ponerlas en el mercado, fueron decomisadas por las autoridades de la Florida. El motivo aludido, siendo simple, es difícil de comprender en un país que se jacta de poseer una li-bertad total de comercio y libre empresa: el ron Bacardí producido en Puerto Rico es «la fuente fundamental del abastecimiento de ese producto en Estados Unidos». Por lo tanto, «se supone que cualquier ron Bacardí en la Flo-rida venga de Puerto Rico».1

Los Feldman compraron Bacardí en México, ya que ese país concede descuento en los impuestos sobre las ex-portaciones de bebidas. Así, una caja de ese licor la pue-den vender al público por quince dólares menos que el producido en Puerto Rico por la misma compañía.

1«Dos intrépidos importadores se enfrentan al poder de Bacardí», El Nuevo Herald, Miami, 31 de mayo de 1994.

«GUERRAS» DE MERCADO

Capítulo XII

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Los hermanos establecieron una demanda en la corte federal del Distrito de Miami, acusando al Estado de conis-cación ilegal. En la demanda, se alude a Bacardí como cons-piradora. Dice el comentario de prensa que los Feldman «se enfrentaron en una batalla contra el imperio del ron Bacar-dí, al retar las regulaciones de la Florida en lo referente al comercio del licor [...]. El desafío legal parece ser una em-presa sumamente arriesgada y con pocas probabilidades de éxito. Las leyes en cuanto a la importación y distribución de bebidas alcohólicas son sacrosantas en este país».

Las posibilidades son aún menores si tienen que en-frentar ese imperio que posee un inmenso poder en la Florida y gran inluencia en Washington. Los Feldman alegaron que esa disposición era contraria a la cláusula de la Constitución que concede a los individuos el dere-cho a comerciar. Con cierta incoherencia, el director de la Oicina de Bebidas Alcohólicas y Tabaco de Miami dijo que esas medidas fueron dictadas para proteger al con-sumidor de los precios altos, al evitar los intermediarios.

Por su parte, el gran jefe de la Bacardí en ese momen-to, Manuel Jorge Cutillas, airmó: «como la mayor parte de las compañías, Bacardí trata de desestimular a los co-merciantes del mercado gris, cuyas importaciones pue-den socavar los precios establecidos».

Ya en 1991, el mismo Cutillas, había escrito a un grupo mexicano que con antelación quiso hacer lo mismo que los Feldman: «Aun cuando las exportaciones sean hechas dentro del marco de la ley y del comercio internacional, ese tipo de operación comercial interrumpe nuestras ac-tividades normales de mercadeo y venta».2

2Idem.

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Es una prueba clara de que la libertad de empresa y comercio que Bacardí exige a Cuba no es una ley sacro-santa para todos.

LAS SUTILES AMENAZAS

A mediados de 1993 se rumoraba insistentemente que el Gobierno de Cuba estaba logrando un acuerdo con una compañía extranjera para la comercialización internacio-nal de Havana Club, el más reconocido de sus rones. Esto puso en acecho a la transnacional Bacardí, que acababa de adquirir Martini & Rossi.

A Manuel Cutillas y demás accionistas esto les cau-saba ciertas preocupaciones: primera, que llegara al mercado un verdadero competidor a su cuasimono-polio del ron; segunda, que fuera a «usufructuar» sus propiedades para un negocio que le procurara oxíge-no a la asfixiada economía cubana; y, tercero, que se burlara la ley Torricelli-Graham, que tanto habían apo-yado. Por lo tanto, Cutillas empezó a enviar cartas a asociaciones y directivos de corporaciones que tenían que ver con la producción y/o distribución de bebidas espirituosas. En ellas era palpable el tono amenazador. Una de estas fue enviada desde Nassau al presidente de la Asociación Nacional de Importadores de Bebidas de Estados Unidos, Robert Maxwell, el 28 de octubre de 1993. En sus principales apartados dice:

Las propiedades que fueron coniscadas a Bacardí incluyen la destilería y el ediicio de las oicinas en

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Santiago de Cuba; otro ediicio en La Habana, tres cer-vecerías Hatuey y la marca de fábrica. Por ello pedimos que usted entienda nuestra posición y que coopere en promover un consenso de la industria a nuestro favor.

La posición de Bacardí, sustentada por expertos, es que los bienes coniscados continúan siendo propiedades le-gales y que nadie que acepte una cesión de esas propie-dades por parte del régimen de Castro, adquirirá bue-nos títulos bajo la ley cubana o internacional. Desde el momento en que el reino de la ley y un gobierno repre-sentativo sean restaurados en Cuba, Bacardí intentará tomar todas las medidas apropiadas para recuperar sus propiedades, y también de buscar compensaciones de aquellos que las han recibido bajo el actual régimen, explotando y mal usando esas propiedades.

Bacardí confía que en el próximo gobierno democrá-tico las garantías constitucionales serán restauradas y esas cesiones no serán reconocidas por las cortes. Bacardí espera que el futuro sistema legal cubano re-conozca el derecho de Bacardí a cobrar los daños de cualquiera que haya ocupado y explotado las propie-dades de Bacardí en cualquier momento durante el ré-gimen de Castro. Bacardí tiene la intención de deman-dar todo daño de ese tipo que pueda ser recuperable, incluido los arriendos, enriquecimiento ilícito sacado de lo que allí se haya ganado, y el daño por utilizar ilegalmente las marcas y patentes, el deterioro de las infraestructuras, daño ambiental, más intereses [...].

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Entonces si alguna persona o entidad cree que pue-de adquirir estas propiedades coniscadas a precio favorable, y realizar ganancias a corto plazo con esa inversión, sabiendo que van a perderlas en el futuro, cuando Castro caiga, pueden recibir una desagradable sorpresa por el resultado de su apuesta. Los potencia-les inversionistas deben saber que Bacardí ha tenido resultados positivos en acciones legales en el pasado contra el actual gobierno de Cuba [...]. Estamos prepa-rándonos en llevar adelante este tipo de acción para recuperar nuestras propiedades, esperamos since-ramente que no sea necesario. Le agradecemos toda cooperación que Usted pueda hacer, y le pedimos que distribuya esta carta a las compañías miembros [...].3

AMENAZA COINCIDENTE

Casualmente, unos pocos meses antes, varias organi-zaciones extremistas, incluida la Fundación, habían en-viado una carta abierta a un buen número de empresas e industrias en Europa y América Latina. Los términos eran muy idénticos a los empleados por Bacardí:

Los que subscriben tienen la intención de participar en la creación de una nueva república en una Cuba sin Castro [...]. Mantenemos la postura que cualquier inversión he-cha en Cuba, en las actuales circunstancias, no merecerá el amparo de las leyes que formule un futuro gobierno cubano para la protección de la propiedad privada [...].

3Copia de esta carta consta en los archivos personales del autor.

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Creemos que es importante que la comunidad interna-cional de inversionistas conozca nuestras intenciones, y que aquellos que estén pensando en invertir en Cuba, se den cuenta plenamente de la responsabilidad política de sus actos, y los riesgos que les pueden acarrear...4

LA ATREVIDA: PERNOD RICARD

Tenía motivos Cutillas para estar inquieto y amenazante en 1993. Ese año la empresa cubana Havana Rum & Liquors (HRL) y la sociedad francesa Pernod Ricard irmaban un acuerdo comercial del tipo joint venture (capital al 50% y riesgos compartidos) para comercializar el ron Havana Club. La economía cubana, camino al naufragio, tenía en la inversión extranjera una importante balsa que la ayudaría a obtener las divisas necesarias para llegar a puerto seguro.

Por su condición de ron genuinamente cubano, más la experiencia de mercadeo de la multinacional francesa, las ventas de Havana Club aumentaron vertiginosamente des-de el mismo 1994, restándole clientela al Bacardí. El propio Cutillas reconoció a El Nuevo Herald, en marzo de 1996: «el negocio se ha estancado en los últimos dos o tres años».

Antes de 1994 Bacardí no tuvo un competidor de ries-go. Cuba se había casi concentrado en la distribución de ron en los países del bloque socialista de Europa. El hue-co que le estaba abriendo el ron cubano se tenía que sen-tir: en 1998 Havana Club llegó a su primer millón de cajas anuales vendidas, y fue una de las tres marcas con ma-yor incremento en el mundo, un liderazgo que mantuvo

4Copia de esta carta consta en los archivos personales del autor.

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en los años siguientes.5 Pernod Ricard se arriesgaba a un enfrentamiento con Bacardí y las leyes estadounidenses, no por un sentimiento caritativo o de solidaridad hacia la Revolución cubana: sabía que era un buen negocio.

Con una mínima relexión, Bacardí comprendió que el éxito del Havana Club se encontraba sustancialmente en su origen ciento por ciento cubano. Por ello, a sabiendas de que engañaba al consumidor y pisoteaba los convenios interna-cionales, de la noche a la mañana se «reconvirtió» en cubana.

Cuando nadie lo esperaba, Bacardí pasó vertiginosa-mente de odiar a Cuba (desde 1960), al extremo de prohi-bir mencionarla en su publicidad, a sentirse más cubana que las palmas (desde 1994), un inimaginable giro de 180 grados. Hasta George Chip Reid, quien fuera presidente del imperio hasta marzo del 2000, se atrevió a decir: «Esta-mos orgullosos de nuestra herencia cubana».6 La ironía de la historia quiso que justo en el momento en que Bacardí se acordó de su «herencia», a la cabeza estuviera un esta-dounidense que nunca había tocado tierra cubana.

