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1 SALA VI GREMIOS Y TRADICIONES ARTESANALES EN COMPOSTELA LOS GREMIOS COMPOSTELANOS El auge de la peregrinación a Compostela a lo largo de los siglos provocó la aparición progresiva de numerosos y variados oficios dedicados a cubrir las diferentes y numerosas necesidades de los peregrinos y también de las instituciones vinculadas tanto con el culto como con la atención de aquéllos. De este modo, desde el s. XII, numerosas personas trabajan como albergueros o taberneros y también como cambistas, dedicados al necesario cambio de la moneda de los llegados de lugares dispares de Europa. Otros se entregaban a las labores de carácter más artesanal, como los zapateros, encargados de una tarea tan necesaria como la realización y reparación de calzado, o los cinturoneros, fabricantes de aquellos objetos tan imprescindibles también para los peregrinos como los cinturones, los zurrones o bolsos. Los concheros surgieron para atender la creciente petición de las insignias o “reallia” que, con el motivo de la concha, se convirtió en el símbolo que confirmaba la visita al santuario compostelano. También se demandaban objetos de recuerdo de la peregrinación como figuras del Apóstol, de santos o rosarios y otros de carácter suntuario que los peregrinos de marcada posición social ofrecían a la basílica. Además, eran necesarios diversos útiles litúrgicos para el desarrollo del culto en las numerosas iglesias compostelanas: cálices, cruces, custodias,… Un buen número de estos objetos se elaboraban, fundamentalmente, en azabache y en plata y sus artífices se agrupaban en los gremios de los azabacheros y de los plateros. Asimismo, la difusión y promoción de la peregrinación por parte del cabildo compostelano hizo que aumentase la producción de distintos documentos relativos a la misma - indulgencias, “compostelas”, imágenes devocionales…- ; lo que provocó la importancia del trabajo de los grabadores en la ciudad. Lógicamente, estos objetos tuvieron una amplia difusión en todo el territorio europeo, dada la variada procedencia de los peregrinos, encontrándose muchos de ellos en los países escandinavos, Inglaterra, Italia, Alemania y Francia. Los artesanos y artífices se agrupan en Santiago en gremios y cofradías desde el s. XIII y la actividad de estos trabajadores se desarrolla a lo largo del tiempo en cientos de talleres que surgen por la ciudad quedando, aún en la actualidad, como notable testimonio de esto, la configuración de las tiendas en torno a la catedral, precisamente, en la plaza de Praterías y en la de Acibechería y en los nombres de las calles, como la de Concheiros, ubicada a la entrada del Camino Francés. Aunque en el transcurso del tiempo algunos de estos oficios desaparecieron o disminuyeron su presencia, otros perviven hoy en día, atendiendo al mismo origen y a las mismas necesidades.

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SALA VI

GREMIOS Y TRADICIONES ARTESANALES EN COMPOSTELA

LOS GREMIOS COMPOSTELANOS

El auge de la peregrinación a Compostela a lo largo de los siglos provocó la aparición progresiva de numerosos y variados oficios dedicados a cubrir las diferentes y numerosas necesidades de los peregrinos y también de las instituciones vinculadas tanto con el culto como con la atención de aquéllos.

De este modo, desde el s. XII, numerosas personas trabajan como albergueros o taberneros y también como cambistas, dedicados al necesario cambio de la moneda de los llegados de lugares dispares de Europa. Otros se entregaban a las labores de carácter más artesanal, como los zapateros, encargados de una tarea tan necesaria como la realización y reparación de calzado, o los cinturoneros, fabricantes de aquellos objetos tan imprescindibles también para los peregrinos como los cinturones, los zurrones o bolsos.

Los concheros surgieron para atender la creciente petición de las insignias o “reallia” que, con el motivo de la concha, se convirtió en el símbolo que confirmaba la visita al santuario compostelano. También se demandaban objetos de recuerdo de la peregrinación como figuras del Apóstol, de santos o rosarios y otros de carácter suntuario que los peregrinos de marcada posición social ofrecían a la basílica. Además, eran

necesarios diversos útiles litúrgicos para el desarrollo del culto en las numerosas iglesias compostelanas: cálices, cruces, custodias,… Un buen número de estos objetos se elaboraban, fundamentalmente, en azabache y en plata y sus artífices se agrupaban en los gremios de los azabacheros y de los plateros.

