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Ruedas a volar Antología del taller literario de la Escuela de Artes y Oficios para Personas con Discapacidad y Adulto Mayor ׀JORGE GUERRERO DE LA TORRE   ׀

Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

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Ruedas a volar

Antología del taller literario de laEscuela de Artes y Oficios para 

Personas con Discapacidad y Adulto Mayor

׀  JORGE GUERRERO DE LA TORRE ׀

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Primera edición, octubre 2013.

Distribución mundial

Título original: Ruedas a volar, antología del taller literario de la Escuela de Artes y Oficios para Personas con Discapacidad y Adulto Mayor.

© Antologador: Jorge Guerrero de la TorreChih., Méx., septiembre 2013.© Instituto Chihuahuense de la CulturaChih., Méx., septiembre 2013.© Ilustración de la portada: Joefrey Anderson NY, enero 2012.

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS

Diseño: León Muñoz Martínez.

Cuidado de la edición: Jorge Guerrero de la Torre.

Este libro cuenta con el apoyo delInstituto Chihuahuense de la CulturaAv. Universidad y División del Norte31170 Chihuahua, Chih., MéxicoTeléfono (614) 26 6255

Queda prohibida la reproducción total o parcialdel contenido de la presente obra en cualquier formaconocida o por conocerse, sin el consentimiento previo y por escrito del autor y editor de esta antología.

I.S.B.N.: 978-607-8321-02-5

Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico

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La literatura no es más que un sueño dirigido.Jorge Luis Borges

Sólo aquellos que se atreven a arriesgar mucho pueden  lograr mucho.

Robert Kennedy

Todos nuestros sueños pueden convertirse en realidad  si tenemos el coraje de perseguirlos.

Walt Disney

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TAPICES DE PALABRAS OEL VALOR TRANSFORMADOR DE LA

PALABRA CREADORA

TODO ESPACIO ‘TALLER’ conduce a cierto aprendizaje, a cierta forma de artesanía, un saber que se va consolidando en el ejercicio, en la práctica de ese saber que se invoca. Podríamos preguntarnos, entonces, cuáles son las herramientas que conducen dicha práctica, que permiten el acceso a ese saber. Sin duda, en ese espacio llamado taller literario, son las prácticas inseparables de la escritura, de la lectu-ra, del compartir las que ponen en escena el capital simbólico de un grupo, cualesquiera sean sus condi-ciones de producción artística.

Si hubiera un verbo equivalente a escribir en este contexto artesanal sería el de ‘tejer’, en tanto te-jer nos remite a tejido, a un tejido de palabras, a ‘tex-to’ y por asociación semántica a tapiz con sus diver-sos diseños, tramas y colores.

No obstante, no basta con el saber. Para que se realice el texto, debe habitar el deseo, el deseo de la palabra que en principio es siempre trabajo simbó-lico, imaginario, hasta cuando se refiere a la propia vida. Por eso el taller literario nos convoca a cubrir

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un vacío, el vacío frente a la muerte, frente a la au-sencia, frente a la quiebra, frente a la falta, frente al dolor, frente a la enfermedad.

Así, el trabajo de cada uno de los participan-tes de este taller literario junto a su coordinador es el de asumir la tarea de —movidos por el deseo de crear con las palabras— construir un espacio litera-rio en el que circularán los tejidos de palabras lla-mados textos movidos por los respectivos deseos. El participante honra a Aracne a través esta práctica, se vuelve tejedor de destinos universales, de destinos particulares, crea vidas en sus ficciones y corta el hilo, cuando lo necesita. Por eso hablamos de traba-jo imaginario, hablamos de inventar, crear, suplir, completar.

Las problemáticas vitales pueden generar li-mitaciones físicas, corporales, como bien explicita el coordinador del taller y editor de esta antología, el escritor Jorge Guerrero de la Torre.

La escritura así se encuentra constreñida o ajustándose a estos límites y de este modo cumple su función arte/terapéutica, no porque pueda ‘sanar’ sino porque puede darle a los contenidos una forma y esa forma llamada ‘texto’ va transformándose a partir de la práctica e intervención del autor, de su exigencia estética, su conciencia lectora y literaria y también de la influencia de un grupo que participa a

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partir de la lectura y de la crítica reflexiva que per-mite volver al texto para transformarlo.

El desarrollo de la creatividad, las propuestas que la impulsan y generan los textos, las condiciones ambientales, sociales y comunitarias que han logra-do favorecer la producción de los textos, todo ello ha conducido exitosamente a la consolidación de este proyecto.

La variedad de edades de sus participantes, sus diversas patologías o síntomas o ‘diferencias’ sirven de una suerte de epígrafe a cada uno de los textos, junto al nombre del autor/a del mismo. Bajo un título que invoca el movimiento, el vuelo, “Rue-das a volar” se reúnen un conjunto de cuentos y poemas que despliegan a lo largo de sus páginas dis-tintas temáticas, tratamientos y estilos.

No dudamos que los logros enunciados por el editor en las palabras introductorias se hayan cum-plido, nos basta con leer las historias en las que se reflejan problemáticas de vida, transformaciones de situaciones de conflicto a resoluciones felices, cam-bios de personajes negativos en personajes más hu-manos, menos guiados por sus instintos de muerte o de destrucción. En cada relato, de algún modo, habi-ta la esperanza. La galería de personajes y situacio-nes que desfilan por la sección de ‘Narraciones’ nos habla de un alto desarrollo de la creatividad que sin

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lugar a dudas va a permitir una mejor integración a la sociedad y una capacidad de transformación en sus vidas cotidianas.

En esta galería de personajes encontramos animales que narran sus propias historias como el perro o la gaviota y desde su mirada animal nos de-vuelven una mirada del mundo, con sus luces y sus sombras; o la perspectiva de un copo de nieve, nro. 3,842,527 a quien le toca saltar de la nube, el relato en primera persona del árbol que hablaba, los traba-jos realizados en profesiones absurdamente poéticas como la de los creadores de rocío. Nos encontramos con personajes que realizan sus diversos humanos sueños: ser adoptados por una pareja, disfrutar de la amistad en una situación de enfermedad, descubrir el valor del ‘bien’ como ejercicio cotidiano…

De alguna manera sus situaciones, sus histo-rias hablan de un cambio en el que el bien triunfa, frente a las sombras de ‘un hacha de las tinieblas’ o de hermanas tirándose de los pelos, la presencia del mal en un universo de drogas y muerte; la posibili-dad de descubrir el engaño y repararlo frente al peli-gro de ser devorado, en fin, el poder crear historias donde la redención se hace presente bajo distintos desenlaces.

Este conjunto de historias fantásticas, realis-tas, psicológicas, poéticas, muestran la capacidad

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para plasmar la riqueza de su imaginación como la posibilidad de crear otros mundos, plantearse otras soluciones, otras alternativas frente al conflicto que es parte consustancial de un buen cuento, pero tam-bién ingrediente en el tránsito por la vida.

En la sección “Poemas” los hablantes poéti-cos nos envuelven en sus palabras que como mantos de estrellas cubren universos en donde palpita la ne-cesidad de la amistad: “Si me rechazan me recibes/ si me equivoco me acoges/ si estoy feliz celebras conmigo/ si los demás cierran una puerta, tú abres otra” (“Amiga incondicional”, 73), el valor del silen-cio: “Sin embargo/ el silencio es rumor, sirena o ca-racol/ y en él anida mi alma/ que tiembla como ave de cristal en la sombra” (“Soy”, 71). Ese silencio es el mismo que ‘me arropa’, ‘me toma’, ‘me rodea’ en el poema “Calma” (72). Otro tema que aparece a lo largo de estas creaciones poéticas se vincula con la lectura y los libros: “Cuando leo/entiendo que la vida es como el viento/ viene y va”. (“Amor a los li-bros”, 77).

La reflexión sobre la vida, sobre los días en consonancia con una expresión profunda y lírica so-bre el ‘yo’ del sujeto que habla se expresan en varia-dos poemas: “¿Y yo?/ Visiones extendidas/noche-día/agolpados mis sentimientos: aliento inagotado” (“Sendero de vida”, 81). Este deseo de vida es deseo de amor, ser ser amado/a al que se alude en el mis-

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mo poema: “Pero sobre todo/ tengo hambre de amar/y ser amada” ( 82).

Las limitaciones del cuerpo atado a unas cuerdas y su liberación final forman parte del eje te-mático del poema “El títere” (85), en un movimiento liberador que conforma la última estrofa del poema: “Ella quería escapar/ de las cuerdas que la ataban/ y de ella solo quedaron/ las cuerdas que la ataban” (85).

Un universo de múltiples sensaciones habita los poemas de esta antología, consolidando un uni-verso retórico con voces propias y estilos personales: “Una voz/ habla dentro de mí/ con una boca oscura/ No son palabras: son sensaciones” (“Luz crepuscu-lar”, 87), expresa con dramatismo el hablante lírico.

La sección de poemas se cierra con un poema que aglutina en su organización varias series de mi-nipoemas, que muestran la fuerza de la conden-sación y construyen un movimiento que en primera persona se desplaza por la naturaleza: agua, tormen-ta, viento, nubes, agua azul turquesa, sol perdido; el rostro de la amada; en un encuentro con la creación: “Me volvería como un enjambre/siguiendo la ruta de las abejas/sobre agua azul turquesa/hacia el sol per-dido en lo alto/ disolviendo todos los sonidos/ en-vuelto en cada color y sensación del mundo” (“Poe-mas a la luz y libertad” (# 5, 90)

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Demos la bienvenida a esta reunión de rela-tos y poemas. Esta antología nos permite también, en el ejercicio de la lectura, tomar conciencia de la importancia, el valor y la necesidad de llevar adelan-te proyectos literarios de esta dimensión, donde las mencionadas limitaciones de sus autores pueden ser reconocidas en gestos creativos de transformación individual, humana, comunitaria; trascendiendo el espacio libro para devolvernos a la vida y sus desa-fíos.

