Saint Martin - Hombre Nuevo

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    El Hombre NuevoLouis-Claude de Saint-Martin

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    L E

    NOUVEL H O M M E.

    Nous ne pouvons nous lire que dlans Dieu lui-mme , et nous comprendre que daus sa propresplendeur.Ecce homo. p. 19.

    A P A R S ,

    Chez les Directeurs de l`Imprimerie du CercleSocial , rue du Thatre-Franois, n. 4.

    L' AN 4. DE LA LIBERT.

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    La verdad no pide nada mejor que hacer una alianza con el hombre; peroquiere que sea solamente con el hombre y sin ninguna mezcla de nada que nosea permanente y eterno, como ella.

    Quiere que este hombre se lave y se regenere perpetuamente y por completoen la piscina de fuego y en la sed de la unidad; quiere que haga beber todoslos das sus pecados a la tierra, es decir, que le haga beber toda su materia,puesto que sta es su verdadero pecado; quiere que tenga en todo momento sucuerpo preparado para la muerte y los dolores y su alma dispuesta para laactividad de todas las virtudes, su espritu listo para captar todas las luces yhacer que fructifiquen, para gloria de la fuente de donde proceden. Quiere quel se mire en todo su ser como un ejrcito siempre en pie de guerra y prepara-do para marchar en cuanto se le d la orden; quiere que haya una resolucin yuna constancia que no se alteren con nada y que, como al avanzar en su carrerano puede encontrar ms que sufrimientos, pues el mal se le va a ofrecer en

    todos sus pasos, esta perspectiva no detenga su marcha y tampoco fije su vistanicamente en la meta que le espera al final de la carrera.

    Si lo encuentra en estas condiciones, stas son las promesas que le hace ylos favores que le reserva. Como, apenas se abre ante ella el interior del hom-bre, se ve embargada por un arrebato de alegra, no slo como la madre mscariosa con un hijo al que no ve desde hace mucho tiempo, sino como elgenio ms excelso a la vista de la produccin ms sublime que, en principio, leparece nueva, extraa a su espritu y, por as decirlo, borrada de su memona;pero que le hace unir el amor ms vivo a esta profunda admiracin, cuandoeste sublime genio llega a reconocer que esta sublime produccin es su obra.

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    LOUIS-CLAUDEDE SAINT-MARTN

    En cuanto la verdad ve que nace as el deseo y la voluntad en el corazndel hombre, se precipita con todos los ardores de su vida divina y de su amor.Es frecuente que slo le pida que se prive de lo que es nulo y, por este sacri-ficio negativo, va a colmarlo de realidades. La ms importante de estas reali-

    dades es que empieza a darle los signos de advertencia y prevencin, paraque no se encuentre en el caso de tener miedo, como Can, y decir: los queme reconozcan me matarn. A continuacin, imprime en l signos de terror,para que su presencia resulte terrible y haga huir a sus enemigos; finalmente,lo adorna con signos de gloria, para que pueda hacer que brille la majestadde su maestro y reciba por todas partes las honorables recompensas que semerece un fiel servidor.

    As es como tratar a los que hayan confiado en la naturaleza de su ser; alos que no hayan dejado que se apague la mnima chispa; a los que se hayanvisto como si fuesen una idea fundamental o un texto del que toda nuestra vidano debera ser ms que el desarrollo y el comentario, de tal forma que todos

    nuestros momentos deberan servir para explicarlo y dejarlo ms claro y nopara oscurecerlo, borrarlo y hacer que se olvide, como sucede casi general-mente con nuestra desgraciada posteridad.

    Para cooperar en nuestra curacin, la verdad tiene un medicamento real,que notamos fsicamente en nosotros cuando considera oportuno administrr-noslo. Este medicamento est compuesto de dos ingredientes, dependiendo denuestra enfermedad, que es una complicacin del bien y del mal que conserva-mos del que no supo evadirse del deseo de conocer esta ciencia fatal. Estemedicamento es amargo; pero es precisamente su amargura lo que nos cura,porque esta parte amarga, que es la justicia, se une a lo que est viciado ennuestro ser para devolverle la rectificacin. Entonces, lo que hay en nosotrosde regular y de vivo se une, a su vez, a lo que hay de dulce en el medicamento

    y se nos devuelve la salud.

    Mientras no se produce en nosotros esta operacin mdica, de nada sirveque pensemos que estamos sanos y en buen estado. Ni siquiera estamos encondiciones de utilizar alimentos sanos y puros, porque nuestras facultadesno estn abiertas para recibirlos. No basta para nuestro restablecimiento conque nos abstengamos de alimentos malsanos y corruptos, es necesario tambinque utilicemos este medicamento amargo que los ministros espirituales de lasabidura hacen que pase a nosotros, para producir una sensacin dolorosaque podramos llamar fiebre de la penitencia; pero que termina con la dulcesensacin de la vida y de la regeneracin.

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    EL HOMBRE NUEVO

    Los que estn en el camino de la regeneracin reciben y sienten este medi-camento cada vez que el enemigo los tienta o viene a viciar algo dentro de suser. Los dems no lo reciben ni lo sienten, porque estn en una situacin continuade malestar y enfermedad que no deja que se les acerque el medicamento.

    Pero este medicamento es tan necesario para nuestro restablecimiento quelos que no lo han recibido no pueden comer con provecho para ellos el pan devida, y no se convierten en el oro puro. Finalmente, debe presionar y trabajarennuestra alma sin descanso, sin interrupcin, lo mismo que el tiempo trabajacontinuamente sobre todos los cuerpos de la naturaleza, para llevarlos a la pure-za, a la sencillez y a la actividad viva de sus principios constitutivos. De estamanera, se abre en nosotros una fuente viva, que se nutre y se mantiene por lavida misma, y con ella llegamos a tener una naturaleza de alegras que no pasany que establecen en nosotros para siempre el reino eterno de lo que es.

    Es fcil darse cuenta de que este medicamento no debe confundirse con lastribulaciones terrestres, con los males del cuerpo, con la injusticias que pode-mos recibir de nuestros semejantes y que tienen a nuestra alma angustiada.Todas estas cosas estn o bien para castigo del alma o para su prueba; pero nole dan ms que una sabidura temporal. Adems, solamente podemos recibir lavida divina mediante preparaciones de su mismo orden, y el medicamento deque hablamos es esta preparacin exclusiva. Dichoso el que persevere hastael fin, en desearlo y ponerlo a beneficio de los dems todas las veces que tengala felicidad de sentirlo! Notar con esto que el hombre puede tener cosas tangrandes que decir que no necesita ya ser l quien las diga y que debe esperarque le hagan decirlas o escribirlas.

    Pues el roco que Dios hace que baje al hombre est compuesto de accio-nes completamente vivas, completamente formadas, completamente termina-

    das, como tantos guerreros armados de pies a cabeza o como tantos mdicospoderosos que tienen en su mano la ambrosa o como tantos ngeles celestia-les que irradian por dentro y por fuera santas y puras luces de vida. Y el hom-bre, destinado a ser el objeto y recipiente de tantos beneficios, advierte por suinteligencia, en medio de este roco sagrado, la mano suprema del Dios res-plandeciente de gloria que quiere tomarlo al trmino de esta incomparablemunificencia, pues es cierto que la palabra divina no puede venir a nosotrossin crear a la vez todo un mundo.

    Dios mo, yo s muy bien que eres la vida y que yo no soy digno de que teacerques a m, que no soy ms que vergenza, miseria e iniquidad. S muy

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    LOUIS-CLAUDE DE SAINT-MAR TIN

    bien que tienes la palabra viva, pero las espesas tinieblas de mi materia impi-den que hagas que se oigan en los odos de mi alma Haz. sin embargo, quedescienda a mi una gran abundancia de esta palabra, para que su peso puedacontrarrestar la masa de la nada en la que se absorbe todo mi ser y que, el da

    de tu juicio universal este peso y esta abundancia de tu palabra puedan sacar-me del abismo y hacer que me remonte hasta tu santa morada Pon en lasdiversas regiones y facultades que me componen numerosos obreros hbiles yvigilantes que desatoren los canales de todas sus inmundicias y rompan hastala roca viva que se opone a la circulacin de las aguas Entonces entrar en mla vida de tus fuentes puras y activas y llenar mis ros hasta los bordes, enton-ces crears un mundo de espritus en mi pensamiento, un mundo de virtudesen mi corazn y un mundo de poder en mi obra, y es el todopoderoso, elsantificador universal, el que mantendr por s mismo todos estos mundos enm y quien los alimentara continuamente con sus propias bendiciones

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    Se ha comunicado un secreto, a la vez inmenso y terrible, en l'homme dedsiro, n 146, pg 217 Y este secreto es que el corazn del hombre es elnico paso en el que la serpiente venenosa levanta su cabeza ambiciosa y enel que sus ojos disfrutan hasta de un poco de luz, pues su prisin est muy pordebajo de la nuestra

    Aqu nos atrevemos a comunicar otro secreto no menos profundo, peroms consolador, ms animoso, hecho para ensearnos a respetarnos tanto porla santidad de nuestro origen como por la sublimidad de la obra que debemosy podemos realizar en la tierra Dicho secreto es ste

    El amigo fiel que nos acompaa aqu abajo en nuestra miseria est comoaprisionado con nosotros en la regin elemental y, aunque disfrute de su vidaespiritual, no puede disfrutar de la luz divina, de las alegras divinas, de lavida divina, nada mas que por el corazn de este mismo hombre que fue ele-gido para ser intermedio universal del bien y del mal Esperamos de este ami-go fiel todas las ayudas, todas las protecciones, todos los consejos que nece-sitamos en nuestras tinieblas y todas las virtudes necesarias para realizar eldecreto de nuestra prueba, en la que l no tiene derecho a cambiar nada, peroespera de nosotros, como recompensa, que, por el fuego divino que deberainflamarnos, le hagamos sentir el calor y los efectos de este sol eterno del

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    que l se mantiene alejado por la candad viva y pura que lo anima a favor dela desdichada humanidad

    Por eso es por lo que J-C dijo en San Mateo, 18, 10: no despreciis a

    ninguno de estos pequeos, pues yo os digo que sus angeles en los cielos vencontinuamente el rostro de mi padre que est en los cielos Ellos no ven elrostro de Dios nada ms que porque los nios que acompaan tienen el coraznpuro y es el corazn puro de los nios el que sirve de rgano a estos angeles, yaque ellos no estn en el cielo donde est el padre Pero, de forma reciproca, elcorazn del hombre no es puro nada ms que cuando es fiel a la \oz de sungel o, dicho en otras palabras, cuando el hombre se convierte de nuevo ennio y acta de tal manera que su ngel tenga la libertad de ver el rostro deDios