Asimismo, la difusión y promoción de la peregrinación por parte del cabildo compostelano hizo que aumentase la producción de distintos documentos relativos a la misma -indulgencias, “compostelas”, imágenes devocionales…- ; lo que provocó la importancia del trabajo de los grabadores en la ciudad.

Lógicamente, estos objetos tuvieron una amplia difusión en todo el territorio europeo, dada la variada procedencia de los peregrinos, encontrándose muchos de ellos en los países escandinavos, Inglaterra, Italia, Alemania y Francia.

Los artesanos y artífices se agrupan en Santiago en gremios y cofradías desde el s. XIII y la actividad de estos trabajadores se desarrolla a lo largo del tiempo en cientos de talleres que surgen por la ciudad quedando, aún en la actualidad, como notable testimonio de esto, la configuración de las tiendas en torno a la catedral, precisamente, en la plaza de Praterías y en la de Acibechería y en los nombres de las calles, como la de Concheiros, ubicada a la entrada del Camino Francés.

Aunque en el transcurso del tiempo algunos de estos oficios desaparecieron o disminuyeron su presencia, otros perviven hoy en día, atendiendo al mismo origen y a las mismas necesidades.

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Collares de azabache

Los collares formaban parte de los adornos tradicionales de las mujeres y constituyen una parte muy importante de la joyería tradicional gallega. Frecuentemente en la Edad Moderna este tipo de piezas no sólo tenían una función de estética o de adorno, sino que también contaban con un carácter profiláctico o apotropaico de ahí que frecuentemente se acompañen de amuletos como las higas o medallones con elementos religiosos o crucifijos

Conjunto de medallones de azabache

Los medallones de azabache fueron, entre los siglos XVII y XVIII, uno de los elementos que más abundaron de este material, derivado del hecho que su uso creció enormemente en esta época añadiendo a su carácter profiláctico el de protección derivada de la imagen representada, en un momento en que las incertezas religiosas derivadas de las convulsiones del período de la Contrarreforma hicieron aumentar los peligros y las amenazas heréticas. Por esta razón estes medallones se llevaban sujetos a la

ropa o colgando de brazaletes o collares junto con diferentes amuletos. Constituyen una tipología muy importante de la joyería tradicional gallega.

Esculturas de Santiago peregrino y portapaz

Este grupo de piezas resulta de especial interés por su valor histórico; responden a un tipo de produción muy importante en los talleres compostelanos entre los siglos XV-XVI y suponen una buena muestra de la producción artesanal que se desarrolló en la ciudad alrededor de la peregrinación; se trata de pequeñas esculturas con la imagen del apóstol Santiago o portapaces de azabache que eran hechos con la finalidad de ser vendidos a los peregrinos.

Martirio de San Sebastián Taller del sur de Alemania (?) 1º cuarto s. XVIII Talla en marfil y piedra, posiblemente, jaspe

San Sebastián fue nombrado patrón de los azabacheros en 1410, fecha de la creación de su cofradía en Compostela. Desde la Edad Media, fue un santo reconocido como intercesor ante las epidemias de peste porque, a pesar de las numerosas heridas causadas por las flechas recibidas en su martirio, y de los dolores enviados por

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Dios, no murió. Sin embargo, como protector de la peste, fue sustituido en épocas posteriores por otros santos como san Adrián, san Antonio y san Roque. Precisamente, la cofradía de los azabacheros fue fundada con motivo de la propagación de una de las numerosas plagas de peste que asolaban a las poblaciones europeas en esas épocas y que en Galicia produjeron fuertes episodios de morbilidad y mortalidad. Las celebraciones de la cofradía en honor al santo tuvieron lugar, casi siempre, en la Capilla del Espíritu Santo de la catedral compostelana

Anillo Ss. XVI-XVIII Torneado, pulido Taller compostelano Procedente de las excavaciones en la rúa Acibechería

Paternoster de San Olav Finales del S. XV - principios S. XVI Azabache

Copenhague, Nationalmuseet

Rosario de azabache compuesto por cincuenta cuentas labradas en forma de vieira. En el cierre hay tres estatuilllas del Apóstol Santiago, una de cuerpo entero y las otras dos de busto. Este rosario –que fuera adquirido en España por un peregrino noruegués- era conocido hasta hace poco en Dinamarca como el “Paternoster de San Olav”, porque pertenecía a la misma colección que un relicario y otros objetos relacionados con este santo noruegués. Se trata de una pieza única que reúne las producciones típicas desde la Baja Edad Media de la azabachería compostelana, como las vieiras o las representaciones del apóstol. Este rosario, además, es fiel reflejo de la importancia que por esos momentos adquirieran las peregrinaciones a Santiago en el ámbito nórdico.