Dr. Zulema MoretGrand Valley State University

Michigan, USASeptiembre 2013

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PALABRAS DEL RESPONSABLE DEL PROYECTO

LAS PERSONAS NECESITAMOS disfrutar y be-neficiarnos de las experiencias creativas; requerimos gozar de oportunidades para poder expresarnos crea-tivamente. Desafortunadamente no todos pueden ac-ceder libremente a este tipo de experiencias, y muy concretamente eso es vivenciado por todos aquellos que padecen de alguna discapacidad.

En los personal, soy consciente de esa pro-blemática, pues a lo largo de mi vida me vi restringi-do físicamente desde corta edad por sufrir diferentes padecimientos físicos, hechos que me llevaron a ser sometido a tratamientos y atenciones médicas espe-cializadas de clínicas e instituciones de salud. Pade-cimientos tales como asma bronquial, pie plano, fas-citis plantar, condromalacia fémur patelar, miopía, neumotórax espontáneo, síndrome de túnel carpal, neuritis ciática por hernia de disco vertebral y cua-dros recurrentes de migraña jaquecosa, han sido con-diciones con las que no me ha sido fácil el llevar a cabo día a día, las actividades propias de la vida adulta y productiva, siendo necesario medicarme permanentemente con corticosteroides, analgésicos y broncodilatadores, como a su vez depender de ele-

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mentos ortopédicos para tratar de contrarrestar dolo-res crónicos, dificultad de movilidad y problemas para respirar. En ese sentido, comprendo bien como es disminuida la calidad de vida al tener algún tipo de condición médica condicionante; además entien-do muy bien como es necesario tratar de encauzar la consecuente afectación psico-emocional, y afortuna-damente el arte ha sido para mi el mejor medio para alzarme y recuperar mi bienestar. Concretamente, ha sido a través de la creación literaria como he podido, exitosamente, trascender los límites de mi problemá-tica física. Por ello, al quedarme claro cómo son las limitaciones en la vida al tener algún padecimiento crónico, he buscado a su vez y por medio del pro-yecto Ruedas a volar, trabajar con personas que su-fren de discapacidad en cualquiera de sus modalida-des. Ante esta firme intención, encontré eco en la Escuela de Artes y Oficios para Personas con Dis-capacidad y Adultos Mayores, —dirigida por la Psic. Dora Celia Gutiérrez—, institución con la que logré realizar el presente proyecto, concretado gracias al apoyo financiero y logístico aportado por el Instituto Chihuahuense de la Cultura —dirigido por el Arq. Fermín Gutiérrez—, a través del Programa de Estí-mulos para Producción Cultural y Artística de Per-sonas con Discapacidad, coordinado por la Lic. Ale-jandra Esparza Marín.

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La Escuela de Artes y Oficios para Personas con Discapacidad y Adultos Mayores, como institución dedicada a la atención especializada de personas con discapacidad, ha atendido desde su fundación en 2008, a centenares de personas con diversas necesi-dades. En particular, sucede que en Chihuahua, este grupo vulnerable sufre dificultades para acceder li-bremente a los ámbitos y espacios relacionados con el arte y la cultura, por lo que mi enfoque se dirigió hacia intentar aportar algún respaldo para buscar subsanar esa problemática, aunado al hecho de que en Escuela de Artes y Oficios para Personas con Discapacidad y Adultos Mayores, no se había reali-zado hasta la fecha alguna actividad como la aquí presentada, la cual se enfocara a generar condiciones de acceso al desarrollo creativo literario de personas con discapacidad.

Una vez iniciadas las actividades, el reto fue lograr despertar el interés de los asistentes al taller, como a su vez respaldarlos de acuerdo a las necesi-dades especiales de cada uno de ellos. Para eso, re-currí al uso de técnicas de enseñanza especializadas, como a la implementación de ejercicios y tareas es-pecíficas, donde me pidiera enfocar en el proceso creativo para motivar a los asistentes a buscar mejo-rar su condición de vida, en términos de desarrollo humano.

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De tal modo, a lo largo de ocho meses se lle-vó a cabo el taller de creación literaria “Ruedas a Volar”, trabajando con un grupo de 13 personas con diversos tipos de discapacidad. Ellos, por medio de su participación activa, lograron adquirir la suficien-te formación literaria y la necesaria habilidad artísti-ca para producir textos narrativos y poéticos de cali-dad, en los que plasmaron su imaginación, su pensa-miento y su sentir.

Durante ese tiempo, se utilizaron diversas técnicas avanzadas de arte-terapia, lográndose un aprendizaje experiencial que llevó a los alumnos al manejo de los procesos de cambio necesarios para desarrollar la creatividad y equilibrar su salud men-tal y emocional. Fue necesario, dada las circunstan-cias particulares de los asistentes, abordar el trabajo, adecuándoles condiciones favorables para su desem-peño, pues me enfrenté ante el hecho de que los im-pedimentos físicos —tales como la imposibilidad para moverse y escribir, o limitaciones severas de la vista o de la audición—, o las afectaciones mentales y/o intelectuales de mis alumnos, me exigía adaptar completamente el proceso de enseñanza-motivación-creación. Para ello, recurrí a los métodos del teórico del arte-terapia, Joy Schaverien, procurando poner énfasis en la principal ventaja que aportaría a los ta-lleristas el poseer un objeto tangible, en este caso el texto mismo; así, los cuentos y poemas ofrecieron un

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área de mediación y contención de las emociones y pensamientos, buscando que los asistentes conecta-ran con las necesidades del niño que llevan dentro, ofreciéndoles un vínculo con la infancia a través del juego; después, ese material se fue trabajando en tér-minos de un producción literaria cada vez más rica y depurada. Finalmente, el proceso creativo llevó a los asistentes a la fase de «disposición», en la que deci-dieron qué hacer con la obra. Los trabajos aquí pre-sentados son aquellos que cada uno de sus autores, determinó regalar al mundo a través de su publica-ción.

Considero de valor el mencionar que los asis-tentes al taller de creación literaria, lograron desarro-llar un sentimiento de equidad de oportunidades, como a su vez vivenciaron una mayor participación dentro de la comunidad. Además, concretaron una efectiva facilidad para generar procesos de cambio interno, a través del desarrollo de su creatividad como medio para su crecimiento personal y su inte-gración favorable en la sociedad. En definitiva, la impartición dinámica de talleres de creación literaria a grupos vulnerables, permite que los asistentes de-sarrollen mayor amplitud de pensamiento, así como una mejor capacidad para plasmar la riqueza de su imaginación, la amplitud de sus pensamientos y la profundidad de sus sentimientos.

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Otro objetivo de este proyecto ha sido el lo-grar una mayor sensibilización de la sociedad ante las personas con discapacidad, y para lograrlo, se distribuirá de forma masiva e intercontinental la pre-sente antología, compartiéndola con especialistas y público en general. Muy particularmente, la distribu-ción será realizada en múltiples foros e instituciones educativas, civiles y clínicas en la ciudad de Chihuahua, pero a su vez se enviará a 159 grupos de atención a personas con discapacidad, como también a bibliotecas públicas e instituciones educativas y de salud de 88 ciudades diferentes de México, e igual-mente a otras tantas de Norteamérica, Centroaméri-ca, el Caribe, Sudamérica, España, Francia e Ingla-terra, La intención de tal difusión, es para que los sueños, sentimientos, valentía, ideales, fortaleza, lo-gros, temores y esperanzas de los autores aquí anto-logados, sirvan como vehículo documental de los procesos de dignificación, creatividad y aprendizaje vividos por una persona con discapacidad.

Agradezco a cada uno de los asistentes al ta-ller, su interés y entrega, su inagotable imaginación, su prístina sensibilidad, su bello optimismo, su indo-blegable espíritu de lucha, su infinita bondad, y su profundo y siempre honesto cariño. Todo esto ha sido para mi un valioso regalo que me cambió para siempre.

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Para concluir, dedico muy especialmente este trabajo a nuestro compañero Víctor Guillermo Gon-zález Ramos, quien fue hombre ejemplar, un alumno entusiasta y un excelente poeta, el cual, aún pade-ciendo de severas limitaciones físicas, avanzó hasta el final de la vida con alegría, sencillez y generosi-dad. Víctor, te nos adelantaste a todos, pero tus pala-bras quedan aquí para ser recordado.

Dr. Jorge Guerrero de la TorreChihuahua, México

Septiembre 2013

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PRIMERA SECCIÓN

NARRACIONES

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Autora: Mariana Guadalupe Luján MirandaEdad: 21

Discapacidad: Motriz

Laberinto del tiempo

LA SUAVE luz de la luna iluminaba aquella mi-rada roja como el fuego del infierno.

Dos grandes alas afloraban de su espalda envolviéndolo en un halo de maldad. Sus blan-quísimos dientes contrastaban con el tono oscuro de las escamas que cubrían su piel y sus amena-zadoras garras invitaban a dar media vuelta y no regresar jamás.

