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SABER Y TIEMPO REVISTA DE HISTORIA DE LA CIENCIA UNIVERSIDAD NACIONAL DE GENERAL SAN MARTIN ESCUELA DE HUMANIDADES CENTRO DE ESTUDIOS DE HISTORIA DE LA CIENCIA JOSÉ BABINI SAN MARTIN (BUENOS AIRES) ENERO-JUNIO 2003

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SABER Y TIEMPOREVISTA DE HISTORIA DE LA CIENCIA

UNIVERSIDAD NACIONAL DE GENERAL SAN MARTIN ESCUELA DE HUMANIDADESCENTRO DE ESTUDIOS DE HISTORIA DE LA CIENCIA JOSÉ BABINISAN MARTIN (BUENOS AIRES) ENERO-JUNIO 2003

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SABER Y TIEMPO. Revista de Historia de la Ciencia

Publicación del CENTRO DE ESTUDIOS DE HISTORIA DE LA CIENCIA JOSE BABINIEscuela de Humanidades, Universidad Nacional de General San Martín,Calle 83 (Yapeyú) 2068, 1650 San Martín, Provincia de Buenos Aires.Teléfono: (011) 4580-7281; Fax: (011) 4580-7274.E-mail: [email protected]

ISSN 0328-6584Registro de la Propiedad Intelectual N° 690907Hecho el depósito que marca la ley.Impresa en Impresiones DunkenAyacucho 357 C1025AAG Buenos Aires

DirectorNicolás BabiniCodirectorDiego H. de Mendoza

Secretaria de RedacciónLeticia Halperin DonghiProsecretariaCristina Mantegari

Secretario de CoordinaciónAlejandro Drewes

ConsultoresMiguel J. C. de Asúa, Néstor T. Auza, Guillermo Boido, Horacio H. Camacho, Car-los D. Galles, Gregorio Klimovsky, Alfredo G. Kohn Loncarica, Celina A. LértoraMendoza, Marcelo Montserrat, Roberto A. Ferrari, Alberto G. Ranea, Luis AlbertoRomero, Mario Tesler, Gregorio Weinberg.

Número suelto: $ 15,00. Suscripción a cuatro números (un volumen): $ 50,00.Ventas: Librería Dunken, Ayacucho 357. Buenos Aires.Suscripciones y consultas: Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini.

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SABER Y TIEMPOVol. 4 No. 15 (2003)

ContenidoArtículos

5 Leonardo Salgado y Pablo F. AzarNuestro lugar entre los primates. Un resumen de las principales ideas deFlorentino Ameghino sobre la evolución humana.

19 Gustavo A. BrandarizEscenario y representación: la arquitectura para la ciencia en la Argentinaentre 1915 y 1945.

53 Eduardo L. OrtizLa política interamericana de Roosevelt: George D. Birkhoff y la inclusiónde América Latina en las redes matemáticas internacionales (Primera Parte).

Enfoques113 Pablo A Gisone y José Luis Gómez

Ettore Majorana o un condenado a la ciencia se escapa.129 Carlos A. Andrada

Antiguas fábricas de harina accionadas por conjuntos hidráulicos.

Recordatorios141 Juan Carlos Agulla. 1928-2003 (José Luis de Imaz); Laura Levi. 1915-2003

(Mariana Weissmann, Olga Nasello y Luisa Lubart); Andrés O. M.Stoppani. 1900-2003 (Alfredo Kohn Loncarica).

Reseñas157 EDUARDO L. HOLMBERG, Filigranas de cera y otros textos (Paula G. Bruno);

MARIANO BEN PLOTKIN, Freud en las pampas: Orígenes y desarrollo de unacultura psicoanalítica en la Argentina (1910-1983) (Adriana Feld); JORGEBARTOLUCCI, La modernización de la ciencia en México. El caso de los astró-nomos (Lorena Ferrero).

170 Crónicas

171 Publicaciones recibidas

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Colaboradores de este Número

Carlos A. Andrada (1944). V. Saber y Tiempo, 3: 237

Pablo F. Azar (1968). V. Saber y Tiempo, 5: 7

Gustavo A. Brandariz (1950). V. Saber y Tiempo, 8: 227

Paula Bruno (1975). V. Saber y Tiempo, 13: 4

Adriana Feld (1975). Profesora de Historia (Universidad de Buenos Aires).

Lorena Andrea Ferrero (1976). V. Saber y Tiempo, 13: 4

Pablo A. Gisone (1954). Médico (Universidad de Buenos Aires). Investigador dela Comisión Nacional de Energía Atómica y autor de trabajos relacionados conefectos de radiaciones nucleares.

José Luis de Imaz (1928). Doctor en Derecho y Ciencias Sociales (Universidad deBuenos Aires). Autor de: Los que mandan, Las raíces del pensar y Sobre laidentidad latinoamericana.

Alfredo G. Kohn Loncarica (1945). V. Saber y Tiempo, 2: 100

Luisa Lubart (1934). Licenciada en Física (Universidad de Buenos Aires).Coautora, con Laura Levi, de trabajos sobre Física de la atmósfera.

Eduardo L. Ortiz (1931). V. Saber y Tiempo, 10: 4

Leonardo Salgado (1962). V. Saber y Tiempo, 5: 7

Mariana Weissmann (1933). Doctora en Física (Universidad de Buenos Aires).Autora de trabajos sobre Ciencias de materiales.

A nuestros lectores:Rogamos tomar nota de las siguientes erratas deslizadas en el No. 14 de SABER YTIEMPO:En la pág. 33, donde dice del actual Instituto de Físisca Juan A. Balseiro debedecir del actual Instituto Balseiro; en la pag. 45, por A. Kestelman, I. Cisneros y E.Bonacalza, debe decir A. Kestelman y E. Bonacalza; en la pág. 46, donde dice lareincorporación de algunos de los egresados del Instituto que habían finalizadodebe decir la reincorporación de investigadores que habían finalizado.

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SABER Y TIEMPO15 (2003). 5-18 Separata 144.15

NUESTRO LUGAR ENTRE LOS PRIMATESUN RESUMEN DE LAS PRINCIPALES IDEAS

DE FLORENTINO AMEGHINOSOBRE LA EVOLUCIÓN HUMANA

Leonardo SalgadoConicet. Museo de Geología y Paleontología,

Universidad Nacional del Comahue.

Pablo F. AzarFacultad de Turismo, Universidad Nacional del Comahue.

Entre 1880 y 1910 el paleontólogo Florentino Ameghino defen-dió una hipótesis que ubicaba el origen de los seres humanos enla Argentina. Esta creencia fue sostenida por datos embriológicos,arqueológicos y paleontológicos. La idea de Ameghino implica-ba que: (1) los simios vivientes habrían degenerado(=“bestializado”) de sus ancestros hipotéticos; (2) las razas“negro-australoides” constituirían una especie separada, y (3)la raza caucásica se habría originado en Asia.

En su libro de 1880 La antigüedad del hombre en el Plata (Torcelli,1915a), Florentino Ameghino demostró, o pretendió hacerlo, la con-temporaneidad de la fauna fósil sudamericana con el hombre. Mástarde, en Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de laRepública Argentina, de 1889 (Torcelli, 1916), el paleontólogo argen-tino anunció el hallazgo, en sedimentos miocénicos de Monte Hermo-so, en la Provincia de Buenos Aires, de un supuesto precursor delhombre, tal vez el equivalente americano del Anthropopithecus euro-peo, fundado por Gabriel De Mortillet. En Nuevos restos de mamíferosfósiles descubiertos por Carlos Ameghino en el Eoceno inferior dePatagonia Austral. Especies nuevas: adiciones y correcciones (Torcelli,1918: 239-275) –obra en la que se describe por primera vez el

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Homunculus patagonicus– y, fundamentalmente, en Los monos fósilesdel eoceno de la República Argentina (Torcelli, 1918: 369-382), am-bos artículos del año 1891, Ameghino planteó, sin rodeos, el posibleorigen argentino del hombre.

Por supuesto, las ideas paleoantropológicas de Ameghino no seagotan en la localización del centro de origen de nuestro género, sinoque comprenden además toda una serie de definiciones e hipótesisrelativas al surgimiento y evolución de los diferentes primates, tantoextinguidos como vivientes, en especial de aquellos que guardan ma-yor relación con el hombre.

En este trabajo expondremos, brevemente, las ideas deFlorentino Ameghino sobre el problema de la evolución humana, plan-teadas en sus trabajos publicados y en otros inéditos o truncos, com-pilados luego de su muerte como parte de sus Obras completas porAlfredo J. Torcelli. En un trabajo anterior (Salgado y Azar, 1998) noshemos ocupado del pensamiento evolucionista de Ameghino; aquíveremos de qué modo esa evolución se habría dado en el caso parti-cular del hombre y de los diferentes elementos que componen nuestrogrupo zoológico, el de los primates.

Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto El pensa-miento biológico de la primera comunidad científica argentina,Germán Burmeister y sus discípulos y sus implicancias hacia el terri-torio pampeano-patagónico, 1860-1880, financiado por la Universi-dad Nacional del Comahue.

Los esquemas filogenéticos ameghinianos

En su obra Filogenia de 1884, Ameghino estableció y caracterizó unaserie de “hominidios” hipotéticos, sucesivos ancestros de Homo:Prothomo; Diprothomo; Triprothomo; Tetraprothomo; lo hizo siguien-do el “procedimiento de seriación”. La posibilidad de reconstruir racio-nalmente la historia evolutiva de un vertebrado cualquiera, en este casodel género Homo, resultaba de la idea de que las diferentes piezas delesqueleto y determinados rasgos fisiológicos, habrían evolucionado dela misma forma en los diferentes grupos de vertebrados, siempre deacuerdo con una serie de “leyes ontogenéticas” mencionadas en aquellibro (Capítulos XI y XII). La “seriación”, de acuerdo con Ameghino,

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es un procedimiento exacto, fijo, constante, que nos permite, aun sinconocer los fósiles que pueden demostrarlo, determinar la época enque ha aparecido cada órgano o carácter zoológico, la época en queha desaparecido, las especies que presenciaron su principio y su tér-mino, o en las que apareció y desapareció y hasta determinar la exis-tencia de ciertos caracteres en antecesores de animales actuales, queno han dejado en sus descendientes absolutamente ningún rastro de suantigua existencia (Torcelli, 1915b: 439).

Al aplicar esas “leyes” enunciadas en Filogenia, Ameghinopudo disponer en una secuencia ideal al gorila, al chimpancé-orangu-tán, al gibón y al hombre (Capítulo XIV), basándose, entre otroscaracteres, en el tiempo que demoraban en cerrarse las suturas delcráneo (había, según Ameghino, una tendencia a retrasar la fusión delos huesos del cráneo como consecuencia de la expansión del cere-bro) (Torcelli, 1915b: 492), en el número de huesos que forman elesternón (que en los monos inferiores es de 7 o más piezas, en losantropomorfos de 4 o 5 piezas y en el hombre y el gibón de 2)(Torcelli, 1915b: 487), y en el grado de desarrollo de la curvaturadorso-lumbar (Torcelli, 1915b: 495). Así, el gibón resultaba ser, se-gún Ameghino, el antropomorfo viviente más cercano al hombre y elgorila el más alejado (Torcelli, 1915b: 513).

En Filogenia, Ameghino explicó que algunos mamíferos, y elgorila entre los antropomorfos, habrían experimentado una “evoluciónbestial” (Salgado y Azar, 2000). Ésta se habría dado como resultado dela actuación combinada de dos procesos de “progresión constante”: elaumento del volumen cerebral y la osificación excesiva del esqueleto.El adelantamiento del proceso de osificación de la caja craneana conrespecto al crecimiento cerebral habría producido un bloqueo en eldesarrollo de las capacidades mentales y determinado la aparición dedeterminados rasgos craneanos, como crestas, rebordes, protuberancias,etc., confiriéndole al ser afectado una apariencia “bestial”.

El gorila indica un tipo de evolución extrema, pero bestial, puramentevegetativa, lo que importa una desventaja para el porvenir de la espe-cie, que tendría que desaparecer ante enemigos más débiles pero másinteligentes (Torcelli, 1915b: 493).

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Como se vio en trabajos anteriores (Salgado y Azar, 1998), elcrecimiento continuo del cerebro durante el proceso de “humanización”traía consigo una serie de transformaciones correlacionadas queinvolucraban el acortamiento de la serie dental y la región anterior delrostro. El bloqueo del crecimiento cerebral, entonces, inhibía el desa-rrollo de esas características faciales típicamente humanas, en tantoque el adelantamiento del proceso de osificación craneana llevaba aldesarrollo de ciertos caracteres “bestiales” (como el acentuadoprognatismo o la ausencia de mentón). De este modo, los rasgos delantropomorfo no eran primitivos, sino el resultado puramente mecáni-co del adelantamiento del proceso de osificación y de una “cascada”de transformaciones correlacionadas. Los antropomorfos, en particu-lar los gorilas, habrían evolucionado a partir de un ancestro relativa-mente generalizado.

En su estudio de 1906 Las formaciones sedimentarias delcretácico superior y del terciario de Patagonia, con un paralelo en-tre sus faunas mastológicas y las del antiguo continente (Torcelli,1934a), Ameghino expuso con mayor detalle las ideas anticipadas enFilogenia. En primer lugar, la “evolución bestial” o “bestialización”es extendida al caso de los monos del Nuevo Mundo (“arctopitecos”y cébidos), a los del Viejo Mundo (cercopitécidos) y a todos losantropomorfos. Los caracteres “bestiales” que Ameghino registrabaen todas esas formas, se habrían desarrollado independientemente encada uno de los casos. La línea de “humanización” que culminabacon nuestra especie, nunca habría atravesado una etapa “bestial”, equi-valente a la del antropomorfo. En esto hay una total coincidencia conlo expuesto en Filogenia. Ciertas formas fósiles sudamericanas, comolos “clenialítidos” y los “homunculideos”, quedaban automáticamentecomprendidas en la línea de “humanización”, simplemente por laausencia de caracteres de “bestialización” (en especial de crestascraneanas, prognatismo y grandes caninos). Los antropomorfos delViejo Mundo, en cambio, eran una línea “bestializada” a partir de“hominidios primitivos” (aunque por “hominidios primitivos”Ameghino se refería a precursores de los “hominidios” y no a verda-deros “hominidios”). Ameghino entendía que “los antropomorfos son,en efecto, los parientes más próximos del hombre, pero sólo en lalínea descendente divergente y de ningún modo en la línea ascendente

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directa”, como señalará en obras posteriores (Torcelli, 1934b: 255).Entre los caracteres que los humanos habrían mantenido sin cambiosde sus antepasados “homunculídeos” se encontraban los siguientes:

[...] Sínfisis mandibular alta, ancha y estrecha.[...] La dentadura en serie continua, en ciertos casos con diastemasmuy pequeños y en otros absolutamente sin diastema. Los monosantropomorfos y todos los catarrinos conocidos del Antiguo continen-te presentan siempre grandes diastemas.[...] Los incisivos son muy pequeños, implantados casi verticalmentey con corona usada en forma horizontal, que es un carácter propio delhombre, y especialmente de las razas antiguas y primitivas, pero elcual no se lo encuentra nunca en los Antropomorfos.[...] Canino proporcionalmente pequeño, que sobrepasa muy poco alincisivo que lo precede y al pequeño molar que le sucede. Es tambiénun carácter que aleja a los homunculidios de los antropomorfos paraacercarlo al hombre.[...] Molares reemplazantes superiores pequeños y con una sola raíz.[...] El gran acortamiento del rostro del Homunculus, que, desde estepunto de vista, es de aspecto mucho más humano que el de losAntropoidios; y naturalmente, este carácter humano debía ser aún másacentuado que en Anthropos.[...] La ausencia, en Homunculus, de los grandes rebordessuperorbitarios que se encuentran en los Antropomorfos y en todoslos monos del viejo mundo, pero que faltan en el Homo sapiens.[...] El frontal, que se levanta por arriba de las órbitas mucho más queen los Antropomorfos y en todos los monos del antiguo continente(Torcelli, 1934a: 547-551)

Todos estos caracteres no eran progresivos sino generalizados,caracteres propios del tronco a partir del cual habrían evolucionadolos diferentes géneros de primates. Dentro de los monos del NuevoMundo, el género que poseía una similitud mayor con los“homunculídeos”, es decir, la forma que menos se habría“bestializado”, era Saimiri, considerado un descendiente directo deaquéllos y alejado filogenéticamente de los demás monos sudameri-canos. Los rasgos bestiales incipientemente desarrollados en Saimiri

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eran sus dientes caniniformes y la aparición de diastemas (Torcelli,1934a: 559) El resto de los monos del Nuevo Mundo se habrían“bestializado” en mayor medida que Saimiri. En el caso de Alouatta,“la bestialización del cráneo es comparable a lo que se ve entre losMacacos, cuando menos en lo que concierne al desarrollo y la dispo-sición de las crestas (Torcelli, 1934a: 561).

En cuanto a las relaciones filogenéticas de los diferentes gru-pos de primates, Filogenia y Las formaciones sedimentarias no pre-sentan diferencias, excepto que en la segunda obra los antropomorfosconstituyen una única rama, mientras que en 1884 eran sucesivosdesprendimientos laterales. De igual modo, en Las formacionessedimentarias, los “hominidios primitivos” son mostrados como unúnico grupo. La consideración particular de los diferentesantropomorfos reaparecerá en Notas sobre el Tetraprothomo argentinus(ver más adelante) y se mantendrá en sus obras posteriores. Llama laatención que en Las formaciones sedimentarias Ameghino no se hayareferido a ninguno de los ancestros hipotéticos de Filogenia; sólomenciona al ancestro Homosimius, que no es estrictamente hipotéticopor hallarse representado por sus obras y su industria.

En 1907 Ameghino publicó su obra Notas preliminares sobreel Tetraprothomo argentinus: un precursor del hombre del miocenosuperior de Monte Hermoso (Torcelli, 1934b: 155-287). En ella sedescriben los restos de un fósil que, Ameghino supuso, pertenecían algénero hipotético Tetraprothomo, establecido en 1884. Ameghino creyóque, con este nuevo hallazgo, se verificaba la hipótesis enunciada enContribución al conocimiento (Torcelli, 1916:134), acerca de la exis-tencia de un antiguo antecesor del hombre en Monte Hermoso.

Ameghino entendió que los antropomorfos habían evoluciona-do a partir de una forma cuadrúpeda, o al menos imperfectamentebípeda, anterior a Tetraprothomo (considerado el primer “hominidio”y, por lo tanto, ya completamente bípedo) (Torcelli, 1934b:282). Bienpudo haber interpretado que la postura semi-erguida de los grandesantropomorfos constituía un carácter de “bestialización”, originado apartir de una condición bípeda primitiva, como había supuesto RobertMunro en 1897 (Bowler, 1986: 115). Sin embargo, prefirió ignoraresta última posibilidad, tal vez por el hecho de que los antropomorfosno atraviesan una etapa ontogenética bípeda (deberían hacerlo, en el

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caso de que hubieran evolucionado a partir de seres bípedos, de acuerdocon la Ley Biogenética de Ernst Haeckel).

En 1909 Ameghino dio a la imprenta su trabajo El Diprothomoplatensis: un precursor del hombre del plioceno inferior de BuenosAires (Torcelli, 1934b: 591-707). Aquí, la disposición filogenética delos distintos géneros de primates es similar a la que se ofrece en obrasanteriores, con la incorporación de Diprothomo, no ya como unaforma humana hipotética sino como una especie de existencia real(Diprothomo platensis), representada por una calota craneana halladaen la ciudad de Buenos Aires, y del Pseudhomo heidelbergensis ale-mán, al que supuso un “hominidio” bestializado, descendiente de unser posiblemente cercano al Homosimius hipotético del plioceno eu-ropeo (Torcelli, 1934b:705).

Geografía y evolución

Ameghino suponía, por un lado, que el origen del hombre se hallaba enSudamérica (proposición hecha en Los monos fósiles del eoceno de laRepública Argentina) y que nuestros parientes vivientes más cercanoseran los antropomorfos (proposición hecha en Filogenia). Pues bien,Ameghino debía explicar, en primer lugar, la falta de antropomorfosfósiles en Sudamérica. Su primera interpretación, expuesta en Lasformaciones sedimentarias de 1906, fue que un grupo de “hominidiosprimitivos” (de los que tampoco se tenía registro por esa época enSudamérica) habría emigrado hacia el viejo continente (precisamente aÁfrica), posiblemente durante el oligoceno superior o mioceno infe-rior, a través de la conexión guayanosenegalense (Torcelli, 1934c:332).Una vez en África, sólo entonces, habría tenido lugar el proceso dedegeneración-“bestialización” que llevó a la aparición de losantropomorfos (Torcelli, 1934a: 565). Esos “hominidios primitivos”habrían sido acompañados por los cercopitecidios o, debería suponerse,por el grupo a partir del cual se habrían originado los cercopitecidios,es decir, una rama escindida de los “clenialítidos”, equivalente aHomunculites (Torcelli,1934a:565).

Se daba a entender, de esta manera, que el hombre pudo haber-se originado de manera independiente en el Viejo y en el NuevoMundo, a partir de un grupo de precursores de los que existían evi-

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dencias materiales. En realidad, se trata de una posición bastantepróxima a la que el sabio había defendido en La antigüedad delhombre en el Plata, en donde se dejaba abierta la posibilidad de undoble origen del género humano:

Como en ambos continentes han vivido desde principios del miocenoprecursores del Hombre [se refiere al Homosimius, n. del r.], es igual-mente posible que el Hombre haya tenido origen independientementeen ambos continentes, por la evolución y la transformación de dos ovarios precursores (Torcelli, 1934a: 505).

En resumen, en Las formaciones sedimentarias Ameghino ha-bló de una única migración desde Sudamérica hacia África ocurridaen el oligoceno superior-mioceno inferior, de la que habrían partici-pado “hominidios primitivos” y cercopitecidios. Los ancestros de losantropomorfos se habrían separado inmediatamente de los“hominidios” ya establecidos en África, e inmediatamente se habrían“bestializado”, dando lugar a los sucesivos antropomorfos. Este últi-mo proceso, por lo tanto, habría ocurrido enteramente en aquel conti-nente (Torcelli, 1934a:565).

En 1907 (Torcelli, 1934b) Ameghino se refirió a cuatro migra-ciones; una cretácica de la que habrían tomado parte ciertos grupos demamíferos (no primates) hacia Australia, una segunda cretácica-eocénica, que habría involucrado el paso hacia África de los prosimiossudamericanos, una tercera oligoceno-miocénica, también hacia Áfri-ca, que habría comprendido a los verdaderos monos y a los descen-dientes de Triprothomo, a partir de los cuales se habrían originado lasrazas negro-australoides (Torcelli, 1934b: 284), y una cuarta migra-ción mioceno-pliocénica-cuaternaria que habría consistido en el pasa-je de grupos humanos hacia América del Norte.

En Notas sobre el Tetraprothomo Ameghino ratificó la condi-ción de “hominidio” dada por él al Pithecanthropus en 1906, aunquesin considerarlo un ancestro del hombre, sino una rama “bestializada”desprendida recientemente. En el esquema de 1907 (Torcelli, 1934b:272) se lo muestra evolucionando a partir de los sucesores del ancestrohipotético Triprothomo, idea que ya había sido sugerida por RodolfoSenet algunos años antes.

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Según Ameghino, Pithecanthropus se habría originado a partirdel mismo grupo del que habría surgido Homo ater, es decir, loshumanos pertenecientes a las razas negro-australoides (Torcelli,1934b:275, véase figura en pág. 272). En Sudamérica, los primeros“hominidios” habrían dado origen, por fuera de la línea de“humanización” principal, a las variedades humanas de pequeño ta-maño representadas por la raza enana de Ovejero (Torcelli, 1934b:285). Según parece, de la tercera migración habrían participado, ade-más, los sucesivos antepasados inmediatos de Tetraprothomo (losreferidos “hominidios primitivos”, es decir, desprendimientos deAnthropomorphus, Coristernum y Collensternum), a partir de los cua-les evolucionarán más tarde los diferentes antropomorfos y una formaequivalente a Tetraprothomo, el ancestro del Homosimius del pliocenoinferior de Europa (Torcelli, 1934b: 273). De esta forma, Ameghinorevalidó su idea propuesta en 1906 sobre el posible origen extra-sudamericano del Hombre (más precisamente, del género Homo), su-mando una migración de los descendientes directos del Triptothomoal Viejo Mundo.

Los argumentos que dio Ameghino para oponerse al statusprehumano de Pithecanthropus son, entre otros, su elevada talla (lasformas antecesoras debían ser pequeñas, de acuerdo con las leyes deFilogenia) y sus arcos superciliares prominentes, carácter este últimoque el sabio interpretaba como una clara señal de “bestialización”(Torcelli, 1934b: 271).

Otro de los asuntos que Ameghino trató en 1907, a partir delantecedente que representaba el trabajo de Senet, es el origen inde-pendiente de las diferentes variedades humanas. Para este último au-tor, los distintos grupos humanos habrían tenido un origen indepen-diente, a partir de diferentes especies del género hipotético Diprothomo(Torcelli, 1934b: 270). Por un lado, los americanos, por el otro, losnegros y australianos, por último, los mongólicos y caucásicos.

Ameghino reconocía dos especies vivientes de Homo: Homosapiens, que reunía a todas las razas actuales excepto las negro-australoides, y Homo ater reservada para estas últimas. Las razasnegro-australoides derivarían de un descendiente directo deTriprothomo, junto con Pithecanthropus, la forma “bestializada” deese linaje (véase Torcelli, 1934b: 272).

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Las diferentes variedades de Homo sapiens poseerían, así mis-mo, un origen diferente por cuanto se pensaba que las razas america-nas habían evolucionado directamente de Prothomo, en tanto que loscaucásicos y mongoloides habrían evolucionado a partir de un gruposeparado de Prothomo, que habría emigrado hacia Norteamérica-Asia-Europa durante el plioceno (Torcelli, 1934b: 274). Debería ubicarsedentro de este último grupo a la especie humana Homo primigenius(el Hombre de Neanderthal), “bestializada” a partir del troncocaucásico-mongoloide.

Su jerarquía racial

Ameghino admitía en 1907 que las razas negro-australoides eran inferio-res (Torcelli, 1934b: 284; 1934c: 352). Como vimos, esa rama humana(correspondiente a una especie diferente) se habría desprendido deltronco principal antes de que se originaran las demás razas humanas.Pero esta ubicación filogenética de las razas negro-australoides no esdecidida por Ameghino a partir de la presencia de características presun-tamente primitivas o inferiores (como podrían serlo, por ejemplo, ladolicocefalía o el prognatismo), sino por una razón paleobiogeográfica.En efecto, el puente terrestre afro-sudamericano que habría permitido elpaso de los precursores de esas razas, habría funcionado durante eloligoceno-mioceno, mientras que los primeros restos asiáticos de“hominidios” eran del plioceno (Pithecanthropus), lo que estaría indi-cando que África fue poblada antes que Asia y que las formas humanasafricanas no derivaron de las asiáticas (Torcelli, 1934b: 277). Una de laspocas características de los humanos negro-australoides que Ameghinointerpretó como “primitiva” es la baja estatura de algunos de los gruposque componen esa raza (Torcelli, 1934b: 284). El aumento del tamañoera uno de los caracteres de progresión variable mencionados enFilogenia. Esa tendencia se mantenía, según Ameghino, mientras dura-ran las condiciones favorables; se estancaba o retrocedía cuando aquellasempeoraban (Torcelli, 1915: 333):

Hay en los organismos, evidentemente, una tendencia general a au-mentar de tamaño, tendencia que dura mientras duran las condicionesfavorables de existencia; que cesa o retrocede cuando cambian. Cuan-

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do se establece un equilibrio entre las dificultades de la vida y losesfuerzos que el organismo tiene que hacer para asegurar su existen-cia, queda estacionario en su desarrollo. Cuando se encuentra en con-diciones demasiado desfavorables, disminuye de tamaño; y si las difi-cultades aumentan se extingue (Torcelli, 1915: 333).

Por esta razón las variedades humanas pequeñas eran conside-radas primitivas con relación a las de mayor tamaño, siempre que seadmitiera que el proceso de “humanización” se había desarrolladocompletamente bajo condiciones favorables. El hecho de que enSudamérica existieran algunas razas de pequeño tamaño, fósiles yactuales, obligó a Ameghino a pensar que se habrían originado comoconsecuencia de desprendimientos locales del ancestro hipotéticoTriprothomo.

Ameghino no veía en los negro-australoides indicios de“bestialización”. Aparentemente, su separación del tronco principalno habría detenido la marcha progresiva y la “humanización” habríaseguido su curso, al menos en algunos aspectos, aunque sin llegar alpunto alcanzado por el Homo sapiens (véase Torcelli, 1935: 964,donde se indican algunas otras características primitivas de los ne-gros). Lo mismo podría decirse de las razas americanas de H. sapiens;éstas habrían detenido su marcha progresiva, o al menos no la habríancontinuado hasta el punto alcanzado por las razas caucásicas.

Para Ameghino, en definitiva, las formas más perfectas de nues-tra especie, es decir, las razas caucásicas, no se habrían originado ennuestro continente sino fuera de él, en Eurasia, a partir de la migra-ción mioceno-pliocénica-cuaternaria que traspuso América del Norte(Torcelli, 1934b: 278). De esta manera, hacia 1907, Ameghino habíaedificado una compleja teoría que le permitía sostener el origen sud-americano del hombre, la superioridad de los caucásicos sobre losamericanos y de estos últimos sobre los negro-australoides.

En su obra Geología, paleogeografìa, paleontología y antropo-logía de la República Argentina, que apareció en el diario La Naciónel 25 de mayo de 1910, fecha del centenario de la Revolución deMayo (Torcelli, 1934c: 352), Ameghino mencionó que los negro-australoides se habrían desprendido después de Diprothomo (su es-quema de 1907 lo mostraba evolucionando a partir de Triprothomo) y

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que habían pasado al África en el plioceno (cuando en 1907 habíaafirmado que lo habían hecho en el mioceno). En el nuevo esquema,Homo ater y Homo sapiens poseían un antepasado hipotéticopliocénico, lo que significaba un acercamiento filogenético de esosgrupos humanos con relación a sus esquemas anteriores.

Discusión

Dado que las hipótesis paleoantropológicas de Ameghino comprendennociones de diferentes ramas disciplinares, como la paleontología, laembriología y la paleobiogeografía, no llama la atención la existenciade puntos oscuros o, en todo caso, aspectos no del todo explicitados enellas. Por ejemplo, en su esquema filogenético de 1907, donde semuestra a Homo ater evolucionando a partir de Triprothomo, ¿debeentenderse que un grupo equivalente a Triprothomo (de abolengosudamericano) pasó a África luego de que lo hicieran los “hominidiosprimitivos”, equivalentes a Homosimius=Tetraprothomo? ¿O la serieTetraprothomo-Triprothomo-Homo se desarrolló también en África,con el Homo ater representando el escalón más alto alcanzado por elproceso de humanización en ese continente? Idénticas dudas surgencon relación al origen de los sucesivos antropomorfos. El origen extra-sudamericano de aquéllos requiere que los respectivos ancestros hipo-téticos (Anthropomorphus-Coristenrum-Collensternum) hayan llegadoal antiguo continente independientemente, lo que no está dicho demodo explícito en ningún lado. Como vimos, en Geología,paleogeografìa, paleontología y antropología de la República Argenti-na, se agrega una nueva migración a comienzos del plioceno, de la cualhabrían participado los descendientes de Diprothomo que habrían dadoorigen al Homo ater. No se dice allí si esos descendientes de Diprothomoson ya Homo o Prothomo, por lo que no es posible saber si Ameghinocreía, entonces, en la unidad filogenética del género humano. La res-puesta a esta pregunta la podemos encontrar en la misma obra, donde semenciona que el Hombre ingresa a Norteamérica luego de la evolucióndel Homo pampaeus (que dará origen a las razas americanas). Eviden-temente, hay intención de mostrar la unidad del género Homo y suorigen americano. Coincidentemente, en una de sus últimas obras, Laedad de las formaciones sedimentarias terciarias de la Argentina en

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relación con la antigüedad del Hombre, de 1911, (Torcelli, 1934c:543-599) Ameghino explica que:

Es evidente que el Hombre no ha de haber aparecido en toda lasuperficie terrestre a un mismo tiempo: debe haber tenido un principioy un punto de partida (Torcelli, 1934c: 593).

Ameghino aceptaba ya desde La antigüedad del Hombre en elPlata que las razas americanas no eran uniformes (Podgorny, 2001).Sin embargo, por lo que vimos, les reconocía un único origen, a partirde un primer ancestro. La heterogeneidad racial, en todo caso, podíaexplicarse, no a partir de un origen múltiple, sino por el largo tiempotranscurrido desde la aparición de los primeros americanos (Podgorny,2001: 10).

Argumentos embriológicos basados en la “Ley Biogenética” deHaeckel, similares a los que Ameghino esgrimió con el propósito dedemostrar la evolución de los antropomorfos a partir de “hominidiosprimitivos”, serán empleados años más tarde por Arthur SmithWoodward para justificar la condición prehumana del hombre dePiltdown, el Eoanthropus dawsoni (la idea en juego era que las for-mas con caracteres de antropomorfos, como los australopitécidos, nopodían ser antepasados humanos). Hacia 1930, Wood Jones estable-ció que los antropomorfos eran formas “degeneradas”, originadas apartir de un antepasado tarsioideo, del que también se habría origina-do el hombre. Esta hipótesis guarda cierta relación con la de Ameghino,sólo que en el caso del argentino, los seres morfológicamente másidentificados con el hombre son los gibones, los antropomorfos me-nos bestializados, no los tarsioideos.

Lo que todas estas hipótesis tienen en común es que en ellas nose reconoce a los antropomorfos como antepasados directos del hom-bre. En algunos casos, con esas explicaciones se buscaba evitar elnatural rechazo que provocaba la idea de un origen humano a partirdel gorila o del chimpancé. En el caso de Ameghino, en cambio, estáclaro que la exclusión de los antropomorfos de la línea de ascenden-cia del hombre se enmarca en su amplio programa de investigacióniniciado en La antigüedad del Hombre en el Plata, orientado a de-mostrar el origen sudamericano del hombre.

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Referencias

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ESCENARIO Y REPRESENTACIÓN:LA ARQUITECTURA PARA LA CIENCIAEN LA ARGENTINA ENTRE 1915 Y 1945

Gustavo A. BrandarizUniversidad de Buenos Aires

Durante muchos siglos la arquitectura ha sido consideradacomo una de las artes plásticas, en gran medida por influjo delas academias de origen absolutista. Sin embargo, la arquitec-tura es mucho más que un arte plástica: es también una res-puesta técnica a necesidades y es un escenario para la activi-dad humana. La preocupación académica por la creación deuna imagen arquitectónica que representara la jerarquía y elcarácter de las construcciones se extendió hasta la mitad delperíodo entreguerras, produciendo edificios para la ciencia deaspecto monumental, aunque frecuentemente poco funcionales. Inversamente, el funcionalismo procuró crear espacios ade-cuados sin generar una expresión representativa. Esta contra-posición se verifica en la Argentina pero a ella se le agrega elhecho de que, durante la segunda mitad del período, el proyec-to científico del siglo XIX, que asignaba una elevada jerarquíasocial a la ciencia, entró en crisis y no fue reemplazado por otroque requiriera una imagen arquitectónica para la ciencia.

La arquitectura reducida a arte plástica

Durante muchos siglos y especialmente entre 1420 y 1920, la arquitec-tura –es decir el arte, la ciencia y la técnica de conformar espacios parala vida y la actividad humanas– ha sido frecuentemente consideradacomo una de las artes plásticas, en gran medida porque se ha aceptadoreiteradamente que compartía, con la pintura y la escultura, el métodocreativo manifestado por la utilización intensiva del boceto.

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Además, el hecho de que grandes artistas como Leonardo yMiguel Ángel fueran alternativamente pintores, escultores o arquitec-tos, ha inducido por su potencia como arquetipos humanos, a pensarque verdaderamente el rasgo artístico era el dominante en estas tresvertientes de la actividad creativa modeladora de formas en el espacio.

El énfasis en la importancia del dibujo como común denomina-dor, tuvo también como causa complementaria la didáctica que seempleó a lo largo de estos cinco siglos para formar pintores, esculto-res y arquitectos. Al declinar la importancia de la relación medievalentre maestro y discípulo, la mayor parte de la responsabilidad, eneste sentido, le cupo a las academias y a la coherente “enseñanzaacadémica”. Recordemos que, muy lejos, por cierto, del modelo pla-tónico pero invocando su ilustre patronazgo y buscando aprovechartambién el prestigio de la neoplatónica Academia de la Florencia deLorenzo de Medicis, en Francia, bajo el imperio del absolutismo,surgieron academias que no fueron ámbitos de debate intelectual nide libre pensamiento sino todo lo contrario: instituciones paraestataleso estatales que asumieron el papel de fijar, por mecanismos de autori-dad, aquello que quienes las dirigían consideraban recomendable oajustado al gusto obligatorio.

En 1635 el cardenal Richelieu fundó la Academia Francesa,que en 1694 “fijó” la lengua francesa por medio de un diccionariooficial. En 1648 se fundó una asociación de pintores, escultores ygrabadores que en 1655 el cardenal Mazarino reconoció oficialmentecomo Academia Real de Pintura y Escultura. En 1661, Colbert seconvirtió en Canciller de esta Academia. Siete años después, Colbert,ministro de Mazarino, Inspector General de Finanzas de Francia quedesde 1664 también ejercía el cargo de Intendente de las Obras Rea-les, fundó la Academia Real de Arquitectura. Hacia 1674, Charlesd’Avilier, tratadista de la institución, condenaba, con expreso apoyode Colbert, la creatividad de Miguel Ángel a la cual consideraba unaexpresión aberrante. No obstante lo cual, el modelo profesional de laarquitectura seguía siendo el de un arte basado en el dibujo. Algobien evidente en el Cours d’architecture, de 1675, de François Blondel,el más importante tratadista de la Academia por aquella época. Elmétodo proyectual propuesto es, en realidad, una extremada simplifi-cación cartesiana de la arquitectura, sin margen alguno para las ex-pansiones curvas propias de la imaginación barroca.

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Estos hechos son significativos y tuvieron el enorme influjo enla cultura continental europea que prácticamente determinó, durantelos siglos siguientes, que el debate arquitectónico se centrara en elmayor o menor grado admisible de creatividad de los arquitectostolerable para los cánones del buen gusto aceptado por instituciones,tratadistas y profesores a los que se les reconocía socialmente autori-dad dominante y censora sobre la investigación, la creación y lapráctica del diseño y la construcción de edificios. En todos los casos,la mayor parte de la arquitectura que mereció la aprobacióninstitucional, fue la que respondía de un modo bastante ortodoxo a losprototipos fijados durante la época más esplendorosa del absolutismo,que se identifica con los nombres de Luis XIV, Luis XV y Luis XVI.

Curiosamente, a pesar del frontal cuestionamiento que el “anti-guo régimen” político y económico recibió desde antes de la Revolu-ción Francesa y que se acentuó en las décadas posteriores, tanto ladoctrina académica como el gusto refinado siguieron, por mucho tiem-po y con gran vigor, cultivando los vocabularios estéticos del absolu-tismo y la creencia de que la arquitectura, la pintura y la esculturatenían raíces comunes en la técnica del dibujo. Todavía en las prime-ras décadas del siglo XX las modernas repúblicas democráticas conti-nuaron elevando palacios con ropaje “clasicista francés”, es decir elmismo de los reyes absolutos.

De la revolución industrial al modernismo

Si el clasicismo, en sus múltiples vertientes, fue el sello distintivo de laarquitectura del absolutismo francés, muy diferente fue la evoluciónarquitectónica británica. El clasicismo había sido, en realidad, unaadopción por el estado monárquico ilimitado de una serie de principiosnormativos y formas plásticas y tectónicas nacidas y sistematizadas enGrecia y en Roma. En Gran Bretaña, el estado fue perdiendo progresi-vamente importancia y representatividad al mismo tiempo en que,inversamente, crecían el poder y la significación de la sociedad civil.La Petition of Rights data de 1628, el acta de Habeas Corpus de 1679,la “Glorious Revolution” de 1688 y el “Ensayo sobre el gobiernocivil”, de Locke, del año siguiente.

No hubo, pues, en Gran Bretaña, ni estado fuerte ni arquitectu-ra académica. Poco a poco, en un contexto cada vez más libre en

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materia de ideas y acciones, la arquitectura británica fue cambiandode formas, con gran dinamismo, y brindando respuesta a las cambian-tes exigencias sociales. Cuando la revolución industrial se convirtióen un fenómeno social y creció la necesidad de construir edificiospara fábricas, instalaciones portuarias y ferroviarias, talleres, comer-cios y oficinas, los arquitectos, ingenieros y constructores británicosse sintieron muy libres para actuar y apelaron a múltiples solucionesoperativas, combinando herencias clásicas con otras domésticas me-dievales, incorporando ideas nuevas, elaboradas empíricamente a par-tir de experiencias concretas de utilización racional de los materialesy creando también formas nuevas como soluciones mecánicas a pro-blemas inéditos. Lo que hoy llamamos la “tradición funcional ingle-sa” es justamente esta hábil combinatoria que rápidamente se diferen-ció tanto del clasicismo francés que adquirió una identidad inconfun-dible.

A lo largo del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX,el contraste entre el clasicismo esclerotizado y las innovaciones delambiente maquinista británico, puso en marcha reacciones críticas den-tro de la Europa continental, que propiciaron, con cada vez mayorfuerza, una búsqueda de libertad creativa, innovación formal y actuali-zación conceptual. El conjunto de esas reacciones críticas, que se mani-fiestan con toda claridad hacia 1895 en países como Bélgica, Francia,Austria, Italia y también Escocia y particularmente en Barcelona, Pragay otras ciudades, es lo que llamamos con los nombres locales de “Mo-dernismo”, “Art Nouveau”, “Secesión”, “Liberty” y otros más.

La recepción de la arquitectura europea

A partir del proceso de la independencia, América deja de dependerpolíticamente de las metrópolis europeas y comienza a gobernarse porsí misma. La arquitectura realizada en América antes de la independen-cia es, por lo tanto, mayormente una forma provinciana, lejana, de laarquitectura europea. Un mestizaje con herencias precolombinas –enlas regiones en que las culturas previas a la conquista europea teníanpotencia– o con los hábitos nuevos americanos, en las regiones sinimpronta indígena.

La independencia fue, sin dudas, mucho más que un procesopolítico. El ideario de los fundadores de las repúblicas americanas

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extendía a todos los terrenos de la acción humana, incluyendo elhabla y la arquitectura, las nociones de independencia y libertad.Tanto Esteban Echeverría, como Juan Bautista Alberdi, Juan MaríaGutiérrez y Domingo F. Sarmiento, pensaban que si la organizaciónpolítica y social consolidaba y garantizaba la libertad, los pueblosirían evolucionando de un modo propio, y que ese era un futurodeseable. Por ejemplo, Gutiérrez fue muy elocuente en cuanto a suesperanza de que el idioma evolucionara y Sarmiento manifestó coin-cidente idea con respecto a la arquitectura: su aliento a las innovacio-nes estéticas y conceptuales introducidas por arquitectos italianos deideas neo-renacentistas, como Nicolás y José Canale, son suficiente-mente expresivas.

Pese a este impulso inicial, el espíritu de independencia de lasépocas iluminista y romántica no se proyectó con fuerza hacia laépoca del positivismo. Tenemos muchos motivos para sostener que,durante el apogeo de la Generación del Ochenta el espíritu de imita-ción fue más fuerte que el de creación independiente, al menos en elterritorio de la arquitectura. Nuestros edificios de las décadas poste-riores a 1880 son la crónica material de los vaivenes de la modaeuropea, construida en el suelo argentino con gran calidad y plenaconvicción pero sin una búsqueda de originalidad. El rascacielos,como tipo edilicio, es genuinamente una creación estadounidense; encambio, el Teatro Colón de Buenos Aires es una obra excepcionalque prueba el hecho de que, entre 1890 y 1908, la ciudad pertenecíaal universo espiritual europeo pero no apuntaba en una dirección deoriginalidad hacia la forja de una identidad distinta.

La arquitectura argentina en 1915

La celebración del Centenario de la Revolución de Mayo de 1810,inicio de la independencia argentina, fue un momento oportuno paraque el país procurara hacer un balance de su propia historia. Época enque la prosperidad había llegado a un punto nunca antes alcanzado, elinventario de los bienes materiales y morales parecía confirmar conpruebas definitivas la veracidad del credo positivista en el progresoindefinido. El balance, sin embargo, estaba dejando de pesar la impor-tancia que tendrían para el futuro algunas dificultades que ya podían

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empezar a preverse y que derivaban, más que de cuentas pendientes, delos cambios del mundo que harían imposible continuar el rumbo sinhacer correcciones oportunas. Pero el éxtasis triunfal es siempre uncontexto poco propicio para los exámenes profundos.

