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—Rose ¿!Qué más podemos pedir!?… ¡Somos ricos!. Gritó Jin con un
glorioso triunfo, saltando en una pata y deslumbrándose con las riquezas que
aquel Castillo les estrechaba.
—Jin esto es increíble… pero pienso que debemos reflexionar.
—¿Reflexionar?. Interrumpió Jin con las manos llenas de oro y metales
preciosos que también alumbraban los ojos de Rose, esta que retrocedía con algo
de miedos. —Nos han pasado tantas cosas desde que empezamos este camino, no
ha sido fácil y recuerda que alguien podría tendernos una trampa… ya casi
perdemos la vida al menos unas tres veces… Rogó Rose apretando la mano del
joven, quién agachaba su cabeza concibiendo toda razón de la intuitiva chica.
Jin, con dolor y sin poder contra ella, soltó las bastas joyas que pensaba llevar.
—Hemos venido por el sueño de Francisca. Aseveró Rose.
—No podemos retorcer… Dijo Jin.
—Debemos vencer a Dulken y a sus seguras tentaciones. Determinó
ella revisando el solitario y deplorable Castillo, Jin le seguía de cerca.
—Es verdad… debemos derrotar a Dulken. Concluyó Jin.
—«DÍAS ANTES»—
Y en aquella noche navideña, ambos jóvenes avanzaron por el grande y frondoso
bosque, sus pasos habían abarcado gran camino, ese en el cuál conocieron
nuevos pueblos en dónde compraron víveres para su largo viaje. Era asombroso
constatar que nadie, más que ellos, podían ver las cuatros puntas por encima de
las montañas.
—Las torres rojas, las más cercanas, deben ser del castillo de Dulken;
las otras, las azules, deben ser del Reino de Ílios. Expresó Rose, Jin estaba
totalmente de acuerdo. Estos seguían la pista cada día, cada vez se acercaban
más. Empero, su camino no siempre era tranquilo.
Pues; fue en una de esas noches cercanas, cuando la luna aún era azul y el cielo
descubierto, que Rose temblaba no solo de frio, sino de miedo, ya que un
escalofriante viento les asechaba amenazante, esta les donaba intensas pesadillas
y un aroma extrañamente repelente. Jin intentaba no identificarse, no pensaría
más ni le daría forma a su imaginación. Más, era imposible. ¿Cómo no hacerlo,
si tu vida está en juego?.
—El camino es largo, nadie sabe a donde lleva… lo bueno es que no
nos ha faltado comida. Comentó pretendiendo calmar a Rose, la cual ante tanto
suspenso, pensaba constantemente en regresar a Geranio.
—Pero pronto se acabará nuestra reserva, ya no hay pueblos en la ruta,
no que conozcamos, la gente es peligrosa… y los árboles frutales solo tienen
para nosotros, frutos podridos. Reclamó Rose abrazándose a sí misma, despistada
ante los recientes rayos que llenaban el cielo.
—Es verdad… y me parece muy raro. Habló Jin a la vez que arrancaba
con la hierba y se abría espacio para seguir. Más, la desgracia estaba a punto de
comenzar; pues, la luz que llevaba Rose fue arrebatada por una rama. La
linterna se le había caído y con ello, apagado. Entonces, sin perder tiempo, Rose
se agachó tocando por los alrededor, pero no había nada a sus cercanías.
La joven sabía la importancia de su farol y por ende, ayudando en algo, se
decidió a ir más allá por su linterna.
Empero, Rose no tenía idea de lo que tras la penumbra se ocultaba y sus pasos
llegaron hacia el vacío, hacia un hueco traicionero que la llevó a un abismo
desesperante.
Y Rose, ante el vértigo, gritó con todas sus fuerzas llamando la atención y el
terror de Jin, quién corrió hacia el ruido, percatándose de la terrible situación de
la joven. Pero a Jin, solo le quedaba intentar agarrarla; pues, conocía que Rose
no aguantaría estar enganchada de esa rama, ella era al límite de la angustia, no
podía ver hacía abajo, aun cuando se tentaba a hacerlo.
Rose saboreaba su posible muerte ya que presenciaba que los intentos de Jin
eran completamente inútiles.
—¡No quiero morir Jin!. Estrepitaba Rose.
—¡No digas eso! Quiero que te quedes tranquila. Gritó Jin a la vez que
le alcanzaba otra rama para que se sujete.
Más, Rose tenía tanto miedo que era incapaz de tomar la ayuda del otro.
—No puedo quedarme tranquila ¡Tengo miedo Jin!.
—Yo también tengo miedo Rose… pero tú eres fuerte, saldremos de
esta, toma el tronco, no te dejaré caer... Expresó Jin al arquearse lo más que
podía, ahí este denotaba la inestabilidad de lo que era la pared de la loma, era
algo entre el lodo y la roca.
Por ello, casi sin pensar, Jin clavó fuertemente el tallo cerca de donde se
encontraba Rose. Así hizo con unos cinco más.
—Me caigo Jin. Gritaba ella al denotar como su soporte empezaba a
salirse de la tierra. El joven —con el corazón en la mano— idealiza un plan.
—Escucha… debes agarrarte del tallo más cercano y subir uno por uno,
rápido porque se pueden caer. Exclamó Jin, cuál había enganchado alrededor de
Rose una especie de soga, la que le ayudaría a soportar el peso.
La lluvia caía fuertemente sobre ellos, un impedimento para que las cosas
salgan bien. Pero, Rose, con su impulso de supervivencia, empezó a escalar hasta
poder tomar la mano de Jin, quién aliviado de recibirle, le dio un fuerte abrazo,
ella de igual manera y con un devastador llanto, le correspondió.
—No quiero más… tengo miedo —Lloraba Rose —Pero… no podemos
regresar, se lo prometí a Francisca… yo debo ir por ella… Gritó desconsolada,
Jin secaba sus lágrimas.
—Tranquila Rose, no va a pasar más de esto. Exclamó él.
Y ambos se mantuvieron en un lugar seguro y cayendo luego de unas horas, en
un profundo sueño, recibieron la mañana, aquella que golpeando sus ojos, le
llamaba a que continúen su camino.
Jin, el primero en despertar, se levantó y viendo hacía las montañas, se percató
que aunque débil estaba, aún se veía las puntas de los castillos. Por ello, avivó a
Rose y tomaron todas sus cosas.
A la luz de la mañana, todo lo tenebroso se descubrió en inofensivas ramas y en
animales comiendo o jugando, esto alegraba a Rose, cuál más calmada avanzaba
tras de Jin.
—Tenemos suerte de que las torres aún no hayan desaparecido.