Doremy, la doncella guerrera, reprimió un grito de terror, a pesar de que era incapaz de apartar la mirada de la criatura. Resultaba fasci-nante y aterradora a la vez, si bien era imposible encontrar adjetivos para describir a un ser de las tinieblas. Se llevó una mano al cuello, buscando su amuleto de protección. La cálida sensación del metal entre sus dedos le hizo recuperar algo de tranquilidad. Nunca había visto un demonio y en aquel momento no tenía la certeza de poder con-servar la vida para contarlo. Existen multitud de leyendas acerca de seres sobrenaturales que son

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capaces de volver locos a los más cuerdos o in-cluso de matar con una sola mirada. La mayoría son temidos y respetados por los humanos, aun-que no ocurre lo mismo con los usuarios de la magia, quienes siempre han tratado de controlar-los. En el caso de Doremy, que había nacido con el don la magia, eran las propias criaturas las que intentaban tomar posesión de su cuerpo. El suyo era un poder muy apreciado, ya que tenía la capa-cidad de abrir canales mentales para ver el pasado y el futuro. Sin embargo, todavía no había conse-guido manejar ese poder a su antojo, pues las vi-siones continuaban siendo esporádicas y muy cortas.

En la más reciente había visto el anillo de Tsuki, una joya tan maravillosa como temible.

Había estado perdido durante muchos si-glos, por eso en cuanto los magos supieron de su milagrosa reaparición no dudaron en ir a por él. La piedra blanca del anillo permitía controlar el flujo del tiempo, algo que hombres, magos y se-res fantásticos han ansiado desde el principio de las eras. El rumor de que el anillo estaba en pose-sión de los demonios se había extendido como la pólvora, provocando que más de uno tuviera la osadía de enfrentarse a ellos. Particularmente, a

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Doremy no le interesaba en absoluto hacerse con la preciada joya. No obstante, la corte de los ma-gos no opinaba lo mismo, así que la enviaron a cazar un demonio haciendo caso omiso a su de-sinterés. Llevarle la contraria a las cofradía de magos era algo bastante peligroso, por lo que fi-nalmente no le quedó más remedio que aceptar la misión que le habían asignado.

Agazapada detrás de unos arbustos, refle-xionó sobre su situación durante unos minutos.

Como sus poderes no iban a servirle de mucho tendría que usar la espada mágica de Mi-tzurh si quería tener alguna posibilidad de vencer. Lentamente la sacó de la vaina de cuero. La hoja resplandecía a la luz de la luna con un brillo blan-quecino y misterioso.

La cofradía de magos las llamaban armas sagradas, por la pureza de los metales con los que se forjaban, que según decían habían sido creados por los dioses. Visualizó a la criatura entre las fi-nas ramas y se preparó para atacar. Esperó unos tres o cuatro segundos y embistió al demonio que, sorprendido, no fue capaz de esquivar la es-tocada. Un sonido gutural rasgó el gélido aire nocturno cuando la hoja rozó su escamoso hom-bro. Doremy, aprovechando la confusión, arreme-

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tió de nuevo, pero su adversario detuvo la embes-tida. Sin que Doremy se diera cuenta, el engendro había sacado su propia arma: se trataba de una gran hacha de las tinieblas. La criatura mostró su enorme fuerza, respondiendo al ataque con un enérgico movimiento que desequilibró a su opo-nente unos segundos, los suficientes para hacer que la espada mágica volara por los aires hasta quedarse clavada en el suelo. Desarmada, Dore-my retrocedió un par de pasos intentando pensar en su siguiente maniobra. Sin la espada mágica todo era mucho más complicado, ya que pocas cosas son capaces de herir a un demonio. La úni-ca alternativa era teletransportarlo hasta el cala-bozo de la torre de hechicería. En ese momento, algo la sacó de sus cavilaciones: el ente maligno se dirigía hacia ella con el hacha por delante y un destello de furia infernal brillando en su mirada. Casi sin tiempo de eludir el cortante y despiadado filo, se tiró al suelo y rodó sobre la hierba. En el tiempo que llevaban combatiendo se había perca-tado de una cosa: su adversario era fuerte y ágil a la hora de moverse, sin embargo, sus ataques eran pesados y lentos. Tiempo atrás había oído que esa es una debilidad importante en un duelo, por lo

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que lo mejor sería beneficiarse de ello para ganar tiempo. Su prioridad era recuperar su espada.

Como movida por un resorte, se levantó rápidamente del suelo y corrió tras su arma.

Había caído cerca de un gran árbol, al otro lado del claro. Cuando estaba a punto de alcan-zarla notó las garras del demonio aferrándose a su brazo izquierdo. El olor metálico de su propia sangre le provocó náuseas y un dolor agudo le re-corrió desde la muñeca hasta el hombro. Sus ro-dillas se hincaron en el suelo con violencia mien-tras notaba los desbocados latidos de su corazón. Apretó los dientes, lamentándose de su ineptitud. Cerró los ojos con resignación, esperando su final a manos de la monstruosa criatura. Sin embargo, lo que el destino le tenía reservado a Doremy era muy distinto.

Escuchó algo deslizarse sobre el pasto, se-guido de un fuerte crujido. Luego se dio la vuelta y se sorprendió al contemplar la escena. Una gruesa raíz envolvía al demonio, que yacía inerte en el suelo.

— ¿Estás bien? —preguntó una dulce voz femenina.

Doremy miró hacia arriba instintivamente. Una hermosa hada, de largos cabellos dorados, le

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tendía su nívea y delicada mano. En la palma pudo apreciar una marca en forma de media luna. Luego reparó en sus graciosas orejas picudas y en sus alas grandes y verdes.

— Gracias Dama del Bosque por haberme salvado —respondió Doremy.

— No hay de qué, doncella-guerrera. He venido a traerte un mensaje.

Las palabras del hada le tomaron por sor-presa. Cuando los magos informaban a alguien durante una misión nunca lo hacían a través de las hadas. Las consideraban criaturas difíciles en el trato, ya que no hacían favores sin recibir algo a cambio. Tras levantarse le entregó un sobre con su nombre escrito en tinta roja. Intrigado, lo abrió para ver su contenido. Dentro había una carta es-crita con una letra que le resultó bastante fami-liar. Decía así:

Doremy: Te espero en Taitín dentro de tres días. Me urge hablar contigo sobre mis últimos descubrimien-tos acerca del anillo de Tsuki. Aralia te mostrará el camino, así que te ruego que no desconfíes de ella por el simple hecho de ser un hada. Es de vi-

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tal importancia que los magos no sepan nada de lo sucedido esta noche.

Atentamente,Gallagher.

Justo después de leer la carta, esta se hizo pedacitos. Doremy miró de nuevo al hada, sin sa-ber qué decir. El Gran Mago Gallagher había sido su mentor durante su estancia en la torre de he-chicería. Era un hombre muy sabio y prudente, por eso le resultaba raro que le hubiera enviado una carta a espaldas de la corte de magos.

— No pierdas el tiempo. Tenemos que ir-nos ya —le espetó Aralia.

La rudeza con la que se lo dijo la descon-certó. Aralia parecía tierna y frágil, aunque una conversación de unos segundos con ella bastaba para darse cuenta de que las apariencias engañan. Una vez que Doremy hubo recogido la espada echaron a andar en dirección a lo que ella supuso que era la salida del bosque. La ciudad de Taitín se encontraba en las tierras del norte, a unos días de camino de donde ellas estaban. No era mucho tiempo, pero no le apetecía pasarlo en compañía de Aralia. Era demasiado enigmática y misterio-sa. En ese momento pensó en lo caprichoso que

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puede llegar a ser el destino y eso le hizo sentirse una pieza insignificante en el rompecabezas del tiempo. Sin quererlo se había convertido en una renegada a ojos de la cofradía de magos, al ocul-tarles información. Para ellos todo era blanco o negro, con ellos o contra ellos. Vivir al margen de la ley era una empresa peligrosa y aun así, no tenía miedo.

Estaba al tanto de que una visión inoportuna podía destrozar su mundo en cuestión de segundos, pero estaba harta de negarse a sí misma lo que en realidad era. Quería aprender a utilizar aquel fantástico poder que se le había concedido, porque estaba segura de que se avecinaban tiempos difíciles. Suspiró al pensar en lo que había dejado atrás, mas enseguida apartó los recuerdos de su cabeza y se concentró en seguir a su nueva compañera de viaje, que avanzaba con decisión mientras su figura se recortaba contra los primeros rayos del amanecer.

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Autora: Fabiola Rocío Gallegos ValenciaEdad: 24

Discapacidad: Mental

Mónica y Margarita

MÓNICA Y MARGARITA eran hermanas. Eran muy distintas entre ellas pero hermosísimas las dos. Mónica tenía el pelo rubio, ojos azules, la-bios rojos, y dientes blancos y bien ordenados. Margarita era una bella morena de pelo negro y ojos grandes y oscuros, sus labios eran de color fresa y los dientes perfectos. Eran dos bellezas in-creíbles, pero su carácter era terrible: las dos eran egoístas, perezosas, envidiosas y muy mal grose-ras. Todo el día estaban peleándose por cualquier cosa y discutían a gritos sin parar. Su madre ya no podía más y un día, desesperada, se fue a visi-tar a una bruja que era famosa por sus encanta-mientos. La bruja tenía un gran poder y podía convertir lo más maravilloso en algo horrible. Así que la madre le contó lo que ocurría con sus hijas y decidieron que lo mejor sería darles una lec-ción. La hechicera se sentó delante de un cazo pestilente donde hervía un algo verdoso y dijo unas extrañas palabras; brotaron unas burbujas

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enormes y dentro de ellas se veía la figura de las dos niñas. Terminado el ritual, la bruja dijo: “vaya a casa, en poco tiempo la magia hará su trabajo”.

