Ruiz C. America Latina y La Excepcionalidad Chilena

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    Amrica Latina y la excepcionalidad chilena: asincrona temporal o destinos divergentes?1

    Dialogar sobre la relacin actual de Chile con el panorama latinoamericano, su

    cercana o distanciamiento, sobre la existencia o no de un destino comn -o al menos una confluencia en un futuro inmediato-, no puede hacerse desde Chile bajo un marco mejor que el de la figura de un latinoamericanlogo de siempre, distinguido por ello entre sus connacionales incluso en tiempos en que la temtica regional resultaba ms atractiva que en la actualidad. Esa figura es la de Enzo Faletto. Lo mismo que a la inversa. Un homenaje a su destacada figura intelectual no puede sino ser un espacio para reflexionar sobre Amrica Latina y sus dilemas actuales, sin la limitacin de ideologismos y perspectivas polticas cortoplacistas, como las que en distintos tiempos y con variado signo, han limitado el empeo de construccin de conocimiento sobre nuestra realidad. Indisociadas, ambas intenciones nos renen hoy aqu a muchos amigos suyos de distintas etapas, con otros muchos discpulos suyos de tiempo reciente, y otros an ms jvenes que lamentan no haber alcanzado a conocerlo directamente.

    La preocupacin de Enzo Faletto por Amrica Latina, como objeto de conocimiento

    en s, no fue cuestin de modas. Nada lo atestigua mejor que una revisin de su obra. Desde sus inicios intelectuales hasta su produccin ms reciente, aparece una atencin permanente y destacada sobre la realidad latinoamericana. De ah su preocupacin en los ltimos aos por el dilema que hoy nos tiene aqu dialogando: la relacin de Chile y Amrica Latina, y como parte de ello, una inquietud caracterstica suya, los problemas de los intelectuales latinoamericanos en dicho sentido2.

    Por cierto, segn confesaba hace ya algn tiempo, a Faletto siempre le llam la

    atencin el tema de la relacin de Chile con Amrica Latina. Ms de alguna vez coment cierta escasez de intelectuales chilenos en las filas ms animadas del debate latinoamericano de los aos cincuenta hasta la primera mitad de los aos setenta, escenario en el que compartiera trabajos y amistad con algunas figuras nacionales como Anbal Pinto. Pero esta cuestin le inquietaba especialmente en el ltimo tiempo, en donde adems de la disolucin del viejo dilogo intelectual latinoamericano, dicha distancia se ahonda ahora bajo una notoria asimetra de las situaciones nacionales de

    1 Publicado en Bao R (editor): Homenaje a Enzo Faletto. Chile en Amrica Latina. Santiago: Ctedra Enzo

    Faletto, 2006. 2 Vase al respecto una de sus ltimas entrevistas. Zern, Faride, Enzo Faletto rompe tres dcadas de

    silencio: Necesitamos una nueva tica del comportamiento, Revista Rocinante, Arte, Cultura y Sociedad,

    Ao V, No.41, Santiago, marzo, 2002, reproducida por la revista de los estudiantes de ciencias sociales de la

    Universidad de Chile en Revista Nmesis No. 3, 10/03, Santiago, 2003. All Faletto seala una acentuada

    tendencia a que la intelectualidad criolla hable de unas sociedades latinoamericanas inexistentes, analizadas y pensadas para los europeos o los norteamericanos, que hoy se hable poco de Amrica Latina con los latinoamericanos, constituyendo una situacin que expresa una falta de pensamiento propio.

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    Chile y el resto de los pases de Amrica Latina, al menos en trminos de los rasgos ms visibles que asume el proceso poltico, econmico y social.

    En los ltimos aos, tal asimetra, constantemente realzada en los medios locales de

    comunicacin, lleva a que Chile exhiba en su conducta oficial una magra vocacin de integracin regional. Acaso todo lo contrario. Prima en sus elites econmicas y polticas una obsesiva preocupacin por su integracin con bloques regionales ms distantes, como el que lidera Estados Unidos, la Unin Europea o aqul que reune a naciones asiticas de gran dinamismo econmico en las ltimas dcadas. Bajo la obnubilacin de cierto exitismo, a ratos de la mano de una inspiracin ridcula tras una suerte de oportunidad dorada con la que hoy contara Chile para escapar del pelotn latinoamericano -en trminos de lastre de atraso econmico y poltico-, es que este asunto adquiere notoriedad. Hace pocos aos, a propsito de la intensidad que adquiran las actividades tendientes a rubricar tratados comerciales entre Chile y los Estados Unidos y, por otra parte, los empeos de integracin de mayor o menor efectividad de un grupo de gobiernos regionales agrupados en el Mercosur, el ms influyente de los matutinos de la escena local llamaba sin mucha delicadeza a optar en lo que juzgaba como el dilema central de Chile hoy, a saber: ser buenos alumnos o buenos vecinos?. De forma explcita, apuntaba as a las alternativas de acercarnos al FMI o bien a los pases latinoamericanos, respectivamente. Y conclua que el vecindario no representaba una buena inversin, dado su desorden poltico y econmico. No as los dictados del FMI -en los que cifraba la oportunidad de destacar como buenos alumnos- y el rumbo que abran hacia una vinculacin privilegiada de Chile con el mundo desarrollado. Como se recordar, esta segunda opcin acaba primando, en un desenlace que por sus formas inquiet al propio presidente brasileo, Fernando Henrique Cardoso, quien lo apuntara como un error no slo desde un punto de vista poltico y cultural, sino econmico propiamente tal. Esta extendida forma en que se aprecia Amrica Latina desde Chile, ligada a la consideracin de la propia situacin chilena en una condicin de excepcionalidad regional, inquietaba especialmente a Enzo Faletto.

    Para examinar una cuestin tan plagada de ideologismos y enfoques derivados de

    oportunidades de ocasin, como sucede en el ltimo tiempo con la relacin entre Chile y Amrica Latina, es preciso recurrir al proceso histrico-concreto a fin de situar las cosas. Es preciso ubicar analticamente el derrotero reciente, la historia inmediata a travs de la cual se constituye la situacin actual, la forma concreta en que se produce esta suerte de asincrona entre los cursos poltico y econmico de Chile y de las dems naciones latinoamericanas, as como la apreciacin bastante extendida de tales diferencias -a menudo exagerada- en trminos de divorcio al menos temporal.

    Como algunos conocen aqu, sta resulta una sugerencia muy caracterstica del

    pensamiento de Enzo Faletto. Desde la propia experiencia de su ms temprana formacin

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    intelectual3, abraz la vieja demanda de un dilogo entre historia y sociologa como una necesidad y un requerimiento fundamental para la comprension de los fenmenos sociales, as como de las diversas formas en que estos se representan en la conciencia social en cada etapa. Sugerencia, por lo dems, que hoy cobra especial relevancia dada la multiplicacin de enfoques ahistricos en las ciencias sociales ms recientes. Un hilo que lleva desde el momificante determinismo de un estructuralismo economicista, que hace cuarenta aos campeaba en el pensamiento social criollo -salvo excepciones que cuentan al propio Faletto-, lleva hoy las cosas, luego de las frustraciones intelectuales que siguen al mayo 68 francs, hasta una subasta subjetivista en la que, por igual, los sujetos y procesos histrico-concretos quedan relegados en el campo de la construccin del conocimiento. De un estructuralismo sin sujeto pasamos a un subjetivismo nuevamente sin sujeto, trance en el que queda relegado el empeo por historizar la comprensin de los conflictos sociales y polticos y sus actores ms relevantes en Amrica Latina.

    De tal modo, es preciso situar el derrotero concreto a travs del cual tiene lugar la

    transformacin estructural reciente (o si se prefiere, la instalacin del neoliberalismo como modelo econmico). Ello permite ubicar las distintas modalidades en que transcurre en la regin. De esas diferentes modalidades y contextos sociales y polticos en que se produce la transformacin neoliberal en Amrica Latina, a menudo ignorados por la atencin desmesurada en sus efectos econmicos, emanan buena parte de las diferencias en los cursos de recuperacin de la democracia en Chile y en el resto de la regin, las cuales deben atenderse para comprender la mentada asincrona entre la estabilidad econmica y poltica que muestra el primero, en contraste abierto y reiteradamente sealado, con la inestabilidad poltica y econmica que azota a muchas naciones, incluidos nuestros vecinos ms prximos.

    Hace un par de dcadas atrs, el pensamiento social latinoamericano asuma la

    democracia como un rgimen poltico que permite la mxima promocin de valores y de integracin social posible, y cifraba en torno a su recuperacin la esperanza del inicio de un nuevo impulso de la modernidad que dotara de sentido a la vida colectiva. Marcado por una larga y dura noche autoritaria, cierta dosis de idealizacin resulta comprensible. Es que, lejos de tratarse de un capricho intelectual, con ello recoga las expectativas anidadas en vastos sectores de las sociedades latinoamericanas en torno a los procesos de redemocratizacin. Las expectativas eran grandes, y las conjeturas se agolpaban en cuanta produccin intelectual se alzaba entonces sobre Amrica Latina. Se habla de nuevas democracias, en alusin al inicio de una etapa histrica radicalmente nueva, de un quiebre con viejas tradiciones criollas, todo lo que se observaba con indisimulado optimismo4.

    3 Antes de recibirse como socilogo propiamente tal, ttulo bajo el cual sera ms conocido, Enzo Faletto se

    titul inicialmente de historiador en la Universidad de Chile. 4 Ms tarde, y en alusin a estos ya tradicionales extremos en las apreciaciones latinoamericanas, al

    reflexionar sobre la situacin y los desafos futuros, Enzo Faletto anotaba: Pareciera casi una particularidad latinoamericana la rpida sucesin de fases de acentuado pesimismo y de fases que no estn lejos de la

    euforia. Este rasgo que para algunos podra ser constitutivo de la personalidad latinoamericana tiene mucho

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    Se consideraba que, a partir de los aos ochenta, Amrica Latina transita por un

    agudo curso de transformacin econmica, poltica y social, que arrojaba nuevas subjetividades sociales. De la mano de ello, como se recordar, iba un fuerte rechazo al papel de ciertos actores sociopolticos o institucionales anteriores, y a los proyectos y utopas con que eran vinculados. La discusin acerca de los nuevos movimientos sociales es ilustrativa al respecto5. Se describa un descreimiento que afecta a las viejas subjetividades sociales, tanto aquellas ligadas a las identidades de clase como a las bondades del Estado de Bienestar o a las alternativas vinculadas a las experiencias socialistas. Todo ello imposibilitaba cualquier forma de retorno a la vieja democracia y los marcos de consenso y centralidad estatal propios del Estado de Compromiso. Por supuesto, tal rediscusin y puesta en duda de los proyectos de sociedad anteriores sacuda a las ciencias sociales.