Hacia 1910, la arquitectura, como la cultura en general, en laArgentina, se deslizaba cómodamente dentro de los andariveles delpensamiento francés; esto es, de la tradición que, a pesar de la demo-cracia, mantenía el imaginario clasicista, sin preocupaciones de con-ciencia por el origen absolutista del ropaje. Al igual que sus pares deFrancia, la mayor parte de los arquitectos argentinos manejaban catá-logos de “estilos” decorativos, como si la arquitectura fuera solamen-te una de las artes plásticas basadas en el dibujo. Por ejemplo, lasgrandes mansiones de familias tan adineradas como culturalmenterefinadas, que proyectaban arquitectos como Julio Dormal, AlejandroChristophersen o Eduardo Le Monnier y de las cuales quedan comodocumentos la sede de la Sociedad Rural Argentina, el Palacio SanMartín y la Nunciatura Papal, demuestran claramente que nuestraarquitectura era por entonces de primer nivel pero claramente euro-pea, francesa, parisina.

La vigencia del clasicismo francés, fue, en la Argentina, extre-madamente prolongada y fecunda. El Palacio Paz, diseñado por LouisSortais, el Palacio Errázuriz, de René Sergent (ambos en BuenosAires), y el Palacio Ferreyra, diseño de Maurice Sanson (en Córdoba)documentan, además, la tendencia a encargar los proyectos a grandesarquitectos de Francia que ni siquiera visitaban el país. Además, toda-vía en la década de 1930 se inauguraban grandes edificios de “estilofrancés” y de notable calidad, como el del Concejo Deliberante o eldel Colegio Nacional de Buenos Aires. Aún hoy, en la Argentina,buena parte de las personas cultas asocian el “estilo francés” con elmayor refinamiento estético y la mayor suntuosidad. El “art nouveau”,en cambio, efímero y poco abundante, tuvo escasa recepción en nues-tro medio.

Tanto en Europa como en la Argentina, el Art Nouveau fue unacelebración libre de la felicidad, de la paz y de la prosperidad. Elidealismo universalista del Renacimiento y de la Ilustración habíasido relegado en gran medida por un cosmopolitismo ecléctico ymuchas veces frívolo, ansioso por coleccionar formas y signos exóti-

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cos. Si la Exposición de Paris del año 1900 fue el apogeo del estilis-mo “francés”, ya la Exposición de Turín de 1902 fue su equivalentepara el Art Nouveau. En Buenos Aires, como era previsible, la Expo-sición del Centenario, mostró con generosidad ambas tendencias, latradicional y la innovadora, y las dos coexistieron sin conflictos,como expresiones de la inserción del país dentro de la cultura euro-pea vigente.

Pero el cosmopolitismo carecía de un sustento ideológico vigo-roso, como sí lo tuviera antes el universalismo iluminista. El cosmo-politismo era un producto cultural atractivo, y quizá fuera un credo,pero no era, por sí mismo, una doctrina capaz de ofrecer soluciones aproblemas y satisfacciones a necesidades. Su espíritu festivo, además,no era compartido por todos.

En la Argentina, el cosmopolitismo –aun cuando fuera superfi-cial y contradictorio– fue el signo distintivo de la innovación –delprogreso material tal como lo entendían los positivistas– especial-mente a partir de alrededor de 1880 y principalmente en las ciudadesde Buenos Aires y Rosario, históricamente más vinculadas al mundocultural europeo. En las provincias interiores, donde la tradición colo-nial hispano-católica mantenía mayor vitalidad que en el oriente flu-vial y atlántico del país, el cosmopolitismo era habitualmente recibi-do como una fuerza invasiva, hostil a los sentimientos y destructordel paisaje solariego. Más allá de la eterna dicotomía entre capitali-nos y provincianos –tan típica del Imperio Romano como de la Fran-cia clasicista–, que en la Argentina causó graves guerras civiles yretrasó por varias décadas la definitiva organización nacional, el sen-timiento provinciano tradicionalista en Salta, Tucumán, Santiago delEstero, parcialmente en Córdoba y en otras provincias, fue siempremuy fuerte e involucró a buena parte de la dirigencia.

No es extraño, entonces, que un escritor como Ricardo Rojas,cuya infancia transcurrió en la provincia de Santiago del Estero, dondesu padre fue gobernador siendo él niño, haya sentido rechazo por elclima cultural de Buenos Aires. Su padre y su formación habían sidoprogresistas pero nunca dejaron de ser provincianos, en cambio, elprogresismo positivista de la Capital era cosmopolita. El contraste entresu añorado país de la selva y la populosa y febril capital fue el origende su primer sentimiento nacionalista. Reacción emotiva que Ricardo

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Rojas transformó en una teoría durante su estancia en Europa en laprimera década del siglo XX. Allí, en el fermental ambiente intelectualeuropeo, conoció el pensamiento irracionalista de Nietzsche, el vitalismode Bergson, la teoría del “espíritu de la tierra” de Ángel Ganivet, laidea de la “intrahistoria” del joven Unamuno, las teorías estéticas deHeinrich Wöllflin y el ideario de Eugenio D’Ors. Con ese bagaje deestímulos, Rojas fue modelando su proyecto cultural, claramente defi-nido en su libro Eurindia, un programa voluntarista de fusión entre losmúltiples influjos europeos y una tradición indígena americana.

La autoridad de Rojas, su ascendiente, y las circunstancias,contribuyeron enormemente a la gestación de lo que suele llamarse,en arquitectura, el “movimiento neocolonial”, una suerte deexpresionismo de iconografía mestiza hispano-americana. Arquitec-tos importantes como Martín Noel y Ángel Guido adscribieron a estatendencia y dejaron obras que son manifiestos reivindicatorios delpasado colonial, aunque paradójicos porque son fruto de un métodoproyectual indudablemente europeo y porque la misma arquitecturainvocada como modelo opuesto al cosmopolitismo era, en su tiempo,tan diversa y plural como el blanco de sus ataques.

Sea como fuere, la reacción emotiva “neocolonial” buscó iden-tificar cierta gama de soluciones arquitectónicas con una abstractaidea de nacionalidad, y tuvo prolongada vigencia aunque, paulatina-mente fue perdiendo vigor ideológico y convirtiéndose en un “estilo”más. Si el año 1915 marca aproximadamente el inicio de este movi-miento, su decadencia puede ubicarse treinta años después.

Las décadas de 1920 y 1930

Pese al entusiasmo con que sus propulsores presentaron la introspec-ción nacionalista como un antídoto contra el cosmopolitismo, al queconsideraban un mal, la arquitectura argentina –la cultura argentina, engeneral– prestó escasa atención a esta exigencia de compromiso patrió-tico y siguió muy atenta a las innovaciones europeas. En las décadas de1920 y 1930 tres nuevas tendencias fueron recibidas, principalmentedesde Paris, con equivalente interés pero con muy diferente resultado:el racionalismo, el Art Deco y el monumentalismo.

Si bien el llamado racionalismo arquitectónico es un movi-miento muy profundo desde el punto de vista intelectual, su recep-

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ción fue más tardía, menos contundente y más difícil que la delfrívolo Art Deco. En Europa, la gestación del racionalismo es anteriora la del Art Deco, pero en la Argentina la cronología se invierte. ElArt Deco fue un movimiento del gusto, sin doctrina, pero con unvocabulario fácilmente identificable. Su geometría utilizaintensivamente los ángulos rectos, los escalonamientos, las formassimples. Su espíritu responde a los años de la primera posguerra, los“años locos”, los de una modernidad industrial, del cine y de unprofundo cambio en los hábitos de consumo. El Art Deco fue sensualy efectista, incluyó materiales nuevos como la baquelita y los hierroscromados, los tubos fluorescentes y el linoleo, y se inspiró en lasescenografías de León Bakst para los Ballets Russes de Diaghilev.

En cambio, el racionalismo buscaba modificar profundamentelas bases conceptuales de la arquitectura, incluyendo exigencias éti-cas en el plano económico y social (heredadas del socialismo utópicoy del higienismo decimonónicos), empleando racionalmente nuevastécnicas constructivas (provenientes de la revolución industrial), su-bordinando la estética a una ética del diseño (que buscaba integrar lasdoctrinas de Ruskin y de Morris con la posición favorable almaquinismo liderada por el Príncipe Alberto) e incorporando a lateoría arquitectónica nociones científicas provenientes de la psicolo-gía (la Gestalt) y de la física (como la noción de relatividad de Einsteiny los avances de la óptica que llevaron al desarrollo del cine, delcubismo y de la “visión en movimiento”). El racionalismo, en lasideas de Walter Gropius y de Le Corbusier, pertenecía a la alta cultu-ra y no ofrecía un catálogo visual fácilmente repetible. Sólo personascomo Victoria Ocampo podían comprender rápidamente la importan-cia de estas nuevas convicciones de los arquitectos racionalistas. Esacomplejidad, sumada a la irreverencia crítica de la estética racionalis-ta, explica las causas por las cuales, en el contexto de una prolongada“belle époque”, la aceptación argentina del racionalismo se demorómucho con respecto a los centros de las vanguardias europeas.

En cambio, el tercero de los movimientos que hemos mencio-nado, el monumentalismo, tuvo rápida y simple aceptación por cuan-to no fue, ni en sus orígenes ni en sus lugares de reproducción, un“estilo” doméstico, popular, sino un vocabulario puesto al servicioexpresivo del Estado. En ese sentido, la Argentina, hacia fines de la

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década de 1930, había emprendido una clara adscripción a la doctrinade los “estados fuertes”. El nuevo vocabulario, pues, vino a ser elsello identificatorio de esa nueva tendencia.

La arquitectura y la ciencia

¿En qué medida estas vertientes propias de la arquitectura tuvieronrelación con la ciencia? Entre los años 1420 y 1820 son muy escasas lasmodificaciones de la teoría arquitectónica que puedan atribuirse amotivos científicos. Valga como ejemplo el caso de Sir ChristopherWren, el más importante arquitecto británico de la historia. Amigopersonal de Sir Isaac Newton, jamás aplicó en sus obras nocionesderivadas de una trasposición a la arquitectura de la idea de la gravita-ción universal.

Después de 1820, en cambio, empiezan a aparecer cambios einnovaciones que revelan una nueva mirada de los arquitectos haciala ciencia y la técnica. Henri Labrouste, al proyectar la Biblioteca deSanta Genoveva, en París (1843), utilizó sin prejuicios la nueva técni-ca constructiva en hierro desarrollada en la revolución industrial. Ar-quitectos que trabajaron en la Argentina, como Francisco Tamburiniy Carlos Morra, demostraron poseer sólidos conocimientos de acústi-ca, que pueden verificarse en sus obras, como el Teatro Colón y laEscuela Presidente Roca, respectivamente. La arquitectura escolar ar-gentina entre 1880 y 1930 prueba el influjo decisivo de la pedagogíay de las propuestas higienistas sobre la teoría arquitectónica; la arqui-tectura hospitalaria demuestra la evolución desde las ideas de Lavoisierhacia las de Louis Pasteur.

Aunque durante mucho tiempo la arquitectura se mantuvo den-tro de las artes plásticas, sólo admitiendo evoluciones propias a partirde las variaciones en el gusto, durante el siglo XIX se hizo másconflictiva la relación entre función y forma, y algunos teóricos yarquitectos operativos, como Louis Sullivan, trasladaron al pensa-miento arquitectónico la idea de Lamarck de que la forma sigue a lafunción. La nueva doctrina tardó mucho en revolucionar la arquitec-tura doméstica –sólo lo hizo con el racionalismo alrededor de 1920–pero se abrió paso rápidamente en el campo de la arquitectura ferro-viaria, en la cual las estaciones se convirtieron en verdaderos edifi-

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cios-máquina. Este hecho es particularmente claro en el caso de lasestaciones de línea, pero en el de las grandes terminales como SaintPancras en Londres o Retiro (Mitre) en Buenos Aires, se evidenciauna dicotomía entre las grandes naves para andenes, con sus techos ybóvedas de acero y vidrio, y el edificio de cabecera, cuya fachada,más que la funcionalidad, busca la representación institucional delferrocarril. Esta doble necesidad de escenario y representación, queya existía en la arquitectura religiosa del tiempo de las catedrales, seextendió, durante el siglo XIX no sólo a la arquitectura ferroviaria,sino a toda la práctica profesional.

Escenario y representación de la ciencia

¿Cuál sería la expresión arquitectónica de la ciencia? Desde antes, peroespecialmente a lo largo del siglo XIX, escultores y artistas gráficoselaboraron un lenguaje iconográfico capaz de reproducirse y ser enten-dido. Las estatuas alegóricas se inscriben dentro de este fenómenocultural. En cambio, para la arquitectura, este proceso iconográfico esmás difícil. No siempre los arquitectos lograron crear prototipos deedificios que el común de la gente identificara fácilmente con unadeterminada función. Sin embargo, el vocabulario clásico fue un recur-so útil para estos manejos lingüísticos. Andrea Palladio pudo sacralizarla vivienda rural opulenta dándole imágenes de templo grecorromano.Lo mismo hicieron Robert Smirke y Schinkel con los museos públicosy Carlos Morra con nuestras escuelas laicas.

Más abstracta que la pintura y la escultura, la arquitectura, enel ámbito cultural académico francés, fue desarrollando con el tiempoun lenguaje simbólico que logró instalarse en el imaginario colectivode los grupos sociales más cultos y que, apelando a recursos formalesen gran medida decorativos, permitía a los edificios transmitir de unmodo casi narrativo, el destino para el que habían sido construidos yel mensaje que se esperaba que ofrecieran. La ornamentación aplica-da a las fachadas cumplía habitualmente esa función publicitaria yseñalaba el “carácter” del edificio. Al respecto, Claudia Shmidt(Shmidt, 2000), ha precisado el concepto que se identifica en estoscasos con la palabra “carácter”, remontándose a la idea de Kant acer-ca de los “caracteres nacionales”, a su trasposición a la arquitectura a

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través del diccionario de Quatremere de Quincy y a la actualizaciónde los conceptos de “destino y carácter” realizada por Walter Benjamin.

En el caso de la ciencia, el problema adquiría una complejidadmucho mayor que en los casos de la religión, el ferrocarril, los mu-seos o las escuelas. En ellos, la función es casi siempre muy parecidade uno a otro edificio, por lo que la definición del “carácter” de susedificios implicaba cierta garantía de reproductividad o, al menos, devalor tipológico. En cambio, la condición “científica” no era un rasgounificador desde el punto de vista edilicio. El destino “científico”podía ser común a edificios de muy distintas funciones y exigenciasfuncionales. Por ejemplo, desde fecha temprana, los observatoriosastronómicos se distinguieron por la importancia plástica que adqui-ría la cúpula; en cambio, los museos de ciencias eran distintos a losde arte sólo en su interior. No era fácil, pues, establecer un “carácter”específico para edificios de destino científico.

Escenarios

Por otra parte, la actividad científica fue creciendo históricamente deun modo no continuo, unívoco ni lineal. Siguiendo la evolución de laciencia, de las ciencias y del pensamiento científico, resulta evidenteque las exigencias que fueron sucesivamente planteadas a los arquitec-tos, derivaron principalmente de la institucionalización de la ciencia,más que de las necesidades particulares de los científicos, por lodemás, habitualmente carentes de recursos propios como para sercomitentes de grandes edificios.

Basta con recorrer las imágenes que se conservan de los ámbi-tos de trabajo de notables científicos del pasado, para comprobar que,a diferencia de los predicadores religiosos o de los gobernantes, care-cieron casi sin excepción de edificios propios, adecuados para sulabor. En cambio, existen ejemplos relevantes de obras de arquitectu-ra proyectadas específicamente para albergar instituciones científicas,como el Observatorio de Greenwich, de Wren (1675), o el Museo deLa Plata, de Aberg y Heynemann (1884). Pasteur careció de un labo-ratorio adecuado hasta casi el final de su vida, cuando se creó elInstituto Pasteur (1887).

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De todos modos, el conjunto de los edificios realizados condestino a la actividad científica, careció de unidad conceptual y de“carácter” hasta 1914 y siguió del mismo modo durante el período deentreguerras y posteriormente. Por ejemplo, corresponden al períodoque estamos analizando, obras tan diversas como el pintoresco Hospi-tal Edouard Herriot de Tony Garnier (Lyon, 1915), la expresionistaTorre Einstein de Eric Mendelsohn (Potsdam, 1920), el Sanatorio deHilversun de Johannes Duiker (1927), la Health House de RichardNeutra (1927), el Sanatorio Antituberculoso de Alvar Aalto (Paimio,1928), los tres claramente racionalistas, el Planetario de Moscú deMichael Barsch y Michael Einyavsky (1929), el Instituto de Física enla Ciudad Universitaria de Roma de G. Pagano (1932), la ClínicaAntituberculosa de Ignazio Gardella (Alejandría, Italia, 1938), expre-sivos del conflicto entre el racionalismo y el monumentalismo, y elCampus del Armour Institute, luego Illinois Institute of Technologyde Ludwig Mies van der Rohe (Chicago, 1938), indicativo del triun-fo, en territorio americano, del racionalismo alemán. Obras relevantesvarias de ellas, pero aisladas en un contexto de grave crisis política,social y especialmente moral: clima poco favorable para la ciencia ypara la arquitectura.

Arquitectura argentina, 1915-1945

Durante los años que abarcan la Primera y Segunda Guerras Mundiales(período político europeo cuyo lapso no corresponde exactamente conuna periodización arquitectónica argentina) nuestro país vivió unaépoca de gran potencia económica, paralelo desarrollo edilicio y exten-sa y compleja actividad cultural. En el ámbito arquitectónico se produ-jeron hechos relevantes. Los años prósperos –pese a que los efectostemporarios de la de Gran Depresión estadounidense afectaron duranteun lapso la economía argentina– prolongaron la “belle époque” muchomás allá del apogeo cosmopolita de 1910 y de la máxima riqueza delEstado nacional argentino coincidente con la Presidencia de Marcelode Alvear (1922-1928). Hasta 1943 el país no sufrió catástrofes políti-cas, administrativas ni financieras comparables con las que siguieron aese año, cuando el golpe de estado inició un proceso que llevó a que elBanco Central incurriera en 1949 en cesación de pagos. A mediados de

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la década de 1940 los lingotes de oro –según una frase trágicamentecélebre después– obstruían los pasillos del Banco.

Como es imaginable, la prosperidad económica coincidió tam-bién con un auge edilicio y, dados la salud del sistema productivo einversor y el refinamiento cultural de los protagonistas, la calidad dela construcción fue, habitualmente, excepcional, no sólo en las gran-des obras públicas y privadas sino también en buena parte de laedificación doméstica de clase media alta y baja. La arquitectura seconsolidó profesionalmente y se institucionalizó de modo orgánico.

En 1914 la Sociedad Central de Arquitectos era una entidad dealta reputación social; ese año la entidad aprobó su “Pliego Tipo” deespecificaciones para contratos de construcción –un documento devalor técnico–, y dos años después su “Código Profesional” de ética.En 1915 la revista Arquitectura se había transformado en Revista deArquitectura, órgano de la Sociedad que alcanzó gran difusión. A ellase sumaron en 1917 la revista CACYA, del Centro de Arquitectos,Constructores de Obras y Anexos –fundado ese año–, en 1919 larevista El Arquitecto y en 1929 Nuestra Arquitectura, fundada porWalter Hylton Scott, vocera del pensamiento moderno. También Sur,fundada por Victoria Ocampo, publicó, desde su primer número de1931, artículos importantes de algunos de los más notorios arquitec-tos racionalistas, lo mismo que el periódico artístico-literario MartínFierro. En 1930 se fundó el Colegio Libre de Estudios Superiores,cuya revista Cursos y Conferencias publicó artículos de WladimiroAcosta y otros arquitectos innovadores.

La arquitectura argentina, además, se integró a los movimien-tos internacionales. En 1920 un comité argentino presidido por elarquitecto Alejandro Christophersen –figura patriarcal– participó enel Primer Congreso Panamericano de Arquitectos; el tercero se reunióen Buenos Aires en 1927. Pero, además, en 1929 el mundillo arqui-tectónico local se revolucionó un tanto con la visita de Le Corbusier,invitado por Amigos del Arte, quien pronunció una serie de conferen-cias muy críticas hacia las tradiciones vigentes. Los intentos de lograrun reconocimiento oficial de las incumbencias de los arquitectos y dela reglamentación legal de la profesión, auspiciada desde mucho atráspor la Sociedad Central de Arquitectos, cristalizaron inesperadamenteen 1944, por medio del decreto-ley Nº 17.946 del gobierno de facto.

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Pese a la perduración de la “belle époque”, nuestra arquitecturavenía profundizando sus preocupaciones sociales. En 1915 se aprobó,a instancias del diputado Juan Cafferata, la Ley Nº 9677 de creaciónde la Comisión Nacional de Casas Baratas y en 1920 se construyó elprimer barrio obrero resultante del cumplimiento de esa ley. En losaños siguientes la cooperativa socialista El Hogar Obrero, los gruposcatólicos reunidos en torno a monseñor Miguel De Andrea y algunasreparticiones oficiales, concretaron iniciativas de vivienda popular.En 1920 el Museo Social Argentino organizó el Primer CongresoArgentino de la Habitación, con la adhesión de 117 instituciones,antecedente del Primer Congreso Panamericano de la Vivienda Popu-lar reunido en 1939.

También en esos años, el urbanismo –originado en el higienismodecimonónico y crecido en el contexto de las políticas sociales– al-canzó una identidad adulta. En 1925 se fundó la asociación Los Ami-gos de la Ciudad, integrada por Prins, Ancell, Dormal, Bustillo ymuchas otras personalidades vinculadas a la tradición ecléctica. Peroen 1932 el ingeniero Carlos María della Paolera –primer sudamerica-no graduado como urbanista en Paris– se hizo cargo de la jefatura delPlan Regulador de Buenos Aires y en 1935 se realizó el Primer Con-greso Argentino de Urbanismo: el pensamiento moderno desplazaba ala herencia decimonónica.

Por primera vez, en estos años se multiplicaron las escuelas dearquitectura: en 1934 Juan Kronfuss fundó la de Córdoba y ÁngelGuido la de la Universidad Nacional del Litoral. En 1939 Cavagna yMoyano Navarro redactaron el plan de estudios para la carrera deArquitectura de Tucumán. La profesión, además, alcanzó un impor-tante reconocimiento institucional por sus creaciones cuando, en 1933,se creó la Comisión Nacional de Cultura y, en 1937, la AcademiaNacional de Bellas Artes. Por otra parte, en 1938, con el decreto 3390del presidente Ortiz que creó la Comisión Nacional de Museos, Mo-numentos y Lugares Históricos, alcanzan categoría de monumentoshistóricos un conjunto de valiosos edificios.

En todos estos campos –el institucional, las publicaciones, loscontactos internacionales, la acción social, el urbanismo, la enseñan-za y la divulgación cultural– se verifica, en esos años, una nítidatransición entre la “belle époque” y el pensamiento moderno, cambio

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no exento de confusiones, regresiones y conflictos, pero que coincideen todos esos aspectos con procesos equivalentes y contemporáneosverificables en países avanzados como los Estados Unidos, Francia eInglaterra.

Arquitectura argentina para la ciencia, 1915-1945

En ese contexto favorable hacia la progresiva incorporación de concep-tos científicos y técnicos avanzados, resultaría esperable hallar unacantidad importante de casos de edificios destinados a funciones cientí-ficas y de ejemplos arquitectónicos que revelaran el influjo transforma-dor del pensamiento racional sobre las herencias estéticasdecimonónicas. No es así pero, sin embargo, reviste interés establecerun inventario y ensayar una evaluación.

Dejemos de lado la cuestión teórica acerca del influjo de lasciencias sobre la profesión de la arquitectura y sus productos. El temaes vasto y no presenta particularidades especiales en nuestro contextolocal que lo diferencien de un fenómeno mayor que no reconocefronteras pero que tiene su centro en países como Alemania, Inglate-rra, Francia, Holanda y los Estados Unidos. Por el contrario, en estetrabajo nos concentraremos en el análisis de los casos de edificioslevantados en suelo argentino con destino a usos vinculados con lasciencias, a los efectos de evaluar en qué medida variaron como esce-narios y representaciones con respecto a sus precedentesdecimonónicos.

El universo que consideramos para este análisis comprende unconjunto de casi sesenta ejemplos de edificios construidos en territo-rio argentino, entre 1914 y 1945, con destino a la actividad “científi-ca”: ponemos a esta palabra entre comillas para relativizar tal caráctery permitirnos la licencia de englobar bajo ese rótulo a realidades muydiversas y en varios casos fácilmente cuestionables. En efecto: inclui-mos edificios realizados enteramente para esos fines pero tambiénproyectos no construidos y remodelaciones parciales.

Obramos de este modo para captar mejor el espíritu de todasesas creaciones intelectuales, independientemente de su materializa-ción. También debemos señalar que estamos incluyendo casos estric-tamente pertinentes de edificios destinados a la investigación científi-

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ca de base o aplicada, junto a otros que se alejan bastante de esecarácter exactamente científico.

Entre los primeros podemos señalar, en este período, la sededel Darwinion legado por Cristóbal Hicken y el proyecto de InstitutoOceanográfico en Mar del Plata, de 1916, ambos de indudable “desti-no científico”. Pero a ellos hemos sumado, en nuestra muestra deanálisis, edificios destinados tanto a la investigación como a la divul-gación, como el Museo Argentino de Ciencias Naturales BernardinoRivadavia; edificios-sede de instituciones dedicadas a favorecer laactividad científica, tales como la Sociedad Científica Argentina o laAcademia Nacional de Medicina; construcciones destinadas a la edu-cación y formación en ciencias, como el Observatorio del ColegioNacional de Buenos Aires; otras obras destinadas a la actividad cien-tífica, sea ella ajustada a protocolos como de iniciación de amateurs –tal el caso del Observatorio de la Asociación Amigos de la Astrono-mía–; edificios en los cuales la actividad científica se integra a proce-sos industriales y comerciales, tales como el Instituto Massone y elLaboratorio YPF de Florencio Varela; e incluso edificios que sin serespecíficamente de destino científico, han sido previstos para prácti-cas como la medicina, que en muchos casos sirven también de centrosde experimentación para profesionales que de esa empiria extraeninformación de base para una ulterior reelaboración científica, comoen el caso de hospitales y sanatorios.

La muestra, por lo tanto, es amplia a fuerza de ser variada y alprecio de una gran elasticidad en la aplicación de la condición “científi-ca”, algo que seguramente Mario Bunge condenaría con sólidos argu-mentos epistemológicos, pero que en nuestro caso resulta aceptableporque en todos estos casos podría razonablemente detectarse la im-pronta de un “carácter científico” como expresión estética, simbólica onarrativa dentro de las limitaciones expresivas de la arquitectura.

Características del caso de estudio

Entre los casi sesenta casos considerados, distribuidos entre los años1915 y 1945, la mayor parte de los ejemplos se ubican durante losperíodos que coinciden con las Presidencias de Marcelo T. de Alvear yde Agustín P. Justo: la referencia política resulta en este caso pertinente

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por cuanto se trata de construcciones que mucho tienen que ver con elestado del país, tanto en los aspectos económicos como culturales. Enestos temas, en la Argentina de entonces, ambas Presidencias desempe-ñaron un papel importante. Pese a la afinidad ideológica básica entreambos Presidentes (provenientes de tradiciones liberales del siglo XIXque luego evolucionaron hacia el liberalismo progresista, transitaronpor el radicalismo “antipersonalista” y difirieron luego en cuanto a lapolítica de partidos y la representación democrática, pero mantuvieroncon bastante proximidad una filiación cultural ligada al liberalismoaristocrático), hay entre ambos períodos no sólo una secuencia tempo-ral sino también una sutil pero importante variación en la mirada. Engran medida, podemos afirmar que, durante la Presidencia Alvear, la“belle époque” afrancesada perduró en la Argentina mucho más allá dela Primera Guerra Mundial; en cambio, durante la Presidencia Justo fuenotorio el crecimiento, sin sobresaltos, de un influjo del pensamientoestadounidense identificado con la imagen, las ideas y los modelos degestión de Franklin D. Roosevelt.

Coherentemente, en ambos períodos, e incluso antes y después,la mayor parte de los edificios “científicos” correspondieron a unaépoca de creciente especialización y de notoria institucionalizaciónde la ciencia, entendiéndose por “ciencia” la búsqueda afanosa delconocimiento “puro”, más que su aplicación práctica al modelo posi-tivista, que miraba el ferrocarril como una proeza derivada de laactividad científica. Esta institucionalización es la principal deman-dante de edificios, no sólo como escenarios sino también como repre-sentaciones, y, como era previsible, el carácter “francés” predominaen la primera fase, en tanto en la segunda, la época de Justo, apareceninnovaciones que se manifiestan por el uso de lenguajes estéticosalternativos como el “neocolonial”, el “art deco”, el “racionalismo” yel “monumentalismo”.

Pero este cambio y esta diversificación lingüística, en nuestrocaso de estudio, no parecieran responder simplemente a una variaciónentre los modelos culturales importados (estilos europeos y estado-unidenses en boga) sino que parecieran atestiguar que el fin de laarquitectura afrancesada coincide con el ocaso de un paradigma delsiglo XIX, tanto en lo referente a la arquitectura “académica” comoen el significado social de la ciencia. En tanto, la variedad de ladécada de 1930 pareciera manifestar la ausencia de un paradigma

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alternativo de carácter único, o tal vez una nueva época quizá confusay tal vez insegura en cuanto a la significación social de la ciencia.

Estas afirmaciones no son arbitrarias: si seguimos la evolucióndel pensamiento científico universal, especialmente en América Lati-na y más aún en la Argentina, tal como ha sido estructuradodiscursivamente por Francisco Vera (Vera,1945:257), GregorioWeinberg (Weinberg,1998:112), José Babini (Babini,1949:127;1993:42), y otros historiadores de la ciencia, la década de 1920 puedetenerse como punto de inflexión. Pero además, en nuestro caso, pare-ciera coincidir la coherencia del ciclo científico iniciado con la Orga-nización Nacional (1852-53 en adelante) y terminado en la década de1920, con lo que registra la evolución, también coherente, de la arqui-tectura destinada a la ciencia en ese lapso. De algún modo, incluso,podríamos simbolizar el cambio de época con la mención de ÁngelGallardo y de Bernardo A. Houssay, hombres de ciencia representati-vos de los períodos anterior y posterior a 1930 y en cierta formaantagónicos (Núñez,1995:94).

Edificios y destinos

En nuestra muestra de estudio, limitada a unos sesenta casos sobre untotal de obras de arquitectura importantes y publicadas en revistasespecializadas que no excede esta cifra en más de un 50%, de menortrascendencia, podemos hallar diversas funciones básicas, desde obser-vatorios y museos hasta sedes universitarias e incluso clínicas.

Porcentualmente, la muestra se reparte aproximadamente así:investigación básica y aplicada: 17%; enseñanza de las ciencias: 12%;divulgación científica y educación básica en ciencias: 10%; institu-ciones de fomento de la actividad científica: 10%; práctica de lasciencias de la salud: 51%. En todos los casos, cierta imprecisiónderiva del esquematismo forzado de la clasificación, ya que, por ejem-plo, la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires hasido incluida en el rubro “enseñanza” por ser ésa la función másnotoria pese a que, por ejemplo, en uno de sus laboratorios desarrollóparte importante de sus investigaciones Bernardo Houssay, fundadory director del Instituto de Fisiología de la Facultad y primer PremioNobel de ciencias de la Argentina.

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Entre los edificios destinados principalmente a la investigaciónbásica y aplicada hemos considerado, entre otros, los casos del pro-yecto (no construido) para el Instituto Oceanográfico Argentino enMar del Plata (1916, diseño de Pasman y Marcó del Pont), del Institu-to Biológico Argentino (1924, diseño de Atilio Locati), del MuseoArgentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (1926, cuyaidea proyectual se debe, según la tradición oral, al propio ÁngelGallardo, ingeniero civil además de naturalista y Director del Museo),del Observatorio de la Asociación Amigos de la Astronomía en Par-que Centenario (1929), del Instituto Massone (1930), del nuevo edifi-cio del Observatorio Naval Argentino en Costanera Sur (1933), delInstituto Darwinion de Acassuso (1933, arquitecto Arturo Prins), delLaboratorio de investigaciones de YPF en Florencio Varela (1939,arquitecto Jorge De la María Prins), del Agroinvest (Instituto Experi-mental de Investigación y Fomento Agrícola de Santa Fe, 1937).

Hemos considerado como destinados a la divulgación científicay a la educación básica en ciencias, entre otros, a edificios como elInstituto Bernasconi (1918, arquitecto Juan Abel Adrián Waldorp), yaque, además de ser un centro escolar de educación primaria (o “bási-ca”), alberga un complejo museológico científico y es sede de experi-mentación e investigación pedagógica; el nuevo edificio de la Biblio-teca Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca (1930, arquitecto ErnestoGiraud); el edificio de la Biblioteca Central de la Universidad Nacio-nal de La Plata, cuya dirección ejerció por muchos años AlbertoPalcos, (1935); el proyecto de nuevo Zoológico en la Chacra Saavedra(1942, arquitecto Luis María Campos Urquiza).

Agrupamos dentro del rubro sedes de instituciones de fomentode la actividad científica a obras como el Círculo Médico de Rosario(1925, arquitecto Ángel Guido), la Sociedad Científica Argentina (1926-1933, Ing. Oscar Schoó Lastra), el Museo Social Argentino (1938,Rafael Orlandi / MOP), y la Academia Nacional de Medicina (1942).

Clasificamos como casos de edificios destinados a la enseñan-za de las ciencias, entre otros, el proyecto para la Facultad de Cien-cias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (1915), el diseño dela neogótica Facultad de Derecho de la UBA (1915-25, Arturo Prins),el Observatorio astronómico del Colegio Nacional de Buenos Aires(1935), la Facultad de Medicina de la UBA (1936-1944) y la nueva

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sede de la Facultad de Derecho de la UBA (1938). Incluimos tambiénen este item dos casos particulares: la Escuela de Mecánica de laArmada (1928) y la Escuela de Aviación Militar en Córdoba (1938)que si bien pertenecen a instituciones militares, fueron construidascomo ámbitos educativos en tiempos en que las políticas de defensanacional tenían como uno de sus objetivos elevar el nivel cultural ycientífico de los hombres de armas y las fuerzas tenían en actividad ycon elevadas jerarquías a hombres destacados por su saber específicoy su conocimiento cientificotécnico. Valga como ejemplo de ello elcaso del propio presidente Justo, general del Ejército, ingeniero civilde la Universidad de Buenos Aires y profundo conocedor de lasciencias naturales bajo el influjo y la tutela de Holmberg.

Pero el conjunto más numeroso es, como hemos dicho, el queincluye los edificios destinados a la práctica de las ciencias de lasalud. En este rubro hallamos casos como el Ambulatorio Policlínicodel Hospital Italiano (1915, arquitecto Luis Broggi), la ampliación delHospital San Roque en Córdoba (1917 en adelante, ingenierosJustiniano Allende Posse y Emilio Olmos), la reforma del HospitalRawson (1926, arquitecto Alejandro Virasoro), la Maternidad RamónSardá (1935), el proyecto de Instituto de la Tuberculosis, impulsadopor la Liga (1937), el nuevo Hospital Militar Central (1937), el Hos-pital Churruca (1938, arquitectos Vilar, Vilar, Noel, Escasany,Fernández Saralegui, empresa Geopé), el Hospital Fernández (1939-43, diseño de Luis Bianchetti), el Hospital Psiquiátrico de la ColoniaOliveros, Santa Fe (1939, arquitecto Wladimiro Acosta), el Laborato-rio Pasteur (1928, arquitecto Fermín Beretervide) y un conjunto desanatorios y clínicas como el Podestá (1924, Calvo, Jacobs y Giménez),el proyecto de sanatorio-dispensario de la Mutualidad del Magisterio(1939, arquitectos Sacriste y Vivanco), el sanatorio de la CorporaciónMédica San Martín (1939) y el de Pergamino (1941), ambas obras delarq. Mario Roberto Álvarez, y los sanatorios Bazterrica y Anchorena,ambos de 1941.

Escenarios y representaciones de la ciencia

La simple enumeración de sesenta casos significativos bastaría paraseñalar un conjunto importante, aunque no constituyan, en ningún

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aspecto –excepto el propósito de estas líneas– un conjunto coherente oestructurado. Pero no habremos de limitarnos a editar una lista sino quepropondremos, basados en nuestros enunciados de los párrafos inicia-les, una suerte de análisis del material inventariado. ¿En qué medidapuede leerse a través de las imágenes públicas presentadas por estaarquitectura una representación visual de una valoración social de laciencia?

Al pretender responder esta pregunta hemos creído necesarioprecisar las diferencias entre el antes y el después de 1930, no por elhecho de que ese año haya tenido lugar una revolución (6 de septiem-bre) sino porque antes (claramente durante la Presidencia Alvear) elparadigma arquitectónico francés era dominante y después (Presiden-cia Justo) gradualmente deja de serlo.

La mayor parte de las obras anteriores a 1930 e incluso, enforma declinante, muchas posteriores, muestran, como hemos dicho,la perduración de la “belle époque”. En ese contexto, la arquitecturaafrancesada ubica la ciencia dentro del conjunto de actividades alta-mente representativas de una sociedad culta, aun al precio de que losedificios resultantes fueran escasamente funcionales o no tuvieranrelación con su condición necesaria de escenarios para actividadeshumanas. Como prototipo de esta actitud proyectual, bien vale elcaso (anterior, europeo) del proyecto que el arquitecto René Villeminotpreparó, en su etapa formativa, para aspirar al Premio de Roma de laEscuela de Bellas Artes de Paris. El tema (“Un observatorio y esta-ción científica”, 1906) le permite desplegar todo su arte de esteta y esasí como elabora un diseño simétrico pleno de alusiones a la arquitec-tura clásica pero en cuya composición aparece, de modo casi insólitouna cúpula de observatorio, integrada dentro del juego de las propor-ciones académicas.

El hecho no tendría suficiente relevancia si no fuera porqueVilleminot, junto con René Karman, de similar forma de pensar,fueron los dos grandes profesores de diseño en la escuela de arquitec-tura de la Universidad de Buenos Aires, durante la primera mitad delsiglo XX. Los estudios de arquitectura, que se remontan a la funda-ción en 1865 por Juan María Gutiérrez de la Facultad de CienciasExactas (que tuvo varias denominaciones a lo largo de las décadas),fueron reorganizados en 1901 según el molde parisino. Villeminot, en

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ese ámbito, fue una figura clave y su línea sucesoria, en lo académi-co, llegó hasta nuestros días a través de la docencia de Villalonga,Buschiazzo, Gazaneo y Bellucci, aunque las ideas pedagógicas y ar-quitectónicas de cada generación hayan variado sustancialmente.

No extraña, pues, que en 1916 Pasman y Marcó del Pont hayanimaginado un proyecto igualmente académico francés para un nuncaconcretado Instituto Oceanográfico en Mar del Plata. El diseño,descontextualizado del medio físico y del paisaje, presenta una facha-da clásica hacia el mar y una estructura formal simétrica, simbólicade la jerarquía de un edificio público solemne y monumental. Lamisma idea aparece diez años después reflejada en el diseño delingeniero Oscar Schoó Lastra (1926) para la Sociedad Científica Ar-gentina, reaparece en 1927 en el proyecto de Ernesto Giraud para laBiblioteca Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca y se prolonga aunhasta 1942 en el carácter dado al edificio de la Academia Nacional deMedicina. De algún modo, estos ejemplos tienden a manifestar, almodo académico, que la ciencia es una función socialmente prepon-derante, elevada a la jerarquía monumental, casi de templo al modoromano imperial, en una suerte de sacralización panteísta.

Tal asociación de ideas entre arquitectura clásica y lo que po-dríamos llamar “templos de la ciencia” coincide con el cuadro devalores simbólicos de la cultura decimonónica que perduraron ennuestra larga “belle époque”. Aunque difieran del exacto vocabularioclásico francés de inspiración romana imperial, un conjunto de obraspueden sumarse a este grupo de edificios monumentales, más cerca-nos a la representación que a la funcionalidad. Tales son los casos delInstituto Bernasconi (1918), del Instituto Biológico Argentino (unlaboratorio que en 1924 elevó el monumental edificio de la Plaza delCongreso, donde los moros venecianos tocan la campana, como en laPlaza San Marco), la neogótica Facultad de Derecho (inconclusa)soñada por Arturo Prins como una alusión medievalista al derechonatural en versión tomista; el Museo Argentino de Ciencias Naturales(entre el románico y el pintoresquismo); el Rectorado y la Facultad deCiencias Jurídicas de la Universidad Nacional del Litoral (ambas obrasde Manuel Torres Armengol, de 1928 y 1929), que introducen rasgos“coloniales”; el Instituto Massone (confiscado luego por el gobiernode Perón y sede actual de la Comisión Nacional de Energía Atómica).

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En todos estos casos, más allá de pequeñas innovaciones o variacio-nes lingüísticas, el criterio proyectual de transmitir el carácter a tra-vés de la monumentalidad, sigue intacto.

En cambio, existe un conjunto de edificios en los cuales lamonumentalidad es reemplazada por el pintoresquismo, con una evi-dente y definida intencionalidad. En 1915 el Hospital Italiano inaugu-ró su Ambulatorio Policlínico diseñado por el arquitecto Luis Broggi:aquí, más que una intención de monumentalidad, hay una búsquedade alusión hacia lo familiar, ya que estilísticamente las alusiones sedirigen a la arquitectura renacentista florentina. El edificio no esimpactante sino acogedor, hospitalario: dos torres no muy altas, unaloggia de acceso, un patio bien proporcionado y, a ambos lados,hileras de consultorios externos, es decir, un remanso. La misma ideapareciera impregnar otra obra de la institución presidida entre 1915 y1927 por el Dr. Carlos Spada: el asilo de ancianos, en San Justo, quecon los años y los avances de la medicina fue profundizando sucarácter de instituto hospitalario geriátrico y de ámbito de investiga-ciones de campo. La misma ausencia de monumentalidad se apreciaen el Laboratorio Pasteur de Parque Centenario, diseñado por el ar-quitecto Fermín Beretervide, cuyas ideas ya no son las de la enseñan-za académica sino que están impregnadas de un pensamiento socialavanzado.

Este tipo de innovaciones, que no se alejan demasiado del mé-todo proyectual académico pero que modifican sustancialmente elmensaje a transmitir por los edificios, nos permiten cerrar el capítulodedicado al monumentalismo clasicista decimonónico y explorar losnuevos intentos del siglo XX de elaborar expresiones arquitectónicaspara la ciencia. En tal sentido, para el espíritu de la corriente“neocolonial” el mensaje necesario es el de la identidad y para el ArtDecó, más que la ciencia, el valor semántico importante es la moder-nidad. El Neocolonial tuvo su doctrina y su historia, y si bien estostemas han sido muy trabajados ya, existe una vertiente del“neocolonial” poco estudiada que corresponde bastante fielmente a laactividad institucional de Agustín P. Justo.

Un tercer grupo de edificios puede agruparse bajo el signo delArt Decó. En estos casos, más que una intencionalidad de representarla ciencia, la arquitectura se propone manifestar un impulso de mo-

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dernidad. Indudablemente el hecho no hubiera tenido tanta trascen-dencia, como no la tuvo en Europa, si no fuera porque, en el aspectoeconómico, aquellos años fueron muy favorables para la Argentina yporque el manifiesto modernizador tenía, desde los tiempos deRivadavia, gran prestigio en la cultura argentina. Modernas debíanser entonces las nuevas clínicas, demostrativas de un alto grado deespecialización médica, en la década de 1930, como la Clínica Marini,obra de Sánchez, Lagos y De la Torre (sobrino del prestigioso políti-co progresista Lisandro De la Torre); o el Sanatorio De Cusatis,diseño del innovador arquitecto Alejandro Virasoro, admirador de lasescenografías de los Ballets Russes. Moderna fue, también, la amplia-ción del Hospital San Roque en Córdoba, obra de los ingenierosJustiniano Allende Posse y Emilio Olmos.

El cuarto grupo que puede identificarse con claridad, es el delos edificios “racionalistas”. Pero al hablar de ellos, por definición,no puede decirse que buscaran transmitir un mensaje narrativo rela-cionado con la ciencia, con la modernidad, el prestigio ni ninguno deaquellos otros aspectos que interesaron a los arquitectos del sigloXIX. Aquí, por principio, la arquitectura no pretende narrar sino ser-vir de herramienta: no interesa la representación sino la aptitud delescenario para la función. No hay, pues, una imagen “racionalista” dela arquitectura científica ni podría haberla.

