101
5/26/2018 RosaLuxemburg-ReformaoRevolucin-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/rosa-luxemburg-reforma-o-revolucion 1/101 REFORMA O REVOLUCIÓN Rosa Luxemburgo Fundación Federico Engels Madrid

Rosa Luxemburg - Reforma o Revolución

Embed Size (px)

Citation preview

  • REFORMAO REVOLUCIN

    Rosa Luxemburgo

    Fundacin Federico Engels Madrid

  • REFORMA O REVOLUCIN Rosa Luxemburgo Traduccin: Grupo de Traductores de la Fundacin Federico Engels

    Fundacin Federico Engels Primera edicin: septiembre 2002 Primera reimpresin: octubre 2005 Segunda reimpresin: noviembre 2008

    Este libro se ha editado en el marco del acuerdo de colaboracin entre la Fundacin Federico Engels y el Sindicato de Estudiantes

    ISBN: 978-84-932118-1-3 Depsito Legal: M-38595-2002

    Publicado y distribuido por la Fundacin Federico Engels C/ Hermanos del Moral 35, bajo 28019 Madrid Telfono: 914 283 870 Fax: 914 283 871

    www.engels.org [email protected]

  • N D I C E

    Prlogo de los editores .................................................7

    Prlogo de la autora....................................................23

    PRIMERA PARTE

    1. El mtodo oportunista ............................................27

    2. La adaptacin del capitalismo................................31

    3. Implantacin del socialismo por medio de reformas sociales...............................................41

    4. Poltica aduanera y militarismo .............................48

    5. Consecuencias prcticas y carcter general del revisionismo ........................................53

    SEGUNDA PARTE

    1. El desarrollo econmico y el socialismo ...............61

    2. Sindicatos, cooperativas y democracia poltica .....69

    3. La conquista del poder poltico..............................80

    4. El hundimiento.......................................................89

    5. El oportunismo en la teora y en la prctica...........94

  • 7*. Hay dos ediciones distintas de esta obra, ambas preparadas por la autora. La primera es de 1900 y la segunda, de 1908. La diferencia fundamental es que en la segunda edicin se introdujeron cambios derivados de nuevas experiencias prcti-cas, por ejemplo en lo relativo a la crisis econmica, y se omitieron los pasajes donde se exiga la exclusin de los reformistas o se haca referencia a la misma. Cuando se volvi a publicar el libro, diez aos despus del comienzo del debate sobre Bernstein y luego de que los oportunistas ocuparon las posiciones ms im-portantes en el partido, la exigencia de exclusin ya no tena ningn sentido. Este texto es el de la primera edicin. Los prrafos omitidos por Rosa Luxemburgo en la segunda edicin van entre corchetes y los aadidos, en su caso, aparecen como notas a pie de pgina.

    La primera parte de esta obra hace referencia a la serie de artculos de Eduard Bernstein Problemas del socialismo, publicados en Neue Zeit, Zurich, entre 1897 y 1898.

    La segunda parte de este trabajo se refiere al libro de Eduard Bernstein Las pre-misas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia.

    **. El contenido poltico del trmino socialdemocracia vari a lo largo del tiempo. Cuando Rosa Luxemburgo escribi esta obra todava tena un significado revolucionario, como se deduce de la lectura de la misma. Estas variaciones se han producido ms veces, como ya el propio Engels coment en su prefacio a la edicin inglesa de 1888 de El manifiesto comunista. (Nota de la Editorial)

    PRLOGO DE LOS EDITORES

    La edicin de Reforma o revolucin* por parte de la Fundacin Federico Engels supone dar satisfaccin a una vieja deuda que tenamos contrada. A fin de contribuir al rearme poltico de la izquierda, la publicacin de textos de los clsicos marxistas (adems de obras de autores modernos, como Ted Grant o Alan Woods) ha ocupado un lugar central en nuestra actividad. As, hemos editado algunos de los trabajos ms sobresalientes de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, pero nos faltaba una de las grandes obras marxistas de comienzos del siglo pasado, Reforma o revolucin,de Rosa Luxemburgo, libro de enorme actualidad para los tiempos que corren y que contesta la mayora de los argumentos que hoy en da siguen utilizando los llamados tericos del reformismo so-cialdemcrata**.

  • 8*. Paul Frlich, Rosa Luxemburgo vida y obra, Ed. Fundamentos, Madrid 1976.

    Con Reforma o revolucin, muchos activistas de la izquierda y jvenes que se inician en la teora marxista descubrirn el genio poltico de la autora, su fidelidad a la causa de la clase obrera y su calidad como revolucionaria.

    Rosa Luxemburgo fue una destacada protagonista de los gran-des acontecimientos de la lucha de clases de su poca. Su participa-cin en las disputas polticas y tericas en el seno de la socialde-mocracia alemana, sus estudios de la obra del marxismo y su pro-pia produccin terica, as como la gran batalla contra la degenera-cin oportunista de la II Internacional y la construccin de un nue-vo partido y una nueva Internacional marxista de masas, jalonaron su vida revolucionaria. En todos estos acontecimientos, Rosa Luxemburgo puso su sello vital, su impronta original y propia, con-virtindose por mritos propios en uno de los mayores talentos del pensamiento marxista.

    LOS ORGENES

    Rosa Luxemburgo naci en 1871 en Zamosc, una pequea ciudad polaca, en el seno de una familia juda abierta al mundo. Los vn-culos familiares con la asfixiante fe ortodoxa judaica haban des-aparecido hace tiempo, hecho que permiti a Rosa educarse en un ambiente de tolerancia y curiosidad intelectual.

    En aquel entonces, Polonia estaba sometida al yugo de la reac-cin zarista, lo que en su familia cre simpatas hacia los movi-mientos de liberacin nacional.

    Cuando Rosa tena tres aos de edad, la familia se traslad a Varsovia, donde sufri de forma directa la imposicin rusificadora en la escuela, que obligaba a la presencia mayoritaria de hijos de funcionarios o militares rusos. Tan slo se admita a un reducido numero de jvenes polacos, procedentes de las familias ms acau-daladas, y por supuesto a ningn judo. Como seala Paul Frlich en su monumental obra sobre Rosa Luxemburgo*, es casi seguro que el rgimen escolar de la oprimida Polonia la arrastr al camino de la lucha.

  • 9Poco tiempo despus de abandonar el liceo, en 1887, Rosa mili-taba en el Partido Revolucionario Socialista Proletariado, funda-do en 1882 por diferentes crculos y comits de trabajadores revo-lucionarios.

    Su actividad poltica pronto la llev a enfrentarse a la persecu-cin policial, lo que motiv su primer exilio en Zrich (Suiza). Rosa Luxemburgo pudo contrastar el ambiente sofocante de Varso-via con la libertad de pensamiento en su universidad, donde estudi intensamente a los clsicos de la economa poltica, Adam Smith, David Ricardo y, por supuesto, Marx. Junto a los estudios, Rosa no descuid su militancia revolucionaria y entr en contacto con los crculos obreros de la ciudad y con los marxistas rusos ms desta-cados del momento: Paul Axelrod, Vera Zaslich y Plejnov. Pero especialmente, de esta etapa data su relacin con su gran camarada de armas Leo Jogiches, incansable organizador revolucionario, agudo polemista y uno de los fundadores del comunismo alemn.

    LA PRIMERA ORGANIZACIN POLTICA

    En 1883, Proletariado se haba convertido en la espina dorsal del movimiento de masas polaco, superando a Narodnaya Volia(Voluntad del Pueblo, el partido populista ruso), tanto en compren-sin de la realidad del capitalismo ruso y polaco como en el pro-grama poltico. Proletariado entenda la lucha por la liberacin del rgimen autoritario como una lucha de las masas trabajadoras, tena una visin internacionalista y despreciaba la posicin dema-ggica e hipcrita de la nobleza y la pequea burguesa en la lucha por la liberacin nacional. Proletariado vea a los trabajadores rusos como los principales aliados para conseguir la libertad de las masas oprimidas de Polonia, entendiendo que la resolucin de la cuestin nacional polaca se realizara en el marco de la revolucin socialista internacional. Anticipando otros debates cruciales que surgiran en el seno de la socialdemocracia rusa, Proletariado consideraba que la revolucin debera derrocar al zarismo y a la burguesa, y llevar al poder al proletariado, es decir, no contempla-ba la revolucin burguesa rusa como una etapa necesaria en el ca-mino al socialismo.

  • 10

    Vctima de la represin policial tras liderar numerosas huelgas, Proletariado se fusion con la Federacin de Trabajadores Pola-cos y dos grupos menores del Partido Socialista Polaco (PPS). El rgano pblico del nuevo partido estaba dirigido por Leo Jogiches, Adolf Warsky y la joven Rosa Luxemburgo.

    Durante este perodo, el objetivo era establecer sin ambigeda-des el programa marxista en la nueva organizacin, lo que signific una batalla contra las tendencias blanquistas, que en el momento de mayor ofensiva policial haban penetrado en las filas de Proletariado, y contra el economicismo y el reformismo, que provenan de la antigua Federacin de Trabajadores.

    LA CUESTIN NACIONAL

    Durante esos aos, Rosa Luxemburgo realiza sus primeros trabajos tericos sobre la cuestin nacional y las tareas del proletariado po-laco en su lucha contra la opresin zarista.

    Para ella, la cuestin nacional polaca haba sufrido profundas transformaciones desde que Marx la considerara un poderoso factor revolucionario. La pequea nobleza polaca, que haba lu-chado contra el despotismo zarista y por las causas democrticas en las revoluciones de 1848 hasta 1871, estaba influida por una vuelta al pasado precapitalista, que al fin y al cabo representaba un punto de vista reaccionario. Por otro lado, la burguesa polaca se haba desarrollado como clase al calor del crecimiento del capitalismo ruso y amparada por el gobierno de los zares, que le aseguraba fabulosos negocios en territorio ruso. Adems, tena mltiples vnculos con el aparato del Estado zarista y haba re-nunciado definitivamente a la unidad y la independencia de la nacin. Para Rosa Luxemburgo, slo entre los intelectuales pola-cos perduraban las ideas nacionalistas. En ese sentido, la clase obrera difcilmente poda crear un Estado polaco burgus contra la propia burguesa y contra la dominacin extranjera. Si la clase obrera tuviese la fuerza necesaria para lograr esto, afirmaba Rosa Luxemburgo, tambin la tendra para la revolucin socialista, la nica solucin a la cuestin nacional polaca admisible para los trabajadores.

  • 11

    En opinin de Rosa, la independencia nacional no podra ser un objetivo inmediato del proletariado. Toda su posicin en esta cues-tin estaba recorrida por la idea de que la lucha emprendida por la clase obrera no resultase falseada y absorbida por las aspiraciones nacionalistas. El nfasis se deba poner en la lucha comn de los trabajadores rusos y polacos.