    Tambin hay un gran sentido en estas palabras de J-C, en el mismo captu-lo, versculo 3si no os hacis como nios, no entraris en el reino de los cielosEl ngel es la sabidura, el corazn del hombre es amor, el ngel es elrecipiente de la luz divina, el corazn del hombre es el rgano y elmodificador No pueden pasar el uno sin el otro y tampoco pueden estarunidos nada ms que en el nombre del seor, que es al mismo tiempo amor ysabidura y que los une mediante ella en su unidad No hay ningn matrimoniocomparable a aquel ni ningn adulterio que se pueda comparar al que altera talmatrimonio Adems, se dice en Mateo, 18,6 que el hombre no separe lo queDios ha unido

    Se puede encontrar tambin en esta gran verdad el sentido del pasaje quedice amad a vuestro prjimo como a vosotros mismos y el de aquel otro que nosensea que el que se haga el mas pequeo ser el mayorTodo est vivo en estatriple alianza y en ella todo es espritu, todo es Dios, todo es palabra cmo se

    le podra acercar alguna vez el enemigo? Hombre! si captas el mnimo rayode esta luz elevada, no pierdas un momento para cumplir todas las leyes que teimpone y para hacerte tan vivo, tan activo y tan puro como las dos correspon-dencias entre las cuales te encuentras situado Este sera el medio de acelerar laregeneracin y de preparar de antemano un lugar de reposo para el tiempovenidero Tu eres la lampara, el espritu es el aire y el calor y el fuego de la luzdivina estn encerrados en el aceite El aire sopla sobre ti para ponerte en acti-vidad y para que le transmitas el calor dulce y vivo y la santa claridad de esteaceite que debe pasar por ti necesariamente para llegar a l

    En esta operacin, el hombre se convierte en luz verdadera en medio de lastinieblas y no se convierte en esta luz verdadera nada mas que porque mani-fiesta el principio vivo que quiere recuperarla y hacer que pase por su corazn

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    De esta forma, el hombre puede alegrarse muchsimo; pero no puede glorificar-se. Finalmente el ngel est colmado de consuelos y de alegras y, en medio deestas alegras divinas que le proporcionamos, se une y se apega ms an a noso-tros, tanto por su caridad vi\ a y natural como por la necesidad de aumentar su

    propia felicidad. Por su parte, la Divinidad no procura continuamente nada msque penetrar cada vez ms en el corazn de los hombres, para expandir su gloria.su vida y su poder y satisfacer con ello al ngel que lo desea con tanto ardor.

    Entonces no hay nada por encima de la sublimidad de nuestra clase quenos destine a ser el medio de comunicacin entre la Divinidad y el espritu? Ypodramos en lo sucesivo permitirnos un momento de descanso en una obratan santa, ya que cada uno de los momentos que perdemos retrasa la realiza-cin de este trinario activo que representa en lo espiritual y en caracteres dis-tintos el ternario eterno? O tambin porque cada uno de estos momentos queperdemos nos hace culpables ante Dios, porque hacemos que fallen sus desig-nios; ante el espritu, porque lo dejamos sin alimento, y ante nosotros, porque,con independencia del error que cometamos al no cumplir nuestra ley, nosestamos destruyendo nosotros mismos al privarnos de la doble subsistenciaque se nos ha concedido en esta santa funcin, que son la subsistencia divinay la espiritual, que no pueden proyectarse en nosotros sin vivificarnos de unamanera secreta y oculta para nosotros?

    Pues, cuando se proyecta en nosotros la vida divina, trae consigo tambinal espritu y, cuando el espritu viene a nosotros, trae consigo la vida divina.Entonces se espiritualiza Dios y el espritu se diviniza y nuestro ser recibeeste alimento preparado as por la sabidura que dispone todas sus operacionespara el beneficio mximo de los seres. Sin esto, nos consumira la Divinidad,si viniese sola, y el espritu no nos alimentara, si viniese solo tambin, puestoque, sin ser Dios, nosotros somos, sin embargo, ms que el espritu.

    Esta ley que se nos ha dictado para que realice nuestra regeneracin nosindica con bastante claridad cul era la ley que deba acompaar nuestrodestino primitivo, ya que deba difundirse ms an sin que por ello cambiasede naturaleza, puesto que una ley no cambia, a pesar de que se retraiga o seretire cuando los seres se hacen completamente indignos de que vuelva aactuar sobre ellos. Por tanto, si hoy debemos hacer que llegue la regin divinahasta nuestro ngel, antao debimos tener el privilegio de prestar el mismoservicio a un nmero mayor de seres y a seres que estuviesen todava privadosde nuestro ngel particular y, si podemos hacer hoy que pasen por nosotrosalgunos rayos del sol divino, es preciso que, por nuestra naturaleza original,tengamos

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    poder para hacer que pase por nosotros toda la Divinidad entera y, por consi-guiente, no podremos considerarnos regenerados nada ms que cuando haya-mos alcanzado ese objetivo inmenso que es la meta final de nuestro ser, yaque, como acabamos de decir, una ley no puede cambiar y, para conseguir

    nuestra regeneracin, es preciso que toda la Divinidad entera penetre en nues-tro ser lo mismo que lo hubiese hecho en tiempos primitivos, si hubisemosseguido sus designios. Hombre, date cuenta aqu de lo lejos que ests de tudestino y fjate en si esta perspectiva puede dejarte creer que debesmarchitarte en la inactividad.

    Nos gustara no tener necesidad de reforzar todos estos grandes principioscon demostraciones razonadas de la naturaleza espiritual del hombre y de ladivinidad de su origen, ya que estas pruebas estn depositadas en otros escri-tos; pero, si no se han digerido con el cuidado suficiente para eliminar todaslas dudas, de nada servira querer seguirnos en este momento: creemos quedebemos detenernos un poco en estos elementos que no son nada ms queminsculos preliminares de los conocimientos que se nos han reservado, yaque tendremos que exponer verdades de un rango diferente.

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    Cuando hemos dicho en el nmero 1 que el hombre era una especie detexto del que toda su vida deba ser el desarrollo y el comentario, no hemoshecho ms que presentar bajo otros trminos la siguiente proposicin: saberque el alma del hombre es un pensamiento del Dios de los seres.

    Cualquiera que sea la idea que haya podido sacar hasta ahora el lector so-

    bre la naturaleza del alma del hombre, no debe quedar menos convencido deque esta alma es imperecedera, ya que cmo podra perecer el pensamientode Dios?

    El materialista, incluso el ateo, si existiese, no podra invalidar este princi-pio, ya que, aun admitiendo lo que ellos mantienen, es decir, que todo es mate-ria, no sera menos cierto que nosotros seramos imperecederos como estamateria que ellos quieren hacer eterna e inmortal y, en definitiva, como estamateria a la que ellos quieren hacer Dios y de la que nosotros seramos siem-pre una modificacin necesaria, porque lo que es eterno no puede tener cam-bios que sean pasajeros.

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    Por tanto lo nico que nos quedara sera observar con atencin si es ciertoque hubiese en nosotros ms de una sola substancia, es decir, si en nosotrostodo es espritu, si en nosotros todo es materia o si en nosotros hay materia yespritu.

    Adems, a los que no hubiesen notado su verdadera naturaleza yo no lespedira nada ms que se observasen para estar a cubierto de equivocaciones,ya que, en lo que ellos llaman hombre, en lo que ellos llaman moral, en lo queellos llaman poltica, en lo que ellos llaman ciencia y, finalmente, en lo que sepodra llamar caos y campo de batalla de sus diversas doctrinas, encontrarantantas acciones dobles y opuestas, tantas fuerzas que se enfrentan y se destru-yen, tantos agentes abiertamente activos y tantos tambin abiertamente pasi-vos, todo esto sin buscar fuera de su propia individualidad, que, tal vez sinpoder decir todava de qu estamos compuestos, estaran de acuerdo en queseguramente todo lo que hay en nosotros no es parecido y en que nosotrosexistimos nada ms que en una diferencia perpetua, bien sea con nosotros mis-

    mos, con lo que nos rodea o con todo lo que podemos alcanzar y considerar.

    Despus de esto, ya no hara falta basarse con cierto cuidado en estasdiferencias para captar su verdadero carcter y para clasificar al hombre en suverdadero rango, comparndolo con una lnea recta, al lado de la cual se pue-den describir y se describen diariamente infinidad de curvas, pero cuya recti-tud exclusiva no puede confundirse, sin una ceguera grosera, con esas curvasque jams sabran parecerse a ella, o, si se quiere, comparndolo con la dura-cin imparable que conserva silenciosamente su imperturbable existencia enmedio de todas las revoluciones de los seres.

    Con esto basta para demostrar que no es necesario que perdamos ms tiempocon objeciones secundarias, con las que los hombres inferiores se ciegan unos

    a otros todos los das. Tenemos que realizar proyectos ms amplios que el deocuparnos de las oscuridades voluntarias, que no proceden nada ms que delfrivolo descuido del mundo, y este proyecto consiste en ocuparnos de las os-curidades naturales propias del estado terrestre del espritu del hombre; perodebemos ocuparnos mucho ms an de las claridades y las luces que pertene-cen a su esencia indestructible, ya que hay muchos grados en las necesidadesdel hombre y estaramos haciendo muy poco por l limitndonos a pensar ni-camente en alguno de los males que puede solucionarse l mismo, bien seacentrando en l toda su atencin o utilizando los recursos que ya se le handado. Repitamos, por tanto, la frase que dice que el alma del hombre es unpensamiento del Dios de los seres.

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    De esta sublime verdad se deduce otra verdad que no es menos sublime, yes que no estamos dentro de nuestra ley ni pensamos por nosotros mismos, yaque, para cumplir el espritu de nuestra verdadera naturaleza, no debemospensar nada ms que por medio de Dios, sin lo cual ya no podemos decir

    que somos un pensamiento del Dios de los seres, sino que nos declaramoscomo el fruto de nuestro pensamiento, nos anunciamos como si notuvisemos ms origen que nosotros mismos y como si hubisemos sidonuestro propio principio, de tal manera que, al desfigurar nuestra naturaleza,estamos anulando a aqul de quien la tenemos: ciega impiedad, que puededarnos a conocer el camino que han seguido todas las prevaricaciones.

    De esta sublime verdad de que el hombre es un pensamiento del Dios delos seres, se deduce una vasta iluminacin sobre nuestra ley y nuestro destino:que la causa final de nuestra existencia no puede concentrarse en nosotros,sino que debe guardar relacin con el origen que nos ha engendrado comopensamiento, que nos separa de l para operar fuera de las limitaciones deoperacin que le impone su unidad no subdividida. Pero ese origen debe ser,sin embargo, su meta y final, lo mismo que todos nosotros somos aqu abajola meta y el final de los pensamientos que creamos, que no son ms que otrostantos rganos e instrumentos que empleamos para cooperar en la realizacinde nuestros planes, de los que nuestro nosotros es siempre el objeto. Por esoes por lo que este pensamiento del Dios de los seres, ese nosotros, debe ser elcamino por donde debe pasar toda la Divinidad entera, del mismo modo quenosotros nos introducimos todos los das completamente en nuestros pensa-mientos para hacer que alcancen la meta y el fin cuya expresin son ellos ypara que lo que est vaco en nosotros quede lleno en nosotros, ya que se es eldeseo secreto y generalizado del hombre y, por consiguiente, es tambin el dela Divinidad, de la que el hombre es imagen.