—Espero que nuestra suerte dure hasta después de ver y vencer a
Dulken. Expresó Jin.
Y los pasos y el cansancio iban tomados de la mano, varias veces Rose caía y
hería sus rodillas, era quién sufría aun cuando Jin le protegía.
Ambos, habían cruzado el bosque y duraron cuatro días en el viaje, allí comían
sus provisiones y de los frutos que aún no estaban tan podridos.
—Mira Rose, es ahora que veo el final del bosque. Aclamó Jin y los ojos
de Rose asomaron por detrás, ambos veían el nacimiento de las montañas,
cuales al escalarlas, les encaminarían hacia las torres.
Sus sonrisas no podían dejar de adornar sus rostros, después de tantas
penitencias, habían logrado llegar al menos a la mitad de su destino.
Y fue así, que la tarde de lo que sería el sexto día, se apagaba. La noche les
tomaba y estos ya habían llegado a la cima del cerro. Cansados y sin aliento, se
disponían a descansar, Jin arreglaba el sitio y tiraba al piso algunas de sus ropas,
allí dormiría Rose.
—Quién creería... el cuento es ahora real... Murmuró al ver a Jin
montar guardia, él volvía a ella, asentía su comentario. —No hay que temer,
estamos prontos a llegar… Dijo Jin viendo de las estrellas.
Rose, desde su lecho, le acompañaba. Ambos no sabían que pasarían de ahora
en adelante.
—Debes dormir… Determinó Jin cerrándole los ojos. Más, esta no
olvidaba que debía contarle lo sucedido con su abuela y era lógico que ya fuera
momento de hacerlo.
—Jin… me pasó algo totalmente increíble, eso fue lo que me llevo a
aceptar el viaje y es mi impulso para no regresar a Geranio… —Suelta la chica y
Jin le ve —…Y es que llegó a mí, el alma de mi abuela y me dijo que aún
podíamos traerla a la vida, solo sí la liberamos de Dulken, a ella y a muchos
más… quizás, Ílios nos cumple el deseo… Rose miraba fijamente al sereno Jin,
quién con tal confesión, quedó por segundos en un completo silencio, este era
un chico muy amable y de sinceras palabras.
—Si tú me cuentas esto, es por qué es verdad. Haz soportado mucho y
yo también. Además, confieso que esa noche yo sentí que ella caminaba por la
casa y el bosque, la sentía a mi lado. Expresó Jin. Más, este prefirió que Rose no
se alarmé, le acarició el cabello y le pidió que durmiese, que descanse, porque
aún faltaba mucho.
Por lo tanto, ella accedió a Jin, cerró sus ojos hallándose en la oscuridad, su
mente callada, en poco tiempo empezó a reflejar con raros colores el futuro
sueño que se mezclaba con el deseo. Rose, daba lentos movimientos para
acomodarse, cubría su piel mientras cubría sus ideas, ella quedaba inconsciente,
totalmente presta a la construcción mental que rápido se daba forma y sonido.
—SUEÑO DE ROSE—
—Para llegar al Reino de Ílios hay que pasar por el Reino de Dulken...
¿Quiénes son ellos?... puede ser capaz tal horroroso demonio de dejarme seguir
sin pelea alguna.... puede ser que nos capture, nos maltrate y nos mate... ¿cómo
tratar a quién no tiene amor alguno?.... tengo temor... temor de él. Reclamó el
corazón de Rose, cuál hacia mil ecos frente a un oscuro pasillo, donde al final,
habían encendida quince velas sobre una elegante mesa.
Rose, dentro del sueño, sentía las cálidas paredes de textura rocosa, ella miraba
su alrededor, sus pasos examinaban la sala; sin embargo, tras su figura, se
adelantó una sombra masculina, esta que dejó paralizada a la chica que acudió
curiosa, hacia él. Esto la llevó hacía un lujoso trono de oro donde una hermosa
mujer que peinaba su cabello, estaba sentada, ella les miraba sonriente y
estiraba su mano.
—¿Quién eres?. Mencionó Rose acercándose a la mujer, más de nuevo,
la sombra se interpuso y ella, al querer toparle, traspasó como si fuese una
puerta, hacia dentro de él —hacia dentro de la sombra— allí, donde visualizó
unos profundos ojos celestes, estos que le recordaron a la profundidad de los
negros ojos de aquel enviado de Francisca.
Empero, Rose salió de inmediato de la sombra, volvía a la escena de la fémina,
esa que con aspecto de Reina, se sentaba en el trono. Aquella era adorada por la
silueta del joven sombrío, ese que se arrodillaba ante ella.
—¿Eres la mujer más hermosa pero desconocida?… ¿Podría ser que
seas la Reina pronunciada de esta historia?. Mencionó Rose con el fin de
interactuar —Empero— fue en ese rato, que tras un tropezón, despertó del
sueño.
—FIN DEL SUEÑO—
Y Rose abrió sus ojos a la realidad, levantándose con presura, mirando de todos
lado, se percata que era media noche, que el cielo nublado había ocultado las
estrellas y que Jin cansado, se había rendido al sueño y estaba acostado a su lado.
Rose nota que lo anterior, fue un sueño.
—Pobre Jin. Susurra la joven colocando una mano sobre la espalda de
su amigo. Ella ya no volvería a dormir, quizás estaría en vela hasta el día; pues
estaba intrigada ante sus visiones. Más, al dar la vuelta, concentrada en sus ideas,
quedó pensativa, la luz de unos faroles frontales alumbraban sus ojos, mismos
que se veían extrañados por tal fenómeno; pues, era lógico que no había nadie
más que ellos en tal desierto.
Por ello, Rose alzó su mirada y con asombró, observó un majestuoso y pequeño
Castillo que se levantaba de entre la arena. Rose no podía creerlo, no podría ser
que ellos estuviesen frente a uno de los Castillos —Ella estaba convencida que
aun faltase mucho camino— más, la mujer da un suspiro temerosa. —¿Podría
ser este el Castillo de Dulken?—
Rose, caminó hacia aquel, más con dudas y miedos, guardó su distancia y
regresó a llamar a Jin.
—¡No bromeo! —Y Rose sacude a Jin —¡Es en serio! Míralo con tus
propios ojos… ¡Frente a nosotros esta! Gritó Rose agarrando del mentón de Jin,
quién al quedar con su vista hacía esta estructura majestuosa, quedó paralizado.
Y Jin veía del Castillo, no estaba nada lejos de ellos, así, él tragaba saliva.
—¿Qué haremos Rose?. Mencionó sin aliento.