Cuando la madre retornó a su hogar, se encontró con lo de siempre: sus hijas, tirándose del cabello, luchaban por el suelo, peleando como un par de gatas furiosas. De pronto, ante los ojos asombrados de la mujer, la niñas tiraron con tanta fuerza que se arrancaron enormes mechones de cabello. Se separaron y al hacerlo, el resto del pelo cayó al piso. Mónica y Margarita, al ver eso, se asustaron tanto que comenzaron a gritarse en-tre si, pero continuar insultándose, los dientes salieron disparados de sus bocas como arrancados por unas pinzas invisibles. Con desespero, lleva-ron sus manos a la cara, dándose cuenta de que la piel se transformaba en duras y resecas escamas; las uñas crecieron como garras y los pies se cu-brieron de vellos gruesos y feos. Lloraron des-consoladas, y al hacerlo, sus voces cambiaron hasta ser como graznidos de guajolote.

La madre inmediatamente comprendió que ese era el terrible efecto del hechizo; tuvo que contenerse para no ir corriendo a reclamarle a la bruja, pues recordó el tremendo encantamiento

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era la única manera de darles una dura lección a sus hijas.

Las niñas salieron corriendo de la casa, aterrorizadas por lo que les sucedió, huyendo sin dirección. Buscaron algún sitio remoto donde es-conderse de la mirada de los demás. Por fin, en la profundidad de un bosque de pinos, hallaron una cueva húmeda y sucia, y allí se quedaron. Sus días eran solitarios y tristes, pues su fealdad era tal que ni los animales del bosque se atrevían a acercarse a ellas. Pero todo esto fue teniendo sus resultados benéficos, pues ellas comprendieron que para sobrevivir se necesitaban mutuamente, así que, poco a poco, aprendieron a quererse y respetarse. Margarita reunía un poco de leña, re-colectaba hongos y raíces en el bosque, mientras Mónica aprendió a cocinar todo eso en una vieja vasija de barro que encontró en las ruinas de una cabaña. Entre las dos construyeron un par de ca-mastros con paja y rama, y se contaban historias de como había sido buena su vida antes de la des-gracias. Una de ellas, una mañana, encontró un pequeño animal lastimado afuera de la cueva, y llamando a su otra hermana, dijo “Mónica, ven, ayúdame con esta paloma... parece herida y no se que hacer...” Así, cuidando de la pequeña ave he-

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rida, aprendieron a ser caritativas y generosas. Poco a poco, lograron comprender el valor de las cosas buenas de la vida. Lucharon por hacer su mundo mejor, aún teniendo en contra todo tipo de limitaciones, hasta que un día entendieron que no había ningún obstáculo que no pudiera ser en-frentado con éxito.

Cuando al fin vieron esa enorme verdad, y sus corazones estaban al fin en paz, el conjuro desapareció, retornando sus antiguas apariencias. Eran bellas de nuevo, humanas y normales. En-tonces decidieron volver a su hogar.

Al llegar, su madre las estaba esperando en la puerta, pues la bruja le había anunciado su regreso y el final del castigo. Desde entonces las hermanas nunca más discutieron, se querían con ternura y se ayudaban constantemente la una a la otra.

Y su madre, recuperada del dolor que le había ocasionado la distancia de sus hijas, respi-raba al fin orgullosa de tener unas hijas tan mara-villosas.

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Autora: Sandra Iveth Campos CornelioEdad: 20

Discapacidad: Intelectual

Manchas

HOLA: MI NOMBRE es Manchas. Soy lindo y simpático. Lo más gracioso es que soy como una bola peluda. Les contaré mi historia.

Eran tiempos de crisis. Mis hermanitos y yo nacimos en una casa muy pobre, que estaba casi en ruinas. El frío y el hambre se apoderaba de nosotros, pero aunque la dueña era muy ama-ble, no tenía dinero para alimentarnos, por eso mi mamá tenía que salir a buscar comida. Nos que-dábamos llorando hasta que regresaba, y sin em-bargo era muy poco lo que podía darnos.

Así pasaron los días, hasta que un día lle-garon unos hombres que se llevaron arrastrando la dueña. La señora no paraba de llorar y gritar “¡No estoy loca!... ¡déjenme en paz con mis pe-rros!...”. Luego nos quedamos muy solos y asus-tados escuchando el ruido que hacia el viento. Nuestra madre nos cubrió con su cuerpo para dar-nos calor y así nos quedamos, tristes y abandona-dos.

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Al día siguiente llegó un camión. Bajó un hombre con una gran red y se acercó a nosotros, muy lentamente. Mi madre le gruñó, tratando de defendernos, pero no pudo hace nada para impe-dir que atraparan a todos. Yo corrí como pude, y quizás por que estoy pequeño, pude meterme en un agujero. Ahí no me encontró el hombre, pero vi como se los llevaba a todos. ¿A dónde serían enviados? Estaba muy, pero muy asustado. En ese momento me quería morir de la gran tristeza que sentí al verme sin mi familia. ¡Qué iba a ha-cer yo solo en esta vida si era muy pequeño y no sabía buscar comida! Me acurruqué en una esqui-na de la casa y así pase varios días, hasta que en mitad de la noche me despertó una enorme luz, me subí a una silla para ver y era una estrella fu-gaz. ¡Qué bonita!

Le pedí a la estrella vivir sin miedo, con seguridad y con amor. Entonces me dio mucho sueño, y me quedé dormido recordando como ju-gaba con mis hermanitos. Al día siguiente llegó un aparato enorme que hacía mucho ruido, y em-pezó a tirar la casa. Comenzaron a caer maderas, ladrillos y yo sin poder hacer nada. Lloré mucho y nadie me oía. De pronto, se acercaron tres seño-res que tenían capa y corona y me dijeron: “no te-

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mas, pequeño, nosotros te cuidaremos”. Luego sentí que me levantaban y era llevado a un lugar en donde había un señor con una bata verde y al-rededor muchos otros animales heridos, algunos con vendas y otros dormidos. Así estuve varios días. Me alimentaban con cuidado y alguien dijo “pobrecito... está muy mal...”

Poco a poco fui recuperando la fuerza. Cada día me sentía mejor y la alegría retornó a mi cuerpo.

Una noche, de pronto, volvieron los tres señores que me rescataron de esos horribles es-combros y me llevaron con ellos. Luego me colo-caron un gran lazo azul en el cuello y me pusie-ron al lado de un árbol lleno de luces y regalos.

En esa casa había dos niños que cuando me vieron lloraron de alegría. Nunca nadie me había querido tanto.

Ahora tengo un gran hogar, vivo muy fe-liz y soy el perro más afortunado del mundo y todo gracias a la estrella mágica de los deseos.

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Autor: Daniel Hernández VelozEdad: 20

Discapacidad: Intelectual

Una gran amistad

LUCAS ERA un niño muy bueno, al que le gus-taba mucho jugar al fútbol. Pero un día, mientras jugaba, se quebró una pierna. El doctor le colocó un yeso y Lucas se puso muy triste, no solo por-que le dolía la pierna, sino porque por mucho tiempo no podría jugar a su deporte favorito.

Pasaron los días y Lucas extrañaba tanto a sus amigos del equipo que, en vez de seguir llo-rando en su casa, decidió ir a verlos mientras practicaban. Cuando llegó a la cancha donde siempre se reunían, se sentó un poco lejos para que no lo vieran. No podía evitar que sus lágri-mas corrieran por sus mejillas... ¡Tenía tantas ga-nas de jugar él también!

Pero su mejor amigo lo vio desde lejos y se acercó a saludarlo. Cuando se dio cuenta de que Lucas lloraba, le preguntó qué le pasaba, pero él no le quiso decir nada de lo que sentía. En ese momento, su mejor amigo que lo conocía de muchos años, se dio cuenta de lo que ocurría y le

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dijo que esperara ahí sentado, que volvería en un ratito.

Se fue hasta a su casa, y volvió con un mazo de naipes para jugar, y le dijo a Lucas:

— Ya que no puedes correr, yo no tengo muchas ganas de jugar al fútbol; prefiero jugar unos partidos con los naipes, así compartimos juntos esta tarde tan linda ¡Hace tanto que no ju-gamos a esto!

A Lucas le gustó mucho la idea, se secó las lágrimas y una sonrisa grande iluminó su cara. Y mientras ellos dos jugaban, se fueron acercan-do poco a poco todos sus compañeros del equipo, y así se armó una ronda grande para jugar a los naipes. ¡Lucas estaba tan feliz!

Pasaron una tarde muy divertida, y desde ese día, siempre se juntan en la cancha. Primero los chicos juegan un rato al fútbol, y después, mientras descansan, se sientan todos bajo un ár-bol, donde los espera contento Lucas, para jugar a los naipes. Y dicen que esto va a seguir así, hasta que él pueda volver a jugar.

Lo mejor de todo es que de esta manera Lucas ya no sufre, por el contrario está muy feliz de que gracias a su caída, descubrió que tiene unos amigos tan buenos, que hasta son capaces

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de dejar de jugar al deporte que tanto les gusta, con tal de compartir una tarde con él que no pue-de hacerlo.