Cuentas de rosario

Conjunto de cuentas de rosario de azabache talladas y con perforaciones en los laterales para ser colgadas que, por su composición guardan un parecido al Rosario de San Olav del Museo Nacional de Copenhague; tres representan la figura de Santiago, en su condición de peregrino y de apóstol, mientras que la otra, está tallada con forma de vieira.

Cruz de altar S. XVII Azabache Taller compostelano

Cruz de la Inquisición S. XVII Azabache y plata Talla, fundido, engastado, esmaltado

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RECUERDOS DE LA PEREGRINACIÓN. Paneles 1 y 2, piezas 15 y 16.

Desde el s. XIV fue abundante la elaboración de pequeñas esculturas devocionales que los peregrinos llevaban de vuelta a su casa como recuerdo de la peregrinación. Lo más demandado en todas las épocas son siempre las imágenes de Santiago en sus variedades iconográficas: apóstol, peregrino, “Matamoros”… [panel 1]. También se hacían toda clase de imágenes sagradas y objetos religiosos para satisfacer las devociones de los que visitaban la ciudad.

Eran frecuentes las cruces [9], las imágenes de la Inmaculada [10], la Quinta Angustia [15] y diferentes santos, siendo uno de los más solicitados San Antonio [8].

Asimismo, el rosario fue un objeto muy demandado, especialmente, los llamados “de bolsillo” [1], más cortos, de cuentas sencillas y apenas sin tallas. Temáticamente, el tipo de producción sigue atendiendo hoy en día a las mismas demandas.

OBJETOS DE USO ECLESIÁSTICO Y LITÚRGICO. Panel 4, piezas 17 y 18

Se elaboraron objetos destinados a los ámbitos eclesiásticos, bien de carácter ritual, litúrgico o emblemático. Como ejemplos, la pila de agua bendita [17] adornada con vieiras es un ejemplar de los pocos que se conservan de este tipo, y el portapaz [18], utensilio que se daba a besar a los fieles en la celebración de la Misa, y que en este caso representa a la Virgen del Pilar entre ángeles, tema de tradición jacobea. Por otra parte, la realización de collares fue abundante entre los ss. XVII y XVIII. Los collares llamados “de abadesa” [19 y 20] eran de uso restringido al ámbito conventual femenino, utilizándose como signo de distinción del rango. Collares semejantes fueron empleados, asimismo, por las viudas y por las aldeanas acomodadas del Noroeste de España [quizás el 20]. El uso del azabache en objetos superpuestos a los adornos se incrementó considerablemente en el s. XVI, cuando pudo aumentar la creencia sobre su carácter protector.

“MANOS DE AZABACHE” O FIGAS. Panel 3.

Se llama “figa” en España a partir del s. XVI, a un objeto en forma de mano cerrada con el dedo pulgar entre el índice y el medio, considerado gesto de menosprecio, pero también amuleto de carácter curativo y protector contra las murmuraciones y los maleficios. Talismanes semejantes ya aparecen en el Antiguo Egipto y Fenicia, y fueron muy utilizados en el mundo romano. Posteriormente, los árabes de la Península emplean, desde el s. XI, amuletos colgantes de azabache de diferentes formas, incluyendo la mano, relacionados con la creencia en el mal de ojo, muy arraigada en las tradiciones árabes. El hábito de llevar amuletos de azabache se extiende por los territorios cristianos durante toda la Edad Media. La forma de mano o “figa” aparece de forma más frecuente en el s. XVI [21]. A partir del s. XVII, las figas se decoran con muchos elementos simbólicos y talismánicos, como corazones y lunas, y adoptan una forma tan esquemática que las hace, a veces, irreconocibles, seguramente, a causa de la prohibición de su uso por la Inquisición en 1526 [23 y 24]. Hasta el s. XIX no se vuelven a representar de manera naturalista [25] aunque su uso ya está entonces en retroceso.

