Sacarse El Cuerpo

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Artículo sobre literatuta boliviana.

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Ponerse el saco o sacarse el cuerpoPonerse el saco o sacarse el cuerpo? Sobre hilvanes, devaneos y otras mutaciones bruscas en la literatura boliviana, de Jaime Senz a Bruno MoralesCristina Ins FangmannCuando hace unos aos complet una tesis de doctorado en literatura comparada sobre escrituras del exceso, ignoraba an la obra de Jaime Senz, poeta, ensayista y novelista boliviano (La Paz, 1921-1986) que merece su lugar en cualquier corpus, cannico o deformante, de escritores excesivos. La idea de encajar en un corpus resulta, sin embargo, sistemticamente contraria a la que Senz nunca desfalleci en reiterar a lo largo de sus escritos, y que acab por configurar, con razn o sin ella, el programa de su literatura: es la idea, pero tambin la imagen, de sacarse el cuerpo. Leitmotiv que se despliega tanto en el aspecto fsico, centrado y anclado en el cuerpo humano, como en el espiritual, ideal o ideolgico, y que acta de manera axial tanto en el ensayo (o memoria o fragmento autobiogrfico) El aparapita de la Paz (1968) como en los mltiples pero no fatalmente infructuosos devaneos intelectuales de Felipe Delgado, protagonista de la novela que ostenta su nombre por ttulo. La nocin y la accin de sacarse el cuerpo podran aproximarse a aquel anhelo que formul Georges Bataille: el de alcanzar el lmite extremo de lo posible, el pinculo... Es una experiencia que descarna, que reifica y a la vez endiosa, que hace al sujeto salir de s en busca de algo (el propio ser? el otro?) que va a resultarle siempre, ay, inalcanzable. Esta bsqueda de un clmax imposible de hallar al fin de cuentas caracteriza uno de los caminos de las estticas y poticas del exceso. En ese sentido, a Senz podra considerrselo cabalmente un escritor excesivo. Lo es por esta experiencia vital alcohlica del escritor y de su declarado alter ego, Felipe Delgado-, quien(es), en un viaje de ida y vuelta por regiones crecientemente etlicas, intentan llegar al xtasis. Lo es por configuraciones opuestas, que pasan sin tropiezos visibles de lo sublime a lo grotesco, como es en Felipe Delgado (1979) la excursin del protagonista hasta el nevado monte Illimani, cono nacional y slogan fotogrfico de La Paz. Lo es por la recurrencia de otro leitmotiv, la oximornica unin de los contrarios, la falta de lmites precisos entre la vida y la muerte, entre yo y el otro, entre el ser y la nada, entre el ser y el parecer, entre la esencia y la apariencia. Exceso en el todo y en el detalle, esquivar el bulto, sacar el cuerpo, o sacrselo; tambin as se borran las fronteras entre los gneros literarios. El ms famoso texto de Senz compuesto en prosa confesional-argumentativa, El aparapita de la Paz, fue designado por su autor como apunte pero tambin como resea; por su parte, la novela Felipe Delgado de ms de seiscientas pginas de nutrida extensin- no excluye ni rehye la prosa potica, el diario ntimo, el ensayo de ideas, el gnero epistolar, la crnica, etc. La escritura misma, que llega a convertirse en tema de la novela, y aun, por abusar de una categora abusiva, en actante, pone en cuestin su propio significado, interroga la prctica de la escritura, las posibilidades y potencialidades de los distintos gneros y gneros (genres and genders). Si la locucin queda de este modo puesta en cuestin, la interlocucin corre pareja suerte: A quin escribir? ... Y qu tal una carta a m mismo?La duda, el autocuestionamiento son poderosos motores de la accin en la novela. Slo que la accin no tiene por qu avanzar siempre hacia delante, con una teleologa prefijada. A veces, esos motores quedan en punto muerto o disparan los pensamientos marcha atrs.Los devaneos tambin son divagaciones y digresiones no menos narrativas, excursus en los que largos discursos de alguno de los personajes (Felipe, Oblitas) disipan la accin, la diversifican o la retrasan.Tumbas a la intemperieEn una lnea trazada y contorneada por Sade, Nietszche o Bataille, fundadores clsicos de un discurso sobre el exceso en la modernidad, Senz-Delgado juega(n) el juego de coquetear con la muerte, de pretender llegar al punto extremo que roza con la nada. Si algo alcanza(n), es comprobar esa Imposibilidad y sus registros. Felipe, deliberadamente en procura de la propia destruccin, no slo se inquieta por la significacin del ser, por la constatacin de no poder ser l mismo, sino lo que lo aflige acaso an mucho ms- por no poder ser tampoco el otro. La imposibilidad se representa con la imagen del desierto, conspicua en algunos poemas de Bataille. Tambin con la del descampado, donde Felipe encuentra un pozo donde tirarse, para morir en la intemperie, con una tpica de recorporalizacin anti intelectualista que no est fuera de tono en la tradicin de los excesos modernos y modernistas. A diferencia del francs Bataille, el boliviano Senz recorre un camino que excede cifra y desciframiento individuales; el camino que lo conduce lo