En realidad, esta novedad fue la culminación de un proceso defractura que se había iniciado mucho antes. Desde mediados del sigloXIX las exigencias funcionales de los edificios habían crecido enor-memente y ya en los diseños Art Deco era insostenible la pretensiónde encerrar en un envoltorio simétrico y decorativo la nueva comple-jidad de las funciones. En las revistas especializadas, la publicaciónde edificios como la Clínica Marini o el Sanatorio De Cusatis eviden-ciaba ese conflicto entre la voluntad estética que daba rigidez a lasfachadas y la soltura y eficacia con que se resolvían los espaciosinteriores como consultorios, laboratorios y demás áreas en las cualesel protagonismo quedaba a cargo del equipamiento científico y prácti-co y no de molduras y decoraciones más propias del Palacio deVersailles.

Varios edificios marcan la transición entre el espíritu del ArtDeco y la racionalidad funcionalista. El Darwinion de Arturo Prins

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(1933), el Instituto Médico Platense de Julio Barrios (1934), la Ma-ternidad Sardá de E. Fontecha y Miguel Madero (1935), todavía per-tenecen al mundo figurativo del Art Deco, aunque en ellos son cre-cientes la desornamentación, el cubismo y la preocupación por elacierto funcional. Pero no siempre la disminución de la carga decora-tiva implicó necesariamente una búsqueda de racionalidad. Si bienese camino era propio de la evolución en esa dirección, también lofue de otra dirección contradictoria que, como una bifurcaciónirracionalista y monumental, condujo hacia la grandilocuencia quefue la típica expresión del Estado en los años cuarenta y cincuenta.La bifurcación no fue suficientemente clara. Edificios como el de laLiga Argentina contra la Tuberculosis (1940) proyectado por los ar-quitectos Cárrega Goyán, Lissarrague, Godoy y Méndez y los inge-nieros Migone y Mihanovich, están más cerca del Art Deco que delmonumentalismo. Pero el proyecto preparado por el mismo equipopara el Instituto de la Tuberculosis (1937) que dirigía Rodolfo A.Vaccarezza y contaba con el impulso de la Liga, era de unamonumentalidad impresionante. La sede y observatorio de la Asocia-ción Amigos de la Astronomía (1929) combina con escasa felicidaduna cúpula funcionalista con un pórtico monumental aunque de esca-la pequeña. El Policlínico de la Sociedad de Médicos del Departa-mento San Martín, en Santa Fe (1942), obra de Tito y José Micheletti,está mucho más cerca del funcionalismo que el proyecto de ambosarquitectos para el monumental Hospital de Caridad de la Sociedadde Beneficencia de Rosario, del mismo año.

En cambio, el edificio diseñado por el arquitecto Rafael Orlandipara el Museo Social Argentino en 1938, aun parco en decoración, esclaramente monumental tanto en su fachada como en sus espaciosmás representativos. Lo mismo, con aún mayor énfasis, puede decirsedel edificio de la Facultad de Medicina de la Universidad de BuenosAires, obra iniciada en 1937 bajo el impulso de José Arce. Nada en élresponde al espíritu racionalista ni toma en cuenta los principios de laarquitectura moderna. Su monumentalidad, sin embargo, tampoco res-ponde al alma del mundo clásico griego o romano, para el cual teníaun sentido estético y ético, sino que expresa una voluntad de construiruna imagen imponente, descomunal, cuya desproporción es más ma-nifiesta si se la compara con el escaso interés de los proyectistas por

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resolver de un modo moderno ciertos aspectos funcionales que pre-ocuparon obsesivamente a los funcionalistas, como la cantidad y elancho de las escaleras y ascensores, la dimensión de los baños y laestructura circulatoria interna de los edificios.

Indudablemente, el arquetipo de estas construcciones monu-mentales fue, en la década de 1940, el nuevo edificio de la Facultadde Derecho de la Universidad de Buenos Aires, diseñado por ArturoOchoa, Ismael G. Chiappori y Pedro Mario Vinent, cuya imponentecolumnata neoclásica, tras la cual se desarrolla la igualmente inmensaGalería de Pasos Perdidos, constituyen la expresión más antitéticaposible del racionalismo arquitectónico y, por cierto, de la moderni-dad, pese a las buenas intenciones que movieron a sus autores, y anotables personalidades como el ministro Coll, a perseverar, por uncamino ya anacrónico, en la búsqueda de una imagen pública relevan-te para la ciencia y la educación.

Aquella monumentalidad todavía podía suponerse útil para unaFacultad de Derecho; sin embargo, resultaba evidentemente imposi-ble para resolver edificios funcionalmente exigentes como la EstaciónRadiotelegráfica de la Base Científica de las Islas Orcadas del Sur(1927) o el observatorio astronómico del Colegio Nacional de BuenosAires (1935), construido por iniciativa del rector Nielsen, donde losproyectistas operaban con completa racionalidad funcionalista. Estenuevo espíritu de ajuste a la utilidad sin pretensiones de representa-ción decorativa tenía origen en la revolución industrial pero habíaalcanzado estatura teórica por obra de los maestros de la arquitecturaracionalista del siglo XX, y su influjo produjo obras de expresiónmuy diferente al Art Deco y al monumentalismo. Por ejemplo, elproyecto de Eduardo Sacriste y Jorge Vivanco para el concurso delSanatorio-Dispensario de la Mutualidad del Magisterio (1939), es unamuy pura y convencida introducción en la arquitectura científica ar-gentina del pensamiento de Le Corbusier y de Walter Gropius. Esemismo año, Mario Roberto Álvarez concretaba el pequeño pero indi-cativo Sanatorio de la Corporación Médica San Martín. Y en 1941 laRevista de Arquitectura de la Sociedad Central de Arquitectos publi-có dos obras de magnitud e interés: la Clínica Bazterrica, de VíctorLavarello, y el Sanatorio Anchorena, de L. Olezza y Ernesto Vautier.En ambos casos, el lenguaje de la fachada es ahora coherente con la

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racionalidad y modernidad de la estructura interna de los edificios ydel equipamiento médico.

Lo mismo sucede con otros edificios de destino científico como,por ejemplo, el Laboratorio de Investigaciones YPF en FlorencioVarela (1943), diseñado por los arquitectos Jorge de la María Prins,Hugo M. Rosso, Jorge M. Verbrugghe y Jorge Ros Martin. Pese aalguna reminiscencia monumental, el espíritu de la obra es claramen-te moderno y la racionalidad del diseño de los laboratorios, talleres ydemás áreas utilitarias es mucho más significativa que los exterioresdel edificio. Lo mismo sucede en el proyecto para un nuevo JardínZoológico en la Chacra Saavedra (1942), centro recreativo, didácticoy de investigación proyectado bajo la dirección de Luis M. CamposUrquiza, con la colaboración de José Vitali, Francisco García Vázquez,Jorge Santas, Alfredo Yantorno y Ricardo Frigerio.

En esos años se construyeron grandes hospitales, modernos yracionalistas, como el de Agudos Juan A. Fernández (1939), diseñode Luis Bianchetti, y el nuevo Militar Central (1937), sobre la barran-ca de la Av. Luis María Campos, en Buenos Aires. Pero seguramentela más notable de aquellas grandes obras fue el Hospital PolicialChurruca (1938), firmado por Antonio y Carlos Vilar, Noel, Escasanyy Fernández Saralegui. Como todo emprendimiento arquitectónico deesa magnitud, es imposible determinar qué parte de autoría cupo acada uno de los proyectistas, algo que puede, en parte suponerse si seconocen las ideas de cada uno de los participantes y sus obras ante-riores y posteriores. Indudablemente, el mérito es conjunto aunque lofuera en proporciones desiguales, pero también es posible –y proba-blemente acertado– suponer que otros lápices meritorios se escondentras las firmas que se responsabilizan oficialmente de los proyectos.Ese sería seguramente el caso del arquitecto alemán Carlos GuillermoErnesto Ludewig, colaborador de Antonio U. Vilar en varias de susmejores obras y diseñador de la mayor importancia dentro de suestudio. Exiliado en la Argentina, no pudo revalidar su título porcarecer de documentación probatoria, pero su capacidad era sobresa-liente (datos que debemos a la generosidad del arquitecto NicolásBabini).

La arquitectura racionalista también tuvo expresiones notablesen provincias como Tucumán, en donde Jaime Roca proyectó el Sa-

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natorio Privado, luego Policlínico Ferroviario. O en Santa Fe, dondevarias obras merecen una mención muy especial. Aquellos fueron,para esa provincia, años de esplendor. Entre 1937 y 1941 fue gober-nador Manuel María de Iriondo (“antipersonalista”) cuya labor políti-ca –pese a un dudoso origen electoral– se destacó dentro del resto delpaís. Iriondo tuvo como Ministro de Instrucción Pública y Fomento auno de los más notables pedagogos argentinos del siglo XX, JuanMantovani, y como Ministro de Salud Pública a Abelardo IrigoyenFreire, que fue el primer ministro de Salud Pública que tuvo unaprovincia argentina. Durante su gobierno se dio nuevo impulso a lasanidad de la provincia, se creo el código bromatológico, se encara-ron numerosos problemas hospitalarios, se construyeron 122 escuelasprimarias públicas, en Rosario se fundaron los museos Histórico Pro-vincial y de Ciencias Naturales y en la ciudad de Santa Fe el Históri-co y el Etnográfico.

A esta época santafesina corresponde la sede de Agroinvest(1937), el Instituto Experimental de Investigación y Fomento Agríco-la, hoy Ministerio, obra de Carlos Navratil y Salvador Bertuzzi; elInstituto era dirigido por el químico Josué Gollán y el edificio, racio-nalista, es fiel reflejo del moderno espíritu científico de Gollán y deMantovani. También a esta época corresponden dos obras significati-vas de Wladimiro Acosta. Entre 1938 y 1939 fue elaborado un PlanOrgánico de desarrollo de instituciones de salud, basado en moderní-simos principios científicos, cuyo principal inspirador e impulsor fueel médico sanitarista David Sevlever, quien se había desempeñadocomo docente en la cátedra de Higiene y Medicina Social de la Uni-versidad Nacional del Litoral y fue Secretario Técnico General delDepartamento de Salud Pública de la Provincia de Santa Fe, antes desu transformación en ministerio. En el contexto de ese plan, el arqui-tecto Wladimiro Acosta, quien estaba casado con la psiquiatra TelmaReca, proyectó el Hospital Psiquiátrico de Santa Fe, la Colonia deAlienados de Oliveros y otras construcciones plena y decididamenteracionalistas.

Aunque es mucho lo que podría agregarse, tal fue la evoluciónde la arquitectura científica en la Argentina en el período entreguerras,desde la representación afrancesada de escenarios poco adecuadoshasta la construcción de edificios racionalmente aptos pero carentes

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de una imagen definida y cautivante; desde una época esplendorosapara la cultura que prologó la “belle époque” hasta una época de crisisy desconcierto en el cual se perdió la fe en la ciencia y la educación o,quizá peor: la dirigencia dejó de interesarse en ellas porque empezó averlas como una amenaza para la voluntad omnímoda de poder.

Conclusión

En el año 1943 estalló en la Argentina una revolución que, por primeravez, logró quebrar el impulso del pensamiento que impregnó la evolu-ción del país después de 1852. La crisis de 1943 venía incubándosedesde por lo menos quince años antes e implicó el abandono del idealdecimonónico de progreso y la adopción de una tendencia cuya expre-sión arquitectónica fue, durante la década siguiente, un neoclasicismoduro, sin espíritu ni lógica. La arquitectura argentina reflejó ese cambiode signo ideológico. Para las sucesivas generaciones liberales, desde eliluminismo hasta la década de 1940, el pensamiento había de ser libre yracional, alado como en la ópera de Verdi, según la alegoría clásicaadoptada como símbolo. Dentro de ese esquema ideológico la cienciatenía un papel fundamental, aunque frecuentemente el propósito idealestuviera limitado, en la práctica real, por trampas intelectuales comola de adoptar la ciencia como bandera y propiedad de determinadobando.

Pese a ello y a las limitaciones de los principales métodos yprácticas institucionalizadas, el siglo XIX creyó en la ciencia, la adoptócomo anhelo y buscó revestirla de una iconografía, incluso arquitec-tónica, que proclamara esos valores ideológicos y los enalteciera concarácter didáctico, apelando muchas veces a lenguajes anacrónicos eincluso contradictorios pero siempre atractivos, benignos y simpáti-cos. En cambio, la disolución de esa ecuación un tanto ingenua, peroútil y verificable, significó una bifurcación entre el pensamiento ver-daderamente científico, que creció en profundidad pero perdió popu-laridad y accesibilidad para el público, y una reacción que, por supropia aversión hacia el pensamiento libre, no sólo no buscó un len-guaje alternativo para la difusión de la ciencia sino que combatió suinflujo sobre la sociedad, su proyección institucional y su autoridadmoral.

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En ese contexto, y más allá de toda teoría arquitectónica racio-nalista, es razonable que los mejores y más inspirados edificios dise-ñados para la ciencia, en este período argentino, hayan carecido deuna imagen fácilmente identificable por el público; y que, en cambio,la arquitectura fuera usada como herramienta publicitaria para procla-mar la importancia que revestían, para el mundo oficial y para mu-chos actores sociales influyentes, otro tipo de actividades: políticas,asistenciales, deportivas, sindicales, comerciales o administrativas, perocasi nunca científicas, educativas o culturales.

En vez del Observatorio de Córdoba y el Museo de La Plata,anteriores a 1914, o la Sociedad Científica Argentina y el Darwinion,del período entre guerras, en las décadas de 1940 y 1950 las imágenesarquitectónicas más impactantes serán las de grandes edificios minis-teriales, hospitales y asilos, sedes deportivas o sindicales, de negociosy de empresas. De algún modo, entonces, no sería descabellado supo-ner que la disolución de un lenguaje unificador de la arquitectura dedestino científico, como el decimonónico, no sería, en la Argentinatan solo un reflejo de las innovaciones arquitectónicas importadassino también, y de modo importante, producto de un cambio del paísen materia de valoración social de la ciencia, de la cultura y delpensamiento independiente.

Ese es, entonces, el contexto en el cual, en la Argentina, dejande construirse edificios para la ciencia, con escasas excepciones. Nohay, pues, en adelante, representación de la ciencia, porque tampocose construyen para ella escenarios, y la ciencia que sobrevive se debeal esfuerzo de multitud de investigadores, de algunos aislados empe-ños filantrópicos y de alguna menos frecuente aún inspiración favora-ble de algún funcionario o legislador.

Los edificios permiten leer, en cada paisaje, aquello que loshombres consideran importante albergar. La arquitectura, ha escritoJacob Berend Bakema (Bakema,1966), es simplemente la expresiónespacial de la conducta humana. Y es la más visible expresión simbó-lica de los valores predominantes en cada sociedad.

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LA POLÍTICA INTERAMERICANA DE ROOSEVELT:GEORGE D. BIRKHOFF Y LA INCLUSIÓN

DE AMÉRICA LATINA EN LAS REDESMATEMÁTICAS INTERNACIONALES*

PRIMERA PARTE

Eduardo L. OrtizImperial College, Londres

La Segunda Guerra Mundial y otros acontecimientos de ladécada de 1930 tuvieron un impacto profundo sobre el desarro-llo de las redes internacionales de comunicación científica, quetuvieron que ser rediseñadas y adaptadas a las nuevas caracte-rísticas de la escena mundial. Este trabajo se refiere a aconteci-mientos que condujeron a la incorporación de una rama nueva,la interamericana, a las redes científicas internacionales cuyainserción no estuvo desvinculada de la nueva Política de BuenaVecindad del presidente Roosevelt. Ese esfuerzo, en el queestuvieron comprometidas importantes personalidades de laciencia de los Estados Unidos y las más poderosas fundacionesprivadas e instituciones académicas de ese país, tuvo efectos enel desarrollo científico de varios países de América Latina. Enel caso de la matemática esos efectos estuvieron directamenterelacionados con una visita de George D. Birkhoff a Méjico,Perú, Chile, la Argentina y Uruguay en 1942, a la que siguieronotras, de matemáticos del mismo país, durante la década de1940.El presente trabajo está dividido en dos partes. En la primera seconsidera el paso de la matemática estadounidense a un primerplano mundial, antes de la Segunda Guerra Mundial, las razo-nes que impulsaron la visita de Birkhoff, la organización de esavisita y las diferentes reacciones de sectores oficiales y acadé-micos de los Estados Unidos; se menciona así mismo la situa-ción de la matemática en los países visitados y, para terminar,se describe brevemente la visita. En la segunda parte, queaparecerá en el próximo número de la revista, se considera elmensaje científico que transmitió esa visita; la polémica sobrela investigación científica que Birkhoff encontró en los países

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que visitó; el impacto científico de su visita y la consolidaciónde un núcleo nuevo de matemáticos latinoamericanos alrede-dor de su grupo en la Universidad Harvard. Finalmente, en elcaso de la Argentina, se considera el impacto del golpe deestado de 1943 en el desarrollo de las ciencias exactas.

Introducción

La Segunda Guerra Mundial y algunos conflictos políticos y socialesque tuvieron lugar en Europa y en los Estados Unidos a lo largo de ladécada de 1930 afectaron profundamente la estructura de las redesinternacionales de comunicación científica. En aquella década esasredes tuvieron que ser rediseñadas teniendo en cuenta las nuevastendencias del escenario mundial.

En este trabajo me ocupo de algunas circunstancias que, duran-te aquella guerra, determinaron la anexión de una rama particular, lainteramericana, a las redes mundiales de comunicación científica. Conanterioridad a la década de 1940, la comunidad científica de AméricaLatina había comenzado ya a establecer contactos con redes científi-cas internacionales, particularmente en el área de la medicina y enciertos sectores de las ciencias de observación, pero lo había hecho,principalmente, con redes europeas. Además, en buena medida, estoscontactos no habían sido formulados a un nivel institucional, sino enforma personal.

Como trataré de mostrar en este trabajo, hacia 1940 se inicióun proceso que tenía por objetivo el acercamiento de científicos deAmérica Latina a las nuevas líneas de investigación científica traza-das en los Estados Unidos. La consolidación de la rama interamericanatuvo un efecto profundo en el desarrollo y en la orientación de laciencia en varios países de América Latina. También en su redefinicióndel patronazgo en la ciencia.

En el caso de la matemática, que es el ejemplo central de estetrabajo,1 los principales esfuerzos por acercar a los cultores latinoa-mericanos de esa ciencia a las tareas de sus colegas estadounidensesestán directamente relacionados con una extensa visita que realizó aesa región el profesor George D. Birkhoff.

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Profesor de la Universidad Harvard, Birkhoff era consideradoentonces como uno de los matemáticos más originales de la primeramitad del siglo veinte. Su visita tuvo lugar en 1942 y cubrió un arcoamplio, iniciado en Méjico y abarcó luego Perú, Chile, Argentina yUruguay. El objetivo fundamental de esa visita era evaluar el estadode la matemática en América Latina y aconsejar sobre medidas quepudieran hacer más estrecho el contacto entre académicos de esaregión y su contraparte en los Estados Unidos.

Este primer acercamiento establecido por Birkhoff fue seguidopor una serie de otros, protagonizados por diferentes matemáticos delmás alto nivel académico de los Estados Unidos. Excelencia en ladisciplina de contacto fue una condición firmemente defendida porlos organizadores y por los asesores en las diversas ramas de laciencia y la cultura y, desde luego, por Birkhoff en la matemática.

Aunque en el caso de la matemática es posible ofrecer ejemplosde contactos anteriores,2 sólo a partir de la visita de Birkhoff comenzóa ser posible detectar en América Latina una tendencia, cada vez másvigorosa, por establecer una relación efectiva con los centros matemáti-cos de los Estados Unidos y con sus líneas de investigación.

Birkhoff ya había hecho una tarea similar en Europa en lasegunda mitad de la década de 1920, evaluando a los matemáticos deese continente como resultado de una visita relativamente extensa. Suinforme,3 al que acompañaban listas, rangos jerárquicos y mapas,4

sirvió a la Fundación Rockefeller para optimizar, en el área de lamatemática, el apoyo que estaba prestando a la regeneración de laactividad científica en la Europa de la primera posguerra. Este sopor-te se extendía tanto a instituciones como a jóvenes prometedores.

El apoyo de esa y otras fundaciones ayudó a afirmar un cambioen la percepción, por parte de los investigadores europeos jóvenes, desus posibilidades en los Estados Unidos. Una década más tarde, cuan-do comenzaron a ejercerse sobre algunos de ellos presiones políticasy discriminaciones raciales, los Estados Unidos fueron consideradospor una parte importante de los emigrados como el destino natural.

Al mismo tiempo, el informe matemático de Birkhoff, que in-cluía una evaluación de las diferentes escuelas matemáticas y depersonalidades dentro de ellas, fue una referencia valiosa para losencargados de otorgar becas de estudios matemáticos en Europa agraduados estadounidenses.

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En varios sentidos, la visita de Birkhoff a América Latina en1942 sirvió a un propósito enteramente similar a la de 1925 a Europa,aunque en una dirección diferente. Como veremos, fue un aconteci-miento en el que algunas de las más poderosas instituciones académi-cas y fundaciones privadas de los Estados Unidos combinaron susesfuerzos para lanzar un proyecto que durante algún tiempo ellas, casiexclusivamente, mantuvieron vivo e incluso expandieron. La respues-ta oficial, dejando de lado las fundaciones y un grupo de universida-des de muy alto nivel, fue sorprendentemente limitada, como veremosen el curso de este trabajo.

Es importante destacar que las fundaciones Rockefeller yGuggenheim habían contribuido a preparar el terreno a través de susprogramas de becas. La actividad precursora de esas instituciones hizoposible que el proyecto de Birkhoff, y otros proyectos similares, pudieranadquirir impulso rápidamente. El acceso a la extensa cadena de contactospersonales de esas fundaciones en América Latina fue también una asis-tencia valiosa, tanto para Birkhoff como para otros visitantes que losucedieron. Esa amplia red expresaba la existencia temprana de ciertacomunicación intelectual entre científicos de América Latina y de losEstados Unidos que aquellas fundaciones habían contribuido a cimentar.

En este trabajo me valdré de materiales de varios archivos,principalmente de los Estados Unidos, que hasta este momento nohan sido sistemáticamente utilizados en el debate sobre la historia dela matemática en América Latina. Al final de este trabajo doy unalista detallada de esas instituciones; los documentos citados remiten alos diferentes archivos consultados durante su preparación.

1. La ciencia en un contexto continental

La personalidad científica de George David Birkhoff

George David Birkhoff nació en Overisel, Michigan, el 21 de marzo de1884, de padres holandeses (Veblen 1947; Morse 1970). Birkhoffrecibió su doctorado en 1907 en la nueva Universidad de Chicago,suma cum laude. Cuatro años después fue designado profesor enPrinceton y al año siguiente en Harvard, donde permaneció por el restode su vida.

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Su primer trabajo, publicado a la edad de veinte años, se rela-ciona con la teoría de números. Más tarde se ocupó de la teoría de lossistemas lineales de ecuaciones diferenciales con puntos singularesirregulares y de la generalización del problema de Riemann. En esosestudios utilizó ideas nuevas que están directamente ligadas a losorígenes del análisis funcional moderno. En la década de 1910 inicióuna serie de estudios, hoy clásicos, sobre la teoría de los sistemasdinámicos. En sus investigaciones consideró tanto propiedades métri-cas como topológicas de tales sistemas. Esos trabajos incluyen sufamosa demostración, en 1913, del llamado “último teorema geomé-trico de Poincaré”.5 Este autor sólo había podido resolver casos parti-culares de ese teorema, del que Birkhoff dio una demostración gene-ral. Esos resultados le dieron resonancia internacional.

Una de sus realizaciones en esa década, en 1917, fue la aplica-ción del enfoque moderno del cálculo de variaciones a problemas nolineales en espacios de dimensión finita. Con su alumno MarstonMorse, y también independientemente, desarrolló los métodos mini-max, teoremas sobre puntos fijos en las transformaciones de superfi-cies, y estableció relaciones entre el número y el tipo de puntoscríticos de funcionales y las propiedades topológicas de los dominiosde definición de esas funcionales.6 Estos trabajos dieron comienzo alasí llamado análisis global, que contribuyó a hacer más efectivo eluso de métodos topológicos en problemas del análisis.

Birkhoff también es conocido por sus contribuciones funda-mentales a la teoría ergódica. Esta teoría tenía entonces una largahistoria, que se remontaba a los esfuerzos de James C. Maxwell yLudwig Boltzmann7 por procurar una formulación consistente para lateoría cinética de los gases y la mecánica estadística y, en el campode la mecánica celeste, por ofrecer una demostración del teorema derecurrencia, considerado por Henri Poincaré en 1890. En relación consus estudios sobre sistemas dinámicos y mecánica celeste, Birkhoffdio una demostración del teorema ergódico utilizando nuevas herra-mientas tomadas de la reciente teoría de la medida de Lebesgue, muypoco después que von Neumann probara el teorema ergódico en me-dia en un contexto diferente.

Birkhoff se interesó también por ofrecer una formulación de lateoría de la relatividad alternativa a la de Einstein; la suya no haceuso de sistemas generales de coordenadas curvilíneas. Si bien susideas en este campo no han sido generalmente adoptadas, sus obser-

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vaciones contribuyeron a que se considerara con mayor detalle yprofundidad la estructura matemática de la teoría de Einstein.

La matemática en los Estados Unidos en la década de 1930 y suproyección internacional

El acercamiento de diversos grupos de matemáticos extranjeros atemas de la matemática que, hacia 1940, se consideraban principalmen-te en los Estados Unidos no debe sorprendernos. Hacia fines de ladécada de 1920 y principios de la de 1930, el trabajo de algunos de losprincipales matemáticos estadounidenses comenzaba a ser muy seria-mente considerado en los círculos científicos de Europa, tanto por sucalidad como por su volumen.

No se trataba ya de casos aislados de matemáticos eminentesoriundos de los Estados Unidos o que desarrollaban sus tareas en esepaís. Más bien, los matemáticos europeos comenzaban a distinguir enel horizonte de ese país escuelas perfiladas con cierta nitidez, concaracterísticas comunes y dedicadas a temas específicos de las cien-cias exactas.

Hacia fines de la década de 1930, y a través de diversosindicadores, es posible precisar la posición prominente que habíanalcanzado ya algunas escuelas matemáticas de los Estados Unidos enla consideración de los europeos. El año 1936 marca un punto culmi-nante en el cambio de perspectiva. Ese año un grupo sobresaliente decientíficos de diversos países del mundo fue invitado a Cambridge,Massachussets, a participar en las celebraciones del tercer centenariode la fundación de la Universidad Harvard. Uno de los matemáticosmás originales de la época, G. H. Hardy, profesor de matemática puraen Cambridge, Inglaterra, fue uno de los invitados. En una cena Hardyexpresó públicamente que, en su opinión, se hacía en ese momento enlos Estados Unidos tres veces más trabajo creativo en matemáticasque en cualquiera otra nación del mundo. Las palabras, quizás excesi-vamente generosas, de uno de los más distinguidos especialistas ex-tranjeros contribuyeron a señalar a sectores amplios de la comunidadcientífica de los Estados Unidos el estatus que en ese momento habíaalcanzado ya la escuela matemática de su país.8

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La aceptación de la oferta presentada por la delegación de losEstados Unidos al Congreso Internacional de Matemáticos reunido enOslo, también en 1936, para que el próximo congreso tuviera lugar enHarvard, es otro indicador interesante. También lo son las palabrasseveras de Birkhoff sobre el futuro de la matemática en Europa,pronunciadas ante ese mismo Congreso en un momento de gran in-certidumbre. Sus opiniones, vertidas pocos años después de las ex-pulsiones de profesores en Alemania por razones de orden político ycuando también en Italia se comenzaban a sentir las consecuencias dela discriminación política y racial, transmiten tanto la gravedad conque la comunidad matemática de los Estados Unidos percibía el futu-ro de esa ciencia en Europa, como la visión que tenía de su propiopapel en los años venideros. En ese momento un grupo relativamenteimportante de matemáticos de habla alemana se había incorporado yaa la vida académica de los Estados Unidos en forma permanente.

Los grados honorarios otorgados por universidades europeas amatemáticos de los Estados Unidos contribuyen también a dar testi-monio de la posición que comenzaban a ocupar los matemáticos deese país, aun antes de la declaración de la Segunda Guerra Mundial,en el consenso de sus colegas europeos. Un ejemplo de particularinterés es el doctorado honoris causa otorgado a Birkhoff por laUniversidad de París y la invitación, también en 1936, para que setrasladara a esa universidad para dictar un seminario explicando susinvestigaciones recientes sobre la teoría de funciones.9

La participación de los matemáticos de los Estados Unidos enintercambios de alto nivel es otro indicador de la posición en la quelos cultores estadounidenses de esa disciplina eran considerados tantodentro de su propio país como en Francia. Las universidades de Parísy Harvard tenían un acuerdo por el cual intercambiaban cada año unode sus mejores profesores. En mayo de 1939, para el período 1939-1940, el comité de Fellows del Harvard College designó a un mate-mático, George D. Birkhoff, como representante de la intelectualidadde los Estados Unidos ante la de Francia.10 La fecha de su partidahabía sido fijada para los primeros días de septiembre de 1939. Birkhoffpensaba llevar a París, por períodos cortos, a algunos de sus másbrillantes colaboradores jóvenes.

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Esa última designación tuvo cierta trascendencia para el temaque considero en este trabajo. Junto con la elección de Birkhoff parael intercambio con París, el consejo directivo de su Universidad leotorgó licencia sabática por un período algo mayor de seis meses, loque hizo posible materializar un cambio de itinerario en 1942, comoexplicaré más adelante.

La apertura del corredor latinoamericano: La ciencia como partede una política de acercamiento regional

En la década de 1930, en paralelo con una mayor visibilidad en Europa,los matemáticos de los Estados Unidos habían iniciado ya una políticade expansión de la influencia de sus escuelas en dirección de paísesalejados de los grandes centros científicos. Particularmente, haciaChina, Japón e India, y también hacia algunos otros países de Asia. LaSegunda Guerra Mundial no sólo impidió a Birkhoff una proyección dealto nivel en dirección a Francia, sino que también cercenó las posibili-dades que algunos de sus colegas comenzaban a explorar en Asia. Estacircunstancia redujo sus contactos a una sola dirección: la del corredorlatinoamericano.

Para un posible desplazamiento en la dirección de AméricaLatina había razones de muy diversos órdenes. La inminencia de laguerra había aconsejado, a sectores políticos de los Estados Unidos,imprimir un cambio profundo a sus relaciones con los países de esaregión geográfica. La clásica doctrina de Monroe, formulada en cir-cunstancias muy diferentes en 1823, fue remplazada por una visiónmás moderna, más amplia y más articulada, conocida con el nombrede Política de Buena Vecindad. El presidente Franklin D. Rooseveltfue su principal arquitecto.

A medida que la guerra progresaba y resultaba claro que losEstados Unidos no podrían regresar a una posición aislacionista, lanecesidad de lograr un nuevo entendimiento con sus vecinos del Sury crear en ellos un sentimiento de solidaridad continental se hizo cadavez más clara.

Un grupo de intelectuales de ese país trabajó para que el con-cepto de “entendimiento” fuera suficientemente amplio como para

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albergar, no solamente consideraciones de tipo político, diplomático,militar y económico, sino también cuestiones pertinentes al ámbito dela cultura. En particular, la ciencia y la tecnología fueron señaladaspor ellos como ingredientes esenciales en un plan que contribuyera acimentar la seguridad de los Estados Unidos en el hemisferio Sur.Hasta entonces ese sector había sido descuidado por los organismosoficiales e incluso por las misiones diplomáticas estadounidenses enesos países. Lo mismo puede decirse de las representaciones diplomá-ticas latinoamericanas en los Estados Unidos.

Uno de los gestores de esta nueva interpretación del papel de lacultura superior fue el doctor Henry Allen Moe (1894-1975), unafigura intelectual de considerable interés, que era además Secretariode la Fundación Guggenheim, en Nueva York, desde el comienzo desu programa en 1924. Moe era un humanista distinguido y había sidoeducado en la Universidad de Oxford, donde se había especializadoen jurisprudencia. Era un hombre generoso, de tendencia liberal, quecreía firmemente en la necesidad de establecer un contacto más firmey equitativo con los intelectuales de América Latina. Jugó un papelprotagónico en el desplazamiento del interés de las autoridades de laFundación Guggenheim en dirección de América Latina. Su influen-cia contribuyó a que se creara un fondo de becas para intelectuales deesa región.

Moe estaba interesado en detectar personalidades, particularmentejóvenes intelectuales, humanistas, artistas o científicos que, en su opi-nión, podrían beneficiarse con una estada de perfeccionamiento en uni-versidades de los Estados Unidos. Sobre la base de entrevistas conpersonalidades de América Latina que visitaban los Estados Unidos yde académicos estadounidenses que habían viajado a esa región, Moecompiló una voluminosa carpeta con datos sobre la vida intelectual deAmérica Latina y nombres de posibles contactos personales. En laevaluación de aplicaciones para becas y subsidios en el área de lacultura en la región latinoamericana, las autoridades de la FundaciónGuggenheim hacían uso de las referencias compiladas por Moe. Loscontactos generados a través de la gestión de esas becas contribuyeron,a su vez, a enriquecer su colección de datos y contactos.

Mediante su labor persistente, minuciosa y objetiva, Moe hizoposible la creación de un “colegio invisible” integrado por intelectuales

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de diferentes países de América Latina que, como veremos, tuvo ciertainfluencia en la modernización de algunos aspectos de la vida intelec-tual de la región. Su red no sólo fue pionera en cuanto se refiere alestímulo de contactos entre intelectuales de ambas Américas, sino quetambién jugó un papel importante en la promoción de contactos inter-nacionales entre científicos de diferentes repúblicas de América Latina.Hacia 1940 esa región era particularmente débil en los contactos cultu-rales (y también comerciales) entre sus diferentes países.11

Paralelamente a Moe, y a menudo en colaboración con él, ha-bía otras personalidades en los Estados Unidos interesadas en unacercamiento intelectual con América Latina. En el campo de la as-tronomía, Harlow Shapley, director del observatorio de la Universi-dad Harvard, respaldaba decididamente el establecimiento de una ca-dena de observatorios en América Latina. En esos años tal red eraesencial para el avance de sus propias investigaciones. Como resulta-do de sus intensos contactos con científicos de esa área geográfica,este astrónomo estadounidenses había creado, incluso, una institucióndomiciliada en su observatorio y liderada por su secretaria, que estabadedicada a la promoción y difusión, en los Estados Unidos, de laliteratura científica producida en América Latina.12

Otro de los actores principales de esta política de acercamientointelectual en el campo de la ciencia fue Walter B. Cannon, profesorde fisiología en la Universidad Harvard, premio Nobel de Fisiología yMedicina, y uno de los grandes reformadores de la Harvard MedicalSchool. Su trabajo científico contribuyó a enfocar el estudio de lafisiología de una manera nueva, conocida entonces con el nombregenérico de medicina experimental o medicina científica.

Sus investigaciones tuvieron también una influencia considera-ble en el desarrollo y la orientación de la fisiología en América Latina.Cannon tuvo discípulos directos e indirectos en diferentes centros uni-versitarios de investigación médica en esa región geográfica. Debido asu iniciativa, Bernardo Alberto Houssay fue invitado a las celebracio-nes del tercer centenario de la Universidad Harvard, en 1936, ocasiónen la que esa universidad le otorgó un doctorado honoris causa contri-buyendo a proyectar su figura en el escenario internacional.

Manuel Sandoval Vallarta, un distinguido físico experimentalmejicano reconocido internacionalmente como uno de los principales

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expertos en radiación cósmica, era en esos años profesor de Física enel Massachussets Institute of Technology (MIT en lo que sigue).También él fue una figura importante en el establecimiento de rela-ciones científicas entre los Estados Unidos y países de América Lati-na, particularmente –pero no exclusivamente– con Méjico. Por suinfluencia, en ocasiones en colaboración con el profesor Arthur H.Compton, de la Universidad de Chicago, se crearon estaciones deobservación en Perú, Méjico y algunos otros países de América Lati-na; los resultados de esas observaciones se analizaban, principalmen-te, en instituciones de los Estados Unidos.13

Sandoval Vallarta es una figura del mayor interés. Pertenece ala primera generación de latinoamericanos que ingresaron, por suspropios méritos, a las posiciones más elevadas dentro de los círculoscientíficos más exclusivos de los Estados Unidos. Miembro de unafamilia tradicional, cuya influencia no había sido grandemente dismi-nuida por la Revolución Mejicana, era justamente respetado en supaís como científico de excepcional categoría. Sandoval Vallarta tuvooportunidad de contribuir, de manera preponderante, a facilitar elempalme de los círculos científicos de ambos países y, más tarde, aldesarrollo de la investigación científica en Méjico. En alguna medida,Sandoval Vallarta tuvo, en ese país, un papel similar al que un siglo ymedio antes había tenido Joseph de Mendoza Ríos entre Inglaterra yEspaña desde su posición prominente dentro de las comunidades cien-tíficas de ambos países (Ortiz 2001: 155-183).

En un nivel menos sobresaliente, pero sin embargo influyente,se encontraba el fisiólogo mejicano Arturo Rosenblueth, colaboradorde Cannon en el laboratorio de Harvard y a quien algunos veían comosu posible sucesor en la cátedra de Fisiología. Lo mismo que SandovalVallarta, Rosenblueth encontró más tarde condiciones favorables parasu regreso a Méjico. Desde allí, a través de su Instituto de Cardiología,continuó colaborando con Norbert Wiener en un período fundacionalde la cibernética.

Hacia fines de 1941, adoptando la nueva política de Rooseveltcomo trasfondo oficial de sus actividades, los matemáticos Wiener,de MIT, y Birkhoff, de Harvard, se sumaron a Cannon, Shapley,Sandoval Vallarta y otros, constituyendo un grupo informal que, des-de Cambridge, abogaba por el establecimiento de contactos más fir-

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mes con los científicos de América Latina. Todos ellos estaban enrelación con Moe, con quién habían trabado contacto y, en algunoscasos, cierta amistad personal al actuar como referentes en comitésencargados del otorgamiento de las becas Guggenheim.

La cooperación vista desde el lado oficial: la Oficina Interamericanade Coordinación de Nelson Rockefeller

La guerra contra los países del Eje no se libró solamente en los camposde batalla, o siquiera a través del trabajo de las fábricas de armamentosy otros abastecimientos militares. Había también una gama amplia deactividades que podrían contribuir a la victoria que, desde luego,incluían la atracción de voluntades favorables en diferentes países. Lapropaganda, en sus diversas formas, era también parte del esfuerzobélico.

En lo que respecta a América Latina, el gobierno estadouni-denses creó en Washington, en agosto de 1940, una oficina específicadenominada Office for Coordination of Economic and CulturalRelations between the American Republics, que más tarde tomó elnombre de Office of the Coordinator of Inter-American Affairs.14 Eraun organismo dependiente de la Secretaría de Estado y destinado aapoyar el esfuerzo bélico, acercando los intereses de las repúblicas deAmérica Latina a los Estados Unidos. A partir del fin de la guerratomó el nombre de Office of Inter-American Affairs (OIAA).

En esos años Nelson Rockefeller, uno de los miembros jóvenesde la elite industrial, financiera y de patronazgo de la cultura en losEstados Unidos, estaba iniciando su carrera política. Roosevelt leencargó la coordinación de la oficina de política interamericana. ComoCoordinador, Rockefeller invitó a Moe, quizás el mejor conocedorentonces de la cultura y los personajes activos de la cultura en Améri-ca Latina, para dirigir la sección a cargo de los intercambios cultura-les con las repúblicas americanas. La elección no pudo haber sidomás acertada.

Luego de algunas vacilaciones, Moe aceptó la designación pen-sando que le abriría las puertas “[to] get unfettered money into ourhands”15 e inicialmente trató de imponer algunas condiciones. Sinembargo, pronto vio que los sistemas contables de la Federal

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Accounting Office presentaban una seria barrera a sus esperanzas derecibir un apoyo económico aún más fuerte que el que la FundaciónGuggenheim podía ofrecerle para sus esquemas de cooperación. Dehecho, esa Fundación siguió siendo responsable por la comunicaciónmás substancial entre la cultura superior de ambas regiones en eseperíodo.

La oficina de Nelson Rockefeller estableció comités de coordi-nación en la mayor parte de las principales ciudades de AméricaLatina. Su objetivo primario era contrarrestar en esa región la in-fluencia de los países del Eje, tanto en el área comercial como ensectores de comunicación que tenían incidencia popular masiva. Paraesto último compiló una “lista negra” de compañías registradas en lospaíses del Eje, o vinculadas con él; produjo materiales de propagandapara las agencias de noticias, periódicos y estaciones de radio, ytambién suministró filmes para ser incluidos en los noticiarios cine-matográficos locales. Para esto último utilizó al máximo la preponde-rancia que las compañías estadounidenses habían ya adquirido en elárea de la cinematografía en América Latina, tanto en la producciónde filmes como en la propiedad de salas y el suministro de equipos deproyección.

Una de las funciones de esa oficina, que interesa directamenteen relación con este trabajo, fue la de aconsejar a la Secretaría deEstado sobre la concesión de prioridades a viajeros estadounidensesque se trasladaban al exterior en viajes que, en alguna medida, esta-ban relacionados con asuntos de las diferentes áreas bajo su compe-tencia. Las prioridades tenían entonces cierta importancia para quie-nes debían hacer viajes aéreos. Si miembros de una misión militar,diplomática o económica necesitaban la plaza, los viajeros sin priori-dad oficial podían ser desembarcados sin mayor ceremonia. Se decíaque este peligro era tan grande que un viajero podía quedar detenidoen tránsito por un tiempo difícil de prever, y se daban ejemplos,posiblemente exagerados, de pasajeros “abandonados en la jungla pormeses”. En esa época los viajes aéreos a lugares distantes se realiza-ban en etapas, cada una de las cuales era un vuelo relativamentecorto. El pasajero arribaba a su destino por aproximaciones sucesivas.Los cambios repetidos de avión aumentaban la posibilidad de que un

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viajero sin prioridades pudiera ser afectado. Veremos que esta cues-tión jugó un papel no despreciable en la gestión del viaje de Birkhoff.

Un posible problema: La influencia de los científicos de origenalemán en América del Sur a comienzos de la Segunda Guerra

Algunos sectores culturales de los Estados Unidos16 insistieron en laimportancia que tenía, para la defensa de su país, el establecimiento deun entendimiento a alto nivel con diferentes sectores de las eliteslocales de América Latina. En el caso de la ciencia he citado almatemático Birkhoff, al astrónomo Shapley, al fisiólogo Cannon y aotros distinguidos investigadores estadounidenses que se esforzaronpor lograr que el intercambio y la cooperación en áreas de la ciencia yla tecnología fuera también incluido entre las prioridades de la defensanacional. Moe hizo lo propio desde la oficina de Nelson Rockefeller.

Como he dicho antes, estos puntos de vista coincidían con ladeterminación oficial de llevar la guerra contra Alemania a todas lasáreas, incluso al campo de la cultura. En el caso de América Latina secreía necesario hacer un esfuerzo por atenuar la influencia que sepensaba que Alemania tenía en la vida cultural de algunos países dela región, particularmente en los del Cono Sur.

Sin embargo, esta preocupación era, quizás, algo exagerada enese momento. Fuera de toda duda Alemania ocupa un lugar singularen la historia de la ciencia de los países del Cono Sur por su contribu-ción al desarrollo de capítulos enteros de la ciencia. Particularmente,a fines del siglo diecinueve y tanto a través de científicos visitantes, oradicados en el área, como a través de oportunidades para entrena-miento superior. Alemania hizo posible el ingreso de jóvenes científi-cos extranjeros, desde luego latinoamericanos pero también estado-unidenses, a sus universidades desde por lo menos 1850, dándoles laposibilidad de obtener un doctorado.17 Alemania fue más flexible ymás generosa que Gran Bretaña, por ejemplo, que en esos años teníaintereses económicos más substanciales que Alemania en los paísesdel Cono Sur.

Desde luego que científicos provenientes de otros países euro-peos también habían contribuido con eficacia. La lista de emigradoscientíficos que actuaron con éxito en el sur de América Latina inclu-

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ye, desde luego, a científicos provenientes de los países latinos: Espa-ña, Italia, Francia y, en menor medida, Bélgica y Portugal, pero tam-poco carece de peso la influencia de los emigrados científicos deleentro y este europeos a quienes se ha tendido a incluir, en ocasionese indiscriminadamente, como parte del grupo de científicos alemanes.

Además, como he indicado en otra parte (Ortiz 1995: 90-91),lejos de embanderarse uniformemente con las políticas de su país, elgrupo humano integrado por los científicos alemanes emigrados alCono Sur mostró, históricamente, una sorprendente capacidad de disi-dencia. En diferentes épocas, entre 1870 y 1930, Germán Ave-Lallemant y Jorge Federico Nicolai protagonizaron, sucesivamente,esa actitud heterodoxa frente a las políticas de su país. Con respecto alos científicos alemanes que dejaron su país en la década de 1930,antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la actitud dedisidencia con la política oficial es aún más obvia.