ENGAÑOSA PROPAGANDA

Ya Facundo Bacardí Massó había asegurado a ines del siglo XIX: «En verdad, no hubo ni podrá haber en ningún

5Ese crecimiento se ha dado a pesar de tener vedado el acceso al in-menso mercado estadounidense, verdadero reducto defendido por Bacardí. De ahí la exacerbada actividad política del imperio ronero contra el levantamiento del bloqueo, o tan solo el restablecimiento de relaciones comerciales entre Estados Unidos y Cuba.6BENES, Alejandro: «The Spirit of the Bat», Cigar Aicionado, Washington, otoño de 1996.

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momento de la historia, ni en país alguno, ron como el nuestro. Ni semejante siquiera. Los que se fabriquen fuera de Cuba no disponen de la mejor materia prima que existe, que son las mieles de caña cubanas precisamente».7

Son varias las frases de Don Facundo que la campaña publicitaria de Bacardí le adjudica desde 1994. Pero la anterior está escondida al público en lo más recóndito de la memoria del imperio ronero. Ella no entra en esa rei-vindicación mediática de «cubanidad».

Sí, en el mundo no se había conocido otra campaña publicitaria que insistiera tanto en el origen de un pro-ducto... sin que un solo elemento de este se produjera en el sitio referido. En el caso de Bacardí, ni el papel de la etiqueta, ni el vidrio del envase, y ni siquiera una gota del licor. Nada. En la estrepitosa campaña publicitaria lanzada por Bacardí, las palabras «Cuba» y «Santiago de Cuba» son el eje central, lo que ha hecho creer a muchos consumidores que están pagando por un auténtico ron cu-bano, un proceder que la Organización Mundial de la Pro-piedad Intelectual (OMPI), denomina «contrario a usos honestos».8

Desde que los accionistas de Bacardí abandonan la Isla (no olvidemos que el máximo tesoro, la marca, se la habían llevado para Bahamas años antes del triunfo de la Revolución) las etiquetas del ron Bacardí mencionaban

7El libro de Cuba, La Habana, 1925.8La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) es un or-ganismo especializado de Naciones Unidas, con sede en Ginebra, encar-gada de velar por los derechos de autor y la propiedad intelectual. Es responsable de administrar, entre otros tratados, el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas y el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial, así como el Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT, siglas en inglés).

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claramente que era un producto elaborado en Puerto Rico. Tiempo después, algunas dirían que el licor pro-venía de Bahamas. Así las mieles provinieran de cañas crecidas indistintamente en varias regiones del Caribe, Brasil, México o la Florida (lo que le resta calidad y per-sonalidad), por lo menos se tenía una idea del lugar donde se trataba la melaza. Estas referencias desaparecieron prácticamente a mediados de los noventa.

Desde 1998 al típico murciélago se le adjuntó la frase Casa fundada en Santiago de Cuba en 1862; aunque ESTD Cuba 1862 (Establecida Cuba 1862) se ha ido convirtien-do en la más común. En algunas etiquetas está inscrito Product of Bahamas, pero lo normal es que la gran ma-yoría no especiique en qué país se produce. En España, por ejemplo, solo se lee: Embotellado bajo autorización y especiicaciones de Bacardí & Company Limited (Bottled

by authority and to the speciications of Bacardí & Com-

pany Limited). Más común es: Importado y distribuido por: ... En ningún caso se especiica de dónde ha sido im-portado; del origen real no se dice absolutamente nada.

CUBA LIBRE

Fue una victoria para la Asociación de Usuarios de la Comunicación del Estado español (AUC). A mediados de diciembre de 1999 un juzgado de ese país prohibió que Bacardí volviera a utilizar una publicidad en televisión de su producto Cuba libre, en lata. La decisión se basa-ba en que la publicidad era una propaganda indirecta para el ron Bacardí, el cual tiene más de veinte grados de

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alcohol, lo cual está prohibido en ese país. Según el comu-nicado de la AUC, la sentencia dice que esto es una forma de competencia desleal a las otras bebidas espirituosas con alto porcentaje de alcohol. Además, precisaba la de-cisión, que el spot publicitario podía «confundir al espec-tador en cuanto a la realidad del producto anunciado», al tener muchas similitudes con los spots del ron Bacardí que contienen muchas imágenes típicas del Caribe, que pueden ser tomadas por el consumidor como cubanas.

No está de más anotar que solo en 1998 Bacardí llamó a la mezcla Cuba libre. Desde 1966, cuando se unió a la Coca-Cola para producir el coctel, a este se le llamó sim-plemente Cola con ron, o Bacardí con cola.

Si se deseara conocer el origen exacto de ese coctel, la versión de Bacardí no serviría, a pesar de asegurar que fue la que lo inventó en 1898. Cada vez es diferente, y hasta en un mismo país. Unas veces nació en Santiago de Cuba, otras en La Habana. Pero sí existe una coinciden-cia: siempre es un militar estadounidense (a veces oicial, otras soldado) quien toma la iniciativa de prepararlo, para brindar por una «Cuba libre» (a veces con un cuba-no, otras solo). Irónica historia, y de corte anexionista, pues fue ese ejército el que se autoinvolucró en la guerra de independencia que libraban los patriotas cubanos para expulsar a España de la Isla, la cual estos tenían prác-ticamente ganada; ya derrotadas las tropas ibéricas, los gringos brindaron por una «Cuba libre», la ocuparon, y luego la convirtieron en semicolonia.

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¿COMPETENCIA DESLEAL?

Tal vez lo que demostró el éxito comercial de Hava-na Club, y el inicio de lo que se puede considerar como la «guerra» contemporánea del ron, fue la distribución y venta en Estados Unidos, a mediados de 1996, de un ron producido por Bacardí en Bahamas, denomina-do Havana Club. La etiqueta mostraba el Malecón de La Habana, con el mensaje publicitario: Discover the

lavor of old Havana (Descubra el sabor de la Habana Vieja). La Bacardí tan solo logró ingresar novecientas seis cajas, pues Havana Club Holding, S.A. (HCH), y Havana Club International, S.A. (HCI), empresas mix-tas creadas en 1993 por la empresa francesa Pernod Ricard, S.A. y la cubana Havana Rum & Liquors, S.A., presentaron una demanda por uso de publicidad enga-ñosa y competencia desleal.

El imperio ronero utilizaba una marca que nunca le había pertenecido, registrada además en Estados Unidos desde 1976 —luego de que su titular original abandonara su registro— por una empresa cubana (Cu-baexport), la cual la transirió en 1994 a Havana Rum & Liquors, S.A. y esta, poco después, a HCH.

MÁS QUE UNA«GUERRA» DEL RON

Capítulo XIII

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Recordemos que en 1995 existía la apreciación, in-fundada por cierto, de que el presidente Clinton iba a levantar el bloqueo comercial impuesto a Cuba, así fuera de manera parcial. Era casi seguro, para quienes manejaban esa posibilidad, que se permitiría el ingreso del ron cubano a Estados Unidos, lo cual, de ocurrir, pondría en serios aprietos el reinado de la multinacio-nal Bacardí, dueña del cincuenta por ciento de ese mer-cado. De ahí el decidido apoyo de la empresa a la ley Helms-Burton, redactada a la medida de su voracidad comercial, y las ansias de ver a Cuba de nuevo en los brazos de Estados Unidos.

Es muy seguro que al poner en el mercado esas bo-tellas falsiicadas tomó de sorpresa a más de uno. Un acto de piratería como ese no se espera de una marca tan prestigiosa, menos cuando por medio están los inte-reses de otra poderosa transnacional de bebidas como es Pernod Ricard.

En julio de 1994, Bacardí-Martini presentó a la Oi-cina de Marcas y Patentes de Estados Unidos la soli-citud de registro de seis marcas, las cuales contenían el nombre Havana: Little Havana, Old Havana, Hava-na Select, Havana Clipper, Havana Classical y Havana Primo. Debieron transcurrir casi cuatro años para que la Oicina decidiera que solo aceptaba registrar la pri-mera, ya que el resto traería confusiones al consumi-dor, quien creería que estaba pagando por un producto proveniente de Cuba. En septiembre de 1994, Galleon, ilial de Bacardí en Bahamas, trató de registrar en Es-tados Unidos la marca Havana Club, petición que fue rechazada. Mas, ello no desalentó a la multinacional.

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EL PROPIETARIO NO PUEDE DECIDIR

La agresión de Bacardí-Martini contra HCI iba en plena escalada. En el primer semestre de 1996, poco des-pués de haber sido ratiicada por el presidente Clinton la ley Helms-Burton, Bacardí envía una comunicación a las autoridades de Estados Unidos, en la que señala que Pernod Ricard estaba utilizando sus antiguas propiedades en Cuba. Esto tenía un único in: que se culpara a la empre-sa francesa de «traicar» con propiedades «coniscadas».

Sin embargo, la compañía ha sostenido que no «trai-ca» con propiedades «coniscadas», pues las dos instala-ciones donde se destila el ron fueron construidas después del triunfo de la Revolución cubana, y en terrenos que nunca pertenecieron a Bacardí. Pero Bacardí-Martini in-sistió, para no dejar escapatoria, y apoyándose en la ley Helms-Burton: el ron Havana Club se procesa en propie-dades que les fueron «coniscadas» por el Gobierno de Cuba. Según cubanos y franceses esto es totalmente fal-so, y constatable en cualquier momento.

Como Bacardí-Martini conocía que en 1996 se debía renovar el registro de la marca en Estados Unidos, pre-sionó a la agencia responsable, la Oicina de Patentes y Marcas, para que denegara la solicitud presentada, en esta ocasión, por Havana Club Holding, S. A., lo que no logró, de forma que la marca quedó registrada por los próximos diez años a nombre de la empresa conjunta franco-cubana, lo que resultó ser un golpe severo para la transnacional.