    Esta operacin se realiza segn las leyes de multiplicacin espiritual porparte de la Divinidad que hay en el hombre, cuando l le ha abierto su vidaintegral y entonces la Divinidad desarrolla en nosotros todos los productosespirituales y divinos relacionados con sus planes, como nosotros vemos que,para lo que est relacionado con los nuestros, transportamos constantementenuestras fuerzas y nuestros poderes a nuestro pensamiento, ya producido,para que puedan llegar a su perfecta realizacin; pero, con la diferencia deque los planes divinos, que nos vinculan con la propia unidad, son fuentesinagotables cuando quieren unirnos a ellos y, como tienen vida por s mis-mos, operan en nosotros una serie de actos vivos que son como multiplicida-des de luces, multiplicidades de virtudes, multiplicidades de alegras que van

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    cada vez a ms. Es ms que una lluvia de oro lo que cae sobre nosotros, esms que una lluvia de fuego: es una lluvia de espritus, de todos los niveles yde todas las cualidades, pues es una verdad reconocida que Dios no piensasin crear su imagen, por lo que no hay ms que un espritu que pueda ser la

    imagen de Dios. Yo digo que por eso es por lo que recibimos en nosotrosmultiplicidades de santificacin, multiplicidades de ordenacin, multiplici-dades de consagracin y podemos difundirlas alrededor de nosotros, de for-ma activa, sobre todos los objetos que estn fuera de nosotros y sobre laspersonas que tenemos cerca.

    Tenemos un indicio de nuestro avance en este gnero cuando notamos con-siderablemente que las cosas de este mundo no existen y podemos comparar-las fsicamente con las que existen. Entonces, una sola sensacin de la vidanos instruye ms que todos los documentos y desbarata, como por arte demagia, todo el tinglado de la falsa filosofa, ya que esta comparacin, cuandotenemos la satisfaccin de poder hacerla, nos ensea la diferencia que hay

    entre el pensamiento vivo del Dios de los seres y este montaje confuso ytenebroso de todas estas sustancias mixtas, errantes y mudas, que componenla regin material a la que estamos vinculados por las leyes de nuestrocuerpo. Se trata de una operacin indispensable para pasar a la categora decatecmeno y para poner el pie en el primer peldao de la escala sacerdotal.

    Amigo mo, vamos juntos a preparar altares al Seor. Ve delante a prepa-rar todo lo necesario para celebrar dignamente las alabanzas de su gloria y desu majestad. Sirve de rgano a mi obra, para anunciarla al pueblo, lo mismoque yo debo servir a la Divinidad para anunciar a todas las familias espiritua-les los movimientos de la gracia y las vibraciones de la luz. Y t, Dios de mivida, si alguna vez te place elegirme para ser tu sacerdote, hgase tu volun-tad! Todas mis facultades son tuyas. Me prosternar en mi indignidad al re-

    cibir el nombre de tu sacerdote y tu profeta. Aydame solamente para que nohaga que tus gracias pierdan su fuerza y para que se rompan en m todos losescollos que mis iniquidades y mis debilidades han sembrado antes de mieleccin.

    Jams me atrevera por m mismo a pedirte que se apoyase tu mano sobrem; pero, si por tu pura munificencia quieres poner tu mano sobre m, no du-dar lo mnimo para que hagas en mi ser todo lo necesario para que sea til atus designios y no tengo en estos momentos ms preocupacin que ofrecerte ladedicacin de mi fidelidad a tu servicio y una sumisin universal a todas lascondiciones que quieras poner en nuestra alianza.

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    El hombre que, como es el pensamiento del Dios de los seres, se ha obser-

    vado hasta el punto de que ha sometido sus propias facultades a la direccin yal origen de todos los pensamientos, ya no tiene dudas en su conducta espiri-tual, aunque no se encuentre protegido en su conducta temporal, si la debili-dad sigue arrastrndolo todava a situaciones ajenas a su verdadero objetivo,pues, al buscar siempre este objetivo verdadero, debe esperar los socorros mseficaces, ya que, al tratar de seguirlo y alcanzarlo, sigue la voluntad Divina,que es la misma que lo empuja e invita a que se dedique a ello con ardor.

    Pero de dnde le viene esta forma de ser, tan ventajosa y sana? Es que, sillega a regenerarse en su pensamiento, lo hace pronto tambin en su palabra,que es como la carne y la sangre del pensamiento y, cuando se ha regeneradoen esta palabra, lo hace pronto tambin en la obra, que es la carne y la sangrede la palabra. No es slo que penetre en l el espritu y circule por todas susvenas y se revista de l para darle el movimiento a todos sus miembros, lomismo que nosotros hacemos que se muevan a nuestro gusto los vestidos quellevamos puestos, sino que en l se transforma todo en sustancias espiritualesy anglicas, para llevarlo sobre sus alas a todos los lugares donde lo llama sudeber. As es como vendr un da el juez soberano, en medio de santos y ro-deado de millones de ngeles, para restablecer el reino de la verdad en todaslas regiones que sean capaces de recibirla.

    Entonces es cuando el hombre se da cuenta de que es. en espritu y en rea-lidad, el sacerdote del Seor. Entonces es cuando ha recibido el orden vivi-ficante y puede transmitir este orden a todos los que se consagren al servicio deDios, es decir, atar y desatar, purificar, absolver, sumir al enemigo en las

    tinieblas y hacer que reviva la luz en las almas, pues la palabra orden viene deltrmino ordinare (ordenar), que quiere decir volver a poner cada cosa en susitio y en su lugar, y sa es la propiedad del verbo eterno que produce todocontinuamente segn el peso, el nmero y la medida. Y es tal, finalmente, elinters de la palabra por esta obra sublime, que se transformara en hombre ellamisma para venir a ordenarnos y consagrarnos, si no hubiese hombres quepudiesen imponernos las manos, pues ella sabe que es preciso que aqu abajolos rganos de la verdad estn encarnados en forma humana para poder sernostiles.

    No es en absoluto un simple efecto mstico ni una simple operacin meta-fsica lo que se produce en nosotros cuando el verbo divino nos regenera ynos

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    llama por nuestro nombre para hacer que salgamos de nuestra tumba, sino unaobra viva, cuya sensacin se nota fsicamente en todo nuestro ser espiritual ycorporal, ya que esta palabra es la vida y la actividad y. cuando Lzaro sali desu sepulcro a la voz del Seor, sus miembros no notaron esta sensacin real

    tanto como nosotros la notamos en nuestra regeneracin espiritual, porque,despus de haber descendido a la tumba, su alma pasiva, que no poda captarla sensacin de la muerte ni del fro sepulcral, no poda tampoco establecercomparaciones con la sensacin de la vida que se introduca entonces en l ypareca que lo creaba por vez primera, mientras que nuestra alma inmortal nodesciende al lago de su muerte espiritual sin volver a sentir todo su horror y,por consiguiente, cuando recupera la sensacin de la vida, debe ser con unasensibilidad inexplicable.

    En efecto, nos hemos dejado inmovilizar vivos y en plenitud de facultadespor las cadenas del enemigo y notamos que esas cadenas nos destrozan y nosimpiden hacer el mnimo movimiento. Si tuvisemos valor para detener a este

    enemigo y asegurarle que, segn las intenciones de la voluntad suprema bene-factora, estamos decididos a romper todas las ataduras que l utiliza para es-clavizarnos; si le dijsemos con firmeza que debe estar seguro de que su domi-nio sobre nosotros va a quedar destruido y que adems nos resulta cmodo,con los auxilios Divinos que nos rodean, romper este dominio, que nos resultafcil romper una brizna de paja, y si finalmente, una vez pronunciada estadetencin, no olvidsemos nada de lo que hace falta para llevarla a cabo y paramantenernos con perseverancia en esta resolucin indispensable y necesaria,no hay duda de que veramos pronto caer a nuestros pies todos estos impedi-mentos que tan horriblemente nos atormentan y sentiramos y sustituiramosdentro de nosotros, a la vez, todos los arrebatos de la verdadera vida, quesedan tanto ms activos y deliciosos para nosotros cuanto ms desprovistos deellos hubisemos estado. ste es el paso completo de la muerte y la vida que

    puede sentir fsicamente el alma del hombre en plenitud de facultades cuando,imitando la dulce y humilde sencillez del verbo y de la palabra, llega a recupe-rar su fuerza, su calor y su luz.

    Una palabra ms podr, tal vez, ayudar a persuadirnos y a aumentar nues-tro nimo para trabajar en esta gran empresa, por lo que no vamos a callarla. Elhombre, sometido a las leyes de su materia, est aprisionado y limitado por suscuatro costados y, para atarlo de esta manera, ha sido necesario que se junta-sen, formando una especie de unidad, los poderes, las fuerzas y las facultadesque l haba dejado salir de s mismo y haba diseminado por todas las regio-nes para producir el desorden de sus planos impos y mentirosos: el enemigo

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    sigue apoyndose en las cadenas con que lo ha cargado y pretende con ellotratar como su juguete y su vctima a quien otras veces ha fingido que queratratar como su amigo. Pero este doble peso, que rene y concentra cada vezms, formando una unidad, los poderes y las facultades del hombre, le da, en su

    misma privacin, una imagen nueva de esta unidad que l habra debidorepresentar, en su justo desarrollo, y esta armona concentrada, recuperandode forma natural una especie de relacin con la armona superior y libre, loatrae insensiblemente a ella y ella recibe de l los auxilios que es capaz derecibir, segn su medida torpe y restringida.

    Por tanto, es cierto decir que nuestra liberacin ha comenzado en el mo-mento de nuestro castigo; es cierto decir que el cordero ha sido inmolado des-de el principio del mundo; es cierto decir que la escritura tiene razn al reco-mendarnos la lgrimas y al felicitarnos por nuestras tribulaciones, ya que lamedicina de la amargura es el nico medio de que podamos recuperar el co-mienzo de nuestras relaciones con nuestra unidad armnica y primitiva. Final-mente, es cierto que la escritura tiene razn al ensearnos que el que se hagahumilde y pequeo ser ensalzado.