Sin embargo, también científicos de los Estados Unidos habíancontribuido al desarrollo de algunos capítulos la ciencia en AméricaLatina. En el área de la astronomía y la meteorología, por ejemplo,desde los tiempos de James Meliville Gilliss y Benjamin Gould, en elúltimo tercio del siglo diecinueve. La dirección del principal observa-torio astronómico de la Argentina estuvo en manos estadounidensesdurante más de medio siglo y, por más de un cuarto de siglo, tambiénlo estuvo la dirección del segundo observatorio, el de La Plata. Elpeligro alemán directo en el campo de las ciencias, aun en el ConoSur, era definitivamente algo exagerado.

La política de Roosevelt, el americanismo y la agenda particular delos científicos, y de las comunidades de científicos, en los EstadosUnidos

Entre quienes favorecían el acercamiento cultural de los Estados Uni-dos a América Latina había, hacia 1940, una variedad considerable depuntos de vista. Cannon, Shapley, Moe y varios de sus amigos, repre-sentaban un sector con una posición claramente antifascista.18 Conmotivo del fallecimiento de Cannon, Joseph Aub escribió: “He becameoutstanding in his championship of freedom for science and scientists,and a leader in the fight against the depressing restrictions impossed

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by fascism” (Aub 1946: 5-6). Durante la Guerra Civil Española habíanapoyado decididamente a la República. Puede decirse que, en esosaños, representaban un sector intelectual de su país perteneciente a laizquierda liberal; sin embargo, sería un error pretender clasificarloscon un criterio de política partidista. Waldo Frank representaba, desdela literatura, un ala aún más radical.

El horizonte de Birkhoff era diferente, sus principios morales,su sentido de justicia y su profundo respeto de los derechos y puntosde vista ajenos derivaban, fundamentalmente, de un claro sentido desolidaridad y de una actitud muy firmemente arraigada en su cristia-nismo protestante. Aunque tampoco era hombre de actuación políticamilitante, sus preferencias eran más tradicionales y conservadorasque las de sus amigos. Sin embargo, se mostró por encima de prejui-cios y discriminaciones que, en su época, era frecuente asociar conlos grupos conservadores, por ejemplo, el antisemitismo. Como hijode un médico holandés emigrado, Birkhoff percibía con claridad elpapel que la mezcla de diferentes grupos humanos había jugado encolocar a los Estados Unidos en una posición de privilegio internacio-nal, en una diversidad de arenas.

La rivalidad con Alemania en el campo económico y militar,compartida por los Estados Unidos con Inglaterra,19 tuvo un desarro-llo paralelo en el campo científico.20 Esa rivalidad en el campo de laciencia databa, en el caso de los Estados Unidos, del fin de la PrimeraGuerra Mundial y se hizo patente en la década de 1920. En esos años,científicos de las naciones anglosajonas hicieron esfuerzos serios porobtener mayor participación en varias redes científicas internaciona-les, por ejemplo, en organismos científicos internacionales y en órga-nos de reseña de la bibliografía científica internacional, los llamadosZentralblatt, en detrimento de Alemania. Si bien obtuvieron éxitosimportantes, el desplazamiento de Alemania de una posiciónhegemónica no fue fácil ni total.

Si bien una participación en la política interamericanista eraparte de la contribución de la comunidad científica estadounidense alesfuerzo bélico, esa comunidad tenía, además, una agenda propia enla que aquella cooperación encajaba perfectamente. Desde muchotiempo atrás venía luchando con revistas como Science e institucionescomo la American Association for the Advancement of Science, pro-

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pulsada inicialmente por el inventor Tomás Alva Edison. La comuni-dad científica de los Estados Unidos bregaba por ocupar un lugarmucho más destacado en el panorama de la cultura de su país y, porqué no, del mundo.

Como en toda comunidad científica ampliamente desarrollada,en la de los Estados Unidos ya había juegos de rivalidades de poder, nosólo entre individuos sino también entre disciplinas. Las ciencias exac-tas: la astronomía, la física y la matemática, no estaban en los escañosmás altos de las escalas de poder dentro de ese país. Sin embargo,como ya señalé, al comienzo de la Segunda Guerra la labor de loscientíficos exactos estadounidenses ocupaba una posición de importan-cia internacional. La comunidad matemática, la menos favorecida delas tres por los círculos de poder, deseaba, con justicia, recibir en supaís un reconocimiento más acorde con la posición que ocupaba en lacomunidad matemática internacional. En efecto, ya tenía sus propioshéroes que eran figuras matemáticas de primera línea internacional.También había comenzado a extender la influencia de sus estudiosfuera de sus fronteras y, dentro de la matemática, cubría ya un área deuna amplitud temática considerable. Esperaba, por lo menos, recibir laatención que ya habían logrado sus colegas los físicos.21

La nueva política de buena vecindad de Roosevelt ofrecía a losmatemáticos estadounidenses la oportunidad de extender su influen-cia hacia las únicas áreas internacionales que eran todavía accesibles.De este modo, lograrían mostrar su capacidad de movilización y dealcanzar objetivos que beneficiarían tanto a la posición de su comuni-dad dentro de la más amplia comunidad científica de los EstadosUnidos, como a su país en el esfuerzo bélico.

La apertura hacia América Latina, que se inició con el viaje deBirkhoff, permitió a la comunidad matemática estadounidenses conti-nuar desarrollando y ejercitando sus potencialidades en el campo in-ternacional, a pesar de la guerra. Una vez que finalizó, sus objetivosse reorientaron rápidamente hacia el escenario mucho más amplio,complejo y atractivo de la comunidad científica internacional. Pasadoeste período, América Latina dejaría de ser, por muchos años, un áreaprioritaria en los esfuerzos de la comunidad científica de los EstadosUnidos en el campo de sus relaciones internacionales.

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2. Organización de la visita del matemático Birkhoff

Primeros contactos con matemáticos de América Latina

Ante la evidencia de que su visita a París no podría realizarse, Birkhoffinició tratativas con sus contactos en América Latina para una posiblevisita a esa área. Uno de los más firmes en esa región era el matemáticoperuano Godofredo García.22

Como consecuencia de las funciones que Birkhoff desempeña-ba como organizador del Congreso Internacional de Matemáticos, quedebía tener lugar en Harvard en 1940 –que debió suspenderse porcausa de la guerra– y al que García pensaba asistir, los dos matemáti-cos se mantenían en correspondencia. En julio de 1939, García pro-puso a la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Lima,de la que era creador, Presidente y principal impulsor, la designaciónde Birkhoff como académico asociado.23

Más tarde Birkhoff recibió, también, una invitación para asistira la inauguración del observatorio astrofísico de Tonanzintla, cercade Puebla, en Méjico. La iniciativa para esta visita breve era conse-cuencia de la fuerte influencia de sus amigos Shapley y SandovalVallarta en Méjico.

Sin embargo, la participación de científicos estadounidenses enla inauguración de Tananzintla fue también consecuencia del interésde los más altos círculos de poder político de los Estados Unidos porestrechar relaciones con Méjico. Aun antes de Pearl Harbour, el go-bierno de los Estados Unidos estaba haciendo esfuerzos por mejorarsus relaciones con Méjico, seriamente dañadas por su posición frentea la política petrolera nacionalista del presidente Lázaro Cárdenas. Elastrónomo Bart J. Bok, colaborador de Shapley en Harvard en esosaños, escribió que “el Vicepresidente de los Estados Unidos, HenryWallace, transmitió un mensaje a Harlow Shapley que indicaba que aFranklin D. Roosevelt y a la Casa Blanca les gustaría que los astróno-mos estadounidenses invitados a la inauguración fuesen todos a Méjicoen esa ocasión, guerra o no guerra” (Bok 1983: 271).

Tras la invitación a Méjico y los contactos establecidos conGarcía en Lima, Birkhoff comenzó a concebir el plan de hacer de la

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suya una visita intercontinental amplia, lo que su licencia sabática enHarvard hacía posible. En enero de 1941 participó a Moe de su pro-yecto de visitar América Latina. Invocando la política de buena ve-cindad de Roosevelt, sugirió que quizás el comité de relaciones eco-nómicas y culturales con las repúblicas americanas, de NelsonRockefeller, podría estar interesado en prestarle apoyo y contribuir alfinanciamiento de su viaje.

Moe era de la opinión de que, si los Estados Unidos enviabancientíficos a América Latina, éstos tendrían que ser elegidos exclusi-vamente entre lo más granado de su elite intelectual y, entre ellos,debían limitarse exclusivamente a aquellos con determinación, senti-do de la realidad, espíritu práctico y positivo, y una fuerte experienciadidáctica. Sólo así se aseguraría que las visitas fueran de verdaderautilidad y que el aspecto indudable de “propaganda” que se asociabacon ellas se lograría plenamente.

Birkhoff era reconocido, dentro y fuera de su país, como el“dean of American mathematics”. Como Presidente o ex-Presidentede las sociedades científicas más importantes de los Estados Unidos ycomo Decano de la Facultad de Ciencias de Harvard, tenía gran expe-riencia en el manejo tanto de asuntos académicos como de relacionesprofesionales. Aunque quizás algo distante y reservado,24 tenía unapersonalidad seria y equilibrada; su devoción por sus colaboradoresjóvenes era ampliamente conocida en los círculos científicos de losEstados Unidos (y lo sería más tarde en los de América Latina).Puede decirse que cumplía con todos los requisitos impuestos porMoe y éste lo apoyó sin reservas.

De este modo Birkhoff se convirtió en un precursor, dentro delprograma de buena vecindad, entre los visitantes matemáticos de losEstados Unidos a América Latina. Sin embargo, como veremos másadelante, el éxito de sus esfuerzos frente al organismo de coordina-ción estuvo lejos de ser total. De cualquier manera, la relativa partici-pación de ese organismo sirvió para otorgarle a su viaje, ante los ojosde los visitados, cierta apariencia oficial que no necesariamente tenía,y también para alentar a la Fundación Guggenheim a darle apoyofinanciero.

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Fausto Gravalos, profesor de Birkhoff

En 1936, al declararse la Guerra Civil en España, un joven matemáticode la Universidad de Madrid dejó su país para continuar con su docto-rado en los Estados Unidos. Allí hizo estudios en Berkeley,diplomándose en matemática en Chicago. Atraído por la poderosapersonalidad científica de Birkhoff, logró que éste lo aceptara comoestudiante graduado en Harvard. Allí se doctoró con un trabajo sobre laestabilidad de soluciones de ecuaciones diferenciales no-lineales, untema relacionado con la teoría de los sistemas dinámicos que Birkhoffhabía contribuido a crear (Birkhoff 1927). Ese grupo de estudiantes deinvestigación incluía a Edward Lorenz, que luego se orientó hacia lameteorología y cuyo nombre se asocia con los orígenes de la modernateoría del caos.

En los Estados Unidos el estudiante de Madrid adoptó el nom-bre de Fausto G. Gravalos y más tarde obtuvo ciudadanía estadouni-dense.25 Quizá por ese motivo o por el hecho que en su exilio no pasópor París, donde se compilaron las listas de emigrados académicosespañoles, su nombre (original o adoptado) no ha sido recogido en lasdetalladas listas de emigrados científicos españoles.26

Luego de intercambiar algunas cartas con Godofredo García,Birkhoff le hizo saber que Gravalos, a quién describía como uno desus estudiantes de doctorado y refugiado de la Guerra Civil española,le estaba enseñado castellano. Birkhoff aplicó al estudio de esa len-gua su conocida determinación; cuando recorrió América Latina pudodictar conferencias y hablar en castellano con razonable fluidez. Éstefue un premio inesperado para los organizadores de su visita.

Sucesivas ampliaciones del itinerario de Birkhoff

Independientemente de la oficina de Nelson Rockefeller, de la que élera miembro prominente pero no ejecutivo, Moe utilizó la riqueza de sured de contactos para poner la visita de Birkhoff en un nivel operativomucho más atractivo. La primera ampliación del itinerario original deBirkhoff fue hacia la Argentina.

Hacia fines de 1941, Norbert Wiener había aceptado una invi-tación del Instituto de Matemática de la Universidad de Buenos Ai-

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res, para hacer una visita larga a esa institución. La invitación fuegestada a través del joven argentino Alberto González Domínguez,discípulo de Julio Rey Pastor y uno de los primeros matemáticosargentinos que mostró interés por la matemática que se hacía en losEstados Unidos, donde hizo investigaciones en 1939-40 con el apoyode una beca de la Fundación Guggenheim. En Estados Unidos, através de Moe, trabó relación no sólo con los profesores Jacob D.Tamarkin y Einar Hille, sino también con Norbert Wiener y otraspersonalidades.27 En Harvard, aunque más superficialmente según de-clara en su interesante correspondencia con Moe, conoció a Birkhoff.28

En Cambridge se reunía regularmente un seminario dirigidopor Birkhoff, en el que participaban matemáticos del triángulo defini-do por la Universidad Harvard, el MIT y la Universidad de Brown.González Domínguez asistió a reuniones de ese seminario y allí cono-ció a Birkhoff y a los principales matemáticos estadounidenses resi-dentes en Nueva Inglaterra. Más tarde, González Domínguez llegó aser la figura matemática de mayor influencia intelectual de su genera-ción en la Argentina; entre sus discípulos se cuentan algunos de losmatemáticos y físicos teóricos argentinos que alcanzaron mayor relie-ve internacional en la segunda mitad del siglo veinte, desde luegoAlberto P. Calderón.

Sin embargo, en ese momento el trabajo científico de Wienerestaba fuertemente ligado a problemas matemáticos vinculados con ladefensa, lo que imposibilitó su salida de los Estados Unidos. Moe selo hizo saber a González Domínguez, indicándole que Wiener “[has]been called into important Defense Research completely, and is unableto leave the United States, to his and my regret”.29

La deserción forzada de Wiener hizo surgir la posibilidad deque Birkhoff extendiera su viaje y visitara también la Universidad deBuenos Aires, lo que fue inmediatamente aceptado por ésta gracias auna rápida gestión realizada por Moe, nuevamente a través de GonzálezDomínguez. Con el apoyo de Rey Pastor, el remplazo de Wiener porBirkhoff fue aceptado por la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas yNaturales de Buenos Aires (más conocida entonces bajo el nombreficticio de Facultad de Ingeniería) en tiempo récord: el trámite tomóalrededor de dos semanas y fue resuelto durante el período de vaca-ciones.30 Quizá sólo el tratamiento de la invitación a Einstein para

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visitar Argentina, unos veinte años antes, haya conocido tan sorpren-dente eficiencia. En aquel caso, sin embargo, era más comprensible:el Secretario de la Universidad era parte del grupo invitante (Ortiz1995: 82).

La relación de Moe con médicos, biólogos y genetistas chile-nos le permitieron agregar una escala de conferencias en Santiago.Contactos similares le posibilitaron extender la visita de Birkhoff a laUniversidad de la República, en Montevideo, y agregar posibles visi-tas a universidades o instituciones del interior de Perú, Chile y laArgentina. La red de contactos de Moe no sólo le permitió incorporarnuevas etapas a su viaje, sino que le abrió también una amplia gamade contactos. Éstos incluían a intelectuales, científicos, profesionales,funcionarios oficiales y empresarios de distinto nivel, que se desem-peñaban en América Latina y fueron importantes para el éxito dediferentes etapas del viaje de Birkhoff.

Aspectos prácticos del viaje: Gestación final de la visita de Birkhoffa América Latina

El viaje de Boston a Méjico no tenía mayores complicaciones: podíahacerse por tren y era sólo cuestión de paciencia. En cambio, el caminohacia el sur estaba erizado de dificultades. El viaje por barco estabafuera de consideración debido a que los submarinos alemanes se mo-vían todavía con cierta impunidad en las costas de las Américas.31 Laúnica alternativa posible era un viaje en avión.

Éste último tampoco era fácil, no solamente por la distancia –requería varios días de viaje incómodo– sino porque, debido a laguerra, existía también el problema de las prioridades. Las múltiplesetapas de un largo viaje hasta Buenos Aires y, luego, de regreso a losEstados Unidos, acentuaban el peligro de quedar detenido en algunade las etapas en caso de viajar sin prioridades.

En junio de 1941 Moe apeló a la Oficina de intercambio deNelson Rockefeller, y personalmente a su Director, solicitando priori-dades para el matrimonio Birkhoff. Las discusiones entre Moe y losfuncionarios de esa Oficina32 tienen un interés muy particular. Ilus-tran acerca de las diferencias profundas que había entre el punto devista idealista de Moe, un académico que representaba el sentimiento

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de algunas de las entidades culturales de más alto nivel de los Esta-dos Unidos, y el punto de vista mucho más pragmático de los funcio-narios de un organismo subordinado a la Secretaría de Estado; esdecir, perteneciente a la estructura administrativa oficial. Esa polari-dad tiene cierto interés en el análisis de las relaciones científicasentre los Estados Unidos y América Latina, pero sus detalles escapandel propósito de este trabajo.

La oficina de coordinación de Nelson Rockefeller enfrentabauna serie de dificultades. Comparada con otros organismos vincula-dos al esfuerzo bélico era pequeña y con poderes muy limitados;como aquéllos, estaba subordinada a la Secretaría de Estado y contro-lada por procedimientos contables burocráticos. Además, sus activi-dades estaban bajo el escrutinio estricto de algunos miembros delCongreso que dudaban de la conveniencia de desviar fondos y ener-gías en esa dirección como parte del esfuerzo bélico. La convergenciade estas circunstancias no contribuyó a dar a esa oficina un perfilsobresaliente en el campo del intercambio cultural que, sin embargo,era uno de sus objetivos fundacionales.33

La Secretaría de Estado facilitó el permiso para que Birkhoffviajara al exterior sin oponer reparo alguno. Sin embargo, en lo quese refiere a las prioridades Moe se enfrentó con una actitud cortés,aunque a veces displicente, pero siempre inflexible de parte de losfuncionarios de la oficina de cooperación interamericana.

No les cabía duda de que el profesor de matemática que Moeapoyaba era una persona muy ilustre, su posición prominente enHarvard lo corroboraba. Pero aun aceptando que Birkhoff pudieralograr un completo éxito, es decir que contribuyera a limitar la in-fluencia de los países del Eje en el campo de las ciencias exactas enAmérica Latina, los funcionarios de la oficina no estaban totalmentepersuadidos del rédito que los Estados Unidos podrían sacar, en plenaguerra, de la propuesta de Moe y Birkhoff.34 El caso de Birkhoff nofue único, las mismas dificultades surgieron cuando Cannon proyectóun viaje similar a América Latina, dirigido al campo de la Fisiología.

Finalmente, no fue la oficina de coordinación, sino la Funda-ción Guggenheim la que, a pedido de Moe, suministró los fondos quehicieron posible la visita de confraternidad interamericana que prota-gonizó Birkhoff. El eminente matemático de Harvard no sólo falló en

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su pedido de prioridades, sino que tampoco logró su propósito deviajar con pasaporte oficial.

Desde el punto de vista de los organismos estadounidenses, elviaje de Birkhoff siguió un canal administrativo sumamente estrecho.Si bien a lo largo de su viaje recibió apoyo de las misiones diplomáti-cas su país, ello se debió, principalmente, a sus amplios contactospersonales y a su elevada posición en el marco de la ciencia de supaís. Sin embargo, la suya no fue, como muchos de sus huéspedescreyeron, una visita “oficial” organizada por el gobierno de los Esta-dos Unidos. En alguna oportunidad, a propósito de la redacción deuna carta a Godofredo García, Moe se vio forzado a recordar a Birkhoffque la visita no era, de ningún modo, en representación del gobiernoestadounidense.

3. La visita de Birkhoff a América Latina

La situación de la matemática en Méjico después de la Revolución

La Revolución Mejicana de 1910 tuvo un profundo impacto en eldesarrollo intelectual de ese país, en su valoración de la cultura nacio-nal y en la evaluación colectiva de su concepto de nación. En losprimeros años del siglo veinte se hicieron también en Méjico avancesefectivos en matemática. La figura más interesante de ese período es elingeniero Sotero Prieto Rodríguez. En 1912 Prieto inició seminariossemanales de matemática en la Sociedad Científica Antonio Alzate(Lozano 1992: 107-110), que fueron el germen del núcleo matemáticode Méjico, en la misma forma que el seminario matemático de laSociedad Científica Argentina –organizado por Valentín Balbín y Jor-ge Duclout– lo había sido en Buenos Aires en la última década del siglodiecinueve. En aquel seminario Prieto dictó un curso básico sobre lateoría de las funciones de variable compleja. En ese momento estetópico había entrado sólo episódicamente en el mundo iberoamericano,por vía de Portugal (Grey et al. 1999), y en esos mismos años comenza-ba a ser considerado en un nivel moderno en España.35

Hacia 1924, en el período inmediatamente posterior a la visitade Einstein a Francia y España, Prieto se interesó también por lateoría de la relatividad. Prieto, que tenía una tendencia positivista,

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expresó reparos frente a la concepción que Einstein tenía de la geo-metría del universo.

Entre los estudiantes que se beneficiaron con las enseñanzas dePrieto, dos de ellos tuvieron influencia considerable en el desarrollode las ciencias exactas en Méjico. El primero fue Manuel SandovalVallarta, que fue su alumno en 1914-1915. En 1917 su familia loenvió a estudiar a Cambridge, Massachussets. Su padre había consi-derado, inicialmente, enviarlo al Cambridge inglés, pero los peligrosque había creado la Primera Guerra Mundial para la navegación at-lántica no aconsejaban viajar a Europa.

El segundo de sus alumnos, Alfonso Nápoles Gándara, conti-nuó también sus estudios en MIT, pero sólo trece años más tarde queel primero, en 1930, y lo hizo con el apoyo de una beca de la Funda-ción Guggenheim. Sandoval Vallarta fue el primer becario mejicanode esa Fundación en 1927 (Tenselle et al. 2001: 291); Nápoles Gán-dara fue el segundo, junto con Arturo Rosenblueth Stearns. Allí trabóamistad con el profesor Dirk J. Struik quien, más tarde, a diferenciade Sandoval Vallarta, lo describió como “a man of aztec ancestry”.36

A su regreso a Méjico, Nápoles Gándara inició un proceso de renova-ción del ambiente matemático de su país, junto con sus estudiantesCarlos Graef Fernández y Antonio Barajas Celis, quienes más tardesalieron al exterior, también con becas de la Fundación Guggenheim.37

En 1936 el presidente Cárdenas creó en Méjico el InstitutoPolitécnico Nacional, que era un intento por desarrollar la enseñanzade la ingeniería desde niveles básicos. Sin embargo, en un nivel avan-zado de la ingeniería, el contacto de MIT con Méjico continuó siendoestrecho. En 1940 no menos de cien estudiantes mejicanos (muchosde ellos con recursos privados) ya habían recibido entrenamiento enesa institución.38 Estos números son comparables a los de los estu-diantes provenientes del Japón en el mismo período. Japón, sin em-bargo, ha recibido mucho mayor crédito que Méjico, en la literaturasobre políticas educativas, por sus iniciativas en la primera mitad delsiglo veinte.

El comienzo de la década de 1940 coincide con un período demayor intercambio entre Méjico y los Estados Unidos en áreas detecnología. Entre las labores conjuntas de ambos países se destaca elrelevamientos aerofotográfico del territorio mejicano, muy particular-

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mente de sus costas, en un momento en que los Estados Unidoscomenzaban a preocuparse por la amenaza marítima de Alemania.

La visita a Méjico: Tonanzintla

Aunque cronológicamente la visita a Perú fue la primera en concretar-se, el viaje de Birkhoff se inició con una visita a Méjico, invitado adictar una conferencia principal en la ceremonia de apertura del Obser-vatorio Astrofísico Nacional de Tonanzintla, en el Estado de Puebla.Esa importante reunión fue inaugurada por el Presidente de Méjico,general Manuel Ávila Camacho, y en ella participaron Ministros deEstado y embajadores extranjeros. En su discurso, el Presidente meji-cano desarrolló la visión de que, mientras la cultura desfallecía en loscampos de batalla de Europa, renacía con nuevo vigor en el NuevoContinente. Esa retórica fue también usada por otros líderes latinoame-ricanos del mismo período.

El observatorio de Tonanzintla había sido equipado por el grupode Shapley,39 en Harvard, donde se construyó el instrumental más im-portante sin cargar otros costos que los de las componentes.40 El con-tacto entre Méjico y Harvard se había establecido a través de la amistadque existía entre el astrónomo mejicano Luis Enrique Erro y Shapley.41

No es necesario aclarar que las actividades previstas para este observa-torio encajaban exactamente dentro de las necesidades del de Harvard.En ese momento las posibilidades de abrir puestos de observación en elextranjero estaban severamente restringidas por la guerra, lo que tam-bién limitaba a Shapley al corredor latinoamericano.

Tonanzintla era parte de un movimiento en favor del desarrollode la astrofísica en América Latina auspiciado por astrónomos de losEstados Unidos. Los rápidos progresos del Observatorio de Córdobaen astrofísica, en la misma época, no son ajenos a ese movimiento,aunque su desarrollo no fue necesariamente paralelo y merece unestudio separado. Sin embargo, esa nueva dinámica, que tiene suepicentro en los Estados Unidos, contribuye a explicar más claramen-te ciertos acontecimientos en el campo de las ciencias que, discutidosexclusivamente dentro del marco estrecho de las historias individua-les de las repúblicas latinoamericanas, pueden aparecer como produc-tos exclusivos de un inexplicablemente tenaz voluntarismo local.

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En su conferencia de Tonanzintla, Birkhoff presentó por pri-mera vez un nuevo enfoque suyo de la teoría de la relatividad que, ensu visión, simplificaba aspectos geométricos de la formulación teóri-ca de Einstein. Hasta el final de su vida Birkhoff consideró estetrabajo (Birkhoff 1944)42 como una de sus más importantes contribu-ciones científicas. Un grupo de matemáticos y astrónomos jóvenes deMéjico, Graef Fernández entre ellos, trabajaron más tarde con Birkhoffen la elaboración posterior de esta teoría y continuaron desarrollándo-la independientemente por algunos años.

Al tiempo de la visita de Birkhoff la Universidad de Méjicocontaba con un grupo de físicos ocupados en problemas de radiacióncósmica. Esos investigadores trabajaban bajo la inspiración directa eindirecta de Sandoval Vallarta, entonces profesor de Física en MIT yya figura de gran relieve internacional en esa área. En el aspectoteórico se ocupaban de problemas que pueden ser descriptos como unejemplo particular del problema de la estabilidad de órbitas periódi-cas de una partícula cargada en un campo magnético bipolar. CuandoBirkhoff visitó esa Universidad, dictó una serie de conferencias sobrela teoría de los sistemas dinámicos. Él era uno de los creadores mo-dernos de esa teoría y había contribuido a desplazar su centro degravedad de París a Cambridge. Sus conferencias se basaron en enfo-ques más recientes de su clásico libro de 1927 (Birkhoff 1927).

Jaime Lifschitz Gaj

En una carta de Stone a Houssay,43 que cito más adelante, se hacereferencia al hecho de que la guerra estaba afectando el reclutamientode jóvenes con talento en los grandes centros académicos de losEstados Unidos. Sin duda que éste fue también un elemento a favor dela cooperación con América Latina.

Antes de dejar Méjico, a pedido de Moe, Birkhoff le envió uninforme detallado de la situación de la matemática en ese país y unalista de potenciales candidatos para becas de la Fundación Guggenheim.Dio algunos pocos nombres, señalando reservas sobre la mayor partede los candidatos. Sin embargo, destacó especialmente el nombre deuno de ellos: Jaime Lifschitz, joven matemático de origen ruso, cuya

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familia había emigrado a Méjico. En ese momento Lifschitz trabajabaen el cálculo de trayectorias de rayos cósmicos; Birkhoff pensaba quesu talento excedía los requerimientos necesarios para hacer ese trabajo.

Lifschitz tenía una personalidad compleja; sus compañeros lorecuerdan como muy retraído, temeroso y también algo agresivo. ComoBirkhoff, pero en ese momento aún sin las mismas razones objetivas,no tenía duda alguna acerca de su excepcional talento matemático.Birkhoff presionó sobre Moe hasta que finalmente logró vencer susinstintivas reservas, para que Lifschitz recibiera una beca Guggenheimpara 1942 que, a pedido de Birkhoff, le fue renovada en 1943.

El objeto de esa beca era permitirle hacer un doctorado enHarvard bajo la supervisión de Birkhoff. Una vez allí, Birkhoff lotomó bajo su protección personal y le dedicó tiempo con paciencia ygenerosidad. La lectura de sus intercambios con las autoridades deHarvard a propósito de Lifschitz causa asombro. Por otra parte, tuvoque enfrentar la difícil tarea de convencer a Lifschitz que esa antiguauniversidad no acostumbraba otorgar un doctorado simplemente alcabo de una estada de un año y sin una prueba concreta de originali-dad y talento. La tarea de extraer de Lifschitz una tesis doctoral nofue fácil; convencerlo de que era necesario que se presentara a exá-menes de calificación para el doctorado fue simplemente imposible.En varias ocasiones la parcialidad de Birkhoff, en relación conLifschitz, lo enfrentó con autoridades y colegas.

Lamentablemente, sin duda por razones atendibles, la laborposterior de este joven matemático no cumplió con las esperanzas ylos excepcionales esfuerzos que Birkhoff dedicó a ayudarlo a adquirirun entrenamiento adecuado para iniciarse en la investigación mate-mática original. El impacto de Lifschitz en la matemática de Méjicofue fugaz y quizá fuera de proporción con su verdadero talento natu-ral que, sin duda alguna, Birkhoff estaba supremamente calificadopara evaluar. Su obra, incluso su nombre, sólo ha merecido algunalínea en los estudios sobre historia de la matemática de la década de1940 publicados hasta la fecha. Las historias generales de la historiade la ciencia en Méjico recogen una visión aún más tenue del paso deLifschitz por la matemática de su país.44

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Incertidumbres acerca del viaje al Sur de Méjico

En marzo de 1942, Birkhoff estaba ya de regreso de Tonanzintla yhabía finalizado sus conferencias en la Universidad de Méjico. En esosdías Moe seguía insistiendo ante la oficina de relaciones interamericanaspara que otorgara prioridades a Birkhoff y a su esposa. Desesperanzadoante el fracaso de sus intentos, a principios de ese mes escribió aBirkhoff confiándole que, finalmente, consideraba que sus chances deviajar a Perú, Chile, la Argentina y Uruguay podían calificarse en esemomento como inexistentes. No sin cierta audacia y como últimorecurso, por el que se excusó profusamente, Moe preguntó a Birkhoff siél y su esposa estarían dispuestos a correr el riesgo de ser abandonados“en la jungla”,45 intentando volar hasta la Argentina y luego de regresoa los Estados Unidos, sin prioridades. Es posible que el sentido mesiánicocon el que ambos afrontaron su tarea les hubiera hecho decir que sí aunen esas circunstancias.

Sin embargo, en la ciudad de Méjico Birkhoff obtuvo una im-portante información que el cuerpo diplomático no parece haber sen-tido que era necesario compartir con las autoridades de la oficina decoordinación. Conversando con el embajador de los Estados Unidosen Méjico, y corroborando luego esa información con compatriotassuyos residentes en esa ciudad que tenían experiencia directa de via-jeros a América Latina, se enteró de que la ruta del Este, por Brasil,era inabordable sin prioridades. Por el contrario, la ruta que iba haciael Sur por el lado de los Andes, que era la que debía tomar, eramucho menos frecuentada. En consecuencia, el riesgo de ser afectadopor la falta de prioridades era relativamente insignificante. Parecieraque al referirse a “la jungla” las autoridades en cuyo juicio confiabanMoe y Birkhoff no aludían a Centroamérica, sino a Brasil: un errorsemántico.46

Al mediodía del 27 de marzo de 1942 los Birkhoff ascendierona un frágil avión de pasajeros en dirección a Lima, con escalas enGuatemala, Balboa y Cali. En la tarde del día 30, sin tropiezo alguno,llegaron a Lima.

Con ese vuelo habían iniciado una serie de viajes desgastadores;algunos a baja altura, con turbulencias frecuentes; otros por encimade la cadena de los Andes sin compensación de presión u oxigeno.

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Para Birkhoff, cuyo corazón había dado ya señales de fatiga, esteviaje no era la medicación más adecuada. En su duración total, elviaje equivalía a permanecer en el aire, en las condiciones antedichas,por espacio de ocho días.

La situación de la matemática en Perú

García había hecho investigaciones sobre temas de mecánica celeste.Como Sotero Prieto en Méjico, y como muchos matemáticos en diver-sos países del mundo en la década de 1920, García se interesó por lateoría de la relatividad de Einstein. Sus convicciones positivistas leimpedían admitir una teoría que, para describir el espacio físico nocreía indispensable preservar el marco euclidiano y la rechazó deplano. Su postura no-einsteiniana lo acercó, por razones geométricas, ala formulación alternativa de la teoría de la relatividad de Birkhoff.

En sus tareas en la universidad, García era asistido por unprofesor emigrado, Alfredo Rosenblatt, matemático de origen polacocon excelente entrenamiento. En Perú, Rosenblatt brillaba sólo comoun reflejo del resplandor de García.

Rosenblatt había hecho estudios en su país y luego en Göttingen.En Polonia había acompañado al excepcional grupo integrado por S.Banach, C. Kuratowski, W. Sierpinski, W. Wilkosz y S. Zaremba envarias de sus empresas institucionales; por ejemplo, en la creación dela Sociedad Matemática Polaca. En la década de 1930 sus interesescientíficos se orientaban hacia la teoría de las funciones de variablecompleja. Esa teoría tenía una aplicación directa a problemas de aero-náutica y de balística. Tanto por esas aplicaciones, como su importan-cia dentro de la matemática pura, la teoría de las funciones de varia-ble compleja había atraído el interés de buen número de investigado-res. América Latina y, en particular, la Argentina no eran una excep-ción, como veremos más adelante.

En 1933, cuando la situación en Europa comenzaba a deterio-rarse, Rosenblatt visitó el Institut de Mécanique des Fluides dirigidopor Henri Villat, que pertenecía a la Universidad de Paris y era soste-nido por el Ministerio del Aire. Durante su visita Rosenblatt publicóuna monografía breve (Rosenblatt 1933) en una prestigiosa coleccióndirigida por Villat. Ante los avances del nazismo en Alemania y,

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posiblemente, del antisemitismo en su país, Rosenblatt se vio obliga-do a abandonar Polonia y, luego de intentar una inserción estable envarios países de Europa, se refugió en Perú.

Como director de la Revista de Ciencias, García mantenía con-tacto con matemáticos extranjeros, en particular con matemáticos pola-cos, desde antes de esa fecha. Rosenblatt publicó sobre su especialidaden la Revista en 1930. Dos años más tarde Rosenblatt pudo haberconocido a García personalmente en el Congreso Internacional de Ma-temáticos de Zurich, al que ambos asistieron. En los corredores de eseCongreso algunos delegados alemanes expresaron sin reservas su pre-ocupación por la situación política en su país y los avances delnacionalsocialismo. Algunos discutieron con colegas extranjeros lasposibilidades de una emigración tentativa, hasta tanto la situación enAlemania se “estabilizara,” como muchos entonces esperaban. Si bienlas esperanzas de normalización no se cumplieron, las preocupacionesno eran infundadas: el Congreso de Zurich tuvo lugar en septiembre de1932; en marzo de1933 Hitler asumió el poder en Alemania.

Una posible visita a Perú

Volvamos al período de 1939 a 1941 y a la gestación de la visita a Perú.Hacia fines de 1939, pocos días después de declarada la SegundaGuerra Mundial, Birkhoff, con su característica franqueza, le hizosaber a García que su viaje a París había fracasado y que tenía en susmanos una licencia sabática que deseaba utilizar en una visita a Améri-ca del Sur, “and, in particular, your great country Peru”.47 En esemomento su conocimiento de las instituciones peruanas era muy limi-tado. García le informó sobre los meses de actividad y, en caso de queel turismo fuera una motivación en los deseos de tan eminente matemá-tico por visitar Perú, le hizo saber que el año académico coincidíaprecisamente con la época más adecuada para visitar “la Sierra y laMontaña”.48 Además, le comunicó que, cuando visitara Lima, la Facul-tad, de la que él convenientemente era Decano, lo designaría miembrohonorario.49

El ofrecimiento espontáneo de hacer una visita prolongada aPerú por parte de Birkhoff, un matemático del más alto nivel, era algoque García, naturalmente, tenía dificultad en comprender. Más aún

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cuando, al correr de las cartas, Birkhoff manifestó su agradecimientopor una invitación que García nunca había formulado. Aunque Garcíatenía unos veinte años de experiencia en la política universitaria, esacarta lo sorprendió: en su respuesta argumentó que Perú era un paíspobre, más pobre aún a causa de la guerra, y sugirió una visita muchomás breve. Birkhoff lo tranquilizó haciéndole saber que los gastos deviaje y estada no era un problema por el que él debía preocuparse, yaque el gobierno de los Estados Unidos proveería.

Cuando Moe leyó copia de esa carta manifestó su disconformi-dad con el texto, haciéndole notar a Birkhoff que debía ser máscuidadoso en sus referencias: su viaje no estaba financiado por elgobierno de los Estados Unidos, sino por una fundación privada deese país: la Fundación Guggenheim.

Luego de algunas alternativas, la visita fue programada paraprincipios de 1942. Birkhoff fue desarmando, poco a poco, las natura-les ansiedades de García frente a los propósitos de esa visita. Gra-dualmente, García sintió que compartía, de igual a igual, las preocu-paciones de uno de los primeros matemáticos de su época. La rela-ción entre ambos se hizo mucho más fluida, quizá demasiado fluida.Como resultado de esa intimidad intelectual, en junio de 1941 Birkhoffenfrentó un problema más difícil aún que los que se le presentaron asu colega peruano García, al enterarse de que era él quien habíacursado la invitación a Perú.

García sugirió que le gustaría ser invitado a los Estados Unidosa dictar una serie de conferencias sobre su trabajo científico. Delica-damente, García dejó este asunto en manos de Rosenblatt. He indica-do que Birkhoff había sido Decano de la Facultad de Artes y Cienciasde la Universidad Harvard, Jefe de su Departamento de Matemática,miembro de innumerables comisiones universitarias, profesionales ynacionales, y de la Academia Nacional de Ciencias de su país. Difí-cilmente podría pensarse que era un novicio en el manejo de loscomplejos problemas de las ambiciones personales. Sin embargo, lacarta de García lo dejó perplejo.50

El pedido de García creaba una situación extremadamente difí-cil y totalmente imprevista en el esquema de las relaciones científicasfraternales y desinteresadas que Moe había auspiciado a lo largo desu carrera. Sin duda, la guerra había contribuido a limitar los recursos

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académicos y las fuentes de financiación en los Estados Unidos, peroera perfectamente claro, para Birkhoff y para Moe, que ése no era elproblema fundamental. En opinión de algunos expertos, la produc-ción científica de García no justificaba la necesidad de que se trasla-dara personalmente a los principales centros de investigación mate-mática de los Estados Unidos para hacer conocer los resultados de susinvestigaciones. La opinión de otros expertos, como Sandoval Vallarta,era aún más categórica.51

García no fue el único académico latinoamericano que expresóentusiasmo por hacer una visita a los Estados Unidos y retribuir enese país los esfuerzos de sus colegas. La historia de este y otrosepisodios supera la anécdota y contribuye a revelar que las relacionesy juegos de intereses que se establecieron entre algunos científicos deAmérica Latina y de los Estados Unidos en la década de 1940, nofueron menos complejos que las que pueden citarse, en la primeramitad del siglo veinte, entre científicos de Europa o entre éstos y losde los Estados Unidos. Sin embargo, un análisis más detallado de esteepisodio escapa al interés inmediato de este trabajo y se considera,separadamente, en el marco de las relaciones científicas entre losEstados Unidos y América Latina en la época de Roosevelt.

La visita a Perú

Como he dicho antes, Birkhoff llegó a Lima a fines de marzo de 1942.García pronto comprendió que se había equivocado en cuanto a lamotivación de su viaje: el propósito de Birkhoff era mucho más serioque el simple turismo. El matemático estadounidense permaneció en laUniversidad de San Marcos durante dos meses dictando cursos, semi-narios, conferencias generales y entrevistando tanto profesores comoestudiantes, con algunos de los cuales estableció un lazo firme. Ade-más viajó al interior, donde continuó dictando conferencias y entrevis-tando colegas.

En sus tareas académicas en Lima, Birkhoff se ciñó al esquemaque García le había sugerido,52 que incluía una serie de seminarios dealto nivel, conferencias para un público medianamente educado enmatemática y, también, una serie de conferencias sobre problemasmatemático-filosóficos. Para estas últimas Birkhoff se valió de notas

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de un curso sobre las relaciones entre la filosofía y la matemática quedictaba corrientemente en Harvard. Este curso requería un uso máselaborado y preciso del lenguaje que en sus otras lecciones, por locual, antes de su partida, lo tradujo totalmente al castellano con ayudade Gravalos, su alumno y profesor, de modo que sus conferenciasfueran más útiles y más aprovechables. En Lima, y luego en otrascapitales, sólo le restaba leerlas.

Birkhoff hubiera deseado dedicar el seminario superior a laconsideración de problemas matemáticos de la mecánica cuántica,tema en el que tenía resultados de considerable interés. García lesugirió optar por una segunda alternativa, también propuesta porBirkhoff: dictar un curso sobre problemas de estabilidad en la mecá-nica celeste. Aunque los dos temas: mecánica cuántica y estabilidaddel sistema solar, pudieran parecer vastamente diferentes, en ese mo-mento no era el caso. Las investigaciones de Birkhoff, paralelas atrabajos de von Neumann, hacían que, desde un punto de vista mate-mático abstracto, hubiera importantes puntos de convergencia entreambos temas.53

La decisión por la mecánica celeste tenía que ver con los inte-reses profesionales de García y sus compañeros del Departamento deAstronomía y Geodesia de la Universidad limeña, del que era Direc-tor.54 En este último curso Birkhoff planeaba “[to] introduce a greatdeal of fascinating material and to touch on some unsolved problemswithout presupposing very much technical knowledge”. La idea deexponer temas de la matemática superior que pudieran ser rápidamen-te alcanzables con un mínimo de recursos básicos, fue una constanteen sus seminarios. Antonio Monteiro y otros visitantes posterioresutilizaron este mismo enfoque, que permitía acceder rápidamente aresultados en las fronteras de lo nuevo (Ortiz 2002).

Las conferencias sobre tópicos generales de la matemática mo-derna incluyeron temas extremadamente originales, como la teoríadel billar desde el punto de vista de la teoría de sistemas dinámicos(considerando incluso billares con banda elíptica), los teoremasergódicos y sus implicaciones para la mecánica estadística, y el pro-blema de los n-cuerpos en la mecánica del sistema solar. Tambiéndictó cursos y conferencias sobre temas de lógica y filosofía de lamatemática. Esas exposiciones aportaron ideas nuevas y ampliaron

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considerablemente el horizonte intelectual sobre esos temas en lospaíses que Birkhoff visitó. Particularmente entre los jóvenes estudian-tes de matemática, algunos de los cuales acentuaron su interés portemas que ligaban la matemática con la lógica y la filosofía.

Francisco Miró Quesada y la temática de Birkhoff en su viaje

En Lima un joven filósofo interesado en la fenomenología, FranciscoMiró Quesada, atrajo la atención de Birkhoff. Miró Quesada había sidodesignado profesor de Filosofía en San Marcos con poco más de veinteaños de edad; Birkhoff vio en él potencial para un filósofo de excep-ción. Rápidamente se dio cuenta de que Miró Quesada no podríaavanzar en su trabajo filosófico sin un conocimiento más sólido y mástécnico de las ideas matemáticas modernas, la teoría de conjuntos, porejemplo. Por ese motivo, comenzó a supervisar personalmente susestudios de matemática e inició sus enseñanzas con tópicos relativa-mente básicos, pero examinados desde un punto de vista moderno. Mástarde hizo intensos esfuerzos para atraer a Miró Quesada a Harvard através de una beca Guggenheim. Fracasada esta posibilidad, propuso lacreación de un tipo nuevo de becas en el Harvard College, exclusiva-mente para estudiosos latinoamericanos, con el fin de acercarlo a suUniversidad, que también fracasó. Sus esfuerzos encontraron conside-rable resistencia en los Estados Unidos.55 La oposición que encontróBirkhoff no necesariamente tenía relación alguna con el talento de sujoven amigo, como demostró la obra posterior de Miró Quesada .