    Durante aos, los socialdemcratas polacos mantuvieron un en-carnizado combate contra los dirigentes nacionalistas pequeobur-gueses del PPS, combate que cont con la solidaridad explcita de Lenin. As se expresaba Rosa Luxemburgo respecto a esta cuestin: Desear que estalle una guerra solamente para la liberacin de Polo-nia supondra ser un nacionalista de la peor clase y anteponer los intereses de unos pocos polacos a los de cientos de millones de hom-bres que padeceran la guerra. Y as piensan, por ejemplo, los miem-bros del ala derecha del PPS, que solamente son socialistas de bo-quilla y frente a los cuales los socialdemcratas polacos tienen mil veces razn. Establecer ahora la consigna de la independencia de Polonia, en la situacin actual de las relaciones entre los estados imperialistas vecinos, supone verdaderamente ir tras una utopa, caer en un nacionalismo minsculo y olvidar los requisitos de la revolu-cin europea e incluso de las revoluciones rusa y alemana.

    Rosa Luxemburgo tena una posicin internacionalista, pero olvidaba que en la prctica las demandas democrticas nacionales tenan un poderoso atractivo revolucionario para las masas polacas, incluido el proletariado. En su polmica con Lenin, este incidi una y otra vez en que la defensa del derecho de autodeterminacin de las naciones y nacionalidades oprimidas no significa hacer agita-cin a favor del separatismo o la independencia. En esta cuestin, los marxistas no anteponemos una reivindicacin democrtica a los intereses del proletariado y la revolucin mundiales. La defensa de este derecho, que Rosa Luxemburgo se negaba a incluir en el pro-grama de la socialdemocracia polaca, permite arrancar a las masas de cualquier nacionalidad oprimida de la nefasta influencia de su burguesa y su pequea burguesa nacionalistas, que siempre explo-tan en su beneficio las ansias de liberacin del proletariado y los campesinos pobres.

    En la Revolucin de Octubre se demostr el enorme potencial revolucionario de esta consigna, vinculada a la lucha por el poder

  • 12

    obrero y la expropiacin de la burguesa y los terratenientes. Lenin dedic a esta cuestin uno de sus trabajos ms brillantes, El dere-cho de las naciones a la autodeterminacin, que hoy en da sigue manteniendo toda su vigencia.

    LA SOCIALDEMOCRACIA ALEMANA

    Despus de aos de conflictos dentro del movimiento socialista polaco, el viejo PPS estall, permitiendo a los partidarios del marxismo ganar una influencia mayoritaria en el movimiento obre-ro polaco. Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches se convertiran a par-tir de ese momento en los lderes de la nueva organizacin, que adopt el nombre de Partido Socialdemcrata del Reino de Polo-nia, que posteriormente se fusionara con los socialistas lituanos, dirigidos por Dzierzynski, fieles seguidores de los postulados de Rosa, dando lugar al Partido Socialdemcrata del Reino de Polonia y Lituania (SDKPL).

    Sin embargo, Rosa Luxemburgo pronto emprendera nuevas tareas militantes que la llevaran al centro del movimiento obrero europeo de aquella poca, Alemania, donde entr en contacto con los cuadros ms destacados de la socialdemocracia alemana: Clara Zetkin, a la que le unira una estrecha amistad hasta su muerte, August Babel, Paul Singer, Franz Mehring y Karl Kautsky.

    Desde sus orgenes, en el seno de la socialdemocracia alemana (SPD), como en la mayora de los partidos obreros de la poca, coexistan dos tendencias bien delimitadas: la reformista, adaptada a las nuevas formas democrticas del Estado capitalista, y la marxista, que abogaba por la transformacin socialista de la socie-dad con mtodos revolucionarios.

    En el caso del SPD, las tendencias reformistas haban calado hondo, especialmente entre sus cuadros dirigentes, en el grupo par-lamentario, en la direccin de los sindicatos y entre los centenares de funcionarios de las diferentes organizaciones del partido. Lenin describi este proceso de degeneracin reformista de la socialde-mocracia alemana en su libro La revolucin proletaria y el renega-do Kautsky. El espectacular crecimiento de la influencia y el poder de la socialdemocracia alemana entre los trabajadores tuvo lugar en

  • 13

    el perodo de auge econmico ms importante que el capitalismo haba experimentado hasta ese momento. Los triunfos electorales, el aumento de concejales y de parlamentarios regionales y estata-les, la influencia de los sindicatos en las nuevas relaciones econ-micas, favorecieron que una capa cada vez ms nutrida de funcio-narios, cuadros provenientes de la aristocracia obrera y la intelec-tualidad pequeoburguesa, se fuese haciendo con el control de la organizacin.

    Este ambiente que inspiraba la accin del partido, cada vez ms centrada en la actividad parlamentaria, favoreci la penetracin de las ideas reformistas. Ya no se trataba de derrocar el capitalismo de forma revolucionaria, sino de transformarlo gradualmente a travs de la accin institucional. Las reformas, que se impondran gracias a los xitos electorales, garantizaran un cambio cualitativo de la naturaleza de clase del Estado y la sociedad, hasta arribar pacfica-mente a una sociedad socialista.

    En el campo terico, todo este proceso cristaliz con los escri-tos de Bernstein, que reclamaba el fin del mtodo marxista de an-lisis de las contradicciones del capitalismo, al tiempo que propona el cambio de la sociedad a travs de reformas graduales en las rela-ciones econmicas y en el propio Estado burgus. Para Bernstein, el boom del capitalismo alemn haba supuesto, en la prctica, la negacin de las previsiones de Marx: ni pauperizacin creciente de la sociedad, ni crisis de sobreproduccin, ni necesidad de un cam-bio revolucionario. A travs del crecimiento electoral y la accin parlamentaria sera posible transformar la realidad del capitalismo en una sociedad democrtica avanzada, donde el control estatal de los medios de produccin garantizase el fin del conflicto social.

    La herencia terica de Berstein se ha proyectado a lo largo de la historia del movimiento obrero, hasta el punto de que los dirigentes socialdemcratas actuales beben de sus fuentes tericas, repitiendo palabra por palabra lo dicho hace ms de cien aos por el jefe del revisionismo alemn.

    Frente a esta posicin poltica, reveladora de lo lejos que haba llegado el proceso de degeneracin reformista del SPD, se alz Rosa Luxemburgo, la nica dirigente del partido que fue capaz de presen-tar batalla en el terreno terico de una forma consistente. Refor-ma o revolucin fue un aldabonazo en el seno del SPD, polariz

  • 14

    completamente el debate poltico y permiti reagrupar las fuerzas de la izquierda marxista en su seno. Hoy en da, Reforma o revolu-cin constituye un tesoro terico de primer orden, un autntico clsico de la literatura marxista y de la lucha contra la penetracin de las ideas de clases ajenas en el seno del movimiento obrero.

    La contradiccin para Rosa no se situaba en que la lucha por las reformas fuera incompatible con la defensa de una estrategia revo-lucionaria, sino en que Berstein haba abandonado por completo el anlisis de clase de la sociedad capitalista, ofreciendo una alternati-va que tan slo servira para perpetuar el mantenimiento del orden social burgus. La reforma y la revolucin, seala Rosa Luxem-burgo en esta obra que os ofrecemos, no son, por tanto, distintos mtodos de progreso histrico que puedan elegirse libremente en el mostrador de la historia, como cuando se eligen salchichas calien-tes o fras, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases, que se condicionan y complementan entre s y al mismo tiempo se excluyen mutuamente, como el Polo Norte y el Polo Sur o la burguesa y el proletariado.

    Todo ordenamiento jurdico no es ms que un producto de la revolucin. En la historia de las clases, la revolucin es el acto po-ltico creador, mientras la legislacin slo expresa la pervivencia poltica de una sociedad. La reforma legal no posee impulso pro-pio, independiente de la revolucin, sino que en cada perodo hist-rico se mueve en la direccin marcada por el empujn de la ltima revolucin y mientras ese impulso dure. O dicho ms concretamen-te: slo se mueve en el contexto del orden social establecido por la ltima revolucin. Este es el punto crucial de la cuestin.

    Es absolutamente falso y completamente ahistrico considerar las reformas como una revolucin ampliada y, a su vez, la revolu-cin como una serie de reformas concentradas. La reforma y la re-volucin no se distinguen por su duracin, sino por su esencia. (...)

    Por lo tanto, quien se pronuncia por el camino reformista en lu-gar de y en contraposicin a la conquista del poder poltico y a la revolucin social no elige en realidad un camino ms tranquilo, segu-ro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente (...)

    La necesidad de la conquista del poder poltico por parte del proletariado siempre estuvo fuera de toda duda para Marx y En-gels. Qued reservado para Bernstein el honor de considerar el

  • 15

    gallinero del parlamentarismo burgus como el rgano destinado a realizar el cambio social ms imponente de la historia: la transfor-macin de la sociedad capitalista en otra socialista.

    La consideracin de que el capitalismo es un sistema reforma-ble a travs del parlamentarismo y las instituciones polticas del propio rgimen capitalista ha demostrado su bancarrota no slo en la arena terica, sino tambin en el terreno de la lucha de clases. La revolucin rusa de 1917 o la alemana de 1918 demostraron que la burguesa jams abandonar pacficamente su posicin dominante en la sociedad, y mucho menos se suicidar polticamente y como clase utilizando sus propios organismos de poder poltico. Al fin y al cabo, para la clase capitalista, las formas de la democracia bur-guesa no son ms que una manera ms aceptable de garantizar su dictadura, su control efectivo de todas las esferas de la vida social. Por eso, cuando las formas democrticas no convienen a sus in-tereses, nunca duda en abandonarlas y adoptar otras menos civilizadas pero ms eficaces para garantizar la supervivencia de su orden social.

    En Problemas del socialismo, Bernstein llega muy lejos a la hora de justificar su nuevo credo terico. Para l, el desarrollo mo-nopolstico del capital, con la aparicin de los trusts y los crteles, supone la superacin de la anarqua de la produccin capitalista, de la misma forma que las sociedades por acciones facilitaban la de-mocratizacin del capital. De esta manera, el socialismo perda su justificacin cientfica, pues si el propio capital era capaz de superar sus contradicciones y garantizar el equilibrio en la produccin, no haba necesidad de luchar por una subversin del orden capitalista.

    Este punto de vista fue duramente combatido por Rosa. Al con-trario de lo que pretenda Berstein, la tendencia monopolstica en el desarrollo del capitalismo, lejos de suavizar sus contradicciones, supona un incremento cualitativo en la lucha por los mercados y la explotacin de los ya existentes. El monopolio surge como nega-cin dialctica de la libre competencia, pero no acaba con la anar-qua de la produccin derivada de la contradiccin entre el ca-rcter social de la produccin y el carcter privado de la apropia-cin, ni tampoco con las crisis de sobreproduccin que asolaron al mundo capitalista durante las dcadas siguientes, provocando dos guerras mundiales.