—Creo que debemos entrar... debemos seguir… Respondió abriéndose
paso, parándose en medio del desierto y tragando de la brisa fría que ahí corría.
—…¿Y Dulken?. Murmuró Jin sin ser escuchado.
Más, era un hecho que él la seguía —Ambos sin saber que pasaría— caminaban
por entre las arenas, acercaban sus pasos hacía el imperial Castillo, ese mismo
cuál teniendo sus grandes puertas abiertas, les permitió entrar.
Y dentro del lugar se desplegaba de una riqueza extraordinaria, lujosas figuras,
monedas de oros, cuadros preciosos adornaban las paredes y el piso.
Jin y Rose quedaban atónitos ante una mina de dinero.
—Somos ricos… —Susurra Jin cada vez más, alzando la voz. —¡Somos
ricos, Rose!. Gritaba echándose a la marea de monedas.
—Sin embargo— Rose le detiene, asustada, notaba que el lugar estaba solitario,
que nadie a pesar de sus tentaciones, estaba rodeando el lugar, así, que valía ser
cauteloso. Jin —con pesar— le ve la razón.
«FIN DEL RECUENTO.»
……………………………………………………………………………………………
—Momentos Actuales—
—Hemos venido por el sueño de Francisca. Aseveró Rose.
—No podemos retorcer… Dijo Jin.
—Debemos vencer a Dulken y a sus seguras tentaciones. Determinó
ella revisando el solitario y deplorable Castillo, Jin le seguía de cerca.
—Es verdad… debemos derrotar a Dulken. Concluyó Jin.
Así, Rose y Jin se dispusieron a investigar y de tal manera, descubrieron que en
verdad el lugar estaba solitario y además que el “Castillo” estaba hueco, pues sus
escaleras, puertas, pasadizos y pisos, no llevaban a ningún lugar, todo estaba
incompleto, no había camino, solo estaba la gran sala del recibidor.
—¿Este es el castillo que buscábamos?. Preguntó Jin con dudas.
—No debe ser… —Rose rasca su cabeza —Pero el sendero nos lleva a
esto… no había nada más adelante… Contestó Rose.
Entonces, Jin examina nuevamente los rincones, él se percataba que cercano a sí,
había una fuga de calor, una brisa cálida que cubría con sus pies, era natural que
cercano allí, habría un agujero. Lo que ambos no suponían es que este sería muy
grande y profundo. —Y que además, era su única alternativa— Así, Rose mira
del hueco, ahí entraría muy bien una persona, casi que caminando erguida.
—No pensarás que debemos… Susurraba Jin con temor.
Rose da un suspiro, pone sus manos entre las rocas y con cuidado, empieza a
entrar su cuerpo por el túnel. Jin pinta su rostro de amargura, debía seguirla.
—Creo que vamos por buen camino. Susurró Rose tras Jin.
—Claro, ¡Al infierno!. Mencionó Jin atemorizado.
Y Jin veía de la caverna, esta era larguísima, de muchos sonidos, húmeda pero a
la vez, muy cálida. —Jin y Rose caminaban— no encontraban final a sus pasos ni
tampoco a la cueva, esa que parecía haberles tragado en un camino sin salida.
Rose empieza a desesperar.
La cueva les traía sonidos de toda especie, más nada impacientaba tanto a la
pareja como el ruido de unas pisadas, unas que venían desde diferentes lugares
y que con rapidez, avanzaban a ellos. Esto era una agonía que les tenía al borde
de su del límite, tanto a sus cuerpos, nervios y mentes, cuales se hallaban hartas
de pensar e imaginar, sus corazones parecían explotar, el tiempo se escapaba de
entre sus manos. Ya no eran minutos, quizás ya eran horas tras horas dentro del
averno que los tragaba. Y los enemigos invisibles continuaban asechándolos.
—¡Que agobio! Si quieren matarnos…. ¡Mátennos ya!. Gritó Rose dando
frente a la realidad. Jin retrocedió, intentaba convencer a Rose de que no pierda
la cabeza; sin embargo, para sorpresa de ambos, los pasos ya no les seguían y
además, un rayo de aparente luz, les mostraba la salida de la circular cueva.
—Jin solo pudo llorar al denotar la finalidad de tal etapa.—
—Es una pesadilla y no diría que regresemos ya que hay que volver a
pasar por esa cueva... Murmuró la solloza Rose, esta que abriendo sus ojos
nuevamente hacia la luz, dio un fuerte suspiro, uno que acompañaba a un grito
liberador.
Jin seca sus lágrimas, se para junto a Rose, ambos miran las nuevas tierras
donde el túnel les había llevado. Así, a su frente se veía de enormes riscos secos,
de abismos y colinas asombrosas que casi que tocaban del cielo, ese que se
pintaba de atardecer. Y Jin miró hacia abajo, el lugar estaba rodeado de unas
corrientosas aguas rojas, esas que este le llamase “Río de fuego”.
—Creo… que después de todo, si estábamos por el camino correcto.
Dice Jin con leve sonrisa, Rose le abraza. Ambos estaban decididos a seguir y por
ello, Rose vuelve a soltar de un grito.
—¡Prepárate Dulken! Porque hemos venido a derrotarte… Grita ella y
su eco se expandía por los anchos cielos.
—Hemos venido a derrotarte… derrotarte… derrotarte… Dulken— La voz de
Rose volaba y está fue tan fuerte, que se adentraba en la mente ajena de una
desesperada, una que envuelta en oscuridad de sus íntimos sueños, empezaba a
moverse con miedo sobre su cama. —Dulken… ¡Dulken!. Gritaba ella.
—Quién sabe de qué lejanía— pero la mujer lograba levantarse, pasmada y
asustada, se sentaba sobre su lecho, con rostro pálido, sentía sus negras hebras
resbalar de sus hombros. Más, ella no estaba sola, cuatro misteriosas mujeres se
acercaban a ella, socorriéndola de su asombro.
—Es la segunda pesadilla dentro de una semana. Vociferó la seductora
rubia de ojos achinados, esta que limpiaba con el sudor de la pelinegra.
La pelinegra respira hondo, aún tenía las palabras de Rose en su cabeza, más no
era solo eso y las otras tres adultas de su lado, lo sabían bien.
—Es tal como predije… —Dice una de las mayores, una encapuchada
de rojo cabello, que levantaba el rostro de la soñadora. —Tienes que decirme
como es la mujer que se acerca, Cassidy… Le susurra.
—Cassidy— era el nombre de la pelinegra de impactantes ojos dorados, una
joven de piel blanca y pálidos labios. Ella, quién miraba a las demás, a esas que
poseían una igual apariencia excéntrica.