Pero esta no perdió un instante. Se dirigió al Depar-tamento del Tesoro, encargado de vigilar si una decisión

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viola o no el bloqueo contra Cuba. Bacardí-Martini adujo que la empresa cubana Havana Rum & Liquors, S.A. había violado el bloqueo al transferir la marca a una compañía con participación francesa. Y el organismo del Departa-mento de Tesoro que se ocupa especíicamente de ello, la Oicina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, siglas en inglés) consideró válidos sus argumentos y revocó la licencia que había expedido para autorizar la renovación del registro de la marca Havana Club en Estados Unidos.

En agosto de 1997, la Corte del Distrito del Sur de Nue-va York, basándose en la decisión de la OFAC, dictó sen-tencia disponiendo que HCH no tenía derecho a la marca. Se trata de un caso en el cual el propietario no puede de-cidir sobre su propiedad.

QUIEN BRINDA LA INFORMACIÓN...

Por la misma fecha, varios medios de comunicación en el mundo publican una serie de informaciones sobre presuntos actos de corrupción a altos niveles en Cuba. La fuente en la cual se basaban era la revista Forbes. Esta re-vista, dirigida a inversores, y cuyo propietario ha estado estrechamente ligado al Partido Republicano y la Funda-cional Nacional Cubano Americana,1 aseguraba que Fidel Castro era «uno de los hombres más ricos del mundo», como resultado de la apropiación de dinero del Estado. De manera paralela, una investigación realizada por dos

1Malcolm Forbes, propietario de la revista Forbes, ha sido presidente del Comité Ejecutivo de la Comisión de Reconstrucción de Cuba, ente creado por la FNCA. Ver capítulo XIV.

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cubanoamericanos, y ampliamente difundida, coincidía con Forbes.

Días después, el 18 de agosto de 1997, la agencia EFE distribuía una información que pasó inadvertida. Decía el cable que esas «irregularidades inancieras cometidas por el Gobierno cubano», incluidos los supuestos miles de millones de Fidel Castro, fueron conocidas «tras una investigación realizada por la empresa Bacardí en su de-manda contra Pernod Ricard...».

VUELVEN LOS LEGISLADORES DE BACARDÍ

En junio de 1997, casi todos los legisladores que junto a Helms y Burton impulsaron la ley, enviaron una carta al secretario del Tesoro, Robert Rubin. En ella se perci-be claramente la intención de defender los intereses de Bacardí-Martini:

Hemos conocido recientemente sobre la decisión de su Oicina de revocar una licencia anteriormente otor-gada, autorizando una transacción en la cual el régi-men cubano vendió, por un signiicativo valor, una marca registrada en la Oicina de Marcas y Patentes de Estados Unidos. Se trata de la marca Havana Club. Entendemos que esta licencia fue inicialmente otor-gada porque los representantes del Gobierno cubano distorsionaron el alcance y la naturaleza de esta tran-sacción ante su oicina.

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Como usted está profundamente al tanto, desde el ini-cio del embargo y a través de la promulgación de la Ley para la Democracia Cubana de 1992, y más recien-temente de la Ley para la Libertad y la Solidaridad De-mocrática Cubanas, ha sido la estrategia de EE. UU., llevada a cabo por nueve presidentes norteamerica-nos, con el respaldo bipartidista del Congreso, lograr cambios democráticos en Cuba presionando económi-camente al régimen de Castro y privándolo de mone-da libremente convertible. El presidente Clinton ha trabajado diligentemente para ampliar esta política y ha hecho progresos en obtener la ayuda de nuestros aliados en estos esfuerzos.

Estamos conscientes de que como resultado de la de-cisión de la OFAC, de abril 17, el Gobierno francés ha protestado a nuestro Departamento de Estado. Solo esta protesta debía justiicar la decisión de la OFAC, ya que es altamente improbable que el Gobierno fran-cés tomara un papel tan activo, si alguno de sus ciuda-danos no ha pagado sumas signiicativas al Gobierno cubano por la marca en EE. UU.

[...] En caso de que cualquier otra gestión sea realizada por el Gobierno cubano o sus socios de negocio, para buscar aprobación de esta transacción legal, nosotros recomendamos fuertemente que OFAC continúe apli-cando los principios de nuestra política hacia Cuba y deniegue cualquier solicitud contraria a esa política...2

2Copia de esta carta consta en los archivos personales del autor

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Firmaron la carta Jesse Helms, Dan Burton, Robert Torricelli, Robert Menéndez, Ileana Ros-Lehtinen, Ro-bert Graham, Benjamin Gilman y Peter Deutsch.

LA BACARDÍ «DESCUBRE» A LOS ARECHABALA

La tarea primordial de Bacardí-Martini se ha centrado en arrebatar la marca Havana Club a sus propietarios, y para ello todos los recursos han sido válidos. Así busca-ron y encontraron sin ninguna diicultad a los Arechaba-la, descendientes de aquellos emigrantes vascos que a i-nes del siglo XIX fabricaran el ron Havana Club en Cuba.

La empresa Arechabala, en aquel entonces, registró la marca en cinco países. Pero cuatro años antes de que triunfara la Revolución, no renovó el registro de la marca en España y República Dominicana, por lo cual pasó a lo que se conoce como dominio público, lo que signiica que cualquier productor tenía el derecho de retomar el nom-bre, registrarlo, y empezar a elaborar ron Havana Club. La empresa estaba en bancarrota por no haber podido en-frentar la competencia de las otras compañías, principal-mente, ironías de la vida, de Bacardí.

En 1960, la empresa casi paralizada a causa de conlic-tos salariales con sus trabajadores por insolvencia eco-nómica, es intervenida por el Estado y luego nacionaliza-da. Posteriormente, los Arechabala se van de Cuba, pero nunca vuelven a realizar una actividad comercial con la marca Havana Club. En 1973 les correspondía renovar el registro en Estados Unidos y no lo hicieron, a pesar de que esto únicamente hubiera implicado la realización de

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algunos trámites burocráticos, y un costo de 25 dólares. Además, hubieran podido inscribir una declaración jura-da de no utilización (afidavit of non use), para perpetuar la marca sin tener la obligación de explotarla.

Al estar el nombre Havana Club en dominio público, la empresa cubana Cubaexport solicita el registro de la marca en Estados Unidos, en 1974, obteniéndolo, como ya se ha dicho, dos años después, «sin que mediara oposición legal al respecto».3 El nuevo propietario ya había logrado registrarla en ochenta países (en España desde 1966) sin que existiera reclamación en ninguno de los casos.

Pero en 1997 la familia Arechabala, la mayoría de cuyos miembros residían en España, llega a un acuerdo con la multinacional Bacardí-Martini, para lo cual cons-tituyen una sociedad en Liechtenstein, destacado paraíso iscal europeo, momento a partir del cual esta última em-pieza a hablar de los derechos que tiene sobre la marca, al haberlos obtenido por acuerdo con los supuestos pro-pietarios. Así surgía otro frente de batalla jurídica para la compañía franco-cubana.

Los Arechabala, incitados y respaldados por Bacardí- Martini, se deciden a recuperar, entonces, una marca que según los acuerdos internacionales vigentes no les perte-necía porque la habían abandonado totalmente. Y aquí se puede hacer la famosa pregunta de: ¿quién es el padre: el que engendró al bebé para luego abandonarlo; o aquel que lo crió? Lo cierto es que los Arechabala insisten, desde 1997, en que Havana Club es patrimonio de la familia.4 Cuando se les pregunta por qué nunca antes intentaron recuperar la

3El País, Madrid, 27 de junio de 1999.4Idem.

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marca, responden que «carecían totalmente de medios para emprender una batalla judicial como la que iniciaron, de la mano del despacho de abogados Gómez Acebo y Pombo, y que esta solo se pudo acometer una vez que la familia irmó una alianza con el grupo Bacardí».5 Esta «batalla judicial» en España no hubiera sido necesaria de haber existido el interés por la marca y la disposición de pagar unos dólares, hace bastantes años, para la renovación del registro.

DINAMITAR LA FÁBRICA

A principios de 1992, las agencias de prensa EFE, AFP y Notimex, divulgan, desde Miami, una noticia, a la cual los medios informativos mundiales no prestaron atención. Decían los cables que los servicios de seguridad cubanos habían capturado a tres hombres que se habían iniltrado por la provincia de Matanzas. Ellos portaban una buena provisión de armamentos y explosivos.

Coinciden las agencias en que entre las actividades que esas tres personas debían realizar en Cuba estaba atentar contra la fábrica de bebidas... Arechabala. En esos momentos, precisamente, las organizaciones extre-mistas de Miami, encabezadas por la Fundación, asegura-ban en sus comunicados que esa era una de las empresas

5Idem. En España, Bacardí-Martini y la familia Arechabala, represen-tadas por el bufete Gómez Acebo y Pombo, del American Club Corpo-rate, cuyo presidente honorario era el Embajador de Estados Unidos en España, establecieron una demanda contra la corporación Havana Club Holding, pidiendo el reintegro de la marca. En la demanda, el bufete estuvo asesorado por Oscar Garibaldi, abogado de Covington and Burling, bufete que trabaja para Bacardí, y que participó en la elaboración de la ley Helms-Burton (ver capítulo XI).

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que el Gobierno de Cuba negociaba con las corporaciones internacionales interesadas en Havana Club.