  • 16

    LOS EFECTOS DE LA REVOLUCIN RUSA DE 1905

    El estallido de la revolucin rusa de 1905 convulsion las filas de la socialdemocracia alemana. Desde el primer momento, Rosa Luxemburgo salud entusiastamente el movimiento revolucionario de las masas obreras de San Petersburgo y trabaj sistemticamente para esclarecer la naturaleza de la revolucin, sus aspiraciones es-tratgicas y sus necesidades tcticas.

    En aquella poca, era un lugar comn que Rusia se enfrentaba a una revolucin burguesa. Esta posicin, mantenida de forma ruti-naria por los lderes oficiales de la II Internacional, era tambin la de la fraccin menchevique del POSDR (Partido Obrero Socialde-mcrata de Rusia). Para unos y otros, la actitud del movimiento obrero y sus organizaciones deba consistir en apoyar, como ala izquierda, a la burguesa en su lucha contra el desptico rgimen zarista. De esta manera, Rusia encarrilara su futuro hacia el desa-rrollo del capitalismo, una vez liberada de la pesada herencia feu-dal, creando las bases materiales para el fortalecimiento del prole-tariado y para una futura transformacin socialista de la sociedad.

    Este punto de vista fue criticado por numerosos revolucionarios rusos y por Rosa Luxemburgo. Para Trotsky, que jug un papel fundamental en la revolucin, como presidente del Sviet de San Petersburgo, las relaciones de produccin dominantes en Rusia eran indudablemente capitalistas, aunque muy desiguales y combi-nadas con la pervivencia de formas econmicas heredadas del pa-sado feudal. Esta forma de desarrollo desigual y combinado tam-bin determinaba la propia estructura de las clases y su papel en el proceso revolucionario. La nobleza terrateniente impona al campe-sino formas de dominacin semifeudales, adems de controlar el rgimen poltico y ser el principal sostn del zarismo. Por otro la-do, la burguesa rusa estaba vinculada a esta nobleza a travs de negocios conjuntos en la exportacin de grano y en la propia indus-tria, conformando con ella una oligarqua similar a la de otros pa-ses capitalistas atrasados. Esta burguesa haba demostrado una extrema debilidad poltica y una renuncia expresa a llevar adelante las tareas que la historia le haba asignado. Por otra parte, los vn-culos del Estado zarista y la burguesa rusa con el capital imperia-lista francs y britnico eran evidentes.

  • 17

    Tanto Trotsky como Lenin consideraban a la burguesa rusa una clase contrarrevolucionaria incapaz de llevar adelante las ta-reas de la revolucin democrtico-burguesa, es decir, la reforma agraria, la separacin de la Iglesia y el Estado, la resolucin de la cuestin de las nacionalidades o la industrializacin de la nacin, entre otras.

    De este anlisis se derivaba el papel del proletariado en la revo-lucin. Para Trotsky no haba duda: slo la clase obrera en el poder, en alianza con el campesinado pobre, podra llevar a cabo estas tareas, pero eso mismo implicara la liquidacin del rgimen autori-tario del zarismo y la propiedad burguesa. Las tareas democrticas enlazaran sin interrupcin con las socialistas, o lo que es lo mismo, para llevar a cabo las primeras se necesitara de la democracia obre-ra y la expropiacin del capitalismo ruso y de la propiedad imperia-lista. Esta postura poltica, conocida como la revolucin perma-nente, fue tambin la de Rosa Luxemburgo en 1905. Lenin, que parta del mismo punto que Trotsky, estableci la formula de dictadura democrtico-revolucionaria de obreros y campesinos para el futuro gobierno revolucionario. En cualquier caso, estas diferencias entre Trotsky y Rosa Luxemburgo, por un lado, y Lenin, por otro, se resolvieron durante la revolucin de 1917: en sus famo-sas Tesis de abril, Lenin abandon sin complejos su antigua defini-cin, lo que le vali un duro enfrentamiento con una capa de los viejos dirigentes bolcheviques, y asumi completamente la posicin de Trotsky. A partir de ese momento, las fuerzas del marxismo ruso encararon decisivamente la lucha por el poder socialista.

    En 1905, Rosa Luxemburgo combati sin ninguna vacilacin la posicin de los mencheviques y de sus aliados internacionales, demostrando su calidad como terica marxista. Esto no impidi que mantuviese duras polmicas con Lenin, especialmente en lo referido a la estructura interna del partido y al papel de las masas en el movimiento. Muchas de estas polmicas y diferencias han sido deformadas por la escuela estalinista, que durante dcadas no se cans de distorsionar la autntica posicin de Rosa, establecien-do lugares comunes que han sido aceptados por amplios sectores del movimiento comunista sin crtica alguna.

    En realidad, Lenin, que batallaba contra la indolencia y el re-formismo de los mencheviques y para establecer las bases de un

  • 18

    fuerte partido marxista de masas, presentaba sus argumentos de una forma extremadamente rgida, para enfatizar lo que l consi-deraba los puntos esenciales. Rosa, mucho mejor conocedora de la vida interna de la socialdemocracia alemana y del papel especial-mente negativo en el desarrollo del reformismo que jugaba un aparato cada vez ms crecido y liberado del control de la base, no poda sino aportar cautelas crticas a las ideas de Lenin sobre el carcter centralizado del partido. De igual manera, otras posturas que Lenin haba vertido en escritos como Qu hacer donde asig-naba a la clase obrera una conciencia puramente sindical, para remarcar el papel fundamental del partido marxista como agitador y organizador del movimiento, lo que ms tarde rectificara tam-bin fueron elemento de discrepancia con Rosa. Pero, en cualquier caso, las relaciones entre ambos revolucionarios fueron siempre ptimas, y jams se tradujeron en calumnias ni difamaciones. To-dava quedaba lejos la poca en que los mtodos desleales y pon-zoosos de la escuela de falsificacin estalinista se convertiran en norma dentro del movimiento comunista internacional.

    Las enseanzas polticas de la revolucin de 1905 tambin su-pusieron un aldabonazo para el proletariado polaco y abrieron otros campos de batalla en el seno de la socialdemocracia alemana. Par-tiendo de las lecciones de la revolucin en Rusia, Rosa Luxembur-go considera el papel de la huelga de masas como un instrumento de primer orden en la lucha revolucionaria por el poder. Su obra Huelga de masas, partido y sindicato constituy el principal alega-to contra las posiciones gradualistas y de colaboracin de clases mantenidas por los dirigentes del SPD y de los sindicatos y abri un profundo debate entre las bases socialistas. Gran parte de las ideas sobre la llamada espontaneidad de las masas provienen de ese debate, en el que Rosa Luxemburgo trata de sacar conclusiones de la experiencia de los trabajadores rusos, frente a la posicin es-clertica y reformista de los dirigentes mencheviques. Para Rosa, el movimiento revolucionario de la lucha de clases no poda ser deli-neado como un plan preestablecido desde los despachos oficiales del partido. La vida era ms compleja y rica en acontecimientos que cualquier manual burocrtico. Obviamente, la espontaneidad que las masas pueden demostrar en la accin, como se ha demos-trado en todas las revoluciones, desde la rusa a la espaola de

  • 19

    1936/39 o ms recientemente en Argentina, no excluye la necesi-dad de una direccin revolucionaria experimentada que cuente con una tctica y un programa para garantizar el triunfo. Rosa explic esto en numerosas ocasiones. Sin embargo, su profundo rechazo al papel conservador de los funcionarios socialdemcratas y al proce-so de degeneracin reformista del SPD le hizo infravalorar en ms de una ocasin, especialmente durante la revolucin alemana de 1918, la necesidad de establecer una slida estructura de cuadros marxistas centralizada, disciplinada y con races en el movimiento obrero, que es la nica manera de afrontar seriamente la tarea de eliminar la perniciosa influencia del reformismo en la clase obrera. Lenin tena una posicin mucho ms correcta sobre la poltica de cuadros, el carcter del partido y sus tareas en la revolucin.

    LA CRISIS DEL CAPITALISMO Y LA GUERRA IMPERIALISTA

    Rosa Luxemburgo brill con luz propia en el firmamento terico del marxismo. Su produccin poltica abarc diferentes terrenos, desde la lucha contra el revisionismo a la cuestin nacional y espe-cialmente la economa poltica, donde desarroll una serie de tesis polmicas y, en nuestra opinin, equivocadas. Su teora sobre la crisis y el hundimiento final del capitalismo, asignando a las esfe-ras de territorios no capitalistas un papel clave, le llev a conside-rar el fin del reparto colonial como la causa decisiva de la crisis. Estas posiciones de la revolucionaria polaca fueron contestadas por otros marxistas, como Trotsky, Lenin y Bujarin.

    A medida que la crisis del capitalismo se agudizaba, despus de un prolongado perodo de ascenso, el papel reaccionario del impe-rialismo se pona cada vez ms de manifiesto. La amenaza para millones de hombres y mujeres de todo el mundo, incluyendo la Europa avanzada, no se limitaba ya a la extrema explotacin de la fuerza de trabajo, sino a la perspectiva de una guerra devastadora. Kautsky, que hasta el momento haba conservado el marchamo de terico ortodoxo del marxismo, elabor su propia teora, aprobando la expansin del capitalismo al tiempo que afirmaba que dicha ex-pansin no era imperialismo. Sus ideas fueron contestadas por Ro-sa Luxemburgo en diferentes trabajos y por Lenin en su famoso

  • 20

    libro El imperialismo, fase superior del capitalismo. Esta posicin de Kautsky presagiaba la bancarrota poltica de la socialdemocra-cia ante la guerra imperialista.

    Hay que sealar que, en las pugnas fundamentales en el interior de la socialdemocracia alemana, Rosa Luxemburgo siempre man-tuvo el punto de vista del marxismo. El propio Lenin tuvo que re-conocer posteriormente que en este asunto estaba equivocado, pues en no pocas ocasiones defendi a Kautsky frente a Rosa.

    La crisis preblica afect directamente a la socialdemocracia internacional. En el interior del SPD se dibujaron tres sectores: la derecha, que agrupaba a los organismos dirigentes del partido y de los sindicatos; el centro, donde a duras penas se situaba Kauts-ky, inclinado siempre a capitular ante la derecha en las cuestiones polticas fundamentales; y la izquierda, con Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Mehring, Liebknecht, Karski, Rdek y Pannekoek.

    El estallido de la guerra imperialista en 1914 supuso la quie-bra definitiva de la II Internacional como organizacin revolu-cionaria. Todos los manifiestos internacionales contra la carnice-ra imperialista aprobados en los congresos internacionales que-daron reducidos a cenizas. Las direcciones de los diferentes par-tidos socialdemcratas adoptaron una posicin chovinista y de apoyo a sus respectivas burguesas, contribuyendo as a arrojar a millones de proletarios de toda Europa a las trincheras de una guerra reaccionaria.