    Nos asombraramos un poco de las maravillas sensibles y vivas que seproducen en nosotros con nuestra regeneracin, si penetrsemos con un pocoms de profundidad de lo que lo hacemos en el conocimiento de la naturalezadel hombre. Lo hemos pintado como si fuese un pensamiento del Dios de losseres y hemos dicho que, cuando se regeneraba en su pensamiento, lo hacatambin pronto en su palabra. Esto quiere decir que entonces se convierte enuna palabra del Dios de los seres, lo mismo que antes era un pensamiento, yeso nos ensea, por tanto, que en un principio era a la vez un pensamiento yuna palabra del Dios de los seres y que debe serlo todava en estos tiempos,cuando tiene la suerte de verse restablecido en su naturaleza original.

    Esa es la meta a la que deben dirigirse todos nuestros esfuerzos y sin la cualnos congratularamos en vano de haber avanzado en la carrera de nuestro re-greso a nuestro principio. Esto es tambin lo que nos ha restablecido en nuestromismo trono y ha puesto a nuestros enemigos a nuestros pies. Al mismo tiempo.nos ensea cmo era nuestro poder en otros tiempos y cmo era el uso quehabramos debido hacer de l, ya que hoy da podemos hacer que sirva para lomismo, pronunciando con fuerza esta palabra interna que constituye nuestroser y que hace que tiemblen nuestros enemigos. No dejemos de contemplaresa meta sublime e indispensable a la que debemos dirigirnos; no descanse-mos, no escatimemos ningn esfuerzo hasta que sintamos que renacemos en

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    esta facultad viva que es nuestra esencia y hasta que, por la fuerza de su virtud,hayamos expulsado de nosotros a todos los vendedores que han venido a ins-talar los puestos de su comercio en nuestro templo.

    Notaremos, incluso en esta ocupacin, una claridad tan animosa para no-sotros como gloriosa para el supremo autor de nuestra existencia. Si nosotrossentimos que no podemos regenerarnos nada ms que en tanto en cuanto nosconvirtamos en una palabra del Dios de los seres, es una prueba de que elDios de los seres es tambin, por s mismo, una palabra viva y poderosa,puesto que nosotros somos su imagen, y, a partir de entonces, nuestra simili-tud con l se nos presenta de la forma ms natural, ms instructiva y mssuave, puesto que en todo momento podemos convencernos de esta similitudy demostrar que en todos los instantes nosotros tenemos a Dios, lo mismoque Dios nos tiene a nosotros. Adems, lo que manifiesta plenamente la gloriade este Dios supremo y la naturaleza espiritual de nuestro ser es que, a pesarde la dignidad y la fuerza de la palabra que hay en nosotros, no podemos

    esperar su renacimiento y su desarrollo nada ms que en la medida en quela propia palabra Divina venga a reanimar la nuestra y a devolverle suactividad, aprisionada por las cadenas de nuestra prevaricacin. Esto es, enresumen, sentir irresistiblemente que la palabra es absolutamente necesariapara establecer la palabra, axioma que ha pasado a las ciencias humanas ycuyo imperio indestructible se ha mostrado a los que no se han ocupado nadams que de las lenguas convencionales.

    Este axioma, digo yo, encierra las verdades ms esenciales, puesto quenos ensea, ante todo, que toda nuestra obra debe pasar al interior delhombre, como hogar invisible de nuestra vida divina, y, en segundo lugar,que esta obra slo se puede realizar por la palabra de Dios o por la mismaDivinidad.

    Por este medio, nuestra inteligencia nos impide considerar como una rege-neracin para nosotros todo lo que tiende nicamente a actos externos, en losque nuestra esencia ntima no sirve para nada, ya que estos actos no estn msvinculados a nosotros de lo que las obras de un pintor lo estn al ignorante quelas mira. Adems, nos impide que consideremos como un medio de regenera-cin todos los agentes secundarios y todos los caminos particulares pordonde marchan tantos hombres descarriados, pues todo esto sirve para elnacimiento de nuestro interior tanto como la aplicacin externa demedicamentos a un enfermo que tiene viciada toda su sangre. As, por estemedio, nuestra inteligencia nos protege de grandes errores, en cuanto a nuestroprogreso, y de grandes idolatras, en cuanto a la Divinidad.

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    Este renacimiento de nuestra palabra interna no se limita a un simple efec-

    to parcial y concentrado en un solo punto de nuestro ser interior, sino que sepropaga en todas las regiones que nos constituyen y hace que resucite en ellasla vida en todos sus pasos. Parece que da los nombres propios y activos atodas las sustancias espirituales, celestes, elementales que se juntan ennosotros y les devuelve su vivacidad de movimiento y el poderoso ejercicio desus funciones originales, lo mismo que en otro tiempo Adn pona nombres atodos los animales e introduca su fuerza viva en toda la creacin y en todaslas obras y producciones de Dios que haban sido encomendadas a suadministracin libre. Adems, estos dos testimonios, o sea, el de nuestraexperiencia y el de la tradicin, nos ensean que sa es la marcha progresivade la Divinidad eterna en sus santas obras, restauraciones y rectificaciones, enlas que, sin duda, la vida de su palabra Divina se extiende sucesivamente entodos los seres y en todas las producciones que quiere regenerar y que no seoponen a su accin. Y si, por nuestra propia experiencia y por la tradicin de lasactuaciones de Adn, sabemos que sa es la marcha restauradora de la palabraDivina, se convierte en una nueva prueba para nosotros que haya sido esa lamarcha creadora de esta misma palabra, ya que las cosas no se regenerannada ms que por el mismo medio que las ha creado. Por eso tiene razn SanPedro, cuando nos dice (Hechos, 4:12) que no hay ningn otro nombre, bajoel cielo, dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos; ya que, antes deSan Pedro, San Juan nos haba dicho que al principio era el verbo y que l eraDios y que sin l no se ha hecho nada de lo que se ha hecho. Por tanto, no podemos encontrar un Dios salvador, un Dios santificador ni un Diosfortificadorsi no es en el Dios creador, lo mismo que no podemos encontrarun Dios creador sino es en el que es por s mismo, cuya vida es la eternidad y

    cuya eternidad es la vida, aunque estas fuerzas distintas hayan actuado endiversas pocas y se hayan manifestado con propiedades diferentes.

    Si, como hemos visto, la palabra es necesaria para establecer la palabra y,por consiguiente, no podamos ser resucitados en nuestra palabra nada msque por el verbo, no podemos ser resucitados en nuestras dems facultadesnada ms que por facultades anlogas; en nuestro pensamiento, nada ms quepor elpensamiento; en nuestro movimiento, nada ms que por el movimiento;en nuestra vida, nada ms que por la vida; en nuestro espritu, nada ms quepor el espritu; en nuestras virtudes, nada ms que por la virtud; en nuestrasluces, nada ms que por la luz. Por tanto, deberamos estar en una movilidady

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    una actividad continuas, ya que los rayos ms pequeos de lo que hay en no-sotros deberan estar reactivados perpetuamente por las chispas similares quesaltan incesantemente del fuego eterno de la vida.

    se es el estado de los que, tras haber vencido al dragn, son elevadosdespus de su muerte a la regin del descanso y la felicidad; se es tambin elestado de los que han roto aqu abajo las cadenas de su esclavitud y han abiertotodas sus facultades a quien no pide nada mejor que penetrar en ellas y llenar-las; se es, finalmente, el estado de aquellos sobre los que ha impuesto sus ma-nos el espritu, porque por esta imposicin de manos rene en ellos, formandouna unidad, todas las subdivisiones espirituales que ellos haban dejado desper-digarse. Tambin por este medio y en virtud de la unidad indivisible de la queeste espritu es depositario, los pone en el caso de imponer a su vez las manossobre sus semejantes y de efectuar en ellos las mismas agrupaciones que hantenido lugar en ellos mismos cuando les impuso las manos el espritu. Y saes la finalidad del sacerdocio, esos son los poderes, esos son los frutos de los

    que se han hecho merecedores y que estn incluidos en la decisin divina.

    Estos frutos ni siquiera parecen estar ya limitados, desde que el principio,despus de haber sido puesto en actividad, se transmite en la misma medida ycon la misma alteracin, porque acta siempre por la misma ley y siempresobre la misma especie de desorden, que no es otra cosa ms que una subdivi-sin. Adems, es el mismo espritu el que, en lo fsico y en lo moral, hace porla imposicin de manos que vea el ciego, que oiga el sordo, que camine elcojo, que se cure el enfermo, que resucite el muerto y que el esclavo sea pues-to en libertad.

    Encrgate, Dios mo, de todo lo relacionado con mi eleccin. Yo te dir,como Moiss, que lo nico que puedo hacer es tartamudear y que todo mi ser

    se encuentra con una impotencia universal para cumplir con las obligacionesque impones a tu elegido. Admiro la gloria de tus profetas y de tus servidores.mi alma se estremece de alegra al sentir las dulzuras y los consuelos que lesesperan, pero si no desatas t mismo mi lengua, si no pones tu fuego en micorazn y tu luz en mi espritu, si t no me trazas el camino a cada paso, y si nome empujas por ti mismo por los senderos que me hayas trazado, yo me que-dar sepultado en mi debilidad y ser un ser completamente intil para tusplanes.

    Hombres que creis en la virtud de la palabra y en los prodigios que realizaen el alma humana cuando quiere emplearla en sus diversas manifestaciones,

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    creed tambin en la progresin de sus fuerzas y en el crecimiento, aunqueinvisible, de las diversas manifestaciones que pretende que fructifiquen en elcampo de la muerte en que vivimos. Porque esta palabra tiene vida por smisma y, aunque est fija y, en cierto modo, inmvil en el centro de su esen-

    cia los movimientos que produce no pueden limitarse ni fijarse definitiva-mente en los lugares del tiempo. Vemos cmo se demuestra esta verdad ennosotros mismos por las progresiones que recorre nuestro espritu y que hacenque parezca que toda nuestra vida no es ms que una serie de crecimientos enlos que los dones y las virtudes de una poca desaparecen y se sustituyen porlos dones y virtudes de la poca siguiente.

    Por eso es por lo que las acciones que enva la sabidura a nuestra reginno se quedan en ella, al menos bajo la misma forma, y tambin por lo que elhombre se engaa cuando piensa que estas acciones deben ser sensiblementepermanentes, porque, desde que les imprime con su pensamiento ese carcterde estancamiento, ya no puede sacar de ellas ningn fruto, puesto que el estan-camiento producira la muerte y todo debe ser espritu y movimiento. Adems,

    el movimiento del espritu es como el del fuego, que va hacia arriba y en lnearecta y desaparece enseguida de nuestra vista. Pero, no obstante, estas diversasacciones no tienden ms que a llevarnos un da por sus diferentes grados tem-porales al verdadero descanso en el centro de la palabra eterna.