Ahora no sólo los une su pasión por el fú-tbol, sino también una verdadera amistad, de esas que no se ven en cualquier lado, solamente donde hay grandes amigos, que son los que nunca te abandonarán cuando estás pasando un mal mo-mento.

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Autora: Arcelia Venzor MendozaEdad: 60

Discapacidad: Auditiva

El tesoro del árbol

¡HOLA! ¡HAY ALGUIEN AHÍ! —dijo el árbol con angustia. Su voz era débil, tímida. No quería hacer algo imprudente que para despertar a los oscuros seres que habitaban ocultos en el monte... no quería atraer a los monstruos, a las bestias.

Ohhh... el frío era tan intenso, que la esen-cia de su ser ya casi no vibraba. Poco a poco la ti-bieza abandonaba su cuerpo, congelándolo. Era el único árbol despierto en medio de esa enorme huerto, sintiéndose en la oscuridad tan perdido, vulnerable.

— ¡Dios mío! —reflexionó—, debería es-tar dormido como los demás. Este tiempo ya no es mi tiempo. Pero entonces, ¿porqué me manten-go aún consciente y lúcido?¿acaso por obra de al-gún poderoso hechizo?

La ventisca implacable, soplaba en aque-lla madrugada gélida, arrancándole cada vez más todo hálito de fuerza. El manzano luchaba por mantenerse en pie, por evitar ser desarraigado. Su

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esfuerzo no era tanto para lograr sobrevivir, sino para mantener en su lugar la pequeña joya que de manera insólita había brotado en su seco enrama-do: un cristal azul y esplendoroso, redondo, quie-to, brillaba suspendido de una delgada rama.

El viento, aullando embravecido, intenta-ba arrancarle la magnífica gema. Loco de envi-dia, el vendaval rugía contra el árbol. Si los de-más árboles estuvieran despiertos, nadie en todo ese gran campo helado lo querría: era una tor-menta gélida y gris, informe y desgarbada.

El ataque inmisericorde continuó, desi-gual y a muerte. El árbol intentaba —en vano— detener, herir al etéreo viento.

Sin poder hacer más, al fin, el árbol fue sacado de cuajo, arrancado violentamente.

Tirado de lado, con las raíces expuestas y el tronco roto, dirigió una última mirada a aquella frutita hermosa que él mismo había gestado y que ahora, gracias al inclemente frío de esa región de Temósachi, se había convertido para siempre en una piedra preciosa, para la alegría de muchos corazones.

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Autor: Víctor González Ramos †

Edad: 41Discapacidad: Visual

Bajo el sol

HOLA, HOY es 11 de agosto y estoy en la playa. Son las seis de la mañana y Pedro y Juan me han despertado con el ruido de la máquina. Son los que se encargan de limpiar el agua de las porque-rías que deja la gente: latas, cigarrillos o bolsas de plástico y de las algas muertas que flotan por allí. Me mojo la cara para refrescarme y miro al cielo. Parece que hoy el sol se levanta de buen humor. La semana pasada estuvo triste y tímido, el cielo se llenó de nubes y no paró de llover.

Ya son las ocho y media, el campanario de la iglesia acaba de anunciarlo. Ahí llega María Teresa tan puntual como siempre. Sabe que si lle-ga más tarde hay más alboroto y a ella lo que le gusta es bañarse en calma y sola. Se va llenando la playa de gente. No me extraña con el buen día que hace. ¡Órale!, la señora de la casa rosa se ha comprado un bikini nuevo. Ya deben de haber

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empezado las rebajas. ¡Pepinos de mar, si es Jai-me!

Cuánto tiempo sin verle. Jaime tiene una cámara de fotos especial que puede meter en el agua. Con ella hace fotos a los animales que vi-ven en el mar. Me acerco a saludarlo y poso para él. Jaime me hace una foto y me sonríe. ¡Qué bien que haya vuelto!

A todo el mundo le gusta tirarse por el to-bogán de la plataforma. La plataforma es bastante grande y de color azul. El tobogán al estar moja-do resbala más y te hace adquirir mucha veloci-dad. Un señor gordo y con bigote se ha tirado por él y me ha mojado toda. ¡Mira! por allí viene Polo, ¡cómo se tira al agua y ya no lleva flotador! Parece un pez . Mm-mm... esto del pez me ha abierto el apetito. A esta hora todo el mundo está comiendo en el puesto donde venden ceviche. Miguel es el cocinero, nos conocemos desde que nací. Sus tostadas con ceviche son las mejores del mundo y hoy me ha dado dos. ¡Están buenísimas! Después de comer me echo una siestecita, como de costumbre. Yo siempre duermo en el tejado del puesto de comida, porque el aroma del cevi-che me hace tener buenos sueños. Esta vez sueño que estoy en una playa desconocida y como soy

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muy curiosa me pongo a investigar. Me acerco al mar, a una zona extraña donde el agua es de color plata. Bebo un poco y descubro que el agua sabe al ceviche que hace Miguel. ¡Qué bien! Estoy a punto de darme un banquete cuando una gran nube tapa el sol y una sombra cae sobre mí y so-bre el mar azul. Me despierto y descubro que la sombra es el papalote de un niño que lo está ha-ciendo volar. Esta vez no ha sido un sueño muy bonito pero qué le vamos hacer. Ya es por la tar-de y la gente se está empezando a ir. Todos los niños están volando sus papalotes, y yo juego con ellas. Al ponerse el sol, Pedro y Juan han vuelto a pasar la máquina. Me encantaría poder conducirla pero solo soy una gaviota. Los he saludado y he volado hasta mi nido.

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Autora: Lily OsuraEdad: 36

Discapacidad: Motriz

Bella 22

HOLA. LES COMPARTIRÉ mi historia:A los tres meses de haber nacido, una te-

rrible enfermedad me atacó: la meningitis, la cual inflamó severamente las membranas de mi cere-bro. Este padecimiento es especialmente frecuen-te en niños y personas inmunodeprimidas. Sus consecuencias, son algo serio con lo que tengo que lidiar por el resto de mi vida.

Cuando comenzaron los primeros sínto-mas, los médicos de la localidad en la que nací —un pueblo enclavado en la serranía chihuahuense—, no lograban determinar qué me sucedía. Ante eso, mi madre hizo un gran esfuer-zo para conseguir que nos trasladaran a ambas en avioneta, con rumbo a la capital del Estado. Al llegar, inmediatamente fui internada en un hospi-tal; pero para mi gran desinfortunio, no obtuve un correcto tratamiento. Los médicos, al verme casi muerta, azotada por la fiebre, decidieron punzar-me la espina dorsal en tres ocasiones, extrayendo

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líquido cefalorraquídeo para hacer análisis. No era común ver niños ingresados con este mal, y al no estar habituados a ello, procedieron de una manera que finalmente terminó por agravar las cosas. Me entregaron a mi madre diciéndole “Se-ñora, sentimos decírselo, pero es necesario que tenga resignación, pues lo más seguro es que fa-llezca la bebé”.

Pero gracias a Dios, tuve una oportunidad de vivir. Cuando me dieron de alta en el hospital, mi madre decidió que nos quedaríamos en la ciu-dad de Chihuahua, pues unos tíos nos ofrecieron alojamiento y apoyo.

Cuando llegué a los 10 años de edad, fui enviada a una escuela con niños normales. Du-rante los años anteriores, había cursado mis estu-dios en una escuela para personas con necesida-des especiales, pero le indicaron a mi madre que sería mejor para mi desarrollo el relacionarme con niños sin discapacidad. Tristemente eso no fue así, pues en ésa época no existía una cultura de integración y respeto para las personas con discapacidad. Resentí la dura discriminación y maltrato hacia mi persona. Cosas rudas y feas como “tullida”, “cuatro ojos”, “bruja” me eran gritadas, lastimándome profundamente.

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No sólo los niños, sino también los profe-sores y directivos de la escuela hacía menoscabo de mi, tratándome indignamente, como si fuera alguna clase de aberración sin derechos. Burlas, agresión y vejaciones, eran el pan de cada día. Hasta que mi madre —bendita sea ella—, me trasladó a otro colegio. En él, un hombre magnífi-co, noble y sabio maestro de la escuela me reci-bió con amor y respeto. El profesor le dijo a mi mamá “Señora, desde hoy usted podrá dejar de hacer guardia afuera de la escuela. Ya no es nece-sario que la cuide tanto. Aquí es el lugar indicado para ella. Nosotros la ayudaremos a que aprenda a ser más segura de sí misma y a desarrollar la independencia que necesita. Déjela en nuestras manos.” Así, él y su esposa —la cual además era conserje en la escuela—, me cuidaron casi como si fuera su hija.

Sin embargo aún había gente que no com-prendía mi situación y sentían rechazo hacia mi: me refiero a unas compañeras de clase, las cuales, cruelmente me llevaron a la fuerza hasta un arro-yo cercano a la escuela y sin más me arrojaron al agua. Ahí estuve, tirada en el agua, con mi silla de ruedas volcada al lado, sin poder hacer nada por levantarme. La corriente era débil y por ahí

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fluía poca agua. Manteniendo con dificultad la cabeza levantada, pude respirar, pero un miedo espantoso, la más fiera angustia me atrapó. ¿Qué sería de mi? De nuevo la Providencia intervino, pues un muchacho pasó por ahí, rescatándome. Cuando se enteraron en la escuela de lo sucedido, el profesor montó en cólera, y a punto de castigar físicamente a mis compañeras, levantó una regla de madera para azotarlas. Tuve compasión por ellas y le pedí al profesor que dejara pasar eso, que no era para tanto, que sólo había sido una broma pesada de ellas, que ya las había perdona-do. Por haber hecho eso, ellas cambiaron su acti-tud hacia mí, convirtiéndose en mi mejores ami-gas, acompañándome a todos lados, otorgándome su ayuda siempre que las necesitara.