¿Quién propuso ese «objetivo militar»? No se sabe. Lo cierto es que los tres hombres se declararon miembros del grupo terrorista Comandos L. Recordemos que en los años sesenta esa organización actuó en estrecha coordi-nación con la también terrorista Representación Cubana en el Exilio, creada por la CIA y el magnate de la Bacardí José Pepín Bosch.

La congresista Ileana Ros-Lehtinen, una de las más cercanas a la Bacardí y a la Fundación Nacional Cuba-no Americana, se apropió de su defensa, pidiendo a un sinnúmero de personalidades que intercedieran ante La Habana para lograr la libertad de los detenidos.

BACARDÍ Y EE. UU. CONTRA LOS CONVENIOS

En julio de 1999, la Unión Europea (UE) introdujo una reclamación contra Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), en respaldo a Cuba y a la em-presa Pernod Ricard. La acción argumentaba que EE. UU. violaba sus compromisos sobre los derechos de propie-dad intelectual vinculados al comercio. Con anterioridad, la UE había protestado ante Washington por no respetar el compromiso adquirido en el llamado Acuerdo de Bir-mingham, de mayo de 1998, sobre la no aplicación de le-gislaciones extraterritoriales, en particular las estipula-das en la ley Helms-Burton (ver Capítulo X).

Nuevamente Europa se daba contra las narices por creer en las promesas de Estados Unidos para apaciguar

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sus reclamos. Y en esta ocasión Cuba volvía a estar de por medio.

La demanda de la Unión Europea ante la OMC iba mu-cho más allá de la defensa de una empresa francesa co-mercializadora de ron cubano. Es que además de la Helms- Burton, Bacardí-Martini había logrado la aprobación de una nueva norma jurídica, ciento por ciento útil a sus inte-reses, que podría afectar otros negocios europeos.

SECCIÓN 211: HECHA POR LA BACARDÍ

PARA LA BACARDÍ

En abril de 1999, la Corte del Distrito Sur de Nueva York desestimó la demanda presentada en 1996 por Hava-na Club Holding y Havana Club Internacional contra Ba-cardí-Martini, en la que alegaban que existía publicidad engañosa y competencia desleal en la distribución en Es-tados Unidos por parte de esta de novecientas seis cajas de un ron llamado Havana Club, producido en Bahamas.

Entre los fundamentos de la sentencia de la Corte es-taba la Sección 211, una enmienda aprobada el 21 de oc-tubre de 1998, dos años después de haberse iniciado el litigio, y veinticuatro años después de haber registrado Cubaexport la marca en Estados Unidos.

La Sección 211, un paso adicional con relación a la ley Helms-Burton, era lo que había colmado el vaso de la Unión Europea, obligándola a establecer la demanda contra Esta-dos Unidos en la Organización Mundial del Comercio.

Compuesta por una decena de líneas, fue inclui-da en el proyecto de la Ley Omnibus de Asignaciones

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Consolidadas Suplementarias y de Emergencia de los Es-tados Unidos para el año iscal 1999, el cual contaba con más de cuatro mil páginas. Se adoptó por medio de un procedimiento expeditivo que permite introducir diver-sas enmiendas en el último minuto, en momentos en que el gran bloque de legisladores está reunido en la House Senate Conference. Los días posteriores demostraron que solo los legisladores relacionados con la Bacardí-Martini supieron de su contenido, al no existir el tiempo ni las condiciones para que otros la estudiaran.

La mencionada Sección estipula, en esencia, que no po-drá obtenerse la licencia general de la OFAC para regis-trar o renovar el registro de una marca —de fábrica o de comercio— o nombre comercial que hayan sido utilizados —o que sean sustancialmente similares a los usados— en relación con negocios o activos «coniscados», a menos que el propietario original de la marca registrada o nombre co-mercial, o su sucesor en intereses (successor-in-interest) haya dado su consentimiento expresamente.

Igualmente impide que el Gobierno cubano, sus nacio-nales o algún nacional de otro país que sea sucesor en inte-reses de estos, pueda reivindicar derechos de propiedad sobre marcas —de fábrica o de comercio— o nombres co-merciales usados en relación con activos «coniscados», ante los tribunales de Estados Unidos, ya que dispone que estos no reconocerán, exigirán el cumplimiento o de cual-quier forma validarán tales derechos.

La prohibición abarca los derechos derivados del re-gistro o renovación de este en Estados Unidos, autorizado por una licencia general de la OFAC, y también aquellos que se basan en registros realizados en otros países, a

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través de leyes estadounidenses dirigidas a implementar tratados internacionales.

Es decir, de conformidad con la Sección 211, ni Cubaex-port, ni Havana Club & Liquors ni ninguna otra empresa cu-bana; ni Havana Club Holding, ni ninguna otra empresa mix-ta formada con participación cubana y extranjera podrían obtener una licencia general de la OFAC para registrar o renovar el registro de la marca Havana Club sin el consen-timiento expreso de los Arrechabala (propietario original) o de su sucesor en intereses, como se deine Bacardí-Martini luego del «acuerdo» a que llegó con los Arrechabala.

Pero, además, si ya alguna de esas empresas cuba-nas o mixtas tuviera la marca Havana Club registrada en Estados Unidos, los tribunales de ese país no podrían, en cumplimiento de lo estipulado en la referida Sección, validar los derechos sobre ella. Es lo que pudiéramos lla-mar un contrasentido total.

Según el Gobierno cubano, la enmienda «obstaculiza injustiicadamente el acceso a la protección, en el territo-rio de Estados Unidos, de los derechos que legítimamente le corresponden [...]. Excluye de los beneicios derivados de convenios o tratados internacionales o multilaterales, a los nacionales y las empresas cubanas o cualquier per-sona que actúe a nombre de las autoridades de Cuba...6 Tal es el caso de Havana Club Holding, y afecta particu-larmente la aplicación del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (Acuerdo sobre los ADPIC), en el caso de marcas y nombres comerciales cubanos.

6«Declaración de la delegación de Cuba en el Consejo de los ADPIC (TRIPS, en inglés)», Ginebra, 21 de abril de 1999.

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En la misma declaración, apoyada por varios países y la Unión Europea, Cuba considera la Sección 211 «como una medida coercitiva unilateral contraria al Derecho Internacional, que representa una extensión y reforza-miento sin precedentes del bloqueo económico, comer-cial y inanciero».

Por más que alguien esté en contra del sistema polí-tico cubano, no puede negar que la Sección 211 es una norma a la medida de Bacardí-Martini, y dirigida, es-pecíicamente contra Havana Rum & Liquors y su socio Pernod Ricard.

Es importante mencionar que la enmienda fue introdu-cida por los legisladores Connie Mack y Robert Graham, los mismos que impulsaron las leyes Torricelli-Graham y Helms-Burton. Además, existe una extraordinaria coin-cidencia entre los términos formulados en ella, y un tex-to presentado el 21 de mayo de 1998 ante el Subcomité Judicial de Propiedad Intelectual, por Ignacio Sánchez, abogado de Bacardí y uno de los redactores de la ley Helms-Burton.

ESTADOS UNIDOS SIN NADA QUE DECIR

Ante las reclamaciones de Cuba y de la UE, Estados Unidos esgrimió que no violaba los acuerdos internacio-nales con la Sección 211. El 2 de diciembre de 1998, el Gobierno cubano presentó ante el Consejo de los ADPIC (TRIPS) una reclamación a Estados Unidos, pidiéndole explicaciones de por qué consideraba qué la enmienda no iba en contra de tratados internacionales.

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Casi cuatro meses después, la delegación estadouni-dense presentó al Consejo los textos de la Sección, con una nota adicional en la cual se decía que estos se podían obtener en internet. Varios países y la UE expresaron que la respuesta era inadecuada. La delegación estadouniden-se, con su actitud prepotente característica, discrepó y alegó que estaba dispuesta a responder cualquier pre-gunta sobre el tema, si se le hacía por escrito...7

MUCHO MÁS QUE UNA «GUERRA» DEL RON

El 4 de febrero de 2000, la Corte de Apelaciones de Estados Unidos para el Segundo Distrito decidió que el «embargo» de Estados Unidos a Cuba prohíbe el traspaso a HCH de la marca Havana Club registrada en Estados Unidos; que estaba imposibilitada por ley para exigir el cumplimiento de cualquier derecho que pudiera tener HCI a la protección del nombre comercial, bajo la Con-vención General Interamericana sobre Protección Mar-caria y Comercial; y que la compañía franco-cubana care-cía de la capacidad necesaria para presentar la demanda

7Los críticos, principalmente estadounidenses, argumentan que la for-ma en que fue adoptada la Sección 211 está en contra de la «ética» que Estados Unidos pretende tener frente al tema. El Instituto Alexis de To-cqueville, un think thank de Washington conocido como defensor de los derechos de propiedad intelectual (N. del E. Desapareció en 2007), hizo un llamado al Congreso de ese país para que retirara tal Sección, porque violaba los convenios de la OMC. «No se debatió (en el Congreso ni en el Senado) sobre la Sección 211». Kenneth Brown, quien fuera presidente del Instituto, conocedor de que Bacardí-Martini era de los grandes do-nantes en las campañas políticas, dijo que «inalmente se da la impresión de que algunos miembros del Congreso aprovecharon su poder legisla-tivo para satisfacer el interés especial de sus contribuidores» (PRUZIN Daniel, BNA, Inc., Daily Report for Executives, 12 de junio de 2001).

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contra Bacardí-Martini por publicidad engañosa y com-petencia desleal. La decisión dejaba abierta la posibilidad de que esta última pudiera seguir vendiendo en Estados Unidos un ron llamado Havana Club.