    El SPD no fue una excepcin. Su direccin se puso en bloque tras el kiser, votando a favor de los crditos de guerra y justifican-do la poltica agresiva de la burguesa germana. Igual ocurrira en Francia o en Rusia. Tan solo una minora de la Internacional se mantuvo fiel a los principios del internacionalismo proletario y a la bandera del marxismo. En esa minora se encontraban Rosa Luxemburgo y sus camaradas de la izquierda del SPD, Lenin y los bolcheviques, Trotsky y unos pocos ms.

    Rosa Luxemburgo fue encarcelada desde 1916 hasta enero de 1918, cuando fue liberada durante los acontecimientos revolucio-narios. Sus carceleros fueron el estado mayor alemn y la direccin socialdemcrata. En la crcel nunca desesper, al contrario, contri-buy decididamente a organizar la lucha contra la guerra imperia-lista y dar forma a la oposicin marxista en el seno del SPD. Con la

  • 21

    formacin de la Liga Espartaquista, Rosa, Clara Zetkin, Liebk-necht, Mehring, Jogiches y muchos otros intervinieron en los gran-des acontecimientos de la lucha de clases, levantando la bandera del marxismo del barro por el que la socialdemocracia oficial la haba arrastrado.

    La revolucin alemana de 1918 pudo haber cambiado comple-tamente la situacin de Europa. Su profundidad y desarrollo, slo comparables a la Revolucin Rusa, provoc el pavor de la clase dominante en todo el continente. El papel de Rosa Luxemburgo en la revolucin fue inmenso, participando en primera lnea de la lu-cha como organizadora de la Liga Espartaquista y, posteriormente, del recin constituido Partido Comunista Alemn (KPD). Final-mente, el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht a ma-nos de la guardia contrarrevolucionaria del socialdemcrata Noske decapit la revolucin y priv al proletariado alemn y del mundo entero de dos de sus dirigentes ms preciados. Pero su sacrificio no fue en vano, pues su pensamiento sigue vivo en la actividad de todos los marxistas y revolucionarios de los cinco continentes.

    Hoy es el momento de rescatar el pensamiento poltico de Rosa Luxemburgo y su contribucin decisiva a la lucha por el socialismo y de limpiar su memoria de las calumnias con que el estalinismo cubri durante dcadas su figura. Coincidimos por ello completa-mente con Lenin cuando, a propsito de la publicacin de su frag-mentario escrito sobre la revolucin rusa, escribi en febrero de 1922: Vamos a contestar a esto con dos lneas de una estupenda fbula rusa: Un guila puede en ocasiones descender ms bajo que una gallina, pero una gallina jams podr ascender a la altura que puede hacerlo un guila. Rosa Luxemburgo se equivoc en la cues-tin de la independencia de Polonia; se equivoc en 1903 cuando enjuici al menchevismo; se equivoc (...) Pero a pesar de todas esas faltas, fue y sigue siendo un guila; y no solamente su recuer-do ser siempre venerado por los comunistas de todo el mundo, sino que su biografa y la edicin de sus obras completas (con las que los comunistas alemanes se retrasan en forma inexplicable, lo que parcialmente se puede disculpar pensando en la inslita canti-dad de vctimas que han registrado en su lucha) representarn una valiosa leccin para la educacin de muchas generaciones de co-munistas de todo el mundo (Pravda n 87, 16/4/1924).

  • 23

    PRLOGO DE LA AUTORA

    A primera vista, el ttulo de esta obra puede resultar sorprendente: Reforma o revolucin. Puede la socialdemocracia estar en contra de las reformas? Puede considerar como opuestos la revolucin social, la transformacin del orden establecido, su fin ltimo, y las reformas sociales? Por supuesto que no. Para la socialdemocracia, la lucha cotidiana para conseguir instituciones democrticas y refor-mas sociales que mejoren, aun dentro del orden existente, la situa-cin de los trabajadores constituye el nico camino para orientar la lucha de clases proletaria y para trabajar por el fin ltimo: la con-quista del poder poltico y la abolicin del sistema de trabajo asala-riado. Para la socialdemocracia, existe un vnculo indisoluble entre reforma y revolucin: la lucha por las reformas sociales es el medio,mientras que la lucha por la revolucin social es el fin.

    Eduard Bernstein fue el primero en contraponer estos dos as-pectos del movimiento obrero, en sus artculos Problemas del so-cialismo, en Neue Zeit (1897-98), y especialmente en su libro Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Toda su teora se reduce, en la prctica, al consejo de abandonar la revo-lucin social, el fin ltimo de la socialdemocracia, y convertir las reformas sociales, de medio de la lucha de clases en fin de la mis-ma. El propio Bernstein ha formulado del modo ms exacto e inci-sivo sus opiniones al escribir: El objetivo ltimo, sea cual sea, no es nada; el movimiento lo es todo.

    Pero el fin ltimo socialista es el nico aspecto decisivo que diferencia al movimiento socialdemcrata de la democracia bur-guesa y del radicalismo burgus, es lo nico que transforma el mo-vimiento obrero, de chapuza intil para salvar el orden capitalista en lucha de clases contra ese orden y para conseguir su abolicin; de este modo, la cuestin reforma o revolucin en el sentido berns-teiniano se convierte, para la socialdemocracia, en una cuestin de ser o no ser. Es preciso que todo el mundo en el partido vea con claridad que el debate con Bernstein y sus partidarios no es sobre una u otra forma de lucha, o sobre una u otra tctica, sino que est en juego la existencia misma del movimiento socialdemcrata.

  • 24

    [En una consideracin superficial de la teora de Bernstein, esto puede parecer una exageracin. Acaso no habla Bernstein a cada paso de la socialdemocracia y de sus objetivos? Acaso no repite de continuo y explcitamente que tambin l lucha, aunque de otra forma, por el objetivo ltimo del socialismo? Acaso no seala con insistencia que acepta casi en su totalidad la actual prctica de la socialdemocracia? Todo esto es cierto, desde luego. Pero tambin lo es que, desde siempre, todo nuevo movimiento se basa, para elaborar su teora y su poltica, en el movimiento precedente, aun-que la esencia del nuevo est en contradiccin directa con la del antiguo. Todo nuevo movimiento comienza adaptndose a las for-mas que ha encontrado de antemano y habla el lenguaje que se hablaba antes de l. Solamente con el paso del tiempo el nuevo germen sale de la vieja cscara, y la nueva corriente encuentra su forma y lenguaje propios.

    [Esperar de una oposicin al socialismo cientfico, que exprese claramente, desde los primeros momentos y hasta las ltimas con-secuencias, su esencia rechazando abierta y tajantemente los fun-damentos tericos de la socialdemocracia equivale a minusvalorar el poder del socialismo cientfico. Quien quiera pasar hoy por so-cialista y al mismo tiempo busque declarar la guerra a la doctrina marxista, el ms genial producto del espritu humano en este siglo, debe comenzar con un homenaje inconsciente al propio marxismo: confesndose discpulo de la doctrina, para buscar en ella puntos de apoyo para atacarla, al tiempo que presenta sus ataques como un nuevo desarrollo del marxismo. Por este motivo, es una necesidad urgente que amplias capas del proletariado industrial de nuestro partido identifiquen la esencia de la teora de Bernstein, sin dejarse engaar por las formas exteriores.

    [No hay insulto ms grosero o calumnia ms infame contra la clase obrera que la afirmacin de que las controversias tericas son slo una cuestin para acadmicos. Ya Lassalle1 dijo que nica-

    1. Ferdinand Lassalle (1825-64). Abogado y poltico alemn, amigo de Carlos Marx y defensor de un socialismo pequeoburgus que posteriormente tendra gran influencia en la socialdemocracia alemana. En 1863 fund la Unin General Obrera de Alemania, que en el Congreso de Gotha (1875) se unific con el Partido Social-demcrata. Mantuvo posiciones oportunistas respecto a cuestiones tericas y polti-cas fundamentales.

  • 25

    mente cuando la ciencia y los trabajadores, esos polos opuestos de la sociedad, lleguen a ser uno destruirn entre sus potentes brazos todos los obstculos a la cultura. Toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento terico.]

    Este conocimiento terico es doblemente importante para los obreros en el caso que nos ocupa porque precisamente se trata de ellos mismos y de su influencia en el movimiento; es su cabeza a la que se pone precio en esta ocasin. La corriente oportunista en el partido, formulada tericamente por Bernstein, no es otra cosa que un intento inconsciente de garantizar la preponderancia de los ele-mentos pequeoburgueses que se han unido al partido, esto es, amoldar la poltica y los objetivos del partido al espritu pequeo-burgus. La cuestin de reforma o revolucin, del movimiento o el objetivo ltimo, es bsicamente la cuestin del carcter pequeo-burgus o proletario del movimiento obrero.

    [Por este motivo, es de inters para la base proletaria del partido ocuparse, con la mayor dedicacin y profundidad, de la controver-sia terica actual con el oportunismo. Mientras el conocimiento terico siga siendo el privilegio de un puado de acadmicos, el partido correr el riesgo de extraviarse. nicamente cuando las amplias masas trabajadoras empuen el arma afilada y eficaz del socialismo cientfico habrn naufragado todas las inclinaciones pequeoburguesas, todas las corrientes oportunistas. Entonces ser cuando el movimiento se asiente sobre bases firmes. La cantidad lo conseguir.]*

    Rosa Luxemburgo. Berln, 18 de abril de 1899

    *. Los prrafos entre corchetes fueron omitidos en la segunda edicin.

  • 27

    PRIMERA PARTE

    1. EL MTODO OPORTUNISTA

    Si se acepta que las teoras son la imagen de los fenmenos del mundo exterior en el cerebro de los hombres, a la vista de la teora de Eduard Bernstein habra que aadir en todo caso: aunque a veces son imgenes invertidas. Es la suya una teora sobre la implantacin del socialismo mediante reformas sociales formulada despus del completo estancamiento de la reforma social alemana2; una teora del control del proceso de produccin formulada despus de la de-rrota de los metalrgicos ingleses; una teora de ganar la mayora parlamentaria formulada tras la reforma constitucional de Sajonia y los atentados contra el derecho de sufragio universal3. Sin embargo, el aspecto central de las tesis de Bernstein no es, a nuestro juicio, su concepcin de las tareas prcticas de la socialdemocracia, sino lo que dice acerca del desarrollo objetivo de la sociedad capitalista, que se encuentra en estrecho contacto con dicha concepcin.

    Segn Bernstein, el desarrollo del capitalismo hace cada vez ms improbable su hundimiento general, debido a que, por un lado, el sistema capitalista muestra cada vez mayor capacidad de adaptacin y, por otro lado, la produccin se diversifica cada da ms. La capacidad de adaptacin del capitalismo se mani-fiesta, segn Bernstein, en: 1) la desaparicin de las crisis ge-nerales, gracias al desarrollo del sistema crediticio, las alianzas empresariales y el avance de los medios de transporte y comu-nicacin; 2) la resistencia demostrada por las clases medias, a consecuencia de la creciente diferenciacin de las ramas de la produccin y del ascenso de amplias capas del proletariado a

    2. Referencia al fracaso y suspensin, durante el reinado de Guillermo II, de la poltica de reforma social iniciada bajo Guillermo I.