Pasó el tiempo, y cuando nos disponíamos a comenzar los preparativos para festejar mis quinceaños, ocurrió una terrible desgracia en mi familia: mi padre fue asesinado. Eso lastimó es-pantosamente mi corazón. Deprimida, caí en un abismo de desesperanza y oscuridad. Inclusive llegue a desear no seguir con vida. Poco a poco fui saliendo de eso agujero, aún cuando pasé por una etapa en la que ni yo misma me aguantaba. Era muy rebelde y necia.

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Pero un día maravilloso, la Gracia del Se-ñor llegó a mí. Fui invitada a participar en una ceremonia católica, durante la cual encontré un sentimiento de paz y entendimiento en mi ser. Comprendí que por alguna razón inescrutable, Dios había determinado que yo viviera todo lo que les he narrado: era parte de Su Plan, en el que todos estamos inmersos y cuyos derroteros están más allá de nuestra comprensión, pero que obran para un bien oculto que cada quien debe encon-trar en su propio corazón.

Hoy agradezco al Creador por todo. Me acepto como soy: vivo feliz, me siento plena y sigo adelante.

Sólo espero, algún día, tener la oportuni-dad de conocer a una persona que yo admiro enormemente. Me refiero a la cantante Gloria Trevi, pues es una mujer ejemplar, valiente, exi-tosa, que ha sabido sobreponerse a los enormes problemas que la han atormentado. Ella es mara-villosa: siempre caminado con la mirada puesta en lo mejor de la vida, radiante, orgullosa, plena y siempre dispuesta a entregar a los demás lo me-jor de sí misma. Además yo hago una imitación de ella, pues me fascina su música. Espero que de

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algún modo, ella algún día sepa que la quiero mu-cho.

Termino comentándoles, que sigo estu-diando y les deseo lo mejor.

Un beso para todos.

Su más atenta servidora. Bella22

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Autor: Jorge Ortíz ÁngelesEdad: 31

Discapacidad: Mental

La verdad del problema

FRANCISCO GÓMEZ se secó el sudor de la frente, sintiendo por primera vez el cansancio que llevaba arrastrando durante días. Con un suspiro de resignación, sacó un cigarrillo y se lo puso en-tre los labios. El joven sentado al otro lado de la mesa se incorporó en su silla, estimulado por el olor del tabaco.

— Dame uno —ahora el joven miraba fi-jamente el paquete de cigarrillos.

El periodista, dudando de que estuviera haciendo algo correcto, le entregó uno.

Encendió ambos cigarrillos protegiéndo-los de la corriente de aire. El policía que le había conducido hasta la sala se despidió con un vago saludo. Para él era lo de siempre, un muchachito al que habían agarrado vendiendo drogas, o sea, otro más que había caído en aquel mundo de en-gaños, peligros y corrupción. Sin embargo, para el periodista se trataba de una gran oportunidad para escribir un importante artículo.

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Cuando Francisco llegó a Chihuahua, pen-só que todas aquellas matanzas que se decía esta-ban ocurriendo en la frontera con Estados Uni-dos, no eran más que exageraciones. Sin embar-go, al llegar a Chihuahua, se quedó sorprendido ante la realidad. Se dio cuenta que no se trataba de un reducido grupo de narcotraficantes que dis-tribuían drogas, sino que se trataba de una pobla-ción entera sumergida en un mar de pobreza, donde los niños jugaban con armas de madera, a ser sicarios. Eso era espantoso.

Por primera vez en mucho tiempo, Fran-cisco sintió miedo, miedo a no poder salir de allí, miedo de la miseria que azotaba a cada uno de los habitantes de ese estado. Había visto a jóvenes divertirse jugando a disparar a un perro cojo. También había visto a policías entrar con sus ca-rros blindados en las colonias populares, insultan-do a sus habitantes a través de un megáfono y amenazando a todos con sus armas de alto calibre montadas en torretas sobre sus vehículos. Ahora tenía la oportunidad de hablar con un joven nar-cotraficante (gracias a una generoso soborno en-tregado a un agente de la Fiscalía del Estado), y no iba a desperdiciarla.

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Sacó su vieja grabadora del bolsillo, hu-medeció la punta del lápiz con la lengua y se dis-puso a interrogar.

— ¿Cómo te llamas muchacho? — Eduardo —respondió el joven, apuran-

do al máximo su cigarrillo. — ¿Tu edad? — Diecisiete —Eduardo se rascó la nariz. — ¿Por qué estás aquí, Eduardo? ¿Tráfico

de drogas? — Sí, ya te lo he dicho antes. — Está bien...explícame cómo empezó

todo. Desde niño, quiero decir. Si me das buena información, te regalo la cajetilla de tabaco.

A Eduardo le molestó el chantaje, pero por otra parte sabía que aquellos cigarrillos eran los últimos que podría permitirse en mucho tiem-po, por lo que aceptó la oferta con un gruñido de resignación. Francisco, satisfecho con lo que ha-bía conseguido, puso en marcha su grabadora.

— Todo empezó cuando era pequeño, como a los ocho años. Por entonces era lo que en las pandillas llamamos halcón, o sea, era un vigi-lante. Cuando los demás compañeros entraban a extorsionar a algún comerciante, yo me encarga-ba de avisar por medio de un celular si veía acer-

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carse alguna patrulla de la policía. Entonces no era tan peligroso, pues los polis no perseguían a los niños pequeños. Luego nos metíamos entre las colonias pobres de la periferia, donde nuestra gente nos ocultaba de la policía. Ellos ni siquiera tienen huevos de entrar. Ni los tenían antes ni los tienen ahora.

— ¿Por qué crees que la poli tiene tanto miedo? —ahora Francisco jugueteaba con las ce-nizas del cigarrillo.

— Porque cuando intentas entrar a un la-berinto de calles sin pavimentar, y te encuentras con tipos armados que quieren matarte, no te dan muchas ganas de seguir adelante. Yo soy de la banda de los Cruisers, y conozco todos los calle-jones y los escondrijos donde guardamos drogas y armas. También conozco las zonas de las ban-das rivales por dónde no meterse. En mi mundo, si te equivocas estás muerto —Eduardo estiró los brazos y bostezó— ¿Me das otro cigarrillo?

— Antes háblame de tu familia, de cómo le afectaba el tema de las drogas.

— Mi familia siempre ha sido pobre, con droga o sin droga. Mi padre era albañil y se pasa-ba bastante tiempo fuera de casa. No ganaba mu-cho, apenas suficiente para mantenernos. Cuando

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las cosas comenzaron a ir mal, tuve que ayudar, y la forma rápida de ganar dinero era trabajar en lo de las drogas. Mi hermano mayor ya había estado trabajando de puchador, o sea, de vendedor. Le salvé muchas veces de los polis, pero lo tenían bien fichado y un día, caminando por la calle, se lo echaron de un tiro. Yo empecé a hacer trabajos más importantes, como empaquetar la coca y la mota, y pasársela a los distribuidores. Me encar-gaba de sobornar a los policías del puesto de con-trol para pasar la mercancía de una colonia a otra. En una ocasión, un policía quiso hacer el héroe. No me aceptó el soborno y tuvimos que salir vo-lando. A los tres días apareció el cuerpo del poli-cía en plena calle, pero no encontraron al culpa-ble. Yo no fui, al fin y al cabo es su trabajo, pero el muy desgraciado nos la quiso jugar y le salió caro. Es más, yo no empecé a llevar arma hasta los 13 años, cuando el jefe me dio mi primera pistola, una escuadra 45. En realidad era para intimidar, nunca tuve que usarla en serio.

— ¿En qué te gastabas el dinero, Eduar-do? No me creo que consiguiendo tanto dinero lo gastaras todo en ayudar a tu familia...

— En cosas que uno necesita... armas, ropa... chicas... relojes caros... trocas blindadas.

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— ¿Has llegado a consumir drogas? — Claro. Es difícil vivir en estas condi-

ciones sin tomarlas. Siembre andamos al tiro con eso, y es más relax todo si te das unos pases de coca y unos tragos de whiskey.

— Ya... — Déjame ver tu reloj —Eduardo tenía

toda su atención fijada en mi Rolex— Es oro del bueno ¿verdad?

— Sí —Francisco extendió la mano con un gesto de desconfianza.

El joven observó ensimismado el reloj, atado alrededor de la muñeca del periodista.

Francisco seguía la mirada de Eduardo con suma atención, previendo que el chico podría jugarle una mala pasada. Lo que no esperaba era sentir una fuerte patada por debajo de la mesa, impactando en sus genitales y luego un duro gol-pe en el rostro. La mueca de dolor del periodista reflejó el miedo que sentía en aquel momento. El aire no penetró en sus pulmones pues el dolor era demasiado intenso. Su cuerpo se dobló en dos instintivamente, mientras a lo lejos alcanzaba a escuchar fuertes detonaciones, gritos y gente co-rriendo por los pasillos. Luego nada, solo oscuri-dad.