Las figas, junto con otros amuletos, protegían especialmente a los niños, por considerarse los más débiles frente al mal de ojo. Éstos las llevaban colgadas de cinturones y collares.

Incluso en el ámbito cortesano de los ss. XVI y XVII, esta costumbre era frecuente, tal y como se puede ver en muchos retratos de la época, como los de la infanta Ana, de Pantoja de la Cruz, o en el retrato de Felipe Próspero, de Velázquez.

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1.- Rosario Taller compostelano Finales s. XIX – principios s. XX Azabache y adornos en filigrana de plata

2.- Posible cuenta de rosario de peregrino o de collar de abadesa con Santiago peregrino Taller compostelano (?) ss. XVII-XVIII

3.- Medallón con representación de Santiago en la batalla de Clavijo Taller compostelano (?) Finales s. XVII – principios s. XVIII Guarnición de plata con anagrama de la Virgen María en el reverso

4.- Santiago peregrino Ramón Requeixo Rebón Decenio de 1960 Santiago de Compostela

5.- Santiago sedente Manuel Moratalla 1960-1970 Santiago de Compostela

6.- Santiago sedente del Pórtico de la Gloria Pena s. XX

7.- Busto de Santiago peregrino Ramón Requeixo Rebón 1960-1968 Santiago de Compostela

8.- Remate de figa con representación de San Antonio de Padua ss. XVI-XVII

9.- Cruz doble s. XIII Excavaciones en la zona de la Rúa de Acibechería

10.- Posible Avemaría de rosario Ss. XVII-XVIII

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11.- Cristo Crucificado Manuel Moratalla Alrededor 1968 Santiago de Compostela

12.- Relieve de Santa Face Isidro Nieto S. XX Salamanca

13.- Cristo Crucificado Arturo Brea Pasín s. XX

14.- Cabeza masculina s. XX

15.- Piedad Manuel Moratalla 1960-1970 Santiago de Compostela

16.- Descendimiento Ramón Requeixo Rebón Alrededor 1970 Santiago de Compostela

17.- Pila de agua bendita s. XVII Santiago de Compostela

18.- Portapaz con la Aparición de la Virgen del Pilar Taller compostelano Principios S. XVI Plata sobredorada y azabache

19.- Collar de abadesa Ss. XVII-XVIII Cuentas, pasadores y “libricos

20.- Collar. Posiblemente, de abadesa Escuela compostelana ss. XVII – XVIII

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21.- Figas de mano izquierda Taller compostelano Finales s. XVI - Principios s. XVII

22.- Figa de mano izquierda con corazón grabado Último tercio s. XVII Santiago de Compostela

23.- Figa de mano izquierda con decoración geométrico-simbólica y corazón en la palma Azabache y plata Último tercio S. XVII Santiago de Compostela

24.- Figa de mano izquierda con decoraciones simbólicas de corazón en la palma y de luna en el “puño de manga” Último tercio S. XVII Santiago de Compostela

25.- Figa de mano izquierda Taller compostelano Probablemente, s. XIX Azabache y plata

LA AZABACHERÍA

El azabache es una sustancia fósil, un carbono purificado que por su constitución y textura se considera una variedad del lignito, de gran dureza pero extrema fragilidad. El término con el que se conoce hoy en día deriva del empleado por los árabes az-zabach. La creencia en las virtudes mágicas y curativas del azabache se remonta a tiempos prehistóricos y continúa a través de diversas culturas (Egipto, India, Asia Menor, Roma o Grecia) como demuestran, entre otros, los textos de Aristóteles, Plinio o San Isidoro. En la Edad Media, la producción de objetos hechos en este material floreció en relación con una moda impuesta por los peregrinos a Santiago de Compostela. La demanda de estas piezas creció al mezclarse su carácter devocional con el supersticioso que ya tenía por tradición y que lo consideraba como eficaz preventivo del mal de ojo.