A los temas filosófico-matemáticos, que luego fueron repetidosen Chile, la Argentina y Uruguay, se agregaron durante su visita dosde cierta relevancia. El primero de ellos fue el de la medida estética.Birkhoff creía haber descubierto una manera objetiva de medir labelleza basándose en el estudio sistemático de ciertas regularidades.En un libro suyo sobre ese tema,56 publicado unos diez años antes dela visita a América Latina, había aplicado sus ideas al estudio de unaamplia gama de casos específicos, que cubrían desde guardas y for-mas de vasos antiguos, hasta trozos de música y de poesía en diferen-tes idiomas. Birkhoff tenía sumo interés en que sus ideas fueran con-frontadas en el arte y lenguaje de la región que visitaba.

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El otro gran tema de su viaje fue su formulación de la teoría dela relatividad, que había adelantado en la reunión de Tonanzintla yreservado para ocasiones muy especiales. Por ejemplo, para sus dis-cursos inaugurales en las academias de ciencias. La adhesión, formalo implícita, de numerosos científicos de América Latina al positivis-mo, aunque no compartida por Miró Quesada, era amplia en esosaños y contribuyó a atraer un interés genuino por la formulación deBirkhoff.

Hacia 1940 la ola iniciada en la década de 1920, cuando elclima de modernidad de la posguerra había permitido la aceptacióncuriosa o, por lo menos, la inspección informada de ideas novedosas,había ya pasado. La resistencia a aceptar la teoría de Einstein se habíarobustecido y había adquirido caracteres de cierta intensidad. La per-cepción pública de esa teoría, salvo en muy contadas excepciones, eraque se trataba de un intento genial, pero (como también la mecánicacuántica) de una teoría provisoria: finalmente habría de mostrarse quela concepción de la mecánica clásica era la correcta. Quizá mida lafirmeza, implícita o explícita, de esta percepción el hecho de que,hasta mediados de la década siguiente, un matemático o físico podíagraduarse en Buenos Aires, y también en buen número de las mejoresuniversidades extranjeras, sin haber estudiado formalmente la teoríade la relatividad; a lo sumo como una aplicación de teorías avanzadasde la geometría superior.

No debe creerse que América Latina era una excepción; tantoen Europa como en los Estados Unidos muchos científicos, que notenían participación directa en los trabajos de la nueva física, teníandificultad en admitir que el marco newtoniano del espacio y el tiem-po, en el que se había asentado la física por varios siglos, debiera serabandonado a causa de fenómenos que ocurrían a velocidades muyaltas o a fenómenos muy especiales. En ese momento, el impacto deesos fenómenos no era tan claro para el no especialista como puedeserlo hoy, luego de las explosiones atómicas y de la popularización deuna manera nueva de percibir el universo. Por estas razones, la postu-ra de Birkhoff tenía un atractivo singular: ofrecía nuevas seguridades.En el caso de la Argentina a principios de la década de 1940, lasreticencias de origen positivista, que habían sido sacudidas por lavisita de Einstein diecisiete años antes no habían sido totalmente

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vencidas; la situación no era diferente en las otras capitales de Améri-ca Latina.

Las primeras observaciones de Birkhoff acerca de las cienciasexactas en América Latina

Birkhoff continuó enviando a Moe evaluaciones comparativas de lasdiferentes comunidades matemáticas que iba visitando. Una vez con-cluida su visita a Perú, le confió que creía más probable que surgiera unmovimiento matemático serio en ese país antes que en Méjico.57 Suidea se sustentaba tanto en consideraciones económicas como en unanálisis de las resistencias de orden interno. En lo económico creía quela inversión a realizar para dinamizar la comunidad matemática de unoy otro país sería muy diferente; en lo operativo pensaba que la persona-lidad de García, entonces promovido ya a Rector de la Universidad deSan Marcos, se prestaba más para presidir ese desarrollo que la delRector de la Universidad de Méjico, Brito Foucher, a quién habíaencontrado frío y distante.

Birkhoff tenía en claro que había una hostilidad manifiestaentre los astrofísicos de Tonanzintla y el grupo más tradicional deastrónomos de posición en el antiguo Observatorio, en Tacubaya, queahora formaba parte de la Universidad de Méjico. Lo que no parecehaber sido claro para Birkhoff es que la frialdad del Rector mejicanotenía sus raíces en un debate complejo y profundo que dividía a laintelectualidad mejicana de esos años. Esa controversia tenía relacióncon las actitudes políticas del gobierno nacional y, finalmente, conlas diferentes perspectivas que esos grupos tenían del papel de laRevolución Mejicana, y de sus personalidades, en el campo de lacultura.

El Director de Tonantzintla, Luis Enrique Erro, era, en algunamedida, un antiguo héroe de esa revolución; además, era un astróno-mo aficionado, no profesional. Por sí misma, ésta no era una razónválida para montar una oposición ya que, en una amplia gama de lasciencias de observación, incluyendo desde luego la astronomía y lasciencias naturales, el amateurismo tenía todavía un papel importante.Por otra parte, Erro había recibido algún entrenamiento en astronomíaen Harvard, donde inició su amistad con Shapley. Es posible que sus

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colegas del Observatorio de la ciudad de Méjico percibieran, conpreferencia, otra faceta: el favor del que Erro gozaba en los círculospolíticos, antes que la verdadera dimensión de sus aspiraciones cientí-ficas. Sin duda, Erro tenía deseos genuinos de mejorar la situación desu especialidad en Méjico, sin perjuicio de que su enfoque acerca decómo iniciar una disciplina científica nueva en un país en vías dedesarrollo pueda no haber sido el más adecuado en ese momento.58

Desde luego que el favor gubernamental existía y había sido determi-nante para que el gobierno auspiciara su proyecto de crear un obser-vatorio astrofísico moderno que, por rivalidades internas de la comu-nidad de astrónomos mejicanos, se situó no sólo fuera de la ciudad deMéjico sino también en franca oposición a las tareas que en esaciudad se realizaban en el campo de la astronomía. Por su parte Erro,como otros astrónomos en diversas partes del mundo en esos años,utilizó una visión dicotómica, entre la astronomía de posición y laastrofísica como herramienta modernista, en sus conflictos con losastrónomos del Observatorio de Tacubaya.

La situación de la matemática en Chile y la visita de Birkhoff aese país

La matemática en Chile en la época de la independencia tuvo orígenesmuy próximos, incluso en sus personajes principales, a los de laArgentina (Ortiz 2000a). En el paso del siglo diecinueve al veinte,Chile atrajo a un grupo de científicos franceses y alemanes que contri-buyeron a la modernización de la enseñanza de esa disciplina, iniciadaya hacia 1840. Tanto en la universidad, particularmente en la Escuelade Ingeniería, en el Instituto Pedagógico, centro de formación deprofesores secundarios, como en las escuelas militares, ellos incorpo-raron puntos de vista y textos más actuales. A principios del sigloveinte se comenzó a publicar en Chile una Revista de Matemáticasorientada en forma similar a la anterior de Balbín en la Argentina(Ortiz 1993). A partir de 1930, las perspectivas abiertas a principios desiglo fueron enriquecidas por los alumnos chilenos de aquellos profe-sores extranjeros, aunque con un enfoque aún más claro de la matemá-tica como auxiliar de la ingeniería y la tecnología.

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Debido al interés por las aplicaciones de la matemática, predo-minante en Chile a principios de la década de 1940, la visita deBirkhoff a la Universidad de Chile sólo dejó un saldo de futuro,alentando vocaciones matemáticas que sin duda existían en ese mo-mento. A pesar de que su paso por Chile tuvo lugar en un momentode gran estrechez económica, la Universidad le asignó por sus confe-rencias de matemática el salario máximo de profesor por el espaciode un mes. Siguiendo las instrucciones de Moe, Birkhoff aceptó elpago, pero separó el dinero para enviar desde los Estados Unidos, asu regreso, obras importantes de matemática moderna y coleccionesde revistas matemáticas que enriquecieron la biblioteca universitariade Santiago y pueden haber ayudado a despertar interés por la mate-mática moderna.

La Universidad Católica de Chile fue uno de los primeros ex-perimentos de enseñanza privada de América Latina. Cuando Birkhoffvisitó ese país tenía ya cincuenta años y estaba sólidamente afianza-da. En los mismos años en que se fundó esta Universidad, tantosectores católicos como laicos de otros países de América Latinahabían considerado la posibilidad de crear universidades privadas.

En la Argentina la Escuela Politécnica de Buenos Aires fue unafundación contemporánea pero menos exitosa que la Católica en Chi-le. Esa universidad privada argentina fue fundada por Federico Birabénen 1891 y definida en sus estatutos como “una institución libre deenseñanza técnica y profesional”.59 Entre ambas hay diferencias pro-fundas: la de Buenos Aires se debió a una discrepancia seria con lametodología de la enseñanza oficial en el campo de la ingeniería,mientras que la de Chile se debió a la percepción de ciertos sectoresde poder de que era necesario crear una institución académica supe-rior que continuara con el espíritu que impartían los colegios religio-sos y contribuyera así a definir un futuro grupo dirigente intelectual-mente sólido y participante de esa visión. Su acento no necesariamen-te estaba en la industrialización.

La institución de Buenos Aires reconoció rápidamente la im-portancia de disponer de un enlace efectivo con la educación de nivelmedio en cualquier intento serio de modernización universitaria. Porello intentó crear una escuela preparatoria de corte industrialista que

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eventualmente le proveyera estudiantes, cosa que la Católica de Chilehabía comprendido desde sus inicios, pero falló en sus propósitos.

La idea de las universidades privadas, que habían tenido éxitoconsiderable en los Estados Unidos, fue un tema que Birkhoff, profe-sor en la más prestigiosa de todas ellas, discutió con sus colegaslatinoamericanos y con financistas e industriales argentinos y extran-jeros radicados en esa región. Sin duda sus opiniones contribuyeronal debate argentino de la segunda mitad de la década de 1940, cuandolos ataques a la universidad nacional (Ortiz 1994, 1996) hicieronsurgir la idea de una universidad independiente.60

Durante su visita a Chile, Birkhoff fue invitado a dictar unaconferencia ante los alumnos de la Universidad Católica. En esa opor-tunidad el Rector destacó la amplitud de miras de la Iglesia, señalan-do que aunque Birkhoff no era católico, sino protestante, el SumoPontífice no había vacilado en aceptar que le fuera concedido elPremio Bienal de Ciencias del Vaticano,61 como había recomendadola comisión asesora en mérito a la importancia de sus trabajos. Porigual razón la Academia Pontificia lo había elegido como uno de susmiembros.

4. La visita a la Argentina

La situación de la matemática en la Argentina

Desde Santiago, Birkhoff cruzó a la Argentina,62 donde permaneciópoco más de un mes y medio, desde el 10 de junio hasta el 1º de agostode 1942, excepto por cuatro días en los que visitó Montevideo.

En la Argentina de esa época la visión predominante en loscírculos matemáticos era la que había introducido Julio Rey Pastor,63

que estaba centrada en aspectos avanzados de la geometría proyectiva;de los procedimientos de sumación de series y de la teoría de funcio-nes; en particular, de la teoría de las funciones de variable compleja,que él había estudiado en Berlín, Leipzig y Gotinga inmediatamenteantes del comienzo de la Primera Guerra Mundial.

En 1917 Rey Pastor había sido invitado por la Institución Cul-tural Española de Buenos Aires a dictar cursos avanzados y conferen-cias en la Argentina. Inmediatamente después de la Reforma Univer-

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sitaria de 1918 fue invitado a incorporarse a la Universidad de Bue-nos Aires, lo que hizo en 1921, radicándose en esa ciudad y Universi-dad desde entonces hasta 1952. En ese año fue separado de la direc-ción del Instituto de Matemática que él había creado; en 1956 sereincorporó a la universidad argentina hasta su fallecimiento en 1962.

En 1936 Rey Pastor promovió la fundación de una nueva so-ciedad matemática, la Unión Matemática Argentina, y la creación deuna nueva revista matemática,64 cuando las revistas y sociedades ar-gentinas anteriores ya habían desaparecido. Por un período prolonga-do, que cubre la década de 1920 y la primera mitad de la siguiente, elnúcleo de investigadores matemáticos argentinos había colaboradocon la Revista Matemática Hispano-Americana, en la que Rey Pastorhabía tenido una influencia dominante y que, en alguna medida, eratambién su órgano propio de difusión. El Boletín del Seminario Mate-mático Argentino, iniciado en 1928, se había desarrollado, cada vezmás, como separata ampliada de trabajos de investigación y noticiasbibliográficas publicadas en la revista española por Rey Pastor y susalumnos. Quejas por la duplicación del Boletín con la Revista, lainminente fractura del contacto con la Revista debido a la situaciónen España y a ciertas fracturas en lo personal, determinaron la crea-ción de la nueva sociedad y revista matemática en la Argentina. Estoocurrió en septiembre de 1936, casi al mismo tiempo en que comen-zaba la Guerra Civil en España.

Aunque el domicilio legal de la nueva sociedad matemática eraPerú 222, el de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales,en su acta fundacional se preveía que sus reuniones tendrían lugar enel Colegio Libre de Estudios Superiores, por “previo acuerdo con susautoridades”.

El Colegio Libre era una entidad privada que desempeñó unpapel importante en la vida cultural de la Argentina, particularmenteentre 1930 y 1945. En ese período, en el que se dictaron conferenciasy cursos sobre investigaciones originales, algunos publicados luegoen la revista Cursos y Conferencias, fue la caja de resonancia deideas nuevas, no siempre bienvenidas en la universidad. La lista deconferencias dictadas en el Colegio Libre es uno de los índices másinteresantes de la actividad creativa y de las personalidades intelec-tuales del período. La dicotomía que la unión de matemáticos marcaentre su dirección postal y su escenario de actividades, sugiere que la

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universidad argentina no era percibida por ellos en ese momentocomo un espacio enteramente receptivo de sus iniciativas.

Hacia 1940, como veremos más adelante, un grupo de matemá-ticos jóvenes, en su mayor parte antiguos discípulos suyos en BuenosAires, y particularmente en La Plata, comenzó a orientarse en direc-ciones nuevas, que Rey Pastor generalmente alentó y aceptó con inte-rés. Sobre este último aspecto volveré poco más adelante, al referirmea su actitud frente a las líneas nuevas de investigación abiertas porBirkhoff y Stone.

Birkhoff dictó nueve conferencias y una serie de seminariosavanzados de investigación en los que usó, como referencia, una mo-nografía suya sobre funciones auto-equivalentes. Este trabajo habíasido publicado en Francia como introducción a su proyectada visitade intercambio. Birkhoff se refería a esa monografía como “el trabajovarado” ya que, a causa de la guerra, no había tenido difusión alguna;ni siquiera tenía una separata de la versión impresa. El seminario fuedictado en la Facultad de Ciencias Exactas. La inaccesibilidad de esetrabajo, y un malentendido, fue causa de que un curso preparatoriodictado por Rey Pastor antes de la llegada del visitante, sobre funcio-nes ortogonales, resultara inadecuado para el tema que Birkhoff desa-rrolló en Buenos Aires.

Desde el viernes 25 de junio hubo diez reuniones del semina-rio, que tuvieron lugar los días lunes, miércoles y viernes. Asistieronentre quince y veinticinco participantes que provenían de las universi-dades de Buenos Aires, La Plata, Rosario y Montevideo. Estas cuatrouniversidades reproducían en el Río de la Plata un complejo que,guardando las distancias, era equivalente al triángulo formado porHarvard, MIT y Brown en Nueva Inglaterra. No era extraño queprofesores en alguna de ellas lo fueran también en otra (u otras) delmismo grupo. La comunidad intelectual forjada alrededor de aquellascuatro instituciones contribuyó a crear, en el campo de las ciencias,una verdadera “cultura del Río de la Plata”, que tiene una contrapartemejor estudiada en el caso de la literatura y las artes. El distancia-miento de la Argentina oficial con el Uruguay, particularmente apartir del golpe de estado de 1943, contribuyó a segar esa relación,que ha sido importante tanto en la historia de la cultura argentinacomo en la uruguaya.

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Un grupo de alumnos avanzados tomó notas de las conferen-cias de Birkhoff, con idea de publicarlas, posiblemente en versiónmimeografiada como regularmente se hacía, desde 1921, con los Cur-sos de Matemáticas Superiores, una importante serie que recogía loscursos avanzados de Rey Pastor. Sin embargo, parecen haber perma-necido inéditas.65

Mischa Cotlar

En correspondencia de mayo de 1942, dirigida a su amigo EstebanTerradas, Rey Pastor hizo referencia a la inminente llegada de Birkhoff,indicando que éste había ofrecido una gama amplia de posibles temaspara sus seminarios y señalando que “insiste en que debe figurar sufamosa medida de la belleza, esperemos a ver a su esposa para juzgarde la tal fórmula”.66

En Buenos Aires Birkhoff repitió las conferencias generalesque había dictado en Perú y Chile, y agregó algunas más. Para ilustrarla conferencia sobre la medida estética67 había viajado con grandescartones68 que reproducen diagramas tomados de guardas y de vasosorientales. Sus ideas en el campo de la música fueron ilustradas controzos de composiciones ejecutadas al piano.

Esta últimas estuvieron a cargo de un joven pianista y matemá-tico: Mischa Cotlar. Como Lifschitz, Cotlar había emigrado desdeRusia. Luego de una primera emigración a Montevideo, se trasladó aBuenos Aires. Su familia había enfrentado serias dificultades en Ru-sia, incluso para la educación de Mischa, debido a discriminacionesde orden social. Por fortuna, su educación quedó a cargo de su padre,un hombre de talento con gran experiencia en la resolución de proble-mas de ajedrez. Una vez emigrado a Montevideo, Cotlar padre entróen contacto con ajedrecistas y, a través de ellos, con matemáticosuruguayos.

Tanto la personalidad como los conocimientos y las ideas, su-mamente originales, del joven Cotlar causaron honda impresión enlas comunidades matemáticas de ambos lados del Río de la Plata. Elmatemático argentino Juan Carlos Vignaux le ayudó a obtener unabeca de la Sociedad Científica Argentina que, aunque modesta, dioun impulso inicial a Cotlar para continuar profundizando sus estudios

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sobre la teoría de las funciones de variable compleja en Buenos Ai-res; juntos publicaron diversos trabajos de investigación sobre esetema. Más tarde Cotlar entró en contacto con Rey Pastor y gradual-mente fue reconocido como una de las personalidades más destacadasdel seminario del Instituto de Matemática de Buenos Aires.

Birkhoff lo describe en su correspondencia como “a youngman of the highest idealistic outlook, although somewhat unusual andindividualistic”,69 refiriéndose implícitamente al hecho que Cotlar te-nía intereses espirituales e ideales humanos poco corrientes en eseentonces. Sin contacto con otros matemáticos, Cotlar había desarro-llado una teoría que, aparentemente, tenía elementos en común conlas investigaciones que Garrett, el hijo de Birkhoff, había hecho sobrela teoría de lattices. En Buenos Aires, Birkhoff se ofreció a hacerllegar a su hijo copia de los trabajos de Cotlar, cosa que éste leagradeció.70

En cartas dirigidas a Moe durante su estada en Buenos Aires,Birkhoff hizo referencia a las dificultades que Cotlar experimentabapara obtener su carta de ciudadanía y condenó, sin ambigüedades, losprejuicios de las autoridades argentinas encargadas de ese trámite.71

Más tarde Stone se referiría a Cotlar como “an extraordinarily giftedmathematician”.72 Las vetustas regulaciones universitarias de BuenosAires no habían sido diseñadas para cubrir casos excepcionales comoel de Cotlar, que prácticamente no había cursado estudios oficialesregulares. Su incorporación como profesor universitario en la Argen-tina sólo fue posible cuando un doctorado en la Universidad de Chicagogarantizó su talento como matemático.73 En 1966, después del golpemilitar, Cotlar se vio obligado a dejar la Universidad de Buenos Ai-res, pasando primeramente a Francia y luego a Venezuela, donde hasido una figura clave en el desarrollo de la matemática en ese país,como lo fue antes en la de la Argentina.

Desde Córdoba Enrique Gaviola, Director del Observatorio As-tronómico Nacional, invitó a Birkhoff a dictar una conferencia en lasjornadas científicas que acompañarían la inauguración de la nuevaestación astrofísica creada fuera de la capital provincial, en BosqueAlegre.74 Como en Méjico muy poco antes, las autoridades nacionalesargentinas contribuyeron a dar formalidad al evento; en este caso, conla asistencia del Vicepresidente en ejercicio de la Presidencia, Ramón

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S. Castillo, ministros y personalidades oficiales y de la cultura. Talcomo lo había hecho en Tonanzintla, Birkhoff disertó sobre “Unanueva teoría de la gravitación”. Su conferencia tuvo lugar el 4 dejulio.75 La visita fue fugaz, el Rector de la Universidad de Córdoba lohabía invitado a dictar una conferencia en su Universidad, peroBirkhoff no pudo aceptar por lo breve de su visita.

La emigración científica europea en la Argentina

Muchos científicos y humanistas que emigraron a la Argentina comoconsecuencia de la Guerra Civil Española y del advenimiento delfascismo y del nazismo en Italia y Alemania, respectivamente, nofueron a la capital sino a universidades del interior. En este aspecto elcaso de la Argentina tiene analogías con lo que ocurríacontemporáneamente en los Estados Unidos. En 1939 (Ortiz 2003b),considerando el caso de su país, desde Princeton el matemático estado-unidense Oswald Veblen76 hizo notar a los directivos de los organismosque trataban de encontrar lugar para los profesores emigrados deAlemania en los Estados Unidos, que las grandes universidades tradi-cionales estaban al borde de la saturación. Veblen aconsejó focalizar elinterés en las universidades en desarrollo, sugiriendo una especie de“conquista científica” del Oeste.77

En la Argentina los científicos o humanistas emigrados de Eu-ropa saturaron rápidamente las posibilidades de incorporación de lasuniversidades tradicionales. Un buen número de ellos se incorporó auniversidades del interior. Beppo Levi, Alessandro Terracini y LuisA. Santaló son algunos ejemplos de matemáticos europeos, de grandistinción, incorporados a universidades del interior entre fines de ladécada de 1930 y principios de la siguiente. Lo mismo puede decirseen el caso de los científicos y, en particular de matemáticos, quearribaron a la Argentina desde Alemania e Italia luego de la SegundaGuerra Mundial.

Desde luego, la incorporación de científicos emigrados de Eu-ropa es un fenómeno que afectó a un grupo amplio de países fuera delos centros de intensa actividad científica. Esos países, abocados aldesarrollo de su infraestructura de salud, tecnología y ciencias, esta-

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ban dispuestos a hacer sacrificios económicos e, incluso, a alterarpolíticas y prejuicios tradicionales, para lograr sus objetivos.

Además de varios países de América Latina (principalmente laArgentina y Méjico y, en menores números, Colombia, Cuba y Perú)que aprovecharon de la disponibilidad de emigrados científicos, Tur-quía es uno de los ejemplos más interesantes. Casi inmediatamentedespués de los sucesos de 1933 en Alemania, ese país comenzó atratar de captar, con cierto éxito, a algunos de los más destacadosemigrantes científicos. También entraron en esta carrera algunos paí-ses de Asia y Dominios británicos. El caso de la Unión Soviéticaentre 1930 y 1937, en el período de los primeros planes quinquenalescuando se trataba de expandir la base científico-industrial, es entera-mente similar.

A principios de la década de 1940 varias universidades delinterior de la Argentina vivían un clima de desarrollo y renacimientocultural, del que participaban las del Litoral y de Tucumán. Estaúltima universidad había logrado captar un buen número de especia-listas, entre ellos el filósofo Manuel García Morente, el educador ypsicólogo Lorenzo Luzuriaga, los hermanos Terracini (el matemático,Alessandro, y el filólogo Benvenuto) y el filósofo e historiador RodolfoMondolfo. También había logrado atraer al físico teórico FélixCernuschi.

Félix Cernuschi en Tucumán

Aunque de origen uruguayo, Cernuschi se educó en la Argentina,donde se graduó de ingeniero civil a principios de la década de 1930.Por influencia de Gaviola se orientó hacia temas de la física lindantescon la físicoquímica. Una beca de la Asociación Argentina para elProgreso de la Ciencia (AAPC en lo que sigue) le permitió doctorarseen Física en Cambridge. Allí trabajó bajo la dirección de Ralph HowardFowler, uno de los creadores de la moderna mecánica estadística, quetambién se había interesado hacia 1926, en el dominio de la astrofísica,en problemas relativos a las estrellas enanas blancas. En 1939, a suregreso a la Argentina, Cernuschi se incorporó a la Universidad deTucumán donde, en colaboración con el matemático Terracini, inicióla publicación de un nuevo periódico científico: Revista de Matemáti-

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cas y Física Teórica, que Birkhoff conocía antes de iniciar su viaje.78 Através de sus contactos internacionales Cernuschi obtuvo para su perió-dico colaboraciones de científicos del más alto nivel, Einstein, TullioLevi-Cívita y Henri Cartan entre ellos. Durante su visita a Córdoba,Birkhoff hizo contacto personal con Cernuschi, que lo invitó a visitarTucumán, lo que hizo más tarde.

Después de la visita a Tucumán, que fue hecha en su camino deregreso a los Estados Unidos, Birkhoff y Cernuschi establecieron unacomunicación intensa y perdurable. Fruto de ese contacto fue un pro-yecto de Cernuschi para la creación de una oficina de documentaciónque permitiera obtener fotocopias de artículos científicos a los inves-tigadores matemáticos que trabajaban en universidades con bibliote-cas nuevas o mal dotadas. El proyecto propiciaba también la posibili-dad de mantener discusiones sobre temas de investigación matemáti-ca con colegas de los Estados Unidos, a fin de no repetir investigacio-nes sobre temas ya conocidos. En respuesta a una carta de Cernuschide principios de junio de 1943,79 Birkhoff expresó su esperanza deque ese proyecto se encarrilaría favorablemente.80 Aunque el proyec-to tuvo el apoyo firme de Birkhoff,81 y gracias a él fue discutido en elseno de la American Mathematical Society, las restricciones que im-ponía la guerra dificultaron su desarrollo y aconsejaron postergar supuesta en marcha hasta que aquélla finalizara, cuando se esperabapoder ampliarlo considerablemente. Cambios en la situación políticay académica de la Argentina a partir de 1943, a los que me referirémás adelante, no permitieron concretar esta interesante posibilidad.

Birkhoff en La Plata y el Litoral

Birkhoff repitió su conferencia sobre la medida estética en otras ciuda-des argentinas. Invitado por el presidente de la Universidad de La Plata,Alfredo L. Palacios,82 dictó una conferencia sobre la lógica y la mate-mática moderna83 en esa ciudad, y luego la repitió en Buenos Aires. Lasuniversidades de Buenos Aires, La Plata, Tucumán y el Litoral lepidieron autorización para reproducir partes de sus conferencias.

En la Universidad del Litoral, Cortés Plá, que era profesor defísica en esa Universidad, se esforzó por dar máxima visibilidad a lasideas de Birkhoff sobre el papel de la ciencia en la educación. La

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educación universitaria y la historia de las ciencias eran los temas quemás interesaban a Plá en ese momento; sobre ellos escribía con fre-cuencia en los grandes diarios nacionales. La Facultad de CienciasMatemáticas de esa misma Universidad, de la que era Decano CortésPlá, publicó más tarde una traducción del libro de Birkhoff sobre lamedida estética, que estuvo a cargo de José Babini y su hijo Nicolás.

Birkhoff en la Academia: la despedida de la Argentina

El 18 de julio de 1942 la Universidad de Buenos Aires otorgó aBirkhoff un doctorado honoris causa. Ese mismo día fue designadomiembro honorario de la Academia Nacional de Ciencias Exactas,Físicas y Naturales. Para esta ceremonia Birkhoff eligió desarrollar suformulación de la teoría de la relatividad. En la nota que publicó sobreese acto,84 el diario La Nación comentó que su teoría perfeccionaba ysimplificaba la teoría de la relatividad de Einstein.

Como despedida de su gira por la Argentina, en la noche deldía en que se desarrollaron esas dos ceremonias, Birkhoff fue invita-do a una cena en su honor en los salones del Jockey Club. En esacena participaron algunas de las figuras más importantes de la cultu-ra, la ciencia y la política argentinas de ese momento. Birkhoff tuvooportunidad de conversar con el ministro de Justicia e InstrucciónPública Guillermo Rothe, a quien había visitado anteriormente, ytambién con el ex-Presidente, general e ingeniero Agustín P. Justo.Este último era una figura de considerable peso en ese momento, yaque se presagiaba su regreso como Presidente en las elecciones de1944. Justo falleció poco antes del golpe de estado de 1943, creandoun vacío importante en las filas de sus partidarios.

En la nota de La Nación antes citada, se da una larga lista deasistentes, entre las cuales interesa destacar a un ex-Presidente de laComisión Nacional de Cultura, al filósofo Coriolano Alberini, al físi-co Teófilo Isnardi, al coronel Manuel Savio, al escritor, periodista yex ministro Adolfo Bioy y a José P. Tamborini, que antes de cuatroaños enfrentaría por la Presidencia de la Nación al entonces coronelJuan D. Perón.

En sesiones especiales, Birkhoff fue también electo miembrohonorario de la Unión Matemática Argentina y de la Sociedad Cientí-

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fica Argentina. Estos honores dan una medida clara de la apreciaciónque los científicos de la Argentina tuvieron acerca de la importanciade la visita de Birkhoff. El último de ellos era un homenaje pococomún; Birkhoff lo compartió con Charles Darwin y con unos pocoscientíficos extranjeros que, luego de Darwin, tuvieron contacto direc-to con la Argentina.

La correspondencia privada de Birkhoff revela que, durante suvisita a América Latina, evitó hacer de intermediario político y con-centró sus esfuerzos en el campo de la cultura. Una de la pocasreferencias a la actitud de la Argentina frente a la guerra está expresa-da en una carta escrita a su regreso a un amigo suyo en el serviciodiplomático.85 Haciendo referencia a la cena de despedida de BuenosAires, Birkhoff escribió: “you may see to what unexpected altitudesan ordinary mathematician may occasionally be transported”. No seequivocaba, desde la visita de Einstein ningún matemático, argentinoo extranjero, reunió en su honor una audiencia de similar capacidadejecutiva.

Birkhoff no se sintió obligado a dar en los Estados Unidosopiniones sobre la política interna de la Argentina, para lo que com-prendía que no estaba suficientemente calificado. No obstante, en esamisma carta señaló que creía que “more than 95% of the Argentinepeople are with us in the present conflict”.

Birkhoff tuvo también contactos con el otro 5%, por ejemplo,con Rothe. No desconocía tampoco Birkhoff que algunos de sus cole-gas matemáticos argentinos eran entonces favorables al triunfo deAlemania. Con ellos mantuvo, tanto en la Argentina como luego desu regreso desde los Estados Unidos, una relación cordial y respetuo-sa. En correspondencia privada mostró una actitud sumamente ampliaen la consideración de las preferencias políticas de sus colegas argen-tinos. Refiriéndose a la actitud frente a Alemania atribuida a uno deellos, Agustín Durañona y Vedia, por colegas argentinos, Birkhoff selimitó a señalar que todo científico conserva afecto por el país dondeha recibido una parte substancial de su entrenamiento científico.

En efecto, Durañona y Vedia había recibido entrenamiento enAlemania, donde había entrado en contacto con el álgebra moderna al

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estilo del holandés Bartel L. van der Waerden y con una matemáticade un nivel posiblemente más abstracto que la que corrientemente seestudiaba en la Argentina a fines de la década de 1930. Fue él quieninició el estudio de las obras de Stone en el seminario de matemáticade la Universidad de La Plata.86 La actitud de Birkhoff con respecto aDurañona y Vedia concordaba plenamente con su pensamiento deque era necesario que los Estados Unidos establecieran un contactointelectual más estrecho con los países de América Latina. En parti-cular, que mostraran un interés más activo en la formación de loscuadros científicos de la Argentina.

La visita a la Universidad de la República, Montevideo, cubriódel 27 al 30 de julio. En esa ciudad disertó sobre la medida estética ysobre las relaciones entre la lógica y la matemática moderna. El 1 deagosto de 1942, inmediatamente después de su regreso a BuenosAires,87 inició su largo viaje de regreso a Cambridge. Marjorie, laesposa de Birkhoff, regresó antes que él, el 15 de junio, y aprovechóel período de conferencias y viajes de su marido por el interior de laArgentina para hacer una breve visita a Río de Janeiro.

Notas

* Este artículo es parte de un trabajo más extenso sobre las relaciones científicas deAmérica Latina con los Estados Unidos en el campo de las ciencias exactas,fragmentos del cual fueron leídos en diversos seminarios de historia de la cienciaen Europa, los Estados Unidos y América Latina entre 1999 y 2002. Un resumenfue leído en la Primera Jornada de Historia de la Ciencia Argentina organizada porCésar Lorenzano y Verónica Tosi, en Buenos Aires, en septiembre de 2001. Aambos deseo agradecerles, muy especialmente, haberme dado la oportunidad dediscutir este trabajo con una audiencia argentina, a la que agradezco sus comenta-rios.

1 Algunos aspectos particulares de la inserción de la astronomía y de la fisiología enredes internacionales se consideran separadamente.

2 La visita del profesor Dirk J. Struik, de MIT, a Méjico en 1934 respondió a unadescripción diferente de la de Birkhoff. Su visita fue generada en Méjico, y no enlos Estados Unidos: Struik fue invitado a Méjico por su ex-alumno de MIT,Alfonso Nápoles Gándara, entonces profesor en la Universidad de Méjico. Eldeseo de Struik por visitar ese país se fundaba en su simpatía política con laRevolución Mejicana y con el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas. (SP yconversaciones con D. J. Struik, 1997-1998). También Marshall H. Stone había

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visitado ya América Latina, por ejemplo, en 1937; sin embargo, hasta 1942 susvisitas habían sido, fundamentalmente, de carácter turístico.

3 El informe de Birkhoff está fechado en París en Septiembre 8, 1926; copia en RAC.Véase también: Ortiz 1999.

4 International Education Board, Mathematicians, 1923-1927; también GeorgeBirkhoff, 1925-1927 y Harvard-Birkhoff (RAC).

5 El teorema de Poincaré sugería que sería posible demostrar la existencia desoluciones periódicas de una forma restringida del problema de los tres cuerposusando consideraciones geométricas relativamente simples.

6 Véase Ljusternik; Schnirelmann, 1934. Sobre la importancia del trabajo de Birkhoffen esta dirección véase Ekeland; Ghoussoub, 2002: 208-209, 228.

7 Sobre este tema véase Brush, 1966.8 Esta referencia aparece en un borrador del proyecto de creación, en los Estados

Unidos, de una nueva revista de referencia matemática (llamada luego MathematicalReviews) fechado en junio 8 de 1939. Posiblemente sea parte de una carta delmatemático Oswald Veblen, de Princeton, al profesor Harold Urey, remitida aBirkhoff hacia fines de ese mismo mes. (HA)

9 Invitación que Birkhoff no pudo aceptar, debido a que era entonces Decano de laFacultad de Artes y Ciencias; Birkhoff a Borel, abril 21 de 1936. (HA)

10 The President and Fellows of Harvard College a Birkhoff, Mayo 9, 1939; designa-ción como “Exchange Professor” en Francia para 1939-1940. (HA)

11 A pedido de Birkhoff, Rey Pastor hizo un inventario preliminar de matemáticoslatinoamericanos, reproducido luego en Rey Pastor 1951. En la recopilación de lasobras completas de Julio Rey Pastor, Ortiz 1988, esta obra se encuentra en el vol.V, MF 1951 1: 2. En lo que sigue me referiré a obras completas de Julio Rey Pastorcomo Works, 1988.

12 El Institute of Latin American Publication tenía su sede en el Harvard Observatoryy estaba a cargo de la secretaria de Shapley, Christina M. Buechner.

13 Compton pensaba que para hacer esas observaciones sería más económico “firstgiving a local physicist a training fellowship and then furnishing him with amodest amount of equipment” que enviar un observador estadounidense. WarrenWeaver, Interviews, 1942; reporte de una entrevista con Compton, Enero 15, 1942.(RAC)

14 The Office of Coordinator of Inter-American Affairs fue establecida por ExecutiveOrder No. 8840, de Julio 30, 1941.

15 Moe a Birkhoff, Enero 22, 1941.16 Por ejemplo, el que representaba el escritor estadounidense Waldo Frank. Frank

visitó por tercera vez Buenos Aires en 1942; el primero de agosto el gobiernoargentino lo declaró persona non grata y, al día siguiente, fue atacado por

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elementos de la ultraderecha local. Ese ataque colocó a Frank y a su mensajeantifascista en la primera página del New York Times. Este episodio tuvo tambiénuna influencia considerable en la percepción de la Argentina en el extranjero comoun país alineado con el fascismo.

17 Ortiz 2001 contiene referencias a un estudiante argentino que cursó estudios dematemática en Alemania hacia 1850. Este caso tiene interés particular, ya que poneen tela de juicio algunos conceptos clásicos relativos al proceso de transferencia dela ciencia desde los centros más avanzados hacia los emergentes.

18 Durante la Guerra Civil española Cannon había sido National Chairman delAmerican Bureau to Aid Spanish Democracy. Cannon hizo referencia a su simpatíapor la República Española al referirse a su amistad con Juan Negrín (véase Cannon1945; las citas dadas en este trabajo han sido tomadas de la traducción castellana, p.179.) En correspondencia personal con Cannon, Moe expresó su admiración por laactitud de Cannon frente a la Guerra Civil Española: Moe a Cannon, Agosto 4,1942. (APS)

19 El desarrollo de la ciencia en Estados Unidos, particularmente en el último terciodel siglo diecinueve, debía mucho a la influencia de Alemania, donde buen númerode sus profesores universitarios recibieron sus doctorados. El astrónomo BenjamínGould fue uno de ellos; es posible que su entrenamiento alemán haya contribuido asubrayar el interés de Sarmiento por él.

20 Véanse Kevles 1971¸ Forman 1973, Schröder-Gudehus 1978, Badash 1979 y lasreferencias dadas en esos trabajos.

21 La rivalidad más notable se manifestó con sus vecinos profesionales más inmedia-tos, los físicos. Durante la Segunda Guerra Mundial Stone jugó un papel importan-te en esas controversias, tratando de lograr para los matemáticos una consideraciónoficial similar a la que recibían los físicos, por ejemplo en materias relacionadascon la movilización y el reclutamiento para la guerra.

22 Godofredo García, nacido en 1888, se graduó de ingeniero y luego de doctor enmatemática en la Universidad Mayor de San Marcos, de la que fue profesor demecánica racional. En paralelo con su carrera científica, García fue una figuraacadémica destacada. Fue Vicedecano y Decano de la Facultad de Ciencias envarios períodos entre 1923 y 1941 cuando, finalmente, fue elegido Rector de suuniversidad. Buen administrador, desde esa posición, que conservó hasta 1943,contribuyó a sanear las finanzas universitarias y a abrir la universidad a un mayorcontacto con el exterior. Por un largo período impulsó la publicación de la Revistade Ciencias, fundada por Federico Villareal en 1897, que era el órgano oficial de suFacultad. Bajo su dirección la Revista comenzó a publicar contribuciones decientíficos extranjeros, lo que permitió establecer un canje amplio que dotó a Perúde colecciones importantes de revistas extranjeras.

23 García a Birkhoff, Julio 20, 1939. (HA)24 Esta es la opinión casi unánime de quienes lo conocieron personalmente.

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25 Sobre Gravalos véase Ortiz 2003c.26 Por ejemplo, en la extensa la lista de Ernesto García Camarero, publicada en

Abellán 1978, o en la más completa de Giral 1994. Esta última se basó en lasllamadas “listas de París,” compiladas por la Unión de Profesores UniversitariosEspañoles en el Extranjero, que se estableció en aquella ciudad y se trasladó aMéjico al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

27 Moe tenía una alta estima personal por González Domínguez, recién llegado a losEstados Unidos, en una nota de introducción a Wiener, lo presenta como “as a manis just as good as he is as a mathematician”. Moe a Norbert Wiener, Septiembre25, 1939. (MIT)

28 González Domínguez a Moe, posiblemente Enero de 1942. (HA)29 Moe a González Domínguez, Enero 3, 1942. (HA)30 Decano Luis A. Ygartúa a Moe, Enero 16, 1942. (AUBA, FCEFN, Decanato, nota

No. 8948)31 En el Atlántico, los llamados U-boats llegaron a hundir unos dos mil quinientos

barcos aliados.32 Referidas en carta de Moe a Birkhoff, Enero 22, 1941. (HA)33 Sin embargo, como he dicho antes, esta oficina logró éxitos importantes en la

difusión amplia de materiales de propaganda a favor de los países aliados, particu-larmente en el nivel popular.

34 Moe a Birkhoff, Enero 22, 1941. (HA)35 Rey Pastor 1915; existe una edición facsimilar de esta obra, con una “Presenta-

ción” de E. L. Ortiz, impresa en Logroño en 1983.36 Dirk Struik, Capítulo sobre Méjico en el manuscrito de sus Memorias inéditas. (SP)37 Graef Fernández en 1937, 1938 y 1939 y Barajas en 1944.38 MIT Register of former Students, Cambridge, 1935 a 1940, según datos recogidos

por el autor.39 Por su colaboración en el desarrollo del Observatorio de Tonanzintla, Shapley

recibió del gobierno mejicano la Orden del Águila Azteca el 22 de Julio de 1942;Science, 100, No. 2587, Julio 28, 1944, p. 72.

40 Los procesos alentados por el senador McCarthy, destruyeron muchas amistadescreadas alrededor de Shapley. En el Observatorio de Harvard algunos de sus antiguoscolegas y amigos se distanciaron y en sus autobiografías trataron de fundamentar esaseparación. En una de ellas, el distinguido astrónomo profesor Donald H. Menzel(manuscrito inédito de su Autobiografía, en Menzel’s Papers, (HA)) hace imputacio-nes a Shapley por el equipo que Harvard construyó para Tonanzintla y sugiere que nofuncionaba cuando ese observatorio fue inaugurado.

41 Sobre la historia de la astronomía en Méjico véase Bok 1983 y la importante colecciónde la que es parte este trabajo, Moreno Corral 1983, y también Bartolucci 2000.

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42 Este trabajo inauguró las publicaciones de la Sociedad Matemática Mexicana.43 Stone a Houssay, Mayo 22, 1942.44 Por ejemplo, en el documentado trabajo de Eli de Gortari, La ciencia en la historia

de México, México, 1963, no se menciona siquiera el nombre de Lifschitz.45 Moe a Birkhoff, Marzo 9, 1942. (APS)46 Sin embargo, efectivamente había habido por lo menos un problema con relación a

las prioridades en la ruta de Centroamérica.47 García a Birkhoff, Diciembre 7, 1939. (HA)48 García se refería a las dos grandes regiones naturales del Perú., con cadenas altas o

relativamente bajas.49 Cuando esto ocurrió, Birkhoff creyó haber recibido un grado honorario; lo que no

fue el caso.50 “In an earlier letter I received from García, of which I have not sent you a copy, I

received the clear impression that he was exceedingly anxious to come to thiscountry under some auspices such as that of your Committee. I was somewhatstartled and embarrassed by this impression”, Birkhoff a Moe, Enero 21, 1941(APS)

51 Sin embargo la visita, que escapa al interés específico de este trabajo, fue parcial-mente financiada por el gobierno de Perú y causó increíbles complicaciones.Hermann Weyl, entonces en Princeton, que hablaba castellano, actuó como inter-mediario y trató de ayudar a García. Weyl calificó la visita como una “operetaespañola”. Moe rehusó contribuir a esa visita con fondos suplementarios de laOficina o de la Fundación. Birkhoff se vio obligado a apelar a la fidelidad de susamigos para obtener invitaciones.

52 Birkhoff a García, Julio 7, 1941. (HA)53 En esos años Birkhoff continuaba interesado en los problemas de la teoría ergódica.

Sin embargo, con algunos de sus alumnos (Gravalos era uno de ellos) estabaexplorando el mundo nuevo y fascinante de las ecuaciones diferenciales no linea-les; también en esta área podría haber llevado ideas sumamente novedosas a laregión que visitaba.

54 En ese momento la actividad matemática en la Universidad de San Marcos seconcentraba en el Departamento de Astronomía y Geodesia.

55 Una de las diversas posibilidades fue, posiblemente, el sentimiento de filósofos deHarvard de que Birkhoff estaba invadiendo su territorio. Por otra parte, es posibleque autoridades de los Estados Unidos temieran que Miró Quesada pudiera partici-par de las ideas atribuidas a miembros de su familia. Los Miró Quesada eranpropietarios del importante y antiguo diario limeño El Comercio, que habíaapoyado a Alemania desde el principio de la Segunda Guerra Mundial y había dadoun cambio completo de orientación inmediatamente después del ataque a PearlHarbour.

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56 Birkhoff 1933; también su trabajo anterior, Birkhoff 1932.57 Birkhoff a Moe, Mayo 17, 1942. (APS)58 Erro creía que era necesario comenzar por las instalaciones del Observatorio y el

personal científico se desarrollaría. Es interesante confrontar esta posición con lade Aguilar, completamente opuesta, como Presidente de la Comisión del Arco deMeridiano en la Argentina, en esos mismos años; véase Ortiz 2003b.