    Amrica Latina se apreciaba en medio de un punto de inflexin histrica. La

    renovacin y transformacin de los movimientos seculares (como el movimiento campesino y el movimiento obrero, o los movimientos nacionalistas en sus diferentes orientaciones industrialistas y modernizantes), por un lado, as como la emergencia de nuevos movimientos sociales, diversos en sus orientaciones e identidades y de insospechadas potencialidades para forjar nuevos rdenes sociales, modelos de desarrollo, nuevas utopas, de otro lado, yacan en la base de la caracterizacin de una nueva etapa histrica que coincida con el advenimiento de la democracia en Amrica Latina. Las transiciones a la democracia se perciban signadas por nuevos actores histricos que expresan una crisis de los modos de industrializacin y del sistema cultural precedente. Se desvaneca la vigencia de las orientaciones seculares de la accin colectiva en Amrica Latina, en trminos de modernizacin, industrializacin o liberacin nacional o social. Los nuevos actores son caracterizados por una intensa valoracin tica de la democracia, por la valoracin de la diversidad societal, de la autonoma de los partidos y del Estado, por lo que se estima que se orientan a redefinir la relacin entre el Estado y la poltica, en direccin a superar la vieja sobredeterminacin del primero. De ah que son considerados entonces como portadores de un nuevo orden social capaz de reconstituir el sistema de oposiciones y conflictos. Su gran potencialidad democratizante, se crea, reactualiza discusiones como las diferenciaciones entre democracia real y formal,

    que ver con la propia realidad: los momentos de bonanza y los de depresin se originan en situaciones que los

    propios latinoamericanos difcilmente pueden controlar; vase Faletto, E., Sociedad y poltica en los desafos del futuro, en Una mirada hacia el siglo XXI. Desarrollo, paz y cultura en Amrica Latina y el Caribe, UNESCO - SELA - Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1995, p. 51. Punto en el que, de paso, vuelve a insistir en la misma lnea en que lo hiciera a propsito de los requerimientos de los procesos de transicin a la

    democracia, a saber, en la necesidad de ampliar la discusin acerca de stos, excesivamente reducida a los

    aspectos relativos a la reformulacin del sistema poltico institucional, en direccin a incorporar los dilemas del modelo de desarrollo, los problemas de la desorganizacin social y la falta de equidad, op. cit., p. 59. 5 Puede apreciarse esta lnea argumental en una formulacin que alcanza una considerable influencia en ese

    momento, esto es, Caldern, Fernando (comp.), Los movimientos sociales ante la crisis, Clacso, Buenos

    Aires, 1986.

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    representativa y directa, democracia social y poltica, al plantear cuestiones como el autogobierno de la sociedad, la nueva ciudadana social, la auto y cogestin econmica, la autonoma y la diversidad de identidades. En consecuencia, tal potencialidad democrtica se postula como un factor central en las transiciones polticas y la forja de nuevas democracias, en tanto apunta a revisar las prcticas polticas propias de las viejas democracias latinoamericanas. As, tanto en el debilitamiento de los actores sociales tradicionales como la emergencia de nuevos movimientos sociales inviabilizan la reedicin de los viejos pactos sociopolticos.

    Como indic en su momento la crtica al respecto, en estas formulaciones se

    indagaba sobre las normas y los procedimientos capaces de institucionalizar la accin poltica en el nuevo escenario democrtico. De modo que no resulta ajena a aquella discusin la preocupacin por la gobernabilidad en los procesos de redemocratizacin. En tal sentido, la discusin intelectual giraba en torno a una especie de teora de la transicin poltica hacia la democracia.

    Eso era hace un par de dcadas. Mediaban entonces los aos ochenta. Empero, vista

    desde hoy, parece que tal forma de asimilar la realidad y las expectativas aparejadas a ella, estaban alejadas del destino que, a poco andar, deparaban dichos procesos. Alejadas, por tanto, de la orientacin que adoptan los procesos de reforma estructural y de cambio democrtico que vive la regin desde entonces. Hoy, en cambio, resulta inocultable que los latinoamericanos vivimos tiempos de crisis, y con eso, que vivimos una vez ms tiempos de incertidumbre. Todo lo que empez con reformas estructurales y transiciones a la democracia hoy aparece exhausto y poco promisorio en la mayor parte de Amrica Latina.

    El panorama poltico ha resultado continuamente inestable durante toda esta etapa,

    y hoy no es auspicioso en Argentina, Bolivia, Ecuador, Per o Colombia. Y aunque, comparadas con estos casos, otras naciones parezcan en una situacin relativamente ms estable, lo cierto es que tampoco en el Mxico que sigue al ocaso de la interminable dictadura perfecta del PRI, en la Venezuela siguiente al otrora celebrado rgimen poltico del Pacto de Punto Fijo o en la Nicaragua posrevolucionaria, el panorama resulta ms claro y auspicioso. El curso brasileo, que por un lapso que pareci encaminado hacia un devenir ms estable, est de vuelta a las inestabilidades que marcaron su retorno a los gobiernos civiles all en los aos ochenta.

    Las cuentas son magras para estas nuevas democracias. En los ltimos cinco aos,

    las crisis de gobierno ya han derribado presidentes elegidos en Per, Bolivia, Argentina, Ecuador y Hait. Si el recuento se ampla hasta los inicios de las transiciones, se tiene que alrededor de la mitad de los presidentes electos o asumidos en reemplazo no han logrado terminar los perodos correspondientes. Una cuenta abierta tempranamente, como recuerdan los depuestos gobiernos de transicin en Per (Alan Garca), Argentina (Ral Alfonsn), las turbulencias iniciales en Brasil (Tancredo Neves, Fernando Collor de Mello) o la llamada anarqua civil en Bolivia (Hernn Siles Suazo, Paz Estenssoro). El listado de ex-

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    presidentes exiliados al ser depuestos sus gobiernos se engrosa continuamente. Y si unos parecen resignados a su lejano destino, como los ecuatorianos Gustavo Noboa y Jamil Mahuad, el argentino Fernando de la Ra o el boliviano Gonzalo Sanchez de Lozada, otros como el peruano Alberto Fujimori, los ecuatorianos Lucio Gutirrez y Abdal Bucaram o el brasileo Fernando Collor de Mello, dilatan el viciado aire en la poltica interna de sus pases con sus constantes amagues de retorno. Al igual que en todos estos aos, hoy la regin se caracteriza por estar gobernada por figuras con bajo apoyo popular (como Alejandro Toledo en Per), o que no fueron elegidas en las urnas (como Carlos Mesa y Eduardo Rodrguez en Bolivia, Alfredo Palacio en Ecuador, Eduardo Duhalde y otros en Argentina).

    Si bien la cruenta moda de las dictaduras militares parece temporalmente sepultada

    en la regin desde los aos ochenta de la pasada centuria, en los procesos de redemocratizacin y en lo que va de corrido de siglo XXI las crisis de gobierno se han reiterado sin freno. Luego de tardar en reconocerse, hoy se discute sobre su carcter y se insiste en que no se trata de una crisis de rgimen como tal6. La comn gravitacin en estas situaciones de problemas de corrupcin resulta un argumento reiterado en este sentido. Su existencia presunta o comprobada en los gobiernos de pases como Mxico, Chile, Brasil, Per, Venezuela, Costa Rica y Ecuador es efectiva. Y cuando dichos problemas se siguen de protestas masivas, suelen terminar en el derrocamiento de los gobiernos de turno, como ocurri en Ecuador y Bolivia.

    Pero el listado de los problemas de la gobernabilidad en Amrica Latina no acaba

    aqu. Se coincide en sealar la baja capacidad de gestin de los gobiernos, lo que considera aspectos como la falta de recursos y de personal capacitado. Inquieta en el mismo sentido una permanente crisis de representatividad, relacionada con los partidos polticos y los sistemas electorales, que marginan a una parte significativa de la sociedad. Se suman a ello problemas de rendicin de cuentas y de transparencia, lo que remite no slo a los mentados asuntos de corrupcin, sino a debilidades del Estado de Derecho propiamente tal, as como a problemas de legitimacin de los poderes judiciales. Pero por sobre estos aspectos, preocupan especialmente aquellos dilemas derivados del sistema presidencialista que rige en la mayor parte de la regin. Preocupacin que, si bien puede llevar a reformas conducentes a encarar dilemas efectivos, corre el riesgo de derivar una vez ms en la reduccin de los problemas de la democracia en Amrica Latina en asuntos de ingeniera poltica propios de dimensiones de gestin y hasta simple clculo poltico de corto plazo. De cualquier modo, se insiste al respecto en sus efectos perversos para la cooperacin poltica, en tanto tiende a configurar una contienda de suma cero. A ello se atribuye el hecho que el multipartidismo latinoamericano suela derivar en presidentes con minoras en el Congreso, y la consiguiente presin por generar coaliciones coyunturales que no comparten un programa de gobierno. Tal desincentivo a la colaboracin para las

    6 Al respecto puede verse un compendio de variados autores que examinan situaciones regionales y nacionales

    en PNUD, La democracia en Amrica Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos.

    Contribuciones para el debate, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Buenos Aires,

    2004.

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    oposiciones legislativas -se advierte- estimula el boicot de las iniciativas gubernamentales para desestabilizar al Ejecutivo e impulsar la alternancia en el gobierno.