Los primeros trabajos en azabache realizados en Santiago están datados en el s. XIII y el material empleado venía de Asturias por carecer Galicia de depósitos. Los talleres azabacheros compostelanos se crearon a partir del gremio de los concheiros que tenían en exclusiva la venta de las conchas naturales o “vieiras”, insignia simbólica de la peregrinación y que más tarde se elaboraron en materiales como el azabache o el plomo. En el s. XIV, los azabacheros forman gremio aparte del de los concheiros y a partir del s. XV se constituyen como una de las cofradías más importantes e influyentes de la ciudad, bajo la protección de san Sebastián. Hasta el s. XVII, el trabajo de los azabacheros fue el de mayor actividad, dejando en la toponimia de la ciudad de Compostela claros testimonios. En el s. XVIII comienza un período de decadencia sin llegar, por

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ello, a desaparecer el oficio, gozando de nuevo hoy en día de un gran prestigio y notable demanda.

En la producción de objetos de azabache se pueden distinguir, en general, tres tipos de usos:

A/ Los objetos que eran demandados como recuerdos de la peregrinación, de pequeño tamaño, fundamentalmente, de carácter religioso y con una factura, en ocasiones, poco cuidada: conchas, imágenes de Santiago, de la Virgen, de santos, rosarios…

B/ Objetos de carácter litúrgico y devocional hechos para el ámbito eclesiástico, fruto de un trabajo más elaborado: portapaces, cruces o collares de abadesa.

C/ Objetos de uso profano y personal: figas, collares, medallones, abalorios, adornos para los tocados femeninos, etc.

Santiago Peregrino Castor Lata Montoiro ca. 1960 Azabache Inscripción: “CASTOR LATA” Santiago de Compostela

Santiago Peregrino Castor Lata Montoiro ca. 1960 Azabache Inscripción: “C. LATA” Santiago de Compostela

San Eloy Depositado por la “Asociación del Gremio de Joyería, Orfebrería y Azabachería de Santiago” R. Rivas Mejuto, S. Mayer Garea, Julio Lado Martínez, J. Eloy Gesto Ferreiro, R. Rivas Casal, E. Fink Fernández, Artesanía Pampín, L. Gesto Beiroa y M. Vilas Novas. 2000 Plata, marfil, madera de castaño, azabache, oro, amatistas, circonitas Inscripción:“ESTE SAN ELOY FUE REALIZADO/BAJOL OS AUSPICIOS DE LA/ASOCIACIÓN DE ORFEBRES DE SANTIAGO/EN EL AÑO 2000 SIENDO PRESIDENTE/D. ELOY GESTO FERREIRO/SANTIAGO DE COMPOSTELA, 1 DE DICIEMBRE DE 2000” Depositado por la “Asociación del Gremio de Joyería, Orfebrería y Azabachería de Santiago”

Esta imagen de San Eloy es un buen ejemplo de la continuidad de los gremios dedicados a la realización de obras en plata, oro y marfil en Santiago desde el s. XI.

San Eloy está representado con los atributos que caracterizaron su patronato sobre el gremio de los orfebres, plateros y herreros, fundamentalmente, la zafra y el martillo.

Nacido en Francia, en la zona de Limousin, hacia el año 558, desde joven fue aprendiz de un orfebre de Limoges para pasar más tarde a París a ocupar el cargo de tesorero del rey Clotario II. Años más tarde se hizo sacerdote y llegó al final de su vida a ser nombrado obispo. Utilizó sus bienes para ayudar a los pobres y en el rescate de cautivos y fue un incansable predicador, especialmente, por la zona de Flandes. Murió el 1 de diciembre de 660, por lo que se adoptó esta fecha como la de su festividad.

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EL GREMIO DE LOS PLATEROS

La gran importancia que fue adquiriendo la peregrinación jacobea desde la Edad Media convirtió a Santiago de Compostela en uno de los centros religiosos más importantes de orbe cristiano. En consecuencia, la construcción y renovación de monasterios, iglesias y capillas se incrementó no sólo en el área compostelana sino en toda Galicia y, en correspondencia, la demanda de objetos de plata fue cada vez mayor, tanto para el culto litúrgico como para las ofrendas y donaciones, por parte de particulares, peregrinos, cofradías y otras instituciones.

De esta manera, fueron apareciendo con el tiempo numerosos talleres de plateros u orfebres documentándose, ya en el s. XI, su trabajo en la catedral. Los plateros, junto con el potente gremio de los cambistas, se encargaban, asimismo, en Compostela de la fijación del valor de la moneda y del intenso comercio de los objetos hechos en metales preciosos. La influencia de la que gozaban los hizo dignos de unos privilegios entre los que se puede citar la exención del servicio militar -incluso en tiempos de guerra- o la prohibición para el rey, el arzobispo y los funcionarios de entrar en sus casas.