    Hombres que creis que el hombre es no slo un pensamiento, sino tam-bin una palabra del Dios de los seres, no podis evitar creer que el hombre esigualmente una de las operaciones divinas de este ser eterno. Si no fuese as,serais seres incompletos, no serais la imagen perfecta de Dios, porque Dioses, al mismo tiempo, el pensamiento y la obra eternos. Por ltimo, no podisdudar que no debis ser una de sus obras, porque pretendis continuamenterealizar vuestras palabras con vuestras obras, lo mismo que tratis de realizar

    vuestros pensamientos con vuestras palabras.

    Lo mismo que vuestro pensamiento y vuestra palabra no pueden renacersin el pensamiento y la palabra superiores, del mismo modo vuestra obra espi-ritual no se puede producir nada ms que si acta sobre vosotros el espritu yeso es lo que hemos expuesto hasta ahora como imposicin de manos: opera-cin que es un acto de restauracin en todas las elecciones que ha hecho Dios,enviando su espritu sobre los hombres elegidos; pero que es ms querestauradora en lo que concierne a vuestra esencia, ya que es esta triple accin dela divinidad la que os constituye y no basta con que la divinidad piense alnombre o hable al hombre, sino que es preciso todava que haga al hombre.

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    Por tanto, no debemos ser continuamente otra cosa ms que el efecto realde estos tres actos y la diferencia que hay entre Dios y nosotros est en que les un Dios que piensa, un Dios que habla y un Dios que hace, mientras noso-tros somos un Diospensado, un Dios hablado y un Dios hecho, y esas son las

    maravillosas fuerzas, luces y virtudes destinadas a alimentar nuestro ser.Estos son, en resumen, los tesoros prometidos a nuestra alma, pues ya hemosanunciado antes que la divinidad deba pasar por completo a travs denosotros, para poder expandirse hasta el amigo fiel que espera de nosotroseste alimento divino y para que, tanto por dentro como por fuera, podamoscumplir los planes originales de nuestro principio.

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    Pero qu terrible operacin debe producirse en nosotros antes de que

    toda esta divinidad pase por completo a travs de nosotros en su esplendor yen su alegra! Es preciso que pase de antemano a travs de nosotros en suignominia y su dolor, es preciso que el Dios que sufre pase por completo atravs del alma concentrada y como petrificada por el crimen y lainsensibilidad. Alma del hombre, smete aqu, en la miseria, y preprate parala operacin ms dolorosa. Es preciso que el Dios que sufre penetre en ti yresurja como un amanecer a travs de tus sustancias ms espesas y ms duras,para darte tu existencia primitiva. No podrs regenerarte jams si la operacinno es universal y si el Dios que sufre en su pensamiento, en su palabra y en suobra no atraviesa por completo tu pensamiento, tu palabra y tu obra.

    Amargura corporal, amargura espiritual, amargura divina, venid aestableceros en nuestro ser, ya que os habis convertido en el alimento indis-

    pensable de nuestras tinieblas y de nuestra enfermedad. Que la amarguraespiritual del cliz se una a nuestra amargura espiritual particular y forme aseste medicamento activo y saludable que debe consumir todas nuestras sus-tancias falsas para dejar que revivan nuestras sustancias verdaderasamortecidas! Desgraciado el que quiera rechazar este medicamentoregenerador! No conseguir ms que aumentar sus males y hacer que, con eltiempo, sean incurables. Pues esta penitencia es de tal ndole que es la nicaque puede hacer que resucite en nosotros el espritu, lo mismo que el espritues el nico que puede hacer que resucite la palabra y la palabra, que resucitela vida, teniendo en cuenta que hoy da no se puede hacer nada si no es pormedio de concentraciones, ya que se ha sido el origen del principio de las

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    cosas, tanto fsicas como espirituales. Esa penitencia, repito, es de tal ndoleque da al hombre la poderosa tranquilidad de la confianza y la terrible fuerzade la calma, cosas tan desconocidas para los hombres del torrente, que notienen nada ms que el coraje de la desesperacin y la fuerza de la ira. sta es

    la penitencia por la que el pastor se digna venir a disfrazarse de lobo, quesomos nosotros, para salvar de nuestros dientes al desgraciado rebao quenosotros devoramos, mientras que, con la penitencia humana y exterior, es elmismo lobo el que se disfraza con la piel del pastor, para devorar al mismotiempo al rebao y al pastor, separndolos al uno del otro. sta es la peniten-cia que borra de nosotros no slo las manchas del pecado, sino hasta su re-cuerdo y su conocimiento.

    Abramos, pues, nuestro ser a este poderoso mdico, que quiere darnos lavida de la que l disfruta y cuya fuente es l mismo, y prestmonos, con accio-nes de gracias, a todos los detalles de sus procedimientos y de sus operacionescurativas, porque, si llegase alguna vez a entrar en nosotros y establecer ennosotros su morada, atravesara pronto todas las sustancias por su accin siem-

    pre operativa, que har que salgan de todo nuestro ser mil rayos de luz, de laque esta accin es, al mismo tiempo, el hogar y el origen.

    Pero si, antes de que penetre en nosotros la divinidad y nos traspase en suesplendor y su gloria, es preciso que nos traspase en su ignominia y su dolor,tambin es necesario que haga en nosotros una operacin primera y esta ope-racin consiste en hacer que nos anuncie el ngel que el espritu santo debevenir sobre nosotros, que la virtud del altsimo nos cubrir con su sombra yque, por esa razn, el santo que nazca en nosotros se llamar el hijo de Dios.Y, para que se nos pueda hacer este anuncio, es preciso que estemos renova-dos en la verdadera inocencia y que tres vrgenes ms antiguas que Mara noshayan purificado en nuestro cuerpo, en nuestra alma y en nuestro espritu: es

    decir, que nos hayan hecho vrgenes como ellas. Cuando, por nuestra constanciay nuestros esfuerzos, hayamos descubierto esta triple virginidad, se producir ennosotros la anunciacin y no tardaremos en darnos cuenta de la concepcinsanta que se produce tambin, lo que nos da la oportunidad de cantar elcntico de Mara, cuando nuestros seres queridos nos saluden y nos bendiganpor el fruto de nuestras entraas, lo mismo que Mara recibi el saludo y labendicin de Isabel.

    Desde el momento en que se produce en nosotros esta concepcin, no de-bemos escatimar ningn cuidado para hacer que llegue felizmente a su trmi-no, lo mismo que en el orden material cuidamos los das y la salud de una

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    esposa querida que nos da la esperanza de verla convertida en madre. Debe-mos controlar con atencin todos los movimientos que se produzcan en noso-tros y hasta los mnimos deseos espirituales y verdaderos que se nos sugieran.sin descuidar ninguno y sacrificndolo todo para satisfacerlos, para evitar

    que. por nuestra negligencia o nuestra parsimonia, que no es otra cosa msque nuestra pereza, se d el caso de que perjudiquemos el crecimiento denuestro hijo. Pero defendmonos tambin con cuidado de todos losmovimientos falsos que no se deben nada ms que a la fantasa, pues conellos estaramos dando a nuestro enemigo unos poderes que aprovechara lpara poner inmediatamente su sello y su carcter en algunas partes delcuerpo de nuestra reproduccin. Imitemos, pues, en todo a la naturaleza, queemplea todas sus fuerzas para hacer que fructifiquen sus productos cuandonosotros no cometemos el delito de impedir su obra.

    Es una sola y nica fuerza, es un solo y nico amor, lo que realiza nuestrareproduccin corporal y lo que se encarga de mantenerla y conservarla. Ac-

    tuemos de tal manera que, del mismo modo, la fuerza y el amor divino querealizan en nosotros la concepcin espiritual alimenten ellos mismos su pro-pio fruto; que la misma mano que ha plantado en nosotros esta planta la rieguetodos los das y le quite todo lo que pueda perjudicarle. No temamos ni a lasinquietudes, ni a las nuseas ni a los vmitos ni a los insomnios, pues no sonms que sufrimientos que facilitan el crecimiento de nuestro hijo y es imposi-ble que l adquiera sin todo esto una forma justa y slida.

    Digamos a nuestro enemigo: es el Dios que sufre el mismo que quiereconstruir en m su edificio, es el Dios que sufre el que quiere mantenerlo, lmismo. No podrs defraudarlo. Cuanto ms se acerque a m el Dios que sufre,ms seguro estar contra los ataques, porque l tomar sobre s mismo la cargaque yo no podria llevar. Aunque yo est colgando del abismo como pendiente

    de un hilo, aunque me encuentre en medio de leones voraces y de serpientesmortferas que silban, este Dios que sufre est cerca de m, este Dios que sufreest concebido en m y, con un solo movimiento, por pequeo que sea, meapartar de todos estos insectos y reptiles venenosos, de cuya forma corporalhan hecho tus inicuas seducciones que se disfrace corporalmente la desdicha-da posteridad del hombre. Lo nico que pretende este Dios que sufre es hacerque entre en m su carne, su sangre, su espritu, su palabra, para introducir porfin el nombre poderoso que lo ha creado todo y que quiere tambin crearlotodo dentro de m. Quiere hacer que planee con l por la regin de la vida.para que me sea imposible volver a caer en los precipicios y en las regiones dela muerte.

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    Pernicioso enemigo del hombre, produces muchos sufrimientos; pero lohaces mediante una contraccin de tu poder desordenado y engaoso contralas leyes eternas de la verdad y contra el orden inmutable de las cosas. Ade-ms, tus xitos, cuando los tienes, arrastran al hombre a la nada, la muerte y

    las tinieblas; pero, cuando el Dios que sufre se acerca a nosotros y nos pro-duce dolor, lo hace poniendo mesura, orden y verdad en contraposicin a losdesrdenes e irregularidades que has sembrado todos los das en los hombresy que sigues cultivando. Adems, la contraccin que realiza este Dios quesufre en los que la desean y van en busca de ella, termina siempre en alegra,felicidad y luz.

    Efectivamente, para los que hayan sabido dejar que entre en ellos el Diosque sufre, el crculo de las cosas terminar con estos dulces consuelos, puesel crculo de las cosas no se compone ms que de seres que estn en contrac-cin y sufriendo, lo que hace que el universo entero nos muestre al Dios quesufre, lo mismo que puede hacerlo el estado penoso de nuestra alma. Esto eslo que hace tambin que debamos considerar con respeto y agradecimientotodas las cosas de esta naturaleza encerrada, puesto que el ms pequeo detodos nosotros es el fruto de la caridad divina que no cesa de modificar suamor por todos los medios posibles, con el fin de hacer que llegue su fuerza,su vida y su luz hasta nuestras regiones ms materiales y ms tenebrosas.Feliz el que haya considerado al universo bajo este aspecto y haya recogidopor este medio un gran nmero de esas chispas divinas, para prometerle unaantorcha en el ltimo da!