    3. Cada uno de los estados integrados en el imperio alemn tena su propia Cons-titucin. Tras la abolicin de la ley contra la socialdemocracia, y ante la rpida expansin de sta, Sajonia modific la suya para introducir un sistema electoral censitario, en el que hay que pagar para ejercer el derecho al voto.

  • 28

    las clases medias; 3) y finalmente, la mejora de la situacin econ-mica y poltica del proletariado, como resultado de la lucha sindical.

    La conclusin de todo esto es que la socialdemocracia ya no debe orientar su actividad cotidiana a la conquista del poder polti-co, sino a la mejora de las condiciones de la clase obrera dentro del orden existente. La implantacin del socialismo no sera conse-cuencia de una crisis social y poltica, sino de la paulatina amplia-cin de los controles sociales y de la gradual aplicacin de los prin-cipios cooperativistas.

    El propio Bernstein no ve nada nuevo en sus proposiciones; al contrario, cree que coinciden tanto con determinadas observaciones de Marx y Engels como con la orientacin general de la socialde-mocracia hasta el presente. En nuestra opinin, en cambio, es dif-cil negar que las concepciones de Bernstein en realidad contradicen abiertamente las tesis del socialismo cientfico.

    Si el revisionismo bernsteiniano se redujera a afirmar que el proceso de desarrollo capitalista es ms lento de lo que se pensaba, ello no implicara ms que un aplazamiento de la conquista del poder poltico por parte del proletariado, en lo que todo el mundo estaba de acuerdo hasta ahora. Su nica consecuencia sera un rit-mo ms lento de la lucha.

    Pero no es ste el caso. Bernstein no cuestiona la rapidez del desarrollo capitalista, sino el desarrollo mismo y, en consecuencia, la posibilidad misma de la transicin al socialismo.

    La teora socialista mantuvo hasta ahora que el punto de partida para la transformacin socialista sera una crisis general y catastr-fica, perspectiva en la que hay que diferenciar dos aspectos: la idea fundamental y su forma externa.

    La idea fundamental es que el capitalismo, vctima de sus pro-pias contradicciones internas, llegar a desequilibrarse, a hacerse imposible. Haba buenas razones para pensar que esa coyuntura se dara en la forma de una crisis comercial general y estremecedora, aunque esto es de importancia secundaria a la hora de considerar la idea fundamental.

    La justificacin cientfica del socialismo reside principalmente, como es bien sabido, en tres consecuencias del desarrollo capitalis-ta. En primer lugar y ante todo, la anarqua creciente de la econo-ma capitalista, que convierte su decadencia en inevitable. En se-

  • 29

    gundo lugar, la progresiva socializacin del proceso de produccin, que da lugar al germen del futuro orden social. Y en tercer lugar, la organizacin y la conciencia de clase crecientes del proletariado, el cual constituye el factor activo de la revolucin venidera.

    Bernstein, al afirmar que el desarrollo capitalista no se aproxi-ma a una crisis econmica general, niega el primero de estos pila-res del socialismo cientfico.

    No rechaza una forma concreta de hundimiento, sino el propio hundimiento. Bernstein dice explcitamente: Podra argumentarse que cuando se habla del hundimiento de la sociedad actual se est pensando en algo ms que una crisis econmica general y ms fuerte que las anteriores, esto es, se est pensando en una quiebra total del sistema capitalista, a resultas de sus propias contradicciones. A lo cual contesta l mismo: Con el creciente desarrollo de la sociedad, un hundimiento simultneo y cercano del actual sistema de produc-cin no es ms probable, sino ms improbable, porque el desarrollo capitalista aumenta, por un lado, la capacidad de adaptacin de la industria y, por otro, o al mismo tiempo, su diferenciacin4.

    Surge aqu la gran cuestin: Por qu y cmo, en este caso, llegamos a nuestro objetivo ltimo? Desde el punto de vista del socialismo cientfico, la necesidad histrica de la revolucin socia-lista se manifiesta sobre todo en la anarqua creciente del capitalis-mo, que lo conduce a un callejn sin salida. Pero si se admite la tesis de Bernstein de que el desarrollo capitalista no lo encamina hacia su propio hundimiento, entonces el socialismo deja de ser objetivamente necesario. Por tanto, slo restan los otros dos pilares de los fundamentos cientficos del socialismo: la socializacin del proceso de produccin y la conciencia de clase del proletariado. A esto se refiere asimismo Bernstein al decir: La eliminacin de la teora del hundimiento en absoluto priva a la doctrina socialista de su poder de conviccin, puesto que, pensado con ms detenimien-to, qu son en realidad todos los factores de eliminacin o modifi-cacin de las antiguas crisis que hemos mencionado? No otra cosa que las premisas, e incluso en parte el germen, de la socializacin de la produccin y la distribucin5.

    4. Neue Zeit, 1897-98, n 18, p. 555. (Nota de la Autora) 5. Neue Zeit, 1897-98, n 18, p. 554. (Nota de la Autora)

  • 30

    Sin embargo, una breve reflexin permite darse cuenta de la falacia de esta conclusin. Cul es la importancia de los fenme-nos los crteles, el crdito, el desarrollo de los medios de trans-porte, la mejora de la situacin de la clase obrera, etc. que Berns-tein cita como medios de la adaptacin capitalista? Evidentemente, que eliminan o, al menos, atenan las contradicciones internas de la economa capitalista, frenan el desarrollo o la agudizacin de dichas contradicciones. De este modo, la eliminacin de las crisis slo puede significar la eliminacin de la contradiccin entre produccin y distribucin en el sistema capitalista. Y la mejora de la situacin de la clase obrera, o la integracin de ciertos sectores de la misma en las capas medias, slo puede significar la atenuacin del antago-nismo entre capital y trabajo. Ahora bien, si los fenmenos antes mencionados eliminan las contradicciones del capitalismo y, en consecuencia, evitan el hundimiento del sistema, si permiten que el capitalismo se sostenga por eso Bernstein los llama medios de adaptacin, cmo pueden los crteles, el crdito, los sindicatos, etc., ser al mismo tiempo las premisas e incluso en parte el ger-men del socialismo? Evidentemente, tan slo en el sentido de que ponen ms claramente de manifiesto el carcter social de la produc-cin.

    Pero, dado que se conservan en su forma capitalista, convierten en superflua la transformacin de esa produccin socializada en produccin socialista. Por eso slo pueden ser el germen o las pre-misas del orden socialista en un sentido conceptual, pero no en un sentido histrico. Es decir, son fenmenos que, a la luz de nuestra concepcin del socialismo, sabemos que estn relacionadas con ste, pero que en realidad no conducen a la revolucin socialista, sino que la hacen superflua.

    Como nico fundamento del socialismo nos queda, por tanto, la conciencia de clase del proletariado. Pero, en este caso, ya no es el simple reflejo intelectual de las cada vez ms agudas contradiccio-nes del capitalismo y su prximo hundimiento que ser evitado por los medios de adaptacin, sino un mero ideal cuyo poder de conviccin reside en la perfeccin que se le atribuye.

    En pocas palabras, lo que aqu tenemos es una justificacin del programa socialista a travs de la razn pura, es decir, una expli-cacin idealista del socialismo, que elimina la necesidad objetiva

  • 31

    del mismo como resultado del desarrollo material de la sociedad. La teora revisionista se enfrenta a un dilema. O bien la trans-

    formacin socialista es, como se admita hasta ahora, la consecuen-cia de las contradicciones internas del capitalismo, que se agudiza-rn con el desarrollo capitalista, rematando inevitablemente, en un momento dado, en su hundimiento siendo entonces intiles los medios de adaptacin y correcta la teora del hundimiento, o bien los medios de adaptacin evitarn realmente el hundimiento del sistema capitalista y, de ese modo, permitirn que ste, al su-perar sus propias contradicciones, se mantenga, con lo cual el so-cialismo deja de ser una necesidad histrica y pasa a ser lo que sea, excepto el resultado del desarrollo material de la sociedad.

    Este dilema lleva a otro. O el revisionismo tiene razn en lo relativo al desarrollo capitalista, y por tanto la transformacin so-cialista de la sociedad es una utopa, o el socialismo no es una uto-pa, y entonces la teora de los medios de adaptacin es falsa. En resumidas cuentas, sta es la cuestin.

    2. LA ADAPTACIN DEL CAPITALISMO

    Segn Bernstein, los medios ms importantes que posibilitan la adaptacin de la economa capitalista son el crdito, los avanzados medios de transporte y comunicacin y los crteles empresariales.

    El crdito cumple diversas funciones en la economa capitalista, siendo las ms importantes la expansin de la produccin y la facilita-cin del intercambio. Cuando la tendencia inherente a la produccin capitalista a expandirse ilimitadamente choca con los lmites de la propiedad privada o con las restringidas dimensiones del capital pri-vado, el crdito aparece como el medio de superar, de modo capitalis-ta, esos obstculos. El crdito fusiona en uno solo muchos capitales privados (sociedades por acciones) y permite que cualquier capitalista disponga del capital de otros (crdito industrial). Como crdito comer-cial, acelera el intercambio de mercancas, es decir, el retorno del ca-pital a la produccin, ayudando as a todo el ciclo del proceso produc-tivo. Es fcil comprender la influencia que estas dos funciones princi-pales del crdito tienen sobre la formacin de las crisis. Si bien es verdad que las crisis surgen de la contradiccin entre la capacidad de

  • 32

    expansin la tendencia al aumento de la produccin y la limitada capacidad de consumo, el crdito es precisamente, a la vista de lo dicho ms arriba, el medio de conseguir que esa contradiccin estalle con la mayor frecuencia posible. Para empezar, incrementa despro-porcionadamente la capacidad de expansin, convirtindose as en el motor interno que constantemente empuja a la produccin a rebasar los lmites del mercado. Pero el crdito es un arma de dos filos: pri-mero, como factor del proceso productivo, origina la sobreproduc-cin, y despus, como factor del intercambio de mercancas, destruye durante las crisis las fuerzas productivas que l mismo cre. A las primeras seales de estancamiento, el crdito se contrae y abandona el intercambio precisamente cuando a ste ms indispensable le sera; y all donde todava subsiste, resulta intil e ineficaz. Y reduce al mni-mo la capacidad de consumo del mercado.

    Adems de estos dos resultados principales, el crdito tambin influye de otras maneras en la formacin de las crisis: constituye el medio tcnico para hacer accesible a un capitalista los capitales ajenos y es un acicate para el empleo audaz y sin escrpulos de la propiedad ajena, es decir, para la especulacin. Como medio alevo-so de intercambio mercantil, el crdito no slo agrava las crisis, tambin facilita su aparicin y expansin, al transformar todo el intercambio en un mecanismo extremadamente complejo y artifi-cial que es fcilmente perturbado a la menor ocasin, dada la esca-sa cantidad de dinero en metlico sobre la que se sustenta.