Y Cassidy da un suspiro, mira su oscura habitación.
—Ustedes no tienen permitido estar dentro de este Reino… el Rey se
disgustaría mucho sí las sintiese… Expresa la seca y apagada voz de Cassidy, una
chica de unos veinte años.
Las tres mayores sueltan de una ruidosa risa.
—¡No pierdas tiempo pensando en el Rey!... nosotras no tememos ni a
los Dioses… ¡Somos las Oráculos! Y nuestra ley y percepción está por encima de
todo, tu eres nuestra sucesora e igual que tu madre, debes de levantarte más
arriba que este reino. Reprendió Amatista, la de cabellos rojos, esa que enseñaba
sus verdes ojos hechizados. —A ella, le siguió otra adulta— Una de cabellera
morada y negros ojos. —¡Niñita, esto es importante! ¿Qué tiene que ver el Rey
en esto? Triste fue el día en que permitimos que ese tipo se llevase a tu madre, él
dijo que solo era un favor y el embustero ahora se cree dueña de hasta sus
generaciones… debimos llevarte una vez que Avegail muriese. Dijo la molesta y
seductora voz de, quién era la tercera de las Oráculos.
Y las adultas suspiraron y así, la primera de ellas, habló.
—Cassidy no es ninguna niñita, --, es nuestra Reina, la próxima
heredera del trono altísimo de las Oráculos. Expresa Tristhe, una de cabellos
verdes y ojos celestes. —Es importante mencionar— Que tal comentario,
moleste en gran manera a la rubia achinada, esa de unos cinco años mayor a la
callada Cassidy. —Esta no era Oráculo, era la prima de Cassidy—
—Esa mujer… esa mujer tiene algo que va a cambiar las Cruces. Y la
voz de Cassidy sale de sus temblorosos labios. Todas la ven, más Amatista, se
engancha de su mano. —¿Cómo las sentiste?... ¿Dónde está ella?...
Cassidy entrecierra sus dorados ojos.
—Ha cruzado nuestra dimensión… ella camina ahora por nuestras
tierras… algo le acompaña, es una energía que conozco… me da miedo. Suelta
la introvertida muchacha.
Tristhe ve a --- y ambas se agachan ante Cassidy.
—Las Oráculos fueron creadas para sostener a los mundos… nosotras
estamos a cargo de todas las Cruces, cuidamos de esta dimensión, nos debemos a
Brahma y no podemos permitir que nadie venga a destruirlo… Dice ---
—¿Quién es ella, Cassidy?. Pregunta Tristhe.
Cassidy clava sus ojos en un espacio vacío, intenta unirse a la esencia que Rose
le dejase en sus sueños. Cassidy tanto que podía ver la sonrisa tan brillante de la
peli-rosa, esa que le hacía abstraerse.
—Dinos Cassidy… ¿Quién es ella? ¿Está viva o está muerta?... ¿Quién la
manda?.... Pide Amatista. Más, Cassidy está dentro de sus recuerdos, uniendo su
conciencia con la de Rose, viendo con sus mágicos ojos de los eventos de aquella
decima navidad, de los cuentos y de la pena de Rose, esa que estaba frente a un
pelinegro hombre que le sonreía. —Cassidy soltó de su aliento, impresionada—
—La mujer es una humana viva… —Confiesa llamando la atención de
todos —Y ella… ella no está sola, vi a un hombre a su lado… él es Elías… el
sacerdote traidor que prometió revolucionar las Cruces… Dijo Cassidy.
Y la rubia achinada —Candy Lu— saltó impactada; pues, era la primera vez que
un mortal, un humano vivo, pasaba de los limites dispuestos y entraba al Reino
donde solo acudían almas. Además, de que mucho se hablaba de Elías, este era
un Sacerdote muy poderoso que exiliado de ambos Reinos —Obelix y Pandora—
juró derrocarlos.
—La llegada de esta mujer puede que sea plan de Elías… Dice Candy
Lu advirtiendo a las Oráculos de su peligrosidad, más valía que Rose muera lo
antes posible. Todas asintieron, Cassidy entrecerró sus ojos, recordaba de las
palabras de esta frente a Dulken, no había como dudarlo, la mujer quería
destruir con el nuevo balance que poseía las Cruces.
Y Cassidy asintió, más procuró estar calmada, la mañana le anunciaba de sus
debidas obligaciones, ella tenía que atender al Rey. Por ello, una vez vestida, se
levantó y aseguró a sus compañeras “Las Oráculos”, quienes eran más viejas que
ella, que todo estaría bien. Ella ya había planeado algo contra Rose.
Empero, las Oráculos no se veían contentas con la noticia.
—Somos las Oráculos, las que todo lo ven, quienes están detrás de cada
triunfo en las Cruces, eso incluye Obelix y Pandora… Somos quienes cuidan y
velan por Brahma, las que estamos lejos de sus leyes pero cerca de su poder… Y
por eso, nadie es nada sin nosotras… Clamaron las tres al unísono, ellas le daban
a Cassidy y a Candy Lu una amenazante mirada y ante ello, las dos jóvenes no
hicieron más que postrarse con respeto.
—Ustedes me han elegido como su sucesora y como su futura Reina,
yo no les quedaré mal. Habló Cassidy con su seca voz.
—Nosotras haremos respetar sus leyes… ninguna vida podrá entrar a
las Cruces, al menos que esté muerto. Susurró Candy Lu.
Y dicho esto, la reunión de la orden Oráculo dio su final; pues, las ancianas con
aspecto de adultas, se esfumaron y en la habitación quedaron las dos familiares.
Cassidy miraba a Candy, quién hallaba la desconfianza en esta, más, tenían que
aceptar que nunca se llevaron bien, Candy era envidiosa y arrogante.
—No te eligieron como Reina, Cassidy… si hubiese sido por decisión
personal… créeme que ni se les hubieses pasado por la mente. —Candy se para,
enseña su esbelto cuerpo alargado —¡Eres siempre tan ingenua! Eres Reina solo
por tu sangre, porque desde arriba, ha sido dicho así… Criticó la molesta Candy
Lu, su prima.
Cassidy no respondió sobre el tema, se levantó y arreglando de su largo vestido
—Anticuado para los ojos de Candy— se decidió a macharse; pues, ella era lo
que se conocía como “Íntimos del Rey”, es decir, sus más cercanos guardianes y
sirvientes.
—El Rey debe estar esperándome… Y Cassidy camina hacia la puerta,
más la repentina carcajada de Candy Lu, llamó su atención. Cassidy, clavaba sus
dorados ojos sobre ella —¿Qué pasaba, qué sabía esta?— Candy se acerca con su
habitual seducción, se agacha frente a su pequeña prima.