Las tiendas de los plateros se situaron siempre muy cerca de la catedral, desde los muros de la Plaza de la Quintana hasta la puerta sur que, aún hoy, conserva el nombre de Praterías.

La notoriedad del trabajo de los talleres de plata compostelanos desde la Edad Media hizo que éstos recibiesen encargos de otras partes de Europa. También se acercaron a la ciudad, a lo largo de los siglos, plateros procedentes de

otros territorios de la Península e, incluso, de otros países. Por otra parte, muchas de las ofrendas y donaciones hechas por peregrinos o instituciones hacen que haya un gran número de objetos procedentes de talleres de otros lugares. Junto con estas obras, llegaban las nuevas modas artísticas y las innovaciones técnicas surgidas en este campo.

En el s. XVII comienza otro período de esplendor de la platería compostelana que sigue desarrollándose a lo largo del s. XVIII, época en la que florece también el grabado, de manera que algunas de las familias más notables de grabadores – los Piedra, los Romay o Melchor de Prado – ejercen a un tiempo las dos profesiones. Se incrementa, de igual modo, la elaboración de piezas de carácter civil, aunque sigue primando la demanda de la producción religiosa.

El s. XIX se inicia con la Guerra de Independencia y el consecuente expolio de una buena parte del patrimonio artístico y la pérdida de muchas obras de orfebrería por la fundición de las mismas para la obtención de moneda. Sin embargo, el trabajo de los plateros siguió siendo uno de los oficios más relevantes de la ciudad perviviendo, aún hoy en día, con pujanza y desarrollando formas tradicionales junto con creaciones de diseño.

LOS OBJETOS LITÚRGICOS EN LA PLATERÍA COMPOSTELANA

Al amparo del impulso de la peregrinación, los talleres artesanales surgen por toda Galicia para responder a la incesante demanda de ajuar litúrgico de las iglesias y monasterios, especialmente, de aquellos más relacionados con los caminos jacobeos. Los tipos de objetos necesarios eran numerosos. En la vitrina pueden verse algunos de ellos como los cálices, entre los que debe señalarse el cáliz limosnero (4) como ejemplo de encargo para donación por parte de un arzobispo a una parroquia con el fin de incrementar sus

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bienes. La cruz procesional (6) y los portapaces (5) son ejemplo de los encargos de los monasterios, en este caso, del importante de Santo Domingo de Bonaval en esta misma ciudad. Las cruces son importantes no sólo en el ámbito litúrgico y devocional sino también social, porque representan a la parroquia, comunidad tan importante en el ámbito gallego. La cruz de guión (7) procede, con seguridad, de una parroquia cerca de Santiago, bien bajo la advocación del Apóstol o situada en el Camino de Santiago. La proliferación y la diversidad de las formas que los relicarios (8) presentaron a partir del s. XVI, fue consecuencia del reforzamiento por parte de la iglesia católica del papel de los santos frente al rechazo de la Iglesia protestante. La posesión de reliquias se convirtió en una obligación de iglesias y monasterios. Esta misma causa hizo también aumentar la demanda de esculturas (10) representando a los diversos personajes santificados.

LA COFRADÍA DE LOS PLATEROS Y EL MARCADO DE LA PLATA EN SANTIAGO DE COMPOSTELA

Parece que en el s. XI los orfebres ya formaban parte del Colegio que agrupaba a todos aquellos artífices de distintas profesiones que trabajaban en la construcción de la catedral. Las primeras ordenanzas que regulan la actividad en Santiago fueron aprobadas para los plateros en 1431 y no son reformadas hasta 1786. La cofradía que los agrupaba se creó a mediados del s. XVI. Los actos religiosos del gremio los celebraban en la capilla de la Blanca de la catedral y tenían derecho a ser enterrados en la Quintana de Muertos.

Las primeras marcas para garantizar la plata aparecen en Santiago en el s. XIV. En el s. XVI la marca de localidad representa a Santiago como peregrino. En el s. XVIII es el Arca Apostólica pero hacia finales del mismo siglo y, en relación con el cambio del escudo de la ciudad, aparece la marca del Cáliz con la Sagrada Forma y una cruz inscrita (1). Ahora también aparecerá, como en

otras regiones, el marcado triple (punzón del artífice o platero, el del ensayador o contraste y el de localidad).