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    La sabidura conduce al hombre por unos grados insensibles con el fin deno asustarlo por la inmensidad de la labor que tiene que realizar. Tambinempieza dicindole que debe servir de rgano y de cauce para toda la Divini-dad entera, si quiere que su ngel disfrute de la paz y de las felicidades Divi-nas. Este consejo es tan consolador que el alma del hombre est como absortade admiracin y de alegra. Llora de sentimiento, llora de esperanza: es comosi la propia imagen Divina hubiese venido a pintarse en todas las sustancias yhubiese sentido el dulce calor de la mano que ha manejado el pincel; pero.como se es el final de la obra, esta sabidura nos ensea enseguida que, antesde alcanzar ese trmino feliz, debemos ver que pasa a nosotros el Dios quesufre, puesto que es el nico que puede encadenar a los voraces leones y a

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    todas las serpientes que circulan por nosotros y no dejan de asustarnos con sussilbidos o de emponzoarnos con su veneno.

    La sabidura no nos descubre este gran combate hasta el ltimo momento.

    para que, al estar preparados de antemano por los placeres que se nos hanprometido en el Dios benefactor y por los medios que se nos han ofrecido enel Dios que sufre, podamos lanzarnos con ms valor al campo de batalla ycongratularnos con la victoria, pues con esta victoria es con lo nico con quese trazan en nosotros los planos del templo y los diversos departamentos quecomprende, entre lo cuales hay uno por el que el Santo de los Santos secomunica con nosotros, lo mismo que se comunicaba con el sumo sacerdoteen el templo de Jerusaln. Slo entonces es cuando se confirma en nosotros laanunciacin del ngel y la concepcin por obra del Espritu Santo, de la que podemos esperar un feliz alumbramiento Divino, si cumplimos todos losrequisitos de los que ya hemos hablado en este tema y si se nos imponen a lavez, por la sabidura y por la necesidad de nuestra propia regeneracin.

    No es que, por nuestra victoria sobre estos animales feroces que tratan adiario de devorarnos, vayamos a tenerlos completamente fuera de nuestro cr-culo y sin ninguna relacin con nuestra existencia. No. Estn unidos a nosotrospor la naturaleza de nuestra carne y de nuestra sangre y estn destinados a versearrastrados con todo nuestro ser en el crculo pasajero que recorremos, lo mis-mo que el abismo se ve arrastrado con el universo en el amplio crculo del tiem-po; pero, del mismo modo que este abismo es arrastrado por el universo, sin quepor ello le perjudique ni entorpezca la marcha de sus operaciones ni el cumpli-miento de sus leyes, de ese mismo modo la regin de nuestros animales voracesdebe arrastrarse con nosotros, sin mezclarse en las funciones de nuestro espri-tu, como si ocupase una morada distinta, sin ser para nosotros ms de lo que esel abismo para el universo, es decir, para hacer de contrapeso y para que no nos

    remontemos a la regin de la vida antes de haber tenido tiempo para purgarnuestros elementos espirituales, sin lo cual no seramos admitidos en su seno.

    Por eso es por lo que nuestras plegarias no son todava ms que gemidos,lamentos e invocaciones, en vez de ser contemplaciones, mandamientos, ac-ciones de gracias, satisfacciones, como debieron ser en principio y como sernal final de todas las cosas para los que se dediquen al mantenimiento de lajusticia y a la observacin de las leyes del Seor.

    Pues, cuando se cre al primer hombre, Dios no le dijo nada de que selamentase ni de que pasase su vida en un mar de lgrimas, sino que le dijo que

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    lo estableciese a l en todas las obras de sus manos, le dijo que pusiesenombre a todos los animales, le dijo que llenase la tierra y la dominase; pero,desde la cada, la tierra est maldita y l no debe comer el pan si no es con elsudor de su frente. Por eso, la familia humana no tiene ms remedio ni

    salvacin que la splica y el recurso a la misericordia del Seor, mientrasque las nuevas prevaricaciones de las generaciones sucesivas no hacen msque acrecentar los males y la miseria del hombre.

    Adems, todos los enviados no le predican otra cosa ms que que trabajenpara que el hombre se limpie por completo del pecado, con el fin de que, consus suspiros y sollozos, pueda conseguir que la palabra creadora, doliente,santificante y multiplicadora venga a fundar en l su morada, por no encontraren l nada que la moleste, que pueda hablar por l en todo lo que lo constituyey en todo lo que l tenga que manifestar, o sea, que hable en el pensamientodel hombre, que hable en la palabra del hombre, que hable en todos los senti-mientos del hombre, que hable en todos sus movimientos, en todas sus virtu-des, en todos sus elementos, en su sangre, en su carne, en todos los rganos desu vida, en los alimentos de los que se nutre, en todas las sustancias que em-plea en sus necesidades y, finalmente, que haga del hombre una oracin uni-versal. En una palabra, es preciso que seamos devorados como una presa portodas las fuerzas del Seor, antes de que l encuentre en nosotros su alegra ysu consuelo y de que, habindonos consumido en s mismo por el fuego crea-dor de su propia vida, vuelva a darnos esa existencia primitiva libre y alegre,en la que no tenamos que hacer ms que plegarias de jbilo.

    Hay de vosotros, instructores humanos! Cunto os arrepentiris algnda de haber abusado de las almas, llevndolas por caminos nulos, imaginati-vos e ilusorios, que les habrn dado una tranquilidad engaosa, proporcionn-doles alegras exteriores y comunicndoles sombras de verdades que les ha-

    brn impedido trabajar por la renovacin del centro de su ser! Todas vuestrasasociaciones emblemticas no les habrn comunicado la vida, puesto que ellasmismas no la tienen. Vuestras asociaciones prcticas les sern todava msfunestas, si no es el espritu lo que las ha convocado, reunido, constituido ysantificado con sus lgrimas y las plegarias de su dolor. Y dnde estn estasasociaciones que nos seran tan saludables!

    S, instructores ciegos, ignorantes o que presums demasiado de vuestrasfuerzas y vuestras luces, os arrepentiris algn da de haber abusado de las al-mas. No bastaba con que, como consecuencia del crimen primitivo, estuviesen bajo el yugo del septenario temporal que las distrae y las desvacontinuamente

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    de la sencillez de su lnea, sino que las tendris an ms apegadas a loexterior con todas vuestras imgenes y vuestros smbolos y hasta es posibleque terminis separndolas por completo, alejndolas totalmente de ese puntocentral e invisible que es el nico lugar de reunin que tenemos aqu abajo en

    nuestras tinieblas. Pues el alma mal dirigida encuentra an ms dificultades yel aislamiento de este septenario temporal. Esto es lo que hace que, por nuestrafuerza y nuestra imperiosa impaciencia, hagamos nosotros mismos nuestraexistencia cien veces ms desgraciada que la de las bestias.

    Vosotros mismos seguiris bajo el yugo de este septenario temporal, hastaque las almas que hayis descarriado hayan podido recuperar su propio centroparticular, para que puedan seguidamente recuperar su centro general, y osestremeceris de vergenza y de desesperacin, mientras que, si hubieseis te-nido ms confianza en el espritu, hubieseis reconocido que no tena necesidadde vuestros medios artificiales y encubiertos para difundirse y, si hubieseis idode buena fe, hubieseis dicho que haba que empezar por procurar tener el esp-ritu vosotros mismos, antes de tratar de llevar a los dems a un espritu quevosotros no tenais.

    Amigos mos, tengamos cuidado con otro peligro que nos amenaza a to-dos: el de ser tratados como aquellos a los que se pide de nuevo la sangre delos profetas, no porque les hayamos quitado la vida temporal, sino por nohaber aprovechado su espritu ms de lo que lo hicieron las naciones a las queellos se dirigieron con su palabra ni ms que los hombres del torrente, pueseste espritu de los profetas es su verdadera sangre que derramamos todos entodo momento, cuando no seguimos las lecciones que nos han dado e, intimida-dos por sus amenazas, no entramos bajo el dominio exclusivo del nico y sobe-rano ser que pretende gobernarlo todo por s mismo, como si fuese el nicoque haya podido crearlo todo. S, sa es la sangre verdadera que se reclamar a

    la familia humana, no slo desde la sangre de Abel hasta la de Zacaras, sinotambin desde Zacaras hasta la que se vierta y profane mientras duren lossiglos. sa es la sangre que derraman todos los das los Fariseos, los Escribasy los doctores de la ley que ahogan continuamente el espritu del profeta, noslo bajo el peso de la letra, sino bajo el peso de sus interpretaciones hipcri-tas y fraudulentas y bajo el de sus tradiciones supersticiosas en las que la ver-dad va siempre en declive.

    Vigilemos, por tanto, da y noche, para que esta sangre del espritu nossirva de beneficio. Vigilemos para que no se nos reproche algn da que he-mos dejado que se pierda y corra en vano. Vigilemos, porque es esta sangrela

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    que debe servir para la formacin y el alimento del hijo espiritual concebidoen nosotros por obra de la santa sabidura.

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    Cuando el hombre reza con constancia, con fe, y trata de purificarse en lased activa de la penitencia, puede suceder que oiga decir en su interior lo queel reparador dijo a Cefas: t eres piedra y sobre esta piedra edificar mi igle-sia y las puertas del infierno no prevalecern jams contra ella. Esta actua-cin del espritu en el hombre nos ensea cul es la dignidad del alma humana,puesto que Dios no tiene reparos para tomarla como piedra angular de sutemplo. Nos ensea tambin hasta qu punto debemos nutrirnos de dulcesesperanzas, ya que esta eleccin nos pone a cubierto de los poderes deltiempo y, ms an, de los poderes de las tinieblas y los abismos. Nos ensea,

    finalmente, lo que es la verdadera iglesia y que, por consiguiente, no hay enningn sitio ninguna iglesia en la que no se advierta esta actuacin invisible.

    Pero veamos cul es la razn de que esta actuacin del espritu constituyala verdadera iglesia. Es que es la palabra eterna la que se graba a s misma enla piedra angular que elige, lo mismo que el reparador grababa su propiapalabra en el alma de San Pedro, a quien hablaba cara a cara. Sin la impre-sin de esta palabra divina en nuestra alma, la iglesia no se eleva, lo mismoque vemos que, en el orden temporal, los edificios que se proponen construirlos reyes no empiezan a levantarse hasta que, despus de destinarlos a unuso, se inscribe el nombre del fundador en la primera piedra, que se considerapuesta por l mismo.