—¿Sabes que nuestro Rey ha salido misteriosamente a contemplar sus
tierras? —Le da un empujón —Y tú que habías hecho algo contra la viva… ¡Jah!
Quizás, el Rey ya la sintió… recuerda que él no es solo un Alma sabia como
nosotras, sino que es un Semi-Dios. Expresó Candy con malignas expresiones.
Cassidy quedó helada, oía que el Rey había salido junto a Graham, su ultimo y
primer Íntimo.
—Pero… el Rey no me dijo nada… ¡Graham no me dijo nada!. Decretó
Cassidy asombrada, Candy se retiraba. —¡Ups! Tal vez no debías enterarte, pero
agradéceme… yo creo que el Rey va por la viva y tú, por ocultarlo, estarás frita.
Y no hay nada que puedas hacer… Si el Rey y Graham no están, te toca a ti,
quedarte en su lugar… aunque, es como si no hubiese nadie. Bromeó la rubia de
ojos negros, esa que hacia poner furiosa a Cassidy.
—Y Candy salió victoriosa de causarle temor a la pelinegra— Candy odiaba
tanto a Cassidy que esta esperaba que algún día, el Rey la acabase.
No obstante, Cassidy también salió y esta, a la salida, se encontró con la gran
reverencia de todos los entes de horrendas apariencias que conformaban la corte
de los poderosos guardias, esos que se llamaban Titanes y Guerreros.
Cassidy respondiendo su reverencia, se fue junto con ellos.
—Candy no necesita decirme algo que es tan obvio… yo sé que mi Rey
ha encontrado a la viva… pero haré algo a pesar de que me reprenderá, lo haré
porqué ella lo lastimará… Susurró Cassidy sin dejar constantemente de pensar
en su Rey.
—Este mismo— que envuelto en su túnica real, aquella de un rojo comparado a
la sangre, se hallaba entre las entrañas de un risco gigante, ahí, junto a su siervo,
ese joven de cabellera negra, blanco como la nieve y ojos plomos, señalaba lo
que Cassidy más temía, señalaba a Rose.
Y una extraña sonrisa era la que brotaba en la blanca piel del Rey encubierto.
—Así que por ellos Cassidy actuaba más extraño de lo usual... yo me
pregunto qué será lo que llamó su atención. Expresó Graham ante la serena
presencia del otro, quién aun cuando estaba cubierto, adentraba de su mirar en
la cansada Rose, esa que ya tenía su piel quemada y sus labios secos, más,
tampoco dejaba de lado a Jin.
—¿A qué han venido?… nunca tenemos visitas que lleguen desde ese
lado… las almas siempre van a la rueda fantasmal de Cassidy, ahí ella teje sus
destinos, ¿Será que se les extravió?. Comentaba nuevamente Graham hacia su
quieto Rey, quién ya había analizado a los invitados.
—Graham… —Le llama con seriedad. —Ellos no se les han extraviado
a Cassidy… no tienen nada que ver con ella… estos seres son diferentes a los
que habitan nuestro Reino, no, son diferente a todos los seres de las Cruces…
ellos dos no están muertos. Determina la gruesa voz del Rey, esa que poseía una
gran lozanía pero también un gran poder.
Y tal noticia, causó admiración a Graham —Su Íntimo—quién de inmediato
esperó de sus órdenes. Más, el Rey le mandaba ser cauteloso, ninguno podía
pasar a su Reino, no vivos.
—Tráemelos. Aclamó el Rey.
En cambio, Rose veía entre el desierto su destino, allí entre esas colinas de arena,
Jin saltaba de alegría, habían llegado a las cercanías del límite del Reino. Rose,
se veía aliviada pero no por ello, despreocupada. La torre inmensa resplandecía
dentro de sus ojos.
—¿Qué Reino será? Tiene puntas rojas… creo que debe ser el Reino de
Pandora, el Reino del Príncipe Dulken… Exclamó Rose emocionada pero a le
vez, temerosa. Jin la oye, empero, de la nada se detiene.
Y Jin gira lentamente hacía la curiosa joven peli-rosa.
—Rose… —Le llama con seriedad —Siento unos ojos sobre nosotros.
Le avisa con preocupación, Rose salta y observa a todos lados.
Así, se iba cortando la alegría, Jin empezaba a sentir temor en su interior, este
que fue transmitido a Rose. Ambos, mantenían sus miradas en cualquier cosa
que presente un movimiento, apretaban sus puños y se decidían a defenderse de
cualquier ataque. No obstante, aquellos no podían ver al ágil Graham, ese que
con tacto extremo, se acercaba a ellos, él esperaba del ultimátum del Rey, cuál
no demoró mucho en presentarse.
Y el Rey asienta, señal para que Graham ataque y los tomase como prisioneros.
—¡Más, qué situación tal complicada!— Graham iba al hecho, empero Cassidy
ya había lanzado sus cartas y tal vez, eso era a lo que se refería Jin, quién al igual
que Rose, empezaban a sentir que la tierra temblaba, que muchos gritos de gran
euforia se acercaban, sí, eso era un ejército —El ejército de Cassidy.—
—Los guardias ya se han ido por órdenes mías… —Y del lado del gran
Reino desértico, asomaban los dorados ojos de Cassidy. —Yo les he mandado…
les he pedido que acaben con la vida de esa mujer que tan mal presentimiento
me trae… ¡Demonios! Espero que el Rey salga bien de estas… aunque confío en
su poder y su mítica inmortalidad. Susurra la molesta Cassidy, esta que dando
vueltas de lado a otro, con la presión sobre su cabeza, hundía sus uñas en sus
piernas. —Pues— A Cassidy no le quedaba más que resignarse y ver tras su bola
mágica —Artefacto de Oráculo—lo que se daba en aquel presente.
Así, los grandes ojos de Cassidy se enajenaban en Rose, casi que Jin desaparecía
de su lado, esta no podía evitar que su sangre hierva, conocía que Rose sería el
desmoronamiento de su actual Reino.
—Entonces—Graham se abalanzó por los aire, cuya corriente alertó nuevamente
a Jin, cuál agarrando la mano de Rose, volteó asustado. —Es una emboscada,
Rose… ¡Nos tienen rodeados!… Grita Jin antes de la gran desgracia. Pues, ante el
tembloroso momento, una pronta lluvia de filosas flechas se abalanzaban contra
los vivos.