hace extensivo al tipo social. Frente al espejo, Felipe deshilvana sus devaneos, pregunta sobre la identidad personal y la cuestiona- Quin es uno?, qu parece? -, pero ese cuestionamiento se ve trascendido al asociar su yo a la patria, el nombre propio al de Bolivia. La personalidad adhiere a lanacionalidad; la piel a la etnicidad. Y si en trminos individuales los planteamientos discuten los lmites entre el ser y la nada, entre el yo y el t -Yo (no) soy nada o yo estoy dentro de ti; yo soy t los referidos a la patria se entablan en trminos de un enigma que debe revelarse. Incluso la procura de la propia destruccin acaba por ser en aras de la patria y del mundo. Semejantes enunciados evocan tambin, o en ellos resuenan, las ideas sobre el sacrificio de Bataille.Del otro lado de la nocheTomo la frase del largo poema de Senz, La noche (1984). Un texto de impostacin autobiogrfica que relata su experiencia de idas y de vueltas- con el alcohol. Experiencia que hace extensiva a sus personajes, tanto a Felipe como al aparapita. La bebida corre entre los personajes, cruza las fronteras, ana e iguala, en la suspensin de una epifana siempre revocable y revocada, borrando diferencias de clase, de raza, de nacionalidad y hasta de gnero (aunque los varones bebedores sean finalmente numricamente ms).El alcohol representa a su vez otra forma de la unin de los contrarios y constituye una fuente de metamorfosis, de muerte y transformacin. Los sujetos que beben transitan por caminos que van desde la ms horrible oscuridad hasta la luz que implica una liberacin; desde el dolor fsico que producen los cambios que sufre el cuerpo hasta una sensacin de transparencia y liviandad, que a veces llega a un pelo de la muerte, pero otras veces la encuentra. El largo poema refiere a ese mbito nocturno, de sombras, a ese dominio sumamente extrao, con metforas poderosas que acercan al lector a esa vivencia desde un punto de vista personal puesto que no falta el conocimiento de causa. A lo largo de la novela Felipe Delgado hay diferentes momentos en que este tipo de descripciones etlicas recurren, pero la que ms crudamente registra la metamorfosis que sufre el cuerpo y detalla las sensaciones de quien pasa por ese trance, es la que expone la muerte de Corsino Ordoez, dueo de la bodega que Felipe adopta casi como un hogar.Asel autor queda en pie de igualdad con el bodeguero, y a su vez, ste con los clientes de su cantina (no slo Felipe, sino el propio Jaime Senz). Y, entre ellos, los aparapitas. El aparapita, o la corporalidad inalienableLa etnicidad irrumpe en el discurso desde la diferencia lingstica, y en la vida cotidiana y ciudadana desde la diferencia de piel. El cuerpo aparece envuelto por una epidermis bruna, y el cambio de piel es una gran esperanza y una ilusin perdida. As con el indio urbano, pero no cholo, que evoca Senz en "El aparapita de la Paz". El aparapita (palabra aymara) es un indio aymara que llega a La Paz para trabajar como cargador. En realidad, el trmino "trabajar" no resulta invariablemente el ms apropiado: el aparapita es un sujeto que excede todo intento de normalizacin, de integracin al mercado capitalista. El aparapita ha dejado atrs el ayllu, aquella comunidad organizada sobre la base de la economa familiar/clnica; ha dejado atrs la unidad orgnica, no hay para l, siquiera, una nostalgia, una utopa rural de tiempos y espacios sagrados derruidos por la pesadilla de la Historia. La sola familia que queda al aparapita en los mrgenes de la ciudad es la de sus semejantes los otros aparapitas. Tambin le quedan, como dice otro etlico cronista paceo, Vctor Hugo Viscarra, los amigos perros, que husmean en los basurales en busca de comida o se acercan a las fogatas a recibir un poco de calor y de contacto (humano) en las fras noches altiplnicas. Renuente a ser parte del mercado, el aparapita ejerce el oficio de cargador, dispone de herramientas rudimentarias o "bienes" (una manta, una soga para cargar; los infaltables hilos y agujas para remendar), y tiene un hbito que fatalmente lo llevar a aquella tumba comn en la intemperie: la bebida.En una representacin original y potica, Senz introduce a este personaje, desconocido en sus detalles y apariencia para los que no somos paceos. En el que es casi su nico ensayo, el poeta acude a la prosa para desentraar el enigma de esta presencia aymara que lo obsede.Intento que se traduce en un proceso de aos de escritura, pues si el ensayo data del 1968, el aparapita regresa encarnado en personaje de ficcin en su novela Felipe Delgado, de 1979. A su vez, esta novela tiene lazos internos con el relato "Los cuartos", de 1985, a travs del personaje de la ta, vnculo que representa, en trminos de Paul de Man, un "momento autobiogrfico" en los textos: hasta su muerte, Senz vivi en La Paz con una ta. La relacin con el otro es intrincada en el planteo de Senz. Ya no es un igual, como en el caso de Viscarra, en cuyas crnicas, por otro lado, el aparapita era un personaje ms en un submundo ms amplio. Tampoco es ese otro sujeto en