    Desde este momento, nos encontramos con el compromiso de vigilar concuidado la construccin espiritual que se nos ha confiado, construccin quedebe sernos tanto ms atractiva cuanto ms encontremos en nosotros mismostodos sus materiales y, bajo la inspeccin del que nos ha hecho este anuncio ycon su ayuda, podamos llegar a ser, al mismo tiempo, el arquitecto, el templo y elsacerdote por quien ser honrado en l el fundador Divino. Debemos, como unartista meticuloso y agradecido, poner en todas las partes de nuestro edificio elnombre del que nos ha encomendado el trabajo, sin olvidar un solo instante queeste nombre sagrado, inscrito en la piedra angular, es tambin el que debeacompaar todos los crecimientos que va a tomar la iglesia en nosotros, marcarlas decoraciones exteriores e interiores, regular las divisiones del templo, fijar

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    sus horizontes y determinar todos los detalles del culto que se debe celebrarall eternamente.

    En una palabra, la idea de este ser poderoso debe ser de ahora en adelante

    tan inseparable de nuestra obra como el pensamiento lo es de las palabras y detodas las obras de las que es fruto. Cuando nos sintamos contrariados ennuestra empresa o disminuyan nuestras fuerzas, tenemos derecho a interpelarcon sus propias palabras al que nos ha dicho que queria fundar en nosotrossu iglesia, tenemos derecho a recordarle que su palabra no puede quedar sinque se cumpla. Tal como ha prometido (Isaas 55, II) mi palabra que sale demi boca no volver a m sin fruto, sino que har todo lo que yo quiero yproducir el efecto para el que la he enviado. Honramos a Dios, al utilizaras los ttulos que l nos da para con l, y lo nico que nos pide es quehagamos de ellos un uso similar y la prueba de que lo honramos al actuar asest en que no tardamos en recibir el premio de nuestra confianza y en quepronto renacen en nuestro ser la paz y la luz, cuando hemos empleado este

    medio.Levntate, hombre, todos los das antes de amanecer, para acelerar tu obra.

    Es una vergenza para ti que tu incienso diario slo levante su humo despusde salir el sol. No es el alba de la luz la que debera invitar a tu plegaria paraque venga a rendir homenaje al Dios de los seres y a pedir sus misericordias,sino que es tu plegaria la que debera llamar al alba de la luz y hacer que brilleen tu obra, para que, acto seguido, pudieses verterla desde lo alto de este orienteceleste sobre las naciones dormidas en su inactividad y sacarlas de sus tinie-blas. Slo con esta vigilancia crecer tu edificio y tu alma podr llegar a serparecida a una de esas doce perlas que deben servir un da de puerta de laciudad santa.

    Pues el alma del hombre ha sido creada para servir, al mismo tiempo, derecipiente y de intermedio de la luz y, lo mismo que los vasos transparentes yllenos de un agua lmpida nos transmiten la suave y viva emanacin de esosnumerosos rayos que se concentran y preparan dentro de ellos, del mismomodo nuestra alma debe contener los rayos del infinito que salen del centro dela ciudad santa y unirlos a nuestras propias facultades, que son finitas, paraque, al vivificarnos nosotros mismos por esta santa alianza y estar resplande-cientes por la claridad de estos rayos, podamos hacer que salga de nosotrosdicha luz ms concentrada, ms templada y ms adaptada a las necesidades delos pueblos que cuando acta siguiendo su propia dispersin y su vasta inmen-sidad. Para eso servirn y a eso estarn destinadas las puertas de la futuraJerusaln.

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    No te relajes, hombre de deseo, porque el Dios de los seres no tiene in-conveniente en venir a hacer una alianza con tu alma ni tiene inconvenienteen venir a realizar con ella esta generacin divina y espiritual en la que l teaporta los principios de vida y quiere encargarte del cuidado de darles la

    forma. Si quisieras observarte con atencin, notaras que todos estos princi-pios divinos de la esencia eterna deliberan y actan con fuerza dentro de ti,cada uno de ellos segn su virtud y su carcter; te daras cuenta de que pue-des unirte a esas fuerzas supremas, hacerte uno con ellas, transformarte en lanaturaleza activa de su accin y ver que todas tus facultades crecen y seavivan por multiplicidades divinas; sentiras que estas multiplicidades se man-tienen y crecen en ti todos los das, porque la impresin que haban transmi-tido a tu ser los principios de vida las atraera cada vez ms y, al final, estosprincipios no haran en realidad ms que atraerse ellos mismos en ti, puestoque te habran asimilado a ellos.

    Podras, por tanto, hacerte una idea de los futuros placeres, cuyas primi-cias estaras ya saboreando. Tendras deliciosos presentimientos de que, gra-cias a los favores misericordiosos del que te ha creado y quiere regenerarte, tuentrada en la vida est como garantizada por l y t puedes decir, con unasanta seguridad inspirada por l: no se me ha dado mi alma en vano; se hadignado hacer que renazca, para aplicarla a la obra activa a la que mi sublimeemanacin me daba derecho a aspirar y me promete adems hacerme recogeralgn da los frutos del campo, que l mismo ha querido cultivar por mis ma-nos. Que este Dios de todo poder y de todo consuelo sea por siemprehonrado por los hombres, como debera ser y como sera si fuese mejorconocido!

    Por tanto, ya podemos captar los bienes que se nos han prometido si segui-mos manteniendo en nosotros ese espritu de dolor o, mejor an, el dolor del

    espritu, o sea, esa amargura penetrante que tiene el medicamento espiritualpor el que debe comenzar toda nuestra obra, porque no debemos olvidar queestamos todava en el desierto y que no vislumbramos la tierra prometidanada ms que por los relatos y las imgenes que nos ofrecen los fielesenviados que la han recorrido y, si resulta ser un consuelo para nosotros tenerque esperar una herencia tan magnfica, no debemos perder de vista el nicocamino que puede llevarnos a ella.

    No dejemos de decirnos unos a otros: la medicina espiritual quiere devol-vernos la salud y la vida; el Dios universal quiere pasar todo entero a travs denuestro ser para llegar hasta el amigo que nos acompaa; quiere pasar comodoliente, antes de hacerlo en su gloria, y quiere romper los vnculos que nos

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    tienen encadenados en la caverna de los leones y de las bestias feroces y vene-nosas y quiere regenerar nuestra palabra, por la impresin de su propia pala-bra, y quiere fundar en nuestra alma su propia iglesia, para que las puertas delinfierno no prevalezcan jams contra ella, y quiere unirse a nosotros para rea-

    lizar con nosotros una generacin espiritual, cuyos frutos sean tan copiososcomo las estrellas del firmamento y puedan, como ellas, hacer que brille su luzen todo el universo. Y todos estos bienes que quiere facilitarnos quiere reali-zarlos en nosotros por la anunciacin de su ngel y por la santa concepcinde su espritu, puesto que sa es la meta final de todas sus manifestaciones.Alabmoslo en la magnificencia de sus maravillas y en la abundancia de sustesoros, pero dediquemos nuestro pensamiento al camino y a seguir nuestrorecorrido, para que estas santas meditaciones nos sirvan para mitigar las fatigasdel viaje y no para detenernos.

    9Cmo podramos dejar de abrigar dentro de nosotros el espritu de dolor

    o, mejor dicho, el dolor del espritu, cuando consideramos el caminotemporal y espiritual del hombre sobre la tierra?

    El hombre est concebido no slo en el pecado, como deca David de smismo, sino que, adems, est concebido por el pecado, en vista de las tene-brosas iniquidades de los que lo engendran. Esas iniquidades tenebrosas vana influir en l en lo corporal y en lo espiritual, hasta su nacimiento. Nace yempieza a recibir por dentro la leche contaminada con estas mismas iniquida-des y, por fuera, mil tratos torpes que acaban deformando su cuerpo, inclusoantes de que termine de formarse. Ideas depravadas, lenguas falsas y corrom-

    pidas asaltan todas sus facultades y las espan a su paso, para infectarlas tanpronto como l las manifieste por el menor de sus rganos.

    Viciado as en su cuerpo y en su espritu, incluso antes de haberempezado a utilizarlos, va a entrar bajo la falsa administracin de quienes lorodean en su primera edad, que sembrarn con abundancia grmenesenvenenados en esta tierra ya envenenada de por s y lo alabarn si producefrutos parecidos, en este ambiente desordenado que se ha convertido en suelemento natural.

    La adolescenciay la juventud no van a ser ms que un desarrollo sucesivo detodos estos grmenes. Un rgimen fsico, casi siempre contrario a la naturaleza,

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    va a seguir imponiendo a contrapelo el principio de su vida. Un rgimen moralque destruye toda moral va a seguir perjudicando an ms a su ser interior ydesvindolo de su lnea, hasta tal punto que ni siquiera creer que hay para luna lnea a seguir. Su espritu rechazar doctrinas de todo tipo por sus contra-

    dicciones o porque no le sirven nada ms que para inducirlo a error. Absorbe-rn su tiempo actividades ilusorias y le ocultarn en todo momento su verda-dera ocupacin.

    As es como, en medio de una tormenta perpetua, llega al final de su vida yall, para acabar de poner el sello definitivo en el decreto que lo ha condenadoa venir a este valle de lgrimas, se ve atormentado su cuerpo por los procedi-mientos de una medicina ignorante y su espritu, por torpes consejos,mientras que, en esos momentos peligrosos, este espritu no pretende nadams que entrar en su camino y tal vez sienta en secreto todo el dolor de verseapartado de l.

    Cuando se piensa que todos nosotros estamos compuestos por estos mis-mos elementos, dirigidos por estas mismas leyes, alimentados por estos mis-mos desrdenes y estos mismos errores, que todos estamos inmolados por losmismos tiranos y que, al mismo tiempo, inmolamos a nuestros semejantescon estas mismas armas envenenadas; cuando, finalmente, se piensa que estaatmsfera nos rodea y se introduce en nosotros, nos da miedo de respirar, nosda miedo de mirar, nos da miedo de movernos, nos da miedo de sentir.

    Qu es lo que puede pasar si se penetra en el hombre interior y espiritualy se reflexiona en los peligros que lo amenazan y que son incomparablementems terribles que los que puede temer por parte de los hombres y de los desr-denes del mundo? Entonces es cuando siente la necesidad de que su espritu loarroje al desierto, es decir, de rectificar en s todas las deformidades que la

    torpeza de los hombres y sus propios desvarios han sembrado en su ser, paraque, cuando se haya liberado por completo de este rgimen ilusorio, puedadedicarse de lleno al combate del espritu, que no empieza aqu abajo para losque se han dedicado al torrente, porque estn arrastrados lejos del desierto yno saben ni siquiera que hay que reir una batalla. Adems, se ve en esteartculo cuntos hombres pasan sus das con toda tranquilidad!

    Pero el que ha sentido el aguijn del deseo se lanza con valor a esta carreraen la que va a verse rodeado de peligros y de fuerzas enemigas que lo van aasaltar da y noche. El ardor de la victoria no le deja ver la magnitud del peli-gro y de las fatigas. Est decidido a todo, porque sabe que las recompensas

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    que le esperan lo abarcan todo. Por tanto, debe contar con que, al entrar en estedesierto, se ven sometidas a prueba todas las facultades de su ser y con queno tiene ni una sola facultad, no slo en su cuerpo, sino tambin en su alma yen su espritu, que no deba sudar sangre y empapar las diferentes tierras a las

    que pertenecen estas diferentes facultades. Y esto sucede continuamente,hasta el da de la sepultura, porque, mientras permanezca en esta tierra dedolor, est en el reino de la mentira y el que domina en l no olvida nada parahacer que prospere su imperio.