    Como se mire, aparece claro que en un importante nmero de naciones de la regin

    no se consigue estabilizar un orden poltico tras la retirada de las dictaduras militares. Dudoso parece el destino de refacciones menores, emanadas de consideraciones puntuales, ante la complejidad de lo que resulta ser un viejo problema latinoamericano, cuya naturaleza est ligada a los rasgos propios de nuestras sociedades. A contrapelo de los nfasis coyunturales y especficos con que se le suele apreciar, podramos interrogarnos acerca de la prolongada incapacidad para construir un orden poltico en Amrica Latina. Si consideramos la etapa autoritaria anterior, ms all de las pretensiones de los distintos sectores que animan dicho autoritarismo, consiguieron resolver los problemas fundamentales que estaban detrs de su ascenso al poder y las crisis que lo determinan? En tal sentido, en la gran mayora de los pases latinoamericanos, no son las dictaduras del perodo anterior una etapa ms de una crisis poltica largamente arrastrada?

    De ser as, el anlisis de los problemas polticos actuales, la inestabilidad y las

    dificultades en la construccin de un orden, habran de considerar los sealamientos que arrojaba la discusin del pensamiento social latinoamericano en torno al carcter y los origenes de la crisis del Estado de Compromiso, all por los aos sesenta e inicios de los setenta. En una reflexin que animaban entre otros Guillermo O`Donnell y Alain Touraine, Francisco Weffort y Enzo Faletto insistan en vincular dicha crisis con ciertas especificidades de la estructura social latinoamericana. Enfatizaban, en particular, las dificultades existentes en los procesos de formacin histrica de las clases dominantes y la debilidad endmica de las burguesas criollas7. En esa perspectiva, se insista en la necesidad de situar la especificidad de lo que consideraban como una crisis de dominacin. Luego, aquellas elaboraciones no tienen nada que decirnos en trminos de la comprensin de los problemas polticos actuales de Amrica Latina? Es que las transiciones a la democracia no se ven afectadas de algn modo por esos fenmenos largamente advertidos en la sociologa latinoamericana? Acaso las dificultades actuales de construccin del orden poltico en Amrica Latina no guardan relacin con los factores entonces sealados?

    Si se aprecia en una perspectiva ms larga, el fracaso de las dictaduras militares ante

    la tarea de refundar econmica y polticamente a estas naciones, significa el traspaso de tareas irresueltas y de gran complejidad a las llamadas nuevas democracias. En especial, a los procesos de transicin. Lo anterior se hace ms evidente si consideramos los rasgos y alcances de la dura crisis social y econmica de los aos ochenta, acertadamente apuntada por la CEPAL como la dcada perdida de Amrica Latina. Sus efectos no hacen

    7 Vase Weffort, Francisco, O populismo na poltica brasileira, Ed. Paz e Terra, Rio de Janeiro, 1978, o bien

    del mismo autor Clases populares y desarrollo social. Contribucin al estudio del populismo, ELAS,

    FLACSO, mimeo, 1970. Asimismo, puede verse Faletto, Enzo y Kirwood, Julieta, Poltica y

    comportamientos sociales en Amrica Latina, Revista Paraguaya de Sociologa.

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    sino acrecentar la complejidad de la construccin de un orden poltico en estas sociedades. Tal lnea de apreciacin de una crisis poltica largamente arrastrada, remite a las preocupaciones que la intelectualidad latinoamericana formulaba a fines de los aos setenta8. Entonces se enfatizaba que la situacin autoritaria contena algunos rasgos que no le eran especficos ni particulares, sino que ms bien resultan ser rasgos permanentes de la historia poltica latinoamericana. No obstante, ignorando tal reflexin, esta idea no se har extensiva a la comprensin de los procesos de recuperacin de la democracia y los empeos de estabilizacin de estos nuevos regmenes. A diferencia de aquella tradicin, los procesos recientes se tienden a analizar bajo una ptica cargada de idealizaciones abstractas. Precisamente, la reflexin que le antecede apuntaba a las limitaciones de la manida contraposicin analtica entre autoritarismo y democracia para comprender la crisis del rgimen nacional-popular. Pero seran este tipo de consideraciones ahistricas las que terminarn primando en la interpretacin de los procesos de redemocratizacin.

    La tradicin de pensamiento anterior reclamaba la necesidad de contextualizar

    dichos procesos en el curso histrico del desarrollo poltico latinoamericano, en particular en los modos peculiares de construccin de la poltica, el poder y la dominacin en la regin. Rasgos histricos como la ambigedad de la modernidad y de la democracia; la ausencia de una hegemona de clase y el grado en que eso oblig a una constante administracin de la crisis poltica en la etapa del Estado de Compromiso; el hecho que la crisis definitiva de ste resulte entonces ms una crisis de dominacin que una crisis de la democracia propiamente tal; el que, a partir de lo anterior, la impronta autoritaria resulte de la necesidad de contener la irrupcin de las masas y de reconstruir la dominacin social; y en general, el modo excluyente y concentrador que asume el capitalismo en Amrica Latina, y con eso la decreciente capacidad de integracin social al crecimiento y el desarrollo, limitan -se arguye ya entonces- la capacidad de la dicotoma autoritarismo-democracia para explicar tanto los procesos autoritarios como las llamadas transiciones a la democracia recientes9. Por sobre la consideracin de los factores poltico formales que releva ese tipo de dicotoma analtica, se enfatizaba entonces en el hecho que el curso histrico reciente pona fin a un largo proceso de democratizacin social, inaugurando un curso regresivo cuyos efectos no deban ignorarse a la hora de pensar los procesos de

    8 Ilustrativas resultan las interveniones y discusiones en un seminario dedicado al tema por parte de figuras

    relevantes del pensamiento social en la regin, entre las que se cuentan Fernando Henrique Cardoso, Anibal

    Quijano, Edelberto Torres Rivas, Sergio Bag, Agustn Cueva, Octavio Ianni y el propio Enzo Faletto.

    Consltese al respecto VV. AA., Clases sociales y crisis poltica en Amrica Latina (Seminario de Oaxaca),

    Siglo XXI Editores e Instituto de Investigaciones de la UNAM, 5a. ed., Mxico D. F., 1988. 9 El nfasis de Enzo Faletto en esta cuestin es insistente, y se puede encontrar desarrollado en su obra en

    relacin al anlisis de distintos dilemas. Para una formulacin temprana, puede consultarse Faletto, E., Estilos

    alternativos de desarrollo y opciones polticas. Papel del movimiento popular, CECADE, Mxico, 1980,

    tambin editado por Clacso y Flacso en 1981, en Caracas y Santiago respectivamente. Pueden consultarse

    tambin Faletto, E. y Rama, Germn, Sociedades dependientes y crisis en Amrica Latina: los desafos de la

    transformacin poltico-social, Revista de la CEPAL No. 25, Santiago, 1985, o bien, a propsito del debate

    en torno a la necesidad de adaptar el viejo Estado latinoamericano a las nuevas necesidades del modelo

    neoliberal, en Faletto, E., La especificidad del Estado Latinoamericano, Revista de la CEPAL, No. 38,

    Santiago, 1989.

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    transicin poltica y los empeos por dotar de estabilidad y cierta historicidad a las nuevas democracias.

    Ahora bien, en todo este asunto Chile parece ser la excepcin. Pese a detentar uno

    de los peores grados de desigualdad en la distribucin del ingreso en la regin y el mundo, Chile aparece ostentando un desenvolvimiento econmico estable, celebrado por las exclusivas cumbres de Davos y las calificaciones de Standard and Poors, JP Morgan y los ms vistosos evaluadores del socorrido riesgo pas10. No solo eso. Figura tambin como un modelo poltico estable, ltimamente sealado como ejemplo para otros pases de la regin. Aparece como el curso ms exitoso de transicin hacia la democracia. Como el orden poltico ms consolidado, dotado de un sistema de partidos estable, un sistema poltico menos sometido a la presin de los conflictos sociales, un aparato estatal y una burocracia, tanto pblica como privada, moderna y eficiente, profesional y comparativamente menos corrupta. Todo ello de la mano de un empresariado -especialmente exportador- de consolidado liderazgo social, con slidas asociaciones internacionales, establemente asentado sobre su patrimonio, al punto que, producto de su impronta expansiva sobre la regin, aparece incluso amenazante y hasta estigmatizado en medios vecinos por su arrogancia, dudosa virtud que los distingue como nuevos zares en importantes reas econmicas. La reiterada difusin de esta imagen, que los medios latinoamericanos y locales han llegado a sintetizar en la idea de una suerte de Israel de Amrica Latina, ahorra mayores ilustraciones.

    Claro que en esta idea de una excepcionalidad chilena respecto de Amrica Latina

    hay algo de viejo. Valga recordar el racismo propio de la superioridad esgrimida en torno a la Guerra del Pacfico con respecto a Per y Bolivia, a fines del siglo XIX, en que se le atribua a la sangre, a la raza, al roto chileno, una excepcionalidad militar, de valor, racista en la medida en que nos pintaba algo exentos de influencia indgena. Pero ese tipo de mitos -ms o menos constitutivos- se han producido en toda Amrica Latina en ciertos perodos, buscando fundar de un modo conservador la cohesin social y nacional que no permiten otros factores, considerablemente ms dbiles, producto de la condicin dependiente del desarrollo del capitalismo por estos lares. Ahora es distinto. El empresario-comerciante reemplaza al soldado. La imagen de un Chile integrado al mundo bajo su liderazgo, de un pas abierto, ganador, audaz, que conquista, de un Chile serio, no bananero, que se pone a la altura de los pases desarrollados, resulta un discurso muy poderoso. En los ltimos diez aos resulta recurrente el plantearnos cundo vamos a ser

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    Con una visible diferencia en sus criterios de apreciacin respecto a estas instituciones, destinadas

    esencialmente a estimar riesgos para los grandes inversionistas, organismos internacionales como el PNUD, la

    OCDE y el Banco Mundial, situan a Chile en el tercer lugar de los pases latinoamericanos con una

    distribucin del ingreso ms desigual, y en el dcimo lugar mundial en los mismos trminos. Al respecto,

    pueden consultarse Inequality in Latin America and Caribbean, Banco Mundial, 2003, o bien, Informe

    Mundial sobre Desarrollo Humano 2004, PNUD. Para mayores detalles sobre la situacin chilena en este

    sentido, vase Gariazzo, Alicia y Rafael Parrao, Diagnstico sobre la distribucin del ingreso en Chile.