El Gobierno de Cuba había señalado desde 1999 que la decisión de la Corte del Distrito Sur de Nueva York, a la que ya hicimos referencia, lo autorizaba a proceder de idéntica manera. O sea, a retirar la protección a las más de cuatrocientas marcas estadounidenses registradas en ese país. ¿Qué sucedería si la bebida Tropicola se enva-sa bajo el nombre Coca-Cola? ¿O si se inauguran falsas hamburgueseras McDonald’s en Varadero? Es muy segu-ro que si La Habana respondiera de esa forma, estas dos marcas incentivarían una nueva invasión a la Isla, o un bloqueo naval y aéreo total. Y no es una broma ni una exageración.

La demostración más palpable fue que cuando, en marzo de 2001, el presidente Fidel Castro anunció que Cuba empezaría a producir un ron Bacardí mejor que el producido por la transnacional —lo que es muy simple para los cubanos— la noticia dio la vuelta al mundo, y hasta el Departamento de Estado se pronunció en contra de manera categórica, asumiéndolo como una grave pro-vocación.

La Bacardí y Estados Unidos se burlan de las regla-mentaciones internacionales cada vez que sus intereses están en juego. Y la competencia entre poderosos tiene sus víctimas. Lo que está sobre la mesa no es la simple confrontación de Bacardí y EE. UU. contra el Gobierno cubano, que es lo que quieren hacer creer los primeros y repiten la casi totalidad de los medios informativos. No.

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Lo que hacen es sabotear reglas que ellos mismos consi-deran sagradas: las que protegen las marcas registradas. Se está ante un enfrentamiento en el que todas las estra-tegias y armas están a la disposición del más fuerte, en el intento de aplastar cualquier resistencia.

La superpotencia y el supermonopolio imponen, cuan-do de asegurar sus intereses se trata, la negación de estas reglas, algo muy peligroso para el sistema de globaliza-ción mundial de mercados, el cual necesita de al menos mínimas normas de conducta, que funcionen como barre-ras para evitar la caída al despeñadero, lo cual es su ten-dencia actual.

Muchas de las marcas estadounidenses registradas en Cuba (que en la práctica no pueden ser utilizadas debido al bloqueo impuesto por Estados Unidos a la Isla), valen más que el conjunto de fábricas, laboratorios, oicinas y maqui-narias que tienen repartidas por el mundo. El valor de las marcas anteriormente citadas, para seguir con el ejemplo, es mayor que el producto interno bruto de varios países del mal llamado Tercer Mundo. Es seguro que existen bebidas de mucha mejor calidad que la Coca-Cola, ni qué decir de los productos McDonald’s, pero valen porque su nombre es referencia para millones de consumidores en el planeta (es-tas y Bacardí están entre las diez de mayor valor).

De ahí los dinerales que se invierten en acabar con el comercio pirata. Si a algo le temen los propietarios de una marca prestigiosa es al pirateo, no solo porque provoca la disminución de las ventas, sino porque el producto falsi-icado es de menor calidad, y va destrozando lentamente su imagen, con lo cual aleja a los regulares y potenciales consumidores.

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¿Es a lo que aspira Bacardí-Martini? Porque la multi-nacional debe saber que no podrá hacerle creer durante mucho tiempo al consumidor estadounidense una menti-ra tan inmensa como que el ron Havana Club que le vende es legítimo.

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LA «RECONSTRUCCIÓN» DE CUBA

A ines de 1991 todo estaba preparado para la caída del Gobierno cubano. Sin el apoyo de los antiguos socios comerciales del ex bloque socialista europeo parecía que nada podría salvarlo. En Miami, los múltiples líderes de las organizaciones contrarrevolucionarias se disputaban, pública y agresivamente, los puestos gubernamentales, primero que todo la presidencia.

Mientras, los magnates cuyas propiedades habían sido nacionalizadas empezaron a preparar las maletas para partir en el mismo momento en que se diera la ansiada noticia. Los directivos y accionistas de la Bacardí esta-ban seguros de que estarían entre el pequeño núcleo de privilegiados que podrían desandar el camino con bas-tante seguridad. La prerrogativa consistía en sus íntimas relaciones con las altas instancias de decisión política estadounidense; sus poderosos contactos comerciales in-ternacionales; el eiciente trabajo que, entre bambalinas, habían realizado con la Fundación, y claro está, su capital de miles de millones de dólares.

Era normal, entonces, que favorecieran la creación de la Comisión Especial para la Reconstrucción Econó-mica de Cuba (Blue Ribbon Commission on the Economic

LA TRANSICIÓN Y LA«RECONSTRUCCIÓN» DE CUBA

Capítulo XIV

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Reconstruction of Cuba). Esta Comisión era otro apéndi-ce de la Fundación, organización que tenía todo a su favor para apoderarse del control político en una Cuba posre-volucionaria. Ninguna otra, ni de lejos, contaba con tanto poder y aceptación en el establishment estadounidense.

La Comisión fue lanzada como un «proyecto de tran-sición política y económica», para estudiar y dar res-puestas «al reto de la reconstrucción cubana».1 Debía agrupar información sobre los sectores claves de la economía en la Isla, y formular estrategias macroeco-nómicas que, al inal, desembocaran en la implantación de una economía de libre mercado, de corte neoliberal. A los nuevos gobernantes, según el ambicioso plan es-tructurado sin tomar en cuenta a nadie al interior de la Isla, no les debería tomar más de dos años vender todos los activos públicos. La privatización les permitiría a las compañías extranjeras apoderarse del ochenta por cien-to de las acciones, sin importar qué sector selecciona-ran. Sería como liquidar mercancías a precios de ganga. Thomas Cox, especialista de la Heritage Foundation para América Latina, actuó como presidente de la Comisión. Malcolm Forbes, director de la revista Forbes, destinada a inversionistas, actuó como director ejecutivo. También integraron la Comisión Arthur Laffer, el economista pre-ferido del presidente Reagan; William Clark, del Conse-jo Nacional de Seguridad; los políticos Robert Torricelli, Dante Fascell, Ileana Ros-Lehtinen y Connie Mack; y no faltaron Jeane Kirkpatrick, ni el directivo de la AFL-CIO William Doherty. El vicepresidente era Jorge Mas Canosa,

1«For Free and Democratic Cuba», Fundacion Nacional Cubano Ame-ricana, Miami. No trae la fecha de la edición, aunque seguramente es de comienzos de los noventa.

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jefe de la FNCA, quien se erigía como futuro presidente de la Cuba posrevolucionaria.

En muy poco tiempo la Comisión logró captar im-portantes multinacionales. Estas, por haber creído en el proyecto desde sus primeros momentos, tendrían trato preferencial cuando ocurrieran las privatizaciones, entre ellas: Bell South, Coca-Cola, General Sugar, Chiquita y, lógicamente, la Bacardí.

VENDIENDO LA ISLA

Ernesto Betancourt, exdirector de Radio Martí, es-cribió un artículo en El Nuevo Herald,2 reproducido en el New York Times. En el mismo, Betancourt rechazaba totalmente la Comisión Especial para la Reconstrucción Económica de Cuba. Pero no solo eso, también aseguraba que el presidente Bush se equivocaba al respaldar a la Fundación, «organización cuyo liderazgo está dominado por excolaboradores de la odiada dictadura de Batista y sus familiares», acusación muy delicada y de gran tras-cendencia, pero ante la cual ninguno de los accionistas de la Bacardí pidió una rectiicación.

En otra parte del artículo, Betancourt se expresó así sobre la creación de esta Comisión y sus propósitos:

En su reunión anual [en la primavera] la Fundación anunció la formación de una Comisión para diseñar un plan para la reconstrucción económica de Cuba [...].

2BETANCOURT, Ernesto. «La solución interna», El Nuevo Herald, Miami, 13 de septiembre de 1991.

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Jeb Bush, el hijo del presidente, fue el anitrión, y el ex presidente Ronald Reagan estuvo por allí para dar sus bendiciones [...]. Si usted fuera cubano, ¿no pensaría que Estados Uni-dos estaba gestando un plan determinado para el futu-ro de Cuba y que esta Administración había escogido a la Fundación Nacional Cubanoamericana (sic) para llevarlo a cabo?

El grupo proclama que tiene compradores deseosos de pagar 15 000 000 por el 60 % de la tierra en Cuba y otros bienes. Nadie le dio a la Fundación la autonomía de vender la isla [...]. Aunque los líderes de la Fundación lo niegan, en priva-

do abogan por una intervención norteamericana...3

¿LIBRE COMERCIO?

The Miami Herald planteó: «Los hombres de negocios de la Fundación son pragmáticos. Supieron permanecer en un segundo plano mientras su líder (Jorge Mas Canosa) se llevaba todas las distinciones, pero les garantizaba sus objetivos...4 Eso ha sido cierto, aun cuando en la década de los noventa, varios directores y accionistas de Bacardí

3N. del E. El destaque en cursivas es del autor.4The Miami Herald, Miami, mayo de 1994.

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no desaprovecharon escenario donde dejar en claro sus anhelos políticos y económicos hacia Cuba.