    Por eso es por lo que no debemos meditar nada ms que mientras vamoscaminando y siguiendo nuestro camino, en las maravillas que el Seor quierehacer que brillen de vez en cuando en nuestras tinieblas; pero, sin unavigilancia muy estricta, incluso estas maravillas pueden ser funestas paranosotros, dado que el enemigo tiene poder para aduearse de ellas yutilizarlas para su gloria, cuando no tenemos la prudencia de emplearlas paraimportunarlo: misterio de iniquidad que tiene medio inundada la tierra.

    Pero, mientras tanto, una vez advertidos, como estamos nosotros, abramostambin nuestros corazones a la esperanza y a la alegra y confiemos en que lamisma mano que nos ha empujado al desierto, la misma mano que nos haelegido para servir de cimientos para su iglesia, la misma mano que ha hechoque se produzca en nosotros una idea espiritual, nos acompaar en la pruebay no permitir que el enemigo altere ni mancille en modo alguno los placeresque nos tiene reservados. Y estos placeres deben ser tan incalculables como loson para nosotros los peligros y las fatigas de la prueba que tenemos quesufrir y deben ser algo ms que su compensacin, ya que la misericordia estsiempre por encima de la justicia.

    Adems, todas las facultades de nuestro ser, despus de haber vertido su-

    dor de sangre, deben verter sudor de alegra y de placer: no hay ni una solade nuestras fibras que no deba convertirse en uno de los torrentes de la vida yrecibir ininterrumpidamente una acumulacin de tesoros que establezca nues-tra morada en medio de estas multiplicidades de luces, de estas multiplicida-des de confianza, de estas multiplicidades de valor, de estas multiplicidades deesperanzas y de consuelo que ya hemos tenido oportunidad de describir y quenunca recordaremos demasiado para fortalecer la fe del dbil e incluso paramantenerla en el que no es tan dbil.

    Por qu razn se nos han de dar tan grandes bienes? Porque es as comose da a conocer la medida suprema, cuando la hemos dejado que se adueede

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    todas las medidas que hay en nosotros; porque esta medida, que es la vida poresencia, no puede comunicar ninguna otra impresin a los que se acercan aella; porque esta medida no pretende ms que llegar a la unidad de nuestrocentro, para gobernarlo mediante la misma accin por la que ella se gobierna y

    llevarlo con ella continuamente en la identidad de su movimiento. sa es lasuerte que est reservada a los que hayan querido comerel verbo.

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    Ha llegado el momento del nacimiento. Las fuerzas superiores, despusde haber formado en nosotros, por el espritu, la concepcin de nuestro hijoespiritual, han decretado por su sabidura que ha llegado el momento de darle elda. Vamos a salir, por tanto, de estos abismos en los que hemos estadohabitando, a los que el santo por excelencia no ha tenido miedo a bajarpersonalmente y a los que no tiene miedo a bajar todos los das para arrancarlesus vctimas y para liberar a los esclavos. Vamos a recibir, en el nuevoambiente al que llegamos, unas muestras de cario ms vivas y ms dulces quelas de esta regin tenebrosa de la que salimos y que, desde ese momento,consideramos como muerte.

    Sin embargo, no tendremos conocimientos mucho ms amplios o, mejordicho, no recibiremos la luz en todas las ayudas de la vida, sin poder contemplarsu origen y, mucho menos, sin poder apoderarnos de ella, los mismo que el niodisfruta de todos los bienes que sus padres y sus guas le proporcionan, sin quepueda darse cuenta de la forma en que se le prodigan todos estos beneficios.

    Desconfa, por tanto, hombre, de esas luces precoces que te llegan sobre

    la naturaleza del ser que quiere gobernarte sin que te des cuenta. Es el Diosdesconocido y quiere caer sobre ti, lo mismo que cae el sol sobre lashumildes plantas y, cuando venga a ti con unos rayos tan brillantes y potentesque nos deslumhren, diles: me asombris, me dais luz; pero, desde elmomento en que puedo veros, no sois mi Dios, sino slo una imagen de l. MiDios est an por encima de vosotros, porque su accin debe ser eternamentepara m una sorpresa y un milagro, sin el cual yo no seria su hijo. Diles quequieres estar siempre y exclusivamente en manos de este Dios desconocidoque se acerca a ti en secreto y te levanta para hacer que vueles seguro porencima de los abismos y colmarte de alegras y consuelos mayores que sitodos los tesoros de los cielos estuviesen abiertos ante tus ojos. se es elverdadero renacimiento, se es el hijo querido que acaba de recibir el da.

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    Tiembla. Herodes. Tu trono est amenazado. Acaba de nacer un rey delos judos. Los pastores han oido a los ngeles que cantaban el nacimiento deeste hijo del hombre; los magos han visto su estrella en Oriente y vienen avisitarlo y ofrecerle su oro y su incienso. Por ms que extermines a los hijos

    de Raquel para tranquilizar tus temores, este hijo es un nio que no seextermina por la mano del hombre, ya que no ha nacido de la voluntad de lacarne ni de la voluntad del hombre ni de la voluntad de la sangre, sino queha nacido de Dios. Por tanto, el Dios que lo ha formado sabr vigilar sus dasy har que se refugie en Egipto, hasta que haya pasado el tiempo de tu furia yhaya llegado el momento de la gloria de su hijo.

    Y t, hombre, no te ofendas al ver que naces en un establo y entre anima-les, porque no naces ms que en la humillacin, mientras que antes existasen los abismos. Estos animales van a hacer por ti lo que t deberas haberhecho por ellos si hubieses conservado tus derechos: van a calentarte con sualiento, como t deberas haberlos calentado con tu espritu y haberlosconservado por su carcter y sus formas primitivas. Pero hoy da es tu formala que te conserva, mientras que en otro tiempo t habras debido conservartu forma. Irs pronto al templo para recibir la circuncisin y Simen cantarel cntico de alegra al tomarte en sus brazos diciendo que t eres un nionacido para la salvacin y para la ruina de muchos.

    Se nos da poca instruccin sobre los cuidados que se deben prestar a lainfancia. Sin embargo, hombre, este tiempo va a ser para tu hijo el ms precio-so de su vida, porque t vas a ser, al mismo tiempo, tu hijo, tu padre, tu madre,todos tus servidores dedicados al ms sublime de todos los trabajos. Que estehijo recin nacido se convierta para ti en el objeto de tus cuidados ms cons-tantes. Este hijo es amor y es amor Divino y todas las luces que sedesarrollen en l no le llegan si no es por este mismo camino o, yo me

    atrevera a decir, por su nombre. Ser una forma de hacerlo hombre en unapoca en la que tantos hombres no slo son todava nios o no han nacidotodava, sino que ni siquiera estn an concebidos, sin contar los que nacenpor aborto ni los que han muerto despus de mucho tiempo por otros milaccidentes, aunque los veas que caminan delante de ti, que estn bien y querealizan perfectamente todas las funciones visibles del hombre.

    Pero no olvides que este hijo es tambin el hijo del dolor, el segundo nacidode Raquel, que ha costado la vida a su madre, que es el nico de los doce jefes detribu que ha nacido en la tierra prometida y ha nacido despus de que su padrehubiese ofrecido un sacrificio al Seor y le hubiese levantado un altar en Betel.

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    Si quieres conservar ese precioso vastago, alimntalo todos los das conios mismos elementos que le han dado el nacimiento; haz que en todo momen-to vaya cayendo sobre l la sangre de la alianza que debe protegerlo de laespada del ngel exterminador. Es ms, haz que penetre continuamente en

    sus venas esta misma sangre de la alianza que debe dar la muerte a todos losegipcios y ha de ponerlo en situacin de saquear un da los vasos de oro y platacon los que celebran festines de iniquidad. Deja que entre en sus venas estasangre corrosiva, que no se permitir el descanso sin haber terminado hastacon el mnimo vestigio del pecado. Vers entonces que los miembros de tuhijo van adquiriendo fuerza y consistencia.

    Y por qu acumula esta sangre la vida as en los miembros de tu hijo?Porque es la sangre del dolor y no hay dolor sin vida, puesto que es una contrac-cin de la muerte contra la vida y de la vida contra la muerte. sa es la razn deque cuanto ms dolores haya tambin haya ms vida y de que esta sangre de laalianza sea tan dolorosa, porque est compuesta de tinieblas y de luz, de corrup-cin y salud, de la naturaleza de la Divinidad, del tiempo y de la eternidad.

    Haz, por tanto, que caiga en grandes gotas sobre tu hijo esta sangre de dolor;balo en este mar de dolor, que es el nico que puede darle el sentimiento yhacer que lo conserve. Que se quede en l ms tiempo que Jons en la ballena,ms tiempo que Moiss en la montaa, ms tiempo que el arco sobre las aguasdel diluvio, ms tiempo que los hebreos en el desierto, ms tiempo que todosestos hebreos en todos sus cautiverios. Que se quede all durante toda su vidaterrestre, porque slo de esta manera la sangre depositar en su corazn, ensus huesos, en su mdula, en sus venas, en todas las fibras de su ser, el elemen-to sacerdotal de donde deben nacer para l la lanza y la espada. Que coma todoslos das este pan sacerdotal y se embriague con el vino de la clera del Seor.

    Que pase los das y las noches en los desiertos, que la muerte de losleones sea como los juegos de su infancia y que se anuncie a primera horadel da como alguien temible para las naciones, teniendo en cuenta que hacomido durante todos los das de su vida el pan sacerdotal. Llegarn tiemposen los que el elemento sacerdotal que se deposite en l har que florezca a suvez el hisopo y el olivo, pues la sangre de la alianza se ha convertido en lasangre del dolor, nicamente para triunfar sobre la muerte y hacer que reinela vida.

    Pero la lentitud del tiempo no debe hacer que no llegues a tu meta por im-paciencia. Fjate en la lentitud con que se forman las piedras de las canteras. Sino pasas del mismo modo una larga serie de periodos progresivos, no sentirs

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    que se deposita en ti una gran cantidad de sustancias reales y que seconsolida de forma adecuada para poder formar esta piedra angular de laiglesia. En estas sustancias, mezcladas y consolidadas de esta manera, seacumula el fuego de vida y, cuando tiene su medida completa, fermenta,

    produce una explosin que rompe sus barreras, se inflama y se hace parasiempre inextinguible.

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    Cuando Dios ve que, al darnos a l, no g