LA NUMEROSA PRESENCIA DE OBJETOS NO COMPOSTELANOS

Los ss. XVII y XVIII son los de mayor apogeo de la platería compostelana, como lo demuestra el aumento del número de plateros con taller propio en la ciudad, pasando de un siglo al otro de 57 a 137. A éstos se les añaden aquellos plateros de otras regiones de España y procedentes del extranjero (Italia, Francia, Portugal…) que trabajan temporalmente en Compostela para la realización de piezas concretas, atraídos por la euforia reformista y artística que se desarrolla en la ciudad y en la catedral. Algunos se instalan definitivamente en Santiago, como es el caso del francés Claudio Pecul. Su hijo, Jacobo Pecul, llegó a ser uno de los plateros compostelanos más destacados del s. XVIII. Ejemplo de su trabajo es la cruz procesional expuesta en la vitrina (6). Por otra parte, los objetos donados por el alto clero y la nobleza a las iglesias y monasterios son encargados, en muchas ocasiones, a plateros de otras ciudades (2-3-4-9) como los cálices limosneros hechos por el platero madrileño Lucas de Toro en la primera mitad del s. XIX (4).

Imagen de un santo Ss. XVIII-XIX Plata y plata sobredorada Madrid

Copón 1ª mitad S. XIX (?) Plata sobredorada Barcelona

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Cruz procesional con la Representación del Crucificado y la entrega del Santo Rosario a Santo Domingo Jacobo Pecul Montenegro Crespo, platero Sánchez, marcador Santiago de Compostela, 1794. Plata sobredorada Procede del convento de Santo Domingo de Bonaval (Santiago de Compostela)

Cáliz limosnero Lucas de Toro, platero 1820 Plata y plata sobredorada Madrid

Relicario Finales s. XVIII Plata fundida y repujada Madrid

Cáliz con escenas de la vida de Jesucristo José Casas, platero 1ª mitad s. XIX Plata y plata sobredorada Barcelona

Cáliz Ricardo Martínez Costoya, Platero M. Aller, ensayador Santiago de Compostela, finales s. XIX – principios s. XX Plata sobredorada, repujada y grabada

Cáliz con símbolos de la Pasión de Jesucristo Narcís Rosell (?), platero o ensayador 1ª mitad s. XIX Plata sobredorada Barcelona

Cáliz Bermúdez (platero?) M. Aller (ensayador) Finales s. XVIII - mdiados s. XIX Plata y plata sobredorada Fundido, labrado y repujado Santiago de Compostela

Cruz de guión con la representación de la Inmaculada Concepción y de Santiago peregrino Juan Montes, platero Santiago de Compostela (?), 1671 Plata fundida y repujada Marca: MON/TES

Cruz de altar Taller gallego Último tercio s. XVI (cruz); 1738 (pie) Plata fundida, cincelada, grabada y relevada

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Portapaces con la representación de Santo Domingo recibiendo el Santo Rosario de la Virgen J. Seijo, platero Último tercio S. XVIII Plata y plata sobredorada, fundida, cincelada, grabada y relevada Marca: “J/SEIJO” Procede del convento de Santo Domingo de Bonaval (Santiago de Compostela)

Acetre Ricardo Martínez Costoya Finales S.XIX Cincelado, burilado, repujado Santiago de Compostela

Placa con Santiago Matamouros Primera mitad S. XIX Plata, plata sobredorada, madera y terciopelo Cincelado, repujado, grabada Escuela compostelana

Medallón devocional Finales S. XVIII- principios S. XIX Plata, piel y seda Fundido, cincelado, curtido y repujado Escuela compostelana

Escribanía Antonio García Candal Segunda mitad S. XIX Plata Fundido, cincelado, calado, burilado Santiago de Compostela

EL GRABADO

El mayor florecimiento del grabado en Galicia tiene lugar en Santiago de Compostela en el s. XVIII en relación con la tradición de la peregrinación a la tumba de Apóstol, por ser precisa la difusión del culto y la consiguiente utilización de temas jacobeos para ilustrar el gran número de documentos que se necesitaban, tales como las Compostelas, o certificados que acreditaban el cumplimiento de la peregrinación, los Sumarios de indulgencias por los que los Papas concedían determinados privilegios a los que contribuían con entidades de carácter benéfico-religioso, las relaciones de reliquias, los itinerarios de caminos y las estampas devocionales.