Graham al denotar la situación, se prestó a resguardar la vida de ambos seres,
gracias a él, ninguna flecha les cayó ni les lastimó. Esto lo hacía debido a que el
Rey los quería vivos para interrogar sobre su objetivo.
Y Graham se alza por los cielos, con rapidez bárbara, tomaba las flechas con sus
propias manos y las lanzaba con fortaleza sobre aquel extraño ejército que
aunque estaba herido, volvía a levantarse, con furia contra Rose. Y Graham
queda sorprendido, abría de sus plomos ojos y notaba que se trataba de sus
propias filas.
—Pero… ¿Quién los mandó?... El Rey no ha dado orden. —Y Graham
alza sus grises ojos hacia el encapuchado Rey, ese que se mantenía inmóvil,
viendo de la desagradable situación. —Nadie puede mandar a que los Titanes y
los guerreros se unan a un batallón… hay muchos titanes de diferentes cráteres,
esto solo tiene un solo nombre… Cassidy. Determinó Graham poniéndose en
frente a todos los que llevaban un aspecto demoniaco y sangriento.
—Cada Cráter tiene guerreros y Titanes, estos son gobernados por los
Sacerdotes del Rey, quién tienen el poder de mandar a sus subordinados, pero
nadie más que los Íntimos podemos usar de todos ellos y crear amenazante
batallón. —Graham se pone frente a los desbocados, saca su larga espada de
brillante color —¿Por qué lo has hecho Cassidy?... lo primero, fue ocultárnoslos
y ahora… ahora sales con esto… ¿Quién es la chica, que a tanto te has
arriesgado?... que tonta. Y Graham empuja su pie, se lanza contra los suyos y con
ferocidad, empieza a hundir de su cuchilla sobre sus pieles. —No obstante, había
muchísimos— Graham se las veía complicada.
Y por ello, el Rey da un leve movimiento, este que es percibido por el alterado
Graham, quién temía siempre ante su ira.
—Señor… Susurra Graham, ante aquel hombre que lanzando sus capas
hacía atrás —Corto de paciencia— se lanzó del risco hacía los aires.
Entonces, viendo de esto, Graham abandonó al pelotón y corriendo por delante
de ellos, dio otro salto que lo reunió con su señor, mismo que desde esa altura,
observaba a los vivos, quienes no dejaban de correr hacía el puente, mismo que
anteriormente, habían pasado.
—Mi Rey… ¿Qué piensa hacer?. Y Graham se muestra inquieto.
—Graham… —Reprendió el firme Rey —¡Dame soluciones! ¡No seas
tan inútil! Debes ir por los extraños… despreocúpate del pelotón… esto será un
cambio de líder… —Y el Rey ve del ejército, cuál estaba pronto a alcanzar a los
vivos, esos que no encontraban salida —Yo detendré a los Titanes… Determinó
el Rey con valentía.
Así, Graham asintió —Aun cuando no quisiese— debía obedecer al Rey y dejarlo
para cumplir sus órdenes. Entonces, Graham, más rápido que el rayo, voló hacia
en medio de la situación. El Rey suspiraba, él había notado que los guerreros no
se habían detenido aun con los ataques de Graham, quién estaba por superior a
Cassidy y por ende, debían obedecer. Así, el Rey queda pensativo.
—Creo saber qué pasa... Murmuró el rojo encapuchado, viendo como
Graham se las arreglaba para proteger a Rose y Jin, quienes sin importarle la
vida de su “salvador” seguían corriendo. El Rey atestiguaba como los guerreros
carecían de juicio, estos solo tenían un objetivo, los vivos. —¿Qué has hecho…
Cassidy?. Gruñó el Rey sin tolerancia.
Y Graham corre hacía los vivos, ellos que de momento a otro se veían en medio
de los Titanes —hombres muy altos y muy fornidos— Jin y Rose estaban muy
asustados, más no podían evitar enojarse ante su propia debilidad y burla de los
despreciables.
—¡Por favor déjennos vivir! Nos iremos ¡No regresaremos!. Rogó Rose
entre el llanto y el espanto, viendo que Graham aún estaba lejano de ellos.
—Pero ¿esto servía?— Los guerreros se reían, causaban la ira de Jin, mismo que,
valiente, siempre velaba por Rose.
—¡Ustedes no son nadie para meterse en nuestro propósito! esto va más
allá de sus amenazas… ¡Ambos creemos en nuestro viaje y estamos protegidos!.
Grita el chico con fortaleza única que dio aliento a Rose, misma que volviéndose
a levantar intentaba encararles, tenía en su mente la imagen de su abuela, era
por ella y por su familia que si moría, lo haría con valor.
—¡Dulken no me asusta! He venido a vencerle. Exclamó Rose con un
fuerte grito, ese que llegó a oídos de todos, inclusive a oídos del Rey y también
de Graham, mismos que cautelosos se veían, no hacían falta las palabras.
Y el Rey asienta —Dando por fin— determinación a sus movimientos. Aquel,
dejándose caer de entre los altos cielos, asemejaba ser un meteorito; pues sus
rojas capas, se convertían en un fuego letal, uno que quemaba intensamente con
todos sus oponentes, esos que eran parte de su mismo Reino. Y Graham le mira,
era un hecho que el Rey era poderoso, aquel, con la sola inclinación de su dedo,
dejaba a muchos en el piso. Graham se sentía aliviado, más sabía que no por
ello, los vivos estarían a salvo.
Así, Rose denotaba el peligro, conocía que venían a matarle, empero, a la vez
denotaba que la venganza era solo para con ella, los guerreros dejaban de lado a
Jin, ellos iban por ella. Y esto le dejaba un vacío del cuál no podía salir; pues, sus
impulsos de sobrevivencia la llevaban a perder el ritmo y la concentración.
—Tú no eres bienvenida ¡Lárgate de aquí!. Gritaban todos los Titanes al
unísono, ellos lanzaban sus armas y Rose al ver que Jin era indefenso, corrió,
lejos donde no la puedan atrapar.
Jin al notarle, no pudo detenerla y ambos tomaron caminos contrarios, estaban
solos y cada uno se sentía más débil. Empero, Jin no dejaría a su amiga y con
toda la fuerza que le quedaba, se abalanzó contra todos, inclusive contra el Rey,
a quién —Claro— no pudo tocar, pero sí ofender.
—¡Asquerosos demonios sedientos de sangre! —Señala Jin —¡Vuelvan
con su Rey, el descontrolado diablo! …ese que por miedo a nuestra luz, está
escondido en sus mediocres sombras. Estrepita Jin con furor, provocando la ira
de los demás y creciendo de su fortaleza.
—Todos oyeron su decreto— y el Rey, de igual manera.