    Propuestas de corto y mediano plazo para mejorarlo, Seccin de Economa y Anlisis Presupuestario de la

    Oficina de Informaciones de la Cmara de Diputados, Santiago, 2004.

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    un pas desarrollado, lo que constituye una expectativa de aproximacin a una modernidad que, el propio occidente, seala como disuelta y perversa.

    Acaso slo deba aadirse que hoy, en el caso local, no aparecen siquiera en medida

    cercana a la realidad de nuestros vecinos, actores sociales constituidos, o simplemente pobladas espontneas, capaces de poner en riesgo tan celebrada estabilidad. De modo que, todo ello alimenta continuamente la ilusin -y su difusin- de estar a las puertas de una condicin de desarrollo, de estar ya experimentando una situacin de modernidad avanzada11, e incluso directamente la idea de que esta posicin de excepcionalidad regional abra posibilidad de alejarnos definitivamente del pelotn latinoamericano y todos los lastres que se le suelen asociar, ilusin que se plasma en la ridcula idea de un bye bye Amrica Latina.

    Chile aparece entonces como la excepcin latinoamericana. Pero la tnica ms

    general, en la inmensa mayora de la regin, es ms bien la de una frustracin de las expectativas puestas en las nuevas democracias. No slo un persistente desapego popular ante la democracia como sistema poltico registran encuestas regionales (por ejemplo, los datos comparativos que divulga regularmente el Latinobarmetro), sino que un nimo de incertidumbre y frustracin inunda tambin a la propia reflexin intelectual. Y con esto ltimo, una retala de preocupaciones se hacen ms visibles, muchas de las cuales, tan slo unos aos atrs, parecan extradas de un criticismo intrnsecamente amargado, incapaz de apreciar cualquier avance. Ahora se elabora la preocupacin por el escaso poder que en Amrica Latina tienen los gobiernos y los Estados, se efecta una revisin crtica de la indiscriminada eliminacin de agencias estatales y los apresurados procesos de descentralizacin, destacando el socavamiento que ello ha significado de importantes funciones bsicas del Estado, lo que ha puesto en riesgo la vigencia de elementales derechos civiles y sociales12. Se enciende la alarma por los grados de avance que alcanza una crisis de legitimidad del Estado y el rgimen poltico en Amrica Latina, debido entre otras cosas a un creciente divorcio entre el dinamismo de la economa y las demandas de la ciudadana, lo que lleva incluso a hablar de una colonizacin de Amrica Latina de la mano de intereses particularistas, con la consiguiente prdida de autonoma que eso comporta13. Ello, por mencionar los sealamientos recientes de algunas importantes figuras de la intelectualidad latinoamericana.

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    Tal como se ha expresado en publicaciones oficiales y de la mano de connotados intelectuales de la plaza.

    Vase al respecto, por ejemplo, la autocomplaciente reflexin que se difunde al conocerse los resultados del

    Censo 2002, tan slo un ao antes de que circularan fuertes crticas internacionales a la asimtrica situacin

    de la distribucin del ingreso en el pas, en Tironi, Eugenio, et. al., Cunto y cmo cambiamos los chilenos.

    Balance de una dcada. Censos 1992-2002, Instituto Nacional de Estadsticas - Presidencia de la Repblica,

    Cuadernos del Bicentenario, Santiago, 2003. 12

    Vase ODonnell, Guillermo, Acerca del Estado en Amrica Latina contempornea: diez tesis para

    discusin, en PNUD, op. cit. 13

    Vase Caldern, Fernando, Notas sobre la crisis de legitimidad del Estado y la democracia, en PNUD, op.

    cit.

  • 11

    Lo que parecen estar agotndose entonces son los proyectos polticos y las formulaciones intelectuales en los cuales se intentaron fundar los procesos de transicin y de construccin de las llamadas nuevas democracias. En tal sentido, cabe preguntarnos qu es lo que reemplazar entonces a dichos proyectos y formulaciones, y con ello, al ciclo que se agota?

    Pero hurgar tras las respuestas a tales problemas, no equivale a avanzar en medio

    de un vaco total. Precisamente, dadas estas interrogantes que hoy se reabren, producto de lo difcil que resulta dejar de reconocer lo inmanejable de los conflictos polticos y sociales en la regin, y como tal la hondura de los problemas que plantea la construccin de un orden poltico, es que aparece oportuno recuperar las reflexiones en que avanz Enzo Faletto en tal sentido. Es una oportunidad emanada de razones mucho ms generales que aquellas que nos pueden animar hoy en torno a un merecido homenaje a su figura.

    El hecho que Faletto no cediera en su momento a la euforia intelectual y poltica que

    se constitua en torno a los procesos de redemocratizacin, apenas estos se avizoran en el horizonte cercano, le permitir avanzar en una comprensin ms global acerca de los requerimientos que plantea la nueva etapa histrica. En cierto modo, tomando distancia de las apreciaciones que priman tanto en la intelectualidad como en los consensos polticos, se aboca a apuntar problemas ms complejos que resultan ignorados en las formulaciones y predicciones ms extendidas en torno a estos nuevos regmenes democrticos. De ah que su produccin intelectual se encamine tempranamente en la direccin de elaborar requerimientos y propuestas en torno a los dilemas ms generales, de la economa, la poltica y la sociedad, que plantea la nueva etapa en Amrica Latina, escapando a la tendencia al reduccionismo generalizado de los problemas de la transicin y el nuevo rgimen democrtico a aspectos poltico-institucionales, para concebir la demanda de lo que llama la reforma democrtica en trminos de mucha mayor riqueza analtica. Para tal reflexin, ms que razones propias del desarrollo del pensamiento social en la regin, lamentablemente son las inestabilidades actuales, y la frustracin de las herramientas pensadas para encararlas, las que hoy abren mejores condiciones para su recuperacin y valoracin.

    Reflexionando sobre los problemas y las posibilidades de los procesos de transicin

    a la democracia en Amrica Latina, desde inicios de los aos ochenta Enzo Faletto enfatiza la necesidad de abordar ciertas demandas de organizacin social, de equidad y de integracin social, adems de las consabidas reformas poltico-formales, como condicin bsica para que las llamadas nuevas democracias alcanzaran cierto grado de historicidad14. No slo se trata de indicar estos problemas. Adems de sealar las

    14

    Adems de los artculos ya mencionados al respecto, pueden verse Faletto, E., Estilos alternativos de

    desarrollo y problemas de la estructura social latinoamericana, en Faletto, E. y Matner, Gonzalo (comps.),

    Repensar el futuro. Estilos de desarrollo, Unitar - Profal - Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1986, o tambin, Faletto, E., Equidad, transformacin social y democracia en Amrica Latina, en Gurrieri, Adolfo (comp.),

    Los aos noventa: desarrollo con equidad?, CEPAL - FLACSO, San Jos, 1990.

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    limitaciones que para la comprensin de estos dilemas constituye la dicotoma analtica autoritarismo-democracia, Faletto avanza en precisar dichos dilemas en torno a una caracterizacin de las modificaciones ocurridas en la estructura, as como en las transformaciones experimentadas por los actores sociales15. Tampoco escapa a esta reflexin la perspectiva de apreciar, ms all de las mutaciones del sistema poltico formal, aquellos cambios experimentados en las instituciones de control social, en los modos de dominio, y como tal en las estructuras de poder. Luego, aparte de considerar lo que distingue como distorsiones en los sistemas de partidos, aborda tambin el carcter distorsionado que adopta la incorporacin de las clases populares, construyendo una mirada ms abarcativa acerca de la inadecuacin de los sistemas institucionales de representacin y de las complejidades de su reformulacin, en una lnea que reclama ms una perspectiva de creacin democrtica que de recuperacin democrtica. Tal orientacin le permite, por ejemplo, ahondar en las experiencias del nuevo comportamiento obrero.

    La advertencia que muestra entonces dicha reflexin, est dirigida a la orientacin

    en que se producen los consensos polticos y las formulaciones intelectuales sobre las que se conciben los cursos de transicin a la democracia, y la vaga medida en que contemplan requerimientos como los apuntados. Precisamente, esos requerimientos que va formulando Faletto, confluyen en lo que distingue como un imperativo de rediscusin del problema del desarrollo en Amrica Latina, sin lo cual las transformaciones polticas corren el riesgo de reducirse a mbitos mayormente formales de regulacin institucional del conflicto poltico. Es la discusin que plantea desde entonces en torno al dilema de los estilos de desarrollo, junto a otros intelectuales como Anbal Pinto y Germn Rama. La advertencia que ello comporta, respecto de las apreciaciones en boga, apunta a las inestabilidades que poda acarrear no slo el hecho de ignorar los enormes dficit de equidad e integracin social, emanados de la dura crisis de los aos ochenta y de la orientacin que asumen los procesos de ajuste y transformacin estructural en los pases de la regin. Esa advertencia apunta, adems, a las complicaciones que poda traer el hecho de desconocer la complejidad que comporta dicha oportunidad de creacin

    15

    A propsito de una de las investigaciones de mayor envergadura que se hayan puesto en marcha en la

    regin en el ltimo tiempo, Faletto insista en dar cuenta de los correlatos sociales de los procesos polticos y

    econmicos recientes. En un sello caracterstico de su pensamiento, y reclamando por los silencios de la

    sociologa en los anlisis en boga, Faletto sola repetir la inquisicin por establecer quines son, socialmente, los que intervienen en la poltica en tal o cual direccin?, a lo cual se aada el mismo

    cuestionamiento si de procesos econmicos se trataba. A guisa de comentario de la mencionada investigacin,

    Faletto anota: como la primera tesis -del mencionado estudio- sostiene que las opciones frente a la crisis y al ajuste estn vinculadas a las posiciones de los distintos agentes sociopolticos, es necesario hacer una

    caracterizacin de estos agentes, tanto de los grupos sociales como de las instituciones que los expresan: los

    partidos, los sindicatos, las corporaciones, etctera. De all que hay que dar cuenta de la transformacin

    ocurrida en la estructura social latinoamericana. Cuestin que no se trata de un capricho intelectual, sino que se vincula a problemas relevantes, como queda claro lneas ms adelante: esta discusin sobre estrategias alternativas, propuestas de desarrollo, programas, etctera, tiene como realidad subyacente, en la mayor parte

    de los pases latinoamericanos, una sociedad profundamente desintegrada. Vase Faletto, Enzo, Qu reemplaza al modelo estatal burocrtico?, en Caldern, Fernando, y Dos Santos, Mario R., (comp.), Hacia un nuevo orden estatal en Amrica Latina. Veinte tesis polticas y un corolario, Ed. FCE - Clacso, Santiago, 1991, pp. 151-152.