Constituyen, precisamente, las estampas devocionales, dotadas de un importante valor propagandístico, uno de los tipos más abundantes. Mediante ellas se contribuía al

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fomento del culto en los ámbitos más populares. A causa de su bajo precio, eran compradas frecuentemente por peregrinos y llevadas a sus países de procedencia. Además de las diversas tipologías iconográficas de Santiago (apóstol, peregrino, caballero…), se reproducían otras imágenes relacionadas con la temática jacobea como San Roque, la Virgen peregrina, la Virgen del Pilar y un amplio elenco escogido del santoral.

El grabado aparece vinculado a autores que pertenecen al gremio de los plateros, como es el caso de la familia Piedra, e incluso a arquitectos y escultores como Melchor de Prado y Miguel de Romay, lo que proporciona diversidad y perfección en el diseño de motivos ornamentales (orlas, iniciales, viñetas y colofones) que decoran muchos impresos.

Precisamente, atribuida a Jacobo de la Piedra aparece, alrededor de 1730, en Santiago una importante innovación técnica: el “boj de pie”, también conocido como “grabado en testa”, por lo que, usando el taco de madera a contrafibra, se consigue una gran nitidez y una mayor producción. Es utilizada, preferentemente, en la realización de los elementos decorativos.

El desarrollo de los trabajos de los grabados en Compostela va unido a la producción del libro y repercutió en la proliferación de otros documentos no religiosos. La Universidad, el Santo Tribunal de la Inquisición y otras instituciones solicitan hojas de grado, temas heráldicos, retratos de personajes ilustres… Se realizaban, también, láminas de temática científico-técnica, así como naipes, de gran consumo en la vida cotidiana y grabados con vistas de la ciudad y sus monumentos. Este último aspecto atrae también a muchos artistas foráneos.

Instrumentos de grabador (lima y buriles) Primera mitad siglo XIX Acero fundido y modelado

Plancha calcográfica Luís Antonio Piedra Crespo (1776-1825) Primer cuarto S. XIX Cobre Santiago de Compostela

Clichés de imprenta de “El Eco Franciscano” Último cuarto S. XIX- Primer cuarto S. XX Madera de boj, cobre, bronce Talla a contrafibra o “bujo de pie” Vaciado a la cera perdida

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“SANTIAGO APOSTOL, PATRON DE ESPAÑA./ El Quadro original / existe en el Real Palacio de Madrid” Juan Antonio Salvador Carmona, grabador Alrededor de 1770 Grabado a buril

Iubileo Pleníssimo de la Santa Apostólica Metropolitana Iglesia del Señor Santiago de Galicia, Vnico, y Singular Patrón, Tutelar, y Protector de España, por todo el año presente de 1717” Santiago de Compostela, Antonio de Aldemunde, impresor 1717 Grabado, calcografía

Nuestra Señora de la Peregrina Enrique Mayer, grabador Santiago de Compostela, finales s. XIX Xilografía

San Roque 2º terzo s. XIX Gravado Santiago de Compostela

Iglesia de Pontedeume Santiago de Compostela, Ángel Piedra, grabador 2ª mitad s. XVIII Inscripción: “Al gran Santiago, que como Tutelar de la ilustre Villa de Pontedeume se venera en su principal Iglesia, que para su mayor culto y gloria reedificó, dotó y consagró su Illmo. Prelado el Sr. don Bartholomé de Rajoy y Lossada, Arzobispo y Sr. de Santiago en memoria de haber sido bautizado en ella. Año de 1768”.

Escudo del Vizconde de Pegullal Diego de Romay Junqueras, grabador (+1694) Grabado sobre plancha de cobre

Orlas ornamentales Atribuidas a Jacobo de la Piedra, grabador Entre 1750 e 1788

Escudo de D. Jorge Cisneros o de la familia de los Condes de Ximonde Atribuido a Melchor de Prado y Mariño Alrededor de 1799

Plano de la ciudad de Santiago, primera de las siete que componen el Reyno de Galicia Manuel Salvador Carmona, grabador Plano del arquitecto Juan López Freire el Menor 1796 Grabado a buril

Selección de naipes de una baraja 1818 Xilografía Inscripción en el as de Oros: “Fábrica/de Compostela”