    Por tanto, lejos de ser un instrumento de eliminacin o atenua-cin de las crisis, es un factor especialmente poderoso para la for-macin de las mismas. Y no puede ser de otro modo si pensamos que la funcin del crdito, en trminos generales, es eliminar las rigideces de las relaciones capitalistas e imponer por doquier la mayor elasticidad posible, a fin de hacer a todas las fuerzas capita-listas lo ms flexibles, relativas y mutuamente sensibles que se pueda. Con esto, el crdito facilita y agrava las crisis, que no son otra cosa que el choque peridico de las fuerzas contradictorias de la economa capitalista.

    Esto nos lleva a otra cuestin: Cmo es posible que el crdito aparezca, en general, como un medio de adaptacin del capita-lismo? Al margen de cmo se conciba, dicha adaptacin nica-mente puede consistir en la capacidad para eliminar cualquiera de

  • 33

    las relaciones contrapuestas de la economa capitalista, es decir, para eliminar o debilitar alguna de sus contradicciones, proporcio-nando as campo libre, en un momento u otro, a las otrora fuerzas reprimidas. De hecho, es el crdito precisamente el que agudiza al mximo las contradicciones de la economa capitalista actual. Agudiza la contradiccin entre el modo de produccin y el modo de distribucin, dado que intensifica al mximo la produccin, pero paraliza el intercambio al menor pretexto. Agudiza la contra-diccin entre el modo de produccin y el modo de apropiacin, dado que separa la produccin de la propiedad, es decir, convierte el capital que interviene en la produccin en capital social, pero al mismo tiempo transforma una parte del beneficio en un simple ttulo de propiedad, bajo la forma de inters del capital. Agudiza la contradiccin entre las relaciones de propiedad y las relaciones de produccin, dado que expropia a muchos pequeos capitalistas y concentra en muy pocas manos una cantidad enorme de fuerzas productivas. Y finalmente, agudiza la contradiccin entre el ca-rcter social de la produccin y la propiedad privada capitalista, en la medida en que hace necesaria la intervencin del Estado en la produccin.

    En una palabra, el crdito reproduce las contradicciones funda-mentales del capitalismo, las lleva al paroxismo y acelera su desa-rrollo, empujando as al mundo capitalista a su propia destruccin. La primera medida de adaptacin del capitalismo, en relacin con el crdito, tendra que ser, por tanto, su abolicin, hacerlo desaparecer. De hecho, el crdito no es un medio de adaptacin, sino un medio de aniquilacin, de la mayor trascendencia revolucionaria. Este ca-rcter del crdito ha inspirado, incluso, planes de reformas socialistas, de algunos de cuyos defensores, como Isaac Preire en Francia, dijo Marx que eran mitad profetas, mitad sinvergenzas6.

    Igual de insuficiente resulta ser, si se lo examina bien, el segun-do medio de adaptacin de la produccin capitalista, las alianzas empresariales, que segn Bernstein conseguirn contener la anar-qua y evitar las crisis mediante la regulacin de la produccin.

    6. Referencia a la frase final del captulo 27 de la seccin 5 del tomo III de Elcapital, donde Marx califica de carcter agradable de sinvergenza y profeta al banquero francs Isaac Preire (1806-80), seguidor del socialista utpico Saint-Simon.

  • 34

    Todava no se han estudiado detenidamente las mltiples conse-cuencias del desarrollo de los crteles y de los trusts, pero anuncia un problema que slo se puede solucionar con la ayuda de la teora marxista. Pero una cosa s es cierta: cabra hablar de contencin de la anarqua capitalista por medio de las alianzas empresariales si los crteles, trusts, etc., se inclinasen hacia una forma general y socializada de produccin, posibilidad que est excluida debido a la naturaleza de los mismos.

    El objetivo econmico real y el resultado de las alianzas em-presariales es eliminar la competencia dentro de una determinada rama de la produccin, puesto que dicha eliminacin influye en la distribucin de los beneficios obtenidos en el mercado, haciendo que aumente la porcin correspondiente a esa rama. La alianza slo puede elevar los porcentajes de beneficios dentro de una rama industrial a costa de las otras, por lo cual ese aumento no puede ser general. La extensin de las alianzas a todas las ramas impor-tantes de la produccin hace desaparecer su influencia.

    Adems, dentro de los lmites de su aplicacin prctica, las alianzas empresariales tienen un efecto contrario al de la elimina-cin de la anarqua industrial. En el mercado interior, suelen obte-ner un incremento de su tasa de beneficio, al hacer producir para el extranjero, con una tasa de beneficio mucho ms baja, las cantida-des suplementarias de capital que no pueden emplear para las ne-cesidades internas, o sea, vendiendo las mercancas en el extranje-ro mucho ms baratas que en el mercado domstico. El resultado es la agudizacin de la competencia en el extranjero, el aumento de la anarqua en el mercado mundial, es decir, precisamente lo contrario de lo que se pretenda conseguir. Un ejemplo ilustrativo es la historia de la industria mundial del azcar.

    En general, consideradas como manifestaciones del modo de produccin capitalista, las alianzas empresariales deben ser vistas como una fase del desarrollo capitalista. No son, en esencia, ms que un medio del modo de produccin capitalista para contener la fatal cada de la tasa de beneficios en ciertas ramas. De qu mto-do se valen los crteles para alcanzar este fin? Del mtodo de no utilizar una parte del capital acumulado, es decir, el mismo mto-do que, bajo otra forma, se aplica en las crisis. Sin embargo, el remedio y la enfermedad se parecen como dos gotas de agua.

  • 35

    De hecho, el primero slo puede considerarse el mal menor hasta cierto punto. Cuando los mercados comiencen a contraerse y el mercado mundial haya alcanzado sus lmites y est agotado, pro-ducto de la competencia entre los pases capitalistas momento que tarde o temprano se alcanzar, la parte improductiva del capital comienza a adquirir tales proporciones que el remedio se transforma en enfermedad y el capital, ya muy socializado a travs de las alianzas, tender a convertirse de nuevo en capital privado. Al aumentar las dificultades para encontrar mercados, cada porcin individual de capital acaba prefiriendo probar suerte por libre. Las alianzas estallan entonces como pompas de jabn, dando paso a una libre competencia ms aguda*.

    En general puede decirse que las alianzas empresariales, al igual que el crdito, son fases determinadas del desarrollo capita-lista, que en ltima instancia slo aumentan la anarqua del mun-do capitalista y manifiestan y hacen madurar sus contradicciones internas. Al intensificar la lucha entre productores y consumido-res, como podemos observar especialmente en Estados Unidos, los crteles agudizan la contradiccin entre el modo de produc-cin y el modo de distribucin. Agudizan asimismo la contradic-cin entre el modo de produccin y el modo de apropiacin, por

    *. En la segunda edicin, la autora aadi el siguiente prrafo: En una nota a pie de pgina en el libro tercero de El capital, Engels escribi en 1894: Desde que se escribi lo que antecede (1865) se ha intensificado considerablemente la competen-cia en el mercado mundial, a travs del rpido desarrollo de la industria en todos los pases civilizados, especialmente en Amrica y Alemania. El hecho de que las fuer-zas productivas modernas, en su crecimiento rpido y gigantesco, superen cada da ms las leyes del intercambio capitalista de mercancas, en cuyo contexto debieran actuar, se va haciendo cada vez ms claro en las conciencias de los capitalistas. Esto se demuestra por dos sntomas. En primer lugar, por la nueva mana proteccionista generalizada, que se diferencia de los antiguos aranceles proteccionistas en el hecho de que cubre fundamentalmente a los productos exportables. En segundo lugar, por la formacin de crteles de fabricantes en grandes esferas de la produccin, con el fin de regular sta y, con ella, los precios y los beneficios. Es manifiesto que estos experimentos slo son posibles en un clima econmico favorable; la primera tor-menta los tira por la borda, demostrando as que si la produccin necesita regula-cin, no ser la clase capitalista la llamada a ponerla en prctica. Por lo dems, estos crteles tienen como nica misin procurar que los grandes devoren a los pequeos ms rpidamente que antes.

  • 36

    cuanto enfrentan de la forma ms brutal al proletariado con la omnipotencia del capital organizado y, de esta manera, agudizan la contradiccin entre capital y trabajo. Agudizan, por ltimo, la contradiccin entre el carcter internacional de la economa mun-dial capitalista y el carcter nacional del Estado capitalista, dado que siempre van acompaados por una guerra arancelaria general, lo que agrava las diferencias entre los diversos pases capitalistas. A todo esto hay que aadir el efecto directo y altamente revolu-cionario de los crteles sobre la concentracin de la produccin, el progreso tcnico, etc.

    Por tanto, desde el punto de vista de sus efectos finales sobre la economa capitalista, los crteles y los trusts no sirven como medios de adaptacin. Al contrario, aumentan la anarqua de la produccin, estimulan contradicciones y aceleran la llegada de un declive general del capitalismo.

    Ahora bien, si el crdito, los crteles y dems no consiguen eliminar la anarqua de la economa capitalista, por qu durante dos decenios, desde 1873, no hemos tenido ninguna gran crisis comercial? No es sta una seal de que, en contra del anlisis de Marx, el modo de produccin capitalista ha logrado adaptarse, al menos en sus lneas generales, a las necesidades de la sociedad?

    [En nuestra opinin, la actual bonanza en el mercado mun-dial tiene otra explicacin. En general se cree que las grandes crisis comerciales globales ocurridas hasta ahora son las crisis seniles del capitalismo esquematizadas por Marx en su anlisis. La periodicidad ms o menos decenal del ciclo de produccin pareca ser la mejor confirmacin de este esquema. Esta concep-cin, sin embargo, descansa sobre lo que, a nuestro juicio, es un malentendido. Si se hace un anlisis ms exhaustivo de las cau-sas que han provocado las grandes crisis internacionales aconte-cidas hasta el momento, se podr advertir que, en conjunto, no son la expresin del envejecimiento de la economa capitalista, sino todo lo contrario, son el producto de su crecimiento infantil. Un repaso breve de su evolucin basta para demostrar desde un principio que en los aos 1825, 1836, 1847, el capitalismo no pudo producir aquellos peridicos e inevitables choques de las fuerzas productivas con los lmites del mercado a causa de su madurez, como se desprende del esquema marxista, puesto que

  • 37

    por aquel entonces el capitalismo se hallaba en paales en la mayora de los pases.]*

    En efecto, la crisis de 1825 fue el resultado de las enormes in-versiones de capital para construir carreteras, canales y plantas de gas durante la dcada precedente, especialmente en Inglaterra, don-de la crisis estall. La crisis siguiente de 1836-39 tambin fue el resultado de las gigantescas inversiones en nuevos medios de trans-porte. La crisis de 1847 se produjo por la febril construccin de fe-rrocarriles en Inglaterra en slo tres aos (1844-47), el Parlamen-to otorg concesiones por valor de 1.500 millones de tleros7!. En estos tres casos, la crisis sobrevino tras el establecimiento de nuevos cimientos para el desarrollo capitalista. En 1857, la causa fue la apertura de nuevos mercados para la industria europea en Amrica y Australia a consecuencia del descubrimiento de las minas de oro y la amplia expansin del ferrocarril, siguiendo las huellas de Inglaterra, especialmente en Francia, donde de 1852 a 1856 se cons-truyeron lneas frreas por valor de 1.250 millones de francos. Final-mente, como es sabido, la gran crisis de 1873 fue la consecuencia directa del enorme auge de la gran industria en Alemania y Austria, que sigui a los acontecimientos polticos de 1866 y 18718.