Juan Grau salió de Cuba a mediados de los cincuenta con destino a México, donde se desempeñó como subje-fe de la destilería de la Bacardí. Poco después, empezó a mezclar sus responsabilidades en Bacardí con otras en la industria petrolera de ese país. En el duodécimo Congre-so Hemisférico de Cámaras de Comercio e Industrias La-tinas, clausurado en Miami, el 21 de septiembre de 1991, Juan Grau, ya presidente de Bacardi Imports, Inc., fue re-conocido como el industrial del año. Durante el discurso central que debió pronunciar, señaló que el libre comercio en las naciones del continente americano, «es vital para el orden mundial, que está basado en el venerable principio del “laissez-faire”, que más o menos se traduce así: cuando la gente está comprando y vendiendo, los Gobiernos no de-ben meter las manos...». Al referirse al Acuerdo de Libre Comercio (ALCA) entre México, Canadá y Estados Unidos, dijo que «será el modelo para la futura integración econó-mica del resto de la América Latina».5

El texto de la Declaración de Principios del Congreso esperaba que para 1992 «Cuba fuera libre», y asumiera el «concepto de comercio internacional». Igualmente apo-yaba la necesidad de privatizar todas las empresas esta-tales en Cuba y América Latina, por lo que respaldaba la Iniciativa para las Américas, propuesta por el presidente George Bush.

Es bueno recordar que el diseño recomendado por el mandatario estadounidense en su «Iniciativa», anunciada

5«Brillante cierre del Congreso Hemisférico», Diario Las Américas, Miami, 24 de septiembre de 1991

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con mucho despliegue informativo a mediados de 1990, es-taba basado en los postulados neoliberales que se pusieron de moda con el derrumbe del modelo socialista en los paí-ses del bloque de Europa oriental. Y era inspiración políti-ca que llegaba desde los denominados think tanks, como la Heritage Foundation, que se articularía al siguiente credo: «la salud democrática pasa por la libre empresa y las leyes del mercado»6. Extraña forma de hacer democracia.

EMPRESARIOS «HUMANITARIOS»

A comienzos de 1994, un grupo de grandes empresa-rios y personalidades comunitarias cubano-americanas se unieron en la Sociedad Cubana de Ayuda Humanitaria para planiicar el envío de ayuda urgente y en grandes cantidades a Cuba, «tan pronto se produzca un cambio coherente en dirección a la democracia y el mercado li-bre». Sus postulados son un tanto contradictorios, pero permiten comprender con bastante claridad los ines rea-les de la misma. «La Sociedad es una organización no-po-lítica y esto quiere decir no-partidista e independiente [...]. Debe quedar claro sin embargo, que la Sociedad es anticastrista [pero] nuestro categórico anticastrismo no afecta sino que refuerza el apartidismo de la Sociedad, ya que en caso contrario no sería “apolítica” sino simple y llanamente hipócrita».7

6CAROIT, Jean Michel: «A Panamá, de “justes causes” toujours en at-tente de solution», Le Monde Diplomatique, París, enero de 19917Diario Las Américas, Miami: 19 y 30 de abril de 1994. Las cita, textua-les o no, en este párrafo, son de esta fuente.

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Algunos días después se volvían a retomar declaraciones realizadas por los directivos de la Sociedad. En un artículo de prensa titulado «Empresarios anuncian comité para recons-trucción de Cuba», se hacían otras precisiones que volvían a negar su carácter humanitario y apolítico, y que conirmaban su proximidad a otras organizaciones extremistas, y a la es-trategia de desestabilización estadounidense:

La Sociedad será […] un instrumento de presión polí-tica sobre el régimen de Cuba, llamando además al go-bierno de Estados Unidos a contribuir activamente, con los esfuerzos de reconstrucción de la Isla después de Castro [...]. La Sociedad podría convertirse en una pie-za importante en la coordinación de la ayuda estadou-nidense a Cuba [...]. Otras organizaciones que ya han desarrollado planes para enviar ayuda a Cuba, como Hermanos al Rescate y la Fundación Nacional Cubano-americana (sic), podrían coordinar sus esfuerzos con la Sociedad.

El empresario más destacado de la Sociedad Cubana de Ayuda Humanitaria era Juan Grau, ya sabemos, uno de los más altos directivos de Bacardí.

EL CONSEJO DE NEGOCIOS EE. UU. - CUBA

En noviembre de 1993, casi tres años después que la Comisión Especial para la Reconstrucción Económica de Cuba, de la Fundación, se creó el Consejo de Negocios

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EE.UU. - Cuba(US-Cuba Bussines Council).8 Los postu-lados de ambos eran casi idénticos, con la excepción de que los del Consejo no contenían esos criterios que habían molestado y herido a varios cubanos en Estados Unidos y Europa. El Consejo no se proponía vender «el 60 % de la tierra en Cuba y otros bienes», como de-cía Ernesto Betancourt reiriéndose a la Comisión. No hablaba de ventas ni porcentajes, pero sus intenciones se instalaban más allá, solo que se exponían en un len-guaje matizado. Desde la fecha de su registro oicial en Washington, sus objetivos tan solo se acondicionaron a las necesidades políticas estadounidenses en relación con Cuba.

Declarada como organización sin ines lucrativos, el cuerpo directivo del Consejo estaba formado por indivi-duos de nacionalidad estadounidense, básicamente, y se-gún sus propios documentos, con experiencias diplomá-ticas y políticas signiicativas, tanto a nivel internacional como empresarial. Además, el Consejo tenía acceso a «una amplia red de expertos prominentes y consultores alrede-dor de los temas de desarrollo y empresarial en Cuba».9

8N. del E. No debe confundirse este Consejo con el homónimo creado en septiembre de 2015 en la sede de la Cámara de Comercio de Es-tados Unidos, en Washington D.C., y adscripto a ella, que tiene como propósitos construir una relación comercial estratégica entre los dos países, propiciar la identiicación de oportunidades de negocios para ambos y crear vínculos en el sector empresarial. En su constitución participó una delegación de la Isla, encabezada por Orlando Hernán-dez Guillén, presidente de la Cámara de Comercio de la República de Cuba. Este Consejo reconoce que el bloqueo económico, comercial y inanciero de Estados Unidos continúa siendo el principal obstáculo para el comercio con Cuba. 9Salvo que se especiique lo contrario, toda la información sobre el Consejo de Negocios, incluso la referida al programa Cuba transition, que se abordará más adelante, proviene de sus documentos públicos.

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Aparentemente ninguno de esos «expertos» vivía en Cuba.

Veamos algunas de las compañías integrantes del Consejo: Bacardí, Kelley Drye and Warren, Chiquita, Coca-Cola, Colgate Palmolive, Ford Motor, General Mo-tors, Miami Herald, Pepsi-Cola, Texaco y Amstar.

El eslogan central del Consejo de Negocios no deja lu-gar a dudas: «Preparándose para el comercio y la inver-sión en una Cuba democrática y de libre mercado». Se conformó por corporaciones que mayoritariamente tenían propiedades que fueron nacionalizadas por el Gobierno cubano, de ahí su apoyo a la «política estadounidense hacia Cuba, destinada a favorecer la recuperación de los nego-cios coniscados y los cambios democráticos, con garantías de libertad y derechos humanos, bajo el reino de la Ley».

No es posible dejar de mencionar sus propósitos, re-feridos por el propio Consejo: promover, a partir de una base estrictamente no política, neutral, la cooperación entre las organizaciones comerciales, cívicas y profe-sionales que comparten sus objetivos de «democracia y economía de mercado para Cuba». Esa «cooperación» es esencial en su proyecto:

En el caso de la reanudación de las relaciones de Es-tados Unidos con Cuba, y según lo establecido por las leyes estadounidenses y las futuras regulaciones en Cuba, el Consejo acelerará sus actividades para atraer y llevar a Cuba las inversiones privadas, apoyar su re-construcción económica, así como educar a los cuba-nos sobre las ventajas del libre mercado...

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Palabras más, palabras menos, ¿no son las mismas que han utilizado la Fundación Nacional Cubano Americana y todas aquellas organizaciones que abogan porque Cuba sea una colonia al estilo de Puerto Rico?

LA BACARDÍ ¿«HACE» LA «TRANSICIÓN» ECONÓMICA?

Si mañana, por ejemplo, colapsara la Revolución cuba-na, serían varios los líderes de la contrarrevolución que empezarían a disputarse los cargos en un escenario car-navalesco, como en los tiempos del derrumbe del campo socialista europeo. Y aunque el indiscutible dirigente de la Fundación, Jorge Mas Canosa, murió en noviembre de 1997, los miembros y asociados de esta serían los de ma-yores opciones para tomar las riendas del Gobierno. Eso sí, todos tendrían que plegarse a lo establecido en la ley Helms-Burton.

La Sección 203 de la ley dispone que cuando el presi-dente de Estados Unidos determine que se encuentra en el poder un Gobierno cubano electo democráticamente —que debe cumplir los requisitos previstos en las secciones 205 y 206, a las que ya hemos hecho referencia—, quedará autorizado para designar una institución muy particular, que debe convertirse en pieza esencial de la restructura-ción económica del nuevo Estado, y la Sección 203 de la ley dispone que se llamaría Consejo Estados Unidos-Cu-ba, encargado de:

1) garantizar que se coordinen las actividades del Go-bierno de los Estados Unidos y del sector privado enca-

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minados a dar respuesta al cambio ocurrido en Cuba y a promover en la Isla un desarrollo basado en el mercado; 2) celebrar encuentros periódicos entre los represen-tantes de los sectores privados de los Estados Unidos y Cuba a in de facilitar el comercio bilateral.

Según Otto Reich, la designación de un Consejo de Ne-gocios «es un asunto de rutina siempre que Estados Uni-dos entra a participar en un acuerdo estructurado con otro país».10 Lo particular del asunto, según la misma fuente, es que el Estado cubano seguía —y sigue— en pie y este Consejo ya existía, «administrado por Otto Reich ...». Gran coincidencia: Otto Reich, fundador del Consejo, fue el mis-mo que participó en la elaboración de la ley Helms-Burton por cuenta de la multinacional Bacardí-Martini.