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Horas después, un lisiado Francisco Gó-mez escuchó la noticia en el canal local de televi-sión, en su habitación del Hospital: un joven ca-becilla, que había sido detenido tras múltiples re-dadas en una de las más peligrosas colonias po-pulares de Chihuahua, había escapado debido a que un grupo fuertemente armado de miembros de la banda de los Cruisers, irrumpió en el edifi-cio en donde lo tenían detenido, liberando al cri-minal a fuego y sangre. La reportera informaba que durante el ataque habían muerto seis perso-nas, entre civiles, policías y maleantes.

Francisco se frotó los ojos, deseando salir del ese lugar para comenzar a escribir su artículo. Miró sobre la mesita y para su tranquilidad, des-cubrió que sus cosas estaban ahí: el reloj, la gra-badora y su libreta de notas estaban intactos: aquella experiencia le había puesto ante la posibi-lidad de ingresar triunfal en la élite periodística.

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Autor: Luis Vásquez HinojosEdad: 23

Discapacidad: Motriz

El pueblo de la gente pequeña

ME DESPERTÉ y salté de la cama rápidamente. Me vestí y cogí el pañuelo amarillo en el que es-taba bordado en blanco ”GRANJA DE ROCÍO”. Aquellas letras indicaban que yo trabajaba con otros creando el rocío de la mañana. Cada año, quienes cumplían 15 años, podían elegían un tra-bajo, ya fuera en la granjas de rocío, en la fábri-cas de polen, en las fundidoras de arcoiris o en los talleres de nubes. Nosotros somos minúscu-los, y desde hace muchísimo tiempo nos dedica-mos ha hacer ciertas cosas importantes para que el mundo funcione bien.

Este día en particular, sería relevante pues la antigua tradición de dar la bienvenida a cada estación, debía llevarse a cabo. El verano había transcurrido con plácidamente, con sus lluvias y días de intenso calor, y ahora era momento de dar paso al gradual fresco del otoño. Algunas de las muchachas ya tenían listo el manto de color ocre, con el cual cubrirían los hombros del espíritu es-

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tacional que traería días más cortos y hojarascas llevadas por el viento.

En la enorme explanada, con alegría, can-tos y baile, despediríamos al verano, agradecién-dole sus bondades y gratos recuerdos. El veranie-go espíritu dorado y azul se elevó, comenzando su lento viaje hacia el otro hemisferio del mundo, para llevar allá sus bendiciones y felicidad.

— ¡Adiós... buen viaje... nos veremos el año que entra! —se escuchaba decir a todos. Gra-dualmente se fue perdiendo en la distancia, mien-tras que en su lugar, poco a poco se colocaba el recién llegado otoño.

¡Estos serán tres preciosos meses, con mucho trabajo por hacer!

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Autora: Laura Angélica Perea FloresEdad: 24

Discapacidad: Intelectual

Yuzi cae y cae

HOLA AMIGOS soy Yuzi, el copito de nieve Nro. 3,842,527, y estoy en la nube 0103 sobrevo-lando la serranía de Chihuahua. ¿Sabes por qué? Porque hoy me toca saltar junto con todos los co-pitos que crecimos dentro de esta nube.

Es un día perfecto para mi primer salto. Hace frío pero no demasiado y un poquito de viento para que la aventura sea más larga. ¿Qué me encontraré por el camino hasta llegar a tierra? Estoy un poco nervioso.

5, 4, 3, 2, 1 ¡Salto! Ya estoy bajando con mis queridos com-

pañeros de la nube 0103. Sopla una ráfaga de viento y me separo de ellos. Voy de un lado a otro. Parezco un pato mareado. Hablando de pa-tos acabo de chocar con uno ¡AUUU! Seguro que va al lago. Ufff... suerte que no he aterrizado en-cima del pato sino ya estaría muerto.

Oigo que gritan desde mi nube ¡Cuidado! ¡Otra ráfaga! Cierro los ojos y espero otro golpe

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pero por suerte aterrizo suavemente sobre un abe-to. ¡Qué suerte! Estoy en el parque, otros copitos ya me han hablado de él. Hay muchos niños y siempre pasan cosas divertidas.

Ya veo a uno y lleva un trineo. Se acerca muy rápido... ¡Ups¡ Creo que demasiado rápido. ¡Oh no! ¡Cuidaaadoooo!¡Boooom! Ha chocado conmigo y estoy en el suelo.

Oigo unas risas. Ahora vienen más niños: Marta, Lucía, Pablo, Martín, Gerardo, Eloy, Nés-tor y Héctor, el del trineo.

Todos juntos empiezan a hacer un muñeco de nieve. Martín, Marta y Gerardo van cogiendo la nieve a montones, Eloy, Héctor y Néstor reco-gen ramas para hacer lo brazos y Pablo y Lucía van a pedir unos zapatos viejos, una zanahoria y otros adornos.

¡Qué bien! Me han agarrado junto a otros como yo! Seré parte de un muñeco de nieve. Me están haciendo cosquillas y ahora un masaje. Me adhieren a otros copitos, a millones de ellos, para juntos ir formando una bola muy grande. Final-mente, quedo formando parte de la barriga. Miro a los lados, y creo que estoy en su ombligo. Está quedando precioso.

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Al día siguiente, todos los niños se levan-tan a las siete de la mañana para ver si estoy bien, pero el muñeco de nieve y yo estamos totalmente deshechos: estoy en el suelo formando un charco junto con mis millones de compañeros.

Al mediodía me pasa algo rarísimo. El sol me calienta tanto que empiezo a elevarme.

Estoy subiendo y subiendo hasta llegar al cielo. Aparezco en la nube 6011.

Pasan unos días y vuelve a hacer frío. Sin darme cuenta ya estoy otra vez un poco nervioso y preparado para la cuenta atrás.

5, 4, 3, 2, 1. ¡Salto! ¡Vamos por otra aven-tura!

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Autora: Paola Peña JuradoEdad: 23

Discapacidad: Intelectual

El árbol que hablaba

HABÍA UN LOBO en la selva. Un día, cuando estaba afuera paseando, encontró a un árbol que tenía unas hojas que parecían caras de personas. Escuchó atentamente y pudo oír al árbol hablar.

El lobo se asustó y dijo: — Hasta el día de hoy nunca me había en-

contrado con algo tan raro como un árbol hablan-te.

Tan pronto como hubo dicho estas pala-bras, alguna cosa que no pudo ver lo golpeó y lo dejó inconsciente. No sabía durante cuánto tiem-po había estado allí tendido en el suelo, pero cuando despertó estaba demasiado asustado para hablar. Se levantó inmediatamente y empezó a correr.

El lobo estuvo pensando acerca de lo que le había ocurrido y se dio cuenta de que podía usar el árbol para su provecho. Se fue paseando de nuevo y se encontró a un antílope. Le contó lo

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del árbol que hablaba, pero el antílope no le cre-yó.

— Ven y lo verás tú mismo -dijo el lobo- pero cuando llegues delante del árbol asegúrate de decir estas palabras: “Hasta el día de hoy nun-ca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante”. Si no las dices, morirás. El lobo y el antílope se acercaron hasta el árbol que hablaba. El antílope dijo:

— Has dicho la verdad, lobo, hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante.

Tan pronto como dijo esto alguna cosa lo golpeó y lo dejó inconsciente. El lobo cargó con él a su espalda y lo llevó a casa para comérselo. “Este árbol que habla solucionará todos mis pro-blemas”, pensó el lobo. “Si soy inteligente nunca más volveré a pasar hambre.”

Al día siguiente el lobo estaba paseando como de costumbre. Al cabo de un rato se en-contró con una tortuga. Le contó la misma histo-ria que le había contado al antílope, y la llevó hasta el lugar. La tortuga se sorprendió cuando vio al árbol hablante.

— No creía que esto fuera posible -dijo- hasta el día de hoy nunca me había encontrado

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con algo tan raro como un árbol hablante. Inme-diatamente fue golpeada por algo que no pudo ver y cayó inconsciente. El lobo la arrastró hasta su casa y la puso en una olla. Pensó en hacer una estupenda sopa.

El lobo estaba orgulloso de sí mismo. Después del antílope y la tortuga cazó un ave, un jabalí, y un ciervo. Nunca antes había comido mejor. Siempre usaba la misma estrategia.

Contaba a sus presas que debían decir que nunca antes habían visto a un árbol hablar y que si no lo decían morirían. Todos ellos hicieron lo que el lobo les dijo y todos ellos quedaron in-conscientes. Luego el lobo cargaba con ellos has-ta su casa. Era un plan perfecto, él lo creía simple e infalible, y agradecía a las estrellas el hecho de haber encontrado a ese árbol. Esperaba comer como un rey durante el resto de su vida.

Un día, que se sentía con algo de hambre, el lobo fue a pasear de nuevo. Esta vez se en-contró con una liebre. El lobo le dijo:

— Hermana liebre, he visto algo que tú no has visto desde el tiempo de tus antepasados.

— Hermano mayor, ¿qué puede ser? —preguntó la liebre.

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— He visto un árbol que habla en la selva—dijo el lobo.

Contó la misma historia de siempre a la liebre y se ofreció para llevarla a ver ese árbol ha-blante. Fueron juntos hasta el lugar. Cuando se acercaban al árbol el lobo le dijo:

— No olvides lo que te he contado. — ¿Qué me contaste? —preguntó la lie-

bre. — Lo que debes decir cuando llegues jun-

to al árbol, o si no, morirás —dijo el lobo. — ¡Oh!, sí —dijo la liebre. Y empezó a hablar con el árbol. — ¡Oh!... árbol, ¡oh!... árbol —repetía la

liebre—. Eres un árbol precioso. — No, esto no —corrigió el lobo. — Perdona —dijo la liebre. Entonces ha-

bló de nuevo—. Árbol... ¡oh!... árbol, nunca pen-sé que pudieras ser tan maravilloso.