    Por tanto, en todos los casos, el motivo de la crisis comercial fue la repentina expansin de la economa capitalista, y no su con-

    *. En lugar del prrafo entre corchetes, la segunda edicin recoge lo siguiente: La respuesta vino pisndole los talones a la pregunta. Apenas se haba deshecho Bernstein, en 1898, de la teora marxista de las crisis, cuando en 1900 estall una fuerte crisis general, y siete aos despus, en 1907, una nueva crisis originada en Estados Unidos afect al mercado mundial. Los hechos incontrovertibles destruan la teora de la adaptacin del capitalismo. Al mismo tiempo poda comprobarse que quienes abandonaban la teora marxista de las crisis slo porque haba fracasado en el cumplimiento de dos de sus plazos confundan el ncleo de la teora con una pequeez externa y no esencial de su forma, con el ciclo decenal. La formulacin del ciclo de la industria capitalista moderna como un perodo decenal, sin embargo, era una simple constatacin de los hechos por Marx y Engels en 1860 y 1870, que adems no descansaba en ninguna ley natural, sino en una serie de circunstancias histricas siempre concretas relacionadas con la extensin intermitente de la esfera de actuacin del capitalismo juvenil.

    7. 15.000 millones de dlares. 8. Referencia a las dos victorias blicas que permitieron la unidad alemana, sobre

    Austria en la guerra austro-prusiana (1866) y sobre Francia en la guerra franco-prusiana (1870-71), que conllev la cada de Napolen III y la proclamacin del Segundo Imperio Alemn, con Bismarck como canciller.

  • 38

    traccin. El hecho de que aquellas crisis internacionales se repitie-ran cada diez aos fue meramente externo y casual. El esquema marxista de la formacin de las crisis, tal como lo exponen Engels en el Anti-Dhring y Marx en los tomos I y III de El capital, es vlido para todas las crisis slo en la medida que pone al descu-bierto su mecanismo interno y sus causas generales de fondo.

    [En conjunto, el esquema marxista se adapta mejor a una eco-noma capitalista plenamente desarrollada, en la que se presupone la existencia de un mercado mundial. Solamente en este caso las crisis pueden originarse de un modo mecnico en el movimiento interno propio de los procesos de produccin y distribucin, como se desprende del anlisis marxista, y sin necesidad de que una conmocin repentina en las relaciones de produccin y de merca-do acte como estmulo. Si analizamos la situacin actual de la economa, tendremos que reconocer que todava no hemos llega-do a la etapa de la madurez completa del capitalismo que se pre-supone en el esquema marxista de la periodicidad de las crisis. El mercado mundial an se est creando: Alemania y Austria slo entraron en la fase de la autntica gran produccin industrial a partir de 1870, Rusia ha ingresado a partir de 1880, Francia conti-na siendo en gran parte un pas de produccin artesanal, los pa-ses balcnicos an no han roto en gran medida las cadenas de la economa natural y Amrica, Australia y frica tan slo a partir de 1880 han entrado en un rgimen de intercambio comercial vivo y regular con Europa. Si bien es cierto, por un lado, que ya hemos superado las crisis, por as decirlo, juveniles producidas hasta 1870 a consecuencia del desarrollo brusco y repentino de nuevas ramas de la economa capitalista, tambin lo es que, por otro lado, an no hemos alcanzado el grado de formacin y agotamiento del mercado mundial que puede producir un choque fatal y peridico de las fuerzas productivas contra los lmites del mercado, es decir, que puede producir las verdaderas crisis seniles del capitalismo. Nos encontramos en una fase en que las crisis ya no son el pro-ducto del ascenso del capitalismo, pero todava tampoco son el producto de su decadencia. Este perodo de transicin se caracte-riza por el ritmo dbil y lento de la vida econmica desde hace casi veinte aos, en el que cortos perodos de crecimiento se alter-nan con largos perodos de depresin.

  • 39

    [Pero de los mismos fenmenos que han ocasionado la ausen-cia temporal de crisis se deriva que nos acercamos inevitable-mente al comienzo del final, al perodo de las crisis ltimas del capitalismo. Una vez que el mercado mundial haya alcanzado, en lneas generales, un alto grado de desarrollo y que ya no pueda crecer por medio de ningn aumento brusco, al tiempo que crece sin parar la productividad del trabajo, se inicia un conflicto ms o menos largo entre las fuerzas productivas y las barreras del intercambio, que, al repetirse, ser cada vez ms violento y tor-mentoso. Y si algo resulta especialmente adecuado para acercar-nos a ese perodo, para establecer con rapidez el mercado mun-dial y agotarlo tambin con igual rapidez, ello es precisamente esos mismos fenmenos, el crdito y los crteles, sobre los que Bernstein construye su teora de los medios de adaptacin del capitalismo.]*

    La creencia de que la produccin capitalista pueda adaptarse a la distribucin presupone una de estas dos cosas: o el mercado mundial puede crecer infinita e ilimitadamente o, por el contrario, las fuerzas productivas ven tan frenado su desarrollo, que no pue-den superar los lmites del mercado. La primera opcin es mate-rialmente imposible y la segunda se enfrenta al hecho de que los constantes avances tcnicos crean a diario nuevas fuerzas produc-tivas en todas las ramas de la produccin.

    Todava hay un fenmeno que, segn Bernstein, contradice la evolucin del capitalismo como se ha expuesto: la resuelta infan-tera de las medianas empresas. En ellas ve Bernstein un signo de que el desarrollo de la gran industria no acta de un modo tan revolucionario y no concentra tanto la industria como se derivara de la teora del hundimiento. Bernstein es aqu, de nuevo, vctima de su propia falta de comprensin. Porque es entender muy err-neamente el proceso de desarrollo de la gran industria esperar del mismo que vaya a hacer desaparecer la mediana empresa.

    *. En lugar de los prrafos entre corchetes, la segunda edicin reza: Estas crisis pueden producirse cada 10 o cada 5 aos o, alternativamente, cada 20 o cada 8 aos. Lo que demuestra del modo ms palmario la insuficiencia de la teora de Bernstein es el hecho de que la crisis ms reciente (1907-08) se ensa especialmente con los pases en que ms desarrollados estn los famosos medios de adaptacin capitalis-tas (el crdito, el servicio de transmisin de noticias, los trusts).

  • 40

    De acuerdo con Marx, la misin de los pequeos capitales en la marcha general del desarrollo capitalista es ser los pioneros del avance tcnico, y ello en dos sentidos: introduciendo nuevos mto-dos de produccin en ramas ya arraigadas de la produccin y crean-do ramas nuevas todava no explotadas por los grandes capitales. Es completamente falso creer que la historia de la mediana empresa capitalista es una lnea recta hacia su gradual desaparicin. Por el contrario, el curso real de su desarrollo es puramente dialctico y se mueve constantemente entre contradicciones. Las capas medias capi-talistas, al igual que la clase obrera, se encuentran bajo la influencia de dos tendencias opuestas, una que tiende a elevarla y otra que tien-de a hundirla. La tendencia descendente es el continuo aumento en la escala de la produccin, que peridicamente supera las dimensiones de los capitales medios, expulsndolos repetidamente de la arena de la competencia mundial. La tendencia ascendente es la desvaloriza-cin peridica de los capitales existentes, que durante cierto tiempo rebaja la escala de la produccin, en proporcin al valor de la canti-dad mnima de capital necesaria, y adems paraliza temporalmente la penetracin de la produccin capitalista en nuevas esferas. No hay que imaginarse la lucha entre la mediana empresa y el gran capital como una batalla peridica en la que la parte ms dbil ve mermar directamente el nmero de sus tropas cada vez ms, sino, ms bien, como una siega peridica de pequeas empresas, que vuelven a sur-gir con rapidez solamente para ser segadas de nuevo por la guadaa de la gran industria. Ambas tendencias juegan a la pelota con las capas medias capitalistas, pero al final acaba por triunfar la tenden-cia descendente, a diferencia de lo que ocurre con el proletariado.

    Sin embargo, este triunfo no se manifiesta necesariamente en una disminucin del nmero absoluto de medianas empresas, sino en el progresivo aumento del capital mnimo necesario para la subsistencia de las empresas en las ramas viejas de la produccin y en la constante reduccin del lapso de tiempo durante el que los pequeos capitalis-tas se benefician de la explotacin de las ramas nuevas. De todo esto se deriva, para el pequeo capitalista individual, un cada vez ms corto plazo de permanencia en las nuevas industrias y un cada vez ms rpido ritmo de cambio en los mtodos de produccin y en la naturaleza de las inversiones; y para las capas medias en su conjunto, un proceso cada vez ms rpido de cambio en la posicin social.

  • 41

    Esto ltimo lo sabe muy bien Bernstein y procede a comentarlo. Pero lo que parece olvidar es que en eso consiste la ley misma del movimiento de la mediana empresa capitalista. Si se admite que los pequeos capitales son los pioneros del progreso tcnico y si es verdad que ste es el pulso vital de la economa capitalista, enton-ces resulta que los pequeos capitales son parte integral del desa-rrollo capitalista y que nicamente podrn desaparecer cuando di-cho desarrollo desaparezca. La desaparicin gradual de la mediana empresa en el sentido absoluto de la estadstica matemtica, que es de lo que habla Bernstein no significara el avance revolucio-nario del desarrollo capitalista, como Bernstein cree, sino su ralen-tizacin y estancamiento: La tasa de beneficio, es decir, el creci-miento relativo de capital, es importante ante todo para los nuevos inversores de capital, que se agrupan por su cuenta. En cuanto la formacin de capital recayera exclusivamente en manos de algunos grandes capitales (...) el fuego vivificador de la produccin acaba-ra apagndose, se consumira9.