59 El acta de fundación es de 1893.60 Sobre el debate de la universidad privada en la Argentina, véase Mariscotti 1985,

Caps. II y V.61 Birkhoff recibió ese premio por su trabajo en la teoría de sistemas de ecuaciones

diferenciales, en 1933.62 Antes de que se iniciara el viaje, Moe consultó con Augusto J. Durelli, entonces

becario de la Fundación Guggenheim en MIT, sobre la mejor manera de cruzar deChile a la Argentina.

63 Sobre Rey Pastor, véase Ríos et al. 1979; “Introduction”, en Ortiz 1988, I; Ortiz2000b; Fernández Stacco 2002, y las referencias dadas en esos trabajos.

64 Revista de la Unión Matemática Argentina. Sobre la secuencia de revistas matemá-ticas argentinas anteriores a ésta, véase Ortiz 1993: 104-105.

65 Escribía Birkhoff: “The group at Buenos Aires were thinking seriously of developingthe series of technical lectures which I had given, (referred to in Igartua’s letter)and putting this article into book form and were proposing at any rate to study thepossibilities of further development that I had given the subject.” Birkhoff a Moe,Noviembre 24, 1942. (HA)

66 Birkhoff a Terradas, Mayo 31, de 1942, reproducida en Ortiz; Roca; Sánchez Ron1989: 101-102.

67 Tanto en Perú como en la Argentina hubo también grupos de artístas que seinteresaron por discutir esos temas en más detalle con Birkhoff.

68 Esos cartones son visibles en las fotografías que han quedado de sus conferencias.69 Birkhoff a Moe, Septiembre 11, 1942. (HA y APS)70 Cotlar a Birkhoff, Junio 24, 1942 (erróneamente dice 1941).71 Birkhoff a Moe, Julio 27, 1942. (HA)72 Stone a Moe, Abril 13, 1944. (APS)73 En 1952 Cotlar obtuvo su doctorado bajo la dirección del profesor Antoni Zygmund

que, algunos años después de Birkhoff, visitó la Argentina en varias oportunidades.74 La idea de la invitación no se originó en el Observatorio, sino que fue Birkhoff

quién expresó interés en participar en la inauguración de la estación astrofísica,como lo había hecho poco antes en Tonanzintla. Con ese fin, González Domínguezhizo una gestión ante Plá, que telegrafió a Gaviola solicitando alojamiento para

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Birkhoff. Gaviola cursó inmediatamente la invitación en la nota: Gaviola a Birkhoff,Junio 25, 1942. Birkhoff deseaba exponer su teoría de la gravitación ante matemá-ticos, físicos y astrónomos. (HA)

75 M. Dartayet le pidió copia de ese trabajo para publicarlo en la Revista Astronómica;Dartayet a Birkhoff, Octubre 24, 1942. (HA)

76 Veblen, cuatro años mayor que Birkhoff, era uno de sus mejores amigos. Se habíanconocido en la Universidad de Chicago, donde las tesis de ambos fueron dirigidaspor E. H. Moore, y volvieron a encontrase en Princeton entre los años 1909 y 1912.En la recepción de una larga serie de honores, Veblen se adelantó a Bikhoff porunos pocos años. Aunque no siempre coincidieron en sus perspectivas, másradicales en el caso de Veblen, mantuvieron un profundo respeto mutuo.

77 Decía Veblen: “My impression is that we are not far from the saturation point inthe more prominent universities” y aconsejaba que los nuevos emigrados fuerandesviados a universidades del interior del país. Veblen a Dr. Stephen Duggan,Secretario de The Emergency Committee in Aid of Displaced German Scholars,Nueva York, Marzo 14, 1939. (EC)

78 La biblioteca de la Universidad de Tucumán hizo esfuerzos por difundir la Revista,tratando de entrar en el canje internacional; Birkhoff recibió ejemplares en 1941.

79 Cernuschi a Birkhoff, Junio 4, 1943. (HA)80 Birkhoff a Cernuschi, Junio 15, 1943. (HA)81 Decía Birkhoff: “I can assure you that the mathematicians in this country will be

extremely interested to do whatever possible to enhance the effectiveness of thecooperation between all of the countries of our great continent.” Birkhoff aCernuschi, Abril 3, 1943. (HA)

82 Palacios a Birkhoff, Junio 22, 1942. (HA) Palacios envió una comisión de profeso-res de su universidad a Buenos Aires con el fin de ratificar la invitación.

83 En su conferencia Birkhoff se ocupó de El Principio de la razón suficiente, temaque había atraído su atención durante mucho tiempo.

84 La Nación, Domingo 19 de Julio de 1942.85 Birkhoff a Lawrence Kinnaird, Diciembre 17, 1942. (HA)86 Debo esta información a uno de los asistentes a ese seminario, Eduardo H.

Zarantonello; entrevista en Abril 1999.87 El mismo día en que el escritor estadounidense Waldo Frank fue declarado persona

no grata en la Argentina.

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EnfoquesETTORE MAJORANA O UN CONDENADO

A LA CIENCIA SE ESCAPA

Pablo A. GisoneLaboratorio de Radiopatología

Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN)

José Luis GómezUnidad de Radioquímica y Radiotrazadores

Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)

Ser o no ser: ésta es la cuestión: si es másnoble sufrir en el ánimo los tiros y flechazosde la insultante Fortuna, o alzarse en armascontra un mar de agitaciones y , enfrentán-dose con ellas, acabarlas

Shakespeare, Hamlet.

El caminante que no deja huellas

Protagonista de la doctrina del progreso ilimitado, el hombre de cienciaencarnó el nuevo paradigma de una hagiografía hija de la modernidad.

Con los requerimientos de “ideas claras y distintas”, surgidosde la racionalidad cartesiana, a los que fueron añadiéndose otros,como la aspiración a la universalidad y al dominio eficaz de la natura-leza, la ciencia procuró definir un espacio propio a salvo de desvíosmetafísicos. En este contexto, sin embargo, el hombre de cienciareunió, a partir de una tradición surgida en los siglos XVIII y XIX,los atributos simbólicos del héroe o del santo, en un juego en el cualla sociedad le debía reconocimiento, basándose en los méritos y sacri-ficios que lo convertían en una avanzada de la razón. La virtud laicadel hombre de ciencia remplazaba las virtudes teologales que habían

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servido, desde la Edad Media, de modelo del hombre intelectualmen-te encumbrado o del sabio.

En este sentido, cualquier divulgador de la obra de un hombrede ciencia podría encuadrar los aportes de éste en una vasta red designificaciones. Pero, en todo caso, podrá prescindir o no de unabiografía, es decir, podrá elegir acompañar el curso de sus ideas con osin referencias al modo de concebir el mundo, creencias, hábitos, etc.Hay que admitir que ceñirse a aspectos técnicos, prescindiendo deotros existenciales, puede haber contribuido a preservar en muchoscasos la honorabilidad de un respetable número de científicos.

Existen, sin embargo, raros casos en que obra y vida dibujan unconjunto tan abigarrado, que es imposible prescindir de la luz de unasobre la otra.

Las cosas pueden complicarse cuando se percibe que la trayec-toria de un hombre parece escapar a las líneas interpretativas quepodrían situarlo en el centro de ese juego de reciprocidades aludidoantes y entonces, paradójicamente, puede ser que tampoco una bio-grafía ayude a encontrar la clave.

De cualquier manera, lo habitual suele ser hallar, a partir de lareconstrucción histórica de una vida , cierto nivel de predictibilidadde actos y pensamientos. Siempre habrá alguna pista para entender elsuicidio de Turing o la misantropía de Wittgenstein. Pero ¿cómoarreglárselas con alguien que, con características geniales, parece serelusivo o participar de un plan para no dejar rastros?

Los jóvenes de Panisperna y el salto a la física

“Se devuelve por defunción del destinatario”. Con esta lacónica frase,escrita de puño y letra en el dorso de las cartas recibidas en una pensiónde Nápoles, Ettore Majorana (EM), una fascinante personalidad cientí-fica de la primera mitad del siglo XX, respondía al interés epistolar deamigos y colegas antes de desaparecer para siempre, a los treinta y unaños de edad, abriendo uno de los finales más enigmáticos de la vida deun hombre de ciencia. Puede ser que toda la singularidad del interro-gante planteado por su desaparición resida en la minuciosidad emplea-da para llevarla a cabo. Un diseño que llevó a Enrico Fermi a afirmarque, de ser realmente deliberado, tendría los rasgos de talento necesa-

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rio para hacer fracasar cualquier intento de hallarlo. Podría decirse queEM, al programar su escape del mundo, quiso convertirse en un objetoevasivo a la reconstrucción historiográfica o psicológica .

EM nació en Catania el 5 de agosto de 1906 en el seno de unafamilia con fuerte gravitación en la vida intelectual de Sicilia. Su padre,Fabio, egresó a los diecinueve años como ingeniero y luego se graduóen ciencias físicomatematicas, siguiendo el camino de algunos de sushermanos (Quirino fue titular de Física experimental del Politécnico deTorino; tres hermanos de Fabio llegaron a ser Rectores de la Universi-dad de Catania y un cuarto, Ministro de las Finanzas y el Tesoro).

El rasgo quizá más sobresaliente de la infancia de EM es suintroversión y la increíble precocidad manifestada para la resolución,aun sin lápiz y papel, de cálculos complejos. Luego vendrá la escuelacon los jesuitas de Roma y el Liceo Torcuato Tasso, a partir del cuallas fechas comienzan a aproximarse entre sí. En 1923 comenzó losestudios de Ingeniería en Roma que, motivado por Enrico Fermi,remplazó por los de Física en 1928. En 1929 obtuvo el Doctorado enFísica con la tesis “Teoría cuántica de los núcleos radiactivos” bajo ladirección del propio Fermi. Esa dirección inauguró una colaboraciónmutua que, con el tiempo, fue discontinua, en parte por los aconteci-mientos políticos, en parte a causa del propio EM.

Agrupados en torno a la figura del gran físico italiano que, a lasazón, coordinaba los esfuerzos del grupo de Física Teórica del Insti-tuto de Física de Roma, un puñado de estudiantes y graduados consti-tuyó el llamado “Grupo de Jóvenes de Panisperna” (nombre de lacalle donde se encontraba el Instituto). En esos años Fermi trabajabaen un modelo estadístico, que sería conocido como de Thomas-Fermi,con el que luego obtuvo valores numéricos de la llamada constanteuniversal de Fermi.1

La primera entrevista de Fermi con el oscuro estudiante siciliano(el “sarraceno” como lo llamaron más tarde debido a su origen insu-lar) que vacilaba entre la carrera de Ingeniería y la de Física, fue elepisodio inaugural de una historia de perplejidades para Fermi. Éstepuso a EM al tanto de los lineamientos generales de su trabajo y abrióante sus ojos una planilla con los resultados obtenidos en los últimosmeses. Majorana, sin revelar intención alguna, ni decisión acerca desi encarar o no la carrera de Física, se retiró en silencio. A la mañana

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siguiente, volvió a presentarse ante Fermi con datos obtenidos por símismo, que coincidían en forma sorprendentemente exacta con los deFermi. Majorana había transformado la ecuación no lineal de segundoorden de Thomas–Fermi en una ecuación de Recatti,2 que luego inte-gró numéricamente. Si EM dio muchas pruebas, en su breve vidapública, de que su natural era introvertido y discreto hasta el exceso,también se mostró capaz de ejercer una ironía desconcertante. Esdifícil saber si ése fue el caso cuando, ante el estupor de Fermi,Majorana le comunicó que, ya que sabía que sus resultados erancorrectos (los de Fermi!), había decidido ponerse bajo su dirección.Tal vez esa misma irritante ironía, después de demostrar una singularhabilidad matemática, hiciera sospechar a Fermi lo que luego afirma-ría del estudiante EM: “es posible que sea el mayor físico teórico denuestro tiempo”.

De acuerdo con el testimonio directo de Bruno Pontecorvo,compañero del grupo inicial de colaboradores de Panisperna, “algúntiempo después del ingreso en el grupo, Majorana poseía un nivel deerudición tal y un nivel de comprensión de la física, como para hablarcon Fermi de cuestiones científicas de igual a igual”.

Habría que decir que, de algún modo, el encuentro entre EM yFermi venía gestándose desde mucho tiempo antes, más precisamenteen el ámbito del Colegio Máximo de los jesuitas de Roma. Allí sehallaban, junto con EM como alumnos, algunos hijos de prestigiososintelectuales italianos que luego serían sus compañeros de la carrerade Ingeniería. Así los nombres de Gentile, Volterra, Segré, Amaldi,se verán imbricados en el destino de EM y del Instituto de Físicadurante muchos años.

Algunos de ellos acudirán al llamado entusiasta, dirigido a losjóvenes, de Orso Mario Corbino, Director del Instituto, a cerrar filasen torno a un programa de investigaciones en física teórica y experi-mental. En esa oportunidad Amaldi puso a Fermi al corriente de lascondiciones excepcionales de EM, creando el contexto para el en-cuentro antes aludido.

Se ha dejado entrever que la relación con Fermi resultó fructí-fera aunque seguramente algo decepcionante. Algunos detalles delcarácter de EM pueden contribuir a confirmar esta última asevera-ción. Laura Fermi (la esposa de Enrico Fermi) testimonia:

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Majorana tenía un carácter extraño: era excesivamente tímido y ce-rrado en sí mismo.Caminando por la mañana hacia el Instituto de Física, se ponía apensar con el ceño fruncido. Se le ocurría una idea nueva, o la solu-ción de un problema difícil, o la explicación de algún resultado expe-rimental que parecía incomprensible. Del bolsillo extraía un lápiz y elpapel de un paquete de cigarrillos donde garabateaba fórmulas com-plejas . Cuando llegaba al Instituto, buscaba a Fermi o a Rasetti y conel paquete de cigarrillos en la mano explicaba la idea. Una vez apro-bada, ambos lo exhortaban con entusiasmo a publicarla. EntoncesMajorana se cerraba de nuevo en sí mismo, farfullaba que todo esoera juego de niños y que sus ideas no valían la pena. Luego de fumarel último cigarrillo tiraba el paquete con las fórmulas al cesto... [cita-do en Recami 1999].

Claudio Magris (2003) supo caracterizar esta actitud de “pres-cindencia” o excentricidad de EM, como si él mismo creyera que,detrás de cada cosa, estuviera el prejuicio de la “insignificancia decualquier acción”.

El rigor y la falta de complacencia para los trabajos propios yde otros le valen la nominación de “Gran Inquisidor” con la queamigos y colegas lo recordarán siempre. En este sentido los testimo-nios convergen unánimes en el reconocimiento de que EM se habíaanticipado a la teoría del núcleo atómico y había rechazado el pedidode Fermi, de publicarla rápidamente, por considerarla “de no muybuena calidad”. Lo que su modestia consideraba de mérito mediocrepara ser publicado, sería finalmente formulado por Heisenberg, mesesmás tarde, como uno de los puntos de inflexión en la comprensión dela física del núcleo atómico (véase más adelante).

Cuando, en enero de 1932, Federico e Irene Joliot-Curie comu-nicaron el descubrimiento de una radiación penetrante que emitenciertos elementos ligeros cuando son bombardeados con partículasalfa, EM comprendió rápidamente que lo que habían descubierto erael “protón neutro” (el neutrón), lo que luego sería confirmado por J.Chadwick en el mismo año.

En tiempo récord, EM construyó un modelo de núcleo atómicoconstituido por protones y neutrones que interactuaban a través de

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“fuerzas” no dependientes de sus coordenadas espaciales. Esto lepermitió explicar por qué las partículas alfa compuestas de dos protonesy dos neutrones están más fuertemente ligadas que el núcleo de deuterio(compuesto por un solo protón y un solo neutrón). Heisenberg pre-sentaría, posteriormente, un modelo que solo difería del de EM enque a la independencia de coordenadas espaciales se añadía la inde-pendencia de sus espín.3

Ante la negativa a publicarlo, Fermi ofreció presentar el desa-rrollo en un congreso que tendría lugar en Paris, naturalmente ennombre de EM. Éste se negó, a menos que se atribuyera la paternidadde la idea a cierto profesor de electrotécnica, famoso por su torpeza.No es necesario un gran despliegue de imaginación para representarsela turbación y fastidio de Fermi ante las ironías extravagantes deldiscípulo quien, según Laura Fermi, “encontraba como jugando” cuan-do el resto del Instituto sólo “buscaba”. Invitaciones a Rusia,Cambridge, Yale, Fundación Carnegie, etc. engrosaron el repertoriode sus rechazos.

Leipzig o la breve felicidad

El 20 de enero de 1933 EM llegó a Leipzig, a sugerencia de Fermi ygracias a una beca, a fin de permanecer un tiempo con W. Heisenbergen el Instituto de Física, al que describe, graciosamente, como situadoentre el manicomio y el cementerio.

En Heisenberg encontró enseguida un espíritu afín al suyo encuestiones que podían exceder largamente la Física. Ambos estabanatentos a temas humanísticos y compartían un fuerte interés por elajedrez. A partir de la abundante obra ensayística de Heisenberg esfácil imaginar los puntos de convergencia. Majorana era un estudio-so del pensamiento de Schopenhauer en el terreno filosófico, dePirandello y Shakespeare en el literario. Además, era un apasionadode la teoría de juegos y de estrategia de guerra naval, un interés quele venía desde la infancia. Quedan muchos testimonios de la perma-nente apertura de Heisenberg a las fuentes filosóficas del conoci-miento, desde la filosofía natural de los griegos y renacentistas comoGassendi, hasta la obra de Kant (“La imagen de la naturaleza en lafísica actual”).

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En Leipzig EM publicó, finalmente, su teoría del núcleo atómi-co a instancias del propio Heisenberg: “Uber die Kerntheorie” y “Sullateoría dei nuclei” (1933a,b).

Hay que señalar que esta relación dialógica con Heisenbergasumió un matiz de excepcionalidad, que parece ir a contrapelo delcarácter silencioso e introvertido de EM, aunque en los seminarios,cuando Heisenberg le solicitaba exponer sus ideas, se refugiaba en unsilencioso pudor. Puede ser que este giro obedeciera al hecho, señala-do por Leonardo Sciascia (2000), de que “[...] Heisenberg vivía elproblema de la física, su búsqueda como físico, dentro de un vasto ydramático contexto de pensamiento. Era, para decirlo llanamente, unfilósofo”. Las conversaciones con Heisenberg, después de la jornada,se prolongaron durante horas y Heisenberg intentó perfeccionar elalemán de EM.

La experiencia en el exterior se prolongó junto a N. Bohr, C.Moller, L. Rosenfeld y muchos otros, en Copenhague, desde donderetornó a Leipzig.

Las numerosas cartas enviadas a su madre desde Alemaniapermiten vislumbrar, entre expresiones de afecto y de humor cáusti-co, que el Gran Inquisidor utilizaba de forma pareja, que la experien-cia alemana resultó una rica vivencia intelectual y, tal vez, el únicomomento feliz de su vida. Aunque impresionado por el nivel de orga-nización y de recuperación económica de esa Alemania de preguerra,no pierde ocasión de referirse con sorna a un militarismo que leparece rayano en el absurdo, así como de revelar un desprecio profun-do por la “ideología de la raza”. Pero Majorana no es un intelectualantifascista, sino un hombre racional de su época que, aun cuando seeriza contra la estupidez, vive inmerso en su propio mundo comotantos otros. No sorprende entonces que, como se ha señalado, pue-dan hallarse frases en sus cartas que apuntan a una racionalidadjustificadora de la experiencia colectivista que se expandía por Italiay Alemania en esos años.

Los últimos meses en Alemania estuvieron caracterizados porun deterioro de su salud: “gastritis nerviosa y agotamiento”. El retor-no a Roma, en agosto, marcó un antes y un después que podríaresumirse como de gran repliegue en sí mismo, alejamiento de la vidaacadémica y cierta misantropía que lo volvió taciturno e inaccesible,

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aun para sus más allegados. Majorana parece, a partir de entonces,mirar sólo hacia sí mismo.

Los trabajos del Gran Inquisidor

Majorana publicó poco, incluso para el estándar de su época, todavíano infectada por escrúpulos cuantitativos en materia de publicaciones yacostumbrada a que grandes científicos revolucionaran un paradigmaen unas pocas páginas. Redactados entre 1928 y 1931, son nuevetrabajos (uno de ellos póstumo) que versan sobre problemas de físicaatómica y molecular, con excepción del último, que es un ensayosociológico.

En 1931 EM demostró que el momento magnético de un átomopuede ser invertido si éste atraviesa un campo magnético rápidamentevariable. En “Átomos orientados en campo magnético variable” intro-dujo el concepto de lo que hoy se conoce como “efecto de Majorana-Brossel”, que es la base teórica del método experimental usado paraorientar el espín de neutrones con un campo de radiofrecuencia (mé-todo utilizado hasta hoy en espectrómetros de neutrones polarizados).Estos resultados fueron difundidos por I. Rabi en 1944 y F. Bloch en1952 (ambos Premios Nobel).

En “Teoría relativista de partículas con momento intrínsecoarbitrario” (1932) EM construyó ecuaciones cuanto-relativistas paravalores sucesivos de espín (véase más adelante). Finalmente, descu-brió una ecuación única “de infinitos componentes” capaz de darcuenta de una serie infinita de casos (de espín). Para obtener eseinstrumento matemático inventó una técnica para la “representaciónde un grupo” varios años antes que E. Wigner.4 Del mismo modorecurrió a la representación del grupo de Lorentz de infinitas dimen-siones antes que el propio Wigner lo hiciera en trabajos de 1939 a1948. Treinta y cuatro años después, el físico estadounidense D.Fradkin divulgó estos desarrollos de EM y sorprendió con sus posi-bles aplicaciones a la física de altas energías.

Se mencionó anteriormente que FM desarrolló una teoría delnúcleo, que comunicó a Fermi, E. Segré y E. Amaldi, que consistía enque protones y neutrones estaban ligados por fuerzas cuánticas origi-nadas en el intercambio de sus posiciones espaciales. Luego de su

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publicación, a instancias de Heisenberg, esa teoría se conocería como“fuerzas de Heisenberg-Majorana”.

En “Teoría asimétrica del electrón y del positrón” (1937), in-trodujo la llamada “representación de Majorana” de las matrices deDirac,5 demostrando que es posible construir una teoría de las partí-culas neutras sin apelar a los estados de energía negativa.

Dirac postulaba que las partículas pueden encontrarse en cier-tos estados de energías negativas que, en su conjunto, forman elllamado “mar de Dirac”. Cada estado está ocupado por una partículaque, por la influencia de un evento cualquiera, deja su estado negati-vo y se sitúa en un estado de energía positiva, volviéndose súbitamen-te observable. Utilizando una alegoría, es como si el hueco que dejaseesa partícula en el “mar”, al volverse positiva, fuese su antipartícula.Como consecuencia de la hipótesis de EM, un fermion neutro deberíacoincidir con su propia antipartícula.6

Un texto de Guido Beck (1976) puede ser de utilidad paraubicar a EM en perspectiva, con relación a los más importantes temasemergentes entre 1932 y 1934:

[...] la física estaba dominada por dos nuevos hechos importantes: eldescubrimiento de Chadwick del neutrón y el desarrollo de la teoría delelectrón de Dirac. El primero en encontrar, en radiación cósmica, elec-trones con carga positiva fue C. Anderson en California [...] Seis mesesantes de que fuera hallado el positrón, todavía bromeábamos con losagujeros de Dirac y cuando, finalmente, Niels Bohr en una reunión enCopenhague le preguntó: Dígame Dirac: usted cree realmente en todoesto?, Dirac, que había seguido en silencio todo lo que se habia dicho,replicó: No creo que nadie haya desarrollado un argumento concluyen-te en su contra.

Recordemos que el debate Majorana-Dirac todavía no ha sidoresuelto para el caso del neutrino.

Finalmente, demos cuenta del breve artículo póstumo de EMque hizo publicar Gentile: “El valor de las leyes estadísticas en lafísica y en las ciencias sociales” (1942), que podría ser consideradotardío y salvado de la acción autodestructiva de su autor. A primeravista, el título mismo puede no llamar la atención de los físicos (acos-

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tumbrados en esa época a la mecánica estadística) ni de los sociólo-gos que, desde Durkheim, conocen el valor de la componente estadís-tica en el análisis de los comportamientos colectivos. Lo que resultaoriginal en el enfoque de EM es que, a partir de un ejemplo alegóricode desintegración radiactiva detectada por instrumentos que amplifi-can una señal aleatoria, propone una suerte de legalidad probabilísticadel proceso social originada a partir de un evento inicial.

Pensemos en el contexto de la época: desde la RevoluciónFrancesa el sujeto colectivo es, de un modo u otro, el reservorio de laRazón y, por lo tanto, sólo las masas con su voluntad operan loscambios de la historia. Para EM, sin embargo, ese sujeto colectivo escomo la caja de resonancia de un evento azaroso, capaz de generar uncambio de configuración de la realidad que puede precipitar los he-chos hacia una de sus n-posibilidades. Esto no tendría como conse-cuencia el entrar en conflicto con las “leyes históricas”, ni con la ideade un sujeto no pasivo del cambio. Simplemente, añade la componen-te no lineal en el análisis de los hechos históricos, evitando cualquierdeterminismo simplista.

Gentile le envía un peluquero

Majorana asumió un obstinado enclaustramiento que se prolongó du-rante unos cuatro años, a pesar de los esfuerzos de amigos y parientespara arrancarlo de él. Ya no era el joven atildado que puede verse en lasfotos juveniles, pues dejó crecer su cabello y barba, desmesuradamen-te, hasta que Gentile decidió enviarle un peluquero para que pusiera lascosas en su sitio. Se dice que pasaba muchas horas escribiendo ensilencio y que todo parecía indicar un desplazamiento de sus interesesde la física a la filosofía. Ocasionalmente visitaba el Instituto de Físicay, aun cuando no parecía mayormente interesado en esa ciencia, hoy seconocen más de diez cuadernos inéditos de ese período en el cualdemostró estar en ebullición permanente (material que se encuentra enel Domus Galileana de Pisa, donde se realiza un análisis temático desus desarrollos). En una carta a su hermana, no obstante, escribióenigmáticamente que “la física es un camino equivocado”.

Sus amigos señalan que sólo ese retiro voluntario y el desaliñopersonal marcaban la diferencia con el EM que todos habían conoci-

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do, ya que éste no había perdido nada de la agudeza de sus comenta-rios ni el humor ácido que lo caracterizaba.

Imprevistamente, en 1938, algo cambió y Majorana reaparecióen el centro de la escena. Un llamado a concurso para elegir un profe-sor titular de Física Teórica en la Universidad de Nápoles hizo que EMse presentara, sumiendo en la perplejidad a todos los postulantes, queen realidad eran sus viejos amigos. Aduciendo que la única razón parapresentarse era gastarles una broma y como si el ostracismo de losúltimos años hubiese sido un error de percepción de los otros, EMpresentó formalmente su solicitud como candidato. El jurado, en el quese encontraba Fermi, decidió anular el concurso y, mediante una anti-gua ley rediviva que autorizaba nombrar profesores fuera de concursoen virtud de “méritos excepcionales”, EM fue nombrado profesor titu-lar. Aceptó el nombramiento de buen grado, no sin decir a sus amigosque si un cónclave vaticano invocara las mismas razones que el jurado,de igual modo aceptaría ser Papa. Dictó los cursos desde el 13 de eneroal 25 de marzo de 1938. Un día después comenzó el enigma.

“...el mar me ha rechazado...” y la pista argentina

En esa fecha del 25 de marzo y antes de embarcarse en Nápoles paradirigirse a Palermo, envió una carta a A. Carrelli, Director del Instituto deFísica de Nápoles, y otra a su familia, que se encontraba en Roma. En laprimera decía, esencialmente, “he tomado una decisión inevitable. Noveas en ésta un solo grano de egoísmo, aunque me doy cuenta del fastidioque mi desaparición imprevista pueda generar en los alumnos”.

A la familia le envió una sencilla despedida, en la que se destacala frase : “perdónenme si pueden y recuérdenme en sus corazones”.

Insólitamente, un día después Carrelli recibió un telegrama ur-gente desde Palermo donde el propio EM le decía: “el mar me harechazado y volveré mañana a la pensión Bologna [de Nápoles], tengola intención de renunciar a la enseñanza. No me tomes como unajovencita ibseniana, porque el caso es diferente. Estoy a tu disposiciónpara ulteriores detalles”. Acto seguido EM dejó de dar señales de vida.

A partir de esta ultima traza, las líneas de investigación parahallar al desaparecido oscilan entre la fría acumulación prontuarial dedatos hasta la aplicación de una lógica estilo Conan Doyle.

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La desaparición sacudió a la sociedad italiana de la época, sinahorrar a personajes de la ciencia y la política. Fermi (ya caído endesgracia para el régimen cuando se negó a hacer el saludo fascista alrecibir el Premio Nobel) y G. Gentile padre (filósofo y senador) pu-sieron al Estado italiano en conocimiento de la desaparición deMajorana. Intervino Mussolini quien, convencido de que un suicida yun desaparecido son cosas diferentes, ordenó una investigación ex-haustiva. La cosa tomó tintes de asunto de estado. A expensas de lafamilia, que aducía una fuerte vocación de EM por la vida monástica,se consiguió la autorización papal para la apertura y búsqueda detodos los monasterios de clausura de la Italia meridional. Ningúnresultado.

Se especuló sobre un secuestro operado por servicios de inteli-gencia o incluso por la mafia, que apareció por primera vez sospecha-da del tráfico de científicos tanto como del de blancas.

La hipótesis del suicidio apareció siempre como último recur-so, pero ¿dónde está el cuerpo? Se pensó que quizá se había tiradopor la boca del Etna sin dejar rastros: el suicidio perfecto. Si bien loinverosímil no escapaba a los sabuesos encargados de la investiga-ción, el Etna parecia demasiado.

En este punto la leyenda pareció apropiarse del personaje. Cam-pesinos que decían haberlo visto viviendo en cobertizos abandonados,funcionarios que proponían indagar a todos los mendigos, requisar alos vagabundos, insistir en conventos remotos, etc.

Sciascia, en el libro ya citado, cree entender que, muchos añosdespués, un cartujo dejó entrever que podría haber muerto en unmonasterio ya que, ante cruces sin nombre, guardaba un silencio queparecía cómplice. Plantea, además, que su abandono del mundo po-dría haberse debido a cierto “profetismo atómico”, pues intuía que laciencia ofrecería a los políticos un arma absoluta, tesis que retomaRoberto Finzi (s/f).

Erasmo Recami, conocido físico italiano y quien, a nuestrojuicio, abordó más seriamente el tema, indagó la hipótesis, elaboradaa partir de ciertos testimonios, de que EM podría haber vivido eincluso de que podría haber terminado sus días en la Argentina. Elescritor guatemalteco y Premio Nobel de literatura, Miguel ÁngelAsturias, quien vivió en nuestro país, dijo haber conocido a un “fa-

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moso matemático italiano” llamado Ettore Majorana, quien pidió ab-soluta reserva sobre su identidad . La verosimilitud de la versión seve realzada por el hecho de que Asturias no sabía quién era EM antesde “conocerlo”. Recami indagó sobre la versión y creyó detectar quevivió en Buenos Aires, donde mantuvo una íntima amistad con unamatemática llamada Eleonora quien, fallecida tempranamente, habíapedido reserva absoluta del caso a sus hermanas, con quienes vivía.

Puede ser que el testimonio de Asturias, conviene recordarlo, sibien aislado e imposible de verificar, constituya uno de los pocosrastros provenientes de un tercero, es decir, fuera de cualquier vesti-gio, falso o real, dejado por el mismo EM antes de su desaparición.

En ese sentido la pista argentina podría resultar plausible, aun-que exigiría naturalmente una investigación que, con alta probabili-dad, desembocaría en caminos cerrados.

Retrato de un esquivo a la posteridad

Hay que reconocer que, aunque terminó tragado por el mito, no puedeafirmarse que EM haya intervenido directamente en su construcción.Con esto queremos señalar que su problema parece haber sido más elde cómo escapar de su propio laberinto, que el de satisfacer a unaposteridad ávida por ventilar casos curiosos. En esto fue un hombreajeno a la modernidad.

A pesar de todo, la tentación de situar al personaje en un marcointeligible ha sido tan fuerte como la de interpretar una época a travésdel personaje. Así, EM fue asociado al modelo del alma postuladopor Blas Pascal, para quien el mundo no era un interrogante abiertoen la res extensa sino, más bien, un “valle de lágrimas “; reacciónantirracionalista de neto corte cristiano, expresada más como conduc-ta que como idea .

También fue interpretado como un espíritu “antinietzcheano”,en la medida en que encarnaba la antítesis de una “voluntad de po-der” y sus proyecciones en la impersonalidad de la masa. Reacciónindividualista frente a los desvaríos colectivistas de todo signo.

Quizá por su nacimiento en Sicilia, resultaba inevitable situarloa la luz de la obra de Pirandello, dado que los personajes del grandramaturgo vivencian un trágico conflicto entre “forma” y “vida”. La

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forma como un apéndice de deberes y códigos en el que la vida, en suvocación “real”, queda atrapada. El hombre “pirandelliano” (“Un talMatías Pascal”, por ejemplo) es el hombre “doble”, no en el sentidovulgar sino trágico del término.

Majorana escapa del papel que la inteligencia o el destino pare-cen haberle asignado. Místico, suicida, genio, la pregunta que deja noes la de cuál habría sido su devenir, sino la de si una civilizaciónhabituada a reconocerse en estereotipos, podrá mirarse a sí misma enel espejo invertido de los que escapan a su comprensión.

Puede ser que la historia también esté hecha de rechazos.

Nota complementaria: Majorana en el horizonte de la física

El objetivo de la física es la descripción acertada y coherente de los sistemas materiales(SM). En su estudio considera sistemas muy complejos, que implican su reducción alos componentes más simples. El concepto de materia, desde la Grecia antigua hasta elpresente, se generó y enriqueció de manera exuberante y compleja. El estudio yformulación de los SM utiliza las técnicas matemáticas más refinadas y elaboradashasta hoy.

En el primer tercio del siglo XX estaban bien establecidas la teoría especialde la relatividad, el electromagnetismo y la naturaleza atómica de la materia. Lamecánica cuántica y la mecánica estadística conocían su esplendor, se conocían losespectros de emisión de los elementos químicos, ya clasificados por Mendeleiev, y laradiactividad descubierta por los Curie. En este período, Majorana se incorporó alGrupo de la Via Panisperna y, en ocho años (1930-1938), publicó nueve trabajosfundamentales sobre las fuerzas nucleares y la electrodinámica cuántica.

Su carácter retraído y, sobre todo, rigurosamente critico, conduce a pensar,por los relatos de sus compañeros, que antes de su desaparición estaba elaborando losconceptos que condujeron a la teoria cuántica de campos (véase más adelante).Majorana había elaborado una teoría relativista apta para describir cuánticamente SMde muchas partículas que interactúan entre si, considerándolas análogas a osciladores“que se repartirían la energía del campo en “quantums”.7

¿Cuál era el contexto de época en términos de los grandes avances produci-dos en física sobre los que se perfila la obra de Majorana? Pueden percibirse cuatrograndes puntos de referencia:

- Las transiciones radiactivas: procesos de desintegración de átomos inesta-bles que emiten radiación ionizante.

- Electrodinámica cuántico-relativista: soluciones que predicen estados conenergía positiva y negativa en las partículas y no pueden ser fácilmente interpretadassin suponer la existencia de otra partícula de carga y espín iguales y opuestos.

- Cuantización de campos o segunda cuantización: esta teoría, fundamentalde la física contemporánea propuesta por Pauli y Weisskoff, describe los SM departículas que interactúan entre sí mediante el intercambio de partículas “virtuales”.

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Esta interacción se realiza con una velocidad finita menor o igual que c (velocidad dela luz en el vacío). Es la llamada Segunda cuantización de los campos. En estecontexto se exige que un tratamiento teórico sea siempre invariante, es decir queconserve la expresión formal de las leyes a medida que evoluciona. La evolucióntemporal de un sistema se describe por el cambio de las coordenadas, o sea por unatransformación de tipo geométrico. Las transformaciones del espacio-tiempo consis-ten en traslaciones, rotaciones e inversiones donde c debe permanecer constante,independientemente del sistema de referencia donde se la describe. Del mismo modo,otras variables dinámicas, como el momento angular, del espín y la carga, tambiéndeben permanecer invariantes.

- Interacciones fuertes: descripción de las fuerzas de ligadura de los nucleonesy base para la modelización de los núcleos atómicos.

Notas1 La constante universal de Fermi expresa el valor de la fuerza ejercida sobre un

nucleón situado en el campo creado por un electrón y un neutrino.2 Ecuación de Recatti: un tipo de ecuación no-lineal.3 El espín es el momento angular que se asocia a una partícula “como si ésta fuera

una masa que rota alrededor de su eje”. Es un efecto cuántico responsable delmomento magnético de la partícula. Puede tomar valores múltiplos enteros osemienteros de = h/2

4 Las “representaciones lineales” tienen una estructura algebraica de grupo, es decir,hay una operación de adición y otra de producto, ambas con elementos neutros.Para cada elemento de grupo se encuentran, también, el elemento opuesto y elelemento inverso que, sumados o multiplicados, respectivamente, dan los elemen-tos neutros de la operación.

5 Paul Dirac halló una nueva función de onda para el electrón considerando el espíny conservando la simetría de la relatividad especial. EM encontró otra forma dedescribir la ecuación de Dirac para electrones (partículas de espín 1/2), mediante la“representación de los grupos lineales” que lleva su nombre. Esto permitió inter-pretar las ecuaciones de Dirac y generalizarlas para fermiones tanto como parabosones . La formulación de EM permitió realizar un tratamiento simétrico de loselectrones y positrones, sin recurrir a un hipotético y artificial “mar de cargas” alque acudía Dirac para explicar la solución correspondiente al positrón (antipartículadel electrón). Se adelantó asi a Wigner y Weil que, trece años mas tarde, llevaron acabo una tarea sistemática sobre los grupos lineales.

6 Con el advenimiento de la mecánica cuántica se estableció que todas las partículaselementales pueden ser divididas en dos categorías: fermiones (asimétricos y deespín semientero, como los electrones, protones, neutrones, neutrinos, quarks) ybosones ( simétricos y de espín entero, como los fotones, gluones y átomos dehelio). Cada una de ellas se comporta de manera diferente de acuerdo con su

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128 PABLO A. GISONE - JOSÉ L. GÓMEZ

estadística y da lugar a la observación de fenómenos físicos muy curiosos, como lasuperconductividad y los cambios de fase.

7 Los sistemas cuánticos intercambian energía en múltiplos de una cantidad finitallamada quantum o cuanto, de valor E= h = pc donde es la frecuencia y p elimpulso de la radiación o de la partícula que se intercambia, respectivamente.

Referencias

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ANTIGUAS FÁBRICAS DE HARINA ACCIONADASPOR CONJUNTOS HIDRÁULICOS

Carlos A. AndradaUniversidad Nacional de Catamarca

En la Edad Media, la energíahidráulica tenía la importanciadel petróleo en el siglo XX.

J. Gimpel

Utilizando una técnica disponible en Occidente desde el siglo I a.C.,los romanos crearon, en el siglo IV, una verdadera fábrica de harinasen Barbegal, cerca de Arles, al sur de Galia, hoy Provenza (Fig. 1).Era un sorprendente conjunto hidráulico: 16 molinos de agua –consti-tuidos por otros tantos pares de ruedas de piedra, movidas por ruedashidráulicas– trituraban 28 toneladas de trigo por día, mientras en elresto del Imperio se utilizaba como fuerza motriz el caballo paramoler 350 kilogramos de grano diarios, o esclavos que producíandiez veces menos. Como la producción de harina excedía las necesi-dades locales, una parte importante se embarcaba en el puerto deArles hacia Roma.

Los molinos de agua aprovechaban la energía producida por lacorriente de un río, que hacía girar una rueda (rodete o rodezno,según el tamaño) provista de paletas curvadas (álabes). En los moli-nos de rueda horizontal, el movimiento circular era transmitido me-diante un tronco de madera dura (árbol), una rueda de piedra (volan-dera) que giraba sobre otra fija (durmiente). El cereal que debía mo-lerse caía de una cajón de madera (tolva) y la harina caía en otrocajón (harnero).

Si las ruedas estaban en posición vertical, las paletas eran re-emplazadas por cubas o cucharas y el movimiento era transmitido alárbol mediante engranajes. La corriente de agua cobraba impulsomediante un salto, natural o artificial, cercano al molino y era condu-cida hasta la rueda por un conducto llamado saetillo o saetino.

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130 CARLOS A. ANDRADA

1: EL CONJUNTO HIDRÁULICO DE BARBEGAL, CONSTRUIDO POR LOS ROMANOS EN EL SIGLO IV A.C.Gentileza de Losada S.A., Buenos Aires y Editions du Seuil, Paris.

2: CORTE DE UN MOLINO NÓRDICO (TAMBIÉN LLAMADO “GRIEGO”).(a) El grano es introducido en la tolva - (b) La rueda, de eje vertical, arrastra la piedra(c), sin dispositivo intermedio -(d) Viga que al ser levantada elevaba la rueda fuera delcurso de agua. Gentileza de A.B. Nordbok, Gotenburgo, Suecia.

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El desarrollo de las ruedas hidráulicas

Aunque no hay absoluta certeza sobre el origen de las primeras for-mas de rueda hidráulica, sabemos que los romanos se valieron denumerosos inventos de sus vecinos “bárbaros”, tal el molino de aguade los habitantes de Anatolia (Asia Menor) que ellos habían recibidode los chinos. Herón de Alejandría ya había utilizado la energía desaltos de agua para mover sus autómatas, pero fue en Roma donde seutilizó la rueda hidráulica como generador de fuerza motriz. El arqui-tecto romano Vitruvio describió minuciosamente – en De Architectura,27 años antes de Cristo y por primera vez en Occidente – las caracte-rísticas y aplicaciones de este artefacto (Vitruvius, 1960: 294). En suforma primitiva, esta rueda incluía un eje vertical y álabes inclinados(ver Fig.2, molino “nórdico”). Pero el molino trazado por Vitruviointroducía engranajes: el árbol de la rueda tenía a su vez un dispositi-vo dentado que engranaba con otra rueda, la que accionaba al fin unamuela superior móvil (Fig. 3).

Usher postula tres mecanismos desarrollados, de forma inde-pendiente, en las distintas regiones (Usher, 1929). El más simple –ysin dudas el más antiguo– sería la rueda de álabes accionada por lacorriente de un arroyo, cuyo fin era elevar el agua; como los paísesmediterráneos lo denominaron, la noria. El segundo aparato mencio-nado por este autor es la rueda hidráulica horizontal o rueda nórdica,primer ejemplo de “automatismo” doméstico. El tercer mecanismo esla rueda hidráulica, atribuida a Vitruvio. Observamos, al pasar, queestos tres artefactos son, técnicamente hablando, “máquinas clási-cas”, ya que están constituidos por una fuente de energía, un meca-nismo de transmisión y las correspondientes herramientas de trabajo,que deben ser manejadas por el hombre (Tondl, 1968).

Durante los primeros siglos de nuestra era, el molino de aguase difundió en forma lenta fuera de las fronteras del Imperio hacia elNorte de Europa. Sin embargo, el arquitecto danés A. Steenberg opi-na que el artefacto fue conocido en Dinamarca en la época del naci-miento de Cristo (Strandh, 1979: 101).

Productos de tecnología muy evolucionada, como los acueduc-tos, fueron arrastrados por la ruina que causó la descomposición delImperio Romano. No fue el caso de los molinos hidráulicos, que se

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132 CARLOS A. ANDRADA

3: MOLINO CON ENGRANAJES DESCRITO POR VITRUVIO. El árbol de la rueda (a) arrastra unarueda dentada (b) que engrana con otra rueda (c), la que pone en movimiento la piedrasuperior móvil; (d) Tolva. Gentileza de A.B. Nordbok, Gotenburgo, Suecia.

4: VISTA EN CORTE LATERAL DE UN MOLINO DE AGUA DEL SIGLO XVIII.Ilustración de la Encyclopédie Française de D. Diderot, publicada entre 1751 y 1780.Este conjunto se integra a un verdadero “sistema técnico”. Gentileza de A.B. Nordbok,Gotenburgo, Suecia.

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emplearon y perfeccionaron cada vez más. Hay alusiones a tales mo-linos, como indica Usher, en una colección de leyes irlandesas en elsiglo V. Si bien con la disminución de la población el número demolinos pudo haber decrecido durante cierto tiempo, volvieron con elrescate de tierras y su colonización, producidos bajo las órdenesmonásticas alrededor del siglo X. En el tiempo del Domesday Book(o sea el Registro del Gran Catastro, que mandó realizar Guillermo Iel Conquistador en 1086) sólo en Inglaterra había 5.000 molinos, unopor cada cuatrocientos habitantes, y eso que Inglaterra era entoncesun país atrasado, al margen de la civilización europea. Hacia el sigloXIV se había tornado cosa corriente para la manufactura en todos losgrandes centros industriales: Bolonia, Ausgburgo y Ulm (Mumford,1971: 133).