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    democrtica, bajo una preocupacin ms simple por marcar los lmites de dicho proceso, en nombre de requerimientos no slo de eficacia sino directamente sobre la participacin. En tal direccin, Faletto orienta su reflexin en direccin a la construccin de un proyecto capaz de reformular las relaciones entre economa, poltica y sociedad en Amrica Latina.

    Sin embargo, a contrapelo de estas observaciones, otro es el sello que termina

    primando en los consensos polticos y la elaboracin intelectual que orientan los procesos de transicin a la democracia. Sin ir ms lejos, el propio Ricardo Lagos se interroga entonces con declarado pesimismo por la posibilidad de reformas que consideren tal tipo de inquietudes. El argumento remite a la carencia de bases sociales de apoyo suficientemente estructuradas para semejante empresa poltica16. Encaminado en una direccin diferente, que concluye en la imposibilidad de un redespliegue industrial, adems de examinar las adversas condiciones de inversin tanto internas como externas, y las limitaciones que en trminos de liquidez ello implicara, Lagos apunta como el principal dilema de los nuevos regmenes polticos a las dificultades en torno al manejo instrumental de polticas econmicas, producto de la explosin de demandas y expectativas que pueden traer aparejadas los cursos de apertura y democratizacin poltica. En la reflexin de Lagos, luego de repasar la situacin de distintos sectores de la sociedad, la cuestin estriba en la imposibilidad de poder responder al siguiente dilema: cul es la base de apoyo para una poltica econmica que quiere establecer grados crecientes de equidad, cuando los sectores beneficiados, pueden ser muy numerosos, pero tienen un bajsimo peso poltico?. Ello, a su juicio, condiciona las posibilidades de plantearse una poltica de crecimiento y distribucin capaz de llegar a los sectores ms precarios. El rasgo principal de estos ltimos resulta ser la dificultad de organizacin poltica, lo que para esta reflexin plantea, ms bien, determinaciones sobre el tipo de sistema democrtico a construir.

    Claro, si esto se aprecia desde la experiencia chilena -a diferencia de cmo se podra

    apreciar desde el resto de Amrica Latina- cobra un sentido muy claro, independientemente de que se compartan o no tales afirmaciones. Es que los procesos de reforma o de ajuste estructural como se les ha llamado, y aquellos de reforma o transicin poltica, en el caso chileno aparecen visiblemente divorciados en el tiempo. En Chile, la transformacin estructural antecede en forma clara a la transformacin poltica. En nuestro caso, hacia fines de los aos ochenta, la transicin poltica a la democracia se concentra fundamentalmente en la perspectiva ms especfica de la administracin de un modelo econmico cuyos trazos gruesos resultan heredados del rgimen pinochetista. Las transformaciones estructurales o ajustes fundamentales ya han sido realizados desde la segunda mitad de la dcada del setenta y durante los aos ochenta, como parte de la recuperacin de la crisis econmica de 1982-83. Como se sabe, en ese lapso se produce el

    16

    Puede consultarse al respecto la intervencin de Lagos en un coloquio dedicado precisamente a Los proyectos de cambio y las nuevas condiciones del desarrollo latinoamericano, organizado por EURAL y la Fundacin Friederich Ebert en Argentina en 1987. Vase Proyectos de cambio. La izquierda democrtica en

    Amrica Latina, Ed. Nueva sociedad, Caracas, 1988, pp. 20-32.

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    grueso de los procesos de privatizacin, de desindustrializacin, de desmantelamiento de los antiguos servicios sociales pblicos, de giro hacia una radical apertura externa, esto es, el cambio en la estrategia de desarrollo capitalista. Y junto con ello, los sucesivos procesos de desasalarizacin y reasalarizacin que trastocan la vieja estructura social, y en particular, a dos de las categoras sociales fundamentales y polticamente ms incidentes del perodo anterior, esto es, la clase obrera y aquellos sectores medios vinculados al empleo estatal.

    De este modo, son marcos estructurales ya redefinidos los que enmarcan el curso de

    la transicin a la democracia en Chile, y sobre los cuales no se innova mayormente con el advenimiento del nuevo rgimen poltico. Con una estrategia de desarrollo capitalista ya definida, la transicin chilena -en base al consenso poltico predominante- centra as sus preocupaciones en los dilemas del control social, en el ajuste en los modos de dominio, a fin de evitar la explosin de la llamada deuda social acumulada por el aumento de la desigualdad y la precarizacin de importantes sectores de la poblacin durante el perodo dictatorial. En otras palabras, las preocupaciones ms gravitantes en la transicin chilena apuntan a la constitucin efectiva de la llamada gobernabilidad democrtica, la cual resultar abocada principalmente a mantener la desarticulacin social heredada a travs de una redefinicin del sistema poltico en un sentido marcadamente elitista. Las limitaciones a la participacin impulsadas, as como la impermeabilizacin del sistema poltico respecto de los efectos de los conflictos sociales constituyen, en definitiva, un efectivo blindaje de ste y, como tal, un distanciamiento entre el mbito de lo social y el de lo poltico. A fin de cuentas, el modelo de gobernabilidad que se abre paso deviene en un mecanismo de control de los conflictos, ms que de su procesamiento.

    Esto significa una delimitacin efectiva de la lgica poltica a la accin poltica

    requerida para otorgar estabilidad tanto a las instituciones y a los actores que determinan su funcionamiento, como a las metas estipuladas y a las reglas del juego para lograrlas. Lo dems, queda ubicado en el mbito de la disfuncionalidad y sus efectos deben ser limitados. En definitiva, en la transicin chilena, la reforma del mbito de lo poltico se produce bajo un consenso en torno al buen orden que requiere el desenvolvimiento de una estrategia de desarrollo capitalista ya dada y que no debe ser revisada, y en consecuencia, se centra la tarea de la legitimacin de las restricciones que ello significa a la democracia y la ciudadana. De esta forma, la gobernabilidad se constituye en una versin especfica de la democracia, en donde esta ltima se reduce al consenso procedimental, centrado en el cmo y no en el qu. Como se ha advertido, ello significa una enorme autonoma de la poltica respecto de cualquier forma de determinacin ciudadana, y en particular, de los actores sociales17. La poltica se reduce crecientemente a la condicin de mtodo de construccin de consensos procedimentales, con el

    17

    En atencin a esto, as como a los grados de desarticulacin y heterogeneidad que dificultan en la sociedad

    actual la constitucin de actores sociales protagnicos, Francisco Weffort ha preferido hablar de ciudadana de baja intensidad, en este modelo democrtico marcado por pretensiones de gobernabilidad orientadas a controlar incertidumbres por medio de la autonomizacin de lo poltico. Al respecto, vase Weffort, F., Qual Democracia?, Ed. Schwart, Sao Paulo, 1992.

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    consiguiente vaciamiento de la representacin poltico-electoral de significados sustantivos en trminos de representacin de intereses.

    A fin de cuentas, es una propuesta orientada a institucionalizar la transicin a la

    democracia prescindiendo de los contenidos sociales en que se sustenta. En trminos de las formulaciones hoy en boga en las ciencias sociales, en lugar de la dominacin, lo central en el desarrollo social sera ahora la primaca de las potencialidades del discurso, cuya decontruccin de lo real conducira a una hegemona sin sujeto. De este modo, lo discursivo, asumido como posibilidad racional que trasciende a las clases y los grupos sociales, extendera su influjo determinante sobre la esfera del poder. En definitiva, se trata de una lnea de reflexin que refleja una preocupacin orientada por el clculo poltico, destinada a estimar la capacidad de institucionalizar y normar los conflictos sociales que se advierten en el curso de los procesos de redemocratizacin.

    Por cierto, esta no es una determinacin exclusiva de la elite y la comunidad poltica

    chilena. En toda Amrica Latina los empeos de reforma intentarn encaminar las cosas por la misma senda. Por doquier la reforma democrtica se reduce a la idea de una racionalizacin del sistema poltico (tanto en sus mecanismos de administracin como de representacin), con el objeto de obtener una organizacin integrada y eficiente que evite conflictos que superen su capacidad de procesamiento, en lugar de considerarla como una oportunidad de encarar los grandes dilemas latinoamericanos. A fin de cuentas, resulta generalizada la preocupacin prctica por una reglamentacin formal de la poltica que sea capaz de evitar conflictos y polarizaciones como las que antecedieron a los ltimos golpes militares.

    Como se ha precisado18, tal preocupacin apunta a regular la distribucin y

    articulacin del poder poltico en varias esferas, como en las relaciones entre los poderes del Estado (en Per se impone el presidente mediante una ruptura de la institucionalidad, mientras que en Brasil y Venezuela es derrocado mediante el uso de facultades otorgadas a los otros poderes), lo que suele redundar en la formacin o aumento de las facultades de instancias autnomas como el Tribunal Constitucional. La reorganizacin del poder poltico estatal implica una reforma de la burocracia estatal, para aumentar el control y la eficacia del poder poltico, entendido como aqul poder que, por encima del gobernante de turno, mantiene la continuidad del orden ms all del relevo regular de autoridades. Dado el cambio en la funcin del Estado, hay una drstica reduccin de dicha burocracia, concentrndose donde se busca introducir mayor eficacia en su gestin. En general se trata de reformas encaminadas a reforzar la legitimidad del poder en cuanto orden establecido, que si bien no son novedosas, en el ltimo tiempo experimentan una fuerte aceleracin en respuesta a las violentas crisis sufridas con anterioridad.