Hay otros nombres que permiten establecer una co- nexión entre Bacardí-Martini, el Consejo de Negocios y la ley Helms-Burton: Robert Freer jr., fundador y secre-tario ejecutivo del Consejo también dio sus puntadas a la ley; igualmente lo hizo el abogado Ignacio Sánchez, miem-bro de Kelley Drye and Warren, bufete que trabaja para Bacardí e integrante del Consejo; Thomas Cox, asimismo fundador y vicepresidente del Consejo de Negocios, espe-cialista de la Heritage Foundation y excoordinador de la Comisión Especial para la Reconstrucción Económica de Cuba, creada por la FNCA; Juan Prado, destacado directi-vo y accionista de la Bacardí-Martini, así como importante miembro de Cuba On-Line,11 fue fundador del Consejo.

10El Nuevo Herald, Miami, 13 de julio de 1995.11Cuba On-Line creada a ines de los noventa para ofrecer infor-mación y análisis sobre Cuba a empresas interesadas en inver-tir allí cuando el sistema político cambiara. En 1999 la Usaid le

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Por su parte, Manuel J. Cutillas, capitoste del imperio Bacardí-Martini,12 ideicomisario de la Fundacion Nacio-nal Cubano Americana, cónsul honorario de México en Bahamas, exdirector de la mexicana Televisa, y uno de los gobernadores del templo de la dictadura capitalista, el Foro Económico Mundial (Foro de Davos), fue el prin-cipal fundador del Consejo de Negocios, y ostentó el títu-lo de presidente ejecutivo emérito. Cutillas, el mismo que estuvo «involucrado en los esfuerzos para apresurar la desaparición del régimen de Castro...».13

CUBA TRANSICIÓN

La ley Helms-Burton, en su Sección 202, también esti-pula que el presidente de EE. UU. «elaborará un plan para la prestación de asistencia a Cuba cuando se encuentre en el poder un Gobierno de transición». A pesar de que ese momento no ha llegado y nadie puede asegurar que llegará, el Consejo de Negocios Estados Unidos-Cuba si-guió recibiendo inanciamiento de la NED y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) para desarrollar el programa Cuba transition, con la i-nalidad de «ayudar al gobierno de Estados Unidos en ese esfuerzo». En 1999 la Usaid le entregó quinientos sesenta

entregó trescientos mil dólares. Entre sus más importantes direc-tivos estaban Juan Prado, y el exoicial de la CIA y el Pentágono Néstor Sánchez, quien estuvo involucrado en un atentado a Fidel Castro en 1963. La Bacardí utiliza los servicios de Cuba On-Line.12N. del E. Manuel Jorge Cutillas dirigió la compañía hasta 2005. Murió en 2013. 13BENES, Alejandro: «The Spirit of the Bat», Cigar Aicionado, Washing- ton, 1996.

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y siete mil dólares con ese propósito. Anteriormente obtuvo trescientos mil para que sus «expertos» brinda-ran «conferencias sobre economía cubana, y el apoyo a la democracia en Cuba, dirigidas al sector privado».

Resumiendo, el programa Cuba transición incluye son-deos a las grandes corporaciones estadounidenses sobre la inversión y el comercio «posembargo», investigacio-nes sobre las industrias claves en Cuba y las necesidades para su desarrollo, conferencias sobre el futuro de Cuba, informes de las adquisiciones extranjeras e inversiones joint venture en Cuba, así como las demandas estableci-das por «coniscaciones», etc.

No es todo. El Consejo incluyó entre sus objetivos pe-dir a las corporaciones miembros «comida, medicinas y otros bienes» para entregarle a la población cubana. Aun-que esto se debería hacer, según la ley Helms-Burton, en el momento que a la «transición» —es decir cuando esté en el poder en Cuba lo que dicha ley denomina «un Gobierno de transición»—, parece ser que este «progra-ma asistencial» también comenzó antes de lo previsto. Su inalidad no era precisamente humanitaria, sino ayudar a «restablecer entre la población cubana la imagen de las compañías americanas, como contribuyentes al desarro-llo socioeconómico».

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La Fundación Nacional Cubano Americana y el Centro para una Cuba Libre (Center for Free Cuba), son dos or-ganizaciones registradas en Estados Unidos. Estas tienen algunos puntos en común: están declaradas como inde-pendientes, sin ánimo de lucro, no partidistas, e informan a nivel internacional sobre la situación política, económi-ca y de derechos humanos en Cuba. Todo ello, como lo dicen sus documentos públicos, para contribuir a la des-trucción del proceso revolucionario cubano.

Estas organizaciones tienen otro punto importantísi-mo en común: no solo reciben inanciamiento de la Bacar-dí, sino que de sus directivas forman parte altos dirigen-tes de la transnacional ronera.

Clara María del Valle, accionista de la Bacardí, cuyo padre integró la fuerza mercenaria que desembarcó por Bahía de Cochinos, y promovió la organización te-rrorista miamense Representación Cubana en el Exilio, ha sido una de las más activas en el trabajo interna-cional de la Fundación Nacional Cubano Americana en relación con los derechos humanos. En ello trabajó con-juntamente con Luis Zúñiga, quien en 1974 fue detenido por las fuerzas de seguridad cubanas cuando intenta-ba iniltrarse en la Isla para realizar actos terroristas. La señora Del Valle es vicepresidenta de la Fundación

TELÓN DE FONDO

Capítulo XV

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Nacional Cubano Americana, y fue la que irmó la carta de apoyo que hiciera pública la Fundación en respal-do a las bombas que estallaron durante 1997 en varios hoteles de Cuba, hiriendo a varias personas y matando a un ciudadano de nacionalidad italiana, la misma que tiene la compañía Martini & Rossi, hoy propiedad del consorcio Bacardí. Esa proclama igualmente fue irma-da por Ignacio Sánchez, también director de la Funda-ción, uno de los principales abogados de la Bacardí y redactor de la ley Helms-Burton.

No debe olvidarse que del alto cuerpo directivo de la Fundación Nacional Cubano Americana han formado par-te varios accionistas de la Bacardí, como tampoco puede pasarse por alto que quien preparó los atentados contra los hoteles cubanos en 1997 fue el terrorista Luis Posada Carriles, con dinero de la Fundación, tal y como lo decla-ró al The New York Times.

Desde que el presidente Ronald Reagan irmara la Di-rectiva No. 17 del Consejo de Seguridad Nacional, en 1981, que especiicaba la importancia de trabajar con la «comu-nidad cubana en el exterior» para «desarrollar presiones públicas en contra de Cuba, sacando a la luz los asuntos de derechos humanos y políticos», personas pertenecientes a los grupos extremistas se apoderaron de esa bandera.

Y uno de los primeros fue Frank Calzón, que como se ha visto en las páginas de este libro, proviene de organi-zaciones terroristas respaldadas y dirigidas por la CIA. Calzón fue director entre 1995 y 1997 del Programa Cuba de Freedom House y director de Of Human Rights, así como el primer chairman de la Fundación Nacional Cu-bano Americana. Asimismo, desde 1997, ocupó el cargo

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de director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre,1 el cual también recibe inanciamiento de la NED, y ha conta-do entre los miembros de su dirección a la exembajadora Jeane Kirkpatrick, Otto Reich, William Doherty, Modesto Maidique y Luis Aguilar León, todos relacionados con los servicios de seguridad estadounidenses y los planes con-trarrevolucionarios. Y algo esencial: Manuel J. Cutillas, director de la FNCA y máximo cuadro de la Bacardí se convirtió desde 1997 en el chairman del Centro.2

Ambas organizaciones, además de tener esas, diga-mos, coincidencias, fueron las que realizaron un trabajo de lobby más intenso para que el niño Elián González que-dara retenido ilegalmente en Estados Unidos, en contra de la voluntad de su padre, residente en Cuba, y en franca violación del Derecho Internacional.

1N. del E. Frank Calzón anunció en mayo de 2019 su retiro como direc-tor ejecutivo del Centro para una Cuba Libre. 2N. del E. Manuel Jorge Cutillas dejó de ser presidente de la Bacardí en 2005 (Ver nota 12 del Capítulo XIV), sin embargo, se mantuvo como chairman del Centro para una Cuba Libre hasta su fallecimiento en noviembre de 2013.

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La Bacardí ha estado detrás de buena parte de los pla-nes concebidos o apoyados por el Gobierno de Estados Unidos para destruir la Revolución cubana. En el libro aparecen muchos de ellos y se revelan, además, las cla-ves que permiten comprender esta airmación.

Un lector familiarizado con los temas abordados o que tenga referencia de ellos debe saber que esta «guerra» de la Bacardí, que ha continuado hasta hoy, en realidad ya no es tan oculta como pudiera haberlo sido cuando se terminó, hace casi veinte años, la primera edición de esta obra —lo que justiicó entonces su título: Ron Bacardi: la guerra ocul-

ta—, a lo que modestamente contribuyó su publicación. Las causas del enfrentamiento tampoco son un secre-

to y pueden resumirse fácilmente.La transnacional no abandonará el obcecado sueño de

recuperar las propiedades que le fueron nacionalizadas por el Gobierno cubano —según considera este, con toda razón, en un acto legítimo, soberano y conforme al De-recho Internacional— ni a desempeñar un rol de primer orden en una Cuba restructurada como neocolonia a la medida de los intereses del Gobierno estadounidense, lo que le garantizaría su acceso al poder.