Los monasterios cistercienses –que sumaban 742 al finalizar elsiglo XII– cubrían Europa Occidental con una red de molinos hidráu-licos que aportaban la fuerza motriz para triturar los granos, tamizarla harinas y aplastar las aceitunas. Posteriormente, la Enciclopedia deD. Diderot describirá un molino en el siglo XVIII con gran detalle(ver Fig. 4). Se trata en este caso de un verdadero “sistema técnico”,1

al constituirse en un edificio, un conjunto de hombres y máquinas yuna estructura económica de la que salen productos.

En rigor –y esto es lo sorprendente de estos artefactos– lasruedas hidráulicas suministraron gratuitamente toda la energía mecá-nica necesaria hasta el año 1800, o sea siglo y medio después delinvento de la máquina a vapor (Neyrinck, 1986: 173 ). No en vano elvocablo inglés mill (molino) denomina hoy una fábrica, lo que mues-tra la importancia de esta máquina en el nacimiento de la industriamoderna (Strandh, 1979: 112).

Funcionamiento técnico de los molinos de agua

El principio básico del modo de acción del agua sobre las paletas olos álabes es que el agua penetra con cierta velocidad y debe volver asalir con una velocidad casi nula, ya que al pasar ha transmitido todasu velocidad a la rueda. Así, con el correr de los siglos, apareceríanpoco a poco las ruedas verticales de álabes curvos y las ruedas hori-zontales con cubas o cucharas. Por otra parte, mientras que la rueda

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horizontal era puesta en movimiento por la potencia del chorro ydaba vueltas con rapidez, la rueda vertical, movida fundamentalmen-te por el peso del agua, giraba mucho más lentamente. Las figuras 3 y4 muestran el esquema básico en el cuál puede verse que la ruedavertical necesita un engranaje de transmisión de ángulo ydesmultiplicación más oneroso en términos de inversión y manteni-miento (Jacomy, 1992: 177).

La tolva situada encima de la rueda del molino recibe el grano,que va cayendo lentamente entre las dos piedras (volandera y dur-miente) y se va convirtiendo en harina de trigo, de cebada, etc. Segúnel grado de desarrollo del molino, existen dispositivos anexos quepermiten regular la velocidad de la rueda o la finura de la molienda.

Jacomy señala que desde el molino primitivo, simple árbolvertical provisto en un extremo de cuatro paletas y en el otro de unamuela giratoria, hasta los modelos que recuerdan de modo impactantela turbina, “asistimos a sucesivos perfeccionamientos que atestiguanuna reflexión,2 aunque no formulada en términos teóricos, sobre elmodo en que actúa el agua sobre las paletas y los medios de mejorarla eficacia de los sistemas” (Jacomy, 1992: 176). Continúa aseveran-do que “la turbina es la continuación de un linaje ininterrumpido desoluciones técnicas cada vez más eficaces que, por la ausencia de unateoría científica y de materiales adecuados, no permitía la emergenciade esta turbina antes de la revolución industrial”. Estos son conceptosde singular importancia técnica.

También pertenece a la época romana el engranaje con ruedade linterna, de principio muy simple. Consiste en disponer dos rue-das, con ejes perpendiculares, de dientes cilíndricos de madera dura,de modo que engranen. La linterna es una segunda tabla lateral añadi-da a la pequeña rueda dentada, lo que aumenta su resistencia (Jacomy,1992: 178). Esto es visible en el esquema de Vitruvio, Fig. 2c.

Como dijimos anteriormente, el molino, por ser una”máquinaclásica”, debe ser manejado por el hombre. En efecto, este artefactoestá dotado de una técnica que lo convierte en una máquina abierta,que supone al hombre como su organizador permanente, ya que actúacomo intérprete de los mecanismos específicos de la máquina. Nosviene a la memoria aquel pensamiento de Simondon que sostiene que“se trata de una sociedad de objetos técnicos que necesitan al hombre,

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como los músicos al director de orquesta” (Simondon, 1958: 11). Laactividad de regulación es la prolongación natural de la función deinvención y construcción. La actividad técnica no sólo implica elmanejo de la máquina, sino también “cierto coeficiente de vigilanciaante el funcionamiento técnico, su conservación, regulación, inclusotareas de perfeccionamiento de la máquina” (Simondon, 1958: 250).

El funcionamiento del molino suponía que estas actividades seconcentraran en dos puntos fundamentales para la época: la finura dela molienda y la velocidad de la rueda. En los sistemas primitivos, losmecanismos estaban disociados: el grado de molienda se regulabamediante la distancia entre ambas piedras; el problema de la veloci-dad pudo resolverse, parcialmente, mediante el recurso de los engra-najes, pues dependía esencialmente de la rapidez de la corriente.Posteriormente, el regulador medieval unirá ambos mecanismos alajustar la cantidad de llegada del grano a la velocidad de rotación dela rueda.3

Un molino de agua en el Noroeste Argentino

Sobre el antiguo Camino Real, en Piedra Blanca, Catamarca, existeun viejo molino hidráulico que trituró trigo y maíz hasta el año 1945.El molino de “El Tala”, o “de los Richieri”, fue construido porgenoveses hacia 1760. Una de sus ruedas de granito exhibe la leyenda“1682”, pero ello se debe, presumiblemente, a su inclusión en laestructura de un molino anterior.

Según relatos de gente del lugar, en 1900-1940 era comúnplantar trigo en las pequeñas fincas de Fray Mamerto Esquiú y De-partamentos vecinos. Se lo transportaba en bolsas a lomo de burro o acaballo, se formaba fila frente al molino y luego se retiraba la harinapara hacer el pan en hornos caseros.4 Aparte del de Piedra Blanca,entre 1920 y 1940 había seis molinos en el Departamento Pomán: dosen Saujíl, uno en Rincón, dos en Pomán y uno en Mutquín (Batalllánde Cruz, 1993: 58). En la Fig. 5 aparecen vistas del “Molino delTala” en las que se aprecia: (a) el molino, con su antigua entrada deagua hacia el saetino; sus constructores aprovecharon la pared depiedra, o pirca incaica, para el basamento del edificio y continuaronla edificación con adobe; (b) el rodete o rodezno, que acciona el

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5a: Vista del molino 5b: Restos del sistema hidráulico

5c: La tolva y la “rueda de piedra”

5: MOLINO DEL TALA. Fotografías de Carlos Andrada

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árbol que a su vez mueve la piedra móvil o volandera; las paletas oálabes han desaparecido pero se ve, a la izquierda, la viga que eleva-ba el rodete fuera del curso de agua y (c) la tolva que recibía el grano,con sus mecanismos de regulación.

Los molinos de agua, “sistemas técnicos”

Tanto por los procesos llevados a cabo cuanto por el know how y latransmisión de competencias, este tipo de molino conformaba un sis-tema técnico (Gille, 1978). Como señala Mumford, cualquier parte deun complejo técnico apunta y simboliza una serie completa de rela-ciones dentro de ese complejo. Citando a Marx, Mumford muestraque el período de invención y producción tiene su valor específicopara la civilización, o “como él hubiese dicho, su propia misión histó-rica”, y concluye que “cada período de la civilización lleva dentro desí el insignificante desecho de técnicas pasadas y el germen impor-tante de otras nuevas: pero el centro de desarrollo se encuentra dentrode su propio complejo” (Mumford, 1971: 132; Marx, 1962). En el“sistema técnico”, cada integrante del sistema mejora el resultado delos otros componentes y la ausencia de un elemento importante para-liza completamente al sistema (Neirinck, 1986: 92).

Pero un sistema técnico implica también un sistema social,económico y cultural adaptados. La experiencia de Barbegal fue, cier-tamente, una tentativa solitaria y genial de conformar un sistematécnico en un ambiente arcaico, con el cuál no pudo interactuar. Enrigor, el equilibrio entre el factor estrictamente técnico y el elementopuramente humano sólo puede existir en el sistema técnico. Y estosurge de la naturaleza misma de la técnica. En efecto, una técnicadeterminada no es un elemento arbitrario, que irrumpe de la nada,inventada por una mente genial. Surge de un conjunto coherente detécnicas y de un modo interno de organización. Hasta que sobrevieneun período de estancamiento, lo que requiere una mutación técnica. Yel sistema sobrevive.

Barbegal se quedó en el tiempo, pero las ruedas hidráulicassobrevivieron, aportando energía mecánica de forma prácticamentegratuita hasta 1800. Un éxito que se extendió durante casi quince

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siglos, mostrando que el desarrollo de los medios técnicos es tambiénel resultado de una experiencia colectiva, acumulada sin pausa (Rapp,1981, 146; Daumas, 1979).5

Notas1 Con sistema técnico nos referimos al concepto de B. Gille (“système technique”),

que pone el acento en la dependencia o compatibilidad de las técnicas en uso paradeterminada estructura productiva; y no al “système technicien” de J. Ellul (Ellul,1977).

2 Esta curiosa observación (si el desarrollo técnico merece “una reflexión formuladaen términos teóricos”) ha sido ampliamente discutida por los especialistas de latécnica. Yves Deforge opina, que, si bien todos los objetos que el hombre hainventado, producido y utilizado son evidentemente el fruto de una reflexión, noestá claro cuándo se “reflexionó sobre” dichos objetos. Nos encontraríamos ante“una reflexión, de alguna manera, de segundo grado”. Sorprendentemente, conclu-ye, fue en el siglo XVIII cuando estas técnicas fueron objeto de una verdaderareflexión, una reflexión crítica (Deforge, 1985: 53). Sin duda, conjeturamos, estoocurrió a raíz de la publicación de la Enciclopedia Francesa que, además de mostrarlas técnicas, detallaba la forma en que eran producidas.

3 En el regulador medieval solo interviene la noción de energía cinética que tiende afrenar el movimiento, en virtud de un efecto de volante de inercia (Jacomy (1992:179).En los antiguos molinos de Catamarca, la tolva era regulada por la tarabilla,tabla que funcionaba como válvula y a la que se controlaba con un hilo o tiento decuero (Batallán de Cruz, 1993: 57).

4 Un relato risueño de J. Gimpel (Gimpel,1975:10) muestra cómo, en la Edad Media,los molinos constituían, tanto para los ciudadanos como para los campesinos, unlugar de encuentro y de contacto. Las filas eran largas y, en el gentío producido, laprostitución aprovechaba para reclutar su clientela. Las autoridades amenazaroncon cerrar los molinos, “lo que hubiese –dice Gimpel– frenado la expansiónindustrial de Occidente...”

5 En la cita mencionada, F. Rapp describe así el proceso:Los principios de la selección y de la acumulación se basan en la naturaleza delactuar técnico y son, por ello, decisivos en todas las épocas de la historia de latécnica. A ello debe atribuirse el hecho de que la técnica, independientementedel contexto socio-cultural, presente un desarrollo permanente. Por esta razón,la historia de la técnica puede ser presentada también como un procesocontinuado, sin hacer referencia a las cambiantes situaciones culturales, sociales y económicas; es un proceso que sólo está determinado por conexiones“internas”, inmanentes a la técnica.

CARLOS A. ANDRADA

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Referencias

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RecordatoriosJUAN CARLOS AGULLA (1928-2003)

Juan Carlos Agulla, Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid-Alcalá, Doctor en Filosofía por la Universidad de Munich, Doctor enCiencias Sociales por la Universidad Nacional de Córdoba, tal vezhabía nacido para ser profesor en alguna ciudad universitaria alema-na, pero el suyo fue un destino sudamericano.

Hay cuatro escenarios en la forja de este universitario por excelencia:

• Colegio de Monserrat de la Universidad Nacional de Córdoba, enla calle Obispo Trejo.

Agulla cursó íntegramente su escuela secundaria en este Colegio, queha sido el centro por antonomasia de la formación humanística deCórdoba. Excelente alumno de literatura y filosofía, encontró en aquelámbito responsable y misógino el mejor de los contextos para lo quesería su formación básica. Monseñor Esteban Karlic recordaba aque-llos devaneos intelectuales de su gran condiscípulo y hablaba de lo queeran las salidas de clase de ese establecimiento, donde un grupo decompañeros extendía sus reflexiones sobre lo aprendido y leído deFichte y Hegel. En caminatas que se prolongaban por la calle Caserosen ese salmantino estilo arquitectónico de la iglesia de la Compañía,continuaban el cruce de la Cañada y culminaban en el parqueSobremonte. Era una verdadera ordalía intelectual de adolescentes.

Bachiller del Monserrat, Agulla cruzó la débil pared que sepa-raba su Colegio de la Facultad de Derecho, en la Casa de Trejo.Abogado sin vocación para ese ejercicio, Juan Carlos Agulla se entre-nó por aquellos años en la lógica jurídica y su método deductivo.Heredero por tradición familiar, bebió el clima de la Reforma Univer-sitaria, tal como la vivenciaron los suyos, coautores del ManifiestoLiminar en su estricto sentido, vale decir como renovación profesoral,alternancia de cátedras y participación estudiantil en el cogobierno,sin las expectativas de ingreso irrestricto ni gratuidad absoluta de los

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estudios, que después le fueron adosadas. Era la época del primergobierno peronista y el alumno Agulla se sentía en absoluta necesi-dad de salir de un ámbito reducido y pacato, para penetrar en gocesintelectuales mucho más elevados.

• Colegio Mayor Universitario Nuestra Señora de Guadalupe en laCiudad Universitaria de Madrid, el primer quinquenio de la déca-da de 1950.

Fue aquél un ámbito de muy rico intercambio cultural, que impulsó aAgulla a participar vivamente de ese diálogo ininterrumpido con jóve-nes universitarios latinoamericanos y españoles, muchos de ellos deaseñorada vocación académica.

Juan Carlos Agulla recibió, por vía de instituciones privadas, laimpronta del pensamiento de José Ortega y Gasset y, en la Universidadde Madrid-Alcalá, la sapiencia de su titular de Filosofía del Derecho, elgranadino Enrique Gómez Arboleya, quien se convertiría en el Directorde su tesis doctoral. Tesis sobre Augusto Comte que le exigiría previa-mente, a Juan Carlos Agulla, la lectura de los grandes textos de la Ilustra-ción en su lengua original, tal como se lo exigía su Director de tesis. Enla magnifica Biblioteca Nacional de Madrid gozaría de esa paz indispen-sable, leyendo inclusive estos textos franceses en sus primeras ediciones,fiel al imperativo unamuniano “para novedades, los clásicos”. En aque-llos años matritenses, aparte del titular de la cátedra oficial, quien más loinfluenció en tres cursos sucesivos fue Xavier Zubiri, quien por esos añospublicaba su Naturaleza, Historia, Dios, lo que años más tarde sería tanimportante como para que Don José Ortega y Gasset dedicara tiempo ala atención y orientación del joven estudiante cordobés. En Madrid ma-duró lentamente en el corazón de Juan Carlos Agulla la expectativa deuna formación más profunda en alguna universidad alemana. Lo atraía –una vez más– por imperativo familiar, por la influencia de todos losprofesores orteguianos de Madrid formados en Maguncia y por el recla-mo de su Director de tesis, quien sostenía que sin un perfecto dominio dela lengua alemana no se podía ser sociólogo, por cuanto esto requeríaestudios previos de filosofía y de historia.

• Munich, en la Ludwig Maximilian Universität

Juan Carlos Agulla resultaría uno de los pocos sociólogos argentinosque haya sido verdaderamente obrero –en una fábrica papelera– como

SABER Y TIEMPO

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único medio para pagar su subsistencia y sus estudios, como tambiénresultaría el único enclaustrado en un convento benedictino para redactarsu tesis doctoral, ocasionalmente alojado en una celda que le facilitaron.Munich –donde cursó íntegros sus estudios de filosofía– fue “el lugar enel mundo” que le resultaría decisivo: el de su encuentro con Alexa, “sufiel esposa hasta su suspiro final”, el del nacimiento de sus dos primogé-nitos y el de la ciudad-universidad en que culminaron los estudios deFísica y Filosofía de su hijo Juan Carlos, actualmente profesor allí. Bajola impronta de la influencia weberiana de sus profesores más significati-vos, Agulla defendió su tesis doctoral sobre la obra de Max Weber.Correspondía esto a la universidad humboldtiana y a su intensa dedica-ción a las humanidades pero, en su última instancia, cerrada sobre unpensamiento cultural y cognitivo íntegramente germánico. A tal puntoque, entre los autores más relevantes del siglo XX para su Director detesis, no hubiera cabida para otro que no fuera alemán. Era un poco elclima cultural europeo de la época cuando, incluso saltando las fronteras,en la Escuela Normal Superior de Paris casi no se enseñaba a ningúnfilósofo que no hubiera sido francés. En los cursos del tan bávaroRomano Guardini, Agulla tuvo entre sus condiscípulos a un sacerdotepolaco que respondía al nombre de Karol Woytila.

• El retorno a la Córdoba bifronte y a la realidad latinoamericana.

En la Estación Central de Córdoba desembarcaron los cuatro Agullas,esperados ansiosamente por una multitud de Agullas y Granillos.Retorno a la familia también y descubrimiento de un mundo doblemen-te inédito para una Alexa que perdió la totalidad de su familia en losbombardeos.

Juan Carlos se había postulado para ser profesor titular de So-ciología de la Educación, en la Facultad de Filosofía y Letras deCórdoba, y para integrar el Instituto de Sociología de la Facultad deDerecho: se encontraba en el inicio de la treintena. Una beca en esemomento tan especial lo llevó a Santiago de Chile para seguir loscursos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso),institución que se había impuesto como objetivo la modernización yactualización del pensamiento sociológico a la altura de la investiga-ción empírica estadounidense.

RECORDATORIOS

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En Santiago, al acceder en lengua inglesa a una literatura quele era totalmente desconocida, se produjo en Agulla una revolucióncopernicana, al incorporar así a su acervo un ejercicio metodológicoinductivo y una reflexión desde los datos que le era totalmente ajena.Los grandes profesores de Flacso, Lucien Brahms y Alain Touraine,eran de formación netamente positivista pero el pasaje se produjo porintermedio del Director de Flacso, el brillante humanista español JoséMedina Echeverría, formado en Alemania en la universidadhumboldtiana, traductor de Max Weber en el texto del Fondo deCultura Económica de México y autor por aquellos años de un brevelibro que aunaba una formación cultural con la receptividad y unaactitud metodológica propia de la investigación empírica estadouni-dense. Así, y gracias al calor paternal de aquel Don José Medina quelo recibía semanalmente en su casa, Agulla adquirió las armas paraser un sociólogo científico integral. Tenia treinta y tres años cuandoretornó a Córdoba, munido de un bagaje totalmente nuevo, para ha-cerse cargo de una cátedra ganada por concurso e integrar un Institutocon un Director “chapado a la antigua”. Por esos años, Córdoba eraun mundo excepcionalmente bullente y modificado. Las grandes in-versiones automotrices habían no solamente industrializado la ciudadsino generado el nacimiento de grupos profesionales para quienes elsaber no era un acto honorífico e, igualmente la emergencia de obre-ros altamente calificados y competitivos. En ese entonces, Juan Car-los Agulla Granillo realizó una investigación sobre el cambio de lossectores dirigentes, la desaparición dirigencial de la “Córdoba de losdoctores” y su remplazo por los arribados para el triunfo empresarial.Esta investigación no pudo haber sido efectuada sin un desgarramien-to íntegro del autor, heredero de familias tradicionales del Norte, hijodel Ministro de Gobierno del último equipo gobernante “demócrata”y, a falta de uno, tres veces Doctor por otras tantas Universidades.

Los grupos de orientación marxista visualizaban a Córdobacomo la gran Turín sudamericana, por la relevancia de la inversiónautomotriz, el surgimiento de estamentos profesionales modernos, elpeso de la Iglesia y la aparición de los “intelectuales funcionales”, enuna Universidad masificada para un ejercicio profesional precario. AJuan Carlos Agulla le correspondió vivir, indistintamente, en su mun-do cultural replegado y en el ruido y la acción de la calle, en el

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mismo lugar donde funcionaba su Instituto. De esa articulación entreel intelectual y el hombre que no es ajeno a su contexto social, seforjará definitivamente el sociólogo.

Agulla creó una Licenciatura en Sociología que exigía, como re-quisito previo, un diploma profesional final –lo que hoy se identificacomo Master o Maestría– y nucleó ante sí un grupo de profesionalesintelectualmente muy solventes, atraídos por ese ejercicio magistral. Li-beral integral como era, Agulla incorporó al Instituto alumnos provenien-tes del más extremo espectro posible, que iba desde varias familias radi-cales ampliamente conocidas, como los Yadarola y Sabattini, pasandopor alumnos de su misma extracción de origen –Sofanor NovilloCorvalán– y por la sobrina del actual Arzobispo de Buenos Aires –MariaInés Bergoglio– hasta culminar en algún “ERPiano” y Montonero.

El golpe de estado de 1976 lo dejó cesante en la Facultad deFilosofía y lo proclamó sospechoso en la de Derecho. Un Comodoroquímico le tendió el programa de Sociología que había que dictar,identificado con los principios de la moral social y del cual se excluia,expresamente, toda referencia a Marx y a su pensamiento.

Aquella Córdoba que aunaba, como ninguna otra ciudad delpaís, Bien y Mal, Gracia y Pecado, extrema heroicidad e inusitadacobardía, fue incapaz de salir en defensa de uno de sus hijos, preclaroy de su hechura. En la “Córdoba de los doctores”, sólo el ministro dela Corte Pedro J. Frías tuvo el coraje de defenderlo ante el Coman-dante de la Tercera Región Militar.

El exilio interior en Buenos Aires

Indefenso en la Casa de Trejo, Agulla vino a Buenos Aires, ciudad quele era totalmente desconocida. Inhibido para enseñar, su hermanoHoracio le ofreció la dirección de una revista especializada, en la quevirtió sus estudios empíricos sobre la zonificacion de la Argentina.Horacio Agulla, asesor político de José A. Martínez de Hoz, fueasesinado sin que jamás se supiera por quién, en la calle Posadas deBuenos Aires. Juan Carlos respondió al acabado interrogatorio delBatallón de Inteligencia del Ejército, poseedor de todos los datos peroincapaz de encontrar al culpable. Esta sucesión de pruebas hubieraafectado hasta al más templado, lo que hubiera significado para el casola aceptación de una cátedra en Alemania.

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Pero, al margen de las universidades nacionales que, en prime-ra instancia, no querían concederle cátedra o lugar alguno de investi-gación, hacia 1980 la Universidad de Belgrano le abrió las puertas depar en par y lo rodeó de un grupo de intelectuales porteños queestaban imaginando la transición posible. En 1981, la Facultad deDerecho de la Universidad de Buenos Aires llamó a concurso, al queJuan Carlos Agulla se presentó conocedor de las inhibiciones quesobre él pesaban. El Decano de aquella casa de estudios se atuvo,exclusivamente, a los indiscutibles méritos académicos y lo puso alfrente del Instituto Ambrosio Gioja para investigación de temas jurí-dicos y sociales. En ese entonces y ya desde la calma original deretorno a la democracia, Agulla se convirtió en un investigador detiempo completo. Fueron años que dedicó al estudio de la conducciónargentina por parte de los abogados, sus falencias intelectivas ydecisionales, y su relativización ética.

La Academia Nacional de Educación lo incorporó como miem-bro de número, para ocupar el sillón de Agustín Álvarez, y un añodespués lo hizo igualmente la Academia Nacional de Ciencias, lo queimportó trascender su nombre para implicar un reconocimiento cien-tífico de la sociología como disciplina teórica y empírica. Quien ha-bía recalado en la Universidad de Belgrano para concitar, a su lado,vocaciones intelectuales e investigativas en cierne, lo reiteraría alfrente del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias.Allí, en cuatro tomos, Agulla publicó la más completa antología deTeoría Social, y allí también continuó sus estudios de Sociología dela Educación. Al jubilarse a los 66 años, este antiperonista visceralfue invitado por Raúl Matera, entonces Presidente del Conicet, aincorporarse como investigador superior, en aras de un reconocimien-to que prescindía de las exigencias del escalafón. Al año siguientemereció el Premio Nacional de Ciencias, este sociólogo, hombre cul-to por excelencia, ser intrínsicamente urbano que hasta ignoró lassierras. Este liberal fue absolutamente coherente a lo largo de toda suvida, por el respeto al pensamiento y al punto de vista de los otros.

José Luis de ImazUniversidad Católica Argentina

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LAURA LEVI (1915-2003)

Con el fallecimiento de Laura Levi, Saber y Tiempo perdió a unadestacada y querida colaboradora. Cuando falleció era Vicepresidentade la Asociación Biblioteca José Babini, en la cual ocupó cargosdirectivos desde los años iniciales de esa entidad. Para honrar sumemoria, la revista encomendó esa misión a tres colegas suyas, queestuvieron unidas a Laura Levi en la labor científica y en la estrecharelación personal.

La Dra. Laura Levi, Investigadora Principal del Conicet de Argentina,falleció el día 17 de abril del 2003, a los 88 años de edad, después depadecer una corta enfermedad.

Nació en Parma, Italia, el 11 de abril de 1915, hija de unafamilia de científicos notables. Su padre, el matemático Beppo Levi,fue profesor en la Universidad de Bolonia hasta que las leyes racialesde 1940 lo obligaron a emigrar. La familia se radicó en la Argentinay su padre se incorporó a la Universidad Nacional del Litoral, enRosario, donde fundó el Instituto de Matemática que hoy lleva sunombre.

Laura hizo sus estudios de física en la Universidad de Boloniay se doctoró en 1938 con el trabajo “Propiedades ferroeléctricas de lasal de Seignette”. Sus primeras investigaciones en el período 1942-46las realizó en la ciudad de Montevideo, Uruguay como Asistente enel Instituto de Física de la Facultad de Ingeniería. En este lugar publi-có en 1945 su primer trabajo de investigación titulado: Medidas deconductividad de la surgente de Arapey. Entre 1947 y 1949 trabajócomo Asistente en el Departamento de Física de la Universidad de LaPlata y entre 1950 y 1957 en Fabricaciones Militares y Citefa, entemas relacionados con materiales ferromagnéticos.

En el año 1957 se desarrolló en Buenos Aires un movimientode apoyo a la investigación científica y se creó la carrera del Investi-gador Científico. Laura fue nombrada miembro de la Carrera a pocode ser creada ésta. Su lugar de trabajo fue el recién establecido Insti-tuto de Física de la Atmósfera, situado en Villa Ortúzar, dependiente

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del Servicio Meteorológico Nacional y del Departamento de Meteo-rología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universi-dad de Buenos Aires. En ese Instituto se formó un grupomultidisciplinario de investigadores físicos, químicos y meteorólogosdedicados al estudio de la Física de Nubes y al asesoramiento delProyecto de Lucha Antigranizo, que tuvo lugar en la Provincia deMendoza. En 1964 se trasladaron al Pabellón I de la Ciudad Universi-taria, a un ala especialmente diseñada para el desarrollo de sus traba-jos. Lamentablemente, cuando se produjo el golpe de estado de 1966,el grupo se desmembró debido a la renuncia de numerosos investiga-dores y docentes de la Facultad. En esta etapa comenzaron los traba-jos de Laura Levi relacionados con la estructura y las propiedadeseléctricas del hielo

Algunos miembros del Instituto de Física de la Atmósferaretomaron su actividad en el laboratorio original de Villa Ortúzar, alcual Laura apoyó con su dirección. Es interesante señalar que, a partirde 1972, se fueron incorporando a este plantel numerosos jóvenescon el objeto de obtener sus tesis de licenciatura y de doctorado, conbecas internas del Conicet o de la UBA. Al mismo tiempo el grupo seenriqueció a través del contacto con importantes investigadores delexterior (en particular Suiza, Japón e Italia) como así también denuestro país (Departamento de Meteorología; Departamento de Inge-niería de la Universidad del Comahue).

Cuando se produjo el golpe de estado en 1966, Laura estabainvitada, como investigadora, por el Instituto de Bajas Temperaturas dela Universidad de Hokkaido, Japón. Entre 1967 y 1968 fue contratadapor el Instituto para el Estudio de las Nieves y Avalanchas en Davos-Suiza. Allí comenzó sus trabajos sobre la estructura cristalina del hielocrecido en túnel de viento, con el objeto de simular el crecimiento delgranizo. Los resultados obtenidos fueron considerados pioneros porimportantes científicos vinculados a ese tema. Estos estudios se com-plementaron luego con simulaciones numéricas y experiencias en túnelde viento realizadas en Villa Ortúzar, Córdoba y Bolonia (Italia). Con-tinuó investigando en este tema y su último trabajo sobre hábitos decrecimiento de cristales de hielo salió publicado en AtmosphericResearch en marzo de 2003. Sin embargo, debe destacarse que nunca

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dejó de incursionar en temas nuevos y de actualidad. Así, su trabajo deinvestigación, publicado en abril de 2003, corresponde al estudio de unsistema nuboso utilizando las señales que envían los satélites meteoro-lógicos en distintas longitudes de onda.

En 1973, con su incansable entusiasmo por el trabajo, tomócontacto con el recién formado grupo de Física de la Atmósfera delFAMAF de la Universidad Nacional de Córdoba. Esta colaboracióncontinuó siendo muy estrecha hasta sus últimos días. Un correo elec-trónico enviado a una de nosotras, Olga Nasello, relacionado con untrabajo en preparación, está fechado el 9 de abril de 2003, ocho díasantes de su deceso. Su aporte fue fundamental para este equipo detrabajo. Laura dirigió las tesis doctorales de dos de los primerosinvestigadores de este plantel, que ya ha formado alrededor de quincedoctores en física. Bajo su dirección logró formar un equipo que tienegran prestigio internacional y con ellos publicó más de veinte traba-jos en las mejores revistas científicas de la especialidad.

Entre sus hobbies hay que mencionar que fue una excelentefotógrafa que participó en numerosas exposiciones. También tomóparte activa en grupos de estudio filosóficos demostrando un vivointerés por esta disciplina.

En los últimos años se dedicó intensamente a investigar acercade la vida de su padre, debido a que varios historiadores de la cienciademostraron interés en el tema, y publicó su trabajo en varios núme-ros de Saber y Tiempo. Esta investigación culminó en el libro tituladoBeppo Levi: Italia y Argentina en la vida de un matemático de EditoralEl Zorzal, Colección “Los Maestros”. Se dedicó con entusiasmo aesta tarea, que la puso en contacto con matemáticos e historiadores deAlemania, Suiza, Italia y la Argentina

Resumiendo, podemos afirmar que su vida estuvo dedicadafundamentalmente a la investigación científica y, aunque no hayatenido descendencia, sí tuvo numerosos hijos para los cuales fue nosólo guía científica sino se comportó, además, como una madre porsu atención, comprensión, amistad, afecto y ternura. Sus discípulossiempre disfrutaron de sus interesantes conversaciones sobre ciencia,arte, literatura o política. Para cuantos la conocieron fue un ejemplode seriedad científica y calidad humana.

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Si bien nunca adoptó la ciudadanía argentina, no cabe duda deque quiso mucho a este país donde, como lo hiciera su padre, dejóplantadas semillas que la harán vivir eternamente.

Mariana WeissmannInvestigadora Superior, ConicetDepto.de Física, CNEA, Bs. As.

Olga NaselloInvestigadora Independiente,Conicet

FAMAF, Univ.Nac.Córdoba

Luisa LubartInvestigadora Carr.Invest.Cient.de las F.F.A.A.

Servicio Meteorológico Nacional

ANDRÉS O. M. STOPPANI (1915-2003)

Con la desaparición de Andrés O. M. Stoppani, la ciencia argentinasufrió la pérdida de una de sus más destacadas personalidades.

En homenaje a su memoria, se adelanta un extracto del trabajo, enpreparación, de Alfredo G. Kohn Loncarica sobre el recordado maestro.

Andrés Oscar Manuel Stoppani nació en Buenos Aires el 19 de agostode 1915 y falleció en esa ciudad el 18 de marzo de 2003. Se graduócomo médico en la Universidad de Buenos Aires en 1941 y se doctoróen 1942 con una tesis dirigida por Bernardo A. Houssay, titulada:Estudios fisiológicos y farmacológicos sobre los melanóforos de losbatracios, que obtuvo el premio “Facultad de Ciencias Médicas” a lamejor tesis doctoral. Con este estudio demostró la existencia de uncontrol fisiológico sobre la secreción de la hormona melanotrópica enanfibios. Poco después de diplomarse de médico e impulsado porVenancio Deulofeu, cursó la carrera de Química en la Facultad deCiencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de BuenosAires. Luego de graduarse con diploma de honor, obtuvo en 1945 susegundo doctorado, esta vez en esta disciplina, con una tesis dirigidapor Deulofeu sobre el metabolismo del ácido cítrico que, dividida en

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varios artículos, apareció en los Archives des Sciences Physiologiques(París), Nature y otras revistas.

Su actividad como docente e investigador se inició siendo aúnestudiante de medicina. En 1936 fue designado ayudante honorariodel Laboratorio de Química Biológica del Instituto de Fisiología acargo de Houssay y, durante toda su carrera de grado, ocupó ayudantíasen ese Instituto y fue practicante del Hospital de Clínicas. Apenasrecibido y mientras cursaba su segunda carrera, se incorporó comomédico adjunto al Instituto de Semiología del Hospital de Clínicas, ala sazón dirigido por Tiburcio Padilla, donde se desempeñó tambiéncomo Jefe de trabajos prácticos. En esos mismos años, compartiendola tarea médica asistencial, trabajó en el Instituto de Fisiología, comobecario de la Fundación Sauberan, sobre sustancias indoxilógenas ysu metabolismo (1942) y metabolismo en la diabetes (1943).

Pero la auténtica vocación de Stoppani era la investigaciónbásica centrada en la Bioquímica y la Fisiología. Por eso, luego deesa fugaz experiencia clínica de unos cuatro años, realizada mientrascursaba su Licenciatura en Química, se volcó de lleno a la actividaden el Instituto de Fisiología, que desde 1943 vivía horas turbulentaspor los conflictos políticos que aquejaban a la universidad argentinaen esos años que, a la postre, determinaron el alejamiento de suDirector Bernardo Houssay. En 1945 y hasta 1947 obtuvo una becadel British Council de Londres para estudiar en la Escuela deBioquímica de la Universidad de Cambridge, el más prestigioso cen-tro en la materia de la comunidad británica de naciones. Allí defen-dió, en 1951, su tercera tesis de doctorado, que fue codirigida porMalcolm Dixon y D. Keilin, acerca del efecto de los inhibidoressobre sistemas enzimáticos aislados y los procesos metabólicos celu-lares (The effect of inhibitors on isolated enzyme systems and metaboliccell processes); el diploma del PhD lo recibió en 1953. Completó suformación de posgrado, en 1951, con una beca de la AmericanChemical Society en los Estados Unidos, que se le otorgó en el marcode un proyecto internacional destinado a jóvenes químicos. Ello lepermitió trabajar en diversos laboratorios, con sendas becas de laComisión Nacional de Energía Atómica, una en Inglaterra, en 1953,para el estudio de los métodos de utilización de radioisótopos en laSección de Biofísica, del National Institute for Medical Research (a

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cargo de A. S. Mac Farlane) y otra en 1954 en el Radiation Laboratoryde la Universidad de California, en Berkeley (dirigido por M. Calvin).Su formación tuvo, también, influencia francesa: en 1947 trabajó enel Laboratorio de Física Nuclear de la Universidad de Lieja (Bélgica),dirigido por C. Gueben y J. Govaerts.

La circunstancia fortuita de estar fuera del país en un momentode severas crisis universitarias, más sus condiciones personales dehombre diplomático, reservado, flemático, reconcentrado en su tareade laboratorio, no autoritario en la conducción de sus subordinados,muy abierto y desprejuiciado en cuanto a la recepción de nuevoscolaboradores, le permitieron sobrevivir en la agitada universidadargentina durante décadas, siendo respetado por igual por conduccio-nes de distinto signo político o ideológico.

Entre 1948 y 1949 fue profesor titular de Química Biológica enla Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de LaPlata y en 1949 ganó por concurso e inauguró la misma cátedra en laUniversidad de Buenos Aires. Inició su magisterio con sólo dos ayu-dantes, Heriberto Aureliano Mascheroni y Humberto Juan Grayeb.En 1953 obtuvo la dedicación exclusiva y su cátedra, en la que crecíael número de colaboradores, comenzó a tener prestigio internacionalcuando recibió, como conferencista, al Director del Instituto de Quí-mica Biológica de Cambridge, Frank George Young, que había repro-ducido las célebres experiencias de Houssay sobre la accióndiabetógena de la hipófisis.

En 1952 la cátedra fue elevada a la categoría de Instituto, de laque fue designado primer Director. En 1957 su plantel docente y deinvestigación era ya de cerca de veinte profesionales, entre los que secontaban el citado Grayeb, Joaquin Juan Bautista Cannata, JorgeOsvaldo Deferrari, Jaime Alfredo Brignone, Clara María Campos deBrignone y César Milstein. En 1982 creó y asumió la dirección delCentro de Investigaciones Bioenergéticas (CIBIERG), instituto mixtodel Conicet y la UBA, con sede en la Facultad de Medicina.

Desde 1948, año en el que obtuvo su condición de profesortitular, hasta su muerte, trabajó infatigablemente en la docencia. Fueun profesor puntilloso y responsable que jamás dejaba de dar clase nide tomar exámenes. Dirigió tesis doctorales presentadas en las Uni-versidades de Buenos Aires, Córdoba, La Plata, San Luis y en la

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Universidad Autónoma de Barcelona. Entre sus tesistas hubo quími-cos, bioquímicos, médicos, veterinarios, ingenieros químicos,odontólogos, farmacéuticos, biólogos y licenciados en análisis clíni-cos. Llegó a actuar como jurado de tesis en la India varias veces y enun concurso de profesores en la King Saud University de ArabiaSaudita.

La obra científica de Stoppani es compleja, extensa y de elevadacalidad. Abarcó cuestiones de interés clásico en la química biológica,como el metabolismo, la enzimología y la bioenergética. Documentó elpapel esencial de los grupos tioles sobre la actividad catalítica dealgunas enzimas, demostró “la operatividad del ciclo de los ácidostricarboxílicos (TCA) en los microorganismos Pasteurella multócida yTrypanozoma cruzi” (A. Paladini), relevó los efectos de las hormonassobre las funciones de las mitocondrias, tanto in vivo como in vitro; seocupó de la producción celular de peróxidos y sus efectos. Trabajósobre los mecanismos bioquímicos endocrinológicos y en la quimiote-rapia de las enfermedades parasitarias.

En los primeros años de su fecunda labor de investigador efec-tuó estudios sobre las deshidrogenasas y las carboxilasas. De estaetapa enzimológica data el estudio sobre la aldehído deshidrogenasa,descripta en la tesis doctoral del futuro Premio Nobel César Milstein,tesis que Stoppani dirigió y fue realizada en el laboratorio del Institu-to de Química Biológica de la Facultad de Medicina y, en menorgrado, en el Instituto de Investigaciones Cardiológicas de la Universi-dad de Buenos Aires. Una aportación sobre las carboxilasas de lalevadura, desarrollada con sus discípulos J. B. Cannata y J. J. Cazzulo,“estuvo durante años en la primera línea de la investigación originalen ese campo” (Boveris). Con Eugenia Ramos y Julia Boiso abriócaminos que esclarecieron el transporte de aminoácidos en levadurasy en el Trypanosoma cruzi, el agente etiológico de la enfermedad deChagas. A comienzos de la década de 1960 publicó relevantes traba-jos sobre este parásito, que alumbraron sus caminos metabólicos (trans-porte de electrones y fosforilación oxidativa y ADN kinetoplástico).Las contribuciones de Stoppani y sus colaboradores, entre ellos R.Docampo y C. Frasch, sobre la bioquímica del citado parásito abarca-ron problemas metabólicos, genéticos e inmunológicos. Stoppani se

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hallaba en la búsqueda de una o más drogas que permitieran unaquimioterapia exitosa en el Chagas mediante la destrucción del T.cruzi. Estas aportaciones cimentaron una tradición científica nacionalen la materia.

Más adelante se centró en la bioenergética trabajando en elInstituto creado en 1982. Hizo importantes contribuciones al conoci-miento de los mecanismos de la respiración mitocondrial en los órga-nos de los mamíferos. Describió exitosamente las acciones regulatoriasde la insulina y de las hormonas esteroides sobre la funciónmitocondrial (con R. Vallejos, C. y J. Brignone y A. Boveris). Seinteresó en el papel de los fosfolípidos en la membrana mitocondrial,tema que abordó mediante el uso de las fosfolipasas, utilizando lafosfolipasa A purificada del veneno de la yarará argentina, Bothropsneuwiedii, siguiendo una tradición inaugurada por Houssay. Investigócon E. Cadenas y N. Labbonia el mecanismo quimiosmótico de laconservación de energía. Describió la cadena respiratoria mitocondrialdel T. cruzi y su deficiencia en enzimas antioxidantes, “lo que basadoen el concepto de quimioterapia racional, lo llevó a estudiar la pro-ducción de radicales superóxido en el T. cruzi y en otros sistemassuplementados con quinonas” (Boveris). Con M. Dubin, estudió elmetabolismo hepático de las orto-quinonas, análogas a la betalapachona(fármaco antitripanosoma, de alguna utilidad, que tiene acción sobrelas células testiculares) en fracciones subcelulares y en hepatocitos.En los últimos años obtuvo especial reconocimiento internacional porsus contribuciones sobre los mecanismos bioquímicos involucradosen la quimioterapia con orto-quinonas para el tratamiento de la enfer-medad de Chagas y del cáncer.

Toda esta notable producción fue reconocida con más de uncentenar de premios y distinciones nacionales e internacionales. Entreestas últimas se cuentan las otorgadas por la Universidad de TelAviv, por la OEA (premio “Houssay”), por la Royal Society, por laFundación Internacional Hadassah y por varias academias y universi-dades latinoamericanas y europeas. Entre los volúmenes que se edita-ron en homenaje a su obra se cuentan el de los Anales de la Asocia-ción Química Argentina, de 1992, y el de los Anales de la SociedadCientífica Argentina, de 1996, en los que contribuyeron importantesfiguras de su disciplina, tanto del país como del exterior.

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Los discípulos de la “Escuela de Stoppani”, los tesistas, beca-rios e investigadores que se formaron con él, se distribuyeron a lolargo y lo ancho del mundo. Milstein en Cambridge, A. Bennum en laUniversidad de Rutgers (EUA), M. L. Claisse en el Centro de GenéticaMolecular (CNRS-Universidad de París “Pierre et Marie Curie”), C.E. Cadenas en la Universidad de Linkoping (Suecia), R. Docampo enla Universidad de Illinois (EUA), R. Amilis en la Universidad Autó-noma de Barcelona, G. Anzola Montero en la Universidad Javerianade Bogotá (Colombia), L. Pacheco Bolaños en la Universidad deCosta Rica, J. T. Turrens en la Universidad de South Alabama (EUA),N. A. Labonia en la Universidad de Berna (Suiza), D. Brandao en laUniversidad de Curitiba (Brasil), A. M. Garaza Pereira y M. B. ReigVerdier, en la Universidad de la República (Montevideo). A ellos seagregan numerosos profesores, directores de departamentos e investi-gadores de carrera en facultades de medicina, ciencias exactas y natu-rales, farmacia, bioquímica y ciencias veterinarias, de las universida-des argentinas (especialmente Buenos Aires, Rosario, Cuyo y La Pla-ta) e institutos de investigación del CONICET, entre los cuales puedecitarse a F. L. Sacerdote, G. Favelukes, J. A. Brignone, C. Campos deBrignone, J. J. Cannata, E. Ramos, M. N Schwarcz de Tarlovsky, J.F. de Boiso , M. A. Cataldi de Flombaum, R. H. Vallejos, J. J.Cazzulo, A. Boveris, J. C. Vidal, M. E. D. de Otamendi, H. A. Molina,A. C. C. Frasch, L. Grinblat, y Marta Dubin, quien lo sucedió alfrente del CIBIERG.