— ¡No, no! —reclamó el lobo— no un árbol precioso, un árbol hablante. Te dije que te-nías que decir que nunca habías visto antes a un árbol hablante.

Tan pronto como hubo dicho estas pala-bras, el lobo cayó inconsciente. La liebre se fue

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andando y mirando hacia el árbol y el lobo. Lue-go sonrió:

— Entonces, este era el plan del señor Lobo —dijo— . Se pensaba que este lugar era un comedero y yo su comida.

La liebre se marchó y contó a todos los animales de la selva el secreto del árbol que ha-blaba. El plan del lobo fue descubierto, y el árbol, sin herir a nadie, continuó hablando solo.

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SEGUNDA SECCIÓN

POEMAS

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Autora: Mariana Guadalupe Luján MirandaEdad: 21

Discapacidad: Motriz

Soy

En una foto en blanco y negroveo mi extraño esqueletoasí lleguéasí seré.

Estoy en esta forma de existenciapalpitando sin rostrocaminando lenta

c u i d a d o s a m e n t etan tiesa como un árbol.

No podré solucionardel cómo pequeña así nací,y siempre tendré que estarcayendo por dar traspiés.

Sin embargo,el silencio es rumor, sirena o caracoly en él anida mi almaque tiembla como ave de cristal en la sombra.

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Calma

Bajo el sicomoroel arroyo apenas se desliza.Sólo unas cuantas hojas entre las rocas

sobre las aguasmuestran el movimientoUn silencio me rodea.

Reconozco en las señales de este tiempocomo las chispas que saltan del fuegoel lugar y la hora, el rumbo claro.Un silencio me arropa.

Un silencio me toma,despojando lo que me hace a mí misma.Y en el origen de ese instantepalabra y sentimientoemoción y deseo

se vuelven uno.

Se hunden en mi silencio.

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Autora: Laura Angélica Perea FloresEdad: 24

Discapacidad: Intelectual

Amiga incondicional

Eres la persona más importante en el mundoeres incondicional.

Si me rechazan me recibes,si me equivoco me acogessi estoy feliz celebras conmigosi los demás cierran una puerta, tu abres otra.

Si estoy triste me haces reír.

Eres la amiga incondicionalla que más quiero.

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Autora: Berenice Chacón RodríguezEdad: 21

Discapacidad: Motriz

Sendero de vida

Huellas de ruedas: líneas de vida en el paisaje.Aún no terminanquizás porque falta mucho camino por conocero porque faltan muchos amigos por conocer.

Las puertas entreabiertasretornan a los ojos el esplendor danzando.Entrega de la oportunidad nuevadonde sumerjo mi frente en la mañana.

Los árboles son silenciosos.Si escucháramos su verde lenguajequedaríamos más desnudos que sol en nuestro desierto.

Bajo el árbolveo una sombray a lo lejos una muchacha con vestido de flores.Siento la brisa húmeday el latir de una ciudad moderna.

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¿Y yo?Visiones extendidas

noche-díaagolpados mis sentimientos: aliento inagotado.

Tengo hambrehambre de jornadas alegresde palabras milagrosasde ver el océano desplegado y ondulante.

Pero sobre todotengo hambre de amar y ser amada.

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Autor: Daniel Iván Mancinas AraujoEdad: 19

Discapacidad: Intelectual

Amor a los libros

El libro es una personaque nos ayudaa leer y a comprender.

Al abrirlove en él la oscura forma de cada letray su guirnalda de sílabas,son como ronda de niñas que se acerca y se aleja.

Cuando leoentiendo que la vida es como el viento

viene y va.

Cuando abro la puertade la imaginaciónabro muchas puertas más.Libro amigopropicias a mi mente

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Page 84: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

como la rosaal pájaro y la abeja.

Mis pensamientosno sólo salen de la mentetambién salendel corazón.

Cuando leo puedo saber que hay un espejoa través del sol

no lo conozcosólo gira.

Cuando te tomo libro-amigocaen

las sílabas

como gotas de agua que resbalan por la piedrahacia el océano de mi mente.

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Page 85: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

Autora: Odilia Beltrán PalmaEdad: 36

Discapacidad: Motriz

El títere

Ella iba caminando, pensando, cómo sería la vidasin estar atada a unas cuerdas.

Los árboles dicen que la vieronotros que le hablarony otros que no vieron nada.

Ella pasó por un ríocuando de repente desapareció.

Unos dicenque fue por arte de magia,otros que fue brujeríay otros que no vieron nada.

Ella quería escaparde aquello que la ceñíay al final,sólo quedaron las cuerdas que la ataban...

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Plenitud

1

Durante seis veces seis años esta silla fue el escenario oculto,la hondonada oscurecidadonde desfilaron los sueños,el navío de las horas tristes,el foso donde, a tientas, mis anhelos yacieron.

2

Ahí, se libraron batallas a vida o muertecomo en el otro lado del Sol.Calladamente, entre fuego y cenizas, obstáculos y dificultades, encontré un cordón umbilical, vínculo con la eternidad.

3

Hoy tengo una Cruzque con Su amor me reveló un secreto.Desde ese corazón ardientebrota el furor, amasado con fe y esperanza,devorador de toda soledad y tristeza.

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Page 87: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

Autor: Víctor Guillermo González Ramos †

Edad: 41Discapacidad: Visual

Luz crepuscular

La noche corrió más lentamente entre los árboles para que pudiéramos entender mejor /

su esencia diferente.

Una vozhabla dentro de mi con una boca oscura

No son palabras: son sensaciones.

Desgarra el gritoi n ú n d a l o

de cal.

Ninguno de los extremos que he caminado en esta tierra, me pertenece.Yo solo estoy de paso.

En un cerrado espacioconfinado por el mundo

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Page 88: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

las nieblas rompen como olas antes mis ojoscomo una corriente que todo lo devora.

Y aún cuando no puedo fijar la mirada en el río que inexorablemente nos arrastra /

hacia la hondonada oscurecidadonde desfilaban los sueños /

camino bajo mis párpados endurecidosy entre olores de azafrán y sándalo /

me hago de nuevo hombre.

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Page 89: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

Poemas a la luz y libertad

1

Vivido ritmo de lo visiblepara llegar a lo invisible que me subyuga,entre el vacío y el puro acontecer.

2

Son dulces los ojos de mi noviasecretas chispas en donde los astrosconcretaron su miel.

Son negros los ojos de mi noviacomo el suave manto de las noches.

Extensos ojos donde el impulso de mí mismo se cumplecon su forma ocular perfecta.Pinta la luz volutas bajo el agua

en donde al verte, amor se consagró la esperanza.

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Page 90: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

3

Dios del agua y la tormentade su boca a mi oídode la boca abierta como de máscaralas palabras se anudan como luego del huracán.

4

Cuando miro mis pensamientosembarcaciones flotan como preguntasNo lamen el vientoduermen en las nubes.

5

Me volvería como un enjambre siguiendo la ruta de las abejassobre agua azul turquesahacia el sol perdido en lo altodisolviendo todos los sonidosenvuelto en cada color y sensación del mundo.

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Page 91: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

ÍNDICE:

Prólogo ................................. ................. ......... 5

Palabras del responsable del proyecto . ....... 13

Primera sección: Narraciones ... .......... .. .... 21

Mariana Guadalupe Luján Miranda

Laberinto del tiempo .......................... 23Fabiola Rocío Gallegos Valencia

Mónica y Margarita ........................... 31Sandra Iveth Campos Cornelio

Manchas .............................................. 35Daniel Hernández Veloz

Una gran amistad ................................39Arcelia Venzor Mendoza

El tesoro del árbol .............................. 43Víctor González Ramos

Bajo el sol ............................................ 45Lily Osura

Bella 22 .............................................. 49Jorge Ortíz Ángeles

La verdad del problema ................... 55

Page 92: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

Luis Vásquez HinojosEl pueblo de la gente pequeña ......... 63

Laura Angélica Perea Flores

Yuzy cae y cae ................................... 65Paola Peña Jurado

El árbol que hablaba ....................... 69

Segunda sección: Poemas .......................... 75

Mariana Guadalupe Luján Miranda

Soy ..................................................... 77Calma ................................................ 78

Laura Angélica Perea FloresAmiga incondicional ........................ 79

Berenice Chacón Rodríguez

Sendero de vida ................................ 81Daniel Iván Mancinas Araujo

Amor a los libros .............................. 83Odilia Beltrán Palma

El títere ............................................ 85Plenitud .............................................86

Víctor Guillermo González RamosLuz crepuscular ............................... 87Poemas a la luz y libertad ............... 89

Page 93: Ruedas a Volar: Antología Del Taller Literario

Ruedas a volar: antología del taller de creación literaria de la Escuela de Artes y Oficios para Personas con Discapacidad

y Adulto Mayor,se terminó de imprimir en octubre de 2013

en Talleres Gráficos del Estado,calle Cuarta No. 3013, Chihuahua, México.

La edición consta de 1000 ejemplares.Se utilizó papel unibond marfil de 75 grs.,

tipografía Arial 10, Bitstream Charter 11,

y FreeSerif 11, 12 y 14.

Mesa de redacción: Lilia Esperanza Sierra Pérez Rodríguez, Jorge Guerrero de la Torre y León Muñoz Martínez.