Así, el hombre de rojo, gira su rostro en busca de Graham, más él ya había ido
por Rose. El Rey estaba irritado y la incoherencia del desconocido era el colmo.
—¿!Quién te crees que eres!?. Furioso, el Rey se abstiene de luchar, mira
al joven humano, nota como este —usando de otra espada— hace el intento de
defenderse. El Rey respira hondo y siendo él, parte interna y externa de su Reino
e integrantes, como cosa etérica, toma posesión de uno de sus siervos, haciendo
que sus palabras, las diga aquel. —Eres un simple humano y piensas ¡Matar a un
hijo de Dioses! ¡Qué te crees para hablar así de un Rey!. Exclama el Rey por
labios de sus guerreros, mismos que encaraban a Jin y su espada robada.
Y Jin toma aire, la muerte le jugaba con él, más él alza su quijada presentando a
todos, de su indomable carácter.
—Yo soy quién ha puesto el destino —Jin hace puños —He venido con
Rose… la mujer que tomará la cabeza de Dulken y que la presentará a los cielos,
cuales ya están hartos de sus injusticias. Respondió el adusto Jin, ante un Rey
que no dejaría que su Reino sea arrebatado.
Así, el Rey clavó sus fuertes y pesados pasos sobre la tierra, uno tras otro, le
dirijan en silencio hacía Jin, nadie de sus guerreros siquiera se le atravesaban en
su camino, no; pues, solo su necrófaga vibra ahuyentaba con todo ser. El Rey
apretaba de sus manos temblorosas de odio, él las hacia puño. Y así, pasaba por
encima de la guerra, por encima de los bastos insultos y de la sangre negra que
se elevaba por los alrededores. El Rey caminaba lento sobre la batalla —Parecía
una escena dantesca— este hombre iría, debido a la insolencia, por la vida de Jin.
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No obstante, cerca de ellos, Graham logró sujetar de la mano de Rose, luego de
librarse de todos sus obstáculos, aquel hablaba con ella y su serena y protectora
voz, hizo que esta confíe en él, aun cuando no le conocía. Graham mencionaba
que ellos le cuidarían y que el Rey deseaba saber de sus objetivos.
Rose estaba asustada, pero Graham le regalaba de una leve sonrisa, este estaba
acompañado de un aura apacigüe.
—Me rindo, iré contigo… solo porque has dicho que tu Rey no nos hará
daño, más debo ver a Jin primero. Expresó ella y su deseo fue correspondido.
—Así, Graham llevaba a Rose hacía la colina, cerca del campo de batalla, dónde,
para el asombro de Graham, ya ninguno de los diablos estaba en pie.—
Ahí en medio de la árida batalla, estaba el valeroso Jin, ese que sujetando de su
espada, cansado, miraba del horizonte. Rose lo observa con ojos alucinados, ella
empezaba a sentir una inmensa alegría, al igual que Graham, quién ya no
denotaba peligro alguno. —Sin embargo— Ante ambos pasos, los grises ojos del
Íntimo se clavaron en lo que se movía, esa era la cercana silueta de su Rey,
mismo que con una furia indescriptible se acerca al joven.
Graham intuía inmediato de sus intenciones y a él, nadie le podía detener.
—Entonces, las acciones tomaron milésimas de segundos, instantes en que todo
se terminó, en que los sueños de Rose se hicieron nuevamente pedazos, ahí
donde Graham mintió sin querer, donde todo se detuvo y era una eternidad.—
—Yo… —Sonaba como eco destructor, la voz de aquel majestuoso Rey
—Yo… ¡Soy aquel diablo! que nombraste, soy aquel que se oculta por el temor…
yo soy el ¡Rey de estas tierras!… soy el del nombre a los que muchos respetan y
temen… yo soy el Rey de Pandora, soy a quién repudias… ¡Dímelo en mi cara,
ahora!… ¡Yo soy Dulken!. —Estrepita el Rey congelando a todos, inclusive a Jin,
quién lentamente, ante la densa atmosfera, clavaba sus aturdidos ojos verdes en
la gigantesca aura maléfica que empezaba a tragarlo.
Y Jin denota como su corazón comenzaba a apagarse con solo el hecho de oír de
su nombre —Dulken— el Príncipe de sus historias, el maligno que solo tenía
comparación con el señor de los infiernos.
—Dulken… Susurraban los secos labios del estupefacto.
—¡Eres un niño insolente!. Gritaba el Rey, el Rey Dulken.
Jin, no tenía explicación que exprese el miedo tan terrible que sentía. Él no tuvo
tiempo para alejarse, solo observaba al resentido, adolorido y enfurecido Dulken.
—Tal vez hubiese sido mejor que Jin nunca haya existido.—
Y el amargo Dulken mostró de su inefable presencia e inmenso poder. Dulken
—Frente a los impactados ojos de Rose— levantó de su pierna y con una gran
patada lo elevó al cielo, mucho más allá del límite de la tierra. Jin era volcado
hacia el abismo, sin misericordia alguna, Dulken lanzaba a Jin, mismo que caía
en la inmensidad de la nada. —Nadie podría ayudarlo, nadie podría salvarlo.—
—Momentos de pasmo y angustia—
Rose clavaba sus absortos ojos en lo que quedaba de Jin —es decir, en su nada—
pues de este no quedaba ni la sombra y ni sus gritos, de momento a otro, toda la
existencia de Jin, se había eliminado.
—Jin… Soltaba levemente los labios de la enajenada.
—Su corazón se había parado por segundos, segundos en los que duró el aliento
de su amigo y la euforia descontrolada del Rey.—
—Jin… —Rose empezaba a regresar en sí, ella, poco a poco, empezaba
a sentir el dolor —Uno semejante al de una filuda flecha— Rose veía el despedir
de su compañero… su mente gritaba que jamás se hallaría sin él, ella se sentía
impotente y destrozada, para Rose, ya no había más que perder. —Jin… mi Jin…
te has ido. Tartamudeó perdida.
Y así, con las ideas que rebosaban su cabeza, con su pecho adolorido y su alma
agonizante, Rose miraba del encapuchado, ese que caía firme sobre la tierra y
que miraba del abismo.
—La joven se cegó— Ella no quería vivir de aquella manera, tenía en su interior
mucho miedo y sin Jin, más aun.
Así sin pensarlo, Rose se lanzó a correr, se lanzó junto a sus estrepitosos gritos
que le otorgaban fortaleza en medio de la ilusoria batalla, de la cual ninguno
sabría cómo terminaría.