    18

    Bao, Rodrigo y Faletto, Enzo, Transformaciones sociales y econmicas en Amrica Latina, Cuadernos

    del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago, 1999.

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    El sistema de partidos sufre tambin una transformacin19. Si bien siempre el sistema de partidos ha sido dbil en Amrica Latina, exceptuando el viejo bipartidismo uruguayo, el multipartidismo chileno hasta los aos setenta y el caso venzolano, durante el rgimen nacional-popular la participacin poltica se extendi y los partidos alcanzaron cierta representacin social de los sectores emergentes: la izquierda y el centro laico y cristiano en Chile, el radicalismo y el peronismo argentino, Accin Democrtica en Venezuela, el APRA en Per, el MNR en Bolivia, Liberacin Nacional en Guatemala, los partidos populistas brasileros y ecuatorianos. Sin embargo, con los procesos de transicin a la democracia y las preocupaciones y consensos polticos que los enmarcan, los partidos pierden su carcter representativo de intereses sectoriales, deviniendo en partidos nacionales de orientacin ms integrativa que conflictiva. Cambia la funcin que cumplen estas instituciones de representacin poltica: merma aquella que posibilitaba la participacin de los ciudadanos en la formacin de la voluntad poltica, y crece la de contribuir a la legitimacin del poder.

    Ms all de las variaciones entre pases, existe una generalizada tendencia a los

    acuerdos y consensos entre fuerzas polticas que antes se presentaban como antagnicas en virtud de las representaciones sociales asumidas y de tajantes definiciones ideolgicas20. En Chile la Alianza Democrtica, luego Concertacin, establece formales acuerdos con antiguos rivales y, ya en el gobierno, realiza una poltica de consensos con la derecha que est en la oposicin. En Bolivia, un acuerdo entre viejos enemigos que llegaban hasta la accin directa abre una alternancia en el gobierno entre el MIR y el partido de Banzer. En Argentina, radicales y justicialistas llegan a frecuentes acuerdos. En Brasil, un acuerdo entre gobierno y oposicin nomina a Tancredo Neves y da inicio formal a la transicin. En Mxico, el PRI se abre a la negociacin con los opositores para una reforma poltica. Aunque no en todas partes los acuerdos polticos transcurran de la misma forma, prima una tendencia a la integracin de fuerzas polticas en trminos de constituir un sistema autnomo y ajeno a las representaciones sociales sectoriales. Ello implica el predominio del esquema bipartidista, con forma a veces bicoalicional, que acta moderando las diferencias a travs del conocido efecto de la competencia entre dos, que lleva a cada uno a buscar semejanza con el contrario para atraer sus adherentes. La creciente autonoma del sistema de partidos hace que se debilite el sistema de control social sobre ellos. Es el caso del peronismo argentino, donde el otrora poderoso sector sindical se ve incapacitado para influir en la accin del presidente Menem. La prdida del control social sobre los partidos aumenta el peso de los liderazgos personales y de la mquina burocrtica cuando sta existe.

    En suma, es lo que muchos han apuntado como una confiscacin de la democracia

    por los expertos la poltica para los entendidos-, como una exacerbacin de lo jurdico en detrimento de lo poltico, y sus consecuencias, entre las que destaca la configuracin de un tipo de sistema poltico que ya no produce suficientes elementos de identificacin.

    19

    Ibid. 20

    Ibid.

  • 17

    Sin embargo, si en general las preocupaciones e intenciones son relativamente similares en las elites y las comunidades polticas de Amrica Latina al momento de encarar la transicin a la democracia, los resultados, a la luz de los hechos actuales, sern muy distintos en la inmensa mayora de la regin respecto a aquellos que presenta la excepcionalidad chilena.

    En el resto de la regin las cosas parecen seguir otro cauce. La transformacin

    neoliberal es ms bien gradual y conflictiva y, en comparacin con Chile, tarda. No slo resulta mucho ms prolongada, sino que adems sucede en medio de los procesos de transicin poltica. No los antecede, como ocurre en la singular experiencia chilena. Ms bien, en la gran mayora de Amrica Latina, la transformacin neoliberal intenta desplegarse en medio de difciles cursos de consolidacin de los nuevos regmenes democrticos. Por tanto, no opera en la gran mayora de la regin esa asociacin entre autoritarismo y neoliberalismo tan propia de la experiencia chilena. Dicha transformacin transcurre en medio de transiciones polticas que estn recin abiertas.

    En Bolivia se realiza el primer ajuste en 1985. Se inicia bajo el gobierno de Siles

    Suazo (no para quebrar al movimiento obrero, sino para contener la inflacin) y se profundiza a partir de 1986 durante el gobierno de Paz Estenssoro. Pero el viraje continental como tal, no comienza antes de que asuma la presidencia en Mxico, recin a finales de 1988, Carlos Salinas de Gortari. Es decir, es hacia el trmino de los aos ochenta, ya prcticamente entrando en la dcada del noventa, cuando empieza esta transformacin estructural en Amrica Latina. El inicio de la transformacin mexicana es seguida por aquella que se inicia bajo la presidencia de Menem en Argentina en 1989, y con la segunda presidencia de Carlos Andrs Prez en Venezuela ese mismo ao, as como con el giro que representa la eleccin de Fujimori en Per en 1990. En Mxico, Argentina y Per se logra contener la inflacin y orquestar una concentracin del poder ejecutivo. Si en Mxico ello siempre fue as, Menem y Fujimori tuvieron que innovar con una legislacin de emergencia, autogolpes y reformas a la Constitucin. Ello no fue posible en Venezuela, con una democracia partidaria ms continua y slida, que escap de las dictaduras militares en los aos setenta, y colaps en la segunda presidencia de C. A. Prez, y con ello el rgimen poltico que los venezolanos conocieran como el bipartidismo puntofijista proveniente del fin de la dictadura de Prez Jimenez all por 1958.

    Es decir que, en Argentina y Per -al igual que en Brasil y otras partes- no fueron los

    militares quienes emprendieron la transformacin estructural mencionada. Ni siquiera sern los gobiernos civiles de transicin, los de Ral Alfonsin y de Alan Garca respectivamente, sino que son los siguientes, aquellos de Menem y Fujimori, los responsables de poner en marcha esta transformacin estructural. En Venezuela, es solo a finales de los aos ochenta y principios de los noventa, con la segunda presidencia de Carlos Andrs Prez, que irrumpe este curso.

    En suma, la transformacin neoliberal resulta marcadamente gradual y conflictiva en

    la generalidad en Amrica Latina, luego que tanto los regmenes militares como los

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    empeos de los viejos partidos y programas polticos all donde imperaban regmenes democrticos, fueran decayendo, y con ellos los ltimos estertores del modelo de desarrollo hacia adentro. De ah en adelante, ya sea liderada por nuevas fuerzas polticas (bajo el gobierno de Fujimori en Per), o por las de viejo cuo ahora convertidas a los nuevos aires dominantes (bajo el peronismo de Menem en Argentina), el impulso a la transformacin neoliberal se impone por doquier. Se lanza sin mayor oposicin poltica formal esta transformacin, por un camino plagado de resistencias y retrocesos, estallidos sociales y situaciones de inestabilidad y, en general, arrastrando una dificultad permanente para resolver los problemas de la construccin de un orden poltico de alguna historicidad.

    Es en este proceso poltico que irrumpen en la escena nacional nuevas fuerzas

    sociales en muchos pases de la regin. Con la complejidad adicional dada por el hecho que, gran parte de estas nuevas fuerzas sociales, no presentan una solucin de continuidad con los viejos actores sociales y polticos propios de la etapa nacional-popular.

    Sobre la base de los procesos de desarticulacin -tanto represiva como estructural-

    de los actores sociales tradicionales, como el movimiento obrero y las organizaciones de los sectores medios como los colegios y las agrupaciones de profesionales y las asociaciones de empleados pblicos, articulados en torno a la vieja centralidad estatal en la regulacin de los actores y los conflictos sociales, se produce entonces la emergencia de nuevos movimientos sociales. Junto a la drstica reduccin de la vieja clase obrera producto del proceso de desindustrializacin y, con la prdida de su antigua gravitacin, marcha la emergencia de una nueva informalidad laboral, que adems de una fuerte terciarizacin aparece signada por la flexibilidad y la precarizacin de la condicin asalariada. La contrarreforma agraria que significa la modernizacin del agro, y sus correlatos en trminos de reduccin del viejo campesinado y los movimientos cooperativos, va aparejada con el surgimiento de nuevas, extendidas y precarias formas de asalarizacin rural. La drstica reduccin de aquella clase media estatal, desarrollista, laica y progresista, significa que importantes contingentes de sta resultan forzados a emigrar al mundo de la empresa privada, o bien a la aventura de la constitucin de pequeas empresas, cambiando la anterior condicin asalariada por una de pequeo propietario que las ms de las veces significa un retroceso en sus niveles de vida, adems del paso de una situacin estable a otra signada por la inseguridad de su proyeccin futura. Las inditas dimensiones que cobra la expansin de la marginalidad, significan cambios en su carcter hacia una marcada informalidad en sus actividades laborales, la feminizacin del trabajo y el auge del trabajo familiar; as como el eufemismo de la microempresa en que el empresario es a la vez trabajador. De este modo, junto a estas transformaciones sociales irrumpen nuevas formas de movilizacin y demanda, a las que se vinculan en forma principal los conflictos que estn en la base de la inestabilidad poltica sealada.

    Se trata de nuevas articulaciones sociales al margen de -o confrontadas con- las

    expresiones tradicionales. Son nuevas fracciones obreras y trabajadoras al margen del

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    movimiento obrero tradicional, reactivas a los procesos de desindustrializacin, las ms de las veces de un carcter fundamentalmente defensivo; que en Bolivia se movilizan con independencia de la histrica COB y los partidos polticos; que en Brasil abarcan a las nuevas fracciones obreras industriales en ascenso (es el caso del clebre ABC paulista) y de trabajadores de los servicios (como los empleados bancarios de Porto Alegre), enfrentados al debilitado movimiento sindical varguista, que insisten en la autonoma estatal y partidista; que en Argentina significan tanto la emergencia de ncleos de trabajadores autonomizados del antes omnipotente sindicalismo peronista (y su histrica CGT) como las conductas de este ltimo, en abierta escisin respecto de una transformada direccin poltica justicialista; que en Venezuela expresa la emergencia de nuevas fracciones de trabajadores confrontados con una histrica pero menguada CTV, instrumento poltico-organizativo controlado por Accin Democrtica y pieza esencial de un perdurable sistema democrtico, basado en aquel pacto social que va de la mano del auge petrolero.