labernticos juegos cruzados que el autor argentino pseudnimo Bruno Morales propone en su construccin del boliviano en las novelas Bolivia Construcciones y Grandeza Boliviana. En Senz, el otro es un doble inquietante, misterioso, y, finalmente, letal. Lo Umheimliches freudiano le sentara bien, en tanto lleva en s esa doble carga significante de lo familiar y de lo no familiar. El autor/narrador se siente fascinado, e incluso fatalmente atrado por ese sujeto lumpen que es dueo de su libertad y de un tiempo no reglado por el mercado laboral; a la vez, debe reconocer que no dispone de los medios para franquear una distancia que los separa, y que sin ellos ha de permanecer insuperable. Slo en la ficcin de Felipe Delgado puede concretarse esa simbiosis: "yo estoy dentro de ti; yo soy t". Acaso el mayor propsito por el que el poeta Senz se haya decidido a escribir ficciones en el fin de su vida sea el anhelo, por medio de la ficcin, de adelgazar una distancia de otro modo infranqueable.En cambio, el ensayo es un gnero que de por s establece por anticipado una distancia mayor que la ficcional, y que obra segn otros protocolos de empata que una narracin que afecte inmediatez. As, en El aparapita de La Paz la identificacin con ese otro fantasmal y a la vez tan insoslayablemente real- se configura en una escena emblemtica: la del intercambio de los sacos. El narrador da el suyo, nuevo, al aparapita, que lleva un saco hecho slo de remiendos y sustituciones, en el que nada queda, o nada hubo, de un ilusorio original. En el proceso de unadialctica de communitas/inmunitas (comunitaria/inmunitaria) se da la negociacin decisional que plantea para el autor-narrador una disyuncin: por un lado, el deseo de ser como el otro, pero tambin la precaucin de hervir el saco para sacarle los piojos. La irona o la paradoja- es que la inmunizacin produce, en sumismo acto, la esterilizacin (literal y metafricamente). El saco pierde su magiay sus poderes,ya no esverdadero como lo era en su mltiple falsedad originaria.Se evidencia as la imposibilidad de ser el otro, y hasta de usar sus bienes como propios. La descripcin del saco del aparapita es central en el ensayo de Senz, y como el mismo narrador afirma, es determinante en su aproximacin al personaje. El saco es una especie de reliquia que lleva en s pedazos de tiempo hechos tela. Un patchwork plebeyo, un bric--brac formado con infinitos retazos reciclados y superpuestos: en suma, un centn, en las dos acepciones de la palabra: manta formada con retazos de telas y texto literario compuesto por pasajes o fragmentos, por evocacionesde otros textos. "A coat of many colours", dice el narrador borgiano de "El inmortal" al aludir a los centones griegos, a los de Ben Jonson y a otros que, para componer sus textos, se valieron del artificio de las "intrusiones", de "los hurtos", de "las palabras desplazadas y mutiladas, las palabras de los otros". El final de este cuento del argentino Borges hace eco a su epgrafe inicial, tomado del renacentista Francis Bacon: nada nuevo existe sobre esta tierra. La identidad originaria se astilla en su andar migrante, al pisar la ciudad o al cruzar la frontera; el mito de la originalidadautoral, y del autor mismo, se disuelve en las composiciones hechas a partir de retazos, proceder del que se vale el cuento de Borges, comotambin la novela Bolvia Construcciones.Disjecta membraDespus de Bolivia Construcciones (2006), novela que en partes reescribe y en otras desarrolla y prolonga las dimensiones textuales de El aparapita de La Paz, Bruno Morales ofrece como una nueva recapitulacin de sus dimensiones corporales en Grandeza Boliviana (2010). El narrador (y protagonista), migrante mutante aymara descendido a la argentina ciudad de Buenos Aires y sus villas, se ha sacado el nombre: es innominado, as como el autor se ha sacado el nombre propio, para colocarse y vestir, como Senz, el inapropiable saco del aparapita, un pseudnimo trans-nacional. Misma experiencia trans rige el arte de tapa de la segunda novela de Morales, donde una notable imagen de Luis Mara Herr, fotoperiodista del cotidiano porteo Crtica de la Argentina, representa el torso desnudo, pero de espaldas, y la cabeza, pero tapada, de Blanco Loco, un bien conocido rapero boliviano. Para Blanco Loco, el saco del aparapita se ha hecho piel, capa de piel del tatuaje. Pero la piel tatuada, al espesarse, aliena al mismo tiempo que se vuelve inalienable. La Bolivia representada es la de la Repblica Liberal. Ese es el escudo que est tatuado en las espaldas, como un juego de escarnio, para irrisin de un ideal de gobierno que quien soporta esa policroma de las incisiones aceptadas, desprecia o no aprecia. No es la wiphala andina la que est en esas espaldas, ni los smbolos del Estado Plurinacional que fund Evo Morales, y que con la nueva Constitucin Poltica del Estado dejaron atrs a la Bolivia liberal y neoliberal. La moraleja, o moralit, de Morales (Evo, Bruno) se vuelve as manifiesta en una paradoja: para sacarse el cuerpo, primero hay que ponrselo.