Si existieran dudas, pongo a consideración del lector las palabras de Eduardo Sardina, primer ejecutivo de Bacardi

EPÍLOGO

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U.S.A., Inc., hasta 2006: «Si Estados Unidos reconoce a Cuba, y las condiciones para los negocios son favorables, entonces Bacardí puede considerar seriamente el volver a Cuba.»1. Sin comentarios.

Los cubanos, por su parte, harán hasta lo imposible por impedir que el sueño de la Bacardí se haga realidad, como lo dejaron claro, una vez más, el 24 de febrero de este 2019, al aprobar mayoritariamente (el 78,3 por ciento de quienes tenían derecho al voto), en referendo, la nueva Constitución de la República, que en su primer artículo establece que «Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano», y en el cuarto, que «los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha arma-da, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquie-ra que intente derribar el orden político, social y econó-mico establecido por esta Constitución».

Bacardí-Martini tampoco renunciará al mercado esta-dounidense, pero el levantamiento del bloqueo a la Isla podría poner en riesgo su absoluto control del mismo, si esta última pudiera vender allí su mundialmente recono-cido Havana Club.

Es por ello que, probablemente, seguirá apostando por la línea «dura» de la política exterior estadounidense hacia Cuba, que viene de la mano con la rigurosa aplicación de la ley Helms-Burton, la cual contribuyó decisivamente a elaborar y aprobar, con lo cual garantiza ambos objetivos.

Debe haber causado regocijo entre los directivos y accionistas de la Bacardí-Martini la activación, en mayo

1BENES, Alejandro: «The Spirit of the Bat», Cigar Aicionado, Washington, 1996.

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de 2019, por Donald Trump, del controvertido Título III de la ley, cuya aplicación fuera suspendida por sucesivos presidentes estadounidenses. «Respaldamos el derecho y la capacidad de los afectados para buscar justicia y evi-tar un mayor tráico de propiedades robadas», expresa un comunicado de la compañía al conocer la decisión.2

De algo sí hay absoluta certeza: en correspondencia con sus intereses, la transnacional continuará procurando despojar a Cuba de la marca Havana Club, y si no pudie-ra, no cejará en su empeño de obstaculizar su registro en territorio de Estados Unidos por parte de alguna empresa mixta con participación cubana y extranjera, como es hoy Havana Club Holding, o por alguna empresa de la Isla.

La Bacardí pudo lograr una vez más su propósito en 2006, cuando la Oicina de Control de Activos Extranje-ros del Departamento del Tesoro denegó la licencia a Cu-baexport para realizar el pago del registro de la marca. Posteriormente, en el proceso judicial promovido por la empresa cubana no fue posible lograr un fallo favorable, que reconociera su legítimo derecho a hacerlo, porque tanto la OFAC como las cortes estadounidenses se para-petaron tras lo establecido en la Sección 211 de la «Ley para la Aprobación del Presupuesto y las Asignaciones Suplementarias de Emergencia para el Año Fiscal 1999, y otros propósitos» (División A, Sección II, de la Ley Om-

nibus de Asignaciones Consolidadas Suplementarias y de Emergencia de los Estados Unidos de 1999).

Sin embargo, en 2016, cuando correspondía la reno-vación del registro de la marca Havana Club en Estados

2ALONSO FALCÓN, Randy, y Edilberto Carmona Tamayo. «El Título III y el amargo trago de Bacardí», Cubadebate, Cuba, 26 de junio de 2019.

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Unidos, Cubaexport sí logró obtener una licencia especíica de la OFAC para hacerlo, a pesar de cuanto recurso empleó la Bacardí para impedirlo. El organismo de control inancie-ro había consultado al Departamento de Estado al respecto, y este recomendó su otorgamiento,3 en un contexto en que ya se habían restablecido las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, y se habían dado algunos otros pa-sos en el camino de la normalización de los vínculos bila-terales, muchos de ellos revertidos a partir de que Donal Trump asumiera la presidencia en enero de 2017.

Bacardí reaccionó de inmediato y solicitó a la Oicina de Control de Activos Extranjeros que diera marcha atrás al otorgamiento de la licencia. Eduardo Sánchez, vicepre-sidente sénior y asesor legal principal de Bacardi Limi-ted, señaló que la OFAC al revocar su decisión anterior de negar esa misma licencia «contradice su propia defensa de esa decisión en varias cortes de Estados Unidos».4 La compañía también solicitó a la Oicina de Patentes y Mar-cas que cancelara el registro.

Es solo el comienzo de otro capítulo de inal impredeci-ble. En febrero de 2016, Anayansi Rodríguez, en aquel mo-mento embajadora de Cuba ante la Oicina de las Naciones Unidas en Ginebra y otros Organismos Internacionales con sede en Suiza, señaló que el peligro de cancelación del registro de la marca seguía latente, ya que la Sección 211 se mantenía vigente, sin cambio alguno.5 Y esto sucede, a

3GÁMEZ TORRES, Nora. «Departamento de Estado recomendó per-mitir a Cuba registro de Havana Club», El Nuevo Herald, 12 de febre-ro de 2016.4Idem.5«Cuba denuncia incumplimiento de EE. UU. de resoluciones de OMC», Prensa Latina, 26 de febrero de 2016, en CubaSí.cu.

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pesar de que en 2002, al inalizar en el Órgano de Solución de Diferencias (OSD) de la OMC el proceso para conocer de la reclamación presentada por las Comunidades Eu-ropeas6 en representación de los intereses de la empresa mixta Havana Club Holding, este órgano constató que la Sección infringía diferentes disposiciones establecidas en el Acuerdo sobre los ADPIC y en el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial, y en correspon-dencia, solicitó que Estados Unidos reformara la misma para adecuarla a las obligaciones jurídicas derivadas de los mencionados acuerdos internacionales.

El peligro de que el registro de la marca pueda ser cancelado es real, no solo porque Estados Unidos manten-ga intacta la Sección 211, lo que ha sido sistemáticamente denunciado por Cuba en las reuniones del OSD, sino, al menos, por otros dos motivos: primero, el contexto actual no es el mismo que aquel en que la OFAC otorgó la licen-cia autorizando que se efectuara el pago del mismo, y se-gundo, la transnacional nunca va a aceptar que la marca quede en poder de la empresa cubana, pues esta sería, según su lógica, una puerta que habría que cerrar, en pre-visión de un posible levantamiento del bloqueo, máxime cuando conoce que hay signiicativas fuerzas al interior del imperio que consideran que este no ha sido eicaz para conseguir sus propósitos, y otras que consideran que perjudica sus intereses. De hecho, Facundo Bacardí,

6Las Comunidades Europeas son dos organizaciones internacionales (fueron tres con la extinta Comunidad Europea del Carbón y del Ace-ro) de cooperación económica, infraestructura jurídica y funcional de la Unión Europea: la Comunidad Europea (antigua Comunidad Económica Europea) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica. Estas comunidades surgieron para crear una fuerte unión económica entre sus países miembros.

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quien dirige la transnacional desde 2005, en una entre-vista concedida en 2014 a la revista Cigar Aicionado, ad-mitió que algunos miembros de la familia estaban a favor del «embargo» —en realidad bloqueo— y otros en contra.7

Ahora bien, puede ser que la Bacardí en su «guerra» con la Cuba revolucionaria emplee, para lograr sus obje-tivos, métodos más o menos sutiles, más o menos agre-sivos, en dependencia de los contextos y las coyunturas, pero las contradicciones entre las partes en conlicto son, en esencia, antagónicas. Es por ello que esa confrontación tendrá, con seguridad, nuevos capítulos, muchos más, en una saga que parece ser interminable…

7SHANKEN, Marvin R. «A Conversation with Facundo Bacardi», Cigar Aicionado, julio/agosto, 2014.

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ANEXOS

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ANEXO 1

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ANEXO 3

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ANEXO 4

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ANEXO 5

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ANEXO 6

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ANEXO 8

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ANEXO 9

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ANEXO 10

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ANEXO 11

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ANEXO 12

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ANEXO 13

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ANEXO 14

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ANEXO 15

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ANEXO 16

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ANEXO 17

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UNA «GUERRA» YA NO TAN OCULTA -7

PRÓLOGO DE JAMES PETRAS A LA

PRIMERA EDICIÓN CUBANA -11

PRÓLOGO -15

A MANERA DE INTRODUCCIÓN -19

I. LA COMPAÑÍA

BACARDÍ-BOUTEILLER -25

II. EXPANSIÓN Y PRELUDIO

DE LA PARTIDA -35

III. LA BACARDÍ SE VA ANTES

DE LLEGAR LA REVOLUCIÓN -46

IV. LA CIA, EL EMPRESARIO Y

LOS TERRORISTAS -54

V. DE LA VIOLENCIA AL CABILDEO -67

VI. REAGAN ENGENDRA UNA CRIATURA -75

VII. LA FNCA Y LOS ACCIONISTAS -83

VIII. DOS GUERRAS Y SUS CÓMPLICES -93

IX. LA LEY TORRICELLI-GRAHAM -107

X. LO ABSURDO:

LA LEY HELMS-BURTON -118

XI. «THE BACARDI CLAIMS ACT» -139

XII. «GUERRAS» DE MERCADO -153

XIII. MÁS QUE UNA «GUERRA» DEL RON -163

XIV LA TRANSICIÓN Y LA

«RECONSTRUCCIÓN» DE CUBA -181

XV. TELÓN DE FONDO -194

EPÍLOGO -197

ANEXOS -205

ÍNDICE

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