    Pero no slo se trata de nuevas fracciones de trabajadores. Tambin, de la

    multiplicacin de agrupaciones y movilizaciones en torno a la calidad de vida. Movimientos pluriclasistas y heterogneos ante la agudizacin de los problemas de la urbanizacin, los servicios y el consumo en Amrica Latina, enfrentados a la disminucin de la accin estatal y la afeccin que arrastra sobre los procesos de reproduccin social de diversas franjas de la sociedad. En sus connotaciones ms populares, se trata del desarrollo de economas locales informales y estrategias de resistencia, que van desde formas familiares de accin hasta organizaciones comunitarias, protestas y verdaderas rebeliones urbanas (como es el caso de Caracas, de Crdoba, de las puebladas argentinas, de Arequipa ms recientemente). Experiencias que, en un nmero significativo, se producen bajo ideologas y formas de organizacin autogestionarias. Los ejes de lucha abarcan desde el enfrentamiento a diversas de formas de corrupcin hasta el desmantelamiento de los antiguos servicios sociales estales, cuando no encaran abiertamente proyectos de privatizacin. Cuestiones que muchas veces se cruzan con el desarrollo de organizaciones campesinas y tnico-culturales, como el resurgimientos de la lucha de pueblos indgenas por su autonoma poltica, y en contra de la degradacin cultural y la discriminacin racial en Ecuador, Bolivia, Colombia (en la zona del Cauca) o Brasil.

    Ideolgicamente, los nuevos trminos pueden resultar confusos, especialmente

    ante una apreciacin fundada en parmetros tradicionales. Se postula un difuso rescate de lo social que, bajo un ideal de autonoma, apunta a nuevos trminos de relacin entre movimientos sociales y organizaciones polticas. Plantean un cuestionamiento de la experiencia socialista, desconocido en las formulaciones de la vieja izquierda continental; aunque su rasgo identitario ms marcado es el enfrentamiento a los cursos de la reforma neoliberal. Incluso comprenden una revisin -no siempre explcita- de las viejas estrategias, como las antiguas dicotomas entre reforma o revolucin, o bien entre la lucha violenta y la participacin en los procesos electorales, formas de accin ambas, que resultan profusamente combinadas por estas nuevas fuerzas sociales. Es pues, la

  • 20

    experiencia de la formacin y auge del Partido de los Trabajadores (PT), el Movimiento de los Sin Tierra (MST) y las llamadas comunidades cristianas de base en Brasil, del movimiento Pachakutic (Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik Nuevo Pas, MUPPNP) y la Confederacin de Nacionalidades Indigenas de Ecuador (CONAIE) en Ecuador, del MAS y otras expresiones en Bolivia, de Causa Radical, el Movimiento V Repblica (MVR) y el chavismo en Venezuela, del EZLN en Mxico. En comn tienen, entre las condiciones de su auge y proyeccin hacia las correlaciones centrales de fuerzas en sus respectivos pases, la existencia de vacos polticos prolongados y crisis de legitimidad arrastradas por los sucesivos gobiernos de turno. Coinciden en constituir procesos de expresin poltica de experiencias sociales locales, como parlamentos y gobiernos locales (incluso parroquiales), en detentar una heterognea base social en la cual es difcil apreciar las homogeneidades antes conocidas, y en combinar -las ms de las veces- la lucha violenta -a ratos con ribetes insurreccionales, como en Ecuador o Bolivia-, con la participacin electoral y la representacin parlamentaria, municipal o en gubernaturas, con formas autogestionarias, comunitarias y muchas veces con estrecha relacin con ciertas fracciones eclesisticas.

    Son estas fuerzas sociales las que comienzan a tensionar y dilatar el curso de la

    reforma estructural, ahondando el contraste con una experiencia chilena de transformacin neoliberal temprana, abrupta y carente de oposicin efectiva. Pese a que en los casos de Brasil, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Mxico o Argentina, alcanzan distinta gravitacin y exhiben diversas orientaciones, tienen en comn el hecho de abrir la emergencia de nuevos actores polticos, en medio de convulsas e inciertas condiciones polticas como las de las ltimas dcadas latinoamericanas.

    En su gran mayora son movimientos que provienen de los aos ochenta. En un

    inicio reactivos a la crisis, fundamentalmente defensivos ante sus efectos, enfrentados a los viejos actores sociales y polticos, ascienden a la escena poltica tensionando los procesos de transicin y consolidacin del nuevo rgimen democrtico, as como la transformacin neoliberal y sus correlatos de privatizacin, de desmantelamiento de servicios pblicos y eliminacin de antiguos derechos laborales y ciudadanos.

    Pero cabe inquirir por el sentido histrico de la accin de estos movimientos

    sociales, de esta nueva fase de conflictos y luchas sociales en Amrica Latina. Pueden acaso hoy, ser estos actores los protagonistas principales, en Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia o Venezuela, de un nuevo curso de reformas? Pueden apuntar efectivamente a resolver esta crisis poltica intermitente? A juzgar por las experiencias de los gobiernos de Lula en Brasil y Kirchner en Argentina, gobiernos que incorporan a estos actores, logran al menos mayor estabilidad, si se compara con las situaciones de Per, Bolivia o Ecuador. No obstante, como se sabe, el problema de su sentido histrico resulta ms complejo y proyectivo.

  • 21

    Especialmente en Amrica Latina, tal dimensin remite, entre otros dilemas, a la cuestin tradicionalmente problemtica de la integracin nacional. Como se ha apuntado ya hace tiempo en el pensamiento social latinoamericano, all se expresan, a fin de cuentas, los modos de relacin entre economa, poltica y sociedad. Los distintos modos o estilos de desarrollo conducen a resultados muy diferenciados en trminos de integracin nacional, como lo muestra palmariamente la historia de la regin. Lo cual tiene que ver con los proyectos histricos construidos por distintos actores y alianzas sociales, quienes imprimen sentidos a su vez distintos a las instituciones, y en particular, al Estado.

    En tal orden, hoy lo primero que salta a la vista es la constatacin de que el Estado

    ya no constituye, como antao, un eje principal de integracin nacional. Un asunto de primera importancia en las naciones latinoamericanas, dada la debilidad comparativa que, por su carcter dependiente, asumen en este sentido el capitalismo y los grupos que lo lideran. Vinculado en no poca medida a tal condicin aparece el hecho de que, a lo largo de la mayor parte del siglo XX, es sobre el Estado que recae la mayor cuota de responsabilidad en el enfrentamiento de esta compleja tarea de la integracin nacional. Y en tanto se trataba entonces de un modelo de desarrollo -al menos a partir de los aos treinta y hasta mediados de la dcada del setenta- en que el Estado se robusteca, en que el leviatn latinoamericano alcanzaba su mxima envergadura, contaba ste con ms herramientas a su disposicin para encarar tamao desafo. Hoy, por el contrario, menguado por las mutaciones ocurridas bajo la gida neoliberal, que significan apertura indiscriminada, desnacionalizacin, desindustrializacin, la privatizacin de antiguas empresas estatales, el desmantelamiento de gran parte de los antiguos servicios pblicos, se encuentra ste en condiciones incomparablemente ms dbiles para hacer frente a unos desafos de integracin nacional que, a las eternas tendencias centrifugas propias de naciones frgilmente constituidas, se suman hoy los impulsos desintegradores propios de la llamada globalizacin.

    Empero, como apunta Faletto en repetidas ocasiones, en Amrica Latina el ocaso de

    la fuerza estatal ante la tarea de la integracin nacional no se debe tanto a dicho proceso de globalizacin, y sus mentados correlatos en trminos de superacin del Estado-nacin, como a factores internos. Ms bien, aparece relacionado con la crisis y el desmantelamiento del rgimen nacional-popular, vinculado a la determinacin de sectores minoritarios pero suficientemente poderosos de contener un prolongado proceso de democratizacin social, e inaugurar una orientacin directamente opuesta en la marcha histrica de la regin. En forma bastante clara, Alain Touraine tambin apunta en esta direccin, al sealar como el principal rasgo de la transformacin reciente en Amrica Latina su carcter antipopular21.

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    Vase Touraine, Alain, Amrica Latina. Poltica y Sociedad, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1989. Este es el

    rasgo fundamenal que atribuye a la transformacin a la que asisten las naciones latinoamericanas en las

    ltimas dcadas del siglo XX, expresada en el desmantelamiento del Estado patrimonial y sus correlatos distributivistas y de integracin neocorporativa, como parte de un proceso de desarticulacin de regmenes nacional-populares tendiente arrasar con la poltica de masas que primara durante gran parte de la pasada centuria.

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    De cualquier modo, lo que se asocia con la llamada globalizacin no trajo en Amrica Latina desarrollo ni equidad. La regin ha vivido una reinsercin externa pasiva y marginal. La democracia, por otro lado, permiti una formidable expansin de demandas poco satisfechas, y el saldo hoy es un extendido malestar con la poltica y con la propia democracia. Los viejos problemas de Amrica Latina persisten; no es necesario volver a enumerarlos. Pero adems se agregan otros, propios de sociedades y culturas mucho ms complejas y mucho ms desintegradas. Cmo reconstruir entonces la relacin entre ciudadana, nacin y Estado, en un mundo globalizado? Estamos viviendo o no el fin de un ciclo de reformas estructurales que colocaron en el centro de la vida social y poltica una visin nica y ahistrica del mercado?