—¡Eres un despreciable asesino! —Grita la mujer bajando con rapidez
de la arenosa colina —¡No vales nada! tú eres peor que los demonios que moran
tu estéril tierra. Aludía la despechada Rose mientras que se acercaba al inmóvil
Rey, este que ya había intuido sus pasos antes de que siquiera se moviese.
Y Graham alza su vista —Todo había pasado muy rápido— Y así como él, los
dorados ojos de Cassidy se abrían en gran manera, ella, viendo desde su bola de
cristal, rogaba por que el pelinegro pueda salvar a su Rey. Más, aun cuando
Graham se lanzase casi que sobre Rose, ella con la semejanza de un ave rebelde,
se esfumaba ante los brazos de Graham, quién le veía como continuaba con su
inquebrantable camino. —Cassidy estiraba su rostro, gritaba igual que Graham
por la atención de su Rey.
—¡Señor Dulken!. Llamaban ambos a viva voz.
Más Dulken, apenas giró su rostro, una molestia se presentaba en aquel. Ya eran
muchos insultos por parte de extraños que no le conocían.
—¿Y ahora quién eres tú?... Preguntó el Rey sin mover siquiera la boca.
Empero, Rose ni lo notó como tampoco le respondió, ella se abalanzaba a tomar
una espada ajena para con ello, matarle. Esto no asombró a Dulken, aun cuando
vio en ella la bravura, el honor y la intrepidez de un guerrero.
—¡Muere Demonio!. Gritaba Rose acercándole la punta afilada de su
espada, Graham y Cassidy tapaban sus labios.
Empero, Dulken no le respondió, este, con sus fríos cálculos, hizo solo de un
movimiento, él tiró su cabeza hacía atrás y así, la afilada espada pasó cerca de su
cuello, solo con ello y después de ello, Dulken se alejó de la mujer.
Y así, Graham llegaba hacia Rose, sujetándola fuerte de su torso, tirando de su
espada al piso y apartándola de la encapuchada majestad.
—¡Suéltame! Debo vengar a Jin. Respondió Rose bruscamente una y
otra vez, su obstinada personalidad acaparaba con la atención del Rey, ese que se
encontraba frente a ella.
Y Rose en un intento por herirlo, agarró de su roja capa, aquella sedosa que se
introdujo en medio de sus dedos.
—Hubiese sido mejor que Rose nunca haya existido.—
Pues; en esos segundos, cuando la piel de Rose tocó de las rojas sedas, los ojos
abiertos de Rose fueron más abiertos aún, sus sentidos se agudizaron y Rose
vivía del instante y por eso, sentía la atmosfera infernal, un ciclo tallado de mil
demonios que cortaban con su aire y quemaban con su cuerpo. Rose, observó de
horrendas caras ensangrentadas que reposaban bajo los pies del Rey Dulken, ese
que era conocido como el demonio de las muchas cabezas.
Y Rose quedaba sin aliento, ella caía al piso con sus músculos entumecidos.
—¿!Qué eres tú!?. Gritaba Rose enajenada y llorando.
—Yo soy Dulken, Señor de Pandora, tierra que han deshonrado.
Y Rose soltó de la capa del Rey y con ello, desaparecieron sus pesadillas y cayó
al piso, ahí de dónde Graham la recogió.
—Debe acompañarnos señorita. Dijo la voz suave y cordial de Graham,
esa que cautivó los oídos de Rose, misma que sin fuerzas, se dejaba llevar por el
alto pelinegro de ojos grises.
Entonces, el Rey habló.
—Graham, llévate a la viva al calabozo de mi Castillo, no deis nada de
información a nadie, ¡Enciérrala hasta que yo disponga que hacer!... en cuanto a
Cassidy, quiero que la traigas a mí, apenas llegue a Pandora…. Y dicho esto,
Graham, sin perder tiempo, asintió. Él la cargaba camino al desconocido Reino
de Pandora, ese que estaba tras un largo desierto.
Y Rose se sentía sobre los brazos de Graham, no obstante, no quitaba sus ojos
morados del lugar árido y más que nada, de aquel barranco donde Jin murió, ese
que le arrancaba de su corazón, pedazo por pedazo —Más, ella no lloraría frente
a los hombres— no, lo haría por su inmenso orgullo.
—No puedo pelear… no puedo dejarme matar ahora… —Pensaba Rose
sollozando y llorando amargamente en su interior —Discúlpame Jin… pero yo
te juro que te vengaré cuando pueda verme más segura… Menciona para sí a
momento que clavaba su resentido mirar sobre el oculto y encapuchado hombre
de rojo, Dulken, ese diablo de sus historias, el hijo malo y obstinado, aquel con
sus manos llenas de sangre, sangre que le pertenecía a sus propios fieles.
—Y así, Rose se alejaba de Dulken, de ese hombre que observaba el desierto—
Dulken, veía de su ahora muerto ejercito —Era un desperdicio— empero, él no
podía dejar de lado el hecho de que hubo una falta grande de respeto ante su
superior, ante Graham— No obstante, Dulken daba un suspiro hondo.
—Eso es todo sabrán… pero lo que ambos sabemos es que…—Dulken
saca sus manos de entre sus rojas capas, las ve llena de sangre —¿Cómo pudiste,
Cassidy? Yo sé que los has hechizado para que te obedezcan. Y el Rey gruñe,
suelta de un retumbante grito. —Aquel que era visto y oído por la temerosa
Cassidy— quién lanzando de su bola de cristal, con muchos nervios y miedo, se
encogía entre las tinieblas. Dulken estaba muy molesto y seguramente, un gran
castigo —Como nunca— le daría a su Íntima.
Más, el grito de Dulken, también fue escuchado por la apenada Rose, ella que
entre los brazos de Graham, observaba como el Castillo se hacía más grande
ante su acercamiento, como se iba notando el impresionante Reino de Pandora.
Rose entrecerraba sus ojos, sentía la resequedad de su piel, esa que le recordaba
a Jin, quién seguramente ahora, estaría lavando sus heridas. Rose muerde sus
labios —¡Como le dolía!— pero esto la haría más fuerte.
—Ahora estoy segura de lo que puedo hacer… —Piensa Rose —Debes
temerme Dulken… porque una mujer es muy inteligente y yo te voy a hundir,
te enredaré en tus propias artimañas y morirás en mis manos, esas que te
levantaran frente a la gloria de Ílios. Y Rose suelta un suspiro.
Graham le miraba, más él pensaba en Cassidy, en ella y su desconocido futuro
ante sus escondidos movimientos.
—Ojala que Ílios se apiádese de todos, ojala que Ílios abrace el alma de Jin y
cuidase de la Cassidy y Rose.—