Sus publicaciones, que orillan las quinientas, incluyen unos400 artículos originales de investigación (trece de ellos firmados encolaboración con su discípulo César Milstein) y otros trabajos, sobretemas diversos: cuestiones de pedagogía y política universitarias,bibliotecología, ética y política científicas, metodología de la investi-gación, educación médica, futuro de la medicina, historia de la quími-ca argentina, biografías de científicos (Houssay, Leloir, Deulofeu, DeRobertis, A. Sordelli, Milstein, Salvador Mazza, Pedro Cattaneo, O.Fustinoni, Ehrlich, etc.), muchas de ellas traducidas a varios idiomas.En el exterior sus trabajos aparecieron en Journals tales comoPharmacology and Experimental Therapeutics, Endocrinology, Expe-rimental Biology, Biological Chemistry, British Institute ofPharmacology and Chemotherapy, Biochemical, Bacteriology,

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Protozoology, American of Pathology, European of MedicinalChemistry, Molecular Structure y en revistas como Nature,Enzymología, Archives of Biochemistry and Biophysics, Biochimicaet Biophysica Acta, Proceedings of the Society for ExperimentalBiology and Medicine, Experientia, Contraception, Molecular andCellular Biochemistry, Molecular and Biochemical Parasitology,Comparative Biochemistry and Physiology, BiochemicalPharmacology, Biochemistry International, Free Radical ResearchComunications, FEBS Letters, Trends in Comparative Biochemistryand Physiology, Experimental and Molecular Pathology, AnalyticalBiochemistry, Bulletin de la Societé Royale des Sciences de Liège,Annales de la Société Scientifique de Bruxelles, Archives des SciencesPhysiologiques, Interciencia y Acta Científica Venezolana. Además,como buen discípulo de la escuela de Houssay, colaboró en numerosasocasiones en los Comptes Rendus de la Societé de Biologie (París).

Además de su tesis de doctorado en medicina, antes citada,(Buenos Aires, El Ateneo, 1941), publicó, con M. Bacila y B. L.Horecker, Biochemistry and Genetics of Yeasts. Pure and AppliedAspects (Nueva York, Academic Press, 1978) y, con Ciro T. Rietti,Guía de trabajos prácticos de Química Biológica (Buenos Aires, ElAteneo, 1962), a los que debe sumarse una actualización y amplia-ción del libro de V. Deulofeu y A. Marenzi, Química Biológica (Bue-nos Aires, El Ateneo, 1967), grueso volumen de 1.325 páginas y obraclásica en nuestro medio.

Su relación permanente con la comunidad científica internacio-nal se evidencia en los numerosos congresos de química, bioquímicay microbiología en los que participó desde 1950, y de otras especiali-dades, como la II Conferencia Internacional sobre usos pacíficos dela energía atómica (Ginebra), donde a menudo fue la única voz argen-tina. En 1964 presidió la sección sobre regulación hormonal de losprocesos enzimáticos del VI Congreso Internacional de Bioquímica(Nueva York); en 1970 dictó una conferencia sobre bioenergética enel VIII Congreso Internacional de Bioquímica (Lucerna) y en 1979describió su proyecto de vacuna y quimioterapia para interrumpir elciclo biológico del parásito en el Congreso Internacional sobre laenfermedad de Chagas (Brasilia-Río de Janeiro).

Cabe recordar, también, la prolongada relación que tuvo con laComisión Nacional de Energía Atómica, que se inició hace más de

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medio siglo cuando colaboró, en 1951 y en cooperación con VicenteCicardo, Abel Canónico, Manuel Malenchini y Rodolfo Q. Pasqualini,en trabajos sobre tratamiento y profilaxis del bocio endémico conyodo radiactivo en Mendoza. En vinculación con esta tarea, permane-ció un período, en 1954, en el Donner Laboratory of Medical Physicsde la Universidad de California, interiorizándose en el uso del carbo-no 14. En 1956 creó, con apoyo de la CNEA, el Centro de Estudiosdel Metabolismo Celular en el Instituto de Química Biológica, depen-diente de la Facultad de Medicina y del Departamento de Biología yMedicina de la CNEA. En 1964 creó sendos Laboratorios de FísicaMédica y de Radiobiología.

Andrés O. M. Stoppani, que en el año 2002 había sido incorpo-rado como miembro del Nobel Committee for Chemistry de la RealAcademia Sueca de Ciencias, quedará en la historia de la cienciaargentina como uno de los maestros del saber biomédico, integrandouna selecta galería con F. J. Muñiz, L. Agote, C. Malbrán, B. A.Houssay, L. F. Leloir, E. Braun Menéndez, A. Sordelli, E. De Robertis,A. C. Taquini, J. M. Muñoz, J. C. Fasciolo, O. Orías, J. T. Lewis, S.Mazza, C. A. Alvarado, A. Lanari, C. Romaña, V. Foglia, I. Pirosky,R. E. Mancini, A. Lanari, E. Fischer, C. Milstein, M. B. Rosenbaum,P. Escudero, A. S. Parodi y unos pocos más.

Mi gratitud a la Dra. Antonia E. Delius de Stoppani, al Prof. Dr.Alberto Boveris, al Prof. Dr. Horacio H. Camacho y a la Prof. Dra.Stella Maris González Cappa por la información proporcionada.

Alfredo G. Kohn LoncaricaUniversidad de Buenos Aires

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Reseñas

Filigranas de cera y otros textos, por Eduardo Ladislao Holmberg.Edición crítica y estudio preliminar de Enriqueta Morillas Ventura.Compilación y estudio preliminar de Rodrigo Guzmán Conejeros.Buenos Aires: Simurg, 2000, 223 p.

Eduardo Ladislao Holmberg (1852-1937) es un personaje polifacéticoque ha sido reivindicado por disciplinas distintas, principalmente porla historia de la ciencia y por la crítica literaria, con variados objetivos.Desde la historia de la ciencia, por lo general, se resalta su labor comoun gran naturalista, se estudian sus exploraciones al interior del país, seensalza su participación en publicaciones como los Anales de Agricul-tura de la República Argentina y el Periódico Zoológico, y se mitificasu fundación (junto a Enrique Lynch Arribálzaga) de El NaturalistaArgentino (primera revista dedicada absolutamente a la ciencias natu-rales en el país). En el mismo registro, se destaca su función comodirector del Jardín Zoológico de Buenos Aires entre 1888 y 1903 y laadministración de la Revista del Jardín Zoológico. Por último, sesubraya y elogia su rol pedagógico como profesor de Historia Natural,sin dejar de mencionar que fue, entre 1890 y 1915, docente universita-rio de Botánica en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Esteperfil le permite ocupar un lugar en el panteón científico finisecular,junto a Florentino Ameghino (1853-1911) y Francisco Pascasio More-no (1852-1919).

Desde la crítica literaria se ha focalizado la atención en su figuraen tanto introductor o inventor de los géneros fantástico, policial y deciencia ficción en la Argentina. En esta línea de análisis son estudiadasobras como Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac. Fantasía espiritista(1875), El ruiseñor y el artista (1876), La pipa de Hoffman (1876),Horacio Kalibang o los autómatas (1879), La bolsa de huesos (1896),Nelly (1896), La casa endiablada (1896), entre otras.

Aunque los diálogos entre estas dos áreas disciplinares querecuperan la figura holmbergiana han sido por muchos añosinexistentes, en las últimas dos décadas procesos como la difusión de

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los estudios culturales y la configuración del área de la historia socialde la ciencia en la Argentina han propiciado algunos acercamientos alas obras de Holmberg desde una perspectiva menos compartimentaday más analítica. Por otra parte, se ha mostrado un interés creciente enla edición de sus textos inéditos o en la reedición de sus produccionespublicadas hacia fines del siglo XIX; dentro de esta última tendenciapuede inscribirse el volumen aquí comentado.

El libro reúne una serie heterogénea de escritos de EduardoLadislao Holmberg publicados entre 1876 y 1896. Los medios dedifusión en los que aparecieron estos escritos presentan distintas ca-racterísticas, mientras que algunos de ellos fueron publicados en pe-riódicos –como La Crónica, El Tiempo y El Nacional–, otros ocupa-ron las páginas de renombradas revistas culturales de la segundamitad del siglo XIX –como La Ondina del Plata y la Nueva Revistade Buenos Aires– y, por último, se han sumado textos difundidos enlos Anales de la Sociedad Científica Argentina.

Los textos recopilados son: “Filigranas de cera” (1884), “Elmedallón” (1898), “Insomnio” (1876), “La ciudad imaginaria” (1884),“Política callejera” (1881), “Las nupcias de una Néfila” (1887), “Lasplagas de Egipto explicadas científicamente” (1895), “La noche clási-ca de Walpurgis” (1886), “Pinceladas descriptivas” (1896) y “Moles-tias de viaje” (1894). El criterio de selección y de ordenamiento deestos escritos no responde al orden cronológico ni a una agrupacióntemática y cuesta entender los motivos por los que se ha elegido estadisposición y no otra; esta duda no desaparece al finalizar la lecturadel volumen.

La introducción al libro está compuesta por dos trabajos concaracterísticas diferentes. El primero se titula “Relato fantástico y elfin de siglo” y está a cargo de Enriqueta Morillas Ventura quiendirige, según se lee en la nota aclaratoria de la edición, un equipo deinvestigaciones acerca de la literatura fantástica en el Río de la Platadurante el siglo XIX (con sede en la Universidad Nacional delComahue). Este texto acompaña al lector por un recorrido que co-mienza con algunas precisiones acerca del género de la literaturafantástica en España del siglo XIX; posteriormente, el foco de obser-vación se traslada hacia el Río de la Plata y, por último, a algunasobras de Holmberg.

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De este modo, la autora elige filiar a Holmberg con la tradiciónespañola finisecular. Con este objetivo establece una serie de relacio-nes entre espiritualismo y narrativa de imaginación y entre “cienciasespirituales” y “ciencias racionales”, aseverando que estasinterconexiones han dejado su marca en las obras de varios persona-jes argentinos, como Leopoldo Lugones y el propio Holmberg. Si-guiendo esta línea interpretativa, algunas apreciaciones de MorillasVentura parecen tropezar fuertemente con los contenidos de los tex-tos compilados. Por ejemplo, la autora sostiene que “la convivenciade ciencia y religión no parece inquietar a Holmberg” (p. 19), sinembargo, esta afirmación queda ampliamente cuestionada tras la lec-tura del texto “Las plagas de Egipto explicadas científicamente”. Eneste mismo registro se realizan otras operaciones interpretativas queno ofrecen claves de lectura inteligibles.

El segundo escrito introductorio está a cargo de Rodrigo GuzmánConejeros y se titula “Eduardo Ladislao Holmberg: entre la ciencia y laficción”. El recorrido propuesto por el autor es más ordenado que elanterior dado que presenta elementos contextuales generales que per-miten encuadrar la obra de Holmberg y recorre temas clásicos vincula-dos con el clima de las ideas a fines del siglo XIX en la Argentina. Estesegundo estudio preliminar propone un análisis de los elementos carac-terísticos del ideario positivista haciendo especial hincapié en las arti-culaciones de las ideas de ciencia, de orden y de progreso. Por otraparte, el autor postula una relación entre positivismo, literatura y pro-yecto político de la generación del 80 e inserta a Holmberg dentro deeste marco. Pese a ello, no queda claro por qué puede pensarse al autorde los textos compilados como parte constitutiva del proyecto políticoconcretado en el país en las últimas décadas del siglo XIX.

Pese a que los dos prefacios asumen temas disímiles ningunode ellos presenta o introduce en forma sistemática los textos que elvolumen contiene ni ofrece pautas interpretativas que aglutinen lostextos de la selección realizada. Por otra parte, no queda clara laarticulación entre ambos trabajos y muchos de los temas tratados enel primer estudio preliminar generan contradicciones con lo sostenidoen el segundo.

Los textos de Holmberg reunidos abordan temas absolutamenteheterogéneos y están escritos en registros que se diferencian entre sí.

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Los que pueden encuadrarse en un patrón más estrictamente literarioson: “Filigranas de cera”, “El medallón”, “Insomnio”, “La ciudadimaginaria”, “La noche clásica de Walpurgis”. Mientras que escritoscomo “Las nupcias de una Néfila”, “Las plagas de Egipto explicadascientíficamente”, “Pinceladas descriptivas” y “Molestias de viaje”,podrían calificarse como textos de divulgación científica. Dentro deeste segundo grupo, a excepción de la primera, todas estas produccio-nes fueron concebidas por Holmberg como conferencias que fueronefectivamente pronunciadas en lugares como el Teatro Nacional y laSociedad Científica Argentina.

En todos los textos compendiados circulan temáticas prototípicasde la época en que fueron elaborados (como la preocupación por elprogreso del país y las propuestas para conformar una sociedad ho-mogénea en una Argentina que se presentaba como un país decidida-mente plural) con otros tópicos absolutamente originales del autor.Entre los últimos se destacan las ideas vinculadas con el papel de laciencia y de los científicos en relación con la sociedad y con lapolítica, las miradas particulares sobre los ámbitos de sociabilidadacadémica y sobre las formas de circulación y apropiación del cono-cimiento científico, y las concepciones sobre la política argentina ysu funcionamiento real.

De este modo, la galería temática por la que conduce la lecturade los textos reunidos en este compendio permite concretar un acerca-miento a los temas centrales y latentes del espacio intelectual argentinopero también a otros menos transitados o analizados. El mérito princi-pal del libro descansa, entonces, en el hecho de poner al alcance dellector producciones de difícil acceso, y con rasgos caleidoscópicos, deun personaje particular y extravagante en el que se fusionaronflexiblemente el perfil del científico y el del literato. El libro comenta-do se convierte, en este sentido, en una obra de referencia para historia-dores de la ciencia y de las ideas y los intelectuales, pero también paracríticos literarios y para cuantos disfruten al acercarse al miscelánicomundo cultural argentino de fines del siglo XIX.

Paula G. BrunoUniversidad de Buenos Aires

Universidad de San Andrés

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Freud en las pampas: Orígenes y desarrollo de una culturapsicoanalítica en la Argentina (1910-1983), por Mariano Ben Plotkin(Trad. Marcela Borinsky). Buenos Aires: Sudamericana, 2003, 345 p.

En Freud en las pampas Mariano Ben Plotkin realiza un abordajenetamente histórico y, por momentos, comparativo de la recepción delpsicoanálisis en la Argentina, con énfasis en los países latinoamerica-nos (especialmente Brasil), aunque también con Francia, España y losEstados Unidos.

El autor se pregunta, al inicio de su recorrido, acerca de losfactores que habrían contribuido a hacer del psicoanálisis una teoría tanatractiva, que dio lugar al desarrollo de lo que el autor considera una“cultura psicoanalítica” en nuestro país Al respecto, considera imprac-ticable, para el caso argentino, llevar a cabo una distinción entre las doscategorías que Sherry Turkle identifica para el caso francés como “mo-vimiento psicoanalítico” (que consiste en analistas, pacientes, teorías yasociaciones profesionales) y “cultura psicoanalítica” (definida como lamanera en que metáforas y formas de pensar del psicoanálisis entran enla vida cotidiana). Su objetivo es transitar la historia argentina, desde ladécada de 1910 hasta fines de la de 1970, para rastrear aquellos ele-mentos del contexto social, histórico, político, cultural o económicoque permitieron la difusión “masiva” de esta disciplina, en diversossectores de la sociedad y a partir de diversas fuentes o agentesdivulgadores. Así mismo, analiza la progresiva constitución de un cam-po profesional y de sus contradicciones internas, tanto teórico-metodológicas como ideológicas e institucionales. En este punto, tam-poco descarta las relaciones que este campo en particular mantuvo conotras disciplinas o campos profesionales.

En este sentido, su trabajo divide los patrones de difusión yrecepción del psicoanálisis siguiendo la periodización generalmenteaceptada de la historia argentina, rastreando para cada período lasdiversas instituciones y concepciones vinculadas al campo profesio-nal; las múltiples apropiaciones ideológicas del discurso psicoanalíti-co; los agentes difusores y los patrones de recepción cultural, tantoentre sectores intelectuales como entre sectores populares.

En la hipótesis general desde la que aborda su tarea, Plotkinafirma que fue la flexibilidad del discurso psicoanalítico la que facilitó

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el abordaje de sus diferentes aspectos sin cambiar su identidad, segúnel momento y el sujeto histórico. Esta misma flexibilidad del sistemapsicoanalítico permitió que diversos sectores sociales, tendencias ideo-lógicas o grupos de profesionales, se apropiaran de algún elementoparticular de la disciplina y construyeran su propio discurso.

Un primer paso en la recepción del psicoanálisis se dio entrefines de la década de 1910 y fines de la década de 1920, especialmen-te en el círculo de la psiquiatría, donde el psicoanálisis había sidoconsiderado una doctrina extranjera y poco científica frente a lastradicionales teorías somáticas. Para este período, el autor destaca laimportancia que tuvieron, por un lado, la creciente legitimidad adqui-rida por la psiquiatría frente a la profesión médica y, por otro, la olaantipositivista y antimaterialista, en la recepción del psicoanálisis en-tre médicos e intelectuales. Su análisis abarca las diversas lecturasideológicas que hicieron del psicoanálisis los intelectuales y su ex-pansión más allá del restringido círculo de profesionales, en una seriede revistas y periódicos –Crítica y El Hogar, por ejemplo– y edicio-nes baratas con versiones populares de saberes técnicos y científicos,que incluían al psicoanálisis con su nuevo perfil moderno y científico.En este contexto, el psicoanálisis irá adquiriendo aceptación no sólocomo técnica terapéutica, sino también como objeto de consumo cul-tural, lo que permitirá una progresiva diferenciación entre éste y lapsiquiatría a lo largo de la década de 1920.

El primer gran giro en el estatus del psicoanálisis que señala elautor es con el advenimiento del peronismo, cuando la APA (Asocia-ción Psicoanalítica Argentina, fundada en 1942), primera instituciónprofesional, monopolizaría la formación de los futuros analistas conuna orientación kleiniana y psicosomática, alineada aún con los saberesmédicos. El autor explora, en este período, los antecedentes de laconsolidación de la institución, así como el contexto político quedefinió su perfil y el papel cumplido por sus fundadores en la difu-sión del discurso psicoanalítico en diversos sectores de la sociedad.

Durante este período, la consideración, tanto de la APA comodel psicoanálisis, como parte de un movimiento de resistencia cultu-ral frente al gobierno, es explicada por el autor a partir de la crecientepolarización política que afectó a la sociedad y, por ende, al mundode la ciencia, limitando el espacio abierto a la coexistencia pacífica

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de múltiples interpretaciones que habían florecido en el período ante-rior. El surgimiento del nazismo y el fascismo, en el ámbito interna-cional, al igual que el golpe de Uriburu y el ascenso de Perón, en elámbito nacional, fueron definiendo dos bandos políticos y culturalesirreconciliables en la Argentina: uno liberal-progresista y otro nacio-nal-católico, cada uno de los cuales se circunscribió a sus propiosespacios de expresión y debate. La APA formaba parte del primero deestos bandos, que había comenzado a desarrollar una intensa vidaintelectual y científica por fuera de las universidades, en oposición ala política antiintelectualista del gobierno. Así, el psicoanálisis co-menzó a ganar espacio como objeto de consumo cultural entre losintelectuales disidentes que frecuentaban la lectura de revistas comoNosotros y Sur.

Un tercer momento clave que destaca Plotkin en la recepcióndel psicoanálisis se inicia con la caída de Perón. Este período es elque el autor analiza con mayor detalle y exhaustividad, por conside-rarlo crucial en la conformación de una “cultura psicoanalítica”. Enprimer lugar, explora las condiciones políticas, sociales y económicasque dieron lugar a la difusión del discurso psicoanalítico en sus múlti-ples significados y entre un público más amplio. Con las políticasdesarrollistas emergió una nueva clase media de técnicos profesiona-les y ejecutivos que ampliaron la clientela potencial del psicoanálisis,el cual se constituyó en un bien de consumo cultural. Entre estossectores los expandidos medios masivos de comunicación contribuye-ron a difundir el psicoanálisis como una herramienta de moderniza-ción cultural.

En segundo lugar, aborda el papel que cumplieron diversosagentes difusores, pertenecientes o no al establishment psicoanalítico,en la difusión de un sistema moderno (el psicoanalítico) para com-prender y expresar valores y preocupaciones tradicionales, que habríaresultado particularmente atractivo para una sociedad tironeada entrela modernidad y la tradición.

En tercer lugar, examina las vinculaciones entre el psicoanáli-sis y la cultura de izquierda. Un papel importantísimo cumplieron eneste momento, por un lado, la definición de la identidad de la nuevaizquierda luego de la experiencia peronista y de la “traición Frondizi”y, por otro, la incorporación del psicoanálisis a su artillería concep-

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tual, como herramienta para revisar su interpretación del peronismo ysu propia “subjetividad revolucionaria”. En este contexto, surgió, en-tre estos grupos, un interés por el psicoanálisis tanto en el planoteórico como terapéutico, en contraposición con el rechazo que habíasufrido anteriormente por parte de la izquierda tradicional. En mu-chos casos, se acercaban desde el existencialismo sartreano, que con-tribuiría a construir el nuevo ideal de intelectual comprometido: unindividuo políticamente activo y en constante diálogo con las pro-puestas de las nuevas ciencias sociales, que se habían diseminado conrapidez luego de la creación de las carreras de Psicología y Sociolo-gía y de la aparición de publicaciones como Cuestiones de Filosofía yPasado y Presente. Incluso analiza, en este punto, los trabajos de tresinfluyentes intelectuales de izquierda que intentaron combinar el psi-coanálisis con el marxismo: Bleger, Masotta y Rozichner.

En cuarto lugar, aborda la creación de las carreras de Psicolo-gía, su perfil comprometido social y políticamente y su clara orienta-ción psicoanalítica. Así mismo, explora la consolidación de su campoprofesional (específicamente su inserción en los hospitales públicos)y las relaciones establecidas con los psiquiatras. En este punto, desta-ca la importancia de la introducción del psicoanálisis en el establish-ment psiquiátrico y en el ámbito hospitalario, donde la cercanía conlos círculos médicos le permitiría incrementar su legitimidad y dondecomenzarían a desarrollarse terapias alternativas acordes al entorno.Señala, además, las nuevas preocupaciones que surgirían de la difu-sión del psicoanálisis entre los pacientes con menores recursos de loshospitales, que darían origen al concepto de “salud mental” y a unaidentidad diferenciada de los psicólogos respecto del establishmentpsicoanalítico. En las relaciones entre ambos grupos de profesionales,el autor examina también el papel que jugaron las diferencias degénero en los intentos de subordinar a los psicólogos (en su mayoríamujeres) respecto de los psicoanalistas (predominantemente de sexomasculino).

A continuación, este trabajo pone de manifiesto la progresivapolitización del psicoanálisis en el contexto de creciente radicalizacióny politización social que se corresponde con el clima de fines de ladécada de 1960, cuando la línea divisoria entre la militancia política yla actividad intelectual comenzó a desdibujarse, remplazando al “inte-

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lectual comprometido” por el “intelectual militante y combatiente”.La progresiva integración entre la cultura de izquierda y el psicoaná-lisis es explicada como resultado de tres factores. El primero es laruptura de algunos miembros de izquierda de la APA con la institu-ción, que dio origen a nuevas instituciones afines a su ideología. Elsegundo factor es la recepción entre los psicólogos de las teorías deLacan a partir del estructuralismo y, sobre todo, de las ideas deAlthuser, que introducirían una clara dimensión política en el psicoa-nálisis y contribuirían a definir una identidad contrapuesta al esta-blishment. El último está vinculado a las analogías establecidas entreel psicoanálisis y el discurso de la opresión y la liberación, en conso-nancia con las ideas de los movimientos antipsiquiátricos inglés yfrancés.

Para finalizar, el autor explora los efectos que tuvo sobre eluniverso del psicoanálisis la dictadura militar de 1976. Apunta, asímismo, a demostrar cómo la flexibilidad del discurso psicoanalítico ysu transformación en un sistema interpretativo para gran parte de lapoblación, permitió que los militares, entre fines de la década de 1970y principios de la de 1980, utilizaran algunos aspectos del sistemapsicoanalítico para legitimar sus políticas.

Adriana FeldDepartamento de Historia

Facultad de Filosofía y Letras (U.B.A.)

La modernización de la ciencia en México. El caso de los astróno-mos, por Jorge Bartolucci. México: Universidad Nacional Autónomade México, 2000, 324 p.

Jorge Bartolucci, investigador del Centro de Estudios sobre la Univer-sidad (Universidad Autónoma de México), es autor de numerososartículos sobre historia de la astronomía y la astrofísica en México. Enel libro que comentamos el autor relata el devenir de estas disciplinasen el marco general del proceso de modernización de la ciencia dentrode ese país durante el período que se extiende desde mediados del sigloXIX hasta la década de 1980.

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Esta investigación asume una perspectiva sociológica que seesfuerza por incluir en su análisis tanto el desarrollo de los aspectos“internos” e institucionales de la astronomía local y sus relacionescon el panorama internacional, como la coyuntura política, el mundointelectual y el paisaje social.

A lo largo de diez capítulos, que responden enteramente a unalógica cronológica (a excepción del primero, en donde se realiza unaexposición de los lineamientos metodológicos) se realiza una narracióndetallada de los principales hitos de la historia de la astronomía mexi-cana moderna fundamentada en la utilización de un cuantioso y variadoregistro de soporte documental, entre los que debe contarse informa-ción emitida por el Observatorio Astronómico Nacional –memorias einformes de labores–, programas de trabajo y expedientes universita-rios, conferencias y un valioso relevamiento de correspondencia.

Entre 1842 y 1874 las cosas no fueron sencillas para la promo-ción de la ciencia astronómica en México. Desarrollada, por ese en-tonces, embrionariamente, el contexto histórico local no contribuyó aavivar la llama del desarrollo científico. Inestabilidad política y gue-rra civil se articularon con efectos verdaderamente generadores decaos y terminaron por neutralizar los escasos pero audaces intentosmotivadores. En 1842 surge el primer proyecto de construir un obser-vatorio nacional. Esta idea, gestada por un prestigioso militar de laépoca, el general García Conde, no tuvo, finalmente, suficiente apoyoy fue postergada durante dos décadas. Durante esos veinte años, cabedestacar que quienes se abocaron a estos estudios contaron con lallegada de instrumental tecnológico moderno, aunque su eficiente uti-lización no se concretó, puesto que dicho instrumental terminó, en sumayor parte, destruido, deteriorado, extraviado o confinado a algúnrincón de los laboratorios, sin darle el más mínimo uso.

Con el Porfiriato la situación pareció modificarse, aunque comose verá en la exposición de Bartolucci, sólo en apariencia. En 1877 seinauguró el Observatorio Astronómico Nacional, dotado de instru-mental tecnológico de primera calidad. Su función estaría orientada ala ejecución de proyectos científicos de interés internacional, tal comofue el de la Carte du Ciel. Pero las limitaciones a este proceso demodernización no tardaron en hacerse presentes. La falta de interésgenuino en la producción científica era una realidad que quedaba al

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descubierto sin mucha necesidad de hurgar en razones sofisticadas.La primacía de aquellas voluntades, que buscaban sólo insuflar conaires gloriosos el orgullo nacional, pronto se convertiría en una cons-tante en la historia de la astronomía en México, así como en la de laciencia en general de ese país. De ese modo, el cuadro quedó caracte-rizado por una excesiva dependencia del apoyo gubernamental, bajossalarios, condiciones laborales no adecuadas y una inexistencia abso-luta de apoyos extraoficiales a la actividad científica.

Otras circunstancias también ejercieron su peso en la determi-nación de la dirección seguida por la astronomía mexicana. Tambiénaportó sus efectos negativos, especialmente durante el período en queJoaquín Gallo ejerció como director, el empecinamiento por ignorardurante décadas que a partir de 1880 había comenzado a producirseun desplazamiento del centro de gravedad del mundo científico inter-nacional. A partir de esa fecha la vanguardia de la investigacióncientífica fue encontrando su epicentro en los Estados Unidos. Laidentificación de los astrónomos mexicanos con la práctica europeade la disciplina, primordialmente alemana, inglesa y francesa, resultóser para Bartolucci una elección equivocada.

El panorama no sufrió así, en líneas generales, grandes cam-bios hasta finales del gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940). Enesos tiempos, el por entonces director Luis Enrique Erro, políticomexicano y astrónomo amateur, conjuntamente con Harlow Shapley,director del Harvard College Observatory, comenzaron a incentivarpolíticas de promoción para finalmente vincularse con la astrofísicamoderna. Entre las más importantes estuvieron la modernización delinstrumental y la construcción del Observatorio de Tonantzintla.

La Segunda Guerra Mundial recreó una lógica bidireccional:mientras los gobiernos poscardenistas buscaban simpatizar con losgobiernos estadounidenses, estos últimos deseaban alinear, tras de sí,todos los países latinoamericanos, entre ellos naturalmente México.Desde 1938 y afianzándose definitivamente al iniciarse la década de1940, la alianza entre México y Estados Unidos tuvo su expresiónhistórica concreta en el área de la investigación astronómica a travésde la cooperación entre los observatorios de Tonantzintla (Erro) yHarvard (Shapley).

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Sin embargo, otra vez en esta instancia, el nacionalismo dequienes ocuparon lugares protagónicos influyó en detrimento de lacapitalización de los esfuerzos. Los científicos locales abocados alcampo de la investigación astronómica no tenían un interés verdaderopor la práctica observacional. En cambio, se hallaban atraídos por laproducción teórica. La solución a esta situación podría haber sido laasimilación de parte de la masa pululante de astrónomos extranjerosdesraizados a causa de los efectos de la Segunda Guerra Mundial.Justamente frente a esta posibilidad Erro no mostró una postura entu-siasta.

Finalmente, Bartolucci llega en su análisis al período de laposguerra, en donde cree importante señalar que bajo la influencia deun nuevo personaje, Guillermo Haro, se asiste a la génesis de unaimportante masa crítica local. Durante este proceso es cuando se pro-duce el desplazamiento de la primacía en la práctica de la astronomíaen México nuevamente hacia el Observatorio Astronómico Nacionaly surge con gran protagonismo la Universidad Nacional Autónoma deMéxico.

Sin perjuicio de la complejidad que prevé el análisis de losescenarios político, social e intelectual, Bartolucci admite, en las con-clusiones de su libro, que una variable ha permanecido constantemen-te presente a lo largo del período estudiado: las aspiraciones naciona-listas. Así, en los inicios éstas se manifestaron en las ambiciones deposeer un observatorio nacional; más tarde, durante el Porfiriato, enla necesidad de convertirse en uno de los principales símbolos delprogreso nacional y la obstinación por no reconocer a Estados Unidoscomo el nuevo y pujante centro de la vanguardia de la investigaciónastronómica. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial la resis-tencia de Erro a la incorporación de astrónomos extranjeros y, final-mente, el deseo de Guillermo Haro de construir un telescopio en elpropio territorio mexicano, dan cuenta de la persistencia de esta ten-dencia, cuyos efectos fueron más limitativos que positivos para laciencia astronómica mexicana.

Lorena FerreroUniversidad de Buenos Aires

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CrónicasPrimera Jornada Regional de Historia de la Matemática

Entre los días 22 y 24 de mayo de 2003 se realizó en la ciudad de Salta,Argentina, la Primera Jornada Regional de Historia de la Matemática,organizada por la cátedra de Historia de la Matemática de la Facultadde Ciencias Exactas de la Universidad Nacional del Sur, a cargo de AnaT. Aragón. La reunión contó, entre otros, con el patrocinio del Departa-mento de Matemática de esa Universidad y de la Universidad de RíoClaro, UNESP, Brasil. En las conferencias, minicursos, comunicacio-nes breves y otras actividades, participaron más de trescientas perso-nas, lo que de por sí constituye un éxito destacable.

De las tres conferencias ofrecidas, la de apertura estuvo a cargodel Dr. Sergio Nobre (Brasil), quién habló sobre “Historia y educa-ción matemática: Camino para la práctica pedagógica y para la inves-tigación”. La segunda, a cargo del profesor Juan Carlos Dalmasso,que fue muy emotiva, estuvo dedicada a “Testimonio del Dr. Santalóen la historia de la matemática argentina”. La de clausura estuvo acargo del profesor Edgardo Fernández Stacco (UNS), quien se refirióa “La historia de la matemática argentina entre las dos guerras mun-diales”.

Hubo cinco minicursos, que versaron sobre: “Nuevas respues-tas para antiguos dilemas”, por I. Zapico y M. Minelli; “El desarrollohistórico del simbolismo algebraico”, por C. E. Villagra; “La superfi-cie de un triángulo según sus lados: la fórmula de Herón”, por L.Tapia y M. I. Molina; “Utilización de la historia para la educaciónmatemática hoy”, por A. T. Aragón, y “Evolución histórica en lasseries de tiempo en estadística”, por Orlando Ávila.

Las comunicaciones fueron treinta, a las que se le sumaron dospaneles, uno sobre “Historia de la matemática en la formación docen-te” y otro sobre “Epistemología e historia de la matemática”.

Se presentaron dos videos, uno sobre fractales y otro sobre lahistoria y las aplicaciones de la matemática. Hubo, también, una ex-posición filatélica sobre el mismo tema.

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Durante el transcurso de las Jornadas se sentaron las bases parala creación de la Sociedad de Historia de la Matemática en la Argen-tina. El sábado 24 de mayo de 2002 a mediodía, en coincidencia conla culminación de las Primeras Jornadas de Historia de la Matemáti-ca, en el Anfiteatro C de la Universidad Nacional de Salta y con lapresencia de 120 personas, se aprobó la conformación de una Comi-sión encargada de analizar los antecedentes y de redactar el marcolegal de la Sociedad. Se conocieron los objetivos y se acordó la fechapara una reunión próxima de la Comisión, para redactar formalmenteel Estatuto y acordar la constitución y puesta en marcha de la Socie-dad de Historia de la Matemática en la Argentina.

Edgardo L. Fernández StaccoUniversidad Nacional del Sur

Publicaciones recibidas

ASCLEPIO. Revista de Historia de laMedicina y de la Ciencia. Madrid:Consejo Superior de InvestigacionesCientíficas. Instituto de Historia.Vol. LIV, N° 2 (2000): SUSANA PI-NAR, La vertiente histológica de JoséFernández Nonídez. Introductor de lateoría mendeliano-cromosómico enEspaña; LAURA SUÁREZ y LÓPEZGUAZO, Eugenesia, salud mental ytipología histórica del mexicano;DIEGO ARMUS, La enfermedad en lahistoriografía de América Latina mo-derna; PILAR LEÓN SANZ, Las consul-tas médicas en la España del sigloXVIII: razones de su existencia;VLADIMIR CACHÓN y ANA BARAHONA,La transición de la teoría del equili-brio puntuado hacia una teoría de ran-

go medio; SUSANA MARÍA RAMÍREZMARTÍN, Proyección científica de lasideas de Tomás Romay sobre la va-cuna de viruela en la inclusa madrile-ña; ALFREDO RODRÍGUEZ QUIROGA, Elaprendizaje histológico inicial de San-tiago Ramón y Cajal: notas aceca desus investigaciones sobre la inflama-ción; FLORENTINO FERNÁNDEZ GONZÁLEZy LUIS RAMÓN-LACA MENÉNDEZ DELUARCA, El tratado sobre los cítricosde Nicolás Monardes; FRANCISCOTEIXODÓ GÓMEZ y JESÚS TEIXODÓGÓMEZ, Las Obras de Albeytería deMartín Arredono; LUIS VEGA REÑÓN,Ventura Reyes Prósper (1863-1922)y la introducción de la nueva lógicaen España; MIGUEL LÓPEZ PÉREZ, Lainfluencia de la Alquimia medieval

CRÓNICAS / PUBLICACIONES RECIBIDAS

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hispana en la Europa moderna; JUSTOHERNÁNDEZ, La sangría en el Liber deArte Medendi (1564) de Cristóbal deVega (1511-1537); RAFAEL HUERTAS,Vivir y morir en Madrid: la viviendacomo factor determinante del estadode salud de la población madrileña(1874-1923).

BOLLETTINO DELLA UNIONEMATEMATICA ITALIANASerie III, Vol. V-A, N° 1 (Aprile 2002):GIACOMO SABAN, Lo sviluppo storicodella matematica nell’impero ottomanoe durante i primi anni della repubblicaturca.Serie III, Vol. V-A, N° 2 (Agosto2002): GIACOMO SABAN, Sviluppo storicodella matematica in Turchia dallariforma dell’università al 1997;RAFFAELLA FRANCI, Il Liber Abaci diLeonardo Fibonacci. 1202-2002.Serie III, Vol. V-A, N° 3 (Dicembre2002): ANDREA MORI, Matematica e fi-latelia.

CIENCIA HOY. Revista de divulga-ción científica y tecnológica de laAsociación Ciencia Hoy.Vol. 13, N° 73 (Febrero-Marzo2003): EDUARDO FELIZIA, Descubri-miento de la fisión nuclear y la ge-neración de energía.Vol. 130, N° 75 (Junio-Julio 2003):JOSÉ A. PÉREZ GOLLÁN, Los usos delpatrimonio.

CRONOS. Cuadernos Valencianos deHistoria de la Medicina y de laCiencia.Vol.4, N° 1-2 (2001): ÁLVARMARTÍNEZ VIDAL y JOSÉ PARDO TO-MÁS, Un conflicto profesional, unconflicto moral y un conflicto de gé-

nero: los debates en torno a la aten-ción al parto en la Ilustración; CRIS-TINA SENDRA MOCHOLÍ, JESÚS I.CATALÁ GORGUES, ANTONIO GARCÍABELMAR y JOSÉ R. BERTOMEU SÁNCHEZ,Los instrumentos científicos de laUniversidad de Valencia: primerosresultados de un catálogo de la cul-tura material de la ciencia; ESTEBANRODRÍGUEZ OCAÑA, El Informe sobrela sanidad española (1926) de Char-les A. Bailey, enviado de la Funda-ción Rockefeller; MÓNICA BLANCOABELLÁN, Análisis de la discusiónL’Hôpital-Bernouilli; ANTONIO AU-GUSTO P. VIDEIRA, Boltzmann: umavida en favor dos átomos; Bibliogra-fía histórica sobre la ciencia y la téc-nica en España, 2000 [Repertorio de1.114 obras publicadas entre 1999 y2000).

HISTÓRIA, CIÊNCIAS, SAÚDE.MANGUINHOS. Río de Janeiro: Casade Oswaldo Cruz.Vol.9, Suplemento: Ciência, Saúdee Poder (2002): MARCOS CUETO, Elrastro del Sida en el Perú; MARIACRISTINA DA COSTA MARQUES, Saúdee poder: a emergência política dasAIDS/HIV no Brasil; ANA MARÍA CA-RRILLO, Economía, política y saludpública en el México porfiriano(1876-1910); GERMÁN YÉPEZ COLME-NARES, Modernización, medicina, en-fermedades y salud pública en la ciu-dad de Caracas (1870-1877); SANDRACAPONI, Trópicos, microbios yvectores; MÁRCIA REGINA BARROS DASILVA, O ensino médico em debate:São Paulo, 1890-1930; DIANAOBREGÓN, Médicos, prostitución y en-

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fermedades venéreas en Colombia,1886-1951; DIEGO ARMUS,“Milonguitas” en Buenos Aires(1910-1940): tango, ascenso socialy tuberculosis; MARÍA SILVIA DILISCIA, Hijos sanos y legítimos. So-bre matrimonio y asistencia social enArgentina (1935-1948). Fontes:MARIA RACHEL FRÓES DA FONSECA,Fontes para história das Ciências daSaúde no Brasil (1808-1930).Vol.10, N° 1 (Janeiro-Abril 2003):Adolpho Lutz e a história da medici-na tropical no Brasil.

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA. Ediciónespañola de Scientific American. Bar-celona: Prensa Científica, S.A.No. 307 (Abril 2002): DOMINIQUELAMBERT, El universo de GeorgesLemaître; JULIO SAMSÓ, Astronomíaotomana; CLAUDE COUPRY y MARIE-THÉRÈSE GOUSSET, Los pigmentos delas iluminaciones [medievales].No. 312 (Septiembre 2002):LEONARDO SALGADO y RODOLFO CORIA,Dinosaurios gigantes de la Patagonia.No. 313 (Octubre de 2002): ANDREASNERLICH, La cirugía en el antiguoEgipto.

MEDICINA & HISTORIA. Barcelona:Centro de Documentación de Histo-ria de la Medicina de J. Uriach &Cía. S.A.N° 3, Cuarta época (2002): JOSÉDANON, Bibliotecas historicomédicasen Cataluña.N° 4, Cuarta época (2002): JAVIERSANZ SERULLA, Odontología versusEstomatología (o Monarquía versusRepública). Un caso excepcional-

mente singular en la España científi-ca del siglo XX.N° 1, Cuarta época (2003):MARCELO FRÍAS NÚÑEZ, Teoría y prác-tica sobre la quina entre los siglosXVIII y XIX.

MÉDICOS Y MEDICINAS EN LA HIS-TORIA.Vol.II, N° 5 (Verano 2003): EDUAR-DO ESPARRACH, Eduardo LadislaoHolmberg, médico y naturista; FEDE-RICO PÉRGOLA, Hechiceros y habla-dores; ÁNGEL E. QUARTUCCI, Historiadel Hospital “Dr. Enrique Tornú”.

REDES. Revista de estudios sobre laciencia y la tecnologíaVol. 9, N° 18 (Junio 2002): DIEGOH. DE MENDOZA y ANALÍA BUSALA, Ladivulgación como estrategia de la co-munidad científica argentina: la re-vista Ciencia e Investigación (1945-48); Documentos fundamentales: “Laconcepción científica del mundo: elCírculo de Viena” (presentación ytraducción de PABLO LORENZANO);Homenaje a Oscar Varsavsky.

REVISTA DE LA UNIÓN MATEMÁTICAARGENTINAVol. 43 (2002): LUIS A. SANTALÓ, His-toria de la Unión Matemática Argen-tina. 1936-1996; Volúmenes publica-dos; Tipos de tapas de la revista; Ín-dice de los volúmenes 1 al 40; Índicealfabético de autores (1936-1996);Crónicas de reuniones anuales y re-súmenes de comunicaciones científi-cas: Asociación Física Argentina,Unión Matemática Argentina;Obituarios.

PUBLICACIONES RECIBIDAS

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REVISTA FUNDACIÓN FACULTAD DEMEDICINA DE LA UNIVERSIDAD DEBUENOS AIRESVol. XII, N° 46 (Diciembre 2002):CHRISTIANE DOSNE PASQUALINI, Más demedio siglo de investigación médicaen la Argentina (1942-2002).Vol. XIII, N° 47 (Marzo 2003): JOR-GE MANRIQUE, ¿El bastón deAsclepios o el caduceo de Hermes?Vol. XIII, N° 48 (Junio 2003):WOLFGANG G. LANGE, Los plateros enel Buenos Aires colonial; RODOLFOJ. CHARCHAFLIÉ, Augustin Cabanès;FEDERICO PÉRGOLA, Centenario del na-cimiento de Eduardo BraunMenéndez (1903-1959).

REVISTA DEL MUSEO Y CENTRO DE ES-TUDIOS HISTÓRICOS DE LA FACULTADDE ODONTOLOGÍA DE BUENOS AIRES.Año 17, N° 34 (Diciembre de 2002):ALCIRA ZARRANZ, Evocación del Dr.Diego D. Bagur (1912-2001) a tra-vés de su tesis doctoral; MARÍA DELCARMEN ZARRANZ, Aporte de la odon-tología a un congreso científico de1950, precursor de la televisión enla Argentina; FRANÇOIS VIDAL, Rufus,Oribase, Pablo de Egina. Tres auto-res. Tres textos de la Antigüedad quemerecen ser recordados; KEVISEASLEY, Odontología veterinaria: ori-gen e historia reciente; MAYOR S. H.WOODS, Perfil de la odontología enel ejército británico.

Otras publicaciones recibidas

Boletín Neurológico.N° 40 (Abril 2003)Ciencia Hoy,Vol. 12, N° 71 (Octubre-Noviembre2002);

Vol. 13, No. 74 (Abril-Mayo 2003)Comunicaciones Antropológicas(Montevideo).Vol. III, N° 21Comunicaciones Botánicas (Monte-video).Vol. VI, N° 125Comunicaciones Paleontológicas(Montevideo).Vol. II, N° 33.Comunicaciones Zoológicas (Mon-tevideo).Vol. XIII, N° 200Educação e Filosofia.Vol. 16, No. 31 (Jan/Jun 2002); N°32 (Jul/Dez 2002)História, Ciências, Saúde.Manguinhos.Vol. 9, No. 3 (Setembro-Dezembro2002).Investigación y Ciencia,N° 309 (Junio 2002)Medicina & Historia,No.2, 4ª. época (2002)Miscelánea N° 99. Academia Nacio-nal de Ciencias (Córdoba, Argenti-na): TURHAM NEJAT VEZIROGLU, El sis-tema energético del hidrógeno y laArgentina.Noticiero de la Unión MatemáticaArgentina. Número extraordinario(Julio 2002); No. 32 (Julio 2003)Presente y pasado. Revista de His-toria (Mérida, Venezuela).Año IV, Nos. 9 y 10 (2000).Periodismo Científico.N° 45 (Noviembre-Diciembre 2002);N° 46 (Enero-Febrero 2003); N° 47(Marzo-Abril 2003); N° 48 (Mayo-Junio 2003)Rhema.Vol. 8, Nos. 28 y 29 (2002)

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