    El costo de las reformas efectuadas en el ltimo par de dcadas en la regin ha sido

    muy alto, y adems coloca muy pesados lmites al ejercicio democrtico. Hoy resulta claro que las formas de la poltica necesitan renovarse con urgencia, abrindose a la incorporacin y expresin de nuevas formas sociales. La democracia, sustentada efectivamente en una poltica deliberativa, que promueva una cultura institucional que admita innovacin y creatividad, alimentada por una memoria histrica crtica, podra llegar a constituir un referente de una modernidad emancipatoria. Pero como tal, esa es todava una promesa que sigue en el horizonte, pendiente tanto en Chile como en el resto de Amrica Latina.

    Pero la cuestin de la integracin latinoamericana, y en particular, la insercin de

    Chile en la regin, plantea otras dimensiones las cuales, como saben aquellos cercanos a las preocupaciones intelectuales y polticas de Enzo Faletto, l atenda especialmente. Recuperemos al respecto sus propios trminos, bastante directos y elocuentes: Una propuesta de integracin latinoamericana no puede circunscribirse a una nocin de integracin econmica, ni tampoco slo en dimensiones institucionales. Las iniciativas al respecto en el campo cultural y poltico, fundamentalmente lo que ah sucede como proceso social concreto, pueden tener tanto o ms significacin que los aspectos institucionales22. En tal sentido: El tema de la integracin latinoamericana no se resuelve por cierto en una simple agregacin de rasgos comunes; es inherente tanto a la integracin como a la identidad la idea de un proyecto comn, proyecto que se manifiesta en una integracin de futuro. Pero las opciones de futuro requieren ser consideradas en trminos de intereses sociales, los que a menudo son divergentes e incluso contradictorios. En otros trminos: una opcin de futuro a partir de qu identidades, o ms bien, de la identidad de quienes? Un proyecto de futuro, qu identidades afirma y constituye? qu identidades niega? Por tanto, el tema de la integracin latinoamericana adquiere -ms all de la retrica- una connotacin poltica de la que los distintos grupos y sectores sociales deben dar cuenta. Y anota ms adelante: el tema de la integracin latinoamericana constituye quizs una de las pocas opciones para plantearse la posibilidad

    22

    Para esta y las siguientes referencias puede consultarse Faletto, Enzo, La identidad latinoamericana y el

    problema de la integracin, en Becerra, Susana y Cardello, Mabel, A 500 aos... Amrica Latina se descubre a si misma. Actas de las jornadas de reflexin, Ed. de la Universidad Nacional de Cuyo (EDIUNC), Mendoza, 1993, pp. 61-66.

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    de un estilo alternativo de desarrollo que no sea concentrador y excluyente. El tema de un estilo alternativo no puede ser slo un planteo de comit, tendr que ser una tarea latinoamericana, tal como la demanda de democratizacin constituy y constituye un tema y un objetivo comn para muchos en Amrica Latina. Pensando no slo en la identidad como conciencia de ciertos rasgos comunes sino tambin en la identidad como proyecto, Faletto precisa su opinin sobre unos de los dilemas ms centrales de la poltica y la intelectualidad latinoamericana de las ltimas dcadas: es necesario discutir la opcin de dejarlo todo al espontanesmo del mercado; personalmente, pienso que eso significa simplemente la ausencia de un proyecto de futuro, o ms bien, que el futuro lo decidan quienes tienen real control del mercado.

    En esta direccin, se suma otra preocupacin a la cual Faletto tambin dedicaba

    especial atencin: la intelectualidad. La mencionada integracin regional y los dilemas que plantea esta integracin requiere, entre otras cosas, de una intelectualidad latinoamericana integrada. Empero, dicha perspectiva aparece ms bien ausente.

    En una de sus ltimas entrevistas, Faletto seala un giro de los intelectuales en

    Amrica Latina, y como parte de ello, la crisis de esa intelectualidad. Por lo sensible del tema, revisemos esta cuestin en sus propios trminos23. Refirindose al giro intelectual que experimenta en los ltimos aos el pensamiento social en Amrica Latina, a diferencia de otros enfoques al respecto, Faletto subraya que ste no se debe a un mero capricho intelectual. En la senda de la preocupacin lukacsiana en torno a una conciencia de la conciencia, estima necesario ubicar tal giro intelectual en el marco de las mutaciones generales que experimenta Amrica Latina en las ltimas dcadas. De ah que considera parte de la historia inmediata de la regin aquello que arroja una redefinicin misma del rol de los intelectuales, marcada por una tendencia hacia una falta de pensamiento propio. Se trata, en sus palabras, de una sequa de la reflexin que va unida a una metamorfosis de la poltica, en la medida en que se desvanece un pensamiento que se desarroll muy ligado a los procesos sociales y a una idea de la poltica como proceso social. Para Faletto, lo trascendente de esto es que se produce en un momento en que en los llamados procesos de transicin o redemocratizacin enfrentan el dilema de la reforma poltico-institucional, es decir, estn dirimiendo la concepcin de la poltica que primar en adelante. Precisamente, ah empieza el predominio incontrarrestado tanto de la tecnocracia econmica como de una reflexin poltica reducida a una suerte de ingeniera poltica. Por lo que -aade- no es ajeno a ello, entonces, que los desvelos de la democratizacin se reduzcan a la recuperacin parcial de la institucionalidad formal y no se asuma el imperativo de una democratizacin social. Ciertas disciplinas lo reflejan de modo muy claro: El giro en la reflexin econmica es ilustrativo. Si los intelectuales de los aos cincuenta en adelante se forman en el predominio de la economa poltica, y en la idea de ligar la poltica al proceso social, ya desde fines de los aos setenta la discusin econmica se ocupa ms del manejo del presupuesto fiscal o la deuda externa que de propuestas de transformacin social. Por todo cambio, se asume que ste llega desde

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    Vase Zern, Faride, Enzo Faletto rompe..., op. cit.

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    afuera con la globalizacin, cuya modernizacin acarreada -se supone- trae un bienestar socialmente extendido. Es un curso donde la reflexin pasa del anlisis de la dinmica social y econmica asumida como procesos de conflictos y cambios entre clases y grupos, a una mirada centrada en las formas institucionales de administracin poltica y econmica, lo que se acompaa de una reorientacin de la formacin universitaria bajo una ptica profesionalizante y tecnocrtica. En definitiva, un giro intelectual que va unido a los cambios sociales ocurridos. El predominio de la orientacin tecnocrtica obedece al enmudecimiento y la desarticulacin de algunos grupos sociales muy relevantes en la historia de Amrica Latina desde los aos veinte en adelante, que constituan los referentes sociales de buena parte del pensamiento latinoamericano. Se trata de los sectores medios, obreros y luego campesinos. Pero desde los aos setenta -en Brasil, de la dcada anterior- con los golpes militares y la reaccin que sigue en la mayor parte de Amrica Latina, lo que avanza es la desarticulacin de aquellas clases medias y del movimiento obrero y campesino. Los grupos intelectuales quedan sin sus viejos referentes sociales, lo que estimula su figuracin como una entelequia situada por encima de los diversos intereses sociales, portadora de una racionalidad impermeable a los conflictos sociales. A fin de cuentas, carentes de referentes sociales concretos e inmediatos, estos grupos intelectuales se ligan a las diversas esferas del poder imperante, reinstalando de cierto modo la vieja figura del intelectual cortesano. Se impone as una tecnocracia cuyo brillo intelectual radica en su eficiencia y cuyo mundo de referencia -a diferencia de la vieja intelectualidad- es el poder existente. Sus opciones se reducen al uso de sus capacidades tecnocrticas para influir en el poder constituido, sin posibilidad de cuestionar la existencia de ese poder, lo que anula la idea de transformacin. Y aade: Este giro est muy ligado, adems, a la metamorfosis de la poltica latinoamericana en las ltimas dcadas. De una ciudadana de organizaciones se pasa a una de individuos atomizados, inorgnicos, lo que hace que la poltica pase de la tradicional arena de disputa de proyectos nacionales a redibujarse como un espacio de administracin, elitizado como tal, delinendola as como una gestin de entendidos, donde la esencia de lo democrtico se reduce a lo formal y su aspiracin representativa a una condicin meramente delegativa. Es una redefinicin de la poltica amparada en la desarticulacin de los viejos sujetos sociales.

    De este modo se llega al punto de que no hay dialogo entre latinoamericanos sobre

    Amrica Latina. Cuestin que se vincula estrechamente al hecho que, tanto la poltica como la economa se dejan de pensar como procesos sociales. Podramos agregar, de la mano de entraables conversaciones, que Amrica Latina tiende a diluirse como objeto de conocimiento de manera integral, bajo una proliferacin de monografas -apenas hilables- de pases. Ms bien, se impone el mentado fin de los metarrelatos, unido a un reencandilamiento con las teoras de alcance medio, esas que Faletto instaba a dejar de la mano de lo que llamaba socilogos de medio alcance, con su carga de atencin exclusiva en los llamados microprocesos. En definitiva, en tanto desarticulacin de la realidad, se tiende a diluir as, aquello que desde Hegel en adelante persigue a las ciencias de la sociedad, esto es, la comprensin de la totalidad en cada tiempo histrico concreto.

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    De aqu entonces, la actualidad intelectual y poltica de la demanda de Enzo Faletto por lo que denomina anlisis integrado, por lo que reclama como la difcil comprensin de la dialctica entre estructura y proceso, por el dilogo entre sociologa e historia, capaz de evitar, a travs del ejercicio intelectual, que la sociologa se agote en una perspectiva merante profesional. Es un llamado de atencin frente a las tendencias al individualismo metodolgico y el subjetivismo sin sujeto en las ciencias sociales, propio de tantas formulaciones en boga. Se trata, de la recuperacin de la especificidad que presenta la situacin latinoamericana, para situar el anlisis de nuestros problemas.

    Tal tarea exige desmontar una imagen en la que no somos lo que somos. Se trata de

    cuestiones que cobran relevancia en la formacin de los nuevos cientistas sociales e intelectuales. A tal empeo, dedic sus ltimos aos el maestro Enzo Faletto. Aquellos que tuvimos el privilegio de trabajar y compartir de cerca tales inquietudes, as como muchos otros que no alcanzaron a conocerlo, hoy rendimos un merecido homenaje a su figura, y el reconocimiento a sus ideas.