    [Los medios de adaptacin bernsteinianos resultan, pues, inefi-caces, y los fenmenos que l considera como sntomas de la adaptacin se han de atribuir a causas completamente distintas.]*

    3. IMPLANTACIN DEL SOCIALISMOPOR MEDIO DE REFORMAS SOCIALES

    Bernstein rechaza la validez de la teora del hundimiento como va histrica hacia la sociedad socialista. Cul es la va que, par-tiendo de la teora de la adaptacin del capitalismo, lleva a esa sociedad? Bernstein slo ha contestado a esta pregunta indirecta-mente. El intento de responderla de modo ms detallado en un sentido bernsteiniano lo ha hecho Konrad Schmidt10. Segn l,

    9. C. Marx, El capital, libro tercero. (N. de la A.) *. Omitido en la segunda edicin. 10. Konrad Schmidt (1863-1932). Economista alemn posicionado inicialmente

    en el grupo de los Jvenes (ver nota n 45), posteriormente evolucion hacia el reformismo. Sus observaciones, publicadas en el Vorwrts de 20 de febrero de 1898, se pueden relacionar con las de Bernstein, dado que ste no rechaz en modo alguno sus puntos de vista.

  • 42

    la lucha sindical y la lucha poltica por las reformas sociales irn introduciendo un control social cada vez ms extenso sobre las condi-ciones de la produccin y, a travs de la legislacin, irn reducien-do progresivamente a los capitalistas a la funcin de administradores, por medio de la merma de sus derechos, hasta que finalmente se despoje al capitalista, que habr ido viendo cmo su propiedad iba desvalorizndose, tambin de la direccin y administracin de la em-presa, implantndose as finalmente la empresa social.

    As pues, los medios para la implantacin paulatina del socialis-mo son los sindicatos, las reformas sociales y tambin, como aade Bernstein, la democratizacin poltica del Estado.

    A fin de comenzar con los sindicatos, su funcin ms impor-tante que nadie ha sabido mostrar mejor que el propio Bernstein en el ao 1891, en Neue Zeit consiste en proporcionar a los tra-bajadores un instrumento para realizar la ley capitalista del salario, es decir, la venta de su fuerza de trabajo a precio de mercado. Los sindicatos permiten al proletariado aprovecharse en cada momento de la coyuntura del mercado. Pero los factores de la coyuntura mis-ma la demanda de fuerza de trabajo (determinada por el desarro-llo de la produccin), la oferta de fuerza de trabajo (originada por la proletarizacin de las capas medias y la reproduccin natural de la clase obrera) y, finalmente, el momentneo nivel de productivi-dad del trabajo quedan fuera de la esfera de influencia del sindi-cato. Los sindicatos, por tanto, no pueden abolir la ley capitalista del salario. En las circunstancias ms favorables pueden reducir la explotacin capitalista hasta los lmites normales de un momento dado, pero no pueden eliminarla, ni siquiera gradualmente.

    Por lo dems, Konrad Schmidt ve al movimiento sindical actual en un dbil estadio inicial y espera que en el futuro el movi-miento sindical ejerza progresivamente una influencia cada vez mayor sobre la regulacin de la produccin. Pero por regulacin de la produccin slo cabe entender dos cosas: la intervencin en el aspecto tcnico del proceso productivo o la determinacin del volumen mismo de la produccin. De qu tipo puede ser la in-fluencia de los sindicatos en estos dos casos? Es claro que, por lo que respecta a la tcnica de la produccin, el inters de los capita-listas coincide, en cierta medida, con el progreso y el desarrollo de la economa capitalista. Su propio inters lleva al capitalista a

  • 43

    mejorar sus tcnicas. Pero el trabajador individual afectado se en-cuentra en una posicin opuesta. Cada transformacin tcnica entra en conflicto con sus intereses, ya que empeora su situacin inme-diata porque deprecia el valor de su fuerza de trabajo y hace el pro-pio trabajo ms intensivo, ms montono y ms penoso. Si el sindi-cato puede intervenir en el aspecto tcnico de la produccin, evi-dentemente tiene que hacerlo en defensa de los grupos de trabaja-dores afectados directamente, es decir, oponindose a las innova-ciones. En este caso, pues, el sindicato no acta en inters de la totalidad de la clase obrera y de su emancipacin que coincide, ms bien, con el progreso tcnico, esto es, con el inters del capita-lista aislado, sino que acta en un sentido reaccionario. En efec-to, lo cierto es que la pretensin de influir en el aspecto tcnico de la produccin no ha de buscarse en el futuro del movimiento sindi-cal, como hace Konrad Schmidt, sino en su pasado. Esta pretensin caracteriz la fase primitiva del tradeunionismo11 ingls (hasta 1860), cuando todava conservaba restos de las tradiciones gremia-listas medievales y se inspiraba en el anticuado principio de derecho adquirido a un trabajo adecuado12.

    Por el contrario, la aspiracin de los sindicatos a determinar el volumen de la produccin y los precios de las mercancas es com-pletamente nueva. Slo recientemente hemos comenzado a ver esfuerzos encaminados en esa direccin, y de nuevo en Inglaterra13.Estas aspiraciones, sin embargo, son exactamente iguales a las an-teriores por su carcter y su tendencia. Porque, a qu equivale la participacin activa del sindicato en la determinacin del volumen y los precios de la produccin? A la formacin de un crtel de tra-bajadores y empresarios contra los consumidores y contra los em-presarios de la competencia, utilizando adems medidas coerciti-vas que nada tienen que envidiar a las de los crteles empresaria-les. Esto ya no es una lucha entre el capital y el trabajo, sino una alianza solidaria de ambos contra los consumidores. En cuanto a su valor social, es una aspiracin reaccionaria que no puede ser una

    11. Las Trade Unions son los sindicatos britnicos, surgidos a comienzos del siglo XIX y que en 1868 se unificaron en el Trade Unions Congress (TUC).

    12. Webb, Teora y prctica del movimiento obrero britnico, t. II, pp. 100 y ss. 13. Webb, Ibdem, t. II, pp. 115 y ss.

  • 44

    etapa de la lucha del proletariado por su emancipacin porque re-presenta justamente lo contrario a la lucha de clases. En cuanto a su valor prctico, es una utopa que nunca podr extenderse a las grandes ramas industriales que produzcan para el mercado mun-dial, como se puede apreciar con una pequea reflexin.

    Por tanto, el campo de actuacin de los sindicatos se limita esen-cialmente a la lucha por el aumento de salarios y la reduccin de la jornada laboral, es decir, a regular la explotacin capitalista segn las condiciones del mercado. En cambio, la propia naturaleza de las cosas les impide influir en el proceso productivo. Es ms, el desarro-llo del movimiento sindical tiende a ir en direccin a la separacin completa entre el mercado de trabajo y el mercado del resto de las mercancas, precisamente lo contrario de lo que supone Konrad Schmidt. Y las pruebas ms significativas de esto son que los inten-tos de vincular el contrato de trabajo con la situacin general de la produccin, aunque sea pasivamente por medio de una escala mvil de salarios, han sido superados por el desarrollo histrico y que las trade unions britnicas se alejan cada vez ms de dichos intentos14.

    Y tampoco dentro de los lmites reales de su influencia camina el movimiento sindical hacia su expansin ilimitada, como supone la teora de la adaptacin del capital. Todo lo contrario: si examina-mos los principales factores del desarrollo social, se percibe que en trminos generales no nos aproximamos a una poca de expansin victoriosa, sino ms bien de dificultades crecientes para el movi-miento sindical. Una vez la industria haya alcanzado el punto lgi-do de su desarrollo y el capitalismo comience su fase de declive en el mercado mundial, la lucha sindical se har doblemente difcil. En primer lugar, la coyuntura objetiva del mercado ser menos favorable para la fuerza de trabajo en la medida en que la demanda de la misma aumente a un ritmo menor que su oferta. En segundo lugar, a fin de compensar las prdidas sufridas en el mercado mun-dial, los capitalistas harn un esfuerzo incluso mayor que en el pre-sente para reducir la parte del producto que va a los trabajadores. La reduccin de los salarios es uno de los medios ms importantes para contener la cada de la tasa de beneficio15.

    14. Webb, Ibdem, t. II, p. 115. 15. C. Marx, El capital, libro tercero. (N. de la A.)

  • 45

    Inglaterra nos ofrece ya la imagen del comienzo de la segunda etapa del movimiento sindical: cada vez ms se ve reducido, por necesidad, a la mera defensa de lo ya conseguido, e incluso esto resulta cada vez ms difcil. Esta es la tendencia general en la so-ciedad, y la nica respuesta que cabe a la misma es el desarrollo del aspecto poltico socialista de la lucha de clases.

    Konrad Schmidt comete el mismo error de perspectiva histrica con relacin a las reformas sociales, de las que espera que junto con los sindicatos, impongan a la clase capitalista las condiciones bajo las cuales podr emplear la fuerza de trabajo. Interpretar as la reforma social lleva a Bernstein a considerar la legislacin labo-ral como un trozo de control social y, por tanto, un trozo de so-cialismo. Igualmente, Konrad Schmidt siempre habla de control social cuando se refiere a las leyes de proteccin de los trabajado-res, y una vez que ha transformado tan felizmente el Estado en sociedad, aade, seguro de s mismo, es decir, la clase obrera as-cendente, de forma que, a travs de esta operacin, las inofensivas medidas de proteccin del trabajador promulgadas por el Senado alemn se transforman en medidas socialistas transicionales su-puestamente promulgadas por el proletariado.

    La deformacin resulta evidente. El Estado actual no es la sociedad que representa a la clase obrera ascendente, sino el representante de la sociedad capitalista, es decir, es un Estado de clase. Por este motivo, las reformas sociales que el Estado acomete no son medidas de control social esto es, el control de una sociedad libre sobre el proceso de su propio trabajo, sino medi-das de control de la organizacin de clase del capital sobre el pro-ceso de produccin capitalista. Es decir, las reformas sociales encontrarn sus lmites naturales en el inters del capital. Por su-puesto, Bernstein y Konrad Schmidt slo ven por ahora dbiles comienzos, pero esperan en el futuro una secuencia infinita de reformas sociales favorables a la clase obrera. Cometen aqu el mismo error que cuando suponen una expansin ilimitada del po-der del movimiento sindical.

    La teora de la implantacin gradual del socialismo a travs de reformas sociales requiere, como condicin bsica, un determina-do desarrollo objetivo de la propiedad y el Estado capitalistas.Respecto a lo primero, Konrad Schmidt cree que, en el futuro,

  • 46

    los propietarios capitalistas se vern progresivamente reducidos a la funcin de administradores, debido a una limitacin de sus derechos. Dado que ve imposible expropiar repentinamente y de una sola vez los medios de produccin, Konrad Schmidt se saca de la manga una teora de expropiacin por etapas. Para ello pre-supone una divisin del derecho de propiedad en una superpropiedad (que atribuye a la sociedad y que pretende se vaya ampliando de continuo) y un derecho de usufructo (en ma-nos de los capitalistas, pero que se ir reduciendo hasta llegar a una mera administracin de sus empresas). Ahora bien, o esta suposicin es un mero juego de palabras sin mayores consecuen-cias, lo que deja a la teora de la expropiacin por etapas sin nin-gn respaldo, o es un esquema seriamente pensado del desarrollo jurdico, en cuyo caso es completamente errneo. La divisin del derecho de propiedad en varios derechos parciales, argumento al que recurre Konrad Schmidt para demostrar su expropiacin po